Estado del arte del cultivo de la trufa negra
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Estado del arte del cultivo de la trufa negra
Indice 1. Resumen Abstract 2. Introducción 2.1. Descripción de la trufa 2.2. Antecedentes históricos (usos y tradiciones) 2.3. Origen de la truficultura 1 2 3 3 5 7 3. Tipos de trufas y taxonomía 3.1. Principales especies 3.2. Género Tuber 3.3. Descripción de especies comestibles 3.4. Composición orgánica y mineral de las trufas 3.5. Aromas y propiedades organolépticas 9 9 10 12 13 14 4. Biología de la trufa 4.1. Las micorrizas 4.1.1. Tipos de micorrizas 4.1.2. Funciones de las micorrizas y usos por el hombre 4.2. Ciclo biológico de la trufa 4.2.1. Diseminación de esporas 4.2.2. Germinación de las esporas 4.2.3. Infección de raíces 4.2.4. Formación de trufas 4.2.5. Fase saprófita 4.2.6. Resumen del ciclo biológico 4.3. Fijación de CO2 por el ascocarpo 16 16 16 23 25 25 25 26 27 30 31 33 5. Ecología 5.1. Distribución mundial 5.2. Simbiontes de T. melanosporum 5.3. Suelos truferos 5.3.1. Condiciones geológicas 5.3.2. Características físicas (profundidad, textura, estructura, pedregosidad) 5.3.3. Características químicas (pH, materia orgánica, nutrientes, relación C/N, Ca intercambiable, caliza, conductividad eléctrica) 5.4. Clima 4.4.1. Temperaturas 4.4.2. Precipitaciones 5.5. Condiciones geográficas 34 34 35 36 36 37 39 42 42 43 44 6. Cultivo de la trufa 6.1. Producción de plantas micorrizadas 6.1.1. Técnicas de inoculación 6.1.2. Control del método y proceso de inoculación 6.1.3. Control de calidad de la planta micorrizada 6.1.3.1. Control cualitativo 6.1.3.2. Control cuantitativo 6.2. Plantación 6.2.1. Selección del sitio 6.2.2. Elección de la especie hospedera 6.2.3. Preparación del terreno 6.2.4. Marco de plantación 6.2.5. Fecha de plantación 6.2.6. Plantación 6.3. Cultivo y manejo de la plantación 6.3.1. Laboreo del suelo 6.3.2. Control de malezas 6.3.3. Podas 6.3.4. Riego (sistemas de riego) 6.3.5. Fertilización y enmiendas 6.3.6. Acolchado (mulching) 6.3.7. Plaguicidas y fitosanitarios 6.4. Seguimientos de la plantación 6.5. Cosecha 46 46 46 49 51 53 57 58 58 60 60 61 63 63 64 65 66 66 67 69 70 71 72 73 7. Producción y mercados de la trufa 7.1. Aspectos de producción 7.2. Aspectos comerciales 7.2.1. Producto 7.2.2. Demanda 7.2.3. Precios 7.2.4. Comercialización 7.2.5. Ventajas de Chile y posibles barreras comerciales 7.3. Rentabilidad de una plantación 7.3.1. Criterios y supuestos utilizados en el análisis 7.3.2. Costos de implantación 7.3.3. Costos de mantenimiento 7.3.4. Ingresos 7.3.5. Tasa de descuento 7.3.6. Flujo de caja e índices de rentabilidad 7.4. Situación actual y perspectivas para el cultivo de trufas en Chile 7.5. Resumen de los puntos críticos 76 76 78 78 79 80 81 82 84 84 86 87 89 90 90 94 95 8. Literatura citada 97 Estado del arte del cultivo de la trufa negra (Tuber melanosporum Vitt.) y perspectivas para su cultivo en Chile 1. Resumen Las trufas son los cuerpos fructíferos de un grupo de hongos ascomicetos que forman ectomicorrizas con varias especies vegetales leñosas. Dentro de las especies que dan origen a las trufas, Tuber melanosporum Vitt. es la más codiciada por su altísimo valor gastronómico y por ende económico. El clima óptimo para su desarrollo es el templado lluvioso, con temperaturas extremas que no superen los -9 y 42º C, y precipitaciones que sobrepasen los 600 mm anuales. Requieren de un suelo de tipo calcáreo con un pH óptimo de 7,9. La trufa se puede cultivar inoculando especies forestales en la etapa de vivero, con un período improductivo de cuatro a seis años. La producción máxima es de aproximadamente 80 kg/ha y se alcanza a partir del décimo año. En la presente investigación se presentan los principales requisitos técnicos para el cultivo de esta especie en Chile y se muestran los resultados de un estudio económico. Se simuló un proyecto de dos hectáreas de plantación de avellano y encino, con plantas inoculadas en vivero. Utilizando una tasa de descuento del 12% y con una inversión inicial de $23.641.820, se estimó el Valor Actual Neto en $26.037.656, y la Tasa Interna de Retorno (TIR) en 16%. El Período de Recuperación de la Inversión (PRI) fue de 11 años. Summary Truffles are the fruiting bodies of certain ascomycetes fungi forming ectomicorrhizae with several woody plant species. Among the truffle species, Tuber melanosporum Vitt. is the highest valuated for its culinary quality, reaching the best prices in the market. The ideal climate is rainy temperate, with extreme temperatures not exceeding -9 and 42º C, and an annual rainfall higher than 600 mm. It requires calcareous soils with optimum pH of 7.9. Truffles can be grown by inoculating tree species during the nursery stage, harvesting the first crop after 4 to 6 years. The maximum yield of 80 kg/ha can be reached by the tenth year. This report shows the main technical requirements for cultivating truffles in Chile, including an economic evaluation. A two-hectare plantation was simulated, using hazelnut and oak trees that are inoculated at the nursery. Using a 12% interest rate, and an initial investment of CLP 23,641,820, the Net Current Value was estimated in CLP 26,037,656, and the Internal Revenue Rate was 16%. The investment is paid-off after 11 years. 2. Introducción 2.1.Descripción de la trufa La trufa negra Tuber melanosporum Vitt., es uno de los productos culinarios mas apetecidos en el mundo. Es catalogado como uno de los productos más caros de la gastronomía internacional junto con el azafrán, caviar y foie gras. Las trufas son los cuerpos fructíferos de varias especies de hongos ascomicetos y cumplen la función de producción y dispersión de esporas sexuales. Dichos cuerpos crecen bajo el suelo (hipógeos), y dependen fuertemente de animales que las consuman para así dispersar las esporas a través de sus fecas. Consecuentemente, estos hongos han desarrollado estructuras reproductivas que emiten fuertes aromas y de esta manera atraen a los animales que las detectan y consumen (Lefevre y Hall, 2001). La trufa negra es la de mayor valor comercial, recibe también el nombre de trufa negra del perigord o trufa negra de invierno. Es de forma globosa, algo irregular, a veces lobulada, su tamaño es variable oscilando normalmente entre 3 y 6 cm de diámetro, si bien, excepcionalmente, puede alcanzar tamaños muy superiores. Se caracteriza por un ascocarpo negro pardo cuando está maduro, con el peridio adherido a la gleba que no se desprende fácilmente. Figura 1. El peridio que suele ser negro brillante, posee a veces algún tono rojizo marrón entre las hendiduras de las irregularidades. Es de estructura generalmente pseudoparenquimatosa, de aspecto variable: liso, aterciopelado, papiloso o verrugoso, con escamas poligonales de 3 a 5 mm de altura, deprimidas en su ápice, finamente estriadas. En ocasiones se presenta una fosa basal más o menos pronunciada, que puede llegar a ser hasta una notable cavidad interna. La gleba en los individuos inmaduros es blanca y se va tornando oscura con la madurez pasando de un gris más o menos tenue al marrón oscuro y al negro violáceo. Está recorrida por numerosas venas blancas o blanquecinas, finas y nítidas, que cuando alcanza la plena madurez o hipermadura acaban por desaparecer al adquirir el color del conjunto de la gleba. Las venas están muy ramificadas, confusamente, dándole un aspecto marmóreo. Poseen un olor muy característico, intenso y persistente. (Reyna, 2000). Fuente: Callot (1999). Figura 1. Esquema de Tuber melanosporum Vitt. en el que se aprecian diferentes estructuras. A: ascocarpo; B: detalle de las escamas del peridio; C: corte de un ascocarpo adulto en el cual se aprecia la gleba. Escala: 2 mm. Esta trufa se encuentra en el sur de Francia, en Italia y en España, y a veces también en el valle del Loira y en el Noreste de Francia. En su madurez presenta un olor específico, que la convierte en la especie más requerida por los gastrónomos franceses (Olivier, 1997) Según las observaciones de Ceruti, citado por Reyna, (2000) las ascas son globosas, pedunculadas con dimensiones de 90 - 140 x 80 - 120 µ. En su interior encierran de una a cuatro esporas, rara vez hasta seis. Las esporas poseen forma elipsoidal y son opacas, marrones ornamentadas con acúleos o espínulas cortas y rígidas. El tamaño oscila 29- 3555 x 22- 26- 35 µ (Reyna, 2000). Figura 2. Fuente: Reyna (2000). Figura 2. Esporas de T. melanosporum en el interior del asca. 2.2. Antecedentes históricos Conocida desde la antigüedad, la trufa ha despertado gran interés por parte del hombre. Pitágoras la cita en el siglo VI a. C. Posteriormente Teofrasto (siglo III a. C.) atribuye el origen de las trufas a los truenos. Unos siglos mas tarde, Dioscórides sostuvo que eran raíces tuberificadas, Cicerón supuso las trufas hijos de la tierra, mientras Porfirio las consideró hijos de los dioses (Etayo y De Miguel, 1998). Según Pacioni (1987), Plinio el Viejo las consideró callosidades de la tierra y milagro de la naturaleza. Y Reyna (2000), señala que Brillat-Savarin en su libro “Fisiología del gusto” calificó la trufa como “el diamante de la cocina”. No es de extrañar, que se considerara algo de «generación espontanea» o que su origen se buscara como indica Teofrasto (siglo III a. C.), en los truenos (en buena medida no iba desencaminado ya que los mejores años truferos se dan en los veranos con tormentas abundantes) (Reyna, 2000). Galeno la recomendaba para producir una excitación general que dispone a la voluptuosidad. Y Plinio, en su Historia Natural, indica que es una planta que crece y vive sin tener ninguna raíz, es una callosidad de la tierra, nace espontáneamente y no puede sembrarse (Reyna, 2000). Su conocimiento y utilización se remonta, al menos, al principio de nuestra era, existen numerosas citas romanas y griegas al respecto en las que se pondera su valor gastronómico. Delmas (1983) dice que aparte de su reconocido valor culinario, se le han atribuido poderes mágicos y afrodisiacos. Últimamente, se han concretado en la detección en la trufa de feromonas de jabalí, que a su vez, según Cline (2005) contiene esteroides similares a los localizados en la secreción axilar humana. En África y Oriente Medio, las trufas del desierto, probablemente servidas a los faraones, y mencionadas en el Talmud judío, eran especies de Terfezia, Tirmania, y Phaeangium. Los beduínos hoy en día usan las trufas como comida, y como medicina para los ojos inflamados (enfermedad común en el desierto) y, en el caso de Phaeangium lefeburei como cebo para atrapar pájaros. Los bosquimanos del desierto de Kalahari del Sur de África han recolectado Terfezia pfeilii desde el inicio de los tiempos (Trappe, 1990). En la base del Himalaya se sabe que se recolecta Tuber indicum. Se puede encontrar en los mercados de esta zona, lo mismo que otras trufas de dificil clasificación taxonómica. En Nepal poseen una tradición oral respecto a la recolección y comida de los hongos hipógeos. En Japón, una región es famosa por su sopa de Rhizopogon sp (Trappe, 1990). En Australia y Nueva Zelanda los aborígenes recolectaban hongos hipógeos. Los Maoríes de Nueva Zelanda apreciaban ciertas especies hipógeas. En Norte América y Sudamérica abundan los hongos hipógeos, pero el único testimonio de su utilización viene de los indios de México. Los nativos americanos debieron tener conocimiento de las trufas pero se han perdido los usos (Trappe, 1990). En Europa, son apreciadas por sus cualidades gastronómicas sobretodo en Francia y en Italia, y también en España y Grecia. Principalmente se consume T. melanosporum, pero también las especies Tuber aestivum y Tuber magnatum (Trappe, 1990). Pacioni (1987), señala que curiosamente se da el hecho de que el primer libro impreso de micología fuera el “Opusculum de Tuberis” de Ciccarelli que trata precisamente de trufas. La trufa es por tanto, un hongo que por su interés gastronómico a lo largo de siglos y su propio misterio, ha dado lugar a multitud de posibilidades de investigación. El estudio de las micorrizas comenzó con la trufa, con sus múltiples líneas actuales, y también en cierto modo, el estudio de los hongos. La investigación inicial estuvo encaminada a develar el misterio de su origen, formación y desarrollo, dirigido a lograr su cultivo y producción, para no depender solo de de la naturaleza (Etayo y De Miguel, 1998). A lo largo de los siglos XVIII y XIX, se incrementó bastante el consumo de trufas como “manjar” culinario, uso que se ha extendido hasta nuestros días, y que es junto con la escasez, el causante del alto precio que alcanzan las trufas en el mercado (Etayo y De Miguel, 1998). 2.3. Orígenes de la truficultura El descubrimiento de la relación simbiótica entre los árboles y los hongos, se debe al estudio realizado por Frank en 1885 para promover el desarrollo en Prusia de la producción de trufa. Dicho autor, acuñó el término micorrizas utilizado hasta nuestros días (Etayo y De Miguel, 1998). Sourzat (1983), dice que históricamente los mayores avances técnicos en el campo de la truficultura se han producido en Francia, como consecuencia de la búsqueda de alternativas al cultivo de la vid, luego de que la filoxera se convirtiera en una plaga primaria. Pacioni (1987), afirma que, a principios del siglo XIX, el agricultor, Joseph Talon, descubrió la relación entre la trufa y los robles, planteando la necesidad de establecer plantaciones de dicha especie vegetal para obtener trufas. Y Delmas (1983), agrega que en el siglo XIX se publican tratados de truficultura, siendo los más destacados los de Chatin en 1869 La truffe. Etude des les conditions de géneráles de la production truffière y Bosredon, en 1887, Manuel de trufficulture. Los inicios de la truficultura tanto en Italia como en Francia fueron muy paralelos, siempre encaminados hacia una truficultura racional, tratando de optimizar el cultivo, con multitud de trabajos sobre micorrización en vivero y ecología de las diversas especies de trufas. Actualmente Italia se centra fundamentalmente en el estudio de las condiciones ecológicas para el posible cultivo de Tuber magnatum (Etayo y De Miguel, 1998). Los avances en truficultura disminuyen mucho desde principios de siglo hasta los años 60, en que comienzan a desarrollarse metodologías y técnicas de inoculación controlada entre Tuber aestivum, T. melanosporum y avellano, que son perfeccionadas en etapas sucesivas hasta desarrollar sistemas de producción de plantas micorrizadas con trufa de manera comercial (Reyna, 2000). Fue después de 1973, con el control de la fase de micorrización, que nació una verdadera truficultura, asociando el “dominio de las plantas” con un manual que tomaba en cuenta el contexto edafo-climático y prácticas específicas de cultivo. Durante los años 80, se extendieron las plantaciones y se intensificaron la experimentación, con el objetivo de racionalizar los métodos de producción (Olivier, 1997). Después de un período de producción abundante en Francia, se ha observado una lenta regresión. La producción de trufa esta en decadencia continua después del inicio de siglo XX. Las causas resultan de la conjunción de factores humanos, tecnológicos y climáticos: éxodo rural, desaparición de recolectores de trufa por las guerras, cierre de las truferas naturales, incendios forestales, contaminación ambiental y lluvia ácida. En las últimas décadas una serie de factores han provocado el descenso de la producción, como lo es también la recolección agresiva (Reyna, 2000). En la última década, se ha producido un importante aumento en la actividad del sector trufero tanto en el ámbito de la investigación. En la actualidad existen al menos 10 grupos de investigación en distintas universidades y centros, como en la preocupación que se advierte en las Administraciones Autonómicas de España y en la presión que ejerce la iniciativa privada (Reyna, 2000). 3. Tipos de trufas y taxonomía 3.1. Principales especies Los hongos hipógeos son “macro-hongos” que evolutivamente han desarrollado mecanismos para evitar la desecación que supone el medio terrestre. Desarrollan y retienen sus cuerpos fructíferos productores de esporas bajo tierra. La mayoría de las especies, de cualquier subdivisión, producen cuerpos fructíferos que son relativamente simples en estructura, globosos o irregulares, con una región interna productora de esporas, la gleba, rodeada y protegida por la capa externa, el peridio (Etayo y De Miguel, 1998). En casi todas las subdivisiones del reino Fungi, se encuentran especies que producen cuerpos fructíferos bajo tierra, similares a las trufas. Entre ellos: Zygomycotina, Basidiomycotina (órdenes Agaricales, Boletales, Cortinariales, Phallales, Russulales, Stereales) y Ascomycotina (Elaphomycetales y Pezizales). Incluso los Deuteromycotina pueden formar estructuras hipógeas que se asemejan a cuerpos fructíferos, por ejemplo Cenococcum geophilum, que debido a la similitud del hábitat, ha resultado en un parecido superficial a la forma del cuerpo fructífero de las trufas (Etayo y De Miguel, 1998). Los Zygomycotina esporocárpicos hipógeos, se encuadran dentro de los Mucorales y Endogonales y sólo se consideran “trufas” a aquellas especies macroscópicas que parecen análogas a las verdaderas (Ascomycotina) o las falsas trufas (Basidiomycotina). Los Deuteromycotina como hongos imperfectos no presentan estado sexual, aunque generan esporas asexuales o conidios. A este grupo pertence el hongo Cenococcum geophilum caracterizado por esclerocios de 1 a 5 mm de diámetro, globosos, lisos, con aspecto de corcho de color café oscuro a negro, llamados también trufas anamórficas (Etayo y De Miguel, 1998). Mucho más importantes desde el punto de vista de la abundancia, son las falsas trufas de la subdivisión Basidiomycotina. Todas las especies hipógeas de estas subdivisión pertenecen a la subclase Holobasidiomycetidae. El hábito subterráneo de estas “falsas trufas” presenta similitudes con la estructura y apariencia de los gasterocarpos, es decir, una capa externa protectora o peridio que rodea a una región interna productora de esporas o gleba (Etayo y De Miguel, 1998). Las especies de trufas más apetecidas por su valor gastronómico y las que en sentido estricto debieran ser las únicas llamadas como tales, son las que se enmarcan dentro del género Tuber, familia Tuberaceae, orden Pezizales, clase Ascomycetes, subdivisión Ascomycotina, división Eumycota, reino Fungi. La familia Tuberaceae la componen el género Tuber y el género Paradoxa (Etayo y De Miguel, 1998; Reyna, 2000). Algunos autores han englobado las trufas en el orden Tuberales que incluiría tres familias; la Geneaceae con los géneros Hydnocystisy y Genea; la familia Terfeziacea con los géneros Birmania, Terfezia, Mattirolomyces, Delastria y Picoa y por último la familia Eutuberaceae con los géneros: Stephensia, Pachyphloeus, Choromyces, Balsamia y Tuber (Reyna, 2000). 3.2. Género Tuber Dentro de la familia Tuberaceae el género Tuber constituye el bloque fundamental y de mayor importancia dadas sus connotaciones económicas, por lo que hasta el día de hoy es el mas estudiado, pero también ha dado lugar a numerosas sinonimias y confusiones en los nombres científicos de las especies que comprende (Reyna, 2000). Según los autores Ceruti (1960), Delmas (1983), Paccioni (1987), Montecchi (1993), Manjon et al. (1995), García Montero (1997), Astier (1998) y Zambonelli (1999), citados por Reyna (2000), el género Tuber estaría representado en Europa, por varias especies Cuadro 1. Aparte de las especies mencionadas en el Cuadro 1, Callot (1999), incluye las especies Tuber texense (de Texas) y Tuber canaliculatum (del Noreste de Estados Unidos). Cuadro 1. Especies comestibles pertenecientes al género Tuber. Especies de interés económico Especies sin interés económico Tuber albidum Pico Tuber asa Tul. Tuber aestivum Vitt. Tuber bituminatum = T. mesentericum Vitt. Tuber borchii Vitt. = T. albidum Pico Tuber dryophhilum Tul. & Tul. Tuber brumale Vitt. Tuber excavatum Vitt. Tuber brumale Vitt. forma moschatum Tuber excavatum Vitt. forma fulgens Quél. Ferry Tuber magnatum Pico Tuber Tuber melanosporum Vitt. = T. nigrum Bull Monticellianum Vitt. Tuber mesentericum Vitt. Tuber ferrugineum Vitt. Tuber rufum Pico Tuber foetidum Vitt. Tuber uncinatum = T. aestivum uncinatum Tuber fulgens Quelet excavatum Vitt. Forma Tuber gibbosum Harkness Tuber hiemalbum Tuber himalayense BC Zang & Minter Tuber indicum Cooke & Mass Tuber lucidum Tuber malençoni Tuber maculatum Vitt. Tuber macrosporum Vitt. Tuber murinum Tuber nitidum Vitt. Tuber oligospermum (Tul. & Tul.) Trappe Tuber panniferum Tul. & Tul. Tuber puberulum Bk. & Br. Tuber regianum Mont. & Iazz. Tuber rufum Pico var. nitidum Fischer Tuber rufum Pico forma ferrugineum (Vitt.) Montechi & Lazzari Tuber rufum Pico forma lucidum (Bonnet) Montechi & Lazzari Fuente: Reyna (2000). 3.3. Descripción de algunas especies comestibles A continuación se presenta, en el Cuadro 2, las principales características que diferencian a las especies comestibles del género Tuber. Cuadro 2. Resumen de características de algunas especies comestibles de trufas. Especie T. aestivum T. uncinatum T. borchii T. brumale Subgloboso T. T. mesentericum melanosporum T. rufum Subgloboso Subgloboso lobulado lobulado lobulado Forma Subgloboso Subgloboso Subgloboso ascocarpo lobulado lobulado globoso lobulado Subgloboso Tamaño 1 - 10 cm 1 - 10 cm 1 - 10 cm 0.5 – 5 cm 1 - 10 cm 1 - 10 cm 0.5 - 2 - 4 Verrugoso Verrugoso Liso Verrugoso Verrugoso Verrugoso Liso Negro-café Negro-café Café al ocre rojizo Negro Gris-café Negro-café Café, rojizo, Café claro Café Café Gris, negro Gris, café Café, púrpura Anaranjado negro café Ligera, seca Consistente Consistente ascocarpo Tipo Peridio Color Peridio Color negro Gleba avellana Consistencia Carnosa ligera Carnosa ligera Carnosa Carnosa púrpura Finas y Finas y Anchas y escasas Anchas y Finas y Finas y abundantes, abundantes, escasas numerosas numerosas, escasas circunvoluciones circunvoluciones circunvoluciones convergentes No No No No Casi siempre No No Globosas Globosas Globosas Globosas Globosas Globosas Sacata globosa 1-6 1-6 1-4 2-5 1-3-4 1–6 1-5 Elípticas Elípticas Gleba Venas Cavidad pesada carnosa pesada Anchas y ascocarpo Tipo Ascas Nº esporas por asca Forma Elípticas Elípticas Elípticas Elípticas esporas subglobosas subglobosas subglobosas subglobosas Ornamentación Reticuladas Reticuladas Reticuladas Espínulas esporas Reticuladas Espínulas Espínulas Café pálido Café oscuro Café claro incompleto Color Amarillo-café Amarillo-café Café pálido a café Amarillentas, esporas claro claro claro café pálido Olor Elípticas subglobosas Agradable, Agradable, Agradable poco Fuerte, algo Alquitrán, Agradable, Escaso, sólo malta tostada, suave, poco persistente agrio tintura de yodo fuerte muy muy madura, a persistente persistente persistente hongo almizclado Fuente: Reyna (2000). 3.4. Composición orgánica y mineral de las trufas Las trufas jóvenes son ricas en ácidos aminos (ácido γ-aminobutírico, treonina, ácido glutámico, etanolamina). Por su parte, el metabolismo de los lípidos se modifica en el curso del desarrollo del ascocarpo, estando dominado en los primeros estados por el esterol ergosterol y luego por el esterol brasicasterol. Presentan una fuerte actividad metabólica debido a los intensos fenómenos respiratorios y una fuerte demanda de oxígeno, por lo que el ascocarpo debe desarrollarse en un micro-ambiente bien aireado (Callot, 1999). Con el análisis de trufas negras provenientes de varias regiones, se pudo constatar que los niveles de elementos minerales son constantes y bastante elevados en comparación con otros hongos y vegetales. Comparando trufas de distintos lugares se determinó que no existen diferencias significativas en su composición, entre trufas que se desarrollaron en suelos ricos en elementos minerales como en las que se desarrollaron en suelos pobres. Las trufas son bastante energéticas, tomando en cuenta que su contenido en compuestos nítricos es cuatro veces mayor que los champiñones comunes, cultivados en lechos o camas. Además, poseen elevados contenidos de fósforo, potasio y silicio y curiosamente pobres en calcio, siendo que se desarrollan en terrenos calcáreos (Callot, 1999). En los Cuadros 3 y 4, se muestra la composición promedio de los ascocarpos de T. melanosporum y una comparación de la repartición de elementos minerales, en la parte central del ascocarpo (gleba) y en la capa superficial (peridio). Se observa que la concentración de fósforo y potasio son mayores en la gleba, por el contrario, los niveles de fierro, cobre y calcio son más elevados en el peridio. Cuadro 3. Composición media de ascocarpos de T. melanosporum. Agua 75 % Materia seca 25 % Nitrógeno 4–7% Cenizas 5–7% Cenizas (%) Ácido fosfórico 20 – 30 Potasio (K2O) 10 – 28 Calcio (CaO) 5 – 10 Silicio (SiO2) 15 – 25 Ácido carbónico y pérdidas 8 – 10 Fuente: Callot (1999). Cuadro 4. Niveles comparados de los elementos minerales en las cenizas del peridio y de la gleba de T. melanosporum. Peridio Gleba Cenizas (%) 7,41 8,03 Fósforo total (%) 0,850 1,051 Azufre total (%) 0,43 0,40 Calcio total (%) 0,850 0,09 Magnesio total (%) 0,07 0,08 Potasio total (%) 1,456 3,24 Cobre total (mg/kg) 112 63 Fierro total (mg/kg) 296 73 Fuente: Callot (1999). 3.5. Aromas y propiedades organolépticas Los distintos tipos de trufas poseen aromas diferentes. Las más estudiadas, debido a su intenso y exquisito aroma y por lo tanto las más caras son la trufa blanca en Italia (T. magnatum) y en Francia la trufa negra (T. melanosporum) (Reyna, 2000). La trufa blanca posee aromas penetrantes, fuertemente aliáceos. Una muy pequeña cantidad es suficiente para otorgar un sabor delicioso a los platos preparados. El componente responsable del aroma de esta trufa es el bi(metil)biometano. Se ha demostrado que las moscas de las especie Suillia univittata, que vienen a aovar encima de esta trufa, tienen dos generaciones en la temporada, en la primera infectan el ajo y en la segunda la trufa blanca (Callot, 1999). La trufa negra tiene aromas sutiles y muy diferentes según sus terroirs (condiciones de clima y suelo particulares). Su perfume incluye más de 50 compuestos (aldehídos, alcoholes, esteres, compuestos azufrados). Los compuestos aromáticos se desarrollan en el cuerpo fructífero después de la detención del crecimiento de éste, en la maduración. Entre los compuestos volátiles, el dimetil-sulfuro y el metil-2 butanol, son los principales, siendo escencialmente el dimetil-sulfuro el que reconocen, por el olor, los perros truferos. 4. Biología de la trufa 4.1. Las micorrizas La relación simbiótica denominada por el profesor A. B. Frank como Mykorhiza, hacia 1885, del griego mykos (hongo) y del latín rhiza (raíz) ya había sido reconocida anteriormente por Hartig (1840), en sus características estructurales y ecológicas e ilustró una ectomicorriza y una endomicorriza orquidoide. También Kamienski fue uno de los pioneros en describir la naturaleza de la micorriza monotropoide en 1882 (Etayo y De Miguel, 1998). La simbiosis, se define como el estado resultante cuando dos organismos viven en contacto íntimo. De Bary (1887), citado por Allen (1991), describe varios tipos de simbiosis incluyendo parasitismo, comensalismo, amensalismo, neutralismo y mutualismo, según la relación entre estos sea negativa, neutra o positiva. La asociación micorrícica es una simbiosis mutualista entre la planta y el hongo, la cual está localizada en una estructura similar a la raíz en la que la energía se mueve primariamente de la planta al hongo, y los recursos inorgánicos se mueven desde el hongo a la planta (Allen, 1991). 4.1.1. Tipos de micorrizas La micorriza está constituida por una raicilla muy fina rodeada y penetrada en mayor o menor grado por el micelio del hongo. Las micorrizas se clasifican en función de hasta que punto se produce esta fusión. Las trufas pertenecen al grupo de hongos, de tipo simbiótico, formador de ectomicorrizas, y se asocian a ciertas plantas superiores como las encinas y robles, sin las cuales son incapaces de sobrevivir (Reyna, 2000). a) Endomicorrizas El micelio penetra hasta el interior de las células de la raíz y solo es apreciable mediante la observación de secciones de la misma al microscopio (Reyna, 2000). El hongo penetra en las células corticales y no forma una capa fúngica externa (Figura 3). Este grupo a su vez se subdivide en: ericoides, orquidiodes y vesiculo-arbusculares o VA (Etayo y De Miguel, 1998). El 80-90% de las especies vegetales y hongos Zygomycotina, forman micorrizas tipo vesículo-arbusculares. Se caracterizan porque el hongo se desarrolla en el interior de la raíz, las hifas externas no forman manto, el micelio es inter e intracelular y las hifas intracelulares forman arbúsculos y vesículas. A diferencia de éstas, las endomicorrizas ericoides, formadas por plantas de la familia de las Ericáceas, el hongo (Ascomyceto o basidiomyceto) forma pelotones dentro de las células corticales. Por otro lado, están las orquídeas que forman unas micorrizas con una fisiología especial con hongos Basidiomycotina llamadas endomicorrizas orquidoides (Etayo y De Miguel, 1998). Hifas del hongo Células corticales de la planta Fuente: Reyna (2000). Figura 3. Esquema de una micorriza del tipo VA. Se aprecia como las hifas penetran las células corticales de la raíz. b) Ectomicorrizas Se definen como aquellas en las que la relación con el hongo es externa, del punto de vista que el hongo no penetra las células de la raíz sino que forma una estructura llamada manto o vaina, la cual envuelve la raíz y penetra intercelularmente en las primeras capas de células formando el retículo de Hartig (FIGURA 4). Desde el manto salen hifas o rizomorfos hacia el sustrato en forma radial (Etayo y De Miguel, 1998). Son el tipo más corriente de micorrizas en el ambiente de tipo forestal y a él pertenecen las micorrizas de la trufa. Entre un 3 y 5 % de los vegetales forman micorrizas ectotróficas sin embargo su importancia forestal es enorme. Prácticamente todos los árboles forestales forman este tipo de micorriza en unión a diversos hongos, muchos de ellos apreciados por su interés gastronómico como Lactarius sp., Bolletus sp., Russula sp., Amanita sp., Cantarellus sp., Morchella sp., Tuber sp., etc. Los hongos capaces de formar este tipo de asociación pertenecen a los Basidiomycotina, Ascomycotina y raramente a los Zygomycotina. Las principales familias de planta que son huéspedes de estos hongos son: Betulaceae, Fagaceae, Pinaceae, Tiliaceae, Juglandaceae, Salicaceae, Ulmaceae, Corylaceae, Rosaceae y Fabaceae (Etayo y De Miguel, 1998; Reyna, 2000). Hifas del hongo Células corticales rodeadas por las hifas Fuente: Reyna (2000). Figura 4. Esquema de una ectomicorriza. Aquí se muestra como el micelio del hongo se desarrolla entre las células del córtex sin penetrar las células vegetales. La estructura de las ectomicorrizas esta formada, básicamente, por el manto miceliar, el retículo de Hartig y las espínulas (Figura 5). Esta asociación se produce en las raíces más finas de la planta, ápices radiculares, y es difícil de apreciar a simple vista ya que las raicillas micorrizadas no suelen superar los 2 ó 3 mm de longitud y 0,3 a 0,5 mm de diámetro. Externamente las ectomicorrizas producen un engrosamiento de las raicillas terminales, debido al recubrimiento del manto fúngico, además de provocar una intensa división radicular otorgándole a la cabellera de raíces un aspecto coraloide (Reyna, 2000). Fuente: Reyna (2000). Figura 5. Esquema de una ectomicorriza en la cual se aprecian sus estructuras (manto, retículo de Hartig y espínulas). El manto puede tener diversos colores y consistencias según las especies en cuestión. Superficialmente presenta diferentes tipos de dibujos en función de la estructura que formen sus hifas. Básicamente se distinguen dos tipos de manto: el plectenquimático que constituye una malla más o menos fibrosa en la que se aprecian claramente las hifas del hongo. Y el manto pseudoparenquimático en el que se forma una estructura de aspecto celular parecido a los parénquimas vegetales. Aquí ya no se aprecia la forma alargada o fibrosa de las hifas, sin embargo, se estructura con ciertos tipos de dibujos distintivos que son fundamentales para reconocer las diferentes especies de micorrizas, como el manto en puzzle o el manto poligonal, siendo éste último el correspondiente a Tuber melanosporum (Reyna, 2000). Retículo de Hartig Manto Hifas Fuente: Reyna (2000). Figura 6. Sección de una ectomicorriza. Se aprecia el manto en color negro rodeando la raíz y el retículo de Hartig (hifas oscuras que penetran hacia el interior por entre las células de la raíz). En la Figura 7, se aprecian los diferentes tipos de mantos, el plectenquimático y los dos tipos de manto pseudoparenquimáticos; el manto en puzzle y el manto poligonal. 1. 2. 3. Fuente: Reyna (2000). Figura 7. Tipos de mantos desarrollados por las ectomicorrizas al recubrir la raíz de la planta infectada. 1: manto plectenquimático; se aprecian claramente las hifas el hongo. 2: manto en puzzle; no se aprecia la forma fibrosa de las hifas. 3: manto poligonal; aspecto de parénquima vegetal. El retículo de Hartig esta formado por las hifas del manto que penetran intercelularmente las primeras capas de células (cortex) de la raicilla, no llegando éstas a penetrar la célula misma. Finalmente, hacia el exterior del manto se extienden hifas, más o menos largas que reciben el nombre de espínulas, que se extienden por el perfil del suelo. La forma y tamaño de las espínulas varía con las diferentes especies de hongos y también es clave para determinar a que especies corresponde (Reyna, 2000). Fuente: Callot (1999). Figura 8. Comparación entre el ápice de una raíz de roble (Quercus robur) no micorrizada y el de una raíz de roble micorrizada con T. melanosporum. A la izquierda: raíz de roble no micorrizada. A la derecha: raíz de roble (Q. robur) micorrizada por T. melanosporum; notar la reducción de la cofia (C), el desarrollo del manto (m) y el alargamiento de las células corticales (Co). El meristema (me) es poco visible en la foto. Escala: 50 µm. c) Ectendomicorrizas Éstas corresponden a un tipo intermedio entre las endomicorrizas y las ectomicorrizas, ya que por un lado forman manto y retículo de Hartig, y además se produce la entrada del hongo en el interior de la célula (Reyna, 2000). Los hongos que forman este tipo de micorriza pertenecen a los Basidiomycotina. Las ectendomicorrizas arbutiodes se asocian con plantas de los géneros Arbutus, Arctostaphylos y Vaccinium (arándano) (Etayo y De Miguel, 1998). Hifas del hongo Células corticales de la planta Fuente: Reyna (2000). Figura 9. Esquema de una ectendomicorriza. Se aprecia como el micelio del hongo penetra entre las células corticales formando retículo de Hartig y manto y además penetra dichas células. 4.1.2. Funciones de las micorrizas y usos por el hombre Los árboles micorrizados obtienen una serie de ventajas de gran importancia para prosperar en el medio natural, ya que la micorriza otorga una serie de ventajas tanto a la planta como al suelo y su entorno ecológico. La planta micorrizada posee una mejor capacidad de absorción de nutrientes ya que al ser mayor el volumen radicular aumenta la superficie de contacto entre raíz y suelo, puesto que la micorriza induce a la división radicular y al engrosamiento de ésta. Además el sistema radical se amplía a través del micelio extendido en el suelo, el cual es capaz de absorber sustancias simples, que luego pasan a la raíz y al árbol, mejorando el nivel de asimilación de macronutrientes, absorción de agua y oligoelementos. Entre esos nutrientes es el fósforo el que mejora más los niveles de asimilación, en este sentido se citan incrementos de hasta 10 veces mayor asimilación de fósforo en plantas micorrizadas versus no micorrizadas. Por lo tanto, el efecto positivo más evidente, es un crecimiento más rápido que se traduce de una forma general por un aumento de la biomasa producida (Etayo y De Miguel, 1998; Callot, 1999; Reyna, 2000). La planta micorrizada es más competitiva para captar agua del suelo, por consiguiente es mas tolerante a las situaciones de estrés en casos de sequías. Las micorrizas también otorgan a la planta un sistema de defensa contra enfermedades criptogámicas, tanto por la mayor vitalidad de la planta al estar mejor nutrida, como por la capa biológica de protección constituida por el manto fúngico que supone ya una barrera de entrada a los agentes parasitarios. Asimismo, en ciertos casos como la trufa, la producción de ciertos compuestos aleloquímicos evita la competencia de otras especies vegetales (Etayo y De Miguel, 1998; Reyna, 2000). Según Etayo y De Miguel (1998), las micorrizas mejoran el enraizamiento y el establecimiento de las plantas, incrementan la captación de iones lentos, con lo que aumentan el crecimiento, facilitan el reciclaje de nutrientes en el sistema suelo-plantaatmósfera, mejoran las propiedades físico-químicas del suelo como la textura y estructura. En la fase de vivero las micorrizas propician un mejor crecimiento y acumulación de reservas que sitúan a la planta en mejor posición para la futura plantación. Además, el desarrollo radicular más acentuado hace las plantas soporten mejor la fase de trasplante y aclimatación al campo (Etayo y De Miguel, 1998; Reyna, 2000). En las comunidades naturales se ha desarrollado con el tiempo un equilibrio entre las plantas y sus hongos micorrícicos, pero en sistemas degradados se limitan las fuentes de propágulo, por lo que se hace necesaria la introducción de hongos micorrícicos. Actualmente en todas las estrategias de reforestación se tienen en cuenta las micorrizas como factor importante a la hora de favorecer el establecimiento de las plantas. La micorrización controlada, es también utilizada para facilitar las plantaciones de protección u ornamentales en condiciones difíciles, como por ejemplo la reforestación de suelos perturbados de zonas de minería, excavaciones en obras públicas o terrenos inestables de montaña (Etayo y De Miguel, 1998). Por último, se puede recurrir a las asociaciones micorrícicas con el objetivo de obtener carpóforos comestibles, como es el caso de las ectomicorrizas productoras de trufas o como también es el caso de los Boletus edulis ssp (Etayo y De Miguel, 1998). 4.2. Ciclo biológico 4.2.1. Diseminación de esporas El carpóforo (trufa) alcanza su madurez plena desde mediados de invierno a principios de primavera. Debe liberar las esporas que encierra, lo que es facilitado por su intenso aroma que atrae a muchos animales que las consumen como alimento y también numerosos insectos e invertebrados, algunos de los cuales poseen una vinculación específica con la trufa. El jabalí por ejemplo excava la tierra en busca de la trufa y puede transportar pequeñas porciones de trufa adheridas a los labios o al pelo, hasta otros lugares. Otro “consumidor”, no tan voraz, pero si muy especializado en ellas, es la mosca de la trufa (Suillia fuscicornis y S. gigantea) de la familia Heliomyzidae, que ovipone en las trufas maduras, alimentándose sus larvas de ésta; contribuye activamente a la diseminación al quedar adheridas a las pilosidades de los adultos numerosas esporas. La dispersión real se produce cuando las esporas salen de las ascas, cuando el carpóforo esta en una etapa de hipermadurez o casi putrefacción. Mientras las esporas no se liberan de las ascas no se puede producir una verdadera diseminación, ya que éstas no germinan en el interior de las ascas por efectos de inhibidores de la germinación (Callot, 1999; Reyna, 2000). 4.2.2. Germinación de las esporas Las esporas liberadas de las ascas, una vez que alcanzan el suelo, son arrastradas hacia su matriz por efecto de las lluvias, siendo lixiviados los inhibidores germinativos. Cuando alcanzan la temperatura y humedad adecuada (a mediados de la primavera), la espora comienza a germinar emitiendo un finísimo filamento de micelio que se ramifica rápidamente, suceso que ha sido muy escasamente observado, in vitro o in situ. El micelio derivado de los tubos germinativos nacidos de las ascosporas, podría tener dos destinos distintos: una es la vía vegetativa, que acaba en la formación de micorrizas, al entrar en contacto con raíces cortas; y la otra corresponde a la via sexual, cuando los filamentos reproductores que inducen la formación de un primordio, se hallan en la vecindad de ciertas raíces largas (Callot, 1999; Reyna, 2000). Fuente: Reyna (2000). Figura 10. Espora de T. melanosporum germinando. 4.2.3. Infección de raíces El filamento miceliar emitido por la espora comienza a explorar el suelo en busca de alguna raicilla a la cual infectar. Dicho crecimiento posee un tiempo limitado por el agotamiento de las reservas energéticas. Al ponerse ésta en contacto con la raicilla de algún hospedero adecuado, se comienza a formar la micorriza, proceso conocido como infección primaria. El micelio se desarrolla penetrando en el interior del cortex de las raíces formando el retículo de Hartig y en el exterior forma el manto del que se originan nuevas hifas que van a infectar las raicillas más cercanas. Estas nuevas raicillas infectadas (o expansión de la micorriza) se denominan infección secundaria. En ciertas zonas del sistema radical la infección micorrícica provoca una abundante división radicular y una acumulación o glomérulo de micorrizas bastante compacto. Todo el proceso de infección se extiende por el suelo y el sistema radical, hasta alcanzar una cierta biomasa crítica de micorrizas, a partir de la cual, si las condiciones son adecuadas, se puede producir la fructificación. Bajo condiciones de cultivo, con planta inoculada, se ha establecido que el ciclo completo requiere de entre 5 a 10 años. Dentro de esta fase, en la que se produce una clara simbiosis, también se produce la colaboración de bacterias que mejoran y estimulan el proceso micorrícico, puesto que ayudan a acidificar el medio favoreciendo el desarrollo en extensión del micelio (Callot, 1999; Reyna, 2000). Cuando las raíces van cesando en su crecimiento producto de un déficit hídrico, van pasando de color blanco a un color café claro. Este cambio de color se produce por modificaciones anatómicas ligadas a depósitos de lignina, complejos tanino-proteínas, compuestos fenólicos con incorporación de aminoácidos y péptidos en la pared celular, sobretodo en el súber y la endodermis, proceso conocido como metacutinización, que permite a las raíces resistir a condiciones más secas. Esta acumulación de lignina y taninos ricos en nitrógeno, es muy importante, puesto que éstas son las sustancias nutricionales más favorables para el desarrollo de la trufa y para la mantención de una buena micorrización (Callot, 1999). 4.2.4. Formación de trufas A partir de los meses de octubre-noviembre, parte de los filamentos miceliares empiezan a diferenciarse, agrupándose y compactándose hasta dar lugar a la formación de un pequeño núcleo o primordio de la futura trufa (Reyna, 2000). Los primordios jóvenes poseen tres partes; una parte basal, que constituye el “pie”, que produce varios filamentos que recubren la estructura en formación, una parte media ascogonial, con un citoplasma denso, envuelto por filamentos jovenes y una parte terminal o tricogino, enrollado alrededor de una hifa miceliar o filamento estéril a modo de sujeción. Estos primordios de color claro, se vuelven globulosos en el transcurso de su crecimiento y se transforman en bosquejos conteniendo, por definición, un centro fértil y una cobertura. Ésta se tiñe progresivamente de un color anaranjado (Figura 11) que facilita su localización desde la tierra (Callot, 1999). Fuente: Callot (1999). Figura 11. Evolución morfológica de los primordios de T. melanosporum. rl: raíz larga; *: cráter. Desde el punto de vista morfológico, el joven primordio muestra una polaridad, a menudo subrayada por el hecho de que su base está en contacto con una raíz larga, con un ensamble que presenta la forma de una pipa (Figura 11). El polo apical presenta una cavidad que, en el curso de su desarrollo, se llena progresivamente de filamentos formando un enfurtido blanquecino, esta cavidad abierta hacia el exterior se halla tapizada de una empalizada de paraphyses o células alargadas (Figura 12). La periferia primero lisa y amarillenta ocre, se tiende a colorear anaranjada. Correlativamente las escamas prominentes se forman progresivamente a partir de la base hacia la parte superior, constituyendo ellas el inicio del peridio. A lo largo del crecimiento del primordio, en la base de éste, los restos de filamentos ascogoniales, producen los primeros elementos del aparato esporofítico (Callot, 1999). Fuente: Callot (1999). Figura 12. Estructura detallada de un primordio de trufa en estado apotecioide. La cavidad está a punto de cerrarse y se aprecian en el interior las venas estériles (más claras) rodeando las venas fértiles (sp) y el peridio escamoso envuelve el porimordio. c: canal; e: escamas; pr: paráfises; sp: aparato esporofítico. Luego, comienzan a acercarse los bordes de la cavidad para posteriormente sellarse, cerrándose así la cavidad. El primordio se vuelve globuloso y se conforma la estructura característica de un ascocarpo juvenil que contiene un delgado peridio escamoso alrededor de una voluminosa gleba interna. Esta se halla formada por venas estériles sinuosas y ramificadas, correspondiendo a restos de la cavidad, y por venas fértiles estrechamente moldeadas entre las venas estériles que contienen el aparato esporofítico, que producirá las ascas cuando llegue a su madurez (Callot, 1999). 4.2.5. Fase saprófita De acuerdo con Callot (1999) y Reyna (2000), a finales de la primavera principios de verano, se inicia una fase saprofítica en la trufa. En esta etapa, el carpóforo se independiza de la micorriza y se alimenta a partir de sustancias orgánicas presentes en el suelo a través de hifas miceliares presentes en la punta de las escamas. Al mismo tiempo comienza un engrosamiento considerable de la trufa y es necesaria una cierta cantidad de lluvia para que los carpóforos lleguen a madurar y alcancen un tamaño ostensible. A finales del verano comienzan a diferenciarse las esporas. A medida que prosigue la maduración se produce la emisión de aromas, llegando a su máximo cuando la trufa alcanza la plena madurez. En esta etapa el peridio constituído por escamas piramidales de base poligonal se tornan completamente negras y las ascas se han formado en la gleba otorgándole un color café oscuro a las venas fértiles. El ciclo de crecimiento del cuerpo fructífero de la trufa dura aproximadamente ocho meses a partir de los primeros primordios hasta que madura plenamente. Entre los elementos nutritivos necesarios para su crecimiento los más importantes son el nitrógeno y el carbono. En condiciones de laboratorio el crecimiento del micelio es óptimo con una fuente nitrogenada proveniente de aminoácidos a pH 5,5 y mínima con una fuente en forma de nitrato y a pH 7 no se observa ningún crecimiento. Estos resultados parecen sorprendentes sabiendo que la trufa se desarrolla en medios calcáreos, con pH superior a 7, y que en estos medios el nitrógeno se haya generalmente en forma de nitrato. Esto demuestra que los hongos que se desarrollan en medios alcalinos poseen enzimas capaces de reducir el anión nitrato. Además se ha demostrado la presencia de cuatro aniones orgánicos: en baja cantidad oxalato y malato y en mayor cantidad succinato y por sobre todo citrato (Callot, 1999). El micelio de la trufa es capaz de utilizar numerosas fuentes de carbono. En cultivo in vitro, la manosa y la sacarosa parecen ser las mejores fuentes de carbono con una fuente de nitrógeno amoniacal, a pH 6. La manosa es una azúcar que se encuentra en las paredes de las células vegetales, lo que explica la colonización del micelio de trufa en las células de las raíces. La fuerte capacidad de utilización de sacarosa, azúcar muy presente en la savia elaborada de los vegetales, es también compatible con la existencia de la fase micorrítica. El micelio de trufa utiliza entonces fuentes de carbono de compuestos simples, lo que indica una capacidad saprofítica de tipo primario. Ciertos compuestos aromáticos (ácido quínico) en la base de polímeros como la lignina y los taninos, son también favorables al micelio de la trufa, que presenta igualmente una capacidad saprofítica secundaria permitiéndole degradar moléculas carbonatadas más complejas, polimerizadas. Por medio de compuestos testeados, la quitina y los taninos son los sustratos más favorables para el crecimiento del micelio de T. melanosporum. El desarrollo de los micelios presenta siempre un aspecto difuso, salvo en presencia de quitina y de ácidos húmicos. Esta capacidad saporofítica secundaria del micelio esta ligada a la secreción de enzimas de degradación del almidón, de la celulosa, de las ligninas y de la quitina (Callot, 1999). 4.2.6. Resumen del ciclo biológico A continuación se presenta un resumen del ciclo biológico de Tuber melanosporum. En la Figura 13, se aprecia que un filamento miceliar (A) en contacto con una raíz larga se transforma en un primordio apotecioide (B a F), que crece y se vuelve autónomo. Enseguida, el primordio se cierra y adquiere una forma globulosa (G) presentando la estructura característica de la trufa, con una gleba envuelta por un peridio escamoso negruzco (H). A partir de este estado, el ascocarpo juvenil crece enormemente, las escamas del peridio y las venas de la gleba de multiplican activamente al mismo tiempo que las ascas y las ascosporas llenan completamente la gleba. En la madurez (H), las ascas comprimen y fermentan las venas estériles. Fuente: Callot (1999). Figura 13. Desarrollo del ascocarpo de T. melanosporum desde un filamento miceliar (A), pasando por un primordio apotesioide (B) que se expande (C-G) hasta llegar a transformarse en una trufa madura (H). 4.3. Fijación de CO2 por el ascocarpo A pesar de su carácter heterotrófico, ciertos hongos son capaces de fijar y metabolizar el CO2 atmosférico. Recientemente se ha puesto en evidencia que el fenómeno de fijación de CO2 ocurre en especies de hongos micorríticos como Pisolithus tinctorius (Pers.) Cooker et Couch., Paxillus involutus (Batsch : Fr.), y en los cuerpos fructíferos enteros de Agaricus campestris L. (Callot, 1999). El ambiente en el que se desarrollan las trufas es muy rico en carbonato y oxalato de calcio y la atmósfera del suelo, bajo ciertos casos, puede encerrar importantes cantidades de CO2, superiores a 2-5 %. En experimentos con 14CO2 para demostrar la fijación de CO2 por parte de T. aestivum y T. melanosporum, se concluyó que en el caso de T. melanosporum, la fijación puede alcanzar valores iguales a 10 µg de carbono por gramo de trufa (peso seco) por hora. Esto representa el equivalente a un 8 a 10 % del CO2 respirado por estas mismas trufas. El carbono fijado es incorporado en diferentes estructuras orgánicas, particularmente en: 20 % en azucares neutras, 45 % en aminoácidos (principalmente ácido aspártico y glutamina) y 33 % en ácidos orgánicos (ácido málico). Las cantidades de CO2 fijadas varían según el estado fisiológico del ascocarpo, obteniendo los valores más elevados los más jóvenes. Al parecer la vía más importante de fijación de gas CO2 sería por intermedio de la enzima piruvato carboxilasa, que transforma el piruvato en oxalacetato al adquirir una molécula de CO2 (Callot, 1999). 5. Ecología 5.1. Distribución mundial La trufa negra silvestre se encuentra exclusivamente en Europa en áreas de régimen estrictamente mediterráneo, concentrándose en éstas zonas casi la totalidad de su producción, y también las encontramos en áreas de régimen atlántico con sequía estival poco pronunciada como es el caso de Perigod, en Francia, o el País Vasco, en España. Y en climas temperados húmedos y calurosos, encontrándose trufas en el norte y sur de China y en América del norte (California y Texas) (Callot, 1999; Reyna, 2000). Naturalmente la trufa negra se recolecta entre los paralelos 37 y 47º LN, concretamente en los siguientes países: Alemania, Bulgaria, España, Francia, Grecia, Hungría, Italia, Portugal, Yugoslavia y probablemente Checoslovaquia. La trufa es realmente importante en Francia, Italia y España que son los países que concentran el 90% de la producción mundial (Pacioni, 1987; Reyna, 2000). Fuente: Plantin, truffles and mushrooms (2006). Figura 14. Distribución natural de las trufas negra y blanca (T. melanosporum y T. magnatum). La trufa también puede ser cultivada inoculando árboles forestales en la etapa de vivero. La técnica se desarrolló en Francia e Italia y luego fue aplicada en España, Nueva Zelanda, Estados Unidos y Australia (Tasmania), donde ya existen cultivos en producción. Además se conocen trabajos al respecto en Israel, Sudáfrica y Argentina. Todos países poseedores de clima templado y mediterráneo (Callot, 1999; Reina, 2000; Ramirez, 2003). Actualmente en Chile se desarrollan proyectos para evaluar el establecimiento de T. melanosporum en el país. Uno es ejecutado por la Universidad Católica del Maule y el otro por el Instituto Forestal. Ambos proyectos están orientados a experimentar el resultado de la inoculación en diferentes especies leñosas como hospederos y a evaluar su prendimiento en terreno (Álvarez, 2004). 5.2. Simbiontes de T. melanosporum Antiguamente la relación entre la producción de trufas y las especies arbóreas a las que se asocia T. melanosporum era desconocida. Sin embargo, a mediados del siglo XIX, el agricultor francés Joseph Talon desarrolló el concepto de establecer bosques de encinos para obtener trufas, siendo el principio de la denominada época dorada de la trufa en Francia, al ser una alternativa viable al cultivo de la vid que estaba siendo arrasado por la filoxera (Callot, 1999; Reyna, 2000). Distintos autores, de entre los cuales Etayo y De Miguel (1998) y Reyna (2000), citan las siguientes especies (Cuadro 5), reportadas como simbiontes naturales de T. melanosporum, las cuales serían susceptibles también de ser micorrizadas artificialmente para su cultivo, según la región climática: Otros autores citados por Bonet (2006) incluyen en la lista de huéspedes de T. melanosporum a especies arbóreas del género Cistus, incluídos: C. albidus, C. incanus, C. laurifolius y C. salvifolius y también a algunas especies de los géneros Larix, Cedrus, Betula, Carpinus y Salix. Cuadro 5: Especies vegetales leñosas que forman asociación simbiótica naturalmente con el hongo Tuber melanosporum. La mayor parte de éstas corresponde a especies de importancia forestal. Castanea sativa Quercus coccifera Cistus spp. Quercus faginea Corylus avellana Quercus ilex Fagus sylvatica Quercus petrae Fumana spp. Quercus pubescens Ostrya carpinifolia Quercus robur Pinus nigra Quercus suber Populus spp. Tilia platiphyllos Quercus cerris Fuente: Reyna (2000). Además de estas especies, se ha logrado la micorrización artificial de otras especies forestales como Pinus halepensis y Quercus macrocarpa (Reyna, 2000). 5.3. Suelos truferos 5.3.1. Condiciones geológicas Los suelos más extensamente representados en el área trufera son los que se desarrollan sobre roca madre caliza, dolomías o margas calizas del Jurásico medio y superior (etapa oolítica), Cretácico superior e inferior, Mioceno y Plioceno (Callot, 1999; Reyna, 2000). Según Bonet (2006), serían preferibles los terrenos del Secundario-Mesozoico: Triásico, Jurásico o Cretácico, con preferencia del Jurásico superior, aunque también los sustratos aluviales de la época cuaternaria. Se debe tomar en cuenta que la trufa se desarrolla sobre suelos calcáreos de 10-40 cm de profundidad del tipo rendzina, calcosoles y calcisoles. Por otra parte, las tipologías pedológicas donde se han encontrado quemados o brûlé (zona alrededor del árbol productor de trufas en la que no crece vegetación, por efecto de alelopatías generadas por la micorriza) pertenecen a los órdenes de los Entisoles, Inceptisoles, y de los Mollisoles. Las litologías pertenecen esencialmente a tres grupos principales: margas calcáreas, conglomerados y escombros (desprendimientos de roca) calcáreos, estratificados diferentemente y más o menos compactos (Raglione, 1997). 5.3.2. Características físicas: En la gran mayoría de las zonas truferas, los horizontes del suelo donde se desarrolla el cuerpo fructífero, suelen ser siempre bien estructurados; dominando los agregados finos y medios de tipo granado y grumoso, pero son bastante frecuentes los de tipo poliédrico sub- angular fino. Estos últimos, si están poco desarrollados, se disgregan fácilmente en agregados granulados y grumosos o en poliedros muy finos si el grado de estructuración está aún más expresado. Constantemente, el conjunto de estas configuraciones, le da al suelo una gran friabilidad y gran liviandad, a pesar del elevado contenido de fragmentos rocosos. La estructura de los horizontes siempre se expresa bien, con índice elevado de estabilidad, y todo el suelo presenta características de buen drenaje y aireación; no se encuentran figuras pedológicas que indiquen saturación hídrica, ni siquiera temporal (Raglione, 1997). En general la trufa se desarrolla en suelos de texturas equilibradas, descartándose su presencia en suelos arcillosos por su excesiva compactación, y en suelos limosos, limoarcillosos o limo-arenosos, por su carácter muy desfavorable a formar terrones duros; y los suelos excesivamente arenosos debido a la incapacidad de retener agua. La estructura debe favorecer la aireación y facilitar el paso de las raíces del árbol y al micelio de la trufa, presentándose como el suelo ideal el que posea una estructura granulosa que resulte del equilibrio entre una textura media, materia orgánica y caliza (Sáez y De Miguel, 1995). La textura de los suelos truferos es franca, no adaptándose a texturas arcillosas ni arenosas. Se podrían señalar los siguientes valores: 10-40% de arcillas, 10-70% de limos y 10-80% de arenas. Lo ideal es que el suelo tenga un buen drenaje, por eso no son buenos los suelos arcillosos, pero tampoco los muy arenosos porque no retienen el agua. Es importante que sean suelos pedregosos (Etayo y De Miguel, 1998). Los suelos buenos productores son suelos que drenan, profundos, con subsuelo permeable, pero que a menudo presentan un nivel de acumulación de carbonato de calcio con una profundidad superior a 50-60 centímetros. Dichos suelos aparecen como muy productivos, mientras que los suelos de substrato calcáreo poco profundo son poco productivos. En prospecciones geofísicas, en las que se utilizó técnicas de resistividad eléctrica, se evidenció que las unidades de suelos productivos de trufas, presentan siempre un subsuelo fracturado. Se constató una fuerte correlación entre las direcciones de fracturas y los alineamientos de ciertos árboles productores y a menudo los árboles buenos productores se situaban cerca de los ejes de fractura, que constituyen ejes de drenaje preferencial donde penetran las raíces. Este arraigamiento profundo asegura la alimentación en agua del árbol durante el verano, período en el que se desarrolla la trufa (Callot, 1999). En general son siempre preferibles los suelos profundos a los delgados, puesto que este parámetro influye enormemente en la capacidad para retener agua y ponerla a disposición de la vegetación y en consecuencia de la trufa. En las zonas más secas y cálidas donde existe trufa los suelos suelen ser más profundos que en aquellas otras en que las precipitaciones son más abundantes. Por otro lado, la profundidad del suelo determinará en algunos casos la especie simbionte a utilizar (Reyna, 2000). A pesar de que la presencia de gravas en los suelos truferos suele ser muy variable, oscilando entre el 0,2 y el 90%, la pedregosidad superficial suele ser un elemento muy positivo ya que contribuye a un buen drenaje y aireación del suelo, captación de calor en invierno, disminución de la evaporación en verano, provisión permanente de carbonato cálcico, protección contra la compactación y erosión producida por la lluvia dificultando también la predación de trufas por parte la fauna silvestre (Reyna, 2000). 5.3.3. Características químicas La presencia de carbonato de calcio es un requerimiento indispensable para la presencia de T. melanosporum. Absolutamente todos los autores citan su existencia cuanto menos en la roca madre o en los materiales gruesos del suelo. En consecuencia el pH es uno de los parámetros que se mantiene más estable en las truferas. En diversos análisis llevados a cabo en la Comunidad Valenciana (España) la variación fue muy escasa, no superando el 2% sobre una media de pH 7,88 (Reyna, 2000). El pH del suelo parece ser un buen indicador del medio en que se desarrolla la trufa, con valores medidos en H2O y KCI nunca inferiores a 7,5 y 7,1 respectivamente. Bajo esos valores pareciera no haber posibilidad de desarrollo de Tuber melanosporum. Otro elemento significativo parece ser el contenido de Mn; se han observado valores sustancialmente más bajos en los suelos de Tuber melanosporum con respecto a los que caracterizan los suelos de otras trufas (Raglione, 1997; Callot, 1999). Idealmente el pH del suelo debiera ser mayor que 7,5 con un óptimo de 7,9 (Sáez y De Miguel, 1995; Reyna, 2000; Hall et al., 2001). Sin embargo, de las ocho plantaciones que actualmente producen trufa, fuera de Europa, siete han sido plantadas sobre suelos ácidos, con fuertes enmiendas calcáreas para ajustar su pH (Hall et al., 2001). Los valores adecuados de materia orgánica que debiera poseer un suelo para la producción de trufas son bastante variables y además dependen del tipo de suelo. Se recogen de los diversos autores valores que fluctúan desde un máximo de 17% y mínimos de 0,5%. Sin embargo, los valores recomendados de materia orgánica varían desde un 1% a un 10% con un óptimo de 4% (Reyna, 2000). Por otra parte, el desarrollo de la trufa se presenta muy ligado a las condiciones del medio y particularmente a la actividad de la fauna del suelo, indispensable para la aireación el suelo y el microentorno del ascocarpo. Los suelos con potencialidad trufera fuerte, son siempre suelos bien drenados, con fuerte actividad microfáunica y con débil actividad enzimática microbiana. En ensayos se han obtenido datos más precisos con las biomasas microbianas y pruebas de actividad enzimática. El medio pasa a ser favorable a Tuber melanosporum cuando el nivel de biomasa microbiana es inferior a 1,7% del carbono orgánico total, con actividades enzimáticas (actividades FD hidrolasa) inferiores o iguales a 0,2. Estas características microbiológicas muestran que T. melanosporum se desarrolla en suelos con actividad microbiana débil. El mantenimiento y la gestión de una plantación deben esforzarse en desarrollar la actividad de la microfauna del suelo que regula principalmente la calidad de la materia orgánica y los equilibrios microbianos (Callot, 1999). En el caso de los macronutrientes, la inmensa mayoría de los suelos posee las cantidades suficientes de éstos para hacer viable la plantación. Por lo tanto, salvo casos excepcionales de grandes desequilibrios, se hará necesario el abonado para suplir la deficiencia puntual. Al contrario, un alto nivel de estos elementos podría ser perjudicial para la futura producción, ya que la planta se apoya en las micorrizas para suplir deficiencias o mejorar su nutrición, entonces el abonado podría inducir un efecto de independencia del árbol respecto de la micorriza (Reyna, 2000). Diversos análisis realizados en suelos truferos de la comunidad valenciana otorgan datos de los valores para los diferentes macronutrientes. El nitrógeno varía desde valores de 0,1 a 1 %, con un óptimo de 0,5%; el fósforo oscila entre valores de 6,66 ppm hasta 29,5 ppm, siendo los valores recomendados los que fluctúan entre 5 ppm y 150 ppm con un óptimo de 25 ppm. El rango del potasio en los suelos de Valencia se mueve entre los 77 ppm y los 280 ppm con una media de 150,8 ppm y la variación sobre la media corresponde a un 28,6%. Respecto de la presencia o ausencia de sulfatos, en suelos valencianos se detectó una escasa presencia observándose máximos de hasta 169 ppm (Reyna, 2000). La relación C/N, que indica el estado de evolución de la materia orgánica, entrega una indicación de la actividad biológica. En general, varía entre 8 y 12 en los suelos truferos (Sourzat, 1994). Sin embargo los niveles extremos absolutos para el máximo y el mínimo son 6,72 y 20 respectivamente, observándose una media en los suelos truferos de la región de Valencia en España de 7,92 ± 1,98 lo que supone una variación sobre la media del 25% (Reyna, 2000). La caliza total en materiales finos de suelos truferos de la Comunidad Valenciana en España, presenta valores entre 0,95% y 34,8% y con una media de 16,8% y un porcentaje de variación sobre la media del 46,5%. Por su parte la caliza activa arrojó valores de entre 0,22% y 6,9%, con media en 3,5% y variación sobre la media de 46,5% (Reyna, 2000). Respecto de la conductividad eléctrica, no se han establecido aun parámetros que tiendan a señalar un óptimo para el cultivo de la trufa, sino que solamente se hace referencia a lo inadecuado de los suelos con problemas de salinidad. En los análisis a los suelos truferos de la Comunidad Valenciana (España), se comprueba que la conductividad es siempre baja con un máximo de 189 µmhos/cm y media de 166,44 µmhos/cm con una variación sobre la media de solo 5,45%. Desde un punto de vista agronómico se trataría siempre de suelos aptos para cualquier tipo de cultivo y se recomienda el uso de suelos con un máximo de hasta 250 µmhos/cm (Reyna, 2000). Según Olivier (1997), no se puede definir con precisión un suelo trufero típico, pero en general, se trata de suelos calcáreos, relativamente pobres en materia orgánica, con una buena aireación, bien drenados, con una buena estructura y de textura media, asociado a un substrato fracturado que evita cualquier tipo de asfixia y permite una fuerte actividad de la micro-fauna y de la micro-flora. En el Cuadro 6 se presenta un resumen de las principales características químicas que debe poseer un suelo para ser apto al cultivo de la trufa. Cuadro 6. Resumen de las principales características químicas de un suelo trufero. Elemento del suelo Mínimo Máximo pH (H2O) 7,5 8,5 Materia orgánica 1,5% 8,0% C/N Aprox. 10 Ácido fosfórico total 0,1% 0,3% K intercambiable 0,01% 0,3% Mg intercambiable 0,01% 0,03% Ca intercambiable 5% Caliza total 10% Fuente: (Etayo y De Miguel, 1998) 5.4. Clima Trufero La zona trufera natural está enmarcada dentro de la llamada “zona templada lluviosa”, según la clasificación climática de Köeppen, que abarca la península Ibérica, Italia, Francia, Croacia, y Bulgaria. Los climas templado lluviosos presentan una estación fresca y abundante precipitación, la estación fresca no es muy fría, teniendo el mes más frío una temperatura media entre 18 ºC a -3 ºC. Dentro de este grupo de climas se encuentra el clima templado húmedo seco en verano, conocido como clima Mediterráneo, que ocurre entre los 33 y 45º de latitud aproximadamente y sus características se repiten solo en cinco regiones representativas: costas del mar Mediterráneo, las llanuras del centro sur de California, punta occidental sur de Sudáfrica, dos regiones del sudeste de Australia meridional y zona centro de Chile (Rodríguez, 1975). Según Reyna (2000), el régimen de precipitaciones del área trufera es el típico mediterráneo con sequía estival y máximo de precipitaciones en otoño, y en buena parte de este territorio se observa un amento de la precipitación estival, lluvias que coinciden con los fenómenos tormentosos de tipo convectivo que induce la cercanía a sistemas montañosos. Factor favorable desde el punto de vista que los buenos años de producción de trufa siempre se han asociado a abundantes lluvias de verano que favorecerían el mantenimiento de los primordios. Por otro lado tampoco es buena la sequedad excesiva en invierno (Pacioni, 1987; Etayo y De Miguel, 1998; Reyna, 2000). 5.4.1. Temperaturas En cuanto a la temperatura se señalan varios valores que guardan relación con el área geográfica donde es posible el desarrollo de la trufa (Sáez y De Miguel, 1995; Etayo y De Miguel, 1998; Reyna, 2000). En el Cuadro 7 se presentan los rangos de temperatura observados en distintas zonas truferas naturales, valores que sirven de referencia para el establecimiento cultivos artificiales de Trufa. Cuadro 7. Rangos de temperaturas observados en distintas zonas truferas Temperatura media anual 11 – 14 ºC Temperatura máxima del mes más cálido 23 – 32 ºC Temperatura media del mes más cálido < 20 – 22 ºC Temperatura mínima del mes más frío -2 a -6 ºC Temperatura media del mes más frío > 2 ºC Temperatura máxima absoluta 35 – 42 ºC Temperatura mínima absoluta -9 a -25 ºC Fuente: (Etayo y De Miguel, 1998) 5.4.2. Precipitaciones La cantidad de agua requerida para la producción de trufa en cierto grado depende de la especie hospedera, desde el punto de vista de los requerimientos de esta. En el caso de Quercus robur las precipitaciones deben superar los 600 mm al año, de los que al menos 200 deben ser en verano y sobre 200 mm al año para el caso de Q. coccifera, que es la especie hospedera con menores requerimientos hídricos y que además se desarrolla fácilmente en suelos poco profundos incluso llega a tolerar veranos sin lluvias. Se trata en definitiva de dos especies de ecología muy diferente con las que la trufa naturalmente forma simbiosis y produce carpóforos (Reyna, 2000). Sin embargo, para obtener una buena producción, la precipitación anual debe ser de entre 600 y 900 mm al año, además no se debe dejar de lado lo que se mencionó anteriormente, que es fundamental un aporte hídrico en la época de primavera y verano para el desarrollo y mantenimiento de los primordios (Etayo y De Miguel, 1998; Reyna, 2000). La Figura 14 muestra la distribución de la precipitación durante el año y las temperaturas medias alcanzadas en cada mes, en distintas estaciones meteorológicas representantes de las zonas de producción trufera en España. Fuente: (Álvarez, 2004). Figura 14. Gráfico ombrotérmico de la zona trufera de España (base estaciones de Valencia, Barcelona, Cuenca, Huesca, Soria, Guadalajara, Teruel, Zaragoza y Castellón, periodo 1971 – 2000). Todas las estaciones analizadas muestran la característica común de concentrar las lluvias en los meses de otoño y primavera destacándose el hecho de presentar precipitaciones todo el año, registrándose en verano las menores pluviometrias lo que a su vez coincide con las mayores temperaturas. 5.5. Condiciones geográficas El rango de altitudes en los que se desarrolla la trufa es bastante amplio, siendo su cota mínima los 100 msnm en Francia e Italia y su máxima cercana a los 1.800 msnm en Granada, España. Y para tener una idea más exacta, el 90% de las truferas de la zona de Valencia (España) se encuentran entre los 800 y los 1200 msnm (Reyna, 2000; Bonet, 2006). En general, en las zonas naturales las truferas tienden a orientarse hacia la mejor iluminación, o sea, se ubican en laderas de exposición sur (HN), en la cual aprovechan mejor la luz solar, y en el caso de zonas de menor pluviometria se suelen encontrar también en laderas de exposición contraria (Reyna, 2000; Bonet, 2006). La orientación de una plantación obedecería al mismo principio que la mayoría de las plantaciones frutales, el máximo aprovechamiento de la luz solar, que en este caso no solo se enfoca al aprovechamiento de la luz por parte de la planta sino que también a la insolación del suelo, para aumentar la temperatura de éste en invierno, fecha de recolección de las trufas, puesto que éstas necesitan una cierta temperatura para emitir su aroma característico y así ser encontradas. Es por esto que la orientación debiera ser norte-sur o con una leve inclinación norponiente-suroriente para aprovechar al máximo la entrada de luz al huerto y así asegurar una buena cosecha. 6. Cultivo de la trufa 6.1. Producción de plantas micorrizadas El cultivo de la trufa implica el desarrollo paralelo de una especie arbórea (típicamente se utilizan encinas y avellanos) sobre los cuales se desarrolla la micorriza que origina la trufa, que es el producto objetivo de este cultivo dual. En consecuencia, algunos manejos difieren sustancialmente de los utilizados en fruticultura, pudiendo parecer un tanto extraños (Reyna, 2000; Sourzat, 2006). Uno de los temas centrales respecto de la producción de plantas es la certificación de calidad de la planta inoculada, ya que para producirlas en primer lugar se debe tener certeza de la identidad genética de la trufa a inocular. Luego surgen otras incógnitas a resolver como la adquisición de las plantas, el método adecuado de inoculación, la eficiencia del método, los tipos de sustratos, entre otros, que son temas aun en desarrollo a nivel mundial y no existe una norma única de calidad, menos en Chile. En nuestro país solamente hay un productor de plantas micorrizadas (Agrobiotruf Ltda.), que se certifican a través de terceros. En cualquier caso, en la planta debiera ir numerada indicando especie (planta y hongo), fecha de inoculación, lote, sello de quién controla y nombre del vivero. 6.1.1. Técnicas de inoculación El proceso mas adecuado es el que permita el mayor contacto entre la raíz del árbol y el hongo de la trufa. Para evitar cualquier tipo de contaminación por algún hongo de otro tipo, se debe utilizar un sustrato previamente desinfectado. Las semillas de la especie arbórea, como por ejemplo el encino, se lavan en agua corriente desechando las que flotan y se desinfectan con hipoclorito sódico o dicromato potásico. Luego se estratifican en una cajonera sobre substrato de perlita (mayo/junio), se mantienen en invernadero hasta que alcancen entre 5 y 15 cm y se transplantan a contenedores de entre 650 y 1000 cc, con un substrato que idealmente contenga un 40-60% de suelo franco de origen calizo con al menos un 5% de arena gruesa caliza, un 10% de materia orgánica (ojalá no basada en turba), de 10-20% de algún material inerte como perlita o vermiculita. El pH debe ser ajustado entre 7 y 8, ya sea con hidróxido de potasio o carbonato de calcio. Los contenedores deben ser con estrías para evitar el espiralamiento de la raíz. Para las distintas técnicas de inoculación los procedimientos hasta aquí descritos son los mismos. Este proceso completo dura alrededor de un año hasta obtener una planta terminada (Reyna, 2000; FIA, 2001). Callot (1999), señala la importancia del tipo de ramificación que deben generar las raíces para una adecuada asociación con la micorriza. La presencia de un sistema radicular superficial es favorable al desarrollo de la micorriza por lo tanto de la trufa, por lo que es importante inducir a la planta a generar un sistema radicular superficial desde el vivero. Para esto, luego de varios ensayos con distintas especies de Quercus, llegaron a la conclusión que lo mejor no es decapitar la raíz pivotante ya que la planta pierde energía en tratar de formar una nueva raíz pivotante. La solución sería bloquear ésta raíz u obstaculizar su crecimiento en profundidad estimulando así el crecimiento axial y radial de las raíces laterales. Un esquema de dicho ensayo se puede apreciar en la Figura 15. Fuente: Callot (1999). Figura 15. Morfología del sistema radicular de encino común de un año, germinadas sobre turba, después de modificaciones efectuadas a la raíz pivotante. A: testigo. B: pivote decapitado a 6 cm del cuello cuando tenía 10 cm de largo. C: pivote bloqueado a 6 cm del cuello. a) Inmersión de raíces: En septiembre-octubre se prepara la solución esporífera triturando finamente las trufas que deben estar en un estado de sobre madurez (casi podrido). Se tritura en agua con alginato de sodio como aditivo para mejorar su adhesión a la raíz; en algunos casos se podría utilizar promotores de la germinación de las esporas. Al momento del transplante se sumergen las raíces en la solución y luego se ponen en el contenedor y se rellena con el sustrato previamente mencionado. Cada cierto tiempo se agita la solución para evitar la decantación de las esporas a inocular. Se debe realizar en invernadero con ambiente controlado entre 18 y 25 ºC. Con este método se necesitan entre 1-3 g de trufa por planta (Reyna, 2000; FIA, 2001). b) Inyección de solución esporífera: En esta técnica las plantas se cultivan directamente en contenedor y se les inyecta o riega la solución esporífera similar a la anterior pero más concentrada, requiriéndose entre 6 y 7 g de trufa por planta por lo que suele ser más cara. Por otra parte, este método no es más efectivo que el anterior, sin embargo es muy útil para reforzar inoculaciones hechas con el primer procedimiento (Reyna, 2000). c) Inoculación en masa: Aquí la inoculación se realiza en la propia cajonera de estratificado. Se mantienen ahí las plantas unos cuatro a cinco meses antes de ser transplantadas al contenedor. Como punto a favor, esta técnica es más económica ya que se utiliza menos de 1 g por planta. Sin embargo, la micorrización suele ser menor en comparación con el método de inmersión y en el transplante se pierden muchas micorrizas (Reyna, 2000). d) Inoculación en seco: El procedimiento inicial descrito anteriormente es el mismo, la diferencia es que en este método en vez de la solución esporífera se utilizan trufas previamente deshidratadas. Y se corta en finas láminas de entre 1-2 mm. Se seca en un ambiente seco y ventilado, luego se muele hasta que se haga polvo, y se espolvorea el sistema radical antes de ser transplantada al contenedor. El polvo de trufa puede mezclarse con alguna sustancia inerte, como talco, para conseguir una mejor distribución (Reyna, 2000). e) Inoculación del substrato: El substrato a utilizar en los contenedores se mezcla ya sea con solución o polvo esporífero y se procede a rellenar con dicha mezcla en el proceso de transplante o también se puede preparar igualmente el sustrato de la cajonera de estratificación (Reyna, 2000). Este método se puede usar para complementar alguno de los otros pudiendo asegurar una mejor infección. 6.1.2. Control del método y proceso de inoculación a) Material inoculante: Los carpóforos deben ser lavados y cepillados rigurosamente, uno por uno se debe comprobar su identidad genética, siendo inmediatamente rechazados aquellos dudosos de ser Tuber melanosporum (Reyna, 2000; FIA, 2001; Fischer y Colinas, 2006). Para comprobar con mayor precisión, se pueden observar las esporas al microscopio, esto es de especial importancia ya que existen especies de trufa como T. indicum y T. hymalayensis muy parecidas morfológicamente a la trufa negra pero sin valor económico (SéjalonDelmas et al., 2000; FIA, 2001). Por esto conviene que las trufas utilizadas sean de gran tamaño para evitar esfuerzos inútiles y deben ser recolectadas a partir del 15 de enero (HN) para que la madurez sea adecuada (Reyna, 2000). b) Substratos de cultivo: Estos deben ser desinfectados para evitar la presencia de propágulos de otros hongos de micorriza que puedan competir o desplazar a T. melanosporum. Lo más común es utilizar el método de esterilización con vapor de agua a 120 ºC durante 3 horas desde que el suelo alcanza los 90 ºC de temperatura. Otra opción sería la desinfección con Bromuro de metilo (FIA, 2001; Reyna, 2000). También se puede realizar un proceso de pasteurización mediante calor solar captado dentro de un invernadero, para ello se extiende el sustrato separado del suelo y se cubre con un film de polietileno transparente. En verano el sustrato alcanza los 60-70 ºC lo cual es suficiente para eliminar la mayor parte de los hongos de micorriza (Reyna, 2000). Luego, para controlar la calidad de la desinfección realizada se deja un porcentaje de plantas sin inocular (mínimo 50 y hasta un 0,5% del total de las plantas), comprobándose posteriormente la ausencia de micorrizas. Esta reserva a futuro nos podrá indicar en que momento del cultivo comienzan las contaminaciones con otros hongos de micorriza (Reyna, 2000; FIA, 2001). c) Semillas: Deben ser lavadas con agua corriente clorada y desinfectadas con hipoclorito sódico o dicromáto potásico antes de estratificarlas sobre perlita. Las semillas a utilizar, ya sean importadas o locales deben ser identificadas con sus procedencias de manera de poder ajustarlas a las áreas de establecimiento definitivo (Reyna, 2000; FIA, 2001). d) Método de cultivo: El cultivo se debe realizar en invernadero, con maya antiáfidos para disminuir la presencia de esporas. Las plantas se desarrollan en contenedores, levantados del suelo a más de 20 cm. El suelo se debe cubrir con una lámina de plástico que favorece el aislamiento de las raíces de las plantas, evitando la entrada de otros hongos desde el suelo (Reyna, 2000; FIA, 2001). En un mejor caso el piso puede ser de cemento y siempre el invernadero debe poseer pediluvio para la desinfección de los pies al entrar. Las condiciones de invernadero serán las adecuadas para el desarrollo normal de plantas y de las micorrizas asociadas a ellas. Durante los primeros meses después de la germinación, la temperatura se debe mantener entre los 18 y 25º C para favorecer el desarrollo inicial de las plántulas. La humedad del sustrato deberá ser tal que aun estando húmedo no gotee, buscándose la capacidad de campo (FIA, 2001). e) Agua de riego: El agua debe ser de pozo profundo o clorada, en este último caso se debe almacenar en un depósito por al menos 48 horas para que se evapore el cloro. Se debe evitar el uso de agua que circule por canales abiertos. El riego ideal es por microaspersión (Reyna, 2000; FIA, 2001). f) Contenedores: Sistemáticamente se deben utilizar contenedores nuevos, para evitar contaminaciones por esta vía (Reyna, 2000; FIA, 2001). En caso contrario deben ser muy bien desinfectados remojándolos por varios minutos en agua clorada. Los contenedores deben poseer un volumen de al menos 650 cc. 6.1.3. Control de calidad de la planta micorrizada No existe en Chile o en España (Reyna, 2000), una regulación en cuanto al proceso de producción y control de calidad que certifique que las plantas han sido debidamente inoculadas, y por tanto aseguren un porcentaje mínimo de micorrizas en ella. Certificación que si existe en Francia, que posee dos viveros especializados (Agri-truffe y Viveros Robin) que poseen la licencia INRA, y en Italia que aunque no existe un organismo oficial, una comisión de expertos ha puesto a punto una metodología de análisis con bases morfológicas que establece los parámetros para el control de calidad (Hall, 2001; FIA, 2003; Di Massimo, 2006; Robin, 2006). La certificación representa un verdadero desafío ya que el reconocimiento de micorrizas en la planta es muy difícil y además se hacen indispensables el uso de la lupa binocular y de microscopio, herramientas que aun pudiendo poseerse se hace necesario un conocimiento previo para reconocer la micorriza deseada. Si bien existen diversas metodologías propuestas para evaluar la calidad de la planta micorrizada (Reyna, 1997; Palazón, 1997 (citado por Reyna, 2000); Fischer y Colinas, 2006) no se ha llegado a acuerdo aun de cual de estas es la más adecuada, y así poder defenderse comercialmente los viveristas frente a la competencia de otros países como Francia e Italia que si poseen controles de calidad estandarizados en sus países (Reyna, 2000). Debido a la dificultad de identificación de las micorrizas, se facilitan las posibilidades de fraude y, por otra parte, el elevado costo de implantación de un huerto trufero hace buscar una planta de calidad certificada incurriéndose en altísimos costos. Para que un programa de certificación o control de calidad fuese posible deberían tenerse en cuanta tres aspectos fundamentales que partirían por controlar el método y proceso de inoculación, luego un control cualitativo de las micorrizas formadas y por último un control de los niveles de micorrización o cantidad de estas que se hallan presentes (Reyna, 2000; Fischer y Colinas, 2006). Para evitar los fraudes respecto de la autenticidad de las cepas a inocular, y también por el creciente problema que es la importación de trufas chinas y comercialización de éstas como trufa negra, se desarrolló un método de identificación de las distintas especies de trufas a través de herramientas moleculares, que son capaces de identificar las distintas especies de Tuber ya sea obteniendo ADN de ascocarpos frescos como enlatados y también de raíces micorrizadas. Luego de comparar las secuencias ITS (internal transcribed spaces) de ADN recombinante, de varias especies de Tuber, se diseñaron primers específicos para T. melanosporum para poder detectarla a través de PCR, para lo cual se desarrolló un protocolo especial para la reacción PCR que tiene la potencialidad de identificar en un solo paso de PCR la presencia de trufas chinas o de cualquier otra especie fúngica. Este protocolo puede ser usado entonces en el control de calidad en la industria trufera desde la etapa de producción hasta los productos comerciales finales (Séjalon-Delmas et al., 2000). 6.1.3.1. Control cualitativo Durante el proceso producción de plantas de vivero, la planta inoculada con la trufa puede ser infectada por otros hongos micorrizógenos competitivos. Por eso es de vital importancia comprobar la presencia de la micorriza inoculada como de otros hongos oportunistas que puedan interferir en la producción de micorrizas (FIA, 2001). El control cualitativo o control de calidad de la planta micorrizada se basa en confirmar la presencia de micorrizas de T. melanosporum. En este nivel no es necesario hacer conteos, tan solo cerciorarse de la presencia de la micorriza. Los primeros reconocimientos se llevan a cabo luego de cuatro a cinco meses de la inoculación (Reyna, 2000; Fischer y Colinas, 2006). En esta etapa es imprescindible el uso de equipos de microscopia y sistemas de registro de las imágenes obtenidas (FIA, 2001), como también el uso de claves taxonómicas de la bibliografía especializada (Zambonelli et al., 1993; Meotto et al., 1995; Sáez y De Miguel, 1995; De Miguel y Sáez, 1997; Etayo y De Miguel, 1998). La determinación cualitativa presenta una fase de observación global seguida por otra observación en detalle, que se explican a continuación comenzando por la toma de muestras. a) Toma de muestras y preparación Se toman cinco o más muestras de cada especie arbórea, elegidas aleatoriamente. Se extraen muestras de sustrato mas raíces con un sacabocado diseñado especialmente, tomando una muestra cilíndrica de 1,4 cm de diámetro y una longitud del ancho del contenedor en la zona media de éste, lo que supone un volumen muestreado de unos 7 a 10 cc, equivalente a un 2-3% del volumen total del contenedor. La muestra se extrae en sentido horizontal, para ello se saca la planta del envase y se coloca en otro previamente perforado a media altura. Se introduce el sacabocados con una rotación constante que asegure un corte adecuado de las raíces, la muestra se introduce en un envase plástico y se pesa en una balanza de precisión. Las muestras se remojan en agua con una mínima cantidad de detergente o con algún surfactante como polisorbato 80 (Tween 80)® para desprender el máximo de partículas de tierra, durante 24 horas, luego se enjuagan sobre un tamiz con agua destilada y con gran cuidado de no dañar las micorrizas. Se colocan en placa Petri con agua para su observación en lupa binocular. Si aun quedara tierra adherida, ésta se remueve suavemente con un pincel fino, siempre con la delicadeza de no desprender hifas que serán determinantes para la identificación (FIA, 2001). b) Observación global Las raíces preparadas como se describe en el punto anterior, se observan con una lupa binocular. Las micorrizas se caracterizan por su forma, (ramificadas, dicotómicas, coraloides, tuberculoides, etc.), disposición y ramificación del sistema radical, color de las micorrizas (variable según especies), y por la presencia de rizomorfos (cordones miceliares) que indican la presencia de micorrizas en dichas raíces. El color como el aspecto morfológico de las micorrizas de una determinada especie de hongo pueden variar según la estación y el grado de desarrollo, como por ejemplo el cambio de color de café pardo en primavera a marfil en otoño y a café oscuro en invierno o las espínulas hifales claras en primavera a oscuras en otoño (FIA, 2001). c) Observación en detalle En esta etapa, se debe utilizar un microscopio óptico y las muestras se preparan colocándolas sobre un portaobjeto. Se les agrega unas gotas de ácido láctico y se tapan con el cubreobjetos para proceder a su observación. Se analizan tres características fundamentales (FIA, 2001): • Manto fúngico: Se consideran principalmente dos tipos principales de manto, el manto plectenquimatoso, con células alargadas que parecen hifas y el manto pseudoparenquimatoso, con células no alargadas, de forma poligonal o redondeada, semejando piezas de puzzle (T. melanosporum) (Figura 6). • Hifas salientes del manto fúngico: Llamadas espínulas, de las cuales se estudian aspectos tales como: color, grosor, forma de colocación respecto al manto, forma de los tabiques con presencia de uniones en fíbula o hebilla (característica de hongos Basidiomicetes) o ausencia de éstas (Ascomicetes) (Figura 5). • Rizomorfos: Se determina la presencia o ausencia de hifas sueltas, parecidas a las del manto, hifas apretadas y finalmente formas y colores. Todas las características analizadas deben ser contrastadas con claves morfológicas para la determinación de especies que han sido desarrolladas por diversos autores (Zambonelli et al., 1993; Meotto et al., 1995; Sáez y De Miguel, 1995; De Miguel y Sáez, 1997 y Etayo y De Miguel, 1998). Algunas micorrizas se reconocen con facilidad; en cambio otras son muy difíciles de identificar. Las características morfológicas y biométricas necesarias para el correcto reconocimiento de Tuber melanosporum son descritas por Zambonelli et al. (1993). Los autores indican que la micorriza, simple o con ramificaciones de tipo monopodial, pinnada o piramidal, tiene un largo medio de 1,71 ± 0,79 mm (con valores extremos en 0,2 mm y 4,2 mm). El largo medio del micelio terminal (ápice de la espínula) no ramificado es de 0,67 ± 0,45 mm (con valores extremos en 0,2 mm y 2,7 mm), y su diámetro medio es 0,23 mm; el diámetro medio del eje principal es 0,29 mm. La superficie externa del manto visto al microscopio óptico presenta una organización hifal del tipo pseudoparnequimatoso con células de tipo epidermoide. En un área de 20 x 20 µm se debieran contar 7,32 ± 1,29 células (con valores extremos en 5 y 10). La característica típica de T. melanosporum es la presencia de espínulas amarillas, alargadas y a menudo ramificadas dicotómicamente, con la extremidad redondeada y con numerosos septos. El largo medio de la espínula es 261,36 ± 29,76 µm (extremos 225 µm, 310 µm), con un diámetro basal de 3,67 ± 0,56 µm (con valores extremos en 3 µm y 4,3 µm). En la siguiente figura se aprecia un esquema de la morfología de T. melanosporum vista al microscopio óptico. Se aprecia parte del manto plectenquimático y algunas espínulas con sus típicas ramificaciones en ángulo recto. Hifas Manto Fuente: Rauscher et al. (1995). Figura 16. Esquema de la morfología de T. melanosporum vista al microscopio óptico. A continuación se presenta una clave taxonómica para la identificación de algunas de las distintas especies del género Tuber. CUADRO 8. Clave para el reconocimiento de especies del género Tuber 1. Espínulas con bucles: Micorrizas de basidiomicetes. 2. Manto plectenquimático: Otras micorrizas. 3. Manto pseudoparenquimático 3.1. Manto en puzzle • Espínulas tabicadas, rectas, largas, de 200 a 300 µm y hasta 600 µm, con ramificaciones en ángulo recto. T. melanosporum. • Espínulas cortas de 60 a 120 µm, algo engrosadas en la base, no tabicadas o presentan un solo tabique, sin ramificar, distribuidas uniformemente alrededor de la micorriza que le dan un aspecto de erizada. T. brumale. 3.2. Manto poligonal • Espínulas abundantes, largas de 200 a 400 µm y hasta 800 µm, sinuosas, tabicadas. • En la lupa tienen un aspecto casi algodonoso. Espínulas muy sinuosas, con el extremo engrosado. T. aestivum. • Espínulas poco sinuosas, sin el extremo engrosado. T. mesentericum. • Espínulas granulosas, poco abundantes, poco sinuosas, manto con dibujo poco marcado. T. rufum. Fuente: (Reyna, 2000). 6.1.3.2. Control cuantitativo Corresponde al análisis del grado de micorrización de las plantas, y permite obtener el número promedio de micorrizas por planta. Es un muestreo en base a volumen y permite determinar la efectividad de la inoculación. Para esto, se debe examinar el total de los ápices radiculares de la planta, a partir de una muestra extraída con el proceso mencionado anteriormente. Se cuentan los ápices con y sin micorriza de T. melanosporum, y además los posibles ápices que presentaran algún otro tipo de micorriza contaminante. Todas las referencias se calculan en relación al volumen, lo que permite estimar los niveles de micorrización para el volumen total del contenedor, y por tanto, el grado de micorrización de planta. Se considera que el máximo admisible de micorrización con otros hongos no debe superar el 25% sobre el número de ápices micorrizadas con trufa negra (Reyna, 2000; FIA, 2001; Fischer y Colinas, 2006). En el siguiente cuadro se presenta una propuesta de los niveles de calidad que se debiera exigir a los viveros productores de planta micorrizada. CUADRO 9. Propuesta de niveles de calidad para la planta micorrizada terminada (1 año) Nº Micorrizas de T. melanosporum por planta Calidad de micorrización 0 – 100 Insuficiente 101 – 500 Escasa 501 – 1000 Buena 1001 – 3000 Muy buena Mayor de 3000 Excelente Fuente: (Reyna, 2000). La ventaja de éste método radica en la sencillez de la preparación y toma de muestras, siendo rápido y mínimamente destructivo, ya que solo se saca un pequeño volumen de raíces y no se pierde la planta, pudiendo también repetirse los controles a las mismas plantas en fechas posteriores (Reyna, 2000). 6.2. Plantación 6.2.1. Selección del sitio El sitio que se elija para plantar una truferia, aparte de los requisitos climáticos y las características físicas y químicas señalados en el capitulo 4, debiera ser un terreno de tipo agrícola que haya sido cultivado anteriormente, preferiblemente con plantas herbáceas como cereales o forrajeras (Reyna, 2000) o viñas y frutales y en general con antecedentes de cultivos endomicorrícicos (Sourzat, 1994, 2006; Sáez y De Miguel, 1995; Bonet, 2006; Di Massimo, 2006). En cualquier caso se debe evitar las zonas encharcadizas, como fondos de vaguadas o áreas de profunda umbría. Callot (1999) y Reyna (2000) señalan que es imprescindible que el suelo sea de origen calizo y que no posea napa freática superficial (a menos de 1,5 m de profundidad). Sin embargo, Garland (1999), Hall (2001) y Garvey y Cooper (2004) comprobaron que es totalmente factible el cultivo en otros tipos de suelo, incluidos suelos ácidos, similares a los suelos de la zona centro sur de Chile, con el uso de fuertes enmiendas con carbonato de calcio, sin embargo, coinciden en el hecho de que el suelo no debe presentar problemas de drenaje, ni napas superficiales. La presencia de ciertas especies herbáceas puede ser un buen indicador de condiciones agroecológicas adecuadas para la trufa. Para ello, se pueden usar mapas de series de vegetación, los que entregan información valiosa para la determinación de la potencialidad trufera de una zona. Dentro de las especies que se mencionan como indicadoras de zonas aptas para el cultivo de la trufa se encuentran: Pinus nigra, Juniperus thurifea, Quercus faginea, Quercus rotundifolia. Sin embargo, la presencia de encinas (Quercus spp.) no es especialmente significativa dada la elasticidad ecológica de éstas. Por esto, es interesante conocer la distribución de especies frecuentes en áreas truferas, no micorrizógenas, pero si indicadoras de la potencialidad del sustrato, como son Prunus mahaleb, Prunus spinosa, Juniperus communis, Juniperus oxycedrus, Vitis vinifera, Rosa canina, Eryngium campestre (Etayo y De Miguel, 1998; Reyna, 2000). En los alrededores de las truferas pueden aparecer Genista scorpius y Salvia lavandulifolia. Los salviares y tomillares, si no son dominantes, indican buenas condiciones para el desarrollo de trufa. En las truferas aparecen pocas especies, dominadas por gramíneas y plantas de raíces poco profundas como Helianthemun origanifolium y Sedum sediforme, y también otras de raíces mas profundas como Stipa tenacissima, Stipa juncea, Brachypodium retusum o Brachypodium phoenicoides. Por otro lado, la presencia de especies como Cornus sanguinea, Psoralea bituminosa, Rubia peregrina es señal de malas condiciones para el desarrollo de la trufa (Etayo y De Miguel, 1998). 6.2.2. Elección de la especie hospedera Como en Chile no existen zonas truferas naturales, no se sabe qué especies dan mejores resultados en cada zona agroclimática. Es por esto que lo más recomendable es guiarse por la experiencia de otros países que han tenido éxito en zonas de clima y suelo similares. Por esto Reyna (2000), indica que lo básico es que las condiciones climáticas y edáficas del terreno se adapten, con carácter general, a las exigencias ecológicas de la o las especies de interés trufero. Por este motivo, es que en Chile se está ensayando el cultivo de la trufa sobre tres especies arbóreas que ya han demostrado su efectividad en producir trufa en otros países, que son el avellano europeo (Corylus avellana), la encina (Quercus ilex) y el encino común (Quercus robur), además de ensayos con plantas nativas del género Nothofagus spp. (FIA, 2001). 6.2.3. Preparación del terreno La preparación del suelo va a depender esencialmente del estado inicial de éste y también del uso anterior, siendo poco recomendados los terrenos que anteriormente hubieran sido forestales, por la alta presencia de hongos micorrícicos en el suelo. Si este fuera el caso se recomienda cultivar cereales por al menos dos años antes de establecer la plantación. Aún cuando desde el punto de vista ambiental es una práctica cuestionable, algunos autores recomiendan la quema in situ de éstos cultivos, ya que por un lado la ceniza aumenta el pH del suelo y por otro se esteriliza superficialmente (Reyna, 2000; Sourzat, 2006). Si el cultivo anterior es leñoso, se deben extraer todas las raíces para evitar la proliferación de Armillaria sp. u otros hongos patógenos (Bonet, 2006). Sea cual fuere la condición anterior, lo más recomendable es partir por una labor profunda de preparación del suelo, con subsolador a 60-80 cm de profundidad, para romper el pie de arado, favorecer el drenaje y la aireación. Esta labor debe realizarse en verano y con el suelo seco. Luego se realizan labores superficiales con rastras de discos, de clavos y/o cultivadores para nivelar y afinar el terreno, terminando de romper los terrones (Sourzat, 1994; Sáez y De Miguel, 1995; Reyna, 2000; Bonet, 2006; Di Massimo, 2006). Este también es el momento ideal para realizar las enmiendas con carbonato de calcio conducentes a elevar el pH a cerca de 8, si el terreno así lo amerita. Las cantidades de la enmienda a utilizar dependerán del pH inicial del suelo. También es útil la aplicación de cal de mayor granulometría, que servirá como un aporte constante de calcio al suelo manteniendo así el pH al nivel deseado. Ya terminadas las labores se debe cerrar el terreno con cercos que no permitan la entrada de animales (FIA, 2001). Garvey y Cooper (2004), señalan que en tres tipos de suelos (Podzol, Aluvial y Kraznozem), dosis crecientes de cal (50, 75 y 100 t/ha), a pesar de que todas suben el pH de suelo, los dos primeros tipos de suelo no muestran diferencias significativas entre tratamientos a los 24 meses (o sea las tres dosis alcanzan el mismo pH en ambos suelos a los 24 meses). Los dos primeros tipos de suelo, que alcanzan un pH cercano a 8, no presentan diferencias en cuanto al pH alcanzado. La diferencia radica en la velocidad en que alcanzan dicho pH con las distintas dósis (el más rápido es el Podzol que alcanza el pH 8 a los 12 meses). En cambio, en el suelo tipo Kraznozem, si hay diferencias significativas de los tratamientos a los 24 meses de aplicada la enmienda, siendo mayor el pH con 100 t/ha que con 75 t/ha y este a su vez mayor que 50 t/ha. Los autores concluyen que todos los tratamientos producen un aumento significativo del pH respecto del nivel inicial. Y que las mayores tasas de aplicación de cal, aparte de subir el pH más rapidamente, tienen como beneficio adicional una mayor cantidad de cal viva en el suelo, mejor capacidad tampón ante la disminución natural del pH y una mejor aireación y friabilidad del suelo. 6.2.4. Marco de plantación La densidad de plantación dependerá de varios factores, especialmente de la fertilidad natural del terreno, ligada a su profundidad y al contenido de materia orgánica y de arcillas. En suelos más fértiles, debido al tamaño que alcanzarán los árboles se suelen utilizar densidades más bajas (Bonet, 2006; Sourzat, 2006). Otros factores relevantes a la hora de decidir el marco de plantación son: la o las especies hospederas a plantar, y si se cultivará en bloque o con sistema mixto. Los avellanos rara vez pasan de los 3 ó 4 m de altura pudiendo tener un marco menor que los encinos o robles que fácilmente sobrepasan los 6 ó 7 m. Si se va a regar o no también influirá en el marco, puesto que en plantaciones de secano cada árbol debiera tener mayor superficie a disposición. El precio del terreno y de las plantas es otro factor a considerar, cuanto más caro es el terreno se tiende a marcos más pequeños y viceversa, y por otra parte si las plantas son demasiado caras se debe buscar un consenso adecuado para que el proyecto sea económicamente factible (Reyna, 2000; Sourzat, 2006; Di Massimo, 2006). En plantaciones muy densas, por tanto de mayor costo, se acelera la entrada en producción, pudiendo adelantarse en un año. Sin embargo, con el tiempo surge la necesidad de eliminar árboles con el objetivo de permitir la insolación del suelo, factor fundamental para la producción, puesto que se necesita de cierta temperatura del suelo en invierno para que la trufa emita su olor característico y así pueda ser encontrada por los perros recolectores. Un aspecto negativo de este sistema es que se llega al dilema de cual árbol eliminar y cual no, ya que no siempre son todos productivos. Bonet (2006), señala que en las primeras plantaciones truferas se utilizaban marcos de plantación de 5x5 para conseguir densidades de 400 plantas/ha y aún mayores, pasando por 600 y hasta las 800 plantas/ha. Sin embargo, hoy en día los marcos más utilizados son los que persiguen una densidad de 240-330 árboles/ha, lo que se consigue con marcos de 6x5, 6x6, 7x5, 7x6, 8x4 8x5 etc. Según observaciones de Sourzat (1994), en plantaciones más densas (600-1000 árboles/ha) todos los árboles producen trufas puesto que se infectan unos a otros. Sin embargo, Callot (1999), insiste en la utilización de calles anchas, de 8 ó 9 metros entre hilera, puesto que es imprescindible la entrada de luz al suelo ya sea para favorecer la engorda de la trufa en los meses de verano como para la generación de aromas durante su maduración, indicando un valor mínimo de insolación del suelo para T. melanosporum de 40 %. En el siguiente cuadro se presenta una serie de marcos de plantación posibles de utilizar, según la especie hospedera a establecer para el cultivo de la trufa, en dos tipos de sistemas distintos. CUADRO 10. Marcos de plantación según especies y tipo de cultivo Con riego 2 Sin riego 2 Especie m /planta Marcos (m) m /planta Marcos (m) Encina 25 a 35 5x5 6x5 7x5 30 a 50 6x5 6x7 7x7 Avellano 20 a 25 4x5 5x5 20 a 30 4x5 5x5 6x5 Encino y roble 30 a 50 30 a 60 6x5 6x7 7x8 Fuente: (Reyna, 2000). 6.2.5. Fecha de plantación 6x5 6x6 7x7 La fecha de plantación va a depender de la climatología de cada región, y se puede realizar desde mayo hasta septiembre (Sourzat, 1994; Reyna, 2000; Bonet, 2006; Di Massimo, 2006), incluso hasta octubre si es que hay problemas de heladas tardías. Los árboles plantados en mayo y junio ganarían un año respecto de aquellos que se plantan en primavera (Sourzat, 1994). Es importante que las especies a plantar de tipo caducas, como el avellano y el encino común lleguen a terreno en estado de receso o endurecidas para su plantación invernal. Por otra parte, las plantaciones con especies perennifolias como la encina, se debe realizar ya a principios o mediados de primavera. 6.2.6. Plantación Decidido el marco de plantación, se procede al estacado para marcar los puntos donde irá cada planta. Se preparan las plantas cortándoles las hojas o ramas dañadas mediante tijeras desinfectadas. Se llevan las plantas en sus contenedores y se distribuyen en el terreno. Las plantas deben llegar bien regadas para que se mantenga la humedad hasta la plantación y para que el pan de suelo se desprenda con facilidad del contenedor y no se desarme. El suelo debe estar húmedo, pero no saturado. Se realiza la hoyadura con un azadón, permitiendole que quepa la planta, se coloca ésta en el hoyo con todo el pan de suelo y se rellena con tierra, se apisona un poco para evitar bolsas de aire y se procede a regar con unos cuatro a seis litros de agua por planta. Si se desea, se puede recubrir con tierra seca o con algún mulch orgánico para evitar su evaporación. En suelos superficiales, es útil poner tubos protectores alrededor de las plantas, semienterrados, que evitan la perdida de agua por transpiración. Estos también ayudan al crecimiento en altura de la planta y la defienden de posibles daños por animales (Sourzat, 1994; Reyna, 2000; FIA, 2001; Bonet, 2006). 6.3. Cultivo y manejo de la plantación A diferencia de una plantación frutal tradicional, en la que es posible apreciar una serie de hechos claros, como el desarrollo de los árboles, la floración o la cuaja, en el cultivo de la trufa no se puede ver que está pasando con el sistema radical. A menos que se realicen análisis de laboratorio, no se sabe si las micorrizas que lleva la planta están aún o han sido desplazadas por otras indeseables o si la humedad es la más indicada para el desarrollo de la micorriza. Solo al cabo de cuatro a siete años se puede apreciar el desarrollo de quemados (brûlé), que si bien son un buen indicador de la presencia de la trufa, tampoco es concluyente. Solo luego de 5 a 10 años se podrán cosechar las primeras trufas, y aún así nunca podremos ver como se forman, crecen y maduran (Reyna, 2000; Hall, 2001). Los cuidados culturales tienen como objetivo básico controlar dos parámetros, la humedad y la insolación del suelo, pero primero se debe considerar dos períodos diferenciados en función del crecimiento del micelio y las micorrizas: un período de colonización del suelo y de las raíces y otro de asentamiento o desarrollo del cuerpo fructífero del hongo o trufa. En el período de colonización, se produce la extensión del micelio y la invasión de micorrizas en el suelo y el sistema radical, para lo cual se desea dar condiciones adecuadas para la presencia de trufa. Durante esta etapa no se debe realizar acciones fuertemente modificadoras de la ecología y evitar el desarrollo de micorrizas competidoras. Para esto, son favorables fuertes insolaciones y respetar las sequías naturales sin suprimirlas totalmente con riegos, aunque no más de 15 a 20 días, o sea, mantener las condiciones naturales del terreno de forma que aunque el crecimiento de micorrizas de Tuber sea escasa, la invasión de otras micorrizas sea menos probable, ya que en general el genero Tuber en condiciones adversas es muy competitivo y produce efectos alelopáticos hacia otras especies. Esta etapa se puede extender hasta los 5 y 10 años de la plantación. La segunda etapa o período de asentamiento, es cuando la micorriza ya ha alcanzado una masa crítica de micelio y micorrizas, por tanto la estabilidad es mayor, suficiente para comenzar la fructificación. Aquí interesará una mayor disponibilidad de agua en el suelo, para la formación y engorda de los carpóforos, puesto que estos ya no se alimentan más de la planta, sino que inician su fase saprófita independiente de las micorrizas. Durante esta fase las trufas obtienen el agua directamente del suelo (Callot, 1999; Reyna, 2000; Hall, 2001). 6.3.1. Laboreo del suelo El laboreo del suelo tiene como objetivos los siguientes aspectos: eliminar las malezas que compiten con la micorriza por agua y nutrientes, mantener la porosidad del suelo y con ello aumentar la oxigenación y permeabilidad del agua de lluvia, y evitar la pérdida de agua por evaporación al romper los capilares superficiales que se forman entre las partículas del suelo (Reyna, 2000; Sourzat, 2006). Durante los primeros años, se deben hacer rastrajes poco profundos para airear el suelo y controlar malezas y procurando no profundizar más allá de 10 a 15 cm, con rastras de disco o cincel, para evitar la destrucción del micelio y de las micorrizas más superficiales, y sin acercarse demasiado a las plantas. Alrededor de éstas, se debe romper el suelo superficialmente a mano con azadón. El laboreo excesivo del suelo puede tener un efecto negativo sobre la estructura y porosidad por la destrucción de los agregados y la compactación, por lo que se recomienda hacer solo uno o dos rastrajes al año, en época de primavera. Se ha observado que el laboreo permite obtener trufas de mayor tamaño respecto de zonas sin laborar, aunque no favorecería la entrada en producción. En suelos más arenosos o muy sueltos, la aireación natural puede ser suficiente como para no laborear el suelo (Sourzat, 1994; Sáez y De Miguel, 1995; Reyna, 2000; Bonet, 2006; Di Massimo, 2006). 6.3.2. Control de malezas Dentro de las labores de cultivo de la trufa, el control de malezas es un punto en el que se deben tener en cuenta aspectos como el nivel de invasión y la composición botánica de las malezas, antes de aplicar indiscriminadamente algún método de control. En primer lugar, se deben eliminar manualmente las malezas que crezcan alrededor del árbol, cuidando que en todo momento se halle libre de otras plantas en su cercanía. Por otro lado, las labores de rastraje realizadas en primavera son un buen control de malezas. En los sistemas de producción intensiva en Francia, se utiliza con relativa normalidad el Glifosato®, sin embargo, en Italia no lo recomiendan con el fin de defender la trufa como un producto plenamente compatible con el medio ambiente. También se puede utilizar el glufosinato amónico con buenos resultados, y se debe tener cuidado con la simazina que tiene efectos negativos sobre los árboles en plantaciones de menos de tres años de plantación (Sourzat, 1994, 2006; Reyna, 2000; Bonet, 2006). Otra opción viable es establecer una pradera artificial en base a gramíneas, ya que éstas no forman micorrizas, por ejemplo, se puede establecer la Festuca ovina que a su vez es susceptible al quemado, lo que la hace una especie indicadora de la posible presencia de trufas. También es recomendable el establecimiento de otras especies que se sabe son favorecedoras de las truferas como Salvia lavandulifolia o Sedum sediforme, puesto que crean un entorno rico en actividad biológica y aumentan la microflora del suelo que más tarde será trascendental para el desarrollo del ascocarpo. Esta cobertura deberá mantenerse con cortadora de pasto o una rana (Sourzat, 1994, 2006; Etayo y De Miguel, 1998; Reyna, 2000; Bonet, 2006). 6.3.3. Podas Las podas en una trufera apuntan a dar al árbol una forma de cono invertido con la base del tronco y el tercio inferior despejado de ramas y rebrotes. Ello permite la insolación y aireación del suelo; con esta forma se permite la entrada del sol cuando sus rayos son oblicuos (en la mañana y en la tarde) y se evitan cuando caen con más fuerza al mediodía. También se apunta con la poda a lograr un crecimiento equilibrado del árbol, limitando el crecimiento en condiciones vigorosas. Se debe controlar la espesura de la plantación, evitando el desarrollo en altura de ciertas especies y eliminando los rebrotes del cuello y de la raíz que podrían invadir en la zona de quemado (Sourzat, 1994, 2006; Sáez y De Miguel, 1995; Reyna, 2000; FIA, 2001; Bonet, 2006; Di Massimo, 2006). La intensidad de la poda debe ser baja. No se debe eliminar más de un 15 a 20% de la masa foliar, a fin de evitar desequilibrios fisiológicos y/o nutricionales que pudieran afectar a las micorrizas. Por ello, debe evitarse el corte de ramas muy gruesas y los rebajes muy fuertes. Son mejores las podas más frecuentes y menos intensas, comenzando desde el tercer o cuarto año en una plantación trufera. La frecuencia de poda varía según la edad de las plantas, pudiendo podarse anualmente plantas de entre 3 y 10 años, luego cada dos años en plantas de entre 11 y 20 años y plantas aun más viejas se podan cada 3 a 5 años según el vigor y el tamaño, sin dejar de lado los objetivos mencionados en el párrafo anterior. La época más recomendable para la poda es durante la fase de reposo, ojalá después de la recolección de las trufas, entre los meses de agosto y principios de septiembre. Los cortes deben cubrirse con pintura fungicida para evitar la entrada de agentes patógenos desinfectando las herramientas de poda al pasar de un árbol a otro con una solución de cloro al 2,5% para prevenir la transmisión de ciertas enfermedades. (Sourzat, 1994; Reyna, 2000; Bonet, 2006). 6.3.4. Riego El riego es una de las formas más eficaces de mejorar la producción, ya que permite evitar sequías prolongadas. Además, se asocian las lluvias de verano algo abundantes a años de buena producción. Por otro lado, las cosechas de trufa tienen una marcada irregularidad dependiente fundamentalmente de la distribución de las lluvias (Pacioni, 1987; Sáez y De Miguel, 1995; Callot, 1999; Reyna, 2000). El desarrollo de una raíz pivotante se ve favorecido bajo condiciones de un estrés hídrico medio, al contrario, las raíces laterales se desarrollan mejor cuando el agua esta fácilmente disponible es el suelo. La conservación de una buena micorrización se relaciona directamente con un lento crecimiento de las raíces laterales, por lo que es aconsejable manejar las plantas jóvenes con un leve déficit hídrico a fin de no acelerar el crecimiento de raíces laterales y si favorecer la raíz pivotante. Por otra parte, un riego deficitario controlado, hará disminuir el vigor de la parte aérea del árbol disminuyendo así los volúmenes de poda y por sobre todo mejorando la insolación del suelo que es tan importante para el crecimiento del ascocarpo y su posterior maduración (Callot, 1999; Reyna, 2000). Los sistemas de riego que suelen utilizarse en plantaciones truferas son el riego por goteo, la microaspersión y la aspersión con cañón autoenrollable. Las diferencias fundamentales, a parte de los costos de instalación, radican en el ahorro de agua y la presión de trabajo. Con el riego por goteo, se obtiene el máximo ahorro en agua y la presión de trabajo es mínima, normalmente son suficientes 0,5 a 1 kg/cm2. Otra ventaja es que las instalaciones pueden convertirse a microaspersión. Este sistema de riego es adecuado solo en los primeros años de la plantación, como estricto apoyo a las plantas en caso de sequía. Una vez comiencen a aparecer los quemados debiera cambiarse a microaspersión, ya que el principal inconveniente del sistema es la estricta localización del agua que no suele mojar mas de un 25% del suelo. La microaspersión requiere de algo más de presión, de 1 a 1,5 kg/cm2 y un caudal unas tres o cuatro veces mayor que en goteo. Las inconvenientes serían el mayor costo de instalación y de mantención además de la necesidad de regar sin viento dada la deriva de las gotas que son muy pequeñas. Sin embargo, con la microaspersión se obtiene un mojamiento de casi toda la superficie del suelo siendo uno de los sistemas más recomendados y ampliamente utilizados en las truferias. El cañón autoenrollable necesita una presión de trabajo de 5 kg/cm2 y un caudal instantáneo del orden de los 500 a 600 l/m, lo que permitiría regar entre 30 y 50 ha, por lo que se recomienda para huertos grandes. No tiene costo de instalación, solo de adquisición, siendo una alternativa más económica. Sin embargo, un inconveniente que presenta, es que si el huerto no está bien nivelado para la distribución de agua, esta puede ser bastante irregular (Reyna, 2000). Los regimenes de riego deben separase en dos etapas consecutivas, un primera, durante el periodo de implantación y preproducción y una segunda etapa durante el período de producción. En la primera etapa que va desde la implantación hasta aproximadamente el año cinco, es recomendable regar regularmente hasta que se establezca el sistema radical y, en particular, el primer año se debe regar solo en caso de sequía prolongada, aportando unos 10 a 20 litros por planta cada 20 días según la intensidad de la sequía y el tipo de suelo (Sourzat, 1994; Reyna, 2000; Bonet, 2006). Un exceso de agua durante la fase de establecimiento podría fomentar la aparición de otras micorrizas de tipo más higrófilo que competirían con la trufa, corriéndose el riesgo de modificar la ecología hasta un extremo en el que la trufa deje de ser competitiva (Callot, 1999; FIA, 2001; Bonet, 2006). Durante la etapa de producción se deben hacer aportaciones de 50 a 60 mm/mes durante los meses de noviembre-diciembre hasta febrero-marzo, o bien 30 l/m2 cada 15-20 días, en función de la capacidad de retención del suelo, restando de estas cantidades las precipitaciones caídas (Sourzat, 1994; Reyna, 2000; Bonet, 2006). 6.3.5. Fertilización y enmiendas En principio las fertilizaciones no son recomendables, sobre todo en truferas en producción, puesto que la simbiosis de por sí otorga una mejor nutrición al árbol respecto del fósforo, potasio y nitrógeno. Por esto, el abonado, podría hacer que el árbol prescindiera de su simbionte, la trufa. Los abonos orgánicos como el guano o el compost tampoco se aconsejan, puesto que, además de los minerales que otorgan, incorporan una gran cantidad de microflora de efectos aun desconocidos en las truferas. En función del análisis de suelo previo, se podrían llegar a compensar las carencias de nutrientes en el caso de la implantación de una trufera nueva, pudiendo recomendarse en zonas especialmente pobres en fósforo un abonado con superfosfato de cal a razón de 150 kg/ha (Reyna, 2000; Bonet, 2006). Según (Hall, 2001), en plantas nuevas que presentasen un escaso desarrollo, se podrían aplicar dosis de 5 g de nitrato de amonio por planta. En cuanto a enmiendas, es de vital importancia ajustar el pH del suelo, ya que T. melanosporum que tiene su pH óptimo en 7,9. Para ello debe aplicarse carbonato de calcio (CaCO3) hasta obtener un pH cercano o superior a 8, puesto que con las lluvias y el riego tiende a ir disminuyendo en el tiempo (Reyna, 2000; FIA, 2001). Las dosis de cal van a variar según la condición inicial, el tipo de suelo y la pluviometria de la zona, y pueden ir desde 1 a 100 t/ha. En zonas de suelos ácidos como el sur de Chile, lo ideal es aplicar altas dosis, con una mezcla de cal de granulometría fina y gruesa, la primera para subir rápidamente el pH y la segunda para que perdure por más tiempo al nivel adecuado. 6.3.6. Acolchado (mulching) El uso de coberturas vegetales o plásticas ha sido estudiado en zonas con problemas de sequía, con el fin de conservar la humedad el máximo tiempo posible. En muchas truferas naturales esta función la desempeña la propia pedregosidad natural, incluso muchos productores o recolectores de trufas suelen ir tapando las truferas con piedras gruesas y planas, en el caso de truferas que no se labran. Para la utilización de cualquier tipo de cubierta vegetal hay que tener en cuenta la necesidad de impedir que se incorpore materia orgánica en el suelo, si ésta no es deseada o si ésta es de carácter ácido (la procedente de coníferas) o que no se altere la relación C/N en el suelo (paja de cereal), por ello lo adecuado es poner la cobertura a principios de verano y retirarla terminado este período. Además, se debe tener cuidado de no incorporar semillas de la planta utilizada que pudieran competir por el uso del recurso hídrico. Los mulches de plástico que no tienen los inconvenientes antes señalados, generan otras dificultades como provocar el recalentamiento del suelo y de haber lluvias de cierta intensidad, se pierde agua por escorrentía fuera de la zona del quemado. Por estos motivos, es que uno de los materiales más adecuados para esta función es el geotextil que permite el paso del agua y la transpiración (Etayo y De Miguel, 1998; Reyna, 2000; Hall, 2001). En un estudio realizado por Etayo y De Miguel (1998) sobre la contaminación en el tiempo con otras micorrizas distintas de T. melanosporum, sobre árboles de avellano, encinas y robles, con tratamientos de acolchado, (paja y plástico versus el testigo sin acolchado), se determinó que en los diversos tratamientos la tendencia general es al aumento del número de árboles con presencia de contaminantes. En los árboles testigos hay un claro descenso de la presencia de T. melanosporum frente a las contaminaciones, aunque en ciertos años la presencia de éste es mayor. En los árboles sometidos a tratamiento de acolchado con paja, las contaminaciones van en aumento y siempre superan a las micorrizas de T. melanosporum, aunque esta última, al avanzar el tiempo, va aumentando paulatinamente su presencia. Luego en los árboles acolchados con plástico, la presencia de T. melanosporum es superada en todo momento por las micorrizas contaminantes, incluso la presencia de T. melanosporum va decayendo cada vez más. Finalmente, en ambos acolchados, el comportamiento es más regular y sigue una pauta mas marcada, mientras que en los árboles sin acolchado los datos oscilan más y no existe un comportamiento estable. Además, Tuber brumale se ve favorecida por el uso de acolchado de paja o plástico respecto de no tener ningún tratamiento, y finalmente la presencia de T. melanosporum en árboles testigo es mayor que en los árboles sometidos acolchado. 6.3.7. Plaguicidas y fitosanitarios Aun no se ha descrito ninguna plaga o enfermedad que ataque directamente a la trufa. Sin embargo, hongos patógenos que afectan al árbol hospedero como oídio, fumagina o roya pueden ser motivo de preocupación para el truficultor, pero se debe tomar en cuenta que rara vez este tipo de patógenos pueden poner en peligro la vida del árbol. Ataques intensos de estas enfermedades se producen solo bajo situaciones de desequilibrio grave como sequías muy intensas, exceso de humedad o podas excesivas. Por lo tanto, la recomendación en caso de ser inevitable un tratamiento, es la utilización de fungicidas de contacto, evitando el uso de productos sistémicos que pudieran llegar a la raíz afectando así a la micorriza. También es recomendable utilizar equipos de aplicación de bajo volumen evitando el goteo del producto en el suelo. Para el caso de insectos que pudieran producir defoliaciones o secado de ramillas, lo más adecuado es utilizar productos de contacto y de baja persistencia (Callot, 1999; Reyna, 2000). Por otra parte, todos los controles de tipo cultural como las bandas INIA, cartón corrugado, zanjas alrededor del huerto, trampas de feromonas etc. y el control biológico son totalmente amigables con el medioambiente y no ocasionan ningún daño a la trufa, por lo que deben ser tomadas en cuenta antes de cualquier aplicación de productos químicos. 6.4. Seguimientos de la plantación El seguimiento y la evaluación de las micorrizas son los únicos métodos que permiten adquirir información sobre el estado de un cultivo de trufa, hasta la aparición de los carpóforos. Es por esto, que es imprescindible en los primeros años de la plantación realizar un seguimiento de la micorrización, tomando un número de ejemplares elegidos aleatoriamente para este fin. Se deberá evaluar en laboratorio, con el fin de estudiar la micorrización a través del tiempo, en los diferentes simbiontes arbóreos y en función de los distintos tratamientos si es que existieran (Reyna, 2000; FIA, 2001). Para estudiar el desarrollo de plantas jóvenes, evaluando la micorrización, se utiliza el método global descrito por Giraud (1988). Este método permite tener una idea general de la micorrización en las parcelas, debido a que se aplica a todos los árboles sea cual sea su edad. Este método esta adaptado al estudio de tratamientos y las variaciones debidas al terreno, además permite una interpretación estadística (Reyna, 2000; FIA, 2001). El método consiste en: - Para cada árbol escogido se toman muestras de suelo en los cuatro puntos cardinales en la zona de exploración radical. - En las primeras etapas de crecimiento de los árboles, se limita a muestreos a nivel del cuello, para no comprometer su desarrollo. - Se cava un agujero de 15 a 20 cm de diámetro, en los puntos seleccionados y se buscan las raíces superficiales, las que al ser escasas en plantaciones jóvenes se deben buscar a bastante profundidad. Luego se recogen las raíces y se comprueba que son del árbol marcado, tapando el agujero posteriormente. - Las muestras de raíces son llevadas al laboratorio en envases que eviten la deshidratación y con su debida rotulación. En el laboratorio se realiza la determinación taxonómica de las micorrizas, ya sea para Tuber melanosporum, como para otras especies de hongos de micorriza que pudieran aparecer durante el desarrollo del cultivo. La evaluación en laboratorio de las características morfológicas de las ectomicorrizas, mediante el uso de bibliografía especializada, así como el uso de claves específicas para el hongo T. melanosporum permite tener muy buenos indicadores para el seguimiento y evaluación del estado de un cultivo de trufas durante su desarrollo, hasta la entrada en producción (Reyna, 2000; FIA, 2001). 6.5. Cosecha Originalmente, en Francia, la trufa se buscaba con cerdos, sobretodo hembras, con un alambre o anillo en la nariz para que no rompieran el suelo y sacaran las trufas por su cuenta. Sin embargo, este animal tiene serios inconvenientes para ser utilizado. Es pesado, lento y sobre todo muy voraz, por lo que hay que estar muy pendiente para evitar que se coma las trufas que encuentra. Otro método de búsqueda, es a través de la observación de las moscas Suillia fuscicornis Zett. y S. gigantea Meig., de la familia de Helomycidae, que realizan su postura sobre trufas maduras; en días soleados y de poco viento se les puede ver posadas o sobrevolando sobre alguna trufa. El inconveniente es que las trufas elegidas por estas moscas ya están sobremaduras o podridas (Callot, 1999; Reyna, 2000). Esta técnica no seria aplicable en Chile debido a la ausencia de dicho insecto. Fuente: Callot (1999). Figura 17. Mosca de la trufa (Suillia fuscicornis). Utilizada para reconocer la presencia de trufas en Europa. Escala: 2 mm. Actualmente existen sensores electrónicos de aromas, aparatos aún en fase de experimentación, basados en análisis de gases. Su funcionalidad no esta plenamente comprobada y su precio de venta sería bastante elevado (Callot, 1999; Reyna, 2000). El método más utilizado hoy en día es la caza de trufa con perro, muy adecuada en todos los sentidos y la única permitida en Europa, donde existe legislación respecto al tema. El perro puede ser de cualquier raza, aunque sí es aconsejable que sea resistente al frío, que tolere grandes caminatas y que sea obediente; no debe alejarse en exceso y debe ser capaz de repasar cada una de las truferas del itinerario cuando así se lo indican. Cuando encuentra una trufa se detiene, olfatea el suelo, lo rasca un poco con sus patas delanteras y espera que se acerque el amo solicitando su recompensa. El trufero, con una espátula especial, con forma de puñal, cuidadosamente, sintiendo por el tacto a través de la espátula donde está la trufa, la desenterrará, se la dejará oler al animal y le dará su recompensa (comida). Una vez extraída la trufa se tapa el hoyo, siendo práctica normal enterrar un puñado escaso de hojarasca o poner una piedra encima sin compactar excesivamente. Como las trufas van madurando escalonadamente es necesario ir repasando la truferia una vez a la semana durante los meses de cosecha que corresponden al invierno, desde junio hasta septiembre (Callot, 1999; Reyna, 2000). Lo ideal es que los perros se dediquen exclusivamente a esta labor y sean entrenados desde muy jóvenes. Se utilizan tanto hembras como machos, aunque estos últimos de preferencia deben ser castrados para que no se despisten con otros olores y sean más dóciles. Una vez el perro ha aprendido a acudir cuando se le llama, esta listo para empezar su entrenamiento en la búsqueda de trufas. Primero se lo hace pasar un poco de hambre; en esta situación de apetito se lo hace oler una trufa o esencia de trufa para, a continuación, obsequiarle con un pedazo de alimento que le resulte apetecible. Una vez realizada esta operación unas cuantas veces, se entierra la trufa o el frasco con la esencia y se le indica que la busque haciéndole pasar por sus proximidades. Cuando la encuentre, el perro rascará la tierra, es el momento de sacar la trufa y recompensarle. Esta operación repetida una cuantas veces dará al perro el carácter de iniciado (Reyna, 2000). 7. Producción y Mercados de la Trufa 7.1. Aspectos de producción Actualmente en Europa se diferencian dos tipos de productos, el recolectado en áreas silvestres y el producido en plantaciones artificiales. Dichas plantaciones vienen realizándose desde hace unos 25 años con planta micorrizada y que hoy en día se encuentran en plena producción. Existen muy pocos datos y registros fiables que permitan estimar con certeza la producción europea, problema que se agudiza aún más por el secretismo que caracteriza a este mercado. Las estimaciones de producción no son muy exactas, siendo los rangos muy amplios, como por ejemplo la producción española, que estaría comprendida entre los 7.000 y 126.000 kg anuales, con una media de 40.240 kg, donde casi el 90% se exporta a Francia (Reyna, 2000). Por otra parte, la producción silvestre en Europa ha caído drásticamente en los últimos 100 años, disminuyendo desde 1000 t al comienzo del siglo XX a alrededor de 100 t hoy en día, por lo cual la demanda de este producto ha aumentado considerablemente (Callot, 1999). Fuente: Callot (1999). Figura 18. Evolución de la producción de trufas en Francia desde fines del siglo XIX. n1, n2, n3, n4, n5: niveles de producción máxima. En el año 1992 se reportaba para Francia una producción de tan solo 10 t, atribuyéndose como causales de esta merma a la modificación del medio rural, la explotación y desaparición de los bosques durante la Primera y Segunda Guerra Mundial y los ataques de plagas. Este descenso en la producción francesa se produce a pesar de las plantaciones con planta micorrizada que, por el momento, no han podido compensar los descensos de la producción natural (Callot, 1999; Reyna, 2000; FIA, 2003). Fuente: Callot (1999). Figura 19. Evolución de la producción acumulada de trufas, en Francia, en Italia y España a partir de 1970. Los datos referentes a producciones por hectárea son muy variables Existen plantaciones con riego, con producciones regulares y sostenidas próximas a los 100 kg/ha/año y por el contrario otras que apenas superan los 10 kg/ha. En plantaciones sin riego, la variabilidad es aún mayor, superándose los 120 kg/ha en los mejores años y en los peores no llegan a los 2 kg/ha. Es por esto, que los datos de producción media más utilizados para fines de evaluación financiera se sitúan entre los 40 y 50 kg/ha. Por otra parte, las plantaciones europeas, en general no comienzan a producir antes de 8-10 años, factor que se ve influenciado por las bajas densidades de plantación, y el uso preferente de encinos, a diferencia de las plantaciones neozelandesas o australianas que con el uso de avellano europeo y/o cultivo mixto en alta densidad comienzan a producir entre los cuatro y los cinco años o antes (Reyna, 2000; Hall, 2001; FIA, 2003). Desde el punto de vista financiero, en España, el límite de la rentabilidad económica para plantaciones con riego estaría en los 15 kg/ha a partir del año 12 de la plantación. Si se utiliza planta micorrizada de calidad, terreno y climas adecuados y cuidados culturales bien dirigidos, la producción se podría asegurar para más de un 95% de los casos, sin embargo, la certeza de producción nunca es de un 100%, ya que hay plantaciones que no producen nada o prácticamente nada, siendo muchas veces culpa de los mismos productores quienes han realizado trabajos poco coherentes o bien hubo un error en la elección del sitio (Reyna, 2000; FIA, 2003). 7.2. Aspectos comerciales 7.2.1. Producto El producto comercializado más comúnmente es la trufa fresca entera. Dichas trufas negras se venden embaladas de diferentes formas según la distancia de envío y el cliente/mercado quién recibe el producto. Normalmente se embala dando una apariencia rústica, lo cual es muy considerado. Para esto se usa paja y canastos plásticos o en pequeñas cajas de madera selladas en plástico. Debido a su fuerte aroma y su alto precio las trufas son mayormente usadas como condimentos por los chefs y gourmets en trozos muy finos. Otros productos son las trufas en conserva y las congeladas, las cuales son usadas principalmente en el mercado fuera de temporada en Europa (marzo a diciembre), donde el producto fresco no esta disponible. La venta y consumo de trufas en conserva constituye alrededor del 60% del volumen de mercado de trufas consumidas. También se usan trufas como aromatizantes y condimento en productos tales como el foie gras, terrinas, aceites, pastas y salsas. Todos estos productos derivados y en conserva alcanzan aún mayores precios, en comparación al producto fresco (Reyna, 2000; FIA, 2003). Una desafortunada tendencia en la industria internacional de la trufa es el aumento de la sustitución de T. melanosporum por trufas de menor calidad tales como: T. brumale, T. uncinatum, T. indicum, T. sinense y T. himalayense. La diferencia de precio, la cual está en función de las cualidades organolépticas y el suministro son las fuerzas que motivan este aspecto indeseable de la industria. Un ejemplo de esto, es el mercado de trufas de origen asiático (T. indicum, T. sinense, y T. himalayense). Estas trufas procedentes principalmente desde China tienen muy poco valor culinario y por ende un precio mucho más bajo. El problema radica en que estas trufas están siendo utilizadas por algunos comercializadores y compañías procesadoras obteniendo cuantiosas ganancias financieras, ya que éstas son muy difíciles de diferenciar morfológicamente de T. melanosporum. Por ejemplo, en productos tales como el foie gras, procesadores de alimentos para gourmet usan estas trufas chinas en trozos o enteras y le adhieren esencias sintéticas de trufa negra como aromatizante. Un etiquetado engañoso hace pasar estos productos como productos de T. melanosporum con valor agregado alcanzando muy altos precios. También sucede lo mismo con productos en conserva, en los cuales también se usan las trufas chinas y estas son aromatizadas con productos sintéticos o con licor preparado con T. melanosporum. En el mercado de producto fresco, una trufa (T. melanosporum) es usada para imbuir un kilo de trufa China con su aroma característico, el cual es perdido inmediatamente después del proceso de cocción (Stahle y Ward, 1996; Reyna, 2000; Séjalon-Delmas et al., 2000; FIA, 2003). 7.2.2. Demanda La demanda por T. melanosporum y otras trufas ha aumentado considerablemente desde la última parte del siglo XX. La combinación entre el aumento de la demanda y la caída de la producción ha provocado que se mantengan altos precios para este producto. En años de real escasez, el precio promedio no aumenta necesariamente. Esto se debe principalmente a las condiciones subóptimas resultado de una baja calidad de trufas. Debido a que casi el total de la producción mundial proviene de Francia, España e Italia, el total producido por estos países puede ser usado para estimar el tamaño del mercado mundial. Sin embargo, es muy difícil estimar la demanda debido a la falta de información fidedigna y la poca transparencia de los mercados principalmente en España e Italia, además, existe un gran secretismo en el sector. La producción mundial de trufas es una cifra desconocida y los valores que se entregan deben tomarse con cautela, se calcula que Francia produce alrededor de 150 t/año, Italia 100 t/año y en España las cifras oscilan entre 50 y 90 t/año (Reyna, 2000; FIA, 2003). A diferencia de otros sectores, el futuro pasa por producir más, pues el mercado absorbería mayores producciones sin ningún problema, manteniendo precios altos, de hecho Francia podría absorber mayores cantidades de trufa, sin tener en cuenta que existen potenciales mercados de alto poder adquisitivo como U.S.A. y Japón. 7.2.3. Precios Los precios pagados a truficultores varían año a año debido a la disponibilidad y calidad de las trufas. Por ejemplo en España, los precios aproximados del kilogramo de trufa fresca en los últimos años han sido los siguientes: Cuadro 11. Precios pagados a productores en España en los distintos mercados. Años 70 6-30 US$/kg Años 80 30-129 US$/kg Años 90-95 162 US$/kg Temporada 95-96 189 US$/kg Temporada 96-97 54-162 US$/kg Temporada 97-98 43-162 US$/kg Temporada 98-99 162-460 US$/kg Temporada 99-2000 500 US$/kg Temporada 2001-2002 600-700 US$/kg Fuente: (FIA, 2003). Se debe tomar en cuenta que los precios que alcanza el producto en Francia suelen ser al menos un 50% más altos que en España. Por otra parte, una oferta de trufa fresca fuera de temporada desde el hemisferio sur debiera lograr en Europa un precio superior a US$500/kg, dependiendo de la calidad y disponibilidad (Cuadro 12). La producción de trufa fresca de contra temporada competiría por precios directamente con la trufa en conserva; sin embargo, la calidad del producto fresco sería mucho mayor. Los precios de las trufas congeladas, en conserva y los productos derivados de las trufas alcanzan precios sustancialmente superiores a la trufa fresca (Cuadro 13), siendo que su calidad organoléptica no es mayor (Reyna, 2000; FIA, 2003). Cuadro 12. Precio de la trufa fresca en mercados tradicionales de Francia. Mercado Lalbenque Año Precio (€/kg) Cantidad mínima 2005 350 – 700 4 kg 2006 250 – 750 2,5 kg Richerenches 2005 500 – 550 8 kg Fuente: Elaborado en base a datos del Service des Nouvelles des Marchés, (2006) Cuadro 13. Precios a consumidor de algunos productos derivados de la trufa (T. melanosporum). Producto Presentación Precio prom. (US$/g) Precio US$/kg Conserva (frasco vidrio) 1 Oz, 7 Oz, 70 g, 140 g 2,51 2.510 Congelado 8 Oz, 50 g, 100 g, 200 g 2,39 2.390 Aceite de trufa 250 ml 0,102 102 Jugo de trufa 200 g 0,3 300 Mantequilla de trufa 250 g 0,104 104 Fuente: Elaborado en base a datos de Plantin, (2006); Urbani Tartufi, (2006). 7.2.4. Comercialización La distribución en Francia fue iniciada por truficultores, quienes entregaban en mercados claves tales como Lalbenque, Carpentras, Richerenches, Valeréas y Aups en Francia. En estos mercados, agentes, propietarios de restaurantes, distribuidores y gourmets compraban directamente a los vendedores siendo las transacciones con pago en efectivo. El producto fresco es presentado en canastos, no permitiéndose la manipulación de las trufas y el comprador solo puede ver la apariencia y oler el aroma del producto. Por otra parte, en otros países fuera de Europa, donde no existen mercados tradicionales, las trufas importadas o las pequeñas cantidades cultivadas localmente, como en Estados Unidos, Nueva Zelanda y Australia, son normalmente manejadas por empresas de alimentos para gourmets. A nivel internacional el comercio de trufas está controlado casi totalmente por Francia, absorbiendo prácticamente toda la producción española y parte de la italiana (Reyna, 2000; Hall, 2001; FIA, 2003). En España el sector trufero está en pleno auge, debido en parte a que es uno de los mayores productores mundiales. El comercio se realiza entre buscadores e intermediarios que compran para exportadores, aunque éstos últimos también compran directamente a los buscadores. La mayor parte de la comercialización en España es realizada por nueve empresas, siendo las comunidades de Valencia y Cataluña las que más volumen de comercialización registran. En Italia también ocurre algo parecido, ya que la exportación esta totalmente controlada por muy pocas empresas, incluso la importación en Italia, se puede decir que esta controlada por una sola empresa, como es Urbani Tartufi (Reyna, 2000; Hall, 2001; FIA, 2003). 7.2.5. Ventajas de Chile y posibles barreras comerciales La ubicación geográfica de Chile, se presenta como una ventaja comercial al permitir ofrecer el producto en fresco, durante el período de contra-temporada de los mercados del hemisferio norte, ya que la época de cosecha es exclusivamente durante otoño-invierno, razón por la cual Chile podría lograr precios de entre 400 y 900 US$/kg, dependiendo de la calidad y disponibilidad. Chile podría competir directamente con Nueva Zelanda y Australia, donde su producción está recién comenzando. Sin embargo, la oferta de Nueva Zelanda es pequeña como para ser una amenaza. Además, la demanda actual y proyectada en los mercados del hemisferio norte va en constante aumento debido a la drástica caída que ha tenido la producción natural en Europa, la cual se ha visto agravada por problemas de contaminación ambiental y degradación de las truferas naturales (FIA, 2003). La empresa Perigord Truffles of Tasmania de Australia, ha emprendido una extensa investigación desde 1996 sobre el potencial para comercializar trufas fuera de temporada en Europa. Como resultado de sus contactos y discusiones con mayoristas y detallistas en Francia e Inglaterra, el concepto de una producción en el hemisferio sur resulta de gran interés en todos los niveles del negocio. Con la continua disminución de la producción natural de trufas en Europa, la entrada de Tasmania al mercado en los próximos años es vista como complementaria a la industria francesa y no como competencia a su mercado (FIA, 2003). Los mercados asiáticos son de gran interés para comercializar este producto, pudiendo consumir toda una posible producción chilena. La importación de trufa fresca en Japón en las temporadas de producción del hemisferio norte se ha ido incrementando año en año, variando de alrededor de 5 t en 1994 a 10 t en 1998 en el mercado mayorista (FIA, 2003). Además, existe una enorme oportunidad para exportar en fresco a Japón en contra temporada, ya que el suministro en los meses de verano se basa en productos de trufa en conserva de inferior calidad gastronómica y en pequeñas cantidades, los cuales logran muy altos precios (FIA, 2003). Las trufas no se producen en Japón, son importadas principalmente de China, Francia e Italia en las temporadas de producción del hemisferio norte. En el caso de la trufa negra, el producto fresco es transado solamente en los meses de invierno, no habiendo suministro en los meses de verano. En cuanto a aranceles de importación en Japón, para las trufas (Código arancelario HS 070952) se aplica una tasa general de 5% y un 3,3% de acuerdo a las reglas de la Organización Mundial de Comercio (OMC). Tomando en cuenta que Chile pertenece a la APEC, no debieran tardar en concretarse acuerdos bilaterales que favorezcan sus exportaciones a dicho mercado incluyendo beneficios arancelarios. Los principales requisitos para el ingreso de trufas a Japón son de tipo sanitario. Las importaciones de hongos frescos en general son controladas bajo la Ley de Protección de Plantas, Ley de Sanidad de Alimentos, Ley de Estandarización y Etiquetado de Productos Agrícolas y Forestales y Ley de Asuntos Farmacéuticos, dependiendo del uso y tipo de hongo (FIA, 2003). Otro mercado de gran interés para este producto es el norteamericano. Sin embargo, sus importaciones son bajas en relación al consumo interno de Francia, país que absorbe prácticamente toda la producción mundial. Esto da una idea del gran potencial que tiene la exportación de trufas contra estación a Europa, Japón y Estados Unidos, es decir en los meses de verano de hemisferio norte, cuando no se dispone del producto en fresco. Por esta razón difícilmente podrían presentarse barreras de tipo arancelaria o para-arancelarias. El mercado estadounidense también tiene barreras de tipo sanitarias, las cuales se aplican en general a las importaciones de hongos comestibles. En Estados Unidos, las regulaciones para la importaciones de hongos son normadas por la U.S. Food and Drug Administration (FDA), las cuales son similares a las aplicadas en Japón. Según un informe de US International Trade Commission, 2001; el Programa Armonizado de Tarifas (HTS), para el caso de trufas en fresco (Código HTS 070952), no aplica tasas arancelaria, lo cual es muy ventajoso (FIA, 2003). En Europa no existen barreras de entrada al producto, salvo que específicamente se prohíba su entrada, lo cual no es el caso para las trufas. Solamente existen barreras de tipo sanitarias, aplicables en general a los hongos comestibles. Actualmente, solo Nueva Zelanda y Australia están produciendo trufas provenientes de plantaciones en el hemisferio sur, y ventajosamente para Chile, poseen un amplio mercado interno dado por su elevado poder de consumo. Por tanto, se vislumbra una oportunidad interesante para exportar en contra temporada al hemisferio norte, principalmente Francia, Estados Unidos y Japón (FIA, 2003). 7.3. Rentabilidad de una plantación 7.3.1. Criterios y supuestos utilizados en el análisis A continuación se presenta una estimación de costos proyectados para una plantación trufera. La simulación se realizó tomando como base el establecimiento de un módulo de 2 ha en Malleco, IX Región, con una densidad de plantación de 408 árboles por hectárea, en un marco de plantación de 7 m x 3,5 m. Se parte del supuesto de que el agricultor es arrendatario del terreno a plantar y el valor de mercado del arriendo en la zona proyectada asciende a los $80.000/ha/año. Cada 10 años se proyectó un aumento en el arriendo del 50 % ($40.000/ha). Debido a las características del crecimiento del hongo, para el análisis económico, se consideró un horizonte de evaluación de 30 años. Sin embargo, la vida productiva de las plantaciones puede superar con creces los 40 años. De acuerdo a las experiencias en Europa, Nueva Zelanda y Estados Unidos, las producciones significativas en las plantaciones, en general, comienzan a partir del octavo a décimo año, aunque en algunos casos pueden comenzar a partir del quinto año. En forma optimista se asume para el análisis que las producciones comenzarán el séptimo año de la plantación (Callot, 1999; Reyna, 2000; Hall, 2001). Se asume que la productividad irá en aumento a partir del año 7, llegando a la máxima producción el año 14, manteniéndose constante los años posteriores en 60 kg/ha. Las producciones de trufa a considerar en el análisis (kg/ha), se describen en el Cuadro 14: Cuadro 14. Producción de trufas a través de los años. Año 1-6 7 8 9 10 11 12 13 14 + kg/ha 0 10 16 24 30 36 44 52 60 Dentro de los egresos, el costo por concepto de personal permanente al servicio de la explotación supone un operario contratado a jornada completa (45 horas semanales), valorando su salario en $147.000 mensuales. Sueldo que se reajustará a una tasa del 5 % anual. Depreciaciones: A la infraestructura se le determinó una vida útil de 30 años aplicándose una depreciación lineal. La estimación de vida útil en este caso se realiza en función de la pérdida de valor por efecto de su uso normal. Se establece una tasa general para todos los equipos e instalaciones considerados, aún reconociéndose la variedad de los mismos. También la plantación se deprecia linealmente a una tasa del 3,33% anual, considerando una vida útil de 30 años. El sistema de riego se deprecia linealmente a una tasa del 10%. Impuestos: Corresponde a un tributo obligatorio para las empresas en Chile. Se calcula como un 17% sobre el resultado antes de impuestos, que considera la diferencia de los ingresos y egresos del proyecto. En el caso de los flujos negativos, correspondientes a los primeros años del proyecto, se supone que el proyecto pagará dichos tributos, acumulando una cuenta a favor, la cual vendrá a compensar los pagos de los años 7, 8, 9, 10 y parte del 11. 7.3.2. Costos de implantación Se asume que el terreno es adecuado para el cultivo y sólo se deberá realizar una preparación previa del sitio, lo que considera la preparación mecánica antes de plantar y la aplicación de carbonato de calcio en una dosis de 50 t/ha, a un costo de $45.000/t. El agricultor deberá comprar las plantas micorrizadas a un valor unitario de $11.900. Además, se deberá asesorar técnicamente para el establecimiento del cultivo. El primer año tendrá un costo de $300.000 por concepto de asesoría y los años sucesivos tendrán un costo inicial de $200.000 al año, valor que se reajustará en un 5 % anual. Desde el punto de vista del factor climático, se asume un déficit hídrico durante cuatro meses al año, estimándose necesidades de riego de 200 mm/ha/año. Para suplir las necesidades hídricas del cultivo, se utilizará desde el inicio de la plantación un sistema de riego por microaspersión, con una inversión que se estima en $2.300.000/ha, con una vida útil de 10 años, período luego del cual debe ser reemplazado por un sistema nuevo. Los detalles de los gastos de puesta en marcha y costos de infraestructura se detallan en los Cuadros 15 y 16: Cuadro 15. Gastos de puesta en marcha de plantación de 2 ha de árboles truferos. ITEM Asesoría Topógrafo Subsolado Aradura Rastraje Estacado Hoyadura Plantación Entutorado Gastos generales (fletes, análisis de suelo, etc.) Cerco Imprevistos (5%) Total costo/ha 150.000 34.000 200.000 30.000 30.000 10.200 28.000 48.000 40.000 180.000 360.000 55.510 1.165.710 costo total 300.000 68.000 400.000 60.000 60.000 20.400 56.000 96.000 80.000 360.000 720.000 111.020 2.331.420 Cuadro 16. Costos en Infraestructura y depreciaciones. ITEM Costo Vida útil (años) Depreciación anual Bodega Caseta bomba Postes de alta tensión Transformador Empalme eléctrico Tranque acumulador Desarenador Total Infraestructura 200.000 400.000 1.000.000 900.000 850.000 1.000.000 400.000 4.750.000 30 30 30 30 30 30 30 6.667 13.333 33.333 30.000 28.333 33.333 13.333 158.333 Plantas Riego por microaspersión 9.710.400 4.600.000 30 10 323.680 460.000 Depreciación total 942.013 7.3.3. Costos de mantenimiento En cuanto a los costos operacionales, estos vienen reflejados principalmente por los gastos en riego, reparaciones y materiales de riego y mantención del perro trufero (dos años antes de comenzar la producción). Se asume que estos costos aumentan un 3% cada año. En términos del gasto por concepto de arriendo de maquinaria, se consideró un valor por ha de $60.000 en los años previos a la producción, monto que disminuye a $30.000/ha en el séptimo año, puesto que de ahí en adelante solo se rastreará una vez al año y muy superficialmente. El costo de este servicio aumenta en un 3 % al año. Los gastos de administración, ventas y comercialización se calculan en proporción a las ventas de cada año. Se estimó que los gastos de promoción y publicidad y los gastos administrativos corresponderían a un 2,5 % de las ventas anuales para cada ítem. Por otra parte, se encalará cada cuatro años con una dosis de 2 t/ha para mantener el pH adecuado. Se suman en el costo de arriendo de maquinaria $30.000 cada vez que se encala. La cal también se aprecia en un 2 % anual. Durante los diez primeros años se realizarán análisis de laboratorio, cada tres años, para verificar el estado de las micorrizas. Este ítem asume un costo de $200.000 iniciales con un aumento del 2 % anual. A continuación se detallan los costos de mantención y cuidados del perro (Cuadro 17) y los costos en mano de obra temporal (Cuadro 18): Cuadro 17. Gastos en mantención del perro trufero. Insumo / Costo Alimento Vacunas (Séxtuple; Antirrábica) (x 2) Desparacitaciones (x 2) Total ($) $/mes 15.000 $/año 180.000 30.000 16.000 226.000 Cuadro 18. Costos de mano de obra temporal (MOT). AÑO Días de trabajo/año Sueldo diario/hombre Costo MOT AÑO Días de trabajo/año Sueldo diario/hombre Costo MOT 7.3.4. Ingresos 5 6 7 8 9 10 11 12 13 14 15 16 17 10 10 14 14 14 14 16 16 16 16 18 18 18 6.000 6.300 6.615 6.946 7.293 7.658 8.041 8.443 8.865 9.308 9.773 10.262 10.775 60.000 63.000 92.610 97.241 102.103 107.208 128.649 135.082 141.836 148.928 175.921 184.717 193.952 18 19 20 21 22 23 24 25 26 27 28 29 30 18 20 20 20 20 22 22 22 22 24 24 24 24 11.314 11.880 12.474 13.097 13.752 14.440 15.162 15.920 16.716 17.552 18.429 19.351 20.318 203.650 237.592 249.471 261.945 275.042 317.674 333.557 350.235 367.747 421.238 442.299 464.414 487.635 Los ingresos a percibir por el agricultor están en relación a la producción en kg/ha de trufa fresca, para lo cual, se ha considerado un valor de mercado de US$500/kg pagado al productor. Este precio asume que ya se han establecido empresas comercializadoras del producto en Chile, las cuales pueden llegar a Europa con precios de venta mucho mayores. Estos valores son bastante conservadores, ya que existen ventajas comerciales para Chile al ofrecer trufa fresca fuera de temporada en los mercados europeos, pudiendo alcanzar precios aún mayores. Como ejemplo en la última temporada de cosecha en Europa (noviembre 2005 – marzo 2006) los precios medios por kilogramo de trufa fresca en los mercados tradicionales fluctuaron alrededor de los US$640/kg (€ 1 = 1,28 USD) (Service des Nouvelles des Marches, 2006). Se asume que el precio irá aumentando en un 1 % anual. Por último se considerará como valor residual de la plantación la venta de la madera al final de la explotación (año 30) considerando que 408 árboles/ha x 2 m3/árbol x $12.000/m3 = $19.584.000. El valor de la divisa se establece en $550 = US$1. 7.3.5. Tasa de descuento La rentabilidad total de la inversión inicial se calcula obteniendo anualmente los rendimientos por diferencias entre ingresos y egresos y actualizándolos a pesos constantes del año inicial de plantación. La tasa de descuento se fija en un 12%. 7.3.6. Flujo de caja e índices de rentabilidad A continuación, en los Cuadros 19 y 20, se presenta el flujo de caja para la evaluación económica y de rentabilidad de dos hectáreas de árboles micorrizados productores de trufa negra, en el cual se incluyen los índices más comúnmente utilizados que son el Valor Actual Neto (VAN), la Tasa Interna de Retorno (TIR) y el Período de Recuperación de la Inversión (PRI). Para finalizar se añade un análisis de sensibilización del proyecto en el cual se comparan los índices de rentabilidad en escenarios más y menos optimistas, ubicándose en diferentes niveles de producción y de precio. El Valor Actual Neto (VAN) de $26.037.656 y la Tasa Interna de Retorno (TIR) de 16% indican que el proyecto posee una alta rentabilidad por lo que es factible de llevar a cabo. Un posible inconveniente desde el punto de vista de los inversionistas es el Período de Recuperación de la Inversión que al alcanzar los 11 años pudiendo ser un tanto elevado. Por otra parte, el hecho de ser un cultivo nuevo en Chile otorga un cierto grado de riesgo puesto que no hay antecedentes previos respecto a las producciones y retornos esperados. Cuadro 21. Análisis de sensibilización del proyecto. Precio a productor de 1 kilo de trufa Rendimiento 40 kg/ha 60 kg/ha 80 kg/ha Indicadores US$ 400/kg US$ 500/kg US$ 600/kg TIR 10% 11% 13% VAN (12%) $-7.996.289 $-2.725.572 $2.545.144 PRI 13 años 12 años 11 años TIR 15% 16% 18% VAN (12%) $17.496.983 $26.037.656 $34.578.330 PRI 12 años 11 años 10 años TIR 18% 19% 21% VAN (12%) $40.563.986 $51.768.043 $62.972.113 PRI 11 años 10 años 9 años Como se puede apreciar en el análisis de sensibilización, el proyecto es rentable en casi todos los escenarios proyectados, a excepción del escenario más pesimista que asume una baja producción por hectárea y un bajo precio pagado a productor por kilo de trufa. Si se toma en cuenta que, para la proyección del flujo de caja se tomaron valores bastante modestos respecto al precio pagado a productor, en comparación a los precios reales y a los supuestos precios que podría llegar a tener un producto fresco en contra estación; y a la producción promedio, que se calculó respecto de una media que incluye plantaciones en Europa de baja densidad y sin riego, es que se puede concluir que no es poco realista esperar mejores condiciones de mercado y de rendimiento, dado el alto nivel de tecnología propuesto y la alta especialización y canales de comercialización que ya posee Chile como país exportador. 7.4. Situación actual y perspectivas para el cultivo de trufas en Chile Después del análisis bibliográfico y financiero se puede concluir que existe una excelente oportunidad para establecer y desarrollar el cultivo de la trufa negra como una alternativa productiva y de negocio para el sector silvoagropecuario en Chile. Se deben tener en cuenta algunas consideraciones en los aspectos técnicos y también económicos si se pretende desarrollar este cultivo. Desde el punto de vista técnico, se debe recalcar el hecho de que Chile presenta una gran diversidad edafoclimática, lo cual podría asegurar en gran medida, que las condiciones de suelo y clima adecuados para la trufa sean encontradas, sobretodo en la zona centro-sur del país. Por otra parte, la flora única que presenta Chile, con solo algunas especies formadoras de ectomicorrizas, principalmente especies del género Nothofagus y algunas otras especies nativas. La expansión de plantaciones forestales como el pino radiata y el eucaliptus, podría aumentar la incidencia de hongos ectomicorríticos, los cuales podrían competir con nuevas especies introducidas, pero aun hay muchas áreas donde la flora fúngica es escasa, principalmente en suelos utilizados por la agricultura tradicional. Por esto, basados en la experiencia extranjera y la tecnología disponible, la oportunidad de desarrollar este cultivo en Chile es bastante prominente. Finalmente, el establecimiento y desarrollo de la truficultura en Chile debiera ser capaz de evitar la contaminación y substitución de T. melanosporum por especies sin interés comercial, mediante acciones preventivas y controles del proceso productivo (FIA, 2003). Tomando en cuenta los aspectos económicos, producir trufa negra en Chile, otorga una excelente oportunidad de negocio para el sector silvoagropecuario, especialmente para la reconversión de la agricultura tradicional, donde las rentabilidades ya no son las más adecuadas. Por otra parte, existe la oportunidad de producir T. melanosporum fresco, en contra estación, donde el producto estaría disponible aproximadamente desde junio hasta agosto, por lo que no se afectaría el tradicional y bien establecido mercado de la trufa fresca en el hemisferio norte, el cual funciona desde diciembre hasta marzo. Además, existe un casi ilimitado potencial de mercado para una oferta de trufa fresca desde Chile, como un substituto bastamente superior a las trufas en conserva usadas en Europa, Asia y Estados Unidos, las cuales logran precios muy altos. En dicho caso, para proteger sus intereses, los mercados europeos de trufa en conserva podrían poner resistencia al ingreso de trufa fresca desde Chile. Incluso si tales barreras fueran exitosas, los mercados asiáticos podrían consumir toda una posible producción chilena. Así, Chile, podría competir directamente con Nueva Zelanda y Australia, países que están empezando a producir. Sin embargo, su oferta es pequeña como para ser una amenaza, además la demanda actual y proyectada en los mercados del hemisferio norte va en constante aumento, debido a la drástica caída que ha tenido la producción natural en Europa (FIA, 2003). El tiempo requerido para establecer la producción comercial de trufa en Chile y las distintas rentabilidades que se puedan lograr, indican la necesidad de establecer un sistema productivo en tres etapas: inoculación, cultivo en campo y comercialización. La etapa de inoculación y establecimiento, la cual es la menos rentable pero a la vez la más crítica, para una producción comercial en Chile, requiere el apoyo del gobierno e instrumentos de financiamiento, que faciliten la incorporación al sistema productivo nacional. Finalmente, para proteger la integridad de la industria y asegurar la producción de trufa con calidad certificada, será crítico disponer de un proceso de inoculación capaz de garantizar la calidad de los árboles que se distribuyan a los agricultores junto con la información necesaria y una adecuada asistencia técnica. De otra forma un producto de inadecuada calidad podría ser antieconómico para los agricultores (FIA, 2003). 7.5. Resumen de los puntos críticos Falta en Chile una metodología con los parámetros técnicos para la producción de plantas micorrizadas certificadas. En este aspecto, la calidad de inoculación con la micorriza (infección) que las plantas posean es de vital importancia para asegurar la viabilidad de cualquier proyecto. Por lo tanto, un organismo estatal como el Servicio Agrícola y Ganadero (SAG) o en su defecto una agencia privada, se debería encargar de dicha certificación, puesto que la inversión inicial es bastante elevada y no se puede arriesgar a un fracaso. En segundo lugar, es necesario desarrollar una normativa que regule el ingreso de material inoculante y que prohíba en forma efectiva el ingreso de trufas chinas u hongos contaminantes, para así evitar el cultivo de especies indeseadas y por otra parte seguir salvaguardando el privilegiado estatus fitosanitario que posee Chile. No se ha iniciado aún la investigación en Chile respecto de este cultivo, siendo que ha demostrado en el extranjero una alta rentabilidad y los países competidores de Chile ya tienen una ventaja significativa al respecto. Los esfuerzos se debieran enfocar a varias líneas de investigación como por ejemplo: caracterización edafo-climática para el cultivo de la trufa, métodos de cultivo, selección de ecotipos aclimatados de Tuber, micorrización de árboles nativos, selección de clones de Tuber de alta productividad, de rápida entrada en producción, de ascocarpos de gran tamaño, selección de hospederos clonales de alta especificidad, síntesis de fungicidas selectivos para Tuber, control biológico de plagas y enfermedades del cultivo y manejo integrado de plagas, por mencionar algunas. Finalmente, los agricultores deberán ser responsables en el uso de herramientas de fomento a la producción a la hora de optar a un cultivo como la trufa, puesto que es de extremada delicadeza la correcta elección de una zona agroclimática adecuada, como así también lo es la adecuada selección del sitio, densidad de plantación, especie hospedera y manejos culturales, puesto que es un cultivo nuevo y especialmente porque muchas veces se sale de los parámetros ya conocidos en la agricultura convencional. 8. Literatura Citada Allen, M. 1991. The ecology of mycorrhizae. 184 p. Cambridge University Press, Cambridge, UK. Álvarez, S. 2004. Evaluación de la Potencialidad de Establecimiento de Tuber melanosporum Vitt. en Chile. Caso de María Pinto, Región Metropolitana. 87p. Tesis Ing. Agr. Pontificia Universidad Católica de Chile. Santiago, Chile. Bonet, J., D. Oliach, y C. Colinas. 2006. 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