Se dejó llevar por una sensación de destino inevitable cuando el

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Se dejó llevar por una sensación de destino inevitable cuando el
Se dejó llevar por una sensación de destino inevitable cuando el todo terreno, conducido por un muchacho de apenas 18 años y con cara de niño pero impecablemente uniformado, entraba en el campamento de los guerrilleros y comprendió que no había marcha atrás. Había engañado al enlace no permitiéndole ver “el paquete” donde se suponía llevaba el dinero del rescate, los 25000 $ exigidos.
Bajaron del Jeep en un claro rodeado por la frondosa selva y tapado por arriba, a modo de techumbre, con una red de camuflaje que sostenía hojas secas y verdes y ramas de los árboles de los alrededores se supone que con la intención de pasar desapercibido desde el aire.
Les recibió el comandante Marulanda en persona y, con galantería marcial la invitó a bajar del coche. Con un gesto leve de cabeza hizo llegar a un par de mujeres soldado: una de ellas armada hasta los dientes, la otra con las mangas arremangadas y unos guantes de látex en cada mano. Llevaron a Rosalía a una tienda de campaña cercana y la estuvieron cacheando de arriba a abajo. Cuando salió de la tienda con el pelo desmadejado y remetiéndose la ropa se dirigió al comandante como le había “sugerido” la soldado que la cacheó. Éste permitió que se acercara después de recibir el gesto de total seguridad que le indicaron las dos mujeres que salían de la tienda detrás de nuestra protagonista. Nadie había tocado el paquete del dinero ni se lo habían arrebatado a la fuerza, dejaron que ella se lo entregara personalmente al jefe de ese fiero a la vez dócil, por disciplinado, grupo de hombres y mujeres.
Marulanda, sentado tras una mesa de campaña bajo un techo de camuflaje a modo de porche y pertrechado a ambos lados por soldados armados, esperaba a Rosalía como un emperador espera a uno de sus súbditos. La mujer, con el paquete con los 25000 $ en la mano, caminaba nerviosa pero decidida hacia su malhechor.
­¿Vienes a salva a tu marido? Preguntó el comandante con mucha teatralidad.
­Vengo a que me lo devuelvas tu o a condenarme con él.
El guerrillero no entendió muy bien el porqué de aquellas palabras aunque sospechaba el significado mientras habría el paquete
Adelmo Grande Masa

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