Ficha Catedral de Segovia - Excursiones Virtuales Culturales

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Ficha Catedral de Segovia - Excursiones Virtuales Culturales
Excursiones
Virtuales
Culturales
Catedrales de Castilla y León
Material de apoyo al profesorado
Catedral de Segovia
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Catedral de Segovia
La catedral de Segovia está dedicada a Nuestra Señora
de la Asunción y a San Frutos y por su elegancia es conocida
como la dama de las catedrales. Se construyó en estilo
gótico, pero como es la más tardía de las españolas (al lado
de la de Salamanca), tiene pinta de renacentista: “El hábito
no hace al monje”. Las catedrales no tienen porqué ser
góticas ni quedar encasilladas en la corta vida del
arquitecto que las diseñó. Hubo en Segovia una antigua
catedral románica, dedicada a Santa María y consagrada en
1228, que fue destruida durante la Guerra de las
Comunidades, en 1520. No estaba donde la que hoy vemos, sino entre la iglesia de San Andrés y el
Alcázar, junto al barrio de las canonjías. Tuvo una cripta y un recio campanario alzado por el rey Juan II,
que era tan alto como el Alcázar. Aunque ya el rey Enrique IV quiso trasladar la vieja catedral hasta la
plaza de San Miguel, el cabildo siempre se lo impidió.
Tras la guerra de las Comunidades, el canónigo Pantigoso redactó un informe sobre el estado de la
catedral románica, que se vio muy afectada por los combates. Decía en dicho informe que la iglesia
estaba “aportillada por muchas partes, destechada y desolada, disipada y destruida. Y los altares
derrocados y profanados, los crucifijos e imágenes de Nuestra Señora y de otros santos descabezados,
brazos y piernas hechos pedazos. Los órganos grandes y los que estaban sobre el coro, quebrados y
agujereados de escopetadas y otros tiros. Las sillas del coro trastornadas y movidas de sus lugares, y
muchas de ellas quemadas, y otras quebradas puestas por defensas. Y hecho dentro y alrededor cavas,
fosados, minas y contraminas, y por quitar las losas y laudas de la iglesia para hacer barreras y
defensas, los huesos de los finados sacados y desenterrados, y hechas otras cosas semejantes. Las
rejas de las capillas de la iglesia quitadas y puestas en las puertas y postigos cabe el Alcázar para más
los fortificar, quemada la casa del hospital y la del hospitalero, que estaban junto a la iglesia, donde se
albergaban y acogían los pobres e hijos de Dios. Quemado y destruido el refectorio, derrocada toda la
librería o lo que de ella estaba hecho de nuevo en sillería y cantería”. En resumen, que la vieja catedral
estaba hecha una ruina, y costaba más arreglarla que hacer una nueva.
Como no tenían las cosas muy claras, el cabildo (los curas que atienden la catedral) autorizó a Juan
Rodríguez de Noreña visitar algunas de las principales catedrales de Castilla, además de la de Sevilla,
para tomar apuntes, ya pensando que tenían que construir una nueva.
La nueva catedral comenzó su construcción en 1525, según un proyecto realizado por uno de los
arquitectos más famosos de la época: Juan Gil de Hontañón. La primera piedra fue colocada a los pies del
templo (algo muy raro, pues solían hacerlo en la cabecera, cerca del altar mayor), con la asistencia del
obispo Diego de Ribera y la colaboración del emperador Carlos I. Al morir Juan Gil, continuó la obra
García de Cubillas hasta 1558, cuando se cubrió el brazo mayor del templo. En 1563 Rodrigo Gil de
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Hontañón, hijo de Juan y también muy famoso arquitecto, alzó una
cabecera con girola (el pasillo que hay detrás del altar mayor) y
capillas. Juan de Mugaguren acabó las capillas de la girola y el
brazo del crucero en 1615. Los capiteles jónicos de la cabecera,
tallados por Rodrigo Gil de Hontañón, autor también de la antigua
sacristía en 1562, son una de las mejores obras del estilo
plateresco en Segovia.
Sigue el tipo tradicional de las grandes catedrales españolas,
con planta de cruz latina, cabecera poligonal con girola a la que
abren siete capillas, tres naves con capillas entre los
contrafuertes y crucero. Al exterior presenta un llamativo
escalonamiento de formas, desde las capillas laterales hasta el
presbiterio, los brazos del crucero y una gran cúpula de líneas
clásicas que diseñó Pedro de Brizuela en 1630. Destacan sus
Girola
hermosas ventanas de piedra calada, así como sus vidrieras, entre
las que hay piezas del siglo XVI ejecutadas por Pierres de Holanda, Pierres de Chivarri, Nicolás de
Vergara, Nicolás de Holanda y Gualter de Ronch. Las del siglo XVII son de Francisco Herranz.
Merece la pena señalar que la catedral fue financiada mediante aportaciones de los gremios
segovianos (asociaciones de oficios, como zapateros, sastres, etc.) y los impuestos del ayuntamiento. A
estos impuestos se les llamaba “sisas”, que es lo que hacemos cuando vamos a la panadería y nos
quedamos con las vueltas... Las catedrales reflejan el esfuerzo de toda una comunidad, lidiando siempre
con las crisis económicas, los cambios políticos y las modas
imperantes. El milagro de una catedral es que, proyectada en
el siglo XIII o en el XVI, pueda atravesar los siglos
manteniendo su función y la forma con que fue concebida. La
actual catedral de Segovia, que fue ideada en 1524, no se
acabó hasta 1686. Así que ninguno de los segovianos que asistió
a su nacimiento, ni sus hijos, y muy pocos de sus nietos, la
vieron concluida.
Bovedas
Sus bóvedas góticas se elevan a 33 metros de altura. La
majestuosa torre alcanza casi los 90 metros, así que cuesta
mucho subir hasta arriba, porque tantas escaleras se nos
hacen interminables. Eso sí, desde lo más alto podemos ver
muchos pueblos cercanos a la ciudad, al igual que la torre se ve
desde ellos. Está coronada por un chapitel de piedra que data
de 1614, sustituyendo al original gótico piramidal que fue
construido en madera de caoba americana y ardió a
consecuencia de la sacudida de un rayo traicionero. El claustro
-obra de Juan Guas- y otros elementos fueron desmontados y
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trasladados desde la vieja catedral románica hasta el
nuevo solar por Juan Campero el Viejo. La reja que
cerraba la capilla mayor de la vieja catedral, que fue
ejecutada por Francisco de Salamanca en 1515,
también fue trasladada a la capilla de la Piedad de la
nueva catedral, que guarda el Santo Entierro de Juan
de Juni.
Entre las capillas destacan la del Santísimo
Sacramento, con un magnífico retablo de José de
Churriguera, así como las de San Andrés, con el
tríptico del Descendimiento del pintor flamenco
Ambrosius Benson; y la del Descendimiento, con un
extraordinario Cristo yacente tallado por el famoso
escultor Gregorio Fernández.
La ciudad desde la torre
El altar fue diseñado por Francisco Sabatini y pagado por el rey Carlos III. Se inició en 1768 y fue
terminado en el 1775 en los talleres del Palacio Real de Madrid. El retablo del altar mayor, realizado en
bronce y mármoles de diversos colores, arranca de un zócalo revestido de mármol blanquinegro. El
cuerpo inferior tiene dos grandes columnas a cada lado de la hornacina central. En los intercolumnios se
instalaron imágenes de San Frutos y San Jeroteo. En la hornacina central se encuentra una imagen
sedente de la Virgen de la Paz del siglo XIII, que fue
donada por el rey Enrique IV, aunque pudo ser una pieza
heredada de Fernando III el Santo. En la cornisa aparecen
San Valentín y Santa Engracia y en el centro el anagrama
(letras que simbolizan el nombre) de la Virgen. Las rejas
que cierran el altar mayor son de Antonio de Elorza (1736)
y fueron doradas por Miguel y José Borbúa de Segovia. El
coro, flanqueado por dos grandes órganos barrocos del
siglo XVIII, está situado frente al altar mayor y se cierra
con otra reja de Antonio Elorza. La sillería, de fines del
siglo XV y encargada por el obispo Arias Dávila, fue
trasladada desde la antigua catedral y colocada en 1558
por Juan Gil y Jerónimo de Amberes, aunque rematada por
Fermín Huici en 1790. El museo custodia obras de Pedro
Berruguete, Sánchez Coello y Van Orley, y en el Archivo
Catedralicio e guarda el Sinodal de Aguilafuente, que es el
primer libro impreso en España en letras de molde.
Cuadro de la Muerte
La capilla de la Concepción guarda un cuadro de Ignacio
de Ríes de 1653 que muestra un árbol en cuya copa un grupo
de personas asiste a un banquete, comen y beben sin darse
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cuenta que a los pies del tronco, la Muerte está
atizando golpes con una guadaña, ayudada por un
demonio que tira de una soga. A su lado Jesucristo toca
una campana avisando de que termina la función.
Llaman la atención los versos que aparecen escritos a
los lados de la mesa: “MIRA QUE TE HAS DE MORIR
MIRA QUE NO SABES CUANDO”; “MIRA QUE TE
MIRA DIOS MIRA QUE TE ESTÁ MIRANDO”. ¿A que
asusta?
En el Museo Catedralicio se conserva el sepulcro del
infante Pedro, que se cayó al vacío desde una ventana
del Alcázar cuando estaba en brazos de una niñera
entretenida en contemplar un torneo que celebraban
abajo. La pobre se arrojó también desde la ventana
cuando vio la desgracia que había provocado. Hay quien
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piensa que cuando el infante murió en 1366 tenía ya
ocho o nueve años, y que fue asesinado porque era hijo bastardo de Enrique II de Trastámara (uno de los
trece que tuvo) y suponía un riesgo para el infante legítimo Juan I.
Cuentan que Juan Guas, empeñado en rematar las torres de la vieja catedral románica ya
desaparecida, no veía el momento de acabarlas. Tanto renegaba, que se le apareció el mismo demonio,
engatusándolo con lograr la finalización del edificio a cambio del alma del arquitecto. Aceptado el trato,
la obra progresó a un ritmo endiablado hasta que, próxima ya la finalización, el constructor rompió el
pacto. En venganza, el diablo convirtió en piedra el último de los carros que portaban material hacia la
obra, dejándolo clavado en la ladera del collado del Reventón, más arriba de La Granja, mientras que la
catedral terminó con una de sus torres algo menor que la otra. Pero nunca podremos saber si la leyenda
tiene algo de cierto porque Juan Guas trabajó en la catedral derruida después del lío de los Comuneros y
es lógico que la piedra procediera de las canteras del Parral, Zamarramala y Valseca. Nos da que se trata
de un relato plagiado de la cantarera del Acueducto de Segovia y la mente calenturienta de algún
madrileño feroz.
También cuentan que desde lo alto de las peñas grajeras que rodean el santuario de la Fuencisla
quisieron despeñar a Esther, una mujer judía falsamente acusada de adulterio en tiempos de Fernando
VII. En el terrible momento del empujón, la joven confesó su fe cristiana y se encomendó a la Virgen,
obrándose el milagro de alcanzar tierra sin sufrir daño alguno. Fue bautizada como María del Salto y se
consagró al servicio de la catedral.
Produce: NICER/Imagen M.A.S.
© Textos: José Manuel Rodríguez Montañés/José Luis Hernando Garrido
© Fotos: Imagen M.A.S.
© Infografías: NICER
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