5 EL ACOMPAÑAMIENTO VOCACIONAL

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5 EL ACOMPAÑAMIENTO VOCACIONAL
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EL ACOMPAÑAMIENTO VOCACIONAL
1. ¿QUÉ ES EL ACOMPAÑAMIENTO VOCACIONAL?
El acompañamiento vocacional consiste en la relación interpersonal entre acompañante y
acompañado en la que el acompañante ayuda al acompañado a reconocer, acoger y
responder a la acción de Dios que pasa como salvador y señor por su vida y le llama a
seguirle según un proyecto de vida.
El acompañamiento vocacional es el dinamismo1 privilegiado de la pastoral vocacional.
A través del mismo es posible detectar y acompañar con profundidad las inquietudes y
signos vocacionales que aparecen en los llamados y a ayudarles a personalizar su
proyecto de vida cristiana específica. Es, por tanto, una ayuda temporal e instrumental
que una persona presta a otra para que ésta última pueda vivir adecuadamente su proceso
vocacional.
El proceso vocacional es un camino con niveles y etapas distintos, conceptualmente
diferenciados. En la práctica alguna etapa puede coincidir o adelantarse a otras, pues es
variopinta la situación real de las circunstancias que puedan darse en concreto. Conviene,
de entrada, ir buscando convergencias entre lo teológico y lo antropológico. Desde ahí se
plantea la tarea del acompañamiento. En síntesis podemos decir que se dan los siguientes
momentos:
− Nace la vocación.
− Se detecta esa vocación.
− Se acompaña, discierne y examina la vocación
− El sujeto consolida su vocación.
− El acompañante examina la vocación.
− Se acoge la vocación con la primera incorporación institucional.
El acompañamiento vocacional no es propiamente una etapa, sino una ayuda, un
instrumento de discernimiento que debe cubrir todo el proceso vocacional.
Por "proceso" queremos entender aquel segmento de la historia vocacional del individuo
que abarca en concreto desde el nacimiento de la vocación (autoconciencia de la misma)
hasta el ingreso en el correspondiente centro de acogida.
Hay muchas más definiciones que pueden decir lo mismo o algo muy semejante. Pero nos
detenemos en tres aspectos que hay que considerar como los más significativos:
− EL FIN del acompañamiento es que el candidato responda personalmente a la
llamada de Dios.
− EL MEDIO que utiliza es el discernimiento.
1
Hay recursos pedagógicos y pastorales (materiales, actividades, estructuras) que sirven para animar la pastoral
vocacional y para implicar a todas las personas y comunidades cristianas en el interés y trabajo por las
vocaciones. Poseen, por lo tanto, una clara intención vocacional. De esos recursos, se denominan dinamismos,
por la energía que poseen en sí mismos para impulsar el camino de la pastoral vocacional.
1
− EL INSTRUMENTO empleado es la relación de dos personas (acompañante y
acompañado).
2. LO QUE NO ES EL ACOMPAÑAMIENTO VOCACIONAL
El acompañamiento espiritual se estructura, como hemos visto, al servicio del itinerario
del creyente hacia Dios. Sabemos que este camino solo es posible en la experiencia del
discipulado, es decir, en el seguimiento de Cristo, en contexto eclesial y bajo la acción del
Espíritu Santo. Ahora nos preguntamos ¿qué no es el acompañamiento espiritual? No es:
− La confesión sacramental.Este sacramento es para reconciliarse con Dios de las
propias faltas y pecados. Aquel versa más sobre "agitaciones de espíritu",
mociones,
sentimientos,
impresiones...decisiones
libres...
Se
mueve
preferentemente en el terreno de lo dudoso, de lo que no se tiene claro, de los temas
donde la libertad es menor y no se da de ordinario conciencia de pecado.
Obviamente el que sean cosas distintas no quiere decir que no puedan darse en
alguna ocasión juntas.
− La relación de ayuda en clave directiva, pues el orientador es quien sabe lo que
pasa y cómo resolverlo. El acompañamiento espiritual no es directivo, pues pone el
subrayado en la persona a la que se orienta para que, con las debidas ayudas y
apoyos, pueda clarificar lo que le pasa y encontrar los medios para solucionar sus
problemas y poder seguir avanzando en el proceso.
− Una amistad entre iguales. Entre ambas partes no se da una comunicación
simétrica. Es un tipo de relación de ayuda entre "desiguales", por cuanto que el
acompañante no tiene porqué abrirse y manifestarse al acompañado.
− El tratamiento de problemas psicológicos o morales para ayudar a la persona a
asumir el pasado, a curar heridas y a ganar confianza ante el futuro. Esto puede ser
una parte del acompañamiento, pero este parte de otro encuadre (la madurez
cristiana) y responde a otros dinamismos (la gracia).
− Una ayuda simple. Tiende a evolucionar en la medida en que se va desarrollando la
relación de ayuda y se van cubriendo etapas del proceso de discernimiento. Por ello
es una relación cambiante y adecuada a los diversos momentos en que se vive. Y su
fin es desaparecer con la decisión de incorporación a la institución o estado de vida.
− Una simple conversación. En ella las personas intercambian opiniones, conversan
de cualquier tema con el fin de comunicarse ideas o de favorecer la amistad. No es
una charla entre amigos sobre temas o situaciones personales para encontrar, en el
intercambio de opiniones, alguna luz u orientación que pueda resultar útil; esto se
hace desde la confianza y el conocimiento personal. La relación establecida es
simétrica; por el contrario, en el acompañamiento personal la relación suele ser
asimétrica, pues supone por parte del acompañante, más edad (aunque no siempre),
más madurez personal, formación y competencia experiencial.
− Una discusión. La discusión, por el contrario, se desarrolla en un clima de
oposición, de defensa o de ataque, con participación pasional o interesada: se trata
de una relación de "dominio-subordinación" en la que no es posible la actitud
comprensiva del otro. En la discusión es fácil pasar de la diversidad de ideas al
2
choque personal, y ello precisamente por la confusión que existe en muchos entre
desacuerdo ideológico y rechazo de la persona.
− Una entrevista profesional. Existe también la entrevista profesional, que no tiende a
comprender al individuo, sino a recoger noticias sobre su persona o sobre el modo
de pensar o sobre su cultura. Aunque la atención está centrada sobre el sujeto y se le
hace hablar de sí mismo, la finalidad no es él, sino la propia del entrevistador:
obtener datos para redactar un trabajo, para transmitirlos, etc..
− Un interrogatorio. El interrogatorio pretende recabar noticias y pone al individuo
en una situación de inferioridad. Las preguntas tienen un tono más o menos hostil y
de desafío y, con frecuencia, provocan una reacción de defensa. Quien conduce un
interrogatorio no se preocupa ni del bien de la persona ni de entenderla en sus
necesidades.
− Un monólogo. El diálogo-monólogo consiste en llevar adelante el razonamiento, sin
tener en cuenta cuanto el interlocutor está diciendo. Los motivos que inducen a
encerrarse en esta forma de encuentro pueden ser diversos. Por ejemplo, imponer la
propia opinión, orientar al otro hacia una toma de posición (motivos intencionales),
satisfacer el instinto de dominio o el placer narcisista, hacer frente a la inseguridad
experimentada ante lo que el interlocutor propone (motivos a veces inconscientes).
Es el clásico "diálogo entre sordos".
-
Una entrevista puntual, cuando hay algún problema, con alguien que me puede
ayudar. Es necesaria la ayuda en esta situación, pero a esto solo no se le puede
llamar acompañamiento espiritual aunque pueda ser asumido dentro de él.
-
Una entrevista de vez en cuando para hablar de generalidades referentes a lo
cotidiano tales como los estudios, el trabajo, el tono vital general, la oración, los
problemas, etc. Esto debe hacerlo el animador de grupo con cada uno de los
componentes de su grupo, pero ni es, ni suple al acompañamiento espiritual.
-
El diálogo con el animador vocacional sobre los aspectos externos de la vida
referidos a la convivencia, al funcionamiento responsable, al rendimiento
académico y al cumplimiento de lo establecido. En este caso faltarían los aspectos
interiores como las motivaciones, los ideales, los valores, el proceso de maduración
personal, etc.
3. EXIGENCIAS DEL MINISTERIO DEL ACOMPAÑANTE
Es preciso revisar las motivaciones del animador vocacional de manera que su tarea sirva
de cauce para la comunicación entre la persona y Dios. Esto constituye algo muy delicado
porque, como para otras muchas cosas importantes, motivar es un verbo de difícil
conjugación. No se trata de incrementar el almacén de conocimientos sino de incitar en la
tarea de ayudar a otros a encontrarse con Dios.
a. Presupuestos básicos que no se deben dar por descontado
Es preciso crear las disposiciones imprescindibles, de desempolvar la disponibilidad.
Se trata de poner orden y armonía apostólicas en medio de la compleja selva de
nuestra vida, misión, comunidades, estructuras, medios y proyectos. Consiste, en
concreto, de
3
Χ Disponer nuestros horarios y calendarios
Χ Disponer nuestros ritmos de vida
Χ Disponer nuestras prioridades e intereses personales
Χ Disponer nuestras estructuras y plataformas pastorales
Χ Disponer nuestra capacidad discipular para formarnos en esta dimensión
Χ Disponer nuestros esquemas y planteamientos pastorales
Χ Disponer nuestros métodos y procedimientos.
Y un sin fin de aspectos que permitan que la Trascendencia se transparente en la
humilde y modesta inmanencia del servicio pastoral del acompañamiento.
b. Otras disposiciones específicas del ministerio vocacional
Acompañar la experiencia de encuentro con el Señor es un reto que exige algunas
disposiciones irrenunciables que lo hagan posible. Entre ellas señalamos algunas a
continuación.
1ª. No suplir al Espíritu Santo2. El encuentro de una persona (de cualquier edad,
espacio, tiempo o condición) con el Trascendente (con alguien, por tanto, que
no existe ya bajo condiciones espacio-temporales) sólo es posible en Jesús el
Señor, mediante la acción del Espíritu Santo. Este es el mensaje del cuarto
evangelio, donde el Espíritu no se superpone al Verbo ni se sitúa sobre Él,
porque *toma de lo suyo y lo interpreta+ (Jn 16,15). Pablo lo ratifica: *Nadie
puede decir Jesús es Señor sino con el Espíritu Santo+ (1 Cor 12,3b). El
acompañamiento es cosa de tres personas. Debe propiciar la experiencia
espiritual, pero es subsidiario. La experiencia que persigue no es inconsistente o
irreal. Espiritual no se opone a material. Significa que *viene del Espíritu+ y,
por tanto, que no nace del esfuerzo humano o de cualquier otra intervención
inmanente3. Se presenta siempre con el sello sorprendente de la iniciativa de
Dios. *Guiados por el Espíritu de Dios+ (Rm 8,14). El Espíritu es el principio
de vida y el único guía del cristiano. Él es quien señala el camino, quien
conduce y quien da fuerzas para la jornada. Nadie le puede suplantar. El
acompañante sabe que tampoco.
2ª. Hacer memoria de Jesús de Nazaret. Para no confundir la experiencia espiritual
con un simple fenómeno psíquico es preciso propiciar el acercamiento a la
persona de Jesús. Aunque no poseemos una biografía (en el sentido técnico) de
Jesús de Nazaret, sí contamos con suficientes conclusiones valiosas sobre sus
hechos y dichos hasta dibujar una silueta histórica acreditada y humanamente
extraordinaria, capaz de fundar y de dar solidez a un auténtico encuentro
interpersonal que fascine. El acompañamiento se sitúa en esta órbita que
propone, con claridad y limpieza, la revelación de Dios manifestada en
2
Cf J. GÓMEZ CAFFARENA, La entraña humanista del cristianismo, Bilbao 1984, 153-168 .
3
Sin esta referencia fontal a la acción del Espíritu el acompañamiento pierde su alma y no pasa de ser
una pedagogía más o menos eficaz, pero construcción humana, al fin y al cabo. No existe una experiencia
*espiritual+ inmediata, pero podemos reconocer la actuación del Espíritu por sus frutos.
4
Jesucristo. A través de su historia (y no simplemente por introspecciones
psíquicas o por prácticas de corte mágico), la persona acompañada, puede
comprender la palabra que Dios le dirige4 y el camino que le propone, en Jesús
el Señor, para alcanzar la Vida. El evangelio constituye así la herramienta de
primera mano en el laboreo pastoral.
3ª. Mantener la conciencia de mediación. Toda realidad de Dios es siempre
mediada. El acompañante ha de saberse mediación y gobernarse como tal. Dios
se manifiesta en las realidades humanas, que no se identifican ni se confunden
con Dios. Pero a través de ellas Él se manifiesta5. La característica esencial del
acompañante es la de ser "puente". A través de él, el acompañado accede a
Cristo, y Cristo pasa por él hasta el acompañado. Su comprensión, aceptación y
amor son simplemente canal de un amor y comprensión última. Esto modifica
esencialmente la mera visión psicológica de la relación. No se detiene en la
relación humana, sino que continuamente está a la búsqueda de otra relación
más profunda con un tercero: Cristo. Una vez que se vaya descubriendo esta
relación, el acompañante debe ir desapareciendo poco a poco: "Es necesario
que Él crezca y que yo disminuya" (Jn 3,30)
4ª. Respetar el primado de la persona6. Implica reconocer que, en la relación
pastoral, el protagonista es el otro, no el agente o acompañante pastoral. Esto
significa respetar su condición humana, los presupuestos humanos de la Gracia,
el momento concreto que está viviendo, el ritmo de la obra de Dios. Dios está
presente en el corazón de lo que vive el hombre, no en su supresión. Implica
favorecer confiar en ella y provocar el desarrollo de sus potencialidades innatas.
Esta opción, fundada en un optimismo antropológico, exige tres condiciones
básicas: Confiar en que la persona es capaz de ayudarse a sí misma, no
manipular en el proceso del acompañamiento y dialogar, instrumento
imprescindible. Como afirma Ira Progoff, psicólogo contemporáneo: Acomo el
roble está latente en el fondo de la bellota, la plenitud de la persona human, la
totalidad de sus posibilidades creadoras y espirituales está latente en el ser
humano incompleto, que espera en silencio la oportunidad de florecer por sí
mismo@.
5ª. Provocar el seguimiento y la inserción en la comunidad. El verdadero
encuentro con Jesús desencadena una actitud vital y operativa en coherencia
con su mensaje. La llamamos vocación. Puesto que el cristianismo no es pura
teoría, no es posible descubrir su entraña, que es el mismo Jesús mismo, y no
implicarse vital y prácticamente. El compromiso va certificando la existencia de
la experiencia de encuentro con Dios, aclarando sus motivos reales y, además,
va disponiendo al sujeto para la incorporación responsable a la comunidad
cristiana. Creer que sólo se debe cambiar cuando uno haya descubierto
4
Cf K. RAHNER, Curso fundamental sobre la fe, Barcelona 1979, 60.
5
Cf J.B.LIBÂNIO, Discernimiento y mediaciones sociopolíticas, Cuadernos AEides@ 24 (1997)
Barcelona.
6
Cf J. GARRIDO, Proceso humano y Gracia de Dios, Santander, 1996, 194-195.
5
completamente a Jesús significa desconocer las leyes del crecimiento cristiano,
que pasa siempre por los procesos, las mediaciones y la socialización.
4. EVITAR DEFICIENCIAS EN EL ACOMPAÑAMIENTO
Si deseamos lograr que este servicio de animación pastoral resulte verdaderamente
fecundo y provoque una experiencia teologal de encuentro de la persona con Dios, será
necesario evitar -o detectar si los hubiere- aquellos vicios que lo pervierten.Constatamos,
en efecto, déficits y desviaciones en la relación personal de acompañamiento entre los
cuales parecen frecuentes:
a. Deficiencias que niegan el acompañamiento
Me refiero en primer lugar a la ausencia de relación personal con los que debieran ser
destinatarios de la acción pastoral. Es aquella situación que no logra o evita el
contacto personal. Se dan, de hecho, distancias reales y lejanías afectivas hacia
personas concretas. Vienen normalmente justificadas por un sin fin de razones
(estructurales, psicológicas, profesionales, geográficas,...) latentes o expresadas,
muchas de ellas de no poco peso y no siempre imputables de culpabilidad.
Tampoco faltan prevenciones cautelares que impiden o condicionan tanto la cercanía
pastoral que la ahogan por asfixia. Se encubren prejuicios y miedos subterráneos,
recubiertos con frecuencia de sensatez, que paralizan los encuentros. Otras veces se
pretende inútilmente maniobrar Acon mando a distancia@ (papeles, burocracia,
intermediarios...). No es infrecuente justificar esas omisiones por la ocupaciones
absorbentes e inderogables de muchos agentes de pastoral que, de hecho, le ocupan lo
mejor de su tiempo y de su dedicación.
No es infrecuente tampoco aquella relación que se declara, por principio, incapaz de
neutralizar, o al menos de combatir, la indiferencia, desmotivación, instalación o
autosuficiencia de los interlocutores. Una actitud así desactiva el carácter provocativo
de la acción pastoral; elude el acceso a la conciencia insatisfecha del otro y no
acomete la tarea de despertar en él la actitud de búsqueda, necesaria para abandonar
sus seguridades penúltimas. Esta postura entreguista se conforma, a lo más, con
agradar sin herir, no confrontar ni arriesgar.
b. Deficiencias que trivializan el acompañamiento
A veces el acompañamiento descuida el acceso a la profundidad y deambula
perezosamente por zonas epidérmicas de la persona. Me refiero al acompañamiento
que no va más allá de temas periféricos o insustanciales y, de hecho, sitúa la relación
personal en la superficialidad. Contactos pastorales así no invitan al encuentro de Dios
y al reconocimiento de su plan como fundamento único de la propia vida, de las
relaciones y de los comportamientos, del sentido mismo de la vida.
Ello afecta de una manera particular al acceso al autoconocimiento y
autocomprensión, a la revelación de la verdad, expresada y conocida, de sí mismo.
Existe el riesgo de mantener una relación que no se sumerge más allá de la
superficialidad. En concreto señalamos:
6
Χ No trascender las necesidades humanas más inmediatas de seguridad, de
vinculación afectiva, de protección, de valoración, de compañía, de curiosidad...
Χ No buscar el sentido de la vida a largo alcance, situándose solamente en el terreno
de la opinión efímera, del gusto o de la apetencia inmediata.
Χ No realizar una confrontación real con la manera de pensar y de ver las cosas y,
por tanto, no promover el acceso a lo distinto, a lo desconocido.
Χ No conducir al encuentro con el Dios de la vida, no ayudar a descubrirle en la
complejidad de la vida y quedarse a distancia, silenciando su nombre y su
presencia.
Χ No cuidar la calidad del encuentro pastoral en sus exigencias, cediendo a
improvisaciones, rutinas, descuidos, intermitencias, abandonos.
Χ No disponer para la escucha de la Palabra, imprescindible como condición para
poder prestarle la acogida y docilidad necesaria, que abra el horizonte de
trascendencia.
Χ Distraer y entretener.
Χ No posibilitar el re-conocimiento de la autobiografía personal para que su relectura conduzca a la unificación de la propia vida.
Χ No propiciar en la relación el desvelamiento progresivo de la persona, desde la
aceptación incondicional y la empatía.
c. Deficiencias que descentran el acompañamiento
Estas deficiencias perjudican la maduración afectiva. Toda persona es fachada e
intimidad: lo de fuera está al alcance de cualquier análisis, pero la intimidad necesita
una labor de espeleología. La persona tiene ventanas, pero también cerrojos. La
relación pastoral personalizada debe intentar hacer esta travesía. Hay formas de
acompañar que deambulan por caminos exteriores que no conducen al hondón, allí
donde se puede iniciarse el conocimiento interno -afectivo- con el Otro y con los
otros. Es una acción pastoral incapaz de conseguir que el otro coloque a Dios en el
centro de su propia vida y aprenda a amarle desde la actitud de entrega y de
oblatividad.
Esta relación, con frecuencia, no da respuesta al problema del amor. Aunque todos
intuimos que sólo el amor nos hace felices, somos conscientes de que no sabemos
amar. No se llega a reconocer, en toda su hondura, que la vida es la obra maestra del
amor creador de Dios y en sí misma es una llamada a amar. Don recibido que, por
naturaleza, tiende a convertirse en bien dado7. Sólo cuando se reconoce y se acepta
esta premisa, se abre la posibilidad de dar sentido a la vida. Acompañar a una persona
será, en una de sus últimas instancias, educarle en el arte de amar. Y el amor nace
sobre el terreno de la gratitud, porque frente al amor recibido, no se puede hacer otra
cosa que darse.
Hay que desmantelar aquellas formas de acompañar que no acceden al hondón de la
persona y la remiten de manera permanente a su ego. Descubrimos indicios de ellas
cuando:
7
Esta es una de las líneas de fuerza que recorren el documento ANuevas Vocaciones para una Nueva Europa@,
donde se analizan magistralmente diversos rasgos de la realidad del hombre de hoy.
7
Χ Se reduce la afectividad a moralidad, cortando de raíz con normas la posibilidad de
crecimiento y de desarrollo .
Χ No se dedica la atención suficiente a la persona, centrándose más en los métodos o
en la propia persona del acompañante (sus opiniones, sus intereses, sus puntos de
vista, sus conocimientos). Se olvida que el otro, con su rostro y con su nombre, es
quien debe ocupar el centro en la relación pastoral.
Χ Se centra en contenidos doctrinales, en demostraciones teóricas, en
argumentaciones intelectuales sin incidir en los núcleos afectivos de la persona. De
esta suerte, quedan orillados muchos aspectos fundamentales de ella.
Χ Se pervierte la relación en la maraña de transferencias y contratransferencias, y se
cae en actitudes poco educativas (paternalismo, autoritarismos, infantilismos,
gratificaciones compensatorias...), tanto por parte del acompañante como del
acompañando.
Χ No se motiva el crecimiento en el amor gratuito de entrega, que implica muchas
renuncias al yo.
Χ No se analizan en profundidad el ámbito donde vive el otro, sus relaciones sociales
y, en particular, su historia familiar en su densidad y alcance de significados.
Χ No se trata, o se trata insuficientemente, la vivencia de la afectividad-agresividad y
de la sexualidad, dejando que esas importantes zonas de la personalidad queden a
la deriva o a la intemperie.
d. Deficiencias que frenan el crecimiento
Afectan al ejercicio de la libertad y a su mecánica. Nos referimos en particular a
aquellos modos de acompañar que no ponen en marcha los dinamismos personales de
transformación, de cambio y de crecimiento. Por el contrario, mantienen en vía muerta
o en regresión el proceso personal de maduración humana y cristiana. Con frecuencia,
la persona se estanca por quedar atrapada en las redes de la exaltación del instante y
del vértigo por las apetencias inmediatas. La necesidad de una pronta recompensa le
impide renunciar a las demandas del entorno. Esto le acarrea dos consecuencias
funestas: Baja tolerancia a las frustraciones, es decir, ser un mal perdedor, y tendencia
a refugiarse en un mundo fantástico que le aleja de la realidad. En definitiva, a no
pelear por la vida.
Por otro lado, la influencia pastoral encuentra hoy muchas dificultades para rescatar al
sujeto del desfondamiento, la rutina, el cansancio, la vuelta sobre sí mismo, ... y otras
desviaciones que impiden, o al menos retrasan, su crecimiento persona, dejándole
anclado en la pasividad y en la inoperancia estériles. La fe, por no ser un sistema de
seguridad, sino una experiencia de encuentro con el Dios vivo, compromete la libertad
de las personas y las hace reaccionar. La pedagogía de la fe desafía los procedimientos
que utiliza el acompañamiento y desenmascara aquellos que falsean y bloquean su
desarrollo. Esos se dan cuando:
Χ Después de determinadas intervenciones o Abombardeos@ no se mueve nada por
dentro y no se rastrean las razones ocultas o manifiestan que lo causan.
Χ Se desprecia el autocontrol y no se promueve el gobierno de sí mismo como
aspiración necesaria para el crecimiento humano.
8
Χ Se descuida el aspecto motivacional del propio comportamiento, sin clarificar ni
purificar los motivos que están a la base de los comportamientos y de las actitudes.
Χ No se proponen actividades que fomenten el binomio inseparable libertadresponsabilidad. No se barajan criterios firmes de conducta en fidelidad a los
compromisos contraídos.
Χ No se promueve la confección del proyecto personal de vida. La vida no se
improvisa, necesita cierta organización y estímulos.
Χ No se hacen propuestas de máximos, no se estimula con ideales grandes, por los
que valga la pena dar la propia vida.
Χ Se da una incapacidad para planificar el futuro con realismo y proyectarlo en
procesos.
Χ Se da una escasa o nula educación de la voluntad, con sus efectos devastadores,
pues convierte al sujeto en alguien débil, blando, voluble, caprichoso, incapaz de
proponerse objetivos y de cumplirlos.
Χ No se ofrece un tratamiento educativo de los fracasos, de los problemas, de las
crisis.
5. EL PERFIL DEL ACOMPAÑANTE
a. Su madurez humana: El acompañante debe poseer la necesaria madurez para la
relación personal con los otros. El ideal es conseguir que las personas acompañadas
lleguen a gestionar su vida humana y cristiana con libertad, siendo ellos mismos los
protagonistas en los encuentros de acompañamiento. La calidad humana de quien
acompaña contribuye en gran manera a favorecer el crecimiento. Señalo algunas
cualidades básicas que exigen una notable madurez humana al acompañante:
Χ La escucha en profundidad para comprender. Se trata de una escucha que nace
de lo profundo de sí mismo y no sólo de la cabeza. Alcanza la vivencia de la otra
persona y trata de percibir lo que ella siente, más allá de lo que expresa.
Χ El no-juicio y la benevolencia. Desaprobar o condenar la vivencia interior de
alguien es pisotearlo en sus entrañas. En un reflejo de protección y de
supervivencia, la persona juzgada inevitablemente se endurece, se retracta, cesa en
sus confidencias. Peor aún, se desvaloriza y bloquea sus mecanismos de
crecimiento. El no-juicio y la benevolencia, por el contrario, permiten al Acaracol@
salir de su concha. Pudiendo existir en libertad, sin temor, la persona libera sus
dinamismos de vida.
Χ La fe en el otro. Toda persona está constituida por potencialidades en espera de
actualización. Si se descubren sus riquezas interiores, y se cree en ellas, la persona
se revelará en su identidad, se fundamentará en ella, se atreverá a existir según lo
que es, se erigirá, se pondrá en pie y caminará hacia delante.
Χ La empatía en la diferencia8. Es la actitud que lleva a ponerse en situación
existencial de la otra persona, a comprender su estado emocional, sin confundirse o
8
Cf J.C. BERMEJO, Apuntes de relación de ayuda, Santander, 1998, 25-32.
9
fusionarse con ella, a tomar conciencia íntima de sus sentimientos, a meterse en su
experiencia y asumir su situación. Es ponerse a sí mismo entre paréntesis
momentáneamente; es caminar con los zapatos de otro durante una parte del
camino.
Χ El respeto de su libertad. Se llega a ser uno mismo ejerciendo la propia libertad y
tomando decisiones por sí mismo. Respetar la libertad de cada persona, porque se
tiene fe en ella, es darle la oportunidad de ser ella misma. El que acompaña puede
ejercer una gran influencia. El respeto de la libertad no dispensa de dar la propia
opinión, en total autenticidad, si la persona la pide y si es necesario.
Χ La autenticidad. La persona ayudada necesita autenticidad. Tal autenticidad no
debe nunca suplir su capacidad de decidir, dándole confianza para juzgar lo que es
bueno para ella, en la situación en la que se encuentra. Esta pareja autenticidadrespeto de la libertad es indispensable para que la persona pueda estructurar su
personalidad. Necesita estar en relación con otros seres humanos consistentes,
verdaderos, auténticos en su relación con ella y, al mismo tiempo, respetuosos de
su libertad para atreverse a lanzarse por la ruta de la afirmación en quien ella es.
Χ La simpatía e incluso el afecto. Cuando alguien es capaz de alcanzar a un ser
humano en el corazón, más allá de las apariencias, siente nacer dentro una
corriente de simpatía e incluso de afecto. Toda persona necesita de este calor
humano para poder desplegarse en lo que es. La simpatía y el afecto no reducen en
nada la distancia necesaria para el trato pastoral, ni tampoco desvalorizan la
empatía. Simpatía y afecto no significan familiaridad abusiva ni manipulación
afectiva, ni ingenuidad.
b. Su calidad evangélica
Presupone una estable opción personal a vivir la primera y fundamental vocación que
el Padre dirige a todos en Jesucristo por medio del Espíritu Santo9. Tal llamada exige
al acompañante una doble actitud:
Χ Tener clara conciencia vocacional de su ministerio. Esto es capital. No se trata
sólo de ser perito en técnicas de acompañamiento pastoral, lo que es muy
necesario. Es mucho más que eso. Se trata de sentirse Ainvestido@, es decir,
sentirse penetrado y poseído por su vocación hasta tal punto que cuando ayude lo
haga desde el fuego y el dinamismo que emanan de ella. Es saberse transformado
por la propia vocación, vivida consciente y lúcidamente en contacto con su Fuente.
De esa manera la persona que acompaña es mediación de Jesús-Salvador para las
personas que el Padre le trae y contribuye a su realización. Al hacerlo, vive la
dimensión trascendente de su vocación y, por vivirla, la capacidad de despertar y
arrastrar a quienes acompaña en esa dirección.
Χ Y saber que ofrece su servicio *en vasijas de barro+ (2 Cor 4,7). Todo
acompañante, desde la percepción de sus límites, necesita capacitación y
9
Cf JUAN PABLO II, Christifideles laici, n.16.
10
adiestramiento para ejercer su servicio. Y no está inmune de peligros al ponerlo en
práctica. Se le impone, pues, una preparación conveniente y una habitual revisión y
puesta al día. Indico sólo algunas exigencias que requieren atención.
1. Ser creyente adulto en camino: La sabiduría del acompañante no es un depósito
estanco, sino una vida transformada en lucidez. Al vivir una verdadera
experiencia de Dios puede sintonizar con el movimiento del Espíritu en el
acompañado. Los conocimientos teológicos son imprescindibles; pero son
insuficientes si la persona que acompaña a otra no mantiene viva aquella
sensibilidad espiritual que es síntoma de madurez cristiana (cf. Heb 5,14). No
se trata de que el acompañante alcance unos niveles muy altos de experiencia
de Dios, sino de que, en su limitada condición, viva la experiencia de Dios en
la oración y en otras zonas de su vida (comunitaria, familiar, profesional,
social, etc). Ha de tener la capacidad de percibir desde dentro la lenta acción
del Espíritu a través de la experiencia y de la prueba. De lo contrario, nos
hallamos ante el riesgo de reducir la acción de Dios -y, consiguientemente el
acompañamiento- al mundo alienado o alienante del espiritualismo.
2. Ser testigo y maestro de oración: El acompañamiento se apoya
fundamentalmente en la oración. En pocas actividades apostólicas es una
persona tan claramente mediación de la acción de Dios como en ésta.
Comunión con Dios y comunión con el acompañado son los dos polos de esta
oración de intercesión: ponerse ante Dios y ante la persona acompañada, pedir
por ella y por uno mismo y, en abandono total de sí mismo (es decir, de las
propias maneras de ver y de los intereses personales), dejar que Dios vaya
transformando el corazón. De esta manera va haciéndose uno cada vez más
dócil y transparente a la acción del Espíritu, de modo que sea Él solo quien
vaya comunicándose a través del acompañamiento. La práctica del examen
completa la oración de intercesión. El examen exige una mirada de fe a las
personas acompañadas y una acogida llena de gratitud del don de Dios a ellas.
En este clima eucarístico, el acompañante va ensanchando el horizonte de su
servicio y, a la vez, siente en su corazón las interpelaciones que le conducen a
una forma de realizarlo cada vez más fiel al Espíritu.
3. Ser acompañante acompañado: Parece de sentido común, y es cosa aconsejada
por los grandes maestros, la necesidad de contrastar con una persona más
experimentada la forma de realizar el servicio de ayuda. Sobre todo al
principio. Pero no sólo entonces, pues la evolución cultural y el dinamismo del
Espíritu siempre llevan hacia la novedad y desbordan la sabiduría y experiencia
adquiridas en un tiempo determinado. Además, no sólo se trata de confrontar
con otra persona la forma de practicar el acompañamiento. La supervisión del
acompañante debería extenderse a más ámbitos, ya que la forma en que la
persona que acompaña vive repercute, obviamente, en bien o en mal del
acompañado. Esta necesidad viene acentuada por el hecho de que el
acompañamiento vuelve a emerger con fuerza en la Iglesia, y las situaciones,
tanto de acompañantes como de acompañados, son multiformes y necesitadas
de discernimiento y cuidado.
11
4. Reconocer las propias limitaciones: El acompañante ha de hacer propias las palabras
de Pablo: APues y, hermanos, cuando fui a vosotros, no fui con el prestigio de la
Palabra o de la Sabiduría a anunciaros el misterio de Dios, pues no quise saber entre
vosotros sino a Jesucristo, y a este crucificado. Y mi palabra y mi predicación no
tuvieron nada de los persuasivos discursos de la sabiduría, sino que fueron una
demostración del Espíritu y del poder para que nuestra fe se fundase, no en sabiduría
de hombres, sino en el poder de Dios@ (1 Cor 2,1-5). En este sentido, todo
acompañante ha de ser consciente de que puede equivocarse y asumir el fracaso
cuando se pueda presentar. Este reconocimiento humilde, ordinariamente, no suele
afectar ni perjudicar su servicio ni su prestigio personal, sino que paradójicamente lo
consolida y robustece frente a los acompañados, si es que sabe sacarle partido a los
fracasos.
5. Saber desaparecer: El acompañante debe regirse además por la máxima del Bautista:
*Es preciso que él crezca y que yo disminuya+ (Jn 3,30) El acompañamiento, a
medida que progresa, disminuye en intensidad. Y, por consiguiente, el acompañante
debe hacerse prescindible. El objetivo del acompañamiento espiritual es que Cristo
vaya creciendo, *se vaya formando+ (cfr. Gal 4,19) en la persona acompañada. Así,
la persona que acompaña va disminuyendo poco a poco su participación en la tarea de
dicho crecimiento. El acompañamiento debe ser, sin embargo, una ayuda permanente
en la vida cristiana, aun en épocas de madurez espiritual. Debe conducir a la persona
acompañada hacia una autonomía tal que le permita valerse sólo de la *discreta
caridad+, es decir, del amor penetrado de discernimiento. El acompañado necesitará
de un apoyo objetivador, pero la tendencia del acompañante a desaparecer evitará que
el acompañamiento degenere en una situación de dependencia permanente. Es el
Espíritu quien, mediante su *unción+, lleva a la madurez cristiana hasta el punto en
que no necesitar que nadie enseñe (Cf 1 Jn 2,27).
c.
Su competencia profesional10
El acompañamiento es una relación Aprofesional@ sui generis. Pretende ofrecer una ayuda
experta capaz de hacer comprender a los otros en lo que ellos no son capaces e
comprenderse, y de acompañarles en una liberación que ellos no son capaces de alcanzar por
sí mismos. Tiene componentes de psicoterapia y de relación de ayuda. Pero no puede ser
vivida al margen de una existencia cristiana madura.
El acompañamiento no es terapia ni el acompañante pastoral es un terapeuta. Sin embargo,
es un acompañamiento profesionalmente competente en la medida en que se conoce en
profundidad un método y se vive con gusto e interés la relación, respetando los
procedimientos pastorales. Para ello es capital cómo se lo transmite y muestra su
acompañante.
10
Es muy sugerente y sencillo el sabroso artículo de José M0 Rambla, Qué no es acompañar. Carta a un acompañante
novel. Misión Joven (320) 2003, 17-24.
12
Con relación a la competencia profesional exigible a un acompañante y salvando las
distancias que pueden mediar entre quien se inicia en este ministerio y quien se ha
Aprofesionalizado@ en él, conviene no olvidar:
Χ Poseer intuición espiritual11. Se trata de una innata capacitación que no puede suplirse
con otros conocimientos, ni aún con los de la psicología. Esa intuición brota de una firme
percepción psicológica (Atener antena@) y de un cierto grado de connaturalidad con el
sentir y el actuar del Espíritu.
Χ Contar con determinadas habilidades prácticas. El acompañante debe llegar a ser
experto en una serie de destrezas. Entre ellas señalamos algunas
1. Centrarse en la persona acompañada desde las actitudes que posibilitan su
crecimiento y maduración: la fe en el dinamismo humano de crecimiento, la
comprensión empática en la diferencia, la autonomía, la actitud positiva incondicional
y la congruencia12.
2. Habituarse a manejar los instrumentos propios de la entrevista pastoral como pueden
ser el reflejo o reformulación de sentimientos; el empleo del silencio; las técnicas de
recepción, aceptación, estructuración, aliento y conclusión de las entrevistas; el
manejo de la interpretación en la entrevista, el control de transferencias y
contratransferencias y otros13.
Χ Gozar de una cierta Aautoridad espiritual@14. Se va adquiriendo gradualmente. Quien
la posee no la tiene ex officio, sino como un carisma consolidado, de la maternidad o de
la paternidad espiritual. Se trata de estar iniciado en la vida y en la sabiduría espiritual de
la tradición de la Iglesia. Poseer un sentido práctico e innato de la psicología humana,
para conocer y penetrar los sutiles pasos entre lo psíquico y lo espiritual, entre lo cultural
y lo teológico. Ser maestro de la lucha espiritual. La relación, por ser a-simétrica,
requiere un determinado Aprestigio@ en quien la ordena (pone orden) y orienta.
Χ Ser experto en el discernimiento espiritual15. Discernir lo que sucede en el otro, ser
capaz de ver los significados espirituales debajo de su mejor o peor acertada formulación.
Sobre todo, encontrar el nexo entre los hechos que suceden y la historia de la salvación
que continúa realizándose, señalando la presencia de Otro16. Y acompañar el proceso
11
Cf E. de BALANZO, El acompañante: perfil de un buen Amaestro en el espíritu@, en Sal Terrae (1985) 360.
12
Esa enumeración recoge la singular contribución de C. Rogers a la técnica de la entrevista terapéutica. Cf C.
ROGERS, Psicoterapia centrada en el cliente, Buenos Aires, 1963.
13
Por su carácter sencillo y práctico, interesa ojear este manual del acompañamiento: J.A. VELA, La entrevista
personal y el diálogo pastoral, Madrid, 1998.
14
Cf MARKO I, RUPNIK, El discernimiento, Madrid, 2002, pp. 252-253.
15
Cf J. M. CASTILLO, El discernimiento cristiano. Para una conciencia crítica, Salamanca, 1984.
16
Cf OBRA PONTIFICA PARA LAS VOCACIONES ECLESIÁSTICAS, Nuevas vocaciones para una nueva
Europa, n. 34,a.
13
interior de iluminación y cambio que fundamenta la identidad y las decisiones personales
de cara al futuro.
4. LA OFERTA DEL ACOMPAÑAMIENTO VOCACIONAL
A veces plantea dificultades el comienzo del acompañamiento, dado que muchos aún no han
oído hablar de qué es esto del acompañamiento vocacional y desconocen en qué consisten. Para
otros, las referencias recibidas pueden ser negativas y crear resistencias. Los términos diálogo
vocacional o acompañamiento, o incluso dirección espiritual les puede resultar o ininteligibles o
incómodas.
Es necesario tenerlo en cuenta y hacer una oferta concreta que les invite a Aprobar@ y a
experimentar qué es el acompañamiento. Para hacerlo, conviene que la oferta no se reduzca en
principio solamente a lo vocacional sino que atienda a la persona en sus circunstancias normales
y en ese ámbito cuando surja el tema vocacional sea tratado adecuadamente.
a. Cualidades de la oferta acompañamiento
1) Que la oferta sea clara
Tanto en la presentación de su DESARROLLO y CONTENIDO como en las
MOTIVACIONES DEL ACOMPAÑANTE
A veces es útil utilizar la comparación del entrenador con el atleta: este puede
correr un rato al lado de su pupilo, pero no se trata de eso. Su papel es
acompañarlo en los entrenamientos, observar cómo los hace, cronometrar sus
marcas, ayudarle a mejorarlas, alentarle en la competición.
Ciertamente sabemos que esta comparación no es exacta sino aproximativa,
pero no se trata de darle al candidato una lección sobre lo que es el
acompañamiento personal, sino de una determinada indicación para lo que
sirve o no.
Y debe situarse en una posición intermedia entre la FRÍA NEUTRALIDAD Y EL
APASIONADO INTERÉS
La propuesta no debe ser tan impersonal que no despierte interés, ni el
acompañante debe mostrar tanto empeño que dé la impresión de que está
suplicando que acuda a hablar con él para colmar así una necesidad suya.
La propuesta ha de respetar siempre la libertad del otro, y en este segundo
caso no estaría garantizada.
2) Que sea atractiva
Sin pretender ninguna manipulación creemos que una buena presentación de lo que
es el diálogo pastoral o vocacional en su caso, añadiendo, según las edades, unas
gotas de aventura, de idealismo, o de romanticismo, puede permitir que un mayor
número de candidatos se beneficien del mismo.
O con otras palabras, hay que saber ofrecer el producto con una buena envoltura,
para que tenga un cierto gancho o tirón.
3) Que sea directa o implícita, pero que llegue al candidato
14
Que sea directa hace referencia a la presentación del acompañamiento como
actividad valiosa desde y por sí misma, que puede ser ofrecida desconectada de otras
actividades.
Pero puede ser implícita como parte integrante de otras actividades (como actividad
para superar un determinado nivel de catequesis; pertenecer a un determinado grupo;
asistir a ejercicios espirituales personalizados; comenzar un grupo; comenzar a
clarificar la propia vocación, solucionar un problema, evaluar la propia marcha en el
grupo cristiano...)
b. La primera toma de contacto
1) Cuando la iniciativa parte del candidato
Una vez realizada la oferta de manera abierta, alguien puede venir a pedir la entrevista. No
podemos decir si este caso normalmente es raro. Depende de tantos factores (necesidades,
presentación de la oferta, nivel del grupo...)
En la mayoría de los casos, hay tres causas frecuentes que mueven a un joven a acercarse a
la experiencia del acompañamiento por primera vez:
a. La existencia de un problema determinado que lo angustia
Por Aproblema@ no queremos decir que se trate siempre de un conflicto que deba
resolver el joven, sino que puede tratarse de cualquier situación no asumida y que por lo
tanto resulte angustiosa.
No es raro que después de unas primeras frases más o menos intranscendentes, suelte
repentinamente el gran Apaquete@. Y tampoco es raro que, a continuación, vengan las
lágrimas.
Y sabemos lo que hay que hacer: No comenzar enseguida dando consejos o quitándole
importancia al problema, que es la mejor manera de cortar la comunicación, en sus
comienzos. Más bien, empatizar: escuchar, espetar, compartir sufrimientos... Ya habrá
momento para profundizar...
b. La simpatía hacia el acompañante
El joven se acerca a un adulto al que de alguna manera admira; ello de forma totalmente
desinteresada o buscando el prestigio que le pueda dar esa relación: prestigio a sus
propios ojos, ante los de los compañeros o adultos...
Este deseo de revalorización, de ganar estima, en cuanto le da confianza y seguridad, no
es malo en sí mismo. Pero si el acompañante no ve una verdadera comunicación y
confrontación, debe irlo llevando suavemente a una relación más profunda y, si no lo
consigue, plantearle claramente su función.
c. La curiosidad
Curiosidad por ver de qué se trata en realidad esa relación que se le ha propuesto; o bien
para saciar la curiosidad que suscita otra cuestión, preguntando al consejero (por
ejemplo, sobre el tema de la afectividad, sobre informaciones varias,..etc)
En ambos casos la habilidad está en aprovechar el primer contacto conseguido para
hacer progresar la relación por caminos de mayor verdad.
2) Cuando la iniciativa parte del acompañante
15
La propuesta del acompañante puede realizarse en la forma de invitación personal también.
Hay que perder los miedos a evitar esta situación, que para muchos supone una auténtica
bendición, porque se les hace fácil lo que ellos mismos deseaban hacer pero por timidez no
se atrevían. En este sentido:
Χ Se sondea en el primer contacto si el joven quiere avanzar en el diálogo, si es que no
había venido antes por timidez, por ignorancia,..etc.
Χ A partir de ahí, pueden ocurrir dos cosas: O bien que el joven pide volver a tener alguna
entrevista más, por lo satisfactorio del encuentro. O todo queda en esa entrevista, no
pastoral, lo más distendida y agradable posible. Incluso en este último caso, ello no
supone un fracasado, porque si el joven ha percibido buena acogida y respeto, no es
imposible que, más tarde, en una situación distinta acuda a consultar sus cosas con el
consejero o acompañante.
El hecho de llamar a un chico para hablar no plantea -no debe plantear- problemas para la
colectividad.... con tal de que todos los chicos sientan que tienen la misma posibilidad y
son acogidos de la misma manera.
c. Medios para facilitar el primer contacto
1) Las encuestas o cuestionarios
Usar de la encuesta para iniciar un proceso de acompañamiento lo juzgamos útil porque
ofrece un soporte objetivo al diálogo, respeta la libertad al permitir permanecer en la
neutralidad más completa si se desea y abre perspectivas de una comunicación más
profunda, donde los grandes temas pueden salir con facilidad.
Es muy apto para entregar y recoger después de haber sido rellenada en algunas
actividades pastorales. Ofrecemos algunas indicaciones concretas sobre cómo proceder en
estos casos.
- Una vez recogida la encuesta se relee detenidamente y se retiene mentalmente algunos
datos significativos del joven.
- Se le convoca al joven oportunamente con objeto de comentarle algunas cosas de la
misma. Nos pueden valer estas indicaciones prácticas:
1. Se comienza diciéndole que uno se ha interesado mucho por sus opiniones (si
las hay) a pesar del poco espacio que había para escribir.
2. Se le procura transmitir, de forma no verbal y con autenticidad, la sensación de
que es alguien importante para nosotros: Haciéndole ver que nos acordamos de
algunos detalles de la encuesta, le podemos hacer salir del anonimato del grupo
del que forma parte.
3. Con tacto se le puede invitar a que complete o a que aclare algunos de los datos
ya dados.
4. Basta un rato para darse cuenta de si el joven, una vez que ha comenzado a
sentirse a gusto y desinhibido de la entrevista, poco a poco va expresándose de
una manera esponjada, o si prefiere quedarse deliberadamente en el campo de
las repuestas escuetas e impersonales.
En el primer caso, ya hemos comenzado el acompañamiento... Basta un
empujoncito para poner en marcha... En el segundo caso, le agradeceremos los
16
datos que nos ha ofrecido y les despediremos... Y a no ser que se juzgue de
mucho utilidad, no conviene volver a molestarle pidiéndole otra entrevista: es
preferible que no se sienta acosado, porque sólo de esa manera podemos
conservar ola esperanza de alcanzarlo en otra ocasión.
2) Cuestionarios en momentos intensos de convivencias
En momentos de convivencias se puede utilizar un tipo de encuesta diverso. Puede ser
un cuestionario que se ha entregado para ayudar a la reflexión personal acerca de algún
tema visto o experiencia vivida. Se puede proceder así, en el marco temporal de la
misma actividad y siempre previendo con la posibilidad de atender a todos:
Χ Llamar al joven para preguntar cordialmente cómo se encuentra (relajado, interesado,
cansado...), si está contento de estar allí, qué le parece las actividades que se tienen...
Χ A partir de ahí se puede aludir a la encuesta que se supone que han realizado: si le ha
servido, si el tiempo de reflexión fue largo o corto...etc
Χ Si el joven está motivado a hacer referencia a su contenido, entonces se le pude
invitar a que continúe expresándose en la misma dirección, aunque éste continúa
siendo muy dueño de sí y puede preferir permanecer en un plano menos
comprometido.
Χ Por circunstancias (exaltación emotiva, falta de tiempo...) Es aconsejable que las
entrevistas se realicen una vez terminado el encuentro de convivencia o ejercicios
cuando el clima de serenidad y normalidad ha vuelto a reinar y no nos encontramos
en un ambiente irreal.
3) Los informes redactados a partir de experiencias
La escritura puede facilitar enormemente la confidencia. A través de un escrito -tal vez
también de un dibujo- el joven informa de su experiencia tenida y permite el acceso a la
misma. Lo cual es un medio muy directo de entablar el diálogo del acompañamiento.
4) El acompañamiento de apoyo
Se trata de que el joven confeccione y realice un plan concreto de vida (vg: carácter,
tiempo libre, vida de fe,...etc) con compromisos concretos en cada área.
El plan se realiza con la supervisión de un Apadrino@ adulto que ayudará al joven por un
período determinado. Al transcurrir el tiempo, el plan se evalúa en contacto con el padrino.
A partir de los resultados se redacta otro Acontacto@.
Tal tipo de padrinazgo proporciona al agente pastoral una ocasión privilegiada de
comenzar una relación de diálogo pastoral, a condición de no caer en la tentación del
moralismo, ni caer en un voluntarismo espiritual.
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