La Madurez de la Fe

Transcripción

La Madurez de la Fe
EL AÑO DE LA FE CON FRANCISCO
Agostino Molteni
[21]
LA MADUREZ DE LA FE
En la homilía del 17 de mayo el papa Francisco ha dicho: “El Señor nos hace madurar a través de muchos
encuentros con Él”. En el mismo sentido, Tomás de Aquino decía con una de sus expresiones más
significativas: Gratia facit fidem non solum quando fides de novo incipit esse in homine, sed etiam quamdiu fides durat (S.
Th. II-II, q. 4, a. 4, ad. 3): “La gracia [es decir, la presencia de Cristo] causa la fe no solamente cuando ésta
comienza a existir de nuevo en el hombre, sino también mientras dura en él”.
Shakespeare decía en Rey Lear: Ripeness is all (“La madurez es todo”). ¿Qué es la “madurez” en la fe? No es
una cuestión de edad (“En boca de los niños, los que aún maman, dispones baluarte frente a tus
adversarios” (Sl 8); “Poseo más cordura que los viejos, porque guardo tus leyes” (Sl 119). La madurez es
una capacidad de juicio (que es máxima en el niño…). La fe es un juicio acerca de la confiabilidad del testis
verus et fidelis (Ap 3,14), del “testigo verdadero y fiel” que es Cristo. El Papa dice el método-camino de esta
madurez: “El Señor nos hace madurar a través de muchos encuentros con Él”: el juicio de imputabilidad
acerca de Cristo, juzgado-sancionado por sus “frutos”, acontece a través del tiempo, la con-vivencia con
Él, la atención a sus “frutos”, es decir, a través de los encuentros que el mismo acontecimiento de Cristo
genera. La madurez de la fe es, por tanto, un juicio de la competencia individual del hombre acerca de Cristo,
hombre que es encontrado de modo siempre imprevisto por Él. Cristo no se impone, sino que
corresponde, con-viene, es decir, com-pone la societas con el cristiano (Jn 15,15: Iam non dico vos servos quia servus
nescit quid facit dominus eius vos autem dixi amicos: “No los he llamado esclavos pues el esclavo no sabe lo que
hace su dueño, sino amigos”), societas en que deben ser imputados a Cristo los beneficios producidos por
los encuentros que Él genera. Beneficios que deben ser sancionados con el “principio de placer”
(recíproco).
Sólo en este sentido, de una societas com-puesta y sancionada, se puede hablar de la “gracia” de la fe. La fe
es gracia porque los encuentros con Cristo no son debidos (no hacen parte de los “derechos humanos”…),
sino que con-vienen. San Agustín hacía coincidir la gracia con cristo, con su acontecimiento visto por los
hombres y sancionado-juzgado: Ecce gratia, ecce resurgit, ecce se oculis ostendit Apostolorum. Ecce praebet se videndum
oculis, praebit manibus contrectandum (Sermones 229/J, 4): “Ved la gracia; ved que resucita, que se muestra a los
ojos de los apóstoles. Se da a ver a los ojos y a tocar las manos”. La gracia de la fe consiste en ver, tocar a
Cristo en los encuentros que, justamente porque vuelven a acontecer, hacen madurar la fe.
Por eso, el Papa ha podido hablar del peligro de una “iglesia gnóstica” (19 de mayo): el gnosticismo es
justamente la herejía que hace consistir la fe en un conocimiento intelectual (=gnosis) de los contenidos
(doctrinas-verdades-valores) de un supuesto mensaje de Cristo: es la reducción de Cristo a mera pantalla
divina de una “excelente materia de enseñanza” (Péguy). Al contrario, en la Vigilia de Pentecostés (18 de
mayo) en que el Papa ha encontrado varios Movimientos eclesiales, él ha dicho que “nosotros no
encontramos la fe en los abstracto, sino en una persona que nos dice quién es Jesús, que nos hace el primer
anuncio”. En efecto, no hay madurez de la fe (la fe no puede madurar, crecer) sino es en el encuentro con
un testigo, con un rostro, con un amigo cristiano que com-pone la societas Iesu. Hace 1600 años atrás, san
Agustín, comentando el episodio de la Samaritana (Jn 4), ya lo había dicho de modo insuperado: Christus
nuntiatur per christianos amicos: “Cristo es anunciado a través de los amigos cristianos”.

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