Ara macao - Aviario IndaloCan

Transcripción

Ara macao - Aviario IndaloCan
Ara macao
Estado de conservación
Distribución
Preocupación menor (UICN 3.1)
Clasificación científica
Dominio:
Reino:
Filo:
Subfilo:
Clase:
Orden:
Familia:
Género:
Especie:
Eucariota
Animal
Cordados
Vertebrada
Aves
Psitaciformes
Psitácidas
Ara
A. macao
Nombre binomial
Ara macao
Linnaeus 1758
Distribución Guacamaya Roja
Subespecies


A. m. cyanoptera
A. m. macao
Sinonimia

Psittacus macao Linnaeus 1758
La guacamaya roja, guacamaya bandera, lapa colorada o lapa roja (Ara
macao) es una especie de ave perteneciente a la familia de las psitácidas.
Además, es una de las ocho especies sobrevivientes del género Ara, del cual es
una de las de mayor tamaño, llegando a alcanzar 90 cm de longitud y 1 kg de
peso. Se distingue también por su colorido plumaje, que es principalmente rojo
escarlata, complementado con algunas plumas azules y amarillas en las alas y la
cola. Habita a lo largo de un amplio rango de distribución que abarca desde el
sureste de México hasta la selva amazónica en Brasil, en bosques húmedos
tropicales cercanos a grandes corrientes de agua, a alturas que van desde el nivel
del mar hasta los 1000 m. sobre el nivel del mar. Se reconocen dos subespecies,
A. m. macao y A. m. cyanoptera.
Es una guacamaya de hábitos diurnos y muy social, que puede llegar a formar
bandadas de varias decenas de miembros, los cuales se reúnen para buscar
alimento, acicalarse, protegerse mutuamente y dormir juntos. Los miembros
dominantes del grupo suelen ser los machos adultos en edad de reproducción. Se
comunican principalmente a través de la vocalización, con chillidos fuertes y
agudos. Es una especie endogámica que empieza a reproducirse a los cuatro
años de edad, poniendo entre uno y cuatro huevos cada temporada de
reproducción, la cual abarca de noviembre a mayo. Su dieta se compone
predominantemente de semillas, aunque también consume frutas, néctar,
insectos o las flores, las hojas y el tallo de ciertas plantas. Además, la
complementan con minerales que contrarrestan algunas toxinas presentes en sus
alimentos, que para ellos son difíciles de digerir y para los humanos llegan a ser
tóxicas.
A pesar de que en algunas regiones concretas su supervivencia está amenazada,
considerando su gran rango de distribución, la Lista Roja de la UICN (Unión
Internacional para la Conservación de la Naturaleza) la clasifica según su estado
de conservación como especie bajo preocupación menor. Por otro lado, la
especie está listada en el Apéndice I del Convenio sobre el Comercio
Internacional de Especies Amenazadas de Fauna y Flora Silvestre (CITES).
Muchos países también cuentan con leyes y organizaciones propias que protegen
esta especie, y que buscan revertir su desaparición en muchas regiones de su
área de distribución original a causa del ser humano, a través de reintroducciones con ejemplares criados en cautiverio.
Su relación con el ser humano es tan añeja como el surgimiento de las primeras
civilizaciones precolombinas. Las civilizaciones maya y azteca la vinculaban
fuertemente con la religión, al relacionarla con las deidades del fuego y el sol.
Esto lo plasmaron en numerosos elementos artísticos como estelas, piezas de
cerámica y murales, además de que sus plumas eran muy apreciadas para
elaborar adornos y producir obras de arte plumario. En épocas más recientes, el
interés en esta ave ha crecido para tenerla en cautiverio, llegando a ser una de las
aves más comunes en el mundo para este propósito. Se le aprecia como mascota
o para su exhibición en zoológicos y parques de entretenimiento. Esta
popularidad ha surgido por su atractivo plumaje y por su capacidad para
aprender trucos e imitar palabras, dado que es un ave muy inteligente. Como
símbolo cultural, fue elegida por la República de Honduras como su ave
nacional, y también como la mascota de la Copa América 2007.
Taxonomía
Esta ave se clasifica dentro del orden de las psitaciformes, el de los llamados
«loros», que se caracterizan por tener picos fuertes que están adaptados para
alimentarse de semillas duras, además de patas zigodáctilas diseñadas para
trepar árboles y sujetarse mejor a ellos, así como plumaje colorido y lenguas
carnosas. Dentro de dicho orden, pertenece a la familia de las psitácidas o «loros
verdaderos», cuyos miembros se distinguen por sus picos curvados y su gran
capacidad craneal, lo que les dota de una inteligencia superior a la de otras aves.
La familia a su vez se subdivide en ocho tribus, de las cuales la de la guacamaya
roja es la Arini, que incluye a las especies del Nuevo Mundo.5
Fue descrita originalmente por Carlos Linneo en 1758 con el nombre científico
de Psittacus macao, aunque posteriormente cambiaría a Ara macao. Este
nombre proviene de las lenguas tupíes de Brasil, donde el vocablo Ara significa
‘fuerte’ y macao significa precisamente ‘guacamaya’. Vulgarmente se le conoce
como guacamaya roja, aunque también con muchos otros nombres, dependiendo
del idioma y la región. Por ejemplo, en la lengua maya recibe los nombres de
oop, x-op, ah-k'ota y moo (este último particularmente en quekchí), en quiché
caquix y en tzeltal xcchc pan o xoua can mut. En náhuatl se le llama alo.
Algunos nombres comunes en español con los que se le denomina en América
Latina, y particularmente en Sudamérica, son paraba siete colores, arará,
guacamaya bandera, guacamaya escarlata y guacamayo rojo y amarillo. En
Centroamérica se le llama lapa roja o guara roja. Mientras tanto, en ñe'engatú, la
llamada «lengua general de la Amazonia», se le conoce como arara.
La guacamaya roja se divide en dos subespecies:


Ara macao macao, cuya distribución abarca desde Costa Rica hasta
Brasil. Se caracteriza por tener una banda verde en la parte media de las
alas, entre la parte amarilla y la azul, que no está presente en la otra
subespecie. Además, en promedio es de menor longitud.
Ara macao cyanoptera, que habita en la zona de Mesoamérica entre
México y Honduras; fue descrita por Wiedenfeld en 1995, momento en el
que se delimitó la existencia de las dos subespecies. A diferencia de la
otra subespecie, no cuenta con la banda verde de plumas en la parte media
de sus alas.
La subespecie A. m. macao se distingue de su contraparte A. m. cyanoptera por
tener plumas con puntas verdes en la parte media de las alas.
Historia evolutiva
Los primeros organismos de la familia Psittacidae aparecieron en el Eoceno
tardío, entre 40 y 36 millones de años atrás, y comenzaron a diversificarse y
esparcirse a lo largo del globo terrestre hace aproximadamente 20 millones de
años. En realidad se han hallado pocos fósiles de psitaciformes tanto en el
continente americano como en las islas del mar Caribe, y los fósiles de
guacamayas son particularmente escasos. Basándose en esta evidencia, se
presume que el grupo de los loros es un taxón muy antiguo, aunque la falta de
fósiles hace que sea muy difícil estudiar su filogenia.
A través de análisis del material genético de varios especímenes, se ha podido
determinar que la expansión demográfica de esta especie sucedió en el
Pleistoceno, entre 52.000 y 36.000 años atrás. De la misma forma se encontró
que, debido a la gran fragmentación que ha sufrido su hábitat en México y
Centroamérica y por quedar por lo tanto aisladas, las poblaciones de la
subespecie A. m. cyanoptera han desarrollado, debido a la endogamia,
variaciones genéticas notorias. Sin embargo, estas variaciones son relativamente
recientes, ya que también lo es la fragmentación del hábitat causada por el ser
humano, por lo que la variabilidad genética de la subespecie no ha sufrido
cambios irreversibles.
Híbridos
La guacamaya roja es capaz de producir descendientes con especies distintas a la
suya. Es lo que se conoce como híbridos. Aquellos que produce con otras
especies del género Ara son fértiles, por lo que también pueden reproducirse y
generar nuevos híbridos. De igual forma pueden cruzarse con miembros del
género Anodorhynchus, pero en este caso la descendencia es infértil. Algunos de
los cruces posibles de la guacamaya roja se muestran a continuación.
Híbridos de Ara macao
Especie cruzada
Nombre del híbrido
Ara ararauna
Catalina
Ara chloroptera
Ruby
Ara militaris
Shamrock
Ara ambiguus
Verde
Ara severa
Guacamayo de Voren
Catalina
Camelot
Camelot
Capri
Morfología
Es un ave grande, cuyo peso ronda los 1000 g y su longitud total los 90 cm. Esto
la coloca como la tercera de mayor tamaño entre las dieciséis especies de su
género. Gran parte de su longitud se la debe a su cola, que llega a medir 53 cm
en promedio, es decir, más que el cuerpo. Las alas, por su parte, alcanzan una
longitud promedio de 41 cm. Tiene un esqueleto fuerte pero ligero, ideal para el
vuelo, pues la mayoría de sus huesos son huecos y flexibles. Su espacio craneal
es reducido y los huesos que lo componen son frágiles. Su esternón es muy
delgado y ligero, con una quilla profunda que aporta rigidez y amplio soporte
para los músculos del vuelo. Además de esto, cuenta con unos sacos aéreos que
se extienden por casi todo el cuerpo y le permiten aprovechar mejor el aire que
respira, ayudándole a regular su temperatura a falta de glándulas sudoríparas.
Sus alas son gruesas y chatas en los bordes delanteros, mientras que en los
posteriores se vuelven más afiladas. Van de planas a ligeramente cóncavas en la
parte inferior. Al aletear las mueve en un semicírculo hacia el frente,
entreabriendo las remeras primarias para que el aire se deslice entre ellas y
poder volar con facilidad. Su plumaje es vistoso y colorido, predominantemente
rojo escarlata en la cabeza, cuello, espalda, garganta, vientre, costados y muslos,
así como en las partes superiores de las alas y la cola. Estas plumas se ven de un
tono rojo más brillante, casi anaranjado, si se exponen directamente a la luz del
sol. Las plumas coberteras mayores y medias de las alas son amarillas, aunque
las puntas de estas plumas son verdes en la subespecie A. m. macao y azules en
A. m. cyanoptera. Las remeras, así como las coberteras inferiores del obispillo,
las del dorso y las de la parte tanto superior como inferior de la cola son azules.
Las partes internas de la cola y de las alas son de color rojo anaranjado, más
claro que el plumaje escarlata predominante.
Su pico es ganchudo, suficientemente fuerte como para cortar objetos, excavar,
ayudarse a trepar y defenderse, pero ligero de forma que no afecte su vuelo. Se
compone de dos partes, de las cuales la superior es la más grande y es de color
hueso, a veces un poco rosado, además de que tiene unas pequeñas marcas
negras a cada lado en la región donde se une con la cabeza. También es de color
negro en la punta y en la base, formando una figura triangular de este color. En
su parte superior se encuentran sus orificios nasales, casi imperceptibles a
simple vista. La parte inferior del pico, en cambio, es totalmente de color negro,
al igual que su carnosa lengua. Los ojos se encuentran posicionados de forma
lateral en la cabeza, y aunque la parte expuesta de la córnea es redonda y
aparentemente pequeña, el globo ocular es realidad bastante grande, incluso más
que el cerebro. Su iris es de color café claro en los ejemplares jóvenes pero se
vuelve amarillo al alcanzar la adultez. Alrededor de los ojos tienen una zona de
piel entre blancuzca y rosada que aparentemente está desnuda, aunque en
realidad está parcialmente cubierta por pequeñas plumas rojizas casi
imperceptibles que forman delgadas líneas sinuosas. Sus piernas son cortas pero
fuertes, pues cuenta con poderosos músculos flexores y tendones, lo que le
permite ser de percha erguida. Sus patas zigodáctilas tienen cuatro dedos, dos
hacia adelante y dos hacia atrás, y son de color gris oscuro.
Vista de la cabeza, donde se aprecian los detalles del pico y la piel casi desnuda alrededor del ojo
Morfológicamente, es muy similar a la guacamaya aliverde (Ara chloropterus),
sin embargo, se diferencian en que la guacamaya roja tiene manchas amarillas
en sus alas mientras que en la aliverde, como su nombre lo indica, las manchas
son completamente verdes. Igualmente, en la guacamaya aliverde las líneas rojas
delgadas sobre la parte blanca desplumada de su cabeza son mucho más
notorias, mientras que la guacamaya roja carece de estas líneas o son casi
imperceptibles. Finalmente, en la guacamaya aliverde el tinte del color rojo de
su plumaje es de tono más oscuro, y en cambio en la guacamaya roja el rojo es
de tono vivo, más claro, destacando en especial en la nuca y corona, donde
tiende al naranja.
Es una especie que presenta un muy ligero dimorfismo sexual, pues las hembras
son más pequeñas y su pico es más encorvado, grueso y corto, además de que la
cola del macho es ligeramente más larga. Aún así, es difícil determinar su sexo a
simple vista; la única manera fiable de conocerlo es a través de una prueba de
ADN recolectado de su sangre o sus plumas, o técnicas más invasivas como la
laparoscopia y la exploración cloacal.
Hábitat
Habitan en selvas medianas subcaducifolias, selvas altas subperennifolias, selvas
tropicales de tierras bajas, bosques abiertos, llanuras húmedas y sabanas tanto en
las zonas montañosas como en aquellas cercanas a las costas de los océanos
Pacífico y Atlántico. Igualmente habitan en porciones remotas de bosque
húmedo y bosque en galería, buscando preferentemente los climas tórridos,
calientes y húmedos con temporada corta de secas, y desplazándose según las
estaciones debido a la disponibilidad de alimentos. Generalmente se mantiene
entre el nivel del mar y los 500, aunque extraordinariamente pueden llegar hasta
los 1000. En todo caso frecuenta el dosel arbóreo, que es la parte más alta de la
selva y por lo tanto la más iluminada. Ahí acostumbra perchar, alimentarse y
establecer dormideros comunales, además de que permanecer en las copas de los
árboles más altos le facilita realizar los grandes vuelos que le caracterizan. Estas
actividades suelen realizarlas en grupos, pues viven normalmente en parejas o
conjuntos familiares de 3 a 4 ejemplares, aunque pueden llegar a formar
colonias de entre 25 y 50 individuos. Se mantienen por lo general cerca de los
grandes ríos tropicales, en áreas con precipitaciones anuales de unos 3000 mm
en el hemisferio sur y 1500 mm en el norte, ya que requieren de extensas zonas
que permanezcan verdes todo el año para cubrir sus necesidades alimenticias.
Área de distribución
Esta especie se distribuye desde el sureste de México hasta el norte del estado de
Mato Grosso en Brasil, pasando por América Central y la región del Amazonas.
A pesar de su amplio rango de distribución, las áreas donde habitan están
bastante truncadas y muchas de las poblaciones se encuentran aisladas.
México y Centroamérica
Históricamente, su distribución en México abarcaba los estados de Tamaulipas,
Veracruz, Oaxaca, Campeche, Tabasco y Chiapas, pero a partir del siglo XIX su
rango se ha ido disminuyendo hasta restringirse a dos poblaciones aisladas, una
en la selva Lacandona en Chiapas y la otra en la selva de los Chimalapas en
Oaxaca. Esta reducción se debió principalmente a la destrucción de su hábitat y
al comercio ilegal de la especie.
Su distribución en Centroamérica está más bien fragmentada. Dentro de
Guatemala habitaba anteriormente a ambos lados de la Sierra Madre, pero ahora
se restringe principalmente al departamento del Petén, cerca del río Usumacinta,
y el Parque nacional Laguna del Tigre, la sierra del Lacandón, el corredor
biológico Paso de la Danta y la parte occidental de la Reserva de la biosfera
maya. Por otro lado, en Belice habita al suroeste del país en los montes Maya
centrales, en los ríos Macal y Raspaculo, el parque nacional Chiquibul y la
reserva forestal Mountain Pine Ridge. En cuanto a Honduras, se piensa que pudo
llegar a abarcar hasta un 60% del territorio hasta finales del siglo XIX, pero a
partir de la segunda mitad del siglo XX se confirmó que su distribución se
restringía principalmente a la región del Caribe, en el departamento de Colón y
la Mosquitia hondureña. En esta zona destacan, por ejemplo, la Reserva de la
biosfera de Río Plátano, la Reserva de la biosfera Tawahka y el Parque nacional
Patuca. En Nicaragua se extendía originalmente tanto en la región del Atlántico
como la del Pacífico, así como la Central y cerca de los lagos Nicaragua y
Xolotlán, pero su población empezó a declinar en el siglo XX y ahora se reduce
principalmente a lugares como la Reserva de Bosawás, la península de Chiltepe
y las cuencas de algunos ríos como el Indio y el Maíz (la Reserva biológica
Indio Maíz), además del San Juan. Dicho ríos son parte fundamental del
corredor biológico El Castillo-San Juan-La Selva, que es binacional entre
Nicaragua y Costa Rica, y que es trascendental para la conservación de ésta y
otras especies amenazadas. Por su parte, en Costa Rica la guacamaya roja era
común tanto en la región del Pacífico como en la del Caribe hasta el siglo
pasado, pero ahora casi no existe del lado del Caribe y sus principales
poblaciones persisten en los parques nacionales Corcovado y Carara, así como
en el Área de conservación Guanacaste. También cuenta con poblaciones
aisladas en el Parque nacional Palo Verde y el Parque internacional La Amistad.
En Panamá también enfrenta graves problemas por la desaparición de su hábitat
y el tráfico ilegal, pero la población más grande de esta especie sobrevive en el
Parque nacional Coiba. También se le encuentra en la península de Azuero. En
El Salvador, sin embargo, la especie se encuentra extinta en estado salvaje desde
aproximadamente las décadas de 1970 y 1980.
Sudamérica y el Caribe
En Bolivia habita en los departamentos de Beni, Cochabamba, La Paz, Pando y
Santa Cruz En Colombia, por su parte, vive en los valles bajos de los ríos Cauca
y Magdalena, y las regiones de la Orinoquía y la Amazonia, por ejemplo, en la
sierra de Chiribiquete. En Venezuela se distribuye en los estados de Bolívar y
Monagas, en la reserva forestal del río Caura. En Brasil, a pesar de no haber
información sobre su población estimada o rango de distribución preciso, se
sabe que habita en grandes números a lo largo de la Amazonia. Por otro lado, en
Surinam se le puede encontrar en los bosques cercanos a los ríos Cottica,
Morico, Wayambo, Kuruni, Kabalebo y Maroni en el occidente del país y el
Tafelberg en el centro. En Ecuador está presente en la región amazónica, cerca
de la laguna de Yuturi y el río Napo. En Perú también habita en la región
amazónica, al este de los Andes, en las cuencas de los ríos Tambopata y Manu.
Finalmente, en Trinidad y Tobago se ha visto a la especie en el pantano de
Nariva, Waller Field y Granville. También está presente en Guyana y la
Guayana Francesa, y fue introducida en Puerto Rico.
Población
Según las estimaciones, para el año 2008 la población total de guacamayas rojas
en el continente americano era menor a los 50.000 ejemplares. Sin embargo, la
vasta mayoría de ellas habitan en Sudamérica, ya que se calcula que a mediados
de la década de 1990 el número máximo de estas aves que habitaba en estado
salvaje en toda la región de México y Centroamérica estaba entre 4000 y 5000
aves, habiendo disminuido a un estimado de 400 para el año 2012. La zona
donde es más habitual es en
la cuenca del Amazonas y
en las Guayanas, pero se
piensa que la población más
grande
conocida
de
guacamayas rojas en estado
natural es la que frecuenta
un
grupo
de
cinco
lamederos de arcilla de
Perú. Los lamederos son
numerosos a lo largo de la
cuenca del Amazonas y son
un buen lugar para observar a ésta y otras especies de aves selváticas. Además,
la mayor cantidad de especímenes en cautiverio en todo México y
Centroamérica es la que habita en el parque Xcaret en Quintana Roo, México,
con alrededor de 950 ejemplares.
Comportamiento
Es de hábitos diurnos, pues busca su alimento principalmente durante las
mañanas. También es muy social, ya que acostumbra formar pequeños grupos
familiares de tres a cuatro miembros (los padres y uno o dos de sus
descendientes) o incluso parvadas de entre veinte y treinta ejemplares, en este
caso especialmente a la hora de alimentarse. En época de reproducción, sin
embargo, suelen mantenerse en parejas. Después de aprovechar la mañana para
alimentarse, al mediodía regresan a la sombra de los árboles para dormitar y
acicalarse. En la tarde se trasladan con su grupo o su pareja a los lugares donde
duermen para continuar acicalándose y buscar los mejores lugares de descanso.
Existen ciertos rangos jerárquicos dentro del grupo, pues las guacamayas
dominantes presentan comportamientos como amenazar con dar picotazos,
sacudir sus alas y aproximarse de forma agresiva a los demás miembros de la
bandada, mientras que las guacamayas sumisas suelen agacharse, se les abultan
las plumas, levantan una pata o evitan completamente el contacto con los
miembros dominantes. Los
individuos de mayor rango
son los machos adultos en
edad
plena
para
reproducirse, seguidos por
las hembras que están
emparejadas con ellos.
Cabe destacar que estas
hembras
solo
son
dominantes cuando están
acompañadas del macho,
en otro caso son mucho
menos dominantes. Las
hembras que no han
alcanzado la madurez sexual forman sus propios grupos para desplazarse,
socializar y alimentarse juntas, aunque sus lazos no son tan estrechos como los
de los otros grupos y es menos probable que se defiendan entre ellas ante las
amenazas. Por otro lado, los machos jóvenes de cuatro o cinco años que acaban
de alcanzar la madurez sexual forman vínculos cercanos con otros machos
similares a ellos, volviéndose agresivos y competitivos, tratando de medir su
fuerza y probar su superioridad.
Se comunica con fuertes chillidos y graznidos, donde la vocalización depende de
la intención del mensaje, ya sea localizar a algún miembro del grupo, alertar de
la aparición de un enemigo, avisar que se encontró comida o para dar
direcciones durante el vuelo. También tiene formas de comunicarse visualmente,
por ejemplo, cuando se enervan las plumas de la cresta, lo que muestra
excitación o agresión. Si las plumas se mantienen completamente pegadas a la
cabeza puede significar que la guacamaya está asustada o estresada. Por otro
lado, dar pisotones y extender las alas son técnicas utilizadas para intimidar a los
depredadores al intentar aparentar que es más grande, aunque también se pueden
usar como técnicas de cortejo.
Ciclo de vida
-Emparejamiento y selección del nido
Se emparejan de por vida después de los cuatro años de edad. Las parejas que
forman son muy estables, incluso puede observarse dentro de una bandada en
vuelo que las aves emparejadas vuelan una al lado de la otra. Durante el cortejo,
el macho realiza reverencias, ondula sus patas, proyecta las alas al suelo, se le
dilatan las pupilas y se le enervan las plumas de la cresta. Durante esta danza, el
macho separa las patas y camina lentamente de lado a lado, meneando la cabeza
de arriba a abajo y extendiendo su ala izquierda. Para concluir, se detiene y
mueve su cola también hacia su izquierda mientras sus plumas se recuestan
lentamente contra su cuerpo. Que el plumaje del macho sea colorido y brillante
también ayuda a impresionar a la hembra. Para aparearse, mueven sus largas
colas de forma que no les estorben y unen sus cloacas hasta que el macho
eyacula. Después de la conquista, demuestran su emparejamiento frotando sus
picos, acicalándose mutuamente y compartiendo el alimento.
La pareja utiliza un hueco formado naturalmente o excavado por otro animal para establecer su nido
Los padres no excavan el hueco para el nido ellos mismos, sino que aprovechan
las cavidades hechas por otras aves, como pájaros carpinteros (familia Picidae),
u otros huecos formados naturalmente en árboles de madera suave como la ceiba
(Ceiba pentandra), el guapuruvú (Schizolobium Parahybum) o Dipteryx
panamensis, éste último particularmente en Centroamérica. El hueco suele estar
a una altura del suelo que puede ir desde los 7 hasta los 25 m, aunque
generalmente prefieren aquellos que están a mayor altura. Por otro lado, para las
guacamayas no parece tener mucha importancia a la hora de seleccionar el
hueco la orientación espacial del mismo y los factores relacionados con ello
como la temperatura y la humedad relativa. La principal modificación que le
pueden llegar a hacer al hueco es ampliar su diámetro interno. No suele haber
nidos de otras parejas en un radio de al menos 3 km, reduciendo así las
relaciones competitivas entre ellas. De todas formas, debe competir por estas
cavidades con otras especies que también las aprecian como iguanas, tucanes,
loros, abejas y avispas, por lo que la pareja de guacamayas debe defender su
nido constantemente.
-Reproducción y etapas de crecimiento
El período de reproducción abarca de noviembre a mayo. La hembra pone entre
uno y cuatro huevos, que son blancos, esféricos y algo brillantes, de
aproximadamente 47x33 mm de longitud, mismos que empolla por 25 días en
promedio. A pesar de que puede poner varios huevos, rara vez eclosionan más
de dos. Además, como son puestos con
varios días de separación, el que nace
primero aventaja considerablemente a
los demás en tamaño, lo que suele
llevar a los menores a morir de hambre.
Al nacer, las crías tienen los ojos
cerrados y están desplumadas, su pico
es claro y sus uñas son débiles, pesan
alrededor de 25 g y la longitud de sus
alas es de aproximadamente 18 mm.
A grandes rasgos, esta especie pasa por
cinco etapas de crecimiento. La primera
cubre las 10 semanas posteriores al
nacimiento. Ambos padres se encargan
de cuidar de ellos, alimentándolos entre
cuatro y seis veces diarias con
vegetales regurgitados y parcialmente
digeridos. Se encargan de críar a los polluelos durante aproximadamente 105
días, tiempo durante el cual visitan el nido entre cuatro y siete veces por día,
aunque los polluelos pasan alrededor del 80% del tiempo por su cuenta. Su
desarrollo durante este tiempo es acelerado, principalmente porque se produce la
osificación y crecimiento de los huesos. Durante las primeras 6 semanas ocurre
este proceso en las patas y piernas, lo que permite que pueda erguirse y sujetar
objetos con las garras. Posteriormente ocurre el proceso en el cráneo y el pico, y
finalmente en las alas. En total tardan unos 40 ó 50 días en alcanzar su tamaño
máximo, y empiezan a moverse fuera del nido hasta los 65 ó 75 días de edad.
Cuando ya están fuera del nido, los jóvenes aprenden de los padres todo lo
indispensable, incluyendo cómo alimentarse, pues no todos los árboles dan fruto
en la misma época y deben reconocer las rutas sobre las cuales pueden realizar
sus recorridos para encontrar alimento. Otro aspecto importante es la
socialización, dado que es una especie que acostumbra reunirse en grandes
grupos de varias decenas de individuos para jugar, acicalarse, luchar o dormir
juntos. Sus primeras interacciones sociales se dan aproximadamente al mes y
medio de vida con sus hermanos, si es que los tienen. A los dos meses ya
socializan de forma más compleja, persiguiéndose por los árboles y luchando
con sus patas, picos y alas.
Posteriormente, entre las 10 y las 16 semanas de edad, ocurre la segunda etapa
de crecimiento, cuando el individuo es capaz de realizar sus primeros vuelos.
Generalmente se mantienen dentro de un radio de 1 km del nido, aumentando
poco a poco las distancias recorridas. Aquí la maduración principal es la que
experimentan las plumas, pues ya todas han salido pero no han alcanzado su
tamaño máximo. La tercera etapa de crecimiento se empalma con la segunda, e
implica el destete, es decir, comienza a independizarse de sus padres. Durante
este tiempo, los juveniles tratan de perfeccionar la técnica de vuelo y la
búsqueda del alimento. Antes de alimentarse por su cuenta, practican la
manipulación de objetos con pequeñas ramas y hojas, desarrollando la
coordinación necesaria para manejar por sí mismos la comida. Entre los 6 y los
12 meses de edad se produce la cuarta etapa, cuando terminan su desarrollo
óseo. El final de esta etapa la marca la separación de los padres y la
independencia plena. Sin embargo, todavía existe una quinta y última etapa de
crecimiento, que abarca del año de edad hasta los tres años, durante la cual el
individuo no ha alcanzado la madurez sexual y por lo tanto no puede
reproducirse. Una vez que alcanza dicha madurez, se puede considerar que la
guacamaya ha llegado a la etapa adulta.
Censos muestran que cada año, menos del 20% de la población se reproduce.
Además, el porcentaje de éxito de anidación de la especie es ligeramente menor
al 50%. La guacamaya roja roja llega a vivir en promedio entre 30 y 50 años,
aunque en estado salvaje suele ser más bien de unos quince debido a las
dificultades que supone sobrevivir en dicho entorno. En cautiverio, en cambio,
puede pasar de 75 años, incluso llegar a 100.
Hábitos alimenticios
La guacamaya roja puede adaptarse a una amplia variedad de alimentos para su
dieta, aunque es predominantemente granívora. De hecho, las semillas
representan tres cuartas partes de su dieta, a comparación de, por ejemplo, las
frutas, que solamente representan el
6%. Además de semillas y frutas, se
alimenta de nueces, néctar, insectos
—incluyendo larvas—, flores o
incluso otras partes de la planta
como las hojas y el tallo. Como su
pico es muy fuerte, puede abrir y
alimentarse de semillas que otros
animales no pueden. Entre los
árboles que frecuenta, aprovecha los
frutos de los géneros Bursera,
Dipteryx, Eschweilera, Ficus, Hura,
Inga,
Micropholis,
Spondias,
Sterculia, Terminalia, las semillas de
Caryocar,
Cedrela,
Dialium,
Euterpe, Hevea, Jacaranda y
Sapium, las flores y el néctar de
Erythrina y Virola, así como las
semillas y nueces de ciertas palmas.
En la temporada seca tienen
predilección por los futos de la ceiba (Ceiba pentandra) y el mijao (Anacardium
excelsum), mientras que en la temporada húmeda destaca el ojoche (Brosimum
alicastrum).
Debido a sus necesidades alimenticias, realiza constantes desplazamientos entre
los territorios cercanos en busca de comida, comenzando su búsqueda desde el
amanecer. Puede desplazarse 15 km o más entre las zonas donde habitan y
aquellas de forrajeo cada día, o durante las migraciones estacionales puede
viajar más de 100 km dependiendo de la variación de los recursos alimenticios.
Durante estos vuelos pueden desplazarse a velocidades de más de 50 km/h. Son
bastante ruidosas cuando están en el aire, y silenciosas a la hora de alimentarse.
Los juveniles comienzan alimentándose de árboles cuyos frutos sean fáciles de
encontrar y alcanzar, como el jobo (Spondias mombin). A medida que van
adquiriendo experiencia pueden llegar a alimentarse incluso de árboles cuyos
frutos solo pueden alcanzar a medio vuelo.
Un alimento en particular que consumen son las semillas de ceiba amarilla
(Hura crepitans), que son notables por ser tóxicas para los seres humanos.
Consumir fruta inmadura implica un problema similar, ya que contiene químicos
duros como los taninos que son
difíciles
de
digerir.
Para
contrarrestar
estos
efectos
negativos, es común que las
guacamayas rojas, al igual que
varias
especies
más
de
guacamayas y loros, acudan a
lugares
conocidos
como
lamederos, que no son más que
barrancas en las cuencas de los
ríos donde pueden consumir
arcilla o barro que neutralizan las
toxinas de su comida. Acuden a
estos lugares después de haberse
alimentado, es decir, entre las 9 y
las 13 horas, seleccionando
cuidadosamente la sección que
van a lamer. A diferencia de su
comportamiento a la hora de
alimentarse, las guacamayas son
muy ruidosas durante sus visitas
a los lamederos, socializando de
distintas
formas,
ya
sea
lanzándose llamadas o acicalándose las plumas.
Al igual que las demás guacamayas, esta especie es zurda para alimentarse, es
decir, utiliza la pata izquierda para manipular la comida mientras se sujeta con la
derecha.
Enfermedades [editar]
Es vulnerable ante diversas enfermedades. Por ejemplo, entre las bacterianas
están la salmonelosis, causada por Salmonella typhymurium, la micoplasmosis,
principalmente asociada con Streptococci,Staphylococci y Escherichia coli, y la
tubercolosis, evidente en especial por la aparición de lesiones en la cara y
diarrea y causada por Mycobacterium avium. En cuanto a enfermedades virales
se pueden mencionar la ornitosis, que es la más importante entre las psitácidas y
es causada por organismos de Chlamydia. Afecta principalmente a ejemplares
jóvenes y que han estado sometidos a estrés, y se puede transmitir a humanos a
través de heces secas, plumas caídas o incluso una mordedura. Sus efectos son
diarrea, conjuntivitis con descargas nasales, fatiga y anorexia. Si la pérdida de
peso y la fatiga se vuelven extremas, pueden causar la muerte. Otra es la
enfermedad de Newcastle, misma que puede contraerse de o contagiarse a aves
de corral, y generalmente implica malestar general, diarrea y problemas
respiratorios. También se presenta la enfermedad de Pacheco y la enfermedad de
Marek.
Asimismo, existe la posibilidad de contraer enfermedades parasitarias, que
pueden ser micóticas, como la aspergilosis pulmonar causada por Aspergillus
fumigatus; por protozoarios, como la tricomoniasis del buche, la coccidiosis
intestinal y la giardiasis; por helmintos, principalmente nematodos como
Capillaria y Ascaridida; o por
artrópodos,
en
particular
Knemidocoptes pilae, causante
de la cara y pata escamosa. En lo
referente
a
trastornos
alimenticios y metabólicos, éstos
se
pueden
presentar
generalmente cuando las semillas
son deficientes en minerales,
aminoácidos
o
vitaminas.
También es común la deficiencia
de yodo en los ejemplares
jóvenes.
Otras enfermedades que pueden
presentarse son la arteriosclerosis
—particularmente
en
aves
adultas—, gota periarticular o
necrosis esofágica. El hábito del
picaje, esto es, arrancarse
excesivamente
las
plumas,
dejando incluso grandes áreas de
piel al descubierto, se puede presentar como síntoma de un mal psicológico, ya
sea aburrimiento, relaciones sociales deficientes o falta de actividad, y en el peor
de los casos pueden conducir a que se produzca heridas en la piel. La mejor
forma de solucionar esto es a través del contacto social, ya sea del cuidador o de
los compañeros de su misma especie.
Relación con otras especies
Dentro de su ecosistema, compite por el alimento con otras especies de aves que
tienen dietas similares, como el guacamayo aliverde (Ara chloropterus) y el
guacamayo azul y amarillo (Ara ararauna). De hecho, con frecuencia intentan
alimentarse en silencio, probablemente con el fin de evitar revelar el lugar del
alimento a sus competidores. Evidentemente, al alimentarse de especies
vegetales afecta también al crecimiento de la población de dichas especies,
ayudando a esparcir sus semillas. Por otro lado, hay especies con las que
compiten por los huecos de sus nidos, por ejemplo, las abejas africanizadas para
establecer sus colmenas, u otras aves que buscan anidar como la guacamaya
jacinta (Anodorhynchus hyacinthinus), la guacamaya verde (Ara militaris), el
halcón montés collarejo (Micrastur semitorquatus, el pato mandarín Cairina
moschata), el suirirí piquirrojo (Dendrocygna autumnalis), el halcón
murcielaguero (Falco rufigularis) y el zopilote (Coragyps atratus).
Sus depredadores son principalmente las aves rapaces, y en menor medida
serpientes, jaguares, monos y otros mamíferos grandes, aunque sus huevos son
vulnerables también a reptiles y mamíferos pequeños y medianos. Es indicadora
del nivel de pertubación de su hábitat.
Estado de conservación
Dado que tiene un rango de distribución extraordinariamente amplio —el mayor
entre todas las aves del género Ara—,y que su población, a pesar de estar
aparentemente reduciéndose, no lo hace lo suficientemente rápido como para
considerarla en estado vulnerable, la Lista Roja de especies amenazadas de la
UICN la considera una especie de preocupación menor. Sin embargo, dicho
organismo llamó la atención en su "Plan de Acciones de Conservación y
Muestreo de Psitácidos" con respecto al estatus de la subespecie A. m.
cyanoptera, ya que su población sí había declinado rápidamente en un lapso de
veinte años. La especie también aparece desde el 1 de agosto de 1985 en el
Apéndice I del Convenio sobre el Comercio Internacional de Especies
Amenazadas de Fauna y Flora Silvestre (CITES), que prohíbe el comercio de
esta especie dentro de los países signatarios. Originalmente entró en el Apéndice
III de dicha organización en 1976, ascendió al Apéndice II en 1981 y finalmente
llegó al Apéndice I en la fecha antes dicha.
Igualmente está protegida por diversas leyes y decretos nacionales; por ejemplo,
en Costa Rica, donde pasó de ocupar alrededor del 80% del territorio nacional a
tan sólo el 20% para el año de 1993. Por su condición particularmente precaria
dentro del territorio de México, en dicho país se le considera desde 2000 una
especie prioritaria en cuanto a su conservación. En Panamá, asimismo, se
considera que es una de las dos especies de aves más amenazadas del país junto
con la cotinga. Por su parte, en Perú está listada como Especie Vulnerable (VU)
de acuerdo al Decreto Supremo Nº 034-2004-AG desde septiembre de 2004. En
Guatemala se promulgó en 1989 el decreto No. 4-89 de la Ley de Áreas
Protegidas, mismo con el que se creó el Sistema Guatemalteco de Áreas
Protegidas, que vela por la protección de las especies amenazadas dentro de su
territorio, entre las que se incluye la guacamaya roja. En Belice es resguardada
desde 1992 por la Environmental Protection Act, que prohíbe su comercio o
posesión. Dentro de Brasil tiene una protección similar, ya que no se permite su
comercio local o de exportación ni su posesión, a menos que se trate de
criaderos o zoológicos autorizados. En Colombia su criterio es «indeterminado»
en el Listado de Especies Colombianas en Vías de Extinción, por lo que no se
considera en peligro de extinción dentro de ese país, aunque sí recibe la
protección de diversas leyes nacionales. En Venezuela sí se le considera una
especie vulnerable y está protegida por la Ley de la Protección a la Fauna
Silvestre.
La guacamaya roja se mantiene fuera de peligro de exintiguirse, en parte gracias a su exitosa cría en cautiverio
Entre los principales factores que ponen en riesgo la supervivencia de esta
especie están la destrucción de su hábitat a causa de la deforestación, la industria
petrolera y las quemas intencionales; la fragmentación de las poblaciones, el
tráfico comercial de plumas, huevos y especímenes como tal para venderlos
como mascotas, así como el hecho de ser una especie endogámica y con bajas
tasas reproductivas, y la especialización de la dieta de algunas poblaciones. El
problema del comercio ilegal le afectó en gran medida en el siglo XX, donde
entre 1975 y 1990 se calcula que se exportaron alrededor de 1500 especímenes.
Hasta mediados de la década de 1980, los principales países exportadores eran
aquellos en donde la guacamaya roja se reproduce naturalmente, como Bolivia,
Guyana y Surinam. Sin embargo, para finales de esa década países como
Estados Unidos, Filipinas y Canadá ya eran de los exportadores más
importantes, al haberse desarrollado lo suficiente la cría local de las aves como
para sostener el comercio propio. El principal destino del comercio de estas aves
siempre fue Estados Unidos. En años más recientes, las diversas leyes
nacionales han prohibido el comercio de ésta y otras especies de aves, aunque
esta práctica ilegal no se ha erradicado del todo. El principal cambio que ha
ocurrido es que la mayoría de las aves comerciadas ahora provienen de la
reproducción en cautiverio, lo que supone una ventaja para los compradores ya
que suelen ser aves más sanas y domesticables.
Re-introducción en su hábitat natural
A raíz de su desaparición en muchas regiones donde antes habitaba la
guacamaya roja, en años recientes han surgido planes para re-introducir a la
especie en su entorno natural. En Centroamérica, por ejemplo, se han realizado
regularmente liberaciones de individuos criados en cautiverio o confiscados del
comercio ilegal, con resultados generalmente positivos: tasas de supervivencia
por encima del 70% después de los primeros cuatro años, lo cual supone
liberaciones con mayor éxito en general que las intentadas con otras aves, como
Rynchopsitta pachyrhyncha y loros del género Amazona. También cabe destacar
que se integran con otras poblaciones liberadas en años anteriores, formando
grupos sólidos que se arraigan en el sitio de liberación. Entre estos sitios de
liberación destacan la isla Tiskita y el Refugio Nacional de Fauna Silvestre Curú
en Costa Rica, la isla Zacate Grande y el sitio arqueológico de Copán en
Honduras y el corredor El Imposible-Barra de Santiago en El Salvador.
Igualmente se han realizado proyectos conjuntos entre Guatemala, Belice y
México en la región guatemalteca del Petén.
De la misma forma, existe el proyecto para re-introducir la especie en el Parque
nacional Palenque en México, donde el último registro que se tenía de ella data
de 1935. Su importancia reside en que este punto es intermedio a donde habitan
las dos poblaciones naturales existentes en territorio mexicano de esta especie,
por lo que sería un punto de apoyo fundamental para lograr su introducción en el
resto de su rango de distribución original. Para este propósito, el apoyo del
Parque Natural Xcaret ha sido trascendental, pues realizó en diciembre de 2012
un donativo de 50 especimenes para apoyar la re-introducción. De hecho, este
parque tiene el record Guiness en cuanto a la reproducción en cautiverio de la
guacamaya roja, con el nacimiento de 105 polluelos en 2009, así que es uno de
los grandes actores en este objetivo. Esta re-introducción contempla no sólo la
liberación de las aves, sino que además implica ayudarlas en su transición al
estado salvaje, por ejemplo, entrenándolas contra sus depredadores, el vuelo en
espacios abiertos, el forrajeo y la anidación en árboles. Esto se facilita
colocándolas inicialmente en una jaula de preliberación para que se adapten al
nuevo estilo de vida paulatinamente. Otros factores son la colocación de radios,
así como anillos en las patas y marcas en los picos, para monitorear sus
movimientos y su supervivencia, llevar un control de su salud para evitar la
introducción de nuevas enfermedades y concienciar a las comunidades locales
para que conozcan la importancia de proteger a la especie. El objetivo es
introducir 250 ejemplares en un lapso de cinco años.
En Perú, el Tambopata Research Center (TRC) colabora desde la década de
1990 con la crianza, reproducción y liberación de ejemplares de esta especie.
Asimismo, en Costa Rica existe la Asociación ProConservación de la Lapa Roja
(ASOPROLAPA), que busca desde 1996 la reproducción de la guacamaya. Uno
de los elementos usados para estos fines es el nido artificial, que es
particularmente efectivo ya que estas aves utilizan siempre la misma cavidad
para reproducirse, debido a su gran territorialidad. En Costa Rica y Belice, por
ejemplo, se ha implementado el uso de estos nidos para contrarrestar la
desaparición del hábitat. Otras técnicas útiles se han implementado para facilitar
su transición al medio natural, por ejemplo, la introducción paulatina de
alimentos silvestres en su dieta, el reducir el contacto con los seres humanos al
mínimo, el forzarlos a ejercitar sus alas y generar aversión hacia los
depredadores.
Importancia cultural
Era precolombina
Gracias
a
los
restos
arqueológicos que aún persisten
hasta nuestros días, se sabe que
la guacamaya roja jugaba un
papel importante dentro de las
sociedades precolombinas. Por
ejemplo,
la
manifestación
cultural más antigua en la que
influyeron estas aves fue la
cerámica; se han encontrado
pinturas de ellas en vasijas
mayas de distintos períodos
históricos en lugares como
Chamá, Las Flores y Nebaj en
Guatemala, río Hondo en
Belice y Oxkutzcab en el
estado de Yucatán en México.
También se han hallado
algunas vasijas zoomorfas en
Colima y Monte Albán, ambos
en México. Aparte de esto, en
un mural localizado en la
llamada Casa de los Pájaros en
el sitio arqueológico de Xel Há, en Quintana Roo, México, aparecen
representadas nueve aves, siete de las cuales son casi con toda seguridad
guacamayas rojas, ya que presentan muchas de sus características, como el
colorido del plumaje, su larga cola y la ausencia de plumas alrededor del ojo.
Cabe destacar que en el presente esta especie no habita en estado salvaje en
Quintana Roo, lo que habla de la importancia que tomó esta especie en toda la
región mesoamericana e incluso fuera de ella. De hecho, se han encontrado
restos de esta especie en lugares tan septentrionales como Utah, Estados Unidos;
en excavaciones realizadas en el sitio arqueológico de Paquime, en el norte de
México —notablemente lejos de su rango de distribución actual—, se hallaron
cerca de 500 esqueletos de guacamayas rojas y verdes, con evidencias de cría de
ésta y otras aves en el lugar alrededor del año 800 a. C., en parte con fines
comerciales pero principalmente religiosos. De la misma forma, las ruinas del
sitio arqueológico de Copán muestran imágenes de esta especie esculpidas en las
estelas, denotando sus plumas o alguna parte de su cuerpo. Asimismo, existen
numerosos ejemplos de su uso para el arte plumario, usando sus plumas junto
con las de otras aves y materiales vegetales para confeccionar brazaletes,
collares, coronas, pendientes y otros objetos. En este sentido destaca el trabajo
de varios grupos amazónicos, por ejemplo, los cubeos, tikunas, tupíes, guaraníes
y karajás.
Dentro de la cultura maya, la guacamaya roja fue considerada encarnación del
fuego del sol, desplegándose desde el cielo hasta la tierra, como los rayos
solares. La relacionaban con el dios Vucub Caquix («siete guacamayas»), que
según el Popol Vuh se consideraba a sí mismo más importante que el sol y fue
castigado por ello. Según la tradición, otra de sus deidades, Kinich Kakmó
(traducido como «Guacamaya de fuego del ojo solar»), bajaba tomando la forma
de una guacamaya roja a un templo homónimo dedicado a él en la ciudad de
Izamal, a quemar las ofrendas de los hombres, cuyo humo se elevaba al cielo
simbolizando las súplicas de la gente. Se le relacionaba entonces con el fuego
solar, que representa tanto la energía que permite la vida en la tierra como
aquella
que
causa la muerte
si se presenta
en exceso. El
rojo de su
plumaje
representaba
los rayos del
sol, el amarillo
el sol como tal
y el azul el
cielo. Se acudía
a esta deidad
para buscar el
remedio
de
algún
problema,
como pestes o sequías, principalmente porque también se consideraba que dicha
deidad era la que las originaba. Una imagen suya aparece en el Códice Dresde,
con cabeza de guacamaya y cuerpo humano, sosteniendo en cada brazo una
antorcha, símbolos de sequía y destrucción. Sin embargo, el fuego también
representaba el principio del cambio y el medio de comunicación con los dioses,
por lo que la relación de la guacamaya con estos elementos no es
exclusivamente negativa ni positiva. Igual de importante fue su vinculación con
la temporalidad, lo que implica su relación con el estado del tiempo, las
condiciones climáticas y la sucesión del día y la noche, proveniente de su
comportamiento rítmico con grandes picos de actividad en la mañana —al salir
el sol— y en la tarde —al ponerse—. Esto era de gran importancia en las
civilizaciones antiguas por su dependencia a los factores temporales para
asegurar su subsistencia a través de la agricultura.
En el imperio azteca, las plumas de guacamaya roja, como las de otras aves
como los quetzales, colibríes y zanates, eran muy apreciadas y se utilizaban para
fines decorativos y en el arte plumario, por ejemplo, en penachos y escudos.
Aunque casi no sobreviven objetos de este tipo debido a su frágil naturaleza, es
fácil comprobarlo en documentos como la Matrícula de Tributos y el Códice
Mendoza. Esta especie era buscada principalmente por sus plumas rojas —
particularmente las largas plumas de la cola, llamadas cuecalin («llama»)—, que
eran enviadas como tributo al imperio desde las antiguas provincias de
Tochtepec y Soconusco, así como del poblado huasteca de Cuextlan. Otra
posible fuente de plumas de ésta y las demás especies eran los aviarios, por
ejemplo, la llamada Casa de las Aves de Moctezuma, donde se mantenían a
varias especies de aves para su contemplación y para obtener precisamente las
plumas de ellas. A pesar de esto, el principal motivo por el que se domesticó a
estas aves fue con propósitos religiosos. Además del uso de sus plumas con
motivos ceremoniales, también se sacrificaban ejemplares debido a su fuerte
vínculo con la religión. Al ser relacionada con el sol y el fuego, se consideraba
que encarnaban a Xiuhtecuhtli, el dios del fuego y el calor. Una prueba de este
vínculo religioso está en el juego de pelota mesoamericano —relacionado con el
culto al sol—, pues los aros de algunas canchas como las de Xochicalco, Piedras
Negras y Copán tienen la forma de la cabeza de una guacamaya. Igualmente
sobresale su presencia en los códices, como una de las trece aves que
representaban las trece estaciones del cielo y las trece horas del día. Las
guacamayas ocupaban la posición once, lo que las vinculaba al sol y el fuego.
También se incluyen en los tonalamatl («libros de la vida», guías para los
sacerdotes, magos y hechiceros) de Aubin, Borbónico y Borgia. De la misma
forma, se le relacionaba con Arara, dios de la riqueza.
Era moderna
A partir del siglo XVI, a raíz de la Conquista de América, apareció el interés
europeo por capturar a varias especies de psitácidos, incluida ésta. El tráfico de
ésta y otras especies fue creciendo dada su popularidad como mascotas,
haciendo que la guacamaya roja comenzara a desaparecer de su hábitat en
algunas regiones a partir del siglo XIX. Su gran valor en el mercado negro, que
puede llegar a ser de varios miles de dólares, hace que frecuentemente sea una
actividad más rentable para los pobladores locales que la agricultura, la tala de
maderas preciosas o incluso el narcotráfico. Ésta es una de las principales
razones que han contribuido a su desaparición. De hecho, la popularidad de
varias especies de guacamayas es tal que ha generado que estos animales sean
los más cotizados en el mercado de mascotas, superando incluso a los felinos y a
los primates.
Algunos factores que la vuelven una mascota muy atractiva son su
comportamiento sociable, su colorido plumaje y su capacidad de aprender a
imitar palabras. Sin embargo, cabe destacar que no es una de las especies de
guacamayas que mejor desarrollen esta habilidad. Además, hay que recalcar que
al «hablar» en realidad no comprenden el significado de lo que dicen, a lo
mucho relacionan el sonido con algún objeto o evento, pero nunca a través de un
proceso de razonamiento. De todas formas, en términos generales es un ave muy
inteligente, con la capacidad de aprendizaje similar a la de un niño de entre
cinco y siete años.
Es un animal con una gran capacidad de aprendizaje, popular para espectáculos de entretenimiento en zoológicos
y parques de diversiones.
Por otro lado, debido precisamente a que es altamente social, además de que
necesita mucho espacio para ejercitarse, es bulliciosa y tiene pico y garras
fuertes que son capaces de dañar objetos e incluso lastimar a las personas, no es
ideal para vivir como mascota, aunque sí lo puede hacer, preferiblemente en
compañía de otras aves y sobre todo de su misma especie, en aviarios y
zoológicos adecuados. De hecho, es un ave fácil de criar incluso para avicultores
con poca experiencia, y hoy en día es una de las especies más comunes para la
cría en cautiverio alrededor del mundo. También, debido a su naturaleza curiosa
y a su excelente capacidad para aprender trucos, es un ave muy común en
exhibiciones de zoológicos y parques de diversiones.
En 1993, la guacamaya roja fue seleccionada como símbolo de la fauna de
Honduras y declarada como el ave nacional de esa nación, según el decreto
ejecutivo Nº 36-93 emitido por el Congreso Nacional hondureño. También se
eligió a esta ave como la mascota de la Copa América 2007 celebrada en
Venezuela, siendo representativa de ese país al portar los tres colores de la
bandera nacional en su plumaje. El nombre que se le dio fue «Guaky», y vestía
la camiseta de color vinotinto de la selección de fútbol local, así como ocho
estrellas en sus alas para resaltar la alusión a la bandera venezolana.
«Guaky», la mascota oficial de la Copa América 2007, es una guacamaya roja
Articulo extraído de Wikipedia enciclopedia libre

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