(001-004) 18049 arqueo.QXP:MAQUETA SIMPOSIO MUDEJAR

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(001-004) 18049 arqueo.QXP:MAQUETA SIMPOSIO MUDEJAR
EDIFICIOS EN UN PAISAJE MEDIEVAL: EL PAPEL
Y RECURSOS DE LAS ÓRDENES MILITARES
EN AMBEL (ZARAGOZA)
Christopher Gerrard*
Las órdenes militares tuvieron un papel importante en la sociedad aragonesa
durante todo el medievo, tanto en su creación y defensa como en la población y explotación del territorio. Es muy probable que la mayor parte de la sociedad hubiera
tenido algún tipo de contacto con algunos de los integrantes de estas comunidades o hubiera tenido que pactar con ellos sobre tierras y posesiones. Este artículo
se centra en el papel regional de una sola comunidad medieval que perteneció a
las órdenes militares, considerando sólo el período de entre c. 1150 y 1500. Aquí se
resumirá el desarrollo de la población y el papel que Templarios y Hospitalarios
tuvieron en la vida agrícola tras la conquista cristiana de la zona y se expondrá lo
que sabemos hasta la fecha sobre su arquitectura, la planta de su casa conventual,
vida cotidiana y cultura material en la encomienda de Ambel (Zaragoza). Con ello
proponemos situar a los edificios en su contexto y paisaje arqueológico, y no sólo
como meras unidades de estudio, enfatizando el contexto local de estas instituciones
que fueron verdaderamente internacionales (para estudios regionales, ver Sarnowsky, J., 1999; para Aragón, Bonet, M., 1994; Ledesma, M.ª L., 1982).
La encomienda de Ambel está sita a los pies del Moncayo, junto a la frontera con Castilla y Navarra. El estudio de esta encomienda se está desarrollando
en dos fases. La primera, ya terminada, se centró en el estudio detallado de la casa
conventual, sobre todo en el dibujo y análisis arqueológico de sus paramentos,
y el estudio de la documentación histórica, combinado todo ello con la excavación arqueológica (Gerrard, C., 2003; Gerrard, C. y Dauber, R., 2008). La segunda fase de dicho estudio comenzó hace cuatro años y se centra en la prospección
sistemática del término de Ambel y la zona del valle del Huecha, al este de Bulbuente (Fig. 1). Esta segunda fase nos está permitiendo acercarnos al estudio del
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Durham University.
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Fig. 1. Mapa de situación de Ambel y zona de estudio (dibujo de A. Gutiérrez).
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paisaje de las órdenes militares, y aunque todavía está en fase de realización, parece éste un buen momento para reflexionar sobre los métodos de estudio utilizados y algunos de los resultados preliminares.
ORÍGENES E HISTORIA
Las órdenes militares fueron establecidas inicialmente durante las Cruzadas
para proteger a los peregrinos que viajaban a Tierra Santa. La característica específica de los Templarios, formados en torno al año 1119, fue la mezcla de ideales monásticos ya existentes, tales como obediencia, pobreza y castidad, con la
defensa de la cristiandad (Barber, M., 1994; Forey, A. J., 1992). Aunque el Temple
fue una orden internacional, dependía fuertemente de fundaciones regionales y
nacionales. El caso más claro es el de Aragón y Cataluña, donde la aristocracia
local favoreció a la orden tras la captura de Zaragoza en 1118 y Tudela al año siguiente.
El real empuje en cuanto a concesiones recibidas en la zona de Tarazona y Borja tuvo lugar a la muerte de Alfonso I de Aragón en septiembre de 1134. Por un
lado se temía por el territorio recién ganado ya que podía caer en manos almorávides o en las de Alfonso VII de Castilla y León; en diciembre de 1134 éste ya
había ocupado Calatayud, Daroca y Tarazona. Es posiblemente ante tal avance
que Novillas (Lapeña, A. I., 2004) y posiblemente Mallén (Barquero Goñi, C.,
1996), ambas posiciones estratégicas, fueron dados al Temple en 1135 y 1132 respectivamente (inicialmente fueron donados conjuntamente, pero luego se dividieron entre el Temple y el Hospital). A éstas se sucedió Razazol cerca de Gallur
en 1138 (al Temple), aunque hubo un lapso de tiempo entre las donaciones y la
instalación de una comunidad en todas ellas.
Por otro lado, el testamento de Alfonso I (redactado en 1131) cedía el reino a
tres instituciones (Temple, Hospital y Santo Sepulcro), con el derecho de poder
adquirir nuevas donaciones de propiedad, pensión anual, derechos jurisdiccionales e impuestos de sus propiedades, todo ello junto con una quinta parte de todas las conquistas futuras que pudieran hacer los condes de Barcelona (condición
revocada en 1233). Estas condiciones fueron aceptadas por el Temple en 1143 (Forey, A. J., 1973) y determinan el contexto en el que la orden participó en la conquista cristiana de Tortosa (1148) y Lérida (1149).
Novillas es la clave que explica la razón por la que el Temple se estableció en
Ambel. Una vez que el Temple había establecido una comunidad permanente en
Novillas tras 1139, la orden se dedicó a acumular propiedades en la región. Entre ellas, por ejemplo, figuran los castillos de Borja y Magallón, ambos donados
por Pedro de Atarés, quien también donó tierra para la construcción del monasterio cisterciense en Veruela en 1145/1146, lugar donde fue enterrado, junto con
la iglesia de Ambel (en noviembre de 1145), algo más tarde sus diezmos fueron
también cedidos por el obispo de Tarazona (en febrero de 1148) (Gerrard, C., 2003).
Recordaremos aquí el gran descontento reinante en toda Europa en este momento
con los monasterios benedictinos y cluniacenses, frente a los cuales las alternativas más atrayentes fueron las órdenes militares y los cistercienses (junto con car55
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tujos, granmonteses y otras órdenes). También era normal que personajes tales
como Pedro de Atarés favorecieran más de una orden simultáneamente, aunque
es mucho más raro que la Iglesia favoreciera a una orden militar, como se ha visto en el caso de Ambel. Tal donación es única en la diócesis de Tarazona y posiblemente no tuvo relación alguna con incitar a los Templarios a establecerse allí,
sino que sirvió para darles una fuente de ingresos con la que sufragar sus actividades en otros sitios (Forey, A. J., 1973, p. 42).
A la muerte de Pedro de Atarés y ante la protesta de su madre, en julio de 1151
el rey intercambió con el Temple los señoríos de Borja y Magallón por los castillos de Alberite y Ambel (Gerrard, C., 2003, pp. 365-366). Tras una década ya encontramos la primera referencia a un comendador en Ambel, en 1162, aunque no
se sabe si por entonces era ya completamente independiente de Novillas o no (Bonilla, A., 1922, pp. 236-237; Forey, A. J., 1973, pp. 96-98). Dado que por entonces
la frontera con el territorio musulmán estaba mucho más al sur, es necesario explorar las ventajas que conllevaba la instalación de una encomienda templaria a
los pies del Moncayo. En primer lugar, y desde el punto de vista de la orden, la
encomienda de Ambel, con Alberite, miembro dependiente de la encomienda, fue
tanto fuente de ingresos como base donde establecer un centro administrativo
desde el que consolidar sus posesiones, por ahora dispersas por la toda la región.
En segundo lugar, el propio monarca podría haber visto en su intervención de
1151 una oportunidad única para adquirir apoyo político y militar en la lucha contra sus enemigos cristianos, particularmente en esta parte de la frontera con Navarra y Castilla (para un contra argumento ver Forey, A. J., 1992, pp. 101-102). Sabemos, por ejemplo, que los Templarios de Ambel lucharon contra Navarra en
1285, aunque el arsenal de la encomienda parece haber sido muy modesto ya que
un inventario de 1289 nos lista únicamente trece ballestas y dos cotas de malla,
suficientes quizás para prevenir una posible ocupación permanente del lugar (documento de abril 1289; Gerrard, C., 2003, p. 369). En 1307 la encomienda todavía
contaba con algo de armamento ya que por entonces se sorprende al comendador intentando esconderlo (Forey, A. J., 2001, p. 118). En tercer lugar, la instalación de la orden era una garantía contra la despoblación del territorio, uno de los
problemas más grandes en esta zona fronteriza.
Durante los próximos 160 años la comunidad de Templarios será pequeña;
además del comendador (que, a diferencia de otras órdenes monásticas, se desplazaba constantemente de un lugar a otro) y un subcomendador ocasional, los
documentos mencionan cambreros o claveros encargados de los asuntos económicos, un monje encargado del molino y otro del sistema de riegos y acequias,
y en una sola ocasión también se menciona a un capellán (Forey, A. J., 1973). Es
imposible citar números exactos, pero parece que el número de Templarios en la
casa de Ambel fue siempre menor de diez, aunque acompañados de sus criados.
En una rara mención específica en un documento de 1289 se nos confirma que
había siete (Gerrard, C., 2003, p. 369). Como veremos más adelante, la composición doméstica de la casa es de gran importancia a la hora de intentar desvelar
las funciones de cada parte de la casa conventual.
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Los Templarios de Francia y Navarra junto con sus posesiones fueron arrestados en octubre de 1307. Algunas de las fortalezas templarias de Aragón intentaron defenderse sin suerte. A ello siguieron interrogatorios y un período de
inestabilidad hasta febrero de 1319 en que las propiedades del Temple pasaron
bajo control real. Los Templarios de Ambel participaron en la defensa de Monzón hasta su rendición en junio de 1309. Tras esta fecha los Templarios hechos presos fueron llevados a los edificios de Ambel (posiblemente su casa conventual)
(Forey, A. J., 2001). Aunque en noviembre de 1317 Jaime II ordenó el traspaso de
los bienes Templarios de Ambel al Hospital, hubo una demora porque la encomienda estaba en manos de Artal de Luna, procurador lugarteniente de Aragón,
por lo menos desde 1312 (Forey, A. J., 2001; Gerrard, C., 2003, p. 52) y no fue hasta 1321 en que encontramos a un nuevo comendador Hospitalario en Ambel. Por
aquel entonces los antiguos Templarios de Ambel o bien se habían pasado a otras
órdenes o bien habían cambiado de ocupación abandonando los hábitos por completo.
Los Hospitalarios estaban ya presentes en la región del Moncayo, donde habían establecido encomiendas como las de Añón (desde 1140) y Mallén. Durante los siglos XIV y XV la documentación escrita nos muestra que Ambel fue una
encomienda modesta, mucho menos importante económicamente que Caspe o
Zaragoza, por ejemplo (Gerrard, C., 2003, pp. 74-75). En esta época los Hospitalarios continuaron sufriendo por su situación de frontera, y en agosto de 1339 los
hombres de Ambel estaban ocupados en cerrar la villa con muros y torres, aunque a pesar de los preparativos el lugar fue ocupado por los castellanos. Más tarde, durante la guerra de Pedro IV de Aragón y Pedro I de Castilla (1357-1366),
las tropas castellanas entraron en 1357 por el valle del Queiles y tomaron Tarazona y el resto de la comarca. Con motivo del enfrentamiento los Hospitalarios
decidieron consolidar las defensas de Ambel y, como veremos más adelante, en
esta fecha se fortificaron tanto la casa conventual como la iglesia de Ambel. A pesar de tales obras y resistencia, la comunidad de Hospitalarios siguió siendo pequeña, aunque sus intereses se repartieron en una amplia red que se extendía por
toda la región, contando con posesiones en muchas de las poblaciones vecinas,
pero sobre todo en Tarazona, Borja, Mallén y Ribas (despoblado de Borja). El reto
principal, especialmente cuando consideramos el material arqueológico, es precisar exactamente hasta qué fecha los Hospitalarios siguieron ocupando personalmente la casa conventual. A decir de la documentación, no hay duda de que
ya en el siglo XV la casa conventual y sus derechos se arrendaban a cambio de
un pago anual, en cuyo caso no era necesaria la presencia continua del comendador ni de la Orden. Sabemos que por lo menos en 1418, 1451 y 1462 la encomienda estuvo arrendada, pero es muy posible que ocurriera con mucha más frecuencia de la que los documentos que sobreviven nos hacen pensar. Hay largos
períodos en los que los comendadores están ausentes de Ambel por otras razones, por ejemplo, Pedro de Liñán, comendador de Ambel y Caspe c. 1448-1456,
obtuvo el cargo de trapero, encargado de repartir vestimenta y ropa de cama, cargo oficial de jefe de la orden por lo que residía generalmente en Rodas. Como consecuencia, la ausencia casi total de intervención arquitectónica alguna en la casa
durante el siglo XIV y XV es muy notable.
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AGRICULTURA, AGUA Y MOLINOS
No hay duda de que los asuntos militares tuvieron sólo un protagonismo esporádico en la vida cotidiana de los Templarios de Ambel durante los siglos XII
y XIII. La finalidad de la orden no era necesariamente participar directamente en
la lucha contra el infiel, sino proporcionar los medios necesarios para tal lucha.
No obstante, las fricciones locales con sus vecinos sobre derechos de agua y tierra pueden clasificarse como conflictos bélicos en momentos dados. El conflicto
que durante el siglo XIII se desarrolla entre Templarios y Hospitalarios en Novillas y Mallén es sólo un ejemplo bien documentado (Forey, A. J., 1988), aunque
la firma de acuerdos sobre la delimitación de términos de Ambel y Añón en 1148
y 1231 nos señalan la existencia de otros (Ledesma, M.ª L., 1991; Bonilla, A., 1922,
pp. 291-294).
A pesar de estas distracciones, la vida cotidiana debió de girar en torno a la
administración de propiedades de la orden, especialmente la adquisición de tierra y donaciones (ambas menos frecuentes en el siglo XIII), rentas, ventas e intercambios de viñas, huertos, casas y eras en las cercanías de Ambel (para ejemplos específicos ver Gerrard, C., 1993, p. 68). En Aragón los Templarios también
estuvieron involucrados en prestar dinero (Forey, A. J., 1992, pp. 115-119) y una
devolución de 1186 nos sugiere que los de Ambel también participaron (Bonilla,
A., 1922, pp. 259-260). Entre los ingresos de la orden también figuraba lo que proporcionaba la iglesia, como por ejemplo el derecho de enterramiento, y sobre todo
las primicias (aunque en 1193 los derechos del Temple se redujeron a una cuarta parte de la décima que les había sido otorgada en 1148). La encomienda era,
sobre todo, el foco primordial de las extensas posesiones rurales que la orden tenía en la zona. No hay datos sobre la manera exacta en la que el Temple explotó sus propiedades, pero de las 40 encomiendas templarias de Aragón y Cataluña
en 1289 Ambel se situaba la tercera en cuanto a sus provisiones, que incluían ganado, trigo, avena, cebada, aceite y vino, por un valor de 3000 sueldos (Gerrard,
C., 2003, p. 369).
Dado el interés en la explotación agrícola de la orden, no es de extrañar que
el agua fuera una de las preocupaciones principales de los Templarios de Ambel,
y no sólo su escasez, sino la irregularidad en su abastecimiento a lo largo del año.
Los sistemas locales de irrigación tienen sus raíces en períodos anteriores, y la mayoría debían de existir ya cuando los cristianos tomaron la zona. Los sistemas de
irrigación son estables y tienden a permanecer por costumbre y precedente. Este
es el caso especialmente de los riegos altos, por encima de los cuales no hay agua
debido a las condiciones topográficas locales, mientras que los riegos más bajos
se pueden modificar dependiendo de la cantidad de agua existente, cambio en el
uso de la tierra y número de habitantes. No obstante, fechar con precisión alguna los sistemas de irrigación es tarea muy difícil. Se puede empezar midiendo y
dibujando los riegos, estableciendo su funcionamiento tradicional e investigando
la documentación existente sobre los mismos. De este modo se pueden remover
las transformaciones tardías, permitiéndonos identificar los elementos operativos
‘esenciales’, como qanats, molinos, canales principales y tanques de distribución,
elementos que no pueden ser alterados fácilmente sin dañar toda la red.
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Los Templarios de Ambel tuvieron un interés especial en el sistema de regadío, organizando acuerdos para establecer derechos y regulaciones sobre el agua.
Se multaba fuertemente el robo del agua y no limpiar las acequias. Esto, por supuesto, favorecía a la orden, ya que en 1192 los Templarios consiguieron el monopolio sobre los dos molinos de harina y sus ingresos correspondientes (Bonilla,
A., 1922, pp. 269-270). Uno de estos molinos ha sido localizado en el término y estudiado (Fig. 2). Parece haber sido una estructura sencilla, probablemente con una
rueda horizontal alimentada con agua que caía de un canal cortado en la roca. Para
mantener el molino en activo, los Templarios dieron concesiones a los campos circundantes, permitiéndoles regar los domingos para garantizar así su funcionamiento durante todos los días de la semana. En una sociedad feudal tal como ésta
era de esperar que el molino, monopolio señorial, tuviera ciertos privilegios.
Fig. 2. Plano del molino harinero de Ambel (dibujo de A. Gutiérrez).
El molino que todavía podemos ver en la actualidad data de finales del siglo
XVII. Tomaba el agua de una de las acequias, con la que se llenaba un tanque vertical. Cuando éste se abre, el agua gira los rodetes que a su vez giran las muelas,
mientras el agua sale a un canal inferior. Los Hospitalarios continuaron el desa59
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rrollo del sistema de acequias, con importantes mejoras sobre todo durante el siglo XVI, período que cae fuera del presente artículo. Los Hospitalarios tuvieron
un papel muy activo a este respecto en todo Aragón, y no sólo en lo relacionado
con acequias, sino también en la construcción de azudes y en la defensa de sus derechos por el agua. La base económica de la encomienda de Ambel seguía siendo la explotación agrícola, sobre todo con el cultivo de lino, cáñamo y cereales, junto con olivos y viñas, mientras los rebaños de ovejas se dirigían a las tierras altas,
y de los ingresos procedentes de los impuestos pagados por los habitantes cristianos y musulmanes por la producción obtenida. Los Hospitalarios continuaron
manteniendo tierras para la explotación directa de la orden, tierras que no se entregaban en arriendo y que todavía pueden identificarse por sus topónimos.
INDUSTRIA
Algunas de las minas de hierro del término fueron ya explotadas durante la
Edad del Hierro y período romano, y tanto Templarios como Hospitalarios continuaron con tal explotación. Aunque parece que los Templarios de Ambel no las trabajaron directamente, sí que favorecieron su explotación, según se observa en una
disputa sobre el pago de aduanas en 1245-1246. En este documento se afirma que
la orden estaba intentando vender los productos manufacturados fuera de la villa,
en lugares como Zaragoza (Huici, A., 1976; Ídem, 2000; Miret, J., 1918, p. 187).
Los Hospitalarios también continuaron beneficiándose de la explotación local del hierro. La documentación nos confirma que la orden dio en alquiler varias habitaciones al herrero de Ambel a cambio de una renta anual. Es muy posible que éstas sean las mismas que fueron excavadas recientemente y se
encontraban situadas contra los mismos muros de la casa conventual. La escoria recogida durante las excavaciones nos demuestra que aquí se fundía el hierro; desde el horno habría discurrido a un pozo, donde el líquido viscoso habría
vertido (Fig. 3). Este mismo pozo fue reutilizado como una fragua, según nos demuestra la presencia de restos de escoria de martilleado en el suelo y en el propio pozo, por lo que parece que se trataba de una estructura asentada directamente sobre el suelo, en vez de una estructura exenta de ladrillo. El tipo de escoria
encontrado sugiere que o bien el mineral se vendía una vez fundido o bien se utilizaba aquí mismo para manufacturar objetos terminados. El principal combustible utilizado eran ramas de roble, abedul y frutales, tal vez resultado de la poda
o simplemente recogido de la orillada y setos, más que de sotos mantenidos para
este fin. En cuanto a la manufactura de objetos de hierro, en una de las excavaciones se encontró un hueso de bóvido afilado en las dos caras y con unas líneas
de muescas. El uso de tal instrumento se ha descrito recientemente como un apoyo sobre el que sujetar las hojas de hoz mientras se aserraba el filo con un cincel
(Gerrard, C., 2003, fig. 3.18).
Los documentos nos hablan de algunas de las actividades desarrolladas en la
villa, de los sastres y zapateros, sogueros, albañiles y herreros. Muchos de ellos alternaban estas actividades con la agricultura. La evidencia arqueológica también
nos ha confirmado la existencia de obradores de cerámica en la villa, destruidos con
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Fig. 3. Fragua excavada de la herrería del siglo XIV en el patio exterior de la casa
conventual.
la obra de casas nuevas, pero cuyos productos aparecen en las excavaciones locales. También existió una tejería y por lo menos tres caleras, dos de las cuales están excavadas en la roca natural. La piedra se extraía de la localidad, se cocía y
transportaba para hacer argamasa, o añadir al tapial, y para hacer cal con que pintar y desinfectar las paredes de las viviendas.
La arqueología también nos habla de las actividades desarrolladas en la casa
en esta época. Las piedras de afilar debieron de utilizarse para afilar instrumental
agrícola, tales como dallas y hoces. Un dedal de bronce del siglo XV nos sugiere la realización de algún trabajo textil, tal vez remiendo y reparo de indumentaria en la casa. La balanza de bronce de dos platillos con agujeros de suspensión
apareció con una pesa de madreperla en un contexto del siglo XV. Por el escaso
peso de la madreperla y el reducido diámetro de los platillos (de unos 6,5 cm) la
balanza debió de ser utilizada para sustancias de valor, tales como especias, medicinas, metales preciosos o monedas. También se encontraron varios dados de
hueso y marfil, junto con una pieza hexagonal de mármol negra que podría haber sido utilizada como una pieza de damero.
CULTURA MATERIAL
La mayor parte de la evidencia que nos ha quedado sobre la vida cotidiana
de la comunidad de Ambel procede directamente de la arqueología. Durante la
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fase templaria la mayoría de la cerámica es local, hecha en Ambel, e incluye cerámica común y vidriada con barniz plumbífero. La cerámica de mesa encontrada
es, sin embargo, importada. En los siglos XIII y XIV los Templarios de Ambel estaban utilizando cerámica verde y marrón de Teruel, con la que tal vez comieran
por parejas, tal y como establecía la regla de la Orden (precepto 25, Upton-Ward,
J. M., 1992) (Fig. 4). Por otro lado, la ausencia de accesorios del vestido no es sorprendente ya que la orden demandaba simplicidad en su indumentaria.
La cerámica de la fase hospitalaria sigue siendo principalmente local, sobre todo
la de cocina y almacenamiento; pero la cerámica decorada sigue siendo importada e incluye reflejo dorado de Valencia, aunque los productos de Muel son los que
dominan. Estas cerámicas se complementaron en la mesa con objetos de vidrio, tales como copas de pie alto y botellas del siglo XVI, encontrados durante la excavación arqueológica de la casa. Entre los objetos de uso personal de los Hospitalarios encontrados figuran un cierre de libro y varias pequeñas bisagras,
posiblemente de arcones. Entre los accesorios del vestido había varios alfileres, una
hebilla de cinturón con barra central, y un objeto circular con aplique de vidrio, pero
de función desconocida.
Debemos destacar el hallazgo de un pequeño tarro del siglo XVI con su contenido todavía intacto. El análisis del mismo lo ha identificado como una mezcla
de grasa animal, cera de abeja y resina, mezclado todo para producir una sustancia
flexible que se endurecería una vez seca. Podría haberse tratado de una resina para
embalsamar o tal vez de algún tipo de pegamento. Dado lo que sabemos sobre la
tradición médica de los Hospitalarios y sus cuidados a pobres y enfermos, la presencia de remedios medicinales no es de extrañar, aunque el hallazgo físico de uno
de ellos es muy raro (Luttrell, A., 1994). En el siglo XIV, y tal vez anteriormente,
ya había un hospital en la villa aunque el edificio de ladrillo de características renacentistas (tal vez el mismo mencionado por Espinalt, B., 1779, p. 40) fue demolido en los años 1970. En 1597, por ejemplo, se registró el fallecimiento de pobres en el hospital, al igual que la entrega de limosnas por parte de los habitantes
de Ambel para su mantenimiento (Gerrard, C., 2003, p. 68). La parte del cementerio situada al norte del ábside la iglesia se dedicaba para enterramiento de pobres y fue parcialmente excavado en 1993.
La documentación posterior nos da una impresión general sobre el espacio interior de la casa conventual al que pertenecen todos estos hallazgos arqueológicos. Durante el siglo XVI los documentos nos hablan sólo de aquellas posesiones
que pertenecían a la Orden, entre las que se citan una mesa de nogal y otra de
marquetería, un arca de pino, donde se debían de guardar las posesiones más valiosas; también de la existencia de guadamecíes o cueros decorados, un armario,
y morillos para la chimenea. La escalera principal estaba decorada con 47 picas
y escudos, éstos se describen como “grandes y bien pintados” y colgados por orden, tal vez representando a los comendadores de la Orden. Escudos de este tipo
fueron encargados, por ejemplo, en 1571 para San Juan de los Panetes, la central
de la orden en Zaragoza, y todavía estaban en su sitio 200 años más tarde (Espinalt, B., 1779). Aparte de esta decoración militar, una parte del mobiliario que
no aparece en la documentación es la que formaba parte de la fábrica del edifi62
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Fig. 4. Cerámica del siglo XIV de manufactura local (1-7) y decorada en
verde y manganeso de Teruel (8) (dibujo de A. Gutiérrez).
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cio, por ejemplo las ventanas de asiento en las salas principales, y los armarios
empotrados en los muros.
DIETA
A los Templarios se les permitía comer carne tres veces por semana (Regla 26
del texto francés de la Regla de la Orden; Upton-Ward, J. M., 1992). Los restos excavados nos indican que el cordero era la carne predilecta, complementada con
algún conejo, algo de ternera, pollo y muy poco cerdo. También hemos hallado
restos de venado, liebre y perdiz, pero éstos son escasos, y tal vez estaban reservados para ocasiones especiales. Su presencia es sorprendente ya que a los
Templarios se les prohibía cazar, aunque bien es cierto que pudieron adquirir tales viandas de forma indirecta (Regla 55, Upton-Ward, J. M., 1992. La sección equivalente a la regla catalana se ha perdido; Upton-Ward, J. M., 2003).
Por los restos de hueso de animal encontrados podemos deducir que en la fase
hospitalaria se comía sobre todo cordero, y ahora algo más de cerdo, con algo de
venado y conejo. Entre los animales domésticos, algunos huesos de caballo tienen
marcas de carnicería, mientras que los de gato no. Aves de corral también están
presentes, al igual que huesos de zorro. En general, los restos encontrados representan fielmente lo que existía localmente, junto con pescado, huevos y moluscos. También se encontraron granos de trigo y cebada, junto con pepitas de higo
y saúco, amapola, nueces y granadas. Esta lista de hallazgos arqueológicos puede compararse con un documento del siglo XVI donde se lista los gastos de la casa;
el documento fue hallado en el relleno de un agujero en una de las paredes del edificio (transcrito en Gerrard, C., 2003, pp. 375-380). En él se lista la compra de comida durante seis semanas hacia 1530 (probablemente durante el invierno), y en
ella domina el cordero, aunque huevos y pescado se consumían los viernes y sábados. También se compraron pollos, junto con caracoles y arañones, tal vez como
condimento para alguna salsa o incluso para confeccionar algún licor.
Como podemos ver, ni la arqueología ni la documentación escrita nos ofrecen
un panorama completo de la dieta hospitalaria. Por ejemplo, el vino no aparece
listado porque no era necesario comprarlo ya que las bodegas de la casa estaban
bien surtidas, igualmente fruta y verdura, que se habría obtenido de los huertos
locales.
LOS EDIFICIOS
En cuanto a las estructuras medievales templarias, las excavaciones arqueológicas realizadas nos sugieren que la presente villa de Ambel tiene raíces antiguas, a juzgar por los materiales prehistóricos y romanos encontrados. La cronología del torreón central que pasó a formar parte del convento templario sin
embargo está todavía sin determinar. No hay duda de que los documentos se refieren a este torreón como el “castillo” donado a los Templarios en el siglo XII,
pero es imposible saber si su origen es islámico o romano. Lo que ha sobrevivi64
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do hasta hoy en día es la base del torreón, de once por siete metros en planta. Originalmente se levantaba en el extremo de un cortado, dominando el valle. El método de construcción, alternando sillares largos y cortos (en la actualidad quedan
pocos en su posición original), tiene paralelos con otras torres islámicas de la zona
fechadas a mediados del siglo X.
La reutilización de estructuras antiguas en edificios medievales es frecuente
en la zona y de hecho también ocurre en otros conventos templarios aragoneses,
como en Monzón o Villel. A simple vista este tipo de reutilización parece ser únicamente el simple reciclado de edificios que estaban a mano, pero por otro lado
la apropiación de monumentos islámicos podría ser intencional, tal vez tratando de crear un tipo de continuidad, de cristianizar el paisaje o incluso de enlazar con el pasado romano. Mediante tal reciclado parece que los Templarios de
Ambel adoptaron una posición cultural más que estratégica a la hora de enfatizar nuevos valores.
Sabemos que hacia 1250 el convento templario consistía como mínimo de tres
edificios principales (Fig. 5): el torreón y dos bloques paralelos de dimensiones y
planta similares (Gerrard, C., 2003, pp. 215-223). El bloque oeste tiene 20 metros de
largo y 7 de ancho, y todavía sobreviven 11 metros de altura. Se construyó de tapial sobre una base de sillar, y en la actualidad está embutido en adiciones y alteraciones posteriores. El hecho de que haya sobrevivido de esta manera es extraordinario, y nos permite reconstruir su interior con cierta seguridad. La planta baja
parece haberse dedicado a establos y almacén, con sus suelos de arcilla batida. Las
habitaciones principales estaban en la primera planta, a la que se accedía por una
escalera exterior, mientras no había comunicación directa entre un piso y otro. El
salón principal tenía doce metros de largo y cinco de ancho, techo de madera y paredes revestidas de yeso de color ocre. Todavía sobreviven parte de una ventana
y una puerta de arco apuntado, con detalles tales como el dintel de madera y los
goznes para las hojas de cierre.
En dicha ventana sobreviven graffiti medievales que por su situación deben
datar de la fase templaria del edificio (Fig. 6). Entre ellos hay que destacar los dos
caballeros con espadas y un pequeño escudo; el de la derecha parece llevar cota
de mallas. También se ve quizás un león o caballo, un edificio almenado y varios
símbolos geométricos, entre los que destacan varias estrellas de cinco puntas, símbolo que suele aparecer asociado con guerreros musulmanes en otros graffiti de
la Península Ibérica a finales del siglo XIII. También se ven varias cruces de Malta, seguramente de fecha posterior, tal vez de comienzos del siglo XIV y ya asociadas con la fase hospitalaria del edificio.
El bloque templario oriental se conserva en peor estado, habiendo sido más
afectado por fases posteriores, y su función no es fácil de determinar con seguridad. Ya que la planta baja carece de ventanas, tal vez funcionara como almacén
o granero. El primer piso tal vez fuera el dormitorio, o tal vez sirvió para albergar a otros miembros del convento. Lo que hay que resaltar en relación con estos dos bloques independientes es que las funciones agrícolas y las residenciales estaban claramente separadas, al igual que ocurría en los monasterios
cistercienses.
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Fig. 5. La casa conventual templaria, hacia 1250 (dibujo de
A. Gutiérrez).
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Fig. 6. Graffiti medievales en la jamba de una ventana.
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En cuanto a la iglesia templaria tenemos muy pocos datos sobre ella. Se ha llegado a sugerir que tal vez se encuentre bajo la presente ermita del Rosario (Torralba, F., 1970), aunque es mucho más probable que se encuentre bajo la actual
iglesia parroquial. De esta manera el patio de la casa conventual se situaría al norte de la iglesia, una situación poco común en un plano monástico, pero determinado en este caso por las características topográficas del lugar. Desconocemos
por el momento la fecha de una parte del muro de ladrillo con decoración en esquinas en la fachada norte de la casa conventual, del que sólo podemos decir que
es anterior al siglo XVI. Posiblemente sea del siglo XIV, pero tal vez se levante en
el lugar de una alineación más antigua. En cualquier caso no hay duda de que
existieron otras estructuras en este lado norte, y es muy probable que la acequia
hubiera discurrido por el interior del recinto y no por el exterior como lo hace en
la actualidad. Así las letrinas se habrían situado sobre la misma, como ocurre en
otros planos monásticos. No en vano la principal consideración a la hora de construir el recinto monástico habría sido el tener una fuente de agua continua y un
sistema para evacuar las aguas sucias.
Para resumir, pues, lo que era el convento templario de Ambel, éste consistía
por lo menos en tres edificios independientes uno de otro, cada uno de dos o tres
pisos organizados alrededor de un patio central. Lamentablemente, no podemos
asegurar con toda certeza su función exacta, aunque la naturaleza misma de la orden nos indica que, por ejemplo, en este plano no aparecen elementos claves de
un recinto monástico regular, tales como vivienda para visitantes y peregrinos, y
a diferencia de los Hospitalarios, los Templarios no contaban entre sus responsabilidades la de cuidar de pobres y enfermos. Por otro lado, en el plano de Ambel la falta de espacio destinado a la preparación y almacenamiento de comida,
tal como palomares, establos, graneros y jardín, es muy improbable. Todos estos
elementos debieron de haber existido, especialmente ya que se mencionan 7 mulos, 4 asnos y 4 bueyes en 1289 (Gerrard, C., 2003, p. 369). Igualmente sabemos que
los Templarios comían en silencio en un refectorio (Regla 23; Upton-Ward, J. M.,
1992), y podemos identificar como tal el primer piso del bloque oeste de Ambel,
que también pudo haber servido como lugar de reunión de la comunidad de Templarios. Ya que éstos debían acudir a la iglesia según el horarium monástico normal, empezando a las 4 de la mañana con maitines (Regla 281; Upton-Ward, J. M.,
1992), el dormitorio debió de situarse en el primer piso del bloque este (a modo
de imagen opuesta a la disposición del cercano Veruela), con acceso directo a la
posible iglesia templaria. Ya que este acceso se encuentra en el primer piso, esto
nos indica que la iglesia debió de tener dos pisos, característica de algunas iglesias y capillas templarias, con el piso superior para los Templarios y el inferior para
los laicos. La cocina principal pudo haberse situado en el piso bajo del torreón. Por
otro lado, la influencia de San Bernardo de Clairvaux en la redacción de la Regla
de la orden tal vez ejerciera una influencia más cisterciense en el plano del recinto
templario, con dos bloques de función similar más que complementarias: uno para
los Templarios y otro para los hermanos laicos. Para aclarar temas como este es
necesario realizar un estudio detallado de las estructuras templarias en la región
(a modo de modelo véase Ritoók, P., 1994); sería de gran interés confirmar el peso
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que tradiciones regionales y circunstancias locales tuvieron frente a los preceptos establecidos en la Regla a la hora del diseño arquitectónico de las casas y de
determinar la función de las distintas estructuras. Por ejemplo, el hecho de que
la villa estuviera tan próxima a la casa conventual, pudiendo ofrecer alojamiento a visitantes. Otros interrogantes que nos planteamos son, por ejemplo, si con
tan pocos caballeros templarios presentes en un momento determinado es posible que la vida monástica existiera realmente y se siguiera de manera estricta; en
qué medida se distinguen las encomiendas rurales como la de Ambel de las existentes en las zonas urbanas y de aquéllas que se describen como grandes fortificaciones; e incluso si tuvieron similitud alguna con las residencias señoriales laicas del siglo XIII.
En lo que respecta a la casa conventual hospitalaria de Ambel, el edificio de
esta fase está mucho mejor documentado que el templario de la fase anterior (Gerrard, C., 2003, pp. 224-256). Durante el siglo XIV se procedió a fortificar la casa,
añadiéndose torres en las esquinas del conjunto templario. La torre noroeste, por
ejemplo, de unos 5 por 5 metros, está hecha de tapial sobre una base de mampuesto, y abierta con saeteras. Una de las torres desaparecidas en el lado oriental fue localizada mediante excavación arqueológica (Fig. 7).
La principal estructura construida durante esta fase es la iglesia, dedicada a
San Miguel Arcángel, muy parecida originalmente a la iglesia de Alberite,
miembro de la encomienda de Ambel. También se fortificó y está culminada por
almenas con saeteras (ahora no visibles). La iglesia se construyó de ladrillo, con
un ábside poligonal, ventanas decoradas con yeserías y muros decorados con pintura y graffiti imitando sillares y también escudos en la zona del altar. Sólo se ha
descubierto una pequeña parte del esquema decorativo de la nave, que también
incluye motivos florales (Fig. 8).
La casa conventual del siglo XIV (Fig. 9) parece austera y sólida, abriéndose
al exterior con muy pocos vanos. Su aspecto es el de una mansión fortificada, y
habría estado en contacto visual con el resto de las fortificaciones de Borja y el
Moncayo. El edificio fue modificado en el siglo XVI, cuando se transformó a
modo de palacio renacentista. Para ello se mantuvieron los muros exteriores, pero
se cambió el nivel de los suelos, dejando puertas y ventanas medievales colgadas a media altura, tapiadas pero algunas todavía visibles en la actualidad. Ahora se buscaban grandes ventanales, más luz, opulencia y moda, algo que expresara la función, educación social y posición de sus ocupantes. Tanto la
arquitectura, como el modo en el que se mueven los ocupantes por el edificio rechazan el edificio introspectivo medieval para utilizar un nuevo lenguaje, que
ahora transmite privilegio social y no solo poderío militar. Es una imagen muy cuidada, en la que se combina arquitectura con iconografía y sistemas decorativos.
Por ejemplo, la iconografía utilizada en la iglesia del siglo XVI se debe principalmente a los Hospitalarios, con sus reliquias e imágenes de santos militares
y mártires, entre los que destaca San Juan Bautista. En el retablo de hacia 1500 figuran (Fig. 10 de izquierda a derecha) San Jorge, Santa María Magdalena y San
Martín de Tours, y debajo San Juan Bautista, Santa Apolonia, Santa Lucía y San
Juan Evangelista; todos ellos santos de gran coraje y fuerza muy queridos por las
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Fig. 7. La casa conventual hospitalaria, hacia 1380 (dibujo
de A. Gutiérrez).
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Fig. 8. Decoración del siglo XIV parcialmente descubierta bajo la cal
moderna en el muro sur de la nave de la iglesia de San Miguel.
Fig. 9. Reconstrucción hipotética de la casa conventual hacia 1380,
mirando hacia el sur (dibujo de N. Watson).
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Fig. 10. Altar de Martín de Lavata en la iglesia de San Miguel de Ambel.
órdenes militares. Dos de ellos, San Jorge (que aparece repetidamente en la iglesia) y San Martín son santos guerreros, fuertes y valientes. San Martín tal vez fuera escogido también porque compartía su nombre con el del comendador que encargó el altar: Martín de Lavata.
SITUANDO EDIFICIOS EN SU CONTEXTO
Es de sobra conocido el papel que las órdenes militares (y otros señoríos) desempeñaron en la repoblación del territorio bajo su control. La mejor evidencia
deriva de las cartas de población que sobreviven (ver por ejemplo Laliena, C.,
1986; Forey, A. J., 1973, pp. 212-221) y de otro tipo de documentación donde se
detallan las ventajas económicas de los nuevos pobladores. En Novillas, por ejemplo, los Templarios intentaron atraer pobladores con la concesión de libertad y
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EDIFICIOS EN UN PAISAJE MEDIEVAL: EL PAPEL Y RECURSOS DE LAS ÓRDENES MILITARES...
exención de diezmos y primicias eclesiásticas entre otras ventajas (Lapeña, A. I.,
2004, p. 118). Documentos de este tipo, sin embargo, no reflejan el tipo de impacto
que tales asentamientos tuvieron sobre el terreno, aspecto clave a la hora de entender la historia y, sobre todo, la arqueología del período.
Otro método de acercarnos al tema es abordar el estudio del asentamiento medieval y su desarrollo a través del análisis de planos existentes, informados por
lo que se sabe de la fecha de construcción de edificios, nombres de calles y partes del asentamiento mencionadas en la documentación medieval y post-medieval. Ya que no hay mapas antiguos de Ambel, nuestro análisis se ha centrado en las formas y dimensiones de los edificios y calles con el objetivo de
desentramarlos y crear una secuencia de fases hipotéticas que puedan confirmarse
en el futuro. La hipótesis actual sobre el desarrollo de Ambel supone que cuando llegaron los Templarios existía ya una población musulmana con su mezquita
(Fig. 11, A). El asentamiento se encontraba al sur del torreón, en una zona de la
villa actual caracterizada por las angostas calles, y con una posible mezquita (en
el actual lugar de la ermita de Nuestra Señora del Rosario, anteriormente llamada
Santa María) en el cuadrante noroeste. Si este modelo se acepta como válido, tal
hipótesis nos permitiría explicar por qué los Templarios no pudieron escoger para
sí una zona más adecuada donde erigir su casa conventual, en la zona sur de la
actual iglesia parroquial, ya que esta zona estaba ya ocupada. Con posterioridad
la población musulmana fue trasladada a un barrio musulmán creado de nuevo
en la parte noreste, al igual que ocurrió en otros lugares de la comarca (Fig. 11, B).
Las casas que se muestran en la Figura 11 forman una unidad compacta distinta, con calles laterales angostas y a veces sin salida, organizadas a lo largo de un
eje longitudinal llamado hoy en día Calle de los Moros. Esta zona es probablemente el mismo barrio musulmán atacado y saqueado por los habitantes cristianos, quienes mataron a cinco moros en 1263 (Gerrard, C., 2003, p. 128); es también la misma “morería” del siglo XIV que más tarde se convirtió en el Barrio de
San Juan tras la conversión forzosa de sus habitantes en el siglo XVI. En esta fecha se menciona una mezquita aquí, que más tarde se convierte en granero (Gerrard, C., 2003, p. 75). La transformación de la villa produjo un asentamiento en
el que el torreón islámico, ahora la residencia central de la encomienda, quedó
en el centro de dos zonas separadas, cada una habitada por un grupos étnicos diferentes. Tal y como hemos visto más arriba, la villa estaba cerrada por murallas
durante el período medieval, contando al menos con dos puertas (la Puerta Nueva y la Puerta de las Eras) y varias torres. El conjunto murado se mantuvo por
lo menos hasta el siglo XVII y su construcción en 1331 debió de contribuir a la
cimentación del plano de la villa (Gerrard, C., 2003, pp. 114-117).
Si por un lado el análisis del plano de la villa nos ayuda a entender su posible formación, el plano moderno de la misma, por otro, no aporta dato alguno
para resolver la cuestión de cómo evolucionaron los asentamientos antes y después de la conquista cristiana, y qué papel jugaron las órdenes militares en tal desarrollo. La fase A de la Figura 11 es la más hipotética de las fases señaladas. En
base a estudios más detallados desarrollados en otras partes de España, podemos
suponer un modelo de asentamiento disperso durante la época islámica, con un
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Fig. 11. Posible evolución de la villa de Ambel (dibujo de A. Gutiérrez).
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torreón construido para vigilar las zonas agrícolas, que sirviera a la vez de refugio
temporal en momentos de peligro (ver Laliena, C., en este volumen; Glick, T. F.,
1995 para un resumen). Sin embargo, tal modelo no es evidente sobre el terreno
y se necesita un trabajo mucho más detallado para definir tal proceso. Para intentar resolver algunos de estos problemas, especialmente la cuestión de cambio
y continuidad, iniciamos un programa de estudio arqueológico en 2002 (Estudio
Arqueológico del Somontano del Moncayo). El trabajo de campo que estamos realizando en la actualidad considera dos aspectos principales: la prospección arqueológica y la investigación geo-arqueológica del valle del Huecha (Wilkinson,
K. et alii, 2005).
La prospección recoge el material encontrado en la superficie de cada parcela. Éstas se prospectan durante un período de tiempo determinado, dependiendo del número de gente presente y de la extensión de la parcela, de manera que
una parcela grande se prospecta con cinco personas durante 20 ó 30 minutos, pero
sólo durante 10 ó 15 minutos si hay 10 personas prospectando. El tiempo requerido para recoger la cantidad de material necesario para obtener una muestra representativa se determinó antes de comenzar las prospecciones. La prospección se realiza por parcelas, cuyos detalles en cuanto a plano, situación y
extensión, están disponibles en el catastro. La prospección se realiza sistemáticamente, es decir, se recoge todo el material existente en la superficie, independientemente de su cronología, aunque materiales tales como la teja y el ladrillo
moderno se cuantifican en la parcela y se dejan allí mismo. Se recoge todo lo demás y no sólo los fragmentos diagnósticos; de esta manera los “yacimientos” se
“crean” una vez que se ha analizado y procesado el material. Esto supone a veces problemas, el más serio de ellos es el de intentar definir qué se entiende (estadísticamente) por “yacimiento”.
Este tipo de prospección sistemática es lenta y laboriosa. Tanto la recogida de
material como su cuantificación y estudio tienen que ser intensivos si se quieren
identificar posibles cambios en el uso de la tierra, y si queremos relacionar los resultados con la geomorfología. Por el momento, los resultados que hemos obtenido son solo preliminares, pero desde el punto de vista del período medieval,
algunos de los puntos principales son los siguientes:
– A pesar de la intensidad de la prospección, la evidencia de un poblamiento islámico disperso en la zona es más que escasa. Uno de los problemas,
por supuesto, es saber si las secuencias locales cerámicas (utilizadas para
fechar el material recogido durante las prospecciones) necesitan revisarse
o si es realmente cierto que el supuesto hábitat disperso antes de la conquista cristiana no existía en esta zona. De ser así, cabe preguntarnos la fecha y manera en que se produjo la nucleación. Esperamos que la prospección arqueológica nos ayude a entender y fechar este proceso, ampliando
la zona a prospectar y en caso de que se identifiquen “yacimientos” relevantes, mediante excavación y fechación por medios científicos.
– La cantidad de material medieval en las parcelas cercanas a la villa de Ambel es considerable. Su distribución dibuja una especie de aura alrededor
de la población. Por un lado, este tipo de concentración podría reflejar la
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CHRISTOPHER GERRARD
existencia de un cultivo más intenso cerca del núcleo, por otro, parece más
probable que se deba simplemente a la distribución de abono doméstico, tierra y escombro, trasladado desde los corrales caseros hasta los campos más
cercanos a la villa. El material hallado es muy variado, incluyendo azulejos del siglo XVI y desechos de industria, mientras la presencia de material
romano aquí no indica la existencia de yacimientos a las afueras de Ambel,
simplemente la existencia de arqueología romana bajo la presente villa.
– Existe también una distribución más débil de material en campos más alejados de la villa. Este material parece haber sido introducido de forma accidental, durante un largo período de tiempo de abonado de los campos.
Entre el material localizado, la cerámica de los siglos XII-XIII, por ejemplo,
puede ser utilizada como pista clave para investigar la explotación agrícola
antigua. El estudio de la distribución de material de distintas épocas, incluyendo el de los siglos XVII a XIX, nos permitirá detectar cómo ha cambiado el cultivo en determinados períodos. Está claro que la densidad de
material varía entre los distintos términos municipales de la zona a estudiar.
Por ejemplo, en el término de Ambel las densidades son mucho más altas
que en el vecino Bulbuente. Ya que la cultura material en ambos términos
era la misma, la diferencia tal vez se deba a que las órdenes militares explotaran más intensamente la tierra, o tal vez utilizaran un sistema de cultivo distinto. A la hora de estudiar la historia del paisaje será indispensable estudiar los espacios irrigados por período cronológico, junto con la
tierra abonada y cultivada en cada período.
En nuestro estudio los “yacimientos” arqueológicos se consideran como un
elemento más del paisaje y medio ambiente histórico, y no como el foco principal de nuestra investigación. También hemos empezado a realizar prospecciones
geofísicas sobre algunas de las concentraciones de material localizadas con la
prospección, pero nuestra intención no es simplemente producir una lista de yacimientos (tipo carta arqueológica), ni detectar yacimientos como paso previo a
la excavación. Nuestra interpretación y análisis se basa sobre la premisa de que
la actividad humana es continua a través de todo el paisaje y no está simplemente
restringida a ciertos focos denominados “yacimientos” o “asentamientos”.
En cuanto a la geo-arqueología, ésta se desarrolla a la vez que la prospección,
ya que le suministra información de gran utilidad. Como ya es sabido, factores
geomorfológicos y post-deposicionales pueden tener un efecto dramático en el
material recogido durante la prospección. De hecho, en cortados junto a los caminos del término de Ambel hemos identificado, por ejemplo, muros romanos
bajo dos metros de sedimentos. Dentro de nuestro estudio la geo-arqueología se
utiliza tanto como un elemento “predictivo” como “interpretativo”. Predictivo
porque nos sugiere zonas donde restos de ciertos períodos cronológicos pueden
estar visibles en la superficie, estar sepultados por depósitos posteriores, o que
hayan desaparecido totalmente debido a la erosión del terreno. Interpretativo porque su objetivo es el de reconstruir los cambios que han afectado al paisaje histórico, intentando encontrar sus causas y explicando la localización de los yacimientos. Los métodos utilizados están determinados tanto por esta lista de
objetivos, como por el costo monetario y por la gran extensión de superficie a es76
EDIFICIOS EN UN PAISAJE MEDIEVAL: EL PAPEL Y RECURSOS DE LAS ÓRDENES MILITARES...
tudiar. La fase inicial del estudio geo-arqueológico tuvo como objetivo la creación
de un mapa geomorfológico y geológico utilizando como base los mapas topográficos y geológicos ya existentes, fotografías aéreas y de satélite. A continuación se realizó un estudio sobre el terreno para completar los detalles, localizar
cortes expuestos e intentar fechar las superficies existentes, por medio de su relación con depósitos sepultados, el hallazgo de material, y fechación por C-14 y
luminiscencia, habiéndose estudiado hasta el momento unos 20 cortes representativos. También hemos recogido muestras de polen, con las que documentar con más detalle el tipo de vegetación local existente para cada período cronológico.
CONCLUSIÓN
En la actualidad todavía se sabe muy poco de la planta de los edificios que pertenecieron a las encomiendas de las órdenes militares en Aragón y de sus actividades diarias. No sería exageramos al afirmar que sabemos más sobre la cultura
material de la Edad del Bronce que sobre la de los siglos XII y XIII. De esta forma,
es difícil determinar cómo mejorar esta situación, especialmente en las zonas rurales, donde la arqueología “comercial” y la actuación preventiva no han llegado
todavía. A nivel regional un buen punto de partida sería determinar lo que ya se
sabe de la arqueología local y definir un programa de investigación con el que llenar los vacíos existentes. No hay duda de que tal estrategia pondría en evidencia
que la arqueología, historia, arquitectura e historia del arte son disciplinas que funcionan mejor cuando aúnan esfuerzos, pero trabajando aisladas entre sí sólo nos
ofrecen retratos fragmentados del pasado histórico. Tal ha sido la intención del presente artículo: subrayar el valor de un enfoque multidisciplinar en el estudio de los
edificios en su paisaje.
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