Arte y Tecnología Editorial Historias de colores
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Arte y Tecnología Editorial Historias de colores
Número 6 Julio de 2009 el cencerro Suplemento Cultural • MILENIO Periódico de Vancouver Editorial L os artistas no existen fuera del mundo sino como parte de él, y muchas veces como consecuencia de él, aunque no sean pocos los que digan que pese a él y contra él. El desarrollo económico, político social y tecnológico impacta siempre de una u otra forma en su quehacer y no puede obviarse su influencia en generaciones de creadores, en un entorno que pudiéramos calificar de Era Virtual. El problema es entender la parte del proceso actual, porque el mundo no se mueve de manera uniforme en el contexto de las nuevas tecnologías, particularmente si en el arte hay resistencia al uso generalizado de ella. Lo cierto es que ante del desarrollo de la ciencia, la destrucción de la naturaleza y globalización de la vida, requerimos incorporar, aplicar dicen otros, la tecnología no sólo como medio de experimentación y colaboración en pos de generar redes internacionales, conectividad y rompimiento de las islas ‘artísticas’. La utilización de la conectividad inmediata y simultánea de Skype, Messenger, Windows Media, Encoder etc., es posibilidad para desarrollarse localmente y crecer mediante la acción y experimentación. Pintura Arte y Tecnología El auge de revistas, libros, periódicos y demás impresos inició su declive cuando la Era Virtual comenzó a explorar y descubrir ventajas que trascienden lo económico, como la interacción, distribución y capacidad de influencia. Y aún más, gracias a ello artistas plásticos tradicionales han identificado posibilidades mucho más allá de sus pinceles. Lo que no sabemos es sí la priorización y preponderancia de la tecnología terminarán por atrofiar o potenciar habilidades. Mientras tanto en El Cencerro, como buenas bestias, optamos por un híbrido: imprimir en papel berridos, y distribuir el clanck-clanck-clanck en algo que no es página ni blog, sólo un simple PDF mandado vía e-mail. Tampoco nos queda duda como la tecnología ha copado los espacios y gradualmente crea y define nuevos lenguajes y metodologías que, de tan masivas, son parte de la cotidianidad y dificulta identificar sus influencias. Y aunque no sabemos todavía cuales serán las obras cumbres que resulten de esta Era, ni lo que represente como parte de las rupturas concretas con la Era Real anterior –sobre todo si pensamos que mucho de lo considerado arte se mueve en la lógica de la subjetividad– algo está claro: no hay una sola parte del arte que la Era Virtual no toque al menos. Sea lo que sea, nosotros pensamos que ‘los híbridos’ serán una de las posibilidades para los nostálgicos o para quienes les cuesta el tránsito a otras formas de construir interrelación entre mundo físico, espiritual y virtual. Si antes ya resultaba complicado saber de todo lo que pasaba en este mundo, ahora la trivialización, diversidad y facilidad de acceder a él, quizás sea obstáculo para aprender lo fundamental en el arte. Las herramientas tecnológicas pueden colaborar a que los artistas estén por encima del individualismo y generen metalenguajes donde converjan ciencia, arte, realidades virtuales y concretas vía tele presencia, inmersión e interactividad, simultaneidad y hasta el no lugar. El cencerro sobre todo se identifica con el no lugar, así que por ahí esperamos verlos siempre. Las/os editores Ciudad de la lluvia, Julio de 2009 El Cencerro Suplemento Cultural • Milenio Periódico de Vancouver María Soledad Sara, Director Número 6, Martes 21 de julio de 2009 Coordinador de la edición: Raúl Gatica • Diseño Gráfico: Dafne Blanco Coordinación de material gráfico: Luz Rosas Editores: Colectivo literario Rhizome Café • Secciones: El Mugido Vengador: Heinz Avendaño • Con o sin Badajo: Raúl Gatica Colabora en este número: Eduardo Galeano Obra gráfica de esta edición: Margot Bussiere Contacto: [email protected] A lgunos artistas intimidan por su capacidad creadora, otros por su entrega y unos más por su historia; muy pocos por todo, Margot Bussiere es de esos pocos. La conocí entre un viento que le rascaba la cara, mientras su mirada al frente ametrallaba con palabras y su risa nos envolvía. Pasamos nueve horas en su casa de Montreal con sus historias de arte, mujer, madre e hija. Saltaba de aquí para allá y las pinturas le servían para ilustrar relatos. Conocí la historia de La Mujer En Dos y Metal Pesado, que vistos al revés cuentan el renacimiento de uno de sus hijos. Su colección de pájaros urgidos de la otra mitad para volar. Sus colores oscuros marcan su etapa de madre en busca de hijos dejados, perdidos o arrebatados; los rojos escurren dolor por tiempos y lugares como Bolivia, Brasil o Canadá, e incluso la anécdota explicativa sobre el porque su maestro boliviano les prohibía comprar el negro. –Si Van Gogh en uno de sus cuadros logró hasta 65 tonos de negro, no hay porque comprarlo, al menos no para mi clase. Historias de colores Margot se asume pintora intuitiva influida por Van Gogh, los belgas Paul Delvaux y Magritte; los españoles Miró y Picasso; la mexicana Frida Khalo; la americana Georgia O’Keeffe y los bolivianos Gastón Ugalde, Keiko Gonzales y Cecilia Wilde. Se puede ver un poco de ellos en sus murales, dibujos y diseños, los cuales, pese a guardar dolor por lo sufrido en sus cuatro matrimonios y siete hijos, el de su madre y hermana, tienen implícitos su esperanza de hallar a quien merezca su amor, con frustraciones incluidas, como esa que ahora sublima a partir de ‘fallas de la madera’ para arrancarle chiches y pezones. –La madera trae en sí un concepto, una idea y sólo es cosa de trabajarla para hacerla obra de arte. Además me ayuda a superar los apodos que los chicos en la escuela me colgaron: ‘La dos aspirinas sobre la mesa de planchar’, ‘la bolitas de golf’, etc.. Ahora al mirar mis cuadros expresan: ¡Qué buenas tetas tienes! “ Esta pintora crédula y mística trabaja en lugares de ‘mala muerte’ con jóvenes provenientes de las drogas, alcohol y prostitución con la entrega propia de quien ha sobrevivido a esos mundos y afirma no volverá a trabajar en lugares ‘decentes’, porque ahí quisieron emplearla a cambio de acostarse con sus jefes. También dice que le duele sobremanera la crítica: –Nadie sabe las emociones que llevan a pintar determinada obra. Aunque ella no sabe a donde llegará Continúa en la página 2 • el cencerro E Suplemento Cultural • MILENIO Periódico de Vancouver Suplemento Cultural • MILENIO Periódico de Vancouver Revoltijo n el medio año de caminar Cencerril algo ha llegado de todo, bueno, ni de tan todo. Entre lo recibido hay comentarios que resumidamente dirían: “retírense por maletas”. Pero eventualmente llegan notas que nos levantan mejor que una sopa de mariscos a recién casado. Por ejemplo, encontrarnos a personas sencillas que felices estrechan nuestras mugidoras manos mientras agradecen nuestro escándalo literario. O las colaboraciones de escritores que realzan el suplemento, y recientemente la palabra alentadora de nuestro querido maestro Eduardo Galeano, cuyo intercambio epistolar resumimos. Por Raúl Gatica Galeano en el camino No vamos a hablarle de ninguno de sus libros, porque seguro los conoce mejor que nosotros, entonces le hablaremos de nosotros que no nos conoce nadie, bueno, casi ni nosotros mismos. Somos un conjunto de locos que nunca pierden la cabeza ni la esperanza, bueno, la cabeza a veces pero la esperanza nunca, que venimos de varias historias latinoamericanas y desde aquí intentamos acompañar, en lo que podemos, a las comunidades de las cuáles fuimos desterrados... Recién acabamos de cumplir un año de trabajar cada tres miércoles y hemos construido un suplemento cultural que sin permiso de vacas ni bueyes (toros en el original) bautizamos como El Cencerro... Si usted escribiera algo para nuestro escandaloso clanck-clanck se lo agradeceríamos... No le ofendemos ofreciéndole paga porque no tenemos ni ofensas ni dinero, pero incrementaremos a sus irredentos lectores. Sus lectoras y lectores editores de El Cencerro. La respuesta aparte de rápida fue mucho más de lo que esperábamos. Gracias mil por esas palabras tan simpáticas. Me encantaría colaborar en esas locuras que siento mías, pero el tiempo apenas si me está permitiendo respirar. Lo único que puedo ofrecerles es libertad total para descuartizar mis libros y publicar los pedacitos que quieran, incluyendo al pie, para los desconfiados, una frasecita que diga: con permiso especial del autor. La función del arte Abrazos y suertudas suertes, Viajaron al sur. 2 1 Diego no conocía la mar. El padre, Santiago Kovadloff, lo llevó a descubrirla. Eduardo Galeano. Ella, la mar, estaba más allá de los altos médanos, esperando. Hoy traemos ‘pedacitos’ de él como síntesis de lo que espera El Cencerro de sus lectores y lo que esperamos no hacer, of course, con el pie para los desconfiados: con permiso especial del autor. Cuando el niño y su padre alcanzaron por fin aquellas cumbres de arena, después de mucho caminar, la mar estalló ante sus ojos. Y fue tanta la inmensidad de la mar, y tanto su fulgor, que el niño quedó mudo de hermosura. Las/los editores Y cuando por fin consiguió hablar, temblando, tartamudeando, pidió a su padre: —¡Ayúdame a mirar! El pastor Miguel Brun me contó que hace algunos años estuvo con los indios del Chaco paraguayo. Él formaba parte de una misión evangelizadora. Los misioneros visitaron a un cacique que tenía prestigio de muy sabio. El cacique, un gordo quieto y callado, escuchó sin pestañear la propaganda religiosa que le leyeron en lengua de los indios. Cuando la lectura terminó, los misioneros se quedaron esperando. El cacique se tomó su tiempo. Después, opinó: —Eso rasca. Y rasca mucho, y rasca muy bien. Y sentenció: —Pero rasca donde no pica. Eduardo Galeano Historia... Viene de la página 1 con su trabajo, insiste en profundizar sobre la teoría del arte y conocer lo que pasa en el mundo para identificar si sus propuestas son o no innovadoras. Reconoce que incluir en sus murales figuras geométricas y motivos que rompen con el contexto general y conjunto de la obra, son un gesto noble de reivindicación grafitera pero insuficiente para meterlo como concepto. No hay duda, los colores le han levantado de la adversidad y la mantienen digna, incluso en algunos momentos brillan sobre sus obras. El Cencerro trae trozos recordándoles que puede visitarla en www.margotella.com • 3 Con o sin Badajo L Muy querido Eduardo Galeano. el cencerro a literatura erótica de este siglo será de las mujeres, o quizás siempre lo ha sido pero hasta ahora tuve la oportunidad de gozar sus textos. En esta ocasión, la Doctora en Filología, Lingüista en la Real Academia Española, periodista, dramaturga, guionista de cine y multipremiada en varias áreas, Lola Beccaria, comparte Una Mujer Desnuda (anagrama 2004), cuya trama y contenido hizo que algunos críticos comentaran: “la obra explica la necesidad del amor y se juega al sexo como escondite...”. Pienso que además, presenta una visión femenina del erotismo desde la mítica infancia, con valiente atrevimiento. El abordaje del tema luce filones de húmeda inteligencia; aunque no se perdonan los descuidos en la edición, los altibajos narrativos y lo trillado de algunos pasajes. Sus personajes infantiles y juveniles se perciben desproporcionados a la edad atribuida y sin duda, los primeros capítulos son mejores que los últimos. Si obviara un par de ellos ganaría vigor narrativo en los temas controversiales. Con todo, es una lectura que nadie debe obviar, sobre todo aquellos-as que viven con fantasmas encerrados y buscan en la repetición sexual una forma de exorcizarlos. Van unos trozos interesantes. Una Mujer desnuda me asusté, paré la mano y de forma automática e instintiva miré hacia arriba con una pregunta en los labios: –¿Te hago daño? (...) Justo cuando creía que ya no me iban a llegar las fuerzas para seguir frotando, y con los músculos del brazo casi agarrotados, él ahogó un grito desenfrenado que le quedó trabado en la garganta y por el orificio comenzó a salir un nuevo líquido, esta vez a borbotones. Blanquecino y grumoso, denso como el engrudo, rarísimo. La potencia de salida fue de tal magnitud que me salpicó la cara mientras él musitaba enfebrecido. –Sigue, sigue, que me estoy corriendo. Asensi vs Brown o Alighieri vs Da Vinci E s muy complicado determinar cuando un plagio ocurre de verdad, pues como el maestro Rulfo dijo alguna vez: “un escritor es hijo de otros escritores; se nutre, mama y crece bajo la influencia de lo que ha leído. Uno viene de algún lado, siempre se es hijo de alguien o si no se es hijo de la chingada, como decimos en México”. Sin embargo, El mugido vengador encontró en El último Catón de la española Matilde Asensi, importantes similitudes con el famoso best seller de Dan Brown, El código Da Vinci. Como en muchas otras ocasiones, el libro más vendido no es necesariamente sinónimo de innovación ni calidad y Dan Brown ha sufrido ya algunas demandas de plagio que no han proliferado. Pareciera que Asensi no estaría demasiado lejos de disputar una buena contienda. Revisemos algunos puntos de ambas obras: (...) Inspirada por mi curiosidad, desabotoné el ojal de la bata y tanteé la bragueta del pantalón de Damián. Noté la frialdad del metal de la cremallera y la recorrí hasta agarrar la pestaña de bajada, que hizo un ruido de rasgado mientras la presionaba hacia abajo. El agujero que se abrió a mis ojos parecía una boca al revés, dentada, negra y amenazadora. Si quería seguir adelante me vería obligada a meter ahí mi mano, y por un momento dudé. No sabía si lo que se guarecía en aquella cueva mordía o daba calambres o tenía autonomía propia. Era como meter la mano en la jaula de una fiera sin protección. (...) ...introduje mi mano. Lo que hallé en el interior fue increíble. Me topé con una especie de oruga gigante pero sin un solo pelo. Eso lo fui percibiendo poco a poco, conforme iba tanteando el perímetro de aquel singular gusano(...) jugué un rato a fruncir y a desfruncir dobleces, subiendo y bajando la piel, arrugándola y estirándola a placer, y observando perpleja cómo los pliegues se deshacían sin dejar marca al llevar hasta el fondo el suave pellejo externo que lo recubría. Tantas veces lo hice que se hinchó como un bollo en el horno; pero, en lugar de esponjarse, al crecer se puso más tirante y sólido, y Damián comenzó a gemir quedamente. Yo Por Heinz Avendaño El último Catón El código Da Vinci Personaje principal Ottavia Salina, Doctora paleógrafa* de los archivos del Vaticano. *Ciencia que permite descifrar las escrituras antiguas. Robert Langdon, Profesor de Iconografía* religiosa de Harvard. *Ciencia que estudia las diferentes representaciones figuradas de un mismo sujeto. Personajes secundarios Farag Boswell, Profesor del Museo Grecorromano de Alejandría que termina enamorado de Ottavia; Kaspar Glauser-Roist, Capitán de la guardia suiza del vaticano. Sophie Neveu, criptógrafa de la policía francesa que termina enamorada de Robert; Bezu Fache, Capitán de la dirección central de la policía judicial. Primera publicación 2001 Primer acontecimiento importante que desarolla la historia El enigma Matilde Asensi nos entrega una historia de fantásticas aventuras alrededor del misterio de la Santa Cruz, en el marco de los siete pecados capitales de la obra de Dante Alighieri. Es un inteligente viaje por la historia y el Vaticano, que más que la sede papal parece la guarida de la Cosa Nostra. Un punto de vista, quizás no muy alejado de la realidad, y el desenlace, aunque bien sabido es de ficción, no está a la altura del resto de la historia y decepciona. Los protectores del enigma Clave principal para resolver el enigma Desenlace de la historia Ejemplares vendidos La misteriosa muerte de Abi Ruj Iyasus. El cadáver está cubierto de extrañas escarificaciones que la doctora Ottavia debe descifrar. 2003 El misterioso asesinato de Jacques Sauniere. El cadáver tiene un pentáculo dibujado en el pecho y Langdon debe resolver un mensaje críptico escrito por Sauniere en el suelo antes de morir. La ubicación de un sagrado La ubicación de un sagrado objeto del cristianismo (la Vera objeto del cristianismo (el Santo Cruz, o verdadera cruz de Grial). Cristo). Una secta cristiana, los Staurofílakes. Una obra de arte, La Divina Comedia de Dante Alighieri. Dante fue un Staurofílake. Una secta cristiana, el Priorato de Sión. Una obra de arte, La Última cena de Leonardo Da Vinci. Leonardo perteneció al Priorato de Sión. Bueno…éste no lo escribo porque no quiero arruinarles la lectura, pero también encuentro similitudes en el desenlace. 1,250,000 80,000,000 El Mugido Vengador 2 4 • el cencerro El Rincón del Rhizome Café Si está interesado en integrarse al taller literario, contáctenos al: [email protected] (lugar donde se reúnen los editores a divagar cada tres miércoles) Narrativa • Por Heinz Avendaño E Alejandra e Ignacio ra hora de ir a casa cuando el teléfono sonó e Ignacio contestó de muy mala gana. Había esperado pacientemente por más de quince minutos a que aquellas lentas manecillas marcasen finalmente las siete. Eran cerca de las dos de la mañana y la gente seguía bebiendo y gozando. Ignacio y Alejandra se abrazaron por un momento para entonar la última estrofa, que se oyó como maullido horrendo que aún a los borrachos de la mesa contigua incomodó. –Guzmán y asociados… noches. –¿Ignacio?– preguntó una voz femenina. –Ignacio Villareal de los Monteros Álvarez del Castillo a sus órdenes. –Hola, soy amiga de Carlos Somoza –¡Carlos! ¡Qué gusto! –contestó Ignacio sorprendido–. ¿Cómo está el buen Carlitos? –Muy bien. Te manda muchos saludos. –Muchas gracias. ¿En que puedo servirte? –Estoy de visita y no conozco bien la Ciudad de México. Carlos me dijo que te llamara para que no estuviera tan solita. –¿Qué planes tienes? –¿Hoy? Ninguno. –¿Te gustaría ir a cenar? –preguntó Ignacio con entusiasmo. –Me encantaría –Voy saliendo del trabajo. ¿Dónde estás? –Estoy en el centro, muy cerca de la Torre Latinoamericana. El hotel se llama Miramar. –Si lo conozco. Estoy por ti en media hora y vamos a cenar a la Casa de los Azulejos. Espérame en el lobby del hotel. –Te agradezco. Será un placer conocerte. –No tienes que agradecer. ¡Ah! Perdón ¿Cuál es tu nombre? –Alejandra. Fue entonces cuando Ignacio, alentado por el alcohol, el mariachi y el acaloramiento de haber conocido a tan singular mujer, tomó su mano como preámbulo al beso. Ignacio y Alejandra llegaron a la casa de los azulejos, antigua casa del Conde del Valle de Orizaba, donde para su buena suerte tenían un buffet especial y música de mariachi. En dos días todo México estaría celebrando noventa años de la revolución. ¡Qué maravilla! –dijo Alejandra admirada de la fabulosa decoración de azulejos–. Hermosos candelabros colgaban de los altos techos e impresionantes pinturas decoraban el lugar. Ignacio mostró a Alejandra el mural Omnisciencia de Orozco en la escalera del edificio y le contó la leyenda de que el hijo del Conde de Orizaba, siendo un hombre de costumbres disipadas, un día fue amonestado por su padre, quien al llamarle la atención le dijo: “tú nunca harás casa de azulejos”. Sin embargo, el joven corrigió su conducta y decidió reconstruir su casa cubriéndola de azulejos. Bebieron cerveza, comieron hasta hartarse, se contaron historias y rieron como chamacos. Hacía tiempo que Ignacio no disfrutaba de una velada como aquella. Bueno, hasta de fútbol platicaron. Que si el entrenador de los Pumas era un ególatra, que si los del equipo América eran unos maricas… ¡Qué noche! Más tarde, comenzaron a cantar a coro las canciones de mariachi que llegan al corazón. Esos mariachis que nos hacen llorar e hinchar el pecho de pasión: “no tengo trono ni reina, ni nadie que me comprenda, pero sigo siendo el rey”. ¡Otras dos cervezas! pidió Alejandra al mesero. –¡Qué mujer!– pensó Ignacio. Alejandra no era el tipo de mujer que nos hace voltear la mirada en la calle y retener la visión cuanto –¡Ignacio! ¡No! Tengo algo que decirte– dijo Alejandra temblando. –¿Qué sucede? –Soy Carlos, tu amigo de la secundaria. Me operé el año pasado. –¿Cómo?–dijo Ignacio apartándose de ella–. Esto no es posible. Tú no te pareces a Carlos. ¿Qué clase de broma es esta? –No Ignacio, no es broma. –Pues que poca madre tienes. es posible, pero era tal su simpatía y carisma que tenía a Ignacio cautivado. Había algo en ella que le excitaba, pero no podía descifrar con claridad. –¿Y cómo le va a Carlos?– preguntó Ignacio. –Le va muy bien en Los Ángeles. Tiene un pequeño negocio de diseño gráfico. –Que bien. Carlos es muy bueno para el dibujo. Le perdí la pista cuando salimos de la secundaria, pero siempre fuimos muy buenos amigos. –Lo sé. El se acuerda mucho de ti– dijo Alejandra. Y los mariachis cantaron: “ella quiso quedarse cuando vio mi tristeza, pero ya estaba escrito, que aquella noche, perdiera su amor”. Ignacio se quedó helado. No sabía que era peor, ver a su amigo convertido en mujer o el hecho de que había intentado besarlo. Y los mariachis cantaron: “no volveré, te lo juro por Dios que me mira, te lo digo llorando de rabia, no volveré”. Ignacio se levantó de la mesa, subió las escaleras trompicándose hacia el baño y sintió el mural de Orozco venírsele encima. ¡Qué vergüenza! – dijo mirándose al espejo. Pasaron unos minutos y regresó a la mesa exigiendo una explicación. –¿Cuándo pensabas decirme?– preguntó Ignacio. –No sabía como decírtelo. Ha pasado mucho tiempo desde la última vez que nos vimos y no es nada fácil aparecer un día y darte la noticia. –¡No me jodas Carlos! –Siempre fui mujer, pero no fue fácil de aceptar. Me costó alejarme de mi familia y mi país. Pensé que quizás tu si me entenderías. –Necesitaré tiempo para asimilar ésto. ¡Carajo Carlos, estuve a punto de besarte! Y los mariachis cantaron: “yo sentí que mi vida, se perdía en un abismo profundo y negro como mi suerte”. –¡Ya hombre, ni pasó nada! –¿Te operaste en Los Ángeles?– continuó Ignacio después de unos minutos de silencio. –Si. –Pues te ha de haber costado una fortuna, porque yo te recuerdo bien feo– dijo Carlos, después de beberse la cerveza de un solo golpe. Brindaron por última vez. Ignacio la llevó a su hotel y se despidió con un fuerte y distante apretón de manos que lastimó sus nudillos, pero ella no dijo nada. Ignacio regresó al bar para olvidar su amarga pena, pues no hubiera podido conciliar el sueño de cualquier manera, y escuchó al mariachi que seguía tocando al amanecer: “alcé mi copa y brindé por ella, era el último brindis de un bohemio por una reina”.