Terapia Focalizada en la Emoción: Una síntesis clínica

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Terapia Focalizada en la Emoción: Una síntesis clínica
Terapia Focalizada en la Emoción:
Una síntesis clínica
Leslie S. Greenberg
YORK UNIVERSITY, TORONTO
Publicado en
FOCUS, The Journal of Lifelong Learning in
Psychiatry. Invierno, 2010, Vol. VIII, 1. pp. 32-42
Traducido por Ciro Caro García (Octubre de 2012)
Universidad Pontificia Comillas de Madrid
El tratamiento focalizado en la emoción fue desarrollado como un abordaje de la
práctica de la psicoterapia, informado empíricamente y apoyado en las teorías
psicológicas contemporáneas sobre el funcionamiento humano. La Terapia Focalizada en
la Emoción (TFE) fue desarrollada por mis colegas y por mí en la década de 1980 a partir
de los estudios empíricos acerca de los procesos de cambio (1-6), y ha evolucionado
hasta convertirse en uno de los tratamientos basados en la evidencia reconocidos para
la depresión y el malestar marital, así como presumiblemente para la traumatización, los
trastornos de la alimentación, los trastornos de ansiedad y los problemas
interpersonales.
La TFE se ha mostrado efectiva tanto en el formato individual como en el de
parejas en varios estudios clínicos aleatorizados (7, 8). Además, existe una forma de TFE
manualizada para la depresión, en la cual diversos métodos de activación de la emoción,
utilizados en el marco de una relación empática, se mostraron altamente eficaces en el
tratamiento de este trastorno en tres estudios diferentes (9-12). En estos estudios, se
encontró que la TFE era tan eficaz o más que un tratamiento empático centrado en el
cliente (CC) y que un tratamiento cognitivo-conductual (TCC). Se halló que los dos
tratamientos con los que fue comparada fueron por sí mismos altamente efectivos para
reducir la depresión, pero se observó que la TFE fue más eficaz en la reducción de los
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problemas interpersonales que cualquiera de ellos (CC y TCC), y altamente efectiva en la
prevención de recaídas (un 70% de no recaídas) (13). También se ha hallado que la TFE
es efectiva en el tratamiento de los pacientes que han sufrido abusos (14), en la
resolución de problemas interpersonales y en la facilitación del perdón (15, 16), y la
terapia de pareja focalizada en la emoción es reconocida como uno de los abordajes
más eficaces en la resolución del malestar en la relación (8, 17). La TFE también ha
generado más investigación que ningún otro tratamiento acerca del proceso de cambio,
habiendo demostrado una relación entre resultado y empatía, alianza, profundidad del
proceso experiencial (experiencing), arousal emocional, creación de significado acerca
de la emoción activada, procesamiento productivo de la emoción y ciertas secuencias de
emociones (7, 19, 20).
LA EMOCIÓN
Una de las principales premisas de la TFE es que la emoción es fundamental para
la construcción del sí mismo (self) y es un determinante clave de los procesos de autoorganización. En el nivel más básico de funcionamiento, las emociones son una forma
adaptativa de procesamiento de la información y de preparación para la acción, que
orienta a las personas hacia su entorno y promueve su bienestar (2, 20-22). Las
emociones son vistas como significativas por los teóricos contemporáneos de este
campo, porque informan a las personas acerca de que una necesidad importante, un
valor o una meta pueden ser logrados o bien pueden ser dañados en una determinada
situación. Las emociones, entonces, se encuentran implicadas en el establecimiento y
priorización de metas (23) y constituyen tendencias a la acción de base biológica,
resultado de la evaluación basada en metas, necesidades y preocupaciones personales
(2, 22).
La emoción es un fenómeno cerebral enormemente diferente del pensamiento.
Posee su propia base neuroquímica y fisiológica y es el idioma particular a través del cual
habla el cerebro. El sistema límbico es el que se encuentra implicado fundamentalmente
en las respuestas emocionales básicas (24). Gobierna muchos de los procesos
fisiológicos del cuerpo y por tanto influye sobre la salud física, el sistema inmune y la
mayoría de los principales órganos. Le Doux (24) halló que hay dos vías principales para
producir una emoción: el camino más corto y rápido de la amígdala, que envía señales
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de emergencia automáticas al cerebro y al cuerpo y que produce respuestas viscerales, y
el camino más largo y lento del neocórtex, que produce la emoción a través del
pensamiento. Uno y otro se desarrollaron porque era claramente adaptativo responder
rápidamente a algunas situaciones, a la vez que en otras, el mejor funcionamiento era
resultado de la integración de la cognición en la respuesta emocional, mediante la
reflexión sobre la emoción.
La TFE sugiere que el córtex en evolución, añadió a la habilidad para el
aprendizaje complejo las respuestas emocionales determinadas por un circuito
neuronal, propias del cerebro emocional. Así es como llegaron a formarse
organizaciones internas (redes neuronales), que producían las respuestas emocionales
destinadas a aprender cuáles eran las señales de aquello que previamente habría
provocado una emoción en la experiencia de una persona. Las memorias emocionales
de la experiencia afectiva vivida, son vistas como algo conformado por esquemas de
emoción (5, 21, 25). Por medio de estas organizaciones internas o programas neurales,
las personas reaccionan automáticamente a partir de sus sistemas de emoción, no sólo
hacia señales heredadas tales como sombras que se ciernen sobre uno o hacia un
contacto reconfortante, sino también hacia señales que ellas mismas han aprendido que
eran peligrosas –como en el caso del miedo a ante la voz impaciente del propio padre-, o
bien potenciadoras del bienestar –como nuestra música preferida-, siendo a su vez, que
estas reacciones se producen con rapidez y sin pensamiento. Los esquemas de emoción
son unidades de respuesta organizadas y productoras de experiencia almacenadas en
redes de memoria.
Por tanto, más que hallarse gobernada simplemente por programas afectivomotores con base biológica evolutiva, la experiencia emocional es vista como algo
producido por la síntesis de estructuras altamente diferenciadas, que se han ido
refinando a lo largo de la experiencia, y que son codificadas en esquemas de emoción a
través del aprendizaje cultural (5, 26). El procesamiento emocional esquemático es la
principal fuente de experiencia emocional, así como el objetivo de la intervención y del
cambio terapéutico en la terapia focalizada en la emoción (5, 21).
Se considera que los esquemas de emoción se forman a partir de eventos
emocionales como por ejemplo traiciones o abandonos, que dan lugar a reacciones
emocionales. La emoción se atenuará y perderá intensidad a menos que sea “grabada”
en la memoria. Cuanto más elevada sea la activación, con más probabilidad se formará
una memoria a partir de la experiencia y de la situación evocadora. Y así es como se
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forma un esquema de emoción, a través de la conexión entre emociones y memorias
sobre el sí mismo en la situación. Como resultado, la respuesta emocional puede ser
recreada una y otra vez, largo tiempo después del evento. Entonces, el recuerdo de un
evento doloroso o una señal que actúa como recordatorio de ese evento, estimulan una
respuesta emocional.
El cambio de las estructuras de memoria emocional esquemática en terapia,
tiene más posibilidades de suceder a través del recientemente investigado proceso de
reconsolidación de memoria (27, 28). La visión clásica de la memoria sugiere que
inmediatamente después del aprendizaje se inicia un periodo durante el cual la memoria
es frágil y lábil, pero que después de que haya transcurrido suficiente tiempo, la
memoria llega a ser más o menos permanente. Durante el periodo de consolidación es
posible interrumpir la formación del recuerdo, y una vez que esta ventana de tiempo ha
pasado, la memoria podrá ser modificada o inhibida pero no eliminada. Recientemente,
sin embargo, se ha desarrollado una visión alternativa de la memoria, la cual sugiere que
cada vez que una memoria es recuperada, el rastro o vestigio subyacente es de nuevo
lábil y frágil, y requiere otro periodo de consolidación, denominado reconsolidación. Este
periodo de reconsolidación ofrece una oportunidad para desorganizar la memoria, y la
posibilidad de desorganizar un esquema de emoción adquirido previamente bloqueando
la consolidación, posee importantes implicaciones clínicas.
Una visión dialéctico-constructivista: integrando biología y cultura
Más allá de limitarse a tener emociones, las personas también viven en un
constante proceso de crear significado a partir de sus emociones. De ahí que exista una
forma de integración entre razón y emoción, que se logra a través de un proceso circular
continuo de creación de significado a partir de la experiencia. Esto sucede mediante la
simbolización de las sensaciones sentidas corporalmente durante el darse cuenta, y a
través de su articulación en el lenguaje, construyendo de ese modo una nueva
experiencia (5, 26, 29-33). El modo en que la experiencia emocional es simbolizada
influye qué llegará a experienciarse en el momento siguiente. Por eso, los terapeutas
necesitan trabajar tanto con la emoción como con el significado, produciendo y
facilitando el cambio en la experiencia emocional, así como en las narrativas en las
cuáles ésta es integrada (34).
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Evaluación de la emoción
Hemos propuesto un sistema de diagnóstico de proceso, en el cual es
importante hacer distinciones dentro de la sesión de terapia entre diferentes tipos de
experiencias emocionales y su correspondiente expresión, que requieren diferentes
intervenciones terapéuticas (21, 35).
Las emociones primarias son las reacciones iniciales directas hacia una situación,
más fundamentales de la persona, tales como sentir tristeza ante la pérdida. Las
emociones secundarias, por su parte, son respuestas hacia los pensamientos o
sentimientos más que hacia la situación, como es el caso de sentir enfado en respuesta a
sentirse herido, o también sentir miedo o culpa ante el hecho de sentirse enfadado.
La siguiente distinción crucial que debe hacerse es entre estados primarios que
son adaptativos, y estados primarios que son desadaptativos y necesitan ser
transformados. Las emociones desadaptativas son aquellos sentimientos que nos
resultan antiguos y familiares porque ocurren repetidamente y no cambian. Son
sentimientos tales como una sensación nuclear de soledad y abandono, o bien de
ansiedad e inseguridad básica, o también sentimientos de desdicha y de ser
despreciable, o de inadecuación y vergüenza, que pueden llegar a afligir a una persona
durante toda su vida. Estos sentimientos desadaptativos no cambian en respuesta a una
modificación en las circunstancias, ni tampoco aportan direcciones adaptativas para
resolver problemas cuando son vivenciadas.
Las emociones primarias adaptativas necesitan ser accedidas debido a la
información adaptativa que aportan, así como a su capacidad para organizar la acción,
mientras que las emociones desadaptativas necesitan ser accedidas y reguladas tan solo
para ser transformadas. Por último, las emociones secundarias necesitan ser reducidas a
través de la exploración de las mismas, con vistas a acceder a sus generadores cognitivos
o emocionales más primarios.
LA TERAPIA
La intervención en TFE se basa en dos principios del tratamiento fundamentales:
la provisión de una relación terapéutica por una parte, y la facilitación del trabajo
terapéutico por otra (5). El estilo relacional es el estilo centrado en la persona (36), lo
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cual implica un modo de ser con los pacientes, caracterizado por la entrada en el marco
de referencia interno del cliente, y por el seguimiento empático de su experiencia. Esto
es combinado con un estilo más orientado a la guía y directivo respecto al proceso,
propio de la terapia gestalt (37), que promueve la implicación del paciente en
experimentos destinados a profundizar en la experiencia. El estilo terapéutico global,
por tanto, combina ser con hacer, y seguir con liderar.
El sello distintivo de la TFE es que además de ofrecer una relación empática, el
terapeuta también guía el procesamiento emocional del cliente de diferentes modos en
diferentes momentos. En este proceso, ciertos estados del cliente durante la sesión, que
son marcadores de problemas de procesamiento afectivo-cognitivo subyacentes, son
interpretados como oportunidades para realizar las intervenciones diferenciales que se
ajustan mejor, al fin de facilitar un trabajo productivo en ese preciso estado problema.1
MARCADORES Y TAREAS
Una característica definitoria de la TFE es que la intervención está guiada por
marcadores y es directiva en cuanto al proceso. La investigación ha demostrado que los
clientes entran en estados de procesamiento emocional problemáticos, los cuales son
identificables a través de conductas que se producen dentro de la sesión y que señalizan
la presencia de un problema afectivo. Así mismo, se ha mostrado que estos marcadores
ofrecen oportunidades para realizar tipos específicos de intervención afectiva (5). Los
marcadores del cliente no sólo indican el tipo de intervención a utilizar, sino también su
disposición actual para trabajar en ese problema. Los terapeutas focalizados en la
emoción son entrenados para identificar marcadores que corresponden a diferentes
tipos de problemas de procesamiento emocional problemático, y para intervenir del
modo específico que mejor se ajuste a esos problemas.
Por otra parte, la asociación entre (a) un marcador –que informa sobre la
entrada del cliente en un estado afectivo problemático específico, y por tanto permite
describir un estado inicial-, (b) una serie de pasos y procesos de interacción experiencial
focalizada en la emoción entre terapeuta y paciente,
que conducen a (c) un
1
NT: Y no tanto intervenciones pensadas para el trabajo productivo con problemas del cliente
que hipotetizados a partir de una teoría psicológica, que sirve como herramienta interpretativaprescriptiva. Ésta es una de las formas específicas en que la TFE es una terapia centrada en la
persona/cliente.
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determinado estado final -caracterizado por que un problema de procesamiento ha
adquirido cierto grado de cambio o resolución-, constituye el bloque básico de
investigación sobre eventos de cambio potencial de la TFE. Es lo que se denomina una
tarea del tratamiento o tarea terapéutica, en la que el terapeuta, -trabajando
inicialmente de modo centrado en la persona- identifica los marcadores actuales y,
eventualmente, hace al cliente propuestas de implicación vivencial en las que éste actúa
como “experto” en el contenido de su propia experiencia, y el terapeuta como guía
experto en la facilitación del proceso en el aquí y ahora de la sesión. Resultado de la
investigación de procesos es la descripción de una serie de tareas del tratamiento, que
constituyen un conjunto abierto de procesos vinculados al logro de ciertos resultados
terapéuticos con significatividad clínica.2
Cada una de las tareas ha sido estudiada tanto de modo intensivo como extenso,
y los componentes clave del proceso de resolución, al igual que la forma específica en
que ésta tiene lugar, han sido a su vez especificados. De ese modo, se han podido
elaborar varios modelos del proceso de cambio terapéutico tal cual sucede, que
funcionan como un mapa para guiar la intervención del terapeuta3.
Hasta el momento, los siguientes marcadores principales y sus correspondientes
intervenciones han sido identificados:
1) Reacciones problemáticas, expresadas a través del extrañamiento frente a una
respuesta emocional o conductual hacia una situación particular. Por ejemplo, un
cliente que dice: “De camino a terapia vi un cachorrito de grandes orejas caídas y de
repente me sentí tremendamente triste, y no sé por qué”. Las reacciones
problemáticas son oportunidades para una forma de intervención que implica la
evocación vívida de la experiencia, para promover la reexperienciación de la
situación y de la reacción, a fin de llegar finalmente al significado implícito de esa
situación, el cual da sentido a la reacción (5). En este caso, la resolución implica una
nueva visión del sí mismo en funcionamiento.
2) Una sensación sentida poco clara en la cual la persona se halla en la superficie de su
experiencia y se siente confusa respecto a ésta, e incapaz de alcanzar una sensación
clara sobre ella: “Sí, tengo ese sentimiento ahí otra vez, pero no consigo saber qué
es”. Una sensación sentida con poca claridad requiere el uso del enfoque corporal
2
NT: Este párrafo acerca de las “tareas del tratamiento” es un inserto redactado por el traductor.
NT: Denominados modelos de proceso en la literatura de investigación. Véase: Greenberg, L. S.
(1999). “Ideal psychotherapy research: A study of significant change processes”. Journal of
Clinical Psychology, (55) 12, 1467-1480.
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(“Focusing”) (38), en el cual, el terapeuta guía al cliente para aproximarse a los
aspectos corporalizados de su experiencia con atención y curiosidad, y con el
propósito de experienciarlos y de poner palabras a su sensación corporalmente
sentida. Aquí, el tipo de resolución esperada implica un cambio corporalmente
sentido, que acompaña a la creación de nuevo significado.
3) Escisión por conflicto, en la cual, un aspecto del sí mismo es crítico o coercitivo en
relación con otro aspecto. Por ejemplo, una mujer en terapia dice: “Me siento
inferior a ellos; es como si yo hubiera fallado y no fuera tan buena como los
demás”. Las escisiones autocríticas ofrecen una oportunidad para intervenir
recurriendo al trabajo con las dos sillas. En éste, dos partes del sí mismo son puestas
vívidamente en contacto a través del diálogo entre una y otra. Los pensamientos, los
sentimientos y las necesidades que se encuentran en cada parte, son explorados y
comunicados en un diálogo que pretende lograr que la voz crítica se suavice. La
resolución implica una integración entre las partes y la autoaceptación.
4) Escisiones auto-interruptoras, en las cuales una parte del sí mismo interrumpe o
constriñe la experiencia y la expresión emocional: “Puedo sentir cómo están a punto
de brotarme lágrimas, pero justo entonces las sujeto e impido que salgan; no hay
modo de llorar”. La representación de las dos sillas es utilizada para que la parte
interruptora del sí mismo se haga explícita. Los clientes son guiados para hacerse
conscientes de cómo ellos mismos se interrumpen, y para dramatizar los modos en
que lo hacen, ya sea a través de la acción física (estrangulando o acallando la voz),
metafóricamente (enjaulando, etc.) o verbalmente (“Cierra la boca, no sientas,
estate callado, no podrías aguantarlo”), de tal manera que puedan experienciarse a
sí mismos como un agente en el proceso de desactivación. Entonces son invitados a
reaccionar ante las partes interruptoras del sí mismo y a desafiarlas. La resolución
esperada para esta tarea consiste en la expresión de la experiencia previamente
bloqueada.
5) Un marcador de asuntos inacabados, consistente en la declaración de un
sentimiento persistente y no resuelto hacia un otro significativo similar a éste,
expresado con una gran implicación afectiva: “Mi padre… él nunca estaba ahí para
mí. Nunca le he perdonado; ahí abajo y adentro, no creo que me apene por lo que
no tuve y probablemente ya nunca tendré”. Los asuntos inacabados hacia otros
significativos requieren la intervención con la silla vacía. Utilizando el diálogo con la
silla vacía, los clientes activan su visión interna de un otro significativo y
experiencian y expresan sus sentimientos irresueltos y sus necesidades asociadas.
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Entonces se producen cambios de perspectiva entre el otro y el sí mismo. La
resolución aquí, puede implicar el hacer responsable al otro, o bien que ese otro se
torne comprensible, o incluso llegar a perdonarle.
6) Vulnerabilidad, un estado en el cual el sí mismo se siente frágil, profundamente
avergonzado o inseguro: “Me siento como si no me quedara nada. Estoy acabado. Es
demasiado esperar de mí que siga adelante”. La vulnerabilidad requiere una
repuesta de validación empática afirmadora. Cuando una persona se siente
profundamente avergonzada o insegura acerca de algún aspecto de su vivencia, lo
que necesita por encima de todo es una experiencia de sintonía empática por parte
del terapeuta, quien no sólo debe captar el contenido relativo a lo que el cliente
está sintiendo, sino también fijarse en los matices del tono vital de la persona,
reflejando el tempo, el ritmo y el tono de la experiencia. Adicionalmente, el
terapeuta ha de validar y convertir en algo normal la experiencia de vulnerabilidad
del cliente. La resolución esperada es el fortalecimiento del sentido de sí mismo, que
resulta de la sintonización empática con el afecto.
Varios marcadores e intervenciones más han sido añadidos a los seis marcadores y
tareas originales (12, 39): trauma y reverbalización narrativa, reparación de la alianza en
casos de ruptura, autocompasión ante marcadores de autodesprecio, autoconsuelo en
la dependencia ansiosa, creación de significado ante marcadores de alta angustia
emocional, y trabajo para despejar un espacio ante marcadores de confusión, entre
otros.
Principios de la intervención emocional
Desde la perspectiva de la TFE, el cambio ocurre ayudando a las personas a dar
sentido a sus emociones a través de la consciencia, la expresión, la regulación, la
transformación y la experiencia correctiva de la emoción, en el contexto de una relación
basada en la sintonización empática, que facilite estos procesos –los cuales son descritos
más adelante. Es importante hacer notar por otra parte, que estos principios son
discutidos a continuación desde el punto de vista del trabajo con la emoción en terapia,
no del manejo de la emoción en la vida real.
Consciencia. El incremento de la consciencia de la emoción, o poner nombre a lo
que uno siente, es la meta global más importante del tratamiento. Lieberman et al.
(2004) han mostrado que nombrar un sentimiento con palabras ayuda a hacer
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descender la activación de la amígdala. Una vez que las personas saben lo que sienten,
se conectan con sus necesidades y se hallan motivadas para satisfacerlas. Llegar a darse
cuenta de la experiencia emocional nuclear y simbolizarla con palabras da acceso tanto
a la información adaptativa, como a la tendencia a la acción presentes en la emoción. Y a
su vez, es importante poner de manifiesto que la consciencia emocional implica sentir el
sentimiento, y no simplemente hablar acerca de él.
Los terapeutas focalizados en la emoción ayudan a los pacientes a aproximarse a sus
emociones, a aceptarlas, a tolerarlas y a simbolizarlas antes que a evitarlas. Los
pacientes son ayudados a dar sentido a lo que la emoción les está diciendo, a identificar
la necesidad/meta/preocupación que les organiza para lograrlo, así como la tendencia a
la acción correspondiente, y a utilizar todos estos elementos para mejorar el
afrontamiento. En conclusión, la emoción es utilizada tanto para informar como para
movilizar.
Expresión emocional. La expresión emocional se ha mostrado como un aspecto
específico del procesamiento emocional que predice el ajuste frente a cuestiones tan
variadas como el cáncer de mama (40), las heridas emocionales interpersonales o el
trauma (12, 41, 42). Expresar la emoción en terapia no implica dar rienda suelta a la
emoción secundaria, sino superar la evitación para así experienciar y expresar
emociones primarias previamente constreñidas. El afrontamiento expresivo ayuda a los
pacientes a atender sus preocupaciones nucleares y a clarificarlas, y promueve la
persecución de metas.
Existe una fuerte tendencia humana a evitar la expresión de emociones
dolorosas. Por tanto, los clientes deben ser animados para supera la evitación y para
aproximarse a la emoción dolorosa a lo largo de la sesiones, atendiendo a su experiencia
corporal, frecuentemente en pequeños pasos. Esto puede requerir el cambio en
creencias explícitas como “la rabia es peligrosa” o “”los hombres no lloran”, que
gobiernan su evitación, o el ayudar a las personas a enfrentar su miedo a la
desintegración (43, 44). Entonces los clientes pueden permitir y tolerar el estar en
contacto vivo con sus emociones. Estos dos pasos de aproximarse y tolerar, son
consistentes con la noción de exposición. Hay una extensa línea de evidencia acerca de
la efectividad de la exposición a sentimientos previamente evitados (42). Desde la
perspectiva de la TFE, sin embargo, la activación a, la activación de y la tolerancia frente
a la emoción son necesarias pero no suficientes para el cambio. El procesamiento
emocional óptimo desde nuestra perspectiva, incluye la integración de la cognición y el
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afecto (29, 35). Una vez se ha logrado el contacto con la experiencia emocional, los
clientes también deben dirigirse cognitivamente hacia esa experiencia como
información, y entonces explorarla, reflexionar sobre ella y darle significado.
Regulación. El tercer principio de procesamiento emocional se refiere a la
regulación de la emoción. Está claro que la activación y la expresión emocional no
siempre son de ayuda o apropiadas en la terapia o en la vida, y que por tanto, el
entrenamiento de algunos clientes en la habilidad para regular a la baja, puede preceder
o acompañar a la utilización de la emoción. La emoción necesita ser regulada cuando la
angustia es tan alta, que esa emoción ya no informa adaptativamente para la acción
(19).
El primer paso en ayuda de la regulación de la emoción es la provisión de un
ambiente seguro, tranquilizador, validante y empático. Ser capaz de confortar al sí
mismo comienza por la internalización de las funciones de tranquilización de un otro
protector (45, 46). La seguridad interna se desarrolla sabiendo que uno existe en la
mente y en el corazón de otro; y la seguridad de ser capaz de reconfortar al sí mismo se
desarrolla a través de la internalización de las funciones de consuelo del otro protector
(45-47). A lo largo del tiempo, este proceso de reconfortar es interiorizado, y los clientes
desarrollan un consuelo implícito y la habilidad para regular sentimientos
automáticamente, sin un esfuerzo deliberado.
Las habilidades de regulación de la emoción y de tolerancia al malestar (48)
también necesitan ser enseñadas. Cosas como la identificación de disparadores, la
evitación de estos, la identificación y el etiquetado de emociones, el establecimiento de
una distancia de trabajo, el aumento de las emociones positivas, la reducción de la
vulnerabilidad a las emociones negativas, el autoconsuelo, la respiración y la distracción,
mejoran el afrontamiento. Algunas prácticas de meditación que implican la observación
de las propias emociones, así como el dejarlas llegar e irse y la aceptación, ayudan para
lograr una distancia de trabajo frente a emociones nucleares desbordantes.
Las emociones pueden ser reguladas a la baja a través del consuelo en
diferentes niveles de procesamiento. La tranquilización fisiológica supone la activación
del sistema nervioso parasimpático, que regula la tasa cardiaca, la respiración y otras
funciones del simpático que se aceleran en condiciones de estrés. Otro aspecto
importante de la regulación es el desarrollo de las habilidades de autoconsuelo de los
clientes. Promover sus habilidades para recibir y ser compasivo con su experiencia
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emocional dolorosa emergente, es el primer paso para ayudarles a tolerar la emoción y
calmarse a sí mismos, seguido por la relajación, el desarrollo de la autocompasión y la
conversación positiva consigo mismos.
Reflexión. Junto a la simbolización de la emoción en palabras, a reflexión sobre
la experiencia emocional ayuda a las personas a dar a ésta un sentido narrativo. Lo que
hacemos con nuestra experiencia emocional hace que seamos quienes somos. La
reflexión ayuda a la creación de nuevo significado, promueve la asimilación de la
narración no procesada en narrativas en evolución, y ayuda a desarrollar nuevas
narrativas para explicar la experiencia (25, 49). Pennebaker (50) ha mostrado los efectos
positivos de escribir acerca de la experiencia emocional tiene sobre la actividad del
sistema nervioso autónomo, sobre el sistema inmune y sobre la salud física y emocional,
y concluyó que a través del lenguaje, los individuos son capaces de organizar,
estructurar y en última instancia asimilar tanto sus experiencias emocionales, como los
sucesos que puedan haber provocado esas emociones.
Los significados de las situaciones que han evocado la emoción cobran sentido, y
los patrones presentes en las relaciones son reconocidos. El resultado de esta reflexión
basada en la emoción activada, es un acontecimiento experiencial profundo. Lo
indecible se convierte en decible, las situaciones son comprendidas de nuevas maneras y
las expresiones son reencuadradas, lo que conduce a nuevas visiones sobre el sí
mismo/otro y sobre el mundo.
Transformación. Probablemente, el modo más importante de tratar con la
emoción en la terapia implica la transformación de la emoción a través de la emoción.
Esto se aplica más específicamente a la transformación de las emociones primarias
desadaptativas tales como el miedo, la vergüenza o la tristeza por ser abandonado o por
quedarse solo, con otras emociones (35). Los estados emocionales desadaptativos se
transforman mejor deshaciéndolos a través de la activación de otros estados
emocionales más adaptativos. Darwin fue el primero en darse cuenta de que “Una
emoción no puede ser contenida ni eliminada si no es por otra emoción opuesta y más
fuerte” (51, p. 195). Mientras el pensamiento normalmente cambia pensamientos, sólo
el sentimiento es capaz de cambiar emociones primarias. Una meta importante en TFE
por tanto, es llegar a la emoción desadaptativa, no por su buena información o
motivación, sino para hacerla accesible de cara a su transformación. Con el tiempo, la
coactivación de la emoción más adaptativa junto con, o en respuesta a la emoción
desadaptativa, ayuda a transformar a esta última.
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Es importante hacer notar que el proceso de cambiar emoción con emoción va
más allá de las ideas de catarsis, completamiento y dejar ir, exposición, extinción o
habituación, en tanto que el sentimiento desadaptativo no es eliminado ni tampoco es
simplemente atenuado por la persona que lo está sintiendo. Más bien, otro sentimiento
es usado para transformar o deshacer el primero. Aunque las emociones secundarias
desreguladas como el miedo y la ansiedad en las fobias, en la compulsividad obsesiva y
en el pánico pueden ser superados mediante la mera exposición, las emociones
primarias desadaptativas tales como la vergüenza o el sentimiento de ser despreciable y
la ansiedad de la inseguridad básica, son transformados mejor a través de otras
emociones. Así, el cambio en emociones primarias desadaptativas previamente evitadas
como la vergüenza o el miedo nucleares, es provocado por la activación de una
experiencia adaptativa incompatible, tal como el enfado fortalecedor4 o la
autocompasión, que deshacen la antigua respuesta, más que atenuarla. Esto supone
algo más que sentir o afrontar el sentimiento. Más bien, las tendencias a la retirada de la
emoción primaria desadaptativa son transformadas por la activación de las tendencias
de aproximación propias de la ira o de la búsqueda de consuelo. Las emociones
evitativas de una parte del cerebro son reemplazadas por las emociones de
aproximación de otra parte o viceversa (52).
Frederickson (53) ha demostrado que una emoción positiva puede aflojar el
control que una emoción negativa posee sobre la mente de una persona, ampliando así
su repertorio de procesamiento-acción momentáneamente. Se comprobó que la
experiencia de gozo y alegría produce una recuperación cardiovascular desde emociones
negativas, más rápida que la que tiene lugar durante una experiencia neutra. Y también
se ha hallado que los individuos resilientes realizan el afrontamiento recopilando
emociones positivas para deshacer experiencias emocionales negativas (54). De ese
modo, los malos sentimientos pueden ser transformados por sentimientos alegres, no
porque se intente mirar deliberadamente la cara buena de las cosas, sino por la
evocación de la experiencia corporalizada significativamente, que deshace la
neuroquímica, la fisiología y la experiencia del sentimiento negativo.
Este principio no sólo se aplica en relación con las emociones positivas
modificando
emociones
negativas,
sino
también
al
cambio
en
emociones
desadaptativas, a través de la activación de emociones adaptativas dialécticamente
4
NT: Optamos por traducir “empowering” por “fortalecedor” de modo literal, en lugar de por el
término “empoderizante”, un tanto raro en Castellano (si bien se viene utilizando, con
connotaciones de desarrollo de la autonomía de las personas o de los grupos).
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opuestas (6). Así, en la terapia, el miedo desadaptativo al abandono, o el miedo
desadaptativo a la aniquilación, una vez activados, pueden ser transformados en un
sentimiento de seguridad mediante la activación de emociones fortalecedoras y que
establecen límites como el enfado o el asco adaptativos, o a través de la evocación de
sentimientos confortadores más suaves como la tristeza y la necesidad de consuelo. De
modo similar, el enfado desadaptativo puede ser deshecho mediante la tristeza
adaptativa. La culpa desadaptativa puede ser transformada accediendo a la ira frente a
la violación y a la autocompasión, y luego al orgullo y a la autovaloración. De igual modo,
el enfado es un antídoto frente a la desesperanza y la impotencia. Así, la tendencia a
hacerse un ovillo en el suelo en momentos de culpa intensa, o el colapso en el
sentimiento de impotencia, pueden ser transformados a través del impulso que aporta
la rabia ante la violación o a través de la tendencia a buscar el contacto, motivada por la
tristeza. Una vez que se ha accedido a la emoción alternativa, ésta trasforma o deshace
el estado original, y un nuevo estado se configura. Con frecuencia, y para que el cambio
sea posible, es necesario un periodo de regulación o de calma de la emoción
desadaptativa, antes de proceder a la activación opuesta.
¿Cómo ayuda el terapeuta al cliente a acceder a nuevas emociones para cambiar
la emoción? Han sido varios los métodos descritos en la literatura (35). El terapeuta
puede ayudar al cliente a acceder a nuevas emociones subdominantes en el presente a
través de varios medios, que incluyen: la dirección de la atención hacia diferentes
aspectos de la situación o hacia las emociones que están siendo expresadas en el
momento, pero que se hallan sólo “en la periferia” del campo de consciencia del cliente;
y enfocar en lo que se necesita y por tanto movilizar una nueva emoción (6). Los
sentimientos alternativos a los que el cliente acaba de acceder, son recursos en la
personalidad, que ayudan a hacer cambiar el estado desadaptativo. Por ejemplo,
movilizar el enfado adaptativo implícito puede ayudar a cambiar el miedo desadaptativo
en una víctima de trauma. Cuando la tendencia a huir en el miedo es combinada con la
tendencia a enfrentarse propia de la ira, esto conduce a una nueva posición relacional
consistente en responsabilizar al abusador de su mala conducta, mientras que uno se ve
a sí mismo como merecedor de protección, más que verse culpable y en peligro.
También es esencial simbolizar, explorar y diferenciar la emoción primaria desadaptativa
–miedo en este caso-, y regularla mediante la respiración u otras formas de
tranquilización, antes de trabajar el acceso a una emoción adaptativa nueva –en este
caso la ira.
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Otros métodos de acceso a nuevas emociones suponen el uso de la
dramatización y las imágenes para evocarlas, así como el recuerdo de un momento de la
vida en que una determinada emoción fue sentida, modificar la visión de las cosas que
posee el cliente5, o incluso expresar una emoción sentida hacia el mismo cliente (6). Una
vez se accede a ellos, estos nuevos recursos emocionales comienzan a disolver el
programa motor psico-afectivo que previamente estaba determinando el modo de
procesar de la persona. Los nuevos estados emocionales la hacen capaz de desafiar la
validez de las percepciones de sí misma o del otro conectadas con la emoción
desadaptativa, debilitando así su persistencia en ellas.
Desde nuestro punto de vista, el cambio emocional duradero ocurre a través de
la generación de una nueva respuesta emocional, no tan solo a través de un proceso de
insight o de comprensión. La TFE trabaja sobre el principio básico de que las personas
deben llegar primero a un lugar antes de poder abandonarlo. Uno debe sentir algo antes
de sanarlo. Las memorias de emoción esquemáticas desadaptativas de las pérdidas de la
infancia, así como de los traumas, son activadas en la sesión de terapia a fin de
cambiarlas a través de la reconstrucción de la memoria. Como ya hemos dicho, la
introducción de una nueva experiencia del presente en las memorias activadas acerca
de eventos pasados, se ha mostrado que conduce a la reconsolidación de la memoria a
través de la asimilación del nuevo material en el recuerdo sobre lo sucedido (28).
Cuando son activadas en el presente, las viejas memorias son reestructuradas por la
nueva experiencia, tanto la correspondiente a hallarse en el contexto de una relación
segura, como la correspondiente a la vivencia de respuestas emocionales más
adaptativas y a la nueva comprensión adulta de la situación. Las memorias son
reconsolidadas de un modo novedoso, a través de la incorporación de estos nuevos
elementos. El pasado, por tanto, puede ser modificado, o al menos la memoria de éste.
Experiencia correctiva de la emoción. Finalmente, un modo clave para cambiar
una emoción es vivenciar una nueva, que cambie el antiguo sentimiento. La nueva
experiencia, vivida junto al terapeuta, provee una experiencia emocional correctora. Las
experiencias que aportan consuelo interpersonal desconfirman creencias patogénicas u
ofrecen una nueva sensación de éxito y pueden corregir patrones establecidos en
épocas anteriores. De ese modo, una experiencia en la que el cliente encara la
5
NT: Se refiere a “modificar la visión de las cosas que posee el paciente” con nueva información
actualizada. No se propone un trabajo de reestructuración cognitiva como clave del cambio
terapéutico, sino un ajuste informativo, con el objetivo de activar una emoción utilizable en un
momento posterior.
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vergüenza en un contexto terapéutico y experimenta aceptación –en lugar del asco o la
denigración que anticipa-, tiene la capacidad para cambiar el sentimiento de vergüenza.
Las experiencias emocionales correctoras en TFE suceden predominantemente en la
relación terapéutica, aunque la experiencia de tener éxito en el entorno vital de la
persona, también es animada y apoyada.
Fases del tratamiento
El tratamiento con TFE ha sido dividido en tres fases principales, cada una de
ellas con un conjunto de pasos para describir su curso a lo largo del tiempo (12). La
primera fase supone el establecimiento de un vínculo y la promoción de la consciencia
emocional, mientras que la segunda fase implica la evocación y exploración de los
esquemas de emoción desadaptativos nucleares. Después, la terapia concluye con una
fase de transformación, que conlleva la construcción de alternativas a través de la
generación de nuevas emociones y de la reflexión sobre la emoción activada, a fin de
crear nuevo significado narrativo.6
Formulación de caso
La TFE ha desarrollado una aproximación a la formulación de caso sensible al
contexto, con el fin de ayudar en el desarrollo de un foco (55). La formulación de caso se
apoya en el diagnóstico de proceso, en el desarrollo de un foco acerca de los
determinantes subyacentes del malestar, y en el desarrollo de un tema, más que en el
diagnóstico de la persona o de un síndrome. En un enfoque del tratamiento orientado al
proceso, la formulación de caso es a su vez un proceso continuo, tan sensible al
momento y al contexto dentro de cada sesión, como a la comprensión de la persona en
términos de caso. En una aproximación de diagnóstico de proceso hay un enfoque
continuo en el estado mental actual del cliente, así como en los estados
cognitivo/afectivos problemáticos del momento. La principal preocupación del
terapeuta es el seguimiento del proceso del cliente y la identificación del sufrimiento
nuclear, el cual conduce a la identificación de marcadores de los asuntos emocionales
6
NT: A fin de tener una visión flexible del trabajo en TFE, cabe anotar el tenor cíclico de estas tres
fases, especialmente en los casos más complejos y multiproblemáticos y por tanto multifocales.
Por otra parte, cuanto más precisa y cooperativa sea la formulación de caso (ver epígrafe
siguiente), más eficaz será la terapia y menos ciclos serán necesarios.
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actuales y da acceso a los esquemas desadaptativos en ese instante. Las emociones
dolorosas y los marcadores de diferentes estados experienciales problemáticos guían la
intervención, y no tanto la descripción de la personalidad o de un patrón central de la
persona. La experiencia del cliente sentida en el presente indica cuál es la dificultad, e
indica si los determinantes del problema son accesibles, y si son susceptibles de
intervención en ese momento.
TRASTORNOS DIVERSOS
La teoría generada en TFE acerca de los trastornos afectivos, al igual que la
relativa a los trastornos de la alimentación son discutidas brevemente a continuación,
como ejemplo de la aplicación de la teoría general a tipos específicos de trastornos.
Trastornos afectivos
El modelo de la depresión y de la ansiedad de la TFE (12) se centra en la
vulnerabilidad de un sí mismo debilitado. Las experiencias tempranas de abuso,
negligencia o abandono, o las experiencias persistentes y repetitivas de no ser
comprendido, pueden perjudicar el procesamiento del malestar emocional de la
persona de tal modo, que la emoción se puede volver desbordante y puede llegar a no
ser utilizada de modo eficaz, como base de la respuesta adaptativa. Posteriormente, la
pérdida o los sucesos que suponen un fracaso, pueden disparar esquemas de emoción
implícitos acerca del sí mismo como algo profundamente inadecuado, en peligro o
censurable, junto con memorias de emoción relacionadas y emociones secundarias
anidadas. El sí mismo es por tanto organizado en términos de vulnerabilidad y de
recursos de afrontamiento empobrecidos; en la depresión se desmorona y cae en
sentimientos de desvalimiento, de estar atrapado, de derrota, de desprecio de sí mismo
y de vergüenza; y paralelamente, en la ansiedad, el sí mismo cae en sentimientos de
impotencia, inseguridad, preocupación y evitación. La persona pierde el acceso a su
sentido de dominio y a la habilidad para procesar las experiencias emocionales en
términos de fortalezas y recursos. La resiliencia se pierde y la persona experimenta el sí
mismo como impotente, o bien como reprensible, inseguro y desamparado, esto es,
como malo o débil.
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Visión global del tratamiento de los trastornos afectivos
Los sentimientos intensos de autodesprecio por el sí mismo y la vergüenza
forman el núcleo de las depresiones autocríticas. Y complementariamente, los
sentimientos intensos de inseguridad e incapacidad nuclear para afrontar la pérdida o el
abandono, forman el núcleo de las depresiones dependientes (55). Por otra parte, en la
ansiedad catastrofista, el miedo protector y la inseguridad básica forman el núcleo
afectivo desadaptativo de la ansiedad. El procesamiento adecuado de la tristeza ante la
pérdida y de la ira ante la violación, con frecuencia forman el núcleo adaptativo del
tratamiento, tanto de la depresión como de la ansiedad. La ansiedad nuclear y el
desvalimiento secundario, junto con la vergüenza nuclear y la impotencia secundaria,
son emociones importantes en los trastornos afectivos. En la depresión, la tristeza, la
ansiedad y la necesidad experimentadas desde un fondo afectivo de pérdidas y
deprivación desde la infancia, son experienciadas como evidencia de la inadecuación
personal. Mientras que en la ansiedad, la falta de habilidad para ser confortado en
momentos de amenaza, confirma la incontrolabilidad del afecto y del entorno. Sean
cuales sean los antecedentes, el fortalecimiento mediante el acceso a las emociones
adaptativas, junto con la experiencia de reconexión y el consuelo, parecen formar el
antídoto para estos estados. La reactivación de la capacidad para sentir enfado y tristeza
adaptativos, y la habilidad para sentir compasión por el sí mismo y consolarlo, son
elementos afectivos clave para vencer la depresión y la ansiedad, al igual que la
impotencia y la inseguridad propia de estos trastornos. Por todo ello, la TFE se centra en
ayudar a los clientes a procesar su experiencia emocional, de tal manera que sean
capaces de acceder a las respuestas primarias adaptativas para situaciones concretas,
tales como el enfado/ira ante la violación o la tristeza que genera apertura interpersonal
ante la pérdida.
Trastornos de la alimentación
La emoción, especialmente la emoción angustiante, juega un importante papel
en los trastornos de la alimentación. El uso de estos trastornos para manejar las
dificultades de regulación del afecto, puede dar como resultado problemas tanto de
hipo- como de hiperregulación. Por ejemplo, una presentación clínica estereotípica
podría incluir a un individuo con una anorexia nerviosa y con un afecto constreñido,
empobrecido y sobrerregulado, o bien a otro con bulimia nerviosa, que despliega un
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funcionamiento afectivo caótico y no modulado, cuyos síntomas podrían comprender
conductas impulsivas, además de los atracones y las purgas, tales como los cortes
autolesivos o el abuso de substancias.
Visión global del tratamiento de los trastornos de la alimentación
Dado que el trastorno de la alimentación está al servicio de la evitación, el
adormecimiento o la reducción de una emoción dolorosa, el tratamiento debería
implicar la atención y la acomodación a la emoción que se siente, a fin de permitir la
expresión de la misma y desarrollar competencia suficiente para aceptarla, modularla,
consolarla y transformarla. Las personas experimentan una renovada esperanza en la
posibilidad de modificar y mejorar su trastorno por medio del trabajo en la identificación
y cambio de esquemas de emoción, en lugar de pensar que su único recurso es seguir
esforzándose en cambiar patrones de alimentación intransigentes, en ausencia de un
sustituto para manejar su angustia.
Comparación con otros tratamientos
La TFE es en sí misma una integración de los abordajes centrado en el cliente,
gestáltico y existencial (6). Aunque se diferencia de la terapia psicoanalítica por su
mayor focalización en el aquí y ahora, es similar a la psicología del sí mismo en la
atención que presta a la sintonización empática y en que está informada
dinámicamente, en tanto incorpora la teoría del apego, la importancia de los procesos
interpersonales y la reparación de las rupturas de la alianza como parte del proceso de
sanación. Se diferencia de la terapia cognitivo-conductual en que ve a la emoción más
influyente en la producción del pensamiento y de las creencias que al contrario, y en que
pone el énfasis en el cambio y en el proceso dentro de la sesión, más que en las tareas
para casa y en el cambio fuera de las sesiones. Por otra parte, es similar al enfoque
cognitivo-conductual en cuanto que en ambos casos, los terapeutas promueven la
exposición a la emoción evitada. La TFE se solapa con la terapia interpersonal en la
promoción de la entrada en estados emocionales de tristeza o aflicción, pero no se
centra en tratar con las interacciones desadaptativas actuales. En efecto, la TFE
considera las creencias desadaptativas de la terapia cognitivo-conductual y las
dificultades interpersonales actuales de la terapia interpersonal, como el resultado de
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esquemas de emoción desadaptativos, y plantea que la transformación emocional
conduce al cambio duradero tanto en las creencias como en las interacciones
interpersonales, siendo vistas ambas categorías como síntomas de procesos
emocionales nucleares dolorosos.
PRESENTACIÓN DE CASO
En la entrevista de evaluación, la cliente, una mujer de 39 años, cuenta entre
lágrimas que se siente deprimida, y dice que ha estado deprimida la mayor parte de su
vida, pero que el último año ha sido particularmente malo, pues no ha sido capaz de
trabajar, y ha caído en un patrón por el cual raramente abandona la casa ni responde al
teléfono o a la puerta. La madre es alcohólica, y tanto la cliente como sus tres hermanas
no mantienen contacto. Su padre es un superviviente de un campo de concentración;
siempre se mantuvo emocionalmente separado de la familia y es percibido como crítico
y enjuiciador. Además, hay una historia de castigo físico a lo largo de toda la infancia.
Desde la exploración de la primera sesión, el terapeuta tiene la sensación de que
durante su infancia y ya en su vida adulta, la cliente se ha vivido a sí misma sola y
carente de apoyo. Ha internalizado la voz crítica de sus padres y una imagen de
fracasada. En el contexto de un pasado física y emocionalmente abusivo, se sintió
frecuentemente en peligro y abandonada.
Desde la primera sesión, el terapeuta observa que la cliente es capaz de enfocar
sobre su experiencia interna, particularmente como reacción a las respuestas empáticas
que se focalizan en el interior. Sin embargo tiende a evitar las emociones dolorosas o
difíciles (como por otra parte hacen la mayor parte de las personas). Parece haber un
patrón emocional desadaptativo identificable, por el cual entra en estados de
desvalimiento y desesperanza cada vez que comienza a sentir las emociones primarias
de tristeza o enfado, y en respuesta al sentimiento de necesidad de cercanía y
aceptación. También parecía haber internalizado la crítica del padre, que la hace
percibirse como un fracaso. También son evidentes diversos asuntos inacabados
provenientes de la relación temprana con su padre. Posee un resentimiento no resuelto
y una tristeza que han afectado a su propio sentimiento de seguridad y valor personal.
Por todo ello, la meta del tratamiento parecería ser la resolución de la escisión
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provocada por el conflicto autocrítico, y resolver los sentimientos pendientes hacia el
padre.
En la tercera sesión, con la ayuda de la sintonización empática del terapeuta,
describe cómo no sintió nunca aprobación por parte de su padre: “Creo que soy mala
persona, pero en el fondo, ahí dentro siento que no soy mala… sí, me apena lo que
probablemente no tuve y ahora ya nunca tendré”. El terapeuta inicia un diálogo con su
padre, utilizando para ello el ejercicio de la silla vacía dentro de la sesión. Durante la
expresión emocional hacia su padre imaginario situado frente a ella, la cliente comienza
a expresar el significado de las emociones dolorosas relacionadas con él: “Tú destruiste
mis sentimientos. Tú destruiste mi vida. No lo hiciste directamente, pero no hiciste nada
para criarme ni para ayudarme en la vida. No hiciste nada de nada. Te limitaste a
vestirme y a darme de comer. Y no hay más”. El terapeuta, recurriendo a su narrativa
anterior, responde: “Cuéntale cómo fue que te llamara demonio y que te obligara a ir a
la iglesia todos los…”. Entonces ella continúa: “Fue horrible. Creo que durante toda mi
infancia me hiciste sentir que era mala. Ahora no me lo creo, pero cuando era niña
sentía que me iba a morir y que me iba a ir al infierno por haber sido una mala persona”.
Hacia el final de la tercera sesión, los asuntos de temática intrapersonal e
interpersonal sobre los que se focalizará la terapia, ya han emergido con claridad. Están
incrustados en aquello que la cliente refiere como su experiencia más dolorosa. En
primer lugar ha internalizado la autocrítica relacionada con los temas de fracaso, que
surgen en el contexto de sus relaciones familiares. Esta voz de fracaso y falta de valor
fue identificada inicialmente como algo que provenía de sus hermanas, aunque tenía
claras raíces en las relaciones tempranas con sus padres, lo cual se hace evidente más
adelante en la terapia. Relacionada con la autocrítica y con la necesidad de aprobación
está también la necesidad de amor, el cual apenas sí ha estado presente en su vida.
Aprendió cómo interrumpir o evitar esa necesidad, en tanto no hacerlo le hacía sentir
demasiado vulnerable y sola. Aprendió a ser autosuficiente, pero esta independencia
tuvo el coste de sentirse desesperanzada, sin apoyo y aislada. Esta necesidad de amor
está relacionada con el asunto inacabado que parte de la relación temprana con su
padre (y con su madre alcohólica, aunque el padre tiene una mayor centralidad en su
experiencia). Ella alberga una gran carga de resentimiento hacia su padre por el maltrato
de la infancia, y a la vez muestra una tendencia a minimizarlo (“Es normal que te den
una bofetada.”). Además, ha internalizado esto como un sentimiento de inutilidad y de
no ser digna de amor. Estos temas subyacentes se prestan claramente a ser abordados
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con las tareas de procesamiento emocional de diálogo con las dos sillas para escisiones
por conflicto interno, y de diálogo con la silla vacía para heridas con un otro significativo
no resueltas.
En un diálogo clave en la tercera sesión, la cliente habla de su padre
imaginándolo frente a ella en la silla vacía, y después de recriminarle su maltrato, se
desplaza hasta una expresión de tristeza y enfado primario:
C: Me duele que no me quieras, sí… Supongo que lo sabes, pero… Estoy
enfadada contigo, necesité amor y tú no estuviste allí para darme
nada.
Animada por el terapeuta, más tarde detalla la imagen de su padre en relación
con su miedo:
C: Estaba sola. No conocí a mi padre. Mi padre… Todo lo que vi de ti se
reduce a alguien que me gritaba todo el tiempo y me pegaba. Eso es
todo. No te recuerdo diciéndome que me querías, o que cuidarías de
mí, ni que pensaras que me había portado bien en la escuela, ni nada
de nada. Todo lo que sé de ti es que eras alguien a quien temía.
T: Cuéntale cómo tenías miedo de que te pegara.
C: Sí, y además me humillabas. Estaba muy enfadada contigo porque
siempre me estabas pegando. Eras malo y yo había oído que Hitler era
malo, así que te llamaba Hitler.
Un poco más tarde, en la sesión, la cliente expresa el dolor y el sentimiento de
ira ante la incompetencia de su padre para hacerla sentir amada: “Creo que sigo
pensando que… uf, tú nunca te comportarás como un padre, nunca cogerás el teléfono y
me preguntarás simplemente cómo me va. Me duele que no me quieras”. Y termina la
sesión con el reconocimiento de que lo que ella había necesitado siendo niña, era
aceptable: “Como niña necesitaba que me abrazaran de vez en cuando, o que me
dijeran que era buena. Creo que eso es normal”.
Es accediendo al orgullo y al enfado, y sintiendo la tristeza de su pérdida, como
la vergüenza nuclear se diluye (6). A partir de ahí, comienza a cambiar la creencia de que
el fracaso de su padre para quererla fuera a causa de que ella no era digna de ser
amada. Y en la silla vacía le dice: “Estoy enfadada contigo porque crees que fuiste un
buen padre. Has dicho que nunca nos pegabas, y esa es la mentira más grande del
mundo, nos dabas palizas constantemente; nunca mostraste ningún tipo de amor ni de
cariño; ni siquiera reconociste nunca que estábamos ahí, excepto para que limpiáramos
e hiciéramos las tareas de la casa”.
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En un diálogo con su voz crítica en la sesión 4, ésta empieza a suavizarse, y tanto
su pena por no haber sido amada, como un sentimiento de valor emergen: “Aunque ni
Mamá ni Papá me quisieran o no me mostraran ningún tipo de amor, eso no fue porque
yo fuera despreciable o desagradable; fue así, simplemente, porque ambos eran
incapaces de sentir esas emociones. No sabían, y aún no saben, cómo amar”. Entonces,
la cliente no experimenta la desesperanza que había estado tan presente en las sesiones
anteriores.
Más adelante, en la sesión 7, cliente y terapeuta trabajan en la identificación del
modo en que ella bloquea su sentimiento de querer ser amada, a fin de protegerse
frente al dolor de que sus necesidades no sean satisfechas. Durante la sesión 9,
representando a su “yo-interruptor”, se dice a sí misma “Estás perdiendo el tiempo
sintiéndote mal por quererlos… ellos ya no están ahí. Así que es mejor para ti cortar con
esos sentimientos y no necesitarles. Eso es lo que hago en mis relaciones: cuando
alguien me hace daño, llego a ese punto que de hecho puedo imaginarme, en que
literalmente les arranco de mi vida, como hice con mi madre”.
Entre las sesiones 7 y 9, la cliente continúa explorando los dos diferentes
aspectos de su experiencia: el crítico que pretende protegerla a través del control y la
anulación de sus necesidades, y el sí mismo experienciante, que quiere ser amado y
aceptado. Pasa a hablar y a delimitar, expresando desde ambas voces, todo un abanico
de sentimientos de tristeza y dolor/herida. La desesperanza que fuera tan dominante en
las sesiones de los comienzos, virtualmente ya no existe. La voz que desea amor y
aceptación se hace más fuerte, y el crítico se suaviza hasta expresar aceptación por esta
parte de ella. A la vez, se siente mucho mejor, y la activación de los sentimientos
negativos, decrece.
Habiendo procesado su enfado y su tristeza y habiendo transformado su
vergüenza, adopta una postura más compasiva y comprensiva hacia su padre: un
proceso de cambio demostrado empíricamente. En un diálogo con la silla vacía entre ella
y su padre, durante la sesión 10, dice: “Comprendo que has pasado por una gran
cantidad de sufrimiento en tu vida, y que probablemente por eso, a causa de las cosas
que has visto, te retiraste. Quizá tengas miedo de dar amor como es debido, y de
sentirte demasiado cerca de nadie, porque eso signifique que puedes perderlos. ¿Sabes?
Ahora puedo entenderlo, pero no mientras crecía”. Es capaz de responsabilizarle por el
modo en que la defraudó e hirió, a la vez que se permite que la compasión ocupe un
lugar central en el desarrollo de la comprensión de las luchas internas de su padre.
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Hablando del diálogo vivenciado previamente, al final de la sesión, la cliente
dice: “Siento alivio porque ya no tengo esa rabia asentada en mi pecho”. En el último
tramo de la sesión 14 de terapia, su creencia desadaptativa nuclear basada en la
vergüenza por la cual se dice “no soy digna de amor”, ha cambiado para incluir el
significado emocional acerca de que su padre vivió su propio dolor en su vida, y que ese
dolor le llevó a ser menos capaz de actuar de modo amoroso con sus hijas. La necesidad
de ser amada ya no dispara el sentimiento de desesperanza, y ahora es más capaz de
comunicar sus necesidades, de protegerse a sí misma del sentimiento de inadecuación y
de mantenerse más cerca de sus hermanas.
CONCLUSIÓN
La eficacia de la TFE en formato individual breve ha sido demostrada en varios
proyectos de investigación. Es un tratamiento eficaz tanto para la depresión como para
el trauma emocional. Activa la emoción durante el tratamiento para producir un cambio
profundo en los esquemas de emoción que funcionan automáticamente, y que son la
causa habitual de los problemas. La TFE combina la actividad de guiar con la de seguir el
proceso experiencial de los clientes, a la vez que en ella se pone de relieve la
importancia de las habilidades de intervención y las de relación.
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