1 Homilía del Arzobispo Blase J. Cupich Arzobispo de Chicago Misa

Transcripción

1 Homilía del Arzobispo Blase J. Cupich Arzobispo de Chicago Misa
Homilía del Arzobispo Blase J. Cupich
Arzobispo de Chicago
Misa para la Investidura del Palio
Catedral del Santo Nombre
23 de agosto de 2015
Palabras de Bienvenida
Por el simple pero solemne hecho de poner el palio sobre mis hombros, usted, Arzobispo
Viganó, ha demostrado el singular e importante servicio que usted ofrece a la Iglesia
como representante del Santo Padre. El palio es un indicio del vínculo que compartimos
en Chicago con el sucesor de Pedro, sin embargo usted vuelve real la naturaleza personal
de ese vínculo con su presencia el día de hoy, la cual, debo añadir, he tenido el privilegio
de disfrutar no menos de cuatro veces durante estos nueve meses desde mi instalación.
Gracias por hacer tan presente al Papa Francisco viniendo a Chicago una vez más este
día. Le pedimos, por favor, haga llegar al Santo Padre nuestro más cálido afecto y estima,
y la promesa de nuestras oraciones, en estos momentos en los que prepara la visita que
nos hará en tres semanas y para el momento en que realice su visita.
Doy mi cordial bienvenida a todos ustedes - jóvenes y viejos, líderes interreligiosos,
funcionarios electos, feligreses, mujeres y hombres religiosos, sacerdotes de toda la
arquidiócesis, amigos y miembros de mi propia familia que han viajado desde lejos. Su
presencia el día de hoy es muy alentadora.
En particular quiero decir a mis hermanos obispos, de Illinois y de la región, cuán
agradecido estoy por el apoyo que me muestran con su presencia el día de hoy. ¡Gracias!
Ciudadanos de Chicago, quizá ustedes estén más familiarizados con otro obispo que está
aquí esta tarde, y quien nos recuerda ese celebrado momento de la pasada primavera
cuando hicimos una pequeña apuesta con su diócesis durante las Finales de la Copa
Stanley. De Tampa, damos la bienvenida al Obispo Bob Lynch, de la Diócesis de San
Petersburgo. Estamos muy contentos de que esté aquí. Como Bob Hope solía decir:
“¡Gracias por los recuerdos!”
Pedro: Custodio de la Fe de la Iglesia
La famosa pintura de Marc Chagall, Judío rezando, representa a un hombre, envuelto en
un chal de oración estampado con filacterias, cintas incrustadas con pasajes de la Torá,
del Antiguo Testamento. Envuelven su cabeza, llegando hasta el codo y la mano. La
cuestión es simple –el que ora se sienta con la Palabra de Dios que puede estar alguna
vez en su mente, en su corazón y en sus acciones. Al ser una prenda rica en significado,
esta vestimenta de oración provoca una profunda reflexión.
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Lo mismo sucede con el palio. Hecho de lana de cordero, marcado con cruces y tintada
en los extremos de negro para semejar unas pezuñas de oveja, se coloca sobre los
hombros recordando a quien lo lleva, y a toda la iglesia a la que sirve, que somos una
comunidad que va en busca de las ovejas perdidas, no sólo de aquellos que se han
desviado, sino también de los que son ignorados, olvidados o que son pasados por alto.
La tarea no es únicamente la de encontrarlos y traerlos a casa, sino la de levantarlos alto,
al mismo nivel de nuestro hombro, donde pueden comenzar a ver y a vivir una nueva vida,
la vida de fe.
Si bien no hay textos de las Escrituras estampados en el palio, tenemos la feliz
coincidencia de que las lecturas bíblicas de hoy son muy adecuadas, con un Evangelio
que habla de Pedro, en unión con los otros 11 apóstoles, guiando a la Iglesia a realizar el
acto de fe en Cristo, el Santo de Dios. Todo esto nos invita, pues, a sentarnos con la
Palabra de Dios y reflexionar sobre lo que se nos pide, en el momento en que el sucesor
de Pedro, a través de su representante, coloca el palio sobre mis hombros como pastor
de la Iglesia de esta ciudad de grandes hombros. Y, en verdad quiero decir nosotros,
porque sé que no puedo llevar a cabo esta importante responsabilidad por mí mismo.
Observen en la primera lectura que, al igual que Pedro, Josué habla al pueblo, y los llama
a realizar un acto de fe. Lo hace recordando la historia de los prodigiosos actos de Dios.
Los llama para recordar: “... Porque el Señor, nuestro Dios, es el que nos hizo salir de
Egipto, de ese lugar de esclavitud, a nosotros y a nuestros padres, y el que realizó ante
nuestros ojos aquellos grandes prodigios. Él nos protegió en todo el camino que
recorrimos y en todos los pueblos por donde pasamos”. Por esta razón, Josué proclama,
anticipándose a la respuesta de Pedro: “Estoy con el Señor”.
Cada sucesor de San Pedro, y ahora el Papa Francisco, ofrece un servicio similar de
recordatorio para la Iglesia. Tradicionalmente, en unión con el Colegio de los Obispos, él
ha actuado como garante del depósito de la fe de la Iglesia, preservando y estando en
contacto con lo que se ha transmitido y desarrollado a lo largo de los siglos. Su servicio es
necesario, a menos que empecemos a tratar la tradición de la iglesia de manera
demasiado estrecha y olvidemos la historia de nuestra fe y los tesoros que tenemos.
Recientemente, mientras charlaba con algunos visitantes del Museo del Vaticano, me di
cuenta que el objetivo del Museo no es convertir al Papa en un coleccionista de arte. Más
bien, da testimonio de su papel de preservar el patrimonio de los modos en que la belleza
de la creación y del Evangelio ha sido expresada en cada edad. Así, también, el Papa
guarda los tesoros de nuestra fe, para que nada se pierda, guardando ante nosotros toda
la tradición, para que no terminemos tratando una era como absoluta.
El sucesor de Pedro no sólo mantiene a salvo todo el tesoro, el depósito entero de la
manera en que se ha desarrollado por más de 2000 años, sino que además lo mantiene
ante nosotros en su totalidad, recordándonos la historia completa de las poderosas
acciones de Dios, que sigue desarrollándose en cada era con la guía del Espíritu Santo.
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El Santo Papa Juan XXIII ofreció este servicio de la memoria en su discurso de apertura
del Concilio Vaticano II. Llamó a toda la Iglesia a realizar una nueva apreciación de la
antigua enseñanza de la medicina de la misericordia en una época en que muchos en la
Iglesia prefieren el camino estrecho de la gravedad y la condenación. Así, también, en su
encíclica Laudato Si, Francisco citó generosamente distintas declaraciones sobre el medio
ambiente hechas por las conferencias episcopales de todo el mundo y del Patriarca
Ecuménico Bartolomé. Al hacerlo, nos puso en contacto con la universalidad de la Iglesia,
que nos recuerda que Dios está haciendo grandes cosas, no sólo en cada una de las
épocas, sino en cada lugar en todo el mundo actual. Es el ministerio del Papa el que nos
hace salir de una visión provincial estrecha que reduce nuestra experiencia de la Iglesia
únicamente a lo que está sucediendo en mi parroquia, en mi diócesis, en mi país. De un
modo similar, los viajes del Papa alrededor del mundo ofrecen este servicio. Mientras lo
seguimos en sus visitas a Asia, a América Latina, a Europa, y luego a nuestro propio país,
y después de eso a África, nos presenta a nuestros hermanos y hermanas que viven en
lugares que jamás hemos visitado, y nos recuerda lo que significa ser católico, una Iglesia
cuya universalidad debe reflejarse en cada Iglesia particular. Todo esto tiene un gran
mensaje para esta Iglesia local puesto que él, a través del palio, nos otorga una
participación en su ministerio singular.
Pedro: Testigo de la Resurrección
Las lecturas de hoy nos recuerdan también que Pedro sirve como testigo del significado
total de la resurrección. Observen cómo Pedro siente instintivamente que hay algo nuevo
en este Jesús de Nazaret, que lo llama “el Santo de Dios”, lo cual significa literalmente el
que está vivo con la vida creativa de Dios. Pedro entiende esto por completo cuando
Jesús es resucitado de entre los muertos, lo que nos recuerda que la resurrección no
puede limitarse a un evento que ocurrió hace dos mil años. Se trata del Señor resucitado,
quien siempre está haciendo algo nuevo, como nos dice constantemente el Papa
Francisco. Así es como él lo dice en La Alegría del Evangelio, y cito: “Jesucristo también
puede romper los esquemas aburridos en los cuales pretendemos encerrarlo y nos
sorprende con su constante creatividad divina”, hasta el punto de que “brotan nuevos
caminos, métodos creativos, otras formas de expresión, signos más elocuentes, palabras
cargadas de renovado significado para el mundo actual”.
Se me ocurre que la lectura de la carta de Pablo a los Efesios del día de hoy es un buen
ejemplo de cómo la Iglesia primitiva experimentó la novedad provocada por el Señor
Resucitado. Honestamente, muchos predicadores prefieren evitar este texto, ya que tiene
una frase que hace sentir inquietos a muchos - especialmente a los hombres – cuando
escuchan estas palabras “sean sumisas las esposas a sus maridos”. Sin embargo, lo que
se pasa por alto, es la primera frase en que los maridos y las esposas deben subordinarse
unos a otros. Cada uno de ellos debe volverse dócil, humilde el uno para el otro. La gente
en esta época de la Iglesia primitiva habría encontrado este concepto bastante
sorprendente, si no es que revolucionario. La subordinación en una familia no era algo
mutuo en aquel momento. Cristo estaba haciendo algo totalmente nuevo en la familia
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humana, cambiando la manera en que las personas entienden sus relaciones entre sí
como familia. Con el sínodo que se avecina, está claro que el Santo Padre está llamando
a la Iglesia a examinar las categorías que usamos para expresar lo que creemos, y a
estar abiertos a nuevos caminos, y a ser creativos cuando se trate de acompañar a las
familias. Todo esto tiene un mensaje muy fuerte para nosotros aquí en Chicago, que no
nos conformemos con soluciones que ya no funcionan, con expresiones que ya no
inspiran y con formas de trabajo que ahogan la creatividad y la colaboración.
Palabras de conclusión sobre el desafío que nos dio Pedro
El ministerio singular de Pedro en la Iglesia es un gran don, igual que el palio recibido el
día de hoy. Nuestra comisión comienza con la búsqueda de aquellos que están perdidos,
pero no termina ahí. Una vez encontrados, a los perdidos se les debe colocar en alto, por
encima de las dificultades diarias, de modo que puedan ver su salvación como otra más
de las poderosas obras de Dios a través del tiempo, de modo tal que al ser elevados
experimenten la novedad de la vida superior, y que al verse sostenidos al mismo nivel de
la mirada, verán a Cristo cara a cara y llegarán a creer en el amor de Dios.
Cuando Chagall pintó Judío orando en 1923, le pidió a un mendigo de una calle local que
vistiera la ropa de su padre y sirviera de su modelo. Del mismo modo, el Señor eligió al
mendigo Pedro como su modelo, un hombre débil y pecador, aceptado así por él mismo y
por la Iglesia. De hecho, las primeras representaciones de Pedro en el arte cristiano son
las de un hombre llorando, el arrepentido Pedro. Así como la fe de Pedro es un modelo
para nosotros, su pobreza y humildad lo son también en estos momentos que tomamos
esta porción de su ministerio. Es un gran recordatorio para nosotros, que si bien nos
sentimos honrados de participar en este servicio y liderazgo, lo hacemos como pobres
mendigos, dependiendo no de nuestros logros y fortalezas, sino de su gracia y
misericordia. Porque al igual que Pedro, conocemos el valor que tiene levantar a los
perdidos hasta el punto de encontrar su mirada con la nuestra, porque también nosotros
hemos estado perdidos.
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