Molinos del Cabildo - Alwadi-ira Grupo ecologista de Alcala de

Transcripción

Molinos del Cabildo - Alwadi-ira Grupo ecologista de Alcala de
DISTRIBUCIÓN DE LOS MOLINOS DEL CABILDO
El Cabildo-Catedral de Sevilla desde la conquista de la ciudad fue
adquiriendo un gran número de propiedades, pues desde ese momento
comenzaron las donaciones reales, a las que siguieron las de particulares,
quienes a través de sus testamentos, para sufragar determinados cultos
religiosos por sus almas, cedían parte de sus tierras a esta institución
eclesiástica. El Cabildo tenía en sus propiedades uno de los principales
pilares de su economía, de manera que a lo largo del tiempo fue
engrosando su patrimonio por medio de compras, ventas o trueques.
De este modo fue como llegó a adquirir un considerable número de molinos
durante la Baja Edad Media (3), alguno de los cuales conservó hasta el
siglo XVIII. Al adquirir estos molinos edificados tras la Conquista de la
ciudad, hemos de suponer que fueron construidos por los musulmanes.
Estos molinos eran de dos tipos:
a) los destinados a la producción de aceite, generalmente movidos por
fuerza animal (vis viva, o molinos de sangre) y
b) los molinos hidráulicos, para la molturación de cereal.
A diferencia de "las almazaras” que generalmente formaban parte de un
sistema de producción agropecuaria, los molinos hidráulicos siempre eran
una propiedad individual, nunca insertas en otro tipo de explotación. Todos
se encontraban en la rivera del Guadaira, cerca de Alcalá junto con otros
molinos de la misma tipología que pertenecían a otras instituciones
eclesiásticas o a particulares, en algun caso con más de un titular. Los de
la Catedral eran tres. El del Arzobispo o Guadaira, el de Gandul y
Marchenilla también llamado Pared Blanca y el de Minjoar. Sus lindes
quedan definidos de la siguiente manera. En primer lugar sobre el molino
del Arzobispo la documentación dice:
“... está junto a la Puente de Guadaira sobre mano ysquierda como se va
de Sevilla a la dicha puente... / ...Linda por la una parte de la cassa y
cavalleriça con Tabladilla y por la parte de la Açuda con el río de Guadayra
y con tierras del Señor Pedro Ponce de Mendoça y toda la voveda del
molino con el rio de Guadaira..." (5)
Pasado este molino se hallaba el de Minjoar, tal como cita el siguiente
texto:
“...estan en la orilla del rio de Guadayra yendo desde la Torre de Guadayra
que está camino de Utrera hacia Puente Horadad orilla del dicho rio por la
parte de Sevilla y passados los primeros molinos que llaman del
Arçobispo... " (6)
Y en ultimo lugar se encontraban los llamados de Gandul y Marchenilla o
Pared Blanca, cuyos lindes eran los siguientes:
“... están en término de Alcalá de Guadaira media legua de la dicha villa... /
...linda con tierras del Señor de Gandul y con tierras del molino que llaman
Fassa Fierro... " (7)
De este modo quedan situados los dichos molinos a la orilla del rio
Guadaira entre los restantes del mismo tipo, se encontraban en la misma
línea y usaban la misma fuente de energía. (8)
ESTRUCTURA Y FUNCIONAMIENTO
En este apartado seguiremos la división hecha anteriormente distinguiendo
entre los molinos dedicados a la producción de aceite, la mayoría de fuerza
animal, y los molinos hidráulicos para la molienda de cereal, pues aunque tengan
algunos elementos constructivos similares, ambos tipos son diferentes tanto en
su estructura como en su funcionamiento.
A)
ALMAZARAS
Es difícil conocer la evolución de este grupo de molinos porque algunos de ellos
fueron vendidos o cambiados para adquirir otras propiedades, además, como ya se
ha dicho, al estar dentro de otros sistemas de producción, apenas sí son citados en
los documentos.
La estructura de estos molinos durante época medieval ha sido descrita por
Isabel Montes-Camacho (9), y comparando esta descripción con las que los
visitadores (10) del Cabildo hicieron durante los siglos XVI y XVII, no se aprecian
grandes cambios. En todas las descripciones se cita una entrada que da paso a
una estancia, llamada "alcarife", donde se hallan las piedras de moler, el
alfarje y el hornillo, en otra estancia se encontraban los trojes, llamada casa truxa
en la documentación, donde se depositaba la aceituna; y por último un
almacén donde estaba instalada la viga, sobre la que se situaba la torre que le
servía de contrapeso. (Figuras 1 y 2) En algunos molinos existían dos casas
Trujas, en lugar de una, así como también un corral antes de entrar al molino; tal
es el caso de un molino de aceite que tenían los capitulares dentro de Sevilla, junto
a la Puerta del Sol. (11)
La documentación no siempre refleja la molduración de las estancias, por
ello es difícil establecer unas medidas generales, pero podemos hacernos una
idea siguiendo las mediciones que llevaron a cabo los alarifes y el maestro
mayor de obras de la Catedral de Sevilla en el Molino de Albaida en el año 1624.
Según ellos la primera estancia, donde se encontraba las piedras y una troja,
media “...de largo unas 10 varas y de ancho 7...” (12), es decir unos 54 metros
cuadrados. Y en cuanto al almacén se dice que “...tuvo de largo 26 varas y de
ancho 4...”, es decir unos 63 metros cuadrados. Este molino no tenía más
dependencias.
Para la construcción de estos molinos solían usar muros de adobe, la
cobertura “...a dos aguas carga sobre tijeras, cavo costanera y caña... “,
aunque a veces era “...techada y encanada a un agua...”
Y los suelos
generalmente eran de “... terriso... “ También se mencionan dos tipos de
puertas, las “...rejadas de madera...” y las “...descalera entablada con todo lo
que le pertenesse con su llave y candado... " (13).
Respecto a
los enseres
con los
que contaban estos molinos la
documentación cita las distintas piezas (14). Dentro de la casa alcarifa se
hallaba “...la piedra y mortero con todo lo que es necesario para estar
corriente moliente..” En esta misma dependencia, en algunos casos, o en otra
llamada casa tuja, se hallaba la “...troxa para aceituna...". Y
por último en el
almacen se encontraba “...la viga con una torre la qual viga tiene sus amarros
virgenes, madrinas y guraderas travas y travones husillo y puerca y todo lo
demás que es necesario ...". Y en este mismo almacén se hallaban las tinajas,
concretamente en el molino de Albaida había diez de "...a cinquenta arrobas
poco más o menos...” (15).
B)
MOLINOS HIDRÁULICOS
Este segundo grupo tiene en común con el anterior los elementos
constructivos;los muros eran de argamasón, en ciertas estancias reforzados con
estribos de esta misma materia. Los suelos de tierra batida o empedrados las
plantas bajas, mientras que en los pisos superiores se utilizaba una estructura de
madera con solería de ladrillos, en unos casos, y de hormigón, en otros. Las
escaleras eran de albañilería hasta el primer piso, y caso que hubiera un segundo
piso, como en el de Minjoar, la escalera de acceso a éste era de madera. Las
coberturas suelen ser a una o dos aguas con cavio costanera y caña, sálvo en
la bóveda del molino donde la cubierta era de bóveda de cañón hecha de
albañilería, con argamasa, cal y arena. En cuanto a la Azuda se dice que fue
construida con: “...argamasón, cascote, cal y arena muy fuerte..." (16).
Los tres molinos de la Catedral, junto con los restantes de esta zona
recibían su energía del mismo río, “...los dichos molinos muelen con el agua del
dicho río de Guadayra...”, el agua entraba "...por la voca del caos, que está
frontero a la Puente Horadada...", una excepción entre ellos era “...el molino de
Tizón que está en la madre viexa del dicho rio, y muele con el agua que va por las
dos canalejas que están en la azuda principal que divide las dos aguas... "
(Figura 3). Vemos como en este caso el caz se divide para llevar el agua a dos
molinos. La anchura del caz se controlaba mediante dos mármoles “...distante
uno de otro diecinueve baras..." (17).
Cada molino contaba con “...el açuda del dicho molino que tuvo de largo
ciento y cincuenta y seis varas...", es decir unos 130 metros, y “...della al
quebrantadero del agua tuvo de ancho dieciocho baras...” aproximadamente
15 metros, "...y por esta dicha parte tiene cuatro quebrantaderos y por
médio tuvo veintiséis varas
de ancho
y por el principio del molino
dieciseis..." lo cual indica un ensanchamiento
conforme se acercaba la
molino, así quedaba como embalse de cuyo fondo partían los canales descritos
en el molino del Arzobispo del siguiente modo: "...tiene ocho canalejas el
dicho molino, seis para las piedras y dos para el saquadero , tiene más ocho
tablones seis de las piedras y dos tablones reales, tiene más este dicho molino
seis pressas redondas grandes que cubren las seis canalejas o lumbreras... " (18).
La azuda no siempre tenía la misma medida, en el molino de Minjoar tenía “...de
largo veinticuatro varas y de ancho una..." , pero la estructura solía ser
similar. Generalmente los canales medían una vara de ancho y otra de
profundidad.
La documentación enumera los instrumentos con los que contaban estos
molinos, y tras su estudio podemos clasificarlos dentro del grupo de los molinos
de rodeznos con cubo, que se extendieron por zonas de secano, como Andalucía,
Extremadura y parte de Castilla durante el siglo XVI (19). Atendiendo a esta
clasificación y a las partes enumeradas por la documentación pasamos a hacer
una breve descripción. En primer lugar se habla en los documentos de
“...todo quanto es necesario de cubos, piedras y rodesnos para que estén
corrientes y molientes todo de albañilería y cantería para la fortalessa de los
dichos molinos..." Así pues, el agua que llegaba por los canales y pasaba del
cubo a los rodeznos por las saetillas, y éstos transmitían el movimiento a las
muelas correderas; volviendo a salir por otros canales hacia el molino siguiente.
El eje del rodezno
tenía en su parte inferior un "gorrón" donde se apoyaba
la muela, el eje y el rodezno, este gorrón era a veces sustituido por una pieza
metálica llamada "cruz". En la parte superior se encontraba "un palo de hierro"
encajado en la madera llamado "parajuse" que conectado a la lavija, pieza
metálica unida a la muela corredera, provocaba el movimiento. El gorrón giraba
sobre una pieza fija llamada dado, el cual estaba ligado a un madero, que
permitía levantar la muela para controlar la velocidad y la molienda, llamado
"puente". Para mover este madero se utilizaba una barra vertical llamada
"aliviador" que terminaba en una pequeña
pieza metálica o "espadilla",
enlazada al puente mediante un orificio o "sortija".
En cuanto a la molienda, el grano se deposita en las "tolvas" y de ahí
pasaba por un canal al ojo de la muela. Para evitar que el grano no caiga fuera del
ojo de la muela se provocan unas vibraciones mediante "paraderas con
cadenillas de hierro". En cuanto a las piedras, generalmente había de 4 a 6
"paradas" en cada molino, con "sus soleras y correderas" que median "una
cuarta de alto". Para la recogida y clasificación de lo molido se contaba con senos
de hierro, bofines de hierro y afitelas de hierro con su carro en martillo grande
La estructura del edificio del molino la podemos dividir en dos partes, una
destinada a la vivienda del molinero y la otra al molino propiamente dicho. La
vivienda medía unos 22 metros cuadrados en el molino del Arzobispo y 45 en el
de Minjoar, y 20 en el de Gandul. Estas viviendas se comunicaban con la parte del
molino mediante una puerta o un arco. Las caballerizas se encontraban junto
a las viviendas, solían medir alrededor de los 30 metros cuadrados. Antes de
pasar a las bóvedas del molino habla un tránsito que medía entre 25 a 30 metros
cuadrados, según las dimensiones del molino, y de él se pasaba a las bóvedas
cuyas mediciones varían, la del Arzobispo era de unos 50 metros cuadrados,
la de Minjoar de 45 y la de Gandul de 23. En esta última pieza es donde se
encontraban los enseres necesarios para la molienda. En ocasiones encontramos
que algunos molinos cuentan con pequeñas extensiones de tierra a su alrededor,
como fue el caso del molino de Gandul, que tenía:
“...media aransada de tierra
calma de una parte y de otra el arrois que sirve de descanso al dicho molino...”
(20)
EXPLOTACIÓN Y PRODUCCIÓN
El Cabildo no explotaba directamente sus propiedades, generalmente
las arrendaba, estableciendo un precio anual en maravedís que completaba con
gallinas. Este mismo sistema es el que siguió con sus molinos. Por tanto resulta
difícil establecer la producción de éstos, pues tan sólo conocemos el precio en que
fueron arrendados algunos de ellos, los hidráulicos de Guadaira, ya que dentro
del grupo de "las almazaras", éstas siempre fueron valoradas junto con las
heredad a las que pertenecían. Un caso excepcional dentro de este grupo, es
el del molino de aceite situado en la collación de Santa Lucía en Sevilla, cuyo
precio de arrendamiento a principios del siglo XVI fue de
gallinas. Posteriormente fue cambiado por unas casas en Sevilla.
7500 mvs. y 30
En cambio los molinos hidráulicos se arrendaban individualmente, el Cabildo
entregaba estos molinos a cambio de cierta cantidad anual que el arrendatario
debía pagar en los plazos fijados. Los contratos solían hacerse por un periodo
de tres años y solían rematarse en molineros vecinos de Alcalá, o lugares
próximos. Aunque a partir del siglo XVII aparecen entre los arrendatarios vecinos
de Sevilla cuyas profesiones varían (mesoneros, artesanos e incluso nobles y
cargos públicos, tales como caballeros veinticuatro de Sevilla), lo cual nos hace
pensar en posibles subarriendos (21).
En cuanto a las cuantías y formas de pago de las mismas durante el
periodo medieval están recogidas por Isabel Montes -Camacho (22).
Durante
la
Edad Moderna los precios fueron aumentando progresivamente desde el
siglo XVI al XVIII en un orden de unos 10000 o 15000 maravedís más cada
cinco años si cambiaba el inquilino, norma que se rompe a finales del siglo XVI
cuando los precios casi se triplican para luego estancarse en el XVII (23). Las
cifras de los arrendamientos nos dan idea de la alta producción de estos
molinos. La mejor forma de acercarnos a ellas es siguiendo su evolución a lo largo
de los siglos XVI y XVII (Cuadro 1).
MANTENIMIENTO
El Cabildo se preocupaba de mantener en buen estado sus molinos, de
ahí que nombrara periódicamente comisiones de visitadores (24), que tenían
como misión comprobar el estado en que se hallaban las propiedades visitadas e
informaban
de las reparaciones convenientes. Una vez efectuado este paso el
Cabildo decidía la fecha en que habrían de hacerse las obras, caso que fueran
necesarias (25).
Las obras de mantenimiento solían hacerse periódicamente, en los molinos
de Guadaira estas reparaciones eran anuales, si no se producían deterioros debido
a la acción de la naturaleza, riadas (26), o del hombre, proximidad de otros
molinos (27).
Entre todos los molinos de Guadaira existía una concordia legal hecha en
1594, dentro de la que se hallaban los Capitulares, referida al uso del agua,
medidas y limpieza del cauce para evitar que se perjudicasen unos a otros, ya
que el uso del agua era común. Cuando se alteraba alguna medida en la
conducción del agua se procedía a la reparación mediante: "...forrado de
tablas y terraplenado el dicho sitio con piedras...”
(28). Para hacerlo más
resistente como en el mismo documento se especifica: "...para que no se
reblanden y permanesca la dicha obra para mayor duración para que resista el
ympetu de las aguas corrientes... " (29)
Así pues en este tipo de visitas se controlaban, no sólo las partes comunes
a estos molinos, sino también las correspondientes a cada uno de ellos, pues a
veces una negligencia en el mantenimiento de cualquiera de las partes podía
perjudicar a los molinos colindantes, tal y como sucedió en el de Aljudea (1630):
“...desde la voca del cauz y almacén a la presa conviene
limpialla
y
parealla
por estar sussia haciendo conforme a la concordia... / ... para que el agua no
retrosseda atrás con daño a los molinos de abajo... " (30)
Este ejemplo se repite a lo largo del tiempo en los diferentes molinos del
Guadaira, ya que las
revisiones eran
periódicas, como ya se ha dicho, y
exhaustivas.
CONCLUSIONES
El Cabildo catedralicio de Sevilla fue una de las instituciones de mayor poder
económico en la ciudad durante toda la Edad Moderna. Entre sus numerosas
posesiones se encontraban algunos edificios de transformación y producción, tales
como los molinos que nos ocupan.
Los molinos capitulares debieron ser de origen musulmán en cuanto a su
construcción, ya que estos edificios fueron adquiridos tras la Conquista de la
ciudad. Dentro de este conjunto se distinguen dos grupos, "las almazaras”
impulsadas la mayoría por la fuerza animal, y los "molinos hidráulicos" del
Guadaira para la molienda de cereal. Conocemos por la documentación las
dimensiones y elementos constructivos de estos edificios, así como las piezas que
contenían.
El primer grupo se localizaba por el Aljarafe sevillano, la Ribera y la
Campiña, también encontramos uno dentro de la ciudad. Estos molinos solían estar
adscritos a otro sistema de producción mayor y por tanto son escasas las
referencias a ellos dentro de la documentación. En cambio, los molinos hidráulicos
constituian por sí mismos un sistema de producción, según las descripciones
encontradas en los distintos documentos, podemos clasificarlos como molinos de
rodezno con cubo.
En cuanto a la producción y explotación de estos molinos sabemos que
siempre fue indirecta, puesto que Cabildo los arrendaban a particulares.
Apenas sí se encuentran referencias acerca de las "Almazaras" en los libros de
arrendamientos; en cambio, sobre los molinos hidráulicos conocemos los precios
de sus remates, y, dada su alta cuantía, podemos deducir que debieron ser
muy rentables y por ello muy apreciados, siendo arrendados no sólo por
molineros, sino también por miembros de la nobleza. Otro dato que nos confirma
la importancia
productiva de estos molinos es la preocupación por su
mantenimeiento, el Cabildo de la Catedral de Sevilla se preocupaba por tener en
buen estado estos molinos, nombrando para ello comisiones de visitadores que
informaban de las necesidades de cada uno.
Es así como se va generando una industria que, a principios del siglo XVIII,
tras la Desamortización, pasó a manos de particulares que continuaron su
explotación.
CITAS
1.MONTES ROMERO-CAMACHO, I., Propiedad y explotación de la tierra
en la Sevilla de la Baja Edad Media. El Patrimonio del Cabildo Catedral.
Sevilla,1988.
2.Para conocer el emplazamiento de un molino dentro de una hacienda
de olivar y el funcionamiento del mismo ver: RONQUILLO PEREZ, R., Las
Haciendas de olivar del Aliarafe Alto. Col. Arquitectos de Sevilla. Sevilla, 1981.
3.MONTES ROMERO-CAMACHO, I., El Paisaje rural sevillano en la Baja
Edad Media. Sevilla, 1989.
4.A.C.S., Secc. Mesa Capitular, Libro de Apeamientos de las posesiones
del Cabildo y Fábrica, 1499(28); p. 231.
5.-
A.C.S. Secc. Mesa Capitular, libro 1499(28); p. 88.
6- 7.-
Idem p. 75 y 78.
8.Más información sobre estos molinos en: SANCHO CORBACHO,
"Haciendas y Cortijos Sevillanos", Archivo Hispalense, n.16 y 17. Sevilla, 1952.
9.MONTES ROMERO-CAMACHO, I., El paisaje rural sevillano en la Baja
Edad Media. Ob. cit.
10.El Cabildo Catedralicio, al igual que otras instituciones eclesiásticas,
organizaba comisiones de
visitadores que periódicamente controlaban el
estado de las propiedades de la institución a la que pertenecían.
11.A.C.S., Secc. Mesa Capitular, libro de Apeamientos de Casas del Cabildo,
1501(28); p. 381.
12 -
Una vara equivale a 835,9 milimetros.
13.-
A.C.S., Secc. Mesa Capitular, libro 1499(28); p. 231
14.Para conocer el funcionamiento y ensamblaje de las piezas de los molinos
de aceite consultar: CARO BAROJA, J., Tecnologia popular espaflola, Madrid 1983;
GONZALEZ TASCON, I.., Ob. cit.; RONQUILLO PEREZ, R. Ob. cit.; MILLOTMALAVASI, S., La industria molinera, Barcelona. 1920.
15 - 16.- A.C.S., Secc. Mesa Capitular, libro 1499 (26).
17 - 18.- A.C.S., Secc. Fondo histórico, legajo 145, n 2
19.Sobre el funcionamiento y las piezas de los molinos de rodezno consultar:
GARCíA TAPIA, N., Técnica y poder en Castilla durante los siglos XVI y XVII, p.128
y 55. ;GONZALEZ TASCON, I., Ob. cit. p. 190 y 55.
20.-
A.C.S., Secc. Mesa Capitular, libro 1499 (26).
21.-
A.C.S., libro 1490 (17).
22.MONTES ROMERO-CAMACHO, I., Propiedad y explotación de la tierra en
la Sevilla de la Baja Edad Media, Ob. cit. p. 292 y 55.
23.Estas alteraciones en los precios son paralelas a los cambios económicos
sufridos en España en el citado periodo. En Sevilla además se produjeron una
serie de revueltas populares debido a la carestía de alimentos básicos como el
pan.
Para ampliar información ver: DOMíNGUEZ ORTIZ, A., Orto y Ocaso de
Sevilla. Universidad de Sevilla; Sevilla 1981.
24.Las comisiones de visitadores estaban formadas por un
representante eclesiástico, un miembro representante del Cabildo, el maestro
mayor de obras de la Catedral y un alarife que se encargaba de hacer las
mediciones. Cuando las visitas afectaban a otros molinos, entonces también se
citaban a los dueños o representantes de otros molinos.
25.-
A.C.S., Secc. Secretaria, Libros de Autos Capitulares 1478-1678.
26.-
Idem, 1647.
27.-
Idem 1642-1653.
28 - 30.- A.C.S., Secc. Fondo histórico, legajo 144.
CUADRO 1
de
Molino del Arzobispo Molinos
Marchenilla
AÑO
1535
1545
1555
1565
1575
1585
1595
1605
1615
1625
1635
1645
1655
1675
1685
1695
1705
Maravedíes Gallinas
56000
300
70000
284
Idem
Idem
82500
335
89500
380
127500
510
175000
700
Idem
Idem
Idem
Idem
Idem
Idem
Idem
Idem
283050
1952
Idem
Idem
178500
755
Idem
Idem
Idem
Idem
170045
670
Gandul
y Molino de Minjoar
Maravedíes Gallinas
25050
101
37505
151
40000
160
Idem
Idem
Idem
Idem
Idem
Idem
132100
529
Maravedíes Gallinas
15800
104
14760
99
16800
112
33750
225
45000
300
61200
408
Idem
Idem
Idem
Idem
145000
Idem
Idem
Idem
Idem
Idem
Idem
Idem
Idem
Idem
195000
Idem
Idem
185000
Idem
180000
Idem
Idem
580
Idem
Idem
Idem
Idem
Idem
Idem
Idem
Idem
Idem
1400
Idem
Idem
1200
Idem
1200
Mesa Capitular. Libros de Arrendamientos.
1489 (16), 1490 (17), 1491 (18),
1492 (19), 1493 (20), 1494 (21), 1495 (22), 1496 (23), 1497 (24).
Molinos harineros del río Guadaira y sus afluentes
Una introducción histórica y nostálgica:
DIVAGACIONES
JUNTO
AL
RIO
Y SE VEN A LO LEJOS SUS ACEÑAS DE PAN MOLER.
GUADAIRA
"Se crían en este río barbos, bogas y anguilas, y entran sábalos en
las arriadas. Con sus aguas muelen los molinos del Rincón, la Aceña
Trapera, Benaharosa, San Juan, los dos del Algarrobo, el Arrabal,
Realage, Pelay Correa, Cerrajas; y ya en térimino de Sevilla los de
Aljudea, San Juan de los Teatinos, que sirve de barrena de cañones,
el de la Torre, el Zapote, el del Arzobispo junto al puente de
Guadaira, y últimamente las Aceñas de Doña Urraca, citándose en
estos últimos de Sevilla la donación que el Concejo de dicha ciudad
hizo a don Jufre de Loaisa de los molinos que en tiempo de Moros se
llamaron de Almofadet. Parece que el molino conocido hoy por
Aljudea sería el del Judío Almofadet; el de la Torre le llaman
Torreblanca y dicen fue de una doña Blanca, el del Zapote es el de
Menjoar, que el vulgo llama Mejora".
Padre José Leandro de Flores Siglo XVIII
Te ha costado, pero al final sales de Sevilla, caminante atento. Dejas el bullicio
transparente de las calles, olvidas con alivio el tráfago confuso del emporio y tus
primeros pasos sin bordillos ya se hunden entre lechetreznas y manzanillas. Estás,
mejor advertirlo, mirando hacia el sur, un poco a levante. A tu lado la calzada de
Utrera. El astro que domina la estación -y bien sabes que la Historia y el lugar- no
se te impone todavía. Te conoces poseedor de un tiempo que vas a llenar a tu
gusto, apreciable gesto de poder y libertad. Es el río Guadaíra ante ti, resbalando
por tu mirada. A partir de aquí, desde ahora, andarás por las viejas sen-das que
orillaron el río. Durante dos leguas o tal vez tres, a contracorriente. En busca de los
molinos.
Está ahí, caminante, como un gesto clavado en el paisaje. Los años, con los
hombres y las tormentas, lo convirtieron en irregular sede de obsolescencias. Es el
Molino de San Juan de Teatinos. Se dice que también fue convento donde
vivieron teatinos, o sea, religiosos de la Orden de San Cayetano que se dedicaban
con aplicación a la muy noble tarea de ayudar a bien morir a los ajusticiados. E
incluso se le llama cortijo o hacienda, quizás porque conserva reminiscencias de su
uso como tal hasta hace poco. En época victoriana se aserraron mármoles y se
taladraron ánimas, como yo se indicó. Aquí un hermoso tejado a dos aguas, ya
hundido. Allá un pozo todavía húmedo. Y un gran azud que incluso hoy refrena las
violentadas aguas que un tiempo más abajo serán tributarias del Río Grande. Como
azud o azúa conoces, ilustrado caminante, la a modo de presa que contiene el agua
y la desvía hacia el molino. También hallarás pasadizos y canales, adelfas y
empedra-dos, muelas y columnas. Sé que te volverás a mirarlo cuando prosigas tu
jornada.
Pasarás entre huertas y bancales que no mencionaré. Admirarás otras obras del
hombre que pocos, si no sólo los que allí viven, acostumbran a encontrarse. No te
hablaré más de ellas. Porque bastante más tarde apreciarás la noble apariencia del
Molino de Cerrajas. Si tal nombre recuerda el de algún molinero o sólo alude a la
planta hermana del raspasayo, no escasa por los contornos, es algo que no sé. Pero
no falta quien declara que perteneció a un moro al que llamaban Cejas Rajas, por lo
rasgado de ellas. Hermosos dichos y entredichos aparte, lo cierto es que el molino
con todas sus dependencias fue valiosa pieza del patrimonio de la Orden de
Calatrava, que tanto obtuvo de los reyes antiguos y sus repartimientos. Bien lo
miras ahora, curioso caminante, en su faz ajada y penosa. Te parece más moderno
de lo que es, pero la Historia borra tus profanas suposiciones.
Luego del de Cerrajas, la senda sigue y no evita la columbración insistente de la
hacienda del Acebuchal, tal que una fragata de cal en un mar de tumultuosos
girasoles. Su torre mayor y la eminencia que le sirve de asiento rubrican la
impresión. Pero a la vuelta de una arboleda está el molino de Pelay Correa. La
aceña fue pertenencia del convento sevillano de Santiago de la Espada y este Pelay
Correa no fue otro que un bravo guerrero de la hueste fernandina, tan avanzado y
privilegiado que el sol se le detuvo en su carrera, y logró además con su lanza que
de la piedra manara el agua. Obiit recolendae memoriae Frater Pelagius Petri
Corrigia. Y, sin embargo, el molino es espléndido, con la que creemos contigo, buen
viajero, que pudiera ser la casa del molinero. Y su azud estupendo roto no hace
mucho para el mejor correr del río. Con razones tan descabaladas se arrasó
también con lo que quedaba del Puente Horá, aguas abajo.
Hasta Alcalá, la Ordo Hienipensium de los clásicos, te quedará un ameno paseo
para tu deleite, decidido caminante. No faltarán arroyuelos que vadear, ni arboledas
que penetrar, ni anchos prados que debas atravesar. El Molino del Realaje aparece
distante en magnífica situación, y a lo mejor por eso el biendecir de algunos lo
apoda de Pie Alegre. Porque en verdad su contemplación es una fiesta, inmerso en
la fragorosa atmósfera que proporciona su azúa rompedora, la blancura de su
cuerpo principal coronado por agudas almenas. Y es que en siglos pasados estos
venerables artefactos, tan sosegados por lo común, habían de hacerse fortaleza de
rigor, porque la banda morisca presentaba cercano límite y el infiel acechaba sin
tregua. Recuerden los memoriosos el ejemplo aciago de Utrera. Esta aceña de
Realaje marca cual aventajado hito la entrada a los dominios inmediatos de la leal
villa de Alcalá, desde donde no nos perderá de vista su bastión escarpado, vale
decir, el mayor castillo árabe de todo el Andaluzía.
Por estos lares flanqueados por bosquetes y conducciones subterráneas seguimos la
hoz que marca el Guadaira para hallar la tímida presencia del Molino del Arrabal.
Poco nos resta de su antaña recia estructura. En tiempos, los dineros que de este
molino se extraían -agua, trigo y harina- se destinaban a la función del Corpus de
Sevilla. De siempre ha debido molestar tal cosa a los alcalareños, si fue común la
especie de que tal función se celebró antes en Hienipa que en Hispalis,
inconveniencia que apergaminados cronicones bien leídos se encargan de
desmentir.
En la siguiente curva, y junto al puente romano que Don Carlos III mejorara por ser
el único paso de Sevilla a los Puertos si el Guadalquivir rugía, encontraremos la
bonita estampa del Molino del Algarrobo, entre árboles robustos y humildes
arbolillos. Allí crece la higuera, medra el mercurial, florece el álamo, prospera la
ortiga. Tiene su tejado hundido y del azud no encontramos piedra. Entre tanta
maleza vivaz aparece, cierto es, una acequia que vierte en el saetillo, éste perdido
en la oscuridad más ominosa. Insisten los antiguos escritores en que el Algarrobo
perteneció al monasterio de San Jerónimo de Buenavista, en Sevilla. Si es así, el
mismo funesto destino se ha cebado con ambas casas, pese a sus remotas
fundaciones.
No muy allá se yergue el Molino de la Caja, ejemplo de conservación e incluso de
empleo hasta no hace largo tiempo. Ya cansado, tenaz caminante, te insto de todas
formas a que entres y subas a la almenada torre. Repara en sus viejas muelas y
cómo el agua espumajea bajo ellas. Anota que no ha mucho aquí se trabajaba, aquí
se vivía. Fíjate en que la presa termina junto a un pilón y una fuente, ambos
comidos por la higuera y otras plantas gustosas de las humedades. En esta aceña
existía una barca para pasar el trigo y la harina cuando la azúa no era practicable.
También La Caja pertenecíó el cenobio antes citado, aunque bien se aprecia que su
suerte corrida ha sido mejor que la de su campañero.
Si sigues conmigo río arriba, tú, caminante paciente, atravesaremos la gentil
penumbra de los pinos de Oromana, topónimo muy justo si consideramos la
abundancia de fuentes que antaño corrían por las laderas y hogaño quedan cegadas
o mortecinas. El Molino de San Juan fue patrimonio de la Orden homónima. Ahora
el color de sus muros espejea en las ondas inquietas de un Guadaira verdegrisáceo.
Aunque añora un azud como Dios manda, sus académicas proporciones hacen
olvidar la demás. La casita del molinero parece montar guardia a su vera, toda
rodeada por cañizos y juncales.
Seguramente alguno de los ingleses románticos que nos visitaron hace un siglo se
detendría aquí. Con su caja de acuarelas y los ojos llenos del verde que telonea el
muy antiguo Molino de Benaharosa. Por corrupción consuetudinaria se le llama
además de Benalosa. No sería de santiguarse el verificar que esta fue la aceña de
Abenaroça o Abennaroça que mencionan las cartas de Alfonso X. Su origen puede
estar en relación con el linaje de los lbn Qabús, quizás los últimos propietarios de
época árabe. De factura similar al anterior, posee un azud en buenas condiciones.
Su interior también es visitable y aconsejado el recorrido de sus alrededores, que
constituyen un entramado de canales de los que sobresale la zuílla y un puente que
la cruza. Y hete aquí la casa del molinero y, se presume, de su hija, la lozana
molinera.
Nuestro viaje torna a su fin. Habrás todavía de pasear durante un rato, caminante
ceñudo pero satisfecho. Habrás de salir de las arboledas de Oromana y seguir por
perspectivas más abiertas. Y allí, donde el curso del agua se encajona en la piedra
alberiza y la umbría reina en su frescor, domínalo todo la mole imponente de la
Aceña Trapera. Altísima torre almenada con un azulejo -no dejes de reparar en élque señala la altura que el Guadaira fiero alcanzara en memorable riada.
Estupendos volúmenes, presa bien conservada, lugar feraz. Su dueña fue la Cartuja
sevillana, tan rica como es de menester que lo sea la Orden de San Bruno. Mantuvo
pleito contra el maestre de los cercanos molinos de Marchenilla, por un quítame allá
ese tablón real que no deja que me llegue al agua. En este plácido remanso podrás
descansar, para volver seguidamente hacia Alcalá. Te tomarás unas bien merecidas
cañas en alguna venta o a la sombra de cualquier adarve castellano, que ya se dijo
antes que la villa es plaza fuerte. Y otro día continuaremos.
Porque este río Guadaira alberga más molinos que visitar. Más allá, mucho más allá
de lo Aceña Trapera, está el Molino Hundido o del Rincón, y todavía más distante
encuéntrase el de San Pedro. Y siguen más: el del Boticario, el del Portugués...
Todos muy distanciados y tan espaciados que el último cae cerca de Morón. Aun
así, nos quedarían por reseñar los de los afluentes: todos los de Marchenilla, que no
san pocos; algunos en los arroyos de Guadairilla y Alameda; los cuatro que hay con
impresionantes acueductos en el arroyo de los Molinos, junto a Mairena; otros
tantos en el curso del Alcaudete, ya camino de Carmona, y más de uno que debe
esconderse en cualquier recodo aislado.
Conmigo has disfrutado, caminante, viajero, paseante experto, recorriendo aguas
arriba el río de Alcalá de Guadaira. Hemos andado por caminos milenarios en busca
de molinos de agua, vestigios de épocas pasadas: delicia de los inteligentes y
admiradores de la Historia. Te conté de su vida hasta dando llegaron mis cortas
luces y pretendí contagiarte mi fervor por estos honorables ingenios...
Si lo he conseguido, tú sólo has de asegurarlo.
Molino implantado directamente sobre el cauce del agua. No existe ninguna
estructura que dirija el agua hacia el molino, recibiendo éste el caudal de forma
natural. Este es el caso más simple, naturalmente sólo existen molinos de este tipo
en pequeños arroyos, como los de Gandul, Marchenilla y Guadairilla (en éste existió
el molino de Tarifilla, hoy destruido).
gran molino de Alcalá de Guadaira que todavía se llama la "Aceña Trapera”, vestigio
de su antiguo uso como batán.
el completísimo "Diccionario Geográfico, Histórico y Estadístico” de Pascual Madoz
(1845-1850) habla de nada menos que 236 molinos en la provincia,
concentrándose en Alcalá de Guadaira (30, incluso el famoso "Molino de La Mina”,
subterráneo y alimentado por un manantial de gran aforo),
Actualmente (Diciembre 1990), en nuestro trabajo de campo hemos conseguido
constatar la existencia de 81 molinos y 4 vestigios irreconocibles en la provincia
sevillana, algunos de ellos sin referencia en la bibliografía y la cartografía
disponibles..
En el río Guadaira y sus afluentes (atravesando varios términos municipales) hemos
hallado 27 molinos,
Sin duda es Alcalá de Guadaira lo primera población andaluza en número de
molinos de agua. Entre los siglos XV y XVl, la antigua Alcalá de los Panaderos llegó
a contar con 40 molinos, en el siglo XIX se citan 30 y en la actualidad quedan 24.
Nombres como Cerrajas, Pelay Correa, Piealegre o Realaje, Arrabal, Algarrobo, la
Caja, San Juan, Benaharosa, Aceña Trapera, San José, Rincón, Hundido o San
Pedro son una pequeña muestra de la serie de interesantísimos artefactos que aún
puedan visitarse en sus inmediaciones, bien en el mismo río Guadaira, bien en sus
afluentes de Marchenilla y Gandul.
Son construcciones relativamente sencillas y en general de gran antigüedad,
dotadas de elementos propios de este tipo de edificaciones populares, y muchos de
ellos ostentan torres almenadas defensivas. En su proximidad inmediata, a veces
hay pequeños caseríos de apoyo. La proliferación de molinos en el Guadaira,
especialmente en los alrededores de Alcalá, arranca de la dominación musulmana,
aunque la técnica de molienda no difería sustancialmente de la utilizada en época
romana. El análisis de los documentos históricos y la propia arquitectura (algunos
presentan hermosas bóvedas octogonales sobre trompas) indica que la mayoría de
los existentes en la actualidad son mudéjares, aunque con importantes
modificaciones de épocas posteriores. Muchos de ellos han estado en
funcionamiento hasta la década de los años 60, lo que explica que algunos estén
realmente bien conservados.
Nuestro interés por estos edificios nos ha llevado a seguir desde hace unos años
una investigación que nos permita, con ayuda de fuentes documentales diversas,
localizar todos y cada uno de los molinos supervivientes en la provincia. Este es el
principio de un estudio de cada edificio que va tomando forma como Catálogo
Fotográfico, ahora parcialmente vertido en la Red, medio al que los molinos se
prestan excelentemente, dado al agradable enclave natural de la mayoría y la
sólida sencillez que los caracteriza.
Con su importancia histórica, arquitectónica y antropológica, además de su papel
configurador del paisaje fluvial de nuestro campo, los molinos permanecen
desconocidos por la gran masa de la población. Culturalmente infravalorados y con
su función hoy obsoleta, estos monumentos de nuestro pasado más cotidiano están
desapareciendo, abandonados. Al no conocerse su importancia, la Administración
las ignora. y no existe ningún tipo de inquietud social por su recuperación, al menos
en la provincia de Sevilla. Dicha recuperación no exigiría una inversión económica
excesiva y bien podría repercutir socialmente, ya que los molinos son idóneos
enclaves para el ocio, la cultura y la educación ambiental. Se han escuchado
tímidas propuestas en este sentido: Talleres de Recuperación del Patrimonio,
Campos de Trabajo, Granjas Escuela, etc. En 1987 la Junta de Andalucía anunció el
propósito de reconstruir los molinos de la Tapada y el Algarrobo, cerca de Alcalá de
Guadaira, de cara a los fastos de 1992. Por otro lado, la Consejería de Obras
Públicas y Transportes ha llevado adelante una catalogación de la arquitectura rural
dispersa de la región, iniciativa que puede ayudar a la recuperación de los molinos.
Bibliografía. lndicaremos a continuación algunas fuentes documentales para el
estudio de los molinos sevillanos, así como literatura general sobre este interesante
tema. Para más información, consultar el el apartado Bibliografía de la sección
general.
Sobre los molinos en la época musulmana, es de gran interés la ponencia de Rafael
Valencia titulada "Alcalá de Guadaira en la Alta Edad Media: la Historia de Qalat
Chabir", publicada en las actas de las Jornadas de Historia de Alcalá de Guadaira
(1987).
Después de la Reconquista, los molinos fueron objeto de donaciones y ventas
recogidos en el "Repartimiento de Sevilla", publicado por Julio González (Madrid,
1951). Son muy numerosas las referencias, de ellas entresacamos una de las más
interesantes: “1253, diciembre 27, Sevilla. Alfonso X da al Obispo don Remondo y
al arcediano maestro Fernando, Notario del Rey, los molinos de Guadaira que
llamaban fue Rha Alquinina, cabo Gezira Faxquit, "de que fuestes tenedores desque
Sevilla fue de cristianos", situados entre los del almojarife don Mayr y los que tenía
Pedro Pérez y Martín Ibáñez. Los da con sus pertenencias, según lo determinaron
don Remondo, Pedro Blasco el adalid y Fernán Servicial, entre el Guadaira, el
Predal, forado de tapias por donde sale el arroyo que viene por la alcantarilla mayor
de Machar Abnelget y la carrera que va a los molinos de don Mayr”.
De siglos posteriores encontramos algunas exiguas noticias en "El Tumbo de los
Reyes Católicos del Concejo de Sevilla", editado por R. Carande y J.M. Carriazo
entre 1929 y 1968.
Ya en el primer cuarto del siglo XVII, Gabriel de Santans escribe su "Descripción del
río Guadalquivir desde la ciudad de Córdoba hasta entrar en la mar"; inédito y
recogido en diversos libros y revistas especializadas. Bastante interesante, porque
indica número y situación de los molinos de entonces.
En el siglo XVIII tenemos el mencionado “Diccionario...' de Tomás López (editado
por Ed. Don Quijote (Sevilla, 1989) en la centuria siguiente el de Pascual Madoz, al
que también nos hemos referido antes, publicado por Editoriales Andaluzas Unidas
en 1986. La utilidad de ambos es muy grande.
En 1903 se reimprimen los "Memorias Históricas de Alcalá de Guadaira" del padre
Leandro José de Flores, reeditado de nuevo por el ayuntamiento alcalareño a finales
de los 80. Obra fundamental en la historiografía de los molinos del Guadaira.
Ya en pleno siglo XX aparecen obras técnicas sobre la materia. Casi una rareza de
bibliófilos es la "Estadística de los aprovechamientos hidráulicos en las cuencas de
los ríos Guadaira y Corbones" (Servicios Hidráulicos del Guadalquivir, Sevilla,
1934). Lleno de detalles y croquis, este libro sitúa todos y cada uno de los molinos
entonces censados en ambas cuencas. Por aquel tiempo un buen número de ellos
se utilizaban para obtener energía hidroeléctrica y ahora este tipo de energía está
siendo de nuevo reivindicado por los movimientos ecologistas por su limpieza y
economía. Seria otro posible uso que daría nueva vida a los viejos molinos.
Dos tímidos intentos de acercarse al estudio de los molinos de Sevilla: "Haciendas y
Cortijos Sevillanos”, de Sancho Corbacho, en la revista “Archivo Hispalense”, (1952,
núms. 54 a 56) donde se incluye un pequeño apéndice respecto al tema, y "La
Cultura Popular de Carmona" (C. Méndez, Diputación de Sevilla, 1974), con toda
una descripción del léxico y técnica de la molienda y los molinos. Sobre el léxico
molinero andaluz, el “Atlas Lingüístico Etnográfico de Andalucía” es valiosísimo.
Sobre molinos de agua, de viento, batanes, martinetes y norias, entre otros
muchos artefactos, tenemos el admirable y prolijo estudio de Julio Caro Baroja:
"Tecnologfa Popular Española" (Editora Nacional, Madrid, 1983). Con gran
abundancia de ilustraciones, al autor nos introduce a un recorrido histórico y
antropológico de la evolución de estos ingenios en todo el mundo, apoyado por
innumerables referencias. Una obra imprescindible para cualquier propósito
investigador.
En 1987, J.L. Pérez Moreno ganó el III Certamen “Duques de Alba" con una obra
sobre los molinos de Alcalá de Guadaira y Marchenilla desde el punto de vista
histórico, arquitectónico, lingüístico y antropológico. Está pendiente su edición por
la Consejería de Obras Públicas. Otra obra interesante es “Los Molinos: Cultura y
Tecnología” (Centro de Investigación y Animación Etnográfica y Ministerio de
Cultura, Madrid, 1989).
Cartografía. Para la localización y estudio de los molinos y la toponimia relacionada
deben consultarse mapas antiguos. Los de la Cartoteca del Ejército (Madrid) son de
gran utilidad, en especial los del periodo comprendido entre 1830-1850. También
hemos consultado las antiguas hojas de escala 1:50.000 del Instituto Geográfico
Nacional del Ejército, especialmente los publicadas entre 1898 y 1918.
Posteriormente hay ediciones sucesivas a cargo del Instituto Geográfico y Catastral
y del Servicio Geográfico del Ejército abarcando desde 1918 hasta 1970,
aproximadamente, y desde entonces hasta la fecha. Naturalmente, cada etapa
cartográfica tiene su interés especial para nuestros fines. Hoy día, la producción
cartográfica de la Junta de Andalucía y la Cartoteca Histórica de Andalucía son dos
importantísimos recursos.

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