Pincha para leer el texto
Transcripción
Pincha para leer el texto
Hacía años que no había entrado en aquella habitación. El mobiliario estaba desgastado, las paredes blancas que cubrían los aposentos ahora eran negras, la lámpara que colgaba del techo yacía en el suelo destrozada pero pese al desastre aún cuando cierro mis ojos puedo recordar mi estancia en aquella casa: los platos de porcelana, el sonido del tren eléctrico que recorría todas las habitaciones, el oso de trapo que me acompañaba todas las noches, todos esos recuerdos fueron llegando a mi mente y en poco tiempo pude recordar lo increíble que había sido mi infancia en aquella vivienda antes de que comenzase la guerra. Anduve husmeando por las habitaciones y más recuerdos fueron llegando a mi memoria y de repente vi algo que a pesar de todo lo que ocurrió permanecía intacto, era el espejo de la doncella de la casa. Desde muy pequeña ese espejo siempre despertó mi curiosidad, pero la doncella me impedía acercarme a él. Era un espejo hermoso, con forma ovalada, adornado con estrellas bancas y plateadas de cristal de Murano, cuando los haces de luz llegaban al espejo los bordes parecían diamantes, pero cuando la oscuridad invadía la habitación las estrellas parecían desprender cierta magia. Esta era mi oportunidad me acerqué al espejo con impaciencia y con la manga de la camisa retire el polvo de la superficie y conseguí ver mi reflejo. De pronto una pequeña brisa invadió todo mi cuerpo, pero seguía con la mirada fija en mi reflejo, hasta que empecé a sentir una sensación de angustia en mi pecho; quise huir pero algo me lo impedía, quedé como hipnotizada por aquellas estrellas, toqué con mi dedo la superficie pero para mi sorpresa lo que mis dedos tocaron no fue una superficie sólida sino viscosa, pude ver corno mi brazo quedó sumergido en aquella superficie y poco a poco me fui sumergiendo hasta que quedé sumergida completamente en el espejo y nadie volvió a saber jamás nada de mí.