Jacques VENARD

Transcripción

Jacques VENARD
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Jacques VENARD,
CJM
LOS
EUDISTAS
EN EL SIGLO XX
Tradujo Alvaro Torres Fajardo, eudista
Valmaría. Bogotá, abril 29 de 2010
Médiaspaul
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Jacques Venard, eudista
LOS EUDISTAS
en el siglo XX
1900-1983
Prefacio de Michel Gérard, eudista
Superior general de los eudistas
Tradujo Alvaro Torres Fajardo, eudista
Médiaspaul
2008
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“Vaya, mi muy querido hermano; de todo corazón
aprobamos la tarea que emprendes para la gloria de Dios
y la salvación de las almas.
Vaya, pues, en nombre de la santa Trinidad,
para que sea conocida y adorada en los lugares
donde no es conocida ni adorada.
Vaya en el nombre de Jesucristo, Hijo de Dios,
para aplicar a las almas el fruto de la sangre preciosa
derrama por ellas.
Vaya bajo la protección de María,
bajo el amparo de san José y de todos los santos,
para trabajar con ellos en salvar las almas perdidas y abandonadas.
Vaya en el nombre y de la parte de nuestra pequeña Congregación,
para hacer en China y en los demás lugares
a donde los conduzca la Providencia,
lo que ella quisiera hacer en todo el universo,
para establecer en él el Reino de Dios”
San Juan Eudes
“Carta de Misión” al Padre Sesseval,
uno de los primeros eudistas
que se va a embarcar en 1663
hacia el Extremo Oriente.
Obras Completas, t. 10, p. 449.
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PREFACIO
Ocho superiores generales se sucedieron a la cabeza de la Congregación de Jesús
y María entre comienzos del siglo XX y 1983. Otros dos vinieron luego hasta el fin del
siglo.
El año de 1983 que cierra esta obra es una etapa importante en la vida de la
Congregación con los trabajos de la 60ª asamblea general, asamblea de aggiornamento
que va a elaborar el nuevo texto de las Constituciones.
Sólo desde 2001 soy el superior general y por consiguiente no soy normalmente
el más calificado para “abrir” esta historia que retraza el itinerario de los eudistas en el
siglo XX; pero el autor me ha pedido fraternalmente escribir estas cortas líneas y me
pliego a su deseo, con tanto mayor gusto cuanto que el P. Jacques Venard ha sido y
continúa siendo para mí y para muchos de mi generación, figura importante, amado y
admirado entre las personalidades de la familia eudista de estos últimos años, y además
un narrador siempre apreciado.
Evoco un viejo recuerdo: él me acogió en la primavera de 1963 para una primera
visita al seminario de los eudistas de la provincia de Francia, lugar que me pareció muy
austero no obstante la acogedora sonrisa de mi huésped…
Pero, habiendo dado a pesar de todo el paso, poco a poco fui conociendo esta
“pequeña Congregación”, como san Juan Eudes gustaba llamarla; ese trabajar “juntos
para la misión”, misión de evangelización y formación, abría hermosas perspectivas,
sobre todo si se quería ponerse realmente en la escuela de san Juan Eudes, que, en su
época, supo “abrir con ardor nuevos caminos para hacer crecer el Reino de Jesús”
(Constituciones No 14).
En las páginas siguientes ustedes podrán vivir la aventura de esta pequeña pero
valerosa sociedad de vida apostólica, de 1903 a 1983, años ricos y a menudo agitados en
Francia; años que verán también la expansión de la Congregación en América latina, en
América del Norte y en África. Encontrarán en ellas rostros de eudistas que en todos
esos continentes han buscado realizar plenamente el ideal propuesto por su fundador:
llegar a ser “pastores según el Corazón de Dios”.
En efecto, el ardor apostólico de Juan Eudes, “sacerdote misionero” como le
gustaba firmar, ha sido a mi parecer contagioso hasta hoy; y combativo como era ha
debido sentirse orgulloso y regocijarse vivamente, viendo a sus hijos, tres siglos más
tarde, desafiar tempestades, fríos y canículas, en todos los continentes a causa del
Evangelio.
Si san Juan Eudes ha sido reconocido y se ha afirmado en el siglo XX como gran
artesano de la Iglesia en el siglo XVII y uno de los mayores representantes de la Escuela
Beruliana de espiritualidad, puede decirse que la sociedad de sacerdotes fundada por él
se ha entregado de cuerpo y alma a ser fiel al carisma y al celo de su fundador. También
en este siglo XX esto es verdadero.
Al entrar en el siglo siguiente, esta obra que hace revivir algunas bellas páginas
de la vida de la CJM, bajo la pluma viva y expresiva del P. Venard, renovará en los
lectores, estoy seguro, el deseo de conocer mejor a san Juan Eudes y sobre todo de
llegar a ser testigos cada vez más ardorosos de la Buena Nueva.
P. Michel Gérard, cjm
Superior general
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INTRODUCCIÓN
La historia de la Iglesia interesa a todos aquellos que quieren comprender el
puesto que ella ocupa en el corazón de los hombres y en la evolución de nuestras
civilizaciones. Como una contribución a este propósito hemos emprendido narrar la
historia de una sociedad de sacerdotes, nacida en el siglo XVII y que a pesar de las
crisis que han buscado aniquilarla en dos oportunidades, ha logrado sobrevivir,
reconstituirse y aún desarrollarse mucho más allá de las fronteras de su Normandía
natal.
Lo que puede llamarnos poderosamente la atención aquí no es el número grande,
ni el volumen de actividades, ni la influencia, sino quizás la perdurabilidad, la
continuidad a través de tres siglos de la historia del mundo.
Fundada en 1643 en Caen por san Juan Eudes la Congregación de Jesús y María
reunió algunos sacerdotes con los que él predicaba misiones, para abrir los primeros
“seminarios de ordenandos” establecidos en Francia. Continuó esta tarea a través del
siglo XVIII formando sacerdotes y predicando sobre todo en el campo. Contaba un
centenar de sacerdotes cuando la Asamblea constituyente la suprimió en 1791, a
comienzos de la Revolución. En un primer volumen el P. Guillaume de Bertier de
Sauvigny contó recientemente la vida y la muerta de los Eudistas bajo el Antiguo
Régimen1.
En el siglo XIX, pasadas las convulsiones de la Revolución, luego del
Concordato y de la dictadura religiosa del Imperio, los Eudistas se restauraron lenta y
difícilmente, en la diócesis de Rennes en Bretaña. Un día se narrará, lo esperamos, esta
difícil resurrección, el trabajo de esos sacerdotes normandos y bretones en la enseñanza
y las misiones, y las circunstancias que los lanzaron fuera de Francia, primero a Estados
Unidos, luego, a finales del siglo, a América del Sur y al Canadá.
Se me ha pedido contar la historia de los Eudistas en el siglo XX, período más
cercano de nosotros. Es más fácil encontrar archivos abundantes e incluso obtener
testimonios directos para esta época. Ciertamente, era más difícil emitir juicios sobre
este período reciente, y para los últimos decenios me he limitado a un trabajo más de
cronista que de historiador.
¿Pero cuándo debe fijarse el comienzo del siglo XX? A menudo, los
historiadores franceses, cualquiera sea el tema, comienzan por la Primera Guerra
mundial, la de 1914 a 1918, que trastornó las fronteras de Europa y el equilibrio del
mundo. Pero para la historia religiosa de Francia la falla de ruptura se dio un poco antes
cuando la sociedad francesa escapa a la influencia política, social y religiosa de la
Iglesia católica que había marcado quince siglos de su historia. La separación de la
Iglesia y del Estado, decidida en 1905, marca la fecha para la Iglesia de Francia.
Para los institutos religiosos esta ruptura había comenzado algunos años antes
cuando la República francesa, sin rechazar todavía el Concordato con la Santa Sede,
quiso acabar definitivamente con la influencia de los institutos religiosos, de las
Congregaciones, sobre la escuela, la prensa, el ejército…
El Concordato de 1801 no había estipulado nada respecto de esos institutos. Por
este eslabón débil se podía comenzar la tarea. A los ojos de algunos franceses era la
liberación de las conciencias frente a una influencia abusiva, y para otros, una etapa de
la destrucción de la religión que había sido programada en los tiempos de la Ilustración.
1
Guillaume DE BERTIER DE SAUVIGNY, eudista, Au service de l‟Eglise de France, les Eudistes
(1680-1791), Paris, ed. S.P.M., 1999, 630 pgs.
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Vamos a comenzar pues este siglo XX recordando la prohibición de las
Congregaciones religiosas en Francia, intentada en 1880, pero plenamente realizada en
1903 gracias a la ley de las Asociaciones de 1901.
Los capítulos que concierne a la historia de los Eudistas en América del Norte se
inspiran en el libro de Jacques Custeau y André Samson2, y los que conciernen a la
América Latina han sido redactados con la ayuda del P. Pedro Dauguet, antiguo
superior de la provincia de Venezuela, inspirándose en la obra del P. Francisco
Restrepo, eudista de Colombia, fallecido el 4 de agosto de 2000. Monseñor Clemente
Guillon, obispo de Quimper y antiguo superior general de los Eudistas ha querido
igualmente revisar y completar la redacción. Les agradezco plenamente esta preciosa
colaboración.
Estas páginas no hubieran podido ser escritas sin la colaboración precisa y eficaz del
P. José Racapé, archivista de la Congregación. Mi agradecimiento para él y para todos
los que me han ayudado con sus consejos y su amistad.
Jacques Venard, eudista
2
André SAMSON et Jacques CUSTEAU, eudistes, Les Eudistes en Amérique du Nord (1890-1983),
Charlesbourg, 2a ed. 1997, 220 pgs.
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CAPÍTULO I
LA CONGREGACIÓN PROHIBIDA (1903)
La audiencia de 26 de enero de 1904 – Las comunidades eudistas en 1901: residencias
de misioneros, obras de educación, casas de formación – La lucha contra las
Congregaciones a partir de 1880 – Waldeck-Rousseau y la ley de las Asociaciones (23
de enero de 1901) – Salidas y expulsiones en Redon, Versalles, Rennes, Plancoët, La
Roche-du-Theil, Kerlois – Las casas eudistas confiscadas y vendidas.
El primer tomo de la Historia de los Eudistas terminaba con una sentencia de
muerte. En febrero de 1790, la Asamblea constituyente decretaba la supresión de las
Órdenes y Congregaciones en Francia. La Congregación de los Eudistas no existía más.
Era el “naufragio y sólo quedaba llorar por los “náufragos”.
Cien años más tarde, la sociedad fundada por Juan Eudes estaba muy viva. Entonces
el gobierno de la tercera República, renovando el gesto de 1790, prohibió de nuevo a los
Eudistas.
La audiencia del 26 de enero de 19043
El 26 de enero de 1904, en el tribunal correccional de París comparecían cuatro
acusados:
* Le Doré Ángel, nacido en Auray (Morbihan) el 16 de abril de 1834, superior general
de los Eudistas,
* Coyer Pierre, nacido en Mellé (I & V) el 8 de diciembre de 1820, asistente general,
* Pinas Augusto, nacido en Fougères (I & V) el 5 marzo de 1839, asistente general,
*Roussel Pedro, nacido en Lécousse (I & V) el 31 de diciembre de 1863, ecónomo
general.
Cuatro sacerdotes, vestidos de sotana y abrigo, un octogenario, dos
septuagenarios: no eran ciertamente malhechores muy peligrosos, con ellos su abogado,
Me G Choppin d’Arnouville. La audiencia estaba presidida por M. Bondoux, el
ministerio público representado por M. Legouvé. Recordemos su delito:
El 3 de abril de 1903, el comisario de policía remitió a M. Le Doré notificación
de negativa de autorización de su Congregación por la Cámara de diputados, y la orden,
firmada por el presidente del consejo Emilio Combes, de tener que cerrar su
establecimiento principal en París, en el plazo de tres meses, y cada uno de sus demás
establecimientos en el plazo que le fijaría el prefecto de cada departamento.
Resistencia pasiva. Una circular vino entonces a prohibir la celebración de todo
oficio religioso en las capillas de los de la Congregación. El 15 de julio de 1903, el
comisario de policía del distrito 14º, secundado por una decena de agentes, vino a sellar
el número 75 de la calle Denfert-Rochereau, capilla de los Eudistas, de donde
apresuradamente fue retirado el Santísimo Sacramento. El P. Le Doré, ausente durante
la operación, piensa primeramente en romper públicamente los sellos. Pero el cardenal
Richard, arzobispo de París, a quien pidió consejo, lo disuadió de hacerlo: “Sería, dijo,
proclamar el derecho a la rebelión frente a un gobierno tiránico. Usted iría a la cárcel
inmediatamente y por largo tiempo…” Pero le permitió celebrar la misa y predicar en el
patio y en el jardín. El domingo siguiente, el P. Le Doré hace celebrar la misa en un
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Todo este relato está sacado de J.-B. ROVOLT, Vie du T. R.P.Le Doré, t. II, pp. 178-179.
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altarcito ante la entrada de la casa y dirige la palabra a los fieles. La prensa le hizo
amplio eco. “No nos compadezcan, clamaba el orador, porque nos arrastran a los
tribunales. No es la primera vez que la Iglesia es perseguida. Juliano, el Apóstata, era
un Combes muy superior y sin embargo el Galileo lo venció. Sin sufrimientos no hay
redención, sin desgarramientos, sin efusión de sangre… La Iglesia se ufana del vestido
blanco de sus vírgenes, pero es más orgullosa aún del manto rojo de sus mártires…”
Como escribía Le Journal, “el anciano bretón, como un fiero jabalí, enfrenta la
jauría”.
Pasados tres Meses los Eudistas están siempre allí; permanecieron en el
inmueble de la calle Denfert-Rochereau que ya no les pertenecía, pues la Congregación
no autorizada de los Eudistas había sido disuelta. El 8 de julio de 1903 el comisario de
la policía del barrio comprobó el delito.
Recuerda esto, ante al tribunal, el acta de acusación. El P. Ángel Le Doré toma
entonces la palabra. El público espera una defensa vibrante que confundiría al
adversario. Pero el público quedará un tanto decepcionado porque el Padre Le Doré no
estaba para encendidos alardes. Solo se preocupa de que se le comprenda, una vez más,
que el título III de la ley de las Asociaciones no concierne a los Eudistas porque estos
no son religiosos. Los religiosos se caracterizan por la profesión de los tres votos y lo
Eudistas no hacen votos. Son solamente una asociación de sacerdotes seculares que ni la
Iglesia, ni el Estado nunca han reconocido como congregación religiosa4.
Estos argumentos no habían convencido en 1791 a los que habían confiscado a
los Eudistas el seminario de Caen. Tampoco convencerán a los magistrados cuyo juicio
ya está tomado. El P. Le Doré, a sus ojos, ha sido uno de los peligrosos cabecillas de la
resistencia de los religiosos a las prohibiciones y a las expulsiones. Los Eudistas, que
por lo además llevan el título de Congregación des el siglo XVII, deben ser tratados
como los demás religiosos. Libran un combate de retaguardia permaneciendo en esta
residencia que hubiera debido abandonar desde hace dos años. Luego de la defensa de
Me. Choppin d’Arnouville, que toma de nuevo los argumentos del P. Le Doré, el
tribunal aplaza su sentencia ocho días. El 2 de febrero cae la condena a la que se agrega
una multa: 200 francos al P. Le Doré, 100 francos a cada uno de los otros tres, y los
gastos.
El 13 de abril el veredicto es confirmado luego de haber sido apelado y eleva de
200 a 500 francos la multa infligida al P. Le Doré y rebaja de 100 a 16 francos la de los
otros tres acusados.
Inmediatamente los condenados recurren a casación. El 13 de noviembre de
1906, la Corte de casación rechaza el recurso del P. Le Doré contra la sentencia de la
Corte de apelación. La congregación de los Eudistas, por la ley y la decisión de los
tribunales, es definitivamente suprimida en Francia.
En 1908, el liquidador pone en venta la residencia general de los Eudistas. En la
pequeña capilla, puede leerse una pancarta que dice: “Se alquila para taller de artista o
establecimiento similar”. La residencia y el jardín encuentran un primer comprador por
200 030 francos quien luego se apresura a vender todo reportando jugoso beneficio.
¿Cómo se había llegado a esto?
Las comunidades eudistas en 1901
La pequeña Congregación de Jesús y María que pronto recibió el nombre de “los
Eudistas” por el nombre de su fundador había sido instituida en 1643 para fundar en
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Toda la defensa del P. Ángel Le Doré está editada en el folleto La Congrégation des Eudiste devant le
tribunal de la Seine, 94 pgs.
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Caen uno de los primeros “seminarios de ordenados”, destinados a formar los
sacerdotes, y se había desarrollado en los siglos XVII y XVIII en Normandía y en
Bretaña. Contaba solo un centenar de sacerdotes cuando, en 1790, había sido disuelta
por la Asamblea constituyente al mismo tiempo que las demás Órdenes y
Congregaciones religiosas de Francia. Varios de sus miembros dieron su vida por la
fidelidad a la Iglesia, en particular cuando las masacres de septiembre de 1792 o en los
pontones. Los otros se fueron al destierro o continuaron, durante los años de
persecución, un ministerio clandestino.
El Concordato de 1801 restableció la paz religiosa pero ignoraba las
Congregaciones religiosas que no recibieron ninguna autorización. Esto explica que
haya habido que esperar hasta 1826 para ver revivir la Congregación de los Eudistas en
la diócesis de Rennes, en torno a un establecimiento de educación, la Institución San
Marín. No tenemos de relatar aquí la historia de los Eudistas en el siglo XIX.
Contentémonos con decir que luego de haber conocido un crecimiento difícil, la
sociedad de los Eudistas, en la segunda parte del siglo, se desarrolló fuertemente.
Gobernada a partir de 1870 por el P. Ángel Le Doré, un intrépido bretón de Auray, que
acabamos de encontrar nuevamente, treinta años más tarde, ante el tribunal, los Eudistas
vieron acrecentarse en número rápidamente. Júzguese por estos datos: eran 17 en 1840,
27 en 1850, 46 en 1860, 86 en 1870, 136 en 1880, 178 en 1890, 244 en 1900. En esta
última cifra hay que contar los 191 que vivían en Francia y 53 que había partido más
allá del océano, a Colombia a partir de 1883 y al Canadá a partir de 1890.
En Francia los Eudistas animaban diversas obras apostólicas, colegios de
secundaria y residencias de misioneros, que vamos a enumerar puesto que vamos a
acompañar a cada una de estas casas durante la crisis que comienza para ellas en 1903.
Desde su fundación, los Eudistas tenían como primer apostolado la formación de
sacerdotes en los seminarios y la animación de los cristianos mediante las misiones y
todas las formas de la predicación. Los seminarios mayores, en Francia, en el siglo XIX,
estaban casi todos confiados por los obispos sea a los sacerdotes de sus diócesis, sea a
Congregaciones autorizadas, los Vicentinos y los Sulpicianos. La acción de los Eudistas
en Francia, hacia 1900, se ejercía sobre todo por la predicación de misiones y en la
enseñanza secundaria.
Residencias de misioneros
La más próspera de estas residencias, desde donde los predicadores irradiaban en
toda la Bretaña, era incontestablemente la que se había desarrollado en Redon. Para
albergarla habían construido una casa imponente, el Sagrado Corazón, en el terreno de
Cleu, en 1783. La presencia de una capilla que atraía numeroso público fue causa de
tantas dificultades con la parroquia de la pequeña ciudad que el P. Le Doré decidió salir
de ella cuando vio amenazar la tempestad y la expulsiones, y vendió la casa en 1901 al
coronel Du Halgouët, diputado de Ille et Vilaine. Por tanto no hacía parte del
patrimonio de los Eudistas en1901.
A Donville, cerca de Granville, los Eudistas habían trasladado en 1870 una
residencia de misioneros situada antes en Périers, en la misma diócesis de Coutances.
Los Padres, reconocidos como misioneros diocesanos, predicaban más allá de los
límites de la diócesis.
En Abbeville, una comunidad de misioneros, establecida en 1878, irradiaba en el
norte de Francia.
En París, el superior general había establecido su residencia, primero en la
capellanía de las Hermanas de Nuestra Señora de Caridad, en el monasterio de San
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Miguel, luego en la calle de Fossés Saint-Jacques, y finalmente en 1898, en el número
75 de la calle Denfer-Rochereau. Vivía en ella toda una comunidad eudista.
En Versalles, luego de la guerra de 1870, capellanes militares eudistas habían
fundado el primero “Hogar del Soldado”, que se convirtió en “Notre-Dame des
Armées”. Era residencia y hogar de acogida.
Finalmente su acción en Notre-Dame des Armées había sugerido al obispo de
Saint-Dié llamar en 1891 a los Eudistas a Domremy, pueblo natal de santa Juana de
Arco. Además de construir para gloria de Juana de Arco la basílica de Bois-Chenu, eran
misioneros diocesanos.
Obras de educación
Estas obras pedían el mayor número de efectivos. A pesar de negarse en el siglo
XVII a dirigir colegios el P. Eudes, que había debido aceptar el de Lisieux, veía en esa
obra “una misión para los niños”. Los Eudistas, que fundaron una media docena de
colegios, debieron rechazar, al fin del siglo XIX, al menos cuarenta propuestas de
fundaciones.
*En 1900, los Eudistas estaban a punto de vender el colegio San Francisco
Javier de Besançon, comprado a la diócesis en 1873 por instancias del cardenal
Mathieu. Los alumnos amaban la institución, el colegio tenía renombre, pero la
situación financiera era deplorable. No pudiendo revertirla los Eudistas debieron vender
la casa en 1901 donde trabajaban veintitrés sacerdotes y dos Hermanos laicos.
*En Rennes, el colegio San Martín, desde comienzos del siglo XIX, había
despertado esperanzas y fue cuna de la Congregación que renacía. Había dado
numerosos sacerdotes a la diócesis y a la Congregación. En 1900 contaba más de
cuatrocientos alumnos de los cuales alrededor de doscientos internos con veinticuatro
sacerdotes y tres Hermanos.
*En Versalles, por petición de los padres de familia, los Eudistas habían
fundado un colegio floreciente que contaba trescientos alumnos, de los cuales ciento
veinte eran internos, con veinticuatro sacerdotes y tres Hermanos.
*En Redon, el colegio de San Salvador, fundado en 1838, había adquirido gran
renombre en todo el sur de Bretaña. Estaba, como el de san Martín, muy ligado a la
historia de los Eudistas en el siglo XIX. Contaba más de doscientos cincuenta alumnos,
casi todos internos, con veintisiete sacerdotes y tres Hermanos laicos.
*En Valognes, en la diócesis de Coutances, los Eudistas dirigían desde 1855, un
seminario-colegio diocesano, en el que trabajaban dieciocho sacerdotes y dos laicos.
Como los Eudistas no eran propietarios de esta casa y que la diócesis podía tomar de
nuevo posesión de ella, el superior, P. Firmin Lefeuvrier, pudo con relativa fácilidad,
entregarla al señor canónigo Périer.
Casas de formación
La Congregación poseía en Francia tres casas destinadas a la formación de los
futuros Eudistas.
*Cerca de Redon, la propiedad de la Roche-du-Theil, comprada en 1840, era el
escolasticado donde se formaban los jóvenes Eudistas. La mayor parte de las sesenta
hectáreas estaba dedicada a la finca, cultivada por los Hermanos laicos eudistas. La casa
construida en 1850, con una capilla elegante, era menos grande que la actual. Fue
preciso completarla hacia 1875 como una segunda fundación.
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*Kerlois, cerca de Hennebont, era un castillo y una propiedad que los Eudistas
adquirieron en 1876, para noviciado de la Congregación. Hablaremos de nuevo de él a
propósito del juicio de 1903.
*Finalmente, casi al mismo tiempo, los Eudistas establecieron en La Corbinais,
en Plancoët, en Côtes-du-Nord, un juniorato para acoger a niños y jóvenes deseosos de
prepararse para la vocación eudista.
La medida de expulsión cayó sobre todas estas casas en 1903: dispersión de las
personas y confiscación de los bienes.
La lucha contra las Congregaciones desde 1880
Para explicar estos acontecimientos es preciso remontarse al Concordato de
1801, y al estatuto de las Congregaciones en el siglo XIX.
Al firmar con la Santa Sede el Concordato del 15 de julio de 1801, Bonaparte, el
primer Cónsul, quiso restablecer la paz religiosa en Francia. Desde 1789, la revolución
había sucesivamente decidido la nacionalización de los bienes del clero (2 de noviembre
de 1789), luego la supresión de las Órdenes y Congregaciones (febrero de 1790). Por la
Constitución civil (12 de julio de 1790) había comprometido a Francia en un cisma. De
donde, persecución, resistencia de los católicos contra el clero que aceptó el juramento,
y finalmente un estado de anarquía del que Bonaparte quiso salir. Al restablecer la paz
religiosa por el Concordato de 1801, el Primer Cónsul tiene bajo su mano a la Iglesia de
Francia, la cual contribuirá a fundamentar su poder absoluto. El nombra a los obispos, él
paga al clero, es por tanto él el que gobierna. Para la Iglesia de Francia se trata de una
sujeción total, una tutela mucho más estricta que la del Antiguo Régimen pero ella
conserva lo esencial: la libertad de la fe y de la práctica religiosa. Tal cual el
Concordato permitirá un despertar religioso en Francia, especialmente la reconstitución
de un clero numeroso y dócil, y el auge de las Congregaciones religiosas.
Los diversos regímenes que sucedieron al Imperio, trátese de la Restauración, o
de la monarquía constitucional de Luis-Felipe, o de la segunda República, o del segundo
Imperio no cuestionaron el Concordato y la Iglesia supo acomodarse, aprovechando el
favor del poder, especialmente bajo el segundo Imperio y los comienzos de la tercera
República, de 1871 a 1879. Pero en 1879 las elecciones traen una mayoría republicana
decidida a limitar la influencia de la Iglesia en la sociedad, y primeramente en la
educación. Algunos proponen incluso la destrucción de toda religión. Pero si la nueva
mayoría es anticlerical no está sin embargo decidida a abolir el Concordato de 1801 y a
proclamar la separación de la Iglesia y del Estado porque el Concordato permite
controlar a la Iglesia. El nombramiento de los obispos y el presupuesto de los cultos son
medios de presión considerables.
A propósito de las Congregaciones religiosas no decía palabra. La Santa Sede no
había logrado nada en ese punto. Y sin embargo en 1880 ellas existían más numerosas
que nunca. La Revolución las había suprimido a nombre de la dignidad de la persona;
ningún ciudadano podía ser obligado a votos perpetuos.
Con todo, en 1804, un decreto distinguió entre Congregaciones “autorizadas”,
facultadas para poseer, y las Congregaciones simplemente toleradas. Se precisó más
tarde que la autorización para los hombres debía ser dada por una ley (ley del 2 de enero
de 1817) y para las mujeres por una simple medida administrativa (ley del 24 de mayo
de 1825). Cinco congregaciones de hombres fueron autorizadas originalmente: los
Hermanos de las Escuelas Cristianas, los Vicentinos, los Sulpicianos, las Misiones
Extranjeras de París y los Padres del Espíritu Santo. Muchas Órdenes o Congregaciones
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se fundieron o se reconstituyeron sin autorización, Fue lo que hicieron los Eudistas en
1826.
En 1877 el número de religiosos subía a 30 200 y el clero secular a 55 000
aproximadamente. Las Congregaciones de mujeres contaban 127 000 religiosas, muchas
más que en 1789. Pertenecían ellas a más de 1 500 congregaciones de las que 909
habían recibido la autorización en el curso del siglo XIX, pues no estaban cobijadas por
el Concordato. El poder deseaba sobre todo afectar a los jesuitas a causa de la influencia
que ellos ejercíang en las élites del país, y también a los asuncionistas, que habían
sabido explotar a fondo lo medios modernos: los ferrocarriles para grandes
peregrinaciones movilizadas, y sobre todo la prensa mediante las publicaciones de la
Buena Prensa, en particular Le Pèlerin y La Croix.
Desde su llegada al poder en 1879 los republicanos prepararon la gran ley
escolar que va a instaurar la escuela primaria gratuita, laica y obligatoria. Pero ya antes,
en un proyecto de ley sobre la enseñanza superior, Julio Ferry insertò un artículo 7 así
redactado: “Nadie está admitido a dirigir un establecimiento de enseñanza pública o
privada, de cualquier orden que sea, ni a dar allí enseñanza, si pertenece a una
Congregación no autorizada”. La reacción católica es vigorosa y el senado rehúsa el
artículo 7. El gobierno respondió con dos decretos:
“La sociedad no autorizada, llamada de Jesús, deberá disolverse y abandonar
sus establecimientos en plazo de tres meses”; “Toda Congregación no autorizada debe
pedir la autorización en el mismo plazo bajo pena de disolución”.
Ante el frente de rechazo de las Congregaciones, el gobierno, luego de la
expulsión los Jesuitas, no lleva sus medidas hasta el fin. Sin embargo hizo abrir por la
fuerza 261 conventos y expulsar 5 600 religiosos.
Y cosa digna de admiración, los Eudistas no tuvieron que sufrir por estos
“Decretos” de 1880. Se estimó que no haciendo votos y estando bajo dependencia de los
obispos no hacían parte de las órdenes religiosas concernidas5.
Pero a partir de 1880 las medidas antirreligiosas se multiplicaron. En 1889 fue
votada la ley sobre el servicio militar de los cléricos: “¡Los curas, morral a la espalda!”
Hasta ese momento los aspirantes al sacerdocio estaban dispensados del servicio militar.
En adelante todos los seminaristas seculares harían servicio militar de un año: en cuanto
a los religiosos deberán hacerlo por tres años.
En otro campo las Congregaciones religiosas sufrieron una ofensiva de orden
fiscal. Desde hacía largo tiempo el fisco había notado que una persona moral, como lo
era una sociedad religiosa, no pagaba nunca impuesto de sucesión puesto que los bienes
pasaban a ser patrimonio común. Un impuesto llamado de manos muertas corregía esta
excepción a partir de la ley del 28 de junio de 1849, por una tasa especial pero el Estado
quería más.
Luego de la guerra de 1870 había sido instituido en 1872 un puesto sobre las
entradas de las sociedades. Si bien las sociedades religiosas eran totalmente diferentes
de las sociedades comerciales, los religiosos lo habían aceptado. Pero en 1880 y luego
en 1884 estas medidas, agravadas, se hicieron insoportables. Este impuesto de
“incremento” fue hecho más pesado por una ley de “suscripción” en 1895. Con ocasión
de este estrangulamiento fiscal el P. Le Doré asumió en la resistencia un papel de primer
plano6. Los superiores de las Congregaciones se reunieron en su residencia. ¿Era
necesario entrar en resistencia pasiva y oponerse así a la ley, con riesgo de ser víctimas?
Los cardenales franceses lo estimulaban. Pero en el Vaticano, el papa León XIII,
elegido en 1878, tenía, en contraste con la intransigencia de su predecesor Pío IX,
5
6
Cf. J.-B. Rovolt, Vie du P. Le doré, t. II, pp. 62-63.
Este papel del P. Le doré es ampliamente presentado en J.-B- Rovol, op.cit. t. II, pp. 73-153.
12
13
recomendado una actitud conciliadora. Luego del fracaso del Boulangismo inauguró en
1891 la política de “alineación”; en la encíclica En medio de las preocupaciones (16 de
febrero de 1892) invitaba a los católicos franceses a aceptar sin prejuicios el régimen
constitucional de su país, para poder, a través del juego político, intervenir en la
legislación. En medio de los alborotos suscitados por esta intervención del santo Padre,
Roma no podía sino aconsejar a las Congregaciones religiosas la paciencia en sus
pruebas. Los religiosos se sometieron pero llevando la muerte en el alma.
Waldeck-Rousseau y la ley de las Asociaciones (1901)
No obstante los esfuerzos de León XIII el clima se deterioró cada vez más entre
Roma y el gobierno republicano. El dramático caso Dreyfus, en el que la mayoría de los
católicos, para sostener el honor del ejército, tomó partido contra el condenado de la
Isla del Diablo, y se mostró, incluso, en particular en La Croix, violentamente
antisemita, preparó el clima en que se iba a desarrollar el último combate contra las
Congregaciones.
Desde hacía tiempo se esperaba una ley que asegurara a los franceses el derecho
de asociarse sin formalidades molestas. Waldeck-Rousseau, presidente del consejo en
1900, fue impelido a hacer de esta ley liberal un instrumento de destrucción de las
congregaciones religiosas, que habían resistido al primer choque de 1880, y a las leyes
que lo habían seguido. Luego de un discurso de combate acerca del “millardo de
congregaciones”, el nuevo presidente del consejo comenzó por disolver la congregación
de los Asuncionistas (marzo de 1901). La ley sobre las Asociaciones fue votada el 9 de
julio de 1901.
Esta ley reconocía a todos los ciudadanos, menos a los religiosos, el derecho de
asociarse libremente. Los religiosos debían depositar una petición de autorización legal
en el plazo de tres meses. En sí esta exigencia no tenía nada de exorbitante puesto que
ya cinco congregaciones de hombres y más de seiscientas congregaciones femeninas
habían sido autorizadas. Era necesario asumir una actitud común y el P. Le Doré luchó
mucho para reunir a los representantes de las congregaciones para saber lo que
aconsejaban los cardenales franceses y lo que pensaba el Santo Padre. Cerca de
quinientas congregaciones de hombres o de mujeres depositan su petición de
autorización, acompañada del parecer de los prefectos de los departamentos y de las
municipalidades donde se encuentran sus comunidades. Era de esperar que la mayoría
de las peticiones fuera acordada.
Es difícil imaginar el clima de incertidumbre en el que los responsables de las
congregaciones viven esos años de 1901 a 1903. Al seguir las actas del Consejo general
de los Eudistas durante esos mese queda uno atolondrado. A las reuniones semanales,
incluso diarias, llegan en desorden:
* las informaciones o los rumores: en enero de 1902 se logró tener un encuentro con el
sobrino del presidente, el señor Pablo Waldeck-Rousseau… Este asegura que los
debates sobre las peticiones de autorización solo tendrán lugar pasadas las elecciones y
que, contrariamente a lo que dicen los periódicos, los Eudistas no son una de las
congregaciones más tenidas en la mira.
* Durante ese tiempo la revolución brama en Colombia. ¿Serán expulsados los
Padres? En ese caso, ¿no valdría la pena interesarse por la petición de monseñor
Gasparri, de la Curia, que propone a los Eudistas, por intermedio del de Carmen Sevilla,
antiguo zuavo pontificio, hacerse cargo de los cuatro seminarios mayores de Bolivia?
Vacilaciones: ¿quizás aceptar Sucre? Y la propuesta de un colegio en Porrentruy en
Suiza? Hay que ir a ver.
13
14
* Y más aún: ¿algunas ventas, ficticias o reales, podrían proteger la casa que los
Eudistas poseen en Domremy? ¿Cómo tranquilizar al arzobispo de Besançon, muy
descontento por el hecho de que después de sus prórrogas, los Eudistas hayan sido
obligados a vencer a la ciudad el colegio de San Francisco Javier, agobiado de deudas?
Y de todos lados, el fisco que pide el pago de los derechos de suscripción, acumulados
por varios años de retardo.
En este momento, Waldeck-Rousseau, fatigado y cansado por las maniobras que
él adivina se hacen en torno a él, renuncia y transmite la presidencia del gobierno a
Emilio Combes. Este último es un sectario que va a llevar el asunto con un
anticlericalismo rabioso. Luego de las elecciones los debates comienzan en la Cámara el
12 de marzo de 1903. Hay que examinar cincuenta y cuatro carpetas de las
congregaciones masculinas, divididas arbitrariamente en “congregaciones enseñantes”
(25), “congregaciones predicadoras” (28), “congregaciones de asuntos” (sic): una sola,
La Gran Cartuja. A todas se les rehúsa la autorización. El 18 de marzo las
congregaciones enseñantes son en su totalidad declaradas disueltas; el 24 de marzo les
toca el turno a las congregaciones predicadoras, y el 26, a la Gran Cartuja.
Los religiosos deciden el 26 de marzo no dispersarse voluntariamente y adoptar
una actitud pasiva. Nos queda por ver cómo iba a ser ejecutada, en lo que toca a la
Congregación de los Eudistas, esta increíble parodia de justicia.
Retiros y expulsiones
El P. Le Doré había previsto este desenlace luchando sin embargo hasta el
último cartucho. El Consejo general envía a los superiores de las comunidades una nota
clara y formal: “Por lo que toca a los bienes, poner inmediatamente en seguridad los
papeles y objetos de valor. Hacer oposición al inventario y a los sellos, puesto que la
ley no nos concierne ya que nosotros somos una asociación y no una congregación. Por
lo que toca a las personas: continuar en las obras; no moverse. Obligados a dispersión,
rehusar”
Pero el cardenal Ferrata, protector de los Eudistas, y el cardenal Gotti, prefecto
de la Congregación de los obispos y regulares, aconsejan aceptar todo para no poner en
peligro los establecimientos de enseñanza cristiana, tanto más que medidas de
protección permanecen posibles. El P. Le Doré se resigna; ordena a los Padres de los
colegios abandonar sin resistencia los establecimientos al fin del año escolar y pasar la
dirección de ellos a sociedades civiles que se encargarían de la obra de enseñanza.
San Salvador de Redon en 19037
En Redon, por empuje del superior, Padre Léon, y gracias a la generosa
dedicación del coronel du Halgouët, ex alumno del colegio de San Salvador, diputado
de Ille-et-Vilaine, fue constituida una sociedad civil para la explotación del colegio. El
cardenal arzobispo de Rennes, monseñor Labouré, prometió designar a uno de sus
sacerdotes como superior.
La fiesta de la Primera Comunión, que tradicionalmente estaba llena de gozo y
de luces, tuvo, este año, un cierto tinte de duelo. Ante todos los colegiales y sus familias
el superior dejó escuchar un grito de sufrimiento y de esperanza: ¡Señor, a ti grité desde
el fondo del abismo!
7
Leer los recuerdos de un testigo en Hipólito LE GOUVELLO, Histoire du Collage Saint-Sauveur de
Redon, Redon, 1913, pp. 436-455
14
15
Poco después el superior fue citado a comparecer ante el Consejo académico de
Rennes, el 20 de junio. ¿No se atrevió a llevar a la manifestación de la Roche-du-Theil,
el 27 de mayo, a los alumnos mayores del colegio? Se pretendía suspenderlo de sus
funciones. Conservamos la elocuente defensa en la que el P. Eugenio Léon hizo valer
que, muy lejos de haber desviado a sus alumnos, les había dado una inolvidable lección
de moral cívica8. El consejo académico mostró su aprobación no infligiendo al superior
una reprimenda de principio.
El 21 de julio tuvo lugar la “distribución de premios”. Los laureados habían de
antemano dedicado sus gastos a ayudar el viaje al destierro de sus profesores. El nuevo
superior, el sacerdote diocesano Orain, asistió, y ni los alumnos ni sus familias
olvidaron las alocuciones del P. Léon y del coronel du Halgouët. Unos días después los
desterrados partían discretamente. Quedaba por afrontar al liquidador que iba a proceder
a la venta de la propiedad. Fue entonces cuando el coronel du Halgouët salvó el colegio
San Salvador.
Una carta dirigida desde el 16 de junio a las familias de los alumnos anunciaba
que, bajo la dirección del sacerdote Orain, San Salvador continuaba9.
San Juan de Versalles
En 1878, por petición de las familias de Versalles, los Eudistas habían lanzado
una escuela secundaria en esa ciudad en la que ya dirigían una obra para militares.
Desde 1881 compraron, al norte de la ciudad, cinco hectáreas de una propiedad que
había pertenecido a la familia de Béthune-Pologne. Muy rápidamente se construyó un
conjunto de edificios que albergaba, en 1903, 330 alumnos, de los que la mitad eran
internos. Era un hermoso logro que sin embargo no podía escapar al liquidador de
“todos los bienes de la asociación religiosa no autorizada, conocida bajo el nombre de
Padres de la Congregación de los Eudistas”. La diócesis de Versalles, para asegurar la
continuidad de la obra de educación, prometió dar al colegio un superior, el canónigo
Duroy de Brignac. No hay que buscar, por tanto, manifestaciones espectaculares. El 16
de junio tuvo lugar la distribución, o mejor la proclamación, de los premios, porque los
alumnos habían renunciado a sus recompensas para ayudar a la partida al exilio de sus
antiguos maestros. Hubo intervenciones cálidas de los padres de familia, del señor
Henri Louvet, presidente de los ex alumnos. Luego, en la capilla ya despojada, el
superior, el P. José Loisel recuerda el sentido del sacrificio y del perdón. Luego de un
último adiós, los Padres abandonan el colegio, yendo a pie hasta la estación Rive
Gauche. Un inmenso cortejo los seguía, clamando a gritos: ¡Vivan los Padres! ¡Viva la
libertad!10
San Martín de Rennes
La Institución San Martín, en Rennes, era la cuna del renacimiento de los
Eudistas en el siglo XIX. La Pensión del Pont Saint-Martin, lanzada por el P. Pedro
Blanchard en 1816, se había instalado en 1829 en un antiguo y venerable convento de
los Capuchinos, en la calle d’Antrain. Poco a poco, a lo largo del siglo XIX, se
construyó un colegio que contribuyó a poblar el clero y las élites cristianas de la
diócesis de Rennes. También aquí era imposible oponerse a las leyes de expulsión. El
20 de julio de 1903 hubo la sencilla proclamación de la lista de premios, puesto que los
8
Le Saint Coeur de Marie, 15 de julio de 1903, pp. 275-284
Ibidem, pp. 284-285.
10
Cf. Henri COURTOIS, L‟École Saint-Jean, pp. 65-71
9
15
16
laureados habían añadido el monto de sus premios a la suscripción lanzada por los
padres de familia y los ex alumnos. En aquel día, es digno de notarlo, las palabras de
agradecimiento de los alumnos fueron dirigidas por Francisco Lebesconte, laureado con
el Premio de los Ex Alumnos, al Padre Alberto Lucas, superior de la casa. ¡Alberto
Lucas, Francisco Lebesconte, ambos serían un día superiores generales de los Eudistas!
El 31 de julio, cuando los Padres salieron para la estación del tren, fueron
rodeados de una muchedumbre inmensa: miles de alumnos, ex alumnos y amigos
gritaban: ¡“Vivan los Padres! ¡Viva la libertad”! En la plaza de la estación la
manifestación se hizo tumultuosa, y dos brigadas de gendarmes a caballo debieron
intervenir para tentar de dispersarla.
Lo esencial estaba preservado porque para los dos colegios, de Rennes y de
Redon, la diócesis de Rennes, de clero numeroso formado para la enseñanza y la
educación, podían asegurar el relevo.
Donville, Abbeville, Domremy, Notre-Dame des Armées
En Donville los misioneros estaba todos predicando lo que obligó a una partida
sin resistencia que el P. Le Doré no pudo menos de deplorar.
En Abbeville, manifestaciones de simpatía acompañaron la partida de los
Eudistas pues ni la gente ni la municipalidad les eran hostiles. Como la residencia era
propiedad de la diócesis el obispo pidió discreción. Los misioneros que habían pasado
al clero secular podrían quizás instalarse en otra parte en la ciudad.
Asimismo en Domremy los Padres dejaron que se les dejara comparecer ante los
tribunales para no dispersarse. La diócesis podía hacerse cargo de nuevo de las obras de
la basílica en construcción y esperaba no perder la ayuda de los Eudistas.
La obra del Hogar del Soldado en Versalles desde 1880 había sido ya
perseguida, luego de la supresión de la capellanía militar. El P. Julián Gueusset de
acuerdo con el P. Le Doré había pasado al clero secular. Una vez hecho canónigo, había
logrado mantener la actividad del Hogar. Pero más tarde, bajo el ministerio de Combes,
el demasiado célebre general André, ministro de la guerra, hizo saber al capellán
Gueusset que la “frecuentación del Círculo católico de Versalles estaba prohibida a los
militares de la guarnición”. El canónigo Gueusset murió en 1909, pero, bajo dirección
diocesana, la obra se mantuvo para reencontrar, luego de la guerra de 1914, una
dirección eudista.
Plancoët, La Roche, Kerlois
El primado de la obra educativa y la preocupación de no crear dificultades a
otros habían hecho evitar las manifestaciones demasiado vistosas en algunas
comunidades. En las tres “casas de formación” bretonas, los Eudistas gozaban de mayor
libertad para expresarse como pensaban, apoyados además por la gente que todavía no
había olvidado del todo los tiempos de la sublevación de los chuanes.
Expulsión de Plancoët
En Plancoët el pueblo, desde la primera amenaza, había organizado una
resistencia memorable. Los obreros habían levantado barricadas, y un comité de
mujeres se había organizado para abuchear al subprefecto de Dinan, particularmente en
mira. Hubo arrestos. La prefectura, el obispado, la gendarmería, el cura de Plancoët
dieron seguridad de que los Eudistas no serían expulsados y la calma retornó.
16
17
Pero en 1903 la cosa fue distinta. La propiedad fue confiscada y vendida en
subasta pública. Un granjero, el señor Desnos, compró de inmediato toda la finca. Solo
el parquecito y las edificaciones principales se salvaron. El señor Cocheril, harinero de
Plancoët, pudo rescatarlos en 1907 por 20 000 francos, con intención d restituir más
tarde la propiedad a los Eudistas. Entre tanto, la casa, hasta ahora llena de niños y
adolescentes, permaneció vacía, bajo el cuidado, a partir de 1907, de dos Padres, en
espera de recibir algunos Eudistas ancianos o enfermos. El juniorato destruido, de esta
forma, había contribuido a formar, entre 1877 y 1903, ciento cuatro Eudistas y setenta y
seis sacerdotes para la diócesis de Saint-Brieuc.
“El útimo año de la Roche-du-Theil” (1902-1903)
Es el título de un cuadernito manuscrito, conservado en los archivos eudistas, en
el que el P. Enrique Rochereau (1880-1967), entonces seminarista, relató día a día, con
cierto humor y con ilustraciones en plumilla, el año 1902-1903, en el escolasticado11.
No podemos, muy a nuestro pesar, dar detalles de este relato. En una atmósfera muy
acalorada, el liquidador, acompañado del juez de paz y de un ujier, se vio rechazado en
la mañana del 27 de mayo y anunció que volvería a las doce y media con el apoyo de la
fuerza armada. Toda la región, prevenida de inmediato, se levantó en defensa de la
Roche que fue sólidamente barricada, mientras se tocaba a rebato. En la tarde, el
liquidador y sus cuarenta policías no pudieron acercarse. De cinco a seis mil personas
defendían la casa.
“Las manifestaciones han sido espléndidas. Las gentes de Bains y de Redon se
hicieron presentes admirablemente. El coronel du Halgouët, que ha sido testigo de
campos de batalla, dice que hubiera echado pie atrás ante la actitud de esos
campesino armados de garrotes, calmados, silenciosos pero con ánimo inquebrantable.
Los curas de Redon y de Bains dicen que esta manifestación ha reportado más
beneficio al pueblo que una gran misión12”.
Esta defensa se prolongó por dos semanas. El 14 de agosto, citados al tribunal,
los Padres llegaron a Redon a pie, en medio de una multitud rodeada de gendarmes,
también muy numerosos alrededor del palacio de justicia. La condena fue pronunciada
quince días más tarde. Pero ya La Roche estaba desierta. El trasteo se había hecho desde
largo tiempo atrás, y el 26 de agosto, la comunidad eudista salía para el destierro.
La propiedad, puesta desde 1899 bajo protección de una sociedad civil, “La
Redonnaise” fue igualmente confiscada y vendida. El comprador, atento solo a hacerla
producir, se aprovechó de las ganancias de la finca y de la tala del bosque. La casa
permaneció abandonada. Durante la guerra de 1914 fue ocupada por el ejército para
hospital de los soldados enfermos y sobre todo tuberculosos.
El sitio de Kerlois
El castillo de Kerlois, hermosa propiedad a las puertas de Hennebont, había sido
comprada en 1876 para albergar el noviciado, en condiciones demasiado estrechas en
La Roche-du-Theil. Los novicios y los Padres que vivían allí en mayo de 1903
decidieron organizar una defensa en regla. El seminario fue rodeado de barricadas
transformado así en fortaleza. Fue necesario derribar las puertas de cada habitación bajo
el abucheo de la multitud, y fueron necesarias la 62ª línea y cinco brigadas de
11
Un resumen ilustrado de este cuaderno, conservado en los archivos eudistas, fue publicado en Notre
Vie, No 107, diciembre de 1965, pp. 289-308.
12
Cuaderno de los Consejo generales, 5 de junio de 1903, pp. 142-143.
17
18
gendarmes para apoyar a los que abrían con ganzúa las cerraduras13. El superior, P.
Méry-le-Beuve entró luego de la expulsión por un acceso olvidado luego de la
colocación de los sellos y se reinstaló en la casa. Llevados ante el tribunal correccional
de Lorient, los Eudistas fueron condenados a una multa y a su disolución. Estos son
algunos de los considerandos del juicio más significativos:
“Considerando que los Eudistas han formado una Congregación sin
autorización y por tanto ilícita y que la ley del 1º de julio (1901) se les aplica, etc…
Considerando que los nueve acusados han opuesto a la ejecución de la ley una
resistencia de las más violentas; que esta resistencia hizo necesaria una fuerza armada
considerable; que de las 4 a las 7 de la mañana tocaron a rebato para amotinar la
gente del vecindario y, según su propia confesión, llamar en su socorro a los
defensores; que fue preciso cercar la propiedad en donde estaban atrincherados,
derribar entre 70 y 80 puertas y perseguirlos hasta bajo los tejados donde se habían
refugiado.
Considerando que habiendo sido colocados sellos en la propiedad de Kerlois
para evitar el reingreso de los Eudistas, éstos, con desprecio de lo ordenado por la
justicia, han entrado subrepticiamente en el establecimiento, cometiendo por tanto la
inmoralidad de romper los sellos; que allí se han instalado y atrincherado de nuevo;
que por tanto es necesario hacer una aplicación severa de la ley.
Por estos motivos el tribunal condena a Beuve-Méry a una multa de 500
francos; a Rébillon, Lorphelin, Lamballe y Bellec a una multa de 300 francos cada uno;
a Dauphin, Rousseau, Delhommeau, Ficher y Juhel a una multa de 50 francos cada
uno, el todo obligada y solidariamente entre todos los acusados14”.
Fin de la última comunidad eudista en Francia
Como el capitán de un barco, queriendo permanecer el último a bordo, el P. Le
Doré, como lo vimos al comienzo de este capítulo, esperó hasta la última condena para
abandonar su residencia de París. Cuando fue puesta en 1908, muchos estaban deseosos
de rescatarla para devolvérsela. El lo rehusó absolutamente y se fue a alquilar el No.
148 de la calle Broca (hoy calle Nordmann) en el distrito 14º. Era una minúscula y
pobre habitación. Allí se instaló con algunos Padres, esperando con calma ser expulsado
y perseguido por reconstitución de Congregación prohibida.
13
14
Ver todo el relato y las piezas oficiales en el folleto impreso Kerlois 1903.
J.-B- ROVOLT, Vie du t.R.P. Le Doré, t. II, p. 177.
18
19
CAPÍTULO II
SOBREVIVIR: CLANDESTINOS O DESTERRADOS
El plan de reorganización de los futuros desterrados - ¿Secularizados reales o
ficticios? - ¿Dónde están los secularizados? –La suerte de los colegios – Los Eudistas
en Europa – En España, Soria y Alsasua – En Italia, el seminario de Benevento (19121916) – En Bélgica, el refugio de Gyseghem: un ardiente hogar misionero – Las
“Obras Completas” y otras obras – El Sagrado Corazón – Beatificación del Padre
Eudes (25 abril de 1909) – En vísperas de la guerra de 1914.
Nadie ha puesto en duda jamás la generosidad apostólica del P. Ángel Le Doré,
que guiaba a los eudistas durante esas horas espantosas. Quizás algunos pensarían que
en ocasiones fue improvisador, desordenado. El Cuaderno de los Consejos generales,
llevado cuidadosamente por el P. José Dauphin, durante esos años, muestra al contrario
que el P. Le Doré vio venir la tormenta desde lejos, y que trató, lo mejor que le fue
posible, afrontarla.
El plan de organización en América
No parece que la decisión de enviar, en 1883, a los Eudistas a América del Sur,
obedezca ya a la preocupación de prever un refugio, a abrir una base de apostolado en el
caso de que Francia la prohibiera. Pero, lo veremos, desde la primera implantación en el
Canadá, al deseo de servir en Acadia a la vez la causa de Dios y la de Francia, se añade
la perspectiva de nuevos campos de acción que pudieran ofrecerse en una tierra de
lengua francesa y por tanto menos extranjera que cualquier otra.
¿Podría un Eudista permanecer en suelo francés? Ante las decisiones arbitrarias
que se van dando, los Padres del Consejo no lo saben. Hasta el último momento, se
preguntan si la Congregación podrá escapar a las leyes confiscatorias y en qué
condiciones las escuelas podrán sobrevivir. Solicitados por los partidos políticos
antirrepublicanos, frenados por la política claramente conciliadora de la Santa Sede, los
miembros del Consejo general deben resolver, lo mejor posible, cuestiones muy
prácticas: ¿dónde podrán habitar los Eudistas con los que la Congregación se ha
comprometido, tendrán con qué podrán vivir?
Resumiendo una deliberación del Consejo, el P. Le Doré escribe el 5 de febrero
de 1901: “¿Deberíamos tener como objetivo salvar las obras ante todo o expatriarse en
masa? ¿Sería bueno dejar salir a los que no estén prontos para todos los sacrificios?
¿Qué hacer para fortalecer en la vida religiosa a los que estén resueltos a permanecer en
la Congregación?
Veinte meses después la decisión está tomada. El 4 de diciembre de 1902 el P.
General presenta un estado detallado de las informaciones y de los proyectos en una
carta que dirige a los Eudistas que viven en las dos Américas. En 1902, de 256
sacerdotes que cuenta la Congregación setenta están en efecto del otro lado del
Atlántico, tanto más inquietos cuantos más alejados están.
Mis Reverendos y muy amados Padres,
El 2 de diciembre último nuestro gobierno pedía a la Cámara de diputados
rehusar a nuestra Congregación la autorización para existir en Francia… Nuestra
suerte está en adelante echada. Sólo la época más o menos cercana y las condiciones
19
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más o menos odiosas de nuestra dispersión pueden dejar todavía subáis algunas
incertidumbres…
Cuando la Cámara se pronuncie todas nuestras obras de Francia estarán
condenadas a la destrucción. Pronto sucederá así con nuestras residencias de
Misioneros, con nuestras casas de Jóvenes e incluso con nuestros colegios. Los Padres
y los Hermanos se verán obligados a dispersarse; si conservan entre ellos alguna
relación se expondrán a la prisión; en todas partes su sola presencia comprometerá
como cómplices a aquellos que les den asilo. ¿Lograrán secularizarse cuando sus
cartas de secularización sean sometidas a la aprobación del ministro de cultos? ¿Y
además, incluso secularizados, cómo van encontrar trabajo en las diócesis?
Todos nuestros bienes, muebles e inmuebles, serán confiscados. Serán vendidos
de oficio, y sólo como consecuencia de esa liquidación, luego de la ley de 2 de julio de
1901, una parte del dinero realizado podrá ser destinado a pagar míseras pensiones a
los Padres más necesitados. Esa es una concesión muy quimérica… Lo que nos espera
es una profunda miseria pues nuestra Congregación no vive sino de nuestro trabajo de
cada día; no tenemos reservas para asegurar a cada uno, incluso sea por un año, lo
estrictamente necesario…
De acuerdo con mis Asistentes y según el parecer de la Santa Sede he pensado
que debemos salvar, al menos en el extranjero, nuestra amada Congregación… Cuando
la vida se nos haga imposible en Francia traspasaremos la frontera. El noviciado y el
escolasticado permanecerán a la puerta de Francia, en Gyseghem, en Bélgica. Las
residencias de Roma, de Porrentruy, de Brighton podrán ampliarse. Sobre todo, en las
dos Américas la obra del Venerable Juan Eudes parece llamada a perpetuarse… Como
apreciada motivación, en el mes de enero próximo su Santidad León XIII debe
proclamar solemnemente la heroicidad de las virtudes de nuestro piadoso fundador.
Cuando los PP. Diveaux, Lunel y Quilleré lleguen a Cartagena, el P. de Martini
va a dirigirse hacia Lima y Bolivia para obedecer a la voluntad del Soberano Pontífice.
El va a buscar la manera de establecer seminarios en esos países y a entrar así en la
obra principal de nuestra Congregación, como lo hacen nuestros Padres en Colombia.
“Su Padre Eudes, nos decía León XIII, formó en Normandía y en Bretaña un clero que
hizo sinceramente cristianas esas provincias; toca a sus hijos ir a dar a las diócesis de
América del Sur sacerdotes piadosos y celosos de que carecen enteramente”. Brasil
igualmente reclamaría con urgencia el concurso de nuestros Padres.
Por su parte, el R. P. Blanche toma de nuevo el camino del Canadá. Va a acabar
de organizar las fundaciones que nos ha procurado en Rimouski, en Rogersville y en
Chicoutimi. Tratará de encontrar otras… Le he delgado todos los poderes que me
conceden a mí mismo las Constituciones. El se pondrá de acuerdo con el R. P.
Dagnaud, encargado de administrar como Vicario nuestras casas de América del
Norte…
Ya, desde hace cerca de tres años, los Padres de Colombia han tenido que sufrir
los tristes frutos de una insurrección revolucionaria. Tienen necesidad de descanso…
¡Qué lástima! Tendrán que sufrir la repercusión de la persecución que se abate en
Francia… Amadísimos Padres, estimémonos dichosos por haber sido juzgados dignos
de sufrir por la causa de nuestro Dios. Hagan de suerte que Nuestros Señores los
obispos puedan felicitarse de haber tenido confianza en nosotros. Hagan que el clero se
regocije de tenernos como colaboradores y directores, y sean de veras apóstoles en
esos pueblos cristianos de la Nueva Francia y de la América española.
… Mis muy amados Padres, que los Santos Corazón de Jesús y de María les
concedan a todos, en la persecución que se anuncia, el valor de sufrir por su amor, en
20
21
el espíritu del V. P. Eudes y a ejemplo de nuestros mártires de 1792. Oremos los unos
por los otros y acordémonos de nuestros Padres: ¡Filii sanctorum sumus!
Su muy adicto hermano, Ángel Le Doré.
Todo el plan de reorganización de la Congregación está trazado aquí. Sufrirá
bastantes modificaciones que es fácil seguir a lo largo de de los Consejos que reúnen, a
veces varias veces a la semana, alrededor del P. Le Doré, a los asistentes: José Loisel,
Augusto Pinas, José Dauphin que redacta las actas y a menudo a Pedro Roussel, el
ecónomo general.
¿Secularizados reales o ficticios?
No todos los Eudistas franceses partirán para el Nuevo Mundo. ¿Qué suerte les
espera? Es necesario fijarlos grupos que poco a poco se van a presentar:
* los que van a salir de la Congregación y van a encontrar empleo en una diócesis;
* los que van a obtener un documento de secularización pero para mantener,
dentro lo posible, las obras de la Congregación, con intención de mantener su unión a
ella: Eudistas clandestinos;
* Los que saldrán de Francia para continuar a vivir en comunidad la vida
eudista: los desterrados de Gyseghem o de América del Norte, o de Colombia, o de
México, o de Italia.
Los secularizados
En el cuaderno de los Consejos generales, con fecha de 15 de abril de 1903, está
pegado una hojita policopiada, evidentemente sin fecha ni encabezamiento, destinada a
informar a los miembros de la Congregación sobre dos perspectivas muy diferentes:
secularización para el exterior y la secularización real.
En la secularización para el exterior, los Padres siguen siendo Eudistas y
conservan sus derechos y deberes:
* derechos: los Padres pueden cumplir en pleno derecho las funciones sacerdotales con
autorización del obispo de la diócesis en la que ejercen el ministerio. Recitarán el Oficio
propio de la Congregación. La Congregación atenderá, en cuanto le sea posible, sus
necesidades espirituales y temporales.
* deberes: los Padres observan las reglas y usos e incluso llevan la vida común
en cuanto las circunstancias se lo permitan. Estarán bajo la obediencia de los superiores
a los que darán cuenta de las cosas importantes, por ejemplo, el lugar y las condiciones
de residencia. Deben vivir modestamente y, en cuanto posible, de sus ahorros. Vendrán
en ayuda de la Congregación para sus gastos generales: jóvenes, enfermos, ancianos. La
caridad los debe llevar a servirse de sus bienes propios para sus gastos y para la
Congregación. Cumplirán los sufragios de uso por los Padres y Hermanos que mueran.
En la secularización real, el secularizado sale realmente del seno de la
Congregación. Ya no es Eudista y no tiene derechos ni deberes. Debe encontrar un
obispo que lo reciba en su diócesis haciéndole conocer su situación. Si no cumple con
esto estará suspenso “a sacris”.
Conocemos más o menos el número de Eudistas, sacerdotes franceses, que
salieron de la Congregación en el curso de esos años: en 1901, 2; en 1902, 5; en 1903,
19; en 1904, 4; en 1905, 1. Para algunos sabemos las diócesis en que fueron recibidos:
Soissons, Blois, Bayeux, Coutances, Rennes, lo más menudo en su diócesis de origen.
Podemos estimar entre veinte y treinta los que pidieron una secularización real.
21
22
¿En dónde están los Eudistas clandestinos?
Más complicado y más interesante para nosotros conocer a los que lograron vivir
en Francia permaneciendo en la Congregación: el número de los que viven en Europa¸
pasa de 190 en 1902 a 136 en 1904, y remonta a 162 en 1910. Esta cifra comprende a
los que pueden vivir, rostro descubierto, en Roma, en Gyseghem, en España. Quizás
una veintena. Quedan de todos modos los más de ciento que han podido asegurarse una
secularización más o menos ficticia y que vamos a encontrar a menudo en los mismos
lugares que antes de 1903.
Evidentemente deben permanecer discretos, confundidos entre los demás
sacerdotes de la diócesis que los acoge. Ninguna residencia particular, al menos en su
antiguo domicilio. Ninguna clase de reuniones manifiestas. Cuando el superior general
viene a hacerles visita es a escondidas, precipitadamente. La revista Les Saints Coeurs
de Jésus et Marie, continúa su publicación, y está destinada a los « Amigos del
Venerable Padre Eudes”, pero nunca habla de los que viven en el territorio de la
República. Ofrece a sus lecctoras abundantes noticias de Colombia, del Canadá, de
Roma, de Bélgica pero ni una palabra referente a algún Eudista residente en Francia.
¿En dónde encontramos a esos Eudistas clandestinos?
En primer lugar, están siempre activos en las misiones o la predicación. Las
residencia de Donville y del Sagrado Corazón de Redon fueron vendidas, pero unos
predicadores continuaron recorriendo la Normandía y la Bretaña.
En Abbeville fue comprada una casa por el P. Juan María Létendard quien
continúa un amplio ministerio de predicador. Pero no ostenta la etiqueta eudista.
En Domremy algunos sacerdotes diocesanos tomaron la dirección de las
peregrinaciones pero muy rápidamente el obispo lamenta a los ancianos misioneros.
Inmediatamente despu´s de la guerra, monseñor Foucauld, obispo de Saint-Dié propone
su retorno e insiste que haya dos capellanes en el lugar antes de la canonización de
Juana de Arca, fijada para mayo de 1920. De esta manera el P. Emmanuel Danigo, a
penas salido de las trincheras, va a encontrarse nuevamente en Domremy con el P.
Létendard.
La obra de Notre Dame des Armées había sido entregada a la diócesis de
Versalles, pero, ya lo señalamos, el fundador, el P. Gueusset, pudo permanecer allí.
Llegó a ser canónigo de Versalles y los soldados, animados de valor, continuaron
frecuentando su querido Hogar, a pesar de las medidas vejatorias. Después de él, otros
capellanes, Eudistas anónimos, tomaron la sucesión. Entre ellos,el P. Marie-Constant
Bergois, y un joven sacerdote, el P. Maurice Pujos du Coudray, a quien su muerte
dramático trajo una celebridad reconocida.
En Versalles igualmente, el P. Enrique Salone, al salir de San Juan en 1902, se
da al “Círculo católico” de la ciudad, que va a animar durante cerca de cuarenta años.
Admnirable “padre de juventud” en un gran centro de obras y figura típica de Eudista
“fuera de los muros”.
En Besançon, donde el colegio había sido cerrado un poco antes de las
expulsiones, varios Padres permanecieron al servicio del Círculo Católico, luego en la
Prensa Católica; el P. Juan María Dagnaud y el P. Juan Bautista Rovolt, van a
prolongar, de esta manera, en diáspora, la acción eudista en el Franco-Condado.
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Mauricio Pujos du Coudray (1882-1912)
Venía de una familia de la rica burguesía. Muchacho joven, lleno de vitalidad,
deportista apasionado, amante de veraneos mundanos, del teatro, de los primeros
triciclos movidos por petróleo, más que de los estudios clásicos.
Colegial de San Juan vivió, a los 17 años, una auténtica conversión que lo llevó al
noviciado eudista de Kerlois. Todo parecía desanimarlo pero resistió. En la
primavera de 1903 debe escoger: o irse al seminario de la diócesis, o partir para
América para hacer su formación al sacerdocio. Escogió ir a América, al seminario
de Halifax, en Nueva Escocia. Ordenado en 1907, luego de algunos años de
parroquia en Halifax y de colegio en Caraquet, vuelve a Francia en 1912.
Es capellán militar en Versalles, muy pronto amado por los soldados.El 8 de
diciembre, es llamado a la cabecera de un joven soldado
que agonizaba, víctima de meningitis cerebro-espinal.
Pasó tres horas con él que acabaron con un abrazo afectuoso…
“Quizás fui un poco imprudente” dirá luego el joven capellán.
Tres días después moría, arrebatado por el terrible contagio.
“¡Que se cumpla la Voluntad de Dios!”
Fueron sus últimas palabras.
La suerte de los colegios
Para cada uno de los colegios se planteaba un doble interrogante: ¿Cómo
asegurar la continuidad del cuerpo de educadores? ¿Cómo poner a salvo los edificios
que habían caído bajo la expropiación del Estado? Éste iba a venderlos cuanto antes
para recuperar el famoso “millardo de las Congregaciones”.
En Rennes y en Redon, el cardenal Labouré encargó al sacerdote diocesano
Alexis Charost, director de la enseñanza secundaria católica y también él futuro
cardenal, que reglamentara lo mejor posible los traspasos del poder.
En San Martín de Rennes fue nombrado el sacerdote Barbotin, profesor de
matemáticas en el colegio de Vitré, excelente administrador. Conservó a varios Eudistas
en el equipo de educadores. Llegado el caso, se le vio pedir refuerzos a la
administración general de los Eudistas, sobre todo con ocasión de la guerra. Él y su
sucesor, el canónigo Cotel, crearon una afortunada tradición de colaboración en equipo
mixto, que se mantuvo mientras hubo eclesiásticos en el cuerpo profesoral de San
Martin.
Los Eudistas continuaron además acompañando con toda atención la vida del
colegio San Martín. En 1914, cuando la declaración de la guerra, gran parte de los
edificios fueron ocupados para servir de hospital. Numerosos profesores fueron
movilizados en el momento mismo en que el canónigo Barbotin, enfermo, acababa de
ceder el puesto de superior al canónigo Cotel. La entrada escolar por tanto se tornó muy
difícil. Una carta del P. Le Doré a monseñor Dubourg, arzobispo de Rennes desde
1906, expresa el deseo de aportar una ayuda: el primer ciclo se haría en San Martín y el
segundo en otro local, en la calle Alain Fergent… Así la entrada pudo realizarse el 9 de
octubre de 1914. Por lo demás, desde 1920, un Eudista, el P. Pablo Roland, retomó la
dirección de la Institución.
Además, para responder a la expectativa de las familias, el P. Alberto Lucas
organizó un pensionado con la ayuda del P. Ángel Layec, y más tarde del P. Eugenio
23
24
Colard. El P. Lucas sería elegido superior general en 1916 pero siempre hubo Eudistas
en Rennes para reemplazar a los profesores movilizados.
Para recuperar la propiedad del colegio se presentó un bienhechor tan generoso
como discreto, el doctor Gustavo Regnault a quien la ciudad de Rennes a tributado
honor dando su nombre a la Calle del Doctor Renault, médico de los Pobres.
“Cuando el colegio de San Martín, fue puesto en venta en 1906, el doctor
Regnault quiso de todos modos que permaneciera como casa de educación religiosa.
No se podía adquirir bienes eclesiásticos sin incurrir en excomunión. Fue entonces
cuando, con el consentimiento y luego de haber obtenido toda descarga de conciencia y
todas las autorizaciones del Muy R. P. Le Doré superior general de los Eudistas, el
doctor Regnault compró todos los edificios de San Martín, con la intención bien clara
de mantener al edificio su antigua destinación. Hizo la compra el 8 de agosto de 1906,
en el Palacio de Justicia de Paría, por el precio de 101 m217 francos”15.
En San Salvador, la diócesis de Rennes, nombró al sacerdote Orain como
director y reagrupó un equipo de sacerdotes que habían pertenecido a la Sociedad de
Misioneros diocesanos de Saint-Méen. Estos sacerdotes iban a dar al colegio
educadores de gran valor, en particular el sucesor del Padre Orain, el canónigo Bertrand,
a quien sucedió el canónigo Trivily, mientras que ecónomos esforzados, en particular el
sacerdote Fédelier, mantendrían, no sin dificultades, el equilibrio financiero del colegio.
Para que el colegio no fuera expoliado se había buscado ampararlo con el cariz
de una sociedad anónima, “La Redonnaise”, pero sin éxito. Entonces, el coronel du
Halgouët no vaciló. Creó una sociedad inmobiliaria de la cual él era el principal
accionista que pudo rescatar el colegio San Salvador.
En Versalles, todo fue mucho más difícil. La diócesis había nombrado como
superior del colegio a un sacerdote de calidad, el canónigo Duroy de Bruignac. Pero
como este sacerdote no tenía los títulos universitarios exigidos, debió tomar como
director legal a un profesor laico, el señor Alexandre. Además, el cuerpo profesoral, en
donde alternaban Eudistas, sacerdotes de la diócesis y muchos otros, no tenía unidad.
En algunos meses, la disciplina se vino abajo y las finanzas se debilitaron hasta el punto
de que el consejo de administración debió reunirse de urgencia el día mismo de la
Ascensión de 1904, para obtener la dimisión de dieciséis profesores y un apoyo de los
Eudistas. El regreso del Padre Juan María Garnier, antiguo prefecto de disciplina, y la
llegada del Padre Eugenio Léon, que había dejado la dirección de San Salvador el año
precedente, restablecieron la situación. Pero las familias, inquietas, no enviaron en
septiembre 1904 sino ciento treinta alumnos; pero lo peor no había venido. En enero
de1906 (en el tiempo de los Inventarios), el liquidador, descartando la ficción de una
“Sociedad de la Escuela San Juan”, obligó a los profesores y a los alumnos a abandonar
el colegio que luego sería vendido como bien de una congregación. El juicio emanado el
27 de enero de 1906 fue confirmado el 2 de agosto.
Fue entonces “el tiempo de las villas” porque el P. Léon alquiló cuatro casas en
el barrio para alojar la administración y los alumnos. A pesar de las molestias de la
inspección académica, cien alumnos, externos e internos, iban a seguir los cursos del
Liceo Hoche y se reunían los domingos para la misa en la capilla Notre Dame des
Armées, en torno a la bandera de la Escuela que el P. Jos-e Dañino había hecho
confeccionar con elintrépido lema: “¿Quién vive? San Juan”. Durante este tiempo la
Administración de las propiedades comenzó a hacer vender el mobiliario, las camas, el
gabinete de física, la biblioteca… Y finalmente el 15 de febrero de 1907 el edificio
mismo fue ofrecido en subasta al precio de 580 000 francos. ¡Ningún comprador se
15
Juan Bautista JEGO, L‟Institution Saint-Martin et les Eudistes à Rennes, p. 96
24
25
presentó! Se rebajó el precio y Crédit Foncier, que había prestado al colegio 335 000
francos, lo compró por el monto de dicho crédito el 27 de junio de 1907.
Entonces el señor Mauricio Dumont, miembro del Consejo de administración se
presentó movido por una increíble generosidad. Empezó por fundar con diez amigos
una Sociedad de Bethune que tomó el colegio en alquiler para poder abrir la entrada
escolar de 1907. Luego, ante el peligro permanente de ver enajenar la propiedad,
decidió comprar la Escuela con su propio peculio para devolverla un día a sus legítimos
dueños. Se firmó el acta de venta el 27 de diciembre de 1907. Con el nombre que
sonaba muy laico de “Escuela de Béthune” San Juan iba a poder reemprender una
hermosa carrera de casa de educación cristiana16.
Es tiempo de concluir esta reseña de los Eudistas y sus obras. Todos esos Padres,
más o menos clandestinos, más o menos aislados, permanecen en relación estrecha con
el superior general, que, en desde pequeño alojamiento de la calle Broca de París,
mantiene una correspondencia incansable con los Eudistas clandestinos y con aquellos
que han partido para lejanas tierras. Los Cuadernos de los Consejos generales muestran
que cada semana, el General y los cuatro asistentes intercambian noticias, arreglan
dificultadas, examinan proyectos y concluyen contratos.
Para no dar demasiado rápidamente una acusación siempre posible de
“reconstitución de asociación prohibida” algunos consejeros no viven en el mismo
lugar. Además el local era demasiado exiguo. Cinco o seis Padres viven en el número
25 de la calleHumboldt (en la parte alta de esta calle que llamada después de la guerra
de 1914, calle Jean-Dolent). Dos o tres viven aislados, como el P. Dauphin con su
hermana. Para los Padre de paso se alquila un apartamento en el número 68 de la calle
de La Santé. A este grupo parisiense hay que añadir los capellanes de las Hermanas de
Nuestra señora de Caridad en Chevilly, de Santo Tomás de Villanueva en Neuilly, de
las Agustinas de Saint-Germain-en-Laye… Cada miércoles los Eudistas residentes en
París van a la Calle Broca para la conferencia y la comida de medio día. Se adaptan así
a este nuevo género de vida.
Los Eudistas en Europa
Oficialmente no había Eudistas en Francia pero los acontecimientos de 1903 no
había interrumpido la pastoral vocacional, suficientemente vigorosa en la Congregación.
El número de Incorporados que en 1903, 1904 y 1905 había sido de 6, 3 y 8, sube a 14
en 1908, a 15 en 1909… Puesto que en Francia no es posible desarrollar algo es
necesario mirar más allá de las fronteras. Algunos países francófonos vecinos están
inundados de refugiados y no tienen ministerio para proponer17. Pero esto no disuade
emprender.
En España: los junioratos de Soria y Alsasua (1907-1912)
El P. Le Doré se preocupaba por el desarrollo de las fundaciones de la Congregación
en Colombia. Pensó que podría ser posible encontrar en la católica España vocaciones
de sacerdotes para América latina fundando allí una escuela apostólica. Había en Silos,
en la provincia de Burgos, un amigo del colegio que se había hecho benedictino, Dom
Alfonso Guépin. Predicando en noviembre de 1906 el retiro de la abadía había
reanudado contacto con él. Juntos buscaron dónde y cómo realizar una fundación
eudista. El asunto se puso en ejecución prontamente con la ayuda eficaz de Dom
16
17
Enrique COURTOIS, L‟École Saint-Jean, Versailles 1972, pp. 85-87.
P. Cabanel señala que, incluso en Canadá, en 1911, 1 religioso sobre 7, es francés (op. cit. p. 213)
25
26
Guépin. El obispo de Osma, monseñor García Escudero, envió en febrero de 1907 su
acuerdo para la instalación en Soria de una escuela apostólica a la que podría juntarse
un colegio. Los temores de una arremetida anticlerical en España parecían descartarse.
Con estos diversos apoyos se sintió fuerte el superior general y envió, en abril de 1907,
al P. Juan Quilleré encargado de organizar la fundación de Soria. Vista de cerca, la
situación apareció mucho menos brillante. Soria, pequeña ciudad de siete a ocho mil
habitantes,, situada a mil metros de altura, en la muy ruda planicie de Castilla, carecía
de muchos recursos humanos. El comienzo fue difícil y el P. Le Doré lo acompañó de
cerca pues vino a Soria en julio de 1907. Con la ayuda de religiosos españoles de la
Congregación de los Hermanitos de María, una escuela primaria funcionó más que bien,
regularmente, así como un pequeño juniorato. Pero el clima político se deterioró y la
relación con los Hermanos españoles también. Los Hermanos se retiraron. Expuesto a
una guerra solapada, el juniorato, reducido a diez niños, no podía subsistir. En 1911 el
P. Le Doré dio la orden de cerrar la casa y de llevar a los junioristas más allá de la
frontera, al colegio de los Padres de Betharram, en espera de una ocasión más favorable.
Ésta se presentó. El obispo de Pamplona, en Navarra, propuso a los Eudistas una
agradable propiedad en Alsasua, bien situada, en un cruce de líneas férreas, no lejos de
la frontera con Francia. La instalación se hizo en 1912 y en 1913 se procedió a hacer un
ensanchamiento… pero en 1914 estalló la guerra. Los Padres fueron movilizados y la
frontera fue cerrada. Fue necesario interrumpir el proyecto y proponer a los jóvenes
venir a continuar su formación en Redon. En total, sobre unos sesenta jóvenes
junioristas recogidos en esta doble fundación, solo uno llegará a ser Eudista.
El P. Rovolt18, al hacer el balance de esta empresa española, que pidió tantos
esfuerzos, nota que hubieran sido sacerdotes español que hubieran tenido mejor
posibilidad de ser acogidos en los países de América del Sur. Mejor sería buscar
vocaciones en Francia.
En Italia, El seminario mayor de Benevento (1912-1916)19
El 4 de agosto de 1912, el arzobispo de Benevento, monseñor Bonazzi, pedía
oficialmente a los Eudistas tres Padres para dirigir su seminario. Era un acontecimiento,
y una consecuencia de las directivas que el papa Pío X
había dado para renovar la
formación del clero en las muy numerosas y a menudo minúsculas diócesis del sur de
Italia. Reagrupar los seminarios de esas diócesis era indispensable para asegurar un
número suficiente de seminaristas y una buena calidad de los formadores. Pero hacer
aceptar la creación de esos seminarios regionales era una tal innovación que el Papa
debió emplear en ese proyecto toda su paciente tenacidad. En Benevento, se trata de
reagrupar 80 seminaristas, originarios de quince diócesis sufragáneas. El arzobispo de
Benevento era un benedictino de mucha cultura, que conocía al P. Eudes y su celo por
los seminarios. Es necesario decir que la beatificación del Venerable Juan Eudes, el 25
de abril de 1909, había colocado en luminosa actualidad, al misionero normando hasta
ese momento totalmente desconocido en Italia.
¡Cumplir la voluntad del Papa, de un Papa que había beatificado al P. Eudes, y a
menudo testimoniado afect5o por el P. Le Doré, asumir en Europa la responsabilidad de
un seminario mayor, era algo inesperado! ¡El superior general puso todos sus esfuerzos
18
J.-B. ROVOLT, Vie du T. R. P. Le Doré, t. I, pp 334-348 cuenta en detalle la fundación de España y su
fracaso.
19
Sobre la historia de los Eudistas en Benevento, ver José HAMON, Le Père Joseph Gauderon, en Notre
Vie, no. 62, marzo-abril 1958, pp. 33-42.
26
27
para constituir en algunas semanas un equipo de calidad, un equipo capaz de expresarse
en italiano y de dirigir un seminario italiano!
Los Eudistas solo contaban en sus filas a dos italianos, el P. Arístides Righi y el
P. Luis Moroni, ambos distinguidos, educados, formados por los cuidados atentos del P.
Gabriel Mallet y por las religiosas del Buen Pastor, a dos pasos del Coliseo. El superior
general hace venir de inmediato desde México, al P. Arístides Righi, de 30 años. Se le
junta el P. Enrique Jalaber, de 37 años, formado también en las universidades romanas,
y escogió como superior el P. José Gauderon, de 31 años, que ejercía desde hacía tres
años el cargo de “repetidor”, especie de tutoría de los jóvenes eudistas, estudiante en
Roma.
Al finalizar el primer año monseñor Bonsái cubrió de elogios al P. Le Doré y a
los Padres del seminario. Aún más, dos otros obispos italianos, los de Teramo y de
Nardo, cerca de Leche, pidieron Eudistas para sus seminarios. Peticiones imposibles de
ser atendidas pero muy alentadoras. Infortunadamente el Para Pío X murió en 1914 y
también el arzobispo de Benevento que había llamado a los Eudistas en abril de 1915.
Además, la entrada de Italia en la guerra, del lado de los Aliados, trajo como
consecuencia la ocupación del seminario para alojar ochocientos soldados de infantería,
lo que hizo la vida imposible. El seminario fue trasladado entonces al palacio arzobispal
cuando el sucesor de monseñor Bonazzi no había sido nombrado aún.
El nuevo arzobispo, bastante indispuesto y peor aconsejado, encontró una
solución elegante: en el mes de agosto de 1916, en plenas vacaciones, una circular del
arzobispo anunciaba que en razón de la guerra, el seminario regional de Benevento
quedaría cerrado hasta fecha indeterminada. ¡Una breve carta enviada a París señaló que
los tres Eudistas estaban a partir de ese momento disponibles! Despedidos de esta
manera, el Padre Righi y el P. Jalaber, salían en ese momento de una terrible tifoidea.
Apenas repuestos, fueron llamados a las armas. Se terminó así lo que el Padre Jalaber,
tiempos después llamaba todavía: “el infortunio de Benevento: “¡Benevento,
malevento!”
En Bélgica, el refugio de Gyseghem
Ya relatamos el cierro en 1903 de las tres casa bretonas en las que se formaban
los futuros Eudistas: la de los junioristas de Plancoët, la de los novicios y de los jóvenes
estudiantes de filosofía en Kerlois, cerca de Hennebont y la de los estudiantes de
teología en la Roche-du-Theil, cerca de Redon.
Muy antes de las expulsiones, el Consejo general había buscado un refugio. Para
los más avanzados se pensó inicialmente en el Canadá, lo que originó el seminario de
Halifax que acogió un cierto número de escolásticos eudistas. Se pensó también en
Austria e incluso, según parece, en Rumania… Una sesión extraordinaria del Consejo,
el 9 de abril de 1901, lo que hoy llamamos “consejo ampliado”: “prefiere el proyecto de
fundación en Bélgica al de Austria y al de Rumania, sobre todo a causa de la lengua”. El
Consejo general del 19 de abril de 1901 señala que el P. General ha visitado, entre
Bruselas y Gante, “un antiguo colegio que nos convendría mucho”. El 11 de junio, “el
P. Augusto Pinas (asistente general) fue a ver la propiedad de Gyseghem en Bélgica.
Según su informe el Consejo es de parecer hacer una propuesta de compra que no
sobrepase los 50 000 francos. La decisión está tomada, el P. Pinas irá a encontrarse con
el señor Van Impe, párroco de Gyseghem, para un contrato.¿Qué forma de contrato
escoger para proteger esta propiedad? Preferible a una tontina es mejor decidirse por
una sociedad de propietarios pro indiviso, escogiendo tres o cuatro Padres seguros,
27
28
jóvenes y sin ascendientes”. Finalmente la compra se realiza por 45 000 francos, con
aprobación del obispo de Gante.
Sin tardar, es enviado un pequeño grupo: dos Padres, un Hermano, dos
Hermanas de la Presentación de Broons, en enero de 1902. Una carta del P. Fernando
Portier describe sus primeras impresiones. “Estamos a 32 km al noroeste de Bruselas, en
pleno país de Flances, a igual distancia de Termonde y de Alost… El municipio está
regado por el río Dendre, afluente del Escautl. El Instituto San Luis Gonzaga, en el
centro del pueblo, es una escuela fundada en 1757, que ha llegado a contgar 170
alumnos.El último director construyó edificios amplios y confortables y añadió en 1889
una anexa para la educación de jóvenes congoleses. Nuestra residencia es una
construcción en ladrillo como todas las casas de la región. .. Será fácil acoger allí el
noviciado y el escolasticado. Entre tanto comenzamos una escuela apostólica20…” En el
curso de los meses siguientes llega a Gyseghem todo el mobiliario despachado desde
Kerlois y de la Roche-du-Theil, y también de París, con el material litúrgico y los
archivos.
El gran éxodo tiene lugar durante el verano de 1903. El libro de visitas canónicas
consigna el 25 de abril de 1904:
“El suscrito, Ángel Le Doré… abrió la casa de la Sagrada Familia de
Gyseghem-lès-Alost, diócesis de Gante, el 25 de abril de 1904…
En el mes de agosto de 1903, el personal del escolasticado de la Roche, del
noviciado de Kerloi y del juniorato de plancoët fue enviado allí bajo el superiorato del
P. Ernesto Regnault, y la casa fue erigida bajo la protección de Sagrada Familia”.
El P. General enumera enseguida los 13 Padres, los 35 seminaristas, de los
cuales 6 eran diáconos, los cuatro Hermanos Coadjutores, las seis Hermanas y los 25
juniorista, “en total 80 personas” y añade: “¡Raras veces he encontrado en el curso de
mis visitas tanta unión, tanta alegría y fervor como el se me ha dado encontrar aquí. Es
ciertamente la casa de la Sagrada Familia!”
Gyseghem en los años anteriores a 1914
Es cierto que todos vivieron este destierro, grandes y pequeños, con mucho
ánimo y generosidad. Lejos de su familia, en un “país llano”, sin encanto, en medio de
una gente muy acogedora pero cuya lengua ignoraban, los jóvenes vivían en un
aislamiento muy estricto, casi monástico, y en medio de gran pobreza. Para los
junioristas pequeños, pasar el año entero, sin ver a su familia era enorme sacrificio, tan
severo que a la larga se pensó que no se debía continuar a imponérselo. En 1911 el
juniorato fue traído de nuevo a Francia, a Redon. Los mayores por su parte se
acomodaron a esta vida austera.
En el campo espiritual todos están de acuerdo en decir que esos años de ruptura,
de pobreza, de destierro fueron años de intenso fervor. Puesto que la perspectiva de
vivir en Francia estaba cerrada, toda la casa estaba orientada a la misión, y
especialmente hacia la misión en América del Sur, a cristiandades sin sacerdotes que
esperaban apóstoles. Se preparaban, pues, a esas grandes partidas, sin retorno previsible;
se aprendía español. .. Las noticias de Colombia, y a partir de 1912 de México, la
correspondencia de los jóvenes que hacía poco habían viajado servían para inflamar los
corazones. Pero sobre todo los jóvenes encontraban formadores de altísima calidad, para
hacerlos progresar en una vida de oración excepcional.
El P. Ernesto Regnault, su superior, tenía experiencia de una larga carrera de
profesor filosofía y de superior de colegio. Por doquiera había pasado, había
emprendido iniciativas apostólicas, a favor de las familias de los alumnos, había
20
Revista Le Saint Coeur de Marie, 1902, pp. 141-143.
28
29
fundado la Alianza de las Casas de Educación cristiana, para servicio de toda la
enseñanza católica. Había vivido con los seminaristas “las últimas horas de la Rochedu-Theil”. En sus casi setenta años guardaba un corazón joven y un profundo
entusiasmo espiritual y apostólico.
Con él, entre varios sacerdotes de gran valor, es preciso citar al menos al P.
Emilio Lamballe. Nacido en 1874, ex alumno de Kerlois, en donde le tocó vivir la
expulsión de 1903, era profesor de teología. Su enseñanza y sus conferencias mostraban
un conocimiento de las vías espirituales e incluso místicas, poco común. El canónigo
Saudreau, capellán del Buen Pastor de Angers, que era autoridad en ese campo, tuvo
conocimiento de esas conferencias y lo comprometió a publicarlas, durante el año 1911,
en l‟Ami du Clergé, revista que entonces contaba 15.000 suscripciones. El éxito fue tal
que fue preciso volver a publicar est
e texto en Téqui, en una obra de 200 páginas, La Contemplación, o Principios de
teología mística, que fue traducido a varias lenguas. El autor afirmaba que había tomado
todo de santa Teresa, de san Juan de la Cruz, de santo Tomás de Aquino y de san
Francisco de Sales, pero se captaba rápidamente que cuando presentaba las vías místicas
de la oración, hablaba de su experiencia, y algunos de sus apuntes encontrados después
de su muerte así lo atestiguan.
Buen número de seminaristas entraron, quien más quien menos, en ese camino
exigente y su vida sacerdotal debía probar que no se trataba de ilusiones. E el acta de la
visita canónica, el 25 de mayo, de 1907, el P. Le doré no vacila en escribir:
“Lo que más me ha llamado la atención durante esta visita, son los testimonios
verdaderamente extraordinarios de bondad que los Santos Corazones de Jesús y
María, gracias a la intervención del Venerable Padre Eudes, han concedido a esta
casa:
* un juniorista… ha sido súbitamente curado, al término de una novena de
oraciones, de una larga y cruel enfermedad de reumatismos agudos,
* varios escolásticos han sito también curados de una neurastenia inveterada que desde
hace varios años les impedía entregarse al trabajo sobre todo intelectual y comprometía
gravemente su vocación,
* de diez eclesiásticos llamados al cuartel para el servicio militar nueve han sido
completamente eximidos por las autoridades competentes, si bien varios de entre ellos
no podían alegar ningún motivo válido de exención.
Estos favores han causado en todos profunda impresión y es visible que una
oleada de piedad y de virtud lleva el conjunto de la casa por la vía de la santidad
requerida para nuestra vocación… Incluso varios parecen haber recibido de Dios
gracias especiales para un progreso más o menos alto en la vías de vida mística…”
En un medio joven y además enclaustrado como era el seminario, se necesitaban
guías muy prudentes, muy realistas. El P. Regnault parece haber favorecido un tanto
este recalentamiento al provocar quizás demasiado las confidencias o al concederles
demasiada importancia, lo que no faltó de suscitar algunas reacciones molestas. Pero es
preciso comprobar que lo que pudo haber de excesivo en Gyseghem durante algunos
años, se apaciguó sin drama, y sobre todo los jóvenes que experimentaron algo de estos
caminos de contemplación han sido luego, especialmente en las misiones de América
latina, ejemplos de sacrificio y de generosidad apostólica21.
21
El P. Dionisio BOULAY, que escribió una extensa reseña biográfica del P. Regnault, trascribe sus
notas y emite un juicio equilibrado sobre esos años de 1906 a 1909. Ver también la revista Les Saints
Coerus de Jesús de Matie, años 1923 y 1924, especialmente 1924, pp. 117-123.
29
30
La comunidad de Gyseghem, en esos años, cuenta hasta 150 personas, de las
cuales 60 son junioristas. En 1913, en vísperas de la guerra, era menos numerosas: 77
presentes de los cuales 23 junioristas de Retórica y de Segundo (Nota del traductor:
Penúltimo año del bachillerato). El año siguiente, durante las vacaciones de verano
tendrá lugar un segundo éxodo.
Podría creerse que esos años de 1903 a 1914 muestran a unos eudistas abatidos
por el fracaso: la expulsión y la expoliación en Francia, las tentativas infructuosas en
España, el fracaso del seminario de Benevento y, por último, la invasión de Bélgica y la
huida ante el ejército alemán.
Sería olvidar el hermoso trabajo realizado durante esos años en las canteras del
Nuevo Mundo: Colombia, México, Canadá, hacia las que nos vamos a dirigir.
Sería olvidar el trabajo cumplido también en Francia, por esos Eudistas más o
menos clandestinos que predican misiones y retiros, atienden capellanías de
comunidades religiosas, a esas Terciarias eudistinas, a los círculos de estudiantes o de
soldados… La revista Les Saints Coeurs de Jésus et Marie deja adivinar en torno a la
Congregación toda una red de amistades fieles: Religiosas de Nuestra Señora de
Caridad del Refugio y del Buen Pastor, Terciarias eudistinas, ex alumnos, etc.
Seria olvidar finalmente el enorme trabajo de historia, de teología y de edición
que varios realizan en algunos años, para gloria de su Fundador.
Las “Obras completas”, los trabajos históricos, el Sagrado Corazón
Ya que era previsible ver llegar a término la causa de beatificación del P. Eudes,
era indispensable presentar al publico el conjunto de obras compuestas por el misionero
normando aí como su correspondencia, en una palabra, todos sus escritos. Algunos de
esos textos nunca se habían publicado, o lo habían sido en ediciones imperfectas y
envejecidas. Se imponía un trabajo homogéneo y crítico.
El mismo P. Le Doré había ya trabajado y mucho, en la búsqueda y el estudio de
los textos del P. Eudes. Otros Eudistas lo habían imitado y se habían lanzado en esa
tarea, en particular, el P. Carlos Lebrun, a quien vamos a encontrar a menudo a lo largo
de esta historia, tanto en el trabajo intelectual como en el gobierno.
Normando de la diócesis de Coutances, ex alumno del seminario de Valognes, el
P. Lebrun22 había adquirido, especialmente en Roma con el P. Billot, jesuita, una fuerte
cultura teológica. Como profesor de dogma se sumergió en el estudio de las obras
maestras del P. Eudes, primero en Francia, luego, a partir de 1903, en Canadá, en los
seminarios de Rimouski y de Halifax. Pero ¿cómo editar en Francia en esas condiciones
precarias? Se constituyó un equipo en torno al P. José Dauphin, nacido en 1841, en
Louvigné-ldu-Désert, en la diócesis de Rennes. En su carrera de director de seminario y
de capellán, había escrito ya especialmente sobre la historia de los Eudistas en el siglo
XIX. Lograron comunicarse a través del Atlántico: el P. Dauphin se ocupó de establecer
el texto, de controlar las citas, las referencias, corregir las pruebas… El P. Lebrun se
encargó de las introducciones, las notas históricas y doctrinales. Este trabajo, así
repartido, no tenía nada de exclusivo puesto que cada uno de los dos revisaba y
rectificaba, si era el caso, el trabajo del otro. Al mismo tiempo el P. Dauphin lanzó una
suscripción parra editar las Oeuvres complètes du Venerable Père Eudes. Encontró 300
y finalmente 500 suscriptores. Por tanto la impresión podía comenzarse, primero en
22
Sobre el P. Lebrun consultar Carlos DU CHESNAY, ENCICLOPEDIA Catholicisme, t. VII, col. 141142; Enrique MACÉ, Dictionnaire de Spiritualité, t. IX, col. 457-458 ; además Enrique MACÉ, Le P.
Charles Lebrun, Rome, 1995, 83 pp.
30
31
Vannes y luego en París: dos volúmenes en1905, tres en 1907, dos en 1908, y tres el
año siguiente. El tomo XII, con los índices, obra de otro exiliado en Canadá, el P. Luis
Frinault, apareció en 1911. El conjunto de la edición de doce tomos, 6 650 páginas,
costó veinte a veinticinco mil francos, cubiertos por los suscriptores y por un don
generoso de la señora Brouard, hermana del P. Dauphin. Las solas introducciones y
notas doctrinales del P. Lebrun representan 700 páginas. Sin esta edición, jamás se
hubieran podido llevar a cabo muchos estudios fundamentales de la espiritualidad
eudista. Enrique Bremond, en el célebre tomo III de su Histoire littéraire du sentiment
religieux en France, le rindió este testimonio :
Uno tras otro, en el espacio de unos años (1905-1911) vimos aparecer doce
macizos volúmenes, muy dignos de ocupar puesto entre el “Francisco de Sales” de
Annecy y las publicaciones de los Jesuitas españoles. Hay que añadir que ese
gigantesco trabajo tiene por autores a religiosos proscritos, pobres y dependientes de
lo provisional. Pero tenían fe en su estrella e ibabn llenos de alegría a la conquista de
un mundo nuevo23.
Durante el mismo período y mientras se preparaba la beatificación del Fundador,
otro Eudista, el P. Dionisio Boulay, componía una biografía del P. Eudes en cuatro
gruesos volúmenes. Nacido en 1849. este hombre de anchos hombros y de cóleras
homéricas fue profesor de retórica apasionado en Besançon y dirigió el colegio San
Martín desde 1894 hasta las expulsiones. Habiendo dejado la educación, se dedicó, por
petición del P. Le Doré, a escribir sobre el Venerable Padre Eudes una obra que quiso
fuera exhaustiva. “”Tenemos finalmente, escribió Enrique Bremond, una vida completa
del P. Eudes, cerca de tres mil páginas que ningún buen entendido encontrará
demasiado extensas, y que hacen honor sea a la formación literaria sea a la crítica de
los Eudistas contemporáneos… trabajo casi definitivo24”. Seguramente algunos puntos
de esta biografía monumental han debido ser retocados posteriormente pero se
encuentra allí una inmensa documentación. De este monumento, edificado en menos de
cuatro años, de 1905 a 1908, el P. Boulay pudo sacar, en el momento de la
beatificación, una Vida del Beato Juan Eudes”, y luego una Vida popular, más
abreviada todavía. Siguiendo al mismo tiempo una vida predicación misionera, el P.
Boulay, dirigió hasta su muerte en 1929, la Revue des Saints Coeurs, en la cual escribió
las “Flores”, o sea, las notas biográficas de muy numerosos Eudistas.
A las Obras Completa y a la Vida del Venerable Juan Eudes hay que añadir los
trabajos del P. Lebrun sobre el Corazón de María y sobre el Corazón de Jesús que
aparecieron en 1918. Toda esta investigación así realizada debía servir, después de la
guerra, en el momento de la canonización del P. Eudes en 1925.
Pero antes tenemos que relatar la extraordinaria fiesta de esperanza que fue para
los Eudistas y sus amigos la beatificación del Fundador de la Congregación.
La beatificación del Padre Eudes (25 de abril de 1909)
Esos primeros años del siglo XX vieron llegar a término la causa de la
beatificación de san Juan Eudes. No nos toca relatar aquí las etapas de esta historia larga
y tormentosa. En el volumen que se consagrará a los Eudistas en el siglo XIX podremos
seguir esas peripecias. Nuestro relato empieza en 1903 cuando esa causa está muy
cercana de llegar a término.
El 6 de enero de 1903, el Papa León XIII publica el decreto solemne que
concluye el proceso de beatificación al proclamar la heroicidad de las virtudes
23
24
Enrique BREMOND, Histoire littéraire du sentiment religieux en France, t. III, p. 585.
Enrique BREMONS, Ibidem, t. III, p.584.
31
32
practicadas por el Venerable Juan Eudes. Faltaba reconocer los tres milagros exigidos.
Entre los numerosos favores atribuidos a la intercesión del P. Eudes, aquí y allá en el
mundo, se retuvieron una curación instantánea de un cáncer, una curación instantánea y
total de una parálisis de origen orgánico y la curación instantánea de un joven juniorista
de Plancoët, Luis Bourdon. Éste había perdido la vista como consecuencia de un
accidente el 23 de mayo de 1883. Fue curado súbitamente, al finalizar una novena al P.
Eudes, el 27 de diciembre siguiente. (La Vida del Venerable Juan Eudes del P. D.
Boulay t. IV, pp. 524-533, lo cuenta en detalle). Llegado a ser Eudista, Bourdon partió
para Colombia donde murió en 1931.
Luego del reconocimiento de estos milagros, tuvo lugar finalmente la atestación,
solemnemente hecha el 11 de abril de 1909 por el Papa Pío X, de que Juan Eudes
compartía en el cielo la gloria de los santos. El decreto del Papa reconocía al nuevo
Beato el mérito de haber sido el Padre, el Doctor y el Apóstol del culto litúrgico de los
Sagrados Corazones.
Las fiestas de la beatificación tuvieron lugar en el mes de abril de 1909 casi al
mismo tiempo que la de Juana de Arco, y la de los mártires de las Misiones Extranjeras
de París, martirizados en el Extremo Oriente. Monseñor Touchet, obispo de Orleáns,
había pedido al P. Le Doré, si aceptaba ceder la prelación, que regularmente pertenecía
al P. Eudes, a Juana de Arco, para facilitar las celebraciones que esperaban a la nueva
Beata en Orleáns el 8 de mayo. Así pues Juana de Arca fue beatificada el 18 de abril y
luego el P. Eudes, el 25, y los mártires de China y de Tonkin el 2 de mayo.
En esa época el Papa no asistía personalmente a la ceremonia de las
beatificaciones. Esta tuvo lugar en la mañana del domingo 25 de abril en San Pedro.
Como de costumbre, los cincuenta Eudistas venidos de Europa y de las Américas, las
religiosas del Refugio y del Buen Pastor, los descendientes del hermano y de las
hermanas del P. Eudes tuvieron que defender sus puestos reservados contra la multitud
que invadía a San Pedro. Muchedumbre más numerosa aún por la tarde cuando el Papa
vino a dar gracias y a venerar las reliquias del nuevo Beato. Según la costumbre, la
fiesta continuó los días siguientes con el Triduo solemne celebrado en la iglesia del
Gesù… El P. Rovolt, que asistió a esas jornadas inolvidables, describió cómo, inundado
de emoción ante este triunfo que había preparado a lo largo de cuarenta años de
esfuerzos intensos, el P. Le Doré parecía vivir esas celebraciones como si fueran un
sueño.
Para toda la familia eudista era casi un milagro ver en los altares a este
misionero normando, muerto más de dos siglos antes, tan combatido en vida y tan
olvidado luego de su muerte. Cuando, por obligante invitación de Pío IX en 1868, el
joven Padre Ángel Le Doré había comenzado a poner en marcha esta beatificación le
dijeron que era como resucitar a un muerto. Y por gracia de Dios, la imagen del P.
Eudes reinaba, este 25 de abril de 1909, en mitad de la “Gloria de Bernini”, fulgurante
de mármol y de oro, en el ábside de San Pedro de Roma.
En vísperas de la guerra de 1914
En 1914 la Congregación, jurídicamente desaparecida de la vida francesa, sigue
sin embargo viva y continúa su apostolado. Acoge candidatos, menos numerosos pero
muy decididos. El régimen de dispersión no es muy favorable a la observancia de la
regla y a la práctica de comunitaria de una sociedad de sacerdotes que se define
precisamente por sus Constituciones y por una vida en comunidad fraterna, pero se vive
con generosidad y tenacidad en espera de días mejores.
32
33
Fuera de Francia la Congregación crece con ritmo satisfactorio. Finalmente
maduran las primeras vocaciones sudamericanas y canadienses, como lo veremos en los
próximos capítulos.
¿Es posible pronosticar el futuro? Seguramente su superior general no es eterno.
El P. Ángel Le Doré, elegido como vitalicio desde 1870 cuando contaba treinta y seis
años, se identificó de tal manera con la Congregación que dirige desde hacía más de
cuarenta años que no es fácil imaginar que desaparezca. Desde la apoteosis de 1909, la
glorificación del beato Fundador no puede decirse que haya perdido su ardor; lo
comprobamos con ocasión de la fundación de España en 1911-1912. se va haciendo
difícil aceptar sus olvidos, sus fallas, sus caprichos. Un testigo de la época escribe:
“Había conservado su inteligencia vigorosa, pero no podía desplazarse sino con mucha
dificultad. No podía hacer la visita canónica de las casas. Como nunca muy absorbente,
bastante autoritario, no siempre consultaba su Consejo. Creía que era el único que
conocía la Congregación para poder gobernarla. Quería morir en la brecha25…” ¿Acaso
no había conocido desde 1870 toda clase de golpes de la fortuna? Le faltaban todavía
los de la guerra mundial.
25
Françcois HULIN, Souvenirs surle Père Albert Lucas, Archives générales, Paris.
33
34
CAPÍTULO III
LAS FUNDACIONES EN AMÉRICA LATINA
De 1900 a 1930
Fundar fuera de Francia – Primeras fundaciones en Colombia: Cartagena, Antioquia,
Pamplona (1883-1889) – La Asamblea general de 1901 – Ensayos de fundación en
Pamplona y Santo Domingo (1902-1914) – Seminarios en México (1909-1918): Saltillo,
Jalapa, Chilapa – Desarrollo en Colombia (1814-1930) – La Provincia en 1930 –
Formación de los primeros Eudistas colombianos- San Pedro y Miranda – NoviciadoEscolasticado en Usaquén – Nuestra Señora de las Angustias – Dos milagros y un
obispo.
Fundar fuera de Francia
Para la pequeña sociedad fundada por el P. Eudes en Normandía y disuelta
durante la Revolución francesa, parecía muy improbable que se extendiera rápidamente
fuera de Francia. Y sin embargo, el siglo XIX y el siglo XX fueron para los Eudistas la
época de una expansión que vamos a seguir y que se desarrolla en varias oleadas no
carentes de pesadas pruebas. En el marco de este volumen, recogemos esta aventura
alrededor de año 1900, pero para esto hay que recordar algunos hechos precedentes.
El comienzo del siglo XIX había estado marcado para toda la Iglesia de Francia
por un intenso impulso misionero, en Asia, en África, y también en América. Por un
gran se dirigió primero, se olvida a menudo, hacia América del Norte, hacia los indios
del Far West, pero sobre todo hacia la potencia que se constituía rápidamente a medida
que se descubrían y ponían en valor, de un océano al otro, los Estados Unidos. Esta
nueva potencia era mayoritaria protestante pero se vio afluir a ella, con la oleada de
emigrantes, el impulso misionero de Irlanda, de Alemania, de Italia, de España y
también de Francia.
Los Eudistas, reorganizados con tanta dificultad, en el siglo XIX, no eran más
que seis en 1830 y veintisiete en 1850, pero una tercera pare de ellos habían partido para
América del Norte o para las Antillas para fundaciones sin futuro.
A partir de 1880, la pequeña Congregación iba a retomar un vigoroso empuje
misionero. Formada en su mayoría por bretones, participaba al llamado de esta
provincia hacia anchos mares. Además se sintió llevada a ello a causa de la situación de
la Iglesia en Francia durante los años de 1880: lucha contra la influencia de la Iglesia,
querella escolar, nuevos terrenos de acción. Los Eudistas echaban bases de repliegue en
Canadá, pero el mundo entero se abría ante ellos.
Primeras fundaciones en Colombia:
Cartagena, Antioquia, Pamplona (1883-1889)
Al deseo de encontrar un refugio se añadía, con mucha fuerza, el de reencontrar,
por fidelidad a san Juan Eudes, el primer objetivo que él había señalado a la
Congregación que había fundado: la formación del clero mediante los seminarios.
Ahora bien, América del Sur tenía grandes necesidades en ese campo. España y
Portugal habían hecho inmensos esfuerzos para convertir y bautizar los pueblos de la
34
35
América latina, pero el clero secular o regular, era casi en su totalidad de origen
europeo, de suerte que, a partir de la independencia, la escasez de sacerdotes era
dramática en todo el continente. Los pocos sacerdotes autóctonos, salidos de los medios
más acomodados, se habían formado, según el estilo del siglo XVII, en las escasas
universidades de esos países.
Los Eudistas no tenían razones especiales para interesarse en Colombia. Era una
república nacida en 1819, por la voluntad de Bolívar, el “libertador”, a partir de lo que
se llamaba la Nueva Granda, y que ocupaba el ángulo noroeste de la América del Sur,
bañado por el Pacífico y el Atlántico. Esta Gran Colombia fue desmembrada en 1829 al
separarse al este la parte que llegó a ser Venezuela, y en 1831, al sur oeste, el Ecuador.
La tierra así conformada tomó en 1830 el nombre de “República de Colombia”.
La ciudad de Cartagena si sitúa en la costa atlántica de Colombia. Es una de las
más antiguas y célebres del país. Ciudad histórica y puerto donde llegaban, sin carga
útil, provenientes de Cádiz, los galeones de españoles. El lastre era a veces “madera de
ébano” (N. del T. Negros, en el lenguaje de los negreros), o simples morrillos que
sirvieron para la construcción de las murallas de la ciudad. De regreso los busques
traían las riquezas de las minas del país. En 1883 la ciudad apenas llegaba a los 30 000
habitantes, pero era el centro de una diócesis inmensa, todavía apenas evangelizada. El
obispo, monseñor Biffi, de las Misiones extrajeras de Milán, estaba desolado por el
estado de su diócesis. Animado por el Papa León XIII había dirigido al P. Le Doré, el
17 de julio de 1883, la petición de ver a los Eudistas hacerse cargo de su seminario
mayor. Esta petición estaba apoyada por el cardenal Ledochowski, que conocía un
someramente la Congregación del Padre Eudes.
Primera respuesta negativa el 9 de septiembre. Pero una petición insistente,
apoyada por el propio Papa León XIII, llega al Consejo general el 10 de octubre de
1883.
¿Dónde encontrar mejor signo de la voluntad de Dios? ¿Pero quién podría
responder a ese petición? Dos de los consejeros generales presentes, el P. Teodoro
Hamon y elP. Armando Leray, responden con las mismas palabras del profeta Isaías:
“¡Aquí estoy, envíame! ¡Ecce ego mitte me!”
Dos meses más tarde, el P. Teodoro Hamon, segundo asistente general, se
embarcaba en San Nazario; tenía cincuenta y siete años, ignoraba totalmente a la
América y no conocía ni una palabra de español. Llegado a Cartagena el 1º de
diciembre de 1883, recibió luego al P. Francisco Dufouil, proveniente de Troy, de los
Estados Unidos. Pero ya se había presentado al seminario mayor, viejo y noble
edificación de la época colonial, donde lo esperaban ¡diez “seminaristas”, entre los trece
y los cincuenta años!
Veinte años m´s tarde los Eudistas habían extendido sus obras. En cuanto al
Padre Hamon, que en 1893 había pasado de Cartagena a Antioquia, murió en esta
última ciudad en 1901, venerado como un santo.
A su vez el obispo de Antioquia había hecho un llamado al que los Eudistas
pudieron responder. Esa diócesis estaba mejor evangelizada que Cartagena, pues la
población de esta región montañosa había permanecido muy sedentaria. Bautizados, su
aislamiento geográfico los preservó de influencias exteriores a diferencia del gran
puerto abierto al mundo. Era más fácil encontrar seminaristas en Antioquia y el
seminario se desarrolló fácilmente.
El año siguiente fue el turno para la diócesis de Pamplona, en Santander. Esta
pequeña ciudad, situada en la zona montañosa, cerca de la frontera con Venezuela,
gozaba de un clima temperado. Los seminarios, mayor y menos, funcionaban en un
establecimiento único según la costumbre del país. Tenían en total ciento treinta a ciento
35
36
cincuenta alumnos. Llegado a ser muy próspero, bajo el superiorato del P. Mathurin
Jéhanno (1906-1914), la casa llegó a tener hasta doscientos alumnos, de los cuales
sesenta eran del seminario mayor.
Otras peticiones afluyeron. Pero el P. Le Doré tuvo que rehusar enviar Eudistas
a la diócesis de Santa Marta, en el departamento de Magdalena. El Papa León XIII
intervino personalmente ante el P. Gabriel Mallet, procurador de la Congregación en
Roma, pero en vano.
La historia de Santa Marta es una de las más complicadas de la historia eudista
de Colombia. Pequeño puerto de la costa atlántica, cerca de Cartagena, Santa Marta
acababa de ser erigida como diócesis y quería un seminario. A partir de 1888, muchas
personas, desde el P. Hamon hasta el P. Mallet, incluidos el cardenal Rampolla y el
embajador de Colombia en Roma, se tomaron parte en este asunto. Pero el P. Le Doré
rehusaba siempre, por carencia de personal, por el clima reputado insalubre y la
proximidad de Cartagena. En 1914 dos Padres, abren sin embargo, un seminario mejor,
del que se pide de inmediato el traslado a Ocaña, luego el cierre en 1916. Cuando en
1918, un Eudista, monseñor Joaquín García Benítz, llegue a ser obispo de Santa Marta,
el seminario será abierto de nuevo hasta 1926; una última tentativa tendrá lugar en
1944.
En noviembre de 1892, en respuesta a una petición de la Asamblea general de
1891, el P. Le Doré nombró un “vicario provincial” para Colombia, el P. Félix de
Martini, superior de Antioquia, quien se dedicó a dar bases sólidas a las tres primeras
fundaciones. Para dar muestra de su afecto e interés, el P. Le Doré no vaciló en hacer
una visita en 1898. A pesar de sus sesenta y cuatro años y su débil salud, soportó el
calor y las dificultades del viaje en un país donde se desarrollaba entonces la guerra
civil. Esas circunstancias y la salud del viejo superior le impidieron infortunadamente
prolongar su viaje, e incluso de salir de Cartagena, durante esta demasiada breve
permanencia.
Un poco más tarde, cuando la guerra civil impedía las comunicaciones regulares
entre Francia y las comunidades de Colombia, tan aisladas, el superior general les dirige
una carta admirable en la que se expresan su amor paternal y su ardor misionero.
“Hermanos amadísimos de las casas de Colombia,
¡Desde hace un año ustedes han pasado por tantos sufrimientos! Un año entero,
de septiembre a septiembre, sin ninguna noticia cierta y un tanto detallada de
Santander… Los Padres de Pamplona, se decía, habían sido muy maltratados e incluso
hechos prisioneros por los rebeldes… Ustedes han aceptado generosamente ir a
Colombia… Ustedes han sentido compasión por el estado del clero de esas regiones…
Durante este año de revolución y de guerra, ustedes han podido llorar, y sus miradas se
volvían hacia Francia… Permanezcan, pues, firmes en sus puestos y que nada pueda
hacerles lamentar el haberse dado generosamente a Jesucristo y a la Iglesia de
Colombia…”
La visita del P. Le Doré, a pesar de haber sido recortada, permitió preparar bien
la reflexión sobre Colombia que fue hecha en la Asamblea general siguiente, en 1901.
La Asamblea general de 1901
Esta Asamblea, que comenzó el 11 de agosto de 1901 en el colegio San Juan de
Versalles, se desarrollaba en un período muy difícil. ¿Qué decisiones iba a tomar el
gobierno francés? Luego del voto, el 23 de enero, de la ley sobre las Asociaciones, el
gobierno de Combes, había rechazado en bloque todas las peticiones de autorizaciones
36
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presentadas por las Congregaciones. Para los Eudistas, iba a ser verdaderamente
imposible permanecer en Francia. Ya se había abierto refugio en Canadá. Para la
América del sur no se trataba en primer lugar de encontrar refugio sino de aportar ayuda
a las fundaciones de Colombia.
Los Padres Félix de Martini, José María Fouyard y José Tressel representaban en
la Asamblea a los Eudistas de Colombia. Su informe fue escuchado con emoción.
“Nuestros tres seminarios han dado resultados muy serios… Podemos estimar en
cincuenta y cinco o sesenta el número de nuevos sacerdotes formados por nuestros
Padres”. El relator habló luego de todos los ministerios realizados por los Eudistas, las
cofradías y las asociaciones piadosas… la confianza de los obispos. Luego el P. Ernesto
Regnault que presidía preguntó: ¿La Congregación puede aceptar la fundación de
nuevas casas en Colombia: noviciado, seminario de Panamá, misión entre los Indios,
de donde resultaría que Colombia fuera erigida como provincia. La Asamblea expresó
entonces la voluntad “de apoyar con todo su poder las misiones de Colombia y en
cuanto lo permitieran las circunstancias fundar un noviciado, aceptar Panamá y la
misión entre los Indios Tunebos, con el P. Enrique Rochereau”.
Sin embargo, muy pocos Eudistas estaban dispuestos a partir, como los escribía,
muy desilusionado, el P. de Martini: “Nuestras casas rebosan de Padres… y no es
posible encontrar algunos, entre 25 y 30 años, para ir a contribuir en la formación del
clero entre nosotros. ¡Qué decepción para nuestros hermanos de Colombia!”
En efecto, el P. Le Doré había procedido a hacer un sondeo entre los Eudistas
franceses: “¿Quién estaría dispuesto a partir para Colombia?”. A pesar del real
espíritu misionero de los miembros de la Congregación el resultado fue decepcionante:
“Partirían gustosos: 31; sin repugnancia: 29; por obediencia: 39; no desean partir: 51”.
Se criticó al P. de Martini por haber mostrado las dificultades de la tarea, del
clima… ¿Pero había exagerado? A su regreso los delegados encontraron en Colombia la
guerra civil, los caminos interrumpidos, el correo fuera de servicio, y en Venezuela la
revolución. No era muy reconfortarte.
Intentos de fundación en Panamá y Santo Domingo
Panamá (1902-1909
El istmo de Panamá era parte integrante de Colombia pero en 1903 fue
desmembrado por acción de los Estados Unidos. Estos habían reemprendido los trabajos
de perforación del canal comenzado por la compañía de Fernando Lesseps. Panamá
proclamó, pues, su independencia –bajo la tutela de Estados Unidos- pero la separación
sólo fue aceptada por Colombia en 1924. La explotación del canal había empezado en
1914.
En 1902 el obispo de Panamá pidió la ayuda de los Eudistas al P. Le Doré quien
le envió al P. Fouyard acompañado de algunos otros Padres. Se trataba de poner en
marcha un seminario menor en los locales del obispado. Todo era pobrísimo, bajo un
clima con amenaza de la fiebre amarilla. Los pocos seminaristas no tenían ninguna
esperanza de porvenir. El obispo ofreció también a los Eudistas la parroquia de Colón,
segunda ciudad del país, en la entrada oriental del Canal. Pero los Eudistas abandonaron
en 1908.
Santo Domingo (1907-1914)
La República Dominicana formaba parte de la isla de la Española donde
desembarcó Cristóbal Colón en 1492 y7 sirvió de centro de operaciones para el
37
38
progresivo descubrimiento de América. Contaba 48 000 kilómetros cuadrados y en esa
época 600 000 habitantes. La parte occidental de la isla, antigua colonia francesa,
formaba la República de Haití.
La historia poscolonial de la isla había sido siempre violenta y difícil; se vio
jaloneada y dividida entre España, Francia y los independistas haitianos de Toussaint
Louverture, y más tarde, la largas dictaduras en las dos naciones: Duvalier, padre e hijo,
de una parte, Rafael Trujillo de la otra.
En 1907, monseñor Nouel, arzobispo de Santo Domingo, suplicó a los Eudistas
que se hicieran cargo de la formación del clero que se encontraba en un profundo estado
de ignorancia y depravación; el P. Fouyard, vicario provincial de Colombia, aceptó. Los
cuatro primeros Eudistas fueron bien acogidos, el triduo de la Beatificación del P.,
Eudes, en diciembre de 1909, celebrado solemnemente. Incluso en 1913 el arzobispo
fue nombrado presidente de la República. En 1914, el seminario mayor contaba 24
candidatos aceptables, con un equipo de siete Eudistas. Infortunadamente la guerra
estalló en Europa. Cuatro de los Padres fueron movilizados, los tres restantes tomaron
el camino de Colombia, y esa obra, que tan bien había empezado, se desplomó. Mucho
más tarde, en los años de 1980, fue reactivada por la provincia de Colombia que dirigió
por varios años un seminario propedéutico en Yamasa.
Las salidas de los misioneros franceses, debidas a la guerra de 1914, iban
igualmente a arruinar las obras eudistas de México. Es la ocasión de evocar las opciones
difíciles que fue necesario hacer cuando llegó la movilización de agosto de 1914. ¿Era
necesario correr a la defensa de la patria o permanecer al servicio de la misión? Mucho
más tarde se ha sabido que la administración francesa no olvidó las opciones de los
expatriados. En 1960, en Caracas, el P. Pedro Dauguet, en visita al agregado cultural,
supo con extrañeza que una cierta Congregación de origen francés, presente en el
mundo entero, no tendría jamás derecho a una ayuda cualquiera: libros, viajes,
vacaciones, en Francia, condecoraciones, etc. porque en 1914, los superiores había
elegido mantener en sus puestos a los miembros de la sociedad. ¡La República no había
olvidado!
Los seminarios de México: Saltillo, Jalapa, Chilapa
Saltillo (1909-1914)
Las fundaciones de México tuvieron como punto de partida una iniciativa de las
hermanas de Nuestra Señora de Caridad del Refugio que en 1900 habían fundado una
casa en Saltillo, ciudad de México, situada en la Sierra Madre oriental. El obispo del
lugar, monseñor J.-M- Echavarría buscaba el apoyo de una congregación para su
seminario. Habiendo encontrado a su obispo el 19 de agosto de 1908, la superiora ponía
esto en conocimiento del P. Juan Levallois, responsable de la misión eudista en el
Canadá, y éste trasmitió la demanda al P. Le Doré.
Todo marchó con rapidez puesto que el 10 de septiembre, el asunto estaba
concluido. Pero el Padre Fouyard, vicario provincial de Colombia, se mostraba muy
inquieto. Los diálogos para la aceptación de Cartagena, de Panamá y de otras
fundaciones habían sido muy difíciles, y consideraba que la extensión inconsiderada de
la Provincia corría el riesgo de retardar la apertura indispensable de un noviciado en
Colombia.
Es cierto que los Eudistas acababan de ser expulsados de Francia y que era
necesario encontrar con urgencia nuevos lugares para acogerlos. Por otra parte el P.
Maturín Jéhanno, por entonces rector de Pamplona, preveía el caso en que, en
38
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Colombia, la situación política llegara a ser tal que fuera necesario buscar refugio en
otro país de lengua española.
¿Qué era el México de 1908? En primer lugar, uno de los tres mayores países de
América Latina, con cerca de dos millones de kilómetros cuadrados, con un pasado
prestigioso en el que los indios Olmecas, Toltecas, Aztecas y otros habían dejado
huellas de una civilización notable. A principios del siglo XX la población, muy
mestiza, era esencialmente rural, pobre, católica tradicional y muy afecta a sus
sacerdotes. Pero el clero era poco numeroso y sobre todo carecía de formación tanto
pastoral como intelectual. Muchos obispos buscaban formadores.
Saltillo estaba situado en el Estado de Coahuila, y la diócesis se extendía en el
noreste de México en un territorio equivalente a la cuarta parte de Francia. Gozaba de
clima agradable, pero el seminario, un claustro cuadrado según la moda española, era
bastante pobre y ruinoso.
En este contexto, el 20 de septiembre de 1909 llegan de Francia los Padres Luis
Lajoie y Arístides Righi, seguidos del superior, el P. Víctor Guillemain que llegaba de
Colombia. La comunidad estaba vinculada al Consejo general de París. Contaba seis
seminaristas en filosofía y dos en latín. El año siguiente iba a comenzar con algunos
estudiantes de teología ¡pero también con la revolución de Zapata!
¿Qué significaba esta revolución mexicana en la que habían caído los Eudistas?
Originalmente tenía un carácter socio-político. En 1910, la clase media, nacida del
desarrollo urbano e industrial, todavía poco numerosa, aspiraba a la democracia política.
Los jóvenes, entusiastas e idealistas, respondieron al llamado de Francisco Madero, rico
propietario del norte. Una última tentativa de Porfirio Díaz, de 80 años, para hacerse
reelegir por tercera vez como presidente, terminaba en insurrección armada. Pero
Madero, no se atrevió a atacar el problema principal, el de la reforma agraria. Estallaron
entonces rebeliones campesinas: en el norte con Orozco, en el sur como Emiliano
Zapata, revueltas que fueron utilizadas contra Madero por los grandes terratenientes.
Madero fue asesinado y el general Victoriano Huertas se apoderó de la presidencia.
A partir de ese momento, anota el P. Alfredo Malabeuf, testigo ocular, la
revolución tomó un tinte antirreligioso. ¿Por qué? Primero en reacción contra el
protestantismo que comenzaba a llegar del norte, luego a causa de la influencia evidente
de la francmasonería, que encontramos en esta época, en varios países sudamericanos, y
también porque el general Huertas no vacilaba en erigirse como defensor de una
religión que frisaba el fanatismo. El odio suscitado por este hombre exasperó las
tendencias ya antirreligiosas.
La revolución apenas comenzaba. Venustiano Carranza rehusó reconocer al
general Huertas, el usurpador, y se declaró fiel a la Constitución. Un campesino,
analfabeto, pero figura emblemática, generosa y popular, Pancho Villa, lo siguió. Lo
mismo hizo Zapata, líder de los mestizos del sur. Llegarán a ser héroes legendarios en
todo el país de México y lo son todavía hoy. Mas ls divisiones entre estos dos hombres
los llevaron al fracaso. Carranza, militarmente victorioso, consolidó su régimen al
enriquecer a los revolucionarios que lo sostenían y sobre todo al promulgar la famosa
Constitución de 1917, que contenía un cierto número de artículos radicalmente
antirreligiosos.
Nuestros Padres vivieron años tenebrosos. Volvamos a Saltillo. En diciembre de
1912, la presión revolucionaria aumenta y en mayo de 1913, el P. Juan Quilleré,
superior del seminario, escribe: “Todo el norte de México está incendiado. Los campos
han dejado de ser cultivados; todos son solados de una guerra fratricida… El sábado y
el domingo de Pascua los combates en las calles y en los alrededores duraron cuarenta
y dos horas…” La situación en el seminario se va tornando cada vez más difícil y en
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marzo de 1914 solo quedan nueve seminaristas, Quilleré añade: “En cuanto a mí,
aguardo con ve y sumisión… Puede ser que Dios disponga de nuestras vidas para
salvación de México… Rueguen por nosotros y agradezcan a Dios si nos hace morir
por su amor.”
Los Padres Juan Quilleré, Luis Lajoie y Alberto Lagrée, así como algunos
sacerdotes mexicanos, debieron comparecer ante Pancho Villa: amenazas de muerte
durante seis días, con simulacros de ejecución, rescate pedido, etc., y finalmente
expulsión hacia los Estados Unidos, el 1º de junio de 1914. El P. Lajoie, embarcado por
error en el vagón de los condenados a muerte, se salvó gracias a la ausencia del general
en jefe y a que el telégrafo, afortunadamente no funcionaba. Así se terminó el seminario
de Saltillo.
Jalapa (1909-1914)
Jalapa, capital del Estado de Veracruz, en el golfo de México, a unos 800
kilómetros al sur de Saltillo, contaba unos 20 000 habitantes. Situada a 1 400 metros de
altura, en las laderas de una colina que domina un valle siempre verde, en el límite de la
zona tropical, de clima temperado, era la “ciudad de las flores”. La diócesis contaba
cerca de un millón de habitantes, y los dos seminarios, mayor y menor, veinte alumnos.
Pasados tres años de la llegada de los Eudistas, los seminaristas eran ciento treinta y
seis, en un establecimiento que, según el P. Le Doré, tenía los aires de un colegioseminario.
Finalmente en 1910 el P. Le Doré se embarcó en Le Havre para llevar a los
Padres de las Américas, luego de las tempestades que habían destruido la Congregación
en Francia, el consuelo reconfortante de una visita. En el Canadá visitó toda la Costa
Norte, Nouveau-Brunswick, Nueva Escocia. Atravesó luego los Estados Unidos, por
Buffalo, San Luis, y entró en México por Laredo y Monterrey, para llegar finalmente el
26 de agosto a Saltillo. De allí pasó por la ciudad de México para llegar a Jalapa,
Veracruz, Cartagena, La Habana, y estuvo de regreso en San Nazario el 28 de
septiembre.
El P. Guillemain, superior de Saltillo, fue el intermediario de la Congregación
ante el obispo de Jalapa, monseñor Pagasa. El mismo P. Guillemain, previendo el
futuro, había hecho decir al P. Reganult, en Gyseghem, que ”hiciera trabajar el español
a sus novicios y seminaristas”. El P. Fouyard por su parte vivía inquieto por la
dispersión de fuerzas.
El contrato firmado el 10 de septiembre de 1909 preveía un “colegio-seminario”,
lo que el P. Le Doré no quería para Colombia. El grupo comprendía, además del P.
Pedro Buffet, superior, los PP. Alfredo Malabeuf, Ambrosio Bourhy y un Eudista
colombiano, futuro arzobispo de Medellín, Joaquín García Benítez. El número de
alumnos aumentó rápidamente y el P. Augusto Régent llegó como refuerzo. En enero de
1912 la entrada fue brillante: 70 alumnos. Pero el obispo insiste ahora en abrir también
el colegio-seminario a los externos. El P. Buffet escribe curiosamente: “Son una
veintena de externos que forman una división aparte y los consideramos como jóvenes
que tienen vocación. Es necesario incorporar al clero tanto a los blancos como a los
indios. El externado es único medio de lograrlo e infortunadamente no se veía en el
seminario sino a negros e indios; se tenía como deshonor para una familia distinguida
enviar allí uno de sus hijos. En este momento tenemos a los hijos de las mejores
familias y son los mejores alumnos…”
En 1913, la casa cuenta cincuenta internos y treinta y tres externos. Los Padres
León Dano y Luis Jafrezzo reforzaron el equipo Eudista; otros cuatro están en Saltillo y
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ocho en Chilapa. Pero en junio de 1914, Jalapa, como Saltillo del que ya hablamos, cae
en manos de los revolucionarios. La mayoría de los Eudistas se refugian en Veracruz, a
tres días a caballo, donde las tropas norteamericanas desembarcaron para impedir la
llegada de las armas compradas en Europa para los rebeldes. En Veracruz, el 10 de
octubre de 1914, encontraron un barco para Cartagena, vía La Habana y Colón. La
guerra mundial acababa de estallar. Algunos Padres fueron movilizados, otros lograron
llegar a Colombia o al Canadá.
Tal era la situación en Jalapa y Saltillo. En cambio, en Chilapa, en el reducto
indio de Zapata, los sacerdotes son respetados e incluso se asiste a los oficios.
Chilapa (1912-1918)
Los contactos con monseñor Campos, obispo de Chilapa, habían empezado en
febrero de 1911. Chilapa era una diócesis de de 600 000 habitantes, en el Estado de
Guerrero, al suroeste de México, cerca del Pacífico. El clima es semejante al de Jalapa.
Hay noventa alumnos en el seminario. La negociación se hizo rápidamente y concluyó
el 5 de junio.
El primer superior, el P. Carlos Le Petit, llega de Gyseghem, asistido por los PP.
Andrés Buan y Ernesto Regnault. El equipo completo constará de ocho Padres. Entre
ellos el P. Juan Bautista Cabaret era el más joven. Iba a trabajar en los años siguientes
durante 25 años en Colombia, y luego, más de 25 años en Venezuela. Cada vez que
salía de vacaciones de Caracas, pasaba por México donde era acogido por algún ex
alumno, llegado a ser obispo o ministro.
Las comunicaciones no eran fáciles en Chilapa. El viaje desde la ciudad México
tomaba tres días a caballo. Los temblores de tierra, casi diarios, saludan la llegada de los
Padres. La entrada escolar tiene lugar el 15 de febrero y reúne 23 seminaristas del
mayor y 45 del menor. Pero la revolución también está en marcha en la región; los
zapatistas cercan la ciudad que se encuentra incomunicada del resto de México. Llegan
otros dos Padres, pero el correo no funciona… El P. Le Petit envía al Padre José Ayoul
con dos arrieros a buscar en la ciudad de México los preciosos paquetes. Emplean tres
semanas de viaje.
El 13 de febrero de 1914 los zapatistas se apoderan de Chilapa. Un Padre
escribe: “Mucha pólvora, muy pocos muertos, tres días de zaqueo… el seminario fue
totalmente respetado…” Sin embargo todo contacto con el resto del país de imposible.
El obispo, y su pequeño séquito eclesiástico, fueron atacados, despojados de todos,
hechos prisioneros durante doce días, finalmente liberados por orden de propio Zapata.
Como Cristo, el obispo hizo su entrada en su ciudad, montado sobre un asno y aclamado
por la población.
1914: Saltillo y Jalapa cierran pero Chilapa continúa a pesar de las dificultades
porque los indios protegen a los Padres y no parecen estar dispuestos a aliarse con la
revolución. Los Padre movilizados se embarcan en Veracruz el 16 de septiembre y los
cinco restantes se quedan por el momento. El 9 de enero de 1915, el nuevo año escolar
empieza con 72 seminaristas; Chilapa es la única diócesis mexicana donde funciona un
seminario. El 24 de febrero de 1916, la entrada reúne 21 seminaristas del mayor y 37 del
menor. La situación política empeora, y esta vez los zapatistas registran el seminario; el
obispo está desolado por no poder pagar a los Padres ni suministrar la alimentación
suficiente a los seminaristas.
Una buena noticia: el cónsul de Francia en México exime al P. Le Petit y a
varios de sus compañeros de sus obligaciones militares. Podrán permanecer en sus
puestos. Pero al regreso de la capital el tren es asaltado. Despojado de una suma
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importante entregada por el obispo, el infortunado Padre se estima feliz por haber
salvado la vida. Escribe: “No tuvo temor ni por un momento. Al contrario experimenté
un gozo sobrenatural intenso cuando fui despojado de todos los bienes terrestres que
tenía. Estaba a tres días de camino de Chilapa…”
En Chilapa, sin embargo, por una parte el obispo apoya a los Eudistas, pero por
otra el clero local es poco favorable a los extranjeros. El año escolar comienza sin
embargo del 4 de febrero: 26 del mayor, 27 en el menor, en medio de la pobreza y de la
falta de seguridad.
El golpe de gracia vendrá del mismo gobierno mexicano que prepara la nueva
constitución de 1917: los sacerdotes van a quedar prácticamente fuera de la ley; se
prohíbe el ministerio a los sacerdotes extranjeros… Los Eudistas esperan por tanto la
expulsión oficial o la decisión de su Consejo general. Las comunicaciones siguen siendo
muy difíciles tanto más que los zaparistas cuando se apoderan de una ciudad, cortan las
cuerdas del telégrafo y queman sistemáticamente el correo en la oficina del correo. En
cambio, cosa de maravillar, recibieron siempre, con cierta regularidad, la Revista de los
Santos Corazones. El Padre General cuidaba de insertar algunas palabras manuscritas
en un número de la querida revista que lo vinculaba con el mundo eudista.
Finalmente los Padres reciben la orden escrita de salir de México. El obispo
presiona para retenerlos, pero en octubre de 1918 se produce la salida definitiva,
acompañada de una carta muy elogiosa del prelado hacia los Eudistas. “sacerdotes
santos, modelos elocuentes, sabios consejeros…”
Desarrollo de las obras en Colombia (1914-1930)
Formación de los primeros Eudistas colombianos
En ocasiones se ha reprochado a los Eudistas el haber retardado proponer a los
jóvenes colombianos la formación eudista. Recordemos los primeros llamados y las
primeras fundaciones: juniorato, escolasticado.
En 1906, a causa del clima caliente y húmedo de Antioquia, el seminario menor
diocesano dirigido por los Eudistas fue trasladado a San Pedro, en la región montañosa
de la diócesis (alrededor de 2 500 metros de altura). Eran unos sesenta jóvenes y entre
ellos los dos primeros aspirantes a la Congregación.
Los primeros jóvenes que pidieron hacerse eudistas e ingresaron al seminario
mayor, fueron enviados inicialmente a Europa. Recordemos sus nombres:
* Erasmo Arrieta, entró en 1892, fue incorporado en junio de 1895 y murió
cuatro meses más tarde en La Roche-du-Theil;
* Enrique Amador, entró también él en 1892, se incorporó y fue ordenado sacerdote en
1897 y murió dos años más tarde en Colombia;
* Julio Vásquez, entró en 1895, fue ordenado sacerdote en 1899, murió en Colombia en
1955;
* Francisco Toro, entró igualmente en 1895 y murió como eudi sta en 1943;
* Leonardo Lopera, entró en 1896, fue ordenado sacerdote en 1901 y murió en 1905;
* Joaquín García, se incorporado y fue ordenado sacerdote en 1909; obispo de
Santa Marta en 1918, arzobispo de Medellín en 1942, murió en 1958;
* Luis Pérez Hernández, se incorporó en 1917, fue ordenado sacerdote en 1918,
consagrado obispo auxiliar de Bogotá en 1946, primer obispo de Cúcuta en 1956, murió
en 1959;
*
* No hay que olvidar a Juan de Dios Arroyave, nacido en Santa Rosa en 1906,
incorporado en 1928, quien murió en Roma en junio de 1929; ni a Mariano Cardona,
muerto en La Roche-du-Theil en febrero de 1941.
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Honor a los primeros obispos eudistas colombianos, luto por los jóvenes que
encontraron con demasiada frecuencia una muerte prematura.
La provincia de Colombia en 1930. Informe del Padre Provincial
En 1930, en la Asamblea general celebrada en Gyseghem, en Bélgica, el P. Le
Petit, superior provincial, presentó, sobre la provincia de “Colombia-Venezuela” un
informe de gran calidad. La Asamblea pidió que fuera conocido en toda la
Congregación. Este informe nos da un conocimiento preciso de la presencia eudista en
América del Sur en aquella fecha.
La situación política en Colombia se había deteriorado desde hacía cinco años.
Luego de un cuarto de siglo en paz, los dos grandes partidos políticos tradicional, el
liberal y el conservador, que alternaban en el gobierno del país, se levantaron esta vez
el uno contra el otro. En Venezuela, país vecino, el régimen dictatorial del general Juan
Vicente Gómez, que siguió al de guzmán Blanco, era fuertemente anticlerical.
Seminarios
Llegados a Colombia para la formación de los sacerdotes, los Eudistas animaban
sobre todo seminario diocesanos, mayores y menores, que operaban juntos según la
costumbre local. Esta situación satisfacía a todos: al obispo que asumía los gastos de un
solo establecimiento, y a los Eudistas, que de acuerdo a las competencias personales y a
su espíritu de sacrificio, trabajaban en ambos lados. Un superior coordinaba el conjunto,
con la ayuda y el apoyo de dos “prefectos”, uno del mayor y otro del menor. En todas
partes, los fines de semana estaban bien ocupados en las parroquias vecinas, sin hablar
de las confesiones de religiosas o de sus alumnas en los colegios cercanos. Así se
pasaba la vida de los Eudistas de esas regiones, incluso hoy, con la diferencian que ya
no se encargan de seminarios menores. En 1930 había cinco casas en Colombia que
comprendía un seminario mayor y uno menor, y tres seminarios menores en Venezuela.
De Cartagena, donde los Eudistas trabajaban desde hacía cuarenta y ocho años
habían salido sino unos cincuenta sacerdotes y es preciso notar que una docena de ellos
murieron en sus primeros años. Causas: ¿el clima… las enfermedades? El número de
alumnos oscilaba entre cuarenta y cincuenta.
Pamplona: mucho más floreciente contaba ciento alumnos de seminario menor
y cincuenta en el seminario mayor, en un ambiente excelente.
En Jericó, un seminario todavía en obra de cien alumno servía las diócesis de
Antioquia y Jericó. Fundado en 1917, en convenio con monseñor Crespo, obispo de
Santa Rosa, acogía seminaristas del menor.
En Santa Marta, puerto sobre el Atlántico, el seminario sufría, como en toda esa
costa de penuria tan fuerte de vocaciones que se decidió cerrarlo. El obispo había
trasladado el seminario menor a Ocaña, región más favorable.
Finalmente en Venezuela, entre 1924 y 1926. los Eudistas habían fundado tres
seminarios menores, en la región andina del occidente del país, la más fervorosa y la
más fértil en vocaciones, en San Cristóbal, Mérida y Maracaibo.
A estas ocho casas de formación clerical, es preciso añadir, en Colombia, cuatro
parroquias, dos de ellas estrechamente ligadas a casas de formación eudista, la de San
Pedro y la de Usaquén, éstas van a jugar un papel importante en la vida de la provincia.
Al recorrer estas fundaciones, no olvidemos que estos lugares no estaban
entonces dotados de comunicaciones fáciles. Fuera del gran río Magdalena solo existía
una red férrea de vía estrecha, muy Insuficiente tanto en Colombia como en Venezuela;
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Para el resto, a menudo se debía recurrir al medio de transporte popular en las regiones
montañosas, caballos o mulas.
La formación de los Eudistas: San Pedro y Miranda
Para poder echar raíces en el Nuevo Mundo era necesario suscitar y cultivar
vocaciones. La provincia de Colombia puedo fundar para la formación de los futuros
Eudistas dos junioratos y una noviciado-escolasticado, que iban a desempeñar un papel
decisivo.
Hablamos ya del pequeño pueblo de San Pedro, situado en la montaña, en la
región de Medellín, que gozaba de buen clima, un poco fresco pero confortante, cuyos
pobladores eran acogedores y fervorosos. Como ya vimos, la diócesis de Antioquia
había trasladado allí su seminario menor, en 1906. Dos años más tarde los Eudistas
pudieron establecer allí un juniorato, con una finca destinada a asegurar la vida
material. Un poco más tarde el obispo les propuso hacerse cargo de la pastoral de la
parroquia. Era una maravillosa propuesta tanto más que la iglesia poseía un magnífica
escultura en madera policroma, según el arte español, el “Cristo de los Milagros”, centro
de fervientes peregrinaciones.
Esta decisión suscitó ciertamente algunas envidias y resentimientos, pero se
pudo medir el servicio brindado por los Eudistas, porque hacerse cargo de la parroquia
de San Pedro significaba también para toda la comunidad una acogida incesante de
peregrinos, confesiones hasta las 3 de la mañana, sacramentos a los enfermos en una
parroquia de un radio de 50 kilómetros, lo que significaba en ocasiones hasta diez horas
a caballo, ida y vuelta…
El juniorato se construyó rápidamente rodeado de un hermoso parque arbolado.
Para los Eudista se convirtió en un verdadero hogar familiar donde muchos tiene
guardados sus recuerdos de juventud. En cincuenta años, más de cuarenta Eudistas han
salido de San Pedro.
Posteriormente, en 1927, otro juniorato se abrió en una pequeña localidad, en
Miranda, situada en otra región de Colombia, en Santander. Esta casa sirvió muchos
años de de lugar de descanso para los seminaristas de Usaquén. Más tarde sufrió
dificultades que hicieron escasear las vocaciones, lo que condujo a los responsables a
decidir su traslado a la región de Bogotá, como se verá más adelante.
La formación de los Eudistas: el noviciado-escolasticado de Usaquén
Tener un seminario menor para los jóvenes era importante. Más aún lo era la
fundación de un noviciado y de un escolasticado que permitieran a los jóvenes llegar a
ser sacerdotes eudistas.
¿Cuál sería el mejor sitio para esa fundación? Todos estaban de acuerdo en
alejarse del clima y del ambiente de Cartagena y de la costa. Finalmente Bogotá fue el
sitio escogido. Sin embargo, al principio se había preferido la perspectiva de enviar los
candidatos eudistas a Europa juzgando que Gyseghem, en Flandes de Bélgica, debía
seguir siendo el centro único de la formación. Ese punto de vista explica el retraso, y
también la prueba de varios decesos de jóvenes que no lograban adaptarse a la rudeza
de los inviernos europeos.
Fue pues en Bogotá, en el suburbio de San Cristóbal, donde el P. José María
Fouyard compró en 1912 una casa para establecer el noviciado, Los comienzos fueron
difíciles pues el barrio era malsano. Primero fue el golpe de la muerte de un novicio,
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Germán García, víctima de la tifoidea. Luego el P. Fouyard sucumbió a un ataque de
disentería. El P. Joaquín André estuvo a punto de morir de tifoidea.
Era evidente la necesidad de instalarse en otro lugar. En ese momento vino el
ofrecimiento de Monseñor Herrera, arzobispo de Bogotá. Deseoso de acoger a los
Eudistas en su inmensa diócesis, el prelado les ofreció, sea un terreno en plena ciudad
para construir allí una capilla en honor de Nuestra Señora de las Angustias, sea la
parroquia de Usaquén, municipio cercano al norte de Bogotá. Como el P. Provincial
vacilaba en elegir pues ambas propuestas eran ventajosas, el arzobispo dijo: “Me parece
que ustedes desean las dos fundaciones. ¡Bien, tómenlas ambas!”
Todo esto pasaba en diciembre de 1913. El Consejo general del 5 de enero de
1914 aceptó claramente el proyecto: “Salir del suburbio de San Cristóbal y vender la
casa. Aceptar para la Congregación la parroquia de Usaquén y establecer allí nuestro
Gyseghem colombiano, con la enseñanza de la filosofía, y, si posible, de la teología.
Aceptar el terreno de Bogotá.
El pequeño pueblo de Usaquén pareció al principio muy lejos del centro de
Bogotá, y casi perdido en el campo. Pero pronto se comprobaron las ventajas de esta
situación, abierta a grandes espacios, al pie de montañas que superan los 3 000 metros
de altura.
Un primer seminario se construyó inicialmente, en el centro del poblado, gracias
a los esfuerzos del P. Julio Vásquez, primer Eudista colombiano en ser nombrado
párroco de Usaquén, con el encargo además de adelantar los trabajos. El edificio podía
acoger una veintena de estudiantes. Pronto fue insuficiente, como lo veremos más
adelante.
Nuestra Señora de las Angustias
El terreno ofrecido por el arzobispo, además del de Usaquén, resultó bien
localizado, incluso siendo un poco estrecho. La construcción de la iglesia se adelantó
bien, lo que permitió establecer una residencia para el P. Provincial en pleno centro de
la ciudad. A partir de agosto de 1915 el P. Maturín Jéhanno, provincial, pudo instalarse
en la casa todavía inconclusa. Una construcción de dos pisos, de cuatro costados,
dominaba el patio interior. En cuanto a la capilla, el P. Jéhanno soñaba hacer de ella un
centro de devoción mariana, “como Nuestra Señora de las Victorias de París. Esto
convenía al arzobispo que había hecho voto, catorce años antes, de edificar un santuario
a Nuestra Señora de los Dolores “si el cielo restablecía la paz en Colombia”.
Un cuadro que representaba la “Pietà”, el cuerpo de Cristo muerto en los brazos
de María, fue entronizado muy solemnemente en septiembre de 1915, y a partir de
1916, los muros de la iglesia se levantaron en la corazón de la ciudad.
¡Dos milagros y un obispo!
Durante los años de 1916-1917, años dolorosos para Europa en guerra, es
preciso señalar varios favores del Señor hacia los Eudista de Sudamérica.
Como lo dijimos arriba uno de los milagros aprobados para la beatificación del
Padre Eudes había sido la curación súbita de un juniorista de Plancoët, Luis Bourdon,
quien había perdido del todo la vista como consecuencia de un accidente. Llegado a ser
sacerdote eudista, el joven milagrosamente sanado, había sido enviado a Colombia en
donde se entregaba generosamente desde hacía cerca de veinte años. A menudo había
contado su curación. Esto explica de seguro, que en Colombia el Beato Juan Eudes
fuera invocado a menudo.
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Para proceder a la canonización del santo misionero era necesario poder hacer
reconocer en la corte de Roma dos nuevos milagros. Pues bien, en 1916,
repentinamente se renovaron los signos del cielo.
En julio de 1916, en San Pedro, el Hermano Buenaventura, como consecuencia
de una caída de un caballo, sufría de una fractura de cráneo a la que se añadía una
peritonitis. Se intensificó la oración por el enfermo y se le llevó una reliquia del Beato
Juan Eudes. Al día siguiente el Hermano estaba totalmente curado.
En Cartagena, una religiosa colombiana, Juana Londoño, de la congregación de
la Presentación de Tours, gravemente atacada por la turberculosis, había dirigido su
oración a san Pedro Claver, apóstol de los esclavos, sin éxito. Entonces el P. Luis
Bourdon le recomendó una oración al beato Juan Eudes. La religiosa comenzó a
recitarla sin entusiasmo, y de pronto, el 20 de septiembre de 1916, fue escuchada.
Gracias a estos dos milagros el proceso de canonización pudo culminar, y la
celebración tuvo lugar en Roma, el 31 de mayo de 1925.
El año de 1917 iba a traer a los Eudistas colombianos una nueva menos
extraordinaria pero muy gozosa igualmente: el nombramiento episcopal de monseñor
García Benítez, primero de un grupo de obispos eudistas suramericanos. Su número
tendrá un crecimiento notable.
Joaquín García había nacido el 4 de abril de 1883 en Bucaramanga (Santander)
en una familia de la burguesía local; su padre era periodista y educador. El y su esposa
descendían de una familia noble originaria de Galicia. Joaquín fue enviado a hacer sus
estudios en el seminario menor y luego en el mayor de Pamplona.
Era un alumno brillante, pero de carácter fuerte. Los Eudistas supieron canalizar
su energía y , en 1906, a los 22 años, pide la entrada en la Congregación, cuya
“sencillez y espíritu sacerdotal, le causan admiración. Fue enviado a Gyseghem para
hacer su teología. Termina sus estudios en Roma con un doctorado en teología. Fue
ordenado sacerdote el 18 de diciembre de 1909 en San Juan de Letrán.
Su primera obediencia fue la de profesor de teología en el seminario de Jalapa
en México. El P. Alfredo Malabeuf decía de él: “Es un hombre de deber, en toda la
fuerza del término. Además es extremadamente afecto a la congregación. Si no fuera
por la violencia de su temperamento sería perfecto. En la ciudad goza de la simpatía y
la consideración de todos”. En 1913, el P. Carlos Lebrun, visitador, lo nombra primer
asistente de la comunidad. Pero en 1914. los Padres de Jalapa se ven obligados a salir de
una ciudad cada vez más amenazada por los revolucionarios de Pancho villa. Los
Eudistas comienzan su destrierro: tres días a caballo para llegar a Veracruz. Separado
del grupo por los rebeldes, el P. García estuvo en riesgo inminente de morir, pero luego
de mil peripecias llega también él a Veracruz y más tarde a Colombia.
En agosto de 1914, es rector del seminario menor de Antioquia instalado en San
Pedro, y tres años después es nombrado obispo de Santa Marta.: “Esto ocurre para
bien de mi Congregación que amo con todas las fibras de mi alma”. Algunos meses
después es ordenado obispo, el 17 de abril de 1918, en su ciudad natal, Bucaramanga.
Se recuerda a este obispo por su celo pastoral. Por montes y valles, con los medios del
transporte local sobre todo el caballo y la mula, no cesó de recorrer la diócesis.
El 7 de mayo de 1942, como se verá más adelante, monseñor García fue
trasladado a la sede arzobispal de Medellín, la segunda ciudad del país, centro de la
provincia de Antioquia.
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Conclusión: Los Eudistas y el aprendizaje de la misión
Los cincuenta primeros años de expansión misionera de la Sociedad de los
Eudistas fuera de Francia y particularmente en América del Sur pueden sugerir algunas
conclusiones, en particular la adaptación del gobierno y de las comunidades.
La misión de Colombia había sido la respuesta generosa al deseo del Papa León
XIII. Se lanzó sin cálculo, sin planificación, “a la buena de Dios”. Esto vale también
para los PP. de Martini o Jéhanno, como también para el precursor, el santo P. Teodoro
Hamon. A la muerte del P. Le Doré (7 de junio de 1919) la misión ofrecía todas las
garantías de estabilidad y autosuficiencia. Pero en la idea del superior general todo
había sido provisional, de donde los vacilaciones e incluso los errores. Los responsables
locales no comprendían siempre las decisiones de París.
Todo esto aparece claramente, o entre líneas, a través de los correos entre
Francia y América Latina. Había “duelos epistolares”, largas páginas sin noticias,
Incluso en épocas normales. Los superiores pasaban “momentos amargos” y se
preguntaban si en lugar de sostener la fundación se quería más bien que no se
desarrollara. Durante los treinta años de gobierno del P. Le Doré sólo vino una vez a
Colombia, y no pasó de Cartagena.
Hay que notar también la reticencia de algunos Eudistas para ir a América del
Sur: obstáculo de la lengua, temor más o menos justificado del clima… Es verdad que
se abrió un curso de español en Gyseghem pero ciertamente Canadá atraía más. Y no
cabe duda de que el equipo de Padres franceses que hicieron la provincia de Colombia
eran hombre y sacerdotes generosos, notables tanto en el plano humano como en el
sacerdotal.
Es de extrañar la dificultad de comunicación entre los vicarios, y luego entre los
superiores provinciales y el Consejo general de París. Tanto los Padres de Colombia
como los México se lamentaban de la falta de correo en el sentido París- América
Latina. Pero esto era ciertamente recíproco: los correos se perdían o eran quemados, o
simplemente se cruzaban en medio del Atlántico, o más grave aún, no existían. Es cierto
que en la época el medio de comunicación más rápido era el cable trasatlántico pero no
era fácilmente accesible y costaba mucho.
La dificultad mayor parece haber sido la excesiva descentralización de las
deliberaciones y de las decisiones. Para México en especial, al principio todo dependía
del Consejo general de París. Por su lado, los responsables provinciales de Colombia
no parecen haber tenido la suficiente libertad para obrar, y tomar rápidamente, con su
Consejo, las decisiones urgentes.
Hay que notar además que la Congregación de Jesús y María, lanzada casi por
azar por los caminos del mundo, en Estados Unidos, y luego en Colombia, Canadá,
México no tenía experiencia misionera como otras sociedades lanzadas hacia Asia,
África u Oceanía. Los superiores locales no habían sido formados para tomar por sí
mismos ciertas decisiones importantes.
Es igualmente sorprendente ver que se hubiera esperando tanto tiempo en
preocuparse por organizar un retorno regular de los misioneros. Hay que esperar hasta
la asamblea general de 1926 para ver aprobar el principio de un regreso a Francia “cada
diez años”, dejando esperar retornos más frecuentes para “cuando los viajes puedan ser
un poco más normales”. Dificultades originadas en la pobreza, la guerra o el exilio.
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El P. Enrique Rochereau, eudista (1880-1967)
Explorador del Sarare
En el oriente de Colombia, el Sarare es una región montañosa, habitada por algunos
miles de indios Tunebos. Al principio del siglo eran casi del todo ignorados. Pero llega a
Pamplona un joven eudista francés, enviado a Colombia a causa de la prohibición de las
congregaciones religiosas en Francia. Nacido en 1880, ex alumno de San Martín de
Rennes, ordenado sacerdote en 1905, fue designado en 1906 para el seminario de
Pamplona. Movilizado en 1914 va a Francia para la guerra, Nombrado teniente, recibirá
la condecoración de la Cruz guerra y de la Legión de honor. Gravemente herido el 23
abril de 1915 es hecho prisionero. Fue entonces cuando logró reagrupar, en el campo de
Munster, de 148 seminaristas, igualmente prisioneros de guerra, que pudieron continuar
por tres años sus estudios y su formación. En ese seminario improvisado, “Nuestra
Señora de las Mercedes”, numerosos seminaristas se prepararon para el sacerdocio
detrás de los alambrados1.
Terminado el conflicto, elP. Rochereau regresa a Colombia y a Pamplona.
Apasionado por las ciencias naturales, desde antes de la guerra había explorado el
Sarare y fue allí donde encontró a los Tunebos.
“Fue un domingo y yo celebraba la misa, felicidad de la que me había visto privado
desde hacía largo tiempo. En el momento de comenzar el “Agnus Dei” tuve una
distracción repentina. Ante el altar, tan extrañado como lo estaba yo mismo, estaba un
indio, totalmente desnudo, con su arco y sus flechas. Mi acólito se ocupó de Él, y
pasada la misa, trabamos una conversación mediante gestos”.
Allí comenzó una larga aventura y de una larga evangelización, retomada cada vez
que su presencia no fuera necesaria en el seminario. Durante un mes, y por veinte años,
con la Madre Laura Montoya, quien había fundado una congregación misionera
colombiana al servicio de los Indios y de los pobres, dejó huellas por los caminos del
territorio tunebo. Para realizar la exploración en la selva densa, no había carreteras,
claro está, sino algunos senderos en medio de las lianas. Atravesar algún río que era
necesario pasar mediante cables transbordadores. En adelante, el Padre Enrique
consagrará al contacto y a la evangelización de los Tunebos todo el tiempo que le
dejará libre el trabajo del seminario. Escribía al obispo: “No estoy en el Sarare por
satisfacción personal. Emprendo, a los 46 años, una existencia miserable cuando el
hombre prefiere una vida de estudio y de regularidad mejor que de aventuras.
Reemplazo mis estudios por una vida de obrero y de muletero… Llevo una vida
solitaria. Si tantos esfuerzos abrieran el cielo a un solo Tunebo aceptaría una vida mil
veces peor…”
A fuerza de vivir con sus Indios, y gracias a un joven convertido, que además fue
excluido de la tribu por haber divulgado los secretos, estudió a fondo su lengua
“polisintética” en la que cada palabra es una frase y en la que cada sílaba comporta un
sentido que modifica la presencia de otras sílabas. Escribió una gramática y un
diccionario pues estaba convencido de que esos pueblos fueran evangelizados en su
propia cultura. Pudo así empaparse de su universo religioso. Todos sus trabajos fueron
reconocidos por las autoridades colombianas y por el Museo del Hombre en París,
donde se conserva una parte de sus colecciones.
Para él fue gran sacrificio salir de esa región y dejar ese apostolado. Y cuando murió
en 1967 parece que sus últimas palabras fueron alguna frase en tunebo.
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CAPÍTULO IV
REFUGIO EN CANADÁ
EN LAS PROVINCIAS MARÍTIMAS Y EN LA COSTA NORTE
PRINCIPIOS DE UNA PROVINCIA CANADIENSE (1903-1930)
Los Eudistas en Canadá en 1903 – El colegio de Santa Ana, fundado en Church Point
en 1890 – El seminario de Halifax (1893) – El colegio de Caraquet (1898) – En 1902 la
misión del P. Blanche – La Costa Norte a la llegada de los Eudistas – El desembarco
de 1903 – Tres vicarios apostólicos: monseñor Blanche, monseñor Chiasson, monseñor
Leventoux – La vida en la Costa Norte: el P. Garnier; les Montagnais; en las canteras
– parroquias y puestos de misiones – Construcción de una provincia eudista . Incendio
de los colegios.
Situación de los Eudistas en Canadá en 1903
En el momento en que empieza nuestro relato, los Eudistas están en el Canadá
desde hace trece años. Se han establecido en las Provincias Marítimas, en Nueva
Escocia y en Nuevo Brunswick. Han puesto en funcionamiento un colegio en Church
Point (N. E.) en 1890, un seminario-escolasticado en Halifx, capital de las Provincias
Marítimas, en 1893, y otro colegio en Caraquet, en Nuevo Brunswick, en 1898. La
historia de estas fundaciones que pertenecen al siglo XIX, ha sido escrita por el P.
Andrés Samson y por el P. Jacques Cousteau, al principio de su libro26. Sólo
retendremos lo esencial.
Mucho antes de las expulsiones de 1903, los Eudistas se habían preocupado por
encontrar lugares de refugio. Muchas congregaciones francesas se fueron sobre todo a
los países vecinos: España, Suiza, Bélgica, Inglaterra. El P: Ángel Le Doré, bretón
aventurero, estaba dispuesto a mirar más lejos, hacia el Canadá, en donde sabía podía
encontrar a menudo comunidad de lengua y de fe, y sobre todo amplios espacios.
El 21 de abril de 1890 el P. Ángel Le Doré reunió el consejo en París, con sus
asistentes, el P. Amand Leray, primer asistente, el P. José Dauphin, tercer asistente y
secretario general, el P. Ernesto Regnault y el P. Pedro Julián Guétré, ecónomo general.
En el acta se lee:
“Algunos diálogos se iniciaron relativos a emprender una fundación en el
Canadá con la finalidad de encontrar allí un refugio para la Congregación y una
seguridad contra la ley militar. Cuando se tenga suficiente información se verá lo que
se deba hacer”.
Esta anotación muestra bien que la búsqueda de una implantación en el Canadá
fue considerada primeramente como un refugio posible.
El colegio de Church Point (1890)
Una vez nombrado el 1º de diciembre de 1882 como arzobispo de Halifax, en
Nueva Escocia, monseñor Cornelio O’Brien, canadiense de origen irlandés, se preocupó
por brindar a los jóvenes acadienses de la Bahía Santa María una escuela que fuera un
poco superior a las escuelas elementales parroquiales. Escribía: “En 1886 comencé a
26
André SAMSON et Jacques COUSTEAU, eudistes, Les Eudistes en Amérique du Nord (1890-1983),
Charlesbourg, 1997, 2e. éd.
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buscar cómo establecer una academia comercial en la Bahía Santa María”.
Desesperaba de encontrar apoyo en una comunidad religiosa porque los Oblatos y los
Redentoristas habían rehusado ayudarle. Pero un sulpiciano de Montreal, Jacinto
Rouxel, que había conocido a los Eudistas en el colegio de Redon, le sugirió que
acudiera a ellos. A pesar de un primer rechazo del P. Le Doré en 1887, insistió
mostrándole la necesidad de hacer surgir entre los acadienses una élite de profesionales:
abogados, médicos, periodistas y sobre todo sacerdotes. No se trataba de un simple
refugio sino de una misión. Y así empezó en Church Point, con la llegada del P.
Gustavo Blanche y del P. Amado Morin, a partir de 1890, la fundación de un colegio al
que se añadiría el cuidado de las parroquias de la Bahía de Santa María.
Los comienzos exigieron valor. “La atmósfera no era muy entusiasmante cuando
los Eudistas se dieron a la obra. Sin querer hacer de esos pioneros unos mártires, se
puede decir que el trabajo de los primeros años exigió de ellos cierta dosis de heroísmo.
Les fue preciso resistir a tres adversarios que no les daban respiro: la adaptación al
medio, la pobreza, las pruebas”27, Lo peor de estas pruebas se dio seguramente en 1893,
cuando se produjo el incendio de la casa cural de la parroquia de Santa María, y sobre
todo el 1º de enero de 1899 con el incendio del colegio. Nueve años de trabajo
quedaban reducidos a nada. La reconstrucción empezó en abril. La casa cural fue
reconstruida en 1894 y llegó a ser la cuna de un primer juniorato.
El seminario de Halifax (1891)
Poco después de la fundación del colegio de Church Point, otra fundación, la del
seminario de Halifax, demostró que los Eudistas estaban resueltos a echar raíces en las
Marítimas.
Las cinco diócesis de las provincias marítimas carecían toda ellas de seminario.
Los futuros sacerdotes iban a formarse en Québec, Montreal u Ottawa. Sin embargo,
dentro de una mayoría anglicana o protestante, la diócesis de Halifax tenía una
fervorosa comunidad católica de 50 000 fieles.
Los Eudistas, por su parte, tenían interés en instalar fuera de Francia un lugar
para la formación de sus seminaristas. En 1892 el P. Le Doré indicaba, con ocasión de
una reunión de superiores, la preocupación del momento: “Preparar en Nueva Escocia
un noviciado-escolasticado para recibir a nuestros jóvenes en caso de persecución…
Varios de los jóvenes de la Congregación desean más bien ir al extranjero que
someterse al servicio militar; la pregunta es si es preciso aceptar la deserción en masa.
El Consejo no juzga que esta medida sea prudente; estima que sería conveniente
limitarse a los novicios cuya vocación está más segura y las disposiciones más firmes.
Se necesitaría además el consentimiento escrito de la familia”.
En la primavera de 1893, el P. Le Doré, durante una visita canónica al Canadá,
concluyó con monseñor O’Brien el siguiente acuerdo: la Congregación construiría,
corriendo con los gastos, un seminario en un terreno cedido por la diócesis por 30 000
francos. El seminario, además de ser un medio de formación para los candidatos
eudistas franceses, recibiría al mismo tiempo a los futuros sacerdotes de las diócesis de
las Marítimas y de Terranova; monseñor O’Brien y el obispo de Terranova se
comprometían a activar una promoción de seminaristas diocesanos.
Gracias a préstamos de las comunidades de Francia, y a algunos aportes
generosos, la construcción comenzó en 1894 y el seminario fue inaugurado en el verano
de 1895. Muchas esperanzas se fincaron en el primer superior, el P. Pedro María
Cochet, cuya muerte, el 12 de abril de 1896 fue una prueba dolorosa. “El P. Cochet era
27
André SAMSON et Jacques CUSTEAU, op. cit., p. 16.
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un santo; su muerte constituye gran pérdida para la Congregación” declaró el P. Le
Doré. Pero proyecto de enviar candidatos eudistas de Francia, puesta en marcha en
1895, bien pronto pareció poco indicada a causa de las distancias y cesó rápidamente
cuando se fundó, en 1903, un escolasticado en Bélgica. El seminario gozó desde el
principio de buena reputación y la capilla fue muy frecuentada por los católicos que
apreciaban las espléndidas ceremonias.
El colegio de Caraquet (1898)
El tercer punto de implantación eudista fue el colegio de Caraquet, fundado en
1898. Al nordeste de Nouveau-Brunswick, en la bahía Des Chaleurs, se encontraba un
pueblo de agricultores y de pescadores. A nadie, fuera del sacerdote Teófilo Allard, se
le hubiera ocurrido establecer allí un colegio.
Era cura de Caraquet desde 1885 y, muy dinámico, tenía una fuerte
personalidad. Había emprendido la construcción de una casa parroquial de tales
dimensiones que bien pronto, en 1896, aparecieron sus verdaderas intenciones:
establecer allí un colegio para sus parroquianos que sirviera a toda la región. Su obispo,
monseñor Rogers, obispo de Chatham, era opuesto. Necesitaba por consiguiente
conseguir el apoyo de una comunidad. ¿Y por qué no los Eudistas? El P. Le Doré, de
vuelta al Canadá en 1898 para una segunda visita canónica, fue seducido por el proyecto
y concertó con el “Señor Allard” un proyecto de acuerdo que debería ser aprobado por
monseñor Rogers, por la Congregación de los Eudistas, y por las autoridades romanas.
Finalmente los obstáculos fueron superados; el P. Amado Morin, por entonces en
Halifax, llegó a Caraquet el 12 de noviembre de 1898, el P. José Haquin en diciembre y
el colegio se abrió el 9 de enero de 1899 con veinte alumnos.
El año siguiente el P. Próspero Lebastard llegó a ser superior del colegio.
Llegado en 1893 al colegio Santa Ana, este sacerdote tenía grandes cualidades de líder y
de organizador. “El ejercicio de la autoridad le caía de maravillas. Gozaba de todo
cuanto pudiera ponerla de relieve y le permitía imponerse: exquisitos modales,
dignidad por encima de todo elogio, y un conjunto de virtudes sacerdotales que le
atraían la estima de todos”.
Atento a todos los aspectos de la marcha del colegio, emprendió en 1901 su
carrera de constructor comenzando por la ampliación de la casa. Trazar planos, vigilar
los trabajos, incluso meter en ocasiones su mano era para él encontrar un género de vida
más conforme con sus disposiciones que las tareas de la enseñanza. Fue superior de
Caraquet hasta 1909 y, luego de un breve retorno a Francia, fue nombrado vicario
provincial en 1911 y residió en Halifax hasta 1913.
La misión del P. Blanche en 1902
El P. Le Doré visitó frecuentemente a América en el principio de estas
fundaciones, en 1893, en 1895, en 1898 para dar ánimos a estos comienzos. En 1902 se
trataba de actuar y de hacerlo con rapidez. A partir del voto de la ley sobre las
asociaciones, en 1901, se debía esperar lo peor. Puesto que las fundaciones en el
Canadá era esperanzadoras lo indicado era encontrar lo más pronto posible un refugio
en América del Norte. Las elecciones de 1902 acababan de ser ganadas por el bloque
anticlerical. Emilio Combes llega al gobierno y desde el verano de 1902 numerosas
escuelas de congregaciones fueron cerradas.
El P. Gustavo Blanche, el fundador de Church Point, había sido llamado a
Francia en 1899 y era prefecto en el colegio de Versalles. En agosto de 1902, recibe del
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P. Le Doré la misión de encontrar en el Nuevo Mundo “seguridad y refugio” para los
Eudistas amenazados. Tal era el convencimiento del superior general. “Será sobre todo
en las dos Américas donde la Congregación continuará su vida como sociedad,,y
cumplirá su misión”. El P. Blanche se embarcó inmediatamente en Le Havre y llegóo al
sur de Estados Unidos, con la esperanza de establecer entre los acadienses de Luisiana
una obra similar a la de la Bahía de Santa María. En Nueva Orleáns, el obispo
coadjutor, monseñor Rouxel, ex alumno de los Eudistas en Redon, fue claro: “No hay
nada que hacer aquí, Padre, ustedes no serían sino la rueda de repuesto de un coche”. El
arzobispo tampoco fue más allá en compromisos porque el clero local era absolutamente
opuesto a la acogida de nuevos extranjeros.
El emisario del P. Le Doré tampoco tuvo éxito ante los obispos de Natchez,
Mobile, Saint-Augustin, Charleston, Little Rock. En Fall River supo fortuitamente que
la diócesis de Rimouski buscaba sacerdotes y tuvo la fortuna de encontrar en Québec,
reunido con otros obispos, al obispo de Rimouski, monseñor Blais. Este último ofreció
un puesto a los Eudistas. De inmediato, un Padre del seminario de Halifax, el P. León
Jennet, recibió por telegrama la orden de pasar al seminario de Rimouki. Los obispos de
Valleyfield y de Chicoutimi, parecieron también estar dispuestos a recibir Eudistas en
sus seminarios. El P. Blanche pudo, pues, encontrar una quincena de obispos, antes de
regresar a su puesto de prefecto en el colegio de Versalles para la entrada del año
escolar. Dos meses después volvía a emprender viaje para América para fijar las
fundaciones cuyo terreno había preparado y además adelantar la visita canónica de las
casas de América del Norte.
Monseñor Labrecque, obispo de Chicoutimi, que había considerado con el P.
Blanche, en septiembre de 1902, la posibilidad de confiar a los Eudistas una parroquia
obrera en su ciudad episcopal, lo recibió de nuevo en diciembre; proponía a los Eudistas
la parroquia del Sagrado Corazón. El superior general aceptó con reconocimiento: “Le
estoy muy agradecido, monseñor, por acoger con tanta caridad esos pobres
desterrados… Nos haremos cargo, como nos lo propone, de la iglesia del Sagrado
Corazón con sus cargas y sus entradas…” El P. Luis Le Doré fue nombrado, el 26 de
diciembre de 1902, como primer cura de la parroquia, con el P. Eduardo Tavert, como
vicario.
Finalmente, en Chicoutimi, wl obispo propuso a los Eudistas hacerse cargo de la
prefectura apostólica del Golfo San Lorenzo del que era administrador. El acta del
Consejo gneral de la Congregación, registra en 21 de enero de 1903 lo siguiente:
“Se acepta en principio y de manera general todos los puestos que se presentan
en Canadá: seminario de Chicoutimi, Santuario de peregrinación de Santa Ana en la
diócesis de Rimouski, etc. El P. Blanche escribe que el obispo de Chicoutimi nos
confiaría gustoso la misión del Labrador donde un día se establecerá un Vicariato
apostólico (…) Que el P. Blanche visite esta misión y no permita que caiga en otras
manos”. Y efectivamente, el 23 de febrero de 1903, el obispo de Chicoutimi enviaba a
Roma una súplica en la que pedía que se confiara a los Eudistas la prefectura apostólica.
Se puede valorar así la importancia capital de la misión del P. Blanche en 1902 y
de las decisiones tomadas a favor de tantos Eudistas franceses. Ellas iban a fijar por
mucho tiempo la presencia eudista en Canadá, delineando ya la futura Provincia eudista.
Pero antes de abordar este punto no es inútil consagrar algunas páginas a la imagen
fuertemente simbólica de la Costa Norte.
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La Costa Norte antes de la llegada de los Eudistas
En el curso del año 1903, cincuenta Eudistas, huyendo de Francia, llegaron al
Canadá. La mayoría desembarcó en Rimouski, a mediados de agosto, y fueron acogidos
por el P. Gustavo Blanche que se encargaría de repartirlos: tres seminaristas al
seminario de Halifax, tres Hermanos a la Bahía Santa María, dos a Halifax, cuatro a
Caraquet. De los treinta y ocho sacerdotes, seis llegaron a la Bahía Santa María, seis a
Caraquet; cuatro a Rogersville; cuatro a Halifax, tres a Volleyfield, dos a Dakota del
Sur. Diez iban para la Costa Norte.
En una carta del 3 de septiembre de 1903, el P. Francisco Hesry describe al
superior general su viaje. El sábado 29 de agosto, catorce Eudistas –contando los diez
que acababan de llegar de Francia- se embarcaron en el King Edgard. El delegado del
obispo de Chicoutimi que los acompañaba les designaba cada día su misión:
Manicouagan, Rivière-Pentecôte, Sept-Iles, Rivière-su-Tonnerre, Magpie, Pointe-auxEsquimaux, y finalmente Natashquan. Los Eudistas empezaban su epopeya en la Costa
Norte.
La Costa Norte del golfo San Lorenzo era una larga cadena de pueblos
diseminados en 800 kilómetros de costas desocupadas, franja del inmenso Labrador, ese
escudo de rocas primarias, de lagos y bosques que se extiende mucho más allá del
círculo polar. Su minúscula población, apenas un poco más de diez mil habitantes, se
dividía en dos grupos: los amerindios y los blancos. Los primeros, Les Montagnais, eran
en su mayoría cazadores de pieles, que hibernaban en los bosques y pasaban el verano
en los pueblos. Por su parte, los blancos vivían preferentemente del mar y de los
bosques. Quebequenses, Terranovenses o Acadianos, se habían instalado a lo largo del
siglo XIX como pescadores y leñadores. Eran pueblos muy sencillos, “profundamente
hospitalarios, serviciales hasta el extremo del sacrificio” dirá monseñor Labrie.
La evangelización de la Costa Norte había sido confiada sucesivamente a las
diócesis de Québec, de Remouski y de Chicoutimi. Desde fines del siglo XVIII, un
Eudista había trabajado en ese lugar. En efecto, el Padre Gabriel Le Courtois, desterrado
de Francia por la Revolución, emigró a Québec en junio de 1794, a la edad de 31 años.
En 1798 el obispo de Québec le asignó a Rimouski, los puestos de guardia del rey y la
misión de Les Montagnais. Ls misión estaba lejos de ser una sinecura. Además de
Rimouski y de la ribera sur del río San Lorenzo, el P. Courtois debía recorrer el río
Saguenay, la región del Lago San Juan y la Costa Norte, todo eso con medios de
transporte rudimentarios. En enero de 1807, llegó a ser párroco de Saint-Etienne de la
Malbaie. En 1822 fue nombrado en San Lorenzo, en la isla de Orleáns, y debía atender
la visita de los Amerindios del Saguenay. Murió en 1828 y reposa en la iglesia de San
Lorenzo. Fue el precursor de los Eudistas en tierras canadienses.
En 1882, el inmenso territorio de la Costa Norte fue constituido como Prefectura
apostólica. Pero monseñor Labrecque, que atendía juntamente los cargos de prefecto
apostólico y de obispo de Chicoutimi, estaba agotado por la tarea. Escribió entonces al
cardenal Begin, arzobispo de Québec, el 17 de abril de 1903: “Prefiero vivir
pobremente y no exponer mis mejores sacerdotes a ir desde comienzos de su ministerio
a deformarse en el Labrador… Creo que es prudente para mí aprovechar de la crisis
religiosa en Francia, para aliviar mi diócesis y deshacerme de un elefante…”
Llegada de los Eudistas franceses a la Costa Norte
El obispo de Chicoutimi había enviado a Roma, el 23 de febrero de 1903, una
súplica en la que pedía que se confiara a los Eudistas la prefectura apostólica. El 13 de
julio era un hecho cumplido. El obispo no pudo menos de dejar escapar un suspiro de
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tranquilidad: “La prefectura ha pasado finalmente a manos de los Eudistas, escribe a
monseñor Marois. ¡Qué liberación para mí y para el clero!” El 29 de julio, el P. Le
Doré publicaba la noticia en una circular: “Por petición de su excelencia monseñor
Labrecque, obispo de Chicoutimi… la Sagrada Congregación de la Propaganda confía
a nuestra Congregación la Prefectura apostólica del Golfo de San Lorenzo… los
Padres deberán atender el servicio de parroquias escalonadas en las riberas del río, y
las Hermanas de Kermaría les ayudarán en las escuelas y en la atención a las iglesias y
los curatos”. El P. Blanche llegó a ser el primer prefecto apostólico de la Costa. Se
residenció con sus colaboradores en Chicoutimi, el 1º de septiembre de 1903, y la
erección canónica de la parroquia del Sagrado Corazón tuvo lugar el 16 del mismo mes.
Tres vicarios apostólicos
Monseñor Gustavo Blanche
Nombrado prefecto apostólico, el P. Blanche seguía siendo vicario provincial y
continuó a habitar en Chicoutimi hasta 1905. Desde abril de 1903 esribía al superior
general: “Es el momento de separar la provincia de la prefectura y sería bueno que esa
división se hiciera pronto… Cuando Ud. la proclame a mí no me quedará sino
adentrarme en los lugares desiertos del Labrador”. En 1905 la prefectura se convirtió
en vicariato apostólico y el P. Blanche recibió la ordenación episcopal, el 28 de
septiembre de 1905 en la catedral de Chicoutimi. El arzobispo de Québec, monseñor
Bégín, presidió la celebración y el nuevo obispo, en su primera carta pastoral,
presentaba así su misión: “Preparar los caminos de Dios, representar a Jesucristo…
comunicar a ustedes su verdad y sus gracias, hacer que en este inmenso territorio se
irradien las luces de la fe y los ardores de la caridad, sostener la entrega de los
misioneros, mantener muy alta la abnegación de las queridas religiosas…
Monseñor Blanche fijó su residencia episcopal en Sept-Iles y abrió en seis años
cinco puestos misioneros; Anticosti, Rivière Saint-Jean (1907), Clarke City (1907),
Betsiamites (1909= y Blanc-Savlon (1910). Come escribe el P. Basilio Babin28:
“Monseñor Blanche fue el hombre providencial que se necesitaba para fijar
sólidamente a los Eudistas en la Costa. Sacerdote ejemplar, hombre de gran prestigio,
de una fe capaz de transportar montañas, supo apoyar a los Padres en todas sus
iniciativas para asegurar el progreso de los fieles, no sólo en el plano espiritual sino
también en el plano de lo material. Era la época en que la gente necesitada esperaba
todo de los “curas”: que hicieran de médicos, notarios, constructores de caminos,
ingenieros de puentes y calzadas, como decía con humor el P. Luis Cormier,
intercesores ante el gobierno y eventualmente mecenas”.
Cuando llegó la Asamblea general de los Eudistas, en París, en julio de 1916,
Monseñor Blanche se hizo la obligación de tomar parte en ella, a pesar de sufrir serios
quebrantos de corazón. Para él, llegaba el momento oportuno de abogar por la causa de
su vicariato y de sus misioneros. Lo hizo con toda su alma. Leyó una larga memoria en
la que presentaba todos sus sufrimientos, sus temores, sus esperanzas, Cuando terminó,
evocando una vez más su amada Costa Norte, se desplomó suavemente, abatido por la
muerte. Era el 27 de julio de 1916.
28
Basile BABIN, en un estudio de junio de 1978 concerniente a la obra de los Eudistas en la Cosata
Norte, citado por A. SSAMSON y J. CUSTEAU, op. cit. P. 44.
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Monseñor Patricio Alejandro Chiasson
Había nacido en 1867 en Gran Étang en L’Île-du-Cap-Breton. Patricio Chiasson
era ex alumno del colegio Santa Ana y fue a Francia a recibir la formación eudista. Fue
ordenado sacerdote en Rennes en junio de 1898. Era superior del colegio Santa Ana
cuando fue escogido como vicario apostólico del Golfo el 27 de junio de 1917. Pasados
tres años a la cabeza del vicariato, fue nombrado obispo de Charham en Nouveau
Brunswick. Llegaba a ser el primer obispo francófono de esa diócesis de mayoría
francófona.
Monseñor Julián María Leventoux
Nació en 1868 en Trévelan, diócesis de Saint-Brieuc. Entró donde los Eudistas y
fue ordenado sacerdote en junio de 1892. Fue profesor en Francia hasta las expulsiones
y llegó a Canadá en 1903, y a la Costa Norte en 1912. Trabajaba en la isla de Anticosti
cuando fue nombrado vicario apostólico en 1922. Se estableció en Havre-Saint-Pierre
que se llamó hasta 1924 Pointe-aux-Esquimaux, e hizo construir allí un hermoso
palacio episcopal. Permaneció allí hasta su dimisión en 1938 y murió en Chicoutimi el 3
de septiembre de 1946.
Abrió al menos seis puestos misioneros o parroquias. En esa época se
establecieron empresas en la Costa Norte para la pesca y sobre todo para la explotación
de los bosques y la fabricación de la pasta para hacer papel. Monseñor Leventoux supo
negociar hábilmente con esos industriales, en su mayoría protestantes. Educado,
paciente y rico en el don de convencer, supo obtener de ellos condiciones
extremadamente ventajosas para las iglesias, para los misioneros, para la dotación de
obras sociales. Una de las prioridades de monseñor Leventoux fue el desarrollo de las
escuelas. Desde su llegada a la Costa Norte se hizo educador, y el convento San José,
en Havre-Saint-Pierre formó numerosas maestras para las “escuelitas”. Fue una
verdadera hazaña hacer sobrevivir esas escuelas durante la crisis económica de 1929. El
P. Carlos Lebrun, que fue provincial de Canadá de 1920 a 1930 tenía en alta estima el
trabajo realizado con discreción por este tercer vicario apostólico de la Costa Norte.
Parroquias, misiones, “aserraderos”
No pudiendo relatar todo, hemos escogido presentar cuatro parroquias de la
Costa, todas ellas marcadas profundamente por la presencia de los Eudistas.
Anticosti: Nuestra Señora de la Asunción
La isla de Anticosti, situada en el Golfo San Lorenzo, es muy extensa: 230 kms.
Por 36. Inicialmente propiedad de un rico francés, Enrique Menier, luego de una
sociedad papelera, la Consolidated Bathurs Paper, la isla fue comprada en 1972 por el
Gobierno de Québec y desde entonces se ha convertido en un paraíso muy frecuentado
para la cacería y la pesca. En 1904Anticosti contaba unos 5000 habitantes. Veintitrés
Eudistas on trabajo allí hasta 1973.
Baie-Comeau: parroquia de Santa Amelia
La ciudad de Baie-Comeau, llamada así en honor de Napoleón Alejandro
Comeau, quien fue guía forestal, empleado de correos, naturalista, oficial de policía
judicial, telegrafista, funcionario, fue fundada en 1936 por Roberto Mac Cormick para
una empresa, la North Shore Paper, destinada a proveer el papel necesario para el
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“Chicago Tribune”. Otras fábricas se establecieron después en ella y transformaron el
minúsculo pueblo en un importante centro industrial y comercial. Monseñor Leventoux
confió la fundación de la parroquia al P. Luis Felipe Gagné, quien fue párroco entre
1936 y 1948. Unos cuarenta Eudistas ejercieron allí su ministerio, antes de confiarla al
clero diocesano a partir de 1995.
Havre Saint-Pierre
Havre Saint-Pierre fue fundado en 1857, 160 kms al oriente de Sept-Îles. Antes
los habitantes vivían de la caza, de la pesca o trabajaban en las canteras. Ahora, gracias
a la industria minera la ciudad ha conocido un desarrollo importante y se ha convertido
en centro turístico para los visitantes de las islas Minga. Los primeros obispos eudistas
establecieron allí su sede episcopal, y unos cincuenta Padres trabajaron allí a partir de
1903.
Sept-Îles
Sept-Îles fue uno de las primeras instalaciones comerciales de los reyes de
Francia en el nuevo continente. En 1535 Jacques Cartier descubrió este lugar habitado
por los Montagnais y lo llamó: “Las siete islas redondas”. Los blancos, de origen
acadiense y canadiense-francés, establecieron allí, a finales del siglo XVIII, un puesto
de comercio de esclavos: siendo importante puerto de mar favoreció el comercio
internacional. A principios del siglo XX, era, después de Clark City, la ciudad más
habitada de la Costa Norte. Entre 1903 y 1953 una docena de Eudistas trabajaron allí.
Silueta de pastor en su parroquia: el P. Luis Garnier
Para comprender mejor la vida y la obra de los “Padres de la Costa” presentemos
a uno de ellos, el P. Luis Garnier. Fue párroco por veintisiete años, de 1918 a 1945,
Riviére-au-Tonnerre. Era una parroquia pobre: la pesca, la agricultura y los talleres
bastaban apenas para subvenir a las necesidades. El cura desempeñó allí una obra de
pionero tanto en el campo social como en el pastoral. Así los describe un fiel de
entonces:
“Conservo de él recuerdos bastante claros; sin embargo sólo tenía yo siete años
cuando mi familia salió del pueblo. Lo que más impresionaba al niño inquieto que era
yo era el entusiasmo vibrante de ese misionero con una contextura de luchador.
Recuerdo, que como buen francés, tenía una elocuencia que nos tenía pendientes de sus
labios. Elocuencia arrebatada, a veces no exenta de un poco de cólera que nuestra
profesora calificaba de “santa” y que por tanto nada tenía de semejantes con la
nuestra. Me recuerdo de sus visitas de párroco… Tocaba en ellas todos los temas:
religión, salud, cacería, sin olvidar sus proyectos de constructor, que explicaba con
gestos de … constructor”.
El P. Garnier mantenía fructuosos contactos con los hombres de la política.
Gracias a sus intervenciones trozos de carretera y puentes fueron construidos para unir
pueblos aislados. La industria de la pesca se desarrolló y un dispensario fue construido.
Una entrevista del Padre Garnier con el primer ministros Tachereau dio el impulso
decisivo a la instauración de los servicios de salud en la Costa Baja. Su superior
provincial, el P. Alberto D’Amours, le escribía en 1941: “Usted tiene la fortuna de
tener amigos íntimos entre la gente influyente del gobierno y de otras esferas. Quisiera
conocer su fórmula para cautivarlos también yo. Por donde quiera que voy alguien me
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habla del maravilloso Padre Garnier. ¡Bravo! Siga haciendo bien. No me causa envidia
sino gozosa satisfacción!”
Entresaquemos algunos temas de su libro de sermones de 1934-36. A menudo
recordaba a los parroquianos el mandamiento de la Iglesia para invitarlos a pagar el
diezmo. “Si, pues, aquí ustedes no hacen esfuerzos para cumplir esos derechos, la
Congregación de los Eudistas se verá obligado, muy a su pesar, a retirar el sacerdote”
declaraba desde el púlpito. Denunciaba el comercio de las bebidas embriagantes
introducidas por contrabando así como la negligencia de varios que no frecuentaban la
iglesia el domingo. Llamaba al orden a los perezosos que contaban sólo con el gobierno
para que los hiciera vivir. Las trasnochadas, la modestia, el respeto y la obediencia
debidos al sacerdote así como los encuentros frecuentes entre jóvenes eran igualmente
objeto de sus observaciones. “Dicen que soy demasiado bueno, decía, y sin embargo no
puedo darme este testimonio sino en el púlpito. Nunca he dudado en decirles todo lo
que pienso. Siempre he fustigado los desórdenes…”
Les Montagnais
Los misioneros gustaban de su ambiente vital y de su ministerio: grandes
espacios, largas distancias para recorrer en “comético” (trineo tirado por perros), o en
frágiles canoas visitando enfermos, realizando encuentros con los amerindios. Todo esto
les colmaba y con pesar dejaban la Costa Norte cuando la edad o la enfermedad los
obligaban a hacerlo. Algunos, como el P. Dionisio Doucet, se especializaron en la
misión entre Les Montagnais, que, hacia 1940, eran uno 2 000 en el vicariato.
Les Montagnais, dice monseñor Labrie, son hermosos, inteligentes, industriosos
y sobre todo buenos. Todos son católicos, hablan su lengua, el montagnais. Y casi todos
francés. Casi todos saben leer, escribir y cantar. Tienen su catecismo, su Historia
Sagrada, su gramática, sus libros de oraciones y de cantos. De octubre a mayo viven en
sus campamentos en los bosques, para cazar animales de pieles valiosas. En las largas
noches de invierno el papá y la mamá hacen improvisadamente el oficio de maestros de
escuela… En el verano, los niños asisten a la escuela dirigidas por las religiosas o por
profesoras para completar la educación recibida de sus padres”.
El P. Dionisio Doucet (1894-1988) trabajó durante veintiún años, de 1920 a
1941, en Betsiamites, misión compuesta en el 90% por los Montagnais. Habiendo
llegado en octubre de 1920, a los tres meses de ordenado, aprendió la lengua de los
Montagnais, gracias al P. Augusto Tortellier: “Mari, statamishkatin shakasineshkakuin
aiamieu miruasiiuene” era el comienzo del Ave María. En 1922 el P. Doucet llegó a ser
misionero itinerante en las reservas de Sept-Îles, Morgan, etc. Una misión podía durar
hasta tres semanas: misa, catecismo, confesiones, rosario, sermón, bendición del
Santísimo Sacramento llenaban el día. A mediados de agosto, el P. Doucet volvía a
Betsiamites, lugar de su residencia. Ni la fatiga de los viajes, ni la falta de confort en
los lugares de paso, ni las dificultades de la lengua empañaban lo que era a sus ojos el
más hermoso de los ministerios.
Los “aserraderos”
En Canadá esta palabra se emplea en la explotación forestal. Algunas compañías
habían obtenido la concesión de miles de acres para explotar el bosque y extraer madera
de construcción o de pasta para papel. Esas compañías contrataban leñadores para
aserrar y transportar troncos hasta los ríos. Durante la primavera, en la época del
deshielo, los ríos los llevaban y, florando, obreros especializados los guiaban hasta las
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fábricas, situadas en la desembocadura de los afluentes en los ríos. Los leñadores iban a
los aserraderos en otoño y no regresaban de allí sino en primavera.
Desde 1904 el aserradero se convirtió en lugar de apostolado para los Eudistas.
Durante el invierno, cuando llegaba la nieve, el misionero “subía al aserradero”, a más
de sesenta millas (100 km.), adentro del bosque, en un trineo tirado por caballos: a
veces se iba con los proveedores de víveres, encaramado sobre sacos de harina, de
fríjoles, de avena. Un Padre podía recorrer de esa manera hasta 500 kms en el curso de
un invierno y celebrar unas cincuenta misas en los diversos campos. Actualmente en
esos aserraderos se encuentran, claro está, mejores condiciones de alojamiento y de
trabajo.
El P. Luciano Bourque (1896-1960), párroco de Godbout, de 1929 a 1 936
,cuenta en términos pintorescos una misión de dos semanas. Tuvo lugar en diciembre de
1932 en los aserraderos de su parroquia. En la misa que precedía a su partida invitaba a
los feligreses a orar por el éxito de esa misión. Apenas pasado el medio día, su guía se
presenta y carga el equipaje en el trineo: “Altar portátil con todo lo necesarios, saco de
dormir… y además setecientos u ochocientos rosarios, medallas y escapularios para los
leñadores a quienes les gusta, con ocasión de la misión, tener un pequeño recuerdo. Sin
olvidar la máquina de fotografía y un minúsculo “cine-Kodak”.
“Estábamos en pleno bosque desde hacía tres horas, cuando repentinamente, en
lo alto de una lomita, vemos a lo lejos el primer campo donde debía quedarme esa tarde.
El contratista (el patrón) acoge al cura que cena en compañía de los leñadores. Estos se
retiran en seguida a sus campamentos. El guía regresa a Godbout y el P. Bourque se
dirige al campamento del contratista para esperar con él la señal del cocinero que
anuncia que todo está listo para comenzar. (La cocina era a menudo el lugar de la sala
de reunión).
La apertura se hace a las siete. “Voy adelante, seguido del contratista, del
capataz, del segundo de la empresa, y de todos los leñadores. Me dirijo a la cocina.
Todo el mundo toma puesto como para la comida. Apoyado en la mesa, detrás de la
estufa, de pie, miro desfilar esos leñadores de rostros bronceados, la cabeza hirsuta, la
barba enmarañada… Son buena gente y me parecen bien dispuestos”. El misionero
comienza entonces el rezo del rosario y continúa con el examen de conciencia. Los
penitentes van en seguida al campamento del “contratista” para la confesión de sus
faltas.
Al día siguiente, por la mañana, los leñadores asisten a la misa. “Es edificante
ver con qué recogimiento y qué espíritu de fe todos participan en el divino misterio y
reciben la comunión”, anota el P. Luciano Bourque. En la mañana visita el aserradero,
conversa con los hombres, les distribuye los objetos piadosos y toma fotos. En la tarde
va a otro aserradero y repite el mismo ritual. El 23 de diciembre, luego de visitados doce
aserraderos, el cura está de vuelta en Godbout.
Así era la vida de los Eudistas en Costa Norte. Sin embargo la sencillez de las
relaciones que se vivían allí, la solidez de las tradiciones cristiana que reinaban no
deben engañarnos. Para los primeros Eudistas, arrancados de la “dulce Francia” y de su
vida de profesores, fue una prueba muy dura: rigor de un clima en el que el verano es
fugitivo y el invierno interminable; la monotonía de la vida en comunidades muy
pequeñas; y sobre todo el aislamiento del que hoy no podemos tener idea. El correo
llega en los barcos poco frecuentes y se interrumpe durante todos los meses de invierno,
las comunicaciones precarias, en trineos tirados por perros o en canoas, ausencia total
de carreteras. No olvidemos tampoco los peligros a los que se enfrentaban esos
misioneros improvisados. Dos murieron ahogados bajo el hielo.
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La explotación de minas de uranio y sobre todo de mineral de hierro ha
cambiado totalmente ese mundo de leñadores, de cazadores, de pescadores. Su
aislamiento ha sido roto, etapa tras etapa, gracias a la aviación, a la radio, a la televisión,
y hoy por la red de Internet. Una carretera se extiende a lo largo del río. Pero la vida en
la Costa Norte continúa siendo exigente y tenaz.
Construcción de una provincia eudista canadiense
La Congregación de los Eudistas no tenía, a comienzos del siglo XX la
experiencia de fundaciones lejanas y durables. Los intentos del siglo XIX en los Estados
Unidos no habían durado mucho tiempo. Además las Constituciones, incluso
actualizadas en el siglo XIX, sólo preveían un gobierno absolutamente centralizado y
todavía hoy nos causa extrañeza ver al Nuevo Mundo, durante decenios, recurrir a París
y al Consejo general incluso para decisiones o permisos de poca importancia. Sin
embargo, en 1890, el P. Blanche había recibido del superior general una amplia
delegación, sin título oficial, para establecer y dirigir fundaciones canadienses, y ejerció
esa delegación hasta su retorno a Francia en 1899.
El P. Pedro María Dagnaud, que lo reemplazó entonces fue llamado “vicario
provincial”. De regreso al Canadá, de1903 a 1906, el P. Blanche fue llamado
igualmente “vicario provincial”, asistido por un consejo de dos Padres. Llegado a ser
obispo en 1905, fue reemplazado en el vicariato por el P. Juan Levallois, superior del
seminario de Halifax. En 1908, el P. Dagnaud tomó de nuevo el cargo y después de él,
en 1911, el P. Próspero Lebastard, hasta 1920.
El P. Carlos Lebrun, que le sucedió en 1930, fue, en sentido canónico, el primer
superior provincial fue sólo en 1929 la Congregación de Religiosos reconoció
oficialmente la división de la Congregación de los Eudistas en provincia.
Durante este período, Canadá conoció dos acontecimientos sobresalientes:
* en primer lugar, la guerra de 1914 en la que tomó parte como parte del imperio
británico,
* y sobre todo la crisis llamada “la gran depresión” de 1929. Canadá y toda la
América del Norte se sumergieron en una crisis económica que duró casi diez años.
Miles de familias debieron recurrir a los auxilios improvisados para los numerosos
desocupados, despedidos de las empresas en quiebra. Este período dramático afectó
pesadamente a los colegios eudistas al igual que a todo el pueblo. En noviembre de
1932, el P. Francisco Tressel, superior provincial, escribía a monseñor Chiasson, obispo
de Chatham: “La crisis financiera nos afecta de tal manera que con angustia nos
preguntamos como vamos a hacer frente a nuestras obligaciones con nuestros
acreedores… El número de alumnos disminuye cada año y nuestros Padres no
encuentran ya intenciones de misas…” Las parroquias también viven tiempos difíciles.
Se iban a añadir para los Eudistas varias pruebas imprevistas.
El incendio de los colegios
El colegio fundado en Caraquet por iniciativa del sacerdote Allard y construido
por el P. Lebastard, que le dirigió hasta 1909, vivía en plena prosperidad. Muy bien
administrado, contaba más de 800 internos. Pero en la noche del 30 al 31 de diciembre
de 1915 un incendio lo destruyó totalmente. Afortunadamente los alumnos sencontraban
en vacaciones pues los cinco o seis Padres que habían permanecido en el colegio
tuvieron justo el tiempo de ponerse a salvo. Era una pérdida de más de 200000 dólares,
de los cuales sólo 58 000 podían recuperarse a partir de los seguros.
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AUGUSTO BREZEL (1867-1912)
Misionero de la Costa Norte
En 1912, el vicariato del Golfo San Lorenzo sufre un nuevo duelo. En 1907 el P.
Juan María Conan había muerto ahogado. Y ahora un nuevo trágico accidente, la
muerte del P. Brezel.
Había nacido en Fougères, en una familia de obreros. Augusto Bredzel hizo sus
estudios en Plancoët, luego en Redon y Rennes, en el noviciado de Kerlois y en La
Roche-du-Theil. Ordenado sacerdote en junio de 1893, se ocupó de los más
pequeños en San Juan de Versalles. Desterrado de Francia en 1903, con cuarenta
otros compañeros, fue enviado al Vicariato del Golfo San Lorenzo. Monse3ñor
Blanche lo encarga inicialmente de la misión de Manicouagan, y luego de Bethsimis.
¿Cuál era su ministerio? Se dirigió a los que trabajan dispersos en los aserraderos de
madera, y a sus familias, reagrupadas en pequeños centros en los que era preciso
construir iglesias y casas parroquiales, y ocuparse de todos, y a veces, llamado por
teléfono ir a asistir a los enfermos, a 10 o 20 leguas, en trineos de perros. A su
ministerio añadía la pintura para decorar las humildes iglesias, y para distraer las
familias que padecían el aislamiento hacía juegos de prestidigitación, cosa que le
valió el sobrenombre de “Padre brujo”.
El 7 de diciembre de 1912, salía de un aserradero para regresar a la casa misionera.
Era necesario atravesar un río de más de una milla de largo. “¡Cuidado! El hielo está
muy quebradizo… No atraviese por encima, dé la vuelta por el extremo de la bahía”.
Una hora más tarde alguien vino a decirnos: “¡El Padre Brézel cayó al agua!”.
Acudimos corriendo de inmediato. Ya dos muy intrépidos, usando una piragua
rústica, habían ido a socorrerlo. A unos cien metros, un hueco de agua clara; echado,
inmóvil, el perro fiel; en el trineo un morral abandonado… ¡Qué espectáculo!
“Nuestro Padre está perdido” grita uno de los socorristas. “Quizás se pudo agarrar
del hielo”. No, la corriente de las grandes mareas lo había arrastrado de inmediato
bajo el hielo.
Algunos feligreses lo habían visto internarse, casi en línea recta, demasiado cerca
del agua… Búsqueda vana. Yace en el fondo del agua. ¡Qué tumba! Se había
confesado media hora antes y no le temía a nada. Todos los corazones se le abrían,
en todas las casas era acogido como un amigo.
Mientras las muestras de simpatía afluían de todas partes, el Provincial preparó
de inmediato la reconstrucción. Por consejo unánime de los Padres decidió levantarlo de
nuevo no en Caranquet, demasiado aislado, sino en Bathurst, mucho mejor situado,
pequeña ciudad industrial que era igualmente un cruce de vías férreas.
Precisamente en esa ciudad de Bathurst los Eudistas habían determinado
reagrupar toda la formación: juniorato, noviciado y escolasticado. Fue difícil tomar esta
decisión dada la oposición de los habitantes de Caraquet y del mismo obispo de
Chatham. Por el contrario, la opción de los Eudistas estaba bien apoyada por el clero
local. Los trabajos de la nueva construcción comenzaron en 1912 y terminaron en 1916.
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Podían acoger al menos provisionalmente a los supervivientes de Caraquet. Este colegio
del Sagrado Corazón era un hermoso edificio de cuatro pisos en piedra.
Así pues, en Bathurst, en el nuevo edificio apenas concluido, los colegiales se
unieron, en septiembre de 1916, a los novicios y a los junioristas.
Por desgracia, seis meses más tarde, en la noche del 5 al 6 de marzo de 1917, el
incendio se desató de nuevo, imposible de ser dominado y destruyó el nuevo edificio
completamente nuevo. No hubo víctimas pero la ruina fue total. “Nadie logró descubrir
la causa exacta del siniestro pero era un hecho cumplido, brutal. A la luz de un pálido
sol de invierno, en la mañana de la catástrofe, era una vez más, la vista de los muros
calcinados, de las ventanas abiertas… Nuevo éxodo de la juventud estudiantil… triste
cortejo que se encaminaba hacia la estación del tren con el escaso equipaje que cada
uno había podido rescatar…”
Esta es la carta dirigida a París el 10 de marzo por el P. Lebastard: “El martes
en la madrugada, el 6 de marzo, a las dos de la mañana, el ruido del incendio que
empezaba despertó a un profesor que lanzó el grito de alarma. Apenas me levanto
encargo de un Padre que hiciera descender a los alumnos. Pedí a otro sacar el
Santísimo Sacramento. Desperté a otros y luego entré en mi habitación para salvar lo
más precioso de los archivos de la provincia que arrojé por la ventana, envueltos en
una cubierta. Nuestros niños salieron sin pánico, con todos sus vestidos, salvo los
junioristas que no se atrevieron a ir al salón de estudio para tomar sus pesados
abrigos. Luego de haber bajado, nuestros niños recogieron cuanto pudieron en los
pisos inferiores, donde el fuego no había penetrado; varias mesas de estudio, los
instrumentos de la banda de músicos pudieron salvarse. Infortunadamente nada pudo
salvarse de la capilla y de la sacristía…
Gracias a la nieve que el viento arrojaba con violencia en la sala de recreo, ésta
no sufrió. Los carbones encendidos que el viento lanzaba encima eran apagados antes
de poder comunicar el fuego. La casa de madera, alejada de la casa de piedra, fue
salvada merced al trabajo de los alumnos y de los novicios. Ignoramos la causa del
fuego: quizás un corto circuito ocasionado por la tempestad en nuestro sistema
eléctrico. Tenemos un seguro de 55 000 dólares; la casa estaba avaluada en 120 000…
A pesar del intenso frío no tuvimos ninguna enfermedad como consecuencia del
incendio… Los habitantes de Bathurst organizan un comité para ayudarnos… El interés
y el honor de la Congregación no nos permiten retardar nuestra acción… Estábamos
felices pensando que nuestra joven misión estaría más o menos terminada para las
fiestas que acompañarían su visita… Encontrará nuestra casa en ruinas, pero espero
que no obstante su inmensa amargura y lo doloroso de la prueba Usted encontrará en
Canadá una comunidad ansiosa de cumplir su deber…”
El autor de esta carta había sido el constructor de los colegios incendiados. El 1º
de mayo de 1918escribía de nuevo: “Ya recomenzamos los trabajos. Las bases y los
muros parecen en muy buen estado…”
Se reconstruyó el colegio del Sagrado Corazón utilizando las bases y partes de
los muros del edificio calcinado. Pero el problema que se planteaba era saber cómo se
iba a asegurar la educación de los junioristas y de los seminaristas eudistas (Cf más
adelante, capítulo VIII).
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CAPÍTULO V
LA GRAN GUERRA Y LA RECONSTRUCCIÓN
EL P. ALBERTO LUCAS (1916-1930)
La situación política en 1914 – La guerra (2 agosto de 1914) – La Asamblea de 1916 –
El P. Alberto Lucas, vicario general – 1916-1918: Lebisey; las visitas a América –
Condición jurídica precaria: 1924 y la defensa de los derechos de los religiosos –
Regreso a Domremy, a Donville, a Abbeville – El salvamento de tres colegios – 19251926: la canonización de san Juan Eudes y la beatificación de los mártires de
septiembre de 1792 – La casa de Roma – La casa general de París – la Asamblea de
1921 – La Asambea de 1926 y las nuevas Constituciones – La Congregación en
Francia a la muerte del P. Alberto Lucas (1930).
La situación religiosa y política en 1914
La expulsión de las Congregaciones en 1903 no era más que un episodio del
conflicto religioso que llevó en 1905 a la ruptura del Concordato de 1801 entre Francia
y la Santa Sede, y a la separación de la Iglesia y del Estado. La ley de Separación del 9
de diciembre de 1905 es clara: “La República no reconoce y no subvenciona ningún
culto”. En su aplicación trajo enfrentamientos violentos que culminaron en 1907 con
ocasión de los inventarios ordenados para hacer el avalúo de los bienes de que el Estado
se apropiaba: iglesias, obispados, seminarios, etc. El Papa Pío X había pedido a los
obispos de Francia no doblegarse ante los proyectos de asociaciones culturales
imaginadas por el gobierno para reglamentar materialmente las consecuencias de esta
sutura unilateral del Concordato de 1801.
Finalmente el Estado aceptó una situación de hecho que dejó a los católicos el
uso de sus lugares de culto y de sus casas parroquiales. Más tarde se mirará
positivamente ver al Estado y a las municipalidades obligadas a proveer al
mantenimiento de las iglesias que habían llegado a ser de su propiedad. Pero las
diócesis habían perdido obispados, seminarios y todos los subsidios que recibían los
sacerdotes encargados de parroquias durante la Iglesia concordataria. En cambio, esta
Iglesia empobrecida encontró entera libertad. En adelante, y por largo tiempo, las luchas
antirreligiosas girarán en torno a la escuela y a la libertad efectiva de enseñanza.
Durante estas dolorosas luchas franco-francesas, el clima internacional era el de
la paz armada, calma sobre un volcán. La contienda entre las naciones parecía reposa en
un equilibrio entre dos alianzas: Francia, Inglaterra y Rusia frente a la “Triplice”:
Alemania, Austria, Italia en una carrera de armamentos. Una chispa salida de los
Balcanes desató en 1914 un conflicto que, pasados casi cien años, todavía se deplora por
lo absurdo y por sus estragos.
La América latina no se vio implicada directamente. El Canadá, comprometido
en el Imperio británico, participó con su empeño en la guerra. Francia fue atacada,
invadida, y quedó durante cuatro años en medio de la tormenta.
La guerra de 1914-1918
Desde los primeros días de 1914, los Eudistas franceses, dispersos por Francia,
Bélgica, Italia, España, Colombia, República Dominicana, México, Canadá, se
esforzaron por acudir a sus centros de movilización. Esas salidas acarrearon el
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abandono del juniorato de Alsasua en España, de las obras de República Dominicana y
pronto del último seminario de México.
La invasión de Bélgica obligó al seminario de Gyseghem a un éxodo
memorable. Mientras los ulanos recorren ya la región, el P. Pedro Boivent, superior de
la casa, toma la decisión de partir con todos con sus habitantes, un poco menos
numerosos a causa de las vacaciones: 4 Padres, diez y siete seminaristas, el Hermano
Bautista y siete religiosas. Cuatro días de tren, por Gante, Brujas, Ostende, Dunkerke,
Boulogne, Amiens, Ruan, Lisieux llevan a los fugitivos a Normandía, a Coupigny en
donde providencialmente encuentran no solo un refugio provisional sino la posibilidad
de acoger el seminario durante toda la duración de la guerra.
Podemos seguir esos cuatro años de pruebas gracias a la pequeña revista “Les
Saints Coeurs de Jesús et Marie”, como lo hicieron durante meses los que en la
retaguardia, los no combatientes, que con intensa oración acompañaban a los soldados
del frente. La revista cita, in extenso, las cartas de los soldados con una libertad que no
esconde los sufrimientos de los combatientes. De tiempo en tiempo, espacios en blanco,
recuerdan que incluso ese minúsculo boletín estaba sometido a la censura militar,
siempre preocupada por el secreto de las operaciones y de la moral de las tropas. “Este
ha sido herido, aquel es declarado desaparecido… ¿Estará prisionero?...” Se citan
menciones y condecoraciones de los militares, se goza con las señales de esperanza, del
despertar cristiano en la Iglesia y el país, se comparten las ilusiones… y demasiado a
menudo una nota necrológica viene a recordar el recuerdo de un seminarista o de
sacerdote caídos en el campo del honor.
La pequeña congregación de los Eudistas contaba en la época doscientos sesenta
y ocho sacerdotes incorporados: dos italianos, dos colombianos, siete canadienses y
doscientos cincuenta y siete franceses. De estos franceses, al comenzar la guerra,
cincuenta y ocho estaban en Colombia y setenta y ocho en Canadá. La Congregación
aportó ciento veintiocho movilizados, aproximadamente la mitad en servicios de
enfermería, y los demás en las tropas combatientes. Muchos de esos jóvenes pertenecían
a los regimientos bretones bien conocidos por su coraje y su tenacidad, y por tanto a
menudo enviados a la primera línea. El P. Juan Bautista Rovolt, que fue movilizado
durante toda la guerra, nos ha dejado páginas conmovedoras en las que acompaña con
una palabra de afecto los nombres de todos aquellos que cayeron y recuerda las cifras:
de treinta y dos seminaristas movilizados, diez y seis murieron. De los ciento veintiocho
Eudistas en armas, veintiuno murieron y más de treinta fueron heridos, ochenta y cuatro
obtuvieron menciones, cuarenta y cuatro fueron condecorados con la Cruz de guerra.
Una aventura que hubiera llenado de gozo a san Juan Eudes fue la del P. Enrique
Rochereau, llamado desde Colombia para la movilización, subteniente, y hecho
prisionero. Inspirándose en el recuerdo del P. Martin, antiguo superior del seminario de
Lisieux, que durante la Revolución logró reunir en Inglaterra, en Winchester,
ochocientos sacerdotes y seminaristas exiliados, obtuvo la reagrupación de los
seminaristas franceses prisioneros en Alemania, que pudieron así prepararse para la
ordenación sacerdotal, primero en Münster, de enero 1916 a junio de 1917, luego en
Limbour, de febrero a noviembre de 1918, Ese seminario contó hasta noventa
estudiantes, y en total ciento cuarenta y cinco futuros sacerdotes pasaron por él, uno,
dos o tres años de formación.
Cuando el 11 de noviembre de 1918, a las once de la mañana, el clarín anunció
el armisticio en el frente francés, Europa salió de la pesadilla. Desde hacía cuatro años
muchos hombres se contramataron por míseras razones. Alemania había sido vencida, el
Imperio turco, y Austria y Hungría fueron desmembrados; Rusia había sido barrida por
la revolución comunista. Millones de hombre jóvenes habían desaparecido.
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En esta tormenta la pequeña Congregación de los Eudistas había conocido su
parte de pruebas y las pérdidas militares añadidas a las expulsiones de 1903 hacían
difícil toda reconstrucción. Poco a poco, sin embargo, ésta se fue dando bajo el
generalato del P. Alberto Lucas, de 1916 a 1930.
La Asamblea de 1916 y la elección del Padre Lucas
A partir de 1903 el P. Le Doré había envejecido notoriamente y había perdido su
dinamismo. Las pruebas físicas y morales lo habían afectado y sus consejeros deseaban
que presentara su renuncia. Todos habían protestado cuando en 1901, luego de treinta
años de gobierno, había propuesto renunciar. Pero diez años después no hablaba más de
ello y quería morir en la brecha. Finalmente se le persuadió de que enviara a Roma una
carta en la que propusiera su renuncia si la Santa Sede estaba de acuerdo. La renuncia
fue aceptada de inmediato y se convocó una Asamblea para 1916.
Se estaba en plena batalla de Verdun. Las comunicaciones eran muy difíciles
sobre todo con la América del Sur. El P. Le Doré, que no creía que fuera posible reunir
la Asamblea, había hecho llegar sus dudas a los delegados de Colombia. Estos no se
atrevieron a partir y la provincia solo estuvo representada en la Asamblea por el P.
Pedro Buffet que, llamado a Francia para la movilización, se encontraba en París.
Estas dificultades no impidieron la elección, en la primera vuelta, del P. Alberto
Lucas, el 26 de julio de 1916. El rescripto romano había precisado que, con el título de
vicario general, tendría todos los poderes del superior general. El P. Le Doré solo
conservaba el título. El nuevo Consejo general elegido estaba integrado por los PP.
Ernesto Regnault, Carlos Diveaux, Pedro Boivent e Isidoro Pavoine.
Cuando después de la Asamblea, este Consejo general se reunión sin él por la
primera vez, el P. Le Doré comprendió que ya no tenía ningún poder y le costó aceptar
ese sacrificio. Por lo demás estaba en el límite de sus fuerzas. Algunos meses más tarde
el P. Lucas obtuvo del cardenal Amette una habitación para él en la enfermería MaríeThérese, casa de reposo para los sacerdotes de París, muy cerca de la plaza DenfertRochereau. El anciano recibía casi diariamente la visita de su sucesor. Murió
serenamente el 7 de junio de 1919, a la edad de 85 años. Está enterrado en París, en el
cementerio de Montparnasse, en la bóveda que las Hermanas de Nuestra Señora de
Caridad del monasterio Saint-Michel pusieron entonces a disposición de sus hermanos
eudistas. Ellos no tenían ni techo ni tumba.
¿Quién era el nuevo superior general? El P. Alberto Lucas, nacido en Saint-Malo
en 1857, ex alumno del colegio de los Franciscanos de Dinan, había consagrado su vida
a la educación de los jóvenes, en el colegio San Martín de Rennes. Luego de las
expulsiones de 1903, había fundado en esa ciudad un pensionado para estudiantes.
Desde 1906 era asistente del P. Le Doré, y fue nombrado, de 1906 a 1911, primer
asistente. De buen porte y de recto juicio, era un modelo regularidad y gozaba de la
estima y la confianza de todos. No sobresalía por las dotes de imaginación, de humor,
de elocuencia que habían aureolado la figura legendaria del P. Ángel Le Doré. Pero sus
sólidas cualidades iban a emplearse a fondo para levantar las ruinas acumuladas por las
persecuciones religiosas y la guerra.
1916-1920. Tareas más urgentes
Hasta el armisticio de 1918 lo único posible era esperar días mejores y tratar de
mantener los vínculos con las provincias americanas.
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Para preparar el futuro, lo más urgente era reorganizar la formación de los
jóvenes. En agosto de 1914, los Padres y los seminaristas de Gyseghem habían
escapado por escaso margen a la invasión alemana de Bélgica. Se habían refugiado en
Normandía, en el castillo de Coupigny, donde la familia Le Tourneur d’Ison. Esta
familia estaba muy ligada afectivamente con los Eudistas pues descendía de Carlos
Eudes d’Houay, hermano de san Juan Eudes, y lo tenía a mucho honor. El P. Pedro
Boivent, director de la probación, había sido durante un tiempo preceptor en esa familia,
y la señora Le Tourneur d’Ison, que le guardaba mucha gratitud, acogió a los
refugiados. La mayoría de los seminaristas se encontraba en las filas del ejército; los
otros vivieron algunos años en este régimen improvisado, vida de castillo y a la vez
familiar, y con muchas carencias. Pero no era posible prolongarla. En 1916 se ignoraba
completamente qué suerte había corrido la casa de Gyseghem y nadie podía prever el fin
de la guerra. ¿Por qué no buscar una instalación en Normandía, cercana a la cuna de la
Congregación?
A cuatro kilómetros de Caen se presentó una ocasión: en dirección del mar, la
propiedad de Lebisey, rodeada de un bello parque arbolado, se ofrecía por un precio
razonable. Era posible alojar allí una treintena de personas y aprovechar la proximidad
de Caen, del gran monasterio de Nuestra Señora de Caridad y de una universidad. En la
situación precaria en que se encontraba la Congregación, la señora Le Tourneur d’Ison
aceptaba asumir el papel de propietaria legal. A finales de 1917 la propiedad de Lebisey
fue adquirida, y un año después, el P. Boivent se instaló allí con el reducido grupo que
comprendía entonces el noviciado y el seminario.
Poco después se tuvieron noticias de Gyseghem. Un Eudista, el P. Carlos
Branquet, capellán de división, logró llegar hasta allí una vez que las tropas francesas
entraron en Bélgica. Recibió de parte de la gente una acogida cálida. Se brindó por la
victoria de los aliados y por la reapertura del seminario. La casa no había sufrido mucho
y el antiguo propietario, el sacerdote van Impe, había logrado salvar los archivos, la
biblioteca y los ornamentos de la capilla. Más tarde la comisión de reparaciones
concedió por “daños de guerra” 112 000 francos en total, con la condición de emplear
los locales para el mismo uso de antes de la guerra. Luego de reparaciones, los mayores,
los estudiantes de teología, regresaron a Gyseghem en septiembre de 1921. La pequeña
comunidad estaba muy aislada en las brumas de Flandes pero hubiera sido imprudente
renunciar a ese refugio.
La otra urgencia era consolidar los vínculos con las provincias americanas. Sin
esperar el fin de las hostilidades, el P. Lucas se embarcó para el Canadá para una
primera visita canónica, en 1917-1918. Esta visita fue para él un consuelo: reencontraba
la atmósfera de los colegios que había amado tanto y la vida de comunidad en plena
regularidad, algo que había desaparecido de Francia. Tuvo igualmente que analizar si
era oportuno avanzar hacia Québec para hacer allí una fundación pues hasta ahora la
Congregación estaba limitada a las provincias marítimas. Pronto vendrían decisiones al
respecto.
A pesar del excelente recuerdo que guardaba el superior general no hizo más
visitas al Canadá. En 1927-1928 su salud lo obligó a delegar al P. Juan Levallois, quien
conocía perfectamente el país por haber trabajado allí veinticinco años, de 1896 a 1920.
En Colombia la salida de los Padres movilizados había causado grandes
dificultades. El ministro de Francia en Bogotá había pedido el regreso de algunos de
ellos cuya presencia parecía indispensable. Luego de muchos trámites infructuosos, el
P. Lucas logró conectarse con Arístides Briand, antiguo ministro de Relaciones
extranjeras quien estaba bien capacitado para comprender el interés de tal medida,
incluso por el simple motivo de la influencia francesa en el extranjero. Discretamente
65
66
alcanzó que algunos fueran liberados de sus obligaciones militares y fueran “enviados
en misión a Colombia”. Así regresaron el P, Pedro Buffet y tres de sus compañeros.
La visita del P. Lucas a Colombia tuvo lugar en 1920. Era una aventura muy
exigente para un hombre de cerca de 65 años: contrastes entre el calor asfixiante de la
costa y los fríos de las sabanas altas; largos viajes a caballo o en barco por el
Magdalena; necesidad de tener intérprete… El P. Lucas regresó a Francia fatigado y
enflaquecido, pero muy feliz por haber visto los resultados del trabajo incansable de los
Eudistas en los seminarios.
¿Cómo vivir sin tener derecho a existir?
En Francia, en 1920, todas las leyes de proscripción de los religiosos estaban
vigentes. Pero el clima político y la opinión no eran ya iguales.
A partir de 1889, una ley anticlerical había obligado a los seminaristas al
servicio militar. ¡”Los Curas, morral a la espalda”! Además, desde la movilización de
1914, sacerdotes y religiosos se encontraban en el ejército, algunos como capellanes,
otros en el servicio de enfermería y lo más a menudo entre los combatientes en las
trincheras. El compartir los mismos peligros y los mismos sufrimientos habían hecho
caer muchos prejuicios. En adelante, los antiguos combatientes se proclamaban “unidos
como en el frente”, y la Cámara, “azul horizonte”, elegido en 1919 no estaba dispuesta a
despertar las luchas religiosas. La República y el Vaticano habían dado pasos mutuos:
canonización de Juana de Arco en 1920, restablecimiento de una embajada francesa en
el Vaticano en 1921… ¿Sería posible hacer ir más allá de las fronteras a los que habían
venido del exilio para defender el país? Con todo era necesario actuar con prudencia. E
regreso de los Eudistas a sus obras y el rescate de las antiguas propiedades exigían
protecciones y camuflajes jurídicos. En 1924 una “Semana religiosa” diocesana
mencionó el nombre del “P. Levallois como predicador Eudista”. De inmediato la
prefectura de Calvados hizo hacer una investigación en Lebisey29. No era posible
publicar la lista del Personal ni dirigir un correo con el nombre de “Padre Eudista”.
De nuevo se dio una alerta luego de las elecciones de 1924. El, “bloque de las
izquierdas” asumió el poder y pensó en revivir las leyes tocantes a las Congregaciones.
La opinión católica respondió en forma inmediata y firme. Un afiche célebre proclamó:
“No volveremos a irnos”, y a través de Francia, muchedumbres se reunieron,
promovidas por lo que se llamó la “Federación nacional católica”. Las Ordenes y
Congregaciones religiosas se unieron para fundar la “Liga de los derechos de los
religiosos, antiguos combatientes” (D.R.A.C.) en la que participaron los Eudistas desde
el comienzo, mediante la presencia del P. Carlos Branquet. Este hizo entrar en ella, en
1925, al P. Juan Bautista Rovolt.
El P. Rovolt, nacido en Auray en 1876, por largo tiempo profesor de literatura en
Rennes y luego periodista en Besançon en L‟ Éclair Comtois, había hecho toda la guerra
en el servicio de la salud. En 1922, el P. Lucas lo encargó de escribir la Vie du P. Ange
Le Doré, obra en dos volúmenes que apareció en 1925, y en la que brillan a la vez su
talento de historiador y su admiración por el legendario superior general, su paisano de
Auray. En la DRAC, el P. Rovolt, que había conservado la barba en la batalla y la pipa
de “combatiente en la guerra del 14, fue un periodista y un polemista de alto vuelo; supo
aconsejar con lucidez el movimiento frente a las trampas políticas nacidas de la segunda
guerra mundial. Murió en 1947 sin haber visto abolida la legislación de proscripción
que había combatido con tenacidad y que poco a poco se ha sumergido en el sueño.
29
Cuaderno de los consejos generales, p. 48.
66
67
Regreso a Domremy, a Donville, a Abbeville
En 1920 los Eudistas no guardaban en Francia ninguna propiedad ni de casas, ni
de colegios ni de residencias. Todo lo que poseían al principio del siglo había sido
confiscado y vendido. Algunos de estos bienes, el escolasticado de Kerlois, la hermosa
residencia general del número 75 de la calle Denfert-Rochereau, nunca fueron
recuperados. Sigamos los caminos diversos por los que la administración de la
Congregación consiguió rescatar las otras propiedades y darles cierta base de legalidad
para su pertenencia legítima.
En Domremy los Eudistas se habían hecho cargo de construir la basílica de BoisChenu y de animar ese lugar de peregrinación. La residencia de los capellanes les
pertenecía así como algunos terrenos. En 1903, residencia y terrenos cayeron en manos
del liquidador, quien los puso en venta, Con el permiso del P. Le Doré y de acuerdo con
la diócesis, ambos fueron rescatados por el señor Evrard, quien los puso a nombre de su
hijo, el sacerdote Evrard, director de las obrass de la diócesis de Saint-Dié.
En 1920 el P. Lucas envió a Domremy tres Eudistas para tomar de nuevo la
dirección de la obra. Infortunadamente no había ningún contrato entre la diócesis y los
Eudistas sino solamente un acuerdo referente a los trabajos que se debían realizar.
Dichos trabajos fueron empezados por el P. Juan María Létendard y el P. Marcelino
Marchal. El diocesano que los sucedió, el canónigo Cousot, lo había continuado.
Se acordó un modus vivendi: la diócesis terminaría la obra negra; los Eudistas se
encargarían del resto: decoración, sostenimiento, etc. Se daba por entendido que
diocesanos y Eudistas habitarían juntos. La convivencia trajo diversos conflictos que el
superior de la comunidad, el P. José Tessier tuvo dificultad de manejar. Fue necesario
esperar la llegada del P. Luis Lajoie, organizador y predicador incontestable, para que la
calma tornara y la obra emprendida se desarrollara. Poco después de su llegada en 1921,
el P. Lajoie reanundó la publicación del boletín del santuario, La voix de Jeanne d‟Arc,
y, en 1924, el P. José Danion, excelente animador de jóvenes y pionero del cine
católico, comenzó a presentar, para beneficio de la basílica, sus primeras películas30,
Quedaba por definir la situación jurídica. ¿Los Eudistas habían abandonado sus
derechos al autorizar el rescate de la propiedad por el señor Evrard? El obispo,
monseñor Foucauld, lo afirmaba, el P. Lucas lo negaba. Al fallecer ambos, uno en 1929,
el otro en 1930, nada estaba definido. El diferendo entre el obispo de Saint-Dié y el
superior general de los Eudistas llegó incluso a la corte de Roma, por acción del P.
Jéhanno, sucesor del P. Lucas. Roma aconsejó llegar a un entendimiento amistoso. A
fines de 1937, monseñor Marmottin y el P. Lebesconte, nuevo superior general,
arreglaron finalmente el asunto: los Eudistas resignaban a favor de la diócesis todo
derecho de propiedad y recibirían en cambio el 10% de las entradas de la basílica31
La casa de misioneros de Donville, en la Mancha, confiscada también en 1903,
había sido rescatada por un habitante de Rennes, pariente del P. Mauricio Huchet,
eudista, y había manenida en muy buen estado. Los Eudistas habían continuado a
predicar retiros y misiones en la región, y una prudencia, del todo normanda. les había
ahorrado toda inquietud. Pasada le guerra dichas precauciones no eran necesarias. La
casa fue rescatada. Solo quedaba por recuperar el prestigio que había hecho sobresalir a
los Eudistas en la diócesis de Coutances en hombres como el P. León Barbey
d’Aurevilly, el P. Juan Massicot, el P. José Boucher, el P. Jacques Thirard32.
30
En los Archivos Nacional del Cine (Bois d’Arcy) se conservan algunas de sus primeras películas: “Las
vacaciones de Xavier, Coeur d‟aoôtres”, etc.
31
Memorias Hulin, pp. 23-24
32
Memorias Hulin, pp. 27-28
67
68
En Donville, antes de las expulsiones, hubo tensiones, entre la parroquia y los
misioneros cuya capilla atraía a muchos fieles. Para resolver esta dificultad, monseñor
Guérard, obispo de Coutances, confió la parroquia a los Eudistas en 1922. El primer
parroco eudista fue el P. Fermín Lefeuvrier, superior del colegio de Valognes, que había
salido de la Congregación en 1903, para quedar al servicio de las diócesis, primero de
Coutances y luego de Versalles. Pidió reingresar a la Congregación apenas fue posible,
luego de la guerra.
La casa de Abbeville, residencia de misioneros eudistas desde 1878, también
había sido confiscada en 1903, no sin algunas peripecias pintorescas que relatan los
archivos de la comunidad. Pero los Padres dispersos habían guardado una red de amigos
fieles. El P. Juan María Létendard, antiguo superior de Domremy, enviado por el P.
Lucas, pudo buscar su apoyo para adquirir, en el número 24 de la calle de L’Isle, una
casa que de 1925 a 1968 se convirtió en residencias de los Eudistas de Abbeville. Se
creó como sostén jurídico una “sociedad inmobiliaria San Pablo”, en nombre de siete
propietarios. Cuando se vendió la casa en 1967, algunos insinuaron que ella no
pertenecía a los Eudistas y que era necesario verificar los títulos de propiedad.
Afortunadamente, una de las propietarias nominales, la señorita Bellettre, estaba todavía
en este mundo y pudo atestiguar que en 1903, ella había sido simple testaferro, y que la
propiedad había sido en realidad comprada por la Congregación.
Salvamento de tres colegios
Los tres colegios donde trabajaban en el momento de las expulsiones tres
numerosas comunidades eudistas, San Martín de Rennes, San Salvador de Redon, San
Juan de Versalles, habían sido confiscados y puestos a la venta.
En Rennes, el cardenal Labouré, aconsejado por el director diocesano de la
enseñanza católica, el futuro cardenal Charost, pudo asegurar la supervivencia del
establecimiento. El 31 de julio de 1903, los Eudistas habían salido de San Martín,
acompañado de un inmenso cortejo. Al regreso, un sacerdote de la diócesis de Rennes,
el canónigo Barbotin, dirigía la casa a la que los Eudistas regresaron poco a poco en los
días siguientes. En 1920, tomaron de nuevo la dirección del colegio.
Los edificios confiscados en 1903 habían sido puestos en venta por el liquidador.
Entonces, un ex alumno, el doctor Gustavo Regnault (1835-1919), hermano del P.
Ernesto Regnault, que había interrumpido su carrera de profesor en la Escuela de
Medicina por haber defendido a los religiosos expulsados, se presentó y compró el
colegio San Martín el 8 de agosto de 1906, en el Palacio de Justicia de París, por el
precio de 101 217 francos. Era un cristiano ejemplar. Se empeñó en obtener la
autorización del P. Le Doré y preservó así el futuro del colegio. Algunos años después
de su muerte, su hijo, el doctor José Regnault, devolvió el colegio que había heredados
a sus legítimos propietarios o mejor, a una sociedad civil fundada para la ocasión33.
El salvador del colegio de Redon fue el coronel du Halgouët. Había rescatado en
1906 por 50 000 francos los bienes del colegio San Salvador, puesto en venta luego de
la confiscación. Como la diócesis de Rennes había nombrado de inmediato sacerdotes
en reemplazo de los Eudistas la enseñanza continuó sin interrupción.
En 1917, el señor du Halgouët, considerándose “guardián y conservador de los
bienes de los Eudistas”, pidió la autorización para fijar un alquiler normal. No era
posible mantener indefinidamente el colegio como propiedad personal de la familia du
Halgouët. En 1931, el canónigo du Halgouët, hijo del coronel, deseó la constitución de
una sociedad anónima inmobiliaria cuya parte mayoritaria conservaría él. Luego de
33
J. B. JEGO, L‟Institution Saint-Martin, Rennes, 1954, p. 96.
68
69
largas negociaciones dirigidas por el P. León Dano, ecónomo en ese entonces del
Colegio San Martín de Rennes, se convino en diciembre de 1933, entre el canónigo du
Halgouët y el P. Jéhanno, superior general, que la sociedad así creada comprendería la
propiedad du Cleu, cuyo aporte se consideraba indispensable para la vida material de
San Salvador, y que el canónigo du Halgouët cedería su parte a partir del momento en
que fuera legalmente posible. Los Eudistas darían al generoso donante 80 000 francos
en ocho anualidades.
La situación fue más complicada en Versalles. También allí, el 16 de julio de
1903, después de “la proclamación de premios”, (los alumnos habían renunciado a sus
premios para dar ese dinero a los Padres que partían para el destierro), un cortejo había
acompañado a los Eudistas hasta la estación del tren de Rive-Gauche. Pero las rencillas
en el equipo que debía reemplazarlos y el desorden administrativo que se siguió
obligaron a los Eudistas a regresar, y el P. Eugenio Léon, antiguo superior, tomó de
nuevo la dirección. A pesar de todas las precauciones, ese nuevo aire del colegio suscitó
la rapacidad de los encargados de la administración pública. El 27 de enero de 1906 un
juicio, confirmado el 2 de agosto, expulsaba la escuela del edificio.
El P. Léon no se rindió. Alquiló cuatro casas en el barrio de Clagny, y el colegio
pudo funcionar durante el año de 1906-1907. Ese año se llamó “el año de las casas
quintas”. En febrero de 1907, los edificios del colegio fueron puestos en venta por 580
000 francos, el tercio de su valor real. No se presentó ningún postor y entonces, el 27 de
junio, el Crédit Foncier compró todo por 335 000 francos. ¿Sería ese el final de la obra
empezada treinta años antes?
Entonces un jurisconsulto versallés, el señor Mauricio Dumont, tuvo la audacia
de tomar inicialmente la escuela en alquiler para que pudiera funcionar, y luego
rescatarla del Crédit Foncier, con su propio dinero, el 27 de diciembre de 1907. Después
de veinte años, pasada la tempestad, el señor Dumont cedía a la Sociedad de Béthune la
propiedad que había salvado, al mismo precio pagado en 1906, sin tener en cuenta la
fuerte caída del franco, y por tanto, dice Enrique Courtois en su historia del colegio, “en
condiciones tales que es posible preguntarse si a sus ojos existía diferencia entre una
venta o un regalo”34.
Luego de tantas peripecias, el surgimiento de la “Escuela de Béthune”, conocida
en adelante con este nombre, se fue dando poco a poco. Todos los profesores estaban
provistos de documentos de secularización, empezando por el canónigo Eugenio Léon,
el director. El número de alumnos fue aumentando progresivamente. Eran 420 en 1920,
con un cuerpo de educadores de 32 eclesiásticos y 11 laicos. El colegio reencontró su
dinamismo y un renombre de primera línea. Volveremos sobre él.
1925. La canonización de san Juan Eudes
A los años de persecución siguieron en tiempos del P. Lucas dos años discretos.
El nombre de los Eudistas no aparecía nunca en los discursos públicos ni tampoco en la
prensa. En cambio, el nombre del fundador iba a brillar con nuevo resplandor pues en
1925 tuvo lugar la canonización de san Juan Eudes. En su momento contamos el
inmenso trabajo realizado desde 1868, especialmente por el P. Ángel Le Doré y por el
P. Gabriel Mallet, postulador de la causa. En su beatificación en 1909, el Padre Eudes
había sido proclamado por Pío X: “El padre, el doctor y el apóstol del culto público de
los Sagrados Corazones”.
Para la última etapa, la canonización, la conflagración de Europa y la muerte de
Pío X en agosto de 1914 acarrearon algunos retrasos. Se necesitaba que dos nuevos
34
Henri COURTOIS, L‟École Saint-Jean, 1978, p. 86.
69
70
milagros fueran reconocidos. El P. Mallet no dudaba del éxito pues en 1921, en una
carta, decía que esperaba que todo estuviera terminado en 1925.
En junio de 1922, el Padre anuncia al Consejo general que el voto de la comisión
cardenalicia sobre las formalidades del proceso de los milagros del beato Padre Eudes
había sido favorable. En el “congresso”, que tuvo lugar del 8 de febrero de 1923, el
Papa Pío XI declaró solemnemente que había certeza respecto de los dos milagros
propuestos, acaecidos en Colombia: la curación instantánea de una Hermana de la
Presentación de Tours, Juana Beatriz Londoño, y la de un hermano laico, Buenaventura
Romero. El 19 de marzo, el Papa declaraba de nuevo que se podía proceder con toda
seguridad a la canonización del Beato Juan Eudes. La fecha escogida fue el 31 de mayo
de 1925, día de Pentecostés, y décimo sexto centenario del Concilio de Nicea. San Juan
Eudes compartió ese día de gloria con otro sacerdote francés, san Juan María Vianney.
Quince días antes, el 17 de mayo, Teresa de Lisieux había conocido la misma
glorificación, Parece que la ornamentación y la iluminación a cargo de los “sampietrini”
habían permanecido intactas. Todo había sido minuciosamente previsto: las biografías
del nuevo santo encomendadas al P. Emilio Georges dos años antes, las estatuas, las
medallas, las estampas, la organización del triduo en el Gesù, el banquete de la fiesta
que debía reunir (en dos salas separadas se da por entendido) a los hijos y las hijas de
san Juan Eudes en el restaurante de la Rosetta, cerca del Panteón.
Para todo esto era necesario prever un presupuesto grande. Se hicieron llamados
a toda la gran familia de san Juan Eudes y las respuestas fueron muy generosas. El Buen
Pastor de Angers, envió según se dice, cien mil francos, e igualmente los monasterios de
Nuestra Señora de Caridad rivalizaron en largueza.
En la tribuna reservada a los Eudistas, el Padre general estaba rodeado de tres
obispos eudistas, monseñor Joaquín García, obispo de Santa Marta en Colombia desde
1918, monseñor Patricio Chiasson, obispo de Chatham, y monseñor Julián María
Leventoux, vicario apostólico del Golfo San Lorenzo. En otra tribuna, las Hermanas de
Nuestra Señora de Caridad, del Refugio y del Buen Pastor, con sus espléndidos hábitos
enteramente blancos… En otra, numerosos miembros de la familia del P. Eudes,
descendientes de su hermano Carlos y sus hermanas. Además príncipes, embajadores,
obispos, cardenales por decenas; quinientos sacerdotes de Francia que habían venido a
rendir homenaje al Cura de Ars…
En el corazón de la liturgia, los treinta mil fieles atiborrados en San Pedro
escucharon al Papa proclamar:
“Nos decretamos y definimos santos a los beatos Juan Eudes y Juan María
Vianney; los escribimos en el catálogo de los santos y ordenamos que su memoria se
celebre todos los años con piadosa devoción en la Iglesia universal, el día de su
nacimiento, a saber, el 4 de agosto para Juan María Vianney y el 19 de agosto para
Juan Eudes, en la categoría de confesores no pontífices. En el nombre del Padre, del
Hijo y del Espíritu Santo. Amén.”
¡Te Deum, fanfarria, campanas! Iluminaciones nocturnas, triduo de panegíricos
en el Gesù. La fiesta se extendió luego a toda la familia eudista, de manera especial en
Caen, donde un primer triduo se celebró en “La Caridad”, con una liturgia cuya música
fue compuesta por José Samson; un segundo triduo tuvo lugar en la Abadía de San
Esteban. El año de acción de gracias se clausuró el 31 de mayo de 1926, en París, en la
basílica de Montmartre.
Poco después de estas inolvidables festividades se celebró el centenario de la
restauración de la Congregación, el 9 de enro de 1926, en todas la comunidades. Pero
70
71
aquel año de 1926 estuvo especialmente señalado por la beatificación, el 17 de octubre
de 1926, de 191 obispo y sacerdotes, caídos el 2 y el 3 de septiembre de 1792 en Los
Carmelitas y en San Fermín, bajo los golpes de lo revolucionarios parisienses. Entre
ellos se encontraban tres Eudistas, el P. Francisco Luis Hébert, coadjutor del superior
general, el P. Francisco Lefranc y el P. Claudio Portier. Su causa de beatificación había
sido introducida en 1890, y, a pesar de muchas dificultades debidas al alto número de
víctimas y al contexto político de la masacre, había finalmente llegado a término. El P.
Juan Bautista Rovolt, que acababa de terminar su gran biografía del P. Ángel Le Doré,
publiocó una obra, Los mártires eudistas, que relataba la vida y la muerte de estos tres
hijos de san Juan Eudes; dieron realidad en sus vidas al voto de martirio que su Padre
había escrito y firmado con su sngre el 25 de marzo de 1637. A partir de ahora se
asociaban a su gloria.
Dos residencias nuevas: en Roma y París
Como seguramente se habrá notado, durante estos años, los Eudistas pusieron de
nuevo su pie, más o menos fácilmente, en parte de sus antiguas propiedades. Sin
embargo no habían hecho ninguna fundación en Francia, excepto el indispensable
escolasticado que funcionó en Lebisey. La situación continuaba siendo muy precaria
dado que la Congregación legalmente estaba “fuera de la ley”.
En Italia, en cambio, luego de la confusión que siguió a la guerra, la llegada al
poder de Mussolini, en 1922, inspiraba confianza. ¿No sería ya llegado el momento de
escoger una residencia que respondiera a una doble destinación: la procura general y
una casa para estudiantes eudistas?
Cuando el P. Gabriel Mallet fue enviado a Roma en 1895 como procurador para
atender los asuntos de la Congregación, pero sobre todo como postulador para hacer que
la causa de beatificación del Padre Eudes progresara, había alquilado, justo enfrente del
Buen Pastor, en la Via San Giovanni, un apartamento pequeño, en una antigua fábrica
de cirios. Luego, en 1908, para acoger un mayor número de estudiantes, la residencia
eudista se había instalado casi en la esquina de la misma calle con la plaza del Coliseo,
en una antigua casa religiosa, sin gran confort. En el barrio era conocida como la
“brutta casa”. El P. Lucas veía con malos ojos tener que pagar un alquiler caro para la
“Procura San Pedro”, y más todavía con ocasión de su permanencia allí con ocasión de
la canonización de san Juan Eudes. Urgía al P. Mallet para que encontrara una casa más
espaciosa, para propiedad de la Congregación. ¿Sería necesario construirla? ¿O buscar
una casa religiosa ya equipada? Los Consejos generales, a partir de noviembre de 1926,
se hacen eco de estas vacilaciones y de esas búsquedas. Finalmente, el P. Mallet que
estaba muy encariñado con el sector, y había encomendado el asunto a los “Cuatro
Santos Coronados”, dio con una casa muy nueva, bien construida, en un entorno
calmado, con un pequeño jardín y con posibilidades de ensanches. Era el número 15 de
la Via dei Querceti, exactamente al pie de los muros de la venerable basílica de los Santi
Quattro. El P. Jéhanno, primer asistente, fue a visitar y a evaluar, y la promesa de venta
se firmó el 11 de abril de 1928, por el precio de 900 000 liras. En el otoño de 1928, el P.
Mallet y la comunidad de estudiantes se instalaban en esta agradable residencia que fue
luego ensanchada con la compra de dos propiedades contiguas: en 1931 un pequeño
“Villino” de cuatro piezas y un jardín; en 1935, una casa de tres pisos, en el número 11
de Via dei Querceti. Esta residencia romana se convertiría en 1953 en la casa general de
los Eudistas.
71
72
La cuestión de la bula de canonización
En un libro como éste es imposible callar el asunto de la “bula de
canonización”. Es bien conocido hoy gracias a las libretas de apuntes del P. Gabriel
Mallet. El P. José Hamon presentó un resumen en un artículo de Notre Vie (1950, pp.
77-78) con ocasión de los 25 años de la canonización.
En 1925 la bula de canonización acababa de ser caligrafiada. En ella se
recordaban los títulos que merecían a san Juan Eudes los honores de los altares; El
sumo Pontífice puso su firma autógrafa y lo mismo hicieron los cardenales presentes
en Roma. Naturalmente, el contenido de esta bula fue publicado en el boletín oficial
de la Santa Sede, Acta Apostolicae Sedis. Pues bien, cuando el P. Mallet pudo leer el
texto impreso, comprobó que el estilo había sido “retocado” y que dos pasajes
esenciales de la bula en la que Pío XI elogiaba el apostolado de san Juan Eudes en el
honor de los Corazones de Jesús y de María habían sido falsificados.
No se trataba de un error tipográfico ni de que una línea se hubiera saltado…
Otro texto había sustituido el texto pontifical. En él se privaba a san Juan Eudes la
triple corona de “Padre, Doctor y Apóstol del culto público de los Sagrados
Corazones” que Pío XI le había discernido, como antes de él lo había hecho Pío X.
Fue el P. Boulay, parece, quien dándose cuenta de una anomalía gramatical, había
descubierto la intriga. El texto falsificado (Acta, 1º de octubre de 1925, pp 489-490)
fue corregido por petición del P. Mallet (28 de diciembre de 1925, p. 727).
El P. Mallet guardó silencio y sólo más tarde habló de esto a Pío XI. El
mismo reproduce el diálogo de esta manera:
* Santísimo Padre, estamos llenos de gozo y de gratitud a pesar de nuestro gran
malestar…
* Pío XI: ¿Qué clase de malestar?
El P. Mallet habó de los pasajes modificados. Pío XI:
* ¿Y apenas ahora, ahora cuando tenemos las manos atadas, Ud. me viene a hablar
de asunto tan grave?
El P. Mallet estalla en llanto: ¡Nos propusimos imitar a nuestro santo Padre
que perdonaba todas las injurias!
El Papa, muy airado por esta falsificación, parece haber querido reparar por
su parte exigiendo que el nombre de san Juan Eudes fuera insertado en el segundo
nocturno de la fiesta del Sagrado Corazón, que relataba la historia de este culto y que
entonces estaba en vía de composición. Los detalles de ese asunto, conocidos gracias
a las notas del Postulador, fueron publicados en 1936 por un polemista anónimo bajo
del seudónimo de Luc Verus (Archivos eudistas; cf. Hamon, notas 1, 55-56).
En París: de la calle Broca a la calle Jean-Dolent
El Consejo general urgía al P. Lucas para que buscara una residencia en París.
Al término del proceso, demorado largo tiempo, hasta 1908, la hermosa
residencia del número 75 de la calle Denfert-Rochereau había sido definitivamente
confiscada. El Padre Le Doré se había refugiado en una casa muy modesta, en el
número 148 de la calle Broca –actualmente calle L. M. Nordmann-. La completaban
varios locales, en particular en el número 25 de la calle Humbold, calle que se llamó a
partir de 1924 la calle Jean-Dolent. Allí residió el P. Lucas, cuando se instaló en París
72
73
en 1916. El centro de la vida de los Padres era la casa de la calle Broca, “Broca Palace”
la llamaban los Eudistas dispersos, que se reunían en ella con cierta frecuencia. En
“Broca Palace” se festejó en 1909 la beatificación y más tarde, en 1925, la
canonización de san Juan Eudes, seguida en 1926 de la beatificación de los mártires de
los Carmelitas. Allí se celebró con regocijo el fin dichoso de la edición de las Obras
Completas (1905-1911), como escribe el P. Carlos Berthelot du Chesnay35.
En la asamblea de 1911, varios Padres habían urgido al P. Le Doré que buscara
una residencia “menos pobre y más confortable sea en París, sea en Roma”. Pero el P.
Le Doré quería que esa misma pobreza fuera un signo visible de la expoliación sufrida,
y la Asamblea había aceptado. Una vez que el P. Albero Lucas llegó al generalato
sufría, como humillación para la Congregación, tener que recibir en esos pobres
locales, a personalidades que sus funciones lo llevaban a invitar. Buscaba una
instalación menos precaria pero, muy mal aconsejado, al parecer, y un poco indeciso por
naturaleza, dejó pasar al menos una ocasión muy interesante que aprovecharon los
Redentoristas.
En el trayecto que el superior general tomaba muy a menudo para ir al número
148 de la calle Broca, dos casas pequeñas, distinguidas con los números 1 y 3 de la calle
Jean-Dolent, fueron puestas en venta. Le interesó. Luego de no pocas vacilaciones y de
un acuerdo verbal, del que no queda huella en las actas del consejo, la propietaria aceptó
vender bajo la ficción de un alquiler, a medida de que los arrendatarios de las dos cosas
hubieran salido. En 1928 cinco Padres vinieron a habitar en el número 1. Sólo en 1929
el superior general pudo instalarse allí. El número 3 sólo fue desocupado en 1935.
Debido a la falta de un estatuto jurídico de los Eudistas, la propietaria había mantenido
durante todo el desarrollo de la negociación una posición indecisa muy peligrosa.
Afortunadamente, a partir de la asamblea de 1937, el nuevo ecónomo general, el P.
León Dano, ayudado por algunos consejeros laicos, constituyó en 1938 un régimen de
tontina que dio seguridad a los Eudistas contra cualquier reclamo previsible de los
herederos. Estos trabajos acabados exactamente al comienzo de la segunda guerra
mundial, dieron a la casa general la fisonomía que conservó hasta el traslado a Roma en
1953. Además del Consejo general, algunos Padres, que eran capellanes en el sector o
que trabajaban en París, constituyeron la comunidad36.
La asamblea de 1921 y el regreso a las disciplinas comunitarias
Luego de las visitas canónicas de Canadá (1917-1918) y a Colombia (1920), el
P. Lucas se apresuró a reunir una asamblea general. Fue la 48ª asamblea de la
Congregación y tuvo lugar del 19 al 24 de julio de 1921, “en Versalles” sin más
precisión de lugar y es fácil adivinar el porqué.
Uno de los temas esenciales era, una vez más, la revisión de las Constituciones.
La aparición del Código de Derecho Canónico de 1917 era para todas las Órdenes y
Congregaciones una invitación a renovar su legislación y a adaptarla a las normas del
código.
La cuestión no era nueva. Las Constituciones, redactadas por san Juan Eudes
hacia 1658, habían sido modificadas numerosas veces, hasta la primera edición impresa
en 1865, y más adelante en las ediciones posteriores. Con frecuencia había surgido el
deseo de separar lo que era propiamente del dominio de las Constituciones de lo que
podía considerarse como un directorio espiritual y practico. En la asamblea de 1906, el
P. Reganult, primer consultor, peguntaba: “¿Es este el momento de proceder a una
35
36
Notre Vie, 1955, p. 78.
Notre Vie, 1965, pp. 178-179.
73
74
revision de las Constituciones para eliminar todo lo que no son Constituciones
propiamente dichas y con ello dar figura a un directorio?” Casi por unanimidad la
respuesta fue negativa37.
La asamblea de 1916 había pedido a los PP. Juan Levallois, Jose Gauderon y
Luis Fafin preparar un proyecto de revisión, ante el cual la Asamblea de 1921 se dividió
Al preguntar: “¿Al revisar las Constituciones, hay que separar las Constituciones
propiamente dichas del Directorio?” los votos positivos y negativos se equilibraron. La
asamblea se contento con pedir que se prosiguiera esta revisión de las Constituciones
para ponerlas de acuerdo con el Derecho canónico y “suprimir las prescripciones de
detalles inútiles”38.
Por el contrario, los diputados revancha por unanimidad pidieron un volver
entusiasta a la vida espiritual y a la vida común. Desde el comienzo, el P. General había
llamado la atención de la asamblea sobre el debilitamiento de la disciplina en la
Congregación. Anotaba algunas causas, fundamentalmente la dispersión forzosa en la
que Vivian los Padres desde hacia veinte años especialmente en Francia, y también en el
Canadá y e igualmente el individualismo desarrollado a consecuencia de la vida militar
durante la guerra. La asamblea hizo varios llamados a la regularidad.
Esto no fue impedimento para que el P. General concluyera la asambla con un
tono optimista tanto por el crecimiento en América como por el aumento de las
vocaciones. “¿Con un poco mas de ochenta jóvenes clérigos en nuestras tres provincias
por que vamos a temer? El crecimiento acentuado desde 1879 continuara; desde
entonces nos hemos duplicado”.
La Asamblea de 1926. Las nuevas Constituciones
Cinco años mas tarde, en la Asamblea reunida en Gyseghem, la comisión de
revisión integrada por los PP. Juan Levallois, Carlos Lebrun y José Gauderon presento
el trabajo considerable que había preparado. Después de un primer texto de simple
revisión que no había satisfecho a los Padres consultados, la comisión había elaborado
otro que era reestructuración completa y muy condensada de las Constituciones
primitivas. ¿Se respetaba la obra de san Juan Eudes?
El P. Levallois, con fuertes argumentos, demostró que el nuevo texto reproducía
el pensamiento de san Juan Eudes, incluso a menudo con sus mismas palabras,
añadiendo sin embargo algunos elementos administrativos que se hacían indispensables.
La historia de la Congregación probaba, además, que, desde los orígenes, había sido
necesario realizar compendios de la Regla primitiva39. Por voto casi unánime, acepto la
distinción entre Constituciones y Directorio, y adopto el texto preparado, luego de
haberlo estudiado y haberlo retocado. Este texto se edito en 1928 y sirvió de norma para
la Congregación hasta el aggiornamento de 1969. A menudo se reprocho su sequedad
como también un recurso excesivo al Código de 1917, que tampoco se complicaba con
consideraciones espirituales. Era por tanto un texto claro y practico. Se contaba además
con el Directorio aparecido en 1931 bajo el nombre de “Reglas complementarias” para
conservar los consejos y las formulas del santo fundador.
Además de este trabajo considerable, la Asamblea de 1926 se ocupo de muchas
recomendaciones. Se siente en todos los diputados de América y de “Europa”,
37
Assamblee generale de 1906, p. 6
Asamblea generale de 1921, p. 187.
39
Assamblee generale de 1926, p. 207.
38
74
75
designación escogida a propósito para evitar el nombre de Francia; además, Bélgica y
Roma habían participado en las elecciones, un deseo inmenso de mantener la tradición
espiritual y la vida fraterna en las que fueron formados, antes de las tempestades.
La Congregación en Francia al morir el Padre Lucas (1930)
Durante esos años de reconstrucción la preocupación principal del P. Ljucas fue
en todas las preocupaciones lo que entonces se llamaba el “reclutamiento”. Veremos
que en América las perspectivas eran halagadoras. ¿Pero en Francia, para que recuperar
casas si era imposible suscitar vocaciones?
Con la guerra las entradas al noviciado se hicieron escasas: 4 en 1914, 12 en
1915, 8 en 1916, ni una en 1917 y una sola en 1918. Luego hubo una recuperación: 15
en 1919, 9 en 1920, 13 en 1921, 12 en 1922, 15 en 1923, 7 en 1924…
La mayoría de candidatos provenía del juniorato. Este, que se había refugiado en
Bélgica de 1903 a 1914, constituía una division autonoma en el colegio Saint-Sauveur
de Redon y el coronel de Halgouet insistia mucho en la presencia de este juniorato que
aseguraba a Saint-Sauveur un valioso compleento de alumnos. No fue, sin embargo, un
logro, al menos a partir de 1920. Los Eudistas responsables del juniorato, que eran al
tiempo profesores en el colegio, no se preocupaban siempre lo bastante por discernir las
aptitudes y la vocación de los jóvenes que les habían sido confiados. Además las
condiciones hechas a los junioristas de esta época los ponían en situación inferior
respecto de los otros alumnos. Al provenir de un ambiente generalmente mas modesto,
a menudo vestian ropas de inferior calidad, y materialmente menos bien tratados. Con
frecuencia algunos profesores les dirigían reflexiones hirientes. Con todo este juniorato
aporto cada año a la Congregación excelentes servidores de la Iglesia.
El P. Lucas que provenía también de la Bretaña del norte tuvo el deseo de abrir
otra escuela apostólica en ella. Gracias a una donación del P. Luis Feron, que había
.trabajado largo tiempo por las vocaciones, doce a quince jóvenes fueron acogidos en
Plancolet, en la casa destinada a los Padres ancianos. Se trataba sobre todo de
“vocaciones tardías”, que empezaban sus estudios secundarios con cierto retrazo. Muy
afecto a esta obra, el P. Lucas no dejaba pasar ocasión de hacer el elogio de nuestros
hermanos mayores que consagraban el resto de sus fuerzas a formar sus sucesores.
Por otra parte, en los colegios, la corriente de vocaciones que parecía un tanto
agotada a partir de de 1903, volvió a correr poco a poco, sobre todo en “La Esuela de
Bethune” que después e la guerra había adoptado el nombre de “San Juan de Bethune”.
Con mucho entusiasmo los Padres José Dañino, Fernando Andre, Eugenio Colard y
Guillermo Vallon acompañaban ese despertar de vocaciones.
Una de las últimas alegrías del P. Lucas fue la entrada de septiembre de 1929 en
Lebisey. El P. Francisco Lebesconte, maestro de novicios, acogió una veintena de
novicios. No se había presenciado algo semejante desde hacia un cuarto de siglo.
Algunos meses mas tarde, el superior general, había gozado de buena salud y
que nunca había consultado a un medico, murió súbitamente, De hecho, a partir de
1927, sus fuerzas habían disminuido y se vio forzado a renunciar hacer la visita de
Canadá personalmente. Paso un invierno fatigoso. El 1º de marzo en la tarde, al
regresar de depositar su correspondencia en el correo, se desplomó en el andén de la
calle de La Santé. Habia tenido una crisis cardiaca.
Con justicia es preciso estimar que durante catorce años pasados a la cabeza de
la Congregación, este sacerdote, discreto, silencioso pero perseverante, había sabido
levantar de las ruinas muchas obras, y había encaminado a los Eudistas por vías de
expansión y vitalidad.
75
76
Hay que decir que el clima para la Iglesia de Francia se había serenado
sensiblemente. En medio de todas las desilusiones de la posguerra la recuperación
económica fue muy vigorosa y la prosperidad en el hemisferio occidental alcanzo su
cumbre en 1929. El franco había vuelto a encontrar un valor fijo, una quinta parte del
valor del franco-oro. En lo que concierne a los católicos, con excepción de la alerta de
1924, el ambiente tendía a una distensión y Francia se encontraba muy unida para
celebrar en 1929 el quinto centenario de la cabalgata de Juan de Arco. Conversiones de
intelectuales, los comienzos de la Acción católica y del escultismo invitaban también a
la esperanza.
Sin embargo los medios eclesiásticos padecieron dos pesadas crisis: las secuelas
del modernismo y la crisis de Acción francesa.
La primera había afectado poco a los Eudistas. Estaban demasiado ocupados en
la guerra religiosa y las expulsiones, mas entregados a la educación que a la
investigación teológica o bíblica, y no se habían mostrado muy sensibles a los grandes
interrogantes que la ciencia planteaba a la fe. Casi todos los que tenían misión de
formadores habían estudiado en las universidades romanas y el maestro que les servia
de faro era a menudo el cardenal Billot, jesuita francés, lumbrera de la Universidad
gregoriana. Los que en un momento habían estudiado en Rennes habían oído hablar
seguramente del Padre Turmel, exegeta modernista, pero para rebatirlo con energía. Un
poco mas tarde, este biblista conocería las salpicaduras de la reacción antimodernista.
En cambio, a causa de sus simpatías políticas, varios iban a ser afectados por la
crisis de Acción francesa. Esta era un movimiento de ideas y de acción política,
liderada por el escrito Carlos Maurras. Su critica inmisericorde del régimen republicano,
su vigorosa defensa de la Iglesia, frente a un anticlericalismo entupido .y injusto, su
nacionalismo integro que hacia e la patria un absoluto y del orden un valor sagrado
había ganado el favor de muchos católicos. Numerosos eclesiásticos, incluidos algunos
obispos, se alimentaban con la lectura diaria del periódico L‟Action Francaise.
Pío X se había inquietado por los principios positivistas y paganos de Maurras
pero se había abstenido de publicar una condena para no aumentar las pruebas de los
católicos franceses. Pasada la guerra, Pio XI, preocupado por el auge creciente de estas
doctrinas en el mundo católico francés, hizo reventar una condena en 1927, y la llevo al
extremo mandando que se rehusara los sacramentos a los lectores de L‟Action
françcaise.
Fue un desgarre de la Iglesia francesa, de las familias, en el seno de las
Congregaciones religiosas. El mismo cardenal Billot tuvo que resignar la púrpura
cardenalicia. Para muchos Eudistas franceses y canadienses la herida fue profunda ante
una condenación incomprensible a sus ojos. Pero todos se sometieron por fidelidad a la
Santa Sede.
Algunos años mas tarde, la amenaza de las dictaduras marxista y nazi hizo que
se olvidara como bagatelas los abusos del poder eclesiástico y las querellas de ideas.
76
77
CAPITULO VI
EL PADRE MATURIN JÉHANNO
LOS EUDISTAS EN FRANCIA DE 1930 a 1935
La Asamblea de 1930 – El regimen de “Provincias” – La eleccion del P. Jehanno
(1930) – Las “Reglas complementarias” – El regreso a la Roche-du-Theil (1931) – El
seminario mayor de La Rochele (1931) – La parroquia parisiense del Espiritu Santo
(1933)- En Caen, la parroquia de san Juan Eudes (1932) –A gloria de san Juan Eudes:
estatua y ediciones – Muerte del P. Jehanno (25 de febrero de de 1935).
Es posible que el lector se sienta decepcionado al leer este capitulo y no
encontrar la separación entre el gobierno de la Congregación general y lo que se refiere
propiamente a la provincia de Francia o, como decían los contemporáneos la Provincia
de Europa. Comprenderos por que poco después.
Inmediatamente después de la muerte del P. Alberto Lucas, el 1º de marzo de
1930, el consejo general se preocupo por convocar una Asamblea para elegir al sucesor.
Un indulto romano dispenso del plazo de seis meses previsto para esta convocación de
modo que la 50ª Asamblea general de los Eudistas pudo reunirse el 6 de agosto de 1930
en el seminario de Gyseghem-les-Alost. Contaba seis diputados de Francia, tres de
Colombia, cinco de Canadá y siete miembros de derecho, entre los cuales se contaba el
P. Carlos Le Pedir, “provincial” de Colombia-Venezuela, y el Pl Carlos Lebrun,
“provincial” de Canadá. Pero ninguno como “provincial· de Francia. ¿Por qué?
El régimen de “Provincias”
En el texto de las Constituciones impresas en s899, que reproducían el texto
aprobado por Roma en 1874, una nota anexa recordaba que desde las fundaciones en
Colombia (y en el Canadá) existían “vicarios en cargados de la administración de las
casas de Colombia y del Canadá”40; Las asambleas generales siguientes habían
precisado sus poderes, la organización administrativa, los consejos, etc. Pero dichos
decretos de las asambleas generales no habían entrado en el texto mismo de las
Constituciones.
En la práctica se hablaba ya de “Provincias” y de “Provinciales”, pero en la
asamblea de 1926 el término exacto empleado era el de “vicario regional”. En cambio,
las nuevas Constituciones de 1928, de acuerdo con el Código, decían claramente: “Para
facilitar su gobierno, la Congregación se divide en provincias, dirigidas por un superior
provincial” (No. 144).
Un rescripto romano del 21 de marzo de 1929 dividió la Congregación en tres
partes: Francia, Colombia-Venezuela, y Canadá. Francia era por tanto una provincia y
como tal celebraría asambleas provinciales en 1930 y 1934… Pero otro rescripto,
pedido después de la muerte del Padre Lucas y fechado el 16 de mayo de 1930, permitía
al superior general, por una duración de seis años, unir a su cargo, si la asamblea lo
consideraba pertinente, el de superior de la provincia de Francia, Y como la asamblea lo
tuvo a bien, a pesar de algunas oposiciones, entre las cuales estaba la del P. Carlos
Lebrun, este régimen iba a prolongarse. Hasta 1937, Francia fue por consiguiente, una
provincia sin provincial.
40
Constituciones, ed. De 1899, pp. 328-329.
77
78
La elección del Padre Maturín Jéhanno (19 de agosto de 1930)
En los primeros días de la asamblea, se escuchó el informe del P. Juan Levallois
sobre la provincia de Francia y sobre la Congregación. Se aplaudió el del P. Carlos Le
Petit, sobre la provincia de Colombia-Venezuela: todo allí era alentador, las obras, la
vida edificante de los miembros de la Congregación, el reclutamiento e incluso la
situación financiera sólida. El informe del P. Carlos Lebrun sobre el Canadá, claro y
documentado, fue igualmente apreciado.
Se llegó el momento de votar. Entre los candidatos posibles, el P: Maturín
Jéhanno se destacaba. Superior de la provincia de Colombia hasta 1926, luego asistente
general, había desempeñado un papel muy activo en el consejo, encargado por el P.
Lucas de varias misiones, en particular de la visita de Colombia en 1929. Pero la
elección fue difícil y el número de vueltas de escrutinio manifestó cierta oposición.
Impresionado, el nuevo elegido aceptó solo después de haber reunido y consultado el
consejo saliente.
Por primera vez los Eudistas tenían a su cabeza un superior que había vivido la
casi totalidad de su vida sacerdotal en Colombia. Nacido en 1874 en Limerzel, en
Morbihan, el P. Maturín Jéhanno había comenzado su formación en los seminarios de
Ploërmel y de Vannes. Habiendo entrado donde los Eudistas fue enviado a Colombia
inmediatamente después de su ordenación en 1899. Desplegó allí notables calidades de
liderazgo, de educador, de fundador, y fue escogido como vicario provincial por el P. Le
Doré en 1913. Habiendo venido a Francia para la asamblea de 1926, en la cual fue
elegido asistente general, había podido desde hacía cuatro años familiarizarse con todos
los problemas del conjunto de la Congregación.
Algunos le reprochaban quizás su porte exterior que consideraban desprovisto de
distinción, su jovialidad, cierta manera de tratar los asuntos que consideraban como
intrigante. Sufrió a menudo por estas oposiciones, incluso en el seno de su Consejo,
pero supo demostrar que se podía tener el exterior de un vividor y ser hombre de deber,
sacerdote entregado totalmente a Dios, a sus hermanos, y ser sorprendentemente eficaz.
Su demasiado breve generalato se reveló muy positivo.
Las “Reglas Complementarias”
Para poner las Constituciones en armonía con el Código de Derecho canónico
aparecido en 1917, la asamblea de 1926 había aprobado un breve texto jurídico,
reservándose el complementarlo con un segundo libro que conservaría costumbres y
consejos dados por san Juan Éudes en las Constituciones primitivas.
Une enorme trabajo de compilación fue realizado en 1929-1930 por varios
Eudistas entre los más competentes, ayudados por los novicios de Lebisey como
colaboradores. Estos, armados de tijeras, de goma de pegar, de lapiceros (los talleres
“Raspa. Corta y Pega”) proveyeron a la asamblea textos que ella examinó uno tras otro,
capítulo por capítulo, en la perspectiva de constituir un Directorio y un texto de
Costumbres.
Finalmente, después de la asamblea, nuevos expertos entresacaron del texto lo
que vendría mejor en un directorio espiritual y en un directorio de obras. El librito
llamado “Reglas Complementarias”, aparecido en 1931, reunía sin embargo 280
páginas, y sus directivas se expresaban a menudo con las mismas palabras de san Juan
Eudes.
Estaba previsto componer “directorios” de colegios, de misiones, de
seminarios… El primero que apareció fue el “Directorio de colegios”, en el que el P.
Juan María Garnier (1868-1933) pudo resumir su experiencia educativa que hizo de él,
78
79
de 1903 a 1918 en San Juan de Versalles, y luego de 1918 a 1931 en San Martín de
Rennes, un prefecto de disciplina y un prefecto de estudios indiscutible e inigualable. El
P. Carlos Lebrun por su parte se encargó del “Directorio de seminarios” aparecido en
1934. Sin embargo, es preciso reconocerlo, estos dos directorios no tuvieron mucha
influencia.
Volvamos a la asamblea de 1930 para recordar que se disolvió el 22 de agosto
luego de un informe del P. Augusto Pério, ecónomo general, que fue juzgado “muy
satisfactorio especialmente por sus fondos.
Regreso a la Roche-du-Theil (1931)
Desde su salida en 1903, nunca los Eudistas se resignaron a perder la Roche-duTheil. Esta casa había sido el centro de la formación de los jóvenes eudistas en el siglo
XIX. Este pequeño castillo campestre de la señora Bot de Chassonville se había
convertido en escolasticado, el terreno había sido cultivado, embellecido por
generaciones de jóvenes trabajadores, y sobre todo, al pie del Calvario, tumbas hacían la
guardia. Así como los franceses habían esperado durante medio siglo la reconquista de
Alsacia-Lorena, los Eudistas, dispersos por el mundo, esperaban reencontrarse en la
Roche-du-Theil.
La propiedad había sido comprada por el señor Richer, de Redon, en
condiciones irregulares, sin acuerdo previo con los Eudistas. El P. Le Doré había
aceptado el hecho para ahorrar al comprador la sanción canónica prevista contra los
compradores de bienes de la Iglesia.
El propietario cobraba el arriendo, había hecho cortes de madera, pero tenía el
parque y la casa abandonados. Durante la guerra de 1914-1918 la casa había sido
confiscada para servir de hospital auxiliar. Los Padres del colegio San Salvador dirigían
a veces los paseos de los alumnos hacia esa propiedad desierta; entre ellos el P. Alfredo
Malabeuf, a su regreso de Colombia en 1919, acostumbrara ir a hacer orar al grupo de
junioristas ante las tumbas de los mayores. ¿Sería posible un rescate? ¿Y qué hacer con
esa casa abandonada?
Antes de la elección del P. Jéhanno, el asunto había sido evocado en el Consejo
general. En 1921, el P. Alberto Lucas, había sondeado las intenciones del señor Richer,
pero sin consecuencias. Luego, la propiedad había pasado en herencia a la señora
Garnier, esposa del senador de Ille-et-Vilaine.
En mayo de 1930 el P. Malabeuf informó al Consejo general que la señora
Garnier se proponía vender; pero en París estaban más preocupados por recuperar las
imágenes y las reliquias que habían quedado en la capilla que por rescatar la propiedad.
Además, una visita al lugar había sido negativa: “El estado de la Roche es lamentable.
La casa es inhabitables a menos que se hagan trabajos considerables. Privada de sus
dependencias es demasiado pequeña… La capilla no ha sufrido demasiado. La huerta
está sin cultivar y pide ser rehecha totalmente. El rescate con el propósito de volver a
la posesión parece poco realizable, a menos que haya una construcción nueva, ¿pero a
qué precio?”41.
Las actas de la asamblea general de Gyseghem (julio de 1930) no dicen palabra
al respecto. Pero la opinión pública debió manifestarse favorable al rescate, puesto que
poco después, el P. Jéhanno, nuevo superior general, fue a visitar a la señora Garnier.
Ella estaría en disposición de deshacerse de un bien que ella sabía había sido adquirido
en condiciones dudosas. Las dos partes convinieron hacer un avalúo, cada una por su
41
Cuaderno de los Consejo generales, 2 de junio de 1930, p. 178.
79
80
cuenta. El peritazgo de los Eudistas estimó el conjunto de la propiedad en 400 o
450 000 francos.
Nota del acta del consejo del 3 de octubre: “¿Es necesario rescatar la Roche? A
favor del rescate hay un movimiento de opinión en este sentido en la Congregación,
desde hace algún tiempo; los recuerdos de la restauración, la presencia de nuestros
difuntos, la ventaja de nuestra presencia para favorecer el reclutamiento en una región
con la que tenemos vínculos muy profundos. Por otra parte, hay que tener en cuenta los
gastos importantes para ponerla de nuevo en servicio que vendrán a añadirse al precio
de compra. ¿Está en capacidad la Congregación de asumir ese gasto?... Hay que darse el
tiempo para estudiar a fondo este asunto y el Muy Reverendo Padre General ha pedido
que se haga. De todos modos, para nosotros hay interés en consolidar nuestra voluntad
de implantarnos de nuevo en la región, de impedir de esta manera que otras sociedades
ocupen nuestro puesto, ya que la Inmaculada Concepción tiene el propósito de
establecerse de nuevo allí”. Estas últimas palabras recuerdan que el superior del colegio
San Salvador, dirigido a partir de las expulsiones por la diócesis de Rennes, pertenece,
como también varios profesores, a la Congregación diocesana de los Misioneros de la
Inmaculada Concepción de Saint-Méen, dispersada desde 1903.
El cardenal Charost, arzobispo de Rennes, ha dado a conocer que daría pleno
consentimiento al rescate eventual de la Roche por los Eudistas.
¿Qué hacer con la propiedad? ¿Será aconsejable establecer de nuevo allí la
formación de los jóvenes Eudistas? Pero la Congregación posee ya Gyseghem y
Lebisey, ¿No está la Roche aislada y es insalubre? Es cierto que el aislamiento es
menor a partir de 1900, gracias al teléfono, a la electricidad, al automóvil, y los medios
actuales de desinfección han hecho retroceder el peligro de la tuberculosis. ¿No podría
hacerse de la Roche una casa de misioneros o un juniorato? En una palabra, el consejo
no se decide.
Queda por resolver la cuestión financiera. El señor Garnier pide por la totalidad
850 000 francos. Parece este precio demasiado exagerado, porque al precio de la
hectárea en la región no sobrepasa 550 000 francos. Por otra parte, según el reglamento
de la sucesión Richer, la Roche fue estimada en 387 000 francos. No sería admisible
que el vendedor se enriqueciera con esta operación. El consejo estima que hay que
continuar la negociación pero sin debilidad. La Roche había sido vendida en 1904 en 80
000 francos oro. Habida cuenta de la devaluación masiva que trajo la guerra esto daría
en francos-Poincaré, 400 000. No habría que ir más allá de 450 000 francos.
El P. Jéhanno dio prueba entonces de su capacidad de negociador. No
conocemos con exactitud cual fue el tenor de sus encuentros con el senador Garnier. Es
probable que el superior general usó a la vez firmeza y diplomacia. Supo hacer
comprender el interés que tenía el señor Garnier, ante la opinión pública, de dar prueba
del mismo desinterés que tuvo el coronel du Halgouët, por mucho tiempo diputado de
Redon, quien había rescatado el colegio San Salvador.
El superior general pudo, el 29 de diciembre de 1930, informar al Consejo que el
senador estaba dispuesto a entregar toda la propiedad de la Roche, a cambio de un
reembolso de 540 000 francos. Por unanimidad el Consejo votó por el sí al rescate de la
Roche.
¿Què uso darle? consejo tras consejo se fue abandonando la idea de tener allí
una casa de misioneros o un juniorato. Sin querer salir de inmediato del refugio de
Gyseghem, “debido a las condiciones políticas siempre inciertas”, se decidió reparar la
casa para acoger a los novicios y a los estudiantes de filosofía, que desde 1918 estaban
en Lebisey.
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Estas reparaciones exigían grandes trabajos. Excepto la capilla y los dos pisos
del cuerpo central todo debía ser reconstruido totalmente: dos grandes construcciones
laterales, un cuarto piso con techo de mansarda, todo el sistema de agua, electricidad,
calefacción, cocina… Una vez tomada la decisión, todo se ejecutó bien, hasta, como
afirma el Consejo del 3 de mayo de 1932, “sobrepasar el millón”. ¿Cómo se hizo para
encontrar ese millón? Se habían vendido 16 de las 76 hectáreas recuperadas. Ya era
algo. Además, la perspectiva de regresar a la Roche despertó la generosidad. Cuando el
P. Jéhanno presentó en Plancoët, a los Padres ancianos la decisión tomada y las
dificultades económicas, el viejo Padre Pablo de Carheil, hasta entonces encerrado en
sus secretos, se conmovió hasta el punto de tomar aparte, en su habitación, al superior
general para ofrecerle, espontáneamente, toda su fortuna, estimada en un millón.
La asamblea general de 1935 lo proclamó “bienhechor insigne”, como también a
un antiguo eudista, el P. Eugenio Rey, que había dado prueba de larguezas idénticas
para los Eudistas de Francia y para los de Canadá. Un joven seminarista, huérfano,
ofreció también todos sus bienes, 160 000 francos. Como no era incorporado se prefirió
frenar su generosidad. En adelante, el P. General sería criticado, como todos los
hombres, pero su primer año de generalato le valió una aureola imperecedera: había
traído de nuevo a los Eudistas a la Roche-du-Theil.
Los trabajos se hicieron rápidamente, bajo la vigilancia atenta del P. Malabeuf,
que no abandonaba la marcha de la obra mientras su compromiso en San Salvador le
dejaba un momento libre. El 10 de septiembre de 1932, el P. Pedro Delin y el P.
Francisco Lebesconte llegaban de Lebisey, para recibir, algunos días después, a los
seminaristas.
Salir de Lebisey, luego de más de catorce años, no se hizo sin nostalgia,
especialmente de parte de “la vieja cuna”, el monasterio de Nuestra Señora de Caridad
de Caen, cuyas Hermanas habían manifestado a los “Padrecitos” un afecto maternal. La
propiedad de Lebisey fue vendida a los Padres de Tinchebray por 180 000 francos y fue
totalmente arrasada por los bombardeos que acompañaron el desembarco aliado, en
junio de 1944.
El retorno a la Roche se vivió con regocijo. En septiembre de 1933, el noviciado
acogía catorce jóvenes, el 23 de septiembre, monseñor Rousseau, obispo de Puy,
ordenaba sacerdote allí a su joven primo. El P. Jacques Delouvrier; fue la primera
ordenación sacerdotal de la historia de la Roche-du-Theil.
El seminario mayor de La Rochelle (1931)
Desde hacía más de cien años los Eudistas habían soñado con reencontrar en
Francia “la obra de los seminarios”, para la cual habían sido fundados. San Sulpicio que
había apoyado la reconstitución de la Congregación en 1825 (¿1826?) no había animado
mucho ese deseo. Además, una Congregación no autorizada no tenía puesto en los
seminarios diocesanos concordatarios. Se pudo en evidencia cuando el obispo de
Soissons, que había tenido la audacia de introducir a los Eudistas en su seminario en
1894, fue prácticamente obligado por el ministerio de cultos a expulsarlos en 1898.
A partir de la separación de la Iglesia y del Estado, las diócesis francesas habían
conseguido su libertad y sin embargo la Congregación no había recibido ninguna
petición. Significaba seguramente que los seminarios de Francia, al menos los que no
estaban bajo la dirección de los sulpicianos o los lazaristas, podían bastarse por sí
mismos. Las únicas peticiones que podrían venir serían las de diócesis en dificultad.
En la primavera de 1931, el obispo de La Rochelle, monseñor Curien, llamó a
los Eudistas. La congregación vandeana de los Hijos de la Inmaculada Concepción,
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conocidos a menudo como los “Padres de Chavagnes”, no podía ya mantener su
equipo de tres sacerdotes en el seminario. El obispo se dirigió a los Sulpicianos que lo
orientaron hacia los Eudistas.
La diócesis de La Rochelle se mantenía muy marcada por la reforma protestante
y era pobre en vocaciones. Su seminario acogía en buena parte a jóvenes provenientes
de las diócesis vecinas del oeste: de Vandea, de Nantes, de Morbihan. Con todo,
monseñor Curien no había vacilado en construir, a cuatro kilómetros de la ciudad, en
Lhoumeau, en una propiedad de cuatro hectáreas muy cercana al mar, un amplio
seminario de setenta habitaciones. La casa no estaba terminada todavía pero contaba
cincuenta y seis seminaristas. Para comenzar el obispo pedía tres Padres, entre ellos un
superior y un ecónomo.
¡Era la obra de san Juan Eudes! Y todavía más, en la diócesis donde en los
pontones de Rochefort había muerto un eudista, el P. Carlos Nicolás Ancel. Según el
acta del Consejo general del 4 de mayo de 1931, escrita por el P. Francisco Hulin, la
aceptación fue inmediata y unánime. Más tarde el mismo P. Hulin creía recordar que
uno de los asistentes, el P. Carlos Lebrun, “sin oponerse en principio, veía irrealizable
el proyecto dada la situación del personal de Francia” (Recuerdos del P. Hulin, p. 7).
Todo se arregló rápidamente. En septiembre de 1931, llegaban a Lhoumeau el P.
Juan Levallois, como superior, y el P. Pablo Lecourtois, como director espiritual y
profesor de derecho canónico, ambos con la experiencia de los seminarios canadienses.
El P. Pedro Buffet, ecónomo, iba a inaugurar con éxito, las colectas en especie, en las
parroquias rurales de la diócesis. El año siguiente llegaron dos otros Padres, jóvenes, el
P. Bernardo Blondel, encargado del dogma, y el P. José Hamon para la Sagrada
Escritura. Eran los sucesores de dos excelentes profesores, sacerdotes diocesanos, los
Padres Salaün y Viaud, que habían facilitado mucho la acogida de los Eudistas por los
seminaristas y por el clero diocesano.
Durante los primeros años la vida del seminario estuvo marcada por diersos
cambios de personal. En 1933, el P. Hamon, que no tenía la licencia en Sagrada
Escritura que Roma exigía con ahínco a los profesores de exégesis, salió para
Estrasburgo a obtener sus diplomas. Llegó entonces un joven profesor de filosofía, el P.
Andrés Pépin. En el verano de 1939, el P. Ambrosio Bourhy, que había reemplazado al
P. Levallois como superior, fue nombrado superior provincial de los Eudistas de
Francia. Su reemplazo fue el P. Blondel que sólo tenía treinta y cuatro años. Dos meses
más tarde estalla la guerra. El superior se convierte en artillero y los seminaristas son
movilizados. En junio de 1940 el seminario es ocupado en su totalidad por los
alemanes. Refugiado en Matha, pueblo de Charente, donde va a vivir días difíciles. Pero
estas dificultades, soportadas en común, crearon un espíritu del que los mayores
conservan la nostalgia.
La parroquia del Espíritu Santo en París (1933)
Hacia 1930, en el distrito 12 de París, un amplio sector cada vez más poblado
formaba la parroquia de Bercy. La iglesia parroquial, Nuestra Señora de Bercy, era
pequeña, muy mal ubicada, y aislada del centro vivo que era la plaza de Daumesnil, por
la red ferroviaria de P.L.M. El canónigo Couchot, párroco de Bercy, adquirió un terreno
bien situado pero para emprender la construcción de una iglesia, en París, en plena crisis
económica, se necesita la feliz convergencia de circunstancias: la voluntad misionera y
social del cardenal Verdier, de abrir “los campos de trabajo del cardenal”, y la
proximidad de la Exposición colonial que se abrió en 1931, en el Bois de Vicennes. La
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nueva iglesia sería el centro católico de la Exposición. Tendría por tanto cierta
magnificencia y la municipalidad de París participaría en los gastos de construcción.
En realidad, cuando terminó la Exposición, apenas estaba en uso la cripta. Pero
el proyecto estaba vigente y las ayudas estaban aseguradas para permitir al arquitecto
Tournon construir una iglesia que sería la “reina de los campos de trabajo del
Cardenal”. La pequeña congregación de los Padres de la Misericordia había aceptado
asegurar el trabajo pastoral de la empresa, e incluso la responsabilidad financiera, que
llegó a ser demasiado onerosa para ella. El P. Hattais, responsable del grupo, habó del
asunto con el P. Jéhanno a quien sedujo el caso. El arcediano de este sector de París,
monseñor Adam, conocía por su parte a los Eudistas. La Congregación fue consultada
oficialmente a principios de 1933 sobre la posibilidad de tomar el relevo de los Padres
de la Misericordia42. Fue necesario desembrollar la situación financiera. A diferencia de
sus predecesores que habían construido por su cuenta los curatos, los Eudistas no se
implicaron de ninguna manera en la financiación de la construcción.
En el otoño de 1933, el P. Desiré Belsoeur llegaba al Espíritu Santo –así se iba a
llamar la futura parroquia- como administrador, ayudado por el P. Antonio Paillot. El P.
Hattais continuó por un tiempo su ministerio al lado de ellos. Las encumbradas bóvedas
de cemento armado se levantaron rápidamente y el 23 de diciembre de 1934 el cardenal
Verdier pudo venir a inaugurar solemnemente la iglesia, resplandeciente de mosaicos y
de frescos debidos a los más célebres artistas del arte religioso de la época: Mauricio
Denis, Jorge Desvallières y muchos otros. La coral del seminario eudista, bajo la
dirección del P. Francisco Lebesconte, vino desde Bretaña para la circunstancia. El gran
organista Alberto Alain y su hijo Jehan tocaron el órgano. Cinco mil personas se
apretujaban bajo la inmensa cúpula. Día de júbilo inmenso que coronaba grandes
esfuerzos.
El año siguiente el P. Olivier Le Fer de la Motte vino a remplazar al P. Belsoeur,
quien iba a morir el año siguiente. Nombrado párroco en el sentido canónico de término
en 1936, el P. de la Motte prosiguió durante más de veinte años, con un ardor y
tenacidad, dos construcciones: la de una parroquia de 40 000 almas y un campanario
digno de descollar en el cielo de París.
Parroquia de san Juan Eudes en Caen (1932)
Desde el cierre del seminario de Caen en 1790, los Eudistas no tenían ninguna
casa en esa ciudad. La presencia del escolasticado en Lebisey, entre 1918 y 1932, había
hecho crecer el deseo de tener una presencia significativa eudista en la ciudad de san
Juan Eudes, sobre todo a partir de la canonización en 1925.
El antiguo seminario se había convertido a partir de la Revolución en la
Alcaldía: la casa de “la Vieille Mission” no había sido todavía identificada. En la
antigua capilla de los Jesuitas, convertida en la iglesia parroquial de Nuestra Señora de
la Gloriette, un hermoso grupo, debido al escultor Valentin, que representaba al santo en
oración ante la Virgen María que sostiene en sus brazos al hijo, había sido colocado
sobre la tumba de san Juan Eudes. Pero esa tumba estaba vacía porque los restos del
santo habían sido sacados antes dela beatificación de 1909. Esa tumba vacía no podía
ser el signo más tangible de la presencia del santo normando en su ciudad.
¿Cómo tener una presencia más llamativa de san Juan Eudes en Caen? El P.
Jéhanno había sido condiscípulo de monseñor Picaud, obispo de Bayeux, en Vannes. No
dudó en pedir al obispo una iglesia, una parroquia, y por qué no la Gloriette. Pero en
42
Cuaderno de los Consejos generales, 28 de diciembre de 1932, pp. 85-86.
83
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esos tiempos el clero era numeroso y celoso de sus prerrogativas. El obispo chocó con
la oposición de su consejo y sobre todo del capítulo. No era posible ceder una parroquia
en el centro de la ciudad. Quizás en un sector pobre, periférico.
A comienzos de 1932 monseñor Picaud hace un ofrecimiento a los Eudistas.
Tiene intención de crear una nueva parroquia, en el norte de Caen, en un barrio de unos
2 000 habitantes, segregada de las parroquia de Saint-Gilles, detrás de la Abadía de las
Damas. Eran los terrenos en los que en otro tiempo san Juan Eudes se había alojado en
un tonel en medio de los apestados. Todavía se llamaba “el predio del santo”. Era
preciso dar comienzo a todo y en condiciones difíciles. El consejo general vaciló porque
las parroquias pequeñas no permiten la vida comunitaria eudista. Pero en el momento en
que se vendía Lebisey no era indicado salir de Normandía y el deseo de permanecer en
Caen bajo el nombre de Juan Eudes era grande. Finalmente se aceptó. Todos eran de
parecer que el terreno escogido por la diócesis estaba mal situado, descentrado, cercano
a los límites de los municipios de Mondeville y de Hérouville. Sin embargo ya había allí
una escuela de niñas. ¡Eudistas, construyan! El arquitecto proyectó un templo grande,
de hormigón y ladrillos, dominado por un campanario en el que podía ir una estatua de
san Juan Eudes. Se empezaría a construir la nave que podría utilizarse mientras
continúan los trabajos.
En la Revue de Saints Coeurs, el P. General lanza de inmediato una suscripción
y el P. Alejandro Maheux recibe la misión de comenzar los trabajos en el terreno. El
monasterio de Nuestra Señora de Caridad apoya la empresa; las listas de suscripción
que se suceden en la revista de mes en mes recuerdan la familia eudista de la época:
Religiosas, Tercera Orden, amigos conocidos e incluso desconocidos. Una pequeña
publicación llamada: Sans abri, da oportunidad a las generosidades. Ya el 25 de marzo
de 1933, monseñor, el obispo de Bayeux, puede bendecir la nave. En seguida más
lentamente se levanta el campanario que serviría de pórtico. Nunca fue terminado. El
transepto y el coro, previstos muy amplios, nunca se ejecutaron pues sobrevino la guerra
y la consiguiente ocupación, y la construcción fue interrumpida largo tiempo. A partir
de 1945, los planes de reconstrucción de la ciudad rediseñan de manera diferente el
barrio, y se hace inútil agrandar la construcción que siguió inacabada. Pero los párrocos
siguientes, el P. Antonio Paillot, el P. José Cherbonnel, y después de la guerra, el P.
Pablo David y el P. Roger Robinault tejen poco a poco, en medio obrero y proletario, la
malla de una parroquia muy animada.
A la gloria de san Juan Eudes
Inmediatamente después de la canonización de san Juan Eudes en 1925, el P.
Gabriel Mallet, incansable postulador, se preocupó por hacerle erigir una estatua en
Roma, en San Pedro. En la nave y en el transepto de la basílica, gigantescos nichos
esperan ocupantes desde el siglo XVII. Está previsto que esas gloriosas hornacinas se
reservan para los fundadores o fundadoras de órdenes o congregaciones religiosas.
Desde 928 el P. Mallet informa al consejo sobre los pasos que permitirían obtener el
“placet” del Santo Padre. Este lo concede en el otoño de 1930. De inmediato el P.Mallet
escribe:
“Mi joven escultor, señor Silva tiene tal deseo de alcanzar reputación mundial
por un trabajo en San Pedro que ya tiene preparadas sus maquetas… Un nicho de la
línea superior nos ha sido reservado. Desde el primer paso en San Pedro, nuestro santo
fundador será conocido. El mayor problema es el gasto. Todas esas estatuas son de
84
85
mármol blanco de Carrara, tienen 4.20 metros de alto y pesan miles de
kilogramos…”43.
En efecto, el gasto previsto era de 300 000 liras, cerca de 400 000 francos. Una
vez más se lanza una suscripción. Se escogió un bloque de mármol de Carrara de 40
toneladas. Se redujo a 27 toneladas. Era de”un blanco perfecto, sin ninguna vena,
ninguna mancha”. Ese bloque fue llevado a la cantera en agosto, todavía informe.
Catorce obreros especializados en el trabajo del mármol lo trabajan. En septiembre “la
cabeza y el busto se destacan, en otro bloque las piernas y el libro del ángel están ya
terminados”44. En febrero de 1932, tirada por potente remolcador, la estatua de san Juan
Eudes hacía su entró en San Pedro y fue izada hasta un altura de 16 metros donde en
adelante, en el segundo nicho de la derecha, da la bienvenida a todos los que entran en
la basílica. Y el secretario anote: “Ceremonia muy sencilla pero de consecuencias
enormes para la fama de san Juan Eudes y la Congregación hubiera perdido mucho de
no hacerse a causa de los gastos que por otra parte fueron cubiertos con la
suscripción”.
Vinieron luego otras estatuas del nuevo santo como la que se erigió en la basílica
de la Délivrande el 4 de julio de 1934. Es obra de Jorge Serraz; se levanta frente a la
Virgen milagrosa y expresa, en la rigidez del cemento, total disponibilidad.
La gloria de san Juan Eudes pedía otros monumentos. Era preciso difundir lo
mejor posible su doctrina espiritual, sencilla y fecunda. Sin embargo las Obras
Completas, editadas entre 1905 y 1912, representaban doce volúmenes, austeros y
costosos.
Por consiguiente, apenas pasada la canonización, vino la preocupación de hacer
nuevas ediciones, más adaptadas al gran público. A partir de 1930, el P. Carlos Lebrun,
el mejor especialista de san Juan Eudes, elegido asistente general, había regresado a
Francia procedente de Canadá. Fue el hombre indicado para emprender los volúmenes
de las Obras escogidas.
En el espacio de algunos años aparecieron en Lethielleux ocho volúmenes en
tamaño 16º. Las introducciones tomadas de las Obras Completas, resumidas y
simplificadas, conservaban la claridad y la precisión de todos los escritos del Padre
Lebrun: Vida y Reino de Jesús, Meditaciones sobre diversos temas (1932), El Contrato
del hombre con Dios en el santo Bautismo (1934), Cartas y opúsculos (1934), Obras
sacerdotales (1935), El Corazón Admirable (1935), Obras diversas sobre el Corazón de
Jesús (1937).
El P. Lebrun, infatigable, añadía en 1933 a esta trabajo de edición un volumen
de 266 páginas, La Espiritualidad de san Juan Eudes, coronación de más de treinta años
de estudios en una síntesis definitiva. Gracias a su trabajo ímprobo, aquel desconocido
exhumado por el P. Le Doré y revelado por Brémond, tenía en adelante su puesto entre
los grandes maestros espirituales de la Escuela francesa.
A estas iniciativas destinadas a hacer conocer mejor a san Juan Eudes, el P.
Jéhano, hombre de acción, quiso añadir un movimiento de opinión encaminado a
obtener, en la Iglesia universal, la extensión de la fiesta del Corazón de María, instituida
por el Fundador y que la familia eudista celebraba desde 1648. Para apoyar una petición
hecha a la Santa Sede, hizo enviar una carta de súplica a dos mil cardenales, arzobispos,
obispos y superiores generales del mundo entero. Ochocientas respuestas favorables, a
menudo bien motivadas, permitieron apoyar en 193445.la petición a la Santa Sede.
Menos de diez años después, el Papa Pío XII, al consagrar en medio de lo más duro del
43
Revue des Saints-Coeurs, 1931, p. 20.
Ibid. 1931, p. 360.
45
Ibid. 1934, p. 35.
44
85
86
conflicto de la guerra el género humano al Corazón de María, instituiría esta fiesta del
Corazón de María. Es probable que las apariciones de Fátima hayan pesado más en esta
decisión que la petición de 1934 y que la teología de san Juan Eudes. Pero no es posible
pasar en silencio este trámite hecho muy en el espíritu de san Juan Eudes.
A quienes debía transmitirse en primer lugar este espíritu de san Juan Eudes era
a los propios Eudistas. El hecho de haber sido considerados ilegales por veinte años en
Francia no había facilitado la vida común. El P. General consideró como un hecho
providencial el haber descubierto en 1931 un precioso y corto escrito del primer sucesor
del Padre Eudes, el P. Juan Jacobo Blouet de Camilly. Se sabía por el P. Pedro Costil
que él había escrito algunas bellas páginas intituladas Spiritus communitatis. El
manuscrito no fue nunca impreso y se consideraba que estaba definitivamente perdido.
Pero el P. José Chevalier, capellán de Nuestra Señora de Caridad de Caen, se propuso
explorar el desván del curato de la parroquia de San Gil que había guardado los libros
de un antiguo Eudista, el P. Juan Hébert, quien llegó a ser cura de esa parroquia después
de la Revolución46. Entre libros sin valor encontró un ejemplar empastado de las
Constituciones, a las que venía añadido el texto manuscrito del Spiritus communitatis.
El P. Jéhanno procedió de inmediato a hacerlo imprimir y a enviarlo a todos los
hermanos.
La glorificación de san Juan Eudes en 1925 y la de los mártires el año siguiente,
habían acrecentado la esperanza de ver pronto que la más ilustre de sus hijas, recibiera
los honores de la beatificación. El P. Mallet, postulador de la causa del Padre Eudes, fue
igualmente encargado de la de la Madre María Eufrasia Pelletier, fundadora del Buen
Pastor de Angers. El P. Mallet soñaba ver con sus propios ojos la coronación de una
causa que había sido para él mucho menos dificultosa que la de san Juan Eudes.
La beatificación tuvo lugar, en efecto, el 30 de abril de 1933, durante el año
jubilar de los 1900 años de la Redención. El P. Jéhanno escribió con ese motivo una
circular a toda la Congregación. Él había podido experimentar en América del sur la
extraordinaria acogida que las religiosas del Buen Pastor han brindado siempre a los
Eudistas, dondequiera ellas están implantadas, es decir, en el mundo entero. La
solemnidad romana del 30 de abril de 1933 y los múltiples Triduos que le hicieron eco
en todos los continentes, fueron ocasión de expresar la ufanía y el gozo de la familia y la
gratitud de todos para con el Buen Pastor.
Pasados sólo cinco años muere el P. Jéhanno (1935)
La actividad del P. Jéhanno, su audacia y su eficacia, evocaban para los Eudistas
mayores los bellos años del P. Le Doré. El antiguo superior general era un bretón de
Auray. También el P. Jéhanno era un bretón de Morbihan y hubiera deseado que la
Congregación pisara de nuevo la diócesis de Vannes. Había sido preciso renunciar a
regresar a Kerlois. ¿Habría una oportunidad en Auray? El sacerdote Augusto Víctor
Guyot de Salins, primo del P. Juan Guyot de Salins, que había consagrado toda su vida
de Eudista a las fundaciones de Colombia, había cedido a los Eudistas una bella
propiedad a orillas del río Auray, en condiciones muy ventajosas. Pero fue imposible
definir qué misión podía cumplirse en una diócesis rica en clero. Luego de la muerte del
sacerdote Guyot de Salins se abandonó la idea de establecer una fundación en Auray, y
la propiedad, luego de haber sido ofrecida a Nuestra Señora de la Caridad de SaintBrieuc, fue finalmente vendida de nuevo a la parroquia de Auray.
Ciertamente no hacían falta ofertas de servicios. Es sabido que en 1931, el
obispo de Saint-Brieuc ofreció a los Eudistas la dirección del célebre colegio San
46
Cuaderno de los Consejo generales, 30 de nov. De 1931, pp. 49-50.
86
87
Carlos, uno de los florones de la enseñanza católica francesa47. Oportunidad halagadora
pero que no era posible aceptar.
La personalidad y la acción del P. Jéhanno le hubieran hecho acreedor de
distinciones oficiales. El ministro de Francia en Colombia había pedido para él la
Legión de Honor, bajo el título de Asuntos Extranjeros. Dado que nada se cumplía pidió
al P. Hulin que se informara48. Fue recibido en la oficina de asuntos cultuales y tuvo que
oír en tono nada agradable la respuesta de que ni pensara en que el sucesor del P. Le
Doré iba a recibir una condecoración. Este era considerado enemigo jurado de la
República y más aún cuando en ese momento su biógrafo reciente, el P. Rovolt, parecía
emprender de nuevo el combate. El P. Jéhanno no tuvo por tanto la Legión de Honor.
Encontró consuelo fácil: a él solo le importaba el bien de la Iglesia y de la
Congregación.
Para asegurar una mejor dirección de la Congregación, el superior general que
no conocía todavía a Canadá había previsto hacer la visita canónica en 1932. Desde el
16 de agosto al 25 de noviembre descubrió una provincia eudista en plena juventud.
Localizada largo tiempo en las Provincias Marítimas y en el vicariato de la Costa Norte,
la provincia se había implantado ahora muy bien en Montreal y Québec. El dinamismo
del superior general concordaba muy bien con el de esta joven provincia.
Diez y ocho meses más tarde el superior general debía hacer la visita de América
del sur. Presentía que iba a fatigarse. Llegando ya a los sesenta años, el P. Jéhanno había
gozado hasta entonces de buena salud y nunca había tenido necesidad de limitarse. Era
de temperamento sanguíneo, hiperactivo, y nunca había consultado un médico. Sin
embargo se sentía fatigado cuando partió en el otoño de 1934 para la provincia
suramericana en donde lo esperaban tantos recuerdos y amigos. Desembarcó en La
Guaira el 24 de septiembre y empezó visitando las comunidades de Maracaibo, Mérida
y San Cristóbal. Un síncope que sufrió al pasar una altura de 4 115 metros hubiera
podido inquietarlo. El 9 de octubre estaba en Pamplona y el 19 del mismo mes se
encontró en medio de los jóvenes escolásticos de Usaquén, cerca de Bogotá.
Permaneció dos meses en Bogotá, predicó retiros, pero se le notaba envejecido y
fatigado. Justo al fin de su viaje, en Cartagena quiso predicar el retiro de los Padres.
Pero durante la travesía de regreso, en la escala de Curaçao, sufrió una violenta crisis de
angina de pecho. Apenas llegó a París el 23 de febrero fue hospitalizado donde las
Agustinas, en la calle de La Santé, pero su estado era desesperado. Murió el 25 en la
tarde. Sólo había sido superior general un poco menos de cinco años.
Sus exequias en París demostraron la estima y el afecto que rodeaban al
duodécimo sucesor de san Juan Eudes. El 6 de marzo, su cuerpo fue enterrado en el
cementerio de La Roche-du-Theil, la casa familiar que devolvió a la Congregación
entera.
47
48
Ibid. ,30 de sept. De 1931, pp. 49-50.
Recuerdos del P. Hulin, p. 14.
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CAPÍTULO VII
EL PADRE CARLOS LE PETIT (1935-1936)
COMIENZOS DEL PADRE FRANCISCO LEBESCONTE
LA PROVINCIA DE FRANCIA EN 1939
La asamblea gneral de 1935 – El P. Carlos Le Petit, superior general – El seminario de
Valennces (1936) – Muerte del P. Le Petit (21 de diciembre de 1936) y asamblea de
1937 – El P. Franciso Lebesconte, superior general (22 de julio de 1937) – Visita a
América (agosto 1938 a marzo de 1939) –La provincia de Francia en vísperas de la
guerra de 1939 – Una nación angustiada, una Iglesia esperanzada – Los colegios – Los
misioneros – Las parroquias –Los seminarios – El espíritu de san Juan Eudes – La
“Vieille Mission” de Caen.
Asamblea general de 1935
Cinco años después del súbito fallecimiento del P. Alberto Lucas, la muerte del
P. Jéhanno, en plena actividad, era una nueva prueba. El P. Jéhanno antes de su partida
para América del sur, había convocado una asamblea general puesto que las
Constituciones preveían una reunión cada cinco años. El P. Luis Lucas, primer
asistente, en nombre del consejo general, mantuvo la fecha fijada, 18 de julio de 1935.
Los veintiún miembros de la asamblea se reunieron dicho día en la Roche-duTheil: los cuatro asistentes generales, el ecónomo general, el P. Carlos Le Petit,
provincial de Colombia-Venezuela, el P. Francisco Tressel, provincial de Canadá, y
quince diputados elegidos: siete por Francia, tres por Colombia y cinco por Canadá.
Según costumbre se comenzó por los informes: el P. Luis Lucas describió la
vida de la provincia de Francia, lo que le permitió subrayar la extraordinaria actividad
del P. Jéhanno. El P. Le Petit, recordó a su turno, la acción del P. Jéhanno durante sus
25 años en Colombia. Con sus 79 sacerdotes, de los que 43 eran colombianos, y sus 35
seminaristas, la provincia eudista de Colombia crecía; la tercera parte del clero
colombiano, afirmaba el P. Le Petit, había sido formado por los Eudistas. El P. Tressel
por su parte presentó la vida de la provincia de Canadá.
El domingo 21 de julio tuvo lugar la elección del superior general. Resultó
elegido el P. Carlos Le Petit, “por unanimidad”, dicen las actas. Ese hecho excepcional
traducía bien la estima, casi se diría la veneracion, de que el superior provincial de
Colombia estaba rodeado, no sólo en su provincia sino en toda la Congregación.
En la tarde fueron elegidos los asistentes generales: el P. Carlos Lebrun, el P.
Pedro Boivent, el P. Francisco Hulin, y el P. Francisco Leesconte.
La asamblea se dedicó a cincelar las mociones referentes a todos los temas: la
administración, las finanzas, la observancia de las Constituciones. Notemos que la
primera de esas treinta y nueve mociones recordaba que la provincia de Francia debía
tener un superior provincial antes de la próxima asamblea. Al separarse el 23 de julio,
los diputados no se imaginaban que la próxima asamblea estaba muy próxima.
El Padre Carlos Le Petit (1879-1936)
El P. Carlos Le Petit nació en 1879 y se formó en el juniorato de Plancoët y en
los escolasticados de Kerlois y la Roche-du-Theil. Fue ordenado sacerdote el 24 de
mayo de 1902, completó su formación en Roma y enseñó el dogma en Gyseghem, en
88
89
donde llegó a ser director del juniorato en 1905. Su aventura mayor empezó en 1911
cuando fue enviado a México. Dirigió allí el seminario de Chilapa, uno de los tres
seminarios mayores de los que se había encargado la Congregación en ese país.
Cuando la guerra de 1914 desorganizó los equipos de México y en 1916 los
revolucionarios pusieron en peligro su vida y la de sus compañeros, el P. Le Petit dio
muestras de un carácter y de un sentido sobrenatural fuera de lo común.
El seminario de Chilapa fue el único que sobrevivió a la tormenta
revolucionaria. Sin embargo debió cerrar en 1918 y los últimos Eudistas fueron
repatriados a comienzos de 1919. En el mes de mayo salió el P. Le Petit hacia Colombia
para desempeñar allí la función de director de la Probación y para ser luego, en 1926, el
sucesor del P. Jéhanno como superior provincial. Sabía aunar maravillosamente la
firmeza con la prudencia y la bondad. Todos lo juzgaron apto como ningún otro para
continuar la tarea interrumpida por la muerte del P. Jéhanno.
Su primera necesidad fue descubrir la realidad eudista en el Canadá y en Europa.
Su empleo del tiempo de 1935 a 1936 lo muestra en visita a las comunidades,
disponible para toda clase de ministerios de la palabra, atento a hacer la visita a los
obispos, ocupado en la predicación de comunidades religiosas, y solícito en conocer
personalmente la vida de las parroquias. Su viaje a Roma del 27 de noviembre al 6 de
diciembre de 1935, además de la visita personal de los Padres y de los estudiantes
eudistas de la Procura de San Pedro, comportaba una docena de visitas importantes y
una audiencia que le concedió el Papa Pío XI. Este último lo escuchó con atención
hablar de México y de Colombia y le propuso con insistencia un nuevo campo de
apostolado: el inmenso Brasil donde las almas padecían de hambruna, faltas de
sacerdotes para distribuirles y el Evangelio y la Eucaristía: “Ojalá Ustedes puedan…”
insistió con gravedad el Santo Padre.
Ese año el Consejo se ocupó menos de proyectos de fundaciones o de cuestiones
financieras que en el tiempo del P. Jéhanno. La preocupación mayor fue mejorar el
ambiente de las comunidades, la vida de oración, la formación. Sin embargo una
fundación nueva iba a acentuar en Francia la orientación hacia la formación de los
sacerdotes, tomada de nuevo en 1930 en el seminario mayor de La Rochelle.
El seminario de Valence (1936)
En abril de 1936, monseñor Pie, obispo de Valence, pidió a los Eudistas tomar la
dirección del seminario mayor de su diócesis. Tanto en Valence como en La Rochelle,
la diócesis hizo el esfuerzo de construir un seminario totalmente nuevo para reemplazar
el que el gobierno francés había confiscado en 1905, al darse la ruptura del Concordato.
Contaba un centenar de seminaristas pero el obispo no podía asegurarles un equipo
sólido de formadores. De ahí nacía su petición. A pesar de las dificultades el Consejo
general dio de inmediato su asentimiento de principio. El superior general, sin tardanza,
fue a encontrarse con el obispo y firmó un contrato. Para la entrada de septiembre, el
Padre Francisco Lebesconte estaba al frente del seminario como superior. Al año
siguiente será reemplazado por el P. Joaquín André, ayudado por los Padres Luis
Monnier, Rogelio Baron y Jacques Arragain.
La aceptación del seminario mayor de Valence obligó a rehusar otra propuesta
análoga. En febrero de 1936, monseñor de Vauroux, obispo de Agen, pedía Eudista para
su seminario mayor. ¿Por qué el Consejo general prefirió dos meses más tarde el
ofrecimiento del seminario de Valence? De hecho. Una nueva insistencia del obispo de
Agen fue descartada: “Por más que una respuesta negativa sea dolorosa, después del
89
90
esfuerzo hecho para Valencia, es imposible aceptar esta petición” nota el cuaderno de
los Consejos49.
Este regreso a la obra de base de san Juan Eudes fue acogido favorablemente en
la Congregación. Mucho se podía esperar de este generalato que empezaba tan bien.
Para acabar el año de 1936 el P. Le Petit se dirigió a Gyseghem, a donde los
seminarists, para participar en la ordenación de dos sacerdotes, tres diáconos, tres
subdiáconos… Predicó el retiro de los ordenandos, asistió a la primera misa de uno de
los nuevos sacerdotes, el 20 de diciembre. El día siguiente, 21 de diciembre, al terminar
su misa, cayo abatido por una crisis cardiaca aguda. Los seminaristas, que se reunieron
a prisa, asistieron a la Extremaunción y estaban orando cuando falleció, apenas pasado
al medio día. Poco antes sus ultimas palabras fueron: “Digan a los Padres que amé a la
Congregación entrañablemente”.
Fue educador de sacerdotes y dejaba al morir un último ejemplo. Pero tres veces
decapitada en menos de siete años, la “pequeña Congregación”, como agradaba a san
Juan Eudes llamarla, estaba invitada a un nuevo acto de esperanza.
La asamblea de 1937
Ante esta muerte inesperada, el primer asistente, P. Carlos Lebrun, no era
hombre que perdiera su sangre fría. Había participado en todas las asambleas generales
desde 1906 y tomó en sus manos la situación. Ya el 31 de diciembre de 1936 la
asamblea fue convocada para el 19 de julio de 1937, en la Roche-du-Thjeil. La mayoría
de los participantes, 14 sobre 22, eran los mismos que dos años atrás habían elegido al
P. Le Petit.
Desde el comienzo el P. Lebrun hizo votar, por unanimidad menos uno, una
moción que consideraba indispensable: “A fin de de poner fin a la situación de Francia,
la asamblea pide que antes de proceder a la elección de los asistentes generales, un
superior provincial de Francia sea nombrado por el M. R. P. General, inmediatamente
después de su instalación”.
Dos días más tarde, el P. Francisco Lebesconte, superior del seminario de
Valence, fue elegido superior general. Luego de su instalación, pidió a la asamblea, no
obstante la decisión tomada dos días antes, proceder, sin tardar, a la elección de los
asistentes generales: Los PP. Francisco Hulin, Francisco Chapotteau, Jorge de la
Cotardière y Joaquín André fueron elegidos. El P. de la Cotardière no estaba presente en
la asamblea y el P. Joaquín André era el superior provincial de Colombia. No importa.
Al día siguiente el P. Lebesconte anunciaba que el P. Carlos Lebrun había sido
nombrado como provincial de Francia, y el P. Esteban Le Doussal, provincial de
Colombia y Venezuela, para reemplazar al P. Joaquín André.
Tan cercana de las precedentes, esta asamblea de 1937 no tenia grandes legajos
para estudiar. Tuvo sin embargo que confirmar un cambio histórico. El P. Gabriel
Mallet, procurador de la Congregación ante la Santa Sede desde 1894, artesano de la
glorificación de san Juan Eudes y de la beata María Eufrasia, vencido por la edad y la
fatiga, había presentado su renuncia. En Roma donde era conocido en todos los
dicasterios, hubieran deseado honrarlo con alguna prelatura; pero el P. Mallet rehusaba
todo, salvo el que, si no se le juzgaba demasiado indigno, se le diera el título de
“Procurador emérito”. La asamblea votó muy gustosamente esta muestra de
reconocimiento y nombró para reemplazar al “Procurador emérit, a su fiel ayudante, el
P. Arístides Righi.
49
Cuaderno de los Consejos generales, p. 106.
90
91
El Padre Francisco Lebesconte (1885-1953) superior general
¡Francisco Lebesconte, qué personalidad rica y difícil de contornear¡ Había
nacido en Rennes el 17 de enero de 1885 y era ex alumno del colegio de San Martín.
Entró al noviciado en Gyseghem en el momento mismo en que todo parecía venirse a
pique en la Congregación en Europa. Sus compañeros de formación guardaban el
recuerdo de un seminarista modelo, un tanto sentimental, pero alegre animador de toda
la comunidad. Fue ordenado sacerdote en 1911 en Roma y obtuvo el doctorado en
teología en la Gregoriana. Durante toda la guerra de 1914 a 1918, fue camillero en el
frente de Salónica. Nombrado maestro de novicios en Lebisey adquirió gran reputación
como director espiritual. Maestro afamado de coral, dotado él mismo de hermosa voz,
no parecía interesarse mucho, fuera de la muscia, por el movimiento de ideas, ciencias y
artes; no leía los periódicos. Tenía por consiguiente una manera de pensar muy
convencional y una palabra fácil e incluso brillante. Siguiendo el camino del despojo y
el abandono a la Providencia (el Santo abandono de Dom Lehoday; el caminito de santa
Teresa de Lisieux) culminó en él en lo que uno de sus antiguos novicios llamaba “un
sobrenatural desconcertante”. Habiendo permanecido diez y seis años como director de
la Probación y muy entregado a la dirección de religiosas, tuvo luego mucha dificultad
para analizar las situaciones concretas en que vivían los que le eran confiados y para
darles los consejos apropiados. Es cierto que el tiempo en que le tocó gobernar, antes,
durante y después de la guerra, fue propicio para desorientar con frecuencia a los más
realistas.
Poco conocedor de las cuestiones económicas, hizo confianza al nuevo ecónomo
general, P. León Dano. Al parecer, éste fue tomando poco a poco en el consejo una
influencia de primer plano, Activo y hábil, ejerció su cargo durante todo el generalato
del P. Lebesconte, hasta 1953.
El nuevo superior general había viajado poco. Había ejercido su ministerio sobre
todo con seminaristas y religiosas, en particular con Nuestra Señora de Caridad.
Mientras se iban haciendo claros los signos precursores a la guerra, hizo la visita de las
comunidades de Francia, y sobre todo preparó la visita canónica de las provincias de
América. En agosto de 1938, se embarcó para Canadá, acompañado por el P. Francisco
Chappotteau. Lo esperó en Nueva York el P. Francisco Tressel, superior de la provincia
canadiense. Visitó en seguida todas las comunidades de las Provincias Marítimas y de la
región de Québec. Acompañado por el P. Arturo Stanton, superior del seminario de
Halifax, emprendió un largo recorrido por las casas del Refugio y del Buen Pastor en
los Estados Unidos, en donde para él hubiera sido muy grato ver instalados a los
Eudistas.
La provincia canadiense era vigorosa y el Padre General asistió en septiembre a
la incorporación de diez jóvenes escolásticos. Pero no sintiéndose cómodo con el tipo
de ministerio y del estilo de vida de los Eudistas canadienses les dejó la impresión de
ser seco y distante.
En enero de 1939 los viajeros desembarcaron en América del sur por La Guaira,
puerto de Caracas. El P. Chappotteau relató50 incidencias pintorescas del viaje, en
automóviles por carreteras de montaña, o a caballo, también en barco, en aviones de la
época e incluso en cables aéreos.
Eran viajes fatigantes, encuentros no fáciles porque el P. General no hablaba
español. Además se encontró con la falta de superior provincial, el excelente Esteban Le
Doussal, muy poco hecho para la administración. Le nombró como sucesor al P. León
Nicolas, sin esperar el fin de la visita. Pero todos estos inconvenientes no impidieron
50
Revista Les Saints Coeurs, 1939, p. 216
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que el paso del P. General fuera reconfortante para él mismo y para sus hermanos
eudistas, muchos de los cuales, franceses de origen, habían sido sus compañeros de
juventud.
Cuando el P. Lebesconte regresó a París, Hitler había ocupado a
Checoslovaquia. La guerra era imparable. Pero los ocho largos meses de visita canónica
en América habían sido útiles. Permitían soportar mejor las separaciones y de
interpretar mejor los silencios de esos seis años de conflicto mundial.
La provincia de Francia en vísperas de la guerra de 1939
Desde hacía diez años la provincia de Francia había recobrado poco su forma de
entidad distinta. El régimen de semi-clandestinidad en el que había tocado vivir, hacia
1930 no estaba ya urgido, pero quedaban consecuencias más o menos visibles. La
provincia no podía tener propiedades legales, lo que obligaba a poner diversas
propiedades recuperadas bajo formas ficticias de sociedades civiles, de tontinas, etc.
Se evitaba el título de Padre, no se publicaba ninguna lista de Personal, y la
Roche-du-Theil se llamaba discretamente “seminario de misiones”. Mediante todo esto
era posible vivir de hecho en total libertad.
La provincia tenía sus mecanismos de rodaje normales: asambleas provinciales
habían tenido lugar en 1930 y 1934; los recursos, las reservas financieras y las
propiedades habían sido repartidos entre la provincia y la administración general, que
solo había conservado como bienes inmuebles la casa general de París, la de Roma y el
seminario de Gyseghem.
Finalmente, a partir de 1937 la provincia de Francia tuvo un superior. El P.
Carlos Lebrun, uno de los hombres más sobresalientes de la Congregación, había
aceptado el cargo, a pesar de sus 74 años “pues se lo habían pedido”.
Desde su regreso de Canadá en 1930 había ocupado un puesto en el Consejo
general e incluso había asegurado la vacancia del gobierno general después de la muerte
del P. Carlos Le Petit. Al mismo tiempo se había desempeñado como superior del
escolasticado de La Roche, de 1933 a 1936, haciéndose estimar de los jóvenes por su
enseñanza de la espiritualidad de san Juan Eudes. Y además tenía ciertamente proyectos
en su cabeza.
Primero fue la instalación del superior provincial en Versalles. Era necesario
tomar cierta distancia de la administración general que residía en París. En Versalles, la
obra eudista del “Hogar del soldado” en Notre Dame des Armées, ofrecía una pequeña
residencia tranquila, bien situada con una capilla amplia.
Luego crear un equipo: el General le había nombrado los dos asistentes previstos
por las Constituciones: el P. Pedro Boivent, que dirigía el colegio San Juan, a diez
minutos del colegio San Juan, en tranvía. Y el P. Ambrosio Bourhy, superior del
seminario de La Rochelle.
Incluso si las Constituciones de 1928 habían buscado reglamentarlo con
claridad, un punto delicado, para el superior general y para el superior provincial, iba a
ser definir los campos de acción de cada uno, y sus relaciones. Esto no se haría sin
ensayos y por tanto sin un poco de sufrimiento de cada uno.
Una de las primeras decisiones tomadas por el P. Lebrun fue el regreso a la
Roche-du-Theil, del seminario de teología que permanecía hasta entonces en Bélgica.
Ciertamente los que habitaban en Gyseghen sufrían a causa de su destierro. El estar
alejados, la niebla de los inviernos flamencos, la falta de distracción y de relaciones, la
dificultad de asegurar, a un grupo poco numeroso, un equipo de profesores calificados,
suficientemente sustanciosos, todo esto invitaba ahora a dejar la hospitalidad belga para
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93
reencontrarse en el seminario bretón. La decisión, tomada en acuerdo entre General y
Provincial, se ejecutó en 1938.
¿Qué hacer con esa casa de Flandes? Largo tiempo se acarició la idea de instalar,
en lugar de los seminaristas, un juniorato basados en la idea de que las vocaciones eran
numerosas en Flandes. Felizmente se renunció a ese proyecto utópico. Primero se
alquiló a las Hermanas de los Pobres (Zusters van den armen), que en todo momento se
habían mostrado beneficotas del seminario, pero luego fue vendida a los Oblatos. La
guerra y la invasión de 1940 justificaron luego una decisión que ningún Eudista francés
critico en su tiempo.
Pero, para el P Lebrun como para los demás, este reagrupamiento parecía que
iba a hacer necesario ampliar la Roche-du-Theil. El Provincial, que veinte años antes no
dudó lanzarse a grandes empresas al hacer construir en Canadá Charlesbourg y Lavaldes-Rapides, hizo elaborar planos detallados por un arquitecto de Nantes y los sometió
en diciembre de 1938 al Consejo general. Este no los aprobó. Este rechazo imprevisto
era seguramente acertado pero afectó ciertamente al P. Lebrun. Sentía el peso de la
fatiga y de la edad. Cuando el P. Lebesconte regresó de Colombia, le entregó un
informe sobre el estado de la provincia de Francia51, antes de presentar su renuncia en
junio de 1939. Para sucederle el P. General escogió al P. Ambrosio Bourhy, segundo
asistente provincial y superior del seminario de La Rochela. Este nombramiento trajo
otros cambios, pero esas nuevs obediencias, apenas puestas en marcha, fueron
perturbadas por la declaración de guerra a comienzos de septiembre de 1939.
Los comienzos de la Provincia no iban por tanto a revelarse muy fáciles. Pero
esas dificultades no iban a impedir a los Eudistas de Francia vivir un período de
dinamismo apostólico. Detengámonos a mirar en sus diversos campos de actividad la
vida este pequeño grupo de sacerdotes en vísperas de la guerra.
En un país angustiado, en una Iglesia llena de confianza
Francia, a partir de 1930, se vio afectada por la violenta crisis económica que se
abatió en 1929 sobre Estados Unidos y Canadá. El desempleo atrajo la agitación social
y la desconfianza frente al régimen. En 1936 los partidos de izquierda constituyen un
“Front populaire”, que llega al poder en el momento en que comienza en España la
terrible guerra civil entre el “Frente Popular” y la insurrección liderada por el general
Franco. La guerra encabezada por Mussolini en Etiopía conduce al “Duce” a aliarse con
Hitler. Crisis económica, devaluaciones y amenazas de guerra son el pan diario de un
país que no logra enfrentar una coyuntura inevitable.
Pero para la Iglesia católica de Francia esos años son más bien años de
esperanza. La paz religiosa se ha restablecido poco a poco, las vocaciones y religiosan
van en aumento, la descristianización evidente de amplios sectores del país no impiden
la vitalidad cristiana de los laicos. Se asiste a un ligero progreso de la práctica religiosa
y sobre todo se ven surgir de obras y movimientos de juventud: patronatos, J.O.C.,
J.A.C., Escultismo… Para los sacerdotes jóvenes en esos años, incluso si la Iglesia
jerárquica permanece un tanto prisionera de sus prudencias, hay bellas auroras.
“Haremos de nuevo cristianos a nuestros hermanos, por Jesucristo lo juramos” cantaban
los jóvenes de la Acción católica.
La provincia eudista de Francia cuenta en 1937, 148 sacerdotes y 57
seminaristas. Puede por tanto mirar el futuro con cierta confianza. De seguro el informe
que hace el P. Lebrun en el momento de dejar su cargo es pesimista. A sus ojos hay
demasiado poco personal para las obras, pero sobre todo, muy poco sacerdotes
51
Cuaderno de los Consejos generales, 1939, p. 240, y Archivos Generales.
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capacitados, por su carácter, edad, formación p carencia de diplomas para desempeñar
las responsabilidades que se les quieren confiar. El anciano provincial estima que se ha
aceptado demasiado fácilmente a sujetos incapaces de servir eficazmente a la Iglesia y a
la Congregación. Con él hagamos ahoora el recorrido de la provincia, en la primavera
de 1939, pero sin la ayuda de un “Personal”. Esa instrumento no existe pues no es
posible publicar listas oficiales cuando se es un “fuera de la ley”.
Los colegios eudistas
La mayoría de los Eudistas franceses activos trabaja en tres colegios, junto a
sacerdotes diocesanos. Son 21 en San Juan de Versalles, 25 en San Martín de Rennes, y
8 en San Salvador de Redon, en donde el superior es un sacerdote diocesano, el
canónigo Trivily. Solamente tres colegios en medio de centenares de colegios católicos
nacidos o renacidos en Francia a partir de mediados del siglo XIX. Una enseñanza en la
que el latín, el griego y los autores clásicos ocupan la primacía. Enseñanza sobre todo
dirigida a las clases dirigentes porque no es gratuita y el recurrir frecuentemente al
internado, incluso para habitantes de las ciudades, pide pesadas contribuciones
financieras. Por esa razón hay que privilegiar a profesores que no cobran caro, de donde
la presencia en el colegio de muy numerosos sacerdotes, incluso para tareas que no
exigirían el sacerdocio. Y naturalmente, ningún personal femenino salvo en ocasiones
para la primaria.
La escuela acoge al niño al principio de la primaria, en primer año, para
conducirlo hasta las clases del bachillerato completo: filosofía o matemáticas
elementales.
El superior dirige el conjunto con toda su experiencia. Es ayudado por el
prefecto de estudios (o prefecto de disciplina) a quien corresponde el cuidado de la
organización, los horarios, de la disciplina en general. Rennes, Redon tienen como
dominante el internado. El alumno externo –y sobre todo el “externo libre” que goza de
libertad en los tiempos de estudio, aparece como colegial de segundo orden. Está
obligado a venir a la misa al colegio el domingo en la mañana, con la cachucha y el
uniforme, y, para poder regresar a su casa luego de la misa debe tener una “salida”, que
habrá merecido por su buena conducta (“el honor”), o por su trabajo (la excelencia”), a
menos que no obtenga una “salida de favor”. Feliz estará si no se le obliga, como veinte
años antes, a volver al colegio para el estudio de la tarde.
Naturalmente, los grupos se desplazan a través de la casa en silencio y en filas.
Y cuidado con las “paradas”, (dice el reglamento: “se hacen mientras se camina”), a las
“líneas” (castigo consistente en copiar textos), o a la prohibición de salir el jueves en la
tarde.
Todo eso, disciplina, estudios, se encontraba en todo el universo escolar de la
época. Los Eudistas, que no estaban dedicados inicialmente a la educación de niños, se
consagraron a esa labor lo mejor que pudieron desde mediados del siglo XIX, y su
pedagogía se inspira más o menos en la de los jesuitas, como también sus seminarios
siguieron a menudo el modelo de los sulpicianos.
El objetivo primordial de los educadores eudistas es la formación de cristianos
sólidos. Nunca la enseñanza religiosa, la invitación a los sacramentos, la práctica de la
confesión y de la dirección de conciencia, los retiros espirituales, etc., se consideran
secundarios. Para estimular a los más generosos, “Congregaciones”, o sea asociaciones
piadosas al estilo jesuita, de las que el mismo san Juan Eudes recibió efectos benéficos,
existen en todos los grupos. Pero hay que decir que el atractivo de esas asociaciones
venerables palideció un poco ante los movimientos nuevos: Cruzada eucarística, Acción
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95
católica de la juventud francesa, que cederá su puesto hacia 1935 a la Juventud
estudiantil católica (JEC) y al escultismo. En Rennes y en Versalles este movimiento
obtuvo sin mucha dificultad derecho de ciudadanía, incluso si los métodos de esta
pedagogía de confianza se alejan mucho de los principios pedagógicos del “Directorio
de los colegios” del R. P. Garnier.
Para justificar la presencia de los Eudistas en los colegios secundarios, a
menudo, siguiendo a san Juan Eudes, se había dicho que el colegio era “una misión
entre los niños”. Pero se decía con mayor acierto que para una sociedad consagrada al
servicio preferencial del sacerdocio, el colegio era a menudo campo propicio para
despertar y cultivar vocaciones. Lo era ciertamente en los colegios bretones del siglo
XIX y lo seguía siendo en la Institución San Martín o en la Escuela San Juan. En
L‟Echo de Saint-Jean (abril de 1964), el P. Luis Barbé notaba que en 86 años, 250 ex
alumnos de esa Escuela habían llegado a ser sacerdotes: 100 sacerdotes diocesanos, de
los cuales 54 para la diócesis de Versalles, y 150 en diversas Órdenes o
Congregaciones. Estas cifras dan testimonio fehaciente los ejemplos que esos jóvenes
recibieron y de la educación que se les impartió. Muchos colegiales, que pudieron tener
cercanos a sacerdotes educadores, profesores, desearon a su vez hacerse sacerdotes.
Durante el mismo período no hubo entre los colegiales de San Salvador parecido
auge vocacional. Fueron los junioristas de la “división eclesiástica” del colegio los que
enviaron cada año a algunos de ellos al noviciado de La Roche-du-Theil.
Los “Padres de los colegios”, de ordinario sobrecargados de trabajo, de
vigilancias de dormitorios, de estudios o de paseos, no tenían facilidad de cumplir los
detalles de las Constituciones o los horarios de las oraciones comunitarias. La mayoría
aman su tarea. Sin embargo, algunos no poseedores de diplomas requeridos para ser
profesores, o poco dispuestos para ser educadores de jóvenes hubieran deseado no
permanecer demasiado tiempo como vigilantes, y según una expresión de la época,
hubiera deseado “hacer ministerio”. Los superiores de las casas, absorbidos por su
trabajo tienen tendencia a preocuparse sobre todo más de la obra que de la comunidad.
“Los Eudistas viven ahogados en medio de profesores laicos”, anota un informe de
visita. No disponen de un centavo salvo una escasa cuota para pagar el tranvía o para ir
al peluquero. Se les pide mucho pero aman su oficio. El radio, se decía entonces
T.S.F52., comienza a llenar las veladas nocturnas y a acompañar la corrección de las
tareas. En un tiempo en el que el cine se prohibía a los clérigos, y en el que las
distracciones eran raras, se encuentran a menudo ente ellos para prolongadas charlas, o
para preparar alguna de aquellas farsas memorables que se hacen mutuamente, y que
nutren el folclor de cada casa. Algunas comunidades, como San Salvador, son
admirables colecciones de “originales”: uno construye un órgano, otro escribe una
novela, un tercero se va furtivamente a la pesca… Los ex alumnos, que compartieron,
sobre todo los internos, la vida de los colegios en aquellos tiempos guardan cierta
nostalgia. Los superiores mayores tienen tendencia a deplorar ciertos aspectos de la
“vida de los colegios”, poco favorables a la estricta observancia de las Constituciones,
pero tienen finalmente que aceptar esa evolución en los comportamientos. Sigamos por
ejemplo, el resumen de la política de las asambleas generales respecto del tabaco: .
“El tabaco para fumar debe ser totalmente prohibido” (Asamblea de 1886); la
misma prohibición es recordada en las asambleas de 1891, 1886, 1926. “Para hacer uso
del rapé se necesitará dispensa del superior general” (1886); Finalmente, en 1935: “Los
que han sido autorizados a fumar recibirán su tabaco del ecónomo”. Dicha autorización
debía en todo caso pedirse al superior general.
52
Literalmente Inalámbrico, Transmisión Sin Hilos. Nota del traductor.
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96
Las Misiones
En la Congregación, por fidelidad con san Juan Eudes, el trabajo de la misiones
encontró siempre lugar. Siempre hubo equipos de misioneros. La Revue des Santis
Coeurs confía número tras número a las oraciones de sus lectores el trabajo de esos
misioneros. Pero este trabajo no es solamente la misión parroquial. Más a menudo se
trata de retiros predicados a sacerdotes, religiosas o jóvenes.
La pequeña casa de Abbeville estuvo siempre marcada por la fuerte personalidad
del P. Emilio Georges, que desde su regreso del Canadá en 1926, logró enfrentar sin
descanso un ministerio de predicación y de redacción de numerosas obras. Encargado
de escribir en el momento de la canonización una biografía de san Juan Eudes, la
corrige y la completa de edición en edición. Desde 1933 es responsable de la revista
mensual Les Saints Coeurs.
Donville en la diócesis de Coutances es conocido por la actividad infatigable del
superior de esa pequeña comunidad, el P. Luis Lajoie. Alto y fornido, Luis Lajoie,
(1883-1970) era al tiempo un predicador infatigable y un varón espiritual un tanto
místico. Había asimilado perfectamente el pensamiento de san Juan Eudes al que hizo
conocer a través de numerosos pequeños libros.
En Domremy el P. Lebesconte puso fin al enojoso conflicto de propiedad que
enfrentaba a la diócesis de Saint-Dié con los Eudistas. Toda la actividad del P. José
Danion (1880-1948), capellán desde 1926, y del equipo del que era director a partir de
1938, se orientó hacia la irradiación de Juana de Arco pero igualmente hacia una
búsqueda indefinida de recursos necesarios para terminar la basílica de Bois-Chenu. La
amenaza de la guerra acentuó las manifestaciones de fervor hacia la Santa de la Patria.
Su punto culminante fue la erección de la iglesia en basílica menor, el 4 de junio de
1939, con el cardenal Villeneuve, arzobispo de Québec, los ministros, los generales y
cerca de cincuenta mil peregrinos.
¿En Versalles, la obra del Hogar del Soldado podría contarse quizás entre las
“obras misioneras” de los Eudistas? En todo caso, en el corazón de una de las más
importantes guarniciones de Francia, el Hogar es muy activo y, llegado el momento,
evocaremos el incendio y la reconstrucción de 1938-1939.
Las parroquias
En París la parroquia del Espíritu Santo se convirtió en pocos años en un centro
eudista muy activo. Alrededor del P. Oliverio Le Fer de la Motte, infatigable párroco,
siete sacerdotes, de los cuales cinco muy jóvenes, animan la vida parroquial muy activa
así como los dos grupos: de muchachos (San Camilo), y de muchachas (“La Durance”).
En Saint-Cyr-l’École, el P. Carlos Batiffol dejó la parroquia en manos del P.
Emmanuel Danigo, rudo misionero para esa ciudad obrera de ferroviarios. Allí estaba
“el suburbio rojo”, cuya existencia el P. Lhande, desde hacía diez años, había revelado a
los católicos de Francia. En la nueva parroquia San Juan Eudes de Caen se iba
configurando un medio análogo.
Dejadas de lado los inevitables casos personales, parece que los jóvenes eudistas
de la época se encuentran generalmente a gusto en la vida de misioneros-predicadores,.o
en la de parroquias que son a menudo tierras de misión.
Los seminarios
En pocos años los Eudistas añaden a su propio centro de formación de La
Roche-du.-Theil, la responsabilidad de dos seminarios mayores. A los ojos del P.
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Lebrun es demasiado. De Roma llegan algunos jóvenes diplomados, pero ¿cómo hacer
para encontrar para esos dos, mejor tres, seminarios mayores, equipos experimentados?
En La Rochelle como en Valences faltan los sacerdotes de 35 a 60 años, maduros para
las responsabilidades de dirección espiritual.
La espiritualidad de san Juan Eudes
¿En medio de tantas ocupaciones, queda aún tiempo y entusiasmo para explorar
y difundir la tradición espiritual eudista? El grupo de los Padres mayores trabaja
siempre; los que han descubierto la espiritualidad de la Escuela francesa, acompañado a
san Juan Eudes en el camino a la canonización: El P. Lebrun, el P. Gauderon en Roma,
los PP. Lajoie y Georges, y el mismo P. General. Los jóvenes a su turno buscan cómo
difundir el espíritu del Fundador. Algunos seminaristas de Gyseghem dieron origen a
una colección juvenil, en la que escribieron el P. Georges, la señora le Bourgeois, y un
joven eudista de brillantes dotes, Miguel Geschwind, autor de un Vivir de Cristo, muy
adaptado a los adolescentes.
Se siente además que la espiritualidad del Cuerpo Místico, la misma que
difundió san Juan Eudes, se encuentra en este preciso momento en armonía con el
descubrimiento que hacen los jóvenes de la Acción Católica, y que difunden, cada uno
en su medio, jesuitas como los PP. Mersch, Plus y Jaegher.
El identificación y la compra de la “Vieille Maison” en Caen (1938-1939).
Un acontecimiento, menor en resumidas cuentas, despierta, en vísperas de la
guerra, la atención sobre san Juan Eudes y los orígenes. El P. Guillermo de Bertier que
empezaba entonces una brillante carrera de historiador, se interesó en 1938 en
identificar la casa en la que san Juan Eudes había fundado en 1643 su primer seminario,
y donde había muerto el 19 de agosto de 1680. ¿Qué había originado este descuido? La
hermosa fachada del seminario construido a finales del siglo XVII en la Plaza Real y
convertido luego de la Revolución en sede de la Alcaldía había hecho olvidar la
presencia muy cercana de la que las antiguas cartas llamaban “la vieja misión”. Puesto
en alerta por el P. Malabeuf, infatigable archivista, el P. de Bertier estudió el asunto.
Comparó los testimonios antiguos, los planos catastrales, y ya en el lugar, llegó
rápidamente a la certeza de que la primera misión adquirida por san Juan Eudes no
podía ser otra que la que se distinguía con el número 30 de la calle Juan Eudes, es decir,
en la esquina con la calle San Lorenzo. Era una casa de tres pisos de comienzos del
siglo XVII, bien construida pero en pésimo estado, sobre todo del lado del patio,
adherido a otras casas que bordeaban el Odon, pequeño río que va a desembocar al
Orne. El P. de Bertier identificó la gran sala que había sido la primera capilla del
seminario y sobre todo la pieza del fundador, “cuya ventana mira al jardín de los R. P.
Jesuitas”, como indicaba san Juan Eudes en su Testamento53.
En un artículo en la Revue des Saints Coeurs54, el investigador presentó sus
pruebas y recordó la historia de la casa. Confiscada y vendida durante la Revolución, “la
casa del frente, Vieja Misión” pertenecía a ciudadanos de Caen que aceptaron
deshacerse de ella cuando los Eudistas les propusieron rescatarla, pues para ellos era un
tesoro de familia. El precio propuesto, 275 000 francos, pareció al principio muy
elevado. El consejo general esperó el regreso del P. Lebesconte, por entonces en
Colombia, para lanzar de nuevo la propuesta. La compra se hizo finalmente por 180 000
53
54
Testamento de san Juan Eudes, OC 12, 174.
Revue des Saints-Coeurs, 1939, p. 2.
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98
francos. Los locatarios permanecieron en ella pues no había proyecto de utilización
inmediata de la casa. Se vería en el futuro.
¿Podría preverse en ese 1939 el futuro? ¿El huracán de fuego que se abatiría
sobre Caen en junio de 1944? Causaría totalmente la ruina de la soberbia construcción
de la alcaldía, pero dejaría subsistir intacta, al lado, la “Vieja Misión” de san Juan
Eudes.
En 1968 la propiedad de la casa pasó a las Hermanas de Nuestra Señora de
Caridad. Cuidadosamente restaurada, fue utilizada para el servicio social de reeducación
animado por la comunidad. En el segundo piso, en la pieza en que murió san Juan
Eudes el 19 de agosto de 1680, un pequeño oratorio conserva su recuerdo. Y desde
2001, la casa entera fue acondicionada para acoger encuentros y retiros.
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CAPITULO VIII
LA EXPANSIÓN EN LA PROVINCIA DE QUEBEC
HASTA 1940
Los Eudistas en la ribera sur del Golfo San Lorenzo- Rimouski – Santa Ana de la
Pointe-au-Père (1903) – Chandler – Chicoutimi y la parroquia del Sagrado Corazón
(1903) – Los Eudistas en la región de Québec: una casa de misioneros en Lévis (1911);
la parroquia del Corazón de María en Québec; el paso del escolasticado de Bathurst a
Charlesbourg (1923); El Externado clásico de Limoilou (1937) y el juniorato del
Corazón de María – En Montreal: las capellanías del Buen Pastor; los orígenes de la
parroquia del Buen Pastor en Laval-de-Rapides (1918); la residencia de Laval-desRapides (1929).
Durante los treinta primeros años de las fundaciones eudistas en Canadá, casi
todo el esfuerzo se hizo en la Provincias Marítimas. Sin embargo luego de la embajada
del P. Blanche en 1902, se hubiera podido esperar ver el desarrollo de algunas
implantaciones en la provincia de Québec, al menos en Rimouski, en La Pointe-au-Pére
y en Chicoutimi. Sólo en 1920 se pudo se puso pie en las grandes ciudades de la
provincia de Québec.
En la ribera sur del Golfo de San Lorenzo
En gran contraste con los peñascos y los bosques de la costa norte del río San
Lorenzo, la costa sur presenta inmensas planicies fértiles, haciendas prósperas y
localidades antiguas placenteras. Se destaca la península de Gaspesia, de acantilados
bien perfilados y bahías habitadas por pescadores reunidos en poblados. Sus paisajes
espectaculares atraen en verano millares de visitantes; la carretera que bordea la costa,
abierta en 1929, permite a los turistas hacer la “vuelta de la Gaspesia”, detenerse en
Gaspé, donde, en julio de 1534, Jacques Cartier plantó una cruz en nombre del rey de
Francia. Toda esta región formaba en 1902 la inmensa diócesis de Rimouski, dirigida
desde 1891 por monseñor Andrés Alberto Blais.
Rimouski
Desde 1882, mucho antes de la llegada a la Bahía de Santa María, los Eudistas
habían recibido la petición de dirigir el seminario de Rimouski. Las negociaciones con
el P. Le Doré infortunadamente no tuvieron éxito.
Un segundo intento, hecho en 1902, debido esta vez a la iniciativa del P.
Blanche ante monseñor Blais, empezó con mejores auspicios. La petición del obispo fue
respondida de inmediato y fue enviado como profesor de moral el P. León Jennet. Poco
después, la masiva llegada de Eudistas franceses, permitió nombrar para el seminario de
Rimouski al P. Carlos Lebrun así como al P. José Quélo y al P. Yvo Gautier, que
trabajaron allí hasta 1906. ¿Se hubiera podido obtener la dirección del seminario? El
obispo lo deseaba pero no así los sacerdotes diocesanos. El P. Quélo escribía en 1905 al
P. Le Doré: “Monseñor Blais está a favor nuestro pero es bastante probable que en dos
años o más, ya no seamos necesarios”.
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A partir de 1905, en efecto, la situación se tornó delicada: el antiguo superior del
seminario permanecía siempre dentro de la institución y expresaba públicamente su
desacuerdo con su sucesor lo que traía divisiones en el seminario. “No estando aquí
nosotros como en casa propia, escribía el P. Quélo, y no debiendo permanecer más por
mucho tiempo, supongo que vamos a pasar a la reserva.. La vida eudista es difícil”. El
P. Lebrun, a causa de la susceptibilidad del clero diocesano, tuvo que abandonar su
cargo de director espiritual. El P. Gautier, director de los seminaristas desde 1905, debió
hacer otro tanto en noviembre de 1906. Después de cuatro años de presencia, los
Eudistas salieron, pues, del seminario con cierta amargura, conservando siempre alta
estima por monseñor Blais.
En septiembre de 1908, el P. Gautier regresó al seminario para enseñar la
filosofía, acompañado del P. José Kerdal. Pero en 1910, este último fue enviado a
Gyseghem, y el P. Gautier, designado como misionero, fue a residir en La Pointe-auPère. “El obispo hubiera confiado gustosamente a nuestra sociedad su seminario
mayor e incluso el menor y quizás habló demasiado de esto, declaraba el P. Gautier. El
clero, que era opuesto a esta medida, se llenó de temor; llevó el asunto al arzobispo de
Québec e incluso al delegado apostólico en Ottawa55… De todos modos, añade, la
Congregación no hubiera aceptado la dirección de esta casa”. Y tenía razón, los
Eudistas no se habrían hecho cargo de esta obra a la que estaba unida un pesada
responsabilidad financiera.
La parroquia Santa Ana en La Pointe-au-Père
El nombre de La Pointe-au-Père designa una lengua de tierra que se adentra en
el río San Lorenzo, a diez kilómetros, siguiendo el curso del río, hacia Rimouski. El
“Padre”, a quien debe su nombre, sería el jesuita Enrique Nouvel que celebró allí una
misa en 1663. Una capilla dedicada a Santa Ana había dado origen a una parroquia
pequeña, alrededor del faro y de la estación de radio. Los pilotos que guiaban a lo largo
del San Lorenzo los buques que entraban del océano Atlántico residían en ella. Muy
solitaria en el invierno, La Pointe-au-Père se anima mucho durante el verano, a causa de
las peregrinaciones y del paso de los buques que vienen a dejar los pilotos en
proximidad del muelle.
En febrero de 1903, monseñor Blais había manifestado al P. Blanche su deseo de
confiar a religiosos la poco habitada parroquia de Santa Ana que contaba entonces 260
almas. El obispo precisaba: “Santa Ana es frecuentada anualmente por seis a ocho mil
peregrinos. Los Eudistas que residirían en La Pointe-au-Père podrían irradiar hacia
todos los puntos de la diócesis y de la región entera, incluso hacia los Estados
Unidos56. Los Eudistas aceptaron el ofrecimiento. El P. José Dréan dejó su parroquia
de Saulnierville y se hizo cargo de la de Santa Ana, a finales de septiembre de 1903. El
3 de septiembre de 1904, monseñor Blais y el P. Ángel Le Doré firmaron un acuerdo
por el que la parroquia se entregaba a la Congregación “in perpetuum”.
En 1908 el P. Amado Morin sucedió al P. Dréan; más tarde, en 1929, llegó el P.
José Courtois, que permanecería allí 22 años. Durante la época de las peregrinaciones,
los Eudistas venían gustosamente a prestar ayuda a los Padres de Santa Ana. Fácilmente
prolongaban allí su permanencia para descansar y para hacer “la vuelta de la Gaspesia”,
en compañía del P. Courtois, guía experimentado y muy aficionado a la fotografía.
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Archivos provinciales de Canadá, legajo “Seminario de Rimouski”.
Archivos provinciales de Canadá, legajo “Parroquia Santa Ana”.
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La parroquia del Corazón de María de Chandler (1917)
En la costa de Gaspesia, en la entrada de la bahía Des Chaleurs, una pequeña
aglomeración de 1 500 habitantes había nacido en torno a una fábrica de pulpa. El
obispo de Rimouski hizo de ella una parroquia en 1917 y la confió a los Eudistas. El P.
Lebastard, vicario provincial, aceptó esa obra y llegó a pensar incluso que allí se podría
organizar un colegio pequeño. Su primer párroco fue el P. José Haquin, y luego, en
1927, el P. José Bouvier. Este tuvo la alegría de construir la Iglesia que fue bendecida
en 1930 bajo la advocación del Santo Corazón de María. La crisis financiera de 1930
provocó el cierre de la fábrica que solamente se reorganizó en 1937.
Los eudistas en Chicoutimi (1903)
Dejemos la orilla sur del San Lorenzo y vamos a la diócesis de Chiclutimi. La
ciudad está situada entre el lago San Juan y el golfo del San Lorenzo al que desemboca
el río Saguenay, que se ensancha en un amplio fiord, de más de cien kilómetros.
En 1902 el P. Blanche aceptó la nueva parroquia del Sagrado Corazón, al
occidente de la ciudad, parroquia extensa e importante en medio obrero: 3 700 almas en
1954, 5 500 en 1940. El equipo eudista era numeroso: un párroco acompañado de tres o
cuatro vicarios. Pronto se sintieron como en casa, visitando los hogares, distribuyendo
estampas a los niños, inquietos por la salud de uno y por el trabajo de otro. En 1905 se
terminó una bella iglesia gótica, y luego una amplia casa cural.
Muy comprometidos pastoral y socialmente, los PP. José Créan, José Courtois,
Luis Legrand, José Nio y Andrés Jauffret multiplicaron las actividades: movimientos de
jóvenes, apoyo a los trabajadores, promoción del culto al Sagrado Corazón y de la
devoción a san Juan Eudes. Para las niñas se organizó la sociedad de Santa Juana de
Arco o la de Santa Marta; para los jóvenes, los zuavos pontificios y esos cadetes-zuavos
fundados en 1922 por el Courtois. Su primera presentación, con tambores y trompetas,
causó sensación.
Para los jóvenes intelectuales el “Círculo Dréan”, por el nombre de su fundador,
proponía numerosas sesiones y trabajos diversos en torno a las cuestiones religiosas y
sociales. Un sacerdote diocesano, monseñor Eugenio Lapointe, fuertemente marcado
por la encíclica de León XIII, “Rerum novarum” (1891), fundó en 1907 la “Federación
Obrera Mutual del Norte” y fue en Chicoutimi el promotor del sindicalismo católico.
Los trabajadores de la Pulpería de Chicoutimi, motivados por los Padres, adhirieron
desde su fundación a ese sindicato que defendía a los obreros al tiempo que se oponía a
la lucha de clases. Se lee en el Eco parroquial del Sagrado Corazón, en diciembre de
1913:
“La Iglesia ha sido siempre la primera en condenar y combatir a quienes
explotan indignamente la miseria de los trabajadores… Nada hay tan falso como
considerar al capital como un perjuicio social, como el enemigo del trabajo. Estén
convencidos, amigos obreros, que el capital es necesario para el trabajo como el
trabajo es necesario para el capital… El patrón no es por tanto el enemigo del obrero
ni el obrero enemigo del patrón…”
En la vida de la parroquia la difusión del culto del Sagrado Corazón ocupaba
puesto importante, así como la devoción a san Juan Eudes cuya canonización dio lugar a
un triduo memorable, en agosto de 1925: Esos días quedarán grabados en la memoria
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de todos, escribía el P. Legrand; se hablará entre nosotros del año del Triduo como se
habla del año de Gran Misión o del Jubileo”.
La influencia de los Padres llegó al seminario mayor de Chicoutimi donde cuatro
Eudistas enseñaron de 1903 a 1911, así como en las comunidades religiosas de toda la
ciudad.
Los Eudistas en la región de Québec
La residencia de Lévis (1911)
Durante la asamlea general de la Congregación en 1911, el consejo general
nombró al P. Próspero Lebastard vicario general y le dio como asistentes a los PP..
Pedro Dagnaud y Pablo Lecourtois. Se pidió al P. Dagnaud que estableciera una casa de
misioneros en Québec o en sus alrededores. Las cosas marcharon expeditamente: el P.
Dagnaud era bien visto en Québec donde era estimado del arzobispo, el cardenal Begín,
de las comunidades religiosas y del clero. Adquirió por 6 000 dólares una casa en las
colinas de Lévis, frente a Québec. La vista sobre la ciudad era maravillosa, y la
residencia bien situada puesto que los trenes de la gran línea Halifax-Montreal se
detenían en Lévis.
El cardenal Begín resumía acertadamente, en la carta que dirigió el 13 de
septiembre de 1911, al P. Lebastard, las razones de esta fundación: “Esta casa servirá
de procura, albergará tres o cuatro Padres residentes y misioneros, tendrá un oratorio
pequeño estrictamente privado, será casa de paso y albergue para los de su comunidad
que pasen por aquí, provenientes de la Costa Norte o de las Provincias Marítimas”.
Entre 1911 y 1918, la casa estuvo compuesta de cuatro misioneros de tiempo
completo, entre los que se contaba los PP. Pedro Dagnaud e Yvo Gautier. Pero esos
misioneros tenían períodos de inactividad y era deseable que hubiera obras para los que
como el superior y el procurador residían allí de forma habitual. Esto no era posible en
Lévis y se pensó en establecerse en otra parte.
La parroquia del Santo Corazón de María en Québec (1918)
¿Cómo se llegó a decidir la fundación de esta importante parroquia? El P. Yvo
Gautier nos dejó sobre esto un relato pintoresco:
“Hacia mayo de 1917, el P. Lebastard vino a Lévis por tres días. El P. Dagnaud
estaba predicando en el Hospital general. Yo estaba prácticamente solo. Un día,
durante la comida, el P. Lebastard me dijo:
* Voy al arzobispado.
* ¿Si no soy indiscreto, es visita de cortesía o de asuntos?
* Oh, simple cortesía.
*En ese caso lo acompaño.
El cardenal Begin a quien íbamos a presentar nuestros respetos estaba ausente.
Tocamos en la puerta del vicario general, monseñor Marois. La conversación se tornó
interesante muy pronto.
* Padre, estamos contentos, dijo el vicario general, de poder ofrecer a su Congregación
la dirección de una nueva parroquia en la ciudad de Quebecm como reconocimiento de
los servicios que ustedes prestan en la Costa Norte.
* Monseñor, le agradecemos muchísimo, respondió el P. Lebstard, pero nos va a ser
difícil aceptar. No estamos hechos para eso ni tenemos personal suficiente, y además las
obras de las Provincias Marítimas absorben todos nuestros efectivos.
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* Pero, replicó el vicario general, ¿no piensa Usted que una obra como una parroquia
sería muy ventajosa para su comunidad, para su reclutamiento? Creo que a su Padre
General esto le agradaría.
Me decidí en ese momento a meter la cucharada: Ciertamente, respondí. El P.
General me escribió que estaría muy contento si lográramos tener una parroquia en la
ciudad.
El P. Lebastard me miró con ojos afligidos y enojados. La conversación terminó
con frases corteses… Al salir del arzobispado me gané mi regaño.
* ¿Por qué habló? Me dijo el P. Lebastard.
* Para contrabalancear el efecto de sus palabras.
* Esto no es de su incumbencia.
* Eso me incumbe a mí y a todo el mundo.
* No podemos aceptar una parroquia en Québec. No estamos hechos para eso.
* Somos tan capaces como los demás.
* A usted solo le interesa Québec.
* Y a usted las Provincias Marítimas.
La conversación se tornó un tanto agria y continuamos el camino en silencio.
Al día siguiente el P. Lebastard quiso volver al arzobispado para rechazar el
ofrecimiento de monseñor Marois. Los dos Eudistas hicieron la travesía de Québec,
pero el P. Gautier condujo primeramente al P. Lebastard al Hospital General para
informar al P. Dagnaud sobre el asunto. Le dije: “Le traigo al P. Provincial. Está
haciendo una gran burrada. Impídale regresar al obispado. Lo pongo en sus manos. “.
Los dejé a los dos y me fui a dar un paseo. El P. Lebastard no regresó ese día al
arzobispado y se impidió así que diera al proyecto el golpe de gracia”.
En el otoño de 1917, el nuevo superior general, el P. Alberto Lucas, vino a
visitar a Canadá desafiando los submarinos. Aprobó la aceptación de la futura
parroquia. Un decreto del cardenal Bégín, fechado el 3 de mayo de 1918, la erigió
canónicamente bajo el nombre de “El Santo Corazón de María”. Su territorio fue
segregado de las parroquias de la catedral y de San Juan Bautista. El P. Dagnaud fue
párroco fundador, y la capilla de las hermanas del Buen Pastor de Québec sirvió
provisionalmente de iglesia hasta la inauguración de la magnífica Iglesia de la GrandeAllée. El cardenal Bégin la bendijo el 67 de febrero de 1921.
En agosto de 1927, el P. Dagnaud cedió el puesto al P. Jorge de la Cotardière
quien fue párroco hasta 1938, reemplazo en seguida hasta 1941 por el P. Juan Luis
Quélo. Desde finales de los años de 1930 la parroquia se desarrolló ampliamente: más
de 6 000 almas, una veintena de movimientos…
Traslado a Charlesbourg de la casa de formación eudista (1923)
A usted sólo le interesan las Provincias Marítimas”, decía el P. Gautier al P.
Lebastard y tenía razón. Al escoger, luego del incendio de Caraquet (1915), el sitio para
reinstalar temporalmente el colegio en el edificio construido en Bathurst para acoger el
juniorato y el escolasticado eudistas, el P. Lebastard había decidido reconstruir no lejos
de allí el nuevo colegio. Incluso organizó, el 11 de julio de 1920, una ceremonia para
echar la primera palada de tierra en el sitio del futuro colegio. Pero acababa de dejar su
cargo que había entregado al P. Carlos Lebrun. Este tenía puntos de vista muy distintos.
En el consejo provincial del 9 de julio precedente se decidió abandonar la
construcción prevista por el P. Lebastard –su gasto hubiera sobrepasado los 400 000
dólares- e instalar el colegio en la construcción de piedra que se estaba terminando y
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que inicialmente se previó destinar a la formación eudista. El juniorato permanecería en
Bathurst pero el escolasticado sería trasladado “a otro sitio, si posible a Québec, a una
casa que se espera adquirir en buenas condiciones, si monseñor Bégin tiene a bien
permitirlo”. Dicho y hecho. En el consejo del 22 de octubre hubo de escogerse una de
dos propiedades “situadas a tres millas de Québec, una en Belmont, en el camino de
Sainte-Foy, la otra en Charlesbourg”. El 21 de enero se tomó la decisión final:
Charlesbourg donde se levantará un “edificio para sesenta personas”
Estas decisiones fueron acogidas “con visible satisfacción tanto dentro como
fuera de la Congregación”, anota el P. Lebrun en su carta circular del 24 de diciembre
de 1920. De hecho estos propósitos entraban dentro de los objetivos del consejo general.
Eran respuesta a los deseos de la región de Bathurst que soñaban con ver la reapertura
de un colegio lo más rápidamente posible. Además la Congregación salía ganando al no
concentrar varias obras importantes en la misma localidad.
Habiendo adquirido por 18 000 dólares las dos y media hectáreas de
Charlesbourg, el P. Lebrun explica en la misma carta del 24 de diciembre las razones de
esta escogencia:
“La casa de Charlesbourg llegará a ser un centro en el que los Padres de
Québec, de Montreal, de Chicoutimi, de La Pointe-au-Père y de la Costa Norte podrán
reunirse para los ejercicios del retiro anual. La cercanía de la Universidad de Laval
nos permitirá que algunos de nuestros jóvenes puedan seguir cursos especiales.
Esperamos además que esta fundación atraiga algunas vocaciones de la provincia de
Québec, sin disminuir el número de las que nos vengan de las Provincias Marítimas,
donde somos conocidos y apreciados. Añadamos que Charlesbourg se encuentra al pie
de Les Laurentides y allí nuestros jóvenes se encontrarán protegidos de los vientos del
norte y encontrarán en los alrededores lugares para agradables y variados paseos”.
El contrato de construcción fue firmado por los PP. Dagnaud y Lebrun el 20 de
febrero de 1922; los trabajos comenzaron el 17 de abril y el 15 de agosto de 1923 el
seminario fue inaugurado. El P. Alberto Lucas, superior general, sugirió tres nombres
para escoger: “Seminario del Sagrado Corazón”, “Seminarios de los Sagrados
Corazones” o “del Santo Corazón de María”; el P. Lebrun optó por el primero. Pasados
unos diez años, el número de entradas aumentaba sin cesar y fue necesario construir otra
ala. Los trabajos, bajo la dirección del ecónomo del la casa, el P. Mauricio Lamontagne,
fueron iniciados el 20 de julio de 1935.
En Charlesbourg la vida del seminario discurría como en los otros seminarios
del Canadá de entonces. El reglamento preveía una sólida formación intelectual y
espiritual, cursos de filosofía y teología, de Sagrada Escritura, de historia de la Iglesia e
incluso de hebreo, todo dentro del marco espiritual tradicional: misa diaria, oraciones,
lecturas espirituales, etc., según el “Manual de oraciones”, compuesto por san Juan
Eudes. Cada año la peregrinación a Santa Ana de Beaupré, seguida de una colación al
lado de las cataratas del río Montmorency, señalaba el fin del retiro y la toma de sotana
de los novicios.
El seminario daba amplio espacio al canto y a la música. Los mejores cantores
formaban una coral que a menudo era invitada a las parroquias vecinas. El teatro no era
ausente: los novicios representaban comedias en la fiesta de los Santos Inocentes, y en
las fiestas del calendario anual, en especial en la fiesta de Santo Tomás de Aquino, se
representaban obras de teatro o se daban conciertos. Cada semana el paseo llevaba a los
seminaristas a esos “espacios agradables y variados”, de que hablaba el P. Lebrun, e
incluso a asuetos prolongados en el puente de Québec o en el de la Isla de Orleáns, En
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verano, luego de tres semanas pasadas en familia, los seminaristas se reencontraban en
el seminario, practicaban deportes, cuidaban de la propiedad, preparaban en sermón que
habrían de dar en el comedor luego de la entrada… Era posible también tomar el baño
en el río Duberger, en cuyas orillas, gracias a un don del P. León Jennet el seminario
había adquirido una casa. Los seminaristas construyeron allí un dique y formaron un
estanque en el que muchos mostraron su talento de nadadores o de clavadistas.
El invierno tenía igualmente sus actividades: Ski, balón-mano, patinaje. Una
ingeniosa máquina, construida con palos y tablas de barril permitía deslizarse a
velocidad vertiginosa. Las estrellas del jockey de los colegios proseguían en el
seminario su carrera: partidos en equipos de seis, sin reemplazos, se jugaban en tres
períodos de veinte minutos, sin más descanso que los retiros forzosos del juego que
determinaban los árbitros.
Tal fue durante más de cuarenta años esta casa de familia y de formación que se
llamó el seminario del Sagrado Corazón. Sus instalaciones han sido poco a poco
circundadas por una urbanización invasora.
El Externado clásico San Juan Eudes (1937)
Se debió a la iniciativa del arzobispo de Québec, cardenal Villeneuve, la
fundación de esta obra. Desde 1635, los jesuitas habían inaugurado en Québec la
enseñanza clásica. Luego de la conquista británica, el seminario menor de Québec,
fundado en 1668 por monseñor de Laval, asumió de nuevo esta misión. Para ello
ensanchó paulatinamente sus hermosos edificios en el centro de la ciudad. Pero ante el
desarrollo de Québec, y no obstante la resurrección en 1930 del colegio de los Jesuitas,
se impuso la necesidad de fundar un tercer colegio en el barrio obrero de Limoilou.
El arzobispo de Québec conocía el trabajo de educación que realizaban los
Eudistas en las Marítimas. Escribía en 1940: “He comprobado la obra inconmensurable
realizada por los Padres Eudistas en Acadia. Ellos han sido ciertamente los salvadores
del elemento católico y francés de Acadia. Su obra más grande se ha hecho en los que
ellos llamaban sus “colegitos”. Pude admirar sus maestros que eran hombre notables por
su ciencia y por sus convicciones sacerdotales”. Este prelado que tenía alta estima por
los Eudistas, y en particular por el P. Gautier, no dudó en confiarles la responsabilidad
de la nueva institución.
En el verano de 1936, se entrevistó con el superior provincial, el P. Francisco
Tressel, y le hizo conocer su proyecto. En carta del 23 de octubre de 1936, este último
anunció al arzobispo “que el consejo provincial, previa aprobación del consejo general,
acepta con muy viva gratitud, la propuesta que le ha sido hecha”. Entre las condiciones
puestas al arzobispo, el consejo provincial mencionaba añadir al curso clásico un curso
comercial, y la apertura de un juniorato. El cardenal no aceptó abrir una sección
comercial para no competir con los Hermanos de las Escuelas cristianas que tenían ya
un curso comercial en el Viejo Québec, y sí aprobó el proyecto de un juniorato anexo al
colegio.
El 8 de septiembre de 1937, el Externado comenzó el año escolar en un local
provisional, una casa de cuatro pisos, recientemente construida en la intersección del la
calle 15 con la 4ª avenida. El P. Yvo Gautier fue el primer superior, acompañado de los
PP. Jorge Andrés Chauret, Roberto Bernier y Gerardo Léger, que se hicieron cargo de
65 alumnos en dos secciones de elementos de latín. En julio 1938, se firmo un contrato
de 168 621 dólares para la construcción de un imponente edificio de ladrillo y piedra.
Un año más tarde, el 5 de septiembre de 1939, 159 alumnos estrenaron ese colegio que
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el cardenal Villeneuve bendijo el 15 de octubre. Desde su fundación se ofreció a los
alumnos actividades complementarias para su formación: escultismo, J:E:C:, teatro…
Como anota el P. Custeau: “El Externado tuvo una clientela constituida sobre todo por
hijos de obreros y de funcionarios… a los que vinieron a unirse algunos hijos de
profesionales que vivían cerca de los obreros. Existían excelentes relaciones entre los
diversos grupos y no se percibía entre ellos ningún conflicto de clases57”.
El juniorato Santo Corazón de María
Al aceptar el colegio, el P. Tressel pidió al cardenal Villeneuve la autorización
para que los Eudistas, incluso con el objetivo de fundar y robustecer la obra, pudieran
tener en la diócesis de Québec una obra de pastoral de vocaciones, bajo la forma de
juniorato, sea en el terreno del nuevo Externado sea en alguna otra parte de la diócesis.
La respuesta fue favorable.
Se decidió alojar a los junioristas en el Externado Se les asignaron locales
propios: capilla, comedor, sala de estudio y dormitorio. Se seguía así la tradición de
anexar el juniorato a una casa de enseñanza como se hizo en Church Point y luego en
Bathurst. El Externado acogió pues sus veintiún primeros junioristas en 1939. Al año
siguiente eran ya unos treinta. El juniorato Santo Corazón de María era una buena
respuesta para los jóvenes de Québec que soñaban con la vida eudista y preferían
encontrar formación y estudios sin alejarse a más de 800 kilómetros en las Marítimas.
En diciembre de 1940, su primer director el P. Adriano Paquet, afirmaba que iban bien
de salud, su piedad era sólida, y además los junioristas ocupaban en cada clase los
primeros puestos.
Los Eudistas en la región de Montreal
En el origen de la llegada de los Eudistas a Montreal, se encuentra, como sucede
a menudo en América, la influencia del Buen Pastor de Angers. Desde 1844, cuatro
religiosas de ese instituto llegaron a Montreal, donde se construyó en 1847 el gran
monasterio de la calle Sherbrooke. En 1869, el monasterio contaba 91 religiosas, 25
novicias y era preciso enjambrar. Las Hermanas asumieron en 1870 la responsabilidad
de un pensionado y, en 1877, la de la cárcel de mujeres que llamaron “Asilo SainteDarie”. En 1895 compraron en Laval-des-Rapides una propiedad de 20 hectáreas,
alrededor de una casa de campo que había pertenecido en otro tiempo a monseñor de
Laval. Esa propiedad iba a alojar huérfanas, llamadas “preservadas”. Esa casa se llamó
“Casa de Loreto”.
Las Hermanas que se consideraban hijas del P. Eudes recurrieron a menudo, a
partir de 1911, a los misioneros eudistas de Lévis, entre otros a los PP. Dagnaud y
Gautier. Pidieron además al arzobispo de Montreal, monseñor Pablo Bruchési, confiar a
los Eudistas la capillanía de sus casas de Montreal y de Loreto. Fue así como varios
Eudistas aseguraron la capillanía de cinco obras de Hermanas del Buen Pastor, tres en
Montreal y dos en Laval-des-Rapides. En todas esas casas la función del capellán era
importante, delicada y muy diversificada: religiosas, novicias, mujeres y muchachas en
peligro moral o delincuentes, adolescentes, niñas.
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Jacques CUSTEAU, Souvenirs de mes 18 années passées à l‟External Saint Jean Eudes, Charlesbourg
1992
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La parroquia del Buen Pastor en Laval (1918)
En 1912, los ciudadanos de la ciudad de Laval pidieron a monseñor Bruchesi la
creación de una nueva parroquia, segregada de la parroquia de San Martín, la cual
comprendía la totalidad de la ciudad. Era el momento en el que el arzobispo pedía
Eudistas al P. Lebastard para las capellanías del Buen Pastor. Le habló también de la
fundación de una parroquia en Laval y le dejó entrever que los recursos provenientes de
la futura parroquia “más pingües que los que recibirían de las capellanías, escasos por
cierto, serían en cierto modo una compensación por los servicios que prestaban a la
diócesis”. El P. Basilio Babin precisa con cierta malicia: “En su interior el P.
Lebastard, desde que el arzobispo pronunció la palabra compensación, se ilusionó con
la perspectiva de una gran parroquia de ciudad, generosamente remuneradora y
susceptible de enviar el sobrante de los ingresos pecuniarios a la caja provincial”. No
olvidemos que el vicario provincial emprendía exactamente en esa época la
construcción extremadamente costosa de la casa de formación eudista de Bathurst.
En mayo de 1913, cuando el arzobispo se entrevistó de nuevo con el P.
Lebastard dijo estar dispuesto a confiar a los Eudistas la futura parroquia: era posible
entonces entrever la creación de una comunidad.
Desde 1912, el sacerdote diocesano Gobeil, capellán de Loreto, reunió a los
futuros fieles de la parroquia del Buen Pastor en la capilla pública del monasterio. Pero
los habitantes de Laval deseaban un lugar de culto más accesible y más central. Tres
Padres llegaron en el otoño de 1913 y el P. Camilo Le Doré, nombrado capellán de
Loreto, recibió la orden de organizar la futura parroquia. Esta fue erigida canónicamente
el 4 de noviembre de 1915 y el P. Luis Legrand fue su primer párroco.
La escogencia del lugar para levantar la iglesia suscitó no pocas discusiones.
Algunos, y entre ellos el arzobispo, defendían que se localizara cerca de la casa de
Loreto; otros, y entre ellos el alcalde Vanier, preferían que se construyera en el Parque
Laval, o sea al occidente de la línea férrea que atravesaba a Laval de norte a sur.
Finalmente se construyó en este último sitio. La obra terminó en noviembre de 1918.
La casa San Juan Eudes en Laval-des-Rapides (1928)
Lévis, el Santo Corazón de María, Charlesbourg, las capellanías de Montreal, la
parroquia del Buen Pastor, todas esas fundaciones testimonian el designio, realizado en
menos de quince años, de una expansión eudista en la región de Québec. Este gran
proyecto fue coronado en 1926-1928 con la construcción re la residencia del superior
provincial en Laval-des-Rapides.
La primera idea nació del deseo de proveer una residencia a los Eudistas que
trabajarían en adelante en Montreal: capellanes, pastores, misioneros. En el otoño de
1925, la provincia adquirió por 18 000 dólares la propiedad de David Vanier, vecina de
la nueva iglesia del Buen Pastor. La compra de la propiedad necesitó dos reuniones del
consejo provincial: “La razón que puso fin a nuestras vacilaciones, dice el P. Lebrun,
fue el deseo de hacer viable la construcción de una escuela parroquial en proximidad
de la iglesia y para ello ceder a la comisión escolar una parte del terreno comprado”.
El contrato de construcción se firmó el 3 de mayo de 1928 y la residencia estuvo
lista a mediados de diciembre .Los Eudistas se instalaron allí poco antes de la Navidad.
El 31 de diciembre, los misioneros salieron de su residencia provisional de
Charlesbourg para instalarse en Laval, el 1º de enero de 1929.
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El P. Oliverio Le Fer de la Motte fue nombrado superior de la nueva comunidad.
Por su parte, el P. Carlos Lebrun, superior provincial, decidido desde hacía tiempo a
salir de Lévis, pensó por un momento en fijar su residencia en Moncton, en NouveauBrunswick, pero desde hacía tres años había optado por Laval. Su carta circular del 25
de diciembre de 1926 anota:
“Desde hace varios años pensaba en salir de Charlesbourg para instalarme en Lavaldes-Rapides. La compra de la propiedad del difunto David Vanier ha venido a favorecer mis
proyectos. El 21 de octubre último, y con el parecer de los asistentes provinciales, he
trasladado a Laval-des-Rapides, la sede de la administración provincial. El domingo 24 de
octubre canté la misa del Corazón de Jesús en la parroquia… Al medio día, los Padres de
Montreal vinieron a almorzar con nosotros. Así se hizo la fundación moral de la nueva casa
provincial. La casa material queda por construir. Pero con la ayuda de Dios no tardará en surgir
58
de la tierra. Se construirá en un sitio espléndido” .
Estaba en lo cierto. El lugar, en la ribera del río Praderas era espléndido. Dos años
después la casa estaba terminada. En las intenciones del P. Lebrun era solo un comienzo.
Quizás en un día allí se levantaría allí un juniorato, que viniera a reemplazar o a completar el
de Bathurst. Pero el P. Lebrun sabía que su mandato terminaría poco después de su
instalación en esa hermosa casa de ladrillo y piedra blanca. “Mis sucesores verán si es del
59
caso proseguir la ejecución o renunciar a ese proyecto y establecerse en otro lugar” .
58
59
Carta circular del P. Carlos Lebrun, No 10, 25 de diciembre de 1926.
Carta circular No 18,l 8 de diciembre de 1929.
108
109
CAPÍTULO IX
LOS EUDISTAS EN LA SEGUNDA GUERRA MUNDIAL
La segunda guerra mundial (septiembre 1939) – La movilización para “la ridícula
guerra” – Derrota y ocupación de Francia (mayo-junio 1940) – Vida en Francia bajo
la ocupación alemana – Tricentenario de la Congregación en 1943 – Fundaciones y
proyectos: el seminario menor de Saintes; el castilo de Cuy; proyectos de seminario en
China, de colegio en Caen y en Saintes – Luego de la victoria en 1945, Asamblea
provincial en Francia – Visita del P. Lebesconte a América del Norte y del Sur – La
asamblea general de 1947.
La segunda guerra mundial (1939-1945)
Es raro que una guerra internacional haya sido tan prevista como lo fue la que
estalló en septiembre de 1939. A partir de la subida del nazismo en Alemania los
presagios se habían multiplicado: el rearme alemán, de nuevo la ocupación de la ribera
izquierda del Rin por el ejército alemán, Anschluss de Austria en marzo de 1938, la
crisis sagazmente orquestada por el gobierno de Hitler para culminar en 1938 con los
“Acuerdos de Munich” que desmembraban a Chescolovaquia y acarreaba, en marzo de
1939, la destrucción de esa joven república. Entre tanto, la Italia de Mussolini, a pesar
de la Sociedad de las Naciones, había conquistado a Etiopía, antes de apoderarse de
Albania en Pascua de 1939. Las democracias occidentales, Francia e Inglaterra, habían
reaccionado débilmente en cada caso, dejando el campo abierto a los proyectos de los
dictadores. Hay que añadir a esto, la guerra civil que destrozaba a España desde 1936, la
persecución de los judíos en Alemania y el aislacionismo de los Estados Unidos.
Después de los últimos abusos de autoridad de marzo de 1939, Francia e
Inglaterra habían garantizado solemnemente la integridad de Polonia, futura víctima
designada. Pero a comienzos de septiembre de 1939, seguro de la complicidad de Stalin,
Hitler invadió a Polonia. El mundo entero iba a entrar progresivamente en la guerra más
sangrienta de la historia del planeta.
La vida de los Eudistas en América, durante este período, será relatada en otro
momento. Para ellos, la primera consecuencia del estado de guerra fue el que las
relaciones con el superior general se hicieran difíciles, y a partir de 1940, casi
imposibles. Durante cinco años iban a vivir en amplia autonomía.
Canadá participó en la guerra desde 1939 debido a su pertenencia al Imperio
británico. Sus tropas combatieron en Europa en 1944-1945 y afrontaron dolorosas
pérdidas. Duelos e inquietudes no faltaron. Sin embargo el recuerdo de la guerra es para
Canadá sobre todo el de un período en que se borran las consecuencias de la crisis
económica de 1929. Se llega al pleno empleo, suben los salarios, porque Canadá llegó a
ser, al igual que los Estados Unidos, el arsenal de las democracias. Dos Eudistas, los PP.
Jorge Fitzgerald y Sydney Kennedy fueron capellanes militares.
Bajo la dirección del primer superior provincial nacido en América del Norte, el
P. Alberto D’Amours, designado en el consejo general de 19 de febrero de 1940, para
reemplazar al P. Francisco Tressel a partir de junio, los efectivos eudistas aumentaron
en América del Norte: 140 incorporados en 1940, 155 en 1947, 177 en 1950.
En Francia la movilización y la “ridícula guerra”: 1939-1940
En Francia, la declaración de guerra del 2 de septiembre de 1939 suscitó tanta
mayor inquietud cuanto que se esperaba ver que los bombardeos vendrían rápidamente
109
110
y que se emplearían gases tóxicos, lo que haría inhabitables las ciudades. El colegio de
Versalles cerró el internado y se abrió uno en el seminario de La Roche-du-Theil, que
estaba disponible, debido a la movilización de la mayoría de los seminaristas. Los
colegios fueron en parte confiscados, y todos se organizaron para enfrentar la ausencia
de los movilizados.
En los comienzos de septiembre de 1939, cincuenta y seis Padres y diez y seis
seminaristas estaban bajo las banderas. Por espacio de nueve meses iban a conocer las
incertidumbres y las esperas de lo que se llamaba “esta guerra ridícula”.
En junio de 1939, el P. Carlos Lebrun, superior provincial desde 1937, había
presentado su renuncia pues juzgaba que era demasiado viejo para liderar la provincia
en una situación que se anunciaba difícil. El P. General le dio como sucesor al Padre
Ambrosio Bouhry, que hasta entonces se desempeñaba como superior del seminario de
La Rochelle, y segundo asistente provincial. El P. Boivent seguía como primer
asistente.
El P. Bouhry era un antiguo oficial de la guerra de 1914, herido, condecorado
con la Legión de Honor a título militar. Era un tanto seco, experimentado y prudente.
Sin embargo su salud era precaria y las dificultades de la ocupación alemana iban a
limitar un poco su acción, sumada a esto la presencia demasiado cercana del superior
general. Las relaciones entre ellos no fueron siempre fáciles y, en 1944, al fin de su
mandato de cinco años fue mantenido en su función debido solamente a que la situación
hacía imposible prever el futuro60.
Hasta mayo de 1940, la guerra que se había previsto como terrible luego del
aplastamiento y la repartición de Polonia, se limitó a algunas raras operaciones, salvo en
el mar en donde al bloqueo de los aliados respondía la guerra submarina librada por los
alemanes. Italia era todavía “no beligerante”. Las fiestas previstas en Roma para la
canonización de santa María Eufrasia Pelletier, fundadora del Buen Pastor, pudieron
realizarse el 2 de mayo de 1940 pero terminaron en desbandada, pues el 10 de mayo,
empezó la embestida de los blindados, de los paracaidistas y de los stukas61 sobre
Holanda y Bélgica. Tomado por sorpresa, mal dirigido, el ejército francés, que sólo
había sido reforzado por débiles contingentes británicos, se rindió. En pocas semanas
los alemanes llegaron hasta Bretaña, la Gironda, el valle del Ródano. Para millones de
civiles franceses fue una fuga alocada, “el Exodo, hasta el día en que un nuevo
gobierno, encabezado por el mariscal Pétain, firmó un armisticio con Alemania (22 de
junio de 1945). Dos tercios del territorio francés fueron ocupados por el ejército alemán
hasta el día de la paz; el centro y el sureste formaban una zona “libre”, en la que el
gobierno del mariscal Pétain, instalado en Vichy, mantenía la apariencia de soberanía.
Un millón y medio de prisioneros franceses en los campos de Alemania, servirían de
rehenes al ocupante.
Durante la campaña de Francia, en mayo y junio de 1940, dos Eudistas, ambos
oficiales, los PP. Mauricio Rougevin-Baville y Jorge Terras, murieron en el combate, y
varios otros fueron heridos. Una decena de Padres y otros tantos seminaristas estaban
prisioneros en Alemania. Algunos fueron liberados poco a poco por diversas razones. El
P. General, quien se había refugiado en Bretaña ante la invasión, regresó a París en el
mes de julio. Iba a afrontar dificultades para comunicarse no solo con América sino
también con la casa de Roma, donde los estudiantes habían podido regresar a sus casas
sanos y salvos; también con la “zona libre” donde se encontraba el seminario de
Valence y los Padres de Marsella, así como con algunos que estaban aislados a causa de
60
Cuaderno de los Consejos generales, 10 de abril de 1944, pp. 45-46.
61
Vuelos repentinos en picada de aviadores alemanes durante la guerra (Nota del traductor)
110
111
los acontecimientos, como el P. Carlos du Chesnay en Beirut y el P. Armando Le
Bourgeois, que llegó a ser capellán en las “Campos de la juventud”, y después capellán
de la Marina nacional.
La vida durante la ocupación de Francia (1940-1944)
Sin reseñar aquí toda la historia de la guerra, recordemos que durante el verano
de 1940, Hitler no logró derrotar el Imperio británico, único en resistirle. En junio de
1941, invadió a Rusia. Luego del ataque de Pearl Harbour por los japoneses, aliados de
los alemanes, el 7 de diciembre de 1941, los Estados Unidos entraron a su turno en el
conflicto. En noviembre de 1942, los Aliados reembarcaron en África del Norte y más
tarde en Italia. Finalmente el 6 de junio de 1944, el desembarco en Normandía, marca el
comienzo de la liberación de Francia.
Esos largos años fueron tanto más oscuros para los franceses cuanto que estaban
divididos frentes a las opciones que debían tomarse. ¿Debía hacerse confianza al
Mariscal y aceptar cierta colaboración con el vencedor; o emprender la resistencia,
escuchando la voz de un general casi desconocido que desde Inglaterra, por la radio,
hacía un llamado a continuar la lucha? Al igual que todas las familias francesas, las
comunidades eudistas conocieron estos debates. Entre el superior general y el superior
provincial, ambos antiguos combatientes de la “Gran Guerra”, los seminaristas
percibían bien que entre ellos no había acuerdo perfecto.
Por encontrarse en zona ocupada, el colegio San Martín de Rennes había sido
confiscado en tres cuartas partes por el ejército alemán. Lo mismo pasaba en el colegio
San Juan de Versalles. Este último, en forma inesperada, fue desocupado por el invasor
en el invierno de 1940-1941. En efecto, los alemanes decidieron abandonar la ciudad de
Versalles para permitir que se instalara allí el gobierno del mariscal Pétain. Pero éste,
fijó su residencia en Vichy desde julio de 1940, y nunca realizó ese traslado.
La vida recobró su ritmo, muy afectada por las decepciones o las esperanzas que
provocaban las noticias de la guerra. En la zona ocupada no podía tenerse confianza
alguna en los diarios. La primera preocupación de la mayoría estaba en enfrentar la falta
de alimentos, de zapatos, de vestidos y de llantas para bicicleta… A partir de 1943,
muchas ciudades fueron sometidas a bombardeos sangrientos.
Las pruebas que sufría el país había provocado la generosidad de los jóvenes y
las vocaciones abundaron en esos años terribles. En el seminario de La Roche-du-Theil
hubo 12 ingresos nuevos en 1940, 16 en 1941, 11 en 1942, 9 en 1943 y 18 en 1944.
Refugiados en la campiña bretona, los seminaristas vivían evidentemente inviernos sin
ninguna calefacción pero el abastecimiento de alimentos era más fácil, y sobre todo se
vivía con mayor seguridad. En 1943 se perfiló la más grave amenaza; todos los jóvenes
nacidos en 1922, 1921 y 1920 debían irse a Alemania a trabajar en las fábricas, en las
que, no obstante los bombardeos, la industria alemana ponía a toda Europa a su servicio.
¿Qué hacer? ¿Obedecer, o esconderse, o irse a los grupos armados de resistencia?
Vinieron difíciles casos de conciencia para los que la jerarquía católica no proyectaba
ninguna luz, menos aquella “carta del cardenal Liénart” que se pasaba secretamente de
mano en mano. La mayoría de los seminaristas parecían decididos a irse a Alemania,
para que la prueba no cayera solo sobre los obreros y los pobres, y también, con la
esperanza un poco utópica de ser misioneros en medio de los deportados por causa del
trabajo. Esto hizo el beato Marcel Callo, joven tipógrafo de Rennes, muerto en
Mauthausen, bien conocido de muchos seminaristas de Rennes. El censo de llamados y
los exámenes médicos tuvieron lugar en la primavera de 1943 y todos esperaban partir
en el verano. Sin embargo nadie fue convocado. Se supo más tarde que algunos de la
111
112
resistencia, muy audaces, habían saboteado los ficheros de Ille-et-Vilaine. El P. Le
Bourgeois, nombrado en otoño de 1943, como superior del seminario, trató de dispersar
o de camuflar una parte del grupo, demasiado numeroso, de estudiantes reunidos en la
Roche-du-Theil, que hubieran podido llamar la atención de la policía alemana.
Finalmente todos fueron protegidos. Esto hizo méritos suficientes para que, en 1945, se
hiciera una peregrinación de acción de gracias a Sainte-Anne d’Auriay, pues la llegada
de los americanos, después del desembarco de junio de 1944, transcurrió sin perjuicio,
el invierno de 1944-1945 no fue dramático, no obstante la presencia muy próxima de los
alemanes en “la bolsa de Saint-Nazaire”, y finalmente en mayo-junio de 1945, luego de
la victoria, todos los seminaristas prisioneros reaparecieron sanos y salvos.
Uno solo de los Eudistas prisioneros de guerra, el P. Urbano Maubré, no regresó.
Fue víctima de un bombardeo de Berlín el 9 de marzo de 1944. Otros tres Padres
franceses debieron contarse entre las víctimas de la guerra: el P: Francisco Le Frène,
herido mortalmente a causa de la caída de un avión alemán en Versalles en 1943; los
PP. Antonio Paillot y Pedro Buffet, víctimas de los bombardeos de 1944, el primero en
La Rochelle, el segundo en Charenton. En total, los Eudistas no sufrieron tanto como las
Hermanas de Nuestra Señora de la Caridad del Refugio y del Buen Pastor que tuvieron
el dolor de ver desaparecer totalmente “La Vieja Cuna”, en Caen, en junio de 1944, y
también contar muertes y ruinas en varias casas: Rennes, Valognes y Charenton.
La provincia eudista de Francia al salir de la guerra (1945-1947)
El 8 de mayo de 1945, Alemania, derrotada, capitulaba. Los prisioneros fueron
regresando pero al mismo tiempo se tuvo noticia de la siniestra realidad de los campos
de concentración. La liberación se vivió muy a menudo en clima de venganzas o de
justicia somera; todo estaba para ser reconstruido y las privaciones en todos los órdenes
se prolongaron por varios años.
Tratemos de describir el estado de la provincia eudista al salir de la guerra. En
1940 contaba 170 sacerdotes incorporados. En 1948 eran 180. El personal se había
claramente rejuvenecido. El superior provincial residía en Versalles, en Notre-Damedes Armées. Lo acompañaba el primer asistente, P. Pedro Boivent. Desde la derrota el
“Hogar de soldados” había cancelado toda actividad.
El seminario de Valence había abierto de nuevo sus puertas en forma normal en
septiembre de 1940. Pero en 1942 se produjo un desacuerdo con el obispo de Valence,
monseñor Pic, quien empezó por exigir el retiro del superior, P. Rogelio Baron, y luego
su funcionamiento en condiciones tales que el P. Lebesconte creyó deber retirar los
Padres del seminario. El P. Baron gozaba de gran prestigio intelectual, pero debido a
una susceptibilidad enfermiza decidió retirarse entonces de la Congregación. Toda la
provincia lamentó vivamente la salida de Valence en tales condiciones.
En La Rochelle, el seminario había sido ocupado por los alemanes que
expulsaron a todo el mundo. La propiedad, cercana al mar, fue saqueada para la
construcción de bunkers que, a todo lo largo del océano, debían crear el “muro del
Atlántico”. Los seminaristas y sus profesores se refugiaron en la campiña de Charente,
en el pequeño pueblo de Matha, y lograron sobrevivir en esos años difíciles.
El colegio San Salvador de Redon, que reunía en su equipo educativo a
sacerdotes eudistas y a sacerdotes diocesanos, bajo la dirección del canónigo Trivily,
solo fue ocupado parcialmente y vio crecer el número de alumnos pues muchas familias
apreciaban la seguridad de Redon y su abastecimiento menos precario.
En San Martín de Rennes, ocupado en 1939 por el ejército francés, y luego en
sus tres cuartas partes por el ejército alemán, el superior, P. Pedro Enrique Rafflegeau
112
113
logró también resistir. El internado fue dispersado en varias casas de Rennes, y la
convivencia con los soldados alemanes se desarrolló sin incidentes graves.
San Juan de Versalles, bajo la dirección del P. Miguel Daumer volvió a
funcionar pronto en forma casi normal. En Abbeville y en Donville, los misioneros y
predicadores se desempeñaron con facilidad, lo mismo que en las parroquias del
Espíritu Santo de París, Saint-Cyr-l’École y San Juan Eudes en Caen. La ciudad de
Saint-Cyr y el barrio San Juan Eudes en Caen, fueron destruidos por los bombardeos de
1944. Los Padres allí dieron pruebas de un valor y de una consagración que les ganaron
la estima de todos. Testimonio de ello es el diario escrito por el P. Leandro Perdrel,
vicario en San Juan Eudes, durante el sitio de Caen en junio-julio 1944.
Por su parte, los Padres del consejo general, residentes en las casas de la calle
Jean-Dolent, con escasa calefacción pero más o menos provistos de víveres, gracias a
los esfuerzos del P. Dano, ecónomo general, dejaban correr los días. S daba por
descontado que el P. General iría a visitar las provincias de América en cuanto fuera
posible. Entre tanto, había suficientes problemas por resolver en torno a la provincia de
Francia y muchos proyectos para la posguerra.
El tricentenario de la Congregación en 1943
Durante la interminable espera de la liberación de Francia, el P. Lebesconte se
propuso dar a la fiesta del tricentenario de la Congregación, en 1943, toda la solemnidad
posible en tiempos de penuria. La fiesta fue muy bien preparada. A pesar de la escasez
de papel, el P. General publicó una voluminosa circular. En 63 páginas de un texto
apretado, en 8º, los PP. Fernando André, Alfredo Malabeuf y Francisco Hulin habían
logrado condensar, por primera vez, una historia de nuestra Congregación.
Los días 23, 24 y 25 de marzo, tuvo lugar en Caen un triduo particularmente
solemne: el 23, en la iglesia parroquial San Juan Eudes; el 24, en Nuestra Señora de la
Caridad; el 25 en la iglesia de Nuestra Señora de la Glorieta. En esta última, en el curso
de una misa pontifical, monseñor Petit de Julleville, arzobiso de Ruan, pronunció el
panegírico de san Juan Eudes. El 2 de mayo, en París, en la iglesia del Espíritu Santo, el
Cardenal Suhard celebró de pontifical, y monseñor Richaud, entonces obispo de Laval,
pronunció un magistral discurso. El Papa Pío XII había enviado el 16 de marzo, “a
nuestro muy querido hijo Francisco Lebesconte” una carta autógrafa. Nada faltó en esta
celebración que tuvo su eco en todas las comunidades eudistas de Francia, Canadá,
Colombia y Venezuela.
Una fundación: el seminario menor de Saintes (1945)
Al finalizar la guerra, con excepción de algunas parroquias, de un puñado de
misioneros y del seminario de La Rochelle, el compromiso principal de los Eudistas
franceses seguía siendo la enseñanza secundaria, en la que eran numerosos. El P.
General expresaba incluso el deseo de que allí hubiera sólo Eudistas, sin participación
de colaboradores externos, sacerdotes o de laicos. Esto ciertamente no respondía a las
aspiraciones apostólicas de los seminaristas de la época.
La única fundación realizada en Francia antes de la asamblea general de 1947
fue la del seminario menor de Saintes. Monseñor Liagre, obispo de La Rochelle, había
pedido desde hacía bastante tiempo a los Eudistas, que desde 1931 estaban encargados
del seminario mayor, tomar también la responsabilidad del seminario menor de la
diócesis. Éste estaba situado en Saintes, al lado del colegio diocesano de Recouvrance,
en el que los seminaristas seguían los cursos. Era pocos alumnos, un reclutamiento y un
113
114
espíritu mediocres. Todo estaba por reemprender. Los consejos provincial y general
aceptaron esta misión difícil en una diócesis a la que la Congregación se había
vinculado fuertemente. La decisión se tomó en abril de 1941 pero fue necesario esperar
hasta septiembre de 1945 para realizarla: el P. Carlos Plomet fue enviado allí con un
equipo reducido. Los Eudistas iban a permanecer al frente de ese seminario durante 25
años.
Dos proyectos para el futuro. ¿Un seminario en China?
Varios proyectos se tuvieron en remojo durante los largos meses de la guerra: no
fue propuesto a los Eudistas ningún seminario en Francia; más bien hubo que salir de
Valence. Esto explica por qué el consejo general se interesó en un proyecto bastante
utópico: el de ver confiar a la Congregación, “una vez pasadas las hostilidades”, el
seminario mayor de Tchoung King, gran ciudad del interior de China, convertida en
capital provisional del gobierno de Tchang Kaï Chek. Pero poco antes de la
capitulación del Japón en 1945, el obispo de Tchoung King, hizo saber, por intermedio
de las Misiones Extranjeras de París que ya no juzgaba viable la fundación que los
Eudistas pretendían. En la capital de Tchang Kaï Chek, el nacionalismo había tomado
tales proporciones que no era posible pensar en una fundación extranjera, y por otra
parte la moneda se había desplomado62.
¿Santa María de Caen?
Como consecuencia de la brillante celebración en Caen del tricentenario de la
Congregación, varias propuestas fueron hechas a los Eudistas: establecer una casa de
misioneros en la casa original de la fundación, La Misión, o mejor, asumir la dirección
del colegio de Santa María, cuyo director era el canónigo Auger. El estaría dichoso si
entregaba la responsabilidad a los Eudistas. Antes de finalizar el año de 1943, la
propuesta, hecha oficialmente por el obispo de Bayeux, fue aceptada en principio. Pocos
meses más tarde, el hermoso colegio era reducido a cenizas en el bombardeo de la
noche del 6 al 7 de junio de 1944. Esto al menos suspendía toda posibilidad inmedia de
proyecto. A la entrada escolar sin embargo, la enseñanza se abrió en el seminario menor
de la Maladrerie, en barracas provisionales. En 1948 sólo se había llegado a ciento
veinte alumnos. Pero era posible esperar que, gracias a las indemnizaciones prometidas
como “daños de guerra”, se podría reconstruir el colegio. El consejo provincial
permanecía por consiguiente favorable a la aceptación ¿pero cuándo y quién sería el
director? Todo debió postergarse hasta 1947 En enero de ese año, el consejo general
decidía incluso cancelar el compromiso que se había hecho. “salvo dificultades
insalvables”, con gran disgusto del obispo. En la asamblea general que tuvo lugar del 22
al 27 de julio de 1947, el P. Lebesconte anunciaba que finalmente los Eudistas no
podían hacerse cargo del colegio Santa María, pero que aceptaban el colegio de
Recouvrance en Saintes. Los sucesos que seguirían iban a demostrar que este asunto no
estaba clausurado.
Proyecto de colegio en Saintes
Desde el momento en que los Eudistas habían tomado la dirección efectiva del
seminario menor de Saintes, en 1945, el obispo de La Rochelle había insistido en que
asumieran también la dirección del colegio de Recouvrance, contiguo al seminario, y
62
Cuaderno de los Consejo generales, 10 de junio de 1945, p. 68.
114
115
donde los alumnos del seminario menor hacían sus estudios. La situación podía tornarse
difícil si un rechazo de los Eudistas traería como consecuencia que el colegio fuera
entregado a otra Congregación. En abril de 1946, durante el viaje del P. Lebesconte a
América, el consejo general había dado a la diócesis de La Rochelle una respuesta
afirmativa pero condicionada. Luego del regreso del superior general, el consejo del 8
de enero de 1947 confirmó esa decisión que fue anunciada por el P. Lebesconte en el
informe sobre la provincia de Francia en la asamblea general de 1947 63. Sin embargo tal
decisión nunca fue ejecutada.
Un regalo un tanto incómodo: el castillo de Cuy
En julio de 1943, el P. Guy de Broglie, jesuita, había informado al P. Lebesconte
que su madre, la princesa de Broglie, estaba dispuesta a dar a los Eudistas su castillo de
Cuy, situado a cuatro kilómetros de Ri, el pueblo natal de san Juan Eudes. Se trataba de
un hermoso castillo histórico, no bien conservado, con un parque de nueve hectáreas.
Luego de una primera visita del P. Lebesconte y del P. Dano, el consejo general
y ante todo el P. General, estaban encantados con este ofrecimiento y preveían ya que
allí podría establecerse un segundo escolasticado puesto que el de La Roche-du-Theil
era por entonces muy numeroso. El P. Pedro Boivent, asistente provincial, y el P.
Adolfo Laruelle, ecónomo provincial, luego de visitar el lugar, se manifestaban mucho
más reticentes.: el estado del edificio exigiría grandes trabajos, el castillo estaba lejos de
todo, sus alrededores no ofrecían los atractivos de La Roche y la donación comportaba
un compromiso de asistencia espiritual de los habitantes del lugar. Finalmente una carta
del P. Bouhry, superior provincial, desaprobaba el proyecto y lamentaba que no hubiera
sido sometido a la provincia antes de ser presentado al consejo general. Con todo, el
consejo general deseaba por unanimidad que el seminario fuera divido en dos partes. El
P. General obtuvo del obispo de Séez la autorización para abrir en en Cuy un
escolasticado. Finalmente, el 10 de febrero de 1944, los dos consejos, luego de reunión
conjunta, procedieron a dos votos distintos. Dicen las actas: “El consejo provincial no
está a favor de la aceptación pero acepta lo que decida el consejo general. Este era
favorable por unanimidad a la aceptación y por tanto el asunto se resolvió por la
afirmativa”64. En su circular No 6, del 18 de abril de 1944, el P. Lebesconte anunció al
noticia a la Congregación.
En realidad, el castillo de Cuy jamás se convirtió en seminario. Después de
haber albergado en 1944-1945 el hospital de Argentan, fue cedido al monasterio de
Nuestra Señora de la Caridad de Caen, para servir de colonia de vacaciones para las
chicas.
La asamblea de la provincia de Francia en 194565
Desde el otoño de 1944, en una Francia ya casi totalmente liberada, el P. Bouhry
convocó una asamblea provincial. La última databa de 1934. En ese espacio de tiempos
tantos acontecimientos se habían dado. Esta asamblea agrupó, en torno al superior
provincial y a sus dos asistentes, los PP. Pedro Boivent y Bernardo Blondel, catorce
diputados, y además al P.- Francisco Chappotteau, asistente general. Tuvo lugar en San
Juan de Béthune, del 17 al 19 de julio de 1945. Breve y rápidamente preparada, se
limitó a dar algunas precisiones administrativas y a recordar la observancia de las
Constituciones. Poco después comenzó el largo viaje del P. General a América. Unida a
63
Asamblea general de 1947, informe del P. Lebesconte, p. 22.
Cuaderno de los Consejos generales, 10 de febrero de 1944, p. 42.
65
Actas de la asamblea de 1947 y Cuaderno de los Consejos generales, 30 de abosto de 1945, pp. 74-75.
64
115
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esto, la enfermedad del P. Bouhry hizo que esta asamblea tuviera poca influencia,
eclipsada además por la preparación de la asamblea general de 1947.
Las visitas canónicas del P. Lebesconte A Colombia y Canadá (1945-1946)
Apenas el armisticio de 8 de mayo de 1945 señaló el fin de la guerra en Europa,
el P. Lebesconte buscó reanudar lo más pronto posible la comunicación con las
provincias de América. Todavía era extremadamente difícil viajar. El P. General tenía la
intención de visitar los monasterios de Nuestra Señora de Caridad en los Estados
Unidos para comprometerlos en la Federación que se había bosquejado en Francia bajo
su animación. Por ese motivo escogió como compañero al P. José Sébillet quien por
haber vivido en Estados Unidos hablaba bien el inglés. La travesía del Atlàntico, en
noviembre de 1945, duró siete días, a bordo del Liberty Ship que aceptaba pasajeros en
condiciones muy incómodas.
La visita del Canadá permitió al P. General participar en las fiestas que marcaron
el cincuentenario del seminario de Halifax. Nació ese seminario para acoger la
formación de jóvenes eudistas refugiados de Francia y de los primeros candidatos
canadienses. Fue fundado en 1896 bajo el nombre de Santo Corazón de María. Pronto
se convirtió en centro de formación para los sacerdotes de las Provincias Marítimas. La
placa conmemorativa recordaba que 500 sacerdotes se habían formado allí, de los cuales
siete habían llegado al episcopado.
En Estados Unidos el P. Lebesconte y su compañero fueron muy bien acogidos
en los monasterios de Nuestra Señora de Caridad del Refugio. Pero llegaban demasiado
tarde. Decepcionadas por no lograr constituir una Unión y cortadas las relaciones con
Francia a causa de cinco años de guerra, las casas de Estados Unidos se habían
organizado entre ellas y, salvaguardando la unidad de la Orden sin embargo, no estaba
en sus proyectos establecer vínculos con las comunidades de Francia.
Uno de los objetivos más importantes de la visita era decidir con los
responsables de la provincia canadiense sobre una implantación en los Estados Unidos.
Pasados ya más de cincuenta años en América del Norte, los Eudistas no contaban
todavía sino con algunos Padres de lengua inglesa y no habían logrado implantarse en
forma durable en los Estados Unidos. Luego de una reunión general de consulta hecha
con los superiores de la provincia, el P. Lebesconte, acompañado de monseñor Patrick
Bray, obispo eudista de San Juan (Nouveau Brunswick) fue a presentarse ante el
arzobispo de Boston. Fue un encuentro sin resultado. Se orientaron luego hacia la
instalación de una casa de estudios, y el sitio finalmente escogido en septiembre de
1946 por el P. D’Amours, superior provincial del Canadá, fue Willowbrook, cercano de
Washington. Mientras dos Eudistas se consagraban a la búsqueda de vocaciones en
medio estadounidense, un grupo de jóvenes irlandeses, conseguidos por el P. Fitzgerald,
comenzarían su noviciado en 1947. Esa audaz iniciativa resultó un fracaso. Casi todos
los candidatos irlandeses salieron de la probación. En la siguiente visita, en marzo de
1950, el consejo provincia y el P. General decidieron suprimir el seminario de
Willowbrook.
Igualmente durante esta visita quedó arreglado el asunto de la presencia de los
Eudistas en la Costa Norte. El vicariato apostólico había sido transformado en la
“diócesis del Golfo San Lorenzo”, y monseñor Napoleón Labrie fue nombrado obispo el
22 de diciembre de 1945. Quedó convenido que los Eudistas se retirarían gradualmente,
a medida que el nuevo obispo pudiera constituir su clero.
En enero de 1946 llegó el P. General a Colombia. Pasó allí varios meses y visitó
también a Venezuela. Quería encontrarse con los Padres, los seminaristas, los
116
117
junioristas y examinar con el P Nicolas y su consejo el futuro de las obras de la
provincia. El hecho de que muchos eudistas colombianos conocían muy bien el francés
atenuaba para los viajeros inevitables dificultados de contacto. Entonces el P. General
pudo medir el interés de una fundación en Chile. Monseñor Larrain, obispo de Talca, al
sur d Santiago, había pedido desde 1945 al superior de la provincia de Colombia ayuda
para su seminario menor. Apenas el primero de octubre el P. General regresó a París.
Llegaba justo a tiempo para comunicar sus impresiones en el tradicional brindis de la
fiesta de san Francisco de Asís, su patrono. Luego vino la circular No 9 fechada en París
el 20 de octubre y dirigida a toda la Congregación. En ella el P. Lebesconte anunciaba la
decisión de dos fundaciones: la de Talca en Chile y la Goiás en el Brasil. Se hablará de
ellas más adelante.
La asamblea general de 1947
En esa misma circular, el P. General convocó una asamblea general. La
precedente databa de 1937. Luego de diez años durísimos y a pesar de las posibilidades
que los indultos de “guerra” concedían para retardar la asamblea el P. General no quiso
demorar más.
Era necesario volver a encontrarse. Las provincias de América habían crecido y
la de Francia, donde la Iglesia hervía de búsqueda teológicas, pastorales, sociales,
esperaba se le diera un superior provincial.
En efecto, en julio de 1946 el P. Bouhry, había sido víctima de un derrame
cerebral que lo dejó paralizado. Su mandato había sido prolongado al igual que los
mandatos de los provinciales de Canadá y de Colombia, merced a las facilidades
otorgadas por la Santa Sede, Como la asamblea debía realizarse el año siguiente, el
consejo general decidió en octubre dejar que P.Boivent, primer asistente, administrara la
provincia, como lo venía haciendo desde mediados de julio. Pero el 11 de noviembre,
ddo que “el P. Boivent, había tenido un pequeño malestar y juzgando que la carga de
la provincia estaba por encima de sus fuerzas, el consejo juzgó prudente que el Muy
Reverendo Padre General se encargara por entero de la provincia de Francia. Se
pedirá con urgencia el indulto respectivo”66.
La asamblea se reunió en La Roche-du-Theil, del 22 al 27 de julio de 1947.
Además del P. General y su consejo, estaban presentes los provinciales (PP. D’Amours,
Nicolas, y como suplente el P: Boivent), y además diez y siete diputados elegidos: siete
de Francia, cuatro de Colombia, seis del Canadá. Monseñor Labrie, invitado
personalmente, había enviado como delegado al P. Luciano Bourque.
El P. Nicolas rindió el informe de la provincia de Colombia-Venezuela, el P.
D’Amours, el de Canadá y el P. General del de Francia. Recordó las dificultades de los
diez años transcurridos, describió las obras de la provincia, hizo énfasis en el celo
apostólico de los Padres y en las imperfecciones de su vida comunitaria. Mirando al
futuro, presentó como descartado el proyecto de un compromiso en el colegio Santa
María de Caen. En cambio aseguró que se tomaba la dirección, por parte de la
Congregación, del colegio de Saintes.
El número de los seminaristas de La Roche y su dinamismo permiten augurar un
buen futuro, y si el juniorato de Redon ve que su número disminuye, se piensa en fundar
en Plancoët, incluso en Domremy, otras escuelas apostólicas.. Por el momento la
mayoría de los novicios eudistas provienen de los colegios.
La asamblea consagró mucho tiempo en arreglar algunos puntos de orden
administrativo, legislativo, litúrgico. Invitó a todos los Eudistas al respeto de las
66
Cuaderno de los Consejos generales, 11 de noviembre de 1946, p. 106.
117
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Constituciones y a un mejor conocimiento de la espiritualidad eudista. Se mostró muy
prudente en el campo apostólico y no intervino en la orientación de las obras de las
provincias.
En la última sesión se procedió a elegir cuatro asistentes generales: el P. Jorge de
la Cotardière, como primer asistente 2º el P. Francisco Chappotteau; 3º el P. Joaquín
André; 4º el P. Antonio Gaudreau. Este último fue el primer canadiense en ser elegido
para el consejo general, y se encargaba en especial de esa provincia. El P. Joaquín
André se encargaba de la de Colombia, y el P. Chappotteau de la de Francia. El P. Righi
fue elegido procurador general y el P. León Dano como ecónomo general.
En margen a los debates hay que señalar una decisión muy importante. El P.
Lebesconte había considerado la posibilidad de continuar, obtenido el indulto necesario,
gobernando directamente la provincia de Francia. Ante la oposición general renunció a
ese proyecto; consultó los diputados franceses y decidió llamar al P. Jacques Arragain,
profesor en ese momento de filosofía en San Martín de Rennes para el cargo de superior
provincial.
Aparentemente esta asamblea no dio orientaciones nuevas, Pero comprobó que
después de diez años de acontecimientos graves y de una autonomía forzosa, los tres
grandes componentes de la Congregación conservaban su unidad.
118
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CAPITULO X
LA PROVINCIA DE FRANCIA DE 1947 A 1957
El P. Jacques Arragain, superior provincial (1947-1957) – El colegio Santa María de
Caen – Resurgimiento financiero de la provincia – La formación de los jóvenes – Las
vocaciones – El juniorato de Châtelet en Redon – La aamblea provincial de 1952 y sus
orientaciones – Nuevas fundaciones: el decanato misionero de Mirambeau, la casa
Santo Tomás de Aquino en Besancçon y el Foyer para sacerdotes en París – Los
problemas de los colegios: ¿Vender San Salvador? – La asamblea provincial de 1956.
Originario de Saboya, el P. Jacques Arragain, terminados sus estudios en Roma,
se desempeñó como profesor en los seminarios de Valence y de La Rochelle. Su
nombramiento lo sorprendió cuando terminaba su segundo año de enseñanza de la
filosofía en el colegio San Martín y sólo contaba treinta y cinco años. Cuando fue
llamado por el P. Lebesconte, inmediatamente después de la asamblea de 1947, las
decisiones que concernían el año 1947-1948 ya estaban tomadas, pero debía hacer su
descubrimiento de la provincia.
De acuerdo con las Constituciones el P. Lebesconte le había asignado como
consejeros al P. Pedro Boivent, de 82 años, y al P. Armando Le Bourgeois que contaba
36. Una vez instalado en Notre-Dame des Armées en Versalles, el nuevo provincial se
encontró numerosos problemas. Mantuvo un trabajo intenso y además predicó
numerosos retiros en especial a las religiosas y a las internas del Buen Pastor y de E
Refugio, estudió la espiritualidad de san Juan Eudes hasta el punto de constituirse en
especialista aprobado y administró la provincia. Pero para comenzar se encontró con un
cambio brusco de decisiones tomadas en la primavera precedente y tocantes a la
provincia de Francia: los Eudistas renunciaban al colegio de Saintes y entraban al de
Santa María de Caen.
El colegio Santa María de Caen
¿Qué pasó luego de la negativa comunicada a monseñor Picaud algunos meses
antes? Una ofensiva insistente de ex alumnos del colegio de Caen había hecho vacilar al
P. Lebesconte. Este reunió en París, el 26 de agosto, al consejo general, con el nuevo
superior provincial, el P. Arragain, con uno de los asistentes, el P. Le Bourgeois, y con
el P. Enrique Rafflegeau, antiguo superior de San Martín de Rennes. ¿Podia rehusarse
un llamado tan insistente, en la ciudad misma de san Juan Eudes, ciudad en ruinas,
ciertamente, pero donde todo anunciaba una rápida recuperación? Se convino en
designar al P. Rafflegeau como eventual superior, en escoger los Padres que lo iban a
acompañar, pero todo concluyó en un rechazo.
Sin embargo no todo estaba perdido. El 9 de septiembre el consejo general y el
consejo provincial están de nuevos reunidos con el P. Rafflegeau. Entre tanto, éste se
había encontrado de nuevo con los ex alumnos y con monseñor Picaud. La decisión de
asumir este compromiso estaba prácticamente tomada. Solo quedaba que los
responsables designaran un proyecto de equipo: acompañarían al P. Rafflegeau, el Padre
Enrique Guérin como prefecto de disciplina, el P. Arsenio Guilloux como director
espiritual y el P. Roberto de Pas como encargado de los pequeños. La Congregación
sólo se comprometía a hacer un ensayo.
Así, unas semanas más tarde, los Eudistas se hacían cargo del colegio Santa
María de Caen, en los locales de la Maladrerie,. Este colegio iba a ser, durante los veinte
cinco años siguientes, dirigido con un estilo bien diferente del de las tres venerables
119
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casas en las que se había encarnado hasta ese momento la tradición pedagógica de los
Eudistas.
Debemos decir que allí todo estaba por partir de cero. La ciudad de Caen estaba
tan destruida que era posible volver a delinear de nuevo calles y edificios públicos. Así
el monasterio de Nuestra Señora de Caridad que antes de la destrucción estaba cerca del
puerto, en la orilla del río Orne, fue del todo reconstruido, inmenso, al sur de la ciudad.
Para Santa María se obtuvo un hermoso terreno, no lejos del centro de la ciudad, en la
calle Croix-Guérin. Pero la construcción, bajo la dirección del arquitecto Beaufils,
experimentó prolongados aplazamientos.. El 7 de mayo de 1950, luego de una solemne
celebración en la iglesia Nuestra Señora, monseñor Picaud bendijo la primera piedra.
Todavía hubo que esperar dos años antes del comienzo de los trabajos. La obra se hizo
rápidamente puesto que el 1º de mayo de 1954, la parte esencial fue inaugurada con
ocasión de una reunión de ex alumnos. En octubre, los alumnos, quinientos entre
internos y externos, ocupaban finalmente los hermosos edificios completamente nuevos.
Poco a poco fueron terminados, ornamentados y rodeados de verdor.
La diócesis era propietaria del colegio pero los Eudistas, que habían contribuido
de muchas y diferentes maneras a la reconstrucción, fueron retribuidos más tarde, luego
de negociaciones muy normales, con la décima parte de las acciones de la sociedad
propietaria.
Hasta 1957 el equipo eudista aumentó regularmente pero sin sobrepasar el
número de once Padres, lo que propició una colaboración estrecha con profesores y
educadores laicos. En 1950 el P. Enrique Guérin llegó a ser superior del colegio, y en
1956 fue reemplazado por el P. Gilberto Curmer.
El reajuste financiero de la provincia
El estado financiero de Francia, de la Iglesia de Francia, de las comunidades
religiosas, al salir de la guerra, no era brillante. El de la provincia eudista de Francia era
verdaderamente crítico. El régimen financiero de las provincias eudistas había sido
fijado por la asamblea general de 1930 (11ª sesión). Los recursos provenían de los
aportes de las comunidades fijados para Francia en 1947, en 3 000 francos anuales por
cabeza67. Además entraban los beneficios anuales de las comunidades. Se daba por
entendido que las “casas propietarias”, que necesitaban recursos para sostenimiento de
la propiedad, guardaban la mitad de estos beneficios, mientras que las otras entregaban
a la caja provincial la totalidad, salvo una reserva estatuida.
Los rubros de gastos eran:
* aporte a la caja general fijado en 1935 en 800 francos por cabeza,
* las subvenciones para las casas de formación (juniorato, escolasticado), para retiros y
otras,
*
gastos de la administración de la provincia.
Desde 1938, las cuentas dejaban en claro un déficit que cada año se hacía más
oneroso, y, a partir de 1945, la inflación, invariable durante la guerra, se desató. Por
consiguiente, las reservas de la provincia habían disminuido notoriamente. El cuadro
sigujiente lo ilustra:
Entradas
Gastos
1937-1938
463 000
459 000
1941-1942
555 000
740 000
1945-1946
1 378 000
1 686 000
67
Con relación al franco de 1990. el franco de 1937 valía 2.50 francos; el de 1945 0,54, el de 1957, 0,88,
y el nuevo franco de 1950, 6,93 francos.
120
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El nuevo provincial se ocupó tenzamente a recordar la necesidad de enviarlos los
beneficios, incluso a ecónomos que sabían bien cuántas necesidades de mantenimiento
tenían sus casas. Buscó igualmente encontrar nuevas fuentes de financiamiento en la
provincia canadiense que se mostró muy generosa, o en comunidades religiosas
femeninas mejor financiadas. El ecónomo provincial, el P. Adolfo Laruelle, hombre
preciso y cortés, le prestó la mejor ayuda. En la circular del 22 de enero de 1954,
explica con precisión cómo la provincia ha logrado recuperar de la administración
general la mitad del inmueble parisino del Foyer, y se felicita de haber alcanzado el
equilibrio en el presupuesto de 1952-1953. La tasa de aportes de cada Padre era
entonces de 600 francos por año, el equivalente de 300 intenciones de misas.
Fue así como fueron economizados, centavo a centavo, los recursos que
permitieron reparar y ampliar la casa de los misioneros dee Donville, comprar y poner
en funcionamiento el juniorato de Châtelet, la casa Santo Tomás de Aquino de
Besançon y recuperar la casa de París.
La renovación de la casa de Plancoët
Esta situación de estrechez ponía en peligro emprender trabajos indispensables.
La casa de La Corbinais, en Plancoët, ya antes de la guerra estaba muy vetusta y los
quince a veinte Padres que estaban allá en reposo, muy ancianos, enfermos o inválidos,
vivían en medio de gran pobreza, sin ascensor, sin agua corriente, sin el mínimo
confort. Era preciso salir de allí o renovar del todo la casa. Luego de haber visitado otras
propiedades, el P. León Dano, ecónomo general, concluía que lo mejor era reparar
completamente la casa existente. ¿Pero quién iba a pagar?
La caja provincial estaba vacía. Entonces el consejo general propuso, el 25 de
junio de 1951, restaurar la casa. La administración general correría con los gastos. Dado
que los allí residentes eran sobre todo Padres que habían prestado sus servicios en las
provincias de América, y antes de que la provincia de Francia no dispusiera de recursos
propios, esta generosidad de la caja general fue admitida por todos.
No quedaba sino hacer los planos, confiar la obra al señor Beaufils, que dirigía
ya la construcción de Santa María de Caen, instalar a los Padres residentes en La
Roche-du-Theil, durante la duración de los trabajos, y proceder a hacer los empréstitos
necesarios. Al comienzo de 1952 los trabajos habían comenzado y fueron llevados con
prontitud hasta el punto que un testigo pudo decir: “Desde junio de 1953, la vida de los
“mayores” ha reemprendido en una Corbinais limpia y confortable, gracias a la
consagración del P. Dano. Los de Plancoët afirman que realizó una bella obra en un
espacio de tiempo extraordinariamente corto”68.
La formación de los jóvenes
El escolasticado de La Roche no mantuvo por mucho tiempo los jugosos
efectivos de guerra, como se dirá más adelante. Pero luego del P. le Bourgeois, con el P.
Xavier Engelhard y en seguida el P. Juan Nicodème, La Roche presentaba un equipo de
formadores sólido y unido, una biblioteca envidiable y un estilo de formación
intelectual, espiritual y pastoral atento a las investigaciones del tiempo: pasantías
pastorales, equipos de vida, etc. Gran número de los seminaristas eran aptos para
aprovechar estudios superiores de teología. A partir de 1947, la provincia de Francia
envió a Roma cada año, para su ultimo año de formación, a jóvenes sacerdotes que,
68
Notre Vie, 1955, p. 346.
121
122
matriculados en el Angelicum de los Padres dominicos, podían obtener la licencia en un
año. En veinte años se obtuvieron de este modo cuarenta licencias en teología. Los
estudiantes hacían al mismo tiempo el descubrimiento de Roma y el de los compañeros
americanos, en el marco hospitalario de la Procura romana. Los que permanecían en
Francia participaban generalmente del año pastoral misionero organizado en París para
los religiosos por un dominico, el P. Bonduelle. Finalmente otros añadirán a veinte
licencias en Derecho canónico, Sagrada Escritura., Moral, Liturgia o Catequesis.
Además de esta formación eclesiástica, hay que señalar también un esfuerzo
considerable en las disciplinas profanas. En este campo la exigencia provenía de las
obligaciones de la enseñanza. Para tener derecho a conseguir becas, un colegio debía
tener al menos la mitad de su horario de enseñanza asegurada por profesores
licenciados. “¡Qué quieren, tenemos cuatro colegios!” Decía el P. Provincial a los que
cuestionaban este esfuerzo y él mismo dio el ejemplo al terminar su licencia en
filosofía. En 1960 los Eudistas de Francia (eran solamente 180, tienen en el bolsillo
doce licenciados en filosofía, treinta y tres en letras, lenguas vivas o historia, un
quincena en ciencias. Una proporción de graduados que solo aventajaban los jesuitas, o
uno o dos institutos más. El esfuerzo requerido fue oneroso para aquellos que debían
hacer estos estudios al mismo tiempo que desempeñaban el oficio de vigilantes o de
profesores. Pero para todos, incluso si no iban a enseñar mucho en el porvenir,
frecuentar la universidad contribuyó ciertamente a su desarrollo personal y apostólico.
Las vocaciones. El juniorato de Châtelet en Redon
Recuérdese que al finalizar la guerra, las entradas numerosas sugerían duplicar
el escolasticado de La Roche-du-Theil. Ese período hermoso no iba a durar. El
seminario que en 1947 contaba 49 seminaristas, sólo tenía 36 de 1948, 28 en 1949, 21
en 1953. Las numerosas ordenaciones de los años 1945-1950 habían permitido asumir
el seminario menor de Saintes en septiembre de 1945 y al comienzo escolar de 1947 el
colegio de Santa María de Caen. Por otra parte el P. General había pedido a la provincia
de Francia enviar un equipo a Brasil, de 1946 a 1948, y cada año, a partir de 1946 un
Padre iba a reforzar la provincia de Colombia. Sobra decir que luego no hubo más
fundaciones en Francia.
El P. Arragain se esforzó por despertar los medios tradicionales para la búsqueda
de vocaciones tales comos los empleaban otras congregaciones. Los proyectos, bastante
utópicos, de nuevos junioratos en Plancoët o en Domremy se habían quedado en letra
muerta. Y el juniorato de Redon, en otro tiempo principal fuente de vocaciones, estaba
en crisis. Era preciso renovar su imagen y su reclutamiento. Varios Eudistas fueron
designados sucesivamente para hacer conocer la Congregación y para invitar a
sacerdotes amigos a orientar hacia el juniorato vocaciones posibles de jóvenes. El P.
Juan Bautista Jégo, a partir de 1940, estaba encargado de dar nueva vida a la Sociedad
del Corazón de la Madre Admirable, visitando a las “Terciarias” y enviándoles una
pequeña publicación que había retomado en 1950, el antiguo nombre de Les Saints
Coeurs. En colaboración con el P. Andrés Pépin elaboró un instrumento para la pastoral
de vocaciones. Para acoger estas vocaciones se decidió establecer una casa de jóvenes
distinta del colegio de Redon. Los Eudistas compraron a las Hermanas de la Inmaculada
Concepción, en Châtelet, a la salida de Redon, una casa, que fue equipada, gracias a
donaciones, suscripciones, rifas. Podía acoger dicha casa una treintena de jóvenes,
desde primero hasta sexto de bachillerato. Ese pequeño juniorato, animado por algunos
Padres en un estilo pedagógico que contrastaba con el gran internado del colegio, dejó
122
123
un muy grato recuerdo a los que pasaron por él. Pero la gran dificultad estaba en
conseguir los junioristas.
Durante el decenio de 1947-1957 fue siempre la red de colegios eudistas que
proveyó la mayoría de “entradas” al noviciado, como se decía todavía. Sin embargo,
dichas entradas fueron poco numerosas: 8 en 1947, 4 en 1948 y en 1949, 6 en 1950, 4
en 1951, 7 en 1952, nada en 1953, 6 en 1954, 4 en 1955, 1 en 1956.
La asamblea provincial de 1952
Superando la de 1945, esta asamblea marcó la renovación de aspiraciones de la
provincia, fuertemente rejuvenecida por las numerosas incorporaciones sucedidas a
partir de 1945. Suscitó verdadero interés como lo prueba el número de votantes: 162
votos de 172 inscritos.
La asamblea se desarrolló en la escuela San Juan de Versalles, del 16 al 19 de
julio. El P. Arragain había preparado un informe de cuatro páginas que tuvo mucha
resonancia, sobre la “homogeneidad de la provincia”. Con ese título, un tanto esotérico,
subrayaba las tensiones y las amenazas de divisiones que había podido analizar desde
hacía cinco años: oposiciones entre generaciones; el conservatismo de los mayores que
se dejaba sentir sobre los jóvenes, que eran ya mayoría y quizás menos dóciles; el
desacuerdo frente a las obras que era necesario impulsar, pues algunos estimaban que
los colegios “devoraban” a los hombres y estaban en contravía de un apostolado más
misionero; oposiciones entre los sacerdotes jóvenes, salidos del mundo burgués, los
“Versallenses”, y los que procedían de un mundo rural, más modesto, los “Bretones”;
finalmente divergencia en torno a la concepción misma de la Congregación, apostolado
intelectual o misión popular.
Apuntando a dificultades reales que según su método “exageraba para hacer
comprender”, el P. Provincial invitaba a todos los Eudistas de Francia a apoyarse
preferentemente en lo que los unía: en la vida espiritual y apostólica en la línea de san
Juan Eudes y en un espíritu siempre más misionero.
Como era de esperar, la asamblea invitó a una vida espiritual fervorosa, a una
práctica más atenta de las reglas de la pobreza y de la vida común. Insistió además en el
esfuerzo que debía hacerse respecto de la pastoral vocacional y la formación.
Pero la “moción” más original es ciertamente la que la asamblea expresa al P.
General y al P. Provincial “el deseo de ver la provincia en un trabajo de orientación
resuelta en el sentido querido por su Fundador, para intensificar la acción misionera y la
ayuda al sacerdocio. Por consiguiente pide:
1)
que se busque el desarrollo de obras misioneras adaptadas al tiempo presente:
residencias nuevas y eventualmente un decanato misionero;
2)
que los Padres participen activamente en los trabajos, revistas, congresos
destinados al clero diocesano, y que se preparen cuidadosamente en la predicación de
retiros de seminarios, incluso en retiros pastorales;
3)
que los sacerdotes diocesanos encuentren entre nosotros acogida fraterna y
ayuda en su labor;
4)
teniendo en cuenta el llamado urgente dirigido a la Congregación de Jesús y
María, la asamblea pide a las autoridades general y provincial proyectar que la provincia
de Francia se haga cargo de seminarios de una región de América del sur y estudiar las
posibilidades de realización”.
Esta moción de orientación revela el deseo profundo de los Eudistas de Francia
de volver al eje en el que san Juan Eudes había situado su Congregación: los
·”ejercicios de los seminarios” y los “ejercicios de las misiones”. ¿Pero cómo dar
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realidad hoy a esas orientaciones? ¿Enriqueciendo los equipos misioneros, participando
en las experiencias vigorosas que se hacían en Francia, por ejemplo en la “Misión de
Francia” siguiendo la huella marcada por el célebre libro “Francia, país de misión”?
De estas inquietudes venía la alusión a la creación de un “decanato misionero”. Los
Eudistas deben igualmente participar en todo lo que puede contribuir a la ayuda
fraternal a los sacerdotes diocesanos, y, puesto que en Francia no hay seminarios donde
prestar un servicio, al menos por el momento, la provincia de Francia está abierta a
aceptarlos en otro país. Preferible, pensaban, no enviar Padres aislados a Colombia o
Venezuela, sino buscar fundar algunos bajo su responsabilidad. Seis años más tarde, lo
haría en África.
Fundaciones nuevas: Besançon, Mirambeau y el “Foyer” sacerdotal
Para aplicar dichas orientaciones, el P. Provincial preparó la fundación de una
residencia en Besançon. Se trataba de una diócesis dinámica y rica en sacerdotes que no
había llamado a los Eudistas. Pero esa ciudad universitaria podía llegar a ser un centro
de desarrollo de la Congregación en el este de Francia. Podía establecerse allí una
residencia de misioneros, e, incluso, muchos pensaban que los Eudistas podrían
encontrar allí magníficas vocaciones. La influencia de los Eudistas, luego del cierre del
colegio San Francisco Javier en 1901, se prolongó por la acción muy dinámica entre los
estudiantes y en la prensa católica, de los PP. Juan María Dagnaud, Juan Bautista
Rovolt y Julián Chevalier
En esa ciudad los Eudistas encontraban amigos fieles y podían contar además
con el apoyo fraternal del gran monasterio de Nuestra Señora de Cardad, en la calle de
la Vieille-Monnaie, en pleno centro de la ciudad. La diócesis aceptaba la llegada de los
Eudistas si estaban dispuestos a colaborar con el clero parroquial. Finalmente en 1954
se compró una casa de cuatro pisos, en el No 7 de la calle Mégevand; allí se instaló una
comunidad de tres Padres y se organizó en 1955 un pequeño centro de acogida para
estudiantes. Al mismo tiempo se dio inicio a las predicaciones y se prestaron otros
servicios. Más tarde la diócesis iba a pedir a los Eudistas participar en la capellanía
estudiantil.
También, para dar realidad a las orientaciones de la asamblea provincial de 1952
se fundó un “decanato misionero” en Mirambeau. Se trataba, en un sector
descristianizado de la diócesis de La Rochelle, en el que se harían cargo de un grupo de
diez pequeñas parroquias (4 000 habitantes en total), en torno a una comunidad de tres
Padres residentes en la casa parroquial del pueblo central, Mirambeau. En 1955, faltos
de todo confort, con el apoyo de la provincia que pagó los dos primeros autos, los
“Deux-chevaux”, el P. Emilio Mabon y sus compañeros comenzaron un largo y paciente
apostolado. Además de asegurar un mínimum de vida parroquial bajo cada campanario,
dieron prelación a la acción católica rural entre los jóvenes de J:A:C: y con los adultos
del Movimiento Familiar Rural (M:R:F).
La fundación del Foyer sacerdotal en la calle Jean Dolent fue la consecuencia
del traslado a Roma de la Administración general en 1953 (ver capítulo siguiente). El
paso a Roma dejaba sin uso las dos pequeñas casas del No 1 y del No 3 de la calle Jean
Dolent, propiedad de la Administración general que habría estado dispuesta a ceder la
propiedad a la provincia. ¿Pero con qué propósito?
Un primer proyecto fue reagrupar en París las dos casas de misioneros de
Donville y de Abbeville. Pero no se mostró viable. Vino entonces el recuerdo de la casa
deTourettes, residencia eudista de París antes de la Revolución. Una Guía para los
aficionados y para los viajeros extranjeros de París, de 1787, describía así esa
124
125
residencia: “Es una casa interesante para los señores eclesiásticos que deben ir a París
para susdiligencias. Encontrarán allí alojamiento decente y honorable”. Dos siglos
más tarde, los sacerdotes de paso por París tenían necesidad de un servicio semejante.
Muy motivados por el arzobispado, los Eudistas decidieron establecer, en la casa, puesta
bajo el patrocinio del Beato Francisco Luis Hébert, un Foyer para acogida de
sacerdotes.
Se llegó a un acuerdo entre la Administración general necesitada de dinero y la
Administración provincial que carecía de él. Esta última compró la mitad de las
edificaciones del No 1 de la calle Jean Dolent por 15 millones y tomó en arriendo el
resto en espera de poder comprarlo más adelante. Se reservó una parte pequeña para que
sirviera de alojamiento pasajero al P. General y un lugar para los archivos históricos que
no se pensaban trasladar a Roma. Para poner en marcha el nuevo Foyer, el P. Xavier
Engelhard, superior del escolasticado, buen administrador y celoso en el apostolado de
acogida de los sacerdotes, llegó a ser superior del Foyer. Lo organizó y amplió hasta
disponer de veintiséis habitaciones. Quince años más tarde se iba a derruir el conjunto
para levantar un inmueble más funcional.
Los colegios. ¿En venta San Salvador?
Los Eudistas seguían siendo reconocidos en Francia por su trabajo como
educadores. A menudo se les propuso, en los años que siguieron a la guerra, que se
hicieran cargo de nuevos colegios: el célebre colegio de Mongré en Villefranche-surSaône, Túnez, Douala en Camerún. A este último fue enviado en 1955-1956 el P.
Miguel Daumer, superior de San Juan de 1941 a 1955.
Sin embargo, en su informe a la asamblea provincial de 1956, el P. Arragain
consideraba que debían aligerarse las cargas en ese campo. Por esa razón, en 1952 se
planteó el caso de San Salvador de Redon. Había sido recuperado del canónigo du
Halgouët en 1933. La venerable casa había visto disminuir, desde el fin de la guerra, el
número de alumnos. Solo eran 262 en 1952. Su futuro se anunciaba frágil.
En 1948 el canónigo Trivily pasó su cargo de la dirección del colegio a un
eudista, el P. Jacques Delouvrier. Cuando éste en 1050 llegó a la rectoría de San Martín
de Rennes, el colegio de San Salvador fue confiado al P. Andrés Pépin. Este, que había
dirigido desde 1945 el seminario menor de Saintes, se lanzó a fondo de inmediato a la
búsqueda de alumnos y de recursos financieros para renovar la casa. Apoyó además la
creación del juniorato de Châtelet. Por su parte, el consejo provincial en noviembre de
1952, luego de la asamblea provincial decidió buscar una congregación a la que pudiera
ceder el colegio de San Salvador. Luego de algunos intentos infructuosos, los
asuncionistas, deseosos de implantarse en Bretaña, iniciaron negociaciones justo en el
momento de la asamblea general de 1953. Por más secretos que fueran estos diálogos
iniciales, la noticia empezó a circular y suscitó una viva protesta de parte de todos
aquellos que, en la familia eudista, estaban vinculados a la ciudad de Redon y al colegio
San Salvador. Se trataba de ex alumnos y ex profesores.
El proyecto de venta fue abandonado el 1º de agosto de 1953, justo al terminarse
la asamblea general. El nuevo superior general y su consejo no querían encender la
revolución en la provincia de Francia. Habiendo recobrado la calma, el P Pépin pudo
continuar, con el talento y la generosidad de su ecónomo el P. Pablo de Vaumas, la
restauración de la vieja casa. Alcanzará su triunfo en 1961, cuando se dio ejecución a
los contratos previsto por la ley Debré (diciembre de 1959) que permitían firmar el
contrato de asociación en primera categoría, como se verá lego en el capítulo XXI.
125
126
¿Qué pasó en los otros colegios?
En San Martín de Rennes, bajo la dirección en 1947 del P. Carlos Plomet y
luego en 1950, del P. Jacques Delouvrier, el número de alumnos aumentaba
regularmente. En 1956 alcanzó la cifra de 615. Trabajaban allí 20 Eudistas.
En San Juan de Béthune, en Versalles, en esa misma fecha, había 1 025 alumnos
con una comunidad de 16 Padres. Desde 1941 el director era el P. Miguel Daumer que
pasó su cargo en 1955 al P. León Daniel.
En esos dos colegios, que con Santa María y San Salvador, ocupaban la mitad de
los Eudistas activos de Francia, alcanzar el equilibrio financiero era la preocupación. A
partir de 1945, la batalla por la escuela libre no ha cesado. El Estado no aporta ninguna
ayuda a las familias salvo algunas escasas “becas de estudio” dotadas de un monto muy
insuficiente. Sin el concurso de educadores mal pagados, sacerdotes, religiosos y
religiosas, la mayoría de los establecimientos iban a cerrar sus puertas,
La asamblea provincial de 1956
La adopción en 1953 por la Congregación de un mandato de ocho años para el
superior general (ver capítulo siguiente) llevaba a que la asamblea provincial se reuniera
cada cuatro años. Por ese motivo la quinta asamblea provincial de Francia se reunió el 9
de julio de 1956 en san Juan de Versalles. Eran 18 diputados elegidos más el P.
Arragain, sus asistentes, los PP. Delouvrier y Daniel y el P. Laruelle, ecónomo
provincial.
La reunión había sido preparada por seis comisiones y no presentó ninguna
particularidad. Las actas muestran que constantemente se llamaba a la fidelidad a la
oración en común, a la vida comunitaria, al estudio. Las palabras bicicleta de motor,
scooter, televisión muestran que hay nuevas cuestiones en el ambiente. Un hecho
significativo: para responder a una pregunta lanzada por el superior general sobre la
presencia eudista en los colegios, la asamblea estimó necesario recordar el sentido de tal
presencia:
“La asamblea, consciente de responder a una necesidad de la Iglesia de
Francia, recuerda a los Padres: a) la grandeza de la función de educador; b) la
importancia actual de la formación cristiana de la juventud; c) el papel misionero que
es necesario desempeñar en medio de los jóvenes; d) el valor de ese ministerio para el
despertar y el cultivo de las vocaciones sacerdotales y religiosas”69
Otro punto candente fue el del estado de las vocaciones. El P. Arragain, en su
informe, que si bien el número de miembros de la provincia ha aumentado ligeramente
desde 1952 (177 en lugar de 171) la media de edad ha aumentado también. Había 25
junioristas en la casa de Châtelet y 23 escolásticos, lo que era realmente poco.
Y el comienzo de la guerra de Argelia hará que, pocos meses más tarde, once
de ellos fueran llamados a filas” Tomando conciencia de esta urgencia los miembros de
la asamblea se dedican a imaginar todos los medios posibles de suscitar y de robustecer
las vocaciones: publicaciones, exposiciones… insistiendo por encima de todo que el
ejemplo y la oración está en la base de toda vocación sacerdotal.
Finalmente, puede comprobarse que la asamblea estaba globalmente satisfecha
con la manera como era orientado el apostolado de la provincial. En esa línea adoptó le
siguiente moción: “La asamblea constata con satisfacción el esfuerzo realizado para
adaptar las obras misioneras a los tiempos presentes y expresa el deseo de ver la la
69
Asamblea provincial de 1956, moción 6ª.
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provincia continuar la orientación decidida en el sentido querido por san Juan Eudes,
intensificando su acción misionera y su ayuda efectiva al sacerdocio”70
70
Ibidem, moción 2ª.
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CAPÍTULO XI
LA PROVINCIA DE COLOMBIA-VENEZUELA
De 1930 a 1957
Superiores provinciales franceses, después colombianos – Visitas de los superiores
generales.- Acontecimientos y hechos sobresalientes en Colombia: dos nuevos
seminarios: Pasto y Cali; parroquia y residencia de San Miguel en Medellín ; una
nueva casa de formación en Usaquén ; el Minuto de Dios; obispos eudistas –
Acontecimientos y hechos sobresalientes den Venezuela: la situación del país y de la
Iglesia; primeras fundaciones eudistas: seminarios mayor y menor de Caracas ;
creación de la viceprovincia de Venezuela – Fundaciones en Chile.
Superiores provinciales franceses y posteriormente colombianos.
Visitas de superiores generales
Como dijimos antes, la asamblea general de 1930 fue la ocasión para que el P.
Carlos Le Petit, provincial de Colombia, presentara un informe de alta calidad sobre la
situación de la provincia. El mismo continuó llevando la responsabilidad de esta
provincia con el cuidado de consolidar las obras y las comunidades. Pero en 1935 fue
elegido superior general para suceder al P. Jéhanno, fallecido a comienzos de ese año.
Designó entonces al P. Joaquín André, quien venía trabajando hacía más de veinte años
en Colombia, para que tomara lel relevo.. Sin embargo esto durará sólo dos años,
porque la asamblea general de 1937, luego de elegir al P. Lebesconte como superior
general para suceder al P. Le Petit, fallecido repentinamente en diciembre de 1936,
elegirá al P. André como uno de los asistentes generales.
Uno de los primeros actos de gobierno del P. Lebesconte fue nombrar un nuevo
provincial para Colombia. Escogió al P. Esteban Le Doussal, ya veterano pues había
llegado allí en 1912, el año de su ordenación. Pero el superior general, con ocasión de la
visita canónica, dos años más tarde, en América del Sur, percibe que el P. Le Doussal
no es en ninguna forma hombre de gobierno. Lo reemplazó entonces por el P. León
Nicolas, quien va a dirigir la provincia por diez años, hasta 1949.
Al momento de su nombramiento el P. Nicolas es joven: tiene 39 años. Nacido
en Marsella, hacía nueve años que se había integrado a Colombia. En el momento era
director de la probación y gozaba de la estima de todos. Pero la segunda guerra mundial
estaba a punto de estallar. Esto va a complicar grandemente su tarea.
En ese momento la provincia de Colombia contaba con un considerable número
de Padres franceses, pero contrariamente a lo sucedido en 1914, en la práctica ninguno
fue llamado a filas. El gobierno francés consideró mejor mantener en sus lugares a los
franceses residentes en América latina. Pero la guerra, y luego la ocupación alemana de
Francia van a hacer extremadamente difíciles las relaciones entre Bogotá y París.
Enfrentado a casos de fuerza mayor, el P. Nicolas tendrá que tomar iniciativas y
decisiones, que según las Constituciones eran del resorte de la administración general.
Pondrá al corriente de todo al P. Lebesconte, especialmente durante la larga visita
canónica que éste hará en 1946. (Ver el capítulo X).
El P. Nicolas termina su misión en 1949, luego de dos mandatos de cinco años y
sus sucesores serán colombianos. El primero, el P. Germán villa, que en el momento de
su nombramiento contaba 38 años; acababa de desempeñar por espacio de cinco años el
cargo de rector del seminario de Santa Rosa; luego vino el P. Camilo Macías, nombrado
128
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en 1954, cuando contaba 46 años; venía de ejercer la recotoría del seminario de Pasto
durante cinco años.
El P. Lebesconte hubiera deseado hacer una tercera visita a América del sur pero
su salud, muy debilitada luego de la visita que realizó a la América del Norte en 19491950 no se lo permitió. Delegó entonces sus poderes al P. Armando le Bourgeois, quien
era en ese momento capellán adjunto de los Scouts de Francia. Este consagró a esta
visita prácticamente todo el primer semestre de 1952.
Cuatro años más tarde, el P. le Bourgeois, ya elegido superior general, volverá a
la provincia de Colkombia y Venezuela así como a las dos casas de Chile, para una
visita que traerá como consecuencia decisiones importantes.
Los efectivos de esta provincia en 1940 eran: 87 sacerdotes, 12 seminaristas
incorporados y 14 hermanos coadjutores laicos. Estos efectivos irán aumentando
progresivamente gracias a las vocaciones autóctonas, pero también con el aporte de
algunos sacerdotes venidos de Francia y del Canadá; en 1953, por ejemplo, la provincia
cuenta 118 sacerdotes, 7 seminaristas y 15 hermanos laicos.
Acontecimientos y hechos sobresalientes en Colombia
Dos nuevos seminarios, Pasto y Cali
El P. Joaquín Andr-e, durante su breve provincialato, había asumido la
dirección, en 1936, de un nuevo seminario mayor interdiocesano en Pasto, en el
extremo sur de Colombia, muy cerca de la frontera con Ecuador. Nueve años más tarde,
el P. Nicolas comenzó otra nueva fundación en Cali, gran ciudad capital de la Colombia
meridional. Un seminario, a la vez mayor y menor, había sido fundado allí en 1931; fue
confiado a los Eudistas en 1945 quienes lo dirigieron hasta 1971. La Congregación
continúa hoy en esa ciudad con la animación de una parroquia muy viva, Santa Mónica.
Parroquia y residencia de San Miguel en Medellín
En 1942 se había producido en Medellín un aontecimientos importante para la
Congregación: el nombramiento de monseñor García Benírez para la sede arzobispal de
esa ciudad; desde hacía 17 años era obispo de Santa Marta. Pasó quince años a la cabeza
de la arquidiócesis; durante ese tiempo hizo construir un seminario menor y comenzó la
construcción de un nuevo seminario mayor y de un edificio para la curia diocesana;
fundó además 17 parroquias en los barrios populares y abrió la arquidiócesis a las
comunidades religiosas.
Notable orador y hombre de audacia. Dio pruebas de ello con ocasión de las
revueltas de Bogotá y Medellín en abril de 1948. Graves problemas de salud lo
obligaron poco después a presentar su renuncia, la que sólo fue aceptada en 1957.
Toda la vida se mostró generoso con sus recursos personales. El compró el
terreno de San Miguel en Medellín, donde los Eudistas iban a poder establecer no sólo
la iglesia y la casa cural sino también una residencia para los Eudistas obligados al
reposo. Vivirá los años de su retiro personal en una modesta casa cercana a la catedral
que le fue obsequiada por personas generosas. Murió allí el 1º de septiembre de 1958.
Nueva casa para la formación en Usaquén
En Usaquén, la casa de formación de los Eudistas, levantada al lado de la iglesia
parroquial, se consideraba en 1940, demasiado estrecha. Se decidió entonces la
construcción de un gran escolasticado que llevaría el nombre de Valmaría. Fue
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inaugurado en 1943, con ocasión del 300º aniversario de la funcadión de los Eudistas
en Caen, en 1643. Está situado en un muy hermoso terreno, frente a la sabana de
Bogotá, reclinado en las primeras laderas que la circundan. El P. Andrés Basset,
responsable de la obra, hizo los planos que permitieron la construcción de una amplia y
elegante capilla y de un conjunto de construcciones, en un patio cuadrangular, bien
ventilado, en ladrillo rosado. Los seminaristas disfrutan de celdas pequeñas, de salas de
clases y de recreación, e incluso, en una segunda fase de construcción, de un
observatorio astronómico provisto de una pequeña cúpula. Esta construcción fue
dirigida con amor, en todos sus detalles, por el P. Basset. Tal como se presenta, el
escolasticado de Valmaría es ciertamente la casa simbólica de los Eudistas en
Colombia.
El Minuto de Dios
Nadie podía imaginar, antes de 1950, el gran llamado que iba a comprometer a
los Eudistas de Colombia, a suscitar entre ellos iniciativas totalmente imprevistas y a
desembocar en una serie de realizaciones conocidas bajo el nombre de “El Minuto de
Dios”, ligadas estrechamente a la personalidad carismática del P. Rafael GarcíaHerreros. La reputacion del Minuto se ha propagado rápidamente mucho más allá de las
fronteras de Colombia.
Como lo dirá más tarde su biógrafo, P. Diego Jaramillo, Rafael García-Herreros
era todavía en vida, un monumento, una gloria nacional Nacido en Cúcuta, importante
ciudad fronteriza del nordeste de Colombia, ingresó al seminario de Pamplona, luego se
hizo Eudista y fue ordenado sacerdote el 19 de agosto de 1934. Desde el año siguiente,
joven profesor y educador, mostró poseer un don particular que puso al servicio de su
apostolado: hombre a la vez brillante y profundo, gustaba de relatar, con amplia sonrisa,
historias, y cautivaba a su auditorio. Inicialmente fueron cuentos cortos, llenos de fe y
de humor, dirigidos a sus alumnos; luego se sirvió de la radio local de Cartagena,
todavía balbuciente, que le abrió sus antenas en una hora de gran sintonía, justo un
minuto, El Minuto de Dios. El P. Rafael se sirvió de su voz y de su corazón para que su
palabra, que era muy bien acogida, fuera no solo oración sino también esbozo rápido
vivaz con rasgos de humor. Su emisión alcanzó audiencia nacional; se escuchó en todo
el país.
Enviado a Roma para hacer estudios, el P. García-Herreros fue luego director de
la revista eudista de teología pastoral Cátedra. Pero a partir de 1955, El Minuto de Dios
llega a la televisión y su éxito se crece todavía más. Sumas cosiderables, provenientes
de la publicidad y de donativos llegan de todas partes y se emplean en la construcción
de viviendas, en material duro, destinadas a aquellos que no tenían otra perspectiva de
habitación que los tugurios de Bogotá. A partir de 1956 se comienza la construcción de
un primer lote de habitaciones modestas, luego un segundo y después un tercero. Todo
un barrio fue naciendo que poco a poco se va equipando completamente: iglesia,
colegio, teatro, museo, canchas de juego y de deportes. Ese barrio lleva evidentemente
el nombre de El Minuto de Dios, como se llamaba la emisión. Hasta el fin de su vida el
P. Rafael utilizará esta audiencia increíble para ponerla al servicio de los más pobres.
Obispos eudistas
El cuadro de la situación de la Congregación de los Eudistas en Colombia, en los
años de 1950, sería incompleto si no se hiciera mención de tres obispos que, cada uno a
su manera, dejaron su sello en la vida de la Iglesia en ese país.
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El primero de ellos ha sido ya mencionado varias veces: monseñor Joaquín
García Benítez, nacido en 1883 en Bucaramanga, obispo de Santa Marta de 1918 a
1942, y luego arzobispo de Medellín hasta 1957.
El segundo es monseñor Luis Pérez Hernàndez. Nacido en 1894 en Cúcuta,
ciudad relativamente cercana del lugar de nacimiento de monseñor García Benítez;
también él fue alumno del seminario de Pamplona y allí conoció a los Eudistas. Deseoso
de llegar a ser uno de ellos, hizo su noviciado y sus estudios de filosofía en Gyseghem,
en Bélgica, luego en Coupigny en Francia. Fue enviado luego a Roma donde obtuvo el
grado de doctor en teología. Su ministerio se desarrolló la mayor parte de su vida en los
seminarios. Llegó a ser rector del de Cartagena y más tarde del de Santa Rosa. A finales
de 1945 fue nombrado obispo auxiliar de Bogotá, y luego, en 1956, llegó a ser el primer
obispo de la diócesis de Cúcuta, recientemente creada, que era su ciudad natal.
Infortunadamente muy rápidamente su salud se debilitó y murió el 28 de junio de 1959.
El tercer colombiano que llegó al episcopado, monseñor Germán Villa, comenzó
su ministerio episcopal en el momento en que los anteriores obispos eudistas lo
terminaban. Había sido superior provincial de 1949 a 1953 como ya se dijo. Era
originario de la región de Antioquia, exactamente de Sopetrán. Primero fue nombrado
obispo auxiliar de Cartagena a finales de 1956, y fue ordenado obispo el 10 de febrero
siguiente. Más tarde, en 1959, fue nombrado obispo de Barranquilla, y luego azobispo
(1969) de la misma ciudad.
Acontecimientos sobresalientes en Venezuela
Ya hemos hablado de Venezuela en el capítulo III, ya que la Congregación
comenzaron a establecerse en ese país antes de 1930, bajo la responsabilidad del P.
Jéhanno y luego del P. Le Petit. Conviene ahora decir brevemente qué era aquel país
cuando los Eudistas llegaron a él.
Situación del país y de la Iglesia
Venezuela es un país extenso, de más de 900 000 kilómetros cuadrados,
bordeado al norte por el océano Atlántico. Se extiende desde un macizo montañoso de
la cordillera de los Andes al occidente hasta la cuenca del Orinoco al oriente. Los
afluentes del Orinoco riegan un vasto territorio de llanuras poco pobladas, tierras
ganaderas, cuyo desarrollo apenas comienza. El clima tropial es temperado por las
influencias de las montañas y del océano. La población, de más de quince millones de
habitantes, se ha formado sobre todo por la inmigración española, fuertemente
completada, desde hace unos cincuenta años, por europeos o americanos. Estos han sido
atraídos por el milagro económico que ha sido para este país el descubrimiento y la
explotación de inmensos yacimientos de petróleo, sobre todo alrededor del lago de
Maracaibo, al oeste, y de la cuenca del Orinoco al este. Venezuela es el primer
productor en América del sur. Exporta su petróleo sobre todo a los Estados Unidos que
controlan la producción.
Este milagro petrolero ha permitido a Venezuela dotarse de una red de carreteras
y de un implante amplio de centros de educación y de hospitales. Pero esta riqueza fácil
ha traído muchas rivalides, lo que explica las luchas sociales y las terribles
desigualdades. La capital, Caracas, inmensa ciudad de más de cuatro millones de
habitantes, situada a mil metros, en un valle cercano al océano, yuxtapone, en medio de
una red de autopistas, inmensos rascacielos y amplios valles con tugurios llamados
“ranchitos”.
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El régimen político, luego de haber alternado ensayos de democracia con
dictaduras militares, se ha estabilizado un poco desde hace unos cuarenta años. Las
ciudades muestran en general, excepto la presencia de los “ranchitos”, un aspecto de
comodidades; pero esto no debe hacer olvidar la miseria de los campos. Más de la mitad
de la población constituye allí “la clase más pobres y más explotada del país”.
Menos cuidadosamente y más tardíamente evangelizada que Colombia,
Venezuela es oficialmente católica, pero a comienzo del siglo XX había muy pocos
sacerdotes. De ellos el 80% eran extranjeros. La persecución religiosa virulenta de
Guzmán Blanco, gran admirador del ministro francés Emilio Combes, había hecho
cerrar los seminarios y la casi totalidad de las casas religiosa del país, las cuales llegaron
a ser propedad del Estado. El general-dictador Vicente Gómez continuó esa política.
Tanto es así que los aspirantes al sacerdocio debían ir a formarse a Curaçao, y también,
pasando la frontera, a Pamplona donde los Eudistas. En 1916 los Padres de Chavagnes,
y luego, en 1918, los jesuitas habían logrado abrir de nuevo el seminario mayor
interdiocesano de Caracas.
Primeras fundaciones eudistas
En 1922 el nuncio apostólico de Caracas anunciaba al P. Jéhanno, provincial de
Colombia, que la Santa Sede iba a crear cuatro nuevas diócesis a partir de Mérida, la
que se convertía en arzobispado. En una de esas diócesis, San Cristóbal, la más cercana
a la frontera colombiana, el nuevo obispo, monseñor Sanmiguel, acogió, en diciembre
de 1924, al P. Pedro Buffet y a otros dos Eudistas, para hacerse cargo del seminari
menor.
Rápidamente otros seminarios menores fueron abiertos por los Eudistas.
Maracaibo inició labores en 1925; esta fundación, interrumpida poco después a causa
sobre todo del clima caliente y pesado, será reaumida más tarde; Mérida se fundó en
1926 y un poo más tarde, en 1934 vino el juniorato eudista de La Grita.
¿Sería posible abrir un seminario mayor, que fuera el segundo del país? El
obispo de Mérida, monseñor Silva, y sus colegas del occidente de Venezuela lo
deseaban vivamente. Roma sin embargo quería mantener un único seminario mayor, el
de Caracas, “salvo que se conceda una excepción teniendo en cuenta los excelentes
resultados de los Eudistas en la formación de los clérigos”. Por su parte, los
seminaristas venezolanos preferían, en cambio de los jesuitas, todos españoles, un
equipo eudista que contara venezolanos y otros sudamericanos. El obispo y el provincial
tuvieron en cuenta este argumento. Finalmente se cortó por lo sano esta situación:
algunos seminaristas irían a Caracas, los otros a Mérida. En realidad, este segundo
seminario mayor sólo se abrió en 1950 y no en Mérida sino en San Cristóbal.
Seminarios mayor y menor de Caracas
Monseñor Arias Blanco fue trasladado en 1952 de la sede de San Cristóbal a la
de Caracas; él guardaba muy buena opinión de los métodos de formación de los
Eudistas. Juzgó necesario confiarles los dos seminarios de su arquidiócesis: un
seminario menor que se iba a fundar, y el seminario mayor interdiocesano, dirigido
hasta ese momento por los jesuitas. Estos acababan de aceptar la petición del
episcopado de fundar en Caracas una universidad católica que iniciaría trabajos en
septiembre de 1953 y juzgaban que no podían mantener al mismo tiempo la
responsabilidad del seminario mayor.
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Ya en 1952, el P. Le Bourgeois había entrevisto, con ocasión de su visita como
delegado del P. Lebesconte, que Venezuela podía ser un muy buen campo de acción
apostólica para la Congregación. Desde su elección como superior general en julio de
1953 fue puesto al corriente del deseo del arzobispo de Caracas. Unos meses más tarde,
en abril de 1954, cuando hacía la visita de la provincia de Canadá, viajó a Caracas para
firmar el contrato por el cual la congregación asumía la dirección de los dos seminarios.
Queriendo dar a conocer que el compromiso del que se reponsabilizaba debía ser
asumido por toda la Congregación se hizo acompañar del P. Antonio Gaudreau, su
primer asistente y del P. Arturo Gauvin, provincial de Canadá. El P. Camilo Macías,
provincial de Colombia, se había unido a ellos en Caracas.
El P. le Bourgeois se preocupó entonces por asegurar a ese centro de formación
del clero de la nación un equipo de valor. Pudo convencer a los superiores del Canadá y
de Francia de la necesidad de enviar un refuerzo de personal. Fue así como en
septiembre de 1954, al comienzo de labores, la Congregación estuvo en capacidad de
hacerse cargo, en buenas condiciones, del seminario mayor, que ya funcionaba, y del
seminario menor que era necesario crear.
Creación de la viceprovincia de Venezuela
El hecho de asumir la dirección del seminario de Caracas, añadido al aporte de
Eudistas canadienses y franceses que eran necesarios, constituía una etapa
verdaderamente nueva para la situación de la Congregación en Venezuela. Rápidamente
se manifestó entre los Eudistas el deseo de cierta autonomía respecto de la provinciamadre, Colombia. La búsqueda de una respuesta apropriada a este deseo fue una de las
preocupaciones mayores de la visita canónica que el P. General hizo en 1956 a
Colombia, Venezuela y Chile. Como cosecuencia de esta visita tomó, con su consejo, la
decisión de constituir una viceprovincia en Venezuela. Esta determinación fue
anunciada a toda la Congregación mediante circular fechada el 2 de marzo de 1957.
Tomó cuidado de situarla en la historia de la evangelización de América Latina, y al
mismo tiempo en la historia de la presencia eudista en ese continente. Precisaba además
que la nueva viceprovincia funcionaría prácticamen como una provincia. La diferencia
de carácter canónico sería simplemente que no tendría su propia casa de formación.
Esta viceprovincia tenía evidentemente necesidad de uin superior.
Provisionalmente esta misión fue confiada al P. Hernando Moreno, asistente general
encargado de América del Sur. En mayo de 1958 tuvo lugar el nombramiento de un
titular, el P. Albini Vigneault. Le sucedió en ese cargo el P. Pedro Dauguet, como se
verá en capítulo ulterior.
Fundaciones en Chile
Ya en 1901 el P. de Martini, vicario provincial de Colombia, por petición del P.
Le Doré, había tomado contacto con varias diócesis de Chile, de Perú y de Bolivia –lo
que significó un largo viaje- a fin de prever lugares de acogida para el caso de que los
Eudistas fueran expulsado de Francia. Sin embargo esos contacto no pasaron de ahí.
Será mucho más tarde, durante el provincialto del P. Nicolas, cuando los Eudistas se
implantaron en Chile, en Talca en 1943, y en La Serena en 1945 71.
En esa época, Talca era una ciudad de 80 000 habitantes, situada a 300
kilómetros al sur de Santiago. Tenía un colegio-seminario que había formado
71
Nota del Traductor: estas fechas, así consignadas en el original, están equivocadas. La fundación de
Talca se hizo en 1947 y la de La Serena en 1953.
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numerosas generaciones de ciudadanos y de sacerdotes. El obispo, monseñor Larraín,
había pedido a los Eudistas que se hicieran cargo de esa casa y que cultivaran en ella las
vocaciones sacerdotales y religiosas. Los Eudists dirigieron durante diez años ese
seminario menor según el modelo colombiano, un tanto riguroso para la mentalidad
chilena. El clima húmedo, inviernos sin calefacción, no facilitaban la adaptación, sin
contar el estrés debido a los temblores de tierra casi cotidianos a los que no es fácil
habituarse. No había ciudad en Chile que no hubiera sido destruida al menos una vez
desde la época colonial. Por otra parte, muchos hubieran querido conservar la fórmula
de colegio-seminario, que, además del equilibrio financiero, favoreciera un buen
entendimiento entre el clero y el laicado en la sociedad local.
Para aligerar el aislamiento de esta fundación, tan alejada de la base de la
provincia, se aceptó en 1945 (sic: 1953) otro seminario menor, en La Serena,
arzobispado situado a 500 km al norte de Santiago. Se trataba de una casa atractiva, en
clima agradable, con un grupo de una treintena de alumnos… El ambiente allí fue
menos tenso que el de Talca.
Estas fundaciones no iban a durar. En 1956, luego de la visita canónica del P. Le
Bourgeois, superior general, se decidió salir de ellas. De hecho esta decisión sólo se
hizo pública a finales de 1957, y fue anunciada a la provincia de Colombia, el 9 de
diciembre, en circular del superior general. Se daban allí los motivos de la medida: falta
de personal, necesidad de reagrupar fuerzas y de no dispersar esfuerzos.
Sin embargo hay que dejar constancia de que esta implantación, demasiado
breve, dejó a la Congregación las dos primeras vocaciones eudistas y el deseo de
regresar un día a ese acogedor país.
A esta implantación en Chile va unida igualmente la historia –se diría mejor la
leyenda- del P. Guido Lebret. Nacido en Combourg, en Bretaña, en junio de 1926, ese
joven eudista estaba listo, al finalizar la guerra, para partir a llevar el Evangelio
dondequiera fuera enviado. Fue desginado precisamente para el seminario menor de
Talca. Dotado de una generosidad desbordante, muy pronto descubrió la miseria
humana y la indigencia religiosa de los más abandonados, particularmente de las
mujeres esclavas de la prostitución. Para lograr su liberación buscó recursos cultivando
abejas, y luego haciéndose conductor de camiones a lo largo de las extensas carreteras
de Chile. Se dedicó con todas sus fuerzas a esta misión de misericordia. Luego del golpe
de Pinochet y de la muerte de Salvador Allende, su vida en Talca corrió peligro pues se
buscó silenciar su reivindicación de la justicia. Pero, luego de haber arriesgado su vida,
encontró la muerte en un accidente de tránsito el 12 de julio del año 2000, en pleno
corazón de ese Talca, cuyas calles recorrió incansablemente, con su barba al viento y la
permanente sonrisa en los labios, en el combate contra la injusticia y la miseria.
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CAPÍTULO XII
LA CONGREGACIÓN DE 1947 A 1953
MUERTE DEL P. FRANCISCO LEBESCONTE
Y ELECCIÓN DEL P. ARMANDO LE BOURGEOIS
Nueva revista: “Notre Vie” – Las sesiones de espiritualidad – El tricentenario del
Corazón de María – La aventura de Brasil (1946-1948) – La casa de reposo de
Plancoët – Muerte del P. Lebesconte (10 de enero de 1953) – La preparación de la
asamblea general de La Roche-.du-Theil – Dos decisiones importantes: generalato
temporal, traslado a Roma – La elección del P. Armando Le Bourgeois (19 de julio de
1953) – Los trabajos de la Asamblea
Los años que siguieron a la guerra en Francia fueron muy difíciles. La reconstrucción
exigía grandes sacrificios, la política interior estaba debilitada por el régimen que se
implantó con la IVa República. Por fuera de Francia, era necesario asumir las
dificultades de la descolonización y las amenazas de la “guerra fría”. Por su parte, la
Iglesia daba muestras de un evidente dinamismo teológico, litúrgico, misionero,
liderado por fundaciones nuevas: la Misión de Francia, los sacerdotes-obreros. Buen
número de los Eudistas jóvenes querían participar en estas búsquedas.
Una nueva revista: “Notre Vie”
El P. Lebesconte, liberado a partir de 1947 de la responsabilidad directa de la
provincia de Francia, pudo consagrarse en adelante a lo que le interesaba
particularmente: hacer conocer más la persona de san Juan Eudes y su doctrina
espiritual. La pequeña revista eudista mensual, Les Saints Coeurs de Jesús et Marie,
dirigida desde 1933 hasta 1940, por el P. Emilio Georges, tenía un contenido un tanto
heteróclito, que yuxtaponía los ecos de controversias teológicas con la noticias
menudas; pero era un precioso vcínculo de la gran familia eudista. Había desaparecido
en 1940 y fue reemplazada sólo por algunas poco frecuentes circulares que escapaban a
la censura y a la escasez de papel. Apenas fue posible, en otoño de 1947, el P.
Lebesconte quiso hacerla renacer y la confió a dos Padres que habían tenido ya la
ocasión de probar sus dotes de redactor y de administrador: el P. Guillermo de Bertier y
el P. Xavier Engelhard. En sus proyectos iniciales, por cierto muy ambiciosos, se
proponían ellos llegar al gran público cristiano. Fue preciso darse cuenta bien pronto
que no era posible mirar tan lejos, y así la nueva revista “Notre Vie”, se limitó a un
formato más modesto y a una periodicidad bimestrial. También era neceario reconocer
que una revista editada en París no iba a interesar mucho a los canadienses y menos aún
a los latinoamericanos cuyas jóvenes generaciones ignoraban el francés. Pero gracias a
sus directores sucesivos, los PP. Guillermo de Bertier, Carlos Berthelot du Chesnay,
Jacques Arragain, Jacques Venard y Pablo Milcent, durante un cuarto de siglo, de 1947
a 1963, iba a ocupar un puesto importante en la vida de la Congregación, atenta a todo
lo que, de cerca o de lejos, podía interesar a los Eudistas y a sus amigos, tanto en el
dominio de la historia como de la doctrina y de la pastoral,.
Las sesiones de espiritualidad
Más importante para la profundización de la doctrina espiritual de san Juan
Eudes fueron las sesiones de espirtualidad eudista que, de 1948 a 1962, permitieron un
135
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excelente trabajo de investigación. No escaseaban las personas competentes. Sin
embargo muchos Eudistas no habrían pronunciado nunca conferencias y escrito
artículos si no se hubieran sentido requeridos de manera urgente y sostenida por lectores
interesados.
Gracias a la confianza depositada en él por los Institutos de la Familia eudista y
especialmente por Nuestra Señora de la Caridad, el P. Lebesconte supo encontrar ese
público: las Hermanas Agustinas de la calle de la Santé acogieron para cada sesión a
decenas de religiosas que venían a reunirse con algunos sacerdotes y algunos laicos. En
cuanto a conferencistas, el P. Jacques Arragain, y después de él, el P. Jacques Couturier
supieron orientarlas. Gracias a ellos, de 1948 a 1962, ocho sesiones, seguidas de ocho
publicaciones, presentaron los grandes temas de la espiritualidad de la Escuela francesa:
El Corazón de María (1948), La Escuela francesa (1949), El Reino de Jesús (1950), La
Oración en la espiritualidad eudista (1952), El Corazón del Señor (1954), El
Renunciamiento en la vida cristiana según san Juan Eudes (1956), Las Virtudes
cristianas según san Juan Eudes (1959), La Vida religiosa en la escuela de san Juan
Eudes (1962). Estos esfuerzos despertaron un renovado interés, en particular en la
provincia de Francia, hacia la corriente espiritual de la Escuela francesa, que estaba
lejos de haber alcanzado en ese momento la consideración de que goza hoy.
El tricentenario de la fiesta del Corazón de María (1948)
Es sabido que la primera solemnidad litúrgica del Santo Corazón de María había
sido celebrada en Autun el 8 de febrero de 1648, durante la gran misión que predicaban
san Juan Eudes y sus compañerops en esa ciudad. El santo había podido finalmente
realizar así su ardiente deseo de ver honrar el Corazón de la Madre de Dios,
íntimamente unido al de Jesús. El P. Lebesconte, que guardaba excelente recuero de la
fiesta del tricentenario de la Congregación en 1943, deseaba vivamente celebrar de
manera digna el tricentenario de la primera celeberación litúrgica del Corazón de María.
El obispo de Autun, monseñor Lebrun, compartía ese anhelo.
Unos años antes, en 1942, el Papa Pío XII, en el momento más difícil de la
guerra, impulsado seguramente por las apariciones de Fátima en 1917, veinticinco años
antes, había consagrado el género humano al Corazón Inmaculado de María. Se obtuvo
entonces fácilmente una carta del papa Pío XII a monseñor Lebrun. Esta carta vino a
recordar cómo, durante la misión de 1648, ”san Juan Eudes quiso, que por culto
público, todos los fieles imploren la protección del Corazón Inmaculado de la
bienvanturada Virgen María. Fue así como, por su iniciativa y sus consejos, con la
aprobación de la autoridad eclesiástica, fue celebrada en honor de este Corazón
Inmaculado una misa, cuyas oraciones fueron compuestas por el mismo Juan Eudes.
Creemos que es del todo oportuno traer a la memoria del pueblo cristiano ese
acontecimiento”
Dos años antes, el P. Lebesconte había compuesto una obra a la gloria del
Corazón de María, El Corazón de María segín san Juan Eudes, que fue traducida a
varias lenguas. En la primavera de 1948, tuvo lugar una sesión de espiritualidad eudista
sobre este mismo tema. La conmemoración misma dio lugar en Autun, los días, 6, 7, y 8
de febrero de 1648, a un triduo solemne en el que no faltaron ni la elocuencia, ni la
música sagrada, ni la presencia de los prelados, ni la del pueblo cristiano.
Otra iniciativa tuvo menor repercusión. El superior general soñaba enriquecer la
gloria de san Juan Eudes. Con la ayuda de toda la familia eudista, hizo dirigir a los
obispos del mundo entero, entre 1948 y 1949, 1 200 cartas, para obtener una petición
masiva que alcanzara para san Juan Eudes el título de doctor de la Iglesia. Sólo recibió
unas cuatrocientas respuestas que no parecían suficientes para fundamentar las
136
137
esperanzas que se había propuesto. La primera condición de este género de promociones
es la notoriedad y san Juan Eudes, a menos de veinticinco años de su canonización, era
todavía demasiado poco conocido.
La aventura de Brasil
El P. Lebesconte y con él muchos otros, veían desarrollarse la misión de los
Eudistas en los seminarios de Colombia y Venezuela. Pero tenían otro fuerte propósito:
retomar en otros países de América latina la fundación tan prometedora de México
(1909-1918), arruinada por la guerra y la revolución. Por eso había apoyado con firmeza
al P. Nicolas para la fundación de Talca en 1947, si bien no era más que un seminario
menor. Pues bien, en el curso de la visita canónica a Colombia, en el verano de 1946, le
fue presentada una petición prveniente de Brasil.
En 1936, cuando el P. Le Petit, vino a presentarse al Papa Pío XI como nuevo
superior general, el soberano Pontífice lo había invitado a enviar Eudistas a Brasil. En
ese momento le fue ofrecida, con los más atractivos colores, la fundación de un
seminario en la arquidiócesis de Goiás, en el corazón de Brasil.
El estado de Goiás, en el centro del inmenso Brasil, era casi de la misma
extensión que Francia (660 000 kms cuadrados). Contaba menos de un millón de
habitantes. Su capital, Goiania, era entonces una minúscula ciudad de cinco a seis mil
almas. Hoy cuenta más de dos millones. Acababa de ser elegida en medio del “sertao”,
vale decir de los matorrales, para reemplazar la capital anterior, Goiás Velha, mal
situada y de difícil aceso. La nueva capital de Brasil, Brasilia, en gestación desde la
época colonial y finalmente puesta en ejecución por el presidente Joselino Kubichek,
será construida más tarde a unos doscientos kilómetros de allí. Pero en 1947 no había
más vía para llegar a Goiania que un ferrocarril de vía estrecha a tres días de viaje desde
Río, y el avión. Ni un solo kilómetro de carretera. Solo trochas con puentes hechos de
dos troncos de árbol. Sin embargo se gozaba de excelente clima, en la inmensa sabana
brasileña con temperatura muy agradable.
Sobre el papel la propuesta era interesante. Todo había empezado mediante un
sacerdote brasileño, nacido en un pueblo cercano a Belo Horizonte. Se llamaba Jonás
Ferreira y había a las Hermanas del Buen Pastor. Quiso hacerse eudista. Luego de hacer
su noviciado en Usaquén fue enviado al seminario de Santa Rosa de Osos, pero no llegó
a entrar en la Congregación. Regresó a Brasil, y llegado a ser sacerdote72, motivó al
arzobispo de Goiania, un salesiano, para que propusiera a los Eudistas hacerse cargo de
la direccion de su seminario menor. Enviado por el Consejo general, el P. Nicolas,
provincial de Colombia, hizo una visita rápida al lugar llamado Nova Bonfim,
propuesto por la diócesis. Su informe fue positivo y el consejo general decidió, el 5 de
octubre de 1946, aceptar esa fundación. Pero dado que la provincia de Colombia no
podía participar en ese proyecto, el Consejo general, un poco imprudentemente, decidió
lanzar la operación apoyándose en las otras dos provincias.
Tomada la decisión el 5 de octubre de 1946, el 5 de diciembre, los dos pioneros,
los PP. José Tomás y Carlos Berthelot du Chesnay, volaron hacia Rio de Janeiro. Allí,
durante seis semanas, fueron rodeados de las atenciones de las religiosas del Buen
Pastor y comenzaron el aprendizaje del portugués. Finalmente, el 28 de enero de 1947,
luego de tres días de viaje en trren, llegaron a Nova Bonfim, cerca de Silvania73.
72
El Padre Jonás Ferreira entró ya ordenado sacerdote al noviciado de Usaquén en 1942 y en 1943 estuvo
en Santa Rosa. Nota del traductor.
73
Informe del P. Thomas a la asamblea general de 1953. Archivos eudistas de París.
137
138
La diócesis de Goiania tenía exactamente once sacerdotes diocesanos contando
al arzobispo y su auxiliar. Había además una veintena de religiosos, salesianos italianos
y franciscanos estadunidenses.
De inmediato los dos Eudistas se dieron cuenta de la situación y del proyecto de
Jonás Ferreira. Dicho seminario contaba tres cursos, 8º, 7º y 6º según el nivel francés.
(Equivalían a 3º, 4º y 5º, de primaria. Nota del Traductor) Los alumnos eran unos
veinticinco chiquillos entre 11 y 15 años, encantadores ciertamente pero que no habían
conocido jamás ni disciplina ni trabajo. El edficio distaba seis kilómetros del pueblo sin
medio de transporte, agua escasa y electricidad caprichosa.
Es claro que se trataba más bien de un preseminario, de una escuela elemental.
El P. Jonas que hubiera querido llevar a los Eudistas a otro puesto desapareción muy
pronto. El hecho de depender directamente del Consejo general venía a añadir otras
dificultades, pues la comunicación por correo tardaba cerca de un mes entre envío y
respuesta a París. Menos de seis meses después de la llegada a Nova Bonfim, parecía ya
evidente que se había incurrido en un error. Sin embargo, y para confortar el pequeño
equipo, el P. Lebesconte obtuvo del provincial de Francia, P. Jacques Arragain, el envío
de un joven Eudista francés, el P. Pedro Dauguet, quien llegó el 26 de septiembre de
1947. Una carta del 27 de noviembre confirmaba al P. Thomas que “el Consejo general,
en posesión de todas sus cartas, ha resuelto mantener la fundación de Nova Bonfim”.
Sin embargo las actas de los Consejo general de la época muestran que no había tal
seguridad.
En Nova Bonfim, el P. du Chesnay deseaba regresar a Francia. Pero los PP.
Thomas y Dauguet, cada vez más enamorados de Brasil, piensan que si bien permanecer
en el fondo de Goiás es una equivocación, había en ese inmenso país muchas otras
posibilidades y que, por tanto, sería bueno permanecer allí. Envías algunas indicaciones
a Paría, donde, el 5 de octubre de 1948, tiene lugar una reunión decisiva del consejo74.
Todos los argumentos son analizados ampliamente:
“De la lectura de todas las cartas recibidas, desde hace dos años, queda en
claro que la fundación de Nova Bonfim no es viable. Ese compromiso se inició mal…
¿Es preciso abandonar la obra emprendida? Si la respuesta es afirmativa, se debe
llamar a los Padres o se puede intentar otra solución allá
¿Abandonar el seminario? Unanimidad. ¿Salir de Brasil? Dos a favor, tres en contra…
Todavía se puede esperar”.
Era manififesto que la obra no era viable. Para intentar otro proyecto en Brasil
hubiera sido necesario entrevistarse con los obispos y con el nuncio… Finalmente, el 2
de noviembre de 1948, se toma la decisión de hacer regresar el personal de inmediato.
Se llega a finales del año escolar. Sólo quedaba organizar el regreso, no sin nostalgia.
Luego de quince días en Sao Paulo, para poner en regla los pasaportes, los tres Padres
llegan a París el 11 de enero de 1948. Como lo deseaban dos de ellos, ¿sería para
esperar un retorno a Brasil? Muy pronto esta hipótesis fue abandonada.
Fue una aventura de dos años sin perjuicio financiero ni catástrofe. Volviendo a
pasar por Goiania y Nova Bonfim tresta años depués, el P. Dauguet encontró algunos de
los ex alumnos de los treinta que había en 1946. Una decena se reunieron: tres
sacerdotes, de los cuales dos eran vicarios generales, y los demás ocupaban posiciones
sociales importantes. Pero se había podido comprobar la dificultad que hay en
comprometerse y dirigir desde lejos y sin experiencia concreta de la realiad una
fundación de esa laya.
74
Cuaderno de los Consejo generales, 5 de octubre de 1948, pp. 176-177.
138
139
Casa de reposo en Plancoët
¿Qué fue del juniorato construido por el P. Augusto Pinas en la pequeña y
encantadora ciudad de Plancoët?75 Al igual que todas las propriedaddes de los Eudistas,
la casa de San Luis había sido confiscada en 1903. Un granjero se había apresurado a
comprar por bajo precio la finca sin tener en cuenta la amenaza de excomunión en que
incurría. El pequeño parque y el edificio habían sido salvados por el señor Cocheril, de
Plancoët, quien, en 1907, los había adquirido por 20 000 francos con la intención de
devolverlos un día a los Eudistas. Hasta 1908, el P. Luis Mégret y el P. Camilo Perrin
permanecieron solos en esa espaciosa casa. Entonces fueron trasladados allí los Padres
de edad avanzada y los enfermos, y ellos acogieron a su turno a algunos jóvenes,
“vocaciones tardías”, pasada la guerra de 1914-1918.
La casa vivía en condiciones de pobreba y de falta de comodidades bien poco
aceptables para ancianos, sin ascensor, sin agua corriente. Fue preciso esperar el año
1928 para instalar una calefacción central. En 1930, el P. Pedro Dagnaud, superior de la
casa, propuso un plan de grandes trabajos, que preveía la refacción total de la parte más
vieja y la construcción de un tercer piso. El consejo general vaciló. Los Padres de la
casa no exigían nada. Finalmente hubo algunas mejorías “pasables para un cuarto de
siglo”, nota el consejo general76.
Lo que no daba largas era arreglar el asunto de la propiedad de forma normal,
tanto más que el señor Cocheril había pasado ya los 80 años.Luego de algunos
proyectos, el P. Jéhanno escogió el de una sociedad anónima de cinco o seis miembros,
que tuvieran como finalidad declarar la propiedad como clínica de sacerdotes. A esa
sociedad, la familia Cocheril, cedió en forma generosa, la propiedad aceptando solo el
reembolso del precio de compra, 20 000 francos, como si el dinero no se hubiera
devaluado, desde 1907, en cuatro quintas partes77.
Corbinais albergó de 1939 a 1944 soldados franceses y luego soldados alemanes
lo que no contribuyó a mejorar el estado de la casa. Los Eudistas que pasaban, venidos
de Francia y también de las Américas, para visitar a los mayores no podían tolerar la
vetustez de esa casa de reposo. El P. Lebesconte confió en consecuencia al P. León
Dano, ecónomo general, el encargo de emprender una renovación completa. Como buen
número de los residentes eran o serían Padres que regresaban de su servicio en Canadá o
en Colombia, la caja general asumió el costo de esa renovación que fue casi una
reconstrucción. Quedaron intactos el “edificio Pinas”, la capilla y la casa de las
religiosas. Pero la vieja casa Corbinais fue destruida y reconstruida de manera que el
plan primitivo fuera ejecutado. Todo el interior fue organizado según las normas de una
casa de reposo “medicalizada”. Los trabajos fueron ejecutados ràpidamente y en junio
de 1953, los residentes, luego de haber pasado dos años en provisionalidad en La
Roche-du-Theil, volvieron a su casa transformada, no lejos del pequeño cementerio
comunal, donde, de 1908 a 1950, 82 Padres y 10 Hermanos habían eonctrado su ultima
morada78.
75
Francisco DE NUGENT, en Notre Vie, 1955, pp. 344-347 ; Carlos BERTHELOT DU CHESNAY,
Notre Vie, 1970, p. 83 ; José HAMON, Vie eudiste en France, 1978, pp. 19-27.
76
DE NUGENT, Ibidem, p. 346.
Ibidem, p. 345.
78
Ibidem, p. 346.
77
139
140
Muerte del P. Lebesconte (10 de enero de 1953)
Según las Constituciones la asamblea general hubiera debido realizarse en 1952,
pero una decisión de la asamblea de 1947 había autorizado un aplazamiento eventual de
dos años. Así no se veía que hubiera razón urgente para convocarla. El P. Lebesconte
había tenido en febrero de 1949 una crisis de angina de pecho. Había regresado muy
fatigado de su tercera visita a América del Norte (1949-1950). Fue así como delegó al P.
le Bourgeois para efectuar la visita de Am,érica del Sur en 1952. Sus funciones de
capellán del Escultismo de ultramar le daban facilidades para realizar ese viaje. Luego
de consultar las provincias, el consejo general pidió a la Congregación de Religiosos, la
autorización de reportar la asamblea hasta 1954, autorización que fue concedida el 28 de
junio de 1951.
Durante el año de 1952 el P. Lebesconte se había sentido a menudo fatigado. Sin
embargo no se sintió impedido para presidir el 25 de marzo el centenario del
escolasticado de La Roche-du-Theil, para hacer una visita a Roma, y para participar en
junio en París en la sesión de espiritualidad consagrada a La oración según san Juan
Eudes. El consejo genersal habia aprobado la fundación del juniorato de Châtelet en
Redon, el regreso de los Eudstas al seminario de Maracaibo en Venezuela y la
fundación de un colegio en Rosemont, en la ciudad de Montreal. El P. Dano, por su
parte, se ocupaba en acabar la restauración completa de la casa de reposo de los Padre
en Plancoët.
El 4 de octubre, en el tradicional brindis de la fiesta de san Francisco, el P.
General se permitía regocijarse del estado de la Congregación: de 392 en 1942 el
número de incorporados había pasado a 459 en diez años. El futuro parecía asegurado
tanto en Francia como en América. Tres meses más tarde, el 10 de enero de 1953, el
Padre se sintió ligeramente agripado. El médico lo visitó en la tarde y no mostró
ninguna inquietud. Pero enrtrada la noche, hacía las 8, el enfermo cayó sin
concocimiento. Su corazón había fallado y murió instantes después.
Nadie se esperaba una muerte tan repentina y la emoción fue grande. Los
testimonios de simpatía afluyeron. Los funerales se llevaron a cabo en la parroquia de la
casa general, Santo Domingo, el jueves 15 de enero. Al día siguiente, en la ilgsia abacial
San Salvador de Redon, todos los amigos de la Congregación acompañaron orantes a
aquel que durante quince años había estado a la cabeza de los Eudistas y acababa su
misión terrenal. La coral de San Salvador cantó, al decir de un asistente, en tal forma
que hubiera emocionado a un músico de la talla del mismo P. Lebesconte. En la tarde, el
cuerpo fue enterrado en el cementerio de La Roche-du-Theil.
La preparación de la asamblea general: el generalato temporal
El primer asistente, P. Jorge de la Cottardière, con la ayuda del provincial de
Francia, convocó de inmediato la asamblea general para el 16 de julio siguiente. La
muerte del superior general permitía daba la oportunidad de plantear cuestiones que
desde la guerra estaban en la preocupación de muchos:
-¿Será el momento de pasar a un generalato de duración limitada?
-¿Será del caso que el superior general pase de París a Roma?
Para una sociedad ya tricentenaria, penetrada del espíritu del siglo XVII estos
interrogantes no eran minucias insignificantes.
La asamblea de 1947 había pedido la preparación de las asambleas generales
mediante un trabajo de comisiones. Ya el P. Lebesconte había previsto algunas en la
perspectiva de una reunión en 1954. La comisión administativa tuvo que preparar el
cambio eventual de las Constituciones para adoptar el generalato temporal. Para ello
140
141
necesitaba tener la seguridad del acuerdo de la Congregación de Religiosos. Los PP. le
Bourgeois y Arragain debieron multiplicar con ese fin las consultas y los informes.
Es cierto que la cuestión había empezado a ser debatida a raíz d ela publicación del
código de 1917 en el que se daba la norma de los generalatos temporales. Así lo
afirmaba el canon 505: “Que los superiores mayores sean temporales, a menos que las
Constituciones indiquen lo contrario”.
Cuando la asamblea general de 1926 había ajustado las Constituciones de los
Eudistas al nuevo código, se había mantenido la tradición secular no sin cierto malestar:
“El cargo de superior general es perpetuo, es decir, mientras vivva aquel que ha sido
elegido legítimamente” (No 187). Los diputados habían declarado que Roma procedería
a cambiar esta disposición si lo juzgaba oprtuno. Roma aceptó anticipadamente la
opción de los Eudistas dando como motivo la antigüedad de la Congregación.
Esta vez se podía pensar que la asamblea pediría en ese punto un cambio de las
Constituciones. Se planteó entones la cuestión de la duración del mandato. Se supo
pronto que la Congregación de Religiosos no aceptaría ni un mandato menor de seis
años ni uno mayor de los doce años. ¿Qué escoger: ocho o diez años? Algunos
propusieron un primer mandato de diez años, seguido de un eventual mandato de cinco
años.Además ¿qué pasos dar para poner de inmediato en marcha la decisión tomada por
la asamblea? En efecto era preciso hacer aprobar por la Santa Sede la modificación
antes de darle aplicación.
Con los consejos que el procurador solictó a la Congregación de Religiosos se
llegó finalmente a al siguiente procedimiento: si la asamblea votaba por mayoría
calificada (dos tercios mínimo) a favor del generalato temporal, segura de antemano del
acuerdo de Roma, se podría proceder a la elección como de costumbre, en el curso de la
asamblea.
Se obtuvo un indulto fechado el 8 de julio de 1953 que autorizaba a definir un
generalato temporal entre seis y doce años y a proceder a la elección, si fuera necesario,
por mayoría absoluta.
Además, la asamblea debería decidir, sí o no, si el nuevo general debía
trasladarse a Roma. Ya la asamblea de 1947 había estudiado esa cuestión y había
expresado voluntad favorable a un traslado de la curia general a Roma79. Los Eudistas
del nuevo mundo eran muy favorables a ese traslado que subrayaría el carácter
internacional de la Congregación y se sabía que Roma era favorable a esa medida Pero
los pasos dados después de la asamblea de 1947 para conseguir una casa o un terreno
habían quedado sin resultado.
Otros asuntos, menos urgentes, pero igualmente importantes, deberían ser
sometidos a estudio:
* La oración eudista, diseñada por el cuadro del “Manual”, debería ser adaptada
a las tendencias de la renovación litúrgica que se abría paso en la Iglesia. ¿Por cuánto
tiempo se continuaría a ignorar el oficio en común para mantener un conjunto de
oraciones privadas, un tanto obsoletas, pero que desde el tiempo de sa Juan Eudes
habían servido de sustento para la espiritualidad del santo?
* Muchas reglas complementarias, añadidas a las Constituciones de 1928 para
conservar textos de san Juan Eudes, eran de hecho impracticables en la mayoría de las
comuniades.
* En particular, la provincia de Francia pedía que hubiera mayor precisión en las
prácticas de la pobreza en la vida común.
79
Actas de la asamblea, 7ª sesión.
141
142
La asamblea general de La Roche-du-Theil (junio de 1953)
La asamblea, convocada en enero de 1953, debía comprender a los miembros de
derecho (cuatro asistentes generales, el procurador general, el ecónomo general y tres
superiores provinciales) y a diputados elegidos en razón de un diputado por veinte
sacerdotes incoporados: cinco diputados de la provincia de Colombia-Venezuela-Chile,
ocho diputados del Canadá y ocho diputados de Francia. En lo que respecta a esta
provincia, el fallecimiento de un sacerdote incorporado antes de que se cumpliera las
operaciones de escrutinio, hacía descender los electores a 179 hizo que se descartara un
noveno elegido. El P. Arístides Righi, procurador general, enfermo, había delegado al P.
Francisco Hulin, secretario general desde hacía 20 años.
Así conformada la 54ª asamblea general de los Eudistas, se abrió el jueves 16 de
julio de 1953, en el seminario de La Roche-du-Theil. Estaban presentes 30 Eudistas,
entre los 35 y los 79 años, conscientes de la importancia de los desafíos de esta
asamblea.
Desde el primer día, informada del indulto que autorizaba la adopción eventual
del generalato temporal, la asamblea decidió discutir ese punto. Al día siguiente ella
adoptaba un generalato de ocho años, renovable. Se requeriría que la elección fuera
aprobada por dos terceras partes de los votantes para los tres primeros escrutinios, y de
mayoría absoluta en adelante. El sábado 18, luego de terminar el estudio de los informes
presentados por los superiores de las tres provincias, la asamblea expresó por
unanimidad su decisión de que la nueva administración se trasladara a Roma, sin más
dilaciones, utilizando temporalmente los locales existentes de la “Procura San Pedro”,
en la via dei Querceti. El terreno estaba despejado para la elección del nuevo general.
La elección del P. le Bourgeois (18 de julio de 1953)
Si nos contentamos con el texto de las “Actas de la Asamblea”, la elección del
domingo 19 de julio parece haber sido sin problemas80. Pero pasados cuarenta años, es
posible narrar en detalle lo acontecido gracias al acta detallada de la elección tal como
figura en los Archivos generales81.
En los tres primeros turnos de escrutinio, válidos solo por dos tercios de los votos, el
P. León Nicolas obtuvo 15, 17, 19 votos a favor. El P. Nicolas, nacido en Marsella en
1900, ordenado sacerdote en 1928, estaba en Colombia desde 1930. Había sido profesor
en los seminarios de Pamplona y Pasto, luego director de la probación en Usaquén. De
1939 a 1949 se desempeñó como superior provincial de Colombia y luego fue
encargfado de la dirección del seminario de Talca en Chile. Era modelo de vida
espiritual y de caridad y gozaba de estima universal. Iba a ser elegido en el cuarto turno
de votación cuando pidió la palabra:
“Agradezco a los Padres que han votado por mí pero hay otros que han
entendido lo que yo personalmente he comprendido al presentar mi elección como
posible. No me siento con las cualidades suficientes para gobernar la Congregación en
la hora presente. Me permito advertir a los miembros de la asamblea que en caso de
elección posible me vería obligado a rehusar”.
No se rehusa una nominación pero es posible rechazar una elección. Aquí el
anuncio del rechazo había precedido la eventual elección. La asamblea prosiguió los
escrutinios por mayoría absoluta, requerida a partir de ese momento, y luego de tres
turnos el P. Armando le Bourgeois fue elegido.
“¿Acepta usted su elección? Le preguntó el primer oficial.
80
81
Acts de la asamblea, sesión 7ª.
Libro de las elecciones, p. *1 y *2, Roma, Archivos generales.
142
143
“Mis queridos hermanos, ustedes comprenden bien mi situación: ocupar el
puesto de otro en primer lugar y no gozar de la manifestación de la voluntad unánime
de la asamblea. Creo sin embargo ver en este voto la Voluntad de Dios y quizás además
un llamado a una mayor confianza en Dios y en ustedes. Padre: sí acepto”.
Al medio día la asamblea se reunió en la capilla de La Roche para la ceremonia
de instalación prevista por las Constituciones. El nuevo superior general recordó que
diez años antes, escogido por el P. Lebesconte para ser superior del seminario de La
Roche, había realizado en ese mismo lugar una ceremonia anmáloga y renovó el don
total de sí mismo al servicio de la Congregación y de la Iglesia.
¿Quién era el P. le Bourgeois? Nacido en 1911, ex alumno del colegio San Juan de
Versalles, entró a la Congregación cuando tenía diezz y seis años y mediio. Ordenado
sacerdote el 17 de marzo de 1934, luego de cursar cuatro años dde teología en Roma, se
había mostrado como excelente educador de jóvenes en Versalles; luego, durante la
guerra, había sido un capellán muy apostólico de la marina. Entre 1943 y 1947 había
tenido la misión de superior del escolsticado de La Roche-du-Theil. En seguida había
sido capellán general adjunto de los Scouts de Francia, encargado sobre todo del
esculpimos de ultramar, lo que le permitió conocer a África y América latina, a donde el
P. Lebesconte lo había delegado para la visita canónica de la provincia de Colmbia en
1951. Con 42 años, con una basta experiencia ya adquirida, estaba bien preparado para
sus nuevas funciones, incluso si algunos consideraban que carecía de aquella austera
dignidad de sus predecesores.
Al siguiente día la asamblea eligió por unanimidad al primer asistente, el P.
Antonio Gaudreau, eudista canadiense, que desde 1947 pertenecía al consejo general;
dos días más tarde la asamblea eligió los tres otros consejeros generales: por la
provincia de Francia, al P. José Hamon; por Colombia-Venezuela-Chile al P. Hernando
Moreno, y por Canadá al P. Juan Bautista Paquet. Los dos últimos no se encontraban
presentes en la asamblea; fue necesario esperar su respuestá telegráfica de aceptación.
Para completar la administración romana quedaban por elegir el procurador general y el
ecónomo general; fueron escogidos, como procurador el P. José Hamon, y el P.
Mauricio Lamontagne, de la provincia de Canadá, como ecómono general.
Los trabajos de la asamblea
El paso de un generalato vitalicio a un mandato de ocho años exigía cierto
número de retoques en las Constituciones. La asamblea los adoptó. Ante la petición de
precisiones en la práctica de la pobreza un nuevo texto, ad experimentum, fue adoptado
también.
Un considerable trabajo preparatorio había sido hecho, desde antes de la muerte
del P. Lebesconte, para sustituir las Reglas complementarias adoptadas luego de la
asamblea de 1930; fue un texto más adaptado, que sin embargo era cercano a los textos
de san Juan Eudes. La asamblea aprobó este Directorio general y pidió que fuera puesto
en práctico a manera de ensayo hasta la asamblea siguiente82.
En el campo de la tradición espiritual eudista, la asamblea general buscó dar un
impulso renovado: correcciones en el Manual de oraciones83; petición de una edició
crítica de las Obras completas de san Juan Eudes, y de traducciones84; apoyo a las
82
Actas de la asamblea de 1953, p. 22.
Ibidem, pp. 30-31
84
Ibidem, p. 31.
83
143
144
sesiones organizadas desde 194885, y a los estudios relativos a la Escuela francesa, en la
revista Notre Vie.
La asamblea pidió también una nueva edición del “Propio litúrgico eudista”86,
con notación gregoriana, e invitó a las provincias a organizar para los sacerdotes, luego
de quince años de sacerdocio, retiros de un mes, etc. Fueron en total 61 mociones y todo
un programa de trabajo para la nueva administración general, para las provincias y para
cada eudista en particular.
No sin cierta sorpresa, se comprueba que no fueron formuladas cuestrines
relativas a las orientaciones pastorales y misioneras de la Congregación. Quizás no eran
las principales preocupaciones del momento. En todo caso, cuando los delegados se
separaron en la mañana del sábado 25 de julio, pudieron, con legítimo derecho, estimar
que habían vivido momentos importantes en la historia de la Congregación.
85
Ibidem, p. 27.
86
Ibidem, P. 30.
144
145
CAPÍTULO XIII
LA PROVINCIA DE CANADÁ DE 1940 A 1060
Los Eudistas canadienses a mediados del siglo XX – La Iglesia canadiense en pleno
vigor – La provincia eudista norteamericana en 1940 – La Costa Norte y monseñor
Labrie – Parroquias y capellanías – Nuevos colegios: San Luis en Edmundston; un
intento en las Islas de la Magdalena; el colegio de Rosemont en Montreal (1953); la
vida cotidiana en los colegios eudistas – Los Hermanos coadjutores – Los Eudistas en
los Estados Unidos: algo de histórica; la fundación de Willowbrook Seminary (1947);
Cardinal Dougherty High School en Buffalo (1957) – Los Eudistas canadienses en
América del Sur.
Los Eudistas canadienses a mediados del siglo XX
El 25 de mayo de 1940, una circular del P. Lebesconte, superior general,
agradecía al P. Francisco Tressel el haber gobernado la provincia durane diez años y
anunciaba el nombramiento de su sucesor, el P. Alberto D’Amours. Había nacido éste
en 1897 en los Estados Unidos, había sido ordenado sacerdote en 1923 y había hecho
sus estudios teológicos en Roma. Era el primer superior provincial norteamericano. Por
nueve años iba a estar al frente de la provincia, y luego de él, el P. Arturo Gauvin sería
provincial durante diez años. Fueron veinmte años de expansión.
Mientras los Eudistas de Francia sufrían los rigores de la guerra y las
dificultades de la posguerra, los de Canadá vivían un período de fundaciones y de
prosperidad en una Iglesia vigorosa. ´
Las Constituciones de entonces sometían al superior general y a su consejo todas
las decisiones importantes: aceptación o de retiro de una obra, aprobación de las
decisiones de las asambleas provinciales que debían celebrarse cada cuatro años,
nombramiento de los suiperiores locales y de los Padres encargados de la formación de
los jóvenes eudistas, etc. La correspondencia con París era por tanto continua. Pero
durante la segunda guerra mundial, de 1939 a 1945, fue difícil asegurar las relaciones
entre Montreal y París. A menudo el provincial estuvo abocado a la necesidad de
presumir autorizaciones que no había recibido oportunamente.
Para mayor claridad comencemos por recordar algunos nombres y algunas cifras
que muestran el vigor de la expansión de los Eudistas canadienses.
En 1940 la provincia eudista de Canadá contaba 140 incorporados, de los cuales
4 eran obispos, 123 sacerdotes y 13 Hermanos coadjutores. Trabajaban en 3 colegios,
dos junioratos, dos seminarios, 9 parroquias, 15 puestos en la Costa Norte y en las
capellanías del Buen Pastor.
En 1950 el personal sumaba 177 miembros, de los cuales 3 eran obispos. La
provincia tenía en ese momento la responsabilidad de 2 seminarios, 4 colegios, 2
junioratos, 7 parroquias, 8 puestos en la Costa Norte y unas capellanías.
En 1959, finalmente, la provincia contaba 213 incorporados, de los cuales 2
obispos, y 196 trabajaban en 2 seminarios, 5 colegios, 2 junioratos, un High School en
Estados Unidos, 8 parroquias, 6 puestos en la Costa Norte y unas capellanías. Además
trece Eudistas canadienses trabajaban en América del Sur.
El P. D’Amours permaneció en Laval-des-Rapides, en la residencia elegida por
el P. Lebrun. Pero el P. Arturo Gauvin, en 1951, estimó mejor establecer la residencia
provincial en Levis, frente a Québec. Ese lugar era más accesible y más central, según
su parecer, que Laval-des-Rapides. La vieja casa, bien restaurada era cómoda para
acoger a los eudistas de paso.
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146
La Iglesia canadiense en pleno vigor
A partir del siglo XVII, la Iglesia, que había presidido la fundación de la Nueva
Francia, ocupaba un puesto esencial en la vida del país, y en particular en la de las
comunidades francófonas, casi enteramente católicas. En la provincia de Québec, en
pleno siglo XX, ella asumía la casi totalidad de la educación de la juventud. Los obispos
de esa provincia eran miembros del Consejo de la Instrucción Pública, organismo que
precedió al ministerio de Educación. Desde su primer año escolar, el joven católico era
acogido por Hermanas o Hermanos enseñantes y se sumergía en un clima religioso. Las
escuelas normales y técnicas, los sindicatos, las cooperativas, los grupos de trabajadores
tenían sus capellanes. Las asociaciones católicas, como la J:E:C (Juventud estudiante
católica), la J:O:C: (Juventud obrera católica), y la J:A:C: (Juventud agrícola católica)
contaban millares de miembros muy militantes. La fe del pueblo era profunda y sus
manifestaciones –iglesias repletas, ceremonias majestuosas, procesiones, congresos
marianos y eucarísticos- eran numerosas y fervientes. ¿Se vivía entnces la edad de oro
del catolicismo? ¿La Iglesia ejercía una autoridad absoluta que algunos denuncian
gustosamente hoy? Los historiadores invitan a matizar una imagen demasiado simplista:
Nuestra sociedad, escribe Mauricio Blain, no es unitaria sino pluralista; desde
los comienzos de su historia política ha reconocido el principio constitucional de la
bicultura y de la biconfesionalidad; y la ha consagrado en todas las instituciones
políticas, religiosas, escolares. Pero ese pluralismo institucional, inscrito en nuestra
historia, ha permanecido como simple y molesta promiscuidad, en donde, todo valor de
intercambio entre los gruos humanos era más o menos excluido”87
Este pluralismo se explica fácilmente en un país constituido por una mayoría
católica francófona, por anglófonos y por múltiples comunidades culturales de
tradiciones diversas.
Alguos presagiaban ya que tal sociedad iba a evolucionar rápidamente, sobre
todo a causa de las mezclas derivadas de la urbanización. “Montreal, con sus bancos y
sus fábricas, sus guetos étnicos y sus barrios encopetados, sus burgueses, sus
intelectuales y sus proletarios prefigura el québec del mañana. La ciudad cosmopolita
se revela como una sociedad pluralista en la que la voz de la Iglesia no es ya la voz
dominante. Otras voces disponen de canales poderosas en los que se escucha el eco de
fuera de Montreal”88.
En efecto, la radio, la prensa, y a partir de 1952 la televisión “plantean un doble
problema al episcopado. Difunden valores y normas de comportamiento en
contradicción con sus preceptos y cuestionan su autoridad incluso dentro de la
Iglesia… Sólo gradualmente, el eiscopado tomará conciencia de que la expansión de
los medios de comunicación renueva la problemática de antiguos cuestionamientos, por
ejemplo las relaciones entre el arte y la morale, el valor cristiano de las diversiones, la
manera de vivir la tolerancia”89.
Los medios de enseñanza no escaparon a las corrientes de pensamiento venidas
de afuera: las universidades católicas, dirigidas siempre por miembros del clero,
empezaron a contratar profesores provenientes de Europa o de Estados Unidos. Las
87
Jean hamelin, Histoire du catholicisme quebecois, le XXe siècle, Tomo 2, “De 1940 à nos jours”.
Boréal expresse, p. 26.
88
Ibidem, p. 28.
89
Ibidem, p. 152.
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facultades de Letras o de Ciencias Sociales se proponían formar pensadores
preocupados por emprender una reflexión crítica sobre el orden social y sobre todo lo
que era comúnmente aceptado. Hacia finales de 1950 les tocó el turno a los colegiales.
Empezaron a controvertir –sin violencia sin embargo- las estructuras establecidas y los
valores transmitidos en los colegios clásicos. La “revolución tranquila”, que estalló al
principio del siguiente decenio, no era por tanto el producto de una gneración
espontánea.
La provincia eudista norteamericana en 1940
Los Eudistas franceses que desembarcaron en 1890 en Nueva Escocia
rápidamente se sintieron como en casa en las Provincias Marítimas y encontraron todo
muy apropiado para desarrollar sus obras. Sin embargo, el P. Gustavo Blanche, en 1902,
se concientizó rápidamente de que era necesario salir de las Marítimas y encontrar
puestos de labor para los Padres expulsados de Francia. A partir de 1903 un grupo de
Eudistas trabajó en Québec y otro en las Marítimas. El P. Blanche había transmitido
hasta tal punto su cariño por las Marítimas al P. Le Doré, que éste soñó con crear en
Rogerville un centro eudista: parroquia, misión, juniorato, noviciado… El P. Juan
Levallois, sucesor de monseñor Blanche, le hacía notar en carta del 21 de enero de
1908, los peligros de este proyecto: “Estos propósitos parecen irrealizables y poco
deseables. Equivaldría a hacer de nuestra Congregación una congregación
acadiense… y condenarnos para el futuro a la impotencia y a la esterilidad”. Es bien
interesante lo que sigue: “Es mi parecer, muy reverendo Padre, que debemos situarnos
por encima de estas cuestiones enojosas de nacionalidad y raza, y estar dispuestos a
trabajar en todas partes donde haya algún bien para realizar. Esta línea de acción nos
ha permitido tener buenos resultados hasta el presente”.
El P. José Héry cuenta en sus “Recuerdos” el sueño del P. Próspero Lebastard de
centralizar nuestras obras en las Marítimas y se muestra feliz de que el P. Lebrun
hubiera abandonado el proyecto de construir en Bathurst la casa de formación eudista.
“Hubiera significado inmovilizar nuestra sociedad en las Provincias Marítimas e
impedirnos encontrar vocaciones, y por tanto nuestro desarrollo, en la provincia de
Québec, en donde todas las demás sociedad religiosas se habían installado
existosamente”.
Durante el trancurso de los años 1940, ciertos Eudistas lanzaron la idea de
dividir la provincia norteamericana en dos provincias distintas: las Marítimas y Québec.
Incluso se hizo una encuesta a ese respecto y tenemos la respuesta de uno que dice
haber pasado treinta y cinco años en las obras acadienses y sin embargo respondió con
claridad: “Los que pregonan esta división dan muestras, quizás sin saberlo, de racismo;
por otra parte el número reducido de los Eudistas de Canadá no exige ni hace
aconsejable tal división”. Se recuerda que en 1940 había 50 Eudistas en la provincia de
Québec y 46 en las Marítimas: en 1950, 80 en la región de Québec y 69 en las
Marítimas; en 1959, 96 en la parte de Québec y 76 en las Marítimas. Esos Eudistas,
olvidando su lugar de origen, iban gustosos a trabajar donde el suerior provincial los
enviara; sabían bien que la escogencia de las obediencias se basaba en dos factores: las
necesidades de la obra y las competencias exigidas. La asamblea provincial de 1961
abordó también esta cuestión relativa a la creación de dos provincias pero concluyó:”La
asamblea estima que la división de la provincia no se impone actualmente…” Los
delegados escogieron mantener la unidad de la provincia para conservar su vigor.
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La Costa Norte a partir de 1940
En 1941 se habló de dividir el inmenso territorio de la Costa Norte. Una carta
del P. Alberto D’Amours, superior provincial, al delegado apostólico, monseñor
Antoniutti, presentó la reacción de los Eudistas: “Su excelencia, monseñor Labrie,
vicario apostólico, me ha expuesto brevemente su proyecto de dividir el vicariato
apostólico del Golfo San Lorenzo, para erigir una nueva diócesis… Me resultaría grato
ver que se constituya una nueva diócesis en la Costa Norte, con su clero secular, de
manera que gradualmente los Padre Eudistas sean liberados de un ministerio que
aceptaron gustosamente en 19º3, a causa de las circunstancias, pero que en reanudad
está un poco al margen de nuestra vocación especial… Me alegraría ciertamente si
pudiéramos devolver esas misiones. En primer lugar, no contamos con número
suficiente de efectivos para realizar una obra tan extensa y tan difícil. Nuestro
reclutamiento en la Costa Norte ha sido muy escaso. Además. Los candiatos que entran
a nuestra congregación no contemplan la posibilidad de que un día sean enviados al
extremo norte…. Evidentemente, si la Santa Sede nos ruega
que vayamos,
obedeceremos sumisa y prontamente como en el pasado. Es posible, que sacerdotes, de
vocación misionera, hicieran mejor trabajo que nosotros…”
El consejo provincial era desfavorable a extender más los puestos eudistas. Por
su parte, el superior general, P. Lebesconte, rehusaba la idea de aceptar el nuevo
vicariato apostólico y preveía el reitor progresivo de los Eudistas.
El nuevo vicariato apostólico de El Labrador, fundado el 15 de julio de 1945, fue
confiado efectivamente a los Oblatos de María Inmaculada, y el 24 de noviembre
siguiente, el antiguo vicariato fue erigido como “Diócesis del Golfo San Lorenzo”.
Monseñor Napoleón Labrie, vicario apostólico desde 1938, fue su primer obispo, y poco
a poco, entre 1845 y 1959, los Eudistas abandonaron trece puestos de la Costa Norte.
Monseñor Napoleón Labrie y su obra
Este personaje, el más celebre de los Eudistas originarios de la Costa Norte,
merece que nos detengamos un momento sobre su vida y su obra.
Napoleón Labrie nació el 5 de agosto de 1893 en Godbout, un pueblo de
pescadores que no contaba más de una docena de familias. Era el décimo tercer hijo de
una familia muy pobre. Tuvo siempre gran admiración por sus padres “modelos
honorables de trabajo y honradez”. Pasó de la escuelita de Manicouagan al juniorato y
al colegio de Santa Ana en Church-Point, y luego al escolasticado eudista, y finalmente
a la Gregoriana de Roma. En esa ciudad fue ordenado sacerdote el 13 de abril de 1922.
Pasados un poco más de quince años en diversas parroquias de la Costa Norte, fue
nombrado vicario apóstolico del Golfo San Lorenzo en abril de 1938, con gran regocijo
de sus dos protectores, monseñor Julián Leventoux y el P. José Le Strat. Ordenado
obispo en el santo Corazón de María de Québec, estableció su sede episcopal en Havre
Saint-Pierre. Muy cercano de sus diocesanos, se interesaba no sólo por su provecho
espiritual sino por todos los proyectos de desarrollo: electricidad, pesca, economía y
sobre todo educación. “Queremos que sus hijos suban al altar, discutan de leyes,
ejerzan la medicina y la cirugía, construyan, levanten industrias y comercios, queremos
que con la frente en alto ocupen su puesto al sol”.
Publicó en abril de 1948 una carta pastoral sobre “El Bosque” que dio mucho de
que hablar no sólo en Canadá sino también en el extranjero. Obsesionado por el cuidado
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del aprovechamiento de la inmensa reserva de bosques de su diócesis, propuso un plan
de dotación y de explotación forestal que ante todo buscaba el bienestar de los
trabadores forestales, mediante la organización, por ejemplo, de pueblos para ellos.
Valorando los recursos hidráulicos de la Costa, con visión profética, quería el
desarrollo socioeconómico de la región.
Cuando el vicariato es elevado a la categoría de diócesis en 1945, el nuevo obiso
estableció su sede en Baie-Comeau; luego, en 1948, a diez millas al oeste, echa las
bases de la ciudad nueva de Hauterive. Sus diocesanos apoyaban gustosamente todas
esas iniciativas. Sintieron vivo desconsuelo cuando su obispo, en 1956 y a los 63 años
presentó su renuncia como consecuencia de una prueba familiar. Nombrado poco
después como director nacional de las Obras Misioneras Pontificias para el sector
francófono desplegó en esta nueva función la misma energía de que había dado pruebas
en la diócesis. Murió en Québec el 16 de mayo de 1973, habiendo dado vida a su lema
episcopal: “In mansuetudine firmitas”, Firmeza temperada por la bondad”. Unía a la
energía del líder la bondad de un corazón de padre. El gran cantante Gilles Vigneault,
originario de la Costa Norte, su expresar con mucho corazón cuanto le debía en su vida.
Monseñor Napoleón Labrie
Visto por Gilles Vigneault
Gilles Vigneault, afamado cantante canadiense, expresa sus recuerdos sobre
Napleón Labrie, obispo eudista de la Costa Norte del Glfo San Lorenzo
Yo hubiera sido marino y pescador si no hubiera existido para mí
monseñor Labrie, obispo eudista de la Costa Norte, fallecido hace varios
años. Era un hombre extraordinario que tocaba siete instrumentos, que
hablaba con facilidad siete lenguas y que construyó él mismo su residencia
presbiteral en Blanc-Sablon, acarreando las tablas en su trineo de
perros… Fue él quien me facilitó mis estudios. Mis padres carecían de
medios para hacerlo… Cuarenta años después tengo hacia él una gratitud
infinita por haberme hecho estudiar. A mí y a un amigo que llegó a ser
médico nos recordaba que un tendría podríamos servir en algo a esos
estupendos parroquianos que nos ayudaban…
¿Soñó quizás que estaba preparando un sacerdote más? No,
totalmente no. No esperaba que yo me hiciera cura o religioso. Un día yo
cualquiera yo le pregunté: “¿Monseñor, se empeña usted en que yo me
haga sacerdote”? Usted sabe bien que tengo problemas… ¡Me gustan tanto
las muchachas! Se puso a reir de buena gana: “Si deseas hacerte sacerdote
está bien y me agradaría. Pero no te hagas sacerdote para darme gusto, ni
para agradar a tu mamá o a su tía religiosa… ¡Gilles, haz lo que quieras
pero haz algo!
Y sin embargo en esos tgiempos en Québec la presión era fuerte…
Una presión enorme… Pero él era un hombre ligre.¡Mi madre era mucho
más dura y exigente que él! y también mi padre… Pero mi padre estaba
más en la línea del obispo: ¡Que haga lo que le plazca con tal que no sea
bandido ni asesino; que se gane la vida en una ocupación que sea útil al
hombre! (Magazine Panorama auhourd’hui, No 167).
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Parroquias y capellanías
La Sagrada Familia en Bathurst
Los fuertes vínculos que ataban la Congregación con Bathurst explican por qué
monseñor Chiasson, obispo de Chatham se decidió a confiar a los Eudistas, en 1941 en
la ciudad de Bathurst, la parroquia de Sagrada Familia, hermosa comunidad bilingüe de
2 000 almas. El Padre Omer Le Gresley fue su cura durante 22 años y una veintena de
Eudistas trabajaron en ella hasta 1987, fecha en la cual la parroquia fue entregada a la
responsabilidad del clero diocesano.
Chandler
En 1948, el P. D’Amours, superior provincial, anunció, no sin estupor de los
feligreses, que los Eudistas iban a dejar la parroquia de Chandler en Gaspésie. El
obispo de Gaspé le había pedido con insistencia que fundara un pequeño colegio en Les
Îles-de-la-Madeleine, y la provincia no estaba en capacidad de atender esas dos obras a
la vez. Monseñor Leblanc prefirió que los Eudistas se hicieran cargo del colegio.
San Pedro en Chéticamp
Chéticamp era un municipio del noroeste de la isla de Cap-Breton, en Nueva
Escocia. En 1951 el consejo provincial aceptó el ofrecimiento de monseñor MacDonald,
deseoso de confiar a la Congregación eudista esa parroquia de mayoría francófona. El P.
Arturo Gauvin, superior provincial, daba en una circular del 24 de mayo de 1953 esta
explicación:
“El elemento francés del Cap-Breton constituye un terreno muy apto para
nuestro apostolado. Hace ya tiempo que esperábamos la ocasión de establecernos en
ese sector de Nueva Escocia… Además, a medida en que cedemos al clero secular las
parroquias que dirigimos en la Costa Norte, nos es preciso encontrar otras parroquias
de manera que podamos ofrecer oportuna respuesta a las aptitudes de nuestros
Padres”.
El P. Julio Comeau, instalado como cura en mayo de de 1953, permaneció once
años en esa parroquia. Diecisiete Eudistas trabajaron en ella, abarcando también la
parroquia vecina de San José de Moine, hasta 1988, cuando la Congregación, por
carencia de personal, tuvo que abandonar ese medio que le era tan querido.
Nuevos colegios
A partir de 1940, los Eudistas de Canadá, no contentos con desarrollar los
colegios que dirigían ya en Nueva Escocia, en Nouveau Brunswick y en Québec,
fundaron tres nuevos centros escolares, acentuando así su compromiso con la
educación.
El colegio San Luis en Edmundston (1946)
En Madawaska, al noroeste, de Nouveau Brunswick se deseaba desde hacía
largo tiempo el establecimiento de un colegio clásico. Llegaron solicitudes a los
Eudistas pero inicialmente éstos vacilaron. No querían hacer competencia al colegio de
Bathurst… Finalmente, en noviembre de 1943, el consejo provincial aceptó y monseñor
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Leblanc, obispo de Bathurst, autorizó la fundación en Edmundston. En marzo de 1944,
la Congregación adquirió el terreno de la base militar de Edmundston. La Defensa
Nacional se comprometió entregar la propiedad un año después del fin de la guerra.
En diciembre de 1944 se creó la nueva diócesis de Edmundston.El nuevo obispo firma
con los Eudistas un contrato. Sus principales cláusulas eran: “Este colegio clásico
bilingüe, destinado a alumnos externos e internos de la región, deberá abrir sus puertas
en septiembre de 1946. Los Padres Eudistas asumen el costo de las construcciones…
podrán aceptar la ayuda benévola de benefactores. Se encargarán solos de organizar y
ejercer la administración, las financias y los estudios…”
En las antiguas barracas militares que ya existían en el terreno y bautizadas
como “Colegio San Luis”, los PP. Simón Larouche, Roberto Bernier y Raul Martin
recibieron en septiembre de 1946 un centenar de alumnos, felices de comenzar sus
clases de elementos latinos.
El colegio se convirtió muy pronto en centro cultural muy apreciado en la región
y obtuvo, en abril de 1947, el título de universidad, con el derecho a otorgar a personas
debidamente preparadas los grados de bachilleres, maestros y doctores. Fue preciso
apresurar la construcción y la provincia con esta finalidad hizo un empréstito de 500
000 dóllares. Esta suma pronto se hizo insuficiente y la construcción se tornó grave
preocupaci´n para el consejo provincial de la época. Sin embargo, la generosidad de la
gente y la emisión de obligaciones garantizadas por la congregación permitieron acabar
las edificaciones que fueron inauguradas el 22 de octubre de 1950. En junio de 1953, los
primeros bachilleres en artes salieron del Alma Mater, a la cual se afilió el Colegio
Maillet, destinado a jóvenes mujeres, fundado en 1949, en San Basilio, cerca de
Edmundston. Para hacer conocer y financiar su universidad los PP. Enrique Cormier y
Juan Roque Saint-Laurent fundaron con laicos el “Club de los 200”. El dinamismo y la
generosidad de esta institución permitieron la construcción de un ala para organizar un
gimnasio y una capilla amplia.
En 1962, con el fin de organizar la universidad de Moncton, los tres
establecimientos francófonos, San José de Memrankook, El Sagrado Corazón de
Bathurst y el San Luis de Edmundston renunciaron a sus cartas de universidad, y el
colegio de Edmundston tomó de nuevo el nombre de “Colegio-San Luis-Maillet”.
Tentativa en Îles-de-la-Madeleine
El archipiélago de Îles-de-la-Madeleine, situado en el Golfo de San Lorenzo,
está constituido por una docena de islas y cayos, unidos por largas franjas de arena, que
se escalonan en una extensión de 80 kilómetros de largo. Son islas planas y venteadas
donde alternan acantilados y playas de arena. En 1948 el archipiélago contaba alrededor
de diez mil habitantes y dependía de la diócesis de Gaspé. Las jóvenes frecuentaban un
colegio dirigido por religiosas pero los muchachos, menos favorecidos, debían ir a
estudiar a los colegios de las Marítimas o de la región de Québec. Monseñor Albini
Leblanc, obispo de Gaspé, y el diputado del condado, el señor Hormisdas Langlais,
juzgaron viable un colegio clásico en las Islas. Así el obispo pidió en 1947 dos Eudistas
para dirigir la “Academia San Pero”, en la parroquia de Lavernière. Sin mucho
entusiasmo el consejo provincial, en mayo de 1948, terminó por aceptar que se hiciera
un ensayo: “El obispo de –Gaspé acepta que nos retiremos de Chandler para tomar la
dirección del colegio San Pedro, por un año, sin contrato definitivo, de forma que
podamos darnos cuenta, en el terreno,, de la condiciones y posibilidades de poner en
marha un colegio clásico. El consejo acepta estas condiciones”.
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Bastaron unos cuantos meses para darse cuenta de que ese colegio jamás llegaría a ser
viable y los dos Eudistas abandonaron Las Islas en 1950.
El colegio de los Eudistas en Montreal (1953)
Por el contrario aquí los alumnos no escaseaban. En el barrio de Rosemont de
Montreal había sido creada una nueva parroquia en 1951. El primer párroco soñaba con
un fundar un colegio y el cardenal Léger, arzobispo de Montreal, habló del asunto con
el P. Gauvin. Este de inmediato se interesó en el proyecto, animado por el éxito
alcanzado con el Externado de Québec, fundado 14 años antes. Algunos jóvenes
Eudistas se mostraban dispuestos para esta nueva fundación.La prensa escrita anunció, a
partir de mediados de diciembre de 1952, la construcción próxima de un externado
clásico en Rosemont, dirigido por los Eudistas “por petición explícita de S. E. el
cardenal Léger”. La compra del terreno enfrentó algunas dificultades pues había sido
destinado por la ciudad para construir un reservorio municipal. En octubre la
construcción del “Colegio de los Eudistas” fue confiada al arquitecto Augusto
Martineau de Ottawa, y se creó una corporación del Colegio de los Eudistas. Los
trabajos comenzaron en junio de 1953. El P. Mauricio Boivin, responsable del conjunto,
debió consagrarse a la vez a buscar subvenciones, vigilar los trabajos y encontrar
locales provisionales para alojar, a la entrada de 1953, una cincuentena de alumnos.
Desde el año siguiente se inauguró un colegio totalmente nuevo, con 165 alumnos y
siete Eudistas.
La vida en los colegios eudistas
Durante este período los cinco colegios eudistas absorbieron la actividad de la
mayoría de los miembros activos de la provincia. Los documentos y los testimonios no
faltan para evocar rápidamente algunos rasgos de estas comunidades, jóvenes,
numerosas y sobrecargadas de trabajo, sobre todo en los internados. No era siempre
fácil vivir en detalle las Constituciones dentro del cumplimiento del trabajo cotidiano.
En los internados, el prefecto de disciplina y sus asistentes estaban siempre al lado de
los alumnos de la mañana a la noche, en las comidas y en los recreos. La vigilancia de
los dormitorios era fatigosa para muchos. Los profesores que pasaban parte de la noche
preparando clases, corrigiendo tareas y almacenando notas se repartían, en los domingos
y días de asuetos, los paseos. Se comprende bien que los libros de visitas canónicas de
cada año contengan con frecuencia llamados para no faltar a la meditación de la
mañana, para no perder el tiempo escuchando radio, y a partir de 1950 para no abusar de
la televisión. Los superiores recuerdan también la obligación de usar la sotana, incluso
dentro de la actividad del deporte en compañía de los alumnos, la prudencia en las
relaciones con los alumnos, la práctica de la pobreza, el silencio a partir de la oración de
la noche, etc.
Pero el visitador cuida bien de anotar la generosidad de los Padres. Se desgastan,
afirma, con plena buena voluntad y sin quejarse, y aportan una suma considerable de
trabajo. En general las comunidades son alabadas por el entendimiento entre todos y la
caridad fraterna. Muchos añaden a su tarea de educadores el ministerio en las parroquias
vecinas y largas horas de atención a las confesiones durante el período de Navidad o de
Pascua. En el verano van a dar una fuerte ayuda a los que trabajan en la Costa Norte, en
Chicoutimi, en las Marítimas.
Para alegrar su vida de todos modos siempre austera los “Padres de los colegios”
tenían sus ratos de esparcimiento. Varias comunidades poseían una casa de campo en la
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que se reunían en los días de asueto, para practicar los deportes, dedicarse a los trabajos
caseros y compartir una alegre comida.
La vida de un “Padre de colegio” se llenaba plenamente con la preparación de
clases, el acompañamiento de los alumnos, la animación de las actividades religiosas,
socioculturales y deportivas, el ministerio, la vida comun. Muchos han conservado
grato recuerdo de esa vida exigente, conscientes de haber cumplido ante los jóvenes un
ministerio de formación.
Los Hermanos coadjutores
Sea este el momento de decir quienes eran a mediados del siglo, en las
comunidades de Canadá, aquellos que, no siendo sacerdotes, eran llamados Hermanos
Coadjutores.Desde los orígenes en el siglo XVII san Juan Eudes había previsto, que al
lado de los Eudistas sacerdotes hubiera cooperadores, dedicados especialmente a
labores materiales. Varios Hermanos Coadjutores acompañaron las primeras
fundaciones canadienses, por ejemplo aquel Hermano Enrique (Juan María Bayou) que
fue jardinero en Church Point y en Halifax, y también Elías Comeau que fue granjero de
1912 a 1970 en las tierras del colegio Sagrado Corazón de Bathurst. Cierto número de
jóvenes, a menudo recomendados por sus párrocos, entraron a la Congregación. En el
seminario Sagrado Corazón de Charlesbourg habitaban una residencia vecina al
seminario. Tenían su formador, su director espiritual y trabajaban bajo la
responsabilidad del ecónomo local sobre todo en la finca.
En 1952 el consejo provincial estimó oportuno establecer, en la casa de Lavaldes-Rapides un noviciado para Hermanos. Pasado un año, el superior provincial hacía
esta evaluación: “El noviciado funciona bien. Sólo ha habido logrosl. Esperábmos que
hubiera algunas salidas pues son muy normales en obras como ésta. La fundación de
este noviciado ha animado a algunos sacerdotes a ocuparse del reclutamiento de
Hermanos”. Entre 1940 y 1960, 28 jóvenes pidieron ser admitidos como Hermanos. De
ellos sólo cinco legaron a la Incorporación.
La formación espiritual de los Hermanos era bien elemental. Tenían para su uso
un “Manual de Oraciones”, íntegramente en francés, adaptado del que san Juan Eudes
había compuesto para las comunidades de sacerdotes. Hubo también una traducción al
inglés en 1956. Por reglamento se mantenían muy seprados de los seminaristas en
Charlesbourg, en las comidas, los recreos, las oraciones y las actividades. No eran ni
electores ni eligibles para las asambleas provinciales , que sin embargo siempre
aprobaban al finalizar una moción de agradecimientos “a nuestros Hermanos
coadjutores”.
En los años de 1960 este régimen se consideró desadaptado, dado sobre todo que
los candidatos venían mejor preparados en estudios y mejor calificados. Incluso desde
antes de la Asamblea general de 1969 se procuró que tuvieran una mejor formación y
que se les confiaran mayores responsabilidad, como economato, secretariados. Su
colaboración se hizo así más estrecha y de valor.
Los Eudistas en los Estados Unidos
Algo de historia
En el siglo XIX los Eudistas hicieron intentos de implantación en los Estados
Unidos. Monseñor Gabriel Bruté de Rémur, obispo de Vincennes, en Indiana, amigo
desde muchos años atrás, del superior general, el P. Jerónimo Loüis de la Morinière,
había confiado a los Eudistas la dirección del colegio que acababa de fundar. Era una
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aventura muy riesgosa para una sociedad pequeña que acaba de renacer. El colegio
abierto en 1837 vegetó y desapareció definitivamente en 1847.
En 1880, las amenazas de persecución religiosa en Francia animaron a los
Eudistas a aceptar la parroquia de San Juan Bautista, en la ciudad de Troy, en el estado
de Nueva York. Pero dificultades financieras e intrigas trajeron como consecuencia la
salida de los Eudistas en 1883.
La gran búsqueda de puestos de trabajo, a lo largo de los Estados Unidos, fue, lo
sabemos ya, infructuosa en Luisiana. Por el contrario en Dakota del Sur, gracias a un ex
alumno del colegio Santa Ana, el P. Gustavo Blanche pudo encontrarse con el obispo de
Sioux-Falls, quien le ofreció la parroquia de Woonsocket. Los habitantes de esta ciudad
eran en su mayoría protestantes, originarios de las ciudades del este; además había una
importante colonia de inmigrantes oriundos de Alemania. Los Padres Luis Schreiber,
Víctor Bageon, José Haquin y José Sébillet, llegaron a ese sitio el 4 de septiembre de
1903. Los católicos de Woonsocket apreciaron grandemente el trabajo de los Padres.
Pero la situación era demasiado onerosa: como sólo podían comunicarse en inglés o en
alemán esos Padre franceses se sentían muy aislados. La guerra de 1914 llamó a filas a
dos de ellos. En 1920, los dos últimos, los PP. Luis Schreiber y José Turgeon regresaron
a Canadá.
Willowbrook Seminary (1947-1963)
Los intentos de fundaciones en los Estados Unidos estaban marcados en su
totalidad por la esperanza de tener vocaciones de lengua inglesa. Esta preocupación
acompañaba al P. D’Amours, provincial de CXanadá, al terminar la guerra. Luego de un
primer acercamiento en la región de Boston, finalmente se llegó a encontrar una
hermosa residencia en Willowbrook, en Maryland, cerca de Washington. Numerosas
dificultades de orden legal, entre otras unas de carácter fiscal, y la obligación de obtener
la aprobación del comité de zonificación, estuvieron a punto de echar a pique el
proyecto. Superados esos obstáculos, el noviciado, que además servía de residencia de
estudiantes y de misioneros, abrió sus puertas en el otoño de 1947. “Para alimentar
esta casa es preciso encontrar jóvenes y dinero” escribió el P. D’Amours. Para los
jóvenes, se contaba con el dinamismo del P. Jorge Fitzgerald. Había sido él capellán de
la aviación norteamericana y había pasado temporadas en Inglaterra durante la guerra.
En Irlanda, ayudado de la Hermana Walsh, superiora de Nuestra Señora de Caridad de
Dublín, había encontrado a numerosos jóvenes deseosos de hacerse sacerdotes o
hermanos en los Estados Unidos o en Canadá. Un grupo de 21 jóvenes irlandeses entró
al noviciado en el otoño de 1947.
A partir de 1949, el consejo provincial empieza a medir las dificultades de la
empresa: el sostenimiento de la casa es demasiado caro; los misioneros deben ir muy
lejos para encontrar ministerio; no hay esperanza de encontrar vocaciones en el lugar;
hay muchas dificultades en el traslado de los fondos necesarios de Canadá a los Estados
Unidos. A eso se añaden serios problemas de adaptación de los jóvenes irlandeses y su
falta de preparación para emprender estudios superiores.
Qué decisión tomar? El P. Lebesconte, superior general, estaba precisamente en
ese momento en visita al Canadá. Ël presidió el consejo provicial del 15 de marzo y allí
se estuvo de acuerdo en suprimir el seminario y en buscar otro lugar para la casa de
misioneres. Se tomó además la decisión de conservar la casa de Willowbrook, pues
seriviría de alojamiento de estudiantes de la universidad de Washington y de residencia
de predicadores. Así quedó determinado y el P. Gauvin, no sin manifestar su extrañeza,
concluía: “Por el momento trabajamos en una obra muy eudista como es la predicación
154
155
de retiros, y la casa sirve de acogida a estudiantes que ya no encuentran sitio en
nuestro escolasticado de Charlesbourg, del todo copado. Los jóvenes estudiantes
tendrán la gran ventaja de, además de terminar sus estudios en una universidad, la de
Washington, entrar en contacto con una mentalidad un tanto diferente de la nuestra y
de familiariazarse con la lengua inglesa. Esto último es muy útil para nosotros”. Los
costos de funcionamiento de la casa obligaron a venderla en 1963,
El High School “Cardenal Dougherty”
Para no abandonar la esperanza de implantarse en los Estados Unidos, la
provincia eudista buscó otra vía y firmó en 1957 un acuerdo con las autoridades de la
diócesis de Buffalo para aceptar la dirección de un High School (Enseñanza de doce a
diez y siete años) en dicha ciudad. Esta obra, así lo esperaban, tomaría el relevo del
seminario Willowbrook y favorecería el reclutamiento de jóvenes estadunidenses
interesados en la vida eudista. En septiembre de 1957, 175 alumnos, distribuidos en
cinco clases del grado noveno, comenzaron el año escolar de la Assomption Elementary
School. En marzo de 1958 se instalaron en una nueva sede. Era un edificio de catorce
salones de clases llamadoCardinal Dougherty High School en memoria de monseñor
Dougherty, obispo de Buffalo entre 1915 y 1918. Esta institución era la décimo cuarta
escuela construida por la diócesis, en esfuerzo considerable si se tiene en cuenta que la
enseñanza católica en los Estaods Unidos no recibe ninguna subvención pública. Al
bendecir el establecimiento, el 20 de abril siguiente, el obispo, moseñor José A. Burke
subrayó que esta escuela era la prueba tangible del afecto de los católicos por su Iglesia
y agradeció a los Eudistas su dedicación a esta gran obra. El primer director fue el P.
René Leblanc. El P. Eduardo Cottreau, que fue su sucesor a partir de 1959, supo
desarrollar las actividades parascolares y culturales, por ejemplo ese periódico
estudiantil “The Cardinal Notes” que apareció en abril de 1959. El P. Cottreau murió
repentinamente en su puesto el 12 de septiembre de 1961 y fue reemplazado de
inmediato por el P. Armando Roussel, recientemente llegado del seminario de
Willowbrook.
Para resumir el esfuerzo cumplido en los Estados Unidos consignemos las
fundaciones vigentes en 1979:
* En Luisiana dos o tres equipos parroquiales;
* En Houston dos profesores de teología, los PP. Patricio Ruddle y Virgilio Blanchard,
ambos, infortunadamente, desaparecidos prematuramente;
* En California, en San Diego, en la frontera con México, un vigoroso aunque reducido
equipo que supo unir el servicio pastoral de la universidad con la acogida de
inmigrantes latinoamericanos, en unión con las Hermanas de Nuestra Señora de la
Caridad de Tijuana, ciudad fronteriza de México.
A estos esfuerzos de implantación, conviene añadir el trabajo realizado para
hacer conocer en los Estados Unidos y en todos los países de lengua inglesa la persona
y la doctrina de san Juan Eudes. En enero de 1943, cuando, en plena guerra, se
celebraba el tricentenario de la fundación de la Congregación, el consejo general invitó
a los PP. Wilfredo Myatt y Patricio Skinner a preparar una edición inglesa de las Select
Works of Saint John Eudes que apareció en Kennedy & Sons, en Nueva York, entre
1946 y 1948. Se abrió así la vía a otras pulicaciones indispensables para hacedr conocer
en toda la Iglesia el pensamiento de san Juan Eudes y de la Escuela beruliana.
Los canadienses en América del Sur
¿Los jóvenes Padres canadienses no tendrían, aparte de Halifax, alguna
posibilidad de entregarse de lleno a la formación de sacerdotes en la línea de san Juan
155
156
Eudes? El Canadá, estando bien provisto, no ofrecía ninguna posibilidad de trabajar en
un seminario mayor. El P. Leesconte había transmitido a la provincia peticiones que
llegaban de Pakistán, que nunca llegaron a concretizarse. ¿Y entonces, por qué no
pensar en la América latina, donde Colombia y Venezuela esperaban de continuo
algunos refuerzos, hasta ahora provenientes de Francia?
El primer canadiense en ser enviado a América del Sur fue el P. Juan Bautista
Paquet como profesor en el escolasticado eudista de Valmaría, en Bogotá, en 193890. En
1941 fue rremplazado por los Padres Albini Vigneault y Guido Melanson. Otros
vinieron posteriormente, y en 1952, tres seminaristas canadienses vinieron incluso a
hacer sus estudios de teología en Valmaría.
En 1954 se decidió, merced a una generación numerosa y decidida de jóvenes
eudistas, una colaboración sistemática a las fundaciones eudistas de Venezuela. Tuvo
como punto de partida esta colaboración, la petición dirigida al consejo gneral de la
Congregación para que se hiciera cargo del seminario interdiocesano de Caracas, hasta
ese momento dirigid por los jesuitas. Deseaban éstos concentrar sus fuerzas en la
Universidad Católica que acababan de fundar en la capital.
Fuera del de la capital, no había entonces en Venezuela sino un seminario
mayor, el de San Cristóbal, ya bajo la dirección de los Eudistas. Con la fundación de
Caracas, prácticamente toda la formación de sacerdotes de Venezuela estaba confiada a
los Eudistas. Esa era la obra querida por san Juan Eudes. La Congregación aceptó con la
condición de que la fundación venezolana fuera ampliamente secundada por Francia y
Canada.
El P. Armando le Bourgeois, superior general a partir del año precedente, el P.
Antonio Gaudreau, su asistente, el P. Camilo Macías, provincial de Colombia y el P.
Arturo Gauvin, provincial de Canadá, se reunieron con monseñor Arias Blanco,
arzobispo de Caracas. La provincia norteamericana decidió que cinco Eudistas que
trabajaban en los colegios estuvieran disponibles y que a ellos se unieran todos los
Eudistas canadienses que trabajaban en Colombia y Chile. En agosto de 1954, los
Padres Rolando Boisvert, Noel Cormier, Juan María Dumont, Carlos Eugenio Langevin
y Rolando Trenblay llegaron a Caracas. El 19 de agosto, los jesuitas entregaban la
dirección del seminario al P. Miguel Salas, futuro obispo y arzobis. Fue él el primer
superior de un equipo del todo eudista.
De Chile llegaron los Padres Fernando Hamelin y Guido Melanson, de
Colombia los Padres William Poirier, Roberto Boutet, Narciso Doiron y Donaldo
Parent, de Roma el Padre Gerardo Butterly. Así, pues, en el otoño de 1954, doce
canadienses trabajaban en Venezuela. Ese número aumentaría posteriormente hasta
llegar a diez y nueve en 1965, luego disminuyó progresivamente. Sin su apoyo la
provincia venezolana no habría podido nacer.
90
En esa fecha, 1938, Valmaría todavía no existía. El P. vino a trabajar en el seminario de San José,
ubicado en la plaza de Usaquén Valmaría se empezó a construir en 1942. (Nota del Traductor).
156
157
CAPÍTULO XIV
LA CONGREGACIÓN DE 1953 A 1966
EL P. ARMANDO LE BOURGEOIS
Instalación de la curia general en Roma – Proyectos de construcción en Roma – El
servicio de la Congregación – Seminario en España para la América del Sur – La
asamblea de 1961 – Los tiempos del Concilio Vaticano II (1962-1965) – 1966:
monseñor le Bourgeois es nombrado obispo de Autun.
Instalación de la curia general en Roma
El superior general y su consejo tenían sus primeros pasos ya trazados: debían
instalarse en Roma lo más pronto posible como lo pedía la asamblea general de 1953:
La asamblea decide que el muy R. P. General y su consejo designen sea al
ecónomo general sea otro padre idóneo que deberá trasladarse inmediatamente a
Roma (antes el año en curso) para emprender los trabajos de acondicionamiento de la
actual procura San Pedro (15 via dei Querceti) para servir de casa general
provisional… La curia general se instalará en el No 15 apenas los trabajos de
preparación lo permitan. El consejo general, una vez instalado en Roma decidirá,
cuando las circunstancias lo permitan, la construcción o compra de una casa general
definitiva”91.
Así se realizó. La propiedad de los Eudistas en Roma comprendía, en el No 15
de la via dei Querceti, una casa grande y elegante, de cuatro pisos, adquirida por el P.
Gabriel Mallet, procurador general de la Congregación en tiempos del P. Alberto Lucas;
otra casa de tres pisos, en el No 11 de la misma calle, comprada en 1834-1935; y en un
jardín contiguo a los muros de la basílica de los Cuatro Santos Coronados, una casa
pequeña, un “villino”, de cuatro habitaciones. En esa casa una quincena de estudiantes
eudistas habían vivido hasta la guerra con el P. Mallet. Eran todavía seminaristas,
venidos de las tres provincias, bajo la dirección del P. José Gauderon. Cuando el P.
Mallet envejeció, recibió como adjunto a uno de los dos Eudistas italianos cuya
vocación él mismo había suscitado y acompañado, el P. Arístides Righi.
La guerra de 1939 y sobre todo la derrota francesa de 1940, hicieron huir a los
estudiantes. El ecónomo, P. Luis Moroni, italiano, murió en 1942. Para evitar que fuera
ocupado, el No. 11 fue alquilado. Sin calefacción y en medio de toda suerte de
dificultades, los Padres Mallet y Righi permanecieron aislados, hasta que el P. José
Hanimann fue enviado a Roma en febrero de 1943. Por su nacionalidad suiza, este joven
sacerdote podía gozar de prvilegios en medio de una Europa en guerra. Llegó poco
antes de la muerte del P. Mallet. El 24 de diciembre de 1943, luego de 50 años de vida
romana, el P. Mallet partió a unirse, junto al Señor, con los dos santos que había
encaminado a la gloria de la canonización: san Juan Eudes en 1925 y santa María
Eufrasia en 1940.
En 1945 terminó la guerra. El P. Hanimann, que aprovechó su larga permanencia
en Roma para obtener la licencia en Sagrada Escritura, fue reemplazado por el P. Pablo
de Vaumas, encargado, con el P. Righi, procurador, de preparar la reapertura del
Colegio. En 1947, llegan los primeros estudiantes: dos canadienses, dos franceses, tres
colombianos, un venezolano. El P. José Hamon, nombrado superior de la casa en 1948,
91
Actas de la asamblea general de 1953, moción 24ª, pp. 11-12.
157
158
llega a ser, a partir de 1953, procurador de la Congregación en reemplazo del P. Righi,
que muere en 1955.
La procura San Pedro por consiguiente se había convertido desde 1947 en casa
de estudiantes eudistas. Para convertirla en casa general, incluso provisional, se
necesitaban algunos arreglos. Sin tardar, el P. Mauricio Lamontagne, nuevo ecónomo
general, los llevó a cabo. Era necesario también poder disponer del inmueble del No 11,
alquilado durante la guerra, pero las leyes vigentes protegían cuidadosamente a los tres
locatarios. La salida de los primeros, en 1955, permitió acoger una pequeña comunidad
de tres religiosas españolas de la Congregación de Misioneras del Corazón de María,
que se encargaron de la vida material de la casa. Paa ello fue preciso someterse a
reglamentos draconianos del vicariato de Roma que exigió la construcción de un
corredor en forma de túnel entre las dos casas, a fin de proteger el buen nombre de esas
dos comunidades yuxtapuestas. Sólo en 1958 y 1959, a costa de sufrimientos y dinero,
se logró la salida de los últimos locatarios.
Proyectos de construcción en Roma
Cuando la curia general se instaló en via dei Querceti en 1954 se pensaba que
esa situación era provisional. ¿El proyecto de la aamblea general no era comprar o
construir una casa más digna de la Congregación? Eran los últimos años del reinado de
Pío XII y, hasta el concilio Vaticano II, un movimiento irresistible incitaba a las
órdenes y congregaciones, ávidas de centralización y de visibilidad, a establecerse lo
más cerca posible del Vaticano, de las curias generalicias, de los escolasticados
internacionales, de las universidades... ¿A pesar de su rango más modesto, una sociedad
de 515 miembros no podía pensar lo mismo?
Un hecho desagradable obligó al consejo general a ser prudentes. El P. León
Dano, ecónomo general de 1937 a 1953, desde hacía algunos años había confiado
sumans importantes a un financista muy conocido de vatios amigos de la Congregación
y que proponíainversiones muy ventajosas. Por su consejo, la provincia de Francia,
algunas comunidades de Nuestra Señora de Caridad, y algunos miembros de la
Congregación hicieron lo mismo. Pues bien, a principios de 1953, el señor
Schalunneger, así se llamaba, tuvo una quiebra total. Los que habían depositado en él
sus capitales sólo obtuvieron, diez años más tarde, algunas pocas indemnizaciones92.
Además, el P. Dano y otro eudista fueron sometidos a una investigación judicial que
causó muchas preocupaciones a la administración provincial de Francia, y que sólo en
1963 terminó con sentencia de sobreseimiento por falta de pruebas. En todo caso, en
1953, las reservas de la caja general se encontraban bastante escasas y lo mejor era
obrar con prudencia.
Con todo se hicieron algunas averiguaciones en Roma, o mejor, en la periferia.
Algunos pedían con insistencia la fundación de una casa que permitiera una verdadera
implantación en Italia: una parroquia o, al menos, una capilla subsidiaria, o una casa de
acogida para sacerdotes estudiantes, pues de todo ello había entonces real necesidad.
En el nuevo sector del E:U:R. fundado en tiempos de Mussolini para una
exposición universal prevista para 1942, pero abortada a causa de la guerra, muy cerca
de la abadía cirterciense de Tre Fontane, la familia de monseñor del Gallo, amigo del P.
le Bourgeois, ofreció a precio ventajoso, un terreno que parecía responder bastante bien
a un proyecto de construcción de una casa general. Para los estudiantes se dejaría la
residencia actual. Luego de algunos peritazgos el consejo general voto, el 29 de
92
Actas de los consejos generales, 5 de marzo de 1954, folio 153v.
158
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diciembre de 1954, la compra de dicho terreno. De todos modos, se pensó que no era
una mala inversión. Se abandonaba así otro proyecto bastante atractivo: la compra de
una casa con dos hectáreas, en la via Cassia, pero distante 11 kilómetros del centro de
Roma.
¿Sería razonable alejarse del centro? El arquitecto Villa sugería una alternativa:
demoler la casa marcada con el No 11 y el llamado “Villino” para construir un edificio
paralelo a la cassa del No 15. Esto permitiría alojar cómodamente la curia general. Se
distinguiría bien la casa de los estudiantes de la ocupada por la curia generalicia, con
servicios comunes, y se permanecería en el centro de Roma. En 1961, en su informe a la
asamblea general, el P. le Bourgeois defiende esta solución: tener en via dei Querceti
“un conjunto de edificios capaces de acoger la administración general, una veintena de
estudiantes, 4 o 5 huéspedes de paso; en total 30 a 35 personas sin contar las
Hermanas…”
Finalmente, con el paso de los años el proyecto de construir se abandonó. Es
muy probable que nunca se hubiera obtenido el permiso de construir a pocos metros del
venerable convento de los “Santi Quattro”. Además la situación había cambiado. Las
Constituciones de 1969 redujeron a dos el número de los consejeros generales que
permanecían en Roma y por otra parte los estudiantes eudistas escaseaban y solo venían
Roma después de ordenados sacerdotes para estudios especializados. La residencia
actual parecía ser ampliamente suficiente.
Por tanto, a partir de 1964 se proyectó vender el terreno del E:U:R: La
administración general tenía necesidad de recursos para abrir el seminario de León. Por
voto unánime, el 16 de junio de 1965, se decidió la venta de ese terreno93. Una empresa
inmobiliaria se presentó inmediatamente y compró todo. Se dio inicialmente la suma de
34 millones de liras el 30 de abril de 1966, y el resto del valor debía darse con la
propiedad de dos de los apartamentos que serían construidos por esa sociedad.
Restauraciones sucesivas, sobretodo en 1969-1970 y 1985-1986, permitieron a la
residencia del via dei Querceti continuar con su doble función de casa general y de
alojamiento para estudiantes. A partir de 1975, la administración general del a
Congregación de Hermanas Misioneras del Corazón de María ocupó íntegramente el No
11. Así se continuó, hasta 2005, la simbiosis iniciada con la llegada de las Hermanas en
1955.
El servicio de la Congregación
En ese nuevo marco, el el consejo general tuvo que redefinir sus tareas. Las del
superior general estaban bien definidas.
Su incumbencia más importante era la de escoger, nombrar y acompañar a los
sueriores de las provincias, que, en la época, eran nombrados, con acuerdo del consejo
gneral, generalmente para un término de cinco años, renovable por una vez.
Recordemos los nombres de los superiores provinciales designados durante este
período:
En Francia el P. Jacques Arragain quien en 1952, como ya se dijo, recibió un
segundo mandato. En 1957 fue reemplazado por el P. Jacques Couturier, que en 1962
fue nombrado, tambien él, para un segundo término hasta 1967.
93
Actas del consejo general, 16 de junio, folio. 172.
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160
En Colombia, al P. Germán Villa, nombrado obispo auxiliar de Cartagena, le
sucedieron el P. Camilo Macías (1954-1957), el P. Joaquín Duarte (1957-1962) t el P.
Bernardo Hurtado (1962-1967).
En Canadá, el P. Arturo Gauvin, nombrado en 1949, fue reemplazao en 1959 por
el P. Eduardo Boudreault, que en 1964 recibió un segundo mandato.
Venezuela fue erigida como vice-provincia en enero de 1957. Desde que la
Congregación se hizo cargo del seminario mayor de Caracas en 1954, esta medida
parecía imponerse. Los Padres que trabajaban en Venezuela la pedían hacía tiempo. Sin
embargo, la nueva vice-provincia solo contaba, en 1957, 39 miembros, de los cuales
solo cinco sacerdotes eran venezolanos de nacimiento. Para comenzar fue confiada al
gobierno del P. Hernando Moreno, asistente general, quien fue reemplazado en ese
cargo en septiembre de 1958 por el P. Albini Vigneault, y más tarde, en 1961, por el P.
Pedro Dauguet.
Fuera de las preocupaciones ordinarias de las provincias, algunos asuntos más
delicados, como decisiones de emprender o en cambio de poner fin a empresas, exigían
del consejo general atención especial:
* Para le provincia de Francia, el asumir la dirección del seminario nacional de Costa de
Marfil en 1958-1959, y también los esfuerzos por aliviar el peso de los colegios, por
ejemplo el proyecto de cerrar el colegio de Redon;
* Para Colombia-Venezuela, la decisión de asumir la dirección del seminario nacional
de Caracas en 1954; la decisión de salir de Chile en 1957; la fundación del colegio de
Itagüí;
* Para la provincia del Canadá: la decisión de fundar en los Estados Unidos, en 1957, el
High School Cardenal Dougherty en Buffalo y la venta en 1963 de la residencia de
Willowbrook, cercana a Washington;
*en tierra canadiense, la construcción en 1953 del colegio de Rosemont en Montreal y
la del nuevo escolasticado en Limbour, en inmediaciones de Ottawa en1961.
* Finalmente la fundación y la preocupación constante, a partir de 1962, del seminario
menor de León, en España.
Todos estos sucesos serán estudiados en la historia de cada provincia. Este
rápido panorama quiere hacer comprender la diversidad de preocupaciones que surgían,
un poco en desorden, en cada reunión del consejo general. Acciones más marginales
pero igualmente necesarias, venían a añadirse, por ejemplo, para la basílica del Santo
Corazón de María en Fátima, el ofrecimiento a la gran familia eudista, de una estatua
monumental de san Juan Eudes, de ocho toneladas de mármol, que fue inaugurada el 10
de odctubre de 1957.
El superior general debía igualmente representar la Congregación ante la Santa
Sede y en el mundo eclesiástico de Roma. Este oficio no parecía costarle mucho pues
gustaba de estar en Roma y se sentía allí bien en lo suyo. Rápidamente pudo crear una
red de relaciones y de amistades, lo que le valió, por ejemplo, ser invitado a hacer, en
San Luis de los Franceses, el 12 de mayo de 1957, el panegírico de Juan de Arco, ante
el presidente de la República francesa, René Coty, en visita oficial en Roma.
Tenía también, con el consejo general, el gobierno ordinario de la Congregación.
En ese entonces, muchas decisiones dependían del consejo general: llamamiento a la
Incorporación y a las ordenaciones, nombramiento de los suiperiores prvinciales y
también de todos los superiores locales y del personal de los escolasticados, la
fundación y supresión de obras o de comunidades, contratos y autorizaciones de gastos,
160
161
casos personales, indultos, etc. Cada provincia sostenía por tanto correspondencia
continua con Roma y las reuniones del consejo general tenían trabajo más que
suficiente.
A demás el P. General viajaba. No le desagradaban los viajes. A partir de 1954
empezó las visitqas canónicas que fueron generalmente largas pues multiplicaba
predicaciones y encuentros. Entre 1953 y 1956 sólo permaneció en Roma ocho meses.
Los cuatro asistentes se desplazaban menos pero pasaban en sus provincias
períodos prolongados. En Roma algunos ministerios se añadían a las diversas tareas
admionistrativas de secretario general, de procurador, de superior de la casa o, a partir
de 1961, de ecónomo general.
El ecónomo general elegido en 1953, el P. Mauricio Lamontagne, dirigió los
trabajos de adecuación de la casa general y sirvió de consejero de la construcción de la
nueva casa fundada en la periferia de Roma por el monasterio de Nuestra Señora de
Caridad de Loreto. Proveyó igualmente a la organización financiera de la Congregación
de manera más regular.
La asamblea general de 1953 había dado al consejo general la misión de adaptar
la legislación de 1928 y completarla mediante un directorio espiritual, preparar además
una colección de textos escogidos de san Juan Eudes y mejorar los elementos de la
oración común y del Propio litúrgico. Amplio programa que las reformas provenientes
del concilio Vaticano II iban a desbarajustar. Las sesiones inauguradas en París por el P.
Lebesconte prosiguieron en 1954, 1956, 1959, 1962, publicadas en cada ocasió en obras
colectivas: El Corazón del Señor, El Renunciamiento en la vida cristiana según san
Juan Eudes, Las Virtudes cristianas en la escuela de san Juan Eudes…En enero de
1956, un ejemplar de Fêtes et Saisons debido a la pluma de Miguel Carrouges, de 80
000 ejemplares, tuvo un éxito rotundo; un número especial de la Revue du Rosaire,
redactado por el P. Arragain en 1957, contribuyó asimismo a hacer conocer mejor la
vida y el pensamiento de san Juan Eudes. Finalmente, en 1964, el P. Milcent publicó en
Bloud et Gay una colección de textos escogidos que se difundió ampliamente.
Un seminario en España para América del sur
A partir de 1960, la fundación de un seminario menor en España se convirtió en
una fuente de fuertes preocupaciones para el Estado mayor de la Congregación. Y todo
porque quiso involucrarse muy directamente en esa obra.
En los últimos años del pontificado de Pío XII se despertó gran preocupación
por América Latina, vasto continente en el que la mayoría de la población era casi del
todo católica por su bautismo pero con demasiada frecuencia abandonada por carencia
de sacerdotes. En repetidas ocasiones el Papa había recurrido al resto de la Iglesia para
que diera su ayuda a ese continente sin pastores. Ya desde 1883 la Congregación se
había comprometido con su llegada a Colombia. Luego, habían nacido vocaciones
eudistas en Colombia y Venezuela, con todo los eudistas de Francia y de Canadá habían
continuado su ayuda. Francia había enviado entre 1953 y 1954 cuatro jóvenes
sacerdotes para ayudar a la provincia de Colombia donde ya trabajaban 22 Padres
franceses. En cuanto al Canad.a, desde 1945 había enviado 16 sacerdots a Venezuela.
¿Sin embargo no sería posible hacer más? 94
España, que en otras épocas había llevado el Evangelo a América del Sur
continuaba su envío de centenares de sacerdotes. A partir de la terrible guerra civil de
94
Nota deñ traductor: el primer canadiense, P. Juan Bautista Paquet, llegó a finales de 1938.
161
162
1936-1939 ese país gozaba de una verdadera explosión de vocaciones sacerdotales y
religiosas. Los noviciados y los seminarios estaban florecientes. El clero español se
mostraba favorable a esa misión como lo probaba el desarrollo de la Obra de
Cooperación sacerdotal hispanoamericana (OSCHA). En España no había eudistas,
pero ¿no era dable pensar, aprovechando su experiencia sudamericana, qie se podía
contribuir a la formación,en España, de futuros misioneros que, sea pertenecientes a la
Congregación o fuera de ella, prestaran sus servicios en la Iglesia latinoamericana? Era
cierto que no todas las Iglesias de América Latina eran favorables a acoger numerosos
sacerdotes originarios de la antigua potencia colononizadora y había algunos sacerdotes
eudistas latinoamericanos que comprartían esa reticencia. Sin embargo era posible
esperar superar ese obstáculo ante la inmensidad de la tarea que debía realizarse.
Desde antes de su elección, el P. le Bourgeois, con ocasión de la visita canónica
de 1952 en América Latina, había hecho esta sugerencia al P. Lebsconte. Más tarde,
monseñor Samoré y luego monseñor Antoniutti, nuncio en España, la habían aconsejado
vivamente. En 1957, el consejo general parecía favorable a un proyecto que se sometió
a estudio de los superiores provinciales en 1958.
Un eudista francés que había pasado cerca de quince años en América del sur, el
P. José Herbreteau, fue encargado de hacer una visita exploratoria a España durante el
año de 1960, y el 29 de diciembre de 1960, su informe fue estudiado por el conaejo
general. El P. Herbreteau había visitado algunas diócesis del país vascoy del noroeste de
España y había propuesto la fundación de una escuela apostólica en la diócesis de
León, donde el obispo estaba dispuesto a acoger a los eudistas. En esa diócesis de
Castilla la Vieja, los seminarios diocesanos y los junioratos, estaban colamdos; los
dominicos tenían un juniorato de 500 alumnos.
Las objeciones principales provenían de la falta de personal y de recursos para
lanzar la empresa. Es posible que se hubiera pasado someramente y de prisa sobre dos
asuntos previos más esenciales:
¿La América latina, y en especial los Eudistas de Colombia y de Venezuela,
realmente desean la llegada de colaboradores venidos de España? ¿Estaban
dispuestos a comprometerse a fondo con esa empresa?
¿Era incumbencia de la administración general hacerse cargo de una fundación
dado que no disponía directamente ni de personal ni de recursos?
Ante sus vacilaciones, el consejo general pidió esperar la asamblea general que
estaba próxima. La asamblea de 1961 fue informada por el P. le Bourgeois pero hoy
vemos con estupor que no hubo debate al respecto95.
A finales de 1961, el nuevo consejo general, elegido por la asamblea, autoriza la
fundación de León. Se presentó una ocasión: la compra a los salesianos de una
propiedad de 3,8 hectáreas, “La Fontana” en Armunia, o sea, en la entrada misma de
León. Tenía una capilla pública, edificios escolares en buen estado, utilizables de
inmediato. Era lo mejor que se podría esperar.
Quedaba por financiar la compra y encontrar un equipo. La caja general piensa
poder pagar la compra haciendo algunos empréstitos. Además estaba para vender a la
provincia de Francia la mitad de la propiedad de la calle Jean Dolent de París. Dicha
mitad le pertenecía desde la creación de la provincia de Francia. Era posible confiar en
benefactores, como la provincia de Canadá, que se compromete de una vez en aportar
95
Asamblea general de 1961, acta estenografiada, pp. 264-265
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50 000 dólares. En cuanto al equipo de formadores, para el primer año, se pensó en el P.
José Herbreteau con ayuda del P. Maturín Le Pabic, francés, y del P. Arturo Echeverri,
colombiano. Se comenzó con 22 alumnos, que en 1963 fueron 40, y 46 en 1964, luego
en 1965, 58… El consejo general logró, si bien penosamente, asegurar un personal. De
año en año, en un ambiente de internado familiar, los jóvenes se van formando. Son
colegiales generosos y felices. ¿Pero realmente están decidios a hacerse sacerdotes
misionero.
La asamblea general de 1961
Luego de ocho años de gobierno romano era ya el tiempo de convocar, en 1961,
la 55ª asamblea general de los Eudistas. Era la primera que tendría lugar en Roma.
Dicha asamblea se reunió el 25 de julio de 1961 donde los Hermanos del Sagrado
Corazón. Contó 34 miembros, diez de derecho, 9 representantes de la provincia de
Francia, 4 de la provincia de Colombia, 9 de la provincia de Canadá y 2 de la
viceprovincia de Venezuela.
Era necesario proceder a la elección del superior general. Ya en el pasado se
había elegido un superior general antes de la muerte de su predecesor. Que se piense en
la elección del P. Blouet de Camilly, en 1680, del P. Hébert en 1780, del P. Alberto
Lucas en 1916. Pero en cada una de esas ocasiones fue neceario a un superior general
que por vejez o enfermedad se veía obligado a entregar el mando. Esto no ocurría en
1961.
El 27 de julio, en un escrutinio breve que no causó sorpresa el P. le Bourgeois
fue reelegido por amplia mayoría para un nuevo mandato de ocho años. La asamblea le
dio cuatro asistentes de los cuales tres eran nuevos: el P. José Potvin, primer asistente;
el P. Albini Vigneault, ecónomo general; el P. Hernando Moreno, procurador general; el
P. Jacques Arragain, secretario general.
Pocos días después, en la audiencia pontificia, el P. General pudo entrevistarse
un instante con el siempre bondadoso Juan XXIII y con sorpresa le escuchó decir: Estoy
leyendo a san Juan Eudes; es una mina que yo no conocía (Actas de la asamblea
general de 1961, p. 22). ¿Se interesaba el Papa en el fundador de los Eudistas como en
un posible Doctor de la Iglesia? No pocos lo esperaron.
Dos comisiones prepararon algunas medidas administrativas y legislativas
habida cuenta de la nueva situada creada en 1953 con el generalato temporal y sobre
todo por las directivas recientes de la Santa Sede, especialmente la Constitución Sedes
Sapientiae del 31 de mayo de 1956. Se realizó un importante trabajo para renovar el
Propio litúrgico. Todos tenían sin embargo conciencia del carácter provisional de todas
esas medidas. El concilio al que se iba a dar comienzo el año siguiente invitaba
ciertamente a novedades muchos más audaces.
En los tiempos del Concilio Vaticano II
La Iglesia entera estaba en la expectativa de la preparación del Concilio
anunciado por Juan XXIII.
Los últimos años del Papa Pío XII no habían sido fáciles. El Papa, enfermo,
dejaba actuar en ocasiones a subalternos que no tenían su envergadura intelectual. Las
grandes iniciativas de la primera del pontificado en exégesis, en moral, en liturgia
habían cedido el puestp a desconfianzas y rigorismos. La encíclica Humani generis de
1950, la condena de los sacerdotes obreros en 1954 dan testimonio de ello. Cuando en
1958 murió el Pio XII el colegio cardenalicio solo contaba 48 miembros en edad
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avanzada. Desde hacía cinco años el Papa no había creado cardenales. La elección de su
sucesor, el cardenal Roncalli, quien llegó a ser Juan XXIII no suscitó, al menos en
Francia, mucho entusiasmo. Pero ese “Papa de transición” sorprendió a todo el mundo
al anunciar el 25 de enero de 1959, su decisión de reunir un Concilio.
La audacia de semejante empresa y el espíritu de apertura con que se preveía iba
a involucrar el conjunto de los cristianos, de los sacerdotes, y entre ellos a Eudistas. En
efecto algunos de ellos participaron muy de cerca en el Concilio y guardaron una
impresión inolvidable: los obispos eudistas de América del Norte y del Sur, el P. Miguel
Cancouet, joven profesor de teología en el seminario de Abidjan, quien se desempeñó
durante todo el Concilio como experto del episcopado de lengua francesa del África
occidental, y también el P. Hipólito Arias, experto personal, durante la 2ª sesión de
monseñor Feo, obispo de San Cristóbal (Venezuela). (Nota del traductor: el P. Manuel
Cristóbal Ordóñez, profesor de teología del seminario mayor de Cali, fue invitado
igualmente como experto personal del arzobispo de esa diócesis Alberto Uribe
Urdaneta).
La mayoría de los Eudistas siguieron apasionadamente el desarrollo del
Concilio. Pero sobre todo la comunidad de Roma fue llamada a prestar su contribución.
El Concilio necesitaba de un numeroso grupo de secretarios, que estuvieran en
capacidad, se pensaba, de tomar notas, en escritura taquigráfica, de las intervenciones en
latín de los Padres conciliares. El P. Bernardo Duchesne, secretario del P. General, y el
P. Jacques Arragain, asistente general, se ofrecieron voluntariamente para el
secretariado. Incluso el P. Arragain llegó a ser el director de ese secretariado. En la
basílica de San Pedro, transformada en sala de debates, la traducción simultánea todavía
no estaba tecnificada, pero las grabaciones en bandas magnéticas facilitaron
afortunadamente el trabajo de los secretarios. Por otra parte, el P. José Hamon, puso
competencia a disposición de los obispos franceses y pasó noches y días, durante las
primeras sesiones, traduciendo al latín las comunicaciones redactadas por los obispos
más expertos en pastoral que en la lengua de Cicerón. Uno de ellos decía: Sin el P.
Hamon nos hubiéramos quedados mudos. El 1º de enero de 1966, René Brouillard,
embajador de Francia ante la Santa Sede, anunció ante la colonia de los franceses de
Roma que el gobierno francés había conferido al P. Hamon la cruz del Orden al Mérito.
Cuantos de nosotros somos deudores con nuestro delicado y fiel amigo. Ayer, en sus
funciones de procurador general de los Eudistas, en esa forma de apostolado universal
que él ejerce, luego, cuando ya pudo pensar que le era permitido tomar algún reposo:
latinista de nuestros señores obispos, columna del secretariado general de nuestro
episcopado, intérprete y traductor de todas las lenguas, historiador, arqueólogo, guía
competente y apasionado como el que más, el P. Hamon ocupa desde años atrás lugar
incomparable en nuestra colonia (Revista Notre Vie, 1966, pp 53-54).
Hay que notar que el trabajo de revisión de todos los discursos pronunciados en
el concilio fue concluido por el p. Duchesne en 1966, luego de haber copiado en
máquina de escribir más de 6 000 páginas.
El P. le Bourgeois por su parte no hacía parte de los Padres del concilio. Sólo
tenían acceso a esa responsabilidad los superiores mayores de los más importantes
institutos. Pero desempeñó en la comisión de la vida religiosa el puesto de secretario
adjunto en forma particularmente activa. Se ingenió para promover encuentros
indispensables entre los participantes o invitados al concilio. En la mesa de la casa
general se encontraron decenas de cardenales, de obispos, de sacerdotes o de laicos
influyentes. Cuatrocientas treinta personas fueron invitados a la via dei Querceti, por
diversos títulos. Desde septiembre de 1962 hasta diciembre de 1965, la casa general
estuvo así asociada al trabajo y a la vida del concilio durante las cuatro sesiones.
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Gracias a todos los ecos que llegaban de Roma, la Congregación participó
estrechamente a esa paciente búsqueda “de los que el Espíritu dice a la Iglesia”- Entre
los Eudistas no se produjo ninguna reacción contraria o rechazo frente a las decisiones
del concilio Vaticano. ¡Muy por el contrario!
1966: monseñor le Bourgeois, obispo de Autun
Cuando el concilio terminó en diciembre de 1965, en medio de general euforia,
su cuarta y última sesión, vastas perspectivas se abrían para la Iglesia entera y también
inmensos campos de trabajo. Por su parte, las sociedades religiosas fueron invitadas a
renovarse, mediante un retorno a las fuentes y una renovación adaptada a sus reglas, a
sus actividades y a su vida de oración. Siendo bien conocido por su trabajo en la
comisión conciliar del estado religioso, el P. le Bourgeois fue nombrado en diciembre
de 1965, justo al final del concilio, “asistente eclesiático” de la Unión de las Superioras
generales, lo que dejaba presagiar que participaría activamente en el “aggiornamento”
de la vida religiosa. Francia tampoco lo olvidaba y en julio de 1963, le había sido
otorgada la Legión de honor.
¿Llegaría el superior general hasta el final de su segundo mandato? No era muy
seguro. Algunos de sus numerosos amigos de Francia o de Roma no se resignaban a no
contarlo entre los miembros del colegio episcopal. Sin embargo, no era costumbre en
Francia escoger obispos por fuera del clero diocesano. Por su parte ya los eudistas
habían tenido este honor pues contaban varios obispos salidos de sus filas, en las dos
Américas, pero en Francia ninguno había sido obispo desde hacía tres siglos.
Cuando el 22 de marzo de 1966, la radio vaticana anunciaba al medio día, que el
P. Armando le Bourgeois, superior general de los Eudistas, había sido designado obispo
de Autun, Chalon y Mâcon, no pocos se sorprendieron. Pero todos los que habían tenido
ocasión de frecuentar al nuevo obispo, y no eran pocos a lo ancho del mundo, se
regocijaron de que se le hubiera confiado tal misión. Hubo quienes recordaran que
Autun era la ciudad donde, en 1648, san Juan Eudes había hecho celebrar la primera
fiesta del Corazón de María, y que en esa diócesis se encontraba Paray-le-Monial, desde
donde se habían difundido en el mundo, gracias a santa Margarita María, las maravillas
del Corazón de Jesús. El nuevo obispo fue ordenado el 5 de junio de 1966 en la catedral
de Autun, por el cardenal Richaud, arzobispo de Burdeos, que años antes, lo había
ordenado presbíteo, el 17 de marzo de 1934. El sol del verano, el esplendor de la
catedral de San Lázaro, la acogida cálida de la diócesis a su nuevo pastor y a los muy
numerosos amigos venidos de todas partes hicieron de ese domingo de junio fiesta
inolvidable.
Por más de doce años, monseñor le Bourgeois dirigió la Congregación. Fue
período de renovación en la iglesia gracias al concilio. Puede decirse que para los
eudistas esos años fueron de apertura y de prosperidad. Durante ese período el número
de miembros de la Congregación pasó de 515 en 1º de enero de 1953 a 616 el primero
de enero de 1966. El período que siguió sintió las sacudidas provocadas por las crisis
del mundo y de la iglesia.
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CAPÍTULO XV
LA PROVINCIA DE FRANCIA DE 1957 A 1967
FUNDACIÓN EN ÁFRICA
LA ENSEÑANZA CATÓLICA
Ell P. Jacques Couturier, superior provincial – Fundación del seminario mayor de
Anyama (1959) – El seminario menor de Yopougon Kouté (1965) – El escolasticado en
Ris-Orangis (1959) – Los colegios eudistas en Francia – En la quinta República, la ley
Debré (1959) – Consecuencias para los colegios eudistas - ¿Trasladar o cerrar el
colegio de Redon? – Los tres otros colegios – Las misiones en Francia de 1950 a 1970
– Reconstrucción del Foyer sacerdotal (1966-1968) – Fin de Notre Dame des Armées
(1967) – Al servicio de las parroquias de Abbeville (1967)
En 1957 el P. Jacques Arragain terminaba su segundo mandato de superior
provincial. En el consejo general de 11 de mayo de 1957, el P. General examinó cinco
candidaturas posibles: El P. Jacques Delouvrier, el P. Luis Barbé, el P. Xavier
Engelhard, el P. Claude Frikart y el P. Jacques Couturier. Luego de una votación
secreta el 14 de mayo, el P. General designó al P. Couturier.
El nuevo provincial tenía 36 años, cercano a los 35 años de su antecesor en
1947. Era ex alumno de la Escuela de San Juan de Versalles y había sido ordenado
sacerdote en 1945. Licenciado en filosofía, había llegado a ser profesor de filosofía,
director de la divisón de los grandes en San Juan, capellán de los scouts ruteros, y
ejercía fuerte influencia apostólica en el mundo de los jóvenes. En 1955 el P. General lo
había nombrado superior del seminario mayor de La Rochelle donde enseñó el dogma.
Dos años más tarde el mismo General le confió la provincia de Francia.
Encontraba una provincia que gozaba de buena salud. Las vocaciones, a partir
del fin de la guerra, habían disminuido sensiblemente pero la provincia contaba un buen
grupo de sacerdotes de entre 30 y 40 años, bien formados. Las preocupaciones mayores
de la provincia durante este decenio serían sobre todo las fundaciones en África y los
problemas de la enseñanza católica, antes y después de la ley Debré de 1959. Le tocaría
también atender a la formación. A pesar de varios casos difíciles del personal que tuvo
que acompañar, iba a encontrar el tiempo de predicar, con envidiable facilidad, en todos
los auditorios, fueran de estudiantes, de religiosas, de parroquias populares o en
catedrales.
Fundación del seminario mayor de Anyama (1959)
El interés de los eudistas por la evangelización de África no venía de ayer. A
mitad del siglo XIX, el P. Pablo Laval, quien entró donde los eudistas atraído por
Libermann, había salido de la Congregación para ingresar donde los Misioneros del
Sagrado Corazón de María, y había partido con ellos hacia la “Costa de las Dos
Guineas”, donde murió, en Assinia, poco después de haber desembarcado.
Pasados cien años, a finales de la guerra, en 1945, llegaron diversas propuestas.
Venían de Marruecos, de Argelia, del África negra y ofrecían colegios o seminarios
menores. En 1955, para evaluar la posibilidad de encargarse del seminario-colegio de
Douala, en Camerún, el P. Miguel Daumer, que salía de la dirección del colegio San
Juan de Versalles, había pasado un año en ese país.
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Entre las peticiones llegadas de África, en 1957, se presentó la de los obispos de
Costa de Marfil. Ese territorio, extenso como dos tercios de Francia y poblado por unos
4 millones de habitantes, sólo había acogido los primeros misioneros católicos, Las
Misiones africanas de Lyon, en 1896, pero contaba ya cerca de 200 000 fieles y 50 000
catecúmenos. A su servicio estaban 158 sacerdotes, de los cuales 17 eran africanos. Se
trataba de un país de bosques y sabanas, donde vivían más de sesenta etnias, con otras
tantas lenguas. Costa de Marfil se hallaba en pleno desarrollo. Su capital era Abidjan,
“la perla de las lagunas”. Todo estaba listo para la independencia que llegó en 1960, en
torno a un líder de prestigio, Félix Houphouët-Boigny.
El 14 de septiembre de 1955 había sido establecida la jerarquía: una
arquidiócesis en Abidjan, y cuatro diócesis: Katiola, Bouaké, Daloa y Gagnoa.Los
primeros sacerdotes marfileños se habían formado hasta entonces en Ouidah, en
Dahomey, a 1 000 kilómetros de ahí. Parecía que había llegado la hora de fundar un
seminario mayuor nacional.
En la provincia eudista de Francia, la opinión, muy sensible a las
responsabilidades de la Iglesia de Francia frente a África, se mostraba poco favorable a
dirigir escuelas en ese continente y sí dispuesta a tomar de nuevo la misión propia de la
formación de sacerdotes. Dado que el seminario de La Rochelle iba a unirse al de
Burdeos en 1959, a causa del poco número de alumnos, no era imposible pensar en
fundar un seminario de África.
En el curso del verano de 1957, el P. le Bourgeois, superior general, fue a
entrevistarse con los obispos de Costa de Marfil. Monseñor Duirat, obispo de Bouaké,
promotor del proyecto, había invitado además al P. Jacques Delouvrier, asistente de la
provincia de Francia, a predicar los retiros de los sacerdotes durante el verano de 1957.
Gracias a sus informes el proyecto pudo ser precisado y delimitado: inicialmente se
había pedido a los eudistas, mientras se preparaba la fundación del seminario mayor,
aportar su ayuda al seminario menor de Bingerville y colaborar en la construcción de un
“seminario medio” para los de mayor edad. Finalmente el principio de la fundación del
seminario mayor fue presentado por el consejo provincial y aceptado por el consejo
general el 6 de diciembre de 1957.
Así, en septiembre de 1958, el P. Claudio Frikart voló a África. Era prefecto de
estudios en el colegio Santa María de Caen y fue tomado de ahí para ir a preparar la
fundación y dirigir la construcción del seminario mayor, en un terreno adquirido por
monseñor Duirat en Bouaké, en el centro del país; al tiempo desempeñaba la capellanía
de los liceos de Bouaké.
En marzo de 1959 hubo en pequeño una revolución. Los obispos se dieron
cuenta de que la mitad de los católicos habitan en la costa, en la diócesis de Abidjan, y
que no es posible aislar la futuro seminario mayor de la ciudad de Abidjan, polo de toda
la vida económica, social y cultural. Por tanto el seminario se construirá no ya en
Bouaké sino en Anyama, a unos veinte kilómetros al norte de Abidjan. El P. Mauricio
Lamontagne, enviado desde Roma enn julio de 1959, puede ver ya los comienzos de los
trabajos, en un terreno apenas desmontado.
Durante ese tiempo, en Francia, se prepara el primero equipo. El P. Bernardo
Blondel, designado como superior del seminario, a pesar de su frágil salud y ya en sus
54 años, no puede ocultar su alegría. En compañía del P. Miguel Bréhier, va a unirse al
P. Frikart en septiembre de 1969, para el inicio de clases.
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En ese primer año, los que habían comenzado su seminario en Ouidah, en
Dahomey, permanecieron allí. Los cursos empezaron entonces con nueve jóvenes
estudiantes de filosofía, en medio del estruendo de los buldozores y los compresores.
Se estaba en plena obra y no había electricidad ni agua.
Al año siguiente una segunda parte de los trabajos permitió acoger
simultáneamente 18 seminaristas en filosofía y 11 en teología. El regreso de los
estudiantes de Ouidah se aceleró a causa de la independencia proclamada en 1960, lo
que trajo tensiones entre los dos jóvenes estados, Dahomey (llamado hoy Benin) y
Costa de Marfil. En ese año de 1960 llegaron como refuerzos el P. Miguel Cancouët, el
P. Christian de Charnacé y el Hermano Daniel Biguet. Se empezó a levantar un capilla
espaciosa cuya bendición tuvo lugar el 12 de marzo de 1961. Los libros de la biblioteca
debieron ser protegidos contra la humedad del clima tropical en un local desecado. Para
asegurar algunas entradas al seminario se dio comienzo a una plantación de cocoteros.
En 1965 el P. Claudio Frikart reemplazó a la cabeza del seminario al P. Blondel.
Este último fue encargado por monseñor Yago, arzobispo de Abijan, de la capellania de
la casa de formaciópn de las religiosas de Nuestra Señora de la Paz, congregación
femenina de muy reciente fundación. Sin dejar sus cursos en el seminario, en adelante
fijó su residencia en el eremitorio de Moossou, cerca de Grand-Bassam, a treinta
kilómetros al oesta de Abidjan.
Los miembros del seminario mayor aumentan poco a poco: 25 en 1964, 32 en
1965, 42 en 1068. En 1970 hay 45 seminaristas matriculados, 14 en filsoofía y 25 en
teología, a los que se agregan seis europeos pertenecientes a Congregaciones
misioneras.
El seminario empieza a dar buenos frutos puesto que el clero africano pasó entre
1959 y 1970, de 22 a 66 sacerdotes. En 1971, el P. Frikart deja el África y llega en su
remplazo el P. Marcelo Lebourg, quien había legado en 1969. Los cuadros se
africanizan poco a poco y en 1974, el sacerdote diocesano Pablo Dacoury asumirá la
dirección del seminario cuyos efectivos han aumentado considerablemente. Cinco
eudistas continúan como colaboradores en el seminario, pedidos por el nuevo instituto
superior de cultura religiosa que se convertira, en 1975, en el ICAO (Instituto Católico
del África Occidental).
Durante los diez primeros años los eudistas se abstuvieron cuidadosamente de
orientar vocaciones hacia su instituto. Sin embargo, poco a poco, y con el
consentimiento de los obispos, jóvenes de diversos orígenes, entraron a la
Congregación: el P. Jacob Agossou, beninés, incorporado en 1970, el P. Basilio
Diringbin, marfileño, incoporado en 1978, el P. Bartolomé Gansaoré, de Burkina,
incoporado en 1981… Dos otros candidatos no perseveraron hasta el sacerdocio. Nadie
podía imaginar las numerosas vocaciones que diez años más tarde llegarían.
Los seminarios medios de Bingerville (1963) y de Yopougon Kouté (1965)
La Iglesia de Costa de Marfil, antes de la independencia, poseía solamente un
seminario menor en Bingerville, que por otra parte era una de las pocas instituciones de
secundaria del país. Había sido fundado por los Padres de las Misiones extranjeras de
África. Pensaban ellos que una sociedad más especializada en educación debía hacerse
cargo de él. En 1959 los eudistas se habían negado a encargarse Bingerville. Unos años
después, llegó una nueva petición con condiciones diferentes. Las seis diócesis
marfileñas tenían ya cada una su seminario menor. Pero tenían dificultad en dar a los
alumnos de los tres últimos cursos una formación apropiada. El sentido común sugiría
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agrupar los alumnos de esos cursos en un seminario de segundo ciclo. De nuevo se
pensó en los eudistas que ya estaban sólidamente asentados en el seminario mayor.
Estos vacilaron mucho pues no les parecía aconsejable confiar a una sola congregación
los jóvenes candidatos al sacerdocio desde la adolescencia hasta la ordenación. Un
seguimiento demasiado largo tendría el peligro de no favorecer la libertad de elección ni
la posibilidd de evolución de las personalidades. Además la provincia de Francia con
dificultad aseguraba el personal de sus colegios y no podía embarcarse sola en esa
nueva empresa.
Surge otra posibilidad. La provincia del Canadá podía aportar una ayuda. Varios
eudistas pensaban consagrarse a la misión en África con obras propias. El P. Eduardo
Boudreault, provincial de Canadá, y el P. Jacques Couturier, provincial de Francia,
aceptan finalmente intentar la aventura. Los obispos marfileños deben por su parte
escoger la implantanción. ¿Se inclinarían por Bouaké, segunda ciudad del país, más
central geográficamente? Monseñor Yago propone acoger el “seminario medio”, como
lo llamaban, en las edificaciones disponibles en el terreno del seminario menor de
Bingerville, al oriente de Abidjan. En octubre de 1963 llegan dos franceses, los PP.
Mauricio de la Rochemacé y Juan Debout, a los que se une el año siguiente un
canadiense, el P. Juan María Robichaud. Entre tanto se adquiere un muy buen terreno a
10 kms al occidente de Abidjan, con vista sobre la laguna Ebrié, en Yopougon-Kouté,
en el extremo de la sabana, todavía deshabitada, donde más tarde se levantaría la ciudad
de Yopougon.
Todavía inconclusas la obras, el seminario medio acoge, en octubre de 1965, 80
alumnos de seis diócesis del país. El equipo se compone de cuatro eudistas, dos
franceses y dos canadienses, y dos sacerdotes franceses de la misión “Fidei donum”,
venidos como voluntarios al servicio de las Iglesias jóvenes. El grupo se completa con
dos jóvenes cooperantes franceses, comprometidos por dos años, pertenecientes a la
Delegación Católica de la Cooperación. La comunidad eudista es erigida oficialmente el
15 de diciembre de 1965.
Varios sacerdotes africanos se van a integrar, de año en año, al seminario medio.
Por el contrario, la cooperación de los Padres canadienses no puede mantenerse.
Abandonarán la Costa de Marfil en 1967. En el consejo general que se reúne en Roma a
finales de octubre y principios de noviembre de 1967 se fijan normas, nacidas de la
experiencia. Servirán para dar claridad en toda la Congregación (África, Venezuela,
León…) a la práctica de la colaboración entre las provincias. Se lle allí: “Existe la
posibilidad de prestamos de personas, de pronvicia a provincia. Un estatuto
determinará los derechos, obligaciones y priviligegios de los Padres prestados, tanto en
referencia a la provincia o casa a las que vienen a colaborar, como en relación a su
propia provincia. La obra de Costa de Marfil está únicamente bajo la responsabilidad
de la provincia de Francia, con posibilidad de préstamos de Padres que vengan de
otras provincias, según el estatuto previsto. Si Canadá quiere tener allí su obra propia
se aplicarán los principios arriba determinados”96.
Así como estaba planteado el seminario medio desempeña bien su objetivo.
Impulsado por su superior, el P. Francisco Couturier, termina su infrastructura con la
construcción de una elegante capilla. Cada año, terminado el bachillerato, una parte de
los que culminan su ciclo entra al seminario mayor (11 sobre 21 en 1970; 9 sobre 29 en
1971, por ejemplo). Los demás se orientan hacia la universidad. Los obispos consideran
sin embargo que un discernimiento más riguroso y una formación más exigente podrían
96
Consejo ampliado de fin de octubre y principios de noviembre, Roma, 1967.
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dar mejores resultados. Esta decepión contribuyó ciertamente a que los obispos
decidieran confiar el seminario a la dirección de sacerdotes africanos. Luego de un
prolongado análisis de la situación, el arzobispo de Abidjan, monseñor Yago, escribió a
nombre de la Conferencia episcopal, el 7 de febrero de 1972, al P. Jacques Venard,
superior provincial:
“La preocupación de ustedes en favor de una africanización de nuestros
seminarios concuerda con la nuestra que mira a una transmisión progresiva de las
responsabiliades a sacerdotes marfileños… Pareció bien a la Conferencia que ha
llegado el momento de dar un nuevo paso hacia adelante en este sentido, en el
seminario de Yopougon, donde la presencia de sacerdotes africanos se siente
especialmente necesaria. Le presento el proyecto que hemos elaborado. Recibió el
consentimiento de los Padres de Yopougon y de Anyama”.
La negociación fue bastante larga y terminó en 1973 de forma bien clara: los
eudistas transferían de buen grado la dirección del seminario a un superior africano y
aceptaban mantener durante dos años dos Padres para el servicio de la obra. Esos
sacerdotes fueron dos recién llegados: El P. Christian de Charnacé que había trabajado
ya en el seminario mayor entre 1960 y 1966, y el P. Pedro Marchand. Ambos se
encargaban además de preparar la fundación de una parroquia en la planicie de
Yopougon.
Durante esos ocho años, esa meseta llena de matorrales y serpientes que
separaba el borde de la laguna de las primeras barriadas de Abidjan, había sido
profundamente removida por los bulldózeres. Se hicieron gigantescos desagües y
conductos de agua, y una cuadrícula de carreteras. Se esperaba que llegarían cien mil
habitantes de Yopougon; hoy esa cantidad es diez veces mayor. La diócesis había
reservado terrenos que acogerían sucesivamente la casa parroquial y la iglesia de San
Andrés, la de la Anunciación, la de San Marcos… Pero no nos anticipemos y tornemos
a Francia.
Ris-Orangis (1959)
Desde hacía varios años se planteaba la cuestión de si debía mantenerse el
escolasticado en La Roche-du-Theil. Por una parte, las entradas habían disminuido
bruscamente pasada la guerra y se mantenían en niveles muy bajos: 4 en 1948; 4 en
1949; 6 en 1950; 4 en 1951; 7 en 1952; ninguno en 1953; 6 en 1954; 4 en 1955; 1 solo
en 1956; 6 en 1957; 5 en 1958. Habida cuenta del servicio nacional prolongado, dbido
la guerra de Argelia, los que permanecían en el escolasticado eran demasiado pocos
para permitir mantener allí un cuerpo de profesores nutrido y de calidad. Por otra parte
se veía deseable acercarse a una ciudad universitaria para garantizar una mejor
preparación para el apostolado en el mundo moderno. El P. General, muy inclinado a
esta idea, encontraba en el P. Jacques Couturier un partidario más convencido de lo que
al parecer había sido el P. Jacques Arragain. ¿Acercarse a la Universidad Católica de
Angers permanenciendo siempre en el Oeste? Por un momento se pensó en esa
solución, pero en 1958-1959 los dos superiores se orientaron hacia la región de París.
San Sulpicio propuso incluso vender en Issy a los eudistas una parcela de terreno donde
podrían construir. Pero el precio de una nueva construcción, calculado en 60 millones
de antiguos francos para una residencia estrecha de 35 habitaciones, era para desanimar.
Recorriendo los alrededores de París, el P. le Bourgeois fue seducido por los bellos
castillos que estaban en venta en Île-de-France; pero finalmente, luego de visitar una
veintena de propiedades, se decidió la compra del castillo de la Theuilllerie, situado en
Ros-Orangis, 30 kilómetros al sur de París. Esta propiedad era vecina del gran
170
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escolasticado, muy afamado, de los PP. Dominicos, en Saulchoir d’Etiolles, a donde los
estudiantes de teología podrían llegar fácilmente. Constaba de edificaciones en bastante
buen estado, del todo amobladas, y de un parque de dos hectáreas y media.
El 16 de marzo de 1959, el consejo general aprobó la compra por un precio de
71 500 000 angtiguos francos, incluidos todos los gastos. La provincia de Francia la
financió mediante un empréstito de 40 millones, más la venta del Châtelet en Redon y la
de la residencia de los misioneros en Donville, en La Manche97. No hubo mucho
problema en utilizar La Roche-du-Theil, pues el colegio de San Salvador de Redon, de
inmediato ocupó el local con 80 alumnos internos, incluidos los junioristas.
Seis meses más tarde, el seminario dejó las orillas del río Oust y se trasladó al
valle del Sena, encabezado por su superior, el P. Arragain. Pasados cuarenta años es
posible evaluzar los resultados de ese trasplante. Respondía bastante bien a las
necesidades que habían provocado esta decisión. Pero, en cuanto a los estudios Le
Saulchoir fue una decepción. Ráidamente se decidió acudir al Instituto Católico de París
y al seminario de Issy, conservando sin embargo algunos cursos en el escolasticado. Por
otra parte era necesario adaptarse al reducido número de seminaristas. Había pocas
entradas al noviciado y, dada la guerra de Argelia, el servicio militar duraba 28 meses.
En algunos años había más seminaristas en el ejército que en el seminario.
Durante ese tiempo surgió un nuevo departamento, L’Essonne, en crecimiento
rápido, y también nació una nueva diócesis, Corbeil, pobremente provista de sacerdotes,
obligada a inventar una pastoral misionera para su nueva población.
La planicie de Ris, donde los seminaristas habían encontrado por horizonte, de
un lado el bosque de Sénart, y del otro campos de trigo y de remolachas, se transpormó
en pocos años en un gran conjunto de apartamentos, una ciudad-dormitorio, dependiente
de la nueva ciudad de Évry. El primer obispo de Corbeil, monseñor Malbois,
inicialmente confió a os eudistas la capilla del Sagrado Corazón, en medio del gran
conjunto de la planicie, y más tarde, también la roquia de Ris. A la cabeza de ésta había
un párroco muy apotólico y común y corriente, el canónigo Próspero Bos. Con su
bonete en la cabeza, había construido con sus propias manos, ayudado por los hombres
de la parroquia, la capilla del lugar, y ya septuagenario continuaba animando su
patronato y su Consejo parroquial con autoridad. Los Eudistas, que fueron llamados a
ayudarle y luego a sucederle, los PP. Marcelo Brillet y Miguel Fresson, supieron actuar
con la necesaria diplomacia. Llegado a ser párroco del Sagrado Corazón en 1966, el P.
Roger Robinault transformó la antigua capilla en un gran templo, completado de una
casa cural capaz de alojar una comunidad eudista. Cuando en 1971, el seminario salió
de Ris, los eudistas permanecieron allí a la cabeza de dos parroquias: un conjunto de
25 000 habitantes, con muchos espacios verdes, niños, escuelas, y cristianos en minoría
pero dinámicos y sin complejos.
El escaso número de seminaristas y las dificultades para trasladarse a París y a
Issy, casi todos los días, por una autopista a menudo muy atestada de vehículos,
invitaban a buscar agruparse para los estudios con otros escolasticazos afines. Los
Lazaristas habían decidido instalarse en Villebon-sur-Ivette con su escolasticado que
hasta entonces estaba en la calle de Sèvres. El provincial había logrado llegar a un
entendimiento con ellos para poner en marcha un solo centro de enseñanza donde
colaborarían profesores lazaristas y eudistas. Fue así como los estudiantes eudistas se
encaminaron hacia Villebon para el comienzo escolar de 1967. Estaba previsto que los
97
Consejo general del 16 de marzo de 1959, folio 85v.
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estrudiantes franciscanos de la Clarté-Dieu en Orsay, vendrían a unirse a ellos el año
siguiente. Pero en mayo de 1968, la crisis estudiantil sacudió violentamente el
escolasticado lazarista y hubo que renunciar a esa asociación. De nuevo hubo que
dirigirse hacia Issy-les-Moulineaux. El ensayó duró dos difíciles años. Por una parte el
ambiente rural del seminario de Ris fue arruinado en dos años por la creación, a sus
puertas, del “Gran Conjunto de Grigny 2”, que levantó torres de trece pisos exactamente
encima del parque de Ris. Por otra parte la crisis que barrió el mundo de los estudiantes
hizo derrumbar los efectivos del seminario. Hubo salidas muy dolorosas como la de los
dos jóvenes diáconos que, luego de un año de experiencia en pequeña comunidad,
pidieron la dispensa de los compromisos de su diaconado.En la primavera de 1971, fue
preciso reconocer que el número de estudiantes eudistas se reduciría a ciinco. En esas
condiciones era imposible conservar el castillo y el parque con sus cedros y sus hayas
purpurinas. Completamente en derredor se elevaban las torres de cemento de trece pisos
en “Grigny 2”, La propiedad despertaba la avidez de muchos inversionistas de
inmuebles. La provincia prefirió verderla al municipio de Ris-Orangis para parque
público y reserva territorial. Fue necesario esperar hasta 1973 para recibir finalmente el
precio: 2 800 000 nuevos francos.
Pasados doce años en los alrededores de París la reducida comunidad de
formación encontró un apartamento en París. Desde principios del siglo se había
desplazado seis veces: pasó 11 añaos en Gyseghem, 4 en Coupigny, 13 en Lebisey, 27
en la Roche-du-Theil, 12 en Ris-Orangis. Conocerá todavía varios cambios de dirección
en París.
Problemas de la enseñanza católica
Los esfuerzos ralizados en África no dejaron de hacer difícil el mantenimiento
de las obras en Francia, especialmente de los colegios. Hay que decir que desde el fin de
la guerra en 1945, la situación de la enseñanza católica en Francia había llegado a ser
particularmente ardua. ¿Cómo asegurar un equilibrio financiero? ¿Cómo encontrar el
personal necesario? Esos dos interrogantes estaban profundamente ligados entre sí.
En el momento de la aceptación de Anyama, el consejo provincial y el consejo
general habían previsto salir de un colegio. ¿Cuál? En 1957 se pensaba en San Martín
de Rennes, habida cuenta de que la ciudad de Rennes estaba bien dotada de
establecimientos de enseñanza católica. ¿No sería posible suprimir al menos el
internado, lo quepermitiría liberar dos o tres Padres?
Recordemos la situación de la enseñanza católica en esa época limitándonos al
medio en que trabajaba la mayoría de los eudistas franceses: enseñanza en el segundo
grado (siete niveles, de once a diez y ocho años, del comienzo del bachillerato a las
clases terminales de filosofía y de matemáticas elementales).
Antes de la guerra de 1939, la enseñanza pública y la enseñanza privada tenían,
en ese nivel del segundo grado, efectivos comparables. En 1931, el gobierno francés
decidió que la enseñanza en los liceos sería gratuita, sin compensación a los
establecimientos privados. Por consiguiente estos entraron en dificultdes con el peligro
de quedar4 reservados para las clases acomodadas de la sociedad. Las facilidades
otorgadas a la enseñanza católica por el gobierno de Vichy, durante la guerra,
desaparecieron en 1945, y la cuestión escolar envenenó la vida política francesa durante
15 años. Las familias que matriculaban sus hijos en las escuelas católicas debían
soportar pesados sacrificios, y era por tanto fácil reprochar a la escuela católica ser “la
escuela de los ricos”. Ante las protestas que amenazaron incluso con ir a la huelga del
impuesto, se tomaron algunas medidas en 1951, para permitir la extensión de becas de
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estudio a los alumnos del sector privado, pero con la condición de que la mitad de los
cursos fueran asegurados por profesores licenciados.
Esta pesada desventaja no impedía que los colegios eudistas contaran con un
número creciente de alumnos, pero con la condición de mantener en los
establecimientos, por economía, el mayor número posible de sacerdotes y religiosos. En
1956 la enseñanza católica en Francia contaba 71 500 profesores, de los cuales 6 150
eran sacerdotes, 4 850 religiosos, 20 000 religiosas y 40 5000 laicos.
Pero este número grande profesores y de educadores, de bajos salarios, no podía
ser mantenido. ¿Contratar entonces laicos? Hubiera sido necesario dotarlos de un salario
que les permitiera hacer vivir una familia. Además el considerable dearrollo económico
de Francia durante esos años de expansión, que se han llamado “los treinta gloriosos”,
proponía a todos los diplomados remuneraciones superiores a las que recibían los
profesores, incluso de universidades del Estado. Equivale esto a decir que Francia sufría
de carestía de profesores, tanto más que el acceso a la educación, abierto a todos, se
traducía en un aumento sin precedentes de la enseñanza secundaria, entre 11 y 18 años.
Todas las escuelas católicas de Francia veían aumentar su alumnado y sin embargo la
parte de la enseñanza secundaria católica en Francia había pasado de 52% en 1946 a
28% en 1963. Para 1970 se preveía el 15%.
En esas condiciones y dada la caída inquietante de las vocaciones, ¿no sería
necesario cerrar uno de los cuatro colegios? ¿Pero cuál? Ya se vio que en 1953 se había
hablado de ceder a los Padres Asuncionistas el colegio de San Salvador en Redon.
Con la quinta República, la ley Debré (1959)
Pasada la guerra, Francia conoció una renovación demográfica, económica y
social notable, pero el régimen de asamblea de la cuarta República fue incapaz de
asumir políticas firmes. Con un telón de fondo de guerra fría entre los dos bloques, el
régimen estaba desgastado por los dramas de la descolonización. Apenas terminada la
guerra de Indochina en 1954 comenzó la guerra de Argelia, con sus horrores y sus
absurdos. Este conflicto trajó como consecuencia el fin de la cuarta República y la
llegada al poder del general de Gaulle. El nuevo jefe del Estado no podía terminar de un
plumazo la guerra de Argelia. Pero, entre otras reformas, quiso acabar con la absurda
“gueera escolar”. A finales de 1959, luego de negociaciones muy difíciles, se adoptó la
ley de los contratos del Estado con los establecimientos privadosde enseñanza, ley
conocida con el nombre de “ley Debré” por el apellido del primer ministro Miguel
Debré.
Esta ley proponía a los establecimientos privados optar entre varias soluciones:
-integrarse a la enseñanza pública;
-el “statu quo”: libertad fuera de contrato sin ayuda financiera;
-el “contrato simple: bajo ciertas condiciones el Estado remunera solo a los maestros;
-el “contrato de asociación”: el Estado remunera a los maestros pero contribuye con una
“evaluación aproximada” al funcionamientos de los establecimientos.
El P. Jacques Couturier, provincial de una congregación cosiderada como
enseñante, participó muy activamente como secretario de la Comisión de Religiosos
enseñantes a la aplicación de la ley del 31 de diciembre de 1959.
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Consecuencias de la ley para los colegios eudistas
Era necesario, en primer lugar, escoger entre las diversas propuestas. En general,
los obispos de Francia, actuando con prudencia por lo sucedido en Vichy, prefirieron el
contrato simple, menos gravoso. Las congregaciones masculinas y femeninas, que
poseían y dirigían la mayor parte de los establecimientos secundarios, optaron en
mayoría por el contrato de asociación. Por su parte el secretario de la comisión, no
ahorró fatrigas para informar e ilustrar a los obispos amigos y a los eudistas
responsables.
Los cuatro superiores de los colegios eudistas estaban además decididos a luchar
a tondo para asegurarse el éxito en los contratos: locales modernizados, profesores
diplomados, etc. Su objetivo era obtener el contrato llamado “de primera categoría”, al
nivel de los grandes liceos, financieramente más aventajados. En San Juan de Versalles
el P. Luis Barbé y en Santa María de Caen el P. Gilberto Curmer se apuntaron el
triunfo. Pero en Bretaña, donde la enseñanza pública y la enseñanza privada se
enfrentaban con rudeza, fue más difícil. En Rennes, la diócesis, segura de obtener la
clasificación en primera categoría para su gran colegio San Vicente, habría quizás
dejado a los religiosos alcanzar sólo la segunda categoría, pero el joven superior de San
Martín, el P. Luis Denis, puso en ejecución toda su habilidad para alcanzar para su
colegio la primera categoría.
En cuanto al colegio San Salvador de Redon, ¿acaso no estaba situado en una
ciudad pequeña que ni siquiera tenía liceo de enseñanza pública’ Pero ese colegio
venerable, un siglo atrás, había sido uno de los más famosos de Francia. Dirigido por el
P. Andrés Pepin, quien desde hacía diez años lo había renovado, se batió fieramente y
puso en juego todas sus relaciones, que eran numerosas, y obtuvo, también él la
clasificación en primera categoría.
Luego de las molestias de los primeros montajes, la existencia de los colegios
eudistas parecía asegurada en adelante. Los profesores, laicos o eudistas, estarían mejor
remunerados. Pero pronto surgió una nueva dificultad. El número de los eudistas
enseñantes iba a decrecer sin remedio: entre algunos se planteó de nuevo el mismo
interrogante secular: “¿La educación de jóvenes debía ser la primera misión de los
eudistas en Francia?
En 1961 había 20 eudistas en San Martín de Rennes, 12 en Santa María de Caen,
16 en San Juan de Versalles, y en San Salvador de Redon 16, e incluso 20, si se tenían
en cuenta los del juniorato de La Roche-du-Theil. Por largo tiempo, las necesidades
económicas, y también el deseo de unidad en la acción educativa, había invitado a que
los equipos eudistas fueran numerosos, completados solamente por algunos laicos. Fue
necesario, sin embargo irse habituando a que los laicos educadors y profesores fueran
mayoría, en Versalles y sobre todo en Caen, en donde, a partir de 1947, la comunidad
eudista permanecía voluntariamente poco numerosa, como para dar testimonio de
nuevas fórmulas.
A partir de la guerra todos los colegios habían conocido un fuerte aumento del
número de alumnos. ¿Cómo organizarlos, cómo educarlos? Las cifras eran elocuentes:
en la enseñanza católica había un sacerdote por 50 alumnos, en las capellanías de los
liceos uno por 500, en las parroquias obreras uno por 5 000 jóvenes.
¿Puesto que no era posible darles una organización aceptable y puesto que
tampoco era posible encontrar eudistas para asegurar la dirección de los
establecimientos, que debía hacerse? O cerrar la casa o entregar a otros la
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responsabilidad. ¿Pero a quién? En 1960, casi todos los colegios católicos estaban
dirigidos por una religiosa, o un religioso, o un sacerdote. Casi ninguno por un laico.
El colegio San Salvador de Redon
Luego de la asamblea provincial de 1960, se tomó esta decisión: el colegio que
debía ser transferido, si posible, a otras manos, o si no, cerrarlo, era el de San Salvador.
Precisamente allí era más difícil encontrar profesores laicos para remplazar a los
sacerdotes.
En 1962, el P. Andrés Pépin, luego de doce años, agotado, se jubilaba. El P.
Jacques Vernard, encargado de sucederlo, sabía bien lo que le esperaba. Ni la diócesis,
ni ninguna congregación estaban dispuestas a hacerse cargo del colegio. Se buscó
todavía una solución: Bretaña contaba entonces un buen número de junioratos y de
escuelas apostólicas, 22 exactamente, que no podrían resistir por mucho tiempo al
aislamiento. La reforma escolar exigía, para los cursos superiores, profesores
especializados, amén de laboratorios, etc. ¿Por qué no intentar agrupar esas instituciones
dentro de las que encontraría puesto el juniorato eudista? Se hizo contacto con varios
provinciales para proponerles los locales de San Salvador. Vinieron a visitar los lugares,
pero más sensibles a la falta de calefacción central que a la belleza fascinante de la torre
romana, rehusaron muy cortésmente el ofrecimiento, el 6 de noviembre de 1963.
Sólo faltaba anunciar la retirada. En la primavera de 1964, el superior provincial
anunció el cierre del segundo ciclo para la próxima entrada. Se mantendría todavía un
primer ciclo con un internado poco numeroso. Se puede imaginar el desconcierto:
tristeza, cólera, manifestaciones de profesores y de padres de familia, comité de
salvamento… Entonces apareció el milagro Tres profesores audaces lograron obtener un
contacto inesperado con el provincial de los Asuncionistas de Burdeos, recién
nombrado.
La congregación de los Asuncionistas poseía, cerca de Bergerac, una escuela
apostólica que había decidido cerrar. Devolvería a Bretaña a los alumnos casi todos
venidos de Finisterre. En San Salvador se podía acoger a esos alumnos mayores,
acompañados por cinco Padres experimentados y diplomados. Esta llegada y el apoyo
muy fraternal de los Asuncionistas dieron a San Salvador un sostén indispensable. De
1965 a 1975, asuncionistas y eudistas vivieron en San Salvador una colaboración sin
sombras. Dieron paso a la llegada de una nueva ola de jóvenes profesores laicos y
permitieron remodelar del todo la estructura de la enseñanza católica en Redon, en la
espera de poder acoger en 1977 el primer laico como director del venerable colegio.
Muy diferente del internado tradicional de veinte años atrás, San Salvador pudo
mantenerse vivo, dinámico, creativo y asociarse a la reorganización idispensable de la
enseñanza católica de Redon.
En efecto, luego de querellas homéricas en torno a abrirse a la experiencia de
colegio mixto, finalmente se consintió en reagrupar las fuerzas de la enseñanza católica
en Redon con la colaboración de cuatro participantes:
-Los Hermanos de la Instrucción cristiana de Ploërmel que habían desarrollado en
Redon un colegio técnico muy dinámico, en plena colaboración con los industriales de
la región y dirigían también una escuela primaria floreciente,
-Las Hermanas de la Retraite, que dirigían una escuela primaria de niñas y un colegio de
secundaria, cuyo segundo siglo estaba frágil,
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-Las Hermanas Bleus de Castres, que dirigían también una escuela primaria y una
escuela técnico-comercial,
-Finalmente los eudistas que experimentaban dificultades crecientes para asegurar el
funcionamiento de su venerable colegio de secundaria, en el marco magníficamente
impropio de la antigua abadía de San Salvador.
Fueron necesarios años y años de búsquedas, bajo la implacable presión de necesidades
financieras, para lograr la organización de la enseñanza católica en esa pequeña ciudad.
Los eudistas renunciaron, pura y simplemente, a la propiedad de la abadía-colegio que
representaba una hectárea de murallas del siglo XIV, de construcciones monásticas del
siglo XVII, de una capilla llena de innombrables recuerdos, todo restaurado sin dinero
pero con amor. Un organismo, el Comité de Redon para la Enseñanza Católica (CREC),
puso esos edificios a disposición de una Enseñanza Católica que pudo presentar ya una
estructura modernizada:
-el hermnoso liceo técnico y profesional de los Hermanos de Ploërmel,
-el liceo San Salvador, establecimiento dinámico de secundaria, gracias al director que
lo anima hace más de veinte años,
-una enseñanza técnico-comercial,
-escuelas primarias.
Santa María, San Juan y San Martín
Santa María de Caen
En 1964 se terminó la reconstrucción del colegio Santa María, en la calle CroixGuérin, no lejos de la universidad y del castillo. El P. Gilberto Curmer, que había
dirigido la casa desde 1956, dejó su cargo al P. Claudio Courtois. Unos años más tarde,
éste último fue encargado de preparar la sucesión de un director laico, el señor Carlos
Pucel. Éste desde hacía ya varios años era profesor de física del colegio. En 1968 el P.
Andrés Lacau era superior de la comunidad eudista mientras se organizaba, en19711972, una asociación de tutela y de gestión. Durante ese tiempo se realizaba igualmente
la concentración de Santa María en el segundo ciclo, mientras que el primer ciclo de
muchachos se fusionaba con colegio San José. Así este establecimiento muy
transformado fue el que see confió a un nuevo director, el señor Claudio Courbon quien
venía de dejar la dirección de un liceo militar y aceptó hacerse cargo de Santa María.
San Juan de Versalles
Versalles había escapado a la ocupación alemana. Durante la guerra, la dirección
del colegio no había sido fácil ni para el cónomo, P. Marcel Brillet, ni para el superior
de la casa, P. Miguel Daumer. Inmediatamente después de la liberación, ante el aumento
del número de alumnos, se imponía ensanchar la construcción. Bajo la dirección del P.
León Daniel hasta 1958, y lluego del P. Luis Barbé, el P. Roger Martin, nuevo
ecónomo, emprendió la renovación de la edificación:
-Se desplazó el conjunto de las piezas de los profesores. Para ellos se transformó
un piso de dormitorios en hilera de cuartos que semejaba los camarotes de un barco de
pasajeros.
-Sobre todo, se suprimieron todas las instalaciones del internado. Lo que en un
principio se ofreció a la niñez parisiense como un internado en la campiña de Glatigny
se había convertido en un gran externado, cada vez menos adaptado para el grupo
reducido de los internos. El uniforme, la gorra, los acompañantes hasta las estaciones de
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París ya no tenían sentido. La obligación de la misa dominical en el colegio fue
suprimid por presión del clero joven de Versalles que deseaba agrupar la juventud en las
misas dominicales de las parroquias.
-Los grupos de primaria fueron instalados a parte. A partir de 1946, un gran
chalet contiguo al colegio, en la avenida de la Maye, fue alquilado y se convirtió
durante veinte años en el “colegito”. Después de la muerte de la proprietaria se debió
abandonar ese “pequeño San Juan”. Se construyó entonces, en el territorio de la
Escuela, un conjunto para las clases de primaria que fue inaugurado en las navidades de
1973. Esta operación facilitó la separación de los ciclos de escolaridad, exigida por la
Educación Nacional.
A partir de 1966, la dirección de la casa fue confiada a tres Padres: el P. Roberto
de Pas, superior, el P. Marcelo Lebourg, prefecto, y el P. Juan Hennebicque,
subdirector. Se preparó así la transformación del estatuto de la Escuela que iba a ser
puesta en marcha trs años más tarde por el nuevo provincial, el P. Clemente Guillén.
San Martín de Rennes
Ciertamente la evolucion irreversible de los colegios eudistas se efectuó con
mayor facilidad en San Martín de Rennes. El colegio no había sufrido por la guerra, ni
siquiera por los bombardeos de Rennes. Fue dirigido luego, por dos superiores notables,
los PP. Jacques Delouvrier y Luis Denis
De 1950 a 1958, el P. Jacques Delouvrier supo integrar plenamente la casa a la
pastoral de la diócesis y se atrajo la simpatía general. Por su parte el P. Luis Denis se
entegó a rejuvenecer el rostro de la casa: las fachadas grises se cubrieron de viña loca,
los muros poco atractivos cedieron el paso a rejas florecidas y un edificio grande vino a
albergar tanto los salones dedicados a juegos como las habitaciones del internado.
¡Admirable renovación del viejo capuchino! Luego de una primera temporada de nueve
años, de 1958 a 1967, pasó a cumplir esta tarea difícil en San Salador de Redon, de
1967 a 197498. Luego volvió a dirigir a San martín, hasta 1979, cuando fue escogido por
el arzobispo de Rennes para hacerse cargo de la enseñanza católica de esa gran diócesis.
Bajo la dirección del P. Delouvrier y luego del P.Denis, la fama del colegio, siempre en
fraterna emulación con San Vicente, el colegio de la diócesis, no cesó de crecer al igual
que el número de los alumnos.
En el momento de la ley Debré, la institución obtuvo, gracias a su director, la
clasificación de primera categoría, y cuando la enseñanza católica de Rennes debió
poner en práctica las directivas de reagrupación, San Martín se convirtió en segundo
ciclo mixto, siendo asumido el primer ciclo por los dos colegios vecinos, dirigidos por
religiosas, el de la Inmaculada Concepción y el de la Adoración, “el Immac” y el “Ado”
en el lenguaje colegial. Para la entrada escolar de 1978, San Martín contaba 1015
alumnos, un tercio hombres y dos tercios mujeres, en lños cursos de Primera, Segunda y
Terminal. Eran internos 250.
Pero el numeros de sacerdotes, de religiosas y de religiosos al servicio de la
enseñanza católica disminía inexorablemente. ¿Cuál sería el futuro?
El P. Jacques Couturier se había interesado mucho en los problemas de
educación. En el “Comité permanente de Religiosos” (CPR, llamado a partir de 1980
“Unión de Superiores Mayores de Francia”) fue miembro muy activo durante su
98
Durante esos cinco años el director de San martín fue el P. Jacques Couturier, quien acababa de
terminar su segundo mandato como provincial d Francia.
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provincialato, y llegó a ser incluso secretario de la Comisión mixta de religiosos
enseñantes. Hay que decir que los años precedentes y subsiguientes a la ley Debré
exigieron un enorme trabajo de reflexión y de planificación.
Los sacerdotes, religiosos y religiosas dirigían todavía el 90% de los
establecimientos escolares de enseñanza libre, pero era evidente que veinte años
después la gran mayoría de estas casas deberían estar en manos de cristianos laicos.
¿Cómo asegurar la supervivencia? ¿Cómo mantener el “carácter propio” reconocido por
el Estado a los establecimientos bajo contrato? El P. Couturier participó activamente en
el final positivo de esta evolución, puesto que en 1972, fue uno de los fundadores, en la
Universidad Católica de Angers, de un Instituto destinado a la formación de personal
para la enseñanza católica, el ISPEC.
Las misiones en Francia de 1950 a 1970
La actividad de los eudistas en las misiones en Francia nunca había sido
interrumpida desde la restauración de la Congregación en el siglo XIX. Al terminar la
segunda guerra mundial podía contarse en Francia una quincena de misioneros
predicadores, en tres residencias: Donville en Normandía, Abbeville en Picardía, y en la
basílica de Bois-Chenu en Domremy. Lo más a menudo trabajaban en equipos de dos,
en las misiones parroquiales, en general rurales, pero consagraban también gran parte de
su tiempo, cada uno siguiendo sus carismas, a retiros de religiosas, de colegiales, o de
las niñas y jóvenes internas de Nuestra Señora de Caridad. También se ocujpaban de los
retiros para la preparación de los niños a la “primera comunión solemne” y a diversas
intervenciones en parroquias para las fiestas de “Cuarenta Horas”, a Triduos… El P.
Emilio Georges estaba especializado en retiros de fin de estudios. El P. Luis Lajoie
predicaba retiros, en la línea de san Juan Eudes, a religiosas contemplativas. El P. Juan
Corbe dictaba conferencias científicas.. El P. Augusto Boulétreau recorría cada año las
diócesis de África del Norte, con el P. Pablo Herbreteau. Cuando se fundó la residencia
de Besançon, en 1954, se sintió el gozo de tener en el Franco Condado una nueva base
de actividades. La admirable misión permanente del Gran Retorno, de Nuestra Señora
de Boulogne, a través de Francia, de 1943 a 1946, fue ejemplo significativo de misión
popular en medio del sufrimiendo de la ocupación y luego en los goces desbordantes de
la liberación de Francia.
Precisemos lo que era propiamente la “misión”. Desde los tiempos de san
Vicente de Paul y de san Juan Eudes era, en una aldea o un pueblo, un acontecimiento
de Iglesia, un paso de la gracia que buscaba despertar el fervor cristiano y lograr el
“retorno” de aquellos que estaban alejados de la práctica cristiana de los sacramentos.
Los dramas de la guerra, el codo a codo de los campos de prisioneros, las
encuestras precisas sobre la práctica religiosa habían hecho derrumbarse toda ilusión
sobre la vida religiosa de los franceses, y habían convocado a todos los católicos,
sacerdotes y laicos, a la misión. No se podía pretender evangelizar mediante una misión
sin conocer la realdad del terreno. No se podía seguir solamente con las tradicionales
visitas a las familias. ¿Cuáles eran los centros que más influían en la vida de la gente?
¿Qué mentalidad tenían, del todo influenciada por el trabajo y las relaciones de
vecindad, pero también por la historia: el anticlericalismo reciente, la Revolución de
1789, y más allá, la guerras de religión del siglo XVI?
La misión debía prepararse, por tanto, mediante un paciente trabajo de encuestas
y buscaba, en primer término, llevar al clero local a revisar su pastoral, a los cristianos
laicos a asumir su misión, a menudo por el nacimiento o el renacimiento de una acción
católica eficaz.
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Esta metodología invitaba a no limitar la misión a un pueblo aislado, o a un
carrio de la ciudad, sino a privilegiar acciones más amplias que cubrieran un decanato,
una ciudad, incluso toda una región.
Como consecuencia de esta toma de conciencia y por esta formación, nació, en
1951, el CPMI, Centro Pastoral de las Misiones del Interior, fundado por el P. Juan
Francisco Motte, franciscano. Desde su fundación, los misioneros eudistas prestaron en
él su colaboración. El P. Francisco Chaigne, misionero durante 25 años, fue secretario
general entre 1963 y 1966. Recuerda haber escuchado al P. Luis Lajoie, curtido superior
de la comunidad misionera de Donville, declarar en febrero de 1951: “Mi querido
Padre, de ningún modo cambiaremos nuestros métodos”, pero al año siguiente: “Es
totalmente necesario evolucionar; estam0s trabajando como niños de primaria”. En
efecto, como afirmaba la Asamblea de Obispos, en 1960, “Es la revolución de las
misiones parroquiales”.99 Esta tranformación se produjo en dos principios:
-En un mundo descristianizado, o mejor, no evangelizado, el objetivo es crear
comunidades cristianas misioneras.
-La misión supone un previo estudio del lugar, serio, de carácter sociológico, y un
trabajo de equipo en una planificación rigurosa.
Los eudistas se vieron así comprometidos en ese movimiento al lado de
misioneros diocesanos y de religiosos de todos los hábitos: capuchinos, dominicos,
franciscanos, lazaristas, monfortianos, redentoristas,etc. y participaron en sin número de
misiones regionales. A veces realizaron esas misiones por sus propios medios, en el
sector rural de Mrambeau antes de 1960, en la parroquia del Espíritu Santo en París, en
1964, 1965 y 1966. Pero después de 1965, el gran movimiento de misiones regionales
animado por el CPMI perdió su impulso rápidamente. Entre 1962 y 1965 hubo 25
misiones regionales por año; a partir de 1966, 9 solamente. Faltaron los obreros, se
sintió la pesantez de los métodos, pero sobre todo sobrevino esa evolución rápida que,
apenas terminado el concilio Vaticano II, replanteó todas las instituciones elaboradas
con entusiasmo durante el período predente.
¿Iban los eudistas a abandonar, pura y simplemente, la obra que los había
caracterizado desde siglos atrás? La orientación decidida, a partir de 1969, hacia la
misión en el mundo obrero, con el envío ese año del P. Jacques Bebin y del P. José
Hurtel al Blanc-Mesnil, y más tarde de un equipo a Bobigny, trató de traducir,
modestamente, la que seguía siendo la prioridad de los eudistas en Francia. Digno de
anotar que fue esa misma fidelidad la que, diez años más tarde en América del Norte,
suscitó el relanzamiento de misiones eudistas en las diócesis del este canadiense.
Reconstrucción del “Foyer sacerdotal” (1966-1968)
Ya recordamos cómo, en 1953, la instalación del superior general en Roma
había permitido organizar, en el pequeño inmueble parisiense de la calle Jean Dolenti,
un “Foyer” para acoger a sacerdotes que se proponían pasar un tiempo en París. El P.
Xavier Engelhard había realizado en 1955 una indispensable modernización de los dos
pabellones, lo que permitió, a partir de 1956, acoger allí más de ochocientos sacerdotes
franceses y extranjeros, y dar a esta casa una excelente reputación. En 1962, la
comunidad de religiosas españolas de la Pureza de María vinio a colaborar en esa obra
de acogida. Para darles alojamiento la casa fue ensanchada. Con todo seguía siendo
99
Para comprender la evolución de las misiones en el interior, ver Archivos provinciales, informes de los
PP. José Le Livec, Raimundo Suez, Francisco Chaigne, y también José Boulo, en Notre vie, 1961, pp.
193-200.
179
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vetusta y no cómoda. El barrio de alrededor se llenaba de grandes edificios. No era
posible continuar con una utilización precaria de esos preciosos metros cuadrados en
París. Fue así como se lanzó en 1966 una operación inmobiliaria: la antigua
construcción fue arrasada del todo y se construyó en su lugar lo que el POS (Plan de
ocupación de suelos) autorizaba construir. Se levantaron 9 pisos. Los tres pisos
superiores fueron vendidos a la Sociedad de los Marianistas; los seis restantes
permitieron alojar en el sexto al superior provincial y a una comunidad eudista,
conservar en la planta baja los archivos históricos de la Congregación y una graciosa
capilla, alojar la comunidad de religiosas y ofrecer a los sacerdotes de paso 40
habitaciones, salas de reunión y restaurantes, y conservar además un sitio de parqueo y
un verdadero jardín. La operación se ralizó rápidamente, gracias al talento del arquitecto
Pedro Lacombe, y a la habilidad eficaz del P. Xavier Engerlhard, asistido po r el P. Juan
Lucas Bléry. Los fondos necesarios se consiguieron merced a la venta a los Marianistas
del terreno donde estaban sus pisos (500 000 francos), a la utilización de la venta de la
propiedad e Notre-Dame des Armées, de Veralles (1 500 000 francos) y un préstamo a
largo plazo de 1 000 000 de francos, al Crédit Foncier. El P. Xavier Engelhard, que
había fundado el Foyer en 1954 y lo dirigía desde hacía 14 años había madurado largo
tiempo esta operación audaz, que no ha cesado de prestar muy grandes servicios desde
entonces.
El provincial, al decidir esta operación inmobibliaria delicada, sabía que no sería
posible sino con la venta de dos casas a las que los eudistas estaban vinculados desde
hacía cerca de un siglo, Abbeville y Versalles.
El fin de Notre-Dame des Armées
La salida del superior general de París para Roma en 1953, y la decisión tomada
en 1966 de construir un nuevo Foyer sacerdotal en París, donde pudiera ser instalada la
administración provincial, iba a tener como consecuencia la supresión en Versalles de
una comunidad rica en recuerdos.
Esta comunidad había sido fundada en 1877 y estaba ligada a la acción de los
eudistas que fundaron, con ocasión de la guerra de 1870, una capellanía militar y se
ocuparon, durante y después de la Comuna de París, de los miles de soldados instalados
en la guarnición de Versalles. Para ellos, lanzaron la iniciativa de crear el primer
“Hogar del soldado” que se conoció en la historia militar de Francia.
El P. Julián Gueusset (1834-1909), para albergar dicho Hogar, compró en pleno
centro de la ciudad, en el No 4 del Impasse des Gendarmes, “una bella y confortable
casa burguesa”, como dice el contrato de la notaría. Se construyeron allí salas de
acogida, teatro, biblioteca y una capilla grande. Era la edad de oro de las cofradías: una,
la “Association Notre-Dame des Soldats”, se convirtió en seguida en “Notre Dame des
Armées”, y agrupó a todos aquellos que deseaban orar por el ejército francés100.
Luego de un rápido crecimiento, la obra del Hogar fue objeto de la persecución
anticlerical prácticamente hasta la guerra de 1914. En seguida vivió con plena libertad
para acoger a los soldados, siempre numerososos, que venían allí para encontrar un
poco de tranquilidad, algunas distracciones y eventualmente ayuda espiritual.
En 1936-1937, se acogía allí cerca de 500 soldados a la semana, y 1 800 el
domingo, desde las 8 de la mañana hasta la media noche. Una sala de cine, siempre muy
100
Sobre la historia de Notre-Dame des Armées hasta 1914 ver Juan Bautista ROVOLT, Vida del P. Le
Doré, t. I, pp. 196-210; Andrés DAMIEN, “La obra de los soldados de la capilla de Notre-Dame des
Armées”, en Revue d‟Histoire de Versailles, 1983.
180
181
frecuentada, remplazó las piezas de teatro. Precisamente esta fue la primera sala de cine
abierta en Versalles.
El 20 de marzo de 1938 un incendió destruyó totalmente esa sala de cina. No
hubo víctimas entre los 450 soldados presentes. La capilla de al lado quedó intacta.
¡Esto no podía desaparecer! Bajo el impulso del joven y dinámico capellán, el P.
Mauricio Rougevin-Baville, quien dos años después, el 20 de mayo de 1940, iba a morir
en la campaña militar de Francia, un movimiento grande de generosidad, que culminó
en una gran fiesta en el palacio de Chaillot, el 9 de junio de 1939, permitió la
reconstrucción rápida de una nueva sala de 600 sillas.
El Hogar renovado iba a experimentar claro está la falta de empleo durante los
años de la ocupación alemana. Después de la guerra, la capellanía militar se mantuvo
pero su trabajo se centró en adelante en los cuarteles y en el campo militar de Satory. El
Hogar y la capilla no desempeñaban ya el mismo oficio, y la sala de cine se transformó
en sala de barrio, bastante productiva. Una parte de las entradas ayudaba a la
manutención de la comunidad eudista vecina instalada en la “bella casa burguesa”, con
su jardincito que domina la estación del tren de Versalles, Rive Gauche.
A partir de 1945 esta comunidad se compone sobre todo de Padres jubilados que
atienden diversas capellanías y el culto en la capilla de Notre-Dame des Armées. Allí
residió el superior de la provincia de Francia, como también el P. Marcel Brillet,
capellán de la guarnición, y el P. Mauricio Ergan, capellán del hospital militar
Dominique Larrea. La casa, muy acogedora, recibía asimismo estudiantes eudistas y
numerosos visitantes.
En 1953, la salida del superior general para Roma dejó libre para la
administración provincial una casa en París, pero el P. Jacques Arragain no tenía ningún
deseo de salir de Versalles, y su sucesor, el P. Jacques Couturier también permaneció
allí. La decisión de reconstruir el inmueble parisiense, en 1966, planteó de nuevo la
cuestión. De todos modos París era más accesible y más cómodo para los encuentros.
En la reconstrucción del Foyer era posible pensar en organizar para el provincial una
instalación más funcional.
Esta decisión llevaba consigo necesariamente el cierre de la comunidad de
Versalles que perdía su principal razón de ser. Además se necesitaba vender la casa para
allegar recursos para la reconstrucción del Foyer. Compradores no faltaban pues la
propiedad estaba junto a la alcaldía de Versalles y del servicio de correos. Ambos
querían ensanchar sus servicios. Se exceptuó de la venta la capilla que fue entregada a la
diócesis de Versalles. La ciudad real tenía numerosos lugares de culto pero este, por su
situación en pleno centro de la ciudad, podía ofrecer servicios especiales.
Así se da vuelta a un página de la historia de los eudistas y de la del viejo
Versalles.
Al servicio de la parroquia de Abbeville (1967)
Una de las últimas intervenciones del P. Couturier en la vida de la provincia
fue, en 1967, la transformación total de la comunidad de Abbeville. Esta residencia, al
borde del río Somme, albergaba una de las más venerables comunidades de la provincia
puesto que había sido fundada en 1878. Había escapado a la destrucción de la ciudad
durante la batalla del río Somme en mayo de 1940. Unrducido equipo de padres
realizaba allí algunos ministerios de misiones y de predicaciones diversas; atendían
también capellanía, confesiones, acogida de sacerdotes y laicos y, durante la guerra,
aseguraban reemplazos. El P. Emilio Georges, superior de 1937 a 1947, infatigable y
181
182
combativo predicador, tan activo con la pluma como con la palabra, a menudo estaba
ausente. Luego de su salida, y la de su sucesor, el P. Augusto Boulétreau, el grupo de
misioneros disminuyó, y la comunidad, reducida a cuatro o cinco, sobrevivía
difícilmente.Sin embargo, se vacilaba en salir de una ciudad donde los eudistas tenían
excelentes amistades, en una diócesis pobre en sacerdotes. La ayuda que se prestaba a
las pequeñas parroquias vecinas no justificaba la presencia de los Eudistas.
Por su parte, la diócesis deseaba unificar la pastoral de las parroquias de la
ciudad en momentos en que muchas ciudades medianas buscaban lograr la unidad
pastoral. El arcipreste, el sacerdote Malin, deseaba esa reagrupación, pero las
parroquias, tales como Saint-Vulfran, Saint-Gilles, Saint-Sepulcre, Saint-Jacques o
Notre-Dame de la Chapelle, querían rentener sus párrocos y sus campanarios, incluso, si
como en el caso de Saint-Vulfran, la iglesia estaba en ruinas.
En esta delicada situación los eudistas podían jugar una carta de valor.
Aprovechando la salida para la jubilación de dos párrocos, se podría entregar sus
parroquias, y quizás más tarde todavía una tercera, a una comunidad eudista. El
arcipreste, responsable de Saint-Vulfran y de Saint-Gilles, aseguraría la unidad del
conjunto. El cura de Saint-Sepulcre, el sacerdote Despatures, aceptaba salir de su
parroquia si los eudistas quedaban al cargo de ella. Todo esto se proyectó en absoluto
secreto, hasta el punto que el P. Marcel Brillet, nombrado superior de la comunidad
eudista en septiembre de 1966, no fue puesto claramente al corriente sino cuando los
obstáculos fueron superados, en mayo de 1967.
Entre estos obstáculos estaba el del alojamiento de la futura comunidad. Al lado
de la iglesia del Santo Sepulcro, encantadora iglesia gótica todavía muy averiada por los
bombardeos, había una casa parroquial reconstruida que sólo podía albergar dos
sacerdotes. ¿Dónde acomodar el resto de la comunidad? El inmueble vecino pertenecía
también a la diócesis, pero era un casa grande muy vetusta, descuidada desde hacía
largo tiempo, que debía ser rescatada de ocupantes que habían utilizado el espacio libre.
Finalmente el contrato con la diócesis fue aceptado por el consejo provicial el 17 de
junio y la noticia fue comunicada.
Cuando vino la entrada escolar de septiembre, los PP. Marcel Brillet y Roger
Périsset asumieron la dirección de las parroquias del Santo Sepulcro y de Notre-Dame
de la Chapelle, a las que se unió en 1969 la parroquia de Saint-Jacques. A precio de un
considerable trabajo de renovación, el resto de la comunidad pudo unírseles, en el No 7
de la plaza del Saint-Sépulcre. En cuanto a la bella propiedad de la calle de l’Isle, no fue
difícil venderla luego de que fueron verificados los títulos de propiedad de la Sociedad
inmobiliaria de San Pablo. El precio de venta contribuyó a la reconstrucción del Foyer
sacerdotal de París.
En julio de 1967, luego de diez años, el P. Jacques Couturier terminó su segundo
mandato de superior provincial. Desde el año precedente la congregación tenía un
nuevo superior general, el, P. Fernando Lacroix, quien tenía la msión de preparar el
aggiornamento de la Congregación y la redacción de nuevas Constituciones. En esa
perspectiva fue escogido el nuevo superior provincial de Francia, el P. Clemente
Guillén.
182
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CAPÍTULO XVI
DIEZ AÑOS DE CAMBIOS EN CANADÁ (1960-1970)
Vaticano II y la revolución tranquila – Nuevas mentalidades – Las casas de formación:
el seminario de Pointe-Gatineau; los junioratos de Québec y de Bathurst; el noviciado El seminario de Halifax – Las parroquias – Los colegios de Québec y de las Marítimas
– Los eudistas durante los años de 1960 a 1970
Vaticano II y la revolución tranquila
Si los veinte años transcurridos entre 1940 y 1960 fueron para la congregación
eudista del Canadá un período de crecimiento y de prosperidad hay que reconocer con
franqueza que los diez años siguientes vieron nacer muchos interrogantes y remezones.
Quizás la causa fue la coincidencia de un concilio que modificó profundamente
el rostro de la Iglesia con un cambio radical de ideas y costumbres en la sociedad
norteamericana. Este cambió afectó tanto más a la sociedad canadiense de lengua
francesa cuanto que ella había permanecido hasta entonces la más tradicional.
El concilio Vaticano II, que se desarrolló en Roma entre 1962 y 1965, invitó a
todas las estructuras de la Iglesia a cuestionarse teniendo en cuenta que el amor de Dios
y la respuesta del hombre se dan en una actitud libre, y que la Iglesia debe vivir en el
mundo contemporáneo un misterio de presencia, de comunión, de servicio101.
Al mismo tiempo, el canadiense francés se descubría alienado en todas las
dimensiones de su vida colectiva, su soberanía, su lengua, las tensiones económicas y
sociales que pesaban sobre él, y, en lo toante a lafe, tenía la impresión de haber
mantenido una situación infantil e irresponsable.
Se ha llamado Revolución tranquila el período durante el cual intelectuales,
escritores, hombres políticos denunciaron ese estado de alienación y propusieron nuevos
proyectos de sociedad. Revolución pues se trató de un cambio profundo de todo un
orden social, moral y religioso. Tranquila, dado que ese cambio se dio con respeto de
las leyes y de las instituciones democráticas.
Los primeros cuestionamientos se hicieron en el dominio de la educación. Los
jesuitas habían anunciado en octubre de 1960, la intención de fundar dos universidades
en Montreal; ya la provincia de Québec contaba entonces tres universidades francófonas
y dos anglófonas. Surgieron entonces oponentes que lanzaron un movimiento laico de
lengua francesa (M:L:F) papra dfender la libertad en contra de esa ofensiva clerical. De
tiempo atrás se deseaba el establecimiento de un sector escolar no confesional.
Las instituciones sociales, escolares y educativas, iban a laicizarse poco a poco.
Ya a finales de los años 50, el gobierno había emprendido la laicización de ciertos
servicios sociales tales como orfanatos, guarderías, agencias sociales, dirigidas hasta
ese momento por la Iglesia. En 1962, la ley de los hospitales “pone fin a la obra de la
Iglesia en los servicios de asistencia y de salud, con consentimiento tácito del
episcopado”102.
101
Jean HAMELIN, Histoire du Catholicisme québécois, le XXe siècle, tomo 2. De 1940 a nuestros días,
pp. 269-271
102
Jacques MACKAY, Positions du M:L:F; MACKAY y otros KL‟École laïque. Montreal, Les Éditions
du tour, 1961, pp. 19.23.
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La desconfesionalización de la enseñanza fue menos fácil. En junio de 1963, el
episcopado de Québec publica un comunicado sobre los valores que deben
salvaguardarse en la educación, en particular el respeto de los derechos de la familia, de
la Iglesia y del Estado, y la necesidad de mantener y desarrollar escuelas cristianas.
Como dice J. Mackay: “De 1958 a 1064, el proceso de secularización barría una forma
de religión que se había institunacionalizado en el siglo XIX, en cuyo seno la sociedad
había encontrado su sentido de coherencia, y los individuos su seguridad. En el
momento en que termina el Concilio, y se respira el aire de la revolución tranquila, la
religiosidad permanece, ciertamente, vivaz, pero la Iglesia ya no es agente totalizador
de la organización social. La sociedad se baña en adelante en una atmósfera
desacralizada”103.
Mentalidades nuevas
Las frustraciones y las esperanzas encuentran en Québec aspiraciones
universales. En 1968 se desata una revuelta internacional de estudiantes de
universidades desde California hasta París y Berlín. Esta mentalidad encuentra eco
incluso en los artículos de Apostolat eudiste, pequeña revista publicada de 1960 1 965,
en los escolasticazos eudistas. Por ejemplo, en septiembre de 1964, esta revista publica
un artículo del P. Arcadio Leblanc: ¿“La autoricad masacrada o compartida”?
“Hoy todo es agitación entre los jóvenes como lo es por lo demás también en
nuestra sociedad. Somos testigos, sobre todo entre los estudiantes, de una toma de
conciencia nueva. Los estudiantes quieren desempeñar un papel en la elaboración de
sus condiciones de vida… Esa toma de conciencia es el fruto del medio democrático en
que vivimos. En sí no es mala; incluso puede ser muy buena”Ya en marzo de 1963, Apostolat eudista había publicado las respuestas de los
que culminaban sus estudios en los colegios eudistas en torno a dos preguntas: “¿Qué
piensan ustedes de los sacerdotes en general, en cuanto a lo que son y a lo que
hacen?Y otra: ¿Les aportan algo los sacerdotes? Las repuestas son muy diversas y a
menudo muy críticas. La novedad está en que la revista no duda en publicarlas.
A partir de 1965, el episcopado queire dar vida al nuevo modelo de Iglesia
deseado por el Vaticano II, y además ensayar transformar la mentalidad legalista,
utilitaria e invidualista de muchos fieles. No basta que el Concilio hable de “pueblo de
Dios”, de autoridad en términos de servicio, de colaboración entre laicos y clérigos, para
que el mensaje sea recibido de inmediato. En el otopo de 1968, los obispos de la
provincia de Québec organizan, para el estudio de la participación del laicado en la
misión de la Iglesia, una comisión llamada Comisión Dumont, a causa del apellido de su
presidente, el sociólogo Fernando Dumont. El informe, entregado en diciembre de
1971“diagnostica un estado de crisis religiosa cuyo síntomas más visibles son el
declive de la prática cultual, el abandono del sacerdocio, la indiferencia de la juventud
y la fragmentación de la comunidad cristiana”104.
Se advierte durante este período el nacimiento de diversas actitudes de los
bautirzados frente a la Iglesia católica: algunos perseveran como practicantes
convencidos; sin embargo, un número creciente de fieles se autodefinene como
“creyentes no practicantes”, o “practicantes ocasionales”; algunos se declaran
agnósticos o ateos; otros son miembros de sectas o adhieren a movimientos
103
104
Ibidem, p. 267.
Jean HAMELIN, op. cit. Pp. 219-220.
184
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tradicionalistas católicos que rechazan las reformas del Vaticano II. La crisis que padece
el catolicismo es un fenómeno mundial, pero en Québec es particularmente aguda.
Las casas de formación eudista
El seminario de Pinte-Gatineau (1961-1970)
La abundancia de vocaciones llevó a los eudistas a fundar un nuevo
escolasticado para completar el de Charlesbourg. Con la decisión de avanzar hacia el
oeste, se escogió a 20 kms de Ottawa, en la Ouataouais, un hermioso terreno de 80
acres, muy cerca de Limbour. Los trabajos del seminario empezaron en febrero de 1961.
“Adoptando la forma de una <E> de tres brazos desiguales, el seminario solo tiene dos
pisos. El brazo derecho se destina a la sala de recreo, el del centro a la capilla, y el de
la izquierda al comedor, la cocina y la residencia de las religiosas”. A mediados de
septiembre se inauguró la casa que contaba 29 estudiantes en teología y cuatro
directores.
El estilo de vida dejaba entrever ya las corrientes que iban a barrer la juventud y
la Iglesia. El reglamento se moderó. Los seminaristas podían participar en conferencias,
conciertos e incluso en excursiones de varios días. Además de las vacaciones en familia,
la mayoría de ellos pasaban el resto del verano trabajando como monitores de terreno de
juego o en campos de vacaciones. Podían seguir cursos de pedagogía, de psicología, o
prestaban servicios en las comunidades eudistas. A partir de la navidad de 1966, los
alumnos del escolasticado fueron autorizados a pasar en familia las fiestas navideñas y
de año nuevo. Un documento publicado en octubre de 1965 precisa: “No se ejerce
ningún control minucioso externo. Cada uno se comprometerá a seguir el reglamento
de manera responsable, con la sola preocupación de formar una conciencia recta,
firme y disciplinada. Someterse a él no porque el superior o los directores están
presentes sino por fidelidad a su conciencia y a Dios”.
Los estudios se hacían en el seminario, pero a partir de 1963 algunos estudiantes
se matricularon en la universidad de Ottawa a fin de obtener la licencia en teología.
Además, por petición del superior, P. Fernando Lacroix, la universidad Laval obtuvo un
decreto de Roma que concedía la afiliación del seminario San Juan Eudes a la facultad
de teología. Los estudiantes del semnario podrían en adelante obtener el bachillerato en
teología. “El contexto de los estudios teológicos en el seminario ha cambiado de
manera muy ostensible… Nuestra afiliación a Laval pone exigencias más fuertes e
incita a un mayor esfuerzo intelectual”, escribía el director de estudios, P. Raimundo
Vaillancourt. En abril de 1967, publicaba un “proyecto de programación” orientado a la
formación teológica, espiritual y pastoral de los seminaristas. La mayor parte de los
cursos continuaron a ser dictados en el seminario por los eudistas o por profesores
invitados, pero otros, como el hebreo y la Sagrada Escritura, se daban en la facultad
dominicana de teología de Ottrawa.
Hasta 1968, el número de seminaristas osciló entre 26 y 39. Pero en 1969
numerosas deserciones hicieron caer la cifra a quince, sin esperanza de volver a crecer.
Era imposible mantener una quincena de personas en una casa destinada a recibir
sesenta. Fue necesario decidirse a alquilar, y más tarde a vender, la casa a menos de diez
años de su apertura.
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Los junioratos
A. Quebec
A causa de la salida hacia Pointe-Gatineau de los estudiantes de teología en
1961, en Charlesbourg sólo quedaban los estudiantes de filosofía y los novicios. Pero el
número de novicios disminuyó notablemente en 1964. Los filósofos, una quincena,
iban, para seguir lo fundamental de sus estudios, al Externado clásico de Québec. Así la
espaciosa casa de Charlesbourg, acogió a partir de 1965 a los junioristas, que hasta
entonces estaban en el Externado de Québec. Rápidamente, por los demás, el grupo de
seminaristas menores se modificó: se buscó recibir jóvenes más maduros, de unos 16
años. Un trasteo más: la residencia provincial dejó la casa de Lévis, considerada
demasiado estrecha y de difícil acceso, para instalarse también en Charlesbourg.
Finalmente, los Padres que residían hasta entonces en el Externado San Juan
Eudes llegaron también a Charlesbourg. En 1968 vivieron por consiguiente,
yuxtapuestos, en aquella casa grande, el equipo provincial, los eudistas profesores en
Québec y una treintena de jóvenes “en búsqueda de vocación”. Poco tiempo bastó para
darse cuenta de que, en medio de aquel replanteamiento generalizado, las estructuras de
“seminario menor” ya no eran aptas para preparar muchachos a una opción vocacional y
que los jóvenes podían en adelante continuar gratuitamente sus estudios en el muevo
sistema escolar. Junio de 1970 marcó así el fin de la presencia de estudiantes en la casa
de los eudistas de Charlesbourg.
B.
Bathurst
En las provincias marítimas igualmente la situación evolucionó rápidamente. En
1961, la asamblea provincial creyó todavía en los junioratos puesto que pidió “que se
construya lo más pronto posible, en proximidades de la universidad del Sagrado
Corazón, el seminario menor de Bathurst” pues la casa que ocupaban los junioristas
estaba muy deteriorada.
En noviembre de 1964, el superior provincial, P. Eduardo Boudreault, anunciaba
esa reconstrucción. El nuevo seminario, “Residencia Pablo VI” contará solo un grupo
pequeño de estudiantes, reclutados en el nivel del curso colegial, en atmósfera
familiar… Se verá en el capítulo XX en qué paró esto.
El noviciado
A partir de 1923 el noviciado estaba en el seminario de Charlesbourg donde los
novicios llevaban una vida en parte separada de la de los seminaristas. En 1966 fueron
llevados a Pointe-Gatineau donde estaban los seminaristas. Se les construyo una nueva
residencia, vecina del seminario. La vida de los novicios, conservando su austeridad, se
había moderado sin embargo. El P. Virgilio Blanchard, nombrado maestro de novicios
en 1964, definía así el noviciado:
“Es un tiempo de formación en el que, en la oración, la reflexión y el ejercicio de
la vida comunitaria, se vive lo más generosamente posible la vida bautismal,
disponiéndose así a responder al llamado de los consejos evangélicos y al del
sacerdocio. Tiempo de retiro en el que se aprende a conocer mejor y a amar mejor al
Señor. Este conocimiento y este amor de Dios se realiza en una óptica particular, la
espiritualidad de san Juan Eudes”.
Porponía dividir las actividades del noviciado en dos períodos: De septiembre a
junio se seguían los “ejercicios ordinarios de la probación”; durante el verano se tenían
cursos y trabajo apostólico. “Esta política elástica y práctica favorecería una
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formación más adaptada a las necesidades espirituales y a las aptitudes de cada
estudiante”. Pero, a partir de marzo de 1968, el consejo provincial dejaba ver sus
inquietudes. Varias congregaciones proyectaban la suspensión temporal de sus
noviciados. Al menos se pensó en retardarlo para el comienzo del 2º ciclo de estudios.
Y así se decidió en mayo de 1968. En agosto de ese año, el edificio del noviciado en
Limbour, recién construido, fue alquilado, y se buscó, como lo hicieron todos los que
afrontaban esas situaciones, encontrar una nueva fórmula.
El seminario de Halifax
La formación de los sacerdotes diocesanos conoció los mismos replanteamientos.
En el invierno de 1970, se tuvo noticia de que el seminario Santo Corazón de María iba
a cerrar sus puertas. El arzobispo de Halifx, monseñor Hayes, explicaba este cierre
alegando la disminución constante del número de seminaristas. En 1969, al momento de
la entrada, eran solo una veintena para 17 diócesis. Se sumaban a esto dificultades
financieras y las incertidumbres en torno a los métodos de formación.
“Incluso si los edficios actuales deben perecer, los eudistas no tienen la
intención de dejar acabar por ello una obra válida donde han trabajado a lo largo de
80 años”, declaró el consejo provincial. La congregación se comprometió a proveer, en
la medida de lo posible, profesores, pero no sería ya responsable del tipo de formación
decidido por los obispos. Varios eudistas continuaron su trabajo como profesores o en
parroquias. El seminario fue vendido y demolido en diciembre de 1971. Al mismo
tiempo se lanzó una fórmula original de formación ecuménica, La Escuela de Teología
del Atlántico. Los PP. Virgilio Blanchard y Barry Wheaton enseñaban en ella
alternando con profesores protestantes.
Las parroquias
Después de la renuncia de monseñor Labrie en 1956, en la Costa Norte los
eudistas cedieron algunas parroquias al clero diocesano, pero se vieron obligadas a
tomar de nuevo algunas en sitios nuevos que se desrrollaron cuando empezó la
explotación de la minas de hierro en el interior del Labrador: en 1962 Gagnon, a 350
kms de Sept-Îles, o en 1966 Port-Cartier.
Por otra parte, el arzobispo de Rimouski manifestó el deseo en 1966 de que la
parroquia de Santa Ana en Pointe-au-Père pasara al clero diocesano. Los eudistas la
administraban desde 1904.
En total, en 1969, la Congregación era responsable de 16 parroquias en 8 diócesis:
4 en Nueva Escocia y 8 en la diócesis de Hauterive (La antigua diócesis del Golfe San
Lorenzo).
Los colegios
En 1960 la congregación dirigía cinco colegios: en las Marítimas, Santa Ana de la
Pointe de l’Église: el Sagrado Corazón en Bathurst; San Luis en Ecmundston; en
Québec, el Externado clásico San Juan Eudes; en Montreal el colegio de los eudistas de
Rosemont. A pesar de semejanzas en los programas y los reglamentos cada institución
poseía su propia identidad. El curso clásico, que llevaba al bachillerato en artes, se
ofrecía en nuestras cinco casas: las de la provincia de Québec dependían de la
universidad Laval y de la universidad de Montreal: las de las Marítimas gozaban de
mayor autonomía para la organización de estudios y programas.
Los eudistas empleados en esos colegios eran numerosos, entre 15 y 19 en cada
comunidad; sin embargo, el personal laico estaba en aumento. El número de alumnos se
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188
situaba, según las casas, entre 200 y 550. A partir de 1963, esos colegios empezaron a
vivir “días de transformación profunda”, según la expresión del superior provincial, el
P. Eduardo Boudreault, quien invitaba a los Padres a adaptarse a las situaciones nuevas,
a “la integración de laicos en la marcha de nuestras casas de enseñanza” y a “la
orientación de los Padres hacia los estudios superiores” para poseer los mismos
diplomas y calificaciones de los laicos.
Fue un período de importantes trabajos de ampliación. En Bathurst se
construyeron residencia de estudiantes, capilla, gimnasio y biblioteca: en Santa Ana,
arena y residencia de estudiantes; en Edmunston capilla, gimnasio, residencia de
estudiantes, biblioteca y pabellón para las ciencias; en el Externado, laboratorios,
capilla, auditorio, piscina y gimnasio. El número de profesores laicos aumentó de
continuo. En 1967 el colegio de Montreal eran una treintena y los eudistas en cambio
solo nueve.
El crecimiento considerable del personal laico, la admisión de personal femenino
en los colegios, la costrucción de residencias de estudiantes modificaron radicalmente la
fisonomía de las instituciones. Los cambios de programas, las nuevas opciones atrajeron
estudiante de mayor edad. El espíritu de la “revolución tranquila” llevaba a algunos más
radicales incluso a cuestionar la presencia de sacerdotes o religiosos en los colegios.
En Québec
En 1960 el curso clásico ofrecido en los colegios afiliados a la facultad de Artes
de la universidad Laval entró en un período de transformaciones profundas, por causa
de la aplicacióones de las resoluciones del “Informe Lafrenière”. Desde la fundación de
la universidad Laval en 1852, el programa del curso clásico no había tenido sino ligeras
modificaciones: formaba un bloque único que duraba ocho años, desde la clase de
elementos latinos hasta la filosofía II. Se decidió dividir ese curso en dos secciones: un
“curso secundario” de cinco años y un “curso colegial” de tres años, que terminaría con
el bachillerato en Artes. En 1964, la facultad de Artes emprendió por tanto la reforma de
los programas del curso colegial que remplazó la retórica, la filosofía I y la filosofía II.
En el verano de 1966, la “Comisión real de la encuesta sobre la enseñanza en la
Provincia de Québec” (“Comisión Parent” por el nombre de su presidente) publicó la
última parte de su informe. Recomendaba organizar una estructura escolar de cuatro
niveles: primario (seis años), secundario (5 años), colegial general (dos años) y
profesional (tres años y más), y luego la universidad (de duración variable de acuerdo
con los programas de las facultades). Para el nivel colegial se instituía una red de
“colegios de enseñanza general y profesional”, los CEGEPS.
El Externado clásico San Juan Eudes había conocido a partir de 1960 un
crecimiento notable: “La populación obrera y necesitada de Limoilou, escribía el P.
Jacques Custeau, quiere que sus hjijos san instruidos y las peticiones de admisión son
urgentes”. En 1967-1968 el colegio alcanzó más de mil alumnos. La separación del
curso secundario del colegial se hizo gradualmente. En septiembre de 1964, el nivel
colegial ocupó la nueva ala recientemente construida. Pero la dirección general y los
servicios financieros siguiente comunes.
Algunos eudistas desean que la congregación conservara la institución y la
tranformara en escuela secundaria privada. Otros, y entre ellos el P. Marcelo Trenblay,
superior de la casa y miembro del coité de organización de los CEGEPS era de parecer
que había que vender el edificio a la futura corporación de CEGEP de Limoilou.
Estimaba que era necesario colaborar en la instalación de la red de CEGEPS, puesto que
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solo había al máximo una decena de eudistas implicados en la obra; el sindicato de
profesores se manifestó muy conciliador inicialmente pero se tornó más reivindicador y
reclamaba los puestos de dirección. Finalmente los costos de operación aumentaban sin
cesar y los empréstitos contraídos pàra las construcciones recientes difícilmente podían
ser asumidos por la congregación.
En mayo de 1968 el consejo provincial decidió aceptar la oferta de compra
hecha por la corporación de CEGEP de Limoilou, la cual adquirió todas las
instalaciones del Externado, único colegio del centro de Québec, en capacidad de
responder a las normas fijadas para convrtirse en CEGEP.
Montreal también se interrogaba por el futuro del colegio de los eudistas. Era
imposible sostener a la vez el curso de secundaria y el nuevo “curso colegial”. En 1967,
el curso colegial pasó a la CEGEP y el colegio de los eudistas se redujo a la secundaria.
Este colegio de secundaria contaba 650 alumnos y estaba en buena prosperidad.
En las Provincias marítimas
En Nueva Escocia, Santa Ana de La Pointe de l’Église debió evolucionar
también rápidamente. No era posible contentarse con usar medios muy rudimentarios
para una pastoral de vocaciones restringida, ni programas de estudio limitados que
harían correr al colegio el riesgo de desaparecer. A partir de 1965, se pensó si no sería
posible anexar el colegio a la universidad de Moncton, o incluso trasladarlo a
Yarmouth.
En el Nouveau-Brunswick asimismo el viento soplaba hacia el cambio. A partir
de 1962, una comisión creaba la universidad de Moncton y recomendaba a los colegios
San Luis y Sagrado Corazón suspender su condición universitaria para convertirse en
colegios afiliados a dicha universidad. Más adelante se verá cómo se hizo esta
evolución.
Los eudistas entre 1960 y 1970
Hemos seguido la evolución de las obras de la provincia durante este deceniio.
Es preciso recordar además que como consecuencia del concilio Vaticano II (19621965) la congregación entró en un proceso de aggiornamento que afectó de manera
particular la provincia canadiense. En efecto, en 1966 la provincia había dado a la
congregación el primer superior general canadiense, el P. Fernando Lacroix, a quien
correpondió dirigir la preparación para la renovación de las Constituciones. En 1969, la
asamblea general reunida en Roma, nutrida con todos las nuevas propuesta surgidas en
el conjunto de a congregación, elaboró Constituciones “ad experimentum” publicadas
en 1970.
Durante diez años la provincia del Canadá vivió un gran viraje. Algunas cifras
lo ilustran: el 31 de diciembre de 1960, la provincia contaba 246 incorporados de los
que 135 vivían en las comunidades de los colegios, 52 en parroquias, 17 trabajaban en
seminarios mayores, 21 eran estudiantes en una universidad norteamericana o europea.
Cinco años después, el 31 de diciembre de 1965, la prvincia contaba 258 incorproados
(el máximo alcanzado), de los que 123 estaban en los colegios, 55 en parroquias, 18 en
un seminario menor o mayor, 15 en estudios, 47 en otras misiones… En el espacio de
esos cinco años habían fallecido 23 meimbros, 7 se habían retirado de la congregación.
Otros cinco años después, el 31 de diciembre de 1970, la provincia cuenta 249
incorporados, de los que 87 trabajan en los colegios, 63 en parroquias, 11 en seminario
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mayor, 8 en estudios, 80 en tareas diversas. En este período, 18 habían fallecido, y 11,
cinco de ellos sacerdotes, habían salido de la congregación.
Infortunadamente estos datos son elocuentes. La prvincia norteamericana iba a
ver en los decenios siguientes cómo ese declive se acentuaba. El anuario de la
Congregación del año 2 000 ofrece los siguientes datos:
-eudistas incorporados de 1960 a 1970: 26,
-eudistas incorporados de 1970 a 1980: 4,
-eudistas incorporados de 1980 a 1990: 3,
-eudistas incorporados de 1990 a 2000: 1.
Estas estadísticas nos indican que durante el decenio de 1960 a 1970, empezaron a
darse cambios considerables que continuarán en los decenios siguientes.
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CAPÍTULO XVII
EL P. FERNANDO LACROIX (1966-1970)
EL AGGIORNAMENTO
Y LA ASAMBLEA GENERAL DE 1969
La asamblea general de 1966 y la elección del P. Fernando Lacroix – un General en
viajes – Preparación del aggiornamento – La asamblea general especial en Roma
(julio-agosto de 1969) – Puesta en marcha de las nuevas estructuras – El P. Lacroix
nombrado obispo de Edmundston (20 de agosto de 1970).
La asamblea de 1966 y la elección del P. Lacroix
El P. le Bourgeois acababa de ser nombrado obiso de Autun el 22 de marzo de
1966. Se preparó a la ordenación que tuvo lugar en la catedral de Autun el 5 de junio en
medio de una inmensa muchedumbre jubilosa de amigos Había convocado el 1º de
mayo la asamblea que debía elegir su sucesor..
En ese período posconciliar, se hubiera deseado poder aprovechar esta reunión
para dar vía al aggiornamento pedido a todas las congregaciones, pero, por falta de
tiempo suficiente para los trabajos preparatorios, se decidió no retardar la asamblea y
por tanto proceder de imediato a la elección de quince diputados. Entre los seis
diputados de la provincia de Canadá figuraba el nombre del P. Fernando Lacroix.
Encabezaba por amplio margen la elección de los diputados de esa provincia. Un viaje a
Roma ciertamente no le disgustaría, y el 18 de agosto estaba en la Ciudad Eterna , en
principio por 8 días, en la residencia de los Padres Oblatos donde se desarrollaría la
asamblea.
El 19 de agosto, fiesta de san Juan Eudes, tuvo lugar la elección esperada.
Habiendo obtenido en el segundo turno la mayoría requerida de dos terciios, Fernando
Lacroix era proclamado superior general de los eudistas. Era la primera elección de un
superior general no francés.
Fernando Lacroix había nacido en Québec en 1919. Luego de una juventud
marcada por una salud un tanto frágil, era ya un hombre de bella presencia, y amaba la
vida, la amistad, los viajes. .En una primera permanencia en Roma, de 1947 a 1950,
había obtenido una licenciatura en Derecho canónico. En un segundo paso por Roma,
director de los estudiantes de la procura, había profundizado su experiencia. De vuelta
al Canadá había enseñado en el seminario de Halifax, y más tarde había sido fundador
del seminario de Limbour, donde había implantado un clima de apetura en consonancia
con el que el concilio Vaticano II aportaba a la Iglesia. El P. le Bourgeois le había
confiado misiones en las comunidades de Nuestra Señora de Caridad, en el Canadá y en
Estados Unidos. Era por consiguiente muy conocido en Francia y en Candá, y a nadie le
sorprendió su rápida elección. “Acepta usted su elección” le preguntó el P. José Potvin,
presidente de la elección. “Sí, acepto” repondió con toda sencillez el recién elegido. El
día siguiente fue elegido como primer asistente el P. Jacques Arragain, y el 22 los otros
tres asistentes, los PP. Arturo Echeverri, José Potvin y Enrique Macé.
En el momento de recibir el supremo cargo, la congregación parecía en la cima
de su prosperidad. Nunca había sido tan numerosa: 615 miembros incorporados, de los
cuales 530 eran sacerdotes; contaba 115 jóvenes en formación. La provincia más
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dinámica era precisamente la de Canadá con 228 eudistas; Francia contaba 182,
Colombia 143, y Venezuela 56. Sin embargo ya podía observarse que en Francia las
vocaciones habían empezado a escasear a partir de 1950, y que en Canadá también
aparecían asomos de crisis.
Al término de esta rápida asamblea, todos los delegados fueron a
Castelgandonfo donde monseñor le Bourgeois presentó al Papa Pablo VI a su sucesor.
El Santo Padre dirigió a los delegados eudistas una palabra de bienvenida muy
acogedora: “No ignramos los méritos que su sociedad ha adquirido en la dirección de
los seminarios, en el apostolado misionero, en la educación de la juventud. Por ello
reciban mi gratitud y continúen su lavor inspirados a la vez en el espíritu de su
fundador y en las necesidades del mundo de hoy”.
Terminó la asamblea y los diputados partieron. El nuevo superior general
reconocía en una carta del 2 de septiembre: “…Los acontecimientos de los últimos
tiempo han sido para mí muy preocupantes, En todo el tiempo que los provinciales han
estado aquí no sabía yo por donde empezar… Finalmente regresaron con sus
problemas… y algunos elementos de solución tan solo. No estaba en capacidad de
darles más. Con el tiempo espero hacer más”.
La misión del P. Lacroix iba a ser breve, tan solo cuatro años, pero rica en
acontecimientos diversos, sobre los cuales tenemos buena información. En efecto, el P.
General se dio el trabajo de escribir cada día en pequeñas libretas todo lo que hizo:
visitas, desplazamientos, personas entrevistadas con su nombre exacto. Sin apreciación
de ninguna laya, menos a veces en torno a la calidad de una comida o a un momento de
oración: “Esta mañana, confesión y devociones en San Pedro”; o de descanso: “En la
tarde me fui a leer el periódico a Villa Celimontana”. Esos cuadernitos pretendían
conservar la memoria de hechos, de personas, memoria que el P. Lacroix tenía muy
precisa y fiel. Por lo demás, el superior general, que escribía gustoso sus cartas
manuscritas, en tiempos en que todavía no se daban las fotocopias, no faltaba en guardar
un repertorio de las cartas enviadas o recibidas, con un resumen de su contenido.
Además, todos los consejos generales dieron lugar a actas bien detalladas. Como
el cronista de la revista Notr Vie dio un resumen cada dos meses, con cuidadosa
precisión, de las actividades del P. General es posible reconstituir todos los hechos y
gestos de cuatro años bien colmados. Por el contrario es difícil descubrir, por apuntes en
una carta o por confidencia de un testigo, los pensamientos íntimos de Fernando
Lacroix, pues él se esforzaba por mantener un rostro sonriente y una palabra
reconfortante: “Soy de natural optimista, escribe en su primera circular, quiero también
serlo por convicción sobrenatural”.
El P. Enrique Macé, que vivió con él esos años romanos, notó que el Padre
General jamás hacía papel de actor de teatro. Era hombre de una sencillez radical que
hablaba libremente. Se entregaba con plena confianza. Quienes compartieron su vida
fueron sensibles a las calidades de su corazón: “Era hombre delicado y capaz de
amistad prosigue el P. Macé. Estaba muy ligado al P. Emilio Desrosiers, que era
profesor en East Autora, en Buffalo. Cuando éste encontró la muerte el 31 de octubre
de 1968, en un accidente de automóvil, bajé a su habitación. Estaba completamente
abatido, afligido en extemo y no buscaba ocultar su turbación ni aparentar una
actitud…”
Hubiera podido pensarse que el estudio y la enseñanza del derecho canónico le
hubieran dado cierta rigidez. Era todo lo contrario. Era de ideas muy claras pero gozaba
de un juicio suficientemente lúcido para tener en cuenta siempre la realidad. “Nunca
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hagan una ley, no cierren jamás una puerta sin reservar la llave. No tenemos por qué
dejarnos encerrar”. Y comentaba que cierta congregación, en apariencia rica en
expertos en aggiornamento, hasta tal punto había reglamentado y complicado sus
reglamentos, que luego de tres meses de capítulo, los capítulares estaban desesperados.
Esto le daba ocasión para una de sus carcajadas que pronto se hicieron célebres en toda
la congregación.
Un General viajero
Como su predecesor el nuevo General era hombre de contactos. Se propuso
tomar contacto lo más pronto posible con los eudistas de las diversas provincias que
todavía no conocía. De fácil manejo del inglés, el P. Lacroix sin embargo tenía poco
conocimiento del español. Se aplicó entonces en forma sistemática a perfeccionar esa
lengua, indispensable para un contacto satisfactorio con los hermanos de América
latina. Durante su primer año de generalato el P. Lacroix no pasó en Roma más de dos
meses.
Uno de los primeros cuidados del P. General fue conocer la única casa que
dependía de la administraciópn general, el seminario menor de León. Lo hizo en un
rápido ir y volver, 5 a 8 de septiembre. Era necesario igualmente, incluso antes del
regrso a Canadá, ocuparse de la publicación de las actas de la asamblea y poner en
marcha el trabajo del nuevo consejo general. A mediados de septiembre, el P. Lacroix
se dirigió en compañía del P. Arragain a África. Del 14 al 25 de octubre visitó el
seminario mayor de Anyama y del seminario medio de Yopougon Kouté. Era todo un
mundo por descubrir.
A su regreso a Europa, el P. Lacroix quiso visitar, lo más pronto posible, las
comunidades de Francia. El P. Jacques Couturier, provincial de Francia, le había
diseñado un recorrido que pasaba por el Franco Condado, Borgoña, Lorena, l’Île-deFrance. Normandía, Bretaña, Audis, Saintonge, Anjou. Un vehículo rápido, un
conductor experimentado, pero también, veladas interminables, banquetes en cantidad,
toma de la palabra ante toda clase de auditorios: colegios, religiosas, sacerdotes,
prelados. Lo compartió así: “Mi viaje por Francia pasó bien. Visité las comunidades
pero rehusé visitar las construcciones. Me tocó esquivar cosas aquí y allá, pero
finalmente terminé bien. Vi en casi su totalidad a todos los Padres de Francia… las
casas madres de las congregaciones de la familia eudista. En todas partes experimenté
una acogida encantadora y muiy fraterna”.
Quince días después de su regreso a Roma, el nuevo superior general
emprendió un periplo de ocho meses. Primero en Canadá, un encuentro rápido con las
comunidades, la misa de Navidad en su parroquia familiar del Sagrado Corazón de
María, en Québec, luego unos días en Limbour para organizar sus maletas que lo
estaban esperando desde hacía cuatro meses.
Una parada en Estados Unidos, otra en México para tomar contacto con las
superioras de Nuestra Señora de Caridad. El 19 de septiembre está en Bogotá para su
contacto inicial con América del sur, mundo que le era desconocido. “Hago progresos
en español, escribe el 25 de enero, en la comprensión e incluso en la conversación.
Pienso que al finalizar estos cuatro meses podré hablar corrientemente”. Dedicó todo
el mes de febrero a la visita canónica de las comunidades de Venezuela acompañado por
el P. Echeverri, asistente general para la América latina. A comienzos de marzo hace el
recorrido de Colombia, donde a la visita de las comunidades se añaden mil obligados
encuentros y contactos. Durante la semana de Pascua, hizo incluso varias apariciones
televisadas en El Minuto de Dios del P. García-Herreros en los estudios de Bogotá.
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Poco a poco el español del superior general se afirma. Imposible seguirlo por
todas las carreteras de Colombia pero la “visita canónica” se desarrolló conforme a las
reglas. Terminada la visita vuela al Canadá en compañía del P. Echevrri donde
encuentra a los otros dos consejeros generales, los PP. Potvin y Macé, para algunos días
de trabajo en común. Pasa unos días de vacaciones en familia, hace una visita a las
comunidades de la Costa Norte, y regresa a Roma el 15 de agosto, luego de ocho meses
de ausencia. Los largos contactos realizados en Colombia, completados por una
consulta escrita de los miembros de la provincia, le permitieron proceder al
nombramiento, a principios de diciembre, de un nuevo superior para esa provincia, el P.
Eladio Acosta, y de cierto número de superiores de comunidades.
A finales de 1967, sólo se señala un viaje a Inglaterra para el servicio de
Nuestra Señora de Caridad, y otro de tres semanas a Irlanda y a España entre febrero y
marzo de 1968.
Para la visita canónica de Canadá, prevista para 1968, el superior general había
preferido delegar a su primer asistente, el P. Jacques Arragain. Sin embargo. Éste se dio
cuenta muy pronto de que los eudistas canadienses querían de todos modos recibir
también a su compatriota, el primer canadiense elegido general de los eudistas.
Tenemos, pues, al P. Lacroix en el Canadá del 26 de abril al 28 de junio. Tres semanas
pasó en Roma para hacer, con el consejo general, el nombramiento del nuevo superior
provincial del Canadá, el P. Luis Felipe Pelletier; luego, de nuevo Francia, Colombia y
Venezuela, para finalmente desemarcar el 15 de septiembre en Roma. Allí se llegaba a
la última fase de la preparación de la asamblea de 1969. Durante el invierno de 19681969 se encontrará rápidamente con los eudistas de Francia y con las religiosas de
Inglaterra, antes de efectuar un último viaje, en mayo-junio de 1969, a México y
Canadá.
El P. Lacroix, al parecer, se acomodó gustoso a esa vida nómada; sin embargo
gustaba la vida romana con el encanto de sus pequeñas basílicas y sus tardes soleadas.
La preparación del aggiornamento
Lo que permitía al P. Lacroix realizar tan numerosas y a menudo prolongadas
ausencias de Roma era saber que podía contar con el trabajo eficaz de un equipo de
cuatro asistentes y un procurador.
En el momento de ser elegido como superior general se le asignó como primer
objetivo preparar y dirigir la asamblea general especial que elaboraría nuevas
Constituciones, conforme al espíritu que había inspirado de 1962 a 1965, los trabajos
del concilio Vaticano II.
Inicialmente la asamela de 1966 había propuesto la fecha de 1966. Muy
pronto se hizo claro que se necesitarían tres años para una preparqación conveniente
para un trabajo que abarcaba toda la congregación. El P. Lacroix creía en el estudio con
el método de carpetas de informes y de reuniones de trabajo. Pero prefería los
encuentros personales que permitieran lanzar ideas y plantear cuestiones. Se iba a su
oficina pensando en cinco minutos y se tardaba dos horas, y no en charlas inútiles y
casuales. Le encantaba conversar y sopesar así su pensamiento según las reacciones del
visitante. Era para él un método de reflexión.
Para preparar el plan del aggiornamento se entró en contacto con
congregaciones cuyo trabajo parecía estar bien encaminado. El consejo general en pleno
visitó a los Padres Blancos que dieron a conocer todos sus papeles, en especial un
reglamento de asamblea, que adaptado fue propuesto para la asamblea de 1969 y facilitó
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su desarrollo. Se llamó también a conferencistas competentes como el P. Beyer, jesuita
canonista profesor de la Gregoriana, el P. Buckley, general de los maristas, el P.
Quéguigner, general de las Misiones Extranjeras de París, el P. Brunon, general, de San
Sulpicio.
¿Cómo proceder? Un motu proprio de 1966 señalaba a las sociedades religiosas
tres criterios fundamentales para llevar a cabo su aggiornamento: 1. El Evangelio; 2. El
espíritu del fundador; 3. El mundo actual.
Un amplio sondeo fue lanzado, en 1966, en toda la congregación. Todos los
eudistas, todas las comunidades, fueron invitados a presentar sugerencias de lo que
deseaban ver figurar en el orden del día de la próxima asamblea.
El consejo general no podía realizar solo el trabajo de síntesis. En el otoño de
1967 se convocó a Roma un pequeño equipo de trabajo. Lo integraban los PP. Luis
Barbé, Raimundo Melanson e Higinio Lopera. Su finalidad era la clasificación de 1886
sugerencias recogidas mediante la encuesta y destacar los puntos esenciales.
Asimismo, el P. General reunió en Roma, del 26 de octubre al 4 de noviembre
de 1967, los cuatro superiores provinciales y además otros Padres, en un “Consejo
ampliado” que debía armonizar el trabajo de las provincias. Como en una colmena iban
y venían argumentos y papeles, en medio de discusiones ardientes. El trabajo avanzaba.
Durante 1968 se continuó en el nivel de las provincias. Cada una de ellas fue invitada a
efectuar reuniones amplias y abiertas. Fue así como, poco después del electrochoque de
“mayo 68”, se realizó en Versalles un encuentro de la provincia de Francia abierto a
todos, en el que participó la mitad de sus miembros, entre el 29 de julio y el 4 de
agosto. Lo mismo sucedió en Canadá y en América latina.
En octubre de 1968, se reunió en Roma otro consejo ampliado. Se vio claro que
era llegado el momento de proponer a los miembros de la asamblea general textos que
permitieran fijar las discusiones y servir en cierto modo filtro. De otro modo, el cúmulo
de observaciones, propuestas y “modi” sería imposible de utilizar. Se confió este trabajo
al P. Marcelo Lebourg por varias semanas durante el invierno 1968-1969.
El paquete de documentos enviado desde Roma en febrero de 1969 a todos los
miembros de la congregación comprendía tres partes:
-un análisis de los debates y de las propuestas de las provincias;
-una proposición de opciones precisas, en la que se subrayaba sobre todos los puntos
importantes divergentes;
-un anteproyecto de texto de Constituciones redactado de acuerdo a las opciones. Este
texto, sin carácter oficial, tenía como sola finalidad solamente fijar las ideas.
Al enviar a cada uno esta avalancha de papeles (alrededor de 200 páginas
policopiadas), la comisión central deseaba obtener de la base que, antes de ka asamblea,
se manifestara con nuevas reacciones. Sin embargo los ecos fueron pocos. Lo
importante estaba por venir: el encuentro directo.
En vísperas de la asamblea, el P. Lacroix hizo todavía un viaje, del 17 al 24 de
mayo, a México, para visitar las comunidades jóvenes de Nuestra Señora de Caridad.
Luego, del 24 de mayo al 13 de junio fue al Canadá. Había prometido participar en el
congreso provincial que debía reunir, del 28 al 30 de mayo, 110 eudistas en
Edmundston. En carta del 2 junio al P. Arragain resume así sus impresiones:
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“Hermanos felices de encontrarse. Discusiones serias. No todo lo que se dijo
era „ortodoxo‟, pero hubo siempre diálogos para que finalmente el equilibrio se
restableciera y quedara una impresión buena en conjunto, diría incluso excelente. Los
hermanos son a menudo mejores que sus palabras. Escuchamos testimonios magníficos
de hombres que se decían felices de ser sacerdotes, eudistas, y en el trabajo que
realizan. Pienso que mi presencia no incomodó a los hermanos. Quise guardar silencio
la mayor parte del tiempo, al menos en las sesiones plenarias. Pero en los corredores
fue distinto: con todo, me propuse poner puntos en algunas íes…”
Esta carta revela bastante bien el método del P. Lacroix: acogida benévola de
las ideas y de los hombres, respeto por la libertad del otro, insistencia sin embargo en
salvaguardar lo esencial.
La asamblea general especial de Roma (1 de julio a 11 de agosto de 1969)
Seis semanas, solo seis semanas, que fueron un momento vital para toda la
Congregación.
En la primavera de 1968 se hicieron las elecciones, lo que permitió constituir
comisiones especializadas. Además de los 10 miembros de derecho (Consejo general y
provinciales), la asamblea comprendía 32 miembros elegidos, a razón de un diputado
por 20 electores. Los Hermanos coadjutores, por primera vez admitidos a votar, tenían
dos delegados, y se había pedido a los miembros no incorporados designar, en cada
provincia, un “joven experto”. Por primera vez se tuvo asimismo la traducción
simultánea en dos lenguas, español y francés, pues la asamblea debía tener en cuenta sus
tres dominantes culturales: Norteamérica, Sudamérica y Francia. El contexto eclesial
no era el más fácil. Mayo 68 había traído la utopía y las protestas, y algunos diputados
abandonarían pocos años más tarde el ministerio. El superior general debía cumplir una
delicada misión de mesura y de unidad.
La asamblea se abrió el 1 de julio de 1969. Un excelente informe publicado en
Notre Vie describe muy bien el método, el dearrolo y los resultados de la asamblea.
El escenario: San Lorenzo de Brindisi, inmenso convento de estudios de los
Padres Capuchinos, completamente nuevo, en una colina, rodeada de pequeños valles
abruptos, en medio de una campiña bastante deshabitada, a 15 kms de Roma. La
dotación es moderna en especial el auditorio semicircular, dotado de traducción
simultánea y de voto electrónico. Podía albergar 400 personas. Pero los miembros de la
asamblea son solo un poco más de cuarenta, cincuenta contando secretarios y
traductores. El grupo elige un comité central presidido por el P. Jacques Couturier, y
compuesto de cuatro moderadores elegidos: los PP. Nicolás Bermúdez, Marcelo
Lebourg, Diego Jaramillo y Legar Comeau, así como dos secretarios, los PP. Miguel
Cancouët y Juan Francisco Sarsti. Modestamente el PP. General toma asiento en el
puesto 43º, pero hace parte también del comité central. Las seis semanas de trabajos
ímprobos son entrecortadas por algunos días de descanso y de algunos momentos
fuertes: aquella noche inovidable del 9 (sic) de julio cuando los primeros hmbres
caminaron en la luna105; la visita al Papa Pablo VI en Castel Gandolfo, el 30 de julio. En
esa ocasión así habló el Papa a sus visitantes: “Conocemos bien lo méritos a que su
Congregación ha sido acreedora en la formación del clero; labor seguramente más
difícil hoy que en el pasado, pero que ustedes sabrán continuar, junto a los otros
ministerios eventuales que podrían constituir un llamado de las necesidades de la
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Nota del traductor: la fecha exacta fue el amanecer del 20 de julio.
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Iglesia, en gran fidelidad con el espíritu de su fundador y con la preocupación clara de
las condiciones nuevas del mundo moderno…”
No es posible contar aquí todas las peripecias de esas seis semanas: el trabajo
paciente de las comisiones, el hundimiento de la “comisión de las virtudes”, y el
nacimiento de improviso capítulo sobre “el hombre apostólico”. Se recuerdan algunas
enfrentamientos tales como:
-¿Deben los eudistas conservar como especificidad de su servicio apostólico la
formación de pastores?
-¿Bien que no sean religiosos, deben mantener en su formación el principio de
alrededor de un año consagrado, de una vezo en varios períodos, a la formación
espiritual específico?
En los momentos más tormentosos, las intervencines del suerior general para
situar de nuevo los planteamientos más controvertidos en un contexto más amplio
fueron muy benéficas, como también su disponibilidad de todos los momentos. En los
anchos corredores se escuchaba a menudo su reir sonoro.
A todo lo largo de la asamblea, el P. Lacroix mostró la preocupación profunda
de que nada de la tradición eudista se perdiera. Así pasó cuando se abordó el tema del
Manual de oraciones. Varios delegados, que habían soportado impacientemente las
formas a menudo obsoletas de las oraciones eudistas, se inclinaban a reducir a casi
nada, o incluso a dejar a las provincias el cuidado de reglamentar el asunto según su
parecer. El P. Lacroix que sabía cuánto había contribuido ese pequeño manual a
mantener, durante tres siglos, el espíritu de san Juan Eudes, estaba inquieto, no veía con
claridad, y medía su responsabilidad. Luego de algunas vacilaciones, pidió a la
comisión del Manual retirar su proyecto lo que la asamblea aceptó sin dificultad. El
superior general se reservaba la oportunidd de volver sobre el tema más tarde, pero
infortunadamente no tuvo tiempo.
Semana tras semana finalmente el trabajo llegó a su término. En votaciones
sucesivas, las Constituciones fueron adoptadas y en particular el nuevo régimen de
gobierno. ¿Pero cómo ponerlo en práctica? El consejo general presente contaba cuatro
asistentes. ¿Sería necesario pedirles una renuncia en bloque? En el consejo no había
consenso al respecto. Los que lo componían habían sido elegidos en 1966, como el
superior general, para un período de ocho años,. Cuando los trabajos se acercaban al
final el P. Lacroix estaba inquieto respecto a este punto. Era deseo de todos que las
nuevas estructuras se pusieran en funcionamiento sin dilación, ¿pero cómo lograrlo sin
herir a las personas? Reunió el consejo el 6 de agosto, junto con el procurador y el
ecónomo general, para analizar cuatro soluciones, en sí mismas poco satisfactorias. Fue
entonces cuando el P. Arragain anotó que existía una quinta. Si el superior general
renunciaba, el cargo de todos los asistentes y oficiales automáticamente cesaba. Se
procedería entonces a nuevas elecciones. Esta solución fue sostenida finalmente por la
mayoria del consejo.
Esa misma tarde, al finalizar la 36ª reunión, el P. Lacroix declaró: “Luego de
tomar el parecer del consejo general, voy a presentar mi renuncia… Este acto hará
necesario dar vía a una nueva administración general”. El viernes 8 de agosto, en la
mañana, entregó al P. Jacques Couturier, presidente del comité central, su carta de
renuncia. El P. Couturier la leyó a la asamblea que la aceptó por amplia mayoria. La
elección de un nuevo superior general fue dijada de inmediato para el día siguiente en la
mañana.
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El día siguiente, 9 de agosto, a las 9 de la mañana, por 37 votos sobre 42, el P.
Fernando Lacroix se reencontró como superior general. En la homilía de la misa que
siguió, manifestó que conocía bien las dificultades del cargo, pero que tenía plena
confianza, no sólo por temperamento, sino también merced a la amistad que lo unía a
todos en la congregación, pero que, por encima de todo, se apoyaba en la fuerza de
Dios.
Faltaba un punto muy delicado para alguien que, como él, tenía horror de
causar la mínima pena: la elección de los dos consejeros que iban a vivir con él en
Roma. A tenor de las nuevas constituciones, el P. General estaba invitado a proponer
cinco nombres. ¿Cómo hacerlo sin correr el riesgo de herir a uno u otro? Recuerdan
algunos haber visto, en la noche del 9, un superior general muy ansioso, desgranando su
rosario en la explanada del Convento. El 10 de agosto, pasó la lista indicativa de cinco
nombres, y el 11, no sin ciertos imprevistos, la asamblea eligió los dos consejeros
generales residentes en Roma, el P. Enrique Macé y el P. Juan Francisco Sarsti. Era es
la 44ª y última reunión plenaria de la asamblea general especial de 1969.
El P. Lacroix, merced a su buen juicio, a su experiencia canónica y a la
confianza que en él se había depositado, había logrado coronar con éxito, en medio de
las corrientes que sacudían a la Iglesia y a la congregación, una operación memorable
de modernización en la fidelidad.
¿Cómo juzgar el texto de las Constituciones ad experimentum?
Incluso, si más tarde, se le pudieron hacer críticas, este texto era, sin dudarlo,
el mejor que hubiera podido esperarse. Siete años más tarde, en 1976, el P. Guillon,
superior general, observaba que, si la redacción de las nuevas constituciones había
podido culminarse en algunas semanas, era porque, entre los eudistas venidos de
orígenes tan diversos, no existían rupturas profundas; las tensiones inevitables nunca
condujeron a bloqueos; y sin embargo, en ese año de 1969, tanto en Francia como en
Canadá, se estaba en medio de un clima pleno de protestas.
Gracias a la impregnación conciliar, de la que se habían beneficiado algunos
de los redactores de esos textos, las nuevas constituciones siguieron el camino recto
lanzado por el concilio Vaticano II. Se les hubiera podido reprochare incluso no haber
tomado suficiente distancia del estilo y de las palabras mismas de los decretos
conciliares.
Hay que felicitarse de que las circunstancias, que prolongaron el intervalo
entre la redacción de 1969 y su reestudio en la asamblea de 1983, hubieran permitido
alejarse un tanto del concilio y del clima de crisis de los años 70.
La asamblea de 1983, al retomar los textos de 1969 en un clima más sereno,
las modificó, en ocasiones bastante sustancialmente. Pero es digno de notarse que no
haya juzgado útil corregir, salvo en ínfimos detalles, la estructura administrtiva de
descentralización y de corresponsailidad adoptada por la asamblea de 1969.
1969-1970: se ponen en marcha las nuevas estructuras
Apenas terminada la asamblea general especial, el superior general se
encontró frente a problemas considerables: la puesta en marcha de las nuevas
estructuras de gobierno muy diversas de las estructuras centenarias, aplicar las nuevas
constituciones cuyo texto se debía en primer lugar verificar y editar. No tenía ya con él
un consejo sólido de cuatro asistentes, sino sólo dos consejeros, los PP. Enrique Macé y
Juan Francisco Sagasti. Reunió este reducido consejo el 13 y el 14 de agosto, y se tomó
198
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la decisión de esperar la elección de los cuatro consjeros elegidos por las provincias,
antes de proceder a los diversos nombramientos.
Por tanto el consejo no podría renirse sino después de Navidad. Por otra parte,
el P. Sarasti debía regresar a Colombia para terminar el año escolar en el escolasticado
de Valmaría y sólo estaría libre a finales de noviembre. Afortunadamente el P. Bernardo
Dúchesne estaba en la Secretaría de Estado, y el P. Arragain no había regresado todavía
a París.
Durante el curso del otoño se procedió, aplicando las nuevas constituciones, a
la elección de los cuatro consejeros generales, elegidos por las provincias, que no
residirían en Roma. La provincia de Colombia escogió al P. Alvaro Torres, el Canadá al
P. Eduardo Boudreault, Francia al P. Jacques Arragain, y Venezuela, al P. Nicolás
Bermúdez. Este equipo, lleno de experiencia, era muy útil para poner en marcha la
aplicación de las nuevas constituciones.
El primer consejo general, en su nueva forma, se reunió en Roma, del 19 al 26
de enero de 1970. Se ocupó de reconstituir las estructuras administrativas, cambiadas
por la asamblea general, seis meses antes. El P. Engelhard fue nombrado ecónomo
general; el P. Dúchense, procurdador; al P. Sarasti se le encomendó la secretaría
general y ser el superior de la comunidad de la casa general.
Este consejo decidió también la impresión de las constituciones “ad
experimentum”, luego de una última revisión. Precisó reglas nuevas para el paso de
miembros de una provincia a otra, y sometió a estudio, una vez más, la delicada
situación del seminario de León, que dependía directamente del generalato. Finalmente,
sin llegar todavía a una solución definitiva, se progresó en una repartición más
equitativa de los aportes de las provincias a la caja general.
Apenas terminada la reunión, el superior general inició el 27 de enero una
rápida visita a Venezuela, a Colombia, a Canadá y a León. Tres semanas que hubieran
agotado a más de uno. El 21 de febrero en la tarde estaba de nuevo en Roma, pero no
por largo tiempo, pues el 3 de marzo, partió para Francia, a una prolongada visita
canónica que lo mantendrá en esa provincia hasta el 9 de julio. Francia ha guardado
muy buen recuerdo de esa visita canónica del P. Lacrox. Todos tuvieron la impresión de
que el superior general les concedía su tiempo sin afanes, que se interesaba en todo lo
que hacían, que participaba en su ministerio, que apreciaba la pastoral, la mesa y los
vinos, teniendo sin embago sobre cada uno una mirada a la vez benévola y perspicaz.
El P. Macé, primer consejero, se encargó, por su parte, de la visita canónica
de los dos comunidades de Costa de Marfil. Preparó además, con el P. Sarasti, la
reunión del consejo general, previsto para el 24 de agosto, que debía ser precedido, del
21 al 23 de agosto, por la reunión anual de los superiores provinciales. Además del
nombramiento del provincial de Francia, el consejo preveía reflexionar sobre su propio
funcionamiento y sobre los problemas de fondo: vocaciones, proyectos pastorales de las
provincias, etc. Pero estos planes iban a ser un tanto perturbados por la bomba que
estalló el 20 de agosto al medio día.
El superior gneral nombrado obispo de Edmundston (20 de agosto de 1970)
Cuando entró en sospechas el P. General de que la Santa Sede pensaba en él
para obispo? Los apuntes de las libretas enmudecen al respecto. Señalan un viaje donde
los Hermanas de Nuestra Señora de Caridad de Loreto, del 10 al 13 de agosto. Y el 14
de agosto: “Al regreso a Roma encuentro una comunicación según la cual el Papa me
designa como obispo de Edmundston”. Nada mas´
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Al día siguiente el P. Lacroix se dirige donde el cardenal Confalonieri, prefecto
de la Congregación de Obispos, para enterarse bien de lo que pasa. ¿Puede consultar a
alguien? No está previsto. ¿Puede darse un tiempo para reflexionar? El cardenal le
concede ocho días con esta recomendación: “Sepa que es grave aceptar, grave también
rehusar”. Con esta aclaración, el P. Lacroix no dilata su aceptación puesto que el 18
regresa al dicasterio donde monseñor Mariani, subsecretario, quien le entrega la carta
definitiva de nombramiento, fechada el 19 de agosto para hacer honor a san Juan Eudes.
El día siguiente, a medio día, hora del noticiero de Radio Vaticana, el nuevo
obispo anunció por sí mismo su nombramiento a los Padres de la casa y a los
provinciales de Canadá y de Francia, que acababan de llegar para la reunión del día
siguiente.
Esta reunión de los provinciales y del consejo general permitió hacer frente al
futuro inmediato: se decidió reunir la asamblea general el 28 de diciembre, en
Colombia, para dar un sucesor a monseñor Lacroix y continuar el proceso de
aggiornamento. Por su parte, el nuevo obispo sintió profundamente las rupturas que
traían las separaciones. Quería dar a su circular de adioses a la congregación cierta
importancia. Para expresar todo lo que guardaba en el corazón, necesitó tiempo y
esfuerzos, y sólo el 4 de diciembre de 1970, envió una extensa carta de catorce páginas.
Vale la pensa citar algunos apartes:
“Debo decirles que he sido siempre feliz en la congregación… He amado en
ella a mis hermanos y he sentido con verdad que he sido amado por ellos. A lo largo de
años he tenido pruebas de ello, incluso y sobre todo, diría, en el curso de los cuatro
últimos años…Jamás he tenido la sensación de que la sintonía se perturbaba. Por el
contrario, me parece que mi relación con cada uno se ha profundizado y se ha llegado
a expresar de manera más tangible.
He sido el superior general de ustedes durante cuatro años, día a día, puedo
decir. Cuatro años es un período a la vez largo y corto. Miro hacia atrás y veo lo que
he realizado y también lo que no he hecho; lo que hubiera podido o debido hacer, o
hacerlo de forma distinta… Los dispenso de los detalles y sé que puedo contar con su
perdón muy fraterno…
El P. Lacroix sabe que deja el gobierno de la congregación en tiempos difíciles.
A partir de unos años el mundo se ha movido. La América latina oscila entre las
dictaduras militares y las seducciones marxistas. Francia ha tenido la experiencia del
mayo 68 y Canadá se ha sumergido en la “Revolución tranquila”. Sacerdotes y
seminaristas incorporados han abandonado la congregación, e incluso, los compromisos
del ministerio, lo que había sido muy raro hasta 1966. En Canadá, varias obras y casas
imporantes se pierden para los eudistas. Las vocaciones escasean por todas partes.
¿Tiene todavía futuro la congregación?
Con una franqueza muy propia del canadiense, el antiguo superior general
plantea el problemaEs preciso habituarse a la idea de lo peor, y al mismo tiempo mirar
lo positivo y construir.
“Lo peor, en la hipótesis, sería que nuestro número continúe disminuyendo
hasta el punto de que termináramos por desaparecer. Y me digo: ¿Y qué? ¿No ha
vivido la Iglesia más de 1600 años sin nosotros? ¿Por qué no podría ser así en el
futuro? Podría ella seguramente encontrar otros instrumentos para continuar la obra
en la que nosotros hemos cooperado durante un poco más de 300 años. No somos
irremplazables, lo que no nos priva de nuestro mérito ni del derecho de ver reconocido
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lo que hemos hecho en bien de la humanidad y de la Iglesia… Como superior general
he creído en la congregación y continúo haciéndolo. Es lo que les voy a decir en
seguida. Pero la perspectiva de un desmejoramiento, de una extinción, jamás me ha
asustado…
Luego de esta página, de vigor inusual, el P. Lacroix explica todas las razones
por las que él crre en el futuro de la familia eudista. Cree en la solidez de una pequeña
Sociedad de dimensión humana, donde todos se conocen poco o mucho, que acaba de
realizar, con facilidad, en seis semañans, la reforma de sus constituciones, tema en el
cual muchos se han embrollado desde hace años. Pero sobre todo cree en el valor del
proyecto eudista:
“Hay tres elementos que hacen al eudista y le indican su puesto en la Iglesia.
La vida Eudista es una forma de vida sacerdotal, es una visión del misterio cristiano, es
un servicio apostólico determinado”. Y en pocas páginas, claras y convincentes, en las
que se expresa de manifiesto una larga meditación de fe, el P. Lacroix describe la
vocación eudista y su valor en la Iglesia posconciliar.
La carta termina por una página en la que, volviendo su mirada hacia Jesucristo,
se siente que el P. Lacroix quiere entregar el fondo de su corazón:
“Por Él quiero concluir. Cristo está en la base, en el centro, en la cumbre de
toda nuestra vida. „Omnia et in ómnibus Christus: Cristo es el todo de todos y de todas
las cossas‟. Sin Él todo está perdido. Con Él se llega a salir victorioso de todo, incluso
del sufrimiento y de la muerte. Es todo el misterio pascual”.
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CAPÍTULO XVIII
LA PROVINCIA DE FRANCIA DE 1967 A 1971
Nuevo provincial en París – Hacia el aggiornamento – Los “Estados generales” de
julio de 1968 – La asamblea general de aggiornamento en Roma (1 julio a 11 agosto de
1969 – Puesta en marcha de las nuevas Constituciones – Comienzo de evolución en los
colegios San Juan de Versalles y Santa María de Caen – Misión obrera e implantación
en Bobigny – Cierre de Besançon y fundación de Orleáns – Un segundo mandato de
algunos meses.
Desde mayo de 1968, dos meses antes de terminar el mandato provincial del P.
Jacques Couturier, se conoció el nombre de su sucesor, el P. Clemente Guillon. Nació
en 1932 y era el menor de los superiores provinciales nombrados hasta entonces en
Francia. Era ex alumno del colegio San Salvador de Redon y había sido ordenado
sacerdote en 1957. Obtuvo la licencia en matemáticas y enseñó poco tiempo antes de
llegar a ser capellán de los estudiantes en Besançon, donde residía desde 1961. Nunca
había sido superior de una comunidad.
Era nuevo provincial y, además, debía tener nueva casa provincial puesto que
la residencia de Notre-Dame des Armées acababa de ser vendida e iba a ser demolida.
En espera de poderse instalar en París, en el 6º piso del Foyer sacerdotal, todavía
inconcluso, el P. Guillon pasó un año en la casa cural de la parroquia del Espíritu Santo.
Los “Estados generales” de Versalles (julio de 1968)
Se daba comienzo entonces a la preparación de la gran asamblea general de
aggiornamento pedida por Roma a todos los Institutos.Los eudistas reunidos en Roma
en 1966 para la elección del P. Lacroix, habían decidido prever esta “Asamblea
especial” para 1969. El P: Lacroix, reunió en Roma, del 26 de octubre al 4 de
noviembre de 1967, un consejo ampliado de 25 miembros, representantes de la toda la
congregación para fijar las etapas de la preparación. Ya el nuevo provincial de Francia
había comenzado a esbozar lo que sería en el caso de Francia el proceso de
aggiornamento. Esta era su primera preocupación.
Para informar e invitar a todos los miembros de la provincia se necesitaban
instrumentos renovados. El 21 de diciembre se anunció lo que para la provincia de
Francia iba a ser una total novedad: en julio de 1968 tendría lugar una asamblea abierta
a todos y no a diputados elegidos, y en la que podrían abordarse todos los temas que
fueran de interés para el futuro de los eudistas. Y como esta asamblea tendría lugar en
Versalles fue bautizada como “Estados generales”, sin prever que se abriría algunas
semanas después de los famosos “acontecimientos” de mayo 68
Para preparar los espíritus y para intercambiar los trabajos preparatorios, las
circulares habituales fueron remplazadas por un pequeño boletín llamado
“Aggiornamento”, que en el espacio de un año iba a producir quince emisiones y más de
150 páginas de policopia.
La administración general había pedido la creación de 8 comisiones:
1. Naturaleza, fin, espíritu y obras de la CJM. 2. Vida común, obediencia, pobreza.
3. Obras de la CJM: seminarios, misiones, educación, parroquias, etc. 4. Vocaciones y
formación. 5. Oraciones de regla. 6. Estatuto de los Hermanos coadjutores.
7. Administración. 8. Administración temporal y financiera.
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Antes de finalizar diciembre las comisiones estaban constituidas: 24 miembros
de los cuales 16 elegidos. Vinieron entonces lluvias de cuestionarios, síntesis de
respuestas, llamados incesantes a los indecisos, a los que nunca tienen algo para decir, a
sacrificar algunos días de verano.
Las recientes fundaciones de África, la evolución que se estaba dando en los
colegios, el deseo grande de renovación que había despertado el concilio Vaticano II, y
también la sorprendente liberación de la palabra que habían provocado en la Iglesia y
también en la sociedad las “Jornadas de mayo”, de las que apenas se estaba saliendo,
todo esto suscitaba en la provincia de Francia una expectativa un tanto febril. Añadamos
que la encíclica Hmanae Vitae del papa Pablo VI, llegó en plena asamblea; el P.
Provincial la presentó valientemente y proclamó ante todos su adhesión.
Del 29 de julio al 4 de agosto, bajo los espacios sombreados o en las aulas de la
Escuela de Santa Genoveva de Versalles, 75 eudistas aprendieron a escucharse, a
confrontarse, para llegar a mociones de toda clase. No eran decisiones sino más bien
indicadores de tendencias, sondeos destinados a iluminar a aquellos que el año
siguiente, en nombre de la congregación entera, serían los legisladores y, aun más, los
constituyentes, puesto que tendrían como misión rehacer las Constituciones.
A través de intercambios, corteses pero a veces vivos, se aclararon, en medio
de opiniones originales e incluso extravagantes, aspiraciones comunes y tendencias
mayoritarias:
-fidelidad muy viva al estatuto original de los eudistas como sociedad de sacerdotes
seculares que viven en comunidades, en el seno de las Iglesias locales;
-lealtad a la finalidad misionera de san Juan Eudes, cualesquiera sean las ocupaciones
de cada uno;
-Cuidado de no permanecer demasiado vinculados a las obras tradicionales, en
particular a la educación católica, con todo, sin menospreciar su valor;
-deseo de un estilo de vida en comunidad más libre y de una oración más nutrida en la
liturgia, etc.
Los eudistas franceses constataron al menos que podían llegar a hablar entre ellos
llenando las divergencias entre las generaciones, las mentalidades, y las opciones
apostólicas. Durante todo el invierno, se preparó la asamblea general prevista para julio
en Roma.
La asamblea general de aggiornamento. Roma, julio-agosto de 1969
Antes de finalizar el mes de agosto de 1968, las actas y las mociones de los
“Estados generales” habían llegado a Roma; igualmente se había recibido allí el
resultado del trabajo de las provincias americanas. La delegación francesa a la asamblea
de aggiornamento había sido elegida en los meses de mayo y junio de 1968.
Comprendía nueve diputados: los PP. Jacques Couturier, Pablo Milcent, Jacques
Delouvrier, Luis Barbé, Miguel Cancouët, Marcelo Lebourg , Luis Denis, Xavier
Engelhard y Jacques Venard. Estos diputados fueron asociados al trabajo de
preparación y llegaron antes del 1º de julio de 1969, fecha fijada para la apertura de los
trabajos, al convento de San Lorenzo de Brindisi, en la ciudad eterna.
El relato de esta memorable asamblea pertenece al capítulo precedente,
dentrado en el generalato del P. Fernando Lacroix.
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Los eudistas de Francia al regreso de Roma (septiembre de 1969)
Al regresar de Roma, lo más urgente era poner en práctica la aplicación de las
nuevas Constituciones. Invitaban a la descentralización y a la colegialidad.
Cada provincia gozaba a partir de ahora de una autonomía mayor. El superior
general y el consejo general continuaban con el poder del nombramiento del superior
provincial y daban también su aprobación a las principales decisiones de cada provincia,
pero estas gozaban de mayor autonomía. En lugar de un consejo provincial de dos
Padres nombrados por el superior general, tendrían un consejo de amplios poderes.
Cada provincia determinaba el número de consejeros, el modo de elección y el
funcionamiento. Era por tanto necesario elegir ese consejo. En espera de las decisiones
de una futura asamblea provincial, se establecieron reglas provisionales: seis consejeros
elegidos por tres años en un escrutinio de dos vueltas.
Así pues, fueron elegidos los miembros del nuevo consejo provincial: los PP.
Jacques Couturier, Luis Barbé, Jacques Arragain, Jacques Delouvrier, Xavier Engelhard
y Luis Denis. El P. Delouvrier presentó de inmediato su renuncia lo que permitió la
entrada al consejo de un Padre más joven, el P. Miguel Fresson. Con este nuevo consejo
se dio realidad, luego de los grandes debates de 1968 y 1969, a la política de la
provincia de Francia.
Los movimientos de protestas que habían sacudido a Francia en mayo de 1968
habían repercutido entre los sacerdotes. Como prolongación de la reflexión sobre “la
Iglesia, pueblo de Dios”, lanzada por el Vaticano II, algunos teólogos ensayaban
redefinir la especificidad del sacerdocio. En un plano más inmediato, nació un
movimiento, “Échanges et dialogue”, que invitaba a reexaminar la nueva condición del
sacerdote, su relación con el trabajo profesional, con la política y con el matrimonio.
Sólo dos eudistas adhirieron momentáneamente a ese movimiento. Pero en muchos
otros se sentía una necesidad de cambio. En la primavera de 1969, un grupo de jóvenes
eudistas envió a todos los miembros de la provincia una “carta abierta” en relación con
el trabajo profesional. Varios Padres jóvenes que habían padecido en ocasiones el
formalismo de ciertas grandes comunidades, pidieron crear, en el espíritu de las nuevas
Constituciones, comunidades pequeñas donde se viviera mejor el compartir fraterno.
Mientras enfrentaba estas situaciones según su buen entender, el P. Guillon se proponía
llevar adelante dos documentaciones sobre el futuro de los colegios y de las misiones.
Salir de los colegios
Se recuerda que el colegio San Salvador había escapado al cierre en 1964
debido a la llegada de los Asuncionistas. Era necesario hacer al menos lo mismo para
poner en marcha, sin mucha demora, el “desprendimiento de los colegios”, que se
debatió ampliamente en los “Estados generales” en 1968. Un sondeo entre los Padres de
colegios confirmó la opinión expresada en Versalles: una parte de los miembros de la
provincia deseaba esa salida que permitiría, pensaban, orientarse hacia tareas más
resueltamente misioneras; una mayuoría lo aceptaba con resignación al comprobar que
ese abandono era irreversible; una minoría pedía, en fin, que se hiciera lo posible por
mantener una presencia en esa enseñanza secundaria católica, donde tenían conciencia
de ejercer un ministerio feliz y eficaz.
El punto de vista sin embargo había cambiado: no se hablaba de “cerrar” un
colegio, sino de “desprenderse de él” trasladando la responsabilidad a las comunidades
de parientes y de profesores resueltos a asegurar su futuro.
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¿Por dónde empezar? El colegio de Santa María tenía ya un director laico, y
caminaba, al igual que San Martín y San Salvador, hacia una delicada transformación
mediante la cual se convertía en colegio de segundo ciclo. Quedaba San Juan de
Versalles, estable y próspero, donde era posible encontrar con facilidad, profesores,
personal administrativo y padres de familia capaces de lograr una búsqueda a la que la
enseñanza católica, en conjunto, vacilaba lanzarse.
Luego de larga y discreta preparación, una decisión del conejo provincial,
aprobada por el consejo general y por el obispo de Versalles, fue comunicada en una
carta del superior provincial, dirigida por una parte a los eudistas de la provincia y por
otra a los empleados, profesores, y padres de familia del gran colegio de Versalles. El P.
Guillon decía así:
“El consejo de la provincia eudista de Francia juzga indispensable que para el
comienzo de clases de septiembre de 1972 la congregación esté totalmente libre de
responsabilidades de dirección, de gestión financiera y de animación pedagógica del
colegio; solo conserva una responsabilidad netamente pastoral… Los Padres eudistas,
en conformidad con la petición de monseñor Simonneaux, asegurarán la capellanía de
la escuela, para atender la vida sacramental, la catequesis y la animación de
movimientos de Acción católica en coordinación con la pastoral escolar de Versalles”.
El P. Provincial sugiere, en seguida, la creación de una asociación de gestión
autónoma, donde tengan cabida todas las categorías de personas a quienes compete el
futuro de San Juan: profesores, personal administrativo y de servicios, padres de los
alumnos, ex alumnos, etc.
Como era de esperar, este anuncio inesperado suscitó mucha conmoción. Pero
la reacción fue muy positiva. Rápidamente se constituyó un comité de reflexión muy
activo. De su lado, como sucesor del P. Roberto de Pas en la dirección del colegio, el P.
Claudio Courtois recibía la misión de facilitar esa reflexión. El trabajo culminó en la
propuesta de una forma original de Asociación de tutela y de gestion, la ASSOJEV
(Asociación de San Juan de Versalles), que adoptó el 24 de abril de 1971, los nuevos
esatutos elaborados, gracias al comité de reflexión. En adelante, la Escuela no estaría ya
bajo la responsabilidad de los eudistas sino que sería dirigida, en el marco de la
enseñanza católica, por una asociación en la que estarían representados los eudistas, los
profesores, los padres de familia, los ex alumnos y la diócesis de Versalles.
Esta asociación eligió su consejo, que a su vez escogió como presidente al P.
Jacques Couturier, superior entonces de San Martín de Rennes. El presidente nombró
como director del colegio, por tres años, el 1º de julio de 1971, a Guido de la Tullaye,
director adjunto desde el año precedente. Una decena de eudistas permanecieron al
servicio del colegi como profesores y como animadores espirituales.
Un proceso análogo se verificó en Santa María de Caen, pero tuvo un poco de
retardo a causa de los acontecimientos que interrumpieron, a finales de 1970, el
mandato del superior provincial.
Búsqueda para una renovación misionera – Implantación en Bobigny
Por fidelidad a san Juan Eudes los Eudistas deseaban proseguir una
predicación misionera. No obsante todo el trabajo del Centro Pastoral de Misiones
Interiores, a pesar de la preparación minuciosa de las misiones regionales, estaa activida
perdía aliento y era cuestionada. Además no se veía el camino para renovar los
equipos.Era claro que las nuevas Constituciones (No. 47) decían: “Compartiendo la
preocupación misionera de los sacerdotes y sus dificultades (los eudistas) buscan con
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ellos las formas de apostolado y el género de vida que mejor se adapten a su tiempo”.
¿Sí pero cómo?
Fue preciso emprender la búsqueda por diversos lados. Por eso, el P.
Provincial autorizó a varios Padres a asumir un trabajo remunerado y pidió incluso al P.
Huberto Mouton que aceptara un puesto de médico del trabajo, y al P. Miguel Dubost
que trabajara en un sondeo de opinión, conocido como SOFRES…Pidió además, al P.
José Hurtel, quien venía trabajando hasta entonces en las misiones populares, que se
uniera en Bobigny a un equipo de la Misión de Francia. Debía, además de asumir un
trabajo remunerado, estudiar la posibilidad de implantar allí un equipo eudista. Por un
momento se pensó en crear otro polo de misión obrera, en torno al P. Jorge d’Humières
que, por petición del obispo de Corbeil, había ido a vivir en medio de pobres
desplazados, en los inmuebles de La Grande-Borne, cerca de Ris-Orangis. Finalmente,
el P. Hurtel y el P. Jacques Bebin fueron a familiarizarse, en Bobigny y en BlancMesnil, con la realidad de la Misión obrera, abriendo un nuevo campo a los eudistas.
Cierre de Besançon y fundación de Orléans
Para que nada se olvide, resta mencionar algunas decisiones que afectaron
fundaciones recientes: una fue suprimida y a otra se le abrió un futuro.
En el capítulo XI se expusieron las razones que tuvo el P. Arragain para
fundar en 1954 una casa en Besançon, para fijar allí una residencia de misioneros y un
hogar de estudantes. Varios miembros de la provincia habían estimado bueno preparar
allí su licencia en una universidad muy acogedora. Pero la diócesis no tenía, al menos al
principio, algún ministerio muy significativo para confiar a los eudistas. En 1961, el P.
Guillon llegó a ser capellán de estudiantes. Gustó mucho de ese ministerio, que ejerció
durante seis años, pero no fue de parecer que la actividad propuesta a los eudistas
justificara verdaderamente su prsencia en Besançon. Pasados quince años, se tomó la
decisión de salir y de vender la casa del No 7 de la calle Mégevand.
Un poco antes se había logrado dar una situación más estable a los eudistas
que trabajaban en Orleáns desde hacía varios años. En el origen de la fundación estaba
la amistad entre el P. le Bourgeois, superior general, y monseñor Riobé, obispo de
Orleáns. Este último deseaba la presencia de los eudistas en su ciudad episcopal. En
1964, les propuso que asumieran la capellanía de la nueva universidad que iba a surgir,
al sur de Orléans, cerca de la fuente de Loiret. Una ciudad nueva “La Source”, un
campus estilo norteamericano, todo era una seductora perspectiva msioonera. La
Provincia liberó, en 1964, al P. Gilberto Curmer, quien acababa de dejar la dirección del
colegio Santa María. Tenía la perspectiva de crear un centro ecuménico en las barracas
de la nueva universidad. Durante esos años, el nuevo capellán se entregó solo, apoyado
luego por otro eudista en 1968, a esta misión apenas bosquejada, que se vio afectada
fuertemente como toda la Iglesia de Orleáns, por los cuestionamientos hechos a la
Iglesia en 1968. En 1969 finalmente, una pequeña comunidad de cuatro eudistas pudo
ser canónicamente erigida en un antiguo curato del centro de la ciudad. Eran cuatro
eudistas, con cuatro tareas diferentes, que formaban una auténtica comunidad.
Segundo mandato de algunos meses
El mandato del P. Guillon como provincial llegaba a su término en julio de
1970. En efecto, la asamblea general de aggiornamento del año precedente había
decidido que los mandatos de los superiores provinciales serían en adelante, no ya de
cinco años sino de tres. El P. General lanzó por tanto, el 4 de julio, un sondeo entre los
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miembros de la provincia para conocer su parecer sobre una eventural renovación del
mandato.
Algunas semanas más tarde, el 20 de agosto, el P. General había sido
nombrado obispo de Edmundston. Esto tuvo el efecto de una bomba. Había sido
reelegido como general un año antes y tenía como misión inmediata poner en práctica
las nuevas Constituciones. Acababa de terminar en Francia una visita canónica
apreciada por todos. Se sentía en la congregación el deseo de guardar por lago tiempo a
su superior general. Pero, luego de haber sido elegido por primera vez en 1966, y ser
reelegido por segunda vez en 1969, en el espacio de unos meses se veía venir una
tercera elección.
Antes de presentar renuncia a su cargo de superior general –lo que sucedió el
27 de agosto- (sic)106, el P. Lacroix, con el acuerdo del consejo general que se
encontraba reunido en Roma en ese momento, tomó un cierto número de decisiones
propias de su competencia, especialmente la de confiar al P. Guillon, un segundo
mandato provincial.
Dos días más tarde, el 29 de agosto, el P. Enrique Macé, primer consejero
general, lanzó la convocatoria de la asamblea general que debería elegir al sucesor del
P. Lacroix: tendría lugar en Medellín, en Colombia, y comenzaría el 29 de diciembre de
1970. El P. Guillon la dio a conocer a la provincia el 10 de septiembre, y tomó las
disosicioones previstas para la organización de la elección de los que serían diputados a
esa asamblea general.
Más tarde, en circuar del 2 de noviembre, el P. Guillon dio una ojeada muy
completa a la vida y a los problemas de la provincia. Anunciaba al mismo tiempo, para
el verano de 1971, una asamblea provincial abierta, amplia, para asimilar mejor las
nuevas orientaciones del concilio Vaticano II, las nuevas Constitucione de 1969 y la
evolución rápida de la pastoral.
Pero los acontecimientos que se dieron en seguida, durante la asamblea
general de Medellín, condujeron a modificar este proyecto. Fue elegido superior general
el 2 de enero de 1971, y por tanto su responsabilidad de superior provincial cesaba de
inmediato.
106
Nota del traductor. Según consta en el capítulo XVII esa renuncia se presentó el 7 de agosto.
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CAPÍTULO XIX
LOS EUDISTAS EN AMÉRICA LATINA
A PARTIR DE 1957
Atención de toda la congregación a América latina – Consolidación de la viceprovincia, luego provincia, de Venezuela: los superiores provinciales, compromiso de
los eudistas en los seminarios – superación de una crisis; la vice-provincia luego de
1983 – Expansión de la provincia de Colombia: los superiores provinciales;
compromiso en los seminarios; formación de los futuros eudistas; El Minuto de Dios;
fundación de Ecuador y llamamientos procedentes de otros países; obispos eudistas; la
provincia a partir de 1983.
En 1957, con la creacón de la viceprovincia de Venezuela se abre una nueva
etapa de la presencia de los eudistas en América latina. En adelante, separadas
canónicamente pero muy cercanas y solidarias, la nueva viceprovincia y la provincia
madre van a trazar su propio camino. Luego de un parágrafo de introducción,
seguiremos esos dos itinerarios hasta 1983. Para los años siguientes, nos contentaremos
con señalar los acontecimientos importantes, que más tarde podrán ser objeto de una
historia detallada.
Atención de conjunto de la congregación en América latina
Inicialmente notemos que la Congregación, en su conjunto, a través de sus
personas y de sus instancias calificadas (superior general, consejo general, asamblea
general) quiso dar a la América latina una atención especial.
En diciembre de 1959, y durante los primeros meses de 1960, el P.le Bourgeois,
superior general, hace una nueva visita canónica a Venezuela y a Colombia. Durante
ella se esfuerza por ayudar a cada uno de los miembros y a las comunidades a encontrar
su propio ritmo y puntos de referencia adaptados a la nueva situación. Luego de su
reelección, en agosto de 1961, continúa a beneficiarse de la ayuda del P. Hernando
Moreno, reelegido también él por la asamblea general, como asistente general
encargado de América del Sur. Sobre todo a través de su mediación, el superior general
se mantiene en contacto con la vice provincia y la provincia, pues la preparación del
concilio Vaticano II, y luego el desarrollo de las cuatro sesiones durante los últimos
meses de 1962, 1963, 1964 y 1965, le piden permanecer asiduamente en Roma. Cuando
terminó el concilio el 8 de diciembre de 1965, de inmediato pensó en realizar una visita
a América latina, pero, ocurrió su nombramiento el 9 de marzo de 1966 como obispo de
Autun, y luego su ordenación en dicha ciudad el 5 de junio siguiente.
El 19 de agosto de 1966, la asamblea general reunida en Roma elige como nuevo
superior general al canadiense P. Fernando Lacroix. Este se da cuenta muy pronto de la
importancia de tomar contacto con la provincia y la viceproncia suramericanas. Durante
casi todo el primer semestre de 1967 está presente en Colombia y en Venezuela para
realizar la visita canónica. Regresrá a esos dos países en agosto y septiembre del año
siguiente, con ocasión del congreso eucarístico internacional de Bogotá, y hará de nuevo
un viaje rápido a Venezuela en enero y febrero de 1970. Un acontecimiento imprevisto,
su nombramiento como obispo de Edmundston, el 19 de agosto de 1970, romperá
prematuramente sus contactos con los eudistas de América latina.
El consejo general toma entonces una decisión audaz: celebrar en Colombia, en
Medellín, la asamblea general que deba elegir al sucesor del P. Lacroix. Este hecho dará
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a los miembros norteamericanos y franceses de esta asamblea la ocasión de tomar
contacto con diversas comunidades eudistas de Colombia y Venezuela. Así, el nuevo
superior general, el P. Clemente Guillon, elegido el 2 de enero de 1971, podrá conocer
de inmediato a los eudistas de América del Sur. El P. Clemente Guillon volverá
regularmente a Colombia y a Venezuela (et, también, al fin, irá a Ecuador) durante el
curso de sus dos mandatos: en 1972 hace la visita canónica: en 1973 y 1976, tendrá las
consultas previas a los nombramientos de los dos superiores provinciales; de nuevo en
1979 y 1982, por el mismo motivo, añadiendo, en 1979, la visita canónica.
Los superiores generales siguientes (el P. Rénald Hébert, de 1983 a 1989; el P.
Pedro Drouin, de 1989 a 2001, y luego el P. Miguel Gérard) continuarán esos contactos,
y, en el espíritu de la asamblea geneal de Medellín, dos otras asambleas generales
tendrán lugar en América latina, la de 1989 en Caracas (Venezuela), y la de 2001 en
Quito (Ecuador).
Consolidación de la viceprovincia, luego provincia107, de Venezuela
Los superiores proviniales
El primer superior de la viceprovincia, nombrado en mayo de 1958, fue, como se
dijo arriba, fue el P. Albini Vigneault, un canadiense, que habiendo pasado ocho años
en Colombia en el pasado, tenía cierta experiencia de América latina. Tres años más
tarde, en 1961, fue elegido en la asamblea general como asistente general para Canadá.
El P.le Bourgeois, confió entonces el cargo de viceprovincial a un Padre francés, Pedro
Dauguet, quien venía trabajando en Venezuela desde hacía cuatro años, y que antes
había ejercido su ministerio en otros países de América latina (Brasil, Chile, Colombia).
Varios superiores provinciales se sucedieron luego: los Padres Rolando Boisvert,
canadiense; Helímenas Rojo, venezolano nombrado por el P. Fernando Lacroix primero
en 1967 y luego segunda vez en 1970; el P. Alfonso Ruiz, ecuadtoriano; el P. Pedro
Drouin, canadiense, nombrados por el P. Clemente Guillon, el primero en 1973 y el
segundo en 1979.
En el momento de su fundación la viceprovincia contaba una cincuentena de
Padres y Hermanos, que dirigían cuatro seminarios menores diocesanos, dos seminarios
mayores interdiocesanos (los únicos en el país) y un juniorato. Para afianzar la
implantación de la Congregación en la capital, según consigna dada por el P. le
Bourgeois al P. Dauguet, éste compró inicialmente un terreno en el barrio El Marqués,
con propósito de construir allí una iglesia con locales parroquiales, luego, más tarde,
una casa campestre grande con un terreno de cuatro hectáreas, en Baruta, en las afueras
de Caracas, al sur. Poco a poco la viceprovincia iba tomando forma.
Compromiso de los eudistas en los seminarios
En el curso de los años siguientes, el compromiso de los eudistas en los
seminarios conoció diversas modificaciones. En 1967 el seminario mayor de San
Cristóbal pasó a la responsabilidad del clero diocesano, pero el equipo de los eudistas
permaneció en el lugar, prestando una colaboración importante. El año siguiente, el
juniorato de La Grita dejó de funcionar y se convirtió en un liceo. En 1969, el seminario
menor de Maracaibo se transformó en un centro vocacional bajo la dirección del P.
Pedro Royer. Un año más tarde la congregación se comprometió en colaborar con las
107
El 26 de agosto de 1970, al fin de su generalato, el P. Fernando Lacroix, con el
consentimiento del consejo general, decidió que la vide provincia de Venezuela, que sentía cada
vez más la necesidad de formar por sí misma a sus miembros, sería en adelante, provincia.
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diócesis de Calabozo y Barquisimeto al enviar dos Padres a cada uno de los seminarios
menres de esas diócesis.
En Caracas, los seminarios, mayor y menor, dirigidos por la congregación desde
1966, por dos equipos eudistas distintos, cumplen su función de manera satisfactoria,
con la confianza del espscopado. En el seminario mayor, el equipo responsable, que
había sido renovado, se esforzaba, en la línea del concilio Vaticano II, por orientar la
formación de los futuros sacerdotes venezolanos –eran entonces unos 80- hacia mayor
responsabilidad personal, hacia la vida y el espíritu de quipo, y hacia una atención cada
vez más urgente, por los habitantes de las zonas tuguriales de Caracas, en los
compromisos apostólicos de fines de semana.
Pero en junio de 1972 estalla una crisis violenta entre una tendencia
“conservadora” y una tendencia “progresista”, manifestada en enfrentamientos verbales
y en grafitos contestatarios. Es el tiempo siguiente a 1968 y la imaginación se apodera
del poder.El proyecto educativo no tiene nada de revolucionario. Pero todo cambio, en
esos años, se juzgaba riesgoso y desafiante. Algunos se inquietan: ¿La dirección se
mantiene con la suficiente firmeza? El episcopado se alarma. Una visita canónica se
realiza por algunos de sus miembros pero sin verdadero diálogo con los responsables
del seminario; las conclusiones son severas y se imponen algunas directivas que
implican un claro regreso al pasado. El equipo de seis eudistas, sintiéndose incapaz en
conciencia de trabajar en esas condiciones, presenta su renmuncia colectiva al superior
provincial, P. Helínmenas Rojo, que ha logrado mantener la calma en el seminario
menor. El P. Rojo aplaca, en lo posible, los resentimientos. Los eudistas se van a quedar
en el seminario menor pero salen del seminario mayor para el que habían constituido un
equipo a precio de grandes esfuerzos. Es una salida muy dolorosa.
En 1974 un nuevo equipo eudista va a tratar de tomar de nuevo la llama, pero no
podrá resistir más allá de un año y medio. Por otra parte, la colaboración en los
seminarios de Calabozo y Barquisimeto no puede mantenerse. Todo esto representa,
ciertamente, un rudo golpe para la provincia. A pesar de los esfuerzos de la pastoral
vocacional los eudistas venezolanos solo llegan a trece. Una parte de los eudistas
venidos de Canadá regresan a su país o se disponen a hacerlo. En algunos años, de 1969
a 1978, el personal de provincia desciende de 45 incoporados a 32.
La superación de una crisis
Un interrogante empieza a plantearse: ¿debe la congregación mantenerse en
tierra venezolana? Este interrogante conlleva otro: ¿qué esfuerzos deben hacerse y qué
disposiciones tomarse para esto sea posible?
Estos interrogantes se pusieron con toda claridad en la asamblea general
celebrada en Québec en julio de 1977. Después de reelegir al P. Guillon como superior
general la asamblea decidió apoyar la provincia en dificultad mediante un esfuerzo
solidario de las demás provincias, y sobre todo por una cooperación con la provincia
vecina de Colombia, mucho más numerosa y dinámica.
Como consecuencia de esta asamblea se creó un organismo oara relacionar las
dos provincias, el Oficio de servicios gnerales (OSG), que evaluó las necesidades y
llevó a Colombia a prestar a Venezuela dos Padres, para hacerse cargo de la pastoral de
vocaciones y de la formación de los jóvenes. En febrero.-marzo de 1979, cuando el P.
Alfonso Ruiz terminaba su segundo mandato de tres años a la cabeza de la provincia, el
P. Guillon hizo la visita canónica, seguida de la de Colombia. Durante esas visitas
consultó individualmente a todos los miembros de las provincias, y luego a los dos
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consejos provinciales. Con el acuerdo del consejo general, nombró como superior
provincial al P. Pedro Drouin, un canadiense que trece años antes había venido para el
servicio de la frágil provincia. Tenía entonces el P. Drouin 42 años. Poseía formación
bíblica y se mostraba enérgico y acogedor. Desde hacía varios años se había
comprometido en la pastoral de jóvenes, sólidamente cimentada en la animación de
grupos de oración. Con la ayuda del P. Humberto Gómez, llegado de Colombia para
ponerse al servicio de las vocaciones eudistas, había animado en Caracas todo un grupo
de jóvenes en la línea pastoral de “Puebla”, gran congreso latinoamericano reunido en
México en 1979.
Obispos eudistas
Un hecho importante ha contribuido a mantener la confianza entre los miembros
de la provincia eudista de Venezuela: el nombramiento episcopal de algunos eudistas en
ese país.
A finales de 1960, el P. Miguel Salas Salas había sido nombrado obispo de
Calabozo. Era el primer venezolano que se había hecho eudista. Había nacido en la
montaña andina, a algunos kilómetros de La Grita. De familia pobre, deseoso de ser
sacerdote, a los 15 años, fue a buscar al P. Juan Bautista Cabaret, director del junirato
eudista, quien adivina el valor de ese joven, lo acoge y le da las lecciones de latín, de
español, de matemáticas, de modo que a los 19 años pudo entrar al noviciado en
Colombia. Licenciado en teología, fue ordenado sacerdote el 24 de marzo de 1943, y
llegó a ser profesor, luego superior, del seminario de San Cristóbal, donde resistió
valerosamente a la dictadura del general Pérez Jiménez.
En 1954, el arzobispo de Caracas, bajo presentación del P. le Bourgeois,
superior general, le confía la dirección del seminario mayor interdiocesano, cargo que
desempeñó hasta que fue nombrado obispo. En 1961, es ordenado para la sede episcopal
de Calabozo, en una próspera región ganadera pero muy necesitada en el campo
religioso. En su misión trabajó fuertemente en la formación del clero y visitó con
frencuencia ese vasto territorio, de un clima tropical tórrido y seco. El 22 de agosto de
1979, fue trasladado a la sede arzobispal de Mérida, y de inmediato llama a sus
hermanos eudistas para el seminario que les había sido confiado de 1926 a 1971. En
jeep o a lomo de mula, el arzobispo visita asiduamente la parte montañosa de su
diócesis. La ciudad de Mérida, donde hay una de las más antiguas universidades de
América latina, se distingue por su cultura, Monseñor Salas, intelectual recto y modesto,
sabe adaptarse también a ese tipo de sociedad. A los 75 años, se retira a su pueblo natal,
siempre dispuesto a servir a sus hermanos sacerdotes. Murió el 30 de octubre de 2003, a
los 88 años.
Algunos meses después de la salida de monseñor Salas de Calabozo para
Mérida, en marzo de 1980, otro eudista es nombrado para sucederle en esa misión. Se
trata del P. Helímenas Rojo Paredes, antiguo superior del seminario menor de Caracas,
y es superior provincial, entre 1970 a 1973. En 1995 su diócesis se convirtió en sede
metropolitana de una nueva provincia y por tanto llegó a ser arzobispo. En 2001,
monseñor Rojo, habiendo alcanzado los 75 años, renunció a su cargo episcopal.
Dos centros de acción: El Marqués y Baruta
Para realizar la misión, es posible apoyarse en adelante en dos pilares que la
congregación ha logrado levantar, no sin sufrimiento, en el abundante desarrollo
constructor de Caracas.
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Primero fue en el el medio de las laderas del barrio El Marqués. Allí los eudistas
emprendieron la construcción de un centro parroquial. El P. Pedro Dauguet, desde los
comienzos de su provincialato descubrió, en una urbanización al este de Caracas, un
terreno para erigir una parroquia. El barrio, donde se entremezclaban casas de ricos y
tugurios, contaba 80 000 habitantes. Se comenzó con una pequeña capilla de cemento, y
con tres Padres alojados en una cabaña. Para poder asentar la iglesia en terrenos de
barrancos movedizos, el P.Alfonso Ruiz, principal motor del proyecto, debió cimentarla
en cuatro niveles de garajes., apartamentos, salas parroquiales, teatro, zonas de parqueo.
Y como remate se levantó una amplia iglesia luminosa. Todo esto, por otra parte muy
útil, necesitó treinta años de trabajos para llevarlo a término.
Más importante aun fue la construcción del centro de Baruta. En una colina, en
las afueras de Caracas, fue posible adquirir cuatro hectáreas, con una amplia casa de
campo. El terreno estaba precariamente unido a la red carreteable, todavía no
urbanizado. Poco a poco se consiguió organizar el centro de acogida, San Gabriel. Su
finalidad era de carácter espiritual, educativa y amistosa. Allí se realizaban reuniones de
todos los estilos en las que cada uno se sentía acogido. Alrededor del P. Drouin y de sus
hermanos eudistas, grupos de laicos, hombres, mujeres, jóvenes llegaron a ser
“Asociados”, del todo comprometidos con San Gabriel, preocupados por la vida
fraterna, por la vida interior, y “juntos para la misión”.
Compromiso misionero
En un país reciente, donde en muchos pueblos no se ve jamás un sacerdote, los
eudistas no podían ignorar el ejemplo de su fundador Juan Eudes, el misionero. Para
suscitar misioneros es preciso partir para la misión y llevarse consigo a otros cristianos.
Jóvenes van a descubrir su compromiso cristiano entregándose a las misiones en
Navidad, en Semana Santa, en períodos de vacaciones, en los lugares más apartados del
oriente del país; misiones difíciles, bajo un sol implacable y en condiciones de pobreza
extremas. Pero el entusiasmo de los Padres como el de los jóvenes y de los asociados se
reveló contagioso. A partir de esas misiones, jóvenes voluntarios, muchachos y
muchachas, maduraron su fe. Vinieron a Baruta para sesiones de formación religiosa,
animadas por los Eudistas, las Hermanas del Buen Pastor y por un valeroso equipo de
“Asociados”. Todos se sirven de esa experiencia para animar sus parroquias y algunos
entraron así al servicio del Señor.
En fin, reviviendo la solicitud de san Juan Eudes para con los sacerdotes, sus
contemporáneos, los eudistas de Venezuela tomaron la iniciativa de proponer a los
sacerdotes de diversas diócesis organizar, con la ayuda de eudistas colombianos, retiros
pastorales. Iniciativa que tuvo mucho éxito pues en dos años se lanzaron diez y seis
retiros pastorales.
La viceprovincia a partir de 1983
No tenemos la intención de describir aquí de manera detallada la vida de la
provincia eudista de Venezuela a partir de 1983. Podemos sin embargo esbozar un breve
retrato de su historia en el año de 1993, cuando la congregación llegó a los 350 años de
su fundación.
En un pais agitado continuamente por crisis económicas y políticas, la Iglesia
católica permanece como una de las escasas instituciones que generan confianza en el
pueblo, y su influencia es grande. Las vocaciones sacerdotales han mejorado en número,
así como en el conjunto de los países suramericanos. Monseñor Salas, primero obispo
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de Calabozo y luego arzobispo de Mérida, fallecido en octubre de 2003, queda como un
venerado ejemplo para sus hermanos eudistas.
El juniorato de La Grita fue cerrado luego de haber servido de centro educativo
para gran número de jóvenes. Ahora, la provincia continúa a suscitar vocaciones,
todavía demasiado poco numerosas, a partir de los grupos de oración que congregan la
juventud estudiantil. En Caracas, “La Misión” acoge un buen equipo de seminaristas
eudistas, y el número de los “Asociados” está en crecimiento.
La lista de los superiores provinciales que vinieron a continuación es la
siguiente: el P. Pedro Drouin, nombrado por el P. Guillon en 1979, y luego en 1982, en
1985 fue nombrado para un tercer mandato que le fue confiado por el P. Hébert. Su
sucesor, igualmente nombrado por el P. Hébert en 1988, fue el P. Fernando Léger. Al
ser elegido como superior general por la asamblea de 1989, el P. Drouin nombró como
provincial en 1991, y luego en 1994, al P. Nicolás Bermúdez; luego fue el turno del P.
Pedro Royer, en 1997 y después en 2000. En seguida, el mismo P. Drouin, al terminar
en 2001 su segundo mandato como superior general, llegó a ser, en 2003, provincial de
Venezuela, nombrado por el P. Miguel Gérard. Tres años más tarde, en 2006, el P.
Gérard confió al P. Fernando Duartes el cargo de superior provincial
Añadamos que dos eudistas venezolanos llegaron a ser obispos en el curso de los
últimos años: el P. Nicolás Bermúdez Villamizar, nombrado auxilñiar de Caracas el 15
de febrero de 1997, cuando estaba para terminar un segundo mandato como provincial;
y el P. Afonso Márquez Molina, fue nombrado auxiliar de Mérida el 18 de octubre de
2001. Se ha podido observar que entre los sacerdotes de nacionalidad venezolana, que
en 1980, eran miembros de la congregación de los eudistas (un poco más de diez, cuatro
han sido llamados por la Iglesia a hacer parte del colegio de sucesores de los apóstoles.
Expansión de la provincia de Colombia
Los superiores provinciales
A finales de 1957 el P. le Bourgeois confía la responsabilidad de la provincia al
P. Joaquín Duarte, como remplazo del P. Camilo Macías, quien termina su cuarto año,
siendo así que el mandato debía durar cinco años. El superior general probablemente
juzgó que la situaciópn nueva, ligada a la creación de la viceproincia de Venezuela,
acarreaba un cambio en el gobierno de la provincia. Este cambio inesperado sorprende a
muchos en la provincia y engendra un malestar que no cesará sino con el
nombramiento, a fines de 1962, del sucesor del P. Duarte, el P. Bernardo Hurtado.
Al término del mandato de éste, cinco años más tarde, el P. Fernando Lacroix,
recién elegido superior general llama al P. Eladio Acosta; éste dejaG su función de
provincial en marzo de 1970 por haber sido nombrado obispo de Santa Fe de Antioquia.
Su sucesor será el P. Álvaro Torres, nombrado para una duración no ya de cinco años
sino de tres, conforme a lo que preveían las Constituciones de la asamblea general de
1969, adoptadas ad experimentum. El mandato del P. Torres será renovado en 1973 por
el Clemente Guillon, quien nombrará para sucederle al P. Jesús Ángel Restrepo. Este
último recibirá, en 1972 y 1982, dos otros mandatos de provincial.
Compromiso en los seminarios
Este compromiso va a conocer diversas modificaciones, vinculadas a la
evolución de situaciones y de mentalidades. Una de esas modificaciones concierne la
región de la Costa Atlántica. En Cartagena, a donde llegaron los eudistas en 1883, el
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seminario menor fue separado del seminario mayor en 1959, y éste va a dejar de
funcionar en previsión de la apertura, en la diócesis de Baranquilla, de un seminario
mayor regional, que va a empezar labores en 1966. Dicho seminario, magníficamente
situado al borde del mar, pero relativamente alejado de la ciudad, lo que va a acarrerar
serios inconvenientes, en particular una larga espera de la instalación telefónica. Los
superiores y los equipos eudistas que se sucederán en la dirección de ese seminario
darán prueba de una paciencia y de una perseverancia notables, y su acción va a
producir buenos frutos. En 1967, la provincia se hace cargo igualmente del seminario
menor de Barranquilla, acogiendo las instancias del obispo monseñor Villa, eudista.
El año siguiente los eudistas toman de nuevo la responsabilidad del seminario
mayor de Pamplona, que habían dirigido de 1890 a 1945108. Esta experiencia durará
solo hasta 1971, por dificultades con el clero local. Dificultades del mismo orden
conducen igualmente al arzobispo de Cali a comunicar al provincial, P. Torres, que la
presencia de los eudistas en su seminario mayor no es necesaria. El P. Torres comunica
a la provincia esta determinación en términos que merecen ser recordados: “Estos
hechos hacen parte de nuestra condición cristiana de servidores del Evangelio. Un día,
un gran obispo de Cali nos dijo: Ven, y fuimos; durante veintiséis años de nuestro
servicio allí se nos dijo: haz esto, y lo hicimos, con las limitaciones y deficiencias
inseparabes de nuestro condición humana pero con abnegación y honradez totales.
Hoy, otro obispo de Cali nos dice: Váyanse, y salimos, para servir en otra parte el
mismo Reino y comenzar de nuevo el ciclo del servidor…”
Los eudistas colombianos van, en efecto, a continuar a trabajar en la formación
de los sacerdotes pero en ocasiones van tomando distancia de los seminarios menores
cuyo papel, en el despertar y el desarrollo de las vocaciones sacerdotales, parece cada
vez más problemático109. Se exploran caminos nuevos, por ejemplo la animación en
Pereira y Cali de “seminarios nocturnos”, que reúnen en las primeras horas de la noche,
luego de su jornada de trabajo, a hombres jóvenes comprometidos en la vida
profesional. Los eudistas van igualmente a tomar parte activa en la reflexión sobre el
sacerdocio ministerial, liderada por la Comisión episcpal de los seminarios y las
vocaciones de la Iglesia colombiana. Si se hace un balance global del trabajo realizado
por la Congregación en este campo durante los años siguientes al concilio, se puede
comprobar que los eudistas actuaron a la vez con prudencia y con audacia, dando
muestras de un gran sentido de Iglesia. Esto permite comprender que en los años
siguientes, los episcopados de diversos otros países de América latina se hayan dirigido
a la Congregación para proponerle nuevos puntos de trabajo.
Es preciso afirmar igualmente que un esfuerzo considerable ha sido hecho y se
ha continuado en la provincia en el campo de la formación de los mismos eudistas.
Muchos han frecuentado las universidades de Bogotá, como también las de París y
Roma. Desde hace cincuenta años la casa general de Roma no ha dejado de acoger a
estudiantes eudistas sudamericanos venidos a preparar diplomas en teología, filosofia,
ciencias sociales, exégesis, historia. Este esfuerzo desemboca a menudo en
publicaciones de obras cocernientes estas diversas disciplinas como también la
formación pastoral y litúrgica, la renovación carismática, la acción social, y
evidentemente la misma espiritualidad eudista. Señalemos en este último dominio la
publicación en Bogotá, en 1990, de un grueso volumen de 750 páginas: “Obras
escogidas de san Juan Eudes”, traducidas por el P. Hipólito Arias con una introducción
del P. Alvaro Torres. Añadamos que la historia de los eudistas en América latina ha
108
El año del cierre del seminario de Pamplona fue 1944. Nota del traductor.
En 1984 los eudistas abandonarán el seminario menor de Barranquilla y el de Santa Rosa, pero, en el
segundo caso, el obispo decidirá retirarles también la responsabilidad del seminario mayor.
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dado lugar a diversas monografías, debidas en buena parte a la pluma del P. Diego
Jaramillo.
Formación de los futuros eudistas
Desde los años de 1950 existía el interrogante sobre el futuro de los dos
junioratos que funcionaban en medio rural, en San Pedro y en Miranda. ¿No sería
recomendable acercarlos a los centros urbanos que podrían favorecer mejor acopio de
vocaciones así como la calidad de la formación? En lo que respecta a San Pedro, en
1956, el consejo provincial, con el apoyo del P. le Bourgeois que entoces realizaba la
visita canónica, tomó la decisión de adquirir un terreno cercano a Medellín para
construir allí un edificio que acogiera a los futuros junioristas de la región. Pero durante
la construcción de edificio, a partir del comienzo de 1958, se levantó una fuerte
agitación entre los miembros de la provincia: el juniorato de San Pedro había dado
buenos resultados. ¿Era, por tanto, verdaderamente urgente desplazarlo? Finalmente se
decidió dejarlo donde estaba. Y en cambio, un colegio comenzó a funcionar en el nuevo
edificio a comienzos de 1960. Pronto se comprobó que este colegio, a pesar de que el
trabajo de educación que se realizaban en él era positivo, no correspondía a los
objetivos de la provincia. En 1973, la dirección de este colegio fue transferida a una
institución civil y el edificio fue finalmente vendido algunos años más tarde.
La suerte del juniorato de Miranda fue diferente de la del de San Pedro. En 1961
fue transferido a Tocancipá, ciudad pequeña a una cincuentena de kilómetros al norte de
Bogotá, pero al cabo de diez años, se hizo claro que era muy difícil conservarle el
carácter de institución destinada a encaminar niños y jóvenes al sacerdocio. Por tanto
fue cerrado. Por ese hecho, en la región de Bogotá la pastoral de vocaciones entre
jóvenes y adolescentes tomó formas nuevas, en especial, la de grupos de oración y de
reflexión, en particular en torno a “El Minuto de Dios”. Más tarde, se produjo en otras
regiones algo semejante. En 1983 el juniorato de San Pedro cesó de funcionar como
institución educativa para transformarse en lugar de pastoral de vocaciones, mediante el
ofrecimiento de encuentros a los jóvenes de la región, en particular los de Medellín.
Un poco más tarde, en los años 1970, el interrogante afectó al funcionamiento de
Valmaría. En especial, en 1974, cuando seis aspirantes eudistas empezaron su
formación en una casa particular del barrio de El Minuto de Dios, llamada “Casa de
oración” bajo la dirección del joven Padre Carlos Alvarez Gutiérrez. Esta experiencia
fue seguida de cerca por el superior provincial y su consejo, y se llegó a la conclusión
que podía coexistir con el funcionamiento tradicional de Valmaría.Esa línea de conducta
fue continuada y dearrollada posteriormente, con el esfuerzo constante de
discernimiento que requiere.
El Minuto de Dios
El Minuto se desarrolla, multiforme, con sus grupos de oracións, sus
publicaciones, y más tarde con su universidad. El nuevo barrio irradia, imitado en
diversas regiones del país y del extranjero. Muchos jóvenes vienen a unirse al pequeño
equipo eudista, y algunos se deciden por el sacerdocio. El Minuto llega a ser centro de
formación eudista.
Esta fundación parece abierta a todos los desafíos. Para los que andan mal en la
educación, jóvenes que rechazan la escuela, El Minuto propone colegios de
recuperación especializados que ofrecen una nueva oportunidad. Para las víctimas de
cataclismos o de catástrofes, como por ejemplo el terremoto de Popayán (1983) o la
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tragedia del volcán de El Ruiz (noviembre de 1985) El Minuto envía equipos de socorro
organizados. Para la liberación de los secuestrados intenta acercamientos negociados.
Para las víctimas del nuevo azote, el sida, se abren dispensarios y casas de acogida… En
una palabra, es la caridad eficaz y dinámica de un san Vicente de Paul o de una madre
Teresa, adaptada a las víctimas de hoy.
¿Dónde encontrar el dinero para toda esa obra? Donde está, o sea, en el bolsillo
de los ricos. Basta inventarse un procedimiento. Y para eso el P. Rafael, lanza en 1961,
“El Banquete del millón”. Se dirige una invitación personal a todos los medios,
políticos, sociales, en la alta sociedad de Bogotá. La participación en el banquete se
paga a precio alto de la época (5 000 pesos, alrededor de 100 eutros). Y en esa noche de
fiesta, a cada uno de los comensales, acogido como un príncipe, se le sirve, en loza de
barro, una sopa y un trozo de pan, lo que a la misma hora miles de pobres en Bogotá se
están sirviendo como su única comida del día. “El Banquete del millón”, se celebra
desde entonces cada año, y va en crecimiento.
Fundación en Ecuador y llamadas que llegan de otros países
Por petición apremiante del episcopado ecuatoriano los eudistas de Colombia
aceptaron implantarse en el Ecuador. Esa pequeña república (270 000 kms cuadrados)
está situada en el eje de la cordillera de los Andes, ente Colombia, Perú y el Océano
Pacífico. Cuenta alrededor de diez millones de habitantes, la mayoría de raza indígena.
Los eudistas empezaron un trabajo de colaboración en el seminario mayor de Quito, la
capital. En 1978, luego de dos años de acercamientos, la congregación aceptó la
propuesta del cardenal Muñoz Vega. Los PP. Amadeo Pedroza e Higinio Lopera se
hicieron cargo de la formación de cuarenta y dos seminaristas. Se llegó a un primer
acuerdo en 1979; el 12 de agosto de 1980, el P. Jesús Ángel Restrepo, provincial,
firmaba con el cardenal un contrato que establecía colaboración entre el clero
ecuatoriano y los eudistas. Una vez más, las religiosas del Buen Pastor habían
favorecido esta nueva fundación. Precisamente ellas, treinta años antes, habían
percibido como signo de bendición, la entrada a los eudistas de un joven ecuatoriano,
Alfonso Ruiz, que debía ser posteriormente un aguerrido apóstol en Caracas y
provincial de los Eudistas de Venezuela.
En el momento en que la congregación se implantaba en Ecuador, llegaban
peticiones desde otros países al P. Provincial de Colombia, así como al P. Guillon,
superior general. Esto llevó a este último a incluir, en el informe presentado a la
asamblea general reunida en Roma en 1983, la siguiente declaración: “Como escribí en
una circular dirigida a toda la congregación, el 31 de diciembre de 1981, obispos de
varios otros paíoses nos han pedido y nos piden todavía ir en su ayuda: a La Serena
(Chile), Anápolis y Caicó (Brasil), Corrientes (Argentina), Acapulco-Chilapa (Méjico”.
Obispos eudistas
En capítulo precedente presentamos los tres primeros obispos eudistas
colombianos. El tercero, monseñor Germán Villa Gaviria, presentó renuncia de su cargo
de arzobispo de Barranquilla en 1987, y murió el 18 de junio de 1992. Varios otros de
nuestros hermanos han sido llamados a la reponsabilidad episcopal.
El 21 de mayo de 1960, el P. Jorge Giraldo Restrepo, quien era por entonces
superior del seminario de Pasto, fue nombrado obispo auxiliar de esa diócesis, y un año
más tarde, llegó a ser el obispo diocesano. A pesar de su salud frágil, jamás pensó en
cuidarse, y murió prematuramente, el 1 de julio de 1976, apenas cumplidos los 58 años.
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Como señalamos arriba, el P. Eladio Acosta Arteaga fue nombrado obispo de
Santa Fe de Antioquia en marzo de 1970, siendo superior provincial. Posteriormente, en
1988, su diócesis llegó a ser sede metropolitana de una nueva provincia eclesiástica, y
por el mismo hecho fue nombrado arzobispo. Al llegar al límite de edad, presentó
renuncia de su cargo episcopal en 1992.
En 1978 otro eudista, el P. Juan Francisco Sarasti Jaramillo, que había sido
consejero general de la congregación de 1969 a 1971, fue llamado al episcopado,
inicialmente como obispo auxiliar de Cali, y posteriormente, en 1983, como obispo de
Barrancabermeja; en 1993 fue designado arzobispo de Ibagué; y el 17 de agosto de
2002, fue designado arzobispo de Cali, para reemplazar a monseñor Isaías Duarte
Cancino, asesinado el 10 de marzo anterior.
Finalmente, en 1992, el P. Jorge Jiménez Carvajal fue nombrado obispo de
Zipaquirá, y desde octubre de 2005 arzobispo de Cartagena, luego de haber sido
coadjutor durante año y mediio. En el momento de su designación episcopal era
superior provincial, y había desempeñado igualmente, durante año y medio, por petición
de la Congregación de Religiosos de Roma, la responsabilidad importante de secretario
general de la CLAR (Conferencia latinoamericana de Religiosos). Esto lo preparó para
llegar a ser, como obispo, entre 1999 y 2003, presidente del CELAM (Consejo
episcopal latinoamericano).
La provincia a partir de 1983
Al presentar estos cuatro obispos eudistas colombianos hemos entrado ya en el
período posterior a 1983, límite que hemos puesto a nuestro relato. Vamos a sobrepasar
este límite nuevamente para indicar los nombres de los superiores provinciales, anotar el
fallecimiento del P. García-Herreros, y dar la lista de las fundaciones realizadas por los
eudistas de la provincia.
En 1985 el P. Rénald Hébert confió el cargo de provincial al P. Eduardo Roldán,
y luego, en 1988, al P. Jorge Jiménez. Al ser nombrado éste último obispo, el P. Drouin
nombró como sucesor, a principios de 1993, al P. Diego Jaramillo, y luego, tres años
más tarde al P. Carlos Alvarez Gutiérrez. A partir de 2002 el P. Miguel Gérard nombró
como provincial al P. Ovidio Muñoz.
El 24 de noviembre de 1992, el P. Rafael García-Herreros, agotado, falleció en
el preciso momento en que comenzaba, en medio del gozo, la 32ª celebración del
“Banquete del Millón”. En la fachada de la iglesia parroquial de El Minuto, construida
por él, pueden leerse las palabras que resumen su vida y son como su testamento
espiritual: “Amaràs al Señor, tu Dios, y a tu hermano el Hombre”. A partir de la muerte
de su fundador, el P. Diego Jaramillo, antiguo superior provincial, dirige, con su palabra
y su pluma, “El Minuto”. Una quincena de eudistas de toda edad y de diversas
competencias animan juntos ese volcán de iniciativas caritativas y apostólicas que es
“El Minuto de Dios”. Por otra parte, el movimiento ha enjambrado a países vecinos.
A través de la irradiación de “El Minuto de Dios”, como también a través de la
fundación de seminarios, la provincia ha conocido, en una decena de países de América
latina, una expansión notable. Estas son algunas de sus principales etapas:
* En 1985 se asume la dirección del seminario mayor de la República Dominicana. (Los
eudistas habían trabajado antes allí, entre 1907 y 1916);
* En 1986 se asume la dirección del seminario mayor de Loja (el que se añade al de
Quito) en Ecuador. Cinco años después los eudistas saldrán de ese seminario y
217
218
tomaraán la responsabilidad del de Ambato, al que se agregará más tarde el de Cuenca,
la tercera ciudad del país.
* En 1989 se asume la dirección, en México, en la costa atlántica, del seminario mayor
de Coatzacoalcos; los eudistas salieron de él pero, a partir de 1993, tomaron la
responsabilidad del seminario mayor de Acapulco, diócesis recientemente segregada de
Chilapa, donde la congregación había prestado sus servicios 80 años antes.
*
En 1991, se da la implantación de los eudistas en Brasil, en el seminario mayor de
Fortaleza, con la participación, en el año siguiente, de un Padre francés, Pablo Milcent,
cuya acción y testimonio dejaron huella profunda.
* En 1991, gracias a los dos chilenos que entraron en la congregación durante su
presencia en Chile, entre 1943 y 1958110, los eudistas reanudaron su labor en ese país.
Con la responsabilidad de la parroquia de San Isidro en La Serena, se ocuparán de la
formación pastoral de los alumnos del seminario mayor.
* En 1996, la provincia toma la dirección del seminario de Tqacna (Perú).
* En 1997, se asume la dirección del seminario de Tegucigalpa (Honduras).
* En 2000 la prvincia se hace cargo de una parroquia en Managua (Nicaragua).
* Añadamos que en 1993 un eudista fue enviado a Cuba para prestar una ayuda en el
seminario mayor de La Habana, pero este servicio no pudo mantenerse sino algunos
años111.
Se trata por consiguiente de una expansión considerable, empezada en 1980, que
se continuó en los años siguientes. Podemos rendir homenaje a los valerosos obreros
que la realizaron y agradecer a Dios que es la fuente de todo bien.
110
Nota del traductor. Las fechas no son precisas. La primera presencia eudista en Chile se dio entre
1947 a 1957.
111
Nota del traductor. En realidad dos Padres (G. Londoño y O. Echeverry) prestaron ese servicio.
218
219
CAPÍTULO XX
LOS EUDISTAS EN AMÉRICA DEL NORTE A PARTIR
DE 1970
Un nombre nuevo – Cifras y tendencias – Salida de los colegios: Santa Ana, Bathurst,
Edmundston – Nuevas orientaciones en la pastoral parroquial – Parroquias en
Nouveau-Brunswick – En los Estados Unidos: Buffalo, Luisiana, Californa – La casa
de los eudistas en Charlesbourg – La soledad de Champboisé –El final de los
junioratos – Equipos y medios de formación eudista. Renovación de la vida
comunitarios – A partir de 1983
Luego de la asamblea general de 1969, la provincia eudista del Canadá continuó
una evolución cuyas principales tendencias es ya tiempo de destacar.
El primer paso fue cambiar de nmbre. En adelante se llama “Provincia de
América del Norte”. A partir de la fundación en 1957 de Cardenal Dougherty High
School en Búfalo, el número de eudistas residentes en Estados Unidos comenzó a
crecer. Veintitrés eudistas, lo que equivale a más del 12% de la provincia, estban allí;
tres candidatos estadunidenses estaban en probación y el porvenir parecía asegurado.
Era necesario tenerlo en cuenta. El cambio de nombre se dio en 1977.
Evolución de cifras y de tendencias
Los miembros de la provincia disminuyeron sensiblemente a partir de 1969. Un
grupo importante de sacerdotes jóvenes fue enviado a Venezuela desde 1960 y otros dos
viajaron a Costa de Marfil en 1965. La mayoría de ellos regresó paulatinamente a
Canadá a partir de 1970. En la provincia las estadísticas contaban 228 incorporados en
1971. En 1975 sólo eran 189, 181 en 1977, 173 en 1980, y 166 en 1983. Esta
disminución se explica fácilmente: hubo diez incorporaciones nuevas, treinta
fallecieron; y un considerable número abandonó la congregación y el ministerio.
En toda la Iglesia este período se caracteriza por numerosas defecciones de
sacerdotes. El Papa Pablo VI, luego del concilio, preocupado por una tendencia que se
manifestaba en el mundo entero, había facilitado, movido por la misericordia, el
otorgamiento de dispensas de las obligaciones contraídas en el estado eclesiástico.
Muchos sacerdotes, sobre todo en Europa y en América del Norte aprovecharon esa
amplia facilidad para obtener su laicización. Ante las transformaciones de la vida de la
Iglesia y de la misión del sacerdote en la sociedad canadiense, sobre todo en el campo
de la educación, un buen número de eudistas escogieron abandonar su misión y
reubicarse en la sociedad. Algunos alegaban que hasta entonces no habían gozado de
libertad. De 1970 a 1977, entre los eudistas, se dieron treinta y seis abandonos, y seis
entre 1977 y 1983. Eran sacerdotes en la fuerza de la edad (cuarenta años en promedio),
de los cuales algunos desempeñaban grandes responsabilidades, en particular en la
enseñanza y la educación.
Ante las situaciones nuevas, muchos se comprometieron en años de formación
especializada para prepararse a nuevos ministerios, en muy diversos sectores. En 1980,
cincuenta y tres Padres trabajaban en treinta y cuatro parroquias, cincuenta en el medio
escolar (de ellos once lo hacían en el colegio de los eudistas en Montreal), nueve en
capellanías, ocho en pastoral diocesana y veintidós en compromisos individuales:
psicoterapia, pastoral especializada de los carismáticos, cursillistas, artistas (ALPEC),
Encuentros matrimoniales, etc.
219
220
Dos años más tarde, de los 170 eudistas pertenecientes a la provincia, 137
estaban en actividad. La media de edad se situaba en los cincuenta y siete años.
Cincuenta y un Padres trabajaban en el ministerioo parroquial, 34 en formación escolar,
15 en servicios de las diócesis o de la formación, 13 en capellanías. Se podían contar 25
compromisos comunitarios denominados “contratos de provincia” y 68 en compromisos
individuales.
Luego de la asamblea general de aggiornamento de 1969, se vio aparecer en la
línea de conducta de la provincia acentos nuevos”Nos dimos constituciones basadas en
una descentralización para el ejercicio colegial del poder de decisión” escribía en
1970 el superior provincial. Y la asamblea provincial votó en 1971, por casi unanimidad
la proposición siguiente: “Para asegurar la eficacia y la consolidación del esfuerzo
colectivo, la asamblea recomienda que la planificación provincial del trabajo
apostólico tenga como punto de partida y punto de apoyo permanentes las
recomendaciones de las comunidades locales o de las aspiraciones individuales”112.
Todo iba en esa línea, incluyendo la libre participación de todos los miembros
incororados en las asamblea provinciales de 1974 y 1976.
Al mismo tiempo se dio una transformación rápida de las actividades apostólicas
de los eudistas canadienses. Algunas responsabilidades del consejo general habían
pasado a la provincia, resonsabilidades de la provincia a la comunidad, y de la
comunidad a cada uno de sus miembros.
-Se pratica la colegialidad en todos los niveles: en adelante las decisiones pertenecen
más a los consejos que a los superiores.
-Le elección de las tareas tendrá en cuenta las capacidades y los gustos de cada uno, por
encima de las necesidades de la provincia y las necesidades de la vida común.
Salida de los colegios
Inicialmente, el dejar el compromiso de los colegios va a limitarse a la
enseñanza en la provincia de Québec. Vimos que el Externado Clásico San Juan Eudes
se vendió el 29 de julio de 1968 para transformarse en el CÉPEG de Limoilou. Al
mismo tiempo el colegio Rosemont de Montreal abandonó en 1968 su curso clásico
para covertirse en un colegio de secundaria, permaneciendo siempre propiedad de los
eudistas.
En las Provincias Marítimas, las encuestas, memorias e informes de las
comisiones se sucedían desde diez años atrás y dejaban prever, también allí, la salida de
los colegios. La asamblea provincial de 1968 pidió “que se continuara el abandono
progresivo de las responsabilidades administrativas y financieras en las insituciones
que no fueran específicamente eudistas... para entregar dichas responsabilidades a la
sociedad bajo la forma de corporaciones de carácter público”113. Esta decisión se
imponía. El personal de eudistas de esos colegios no se renovaba, los efectivos habían
sufridos pérdidas notables, los nuevos eudistas, muy escasos, no se orientaban hacia el
trabajo educativo. El gobierno federal y los gobiernos provinciales deseaban además
hacerse cargo de ese trabajo.
Al mismo tiempo, similares tendencias se expresaban también en Francia. En
1973, el superior general de los eudistas, el P. Guillon, escribía: “Los colegios han
evolucionado considerablemente, tanto en Francia como en América del Norte…
Actualmente la existencia de un cuerpo profesoral laico, a todas vistas mayoritario, las
crecientes exigencias de los poderes públicos en materia de pedagogía y gestión, la
112
113
Actas de la asamblea provincial de 1971, 5ª. proposición.
Asamblea de 1986, comisión 3.
220
221
presencia de alumnos de mentalidades religiosas diferentes… han transformado los
colegios en grandes empresas en las que el aspecto „servicio a la sociedad‟ tiende a
desplazar el aspecto de „obras de Iglesia‟…. De este modo, la identificación „Eudistas
educadores‟ corresponde cada vez menos a la realidad”114.
Un clima de confrontación suscitado por algunos que aspiraban a la
desclericalización de la enseñanza, e igualmente a asumir el poder en las casas dirigidas
por las comunidades religiosas, contribuyó ciertamente a acelerar la política de
abandono defendida por la aamblea provincial de 1968. Los eudistas que tenían la
antigüedad y las competencias requeridas, pudieron permanecer en los puestos que
deseaban. El P. Arturo Gauvin, antiguo superior provincial, pudo proseguir su carrera
de profesor de ciencias en el nuevo Colegio Comunitario de Bathurst y en la
universidad de Moncton hasta 1978. También es cierto que varios eudistas
experimentaron profundos sentimientos de inseguridad. Eran conscientes de haber dado
a los colegios –a menudo por muchos años- todos sus talentos y su celo sacerdotal.
Repentinamente descubrían que esas casas no iban a ofrecerles ya trabajo y muchos no
se sentían preparados para ir a ocuparse en una parroquia o en una capellanía. La
autoridad provincial, con plena conciencia de estos sentimientos de perturbación, se
esforzó por animar a los que deseaban calificarse para continuar su tarea de educadores.
De esa manera, en 1975, 36% de las fuerzas vivas de la provincia trabajaba todavía en el
medio escolar.
La transferencia de los colegios: Santa Ana (1971), Bathurst (1973), Edmundston
(1974)
En 1970 el colegio Santa Ana de Pointe-de-l’Église solo contaba 138 estudiantes
pero ofrecía siempre el programa de bachillerato en artes y dos años de bachillerato en
comercio y ciencias. ¿Qué porvenir tenía esta casa en estado vegetativo? La “Carta a los
ex alumnos y amigos del colegio”, en primavera de 1971, da la respuesta: “La
congregación de los eudistas, habiendo expresado su deseo de verse libre de las
responsabilidades administrativas y financieras del colegio, llegó a un aucerdo con el
gobierno de Nueva Escocia para que se integre una nueva corporación que asuma
dichas resonsabilidades. Se nombrará una nueva administración que remplace la
administración actual cuyo mandato expira al de junio”115.
El 21 de junio de 1971, los eudistas hacían entrega, a una nueva corporación
civil, de la dirección de esta institución que habían fundado ochenta años atrás.
En cuanto a Bathurst y a Edmundston, el consejo provincial, el 16 de octubre
de1971, tomó la decisión a salir. El retiro de los eudistas se venía preparando desde tres
años atrás, mediante una separación clara entre la comunidad y la obra, y la entrada
cada vez mayor de laicos en las estructuras administrativas… En septiembre de 1971, el
infome Lafrenière recomendaba a los colegios afiliados a la universidad de Moncton:
-renunciar definitivamente a su carta universitaria;
114
115
Carta del P. Clemente Guillon, en Information, documento 29, 3 octubre de 1973.
Carta a los ex alumnos y amigos del colegio Santa Ana, primavera de 1971.
221
222
-limitarse a los dos primeros años del curso universitario;
-pedir a las comunidades religiosas su retiro de la administración de los colegios.
El consejo provincial de los eudistas pidió entonces a los consejos de
administración del colegio Sagrado Corazón y del colegio San Luis prepararse para
transferir los bienes de los colegios al nuevo cconsejo, lo que se hizo el 21 de enero de
1972 para el colegio de Bathurst, y el 21 de febrero de 1974 para el colegio San Luis
Maillet.
En Québec este traspaso se hizo en 1968. Sin embargo, por iniciativa del P.
Enrique Jorge Lachance, el consejo provincial autorizó la creación de una corporación
que obtuvo permiso de utilizar la antigua carta del Externado Clásico San Juan Euces
para mantener una escuela específicamente cristiana. El nuevo Externado es hoy una
escuela secundaria privada. Los eudistas no están comprometidos en ninguna
responsabilidad administrativa o financiera en ella.
La revista Vie Eudiste (1972, p. 61) resumía así la plítica seguida por los
eudistas del Canadá: “Ls historia ha querido que los eudistas canadienses sean
educadores en los colegios. En 1968, la provincia canadiense dirígía tres colegios en
las Provincias Marítimas, y dos en la provincia de Québec…Éramos propietarios de
todos esos establecimientos… Esas instituciones se desarrollaron gracias al trabajo
callado y perseverante de varias generaciones de eudistas. Era nuestra riqueza y
nuestra obra principal y absorbían buena parte del personal. La evolución actual de la
sociedad y las necesidades de la Iglesia han llevado a la provincia a desprenderse de
esas obras y a darlas –con excepción del Externado de Québec- a „corporaciones‟
formadas para hacerse cargo de la propiedad y la responsabilidad. Los eudistas
continúan acogidos en ellas pero ya no están „en casa‟. El uno de julio de 1972, la
provincia de Canadá ya no será proprietaria del colegio Rosemont de Montreal. Tal
cambio no se ha dado sin que los „raizales‟ sufran, sea por la ruptura de vínculos que
los ataban a sus obras, como por la nueva orientación que habían dado a menudo a su
vida, sin estar preparados para ello… El período de transición será siempre difícil de
vivir”.
CAMPOS DE ACTIVIDAD
Año
Enseñanza y pastoral entre estudiantes
Ministerio parroquial
Capellanías religiosas, hospitales, etc.
Servicios internos a las comunidades,
y a la provincia (superiores, ecónomos)
Servicios diocesanos
Otros campos de actividad
Eudistas en retiro o enfermos
Eudistas en retiro o en actualización
Total de incorporados bajo la provincia
NÚMERO DE PADRES IMPLICADOS
1971
1975
1977
1982
84
55
47
34
40
44
49
51
11
12
11
13
10
10
11
11
8
15
26
17
211
11
16
36
5
189
18
8
31
6
181
15
9
33
5
171
Nuevas orientaciones en la pastoral parroquial
Mientras su compromiso en los colegios desaparecía rápidamente, los eudistas se
interesaron más en la pastoral parroquial. El P. Luis Felipe Pelletier, superior provincial,
escribe: Las nuevas perspectivas pastorales nos obligan a repensar nuestro apostolado
y a favorecer la actualización de los obreros”. Para los eudistas, formados para la vida
común, se trataba de conformar equipos parroquiales dinámicos y complementarios.
222
223
Cada uno debía asumir el servicio para el que se sintiera mejor preparado: pastoral de
bautismo, de matrimonio, administración… Al mismo tiempo, a pesar del número
todavía grande de sacerdotes, era necesario emprender la formación de laicos para los
ministerios, al servicio de las comunidades cristianas.
El número de eudistas en parroquia aumentó rápidamente. En 1968, solo el 20%
de los Padres trabajaba en parroquias o en servicios en las diócesis. En 1977 ya
alcanzaban el 45%. Luego esta cifra disminuyó poco a poco. Los eudistas salieron de
Gagnon y de Fermont en la Costa Norte, de cuatro parroquias en la diócesis de Bathurst,
de dos en la diócesis de Gatineau-Hull. Y ya se veía venir la salida del Santo Corazón
de María en Québec.
En 1982, 51 eudistas trabajaban todavía en parroquias, pero en la asamblea
provincial de ese mismo año, el P. Rénald Hébert, superior provincial, describía así la
nueva tendencia: “Asumir menos compromisos parroquiales –sin excluirlos-, preferir
nuestro carisma comunitario y nuestra situación de congregación extra diocesana… De
esta manera asumimos cada vez más tareas de educación de la fe, de acompañamientos
de gruos y de movimientos…., de formación diocesana”116.
La formación
En este período, en el que cada uno fue invitado a renovarse poniendo todos sus
talentos al servicio de comunidades cristianas inestables, es imposible seguir a cada uno
de los eudistas canadienses. A menudo el mejor empleo de sus capacidades no era
compatible con el marco de la vida común. Debieron entonces dispersarse. El P.
Virgilio Blanchard se comprometió en la enseñanza de la teología en la universidad de
Houston en los Estados Unidos en 1975; lo mismo hizo el P. Patricio Ruddle, en 1977.
El P. Clemente Legaré, que llegó a ser un especialista afamado del análisis semiótico,
empieza una larga carrera en la universidad de Trois-Rivières. El P. Raimundo
Vaillancourt por su parte enseña la teología en la universidad de Sherbrooke y funda allí
un servicio teológico de enseñanza a distancia.
Tratemos al menos de describir la evolución en Nouveau-Brunswick, en los
Estados Unidos, en Charlesbourg y en la región de Ottawa.
Nuevos servicios en Nouveau-Brunswick
Luego de la transferencia de las responsabilidades de los dos colegios de
Nouveau-Brunswick, varios eudistas estaban decididos a proseguir su servicio bajo
otras formas en Bathurst y en Edmundston. En la diócesis de Bathurst quedaban una
veintena de miembros de la congregación que trabajaban en parroquias y en capellanías.
Desde 1941, la congregación tenía a su cargo la parroquia de la Sagrada Familia de
Bathurst. Los eudistas ya no se identificaban por una obra determinada sino sobre todo
por un estilo de vida presbiteral.
En Edmundston, que contaba igualmente con una veintena de padres al servicio
del colegio San Luis, la presencia eudista se prolongó un poco más. La pequeña diócesis
de Edmundston no tenía tareas pastorales que confiar a los eudistas. Numerosos salieron
entonces de la región. En cambio la diócesis vecina de Bathurst, que tenía necesidades
más importantes, acogía aún en 1983, en ocupaciones varias, veintitrés eudistas.
116
Rénald Hébert, en Information, vol. 14. No 1, sept. 1982.
223
224
En los Estados Unidos
Desde el cierre de Washington en 1950, la única comunidad eudista en los
Estados Unidos era el High School de Buffalo. Parecía que iba a durar. Pero a partir de
1972 comenzaron a surgir cuestionamientos en torno a ella. En 1978, la diócesis quiso
revisar su política escolar que le resultaba muy costosa. Las autoridades diocesanas
ofrecieron a los eudistas la propiedad total de la escuela, dejando por entendido que las
subvenciones diocesanas cesarían. Ante la negativa del consejo provincial y ante un
informe sobre las catorce high schools de la diócesis, la carta escolar fue modificada:
varias high schools fueron suprimidas y la “Cardinal Dougherty” fue anexada a otra
high school, la “Bishop Turner”. Los eudistas salieron entonces del colegio pero
mantuvieron la decisión de permanecer en Estados Unidos.
En el otoño el obispo les ofreció la parroquia Saint John the Baptist; eran 639
familias en medio popular. La provincia aceptó complacida esta nueva tarea. Otros
Padres, que habían trabajado en Buffalo, fueron a dar a Louisiana. En 1973 se les confió
la parroquia Saint Joseph de Rayne, municipio situado en el corazón de una
próspera.región agrícola y petrolera. Otros tres Padres se comprometieron igualmente,
de 1975 a 1983, en la parroquia vecina, la Assumption.
Otros fueron a establecerse en California, en San Diego, para continuar su
carrera de enseñantes en el “Marian Highschool”. Se juntaban a otros dos eudistas que
ya estaban establecidos en Solana Beach, uno desde 1976 y el otro desde 1981. En 1981
la provincia aceptó la dirección del “Newman Center”, centro de animación espiritual
en la universidad del estado de California. En total, entre 1976 y 1983, una decena de
eudistas trabajaban en California, en los campos de la relación de ayuda, de la pastoral y
de la enseñanza secundaria.
Charlesbourg, la “Casa de los eudistas”
A partir de 1970 no hubo ni un solo joven en formación en la espaciosa casa de
la primera avenida, en Charlesbourg. La casa acogió a partir de entonces dos grupos: la
comunidad de la casa provincial y una comunidad local de 19 eudistas, ocupados en
tareas diversas: unos mantenían puestos en la universidad de Laval, otros trabajaban en
la enseñanza, la pastoral escolar o los servicios diocesanos; cinco eran estudiantes o
preparaban una tesis.
Para dar un sentido más directamente apostólico a la presencia de los eudistas en
el barrio se decidió abrir a personas del exterior la antigua sala de recreo de los
seminaristas, que restaurada, fue bautizada con el nombre de “La Boisserie”. Acogedora
y bien situada, esta sala reibió desde entonces decenas de reuniones, retiros, sesiones
bíblicas, litúrgicas, pastorales. Tengamos presente que sirvió de sede de las asambleas
provinciales de 1974 y de 1976, y de la asamblea gnral de 1977. Este servicio continuó
hasta 1987. A partir de entonces sus locales sirven para acoger el servicio provincial de
archivos.
Champboisé. Centro de soledad (1978)
En la región de Ottawa, luego del cierre, en 1970, del seminario de PointeGatineau, los eudistas buscaron otra manera de servir, sin salir de la diócesis de Hull, a
la que la provincia se sentía muy vinculada. Por su parte monseñor Charbonneau,
obispo de Hull, deseaba beneficiarse de la colaboración de los eudistas para la
formación inicial de los sacerdotes y para su formación permanente.
224
225
El equipo de los antiguos directores del seminario presentó al consejo provincial
un proyecto bastante innovador. En Pointe-Gatineau, la provincia compró una casa en
construcción, situada en la calle Claire, y la adaptó para acoger una comunidad eudista
orientada hacia la enseñanza, la relación de ayuda, la pastoral diocesana y la acogida de
candidatos eudistas. En el clima de crisis, en lo tocante a este último punto, los
resultados no respondieron a lo esperado. Entonces, la comunidad eudista, sin soltar
prenda, propuso un proyecto del todo nuevo, el “Proyecto Buckingham”, explicado así
en una nota de 1980 “La comunidad eudista de la calle Claire, luego de siete años de
existencia y partiendo de su experiencia, desea una implantación pastoral específica en
la diócesis de Hull. Aprobado por el consejo provincial en septiembre de 1977, el
„Proyecto Buckingham‟ se sitúa en el esfuerzo de continuidad de la acción de los
eudistas en la región de Ottawa desde hace más de quince años, y ademá,s con el
deseo de tener una implantanción estable,se centra, sobre todo, en el trabajo de
animación y crecimiento espiritual. Deseamos igualmente hacer obra de Iglesia y
contribuir a la creación de un lugar de fraternidad, de comunión y de significación”117.
El proyecto de establecimiento de un Centro de retiros eudistas había nacido. A
treinta kilómetros, al noroeste de Ottawa, en medio de colinas, el río Lièvre, afluente del
rio Ottawa, sigue su curso entre un paisaje de bosques, de campos y praderas que
respiran paz. Con la autorización del consejo general de los eudistas, del obispo de Hull
y de las autoridades municipales, la provincia norteamericana compró en el lugar la
finca Cosgrove, situada en Buckingham, La casa de la finca fue adaptada para acoger
una comunidad eudista y una sala de encuentros. Y, diseminadas en los prados, en el
límite del bosque, fueron construidas, en madera, cabañas individuales, dotadas de
muebles sencillos, de estufa de leña y de una lámpara de petróleo. Allí se acogería a los
que vinieran para el retiro. Se trataba de una fórmula nueva: cada uno viene para pasar
una semana o más; mantiene encendido el fuego, cocina y pasa los días como bien le
parezca. Cada día, una enseñanza y una reunión litúrgica reúnen a los ermitaños, que
pueden acudir a un diálogo espiritual. La naturaleza, la vida sencilla, la soledad son una
propuesta que seduce al habitante de la ciudad, tensionado por la agitación, y le permite
reencontrrar el equilibrio para su vida y, quizás, comprender mejor el sentido de la
misma.
Conviene citar aquí los nombres de los promotores y animadores de
Champboisé: Rénald Hébert, Guido Melanson, Luis Felipe Pelletier, Miguel Hébert,
Roberto Berger… Numerosos eudistas aportaron su apoyo, desde hace veinte años, al
crecimiento de la empresa. Numerosos son los hombres sy las mujeres, de edades muy
diversas, laicos, religiosos, religiosas o sacerdotes que se han beneficiado desde hace
veinte años de la gracia de Champboisé. Se trata ciertamente de de las iniciativas más
originales aportadas por los eudistas canadienses al despertar espiritual de su país.
Se acaban los junioratos
A partir de 1965, lo vimos ya, el número de entradas a la vida eudista se
derrumbó. Hasta ese momento la mayoría venía de los colegios eudistas, y en particular
de los junioratos, que habían sido fundados al lado de esos colegios.
La transformación del Externado Clásico de Québec en CÉGEP de Limoilou
trajo como consecuencia, poco después, el cierre del juniorato, luego de un breve
traslado a Charlesbourg. En Bathurst, en el amplio terreno de la Universidad, cuando
por todas partes los junioratos y los seminarios menres esran cuestionado, el P. Eduardo
117
Information, vol. 6, 3, marzo de 1980.
225
226
Boudreault, superior provincial, en respuesta a un deseo de la asamblea provincial de
1961 preparó la construcción de una residencia de fórmula nueva. Se recibirían allí, no
ya niños, sino adolescentes, alumnos del nuevo “curso colegial” en un ambiente de
participación y de responsabilidad personal. La “Residencia Pablo VI” fue inaugurada el
11 de enero de 1967. Era una casa elegante muy bien estudiada. Su finalidad primera
era la formación de jóvenes que pensaran en el sacerdocio. Dado que este gruo era
escaso, también fueron aceptados colegiales, con la esperanza de que los contacos de
jóvenes de proyectos de vida diferentes traerían un enriquecimiento mutuo.
Lastimosamente la obra no produjo los frutos esperados. Los cambios de programas y
de la orientación del colegio, la dificultad creciente de someter a los jóvenes a un
reglamento, por elástico que fuera, obligaron a interrogarse. “El campus ha invadido la
Residencia, se lee en un informe de 1970; los estudiantes que quieren reflexionar,
dialogar, deben ir a buscar lugares de silencio por fuera del campus, por ejemplo, entre
los monjes de Rogerville”118.
En la provincia, la situación de “Pablo VI” suscitaba comentarios muy diversos:
para algunos esta residencia era un medio muy favorable para el desarrollo humano y
cristiano de los colegiales, sea que pensaran o no en el sacerdocio. Otros consideraban
que había perdido la línea de su misión inicial: acompañar en su discernimiento a los
jóvenes interesados en la vida eudista. En septiembre de 1973, el consejo provincial se
rindió a lo evidente: el escaso número de alumnos inscritos en la Residencia, el cambio
de orientación del colegio de Bathurst, no justificaban ya mantenerla. Terminó sus
actividades pasados solo seis años desde su apertura.
Equipos y medios de formación eudista
El cierre del seminario de Limbour en 1970 y el ensayo de comunidad de la calle
Claire en Pointe-Gatineau trajeron como consecuencia cuestionar la formación de los
futuros eudistas, habida cuenta de su diversidad. En efecto, entre los que habían
emprendido su camino hacia el sacerdocio desde 1966, se contaban en 1970 dos
bachilleres en teología que estaban en pasantía pastoral; otros tres seguían sus estudios
en la universidad San Pablo de Ottawa y se alojaban en su campus; además, tres
antiguos novicios continuaban un período de reflexión “sin excluir la posibilidad de
entrar en la congregación”. Tal era el abanico de estas situaciones inéditas.
Por petición de la asamblea provincial de 1971 se constituyó un equipo de
formación en enero de 1972 para tratar, luego de tantas experiencias efímeras, de definir
lo que podrían ser los medios y los programas de formación.
Volver a una institución estilo seminario no es ni posible ni deseable, pensó el
equipo. Sería un medio encerrado, un invernadero caliente. Las comunidades deben
constituirse en medio de formación. “Es normal y sano que un candidato nos perciba
como somos, con nuestras fortalezas y nuestras debilidades. Si nuestras debiliades lo
hacen desistir debemos cargar con nuestra responsabilidad; como igualmente sería si
nuestras fortaleza lo animarían a comprometerse con nosotros”. En esta óptica nueva:
“es el mismo joven el que se forma…Participa así positivamente en el diálogo para
escoger su comunidad y para determinar su programa de formación… Cada programa
debe adaptarse siempre… a la persona que se presenta con su experiencia de vida y
con el proyecto que quiere vivir”119.
Para esta formación, las constituciones ad experimentum, elaboradas en 1969
debieron tener en cuenta situaciones diversas en Europa, América del Sur y América del
118
119
Information, vol. 8, abril 1 de 1970.
Documento del equipo de formación, 1975, p. 14-14
226
227
Norte. Recordaron que la formación de un eudista se hace durante un período de al
menos cuatro años llamado probación. Dicho período empieza con la entrada oficial del
candidato a la congregación y termina por un compromiso definitivo llamado
incoporación. Esta probación puede comportar estudios teológicos y compromisos
apostólicos. Se caracteriza por un compartir en la vida comunidaria, e incluye un
período “intenso” de formación espiritual eudista bajo la dirección de un responsable de
la probación.
El trabajo de reflexión del equipo de formación fue considerable. Pero los
eudistas norteamericanos experimentaron las mismas decepciones que las demás
sociedades religiosas y que los diocesanos. Entre 1970 y 1983, treinta y dos jóvenes se
presentaron como candidatos eudistas. De ellos solo siete llegaron a la incoporación.
Cinco recibieron la ordenación presbiteral y uno se incorporó como hermano laico. En
los diez años posteriores, de 1983 a 1994, solo hubo tres nuevas incoporaciones.
La renovación de la vida comunitaria
Las nuevas constituciones de 1969 invitaban a encontrar de nuevo el ardor
misionero y el servicio de formación de “buenos obreros del Evangelio”. Invitaban
igualmente a renovarse en la vida comunitaria, en la provincia y en cada comunidad.
Esta renovación exigía una mejor comunicación por la información y los encuentros.
En lo que concierne a la información, se realizó una reorganización total. A
partir de 1969, aparecieron, bajo diversos colores, boletines, llamados “Información”,
que llegaron a ser, al lado de los informes admiistrativos, una verdadera revista. Ese
boletín, cuidadosamente redactado, impecablemente presentado,
pedía muchas
colaboraciones diversas. Llegó a ser un precioso instrumento de unión en toda la
provincia y fuera de ella.
Paralelamente, a partir de 1969, la provincia propuso cada año, cambiando de
lugares y de temas, reuniones abiertas que mezclaban la oración, la reflexión, el
dedscanso, y permitían a los que estaban aislados por grandes distancias y por
ocupaciones muy diversas encontrarse de nuevo. Los de parroquias y los de colegios,
los misioneros de la Costa Norte, los capellanes, los profesores de Texas, los párrocos
de Luisania, los animadores de jóvenes en Ontario o en Nouveau-Brunswick apreciaron
grandemente estas reuniones anuales que se extendían por algunos días.
Finalmente las nuevas constituciones invitaron a cada eudista, cualquiera que
fuera su edad o su misión, a encontrar una verdadera vida común fraterna, incluso si las
nuevas tareas no permitían siempre la comunidad de mesa y techo. Los eudistas que
pertenecían a la misma comunidad debían elaborar juntos un plan para la vida
comunitaria, adaptado a sus posibilidades reales de encuentro, de compartir y de apoyo
mutujo. Dicho plan de vida comunitaria, elástico pero exigente, debía ser para muchos
sostén de su vida fraerna y misionera.
Trabajos y publicaciones de los eudistas
-De1981 a 1983, el P. Eduardo Boudreault publicó una iniciación a la
espiritualidad eudistas, en una serie de siete opúsculos titulados Vivir la espiritualidad
eudista, que tuvieron larga difusión y fueron traducidos al inglés, al español y al
coreano y cuatro otras lenguas asiáticas.
-El P. Raimundo Vaillancourt publicó varias obras teológicas, en particular
sobre el sacramento del perdón.
227
228
-El P. Comente Légaré, dedicado a la semántica, publicó, solo o en colaboración,
a partir de 1976, varias obras de nivel universitario.
A partir de 1983
Para los últimos años, en lugar que tratar de escribir una historia, nos lmitamos a
marcar el pasado con algunos datos. La historía vendrá más tarde.
* 1983, mayo 31: monseñor Fernando Lacroix, motivado por graves problemas de
salud, renuncia a su cargo de obispo de Edmundston. Continuó su acompañamiento al
Instituto de Nuestra Señora de Caridad y se acercará bastante a las comunidades del
Arca de Juan Vanier.
* 1983, octubre 14: el P. Rénald Hébert, elegido superior general, nombra al P. ,Gilles
Ouellet para sucederlo como suerior de la provincia.
* 1984: el P. Fernando Desrosiers en unión al P. Julián Turbis lanzan un equipo
misioneros. El P. Desroiserus morirá el 1988.
* 1986: 18ª asamblea provincial de la provincia nortemaeircana El P. Gilles Ouellet
recibe un segundo mandato provincial.
* 1987: Congreso de Espiritualidad de la Escuela francesa. Se publica la obra colectiva
El Reino de Jesús, con ocasión de los 350 años de la publicación por san Juan Eudes de
su obra: La Vida y el Reino de Jesús en los cristianos, en 1637.
* 1988, septiembre 20: muere monseñor Patricio Slinner, eudista, quien luego de ser
obispo auxiliar de San Juan (Terre Nueve) fue elegido arzobispo de esa sede. De 1950 a
1979.
* 1990: Laprovincia norteamericana celebra el centenario de la llegada de los eudistas
al Canadá. Un número especial (No 14) Cahiers Eudistes, en gran formato, ilustrada,
acompaña todo un programa de fiestas. Las principales tienen lugar en Pointe-del’Église, del 15 al 19 de agosto, y en Québec, el 20 de octubre. El P. Francisco
Thibodeau es nombrado superior provincial por el P. Pedro Drouin, quien en 1989,
sucedió al P. Rénald Hébert como superior general.
* 1991: Asamblea provincial.
* 1992: Congreso provincial en Santa Ana de la Pocatière (30 de junio a 1º de julio).
Congreso de espiritualidad beruliana, organizado por la Compañía de San Sulpicio en
Montreal (2-7 julio). Simposio eudista de Buffalo en los Estados Unidos (26-31 de
julio)
* 1993: 350º aniversario de la fundación de la Congregación de los eudistas. Congreso
de Baie-Comeau (28-30 de junio), con el P. Pedro Drouin, superior general. Se celebra
allí igualmente el centenario del nacimiento de monseñor Napoleón Labrie, primer
obispo del Golfo San Lorenzo, y el 90º aniversario de la llegada de los Eudistas a la
Cosata Norte, en 1903. En dos ocaiones, los eudistas organizan, con las religiosas de la
Gran Familia (Buen Pastor, Hermanos de los Sagrados Corazones) peregrinaciones a
Francia, “tras los pasos de los fundadores, Juan Eudes, María Eufrasia Pelletier, Amelia
Fristel”.
* 1994: El P. Francisco Tribodeau, quien acababa de ser nombrado de nuevo superior
provincial, es llamado al episcopado, el 20 de octubre de 1993, como obispo de
Edmundston (Nouveau-Brunswick), donde es segundo sucesor de monseñor Fernando
Lacroix. Su ordenación episcopal fue el 9 de enero de 1994. El P. Bernardo Cantin,
asistente provincial, le sucede al frente de la provincia. Monseño Lacroix fallece
algunas semanas más tarde, el 28 de febrero.
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* 1994: Las Obras completas de san Juan Eudes entran a Internet por obra del P.
Armando Laviolette. Asimismo, el P. Jean-Rémi Coté “informatiza” numerosas obras
de la Gran Familia eudista.
* 1997: el P. Bernardo Cantin es nombrado provincial para un segundo período.
* 2000: El P. Aurelio Godbout es nombrado superior provincial por el P. Pedro Drouin.
* 2003: El P. Raimundo Vailllancour es nombrado superior provincial por el P.
Miguel Gérard.
229
230
CAPÍTULO XXI
LOS EUDISTAS EN FRANCIA Y EN ÁFRICA A
PARTIR DE 1971
Encuentro en la Roche y asamblea provincial de agosto de 1971 – Nuevas formas de la
vida en comunidad – En Costa de Marfil de 1971 a 1983 – Parroquia en Cannes (1971)
– Termina la presencia en Domremy (1972) – Los eudistas en parroquia: en la región
parisiense; en Mirambeau y Pons; en Bercy – La Misión obrera: de Bobigny a Pantin –
La formación de sacerdotes: Paray-le-Monial; Orleáns – Evolución de los colegios
San Juan de Versalles; Santa María de Caen; San Martín de Rennes – Adiós al liceo
San Salador de Redon – La asamblea provincial de Autun (1979) – Vocaciones y
formación primera – Formación permanente y espiritualidad eudista – 1980: el P.
Marcel Lebourg a la cabeza de la provincia – La asamblea provincial de Saintes (1982)
– Después de 1983: solo puntos de referencia.
Poco antes de ser elegido superior general, el 2 de enero de 1971, el P. Clemente
Guillon, que empezaba un segundo mandato de provincial, había publicado en
noviembre de 1970 una circular de quince páginas, en la que echaba una mirada a todos
los problemas de la provincia y anunciaba la intención del consejo provincial de reunir
una asamblea en julio de 1971. Como había asociado desde 1967 al P. Jacques Venard
al gobierno de la provincia, éste último, cuando fue nombrado superior de la provincia
de Francia en enero de 1971 no partía sin puntos de referencia.
Nacido en 1922, diplomado en Sagrada Escritura, ordenado en 1947, el P.
Venard había consagrado su ministerio por una parte al mundo de los jóvenes en los
colegios de San Salvador, de San Juan y en el escultismo, y por otra a la formación de
jóvenes eudistas en La Roche-du-Theil y en Ris-Orangis, en donde fungía como
superior del escolasticado cuando el superior general lo nombró provincial de 1971.
Algunas decisiones urgentes debían tomarse: la primera, poner en marcha el
encuentro eudista y la asamblea provincial convocados para julio en La Roche-du-Theil
y en San Salvador de Redon. La elección del P. Enrique Macé como consejero gneral,
las elecciones para la asamblea provincal, la organización de comisiones preparatorias
para la asamblea, etc. se sucedieron
entonces a ritmo acelerado.
Encuentro de la Roche y asamblea de Redon (2-9 agosto 1971)
El encuentro propuesto para la Roche no tenia ningún parecido con los Estados
Generales de 1968. El objetivo, modesto, era el de hacer que los eudistas de Frncia y de
Africa pudieran encontrarse y dialogar pues estaban trabajando en canteras cada vez
más diversas. Incluso las obras más tradicionales como los colegios habían padecido
cambios tan profundos desde hacía quince años que era necesario que buscaran entre
ellos alguna explicación. Paticiparon setenta eudistas en esas tres jornadas de
intercambios y de vacaciones comunes.
La asamblea provincial que siguió, en el colegio San Salvador, era la primera
después de que nuevas Constituciones se habían adoptado en Roma en 1969. Su primer
objetivo era fijar las reglas prácticas que la asamblea general había encomendado
(¡subidiaridad obligante!) a la discreción de las provincias para el funcionamiento de la
provincia, de las comunidades, de los consejos.
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231
Una de esas reglas, tocante al número de los consejeros provinciales, trajo leves
vacilaciones jurídicas. Invitada a fijar ese número, la asamblea ceyó poder limitarlo a
dos, lo que hacía de él más bien un consejo de gobierno que un consejo de deliberación.
El consejo general juzgó que esta interpretaión no era conforme al espiritu de las
Constituciones que era sobre todo colegial. Finalmente la decisión fue aplazada hasta
una futura asamblea provincial y se quedó en un núimero provisional de seis consejeros,
que había sido fijado en octubre de 1969 y que tomaría carácter permanente después.
Más interesante era la discusión del proyecto pastoral de la provincia. Se llegó a
expresar, en medio de impactante diversidad de tareas, tres sencillos principios que
debían servir de referencia durante más de diez años:
1. Prioridad de la acción misionera.
2. Plena inserción en una Iglesia local.
3. Pertenencia leal a la congregación.
Frente a los interrogantes planteado en esa época sobre el puesto del sacerdote
en la sociedad, la asamblea dio algunos consejos y deseó “que los Padres:
* profundizaran sus conocimientos económicos y sociales,
* participaran, en cuanto posible, en la vida social de aquellos a quienes son enviados,
* reflexionaran sobre las incidencias políticas de su acción pstoral,
* y, si estuvieran pensando en asumir un compromiso militante en la sociedad, no lo
hicieran sino después de un diálogo con la comunidad eudista y la Iglesia local”
Finalmente, al lado de las invitaciones habituales a llevar una mejor vida común
y a una seria vida de oración, se encuentra una que tiene que ver con la formación
permanente.
Nuevas formas de vida en comunidad
Durante esos diez años, se observa la búsqueda, a lo ancho de la provincia y con
logros diversos, de nuevcas formas de vida en comunidad.
Las comunidades pequeñas salen de las grandes complejos habitacionales de
otros tiempos: espaciosos colegios o seminarios, y escogen vivir en apartamento.
Sucedió así con la comunidad de formación. Dado que debía salir de Ris-Orangis, y
puesto que se prevía que sería, al menos por cierto tiempo, poco numerosa, era
necesario buscar con urgencia, una residencia en París o en periferia cercana. Por eso se
compró rápidamente, en mayo de 1971, en Vanves, tres apartamentos libres, en una casa
muy cercana al seminario de Issy-les-Moulineaux, donde los jóvenes seguirían los
estudios. Pero en último momento se prefirió tomar en alquiler un apartamento en la
calle de la Tombe-Issoire, cerca de la calle Jean-Dolent. Los apartamentos de Vanves
fueron alquilados y luego vendidos a los salesianos. No era fácil hacer, anticipadamente,
de un año a otro, un cálculo del número de seminaristas que se debían albergar y formar.
Dos Padres vivieron con edllos este período un tanto difícil.
Otra comunidad pequeña: la que agrupó, encima de una panadería de Chesnay,
no lejos del colegio San Juan, cuatro Padres jóvenes. Dos de ellos trabajaban en San
Juan y otro en el seminario mayor de Versalles. Comunidd de experimento, a la que no
se le presagiaba larga vida.
Pasó lo mismo, el año siguiente, en Rennes. Tres o cuatro eudistas quisieron
hacer el ensayo de vivir en comunidad, más cerca de los jóvenes. Esta comunidad abrió
231
232
en las afueras de Rennes una casa pequeña, acogedora pero también efímera. Se llamó
“Ker ar Gouel” que traduce: “La casa de la fiesta”120
Con mayores riesgos, una fraternidad pequeña, salida del seminario, se creó en
1971, en un apartamento de una torre, en la meseta de Ris-Orangis. Dos diáconos,
Hervé Huet y Cristiano de Salaberry, y un seminarista, Juan Pedro Guillemin, soñaron,
dentro del movimientos de búsquedas que siguió al 1968, un estilo totalmente nuevo de
comunidad inserta en plena masa humana… pero se dispersó el año siguiente y los tres
miembros abandonaron la congregación.
¿Qué queda de todos esos ensayos? La convicción de que, ante los desafíos de la
misión, las comunidades demasiado formales, basadas en la obediencia a las jerarquías,
no pesan ante la realidad del mundo y de la Iglesia actual. El ideal que debe perseguirse
está formulado ya en las Constituciones de 1983, en el No 45:
La caridad entre los eudistas se manififesta mediante relaciones sencillas y
cordiales: se aceptan y se apoyan; se prestan los múltiples servicios que ocasiona la
vida diaria; comparten recíprocamente las alegrías y las penas; toman parte en las
actividades y en los descansos comunes; se ayudan mutuamente en su búsqueda
espiritual o intelectual; hablan entre sí de sus actividades apostólicas; oran los unos
por lo otros, saben perdonarse”.
La convicción es precisa. Los eudistas deben encontrar formas de vida común
cuyo signo no puede ser siempre el compartir la mesa y el techo, y menos aún la
comunidad de tareas. El esfuerzo de este período consiste en crear comunidades para
los Padres obligados a vivir aislados por razón de su ministerio.
El primer ensayo fue hecho por un grupo del sur de París. Estaba constituido por
el P. Pablo de Vaumas, capellán de Nuestra Señora de Caridad de Chevilly; el P. Jaques
Delouvrier, cedido por un año a la parroquia de Palaiseau; el P. Roger Martin, en la
parroquia en Monrsang-sur-Orge; y los PP. Jorge d’Humières y Daniel Biguet, en la
parroquia de Sainte-Geneviève-des-Bois. Hubo además otro grupo en el oeste de París e
incluso un grupo temporal en Suiza donde el P. Jacques Bebin, en reposo, se ugregaba a
los PP. Miguel Fournier y Juan María Bonenfant, animadores de la Escuela de la Fe de
Friburgo.
Costa de Marfil, de 1971 a 1980
Vimos que en Yopougon se aplicó la decisión de trsladar la responsabilidad del
seminario medio a sacerdotes oriundos de Costa de Marfil, en 1972. Quedaban
únicamente en el equipo, dirigido por el sacerdote diocesano Simeón Atsain, los PP.
Cristiano de Charnacé y Pedro Marchand. Ambos organizaban al mismo tiempo la
pastoral en la gran planicie de Yopougon que rápidamente se poblaba. Existía ya un
primer centro católico llamado Sicogi. A partir de 1974, el P. de Charnacé estableció en
el lugar la parroquia de San Andrés, en un terreno espacioso donde se levantó una
iglesia de dimensiones pequeñas, una habitación y salones, “apatams”, para las
reuniones de catequesis y de coros. Con el P. de Charnacé trabajaba un sacerdote del
país, candidato eudista, el P. Basilio Diringbin. El P. Pedro Marchand se agregó a ellos
el año siguiente para un fecundo período de animación y de construcción. Se inició la
construcción de la gran iglesia de San Andrés, pagada e inaugurada en 1975.
Ella se constituyó en el centro de la gran ciudad que brotaba de la tierra. Un
visitante escribió en 1980: “La impresión que queda es la de un Iglesia en fervor
catecumenal. La multiplicidad de las actividades pastorales en San Andrés y en los
120
Michel GÉRARD, “Ker Ar Gouel, sencillo testimonio” en Cahiers Eudistes, No. 5 (1980), pp. 65-67.
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once lugares de culto y de reuniones es impresionanate: grupos catecumenales de
jóvenes y de adultos, grupos de oración, comunidades de barrio o de pueblos,
animación litúrgica, corales de diversas lenguas, grupos étnicos, grupos de mujeres, en
una palabra, cúmulo de iniciativas que los Padres y sus colaboradores laicos lanzan y
animan continuamente”121 .
Cuando la diócesis de Yopougon fue creada en junio de 1982, esta iglesia de San
Andrés fue escogida como catedral. Durante ese tiempo, el P. Francisco Couturier,
superior del seminario medio hasta 1972, fue puesto a disposición de monseñor Yago
para dirigir, en la planicie de Abidjan el “Cemtro de Acogida Misionera”, CAM. Allí se
reunían todos los misioneros, sacerdotes o religiosas, que llegaban a Abidjan o de allí
salían, todos los misioneros venidos de la selva a Abidjan por razones de salud o de
mercado o en búsqueda de toda clase de recursos. Era al tiempo una hospedería y una
pesebrera donde era preciso mostrarse tan recursivo como sacrificado. Si quedaba
tiempo libre para quien fue, durante ocho años, director, era para consagrarlo a las
pequeñas comunidades aisladas de la laguna, en espera de que nuevas parroquias
surgieran en los barrios nuevos de Yopougon.
En cuanto al seminario mayor de Anyama continuaba a crecer sin problemas
mayores: había más de sesenta seminaristas presentes, diez ordenaciones en 1975,
nueve en 1976. En 1971, el fundador, P. Claudio Frikart regresó a Francia y dejó al P.
Marcelo Lebourg, llegado en 1969, el cargo de superior. En Abidjan, además, se abrían
varios centros inlectuales y espirituales, donde los dominicos y los jesuitas. Sobresalía
el nuevo ISCR (Instituto superior de cultura religiosa) que, en 1977, se convirtió en el
Instituto Católico de África del oeste, donde enseñarons varios Padres del seminario
como Jacob Agossou y Juan Camus.
Parecía llegada la hora de pasar la dirección del seminario mayor nacional a
sacerdotes africanos. El P. Lebourg y monseñor Yago se prepararon para esa decisión.
En 1975 la dirección fue confiada a sacerdote diocesano Pablo Dacoury, y se firmó un
nuevo contrato que garantizaba la presencia eudista en el seminario mayor tanto tiempo
como fuera necesario. El P. Lebourg regresó a Francia y el P. José le Gall llega a ser
superior del grupo de cinco eudistas de Anyama.
De hecho el retiro de los eudists fue más rápido de lo que hubiera podido
pensarse. Al nuevo superior le fastidiaba ver a los eudistas presentes en el seminario
hacer reuniones y mantener entre ellos solidaridades que parecían separarlos de los
demás sacerdotes directores. En 1979, un movimiento de descontento de los
seminaristas, que los eudistas habían visto prepararse, terminó, cosa inaudita, en una
corta huelga que bien pronto se apagó. Pero, dado que había que señalar algún
responsable, un cabro emisario, el P. Le Gall, presente en el seminario dessde hacía diez
años, fue quien pagó los platos rotos. Se le pidió, en el momento en que salía para sus
vacaciones de verano, que no retornara al seminario. Ni él, ni el superior provincial,
habían sido advertidos de esto de antemano.
Este hecho, de por sí provocador, no podía menos de crear tensión real y la
provincia de Francia sentía que ya no estaba obligada a asegurar profesores para
Anyama. Para la entrada de 1979 solo quedaba en el seminario el P. Juan María Pilpré.
Hacía vida comunitaria con los dos eudistas que residían en el ICAO donde eran
profesores, al mismo tiempo que en el seminario, los PP. Jacob Agossou y Juan Camus.
Por varios años, la participación de la congregación en el seminario mayor
permaneció limitada, si bien los eudistas de Yopougon recordaron a menudo que
121
Nicolás BERMÚDEZ, en un informe de marzo de 1980 (Archivos generales, Fr. 1980, 1).
233
234
estaban dispuestos a poner, si fuera necesario, mediante contratos indivudales, sus
diplomas y su experiencia al servicio de la casa que habían fundado.
Una parroquia eudista en Cannes (1971-1992)
Repetidas veces, siendo superior provincial, el P. Guillon había manifestado su
preocupación en torno a la vida común y al ministerio “de los Padres avanzados en
edad”. (En la época, ya a los 50-55 años se decía que se avanzaba en edad). ¿No sería
posible fundar para ellos, en un clima soleado, una comunidad en la cual el ministerio
no fuera demasiado pesado y en la que fuera posible, ocasionalmente, recibir que
estuvieran convalecientes o en reposo? Con este propósito el P. José Jouvence fue
enviado a explorar posibilidades en Arles, durante el otoño de 1970. Al mismo tiempo
se hizo una petición a tres obispos de la costa mediterránea, Niza, Fréjus y Aix.
Durante la primavera de 1971 el primer obispo que hizo propuestas a los
eudistas fue monseñor Mouisset, obispo de Niza. Ofrecía en primer término Laurentdu-Var, y luego Cannes, en el barrio del Prado, para la parroquia del Sagrado Corazón.
El sector y la residencia eran agradables pero la iglesia principal, la del Sagrado
Corrazón, en mal estado, prácticamente debía ser reconstruida. Un legado importante de
apartamentos para la venta debía asegurar los fondos necesarios para esa empresa.
El consejo provincial aceptó en junio de 1971 hacer un ensayo de dos años y,
desde julio, el P. Jouvence se hizo cargo de la parroquia. Tuvo que ocuparse de los
trabajos que se prolongaron naturalmente más allá de lo previsto. Desde enero de 1973
hasta diciembre de 1974, la comunidad debió reunirse sea en la capilla de San Pablo,
sea en una capilla provisional en el sótano de la casa cural. Los cuatro Padres de la
comunidad, los PP. José Jouvence, José Thomas, Roger Martin y Raimundo Suet fueron
acogidos amablemente por los fieles de la parroquia y gozaron de la estima del obispo
quien, muy pronto, pidió al P. Raimundo Suet que se pusiera al servicio de la gran
parroquia vecina de Bon-Voyage, antes de nombrarlo, en 1982, párroco de Cristo Rey.
En 1976 el P. Martin fue a colaborar en la parroquia de Suquet. Como sucesor del P
Jouvence, el P. Roger Robinault animó con vitalidad la parroquia del Sagrado Corazón
y dio una nueva imagen a su estructura: nuevo frente de la iglesia, construcción de un
elegante campanario y de salas polivalentes.
Durante esos años, muchos eudistas de la provincia pasaron temporadas en el
Prado sea por razones de ministerio, de reposo o de vacaciones. Cuando, en 1992, la
falta de personal obligó a dejar a Cannes se pudo estimar que a lo largo de veinte años
esta comunidad había logrado un puesto destacado tanto en la diócesis como en la
provincia eudista.
Final de la presencia eudista en Domremy (1972)
Recordamos ya, entre los compromisos eudistas en Francia, la presencia de una
comunidad en Domremy, el pueblo natal de Juana de Arco, de 1890 a 1903122. Luego de
su regreso en 1920 los Padres se entregaron de todo corazón a la construcción de la
basílica del Bois-Chenu y a la difusión del culto de Juan de Arco, quien acababa de ser
canonizada en 1920. Durante más de treinta años, los PP. Luis Lajoie y José Danion
multiplicaron ofrendas y suscripciones. El P. Danion123, animador excepcional, había
122
El origen de este lugar de peregrinación y del papel de los Eudista hasta 1903 son reseñados con
precisión por Juan Bautista ROVOLT EN Vida del P. Ángel le Doré, t. I, pp. 218-233.
123
Acerca del P. José Danin (1880-1948) ver Dictionnaire de biographie française, Paris, t. X, col. 123124, por Carlos BERTHELOT DU CHESNAY.
234
235
sido pionero del descubrimiento de las posibilidades apostólicas del cine cristiano.
Grabó documentales, películas para niños, y, desde los comienzos del cine en color,
películas de arte y de viajes, editadas con el concurso de la Bonne Presse. Él
personalmente, y sus compañeros eudistas recorrieron por varios años Francia entera
para organizar presentaciones de cine, en particular en las escuelas, recolectando así,
centavo a centavo, fondos para terminar la cúpula de la basílica y fabricar los
mosaicos124. Luego de la muerte del P. Danion (1948) la comunidad de los capellanes se
convirtió en residencia de misioneros. El declive de las misiones parroquiales a partir de
1970 obligó al consejo provincial a decidir, muy a su pesar, el cierre de Domremy. La
decisión, tomada en 1971, fue ejecutada el año siguiente.
Situación inestable de los eudistas ocupados en las parroquias
Dejar las tareas tradicionales, a causa de la edad, de la salud, o también para
responder a un llamado en la línea de la renovación en el ejercicio sacerdotal; desear,
luego de un trabajo de educador, encontrar algo distinto de un puesto de capellán de
religiosas; buscar no sólo una renovación teológica o espiritual, o la práctica, al menos
temporal, del ministerio del sacedote en campo determinado, inmerso en la realidad de
las barriadas, todo eso llevó a algunos eudistas franceses, entre 1965 y 1980, a la
búsqueda o a la aceptación de puestos parroquiales, sea en comunidad, sea como
compromiso individual pasajero. Fue preciso a veces mantener en las tareas
administrativas o de autoridad, a algunos eudistas sacrificados que hubieran ciertamente
preferido estar en otro lugar. Los que quisieron abandonar tareas que no estaban ya en
sus miras, generalmente lo pudieron hacer, y el servicio parroquial les pareció a menudo
mejor para renovarse personalmente.
En la región de París
En la región de París, en esa gran corona de barriadas que se poblaba
rápidamente, sobre todo en torno a las ciudades nuevas, seis nuevas diócesis fueron
creadas en 1966 y todas pedían ayuda. Dada su situación en Versalles y en Ris-Orangis,
los eudistas, deseosos de entrar en un proceso de verdadera readaptación pastoral,
fueron objeto de propuestas de ayuda, provenientes sobretodo de las diócesis de
Versalles y Corbeil. Así se produjo el compromiso del P. Claudio Courtois en
Villepreux, en 1972, para crear en su derredor una pequeña comunidad eudista, donde
el P. Pierre-Yves Pecqueux se ocuparía del mundo escolar y el P. Luis Barbé de un
hospital psiquiátrico, en los dominios de la nueva ciudad de Saint-Quentin-en-Yvelines.
Asimismo, la presencia del seminario de Ris-Orangis en la muy reciente diócesis
de Corbeil, donde todo estaba por hacer, llevó a aceptar, para los eudistas en proceso de
readaptación, varios puestos provisionales en Morsang-sur-Orge, en Grigny-la-GrandeBorne, en Sainte-Geneviève-des-Bois… Todos laboraban con contratos individuales y
por tiempo limitado. Para impedir que dichos Padres estuvieran del todo aislados, fue
necesario crear grupos eudistas: París-Sur, París-Oeste, grupos de apoyo, de compartir
financiero, para los que aceptaban ese plan.
En Ris-Orangis, cuando el seminario salió de La Theuillerie, en el verano de
1971, los eudistas conservaron la responsabilidad de dos parroquias: la más antigua,
Nuestra Señora, en el valle; y en la planicie donde se amontonaban las grandes
124
Varias películas se conservan en la Cinemateca Nacional de Bois-d’arcy. Cf Gerardo TILLOY, Les
projections lumineuses de la Bonne Prese et la croisade du cinéma (1903-1938), DEAde l’Université
Paris III, 1997.
235
236
construcciones habitacionales y las escuelas, la parroquia nueva del Sagrado Corazón.
El P. Marcelo Brillet, a partir de 1963, el P. Roger Robinault, a partir de 1966, el P.
Emilio Mabon, a partir de 1967, y otros tres eudistas se consagraron a un ministerio en
el que las exequias eran muy escasas, pero donde los bautismos se celebraban por
decenas, porque la población, casi del todo nueva, era una población de hogares
jóvenes. Los catecismos, la atención a los jóvenes, eran el lote de todos. La iglesia del
Sagrado Corazón debió duplicar su capacidad y fue dotada de una casa cural espaciosa.
Una llamativa vitalidad reinaba en ese nuevo barrio en el que la población era joven y a
menudo disponible.
La provincia se comprometió también en Sainte-Geneviève-des-Bois. Era una
municipalidad cercana de Ris-Orangis, muy extensa, que pasaba de los 30 000
habitantes. Tenía cuatro lugares de culto, sin contar la iglesia ortodoxa del cementerio
ruso, cuyos campanarios de cúpulas azules se destacaban entre los abedules. Los
primeros eudistas que se implantaron allí en 1970 fueron los PP. Jorge d’Humières y
Daniel Biguet. Más tarde, en 1977, por petición de la diócesis, el consejo provincial
aceptó hacerse cargo temporalmente de esa onerosa parroquia, a la que iban a agregarse
luego otras cuatro parroquias, para formar el sector pastoral del Val-d’Orge. Pudo así
constituirse una comunidad eudista de vida común, lo que era raramente posible en los
lugares en los que se nos hacían propuestas. El primer superior de la comunidad, que al
tiempo ejercía la función de responsable del sector, fue el P. Juan María Bonenfant, al
que sucedió, en 1980, el P. Claudio Courtois. El sector pastoral del Val-d’Orge continuó
bajo la responsabildad de los eudistas hasta 1999.
Mirambeau, y más tarde Pons
La diócesis de La Rochelle, comprometida en 1977 en un proyecto de
reestructuración pastoral de La Saintonge, pidió a los eudistas que, si fuera posible,
aceptaran salir del decanato de Mirambeau, en el que un equipo de tres Padres atendía
diez parroquias rurales, para asumir la responsabilidad del sector de Pons. Pons es una
ciudad de cerca de 5 000 habitantes, 20 kilómetros al sur de Saintes, pequeño centro
industrial y gran centro escolar. La presencia de una comunidad eudista debía permitir
unificar las dos parroquias de la ciudad y agregarles una amplia zona rural de una
decena de pueblos pequeños que contaban unos 3 000 habitantes. Los PP. Eduardo
Besson y Francisco Herry salieron, pues, de Mirambeau, donde por un tiempo
permaneció el P. Pedro Ollivier. Pons se convirtió así en el centro de los eudistas que
trabajaban en Charente.Maritime, en parroquias rurales o en la Casa diocesana de
Saintes. En 2005, la provincia decidió salir del distrito de Pons y poner así fin al
ministerio eudista, muy variado y cautivador, que los Padres ejercieron en Charente
desde su llegada al seminario mayor de La Rochelle en 1931.
Bercy
En el capítulo VII contamos cómo la venerable parroquia de Bercy había dado
nacimiento en 1930 a la amplia iglesia del Espíritu Santo, y había llegado a ser
simplemente un anexo de ella. En 1982 fue restablecida como parroquia y el P. Ives
Plomet, su párroco, compró, para servir de casa cural, un apartamento cercano, con
capacidad de acoger una pequeña comunidad que llegó a tener hasta cinco residentes.
Era una pequeña iglesia de provincia en el centro de París y no carecía de encanto.
Infortunadamente las dificultades de personal obligaron a sacrificar aquellos puestos en
los que podíamos ser fácilmente reemplazados. En 1982, la diócesis de París tomó de
236
237
nuevo, y muy gustosamente, esta parroquia que veinte años antes había confiado a los
eudistas.
La Misión obrera. De Bobigny a Pantin
En el capítuo XV se trajo a la memoria los compromisos de los eudisrtas en las
misiones y la evolución de éstas. Se mantuvo la voluntad de prolongar la obra de la
misión bvajo formas nuevas e indicamos el comienzo de una búsqueda de misión en el
mundo obrero. En efecto, en 1969, el P. Clemente Guillon encargó al P. José Hurtel,
misionero en Domremy desde 1962, el encargo de “estudiar y de preparar la formación
de un equipo eudista que tuviera una actividad específicamente misionera, mediante,
por ejemplo, una inserción profesional y una presencia en un barrio, en vinculación
con el proyecto misionero de la Iglesia local”125.
En la diócesis de Saint-Denis, en colaboración con un equipo de la Misión de
Francia, un equipo eudista se implantó en Bobigny, prefectura del nuevo departamento.
Bobigy tenía tres lugares de culto, Bonsecours, Saint-André y Étoile. Durante los
primeros años, dos eudistas, los PP. Jacques Bebin y Miguel Freson residieron en
Blanc-Mesnil, en tanto que José Hurtel estaba en Saint-André, con los sacerdotes de la
Misión de Francia. Más tarde, en 1972, para estar más entre lo pobres, el P. Hurtel se
instaló en una diminuta casa del barrio de L’Étoile. Allí asumió un trabajo profesional,
primero como carpintero, luego como obrero de mantenimiento, en un conjunto H:L:M:
En 1973, el P. Pablo Milcent llegó a colaborar con él, lmientras los otros miembros del
grupo eudista, los PP. Vicente Layec, Miguel Fresson y Claudio Poirier habitaban al
otro extremo de Bobigny, en Notre-Dame de Bonsecours, conjunto parroquial
construido poco antes de la guerra en un barrio que entonces era muy desfavorecido.
Esta colaboración estrecha entre los eudistas y la Misión de Francia duró varios
años, pero se vio fuertemente afectada por la muerte del P. Hurtel, ferviente pionero de
esa aventura. Agotado por la fatiga y por una lenta leucemia, murió el 23 de febrero de
1979. Por cierto tiempo el P. Pablo Milcent quedó solo en L’Étoile. Pero en 1981, las
opciones tomadas por el equipo de la Misión de Francia (prioridad al trabajo
profesional, inmersión en la política de la ciudad) parecían muy difíciles de ser
asumidas en su totalidad por el conjunto de la comunidad eudista que lanzó la idea de
tomar en cargo, sin abandonar el sector “93” (el departamento de Seine-Saint Denis),
otro sector de igual medio popular y con una misma opción misionera.
La diócesis propuso la parroquia Sainte-Marthe-des-Quatre-Chemins, en los
límites de Pantin y de Aubervilliers. Tenía 28 000 habitantes. En 1981, la comunidad
eudista se traladó allí para continuar, en un marco nuevo, la opción hecha diez años
antes, de trabajar en el mundo obrero descristianizado. Esta implantación duró hasta
1991, y luego, la falta de relevos, obligó a dejar, muy a nuestro pesar, la parroquia de
Pantin y la diócesis de Saint-Denis.
La formación de sacerdotes
Se dijo ya con cuanta alegría los eudistas habían encontrado de nuevo la
responsabilidad de un seminario, en Costa de Marfil, en 1958. Ese mismo año, el
seminario de La Rochelle, por falta de alumnado suficiente, se veía en la necesidad de
abandonar a Lhoumeau y enviar sus seminaristas al seminario mayor de Burdeos. Su
superior, el P. José Hanimann, los acompañó. Llegó luego, en 1964. el P. P. Regnault,
125
Carta del P. Guillon al P. Hurtel, 18 de julio de 1969, citada en Vie Eudiste, 1980, p. 42.
237
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quien fue reemplazado en 1968 por el P. Alian Guérandel. El P. Regnault pasó al
seminario de primer ciclo de Poitiers, en donde continuó su labor de formador durante
diez años.
Si durante esos años los eudistas no tuvieron seminarios para dirigir en Francia,
no por eso estuvieron ausentes de la misión confiada por san Juan Eudes. Aportaron su
colaboración a numerosos equipos de formación. Hay que mencionar al P. Gerardo
Chantereau presente en el seminario de Issy-les-Moulineaux a partir de 1973; al P.
Miguel Cancouët y el P. Juan Debout en el servicio del seminario de Caen a partir de
1978; al P. Pablo Regnault presente en Portier en 1980; al P. José Caillot en el
seminario de Rennes, donde trabajaron luego los PP. José le Gall y Robert de Pas; al P.
Daniel Doré en Reims, etc. Sobre todo hay que hacer mención del compromiso de los
eudistas en Paray-le-Monial y en Orleáns.
Los eudistas en Paray-le-Monial
Cuando monseñor le Bourgeois llegó a ser obispo de Autun, esa diócesis tenía su
seminario mayor, que se vio en la necesidad de unirse al seminario de Dijon. Pero en la
misma época el superior de los capellanes del lugar de peregrinación, Paray-le-Monial,
el sacerdote diocesano Ladame, empezó a reunir en derredor de él a algunos jóvenes
deseosos de encontrar su camino hacia el sacerdocio. Monseñor le Bourgeois pidió a los
eudistas ayuda y como consecuencia fue nombrado para Paray, en 1971, el P. Enrique
Macé, quien iba a permanecer allí durante 25 años. Cuando el sacerdote Ladame se
retiró, lo sucedió el presbítero Bagnard quien llegó a ser superior de una “seminario” –
mejor de una especie de propedéutico-. Los efectivos habían aumentado, llegados de
todos los horizontes, mientras disminuían en muchos seminarios diocesanos. La
situación era difícil. A los ojos de algunos Paray-le-Monial era un “seminario pirata”,
un reproche viviente para los otros seminarios. La situación se clarificó cuando el
obispo de Autun lo reconoció oficialmente como seminario diocesano, claramente
limitado al primer ciclo. Los que llegaban solo eran admitidos previo acuerdo de su
obispo diocesano o del responsable de un instituto religioso, por quienes eran enviados.
Sin esperar que ese seminario fuera plenamente aceptado por todos, el provincial de los
eudistas había tomado la decisión de enviar un refuerzo. Por eso, para secundar al
sacerdote Guido Bagnard –nombrado obispo de Belley-Ars en 1987-, y luego de él para
ayudar al sacerdote Andrés Fort –nombrado obispo de Persignan en 1995- varios
eudistas vinieron a reunirse con el P. Macé y durante quince años constituyeron una
comunidad de tres o cuatro miembros. El seminario contaba 54 alumnos en 1981 y
alcanzó luego el número de 75 en 1984, para oscilar después entre 40 y 50. Fue un
trabajo exigente y fructuoso. El último a salir de allí fue el P. Macé, en junio de 1992.
Los eudistas en el seminario de Orléans (1980)
En 1972, por petición de monseñor Riobé, obispo de Orleáns, la comunidad
eudista de Orléans se traladó al barrio de La Source, donde unos años antes, el P.
Gilberto Curmer había fundado una capellanía estudiantil. Pero ahora se trataba de
formar, con tres sacerdotes diocesanos, un equipo de tareas diversificaas, en cuatro
apartamentos de un piso de un conjunto residencial. Una de esas tareas consistía en
colaborar en la formación primera y permanente de los sacerdotes de la diócesis.
El seminario de Orléans, al igual que todos los seminarios de la época, vio el
cese de las vocaciones. En 1969, la Región apostólica decidióconservar el segundo ciclo
en Orléans y reunir a los seminaristas de primer ciclo en Tours. Luego del cierre de
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Tours en 1972, el segundo ciclo de Orléans parecía condenado. Los escasos candidatos
eran orientados hacia Poitiers o hacia Issy.
En ese momento, el nuevo obispo de Orleáns, monseñor Juan María Lustiger,
comprometió a los otros obispos de la región a abrir de nuevo el primer ciclo en 1980.
Pidió al P. Venard, quien acababa de terminar su mandato de superior provincial,
asumir la dirección. El seminario empezó de nuevo en la fiesta de Todos los Santos de
1980 con seis estudiantes y desde entonces se ha mantenido. Desde hace diez años, la
provincia se comprometió a dirigir y a mantener ese seminario con un equipo poco
numeroso, en el que trabajan conjuntamente sacerdotes diocesanos y eudistas.
Evolución de los colegios eudistas
San Juan de Versalles
Hemos visto los caminos por los que los eudistas transfirieron la responsabilidad
del colegio San Juan a una Asociación de tutela y gestión, llamada ASSOJEV. Bajo la
dirección del P. Juan Hennebicque, director a partir de 1983, el colegio fue muy
próspero. El P. Ives Marchand, superior de una comunidad de nueve o diez Padres,
coordinaba la formación religiosa de los alumnos grandes y pequeños Poco a poco el
número de Padres fue disminuyendo pero la provicia ha conservado la responsabilidd
pastoral. Luego de la organización dada a la Enseñanza Católica de los “Comités
diocesanos” (CODIEC), la provincia tuvo que asumir nuevamente parte de la tutela y la
ejerció en seguida juntamente con la diócesis de Versalles.
Santa María de Caen
En 1972 los eudistas transfirieron a una asociación la tutela y la gestión del
colegio, y, con el acuerdo del obispo, monseñor Badré, la asociación nombró como
director de la institución al coronel Claudio Courbon que ya había dirigido el colegio
Prytanée de la Flèche. El P. Luis Barbé, nombrado superior de la comunidad eudista,
coordinó la animación espirtual de ese conjunto que comprendía a la vez un liceo mixto
y una escuela primaria. Los eudistas profesores o animadores espirituales eran enconces
siete. En 1974, esta comunidad, que residía hasta entonces en la institución, fue a
habitar una casa que poseía en el No 7 de la calle Leroy, no lejos del colegio. Poco a
poco la diócesis pidió a los eudistas otros servicios en el mundo estudiantil, en
parroquia y en hospital. A partir de 1981 sólo dos Padres continuaban su trabajo en el
colegio.
San Martín de Rennes
San Martín de Rennes, cuna del renacimiento de los eudistas en el siglo XIX,
creció ampliamente bajo la dirección del P. Luis Denis, superior del establecimiento
desde 1958. Se construyeron soberbios laboratorios, y luego, en 1962, un gran edificio
que comprendía sala múltiple de deportes, clases, piezas pequeñas para internos.
Cuando se convirtió en liceo de segundo ciclo a partir de 1967 la institución fue dirigida
durante cinco años por el P. Jacques Couturier. Cuando éste último fue llamado a fundar
en Angers el ISPEC, destinado a formar equipos directivos de la Enseñanza Católica, el
P. Denis asumió de nuevo la dirección con tal maestría que en 1979, monseñor Gouyon,
cardenal arzobiso de Rennes, le pidió que fuera Director de la Enseñanza Diocesana. Se
trataba de tomar la sucesión de monseñor Plateau, nombrado obispo auxiliar, y de
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240
gobernar, en la diócesis de Rennes, el conjunto de 7 000 enseñantes y 40 000 escolares.
Responsabilidad muy exigente. Pero el superior provincial no podia aceptar esta salida
si la diócesis de Rennes no se comprometía a dar un sucesor al P. Denis, lo que aceleró
el paso de San Martín a la tutela diocesana, paso que había sido decidido desde 1978. El
sacerdote diocesano Durocher, sucesor del P. Denis, hizo todo lo que pudo para que los
cuatro o cinco eudistas que permanecían en San Martín se sintieran siempre como en
casa. Su comunidad fue poco a poco disminuyendo y desde algunos años ningún eudista
queda ya en San Martín, que permanece como propiedad de los eudistas y bajo su tutela.
Adiós de los eudista al liceo San Salvador (1977)
En Redon, el colegio San Salvador había sido transformado en liceo, dado que
recibía muchachos y muchachas del segundo ciclo (tres últimos años del bachillerato).
Este grupo de alumnos no era, claro está, lo bastante numeroso para permitir el
equilibrio financiero de la casa que, a partir de 1974, cayó en déficit. Una vez más se
habló de cierre. Por el contrario, en la enseñanza católica de Redon, el colegio de primer
ciclo, Le Cleu-Saint-Joseph, no carecía ni de alumnos ni de dinero. Durante varios años,
se exploró la posibilidad de vender el viejo colegio, de difícil adaptación a las
exigencias de seguridad y de pedagogía, para construir, por ejemplo, en los amplios
terrenos que San Salvador poseía en Le Cleu, en el centro de la ciudad, un conjunto
escolar mejor adaptado para el mantenimiento y menos costoso. Finalmente, la única
solución viable pareció ser realizar, con Le Cleu-Saint-Joseph, al que los eudistas
habían dejado la mejor parte de nuevos alumnos, una unidad financiera. Sabiendo que
un cierre, no bien ponderado, de San Salvador, sería pérdida irreparable para la
enseñanza católica de todo Redon, los Hermanos de la Instrucción Cristiana,
proprietarios del colegio de primer ciclo, se avinieron a realizar la unidad de gestión. Se
logró incluso coordinar todo el conjunto de la enseñanza católica de Redon en una
amplia asociación, el Comité redonés de Escuelas católicas, (C.R.E.C.), al que los
eudistas hicieron entrega, sin condiciones, de los edificios del viejo colegio (diciembre
de 1980). La ciudad de Redon tomó en arriendo una parte del edificio de la abadía del
siglo XVII, la que rodea el claustro Richelieu, florón del patrimonio artístico de la
ciudad. El resto de las antiguas edificaciones, al que estaban unidos ciento cincuenta
años de historia eudista, fue conservado, renovado y adaptado para el liceo San
Salvador.
Puesto que al término de veinte años de peripecias angustiosas, San Salvador,
era de nuevo viable, los eudistas podían finalmente transferirlo a la plena
responsabilidad de los laicos, con la condición de encontrar educadores cristianos
capaces y llenos de valor. Un joven profesor, originario de la región, el señor Jorge
Migaud, aceptó esta responsabilidad y reemplazó, en 1977, al P. Andrés Lacau, que
había ejercido valientemente la dirección desde 1972. El nuevo director se ha dado
desde entonces al trabajo de desarrollar este liceo y enriquecerlo con diversas
especializadas, respondiendo a las necesidades de toda la región de Redon.
Varios Padres que continuaban trabajando en el colegio San Salvador, se unieron
a la comunidad eudista de la Roche-du-Theil, a cinco kilómetros de Redon. Esta
comunidad utiliza el cuadro de las edificaciones del antiguo seminario, desde 1966,
como casa de acogida espiritual, en la que hay retiros, sesiones, reuniones, al servicio de
la región.
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241
La asamblea provincial de Autun (1979)
¿Por qué reunirse en Autun? Se trata de la ciudad donde san Juan Eudes, en
1648, celebró por primera vez la fiesta litúrgica del Corazón de María. Además es la
sede episcopal de monseñor le Bourgeois, antiguo superior general, quien acogió a sus
hermanos eudistas en la casa San Antonio y en su obispado con magnífica cordialidad.
El método de esas jornadas de intercambios y de trabajo, celebradas cada tres años,
estaban ahora bien experimentadas. Gracias al P. Nicolás Bermúdez, primer asistente
general, quien presentó el reciente “documento de Puebla”, fruto de la asamblea
episcopal de América latina, la aamblea se abrió a las perspectivas de la Iglesia
universal. El P. Jacob Agossou, con el apoyo de los PP. Juan Camus y Francisco
Couturier, llegados como él de Costa de Marfil, mostró que la presencia eudista en
África estaba en vía de modificarse. Si los eudistas querían tener un futuro en Costa de
Marfil debían construir en ese país una casa propia donde se sintieran “en su casa”.
Finalmente se buscó definir mejor las condiciones de una vida comunitaria con
expresiones renovadas conforme a las nuevas Constituciones. En ese camino, reflexión
y experiencia deben marchar unidas.
Vocaciones y formación primera
A partir de 1970 el número de jóvenes que pidieron formarse para entrar donde
los eudistas de Francia ha sido escaso. La comunidad de formación ha sido poco
numerosa: de cuatro a ocho miembros según los años y los itinerarios de cada uno.
Todos esos jóvenes entran trayendo su historia. Uno llega del servicio nacional, otro de
la cooperación, o de una facultad, o de un seminario donde empezó su formación
académica, sea el seminario de Issy, o la facultad de teología del Instituto Católico, o
del centro de estudios de los jesuitas de la calle de Sèvres. Poco a poco, éste último
tiene la preferencia, sobre todo a causa de la tutoría de la que el estudiante puede
beneficiarse.
La casa de formación va a cambiar de lugar varias veces: primero, en 1971, al
salir de Ris-Orangis, se alojó en unos apartamentos alquilados en la calle de la TombeIssoire. Después, en 1977, se compró un piso de seis estudios y dos apartamentos en un
inmueble nuevo, en el No 8 de la calle Maison-Dieu, en el sector de Plaisance. Tratando
de alojar en mejores condiciones la comunidad de formación, las autoridades la
provincia estimaron, con justa razón, que esos estudios eran de fácil compra en período
de inflación y también podían venderse fácilmente cuando se quisiera cambiar… Fue lo
que aconteció en 1988, cuando la comunidad alcanzó diez miembros (ocho formandos y
dos formadores) y fue a instalarse, por cuatro años, en el No 28 de la calle Molitor
(Sector XVI). A partir de 1993, se ha alojado en el campanario de la iglesia del Espíritu
Santo en el sectorXII.
El punto de vista fijo, en esta situación inestable, fue el haber mantenido el “año
especial”, que se ha efectuado cada vez que podía constituirse un grupo de aspirantes
eudistas, eximido de otras obligaciones, y con la suficiente madurez para aprovechar
esos meses de vida espiritual, comunitariia y misionera, exigente, dedicado al
descubrimiento de san Juan Eudes y del espíritu de la Congregación que él fundó. En
París, o en Yopougon, en Chevilly, o en Godomey (Benín), o en Pons, ese “año
especial” ha sido paso obligado de treinta y cinco jóvenes de la provincia de FranciaÁfrica, y de otros muchos para quienes ha sido un instrumento de discernimiento
vocacional.
241
242
Formación permanente, Espiritualidad eudista
En el pasado, los tiempos de formación personal o de readaptación pastoral,
acordados a un eudista, después de su ordenación, no habían sido sino años necesarios
para acabar una licencia a menudo comenzada en medio de muchas ocupaciones.
Pero los cambios considerables traídos por el concilio Vaticano II invitaban a
proponer a un buen número de eudistas un tiempo de recuperación y de readaptación
pastoral. Entre 1969 y 1980 varios siguieron el año recuperación propuesto por el
Instituto Católico de París, bajo la dirección del sacerdote Pablo Barrau. Dos otros, se
ejercitaron dentro del equipo del P. Loew, en “La Escuela de la fe” de Fribourg. Otros
se entregaron de nuevo a los estudios o aprovecharon la hospitalidad de los eudistas
canadienses. Así fueron surgiendo nuevos llamados misioneros o espirituales. Para
hablar sólo de los que ya han muerto, nadie puede olvidar la misión cumplida por el P.
Jacques Lemaître, animada en la órbita del movimiento carismático. Víctima de una
terrible enfermedad pulmonar de tipo canceroso pudo despertar espiritualmente muchas
almas por la palabra y por la pluma. Le fue retirada la laringe pero continuó,
literalmente hasta el último suspiro, su experiencia hasta caer abatido el 22 de enero de
1899.
El esfuerzo por familiarizarse más con la doctrina espiritual de san Juan Eudes y
de la Escuela francesa, estuvo marcado, lo veremos en el capítulo XXII, por la
publicación, en diversas lenguas, del Leccionario y del Propio eudistas. Por lo que
respecta a Francia, hay que recordar los numerosos retiros y sesiones, propuestos, en
ocasiones en unión con las religiosas de la familia eudista, y a veces con las otras
sociedades masculinas de la Escuela francesa.
En los sueños del “aggiornamento”, algunos eudistas llegaron a imaginar ver
crecer un día las sociedades nacidas de la Escuela francesa, y en particular el Oratorio
de Francia, San Sulpicio y los eudistas, en influencia, por una fusión o al menos una
federación. Equivalía a olvidar quizás los pesados lastres de la historia y también las
dificultades de la geografía porque en el Nuevo Mundo el Oratorio es desconocido y
San Sulpicio se ha comprometido en caminos muy diferentes de los de la mayoría de los
eudistas norteamericanos. Por el contrario, y esta política fue animada con vigor al
menos desde el generalato del P. le Bourgeois, las sociedades nacidas de la Escuela
beruliana no han dejado de frecuentarse y de prestarse mutua colaboración; este
ecumenismo bien vale la pena ser subrayado.
Citemos entre diversos encuentros o retiros, la sesión que se desarrolló en Issyles-Moulineaux, del 9 al 13 de julio de 1979, sobre “Sacerdocio y Escuela francesa”.
Era tiempo de reaccionar contra los que, con el deseo de inventar nuevos sacerdotes
para l Iglesia posconciliar, no cesaban de caricaturizar la doctrina del sacerdocio de los
maestros de la Escuela francesa y la imagen del sacerdote que habían formado para la
reforma de la Iglesia de Francia.
Varias conferencias magistrales e intercambios muy cordiales recordaron que,
incluso si la teologái del saerdocio de los grandes maestros espirituales, Bérulle,
Condren, Olier, san Vicente de Paul o san Juan Eudes, no tenían todo el desarrollo que
posteriormente adquirió, había formado, sine embargo, un modelo de sacerdote
adaptado a llevar el Eangelio en su tiempo y desde entonces 126. Es de notar que esta
sesión era, a no dudarlo, la primera manifestación común de las sociedades de la
Escuela francesa, desde sus orígenes.
126
Todas las cofnferencia de esa sesión de issy aparecen en el Bulletin de Saint-Sulplice, 1980, No 6º, pp.
189-286.
242
243
1980. El P. Marcelo Lebourg llega a ser superior de la provincia
El P. Jacques Venard había comenzado en 1977 su tercer mandato como
superior provincial cuando el Consejo Permanente de la Unión de Superiores mayores
de Francia lo eligió, en el verano de 1978, como presidente de la Unión. Había cierta
ironía en el hecho de elegir presidente de los religiosos a uno “que ni siquiera era
religioso”. Este nombramiento sobrevino justo cuando el nuevo presidente iniciaba su
mandato de provincial. Fue carga muy absorbente durante esos dos años en que todos
los sacerdotes, religiosos, religiosas debiero entrar en el régimen de seguridad social.
Evidentemente era imposible quedarse al margen de la sociedad en este campo,
contando sólo para sobrevivir en la relaciones y en la caridad del mundo de los médicos.
Cuántas discusiones, cuántas diligencias de toda especie, para llegar a alcanzar ese
régimen especial de seguridad social (CAMAC y CAMAVIC) que llegó a ser el de la
categoría social clasificada por la Administración bajo la rúbrica “Clero”. Hoy es
CAVIMAC.
En marzo de 1980, en el consejo general de París, el P. Marcelo Lebourg fue
designado por el P. Guillon para asumir el cargo del gobierno de la provincia de
Francia. Parisiense nacido en el sector XII, Marcelo Lebourg conocía desde mucho
antes a los eudistas de la parroquia del Espíritu Santo. Fue ordenado sacerdote en 1955,
luego fue profesor de filosofía en Santa María de Caen, después subdirector de San Juan
en 1966. Desempeñó un papel importante en la preparación y la redacción de las nuevas
Constituciones de la aamblea de Roma. Partió luego para África como profesor del
seminario de Anyama. Fue después superior de ese seminario en 1971 y preparó el
traspaso a un superior africano. De vuelta a Francia, era asistente provincial y encargado
de la formación, Gozaba de una inteligencia vivaz y ágil. En varias ocasiones fue
elegido para presidir consejos o asambleas, lo que hacía con humor y autoridad. Todo
esto lo calificaba como indicado para el puesto de superior provincial, cargo que ocupó
durante nueve años. Escogió como asistente al P. Claudio Mellier, también él parisiense
del mismo sector XII, que desde su ordenación en 1965 se había consagrado sobre todo
al servicio de la parroquia del Espíritu Santo y a la acción católica en el mundo obrero.
Poco después el P. Xavier Engelhard pidió se le relevara de la economía
provincial que desempeñaba desde 1964. Se había ocupado además, durante varios
años, de la economía general, mientrs, al mismo tiempo, era el director del Foyer
sacerdotal, puesto en marcha por él en 1954 y reconstruido totalmente por él de 1967 a
1968, y donde, con su carácter conciliante y disponible, parecía permanecer por
siempre. El P. Pablo de Vaumas acpetó tomar la sucesión, el P. Engelhard se fue par
Paray-le-Monial para reasumir, entre los seminaristas, una labor que amaba.
¿Cuásles serían los primeros desafíos que esperaban al nuevo superior
provincial? Podía considerar que la salida de los colegios estaba concluida. Por espacio
de veinte años había sido una de las grandes preocupaciones de la provincia de Francia.
El P. Lebourg estaba decidido a mantener las prioridades expresadas en la asamblea
provincial de Autun de 1979:
-la formación en los ministerios,
-la misión en el mundo obrero,
-la evangelización del mundo de los jóvenes,
-la respuesta a los llamados de las Iglesias de África.
243
244
1982. La asamblea provincial de Saintes
Los vínculos entre los eudistas y la diócesis de La Rochelle se habían mantenido
siempre, bajo diversas formas, desde que el obispo había confiado, en 1932, le dirección
del seminario mayor diocesano a la Congregación (ver capítulo VII). ¡1932-1982!
Cincuenta años que monseñor David, obispo de La Rochelle, deseaba conmemorar. Por
esta razón, el P. Lebourg escogió la casa diocesana de Saintes para la asamblea provicial
de julio de 1982.
Era evidente que esta asamblea tenía entre sus objetivos preparar la última
revisión de las Constituciones ad experimentum, que tendría lugar en Roma en
asamblea general el año siguiente. Pero también la asamblea permitió evaluar la
evolución de la provincia durante esos tres años que habían transcurrido en medio de ls
premuras habituales del envejecimiento. Se pudo comprobar una ligera recuperación en
el plan vocacional. Y se aprobó un nuevo esfuerzo en África.
En junio de 1982, la enorme diócesis de Abidjan dio nacimiento a dos nuevas
diócesis. La de Yopougon al oeste de la gran aglomeración escogió como catedral la
iglesia de San Andrés que el P. Cristiano de Charnacé había construido y donde
trabajaban dos eudistas africanos, los PP. Basilio Diringbin y Bartolomé Gansaoré. De
los cuatro primeros eudistas africanos, los otros dos son de Benín: en seguida del P.
Jacob Agossou el P.René-Marie Ehuzu entró donde los eudistas. Esto era un llamado a
la provincia para lanzarse de nuevo a Benín: los PP. Pedro Marchand y Didier Lefebvre
partieron en consecuencia para el norte del país para ponerse al servicio de la diócesis
de Parakou. El P. Lefebvre se puso a entregó, en el seminario medio, a la formación de
los jóvenes en la realidad del medio rural. El P. Pedro Marchand se dedicó a la primera
evangelización de la etnia bariba cuya lengua llegó a dominar. Esta misión en Benín fue
el primer paso que permitió luego fundar una parroquia y un centro de acogida cerca de
Cotonou, en el sur, y acompañar en su formación en el seminario mayor de Ouidah a
varios candidatos eudistas.
Luego de 1983: simplemente una crónica
Durante el año que siguió a la asamblea de Saintes, en medio de la variedad de
sus trabajos, los eudistas de Francia acompañaron, como se hizo en la provincias de
América, el trabajo de preparación de la asamblea general, trabajo que se tradujo en
densos documentos bautizados con el nombre de “Proyecto enero”, “Documento mayo”.
¿Qué resultaría de ahí? Lo veremos en el último capítulo de esta obra.
Aquí termina la historia de la provincia eudista de Francia-África. El lector
encontrará sólo, como conclusión de este capítulo, una breve enumeración de los
acontecimientos de la vida de la provincia de 1983 a nuestros días.
* 1983; luego de la asamblea general, el P. Rénald Hébert, nuevo superior general,
confía al P. Marcelo Lebour, un nuevo manato provincial.
* 1984: Se funda una nueva casa eudista en Parakou, norte de Benín.
* En julio, Forum provincial en la Roche-du-Theil.
* 1985: Cierre de la comunidad de Villepreux (diócesis de Versalles).
* Aparece el libro del P. Pablo Milcent: Un artesano de la renovación cristiana en el
siglo XVII, san Juan Eudes.
* 1985-1986: de noviembre a mayo, visita canónica en Francia y África del P.
Rénald Hébert, superior general.
* 1986, junio 21, el P. Claudio Frikart, eudista, vicario general de París, es nombrado
obispo auxiliar de París junto con monseñor Alberto Rouet. Parisiense de origen,
244
245
monseñor Claudio Frikart conoció a los eudistas en la parroquia del Espíritu Santo.
Entró a la congregación en septiembre de 1942 y fue ordenado presbítero el 2 de julio
de 1948. Luego de trabajar durante diez años en la enseñanza católica fue enviado a
Costa de Marfil para fundar el seminario mayor nacional de ese país, cerca de Abidjan.
Luego de haberlo dirigido de 1965 a 1971, volvió a Francia como párroco del Espíritu
Santo durante doce años. En 1984, el cardenal Lustiger lo nombró vicario general de la
diócesis de París, encargado en especial de los migrantes. Fue ordenado obispo en la
iglesia de San Sulpicio el 2 de septiembre de 1986, fiesta de los mártires eudistas de
septiembre de 1792.
* 1986: en julio encuentro en la Roche–du-Theil y asamblea provincial. La asamblea
aprueba que se den pasos para obtener el reconocimiento legal de la Congregación.
* El P. Marcelo Lebourg es nombrado superior provincial para tercer período.
* 1987: 350º aniversario de la aparición de Vida y Reino de Jesús. Sesión de estudio
sobre este libro y su influencia.
* Octubre: Monseñor le Bourgeois renuncia a la sede De Autun.
* 1988: El P. Clemente Guillon, después de haber regresado a la provincia una vez
cumplido su cargo de superior general de los eudistas, es nombra, el 17 de marzo obispo
coadjutor de Quimper y Léon. Fue ordenado el 10 de abril.
* La comunidad de formación deja la calle de la Maison-Dieu para instalarse en el No
28 de la calle Monitor, París, 16º.
* Se celebra la 13ª asamblea provincial de Francia.
* 1989: la asamblea general de Caracas elige como superior general al P. Pedro Drouin.
A su vez él nombra como superior provincial de Francia al P. Claudio Mellier para
suceder al P. Marcelo Lebourg.
* La provincia de Francia toma el nombre de “Provincia de Francia-África”.
* El 8 de septiembre, ordenación episcopal de monseñor Miguel Dubost, ordinario de
las Fuerzas armadas. En el momento de su nombramiento tiene 47 años. Es el tercer
eudista escogido para ser obispo en tres años. Es ordenado en Nuestra Señora de Paría
por monseñor Fihey, presentes los cardenales Lustriger y Gantin.
* 1990: Se establece en Brétigny-sur-Orge, en la diócesis de Corbeil, una comunidad
eudista.
* La Fraternidad San Juan Eudes es fundada en Godomey, en Benín, para la formación
y la acogida.
* 1991: 14ª asamblea provincial de Fracia-África.
* 1992: El P. Caludio Mellier es nombrado provincial de Francia para 2º mandato.
* Los eudistas salen de las parroquias de Pantin y Cannes.
* 1993: La comunidad de formación se instala en el campanario de la iglesia del
Espíritu Santo en París. Se establece también una comunidad en Évry (diócesis de
Corbeil). Se funda igualmente la casa Saint-Bernard en Marolles (Essone), de 1993 a
1997.
* 1994: 15ª asamblea provincial.
* Los eudistas asumen, por seis años, el seminario mayor nacional de Bangui en la
República centroafricana.
* Fundación de la comunidad de la Sagrada Familia en Benín. Agrupa a los Padres que
trabajan en las parroquias de Cotonou y Santa Teresa de Godomey.
* 1995: La asamblea general de la Roche-du-Theil reelige como superior general al P.
Pedro Drouin.
* 1996: El P. Miguel Gérard es nombrado superior ge la provincia de Francia-África.
* Fundación de la comunidad Beato Ancel en Versalles. Avenida Villeneuve l’Étang.
* En Yopougon (Costa de Marfil) organización de la comunidad “Pastores”.
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* 1997: 2 de septiembre, dimisión de monseñor Claudio Frikart de su cargo de obispo
auxiliar de París.
* 1999: el P. Miguel Gérard es nombrado superior provincial para 2º mandato.
* 2000: 15 de abril, monseñor Miguel Dubost es nombrado obispo de Évry-CorbeilEssones.
* 2001: En la asamblea general de Quito, el P. Miguel Gérard es elegido superior
general de los eudistas. Él nombra al P. Lucas Crepy, provincial de Francia-África.
* Las comunidades de Costa de Marfil, de Benín y de Burkina Fasso son constituidas
como “Región. Su superior es el P. Rafael Drabo.
* 2002: el 19 de noviembre el P. René-Marie Ehuzu, beninés, es nombrado obispo de
Abomey. Es ordenado el 6 de enero de 2003, en la basílica de san Pedro de Roma, por
el Papa Juan Pablo II. Será nombrado luego obispo de Porto-Novo el 3 de enero de 2007
por el Papa Benedicto XVI.
* 2004: El P. Lucas Crepy es nombrado superior provincial para un 2º mandato.
* 2005: muere monseñor Armando le Bourgeois, antiguo superior general y obispo
emérito de Autum.
* A comienzos de julio es erigida la viceprovincia de África. Su primer superior es el P.
Jacob Agossou.
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CAPÍTULO XXII
LA CONGREGACIÓN LUEGO DE 1971
EL P. GUILLON, SUPERIOR GENERAL (1971-1983)
LA ASAMBLEA DE AGGIORNAMENTO EN ROMA (1983)
La asamblea de Medellín y la elección del P. Clemente Guillon, superior general (2 de
enero de 1971) – El equipo romano y sus trabajos – El final del seminario de León
(1973) – El propio litúrgico de los eudistas – De “Notre Vie” a los “Cahiers eudistes”
– Espiritualidad eudista: el Leccionario – La asamblea de Québec (1977) –
Tricentenario de la muerte de san Juan Eudes (1980) – El estatuto canónico de la
Congregación: “Sociedad de Vida Apostólica” – La preparación de la asamblea
general de aggiornamento – La asamblea de Roma (1983) – La elección del P. Rénald
Hébert, vigésimo superior general – La Congregación después de 1983: algunas
sencillas notas.
La asamblea general de Medellín (1970-1971)
En el preciso momento en que el P. Lacroix fue elevado al episcopado, los
superiores provinciales llegaban a Roma para el consejo general ampliado que él había
convocado. Su llegada facilitó la organización de la futura asamblea general que debía
elegir a su sucesor. El P. Enrique Macé, primer consejero general residente, en su papel
de primer oficial de la Congregación, se apresuró, por consiguiente, a convocar, para lo
más pronto posible, una asamblea general de elección. Se tomó la decisión de reunirse
por primera vez en América latina y se escogió como fecha de inicio de la asamblea el
28 de diciembre de 1970 y como lugar Medellín, en Colombia. La asamblea debía
componerse, además de los diez miembros de derecho, de ocho diputados de Francia,
seis de Colombia, diez de Canadá y dos de Venezuela, así como el P. José Herbreteau,
en representación de la casa de León en España.
Para los diputados de Francia y de Améria del Norte era un maravilloso viaje de
descubrimiento, que cada uno se esforzó de disfrutar plenamente. El lugar escogido era
el seminario mayor de Medellín, que a 1 800 metros de altura, dominaba toda la ciudad,
situada trescientos metros más abajo. Un clima de ensueño, un panorama soberbio de
día y de noche, sobre todo cuando en la noche del 31 de diciembre se elevaron por todas
partes los “globos”, balones inflados con aire caliente que el viento dispersaba por los
campo de alrededor.. Ninguno de nosotros podrá olvidar la acogida de toda la provincia
de Colombia, de sus amigos, ex alumnos del juniorato de San Pedro.
Los miembros de la asamblea se tomaron el tiempo de conocerse, de orar juntos,
de intercambiar puntos de vista en particular sobre la crisis del sacerdocio que entonces
agitaba a toda la Iglesia. La elección, fijada para el 2 de enero, no fue carente de
enoción. La víspera, en la noche, un sondeo había mostrado una neta tendencia a favor
del superior provincial de Colombia, el P. Alvaro Torres. En la mañana del 2 de enero,
su nombre salió efectivamente de las urnas, pero, para sorpresa de todos, el P. Torres
manifetó su rechazo. Fue necesario entonces proceder de nuevo a las votaciones. En el
cuarto turno, el P. Clemente Guillon, superior provincial de Francia, fue elegido como
el 19º superior general de la Congregación. El día siguiente, los Padres, Antonio
thériault, superior de la comunidad de Pointe-Gatineau, Eduardo Roldán, superior del
seminario de Santa Rosa de Osos, fueron escogidos como consejeros generales
residentes. En el curso de las semanas siguientes, las provincias completaron el consejo
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general con los Padres Enrique Macé (Francia), Diego Jaramillo (Colombia), Eduardo
Boudrealt (Canadá) y Darío Pario (Venezuela).
La asamblea no tenía mucho material en el orden del día pues desde su
comienzo había decidido que no sería asamblea de aggiornamento; aun las nuevas
Constituciones, editadas pocos meses antes,
no habían tenido suficiente de
experimentación. Sin embargo lo intercambios mostraron cómo en general todos
erstaban imquietos debido a las grandes evoluciones que se iban revelando en la Iglesia
y a los movimientos de cuestionamiento que surgían en torno al estatuto y el ministerios
de los sacerdotes. Por primera vez en la historia de la Congregación, grupos notables de
eudistas habían abanonado los compromisos de su ordenación. Por ello la asamblea
deseó:
-“que se aporten mucho ánimo y apoyo fraternos a los que, en este tiempo de crisis de
la Iglesia, quieren ser se empeñan en ser fieles a su sacerdocio;
-que profunda amistad sea brindada a todos los que sufren interrogantes actuales sobre
el sacerdocio católico y a los que nos abandonado;
-que se tenga en todas nuestras provincias el cuidados de colaborar en forma eficaz en
una búsqueda seria y audaz de una comprensión más perfecta del sacerdocio cristiano;
-que crezca el deseo de abrirse a a escucha del Espíritu y del ser, abiertos a una
búsqueda con miras a una integración posible de diversas formas de servicio
sacerdotal en el interior de la Congregación”.
La asamblea general terminó. Diputados franceses y canadienses prolongaban un poco
su estadía a fin de descubrir aspectos de las realidades eudistas colombianas.
El por qué de una negativa
Pienso que es necesario que la historia conozca las razones que tuve para no
aceptar la elección de superior general que me hizo la asamblea de Medellín. En el
primer escrutinio, 33 de 36 electores se pronunciaron por mi nombre. Cuando el
Presidente de elección, P. Jacques Couturier, me preguntó si aceptaba la elección,
respondí lo siguiente:
“Agradezco de corazón a todos aquellos que han apoyado mi nombre; lo tomo
no solo como un voto de confianza por mi persona sino sobre todo como una muestra
de aprecio por la provincia de Colombia. Si el Presidente de elección me pregunta si
acepto, supone que puedo pronunciarme por un SÍ o por un NO. Me indica que la
Iglesia piensa que la Voluntad de Dios puede pasar por un SÍ o por un NO. Creo, en
conciencia, que en mi caso pasa por el NO. En consecuencia no acepto la elección”.
Me tocó vivir en Roma, cuando era estudiante, la dinámica de la administración
general, en especial el roce con el mundo exterior. Fui testigo de todas aquellas
invitaciones frecuentes de cardenales, obispos, superiores generales, militares en retiro,
monseñores de la curia romana, etc. a sentarse a la mesa. Eran banquetes con todo un
ceremonial lleno de cortesías, de discursos cargados de lo que llaman los franceses
“esprit”. Por temperamento, por convicción, por formación soy ajeno y reacio a todo
ello. Pero pensé que esas invitaciones eran necesarias cuando la Congregación quería
ser conocida en las esferas de Roma y que debían mantenerse. Y decidí dejar el puesto a
alguien que pudiera continuar ese proceder. Por respeto a quienes entonces eran
responsables de la administración general nunca revelé mis razones. Hoy, cuando
escribo esto, aprovechando la hospitalidad de esta obra de historia, todos ellos han
fallecido. Es el momento de hacerlo conocer. Alvaro Torres, cjm, mayo 6 de 2010.
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El equipo romano y sus trabajos
El equipo romano, de solo dos consejeros como lo quiso la asamblea de 1969,
solo había funcionado algunos meses, con los PP. Enrique Macé y Juan Francisco
Sarasti. Fue necesario por tanto poner en marcha, paulatinamente, los métodos de
trabajo de este equipo.
Desde París, el P. Xavier Engelhard, ecónomo general, propuso, luego de
encuestra entre los ecónomos de la provincia, un sistema de repartición de aportes a la
caja general, basado en la capacidad contributiva, muy diversa, de las cuatro provincias.
Se fijó entonces que el aporte por cabeza sería calculado partiendo de coeficientes
diferentes: 4 para Canadá, 3 para Francia y Venezuela, 2 para Colombia. Este aporte se
duplicaba debido a la marcha de la obra interprovincial que era el seminario de León. A
partir de 1972, el P. Antonio Thériault, primer consejero general, aceptó ser al mismo
tiempo ecónomo general.
No nos detrendemos aquí en la misión, que sin embargo es la primera del
superior general y de su consejo: la escogencia, cada tres años, del superior de cada
provincia. En apariencia misión poco absorbente pero que pide, con todo, semanas de
consultas escritas y orales, y por tanto, casi siempre, la visita de cada provincia. Nos
contentamos, por el momento, con una escueta enumeración del nombramiento de los
superiores provinciales:
Febrero 1971
Junio 1971
Julio 1973
Julio 1973
Junio 1974
Junio 1974
Junio 1976
Junio 1976
Julio 1977
Julio 1977
Junio 1979
Junio 1979
Marzo 1980
Marzo 1980
Mayo 1982
Mayo 1982
P. Jacques Venard
P. Luis Felipe Pelletier
P. Alfonso Ruiz
P. Alvaro Torres
P. Jaccques Venard
P. Luis Felipe Pelletier
P. Alfonso Ruiz
P. Jesús Ángel Restrepo
P. Jacques Venard
P. Rénald Hébert
P. Pedro Drouin
P. Jesús Ángel Restrepo
P. Marcelo Lebourg
P. Rénald Hébert
P. Pedro Drouin
P. Jesús Ángel Restrepo
Francia
Canadá
Venezuela
Colombia
Francia
Canadá
Venezuela
Colombia
Francia
América del Norte
Venezuela
Colombia
Francia
América del Norte
Venezuela
Colombia
1er mandato
2º mandato
1er mandato
2º mandato
2º mandato
3er manato
2º mandato
1er mandato
3er mandato
1er mandato
1er mandato
2º mandato
1er mandato
2º manato
2º mandato
3er mandato
Con una mirada hacia atrás, se observa que este período estuvo marcado por
varias actividades impulsadas por el generalato en los dominios de la liturgia, de la
espiritualidad, y de la definición canónica de nuestra Sociedad.
El P. General, guardando siempre el respeto por la autonomía de las provincias,
se mantenía atento a todos los miembros de la congregación. Sus dotes de políglota le
fueron muy preciosas para encontrarse con cientos de interlocutores, tanto en el mundo
hispánico como en el anglosajón, es incluso en Alemania en donde a menudo no se
aventuraban los eudistas. En 1976 y 1980 hizo dos largos viajes a Asia para hacer
conocer mejor a san Juan Eudes en esos países entre las comunidades del Buen Pastor.
Para alimentar la reflexión de todos en la congregación publicó, en 1972, una
carta sobre el sacerdocio y, luego, una carpeta sobre espiritualidad eudista, acompañada
de fichas de trabajo y, en marzo 1973, algunas páginas sobre la justicia en el mundo.
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Encontró incluso tiempo para publicar, en 1981, en las ediciones Cerf de París, una
colección de cincuenta cartas escogidas de san Juan Eudes. La llamó En todo la volunta
de Dios. Esta obra traza al mismo tiempo una biografía y un perfil espiritual del
fundador de los eudistas.
Final del seminario de León (1973)
Narramos que, en los tiempos en que el P. le Bourgeois era superior general de
los eudistas, se dieron razones que condujeron a fundar en Armunia, en las puertas de
León en Castilla, un seminario menor. La intención era dar respuesta al llamado del
Papa de proveer de sacerdotes a la América latina. En 1969 los estudiantes mayores
terminaban sus estudios secundarios. Cuatro de ellos parecían dispuestos a iniciar
camino hacia el sacerdocio. Para no enviarlos a Madrid, o incluso a Colombia, se
decidió que comenzaran su primer ciclo de seminario en Francia, con los escolásticos
eudistas de Ris-Orangis. A pesar del desarraigo de su tierra y del inconveniente de la
lengua, empezaron a seguir los cursos del seminario de Issy. ¿Pero, habían hecho una
sesuda opción vocacional? No obstante su docilidad y su simpatía, podía ponerse en
duda. Al final de los dos primeros años se decidió que regresaran a León para seguir un
año de discernimiento y de estudios profesionales. Se pudo comprobar entonces que
ninguno estaba decidido a dejar su país y su familia para irse en calidad de misionero.
¿Dadas esas condiciones, se imponía continuar en la búsqueda de hombres y de recursos
para hacer vivir en España un pequeño colegio?
Fundado por iniciativa de la administración general, el seminario de León
dependía directamente de esa administración, que debía asegurarle financiación y
personal educativo. En lo que toca a las finanzas, las tres provincias de Francia, Canadá
y Venezuela aportaban anualmente su cuota, y numerosos benefactores de esos países
habían respondido a los llamados del P. José Herbretau, fundador de la casa. En lo que
respecta al personal, se acudía, sobre todo, a las dos provincias hispanoparlantes. La
situación se tornaba cada vez más difícil. El consejo general reunido en Caracas en 1972
pidió “estudiar con la ayuda de los consejeros residentes un proyecto de reoganización
de nuestra obra en España. “. ¿Debía mantenerse la obra actual? ¿U optar por otra obra
apostólica, en León o en otro lugar, en España? ¿Sería el caso de retirarse del todo?
El P. Guillon pensaba que era necesario replantear la cuestión bajo un severo
análisis. ¿Había alguna provincia que pudiera hacerse cargo de la marcha de la casa?
¿Cuál sería su objetivo? Las provincias sudamericanas manifestaron que no estaban
dispuestas a hacerse cargo de la casa, ni realmente deseosas de acoger personal de
origen español. Canadá, que había sido muy generoso, no se sentía implicado en el
asunto. Francia, puesto que no se trataba de formar sacerdotes para la América latina, no
se sentía en capacidad de asumir una obra de educación en España cuando precisamente
se desprendía de sus casas de educación en su país.
El equipo romano multipplicó estudios y consultas. Finalmente el consejo
general, reunido en Medellín en julio de 1973 con los superiores provinciales llegó al
siguiente balance:
1. Ninguna de las cuatro provincias se siente en capacidad de tomar la responsabilid de
la obra eudista de España.
2. Las cuatro provincias estiman que el único propósito con el cual se fundó esa obra en
1962 (formar futuros sacerdotes para América latina) justificaría su continuación.
3. Pero esta esperanza se ha revelado débil e hipotética. El consejo general decide
entonces cerrar la obra de León.
250
251
Al comentar esta decisión en una circular del 10 de diciembre de 1973, el P.
Guillon hacía notar que la causa era la caída de las vocaciones sacerdotales en toda
España, en algunos años. Entre las cinco promociones de jóvenes salidos de nuestro
seminario de La Fontana desde 1969, ninguno se orientó hacia el sacerdocio o la vida
eudista127. Quizás veinte años antes este seminario hubiera dado frutos.
Se prosiguió por algún tiempo un intento de implantación en Madrid. Más tarde
la propiedad de La Fontana fue vendida. Con cincuenta años de distancia, por razones
diferentes, la esperanza de un juniorato en España había fracasado, como sucedió en
Soria y Alsasua en 1907 y 1914128.
La venta se hizo sin demasiadas dificultades y en buenas condiciones; la
asamblea general de 1977 decidió apropiar el precio de venta a la caja general que hasta
ese momento carecía de fondos propios. El viento gira rápidamente. Lo que en 1962
pareció un intento afortunado fue abandonado sin hesitación en 1975.
El Propio litúrgico129
El nuevo equipo supo llevar a cabo una reforma del Propio litúrgio de los
eudistas, conforme a la ruta marcada por el concilio Vaticano II.
Es conveniente recordar que este trajinado“Propio”, que contiene las fiestas y
conmemoraciones aprobadas por la Iglesia para la Congregaión, había conocido desde
el principio del siglo múltiples reformas para conformarse a todo lo que habia prescrito
la Congregación de Ritos, y también para introducir en él las fiestas de san Juan Eudes,
canonizado en 1925, de santa María Eufrsia canonizada en 1940, etc. El “Propio”, con
notación musical gregoriana, editado en 1923, había sido totalmente revisado y
reeditado en 1957. Nuevos retoques tuvieron lugar como consecuencia de reformas de
Juan XXIII y de una instrucción de la Congregación de Ritos, del 14 de febrero de
1961.
La apertura del concilio, en 1962, podía hacer presentir la aparición de nuevas
reglas litúrgicas. Con todo, no se retrasó el trabajo, que fue parcialmente publicado en
1969, precisamente en el momento en que comenzaba la aparición de las instrucciones
dela Congregación para el Culto divino sobre las normas que debían seguirse según la
reforma conciliar. El P: Enrique Macé, principal artesano del lado eudista, logró
colaborar positivamente en este campo con el dicasterio romano.
El P. Macé estableció también, según las nuevas normas, un proyecto de Ordo
eudista que fue presentado a la asamblea de Medellín. Faltaba hacerlo aprobar. Se
obtuvo la aprobación luego de ardua negociación, que culminó en septiembre-octubre
de 1972, en dos entrevistas entre monseñor Bugnini, sus expertos, y dos eudistas, el P.
Macé, consejero generall, y el P. Dúchense, procurador general. Finalmente, la
Congregación concedió a los eudistas tres solemnidades: el Corazón de Jesús, el
Corazón Inmaculado de María y san Juan Eudes, con los textos escogidos por nosotros.
Quedaba sólo traducirlos y editarlos en diversas lenguas.
Publicaciones. De Notre Vie a los Cahiers Eudistes
127
Nota del traductor: recientemente pasó por Cali un sacerdote español que manifestó haber sido alumno
de esta casa, y decía: los eudistas nos abandonaron.
128
Juan Bautista ROVOLT, Vie du P. Le Doré, t.I, pp. 334-348.
129
Ver toda la historia del Propio eudista en el artículo del P. Enrique Macé, “El propio litúrgico eudista
de 1973” en Cahiers Eudistes, No. 16 (1973), pp. 55-71.
251
252
A partir de 1948, la pequeña revista bimestriel Notre Vie, publicada en Francia,
pero destinada a toda la familia eudista, había logrado sobrevivir. Publicaba sobre todo
estudios históricos o teológicos que aportan hoy, en doce tomos, preciosos documentos
sobre la Congregación. Pero publicada en francés y en Francia prestaba cada vez menos
su papel de vínculo y de información a medida que las provincias americanas crecían.
Luego de un intento de renovación en 1971 bajo el nombre nuevo de Vie Eudiste, el
consejo general decidió su desaparición en 1973. Sería reemplazada por los Cahiers
Eudistes, publicados más o menos cada año en francés y en español. En lo tocante a los
lazos familiares, cada provincia se dotó de un boletín pequeño, más directamente de
interés de sus lectores: Information en América del Norte, Vida de Familia en
Colombia, Vie Eudiste en Francia, Aquí y ahora en Venezuela. Estas publicaciones
permitían transmitir más rápidamente a todos las noticias de cada uno y reemplazaron a
la difunta “revista eudista de espiritualidad y de información”.
Difusión de la espiritualidad eudista – El Leccionario
Ente 1905 y 1911 habían sido editadas las Obras Completas del Venerable
Padre Eudes. Luego, entre 1931 y 1937, las Obras Escogidas y diversas obras para
facilitar el acceso a la doctrina espiritual de san Juan Eudes.
La mayor actividad en este campo se dio en Francia, después de la guerra, de
1948 a 1962, por iniciativa de los PP. Lebesconte y Arragain, mediante el lanzamiento
de las sesiones de espiritualidad. Entre las obras que se produjeron entonces se debe
resaltar sobre todo Le Coeur du Seigneur, aparecido en 1955. Se trató de una excelente
obra sobre el Corazón de Jesús, en medio de una producción teológica sobre ese tema,
abundante pero a menudo poco original.
En América del Norte, en la misma época, comenzó la publicación de una
colección de Selected Works of st John Eudes, primer conjunto de las obras de san Juan
Eudes, cuya traducción era esperada desde hacía largo tiempo: seis volúmenes qye
aoarecuerib en Kennedy & Sons de Nueva Yorkm ebtre 1946 t 1948; la traducción fue
obra de los PP. Wilfrid Myatt y Ptrick Skinner. Vino además una excelente edicion de la
obra biográfica del P. Hérambourg, Vie du Venerable serviteur de Dieu, Jean Eudes,
con notas del P. Carlos Berthelot du Chesnay130.
130
Saint John Eudes. A Spiritual Portrait by Peter Hérambourg, cjm, traducción de Ruth HAUSER, m.
a. edited and annotated by Silfrid MYATT, cjm.
252
253
Anotación del traductor: Es justo que se haga mención de las traducciones que se
hicieron al español, incluso antes de la traducción inglesa. El sacerdote diocesano
GERMÁN JIMÉNEZ, capellán de Nuestraa Señora de Caridad en Bilbao tradujo La
Infancia admirable de la Santísima Madre de Dios, en 1935; Jesús, Meditaciones, en
1935; El Sacerdote, en 1936; María, Meditaciones, en 1951. En Colombia, en la
editorial San Juan Eudes de Usaquén aparecieron: Vida y Reino de Jesús (1956; El
Sacerdote (1956); El Corazón de Jesús (1957; La Infancia admirble de la Santísima
Madre de Dios (1957); Meditaciones (1957); Contrato del Hombre con Dios y
Reglas dela via cristiana y sacerdotal (1957, reeditado en 1960). También se
publicaron varios textos de san Juan Eudes en opúsculos. La obra de P.
Hérambourg, Virtudes de San Juan Eudes, traducción de Emilio Postigo Pérez,
eudista, se publicó en Rennes, en 1929.
¿Cómo familiarizar a los eudistas y a sus amigos con el pensamiento de san Juan
Eudes y de la Escuela francesa, sin tener qué acudir a las Obras Completas o a otras
ediciones eruditas? Desde su eelección el P. le Bourgeois había insistido en la urgencia
de trabajar algunos textos escogidos. Un poco más tarde, el P. Luis Barbé preparó una
selección de testos de san Juan Eudes sobre el sacerdocio.Sin embargo hubo que esperar
hasta la asamblea de 1969 para que surgiera una propuesta concreta.
En la época los artesanos que se ocupaban en Roma de la reforma litúrgica en
curso habían pedido a las diócesis y a las congregaciones religiosas, que tuvieran oficios
propios o santos canonizados, que propusieran textos tomados de sus tesoros
espirituales. Por petición del Consilium, los eudistas enviaron primero un texto para la
fiesta de san Juan Eudes, el 19 de agosto, y luego las lecturas para las fiestas romanas
del Corazón de Jesús y del Corazón de María. Estos textos no fueron retenidos.
Finalmente se presentaron otras 26 lecturas, entre las que figura la que presenta la
doctrina de “estados y misterios” el viernes de la 33ª semana del Tiempo ordinario.
El mismo Consilium invitaba a los institutos a proponer colecciones de lecturas
aptas para completar las que serían escogidas para el Oficio de Lecturas. ¿Por qué no un
Leccionario eudista? El P. Guillon lanzó ese trabajo en semptiembre de 1974. En torno
a él, los PP. Macé, Arragain, Roldán y Dúchesne trabajaron sin respiro. El volumen
dactilografiado fue enviado a todas las comunidades para pedir pareceres. Cincuenta
respuestas aproximadamente propusieron adiciones o supresiones. Los trámites que se
hicieron ante las otras sociedades de la Escuela francesa, con las que se hubiera deseado
hacer un leccionario común, no tuvieron éxito: Sin embargo se escogieron algunos
textos de Bérulle, Condren, Olier, san Vicente de Paul y de santa Eufrasia. En total 77
lecturas, para las que el P. Macé compuso responsorios e índices. Quedaba sólo obtener
la aprobación del consejo general en julio de 1975 y la de la Congregación del Culto
divino el 24 de febrero de 1976.
Cuidadosamente editado en París, en noviembre de 1977, con un tiraje de 2 000
ejemplares, el “Leccionario” conoció un éxito inmediato. Rápidamente fue reeditado y
traducido al alemán (1978), al portugués (1980), al español (1981), al inglés (1989). Es
uno de los mejores instrumentos para conocerr la Escuela francesa y para orar con ella.
El Leccionario fue presentado por el P. Guillon en las Notitiae de la Congregación del
Culto divino (abril 1976, pp. 161-176) y en Vie Eudiste en France (Nº 8, enero de
1976, pp. 44-46).
Para propagar siempre más la espiritualidad de san Juan Eudes, no bastan las
mejores ediciones. Es preciso formar formadores. Con esa finalidad, el P. Guillon
propició por primera vez un encuentro para una sesión a la que invitó a los que, a ambos
lados del Atlántico, estudiaban la espiritualidad beruliana o estaban encargados de la
formación de los futuros eudistas.
253
254
Del 12 al 25 de septiembre de 1982, en Caen y luego en París, una veintena de
eudistas, venidos de las cuatro provincias y de seis países, alternaron, con ritmo
sostenido, el estudio de los grandes temas eudistas; hubo intercambios sobre la
pedagogía espiritual; y después el encuentro de san Juan Eudes siguendo sus pasos de
Ri a la Délivrande, de Coutances a Valognes; y también en París, del Louvre a San
Sulpicio y a Val-de-Grâce. “Especialistas” como los PP. Virgilio Blanchard, Eduardo
Roldán, Pablo Milcent, Miguel Cancouët, Enrique Macé, Jacques Venard, Nicolás
Bermúdez, en torno al P. Guillon, estaban presentes para animar a los que debían
convertirse en formadores de sus hermanos, venciendo los obstáculos de lenguas y
culturas diversas131.
La asamblea general de Québec (1977)
Cada seis años la vida de la Congregación vive el ritmo de las asambleas
generales. Seis años después de Medellín, surgió el deseo de reunirse en América del
Norte. En consecuencia, el 30 de junio de 1977, los delegados ocuparon la casa de los
eudistas en Charlesbourg. Cuantos participaron en esta asamblea no podrán olvidar la
acogida de los canadienses que recibían por primera vez en su casa una asamblea
general. Comidas, visitas, descansos, regalos y paseos, una velada en L’Île d’Orléans,
todo ello en espléndido despliegue de la fraternidad canadiense.
La asamblea se había dado como objetivo hacer una primera evaluación, pasados
ocho años, de las Constituciones adoptadas en 1969, y sobre todo estudiar cómo
ponerlas en valor. Durante el período de experimentación, la asamblea tenía todo el
margen de proponer modificaciones a los textos de 1969; un primer interrogante fue el
del papel y la composición del consejo general. Se resaltó que el papel de animación del
consejo general aparecía tanto más importante cuanto que sus tareas administrativas
habían sido aligeradas por la descentralización. Luego de larga discusión se quedó en
dejar la misma composición del consejo en siete miembros. Se decidió tgambién que los
consejeros de las provincias tendrían un mandato limitado a tres años.
Las informaciones proporcionadas por las provincias mostraron que en todas
partes se hacía frente a la crisis, no obstante el envejecimiento y la escasez de
vocaciones: tan solo veinte incorporaciones se habían dado en seis años en toda la
Congregación. La situación de Venezuela era tan preocupante que la asamblea decidió
hacer un particular esfuerzo de solidaridad. De allí nació la Oficina de servicios
generales colombo-venezolanos, que iba a desempeñar papel muy importante.
El mandato de seis años del P. Guillon terminaba en la asamblea. Fue reelegido
el 10 de julio y, tres días más tarde, los PP. Nicolás Bermúdez y Fernando Desrosiers
fueron elegidos consejeros generales residentes. En los meses siguientes las provincias
eligieron los cuatro otros consejeros: los PP. Marcel Lebourg (Francia), Juan Francisco
Sarasti (Colombia), Luis Felipe Pelletier (América del Norte) y Pedro Drouin
(Venezuela).
El nuevo consejo general, reunido en Roma en la navidad de 1977, confió la
tarea de ecónomo general al hermano Normand Martin, quien desde octubre era ya el
ecónomo local de la casa de Roma. Un poco después el P. Sarasti, nombrado obispo, fue
reemplazado por el P. Alvaro Torres.
131
Ver los ecos en Cahiers Eudistes, nº 8, 1983, pp. 72-86, y el conjunto de las contribuciones en un
fascículo policopiado, Archivos Eudistas, París.
254
255
Muy comprometidos en América Latina, lo eudistas habían recibido el impacto
de la Conferencia General del Episcopado Latinoamericano (CELAM), reunida en
Medellín. Ese organismo había surgido poco después del concilio Vaticano II. Sintieron
todavía más la importancia de la reunión de Puebla en enero-febrero de 1979, y el
llamado a “una opción preferencial por los pobres con miras a su liberación
integral”132. Este llamado iba a iluminar durante largo tiempo la marcha de las dos
provincias sudamericanas.
1980: año del Tricentenario
Para la familia eudista en su totalidad fue una fecha de impacto. Se celebraba en
1980 el tricentenario de la muerte de san Juan Eudes. A partir de 1978 se empezó la
preparación. Escribía el P. General el 1º de noviembre de 1978 “No se trata de
quedarse con los ojos fijos en el pasado. Es preciso tomar conciencia, una vez más, de
la experiencia apostólica de san Juan Eudes: redescubrir su amor ardiente por el Señor
y por la Virgen María, y su vehemente anhelo de compartilo con todos los hombres.
Debemos encontrar los caminos de una fidelidad creativa siguiendo su enseñanza y su
ejemplo”.
Hijos e hijas de san Juan Eudes buscaron expresar su júbilo de mil maneras
diferentes; la diócesis de Bayeux no se quedó atrás como tampoco todas las diócesis
amigas.
Nos contentamos con recordar:
* Peregrinación del Consejo general a Caen y a Ri el 31 de marzo.
* Jornada vocacional en Caen, los días 7 y 8 de junio.
* Misa solemne en Ri el 15 de junio, presidida por monseñor Derouet, obispo de Sées.
* Congreso de la provincia de América del Norte (30 de junio a 2 de julio) con
celebración presidida el 3 de julio en Québec por el cardenal Roy.
* Triduo en Caen (17-19 de agosto) que reunió a obispos, sacerdotes, religiosas, laicos
venidos de muchas partes. El domingo 17, misa radiodifundida desde la iglesia San Juan
de Caen, donde otrora había predicado san Juan Eudes; almuerzo de seis cientos
convidados en el colegio Santa María. Luego, después de una jornada de recogimiento
predicada en cuatro lenguas, peregrinación a La Délivrande, el mismo día en que murió
san Juan Eudes, 300 años antes.
* Sesión en Caracas (18-19 de agosto) finalizada con la presencia de tres obispos.
* Congreso eudista interprovincial (Colombia y Venezuela) en Bogotá, en el que
participaron cinco obispos eudistas sudamericanos, los monseñores Villa, Salas, Rojo,
Acosta y Sarasti.
* Celebración en Nuestra Señora de París el 16 de noviembre, con conferencia de
monseñor le Bourgeois, quien en seguida presidió la Eucaristía.
El P. Guillon podía concluir en circular del 25 de enero de 1981: “El
tricentenario nos ha permitido dos apreciaciones, que son fuente de gozo y de
esperanza: la familia de san Juan Eudes es numerosa y etendida por el mundo entero; y
él mismo es un santo que cada vez conocemos más”133.
El estatuto de los eudistas en Código de derecho canónico de 1983:
Sociedad de Vida Apostólica
132
Mensaje de Pueblo Nº 1134.
Ahier Eudiste, Nº 6 da cuenta de todo el conjunto de celebraciones y contiene la conferencia de
monseñor le Bourgeois (pp. 81-96).
133
255
256
Durante los años de 1970 a 1980 termina, esperamos, la larga historia canónica
de los eudistas. Finalmente se sintieron situados en la Iglesia en el lugar que
reivindicaban desde su fundación: sociedad de vida apostólica.
En el primer código de derecho canónico, aparecido en 1917, pertenecían al
grupo de los Religiosos (2ª parte, título XVII), las llamdas “sociedades de vida común
sin votos”, definición no inexacta pero puramente negativa (cánones 673-681).
Luego del cocilio Vaticano II una reestructuración del Derecho canónico era
necesaria, y fue emprendida con determinación. Naturalmente, el conjunto de los
religiosos o asimilados tenía que ver con ella. Desde 1970 se constituyó en Roma un
“Grupo romano de las sociedades de vida común” en el que se reunían los superiores
generales de esas socieades (sobre todo los vicentinos, los eudistas, los palotinos, los
misioneros de la Preciosa Sangre). El P. Lacroix fue presidente del grupo hasta su
nombramiento como obispo. Luego, de 1971 a 1980, ocupó ese cargo el P. Richardson,
superior general de los vicentinos. Los primeros proyectos de redacción, hasta 1975,
distinguían entre los “Insitutos de perfeccion” (era la expresión de la epoca): (1) los
religiosos; (2) los “institutos de vida apostólica consociados” (sic); (3) los institutos
seculares. Los eudistas pertenecían a la categoría (2). Pero en seguida se quiso imponer
a todos el término de “Vida consagrada por la profesión de los consejos evangélciso”,
término que desconocía totalmente el carácter propio de nuestros institutos.
El P. Guillon, presente en Roma en la época en que la Comisión pontificia para
la revisión del código trabajaba en la elaboración de la “Sección II. Sociedades de vida
apostólica”, participó activa y personalmente en ese trabajo. Inicialmente, a partir de
1980, como presidente del grupo romano de los superiores generales de las “sociedades
de via apostólica no exclusivamente misioneras”, fue encargado de hacerse intérprete
ante esa comisión de la insatifación de esas sociedades, conocido el proyecto de 1977.
Sobre todo, fue escogido por el cardenal prefecto de la Comisión potificia, para hacer
parte, con derecho a voto, en el “congresso” de los consultores encargados de discutir y
de votar el texto definitivo tocante a las sociedades de vida apostólca. Fue el caso que
un prelado venezolano, excelente amigo de los eudistas, monseñor Rosalio José Castillo
Lara, era, en ese momento, secretario de la comisión de revisión. Había él entendido
muy bien el deseo de los eudistas de que su vocación de sociedad de sacerdotes
seculares que viven comunidad para la misión fuera reconocida y expresada
correctamente. Gracias a esas felices circunstancias el nuevo código reconoció
plenamente nuestra espedificidad.
Luego de una sección I. concerniente a los “Institutos de vida consagrada”, una
sección II, titulada “Las sociedades de vida apostólica” comenzaba por el canon 731, 1:
“Al lado de los institutos de vida consagrada, tienen puesto las sociedades de vida
apostólica cuyos miembros, sin los votos religiosos, persiguen el fin apostólico propio
de su sociedad y, llevando la vida fraterna en común, tienden, según su modo de vida
propia, a la perfección de la caridad por la obsevancia de las constituciones”.
En algunas líneas se expresa:
-El fin apostólico de la sociedad,
-la marcha hacia la perfección de la caridad sin recurrir a los votos,
-la vida fraterna llevada en común,
-el marco de las constituciones.
Este marco de vida, amplio y a la vez exigente, conviene bien a misioneros que
deben adaptarse a las circunstancias. En una sociedad esencialmente sacerdotal, recueda
que la vocación a la santidad se identifica a la del bautismo y a la del sacramento del
orden. El P. Guillon podía concluir:
256
257
“En la medida en que las sociedades de vida apostólica se sientan estimuladas a
ser cada vez más auténticamente conformes a su esencia, pueden de la mejor manera
contribuir al enriquecimiento de la vida de la Iglesia y al cumplimiento de su
misión”134,
Hacia la asamblea de aggiornamento de 1983
A partir de 1981, la Congregación, en su totalidad, se propuso preparar la
asamblea que tendría como objetivo retocar y adaptar en forma definitiva las
Constituciones votadas ad experimentum en 1969 Ese trabajo debía terminar el período
de cuestionamientos en que vivía la Congregación desde hacía quince a veinte años. Es
oportuno, en esas circunstancias, releer algunos pasajes de una de las cartas que el P.
General dirigía a sus hermanos el 25 de septiembre de 1973. Previendo que la situación
iba a durar, el P. Guillon escribía:
“Nuestra unidad y nuestra cohesión parecen más frágiles hoy que hace veinte o
treinta años… Esto se origina en buena parte en la evolución de las obras de la
Congregación en el contexto el mundo y de la Iglesia en la actualidad…
Las obras, hace veinte años, parecían bien definidas y fáciles de ser descritas:
colegios en Francia y en Canadá, seminarios menores y mayores en América del sur;
en todas las provincias además había capellanías y parroquias, etc.
Todo esto ha evolucionado en la Iglesia posconciliar a tal punto que la
Congregación debe asumir un trabajo de inventiva y de creación difícil. A menudo nos
impresiona más lo que dejamos que lo que creamos… Es preciso también coronar
exitosamente los cambios con el debido respeto de las personas…”
Prosigue con el análisis de las situaciones tan diversas, sin embargo, que se
viven a un lado y otro del Atlántico. El P. Guillon invita a cada uno de los eudistas a
aceptar la realidad tal como es, resaltando el valor de los factores de cohesión que
comporta para los eudistas lo que se llamará diez años más tarde su estatuto de
“sociedad de vida apostólica”:
-una “familia saerdotal”, del todo impregnada, cualquiera sea el modelo de vida
comunitaria, por el espiritu fraterno;
-fundada por san Juan Eudes y por tanto con una rica herencia espiritual y marcada por
su espíritu misionero;
-Al servicio de la Iglesia, y en forma especial del sacerdocio, y por consiguiente en el
corazón mismo de la misión eclesial.
Damos término a esta larga historia en el año de 1983. ¿Por qué en esa fecha?
Porque la asamblea general que se tuvo en Roma en ese año dotó a los eudistas de una
Constituciones nuevas, fruto de un esfuerzo de renovación emprendido incluso desde
antes del concilio Vaticano II, para encontrar, pasados tres siglos y medio, el carisma
del fundador y adaptarlo a nuestro tiempo.
La asamblea de Roma (1983)135
En junio de 1981, el consejo general, reunido en Québec, con los superiores
provinciales, definió el programa de la futura asamblea que iba a reunirse en Roma en
1983. Su objetivo era “estudiar la situación de la Congregación, a fin de definir de
134
Clemente GUILLON, citado en los Cahiers Eudistes, nº 9 (1985), p. 63. Ver asimismo Cahiers
Eudisteds nº 8 (1983), pp. 28-30.
135
Ver el relato de esta asamblea por el P. Fernando Desrosiers en Cahiers Eudistes 1985, nº 9, del todo
consagrado a las nuevas Constituciones.
257
258
forma más adecuada lo que debería esforzarse por vivir en el futuro”.Uno de los puntos
esenciales sería revisar las Constituciones ad experimentum adoptadas en 1969 y darles
forma definitiva.
Habían pasado 14 años desde el texto de 1969. Fueron años marcados por la
llegada del nuevo código de derecho canónico que iba a ser promulgado, y, en cada
provincia, por evoluciones importantes.
Encuestas y trabajos diversos llevaron a asambleas que tuvieron lugar en 1982
en las cuatro provincias: en Baruta (Venezuela) en junio, en Charlesbourg (Canadá) en
julio, en Saintes (Francia) en julio, en Cali (Colombia) en diciembre.
Las propuestas enviadas a Roma fueron reunidas en un documento de 216
páginas con el nombre de “Proyecto enero” que luego se envió a los diputados en
febrero de 1983. A éstos se les concedieron dos meses para familiarizarse con las
sugerencias de los miembros de las otras provincias. De sus reacciones surgió un nuevo
documento llamado “Documento mayo”, de sólo 116 páginas. Al leerlo se podía
comprobar que algunos querían no solo una “revisión” sino una reelaboración total del
texto de 1969. Nuestras Constituciones debían reflejar con mayor vigor el espíritu
misionero y las opciones de san Juan Eudes. Puesto que la Congregación quiere ser
íntegramente misionera, debía expresar en un solo capítulo el llamado misionero y
comunitario: ¡Juntos para la misión!
El sábado 25 de junio de 1983, la 60ª asamblea general de la Congregación se
reunió en la casa general de los pasionistas, vecina a la venerable basílica de los Santos
Juan y Pablo, cuyos espaciosos jardines dominaban el Coliseo. La integraban 33
miembros: además del P. Guillon y de los seis miembros del consejo general, los cuatro
superiores provinciales, y los elegidos de cada provincia: 8 de América del Norte, 6 de
Colombia, 7 de Francia-África y uno de Venezuela. Eran originarios de siete países:
Benín, Canadá, Chile, Colombia, Ecuador, Francia y Venezuela. Se habló en francés y
en español con traducción simultánea. La asamblea tuvo cuarenta sesiones plenarias sin
contar los grupos, comisiones, comités y talleres, día y noche.
Como escribe Fernando Desrosiers “toda búsqueda supone paciencia, humildad,
perseverancia; las mentalidades eran distintas; entre más diferentes fueran los modelos
de formación, las circunstancias en las que cada uno ejerció su apostolado lo hicieron
más sensible a tal valor, más exigente sobre determinado punto… Construir juntos era
ocasión de descubrimientos, de enriquecimientos, también en ocasiones del sufrimiento
de no comprender o de sentirse mal comprendido…”
En los diálogos de los primeros dás, nutridos con los informes sobre la vida
eudista a través del mundo, dos cosas impactaron la asamblea. Primero, el despertar de
la provincia de Venezuela. La habíamos dejado moribunda en 1977, pero gracias a una
movilización de energías y a la ayuda de algunos Padres colombianos había
reencontrado proyectos y vocaciones.
En las otras provincias, sobre todo en las provincias que envejecen, en América
del Norte y en Francia, se discernía igualmente una mirada vuelta hacia el futuro no
obstante las dificultades.
Luego de haber estudiado los informes presentados por cada uno de los
provinciales, por el P. General y por el ecónomo general, la asamblea llegó al punto de
fondo: ¿se debía emprender un trabajo de reelaboración en profundidad de la parte
central de las Constituciones, la que concierne a la vida apostólica y a la vida
comunitria? Significaba lanzarse a un trabajo arduo, exigente y arriesgado. De él salió
finalmente el capítulo 2 de las Constituciones, “Juntos para la misión”. La redacción de
este nuevo capítulo, muy diferente de las Constituciones de 1969, costó muchos afanes
258
259
y sudores, bajo el implacable sol del verano romano. Puede estimarse que el resultado
final respondió bastante bien a las expectativas.
Elección del P. Rénald Hébert,
vigésimo superior gneral de la Congregación
La elección del superior generla tuvo lugar el 14 de julio de 1983. Los votos se
dividían entre el P. Pedro Drouin, superior de la provincia de Venezuela desde hacía 4
años, y el P. Rénald Hébert, quien terminaba su segundo mandato a la cabeza de la
provincia de América del Norte. Finalmente este último fue elegido como vigésimo
superior general de la Congregción. El agradeció calurosamente al P. Clemente Guilon
que terminaba 12 años de servicio de la Congregación por una asambla donde se
manifestaba el dinamismo y la unión de la “pequeña Congregación”.
Poco tiempo antes, el 13 de julio, saludando en la Plaza de San Pedro, a los miembros
de la asamblea, el Santo Padre Juan Pablo II los había saludado así:
“Sean para nuestro mundo de hoy testigos particularmente cercanos al amor
que se manifiesta en la Redención. Y ya que su fundador ha querido que de manera
especial sirvan al sacerdocio, sean para todos los sacerdotes y los futuros sacerdotes
modelos plenamente conscientes de su identidad sacerdotal,
capaces de comunicar sus convicciones a los demás.
La Congregación desde 1983. Simple crónica
Poniendo punto final en 1983 a la historia reciente de la Congregación, nos
parece útil añadir una enumeración de los principales acontecimientos posteriores que la
conciernen136.
* 1983: después de la asamblea de Roma el consejo general comprene los PP. Gerardo
Chantereau e Higinio Lopera, consejeros residentes en Roma; los consejeros de las
provincias eran los PP. Jacques Vernard (Francia), Jorge Jiménez (Colombia). Donaldo
Parent (América del Norte), Nicolás Bermúdez (Venezuela).
* El P. Hébert, nuevo superior general, resume las orientaciones dadas por el consejo
general: “Promover la renovación del espíritu misionero de la Congregación, en sus
provincias,sus comunidades y sus miembros, para que a la luz de las nuevas
Constituciones, se comprometa, con audacia y creatividad, en la obra de la
evangelización y en la formación de b uenos obreros del Evangelio”.
* 1984: 28 de junio, aprobación por la Santa Sede de las Constituciones de la
Congregación.
* 1985: Edición en francés, en español y en inglés de las Constituciones y de las Reglas
Prácticas.
* 1986: Nuevos consejeros de provincia: los PP. Clemente Guillon (Francia), Jesús
Ángel Restrepo (-Colombia), Fernado Léger (Venezuela), Donaldo Parent (América del
Norte), éste último reelgido.
* 1987: 4 de octubre: gracias a la tenacidad de su biógrafo, el P. Juan Bautista Jégo,
eudista de Rennes, beatificación de Marcel Callo, muerto en deportación en
Mauthaussen en 1945.
* 1988: el P. Clemente Guillon es ordenado obispo coadjutor de Quimper et Léon (10
de abril). Sale del consejo general y es reemplazado por el P. Miguel Cancouët.
136
No figuran en esta enumeración los nombramientos de los superiores provinciales que han tenido lugar
a partir de 1983: se hizo mención de ellos en los capítulos XIX, XX y XXI. Lo mismo para lo
concerniente a los obispos eudistas (nombramientos, dimisiones, fallecimientos).
259
260
* El P. Fernando Léger, nombrado superior de la provincia de Venezuela, es
reemplazado como consejero general por el P. Nicolás Bermúdez.
* En septiembre de 1988, la Congregación de los eudistas cuenta 10 obispos, 412
presbíteros, 35 miembros laicos o estudiantes incorporados, 123 jóvenes en probación y
grupos crecientes de asociados.
* 1989: 61ª asamblea general, en Caracas, del 27 de junio al 4 de julio. El P. Pedro
Drouin es elegido superior general, con dos consejeros residentes: los PP. Jesús Ángel
Restrepo y Jacques Venard. Son elegidos consejeros de provincias los PP. Miguel
Cancouët (Francia), Ovidio Muñoz (Colombia), Francisco Thibodeau (América del
Norte), Ramón Rivas (Venezuela).
* A finales de 1989 la provincia de Francia se denomina en adelante con el nombre de
provincia Francia-África.
* 1990: El P. Francisco Thibodeau, nombrado superior provincial de América del
Norte, es reemplazado como consejero general por el P. Gilles Ouellet.
* Gran fiesta del centenario de la llegada de los eudistas al Canada en Pointe-del’Église /Nueva Escocia), del 15 al 19 de agosto de 1990.
* 1992: 350º aniversario de la fundación de Nuestra Señora de Caridad, celebrado en
Caen, del 19 al 22 de agosto.
* Nuevos consejeros de provincia: los PP. Gerardo Chentereau (Francia-África),
Alfonso Ruiz (Venezuela); los PP. Ovidio Muñoz (Colombia) y Gilles Ouellet (América
del Norte) son reelegidos en esa función.
* 1993: celebración del 350º aniversario de la fundación de la Congregación de Jesús y
María.
* 1995: 62ª asamblea general, en la Roche-du-Theil. El P. Pedro Drouin es reelegido
superior general. Consejeros residentes los PP. Luis Denis y Libardo Pantoja, quienes
serán reemplazados al fin de mandato por los PP. Claudio Courtois y Mario Hormaza.
Son elegidos consejeros de las provincias, los PP. Gerardo Chantereau (Francia-África),
Carlos Alvarez (Colombia), quien, nombrado provincial al año siguiente, fue
reemplazado por el P. Alvaro Duarte, el P. Claudio Lizotte (América del Norte) y
Ramón Rivas (Venezuela).
* 1º de octubre de 1995, beatificación del P. Carlos Nicolás Ancel, eudista, mártir de la
Revolución francesa.
* 1998: a mitad de camino entre la 62ª y la 63ª asamblea general, los PP. Juan Camus
(Francia-África) y Rénald Hébert (América del Norte) son elegidos consejeros
generales. Los PP. Alvaro Duarte y Ramón Rivas son reelegidos en sus cargos.
* 2001: en la 63ª asamblea general, celebrada en Quito, el P. Miguel Gérard es elegido
superior general y los PP. Bernardo Cantin y Amadeo Pedroza son elegidos consejeros
residentes. Los consejeros de provincia son los PP. Juan Camus (Francia-África), Alirio
Raigozo (Colombia), Gilles Ouellet (América del Norte) y Fernando Duartes
(Venezuela).
* Celebración del cuarto centenario del nacimiento de san Juan Eudes.
* 2004: a mitad de camino entre las asambleas generales 63ª y 64ª, prevista ésta para
2007, los PP. Pierre-Yves Pecqueux (Francia-África), Pedro Pablo Múnera (Colombia),
John Howard (América del Norte) son elegidos consejeros generales. El P. Fernando
Duartes conserva su fonción pero la dejará en 2006 al ser nombrado superior provincial
de Venezuela. Es reemplazado por el P. José Antonio Sabino.
* 2005: julio, efección de la vice-provincia de África. Su primer superior es el P. Jacob
Agossou y es representada en el consejo general por el P. Bartolomé Gansaoré.
260
261
CONCLUSIÓN
El 25 de julio de 1980, veinticinco días antes de morir, san Juan Eudes
experimentó el gozo de terminar su voluminoso libro El Corazón Admirable de la Muy
Sagrada Madre de Dios, en el que venía trabajando desde hacía más de veinte años. En
la conclusión, bajo la forma de una oración a la Virgen María, expresaba un ardiente
deseo: que la pequeña Congregaciónde Jesús y María, que contaba seis comunidades y
una cuarentena de miembros, permaneciera siempre fiel a su vocación:
María, mi amadísima madre,
te doy, mejor, pongo entre tus manos,
la pequeña Congregación de Jesús y María.
Quisiste dármela por un exceso de tu inexplicable bondad…
Usa del soberano poder que Jesús te ha dado
para tomar plena, absoluta y eterna posesión de ella.
Y tú misma entrégala por entero
a tu Hijo, Jesucristo.
Ruégale que destruya en ella cuanto le disgusta
y que establezca en ella el reino
de su santo amor y de su adorable voluntad.
Que la colme de su divino Espírit…
En fin, que la haga del todo conforme a su Corazón,
con todos sus hijos en general
y con cada uno en particular
y que cumpla en ella todos los designios de su bondad…137
¡Ojalá nosotros hagamos nuestro este anhelo y repetir esta oración!
Cualesquieran sean las incertidumbres del futuro, si nos dejamos llevar por el Señor
Jesús y la Virgen María nada tenemos que temer. Nuestro camino es un camino de
esperanza.
137
OG 8, 357-358
261
262
LISTA DE EUDISTAS LLAMADOS AL EPISCOPADO
Antillas
René POIRIER (1802-1878)
1858
Roseau (Isla Dominica)
1905
1917
1920
1938
1922
1936
1938
1946
1950
1970
1993
Golfo San Lorenzo
Golfo San Lorenzo
Chatham
Bathurst
Golfo San Lorenzo
San Juan (N. Brunswick)
Golfo San Lorenzo
Baie-Comeau
San Juan Terra Nova
Edmundston
Edmundston
Joaquín GARCIA BENÍTEZ (1883-1958)
1917
1942
Luis PEREZ HERNANDEZ (1894-1959)
1945
1956
Santa Marta
Medellín
Auxiliar de Bogotá
Cúcuta
Auxiliar de Cartagena
Barranquilla
Auxiliar de Pasto
Pasto
Santa Fe de Antioquia
Auxiliar de Cali
Barrancabermeja
Ibagué
Cali
Zipaquirá
Coadjutor Cartagena
Cartagena
Canadá
Gustavo BLANCHE (1849-1916)
Patricio Chiasson (1867-1942)
Julián LEVENTOUX (1868-1942)
Patricio Bray (1883-1953)
Napoleón LABRIE (1893-1973)
Patricio SKINNER (1904-1988)
Fernando LACROIX (1919-1994)
Francisco THIBODEAU (1939- )
Colombia
Germán VILLA GAVIRIA (1911-1992)
1956
1959
Jorge GIRALDO RESTREPO (1918-1976 1960
1961
Eladio ACOSTA ARTEAGA (1916--)
1970
Juan Francisco SARASTI (1938)
1978
1983
1993
2002
Jorge JIMÉNEZ CARVAJAL (1942)
1992
2004
2005
Venezuela
Miguel SALAS SALAS (1915-2003)
Helímenas ROJO PAREDES (1926)
Nicolás BERMÚDEZ VILLAMIZAR
Luis Alfonso MÁRQUEZ MOLINA
1961
1979
1980
1997
2001
Calabozo
Mérida
Calabozo
Auxiliar Caracas
Auxiliar Mérida
262
263
Francia
Armand LE BOURGEOIS (1911-2005)
Claude frikart (1922)
Clément GUILLON (1932)
Michel DUBOST (1942)
1966
1986
1988
1989
1989
2000
Autun
Auxiliar de París
Coadjutor Quimper
Quimper
Fuerzas Armadas
Evry-Corbeil-Essonnes
2002
2007
Abomey
Porto-Novo
Benin
René-Marie AHUZU (1944)
263
264
Í N D I C E
Prefacio ........................................................................................................................... 4
Introducción ...................................................................................................................... 5
Capítulo I. La Congregación prohibida (1903) ............................................................. 7
Capítulo II. Sobrevivir: Clandestinos o desderrados .................................................... 19
Capítulo III. Las Fundaciones en América Latina (1900-1930)..................................... 34
Capítulo IV. Refugiados en Canadá (1903-1930) .......................................................... 49
Capítulo V. La Gran Guerra y la Reconstrucción. El P. Alberto Lucas (196-1930) ...... 62
Capítulo VI. El P. Maturín Jéhanno. Los Eudistas en Francia (1930-1935) .................. 77
Capítulo VII. El P. Carlos Le Petit (1930-1936) Comienzos del P. Francisco
Lebesconte. Los Eudistas en Francia en 1939 .......................................... 88
Capítulo VIII. La expasión en la provincia de Québec hasta 1940 ................................ 99
Capítulo IX. Los Eudistas en la Segunda Guerra mundial ........................................... 109
Capítulo X. La provincia de Francia de 1947 a 1957 ................................................... 119
Capítulo XI. La provincia de Colombia-Venezuela de 1930 a 1957............................ 128
Capítulo XII. La Congregación de 1947 a 1953. Muerte del P. Lebesconte.
Elección del P. Armand le Bourgeois ..................................................... 135
Capítulo XIII. La provincia de Canadá de 1940 a 1960 ............................................... 145
Capítulo XIV. La Congregación de 1953 a 1967. P. A. le Bourgeois .......................... 157
Capítulo XV. La provincia de Francia de 1957 a 1967. Fundación de África.
La enseñanza católica ............................................................................ 166
Capítulo XVI. Diez años de cambios en Canadá (1960-1970)..................................... 183
Capítulo XVII. El P. Fernando Lacroix (1966 a 1970). El aggiornamento
y la asamblea general de 1969 ............................................................ 191
Capítulo XVIII. La provincia de Francia de 1967 a 1971 ............................................ 202
Capítulo XIX. Los Eudistas en América Latina a partir de 1957 ................................ 208
Capítulo XX. Los Eudistas en América del Norte a partir de 1970 ............................. 219
264
265
Capítulo XXI. Los Eudistas en Francia y África a partir de 1971................................ 230
Capítulo XXII. La Congregación a partir de 1971.
P. Clément Guillon, superior general (1971-1983)
Asamblea de aggiornamento (1983) ................................................... 247
Conclusión .................................................................................................................... 261
Lista de los Eudistas llamados al Episcopado .............................................................. 262
265

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