GLORIA Y MISERIA DE LAS NOTICIAS Mr. Media Resulta
Transcripción
GLORIA Y MISERIA DE LAS NOTICIAS Mr. Media Resulta
GLORIA Y MISERIA DE LAS NOTICIAS Mr. Media Resulta aleccionador constatar como el affaire Clinton/Lewinsky se presta, cual golpe de luz, para revelar la lógica subyacente de la comunicación noticiosa. De hecho, estamos ante una de las noticias más álgidas y comentadas de los últimos tiempos; más que la elección del propio Clinton o la muerte de Lady Di. ¿Por qué tano ruido y agitación? A fin de cuentas, ¿de qué se trata? Se trata, simplemente, de que el emperador ha quedado, en sentido literal, desnudo. Y, de paso, nos ha desnudado a todos, mostrándonos como secretos voyeristas. Ver al poder --el más sublime entre las potencias terrenas-- sin sus ropajes oficiales, envuelto en una sórdida relación sexual, expuesto hasta el más minucioso detalle en pecado, todo eso, en realidad, constituye el material de que están hechas las noticias. Puede no ser muy constructivo. Pero ahí está. Estos son, aunque inconfesadamente, los momentos de fiesta de la cultura mass-mediática. Desde el lado de la oferta, qué duda cabe, estamos ante un hecho que, básicamente, constituye un negocio. La caída en desgracia de un Presidente de los Estados Unidos “vende”. Vende imágenes, diarios, revistas, libros, entrevistas, traducciones, encuestas. Luego vendrán los videos, las películas, los análisis eruditos, las tesis de doctorado, las memorias, las auto-biografías, las conferencias de ocasión, las poleras y los demás productos de mercado. Ya se habla de un perfume Lewinsky. ¡Por qué no! La imaginación comercial no tiene límites. Es infintamente plástica e innovativa. En este caso, lo que es malo para Clinton es bueno para la industria. Pero no se trata sólo de un negocio que se alimenta sobre la desgracia ajena y el drama que envuelve a sus protagonistas. Hay algo más. Y más importante también. La noticia Clinton/Lewinsky tiene algo que la hace inmensamente atractiva para el periodismo: su capacidad de crecer en espiral. El mundo entero --o sea, esa parte del mundo a la que le gusta preocuparse de estas cosaas-- lleva meses fascinado con la espiral de este relato. Mientras más noticias genera una noticia, más valiosa es para la industria de los medios. Es una ley de bronce de la comunicación contemporánea: las noticias que se retroalimentan desplazan a las noticias puntuales. Pasan a ocupar un lugar central en la agenda pública, independientemente de su contenido. Sin embargo, no estamos aquí frente a una fiesta solamente de la oferta. También la demanda se halla disponible para bailar esta danza que algunos consideran (exageradamente) macabra. ¿Acaso hay algo más gratificante que mirar por el ojo de la llave de las puertas de la Casa Blanca? Y luego, más encima, tener el derecho a opinar. Si no fuera así, ¿qué explicación tendría que en Chile la prensa se haya visto envuelta, ella también, en este torbellino y destine páginas y más páginas al bochornoso affaire? La misma prensa que critica ácidamente a los políticos por preocuparse de la política en vez de asumir los problemas de la gente no ha vacilado, en estas circunstancias, en plegarse al coro y en convertir este asunto en un manantial de titulares, crónicas, reportajes, comentarios y chistes. La gente ha tenido que preocuparse de aquéllo que interesa a los medios. No le ha quedado otra solución. ¿Es esa toda y nada más que la verdad? No. Falta decir algo: que del lado de la sociedad no ha estado ausente, tampoco, su propio contribución. En realidad, es fascinante ver cómo políticos, académicos, dirigentes sociales, feministas, hombres del arte y la cultura, ídolos de la telenovela nacional, se han hecho parte de este asunto para condenar o absolver. Vox populi... En suma, mientras nos encontramos en medio de la crisis asiática, resistiendo sus embates, hemos encontrado un pasatiempo mejor --nosotros, el público, y los media-- el cual nos permite seguir viviendo apasionada y comunicativamente a costa de la dama --that woman, Ms. Lewinsky-- que puso en jaque al rey. Los medios han cumplido su papel aunque es dudoso que hayan ganado en estatura. Por nuestro lado, los consumidores de noticias nos hemos dejado llevar por la corriente convencidos de nuestra buena conciencia. A espaldas de ambos se levanta un sólido negocio. Entre ambos revivimos la secreta complicdad noticiosa. Y de este modo, en un cuento de nunca acabar, se escribe entre todos la mini-historia de los humanos.