Informar sobre la velocidad. Hacia un nuevo periodismo televisivo

Transcripción

Informar sobre la velocidad. Hacia un nuevo periodismo televisivo
REVISTA ACADÉMICA DE LA FEDERACIÓN
LATINOAMERICANA DE FACULTADES DE COMUNICACIÓN SOCIAL
Informar sobre la velocidad.
Hacia un nuevo periodismo televisivo
Omar Rincón
«Va asté a creerme un igualado,
Señor Amo,
porque mis torpes palabras
como que train todavía puesto
el sombrero ante su presencia,
ansina de bruto es este probe
indio»
Cantinflas
ABSTRACT
El periodismo está en crisis de legitimidad y credibilidad. Sobre todo el periodismo televisivo, que a su vez
es la fuente primaria de saber social de la mayoría. En este ensayo se argumenta por la necesidad de un
nuevo periodismo televisivo. Para demostrar esta apuesta, primero se documenta los modos como la televisión ha banalizado el discurso de la información y le ha impuesto a la realidad el síndrome del entretenimiento; segundo, se reflexiona sobre los efectos más visibles de vaciamiento de sentido de la realidad que
realiza la televisión espectacularizada; tercero, se demuestra cuáles son las debilidades del periodismo al
negarse a negociar con los modos de narrar de la televisión. Sobre esta base, siguiendo el modelo del
periodista argentino Martín Caparrós, se propone los lineamientos generales del nuevo periodismo televisivo
o como hacer periodismo usando los recursos de la ficción televisiva.
El asunto de la independencia y la autonomía del periodismo está cada vez más en peligro; la libertad de
información parece no existir porque entre las presiones del poder político, los grupos económicos y la
velocidad de la televisión el producir información investigada, confrontada, legitimada, contextualizada es
cada vez más difícil. La televisión ha intervenido al periodismo, lo ha puesto en crisis como oficio de la
verdad, lo ha convertido en entretenimiento y lo está haciendo de nuevo, en versiones más lights, efímeras,
espectaculares. Las representaciones sobre la vida pública que realiza la televisión nos deja insatisfechos
como ciudadanos ya que presenta una realidad social marcada por una alta dosis de irrealidad, banalidad y
liviandad. Pensar la realidad a través de la información televisiva seducida por el espectáculo es imposible.
Ahí es cuando aparece la ilusión del periodismo de “a de veras” como uno de los últimos lugares del
humanismo y la esperanza de ser libres que nos queda en la sociedad contemporánea. La ilusión aparece
cuando se recuerda que la libertad recibe un cuidado privilegiado en el periodismo; que su oficio es describir, comprender y explicar la realidad; que “el periodista tiene tres lealtades: el lector al que debe conocer
porque es su objetivo; los hechos de la vida, que exigen una búsqueda de buena fe; y su propia conciencia,
que le impone la nobleza de su papel testimonial”, nos cuenta el periodista y escritor Tomás Eloy
Martínez(1); que la responsabilidad del periodista “es encontrar el hecho, investigarlo, contextualizarlo,
confrontar las cifras, confirmar la información, hacer reportería”(2) dentro de un horizonte de independencia,
autonomía y ética ciudadana. Todo claro y evidente, hacer buen periodismo es la clave para salvar a la
televisión de su banalidad y espectáculo. Que el periodismo es vital para la sociedad lo demuestran hechos
como que muchos apóstoles de la información libre están muriendo, que los profesores de universidad
enseñan desde el éxtasis de habitar esa vocación de contar la verdad y que la sociedad sigue considerando
a la libertad de información como un valor fundamental.
Pero… el periodismo como práctica de sentido y oficio de informar está bajo sospecha; su pregonada
libertad de información ha quedado convertida en una libertad de empresa(3); su vocación de verdad se ha
vuelto una estrategia de difusión de las versiones del poder, la institucionalidad y las elites; su oficio de
narrar ha terminado en el mono-género de la noticia; su diversidad temática se ha reducido a lo light como
el asunto más significativo para la sociedad. La realidad mediática documenta que el sagrado oficio del
periodismo anda en crisis de profesionalidad, legitimidad y credibilidad. Todo porque no se está haciendo
bien el oficio de informar que significa comprender para contar y explicar la realidad, tampoco se responde a
las necesidades y expectativas de la comunidad de ciudadanos, mucho menos se tiene fidelidad a los
hechos; medios y periodistas siguen las expectativas del amo político o económico y las estéticas del
comercio y el mercado(4).
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La crisis de profesionalidad, legitimidad y credibilidad del periodismo se expresa en que la agenda pública
es homógenea, pequeña y monofónica; la perspectiva ética se ha perdido y la responsabilidad social, la
autonomía y la independencia del informador y el medio es sólo letra muerta puesta en manuales
académicos y manuales de estilo. El resultado está a la vista: la sociedad habita un desasosiego con los
modos como se está construyendo la realidad social, ya que es muy difícil encontrarle valor social y utilidad
a la información comunicada. Se percibe que los medios buscan el efectismo más que la reflexión; el
sensacionalismo más que la comprensión de los hechos; la información alude sólo al fútbol, los escándalos
políticos, la farándula y la realidad espectáculo. Se percibe que por encima del informar y los hechos está el
afán de protagonismo de los medios y los periodistas. ¿Nos gusta ser como los medios nos representan?
Los ciudadanos decimos que no. Estamos cansados de la forma como los medios inventan el país según
sus intereses del negocio, lo escabroso y lo compasivo. En síntesis, la opinión ciudadana está preocupada
por el lugar y papel de la información en la construcción de la sociedad. Se requiere con urgencia un
periodismo, sobre todo en la televisión, que ayude a construir la transparencia y la rendición de cuentas
como actos públicos, porque sin comprender-explicar-visibilizar la realidad se vive a oscuras y los proyectos
de nación se pierden en las decisiones de unos pocos.
Las críticas parecen evidentes y se relacionan sobre todo con tres hechos: 1) la mayoría de análisis y
críticas se relacionan con la información televisiva; 2) las escuelas de periodismo y comunicación se han
quedado en la crítica a la televisión como banalización de la vida mientras siguen formando en el
periodismo escrito con lo cual no está respondiendo a la sociedad de la comunicación que ha establecido
como eje de comunicabilidad pública a la televisión; 3) se hace urgente reconocer las especificidades periodísticas, narrativas y éticas propias del periodismo televisivo, ya que hay que pensar el periodismo desde
el adentro televisivo. En este contexto, este texto quiere desarrollar tres argumentos: Primero, afirmar que la
crisis del periodismo en la actualidad se refiere específicamente a los modos de informar y opinar en y de la
televisión ya que la prensa se ha quedado siendo el discurso de las elites y la radio se ha convertido en
periodismo melódico. Segundo, manifestar que los efectos de la información-entretenimiento de la tele se
reconocen en el olvido masivo de lo importante, la generalización de la indiferencia social como sentimiento
y la preeminencia de lo light sobre la realidad dura. Tercero, declarar que la televisión como eje informativo
todavía es un fenómeno reciente que requiere mayor atención por parte de las escuelas de formación en
Comunicación y Periodismo, hay que dejar de enseñar periodismo escrito y comenzar a pensar en serio el
periodismo televisivo. En esta línea, este ensayo termina por proponer desde lo televisivo un nuevo modo
para hacer el periodismo y contar la realidad.
1.
LA TELE-INFORMACIÓN O CUANDO LA NOTICIA SE ESPECTACULARIZÓ
«Estar informados es aquello de quiénes, cuándos y cómos, que en un instante
oímos, al siguiente repetimos como si fueran ideas, y aún más patético, como si
fueran nuestras, para inmediatamente olvidarlas. Estar informados nos da nuestra
dosis diaria de indignación. La indignación, esa cómoda sensación que nos libera
de toda responsabilidad de pensar y de entender».
Luis Carlos Valenzuela5
Cuando nos referimos a la crisis del periodismo, se critica al periodismo en televisión. Esto tiene que ver con
la pérdida de centralidad informativa de la prensa y la radio, ya que en los últimos diez años la televisión se
ha convertido en el eje de la información pública porque la mayoría de la sociedad asiste a los teleinformativos para comprender su entorno; así mismo, los periodistas de prensa y radio se informan por la
televisión para determinar los temas a desarrollar, la construcción del intelectual social se hace en las
pantallas y la política se juega vía imagen televisiva. Esta centra-lidad de la televisión se debe al influjo de
las tecnologías que le permiten información en vivo y directo, a la proliferación de canales que ha convertido
a este medio en una alternativa móvil y amplia, a la construcción del entretenimiento como imperativo social
y a la presencia de televisores en todos los espacios sociales y privados. La televisión es dios, está en
todas partes.
La información en televisión está marcada por el síndrome del no decir. Se participa de los mensajes
televisivos para “dejarse ver” y “ser visto”, no para decir algo. La creencia popular afirma que a la televisión
se va cuando se tiene algo que decir, solo que la práctica la ha invertido, gana mayor visibilidad televisiva
quien no tiene nada que decir. “La pantalla funciona como lugar de exhibición narcisista (…) y productora de
fast thinkers o pensadores de ideas preconcebidas(6)”. La televisión ha puesto de moda una comunicación
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instantánea y el pensamiento desechable. Tan es así que la opinión pública se ha convertido en sondeos de
opinión, referendos virtuales, estadísticas de sentires que no permiten un pensamiento; estrategias que
reconocen “voces débiles, volátiles, inventadas, reflejas, no representativas…”(7) como expresión de la
sociedad.
Otra marca de la información televisiva es informar sobre la velocidad, en fragmentos y sin contexto. Esta
tendencia se evidencia en el testimonio del corresponsal de Televisión Española en Colombia, Juan
Restrepo, quien relata: “Yo respeto mucho a la gente a la que entrevisto y con la cual hablo. Escucho. El
otro día, estuve cubriendo los acontecimientos de la toma de posesión de Lucio Gutiérrez, el presidente del
Ecuador, allí me tocó entrevistar a un personaje muy interesante, el Presidente de la Confederación de
Nacionalidades Indígenas de Ecuador -un hombre que en este momento cuenta mucho porque los indígenas ecuatorianos han de alguna forma catapultado a Gutiérrez como Presidente de Ecuador-. A este
señor le hice una pregunta y tardó 25 minutos en responder y yo lo dejé que respondiera -es un indígena y
tiene un tiempo diferente-. Yo sé que hay colegas que serían incapaces de hacer eso. [¿Y cuánto salió al
aire?] Saqué lo que se me permite. Esa es la servidumbre del medio. La servidumbre del medio es encontrar una frase. El testimonio lo encontré después de otras tantas preguntas, cuatro preguntas más en
donde al final el hombre después de hablarme de su cosmogonía, de la historia, de los indígenas y tal,
evidentemente fue ‘entrando al trapo’, como se dice en términos taurinos y terminó diciendo lo que yo quería. Pero tuve que escuchar, armarme de paciencia porque tiene que ser así, eso se llama respeto(8).” Aquí
está el problema, informar para televisión es un asunto de frases, de testimonios breves, de relatos
fragmentarios. La lógica televisiva hoy impone el imperio de los 50 segundos como temporalidad de la información. Por esta razón, se privilegia el pensamiento de urgencia, la opinión eslogan, la frase contundente,
los sondeos de opinión, las realidades esquemáticas que son posibles de contar en el menor tiempo.
A este problema de la velocidad, el fragmento y el pensamiento rápido que premia la televisión hay que
agregarle el síndrome de “lo dije primero”, “tengo la noticia primero”. “La chiva es un problema entre los
comunicadores porque, que yo sepa, nadie en su casa tiene dos televisores al frente esperando a ver cuál
de los dos o de los cuatro lo dijo primero. Entonces, la chiva es una competencia entre los periodistas, por
su ego, por su capacidad para decir le gané, la obtuve primero. Esa competencia no es mala, si se respeta
la frontera que tiene que haber entre la prisa por ganarle a la competencia y la responsabilidad de informar
bien. El día en que desaparezca la sangre del periodista cuando se emociona por tener una noticia, ese día
se acaba el periodista como reportero. El periodista tiene que sentir eso. Es fundamental sentir que el aire
falta en los pulmones cuando uno posee una noticia que es primicia”, afirma el director de noticias de televisión Yamid Amat(9).
La televisión, para que la entiendan todos, debe hablar en «simplificaciones»; por lo tanto, trabaja con base
en imágenes generales y banales sobre las temáticas, las realidades y las personas. En este sentido casi
todos los modelos televisivos de comprensión de la realidad se construyen sobre estereotipos y caricaturas
dejando de lado los matices, ambigüedades y sutilezas de toda vida. ¿Qué es ser joven en los medios?
¿Qué es ser mujer en los medios? ¿Qué es ser educador? ¿Qué es ser político? Ser arquetipos. Esta
estrategia mediática generaliza y nivela en lo superficial, a través de formas estereotípicas de comprender al
otro. Esta acción responde a una «inteligencia televisiva» o cómo asignar sentido en la realidad a partir de
simplificaciones construidas en los relatos televisivos(10).
Para cumplir con el imperativo televisivo de la velocidad, la primicia y el esquematismo, se crea la noticia
espectáculo. La contextualización se hace imposible. La investigación y los reportajes desaparecen. El
periodismo debe ofrecer modelos de comprensión de realidad… pero la velocidad y ritmos de la televisión
eliminan la posibilidad de análisis. El periodismo de opinión y debate es demasiado lento y largo. Lo más
dramático es que si existe pensamiento, análisis, opinión, investigación, los televidentes huyen hacia la ficción y el entretenimiento. La ficción y el entretenimiento responden más eficientemente al interés comercial
e industrial del medio. ¿Qué prima para los propietarios de los medios? El dinero. Y el dinero no está en la
producción significativa de información, sino en las telenovelas y los programas de entretenimiento. El
periodismo televisivo solo interesa como negocio político, ya que a través de lo que se informa y cómo se
hace se incide en la toma de decisiones políticas y en crear unos estados de estabilidad social para que los
negocios funcionen bien. Esta situación, a su vez, tiene que ver con los bajos niveles culturales, educativos
y políticos que nos impiden comprender y leer la sociedad y sus diversas alfabetizaciones; la generalización
de proyectos de vida donde pensar es un problema porque todo depende de las buenas vibras de la nueva
era(11); el aumento de la necesidad de sobrevivir que impide preocuparse por asuntos colectivos ya que
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hay que buscar empleo. Estas situaciones sociales y culturales llevan a buscar en la televisión más deseo
que realidad, más ficción que reflexión social.
Lo cierto es que la televisión tiene el monopolio sobre la información de la gente por dos razones: en la
producción de sentido social es el medio central de la comunicación contemporánea y en la vida cotidiana
es la actividad simbólica fundamental a la que asiste la gente. La información televisiva es de los pocos
referentes comunes que tiene una comunidad para pensar, actuar e imaginar la vida. La televisión, dice
Castells(12), es el modo de comunicación prevalente, el epicentro cultural de nuestras sociedades ya que
crea un entorno audiovisual, una cultura en la que los objetos y los símbolos se refieren a la televisión. Su
poder real está en que crea el marco para todos los procesos que se pretenden comunicar a la sociedad en
general, de la política a los negocios. La televisión formula el lenguaje de la comunicación social. Entonces,
no nos podemos quedar en la crítica ilustrada del medio, ni en el juicio moral desde la ética periodística o el
deber ser de la producción de la información. La televisión es un medio de comunicación diferente a la
prensa, la obsesión por imponerle la lógica del periodismo escrito ha fracasado porque su narración y sus
lógicas de comunicabilidad son distintas al periodismo escrito. Hay que pensar al periodismo televisivo
desde la televisión y su lógica de narrar porque como lo dice Van Dijk “el periódico es para las elites, es el
reflejo de sus opiniones, pensamientos, conocimientos, etc. Las elites no ven la televisión porque deben
trabajar. Si quieres influir sobre muchos, has de hacer programas de televisión: tu influencia cuantitativa
será enorme, pero poco profunda”(13).
Categorías
Frecuencia
%
% valid
Muy importantes
412
31.7
31.7
Importantes
775
59.6
59.7
Poco importantes
84
6.5
6.5
Nada importantes
27
2.1
2.1
No sabe/No
responde
1
0.1
0.1
Casos nulos
2
0.2
1,301
100
TOTAL
100
2. LOS EFECTOS DE LA INFORMACIÓN-ENTRETENIMIENTO DE LA TELE
«La cultura de masas es ruido. Se trata de nubes de información carentes de
estructura. En la cultura masiva, cada día hay una nueva nube que expulsa a la
nube anterior (...) el verdadero problema, es el del modo de consumo de esta
cultura. Es una cultura que no permite la reflexión, no solamente porque una
emisión desplaza a la otra, una nube desplaza a la otra, sino porque se contempla
en los momentos de relajación, de modo consumista, durante las comidas, antes
de ir a dormir (...) La tragedia cultural moderna tiene su núcleo en la tragedia de la
reflexión»
Edgar Morin(14).
Acercarse a la información televisiva, contradictoriamente, significa para los ciudadanos ser expulsados de
la realidad y construir un reino de impotencia e inmovilidad social. La televisión es «conservadora» de
estilos de vida y construye entornos simbólicos adecuados para mantener en estabilidad el estado de las
cosas. La televisión informativa es monologante, ya que unos pocos exponen sus puntos de vista dentro de
estrategias adulatorias hacia los poderosos. Le hace falta más análisis, más juego de opiniones, más
programas donde la verdad se ponga en discusión y las ideas fluyan con esa agilidad propia de la narración
televisiva. La controversia, el diálogo argumentado y civilizado parece que no es posible en la televisión
porque la fórmula dice que hay que informar con base en la velocidad, el fragmento, la instantanidad, las
simplificaciones. Esta forma de narrar no establece diferencia entre forma y contenido y hace que
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prevalezca siempre lo mismo como horizonte de realidad. Su efecto más contundente es vaciar de sentido
la complejidad de la sociedad. Este vaciamiento de sentido se hace evidente cuando la tele-información
promueve la preeminencia de lo light y el espectáculo sobre la realidad y la reflexión; celebra el olvido como
marca de una sociedad de memoria corta y fugaz; generaliza la indiferencia social como actitud individual y
la compasión por el dolor como estrategia de vinculación pública. La información televisiva, en síntesis,
termina por desconectar a la sociedad.
Periodismo y olvido(15): El periodismo televisivo crea un espíritu de olvido, un gran vacío comunicativo, el
goce informativo de los eventos en cuanto posean criterio de actualidad. Los medios se encargan de que
nunca volvamos la mirada atrás, que el paso del tiempo borre las huellas de los hechos, y que sólo nos
quedemos en un presente lleno de acontecimientos/modas pasajeras. «Infle, hermano, infle que de la
imagen, como de la infamia, algo queda. En eso se ha vuelto experto un periodismo»(16). Ante esta actitud
informativa de los comunicadores los grandes hechos de injusticia, corrupción y vandalismo se pierden para
siempre a la mirada contemporánea. Así los periodistas se encargan de que todos sintamos que no vale la
pena volver a pensar sobre el pasado. La velocidad de la información, la construcción de realidad con base
en fragmentos y las agendas pequeñas e inútiles que propone la televisión informativa constituyen un
homenaje a la actualidad sin potencial de memoria, la invención del síndrome de estar siempre listos para
nuevas informaciones que pronto serán olvidadas en aras de nuevas realidades más espectaculares. Los
hechos que marcan la realidad social sólo alcanzan a ser titular de emisión de televisión. Obviamente, la
televisión informativa debería recontar nuestros errores y construir una mirada pública sobre nuestro
acontecer. El periodismo debería ser la forma privilegiada de la memoria y volver relato cultural actual todo
aquello que la sociedad ha hecho de sí misma. Si somos sociedades sin memoria es porque la televisión
informativa se ha olvidado de su función histórica de ser escenario donde se construyen aquellos relatos
con los cuales debemos vivir como colectividad.
Periodismo e indiferencia(17): La tolerancia se ha vuelto más un discurso global de moda que una
práctica local de vida. La tolerancia cada vez es más una acción de indiferencia. Los tele informativos nos
han llevado a vivir en la indiferencia ante la realidad de los otros. La tolerancia periodística se ha convertido
en informar para la compasión social no para la conciencia pública, somos fanáticos del dolor, espectadores
de la barbarie, tolerantes de la injusticia, habitantes del no sentimiento. La información se ha convertido en
«un sistema más menos implícito de prejuicios “aceptables” que están de acuerdo con el “sentido común”
de las mayorías”(18). La televisión informativa es valiente contra todo aquello que no se ajuste al criterio del
poder económico y político, para denunciar a los más débiles mientras se es complaciente con los
poderosos; cada semana debe haber un culpable que no cuestione las estructuras sociales pero muestre
los pecados públicos, requerimos villanos que no incomoden el confort de las instituciones y las elites. La
tolerancia pertenece, entonces, a ese discurso de moda-mundo que para nada ingresa a las prácticas
comunicativas y diarias de vida, a no ser como sinónimo de indiferencia y compasión.
La realidad light: El estilo periodístico más generalizado en la televisión informativa es el light. ¿Huida de la
realidad hacia el hedonismo? ¿Estrategia para encantar la vida sin pensamiento? La respuesta está en que
habitamos la época de la inmediatez, de lo superfluo, de la productividad sin densidad; cultura de la
instantaneidad en la cual las realidades son unipolares y solo sirven para el mercado capitalista. El
periodismo ha cambiado de manera tajante en los últimos años tanto que ahora sus intereses políticos
están ligados al mandato de la economía y del entretenimiento. La información light es el resultado de las
condiciones y del modelo económico social y cultural que nos ha tocado vivir: vivir bien significa cuidar el
cuerpo, mantener buena energía, lucir a la moda. Soluciones instantáneas para evitar los problemas de la
rutina diaria. La televisión informativa es ahora el reino del periodismo de farándula y de entretenimiento. Un
periodismo ligero, superficial, leve, de lo efímero y sin consecuencias que satisface las exigencias de banalidad de una vida que se diluye entre el caos del capitalismo, la miseria extensiva y el síndrome del
consumismo como estrategia de felicidad. El periodismo light se diferencia del otro tipo de periodismo por su
propósito: divertir y distensionar al televidente. Así mismo, por su lugar en la economía de los canales ya
que el sector del espectáculo mueve gran cantidad de dinero, tiene un efecto comercial inmenso. No hay
ideas, no hay pensamiento sólo se presenta gente pretenciosa, eventos curiosos y temas de la apariencia
para que los ciudadanos llenen de sentidos superficiales la dura rutina diaria. El periodismo light ha sido
determinante para la construcción de una cultura de la banalización. Su objetivo: Hacer olvidar la injusticia
social, los atropellos a la democracia, el entorno real de un mundo que parece estar en descomposición y
cubierto por el manto oscuro de la barbarie. La afirmación televisiva dice que la profundidad es aburrida, la
superficialidad es toda una emoción.
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El periodismo televisivo con su aburrimiento narrativo, su discurso oral y de declaraciones, su ausencia de
poética de la imagen ha llevado a que los televidentes discutan y le den más importancia a qué telenovela
ver que a dónde se informan, a que los televidentes se encanten con la ficción y se empobrezcan con la
realidad, a que la dura realidad no sea comprendida mientras la levedad, el olvido y la indiferencia se toman
al mundo de la vida.
3. LA INFORMACIÓN EN TELEVISIÓN REDESCUBRE EL CONTAR HISTORIAS
«Vivimos el fenómeno de la mezcla de géneros, ese debilitamiento de fronteras
entre los géneros y las técnicas que podemos tomar de las artes, llamadas collage
o ensamblaje. Es necesario romper esas fronteras tradicionales y buscar nuevos
métodos, nuevas guías de expresión, nuevas formas para describir este mundo.
En el nuevo periodismo nos damos cuenta de cómo los métodos tradicionales de
periodismo no reflejan la riqueza de la situación que se describe».
Ryszard Kapuscinski(19)
El asunto consiste en renovar el pacto de confianza entre productores de la información y televidentes; hay
que reinventar la credibilidad porque el ideal del periodismo es hacer que al final del día el ciudadano se
sienta un mejor ser humano. Un pacto nuevo que genere credibilidad implica que el periodismo televisivo
cuente historias significativas para la vida cotidiana de la gente, el periodista como narrador más que como
informador. El problema consiste en que las escuelas de Comunicación y Periodismo han enfatizado el modelo de enseñanza sobre el periodismo escrito, se ha desdeñado la televisión como estrategia informativa y
de densidad de pensamiento mientras el medio por su propia dinámica ha asumido que el entretenimiento
es su reino. Se debe asumir que en nuestras sociedades la televisión es el centro de la información, que por
ahí está pasando la realidad de la sociedad y que es desde la pantalla como se está produciendo sentido en
la comunidad actual. Hay que preguntarse: ¿Qué significa informar en televisión? ¿Cómo asumir la narrativa
de la tele que se caracteriza por contar historias de manera espectacular para narrar la información? ¿Qué
es periodismo televisivo?
La respuesta que los profesionales de la información han dado al periodismo informativo en televisión es
enfatizar en la lectura en voz en off de textos construidos a la manera de prensa escrita; asumir que la sola
presencia de las fuentes asigna veracidad a la nota; determinar que la imagen y la edición funcionan como
descriptores que no deben entorpecer la noticia; caer en el sensacionalismo que explota lo obvio y evidente
y produce imágenes sin recursos de significación. La información en televisión se ha quedado en la evidencia y prepotencia del discurso verbal, en la nota escueta, en la presentación de declaraciones y sondeos de
opinión, en la búsqueda de fenómenos de impacto afectivo. El cronista colombiano Ernesto McCausland
cuenta muy bien el predominio de eso que se llama lo «periodístico» sobre lo televisivo en la siguiente
anécdota: «En un noticiero trabajas todo el día produciendo imágenes acordes a la necesidad del relato,
consigues las grandes imágenes de entrada y salida del informe, entrevistas a sujetos interesantes,
estructuras una narrativa perfecta en armonía y ritmo entre el texto, las imágenes y la actualidad
informativa. Todo es divino. Pero llega un señor aburrido, un ministro o un político del momento; en todo
caso, un señor aburrido llega y le hacen una entrevista de veinte minutos porque se refiere a un tema de
actualidad y hasta ahí llegó tu crónica, te la colgaron, tal vez para el día siguiente. Pero, al día siguiente ya
no sirve»(20). La televisión y sus modos de narrar pasa a un segundo plano, importa el criterio periodístico.
El periodismo televisivo inscribe la verdad en quien informa (periodista y medio) y en una cámara que
describe desde lo lejano los hechos. En el periodismo televisivo se suele cometer fallas por ausencia del
discurso audiovisual y exceso de respeto a los modos de informar del periodismo escrito y radial. Por
ejemplo:
Los titulares y avances de la información son obvios y responden a la información más importante
siguiendo la lógica de las seis doble W, dejando muy poco para la imaginación y menos para el cuerpo del
informativo; los titulares poco generan expectativa en los televidentes.
La estructura de las notas es reiterativa y redundante: el presentador dice lo mismo que el periodista,
que dice lo mismo que va a explicar en el texto en off, que va a ser reiterado por la fuente testimoniante.
Nunca se preocupan por encontrar «un personaje paradigmático que reflejara por sí solo, todas las facetas
de la noticia (… que permita que el televidente…) identificara un destino ajeno con su propio destino»(1)
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Cabezas parlantes: Los informes en vivo y en directo poco aportan en información visual, nada en
datos sobre el tema. Sólo sirven para empobrecer la dinámica audiovisual del informativo. Durante el
noticiero se hace pura radio con cabezas parlantes, solo entrevistas, poca narración de los contextos de la
noticia. Los informes de los periodistas se han convertido en el desfile de las fuentes presentando
declaraciones abandonando la narración audiovisual de los hechos.
Uni-géneros: Los informativos televisivos solo presentan noticias, notas breves y entrevistas express.
Existe poca diversidad de géneros más allá de la noticia y las declaraciones. Se requiere más crónicas,
reportajes, informes especiales, entrevista con profundidad y análisis.
La investigación poco aparece en la pantalla ya que se ha creado el modelo de informes de 50 segundos para generar ritmo, vitalidad y velocidad al noticiero. Así, ¿para qué investigar, si bastan dos planos,
tres palabras y una cabeza parlante? ¿Puede existir el periodismo sin investigación? ¿Cómo se hace
investigación visual, con imágenes, televisiva? En la producción de periodismo de investigación para
televisión una práctica muy extendida es el uso de la cámara escondida, o cuando se graba una situación o
un personaje sin que este tenga conciencia de que está siendo grabado y mucho menos que lo que se
graba se va a emitir. Aquí surge una discusión ética para los periodistas, ya que aunque su utilidad
informativa es alta, su honestidad es muy baja. Se supone que si la información obtenida es de interés
público se debe poder utilizar (el fin justifica los medios). El asunto es ¿quién establece ese interés público
(los fines)? Que sea el periodista quien juzgue cuando es posible violar el derecho a la propia imagen y que
algo es de interés público es problemático.
Agenda informativa: Los informativos en televisión se caracterizan por su excesivo carácter oficial y
oficioso que abandona el interés por construir información útil para el televidente. Los informativos
televisivos adolecen de informes más allá de la política oficial, los deportes y la farándula. Hace falta más
temáticas y realidades y sujetos. El periodismo televisivo es un campo cada vez más problemático porque
incluye menos, excluye más, reflexiona poco y sobrevive siguiendo el destino de sus amos políticos y
económicos.
Interés público: Se convierte en información de situaciones y eventos que tienen poca significación de
actualidad o impacto social como la farándula, el espectáculo y los goles.
Hacer justicia: Dentro de una lógica sensacionalista, los informativos televisivos han convertido la
pantalla en un estrado para hacer la justicia a través del escarnio y la sindicación pública y en una
seducción para que la justicia trabaje para producir noticias en televisión. En este sentido el periodista ha
perdido su papel de fiscal del poder y narrador de la sociedad para convertirse en juez que determina cada
noche la bondad de los hechos y los personajes.
Se requiere con urgencia más narrativa televisiva donde lo contado es la información, si no ¿qué significa
un nuevo periodismo en televisión? ¿cuál es el papel de la cámara y la edición para contar la noticia?
¿cómo inscribir los modos de narrar televisivos en la información? Hay que hacer explícito y evidente que el
periodismo televisivo es un narrar la información. Narrar la información implica hacer significativos los
recursos de lo audiovisual donde la cámara interpreta para contar, la edición se convierte en una estrategia
dramática y el periodista se pregunta por cómo narrar, más que por responder a las preguntas informativas
y su aparición en pantalla. Hacer buen periodismo televisivo significa abandonar los modos de estructurar la
información que existe en el periodismo radial y escrito para ganar la vitalidad del recurso audiovisual;
obliga a abandonar el reino de la retórica y la palabra para ganar las sutilezas estéticas y culturales de lo
audio-visual. El periodista televisivo debe actuar dentro del horizonte del afecto y actualizar de manera
inteligente el imperativo industrial de entretener desde la información pero sin llegar a crear sensacionalismo. El periodismo televisivo debe comprometerse con contar historias, en este empeño los géneros
informativos más potentes van a ser la crónica, el reportaje, el perfil, la entrevista, el documental, el clip
visual, el melodrama. El periodismo televisivo debe contar historias audiovisuales y enfatizar en su carácter
de testimoniante de la realidad, narrador en vivo y en directo del mundo de la vida.
Los informativos de televisión deben hacer que el periodismo que se produzca vuelva a las bases del
periodismo pero para producirlo dentro de los modos de contar de la narración televisiva. Así, la televisión
puede y debe crear en los informes modelos de sentido para la sociedad; expresarse en diversidad de
géneros; informar con análisis, contextos e investigación, más allá de lo coyuntural y las declaraciones en
perspectiva de memoria y futuro. En este contexto, la información televisiva no debe ser monológica,
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requiere todas las voces, estéticas, narrativas, subjetividades que habitan o conforman la sociedad en donde se instala la televisión. Desde la información es posible y necesario producir entretenimiento pero, sobre
todo, construir y promover ciudadanía, democracia y sociedad civil. Un mundo más transparente, conectado, democrático con más voces, más temáticas, más estilos a través de la televisión es una utopía a la
que no podemos renunciar. Este ideal no es incompatible con la forma de narrar de la televisión.
4. HACIA UNA PROPUESTA DE PERIODISMO TELEVISIVO
«Creo más en el periodista como agitador social que como policía (…) Como la
televisión es el medio hegemónico para la construcción de opinión pública, trabajar
en ella es una acción de libertad y autonomía, ya que significa intervenir el medio
más controlado política y económicamente.»
Martín Caparrós.
Hay que atreverse a experimentar nuevas maneras de producir la realidad informativa, el periodismo y la
televisión. Hay que atreverse a hacer como dice Ricardo Corredor(22) “nuevo periodismo televisivo”, lo cual
significa hacer uso de los recursos de narración de la ficción y el documental audiovisual para contar la
realidad desde perspectivas periodísticas e interés informativo de describir, comprender y explicar la
realidad. La televisión se debe interesar en capturar ese «momento incontrolable, incontrovertible que
aparece, que “desaparece, el instante, en la fugacidad hay algo trascendente”(23). En esta perspectiva, el
modelo de trabajo del periodista argentino Martín Caparrós(24) se presenta como una alternativa en cuanto
propone mirar de nuevo a través de una cámara aprovechando las nuevas tecnologías de la imagen y con
un ojo periodístico que integra las formas de contar televisivo y se arriesga a exponerse como narrador
social. El modelo Caparrós consiste en hacer televisión de campaña, un modo de producir información que
ve y experimenta otras formas de hacer el periodismo televisivo. A continuación se exponen las bases de
este nuevo modo de producción de la información que renuncia a la pesada máquina televisiva y gana la
libertad de narrador del periodista y la vitalidad libertaria de la cámara digital como dispositivo narrativo.
El cambio fundamental en la televisión está en que ahora, ésta es accesible y posible tecnológicamente
para todos. La tecnología brinda la posibilidad de abrir y diversificar el acceso a la producción de imágenes
y a la difusión de historias. Este cambio tecnológico lleva a democratizar la expresión en televisión y a la
experimentación de sus formas de contar. La cámara digital es menos aparatosa y llama menos la atención,
por lo tanto revoluciona el acercamiento a la realidad del periodista en cuanto modifica menos lo observado.
Para enfatizar la posible invisibilidad de la cámara, el periodista establece primero una relación con los
sujetos y las realidades que se van a contar y luego realiza su trabajo de grabación y producción
informativa. Las nuevas tecnologías de la imagen permiten al periodista el trabajo en solitario, solo él o ella
y su cámara, lo cual otorga independencia en la producción de la información y el periodista puede llegar a
contar realidades difíciles de narrar para la pesada máquina televisiva. Así se puede generar un nuevo tipo
de televisión y un nuevo estilo de reportero. Las nuevas cámaras digitales se convierten, entonces, en un
valioso instrumento para producir más verdad sobre la realidad.
La televisión, bien sea con su máquina televisiva o con su autonomía digital, tiene condiciones de narración
que la diferencia del periodismo escrito:
La potencia comunicativa del medio televisivo trabaja sobre cuatro lenguajes para construir el relato:
imágenes, textos (testimonios y periodista), sonidos (ambiente, voces testimonio, música, silencios) y ritmo
(estilo, tono, edición). Cada uno de estos códigos tiene inscritas potencialidades propias de comunicación.
El asunto es que la máquina industrial televisiva ha subvalorado estos códigos y ha empobrecido el relato a
textos e imágenes descriptivas. Así, los nuevos periodistas televisivos deben buscar desarrollar y experimentar sobre estos cuatro lenguajes y sus posibilidades combinatorias para generar mejores y más
entusiastas relatos televisivos.
Para producir una información televisiva todo significa: los viajes, los encuentros, la coyuntura, la gente, el
paisaje visual. La crónica comienza con la conciencia de quién es uno como periodista (pensamiento,
competencias narrativas y limitaciones informativas) y se hace realidad en la capacidad de observación, de
mirar distinto a lo convencional, de buscar las historias y proponer un efecto emocional en el televidente. El
periodista habita la tensión entre lo observado y lo contable, para desde ahí decidir rápidamente
comprensiones y explicaciones sobre lo informable y determinar la historia a contar, el ritmo narrativo, la
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estructura y el tono. Antes de grabar, el periodista televisivo marca los códigos visuales de grabación,
determina los ejes visuales según lo contable, decide el punto de vista y diseña un estilo narrativo. En la
grabación debe tomar decisiones narrativas e informativas pensando siempre en la edición(25). [MANIFIESTO CAPARRÓS PARA TELEVISIÓN INFORMATIVA DE CAMPAÑA(26)]
1.
No es necesario tener formación técnica, la base es saber contar una historia.
2.
El off (voice over o texto leído por el periodista) es la derrota de la crónica televisiva. Entre menos se
use el texto en off, mejor la narración audiovisual. El off se debe usar para contar lo que no se puede
narrar con imágenes o testimonios. Si se usa el off debe evitarse la relación pato/pato entre audio e
imagen, mostrar en imagen y en audio lo mismo.
Periodismo escrito
Interés informativo.
Trabajo sobre la palabra.
Temporalidad lenta.
Recurso al testimonio, a la palabra, al recuerdo.
El cronista trabaja sobre su mirada.
Más asertivo y argumentativo.
El significado del texto se puede controlar más.
Responde a una tradición literaria y alfabética.
Permanece en el tiempo y materialmente para lugar de lectura.
Recepción efímera e inestable.
Periodismo televisivo
Interés en lo afectivo.
Trabajo sobre la imagen.
Temporalidad rápida.
Recurso al registro contable, a la puesta en escena.
El cronista trabaja sobre lo registrado.
La imagen es más polisémica.
Menos control sobre el significado de lo informado.
Responde a una tradición visual y oral.
El lector determina el ritmo, el tiempo y el su recepción.
Impone sus condiciones de recepción.
3.
Las decisiones técnicas implican decisiones ideológicas ya que documentan la posición del periodista.
Hay que pasar de la narración desde el exterior hacia el interior de la realidad y los sujetos. Se
recomienda usar el lente angular porque permite amplificar la imagen y descubrir mejor los ambientes;
posibilita dialogar en cercanía y en condiciones normales; marca un estilo de informar ya que el periodista se mete en la situación a través de un dispositivo técnico (el angular).
4.
El periodista con su cámara debe crear un estilo de contar. Hay que trabajar con imágenes sucias y en
experimento como reacción frente a los estándares de limpieza de la máquina industrial televisiva;
enfatizar la intermediación del periodista, su mirada, su subjetividad frente a la pretendida objetividad
periodística. Esta postura expresa un acto ético y de decencia del informador, ya que visibiliza la
extrañeza de la mirada del periodista y las condiciones de producción de la información para manifestar
que no es toda la verdad, es una mirada sobre la verdad.
5.
Narrar en televisión tiene que ver con la educación del ojo y la reflexión sobre la mirada. Se debe
buscar desgramaticalizar la mirada de la maquina televisiva y desarrollar un grado extremo de atención
sobre la vida para poder contarla diferente. El ángulo de la cámara (picado, normal o contrapicado)
significa por la oportunidad periodística en la grabación y la intención narrativa mas que por el a priori
de significado del lenguaje audiovisual.
6.
Hay que buscar que la realidad sea contada por sus protagonistas y testimoniada por la gente lo cual
trae mayor contundencia informativa, mayor impacto afectivo y mayor verosimilitud. A los
testimoniantes de la realidad se les debe dejar hablar, no se les debe atacar, para ello se debe generar
situaciones de complicidad con los hablantes. Al escucharlos y dejar que cada persona tenga su propio
ritmo de habla serán las mismas fuentes quienes generen su legitimidad y credibilidad. Esto no significa
que haya que tener condescendencia ni compasión con la gente. Las conclusiones las debe sacar el
televidente al juzgar la coherencia de los testimonios y la crónica.
7.
El periodista no debe exhibirse ni buscar salir en cámara. La presencia del periodista está en el estilo,
tono y mirada comunicada en la información. Se debe buscar mostrar mucho más que lo que muestra
la televisión regularmente, el interés es por contar el lado que menos se conoce.
8.
Cada historia le impone al periodista el modo como debe ser contada. El periodista y su cámara deben
trabajar para reinventar el concepto de información al recuperar otras miradas, experimentar otras
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estéticas, recuperar otros géneros de narración que no son considerados como informativos (p.e., el
video clip).
9.
La distancia hace que sea más fácil contar. El ideal es ser competente para contar la cercanía, esa
hecha de hogar y la calle donde uno vive.
10. El sonido ambiente, los silencios, los tonos y lenguajes de la gente y la música son marcas que
enriquecen el relato televisivo.
11. Hacer televisión informativa es difícil. Hacerla por fuera de los cánones planos de la máquina
convencional de televisión es muy difícil. Es muy difícil, así mismo, profundizar en televisión, es más
fácil quedarse en lo superficial. Difícil pero no imposible porque crear un nuevo narrador periodista en
televisión es un asunto de aventurar otras miradas, convencerse que la cámara le pertenece al
periodista y que él o ella deben hacerla su fuente de registro e imaginación. Hacer nueva televisión
significa ejercer la independencia, ampliar el concepto de libertad narrativa del periodista, la cámara, la
televisión y la realidad. Eso es televisión de campaña.
5.
EL PERIODISTA TELEVISIVO ES UN NARRADOR
«El periodismo nace para morir a las 24 horas, es lo efímero. Y hay una grandeza
ahí, la de la mariposa que se extingue cuando llega la luz o algo parecido, o la
oruga o la libélula, que mueren cuando la luz les da de frente»
Miguel Angel Bastenier(27)
Como la televisión se comporta como un supermercado de estilos de lo deseable como sujetos sociales, se
espera que la información amplíe su espectro, diversifique sus modelos de comprensión de la realidad y que
cada vez haya menos exclusión simbólica. El compromiso de la televisión es volver a crear pactos de
confianza con la información ya que tiene la seducción suficiente para convocar a la sociedad en nuevas
versiones e imaginaciones sobre la realidad social. La televisión tiene el potencial para convertirse en escenario para que las comunidades se encuentren y entren en diálogo con el universo desde lo local. Es
necesario que la televisión informativa exprese un nuevo imaginario colectivo, un espacio público más
abierto y plural, una política más cercana a la vida colectiva y una ética de convivencia.
El mejor periodismo es aquel que se baja de su nube artificial de poder y gana la terrenalidad de la gente.
La ironía está en que los mejores periodistas de la televisión no son periodistas. Esa es tal vez su mayor
virtud, el no recurrir a los textos acartonados del noticiero sino al relato testimonial de quien vive la realidad,
el evitar la pose informativa para ganar la espontaneidad de la vida, el ignorar a políticos y autoridades para
centrarse en la vida común, el perder la objetividad falsa del informador para intentar la subjetividad propia
del relato televisivo. El periodista de televisión abandona el dato ilustrado insulso para encontrar la narrativa
de la existencia, profundizar sobre la vida cotidiana y contar la gente común. Su virtud está en encontrar
historias que conecten a la gente con la actualidad, en rebuscar testimonios que dejen ver que la vida diaria
tiene colores y sabores distintos al poder. El periodista televisivo se atreve a convertirse a sí mismo en
narrador, en objeto y sujeto del relato; pierde la objetividad y olvida la arrogancia de la cámara para ganar el
relato audiovisual, encontrar las historias, convertir los detalles en experiencias universales, sacar emoción
aún a la peor tragedia y encontrar belleza en lo cotidiano. Sus recursos: saje simbólico más diverso para la
sociedad, se admiraría más a esos seres que se inventan las sobrevivencias creati-vamente, se reconocería
más el alucine mágico de nuestra realidad.
El periodista televisivo debe asumir el canon de producción de la información del periodismo escrito pero
para convertirlo en narración audiovisual. El periodista televisivo es una narrador audiovisual. El método
consiste en experimentar con las imágenes los puntos de vista, las estructuras del relato, innovar y explorar
la narrativa de lo televisivo. La independencia del periodista se debe manifestar en la obtención de este
poder narrativo, el narrar en imágenes. Un periodista que hace de su cámara el lugar narrativo y que en la
edición aplica los modos dramáticos de la televisión. Este es el nuevo periodismo televisivo, uno que solo
requiere de un periodista-camarógrafo-editor de historias veraces, contundentes y alejadas del oficialismo
de la máquina convencional televisiva.
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LATINOAMERICANA DE FACULTADES DE COMUNICACIÓN SOCIAL
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“¿La libertad para quién? Para las elites, que quieren la libertad. Pero para todas las mujeres, los emigrantes, las minorías que
son discriminadas y marginadas por las elites, para ellos no. Ellos no tienen voz. La libertad de prensa es una libertad de elites, y
la libertad de internet es también una libertad de elites” expresa Van Dijk, Teun A (2002): La libertad de prensa es una libertad de
elites. www.portaldelacomunicacion.com, entrevista realizada por Mavi Dolc Gastaldo, Bacelona, enero 30.
“Los medios colombianos, en general, en los últimos cincuenta años, no tienen la responsabilidad social que deberían tener por
varias razones: una, por falta de curiosidad intelectual de los periodistas mismo –no estoy hablando únicamente de los dueños
sino también de los periodistas a todos los niveles, desde el director de una sección hasta el carga ladrillos de las noticias de
policía-. Otra, naturalmente, por el interés cada vez más exclusivamente económico que los informa y los guía, el sometimiento
al lucro” argumenta Caballero, Antonio (Columnista de Revista Semana) (2002): Debate: La responsabilidad de la televisión en
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Ricardo Corredor, funcionario de la FNPI, en charlas de café hablando sobre le periodismo televisivo.
Bastenier, Miguel Angel (2002): ¿Cuál es el límite entre literatura y el periodismo?. Bogotá: Revista de El Espectador, s.f.
De aquí en adelante se presenta las ideas desarrolladas por Caparrós, Martín (2002): Una Alternativa para hacer reportajes y
crónicas. Fundación De Nuevo Periodismo (FNPI), Banco Interamericano De Desarrollo (BID) Bogotá, Colombia, 21-26 de octubre.
Rincón, Omar y Estrella, Mauricio (2000): Televisión: Pantalla e identidad. Quito: Fes.
Caparrós, Martín (2002): Una Alternativa para hacer reportajes y crónicas. Fundación De Nuevo Periodismo (FNPI), Banco
Interamericano De Desarrollo (BID) Bogotá, Colombia, 21-26 de octubre.
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