De Jesús Fuenmayor para Sergio Monsalve

Transcripción

De Jesús Fuenmayor para Sergio Monsalve
[Sobre Mariana Rondón. A Sergio Monsalve]
Estimado Sergio,
Ante todo, agradezco tus comentarios de la exposición de Mariana Rondón en
Periférico Caracas, el espacio que dirijo desde su creación hace 5 años. Te
escribo estas cortas líneas en relación a tus comentarios y espero que las puedas
publicar en tu blog.
De entrada tengo que decirlo: estamos felizmente en descuerdo en casi todo lo
que dices de la exposición de Mariana. En primer lugar, estoy en desacuerdo con
despachar a la curaduría tan rápidamente con un elogio exento de razonamiento
por no decir abusivo en clichés, solo para “enfocarte” en la artista. Y lo digo no
porque me haya quedado sediento de elogios, sino, porque nuestro perfil curatorial
en Periférico Caracas ha ido siempre en la dirección contraria: promover un
encuentro productivo del espectador con la obra, es lo más valioso de nuestro
trabajo, y por eso ni buscamos ni reparamos en elogios a sabiendas de que para
darse una relación productiva la crítica es indispensable.
Si bien nuestro perfil nunca ha sido didáctico (no podemos ni queremos ser
sustitutos de los museos), la propia presión del público nos ha estado empujando
a asumir así sea parcialmente esta tarea, muy cuesta arriba para nosotros,
carentes de los recursos y el personal para llevarla a cabo. Es porque hemos
preferido desdoblarnos (un poco) hacia la pedagogía, que en la entrada de la
exposición - justo encima del título - colocamos una breve descripción de unas 200
palabras, dando una idea general de la obra de Mariana (200 palabras es una
medida más bien grande para textos didácticos, pero digamos que corrimos el
riesgo y optamos por una media entre la urgencia de estar informado y el mito del
espectador sin atributos) (ver adjunto).
Por otra parte, si bien se trata de una sola obra en exhibición, en realidad hay tres
complementos más en sala aparte de la versión “3.0” de Llegaste con la brisa: dos
robots tras bambalinas y una video proyección. Es altamente recomendable ver la
exposición en algún momento en donde no se aglutine tanta gente como anoche
durante la inauguración, para así poder apreciar las complejidades del conjunto y
su relación con el espacio. El plan de tomar el Galpón 1 de Periférico Caracas con
una sola propuesta (es una sala de 350 metros cuadrados) era ambicioso, lo sé,
pero creo que las consideraciones de Mariana en torno a la relación entre su obra
y el espacio ameritan detenimiento, una pausa necesaria para notar, por ejemplo,
la presencia fantasmagórica de los otros dos robots detrás de las cortinas de
plástico. Estos dos robots-fantasmas consumen un buen tercio del espacio e
invaden con sombras mecánicas el ámbito de acción del espectador. No quiero de
ninguna manera reducir el éxito de una exposición al territorio ocupado, sino que
intento más bien llamar la atención sobre las sutilezas con las que se manejó esta
instalación.
Por el lado de la conextualización, también estamos en feliz desacuerdo, estimado
Sergio. Nosotros vamos por el camino contrario de, por ejemplo, ese nuevo perfil
de nuestros museos que execra las muestras individuales porque supuestamente
promueven el individualismo (aunque esa es harina de otro costal, no puedo dejar
de acotar la tamaña confusión implícita en esa ecuación). Desde nuestro punto de
vista, una muestra colectiva no es necesariamente una posibilidad de
contextualización mejor ni peor que una individual. En nuestro caso, no se trata
sólo de un problema de escala del espacio y del alcance de nuestro perfil las
razones por las cuales hemos realizado muestras en solitario en una proporción
abrumadoramente mayoritaria con respecto a las colectivas. Dejando el tema de
los recursos de lado, nuestra intención al enfatizar las presentaciones individuales
también es una invitación a conocer más a fondo un cuerpo de trabajo dado del
artista.
Ahora bien, si te fijas en la selección de artistas que hemos mostrado (ver
www.perifericocaracas.com) te darás cuenta que la contextualización de la
producción artística contemporánea en el país, nos resulta un tópico en extremo
crucial. Y no me refiero sólo a artistas como Juan Carlos Rodríguez o Juan José
Olavarría, con propuestas que encaran franca y, a veces, brutalmente nuestro
contexto histórico inmediato, sino que, incluso propuestas surgidas formalmente
de la tradición abstracto-geométrica como la de Jaime Gili dicen mucho de nuestra
memoria como país. De hecho, una de las convicciones más determinantes en la
selección de artistas, es mi entendimiento del artista como el mejor historiador con
el que contamos los venezolanos por ser la suya una visión crítica tan difícil de
aceptar en otros dominios. Y si algo es Mariana Rondón, para que no parezca que
me desvío del asunto, es precisamente una gran relatora, una mujer con una
fuerza narrativa extraordinaria cuya decisión de ser cineasta parece congénita. Yo
siento que nada de su fuerza se ha perdido sino que, por el contrario, ha ganado y
ha potenciado exponencialmente al encontrar en estos dispositivos instalativos de
ciencia-ficción una nueva manera para explotar su gran fortaleza como narradora.
¿Cuál es la relación de Mariana con su contexto histórico? No creo que a nadie se
le escape la metáfora de la fragilidad de la vida que está en el centro de su
instalación “Llegaste con la brisa”. Esos robots intentando crear nuevos seres, una
nueva especie de híbridos humanoides, si bien se entroncan con una larga
tradición de la ciencia ficción, un género prácticamente inexistente en nuestro
país, pueden ser vistos más allá de una aproximación nostálgica (y tributaria),
como una muestra de melancolía, como una manera de mostrar un dolor
profundo. Por allí la sobreabundancia de imágenes de muerte y resurrección
podría orientarnos hacia una lectura menos estrecha que la tributaria. Y puesto
que ésta obra coloca al espectador en una posición pasiva frente a unos
abrumadores recursos narrativos, y los convierte en obsoletos voyeristas de unos
autómatas, me atrevo a decir que no encuentro nada más venezolano en este
momento: devolvernos a un lugar donde pensar, reflexionar y criticar la visión
contemplativa de la historia se vuelva necesaria. Una idea muy distinta a una
hegemonía historiográfica donde las zonas de silencio prevalecen.
Las comparaciones que haces me parecen, francamente, bastante imprecisas y
dejan inquietantes ambigüedades sobre las intenciones de su mención. Fui el
curador de la primera exposición individual de Alfredo Ramírez, hace 20 años en
el hoy prácticamente extinto Museo Alejandro Otero. Una de sus obras más
emblemáticas, la columna vertebral gigante congelada, fue el centro de esa
muestra. He apoyado y sigo apoyando el trabajo de Alfredo, quién está próximo a
exponer en Periférico Caracas. No podría escapárseme la presencia de Alfredo en
cuanto a la inclusión de recursos tecnológicos y científicos en nuestro arte
contemporáneo, pero tampoco se me escapa que las máquinas de Leonardo no
invalidan a Panamarenko (el artista belga constructor de máquinas fabulosas), ni
el Chaplin de Tiempos Modernos anula a Tinguely. Sería tan fácil que la historia
fuera una serie de tachones, puro borrón y cuenta nueva, pero es mucho más
complicada, afortunadamente.
Por último hay dos temas más en tus comentarios que merecen mi atención. Uno,
es que lograste evocar una serie de referencias muy concisas y a la vez
sugerentes a partir de la obra de Mariana. Eso te lo agradezco especialmente y si
bien no nos pone peligrosamente de acuerdo porque mis referentes son
totalmente distintos, invita a los espectadores a constatar por medios propios los
logros de la exposición.
Lo otro, si no te estoy malinterpretando, es que pareces resumir la experiencia
como una forma de distraerse de la realidad. Más arriba, donde hablo del tema de
la contextualización, me parece haber sido suficientemente claro de lo que pienso
al respecto. No tengo nada en contra del entretenimiento y del ocio, pero NO, NO
comparto la idea de que se perpetúe esta noción no digamos consensuada, sino
casi estereotípica del arte como una fórmula de distracción, en donde los cuadros
no son más que chicle para los ojos. Y Llegaste con la brisa. 3.0 no encaja en ese
proyecto de homogeneización de la producción artística contemporánea.
Con mis respetos y agradecimiento anticipado por la posibilidad de abrir un
debate, recibe un caluroso abrazo,
Jesús Fuenmayor

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