LAS MISIONES A CORTO PLAZO SON MAS GRANDES DE

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LAS MISIONES A CORTO PLAZO SON MAS GRANDES DE
LAS MISIONES A CORTO PLAZO SON MAS GRANDES DE LO QUE
TU PIENSAS: IMPLICACIONES MISIONOLOGICAS
PARA LA IGLESIA GLOCAL
Por Rolando W. Cuellar, Ph.D.
Presentado en el Núcleo de la FTL
Cleveland, Tennessee
Introducción
Las últimas dos décadas han sido testigos del crecimiento explosivo de las
“misiones a corto plazo” (MCP) particularmente en viajes desde Norteamérica a los
países del Tercer Mundo, pero principalmente a Latinoamérica. Impulsado por el
“voluntarismo norteamericano,” este tipo de misiones ha sido una fuerza dinámica capaz
de adaptarse a los cambios que la globalización ha traído. Sin embargo, a pesar de su
popularidad y su aparente contribución al reavivamiento por el interés misionero, las
MCP han recibido escasa atención en tres áreas fundamentales: La falta de una definición
formal, su marco bíblico y teológico de referencia y un análisis crítico de la contribución
de las MCP a la misión general de la iglesia.
En esta breve ponencia me propongo abordar críticamente estas tres áreas, con el
fin de ofrecer una mejor apreciación de este moderno fenómeno desde la perspectiva de
alguien que ha sido objeto de la misión en Latinoamérica y que actualmente es sujeto de
la misión desde Norteamérica.
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HACIA UNA DEFINICION DE LAS MISIONES A CORTO PLAZO
Al intentar definir las MCP debemos ser conscientes de las ambigüedades que
conlleva esta tarea. Una de ellas es el peligro de definirla como experiencias
exclusivamente transculturales y que se dan únicamente fuera de los Estados Unidos. El
otro peligro es que hay definiciones que le dan demasiado énfasis a las practicas
misionales de la Iglesia de Norteamérica que los latinoamericanos hemos heredado y
terminemos desplazando a un segundo plano a Dios quien es el protagonista de la misión.
Ignorar estas tendencias sería lamentable. Las MCP tienen un gran potencial de ser
valiosos instrumentos de la misión de Dios si la insertamos dentro del marco general de
la agenda de la iglesia glocal.
Por definición, MCP es la movilización de la iglesia en el poder del Espíritu Santo
para unirse a la actividad de Dios en el mundo. Su propósito es anunciar el reino de Dios
a través de viajes cortos con objetivos ministeriales específicos. Philos Molina dice “las
MCP están predominantemente dirigidas hacia los laicos interesados en contribuir con
sus talentos, tiempo y recursos en otros países o culturas por medio de viajes cortos y
compromisos de trabajo limitado.” Ese carácter laico de las MCP las diferencia de las
misiones a largo plazo, las cuales requieren de compromisos de tiempo más largo de
parte de los interesados y de calificaciones ministeriales más restrictivas.
MARCO BIBLICO Y TEOLOGICO DE LAS MCP
La participación de la iglesia en la misión emerge como resultado de la iniciativa
de Dios para manifestar su gracia redentora en Cristo Jesús en el mundo. Hay
innumerables ejemplos bíblicos que ilustran esta importante característica de la misión.
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Por ejemplo, Pablo fue escogido por Dios para la tarea noble de llevar el evangelio a los
gentiles (Hechos 18:5-7). Al responder al llamado de Dios, Pablo desarrollo una pasión
por la gente de las grandes urbes y una carga para orar e interceder por ellos. Participo en
viajes cortos con frecuencia visitando los mismos lugares (Hechos 15:36) y raramente
permanecía más de cinco meses en un determinado lugar (con la excepción de su
permanencia en Corinto por 18 meses). Pablo nunca regreso a Antioquia con la idea que
su labor misionera había terminado. Al contrario, Pablo mantenía continuo contacto con
hombres y mujeres a quienes había guiado a Jesús (Mack y Stiles, 2000). Se dedico al
evangelismo y la plantación de iglesias, pero también estaba interesado en el bienestar
integral de esos nuevos creyentes como sus epístolas nos dan evidencia. Por lo tanto,
antes de regresar a la iglesia de Antioquia, la que lo comisiono para la tarea misionera, se
aseguraba invertir su talento y su energía en la capacitación de líderes locales en cada
ciudad que visito. Estos líderes se harían cargo de la continuidad de la misión de Dios en
sus lugares de servicio después de la partida de Pablo (Hechos 20:27-38).
Indiscutiblemente Pablo es un excelente sujeto de la misión porque participa en la
misión de Dios, pero debe puntualizarse que Pablo no es el gestor de la misión.
Solamente Dios es el iniciador, protagonista, y sustentador de la misión.
En segundo lugar, la iglesia como pueblo de Dios participa de la misión de Dios
como una comunidad inclusiva. Hombres y mujeres, jóvenes y señoritas, niños y niñas
juntos responden y participan en la acción de Dios en la historia de la humanidad. Dios
intencionalmente ha estado envuelto mucho antes que los misioneros permanentes y los
participantes en las MCP lleguen al campo misionero. Desde esta perspectiva, la misión
de Dios corrige la idea muy común entre los norteamericanos de que “aquí no hubiera
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sucedido nada si nosotros no hubiéramos llegado.” La misión de Dios se lleva a cabo en
colaboración: Dios actúa y Su pueblo responde. El pueblo de Dios esta inclusivamente
conformado por aquellos que son llamados y enviados, ya sea en forma permanente o por
breve tiempo. Por lo tanto, debemos enfatizar que las MCP están ayudando a la iglesia a
reconocer la importancia de los laicos en la misión de Dios. Este aspecto es lo que René
Padilla llama la “desclerizacion” de los ministerios y una “laicización” de los clérigos
(2003). Es decir, por el hecho de ser discípulos de Jesús todos debemos y podemos
participar de la acción de Dios en el mundo. Las MCP como gestión misional están
brindando la oportunidad a los laicos de contribuir en la extensión del reino de Dios. En
este proceso, son los laicos y en muchos casos las congregaciones que los comisiona, los
que están recibiendo más beneficios que los receptores de la misión.
En tercer lugar, la participación del pueblo de Dios se lleva a cabo en una
variedad de formas. Orlando Costas nos desafía a pensar que aunque cada creyente está
llamado a ser testigo de Jesucristo, no todos podemos o debiéramos cumplir nuestra labor
de la misma manera (1979). Debemos recordar, sin embargo, que estas diferentes formas
de envolvernos en la tarea misionera deben servir para promover el reino de Dios, el cual
se hace presente en la historia por medio de Jesucristo en los contextos concretos de
sufrimiento y esperanza en la cual vive la gente de Latinoamérica (Padilla 2003; Rey
2002). Por estas razones, las MCP se están llevando a cabo con variedad de estilos y
propósitos. Quizás por eso este fenómeno es más grande de lo que podríamos pensar.
Finalmente, la participación del pueblo de Dios en la labor misionera debe ser
hecha en el poder del Espíritu Santo. Según el misiólogo David Bosch, Mateo y Marcos
en escasas ocasiones relacionan el Espíritu Santo con la misión (Mateo 3:11-17; 10:20;
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12:18,28; 28:19; Marcos 1:8; 13:11) (Bosch, 2000). Sin embargo, en el Evangelio de
Lucas y Los Hechos de los Apóstoles, los discípulos de Jesús son presentados como
individuos motivados, llamados, inspirados, capacitados y confirmados por el Espíritu
Santo para cumplir la misión de Dios (Lucas 3:21-22; 4:14; 24:13-35, 49; Hechos 1:5, 8;
4:13-29-31; 8:29; 10:44-48; 11:12; 13:1-4, 46; 14:3; 15:8, 28; 16:6-9). Es también Lucas
quien nos revela la agenda misionera de Jesús en su mensaje inaugural en Nazaret,
“El Espíritu del Señor esta sobre mí,
porque me ha ungido
para predicar las buenas nuevas a los pobres.
Me ha enviado a predicar libertad a los cautivos
y vista a los ciegos,
liberar a los oprimidos,
y proclamar el ano agradable del Señor
(Lucas 4:18-19).
Si esta fue la agenda de Jesús, debe también ser la nuestra en el siglo 21. Una
agenda donde la fe y la acción se complementan para vencer la injusticia y la opresión
(Engel y Dyrness, 2000). Desafortunadamente la gestión misional norteamericana con su
tremenda capacidad creativa y organizacional, sus inmensos recursos financieros y
humanos y sus adelantos tecnológicos tiende en muchas ocasiones a subestimar el rol del
Espíritu Santo en la misión. Estos tiempos estratégicos para la misión de la iglesia nos
demandan una nueva apertura a la Obra del Espíritu Santo en la iglesia y en el mundo
(Escobar, 2003).
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ANALISIS CRÍTICO DE LA CONTRIBUCION DE LAS MCP
A LA MISION DE LA IGLESIA
Frente a los desafíos que nos presentan nuestros respectivos contextos, es decir
Norteamérica y Latinoamérica, me gustaría compartir dos observaciones que merecen
nuestra atención: La duración de las MCP y la misión glocal.
Duración de las MCP
Hay una clara inclinación de las Iglesias en Norteamérica por reflejar un
pragmatismo orientado a lo instantáneo y los resultados rápidos. Pienso que esto es muy
peligroso para la gestión misional. Tomemos, por ejemplo, la duración de las MCP.
Algunos estudiosos de la misión argumentan que estas pueden durar desde una semana
hasta dos anos (Moreau, Corwin, y McGee, 2004). Otros señalan que no pueden
sobrepasar los tres anos. Estas posiciones nos muestran la ambigüedad de este fenómeno.
Nadie sabe cuánto tiempo debe durar esta actividad misionera o como podemos
diferenciar los parámetros o limites de una misión permanente o viajes misioneros de
corta duración.
Aun más, nos preguntamos ¿que se puede lograr en tan escaso margen de tiempo,
ya sea que esta dure algunas semanas o tres años? Lo cierto es que no hay nada de corta
duración en la misión de Dios porque esta es compleja y profunda como las necesidades
y exigencias de la vida humana (Bosch, 2000). Las MCP deben llevarse a cabo en
conexión con la misión de Dios que es amplia en su alcance (Friesen, 2004). Esta misma
preocupación ya había sido señalada por los misiologos John Nyquist y Paul Hiebert
quienes argumentaban que la duración de las MCP no es suficiente para que los
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participantes se envuelvan en aprender la cultura local y el idioma; lamentablemente
regresan a los Estados Unidos todavía durante “la etapa turística” (1995). Aun los que
regresan después de haber permanecido un máximo de dos anos lo hacen en la segunda
etapa de su experiencia transcultural, la cual se caracteriza por la crítica hacia la iglesia
local, idioma y cultura de los receptores de la misión (Nyquist y Hiebert, 1995). Pocos
participantes, si acaso existen, experimentan niveles de identificación y adaptación a la
nueva cultura en tan breve tiempo.
Otra de mis preocupaciones con las MCP es que duran tan poco que el
discipulado y el compromiso con Cristo y Su iglesia son dejados a un lado. Muchos de
estos grupos de MCP regresan a los Estados Unidos con reportes de cuanta gente han
aceptado a Jesús, pero lamentablemente ese es el final de la historia. La brevedad de las
MCP hace que el discipulado y la misión estén aislados el uno del otro. Víctor Rey
insiste que cuando el discipulado que no está orientado a la misión resulta en el
endiosamiento egoísta del individuo (2002). Lo mismo se podría decir de la misión que
se mantiene aislada del discipulado. Christopher Little subraya que una de las tendencias
de la gestión norteamericana es el uso de los métodos de McDonalizacion en la misión,
por medio de los cuales se presenta el evangelio como una mercancía atractiva para un
gran número de personas buscando rápidos y gigantescos resultados (2006); una
perspectiva que según Little da lugar a serios cuestionamientos porque el éxito en la
gestión misional en términos numéricos, abultados presupuestos, edificios y programas
no son evidencias exclusivas de ser bíblicas ni que estén formando genuinos discípulos
de Jesús. Donald Bowdle expresa una preocupación similar cuando dice, “la
secularización de la santidad se ha convertido en el talón de Aquiles del movimiento
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Pentecostal” (1999). Sin duda, esto también podría afectar a la Iglesia Protestante de
Norteamérica que organiza las MCP. No estoy sugiriendo que el nombre de las MCP no
sea la correcta, pero que esta debe llevarse dentro de los patrones bíblicos y
misionologicos descritos anteriormente.
Misión Glocal
Muchas iglesias en Norteamérica están envueltas en un dilema de si deben
dedicarse más a las misiones locales o las globales como si seria asunto de escoger uno e
ignorar el otro. Contrario a este enfoque, yo propongo la integración de ambas. Cuando
nos envolvemos en las MCP, no podemos ignorar los desafíos y los beneficios que la
urbanización e inmigración han creado en nuestros barrios en Norteamérica. Estos
fenómenos son componentes fundamentales para la revitalización de nuestras iglesias en
Estados Unidos. Nuestro problema en Norteamérica no es la falta de recursos para
participar en la misión de Dios, ya sea esta local o global, pero es nuestra indiferencia
para actuar en obediencia al llamado de Dios a unirnos a su gestión misional en el mundo
(Cuellar, 2002).
La Misio Dei (Misión de Dios) debe llevarse a cabo con el compromiso serio y
concreto con las comunidades urbanas en Norteamérica, así como con las ciudades
ubicadas en Latinoamérica, Asia y África. El rápido crecimiento de la población hispana
en Estados Unidos debe ser un reto para que las congregaciones de Norteamérica se
envuelvan en ministerios integrales en los barrios en donde por lo general nuestra gente
vive en condición de pobreza, violencia, hambre, apartamentos superpoblados y la
marginalización. Es decir, las MCP deben llevarse a cabo simultáneamente a nivel local
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y global. Las necesidades locales son tan urgentes como en cualquier otro continente.
Charles Van Engen ha señalado que la iglesia del siglo veintiuno es glocal, en la cual la
misión de Dios global y local se interconectan íntimamente (2006). Van Engen se
respalda en una lectura atenta a Hechos 1:8 cuando Jesús promete a sus discípulos que
enviaría el Espíritu Santo para que “sean testigos tanto en Jerusalén, como en toda Judea
y Samaria y hasta los confines de la tierra.” Es evidente en las palabras de Jesús que la
misión tiene que ser constante y simultanea en nuestras comunidades inmediatas como
también en otras naciones.
Una interesante experiencia ha quedado en mi memoria desde el tiempo que
servia como Pastor de la Iglesia Presbiteriana Emmanuel en Chicago. Una de las
maestras de la Escuela Dominical hizo la siguiente pregunta a su clase de jóvenes
adultos, quienes en su mayoría eran segunda generación de Hispanos nacidos en Estados
Unidos: ¿cuantos de ellos les gustaría ser misioneros en algún país del mundo?. La gran
mayoría levanto la mano. Pero cuando ella cambio de enfoque su pregunta: ¿cuantos de
ellos les gustaría ser misioneros ahí en Pilsen? Para su sorpresa nadie levanto la mano.
Pilsen era nuestro barrio lleno de toda clase de necesidades y desafíos. La gran mayoría
de sus pobladores eran indocumentados, desempleados, había alto índice de deserción
escolar, falta de vivienda; habían pandillas en cada esquina peleándose diariamente por
expandir su territorio para la venta de drogas. Pilsen realmente era un campo de misión y
creo que todavía lo es a pesar de los cambios en los últimos anos.
Para muchos misiólogos las MCP son una contradicción de términos (Terry,
2004). Nuestros jóvenes y laicos de nuestras iglesias están dispuestos a viajar miles de
kilómetros en avión a otros países del mundo, pero no están dispuestos a servir en las
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áreas pobres de nuestras ciudades de Norteamérica donde vive gente en condiciones
infrahumanas; ellos están sufriendo y están necesitados de la esperanza que pueden
encontrar únicamente en Jesucristo. En palabras de Eldin Villafañe, “con frecuencia los
programas de la iglesia y la adoración están orientadas al entretenimiento y gratificación
de su membrecía, mientras que la predicación de la cruz y el llamado a un discipulado
radical, encarnacional, y de justicia están ausentes” (2006). En algunos casos, estas
preocupaciones podrían ser aplicadas a las MCP cuando observamos la arrogancia, las
inconsistencias y los errores para llevarlas a cabo de acuerdo a las expectativas de Dios.
Shane Clairborne, un norteamericano que trabajo con Madre Teresa en Calcuta
entre los más pobres de los pobres y quien actualmente está sirviendo en los barrios de la
ciudad de Filadelfia ha observado que: “Los diezmos, las donaciones que son usadas para
deducirlas de nuestros impuestos y las MCP, aunque cumplen una función positiva,
pueden ser usadas como excusas para calmar nuestra consciencia y mantenernos alejados
del pobre” (2006). Para que las MCP tengan repercusiones más efectivas y lleguen a ser
un fenómeno más grande de lo actualmente son tendrán que envolverse en la misión
glocal.
Las MCP no deben dirigir su enfoque únicamente hacia los “campos en áreas
remotas del mundo.” Los pobres y los marginalizados están en todas partes, debemos
buscarlos para demostrarles amor de Cristo en Latinoamérica, África, y Asia pero
simultáneamente en nuestras comunidades locales. Tal entendimiento de la misión,
permitirá que la iglesia redescubra su autentica naturaleza misionera.
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Implicaciones Misionologicas de las MCP
A manera de conclusión, me gustaría sugerir algunas recomendaciones de cómo
se pueden revertir las inconsistencias y errores tan evidentes de las MCP y como estas
deben funcionar a la luz de los cambios que estamos experimentando.
Si hay un aspecto de las MCP que no debe cambiar es su fuerza dinámica hacia
las misiones orientadas a los laicos. Este enfoque ira rompiendo la trampa de que solo
los ministros ordenados pueden estar envueltos en la misión de Dios. Terry Cross ha
señalado que “la mentalidad de la profesionalización del ministerio es un torpedo que ha
hundido a las denominaciones históricas en los Estados Unidos. Este tendencia no había
sido parte de la Iglesia Pentecostal en los Estados Unidos hasta hace unos 30 anos. Me
temo que también nos está hundiendo” refiriéndose a los Pentecostales (2006).
La combinación del voluntarismo norteamericano y la pasión misionera de la
iglesia Latinoamericana pueden crear convenios bilaterales de misión para responder
creativamente a las demandas que nos trae las situaciones actuales. Esta relación debe
ser hecha en la base de mutua edificación. No estoy proponiendo una relación de
dependencia. Al contrario, propongo una relación de inter-dependencia donde los
cristianos de Norteamérica lleven a cabo la gestión misional con humildad reconociendo
que la mayoría de los misioneros que sirven alrededor del mundo proceden del Tercer
Mundo. Dios ha levantado a la Iglesia Protestante de Latinoamérica como una fuerza
misionera que está descubriendo nuevas formas de participar en la misión de Dios. Engel
y Dyrness señalan que esto debe ser una razón para celebrar porque “el bebe ha llegado a
ser un adulto maduro, responsable y vigoroso en Asia, África y Latinoamérica” (2000).
Ambos Engel y Dyrness usan la figura del bebe como una metáfora para hablar acerca
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del giro que ha experimentado la misión de Dios del hemisferio occidental al oriental y
del norte al sur. El crecimiento de la Iglesia en el Tercer Mundo nos debe animar a
trabajar más unidos que nunca dejando a un lado el etnocentrismo y paternalismo que ha
caracterizado la tarea misional de Norteamérica. El evangelio de Lucas 12:48 dice:
“…porque a todo aquel a quien se haya dado mucho, mucho se le demandara y al que
mucho se le haya confiado, mas se le pedirá.” Dios ha bendecido Norteamérica con los
recursos tecnológicos, financieros y literarios, mientras que los Protestantes
latinoamericanos han recibido de Dios una actitud que podríamos describir como “estar
en estado de misión” (Escobar 2005). Un convenio de interdependencia entre las iglesias
de ambos contextos es posible a través de un ministerio encarnacional siguiendo el
ejemplo de Jesús. Sherwood G. Lingenfelter y Marvin K. Mayers señalan que uno de los
significados de la encarnación es que Jesús fue un alumno porque no nació con
conocimiento del lenguaje y la cultura judía (1986). Antes de empezar su ministerio
público, Jesús estuvo por treinta años aprendiendo y escuchando acerca de las
necesidades y crueles realidades que enfrentaban la gente de su tiempo bajo la opresión
romana.
Desafortunadamente, el ministerio de las MCP en muchas ocasiones se
caracteriza por buscar respuestas y soluciones inmediatas a situaciones difíciles en el
contexto de la misión (Cardoza-Orlandi, 2003). Los Cristianos de Norteamérica deben
estar dispuestos a rechazar la tendencia de intentar resolver todos los problemas
complejos simplemente con proclamación (Brekenridge, 1995; Engel y Dyrness, 2000).
En lugar que los participantes de las MCP pretendan tener todas las repuestas para los
problemas de Latinoamérica, los Norteamericanos deben ir con disposición de vivir entre
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la gente local y no buscar únicamente estar entre su propia gente hablando ingles,
comiendo y hospedándose en lugares donde difícilmente una persona local pueda hacerlo
(Van Ungen, 2000). En estas relaciones de compromiso genuino, los participantes de las
MCP de Norteamérica deben considerar a los hispanos que vivimos en Estados Unidos
como iguales y sin pretensiones de superioridad. Siguiendo el ejemplo del apóstol Pablo,
los participantes de las MCP tienen que estar dispuestos a establecer relaciones con la
gente tanto durante su visita, como también después de su regreso a los Estados Unidos.
El rechazo a este tipo de propuestas conducirá a la gestión misionera hacia una
incapacidad para responder a las necesidades de la gente de Latinoamérica y de los
barrios pobres de Norteamérica.
Nací y crecí en el Perú, en una tierra donde el evangelio de salvación en Cristo
fue traído por misioneros norteamericanos y europeos quienes con sacrificio y entrega
dejaron un legado extraordinario. Eso no significa que no cometieron errores en su
gestión misional. Reportes de abuso de autoridad, etnocentrismo, carencia de
sensibilidad cultural están documentados. Pero estoy de acuerdo con Samuel Escobar,
“el balance de este trabajo misionero ha sido positivo para la causa del reino de Dios a
pesar de las paradojas de este siglo” refiriéndose al siglo 20 (2000). Pero tenemos que
seguir analizando críticamente la gestión misional permanente y las MCP para no repetir
los errores del pasado. Permita Dios que las MCP continúen no solo hacia
Latinoamérica, pero también hacia los barrios pobres de Norteamérica y las naciones
menos evangelizadas. Y permita Dios también, que la gente de esos continentes siga
viniendo a Norteamérica para contribuir en la tan necesitada revitalización de las iglesias
de Norteamérica.
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