Centenaria, Piadosa, Ilustre y Primitiva
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Centenaria, Piadosa, Ilustre y Primitiva
Centenaria, Piadosa, Ilustre y Primitiva Hermandad de Ntra. Sra. de Villaviciosa Parroquia de San Lorenzo Córdoba ¡HÁGASE! Boletín informativo Vocalía de Formación Nº 59 Enero 2006 OREMOS EN HERMANDAD TE DIRÉ MI AMOR, REY MÍO Te diré mi amor, Rey mío, en la quietud de la tarde, cuando se cierran los ojos y los corazones se abren. Te diré mi amor, Rey mío, con una mirada suave, te lo diré contemplando tu cuerpo que en pajas yace. Te diré mi amor, Rey mío, adorándote en la carne, te lo diré con mis besos, quizá con gotas de sangre. Te diré mi amor, Rey mío, con los hombres y los ángeles, con el aliento del cielo que espiran los animales. Te diré mi amor, Rey mío, con el amor de tu Madre, con los labios de tu Esposa y con la fe de tus mártires. Te diré mi amor, Rey mío, ¡oh Dios del amor más grande! ¡Bendito en la Trinidad, que has venido a nuestro valle! Amén. ALIMENTA TU FE LIBRO DEL MES Título: La Sal de la Tierra. Editorial: Ediciones Palabra. Precio: 17 €. Autor: Peter Seewald. Reseña: Se trata de un libro extraordinario que ha saltado en la cartelera de ventas desde que el protagonista fuera elegido Papa. Un periodista alemán, Peter Seewald, entra a fondo en el pensamiento de Joseph Ratzinger: su infancia, aficiones y familia; su vocación sacerdotal y actividad teológica; su intervención en el Concilio Vaticano II, su trabajo como Arzobispo de Munich y, luego, al frente de la Congregación para la Doctrina de la Fe. Las cuestiones más candentes (teología de la liberación, bioética, celibato sacerdotal, o la disidencia teológica) lo mismo que la situación de la Iglesia en diversos países y sus relaciones con otras religiones; son abordadas por el entonces Cardenal Ratzinger con franqueza y serenidad, sin rehuir ninguna pregunta por dolorosa o incómoda que resulte. APUNTES PARA VIVIR CON DIOS “Mirar al Niño, amor nuestro, en la cuna” Incluimos en esta sección algunos textos extraídos de una homilía de San Josemaría sobre la Navidad. Homilía pronunciada por San Josemaría en 24.XII.1963 y publicada en el Es Cristo que pasa con el título El triunfo de Cristo en la humildad. Jesucristo Dios–Hombre. Una de las de las maravillas de Dios que hemos de meditar y que hemos de agradecer a este Señor que ha venido a traer la paz en la Tierra a los hombres de buena voluntad (Lc II, 14.). A todos los hombres que quieren unir su voluntad a la Voluntad buena de Dios: ¡No sólo a los ricos, ni sólo a los pobres!, ¡a todos los hombres, a todos los hermanos! Que hermanos somos todos en Jesús, hijos de Dios, hermanos de Cristo: su Madre es nuestra Madre. No hay más que una raza en la tierra: la raza de los hijos de Dios. Todos hemos de hablar la misma lengua, la que nos enseña nuestro Padre que está en los cielos: la lengua del diálogo de Jesús con su Padre, la lengua que se habla con el corazón y con la cabeza, la que empleáis ahora vosotros en vuestra oración. La lengua de las almas contemplativas, la de los hombres que son espirituales, porque se han dado cuenta de su filiación divina. Una lengua que se manifiesta en mil mociones de la voluntad, en luces claras del entendimiento, en afectos del corazón, en decisiones de vida recta, de bien, de contento, de paz. Es preciso mirar al Niño, Amor nuestro, en la cuna. Hemos de mirarlo sabiendo que estamos delante de un misterio. Necesitamos aceptar el misterio por la fe y, también por la fe, ahondar en su contenido. Para esto, nos hacen falta las disposiciones humildes del alma cristiana: no querer reducir la grandeza de Dios a nuestros pobres conceptos, a nuestras explicaciones humanas, sino comprender que ese misterio, en su oscuridad, es una luz que guía la vida de los hombres. Jesús, creciendo y viviendo como uno de nosotros, nos revela que la existencia humana, el quehacer corriente y ordinario, tiene un sentido divino. Por mucho que hayamos considerado estas verdades, debemos llenarnos siempre de admiración al pensar en los treinta años de oscuridad, que constituyen la mayor parte del paso de Jesús entre sus hermanos los hombres. Años de sombra, pero para nosotros claros como la luz del sol. Mejor, resplandor que ilumina nuestros días y les da una auténtica proyección, porque somos cristianos corrientes, que llevamos una vida ordinaria, igual a la de tantos millones de personas en los más diversos lugares del mundo. Cuando llegan las Navidades, me gusta contemplar las imágenes del Niño Jesús. Esas figuras que nos muestran al Señor que se anonada, me recuerdan que Dios nos llama, que el Omnipotente ha querido presentarse desvalido, que ha querido necesitar de los hombres. Desde la cuna de Belén, Cristo me dice y te dice que nos necesita, nos urge a una vida cristiana sin componendas, a una vida de entrega, de trabajo, de alegría. No alcanzaremos jamás el verdadero buen humor, si no imitamos de verdad a Jesús; si no somos, como El, humildes. Insistiré de nuevo: ¿habéis visto dónde se esconde la grandeza de Dios? En un pesebre, en unos pañales, en una gruta. La eficacia redentora de nuestras vidas sólo puede actuarse con la humildad, dejando de pensar en nosotros mismos y sintiendo la responsabilidad de ayudar a los demás. Es a veces corriente, incluso entre almas buenas, provocarse conflictos personales, que llegan a producir serias preocupaciones, pero que carecen de base objetiva alguna. Su origen radica en la falta de propio conocimiento, que conduce a la soberbia: el desear convertirse en el centro de la atención y de la estimación de todos, la inclinación a no quedar mal, el no resignarse a hacer el bien y desaparecer, el afán de seguridad personal. Y así muchas almas que podrían gozar de una paz maravillosa, que podrían gustar de un júbilo inmenso, por orgullo y presunción se trasforman en desgraciadas e infecundas. Jesús, que se hizo niño, meditadlo, venció a la muerte. Con el anonadamiento, con la sencillez, con la obediencia: con la divinización de la vida corriente y vulgar de las criaturas, el Hijo de Dios fue vencedor. Este ha sido el triunfo de Jesucristo. Así nos ha elevado a su nivel, al nivel de los hijos de Dios, bajando a nuestro terreno: al terreno de los hijos de los hombres. Sabías que... La Navidad concluye el domingo día 8 tras la fiesta del Bautismo de Jesús. Y, a continuación, el día 9 comienza el nuevo Tiempo Ordinario. El día 6 de enero celebramos la solemnidad de la Epifanía del Señor. Epifanía significa "manifestación": Jesús se da a conocer. Aunque Jesús se dio a conocer en diferentes momentos a diferentes personas, la Iglesia celebra como epifanías tres eventos: Su Epifanía ante los Reyes Magos, su Epifanía a San Juan Bautista en el Jordán, su Epifanía a sus discípulos y comienzo de Su vida pública con el milagro en Caná. La Epifanía que más celebramos en la Navidad es la primera. El 15 de enero: "Jornada Mundial de las Migraciones" Del 18 al 25 de enero: "Octavario de Oración por la Unidad de los cristianos". El 22 de enero tendrá lugar la “Jornada de la infancia misionera” cuyo objetivo, como siempre, es educar a los niños y jóvenes en el espíritu misionero, interesándolos por las necesidades de sus coetáneos de los países de misión, a los que ofrecen oración y ayudas materiales. El Martes 24 es la Festividad de San Francisco de Sales, patrón de los periodistas. Para defender la fe católica de los calvinistas, publicó volantes que no sólo circulaban de mano en mano, sino que también se veían fijados en los muros. Por esta actividad fue considerado el primer periodista y luego escogido como patrón de los periodistas y escritores católicos. El pasado jueves, 22 diciembre, al hacer un balance del año 2005, Benedicto XVI recordó sus acontecimientos más importantes para la vida de la Iglesia: el fallecimiento de Juan Pablo II y su elección como Papa; la Jornada Mundial de la Juventud de Colonia; el Sínodo y el Año de la Eucaristía; y el cuadragésimo aniversario de la clausura del Concilio Vaticano II. Intenciones del Apostolado de la oración para enero de 2006: Intenciones del Santo Padre: Intención General: Para que el esfuerzo por hacer realidad la plena comunión de los cristianos acreciente la reconciliación y la paz entre todos los pueblos de la tierra. Intención Misionera: Para que los cristianos acojan con respeto y caridad a los emigrantes, reconociendo en ellos la imagen de Dios. Intención de la Conferencia Episcopal Española: Para que los cristianos de todas las iglesias y confesiones caminen juntos hacia la unidad en la fe y luchen por la justicia y la paz.