Holanda, culto a la bici

Transcripción

Holanda, culto a la bici
16/10/2014
Holanda, culto a la bici | El Viajero | EL PAÍS
El Viajero
RUTAS URBANAS
Holanda, culto a la bici
Icono, medio de transporte y objeto de deseo. Los Países Bajos, donde hay más bicis que personas,
celebran en 2014 el año de la bicicleta. Proponemos un recorrido a golpe de pedal
PABLO LEÓN
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12 SEP 2014 - 00:00 CEST
Utrecht
Europa occidental
Tratado Utrecht
Transporte
Europa
Ámsterdam
Bicicletas
Países Bajos
Transporte sostenible
Transporte urbano
Vehículos
Despotismo Ilustrado
Historia
Dos jóvenes paseando por una zona peatonal de Ámsterdam. / SHIRLEY AGUDO
Holanda está celebrando en 2014 el
año de la bicicleta. Y aunque allí todas
las mañanas son una fiesta del pedal,
la efeméride es la excusa perfecta
para subirse al sillín y recorrer un país
con más bicicletas (18 millones) que
habitantes (16,7 millones). Con más
de 100.000 kilómetros habilitados,
comenzó a apostar por las bicis en la
década de los setenta. “Actualmente
Holanda no se entiende sin ellas”,
dice Aletta Koster, directora de la
Embajada Ciclista de
Holanda (www.dutchcycling.nl), un
curioso organismo oficial creado para
extender la doctrina del pedal por el
mundo.
Ámsterdam
Aterrizamos en Schiphol, el aeropuerto de la capital holandesa, en
cuyas instalaciones nos cruzamos con una elegante bicicleta de
madera, la Boughbike, diseñada por Jan Gunneweg. La usan los
trabajadores del aeropuerto dentro del plan de movilidad interno.
Inspirados por esta imagen de bienvenida, al llegar al centro nos
alquilamos una bici en cualquier esquina y comenzamos la ruta. Lo
primero que sorprende es el número de ciclistas: unos van a
trabajar, otros llevan colgadas las bolsas de la compra, los papás
transportan a sus hijos camino del colegio sentados en sillitas o
remolques para varios, hay muchas señoras mayores pedaleando
(esto último, indicativo de ciudad amigable para las bicis
o bikefriendly)... Los coches no pitan a los ciclistas y los peatones
'Boughbike', de madera, aparcada en
están acostumbrados al ajetreo. Hay semáforos específicos para
un café. / SHIRLEY AGUDO
bicis en la mayoría de los cruces. Bienvenidos a un modelo con
futuro: una ciudad donde el 38% de los habitantes elige la bici a
diario (otro 28% el coche, y otro 34% camina o usa el transporte público). Ámsterdam tiene
más de 400 kilómetros de carriles bicis, una vía ideal para descubrir los canales, declarados
patrimonio mundial por la Unesco; el año pasado se celebraron los 400 años de la
construcción del denominado canal ring, que circunvala la ciudad. Para profundizar en este
alarde de ingeniería se puede visitar el museo Het Grachtenhuis (http://hetgrachtenhuis.nl),
dedicado a estas prodigiosas vías de comunicación acuática (hay aparcamientos para bicis en
este y en todos los principales museos). Y para no perderse por los canales, la guía City
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Cycling Amsterdam (4 euros), de la editorial Thames & Hudson
(www.thamesandhudson.com), incluye los más variados itinerarios a pedales.
Siguiendo el curso del agua se llega al famoso Barrio Rojo. Tras aparcar la bici, cruzar
alguno de sus angostos callejones y echar un vistazo a los escaparates donde se exhiben
mujeres semidesnudas dedicadas a la prostitución, parada en Begijnhof
(www.begijnhofamsterdam.nl), un inesperado y tranquilo patio que sorprende en medio de
esta tumultuosa zona. Era el jardín de un antiguo convento de viudas y solteras que, sin haber
hecho votos monásticos, se encomendaban a Dios. Está muy cerca del Amsterdam Museum
(www.amsterdammuseum.nl), donde se cuenta la historia de la ciudad.
“No hay una manera más antiholandesa de llegar”,
repicaban los tabloides neerlandeses el pasado marzo.
Hablaban de la visita a la capital que realizó Barack
Obama. En su primera parada, el presidente bloqueó con
su coche el acceso al carril bici que cruza los bajos del
RijksMuseum (www.rijksmuseum.nl/es). Unos metros
por debajo de La noche de ronda de Rembrandt, de La
Lechera de Vermeer o de los verdes de Veronese, se
puede ir en bici al amparo de arcos neogóticos; casi
como si se circulase a través de una catedral. “Pedalear
por este pasaje te provoca una sensación muy especial.
Cuando lo cruzo pienso: vivo en Amsterdam y esto es
genial”, cuenta Gerrit Faber, representante de la Unión
Ciclista Holandesa (Fietserbond; www.fietsersbond.nl).
El museo, fundado a principios del siglo XIX y que se
instaló en su actual sede en 1895, reabrió sus puertas el
pasado abril tras una década cerrado. Durante este
tiempo se realizó una colosal reforma a cargo del estudio
Tienda de zapatos en una de las calles del casco
histórico de Ámsterdam. / SHIRLEY AGUDO de arquitectos sevillanos Cruz y Ortiz, que tuvieron que
modificar su proyecto original para mantener el paso
ciclista que cruza la institución. En los jardines, accesibles de manera gratuita, se puede
disfrutar de una exposición de esculturas de Alexander Calder.
Pero no solo las bicicletas son omnipresentes en Ámsterdam: las
tiendas dedicadas a ellas también aparecen en cualquier rincón. Van
Moof (http://vanmoof.com) es una de ellas. Aquí te tunean la
bicicleta instalando la denominada rueda holandesa, un invento
neerlandés que convierte una bici normal en eléctrica. También
tienen sillines, complementos o luces. “Aquí estamos acostumbrados
Un joven con una Roetz Bike,
a que en cada barrio haya, como mínimo, una tienda dedicada a las proyecto social que crea bicis nuevas
a partir de cuadros antiguos.
dos ruedas”, cuenta Julius Brenninkmeijer, uno de los fundadores de
Fietsklik (www.fietsklik.com). En su tienda, en la cuidada zona de
Oude Waal, además de distribuir un transportín de diseño ideado por ellos, venden gadgets.
Es solo una muestra de los artilugios que se pueden encontrar en las tiendas de esta ciudad.
No muy lejos —en bicicleta nada está lejos en Ámsterdam— aparece Berry
(http://berryamsterdam.nl), un coqueto café con todo tipo de leches (soja, avena…), zumos y
smoothies para recuperar fuerzas y donde reciben con esta simpática frase: “I love you berry
much”.
A pesar de que las bicis forman parte de la vida cotidiana de los Países Bajos, la apropiación
que los modernos han realizado de ellas no pasa desapercibida. FietsKantine
(www.defietskantine), literalmente la cantina de las bicicletas, es el epítome de lo hipster.
Tienda, cafetería y barbería, este espacio concentra los tres elementos más identificativos del
movimiento. El responsable de este concentrado, Luuk de Leeuw, estaba harto de su trabajo
como consultor y tomó la iniciativa. “Quería dedicarme a un negocio donde pudiera hacer algo
con las manos”, dice. Y lo primero que le pasó por la cabeza fueron las bicis. Normal.
Ámsterdam es la mejor ciudad del mundo para pedalear. No lo dicen los neerlandeses sino
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sus vecinos de Copenhague a través del Copenhagenize
Index, un índice que, anualmente, valora 150 ciudades y
decide cuáles son las más bikefriendlys (Copenhague es
la segunda; Utrecht la tercera, y Sevilla, la mejor
posicionada de España, ocupa la cuarta posición). Las
únicas valoraciones negativas que obtiene Ámsterdam
están relacionadas con los problemas de saturación de
velocípedos que tiene el centro histórico, que puede
impactar a los que no estén muy acostumbrados a
moverse en un mar de bicicletas. A pesar de ello, la
circulación es muy relajada. En cualquier caso, si el
gentío abruma, siempre se puede pedalear hasta De
Ceuvel (http://deceuvel.nl), una antigua zona industrial
reconvertida, a través de la arquitectura y los proyectos
sostenibles, en un vivero para emprendedores. Además
de tomar un café en su restaurante, se puede realizar
una visita guiada en la que explican el proyecto.
Jóvenes con bicicletas sobre las icónicas letras que
representan a la ciudad junto a la plaza de los museos.
/ SHIRLEY AGUDO
Utrecht
En los Países Bajos todos los caminos llevan a Utrecht.
La hermosa ciudad, de origen romano y con un
destacable casco medieval, es el kilómetro cero de la
movilidad; allí confluyen todas las carreteras, las líneas
de trenes y las vías ciclistas que recorren el país; la red
ciclista (LF-network), señalizada y con mapas
descargables (www.fietsplatform.nl), permite viajar por
todas las poblaciones holandesas. “Queremos ser la
ciudad de las bicis del mundo”, declara Viktor Everhardt,
Paseo en piragua por los canales de Utrecht. teniente alcalde de Utrecht, ciudad que el año pasado
conmemoró los tres siglos de la firma del tratado que
puso fin a la Guerra de Sucesión Española y tras el cual subió al trono Felipe V, el primero de
los Borbones que reinaron en España. Para ahondar en esa pretensión de convertirse en una
referencia de los pedales, el Ayuntamiento está construyendo el parking de bicicletas más
grande del mundo, con capacidad para 12.500 bicis, junto a la estación central. Una
construcción de tres plantas y un jardín público en la azotea que aspira a destacar, junto con
la reconocida torre de la catedral, Domtoren, en el perfil arquitectónico de la ciudad. La
fascinante propuesta de renovación urbanística, un proyecto de Ector Hoogstad Architects, se
inaugurará el año que viene y estará en pleno funcionamiento en 2018.
Mientras tanto, el cicloturista puede visitar la comercial Twijnstraat,
repleta de tiendas, cafeterías y restaurantes. En bicicleta se puede
cruzar el centro y, mientras se pedalea, disfrutar del paisaje urbano hasta llegar a la Casa
Rietveld-Schröder (http://centraalmuseum.nl), obra del arquitecto holandés Gerrit Rietveld,
construida en 1924 por encargo de la señora Schröder y un referente de la corriente
neoplasticista y abstracta De Stijl (el estilo). Un poco más alejado, unos cinco kilómetros fuera
de la ciudad (menos de 20 minutos en bicicleta siguiendo los carriles bici), aparece el Utrecht
Science Park (www.utrechtsciencepark.nl), donde se alzan edificios como el Educatorium, de
Rem Koolhaas, o la biblioteca universitaria Uithof, de Wiel Arets. De vuelta, no hay que olvidar
dar un paseo por los canales de la ciudad, ya sea pedaleando o en una de las embarcaciones
que se pueden alquilar (piragua, bote o barca), y hacer una parada en The Food Shop
(www.thefoodshop.nl), una tienda de comercio justo con un recóndito restaurante en sus bajos
donde se puede comer con vistas al canal.
De Delft a Zwolle
Inspiración de Vermeer, que pintó su maravillosa Vista de Delft en 1660, y escenario de
Herzog, que rodó los exteriores de Nosferatu en esta villa neerlandesa, Delft es un alto en el
camino perfecto en la ruta ciclista que une La Haya con Róterdam. Estas vías, que recorren
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cada año casi un millón de holandeses, es una de las típicas estampas del país. La fotógrafa
estadounidense Shirley Agudo ha documentado esa pasión por los pedales en varios libros, el
último titulado The dutch & their bikes, scenes from a nation of cyclists (Los holandeses y
sus bicis: escenas de una nación de ciclistas).
Además, ciudades y pueblos compiten a golpe de
infraestructura ciclista. En Róterdam acaban de construir
un imponente puente futurista para peatones y ciclistas
de 190 metros de largo. Se une a las autopistas para
bicicletas (anchas calzadas dedicadas a ellas
exclusivamente), los carriles bici con paneles solares o la
espectacular Hovnering, o rotonda flotante, de
Eindhoven (solución arquitectónica para evitar que
Típica estampa de la campiña holandesa. / SHIRLEY peatones y ciclistas se mezclen con los coches). Algunas
AGUDO
de estas intervenciones se han convertido en iconos
para los amantes de la arquitectura y los apasionados de las dos ruedas. Por ejemplo el
puente de Weerdsprong, en Venlo, que por la noche sorprende con su iluminación;
Nesciobrug, el puente más largo de Holanda, cercano a Ámsterdam, o el puente Auke
Vleerstraat, en Entschede. Para fomentar esa pugna, la asociación de ciclistas holandesa
realiza, cada tres años, una comparativa entre ciudades con la finalidad de premiar a aquellas
que han realizado una mayor promoción de la bicicleta. Este año la ganadora ha sido
Zwolle, gracias a los pasos subterráneos que ha inaugurado. No importa el tamaño de las
urbes, tampoco que llueva o que hiele — “si te incomoda el clima es que no llevas la ropa
apropiada”, dicen allí—, en los Países Bajos no hay excusa para no pedalear.
Una niña con su bicicleta en Nijmegen / SHIRLEY AGUDO
© EDICIONES EL PAÍS S.L.
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