Seguimiento de Jesus Mesoamerica

Transcripción

Seguimiento de Jesus Mesoamerica
CLADE V
Región Mesoamérica y Caribe
Seguimiento de Jesús por el camino de la Vida
Presentación del tema
El seguimiento al que nos referimos es un “proseguimiento historizado de Jesús por el
Espíritu” (parafraseando a Jon Sobrino). Cuando hablamos de seguir a Jesús nos referimos
al Jesús de los Evangelios, no a un Jesús abstracto; se trata de seguirlo en la materialidad
concreta de nuestros países. Por otra parte, no se trata tan solo de un compromiso
individual sino también comunitario, del pueblo de Dios en movimiento hacia una meta.
Pregunta generadora 1
Si miramos con atención a lo que se enseña o predica en las iglesias, el seguimiento de
Jesús es casi un tema olvidado y hasta enterrado. ¿Por qué?
El seguimiento de Jesús sobre el cual se nos ha invitado a reflexionar es, un
“proseguimiento historizado de Jesús por el Espíritu” (parafraseando a Jon Sobrino).
Sobrino recalca en su Cristología la convicción de que no basta confesar a Cristo para ser
seguidores de Jesús, más bien nos advierte que es posible usar ese nombre con fines
ideológicos y que, por lo tanto, será conveniente reafirmarnos en aquel Jesús de Nazaret
para rescatar su fuerza liberadora. La conceptualización del seguimiento de Jesús podría
estás asociada a diversos intereses, por esto el mismo Sobrino asegura que hay que
distinguir los que se ajustan a Cristo y los que mueven a tergiversarlo. Parafraseando el
material de reflexión diremos que “hacer una lectura del Jesús de los Evangelios, no desde
la abstracción, sino desde el reto de “seguirlo en la materialidad concreta de nuestros
países”, nos llevará al compromiso individual y también al comunitario, del pueblo de Dios
en movimiento hacia una meta”. Así, vemos que el seguimiento de Cristo es
proseguimiento.
Cuando se nos formula la pregunta “Si miramos con atención a lo que se enseña o
predica en las iglesias, el seguimiento de Jesús es casi un tema olvidado y hasta enterrado.
¿Por qué?” antes de pensar en una respuesta, más bien surgen otras preguntas que
parecen ser previas: Qué es seguir a Jesús?¿Cómo es el entendimiento del seguimiento
de Jesús? ¿Qué experiencias se tienen al respecto? ¿Qué reducciones o distorsiones se
observan?
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El concepto de seguimiento de Jesús está circunscrito a un espacio y un tiempo que le
provee de “significado”. La pregunta “Qué significa seguir a Jesús “aquí y ahora”?”
seguramente encontrará una respuesta absolutamente contextual.
A inicios del siglo segundo, Ignacio de Antioquía nos deja conocer las implicaciones que
conlleva el ser un seguidor de Jesús “en ese momento y en ese lugar”:
“Estoy empezando a ser discípulo… el fuego y la cruz, muchedumbres de fieras,
huesos quebrados… todo he de aceptarlo, con tal que alcance yo a Jesucristo. Soy
trigo de Dios, y los dientes de las fieras han de molerme, para que pueda ser yo
presentado como limpio pan de Cristo” (Ignacio de Antioquia 107 d.C.)
Sin duda el cristiano promedio, en la actualidad, no está pensando que seguir a Jesús
implique “dientes de fieras moliéndole”.
Pensando en lo anterior, quizá no exista una ausencia tan pronunciada de la predicación
del seguimiento de Jesús en nuestras iglesias en América Latina. Es posible que las
diferentes iglesias estén predicando el seguimiento de Jesús en todas sus reuniones, desde
lo que este seguimiento signifique para ellas. Cabe la posibilidad de que se trate, más bien,
de una conceptualización distinta de lo que significa el seguimiento de Jesús y eso es lo
que predican.
En el contexto mesoamericano, debemos decir que el seguimiento de Jesús bajo la idea
de “proseguimiento historizado de Jesús por el Espíritu”, no resulta tanto “un tema casi
olvidado y hasta enterrado” como la pregunta generadora lo plantea. Aunque reconocemos
que podría estar mucho más presente de lo que está ahora, reconocemos la existencia de
iglesias, mayormente las “pequeñas” (pequeñas en comparación con las mega iglesias
locales), que siguen esforzándose por anunciar un evangelio consecuente con la obra de
Jesús y su llamado a seguirle.
Es de todos sabido que “el mensaje de la cruz” no es el más popular de los mensajes. El
contexto posmoderno aspira a compromisos espirituales y humanos menos serios. Es casi
seguro que anunciar el mensaje del seguimiento de Jesús desde su mesiazgo como siervo
sufriente, invitándonos a ser discípulos que siguen ese modelo, es un elemento que hace
que esas iglesias “pequeñas” lo sigan siendo. Por el contrario, las iglesias que enfocan una
versión más liviana de ese seguimiento de Jesús, menos militante, menos comunitario y de
más autosatisfacción, parecen lograr convocatorias más numerosas y más propensión a
llegar a “ser grandes” (no significa esto que toda iglesia numerosa ha logrado serlo por
predicar un evangelio “liviano”, existen iglesias muy numerosas y muy “saludables” en su
predicación)
Ante una idea de “crecimiento” que considera el éxito ministerial algo ligado meramente a
alcances cuantitativos, la iglesia parece abandonar la integralidad del concepto.
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La iglesia que se adapta sin reservas al modelo posmoderno, termina siendo una
vendedora de “cristos a la medida” y de “gracia barata”, fomentando un individualismo y un
espiritualismo erróneamente conceptualizados. Proponiendo, de este modo, algo que
también se hace llamar “seguimiento de Jesús”, pero que no tiene nada que ver con la
verdadera propuesta fundada en los evangelios. Este pseudo-seguimiento de Jesús
estimula un fuerte desinterés por lo comunitario, lo político, en general por la idea bíblica de
Reino de Dios.
El momento posmoderno que vivimos también incide en la conceptualización del
seguimiento de Jesús:
El riesgo de una conceptualización individualista
En la invitación que Jesús hace a sus seguidores a que cada uno tome su cruz y le siga,
subyace ya la idea de que cada quien tiene una cruz “suya”, “propia”, “particular”, “distinta”.
Es en la particularidad de lo que esa cruz significa para cada quien, que radica la
imposibilidad de conceptualizar de manera absolutista lo que aquella invitación tan personal
conlleva. El perder la vida, para ganarla en el seguimiento de Jesús, es un acontecimiento
que surge de mi relación personal con el Señor. Desde esa intimidad se valora el precio
que representa para cada cual la pérdida de esa vida, así como también desde allí se
valora la ganancia que el discípulo recibe al seguir los pasos del Maestro. Pero esta
relación personal con Dios no significa individualismo. Por el contrario, una sana relación
personal con Dios y una adecuada comprensión del seguimiento de Jesús desembocan en
integración al cuerpo de Cristo, a la iglesia del Señor. Así, la iglesia debería ser el colectivo
resultante de una suma de individualidades integradas y sinergizadas por el poder del
Espíritu Santo, para la glorificación de Jesucristo.
El individualismo lleva a pensar al nuevo creyente que una relación personal con Jesús
significa que Él está allí para solucionar sus problemas y satisfacer sus sueños personales,
pero que esta relación no le llama a la militancia con el Reino de Dios, al seguimiento de
Jesús. Menos aun pensar que los valores del Reino de Dios deban permear las diferentes
áreas de su vida (laboral, familiar, etc.)
En América Latina la aparición de las llamadas “mega iglesias” parece estimular la
masificación de la feligresía, pero las evidencias de un impacto social ocasionado por un
seguimiento de Jesús bien entendido y vivido no parecen guardar una relación de
incremento proporcional. Las iglesias crecen en números, pero el impacto en la sociedad
pareciera más bien ceder terreno. ¿Será que a ese “individualismo nocivo” le gusta alojarse
en iglesias de este tipo? No pretendemos tener la respuesta definitiva aquí, pero creemos
que, sin duda, allí, dado lo numerosa que es su población, se enfrentan mayores retos para
el discipulado, la educación y reflexión teológica bien dirigida, para la integración y la
koinonía, en fin, para ser iglesia que sigue a Jesús.
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El riesgo de la profesionalización ministerial en el seguimiento de Jesús.
Resulta siempre refrescante leer, en el capítulo 6 del libro de los Hechos, acerca del
nombramiento de aquellos que se ocuparía de atender las mesas (Algunos incautos
podrían ver en aquella labor ministerial una actividad insignificante, pero en el Reino de
Dios no existen tal tipo de actividades). Los nuevos responsables de aquella área debían
ser personas “de buen testimonio,… llenos del Espíritu Santo y de sabiduría”. Estos siguen
siendo atestados insustituibles para el seguimiento de Jesús y para el sano desempeño
ministerial.
En la actualidad, muchas de las personas que llegan a la iglesia, vienen con un amplio
bagaje académico y profesional. Con el transcurrir del tiempo, sienten el deseo de servir a
Dios de alguna manera y eso está muy bien. La dificultad surge cuando la guía Pastoral
supedita aquellos atestados del libro de hechos a los atestados universitarios, o de otra
naturaleza académica, que posee aquella persona. De esta manera se inicia un
rompimiento con los fundamentos básicos del seguimiento de Jesús. Las iglesias se
profesionalizan y pierden de vista, poco a poco, la importancia del buen testimonio, la
llenura del Espíritu Santo y la sabiduría. Algunas iglesias, por ejemplo, han llegado al punto
de que si se debe elegir a alguien para un rol de consejería, posiblemente la primera opción
que venga a la mente sea algún psicólogo o profesional relacionado con ese campo,
aunque sea un neófito (Sin querer decir con esto que no existan profesionales que vivan de
forma genuina el seguimiento de Jesús y que sean extraordinarias opciones ministeriales
también)
El riesgo de un seguimiento de Jesús indiferente a la realidad social
La conversión o transformación radical de toda la existencia, para llevar adelante el
seguimiento de Jesús, “tiene que expresarse visiblemente en la adopción de un estilo de
vida distinto del estilo de vida que impera en la sociedad circundante. En consecuencia, no
se puede separar en planos irreconciliables la vida privada de la vida pública, la santidad
personal de la santidad social”1. El amor al prójimo que expresa quien sigue a Jesús, no
puede limitarse a ser un paliativo ante situaciones en que se pudieran haber buscado
verdaderas soluciones. Suplir alimentación y vestido al más necesitado es un hermoso
gesto, seguramente muy de acuerdo con el mandato de Dios. Pero si estaba a nuestro
alcance posibilitar que aquella necesidad fuera superada definitivamente (seguramente
implicando esto un mayor compromiso y esfuerzo de nuestra parte) entonces aquella ayuda
brindada ya no podría verse más como un hermoso gesto sino como un acto hipócrita que
habrá funcionado como excusa y como evasión de la verdadera responsabilidad que
teníamos frente a nosotros.
1 Cuaderno de Participación. Pag. 12 4
Pregunta generadora 2
¿Qué mediaciones hermenéuticas nos ayudan a leer las Escrituras, sobre todo los relatos
evangélicos acerca de Jesús?
Una hermenéutica que propicie la encarnación adecuada del seguimiento de Jesús en
nuestras sociedades deberá ser, inevitablemente, una contextual. Basarse únicamente en
la experiencia personal, para desarrollar desde ahí una hermenéutica intuitiva, subjetiviza
peligrosamente las conclusiones obtenidas. Por otra parte, el ejercicio científico que se
limita a la teorización e ignora la vivencia diaria personal de los miembros de la iglesia de
Jesucristo y de esta en conjunto, logrará resultados disfrazados de objetividad, pero que sin
duda alguna no lo son. Esa pseudo-objetividad, al no ser pertinente al entorno, propondrá
caminos que no son realmente transitables volviendo pesado y estéril el seguimiento de
Jesús.
La principal mediación hermenéutica ha de ser la vida misma. Desde nuestro transitar por
ella nacen las más profundas y urgentes preguntas ante Dios, ante la Biblia, ante nuestras y
nuestros compañeros de camino. Las respuestas a estas preguntas nos van introduciendo
en el círculo o espiral hermenéutica. Formulamos preguntas desde nuestro contexto, las
traemos ante Dios y escudriñamos su Palabra. La respuesta lograda se convierte en un
modificador de la comprensión de nuestro entorno, en tanto nos va convirtiendo, también,
en transformadores activos de ese entorno. Al ir consolidando este accionar en nuestras
vidas, de seguro las preguntas ya no serán las mismas, como nuestro entorno tampoco lo
será más. Pues nos estaremos convirtiendo en seguidores de Jesús, en transformadores
de realidades en Él, por Él y para Él y su Reino de vida.
En México, de manera muy similar a otros países mesoamericanos, podemos ver que las
iglesias tradicionales predican y enseñan la Biblia valiéndose de las herramientas
especializadas para interpretar correctamente un texto. No obstante, en muchas ocasiones,
no logran conectar la predicación con la realidad. Se suele enseñar a nivel intelectual, no
práctico. Muchos teóricos, pocos practicantes. Mientras que En las iglesias locales del
movimiento neo-pentecostal y carismático, la hermenéutica intuitiva es la que destaca. Se
utiliza la Biblia como un manual de soluciones y una “cuponera” de milagros y promesas
para el individuo. La “revelación del Espíritu Santo” o el llamado “REHMA” es lo que
muestra qué significa la Palabra de Dios en el momento; no requiere ningún estudio previo
ni herramientas especializadas para encontrar el significado. En Yucatán, sucede mucho en
las iglesias más jóvenes, que han abrazado los “modelos” de comunidades de fe de
Guatemala y Colombia (“Modelo de Jesús” de Cash Luna y “G12” de César Castellanos,
respectivamente). Definitivamente debemos replantear el asunto hermenéutico contextual.
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Podríamos también preguntarnos por las situaciones de pecado que nos rodean, cómo se
manifiestan en medio de nosotros ¿Tendrán que ver la pobreza, el pecado, el racismo, la
mala administración de los recursos naturales, etc. con conductas de pecado? ¿Podríamos
pensar en algo como pecados estructurales u organizacionales? Como nos señala el
Cuaderno de participación “Sin la mediación hermenéutica el discurso teológico corre el
riesgo de transformarse en declaraciones doctrinales repetitivas, reproducciones
de
discursos cristalizados y consagraciones de prácticas religiosas, casi siempre
descontextualizadas y sin relevancia para el momento”. La mediación hermenéutica
posibilita que el mensaje bíblico se vuelva pertinente, vivo, asimilable y aplicable. Solo de
esta manera contemplaremos la articulación de “el seguimiento de Jesús” como verdad
relevante y vivificante aquí y ahora.
La iglesia en Honduras, por ejemplo, se desenvuelve en un contexto muy dificil . Allí se
vive “una cultura de la muerte y la violencia”. De acuerdo a los índices actuales de las
Naciones Unidas sobre la violencia, Honduras ocupa el primer lugar a nivel mundial. El 80%
de la población vive en un nivel de pobreza, el narcotráfico, las pandillas, y crimen
organizado han infiltrado todos los niveles de la sociedad, el índice de desocupación y
subempleo alcanzan altos niveles lo que lleva a un flujo de emigración continuo. La
desnutrición, abuso y violencia doméstica así como las personas en situación de calle es un
problema persistente. La vulnerabilidad extrema es consecuencia de un sistema corrupto
que lleva a la impunidad, inequidad y pobreza.
Este tema casi no es abordado en los púlpitos, estudios bíblicos y escuelas dominicales.
No se tratan causas estructurales y la labor diaconal es reducida en gran medida a una
labor asistencial o de cuidado de las instalaciones físicas de la iglesia.
Los énfasis de los sermones giran en torno a énfasis doctrinales denominacionales,
temas motivacionales, proyectos, levantamiento de fondos etc.
Cómo vivir en Honduras el seguimiento de Jesús cuando no se está tomando el contexto
como el insumo fundamental que es. No hay duda de que el ejercicio hermenéutico queda
disminuido, truncado, entorpeciéndose la transición a una praxis consecuente con el
seguimiento de Jesús.
Pregunta generadora 3
¿Qué ocurre cuando los “cristos alienantes” desplazan al Jesús de los Evangelios? ¿Cómo
evitarlo?
Para Sobrino en el imaginario religioso latinoamericano las imágenes de Jesús son todas
alienantes en tanto no se conciban desde lo soteriológico, es decir, siempre que no se trate
de un Jesús salvífico. Por lo tanto son imágenes que favorecen intereses extraños al Jesús
de los evangelios. Una cristología articulada soteriológicamente nos llama a un seguimiento
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comprometido, militante, a la procura de nuevas y mejores realidades para nuestras
hermanas y hermanos.
Entender quién es Cristo, percibir con suficiente claridad su identidad, es punto de partida
para seguirlo correctamente; no comprenderle, no entender sus metas y compromisos, su
ministerio todo, nos aleja de aquella posibilidad, pues estaremos siguiendo a un Cristo-otro.
Por otra parte, hablar de un Jesús histórico, sin pensar también en el Jesús de la fe de la
iglesia, desembocará en un seguimiento “sesgado” de Jesús. La materialidad de la vivencia
del seguimiento de Cristo debe contemplar también a ese Jesús de las cartas, también al
Jesús escatológico. Caso contrario habremos reducido a Jesús a una suerte de taumaturgo
revolucionario y misericordioso del siglo primero. Mal se ha hecho cuando se reduce a
Jesús a una especie de experiencia sobrenatural, extática, psíquica, relacionando tal cosa
con el Jesús de la fe. Pero también se hace muy mal cuando se dice que solo quienes
emulan las acciones modeladas por Jesús, a favor de los pobres, han comprendido lo que
es seguirlo. Ambos extremos se han quedado cortos. El Jesús de los evangelios caminó en
medio de los menos favorecidos, de los marginados, pero también es el que murió en la
cruz del calvario, resucitó al tercer día, ascendió al Padre y un día volverá para reinar. Es el
mismo que prometió estar donde dos o más se reúnan en Él. Es el que aseguró que estará
con nosotros hasta el fin. Ese es también el Jesús de los evangelios. Un Jesús entendido
de manera diferente nos aliena.
Por otra parte, diferentes contextos generarán diferentes conceptualizaciones sobre el
seguimiento de Jesús. Más aun, generan diferentes ideas acerca de quién y cómo es ese
Jesús de la Biblia. Así, es importante considerar que estamos ante la existencia de varios
Cristos según los diferentes imaginarios religiosos latinoamericanos. Además, no por ser
muchos resultan ser todos ellos alienantes. En las escrituras encontramos a un Jesús
amoroso, proveedor, sanador, a uno que gusta la sana confrontación, al Jesús que ora y
ayuna, al que sufre, al que nace como un salvador, al que ofrenda su vida en la cruz, al
resucitado, etc. ¿Cuál de estos es el verdadero Jesús? Pues todos y ninguno. Los relatos
evangélicos ciertamente nos muestran a un Jesús que actúa en diversas situaciones. La
suma de estas actuaciones, su interacción con las mujeres y hombres de aquel momento
nos permiten desarrollar una idea más clara sobre quién era Jesús. Pero esta suma nunca
será suficiente para afirmar “así es el verdadero Jesús”.
Cada persona que se acerca a Jesús, según sea su necesidad y su realidad en general,
construirá una idea de Cristo orientada por esa necesidad satisfecha por Jesús. Así, quien
se sintió motivado a acercarse a Jesús por algún tipo de enfermedad, tiene una idea más
fuerte de un Jesús sanador que aquella persona que vino a Jesús en medio de una
dificultad financiera. Esta última se sentirá más atraída por la idea de un Jesús proveedor
que podría ayudarle a salir de esa estrechez económica.
¿Es esta una concepción alienante de Jesús? Si y no. Es alienante en cuanto a la
limitación que la persona experimenta en su corta construcción conceptual del Cristo de los
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evangelios; pero no lo es plenamente porque también es cierto que los evangelios nos
mencionan a un Jesús que actúa en las más variadas formas ante las más diversas
situaciones. Lo cierto es que desde esa conceptualización de Jesús las personas deciden
seguirlo, dando como resultado distintas maneras de expresar el seguimiento a Jesús.
Un abordaje integral de las diferentes enseñanzas sobre Jesús facilitaría una más amplia
idea de ese Jesús de los evangelios. Inclinarse por doctrinas tan fragmentarias como la
teología de la prosperidad, o la del Jesús taumaturgo, se reflejará, indudablemente, en
modelos espurios, alienantes, del seguimiento de Jesús.
Pero “el cristo” que consideramos alienante es aquel que nos distancia del mensaje de la
cruz; que nos plantea una invitación diferente a la de Jesús: Si alguno quiere seguirme,
niéguese a sí mismo, tome su cruz, y sígame. Otro cristo alienante es aquel que se opone a
amar a Dios con todo nuestro ser y a nuestro prójimo como a nosotros mismos, para
proponernos que Dios está para complacer todos nuestros caprichos y que el prójimo es un
medio para posibilitar nuestra felicidad. Invitación, esta última, que nos desliga de la
participación activa en lo social, en lo político, en lo económico, etc. pues un sincero amor a
Dios y al prójimo trasciende la individualidad y nos impulsa a la construcción de nuevas
realidades sociales y humanas en general.
Hemos notado que muchas congregaciones, en nuestra región:
•
Juzgan la apariencia más que el corazón y aplicamos más el juicio que el amor
•
Aceptan conductas que riñen con los valores del Reino
•
Aceptan acríticamente elementos culturales contrarios a los valores bíblicos.
•
Dejan de lado la experiencia de la fe, mostrando solo la racionalidad en la manera de
entender a Jesús, o viceversa, sin integrar, más bien, ambos elementos.
•
Carecen de una educación bíblica balanceada.
•
Asocian a Jesús con una estructura organizacional o modelo de crecimiento
Al parecer nuestras expresiones de seguimiento de Jesús nos dejan ver que seguimos sin
poder responder a su pregunta “Y ustedes quien dicen que soy yo”…
Pregunta generadora 4
¿Cómo influyen las prácticas litúrgicas (canciones, oraciones, sermones, gestos, ritmos,
cultos) en nuestro seguimiento de Jesús? ¿Hay criterios que nos ayudan a discernir frente a
estas prácticas?
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El tema de la liturgia ha sido de gran interés para la mayoría de las iglesias, aunque sus
enfoques no han sido necesariamente los más adecuados. América Latina tiene una cultura
muy musical. Es por esto que, en primer lugar hay que subrayar que en nuestras iglesias el
mayor énfasis pasa por el área de la música ya que otros elementos han sido menos
trabajados. Se ha confundido contextualizar con “modernizar” los ritmos y mensajes. Las
liturgias se han concebido como algo que da estructura y con frecuencia son estructuras
inamovibles, que quitan la espontaneidad y que callan las necesidades. Actualmente se
podrían identificar tres corrientes principales:
1. Por un lado existe el sector “nostálgico” y “sacralizador” de la música tradicional, que
niega la pertinencia cultural y se adhiere a un estilo que corresponde a la cultura que influyó
en el establecimiento de estas iglesias.
2. Un creciente grupo de iglesias abogan por la música contemporánea, lo cual no es
inadecuado pero se han alineado con un estilo que ya ha sido “fabricado” para consumo
generalizado y que no permite la creatividad. A ello se agregan danzas al estilo hebreo y
otras prácticas que apelan al emocionalismo.
3. Una minoría esperanzadora que tienen una propuesta de respeto al elemento cultural,
la calidad musical y el mensaje contextualizado.
La centralidad de la palabra de Dios en la liturgia se mantiene en varias iglesias pero
tendríamos que volver a la primera pregunta ¿Cuál es el énfasis de la predicación?. La
formación de “equipos de alabanza” que pueden ser las “estrellas” de la adoración es una
tendencia preocupante. Por lo demás a participación comunitaria, incluyendo los niños, en
la adoración (no solo cantando) y el uso creativo de otras formas artísticas como el drama,
la expresión corporal, la declamación etc. pueden complementarse para que la liturgia
alimente el seguimiento de Jesús y el compromiso con la misión en el mundo.
Las danzas, cantos , sermones y todas las expresiones culturales son una muestra del
abanico y complejo sistema de creencias, valores que existen. Sigue estando presente la
necesidad de hacer una danza de la vida un canto que se entone desde la armonía del
hogar, de la familia, de una iglesia que tenga el ritmo del cielo y ese sigue siendo el de
amor a Dios y al prójimo. Todas las actividades tendrían que tener en el fondo estos
componentes. Parece que muchas congregaciones invitan a “Olvídese de lo que pasa
afuera y concéntrese en adorar a Dios”, “Deje afuera sus problemas y vamos a exaltar al
Señor” estas y otras son frases que se repiten desde algunos púlpitos, planteando una
teología de alabanza que evade la realidad y lo más preocupante, es que anima a los
hermanos y hermanas a olvidarse del prójimo, de su circunstancias, dejando de lado la
aplicación del concepto liturgia que se entendería como “trabajo realizado por unos para
beneficiar a otros” y sobre todo resultara como la vía escapista para llegar a Dios. Todo lo
contrario que hizo Jesús con su propuesta litúrgica de vida, se encarnó, vivió y adoró a Dios
desde el camino, desde y con la gente. Alabó al Señor y como consecuencia de ese “culto”
le dio de comer a la gente, y tuvo compasión de ella.
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Por otra parte, podemos ver cómo nuestras iglesias han ido sacralizando las formas, en
lugar de vivir por el fondo. De esta manera la liturgia ha pasado a ser una forma rígida e
inalterable. La alteración de los patrones litúrgicos establecidos en las diferentes
congregaciones, genera confusiones no solo acerca del “y ahora cómo debo hacerlo” sino,
aun peor, sobre si “será correcta, ante los ojos de Dios, esta nueva manera de hacerlo”.
Otorgándosele de esta manera, a la liturgia, características que no posee. Miles de
cristianos dudan que Dios se agrade de cantos que se le entonen bajo ritmos diferentes a
los que se han utilizado tradicionalmente. Miles piensan que orar de rodillas es más
poderoso y efectivo que orar de pie. Otros tantos están seguros de que si el Pastor no se
presenta con traje de gala no es un siervo a quien Dios pueda usar. Es el Reino de las
formas…
La liturgia debe responder al fondo de la fe, de vida del creyente que sigue a Jesús con
un corazón sincero y comprometido, que disfruta a su Dios y lo vive cada día de su vida. La
autenticidad, la genuinidad se manifiesta en las más variadas formas de expresión de
adoración a Dios. Cuando la forma determina el fondo estamos ante un peligro de
estructuración humana de lo que es el proyecto de Dios y siempre que el hombre estructura
la fe la reduce, la limita, la recorta, la aliena. Cuando el fondo es el que nutre las formas,
estamos ante un milagro y Dios habita allí.
Las liturgias que se viven en Mesoamérica son poco participativas. En realidad consisten
en planes de acción bien conformados y rígidos que no contemplan la participación de la
grey, sino la dirección de los elegidos para hacerlo. Son propuestas directivas –como si la
experiencia con Dios pudiera ser dirigida por quien no la está viviendo en carne propia- e
inhibidoras en tanto nos privan de ser parte activa en la celebración comunitaria de Jesús.
Una liturgia que involucre a cada creyente como actor y no solo como espectador, vendría a
enriquecer profundamente el seguimiento de Jesús.
Pregunta generadora 5
¿De qué manera sentimos y seguimos a Jesús también con nuestro cuerpo? ¿Podemos
sugerir maneras de convivir que sean dadoras de vida? ¿Qué significa dar testimonio de
Jesús con todos nuestros sentidos?
Es desde nuestro cuerpo y nuestros sentidos que experimentamos nuestra relación
personal con Dios. Escudriñamos su palabra, le sentimos, le escuchamos, le miramos
actuar en nuestras vidas, etc. Es también desde allí que le expresamos nuestra adoración
de la manera más personal e íntima posible. Desde nuestra corporalidad entramos en
contacto con todo lo creado e interactuamos con esa creación. Así lo emocional, lo
intelectual, lo volitivo, etc. se ve comprometido en la construcción de la realidad. Ser
conscientes de que vamos por la vida siendo agentes creadores y modificadores de ella es
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asumir claramente nuestro compromiso histórico con el aquí y el ahora. Todo cuanto viene
a nuestras manos puede ser sujeto a cambio por nuestra intervención. El contacto con
nuestro entorno, en todas las maneras en que este pueda darse, es una poderosa
posibilidad transformadora.
Hay que entrar en contacto con la vida, no simplemente vivirla. Hay que bebérsela,
saborearla, abrazarla, acariciarla, celebrar sus aromas y fragancias y permitir que penetren
nuestra piel hasta llenar nuestros corazones. Solo cuando se vive de esta manera podemos
buscar “maneras de convivir que sean dadoras de vida”. Así que el primer paso es retarnos
a vivir, en la manera más amplia en que esto pueda entenderse.
La iglesia mesoamericana se encuentra atrapada en el engaño del materialismo, del
consumismo, a merced de ese inquilino que vino de visita un día y al abrirle la puerta se
quedó en casa para siempre. Hoy vivir la vida es poseer más “cosas”, adquirir “más
equipaje”, todos nuestros sentidos se encuentran comprometidos con esta idea, así que
están atrapados e imposibilitados para proponer nuevos caminos de vida. Estamos
demasiado afanados queriendo vivir y hemos perdido la vida en el intento.
El mandato de amar Dios con todo nuestro ser, de manera integral, nos debería despojar
de una cultura individualista y de prejuicios incorporados. Deberíamos ejercitarnos más y
más en mirar, tocar, escuchar y llorar, tal como lo hizo Jesús. Pero para esto debemos
comprometernos con abandonar algunas fobias. No queremos escuchar a quien no piensa
como nosotros, no queremos mirar la miseria porque se revuelve nuestro interior y eso es
incómodo, es mejor ignorarla, pasarle de lejos (Pocas veces resulta tan vigente la parábola
del Buen Samaritano). No queremos tocar al homosexual o al enfermo, aunque Jesús no
tuvo dificultades en tocar al leproso, sanarlo dignificarlo, reivindicarle como ser humano con
valía ante Dios.
Veamos por ejemplo la situación de El Salvador (No es muy diferente en el resto de
Mesoamérica):
• Pandilleros. En el ojo del huracán del país. Las estimaciones del número varían
desde 10,000 hasta quienes opinan que hay 60,000 activos sin contar los niños de 5 a 8
años que ya están en el camino.
• Pobreza. Según publicación en uno de los periódicos del país el 36.5% de la
población es pobre. El 12.6 % vive con menos de $ 1.00 diario.
• Salud. El acceso a una vida saludable es cosa de gente rica en el país. Las
condiciones hospitalarias son un escándalo hecho ya público:
quirófanos en
condiciones deplorables, camas insuficientes, medicamentos inexistentes y ya no se
diga el contar con los precios más altos de medicamentos al público, de Centro América
y quizá de América Latina, esto a pesar de la recientemente aprobada Ley de
medicamentos en el país.
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Es fácil deducir que Jesús tiene muchos a quienes mirar, escuchar, tocar, auxiliar en El
Salvador. Por supuesto que lo quiere hacer por medio y a través de quienes le siguen. Si
nuestro seguimiento de Jesús no considera el rompimiento de nuestra individualidad, la
ruptura de nuestro cristal para poder salir a tocar la vida, no es un seguimiento de Jesús
sino vergonzoso remedo de él.
Quien sigue a Jesús se compromete con Él hasta la piel, hasta el corazón…
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