¿tienen derechos los animales - El Búho

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¿tienen derechos los animales - El Búho
Revista Electrónica de la Asociación Andaluza de Filosofía.
D. L: CA-834/97. - ISSN 1138-3569.
Publicado en www.elbuho.aafi.es
El Búho
¿TIENEN DERECHOS LOS ANIMALES?
UNIDAD DIDÁCTICA PARA 4º DE E. S. O.
GRUPO DE INVESTIGACIÓN
DE HISTORIA DE LA FILOSOFÍA
DE LA UNIVERSIDAD DE ALMERÍA1
Han realizado la unidad los siguientes miembros del grupo: Cayetano Aranda Torres, Antonio
Carrillo Burgos, Dolores Maldonado Martínez, José María Muñoz Terrón y José Antonio
Rodríguez Rodríguez.
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El Búho
¿TIENEN DERECHOS LOS ANIMALES?
1.- PRESENTACIÓN
Desde aproximadamente la segunda mitad del siglo XIX, exactamente
desde la publicación por Darwin de El origen de las especies en 1859, el mundo de
los animales no humanos, como ahora se dice con cierto eufemismo, se
encuentra, paradójicamente, más cerca y a la vez más lejos de nosotros. La
teoría de la selección natural, de la supervivencia del más fuerte y de la
selección genética que adapta a todos los seres vivos para sobrevivir en un
hostil entorno natural y humano, supuso, por un lado, un mejor conocimiento,
mediante la zoología evolucionista, de esas extrañas criaturas llamadas
animales irracionales, a las que hemos aprendido a ver humanizadas,
expresando emociones y sentimientos compartidos, y dotadas de una
inteligencia rudimentaria y simbolizadora. Pero, por otro lado, al padre
Darwin, también cabe atribuir la selección de las especies para utilizarlas con
fines de sobreexplotación humana, la experimentación con esas tiernas criaturas
inocentes y un exponencial crecimiento de nuestra capacidad de crueldad y
maltrato de las mismas.
En este sentido, los animales en su conjunto, incluidos los humanos, nos
hemos visto sometidos a esa ley inflexible y férrea que nos convierte en
instrumentos de la sociedad del lucro y el bienestar, de la explotación
exhaustiva de los recursos naturales, y a la ley del máximo beneficio económico.
Eso fue lo que Hegel y Marx entendieron como “el reino animal del espíritu”,
figura paradojal de la historia cultural europea, según la cual no es que la
sociedad burguesa haya tomado su modelo y su autocomprensión de la vida
animal, sino que hemos visto a ésta, erróneamente, como un trasunto y una
proyección de la lucha económica entre los individuos inmersos en gigantesca
marea competitiva. Esta forma específica de humanización de nuestros
parientes en la escala biológica presenta la ambivalencia propia de todo
discurso de poder capitalista, pues si, por un lado, nada en el ámbito de la
naturaleza puede dejar de producir lucro y beneficio, por otro, los sentimientos
y la reflexión moral vienen a cubrir, en cierto modo y en la medida de lo
posible, la falta de valor efectivo de toda manifestación de la vida sobre la
tierra. No es que los animales no humanos no tengan sentimientos morales y
hasta derechos jurídicos. Los tienen, y quizá en demasía, porque esa
reivindicación, o esa causa, es, en todo caso y primordialmente, una
reivindicación del todo humana en el seno del sistema de convivencia que los
deniega y vilipendia.
Así, pues, la ocupación moral con la vida y los derechos de los animales,
“divinos” e infinitos pacientes morales, si tiene algún sentido, es mostrar con la
debida objetividad, que en nuestra sociedad se siguen conculcando los derechos
humanos, cuanto más los de los animales no humanos, de cuyos sufrimientos
nos sentimos partícipes, porque en el fondo son criaturas humanizadas por su
sufrimiento y por su dolor, y porque en su infinita paciencia nos vemos
reflejados. Pero, además, el reto planteado a la reflexión moral por los
cuestionamientos, relativamente recientes, acerca de la corrección del trato que
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los humanos damos a los otros animales con los que compartimos la vida en la
Tierra nace de una sensibilidad muy próxima a la que ha hecho surgir, también
en tiempos relativamente recientes, la conciencia ecológica o medioambiental,
por más que ambas ni coincidan por completo ni siempre converjan de hecho
necesariamente.
Como prueban viejos testimonios de las diferentes tradiciones de
pensamiento y de sabiduría del mundo, la relación de los seres humanos con los
demás seres vivientes de su entorno, en particular con los demás animales y, de
entre éstos, con los que le son más próximos, ha constituido desde antiguo un
motivo de preocupación moral. Ha sido, no obstante, a raíz, sobre todo, del
apogeo moderno de la conciencia antropocéntrica en la ciencia y el humanismo
cuando la cuestión se ha agudizado de una manera casi trágica en sus dos
extremos.
Por una parte, el ser humano se ha concebido a sí mismo, en tanto que
autónomo y racional, como el único fin en sí, objeto de dignidad y respeto, y
esto ha contribuido al auge de una decidida actitud de dominio, cargada de
indiferencia y menosprecio, sobre el resto de los seres vivos que le rodean,
amparada en una visión de lo viviente como mero “mecanismo” físico-químico,
que le permite hacerse ciego y sordo ante cualquier expresión o demanda que
no se articule según una racionalidad discursiva. La lectura de algunos pasajes
de Descartes o de Rousseau, que incluimos como lectura en nuestra unidad,
resulta de lo más elocuente al respecto. Por otra parte, han sido los propios
conocimientos científicos adquiridos por este sujeto racional los que han ido
haciendo consciente a la humanidad moderna de que es mucho lo que los seres
humanos, en nuestra condición de vivientes animales compartimos (genética,
ecológica y evolutivamente) con los otros animales no humanos y los que nos
han empujado a reconsiderar ese presunto abismo entre el ser humano y los
demás vivientes y a cuestionar, por ende, las pretendidas bases de aquel
privilegio humano de señorío sobre los demás animales, al hacerse conscientes
los humanos precisamente de que, pese a todo, no son sino otra especie más.
Esto podemos leerlo por doquier, pero Hans Jonas en El principio vida lo ha
expresado con una concisión magistral en otro texto que recogemos.
Los problemas concretos sobre los que ha llamado nuestra atención este
cuestionamiento moral del trato que los humanos dispensamos a otros animales
son numerosos y diversos: desde el uso de determinadas especies de
mamíferos, sobre todo de nuestros parientes próximos, los primates, para la
investigación y la experimentación científica y médica, hasta las condiciones de
hacinamiento en que son criadas otras especies que suministran alimento a los
humanos, pasando por la caza, la tauromaquia o el trato degradante que
reciben algunos animales que sirven de diversión en los circos o los encerrados
en parques zoológicos. Sobre estos problemas y algunos otros invitan a
reflexionar los materiales y documentos que proponemos en esta unidad
didáctica, no tanto con el propósito de que sean utilizados todos, cuanto de que
cada docente pueda escoger lo que más se adecue a cada contexto de enseñanza
y aprendizaje concreto.
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Los interrogantes que surgen frente a todo ese tipo de prácticas giran en
torno a preguntas como: ¿está permitida a los humanos cualquier cosa en su
relación con otros animales?, ¿en qué razones se asientan las reacciones de
rechazo que experimentan muchas personas sensibles ante determinadas
situaciones?, ¿hay normas de trato hacia los animales no humanos que tengan
carácter genuinamente moral?, ¿es que tienen derechos los animales como tales?
En este terreno del cuestionamiento moral del trato a los animales, lo mismo
que en el ámbito próximo, y paralelo a éste, de las éticas ecológicas o del medio
ambiente, la acción social y la praxis política han sido las que han forzado que,
de una manera más definitiva, estos problemas adquieran el reconocimiento de
su pertinencia, haciendo aflorar lo que en algunos casos eran sólo atisbos de
una nueva conciencia sobre la naturaleza o los animales no humanos en el seno
de la reflexión moral y política. Las respuestas que desde diferentes
planteamientos éticos se le ha ido dando a estas cuestiones se podrían presentar
situándolas en tres grandes ejes.
En un primer eje se situarían las diferentes propuestas éticas en función
de lo que podríamos llamar un mayor o menor ‘intelectualismo’ (o
racionalismo) moral, que suele ir en proporción inversa a la importancia que se
da a los sentimientos, a los intereses y la utilidad de los seres vivientes y a la
compasión. En este sentido, los posicionamientos recientes de defensa de los
derechos de los animales han conectado con una discusión que ya estaba
abierta, aunque no muy desarrollada, entre diferentes planteamientos éticos en
el interior de la modernidad secularizada, pues la discusión ya enfrentaba a
quienes, como Kant, mantienen que sólo la autonomía racional característica de
los humanos puede ser objeto de auténticos deberes morales con quienes, como
Hume, Bentham o Schopenhauer, ven por completo coherente incluir a los
animales no humanos entre quienes merecen un trato moral, puesto que, a su
manera, también pueden sentir y pueden gozar y sufrir, o tienen, en suma, una
cierta prenoción de lo que es una vida buena. Planteamientos más
contemporáneos como los del liberacionismo animal y elaboraciones teóricas
del mismo, como las de Peter Singer, entronquen con esta línea de ética
utilitarista y de los sentimientos, lo mismo que las propuestas de una moral de
atención a la condición de vulnerabilidad y dependencia que encontramos,
como diferentes matices, en autores como Ursula Wolf, Alasdair MacIntyre o
Jorge Riechmann. Por esta línea se avanza incluso a posiciones, como las de
“veneración por la vida” de Albert Schweitzer o la no-violencia de Gandhi, que
plantean propuestas morales de respeto a todo ser viviente que claramente
desbordan los límites de lo moralmente exigible. En el otro extremo, en cambio,
las éticas discursivas de Habermas y Apel, o el contractualismo de Rawls, se
mantienen en la posición de aceptar sólo deberes indirectos hacia los animales
no humanos.
Otro eje sobre el que pueden ser situadas las diferentes propuestas éticas
de trato a los animales no humanos, que mostraría la relación que tienen con los
planteamientos éticos referidos a los problemas globales del medio ambiente,
sería el que indicaría el mayor o menor grado de antropocentrismo de las
diferentes posiciones, en contraposición al mayor o menor bio- o ecocentrismo
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de las mismas. Pues éstas irían desde un antropocentrismo moral fuerte, que
sólo reconoce como objetos de consideración moral a los seres humanos, hasta,
en el otro extremo, los ecocentrismos, que consideran dignos de respeto moral,
no sólo a los seres vivientes, sino también a todos los elementos físicos de los
hábitats y las condiciones ambientales del entorno necesarias para su desarrollo
natural, pasando por un antropocentrismo débil, que admitiría la existencia de
ciertos deberes de los humanos hacia otros seres vivos, y diferentes versiones
del biocentrismo, que plantean varias fórmulas de respeto por la dignidad y los
intereses de todo ser vivo considerándolo como fin en sí mismo, sujeto de
determinados derechos propios de su condición.
Un tercer y último eje sobre el que cabría ordenar toda esta constelación
de propuestas de ética ambiental y de trato con los animales se referiría al
mayor o menor individualidad / globalidad de las entidades que son
consideradas objeto preferencial de las exigencias morales por las diferentes
posiciones. En este eje las posiciones tanto antropocentristas, como bio- o
ecocentristas, las éticas más intelectualistas igual que las de los sentimientos,
pueden dirigir su atención más hacia los seres individuales particulares, como
ocurre en muchas éticas biocéntricas o también a su modo en los
planteamientos antropocentristas más orientados hacia la persona como ser
individual racional, mientras que algunas propuestas socio-eco-políticas, que no
pueden dejar de ser consideradas antropocentristas, insertan las
reivindicaciones ecológicas y de respeto a las vidas no humanas en la
perspectiva de los problemas más globales de las sociedades humanas
políticamente organizadas y en las luchas de determinadas colectividades
especialmente desfavorecidas. De manera análoga, en este eje la preocupación
se desplaza desde la inquietud por la suerte de los seres vivientes considerados
como valiosos de uno en uno, típico del biocentrismo, hacia el temor más global
por la extinción de especies que pueda romper el delicado equilibrio de los
ecosistemas y las precarias condiciones de la totalidad de la biosfera, la
ecosfera, Gaia o la Tierra, que es característico del ecocentrismo.
Si analizamos el título que hemos dado a la unidad, ¿Tienen derechos los
animales?, se observará que el centrar la pregunta en los animales puede inducir a
errores. Todos admitimos que en el lenguaje subyacen mensajes, bajo códigos
ocultos, con los que es transmitida nuestra intencionalidad; pues, cuando
discriminamos entre “los humanos” y “los animales”, no establecemos sólo
objetivas diferencias entre ambos: presumimos que, por nuestra naturaleza,
somos mejores o superiores, y este juicio sólo se limitaría a reflejar un hecho,
cuando lo que estamos lejos de admitir es que, con frecuencia, lo que refleja es un
“pre-juicio” (nuestra aún considerable ignorancia de la transmisión del repertorio
conductual significativo intraespecífico) y un “prejuicio”(el de la preferencia por
nuestra propia especie). Cuestionarnos cómo tratamos a “los animales”, hablar
de la relación entre “hombres” y “animales” ya nos hace morder un cebo
lingüístico de partida, esencial, porque emitimos la noción de que “los hombres”
no somos animales, que somos un aparte muy distinto de vivientes, que no
tenemos lazos comunes con “los animales”. “hombre” y ”animales” distingue
algo falso: que hay dos categorías de seres completamente distintos entre sí, que
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todos los seres vivientes (desde un mosquito hasta un gorila de montaña, ambos
“animales”) forman un solo grupo similar, cuando la biología ha demostrado el
mayor parentesco de sus códigos genéticos entre humano y chimpancé que entre
vacas y ranas, digamos.
Efectivamente hay unas diferencias entre las capacidades humanas y las
de otros vivientes que pueden ser impresionantes: respecto a la capacidad de
supervivencia de la especie (nos aventajan los roedores), respecto a la firmeza y
estabilidad de la organización social (los insectos), en la agilidad y velocidad
(felinos y cuadrúpedos), en obtención y conservación de recursos (las de presa
que no eliminan, quedarían sin nutrientes), en limitación de la violencia (las
cazadoras no se ensañan gratuitamente). Se da por supuesto que el ejercicio de
la inteligencia supera las inferioridades: preguntémonos por qué las mismas
aptitudes y capacidades productoras de catástrofes dantescas no pueden
ponerse a la obra con el fin de evitarlas y trabajar por la supervivencia de su
propia descendencia; quizá aquí ya nos decantemos más por “el mono
desnudo” (Morris, 1967). Por tanto, no debemos olvidar que somos también
animales. Es lo que intentamos expresar hablando de los seres humanos y “los
otros animales”.
En cuanto al otro término del título de la unidad, la palabra “derecho”,
tiene un significado jurídico concreto. Si vamos al Código Civil nos
encontramos con que solamente trata de “personas” y de “cosas”, pero no trata
de “animales”, que no serían, entonces, ni unas ni otras. Por sí mismos no son
sujetos de derechos ni de responsabilidades, pero ¿de ahí se deduce que las
personas no tengamos responsabilidades hacia ellos? El humano es un sujeto
ético, capacitado para prever las consecuencias de sus actos, para hacer juicios
de valor y distinguir lo conveniente de lo inconveniente, capacitado para elegir
entre lo uno o lo otro. La Bioética entendida en un sentido amplio trata de
relacionar los juicios de valor con los hechos biológicos y, en ese contexto, los
así denominados “derechos de los animales” adquieren un claro significado
bioético. Desde el punto de vista bioético, podemos decir que los animales no
son sujetos morales, pero sí objetos morales. Eso no significa que ignoremos en
este debate posturas contrapuestas, como las de Singer (1975) y Mosterín (1998)
a favor, o Carruthers (1995) en contra. Pero, si decimos que la ética ha alcanzado
un nivel de humanidad a tenor de la manifestación sobre los derechos humanos
y otras manifestaciones como los movimientos pacifistas, entonces el amor a la
naturaleza, la defensa medioambiental y la preocupación por la biodiversidad
también son asuntos propios de esa misma ética. Y la defensa de los animales es
uno de ellos.
Que hay que renunciar al sufrimiento y el dolor gratuitos, ¿quién se
atreve a dudarlo? Que no hay que martirizar a las criaturas sintientes y más o
menos inteligentes, ¿qué duda cabe? Que el ejemplo animal puede esclarecer el
problema de la ausencia de moral y de justicia en las sociedades humanas es
algo tan evidente, que parece del todo justificado que a nuestros alumnos y
alumnas les planteemos, tal vez como una trampa saducea, la necesidad del
mayor respeto a la vida animal. Pero no olvidando nunca que el maltrato y la
crueldad con los otros animales es un trasunto de la maldad y el maltrato
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específicamente humano con los humanos, que la tortura se ha inventado para
doblegar la soberana voluntad libre del individuo, y que no habrá justicia para
los animales en tanto no la haya para los humanos. Humanizar el trato con las
bestias es humanizar nuestra sociedad despótica e inhumana. El respeto al
derecho del y al otro es y debe ser una norma de convivencia social aplicable a
todo habitar humano la tierra.
Protestar contra el trato dado a los animales es un movimiento nuevo sólo
en el sentido de que desde hace relativamente poco tiempo algunos filósofos
han empezado a discutir específicamente estas cuestiones. El asunto de cómo
debe tratarse a los animales, sin embargo, no es nuevo, como ya hemos dicho.
En nuestra tradición judeocristiana encontramos los datos más antiguos que
tratan de los animales. Consideremos el Antiguo Testamento. De todos es
conocido, y se utiliza como justificación de la postura más habitual y parece
haber pasado al acervo inconsciente de “nuestro lugar en la escala cósmica”, el
comienzo del libro del Génesis en que, tras crear al primer hombre y la primera
mujer, Dios les impele con un “creced y multiplicaos y dominad la tierra”, un
mandato desacralizador de la naturaleza que muchos han interpretado como el
inicio de todos los males para todos los seres no humanos que pueblan el
mundo. Aunque se trate de una lectura demasiado parcial de la tradición
bíblica, que ya Ferrater Mora se encargaba hace algunas décadas de
desmantelar, como muestra uno de los documentos incluidos entre los
materiales de la unidad didáctica que aquí presentamos.
Quizá no debamos a ninguna tradición religiosa tanta influencia en
nuestra actual conducta; tal vez sea más significativa respecto al tema que nos
ocupa la herencia del mecanicismo racionalista en los albores de la modernidad,
a la que debemos el haber llegado a considerar al resto de los vivientes como
máquinas, la despreocupación por sus sensaciones y la entronización de nuestra
posición jerárquica en la escala evolutiva. Hemos olvidado reiteradamente el
resto de los mensajes de nuestra rica herencia cultural, como si la darwiniana
Teoría general de la evolución no fuese con nosotros. Hemos olvidado a
sabiendas que el relativismo cultural nos ha puesto de manifiesto que el
comportamiento moral de las personas resulta de una compleja influencia
debida, como hemos apuntado, a la herencia cultural pero que esta herencia
utiliza o potencia una capacidad que está genéticamente determinada y es
considerada como herencia biológica.
Se conocen especies con ciertas capacidades éticas rudimentarias, otras
pautas de comportamiento animal que, si aplicamos juicios de valor humanos,
podrían ser consideradas como éticas o altruistas, mientras que otras podrían
estimarse como egoístas. En un contexto biológico pueden distinguirse
(Dobzhansky, 1977) varios tipos conductas éticas; las de tipo familiar están
genéticamente determinadas y sometidas a la acción de la selección natural,
como cuando alguno de los progenitores pone en riesgo su vida llamando la
atención de un depredador que amenaza a sus crías; aquí la muerte del
progenitor se vería compensada por la supervivencia de sus descendientes y
con ella la de los posibles genes que ellos llevaran en sus genotipos. Por el
contrario, las conductas éticas de grupo no son producto de la evolución
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biológica, sino de la cultural, puesto que el sacrificio del bien individual al bien
colectivo resultaría desventajoso, biológicamente hablando, a los individuos
que la practicaran (el “gen egoísta”, Dawkins). Siguiendo esta argumentación,
también observamos en los sapiens los mismos niveles éticos. Así, podemos
denotar niveles éticos individual, familiar, tribal, social, racial, regional,
nacional; sin embargo, incluso hemos aludido ya que en el presente ético se
manifiesta un cierto ámbito de humanidad.
En línea con este acercamiento entre animales humanos y no humanos,
algunas de las posiciones más radicales de defensa de un trato moral de los
humanos hacia los otros animales apuntan reiteradamente a la proximidad, el
parentesco y las semejanzas de todo tipo, que las ciencias biológicas (genética,
fisiología, etología, etc.) pueden atestiguar entre todos los animales y, sobre
todo, entre los humanos y los primates. Así suele argumentar Jesús Mosterín,
por ejemplo. Estos hechos, como tales hechos no pueden ni deben, ciertamente,
ser ignorados o descalificados sin más como irrelevantes desde el punto de
vista moral, pues ya el principio de analogía, al que la ética necesita recurrir tan
a menudo, exige precisamente “tratar los casos o situaciones semejantes de
manera semejante”. No estará de más, sin embargo, recordar también la cautela
que nos conviene mantener en la ética a la hora de evaluar la relevancia moral
de determinados hechos, como no ha enseñado la larga discusión en torno a la
llamada falacia naturalista. No es de unos presuntos hechos positivos puros, ni
de una “naturaleza” concebida de modo objetivista de donde hemos de esperar
que se nos apunte hacia determinadas opciones morales —por ejemplo, la
inclusión de los primates entre las personas a partir de una comparación
pretendidamente aséptica y neutral entre sus capacidades cognitivas y las de
los humanos—, sino que son los hechos vividos en nuestra experiencia de
compromiso de nuestra condición carnal mundana que nos emparenta con
todos los demás vivientes y con la tierra, los que nos sitúan ya, prereflexivamente, en un marco de entendimiento con el sentir de otras formas de
vida animal. En esto la fenomenología, ya desde algunos textos del propio
Husserl, pero, sobre todo, con la concepción de la intersubjetividad corporal
elaborada por Merleau-Ponty, nos ayuda a no confundir la necesaria inclusión
en la reflexión teórica y moral de nuestra inserción en la naturaleza con un
naturalismo objetivista, más o menos ingenuo.
La universal disponibilidad de la tierra y de los seres vivos que ha sido
puesta en juego por la civilización moderna no sólo tiene sus límites naturales,
sus resistencias materiales y espirituales, y sus contradicciones agonísticas que
todos sufrimos en la actualidad, sino que responde a un modelo económico,
ideológico y político que ha entrado en crisis hace ya demasiado tiempo, de tal
manera que nuestra responsabilidad como docentes no puede consistir en
seguir siendo cómplices por más tiempo de lo que puede ser una auténtica
catástrofe del modelo de sobre-explotación de los recursos materiales y
humanos a nuestra disposición. Por estas razones no creemos frivolizar al
plantear esta unidad didáctica como propuesta que se inserta en la enseñanza
de la ética del cuarto curso de la E. S. O. Porque las cuestiones que ella trata, la
información que contiene, las discusiones a que da lugar, y las reflexiones que
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puedan articularse a partir de los documentos e informes propuestos, son de
todo punto urgentes y necesarias para la formación de los alumnos de
Secundaria.
La unidad que presentamos, eminentemente ética y por ende filosófica,
nos permite conectar, además de con la Biología, con otras disciplinas. La
implicación de nuestro tema con el control del crecimiento demográfico, la
reducción y eliminación del despilfarro de recursos naturales, la búsqueda de
fuentes limpias renovables o inagotables como la energía solar o de fusión, la
distribución más equitativa de bienes, el estudio de los beneficios que puede
proporcionar tanto a la especie humana como a otras especies la conservación
del hábitat natural que incluye sistemas ecológicos enteros, etc., nos llevan a la
relación con líneas de trabajo concomitantes con los Departamentos de Ciencias,
Economía, Derecho, Sociología y Tecnología. Igualmente, la atención a la
diversidad queda contemplada en la gradación de complejidad establecida en
los documentos de lectura y actividades cuya selección, en cuanto a su
extensión y número de documentos a trabajar, dejamos a los docentes la
decisión.
La labor en el aula debe ir orientada, desde el planteamiento que
proponemos en la unidad, a plantear dudas y forzar a nuestros jóvenes a
meditar sobre el asunto siguiendo este recorrido:
a) La primera lectura dirigida debe servir para llevar al convencimiento de que
es preciso que el trato con los animales sea responsable; que los humanos
debemos responsabilizarnos del bienestar de los animales de compañía, que
la relación entre humanos y animales de compañía debe ser un compromisocontrato que no puede romperse unilateralmente, salvo situaciones
excepcionales. El alumnado ha de sacar la conclusión de que el rasgo
moralmente pertinente es producir placer y evitar el dolor en los seres
capaces de sentirlos.
b) El bloque de lecturas dirigidas (2-5) sirve para cuestionarse si tenemos
derecho a usar a los animales para nuestra diversión. El alumnado debe
analizar estos tres tipos distintos de relación humanos-animales: parques
zoológicos (pérdida de libertad); circos (pérdida de libertad y obligación de
determinadas conductas); toros (pérdida de libertad, obligación de
determinadas conductas y sacrificio del animal con sufrimiento). Es preciso
suscitar la cuestión de si nuestra relación con los otros animales debe ser de
paternalismo, de igualdad de derechos o de respeto por los intereses de
todos. De este bloque de documentos hay que sacar la conclusión de que los
animales tienen intereses que deben ser respetados.
c) Las lecturas 7 a 11 se deben aprovechar para indagar si tenemos derecho a
usar a los animales para satisfacer necesidades físicas y psíquicas. Es
conveniente analizar el uso de los animales con niños/as autistas, pacientes
psiquiátricos, etc. Un tratamiento especial debe darse al uso de los animales
como alimento y ropa (abrigo/ornamento). Ello nos lleva al debate sobre el
vegetarianismo y el veganismo. ¿Hay aspectos de la alimentación humana
en que la proteína animal es insustituible? De este bloque se puede sacar la
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conclusión de que, siempre que sea posible, es preferible usar vegetales para
satisfacer cualquiera de nuestras necesidades.
d) Las lecturas 12-14 sirven para ver si tenemos derecho a usar a los animales
para avanzar en la investigación industrial y farmacéutica. Hay que suscitar
un análisis que permita distinguir entre el uso de animales en investigación
y las condiciones concretas que actualmente se están padeciendo en los
laboratorios. Igualmente la necesidad de limitar el número de experimentos
y de evitar en ellos todo dolor innecesario. Es importante hacer ver al
alumnado que no es posible realizar ciertas extrapolaciones (resultados que
luego no son aplicables a los humanos) y conceder a los animales un
psiquismo similar al nuestro. La cuestión presente en este bloque de
documentos es: ¿tienen derechos los animales? Es necesario dejar claro que,
si los animales tienen derechos, son fines en sí mismos y no pueden ser
utilizados para salvar vidas humanas.
e) El resto de lecturas y textos de autores filosóficos que se añaden a la unidad
se proponen con el propósito de que puedan servir para profundizar, tanto
por parte del profesorado, como del alumnado mediante actividades de
ampliación, en la compleja discusión teórica de los fundamentos filosóficos
de todo este debate.
En definitiva, y para concluir, aunque cada uno de los grupos de textos y
documentos se plantea con unos objetivos bastante determinados, como hemos
visto, y el conjunto de la unidad didáctica asume como posición mínima que la
cuestión del trato que los humanos damos a los demás animales es un asunto
moralmente relevante, sin embargo, la propuesta se ha concebido e intentado
realizar de manera tan abierta que permita que al profesorado dar a las
actividades un sentido algo distinto, en la línea de una defensa más decidida de
los “derechos de los animales”. Esta amplitud, que puede ser acusada de
ambigüedad, ha sido deliberadamente buscada con el deseo de permitir
también al alumnado la posibilidad de tomar posturas diferentes, cada cual la
que considere más deseable para su formación personal y que vaya más de
acuerdo con su proyecto de vida.
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2.- ESTRUCTURA DE LA UNIDAD
MÓDULO
Presentación
Encuesta inicial
(detección de ideas
previas)
.
.
.
.
.
.
.
.
.
.
.
.
.
.
Temporalización
1 horas
y
Documento 1
Documento 2
Documento 3
Documento 4
Documento 5
Documento 6
Documento 7
Documento 8
Documento 9
Documento 10
Documento 11
Documento 12
Documento 13
Documento 14
Documento 15
Act. de síntesis
Película: Liberad a Willy
Vocabulario
Conclusiones de aula
Evaluación y corrección
Bibliografía
actitudes
1 hora
1 hora
1 hora
1 hora
½ hora
½ hora
1 hora
½ hora
1 hora
½ hora
1 hora
1 hora
½ hora
½ hora
1 hora
1 ½ horas
2 horas
1 hora
1 hora
11
Interdisciplinariedad
Ciencias Naturales, Ciencias
Sociales; Métodos de la Ciencia,
Información y Comunicación,
Lengua y Literatura; Música;
Religión
Historia, Historia de la Filosofía
Psicología
Psicología
Psicología
Estética
Economía
Economía
Biología
Economía
Biología
Psicología, Sociología
Biología, Economía
Economía, Biología, Psicología.
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3.- METODOLOGÍA
Se sugiere una presentación de la unidad seguida de la identificación de
conocimientos y actitudes previas en el aula. El desarrollo puede plantearse de
forma lineal o combinándose con la distribución de baterías de actividades por
grupo y una puesta parcial en común del grupo clase.
Los documentos de lectura pueden utilizarse como trabajo de casa o
como consulta en la ejecución en el aula. La elección de materiales permite que
el tema de la educación en valores, la educación bioética y el desarrollo
sostenible se desarrollen al unísono, constituyendo así un bloque que puede
ocupar una evaluación perfectamente. Los recursos incluyen algún documento
audiovisual, se puede consultar al departamento de ciencias o bien alquilarse, y
alguna película.
Entre las adaptación de actividades, pueden dedicarse algunas para
autoevaluación. Finalmente y tras las conclusiones de síntesis es susceptible de
ser evaluada siguiendo nuestras propuestas. Depende del enfoque nuclear
dentro de la Ética, interdisciplinar o monotemático, la duración total puede
variar, pero se aconseja un periodo lectivo máximo de un mes. Para ello será
preciso que algunas actividades se manden como tarea de casa. El cuadro
adjunto resume todo lo anterior.
4.- OBJETIVOS
GENERALES
•
•
•
•
Concienciar acerca de nuestra posición en el proceso de la evolución en
general y nuestros prejuicios al respecto. Asumir nuestra condición esencial de
seres vivientes e identificar las necesidades, procesos y padeceres comunes.
Considerar sus problemas como paralelos a los nuestros en tanto que habitantes
planetarios.
Conocer la sociedad de consumo para comprender la concepción desvirtuada
de persona que subyace en ella y las repercusiones negativas que esta concepción
provoca en el individuo y los colectivos. Ser consciente del poder de
manipulación que posee, en este tipo de sociedad, el mensaje publicitario y
propagandístico.
Comprender la destrucción y el agotamiento de los ecosistemas como una
afección común, y adoptar un comportamiento que permita el desarrollo
sostenible y el mantenimiento de la biodiversidad frente al consumismo y la
contaminación. y aceptar nuestra cuota de responsabilidad en el mantenimiento
de su hábitat como nuestro.
Analizar las relaciones que establecemos con las otras especies (caza,
consumo, domesticación, confinamiento, experimentación, diversión), alterando
a menudo su estilo de vida en la naturaleza.
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•
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Analizar y tomar postura sobre el problema de si todo ser vivo es digno por
sí mismo.
Conocer la implantación del código deontológico en la práctica científica.
Analizar la extinción de las especies como problema moral.
Concienciarse de cuál debe ser nuestro ejercicio moral en lo que se refiere a la
defensa de la vida y de la naturaleza para adquirir el compromiso de protegerlas.
Valorar el ser vivo como objetivo de aplicación de conductas razonables que
deben ser reconocidos universalmente.
Añadir los valores medioambientales a la educación en valores morales.
5.- CONTENIDOS
A.- CONCEPTOS
•
•
•
•
•
•
La sociedad consumista. Nuestra relación con los animales se acaba
configurando según el modelo propietario-cosa poseída.
Los beneficios y problemas que los nuevos descubrimientos científicos
reportan. Problemas morales que plantean los avances de la biología, como el de
la clonación.
La vertiente social y moral de los problemas relacionados con los seres vivos y
el medio ambiente. Las consecuencias de la degradación del medio ambiente. La
protección de la fauna en su medio ambiente por parte de las instituciones y de
los particulares.
Conocimiento del diferente problema moral que representa la relación con
animales desde el punto de vista individual y de las especies.
Planteamientos éticos que permiten establecer una relación de respeto y trato
adecuado a los animales (se deja abierta la línea que cada alumno/a elige, pero
ha de quedar claro que el concederle a los animales derechos implica que son
dignos por sí mismos y, por tanto, es una incongruencia usarlos como alimento).
Planteamiento del juego libertad/responsabilidad en relación con los
animales.
B.- PROCEDIMIENTOS
•
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•
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Lectura, análisis y comprensión de textos sobre el mundo en que vivimos.
Listados de productos necesarios e innecesarios para vivir. Comentario sobre
las estrategias comerciales para estimular el consumo y las diferentes actitudes
posibles de los consumidores.
Análisis crítico de anuncios publicitarios y de la publicidad encubierta en las
series televisivas.
Identificación de las ideas clave de textos referente a la violencia con especies
domésticas y en cautividad. Debatir entorno a la violencia en nuestra sociedad.
Elaboración de síntesis de los contenidos de la unidad. Debate acerca de los
problemas ético-morales que plantean los nuevos descubrimientos científicos.
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Reflexión sobre las condiciones de trabajo de los animales.
Lectura de un caso de injusticia o maltrato hacia otras especies y selección de
la actitud más responsable, comparación con la propia actuación ante casos
similares. Identificación de comportamientos responsables y justos de entre una
lista y definición de estos dos términos.
C.- ACTITUDES
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•
•
•
•
Elección de una visión crítica de la sociedad de consumo donde vivimos.
Formación de una opinión propia acerca del consumismo y la publicidad.
Reconocimiento de la obligación de un trato adecuado de todo viviente capaz
de sentir.
Preocupación por los problemas ético-morales que plantean algunos de los
nuevos descubrimientos científicos.
Concienciación de las ventajas que implica el desarrollo científico y técnico, y
de los inconvenientes que se derivan de su mal uso.
Visión crítica de las reuniones mundiales sobre temas ético-morales que
afectan a todo el planeta.
Aceptación de la necesidad de evitar el derroche de energía y materiales, y la
importancia de la recuperación, reutilización y reciclaje de éstos.
Valoración de la necesidad de las distintas ”Declaración Universal de los
Derechos”
Comprensión del concepto de libertad y sus límites enunciado en los Derechos.
Concienciación de la confrontación entre actitudes responsables y las propias
actitudes frente a un caso concreto.
6.- TRANSVERSALIDAD
•
•
•
•
•
•
Educación moral y cívica: Incorporar una mirada crítica de la sociedad en que
nos movemos. Adquirir una actitud cuidadosa con los seres vivos y la naturaleza.
Tratar con respeto a las personas y el resto de especies y tener actitud de lucha
contra las conductas que fomentan las desigualdades y la discriminación.
Educación del consumidor: Adoptar una postura personal frente a la sociedad
de consumo y a la publicidad.
Educación ambiental: Tomar conciencia de los productos, aditivos y
embalajes innecesarios que la sociedad de consumo nos ofrece para aprender a
prescindir de ellos, proteger el entorno y no malgastar recursos prescindibles.
Educación cívica: Aprender a tener criterio propio para valorar de manera
realista los avances técnicos y científicos.
Educación ambiental: Valorar los efectos nocivos del derroche de energía y
materia y apreciar los grandes beneficios que conlleva su recuperación,
reutilización y reciclaje.
Educación del consumidor: Comprender la necesidad de no malgastar
energía y valorar la importancia de consumir responsablemente. Procurar
emplear envases y productos reciclables, recuperables o reutilizables.
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•
•
Educación para la salud: reflexionar sobre los problemas éticos y morales
que plantea la experimentación con otras especies y valorar su incidencia real
en humanos.
Educación moral y cívica: Valorar la importancia y la necesidad de los
Derechos Humanos (y del resto) y los impedimentos que encuentran en su
cumplimiento. Comprender la necesidad de la vida en libertad y los límites que
este ejercicio comporta.
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7.- SECUENCIACIÓN DE ACTIVIDADES
LOS DERECHOS DE LOSA NIMALES/ EL PUESTO DEL H
PROBLEMA MORAL
A) DERECHOS Y SUPREMACÍA DE LA ESPECIE HUMANA. LA EX
A CONSECUENCIA DE LA ACCIÓN HUMANA, NO ES ALGO M
PORQUE PERJUDICA A LOS SERES HUMANOS = ÉTICA CENT
B) IGUALDAD DE TODAS LAS ESPECIES. LA EXTINCIÓN DE UN
= ÉTICA CENTRADA EN LA VIDA.
C) ÉTICA CENTRADA EN EL SER HUMANO INSERTO EN LA V
SOLUCIONES POSIBLES:
PROYECTOS ÉTICOS
A) ANÁLSIS DE LOS INTERESES PARA VER RASGOS MORALMEN
•
SERES SENSIBLES, HUMANOS Y NO HUMANOS = SÍ
•
SERES NO SENSIBLES, VEGETALES Y MINERALES = NO
B) PRODUCIR PLACER YEVITAR DOLOR EN LOS SERES QUE PU
C) VEGETARIANISMO, VEGANISMO Y ABOLICIONISMO DE LOS
FRENTE A ACEPTACIÓN DE COMER ANIMALES Y SU USO EN
MOMENTO HAN VIVIDO “FELIZMENTE” Y SON SACRIFICAD
PAUTAS DE CONDUCTA
Y NORMAS QUE SE
DERIVAN
A) IGUALDAD
•
SUPERACIÓN DEL ESPECIEÍSMO RADICAL
•
CONSIDERACIÓN EQUITATIVA DE LOS INTERESES DE T
B) ESTÉTICA DEL APRECIO POR LA NATURALEZA VIRGEN
C) RECHAZO DE LA SOCIEDAD MATERIALISTA/ CONSUMISTA
•
ACTITUDES DE RECICLAJE Y DEL “CONSUMIDOR VERDE
•
RECHAZO A CONSUMIR PRODUCTOS INNECESARIOS
D) VIDA SENCILLA Y FRUGAL PROPICIA A LOS PLACERES NAT
•
AMISTAD, CONVERSACIÓN
•
RELACIONES PERSONALES Y SEXUALES
•
ACTIVIDADES CREATIVAS, CULTURALES Y DE CONTAC
VALORES QUE SE
DESPRENDEN
UTILITARISMO CLÁSICO / UTILITARISMO DE PREF
FUNDAMENTACIÓN
TEÓRICA
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7. 1.- ENCUESTA INICIAL
Para detectar conocimientos y actitudes previas. A partir de ella se hacen los
grupos de trabajo, reuniendo los que tienen similar nivel de conocimiento y
actitudes distintas para facilitar el debate interno de cada grupo. Se plantean las
siguientes cuestiones individualmente y se hace una puesta en común, a modo
de lluvia de ideas, a partir de cada pregunta.
1.- ¿Los humanos somos iguales, superiores o inferiores a los animales?
2.- ¿Tienes, o te gustaría tener, un animal en casa?
3.- ¿Qué obligaciones y responsabilidades se tienen con un animal de
compañía?
4.- ¿Es un maltrato el abandono de una mascota? Justifica tu respuesta.
5.- ¿Conoces alguna especie en extinción? ¿Cuáles son las causas?
6.- Para qué crees que se usan los animales en los laboratorios?
7.- ¿Qué te sugirió la vida de los animales la última vez que los viste en el circo
o en el zoo?
8.- El hecho de que el perro no hable, ¿quiere decir que no tiene derechos?
9.- Se sabe que el nº de pliegues o circunvoluciones cerebrales está en relación
con el nivel de evolución de las espècies, ¿qué te sugiere que el delfines posean
más que los humanos?
10.- ¿Qué es maltratar a un animal?
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7. 2.- ACTIVIDADES
7.2.1.- Textos con preguntas dirigidas
DOCUMENTO 1
TEMA.: DIARIO DE LA VIDA DE UN PERRO DE COMPAÑÍA.
Reflexión sobre el maltrato de los animales [www.enbuenasmanos.com] .
DIARIO DE LA VIDA DE UN PERRO DE COMPAÑÍA.
Semana
1:Hoy cumplí una semana de nacido, ¡Qué alegría haber llegado a este mundo!
Mes 01:
Mi mamá me cuida muy bien. Es una mamá ejemplar.
Mes 02:
Hoy me separaron de mi mamá. Ella estaba muy inquieta, y con sus ojos me
dijo adiós. Esperando que mi nueva "familia humana" me cuidara tan bien
como ella lo había hecho.
Mes 04:
He crecido rápido; todo me llama la atención. Hay varios niños en la casa que
para mí son como "hermanitos". Somos muy inquietos, ellos me jalan la
cola y yo les muerdo jugando.
Mes 05:
Hoy me regañaron. Mi ama se molestó porque me hice "pipí" adentro de la casa;
pero nunca me habían dicho dónde debo hacerlo. Además duermo en la
recámara... ¡y ya no me aguantaba!
Mes 06:
Soy un perro feliz. Tengo el calor de un hogar; me siento tan seguro, tan
protegido. Creo que mi familia humana me quiere y me consiente mucho.
Cuando están comiendo me convidan. El patio es para mi solito y me doy vuelo
escarbando como mis antepasados los lobos, cuando esconden la comida.
Mes 12:
Hoy cumplí un año. Soy un perro adulto. Mis amos dicen que crecí más de lo
que ellos pensaban. Que orgullosos se deben de sentir de mí.
Mes 13:
Qué mal me sentí hoy. "Mi hermanito" me quitó la pelota. Yo nunca agarro sus
juguetes. Así que se la quité. Pero mis mandíbulas se han hecho muy fuertes, así
que lo lastimé sin querer. Después del susto, me encadenaron casi sin poderme
mover. Dicen que van a tenerme en observación y que soy ingrato. No entiendo
nada de lo que pasa.
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Mes 15:
Ya nada es igual... vivo en la azotea. Me siento muy solo, mi familia ya no me
quiere. A veces se les olvida que tengo hambre y sed. Cuando llueve no tengo
techo que me cobije.
Mes 16:
Hoy me bajaron de la azotea. De seguro mi familia me perdonó y me puse tan
contento que daba saltos de gusto. Mi rabo parecía reguilete. Encima de eso, me
van a llevar con ellos de paseo. Nos enfilamos hacia la carretera y de repente se
pararon. Abrieron la puerta y yo me bajé feliz creyendo que haríamos nuestro
"día de campo". No comprendo por qué cerraron la puerta y se fueron."¡Oigan,
esperen!" Se... se olvidan de mí. Corrí detrás del coche con todas mis fuerzas.
Mi angustia crecía al darme cuenta, que casi me desvanecía y ellos no se
detenían: me habían olvidado.
Mes 17:
He tratado en vano de buscar el camino de regreso a casa. Me siento y estoy
perdido. En mi sendero hay gente de buen corazón que me ve con tristeza y me
da algo de comer. Yo les agradezco con mi mirada y desde el fondo con mi
alma. Yo quisiera que me adoptaran y seria leal como ninguno. Pero solo dicen
"pobre perrito", se ha de haber perdido.
Mes 18:
El otro día pasé por una escuela y vi a muchos niños y jóvenes como mis
"hermanitos". Me acerqué, y un grupo de ellos, riéndose, me lanzó una lluvia de
piedras "a ver quien tenia mejor puntería". Una de esas piedras me lastimó el
ojo y desde entonces ya no veo con él.
Mes 19:
Parece mentira, cuando estaba más bonito se compadecían más de mí.. Ya estoy
muy flaco; mi aspecto ha cambiado. Perdí mi ojo y la gente más bien me saca a
escobazos cuando pretendo echarme en una pequeña sombra.
Mes 20:
Casi no puedo moverme. Hoy al tratar de cruzar la calle por donde pasan los
coches, uno me arrolló. Según yo estaba en un lugar seguro llamado "cuneta",
pero nunca olvidaré la mirada de satisfacción del conductor, que hasta se ladeó
con tal de centrarme. Ojalá me hubiera matado, pero solo me dislocó la cadera.
El dolor es terrible, mis patas traseras no me responden y con dificultades me
arrastré hacia un poco de hierba a ladera del camino.
Mes 21:
Tengo 10 días bajo el sol, la lluvia, el frío, sin comer. Ya no me puedo mover. El
dolor es insoportable. Me siento muy mal; quedé en un lugar húmedo y parece
que hasta mi pelo se está cayendo. Alguna gente pasa y ni me ve; otras dicen:
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"No te acerques" Ya casi estoy inconsciente; pero alguna fuerza extraña me hizo
abrir los ojos. La dulzura de su voz me hizo reaccionar. "Pobre perrito, mira
como te han dejado", decía... junto a ella venía un señor de bata blanca, empezó
a tocarme y dijo: "Lo siento señora, pero este perro ya no tiene remedio, es
mejor que deje de sufrir." A la gentil dama se le salieron las lágrimas y asintió.
Como pude, moví el rabo y la miré agradeciéndole me ayudara a descansar.
Solo sentí el piquete de la inyección y me dormí para siempre pensando en por
qué tuve que nacer si nadie me quería.
La solución no es echar un perro a la calle, sino educarlo. No convierta en
problema una grata compañía.
Ayuda a abrir conciencia y así poder acabar con el problema de los perros
callejeros. Para llevar al convencimiento de que el trato con los animales debe
ser responsable; los humanos somos responsables del bienestar de los animales
de compañía; la relación entre humanos y animales de compañía debe ser un
compromiso-contrato que no puede romperse unilateralmente, salvo
situaciones excepcionales.
Sacar la conclusión de que el rasgo moralmente pertinente es producir placer y
evitar el dolor en los seres capaces de sentirlos.
DIRECCIÓN.: http://www.tuperro.com.mx/05_02_pensar_diario.html
CUESTIONES.:
1. Describe la evolución en la relación de este perro con sus dueños.
2. ¿Por qué se produce ese cambio?
3. ¿Es razonable mantener esa insensibilidad frente al sufrimiento de un
ser vivo?
4. ¿Te parece que acertaron al decidir tener un perro de compañía?
5. Enumera los compromisos que un ser humano ha de aceptar antes de
decidir si tiene o no un animal de compañía.
DOCUMENTO 2.
José Ferrater Mora y Priscila Cohn. Ética aplicada
Los derechos de los animales (el subrayado es nuestro)
En el mundo antiguo no fueron sólo los hebreos quienes expresaron
algunos sentimientos de benevolencia para con los animales. Tanto Empédocles
como Pitágoras —posiblemente a causa de su creencia en la transmigración de
las almas— protestaron contra el mal trato de animales. Un fragmento de
Empédocles, en particular, sugiere que se opone a sacrificar animales y a comer
su carne (apud Sexto Empírico, adv. math., IX, 129). En otro fragmento
Empédocles dice que, antes de ser hombre, fue un muchacho, una muchacha,
un arbusto, un pájaro, un pez (apud Diógenes Laercio, VIII, 77; cf. asimismo
Sexto, adv. math., IX, 129 y Porfirio, de abstinentia, 11, 31). Según Diógenes
Laercio, Pitágoras afirmó que no debería causarse nunca daño a árboles que no
sean salvajes ni a animales que no causen daño a los hombres (ibid., VIII, 22-25).
El mismo autor ha escrito que Pitágoras se opuso una vez a que una persona
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pegara a un perrillo porque afirmó que había reconocido en él al alma de un
amigo suyo (VIII, 36). Porfirio y Séneca se manifestaron decididamente en favor
de la abstinencia de carne.
En el otro lado de la medalla tenemos la espantosa crueldad manifestada,
tanto con respecto a los hombres como a los animales, en el curso de las grandes
fiestas de circo romanas. Lecky da una lista de las especies animales que se
arrojaron a la arena durante el Imperio romano: «leones, tigres, elefantes,
rinocerontes, hipopótamos, jirafas, toros, ciervos, inclusive cocodrilos y
serpientes...» (History of European Morals, vol. 1, págs. 280-81). No tenían lugar
solamente combates entre hombres y animales. A veces se ataba a un toro y a
un oso; a veces se echaban a la arena criminales como pasto de toros
enloquecidos por hierros candentes. El número de animales (y hombres)
sacrificados de estos modos es aterrador: 400 osos matados en un solo día bajo
Calígula; 300 en otra ocasión bajo Claudio; 400 tigres lucharon contra toros y
elefantes bajo Nerón; en otra ocasión, también bajo Nerón, fueron muertos en
un solo día 400 osos y 300 leones. Con motivo de la consagración del Coliseo,
bajo Tito, se hizo una carnicería de 5.000 animales. La sed de sangre exhibida
por las multitudes en el curso de estas fiestas parece haber sido inextinguible. Y,
sin embargo, como una especie de incongruencia, por las mismas épocas
escritores como Virgilio, Lucrecio, Plutarco, Ovidio, Juvenal, Apolonio de Tiana
y Arriano manifestaron lo que Lecky ha llamado «inesperados toques de
simpatía para con los animales», al describir, por ejemplo, el pesar de una vaca
ante la muerte de su ternero, o la pena de una dama romana ante la muerte de
un gorrión. Plutarco, en particular, se distinguió por su condenación de la
crueldad exhibida en el circo y por su afirmación de que tenemos deberes para
con los animales lo mismo que los tenemos para con nuestros semejantes.
CUESTIONES:
1. Anotar en el cuaderno todos los personajes destacados y buscar en un
diccionario enciclopédico o en una base de datos (la red) información
sobre ellos.
2. Situar en un cuadro de doble entrada su nombre, quiénes eran, su época,
localización, dedicación, y algún dato o característica notable en ellos
(ocho filas y seis columnas).
3. ¿Qué es el Coliseo? ¿para qué se usó?
4. ¿Qué especies son citadas por Ferrater y en qué cantidad? Clasificarlas
según la taxonomía biológica.
5. Realizar con la suma total de ejemplares un gráfico sectorial que refleje
los porcentajes de cada especie.
6. ¿Qué opiniones del texto suponen su defensa?
DOCUMENTO 3
HISTORIA DE KEYKO, LA ORCA PROTAGONISTA DE LA PELÍCULA
"LIBERAD A WILLY" (Datos de Daniela Ferrer, oceanógrafa de Puerto Vallarta)
1977-78: Nace en Islandia.
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1979: Es capturada y trasladada a un acuario.
1982: Es llevada al Centro Marino de Ontario en Canadá.
1985: Es vendida al acuario Reino Aventura de México por la suma de 350.000
dólares
1991: Keyko comienza a tener serios problemas de salud
1994: Se crea la Fundación Free Willy - Keyko.
1995: Se estrena la secuela de Liberad a Willy, (Free Willy, the adventure home).
1996: Comienza en Oregon la rehabilitación para Keyko, para lo cual se
construye una
pileta muy grande, con agua salada traída de mar,
corrientes marinas, peces, y donde se agregaron vocalizaciones de la familia de
Keyko, cuyo costo llegó a los 7.3 millones de dólares.
1998: "El rescate". El 10 de Septiembre es llevado a la Bahía Kletsvik, en la Isla
Westman, Islandia.
Estuvo 19 años en cautiverio. Keyko, que ahora debería tener 26 años, fue
capturada en las aguas de Islandia cuando tenía unos dos años. Después de
haber pasado largos períodos en acuarios de Islandia y Canadá, vivió en un
parque de diversiones en Ciudad de México, en aguas cálidas y poco profundas
y a más de 3.000 metros de altura. Justo cuando Keyko estaba empezando a
enfermarse y le aparecían lesiones en la piel, en 1993, se presentó la gran
oportunidad: Keyko sería la protagonista de la película de la Warner Brothers
Liberad a Willy. Después del éxito de la película, la gente empezó a interesarse
en Keyko, que, mientras tanto, fue instalada en una piscina demasiado pequeña
para su tamaño. Tuvo serios problemas de piel como micosis muy grandes en la
zona del cuello que pueden observarse en su primera película, y los dientes
desgastados.
La fama y, sobre todo, un proyecto financiado en gran parte por el
magnate norteamericano Craig McGraw permitieron que Keyko recuperara sus
fuerzas en una piscina construida especialmente para ella en Oregon. De allí fue
trasladada a la costa meridional de Islandia, donde comenzaron los numerosos
intentos para liberarla. Se alquiló un avión C-17 para transportarlo de Oregon a
Islandia en un vuelo que duró 8 h. y que costó 600.000 dólares. Tuvo que ser
reabastecido de agua 2 veces en el traslado. En la bahía de la Isla Westman se
construyó una pileta de red para Keyko que costó 12 millones. A los 40 minutos
de estar en la pileta comenzó a comer por sí sola. A las 2 horas se comunicó con
un delfín calderón que se acercó. No fue liberada directamente para cuidarla de
su enfermedad. Recientemente, Keyko había empezado a alimentarse sola, cosa
que antes no sabía hacer. Para septiembre de ese año se suponía que la iban a
liberar, pero aún estaba sin comunicar con su familia. Desde 1998 se intentó, de
todos los modos posibles, llevarla al mar abierto y ponerla en contacto con otros
grupos de orcas. Pero, al final de cada día, Keyko siempre regresaba a su casa.
Sin embargo, tras unos meses las cosas cambiaron. Sus cuidadores empezaron a
percibir que algo se estaba modificando en el comportamiento de Keyko. Al
parecer, cada vez le gustaba más estar en compañía de otras orcas, hasta que el
15 de julio se alejó de la bahía de Islandia, donde vivía.
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¿Una incursión exploratoria, como tantas otras? No, Keyko nunca más
regresó. La ballena Keyko volvió al Atlántico. Lo hizo por propia decisión,
después de 24 años de vivir en acuarios y de muchos intentos por devolverla al
mar. Hace unos meses había comenzado a comportarse de manera extraña.
Después de 24 años de no haber nadado nunca más en los mares abiertos y de
haber vivido en acuarios y piscinas en todo el mundo, brindando espectáculos
para chicos en los parques de diversiones, sintió una especie de nostalgia, de
antiguo reclamo. Y así, después de tantos intentos fallidos de convencerla de
que su lugar estaba en el mar, la ballena Keyko (protagonista de la película
Liberen a Willy, en la que un chico lucha contra los dueños sin escrúpulos de un
acuario) hace siete semanas que recorre las aguas profundas del océano
Atlántico. Todo un acontecimiento, dado que, durante años, Keyko había hecho
fracasar todas las tentativas por liberarla.
Hoy, según las últimas informaciones (a Keyko se la sigue vía satélite
gracias a unos dispositivos que tiene adosados en su espina dorsal), debería
encontrarse entre Noruega y las islas Shetland. "Estamos contentos, porque
Keyko está haciendo lo que queríamos, pero un poco preocupados porque no
sabemos qué le está pasando", dijo Charles Vinick, vicepresidente de Ocean
Futures, la organización que se ocupó de la reinserción de Keyko. Vinick está
convencido de que la orca se encuentra bien y de que, finalmente, está
disfrutando de su libertad. Pero algunos cuidadores están tan preocupados por
su futuro que les escribieron a las autoridades norteamericanas solicitando
ayuda, ya que temen que Keyko pueda estar recorriendo los océanos "sola y
muerta de hambre".
CUESTIONES.:
1. ¿Qué es una orca? Buscar información que permita conocer su morfología,
capacidades, lenguaje, necesidades, hábitat y vida social. Se puede
adjuntar un boceto de su estructura interna.
2. Resumir de la vida de Keyko.
3. Si se ha visto la película citada ¿qué es lo que más llama la atención? ¿por
qué?
4. ¿Puede decirse que este relato se refiere a un ser mecánicamente
instintivo? En cuyo caso ¿cómo llegó a afectarle la cautividad?
5. El comportamiento mostrado durante su rehabilitación ¿se parece en algo
a los humanos que han sufrido confinamiento? (Recuérdense, por ej., sus
reacciones en la película La vida es bella de Roberto Bellini) ¿Se puede
hablar por igual en ambas especies de conculcación de algún derecho?
6. La situación ¿se asemeja a otros especímenes en los zoos, circos, acuarios,
etc.? ¿Qué podemos aprender de su caso?
DOCUMENTO 4
TEMA.: La Asociación Andaluza para la Defensa de los Animales ha
denunciado el maltrato a la Consejería de Gobernación. La demanda cuenta
con el respaldo testimonial de residentes en el barrio de las 624 Viviendas,
donde se producen los hechos
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EFE SEVILLA
Un grupo de personas del barrio sevillano de las 624 Viviendas organiza peleas
de perros en las terrazas de los bloques de pisos, desde donde arrojan a los
animales, según ha denunciado la Asociación Andaluza para la Defensa de los
Animales (Asanda). Las peleas, generalmente organizadas con perros de presa,
se hacen a muerte, no sólo en las azoteas de bloques , sino también en otros
espacios públicos del barrio, considerado como una de las zonas marginales de
la capital hispalense, señala la denuncia que Asanda ha presentado ante la
Consejería andaluza de Gobernación.
La denuncia, según explicó Asanda, cuenta con el respaldo testimonial de 14
personas, un video y fotografías que muestran los cadáveres de los perros,
algunos abandonados en la vía pública con las huellas de los mordiscos
recibidos en la pelea, otros depositados en la basura y otros ahorcados con un
cable tras haberlos utilizado en peleas.
Maltratos
Los organizadores de las peleas, según la Asociación, suelen robar perros para
utilizarlos en las sesiones de entrenamiento de los canes que competirán luego
en estos enfrentamientos a muerte. Tanto unos perros como otros son sometidos
a tratamientos brutales para que los animales acepten la pelea, según la
denuncia, que también añade que los perros que son adiestrados para las peleas
también son azuzados contra otros animales callejeros a los que provocan la
muerte.
Asanda ha recibido denuncias por escrito de vecinos de barrio de las 624
Viviendas que detallan el procedimiento de estos adiestradores de perros y
añaden que no pueden intervenir porque en un barrio de estas características
saldrían muy perjudicados.
Los denunciantes aseguran que «hablamos con el fiscal de Medio Ambiente,
llamamos a la Guardia Civil y policías municipales y no nos hacen ni caso, lo
único que nos dicen es que no pueden hacer nada y alguna solución tienen que
darles porque estos perros están pasando por torturas inimaginables y crueles».
Los responsables de Asanda han destacado que estos denunciantes se han
arriesgado a recibir represalias haciendo fotos y grabando un video de los
restos de los animales cuando, ya muertos, son abandonados en lugares
públicos.
Asanda, en su denuncia ante la Consejería de Gobernación, pide que este
departamento incoe expediente sancionador contra los responsables de estas
peleas y que tenga a esta asociación como parte interesada en ese expediente.
DIRECCIÓN.:http://listas.losverdesdeandalucia.org/lista/eboletin/archivo/indice/151/msg/167/#not-8
CUESTIONES..:
1. ¿Crees que las peleas de perros pueden ser consideradas una práctica
común o aislada en nuestras ciudades?
2. ¿Hay algún tipo de justificación psicológica, ética o sociológica que
explique la actitud de aquellas personas que someten a esta práctica de
maltrato y violencia a los animales enfrentados? ¿Conoces alguna otra?
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3. ¿Qué tipo de medidas, educativas, judiciales, policiales, legislativas, etc
podrían tomarse para evitar estas peleas?
4. La fiereza que los animales demuestran, ¿es natural o producto de un
aprendizaje?
DOCUMENTO 5.
TEMA.: ¿Qué se esconde detrás de la magia del circo?
Cuando la gente escucha la palabra circo, piensa en pocholo, dulces, animales
"salvajes" y diversión. Sin embargo, detrás de la magia del circo se esconde todo
un mundo de sufrimiento animal. Estos animales, son obligados a participar de
un show que termina afectando su salud física y mental.
El transporte puede ser una tortura
Algunos de los circos más importantes viajan durante aproximadamente 48
semanas al año, cubriendo enormes distancias. La programación de los circos
está hacha para maximizar la cantidad de espectáculos, no para alivianar el
sufrimiento de los animales. En verano, algunos circos viajan a zonas de altas
temperaturas en busca de público, obligando a los animales a padecer calores
extremos dentro de los vehículos de transporte. Lo mismo ocurre en invierno
con las zonas de bajas temperaturas.
Los animales son transportados en camiones o trenes. Los tigres viajan en
jaulas, tan pequeñas, que no pueden siquiera voltearse. En estas jaulas deben
comer, dormir y defecar hasta llegar a destino. Por lo general, los animales no
bajan de los transportes apenas llegan al lugar del espectáculo, esto es debido al
tráfico vehicular, o porque han llegado más tarde o temprano de la hora
señalada. En este caso, los animales son forzados a esperar dentro de los
vehículos durante horas bajo condiciones extremas de temperatura.
Entrenados con miedo
Los circos obligan a los animales a realizar actos que no tienen ninguna
semejanza con lo que estos animales están acostumbrados a hacer en estado
salvaje. Estas actividades antinaturales van desde un tigre saltando a través de
un aro en llamas a osos montando bicicletas. Los animales salen muchas veces
lastimados mientras practican estos trucos, por ejemplo tigres que sufren
quemaduras. Para entrenar a estos animales, con el objeto de que realicen
actividades antinaturales, se necesita látigos, collares de ahorque, instrumentos
para picar eléctricos, ganchos de metal y otras herramientas. Cuando vea
elefantes, podrá apreciar que los empleados del circo portan una herramienta
llamada ankus (vara de madera con un filoso gancho en la punta) la cual se
utiliza para evitar comportamientos no deseados. El ankus, se aplica en las
zonas más sensibles del elefante, como los pies, atrás de las orejas, bajo el
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mentón, dentro de la boca y otras zonas de la cara, además de que muchas
veces se utiliza directamente para golpear al animal.
La vida de constante confinamiento y frustración que llevan estos animales, los
conduce a estados neuróticos. Se puede ver en los comportamientos
estereotipados, como se el balanceo de la cabeza en los elefantes y el
movimiento constante de los tigres dentro de las jaulas. Estas actitudes son
síntomas claros de un stress psicológico muy profundo. En estado salvaje, los
elefantes viajan grandes distancias y en grupo. En los circos, salvo cuando
deben actuar, pasan el día encadenados por las dos patas, lo que les imposibilita
caminar. Es sabido que los elefantes forman fuertes lazos familiares, sin
embargo, en los circos estas familias no existen o están separadas.
Los animales de circo no proveen una verdadera herramienta educativa para el
público, ya que son forzados a realizar trucos que no harían en forma natural si
estuvieran libres. Lo único que los niños ven es animales desesperanzados que
realizan lo que el medio hostil y antinatural les pide.
Circos divertidos
Existen circos que son divertidos y no promueven el abuso de los animales.
Estos circos sin animales ofrecen un maravilloso espectáculo para la familia,
llenos de suspenso y entretenimiento, pero más importante, sin sufrimiento
animal.
Fuente: In Defense of Animals
Traducción: Facundo Moyano
[www.uva.org.ar/circo.htm]
DIRECCIÓN.: http://apap-alcala.org/protec_animal/circos.htm
CUESTIONES.:
1. Analiza las condiciones en que son trasportados los animales entre
actuación y actuación. ¿En qué se asemejan a su estado natural?
2. ¿El amaestramiento supone alguna forma de crueldad? ¿Esta forma de
conducta aprendida tiene algo que ver con su comportamiento natural?
3. Si acostumbramos a los niños y niñas a ver así a los animales, bajo estas
condiciones de cautividad y separados de la naturaleza, ¿no podemos
hacer que pierdan el respeto al resto de los seres vivos?
DOCUMENTO 6.
TEMA.: La tauromaquia. El sufrimiento hasta la muerte de un animal como
motivo de diversión.
TAUROMAQUIA (www.derechosparalosanimales.org)
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El sufrimiento hasta la muerte de un animal como motivo de diversión
Cada año decenas de miles de animales mueren en las plazas de toros. Los
defensores de la tauromaquia emplean argumentos de lo más rocambolesco
para intentar defender una práctica que ocasiona tanto sufrimiento. No es así
extraño que éstos lleguen a afirmar que los toros no sufren e incluso disfrutan
en la plaza. Aún si ello fuese así, esto no justificaría su muerte, pues los
animales no sólo poseen un interés por no sufrir, sino también por satisfacer sus
posibilidades de disfrute, lo que implica, fundamentalmente, que no se les prive
de su vida. De esta forma, no es necesario entrar a discutir los pormenores del
maltrato que los toros sufren: el sólo hecho de matarlos es injustificado y llega
para condenar esta práctica. Pero, en cualquier caso, tampoco el anterior
argumento taurino puede ser aceptado, ya que el tormento que padecen los
animales es, sin duda, enorme. Veremos de qué modo:
Antes ya de ser llevados a la plaza los animales padecen múltiples agresiones,
que van desde su marcado con hierros al rojo vivo a su transporte en cajones, en
los que no pueden hacer prácticamente ningún movimiento y padecen, en
verano, un intenso calor. Previamente a las corridas, los toros son sometidos a
golpes con el fin de privarles de fuerzas, además de otras intervenciones, que
incluyen desde el afeitado de sus cuernos a su dopaje.
Ya en la plaza, el toro se ve acorralado en un círculo cerrado del que no puede
salir. Se le clava además la divisa, un arpón clavado en su carne con el objeto de
irritarlo con el dolor y mostrar los colores de la ganadería. A continuación el
toro es herido por el picador que, montado a caballo, hunde en su costado una
lanza rematada con una pica de 10 cm de largo, la puya. Ésta, una vez clavada
en el cuerpo del animal, es movida de un lado a otro dentro de éste para
ocasionarle el mayor daño posible y así debilitarlo, causándole grandes lesiones
de las que sangran profusamente. En realidad, en la mayoría de los casos, los
toros resultan heridos de muerte ya por éstas, siendo el resto de la fiesta una
prolongación de su agonía con nuevos tormentos a añadir a éste. A su vez, los
caballos se encuentran a menudo aterrorizados y no es extraño que se les golpee
o agreda de otros modos para obligarles a entrar en la plaza (causándoles
quemaduras, administrándoles descargas...). En ocasiones, ello les cuesta la
vida, al recibir embestidas de las que ya no son tratados (por el contrario, se les
mata y comercializa su carne).
Tras la puya, los toros son heridos con las banderillas, seis arpones de hasta 6 ó
7 cms. de largo, que al moverse el animal por el dolor que sufre van
desgarrando su carne. Si éste se encuentra ya demasiado debilitado o
aterrorizado (no siendo lo que en el ámbito taurino se tiene por un animal
bravo), se le clava un par de banderillas extra, conocidas como banderillas de
castigo, de mayor longitud (hasta 10 cm.)
En muchas ocasiones los animales, llegados al final de su tormento, se
encuentran tan exhaustos y, sobre todo, psicológicamente tan hundidos, que se
dejan matar. Pero la muerte que les espera es lenta y dolorosa. La espada del
matador normalmente les hiere en la tráquea o pulmones, y en ocasiones sufren
repetidas estocadas. No es extraño que tras esto siga moviéndose y quejándose
del dolor, pasándose entonces a agredirlo con la puntilla, un cuchillo con el que
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se intenta seccionar la médula espinal del animal. Sin embargo, es común que
ésta quede únicamente lesionada, y el toro quede paralizado pero totalmente
consciente. De esta forma, un gran número de animales se encuentran todavía
vivos cuando se les arrastra fuera de la plaza y son despellejados y despiezados
(y también, si es el caso, cuando les cortan las orejas y el rabo).
Es obvio, pues, que el interés de los animales por no sufrir es completamente
despreciado por una práctica como ésta. Esto se suma, pues, a la
desconsideración por su interés por vivir.
RESPETO POR CADA UNO/A, TAMBIÉN POR LOS ANIMALES
A la luz de esto, no puede resultar aceptable otra de las defensas de ésta
práctica intentada desde el mundo taurino, a saber, que cada cual debe respetar
la opinión de los demás, aún si nosotros no compartimos las preferencias que
éstos manifiesten. Es éste, ciertamente, un excelente patrón de conducta, que
seguramente todos convendremos en que deberíamos seguir. Ahora bien, es
claro que, de guiarnos por él, tendremos que condenar tajantemente la tortura y
muerte de los animales, puesto que también ellos, en tanto que sujetos con
intereses propios, deben ser respetados, resultando intolerable una práctica que
no lo hace. Apelar a la tradición para defender ésta resulta igual de inválido que
hacerlo para defender el machismo u otras formas de desigualdad entre los
seres humanos.
SON LOS ANIMALES CONCRETOS, NO LAS ESPECIES, QUIENES
SIENTEN
Otro argumento esgrimido por los valedores de la tauromaquia es el de que es
debido a ésta que se ha podido conservar la que llaman raza del toro de lidia, así
como los espacios naturales donde éstos se crían, las dehesas. Un argumento así
olvida lo que desde la defensa de los derechos de los animales se ha repetido
insistentemente. Esto es, que no son las especies ni los ecosistemas por sí los que
poseen la capacidad de experimentar sufrimiento o bienestar, sino los
individuos que forman parte de ellos. El hecho de ser miembro de una especie o
raza numéricamente más escasa en nada afecta para que un individuo tenga una
mayor posibilidad de sufrir. De este modo, un argumento como éste nos
muestra que el hincapié en la conservación de las especies responde únicamente
a un interés (estético, científico o de otra clase) por nuestra parte, pero no a un
respeto por los animales. Algo semejante ocurre en el caso de los espacios
naturales, cuya defensa debe preocuparnos ante la evidencia de que es en ellos
donde un enorme número de seres sintientes viven. Lo que resulta un completo
sinsentido es precisamente sacrificar a estas criaturas con el fin de conservar
aquellos, una conducta que sólo puede ser tildada de antropocéntrica e
injustificable.
En cualquier caso, debe concluirse apuntando que tal argumento taurino es
ciertamente falaz, puesto que los ecosistemas y las especies (y, con, ello, sus
miembros) pueden ser perfectamente defendidas de muchos otros modos (de
hecho, nadie defiende la introducción de corridas de cetáceos, simios y otros
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animales, ni la utilización de los parques nacionales con tal fin, y sin embargo sí
que se desea que éstos no sufran agresiones o sean destruidos).
CONSECUENCIAS DE LA TAUROMAQUIA
No sólo los animales muertos en las plazas se ven agredidos por la
tauromaquia. Como derivación de ésta e dan toda una serie de festejos donde se
mata a otros animales -y tras un enorme sufrimiento, además- (toros
alanceados, arrojados al mar, quemados con antorchas sujetadas a su cabeza...)
Finalmente, el apoyo de las instituciones públicas a la tauromaquia no se reduce
a las subvenciones de millones de euros que recibe (a pesar de que un gran
número de personas estemos en contra de tal ), sino también a frenar la
introducción de cualquier ley dirigida contra el abuso a los animales en general,
por mínimo que pudiese ser su impacto.
DIRECCIÓN.:http://www.geocities.com/liberaccion_fanzine/tauromaquiasufr
imiento.html
CUESTIONES.:
1. Cuando los seres humanos manifestamos nuestro interés en satisfacer
nuestras posibilidades de disfrute en la vida, lo hacemos gracias a que
proyectamos nuestro futuro. ¿Podemos suponer en los animales esa
misma capacidad? Razona tu respuesta.
2. ¿Has asistido, o visto por TV, recientemente una corrida? ¿Te parece que
el trote vigoroso del toro al salir de toriles es indicativo de haber recibido
golpes para privarles de su fuerza o algún tipo de dopaje?
3. Durante toda la lidia el toro mira de frente al torero y no pierde jamás la
posición, de modo que entre el hombre y el animal siempre están los
cuernos de éste, ¿Te parece que esto es signo de animales que están
“psicológicamente tan hundidos, que se dejan matar”?
4. ¿Podemos extrapolar nuestras reacciones psicológicas a las de otras
especies bajo la hipótesis de que tienen una mente como la nuestra?
5. ¿Cómo sabemos que el toro, tras la puntilla, queda paralizado,”pero
totalmente consciente”?
6. Aunque los antitaurinos exageran el sufrimiento del toro, no podemos
negar que la “fiesta nacional” tiene un punto de crueldad, ¿te parece
moralmente justificable que usemos el sufrimiento de un animal como
medio de diversión?
7. ¿Te parece justificable aceptar ese sufrimiento por el valor estético de las
corridas?
8. Por más que las corridas forman parte de nuestra tradición, ¿crees que es
posible hablar de “valores estéticos” en un espectáculo que consiste en la
muerte, con sufrimiento, de un animal?
[¿Tenemos derecho a usar a los animales para nuestra diversión? Análisis de
tres tipos distintos de relación humanos-animales: Parques zoológicos (pérdida
de libertad); Circos (pérdida de libertad y obligación de determinadas
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conductas); Toros (pérdida de libertad, obligación de determinadas conductas y
sacrificio del animal con sufrimiento)].
DEBATE: Relaciones entre humanos y no humanos: paternalismo, igualdad de
derechos y respeto por los intereses de todos. ¿Cuál debe ser la relación entre
los animales humanos y los no humanos?
De este bloque de documentos hay que sacar la conclusión de que los
animales tienen intereses que deben ser respetados.
DOCUMENTO 7
TEMA: Captura, transporte y comercio de los animales. El negocio de las
tiendas de animales.
TIENDAS DE ANIMALES:
Comerciando con la vida [www.derechosparalosanimales.org]
Ser poseedor de derechos implica, en primer lugar, no poder ser utilizado como
un mero medio para la satisfacción de los intereses de otros, algo que, por
definición, es vulnerado en las tiendas de animales. Difícilmente puede ser más
clara que en éstas la visión del animal como un objeto, como una mera
propiedad que puede ser vendida y comprada como un adorno o una
herramienta.
En estos establecimientos, los animales son mantenidos en jaulas, peceras y
cajas de vidrio reducidas al extremo, para que el mayor número posible de
animales pueda ser exhibidos para su venta. Así pasan muchos cachorros una
parte de su infancia en la que su instinto por jugar e investigar que se ve
totalmente frustrado, dejando una huella imborrable en ellos.
Al margen de esto, la cría de animales para su venta abusa también
sistemáticamente de éstos. Así, en muchos casos las hembras son tratadas como
meras productoras de mercancía, reiteradamente preñadas con tal fin. Los
cachorros son apartados de su madre cuando son todavía extremadamente
jóvenes, con el consiguiente trauma para ambos.
ANIMALES DE COMPAÑÍA, TAMBIÉN VÍCTIMAS DE MÚLTIPLES
AGRESIONES
Seguramente las víctimas más visibles de este comercio sean los perros. No sólo
sus condiciones de vida son en muchos casos terribles (encadenados o recluidos
de por vida en espacios minúsculos), sino que cuando dejan de cumplir la
función para la que fueron adquiridos son, simplemente, desechados. Y ello no
ocurre solamente en el caso de los perros de caza o los galgos brutalmente
asesinados cuando su edad es muy corta: también muchos de aquellos que son
tomados como animales de compañía mueren por millones anualmente en los
recintos de recogida de animales abandonados, cuyas instalaciones, en la
inmensa mayoría de los casos, acostumbran a estar colmadas hasta los topes de
animales rechazados. No hace falta reflexionar en profundidad para darse
cuenta de que en una sociedad donde esto ocurre resulta absolutamente
inmoral que se siga permitiendo la cría y venta de animales.
Otros animales, como los hamsters, aves, tortugas y peces, vendidos también
asiduamente en este tipo de tiendas, se ven confinados igualmente en espacios
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mínimos. Unos se ven incapacitados para volar, otros permanecen en jaulas de
poco más de un palmo de lado, o en peceras donde sólo pueden nadar en
círculo. Una triste vida que se ve a menudo, además, terriblemente reducida.
EL TRÁFICO DE ANIMALES EXÓTICOS
Por otra parte, tampoco es mucho mejor la situación de aquellos animales
considerados como más exóticos, debido a que provienen de otros lugares, muy
alejados, del planeta. Son mantenidos en condiciones que no tienen nada que
ver con aquellas con que se encontrarían en sus medios naturales.
Habitualmente carecen del espacio suficiente para moverse como lo desearían y
no tienen otros animales a su alrededor con los que puedan relacionarse. En
muchos de estos animales se pueden observar conductas que reflejan
claramente un desequilibrio psicológico, automutilación, agresividad,
comportamientos estereotipados... derivadas de la privación de sus intereses
más básicos impuesta por el modo de vida a que se ven obligados. El clima que
padecen a menudo resulta fatal para ellos. Y es muy común que se
desconozcan, por parte de sus compradores, las condiciones de vida y
alimentación que estos animales necesitan, lo que les lleva a menudo a una
muerte muy temprana. Y no hay que olvidar lo que implica traer a estos
animales a las tiendas que los venden.
Asimismo, no hay que olvidar el enorme reguero de sufrimiento y muerte que
deja la importación de estos animales. La Convención internacional sobre el
comercio de especies en peligro CITES-regula teóricamente tal comercio, pero
resulta en realidad claramente insuficiente. Habría que objetar a él,
fundamentalmente, que base la defensa de determinados animales en el mero
hecho de que la especie a la que pertenecen se encuentre en peligro de
desaparición, y no porque tales animales sean seres que puedan sentir, sufrir y
disfrutar (lo cual lleva a que sólo determinados animales se puedan ver
amparados por él). Pero, al margen de esto, su incapacidad para frenar la
masacre generalizada de animales en sus medios naturales se ha hecho evidente
incluso en aquellos casos donde teóricamente tendría que extender su
protección. De este modo, el tráfico de animales es hoy el tercero en
importancia en todo el mundo tras el de armas y el de drogas. Así, por cada
criatura que llega a una tienda en los países occidentales, pueden haber muerto
hasta diez animales más. En el caso de los simios y otros mamíferos que suelen
ser cazados cuando son simples crías, las primeras víctimas son sus madres o
familias. A esto hay que añadir el hecho de que gran parte de los animales
enjaulados tras su caza mueren tanto por las brutales condiciones en que se
encuentran como por el inaguantable estrés que ello les ocasiona. A estos
animales no es posible explicarles que han sido hechos presos, de manera que lo
más probable es que entiendan que se encuentran ante una muerte inminente,
una situación que pocos pueden soportar (ello es una muestra de que una
posesión de capacidades cognitivas menores no implica una menor capacidad
de sufrimiento, pudiendo darse justo el caso contrario.) Finalmente, muchos
mueren durante su transporte, de hambre, sed, enfermos o asfixiados en la
bodega de un barco o un avión.
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Un animal no es una mercancía. Su compra y venta reparte una enorme
cantidad de muerte y de dolor.
DIRECCIÓN.:
http://www.derechosparalosanimales.org/texts/tiendas.php
CUESTIONES:
1. ¿A tu juicio es compatible el trato correcto a los animales con su uso como
una mera propiedad objeto de comercio o de consumo?
2. ¿Qué te sugieren las condiciones en que normalmente se encuentra dichos
animales en las tiendas de venta?
3. ¿Crees que la gente que adquiere un perro en la tienda de animales suele
comprometerse y responsabilizarse de su bienestar o por el contrario, son
abandonados frecuentemente?
4. Analiza cuáles son las consecuencias en su conducta que sufren los
animales exóticos a causa de las condiciones en que son capturados,
transportados y comercializados.
5. ¿El criterio para evitar el comercio de animales exóticos sería tan sólo el
riesgo de extinción o desaparición, o su capacidad de sentir, sufrir,
disfrutar, etc?
6. ¿Por qué crees que el negocio de la venta de animales es tan rentable como
el de las armas o consumo de drogas?
DOCUMENTO 8:
TEMA: La industria peletera.
Comercio mundial de pieles de perro y de gato.
En pleno siglo XXI, hay mucha gente que sigue pisoteando los derechos de los
animales. ...entre ellos, la industria peletera.
Si entendemos que los animales tienen un derecho a la vida, una vida en
libertad y sin ser víctimas de nuestras agresiones, es claro que la industria
peletera vulnera éstos por completo. Considerar que un animal es un recurso,
cuya única razón de ser es la de crecer para que podamos arrancarle su piel,
supone despreciar de manera absoluta los intereses que poseen en tanto que
individuos con una plena capacidad de sufrir y disfrutar (que es lo que dota de
valor a su vida y convierte en censurable el hecho de matarlos u ocasionarles
sufrimiento). Veremos a continuación de qué manera ocurre esto en el caso de
la industria peletera.
En las trampas los animales pasan días sufriendo intensamente por el dolor,
hambre, frío y angustia: muchos incluso se automutilan, desgarrando el
miembro atrapado al querer escapar. Y aunque no tengan una piel vendible,
también caen en los cepos pájaros, animales domésticos... o personas. A su vez,
las crías de foca son apaleadas ante sus madres.
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El Búho
Las granjas no son menos crueles. En ellas, animales como los zorros o los
visones, que en su medio natural pueden recorrer decenas de kms. en un día,
sufren toda su corta vida en jaulas de reducidísimas dimensiones (aprox. ½
m2). Esto enloquece al extremo a estos animales, manifestando graves síntomas
de desequilibrio mental (repiten continuamente el mismo movimiento, se agitan
convulsivamente...) La malla metálica de las jaulas les corta las patas,
poniéndolas en carne viva. Su muerte es siempre brutal: asfixiándoles
lentamente con monóxido de carbono, colgándoles boca abajo y golpeándoles la
cabeza con un mazo, electrocutándoles con un electrodo en la boca y otro
introducido por el ano. A las crías recién nacidas de oveja de astracán, se les
despelleja vivas tras ser infladas mediante un tubo para facilitar la operación.
Por favor, piensa en todo esto y apuesta por las fibras vegetales (como el lino o
el algodón) y otros tejidos libres de explotación animal. Nuevos materiales
como el gore-text, el forro polar y otros son una excelente protección contra el
frío, sin la crueldad inherente al negocio peletero. Para confeccionar un abrigo
se matan hasta 20 focas, 17 linces, 60 visones, o cientos de chinchillas, hamsters
o crías de astracán..
DIRECCIÓN.:
http://www.geocities.com/liberaccion_fanzine/pielesasesinas.htm
CUESTIONES.:
1. ¿Es compatible el trato que debemos conceder a las animales con los
intereses comerciales de las industrias peleteras?
2. Según el texto, ¿de qué dos formas fundamentales se sirve la industria
peletera para conseguir las pieles?
3. ¿Se puede justificar cualquier forma de maltrato o crueldad para la
consecución de un abrigo de piel?
4. ¿Cuáles son las alternativas propuestas? ¿se te ocurre algún otro tejido
alternativo compatible con los derechos de animales salvajes o de granja?
5. ¿Conoces algún problema reciente provocado por la cría de animales fuera
de su hábitat?
DOCUMENTO 9:
TEMA.: La extinción de las ballenas SORRENTO 2004
Del 19 al 23 de julio de 2004 se celebra en Sorrento (Italia) la 56ª Reunión de la
Comisión Ballenera Internacional (CBI). Nuevamente, países de todo el mundo
debatirán cuestiones fundamentales para la conservación y recuperación de las
poblaciones de ballenas, muchas de ellas amenazadas de extinción tras la
herencia que dejó más de un sigo de caza comercial de ballenas.
Los océanos están en crisis. Esto afecta no sólo a los cetáceos (especies y
poblaciones tales como la ballena franca en el Atlántico Norte, la Vaquita o la
ballena gris en el Pacífico Occidental se enfrentan a una posible extinción en
este siglo) sino también a las poblaciones de peces, (actualmente, más del 70%
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de las poblaciones mundiales de peces están o cerca de la sobreexplotación,
sobreexplotadas o en recuperación. Algunas poblaciones de peces que se
suponían inagotables, como el bacalao de Terranova, casi han desaparecido y
no muestran signos de recuperación. Por todo el mundo, los ecosistemas
marinos se están degradando y en algunos casos han sufrido grandes cambios
que afectan a su funcionamiento.
Cada vez más, los científicos están recomendando el establecimiento de
reservas marinas, áreas donde no están permitidas las capturas, con el objetivo
de reparar el daño hecho durante décadas por la sobrepesca. Greenpeace apoya
esta propuesta.
Durante los últimos años, viene empleándose un nuevo argumento para
justificar la caza de ballenas. Sus defensores apoyan sin base científica que las
ballenas están agotando las poblaciones de pescado, pero no son capaces de
producir un solo informe que apoye sus teorías. La verdad es que, a través de
los océanos del mundo, la crisis pesquera es uno de los resultados de la
explotación irracional de los océanos.
Los océanos que ahora habitan los cetáceos no son los mismos que existían en
1946 cuando se creó la CBI. Actualmente las principales amenazas para los
cetáceos son el vertido de productos tóxicos, el calentamiento global del
planeta, la disminución de la capa de ozono, la contaminación acústica, la
sobrepesca y las colisiones con embarcaciones. Por ejemplo, un gran número de
cetáceos, entre 60.000 y 300.000, es capturado anualmente como capturas
accesorias, a menudo a niveles que amenazan su supervivencia. Estas amenazas
no podían ser previstas cuando fue creado este organismo internacional para la
regulación de la caza de ballenas.
La CBI debe tener en cuenta este conjunto de amenazas y transformarse en una
organización capaz de ofrecer soluciones. La creación del Comité de
Conservación el año pasado abre un esperanzador camino en este sentido.
Greenpeace demandaa todos los gobiernos, tanto si están a favor o en contra de
la caza de ballenas, que apoyen al trabajo de este Comité de Conservación, y
que trabajen en el desarrollo de planes de recuperación para las especies en
peligro. Sería una tragedia y una desgracia para la Comisión Ballenera
Internacional que se permitiera que estas especies se extinguieran, sin ningún
esfuerzo significativo para prevenirlo.
La CBI tiene gran experiencia en la creación de santuarios balleneros. Cuando la
Comisión se creó, heredó, de su predecesor (el Consejo Internacional para la
Regulación de la Caza de Ballenas), un santuario que ocupaba la cuarta parte
del Océano Antártico y que albergaba poblaciones de ballenas sin explotar. Este
santuario fue conservado hasta 1955. En ese año, se abrió a la caza de ballenas
debido a la presión de la industria ballenera. En tan sólo dos años se produjeron
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en él el 40% de las capturas de ballenas en todo el Océano Antártico; en los
siguientes tres años las capturas de ballenas fueron disminuyendo.
Este año se cumple el décimo aniversario de la creación del Santuario Antártico.
Hoy en día, la creación de esta gran superficie protegida para ballenas parece
incluso una decisión más sabia y más previsora aún de lo que fue en su
momento.
El Comité Científico de la CBI no ha podido obtener datos fiables de la
población de rorcuales aliblancos en el hemisferio sur desde el año 2000 y cree
que la población podría estar en declive. Las propias observaciones de
Greenpeace indican que los rorcuales aliblancos no son tan abundantes como se
afirmaba previamente. Las ballenas o rorcuales azules, los mayores mamíferos
del Planeta, no muestran todavía signos de recuperación. La cantidad de
ballenas en el océano Antártico es actualmente menos de un 10% de la existente
cuando la caza de ballenas comenzó en esta región hace un siglo.
Haremos bien en recordar que el siglo XX ha sido un desastre para la gestión de
las poblaciones de ballenas llevada a cabo bajo los auspicios de la CBI.. Sólo la
moratoria ha supuesto un respiro dentro de esta serie de fracasos. Nada hace
suponer que el siglo XXI sea menos catastrófico que el pasado. En 2001 tuvimos
noticias de nuevo de las irregularidades a gran escala cometidas por empresas
balleneras que continuaron sus capturas hasta que la moratoria puso fin a sus
actividades en 1987. Dichas prácticas balleneras han demostrado que las
empresas están preparadas para anular el mandato de la CBI. Nuevamente, se
presentan propuestas en esta reunión de Sorrento para reanudar la captura
comercial de ballenas y eliminar definitivamente el Santuario Antártico.
Desde Greenpeace demandamos a la CBI que rechace los intentos para
reanudar la caza de ballenas y que emplee su considerable experiencia para
evaluar las amenazas medioambientales que afectan a las ballenas desarrollar
planes de recuperación para aquellas poblaciones de ballenas y pequeños
cetáceos que se encuentran en peligro.
Greenpeace hace una llamada a la CBI para mantener sus santuarios actuales,
crear nuevas zonas protegidas y dirigir sus esfuerzos al desarrollo de planes
para la recuperación de las poblaciones de ballenas amenazadas. Los balleneros
que operaban bajo las directrices de la CBI han hecho un terrible daño a las
poblaciones de ballenas en el siglo XX y ese daño es evidente aun en nuestros
días. Tenemos la oportunidad de evitar repetir los mismos errores y empezar a
reparar el daño que hemos causado. Las siguientes generaciones no nos
juzgarán benévolamente si elegimos el camino equivocado.
DIRECCIÓN.: http://archivo.greenpeace.org/cbi2004/
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CUESTIONES.:
1. ¿Tiene sentido una “caza comercial” que no tenga en cuenta los riegos de
extinción o sobreexplotación de la especie?
2. ¿Por qué son imprescindibles las reservas marinas?
3. Enumera las diferencias y/o semejanzas entre las condiciones de mediados
de siglo y las actuales para la conservación de los grandes cetáceos.
4. ¿Por qué serían imprescindibles la creación de “santuarios balleneros”?
5. Analiza las demandas que la asociación GREENPEACE exige al C.B.I.
¿Se te ocurre alguna más?
6. ¿Imaginas cómo sería un mar si las grandes ballenas grises?
7. Investiga con la ayuda de tus compañeros y profesores qué parte o partes
se aprovechan de la caza de la ballena y cuáles se arrojan a la basura.
8. Por último, busca algunos rasgos en común entre la especie humana y las
ballenas. ¿Qué rasgos de su comportamiento, conducta, o forma de vida se
parecerían a los nuestros?
DOCUMENTO 10:
TE,MA.: Manipulación y compra de los votos de algunos países
tercermundistas por parte del gobierno japonés en su intento de aumentar la
caza de la ballena.
LA ESTRATEGIA JAPONESA. UNA MAYORÍA COMPRADA, NO GANADA
Hace años que Greenpeace denuncia que Japón está empleando fondos de su
programa de Cooperación Internacional al Desarrollo para comprar los votos de
terceros países, de forma que estos voten alineados con Japón en la Comisión
Ballenera Internacional. Desde que entró en vigor la moratoria sobre la caza
comercial de ballenas en 1987, este país, a través de su Agencia de Pesca, ha
gastado al menos 360 millones de euros en tratar de acabar con ella. Este cálculo
es posiblemente inferior a las cifras reales.
En la reunión de la CBI en 1993, la Agencia Pesquera de Japón “sólo” financiaba
a 4 países. En 1999 contaba ya con 7. Un nuevo país fue añadido a la lista en el
2000 y dos más en 2001. Actualmente este organismo cuenta con el apoyo de
más de 12 países, entre ellos, Antigua & Barbuda, Benin, Dominica, Republica
de Guinea, Korea, Mongolia, Palau, San Kitts & Nevis, Santa Lucía, San Vicente
& las Granadinas o Islas Salomón, Todos ellos votan lo mismo que Japón en
cada punto. Se cree que la Agencia Pesquera de Japón ha aumentado su
programa de compra de votos, concentrándose en África Occidental y
Centroamérica.
Los votos de estos países junto con los de países como China, Corea, Islandia,
Noruega y Rusia, que votan a favor de las tesis japonesas por interés propio,
suponen que la Agencia Pesquera de Japón está a tres o cuatro votos de tener la
mayoría en la CBI.
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Japón está muy cerca de una mayoría simple de votos. Ésta le permitiría entre
otras: introducir el voto secreto en la CBI, cambiar determinadas reglas de
procedimiento, debilitar el Santuario Antártico, que se revisa este año, o
aumentar y consolidar su programa de caza científica que podría expandirse a
otras especies o ser llevada a cabo por más países.
DIRECCIÓN.: http://archivo.greenpeace.org/cbi2004/cbi-compvotos.htm
CUESTIONES.:
1. ¿Te parece ético la compra de votos de una superpotencia económica para
conseguir sus propósitos comerciales en relación con la caza de ballenas?
2. ¿Por qué crees que la estrategia de Japón ha ido dirigida a la compra de
votos de los países más pobres?
3. ¿Cuáles son los riesgos que supondría que Japón con su política de
“compra de votos” controlara el CBI.?
DOCUMENTO 11
Jesús Mosterín: ¡Vivan los animales! Debolsillo, Barcelona, 2003, págs. 329330:
Las ballenas pueden entrar en nuestra conciencia moral a diversos niveles. En el
nivel puramente egoísta, todos podemos lamentar vernos privados del placer
de ver el paisaje marino animado por el espectáculo majestuoso de las ballenas
saliendo a respirar a la superficie. Incluso desde el punto de vista del interés
económico de la propia industria ballenera, habría sido mucho más racional y
rentable moderar su caza de tal modo que fuera sostenible a largo plazo,
haciéndola compatible con la preservación de nutridas poblaciones de cetáceos.
En vez de ello, la irracionalidad de los balleneros condujo a su propia
bancarrota. También podría traerse a colación el interés de las generaciones
futuras de humanes. Y, naturalmente, la ética de la compasión no puede por
menos de condenar la persecución hasta el agotamiento de estas criaturas
inteligentes, sensibles e inofensivas, seguida de su arponeo y de la explosión de
una bomba dentro de su propio cuerpo, además de la subsiguiente matanza de
sus crías. Fácilmente podemos sentir compasión por las ballenas, podemos
ponernos en su lugar y compadecerlas y sentir indignación moral por lo que se
les ha estado haciendo.
Más allá del interés humano y de la compasión por la muerte cruel de cada
ballena podemos sentir también otro tipo de indignación moral, que va más allá
de la compasión, y que es indignación por el empobrecimiento y la mutilación
irreversible de la biosfera que representa la extinción o la dramática
disminución de las poblaciones de estos animales magníficos [...] El destruir
tejidos tan valiosos de nuestra biosfera sin motivo ni beneficio comprensible
alguno, salvo la miope codicia de unos pocos, es algo lamentable más allá del
dolor y de la compasión, es una pérdida ontológica.
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CUESTIONES.: ¿Cuáles son los niveles por los que, según el texto, las
ballenas pueden entrar en nuestra conciencia moral?
1. De todos ellos, ¿cuál te parece más importante?
2. Dejando a un lado la cuestión de la compasión, analiza lo que la pérdida
de las ballenas supone de pérdida de disfrute estético, pérdida económica
y pérdida ontológica.
3. El humano es un ser proyectado hacia el futuro, ¿hasta qué punto
podemos usar la naturaleza para satisfacer nuestras necesidades actuales
teniendo en cuenta que las generaciones futuras también tienen derechos
sobre ella? ¿Concederemos a nuestros nietos un derecho que nos negamos
a nosotros mismos?
[¿Tenemos derecho a usar a los animales para satisfacer necesidades físicas y
psíquicas? Análisis del uso de los animales con niños/as autistas, pacientes
psiquiátricos, etc. Uso de los animales como alimento y ropa
(abrigo/ornamento)].
DEBATE: Vegetarianismo y veganismo. ¿Hay aspectos de la alimentación
humana en que la proteína animal es insustituible?
De este bloque se puede sacar la conclusión de que, siempre que sea posible, es
preferible usar vegetales para satisfacer cualquiera de nuestras necesidades.
DOCUMENTO 12.
TEMA.: Experimentación Animal: Un Rito Psicológico por Roger E. Ulrich de
Animal Rights Resource Site Tomado de Animals' Agenda, Mayo 1991
La conjetura fundamental de las ciencias conductuales es que el estudio de los
animales no humanos puede proporcionar resultados con un beneficio final
para los humanos. Desde los experimentos de condicionamiento de Ivan Pavlov
con perros hasta hoy día, los investigadores generalmente han asumido la
postura articulada por BF Skinner en 1953:
Estudiamos la conducta de los animales (no humanos) porque es más simple.
Los procesos básicos se revelan más fácilmente y se pueden llevar registros por
periodos de tiempo más largos. Nuestras observaciones no se complican con
relaciones sociales entre el sujeto y el experimentador. Se puede tener un mayor
control sobre las condiciones. Podemos manejar las historias genéticas para
controlar ciertas variables e historias de vida especial para controlar otras - por
ejemplo, si estamos interesados en como un organismo aprende a ver, podemos
criar un animal en la obscuridad hasta que empiece el experimento. También
podemos controlar las circunstancias actuales a un grado tal que no fuera muy
posible en el comportamiento humano - por ejemplo, podemos variar los
estados de depravación con grados más amplios. Estas son las ventajas que no
debemos desechar a priori con el argumento de que la conducta humana
inevitablemente está en un campo separado.
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Tales conjeturas sustentan el uso de animales en los estudios conductistas por lo
que ha evolucionado en una tecnología puesta en práctica con el propósito
principal de probarlas.
Situaciones Reales
Una suposición que entra en conflicto con lo anterior, es hábilmente articulada
por Skinner en la novela Walden Two, donde al final lo que queda no es el
experimento sino una situación real:
"Algunos sentimos que eventualmente podremos encontrar la respuesta en la
enseñanza y en la investigación," dice el Profesor Burris.
"Enseñando, no. Está bien alborotar a la gente, interesarlos. Eso es mejor que
nada. Pero a la larga sólo se está pasando la pelotita - si sabe a lo que me refiero,
maestro." Rogers, su ex estudiante, hizo una pausa apenado.
"Por Dios, no te disculpes," replicó el Profesor Burris. "No me puedes lastimar
con eso, ese no es mi tendón de Aquiles." "Lo que trato de decir, maestro, es que
uno mismo debe hacer el trabajo si quiere que el trabajo se haga, no sólo
alborotar a alguien para que lo haga. Tal vez en su investigación se acerca a la
respuesta. Yo no podría saberlo."
"Me temo que la respuesta esta todavía un poco alejada," titubeó Burris. "Eso es
a lo que me refiero, maestro. Es un trabajo para la investigación, pero no del
tipo que se puede hacer en una universidad, o en un laboratorio. Me refiero a
que debemos experimentarlo y experimentarlo en nuestras propias vidas, no
sólo sentarnos en una torre de marfil en algún lugar - como si nuestra propia
vida nada tuviera que ver con ello." Rogers dejó de hablar.
"Tal vez ese sea mi tendón de Aquiles," dijo Burris.
El artificial laboratorio experimental básico que ha evolucionado del trabajo de
Pavlov y la aplicación del conocimiento de la vida real se encuentran en un
conflicto fundamental, un conflicto cada vez más evidente por el fracaso de las
ciencias de la conducta para responder efectivamente a los retos que incluyen la
alienación urbana, el crimen violento, el maltrato de menores, el abuso de
sustancias, la continua proliferación de enfermedades mentales, las mismas de
antaño, y lo que muchas veces parece ser un completo colapso de los niveles
elementales y secundarios de la infraestructura educacional. Las respuestas que
sí han sido efectivas en la mayoría de los casos evolucionaron desde hace
tiempo, principalmente en los niveles clínicos, o de escuelas primarias; pero en
el nivel académico, donde se gasta la mayor parte del presupuesto federal para
la salud mental, se hace un énfasis en las investigaciones - principalmente en la
experimentación con animales - y las mentes más brillantes en el campo de la
conducta continuamente centran su trabajo en la investigación, lejos de la
prevención y la cura.
En Junio de 1961 terminé mi tesis doctoral titulada "Peleas Reflexivas en
Respuesta a Estímulos que Causan Aversión." El estudio, que incluía el darle
choques eléctricos a ratas, demostró que las peleas estereotipadas ocurrían entre
animales pares como una reacción de tipo reflejo al dolor antes de cualquier
condicionamiento específico. Después fue publicado en la Revista del Análisis
Experimental de la Conducta.
Estaba a punto de obtener el Doctorado en Psicología Clínica/Consultoría de la
Universidad de Illinois del Sur, que en ese momento intentaba obtener el
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reconocimiento de la Asociación Americana de Psicología por desarrollar
clínicos calificados como científicos. Detrás de ese esfuerzo estaba el complejo
de inferioridad que sienten muchos psicólogos clínicos frente a la Asociación
Médica Americana y sus psiquiatras. El comité de disertación sólo aceptaba las
investigaciones que producían datos cuantificables, sus conjeturas sobre la
conducta básica no les permitía contemplar tales variables como las emociones,
sentimientos, disgustos, etc. ni cuestionamientos empezando con el por qué
estabamos administrándoles choques a las ratas en primer lugar.
Al mismo tiempo que estaba llevando a cabo varios proyectos de
experimentación con animales, estaba haciendo unos estudios con pacientes
mentales. Aquellos que mantenían una visión radical del conductismo veían mi
investigación con los pacientes como algo demasiado complejo como para
permitir "datos precisos".
En último análisis, la atracción científica que tenía para mí la investigación con
animales, tenía poco que ver con la relación demostrable entre las
investigaciones encontradas y el objetivo de "ayudar a humanos". En
retrospectiva, yo diría que la atracción principal en trabajar con animales era,
como proclamaba Skinner, " que podíamos controlar las circunstancias actuales
a un grado tal que no fuera muy posible en la conducta humana". De cualquier
manera, después de obtener el Doctorado me uní a la armada de investigadores
que experimentan con animales que sostienen que se deben llevar a cabo más
experimentos.
Los experimentos sobre la agresión en los laboratorios son un ejemplo perfecto
de la investigación básica, en donde la secuencia de los eventos llevan de una
experimento animal al siguiente, cada proyecto siguiendo el precedente como
consecuencia directa, y cada uno tan esencialmente irrelevante para resolver los
problemas reales humanos como el anterior. El hecho de que yo muchas veces
me haya sentado tras puertas cerradas con numerosos colegas que coinciden
con este análisis es de poca consecuencia para los animales aún confinados en
jaulas de laboratorios alrededor del mundo, porque los verdaderos
sentimientos de los profesionales permanecen inexpresados.
Detrás de la puerta cerrada
Sin embargo, vamos a ver más allá de las puertas cerradas, algunos datos
adicionales sobre la situación artificial de las investigaciones.
En 1948, se publicó un estudio de Neal E. Miller bajo el título, "Teoría y
Experimento relacionado con el Desplazamiento Psicoanalítico de la
Generalización del Estímulo - Respuesta". Este es un informe de cómo Miller y
sus asistentes entrenaban a las ratas a pelear retirando el estímulo de choques
eléctricos cada vez que el animal se aproximaba a la posición de ataque. Creían
que las peleas eran una reacción de escape, reforzada por la eliminación del
choque. En ese tiempo, nuestro laboratorio en el Hospital del Estado de Anna,
estaba muy involucrado en la investigación sobre el escape y la evasión, y
estaba especialmente interesado en el área del castigo. Un intento por duplicar
los procedimientos de Miller, sin embargo, demostraron que la conducta de
pelea podía ser provocada en las ratas sin entrenamiento alguno. Aquí, ahora,
tenemos un ejemplo perfecto que nos demuestra que no sólo la interpretación
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de los resultados de Miller eran incorrectos, sino también que el obstinado
análisis lo hacían personas que se dedican a utilizar únicamente los datos
observables...
Y así fue que un experimento trivial (aunque no para las ratas), hecho por un
conocido apologista de la experimentación con animales, quien había
interpretado equivocadamente los resultados de su experimento, nos llevó a
continuar con los choques con aún más animales.
Nosotros, claro, nos fuimos a la literatura y descubrimos tristemente que lo que
habíamos encontrado lo habían encontrado antes O'Kelly y Steckle en 1939.
Titularon su trabajo "Una larga y sufrida respuesta emocional en la rata..." que
lo era sin duda, y que continúa siendo hasta este día, mientras las ratas sigan
siendo electrocutadas para demostrar el fenómeno de dolor-agresión. Cuando
le conté a mi madre Menonita lo que habiamos encontrado en mi investigación,
ella me dijo, "Ya lo sabíamos. Papa siempre nos dijo que nos alejáramos de los
animales heridos en la granja porque nos pueden hacer daño". Sin embargo,
entré en un período de 10 años de análisis dedicado a descubrir las causas de la
agresión, esperando que esto nos llevara a un mejor entendimiento de como
controlar la agresión humana.
Controlando la Agresión
En 1973, finalmente llegué a la conclusión de que si el control de la agresión
humana era nuestro objetivo, estabamos buscando en el lugar equivocado. Aún
no estaba de ninguna manera iluminado en esa área como para ofrecer consejos
significativos a personas que me cuestionaban acerca de la agresión. De hecho,
mi propio enojo era incontrolable muchas veces, aún después de los
descubrimientos y conocimiento del laboratorio. Por lo tanto, una primavera, en
respuesta a la pregunta del Presidente de mi departamento, "¿Qué es lo más
innovador que has hecho profesionalmente en este último año?" yo contesté,
"Querido Dave, finalmente deje de torturar animales".
Para 1972 ya había dejado de practicar experimentos tradicionales con animales,
después de haber comprobado una y otra vez de innumerables formas lo que
mi abuelo había enseñado a sus hijos: cuando los animales están lesionados, lo
más probable es que actúen agresivamente. Sin darme totalmente cuenta en ese
momento, me estaba divorciando de la vasta armada de científicos conductistas
que diariamente ilustran como la investigación con animales se ha convertido
para ellos en una actividad autoafirmativa.
Durante diez años había estado escribiendo sobre el tema de la agresión; había
hecho la investigación; viajando alrededor de Europa, Asia, Centro y
Sudamérica, y los EE.UU. para hablar sobre el tema; hice películas sobre eso;
privadas y públicas, que pudieran traer aún la más remota esperanza de
recaudar dinero para mi investigación. Ayudé a diseñar nuevas estrategias y
nuevo equipo para poder dar choques a cualquier cosa que se moviera, e
inclusive observé a niños a quienes convencí de darles choques a unas ratas
para "observar lo que pasaba." Cada vez más supuestos nuevos
descubrimientos sumaban volúmenes y volúmenes de literatura, impresiones
de los cuales estaba recolectando para un libro que ahora pesa cerca de 50 lbs.
Eran estudios que llevaban a nuevos estudios, todos involucrando un sin
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número de animales, cuyos descubrimientos resultaban esencialmente
irrelevantes para las personas ya que en ningún momento se estudian los
animales bajo condiciones que igualen las condiciones humanas existentes, pero
que sin embargo es donde se trasponen teóricamente las generalizaciones. Estas
permutaciones sobre permutaciones llevadas acabo en el mundo científico de
los laboratorios con diferentes especies bajo un sinnúmero de condiciones de
investigación diferentes son casi infinitas.
El laboratorio de la vida real
Los Skinerianos, tal vez más que cualquier otro grupo de científicos, han
convocado la generalización de los descubrimientos por medio de experimentos
con animales como un medio para lograr un mejor mañana. Se empeñan en
afirmar que el análisis experimental sobre la conducta de los animales nos ha
permitido rediseñar la cultura humana para aumentar nuestra oportunidad de
sobrevivir. Pero para mí, como también para el héroe de Skinner en Walden
Two, la fe en la habilidad de los experimentos con animales para garantizar la
continuidad de la humanidad en la tierra no es nada menos que pura
superstición. De hecho, nos enfrentamos a una situación en donde los más de
100 años de experimentación con animales pudieron haber atrasado más a
nuestra cultura en su búsqueda por la sabiduría que cuando se empezó con las
investigaciones.
En su libro Naturaleza, Hombre, Mujer, Alan Watts resume:
Basados en la presunción de que hemos actuado prudentemente, y que
seguimos aquí y que seguiremos estando, la raza humana había sobrevivido, y
parecía que probablemente seguiría sobreviviendo, durante quizá más de un
millón de años hasta la llegada de la tecnología moderna. Debemos, con esa
premisa, presumir que ha actuado prudentemente hasta entonces. Podemos
argüir que su vida no era muy grata, pero es difícil saber lo que eso quiere
decir. La raza hallaba ciertamente grato seguir sobreviviendo, pues lo hizo.
Por otro lado, tras apenas dos siglos de tecnología industrial, las perspectivas
de la supervivencia humana están siendo puestas seriamente en duda. No es
improbable que podamos propagarnos, consumirnos y posiblemente hacer
estallar el planeta.
Como es tradición en la ciencia, ahora voy a pedir más investigaciones. Pero
esta es la pregunta que debemos explorar: ¿Puede la sociedad humana seguir
asumiendo que el nivel actual de investigación con animales y sacrificio merece
nuestro continuo apoyo?
Mi conclusión es que no. Las atrocidades que persistimos en perpetuar dentro
de nuestros laboratorios, donde los científicos son pagados para llevar a cabo
rituales dolorosos en otras formas de vida basadas en una fe ciega en que el
sufrimiento humano puede desaparecer, debe cuestionarse y dejar de hacerse.
No se está reduciendo el sufrimiento que tan frecuentemente sentimos y vemos
alrededor de nosotros en el laboratorio de la vida real.
Nuestra adicción científica a la experimentación con animales debe ser
abandonada y reemplazada por la observación del fenómeno natural. Lo que
dijo VF Skinner en su novela Walden Two sobre "nuestra necesidad de
experimentar con nuestras propias vidas y no sólo sentarse en una torre de
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marfil en algún lugar - como si nuestra propia vida nada tuviera que ver con
ello", excede en importancia a cualquier otro punto que alguna vez haya hecho.
Si Skinner debe ser recordado como una voz importante en la historia de la
ciencia, deberá ser por su llamado a restablecer la conexión de la investigación
con aquello que es realmente relevante.
DIRECCIÓN.: http://www.ivu.org/spanish/trans/arrs-research.html
CUESTIONES.:
1. Analiza el sentido de la hipótesis inicial del texto: el “estudio de los
animales no humanos puede proporcionar resultados con un beneficio final
para los humanos”.
2. Con ayuda de tu profesor busca información sobre algunos de los
experimentos más conocidos de Ivan Paulov o de BF Skiner.
3. ¿Cuáles serían los argumentos que según el texto cuestionan, pero no
justifican la investigación de las conductas animales como forma de
explicar la conducta humanas?
4. ¿Según el texto para qué casos resulta difícil, por no decir imposible, crear
las condiciones de laboratorio que expliquen alguno de los problemas
psicosociales de las sociedades modernas?
5. Según el autor, ¿puede una interpretación sobre la conducta de los
animales experimentada en laboratorio conducir a conclusiones erróneas?
6. ¿Qué le lleva a decir al autor: “"Querido Dave, finalmente dejé de torturar
animales"?
7. Trata de responder una vez realizada la lectura del texto a la siguiente
pregunta formulada por el autor del mismo: “¿Puede la sociedad humana
seguir asumiendo que el nivel actual de investigación con animales y
sacrificio merece nuestro continuo apoyo?”.
DOCUMENTO 13.
Verdades sobre la experimentación animal. Fuente: Animal Emancipation;
Traducido por Facundo Moyano
-La vivisección ocurre siempre puertas adentro, lejos del alcance de la opinión
pública.
-En los laboratorios, los animales son quemados, envenenados, privados de
comida, reciben shocks eléctricos, se vuelven adictos a drogas, deben soportar
temperaturas extremas, se les administra sustancias radioactivas, habitan
enjaulados y en plena oscuridad desde día en que nacen y se les inocula
enfermedades como el SIDA, cáncer, diabetes, infecciones orales, úlcera de
estómago, sífilis y herpes. Se les extirpan los ojos, sus columnas vertebrales son
dañadas y se les rompen los huesos. En los experimentos militares, son
gaseados, envenenados con cianuro y baleados.
-Se estima que entre 20 y 100 millones mueren cada año en los laboratorios
americanos.
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-No sólo se experimenta con perros, cobayas, hamsters, cerdos y primates.
También se utilizan caballos, cabras, ardillas, ciervos, ballenas, delfines, lobos
marinos, pingüinos, hienas, murciélagos, chinchillas, ranas, serpientes, lagartos
y lobos, entre otros.
-La vivisección es una industria multibillonaria, que conglomera una cantidad
de elementos específicos como animales criados para experimentación, comidas
especiales, drogas y jaulas.
-Estados Unidos es el país que más dinero gasta en experimentación y el que
mayor número de experimentos lleva a cabo.
-Animales de compañía como perros y gatos han sido robados u obtenido de
formas fraudulentas para ser vendidos a laboratorios. En algunas comunidades,
a los refugios de animales, se les exige que "donen" animales para
experimentación.
-La mayoría de los experimentos son catalogados como "investigación básica",
osea, experimentación que surge a partir de la curiosidad de los científicos.
-La universidad de California es la institución que más dinero gasta en
experimentación animal de todo el mundo. En sólo un año gastó alrededor de
250.000.000 dólares.
-En sólo un año, La Universidad de California, experimentó con 287. 491
animales, de los cuales 6.110 no recibieron anestesia.
-En muchos lugares, los roedores (90% de los animales con los que se
experimenta), no están amparados por leyes "humanitarias". En muchos sitios el
uso de anestesia no está regulado ni legislado.
-Por lo general, los experimentos con animales, terminan publicándose en
alguna revista científica de bajo nivel, para ser archivados en las bibliotecas de
los laboratorios.
-No se ha hallado la cura de ninguna enfermedad, mediante la vivisección, en
este siglo.
-En los últimos 40 años, las muertes por cáncer han aumentado, a pesar de los
billones de dólares y de animales utilizados por los laboratorios para encontrar
una cura.
-Después de 10 años de grandes esfuerzos, todavía no se han encontrado
modelos animales viables para estudiar el SIDA.
-El Centro para el Control de las Enfermedades (CDC) estima que el 70-80% de
las enfermedades que matan a las personas, podrían prevenirse con estilo de
vida y alimentación responsable.
-Muchas drogas que resultaron adecuadas en modelos animales, provocaron
grandes daños en los humanos. Entre 1976 y 1985, más de la mitad de las
drogas administradas a personas, luego de pasar los tests en modelos animales,
provocaron hospitalización, discapacidad y muerte en varias personas.
DIRECCIÓN.: http://www.uva.org.ar/exper.htm
CUESTIONES.:
1. Haz una lista de los animales que son más usados en las prácticas
científicas.
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2. ¿A qué tipo de sufrimientos o torturas son sometidos los animales dentro
de los laboratorios? ¿Qué secuelas o consecuencias sufren por ser
sometidos a dichos experimentos?
3. ¿Sería suficiente para legitimar el uso de los animales en las prácticas
farmacéuticas e industriales el establecimiento de algún protocolo que
obligara a la aplicación de anestesia para evitar el dolor?
4. Reflexiona en torno a la siguiente afirmación: “Muchas drogas que
resultaron adecuadas en modelos animales, provocaron grandes daños en
los humanos”
DOCUMENTO 14.
TEMA: LA IGUALDAD DE LOS ANIMALES. [en Peter Singer: “¿Igualdad
para los animales?” en Ética práctica, Cambridge University Press, 1995,
págs. 82-83:]
“A veces se cree que todos los experimentos con animales son útiles para ciertos
objetivos médicos vitales y se pueden justificar basándose en que en que
alivian más sufrimiento del que provocan. Sin embargo, esta creencia tan
cómoda es errónea. Las empresas de cosméticos prueban los nuevos champúes
y cosméticos que pretenden comercializar aplicando soluciones muy
concentradas de producto en los ojos de los conejos, en una prueba que se
conoce como el test de Draize. (La presión del movimiento de liberación animal
ha conseguido que varias empresas de cosméticos abandonen esta práctica. Se
ha encontrado un test alternativo, en el que no se utilizan animales. No
obstante, muchas empresas, entre las que se incluyen algunas de las principales,
todavía siguen aplicando el test de Draize). Los aditivos alimenticios, entre los
que se incluyen colorantes y conservantes ratifícales, se prueban mediante lo
que se conoce como LD50, una prueba diseñada para encontrar la “dosis letal”,
o el nivel de consumo que haría que el 50% de una muestra de animales
muriese. Durante este proceso casi todos los animales sufren graves
enfermedades antes de que finalmente algunos mueran y otros consigan salir
adelante. Estas pruebas no son necesarias para evitar el sufrimiento humano:
aunque no hubiera alternativa al uso de animales para comprobar la seguridad
de estos productos, ya contamos con champúes y colorantes alimenticios de
sobra. No tenemos necesidad de desarrollar nuevos productos que pueden ser
peligrosos.”
CUESTIONES.:
1. Cuando el texto afirma que los experimentos con animales no alivian más
sufrimiento del que provocan se está refiriendo al sufrimiento animal y al
humano en pie de igualdad, ¿debemos valorar moralmente como
equivalentes el sufrimiento de un animal y el de una persona?
2. ¿Es moralmente aceptable seguir usando a los animales en experimentos
si existe un modo diferente y suficientemente eficaz de conseguir los
mismos resultados?
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3. ¿Podrías establecer dónde está el límite para decidir que la investigación
científica debe detenerse porque ya contamos con soluciones de sobra en
esa línea de investigación?
[¿Tenemos derecho a usar a los animales para avanzar en la investigación
industrial y farmacéutica? Análisis que permita distinguir entre el uso de
animales en investigación y las condiciones concretas que actualmente se están
padeciendo en los laboratorios. Necesidad de limitar el nº de experimentos y de
evitar en ellos todo dolor innecesario. Evitar hacer extrapolaciones: resultados
que luego no son aplicables a los humanos y conceder a los animales un
psiquismo similar al nuestro.
DEBATE: ¿Tienen derechos los animales?
De este bloque hay que sacar la conclusión de que, si los animales tienen
derechos, son fines en sí mismos y no pueden ser utilizados para salvar vidas
humanas.
DOCUMENTO 15
TEMA.: un ejemplo a seguir: cooperación entre humanos y no humanos]
la pesca con delfines. Hilda Suárez y Alejandro Balbiano.
Hombres y delfines se han relacionado desde tiempos inmemoriales.
Plinio El Viejo (23-79D. C) ya menciona, en su Historia Natural,
interacciones en la pesca. Hay registros que abarcan diferentes tiempos y
continentes, ejemplos que van desde el Mediterráneo al norte de África y
Australia. Sin embargo, existe un caso único, un tipo de pesca cooperativa entre
hombres y delfines, en el Estado de Santa Catarina, en el sur de Brasil, donde
son estos cetáceos quienes dirigen y controlan el trabajo.
Carlos tiene 50 años y la piel curtida por el sol. Pertenece a una familia
con tres generaciones de pescadores: abuelos, hijos y nietos. Acaba de llegar,
con su bicicleta, a la playa de Mar Grosso; más precisamente a las Molhes da
Barra, una larga escollera construida artificialmente en la década de los años 70.
Ésta separa, por un lado, el mar abierto y, por el otro, un extenso canal que
comunica un sistema de tres lagunas, salobres e interconectadas, con el Océano
Atlántico. Carlos vive en la ciudad de Laguna, ubicada a la entrada de la laguna
de San Antonio (las otras dos son Imarui y Mirim).
Es muy temprano y el sol aún no ha iluminado las playas. También
llegan otros pescadores, algunos caminando y otros en bicicleta. Acomodan sus
redes mientras observan el agua afanosamente, en busca de sus socios de pesca,
que vendrán de mar abierto y entrarán nadando en los canales: son delfines de
la especie nariz de botella, mular o tonina (Tursiops truncatus).
Sorprendentemente, los hombres no tocarán el agua hasta que sus compañeros
de tarea aparezcan.
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Comienza la pesca
Con la llegada de los delfines, los pescadores humanos toman sus
posiciones: se colocan de pie, uno junto al otro, con el agua casi hasta la cintura,
formando una hilera simple, paralela a la costa. En sus manos desnudas, la red
de pesca (tarrats en portugués) que es una malla circular de nailon, con
pequeños pesos en su borde y en el centro una soga larga que la mantiene unida
al pescador.
El agua es extremadamente turbia, tiene menos de un metro de
visibilidad y los hombres no pueden ubicar a los peces. Pero el otro actor de
esta escena, el delfín, no necesita ver a los cardúmenes ya que dispone de un
sistema de ecolocación, un biosonar muy preciso que a través de la emisión de
sonidos de corta duración y alta frecuencia —entre 250 y 220 000 hertz— y su
posterior recepción luego de chocar en algún objeto, forma en el emisor una
imagen ecográfica tridimensional. Esto le permite identificar la dirección del
cardumen, la distancia a la que se encuentra, su velocidad de desplazamiento,
el número de peces que lo componen e, incluso, la especie a la que pertenecen.
Un dato para tener en cuenta es que el oído humano percibe ondas sonoras
comprendidas entre 20 y 20 000 hertz, por lo que no puede captar los sonidos de
alta frecuencia producidos por los delfines.
Los hombres esperan. Uno o dos delfines nadan lentamente, saliendo en
forma periódica a respirar. Sólo se observa su espiráculo —orificio respiratorio
único— y ocasionalmente parte de la cabeza y boca. Se escucha claramente su
respiración, como un soplido rápido y sonoro.
De pronto un delfín se sumerge y se aleja de los pescadores, gira en
círculos rápidos, ahora sólo es visible su aleta dorsal; en segundos, su
movimiento cambia, se dirige hacia los hombres ubicados en línea sobre la costa
y hace una señal. Los pescadores que se encuentran frente a él arrojan sus redes
y capturan a los peces, que quedan enredados en las mallas. Finalmente
arrastran las redes a la playa y los otros pescadores que han estado esperando
su turno los reemplazan en la línea. ¡Ahora!
¿En qué consiste la señal del delfín? Éste nada hacia los pescadores, se
detiene abruptamente e inicia una natación rápida —a unos cinco o siete metros
de la línea humana-. Esta distancia lo mantiene seguro, fuera del alcance de las
redes. A continuación saca completamente la cabeza, lomo y aleta dorsal,
arqueándose de una manera rápida y exagerada en un medio salto, muy
diferente a sus salidas a la superficie para respirar. Esto ocurre en Laguna.
En Tramandai —unos 250 kilómetros más al sur— los delfines también
colaboran con humanos en la pesca, pero la ejecución de la señal es muy
distinta. Ahí los delfines se acercan a la línea de pescadores, sacan la cabeza
fuera del agua, mirándolos, y la mueven de atrás hacia delante repetidas veces.
Ningún delfín hace la señal sin antes exhibir la secuencia completa de
comportamiento: sumergirse, alejarse de los pescadores y retornar a ellos en
línea recta. Además, la señal no sólo indica la presencia de los peces sino
también la dirección de su movimiento, el vigor del mismo y el tamaño del
cardumen. Los pescadores interpretan de inmediato el mensaje del delfín, son
verdaderos expertos en el comportamiento de estos animales.
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Desde 1840 al menos tres generaciones de humanos y delfines han
participado en la pesca cooperativa. La pesca en números
La pesca cooperativa se desarrolla desde 1847 y en ella han participado
por lo menos tres generaciones de humanos y delfines. Es el caso de Chinelle,
delfín hembra que tuvo dos descendientes; la hija, a su vez, tiene ya una cría.
Todos ellos han participado activamente en la pesca. Ésta se realiza
diariamente, diez meses al año, incluso con mal tiempo. En la sesión de pesca
que presenciamos se alternaron sol y lluvia; los pescadores no salieron del agua
hasta completar su trabajo.
La presa principal son los mujoles o lisas (Mugil cephalus) que en
portugués se denominan tainhas. No es casual que en Laguna esta especie
constituya el 92% del producto de la pesca, y que las mayores capturas se den
entre abril y junio, ya que es cuando las lisas están migrando. Los peces
juveniles, en cambio, son capturados principalmente entre noviembre y marzo.
Sólo en los meses de julio y agosto —invierno en el Hemisferio Sur— cesa la
actividad. Se han reportado capturas de otras especies, como
Micropogoniasfurnieri y Pogonias chromis, en septiembre y octubre. Este método
de pesca es muy eficiente para los humanos. Pescando con botos, como llaman a
los delfines en portugués, capturan más peces y de mayor tamaño y peso —de
30 a 50 centímetros de largo y dos kilos de peso—, que silo hicieran a la manera
tradicional. En su mayoría el producto de las capturas se vende en los mercados
de la ciudad de Laguna, lo que da sustento a unas cien familias.
Beneficio mutuo
Pero aún falta detallar cómo se benefician los delfines. Ellos toman
ventaja de la confusión que causa la red al caer sobre el cardumen. Los peces
que escapan de la red no pueden huir hacia la playa, pues allí está la pared
formada por las piernas de los pescadores, y al adentrarse en el mar encuentran
las bocas dentadas de los cetáceos. La pesca exitosa de los humanos se
acompaña, generalmente, con lisas atrapadas entre las mandíbulas de los
delfines.
El investigador ruso Vsevelod Bel~ Ko-vich ha reportado delfines
pescando lisas en el Mar Negro, para lo cual deben desarrollar una variedad de
estrategias cooperativas pues los tiempos de búsqueda de las presas son largos
y las persecuciones individuales poco productivas. El método de pesca en
Laguna resulta fácil y exitoso, incluso para las madres con crías, que capturan
peces con un mínimo esfuerzo.
Es importante destacar que los pescadores no llaman ni hacen señales a los
delfines, de ninguna manera afectan su comportamiento. Más aún, jamás les
dan pescado ni intentan tocarlos. Tanto hombres como delfines trabajan, sin
distracciones.
En una ocasión un delfín quedó atrapado bajo una red y tiró de ella; no
es difícil imaginar la fuerza de este animal, de casi tres metros y más de 300
kilos. Como ya mencionamos, los pescadores tienen un extremo de la red atada
a la mano; el delfín arrastró al pescador, quien resultó con un brazo dislocado.
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Sin embargo, nadie le echó la culpa al delfín; al fin y al cabo, para todos se trató
de un accidente de trabajo.
CUESTIONES.:
1. Enumerar las técnicas de pesca de los humanos en el texto.
2. Igualmente, las de los delfines.
3. Investigar las características de los delfines, sus capacidades y su estructura
social.
4. ¿Habían sido adiestrados los delfines por los humanos? ¿Es habitual que
todos los delfines pesquen con humanos, es decir, ese comportamiento
forma parte de los propios de la especie?
5. ¿A cuántas generaciones se extiende la colaboración mutua? ¿Cómo se
explica?
6. ¿Ha habido en la forma de aprender de los delfines transmisión cultural?
¿Se diferencia en este caso de la humana?
7.2.2.- Actividades de síntesis
•
•
•
•
•
•
Enumerar y priorizar los tres problemas mundiales que afectan a mayor
número de especies, humana también.
Responder y justificar con ejemplos si los nuevos descubrimientos científicos
servirán para mejorar la calidad de vida de las personas y otras especies o serán
utilizados en su contra.
Resumir los problemas éticos que plantea la posesión del cualquier tipo de
especies y responder a cuestiones que obliguen a reflexionar respecto a este tema.
Justificar la necesidad de una organización que controle que la técnica, la
producción, el consumo, la manipulación de recursos y de las especies, respete
siempre los derechos fundamentales de desarrollo de las personas y el trato
debido a los animales dentro de un desarrollo sostenible y la preservación del
medio ambiente.
Resumir en pocas palabras lo que dice la Constitución española de 1978 sobre el
medio ambiente.
Explicar por qué la mayoría de los ayuntamientos impulsan campañas para
cuidar el urbanismo y recuperar, reciclar y reutilizar el máximo de sustancias y
materiales. Argumentar por qué es necesaria la participación de todos en la
vida ciudadana.
7.2.3.- Actividades de evaluación
•
•
•
•
•
Exponer situaciones que se dan en la sociedad y que implican diferentes
formas de violencia contra los animales.
Completar diferentes frases sobre las consecuencias de los nuevos
descubrimientos científicos y los nuevos avances técnicos.
Definir conceptos relacionados con el medio ambiente y la ecología.
Enumerar los problemas actuales de degradación del medio ambiente.
Comentar un texto sobre la relación de los humanos con los no humanos.
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a) Encuesta
1.- ¿Puede decirse que somos mejores que los animales? Justifica tu respuesta.
2.- Si tu respuesta es afirmativa, ¿se trata de una superioridad de naturaleza o
meramente gradual?
3.- ¿Conlleva esta superioridad, real o supuesta, alguna responsabilidad moral?
4.- En caso afirmativo, ¿es una responsabilidad directa o indirecta?
5.- ¿Todo ser poseedor de derechos debe ser capaz de conocerlos y reclamarlos
(o cederlos)?
6.- ¿Tener derechos implica tener obligaciones?
7.- ¿Los animales tienen derecho a que no se les haga sufrir?
8.- ¿Tienen derecho a la vida?
b) Resúmenes de los textos de lectura.
c) Redacción sobre “Semejanzas y diferencias entre los animales y el ser
humano”.
d) Realizar un mapa de conceptos de la unidad.
7.2.4.- Actividades de recuperación
•
•
•
•
•
•
•
Responder a preguntas sobre el trato debido a distintos vivientes y por qué.
Investigar sobre el proyecto gran Simio. Exponer algunas situaciones que
critica y anotar algunos valores que propone.
Escribir una frase resumen de cada uno de los proyectos éticos expuestos en
la unidad.
Analizar el problema del especieísmo.
Explicar el significado de la expresión violencia de especie, cómo se manifiesta,
qué daños produce y cómo se pretende justificar.
Exponer algunos de los problemas que puede solucionar la ingeniería
genética.
Explicar por qué la responsabilidad es la contrapartida de la libertad
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7. 3.- LECTURAS COMPLEMENTARIAS
7.3.1.- LECTURA COMPLEMENTARIA 1.
José Ferrater Mora y Priscila Cohn: Ética aplicada
Los derechos de los animales
El sentido general de 'discriminar' es «distinguir, o separar, una cosa de otra»;
'discriminación, significa la acción y efecto de discriminar. Se ha usado con
frecuencia 'discriminar' para designar la acción de una persona capaz de
percibir diferencias y de apreciarlas en lo que valen (o no valen); de ahí que una
'persona con discriminación' haya significado «una persona con gusto, tacto,
etc.», para formular juicios, especialmente, pero no exclusivamente, juicios de
carácter estético.
Hoy se usan muy a menudo 'discriminar' y 'discriminación' en sentidos que
conservan aún la acepción de distinguir o separar una cosa de otra, o una
cualidad de otra, pero, a diferencia de las significaciones antes aludidas, se
destaca en el acto de diferenciar el hecho de abrigar prejuicios en favor de, o
contra, algo. 'Discrimina’ y 'discriminación' han terminado por adquirir muy a
menudo un sentido peyorativo.
En este último sentido se ha deplorado el ejercicio de cualquier forma de
«discriminación», en particular las de índole racial, sexual, religiosa o clasista.
Y, sin embargo, muchos de los miembros de la especie llamada homo sapiens
que se han manifestado en contra de la discriminación, practican sin titubeos
una clase particular de discriminación: la discriminación contra los animales.
Calificar de «discriminación» nuestro tratamiento de los animales parece cosa
singular, pero no hay duda de que discriminamos entre nosotros, los seres
humanos, y los animales, no sólo en el sentido de que establecemos diferencias
entre ambos grupo, sino también en tanto que juzgamos, o presumimos, que
por virtud de nuestra naturaleza, somos mejores que, o somos superiores a, los
animales. Este juicio o presunción parecen obvios, porque tienen el aire de
reflejar meramente una situación de hecho, pero con frecuencia se basan en un
prejuicio: el de la preferencia por nuestra propia especie.
En tiempos recientes se ha examinado en detalle la noción de la pretendida
superioridad de los seres humanos sobre los animales y se han planteado varias
cuestiones básicas. ¿En qué sentido somos mejores que los animales? ¿Se trata
de una superioridad de naturaleza o meramente una gradual? ¿Conlleva esta
superioridad, real o supuesta, alguna obligación moral? Si se quiere, ¿estamos
moralmente obligados a tratar a los animales de ciertos modos y, en caso
afirmativo, es una obligación directa o indirecta? Todas estas preguntas se
agrupan a menudo bajo la forma siguiente: «¿Tienen los animales derechos?»
Las cuestiones aludidas, que nos llevan a reexaminar algunos de los valores que
estimamos más fundamentales, se relacionan con lo que se ha llamado
«movimiento en favor de la liberación de los animales» —o, para abreviar,
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«liberación animal»—, nombres que no por casualidad nos recuerdan otros
movimientos de liberación, como el de los negros o el de las mujeres. El
movimiento de «liberación animal» —o lo que sus propugnadores esperan
pueda convertirse en un verdadero «movimiento»— trata de llamar la atención
sobre el abominable tratamiento de que los animales suelen ser objeto y aspira a
poner fin al mismo.
Es fácil observar que tanto en los Estados Unidos como en Europa y en América
Latina hay gran cantidad de gente que se complace en guardar ciertos animales
como animales mimados. Los animales mimados más comunes son los perros,
los gatos y los pájaros, pero hay muchos otros: peces, ratoncitos, inclusive
serpientes y tortugas, y no digamos caballos y potros. En ciertos países, como
en los Estados Unidos, el comercio en torno a los animales mimados alcanza
cifras de negocio considerables. No sólo hay tiendas especializadas al efecto,
sino que en los supermercados pueden comprarse latas de alimentos para
perros y gatos, collares, semillas para pájaros, etc. No hay duda de que hay una
gran cantidad de personas que pueden, y están dispuestas a, gastar dinero para
alimentar y cuidar de sus animales preferidos. En vista de ello, cabe preguntar
por qué usé el término 'abominable' al referirme al tratamiento de los animales
o de qué necesitan los animales ser liberados.
Ahora bien, aunque a mucha de la gente antes aludida, es decir, a los que
guardan animales mimados, no se les ocurriría en lo más mínimo dar un
mazazo a éstos, ello es justa y precisamente lo que se da a las reses en los
mataderos mejor organizados, y son esas reses lo que con frecuencia forma
parte de la comida de nuestros aficionados a los perros y a los gatos. La verdad
es que casi todo el mundo piensa que el ser bondadoso para con los animales se
confina a alimentar, y a cuidar de, sus animales mimados y preferidos, de modo
que no establecen en su mente ninguna relación entre el bienestar de un ser
viviente que ha llegado casi a ser parte de la familia, y el bienestar de los
animales cuya carne comen o con cuyas pieles se visten. La mayoría de la gente
no tiene la menor idea de que los laboratorios echan mano de millones de
perros, gatos, ratones, conejos, monos, etc., no sólo para probar la eficacia o
ineficacia de nuevos medicamentos, sino también para probar la eficacia o
ineficacia de nuevos productos cosméticos, detergentes, etc. ¿Cuántas mujeres
saben que los polvos que pasan de la polvorera a sus caras han sido antes
probados en animales a los que se ha obligado a ingerirlos, a menudo por
medio de tubos insertados en el estómago, con el fin de que una compañía de
productos de belleza pueda asegurar a sus compradores que no corren peligro
al usarlos? ¿Qué persona que usa gotas «para aclarar la vista» se para a pensar
en los miles de ojos de conejos que han sido inflamados y ulcerados a fin de que
los ojos de las personas luzcan «brillantes como los de una persona joven»? No
es sorprendente, pues, que quienes se manifiestan en favor de la liberación de
los animales, procedan a examinar los modos múltiples en que se usan
(torturan, matan y mutilan) animales para nuestro propio beneficio.
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Hay interesantes analogías entre los movimientos de liberación a que antes me
referí —liberación de los negros, liberación de la mujer — y el movimiento en
favor de la liberación de los animales. Los movimientos de referencia han
afirmado que nuestro propio lenguaje lleva trazas de nuestro racismo o de
nuestro «sexismo». Los negros, por ejemplo, han insistido en que son negros —
no «negroides» o «gente de color»—. Similarmente, las feministas han puesto de
manifiesto que muchas de las palabras que usamos tienen un sabor
predominantemente masculino —es más fácil y común hablar de «un político»
que de «una política» (que casi siempre quiere decir otra cosa)—. En los idiomas
sajones o germánicos, además, es común emplear el término man ('hombre')
como terminación de la designación de una posición o empleo: chairman,
fireman, etc. Todo ello tiende a cerrar el camino a las mujeres en la ocupación
de tales empleos o puestos. La palabra 'hombre' se usa, además, a menudo para
designar asimismo a la mujer, pero cuando se dice, por ejemplo, que «el hombre
es un animal racional», «el hombre es un animal simbólico», etc., se tiende a
pensar en la parte masculina y no en la femenina —razón por la cual se buscan
expresiones más, aunque no tampoco completamente, neutrales, tales como 'ser
humano'.
Así, algunos escritores afirman que hablar de «hombre» (para usar el término
tradicional, ya sospechoso) y de «animales» equivale a mantener una distinción
que en algún sentido es falsa, porque las propias palabras empleadas nos llevan
a creer no sólo que hay dos categorías de seres completamente distintos entre sí,
es decir, «los hombres» y «los animales», sino también que todos los seres
vivientes, desde las arañas hasta las ballenas, que son calificados
indistintamente de «animales» forman un solo grupo, como si fuesen similares,
cuando, de hecho, un ser humano y un chimpancé son más afines entre sí que,
digamos, un perro y un cocodrilo. Estrictamente, pues, al hablar de la relación
entre «hombres» y «animales», o al preguntarnos cómo tratamos a «los
animales» caemos ya en una trampa lingüística, porque reforzamos la noción de
que «el hombre» no es un animal, o que es una clase muy distinta o peculiar de
ser viviente, y que no tiene lazos comunes con «los animales». Por eso, y con el
fin de que no olvidemos que somos también animales, numerosos autores en la
actualidad hablan de animales humanos y de animales no humanos. James
Rachels ha propuesto inclusive modificar el lenguaje y usar para designar a los
animales formas pronominales comúnmente reservadas para seres humanos.
Ha citado al respecto una observación de Henry Salt: «Las palabras y los
nombres que usamos ejercen algún efecto sobre nuestra conducta. Calificar a
seres inteligentes con términos como bruto, bestia, etc., o emplear un
pronombre neutral, como si no tuviesen sexo, es incitar prácticamente al mal
uso, y es, sin duda alguna, una prueba de falta de comprensión» «Do Animals
Have a Right to Liberty?» [«¿Tienen los animales derecho a la libertad?»], en
Animal Rights and Human Obligations [Derechos de los animales y
obligaciones humanas], ed. Peter Singer y Tom Regan, Englewood Cliffs, N. J.,
1976, págs. 205-23; cita en pág. 220).
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El movimiento de protesta contra el trato frecuentemente dado a los animales es
un movimiento nuevo en el sentido de que sólo desde hace relativamente poco
tiempo algunos filósofos, y hasta el público en general, han empezado a mostrar
interés por cuestiones relativas a «los derechos de los animales», a la
legitimidad o ilegitimidad moral de la vivisección, al vegetarianismo, etc.
Varios artículos publicados en los últimos años han puesto sobre el tapete los
citados «derechos». Sin embargo, la cuestión más general acerca de cómo debe
tratarse a los animales no es en modo alguno nueva.
Algunos de los más antiguos textos de que disponemos se refieren ya al
tratamiento de los animales. Consideremos el Viejo Testamento. Abundan en él
las referencias a ritos consistentes en sacrificar animales a Dios. Sin embargo, la
ley mosaica formulada en el Viejo Testamento contiene asimismo una serie de
mandamientos concernientes a animales. Algunos de estos mandamientos —
que se parecen a los «Diez Mandamientos» en cuanto adoptan a menudo la
forma de prohibiciones—, no son completamente claros, aunque son
interpretados, por lo común, como favorables al buen tratamiento de los
animales. El más conocido es probablemente el de la prohibición de hervir un
cabrito en la leche de su madre. Se encuentra asimismo la prohibición de sacar a
un pájaro de su nido y al mismo tiempo a sus volantones o sus huevos. Se
prohíbe asimismo la matanza simultánea de una vaca o de un cordero y de sus
pequeños. Se afirma que no debe separarse a un becerro o a un cabrito de las
hembras durante los primeros siete días después del nacimiento. Además, la
prohibición de trabajar el séptimo día vale tanto para los seres humanos como
para los animales: el buey y el asno deben descansar durante la fiesta del
sábado. Se ordenó también a los hebreos que la siembra y la cosecha de un
terrero tuviesen lugar durante seis años, pero que había que dejar descansar la
tierra el año séptimo. Esta tierra estaba destinada a proveer de sustento a los
pobres, y lo que quedaba se ponía a disposición de los animales salvajes. Es
difícil entender el significado de estos mandamientos si no se interpretan como
intentos de mostrarse bondadoso para con los animales. Los primeros cuatro
mandamientos citados, por ejemplo, parecen reconocer que así como hay lazos
emotivos entre una madre humana y sus retoños, hay también semejantes lazos
entre un animal y sus pequeños. Cabría argüir, por supuesto, que estas
prohibiciones comportan la idea de una conservación de recursos más bien que
el reconocimiento de un tipo de relación dictado por la benevolencia, pero la
buena vivicultura no excluye necesariamente el buen trato. En rigor, sabemos
hoy que la excesiva tensión en los animales tiene como consecuencia tasas de
mortalidad más elevadas de lo que es normal —un hecho que los antiguos
hebreos debían de haber ya observado—. No sólo el ser humano debe descansar
de sus labores el séptimo día —como hizo Dios según el relato bíblico—, sino
que deben descansar igualmente los animales. El haber incluido a éstos en el
citado mandamiento parece resultar de haberse destacado la estrecha relación
que hay entre seres humanos y animales, porque en este caso ambos tienen que
«imitar» a Dios y mostrar respeto por el descanso semanal. Una vez más, cabría
argüir que el dejar descansar a un animal es resultado de una regla práctica que
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permite conservar la vida de los animales que ejecutan trabajos en beneficio de
los seres humanos. Pero aunque el mandamiento de referencia puede conllevar
la idea de que es pernicioso sobrecargar a un animal de trabajo, parece ser algo
más que esto, porque, de lo contrario, ¿por qué se habría prohibido que el
animal trabajara justa y precisamente el «sábado»? Por otro lado, no resulta
enteramente claro por qué no se puede separar al animal joven de la hembra
hasta el advenimiento del séptimo día. ¿Es porque el animal depende de la
madre para su sustento y protección hasta dicha fecha de modo que una
separación temprana sería innecesariamente cruel? ¿O hay algo especialmente
significativo en el número siete? Este número aparece asimismo en la
prohibición contra la siembra, y consiguiente recolección, en el séptimo año.
Dejar una tierra labrantía en barbecho por un año al cumplirse el año séptimo
puede ser juzgado como ejemplo de excelente práctica agrícola, pero es
interesante observar que el mandamiento al respecto incluye la regla de que
todo lo que crezca espontáneamente en dicha tierra durante el séptimo año ha
de destinarse a los pobres y a los animales salvajes. El reconocimiento de que
inclusive los animales salvajes necesitan sustento es poco usual, especialmente
por parte de un pueblo avocado a la agricultura.
Hay otra prohibición: la de que el buey y el asno aren la tierra juntamente. Esto
se ha interpretado a veces como una de las «mezclas» contrarias al orden
divino. Semejante interpretación es plausible, por cuanto hay otras
prohibiciones similares; se prohíbe, por ejemplo, el apareamiento de dos clases
distintas de bestias; el sembrar con dos clases de semillas; el usar vestiduras con
dos clases de hilaza, como la lana y el lino. Sin embargo, en los comentarios
rabínicos, la prohibición de arar con dos diferentes clases de animales es
interpretada como una exhortación a la benevolencia. Se dice, en efecto, que el
buey es un rumiante mientras que el asno no lo es. Si el asno ve que el buey
rumia, pensará que se le ha dado una pitanza de la que el asno no participa.
Así, es mejor en nombre de la equidad no arar con dos distintas clases de
animales. Hay otra prohibición relativa al tratamiento de animales domésticos,
aunque no resulta claro si ha sido instituida para el bien del animal o para
fomentar la hermandad humana. Si el buey de un vecino se desploma, se
conmina al hebreo a ayudar al vecino a poner en pie al animal, aun si el vecino
es una persona odiada. Finalmente, hay otro mandamiento que conlleva
claramente la expresión de bondad para con los animales: es el mandamiento
que consiste en prohibir poner un bozal al buey mientras está ocupado en hollar
el grano. No puedo pensar en ninguna interpretación práctica, y tampoco en
ninguna interpretación supersticiosa, de semejante orden.
No todos los textos del Viejo Testamento relativos a los animales se hallan en el
Pentateuco. Los libros de los Proverbios contienen la declaración de que el
hombre justo se preocupa de sus bestias. Hay asimismo dos pasajes
concernientes a los animales en Isaías. En uno de ellos se dice que cuando la
tierra «esté colmada con el conocimiento del Señor», los animales que son
enemigos naturales, como el lobo y el cordero, el cervatillo y el león, la vaca y el
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oso, dejarán de matarse uno al otro, es decir, vivirán en paz, porque el león
comerá paja, lo mismo que el ganado. En esa hipotética época no habrá ya,
según parece, matanzas —o cuando menos temores de matanzas— entre los
hombres y los animales, porque «el niño de pecho se divierte en el agujero de la
cobra y el muchacho pone su mano en el nido de víboras» (Isaías, 11:6-9). Isaías
proporciona asimismo una lista de ritos repelentes, que incluyen el sacrificio de
un buey y el degollamiento de un cordero.
Una de las referencias más curiosas a los animales en el Viejo Testamento es la
historia de Balán y su asno (Números, 22: 22-35). Según la misma, el Ángel del
Señor hizo su aparición tres veces, siendo divisado por el asno de Balán, pero
no por el propio Balán. La primera vez, el asno, viendo al Ángel del Señor
obstruir el camino, con la espada desenvainada, salió del camino, y Balán le
pegó para que regresara a él. La segunda vez el Ángel se apostó en un camino
en medio de las viñas, con muros a ambos lados; el asno, al ver al Ángel, pasó
rozando uno de los muros y comprimió uno de los pies de Balán, que pegó
nuevamente al asno. La tercera vez el Ángel se apostó en un lugar que no
dejaba espacio para el paso, ni a la derecha ni a la izquierda; el asno, al ver al
Ángel y al no poder seguir camino, dobló las patas sobre el suelo, y Balán le
pegó fuertemente. El Señor «abrió la boca del asno», que habló a Balán para
quejarse del modo como se le había tratado. Luego, el Señor «abrió los ojos de
Balán», que vio al Ángel del Señor. Este preguntó a Balán por qué había pegado
al asno tres veces, y le informó que había aparecido tres veces, que el asno le
había visto y que por eso le había esquivado. Fue gran suerte para Balán, dijo el
Ángel, porque si el asno no hubiera tratado de evitarlo cada una de las tres
veces, habría matado a Balán, pero habría dejado con vida al animal. Aquí
tenemos un curioso ejemplo donde un asno puede ver más claramente, o tener
una más aguda percepción que su amo humano, y donde este hecho es
reconocido por Dios. Es dudoso que este tipo de leyenda pueda ser acogido por
una comunidad que considere a los animales exclusivamente como cosas
meramente usables.
He traído a colación esos pasajes porque mucha gente suele citar únicamente las
conocidas porciones del Génesis donde se indica que Dios otorgó al hombre el
dominio sobre los animales, y suele apoyarse en ellas para justificar cualquier
trato, por cruel que sea, de los animales. Dallas Pratt (Painful Experiments on
Animals [Experimentos dolorosos practicados sobre animales], New York, 1976,
pág. 180) pone de relieve que en una reunión del Consejo de Investigación
Nacional y de la Academia Nacional de Ciencias (de los Estados Unidos), dos
ponentes se refirieron al mencionado supuesto «dominio del hombre sobre los
animales» para justificar experimentos dolorosos practicados sobre seres
vivientes no humanos.
Hay, en rigor, dos pasajes en el Génesis donde se describe la relación entre el
hombre y los animales. En el primero (1: 20-31) se describe la creación de
pájaros, peces, animales terrestres y el hombre, del que se dice que fue creado a
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imagen y semejanza de Dios y al que se otorga el dominio «sobre los peces de la
mar, los pájaros del cielo, el ganado, las bestias salvajes y las bestezuelas que se
arrastran por el suelo». Dios ordena al hombre, entre otras cosas, ser fecundo,
multiplicarse, llenar la tierra y «someterla» —y, una vez más, dominar sobre
«los peces de la mar, los pájaros del cielo, etc.»—. Dios le dice al hombre que «le
da todas las hierbas que llevan semilla y que se hallan en toda la superficie de la
tierra, y todos los árboles que llevan fruto con semilla» y que esto constituirá
«su alimento». Dice que «a todas las bestias salvajes, a todos los pájaros del
cielo, a todo lo que se arrastra sobre el suelo y que tiene vida» les da «como
alimento toda la verdura de las plantas». No se dice que Dios da al hombre los
animales como alimento. Por otro lado, un poco después (9: 2-4), tras haber
bendecido a Noé y a sus hijos, Dios les dice que sean «el terror de todos los
animales de la tierra y de todos los pájaros del cielo, así como de todo lo que
alienta en la tierra y los peces del mar», los cuales le son «entregados»: «Todo lo
que se mueve y posee vida os servirá de alimento; os lo doy todo del mismo
modo que la verdura de las plantas» —advirtiendo que no deben «comer la
carne con su sangre, es decir, con su alma»—. Algunos comentaristas afirman
que los primeros versículos se refieren a una primitiva «edad dorada» en la que
tanto los hombres como los animales comían sólo plantas, y que, en todo caso,
no hay duda de que Dios, en el Viejo Testamento, ha otorgado al hombre
dominio sobre los animales y se los ha entregado como alimento. Aun así, sin
embargo, no cabe derivar de ello que los animales son entregados simplemente
como «cosas», tratables como simples objetos que no poseen sensación. Los
animales siguen siendo, según el Génesis, parte de la creación divina, y son
incluidos en ésta cuando Dios la declara «buena». Además, la Alianza de Dios
con Noé establece que incluye «toda criatura viviente que se halle contigo, los
peces, el ganado y todas las bestias de la tierra ...» (9: 10). Así, declarar —como
hacen los que se apoyan en las Escrituras— que nuestra insensibilidad con
respecto a los animales tiene su fundamento en un mandato divino, es una
simplificación excesiva, pues aunque es cierto que en el Viejo Testamento se
dice que puede comerse a los animales, o que éstos pueden ser usados como
víctimas propiciatorias, se dice asimismo que tenemos ciertos deberes para con
los animales.
Estos deberes parecen esfumarse en el Nuevo Testamento. La actitud benigna
para con los animales que se manifiesta en algunos pasajes del Viejo
Testamento no reaparece en el Nuevo. Una de las pocas menciones específicas a
animales se encuentra en San Pablo, al referirse a la ya mencionada prohibición
de trillar el grano con bueyes a los que se ha puesto bozal. Según San Pablo, ese
pasaje tiene un sentido simbólico: «¿Es que Dios se preocupa de los bueyes?
¿No habla, evidentemente, de nosotros? Sí, el que labra, debe labrar en la
esperanza ...» (I Cor. 9: 9-10). Para encontrar, de nuevo, simpatía hacia los
animales en autores cristianos hay que recurrir a los escritos sobre los santos, a
las hagiografías (véase W. E. Lecky, History of European Morals, 3.ª ed., rev.
[New York, 1906], vol. 11, págs. 168 y sigs.).
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En el mundo antiguo no fueron sólo los hebreos quienes expresaron algunos
sentimientos de benevolencia para con los animales. Tanto Empédocles como
Pitágoras —posiblemente a causa de su creencia en la transmigración de las
almas— protestaron contra el mal trato de animales. Un fragmento de
Empédocles, en particular, sugiere que se opone a sacrificar animales y a comer
su carne (apud Sexto Empírico, adv. math., IX, 129). En otro fragmento
Empédocles dice que, antes de ser hombre, fue un muchacho, una muchacha,
un arbusto, un pájaro, un pez (apud Diógenes Laercio, VIII, 77; cf. asimismo
Sexto, adv. math., IX, 129 y Porfirio, de abstinentia, 11, 31). Según Diógenes
Laercio, Pitágoras afirmó que no debería causarse nunca daño a árboles que no
sean salvajes ni a animales que no causen daño a los hombres (ibid., VIII, 22-25).
El mismo autor ha escrito que Pitágoras se opuso una vez a que una persona
pegara a un perrillo porque afirmó que había reconocido en él al alma de un
amigo suyo (VIII, 36). Porfirio y Séneca se manifestaron decididamente en favor
de la abstinencia de carne.
En el otro lado de la medalla tenemos la espantosa crueldad manifestada, tanto
con respecto a los hombres como a los animales, en el curso de las grandes
fiestas de circo romanas. Lecky da una lista de las especies animales que se
arrojaron a la arena durante el Imperio romano: «leones, tigres, elefantes,
rinocerontes, hipopótamos, jirafas, toros, ciervos, inclusive cocodrilos y
serpientes...» (History of European Morals, vol. 1, págs. 280-81). No tenían lugar
solamente combates entre hombres y animales. A veces se ataba a un toro y a
un oso; a veces se echaban a la arena criminales como pasto de toros
enloquecidos por hierros candentes. El número de animales (y hombres)
sacrificados de estos modos es aterrador: 400 osos matados en un solo día bajo
Calígula; 300 en otra ocasión bajo Claudio; 400 tigres lucharon contra toros y
elefantes bajo Nerón; en otra ocasión, también bajo Nerón, fueron muertos en
un solo día 400 osos y 300 leones. Con motivo de la consagración del Coliseo,
bajo Tito, se hizo una carnicería de 5.000 animales. La sed de sangre exhibida
por las multitudes en el curso de estas fiestas parece haber sido inextinguible. Y,
sin embargo, como una especie de incongruencia, por las mismas épocas
escritores como Virgilio, Lucrecio, Plutarco, Ovidio, Juvenal, Apolonio de Tiana
y Arriano manifestaron lo que Lecky ha llamado «inesperados toques de
simpatía para con los animales», al describir, por ejemplo, el pesar de una vaca
ante la muerte de su ternero, o la pena de una dama romana ante la muerte de
un gorrión. Plutarco, en particular, se distinguió por su condenación de la
crueldad exhibida en el circo y por su afirmación de que tenemos deberes para
con los animales lo mismo que los tenemos para con nuestros semejantes.
San Agustín se refirió a los animales sólo ocasionalmente. Cuando lo hizo fue
para compararlos con el hombre y mostrar la superioridad de éste. Cierto que
en sus primeros escritos sobre el libre albedrío, San Agustín indicó que tenemos
cosas en común con los animales, tales como el nutrirnos, el crecer, el
reproducirnos, etc.: «Tenemos asimismo en común con los animales una cierta
actitud ante el mundo externo. Buscar el placer corporal y evitar el dolor
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constituye la empresa única de la vida animal.» Cabría esperar que después de
esto San Agustín propusiera que los animales deberían ser tratados en forma
que se evitara causarles sufrimiento, pero ninguna propuesta de esta índole
aparece en los mencionados escritos. San Agustín puso de relieve que hay
ciertas características poseídas por el hombre, pero no por los animales. Estas
características —como la broma y la risa— no pertenecen, sin embargo, a la
parte superior del hombre (De libero arbitrio, 1, viii, 18). En otro escrito San
Agustín reconoció que, en ciertos aspectos, algunos animales son superiores a
los hombres, por cuanto disponen de órganos de los sentidos más aguzados,
como la visión. Pero los animales no son capaces (como, por la posesión de la
razón, lo es el hombre) de juzgar los sentidos mismos en vez de limitarse a
percibir las cosas sensibles. «[La razón] sabe por qué el remo hundido en el
agua parece quebrado cuando es, en verdad, recto, y por qué los ojos deben
verlo del modo indicado. La visión de los ojos sólo puede decirnos que así es,
pero no puede juzgar» (De vera religione, 53). En otro pasaje San Agustín
examina la cuestión de si cabe decir que un animal puede ser consciente.
Afirma al efecto que un animal es consciente, pero manifiesta gran confusión
respecto a si cabe decir asimismo que es consciente de sí mismo (De libero
arbitrio, 11, iv, 10). El asunto queda en el aire. En las Confesiones (VI, 8), San
Agustín describe cómo un joven amigo y estudiante —que luego llegó a ser
obispo— fue arrastrado a ver las luchas de gladiadores en Roma y llegó a
«emborracharse con la fascinación del derramamiento de sangre». La
compasión de San Agustín parece ejercerse sobre el estado «enfermizo» del
ánimo del amigo más bien que sobre el sufrimiento de los hombres y animales
cuya sangre fue derramada.
Como San Agustín, Santo Tomás se interesó por el problema de si los animales
poseen libre albedrío y si pueden razonar. Por ejemplo, en la Summa
theologica, Santo Tomás planteó el problema de si los animales pueden obrar
voluntariamente. Negó que pudieran ejercer ningún poder voluntario «en su
perfección», aunque mantuvo que los animales irracionales pueden ejercer un
poder voluntario «imperfecto». La distinción apuntada no es aclarada. Santo
Tomás reconoció que se ha observado en los animales, especialmente en las
abejas, las arañas y los perros, la posesión de notorias habilidades. Ejemplo de
las últimas son las desplegadas por un perro cazador cuando, al llegar a una
encrucijada, se detiene para olfatear y determinar que camino ha tomado un
ciervo. Si en la encrucijada hay tres caminos y, tras olfatear dos de ellos, el perro
no descubre rastro, toma, sin olfatear, el tercer camino, «como si procediera de
acuerdo con el principio de exclusión». Dicho autor explica este tipo de
conducta que considera diestra, y de algún modo «inteligente», del siguiente
modo: «Los animales obran en la forma descrita porque se ajustan naturalmente
a procesos complejos.» Sin embargo, «no poseen razón y capacidad de elección,
como se desprende del hecho de que los animales de la misma raza obran de
modo similar» (S. theol. Ia-IIa, q. VIII, 2 obj. & ad. 3). En la Summa contra
gentiles, Santo Tomás trató de refutar la tesis —sostenida por los maniqueos y
luego en el siglo XIII por los albigenses— de que es pecado matar a un animal.
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Afirmó al efecto que, al matar a un animal, o al emplearlo de algún otro modo,
el hombre no peca, ya que los animales fueron otorgados al hombre por la
divina providencia. Santo Tomás se refirió a los pasajes del Viejo Testamento de
que he hablado en páginas anteriores —prohibición de matar a un pájaro
mientras está con los pequeños en el nido, o de poner bozal a un buey mientras
está hollando el grano— y los interpretó de varios modos. Para el pasaje
relativo al buey se remitió a San Pablo; para el pasaje relativo al pájaro y, en
general, a la adopción de cuidados en favor de los animales, puso de relieve que
podían entenderse como modos de mostrar a los hombres que no deben ser
crueles para con sus semejantes, o modos de indicar que un acto que cause daño
a un animal puede producir una pérdida temporal para algún ser humano.
Santo Tomás parece sugerir, pues, que deben prohibirse ciertos actos contra los
animales porque su comisión puede disminuir nuestra propia humanidad.
Podemos, así, tener deberes para con los animales, pero son indirectos.
Durante la época moderna, y especialmente en el curso de los siglos XVII y
XVIII, abundaron las obras sobre el problema de las diferencias a establecer
entre el hombre y los animales. Pueden recordarse a este respecto las
discusiones sobre lo que se llamó «el alma de los brutos» (cf. J. Ferrater Mora,
Diccionario de filosofía, 6.ª ed., Madrid, 1979, s. v. «Alma de los Brutos»). El
dualismo cartesiano «cuerpo-alma» conllevó la idea del «automatismo de los
brutos». Según esta idea —que fue examinada, para reafirmarla o criticarla, por
numerosos autores: Malebranche, Régis, de la Forge, Cordemoy, Fontenelle,
Leibniz, Locke, Cudworth, More, Shaftesbury, Bayle, etc.—, los animales son
simplemente «autómatas». Una de las consecuencias de la misma fue el
justificar la disección de animales vivos. Si los animales son sólo «máquinas»,
no hay que preocuparse de saber si sufren o no dolor. Tenemos aquí un ejemplo
de la tendencia que exhibe mucha gente a seguir a ciegas una doctrina, sin tener
en cuenta lo que nos dice la experiencia, pues la verdad es que los animales no
se dejan disecar en vivo sin luchar —lo que no ocurriría si fueran
«autómatas»—. Vivimos aún en buena parte de la herencia de ese período,
especialmente en lo que toca a nuestra actitud ante los «animales de
laboratorio», que en los Estados Unidos son a menudo animales domésticos —
perros y gatos— enviados directamente a los laboratorios desde sus jaulas.
Podríamos alargar estas páginas con la mención de opiniones de otros autores
que se han ocupado de la naturaleza de los animales, de la diferencia entre los
animales y los hombres y de los modos como los animales son tratados, o
deberían ser tratados. Para confinarme —entre los autores modernos ya
clásicos— a Kant, recordaré que, según éste, nuestros deberes para con los
animales son sólo indirectos, en tanto que nuestros deberes para con nuestros
semejantes son directos. Con lo dicho hasta aquí, sin embargo, creo que resulta
claro que no hay, en el curso de la historia, un progreso determinado en lo que
concierne a nuestra actitud ante los animales. No se ha desarrollado, en suma,
ninguna actitud de benevolencia en una forma continua. Lo que ha habido son
períodos de alguna mayor sensibilidad ante el posible maltrato y sufrimiento de
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animales y períodos en los cuales dicha sensibilidad ha sido mínima, o nula. En
todo caso, puede verse, desde el punto de vista histórico, que nuestra
fascinación e interés por los animales no son cosas completamente nuevas. Lo
nuevo es la creciente preocupación, del lado de filósofos interesados en
cuestiones éticas y de autores que se han ocupado de problemas ecológicos, por
el trato de animales en laboratorios, en granjas industrializadas e inclusive en
mataderos. Se han organizado grupos que tratan de poner de manifiesto cuán
anacrónica es la caza de animales, cuán innecesariamente cruel es el uso de
trampas, y cuán ineficaz el empleo de venenos y pesticidas.
En los últimos tiempos han aparecido numerosos artículos y libros que tienen
por tema nuestro trato (y especialmente maltrato) de los animales. Muchos de
estos escritos han expresado la opinión de que no sólo tenemos ciertos deberes
y obligaciones para con los animales, sino de que también los animales poseen
ciertos derechos. Se han armado al efecto varios argumentos.
Algunos autores han afirmado que si los seres humanos tienen ciertos derechos,
los animales deben asimismo tener ciertos derechos, ya que ambos tienen el
mismo fundamento. La capacidad de sentir ha sido mencionada con frecuencia
como la base de los derechos de referencia. A veces se ha puesto de relieve que
si un ser tiene intereses, debe tener derechos ceteris paribus Se ha distinguido
entre varias clases de intereses, tales como derechos «básicos», «serios» y
«periféricos». Se ha discutido mucho la naturaleza del ser poseedor de derechos
—preguntándose si, por ejemplo, el que posee derechos tiene que ser capaz de
reconocerlos y reclamarlos (o cederlos); o si los derechos y obligaciones son
recíprocos, es decir, si el tener derechos comporta el tener obligaciones. Si se
dan respuestas negativas a estas preguntas, cabe concluir que, puesto que los
animales no son capaces o de reconocer que tienen derechos o de cumplir con
obligaciones, no se les pueden atribuir derechos. Se han introducido varias
distinciones en la noción de «derechos»: algunos autores han hablado de
derechos morales a diferencia de derechos legales; otros han examinado el
concepto de «derechos naturales», y otros han distinguido entre derechos
intrínsecos y derechos otorgados (distinción esta última que parece tener un
paralelo en la ya mencionada entre deberes directos y deberes indirectos).
Si se considera que la racionalidad o la pertenencia a una sociedad humana
constituye un requisito previo a la posesión de derechos, entonces, por
supuesto —y por definición— no cabe mantener que los animales tengan
derechos. Muchos autores indican que aun entre los seres humanos pueden
presentarse casos debatibles o «limítrofes». Se ha preguntado, por ejemplo, si
tienen derechos los seres humanos mentalmente muy retrasados. ¿Tiene
derechos alguien que se halle en un estado de coma del que se supone no podrá
recuperarse? ¿Tienen derechos los fetos humanos o los recién nacidos? ¿Los
tienen los todavía no natos o las generaciones futuras? Estos casos parecen ser
pertinentes si se mantiene que una de las cualificaciones necesarias para la
posesión de derechos es la racionalidad, o acaso la autonomía moral, por cuanto
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no parece que estas cualificaciones estén presentes en los casos extremos antes
mencionados. Algunos autores que han denegado derechos a los animales han
opinado a la vez —consistentemente— que los individuos en los casos
limítrofes de referencia carecen de derechos. Estas discusiones acerca de la
noción de «derechos» han sido tan agitadas que han engendrado toda clase de
opiniones. Algunos autores que se habían manifestado estando en favor de los
derechos de los animales han reformulado su posición en el sentido de que, a su
entender, la cuestión no es ya la de si hay o no que reconocer derechos a los
animales, sino la de si hay que introducir un cambio radical en nuestra actitud
hacia los últimos. Se ha suscitado, así, el problema de si la opinión según la cual
los animales tienen derechos no será una cuestión meramente retórica. Quienes
han negado que los animales tengan derechos han mantenido que sus
oponentes no han producido argumentos pertinentes en favor de los derechos
de los animales, sino que se han limitado a proponer que debe tratarse a éstos
con benevolencia. Por otro lado, autores como Joel Feinberg («Can Animals
Have Rights?» [«¿Pueden tener derechos los animales?»], en Animal Rights and
Human Obligation, ed. Tom Regan y Peter Singer, Englewood Cliffs, N. J., 1976,
págs. 190-96) han indicado que si examinamos por qué se estima que los
animales no deben ser maltratados, y si nuestra opinión al respecto implica la
noción de que un animal merece ser tratado con benevolencia por su propio
bien y si, además, la falta de benevolencia nos parece injusta, entonces decimos,
en rigor, que los animales tienen derechos.
Matar al perro de un vecino es causar daño al vecino, pero es también causar
daño al perro. En este caso parece que no sólo tenemos la obligación directa de
respetar la propiedad del vecino, sino también la obligación de respetar la vida
del perro. ¿Tenemos una obligación similar de no dejar que un animal salvaje
caiga preso en una trampa que romperá sus huesos, o sus patas, o lo
inmovilizará al punto de morir de frío, o de hambre, o de sed? Un animal
salvaje no es propiedad de nadie, de modo que, al usar una trampa para
apresarlo, no atentamos contra la propiedad de una persona. Puede ocurrir
inclusive que se haga caer en una trampa a un animal en un lugar solitario, un
lugar que, salvo el cazador, nadie haya visto hasta ahora y del que no se
sospeche ni siquiera la existencia. En este caso, parece efectivamente que no se
perjudique a nadie, ni se prive a nadie de su propiedad. Sin embargo, no puede
negarse que al entrampar a tal animal se le hace, para decirlo suavemente, un
flaco servicio. Entrampar a un animal equivale a producir dolor y sufrimiento
en una criatura capaz de sentirlos. ¿Puedo, desde un punto de vista moral,
negar simplemente que haya semejante sufrimiento, o debería tratar de
justificarlo? El deseo de vestirse con la piel de un animal, ¿es motivo suficiente
para que se lo mate? ¿Se tiene derecho a matarlo porque se considera que es una
plaga? ¿Por qué parece tan disparatado opinar que todo animal tiene derecho a
la vida —no un derecho absoluto, pero, de todos modos, un derecho?
Muy pocas personas —o cuando menos muy pocas personas que no tengan ya
«intereses creados»— estarían dispuestas a declarar en serio que los animales
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no son capaces de sufrir o experimentar dolor. En innumerables ocasiones se ha
afirmado que podemos estar seguros sólo de nuestro propio dolor —y, en
general, de nuestras propias sensaciones—. Cuando reconocemos que otra
persona sufre, suponemos que siente lo mismo que nosotros en circunstancias
similares. En otras palabras, entendemos su sufrimiento por analogía con el
propio. El hecho de que otra persona nos diga que siente un dolor no constituye
prueba de que, efectivamente, lo siente. No es posible meterse, por así decirlo,
en la piel de otro, y experimentar su dolor. Por otro lado, podemos confiar en lo
que alguien nos diga aun si sabemos que a veces la gente disimula —disimula
lo que siente o simula algo que no siente—.
Exactamente en la misma forma cabe reconocer que los animales experimentan
sufrimientos. Como Peter Singer ha escrito, los animales tienen un origen
parecido al nuestro, su sistema nervioso es similar nuestro y su
comportamiento al sufrir un dolor es semejante al nuestro. Es una mera argucia
proclamar que los animales que ocupan un sitio muy alto en la escala zoológica
(incluyendo mamíferos, pájaros, etc.) no experimentan dolor o sufrimiento. Sin
embargo, lo que a menudo no se tiene en cuenta es la cualidad y el alcance de
éstos.
Es posible que en algunos casos estimemos en menos de lo que es el dolor
experimentado por un animal mientras que en otros casos puede ocurrir que tal
dolor sea menor de lo que pensamos. Varios experimentos han mostrado que la
vivencia humana del dolor está muy estrechamente relacionada con lo que se
espera que ocurra: la misma dosis de presión sobre el organismo que se
considera como casi indolora cuando se supone que va a durar sólo unos
segundos, es juzgada como dolorosa cuando se presume que la duración va a
ser mucho mayor. El sufrimiento que puede causar la excavación de una muela
por un dentista es a menudo racionalizado, y, con ello, «disminuido», mediante
la idea de que con esta manipulación ingrata se evitará sufrir un dolor más
intenso. Este proceso de racionalización no tiene lugar en un animal. Este puede
no tener modo de saber cómo distinguir entre el dolor que le inflige alguien que
actúa de una manera deliberadamente cruel y el que le causa un veterinario al
tratar de cauterizarle una herida o curarle de alguna enfermedad. Algunas
gentes han afirmado que sus animales mimados parecen entender cuándo
alguien trata de ayudarlos o cuidar de ellos —o por lo menos parecen
comportarse como si lo entendieran—, pero, por supuesto, esto sería muy dificil
de probar. Si ello fuese verdad, tendría interesantes consecuencias para nuestra
comprensión de los procesos mentales de los animales, o de algunos de ellos.
Brigid Brophy ha expresado la opinión de que, en la misma medida en que un
animal no puede razonar abstractamente, el dolor que sufre puede ser aún
mayor que el experimentado por un ser humano. El animal, en efecto, no tiene
«otra cosa en qué pensar» (Animals, Men and Morals: An Inquiry into the
Maltreatment of Non-Humans [Los animales, los hombres y la moral.
Investigación sobre el maltrato de seres no humanos], eds. Stanley y Rosalind
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Godlovitch y John Harris, New York, 1971, páginas 125-45; artículo titulado «In
Pursuit of a Fantasy»). Algunos autores han alegado algo semejante al referirse
al dolor humano; éste parece más intenso cuando no hay otra cosa que hacer u
otra cosa en qué pensar (para «distraerse»). Brigid Brophy sugiere la idea de
que el dolor puede inundar «la capacidad total de experiencia [de los animales]
de un modo que es infrecuente entre nosotros, por cuanto nuestra inteligencia y
nuestra imaginación pueden producir huecos en la inmediatez de nuestras
sensaciones» (art. cit., pág. 129). Para expresar la misma de un modo algo
distinto: puesto que la propia vida de un animal depende de la acuidad de sus
percepciones, ya sea en el intento de evitar ser presa de otro, o en el intento de
capturar a otro, cabe que se halle más a tono, por así decirlo, con su propio
cuerpo de lo que estamos los seres humanos. Tal vez sería más adecuado
afirmar que los animales se hallan a tono con sus cuerpos de un modo distinto,
y, más vital, que nosotros. Los seres humanos, cuando menos en ciertas
ocasiones, son conscientes de sus propios cuerpos y del modo como aparecen
ante los demás y ante sí mismos. Sartre ha dilucidado, por ejemplo, la noción de
vergüenza en términos de nuestra capacidad de darnos cuenta de cómo
aparecemos ante los demás. Algunos animales pueden ser capaces de
«vergüenza» en el sentido de saber qué, o cuándo, han hecho algo que les
hemos prohibido hacer, pero es más dudoso que puedan ser capaces de saber
cómo aparecen ante otros, aunque —una vez más— algunas personas han
afirmado que sus animales mimados, especialmente perros y gatos, se sienten
«orgullosos» después de haber sido limpiados y peinados, o se sienten
«avergonzados» de estar sucios. Konrad Lorenz refirió una vez que un perro
suyo actuó de un modo que expresaba cierta «vergüenza» o «desconcierto»
cuando no reconoció a su dueño y se puso a ladrar ante él. Sin embargo, dudo
mucho que los animales sientan vergüenza respecto a su apariencia personal.
Ello no les impide estar «a tono con» sus cuerpos en una forma distinta de la
nuestra, al punto de que pueden darse mejor cuenta que nosotros de leves
variaciones en su percepción. Si esto ocurre, es posible que su sensación de
dolor sea más intensa que la nuestra. Pratt ha afirmado que puede haber
inclusive una base fisiológica que explique por qué los animales experimentan
un dolor mayor del que solemos experimentar los seres humanos.
En laboratorios donde se llevan a cabo experimentos dolorosos sobre animales,
los modos como el animal trata de evitar el dolor son considerados como
indicaciones de la existencia y el grado de éste. Creo, sin embargo, que los
modos indicados nos proporcionan una idea sumamente vaga de la manera
como, o la proporción en que, un animal —por ejemplo, un ratón— sufre al dar
saltos o al lamer su zarpa cuando trata de evitar que se le coloque de pie sobre
una rejilla a alta temperatura. De modo similar, los conejos en cuyos ojos se
depositan jabón u otras sustancias (con el fin de determinar el grado de
resistencia de ciertos cosméticos o detergentes) pueden no parecernos que están
sufriendo. El conejo es confinado a un lugar del que no puede moverse, como
no emite ningún sonido perceptible, el único indicador de la existencia de dolor
es el ojo ulcerado. En otros términos, el tipo de conducta que normalmente
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asociamos con el dolor, esto es, los gritos y los movimientos de resistencia, se
hallan ausentes, o son forzadamente evitados, en los casos de referencia, con lo
cual puede parecernos que el conejo no sufre. Pratt sugiere que un animal que
sufre suele no gritar, o aullar, o bramar, o lo que sea, porque estos sonidos son
«señales» que pueden alertar a un animal de presa y, por tanto, pueden poner
en peligro la vida del animal «amenazado». Supongo que Pratt debe de referirse
sobre todo, o exclusivamente, a las relaciones entre animales de presa y su
presa. Pero, en todo caso, puede ser muy difícil para el observador humano
determinar si un animal sufre. Desde luego, algunos animales gritan, o aúllan, o
ladran, etc. Por desgracia, a algunos de estos animales, como a los perros, se les
suelen extirpar las cuerdas vocales.
Se ha supuesto comúnmente que los «animales inferiores», como los
invertebrados, no experimentan dolor; que, por ejemplo, el gusano de tierra no
da ninguna señal externa de sufrimiento cuando se le corta en dos, o se le
prende en un anzuelo. Sin embargo, se ha descubierto hace poco que los
gusanos de tierra segregan «encefalinas» y «endorfinas beta», es decir, las
mismas sustancias que intervienen en el cerebro humano a modo de «opio
natural» para bloquear las sensaciones de dolor. Parece, pues, que hay «prueba
química» de que aun el gusano de tierra experimenta algún dolor.
Digna de nota es la relación existente entre el estado fisiológico, o
psicofisiológico, de «tensión» y el dolor. Sólo en los últimos años se ha
reconocido la importancia que desempeña el mencionado estado. Así, se ha
afirmado que en los seres humanos el estado de tensión desempeña un papel
importante en la producción de úlceras, en la jaqueca e inclusive en el cáncer.
Experimentos llevados a cabo sobre animales han mostrado que los ratones
sometidos a alguna tensión que resultaba inevitable sufrían de tumores
mayores y más numerosos que los ratones no sometidos a tensión, o a una
tensión menor. Es posible que la tensión engendre una más aguda sensación de
dolor o que ella misma sea causa de dolor. Si así es, la vida de animales en
parques zoológicos, en circos, rodeos, áreas dedicadas a la agricultura
industrializada —o «granjas industriales»—, etc., donde quedan frustrados los
instintos naturales y donde hay que vivir en condiciones de apiñamiento, puede
muy bien engendrar estados de tensión y, con ello, de sufrimiento. Desmond
Morris ha estudiado especialmente los estados de tensión en animales
encerrados en parques zoológicos. Los animales de referencia se comportan a
veces de modos extraordinariamente parecidos a los que caracterizan a los seres
humanos en estado neurótico. No es infrecuente observar modos de
comportamiento extraño y hasta autodestructivo en animales encerrados en
jaulas de parques zoológicos. Peter Singer (Animal Liberation: A New Ethics for
Our Treatment of Animals [La liberación de los animales. Nueva ética para
nuestro trato de los animales], New York, 1975) ha estudiado los estados de
tensión en animales sometidos a los procedimientos agrícolas industrializados.
Ha observado que, en el curso de varios estudios sometidos a debido control
científico, el apiñamiento de gallinas ha sido causa de muertes prematuras. En
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tres gallinas ponedoras confinadas en una jaula que ocupaba un área de 30x 45
centímetros, el índice de mortalidad en un año fue de 9,6 por 100. En cuatro
gallinas en las mismas condiciones, el índice alcanzó 16,4 por 100 y en cinco
gallinas, 23 por 100 (Ibid, pág. 116). Puercos similarmente confinados mostraron
sufrir asimismo de estados de tensión. Según dicho autor, este hecho es tan
común que las revistas especializadas hablan ya del «síndrome de tensión
porcina». Características del mismo son enfermedades de la piel, jadeos
excesivos e inclusive la muerte (ibid, pág. 120). También, según el mismo autor,
lo que nos parecen a nosotros leves alteraciones del ambiente, que apenas
merecen el nombre de «perturbaciones», como la aparición súbita de focos muy
brillantes, o ruidos extraños, pueden producir la muerte en puercos confinados.
Si la tensión de que hablo es motivo suficiente para causar la muerte sin
apariencia externa de enfermedad o dolor, es obvio que tenemos entonces muy
pocos criterios por medio de los cuales podemos juzgar sobre las
incomodidades que sufren los animales, salvo, por supuesto, cuando parece
que mueren súbitamente o prematuramente por causas que no producen el
mismo fin en distintas condiciones. Cuando consideramos, además, que
muchos psicólogos se interesan justamente por determinar la dosis de tensión
que se produce en pruebas de laboratorio, empezamos a advertir que estas
mismas pruebas, unidas a las condiciones por sí mismas productoras de tensión
que resultan del propio ambiente de laboratorio, resultan aún más crueles de lo
que imaginábamos al principio. Con ello pasamos por alto, además, la cuestión
de la validez que puedan tener tales pruebas para determinar la tensión sobre
animales ya previamente en el estado que se trataba de determinar. A menudo
se observa que los animales —animales salvajes, pájaros, etc.— mueren a causa
de tensiones excesivas. Basta muchas veces al efecto la tensión que le produce al
animal el hecho de ser capturado.
Así, aunque es cierto que animales y seres humanos poseen sistemas nerviosos
similares, creo que no es adecuado sacar conclusiones respecto a los
sufrimientos de un animal a base de nuestras propias experiencias. En otros
términos, es muy probable que, al suponer que la conducta de un animal tiene
que ser análoga a la propia, terminemos por calcular por debajo al tratar de
determinar el grado de sufrimiento que el animal experimenta. Consideremos
una costumbre muy extendida en los Estados Unidos: el hacer cortar las garras
y, con ello, la primera juntura en las patas de los gatos, cuando menos en las
patas delanteras. Esta operación la practican los veterinarios anestesiando al
gato —aunque algunos veterinarios se niegan a practicarla y algunos que se
dedican a la cría de gatos se niegan a venderlos, o a cederlos, a menos que el
comprador asegure que no se les van a cortar las garras—. La operación
indicada es muy conveniente para el propietario, porque, al carecer de garras,
un gato no puede dañar muebles o alfombras. Algunos alegan que las patas se
restablecen rápidamente y que el gato no echa de menos las junturas
intervenidas y las garras cortadas. Pero los que se oponen a la mencionada
intervención alegan que con ella el gato queda sin defensas naturales, y aunque
puede muy bien no necesitarlas en estado de domesticidad, la amputación
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altera el equilibrio fisiológico del gato y, con ello, su conducta; el animal se
convierte en un «gato malo». Cabe preguntar, desde luego, si el gato echa o no
de menos sus garras —una pregunta muy difícil de contestar a base de
conjeturar lo que nos pasaría a nosotros si se nos amputaran los dedos de los
pies, pues aunque ello nos causaría trastornos, no pueden ser comparados con
los experimentados por un gato para el cual las garras no sólo son un
instrumento de defensa natural, sino que son asimismo órganos usados para
subirse a una altura o recoger cosas. Supongamos que se pregunte a una mujer
qué «preferiría» que se le amputara: uno de los pechos o uno de los dedos del
pie. Creo que la mayor parte de las mujeres preferirían perder el dedo de un
pie, no sólo porque ello es una operación quirúrgica más sencilla, sino porque,
en nuestra civilización, se presta gran atención a los pechos de la mujer en tanto
que los dedos de los pies son menos «prominentes». En cambio, es posible que
una gata «prefiriese» que se le amputara un pecho, porque las garras son para el
animal más útiles que los pechos. Además, las gatas tienen varios pechos, de
modo que a lo mejor la pérdida de uno de ellos no sería, después de todo, tan
«deplorable» para el animal. Por tanto, nos es imposible tener una idea del
dolor o sufrimiento que puede experimentar un animal y poder decir «cuánto»
sufre, pues su mundo y el nuestro son distintos, de modo que aquí se quiebra
toda analogía. No podemos simplemente sustraer en la imaginación lo que
estimamos que constituye nuestra racionalidad y entonces concluir que
sabemos cómo siente un animal. La similitud de los correspondientes sistemas
nerviosos no da pie para afirmar que el dolor causado sea idéntico. El
sufrimiento que experimenta un animal puede ser en algunos casos menor que
el nuestro y en otros casos puede ser más intenso.
Estas nociones relativas a la experiencia del dolor en los animales han llevado a
algunos a mantener que los animales tienen el derecho de que no se les haga
sufrir. ¿Tienen también derecho a la vida? ¿Podemos sostener que es
moralmente reprobable matar a un animal haciéndolo sufrir o tratarlo
cruelmente, pero que es perfectamente justificado matarlo si no se le causa
ningún sufrimiento. Mi respuesta a lo último es negativa. Es cierto que algunos
autores que han defendido «los derechos de los animales», como Peter Singer,
han expresado a la vez dudas sobre si los animales tienen o no derecho a vivir.
Dicho autor sugiere que puede causarse daño a un ser viviente al eliminarlo y
eliminar con ello su futuro cuando tal ser viviente tiene una concepción de su
propia realidad a lo largo del tiempo, y puede, en consecuencia, forjar planes
para el futuro y expresar deseos que espera ver realizados. Puesto que un
animal no puede forjar tales planes o expresar semejantes deseos, mantiene
Singer, destruirlo, siempre que se haga sin causarle dolor, no es hacerle ningún
daño. Me parece, sin embargo, que el daño más grande que una criatura puede
infligir a otra es quitarle la vida. Singer parece dar a entender que puesto que
un animal puede darse cuenta de su sufrimiento, es injusto infligírselo, pero
puesto que no tiene idea de un futuro en una forma abstracta, o acaso no puede
tener una noción de lo que es vivir, matarlo no es causarle ningún daño y, por
consiguiente, no es un acto inmoral. El autor de referencia admite sin ambages
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que esta idea lleva necesariamente a conclusiones que algunos considerarían
inadmisibles. Resulta de ella, en efecto, que si no es injusto matar a un animal
por las razones antes indicadas, acaso no sea injusto tampoco matar, sin causar
sufrimiento, a un niño pequeño o inclusive a un adulto mentalmente muy
retrasado. Ahora bien, aparte el hecho de que estas conclusiones se oponen a
nuestras intuiciones morales básicas, no tenemos ninguna razón de peso para
creer que somos más reales para nosotros mismos de lo que es un animal para
consigo mismo. Los seres humanos podemos hablar de conceptos como los de
«vida», «muerte», «conciencia de sí mismo», etc., pero esto, por sí mismo, no
demuestra que seamos más reales para nosotros de lo que es un animal para sí
mismo, pues el último se halla orientado hacia el futuro tanto como lo estamos
nosotros. El animal no puede, que sepamos, verbalizar acerca de su propio
futuro, pero todos sus procesos fisiológicos se hallan, lo mismo que los
nuestros, orientados hacia el futuro. El hecho de que veamos nuestro futuro en
términos de preferencias, deseos, etc., y de que el animal viva «hacia el futuro»
de un modo específico suyo, dominado acaso por los instintos, no equivale a
decir que su futuro cuente para él menos. En rigor, puesto que su futuro se
halla, por así decirlo, «menos abierto», cabría afirmar que se halla insertado en
él, fisiológicamente, de un modo aún más decidido que en nosotros. Como buen
utilitario, Singer cree que si el futuro de una persona parece contener, o
prometer, más placer que dolor, es injusto privarle de futuro, pues ello equivale
a privarle de alguna suma de placer y, con ello, a disminuir la cantidad total de
placer en el mundo. Pero puede muy bien ocurrir que una persona que
considere su futuro, haciendo planes para él, pero presumiendo que van a
fracasar, y sabiendo además que, en todo caso, si vive un tiempo suficiente van
a iniciarse, y a intensificarse, procesos de deterioro —que semejante persona,
digo, sea menos feliz que un gato que no forja semejantes planes, que no puede
imaginar un momento en que, con el envejecimiento lento, van a empezar toda
clase de miserias, que no es capaz ni siquiera de imaginar un mañana salvo
como una repetición de un hoy. En semejante caso, la anticipación por el gato
de un futuro, justamente por ser sumamente vaga y difuminada, contiene una
dosis mayor de felicidad que la que le toca en suerte a muchos seres humanos,
de modo que, desde un punto de vista estrictamente utilitario, sería peor matar
a un gato que a un ser humano, o, en todo caso, a un ser humano muy escéptico
con respecto a su propio porvenir.
Al escudriñar las nociones antedichas, Singer pone de manifiesto la idea de
«repetición». A base de la misma sugiere que es moralmente permisible, por
ejemplo, matar a un puerco para alimentarse de su carne —siempre que la
matanza se efectúe sin dolor—, porque el puerco será sustituido por otro, de
modo que nada se habrá perdido en términos de la suma total de placer o de
bienes en el mundo. Esta sugerencia se basa en el supuesto de que cada puerco
es sustituible por otro, es decir, que un puerco es exactamente idéntico a otro.
En un cierto sentido, este supuesto es cierto, pero si así ocurre, los seres
humanos caen también bajo el mismo. Siguiendo el mismo hilo cabría entonces
decir que si una mujer pierde a un niño, puede decidir tener otro para
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reemplazar al que se ha perdido. Si un marido pierde a su mujer, puede
volverse a casar, y así tendrá otra mujer. Desde luego, al hablar de seres
humanos no pensamos realmente que uno pueda sustituir a otro. Un segundo
hijo puede proporcionar alegrías que habíamos esperado recibir del primero,
prematuramente fallecido, y una segunda esposa puede llevar a cabo algunas
de las funciones de la esposa previa, pero preferimos pensar que cada ser
humano tiene una personalidad única y, en este sentido, es irremplazable y no
puede ser «duplicado». Creo que lo mismo pasa con un animal. Cabe afirmar
que un puerco sustituye a otro sólo si presuponemos que la única finalidad del
puerco es simplemente la de proporcionarnos jamón, y sólo si no podemos
distinguir un pedazo de jamón de otro. Pero lo más seguro es que vivir la vida
de un puerco sea, para el propio puerco, una cosa deseable. Creo que estamos
tentados de decir que un puerco sustituye a otro sólo porque tenemos tan poca
experiencia de la vida de los puercos, que concluimos que todos se parecen, de
modo que no podemos distinguirlos entre sí. Sin embargo, ello muestra
únicamente nuestra falta de familiaridad con la vida del puerco, no la falta de
individualidad del último. Mucha gente se llevó las manos a la cabeza cuando
el ex vicepresidente de los Estados Unidos Spiro Agnew dijo, al referirse a los
barrios miserables de las ciudades que «cuando se ha visto uno, se han visto
todos». Pero esto no es cierto ni de tales barrios ni de los animales. La gente que
cuida de sus animales mimados habla de sus distintas personalidades, aun si
pertenecen a la misma raza. Los etólogos han hablado asimismo de las distintas
personalidades de los animales cuya conducta han observado. Para un etólogo
que estudia la conducta de los leones, las expresiones faciales, los rugidos, el
modo como están dispuestos los pelos de los bigotes, etc., de cada león son
únicos. Stella Brewer (The Chimps of Mt. Asserik, New York, 1979) afirma que
pudo reconocer claramente la voz de un determinado chimpancé que había
estado a su cargo aun si no lo había visto desde hacía muchos meses y no
esperaba volverlo a encontrar. Cada uno de los llamados «animales superiores»
por lo menos, es verdaderamente un individuo y verdaderamente único. No
puedo, pues, asentir a las razones aducidas por autores de tendencia utilitaria
de que matar a una persona es causarle daño, pero matar a un animal no lo es.
Henry Sidgwick destacó bien la importancia del individuo cuando escribió que
«desde el punto de vista del Universo (si se me permite decirlo), el bien de
cualquier individuo no tiene mayor importancia que el bien de cualquier otro».
Ahora bien, me parece que cuando autores como Singer y Ryder proclaman que
hay que terminar con el «especieísmo», es decir, con la idea de una preferencia
en favor de nuestra especie simplemente porque es nuestra —lo que consideran
como una forma de prejuicio, no completamente distinto del expresado en el
sexismo y el racismo—, lo que quieren es mantener una concepción no
antropocéntrica del universo. Si pudiéramos juzgar el valor de una cosa desde
un punto de vista distinto del humano, ¿qué juicio formularíamos? Si se nos
pidiera formularlo, se nos pediría lo imposible. Pero si pudiéramos formular un
juicio desde el punto de vista del universo, nuestro juicio sería muy distinto. Si
los animales pudiesen adoptar un punto de vista utilitario, afirmarían que la
suma total de placer en el mundo aumentaría si los seres humanos
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desaparecieran. Y si desapareciesen los seres humanos, ¿habría otros seres
vivientes que nos echarían de menos?
Al tratar de problemas morales, nociones como las de «autodefensa» e
«inocencia» son sumamente importantes. Creo que el más ahincado defensor de
los derechos de los animales aceptaría la idea de que es moralmente justificado
matar a un animal si éste amenaza nuestra propia vida o la vida de un
semejante. No hay, que sepa, pacifistas entre los defensores de los derechos de
los animales, esto es, no hay nadie que afirme que estamos obligados a no
ofrecer resistencia cuando un animal nos ataca para matamos. Pero una vez esto
establecido, hay que reflexionar sobre esta cuestión: ¿cuántas veces, en el curso
de nuestra vida, peligra nuestra existencia a causa de un animal? Las pocas
ocasiones en que un animal pone en peligro la existencia de un ser humano son
las ocasiones en que éste tiene poco, o ningún, conocimiento de un determinado
ámbito viviente, y procede a invadirlo de tal modo que no permite a un animal
que se escape. En tal circunstancia el animal puede muy bien atacar. A veces
una persona se encuentra con un animal que está protegiendo a sus pequeños.
También en este caso el animal puede lanzarse al ataque. Puede peligrar
asimismo la vida de un ser humano que entrene a, o trabaje con, animales
salvajes o la vida de alguien que actúe de una manera completamente contraria
a lo que un animal espera. Por ejemplo, los osos grises en los parques
nacionales de los Estados Unidos han matado a algunas personas,
probablemente porque han sido alimentados por otros seres humanos tan
frecuentemente, que asocian los seres humanos con el alimento. Los maullidos
de tales osos grises pueden muy bien ser únicamente la expresión de su intento
de descubrir el alimento que se les ha acostumbrado a esperar encontrar. La
mayor parte de los animales tratan de evitar el encuentro con seres humanos.
Los propios animales rabiosos no siempre atacan. Muy pocos animales,
incluyendo los animales de presa, comen carne humana si hay otra clase de
alimento disponible. No hay que olvidar que los propios seres humanos han
consumido a veces carne humana cuando no tenían otros medios de nutrición a
su alcance. No se puede decir, por tanto, que, en general, los animales
realmente nos amenazan. A lo sumo, compiten con nosotros para obtener los
mismos alimentos, pero aun dada esta competencia nos las hemos arreglado
para aumentar la población humana con suma rapidez. Por otro lado, cabe
afirmar que los seres humanos han sido, y siguen siendo, una amenaza para los
animales. Hemos causado la extinción, o la casi extinción, de varias especies
vivientes, porque nos gustaban los trofeos de caza, o nos gustaba su carne, sus
plumas, sus pieles, etc., o a veces simplemente porque queríamos disponer del
espacio que ocupaban. Así, pues, los animales son, en un sentido auténtico de la
palabra, blancos —blancos inocentes— de nuestra persecución. Son inocentes
en el sentido de que no hacen nada para causarnos daño, o por lo menos son
muy pocos los casos en los que intentan causárnoslo. Los animales son
asimismo inocentes en un sentido aún más importante —un sentido moral —,
por cuanto no tienen ninguna idea del mal y del bien: siguen simplemente sus
instintos naturales. Ahora bien, si tuviéramos que habérnoslas con una persona
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que hubiese matado a otra sin la menor intención de hacerlo, o que, por su
estado de enajenación, no supiera ni siquiera que hizo tal cosa, no la
castigaríamos, ya que nuestras creencias morales se fundan en la noción de libre
albedrío. Podríamos, eso sí, tratar de alejar a tal persona de la sociedad con el
fin de proteger a ésta, o proteger a la propia persona. Pero en la medida en que
la persona en cuestión no sabía lo que hacía, sería injusto censurarla. En este
caso cabe decir que la persona es inocente aun si lo que ha hecho es,
efectivamente, injusto. Pero si los animales no han cometido ni siquiera estos
actos injustos, son inocentes por partida doble. A despecho de ello,
recompensamos su inocencia con matanzas en masa. Causamos dolor y
sufrimiento inclusive a miembros de especies por las que sentimos simpatía o
admiración. Para hacernos con un animal «exótico» —por ejemplo, un mono o
un loro —, matamos a sus progenitores, por no decir nada del enorme número
de seres vivientes que mueren al ser trasladados de las junglas de Africa o de la
América del Sur a Europa o a los Estados Unidos. Si la criatura, que nació libre
en la jungla, sale viva del trance, se la confinará por el resto de su vida. Sea que
nos guste por su belleza, por su carne o por lo que sea, el fin del animal es casi
siempre el mismo: la muerte. Y en el caso de los animales usados en
experimentos de laboratorio o criados en granjas industrializadas, la muerte
puede muy bien ser un alivio para sus sufrimientos. Así recompensamos la
inocencia.
José Ferrater Mora
2
Ha habido, y sigue habiendo, tenaces defensores de la idea de que la especie
humana es absolutamente excepcional, en el sentido de que hay entre ella y los
demás seres vivientes, incluyendo algunos que, como los chimpancés, ofrecen,
en su figura y en su comportamiento, aspectos sorprendentemente humanos,
una diferencia de naturaleza y no sólo de grado. Entre los defensores aludidos
figuran tanto personas de diversas confesiones religiosas como otras que
despliegan indiferencia, e inclusive hostilidad, en materia de religión. Entre los
primeros cabe mencionar los que insisten en el carácter excepcional de los seres
humanos, porque, si bien son criaturas, han sido formadas a imagen y
semejanza de Dios. Entre los segundos cabe mencionar a quienes, como Sartre,
no brindan en su sistema filosófico ningún lugar para Dios, o para cualquier ser
calificable de «supremo», justa y precisamente porque Dios, si pudiese existir,
sería una imposible unión de algo no humano con algo humano. Los seres
humanos son, para Sartre, tan peculiares que son lo que no son, y no son lo que
son.
Ideas semejantes, aunque fundadas en otros supuestos, se rastrean en quienes
sostienen que la mente humana, que caracteriza al ser humano y lo distingue de
otros, es metafísicamente distinta del cuerpo humano; o en quienes ponen de
relieve que los seres humanos son los únicos que, quiéranlo o no, se eligen a sí
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mismos como tales, de suerte que no hay una naturaleza humana, sino, a lo
sumo, un proceso en el curso del cual el ser humano se va constituyendo como
lo que es, gracias a que se va constituyendo como lo que va a ser.
La idea de que los seres humanos son radicalmente excepcionales es un común
denominador bastante vago —como lo dan a entender los varios ejemplos
aducidos—. Pero es, además, confusa si se la interpreta corno equivalente a la
opinión de que la realidad humana no contiene o, en todo caso, no implica, o
co-implica, ninguna otra realidad. Aun si se supone que el ser humano ha sido
creado a imagen y semejanza de Dios (y se ha observado que 'semejanza' atenúa
el sentido de 'imagen' excluyendo su paridad), se sobrentiende que ha sido
como plasmado, o encastrado, en substancias naturales; en épocas pasadas no
se hablaba de células, o de cadenas de moléculas de ácido ribonucleico, pero se
hablaba de carne, huesos y sangre, los cuales existen asimismo en abundancia
en muchos seres vivientes no humanos. Hablar de que el ser humano se hace a
sí mismo, eligiendo no sólo lo que va a ser, sino también, y sobre todo, quién va
a ser —y quien va a ser es identificado con lo que es—, no descarta, sino que a
menudo acentúa el hecho de que este «hacerse a sí mismo» es, como algunos
dirían, un «diálogo dramático» con las circunstancias, en las cuales figuran no
sólo árboles, rocas, aire, agua, así como objetos manufacturados por los propios
seres humanos, sino también realidades biológicas corporales como el cerebro,
los pulmones o el hígado. El que el ser humano sea una persona, en cuanto fin
en sí mismo, en cuanto agente moral racional y, en general, en cuanto realidad
que opera, o puede operar, en el mundo «inteligible» como mundo
«nouménico», no lo hace independiente del mundo «fenoménico», etc. Sin
embargo, a la hora de la verdad —para unos, la hora de llevar a cabo una
decisión moral; para otros, la hora de entregar el alma a Dios—, las dimensiones
«fenoménicas» se quedan aguardando en un trasfondo con derechos puramente
nominales.
Algunos pensadores, particularmente cautelosos, pero todavía afectos a la idea
de la «diferencia específica» entre seres humanos y seres vivientes no humanos,
especialmente ciertos animales, han tratado de descubrir esta «diferencia» —
que justamente se llama a veces differentia sin más— y la han encontrado en
características como el ser racional, el ser capaz de lenguaje, el ser capaz de
crear y usar símbolos, el ser histórico, etc. De este modo, se ha logrado un
compromiso entre la idea del ser humano como especie animal y la idea del
mismo como un tipo de realidad que trasciende de alguna manera el ser animal
y natural. Este compromiso se ha hecho más interesante, o más atractivo, o más
«dramático», cuando se ha presentado bajo la forma de una «tensión»: tensión
entre lo natural y lo moral, lo fenoménico y lo nouménico y, más poética, o
religiosamente, entre la bestia y el ángel, oscilando perpetuamente entre ambos
—«dos almas, ¡ay!, habitan en mi cuerpo», donde el cuerpo resulta ser una de
estas «almas».
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En principio, los pensadores cautelosos aludidos no se han desviado mucho del
buen camino porque, dadas dos clases naturales, cabe encontrar caracteres
específicos que las distinguen. En lo que, a mi entender, han errado dichos
pensadores es en destacar la especificidad de la especie humana, la mencionada
differentia, como un rasgo absolutamente excepcional y, además, en inclinarse a
veces a pensar que dicha especie constituye un «centro» en. torno al cual gira,
por lo menos moralmente, el universo, y que es el punto más destacado en un
proceso evolutivo.
Adopto aquí otro punto de vista que, sin ignorar diferencias, y muy
considerables, las concibe como diferencias de grado y no de naturaleza o, como
antaño se decía (y ahora vuelve a decirse) de «esencia». La especie humana es
presentada aquí como una especie animal cuyos condicionamientos biológicos,
y biológico-evolucionarios, no deben olvidarse, no sólo cuando llega la hora de
examinar sus estructuras sociales y sus realizaciones culturales, sino también
cuando se procede a escrutar una de estas últimas: las normas, reglas, juicios e
imperativos morales. La «Introducción» a este libro da algunas vueltas, y espero
que proporcione algunos refinamientos, a esta cuestión.
Cuando se afirma que la especie humana es una especie animal que exhibe
diferencias de grado muy considerables con respecto a otras especies, no es, o
no es sólo, por sus mayores capacidades intelectuales; por sus más abundantes
y refinadas habilidades instrumentales; por su mayor creatividad (y
flexibilidad) en la producción de formas y relaciones sociales; por sus
capacidades artísticas más desarrolladas, etc., sino también, y sobre todo,
porque a causa de todo ello la especie se ha implantado en el conjunto de
ecosistemas que forman el planeta de un modo que ha alterado notoriamente
muchos de ellos. Es cierto que en el curso de la evolución natural ha habido
cambios muy grandes en el conjunto, y en la serie, de ecosistemas, al punto que
la evolución natural es presentada a menudo bajo forma de descripción y
explicación de dichos cambios. Ha habido inclusive lo que se han llamado
«ecocatástrofes», en un sentido no valorativo de 'catástrofe', es decir, no como
cambios radicales indeseables, sino sólo relativamente bruscos. Equilibrios
dados se han deshecho para dar lugar a nuevos equilibrios.
¿Por qué estimar, pues, que una alteración fundamental de estructuras
naturales como el introducido por la especie humana es apenas comparable con
otros?
Si la especie animal llamada «ser humano» se hubiese limitado a introducir
cambios en sus estructuras sociales, y a utilizar objetos naturales como
instrumentos, o inclusive a fabricar instrumentos rudimentarios, no podría
hablarse, como ha hecho Freeman J. Dyson de «perturbar el universo» o de
«disturbios en el universo» (Freeman J. Dyson, Disturbing the Universe, New
York, 1979). Dyson entiende estos «disturbios» en un sentido no enteramente
incompatible con el que aquí se da a esta expresión, pero se refiere
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particularmente a una fase muy avanzada en el proceso histórico humano, que
ha llevado a la posibilidad de «remecer», y hasta «rehacer», el universo, aunque
sea ese menudo fragmento de universo que es el sistema solar. Aquí entiendo
por «perturbar» el universo introducir perturbaciones o disturbios en el
conjunto de ecosistemas llamados «el planeta Tierra», de suficiente
envergadura, y de características suficientemente distintivas, como para que
resulte difícil compararlo con cualesquiera otros cambios antecedentes a la
aparición de la especie humana, y hasta durante la mayor parte del tiempo en
que ha existido la especie en el planeta.
Primero se pensó en miles de años, luego en centenares de miles; ahora se pasa
del millón —como período durante el cual la especie humana vivió no en el
clásico «estado de naturaleza», en el cual, de todos modos sigue viviendo, sino
en un estado en el que, aun con la producción de más variados, bien que no
necesariamente más complejos y bien organizados, sistemas sociales, y con una
tecnología más avanzada que la de sus primos hermanos zoológicos, no alteró
grandemente la configuración de la biosfera. Durante el largo período en el que
los seres humanos, en cantidades relativamente escasas, vivían, y muchas veces
malvivían, a base de la caza de animales y de la recolección de frutos, la tierra
permaneció sin muchas más perturbaciones que las que hubiera cabido esperar
del curso general evolucionario. El primer «disturbio» importante,
posiblemente el mas importante y decisivo, fue la introducción de la
agricultura. Aún hoy puede verse, en las regiones cada vez más esquiladas
donde persiste la titulada «vida salvaje» —una expresión que, por fortuna,
vuelve a usarse en un sentido no peyorativo—, que los ecosistemas existentes se
van desintegrando y contrayendo con la introducción de los cultivos, al punto
que uno de los asuntos que se debaten es el de si, y hasta qué punto, pueden
cohonestarse las necesidades agrícolas de ciertas comunidades con la
conservación de multitud de especies.
La historia es larga —aunque mucho menos larga que la prehistoria— y para
los efectos que aquí me interesan suficientemente conocida. En los últimos
cuatro mil años, y especialmente en los últimos cien años, se ha producido una
verdadera explosión de «humanidad». La especie ha ido invadiendo el planeta,
«humanizándolo» en un sentido literal, no siempre necesariamente en el
sentido que tiene este termino cuando se emplea para formular juicios de valor
positivos sobre las costumbres. La explosión antedicha se ha intensificado a ojos
vistas, al unísono de otros acontecimientos no menos patentes: la revolución
científica y tecnológica ha adquirido un carácter casi permanente; los trastornos
sociales han sido inmensos, produciéndose a la vez enormes beneficios y
descomunales desigualdades, etc. Es cierto que, tras un período en el que
parecía que la población iba a aumentar exponencialmente al punto que se
preveía que dentro de un par de siglos no habría espacio para todos s los
individuos sobre la Tierra, parece haberse estabilizado el aumento demográfico
global, aunque haya al respecto enormes diferencias —la población de Kenya
doblará en diez años; la de Suecia, en doscientos dieciocho—. Pero, con todas
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las estabilizaciones que se quieran, el aumento demográfico ha sido ya de
suficiente envergadura para que pueda decirse que la especie humana ocupa, y
domina un espacio más amplio y variado que el ocupado y dominado nunca
por ninguna otra especie. En suma, aun si se llevaran a cabo en todas partes con
éxito los proyectos de «crecimiento demográfico cero», la situación seguirla
siendo la de un «disturbio» fenomenal introducido por nuestra especie.
Esta situación plantea muchos problemas para la propia especie: problemas
económicos, sociales, políticos, morales, etc. No escasean las soluciones
propuestas: económicas, sociales, tecnológicas, etc. —y, en el caso de las
soluciones morales, las dilucidadas en la llamada «ética ecológica» o «ética del
medio ambiente»—. Pero todas las soluciones, o conjuntos de soluciones,
parecen parciales ante dos posibles «salidas».
Una de ellas consistiría en, por así decirlo, «desperturbar» el planeta,
desandando lo andado. Nadie propugna, que yo sepa, esta solución, pero hay
ecos de ella en algunos movimientos ecológicos más o menos románticos y en
consignas del «retorno a la Tierra», «retorno a la simplicidad», «lo pequeño es
mejor que lo grande», etc. La propuesta, si se toma realmente en serio, tiene
algo de fantasioso: consiste en propugnar que la especie humana renuncie a su
posición de ocupante y dominador de la Tierra abandonando no sólo la
industria, mas también la agricultura. Para seguir esta propuesta habría que
disolver las sociedades actuales —y no sólo las grandes potencias o «el
Poder»—, desmenuzándolas en comunidades de cazadores-recolectores, cuyo
número iría disminuyendo hasta que volvieran a insertarse en un mundo
donde coexistirían con «la vida salvaje», permitiendo a ésta volver a
desarrollarse sin trabas.
Otra «salida» consistiría en «superperturbar» el planeta con la continuación de
las explosiones demográficas, la intensificación de los cultivos agrícolas, el
crecimiento económico a toda costa, el dispendio de energía, etc., aun si hubiera
que arrostrar al efecto las costosas, o peligrosas, consecuencias de una creciente
contaminación de la biosfera. Tampoco nadie propugna, que yo sepa, esta
«salida» en la forma indicada, o, si se propone seguir adelante, se advierte que
ello ha de ser con auxilio de los conocimientos científicos y de los recursos
tecnológicos, los cuales pueden aminorar buena copia de males mediante el
descubrimiento de nuevas fuentes de energía, el aprovechamiento de fuentes de
energía renovables o «reciclables», la disminución de la contaminación por
medios técnicos apropiados, etc. Cabe preguntar, sin embargo, si, aun
resolviéndose a entera satisfacción de los interesados —y, puesto que se trata
del futuro, de los «interesables»— muchos, o inclusive todos, los problemas, el
«superdisturbio» ocasionado no terminaría por alterar por completo, y no como
hasta ahora sólo parcialmente, «la faz de la Tierra», haciendo de ésta un
exclusivo dominio humano; y si no llegaría un momento en que los disturbios
así causados sólo podrían corregirse extendiéndolos al «espacio», con la
creación, ya seriamente propuesta, de «colonias espaciales» —el
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«desmantelamiento» del planeta Júpiter podría incluirse en el proyecto—. Los
que mueren de hambre en Uganda o en las regiones al sur del Sahara, o sus
enflaquecidos descendientes, podrían recuperarse convirtiéndose en «colonos
del espacio». El que esta salida pudiera dar al traste con todos los sistemas
ecológicos aún existentes, y de los que aún seguirnos viviendo, no sería
obstáculo mayor: o no habría ya necesidad de tales sistemas, o podrían
producirse sistemas artificiales de acuerdo con las necesidades de la especie.
En su obra sobre «la responsabilidad del hombre ante la Naturaleza» (Man's
Responsability for Nature: Ecological Problems and Western Traditions [La
responsabilidad del hombre ante la Naturaleza. Problemas ecológicos y
tradiciones occidentales], New York, 1974), John Passmore ha examinado
detalladamente las diversas concepciones, religiosas, políticas y filosóficas, que
han tenido, y siguen teniendo, gran influencia: el ser humano como «dueño de
la Naturaleza» o inclusive como su «déspota»; el ser humano como una especie
de «guardián» de la Naturaleza, o como «cooperador», etc. En general, sus
ideas son razonables, porque se oponen tanto a la actitud de dominio y
expoliación de la Naturaleza, como a la creencia de que, habiéndose servido los
seres humanos para dominar y expoliar la Naturaleza de la tecnología, hay que
reducir el alcance de ésta a fin de restablecer un módico equilibrio ecológico. En
todo caso, ninguna de las soluciones que propone Passmore se acerca en lo más
mínimo o a una desperturbación radical o a una superperturbación gigantesca.
Si difiero del mencionado autor es sólo en un punto, pero uno importante: en
que no considero, como él, los intereses humanos como «supremos». Si fuesen
realmente supremos, ¿por qué no permitir a la especie humana seguir
dominando, y aun expoliando, el medio ambiente —el terrestre por el
momento, y alguno supraterrestre luego—? Passmore contestaría, desde luego,
que ello no sería permisible, y que sus puntos de vista le vedarían adoptar tal
actitud. Sin embargo, me parece que no podría conciliar la misma con la idea de
la supremacía. Si la especie humana aumenta en número, y necesita
oportunamente entrar a saco en la Naturaleza, y dispone al efecto de los
necesarios recursos tecnológicos, su supremacía constituiría el factor
determinante. No habría razón para no seguir, si ello fuese necesario, la vía de
una archisuperperturbación. Una de las consecuencias de la misma sería la de
que, al «humanizarse», en el sentido antes apuntado, la Naturaleza, una parte
substancial de ésta, en cuanto ambiente dentro del cual la especie humana vive,
podría terminar por desaparecer prácticamente del mapa. ¿En qué medida sería
ello, aun si factible, deseable? Consideremos el caso de los animales, tema del
presente capítulo.
Hay muchos y muy diversos motivos y razones para no adoptar una actitud
que, de llevarse a cabo lo que presupone, daría por resultado un excesivo
empobrecimiento de la Naturaleza viviente en general, y del llamado «reino
animal» en particular. Usaré para abreviar la expresión 'vivientes'. Se han
aducido, entre otros, los siguientes argumentos: 1) Un mundo sin vivientes, o
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con una considerable reducción en el número y variedad de vivientes, sería
menos rico que un mundo con vivientes y, a fortiori, con una considerable
variedad y número de éstos. 2) Los vivientes proporcionan un goce psicológico
y estético a los seres humanos.
Ninguno de estos argumentos me parece persuasivo. (1) Es muy discutible, y
depende de una metafísica de cariz más o menos leibniziano, con su insistencia
en la abundancia y variedad de realidades. (2) Deja en pie la idea de los
intereses humanos como «supremos», de modo que si cambian éstos ha de
cambiar asimismo la actitud adoptada respecto a los vivientes. Si todos y cada
uno de los seres humanos dejan de experimentar la menor satisfacción por
convivir con otros vivientes, y hasta si un día ocurre que todos y cada uno de
los seres humanos empiezan a odiar los álamos, los geranios, los rinocerontes,
las ardillas, etc. y a complacerse únicamente en conducir automóviles, mirar
escaparates de tiendas o contemplar en la pantalla «escenas de la vida
matrimonial», parecerá difícil argüir contra semejantes intereses supuestamente
«supremos».
Emprenderé un camino que conduce a parajes no muy distintos de los
alcanzados por Passmore, pero que no se vale de la idea de los intereses
humanos como supremos.
Las diferencias entre las capacidades humanas y las de otros vivientes son
impresionantes en varios respectos. ¿Quiere esto decir que lo son en todos?
Prima facie no parece que sea así. En lo que toca a la supervivencia de la
especie, hay especies que han batido, y que posiblemente seguirán batiendo, a
la humana. En cuanto a la firmeza y estabilidad de la organización social,
muchas sociedades de insectos le ganan la partida a cualesquiera tipos de
sociedades humanas. Los seres humanos son mucho menos ágiles que, por
ejemplo, los gatos. Excepto algunos atletas, patinadores o bailarines, los seres
humanos se mueven mucho menos airosamente que las gacelas o los potros.
Los animales de presa despedazan (¿diremos que «sin piedad»?, pero la
«piedad» no ejerce aquí ninguna función) a miembros de ciertas especies que
caen bajo sus garras, pero esas garras se extienden sólo cuando los animales de
presa las necesitan para procurarse sustento o para amparar a su progenie. Los
animales de presa no eliminan totalmente a las especies que les sirven de
alimento, porque de hacerlo así se quedarían, al final, sin nada de que nutrirse.
Un animal de presa elimina a su víctima: no se ensaña o se ceba en ella. En
cambio, los seres humanos no parecen preocuparse mucho de las consecuencias
de sus rapiñas, tal vez porque sus opciones al respecto son mucho más amplias.
Por supuesto que el ejercicio de la inteligencia puede superar varias
«inferioridades»: los seres humanos pueden construir mecanismos que corren
más velozmente —aunque no siempre más airosamente— que las gacelas o
artefactos que pueden volar a mayores distancias y a mayores alturas que
cualesquiera pájaros. Podría concluirse, pues, que en conjunto las capacidades
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de la especie humana son superiores, cuando menos en potencia, a las de
cualesquiera otros vivientes.
Pero aun en semejante caso, ¿sería ello suficiente para adoptar una actitud de la
cual podría desprenderse la obliteración prácticamente completa de otros seres
vivientes?
No lo creo así. Aunque se admitiera la discutible premisa de que la especie
humana es, en conjunto, «superior» a otras especies vivientes, ello no haría de
tal especie una realidad biológica discontinua de las otras. La base de la actitud
que aquí se adopta es una base biológica, fundada a su vez en la idea de la
continuidad de niveles de que en otro lugar he hablado y sobre la que he
insistido en la «Introducción» a este libro. Admitir esta concepción continuista
equivale a rechazar todo «centrismo» y, por tanto, también todo
«antropocentrismo». Como toda concepción muy general acerca del «mundo»,
o del conjunto de sistemas que forman el «mundo», la que propongo es
discutible. De no aceptarse, pueden rechazarse sus consecuencias. Pero si se
acepta, no hay que hacerlo como un artículo de fe, sino como una idea que está
bastante de acuerdo con lo que conocemos acerca del mundo. Si además está de
acuerdo con las razones, básicamente morales, que la coautora de esta obra ha
desarrollado en la sección anterior, ello constituye una razón suplementaria
para abrazarla.
Propongo las tres siguientes cosas: 1) Aceptar el hecho de que la especie
humana, con enormes diferencias de grado, aunque no de naturaleza, respecto
a otras especies, ha producido ya grandes disturbios o perturbaciones en el
conjunto de los ecosistemas del planeta. 2) Considerar que este hecho no es base
suficiente para intensificar los «disturbios», sino más bien para ver si, y hasta
dónde, cabe reintegrar la especie humana dentro de otras especies y dentro de
la Naturaleza en general. 3) Admitir que ello es posible gracias a que el
desarrollo biosocial incluye la capacidad de opciones racionales, y gracias a que
los progresos tecnológicos pueden hacer posible adoptar estas opciones. Así, las
mismas aptitudes y capacidades que han producido disturbios gigantescos
pueden ponerse a la obra con el fin de evitar ulteriores disturbios que
comprometan la mencionada reintegración.
El control del crecimiento demográfico; la reducción y, a la postre, eliminación
del despilfarro de recursos naturales; la busca de fuentes de energía renovables
o, como la energía solar, prácticamente inagotables; la distribución más
equitativa de bienes; el estudio de los beneficios que puede proporcionar tanto
a la especie humana como a otras especies la conservación de la llamada «vida
salvaje» —que no sólo incluye animales, sino sistemas ecológicos enteros, tales
como ciertas regiones pantanosas que hasta ahora se habían considerado
maléficas y que se ha probado son necesarias para conservar, y aumentar, los
recursos naturales—: he aquí algunas de las muchas medidas que cabe adoptar
para llevar a cabo los propósitos indicados. Ello no equivale a jurar por lo que
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Barry Commoner ha llamado «la tercera ley de la ecología», es decir, «la
Naturaleza sabe lo que hace» (The Closing Circle, New York, 1971, pág. 41; cit.
en J. Passmore, Man's Responsability, etc., pág. 185). De hacerlo así, se
hipostasiaría algo llamado «la Naturaleza», para proclamar acto seguido que
esta entidad hipostasiada o bien «sabe lo que hace» («lo que es mejor») o bien
«obra como si supiera lo que hace». Es posible que, antes de la introducción de
los «disturbios» mencionados, los procesos naturales discurrieran de acuerdo
con la «ley» de referencia, pero, aparte de que ello no es absolutamente cierto,
resulta que, aunque lo hubiese sido, ya no lo es. En la situación actual, no hav
más remedio que suponer, o desear, que la especie humana alcance a saber «lo
que se hace» (o «lo que es mejor»).
Saber lo que se hace es, en el caso presente, saber que lo que se hace es lo mejor
que cabe hacer. La expresión 'lo mejor' tiene un sentido valorativo, cuando
menos si por 'lo mejor' entendemos 'el mejor fin (posible)' y no 'el mejor de los
medios (posibles)'. Aunque, dentro del contexto en que me he movido en este
ensayo, he tratado de reducir los aspectos valorativos al mínimo, confieso que
tal vez no lo he alcanzado en la medida de lo deseable. Por fortuna, aun en el
tratamiento de fines cabe hacer uso de la racionalidad: un fin, F, aparece como
más racional que otro fin, o, cuando F encaja mejor que otro dentro de lo que se
ha admitido previamente como un dato básico. El dato básico mismo no es
sometido a valoración. Al fin y al cabo, podría ocurrir que fuera «mejor» que los
seres humanos se distinguieran en naturaleza y no sólo en grado de los demás
vivientes; que hubiesen sido efectivamente creados a imagen y semejanza de
Dios y representaran a éste sobre la Tierra; que la «superperturbación» que he
presentado como una opción a eliminar resultara fascinante para todos los
humanos. Pero no me importa que todo eso, que he afirmado que no es, fuese lo
mejor o lo más deseable. De serlo, o de resultar serlo, se desprendería de ello
una idea de la especie humana y de su relación con otros vivientes
completamente distinta de la que he aceptado como un hecho básico. Si el
hecho básico es el de la continuidad de los niveles de sistemas de realidades, y
específicamente el de la continuidad de la especie humana con otras especies,
entonces todo lo que se haga para negar este hecho tendrá que fundarse en una
concepción más acertada.
En virtud de la continuidad antedicha, los intereses de la especie humana
coinciden con los intereses de otros vivientes. Los intereses humanos no son
supremos; sólo lo son los intereses comunes a una y a otros. Reconozco que el
término 'interés' tiene la manga muy ancha y que por ella pueden deslizarse
gran copia de equívocos, no todos ellos eliminables aun si nos limitamos a
designar con dicho término un conjunto de necesidades básicas que es
pertinente, y conveniente, satisfacer. Lo mismo ocurre, dicho sea de paso, con el
término 'derechos', que figura en el título de este capítulo. Si aceptamos la
noción propuesta por Aldo Leopold («The Land Ethic» [«La ética de la tierra»]
en Sand County Almanac with Other Essays on Conservation [1949], New York,
1966), de «comunidad biótica» y extrapolamos conceptos normalmente usados
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para describir, o justificar, relaciones interhumanas, hablaremos no sólo de
«intereses humanos», «intereses de los animales», «derechos humanos»,
«derechos de los animales», etc., sino también de «intereses» y «derechos» de
las montañas, las plantas, las rocas, y terminaremos por no saber de qué
estamos hablando. Pero en el caso de «intereses de los animales», por lo menos,
y de «derechos de los animales», subsidiariamente, sabemos que nos referimos
a la cuestión de si aceptamos que se hallen en conflicto con intereses y derechos
humanos.
De todo lo que he dicho hasta aquí a hablar, propiamente, de «derechos de los
animales», va todavía un salto. Pero no es un salto insuperable. En rigor, el
«paso» que puede darse con el fin de aportar razones en defensa de los
«derechos de los animales» —unidos a las razones que pueden darse en favor
de la protección y mejoramiento del «medio ambiente» natural— puede ser «un
pequeño paso» para la especie humana y un «gran paso» para la Naturaleza
entera.
Priscilla Cohn
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7.3.2.- LECTURA COMPLEMENTARIA 2.- DELFINES (DATOS: Balbiano,
Ferrer, Greenpeace, Osorno)
1.
2.
3.
4.
5.
6.
7.
8.
LA VIDA SOCIAL
LOS JUEGOS
LA FAMILIA
LA COMUNICACIÓN
LA TRANSMISIÓN CULTURAL
LA INTELIGENCIA
LAS AMENAZAS
CONTAMINACIÓN ACÚSTICA
LA SOBREEXPLOTACIÓN PESQUERA
¿EL FUTURO?
1.LA VIDA SOCIAL
La familia típica se compone de varias hembras maduras acompañadas
por su cría del año, de un cierto número de jóvenes inmaduros de ambos sexos
y de uno o varios machos dominantes. Los jóvenes machos sexualmente
maduros son, por lo general, apartados de la gran familia y se reúnen en grupos
antes de probar su suerte individualmente e intentar imponerse como
productores de un rebaño familiar junto con otro macho dominante.
Los delfines son animales eminentemente sociales; privados de la
compañía de sus semejantes languidecen. Un joven delfín retirado de su madre
y de la familia no adquiere el lenguaje ni el conocimiento de su especie. Es
incapaz de sobrevivir en libertad. La vida en grupo tiene muchas ventajas. Una
de ellas es que permite asegurar la defensa colectiva de los individuo, en
especial la de los jóvenes. Los principales enemigos de los delfines son los
tiburones. Estos atacan a las crías, a los enfermos o a los heridos. Cuando
aparecen los escualos, los delfines del grupo les hacen frente: los atacan con
ferocidad dándoles con todas sus fuerzas cabezazos en el hígado. Los tiburones
ganan fácilmente la partida de un delfín aislado y debilitado; pero no se
arriesgan contra una manada de cetáceos organizada.
La vida en sociedad facilita también la búsqueda y la captura de las
presas. Los delfines que encuentran un banco de peces lo rodean
inmediatamente, de manera que puedan devorar el mayor número posible. Los
cetáceos tienen una perfecta técnica de caza, saben conducir a sus futuras
victimas a estrechas bahías donde se ven atrapadas. La vida en grupo
proporciona, además, ocasiones de intercambio de frases, de informarse
mutuamente de la situación, de pedir asistencia a los otros miembros del grupo
en caso de enfermedad; como cuando un delfín viejo o herido será sostenido en
la superficie por otros dos para que respire sin cansarse, etc.
La familiaridad de los delfines con la especie humana es un hecho real.
Se sabe desde hace tiempo que estos animales no temen demasiado al hombre
y, aún más, que buscan su compañía. El delfín, amistoso de por sí, llega a caer
en una entrañable inocencia, que le cuesta la muerte por millares a manos. En
su relación con el hombre, son legendarias las historias de delfines que ayudan
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a atraer los cardúmenes hacia sus redes o que socorren a nadadores en apuros.
Cuando algún hombre se halla en peligro o herido, no dudan en ayudarlo,
como se ha comprobado en múltiples ocasiones.
2. LOS JUEGOS
Como los demás cetáceos, los delfines no tienen grandes dificultades en
encontrar alimento: el resto del tiempo lo dedican a gozar de la vida. Los juegos
tienen para ellos una gran importancia. Los delfines mulares son
particularmente propensos al juego, así como los comunes y los de flanco
oscuro del Atlántico Sur. Las orcas (los mayores y más inteligentes de todos los
delfines) son también muy juguetonas.
Los delfines no cesan de inventar nuevos juegos. Hacen surf sobre las
olas (así como sobre las olas de la proa de los barcos). Se persiguen, se tocan,
ejecutan números de acrobacia submarina, todo esto lo hacen sólo por el placer
del ejercicio. Realizan saltos por encima de la superficie (ojo: no todos sus saltos
tienen como fin el jugar; también comunican con ellos mensajes, que pueden ser
vistos por el clan propio o distinto desde muy lejos, relativos a la caza, a
petición de auxilio o de colaboración). Su velocidad de natación es tal que sacan
la totalidad de su cuerpo del agua, antes de dejarse caer con una gran
salpicadura.
Estos especímenes se entrenan; no se dejan domar, como otros de circo.
Las piruetas con pelotas, saltos a través de aros, etc., que ejecutan para regocijo
de los espectadores, las realizan por propio placer, ya que los entrenadores
saben a ciencia cierta que no todos los delfines demuestran la misma atención
a los mismos juegos. Los intentos por interesar a una inia del Amazonas para
jugar con una pelota resultarían vanos. Esto sucede simplemente porque no
tienen los mismos intereses ni la misma manera de llenar sus momentos de
ocio.
3. LA FAMILIA
Las hembras de delfín son sexualmente maduras a los 4-5 años, mientras
que los machos, aunque son fisiológicamente maduros a la misma edad, no
cuentan con grandes posibilidades de lograr descendencia antes de los doce o
trece años. Es entonces cuando se hacen los bastante fuetes para desafiar a los
dominantes de un clan y obtener un puesto junto a ellos. La gestación dura
alrededor de catorce meses. Los partos tienen lugar generalmente en primavera.
Las madres dan a luz en el agua, pero escogen regiones tranquilas del océano.
Se alejan un poco de la familia, aunque son ayudadas durante el parto por otras
hembras (las tías).
Al menor peligro los machos acuden para defender a la madre y al recién
nacido. Este sale del vientre de su progenitora con la cola por delante. La
mayoría de las veces alcanza la superficie por sus propios medios para tomar la
primera bocanada de aire. Poco después, la madre lo amamanta con dos ubres
retráctiles situadas a ambos lados del canal vaginal. En cuanto la cría acerca la
boca a las mamas, la madre expulsa un potente chorro de leche. Esta leche, muy
nutritiva, se compone sobre todo de materia grasa (contiene ocho veces más
proteínas que la leche humana). Con este régimen alimenticio, el pequeño crece
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rápidamente. Las madres se ocupan de las crías con gran cuidado; le enseñan a
perfeccionar su natación y a buscar el alimento; les hablan sin cesar, y ellos
contestan. Las conversaciones que las madres mantienen con sus hijos son
particularmente animadas; los tintineos, los silbidos, los gruñidos, etc., se
encadenan a gran velocidad y se tiene realmente la impresión de un diálogo.
Además, los mensajes que se intercambian así son realmente operacionales.
Por supuesto, los defienden de sus depredadores. Cuando, por desgracia,
mueren sólo abandonan su cadáver mucho después de su fallecimiento;
algunas parecen estar desesperadas; permanecen día y noche junto al pequeño
cuerpo, como si se hubieran vuelto locas. Esta conciencia de la muerte hace a los
delfines nuestros semejantes.
4. LA COMUNICACIÓN (ECOLOCALIZACIÓN)
Todos los animales de una misma especie, aún los más elementales, se
comunican entre sí. Las señales que emiten son reconocidas por sus congéneres.
En los animales sociales dotados de un alto psiquismo, como los cetáceos, estos
mensajes son múltiples.
En el caso de los delfines los más importantes son los de naturaleza táctil
(toqueteos, caricias, en especial amorosas), visual (posiciones, saltos) y, por
supuesto, auditiva. Por el contrario los cetáceos no tienen prácticamente olfato:
sus conductos respiratorios poseen muy pocas células sensoriales, y los lóbulos
olfativos de su cerebro están atrofiados.
Los mensajes sonoros, por su parte, están tan individualizados, son tan
regulares, tan divididos en secuencias con preguntas y respuestas, que no
podemos sino definirlos como lenguaje. Los delfines emiten sonidos
infinitamente variados (silbidos, ronquidos, gruñidos, tintineos, tamborileos,
etc.), utilizan para ello su faringe, pero las ondas sonoras que utilizan son
amplificadas por los tejidos adiposos de su cabeza. Elaboran sonidos de una
frecuencia comprendida entre 10 y 150.000 hz. (el hombre sólo percibe los que
se sitúan entre 20-100 y 15-20.000 hz.) y reciben los ecos de estas emisiones por
un orificio auditivo minúsculo, cuya impermeabilidad durante las inmersiones
está asegurada por un grueso tapón de cerumen. Éste conduce, sin embargo,
perfectamente las ondas mecánicas, ya que los animales están dotados de un
oído prodigioso.
Los sonidos emitidos por los delfines les sirven tanto para dirigirse como
para intercambiar mensajes. Cuando el delfín quiere orientarse en aguas turbias
o durante la noche, empieza por emitir sonidos de frecuencia baja, cuyos ecos le
dan una idea del panorama general en el que va a evolucionar. Posteriormente,
balancea la cabeza de un lado a otro, produciendo sonidos de frecuencia más
alta para encontrar los obstáculos de dimensiones más pequeñas. La exactitud
de este sonar sorprende todavía a los especialistas: los delfines son capaces de
detectar incluso a varios metros de distancia un hilo de cobre que no exceda los
0,2 mm. de diámetro.
Los delfines necesitan comunicarse entre sí. Son muy capaces de imitar
un gran número de sonidos que no acostumbran emitir. Los pequeños de esta
especie aprenden verosímilmente la lengua. Reciben consignas por parte de los
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adultos, que comprenden, memorizan y aplican. Los adultos saben informarse
entre sí acerca de la proximidad del peligro y sobre las tácticas apropiadas para
enfrentarlo.
No existen pruebas definitivas de que los delfines hablen tan claramente
como los humanos, pero hay numerosas hipótesis. Después de todo, para
traducir el lenguaje del delfín al lenguaje humano tendríamos que poseer claves
de las que no disponemos hoy ni ¿probablemente nunca?
5. LA TRANSMISIÓN CULTURAL
El término “transmisión cultural” se utiliza en la etología (disciplina que
estudia el comportamiento de los animales en su ambiente) para definir el
proceso de aprendizaje por imitación en los animales. Hasta hace poco los
ejemplos más destacados provenían de ciertos primates y aves canoras, pero ya
se ha empezado a considerar que los delfines también podrían ser incluidos. Estos animales, de amplia distribución geográfica y que viven largo tiempo,
presentan gran complejidad social, como y hemos visto. En particular, los
delfines que pescan en colaboración con humanos en el sur de Brasil exhiben
comportamientos altamente ritualizados, repetitivos y muy coordinados con el
ser humano. Varios estudios han permitido detectar elementos que apoyan la
idea de una transmisión cultural de esos comportamientos, es decir, de una
técnica especializada de pesca:
1) Se manifiestan en determinadas comunidades regionales y no
aparecen en otras, donde las condiciones ambientales son aproximadamente las
mismas: ocurren sólo en Laguna y en Tramandai y no en otras playas de la
región.
2) Se transmite entre generaciones. En el caso de Laguna se conocen, por
lo menos, tres generaciones.
3) Gran parte de estas comunidades regionales se quedan en el lugar.
Los delfines pueden identificarse a través de fotos de sus marcas y cicatrices en
la aleta dorsal y el lomo. Así se han identificado individuos residentes, en diferentes épocas y a lo largo de los años, tanto en Laguna como en Tramandai.
4) No la adoptan todos los individuos: gran parte de la población de
delfines disemina dicho comportamiento, el 40% de los delfines de Laguna y el
100% en Tramandai desarrollan la conducta de pesca cooperativa.
5) Se transmite entre madres e hijos mediante comunicación e imitación.
Esto se ve reforzado, ya que las crías permanecen junto a su progenitora por
alrededor de tres años.
6) Existen evidencias de lo que podría ser instrucción directa. En
Tramandai se han visto madres con crías alternando acercamientos a los
pescadores con sus redes; a veces las madres iban solas mientras la cría
permanecía alejada y, otras, pescaban juntas.
7) Hay diferencias de comportamiento entre las comunidades
regionales. En Laguna la señal es el semisalto vigoroso; en Tramandai, el
movimiento de la cabeza. Es interesante destacar que no todos los delfines de
Laguna participan en la pesca cooperativa. Algunos de ellos incluso roban los
peces, girando en el agua y levantando las redes cargadas de lisas. A estos
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delfines los pescadores los llaman malos, para diferenciarlos de los buenos, que
trabajan con ellos.
7. LA INTELIGENCIA
Muchos cetáceos tienen cerebros relativamente grandes y complejos pero
¿son por ello inteligentes?. Incluso en los seres humanos "inteligencia" es un
término muy confuso. Se la suele relacionar con la capacidad de aprender, de
conocer y de analizar utilizando la razón y el juicio.
Para contestar esta pregunta no sólo se han analizado pruebas de
comportamiento sino las estructuras del sistema nervioso. Se ha intentado
reunir pruebas objetivas de las verdaderas facultades intelectuales de los
delfines. La simple comparación del cerebro de un delfín y un humano nos hace
entrar en la sospecha del elevado nivel intelectual del cetáceo. El peso bruto del
cerebro no constituye por si mismo un indicio; por el contrario, su peso relativo
comparado al total del cuerpo representa un elemento importante. No sólo el
cerebro de éste es superior, en proporción al tamaño corporal, que el del
hombre sino que también presenta una mayor complejidad. Así el córtex, capa
cerebral donde residen las más altas facultades intelectuales, parece ser más
extenso y con mayor complicación de circunvalaciones, siendo su número al
menos el doble. Además el número de neuronas es al menos un cincuenta por
ciento mayor en el delfín. Algunos especialistas opinan que estos animales
podrían poseer un intelecto mayor al del humano pero definitivamente distinto.
Una de las facultades del delfín es la de adaptarse exitosamente a nuevas
situaciones. Otra de sus facultades es su habilidad para comunicarse con su
especie, como hemos visto anteriormente. Por otro lado es muy conocida la
gran capacidad de aprender de los delfines, ellos enseñan a sus crías a obtener
alimento y a defenderse de los predadores. Incluso, los delfines en cautiverio
pueden enseñar a otros los "trucos" aprendidos durante su entrenamiento que
no son otra cosa que un medio para obtener comida.
Si tuviéramos que hablar del "intelectual de los mares", el titulo recaería
en el mayor de los delfines, la orca. Este animal ha fascinado siempre a los
marinos y a los balleneros. Antes de disponer de barcos modernos y de cañones
arponeros, le consideraban demasiado listo como para pensar en inscribirle en
su lista de trofeos. Le llamaban "La ballena asesina", y sabían que no podían
acercarse a ella. Las orcas aprenden muy rápidamente; por ejemplo, a reconocer
los barcos de los hombres: si ven un cañón en la proa del barco, huyen.
La inteligencia de los cetáceos parece ser un hecho real, a pesar de
algunas observaciones que pueden inclinar a algunos científicos a mantener la
opinión contraria. Tal vez el error consista en estar analizando a los delfines en
busca de una "inteligencia humana", una inteligencia capaz de adaptar el
entorno en que vivimos a nuestras necesidades (por ejemplo convertir una
piedra en una casa). Lo que nos cuesta es entender a un ser que se adapta al
medio en que vive sin cambiarlo en su provecho pero aprovechándolo
plenamente. De ser así, es un sabio, pues logró poblar el 71% del planeta: es
decir, todos los océanos. En este campo podríamos decir que los delfines han
demostrado mayor inteligencia que los seres humanos.
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7. LAS AMENAZAS
CONTAMINACIÓN ACÚSTICA
Puede causar daños fisiológicos importantes, aunque más a menudo
interfiere en el comportamiento de los animales. La contaminación acústica
puede por ejemplo dificultar la comunicación normal de estos animales al
ocultar llamadas o desplazar a los animales de lugares importantes para su
alimentación o para la reproducción.
Quién iba a decir que los 50 años de observación y experimentación
militar con el sonar de estos maravillosos especímenes iba a traer tanta
desgracia para ellos. Una de las fuentes de contaminación acústica más
preocupante es la utilización del Sonar Activo de Baja Frecuencia (LFAS). Este
tipo de sonar fue desarrollado por los militares para detectar submarinos
enemigos y utiliza la misma baja frecuencia que las ballenas usan para
comunicarse y a la que son más sensibles acústicamente. La mayor evidencia de
que la gran potencia del “sonar activo" puede matar y mata animales marinos
se produjo en marzo de 2000. El varamiento en las Bahamas de 14 zifios junto
con dos rorcuales aliblancos y un delfín moteado, coincidió con la utilización en
la zona por la marina estadounidense de un sonar de frecuencia media. La
autopsia demostró que todos excepto uno de los animales sufrieron hematomas
en los oídos y en zonas anexas a éstos.
Posteriormente, en febrero de 2001, se observó que al menos una de las
especies de ballenas que varó en las Bahamas había desaparecido de la zona, lo
que planteó varias cuestiones sobre sus efectos más allá del varamiento inicial y
las muertes. Otro incidente se produjo cuando en septiembre de 2002 quince
zifios se acercaron a las playas de Fuerteventura y Lanzarote en las Islas
Canarias. Allí, la OTAN realizaba maniobras navales utilizando el sonar activo.
Nueve de las ballenas murieron, y aunque la autopsia no probó una relación
directa entre las maniobras con el sonar y las muertes, el trauma acústico ha
sido la única causa que no se descartó. De confirmarlo se han encargado las de
2003 y 2004, causantes de muertes tan masivas que el grupo canario del PSOE
han interpelado al gobierno en las Cortes.
Y, siendo así, no deja de acudir la pregunta: ¿por qué se siguen
acercando a nosotros? ¿por qué buscan nuestro contacto después de tanta
matanza?
LA SOBREEXPLOTACIÓN PESQUERA
La inteligencia de los cetáceos parece ser un hecho real y sin embargo no
deja de sorprendernos el saber que los delfines sean incapaces de escapar de
una red para lo que sólo necesitarían un simple salto.
Los cetáceos, lejos de ser el motivo del colapso de los recursos pesqueros
como pretende la Agencia Pesquera de Japón y los grupos favorables a la caza
de ballenas, son víctimas de la sobrepesca y de la industrialización de la
actividad pesquera. De todas las amenazas a las que se enfrentan los océanos, la
sobrepesca es quizás la más importante. La Organización para la Agricultura y
Alimentación (FAO) de las Naciones Unidas estima que del 71 al 78% de los
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stocks pesqueros del mundo están totalmente explotados, sobreexplotados o
agotados.
Un estudio realizado por biólogos marinos de Estados Unidos, sugiere
que el agotamiento de las reservas de arenque en los grandes bancos de
América del Norte por la sobrepesca en los años 60, eliminó una fuente
importante de presas para las ballenas en esa región. Cada año decenas e
incluso cientos de miles de cetáceos quedan atrapados en las redes de pesca y
mueren ahogados, problema que no sólo se limita a un único tipo de aparejo o
método de pesca. En algunas pesquerías los niveles de captura accidental son
tales que la población simplemente no puede mantenerse.
Este problema afecta tanto a las grandes ballenas como a los pequeños
cetáceos. Un ejemplo lo tenemos en la pesca de atún con red de cerco en el
Pacífico Tropical Oriental. Este método ha sido responsable de la muerte de
hasta siete millones de delfines desde los años 50. La captura accidental ha sido
radicalmente reducida con la puesta en práctica del Acuerdo sobre el Programa
Internacional para la Conservación de los Delfines (APICD) que ha significado
un descenso la mortalidad anual de aproximadamente 100.000 ejemplares en
1989 a menos de 1.500 en 2002. El APICD tiene como objetivo reducir las
capturas accidentales a cero. Greenpeace insta a todos los países a trabajar en el
desarrollo de tecnologías alternativas que aseguren este objetivo.
8. ¿EL FUTURO?
Sin duda quedan muchas preguntas por contestar sobre un amigo muy
frecuentado pero poco conocido. Quienes estuvimos alguna vez con un grupo
de delfines y los escuchamos comunicarse entre ellos, girar a nuestro alrededor
y volver a comunicarse, tuvimos la sensación de estar siendo observados en
lugar de ser "el observador". Tal vez algún día nos sorprenda saber que los
delfines saben algo que nosotros aún no sabemos. Tal vez sea hora de comenzar
a aprender.
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7.3.3.- LECTURA COMPLEMENTARIA 3.- PROYECTO GRAN SIMIO
(The Great Ape Project - GAP/PGS) es una idea, un libro y una organización.
•
•
•
•
La idea es radical pero sencilla: incluir a los antropoides no humanos en
una comunidad de iguales, al otorgarles la protección moral y legal de la
que, actualmente solo gozan los seres humanos.
El libro, trabajo colectivo de un grupo de científicos e investigadores,
expone un argumento multifacético en contra de la irracionalidad
negación de derechos fundamentales a seres que no son miembros de
nuestra propia especie, pero que evidentemente poseen muchas
características que consideramos moralmente importantes.
La organización es un grupo internacional recientemente establecido,
fundado para trabajar por la supresión de la categoría de 'propiedad' que
ahora tienen los antropoides no humanos y por la inclusión inmediata en
la categoría de personas.
Nuestro objetivo a largo plazo es conseguir una Declaración de las
Naciones Unidas sobre los Derechos de los Grandes Simios Antropoides.
Cuando se consiga este resultado histórico, defenderemos el
establecimiento de territorios protegidos para que los chimpancés,
gorilas y orangutanes puedan seguir viviendo como seres libres por sus
propios medios.
Cualquiera que manifieste su apoyo a la Declaración de los Grandes Simios
Antropoides puede convertirse en miembro de la organización que toma a la
sociedad anti-esclavista como su modelo.
Tenemos apoyos en más de veinte países. Empezaremos a operar a nivel
nacional en tantos países como sea posible. Las actividades van desde la
educación pública hasta el rescate y 'adopción' de homínidos encarcelados.
Desde la pequeña escala y las intervenciones locales, queremos llegar a trabajar
a nivel internacional para ocasionar un cambio trascendental pero bien
fundamentado en el status de los chimpancés, gorilas y orangutanes.
Derribando la barrera de la especie.
El Proyecto Gran Simio (The Great Ape Project) es una asociación que tiene por
objetivo la protección de los grandes simios (chimpancés, gorilas, bonobos y
orangutanes) y los lugares donde habitan. Lucha por que se les reconozcan sus
derechos a la vida, a la libertad y a no ser torturados en experimentos; con la
esperanza de poner fin a esta nueva forma de esclavitud.
Tiene como base, los últimos descubrimientos en:
Genética
El gran parentesco que tienen estos animales con el hombre es enorme.
Compartimos el 98.4 % de los genes con los chimpancés, el 97.7 % con los
gorilas y el 96.4 % con los orangutanes. Es un parentesco similar al que tienen
otras especies que a simple vista no se distinguen. La diferencia genética es
menor que la existente entre especies de un mismo género y familia.
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Comunicación humán-chimpancé, humán-gorila y humán-orangután
Los trabajos realizados por el equipo de los Gardner y Roger y Deborah Fouts,
con chimpancés (Washoe, Loulis, Dan, etc), H. Lyn White con orangutanes
(Chantek) y Francine Patterson y Wendy Gordon, con gorilas (Koko y Michael),
enseñándoles el lenguaje de los signos de los sordomudos, muestran que no
solo nos asemejamos en los genes si no también en nuestro comportamiento y
capacidades. Se han hecho descubrimientos sorprendentes; como demostrar
que tienen su propia cultura, que son capaces de trasmitírsela a sus hijos, que
conversan entre ellos, que tienen pensamientos privados, imaginación,
recuerdos temporales, autoconciencia, empatía, capacidad de engañar,
curiosidad, sentido del humor, sentido del tiempo, consciencia de la muerte y
son capaces de mantener una amistad que dure toda la vida.
El Proyecto Gran Simio cuenta con el apoyo de científicos de todo el mundo;
tales como, Jane Goodall, Toshisada Nishida, Roger y Deborah Fouts, Lyn
White, Francine Paterson, Wendy Gordon, Richard Dawkins, Jared Diamond,
Tom Regan, Carl Sagan, y muchos más. Sus argumentos están recogidos en
nuestro libro: El proyecto Gran Simio - La igualdad más allá de la humanidad.
The Great Ape Project International lo preside Peter Singer, Catedrático de
Bioetica del Centro por los Valores Humanos de la Universidad de Princeton.
El Proyecto Gran Simio España lo preside Jesús Mosterín, Profesor de
Investigación en el Instituto de Filosofía del Centro Superior de Investigaciones
Científicas y Catedrático de Lógica y Filosofía de la Ciencia en la Universidad
de Barcelona.
Aún así, nos falta lo más importante:
TU AYUDA
¡Ponte en contacto con nosotros!
Apreciamos tus comentarios y sugerencias. Puedes mandarnos un e-mail a [email protected] o una carta a cualquiera de las direcciones que
figuran en la página PGS GLOBAL.
NUEVA ZELANDA.
A punto la posible aprobación del Proyecto Gran Simio El objetivo es dotar a
estos animales de derechos fundamentales
RACHEL NOWAK
Las pruebas científicas que confirman las semejanzas cognitivas y
genéticas entre los grandes simios y el hombre están dando fuerza
a un movimiento internacional que se propone obtener al menos ciertos
derechos humanos para los grandes simios. Según los partidarios de este
movimiento, conocido como el Proyecto Gran Simio, puesto que todos los
grandes simios presentan indicadores de humanidad» -tienen conciencia de sí
mismos, poseen personalidad, crean profundos vínculos emocionales, son
inteligentes y poseen destrezas lingüísticas rudimentarias -, se les debería
otorgar al menos algunos de los derechos que tienen los humanos. El Proyecto
Gran Simio ha culminado en una campaña para asegurarse de que el proyecto
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de ley sobre la Protección de Animales presentado en Nueva Zelanda, cuya
aprobación podría producirse dentro de algunas semanas, contenga una
cláusula que convierta a los grandes simios en los primeros animales del
mundo con derechos fundamentales reconocidos por los tribunales, como el
derecho a la vida, el derecho a no sufrir tratos degradantes o crueles y el
derecho a participar sólo en los experimentos más benignos. El objetivo es
establecer un precedente que podrán seguir otros países», dice David Penny,
biólogo de la Universidad de Massey, en Palmerston North y principal autor de
un alegato presentado al Parlamento de Nueva Zelanda también firmado por
un grupo de 38 científicos, abogados y filósofos del país.
Sin embargo, aunque la campaña cuenta con un gran apoyo, la
posibilidad de que los grandes simios puedan pronto adquirir derechos en
Nueva Zelanda está poniendo nerviosos a algunos investigadores médicos.
Algunos científicos temen que el verdadero objetivo del movimiento sea
eliminar las investigaciones con animales. También afirman que se han
exagerado las semejanzas entre los grandes simios y los humanos con fines
políticos. El Proyecto Gran Simio ha presentado estos mismos argumentos para
solicitar a Naciones Unidas que redacte una Declaración de los Derechos de los
Grandes Simios. Este documento podría garantizar a los chimpancés y a sus
parientes más cercanos todos los demás derechos contenidos en la propuesta de
Nueva Zelanda, además del derecho a no ser encarcelado sin las garantías
procesales debidas». A puertas cerradas algunas personas que apoyan la
campaña de Nueva Zelanda están dispuestos a reconocer que los mueve la
posibilidad de evitar el sufrimiento de los animales, no la convicción de que los
humanos, los chimpancés y los orangutanes sean semejantes.
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© Mundinteractivos, S.A.
C/ Pradillo, 42. 28002 Madrid. ESPAÑA
Tfno.: (34) 915864800 Fax: (34) 915864848
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7.3.4.- LECTURA
MOSTERÍN
COMPLEMENTARIA
4:
ENTREVISTA
A
JESÚS
"El sufrimiento de los animales debe ser el mínimo"
Crisis como las de las vacas locas o la fiebre aftosa han abierto un debate sobre
los derechos de los animales que trasciende lo meramente científico. La
filosofía, la literatura o la sociología están implicadas en una discusión ética
sobre la explotación y la compasión, el sufrimiento y el conocimiento, que deja
obsoleta la vieja división entre naturaleza y cultura.
Texto: Javier Rodríguez Marcos
La belleza intrínseca del agujero
Jesús Mosterín (Bilbao, 1941) habla siempre de nuestra relación con los otros
animales. Además, recuerda que lo que hay que preguntarse no es si pueden
pensar, sino si pueden sufrir. A este catedrático de Filosofía de la Ciencia de la
Universidad de Barcelona no le cabe ninguna duda respecto a ese sufrimiento
ni a la necesidad de mitigarlo. Sin caer en un radicalismo ingenuo, Mosterín
habla con la seguridad de quien ha meditado mucho sobre algo que, es
consciente, durante años ha movido menos a la reflexión que a la risa: los
derechos de los animales. Es tan consciente de ello como de que la epidemia de
las vacas locas ha transformado en mueca más de una risa. Libros suyos como
Animales y ciudadanos (Talasa), en colaboración con Jorge Riechmann, o
¡Vivan los animales! (Debate) son el fruto de una preocupación sostenida por
pensar en las relaciones entre el ámbito humano y animal, considerados
excluyentes durante siglos.
PREGUNTA. En una viñeta de El Roto, una vaca decía: "La mierda que nos
habéis dado de comer está llegando a vuestros platos". ¿Sólo a partir de un caso
así hemos empezado a preocuparnos por los derechos de los animales?
RESPUESTA. Hemos aplicado en nuestra relación con los otros animales una
moral mafiosa que sólo respeta al propio grupo y los hemos hecho sufrir hasta
un extremo tal que empieza a repercutir en nuestra salud. Cada especie tiene
una naturaleza codificada en su genoma. En virtud de la capacidad humana de
hablar tiene sentido pedir la libertad de expresión. Las gallinas, por ejemplo,
están genéticamente programadas para escarbar en el suelo y para estirar sus
alas. Evidentemente, no tiene sentido pedir la libertad de expresión para las
gallinas, pero sí lo tiene pedir que se les otorgue el derecho a estirar las alas y a
escarbar, que es lo que hacían en los corrales. Cuando se las apretuja en unas
baterías en las que tienen las patas llagadas porque escarban donde sólo hay
alambre y en vez de alas tienen muñones, su vida es un infierno, y no porque
no tengan un modo de vida humano, cosa natural, sino porque no tienen un
modo de vida gallináceo. Cuando a las vacas se las alimenta con cadáveres,
abrimos la caja de Pandora. Por supuesto, no digo que haya que tratar a los
animales como a nosotros mismos. Basta con no obligarlos a ir contra su
naturaleza.
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P. ¿Esa explotación responde a intereses económicos o forma parte de una
tradición de desprecio a los animales?
R. Las dos cosas. La tradición occidental tenía una autoconciencia muy falsa. Le
gustaba pensar que los hombres estaban separados del resto de la naturaleza
como hijos de Dios, algo que se manifiesta en la filosofía europea no sólo en las
épocas de mayor influencia clerical, está también en Descartes y en su
contraposición entre espíritu puro y materia mecánica. Mientras teníamos un
pensamiento mítico eso estaba más o menos bien porque es un mito bonito,
pero ahora, con todo lo que sabemos de biología, somos conscientes de que, por
ejemplo, compartimos con los primates el 99% de los genes. La tradición de
aprecio a los animales ha estado más desarrollada en Oriente. En el budismo se
considera que todas las virtudes morales se reducen a una, la ahimsa, la no
violencia, que consiste en no causar daño a ninguna criatura viviente.
P. ¿Cuáles serían los derechos de los animales?
R. Existe un proyecto llamado Gran Simio, que se basa en que mientras no
concedamos derechos a todos los animales, empecemos al menos por los que
más se nos parecen, los primares, y les otorguemos tres derechos
fundamentales: el derecho a la vida, el derecho a la libertad y el derecho a no
ser torturados. Yo creo que no es pedir mucho. No se pide ni el derecho al voto
ni ninguna locura similar.
P. ¿Dónde estaría el mínimo del respeto?
R. En su viaje a la Tierra del Fuego, Darwin se sorprendía de que los indígenas
fuesen tan cariñosos entre ellos como crueles con las otras tribus. Llegaban
incluso a dar los prisioneros a los niños para que jugasen con ellos sacándoles
los ojos. Él decía que cuando la gente se sensibiliza empieza a tener compasión
del vecino, y que el círculo de la compasión se va extendiendo. Darwin se
preguntaba: "¿Cuándo se cierra ese círculo?". La respuesta es: cuando alcance a
todas las criaturas capaces de sufrir, porque compadecerse significa
etimológicamente "padecer con". Sin llegar a plantear cuestiones extremas como
si hemos de hacernos vegetarianos o dar la libertad a todos los animales,
tenemos dos obligaciones hacia aquéllos a los que hemos hecho prisioneros
para comérnoslos: tratarlos como miembros de la especie a la que pertenecen y
que, cuando los matemos, lo hagamos sin dolor.
P. ¿Cuándo empieza a manifestarse el interés por esos derechos?
R. A raíz de los progresos de la ciencia. Después de la teoría de la evolución ya
no cabe duda de que somos el producto de los mismos procesos evolutivos de
mutación y de selección natural que las demás especies.
P. Un interés reciente.
R. Mucho. En Occidente tenemos una historia intelectual de 2.500 años y esta
temática no se ha desarrollado hasta el siglo XX. Ahora, no obstante, está muy
activa. En el último congreso mundial de filosofía, en Boston, había una
exposición con todos los libros de filosofía publicados en inglés en los últimos
dos años. En el área de ética, la mitad se refería a temas o bien de ecología o
bien de la consideración moral de los animales.
P. ¿Qué papel juega esta discusión en la ética actual?
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R. En Princeton se acaba de crear una cátedra de bioética y después de buscar
por todo el mundo se la han dado a Peter Singer, un filósofo caracterizado por
su defensa de los derechos de los animales. La ética es algo cambiante. En un
momento dado lo que se produce es un consenso moral sobre ciertas cuestiones.
Hasta hace dos siglos, a todo el mundo en Occidente le parecía bien la
esclavitud. Eso, que provocó una discusión tan virulenta que llevó incluso a
guerras, hoy está superado. Lo mismo cabría decir del papel de la mujer.
Cuando las sufragistas pedían el voto para la mujer despertaban la hilaridad
general. No obstante, aunque ahora se habla más que nunca de nuestra relación
moral con los animales, no hay consenso. Al menos el tema ya no es tabú.
P. Hay quien dice que el interés por los animales conlleva un desinterés por los
seres humanos.
R. Es al contrario. Antes hablábamos de la religión budista, que ha sido muy
pacífica en comparación con el islam o el cristianismo. Ahí está también el caso
del doctor Schweitzer, que se dedicaba a cuidar a los más pobres y mostraba un
respeto escrupuloso por los animales. O, en la propia tradición católica, san
Francisco de Asís frente a santo Domingo de Silos, al que representa Berruguete
quemando herejes en una hoguera.
P. ¿Y en la literatura?
R. El interés crece. La declaración de los derechos de los animales la escribió
Marguerite Yourcenar. Y ahí esta Gerald Durrell. O, en España, Esther
Tusquets, Rosa Montero o Manuel Vicent, que acaba de escribir una
antitauromaquia. Y ahí está el libro sobre los animales de Coetzee. También en
ese terreno vivimos un periodo de transición. Hace cien años, el tema no
interesaba prácticamente a ningún escritor o filósofo. Dentro de cien,
preocupará a todos. Hoy, no obstante, sigue habiendo gente que justifica la
crueldad amparándose en la tradición.
P. ¿Como las corridas de toros?
R. Sí. Todas las culturas tienen aspectos crueles en sus tradiciones, pero el
progreso consiste, precisamente, en que estas ideas se vayan abandonando. En
África, por tradición, se les corta el clítoris a las mujeres, y en Estados Unidos
existe la tradición de llevar armas. Cuando planteas el tema te dicen: "Forma
parte de nuestro modo de vida tradicional. Tú eres europeo y no puedes
entenderlo". Las corridas de toros, por otro lado, no fueron exclusivas de
España, pese a que algunos las consideren la fiesta nacional, las hubo en toda
Europa, incluido el Reino Unido, hasta el siglo XIX.
P. ¿Cómo se explica que hayan generado tanto arte y tanta literatura?
R. En el caso de Hemingway, por ejemplo, responde a su propio retrato: "Me
gustan la caza mayor, los toros y las guerras civiles", decía. En esa frase está su
vida.
P. ¿Y Goya? ¿Y Picasso?
R. En Goya forman parte de los horrores que retrató. A Picasso, es cierto, le
gustaban. Yo, no obstante, no estoy contra la representación de la crueldad, sino
contra la crueldad misma.
P. Usted ha advertido contra ciertos experimentos de laboratorio.
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R. De nuevo, no se trata de oponerse radicalmente a todo, sino de recordar que
el sufrimiento de los animales debe ser el mínimo.
P. ¿No siempre es necesario para el progreso científico?
R. No. Uno de los experimentos más frecuentes en las pruebas de cosméticos es
el test de Draize, que consiste en aplicar dosis exageradas de champú en un ojo
a un conejo inmovilizado hasta que se le producen llagas y úlceras. Entretanto,
el otro ojo se deja sano para observar las reacciones.
P. ¿Y en el caso de la medicina?
R. No siempre los experimentos son útiles, porque los medicamentos no
reaccionan igual en sistemas inmunológicos diferentes. De hecho,
medicamentos probados con éxito en animales han causado estragos al
aplicarse a los seres humanos. Fue el caso de algunas medicinas que alteraron
masivamente la gestación de las embarazadas hace unas décadas. Por supuesto,
ciertos experimentos con animales vivos son imprescindibles, y eso plantea un
conflicto moral irresoluble. El conocimiento es un bien, pero el sufrimiento es
un mal. Por eso la curiosidad debe ser matizada por la compasión.
P. Usted critica la separación tradicional entre cultura y naturaleza, otra de las
causas de nuestro distanciamiento de los animales.
R. Temas como la genética humana o los derechos de los animales no seremos
capaces de enfocarlos con las humanidades tradicionales. Una cultura que
excluye la economía, la sociología o la biología es poco más que un adorno,
como aquella antigua educación para señoritas. No se puede pensar que un
persona culta, en el sentido actual de la palabra, sea alguien cuyos
conocimientos se limiten a la literatura, la pintura y la música. Si el genoma no
es parte de las humanidades no sé qué idea de humanidad es ésta.
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7.3.5.-
LECTURA COMPLEMENTARIA 5.- EXPERIMENTACIÓN CON
ANIMALES
(Datos: Betríu, Cohn, Ferrater, Fossey, Goodall, López, Montolíu, Mosterín, Nossman,
Singer)
“La cuestión no es si los animales pueden razonar
ni tampoco si pueden hablar, sino ¿pueden
sufrir?” (Bentham, 1780).
La relación del hombre con los animales puede ser de varias clases, cada una
con problemáticas éticas diferentes: de explotación económica (carne, leche, huevos,
piel, etc.), caza (distintas modalidades cinegéticas), compañía (perros, gatos, pájaros,
peces, etc.), defensa (perros), trabajo (tiro y carga, policía, guía, rescate), espectáculos
(domesticados o no: circo, corridas de toros, peleas de gallos, fiestas populares, etc.),
deportes (caballos, galgos), cautividad (parques zoológicos). Y experimentación. Cada
una de estas actividades presenta problemas éticos y legales diferentes que no
podemos abordar aquí por razones lógicas de espacio. En lo que sigue haremos
especial referencia a la utilización de los animales en la investigación.
LAS ESPECIES EN LA EXPERIMENTACIÓN
La experimentación animal ha sido una muestra más de la virtud y miseria del
ser humano, como todo lo que se relaciona con nosotros, aunque ahora los cultivos de
células de riñón extraídas de unos cuantos primates provean de vacunas para todos y
los anticuerpos que se utilizan en la terapia contra el cáncer no provengan de ratones.
Las escenas de escarnio no son exclusivas de la guerra o de psicópatas, o tal vez sí
aunque anónimos: durante unos experimentos (1984, U. de Pensilvania) el personal del
laboratorio aparecía en una grabación mofándose de unos mandriles a los que se les
había aplastado la cabeza para estudiar el trauma. Se calculan entre trescientos y
cuatrocientos millones los animales sacrificados cada año en nombre de la "ciencia
legal", los militares y la industria farmacéutica en todo el mundo.
La medicina considera desde el siglo XVII que los experimentos con animales
son necesarios para poder curar humanos. A una de estas prácticas, casi siempre
llevada a cabo con animales conscientes y no sedados, se la denomina "vivisección", es
decir, "sección en vivo". Para muchos esta pauta sólo sirve para mover negocios
millonarios o de "aval" jurídico a las empresas farmacéuticas y cosméticas. También
puede servir para que algunos "científicos" se ganen la vida realizando experimentos
absurdos e inútiles como, todos lo recordaremos, creando pabellones auditivos en el
lomo de las ratas...
Muchas personas reconocen que estos enfrentamientos también han tenido un
aspecto positivo y que el resultado de la batalla está sirviendo para informar y
concienciar al público de la situación, y para conseguir que la experimentación animal
sea un proceso más riguroso de lo que ha sido hasta ahora, y ya se buscan alternativas
a los animales, aunque se alega que hay fases En 1970 se utilizaban 5.000 monos al año
para la fabricación de vacunas contra la polio, y ahora los cultivos de células de riñón
extraídas de sólo 10 monos proveen la suficiente cantidad de vacunas para todos. Y
hoy en día los anticuerpos que se utilizan en la terapia contra el cáncer rara vez han
sido producidos por un ratón. que son imposibles de realizar en un tubo de ensayo.
LA EXPERIMENTACIÓN CLINICA
La preocupación de los científicos por los animales se empezó a hacer patente
por primera vez en los años cincuenta, cuando Russell y Burch publicaron los Principios
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de la Técnica Experimental Humana en la que describieron tres metas que debía seguir
todo investigador concienciado.
Tuvieron que pasar varias décadas, pero las tres R definen la situación actual de
la experimentación con animales. Hoy, se intenta cada vez más reducir y refinar la
técnica, por ejemplo, utilizando animales más inferiores en la escala filogenética. Y, de
hecho, ya se han obtenido algunos logros en la búsqueda de alternativas. Parece que la
conclusión general, después de oír a todas las partes, es que en la experimentación
animal, como en cualquier otro asunto, todo depende del uso que se haga de la técnica.
Las tres metas, llamadas tres R, que deben seguir en toda investigación:
Reemplazamiento de animales por métodos in vitro o en el tubo de
ensayo.
2.
Refinar el experimento con el fin de causar el mínimo daño posible.
3.
Reducción del número de víctimas.
1.
(Principios de la Técnica Experimental Humana)
Los partidarios de la investigación creen que a medida que la ciencia vaya
progresando puede que consigan reducir el número de animales utilizados en ciertas
áreas, pero en otras puede que aumente. Por ejemplo, si se desarrollan modelos
mejores. Ahora, ya se pueden criar animales que tengan exactamente los mismos
defectos genéticos que causan una enfermedad humana de manera que un ratón con
fibrosis quística, por ejemplo, pueda tener los mismos síntomas que un niño con
fibrosis quística. Estos ratones son el método imprescindible para probar la terapia
génica que podría ofrecer una solución definitiva para esta enfermedad, según la SDI
(Sociedad para la Defensa de la Investigación, EEUU).
Aparte de para el estudio de las funciones normales del cuerpo o del
mecanismo de una enfermedad, los animales son también necesarios en la última etapa
del desarrollo de un tratamiento, porque no es ético ni legal probar los medicamentos
nuevos en pacientes sin estar seguros de que van a resultar beneficioso para ellos o por
lo menos que no les harán daño. Aunque reconoce que hay experimentos que se
podrían haber evitado, la SDI cree que el uso de animales es insustituible en buena
parte de los trabajos, al menos por ahora, y que gracias a su utilización se han dado
pasos muy importantes en la lucha contra las enfermedades de los seres humanos.
Como es lógico, también hay infinidad de científicos que son amantes de los
animales. Un estudio sociológico (U. Fordham, Takooshian) reveló que entre los
investigadores de biomedicina se encuentran los mismos sentimientos enfrentados que
se dan fuera del laboratorio; sentimientos que pueden perjudicar su labor. Otro de
Arluke (U. de Northeaster, 1985-1993), dedicado al caso de los animales favoritos en el
laboratorio, informó de cómo algunos técnicos quedaban profundamente afectados
cuando sacrificaban a un perro juguetón o un ratón con el que se habían encariñado, y
de cómo, después de unas cuantas muertes de animales favoritos, el técnico de
laboratorio aprendía a evitar desarrollar sentimientos hacia las criaturas.
En laboratorios donde se llevan a cabo experimentos dolorosos sobre animales,
los modos como el animal trata de evitar el dolor son considerados como indicaciones
de la existencia y el grado de éste. Creo, sin embargo, que los modos indicados nos
proporcionan una idea sumamente vaga de la manera como, o la proporción en que,
un animal sufre al dar saltos o al lamer su zarpa cuando trata de evitar que se le
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coloque de pie sobre una rejilla a alta temperatura. De modo similar, los conejos en
cuyos ojos se depositan jabón u otras sustancias (con el fin de determinar el grado de
resistencia de ciertos cosméticos o detergentes) pueden no parecernos que están
sufriendo. El conejo es confinado a un lugar del que no puede moverse, como no emite
ningún sonido perceptible, el único indicador de la existencia de dolor es el ojo
ulcerado. Pratt sugiere que un animal que sufre suele no gritar, o aullar, o bramar, o lo
que sea, porque estos sonidos son «señales» que pueden alertar a un animal de presa y,
por tanto, pueden poner en peligro la vida del animal «amenazado».
Pero, en todo caso, puede ser muy difícil para el observador humano
determinar si un animal sufre. Por desgracia, para la conciencia del investigador,
algunos animales gritan, o aúllan, o ladran, o...; pero también para su desgracia, la de
algunos de estos animales, como a los perros, se les suelen extirpar las cuerdas vocales.
Y la lista continúa; véase la relación de Premios Nóbel
experimentación con otras especies
vinculados a la
AUTORES
Von Behring
Ross
Pavlov
Golgi,
Ramón y Cajal
Laveran
Metchnikov,
Ehrlich
Kossel
NÓBEL
1901
1902
1903
1906
OBJETO DE LA INVESTIGACIÓN
Antisuero de la difteria
Ciclo de la malaria
Respuesta condicionada a estímulos
Sistema nervioso central
ANIMAL
Cobaya
Pájaro
Perro
Caballo, perro
1907
1908
Pájaro
Pájaro, cobaya
Carrell
1912
Richet
Bordet
Krogh
Gill
1913
1919
1920
1922
Banting, Macleod
Einthoven
Nicolle
Eijkman, Hopkins
1923
1924
1928
1929
Morgan
Sherrington,
Adrian
Whipple, Murphy,
Minot
Spemann
Dale, Loewi
1930
1932
Enfermedades parasitarias: protozoos
Reacciones inmunes y funciones de los
fagocitos
Bioquímica célular: la nucleína (ácidos
nucleicos)
Técnica de sutura e injerto de vasos
sanguíneos
Mecanismos de anafilaxis
Mecanismos de inmunidad
Sistema regulador capilar
Consumo de oxígeno. Metabolismo del
ácido láctico
Insulina y mecanismo de la diabetes
Electrocardiógrafo
Patogénesis del virus
Vitamina estimuladora del crecimiento y
antineurítica
Teoría cromosómica de la herencia
Funciones de las neuronas
1934
Terapia del hígado para la anemia
Perro
1935
1936
Heymans
Domagk
1938
1939
Plan general de desarrollo embrionario
Transmisión química de los impulsos
nerviosos
Mecanismos de la aorta en la respiración
Efectos antibacterianos del Prontosil
Anfibios
Rana, pájaro, gato,
reptiles
Perro
Conejo, ratón
1910
97
Pájaro
Perro
Perro, conejo
Caballo, conejo
Rana
Rana
Perro, conejo, pez
Perro
Cerdo, rata, mono
Gallina
Insecto(Drosophila)
Gato, perro
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El Búho
Danm, Doisy
Erlanger,
Gasser
Fleming,
Chain,
Florey
Cori,
Gerti,
Houssay
1943
1944
Rous, Huggins
1966
Harttline, Granit,
Wald
Shuterland
Edelman, Porter
Frisch,
Lorenz,
Timbergen
De Duve, Palade,
Claude
Baltimore, Temin
Guilemin, Schally,
Yalow
Gormack,
Hounsfield
Snell, Benacerraf
Bergstrom,Vane,
Samuelsson,
Milstein,
Kohler,
Jerne
Levi-Montalcini,
Cohen
Tonegawa
1967
Función de la vitamina K
Funciones específicas de las células
nerviosas
Efecto curativo de la penicilina en
infecciones bacterianas
Conversión catalítica del glucógeno.
Papel de la pituitatria en el metabolismo de
los azúcares
Organización funcional del cerebro como
coordinador de los órganos internos
Papel antiartrítico de las hormonas
adrenales
Vacuna de la fiebre amarilla
Vacuna de la fiebre amarilla
Generación de la energía celular: ciclo del
ácido cítrico
Cultivo de poliovirus y vacunas
Enzimas oxidativas
Producción de curare sintético
Tolerancia inmunológica e inmunidad
adquirida
Mecanismo físico de la simulación en la
cóclea
Papel de los iones en la estimulación e
inhibición nerviosa
Metabolismo del colesterol y síntesis de
ácidos grasos
Tumores inducidos por virus, inicio
tratamiento hormonal del cáncer
Procesos químicos y fisiológicos de la visión
Hess,
Moniz
Kendal,
Hench,
Reichstein
Theisler
Vaksman
Krebs, Lipman
1949
1951
1952
1953
Enders, Weller,
Theorell
Bovet
Burnet, Medawar
1954
1955
1957
1960
Von Bekesy
1961
1971
1972
1973
Mecanismo de acción de las hormonas
Estructura química anticuerpos
Comportamiento
Pez,
cangrejo,
gallina, conejo
Vaca
Conejo, cobaya
Abejas, aves
1974
Organización estructural de las células
Rata, cobaya
1975
1977
Transcripción inversa retrovirus
Hormonas hipotalámicas
Ratón, pollo
Cerdo, oveja
1979
Tomografía asistida computarizada
Cerdo
1980
1982
Genes de histocompatibilidad
Prostaglandinas
1984
1986
Inmunogenética:
Anticuerpos monoclonales
Factor de crecimiento epidérmico celular
Ratón, cobaya
Cobaya,
conejo,
carnero
Mono, gato
1987
Base genética de la diversidad de los Ratón
1945
1947
1950
Eccles,
Hodgkin, 1963
Huxley
Block, Linen
1964
98
Pollo, ratón, perro
gato
Ratón
Perro
Gato
Vaca
Ratón, mono
Cobaya
Paloma
Ratón, mono
Caballo
Perro
Conejo
Cobaya
Gato, rana, calamar,
cangrejo
Rata
Cobaya, rata
Conejo, reptiles
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El Búho
Bishop, Varmus
Murray, Thomas
Neher, Sakmann
Fisher, Krebs
Nüsslein-Volhard
Wieschaus, Lewis
Doharty,
Zinkernagel
Prusiner
Furchgott,
Ignaro,Murod
Carlsson, Kandel
Greengard
1989
1990
1991
1992
1995
1996
1997
1998
2000
anticuerpos
Origen celular de los oncogenes retrovirales
Técnicas de trasplante de órganos
Comunicación química intercelular
Mecanismos reguladores en las células
Control genético del desarrollo embrionario
temprano
Identificación de la identidad celular en la
respuesta inmunológica
Priones
Oxido nítrico y sistema cardiovascular
Pollos, aves
Perro
Rana
Conejo
Insectos (Drosophila)
Ratón
Ratón, hámster
Conejo, cobaya,
gato.
Transducción de la señal en el sistema
Ratón,
babosa
nervioso
marina (Aplysia)
Pero el negocio de la experimentación no sólo afecta a equipos médicos. Con 12
millones de animales usados en la Unión Europea, un 60% de las pruebas se destinan a
cosmética, un 30% a experimentos militares y sólo un 10% a sanidad. Pero este 10 %
incluye los animales destinados a "prácticas" de los estudiantes de veterinaria y
medicina (principalmente, porque no hay que olvidar que aún se llevan a cabo
prácticas con animales vivos en escuelas de secundaria y otras carreras universitarias
de la rama "experimental", experimentos que son absolutamente inútiles a veces. La
experimentación continúa en otros ámbitos, como la industria espacial, que sigue
realizando múltiples pruebas con monos. Tal es el caso del proyecto "Bion 12" de la
NASA., y que cuenta con 33.2 millones de dólares de presupuesto. El estudio consiste
en clavar electrodos estereotáxicos en el cerebro y músculos de los chimpancés para
hacer diversas mediciones. El dinero que mueve este negocio, eso sí, llega a muchas
manos, entre otras las de las compañías aéreas que colaboran en el envío de animales
(casi siempre monos salvajes) a los principales laboratorios internacionales.
¿NECESIDAD DE LA EXPERIMENTACÓN ANIMAL?
Hoy en día, casi todos los activistas liberadores de animales insisten en que la
investigación con animales es totalmente innecesaria , y para estas personas los
científicos que utilizan animales para sus estudios son individuos crueles y corruptos a
los que sólo les mueve el deseo de publicar sus trabajos y conseguir becas. Para
muchos de estos defensores, el hecho de que se maten anualmente 6.000 millones de
animales, casi todos para comida, representa un holocausto; también son considerables
los investigadores que se han revelado contra ese dogma de la medicina. Incluso
puede ser peligroso su uso como base para obtener medicamentos, ya que los
resultados obtenidos en distintas especies son completamente diferentes (así la aspirina
es letal para los gatos pero beneficiosa en humanos). Muchos recordarán sonados
fracasos de la medicina al lanzar al mercado fármacos avalados por la experimentación
con animales y que resultaron fatales en los humanos. Algunos son:
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practolol (lesiones en la córnea y ceguera),
cloranfenicol (anemia apástica y muerte),
ibufenac y opren (destrozaba el hígado y la muerte),
ziprepol (ataques neurológicos y coma),
talidomina (causaba malformaciones y muertes en niños),
eraldin (ceguera y úlceras), clioquinol (ceguera y parálisis),
stalión (muerte), osmosin (desórdenes sanguíneos y muerte),
aspargagine (contra la leucemia, pero desarrollaba células malignas).
Aunque no son los científicos los único que deben enfrentarse al dilema ético,
sino el resto de ciudadanos. En este sentido, es interesante destacar que los que están
más a favor de la experimentación animal son el clero, los granjeros y los cazadores. De
hecho, los movimientos defensores de los animales han ido surgiendo a medida la
población abandonaba el campo para irse a vivir a la ciudad. El género, la edad y la
educación recibida también son aspectos determinantes: en todas las ciudades que se
han estudiado, las mujeres se muestran más a favor de los animales que los hombres.
De hecho, en EEUU, la tercera parte de los activistas son mujeres. Además, las
personas mayores y que han recibido menos educación sienten una menor compasión
por los animales que los más jóvenes y con un nivel cultural más elevado.
El apoyo del público a la experimentación científica, aunque es mayor al otro
lado del Atlántico que en Europa, está descendiendo: en 1985, el 63% de los
estadounidenses estaba de acuerdo en que los científicos realizaran investigaciones que
causan dolor y daño a los animales tales como perros y chimpancés sólo en el caso de
que el estudio ofreciera más información sobre las enfermedades humanas. En 1995,
sólo un 53% pensaba lo mismo.
ANEXO
Son pocas las leyes que regulan el manejo de los animales de experimentación y
muchas las irregularidades que rodean a esta actividad (como las que ocurren en
cualquier negocio que mueve mucho dinero). Existen asociaciones que se encargan de
intentar que se respeten las normas legales, pero el problema radica en que dichas
normas son "recomendaciones" (como la de la amplitud de las jaulas en los
animalarios) por lo que en la práctica cada uno hace lo que buenamente quiere. En
España, tras varios cambios, el encargado de éstas problemáticas es la S.E.C.A.L.
(Sociedad Española para las Ciencias de los Animales de Laboratorio), y las
asociaciones más activas en cuanto a información y denuncias se refiere son: A.L.A.
(Asociación para la Liberación Animal), A.D.D.A. (Asociación para la Defensa de los
Derechos de los Animales) y Ecologistas en Acción.
Ofrecemos un extracto de los aspectos que fundamentan la legalidad actual en
el plano internacional.
DECLARACIÓN UNIVERSAL DE LOS DERECHOS DEL ANIMAL
La Declaración fue proclamada el 15 de Octubre de 1978 por la Liga Internacional
de los Derechos del Animal, las ligas nacionales y las personas físicas que se asocien a
ellas.
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Fue aprobada por la Organización de las Naciones Unidas por la Educación, la
Ciencia y la Cultura (UNESCO).
Posteriormente lo fue por la Organización de las Naciones Unidas (ONU).
Su articulado es el siguiente:
Artículo 1. Todos los animales nacen iguales ante la vida y tienen los mismos derechos a
la existencia.
Artículo 2. Todo animal tiene derecho al respeto.
El hombre, en tanto que especie animal, no puede atribuirse el derecho de
exterminar a los otros animales, o de explotarlos violando este derecho. Tiene la
obligación de poner sus conocimientos al servicio de los animales.
Todos los animales tienen derecho a la atención, a los cuidados y a la protección
del hombre.
Artículo 3. Ningún animal será sometido a malos tratos ni a actos crueles.
Si es necesaria la muerte de un animal, ésta debe ser instantánea, indolora y no
generadora de angustia.
Artículo 4.. Todo animal perteneciente a una especie salvaje tiene derecho a
vivir libre en su propio ambiente natural, terrestre, aéreo o acuático, y a
reproducirse.
Toda privación de libertad, incluso aquella que tenga fines educativos, es contraria
a este derecho.
Artículo 5. Todo animal perteneciente a una especie que viva tradicionalmente en el
entorno del hombre, tiene derecho a vivir y crecer al ritmo y en las condiciones de
vida y libertad que sean propias de su especie.
Toda modificación de dicho ritmo o dichas condiciones que fueran impuestas por
el hombre con fines mercantiles es contraria a dicho derecho.
Artículo 6. Todo animal que el hombre ha escogido como compañero tiene derecho a
que la duración de su vida sea conforme a su longevidad natural.
El abandono de un animal es un acto cruel y degradante.
Artículo 7. Todo animal de trabajo tiene derecho a una limitación razonable del tiempo e
intensidad del trabajo, a una alimentación reparadora y al reposo.
Artículo 8. La experimentación animal que implique un sufrimiento físico o psicológico
es incompatible con los derechos del animal, tanto si se trata de experimentos
médicos, científicos, comerciales, como toda otra forma de experimentación.
Las técnicas alternativas deben ser utilizadas y desarrolladas.
Artículo 9. Cuando un animal es criado para la alimentación debe ser nutrido instalado y
transportado, así como sacrificado, sin que ello resulte para él motivo de ansiedad
o dolor.
Artículo 10. Ningún animal debe ser explotado para esparcimiento del hombre.
Las exhibiciones de animales y los espectáculos que se sirvan de animales son
incompatibles con la dignidad del animal.
Artículo 11. Todo acto que implique la muerte de un animal sin necesidad es un biocidio,
es decir, un crimen contra la vida.
Artículo 12. Todo acto que implique la muerte de un gran número de animales salvajes
es un genocidio, es decir, un crimen contra la especie.
La contaminación y la destrucción del ambiente natural conducen al genocidio.
Artículo 13.
Un animal muerto debe ser tratado con respeto.
Las escenas de violencia en las que los animales son víctimas deben ser prohibidas
en el cine y la televisión, salvo si ellas tienen como fin el dar muestra de los
atentados contra los derechos del animal.
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Artículo 14. Los organismos de protección y salvaguarda de los animales deben ser
representados en el ámbito gubernamental.
Los derechos del animal deben ser defendidos por la ley como lo son los derechos
del hombre
PRINCIPIOS DE LA LEGISLACIÓN:
ESTADOS UNIDOS
Todos los animales utilizados para fines de experimentación deben haber sido
adquiridos legalmente.
Todas las instituciones científicas deben disponer de un estamento
administrativo que ejerza las adecuadas funciones en todo lo referente al uso y cuidado
de animales empleados en los experimentos.
Los experimentos que requieren la utilización de animales vivos deben llevarse
a cabo o estar directamente supervisados por un especialista cualificado en
experimentación biológica.
Los animales de laboratorio deben ser tratados de manera adecuada,
alimentándolos convenientemente y mantenidos bajo las oportunas medidas de
higiene.
Todos los experimentos que puedan causar daño o sufrimiento a los animales
deben llevarse a cabo bajo anestesia con el fin de evitar dolor innecesario al animal;
únicamente podrán llevarse a cabo sobre el animal despierto en aquellos casos en que
se certifique que la anestesia interfiere o invalida el propósito experimental, debiendo
en ese caso estar dicho experimento convenientemente aprobado y supervisado por el
jefe del equipo de investigación.
Si una vez finalizado un proceso experimental agudo no se precisa la
supervivencia del animal, éste deberá ser sacrificado por procedimientos que aseguren
un mínimo sufrimiento y un efecto inmediato, debiéndose constatar la muerte del
animal antes de deshacerse del mismo.
Si la naturaleza de la experiencia requiere la supervivencia del animal, el comité
bioético del centro supervisará la evolución del proceso y dictará en cada caso las
normas a seguir para controlar el estado y la evolución del animal tratado.
El cuidado postoperatorio debe reducir al máximo las molestias y sufrimiento
del animal durante el período de convalecencia de acuerdo con las prácticas habituales.
COMITÉ NACIONAL DE ESPAÑA, PERTENECIENTE AL ICLAS
(International Council For Laboratory Animal Science. Normas elaboradas en
colaboración con los consejos generales de colegios oficiales de farmacéuticos, médicos
y veterinarios)
Artículo 1. Los progresos del conocimiento humano son necesarios y sobre todo los de
la Biología, de la Medicina del hombre y de los animales.
Artículo 2. El hombre tiene necesidad de utilizar el animal en la búsqueda del
conocimiento humano igual que para alimentarse, vestirse y trabajar. De ahí el
deber de respetar al animal, ente auxiliar y ser viviente común a él.
Artículo 3. Toda persona que emplee animales con fines experimentales debe tener
presente que están dotados de sensibilidad y memoria y son susceptibles al
dolor y al sufrimiento.
Artículo 4. El experimentador es nombrado responsable de sus actos en el marco de la
experimentación animal.
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Artículo 5. Las experiencias concernientes a los seres vivos y las extracciones de tejidos
a sujetos vivos con fines de investigación deben ser realizados por un científico
cualificado o bajo su control directo. Las condiciones de conservación de los
animales en experimentación deben ser definidas por un científico competente.
Artículo 6. En los estudios sobre la utilización de animales debe existir una
probabilidad razonable para que estos estudios contribuyan de manera
importante a la adquisición de conocimientos que desembocarán
eventualmente en la mejora de la salud y del bienestar del hombre y de los
animales.
Artículo 7. Los métodos estadísticos, los modelos matemáticos y los sistemas biológicos
in vitro deben ser utilizados cuando sean apropiados para completar la
experimentación animal y para reducir el número de los sujetos utilizados.
Artículo 8. El experimentador debe utilizar el animal adaptado a su investigación y
tener en cuenta también los grados sensoriales y psíquicos propios de cada
especie. Los animales en peligro de extinción no deberán ser utilizados más que
en circunstancias excepcionales muy definidas.
Mientras sea posible, los animales utilizados en el laboratorio provendrán de crías
especializadas para asegurar las mejores condiciones de equilibrio biológico.
Artículo 9. El experimentador debe velar porque las condiciones de conservación del
animal de laboratorio sean las mejores posibles, y aportar los cuidados
necesarios antes, durante y después de las intervenciones.
Artículo 10. El experimentador tiene el deber de ahorrar al animal todo sufrimiento
físico o psíquico inútil. Debe poner en marcha los métodos que permitan limitar
el sufrimiento y los dolores en el caso o casos que sean inevitables.
COMITÉS DE ÉTICA EN LA INVESTIGACIÓN CLÍNICA
Las funciones de los Comités de Ética en la investigación clínica deben atender,
por un lado, al mérito científico de los proyectos de investigación en cuanto se refiere al
protocolo del estudio, la metodología y el análisis de los resultados, y al mérito ético,
por otro lado. Como señala Benatar (2000), los comités de ética deben realizar
funciones de:
-Revisión
La revisión o evaluación ética de los protocolos de investigación debe abordar
las siguientes cuestiones: relación riesgo/beneficio de la investigación; grado de
equidad en la distribución de los beneficios y las cargas; evaluación de si se ha
proporcionado a los participantes una información adecuada; protección de la libertad
de consentimiento; abandono del experimento sin perjuicio para la salud; publicación
de los resultados; remuneración económica a los sujetos que participan en el ensayo,
evitando el pago de cantidades excesivas que puedan forzar la participación con
posibles riesgos exagerados; previsión de indemnizaciones en caso de daño a cargo de
los promotores de la investigación; búsqueda y eliminación de posibles conflictos de
intereses (entre el médico investigador y el médico clínico; entre el investigador y la
institución; entre el investigador y la compañía farmacéutica patrocinadora del ensayo
clínico; etc.); confidencialidad y medios de difusión de los datos obtenidos.
-Formación
Los comités de ética deben preocuparse de la formación ética de los
investigadores del centro que incluya una perspectiva ética de la investigación y de las
responsabilidades del científico.
-Auditoría
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El Búho
Los comités de ética de la investigación clínica deben evaluar la forma en la que
se aplica la ética de la investigación. También deben preocuparse por la manera en que
se lleva a la práctica el consentimiento informado.
LEGISLACIÓN EUROPEA
CONSEJO DE EUROPA
- Convención Europea para la Protección de Animales durante el Transporte
Internacional (1968)
- Convención Europea para la Protección de Animales de Granja (1976)
- Convención Europea para la Protección de Animales de Matadero (1979)
- Convención Europea para la Protección de Animales Vertebrados utilizados con Fines
Experimentales y Científicos (1985)
COMUNIDAD EUROPEA
- Directiva 74/577/CE que trata de las reglas sobre el aturdimiento de los animales previo
al sacrificio.
- Directiva 89/609/CE relativa a la aproximación a las disposiciones legales,
reglamentarias y administrativas de los Estado miembros referentes a la experimentación
animal. Consta de 27 artículos que tratan los siguientes aspectos:
El Art. 1 establece la armonización de las disposiciones legales, reglamentarias y
administrativas de los Estados miembros referentes a la protección de los animales
utilizados para la experimentación.
El Art. 2 contempla las definiciones del animal de experimentación y su entorno.
Los Arts. 3 y 4 señalan los fines de las experimentaciones, evitando la utilización de los
animales en extinción.
El Art. 5 hace referencia al cuidado general de los animales y las características de los
alojamientos.
Los Arts. 6 y 7 indican las competencias de las autoridades y los técnicos y los controles
de experimentación.
Los Arts. 8, 9, 10 y 11 hacen referencia al tipo de anestesia, al sacrificio, a la prohibición de
experimentar más de una vez con el mismo animal y a la posibilidad de dejar en
libertad a los animales de una experimentación.
Los Arts. 15, 16, 17 y 18 señalan las condiciones de los establecimientos suministradores
de animales, de las personas responsables, de los controles a realizar y de la
identificación y registro de los animales.
Los Arts. 19 y 20 indican que los establecimientos usuarios deberán estar registrados o
aprobados por la autoridad y deberán llevar un control de los animales y del
personal responsable.
El Art. 22 hace referencia al control de datos obtenidos en la experimentación e
información a los Estados miembros para evitar duplicidades innecesarias.
El Art. 23 expresa que los Estados miembros deben fomentar las investigación sobre
desarrollo y confirmación de técnicas alternativas que puedan aportar el mismo
nivel de información que los obtenidos en experimentos con animales.
- Directiva 93/119/CE, del Consejo, de 22 de diciembre de 1993 sobre protección de los
animales en el momento de su sacrificio o matanza.
LEGISLACIÓN ESPAÑOLA
- Orden de 29 de Octubre de 1987 por la que se establecen normas relativas a la protección
de los animales en los transportes internacionales.
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El Búho
- Real Decreto 1616/1987, de 18 de diciembre, por el que se establecen las normas
relativas al aturdimiento de animales previo al sacrificio (incorpora la Directiva
74/577/CE).
- Real Decreto 223/1988 (B.O.E. de 18 de marzo) sobre protección de animales de
experimentación. Esta normativa está de acuerdo con la Directiva Europea 89/609/CE
relativa a la aproximación a las disposiciones legales, reglamentarias y administrativas de
los Estados miembros referentes a la experimentación animal antes mencionada.
- Real Decreto de 20 de enero de 1995 sobre protección de los animales en el momento de
su sacrificio o matanza (incorpora la Directiva 93/119/CE, del Consejo, de 22 de
diciembre de 1993).
- Ley 25/1990, de 20 de diciembre, del medicamento (B.O.E. nº 306, de 22 de diciembre de
1990), en el Título Tercero trata “de los ensayos clínicos”, pero no hace referencia alguna a
los aspectos bioéticos y a los derechos de los animales de experimentación en el Artículo
60 en el que trata del “respeto a postulados éticos”.
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7.3.6.- LECTURA COMPLEMENTARIA 6.- “LA ALDEA GLOBAL”
(Datos: Chomsky, Amigos de la Tierra, Amnistía Internacional, Ecologistas en Acción, Foro Social,
Greenpeace, Manos Unidas, Proyecto Gran Simio)
Hay una cosa de la que estamos seguros: la tierra no pertenece al
hombre, es el hombre el que pertenece a la tierra. [...] Todas las cosas
están ligadas como la sangre de una misma familia.[...] Demasiado bien
sabemos que el hombre de piel blanca no puede entender nuestra forma
de ser. Tanto le hace un trozo de tierra que otro, porque como es un
extraño que llega de noche a robar de la tierra lo que necesita. No ve a la
tierra como una hermana, sino más bien como una enemiga.. Cuando la
ha hecho suya, la desprecia y sigue adelante [...] Trata a la madre tierra y
al hermano cielo como si fuesen cosas que se compran y se venden; como
si fuesen ganado o baratijas. Su hambre insaciable devorará la tierra, y
tras él solamente dejará un desierto...
Extracto de la Carta del Jefe Seatle al Presidente de
EE.UU. 1864
UN POCO DE HISTORIA
En la década de los setenta del siglo pasado afloró la preocupación
mundial por el peligro ecológico, señalada por la repercusión que tuvieron el
Informe del Club de Roma de 1972, el “Informe 2000” que se elaboró en Estados
Unidos durante la presidencia de Carter y el informe “Our common future”
elaborado en 1987 por la Comisión Mundial del Medio Ambiente y del
Desarrollo de las Naciones Unidas.
En este contexto tienen especial relevancia los convenios internacionales
en los temas relacionados con la “biodiversidad” (Cumbre de Río de Janeiro,
1992), la “bioseguridad” (Cartagena, Colombia, 1999; Montreal, 2000) y la
“contaminación atmosférica” (Convención Marco de Naciones Unidas sobre el
Cambio Climático, Nueva York, 1992, cuyo Protocolo fue aprobado en Kyoto en
1998).
¿CAUSAS Y EFECTOS?
La teoría económica neoliberal, el modelo económico hoy predominante
en el mundo, se basa en varias premisas falsas y es insostenible. Peor aún, al
contrario del mundo para todos ventajoso que nos prometen sus defensores,
conduce a una realidad en la que algunos pocos se benefician y las grandes
mayorías salen perjudicadas por sus efectos negativos, ocasionando el
sufrimiento de millones de personas. Vivimos en un mundo en que las
disparidades son cada vez mayores y donde muchos de seres humanos no
tienen satisfechas ni siquiera sus necesidades básicas más elementales. Los
bosques, los minerales y los combustibles fósiles están siendo explotados a
ritmos absolutamente para abastecer con recursos naturales a la 'economía
globalizada'.
La democracia se debilita cada vez más, a medida que el se concentra
cada vez en menos manos. La diversidad biológica y cultural están
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desapareciendo a ritmos alarmantes, y muchas conquistas sociales y
ambientales trabajosamente logradas se encuentran seriamente. Si mantenemos
el mismo rumbo, las perspectivas para las generaciones y futuras son realmente
aterradoras. El gran desafío para la humanidad consiste en brindarle una
calidad de vida digna a una población estimada de 10 mil millones de personas
para el año 2050, disminuyendo al mismo tiempo los impactos sobre el medio
ambiente a niveles sustentables. La globalización económica neoliberal
magnifica el desafío, pero aun así, el discurso oficialista sigue sosteniendo que
'no existen alternativas. Vivimos en una sociedad de consumo, la "única"
sociedad posible, y además la mejor, porque es la sociedad del bienestar". Esto
se aprende en la familia, en escuelas y universidades, en la calle, en el trabajo,
con la TV.
"Consumo, luego existo", es el primer axioma del que se derivan todos
los demás. En este contexto de desigualdad y de consumismo sin límite,
intentar discernir qué es imprescindible y vivir con eso, es una gran victoria,
silenciosa, discreta y definitiva, porque la economía, tal y como se configura
actualmente, se basa en el consumo ilimitado del 20 % de la población mundial.
porque en todo momento y lugar estamos expuestos a la influencia de la
publicidad, de la moda, del márqueting, etc., y porque lo tenemos totalmente
interiorizado y asumido. No estamos hablando solo de un hecho concreto,
consumir, sino de un estilo de vida. Y así, al nivel de consumo se le llama "nivel
de vida", y consumir es "bienestar".
Los grandes problemas ambientales que sufre el Planeta:
•
•
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el cambio climático,
el agujero de la capa de ozono
la amenaza nuclear,
la pérdida de biodiversidad,
la destrucción de ecosistemas por la agricultura,
la introducción de organismos modificados genéticamente
la destrucción de las costas,
los problemas del agua continentales y marinos,
la sobreexplotación de los recursos pesqueros,
la contaminación química.
Los combustibles fósiles y la energía nuclear además de ser fuentes
energéticas son verdaderas fuentes de problemas. La energía nuclear ha
demostrado ser uno de los errores tecnológicos, ecológicos y económicos más
graves de nuestro tiempo. Las centrales nucleares actualmente en uso, también
en nuestro país, no han terminado de evitar el peligro de accidentes y el
problema de los residuos.
Con el actual despilfarro de energía, las
multinacionales están lejos de interesarse en la investigación que permita
sustituir las fuentes de energía sucias por otras limpias y renovables a menor
coste.
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La grave destrucción de los ecosistemas forestales, de las últimas zonas
boscosas del Planeta, por la contaminación, quema continua, tala,
sobreexplotación, con la errónea creencia de mejor garantizar el mantenimiento
de las comunidades rurales, hace peligrar la propia existencia de los bosques.
La presión a la que está sometido el litoral pone en peligro este frágil
ecosistema. Las infraestructuras construidas en el litoral, la contaminación y la
presión turística suponen la principal amenaza. En relación con la
sobreexplotación de los recursos pesqueros, no se cesa de poner en peligro los
ecosistemas marinos: el exceso de capacidad pesquera, los sistemas de pesca
que no evitan las capturas accidentales y los descartes, la pesca ilegal y
destructiva fomentada sólo para venta de las especies comerciales.
La liberación de organismos modificados genéticamente (OMG) supone
un grave riesgo para la biodiversidad y puede tener efectos irreversibles e
imprevisibles sobre los ecosistemas. España es uno de los países que importa
grandes cantidades de transgénicos y es el único país de la UE en donde se
siembran. Además, los alimentos están amenazados por la contaminación
química asociada al uso de biocidas tóxicos en la agricultura y a la presencia de
contaminantes orgánicos persistentes en el medio ambiente, procedentes de
diferentes actividades humanas. Ante esta situación se está poniendo en riesgo
la propia salud del ser humano y del resto de los seres vivos.
Comercio de armas y derechos humanos armas ligeras son las causantes
del 90% de las víctimas de los más de 30 conflictos armados actuales en el
planeta, en los que la población civil constituye también el 90% de las personas
afectadas. No existe por parte de los gobiernos, partidos grupos en conflicto o
empresas implicados transparencia en la producción de armas ligeras, control
de las exportaciones: retrasan o falsean la puesta en práctica de programas de
recolección, recompra o intercambio y destrucción de armas.
HACIA UNA ÉTICA DE LA RESPONSABILIDAD
Las Naciones Unidas han realizado distintas cumbres en los años 1990
(Copenhague, Pekín, Jomtien, Cairo) donde se han discutido temas de
desarrollo mundial.
Aquí presentamos las metas que nos han propuesto para el año 2015.
Desarrollo
Bienestar
económico
Desarrollo
social
Discriminación
de género
Metas
Reducción de la pobreza
extrema.
Reducción
del
porcentaje de población que
vive en extrema pobreza de al
menos en la mitad
Todos los países deben tener
educación primaria universal
Observaciones
Extrema pobreza: < de 1
$/día
Indicador:.nutrición infantil;
niños menores de 5 años con
peso insuficiente
Indicador: finalización de 4º
grado
de
educación
primaria
Igual acceso a la educación Indicador: disminución de la
primaria y secundaria
ratio de alfabetas sobre
alfabetos (de 15 a 24 años)
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Reducción en dos tercios de los
niveles de mortalidad de niños
menores a 5 años, en cada país
Salud
en desarrollo
Reducción en tres cuartos del
nivel de mortalidad
Todas las personas en edades
apropiadas deben tener acceso
a
servicios
de
salud
reproductiva a través de un
sistema de salud primaria
Sostenibilidad y Elaboración de una estrategia
regeneración
nacional
de
desarrollo
medioambiental sostenible
11millones de niños mueren
al año en el mundo por
causas evitables: sarampión,
diarrea, malaria, neumonía
Indicador: la cantidad de
partos
atendidos
por
personal capacitado
Indicador:
embarazadas,
entre los 15 y los 24 años,
infectadas de SIDA
Indicador:
conciencia del
de recursos
necesidad de
deterioro.
toma
de
agotamiento
naturales y
revertir su
Ni nuestros productos ni los sistemas de producción son limpios. Los
problemas ambientales generados por actividades, tecnologías y productos
contaminantes (incluyendo presentación y promoción de sistemas de
producción y de productos). Asimismo, la gestión de los residuos no está
basada en la prevención. Las cosas que uno hace como individuo, desde su
hogar, lugar de trabajo o lugares que se visita contribuyen en no poca medida a
agravar e intensificar el conflicto socioambiental.
Podemos hacer por nuestro medio ambiente dos cosas y tres “r”
TRES “R”: REDUCIR, REUTILIZAR, RECICLAR
Se podría fijar, por ejemplo, un objetivo de reducción del 20% en el
consumo neto de los materiales de construcción para el año 2010. Sin embargo,
a largo plazo, también porque es necesario limitar el gasto energético en
producción y transporte de estos materiales, se debería alcanzar una reducción
de un 70%.
La reducción del 20% para el año 2010 es alcanzable si por una parte se
incrementan la reutilización de los materiales de construcción o la utilización de
otros materiales secundarios, minimizando así la producción de residuos en el
sector de la construcción y por otra parte si se planifican bien las obras para no
tener que rectificar errores a posteriori. Estas reutilización de materiales y
minimización de residuos pueden resultar actualmente económicamente
rentables..
Otro caso sería mejorar el diseño de los productos. Para que una política
integral sobre materiales tenga éxito, es necesaria la cooperación entre los
fabricantes del principio y del final de la cadena, los consumidores y los
recicladores.
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Los gobiernos, las autoridades locales y las empresas del sector público
deberían desarrollar y adoptar una política de utilización de materiales y de
productos reciclados así como de bienes que optimizan el uso de materiales.
DOS COSAS: PENSAR GLOBALMENTE, ACTUAR LOCALMENTE
La lucha más difícil y definitiva en el ámbito económico es resistirse al
consumismo.
Esto, en nuestro contexto, es una revolución. A medida que vayamos
erosionando este aspecto, erosionamos la base del "dominio de la economía"
que vivimos. Esto, que parece sencillo, es extremadamente difícil, cuestionar el
consumo, porque consumo significa bienestar, y cuando se toca el consumo lo
que se está cuestionando son las expectativas de bienestar que tienen las
personas.
Resistir al consumismo significa vivir un estilo y un respirar un sentir de
la vida diferente. Hay que estar bien enraizado en los "contravalores" de la
sencillez, la austeridad, el compartir, la justicia... La gestión del agua es la gran
asignatura pendiente en el mundo, no digamos de la Administración española,
que lejos de plantear una política basada en la conservación de los ecosistemas
acuáticos, en el ahorro y en un uso eficiente de este recurso tan valioso, ha
preferido tratar al agua como un recurso inagotable, fomentando el aumento de
su demanda y despilfarro.
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7.3.7..LECTURA
COMPLEMENTARIA
FUNDAMENTACIÓN TEÓRICA
7.-
PARA
UNA
Peter Singer: Ética aplicada, Cap. 3: “¿Igualdad para los animales?” y Cap. 5:
“Quitar al vida: los animales”.
FLORILEGIO DE TEXTOS PARA ACTIVIDADES DE AMPLIACIÓN.
Nota preliminar: Los textos cuya referencia está marcada con un [*] han
sido extraídos de la amplia antología incluida por Jorge Riechmann en Todos los
animales somos hermanos. Ensayos sobre el lugar de los animales en las sociedades
industrializadas, Editorial Universidad de Granada, Granada, 2003. Las
presentaciones que anteceden a cada texto son nuestras.
El filósofo, científico y matemático René Descartes presentaba en su famoso
Discurso del método (1637) esta visión mecanicista de lo viviente, desprovista de todo
genuino sentir o padecer, que queda reservado para los seres dotados pensamiento,
con lo que introduce un dualismo característico de las corrientes racionalistas o
intelectualistas de la modernidad.
“Si hubiera máquinas que tuviesen los órganos y la figura exterior de un
mono, o de cualquier otro animal irracional, no tendríamos ningún medio de
reconocer que no eran en todo de igual naturaleza que estos animales; al paso
que si hubiera otras semejantes a nuestros cuerpos y que imitasen nuestras
acciones cuanto fuese moralmente posible, siempre tendríamos dos medios
seguros de reconocer que no por eso eran hombres verdaderos. El primero
sería que jamás podrían usar de las palabras ni de otros signos compuestos de
ellas como hacemos nosotros para declarar a los demás nuestros
pensamientos. [...] El segundo consiste en que, por más que estas máquinas
hicieran muchas cosas tan bien o acaso mejor que nosotros, se equivocarían
infaliblemente en otras, y así se descubriría que no obraban por conocimiento,
sino tan sólo por la disposición de sus órganos; pues mientras la razón es un
instrumento universal que puede servir en todas ocasiones, estos órganos
necesitan de alguna disposición especial para cada acción particular; de donde
resulta que es moralmente imposible que haya en una máquina los resortes
suficientes para hacerla obrar en todas las circunstancias de la vida del mismo
modo como nos hace obrar nuestra razón. Ahora bien, por esos dos medios
puede conocerse también la diferencia que hay entre los hombres y las bestias,
pues es cosa muy de notar que no hay hombre, por estúpido y tonto que sea –
sin exceptuar siquiera a los locos– que no sea capaz de coordinar diversas
palabras y componer un discurso para dar a entender sus pensamientos; y, por
el contrario, no hay animal alguno, por perfecto y bien dotado que sea, que
haga cosas semejantes, y esto no sucede por carecer de órganos para eso,
pues vemos que las urracas y los loros pueden proferir palabras como nosotros
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y, sin embargo, no pueden hablar como nosotros, es decir, dar a entender que
piensan lo que dicen. [...] Y no deben confundirse las palabras con los
movimientos naturales que delatan las pasiones, los cuales pueden ser
imitados por las máquinas tan bien como por los animales, ni debe pensarse,
como pensaron algunos antiguos, que las bestias hablan aunque nosotros no
comprendemos su lengua; pues si esto fuera verdad, puesto que poseen varios
órganos parecidos a los nuestros, podrían darse a entender de nosotros como
de sus semejantes. Es asimismo cosa muy notable que, aunque hay muchos
animales que revelan más industria que nosotros en algunas de sus acciones,
se observa, sin embargo, que no manifiestan ninguna en muchas otras, de
suerte que eso que hacen mejor que nosotros no prueba que tengan ingenio,
pues en ese caso tendrían más que ninguno de nosotros y harían mejor que
nosotros todas las demás cosas, sino prueba más bien que no tienen ninguno y
que es la naturaleza la que en ellos obra, por la disposición de sus órganos,
como vemos que un reloj, compuesto sólo de ruedas y resortes, puede contar
las horas y medir el tiempo con mayor exactitud que nosotros con toda nuestra
prudencia.”
[*] Descartes, Discurso del método, Alianza, Madrid, 1979, págs. 113-114.
En una línea de pensamiento que se distancia en parte de Descartes, al
considerar que los animales sí muestran verdaderos sentimientos, escribe Baruch
Spinoza en su Etica more geométrico demonstrata (1675), esta justificación del dominio de
los seres humanos sobre los demás animales, basándose precisamente en las
insalvables diferencias que a su juicio hay entre lo que sienten unos y lo que sienten
otros.
“Los afectos de los animales que son llamados irracionales (supuesto
que no podemos en absoluto dudar de que los animales sientan, una vez que
conocemos el origen del alma) difieren de los afectos humanos tanto como
difiere su naturaleza de la naturaleza humana. Tanto el caballo como el hombre
son, sin duda impelidos a procrear por la lujuria, pero uno por la lujuria equina y
el otro por una lujuria humana. […] Es evidente que leyes como la que
prohibiera matar a los animales estarían fundadas más en una vana
superstición, y en una mujeril misericordia, que en la sana razón. Pues la regla
según la cual hemos de buscar nuestra utilidad nos enseña, sin duda la
necesidad de unirnos a los hombres, pero no a las bestias o a las cosas cuya
naturaleza es distinta de la humana. Sobre ellas tenemos el mismo derecho
que ellas tienen sobre nosotros, o mejor aún, puesto que el derecho de cada
cual se define por su virtud, o sea, por su poder, resulta que los hombres tienen
mucho mayor derecho sobre los animales que éstos sobre los hombres. Y no
es que niegue que los animales sientan, lo que niego es que esa consideración
nos impida mirar por nuestra utilidad, usar de ellos como nos apetezca y
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tratarlos según más nos convenga, supuesto que no concuerdan con nosotros
en naturaleza, y que sus afectos son por naturaleza distintos a los humanos.”
[*] Spinoza, Ética, Editora Nacional, Madrid, 1979, págs. 240 y 302.
El destacado filósofo empirista David Hume se sitúa en la posición
completamente contraria a la de Descartes también en lo que se refiere a la concepción
de la vida animal, sus sentimientos y su relevancia moral, como argumenta en este
pasaje del Tratado de la naturaleza humana (1734).
“Próximo al ridículo de negar una verdad evidente está el de tomarse
mucho esfuerzo por defenderla; y ninguna verdad me parece tan evidente
como la que las bestias poseen pensamiento y razón, igual que los hombres.
[...] Sabemos que al adaptar medios a fines somos guiados por nuestra razón e
intención, y también que no es de una manera ignorante o casual como
ejecutamos las acciones que tienden a la propia conservación, a obtener placer
y evitar el dolor. Por consiguiente, cuando vemos en millones de casos que
otras criaturas ejecutan acciones similares y las dirigen a fines similares, todos
nuestros principios de razón y probabilidad nos llevan con fuerza invencible a
creer en la existencia de una causa similar. [...] Todo animal dotado de
sentidos, apetitos y voluntad –es decir, todo animal– tendrá que ser susceptible
de las mismas virtudes y vicios por los que alabamos o censuramos a las
criaturas humanas. La única diferencia estaría en que nuestra superior razón
pudiera servirnos para descubrir el vicio o la virtud, aumentando así la censura
o alabanza, pero este descubrimiento supone aun en estas distinciones
morales un ser separado: un ser que depende sólo de la voluntad y del apetito,
y que tanto en el pensamiento como en la realidad tendría que poder
considerarse como algo distinto de la razón. Los animales son susceptibles de
tener las mismas relaciones entre sí que la especie humana, y por consiguiente
deberían ser también susceptibles de la misma moralidad en el caso de que la
esencia moral consistiera en estas relaciones. El que los animales carezcan de
un grado suficiente de razón puede ser causa de que no se den cuenta de los
deberes y obligaciones de la moral, pero no puede impedir que estos deberes
existan, pues deben existir de antemano para ser percibidos.”
[*] Hume, Tratado de la naturaleza humana, Editora Nacional, Madrid, 1977, págs.
305 y 687.
A pesar de su proverbial defensa de la naturaleza frente a la vida social, el
filósofo francés Jean Jacques Rousseau también plantea en este escrito de 1755 el
abismo entre los seres humanos y el resto de animales, pero basándose no tanto en la
racionalidad teórica, sino en la capacidad de autonomía de la razón práctica, con una
visión idealista de la libertad humana completamente desarraigada de las condiciones
de la vida corporal.
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“En todo animal no veo más que una máquina ingeniosa a la que ha
dotado la naturaleza de sentidos para fortalecerse ella misma y para
asegurarse, hasta cierto punto, contra aquello que tiende a destruirla y
transtornarla. Las mismas cosas advierto precisamente en la máquina humana,
con la diferencia de que en las operaciones del animal lo hace todo la
naturaleza por sí sola, mientras que el hombre contribuye a las suyas en
calidad de agente libre. Uno escoge o rechaza por instinto, y el otro merced a
un acto de libre albedrío; lo que tiene prescrita, ni aun cuando le fuere
ventajoso hacerlo, y que el hombre se aparte a menudo de ella en perjuicio
suyo. Es así como una paloma se moriría de hambre junto a una fuente
colmada de las mejores carnes, y un gato sobre montones de fruta o de grano,
aunque uno y otro podrían muy bien nutrirse del alimento que desdeñan, sólo
con que se les ocurriese intentarlo. Y así es también como los hombres
licenciosos se entregan a excesos que les causan la enfermedad y la muerte,
por cuanto el pensamiento deprava los sentidos, y la voluntad sigue hablando
cuando la naturaleza calla. Todo animal tiene ideas, puesto que tiene sentidos,
y combina incluso sus ideas hasta cierto punto, no habiendo en esto entre el
animal y el hombre más que una diferencia de grado. Y aun algunos filósofos
han sostenido que es mayor la diferencia entre determinados hombres que
entre ciertos hombres y ciertos animales. Así, pues, no es tanto el
entendimiento lo que distingue específicamente al hombre entre los animales
como su condición de agente libre. La naturaleza da una orden a cualquier
animal, y éste obedece. El hombre experimenta la misma impresión, pero se
reconoce libre de acceder o resistir y es sobre todo en la conciencia de esa
libertad donde se manifiesta la espiritualidad de su alma.”
[*] Rousseau, Escritos de combate, Alfaguara, Madrid, 1979, pág. 158.
La estricta posición ‘antropocéntrica’ de Kant respecto a la cuestión del trato
que los humanos dispensamos al resto de animales, que se explicita sucintamente en
estos fragmentos de diversas obras, incluye un ponderada incorporación de ciertos
deberes hacia ellos, por más que no dejen de ser sino ‘instrumentos’ o ‘cosas’.
“Como los animales existen únicamente en tanto que medios y no por su
propia voluntad, en la medida en que no tienen conciencia de sí mismos,
mientras que el hombre constituye el fin y en su caso no cabe preguntar: ‘¿por
qué existe el hombre?’, cosa que sí sucede con respecto a los animales; no
tenemos por tanto ningún deber para con ellos de modo inmediato; los deberes
para con los animales no representan sino deberes indirectos para con la
humanidad. [...] El hombre ha de ejercitar su compasión con los animales, pues
aquel que se comporta cruelmente con ellos posee asimismo un corazón
endurecido para sus congéneres. [...] Leibniz volvió a colocar al gusanillo que
había observado sobre la hoja del árbol de donde lo tomara, evitando causarle
daño alguno. Sin duda, es ésta una ternura que acaba por calar en el hombre.
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[...] [Los experimentos con animales] son admisibles porque los animales son
considerados como instrumentos al servicio del hombre, pero no puede
tolerarse de ninguna manera que se practiquen como juego.”
[*] Kant, Lecciones de Ética, Crítica, Barcelona, 1988, págs. 287-289.
“Los seres cuya existencia no descansa en nuestra voluntad, sino en la
naturaleza, tienen, empero, si son seres irracionales, un valor meramente
relativo, como medios, y por eso se llaman cosas; en cambio, los seres
racionales llámanse personas porque su naturaleza los distingue ya como fines
en sí mismos, esto es, como algo que no puede ser usado meramente como
medio, y por tanto limita en este sentido todo capricho (y es un objeto del
respeto).”
[*] Kant, Fundamentación de la metafísica de las costumbres, Espasa-Calpe, Madrid,
1977, pág. 83.
“El respeto se aplica siempre sólo a personas, nunca a cosas. Estas
últimas pueden despertar en nosotros inclinación, y cuando son animales
(verbigracia, caballos, perros, etc.), incluso amor o también terror, como el mar,
un volcán, una fiera, pero nunca respeto.”
[*] Kant, Crítica de la razón práctica, Librería general de Victoriano Suárez,
Madrid, 1913, pág. 149.
Jeremy Bentham, pionero del utilitarismo filosófico, plantea en su Introduction
to the Principles of Morals and Legislation (1789), una argumentación, que se ha
convertido en clásica, sobre el verdadero fundamento del respeto moral que los
humanos debemos a los otros animales.
“Si todo se redujese a comerlos, tendríamos una buena razón para
devorar algunos [animales] tal y como nos gusta hacer: nosotros nos
hallaríamos mejor y ellos no estarían peor, ya que no tienen capacidad de
anticipar como nosotros los sufrimientos futuros. La muerte que en general les
damos es más rápida y menos dolorosa que la que les estaría destinada en el
orden fatal de la naturaleza. Si todo se redujese a matar, tendríamos una
buena razón para destruir a los que nos perjudican: no nos sentiríamos peor
por ello, y a ellos no les sentaría peor estar muertos. ¿Pero hay una sola razón
para que toleremos que se los torture? No conozco ninguna. ¿Las hay para
que rechacemos atormentarlos? Sí, y muchas. Hubo una época –y confieso
con tristeza que aún no ha acabado en numerosos lugares– en que la mayor
parte de nuestra especie estaba considerada por la ley, bajo la denominación
de esclavos, de la misma manera que hoy tratan a los animales de razas
inferiores por ejemplo en Inglaterra. Es probable que llegue el día en que el
resto de la creación animal pueda adquirir aquellos derechos que jamás se le
podrían haber negado a no ser por obra de la tiranía. Los franceses han
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descubierto ya que la negrura de la piel no es razón para que un ser humano
haya de ser abandonado sin remisión al capricho de un torturador. Quizá un día
se llegue a reconocer que el número de patas, la vellosidad de la piel o la
terminación del os sacrum son razones igualmente insuficientes para dejar
abandonado al mismo destino a un ser sensible. ¿Qué ha de ser, si no, lo que
trace el límite insuperable? ¿Es la facultad de la razón o quizá la del discurso?
Pero un caballo o un perro adulto es, más allá de toda comparación, un animal
más racional, y con el cual es más posible comunicarse, que un niño de un día,
de una semana o incluso de un mes. Y aun suponiendo que fuese de otra
manera, ¿qué significaría esto? La cuestión no es si pueden razonar, o si
pueden hablar, sino ¿pueden sufrir?”
[*] Bentham, Introduction to the Principles of Morals and Legislation, University of
London / The Athone Press, 1979, págs. 282-283.
Crítico acerbo y agudo de algunas inconsistencias de la filosofía moral kantiana,
el también alemán Arthur Schopenhauer, imbuido de influencias de diversas religiones
y tradiciones de pensamiento de Oriente, plantea en esta obra suya de 1839, una ética
de la compasión que pone como piedra de toque precisamente el trato que se dispensa
a los demás animales. Como contrapunto, inaugura la acusación, que se ha convertido
en tópica, de que es la influencia de la religión judía está en el origen del olvido y el
menosprecio en que Occidente ha tenido a esta virtud de la compasión por todo lo
viviente.
“Pues la compasión ilimitada con todos los seres vivos es el más firme y
seguro aval de la buena conducta moral, y no precisa de ninguna casuística.
Quien está lleno de ella es seguro que no ofenderá a nadie, a nadie
perjudicará, a nadie hará daño, sino que más bien tendrá indulgencia con
todos, perdonará a todos, a todos ayudará cuanto pueda, y todas sus acciones
llevarán el cuño de la justicia y la caridad. En cambio, inténtese decir: «Este
hombre es virtuoso pero no conoce la compasión». O: «Es un hombre injusto y
malvado; pero es muy compasivo»; entonces se hará perceptible la
contradicción. El gusto es diferente; pero no conozco ninguna oración más
bella que aquella con la que concluyen los antiguos espectáculos indios (igual
que en otro tiempo los ingleses con la oración por el rey): «Que todos los seres
vivos permanezcan libres de dolores». [...] El móvil moral que he establecido se
acredita además como el auténtico, por el hecho que también protege a los
animales, que tan irresponsablemente mal contemplados están en los demás
sistemas morales europeos. La pretendida ausencia de derechos de los
animales, la ilusión de que nuestra conducta con ellos no tiene valor moral o,
como se dice en el lenguaje de aquella moral, que no hay deberes con los
animales, es una indignante brutalidad y barbarie del Occidente cuya fuente se
encuentra en el judaísmo. Dentro de la filosofía, se basa en la total distinción,
aceptada pese a toda evidencia, entre el hombre y el animal; distinción que,
como es sabido, fue expresada de la forma más decidida y estridente por
Descartes como una consecuencia necesaria de sus errores.”
Schopenhauer, Los dos problemas fundamentales de la ética, Siglo XXI, Madrid,
1993, págs. 240 y 243.
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Henry S. Salt, en Los derechos de los animales (1892), mantiene una argumentación
favorable al reconocimiento de derechos de los animales no humanos basándose en
que poseen, en una cierta medida, una individualidad diferenciada que necesita
desarrollarse conforme a una cierta libertad.
“El único argumento definitivo [para reconocer los derechos de los
animales] es que los animales, como los hombres aunque evidentemente en
menor grado, poseen una individualidad diferenciada y que, por consiguiente
tienen derecho, en su justa medida, a la ‘libertad restringida’ a la que se refiere
Herbert Spencer. Resulta inútil exigir derechos para los animales de manera
general, si, al mismo tiempo, estamos dispuestos a subordinar tales derechos a
todo lo que se nos antoje considerar como nuestras ‘necesidades’; tampoco
será posible conseguir que se trate con justicia a los animales mientras
continuemos considerándolos como seres de un orden diferente al nuestro e
ignorando los numerosos puntos de coincidencia que los acercan a la raza
humana. [...] Si llegamos alguna vez a hacer justicia a los animales, tendremos
que desechar la anticuada idea del ‘abismo’ que los separa de los hombres, y
admitir que un vínculo común de humanidad une a todos los seres vivos en una
fraternidad universal. [...] En cuanto se despierta el sentimiento de afinidad
suenan las campanadas fúnebres de la tiranía, y la concesión de ‘derechos’ ya
sólo es cuestión de tiempo. La condición actual de los animales domésticos
mejor situados puede compararse en cierto modo a la de los negros hace cien
años. [...] Si los ‘derechos’ existen —y tanto los sentimientos como la
experiencia prueban que existen— en buena lógica no podemos atribuírselos al
hombre y rehusárselos al animal, ya que tanto para uno como para el otro
constituyen una manifestación de un único sentimiento de justicia y compasión.
[...] Por consiguiente, repetiré una vez más que los animales tienen derechos
que consisten en la ‘libertad restringida’ de vivir una vida natural —esto es, una
vida que favorezca el desarrollo de la individualidad— pero cuyos diferentes
episodios están subordinados a los intereses y las necesidades permanentes
de la comunidad.
[*] H. Salt, Los derechos de los animales, Los Libros de la Catarata, Madrid, 1999,
págs. 34 y ss.
En los límites de la moral, donde determinadas normas de vida de carácter
supererogatorio adquieren sentido sólo en un determinada visión religiosa o espiritual
del mundo, el médico y teólogo Albert Schweitzer, que ejerció largos años en África,
escribía en 1923 estas reflexiones en que su conocida actitud de ‘respecto reverencial
por la vida’ es llevada al extremo de prescindir casi de toda necesidad de justificación o
argumentos.
“Un ser humano no es realmente ético sino cuando obedece al deber
imperioso de prestar auxilio a toda vida que tenga necesidad de su ayuda. No
se pregunta en qué medida tal o cual vida merece simpatía por su valor
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intrínseco, ni hasta qué punto es capaz de sentir. Es la vida en cuanto tal lo que
resulta sagrado para él. No arranca atolondradamente hojas a los árboles ni
flores de su tallo, y cuida de no aplastar insectos inútilmente. Si en una noche
veraniega está trabajando con luz eléctrica, prefiere dejar la ventana cerrada y
pasar algo de calor antes que ver una hecatombe de insectos achicharrados
sobre la mesa. [...] La ética implica un sentimiento de responsabilidad para con
todo lo que vive, ampliado hasta el infinito. [...] Cada vez que deterioro una vida
cualquiera tengo que plantearme con claridad la cuestión de si es necesario.
Nunca deberé permitirme ir más allá de lo que resulta indispensable, ni siquiera
en los casos aparentemente insignificantes. El campesino que ha segado miles
de flores en sus prados para dar de comer a las vacas debe evitar arrancar por
descuido, cuando regresa de vuelta a casa, las flores que crecen al borde del
camino, pues atentaría contra la vida sin que le obligase la fuerza de la
necesidad.”
[*] Albert Schweitzer, citado en J. Riechmann, o. c., págs. 483-484.
También Mahatma Gandhi, el apóstol de la no-violencia, aplicación de la virtud
de la ahimsa de la tradición hinduista al mundo contemporáneo, muestra en su
pensamiento las paradojas de estas exigencias radicales de respeto sagrado hacia todo
ser viviente, cuando la ‘vida’ es comprendida desde una visión espiritualista que
pretende desligarla del cuerpo y de la tierra.
“Mientras existamos físicamente, no es posible ser perfectamente noviolento, ya que el cuerpo por sí solo está obligado a ocupar un mínimo de
espacio. Mientras no seamos puros espíritus, la no-violencia perfecta es tan
teórica como la línea recta de Euclides. Pero no cabe más remedio que
acomodarse a estas contingencias [...] Puede ser que, en algunas
circunstancias, sea un deber suprimir una vida. Por ejemplo, hemos de aceptar
esta necesidad si queremos alimentarnos: aunque sólo nos alimentemos de
vegetales, hay que destruir al menos ciertas formas de vida. Por razones
sanitarias se matan microorganismos, mosquitos con los insecticidas, etc. Al
obrar así, no se nos ocurre sentirnos culpables ante la religión. [...] Se mata
también a las fieras carnívoras que quieren atacar al hombre. [...] A veces uno
puede verse obligado a matar a un hombre: pensad en el caso de un loco
furioso que, armado de una espada, matase a todos los que se encuentra por
el camino; tendríamos que capturarlo vivo o muerto. [...] Por otro lado, he
advertido que, en más de una circunstancia, se siente repugnancia instintiva a
matar a un ser vivo. Por ejemplo, se ha propuesto encerrar a los perros
rabiosos y hacerles morir lentamente. Pero esa sugerencia es incompatible con
mi manera de pensar. Nunca podré soportar por un solo instante ver a un
animal padecer el martirio y sufrir a fuego lento, sin proporcionarle alguna
ayuda. Si en un caso análogo no mato a un ser humano, es porque pongo
todas mis esperanzas en algún remedio. Pero si no tengo el remedio adecuado
para cuidar de un animal, creo que tengo la obligación de matarlo. Si mi hijo se
pusiera rabioso y no tuviera ningún medio para aliviar sus sufrimientos, juzgaría
que tengo la obligación de poner fin a su vida.”
[*] Gandhi, Todos los hombres son hermanos, Sociedad de Educación Atenas,
Madrid, 1981, págs. 135-136.
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En 1935, Aldo Leopold, naturalista, guardabosques y director de coto en
Estados Unidos, publica su manifiesto para Una ética de la Tierra, obra en la que los
ecocentrismos tienen un referente permanente. El respeto a los seres vivientes alcanza
su genuino sentido, según Leopold, en el marco de una ética que tiene sus miras
puestas en la conservación del equilibrio de las condiciones globales de
interdependencia de todas las formas de vida del planeta.
“Hasta ahora, no hay una ética que se ocupe de la relación del hombre
con la tierra y con los animales y plantas que crecen sobre ella. La tierra, como
las esclavas de Odiseo, es sólo propiedad. La relación con la tierra sigue
siendo estrictamente económica, y acarrea privilegios, pero no obligaciones. La
ampliación de la ética a ese tercer elemento del medio humano es, si no me
equivoco, una posibilidad evolutiva y una necesidad ontológica.”
[...] Toda ética desarrollada hasta ahora se basa en una única premisa:
que el individuo es miembro de una comunidad de partes interdependientes.
Sus instintos lo impelen a competir por su lugar en esa comunidad, pero su
ética también lo impele a cooperar [...] La ética de la tierra, sencillamente,
extiende las fronteras de la comunidad para incluir los suelos, las aguas, las
plantas y los animales; dicho de un modo colectivo, la tierra.
[...] Una ética de la tierra cambia el papel de Homo sapiens: de
conquistador de la comunidad terrestre al de simple miembro y ciudadano de
ella. Esto implica respeto por sus miembros, y también respeto por la
comunidad en cuanto tal.
[...] El pivote que hay que mover para poner en marcha el proceso de
evolución que conduciría a una ética de la tierra es simplemente éste: dejar de
pensar que el uso adecuado de la tierra es sólo un problema económico.
Examinar cada cuestión en términos de lo que es correcto desde el punto de
vista ético y estético, además de lo conveniente económicamente. Algo es
correcto cuando tiende a preservar la integridad, estabilidad y belleza de la
comunidad biótica. Es incorrecto cuando tiende a otra cosa.”
[*] Aldo Leopold, Una ética de la Tierra, Los Libros de la Catarata, Madrid, 2000,
págs. 134-136; 155.
Los dos grandes maestros fundadores del grupo conocido como Escuela de
Frankfurt, impulsor de una Teoría crítica de la sociedad inspirada en el marxismo, Max
Horkheimer y Theodor W. Adorno, abordan en su Dialéctica de la Ilustración, escrita en
los años de la Segunda Guerra Mundial, la cuestión del trato que reciben los animales
en las sociedades capitalistas como expresión del carácter dominante y represivo que
caracteriza a la racionalidad moderna (ejemplarizada en la ciencia y la técnica) desde
sus más hondas y antiguas raíces.
“La idea del hombre se expresa en la historia europea en su diferencia
respecto del animal. Mediante la irracionalidad del animal se demuestra la
dignidad del hombre. […] Los conductistas la han olvidado [esta antítesis] sólo
en apariencia. El hecho de que apliquen a los hombres las mismas fórmulas y
resultados que ellos mismos, liberados de cadenas, obtienen en sus horrendos
laboratorios fisiológicos de pobres animales indefensos, confirma la diferencia
en forma particularmente malvada. La conclusión que extraen de los cuerpos
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mutilados de los animales no se ajusta al animal en libertad sino al hombre
actual. El hombre actual, al hacer violencia al animal, prueba que él, y sólo él
en toda la creación, funciona −libremente− con la misma ciega y automática
mecanicidad que los movimientos compulsivos de las victimas encadenadas,
que el técnico utiliza para sus fines. […] En la guerra como en la paz, en el
ruedo o en el matadero, desde la lenta muerte del elefante, vencido por las
hordas primitivas gracias a la primera planificación, las criaturas irracionales
han experimentado siempre lo que es la razón.”
[*] Horkheimer y Adorno, Dialéctica de la Ilustración, Trotta, Madrid, 1994, pág.
291.
Maurice Merleau-Ponty, exponía durante el año académico 1959-1960, en sus
cursos de los lunes en el Collège de France, algunos problemas de la fenomenología a
partir del comentario de algunos textos póstumos inéditos de E. Husserl. En ese
contexto, más acá de naturalismos e idealismos, la condición corporal de la
intersubjetividad, que será motivo constante y central del filosofar merleau-pontyano,
apunta hacia las hondas implicaciones que para nuestros conceptos de la razón y de la
comunicación tiene el sabernos los humanos existencias carnales en el mundo. Es
crucial aquí la diferencia destacada por la fenomenología entre los cuerpos vivientes de
carne, sensibles y sintientes (Leib) y los meros cuerpos extensos, objetos inertes o
volúmenes (Körper).
“Las nociones de apertura y horizonte, que el fragmento sobre el origen
de la geometría emplea al nivel de las superestructuras y de la idealidad, las
volvemos a encontrar a partir «de abajo» en un texto de 1934, Umsturz der
kopernikanischen Lehre. Para el hombre copernicano, en el mundo solo hay
«cuerpos» (Körper). La meditación debe enseñarnos de nuevo un modo de ser,
cuya idea el hombre copernicano ha perdido: el ser del «suelo» (Boden), y en
primer lugar el de la tierra. La tierra en donde vivimos, la que está más allá del
reposo y del movimiento, aun siendo el fondo sobre el que se destaca todo
reposo y todo movimiento, la que no está hecha de Körper, aunque es la
«cepa» de donde han salido por división, la que no tiene «lugar», aunque es la
que engloba todo lugar, la que nos lleva a todos los seres particulares sobre la
nada como el Arca preservaba a los seres vivos del diluvio. Hay parentesco
entre el ser de la tierra y el de mi cuerpo (Leib), —del que ya no puedo decir
con exactitud que se mueva, ya que siempre está a la misma distancia de mí—,
y el parentesco se extiende a los otros, que me parecen como «otros cuerpos»,
a los animales, que comprendo como variantes de mi corporeidad y finalmente
a los cuerpos terrestres mismos, ya que los hago entrar en la sociedad de los
vivientes diciendo, por ejemplo, que una piedra «vuela». A medida que me
elevo en la constitución copernicana del mundo, dejo mi situación de partida,
finjo ser observador absoluto, olvido mi raíz terrestre, la cual sin embargo nutre
todo el resto, llego a considerar el mundo como el puro objeto de un
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pensamiento infinito ante el cual sólo hay objetos sustituibles. Pero esta
idealización no puede reposar en sí misma, de modo que las ciencias de lo
infinito entran en crisis.”
“El tipo de ser que nos descubre nuestra experiencia del suelo y del
cuerpo no es una curiosidad de la percepción exterior; hay una significación
filosófica. Nuestra implantación comprende una visión del espacio y de la
temporalidad, una visión de la causalidad natural, una visión de nuestro
«territorio», una Urhistorie que vincula a todas las sociedades reales o posibles
en la medida en que todas ellas pueblan el mismo espacio «terrestre» en
sentido amplio y, finalmente, una filosofía del mundo como Offenheit der
Umwelt, por oposición al infinito «representado» en las ciencias clásicas de la
naturaleza.”
Merleau-Ponty, Posibilidad de la Filosofía. Resúmenes de los cursos del Collége de
France, 1952-1960, Trad. de Eduardo Bello, Narcea, Madrid, 1979, págs. 224-225.
Uno de los autores de referencia en la bibliografía de ética ambiental, por su
obra fundamental sobre El principio de responsabilidad, Hans Jonas, planteaba en otro de
sus libros, El principio vida (1966), la decisiva influencia que los planteamientos de la
biología de Darwin han tenido a la hora de configurar esta nueva conciencia de la
relevancia moral de la vida animal no humana.
“El evolucionismo minó los cimientos del edificio cartesiano con una
eficacia mayor que la de cualquiera de las críticas metafísicas de que este
último había sido objeto. De pura indignación por el ultraje que la doctrina del
origen animal había inferido a la dignidad metafísica del hombre, no se percibió
que en virtud del mismo principio se devolvía al conjunto del reino de la vida
algo de su dignidad. Si el hombre está emparentado con los animales, también
los animales lo están con el hombre y, por mucho que sea en distintos grados,
son portadores de aquella interioridad de la que el hombre, el ejemplar más
avanzado de su género, es consciente en sí mismo. Tras la contracción forzada
por la fe cristiana y por el dualismo cartesiano, el reino del ‘alma’, con sus
atributos de sentir, tender, sufrir y gozar, se extendió de nuevo, en virtud del
principio de la gradación constante, del hombre a todo el reino de la vida.”
[*] H. Jonas, El principio vida, Trotta, Madrid, 2000, pág. 82.
La filósofa alemana Ursula Wolf, partiendo de una crítica interna de la posición
de Kant respecto al tipo de deberes que tenemos los humanos con los demás animales
y desde el contexto de la actual revisión de la noción fuerte de sujeto moral soberano
que planteara la modernidad, propone en este libro de 1990, una ética de y para sujetos
vulnerables, en la que pueden encontrar mejor protección todos los animales.
“Kant estaba convencido de que la prohibición de tratar cruelmente a los
animales es un mandato moral. La cuestión estriba en que según él tal
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mandato no se refiere directamente a los animales, sino que en última instancia
contiene una obligación hacia la humanidad. Pero esto resulta incoherente: o
bien los animales son categorialmente por completo distintos de los seres
humanos, en tanto en cuanto sólo existen como medios y nunca como fines en
sí mismos; en este caso queda sin explicar —dado que podemos distinguir sin
más a los animales de los no humanos— por qué ciertas acciones hacia los
animales, que se realizan con plena conciencia de que tenemos que vérnoslas
con animales, vayan a menoscabar nuestro comportamiento moral hacia los
seres humanos. ¿Por qué considerar precisamente el maltrato a los animales, y
no el infligido a las piedras o automóviles, que pertenecen exactamente a la
misma categoría de los medios? O bien —segundo cuerno del dilema—
reafirmamos que el trato que dispensamos a los animales de hecho tiene
efectos sobre la moralidad para con los seres humanos. Pero esto sólo puede
entenderse si no hay una separación absoluta entre los humanos y los no
humanos, sino más bien semejanzas y continuidades a través de las cuales
son posibles formas de comportamiento inmoral que se refieren directamente a
los animales. Por consiguiente, uno sólo puede asumir consistentemente la
solución kantiana —existencia de deberes morales sólo indirectos para con los
animales— cuando uno ya ha concedido que existen deberes morales directos
también hacia los animales. El intento kantiano de considerar moralmente a los
animales contiene, por todo ello, puntos de vista que van más allá de su propia
teoría. Pues su propia explicación de por qué la crueldad hacia los animales
menoscaba la moralidad hacia los humanos indica que tal crueldad mengua el
sentimiento de compasión o simpatía, que es una de las disposiciones
naturales propicias a la moralidad. Si la moral se vincula de tal manera con
disposiciones naturales, uno se pregunta entonces en qué medida puede ser
adecuada una teoría ética que busca anclar la moral exclusivamente en el
mundo supraempírico.” [...]
“Si nosotros, en cuanto personas, no nos concebimos en función de
alguna característica nuestra que sea sede del valor [absoluto] y sirva como
medida para nuestra vida, entonces lo que nos queda es que somos seres que
buscan su buena vida en distintos ámbitos, y que correlativamente sufren y
pueden ver menoscabada su buena vida en distintos ámbitos. A esta categoría
de seres que pueden sufrir, a los que subjetivamente les pueden ir las cosas
bien o mal, pertenecen igualmente animales, aunque su relación con su propio
bien sea menos reflexiva que la nuestra. Por eso no hay dentro de esta
concepción motivo alguno para limitar la moral a las personas. Pues la
característica que convierte a estos seres en objetos de la moral sería ahora su
capacidad de sufrir, o lo que es lo mismo, que les pueden ir las cosas mejor o
peor. La diferencia con respecto a las concepciones morales del valor
[absoluto] podríamos resumirla así: en las concepciones del valor los seres son
objetos de consideración moral en la medida en que son dignos de protección,
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y esto a su vez lo son gracias a su vinculación con algún valor superior
inviolable. Ahora, desde nuestra concepción, son objetos de la moral
sencillamente todos aquellos con quienes es posible tener consideración, y lo
son en tanto que vulnerables. Correlativamente, el objeto de la consideración
moral serían las distintas formas de vulnerabilidad y sufrimiento. Se ve que la
concepción moral a la que llegamos es la de la compasión generalizada.”
[*] U. Wolf, Das Tier in der Moral, Vittorio Klostermann, Frankfurt a. M., 1990,
págs. 36-37; 76.
El filósofo ¿irlandés? emigrado a Estados Unidos, Alasdair MacIntyre, que
conmoviera todo el panorama de la ética contemporánea con la publicación de su
propuesta ética de regresar a Aristóteles y a vivir en comunidades en que se comparte
un sentido, titulada Tras la virtud, incide en este otro libro de 1999 sobre la necesidad de
repensar la condición del sujeto moral, capaz de juicio, desde la corporalidad animal,
que a la vez que ser racional le hace también un ser dependiente entre otros muchos
seres todos dependientes.
“Las virtudes que el ser humano necesita para desarrollarse a partir de
su condición animal inicial y llegar a ser un agente racional e independiente, así
como las virtudes que requiere para hacer frente a la vulnerabilidad y la
discapacidad (tanto de uno mismo como de los demás), pertenecen a un único
conjunto de virtudes: las virtudes propias de los animales racionales y
dependientes, cuyos rasgos de dependencia, racionalidad y animalidad deben
ser entendidos en sus relaciones recíprocas. Para tener en cuenta
debidamente los fenómenos de la discapacidad y la dependencia, quizá sea
necesario comenzar con una nueva afirmación de la animalidad humana. Una
manera de hacerlo consiste en volver a los escritos de Aristóteles, aunque sólo
sea porque ningún otro filósofo se ha tomado más en serio la animalidad
humana. […] La phrónesis, la capacidad para el razonamiento práctico, es una
capacidad que él, y posteriormente Santo Tomás, atribuyeron tanto al ser
humano como a algunos animales no humanos, en virtud de su capacidad para
prever.”
“Sostendré la idea de que, a pesar de la importancia fundamental de las
diferencias existentes entre el ser humano y todas las demás especies,
también es importante que tanto en las primeras actividades de la infancia
como posteriormente, el ser humano se comporta en relación con el mundo de
una manera muy similar al resto de los animales inteligentes: a pesar de
trascender algunas de sus limitaciones, no se separa nunca enteramente de lo
que tiene en común con ellos. […] La identidad humana es fundamentalmente
corporal (aunque no sea sólo corporal) y es, por lo tanto, identidad animal; la
consistencia de las relaciones con los demás en parte se define con respecto
de la identidad animal. […] Un segundo conjunto de tesis se refiere a la
importancia moral que tiene reconocer no sólo la vulnerabilidad y la aflicción,
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sino también la dependencia que generan. La filosofía moral moderna ha
puesto un gran énfasis en la autonomía del individuo, en su capacidad para
formular elecciones independientes, lo cual es comprensible y correcto. Sin
embargo, mi idea es que las virtudes de la actuación racional independiente
sólo pueden ejercerse adecuadamente acompañadas de lo que denominaré las
virtudes del reconocimiento de la dependencia.”
[*] MacIntyre, Animales racionales y dependientes, Paidós, Barcelona, 2001, págs.
19-20; 22-23.
Sobre la controvertida cuestión de si el correcto trato humano hacia los demás
animales requiere reconocerles a éstos algún tipo de derechos, Carmen Velayos ofrece
una posición muy ponderada.
“He venido defendiendo [desde La dimensión moral del medio ambiente
natural, 1996] una extensión del concepto de derechos cuando se aplica a los
animales. Se trataría de unos derechos no absolutos ni incondicionales, como
son los de las personas. Pero que dichos derechos no obliguen con la
incondicionalidad que caracteriza a los derechos humanos sólo debe significar
que, en caso de conflicto entre derechos fundamentales de las personas y de
los animales no personales, la mayor vulnerabilidad moral de las personas
podrá resolver el conflicto a favor de las mismas. En ningún modo significa que
no haya de reclamarse un necesario respaldo público, político y legal, así como
un acatamiento riguroso, de los derechos de los animales.”
[*] Carmen Velayos, en J. Mª Gómez Heras y otros, La dignidad de la naturaleza,
Comares, Granada, 2000, pág. 168.
La posición de Jorge Riechmann en relación con la cuestión del trato humano
hacia los demás animales incide sobre la noción de vulnerabilidad, que también han
puesto en primer término otros autores contemporáneos mencionados más arriba, y con
ecos de otras propuestas éticas, como el “humanismo del otro” de Emmanuel Levinas, se
presenta en un lenguaje que recupera para el pensamiento la enorme fuerza de convicción
de la poesía.
“No podemos ser humanos sino en el encuentro con el otro; y en el
encuentro con el animal debemos ver una de las formas privilegiadas de
encuentro con el otro.”
“Numerosos mitos, en muchos pueblos del mundo, presuponen un
parentesco primordial entre los seres humanos y los animales, y dan cuenta de
sus relaciones en términos de intercambio entre prójimos. Un ejemplo notable
es el de los bosquimanos del África austral.” [...]
“Las culturas tradicionales de cazadores-recolectores han matado
animales, evidentemente, para vivir, pero en un contexto cultural de intenso
respeto y comunión con el animal que les regalaba su vida. De hecho, como
escribió Ivar Paulson, «para el hombre en cuanto cazador, la divinidad se hace
transparente sobre todo en los animales». Los siux de las Grandes Llanuras de
Norteamérica, por ejemplo, solían hacer una ofrenda tras cazar, insuflando el
humo de la pipa sagrada en las fosas nasales del animal muerto: una manera
ritual de agradecer a la criatura el haber entregado su vida.”
“La ampliación de nuestra conciencia moral, el cambio y profundización
de nuestros valores, consiste sobre todo en lograr que nos afecten
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circunstancias que hoy por hoy nos dejan indiferentes: se trata de un proceso
de apertura del sujeto. En cierto modo lo que está en juego es aumentar
nuestra vulnerabilidad. Dejarnos herir por lo que hoy apenas nos afecta.
Abrirnos, en definitiva, al dolor del otro.”
J. Riechmann, Todos los animales somos hermanos, págs. 441-442.
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7. 4.- VOCABULARIO
Antropocentrismo: A partir de la teoría del libre arbitrio, que desde la
modernidad entendemos como exclusivo de la criatura humana, el
antropocentrismo es el planteamiento que hace depender toda la naturaleza y,
en especial, la animal, de los usos y fines que los humanos libremente puedan
establecer.
Deber directo: El resultante de la relación entre seres humanos, que parece
exigir reciprocidad y reconocimiento mutuo. Puede ser positivo y siempre es
consciente, y, en numerosas ocasiones, es algo que se nos puede ser demandado
y podemos demandar al otro.
Deber indirecto: Sería el que una criatura moral puede imponerse a sí mismo
en relación con un ser no consciente, que no tiene capacidad para reclamarlo
como un derecho, pero que, no obstante, nos lo exigimos como ingrediente de
nuestra naturaleza moral.
Derechos de los animales: A primera vista parece que no puede ser sujeto de
derechos y de obligaciones, quien no es consciente de ellos ni puede
reclamarlos. En este tema consideramos que los supuestos “derechos de los
animales” es la exigencia moral humana de proporcionarles un trato digno, en
la medida en que esté en nuestras manos, exento de violencia y crueldad, y que
se aproxime a su modo de vida natural.
Especie: “Conjunto de seres con características morfológicas, genéticas y
fisiológicas semejantes y que se reproducen entre sí”. Al tratarse de un concepto
universal predicable de una pluralidad de seres, en el reino animal, se considera
la especie como el hecho básico de la diversidad biológica. Si se perdiera alguna
de ellas se consideraría como un pérdida irreparable. Los humanos
consideramos la posible extinción de una especie animal como el anuncio
anticipado de la posible pérdida de la especie hombre.
Especieismo: A partir de considerar las especies como dotadas de propiedades
intrínsecas que las diferencian netamente unas de otras, el especieismo ve en la
especie humana la culminación de toda la naturaleza animal, de manera que se
relativiza y minusvalora la importancia del resto de las especies.
Paciente moral: A diferencia del sujeto moral, el paciente moral es aquel ser que
es destinatario, objeto, o simplemente sufre las consecuencias de una acción que
un sujeto considera moral. Si el maltrato o la tortura son considerados como
acciones moralmente condenables, puede considerarse paciente moral a quien
las sufre sin conciencia.
Sujeto moral: Según la tradición filosófica moderna, el sujeto es aquel ser
dotado de cualidades inherentes que lo convierte en centro de la predicación de
esas cualidades y atributos. Desde Descartes el sujeto lo es de conocimiento, en
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el sentido de que podemos afirmar que es sujeto el que se conoce a sí mismo.
Un modo privilegiado de conocerse a sí mismo es ser capaz de emitir juicios
morales, sobre el bien, lo bueno y la justicia, o el verse dotado de valores
morales, como la sinceridad, la autenticidad o la responsabilidad, a diferencia
de los animales no humanos.
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El Búho
ÍNDICE GENERAL
1.- Presentación
2.- Estructura de la unidad
3.- Metodología
4.- Objetivos
5.- Contenidos
6.- Transversalidad
3
11
12
12
13
14
7.- Secuenciación de actividades
7.1.- Encuesta inicial
7.2.- Actividades
7.2.1.- Textos con preguntas dirigidas
7.2.2.- Actividades de síntesis
7.2.3.- Actividades de evaluación
7.2.4.- Actividades de recuperación
16
17
18
18
49
49
50
7.3.- Lecturas
7.3.1.- Los derechos de los animales
7.3.2.- Delfines
7.3.3.- Proyecto Gran Simio
7.3.4.- Entrevista Jesús Mosterín
7.3.5.- Experimentación con animales
7.3.6.- “La aldea global”
7.3.7.- Paras una fundamentación teórica
51
51
81
88
91
95
106
111
7.4.- Vocabulario
126
7.5.- Bibliografía
128
131

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