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PSICOTERAPIA DE CALLE
Autor
Ana Maria Tijerino
Licenciada en Psicología UNAH
Estudiante Master Psicoanálisis Clínico USAL
Le diagnosticaron VIH cuando tenia 15 años, en ese momento estaba recluida en una institución para menores
infractores “yo estaba apoyada en unos árboles, y llega la señora a decirme enfrente de las otras cipotas1” “¿Qué
sentiste en ese momento?” “No sé… No podía pensar, era como si estuviera en otro mundo, todo se me puso
blanco…” Este diagnostico le valió la libertad y su regreso a casa, llamaron a su madre y le explicaron el porque
Adriana podría salir, “Mi mama no dejaba de llorar”, la llevo a casa, pero su padrastro le prohibió estar ahí, porque
podía contagiar a sus hermanitos “Yo quiero a mi padrastro y me llevaba bien con el, me defendía de mi mama
cuando ella me pegaba, pero el tiene miedo y lo entiendo”. Entonces, su abuela la recibe, donde ella vivió la
mayor parte de su infancia junto a su hermana mayor, quien inmigra a Estados Unidos hace ya 8 años; pero el
rechazo continuo, habían platos y vasos de cartón para que luego de comer se pudieran echar a la basura, le
construyeron una letrina en el patio trasero para que lo usara ella únicamente, sus sabanas estaban marcadas y
eran lavadas a parte de las demás de la casa, pero también cambio la actitud de su abuela, la figura afectiva que
la cuido y protegió cuando su madre estuvo ausente afectivamente, la que le proveyó el estudio, la que llevaba la
comida a casa, la que le contaba cuentos, esa persona tan importante en la vida de Adriana, de la noche a la
mañana ¡Dejo de abrazarla!, Todavía hoy repite una y otra vez estos hechos y aun llora al igual que una niña
pequeña cada vez que los narra.
Regresó a la calle y en poco tiempo ingresó voluntariamente a una Institución, donde fue incluida en un programa
especial para jóvenes con VIH, donde intentaron iniciar el trabajo educativo con la familia, proporcionando
información sobre la forma de contagio, los cuidados de una persona viviendo con esta enfermedad, el impacto de
la discriminación, etc. A pesar de los esfuerzos nada cambio y Adriana termino por escaparse de la Institución y
regresar a la calle.
Cuando tenia 17 años salió embarazada de otro chico de la calle, tuvo a su bebe y su abuela nuevamente le
ofreció un lugar donde quedarse, construyo un cuarto para ella, su pareja y el bebe, pero este comenzó a tener
complicaciones y constantemente era internado en el Hospital, la ultima vez, cuando tenia 6 meses, Adriana lo
llevo a casa, con la esperanza que su bebe esta vez si sanaría, esa noche su pareja no llego a casa, “yo sabia que
algo estaba mal, el era bien risueño, pero esa noche no quería reírse, e iba respirando cada vez mas lento, hasta
que dejo de moverse, eso fue como a las 12, pero yo no dije nada hasta en la mañana, me quede con el
abrazándolo”.
Conocimos a Adriana desde la etapa exploratoria del proyecto, en el 2004, habían pasado apenas pocos meses de
la muerte de su hijo, vendió su cuarto y estaba utilizando drogas en mayores cantidades, pega (solvente), crack y
marihuana, a partir de la apertura del CTD comenzó a frecuentarlo y a participar en algunas actividades.
En junio 2005 fue victima de un asalto sexual por un desconocido, llego al Centro al día siguiente, y se acercó a la
doctora y a la psicóloga narrando el hecho con cierta anestesia afectiva, mostrando indiferencia ante lo ocurrido
“ya me había pasado, cuando tenia 13 años, yo solita fui a poner la denuncia a la fiscalia, pero después no paso
nada…”
Hablar de poblaciones cultural, económica y socialmente marginadas es intentar
entenderles desde los diversos contextos y a través de ciencias que puedan ayudarnos a
comprender estos fenómenos sociales, aunque muchos no estarán de acuerdo al llamar a
los niños / jóvenes en situación de calle un fenómeno, porque en realidad su presencia en
las grandes urbes no es de corta historia, existen muchos estudios antropológicos que
sitúan la aparición de estos niños / jóvenes a partir de la revolución industrial en los
1700´s, la transición del campo a la ciudad, y es hasta los años 60´s que el titulo de niño
de la calle comienza a utilizarse.
1
Cipotas es una palabra que se utiliza en Honduras para designar una muchacha, niña.
En las sociedades latinoamericanas, países jóvenes, con diversas dificultades en el plano
económico, político y social, este grupo poblacional ha sufrido aumentos significativos,
aunque las cifras oficiales varían de una fuente a otra (¿conveniencia de cada uno?)
Gobierno, ONG´s, UNICEF, pero es una cifra que se te acerca en un semáforo, en una
esquina, en un aparcamiento, un número con rostro humano y nombre propio, aunque se
viva en la calle.
Los diversos estudios que refieren a esta población son en su mayoría enfoques
sociológicos, antropológicos o políticos, y quizás por las pocas investigaciones
psicológicas in situ, que refieran a los jóvenes en situación de calle, pudiese parecer que
un abordaje psicoterapéutico fuese un cuento de hadas, pero es una población que
requiere de cuidados físicos y psicológicos con atención especial aplicada a su realidad
psíquica y a su realidad de calle.
En marzo 2005, luego de una larga etapa exploratoria, la Organización Humanitaria
Médicos Sin Fronteras, lanza en Tegucigalpa, capital de Honduras, el programa
“Violencia Urbana: Niños y Jóvenes en Situación de Calle”, adecuando un espacio diurno
de atención a través de un Centro Terapéutico de Día CTD. Debido a la complejidad y a
la necesidad de visión de un grupo heterogéneo, con situaciones individuales, se creo un
equipo multidisciplinario, conformado por psicólogos, médicos, enfermeras, trabajadores
sociales y educadores, con el objetivo de tratar las consecuencias físicas y psicológicas de
la violencia en calle – creo que es importante recalcar en este momento que en el objetivo
del abordaje no se planteo la rehabilitación de estos jóvenes, aun hoy hay expertos que se
plantean si los niños de la calle pueden realmente rehabilitarse, se evidencia que son muy
hábiles para sobrevivir, por lo que se busca consolar, aliviar y curar, ofrecer un espacio
físico que integra los elementos positivos de un espacio psíquico (Casas G. 2003)-.
En el plano psicoterapéutico, también debía hacerse un trabajo preliminar para
contrarrestar las primeras experiencias de esta población con la figura del psicólogo, ya
fuese en instituciones gubernamentales y no gubernamentales, visitadas constantemente
por los niños y jóvenes, (voluntaria e involuntariamente), donde este profesional de la
salud mental no tiene el presupuesto de ser un curandero, terapeuta o buen depositario del
saber, es al contrario, punitivo, juez, policía disciplinador, van al psicólogo si comenten
alguna falta – un súper yo excesivamente rígido – por esta razón, la propuesta terapéutica
en el Centro Terapéutico de Día CTD se inicio con la premisa “Estoy aquí para
escucharte”, con la certeza de que la finalidad terapéutica no es buscar el discurso
verdadero, real, es permitir que el discurso se exprese y se convierta en un significante.
Se parte de la hipótesis – confirmada a través de las entrevistas – de una infancia marcada
por carencias económicas, culturales, sociales, educativas, pero sobre todo afectivas, al
igual que un componente de maltrato físico, psicológico e incluso sexual, la casa –
espacio seguro – se convierte en un infierno, y es la familia entre todos los grupos
humanos, la que desempeña un papel primordial en la transmisión de la cultura. La
familia predomina en la educación inicial, la represión de los instintos, la adquisición de
la lengua a la que justificadamente se designa como materna (Lacan, J. 1975). De ese
modo, gobierna los procesos fundamentales del desarrollo psíquico, por lo que la pérdida
de un espacio protector durante la infancia y el reconocimiento de este espacio como
amenazador, provoca la huida, el escape, y las figuras primarias que debieron constituir
psiquis y cuerpo, destruyen, trauman, marcan psiquis y cuerpo, Cuando a un niño le toca
su madre, lo abraza y lo alimenta, el cuerpo de la madre modifica el espacio corporal del
pequeño, quien a su vez modifica los limites corporales del medio espacial de la madre.
Estos diálogos entre continente y contenidos son fundamentales para la construcción de
un mundo interrelacional, en donde las interacciones entre espacios, contenidos, símbolos
y sentimientos estructuran las relaciones sociales (Casas, G. 2003). Por lo que el primer
trabajo con relación a la transferencia era que los psicólogos se convirtieran en un objeto
constante, al menos no amenazador, que promoviese la organización de las emociones, y
que construyesen junto al paciente estructuras de conducta y de representación.
Sabemos que volver operante la dinámica de la transferencia y de la contratransferencia
ha sido la verdadera revolución realizada por Freud. Desde la elaboración del modelo
clásico de la cura, la palabra del sujeto está considerada como un acto de la terapia
(Moro, M.R. 2005), el soporte esta representado por el vínculo entre el psicoanalista y su
cliente, es decir la transferencia (Freud, 1910). La transferencia indica luego el proceso
por el cual los deseos inconscientes del paciente se actualizan en el marco de la relación
psicoanalítica. El psicólogo / terapeuta que trabaja con los jóvenes en situación de calle,
debe salir de su consultorio y acercarse –esta vez no es el paciente el que busca, esto
sucederá después, al instalarse la transferencia, los tiempos y los discursos terapéuticos,
pero hay que salir a la calle, que nuestro rostro sea reconocido, que le sea asignado una
representación simbólica– debemos hablar primero, dar la mano y a veces, posarla sobre
un hombro, sobre un cuerpo carente de contacto físico afectivo, teniendo en cuenta que
proyectaremos en ellos a las figuras primarias, de autoridad, de significado – padres,
escuela, policía, tíos, etc. – y que en el pasado les han dañado y desorganizado, no será
fácil entregarse, y dejar que fluya la relación terapéutica transferencial.
En el plano del abuso de sustancias adictivas, demanda constante para los profesionales
que trabajan con esta población, en el CTD se puso en marcha un sistema que reforzara la
confianza de los jóvenes en el equipo (permitiendo instaurar la transferencia), que
facilitara el trabajo terapéutico y que al mismo tiempo fomentara patrones de conducta, el
“bote de pega” (pegamento amarillo que es colocado dentro de un bote de papilla para
“bebes") no entraría al CTD, quedaría guardado con sus nombres propios (no
sobrenombres) en un armario colocado en la entrada, permitiendo interacciones con
conductas de abstinencia. Aunque Lucchini asegura que el consumo esta ligado a la
subcultura (normas sociales, creencias, hábitos, ritos) que impregnan la cotidianidad del
niño, este consumo se convierte en un impedimento terapéutico (actings) medico y
psicológico y en muchos conlleva un deterioro motor y/o cognoscitivo importante.
Aunque hay muchos estudios sobre las causas del consumo de inhalantes en esta
población, todos presentan perspectivas diferentes, auto-medicación para manejo de
sintomatología por eventos traumáticos, psicopatologías maniacos depresivas,
impulsividad, etc, pero la adicción también puede entenderse como sustituto del objeto
(mientras los jóvenes consumen el pegamento pareciese ver a un niño pequeño tomando
su biberón) para hacer frente a sensaciones físicas referentes al hambre, el frío, y también
como una conducta social mas que con un comportamiento toxico dependiente (lucchini,
R. 1995).
Otra variable y consideración en relación a los jóvenes y niños en situación de calle, es la
noción de trauma en sus vidas, sus vidas son intensas y no conocen mas que breves
respiros y tal intensidad de tipo emocional constituye un obstáculo a la hora de establecer
lazos y avances terapéuticos. El psicoanálisis reconoce tres significaciones de la noción
de traumatismo: aquella de un choque violento, la de una ruptura y aquellas de las
consecuencias de la organización entera (Moro, M.R 2005) , y en la vida de estos jóvenes
están presentes los tres, el choque violento - ante realidades sociales de poder,
violentados física y sexualmente en sus casas y en la calle, golpeados por la fuerza
policial, rechazados por la población civil – La de una ruptura – en el sentido del primer
abandono de las figuras primarias, rupturas con la sociedad, rupturas con figuras de
protección – y como consecuencia de la organización entera - entre más joven es el niño
que sale de su casa, más grande es la posibilidad de destructuración de su aparato de
relación y de sus interacciones (Casas, G. 2003). La violencia en la calle es
omnipresente, con los traumatismos y las múltiples restricciones que impone - una de
cuyas expresiones privilegiadas es la amenaza constante que podría llevar a desaparecer
al sujeto mismo o a las personas de su entorno aún presentes- por lo que, los jóvenes ante
tal carga emocional importante, reaccionan violentamente a la menor contrariedad, la
consecuencia: una relación social muy inestable. A pesar de la creencia de que los
jóvenes en situación de calle tienen una percepción de la violencia normatizada dentro
sus vidas, en el relato de sus historias, durante los abordajes en crisis después del trauma,
en su cotidianidad y dentro de la psicoterapia, confirman lo contrario, la violencia no esta
integrada y es vivida de forma traumática según los actores (ya sea la policía, la sociedad,
un compañero de calle, la familia), y sus significantes son diversos, a veces el dolor es
algo suyo y en el pueden entonces ser alguien. Pero a las palabras bien conocidas de Fritz
Zorn (citado por Pontalis, 1981), según las cuales « allí en donde duele, soy yo », podría
corresponder en el terreno de la violencia una paráfrasis: «cuando hago daño, soy ». En
tales condiciones, ser golpeado, herir y/o matar al otro son no sólo ya recursos para
sobrevivir, sino para sentirse vivir, para sentirse existir (Rojas Urrego, 2005).
El abordaje en relación a reelaborar el trauma, es un trabajo basado en la escucha
silenciosa constante, en recaídas constantes, donde las fortalezas que pueda ir
adquiriendo el Yo se ven constantemente amenazadas por factores externos( por la
violencia, el uso de sustancias, nuevos abandonos, relaciones sociales inestables) y por un
yo sumamente débil, lo que debe fomentar la creencia y confianza en los recursos del
joven, sean estos arcaicos o muy vulnerables, confiando en una experiencia terapéutica
correctiva, y de un proceso curativo a uno de mantenimiento y reforzamiento.
En relación al discurso, esta muy marcado por la primera persona, realizan los relatos en
forma de diálogos, “Mi madre me dijo que me fuera, yo le respondí que ojala no me
volviera a ver, y ella me dijo que mejor me muriera, yo enojado le dije muchos insultos, y
ella me dijo...” En su discurso se encuentran además tipificaciones de los sucesos,
elecciones pertinentes y representaciones de uno mismo, es interesante constatar que
utilizan el pasado para hablar de partida y el presente para indicar la causa. A lo largo de
sus relatos, los jóvenes de la calle efectúan números flash backs sobre elementos de su
vida, que no están cronológicamente ligados entre si. Una señal de avance terapéutico es
cuando estos discursos se ordenan cronológicamente y pueden incorporar elementos de
terceras personas, el dialogo pasa a ser un monologo sobre su vida, comienzan a liberar la
palabra, lo no dicho, aunque aterre.
Las actividades coordinadas por los educadores, con componentes lúdicos y educativos,
los horarios, la distinción de cada día de la semana con una actividad distinta, la puesta en
marcha de grupos psicoeducativos, frecuentar los sistemas de salud públicos
(interactuando con la sociedad), permitieron incorporar la noción del tiempo en los
jóvenes (el tiempo que podían sostener en consulta aumentó, de los 15 minutos iniciales,
lograron sostener sesiones de larga duración) - en la calle la noción del tiempo esta
perdida, se impone el presente, la necesidad de sobrevivir-, también fue el acceso a un
mundo distinto, ritos, costumbres, hábitos, cultura, debían ser integrados en sus vidas, el
micro mundo CTD era el espacio que permitiría generalizar las relaciones con el mundo
social, el macro contexto. En el lenguaje que utilizan los pacientes, las representaciones
culturales, las lógicas culturales que las impregnan, son los elementos del marco
terapéutico y las fuentes de creatividad, tanto para los terapeutas como para los
pacientes (Moro, M.R. 2005).
En el plano del consumo de inhalantes, aunque los periodos de abstinencia coinciden por
lo general con nuevas actividades (CTD, actividades lúdicas – educativas, psicoterapia,
autocuidado) que alejan durante un tiempo al niño de su medio habitual, y con el
mantenimiento de un mundo afectivo mas o menos estable, figuras objetos que se
mantienen en el tiempo (equipo psicoterapéutico) y fortalezas en su entidad psíquica, aun
deben de buscarse alternativas de tratamiento que consideren su realidad psíquica,
interviniendo en el contexto calle, Centros de Atención específicos, Sistemas de Atención
Pública, aplicando el dispositivo de geometría variable del que habla Musseti, se apoya
en la individualidad de cada joven, en sus fortalezas, se debe de tener especial atención a
intentar que todo joven en situación de calle que decida iniciar una psicoterapia deje
inmediatamente las drogas, la abstinencia abrupta puede desencadenar una serie de
síntomas que estaban controlados bajo los efectos de la sustancia. Además, no puede y no
se debe ofrecer un mismo protocolo de atención psicoterapéutico a todos, ni proponer las
mismas soluciones, sino que proponemos la búsqueda del Ser, completar la falta, buscar
el significante, “hablar”. La intervención psicoterapéutica grupal, aun mas para esta
población, puede ser un camino prometedor con relación al tratamiento de síntomas, la
vivencia social y una posible salida de calle.
La vigencia del psicoanálisis debe ser evaluada hoy por la medida en que se halla
presente no sólo en la práctica de los psicoanalistas, sino en la cultura y en el seno de
otros campos de estudio y de otras disciplinas, así como en el trabajo clínico
interdisciplinario es un valioso camino para lograrlo, y frente a esta creciente
complejidad de los fenómenos sociales y culturales y de los nuevos fenómenos clínicos,
nuestra respuesta debe estar a la altura de dicha complejidad para poder incidir, en la
mayor medida posible, sobre dichos fenómenos (Ponce de León, Ema. 2005). La
psicoterapia con la población en situación de calle debe saber adaptarse, emprender la
creatividad, y apoyarse en los distintos actores, aprovechar que cuando el analista se
encuentra inserto en un equipo donde el joven recibe al mismo tiempo o previamente
otros tratamientos, se producen efectos derivados del encuadre propio del equipo que
incidirán en la situación transferencial, por lo tanto, podría inferirse una psicoterapia con
un buen pronostico.
Adriana Comenzó a asistir con mayor frecuencia al CTD, junto a su actual pareja, otro chico de la calle, también
con diagnostico de VIH y con conductas impulsivas y violentas, pero que cuida de ella, física y afectivamente
“Juan me da todo lo que quiero, si quiero comer algo rico, el me lo busca y me lo da, siempre me defiende”.
Debido a fuertes toses y fiebres fue referida al Hospital, donde diagnosticaron Tuberculosis, inició tratamiento y
llegaba todos los días al Proyecto a tomar sus pastillas y aunque fue referida a psicología, ella se negó a asistir,
por lo que iniciamos a abordarla en los pasillos y en el área lúdica, pero sus propias resistencias impidieron
cualquier intervención formal, la presión de nuestras expectativas y las suyas propias, hizo que en agosto
abandonase el tratamiento de TB y por consecuencia se alejó del Centro; fue cuando a través de los educadores y
los encuentros de los psicólogos en la calle, ella decide regresar, iniciándose nuevamente el abordaje,
permitiéndole a Adriana decidir cuando y en que condiciones trabajaríamos. Finalmente en enero del 2006 inicia la
psicoterapia, dándonos la autorización para ingresar a su mundo interno, narrando hechos de su infancia que nos
ayudaron a reconstruir su historia y plantearnos nuevamente el abordaje terapéutico, sufrió maltrato físico de su
madre, desde muy temprana edad “me ponía fuego en medio de mis piernas, cada vez que decía una grosería”,
por lo que su abuela, desde los 6 años, la lleva a ella y a su hermana a su casa, para protegerlas, pero cada vez
que Adriana veía o escuchaba a su madre, sufría crisis de enuresis nocturnas y diurnas. En 1998 a la edad de 12
años, el Huracán Mitch destruye su casa y los convierte en refugiados, viviendo en albergues temporales por 6
meses, en este momento la joven comienza a frecuentar la calle, aprovechando el regreso de su abuela del
trabajo hasta altas horas de la noche para escaparse, comenzando su carrera de vida en la calle, alternando
estancias en la habitación del albergue por noches en la calle real de Comayagüela, utilizando drogas e iniciando la
prostitución.
En mayo 2006, luego de un largo y duro proceso terapéutico, decide visitar a su familia, reconoce su colonia, pero
no la calle o casa, encontramos a su abuela que estaba caminando en una de las calles, “mi muchachita..., ¿Cómo
esta?” Únicamente puso la mano sobre el hombro de Adriana, pero no pudo abrazarla... Le explicamos a su abuela
el proyecto del Centro Terapéutico de Dia y el trabajo con Adriana, como ella ha tomado decisiones importantes
en su vida, de cómo llega todos los días al Centro, sus metas y deseos, su abuela la mira y le dice: “Ojala puedas
aprovechar lo que ellos te están dando”, nos despedimos de la abuela y continuamos buscando la casa de la
madre, Adriana lloraba, tenia dificultades en recordar con exactitud la ubicación de la casa, pero al final la
encontramos, su madre la abrazo, Adriana tenia miedo y estaba preocupada por la reacción de su madre pero esta
nos invito a pasar, era la hora del almuerzo, así que le ofreció un poco de sopa, Adriana le pidió las fotografías de
su infancia y las enseñaba con orgullo, su historia personal resurgía, “esta soy yo, mire como estoy aquí, esta es
mi hermana mayor, esta era nuestra casa, antes de que el Mitch se la llevara, cuando yo iba a la escuela, ¿me
parezco a esta niña?” y reía, recobraba su pasado. Comenzó a preguntar por sus hermanos y hermanas, así como
por sus tíos y primos. “Yo le pegaba mucho cuando era pequeña, creo que yo tengo la culpa de que se me fuera a
la calle, cuando nos pasamos a vivir acá, nos pusieron una psicóloga para los que teníamos traumas por el
Huracán, ella me explicó que yo tenia muchos problemas en ese entonces y que la manera de sacarlos era
pegándole a ella y a su hermana, pobre mi mama, ella las crió sola, yo tuve suerte de encontrarme a mi marido, él
me apoyo y me quería a las niñas, pero mi mama prefirió quedarse con ellas, el le tiene miedo a la enfermedad de
Adriana”. De regreso en el automóvil, Adriana nos comentaba con cierta emoción “lo único que yo quería era que
mi mama me abrazara, y lo hizo, no lo podía creer, pero mi abuelita, ¿la vio? aun tiene miedo”
Unos meses después Adriana llego al CTD con severos problemas respiratorios, nuevamente tuberculosis, a pesar
de la ultima experiencia, decidimos iniciar el tratamiento bajo supervisión medica y psicológica, llegaba todos los
días a recoger sus medicinas, pero luego de unas semanas, tenia dificultades en adherencia, debido a los efectos
secundarios del tratamiento y a la cantidad de pastillas, refiere que si esta conversando con alguien mientras las
toma se le olvida lo feas que son, deseaba hablar, así poco a poco, comenzó a llegar a psicología con mayor
frecuencia, lo que permitió la oportunidad de trabajar diversas técnicas terapéuticas, algunas provocaban en ella
reacciones regresivas, se acostaba en el sofá en posición fetal, en otras lloraba, otras le parecían interesantes
porque entendía el porque de su comportamiento o de sus reacciones y era capaz de reflexionar sobre esto, ella
comenzó a aceptar la psicoterapia como parte de su curación, logra la catarsis y luego el insight. Ha logrado
disminuir los dolores musculares en el área del cuello y hombros, así como sus dolores de cabeza, “a veces lloro,
porque la música es suave y cuando imagino que estoy en un lugar tranquilo, siempre me imagino a mi familia ahí
conmigo, por eso lloro y me pongo triste”. Todavía hoy tiene periodos de tristeza y de rabia, reacciones que se
asemejan a los síntomas de un trastorno de estrés post traumático.
Exitosamente concluyo su primera fase del tratamiento de tuberculosis, pero comenzó a presentar resistencias
para iniciar la segunda fase, los médicos refirieron a psicología, y luego de múltiples intentos por quebrar
defensas, Adriana habla: “Es que a veces pienso que para que me tomo tantas pastillas si de todas forma me voy
a morir”, luego del trabajo terapéutico, Adriana regreso al CTD y se sentó sin decir nada mientras yo escribía en la
computadora, nos saludamos “¿Cómo estas hoy?”, “mejor que ayer” dijo, luego solicitó papel y lápiz, y en silencio,
hizo el dibujo de una familia, “¿Quiénes son?”, “Es mi familia” “¿Dónde estas tu?” “aquí, por la casa” ella estaba
lejos de los demás miembros, pero como parte de esa familia, todos tenían rostros de felicidad y rasgos infantiles,
dibujo a su hermana menor siendo un bebe, cuando en realidad tiene 10 años, anulo a la figura paterna y a su
abuela, el dibujo no parecía el de una joven de 20 años, mas bien el de una niña de 8, pregunte que significaba
aquello y me pidió que leyera al reverso de la hoja, donde había escrito lo siguiente:
“Hola me llamo Adriana, tengo 20 años, soy una persona viviendo con VIH SIDA, un día pensé que la vida hasta
ahí terminaba, pero no es así, hay muchos sueños que cumplir, y sé que si lo queremos lo podemos lograr.
Quiero mucho a mi familia, a veces no quisiera sufrir, pero me he dado cuenta que si no sufro no aprendo nada de
la vida, porque sé, que todas las personas para poder tener lo que quieren tienen que sufrir, pero después en
algún rinconcito de la vida se que hay mucha alegría, porque todavía hay vida para mi.
Durante muchos años pensé que mi familia no me amaba, porque me pegaban, pero ahora se que siempre me
amaron, los extraño mucho, ¡lo único que deseo es ser feliz!, y no acordarme del pasado que me entristece, lo
único que quiero es ver a mi hermana mayor que se fue hace 8 años y nunca la volví a ver, la extraño mucho,
pero se que ella esta bien y se también que hay mucha gente que me quiere mucho y que me han dado el apoyo
que tanto deseaba.
Por momentos sueño o pienso que vuelvo a ser pequeña y no quisiera que ese pensamiento se fuera de mi, pero
le doy gracias a Dios, por cada día de vida que me da, se que toda tristeza tiene su precio y que un día le llega
algo inesperado que es ser feliz. Gracias por tanto amor y comprensión.”
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