Historia de la Escultura Pública en el Estado de Colima
Transcripción
Historia de la Escultura Pública en el Estado de Colima
H ISTORIA DE LA E SCULTURA P ÚBLICA EN EL E STADO DE C OLIMA Juan Carlos Reyes G. Prologo de Alberto Hijar Serrano D. R. © 2010 Gobierno del Estado de Colima / Secretaría de Cultura Dirección de Investigaciones Históricas 1 Historia de la Escultura Pública en el Estado de Colima Juan Carlos Reyes Garza Dialéctica de lo público Sin herencias academicistas, Juan Carlos Reyes construye la memoria histórica como crónicas que no eluden los juicios de valor. No hay en su texto, asomo alguno de objetividad imposible ni de subjetivismo poetizante, esa tentación de quienes frecuentan la historia como pretexto literario. El resultado de su investigación acuciosa resulta así, bello de leerse porque la descripción técnica necesaria se articula a la narración de los proyectos, sus dominios estatales, municipales y hasta familiares y las situaciones de época y lugar pertinentes. Un trabajo invisible de selección crítica elude la erudición y da lugar a un catálogo completísimo de monumentos públicos cargados de intenciones de poder y de propuestas estéticas. El poder no es unitario. De serlo, sería válido el equivalente social a la manera planteada por Plejanov, con la correspondiente relación mecánica entre el Estado y las obras de arte. Hace muchos, muchos años, en 1965 (Las Piedras Vivas, UNAM), el sociólogo Mario Monteforte Toledo intentó una historia social de la escultura en México que alguien situará en lugar principal cuando se haga la crítica a la historiografía artística en México. La digresión vale porque deriva en la apreciación del poder complejo que acompaña al del Estado, como punto de partida dialéctico. Resulta fallido el intento de dar cuenta de las determinaciones sociales si no se les advierte como construcción 2 Historia de la Escultura Pública en el Estado de Colima Juan Carlos Reyes Garza de poderes y sus correspondientes hegemonías en lucha. El Estado provee de iniciativas como la porfiriana de celebrar a los héroes del liberalismo decimonónico, pero la realización es posible con la mediación de paradigmas históricos y estéticos con sus correspondientes estilos y limitantes técnicas. Esto exige eludir taxónomas valorativas, divisiones entre lo culto y lo popular, lo público y lo privado. El carácter público no es exclusivo de los mandatos de Estado porque muchas otras voluntades deciden señalar y homenajear a los personajes de su culto. Obligados unas veces por las conmemoraciones de Estado, los monumentos públicos van más allá de esto hasta dar lugar a exigencias pintorescas reveladoras de relaciones de poder, como en el caso del Snoopy de Manzanillo, el pez vela mediocremente representado con Sebastián para obligar a organizarle un entorno adecuado a su lucimiento o el jinete naif para gloria de la charrería. La recepción social de esculturas y monumentos públicos es señal de respuesta o réplica al poder del Estado y sus instituciones. Juan Carlos anota los apodos populares irreverentes y la indiferencia o invisibilidad de algunas obras ignoradas por escolares y transeúntes que jamás han sido atraídos por ellas, pese a su sentido descriptivo acentuado en ocasiones por una placa donde se explica lo que se ve. Pero en esta visión sin conciencia, lo público queda sin realizar, en una especie de triunfo de la indiferencia comunitaria ante un llamado no cumplido para destacar una presencia ausente del imaginario de la multitud. Una falla estética profunda está de por medio en las representaciones fallidas. Juan Carlos Reyes advierte en su crítica al sentido público, la presencia de la modernidad como diversidad estilística concretable en “denominaciones como abstraccionismo, geometrismos y demás ismos”. Lo “moderno” tendría que perder sus comillas en los registros, las crónicas y las descripciones valorativas que siguen, porque dan cuenta del proceso de urbanización propio de la acumulación capitalista en su modalidad republicana federal. La investigación abre el apetito por descubrir las raíces profundas del desarrollo desigual y combinado que permite la inclusión de vanguardistas como Soriano, Cuevas y 3 Historia de la Escultura Pública en el Estado de Colima Juan Carlos Reyes Garza Sebastián, a la par de escultores beneficiados en un período de gobierno o de importaciones extranjeras como el transvanguardista y pop Snoopy. El desarrollo desigual y combinado es tan concreto como los sitios públicos desparramados por todo el estado. Juan Carlos Reyes distingue entre la escultura y los monumentos. Suelen tener relaciones de necesidad en el diseño urbanizador en busca de la integración del espacio. Pero no siempre porque hay esculturas colocadas con y sin pedestal como caídas del cielo y hay monumentos sin escultura, como puro juego de espacios bajo la luz, como dice Le Corbusier cuando piensa la arquitectura como puras formas. Las pirámides de Egipto o el Monumento a los Niños Héroes de la ciudad de Colima, son ejemplos de monumentos sin escultura. De aquí, la cita necesaria de las definiciones aportadas por Rita Eder y Carlos Chanfón para aclarar las complejidades del espacio construido que concreta los proyectos de Estado y de instituciones sociales diversas. El poder, por tanto, es diverso y complejo, encuentro o disrupción con paradigmas y cánones, como creación artística o por ignorancia que sin querer, transgrede. De todo esto da cuenta el texto de Juan Carlos con singular amenidad como si se tratara de un gran reportaje cultural bien sustentado. Al tratar la relación entre momentos y monumentos Juan Carlos trata la hegemonía. El concepto gramsciano necesita de la construcción simbólica tratada por la chilena Flora Voionmaa como “visión pública en que un pueblo o un país reconoce su propia identidad”. Juan Carlos precisa esta abstracción y hace cuentas de lugares para advertir la dialéctica del centralismo económico y político concretado en las figuras históricas homenajeadas. Que el educador Gregorio Torres Quinteros y José María Morelos cuenten cada uno con cuatro monumentos, es una señal de esa dialéctica donde se oponen las glorificaciones regionales y las nacionales consagradas. Juan Carlos precisa los sentidos que contribuyen a la simbolización del Estado-nación. “Libertad = Hidalgo, legalidad = Juárez, nacionalismo = Morelos, pueblo-campesino = Zapata, educación = Torres Quintero, reivindicación (del indio) = Cuauhtémoc, 4 Historia de la Escultura Pública en el Estado de Colima Juan Carlos Reyes Garza sindicalismo = Pimentel Llerenas”. Hay figuras que no remiten más que a necesidades memoriosas de grupo y momentos con difícil pronóstico de supervivencia como la del gobernador Vázquez Montes o las de Susana Ortiz Silva y J. Jesús Preciado. Los relieves y esculturas con sentido funerario, para señalar una tumba o un lugar nombrado en homenaje al difunto, suelen adquirir el significado de señales hasta ser despojadas de la memoria del personaje. Lo público no necesariamente exige la precisión histórica y biográfica, sino la permanencia del nombre sin más. De tan diverso, el carácter público ha tenido en Colima, según documenta Juan Carlos, el carácter efímero de las esculturas en papier maché recubierto con yeso para recibir al candidato presidencial López Mateos o para acompañar la celebración religiosa de Todos Santos. Vale anotar aquí la dialéctica entre una especie de religión laica de Estado-nación con sus ritos cívicos, semejante pero distinta de la asociada a alguna iglesia como la católica, en particular. Los monumentos y las esculturas públicas son intervenidas para dotarlas de sentido distinto al del proyecto original. Esto también es público y contribuye a enriquecer el imaginario social. Juan Carlos anota el reclamo al presidente municipal de Villa de Álvarez, Alfonso Rolón Michel (1995-1997) de la falta de atributos de un supuesto toro bravo esculpido sin testículos. El añadido intervino la escultura original de manera ostentosa no deliberada, todo lo cual animó a César Burgos en 2007, a recubrir el toro con los colores del arco iris para transformarlo en La Villana, figura emblemática del Movimiento Gay. Nadie sabe para quien trabaja en los vericuetos de la recepción social, pero es posible encontrar sus puntos críticos cuando hay crítica estética previsora evidentemente nula en las rutinas burocráticas. De situaciones involuntarias se nutre el carácter público popular como en el caso del “zapatista” montado en un caballo disminuido por intentar su representación a punto de reparar asentado en sus cuartos traseros adornados con una gran cola para dar la impresión de “perro cagando”. Hubo que intervenir la escultura. 5 Historia de la Escultura Pública en el Estado de Colima Juan Carlos Reyes Garza A punto de degenerar en la glosa del sabroso texto de Juan Carlos Reyes, sólo falta reiterar su esclarecimiento de la complejidad del poder que construye su hegemonía de manera compleja, incluyendo la copia generalmente disminuida de las esculturas y monumentos públicos de la capital de México, como una especie de crítica involuntaria al centralismo cultural. Pero justo a poner en crisis esta reducción histórica, contribuye la investigación de Juan Carlos Reyes quien por años registró y acopió testimonios y documentos de las esculturas y los monumentos públicos de Colima. 68 notas bibliográficas y hemerográficas, de entrevistas personales directas y por correo electrónico y de libros de cabildos, prueban el rigor de la investigación y aportan una dimensión histórica y estética incluyente del arte, para precisar la formación simbólica del Estado-nación de México en dialéctica constante con los imaginarios civiles. Alberto Híjar 6 Historia de la Escultura Pública en el Estado de Colima Presentación Una nota periodística publicada en 1962 con motivo de haberse sugerido la erección de un monumento a don Venustiano Carranza, en tono de reclamo a las autoridades afirmaba: “en la ciudad de Colima prácticamente sólo hay cinco estatuas, consagradas a Madero, Juárez, Hidalgo, Jesús García, La Libertad y por terminarse el [monumento] de los Niños Héroes”.1 Si bien es cierto que de manera explícita el anónimo redactor cita sólo las existentes en la ciudad de Colima, causa extrañeza que olvidara al Rey de Coliman, inaugurado siete años antes (1955). También que no tomara en consideración el monumento al Gral. Manuel Álvarez, de 1957, aunque esta ausencia se explicaría, quizá, porque entonces Villa de Álvarez y la conurbación se veían lejanas, como lejanas debieron parecerle las estatuas y monumentos que para ese tiempo ya existían en Manzanillo y otras poblaciones del estado; a lo sumo una docena. Salvo el caso del Rey, que parece inexplicable, podemos creer que las omisiones fueron deliberadas, la razón está dicha, por tanto no imputables a desconocimiento o ignorancia del periodista ¿O sí? La duda surge de los resultados de una “encuesta” informal realizada por quien escribe con el propósito de localizar el mayor número posible de esculturas y monumentos existentes en el estado, con el fin de registrarlas para el presente catálogo. Así, a mediados de 2007 me di a la tarea de preguntar a amigos y conocidos cuáles recordaban, conocían, o al menos sabían de su existencia. Pocos lograron recordar más de veinte; la mayoría menos de diez. Todos, o casi, iniciaban su listado con el Rey Colimán (sic), Manuel Álvarez –el “mono” de la Villa– y los “monitos de la Camino Real”; otros agregaban “las de Zamarripa en la universidad” –dicho así, las, de manera genérica–, el 7 Historia de la Escultura Pública en el Estado de Colima Juan Carlos Reyes Garza Pez Vela de Manzanillo, “la obscena” de Cuevas, el Juárez de La Concordia, el Hidalgo del parque que lleva su nombre, el Torres Quintero “de atrás de catedral” y La Libertad “que estaba ¿...? y quién sabe dónde la pusieron”. Los más informados también se acordaron de “los perritos” y el Zapata que se encuentran respectivamente en las salidas de Colima hacia Comala y Manzanillo y alguna otra, como El Limonero de Tecomán, la Diana o el Torito (sic) de Villa de Álvarez, el Juárez del jardín de Manzanillo, dependiendo dónde radicara el encuestado. Hubo casos extremos. Por ejemplo, un funcionario del Ayuntamiento de Cuauhtémoc me aseguró que en su municipio no había ni una sola escultura o monumento público; otro del de Manzanillo no fue capaz de recordar más de cinco; uno más, éste del Cabildo de Colima, haciendo un esfuerzo logró recordar quince. Un pequeño grupo de estudiantes universitarios del campus Coquimatlán, entrevistados mientras descansaban sentados sobre la obra de Mijares Bracho, Plaza de la Amistad, dijo no saber si ahí había alguna escultura; ninguno de los estudiantes y maestros entrevistados individualmente pudo decir cómo se llamaba alguna, cualquiera, de las esculturas del campus Colima. Los niños de primarias y secundarias, preguntados sobre si en su escuela había algún monumento, busto o estatua respondían “no”, “no me acuerdo”, y cuando por excepción respondieron “sí”, es porque identificaban como tal cosa el asta bandera; y si existía alguna y se les señalaba, rarísima vez pudieron decir quién era el homenajeado, no obstante que en la mayoría de los casos éstas cuentan con una placa que identifica al personaje. De igual manera, con las excepciones de Rafael Zamarripa, José Luis Cuevas y Sebastian –así firma, sin acento–, aunque recordaran una determinada escultura, sólo de manera excepcional recordaron quién era su autor. De Juan Soriano ni hablar, pese a que el Jardín Escultórico de Comala lleva su nombre, contados fueron quienes lo identificaron y menos los que pudieron identificarlo con alguna de las tres esculturas suyas con que cuenta Colima. 8 Historia de la Escultura Pública en el Estado de Colima Juan Carlos Reyes Garza Resumiendo, si el autor de la nota de 1962 citaba 5 de 12, no estaba tan mal. Los encuestados de 2007 no pudieron citar más de 10 –en promedio– de las más de doscientas esculturas que al final quedaron registradas. Con este resultado se hizo evidente que el catálogo de la escultura pública en Colima, iniciado como un proyecto informal, sin otra pretensión que satisfacer mi curiosidad y personal afición a la escultura, podía ser de utilidad como un instrumento más del registro de la obra artística patrimonial de los colimenses, coadyuvante para su conservación y divulgación, e incluso servir como herramienta educativa. Durante el proceso surgieron las preguntas indispensables para hacer entendible la existencia de los monumentos y esculturas, o al menos para explicar su presencia. Las elementales: ¿Cuáles y cuántas son y dónde están? ¿De qué autores escultores? ¿Quién es el personaje representado? o, simplemente, ¿Qué cosa es eso? Después otras más complejas: ¿Qué se propusieron quienes las encargaron, las patrocinaron y las hicieron? ¿Cumplieron y cumplen con esos propósitos? ¿Cuál, si lo tienen, es su valor estético e histórico, o ambos? ¿Porqué adoptamos unas, a veces de manera entrañable, e ignoramos otras? Una pregunta más, que no siempre fue posible responder, es la de su adscripción, o lo que es lo mismo, quién las tiene bajo resguardo y por tanto, quién es el responsable de su conservación. Salvo casos obvios, como las de la Universidad de Colima o las que se encuentran en espacios de propiedad particular, la adscripción de la mayoría es incierta. Baste recordar el caso reciente de la Figura Obscena de José Luis Cuevas que, cuando el Ayuntamiento de Colima intentó cambiarla de lugar surgió una disputa entre éste y el Gobierno del Estado sobre la jurisdicción del espacio donde se encuentra. Por otra parte, con la lógica a que obliga la perenne cortedad de recursos, las autoridades de los ayuntamientos y de muchas escuelas públicas –estatales y federales– prefieren ignorar antes que asumir la responsabilidad y destinar fondos para el mantenimiento de algo que no consideran prioritario ni 9 Historia de la Escultura Pública en el Estado de Colima Juan Carlos Reyes Garza relevante, sobre todo si ese algo, por ejemplo el busto del personaje que da nombre a la institución, se encuentra en lugar poco visible y por tanto no representa riesgo para el director de ser víctima de un “periodicazo”. En consecuencia, cuestionadas las autoridades municipales y escolares al respecto la actitud más frecuente es hacer mutis o de plano fingir –en algunos casos asumir– ignorancia, y las respuestas: “Esa no nos toca”, “Nosotros no la pusimos”, “Pos sábe oiga”, etcétera. El miedo al periodicazo se hizo evidente en un par de casos –una escuela primaria y un centro asistencial de desarrollo infantil– donde, pese a la previa explicación del propósito de mi vista y asegurarles que la cámara no me identificaba necesariamente como reportero gráfico, de plano se me negó el acceso y consecuentemente la posibilidad de hacer el registro completo de la obra. Otras expresiones del desinterés o indiferencia hacia las esculturas y monumentos por parte de quienes las tienen a su cargo se reflejan en el desconocimiento sobre quiénes son los autores de las esculturas, cuándo fueron instaladas o inauguradas y, aunque suene exagerado con frecuencia también se ignora quién es el personaje representado o cuáles sus méritos. Y qué decir de los abominables “arreglos” que padecen los monumentos en el día que se celebra al pobre homenajeado, que no puede quejarse si lo pintan “del color que sobró” o, con frecuencia, haciendo gala de cultura y sapiencia artística, el encargado, que no responsable, ordena: “píntenlo de dorado, pa’ que parezca de bronce”, aun cuando la escultura sea, efectivamente, de bronce. Reitero el hecho de que inicié este trabajo de manera informal. Los datos e imágenes se fueron acumulando de manera aleatoria, sin existir un plan preconcebido ni adoptar o predeterminar una metodología. Eso explica, aunque no justifique, los errores y lagunas de información que seguramente encontrará quien lo consulte, siempre atribuibles al que escribe, responsable también de no haber profundizado ni agotado las fuentes. Una en particular lamento no haber consultado: las actas de cabildo de los ayuntamientos, donde seguramente se encuentra mucha de la información faltante. 10 Historia de la Escultura Pública en el Estado de Colima Juan Carlos Reyes Garza Por otra parte, fueron muchos los que me ayudaron aportando información como testigos de primera mano, además de documentos, bibliografía y fotografías. En este sentido destaco las aportaciones de Jorge Jiménez, Alejandro Reyes Garibay, José Óscar Guedea Castañeda y Jorge Pineda Larios, que no fueron los únicos pero sí los más generosos; igualmente agradezco a los escultores que amablemente me facilitaron información sobre sus obras, en especial a José Cruz Hernández Vizcaíno, Rafael Zamarripa y Anita Ruiz, los más prolíficos, y al maestro Mario Rendón quien me hizo notar algunos errores en la descripción de las técnicas. Agradezco también al Lic. Rubén Pérez Anguiano su entusiasmo y el permitirme concluir, hasta donde se presenta, éste proyecto personal. Muy especialmente agradezco a Javier Flores las imágenes que ilustran este catálogo –de él son las fotos buenas, las malas son mias y las antiguas de fotógrafos anónimos. Porqué escultura pública Por qué llamarlo “catálogo de escultura pública” y no de otra manera. En principio, como he dicho arriba, porque se inició como un simple registro de esculturas, fueran éstas parte de un monumento –usualmente la parte focal del mismo–, o que se exhibiesen como obra de arte per se, sin discriminar por razones estéticas y con la única condición de que estuviesen colocadas en espacios abiertos, a la vista del viandante. Nunca fue el propósito hacer un catálogo de escultura a secas, ni uno exclusivamente de monumentos, ni menos de arte urbano, que incluiría otras expresiones artísticas. El concepto de escultura parece desdibujarse cuando el autor no es, en sentido estricto y formal, un escultor, pero ¿qué define a una escultura, más allá de ser un volumen en el espacio? ¿La intención? ¿La unicidad? La interrogante surgió cuando durante el registro para el catálogo me topé con la necesidad de 11 Historia de la Escultura Pública en el Estado de Colima Juan Carlos Reyes Garza decidir si incluía o no las figuras “de bulto” que cada vez con mayor frecuencia se utilizan como elementos publicitarios o simple decoración en locales comerciales, restaurantes, discotecas, bares e incluso edificios de departamentos. Si aceptamos –y lo hago sin dudar– que el Toro de Villa de Álvarez es una escultura, qué argumentos tenemos –sin valerse de razonamientos de esteticismo elitista– para negar la misma categoría al Gorila que adorna la entrada a una conocida discoteca de la capital, ambas realizadas con la misma técnica –chatarra. Enfrentado a mis propios argumentos opté por incluir las más que me fue posible encontrar. Aclaro y advierto esto porque seguro habrá puristas que se sientan sorprendidos de encontrar las obras de reconocidos maestros, Soriano, Cuevas, Sebastian, etcétera, al lado del anónimo, gigantesco y feísimo Poseidón de Manzanillo, o el Toro volador y los Animalitos infantiles del parque de La Piedra Lisa de Colima. Caso especial es el de las figuras que decoran los camellones de varias avenidas de las ciudades de Colima, Villa de Álvarez, Tecomán y otras, obra de jardineros escultores anónimos, de las que sólo se registraron algunos ejemplos, no por ser muchas y sí por su carácter intencionalmente efímero. Ahora bien, para entender las esculturas públicas, hablar de los monumentos resulta ineludible. Escultura y monumento son dos conceptos que tienden a confundirse, confusión que se origina en el hecho de que el monumento, no necesariamente pero con gran frecuencia es en sí mismo una escultura, o la contiene. Esto tiene una raíz histórica tan profunda que de hecho va hasta el nacimiento mismo del arte de la escultura. Ésta nace con un propósito: dar forma tangible a conceptos y entidades abstractas. Las figurillas femeninas prehistóricas no son retratos, son representaciones de la fertilidad; los “ídolos” representan a dioses; los “totems” al clan en la figura de su nagual. Asimismo, los escultores antes de ser “artistas” fueron “artesanos”, en el sentido de que se sujetaban a los cánones estéticos y convenciones de representación particulares del grupo al que pertenecían. Esta es una regla igualmente aplicable a los escultores tribales 12 Historia de la Escultura Pública en el Estado de Colima Juan Carlos Reyes Garza africanos, americanos prehispánicos, aborígenes australianos, maestros canteros del medioevo y todos los demás. En lo individual, aquellos escultores pueden haber tenido –y muchos demostraron– gran creatividad, pero ésta aparece siempre contenida dentro del canon. En las culturas que el eurocentrismo definió como clásicas, Egipto, China, Grecia y Roma, la escultura evoluciona en lo formal pero sigue cumpliendo con el mismo fin, y permanece sujeta a la misma regla. Incluso en el Renacimiento continua al servicio de la función, representar entidades abstractas mediante el antropomorfismo, o bien, como concepto mediante símbolos que significan a esas mismas entidades. En este sentido ciertamente las esculturas eran monumentos. Eran, como atinadamente lo expresa Rita Eder, “señales que los hombres [...] han inventado para recordar, celebrar, honrar, perpetuar, glorificar, imponer o destruir una serie de valores y de contenidos ideológicos.” 2 La separación entre el monumento y la escultura, entendida ésta como entidad independiente del primero y poseedora de valores propios, se da de manera paulatina, en una época bastante tardía y nunca de manera absoluta; no al menos hasta el siglo XX con la irrupción del arte “moderno”, bajo denominaciones como abstraccionismo, geometrismo y demás ismos. Lo mismo le sucedió al monumento. ¿Cómo separase de la escultura si ésta “es” el monumento? Propongo que fue por la vía de la arquitectura. Los monumentos fúnebres fueron los primeros concebidos como tal, monumento sin escultura. El mejor ejemplo son las pirámides de Egipto: arquitectura pura –geometría pura– usada para honrar, glorificar y perpetuar la presencia del personaje, sin valerse de su efigie ni de los símbolos de sus atributos. Pero se impuso y se impone la humana necesidad de contar con representaciones más cercanas a la experiencia visual cotidiana, al realismo más o menos naturalista, haciendo que el monumento puramente arquitectónico, desde su aparición hasta la fecha sea la excepción más que la regla. El Monumento a Los Niños Héroes de la Cd. de Colima es un ejemplo de monumento sin escultura, está libre de ellas pero... también libre de cualquier valor estético arquitectónico. 13 Historia de la Escultura Pública en el Estado de Colima Juan Carlos Reyes Garza Otra definición de monumento es la propuesta por el arquitecto Carlos Chanfón: “Monumento es todo aquello que puede representar valor para el conocimiento de la cultura del pasado histórico”,3 definición que cubre a una amplia variedad de sujetos posibles: zonas arqueológicas, edificios, objetos diversos, paisajes e incluso seres vivos (como es el caso del árbol de Santa María del Tule en Oaxaca y lo fue El Zalatón de Juárez en Colima), y por supuesto esculturas. Los momentos y sus monumentos Porque la gran mayoría de las esculturas públicas en Colima son o forman parte de ellos, resulta ineludible seguir hablando sobre los monumentos. En su trabajo sobre la escultura pública en Santiago de Chile, Flora Voionmaa plantea el problema de la siguiente manera: ...más que una historia de la escultura, estamos frente a una importante historia de las manifestaciones culturales visuales [...] Los monumentos conmemorativos [...] juegan un papel fundamental en la construcción simbólica de una nación moderna. Aunque la historia política de una nación está conformada por ideas, las imágenes y los símbolos que expresan aquellas ideas constituyen la visión pública en que un pueblo o un país reconoce su propia identidad.4 A manera de acotación agregaré: la identidad del o los grupos hegemónicos, o del o los individuos en el poder, o la que desde esa hegemonía se pretende imponer. Esto en razón de que en la práctica es el Estado quien detenta el control sobre los espacios y los recursos públicos necesarios para la erección de monumentos, e igualmente la capacidad para decidir sobre los individuos, sucesos e ideas que merecen el acto consagratorio que el 14 Historia de la Escultura Pública en el Estado de Colima Juan Carlos Reyes Garza monumento significa. En palabras de Jorge Alberto Manrique, el “universo de monumentos” constituye una “definición del poder público que lo hizo posible.” 5 Esa definición del poder público se expresa de maneras diversas. Bastan los números para ver su reflejo. De un total de 230, al hacer el desglose del número de monumentos y esculturas existentes por municipio encontramos lo siguiente: Municipio Esculturas y monumentos % del total Municipio Esculturas y monumentos % del total Colima 115 50.0 Coquimatlán 8 3.4 Manzanillo 33 14.3 Cuauhtémoc 7 3.0 Villa de Álvarez 28 12.1 Armería 4 1.7 Tecomán 18 7.8 Minatitlán 2 0.8 Comala 14 6.0 Ixtlahuacán 1 0.4 * Cifras del 2010. No hace falta, creo, extenderse sobre el papel que en esta distribución ha jugado el centralismo político y económico. Ahora, sin tomar en cuenta los monumentos ya desaparecidos, si el desglose se hace por personajes, los que encabezan la lista del panteón cívico son Benito Juárez con 14 altares; le siguen Miguel Hidalgo con 10, Emiliano Zapata con 5, Gregorio Torres Quintero y José María Morelos con 4 cada uno, Gustavo Alberto Vázquez Montes con 3; Cuauhtémoc, José Pimentel Llerenas, Alberto Isaac y los maestros Susana Ortiz Silva y J. Jesús Preciado con 2 cada uno, y 2 también Manuel Sánchez Silva, con la diferencia de que los altares a este último no fueron levantados por el Estado (aunque algunos de sus 15 Historia de la Escultura Pública en el Estado de Colima Juan Carlos Reyes Garza representantes avalaron la consagración). El resto de los personajes, que son muchos para enlistarlos aquí, cuentan con uno cada uno. Es fácil apreciar que la elección no es arbitraria, se ajusta a los intereses del Estado nacional y a los conceptos fundamentales de la nación, mexicana en este caso: libertad = Hidalgo, legalidad = Juárez, nacionalismo = Morelos, pueblo-campesino = Zapata, educación = Torres Quintero, reivindicación (del indio) = Cuauhtémoc, sindicalismo = Pimentel Llerenas. El caso del gobernador Vázquez Montes resulta menos claro como símbolo de concepto, y al mismo tiempo un ejemplo evidente, no único pero sí el más reciente a nivel local de cómo el Estado es quien tiene la capacidad de proponer candidatos al panteón cívico. Caso distinto es el de Susana Ortiz Silva y J. Jesús Preciado pues –sin demérito de las virtudes que los hayan hecho merecedores de homenaje–, no necesariamente representan un concepto, pero ambos, junto con un numeroso grupo de otros maestros que individualmente han sido consagrados con sendos monumentos son la evidencia de otro poder social, el magisterio. Aun siendo parte del Estado, por su peso específico, tanto el magisterio como la Universidad de Colima son “poderes” que aquí merecen ser tratados aparte. Sobre el primero, en el párrafo anterior señalo que un número considerable de los monumentos de Colima están dedicados a maestros, cuya trascendencia personal no rebasa los límites de la entidad, y en algunos casos los de la localidad. Gregorio Torres Quintero es la excepción. En cuanto a la Universidad, su relevancia para nuestro tema está en que es la institución que ha patrocinado el mayor número de obras, sólo después del Gobierno del Estado. Esto se explica por varias razones, siendo la principal que si por definición la universidad es generadora de cultura –en el sentido amplio del término–, no sorprende que fuera en sus espacios donde se vieran los primeros ejemplos de arte público, para nuestro asunto arte escultórico. Hay, además, otras razones puramente coyunturales y de vocación –no siempre ni necesariamente artística– de algunos universitarios destacados, que explicarían su notabilísima aportación a la escultura pública colimense. 16 Historia de la Escultura Pública en el Estado de Colima Juan Carlos Reyes Garza Revelador de las prioridades del Estado es que los elegidos como hombres símbolo o figuras ejemplares son en su gran mayoría personajes históricos y políticos, en tanto que los artistas e intelectuales son minoría. Retomando la tesis de que los monumentos representan los intereses del poder que los hizo posible, hagamos un rápido recorrido por la historia de Colima, vista a través de sus monumentos y esculturas. Pero antes es necesario señalar que esta historia inicia en la segunda década del siglo XX pues, no sabemos de ningún monumento o escultura pública del siglo XIX, o anteriores, que haya logrado sobrevivir. Pasando por alto los monumentos funerarios y las esculturas que pueden haber existido en fachadas de templos, sobre las que no tenemos información, la única obra escultórica de que tenemos noticia cierta es un retrato en altorrelieve del gobernador porfirista Francisco Santa Cruz, que adornó la clave del arco del foro del Teatro Santa Cruz mientras mantuvo ese nombre, de 1883 a 1914, año en que recuperó su nombre original, Teatro Hidalgo. No se conservó ninguna imagen de aquel altorrelieve, aunque sabemos que fue realizado por el escultor español Adolfo Herrera,6 sin embargo podemos suponer que era muy similar, si no es que uno es copia del otro, al que se conserva en el frontispicio de la cripta de las familias Santa Cruz-Virgen Schulte en el Cementerio Municipal de Colima “Las Víboras”. Pero si bien esa es la única obra de que hay noticia, también sabemos de otras tres que nunca pasaron del papel; cada una en su momento quedó en propuesta. 1. Retrato del gobernador Francisco Santa Cruz, relieve en bronce. Cripta de las familias Santa Cruz-Virgen Schulte, Cementerio Municipal de Colima “Las Víboras”. (Foto J.C. Reyes, 2008). 17 Historia de la Escultura Pública en el Estado de Colima Juan Carlos Reyes Garza El 18 de septiembre 1857 el gobernador interino Gral. José Silverio Núñez declaró “Benemérito de Colima en grado heroico” al Gral. Manuel Álvarez, primer gobernador del estado, asesinado un mes antes, y ordenó que sus restos fueran “trasladados con toda pompa del templo de la Virgen La Salud a la Iglesia parroquial”, donde se le construiría un “mausoleo [...] por cuenta de los fondos públicos”.7 Este mandato llama la atención viniendo de quien venía, un militar juarista, y aunque sin duda la población de Colima aprobó la medida, la crisis de los fondos públicos y –sospecho que– la prudencia política de la gente en el poder hizo que el traslado de los restos y la construcción del mausoleo en la iglesia parroquial, hoy catedral, quedara pendiente. Que la gente en el poder notó el desliz de Núñez se hace evidente cuando tres años más tarde, el 15 de septiembre de 1860, en el decreto que cambió el nombre de Villa de Almoloyan por el de Villa de Álvarez el gobernador Urbano Gómez hizo una nueva propuesta para erigir un monumento al general Álvarez, fuera de un templo. Textualmente, en el artículo 2 / del decreto se lee: “Cuando las circunstancias del tesoro público lo permitan, se erigirá en la plaza principal de dicha Villa [de Álvarez], la estatua de aquel ilustre General.” 8 Pero no hay duda de que el “ilustre general” no tenía las estrellas a su favor; primero, a dos meses de haber tomado el mando fue asesinado y segundo, debió de esperar un siglo para que “las circunstancias del tesoro público” permitieran concretar el asunto de su monumento, lo que sucedió hasta el período del gobernador Rodolfo Chávez Carrillo (1955-1961). El segundo caso de monumento temporalmente frustrado es el de Juárez. En 1907, con motivo del centenario de su nacimiento el Congreso del Estado acordó crear un jardín que llevara su nombre, en la “plazuela de La Concordia [...] en cuyo centro se erigirá un monumento”.9 La idea tardó ocho años en concretarse; se inauguró en 1915. El tercero fue el de Hidalgo. La celebración en 1910 del Centenario de la Independencia abrió un foro sin igual para el lucimiento del patriotismo 18 Historia de la Escultura Pública en el Estado de Colima Juan Carlos Reyes Garza discursivo de las autoridades, discurso que por supuesto incluyó la exaltación de los hombres-símbolo, los héroes “que nos dieron patria”. Rendir culto á nuestros héroes, levantarles estátuas [sic] que los representen á la posteridad como monumentos imperecedores [sic] de virtudes cívicas, en que se vea vibrante el amor del pueblo por quienes trabajaron sin descanso en épicas luchas hasta exhalar su último aliento en patíbulos afrentosos, es obra meritísima que no necesita encomios [...] Así lo expresaba don Manuel R. Álvarez, a la sazón presidente de la Cámara de Diputados, en su respuesta al informe del gobernador Enrique O. de la Madrid, quien había propuesto que con motivo de tan relevante acontecimiento se levantara “una estatua del Benemérito Hidalgo en la antigüa [sic] plazuela del mercado” –actual jardín Gregorio Torres Quintero–, y a ésta se le cambiara el nombre por el de “Jardín Libertad”.10 Llegado el tan esperado día, el 16 de septiembre de 1910 el gobernador colocó la “Primera Piedra del Monumento a Hidalgo”.11 Sin embargo todo quedó en eso, en la primera piedra y el bautizo del jardín. El “Padre de la Patria”, el “Benemérito Hidalgo”, debió esperar otros siete años para contar con un altar en Colima y cuando al fin lo tuvo, en 1917 el monumento al “libertador” no se levantó en el Jardín Libertad o “de la Independencia”, como también se le menciona, sino en otro que a partir de entonces lleva su nombre, Parque Hidalgo –antes Paseo del Progreso y antiguamente Llanos de Santa Juana. Con tan escasos antecedentes, entramos ahora sí a la etapa en que se multiplican los monumentos. 19 Historia de la Escultura Pública en el Estado de Colima Juan Carlos Reyes Garza La Revolución Tras una de las contiendas políticas más notables en la historia del estado, en la que el perdedor fue ni más ni menos que don Gregorio Torres Quintero, José Trinidad Alamillo tomó el mando del gobierno en noviembre de 1911 y casi de inmediato se dio a la tarea de dar una nueva imagen de modernidad a la ciudad de Colima: empedró la calzada Galván, adquirió e instaló el quiosco de la Plaza de Armas o Jardín Libertad, inauguró el mercado de la Madrid, donde en 1913 realizaría la Exposición Costeña, y procedió al embellecimiento de la antigua Plaza Nueva o Alameda con la siembra de árboles, la instalación de “figuras decorativas” y un monumento al Gral. José Silverio Núñez, que desde entonces dio nombre a ese jardín. De esta manera, consagrando a un gobernador juarista el representante del nuevo orden (no me atrevo a llamar revolucionario a Alamillo) hacía ostensible su rechazo –no al porfirismo pero sí– al porfiriato. Con la reserva que exige la posibilidad de futuros hallazgos, la información disponible indica que el busto del Gral. José Silverio Núñez fue el primer monumento público en Colima dedicado a un personaje. En cuanto a las “figuras decorativas” instaladas en el mismo jardín, éstas fueron un león sedente y un águila –en la fuente central–. De las dos primeras, el busto de Núñez y el león, hay registro fotográfico, de la tercera ninguno, pero podemos suponerla como aparecía en el Escudo Nacional de la época, con las alas desplegadas. No coincido con la opinión de quienes atribuyen a Leonilo Chávez la autoría de estas esculturas,12 aunque acepto la posibilidad de que él haya sido co-autor del león, por la razón que explico a continuación. Don Leonilo Chávez Ortiz era cantero, oficio que aprendió en su tierra natal, Atotonilco el Bajo, Jal. Ya radicado en Colima, a donde llegó alrededor de 1900, se desempeñó como alarife, dedicándose inicialmente a la realización de monumentos fúnebres.13 En la construcción de la residencia del rico comerciante Blas Ruiz, inaugurada en 1908, misma que actualmente alberga al Palacio Federal, frontera al Jardín Núñez, participó ejecutando varios detalles de 20 Historia de la Escultura Pública en el Estado de Colima Juan Carlos Reyes Garza cantera en la fachada y dos leones de cemento que flanqueaban el cancel de la entrada, leones que según Francisco Hernández Espinosa fueron diseñados por el pintor Antonio Cedeño y ejecutados por don Leonilo.14 Sobrevive uno de aquellos leones; hoy adorna el patio del Club de Leones de Colima. Juzgando a partir de éste único ejemplo y las fotografías de época en que aparece el león del Jardín Núñez, es posible calificar el estilo de Chávez como popular, no académico, y esto hace poco creíble que Alamillo, un dandi que presumía de culto y moderno, le encargara el busto de Núñez; lo que seguramente le encargó fue la construcción del pedestal, como más tarde otro gobernador le encargaría sendos pedestales para los monumentos de Juárez e Hidalgo. Otro detalle que contradice la autoría del busto es que éste era de bronce, un material que hasta donde sabemos Chávez no manejaba. Esto mismo sería válido para el águila puesto que si efectivamente tenía las alas desplegadas debió ser de metal. 2. Monumento con el busto del Gral. José Silverio Núñez, Jardín Núñez, ca. 1920. (Tomada de Hernández Espinosa 1982:52) 3. León del Jardín Núñez, ca. 1920. (Tomada de Hernández Espinosa 1982:53) 21 Historia de la Escultura Pública en el Estado de Colima Juan Carlos Reyes Garza Existen tres versiones sobre la desaparición del monumento a Núñez. Unos dicen que fue removido en 1931, año en que el gobernador Salvador Saucedo “inició la tarea [...] de borrarle al jardín las huellas de su hermosura”.15 Otros afirman que fue derribado por el terremoto del 15 de abril de 1941 y nunca repuesto. Por su parte don José Óscar Guedea Castañeda afirma que a la edad de 10 años, en 1945 él fue testigo del escándalo provocado por el robo del busto de José Silverio Núñez.16 Tras la breve incursión monumentaria de Alamillo y su caída del poder, quienes le siguieron en rápida sucesión como gobernantes provisionales e interinos no tuvieron tiempo de pensar en adornos y homenajes, hasta la llegada al poder del general Juan José Ríos (1915-1917), este sí revolucionario de acción y profunda convicción. A él se deben dos de los monumentos más conocidos de Colima, el busto de don Benito Juárez que se encuentra en el antiguo Jardín de La Concordia, hoy Jardín Juárez, y el Miguel Hidalgo del parque que lleva su nombre. Don Ricardo B. Núñez rescató para conocimiento de los colimenses un artículo publicado en la revista El Legionario (México, 1960), órgano de la Legión de Honor Mexicana, donde el licenciado Francisco Villarreal relata cómo llegó a Colima el busto de Juárez y aporta otros datos sobre la construcción del monumento y la controvertida leyenda que luce en el pedestal. He aquí el relato de Villarreal: Era el General Juan José Ríos Gobernador de Colima el año de 1915 y yo desempeñaba la Secretaría de Gobierno y de la Comandancia Militar. Con esta personalidad me trasladé a Guadalajara en comisión oficial y ahí tuve la suerte de ver un busto del Benemérito don Benito Juárez, en un sitio que no podía ser el de su consagración; el hueco de una escalera del Palacio de Gobierno. Como don Benito ya tenía en Guadalajara un magnífico monumento, no consideré aventurado solicitar la donación del busto al Estado de Colima, más cuando sabía que el General Ríos, ardoroso Juarista, 22 Historia de la Escultura Pública en el Estado de Colima Juan Carlos Reyes Garza no desaprobaría mi iniciativa. Y así fue como el General Manuel M. Diéguez, entonces Gobernador de Jalisco, al recibir mi petición por boca de su Secretario el Lic. Manuel Aguirre Berlanga, que fungió como padrino, aprobó la donación.17 La ejecución del pedestal que recibiría al busto supongo fue encargada a don Leonilo Chávez, pero su diseño, “Sobrio de líneas, armonioso de proporciones, discreto de ornamentación y pleno de augusta serenidad, bajo el hermoso cielo de Colima”, según el citado artículo fue del mismísimo Ríos. Francamente lo dudo. No puedo imaginar al general diseñando discretas ornamentaciones plenas de augusta serenidad. En cuanto a la leyenda inscrita al frente del pedestal, Villarreal cuenta que “un domingo luminoso” el general Ríos se presentó en su casa y le dijo: Vamos a ver, abogado, con qué debemos llenar la página de mármol que lleva al frente el monumento del patricio. A cualquiera se le hubiera ocurrido –¿por qué a mi no?–, “El Respeto al Derecho Ajeno es la Paz”. No, no, eso vale mucho pero ya es un pensamiento universal. Nosotros, deberemos expresar algo que se relacione con la obra de la Reforma que inició y encauzó don Benito, y, al mismo tiempo, con nuestra revolución constitucionalista. Entonces [contesté] podemos hacer una glosa o síntesis lírica de varios artículos de la Constitución de 57 o de las Leyes de Reforma. Y así salieron las cláusulas [que] dicen así: “Perforó con haces de luz la tenebrocidad de los espíritus. Hizo que las conciencias volasen libres de la cadena dogmática. Arrancó los vientres femeninos a la prostituída esterilidad de los conventos. Y amartilló la tenaza de la ley sobre el pecho de la corrupción clerical”.18 23 Historia de la Escultura Pública en el Estado de Colima Juan Carlos Reyes Garza 4. Inauguración del Monumento a Benito Juárez en el Jardín de La Concordia, 1915. (Tomada de Colima de aquellos años; Guadalajara, Jal., Fotoglobo, Editorial Agata, 1995, p.19) Hay que tener en cuenta que había pasado medio siglo cuando Villarreal hizo esta declaración, por lo que bien pudo haber olvidado la participación de otros personajes, o simplemente quiso dar mayor relevancia a la propia, pero lo cierto es que él no afirma ser el autor, más bien parece sugerir que lo escribieron a la limón él y Ríos, sin embargo sobre esta base muchos le atribuyen la autoría del texto. Otros lo contradicen afirmando, sin aportar pruebas, que se trata de un texto de Basilio Vadillo. La duda persiste. A lo dicho por Villarreal se puede agregar otro dato referente a la autoría del busto de Juárez. En la parte posterior del plinto, inscrito sobre el bronce se lee: “Fundición Artística Mexicana. Calzada de la Reforma”. Esto basta para saber que fue realizado en la ciudad de Aguascalientes, en el taller fundado en 1893 por el escultor Jesús F. Contreras, del que salieron muchas de las esculturas públicas instaladas durante el porfiriato, entre ellas varias de las que adornan el Paseo de la Reforma de la ciudad de México, a donde la inscripción sugiere debió ir el busto de Juárez. Con lo que se cancelan de manera definitiva las versiones que lo atribuyen a Leonilo Chávez. 24 Historia de la Escultura Pública en el Estado de Colima Juan Carlos Reyes Garza En cuanto al Hidalgo, si los positivistas porfirianos rebautizaron los Llanos de Santa Juana con el pomposo nombre de Paseo del Progreso, queriendo desligarse de ellos Alamillo lo renombró Parque Hidalgo, pero fue Ríos quien levantó ahí la estatua de bronce que representa al libertador de pie, con la mano derecha al corazón y en la izquierda, parcialmente enrollado el estandarte con la imagen de la virgen de Guadalupe. Desconocemos el origen de la escultura, pero sabemos que ésta, como antes el busto de Juárez, también fue obsequio del Gral. Manuel M. Diéguez, siendo gobernador de Jalisco.18 En el caso del monumento a Hidalgo, al igual que los ya reseñados de Silverio Núñez y Benito Juárez, Leonilo Chávez pudo ser el responsable de la construcción del pedestal original, que conocemos a través de fotografías de época y que por encontrarse muy deteriorado fue sustituido por el actual en la década de 1990. El nuevo fue diseñado por el arquitecto Gonzalo Villa Chávez. Por cierto que, al renovarse el pedestal –¿o antes de?– se eliminó una placa de bronce que contenía la siguiente leyenda: “1753 - 6 de mayo - 1953 / Los ejidatarios de Colima / dedican / esta placa al Padre de la Patria / Don Miguel / Hidalgo y Costilla / en conmemoración / del Segundo / Centenario de su Natalicio”. 5. M on um en to a M iguel H i d a lg o e n s u p e d e s t a l original, ca. 1920 (Tomada de I. Aguayo Figueroa, Retrato nostálgico de una ciudad; Colma, Méx.: Universidad de Colima, 1984, p.26) y 1949 (Foto Colección R. González González / SCC). 25 Historia de la Escultura Pública en el Estado de Colima Juan Carlos Reyes Garza Después de Ríos se abre un impasse de casi diez años, hasta la llegada a Colima de La Libertad, en forma de estatua, que se instala en el espacio que en 1910 se había señalado para el fallido monumento a Juárez, la antigua “plazuela del mercado”, después Jardín de la Independencia y hoy Gregorio Torres Quintero, también, popularmente, conocido como “el jardín chiquito”. Muchas versiones han corrido sobre el origen de esta escultura, talla directa en mármol de Carrara. Entre otras, que fue realizada en México por Adolfo Ponzanelli y que la colonia de extranjeros radicados en Colima la habría obsequiado a Colima con motivo de las Fiestas del Centenario y por tanto, instalada en 1910 en el Jardín de la Independencia –yo mismo confié e hice eco de esta versión en un texto publicado anteriormente. Por suerte, un hecho fortuito que registró el Dr. José Miguel Romero de Solís vino a aclarar su historia. En 2004, en la capital del Estado de Jalisco se dio un debate público sobre la conveniencia o no de restaurar y reubicar la escultura de La Diosa Fortuna. Con este motivo se realizó una investigación, mediante la cual se supo que ésta llegó a México acompañada de dos hermanas, La Guerra y La Libertad, procedentes de Carrara, Italia, donde habían sido realizadas en el taller de Carlo Nicoli (1843-1915). Nicoli se encontraba en México en los primeros años del siglo XX, esculpiendo algunas de las figuras de la fachada del Palacio de las Bellas Artes –La Armonía, de Leonardo Bistolfi, y el conjunto nombrado Juventud, de André Allar–, de manera que podemos fecharlas alrededor de 1900. Más allá de eso, lo que se sabe de cierto es que fue el gobernador de Jalisco José Guadalupe Zuno Hernández (1923-1926) quien dejando para Guadalajara La Diosa Fortuna donó las dos restantes, a Guanajuato La Guerra y a Colima La Libertad.20 Con estos datos podemos concluir que la estatua de La Libertad llegó a Colima en 1926 y seguramente ese año o a lo más al siguiente fue colocada en el Jardín de la Independencia. Ahí permaneció cuarenta años, hasta que 1966 cedió su lugar al monumento a don Gregorio Torres Quintero y se mudó al 26 Historia de la Escultura Pública en el Estado de Colima Juan Carlos Reyes Garza Parque Hidalgo. Otros veinte años más tarde, en 1985 sería objeto de una mudanza más, a su actual ubicación, sitio al que por su origen pareciera estar predestinada: el antiguo Panteón de los Gringos (de los extranjeros), hoy oficialmente nombrado Jardín del Recuerdo. 6. Jardín de la Independencia, hoy Torres Quintero, ca. 1930, a la extrema izquierda se aprecia la escultura La Libertad. (Tomada de Manuel Velasco Murguía, Relatos de Colima; Colima, Méx.: Universidad de Colima, 1986, p. 5). Por desgracia la escultura se encuentra mutilada, le faltan el antebrazo derecho y la mano izquierda, además de detalles menores, y su superficie seriamente deteriorada. La pérdida de los miembros pudo deberse a descuido en los traslados o vandalismo, en cuanto al deterioro del mármol, es resultado de la intemperización y la falta de mantenimiento preventivo, pero también de “vandalismo oficial”. Romero de Solís, citando al doctor José Luis Negrete cuenta que siendo presidente municipal Abel López Llerenas (1962-1964) se “pintó de verde la escultura de mármol blanco”.21 Retirar esa capa de pintura debió causarle un daño mayúsculo. Antes de su último traslado, un grupo de ciudadanos colimenses encabezados por don Carlos “Caco” Ceballos propuso su restauración. Para tal fin don Caco puso en marcha una campaña como sólo él sabía hacerlo: con una notita pegada en el aparador de la Casa Ceballos en la que convocaba a la ciudadanía a aportar fotografías en las que se apreciara con claridad cuál había sido la forma y posición de las partes faltantes. Por desgracia parece que no las hubo. No obstante su restauración aún es posible, si hay la voluntad. Hasta hoy día, el taller de los Nicoli sigue operando en Carrara 27 Historia de la Escultura Pública en el Estado de Colima Juan Carlos Reyes Garza y es probable que allá se encuentren los bocetos originales, como sucedió con los de La Diosa Fortuna. Tras La Libertad sobrevino un nuevo y más largo impasse, que duró prácticamente tres décadas. En ese lapso solamente tenemos registro de tres monumentos. Durante el gobierno del Tte. Cor. Miguel G. Santa Ana (1935-1939), el 28 de mayo de 1939, en el cruce de las calles Revolución y Madero, frente al Jardín Núñez de la ciudad de Colima, se inauguró un curioso monumento: un busto de don Francisco I. Madero cubierto, a manera de capelo, con una réplica en miniatura del Monumento a la Revolución de la Cd. de México. El monumento, diseñado realizado por el en concreto, arquitecto Guillermo Escobosa, 22 fue colimense mas ignoro si también él fue autor del busto. Sin poder precisar la fecha, pero en algún momento después de 1962 el monumento fue desmantelado y el busto reinstalado Francisco revolucionario en el A lm o lo yan, capelo y Jardín ya trepado de San sin el en un pedestal. Ahí permaneció por algunos años para después ser reubicado en la Escuela “Francisco I. Madero” de la Colonia El Moralete, de la misma ciudad. Finalmente, al parecer muy deteriorado por los traslados, el busto acabó en la basura. 7. Monumento a Francisco I. Madero frente al templo de La Merced, ca. 1939. (Foto Colección F. González Ventura / SCC). 28 Historia de la Escultura Pública en el Estado de Colima Juan Carlos Reyes Garza El Profr. Gregorio Torres Quintero, fallecido el 23 de enero de 1934, en 1936 fue declarado Benemérito del Estado y tres años después, en 1939 se erigió un monumento al ilustre pedagogo; el primero en su tierra natal. Sobre ello, en 1959 el Profr. Genaro Hernández Corona escribió: Allí [esquina de las calles Obregón y Aldama de la Cd. de Colima] donde ahora se forja el edificio de la Cruz Roja, se construyó un pequeño jardincito, en cuyo centro se levantó una base de muy bonita presentación y en su parte superior se colocó un busto en bronce del maestro don Gregorio Torres Quintero, que exprofeso había mandado hacer el Gobierno de la Entidad a un distinguido artista de la Ciudad de México.23 8. Inauguración del monumento al Profr. Gregorio Torres Quintero en la esquina de las calles Obregón y Aldama de la Cd. de Colima, 1939. (Foto Colección José Óscar Guedea Castañeda). Permaneció en ese sitio hasta septiembre de 1955 en que fue traspasado al Centro Escolar “Profr. Gregorio Torres Quintero”, donde hasta la fecha se encuentra. Este edificio escolar, cuya arquitectura se consideró modelo, fue afectado por el terremoto de enero de 2003 y –según los entendidos en materia 29 Historia de la Escultura Pública en el Estado de Colima Juan Carlos Reyes Garza de arquitectura– injustificadamente derribado por las autoridades estatales. Por fortuna el busto se salvó y repuso en el nuevo edificio. Desconocemos el nombre del “distinguido artista de la Ciudad de México” que lo realizó, pero su obra es meritoria; se trata sin duda del mejor de los retratos de bulto del profesor Torres Quintero con que se cuenta en el estado. 9. Reinauguración en 1955 del busto del Profr. Gregorio Torres Quintero en el antiguo edificio de la escuela que lleva su nombre. (Foto AHMC-0223). Saltamos hasta 1942 para encontrar el busto de Enrique Andrade Díaz, marino colimense que pereció en el hundimiento del buque petrolero Potrero del Llano, torpedeado en el Golfo de México, supuestamente por un submarino alemán. El Potrero del Llano fue hundido el 13 de mayo de 1942 y pocos meses más tarde, ese mismo año se inauguró en Villa de Álvarez el Centro Escolar “Enrique Andrade”, con todo y monumento. Llama la atención lo expedito del trámite, sobre todo tomando en cuenta que apenas un año antes Colima había sido devastado por un terremoto y en consecuencia las prioridades del erario público deben haber estado apuntando hacia otros rubros, no a levantar monumentos; eso podría explicar su modestia, mas para la urgencia hay que buscar otras explicaciones posibles. Por ejemplo, en respuesta a la agresión 30 Historia de la Escultura Pública en el Estado de Colima Juan Carlos Reyes Garza México se sumaba a la guerra contra el Eje y era políticamente oportuno señalar la participación de Colima, qué mejor manera de hacerlo que destacando el sacrificio de uno de sus hijos –del que hoy pocos se acuerdan. También, si tenemos presente que el gobernador de Colima era un coronel, Pedro Torres Ortiz, el presidente de la república un general, Manuel Ávila Camacho, y el homenajeado un miembro de la Marina Armada de México, es posible que se tratara de una expresión de solidaridad castrense. Como quiera que haya sido, lo notable es que éstos fueron los únicos monumentos en casi 30 años. Podría decirse entonces que, por lo que hace a monumentos la Revolución no le hizo justicia a Colima. Al finalizar la lucha armada, en los años veintes surge el movimiento artístico llamado Escuela Mexicana, que no se limitó a la pintura mural, también influenció a la escultura y manera destacada la escultura monumental fue parte de él. Históricamente la escultura ha sido el arte público por excelencia. Durante las décadas de 1930 a 1960 inclusive, las obras escultóricas monumentales patrocinadas por el Estado dedicadas a exaltar a los héroes y logros de la Revolución, y al pueblo como actor, por cierto muy al estilo del realismo soviético pero con un toque inconfundiblemente nacionalista, se multiplicaron a un ritmo notable a lo largo y ancho del territorio nacional, Colima incluido aunque de manera tardía y sobre todo escasa. La escuela mexicana llegó en la siguiente etapa. La –tardía– posrevolución El gobierno del Gral. J. Jesús González Lugo (1949-1955) no destacó por su interés la cultura, menos en las artes, y no obstante a él debe Colima el primer monumento colimense que se inscribe dentro de la “escuela mexicana de escultura”, el Rey de Coliman. Sólo encuentro una explicación posible: teniendo 31 Historia de la Escultura Pública en el Estado de Colima Juan Carlos Reyes Garza cerca las elecciones –la construcción del monumento se inició en 1954 y se inauguró el 16 de septiembre de 1955–, fue un intento para crear una cortina de humo, un distractor que desviara la mirada de sus críticos y a la vez le sirviera para mostrarse ante el pueblo con una imagen distinta a la del gobernante arbitrario que había forjado con sus actos. Pero ¿porqué con un monumento? 10. A la izquierda, escultura y relieves del monumento al Rey de Coliman en proceso de talla, 1954 (Foto Colección G. Peralta Valladares / SCC). A la derecha, durante la construcción del mismo, 1955, aparecen el gobernador Gral. Jesús González Lugo –de sombrero–, y el Ing. Rodolfo Chávez Carrillo, a la sazón alcalde de la Cd. de Colima. (Foto de A. Mendoza Sánchez, tomada de Diario de Colima, 19 de octubre de 2000). Todo parece apuntar en el sentido de que un grupo de notables, en su mayoría maestros normalistas, aprovechó la circunstancia para sugerir al gobernador que levantara un monumento a este mítico héroe indígena, quizá usando como argumento que serviría para aglutinar la energía popular en torno de un motivo –aparentemente– alejado de la política: la exaltación de la identidad local. Ese pudo ser el objetivo de ellos, válido y muy a tono con el uso de la época, consistente en forjar figuras ejemplares. En cuanto al gobernador, él supo valerse del medio. Si mi hipótesis es correcta, debo reconocer que aquellos notables alcanzaron su objetivo. Siendo gobernador de Colima el Lic. Carlos de la Madrid Virgen (1991-1997), los institutos de cultura de Jalisco, Aguascalientes 32 Historia de la Escultura Pública en el Estado de Colima Juan Carlos Reyes Garza y Colima encargaron una encuesta que entre otros tenía como propósito identificar cuáles eran los símbolos culturales de cada entidad, y particularmente cuáles aquellos con los que la población de sus ciudades capitales tenían mayor grado de identificación. Resultado: más del 80% de los encuestados en la ciudad de Colima eligieron al Rey de Coliman (los tapatíos al Hospicio Cabañas y los aguascalentenses al conjunto arquitectónico Los Arquitos). Que en la práctica cotidiana se le llame con gran familiaridad “Rey Colimán” y no “de Coliman”, demuestra con claridad que los colimenses lo ha hecho suyo. En el año 2000 el Ayuntamiento de Colima propuso cambiar de lugar el monumento y entonces, uno de los integrantes de aquel grupo de notables a que me he referido, el Profr. Ricardo Guzmán Nava, no obstante reconocer que éste “perdió su grandeza con el adefesio de puente que le fue colocado a unos metros”, se opuso a la reubicación y en entrevista de prensa relató algunos detalles sobre la historia del monumento. Entre lo más destacable, que su diseño fue sujeto a concurso: Francisco Hernández Espinosa pensó inicialmente que se podría construir una columna muy alta, que alcanzara los 20 metros de altura, y en la parte más alta se colocaría la estatua del Rey de Colimán [sic]; también imaginó que podría llevar un macoaui [sic] en una mano y en la otra un inmenso faro que iluminara en forma circular lo que fue el antiguo reino de Colima, esa idea era muy bonita pero también muy difícil de realizar.24 Otra propuesta –no citada por Guzmán Nava– fue la del ingeniero y escultor colimense Álvaro Jiménez Gaytán. La maqueta original de ese proyecto, donada en 1993 al entonces Instituto Colimense de Cultura por Jorge Jiménez, su hijo, y que se conserva en el Museo de las Culturas de Occidente “María Ahumada de Gómez”, muestra un monumento afín al neo-indigenismo de moda a fines del siglo XIX y primera década del siglo XX del que el mejor y más conocido ejemplo es el monumento a Cuauhtémoc del Paseo de la Reforma de la Cd. de México, con el que sería comparable. 33 Historia de la Escultura Pública en el Estado de Colima Juan Carlos Reyes Garza 11. Maqueta para el monumento al Rey de Coliman, realizada por Álvaro Jiménez G aytán en 1954. (Foto Javier Flores, 2008). Finalmente, sea cierto que el concurso fue convocado oficialmente, o que no haya habido tal concurso, por razones nunca declaradas el proyecto fue encomendado al escultor Juan F. Olaguibel (1889-1971). Seguramente en la decisión del gobernador influyó alguna recomendación, o simplemente lo eligió porque en ese tiempo Olaguibel gozaba de gran prestigio; fue autor entre otros muchos monumentos de la Fuente de Petroleos y la Flechadora de Estrellas –La Diana– en la ciudad de México, el gigantesco Pípila de Guanajuato y el Morelos de Cuernavaca. En esa época Olaguibel era, por así decirlo, el “escultor oficial”, el favorito del Estado para la realización de monumentos (como de unos años acá lo ha sido Sebastian). Aunque hay un dato que sugiere motivos menos dignos: el monumento al Rey de Coliman tuvo un costo mayor a los 400 mil pesos –de aquellos pesos–, más del cuádruple de lo que dos años más tarde costaría al erario estatal la construcción del monumento al general Manuel Álvarez, menos de 80 mil, y si se compara con los 7 mil que costó el –hoy desaparecido– monumento a Juárez que en 1957 se inauguró en el Jardín Principal de Manzanillo,25 la desproporción resulta inexplicable. Claro, esto podría justificarse por el prestigio de Olaguibel y diferencias en tamaño y materiales, pero las cifras alientan la suspicacia. Guzmán Nava, en la citada entrevista del año 2000 también dejó constancia de un hecho meramente anecdótico. Según él, sirvió como modelo 34 Historia de la Escultura Pública en el Estado de Colima Juan Carlos Reyes Garza “para el rostro del monarca [...] un albañil de nombre Pascual” 26 –a quien por cierto la voz popular identifica como empedrador, no como albañil–, dato que difiere con lo dicho en una nota periodística publicada 38 años antes, informando sobre el fallecimiento del señor Rafael Lucía, originario de Cuauhtémoc, en la que se afirma haber sido éste quien “sirvió de modelo para el Rey Colimán (sic)”.27 A partir del gobierno del Ing. Rodolfo Chávez Carrillo (1955-1961) el número de esculturas públicas crece de manera regular y constante. Advirtiendo que de una treintena no se tiene el dato del año en que fueron instaladas, las cifras aproximadas son: nueve durante la década de 1960, siete en la de 1970, doce en los 80, y se dispara a más de treinta en los 90. Continuar comentando y reseñando cada una de ellas haría este trabajo más extenso de lo planeado, además lo considero innecesario, salvo por aquellas que debido a una u otra razón destacan o merecen comentario. Al héroe indígena siguió el mártir republicano, personaje sobre el que el poeta Víctor Manuel Cárdenas se pregunta, “¿El Gral. Manuel Álvarez tuvo un legado concreto o es un simple precursor de la suerte desgraciada de Colosio?” 28 Se puede estar o no de acuerdo con la apreciación de Cárdenas, pero es innegable que el Estado adoptó y usa al general Álvarez como símbolo de la lucha por la soberanía de la entidad. También el pueblo lo adoptó, pero no con la reverencia esperada sino como un hito más de la geografía urbana, y lo bautizó “El Mono de la Villa”. En los antecedentes me referí a la propuesta de 1860 para levantar un monumento al “ilustre general”. Bueno, pues, a paso lento pero seguro, 95 años más tarde don Manuel se trepó en un pedestal y recibió la consagración. El 3 de agosto de 1957 apareció publicado en periódico oficial El Estado de Colima (tomo XLII, núm. 31) el Decreto Núm. 74, cuyo contenido es el siguiente: ARTÍCULO PRIMERO.- Los restos mortales del C. General Don Manuel Alvarez [sic] se exhumarán del atrio del Templo de la Salud, lugar donde han estado depositados desde hace cien años [...] 35 Historia de la Escultura Pública en el Estado de Colima Juan Carlos Reyes Garza ARTÍCULO SEGUNDO.- La urna que contenga los restos mortales del Benemérito General [...] deberá trasladarse con todo respeto y solemnidad el día veintiséis de agosto del presente año [...] al monumento que se construye en Villa de Alvarez [sic], Colima, en la glorieta ubicada en el cruzamiento de las calles Maclovio Herrera, Manuel Alvarez [sic] y Guillermo Prieto, donde serán depositados en forma permanente, con lo cual se cumplirá lo dispuesto en el artículo segundo del Decreto del 15 de septiembre de 1860 [...] El crédito por este monumento lo tiene el gobierno del Ing. Chávez Carrillo, por haberse construido e inaugurado durante su gestión, sin embargo actores de la época afirman que el proyecto se inició en el sexenio precedente. Según esta versión –no confirmada documentalmente–, al igual que el Rey de Coliman el monumento al general Manuel Álvarez fue concursado durante el gobierno de González Lugo, resultando ganadora la propuesta del ingeniero y escultor colimense Álvaro Jiménez Gaytán. Sin embargo, al parecer por razones presupuestales su realización quedó pendiente. Una vez que el ingeniero Chávez Carrillo accedió a la gubernatura retomó el proyecto y asignó el contrato para su construcción a su hermano, el pintor Jorge Chávez Carrillo, quien a su vez para la ejecución subcontrató al escultor colimense José Cruz Hernández Vizcaíno. Además de Hernández Vizcaíno participaron en la obra los artistas José Flores, J. Jesús Vaca Ríos y José Luis Magaña Toscano, el arquitecto Julio Mendoza como asesor para la estructura de concreto y el profesor Jorge García de Jesús como modelo, posando con el ropaje. En cuanto a su diseño, de acuerdo a la misma fuente se aprovechó la maqueta presentada a concurso por Álvaro Jiménez, con pocos cambios, por ejemplo: en la propuesta de Jiménez el brazo derecho se extendía hacia el frente, lo que implicaba un evidente riesgo de fractura, por lo que a sugerencia del arquitecto Mendoza se decidió cambiarlo a su posición actual, apuntando hacia abajo, paralelo al cuerpo. 36 Historia de la Escultura Pública en el Estado de Colima Juan Carlos Reyes Garza 12. Monumento al Gral. Manuel Álvarez como lucía en el año de su inauguración, 1957. Un detalle curioso. Cuenta el profesor José Cruz Hernández Vizcaíno que al iniciar el trabajo de modelado se trató de hacerlo con barro de Comala, pero éste carecía de la plasticidad necesaria para una obra de esas dimensiones. El problema se resolvió con “una camionada” de barro traído de Oaxaca, mismo que una vez sacados los moldes se regaló a la Escuela de Bellas Artes que por esos años funcionaba en el edificio del jardín de La Concordia –actual sede del Archivo Histórico del Estado–, y al cerrar ésta el barro pasó al taller de escultura de la entonces Dirección de Artes Plásticas de la Universidad de Colima.29 Treinta años más tarde, en la década de 1980 fui testigo de cómo los alumnos que asistían al taller de modelado del Instituto Universitario de Bellas Artes seguían usando el mismo barro que alguna vez dio cuerpo al general Álvarez. Abro aquí un paréntesis para señalar que la participación del profesor Hernández Vizcaíno en esa obra resultó ser el detonante para su carrera como escultor, oficio que aprendió en la Escuela Nacional de Pintura y Escultura del INBA “La Esmeralda”. A partir de ese momento fue y hasta la fecha es el escultor colimense más solicitado para realizar bustos y estatuas, en especial pero no exclusivamente por el sector magisterial. Casi la sexta parte del total de 37 Historia de la Escultura Pública en el Estado de Colima Juan Carlos Reyes Garza las esculturas públicas que actualmente existen en el estado son de su autoría. Asimismo, aprovechando el paréntesis, me parece oportuno el momento y lugar para enmendar un error que las fuentes escritas repiten a coro, atribuir al pintor Jorge Chávez Carrillo la autoría de los monumentos del Gral. Manuel Álvarez de Villa de Álvarez, el Venustiano Carranza de Cualata y el Miguel Hidalgo de la colonia Hidalgo de Tecomán. Lo cierto es que estos proyectos surgen y se concretan durante el gobierno del Ing. Rodolfo Chávez Carrillo, y es a Jorge Chávez Carrillo a quien se le encargan los proyectos y otorgan los contratos para su realización, pero en justicia, el crédito por la obra escultórica se debe otorgar a José Cruz Hernández Vizcaíno por el M. Álvarez y el V. Carranza, y a Álvaro Jiménez por el Hidalgo. 13. Profr. José Cruz Hernández Vizcaíno en su estudio con algunas de sus obras. (Foto J.C. Reyes, 2008). Aclarado el asunto, retomo el hilo cronológico. En 1958 el Gobierno del Estado encargó la realización de las “maquetas, planos y estudios correspondientes al Monumento a los Niños Héroes de Chapultepec”, que tuvieron costo de $13,517.15.30 Pero ese proyecto nunca se concretó. Cinco años después de haberse aprobado, en febrero de 1962 se anunció el inicio de los trabajos para su colocación, o quizá más bien habría que decir para la realización in situ de la escultura monumento que estaría “en la glorieta de la 38 Historia de la Escultura Pública en el Estado de Colima Juan Carlos Reyes Garza garita a Tonila”,31 hoy conocida como glorieta del DIF. Mas como he dicho arriba el proyecto se frustró, quizá por el cambio de gobierno. En este caso parece que también hubo “concurso” pues conocemos, por fotografías, dos maquetas del proyecto. En una, realizada por Jorge Chávez Carrillo, las figuras de los Niños Héroes formaban un grupo que estaría circundado por la bandera nacional; en la segunda, del maestro Hernández Vizcaíno, la bandera extendida y parcialmente apoyada en el suelo estaba flanqueada por los Niños Héroes, tres de cada lado. 14. Jorge Chávez Carrillo trabajando en la maqueta para el monumento a los Niños Héroes. (Tomada de Colima en Marcha 1:20, Colima, sept. 13, 1958). 15. Maqueta para el monumento a los Niños Héroes, realizada por José Cruz Hernández Vizcaíno. (Foto Colección José Cruz Hernández Vizcaíno). Ese mismo año de 1958, con motivo de la visita del candidato presidencial en campaña, Lic. Adolfo López Mateos, los maestros Hernández Vizcaíno y José Flores realizaron tres esculturas monumentales efímeras para un mitin celebrado en el Jardín Libertad, utilizando la técnica de papier mache con recubrimiento de yeso. Una de ellas representaba al candidato. Según cuenta el 39 Historia de la Escultura Pública en el Estado de Colima Juan Carlos Reyes Garza maestro Hernández Vizcaíno en ese tiempo los gobiernos estatal y municipal con frecuencia le encargaban obras de este tipo, efímeras, regularmente para ser exhibidas en la Feria de Todos Santos y eventualmente para actos políticos. 16. Esculturas monumentales efímeras en el Jardín Libertad de la Cd. de Colima, realizadas con motivo de la visita del candidato presidencial Lic. Adolfo López Mateos, 1958. (Tomada de Velasco Murguía, Relatos de Colima; Colima, Méx.: Universidad de Colima 1986:182). La cabecera municipal de Minatitlán estrenó jardín en junio de 1958, hecho que quedó inscrito en placa de bronce con su nombre, Jardín “Lic. Benito Juárez”, y los de las autoridades del momento, gobernador Rodolfo Chávez Carrillo y presidente municipal Jesús Mancilla Rodríguez. La placa se colocó en un costado del pedestal levantado ex profeso, pero sobre éste no había nada. Año y medio más tarde, en octubre de 1959 el deslave de un cerro, ocasionado por un ciclón, arrasó el pueblo, matando a un tercio de sus habitantes, y fue sólo entonces cuando el gobernador recordó una promesa seguramente traspapelada en su memoria y mandó hacer la estatua para llenar el vació del pedestal. El encargo, con carácter de urgente, lo recibió el maestro Hernández Vizcaíno y la estatua se instaló en diciembre, dos meses después del ciclón. En otras circunstancias el suceso seguramente habría sido motivo de festejo, y la colocación de otra placa, pero la situación de desastre no dejaba espacio para esas florituras, de ahí que se dejara únicamente la placa que hoy confunde al desprevenido hacíendolo creer que el monumento se inauguró un año antes, 1958, cuando en realidad lo fue en 1959. 40 Historia de la Escultura Pública en el Estado de Colima Juan Carlos Reyes Garza 17. Monumento a Benito Juárez en Minatitlán en diciembre en 1959. A la izquierda del monumento se aprecia el vació dejado por el desastre del ciclón. (Foto Colección José Cruz Hernández Vizcaíno). En 1960 se inauguró en Manzanillo la clínica hospital del Instituto Mexicano del Seguro Social y en ella, como marcador del acontecimiento una escultura extraordinaria –en el sentido estricto de la palabra– que ha sido insuficientemente apreciada por ser vista no más que como el emblema de la institución. ¿Porqué merece el calificativo de extraordinaria? Si no fueran bastantes sus cualidades estéticas y la dificultad técnica de su realización , hay al menos otros dos motivos para justificar el adjetivo. Primero, el emblema del IMSS, diseñado en 1944 por Salvador Zapata, tomó cuerpo tridimensional por primera vez en 1960, en manos del escultor Federico Cantú (1907-1989). En ese año Cantú realizó varias versiones del mismo emblema: dos relieves en cantera, trabajados in situ, para sendos espacios del IMSS de la ciudad de México, mientras que de su taller salían dos versiones de bulto, realizadas a la talla directa en granito rosa –la mujer con el niño– y bronce –el águila–, una de éstas es la que se encuentra en Manzanillo. Y en segundo lugar, ésta es, a mi juicio, el mejor ejemplo de escultura de la Escuela Mexicana con que cuenta el estado. 41 Historia de la Escultura Pública en el Estado de Colima Juan Carlos Reyes Garza Coincidentemente, con motivo de haberse declarado 1960 como“Año de la Patria” se instalaron en el camellón del Blvd. Las Brisas de Manzanillo los primeros ejemplos de lo que Helen Escobedo ha denominado “cabezotismo”,32 expresión que también se inscribe dentro de la Escuela Mexicana de escultura y consiste en representar al sujeto, cual decapitado, mediante únicamente la cabeza, en tamaño descomunal. En este caso las cabezas, alineadas como en tzompantli prehispánico, fueron las de Zapata, Juárez, Morelos e Hidalgo. Actualmente la de Miguel Hidalgo se encuentra en el Jardín de Las Brisas, Manzanillo, la de Juárez a un costado del puente del Río Armería, en Periquillos; en cuanto a Zapata y Morelos, desconozco cual fue su destino final. 18. El tzompanli del Blvd. Las Brisas, M anzanillo, 1960. (Foto Colección Víctor Hugo González R.). Más adelante, en 1963 llegaría a Colima otro ejemplar de la cabezota de Benito Juárez, que fue instalada en el jardín principal de Cuyutlán, donde permanece hasta la fecha. Estas cabezas monumentales, más la de Venustiano Carranza, que nunca llegó a Colima, fueron encargadas en 1960 por la Secretaría de Obras Públicas y Comunicaciones al escultor colombiano radicado en México Rodrigo Arenas Betancourt (1919-1995) para ser colocadas como marcadores a lo largo de las “rutas” de la Independencia, de Juárez y de la Revolución, desde Oaxaca hasta 42 Historia de la Escultura Pública en el Estado de Colima Juan Carlos Reyes Garza Chihuahua. Eso justifica la presencia de las cabezotas de Juárez en Manzanillo y Cuyutlán, y hasta puede pensarse que debió haber una más en la ciudad de Colima; también la de Hidalgo, aunque extraña que lo enviaran a Manzanillo y no a la Cd. de Colima. Pero ¿se justifican en Colima, y más específicamente en Manzanillo las de Morelos y Zapata, marcando respectivamente las rutas de la Independencia y Revolución? Con el motivo antes referido, celebración de 1960 como el “Año de la Patria”, en la población de Cualata (oficialmente Venustiano Carranza, Mpio. de Manzanillo) se instaló un busto del “varón de Cuatro Ciénegas”, don Venustiano Carranza, talla directa en cantera rosa, de grandes dimensiones y buena factura, que considero la obra más lograda del maestro Hernández Vizcaíno. 19. Busto de Venustiano Carranza en cantera rosa, durante el proceso de talla en el taller del maestro José Cruz Hernández Vizcaíno. (Foto Colección José Cruz Hernández Vizcaíno). En 1961 Olaguibel, el autor del Rey de Coliman, se hizo presente una vez más en Colima con el Miguel Hidalgo de bronce colocado en la explanada del IMSS de Manzanillo, justo frente a ya comentada escultura de Federico Cantú. Y al iniciar el año de 1962 la Confederación Regional Obrera Mexicana (CROM) solicitó al Ayuntamiento de Colima que levantara “una estatua en esta población al Primer Jefe Constitucionalista don Venustiano Carranza”.33 Luego, 43 Historia de la Escultura Pública en el Estado de Colima Juan Carlos Reyes Garza a mediados del mismo año un contingente de maestros del Edo. de Baja California, de visita en Colima, ofreció donar un busto de la Profra. Rafaela Suárez.34 Ni uno ni otro se hicieron realidad. En el año siguiente, 1963, los maestros colimenses anunciaron su intensión de levantar un monumento en homenaje al Profr. Alberto Larios Villalpando, con fondos recaudados mediante “suscripción magisterial”. Éste sí se logró. Fue develado el 13 de diciembre de ese año en Coquimatlán ,en la escuela primaria que lleva el nombre del maestro.35 No me fue posible averiguar quien fue su autor, lo que lamento pues sin duda el busto en bronce de Alberto Larios Villalpando muestra el trabajo de un escultor con mucho oficio. Intermedios del sexenio del Lic. Francisco Velasco Curiel, los años de 1964 y 1965 quedaron vacíos de novedades estatuarias, pero 1966 destaca por la inauguración del monumento a Santos Degollado. Los “monitos de la Camino Real” La historia y anécdotas alrededor de estas seis estatuas, Guillermo Prieto, Ignacio Ramírez "El Nigromante”, Melchor Ocampo, Francisco Zarco, Leandro Valle y Santos Degollado, por sí solas dan para un artículo extenso. Obligadamente trataré de abreviar, sin dejar fuera los antecedentes, de ellas y de la idea y los motivos de su existencia. La idea original de reunir a los hombres destacados de la etapa de la Reforma fue ni más ni menos que de don Porfirio Díaz, aunque nunca, por supuesto, tuvo en mente ponerla en práctica en Colima. Así fue como tras siglos de existencia bajo otros nombres, en 1896 nació el Paseo de la Reforma de la Cd. de México. Ahí, entre ese año y el de 1902 se colocaron 36 estatuas, de personajes originarios de 17 estados y el Distrito Federal; ninguno de Colima. Una revolución y medio siglo después se decidió extender –que no 44 Historia de la Escultura Pública en el Estado de Colima Juan Carlos Reyes Garza ampliar– el viejo Paseo, de la ex Glorieta del Caballito hacia el noreste de la ciudad y, aprovechando la oportunidad, dar continuidad al proyecto porfirista con la colocación de 40 nuevas estatuas de otros tantos héroes liberales.36 Para ese fin, a mediados de la década de 1960 el Partido Revolucionario Institucional promovió la creación de patronatos estatales que se encargaran de organizar la conmemoración del “Centenario de la Victoria de la República”. Como era de esperarse, al patronato de Colima, encabezado por el gobernador Velasco Curiel, se sumaron todos los funcionarios de la administración pública y los notables de la cultura local, entre ellos don Alfonso de la Madrid Castro, quien propuso la erección de “estatuas de dos héroes liberales colimenses”, el Gral. Manuel Álvarez y don Ramón R. de la Vega, que representaran a Colima en el nuevo Paseo de la Reforma de la Cd. de México.37 Su propuesta, al parecer, fue bien recibida, pero algo debió salir mal pues apenas un par meses más tarde dejaron de ser “estatuas” –de cuerpo entero– y ya se hablaba de modestos “bustos”, 38 y al final ni eso hubo. Con el paso del tiempo el proyecto cayó en el olvido y hasta la fecha, los liberales colimenses no tienen representación en el Paseo de la Reforma, y tampoco en la avenida Camino Real de Colima. Mientras esto sucedía en Colima, desde la ciudad de México el ex gobernador Francisco Solórzano Béjar estaba pendiente del asunto y se anticipaba preparando un obsequio, no sabemos si con el propósito de congraciarse con sus paisanos, que lo aborrecieron –el pueblo católico– por haber sido el orquestador y ejecutor de la campaña anticlerical que precedió a la Guerra Cristera, o sólo por congruencia de comecuras deseoso de rendir homenaje a quienes hicieron posible la separación entre el Estado y la Iglesia. En mayo de 1965 el profesor Ricardo Guzmán Nava declara en Colima haber visitado a Solórzano Béjar en su casa de México y visto ahí, en su jardín, una estatua de Santos Degollado, que según el ex le platicó había mandado hacer para que se colocara “en una de las principales glorietas de la Calzada Pedro A. Galván” de la ciudad de Colima.39 45 Historia de la Escultura Pública en el Estado de Colima Juan Carlos Reyes Garza Efectivamente, tal como avisó Guzmán Nava, en enero de 1966 Solórzano Béjar entregó la estatua al Ayuntamiento de Colima. Pero alguien se oponía a cumplir con los deseos del ex gobernador. El Cabildo de la ciudad, en voz de su presidente Octavio Ursúa Quiroz, anunció que ésta no sería instalada en la Czda. Galván sino “en la glorieta del crucero de la Calzada Circunvalación [Av. de los Maestros] y calle Aquiles Serdán”, frente a la Escuela Normal de Maestros. Se fijó como fecha para su inauguración el 1 de junio de ese mismo año.40 Luego, dos meses más tarde ya no sería ahí; el H. Ayuntamiento cambió de opinión y anunció que siempre no pues en ese espacio se instalaría una estatua de Morelos que había “mandado labrar” a los artesanos de Tlaquepaque, Jal.41 A esta segunda propuesta se opuso el comité para la celebración del natalicio del Profr. Gregorio Torres Quintero, encabezado por el Lic. Ismael Aguayo Figueroa, arguyendo que ese era el sitio idóneo para la colocación de un busto de bronce del insigne maestro colimense.42 Nunca se dijo el nombre del escultor a quien el referido comité había encargado el busto de Torres Quintero, pero sí que se haría en Colima, en la Fundición Hermanos Santos, y estaría listo para inaugurarse el 25 de mayo siguiente,43 lo cual no sucedió, al menos no como Aguayo Figueroa anticipaba y veremos adelante. Finalmente Degollado, “el Héroe de las Derrotas”, encontró su lugar. Su estatua fue formalmente instalada “frente al poblado de El Diezmo, por la carretera a Tonila” 44 (Av. Camino Real), donde aún se encuentra. Puesto don Santos en su lugar definitivo, Ursúa Quiroz declaró: en la avenida Camino Real “sólo se colocarán estatuas de los héroes de la Reforma”.45 A Santos Degollado siguieron, de norte a sur: Leandro Valle, Francisco Zarco, Melchor Ocampo, Ignacio Ramírez y Guillermo Prieto. La historia de estas cinco estatuas no fue tan azarosa como la primera, mas sí un tanto misteriosa. Todas la fuentes e informantes coinciden en que las seis fueron regaladas a Colima por Solórzano Béjar, sin embargo, si así fue, y no hay motivo para dudar de ello, lo más probable es que haya mandado hacer las cinco últimas 46 Historia de la Escultura Pública en el Estado de Colima Juan Carlos Reyes Garza después de tomada la decisión de dedicar la Av. Camino Real a la memoria de los héroes de la Reforma. Recordemos que Guzmán Nava solamente menciona haber visto en México, en el jardín de la casa de Sólorzano Béjar, una estatua, la de Degollado. Además, el resto fueron colocadas un año después, 1967, el último de período de Velasco Curiel. Esto se infiere de que Juan Oseguera, en su libro Colima en Panorama, que salió de prensas en agosto de 1967, sólo señala la existencia de la estatua de Degollado. Si otras ya hubiesen estado instaladas, alguien tan acucioso como el profesor Oseguera sin duda las habría mencionado.46 Desde el momento en que las heroicas estatuas llegaron a Colima ¡hasta las autoridades municipales se percataron de que se trataba de obras de muy dudosa calidad! Tan evidente era su malhechura que antes de aprobar su colocación solicitaron la opinión de un artista local. Fue así como tocó en suerte al maestro Hernández Vizcaíno el compromiso de decidir si se instalaban o no, y él, con su característica modestia, sin dejar de reconocer que eran –en sus propias palabras– “bastante malitas”, consideró que no habiendo más, tampoco era justo desecharlas.47 Ese dictamen... que el maestro lo cargue por siempre en su conciencia. 20. M onumento a Santos Degollado en 1966, año de su inauguración. (Foto AHMC- 0190). 47 Historia de la Escultura Pública en el Estado de Colima Juan Carlos Reyes Garza No están firmadas y ninguna fuente da indicios sobre quién fue su autor. Solamente podemos afirmar que unas son copias, pero muy malas copias de las esculturas del Paseo de la Reforma (p.e. Guillermo Prieto), y las que no son copia parecen sacadas de estampitas escolares (p.e. Melchor Ocampo). La mala solución de problemas como verticalidad, equilibrio, proporción, etc., y el descuido en los detalles de la indumentaria de época, indican que su autor carecía de preparación artística formal. Corre otra versión sobre su origen, y otra más sobre su número, que sostienen varios testigos de la época. Se dice que el Cabildo de cierta población de Jalisco cercana a Colima habría encargado la hechura del conjunto de estatuas y después, por razones desconocidas, decidido no instalarlas. De alguna manera Solórzano Béjar se entera del caso y las compra a precio de remate, para obsequiarlas a Colima. Además, dicen los testigos que “faltan monos”, esto es, que a Colima llegaron más esculturas de las que hoy conocemos y que las faltantes permanecieron ocultas hasta por lo menos finales de la década de 1970 en el Teatro Hidalgo, según unos, y según otros en un edificio vecino de éste, el que ocupa la logia masónica. Hay información publicada que parece respaldar esta noticia de “los monos faltantes”. En 1966, en fecha posterior a la inauguración del monumento a Santos Degollado, Octavio Urzúa Quiroz declaró que se colocarían las estatuas de Valle, Prieto, Ramírez, Ocampo y, sin mencionar la de Zarco agregó la de Daniel Larios.48 Por su parte, Ricardo Guzmán Nava, quien parece haber actuado como intermediario entre Solórzano Béjar y Velasco Curiel, y por tanto debió estar bien enterado, como coordinador de la “Monografía del Municipio de Colima” avala la existencia de al menos otras dos estatuas, las de “los reformadores [...] León Guzmán y Manuel Ruiz”.49 Larios, Guzmán y Ruiz ¿seguirán ocultos por ahí o, confirmando su vocación por el martirio fueron a dar de nuevo a la fundición? ¿Y el Morelos que se tallaba en Tlaquepaque? ¿Y el Torres Quintero que esperaba salir de la fundición Hermanos Santos a tiempo para celebrar su cumpleaños? 48 Historia de la Escultura Pública en el Estado de Colima Juan Carlos Reyes Garza Contradiciendo lo dicho por él mismo en ocasión anterior, una vez decidida la ubicación de la estatua de Degollado el presidente municipal Ursúa Quiroz aclaró que la estatua “del Generalísimo Morelos” no había sido adquirida por el Ayuntamiento de la capital sino por el Gobierno del Estado, y que si bien la propuesta original había sido colocarla en la Camino Real, “frente a la fuente monumental” –glorieta del DIF–, se decidió no ponerla en ella pues en dicha “calzada sólo se colocarán estatuas de los héroes de la Reforma”, por tanto retomaba su propuesta: el Morelos “se colocará en la glorieta frente a la escuela Normal de Maestros”,50 como efectivamente sucedió, el 15 de septiembre de 1966.51 Ahí permaneció Morelos inmóvil por muchos años, hasta que, en una versión un conductor ebrio estrelló su vehículo contra el pedestal y tiró la estatua, en otra el culpable fue el conductor de una grúa del ayuntamiento que instalaba o cambiaba las lámparas del alumbrado público; quien haya sido lo cierto es que la echó al suelo y, despedazada, al olvido. 21. Monumento a José Ma. Morelos, frente a la Normal de Maestros, Colima, 1966. (Foto AHMC- 0181). Sobre el busto de Torres Quintero que reclam aba derechos sobre la multicitada glorieta de la Normal no hay más información. Si llegó realizarse posiblemente se encuentre al interior de alguna oficina pública. Pero quizá no se concretó pues... 49 Historia de la Escultura Pública en el Estado de Colima Juan Carlos Reyes Garza Olvidando lo ofrecido ofrecido a la Fundición Hermanos Santos, el “comité” integrado para esta celebración (supra), luego transformado en “Patronato Pro-Centenario”, encargó la escultura al maestro Octavio Ponzanelli, quien la realizó y fundió en su taller de la ciudad de México. Su costo fue de 50 mil pesos, que se cubrieron mediante suscripción. Las aportaciones fueron: 10 mil el “gobierno local” –del estado supongo, no el municipal–, 10 mil “una sobrina del ilustre pedagogo” –seguramente doña Matilde Gómez Cárdenas, en realidad su hija adoptiva–, el magisterio estatal aportó 5 pesos por cabeza, “los egresados del IFCM” (Instituto Federal de Capacitación del Magisterio) un peso cada uno, y el resto lo aportaron los “maestros coterráneos radicados en el D.F. [...] la niñez y la juventud de nuestro Estado.” 52 Su inauguración fue originalmente prevista para 25 de mayo de 1966, fecha en que se celebraba el centenario del natalicio del insigne maestro colimense, pero algún contratiempo debió surgir pues se inauguró hasta el 28 de octubre del mismo año. Entonces, en el jardín de la ciudad de Colima que desde esa fecha lleva su nombre se develó el conjunto escultórico instalado sobre un pedestal, en medio de un espejo de agua, ocupando el espacio donde hoy existe una fuente. 22. Monumento al Profr. Gregorio Torres Quintero en el jardín que lleva su nombre, Cd. de Colima, 1967. (Foto AHMC-0218). 50 Historia de la Escultura Pública en el Estado de Colima Juan Carlos Reyes Garza Terminado el trabajo de Torres Quintero, Ponzanelli haría para Colima el Juárez que ocupó el lugar del viejo “zalatón de Juárez”, al que me referiré adelante, y que fue inaugurado el 21 de marzo de 1967 para conmemorar el “Triunfo de la República”. La escultura, en alto relieveen bronce de 1.70 m de altura, representa al indio de Guelatao de cuerpo entero, estuvo adosada a un obelisco de concreto de 14m de altura. Tal desproporción hacía que la figura del héroe se viera achaparrada. Éste monumento fue derribado por las autoridades municipales de la capital en junio de 2008, y sustituido por un mural con el retrato de Juárez, obra del maestro Alejandro Reyes Garibay. Hasta finales del 2009 la obra de Ponzanelli permanecía guardada en los almacenes de una dependencia oficial del estado. Ignoro cuál será su destino. Volviendo al referido “zalatón de Juárez”. La instalación del monumento descrito en el párrafo anterior fue precedido por una anécdota entre histórica y fabulosa, y generó otra tan cierta como fantástica. Primera anécdota. Cuenta leyenda que antes de entrar a la ciudad de Colima, el 25 de marzo de 1858 el presidente Benito Juárez y los miembros de su gabinete descansaron a la sombra de un gran árbol, de los localmente llamados un zalates (Ficus sp.). La consagración del árbol: Pocos años después [...] se reconoció como legítimo este hecho histórico [y el árbol] fue rebautizado [...] con el nombre de “salatón [sic] de Juárez”, colocándosele por un Ayuntamiento una protección de mampostería con una balaustrada de hierro, más una placa alusiva que recordaba el episodio.53 Si cuando cobijó a Juárez era “gigantesco” y “frondoso”,54 al mediar el siglo XX aquel más que centenario árbol se encontraba prácticamente muerto, “presentando un peligro para los viandantes”. Ante la imposibilidad de salvarlo, en 1965 el Cabildo de la ciudad decidió derribar aquel monumento natural y para sustituirlo convocó a la ciudadanía a la presentación de proyectos para un nuevo monumento. Solamente se presentaron tres propuestas, de los señores 51 Historia de la Escultura Pública en el Estado de Colima Juan Carlos Reyes Garza Ramón Vallejo, Ing. Alberto González y Profr. Andrés Martínez García respectivamente.55 El resultado del concurso se hizo público hasta el año siguiente y, extrañamente, ganó la propuesta del Arq. Maximiliano Castañeda, presentada no sabemos cuando, consistente en el recién desaparecido obelisco.56 23. El viejo “zalatón de Juárez” en 1937, con la placa que explicaba la razón de su valor histórico. (Foto Colección R. A. Hernández de Aquino / SCC). El monumento tuvo un costo total de 50 mil pesos, de los cuales gobierno municipal aportó 10 mil y el resto se reunió por suscripción, a la que se adhirieron los maestros colimenses y mediante convocatoria nacional sesenta y nueve cabildos de otras tantas localidades del país. Se conservó la vieja “placa alusiva”, que se colocó en el piso, atrás del obelisco, y dentro de éste una urna conteniendo monedas de uso corriente en la época y un pergamino con los nombres de los integrantes del Cabildo de la Cd. de Colima y de los 69 presidentes municipales que aportaron para la construcción. Es interesante señalar que en la reciente demolición del obelisco se tuvo cuidado de buscar la urna o “caja del tiempo”, pero al decir de los encargados de la obra (SEDUR) ésta no apareció. Segunda anécdota. Emulando a la Iglesia, las autoridades locales ejercieron su poder de consagración y a manera de reliquia enviaron, cual pedazo de la cruz del Gólgota, ¡una astilla del viejo zalatón! a cada uno de los cabildos que aportaron, acompañada de un pergamino con la inscripción: 52 Historia de la Escultura Pública en el Estado de Colima Juan Carlos Reyes Garza El Ayuntamiento de Colima 1965-1967, certifica que esta madera correspondió al árbol llamado “Salatón [sic] de Juárez”, donde descansó el Benemérito de las Américas el día 25 de marzo de 1858. El Presidente Municipal, Octavio Ursúa Quiroz. El Secretario J. Jesús Ochoa C.57 Siempre he tenido curiosidad de saber qué pasó con esas reliquias. Acabaron en los archivos, en la basura, o acaso ¿en algún ayuntamiento seguirá siendo venerada la astilla del Zalatón de Juárez? Como mera curiosidad histórica sería interesante conocer su destino final y recuperar al menos una, que debería guardarse en el Museo Regional de Historia.58 No por coincidencia en la misma fecha, 21 de marzo de 1967, se inauguró otro monumento a Juárez, éste en un lugar hasta entonces virgen de este tipo de expresiones, la Isla Socorro del archipiélago de Revillagigedo, territorio reconocido como colimense. Fue un doble homenaje al presidente reformista pues además de la erección del monumento en su memoria se cambió el nombre a la isla, que de Socorro pasó a llamarse oficialmente Isla Benito Juárez, un acto meramente formal que nunca ha tenido eco, al menos no en entre los colimenses. La estatua fue donada por la Universidad de Colima y realizada por José Cruz Hernández Vizcaíno, entonces maestro en esa institución.59 Mide 1.5 metros de altura y está realizada en marmolina blanca. Al inaugurarse el monumento, al frente lucía una placa con la leyenda: El Pueblo y el Gobierno de Colima rinden tributo a la memoria del Defensor de la Integridad Nacional. Siendo Presidente de la República el C. Lic. Gustavo Díaz Ordaz y Gobernador Const. del Estado el C. Lic. Francisco Velasco Curiel, se erigió este monumento. Isla Benito Juárez, Col., Primavera de 1967.60 Ignoro qué pasó con esa placa, si se destruyó o simplemente fue cambiada de lugar, pero en la fotografía del monumento tomada en 1972 con motivo de la visita a la isla del gobernador Pablo Silva García aparece otra, que reza: “Al Benemérito de las Américas / Lic. Benito Juárez / en el Centenario de su 53 Historia de la Escultura Pública en el Estado de Colima Juan Carlos Reyes Garza muerte. / Isla B. Juarez 21-III-1972 / C. Gobernador Const. del Estado / Profr. Pablo Silva García”.61 24. Monumento a Benito Juárez en la Isla Socorro, inaugurada en 1967. La fotografía corresponde a la visita hecha por el gobernador Pablo Silva García en 1972. (Tomada de M. Velasco Murguía, Colima y las Islas de Revillagigedo; Colima, Méx.: Universidad de Colima, 1982:85). Ante semejante exaltación de la figura de Juárez, la Iglesia contraatacó. Ese mismo año de 1967 la diócesis de Colima, encabezada por el obispo Leobardo Viera, promovió la instalación en Salagua de un monumento a la Virgen de Guadalupe, como ¡“defensora de las costas, de la invasión de la piratería”! –nótese que habían pasado al menos tres siglos desde que el último pirata pisó la costa colimense. En realidad la idea no era nueva, la propuesta original fue de don José Amador Velasco, 4to obispo de Colima (1903-1949), quien pretendió levantar “una cruz de 35 metros de altura y al pie en relieve, la Guadalupana”; hasta eligió el lugar preciso, un terreno en la cima de un cerro cercano a la población de Salagua, que para el efecto donaría el señor José Salazar Díaz. En la época de Amador Velasco se llegó incluso a realizar la ceremonia de colocación de la “primera piedra” del monumento, pero nunca se concluyó. Cuando el obispo Viera retomó el proyecto se intentó localizar el sitio originalmente elegido pero 54 Historia de la Escultura Pública en el Estado de Colima Juan Carlos Reyes Garza fue imposible pues al parecer “el ciclón de 1959 borró la huella de la primera piedra”, y el asunto cayó nuevamente en el olvido.62 Por último, Velasco Curiel inauguró en su pueblo natal un monumento al personaje que le da nombre, Cuauhtémoc, del que no pude averiguar cuándo se quitó, o si acaso se sustituyó por el actual, ni cuál fue su destino. 25. Develación de la placa del antiguo monumento a Cuauhtémoc, en la población de Cuauhtémoc, por el gobernador Francisco Velasco Curiel. (Foto Colección José Cruz Hernández Vizcaíno). La etapa contemporánea El gobierno de Pablo Silva García (1967-1973) fue parco en monumentos. Inauguró en 1969 el de Emiliano Zapata, dedicado por la Confederación Nacional Campesina (CNC) pero patrocinado por el gobierno estatal. Éste busto, que se encuentra en el Jardín Juárez “La Concordia”, fue, en el estado, el primero hecho en fibra vidrio. En 1970 el Monumento a los Caídos, homenaje a las víctimas del ciclón de 1959 que arrasó Minatitlán, y el mismo año en Manzanillo un enorme busto de bronce, de 1.80 m de altura, de Emilio “Chato” 55 Historia de la Escultura Pública en el Estado de Colima Juan Carlos Reyes Garza Barragán, líder de la CROM. Éste último, realizado por Mario Rendón Lozano en el taller de Federico Canessi, se instaló en el desaparecido mirador de San Pedrito y fue derribado por el terremoto del 9 de octubre de 1995. La escultura cayó al mar y, según dicen, hasta la fecha ahí reposa.63 Por último, y sin más remedio que sonar reiterativo, Silva García en el “Año de Juárez” (1972) inauguró un busto de Benito Juárez en el jardín de Pueblo Juárez, también a solicitud y dedicado por la CNC. 26. Inauguración del monumento a Emiliano Zapata en el Jardín de La Concordia, Cd. de Colima, 1969. (Foto AHEC-RZO). 27. Gobernador Pablo Silva García develando la placa del monumento a Juárez en Pueblo Juárez, Coquimatlán, Col., en 1972. (Foto AHEC-RZO). 56 Historia de la Escultura Pública en el Estado de Colima Juan Carlos Reyes Garza Por su parte, en esa época el Ayuntamiento de Colima inauguró un monumento a Aquiles Serdán, busto realizado por el maestro Hernández Vizcaíno. Se encontraba el monumento en una esquina –ochavada– del crucero de las calles Av. Maclovio Herrera y Aquiles Serdán. Al parecer con frecuencia los conductores acababan trepados en esa esquina con todo y auto, por lo que se decidió eliminarla. Ignoro cuál fue el destino del busto de Serdán. 28. Autoridades municipales en la ceremonia de inauguración del monumento a Aquiles Serdán de la ciudad de Colima. (Foto Colección José Cruz Hernández Vizcaíno). En mayo de 1968, al tiempo que Armería gestionaba su separación de M a n zanillo para convertirse en municipio libre, la delegación local de la Liga de Comunidades Agrarias propuso la erección de un monumento a Emilano Zapata. Sería una estatua ecuestre, de bronce, cuyo costo se estimaba en 100 mil pesos y habría de ser colocada sobre la carretera a Manzanillo.64 El proyecto no se concretó. Nada relevante sucede en Colima, en el ámbito de la estatuaria, durante los siguientes cinco años, hasta que a finales de 1978 se devela en Manzanillo el monumento a Felipe Carrillo Puerto, un espléndido busto de cantera a la talla directa al que quizá por su desafortunada ubicación, en la entrada al barrio de La Pedregosa –la zona de tolerancia–, no se le ha dado la relevancia que merece. No fue posible obtener más información sobre él que la inscrita en la placa colocada en su base: fue donada por el estado de Yucatán al de Colima, a propuesta y mediante la gestión de la Asociación de la Heroica Escuela Naval. 57 Historia de la Escultura Pública en el Estado de Colima Juan Carlos Reyes Garza La década de 1980 dejó algunas curiosidades, como el busto naive de Gregorio Torres Quintero (1982) que se encuentra en la escuela de su nombre en Tecomán, firmado por Juan García de O. –de quien nada se pudo averiguar–. También media docena de trabajos del maestro Hernández Vizcaíno, realizados para otros tantos centros escolares; y lo más destacable, los altorrelieves del jalisciense Ramón Villalobos “Tijelino” para la fachada de la iglesia catedral, San Sebastián y Santiago Apóstol (1982), y las primeras obras en Colima de la escultora Ana María Ruiz Sevilla, entonces recién avecindada en el estado: un busto de José Pimentel Llerenas (1986) en la ciudad de Colima y en Manzanillo el altorrelieve en bronce de Nuestra Señora de Guadalupe (1989). Como hemos visto, los sexenios de Arturo Noriega Pizano (1974-1979), Griselda Álvarez (1979-1985) y Elías Zamora Verduzco (1985-1991) pasaron con pocas novedades, pero en los años siguientes las artes en lo general y la escultura pública en particular entrarían en una etapa de auge sin parangón en la historia del estado. La explosión monográfica Refiriéndonos a las dos décadas del pasado reciente, última del siglo XX y primera del XXI, se puede decir –forzando el símil– que en Colima se levantan esculturas al ritmo que caen las palmeras. Varias son las circunstancias que se conjugaron para desatar este fenómeno de proliferación de monumentos y esculturas, una auténtica explosión de monos. En primer lugar debe destacarse el notable desarrollo alcanzado por la Universidad de Colima a lo largo de la década de 1980, desarrollo del que las artes también se beneficiaron, aunque con evidentes distingos. La década de 1990 se abre con la escultura monumental de Manuel Felguérez, conmemorativa del Cincuenta Aniversario de la Fundación de la U. de C., que marca un hito 58 Historia de la Escultura Pública en el Estado de Colima Juan Carlos Reyes Garza por ser, a nivel local, la primera obra abstraccionista colocada en un espacio público. También ahí, en la universidad y bajo el mismo signo del geometrismo abstracto se levantaron las primeras obras de Sebastian en el estado, la Esfera, también llamada Juego de Geometría (1994) y La Palma (1995), popularmente bautizada como “el moño”. Igualmente aparecen las primeras obras de Rafael Zamarripa en espacios abiertos. Zamarripa, quien desde principios de los 80 dirigía el Ballet Folklórico de la U. de C., se estrenó en el campus universitario con el relieve Discóbolo (1993), al que siguieron los relieves murales en fibra de vidrio coloreada Mundo Universitario (1995) y Universo-Universidad (1996); a la fecha sus obras en la U. de C. y edificios de gobierno suman una veintena. Paralelo en el tiempo, al iniciar gobierno del Lic. Carlos de la Madrid (1991-1997) la antigua Dirección de Cultura se convirtió en Instituto Colimense de Cultura y más tarde, hacia el final de su sexenio, en Secretaría de Cultura. Sin lugar a duda esa fue una etapa de gran impulso a las artes, generado desde el gobierno del estado, pero que tuvo poco impacto en la escultura pública. De hecho las únicas acciones en este campo fueron la adquisición e instalación, en la explanada de la Casa de la Cultura de Colima, de la obra Toro (1993) de Juan Soriano, y algunos pocos monumentos, entre los que destaca la estatua de bronce de Pablo Silva García (1997) del Aeropuerto Playa de Oro, obra de Ruiz Sevilla. En el lapso 1991-1997 aparecen en Villa de Álvarez cuatro monumentos que merecen comentario, tres de ellos por haberse convertido en hitos urbanos y el cuarto por razones de índole distinta. Primero la fuente de La Diosa del Agua (1992), monumento escultórico conmemorativo de la puesta en operación del Acueducto Zacualpan-Colima. Sin poder asegurar que haya sido la intención de su autor, el arquitecto Job Hernández, se trata de un interesante ejercicio de síntesis llevado al extremo, donde la figura femenina se reduce a una gigantesca vagina que arroja agua. Segundo el Toro (1997), obra anónima, atribuida a José Cruz Hernández Vizcaíno pese a que reiteradamente él ha negado ser su autor. Sobre esta 59 Historia de la Escultura Pública en el Estado de Colima Juan Carlos Reyes Garza escultura, que hace referencia a las fiestas Charro-Taurinas de Villa de Álvarez, se cuenta la siguiente anécdota. Al momento de ser inaugurada alguien le hizo notar al presidente municipal, Alfonso Rolón Michel (1995-1997), que a esa bestia le faltaban los atributos necesarios para ser un toro bravo; carecía de testículos. De inmediato el alcalde ordenó hacer lo necesario para remediar tan grave omisión, y así se hizo. Eso explica porqué lo testículos que ahora luce se ven extraños, literalmente como un colgajo añadido que se mueve a merced del viento. En marzo de 2007 el pintor Cesar Burgos (Grupo Suma) recubrió al Toro con papeles de colores, “intervención” que denominó “La Villana”, quizá en femenino porque el resultado fue que la figura parecía estar envuelta en la bandera arcoiris del movimiento gay. Tercero, la Diana Cazadora (1997), obsequiada al pueblo de Colima por su paisano, el ex presidente Miguel de la Madrid Hurtado. Pésima copia de una de las esculturas más emblemáticas de la ciudad de México, la Flechadora de las estrellas de Juan F. Olaguibel. Y cuarto el busto de Ramón Serrano en la colonia que lleva el nombre del líder sindical, cuya peculiaridad es estar firmado por “Zamarripa”, sin ser de la autoría de Rafael Zamarripa.65 No fue posible averiguar si se trata de un homónimo o una obra apócrifa. Éste, inaugurado en 1991, fue robado en enero de 2008 y encontrado días después, hecho pedazos, en un negocio de compra venta de chatarra. Meses más tarde se reinstaló, restaurado. También en esos años finales de los 90, en la glorieta de El Costeño de la ciudad de Colima el H. Ayuntamiento instaló una memorable estatua ecuestre de Emiliano Zapata, que ante la proliferación de chistes y protestas optó por retirarla. Los motivos principales de burla eran su tamaño, diminuto para el espacio donde se encontraba, que le ganó el mote de “el zapatita”, y sobre todo el desproporcionado caballo, en reparo sobre sus cuartos traseros y apoyado en una descomunal cola, tan ridículamente pequeño que el héroe parecía estar sentado sobre –vox populi dixit– un “perro cagando”. Pronto, en el 2000 fue repuesta por otra del mismo personaje, como la anterior de cantera, no mucho 60 Historia de la Escultura Pública en el Estado de Colima Juan Carlos Reyes Garza mejor que la primera pero al menos representando al Caudillo del Sur en una actitud más digna. A diferencia de la etapa que escuetamente acabo de reseñar, la siguiente se distingue por ser la escultura pública el arte que recibe mayor impulso del Estado, tal vez por sobre cualquiera otra de las artes, al menos por el monto de lo invertido. El sebastianato Para explicar esta marcada preferencia e impulso extraordinario a la escultura pública deben tenerse en cuenta, necesariamente, los antecedentes de quien sucedió a Carlos de la Madrid en el gobierno, Fernando Moreno Peña (1997-2003). Durante los ocho años previos a su llegada a la gubernatura Moreno Peña se desempeñó como rector de la U. de C., haciendo una notable aunque dispareja labor en favor de las artes. Promovió la difusión de todos los géneros artísticos, pero mientras que apoyó la profesionalización de las artes interpretativas, especialmente música y danza, las artes plásticas se vieron limitadas a la promoción de algunos artistas y la creación de espacios para exhibición, entre los que destaca la Pinacoteca Universitaria, reconocida a nivel nacional como ejemplar. En ese contexto comienzan a aparecer en los campus universitarios las esculturas públicas monumentales. Ahora bien, detrás de ese impulso a las artes se entrevé como motivo el interés personal de Moreno Peña por crearse una imagen pública como político moderno y culto. Esto explicaría también, al menos en parte, porqué durante su gestión al frente del Gobierno del Estado (1997-2003) se restringió al mínimo la erección de monumentos “tradicionales” y se privilegió la colocación de esculturas “modernas”. 61 Historia de la Escultura Pública en el Estado de Colima Juan Carlos Reyes Garza La relación establecida años atrás entre el ex rector y luego gobernador con el escultor Sebastian se fortalece y los encargos monumentales se multiplican: Puerta del Camino Real (2002), Pez Vela (2002), Limonero, árbol de la vida (2003), y se sella, primero con la creación en 2003 del Jardín Escultórico “Juan Soriano” de Comala, donde el artista –Sebastian, no Soriano– actuó como empresario pues todas las esculturas salieron de su taller, y finalmente con la creación del Museo Nacional de la Escultura “Sebastian”, inaugurado en 2005 por el sucesor de Moreno Peña, Profr. Gustavo A. Vázquez Montes (2003-2005). 29. M useo N acional de la E scultura “Sebastian”. (Foto J.C. Reyes, 2008). De las obras de Sebastian el Pez Vela merece un comentario. Al alejarse del abstraccionismo geométrico, que domina con evidente maestría, en esta figura lo que el artista logra es un mero ejercicio de estilización de la forma característica del pez vela, que no aporta nada y sí en cambio nos recuerda diseños gráficos comerciales con el mismo tema; eso explica su inmediata adopción como logotipo por parte de empresas privadas y programas oficiales y como motivo de decoración aplicado en los souvenirs del puerto. Además, su gigantismo y color rompen totalmente con el entorno donde está instalado, por más que éste, el entorno, haya sido modificado, según parece, ¡para servir de marco a la escultura! No dudo en afirmar que se trata de un caso donde lo nuevo no supera lo viejo. El otro Pez Vela, el viejito, el que se encuentra 62 Historia de la Escultura Pública en el Estado de Colima Juan Carlos Reyes Garza castigado en el crucero de Tapextles, dando el frente a la pared de un puente vial y al que hoy sólo pueden ver los traileros que entran o salen de los patios de maniobras del puerto interior, podrá ser calificado de naive, kitch, popular, folklórico o lo que sea, pero tiene gracia y al menos no agredía al paisaje. Pero si bien Sebastian resulta ser el más conspicuo, por la omnipresencia de sus obras monumentales a nivel nacional –el sebastianato–, ciertamente no fue él el único escultor que plantó obras en Colima. En el antes mencionado Jardín Escultórico “Juan Soriano” se instalaron obras de Jazzomoart, Devin Laurence Field, Timo Solin, Atsushi Shikata, Mariano Rivera, las colimenses Amalia Delgado e Irela Gonzaga, entre otros, y, por supuesto, también de Sebastian y Juan Soriano. De Soriano –quien había expuesto esculturas en Colima en 1992 y desde 1993 la capital contaba con el Toro–, con Moreno Peña se instalaron Pájaro sobre la ola (2002) en el citado jardín y Paloma (2003), en el Complejo Administrativo del Gobierno del Estado. Asimismo, como resultado de la exposición “Volcanes” de Vicente Rojo, realizada en los patios del Palacio de Gobierno, quedó en Colima el bronce Volcán apagado (2003), hoy en el jardín frontal del Hospital de Cancerología. Otra exposición de consecuencias para nuestro tema fue “Libertad en Bronce”. Esta importante muestra colectiva de obra en bronce de escultores mexicanos se instaló primero en la ciudad de México, en el Bosque de Chapultepec, sobre el camellón del Paseo de la Reforma, y al año siguiente, en septiembre de 2001 se montó en Colima capital sobre el camellón de la Av. San Fernando. De ella heredamos dos controvertidas esculturas, la Figura obscena de José Luis Cuevas y La pescadora de Roger von Gunten. Aduciendo una supuesta solicitud de la ciudadanía de la ciudad capital, el 28 de mayo de 2006 el Ayuntamiento de Colima intentó remover la Figura obscena, para trasladarla a una nueva ubicación, donde destacara menos pues... Según expresaron las autoridades municipales la escultura ofendía al buen gusto y la moral de los colimenses y daba una imagen erronea de Colima al visitante 63 Historia de la Escultura Pública en el Estado de Colima Juan Carlos Reyes Garza que al entrar en la ciudad lo primero que veía era “ese adefesio”. Como resultado del frustrado intento se entabló una batalla tripartita; por una lado el Gobierno del Estado contra el Ayuntamiento de la capital, por cuestiones de propiedad de la obra y jurisdicción sobre el espacio donde se encuentra la escultura –la glorieta del crucero entre la carretera Colima-Guadalajara, Tercer Anillo Periférico y Av. Camino Real–; por otro entre el autor, Cuevas, y el Ayuntamiento, por los daños causados a la obra durante el intento por removerla. En el trasfondo, no menos importante, lo que se estaba dando era un enfrentamiento entre políticos de partidos opuestos, PRI vs. PAN, que Cuevas, maestro de la publicidad, supo aprovechar en su beneficio. Ciertamente el “pueblo llano” –por usar terminología de otros tiempos pero que sigue siendo útil– no se identifica con ella ni aprecia esta escultura, la mejor muestra de ello es el mote que le ha dado, “la perra”, o el más descriptivo, “la perra miona” –por la posición de la figura–, pero aun así resulta increíble el argumento de que su remoción respondiera a la demanda de una porción mayoritaria de la ciudadanía. 30. La Figura obscena de José Luis Cuevas levantada por una grúa durante el intento de su remoción. (Foto J.C. Reyes, 2006). 64 Historia de la Escultura Pública en el Estado de Colima Juan Carlos Reyes Garza Es curioso que su ubicación, tan destacada y controvertida, se deba a un hecho fortuito. Originalmente en esa glorieta se pensó instalar la Puerta del Camino Real de Sebastian, lo que no fue posible porque quienes así lo planearon no tomaron en cuenta que con sus 20 metros de altura ésta chocaría con los cables de alta tensión que pasan justo arriba del lugar. La historia de La Pescadora, instalada en el malecón del puerto de Manzanillo, no tuvo tanta repercusión como la anterior, pero vale para el anecdotario y refleja la opinión de los manzanillenses y de los visitantes al puerto que mediante su voto –vía internet– la hicieron ganadora del concurso para elegir al monumento o escultura más fea de México, organizado en el 2007 por la empresa TV-Azteca. Otras tres esculturas notables de ese periodo. La primera, el Snoopy de Manzanillo, formalmente titulada Minnesota Fisherman Snoopy (2003), que sorprende pues cuesta trabajo imaginar razones para que las autoridades levanten monumento a un personaje de caricatura, además a uno tan típicamente gringo, pero la explicación es simple. Fue un obsequio a Manzanillo de su “ciudad hermana” Saint Paul, Minnesota, tierra natal del caricaturista Charles Monroe Schulz, creador del célebre perrito. La escultura fue diseñada por la artista norteamericana Wanda Mumm y realizada en fibra de vidrio coloreada por el artista chicano Armando Gutiérrez. Las otras, Ventanas al cielo (2001) y Signos (2003), son ambas obra del escultor Roberto Ventura, avecindado en Comala, Col., y destacan por tratarse de propuestas escultóricas distintas a todo lo antes visto en Colima. Ventanas al cielo, instalada en el exterior de la Pinacoteca Universitaria, es un conjunto escultórico que con sus elementos, columnas de basalto negro rematadas por etéreas nubes de ónix, de apariencia simple pero conceptualmente complejo, crea un ambiente de relajación equiparable al de un jardín zen. Por su parte Signos, bronce monumental instalado en el campus Coquimatlán de la U. de C., es también, de manera evidente, el resultado de un proceso conceptual no fácil de descifrar, intrigante, y sin duda de gran impacto visual. 65 Historia de la Escultura Pública en el Estado de Colima Juan Carlos Reyes Garza Como he dicho al principio del presente trabajo, la trágica muerte del gobernador Gustavo A. Vázquez Montes abrió un espacio para que el Estado demostrara su capacidad de proponer nuevos miembros al panteón cívico, aunque en este caso se trate sólo del panteón local, y para retomar la tradición del culto al hombre símbolo. El mismo año de su fallecimiento, 2005, se levantó en la Cd. de Colima la primera estatua en su memoria; en 2006 la segunda, un busto en la población de Santiago, Mpio. de Manzanillo, y en 2007 la tercera, otra estatua monumental en su natal Tecomán. Sin restarles méritos, como esculturas ninguna de las tres tiene mayor relevancia, simplemente se ajustan al canon, sin hacer ningún aporte. Sin embargo, la primera tiene una peculiaridad: está firmada por dos personas distintas, Edisa Ponzanelli (en el tacón del zapato izquierdo) y Alberto García Nava (en la cara interior de la pierna izquierda del pantalón). Descubrí esta anomalía durante el proceso de registro para el catálogo, e intrigado procedí a investigar quién era realmente su autor. Después de varias consultas pude saber que Edisa Ponzanelli, viuda del escultor Valerio Ponzanelli, colabora con el maestro fundidor Lorenzo Galindo, propietario del taller “Artística Galindo” donde la escultura se fundió, pero ella no es escultora,66 por lo que resulta inexplicable su firma en el bronce. Igualmente localicé al escultor García Nava, quien confirmó y demostró con documentos e imágenes que la obra es de su autoría. Asunto aclarado. 31. Estatua monumental de Gustavo A. Vázquez Montes durante el proceso de modelado. Al frente el escultor Alberto García Nava, acompañado de autoridades de Colima y familiares del difunto gobernador. (Foto Colección A. García Nava). 66 Historia de la Escultura Pública en el Estado de Colima Juan Carlos Reyes Garza El último tranco En 2005 la U. de C. realizó el Primer Simposium de Escultura en Piedra, una experiencia nueva para la población de la capital que tuvo la oportunidad de ser testigo del proceso de realización de una escultura monumental en piedra, y en realidad no de una sino de nueve que se trabajaron de manera simultánea. Participaron en éste evento los escultores Ted Carrasco (Bolivia), Hernán Dompé (Argentina), Serge Gangolf (Bélgica), Irineu García (Brasil), Carlos Medina (Venezuela), José Villa (Cuba), y las mexicanas Dolores Ortiz, Irela Gonzaga y Amalia Delgado, colimotas las dos últimas. El producto de su trabajo se exhibe en los jardines del Teatro Universitario. Algo notable es que a primera vista el conjunto de esculturas parece uniforme, como si todos los participantes se hubiesen puesto de acuerdo para seguir ciertos lineamientos estilísticos, pero esto es una ilusión creada por haber trabajado todos con el mismo material y técnica, y posiblemente también influyó la limitación de tiempo que tuvieron los autores para su realización que los obligó a buscar la simplificación de la forma, ilusión que se rompe al verlas en lo individual y comparar unas con otras. 2006 y 2007 se vieron marcados por la súbita aparición en Manzanillo y Comala de las obras del escultor jalisciense Rubén Hernández Guerrero: Cazadora de estrellas, El marino, El vigía, El estibador, Juan Rulfo, y en 2008 El pescador y El marino mercante. Fenómeno inusitado el que a un escultor prácticamente desconocido se le den tantos encargos en tan breve lapso, y lamentable desde el punto de vista estético. También en 2008 el Gobierno del Estado adquirió una serie de niños, en bronce, y varios dinosaurios y otros animal de chatarra, de factura comercial, que fueron colocados en el Parque Regional Griselda Álvarez de la ciudad capital, y ahí mismo, en el museo dedicado a la recientemente fallecida poeta y ex gobernadora se instaló un magnífico retrato de ella, relieve en bronce de Rafael Zamarripa. Por su parte en Tecomán, la remodelación del centro 67 Historia de la Escultura Pública en el Estado de Colima Juan Carlos Reyes Garza histórico fue pretexto para la instalación en el jardín principal de un monumento a Hidalgo, obra de Carlos Espino, flanqueado por dos relieves murales en cantera, anónimos, de tema costumbrista y de factura popular. En junio de ese mismo año la instalación por parte del H. Ayuntamiento de Villa de Álvarez de un busto del destacado panista Manuel J. Clouthier, fallecido en 1989, desató una nueva aunque poco ruidosa controversia entre políticos locales, sobre quién decide el otorgamiento y quién merece un lugar en el panteón cívico. 2009 no fue un buen año. En Comala, en el Jardín Escultórico Juan Soriano se instalaron dos obras más, una figura de José Luis Cuevas que parece ser un soldado de hojalata, y otro abstracto geométrico de Sebastian. A la ciudadanía de la ciudad de Colima se le impusieron otros tres monumentos de muy dudosa calidad. Uno francamente injustificable es el dedicado a Sir Cupido, en el Jardín Juárez, inaugurado, por supuesto, el 14 de febrero, pero sin placa que revele de quién fue la iniciativa. Me pregunto si la intensión fue fortalecer el consumismo del llamado día del amor y la amistad. Luego, en la plazuela del Muro de Honor al Deporte, una figura de metal cromado que parece la versión ampliada de una de aquellas figuritas o estatuillas con las que en otra época se acostumbraba adornar el cofre de los automóviles de lujo. Y por último, en el jardín Núñez El tubero, obra firmada por Rodolfo Fierros, de quien no tengo antecedentes. No me niego a que se exalten los valores de la cultura tradicional, pero creo que los vendedores de tuba merecían algo más digno. Si de por sí la obra resulta carente de valores escultóricos, el robo, en febrero de 2010, de una de las balsas 67 puso al descubierto algo que suena a fraude: la cuerda de la que ésta pendía resultó no ser de bronce sino de ixtle “bronceado”, o chapeado. Las balsas, el sombrero y el pantalón de mezclilla ¿serán de bronce, o también naturales-chapeadas? Terminamos nuestro viaje por la historia de Colima a través de su escultura pública con un suceso que nos reconcilia con el asunto, la adquisición por parte del Gobierno del Estado e instalación en enero de 2010, en la calzada Pedro A. Galván de la capital, del Chac-Mool Rojo, del escultor Xérxez Díaz, 68 Historia de la Escultura Pública en el Estado de Colima Juan Carlos Reyes Garza obra acero esmaltado que formó parte de su exposición De acero y luz, celebrada el año anterior en el Jardín Libertad y otros espacios del centro de la ciudad. Concluyo parafraseando a Jorge Ibargüengoitia, quien afirmaba que así como los animales evolucionan para adecuarse al medio que los rodea, los monumentos lo hacen de acuerdo a las necesidades de quienes los mandan hacer.68 Espero haber logrado demostrarlo. Juan Carlos Reyes G. El Chivato, Col. 201 69 Historia de la Escultura Pública en el Estado de Colima Juan Carlos Reyes Garza Notas 1. Ecos de la Costa (en adelante EC), 7 de febrero de 1962. 2. Rita Eder, “Los iconos del poder y el arte popular”, p. 61, en Helen Escobedo (coord.) et al., Monumentos mexicanos. De las estatuas de sal y de piedra; México: Consejo Nacional para la Cultura y las Artes, Edit. Grijalvo (Colección Camera Lucida), 1992, pp. 59-77. 3. Carlos Chanfón Olmos, Cultura y Patrimonio Cultural, México, Universidad Autónoma de Chiapas, Fac. de Arquitectura (Cuadernos de Arquitectura y Urbanismo 2), 1996. 4. L. Flora Voionmaa Tanner, Escultura Pública. Del Monumento Conmemorativo a la Escultura Urbana. Santiago 1792-2004; Santiago de Chile: Editorial Ocho Libros, 2005. 5. Jorge Alberto Manrique, “¿Quién manda hacer los monumentos?”, p. 175, en Helen Escobedo (coord.) et al., Monumentos mexicanos. De las estatuas de sal y de piedra; México: Consejo Nacional para la Cultura y las Artes, Edit. Grijalvo (colección Camera Lucida), 1992, pp. 169-181. 6. Francisco Hernández Espinosa, El Colima de ayer; Colima, Méx.: Universidad de Colima, 1982, pp. 45-46. 7. Colección de leyes y acuerdos de los poderes legislativo y ejecutivo del Estado de Colima, vol. 1, p. 33. 8. Colección de leyes y acuerdos de los poderes legislativo y ejecutivo del Estado de Colima, vol. 1, pp.148-149. 9. Estado de Colima. Periódico Oficial de Gobierno (en adelante ECPOG), XLII-28, p. 113. 10. ECPOG, XLIV-13:51 y XLIV-37:155, 26 de marzo de 1910. En realidad el jardín nunca llevó el nombre de Libertad, fue nombrado “de la Independencia”; Libertad se llamó a la Plaza de Armas o jardín principal. 11. ECPOG, XLIV-37:155, 10 de septiembre de 1910. 12. Véanse, entre otros, Ricardo Romero Aceves, Colima. Hombres y cronología; México, Costa-Amic, 1972, p. 79, y Hernández Espinosa, op cit., pp. 36-37. 13. Jorge Chávez Carrillo, comunicación personal (2007). 14. Hernández Espinosa, Ibid. 15. Ibid., p. 52. 16. José O. Guedea y Castañeda, comunicación personal (2008). 17. EC, 21 de agosto de 1965. 18. Idem. 19. Cfr. Daniel Moreno, Colima y sus Gobernadores (Un Siglo de Historia Política); México, Ediciones Studium, 1958, p. 78. 70 Historia de la Escultura Pública en el Estado de Colima Juan Carlos Reyes Garza 20. José Miguel Romero de Solís, “La Libertad. Rota y maltrecha”, en Revista Foro. Espacio a la libertad, Núm. 5 (Colima, 7 de octubre de 2004). 21. Idem. 22. Genaro Hernández Corona, comunicación personal (17 de julio de 2008). 23. Genaro Hernández Corona, Gregorio Torres Quintero. Su vida y su obra (1866-1934); Colima, Méx.; 1959, p. 253. 24. Diario de Colima (en adelante DC), 8 de octubre de 2000. 25. Rodolfo Chávez Carrillo, Estado de Colima. Tres Años de Gobierno 1956-1958, “Segundo Informe”, pp.128 y 147. 26. DC, 8 de octubre de 2000. 27. EC, 1 de septiembre de 1962. 28. Víctor Manuel Cárdenas, “Estatuaria colimense”, en Revista Contraste 22:20 (Colima, 25 de agosto de 1999). 29. Hernández Vizcaíno, entrevista de noviembre de 2007. 30. Chávez Carrillo, Estado de Colima. Tres Años..., op.cit., p. 45. 31. EC, 7 de febrero de 1962. 32. Helen Escobedo (coord.) et al., Monumentos mexicanos. De las estatuas de sal y de piedra; México: Consejo Nacional para la Cultura y las Artes, Edit. Grijalvo (Colección Camera Lucida), 1992, p. 96. 33. EC, 7 de febrero de 1962. 34. EC, 1 de agosto de 1962. 35. EC, 16 de noviembre y 11 de diciembre de 1963. 36. Manuel Aguirre Botello, “Estatuas del Paseo de La Reforma. Primera Etapa. Ciudad de México” [2004] y “Las estatuas del Paseo de la Reforma. Mapa de Localización, Fotos y Placas alusivas” [2007], en http://www.mexicomaxico.org/Reforma/reformaEstatuas.htm. 36. EC, 2 de junio de 1965. 37. EC, 11 de agosto de 1965. 38. EC, 12 de mayo de 1965. 39. EC, 26 de enero de 1966. 40. EC, 9 de marzo de 1966. 41. EC, 23 de marzo de 1966. 42. DC, 3 de mayo de 1966. 43. DC, 16 de junio de 1966. 44. Cfr. Juan Oseguera Velázquez, Colima en Panorama. Monografía histórica, geográfica, politica y sociológica; Colima, Méx.: Imprenta Al Libro Mayor, 1967, p.341. 71 Historia de la Escultura Pública en el Estado de Colima Juan Carlos Reyes Garza 45. EC, 21 de julio de 1966. 46. Oseguera Velázquez, op cit. 47. José Cruz Hernández Vizcaíno, comunicación personal (noviembre 2007). 48. EC, 9 de julio de 1966. 49. Ricardo Guzmán Nava (coord.), “Enciclopedia de los Municipios” [2005], http://www.e-local.gob.mx/work/templates/enciclo/Colima/. 50. EC, 21 de julio de 1966. 51. DC, 30 de septiembre de 1966. 52. EC, 13 de septiembre de 1966. 53. Tomado de Ismael Aguayo Figueroa, Colima en la Historia de México. Tomo V. La Reforma; México: EDDISA, 1973, pp. 121-123. El autor indica que este texto es una cita pero no indica la fuente original. 54. Idem. 55. EC, 26 de mayo de 1965. 56. EC, 26 de marzo de 1966. 57. EC, 22 de marzo de 1967. 58. Por si alguien se propone la tarea, ésta es la lista de los cabildos que aportaron para la construcción del Obelisco a Juárez y recibieron la reliquia. En orden alfabético, por estado: Coahuila: Escobedo y Morelos; Colima: Villa de Álvarez; Durango: Gómez Palacio y Guanaceví; Guanajuato: León; Guerrero: Huitzuco y Zumpango del Río; Hidalgo: Almoloya y Tepeji del Río; Jalisco: Jilotlán, Puerto Vallarta, Tamazula de Gordiano, Tecalitlán, Tecolotlán y Unión San Antonio; México: Cuahutitlán y Nicolás Romero; Michoacán: Parácuaro y Tlazazalca; Morelos: Cuautla y Jonacatepec; Nayarit: La Yesca; Nuevo León: Allende, Cd. Anáhuac, Ciénaga de Flores, Doctor González, Los Ramones, Monterrey, Sabinas Hidalgo, Santiago y Villa del Carmen; Puebla: Atlixco, Chignautla, Huachinango, Huchuetlán el Chico, Hueytamalpo y Tlatlahuqui; Querétaro: Querétaro; San Luis Potosí: Ébano, Guadalcázar, Matehuala, Tamasopo y Venegas; Sinaloa: Concordia, Cosalá y Guasave; Sonora: Agua Prieta, Bacadehuachi, Cucurpe, Granados, Huatabampo, Huachinera, Moctezuma, Rosario y Suaqui Grande; Tabasco: Cárdenas, Comancalco y Frontera; Veracruz: Ixmatlahuacán, Jalapa, Las Choapas, San Andrés Tuxtla, Cd. de Veracruz, Villa Tezonapa y Villa Yecuala; Zacatecas: Apulco, Chalchihuites, Mazapil y Moyahua. EC, 22 de marzo de 1967. 59. José Cruz Hernández Vizcaíno, comunicación personal (julio 2008). 60. Velasco Murguía, Manuel, Colima y las Islas de Revillagigedo; Colima, Méx.: Universidad de Colima, 1982, pp. 67-68. 72 Historia de la Escultura Pública en el Estado de Colima Juan Carlos Reyes Garza 61. Ibid., p. 85. 62. EC, 20 de septiembre de 1967. 63. Información proporcionada por Mario Rendón Lozano en entrevista con el autor, 2007. Cfr. Víctor Santoyo Araiza, Historia de Manzanillo; México: s.p.i., s.f., p. 209. 64. EC, 5 de mayo de 1968. 65. Rafael Zamarripa, comunicación personal (agosto 2008). 66. Información proporcionada por Gabriel Ponzanelli, vía correo electrónico del 17 de diciembre de 2007. 67. En Colima se llama balsas a los frutos redondos y grandes de la planta Lagenaria sp., misma que produce los bules, y que se utilizan como recipientes para expender la tuba. 68. Ibargüengoitia, Jorge, Viajes en la América ignota; México: Joaquín Mortiz (colección Contrapuntos), 1972, p. 14.0 73