Coloquio La nueva novela latinoamericana a medio siglo del Siglo

Transcripción

Coloquio La nueva novela latinoamericana a medio siglo del Siglo
Coloquio Internacional « La nueva novela latinoamericana a medio siglo de El siglo…».
La Habana, del 14 al 16 de marzo de 2012, Fundación Alejo Carpentier.
Tema: Alejo Carpentier y la nueva novela histórica:
de El reino de este mundo a El arpa y la sombra.
« La imagen controvertida de Europa
en tres novelas de Alejo Carpentier:
El siglo…, Los pasos… y El arpa.
Un debate historiográfico ».
Patricia Pérez Pérez.
Fata Morgana,Wifredo Lam,1940.
El continente europeo y la mirada que de él proponen las novelas del autor de El siglo de
las luces, es un tema recurrente que invita a una reflexión profunda sobre el papel que
desempeña la literatura en la transmisión de las representaciones sociales. En la mayor parte de
los ensayos y novelas de Alejo Carpentier, Europa debate consigo misma, se desnuda, canta a
dos voces, se divide y se expone ante un lector entregado a la difícil tarea de descodificar e
interpretar una imagen a la vez ejemplarizante y desconcertante, con claroscuros que definen los
vericuetos de su controvertida Historia.
Europa, cuyos límites geográficos son tan intangibles como los de Occidente ha sido,
desde que Eúropē, hija del rey fenicio le diera su nombre, una construcción mental sujeta a
extensiones semánticas que se perfilan en las obras de Carpentier a través de un lenguaje
intrincado, plagado de referencias que ponen a prueba los estereotipos y clichés que pueblan el
universo intelectual y cognoscitivo del hombre americano. La herencia impuesta en nuestras
tierras por siglos de dependencia económica y cultural, así como la defectuosa difusión en este
lado del Atlántico de determinados hechos y documentos históricos, hacen que la obra
carpenteriana se yerga como un contrapunto, que es a la vez foco informativo y ventana abierta
para la subversión de caminos trillados y esquemas preconstruidos. Son éstos los mismos que
1
han llevado a la sobrevaloración, en el inconsciente colectivo, de una Europa “civilizadora”1,
cuna de los grandes viajes de Descubrimiento, del Renacimiento, del llamado Siglo de las Luces,
de la Revolución Industrial o de la modernidad.
El escritor cubano, en pleno desarrollo de su función de actor social, se da entonces a la
difícil tarea de cambiar dichos esquemas, de provocar la reflexión por la vía de la escritura, de
cuestionar la validez de la visión única que prevalecía en América, revelando detalles de la
Historia del Viejo Continente que generalmente se ausentan de una buena parte de la literatura
anterior, de la prensa hablada o escrita y de los libros de Historia. Para corroborar esta idea, y sin
pretender ser exhaustivos en el espacio reducido de este trabajo, nos detendremos en algunos
ejemplos, siguiendo cronológicamente los hechos reflejados por la diégesis narrativa de tres
novelas de Alejo Carpentier, partiendo de la Europa de los siglos XV y XVI en El arpa, pasando
por la Europa de las luces en El siglo, hasta llegar al XX en Los pasos. Intentaremos mostrar
cómo el recurso de la interdiscursividad hace de cada una estas novelas un todo polifónico,
siendo a la vez una estrategia que permite al futuro lector-receptor construir y co-construir,
transformar o cambiar radicalmente su imagen inicial del continente europeo.
Acordes medievales para desmitificar a Colón.
La interdiscursividad se manifiesta en El arpa con la introducción de discursos
provenientes de diversas fuentes y se destaca en las reiteradas alusiones a frases, hechos o
personajes. Puesta al servicio de la ironía, esta presencia “exterior” puede detectarse en las
rupturas en la composición del discurso, en las negaciones, en el uso de un léxico determinado o
en los diferentes registros y usos de la lengua. Si la proliferación de bastardillas y la aparición
reiterada de frases entre comillas o paréntesis permiten al lector experimentado reconocerlos,
ciertas alusiones subrepticias u otros mensajes implícitos se esconden tras el uso repetido de
mayúsculas, de marcas tipográficas (comillas, puntos suspensivos o signos de exclamación,
sic…) que traducen en el discurso escrito el tono burlesco e irreverente de Colón, esencialmente
en el capítulo II de la novela, en el cual vamos a detenernos.
1
Como lo señala el propio autor en su artículo « América ante la joven literatura europea » publicado en Carteles el
28 de junio de 1931: « En América Latina, el entusiasmo por las cosas de Europa ha dado origen a cierto espíritu de
imitación, que ha tenido la deplorable consecuencia de retrasar en muchos lustros nuestras expresiones vernáculas
(hace mucho tiempo ya que Unamuno señalaba este mal). Durante el siglo XIX, hemos pasado, con quince o veinte
años de atraso, por todas las fiebres nacidas en el viejo continente […]. Hemos soñado con Versalles y el Trianón,
con marquesas y abates, mientras los indios contaban sus maravillosas leyendas en paisajes nuestros que no
queríamos ver…»; en CARPENTIER, Alejo, Ensayos, p. 185.
2
En “La mano”, el primer blanco del Almirante, como en el resto de los capítulos, es la
iglesia católica, institución que en el capitulo I había encargado al autor del Syllabus la tarea de
encontrar en América Latina las pruebas de la santidad de Colón:
«…Ya fueron por el confesor. Pero tardará en llegar, pues despacioso es el paso de mi mula cuando
se la lleva por malos caminos (que mula, al fin; es montura de mujeres y de clérigos) […] ». (EAS,
p. 39)
Los puntos suspensivos marcan de entrada la duda del personaje, desestabilizando al lector,
señalando los vaivenes del pensamiento de un hombre que sólo más tarde podrá reconocer. La
frase entre paréntesis son un primer guiño del autor a un célebre hipotexto de El arpa2 y la mula,
animal “histórico, sociológico y metonímico”3, lejos de ser una marca de humildad o de pobreza
del Almirante, recuerda a quien sepa reconocerlo el trayecto histórico que hiciera Colón de
Sevilla a Segovia, durante el cual, gracias al favor real, benefició de prerrogativas destinadas
exclusivamente a los hombres de iglesia, que ven aquí sus prebendas usurpadas por hombre de
otra condición. Con esta tipografía se sobrentiende además, en sentido propio como figurado,
que los caminos que llevan a buscar a Dios no son sino “malos caminos”, los mismos que
recorrerá su confesor.
Esta misma institución es puesta en entredicho por el Colón-narrador al evocar, en su
monólogo interior, el carácter arbitrario de algunas decisiones eclesiásticas de la Europa
medieval que se exponen aquí abiertamente, con aserciones de marcado carácter histórico.
Casi inocente llega ante el Trono de Dios, el labrador que ha vareado en olivar ajeno, como casi
inocente comparece la puta […] reconocida como de pública utilidad - y eso en acta rubricada y
sellada - por el Rey San Luis de Francia ». (EAS: 39)
En efecto, en el año 1297, esta misma iglesia procedió a la canonización de Luis IX
(1214-1270), el único entre 33 reyes de Francia en ser proclamado santo, a pesar de que
predicaba un antisemitismo compulsivo y aun habiendo firmado, en 1256, la Gran Ordenanza,
decreto que marcó el inicio de la tolerancia de la prostitución y de los prostíbulos en las afueras
de las ciudades de la Francia de la Edad Media4. Ubicado aquí en la primera parte del capítulo,
este ejemplo resta de entrada legitimidad al discurso moralizante de una iglesia que se convierte
en una institución vulnerable, burlada y sujeta a críticas, ante una aserción cuyo carácter
histórico resulta irrefutable.
El monólogo de este falso contrito, que promete decirlo todo a un confesor a quien ofrecerá
el misterio de su silencio, recuerda con un interdiscurso marcado por las bastardillas, la máquina
2
En El Libro de Cristóbal Colón, del escritor francés Paul Claudel, la primera frase que oye el público, según las
acotaciones, es: “¡La mula de Cristóbal Colón!”.
3
Según los términos de Antoinette Weber-Caflisch, « À quoi tient le livre de Christophe Colomb de Paul Claudel »
en Christophe Colomb et la Découverte de l’Amérique, Annales littéraires de l’Université de Franche-Comté, n°532,
1994, p. 217.
4
LE GOFF, Jacques, Saint Louis, Paris, Gallimard, 1996, pp. 223-224.
3
infernal de la Inquisición y de la limpieza de sangre que azotaba por esas fechas los reinos de
Castilla. Haciendo una vez más de la iglesia y de la monarquía su blanco predilecto, el Colónnarrador inserta entre sus palabras términos fieles al léxico usual de la época (“diz que”,
“Vuestra merçed”, “plugo”, “trujeron”), período durante el cual una “chançoneta”, referida aquí
en uno de sus dos únicos versos5, concentra en pocas palabras el antisemitismo y la xenofobia
que caracterizaron el reinado de los Reyes Católicos. Con esta insinuación significativa, que
aparecerá en repetidas ocasiones para apoyar una verdad histórica: « ¡Ea, judíos, a
enfardelar…! »6 (EAS: 48), el Colón de Carpentier da testimonio de esta realidad pasada
[obsérvese el uso del verbo de percepción OIR: “la he oído”], evocando el brazo secular de la
Iglesia católica, principal aliada de la Monarquía, la misma que intentó, y en gran medida logró
borrar la sombra del Otro en suelo español. Este mismo suelo es el que, por precaución, dejará
de pisar el Almirante en la noche del 2 al 3 de agosto de 14927, siendo el 3 la fecha límite fijada
por el decreto de expulsión de los judíos, redactado por el inquisidor Tomás de Torquemada y
firmado el 31 de marzo de 1492 por Isabel de Castilla y Fernando de Aragón. Pocos años
después, esta misma Iglesia, sin reparar en tales hechos e infiel a sus principios inamovibles,
otorgó a dichos Reyes el título de “Católicos” en su bula papal Si Covenit (1496).
El lector reconocerá la interdiscursividad en El arpa según sea capaz de interpretar estas
alusiones que insertan discursos anteriores, e incluso posteriores a la vida del Almirante, en el
discurso colombino. Si las referencias al libro de Isaías son explícitas al final de “La mano”, una
cita recurrente, sacada del libro de los Proverbios [« El que gana almas es sabio » (11.30)] se ve
alejada de su forma inicial, apareciendo de manera reiterada con un determinado fin, mediante el
recurso polifónico de la negación:
« Ganar almas no es mi tarea » (EAS: 100)
5
Francisco de Salinas recoge esta versión: « Ea judíos / a enfardelar /que mandan los reyes / que passéys la mar »,
De música libri septem, Salamanca, 1577, p. 312 citado en FRENK ALATORRE, n°900.
6
Véanse estos ejemplos:
- “Pero hay más: nacida no se sabe dónde, una chançoneta corre de boca en boca, como anuncio de días aciagos.
Aquella, – la he oído – que dice: “Ea, judíos, a enfardelar…” entonada acaso en son de burla, pero burla que,
de endurecerse, podría ser el anuncio de la proximidad de un nuevo éxodo […] ». EAS, p.48.
- « Transcurrieron varios meses, al fin cayó Granada, los judíos fueron expulsados de España – ¡Ea, judíos, a
enfardelar…! – y todo era gloria para la doble corona, pero yo estaba en las mismas…». EAS, p.66.
- « Y ahora: ¡ a enfardelar lo tuyo! »; EAS, p.68)
7
Simón Wiesenthal nos dice al respecto que « Sabemos por la historia que la « Pinta », la « Niña » y la « Santa
María » no se hicieron a la mar hasta el día siguiente, el 3 de agosto. ¿Por qué ordena Colón a los tripulantes que
embarquen ya antes de medianoche? ¿Por qué atiende personalmente a que ello se cumpla? La orden va contra el
uso de la gente de mar, que antes de una larga navegación suelen permanecer en tierra al lado de la familia hasta el
último momento. ¿Por qué esta vez no es así? La fecha en que se inicia la empresa, 2 de agosto de 1492, da qué
pensar. Por decreto de los reyes Isabel y Fernando, desde las doce de la noche del mismo día, ningún judío debe
hallarse ya en territorio español. ¿Afecta quizá tal decreto a algunos de los participantes en la expedición? ¿Hay
judíos a bordo de las naves de Colón? ¿Guarda relación su viaje de descubrimiento con la expulsión de los judíos?
En suma: ¿es que la empresa colombina tiene que ver, de un modo u otro, con la persecución de los judíos? Al
investigador se le plantean de golpe todos esos interrogantes […] ». WIESENTHAL, Simón, Operación nuevo
mundo, p. 5.
4
« Dejados en España, los Santos Libros no habían cruzado la mar océana, no habían arribado a las
tierras nuevas, donde no se hizo el intento de bautizar a nadie ni salvar almas […] ». (EAS, p. 90).
« Llevados a España, [los indios] dejaban de ser peligrosos. Y, cada uno se nos volvía un alma
[…] ». (EAS: 105)
La osadía de desobedecer y de restarle autoridad al incuestionable discurso bíblico, hecho
que en la época podría haber conducido a Colón a la hoguera, es significativa del rechazo del
Colón-narrador a una doctrina que se reveló poco útil para encontrar oro y especias en los
nuevos territorios, pero que le sirvió a la postre para justificar sus propias exacciones. Este
discurso referido, además de ser una alusión a la ausencia de representantes de la iglesia en los
primeros viajes de Descubrimiento, recuerda algunas realidades de las que dejan constancia los
escritos de Cristóbal Colón. En su la Relación del segundo viaje, el Almirante evoca la
inocencia, la poca malicia de los indios americanos y, más adelante, propone enviarlos a España,
mediante una “mercaduría” que inicialmente no halló objeción por parte de sus Altezas. Estos
hombres, a los que consideraba “mejores que otros ningunos esclavos”, y que “muy más presto
rescibirán el bautismo e farán el provecho de sus almas […]”; “almas de dichos caníbales […]
que cuantos más allá se llevasen sería mejor […]”8, remplazarán con su sangre el brillo del buen
golpe de oro que impulsó las naves del Descubrimiento a hacerse a la mar. Por lo tanto, dichas
alusiones no son deliberadas en “La mano”, sino que puestas aquí en evidencia se les da a
conocer, evitando su caída en el olvido e invitando a su vez al lector a interrogarse acerca de la
parte de veracidad que encierran estas palabras, cuyo fundamento histórico es verídico.
Las manifestaciones más frecuentes del interdiscurso en “La mano”, como ya se ha
señalado, proceden del Diario, de las Relaciones de viaje y del Libro de las profecías del Colón
histórico. Sin embargo, en el hipertexto carpenteriano una marca tipográfica aparece en dos
ocasiones precedida de una frase en bastardillas, señalando en el discurso del Colón-narrador una
referencia que, a imagen de la profecía de Séneca, las citas bíblicas, las paráfrasis al Libro de
buen amor o al poema La casada infiel, no provienen precisamente de los escritos del Almirante,
sino del pensamiento de dos hombres que ya han sido elevados al rango de santos.
“ […] esos esclavos no eran tales esclavos (como los que nos venían del África) sino rebeldes a las
Coronas Reales, prisioneros, tristes pero inevitables víctimas de una guerra justa y necesaria
(sic) ». (EAS: 105)
La frase en bastardillas seguida de (sic), indica en dos ocasiones en “La mano” que lo
citado no ha sufrido modificación alguna y recuerdan, en el discurso del Colón-narrador, el
principio teológico heredado de las ideas de San Agustín (siglo V) y de Santo Tomás de Aquino
(siglo XIII) que sirvió a los Reyes Católicos para consentir inicialmente la trata de esclavos
8
“Relación del segundo viaje” (1493-1496), en Cristóbal Colón, Los cuatro viajes. Testamento, pp.208-210.
5
provenientes de América, antes de retractarse en lo adelante9. Este principio de « guerra justa y
necesaria », y su aplicación en el Nuevo Mundo, fue nuevamente discutido y aceptado por el
Consejo de Indias en 1533 bajo el imperio de Carlos V, hecho éste que escandalizó al Padre Las
Casas, gran defensor de los derechos de los indios, como nos lo muestran sus escritos en la
llamada Controversia de Valladolid (1550-1551). El narrador deja así al lector, en la medida en
que sea capaz de reconocer este interdiscurso, la posibilidad de sacar sus propias conclusiones.
A esta historia negra de la Europa del Descubrimiento, simbolizada y perpetrada por la
España monárquica en El arpa, se opone una Europa lúcida, cuyos avances tecnológicos y
científicos motivaron los viajes hacia el Poniente. Varios títulos de tratados y obras de hombres
ilustres aparecen en el discurso del Colón narrador, generalmente entre comillas, en bastardillas
o en forma de alusiones, explícitas o no, y que coinciden con las fuentes que alimentaron el
pensamiento del Colón histórico10. A pesar de ello, esta herencia luminosa perece trasladarse a
un segundo plano frente a la importancia que cobra el secreto del Maestre Jacobo para el Colón
de Carpentier. La fuerza de sus palabras, introducidas en forma de discurso indirecto (obsérvese
la repetición de “Dice que…”, “me dice que”, “haciéndome saber que...” en el subcapítulo 5) e
indirecto libre, inquietan al futuro Almirante. Su información, que se presenta como una fuente
segura, es mencionada ya en el tratado Inventio Fortunata de Nicolás de Lynn, en los escritos de
Adam de Bremen o en los de Oderico Vital. Dichas referencias, que pueden escapar quizás al
lector común, se refieren a la gesta vikinga de Erik el Rojo y a sus hijos Leif the Lucky, Torvaldo
y Freydis, cuyas hazañas eran poetizadas por los escaldas al son de la arpa durante la baja Edad
Media, siendo este recuento maravilloso la primera noticia de los contactos transoceánicos que
hayan tenido lugar entre la Europa medieval y las tierras del oeste.
Para Claude Fell, resulta significativo que Carpentier haya situado el recuerdo de las sagas
vikingas en el origen de la empresa de su personaje y que haya destruido en él toda erudición
9
Richard Konetzke en su Historia Universal señala que:
« Colón había iniciado el transporte a España de algunos centenares de indios. Al principio esa actividad no
escandalizó en absoluto a los Reyes Católicos, que, por el contrario, ordenaron, el 12 de abril de 1495, vender
esos esclavos en Andalucía […] Teólogos y letrados sostuvieron la tesis de que sólo se podía esclavizar a los
infieles hechos prisioneros en una guerra justa […] Los conquistadores de América se inclinaban siempre a
atribuir la culpabilidad de la guerra a los indios, para poder tratarlos como esclavos. ¿Cómo se podían impedir
tales abusos? En 1513 se autorizó una decisión oficial respecto a los criterios de qué guerra con los indios era
justa […] ». KONETZE, Richard, Historia Universal. América Latina II: La época colonial, Siglo XXI EspañaArgentina, 2002, p. 154.
10
Ante el lector desfilan las referencias a las ideas de Aristóteles; la Historia Natural de Plinio el Viejo, que reúne
todos los conocimientos físicos, astronómicos y geográficos de la Antigüedad; la obra del geógrafo alejandrino del
siglo II Claudio Ptolomeo; la primera historia universal cristiana de Paulo Orosio (Historiae adversum paganos o
Historia contra los paganos, escrita entre 416-417); las Etimologías, de San Isidoro de Sevilla (escrita entre 627630); el Libro de las maravillas (1299) de Marco Polo; la Imago mundi (1410), del cardenal francés Pierre d'Ailly;
las hipótesis del teólogo aleman Nicolás de Cusa y su De docta ignorancia (1440), sin olvidar la Historia rerum
ubique gestarum (La Historia de los hechos de por todas partes, 1477), del humanista italiano del Renacimiento
Aeneas Silvius Piccolomini, quien más tarde se convirtiera en papa bajo el nombre de Pío II.
6
cartográfica y libresca11. Sin embargo, la introducción de esta forma de interdiscurso en El arpa
no debería sorprendernos. Por un lado, se intenta dar importancia en la ficción a las realidades
que se esconden detrás de las sagas de la epopeya vikinga, que a instancias de los romances del
Mío Cid o el de los Infantes de Lara, « conservan grandes y fidedignas verdades » (EAS: 58). Por
otra parte, se arroja luz sobre ese legado que parece haber propulsado al Colón histórico en su
idea de navegar rumbo al Oeste. En efecto, si el Inventio Fortunata ya ha desaparecido, esta obra
fue escrita en el siglo XIV (1360 aproximadamente) por Nicolás de Lynn, antiguo explorador
inglés de las tierras del Ártico, de la que numerosos historiadores han dejado constancia12.
Además, dicho tratado fue resumido por Jacobus Cnoyen (quien probablemente inspiró a
Carpentier para nombrar y concebir al personaje del Maestre Jacobo13) en su Itinerarium y de su
resumen deja constancia Gérard Mercator en el siglo XVI.
La introducción en el discurso de « La mano » del título y del contenido de este tratado,
que mencionan por cierto en sus escritos Bartolomé de las Casas y Fernando Colón14, es una
forma de interdiscurso, reveladora de un secreto del que probablemente sabía Cristóbal Colón
antes de partir a un “Descubrimiento”, que no parece haber sido verdaderamente uno. De esta
forma, el personaje de Carpentier se presenta ante el lector como el doble del protagonista de la
farsa peor contada por la historiografía occidental.
Joseph Guillotin y Ludwing Van Beethoven.
En El siglo de las luces y Los pasos perdidos se insertan hábilmente hechos conocidos en
la Historia de la Europa de los siglos XVIII y XX, para darle autenticidad a un discurso literario
que pretende recrear el pasado. En ambas novelas, quedan atrás la Edad Media, la Inquisición y
11
FELL, Claude, « Mythification et démythification dans La harpe et l’ombre de Alejo Carpentier ; en Alejo
Carpentier et son œuvre, Paris, Sorbonne CIEC, Sud, Série Colloques, 1982, p. 231.
12
B. F. De Costa, Sailing directions of Henry Hudson from the old Danishof Ivar Bardsen, Munsell, Albany, 1869;
Holand, H. R., « An English scientist in America 130 years before Columbus » ,Wisconsin Academy of Science and
Letters, Transactions, Wisconsin, Madison, vol. 48, 1959; Nordenskiöld, N. A. E., Facsimile atlas to the
earlyhistory of cartography, with reproductions of the most importants maps printed in the XV and XVI centuries,
Markham, Stockholm, 1889; Taylor, E. G. R., « A letter dated 1577 from Mercator to John Dee », Imago Mundi,
XIII, 1956.
13
El historiador Paul Simpson Housley en The Arctic: enigmas and myths, señala que:
« Perhaps Nicolas’ greatest achievement was the penning of his book De Inventio Fortunata, a copy of which
was presented to King Eduard III. Five copies of this work were in existence between 1360 and 1570 CE. It is
even possible that Colombus had a copy of it. Unfortunately, no versions of the book remain today. Colombus
and Las Casas sailed along the African coast, and thus it is suggested that De Inventio Fortunata could be
translated not as « The Happy Discovery » but as the Discovery of Fortunate Islands. One source of information
on Nicolas is Jacobus Cnoyen, who composed a book of travel epics in Flemish, and who probably lived in Bois
le Duc around 1465 CE. Unfortunately no copies of this work remain, but one was seen by Mercator before July
1577 CE. Of more importance to tracing the life of Nicolas is Jhon Dee. He studied at the University of Louvain
in 1549 CE, where he met many eminent geographers, including Mercator ». (Toronto, Dundurn Press, 1996, pp.
43-44)
14
Las Casas, Historia de las Indias, I, capítulo 13 y Hernando Colón, Cuarto viaje colombino. La ruta de los
huracanes (1502-1504), Cap. XXI, T.I.
7
los viajes del Descubrimiento para ceder paso a una Europa renacentista y moderna, en la que el
obscurantismo de la Iglesia ha dejado lugar al progreso de las ideas y en donde ya no se invoca al
“Dios de Torquemada, sino al dios de los filósofos”15. El personaje innombrado de Los pasos,
como Esteban, uno de los protagonistas de El Siglo, viajará en el sentido inverso de las primeras
naves de Colón y verá de cerca lo que para él es sólo un concepto, una construcción mental
lograda a fuerza de estereotipos, que se verán rectificados a posteriori por medio de una
experiencia.
El personaje narrador de Los pasos, reflexionando largamente en América sobre su
estancia en el Viejo Continente, afirma en el subcapítulo 9:
“Pero los horrores de la guerra son cosa del hombre. Cada época ha dejado los suyos burilados en
el cobre o sombreados por las tintas del aguafuerte”. (LPP: 97)
Esta referencia a la obra de Francisco de Goya, principalmente a su serie de los Desastres
(1810-1815) y a la técnica del aguafuerte utilizada por el pintor, es una forma de interdiscurso
que revelará, a lo largo del subcapítulo 9 de Los pasos una Europa luctuosa, herida en su propio
ser, teñida de negro y gris por causa de la guerra, semejante a la Europa que anuncian los
epígrafes de algunos capítulos y subcapítulos de El Siglo y que conducen indefectiblemente al
universo de sombras del llamado siglo de las luces. Este paralelo entre las dos novelas pone de
realce la vigencia y la importancia de la obra de Francisco de Goya situándola en el centro de
dos épocas diferentes, reflejadas y fotografiadas por la ficción.
Con Esteban y Sofía, viajamos a la Europa de su imaginación de adolescentes, a sus
“exposiciones de pintura, sus cafés intelectuales, su vida literaria”, “a las funciones de Ópera y
del Teatro Francés”. Ambos sueñan con “las palomas de San Marcos”, con “las funciones del
Teatro Saddler’s Wells” o con “la visita del Louvre”, (ESL: 99), mientras que Carlos añora, por
su parte, conocer el progreso arrollador de los Estados Unidos. En Los pasos, ocurre algo similar.
El personaje narrador viaja con su imaginación a “las insignes pizarras de la Gewandhouse, de
los concursos de minnesangers a los conciertos de Potsdam […] » (LPP: 91). Acompañado de
las sonoridades la última sinfonía de Beeethoven, símbolo de la Europa triunfal, llegamos al
continente « del progreso irrefrenable, de la socialización gradual, de la cultura colectiva »,
donde los obreros ilustrados, rechazando el dogma eclesiástico, ya no van los domingos a rendir
culto a Dios sino a las salas de concierto a escuchar la Novena Sinfonía (LPP: 91).
Progresivamente esta representación primera, henchida de lejos, lograda e imaginada
epidemiológicamente por la palabra del Otro, se muda en consternación una vez que los
15
ESL, p. 219.
8
personajes atraviesan la barrera simbólica y geográfica del Atlántico, para hallarse ante una
Europa partida en dos, víctima de sí misma, civilizada y bárbara, donde las Luces y el progreso
no han sido baluartes infranqueables para impedir el horror. Europa se convierte así, en el
discurso de Esteban, en la cuna de una Revolución plagada de contradicciones, que en nombre de
la República y de la Libertad se propuso sembrar el Terror, llegando a “encuadernar textos de la
Constitución en piel humana” (ESL: 197), como nos lo refiere su discurso en estilo indirecto
libre en el subcapítulo XVI. Aunque este último detalle defendido por algunos autores
contrarrevolucionarios no puede ser certificado históricamente16, el uso frecuente de la guillotina
durante la Revolución y su llegada a América con Víctor Hugues, es una realidad no menos
abyecta de una Europa revolucionaria, cuyos detalles habían sido poco divulgados en el Nuevo
Continente, y en lengua española, antes de la publicación de El Siglo en 1962.
Esta “implacable geometría” (ESL: 85), “brazo secular de la Libertad” (ESL: 281) cuyo
temible filo funcionó por cierto hasta el siglo XX en suelo europeo (y hasta 1977 en Francia),
llega a América “envuelta en su funda de inquisición” y acompañada del decreto destinado a
abolir la esclavitud. De esta manera el lector, ante esta unión histórica y antinómica del horror y
la Libertad, descubrirá que en Pointe-à-Pitre, donde instaló su mano férrea el enviado de la
Convención, las ejecuciones públicas se ven acompañadas de una música de redoblantes,
destinada a acallar los gritos de los condenados. En Cayena, donde el decreto del 16 Pluvioso no
fue más que papel mojado, se torturaba a los negros libres por holgazanería. En el hospital de
Paramaribo, de manera científica, el cirujano jefe procede a amputaciones de piernas a los
cimarrones que intentan escapar y se amputa brazos a los esclavos rebeldes. Dos frases entre
comillas resumirán, en un estilo directo que traduce la fuerza de sus palabras, la mirada de
Esteban ante este amargo recuento apocalíptico: “Somos las peores bestias de la creación” (ESL:
312), e invirtiendo consabidos binomios: “Vengo de vivir entre los bárbaros” (ESL: 319). Sin
embargo, ninguna solución se vislumbra ante estas realidades, de las cuales Esteban no es más
que un espectador.
¿Cómo no ver en estas páginas de El Siglo los pródromos de la Europa de la segunda
guerra mundial descrita ya en Los pasos? Volviendo al subcapítulo 9 de la novela, la sorpresa del
protagonista ante la modernidad de la Europa de la Novena Sinfonía, interdiscurso que adquiere
un alto valor simbólico, se transmite mediante verbos de percepción que reflejan la subversión de
la imagen de su infancia ante lo que ve, lo que oye y escucha en la tierra de sus antepasados. Su
discurso testimonial, que interrumpe la cronología de la novela con un Más tarde destinado a
atraer la atención del lector y a ilustrar el valor semántico del ritmo y del orden del discurso, da
16
El abate Montgaillard refiere en su Historia de Francia que de 1792 à 1794 habría existido en Meudon, cerca de
París, una curtiduría de piel humana.
9
paso a una descripción detallada, minuciosa, donde abundan hechos precisos, cuya
correspondencia directa con hechos históricos es posible demostrar.
En la Europa que descubre el narrador, las inteligencias se inclinaban ante el pensamiento
de algunos filósofos de « insignes Facultades » (LPP: 93). Sus recuerdos aluden, ciertamente, a
Martin Heidegger, cuyo discurso pronunciado el 27 de mayo de 1933 en la universidad de
Friburgo se convirtió en un clásico del nacional-socialismo. El autor de la Introducción a la
metafísica (1952) instigaba a sus alumnos a proceder nuevos autos de fe (« quemaban libros en
grandes hogueras »; LPP: 93) y a perpetrar actos de violencia contra la población de origen
judío17, recordada en Los pasos por el léxico que se le asocia (« Los rabinos escondían la thorah
[…] », p. 93; « plegarias aulladas en yiddish ») y por los hechos narrados hasta el final del
subcapítulo. Pero esta Europa nazi, que profanó la tumba de Félix Mendelsshon-Bartholdy, autor
de la sinfonía nº 5 en ré mayor (llamada Reformación) destinada a celebrar los 300 años de la
Confesión de Augsburgo, la Europa que proscribió los textos del poeta Heinrich Heine, autor del
Reisebilder (“Amo el mar como mi alma”; LPP: 92) y del Intermezzo, que el protagononista
tiene que recitar en voz baja (LPP: 92), atravesó las fronteras nacionales antes de expandirse en
el resto del continente.
« No podía darse un paso en aquel continente sin ver fotografías de niños muertos en bombardeos
de poblaciones abiertas, sin oír hablar de sabios confinados en salinas, de secuestros inexplicados,
de acosos, de defenestraciones, de campesinos ametrallados en plazas de toros ». (LPP: 93)
Las breves alusiones antes citadas intentan dejar huella en Los pasos de algunas páginas de
la Guerra Civil entre la España republicana y la España nacionalista dirigida por Francisco
Franco. Este último pudo beneficiar de la ayuda de los fascistas alemanes e italianos haciendo
de las ciudades españolas los primeros teatros de los bombardeos del terror operados en ciudades
abiertas, que comenzaron en Madrid o sobre las ciudades vascas de Durango y Guernica en
marzo y abril de 1937. El narrador hace igualmente alusión al largo espectro de esta ola fascista
en España, haciéndose eco de esta situación que afectó a las diferentes franjas de la población
española, que azotó a seres inocentes, obligó a los intelectuales a un exilio forzoso (« sabios
confinados en salinas ») y ametralló a los campesinos en plazas de toros, como durante la
masacre de Badajoz en agosto de 1936, “masacre de masacres” dirigida por el general Yagüe.
Algunos periódicos revelan las consecuencias de esta guerra por medio de la fotografía y dan
testimonio de lo ocurrido; otros se alían al bando fascista (« Los periódicos invitaban a
17
Según el testimonio de Victor Farías, en Heidegger et le nazisme, Lagrasse, Ed. Verdier, 1987.
10
degüello »; LPP: 93), o bien esconden a la población, como en el caso de Francia, todos estos
hechos, anunciadores de la Segunda Guerra Mundial18.
Como en El siglo, la solidaridad de la música con el horror es una temática que, en Los
pasos, invita indirectamente al lector a cuestionarse sobre el valor que otorga a dichos elementos
en su sistema de referencias. Este arte, como lo recuerda Pascal Quignard, fue él único que se
alió a la organización concentracionaria, “al hambre, a la desnudez, al trabajo, al dolor, a la
humillación y a la muerte”19. Las ejecuciones en la horca de los campos de concentración se
acompañaban de una música de fanfarria, según el testimonio de Primo Levi en Si esto es un
hombre20. Las salidas de los Kommandos al trabajo, de las cuales la mayoría de los hombres no
regresaba, también se hacían marcando el paso al compás de la música. Durante la Action
Erntefest (o Fiesta de la cosecha), el 3 de noviembre de 1943, 18 000 prisioneros judíos del
campo de Maïdanek (Polonia) fueron asesinados en hoyos, mientras que poderosos altavoces
difundían la música para cubrir ruidos y gritos.
Por otra parte, esta música que escucha el narrador en la antesala de la selva amazónica,
primera sinfonía de la historia en incluir un coro cuyas palabras debemos al poeta de la libertad
Friedrich Schiller, se vuelve un contrasentido cuando el horror y la muerte desplazan la
hermandad y la fraternidad que promete la Oda a la alegría [“Todos los hombres serán
hermanos”], interdiscurso tantas veces repetido en el subcapítulo 9 y evocado en el 2 y el 7. Este
monumento musical, última sinfonía de Beethoven cuyo preludio del Final es el actual himno de
Europa, fue en realidad la pieza musical más tocada en las salas de concierto durante la
Alemania nazi y sirvió para la inauguración de los Juegos Olímpicos de 1936. En los campos de
concentración, donde las orquestas de los condenados debían tocar para entretener a los
victimarios y guardianes, también se escuchaba la Novena. Los coros infantiles de estos campos
también cantaban la sinfonía y preparaban conciertos de los que algunos, como en Terezín, no
18
En “El ocaso de Europa III” nos dice Carpentier, « Un hecho es evidente: Italia y Alemania ayudan a Franco
militarmente, sentándose de este modo un precedente de extraordinaria trascendencia en la política europea. En el
acto intervienen los periódicos de derecha, para acallar la posible alarma de la opinión pública. ¡Hay que ocultar,
cueste lo que cueste, la ingerencia fascista en España! ... Le Journal, L’Écho de Paris, L’Action française,
L’Intransigeant, Paris-Midi, entran en la danza. ¡Todo es mentira del frente popular! ¡No hay un solo italiano en
España! … […] Y mientras los periodistas franceses ocultan al pueblo un peligro cuyas consecuencias sufren ahora,
los quioscos de los bulevares exhiben números del Corriere de la Sera, en cuyas primeras planas se leen titulares de
esta índole: NUESTRAS GLORIOSAS LEGIONES HAN ENTRADO EN SANTANDER… ¡Ah!...Pero eso no
importa. Los Léon Bailby, los Clément Vautel, los Léon Daudet, los André Salmon cuentan con un factor
importante a su favor. Y es que el francés, terriblemente ignorante en materia de idiomas, desconoce totalmente la
prensa extranjera…».
19
Pascal Quignard, citado par Antoine Surin en su artículo « La musique et le mal », publicado en el n° 13 de La
voix du regard, en 2000. (La traducción del francés al español es nuestra)
20
LEVY, Primo, Si c’est un homme, (Se questo è un uomo, Turin, Giulio Einaudi, 1958 et 1976), traducido del
italiano por Martine Schruoffeneger, Paris, Julliard, 1987, p. 232-233. La traducción al español es nuestra.
11
tendrán jamás lugar. Niños y adultos serán asesinados antes de poderlos presentar21. La Novena
es la única música de otro compositor que Richard Wagner, célebre músico e ideólogo del
nazismo, que se toca para iniciar cada ciclo de Festivales en Bayreuth. Y es precisamente esta
melodía y canto la que oye con espanto el narrador en boca de los guardianes nazis al final de la
guerra, donde la descripción de la Mansión del Calofrío revela a la humanidad la peor cara de
Europa y del hombre:
« […] la Mansión del Calofrío, donde todo era testimonio de torturas, exterminios en masa,
cremaciones, entre murallas salpicadas de sangre y de excrementos, montones de huesos,
dentaduras humanas arrinconadas a paletadas, sin hablar de las muertes peores, logradas en frío,
por manos enguantadas de caucho, en la blancura aséptica, neta, luminosa, de las cámaras de
operaciones ». (LPP: 97)
La acumulación de detalles en esta escena que dibuja un fresco del horror, mediante una
escritura cinematográfica, marcan el sentimiento de estupor y de indignación del narrador. La
gradación del adjetivo en el sintagma “muertes peores” que transmite la sorpresa del narrador,
nos señala nuevamente, como en El Siglo, la unión inesperada del mundo de la medicina
(representado por su campo léxico: « manos enguantadas, blancura aséptica, cámaras de
operaciones ») con la Muerte. La complicidad inaudita de estos dos universos opuestos, opera en
el discurso una inversión de perspectivas, que echa por tierra la idea que el lector común,
universal, aquel que separa lo humano de lo inhumano, se hace de aquellos cuyo deber es luchar
por la salud y la “sagrada vida del hombre”, según los códigos de deontología médica y del
juramento hipocrático. Sin embargo, una vez más la escritura adquiere forma de crónica,
recordando con dichas imágenes las prácticas eugenistas de algunos médicos y científicos como
Joseph Mengele o Hans Münch, sinistros médicos de Auschwitz, quienes dejaron su huella
macabra en la Europa de Hitler haciendo experimentos con humanos. Estos hombres, cuya
inteligencia se alió al crimen y a la barbarie, se inspiraron en ideas del siglo XIX harto
difundidas en el mundo occidental, derivadas de la interpretación del Ensayo sobre la
desigualdad de las razas del francés Joseph-Arthur de Gobineau (1853-1855), de las teorías
21
Este testimonio lo debemos a Otto Dov Kulka, único niño del coro de Terezín que logró sobrevivir a la cámara de
gaz, quien cuenta que ignoraba el origen y significado de la melodía que alguien, después de la guerra, le dijera que
ser la Novena sinfonía de Beethoven. Según DANIEL K., « Singing de Ode « To Joy » en « Auschwitz: A TenYears-Old’s Story », The Beethoven Journal, vol. 10, n°1, 1995, p.4, citado por Esteban Buch, 1999, p.252. La
traducción al español es nuestra.
12
darwinistas22 y de las ideas eugenistas de Francis Galton (1883)23, que condujeron además a la
firma, en 1935, de una ley para la protección de la sangre y el honor alemán, siendo ésta una de
las dos Leyes de Nuremberg. Puestas aquí en evidencia, estas páginas de la Historia de Europa
dan al discurso del subcapítulo 9 de Los pasos, novela escrita sólo 8 años después de estos
hechos, un alto valor histórico.
Conclusión.
La función del interdiscurso en El arpa, El Siglo y Los pasos no emana de un deseo inútil
de establecer un catálogo de referencias históricas o literarias, procurando hacer alarde de
erudición. Se trata más bien de un intento de cambiar un cierto orden de ideas que, de forma
contagiosa, epidemiológica, se transmiten de un individuo a otro en un espacio social, cultural y
político sobre un tema determinado, anclándose en mayor o menor medida en el imaginario
colectivo.
La imagen de Europa que el lector deberá construir gracias a estos discursos literarios por
medio de un proceso intersubjetivo, parece querer escapar a toda clasificación única,
escindiéndose entre el Bien y el Mal, bifurcándose en Civilización y Barbarie, deliberando
consigo misma, siendo un tema que nos invita a encontrarnos con un pasado, que es también el
nuestro y el de todos, y a reflexionar sobre él.
Ninguno de los protagonistas en los extractos citados ofrece una solución concreta o
ideológica a los problemas de su época: Colón se refugia en su silencio y Esteban, como el
narrador de Los pasos, busca alivio en la taberna más próxima, reduciendo su acción a la simple
observación. Sin embargo, sacando a la luz aspectos que de no conocerse podrían volver a
repetirse, Alejo Carpentier pinta a sus personajes, como Goya con su estilete, encontrando a
través de ellos la forma “hacer algo”, de “crear testimonios tangibles”, de “gravar en el mármol”
22
El periodista José Steinsleger en su artículo « Experimentos con humanos » publicado en el periódico mexicano
La Jornada, señala que « Pocos años después, tras el impacto de “El origen de las especies” (Charles Darwin, 1859),
brotaron nuevas herramientas teóricas para justificar el racismo. Prescindiendo del rol del azar en la ciencia, el
zoólogo Ernst Haeckel (1834-1919) divulgó en Alemania la obra de Darwin, sentando cátedra acerca de las “razas
primitivas” que, a su juicio, estaban «…más cerca de los monos que de los europeos ». Emplazado por las insólitas
repercusiones de su obra, Darwin sostuvo que la ciencia no responde a ninguna agenda política, moral o religiosa:
“la evolución - dijo - carece de finalidad, y es absurdo calificar a un animal superior a otro ». La Jornada
(http://www.jornada.unam.mx/2011/04/20/opinion/021a2pol).
23
Galton definió el concepto de eugenismo y defendió el “cultivo” de la raza. (GALTON, F., Inquiries into Human
Faculty and its Developpement, London, Macmilian and Co., 1883, p.24). De la misma manera, estos detalles
referidos en el discurso del narrador de Los pasos, pueden recordar que en 1932 la Alemania de Hitler, inspirada de
estos preceptos científicos, lanzó un proyecto proponiendo la esterilización masiva de personas con discapacidad,
(más de 300 000 enfermos y deficientes mentales lo fueron), así como la tristemente célebre Operación Eutanasia,
que condujo a miles de ellos a la muerte. El eugenismo negativo (el positivo siendo aquel destinado a favorecer el
nacimiento de niños arios) se tiñó cada vez mas de racismo en la Europa nazi. (Según lo precisa José Steinsleger en
su artículo antes citado; ibid).
13
ciertas imágenes fijas del continente de sus antepasados para las generaciones futuras. El autor
aprovecha las ventajas que le ofrece un discurso que desafía el tiempo y las épocas, haciendo de
la literatura un lugar de memoria que permite lanzar una mirada crítica sobre el mundo y sobre la
manera consensual en que se narra la Historia.
BIBLIOGRAFÍA
Del autor:
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Carteles: I-n° 46, 16/11/1941, pp: 74-75; II-n° 47, 23/11/1941, pp.36-37; III- n°48, 30/11/1941,
pp. 44-45; IV-n° 49, 7/12/1941, pp. 44-45; V-n° 50, 14/12/1941, pp. 36-37; VI-n°51, 21/12/1941,
pp. 36-38 ilus., Archivos de la Fundación Alejo Carpentier, La Habana.
- El arpa y la sombra (1979), La Habana, Letras Cubanas, 2004, 144 p.
- El Siglo de las Luces, (1962), Prólogo y notas de Ambrosio Fornet, Madrid, Cátedra,
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GONZÁLEZ, Omar, « Alejo Carpentier, Corresponsal en París », en Cuba et la France. Francia
y Cuba, Actas delcoloquio de Burdeos (diciembre de 1982), organizado por el Centro
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1962, 400 p.
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14
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FRENK ALATORRE, Margit, BICKFORD, John Albert & KRUGER-HICKMAN, Kathryn,
Corpus de la antigua lírica popular hispánica, (Siglos XV al XVII), Madrid, Castalia, 1987,
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