El primer amor
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El primer amor
Q125amorF 9/1/06 19:31 Página 2 PALEOSEXO EL PRIMER AMOR ¿Cómo practicaban sexo EL HOMBRE Y LA MUJER DE ATAPUERCA? ¿Tenían orgasmos los Australopithecus? ¿Se enamoraban los neandertales? De la mano de Juan Luis Arsuaga recreamos, en exclusiva, la sexualidad de los primeros humanos l penetrar a Oxun, Saboaba aún tenía las manos y la boca manchados de sangre. Antes de la puesta de sol, los hombres llegaron desde la Gran Dolina con el corazón bombeando como un tambor excitado. Durante varias horas, en un festival caníbal, habían desgarrado con ayuda de afiladas piedras y sus propios dientes la carne de seis miembros de otra tribu. Entre ellos había dos niños. Saboaba guardó un pedazo de carne fresca para entregárselo a Oxun, que le esperaba. Ella le dio a cambio algunos frutos recién recolectados. Saboaba era más corpulento que A Oxun y, en su desnudez, ella buscaba el calor de aquel macho vigoroso de casi 1,80 m de estatura. Saboaba y Oxun copulaban tres y cuatro veces cada día, durante todo el año, y siempre lo hacían mirándose a los ojos. Aquella noche, el placer del orgasmo elevó a las estrellas el grito de Oxun, y Saboaba se estremeció apretando con sus manos las deleitosas caderas de su hembra. Un olivo silvestre, en la ladera del río, fue el escenario de su amor durante cuatro años, el tiempo en que nació y creció su hijo. Después, Saboaba se marchó. En aquellos días, hace 800.000 años, el ambiente era húmedo y cálido en Atapuerca… JUAN LUIS ARSUAGA Antropólogo, coordinador del proyecto Atapuerca y asesor científico de Quo. ARTURO ASENSIO Especialista en dibujos de naturaleza, autor de las ilustraciones de este reportaje. LORENA SÁNCHEZ Redactora jefa de Quo y autora del artículo. Q125amorF 9/1/06 19:31 Página 3 A LA LUZ DE LA LUNA. Los Homo antecessor vivían en praderas abiertas de la sierra burgalesa de Atapuerca. Formaban grupos de 8 a 12 individuos y establecían parejas estables. Después de un banquete caníbal a ilustración recrea el L encuentro sexual entre los dos protagonistas de este artículo, los Homo antecessor Oxun y Saboaba. Saboaba tiene las manos y la boca manchadas de sangre porque regresa de un acto caníbal. En el nivel T6 de la Gran Dolina se han encontrado huesos de dos niños, dos adoles- centes (uno de ellos bautizado como El niño de la Gran Dolina, cuyo cráneo se muestra en la foto de la dcha.) y dos adultos. Sus restos aparecieron troceados, con marcas de descarnado y golpes producidos con utensilios de piedra. La conclusión del estudio de estos fósiles humanos es que en aquel campamento se practicó un canibalismo que carecía de intención ritual. Es muy probable que un grupo de homínidos cazara y diera muerte a otro grupo, que luego devoraron en un acto de puro canibalismo gastronómico; y uno de ellos pudo ser Saboaba. Aquellos hombres no conocían el fuego, por lo que debían comer la carne cruda; ni vivían en cuevas, aunque las utilizasen para guarecerse y fabricar utensilios. Físicamente se parecían mucho a nosotros. Los hombres eran robustos y medían entre 1,70 y 1,80 m. Por entonces, según Juan Luis Arsuaga, las prácticas sexuales ya propiciaban el amor entre las parejas. Q125amorF 9/1/06 19:31 Página 4 PALEOSEXO La cópula cara a cara ya la SIN DOLOR. En tiempos de los Australopithecus, los cráneos de los recién nacidos eran más pequeños, por lo que cabe suponer que el parto no era doloroso. Pudo ocurrir allí o en cualquier otro lugar del pequeño mundo habitado por homínidos, pero lo cierto es que una cópula como la narrada fue el origen de un linaje que ha llegado hasta nuestros días. Así era el sexo entre aquellos primeros humanos. Para descubrirlo nos reunimos con el antropólogo y coodirector del proyecto Atapuerca Juan Luis Arsuaga, con algunas preguntas “indecorosas” en el bloc de notas: ¿Tenían orgasmos los Australopithecus? ¿Copulaban salvajemente? ¿Se besaban? ¿el Homo antecessor era fiel? ¿Cada cuánto tiempo hacían el amor? ¿Parían sin ayuda? ELLA SIEMPRE TIENE GANAS El parto de Lucy ecesitaban ayuda N para parir o lo hacían a solas nuestras Encontraron a esta Australopithecus en Etiopía. antepasadas? Nuestra forma bípeda de caminar estrecha las caderas y hace más difícil el parto. Entre los simios, la madre puede ayudar a nacer a su hijo, guiándole en el parto con las manos, limpiándole la nariz y la boca para que pueda respirar mejor y liberándolo del cordón umbilical si se enreda alrededor del cuello. En los primates es un hecho solitario, sin ayuda. Sin embargo, en nuestra especie la madre no puede ver la cara del neonato, porque este mira en dirección contraria, y cualquier intento de tirar de él podría, dada la posición de extrema flexión dorsal de la cabeza, ocasionarle daños en la médula espinal. Esto hace que en todas las culturas las mujeres busquen asistencia en el momento del parto. Pero ¿qué pasaba con Lucy? El hallazgo del esqueleto de esta Australopithecus afarensis, que vivió hace alrededor de 3,25 millones de años, resuelve algunas dudas. Juan Luis Arsuaga explica en su libro La especie elegida (Temas de Hoy) que: “La morfología del isquion y del pubis de Lucy me lleva a pensar que la vagina se abría en las hembras de los australopitecos hacia adelante, y no hacia atrás, con lo que el parto tendría en ellos las características que tiene entre los humanos modernos, con rotación incluida del bebé y trayectoria curva”. Por tanto, Lucy necesitaba gente tanto para ayudar al niño a nacer como para cortar el cordón umbilical. Arsuaga explica, para empezar y para nuestra sorpresa, que aquellos homínidos que poblaban la sierra burgalesa de Atapuerca se enamoraban. La pista para llegar a esta romántica conclusión está en la propia biología humana. “Las hembras de nuestra especie”, explica Arsuaga, “son las únicas que no manifiestan señales específicas cuando están ovulando (ocultación del estro). Las chimpancés son sexualmente receptivas (y tremendamente promiscuas) solo cuando son fértiles, algo que no ocurre en los humanos. Las hembras de los primeros homínidos tenían, como ahora, una disposición permanente al sexo. Si no fuera así, y nuestra sexualidad imitara la de los chimpancés, la hembra estaría receptiva solo un mes cada cuatro años, y el resto del tiempo lo dedicaría al embarazo y la lactancia hasta el destete (período durante el cual, cuando hay escasez de recursos y, por tanto, de aporte de energía, las mujeres no ovulan). ¿Qué pasaría si esto fuera así? Pues que no habría vida sexual durante cuatro años, algo que, desde luego, no favorecería la estabilidad de la pareja”. Y bien, ¿qué tiene que ver todo esto con el amor? Con su disposición permanente al sexo, la hembra homínida “conseguía” que su pareja se quedara a su lado y no tuviera que andar a la gresca con otros machos para obtener un desahogo y, de paso, que colaborara en la protección y el cuidado de las crías que tenían en común. Algo imprescindible a medida que el período de desarrollo de un niño se prolongaba. “Hay una colección única para estudiar todo esto, que es la Sima de los Huesos, en Atapuerca”, apunta Arsuaga. “Aquí ya vemos que el tiempo de infancia era más largo que el de los chimpancés. Con lo cual, yo diría que las poblaciones de Homo heidelbergensis, de hace medio millón de años, tenían una biología p a Q125amorF 9/1/06 19:31 Página 5 practicó Lucy, una Australopithecus afarensis, hace cuatro millones de años social en dos niveles. Por un lado, un grupo formado por muchos machos y muchas hembras –se juntan y se separan, según estaciones y recursos–, y por otro lado, parejas estables, familias constituidas por una mujer, un hombre y los hijos pequeños o dependientes, descendientes del hombre que está con la mujer”. Así pues, venimos de antepasados fieles, al menos hasta que las crías tenían edad de valerse por sí mismas. Pero desatemos a ese voyeur que llevamos dentro y descubramos un detalle algo más íntimo. ¿Cómo copulaban? EL MISIONERO ANCESTRAL La imagen que a todos nos vendría a la cabeza en una escena “porno pleistocénica” probablemente situaría a la hembra dándole la espalda al macho y mostrándole sus nalgas. Sin ¿Monogamia o harén? ntre las cenizas fósiE les del volcán de Laetoli, en Tanzania, se encontraron huellas de Australopithecus afarensis. Uno de los individuos grandes seguía al otro colocando los pies exactamente en las huellas del precedente (¿jugaban?). El tercero era más pequeño y caminaba siguiendo la marcha sinuosa, lo que indica que era llevado de la mano. Algunos científicos mantienen que las huellas son de una pareja heterosexual caminando junta: (esposa y esposo) con su hijo detrás y que, por tanto, en aquellos tiempos ya habría que hablar de monogamia. Otras hipótesis apuestan porque en nuestros orígenes la estructura era tipo harén (un macho con varias hembras). Se basan en que, por entonces, entre machos y hembras había mucha diferencia de tamaño (poco a poco se fue reduciendo), algo típico de especies en las que el padre no ayuda al cuidado de las crías y que, por tanto, no son propensas a establecer parejas. embargo, en la narración que inicia este reportaje Oxun y Saboaba copulan mirándose a los ojos. No es que la postura desde atrás estuviera descartada en aquellos viejos tiempos, pero la que es propia de los nuestros es la hoy vilipendiada “postura del misionero”. Así, en nuestro relato, Saboaba se tumbó sobre Oxun para penetrarla de frente, y esto, por aquel entonces, debía interpretarse como “sexo raro, raro”. La cópula cara a cara ya la practicó Lucy hace 4 millones de años. Esta popular hembra de Australopithecus afarensis caminaba erguida. Y si alguien se pregunta qué tiene que ver nuestro andar bípedo con “El Misionero”, pues la respuesta está en la disposición de la pelvis JUEGOS EN FAMILIA. La lava del volcán protegió las huellas de Laetoli durante millones de años. Pertenecen a dos individuos adultos y un niño. Posiblemente iban jugando. Las pisadas encontradas en Laetoli son huellas de homínidos de hace 3,5 millones de años. Ya eran bípedos. y, por lo tanto, de la vagina, que ya en Lucy y sus contemporáneas se abría hacia adelante y permitía la penetración frontal. Este modo de copular tiene de nuevo sus ventajas (mirarse a la cara refuerza vínculos, dicen los expertos); sin embargo, podría plantear un problema reproductivo que la evolución resolvió con verdadera sapiencia: el orgasmo. EL PLACER SIRVE PARA ALGO José Enrique Campillo, médico y catedrático de Fisiología, recoge en su último libro, La cadera de Eva (Ares y Mares), apuntes antropológicos sobre las razones para amarse así. “En las hembras de los Australopithecus”, Q125amorF 9/1/06 19:31 Página 6 PALEOSEXO ELLA ES NEANDERTAL. A pesar de que novelas como El clan del oso cavernario recreen encuetros y amores como este, entre cromañones y neandertales, la ciencia y los fósiles dicen que no se produjeron. Las eyaculaciones nocturnas involuntarias son recuerdo de una prehistoria afirma Campillo, “al incorporarse inmediatamente tras la cópula y comenzar a caminar, su vagina adoptaría una posición casi vertical. Por el simple efecto de la fuerza de la gravedad y el movimiento deambulatorio, el fluido seminal podría descender y se perdería en gran parte, lo que reduciría la probabilidad de fecundación. Así, el orgasmo de la hembra y la laxitud posterior, con una leve sensación de fatiga y cierta somnolencia, forzarían un breve reposo postcoital; solo de unos minutos, el tiempo necesario para permitir la progresión de los espermatozoides a lo largo de esa trama de no retorno que es el moco del cuello uterino”. Por lo tanto, Lucy, si es que en algún momento de su vida llegó a tener un encuentro sexual, gimió como la que más. La hipótesis de que hace cuatro millones de años hubo orgasmos plenos la apoyan otras evidencias biológicas. Para Arsuaga, por ejemplo, tiene mucho que ver con la anatomía del macho. “Los chimpancés tienen testículos muy grandes en comparación con los nuestros porque compiten a nivel espermático. Son muchos los machos que copulan con la misma hembra y necesitan un esperma abundante para garantizar que es el suyo el que fecunda el óvulo. En nuestra especie (y es algo más que confirma nuestra estructura de pareja) no hay necesidad de competición espermática, y de ahí los testículos razonablemente pequeños. Sin embargo, el pene humano es más grande que el de los chimpancés. ¿Por qué? Pues muy posiblemente para dar placer a la hembra”. Hay tres detalles más en nuestra descripción del encuentro sexual de los dos Homo antecessor que tienen su fundamento científico. Uno, el intercambio de comida; el segundo, la cantidad de cópulas diarias; y por último, las opulentas caderas de Oxun. Ella le debe esta “condena biológica” (sus amplias caderas) al zoólogo británico de moda, Desmond Morris (La mujer desnuda, Planeta). Morris señala que las caderas anchas son un indicador del éxito en el parto y, por tanto, este rasgo (favorecido por la selección sexual de la que ya habló el viejo Darwin) hace más apetecibles a las mujeres de todos los tiempos. ENTRE TRES Y CUATRO VECES DIARIAS Otro investigador, el antropólogo americano Marvin Harris, describía la sexualidad de los homínidos como una “táctica de fuego graneado”, es decir, abundante y sin planifica- ción. Harris apuntaba que, al igual que nuestros parientes chimpancés, los primeros homínidos debían copular entre tres y cuatro veces diarias, y destacaba que las eyaculaciones nocturnas involuntarias son reminiscencias de un pasado con mucha más intensidad sexual. Harris también explicaba que el cortejo entre los primeros homínidos, es decir, el “ligoteo” antes de amancebarse con el Homo antecessor (por ejemplo), incluiría intercambio de comida, probablemente insectos y alimentos vegetales recolectados por las hembras a cambio de trozos de carne fruto de la actividad cinegética o carroñera de los machos (la carne y los frutos que se entregan Oxun y Saboaba). Hay una pista más que llama la atención cuando un hombre y una mujer se desnudan. “Nos diferenciamos absolutamente en todo, desde los pies hasta la cabeza”, indica Juan Luis Arsuaga. “Puedes distinguir si estás con un macho o una hembra humanos incluso por el tono de la voz.” ¿Y para qué tanta diferencia? ¿Por qué para distinguir si una cebra es macho o hembra hace falta ser zoólogo (o cebra), mientras que en nuestra especie los rasgos diferenciadores recorren cada palmo de nuestro cuerpo? La hipótesis de Arsuaga s Q125amorF 9/1/06 19:32 Página 7 E N T R EV I STA JAVIER ANGULO CUESTA Doctor en Medicina y urólogo del Hospital de Getafe (Madrid). Izquierda En Lapedo (Portugal) encontraron lo que creyeron un híbrido de cromañón y neandertal. Aquella fue una hipótesis falsa. El encuentro imposible n la Edad de Hielo, E hace unos 35.000 años, nuestros antepasados (cromañones) entraron en Europa, hasta entonces poblada por otro tipo de hombres, los neandertales, que desaparecieron con nuestra llegada. Sobre este encuentro hay dos grandes incógnitas: una, qué causó la extinción de los segundos; dos, ¿hubo sexo entre cromañones y neandertales? Arsuaga explica: “Tenemos una programación genética que nos permite identificar los rasgos de especie, reconocer a aquellos con los que debemos copular. Igual que una cebra macho sabe que tiene que reproducirse con una cebra hembra y no con una yegua, nosotros también reconocemos a los nuestros”. Así, sencillamente no hubo sexo entre ellos porque no se gustaban. Físicamente podrían reproducirse, igual que son viables, por ejemplo, embriones de coyotes y lobos (especies próximas). Pero el hijo tendría menos posibilidades de encontrar pareja y genéticamente sería menos fértil. MARCOS GARCÍA DÍEZ Doctor en Prehistoria por la Universidad del País Vasco. Derecha “A los hombres y mujeres del Paleolítico les gustaba amar en varias posturas” P ¿Qué es lo que llamáis hominización sexual? R Llamamos así a la evolución de la sexualidad desde los primeros homínidos al Homo sapiens. P Habéis estudiado el erotismo en el arte rupestre. ¿Qué habéis encontrado? R Hemos utilizado documentos artísticos del Paleolítico superior (hace entre 38.000 y 11.000 años) desde el extremo occidental de la Península Ibérica hasta Siberia. Las representaciones de seres humanos son escasas en comparación con las figuras de animales (bisontes, cabras, etc.) y aún más escasas son las representaciones sexuales, pero las hay. Francia, y en menor medida Portugal, son los países cuyos yacimientos arqueológicos conservan escenas de carácter sexual; ciertamente no muchas, pero explícitas. En España también hay algunas destacables. tiene que ver, una vez más, con nuestro proceder monógamo. “Necesitamos el reconocimiento interindividual”, explica el antropólogo. “Tiene que ver con que identifiques a la pareja, a tu pareja, y que no te valga ni cualquier hembra ni cualquier macho”. Para Arsuaga, esta extraordinaria sexualidad humana es la que al fin y al cabo ha hecho posible algo que de nuevo es único: ¡Oh, la, la! El amor. “El sexo no solo está al servicio de la reproducción: el sexo sirve para establecer vínculos entre personas. Estos vínculos permiten que tengamos una infancia prolongada (con madre y padre cooperando en el cuidado de las crías), y que nuestro cerebro se tome su tiempo para desarrollarse. Así ha sido posible la evolución de nuestra especie hacia la encefalización. Así ha sido como el sexo nos ha hecho inteligentes”. ■ Lorena Sánchez SI TE INTERESA 왘Al otro lado de la niebla. Editorial Suma de Letras. Se trata de la última publicación (novela) de Juan Luis Arsuaga. P ¿Podemos hablar de la existencia de un Kamasutra paleolítico? R No podemos decir que exista un registro organizado que recoja las artes amatorias del Paleolítico superior.Ahora bien, sí que sabemos que existen representaciones, ejecutadas en distintos lugares y en diversos momentos, que hacen patente que a los hombres y mujeres paleolíticos les gustaba amar en diferentes posturas. “No es descabellado pensar que hace 38.000 años bubiera escuelas de sexo, lo que explicaría algunos yacimientos” P ¿Sentían placer o era pura han cautivado especialmente? R Una de las más curiosas es una composición presente en la cueva francesa de Chauvet. Los caracteres femeninos de una hembra (cadera, cintura, triángulo púbico, introito vulvar y piernas) pintados en negro se encuentran en íntima asociación con la imagen de un bisonte erguido que muestra gran fortaleza y unos atributos de bipedismo que lo hacen parecer humano. reproducción? R Con absoluta seguridad, los ejecutores de esas obras sentían placer. Hay una bellísima representación, la vulva en arcilla de Bédhillac (Ariège, Francia), que lleva una estalactita clavada en el lugar donde estaría el clítoris. Se aprecia que sufrió una fricción similar a la que producirían caricias masturbatorias. De forma similar, la figura de Ribera do Piscos representa a un hombre eyaculando, con la boca abierta, y de su cabeza salen rayos que parecen simbolizar el éxtasis del orgasmo. P ¿Por qué representaban falos tan grandes? P En vuestro libro, Sexo en piedra, proponéis que P ¿Cuáles de estas imágenes os sexual más intensa mismo modo que la vulva y el triángulo pubiano simbolizan la mujer desde la simplificación de lo genital. Realmente no se trata de hombres o mujeres con genitales grandes. Más bien creemos que es una forma de representar la parte por el todo. Es una simplificación, no una cuestión de tamaño. R Muchas veces, los genitales masculinos, y con mayor frecuencia los femeninos, se representan en tamaño grande, pero no siempre.A veces se trata de pequeñas figuras grabadas en hueso y tienen pequeño tamaño. Muchas veces se trata de representaciones genitales aisladas, es decir, no el hombre con el falo, sino el falo (que representa al hombre erecto). Del en el Paleolítico hubo escuelas de sexo… R No resultaría aventurado pensar que ya entonces hubiera escuelas o lugares para la educación sexual. Esto podría explicar, al menos en parte, las concentraciones de objetos y representaciones de índole sexual de yacimientos como Laugerie-Haute, La Marche, Enléne, Gargas y Los Casares. FALOS, VULVAS Y COITOS Falos, vulvas y coitos son representaciones eróticas de los primeros Homo sapiens recogidas en el libro Sexo en piedra. Cuesta 36 euros y puedes socilitarlo por email en www.sexoenpiedra.com Detalle de vulva grabada en roca en Le Blanchard (Francia). Calco de escena de coito en la Cueva de Los Casares (La Riba de Saelices, Guadalajara). Representación fálica en piedra del yacimiento francés del Abri Castanet (Sergeac).