Leer el primer capítulo

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POR QUÉ DECIDISTE ENCARNARTE
La muerte no duele.
La mayoría de la gente se la imagina como algo terrible, pero en
realidad es muy parecido a la sensación de despertarse.
Lo sé porque ya he muerto.
Y al morir llegué a la conclusión de que lo que duele de verdad es
vivir. Aunque eso ya lo sabíamos todos.
Tú también. Lo sabías antes de encarnarte. Y sin embargo, decidiste
venir aquí.
Puede resultar de mal gusto decirte que preferiste venir a la Tierra a
disfrutar de la Paz Eterna del Cielo.
Pero creo que mi historia te ayudará a cambiar de opinión. Porque,
aunque ahora no lo recuerdes, es muy parecida a la tuya…
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EL TÚNEL
Ya sabes cómo funcionan las cosas al morir: te sales del cuerpo, te
recogen y atraviesas el túnel de luz.
Hay algunas personas que no se dan cuenta de que están muertas,
pero en mi caso, la forma en que fallecí no me dejó lugar a dudas.
En cuanto salí de mi cuerpo sentí una sensación muy fuerte de
ligereza. Aún no había abandonado la galería del metro de Liverpool
en la que morí, pero me sentía tan libre y feliz como un Conde de
Montecristo que escapaba de la cárcel.
El momento en que tuve claro que me había muerto fue cuando vi
mi cuerpo tumbado en el suelo con la mirada perdida y rodeado de
viajeros consternados.
No es que me costara entenderlo, sino que me resultaba extraño,
porque yo me sentía más vivo que nunca. Mientras pensaba en todo
esto, me topé con una figura luminosa que me parecía familiar. La parte
inferior de su cuerpo estaba desdibujada y en la superior, había dos
haces de luz saliendo de su espalda.
―Matt, soy Jeremías, tu ángel guardián. ¿Me recuerdas?
―¿Has dicho ángel guardián? —pregunté.
―Eso es. Jeremías. Te he cuidado desde que naciste.
―Ah. Oye, ¿y no has estado de sabático? Porque, la verdad, me
habría venido bien una ayudita.
―Siempre he estado a tu lado apoyándote. Aunque no me has
necesitado mucho, porque tú solo lo has hecho genial.
―¿Qué? Es una ironía, ¿no?
―Ven, haremos la revisión de tu vida al otro lado del túnel de luz y
entenderás lo bien que lo has hecho. Te están esperando con los
brazos abiertos.
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POR QUÉ DECIDISTE ENCARNARTE
―Yo lo que quiero es despedirme de mi familia.
―Podrías hacerlo, pero no te van a poder ver, ni oír. Te recomendaría
entrar en el Cielo y volver a visitarlos más adelante, cuando ya se
hayan serenado y puedan sentir tu presencia.
―No voy a revisar mi vida. Y tampoco quiero que nadie lo haga
por mí.
―Allí nadie te juzga, Matt. Y en tu caso, te aseguro que puedes
estar más que orgulloso de tus logros. Anda, vamos al túnel.
―No intentes engañarme. Sé muy bien cómo ha sido mi vida.
―Ahí arriba no nos dejan engañar. Confía en mí, y créeme si te digo
que aún no tienes ni idea de lo bien que lo has hecho.
Tenía tan claro que mi vida había sido un despropósito, que sus
palabras me estaban resultando casi ofensivas.
―Espera —dije—. Creo que te han mandado a recoger a otro Matt.
Yo soy el músico.
―Te he estado cuidando desde el día que naciste. Sé que no me
creerás, pero te aseguro que tu vida está sirviendo de ejemplo a
muchas almas que quieren encarnar.
Al oír aquello pensé que no todos los ángeles están cuerdos. Lo raro
es que este parecía estarlo.
―Te propongo un trato —me dijo—. Tú revisas tu vida, diciéndome
las cosas que crees que has hecho bien y mal, y luego la
comparamos con la opinión de los Guías Celestiales. Por cada
cosa que evalúes correctamente, te concedo un deseo en tu
próxima vida.
―¿Cómo en mi próxima vida? Yo no pienso volver a encarnarme.
―Eso no tienes que decidirlo ahora mismo. Ni tampoco tienes que
decidir ahora si quieres ir al Cielo. Podemos entrar en el túnel y
quedarnos allí para que me cuentes tu versión de tu vida.
―¿Y no podemos quedarnos aquí?
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EL TÚNEL
―Podemos, pero el túnel no está abierto eternamente. Y yo que
tú no dejaría que se cerrase, porque quedarse en la Tierra sin un
cuerpo físico no es una buena idea.
Por su tono deduje que me convenía hacerle caso, así que entré
con él.
El túnel era un espacio difícil de describir. Por un lado era amplio,
pero en realidad no tenía dimensiones claras, porque estaba hecho
solo de luz. Era una luz blanca muy intensa, y que, por alguna razón
incomprensible, no cegaba.
En el túnel comencé a sentirme aún más ligero, y lo cierto es que
resultaba muy agradable.
―¿Te apetece sentarte?
Jeremías me mostró unos sofás, también de luz, que tenían
exactamente la misma forma que los que tenía en mi casa, así que me
senté en uno.
―Soy todo oídos. Ya me sé tu vida al dedillo, pero me interesa
escuchar tu versión. Va a ser muy entretenido…
La seguridad en sí mismo que desprendía Jeremías me resultaba
molesta, pero algo dentro de mí me repetía que le hiciera caso, así que
accedí a contársela.
―Preferiría escribirla. Es que me resulta más fácil escri...
No pude acabar la frase, porque al instante vi aparecer en mi mano
un bolígrafo de luz y me encontré sentado en un escritorio de luz frente
a un papel de luz.
―¿Estás cómodo? —me preguntó.
Asentí.
―Tómate el tiempo que quieras —añadió—. Te sorprenderá ver
que el relato de tu vida te surge de forma fluida. Porque en el
momento en que dejas atrás la densidad de la Tierra, empiezas a
recuperar parte de la lucidez de tu alma.
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POR QUÉ DECIDISTE ENCARNARTE
No sabía muy bien a qué se estaba refiriendo, pero no le hice mucho
caso y comencé a escribir la revisión de mi despropósito de vida. La
verdad es que yo no tenía ninguna esperanza de que me convenciesen
de que había hecho las cosas bien, pero decidí hacerlo porque me
interesaba su versión. Decidí poner un [+] al lado de lo que había hecho
bien, y un [-] para señalar lo que hice mal. Y así es como resumí mis
treintaiún años de vida:
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MI DESPROPÓSITO DE VIDA
A mi padre le hubiese gustado que yo fuese deportista de
élite, porque él era profesor de educación física. Pero para
bien o para mal —sobre todo para mal—, en mi vida solo me
ha interesado la música.
Mi madre decía que sabía que yo iba a ser cantante, porque
cuando tenía trece meses, escuché cantar a Elvis Presley y me
levanté de la cuna como si tuviese que salir a un escenario.
Me agarré a los barrotes e intenté acercarme a la radio.
Al parecer, esa fue la primera vez que mi madre me vio
sentir curiosidad por algo, porque casi siempre parecía estar
ausente.
Desde aquel día no me faltó el hilo musical, especialmente
cuando querían que ‘volviese al mundo’. Pero yo casi siempre
estaba en mi nube, y a los seis años me diagnosticaron autismo.
Cuando mis padres se enteraron de que era autista, se
volcaron mucho más en mí, en detrimento de mi hermana
pequeña Claire. Mi madre compraba materiales especiales
con los que trataba de enseñarme cosas todos los días… pero
a mí se me olvidaba casi todo.
Por su parte, mi padre hizo conmigo lo que mejor sabía
hacer: deporte. Y aunque mis resultados eran mediocres,
siguió intentando durante años convertirme en deportista
profesional.
El verano antes de comenzar el colegio, mi padre me
repetía que tenía que dar ejemplo a los demás chicos por
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POR QUÉ DECIDISTE ENCARNARTE
ser hijo de un profesor. Pero yo solo pude dar mal ejemplo,
porque no me interesaba nada de lo que decían los profesores.
[-] Por no esforzarme en aprender.
A pesar de todo el empeño de mis padres, yo suspendía
casi todo. Así que a los catorce años me trasladaron a un
colegio muy fácil especializado en arte, donde encontré a un
profesor de guitarra estupendo con el que aprendí a tocar.
Mis padres se alegraron mucho de haber encontrado un
colegio del que ya no me escapara. Allí no solo me pedían
tocar un instrumento, sino también componer… Y como mis
canciones gustaron, me pasé el resto de mi adolescencia
componiendo. [+] Por aprender a tocar y componer.
Yo vivía en Liverpool —la ciudad de Los Beatles— y pensaba
que con talento no debía de ser difícil triunfar. Y lo cierto es
que conseguí publicar mi primer disco en solitario con veinte
años… aunque para ello arruiné la vida de dos personas.
En uno de los locales en los que empecé a actuar con mi
guitarra conocí a Kerry. Y cuando me enteré de que era la
hija de Duncan Fierce, el productor que descubrió al grupo
Oasis, hice todo lo que estuvo en mi mano para caerle bien.
[-] Por acercarme a Kerry para utilizarla.
Kerry se enamoró de mí enseguida, y tres días después de
conocernos, nos pusimos el mismo piercing en la nariz para
que todos supieran que estábamos juntos.
Supongo que debí haber sido más honesto y decir a Kerry
que me interesaba más su padre que ella. Pero tener a mi lado
a un productor como Duncan Fierce era una oportunidad a
la que era difícil renunciar. [-] Por mentir a Kerry.
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MI DESPROPÓSITO DE VIDA
Quisiera creer que si Duncan no hubiera visto potencial en
mí, no me habría propuesto grabar un disco. Pero lo cierto
es que me lo propuso justo cuando dejé embarazada a Kerry.
[-] Por no tomar precauciones. De hecho, me puso de nombre
artístico Matt Ker para recordarme que se lo debía todo a
Kerry.
A mis padres no les gustó que les hiciese abuelos tan pronto,
pero aún así me ofrecieron toda su ayuda. En realidad yo
tampoco quería ser padre, pero como Kerry insistía en que
su padre nos ayudaría a salir adelante, accedí a casarme con
ella. [-] Por casarme por interés.
Así que con veinte años y recién casado, grabé mi primer
disco. Duncan y su equipo de promoción se volcaron conmigo,
y aprendí mucho. Hicieron falta muchos arreglos para que
mi música y mi voz sonasen bien, pero el resultado mereció
la pena. La maquinaria de promoción del equipo de Duncan
hizo el resto, y conseguimos vender dieciocho mil copias.
También consiguieron que apareciese tres veces en televisión
y que hiciera un tour de conciertos por todo el país bastante
rentable. [+] Por haber tenido éxito haciendo lo que me
gustaba.
Las cosas me iban bien, así que también hice algunas
cosas buenas, como actuar en conciertos benéficos y en un
telemaratón televisivo. Y también ayudé a mi vecino Rob: en
el taller de coches en el que trabajaba se llevaba muy mal con
su jefe, así que le presté dinero para que abriese su propio
taller. [+] Por ayudar a los desfavorecidos y a un vecino.
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POR QUÉ DECIDISTE ENCARNARTE
Mis padres estaban orgullosos de mi éxito, y mi hermana
Claire aún más: se vestía como yo, me pidió que le enseñase
a componer e incluso empezó a salir con el batería de mi
banda.
Yo estaba pletórico, convencido de que mi carrera acababa
de empezar… pero en realidad estaba a punto de terminar.
Era demasiado joven y con tantas fans enloquecidas empecé
a creer que realmente tenía talento. Me volví arrogante, y
empecé a acostarme con las fans y a esnifar coca. Lo malo
fue que cuando Kerry se enteró, se disgustó tanto que estuvo
a punto de perder nuestro bebé. [-] Por drogarme, ser infiel
y poner en peligro la vida del bebé.
Le pedí perdón jurándole que sentaría la cabeza, y ella
me perdonó, pensando que todo cambiaría cuando yo viese
al bebé. Pero cuando nació Spencer, no cambió nada. Porque
a mis veintiún años no quería responsabilidades, sino fama y
diversión.
Cuando Spencer tenía seis semanas, Kerry vio una foto de
una revista de música en la que yo salía de un local abrazado a
la cintura de una chica… y ese mismo día cambió la cerradura
y me envió una maleta con toda mi ropa. [-] Por volver a
serle infiel y destrozar nuestro matrimonio.
Intenté explicarle que estaba drogado y que no sabía lo
que hacía… pero llovía sobre mojado y no me creyó. Y por
supuesto, Duncan dejó de ser mi representante y se quedó
con los beneficios de la gira y de los discos para recuperar su
inversión.
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MI DESPROPÓSITO DE VIDA
Busqué a productores dispuestos a producir mi siguiente
disco, pero no tuve suerte, así que decidí producirlo yo mismo.
[+] Por tomar las riendas de mi vida.
El abogado de Kerry me exigió una parte de mis ingresos
para la manutención de Spencer. Pero como ella se negaba
a dejarme ver a Spencer, yo no sentía que tuviese que
pagar la educación de un hijo a quien no podía ver. [-] Por
desentenderme de mi hijo.
Tuve que pedir dinero a mis padres para grabar y
promocionar un nuevo disco. Al principio se negaron porque
lo veían arriesgado, pero como les presioné y prometí
devolverles hasta el último penique, acabaron hipotecando su
casa para prestarme 80.000 £. [-] Embarqué a mis padres
en una inversión nada segura.
Finalmente, conseguí grabar el segundo disco y contraté
al mismo equipo del primero para los arreglos. Invertí todo
lo que me sobró en la promoción, y conseguí comprar el
puesto número 3 de la lista de éxitos de una cadena de radio
durante dos semanas. Pero no me sirvió de nada: el disco fue
un fracaso y la gira una hecatombe.
Cuando mi equipo de músicos y técnicos de sonido vieron
que casi no acudía público a los conciertos, me exigieron que
les pagara lo que les debía. Así que volví a pedir dinero a mis
padres y les pagué.
Yo hice todo lo que estaba en mi mano para publicitar los
conciertos, pero la gente no acudió. Yo no entendía nada: los
músicos me decían que el segundo disco era bastante mejor
que el primero... pero nadie quiso comprarlo. Y tampoco
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POR QUÉ DECIDISTE ENCARNARTE
entendí cómo el público que tanto había disfrutado en mi
primera gira no quisiera volver dos años después.
El fracaso tras tanto esfuerzo me dejó sin energía ni
autoestima. Empecé a pensar que mi música no valía nada y
que si mi primer disco triunfó, fue únicamente por el dineral
que mi suegro había invertido en promocionarlo.
Me fui hundiendo en mi derrota y acabé pasándolo
realmente mal. No tenía ganas de cantar ni de componer.
Ni siquiera de encender la radio. Me costaba levantarme,
y evitaba mirarme al espejo y descolgar el teléfono. Me
avergonzaba ver que mi familia tuviera que mudarse a una
casa más pequeña por mi culpa. Y mi padre no hacía más que
echarme en cara haberles arruinado. [-] Por no cumplir mi
palabra de devolverles el dinero.
El resultado fue que intenté evadirme de la culpa y la
impotencia con alcohol y cocaína. [-] Por rendirme y
drogarme.
Pero no solo no conseguí dejar de sentirme mal, sino que
entré en una espiral de dolor y de autodestrucción que no le
deseo a nadie.
Durante una temporada conseguí alojarme en casa de
algunas de mis fans ricas que me pagaban la coca… pero
todas acabaron echándome. [-] Por aprovecharme de mis
fans.
Así que tuve que volver a casa de mis padres y mi hermana,
a dormir en un sofá, porque su nueva casa solo tenía dos
dormitorios. A mi padre no le gustó nada que yo volviera
porque sabía que seguía enganchado, pero mi madre le
convenció de que debían hacerme sitio en su casa.
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MI DESPROPÓSITO DE VIDA
Lo cierto es que en la vida de un yonqui solo cuenta la
droga. El resto solo son medios u obstáculos para conseguirla.
En ese momento mi único medio era mi familia, y durante
un par de meses pude comprar rayas sisándoles dinero, hasta
que se dieron cuenta y me escondieron todo. [-] Por robar
dinero a mi familia.
Cuando se me acabó la posibilidad de hurtar, empeñé las
joyas de mi madre a sus espaldas. Aquello debió de dolerle
mucho, porque eran de su madre, pero jamás dijo nada a mi
padre, porque temía que me echara de casa. [-] Por robar
joyas a mi madre.
Cuando Kerry accedió a que nos viéramos, casi no nos
reconocimos. Yo había perdido mucha forma ese último año,
y ella se había convertido en una supermamá trabajadora y
responsable.
Le hablé del fracaso de mi disco y le pedí un préstamo,
pero no quiso darme nada. Le pedí ver a Spencer, y también
se negó. Me dijo que era mejor que Spencer pensase que no
tenía padre, a que supiese que su padre le había abandonado.
Yo le dije que tenía derecho a ver a mi hijo y amenacé con
perseguirla hasta que me dejase verlo. Al oír eso se puso
nerviosa y me dijo que no se me ocurriese acercarme al niño.
Entonces le ofrecí dejarles en paz si me prestaba 300 £. Y
me las dio. [-] Por chantajear a Kerry con nuestro hijo.
Por supuesto, no cumplí mi palabra y a las pocas semanas
volví a por más dinero, pero Kerry ya se había mudado. Y
desde entonces no volví a ver a Kerry ni a Spencer. [-] Por
forzar a mi ex mujer y a mi hijo a mudarse.
Yo seguía sin tocar fondo. Y en un año pasé de creerme
un genio a sentir asco de mí mismo. Mi única obsesión era no
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POR QUÉ DECIDISTE ENCARNARTE
estar consciente para no sentir el dolor de ser yo. Y como la
cocaína ya casi no me hacía efecto, empecé a beber y a tomar
todo lo que encontraba a mi paso: crack, pastillas, heroína,
barbitúricos...
Mi vida se redujo a dos sensaciones: el placer de estar
drogado y el dolor de no estarlo.
En poco tiempo me transformé en un politoxicómano: mi
cuerpo se debilitó, se me hinchó la cara y mi voz se volvió
rasgada y ronca. Noté que la gente empezaba a mirar hacia
otro lado cuando se cruzaba conmigo. Y yo no les culpaba,
porque yo también hubiese preferido no verme.
Llegó un momento en que estaba tan destrozado, que no
tuve fuerzas para evitar que mis padres me ingresaran en
una clínica de desintoxicación.
Me llevaron a la mejor clínica del Reino Unido. En ese
momento no pensé cómo iban a poder pagarla, pero más
tarde descubrí que se habían gastado el fondo que tenían
ahorrado para que mi hermana fuese a la universidad.
Así que Claire no solo no pudo estudiar, sino que tuvo que
trabajar en un restaurante para pagar mi clínica. [-] Por
quitar oportunidades a mi hermana.
En la clínica lo pasé fatal. El personal era muy amable y
eficiente, pero todo ese ambiente me hacía hundirme más en
mi agujero, porque ver a todos tan perfectos, hizo que me
sintiera peor conmigo mismo.
Si yo fuese el director de un centro de rehabilitación,
haría que todo el personal fuesen ex adictos a los que se les
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MI DESPROPÓSITO DE VIDA
hubiesen caído los dientes, porque esos sí que entienden lo que
es repugnarse a uno mismo.
Recibí mucha ayuda de los terapeutas, que me ayudaron a
entender que para reconstruirme solo necesitaba respetarme
a mí mismo y a los demás. No me resultó fácil, pero tras
diez meses de lucha, con bajones, euforias y recaídas, acabé
asumiendo mi fracaso y mis miedos y superé la adicción. [+]
Por desengancharme.
Cuando volví a casa, mi madre y mi hermana se alegraron
muchísimo, y creo que mi padre también, aunque solo fuese
por no tener que pagar más mensualidades de la clínica.
Todos queríamos que las cosas fueran como antes y fingimos
que no había pasado nada. Pero yo sabía que mi vida había
cambiado, porque mis años de adicto me habían pasado una
factura muy alta.
Al volver a casa me enteré de que mi madre se había
convertido en empresaria. Comenzó trabajando en una
agencia inmobiliaria para poder pagar la mensualidad de
la clínica, y como la dueña quería jubilarse, le traspasó el
negocio.
Mi madre me ofreció trabajar con ella, y aunque mi padre
no creía que pudiese hacer bien el trabajo, lo acepté sin
pensarlo. Yo había salido de la clínica dispuesto a llevar una
vida estable, alejada del mundo de la música, y esa era mi
oportunidad de oro. [+] Por querer reintegrarme.
Mi madre me explicó que la clave para vender un inmueble
era conseguir que el comprador lo viese como una mansión, y
que el vendedor sintiese que se estaba librando de una choza.
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POR QUÉ DECIDISTE ENCARNARTE
A las pocas semanas conseguí vender una casa y volví a
sentir el orgullo sano de conseguir algo por mí mismo. [+] Por
intentar valerme por mí mismo.
Pero cuando intenté vender la segunda casa lo estropeé
todo. Resulta que la franquicia a la que pertenecía la agencia
de mi madre tiene unos ‘clientes fantasma’, que se hacen
pasar por compradores para ver si la agencia actúa bien. Yo
exageré las características de una vivienda, e intenté ocultar
unas humedades que había en el sótano… y el resultado fue
que la franquicia expulsó a nuestra agencia de su red.
Cuando me enteré de que la expulsión suponía que mi
madre perdiese treinta mil libras que había pedido al banco,
reaparecieron todos mis fantasmas. Sentí que solo conseguía
traer problemas a mi familia y decidí separarme de ellos
para dejar de estorbar. [+] Por liberar a mi familia de cargar
conmigo.
Encontré una habitación grande y barata que alquilaba
una viuda llamada Margaret. Era una mujer desconfiada que
debió de notar que había sido un adicto, porque me pidió seis
meses de alquiler por adelantado.
Y como me faltaban sesenta libras para completar lo que
me pedía Margaret, pensé que la única forma de conseguirlos
era ponerme a cantar en el metro.
Así que me armé de valor, cogí mi guitarra y entré en una
estación con un pasillo muy largo que tenía buena acústica. No
quise cantar mis canciones para evitar que me reconocieran,
y elegí “Imagine” de Lennon, porque necesitaba creer que
todo podía ser mejor.
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MI DESPROPÓSITO DE VIDA
Aquel primer día me resultó muy duro: mi voz sonaba
mucho peor de lo que recordaba, y no conseguía serenarme,
porque estaba vigilando que no viniese la policía a desalojarme.
La mayoría de la gente pasó de largo como si no existiera,
y hubo algunos que me miraron con desprecio. Pero también
había algunos que me sonrieron, y de cuando en cuando
alguno me echaba una moneda. Supongo que la mayoría
notaba en mi voz que había sido un adicto y me daban algo
por compasión... pero a mí solo me importaba recaudar las
sesenta libras que necesitaba.
Al final del día, acabé exhausto y con la garganta dolorida,
pero con 71 £ más en el bolsillo. Alquilé la habitación a
Margaret, y me dormí satisfecho por haber conseguido
ganarme mi espacio. [+] Por volver a valerme por mí mismo.
El año siguiente me lo pasé intentando trabajar en
cualquier cosa que encontraba: de camarero, de repartidor
o de reponedor de supermercado. Pero hiciera lo que
hiciera, me ocurría lo que ya me pasaba en la cuna: que no
me concentraba en nada que no fuese música. Y como en
esos trabajos no había música, acababa dándole a la botella.
Procuraba hacerlo a escondidas, pero antes o después me
pillaban y me despedían. [-] Por volver a beber y no conseguir
mantener un empleo estable.
Finalmente entendí que solo podía hacer dos cosas con mi
vida: ser un estorbo o cantar en el metro. Y decidí tomarme
la música ambulante como un trabajo.
Estaba convencido de que conseguiría dejar el alcohol si
volvía a tocar, aunque fuese en el metro. Pero no fue así:
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POR QUÉ DECIDISTE ENCARNARTE
cantar en el metro día tras día era muy duro, y el alcohol era
lo único que me ayudaba a sobrellevarlo.
Lo que hacía que el metro fuese tan duro no era que la
policía me desalojase cada dos o tres semanas. Ni que algún
ladrón cogiese mi cesta de monedas y saliese corriendo.
Ni que me increpasen locos, neonazis y hooligangs. Lo que
me resultaba realmente duro era estar expuesto a la gente
normal.
La mayoría de las personas que pasaban por allí ni
me miraban, pero algunos me clavaban la mirada como
si no hubiesen visto antes a un ejemplar de ser humano,
examinándome de arriba a abajo, como si buscaran pistas
para averiguar qué tenían que hacer para no acabar así.
Otros me miraban con miedo, como si les fuese a robar.
Y algunos incluso me mostraban su desprecio, como si mi
música fuese ruido o yo estuviese manchando su ciudad.
Yo no acababa de entenderlo. Sabía que el alcohol y las
drogas no me habían dejado el mejor aspecto, pero a pesar
de que yo intentaba vestir bien e ir aseado, me miraban como
si les fuese a contagiar la peste.
Un día un señor me miró tan mal que le dije: “Perdone
si le ofendo ofreciéndole mi música gratis”. No pude evitar
decírselo, porque no podía olvidar que unos años atrás la
gente pagaba treinta libras por ir a mis conciertos... y después
parecía que estuvieran dispuestos a pagar por no oírme.
Decidí que debía intentar no hacer caso a las miradas de
las personas agresivas, y concentrarme en gustar a la gente
normal. Yo me esforzaba por agradarles, pero la mayoría
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MI DESPROPÓSITO DE VIDA
estaban tan cerrados y tan dormidos, que me resultaba
imposible llegar a ellos. A veces tenía que dejar de tocar,
porque sentía que me había vuelto invisible y que cantaba
para las paredes.
Al principio lo pasé realmente mal y cada día pensaba que
ese sería el último. Tenía muy claro que si el mismísimo John
Denver se pusiese a cantar en ese pasillo, solo se pararían a
escucharle un par de personas. A menos que alguien dijese
que es famoso, en cuyo caso todos harían cola para conseguir
su autógrafo.
Un día una mujer mayor me llamó vago y me gritó que
me fuese de allí y que me pusiese a trabajar como todo el
mundo. Yo la llamé bruja y la mandé a paseo, pero lo cierto
es que me afectó. Acabé el día llorando en mi habitación,
sintiéndome mal por no saber ganarme la vida de otra forma,
y emborrachándome más de lo normal para no sentir nada.
Mi casera Margaret sabía que yo bebía, pero teníamos
un pacto implícito: yo solo me emborrachaba dentro de mi
habitación y ella no me sermoneaba.
Al día siguiente, me desperté pensando que la señora que
me increpó tenía razón al molestarse, porque ella sentía que
yo le estaba pidiendo dinero. Así que esa mañana decidí que a
partir de ese momento solo me dedicaría a cantar, sin esperar
nada de nadie y sin que me importase que me ignorasen o
que me insultasen. Decidí que mi trabajo era simplemente
hacer bien lo único que sabía hacer. Y que si alguien se paraba
a darme algo, se lo agradecería, y volvería a concentrarme
en hacerlo bien.
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POR QUÉ DECIDISTE ENCARNARTE
Ese mismo día puse en práctica mi nueva decisión. No me
resultó fácil tocar bien a pesar de la agresividad de la gente,
pero por la noche me sorprendió notar que no estaba tan
exhausto como otros días. Y como cada vez me centraba más
en la música, me animé a improvisar y a componer nuevas
canciones. [+] Por aprender a no enfadarme con los viajeros.
Un día pasó por mi pasillo un vecino de mis padres que me
reconoció y que se interesó por mí. Y al día siguiente vinieron
a verme mis padres y mi hermana Claire. Todos habían
estado preocupados, y se quedaron más tranquilos al ver que
no estaba tan mal. Mis padres me ofrecieron quedarme en la
habitación de Claire, porque ella se había ido a vivir con un
novio. Pero yo les dije que estaba en el top ten del metro, y
que podría valerme por mí mismo.
Les prometí ir a visitarlos el primer viernes de cada mes
y, por una vez en mi vida, cumplí mi palabra mes a mes. [+]
Por mantener mi palabra con mis padres.
Al igual que yo, mi familia se avergonzaba de verme en el
metro, y me buscaron otros muchos trabajos, que yo siempre
rechazaba. Quien más se esforzó por ayudarme a salir del
metro fue Claire, pues estuvo meses intentando conseguir
un estudio para grabar mis canciones nuevas. Finalmente,
lo consiguió, las grabé y Claire se las hizo llegar a varias
discográficas.
Pero uno o dos años después de que grabara las canciones,
Claire vino a mi pasillo llorando, explicándome que una
discográfica había lanzado a un jovencito llamado Melvin
utilizando mis canciones. Y que estaba teniendo mucho éxito.
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MI DESPROPÓSITO DE VIDA
No pude creerlo hasta que escuché el disco y lo comprobé
por mí mismo. Y aunque me indigné mucho, hubo una parte
de mí que se alegró, porque eso significaba que mis canciones
gustaban y que podría volver a triunfar.
Melvin estaba siendo un bombazo a nivel internacional, así
que fuimos a la discográfica y amenazamos con denunciarles
si no reconocían que las canciones eran mías. Como no nos
hicieron ni caso, Claire contrató un abogado y les denunciamos.
El abogado nos dijo que teníamos la ley de nuestra parte, y
que cuando ganásemos, recibiríamos mucho dinero y mucha
publicidad en los medios. Yo estaba encantado, porque eso era
justo lo que necesitaba para relanzar mi carrera.
Aquello me devolvió la ilusión de volver a los escenarios,
así que los dieciocho meses que tardó en convocarse el juicio,
me los pasé componiendo y grabando canciones. Había
tocado tanto delante de tantas personas, que por fin había
conseguido aprender lo que gustaba a la gente. Claire me
ayudó a grabar las canciones que más gustaban en el metro. Y
los dos estábamos impacientes por ganar el juicio y conseguir
lanzarlas a la radio y la televisión...
La semana antes del juicio entraron en mi pasillo dos
skinheads adolescentes con pañuelos en la cara. Reconocí al
más bajito porque ya me había increpado en otras ocasiones,
pero decidí ignorarlos y seguir cantando una improvisación
reggae. Y en menos de un segundo, el skin bajito sacó un
arma y me pegó un tiro en la cabeza.
Morí al instante. Asesinado por dos niñatos. Seis días
antes de haber podido probar en el juicio que Melvin había
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POR QUÉ DECIDISTE ENCARNARTE
triunfado gracias a mi esfuerzo. Sin tiempo para lanzar las
canciones nuevas en las que había estado trabajando. Sin
tiempo siquiera para despedirme de Claire, ni de mis padres.
Haber muerto así no es justo...
Aunque a lo mejor debería alegrarme de no tener que
sufrir ya más decepciones. Porque mirando atrás, solo veo
fracaso: he sido una carga para mi familia desde niño, he
dejado a mi mujer y a mi hijo en la estacada, y he acabado
siendo un cantante frustrado y alcohólico que mendigaba en
el metro.
Y ahora que ya me han matado, mi ángel no solo no se
compadece, sino que me dice que me ha ayudado mucho y
que lo he hecho genial.
¿Qué he hecho genial? ¿Fracasar? Porque si mi plan era ese,
entonces mi vida ha sido un éxito continuo.
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