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charter-regata antigua
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Antigua Race Week:
el desafío
Charter
El mundo a su alcance
No fue el azar lo que nos
convirtió en un equipo de
regatistas –novatos, eso
sí–, sino los varios meses
que llevábamos
entrenando en la Escuela
de Regatas de Aproache
de Altea, que nuestros
skippers Antonio y
Joaquín dirigen, y donde,
con gran entusiasmo por
nuestra parte y fe por la
suya, intentan hacer de
nosotros un sólido
grupo capaz de
gobernar un barco.
Texto y fotos: Carmen Hernández
T
ras varias regatas de prueba en España (con buena
nota para todos/as) nuestros esfuerzos se dirigieron a
metas más ambiciosas: la Regata de Antigua, una de las más
prestigiosas del mundo. Así que
colgamos los bolígrafos, el ordenador, el fonendo y demás
ocupaciones y en los siguientes doce días seríamos sólo un
equipo de navegantes que harían historia… o no… pero seguro que iba a ser divertido…
En la maleta, lo imprescindible:
el impecable uniforme, un librito
infumable sobre la reglamentación en las regatas y lo más importante: nuestros dos skippers,
que son los que se habían leído
el libro y harían que todo fuera
fácil e incluso nos podrían conducir a la victoria, ¿por qué no?
Somos 17 y nos repartimos en
rios briefing que les esperaban,
mientras que nosotros dedicamos el resto del día a los baños,
el snorkel y el tapeo con unas
cervezas fresquitas. Por la noche cenamos las tres tripulaciones en tierra, en uno de los
puestos callejeros que tanto
abundan por estas tierras, donde se cocina todo a la brasa:
pollo, costillas, hamburguesas...
Las distintas tripulaciones se reconocían por los uniformes, el
cuadro se llenaba de colorido.
Durante la cena, charlé con una
de Suiza. Son muy amables,
será porque no estábamos en
la misma clase...
La primera
Nos levantamos a las 6 h, había
que ultimar los preparativos: recogimos todo el barco, colgamos los dorsales (137 “Corail”,
141 “Rosco”), izamos la bandera amarilla que identifica a nuestra clase y, por fin, comenzó la
regata...
Según Antonio, había “20-25 nudos de viento en la salida, una
boya de desmarque a una milla
y empopada hasta la llegada. Un
recorrido con cinco puntos de
paso sorteando arrecifes (mañana será más táctica, con una
ceñida más larga), viento estable durante toda la regata”.
e
vegamos a 7 nudos con viento de
través y al amanecer salimos para
estar en Antigua, que está a unas
40 millas, antes de las 14 h.
Cuando llegamos ya había muchos barcos entrenando por los
alrededores del campo de regatas, frente al English Harbour.
Nos unimos al multitudinario entrenamiento. Soplaba mucho
viento, había olas, resultaba divertida, pero técnicamente poco
afortunada, esta primera experiencia. Reconozco que una
sombra de duda se cernió sobre
todos nosotros...
Tras el desastre fondeamos y
los skippers acudieron a los va-
i b
dos barcos, “Corail” y “Rosco”,
dos veleros de 50 pies, sin spí.
Competimos en la clase de Bareboat (chárter), con otros 110
barcos. Había además otro barco de españoles, el “Piran”, de
38 pies.
Viajamos hasta Guadalupe para
recoger los barcos. Tras el largo viaje, y después de una noche reparadora, nos levantamos y, como si de un ejército
de hormigas se tratara, comenzó a desplegarse una enorme actividad para ultimar los
preparativos: unos al papeleo,
otros a la compra, otros a por
aletas y gafas... Tras estibar la
enorme compra, partimos hacia Antigua para llegar el sábado a la hora del briefing.
Por el camino íbamos tomando
contacto con nuestro barco, se
repartían las tareas para la regata: yo me conformaba con hacer banda, las fotos, el vídeo y
el relato, Joaquín iría a la caña,
Alberto y Javier al génova, donde les ayudarían Paloma y Mar,
y Gabriel con las cartas y la mayor, que compartiría con Teresa.
Entrenamos la izada de velas, su
trimado, las viradas, nos familiarizamos con drizas, escotas, puños, pajarines y demás aderezos de nuestro velero.
Hicimos el viaje en dos etapas; la
primera noche fondeamos en la
parte sur de Guadalupe, tras 42
millas desde el puerto base. Na-
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Dickenson
Bay
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St. John’s
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Jolly
Harbour
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BARBUDA
& ANTIGUA
Falmouth
English
Harbour
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El mundo a su alcance
gatistas, la playa estaba sembrada de improvisados restaurantes donde el plato fuerte era
el pollo barbacoa con mazorca
de maíz, regado con una cerveza carib o un rum punch. Veía
caras tostadas por el sol, cansancio en los rostros, pero un
ambiente que llamaba a la convivencia, a compartir sufrimientos y esfuerzos en el mar y una
reparadora cena en tierra, entre amigos. Era genial.
Las previsiones fallaron, nuestro barco corrió bien, nos subió a todos la moral, sobre todo
al skipper, que, tras el entrenamiento del día anterior, se
temía lo peor. Y de postre, el
premio: en el tablón de las clasificaciones (como en el colegio el día de las notas) brillaban dos nombres: “Rosco”,
nuestro barco con nombre de
perro de lanas bonachón, fue
el primero, a ocho minutos del
segundo. “Corail”, la pequeña
sirenita, fue el tercero. No estaba nada mal.
La playa se iluminaba con unos
maravillosos fuegos artificiales.
Aún nos quedaban fuerzas
para tomar un Mount Gay mientras escuchábamos música en
directo y los lugareños bailaban en pareja al modo de allí,
con los cuerpos muy pegados,
muy sensual...
Nosotros estábamos en la línea
menos favorecida de la salida,
desde donde vimos al “Rosco”
salir como un cohete. Tras el primer bordo, recuperamos posiciones. Competimos cuerpo a
cuerpo con otro barco, al que finalmente descalificaron por saltarse una baliza antes de la línea
de llegada.
Tras la prueba fondeamos cerca de la playa, en Dickenson
Bay, y comimos en el “Rosco”.
Genevieve y Miguel habían preparado kingfish (que pescamos
el día anterior durante la travesía) en escabeche, ensalada de
patata y melocotones en almíbar rellenos de atún y mayonesa. Acompañamos el festín con
un buen vino, estuvimos charlando sobre la regata y, después, una siesta. Nos la habíamos ganado.
Por la noche, mientras tomábamos una cerveza en uno de los
chiringuitos de la playa, todos
los barcos (éramos 200) descansaban en el mar. Los palos
iluminados competían en belleza con el cielo estrellado, formaban un segundo cielo que se
mecía... En tierra, los locales se
esmeraban por atender a los re-
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A peor
Con el ánimo exultante tras el
buen resultado del día anterior,
pronto nos dimos cuenta de que
no todo era tan fácil... y de que
ése no era un buen día...
Y es que ya en la salida comenzaron los problemas. Apurando por tomar posiciones en
la boya, rodeados de un enjambre de barcos ávidos por
hacer una salida con ventaja,
nos vimos obligados a hacer
una virada incorrecta y nuestra
pequeña sirena enredó su cola
alrededor de la boya de salida.
Tuvimos que hacer un giro de
720º de penalización, salimos
los últimos. Tras este jarro de
agua fría, las cosas fueron tomando otro cariz; poco a poco
remontamos posiciones. En otra
de las boyas, un barco que intentó arremeter contra nosotros
cometió una infracción, así que
izamos la bandera roja de protesta. Vi en el horizonte cientos
de barcos, iban en posición, en
fila india, el sol brillaba y el
agua estaba muy esmeralda.
Era un espectáculo formidable.
Nos pasaban e íbamos pasando barcos de otras clases, veía
sus proas hundirse en el mar
mientras el barco escoraba,
surcaban el agua veloces y elegantes...
Aunque no lo vimos durante la
regata, sabíamos que el “perro
de lanas” estaría en cabeza. Eso
nos animaba, y es que era nuestra baza de triunfo segura. Luego
Antonio me contaría su regata:
“Hemos tenido un primer tramo
de ceñida de 4 millas, luego de
aleta y por último dos ceñidas
más. Un recorrido costero con
tramos de ceñida, aleta y popa.
Los regatistas, después del miedo del primer día, se han envalentonado, han dejado de ser
conservadores y ha habido algún incidente. Viento estable, 1525 nudos. Las clases regata han
tenido otro recorrido, aunque el final es el mismo para todas las
clases, con lo que las llegadas
son más justas.” Además, me
contó sus trucos a la hora de
plantear la regata: “Cinco minutos antes hay que estar en la lí-
nea de salida, dos minutos para
atrás, dos de vuelta y un minuto
de margen antes de salir, aunque nos hemos aproado, porque
nos pasábamos”.
Nos tenía a sotavento. Dijo que
lo mejor es llegar a la línea de
salida en el último momento;
cayó a su popa y luego a sotavento de ellos, les orzó y sacaron a dos barcos de la salida.
Salieron terceros, pero tras una
virada con bordo a tierra se colocaron primeros hasta el final.
Llegamos a Jolly Harbour. Ha-
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El mundo a su alcance
bía miles de palos, una inmensa flota que, ordenadamente,
fue tomando posiciones hasta
quedar todos atracados en el
puerto. Comenzó a sonar la música y se izaron banderas multicolores. En el puerto había
muchos bares y tiendas de souvenirs, un ambiente fantástico
y mucha expectación ante la
salida de los resultados: “Rosco”, 1º y 5º en la general de bareboat; “Corail”, 9º y 26º en la
general. Al final, todos satisfechos. Nos esperaba una noche
de fiesta, nos lo habíamos ganado... Viéndolos ahí, todos juntos atracados en la marina, barco contra barco, cualquiera diría que por la mañana, durante
la regata, cada uno se convertiría en un poderoso caballo que
lucharía por ir el más rápido, batiendo las velas como crines
que apuran el viento mientras
se triman para sacarle el máximo provecho, lamiendo el mar
con el casco, hundiendo la proa
en su vertiginoso galope, enfrentándose con cualquiera que
ose entrometerse en su camino.
El mar, el viento y la mano del
hombre moldean los veleros,
como figuras de plastilina.
Aquí en tierra son camaradas,
sólo en el mar se desata cada
día una lucha de titanes...
Laureles y
reconocimiento
Tras el tropezón del día anterior, hubo cambio de táctica,
aplicando aquello de que
“quien a buen árbol se arrima...”, así que decidimos seguir a “Rosco” desde el principio. “Optamos” por salir a barlovento de toda la flota (no apto
para novatos, según me cuentan los skippers) y evitamos así
el viento sucio de todos ellos.
Remontamos así hasta la cabeza de la flota, que ya no dejamos hasta el final. La prueba
transcurrió entre ceñidas y bordos pegados a tierra. Fuimos
pasando barcos de otras clases. En las últimas millas del recorrido, “Rosco” salió pitando,
le esperaba su hueso, y llegó
el primero (por supuesto...), 4º
en la general. “Corail” fue 2º,
13º en la general.
Los ánimos estaban recuperados
y los equipos, agotados, pero felices con esta nueva hazaña. Ya
íbamos siendo conocidos entre
las tripulaciones, era la primera
vez que un equipo español arrasaba en la regata; nos miraban
con respeto y algunos empezaban ya a imitar a “Rosco”.
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mos 23 (los tres barcos españoles al completo), aunque, a medida que transcurría la noche,
iban llegando navegantes de
otras tripulaciones. Nuestro barco se convirtió así en una pequeña sucursal de Naciones Unidas: había italianos, brasileños,
americanos, argentinos, suizos...
es la magia de la vela, que aúna
deporte, competitividad, aventura, camaradería... y, quizás, un
triunfo el sábado...
Día 6 de regata
Jornada chárter
El cuarto día, la organización nos
brindó una maravillosa de jornada de descanso, así que aprovechamos para dedicarnos al
chárter: fuimos a una playa cercana a Falmouth y pasamos el
día disfrutando de los baños, el
snorkel, la comida a bordo y, por
la noche, la fiesta en la calle,
amenizada por una Steel Band.
A la mañana siguiente nos esperaba otro día intenso...
Una vez más fuimos puntuales
a la cita. Los grupos fueron saliendo por clases. Había mucha
ola y vientos de 20 nudos. La regata tenía dos ceñidas, una aleta y una popa.
Tras la prueba, los skippers discutieron las tácticas de salida de
otros barcos. “El “Lofoten” ha salido amurado a babor”, me dijo
Antonio. Me explicó que aquí no
prima el dinero para equipar un
barco, aquí compites con un barco cualquiera y si lo haces andar, ganas. “Barco grande gana
a pequeño por el viento que hay,
porque pasan mejor la ola...”
“Rosco” volvió a ser 1º; lo que le
colocó el 2º en la general. “Corail” fue 3º.
Por la noche celebramos una
cena-fiesta en el “Corail”, éra-
Ese día teníamos visita a bordo.
Fabio, un argentino propietario
de un bellísimo barco –el “Gibian”, un Frers de 100 pies–, que
tuvo que retirarse al segundo día
de regata porque rompieron el
gennacker y perdieron la hélice.
Le habíamos conocido en la fiesta del día anterior.
La salida la hicimos a barlovento.
El lado favorecido era el de la
boya. Navegamos costeando hacia el oeste, con vientos moderados que aumentaban a lo largo de la regata; la vuelta la hicimos hacia el este, en popa. El
recorrido era de 19 millas y consistía en un través, ceñida, popa,
través, popa y dos ceñidas finales. El “Lofoten” seguía causando
problemas al “Rosco”: llegó se-
gundo de toda la flota y a 30 segundos, el perro. El primero fue el
“Kalikobass”, un Frers de 76 pies
de soberbia línea. En la clasificación, “Rosco” 1º, 2º en la general; “Corail” 2º, 5º en la general.
Fabio disfrutó de lo lindo y pudo
comprobar cómo éramos capaces de hacer una regata de campeones con nuestra peculiar manera de entender las cosas... y
en nuestro “barquito” (él sabía
que en el “Rosco” gastaban más
disciplina).
Así que al día siguiente nuestros dos campeones estarían en
la gran final, la regata del últi-
mo día, donde sólo participan
los mejores de la clase Bareboat. Nuestro sueño se había
hecho realidad…
La gran final
El recorrido era de 17 millas, teníamos viento del este, 15 nudos, y éramos 15 barcos. En la
salida vimos al temible “Lofoten”, a nuestros amigos los suizos, al “142”, que había sido
nuestro gran rival durante toda
la semana, y al resto de los participantes. Nos saludamos antes de la salida, y es que a es-
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El mundo a su alcance
tas alturas éramos todos viejos
conocidos... La sirenita no confiaba en hacer una gran papel
ese día, rodeada de tan fieros
competidores. Nuestras esperanzas se depositaban en el
“Rosco”. Fabio nos acompañó,
no quiso perdérselo.
Entorpecidos en la salida por todos los barcos de la flota, teníamos que caer a sotavento para
evitar colisiones, tras lo cual viramos para encontrar viento limpio y ganar barlovento. Despegamos. “Rosco” hizo una gran
salida y le vimos primero. Tras
la primera ceñida entramos cuartos en la primera boya; el “142”
nos perseguía de cerca, iniciamos la empopada, la sirena agitó su cola y fuimos ganando terreno a nuestros rivales hasta alcanzar el segundo puesto. Tras
la empopada, nueva ceñida, otra
empopada y llegada a meta; el
barco del comité hizo sonar su
sirena. Habíamos llegado los segundos, detrás del “Rosco”. El
“142” se acercó a felicitarnos.
Fue una gran regata.
En la clasificación final las notas
no pudieron ser mejores: “Rosco”, 1º en su clase, 2º en la general, y “Corail”, 2º y 5º en la general. Ya sólo nos quedaba la última fiesta, la de recogida de
premios, que empezaba a las
tres y continuaba por la noche.
La flota española (“Rosco”, “Corail” y “Piran”) tomó tierra y se
hizo fuerte en un chiringuito de
la marina (que casualmente que-
Lo que hay que saber
• La ARW tiene lugar todos los años, coincidiendo normalmente
con la última semana de abril y la primera de mayo.
• Se puede ir con Iberia, vía Puerto Rico; con British Airways,
vía Londres; o con Air France, vía Guadalupe o S. Martin.
• Los barcos se pueden alquilar a Aproache, que dispone
de todo tipo de embarcaciones para participar en esta
regata o para disfrutar de ella sin participar, recorriendo
las islas del Caribe.
• Para adquirir nociones que permitan ganar regatas,
Aproache tiene en Altea la Escuela de Patrones y Regatas,
donde todos los fines de semana se imparten clases
prácticas, que incluyen la participación en regatas
oficiales.
da a diez metros de los barcos),
comenzó la ronda de bailes, fotos de grupo, vídeos, algún roncito... y la entrega de trofeos.
Esa tarde todo el Caribe escuchó nuestros gritos y pudo comprobar lo alborotadores que podemos llegar a ser los navegantes españoles... copas, diplomas
y fotos comenzaron a entrar en
nuestras maletas. Por la noche
continuó la fiesta con la entrega
de más trofeos...
Y mientras, en el puerto, una sirena preciosa recostaba su cabeza sobre el lomo de un perro
de lanas... 

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