La Misión Canadiense - Instituto Canadiense Clarac

Transcripción

La Misión Canadiense - Instituto Canadiense Clarac
 La Misión Canadiense Contexto histórico, 1948. En esos días, en Italia, corrían tiempos terribles que difícilmente pueden describirse. Basta recordar que era 18 de abril de 1948, la fecha de las primeras elecciones para el Parlamento democrático después de la guerra mundial y el derrumbe del fascismo. Eran los días en los que el choque político, social y religioso se manifestaban como temas difíciles y duros de manejar. Y las reformas se realizaban de manera agresiva y sin exclusión de golpes. En suma en el mundo católico y religioso se vivían días difíciles llenos de miedo días en que debían tomarse decisiones radicales. Era un clima tenso y quizás no fue fácil para la Congregación el aceptar el compromiso misionero. Tanto la misión Canadiense como la Argentina comenzaron juntos en el mismo año, en 1949, tuvieron un desarrollo distinto uno del otro, dos historias diversas, dos rostros distintos. Los inicios de la Misión Canadiense Como pequeñas recolectoras Empezó con un hecho deseado, quizás también esperado, en pocas palabras fue una sorpresa. En la segunda mitad del mes de marzo de 1948, habían llegado de Canadá, el pedido de 20 Hermanas para atender y dirigir el servicio de Cocina y Guardarropa en 4 Casas de los Hermanos Maristas. El pedido era específico: 7 Hermanas para el Colegio Laval a Saint Vincent de Paul, con 450 personas internas; 4 Hermanas para el Colegio San José siempre en Saint Vincent de Paul, con 100 personas internas; 5 Hermanas para la Casa Provincial de Iberville con 200 personas internas; y 4 Hermanas para la Casa -­‐ Noviciado de San Jacinto, con 100 personas internas. Había sucedido que el Hermano Bordet, Superior de la Casa de los Maristas de Gassino Taurinense, donde las Hermanas habían ido apenas el año anterior, las había presentado y recomendado a sus Hermanos Canadienses. Pensaban así en hacer dos favores: uno a sus Hermanos y el otro a las Hermanas que así podían ir afuera de Italia, desarrollarse más y tener también nuevas vocaciones. Las Hermanas no podían realizar estas tareas. No querían rechazar esta misión y lamentaban el no realizarlas adecuadamente, por eso pidieron que por lo menos se esperara un año. Mientras tanto harían lo posible para organizar la partida de aquellas 20 Hermanas. Era necesario elegir el personal adecuado para las tareas, prepararlas por lo menos con un elemental conocimiento del idioma francés y comprobar que gozaban de buena salud. En los documentos de la época aparece demasiado claro que había también otras preocupaciones ligadas a la excepcionalidad de la decisión. Todas estaban convencidas en la Congregación, que se trataba de un trabajo "humilde" pero que podría tener un gran desarrollo en el futuro; que aquella llamada era una gracia y una bendición, y que las Hermanas debían sobre todo "estar bien fundamentadas en el espíritu religioso y ser humildes, muy humildes". Era un momento en el que el espíritu de la Fundadora venía invocado como esencial: el espíritu de la humildad que quería para sí misma y para sus hijas "como pequeñas recolectoras, que van atrás de los segadores para recoger las espigas olvidadas en los surcos". De cualquier parte que se mirara, aquella llamada imponía decisiones difíciles: de organización y de espiritualidad. A finales de septiembre, y por consejo del Hermano Bordet, fue enviada una carta oficial al Consejo Provincial de los Maristas de Quebec invitándolo a concretizar todas las condiciones que hicieran posible el envío del primer grupo de Hermanas. Con amabilidad y bondad las Hermanas querían contar con la mayor información y una plena seguridad para el servicio. Mientras tanto se decidió enviar 10 hermanas y, para el cargo de Superiora, se hicieron los nombres de las Hermanas Rita Faustini y Anselma Parisotto. Tantas esperanzas En las "Misiones" mientras tanto aumentaban otras esperanzas. Se hacía siempre más profunda la convicción que propiamente estos problemas de organización exigían una "reconstrucción espiritual de la Congregación", que estaba llamada a dar lo mejor de sí y a exigirlo a todas. La "reconstrucción espiritual de la Congregación" era sobre todo una doble exigencia: la primera era que la Congregación viviese la unidad "con un solo corazón y una sola alma, sin distinciones"; la segunda era la necesidad de una "reforma interior", la docilidad al "trabajo interior de la Gracia" a la que siempre tenía que corresponder "completa entrega, humildad profunda, vida interior de recogimiento, de fe, de íntima unión con Dios". Las "misiones" habían abierto desafíos profundos en la Congregación. Partida para Canadá Las Hermanas destinadas a Canadá fueron: Rita María Faustino, Superiora, Anselma Parisotto, Ecónoma, Filomena Pinna, Adelina Laurito, Olga Fabi, Rita Di Stefano, Emanuela Mura, Battistina Vitale, Robertina Soru, Flaminia Puggioni. Se embarcarían en el Puerto de Le Havre el 20 de agosto de 1949. Para dicho viaje llevaban documentos, baúles, recuerdos, saludos y algunos contratiempos para su partida. El 7 de septiembre realizaron la visita de despedida al Arzobispo de Turín que les dio su bendición pero expresó su descontento: "Muchas Hermanas parten, se van tan lejos... mientras aquí en Italia faltan, oh!, como faltan las Hermanas! Todos piden Hermanas, pero no hay...En todas las comunidades escasean... ". Llegado el día 9 de septiembre, las 10 Hermanas partieron para Le Havre acompañadas por la Madre General y la Secretaria. Se embarcaron el sábado 10 con el "Samaría", y a las 22:20 hrs realizaron su partida a su lugar destinado. El "Samaría" era un "Lujoso Buque" y las Hermanas en un primer momento tuvieron "la molestia de verse las 10 todas repartidas en diversas cabinas", solo con mucha insistencia se pudo conseguir que las ubicaran en un solo lugar para estar más ambientadas, y así juntas y en la oscuridad de la noche, pudieran enviar con una linterna el último saludo de despedida a la Madre General que todavía estaba en el muelle. Puede parecer extraño este tipo de narración pero en los archivos aún es mucho más sobria y hasta austera, pareciera ser un informe bastante normal y común pero la realidad fueron hechos reales. Mientras tanto en Casa Madre… En la casa principal llamada Casa Madre, en Turín, la vida seguía su ritmo. En este punto de la narración es necesario reconocer que los hechos se sobreponen y que la historia de la Congregación se hace mucho más compleja. Por una parte está la historia de la vida "normal" de la Congregación con sus fundaciones, con las visitas Canónicas de la Madre General con los anuales ritos de las tomas de hábitos, profesiones temporales y perpetuas, con los accidentes y con las muertes ejemplares; y por otra parte está la historia de la vida "Extraordinaria" de la Congregación que tiene un nombre: "las Misiones". Por tanto la historia se hace más compleja también en la lectura que tiene así su riqueza. Al Colegio "Laval" Hacia la mitad de abril, de 1951 se empezó a hablar seriamente de la segunda partida de LAS Hermanas para Canadá y se comenzó a elegir a las 7 Hermanas que irían al Colegio "Lava1". No fue un trabajo fácil. Se habló de ello a finales de abril, a mitad de mayo llegaron los permisos del Ministerio para la inmigración Canadiense. Se fijó la fecha de partida: y el 9 de julio desde Cherbourg en el Buque griego “Colombia“ en donde la mayoría de su personal era de origen Italiano, esta embarcación y su tripulación tendrían a su cargo el llevar a su destino a las hermanas. El proyecto tenía como fin el llegar a Montreal, estaba establecido que la fecha en que llegaran debió haber sido el 19 de julio, sin embargo ellas estaban preocupadas por los pasaportes, visas, revisiones médicas, materiales… pero sobre todo porque 4 de las candidatas eran novicias y tenían que recibir la autorización de la Santa Sede para poder anticipar la Profesión Religiosa. Y la dispensa no llegaba. Hubo que esperar hasta fin de junio. Después de otra postergación y a mitad de Agosto en el Buque “ Europe” partieron finalmente de Le Havre hacia New York. En Agosto llegaron algunos Hermanos Maristas. Traían los saludos de las Hermanas de Canadá, ellos insistieron para lograr convencer a otras hermanas y destinarlas a Juvénat de Iberville deseando conseguir la visita de la Madre General de Montreal, mientras tanto el grupo de hermanas se redujo de 7 a 5. Dos de ellas no pudieron conseguir el permiso sanitario. La partida se realizó sin particulares “celebraciones”. El lunes 13 de agosto salieron de Turín hacia Havre. La Madre General y la Secretaria las acompañaron y las despidieron en la estación de “St. Lazare”. De Le Havre las Misioneras partieron sin los acostumbrados saludos de despedida desde el muelle. La Casa de Iberville y otras esperanzas En enero de 1952 desde Canadá llegaron noticias. Las 15 Hermanas que hasta ahora estaban todas reunidas en el Colegio "Laval" de Montreal, se dividieron y 4 fueron a abrir una nueva Casa a Iberville, donde los Hermanos Maristas tenían su Casa de Formación. Su tarea era la cocina. A finales de 1953 se habían programado ya una tercera expedición misionera en Canadá para la fundación de una nueva Casa Filial. Sor Anselma ya estaba tratando el tema de la compra, y de las noticias que llegaban parecía estar todo a buen punto. En los proyectos de la Congregación esta nueva fundación se miraba como un don de Dios que le concedía una "cuna en Canadá”. El proyecto ya estaba muy claro. "Será un pequeño Noviciado conectado con una obra, es decir con un Colegio para niños de 3 a 6 años, Obra social muy necesaria para esta localidad". Parecía que estaban destinadas a Canadá 4 Hermanas. Después hubo los acostumbrados atrasos y las dificultades de siempre y cuando llegó el momento de partir (el 17 de noviembre), las Hermanas eran tres. La "Casa nuestra" como ya la llamaban en Casa Madre, "era modesta pero adaptada para el Noviciado y un Colegio. Eran dos lindas casitas de madera, con jardín tipo suizo, que sirvieron como cuna de otra Comunidad que ahora vende para comprar otra más grande. Será así también para nosotras, ¡ si Dios quiere!". No estaba muy lejos del Instituto de los Hermanos Maristas de Montreal. Se encendían los sueños. Llegó el día en que fueron entregadas a las Hermanas las llaves. Era el 30 de abril de 1954. Las Hermanas tomaron las llaves y las depositaron sobre el altar de la Capilla del Colegio "Laval" y juntos cantaron el "Te Deum". La Comunidad tenía referencia oficial: Cuanto antes se instalarían, 3 o 4 Hermanas para empezar enseguida con las inscripciones de las niñas que frecuentarían el próximo año escolar. En la Casa más chica estaría la Comunidad Religiosa y las Postulantes. Estos eran los proyectos que después en la denominación definitiva serán: "Casa de Formación" y Colegio”. La "Ecole Maternelle" A mitad de agosto de 1954 Sor Anselma del Canadá había notificado a la Casa Madre que se había iniciado una nueva Residencia. Se trataba de un hecho muy importante. La nueva Casa se llamaba "Ecole Maternelle Marie Clarac", y estaba muy cerca de la sede del recién empezado Noviciado Canadiense. Contemporáneamente había también el problema para obtener el reconocimiento jurídico de parte del Gobierno de Quebec, para la Congregación de las Hermanas de Caridad de Santa María con sede en Montreal-­‐ Nord. Para el Noviciado había ya una Postulante Canadiense, maestra diplomada y de muy bueno espíritu. En la reunión del 10 de septiembre de 1954, hubo el nombramiento de 3 Superioras locales y a la Superiora de Montrea1 -­‐ Norte se le confió la tarea de Coordinadora. El 11 de octubre de 1954 se envió el pedido a la Santa Sede para poder erigir la Casa del Noviciado y formar a las nuevas vocaciones en el lugar. Se había ya pensado en la traducción en el idioma francés de las Constituciones y del Directorio. La orientación era la de dar una formación autónoma a las vocaciones canadienses. Era una orientación un desafió y una providencia que por cierto tenía su precio, pero las hermanas estaban convencidas que valía la pena pagarlo. El 25 de octubre de 1954 se inauguró la nueva Capilla en la Casa del Noviciado. Con un poco de énfasis alguien comentó: "¡Ya no nos falta nada más!". En aquellos años en Canadá las Hermanas parecían tener mucho espíritu y entusiasmo. Las iniciativas surgían como fuente continua. En 1956 en una zona de montaña de Saint Donat, fundaron un campamento de verano llamado: "Campamento Madre Clarac". La Superiora aseguró que cuanto antes se construirían las obras más importantes: el Noviciado Canadiense, la Escuela Maternal, la Residencia para los ancianos. Mientras tanto llegó el reconocimiento gubernamental, del Ministerio de Salud con fecha 26 de febrero de 1958, con el cual se reconocía la obra calificándola como "Institución de Asistencia Pública" y esta comenzó desde el 10 de octubre del mismo año. Para el Capítulo General del 1958 llegaron a Turín, después de 9 años de ausencia, Sor Anselma Parisotto y Sor Carmela Gatto. Durante el Capítulo llegó la noticia que el Gobierno Central y el Gobierno de Quebec habían asignado al "Instituto Marie Clarac" de Montreal – Norte, un fuerte subsidio. Era en verdad un "gran regalo" de la Divina Providencia. Terminado el Capítulo las dos hermanas capitulares volvían a sus sedes, y aquel cúmulo de valor y confianza era un viático precioso. El 16 de junio de 1959 tres hermanas volvieron de Canadá y contaron de las tres Casas: Saint Vincent, Iberville y Montreal y de las dificultades. La nueva obra que se estaba empezando en Montreal – Norte requería de hermanas, por lo que llegó a Casa Madre la noticia que desde la mitad del año en curso los Hermanos Maristas habían consentido el retiro de las hermanas de sus Institutos sabiendo bien que había una urgente necesidad de hermanas para la casa de Montreal-­‐ Norte. Así terminaba el servicio de Iberville. Esta situación no creo problemas con los Hermanos, ya que en la cocina, en lugar de las hermanas, fue empleada una familia. Una pequeña nota nos describe que los viajes desde ahora se harían en avión; el hecho en sí puede significar poco o nada pero crearon una sensación de que la distancia entre la Casa Madre y las Casas Canadienses no era, en definitiva, tan grande pero era más rápido por esta vía. En los primeros días de junio de 1961 el Gobierno de Quebec había adjudicado otro subsidio para la construcción del gran Hospital para convalecientes. En Casa Madre se dijo: "Se comienza a ver no un rayo sino un destello luminoso en el horizonte". El 17 de agosto de 1961 el Ministro de Salud de la Provincia de Quebec certificó oficialmente que el "Instituto Marie Clarac" estaba autorizado a prestar servicio hospitalario, "en los términos y por el tiempo acordado por el Gobierno de la Provincia del Quebec". Parece que este reconocimiento oficial constituyó, para el "Instituto Marie Clarac", un título prestigioso por el simple hecho que el Ministerio de Salud daba garantía de seriedad y competencia al servicio. Pero también el Ministerio parece que estaba interesado en hacer público este contrato, tanto que en una carta que acompañaba la autorización oficial, rogaba exponer el documento en todos los lugares donde "podía ser visto fácilmente por todos aquellos que frecuentan dicho Hospital". Entre consensos y dificultades El 3 de abril de 1962 Sor Anselma escribió de Montreal Norte que había venido de visita el Ministro de Salud para controlar el Proyecto del "Instituto Marie Clarac". Aprobó, se mostró satisfecho y aseguró que a la brevedad llegaría la ayuda. La gran construcción tendría que entrar en función durante ese año. Las aportaciones del Gobierno llegaron el 24 de abril y por la carta Sor Anselma parecía entender que en el futuro no tendrían problemas económicos. La carta decía textualmente: "En el futuro no habrá que temer porque desde hace un año empezó 'assurance hospitalisation' que cubre el déficit de los hospitales". Por lo tanto, en el aspecto económico parece gozar ya una cierta calma. El 15 de febrero de 1963 el Gobierno de Quebec reconoció el "Instituto Marie Clarac" con el título de Corporación habilitada para establecer, la administración y el internado hospitalario de convalecencia y enfermos crónicos. El 13 de mayo de 1963 los trabajos fueron oficialmente encaminados. En este punto era demasiado claro que el personal era decisivamente insuficiente. Era necesario cerrar la Casa del "Collége Laval", y para el servicio de cocina los Hermanos Maristas tendrían que proveer de otra manera. Las siete hermanas, al fin del año escolar estarían destinadas al "Hospital Marie Clarac". Los Hermanos Maristas comprendieron la decisión de las Hermanas y agradecieron por el trabajo y la ayuda prestados hasta ahora. Motivos de esperanza En Montreal -­‐ Norte no había solamente el problema del personal y de las construcciones, había un motivo de esperanza: las nuevas vocaciones. Con fecha 14 de abril, en la Casa "Instituto Marie Clarac" había 6 jóvenes vocaciones: una Profesa Perpetua, una Juniora, dos novicias de segundo año y dos de primer año. Sor Anselma había elevado el 23 de noviembre de 1963 el pedido de poder abrir en el "Instituto Marie Clarac" una Escuela Secundaria Clásica Femenina con Orientación Vocacional. Con fecha 28 de febrero de 1964 el Departamento de Educación Pública del Quebec había reconocido la Escuela, como ya lo había hecho el Comité Católico. El reconocimiento era temporáneo. Plenamente satisfecha El 26 de mayo de 1964, la Madre General Lidia María Avalle y la Secretaria Sor Domenica Lucchi partieron en avión para Montreal -­‐ Norte "para visitar -­‐ como dice la crónica -­‐ la gran nueva obra "Instituto Marie Clarac". El recibimiento fue alegre y jubiloso. Comunicaron ante el Consejo General a partir del 12 de junio y llevando a cabo en lo sucesivo un informe de los acontecimientos. La información sobre el "Instituto Marie Clarac", el "Hospital Marie Clarac" y el gran Campamento "Camp d'été Marie Clarac" en Saint Donat, fueron decididamente más que buenas. La Madre General informó sobre los programas, las obras, el personal laico que era necesario asumir; las grandes perspectivas para el futuro, las óptimas relaciones con las autoridades religiosas y civiles, la fervorosa devoción que se cultiva hacia la Fundadora Madre Clarac, y la loable observancia de las Reglas de la Vida Religiosa de todas las Hermanas. La Madre General se declaró plenamente satisfecha, agradeció al Señor y se consideró feliz de poder elogiar incondicionalmente a la Superiora Sor Anselma. La solemne inauguración El Hospital "María Clarac" se abrió el 15 de enero de 1965. El Gobierno empezó a pagar al personal presentado para los servicios principales tres meses antes de que abriera el Hospital, esta situación permitió que las hermanas tuvieran una gran ventaja. Para apoyar a las Hermanas Canadienses, el 14 de junio de 1965 partieron, de Italia a Montreal, la Maestra de Junioras Sor Ana Manolo y otras dos Hermanas. La solemne inauguración del “Hospital Marie Clarac” se realizó el 20 de septiembre de 1965 a las 15:00 hrs. Las Hermanas vivieron aquel día como “nuestro actual gran acontecimiento”. El Obispo y el Intendente hicieron los discursos oficiales y la gran inauguración quedó establecida formalmente en la fecha antes mencionada. En el evento estaban presentes La Madre General Sor Consolata Betassa y la Secretaria Sor Cesarina Franco. Por la importancia del evento y de la inauguración se realizó un documental filmado bajo el titulo de “Hospital Marie Clarac”, este fue proyectado en la Casa Madre el 13 de marzo de 1966. El testimonio de esta idea y la filmación dejo una grata y extraordinaria impresión. Consensos de admiración En agosto de 1967 habían llegado a Casa Madre juicios extremadamente confortantes de parte de dos religiosos que habían visto la obra "Marie Clarac". El Padre Sirio, Sacramentino, se había quedado tan asombrado que exclamó: "pero ustedes hermanas, y especialmente usted superiora, hicieron milagros" Y preguntaba a Sor Anselma como había podido llegar a tanto, cuantos fondos había llevado y cuantos llegaron de la Casa Madre. Sor Anselma contestó que cuando llegaron de Italia no habían llevado nada y que de la Casa Madre tampoco había llegado nada. Y agregó: "Pero, Padre ¿por qué asombrarse? Si Dios creó de la nada el mundo entero, ¿no podía Él de la nada de las Hermanas de Caridad de Santa María hacerles este regalo?". Y repetía: "No hay nada nuestro, todo es Obra Suya". Otro testimonio vino de Mons. Eduardo Simeone de la S. Congregación de los Religiosos. Había sido invitado a Montreal por la Superiora General Sor Consolata Betassa para que viera lo que las Hermanas estaban haciendo en Canadá. Ahora había venido, había visto y había escrito que quedó admirado y asombrado. Había visto un milagro. Volverá varias veces. Siempre con gusto y entusiasta, invitado por Madre Anselma, para participar en sucesivas inauguraciones de obras y celebraciones de aniversarios. Si alguien estaba convencido que aquella obra fuera de verdad un milagro era él, ahora era necesario que las hermanas lo cuidaran y lo consideraran como un gran regalo de Dios. Escuela y Hospital “Marie Clarac” Residencia Angélica Residencia Las Cascadas 

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