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Un monstruo en mi habitación Michel Adriana Pérez Varillas Capítulo 1 El cielo está de un amarillo tan brillante que casi me deja ciega. Contemplo las bellas mariposas, que me recuerdan a los cuadros que posan en las paredes de mi habitación, que mi nuevo papi me ha regalado, mi antiguo papi no me daba nada, mi nuevo papi me besa, me abraza y me dice que me quiere mucho, mi antiguo papi nunca me abrazaba ni besaba, siempre está enojado conmigo y con mi mami. Yo quiero mucho a mi nuevo papi. Mi nuevo papi me llama, así que dejo de observar a las bellas mariposas, esta con mi mami, ambos están tomados de la mano, el sostiene mi nuevo cocodrilo, a mi nuevo papi le encanta regalarme cocodrilos, corro hacia ellos, tenemos que irnos a casa puesto que ya es tarde y dentro de poco será de noche. No quiero que llegue la noche, me da miedo. Mama dice que ya es tarde y tengo que ir a dormir, me manda al baño. No quiero irme a acostar, camino lento, en línea, pie tras pie, no quiero llegar a la cama porque en cuanto me acueste y cierre los ojos, el estará ahí, como todas las noches. Sé que despertare cuando sienta el peso de su cuerpo en el colchón, cuando sienta sus manos por mis pies, luego por mis pantorrillas, luego irá subiendo hasta tomar mis muslos, y llegara al elástico de mi pijama. Sentiré ese bultito en uno de sus dedos, cuando lo rose en mi piel desnuda, cuando sienta una ráfaga de dolor como si me quemara con tan solo tocarme y el bultito estará frio, como siempre. Se subirá encima de mí, me abrirá las piernas y me lastimara como siempre, me dolerá horrible, y sentiré que me parte en dos, pero no podre gritar, porque él me tapara la boca, él es un monstro muy malo. Se quitara de encima y me besara las mejillas, saboreara mis lágrimas como si fueran los mejores manjares del planeta, y me rosara la mejilla con su horrible anillo, que aun seguirá frio. Él se levantara y se irá por donde siempre entra. Y todo se desvanecerá… Despierto, tengo la espalda pegajosa por el sudor, me cuesta respirar, siento que las mejillas me arden, las toco, mis manos están temblorosas, están húmedas debido a que he llorado entre sueños, he tenido la misma pesadilla de siempre, me coloco en posición fetal, veo hacia la ventana que me dice que aún es de noche, y me permito llorar por rabia, por ser tan débil, y porque tengo mucho miedo. Vuelvo a posar mi cabeza en la almohada, me quedo viendo el techo, y revivo la misma pesadilla de todas las noches, me regaño a mí misma por ser tan masoquista. Y comprendo, como todas las noches, que esta horrible pesadilla no se ira, y que perdurara como lo ha hecho todos estos años, es como estar corriendo por una calle y que de repente un muro se interponga y te impida continuar avanzando o como un maldito laberinto, que por más que corras e intentes encontrar la salida te parecerá que los muros se moverán, y te acorralaran como a un animal que será llevado al matadero, o como una caja que se ira haciendo chica más y más, te asfixiara poco a poco hasta que tu corazón se detenga. No quiero esperar a que esos muros me acorralen o que me empiecen a asfixiar, no debo continuar con esto porque sé que aunque lo intente no podré olvidarlo como tampoco podre vivir con ello por más tiempo, tengo que encontrar la forma de eliminarla. Ya he encontrado la solución, y más vale hacerla ahora mismo que esperar a que el monstro aparezca otra vez esta noche. Una luz resplandeciente entra por la ventana, están cegadora que en los primeros segundos no contemplas que hay en la habitación. Sus pies y manos cuelgan inertes, aún tiene la pijama, y su cuello que parece que se desgarrara ahí donde están las cuerdas, sus ojos que a primera impresión aparentan ver al vacío, están sin brillo, sin vida. Pero si diriges la mirada exactamente a donde ella la dirige solo observaras a un ridículo cocodrilo, que está sonriendo el muy maldito, con un anillo en uno de sus regordetes dedos, aquel que fue el último regalo de su padrastro.