Misión al Pirineo: descubrimiento, arranque y
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Misión al Pirineo: descubrimiento, arranque y
Misión al Pirineo: descubrimiento, arranque y traslado de los murales románicos al MNAC Montserrat Pagès Paretas Conservadora de Arte Románico del Museo Nacional de Arte de Cataluña El Museo Nacional de Arte de Cataluña, de Barcelona, posee una colección de pintura mural románica única en el mundo, la mayor parte de procedencia catalana. También es excepcional su historia. La compra a los obispados respectivos y el arranque, traslado y traspaso de las pinturas tuvo lugar entre 1919 y 1923. En la abundante documentación que generó, en parte aún inexplorada, se le da el nombre de salvamento, que es lo que fue en realidad: una magna operación que movilizó a personas e instituciones (Junta de Museos de Barcelona) para adquirir esos murales para el patrimonio público. Todo ello en respuesta al peligro de la expatriación, que se había vislumbrado cuando en el verano de 1919 se descubrió que uno de los mejores conjuntos, el de la iglesia de Santa María de Mur, en el prepirineo leridano, estaba siendo arrancado del muro. Quienes habían comprado y procedían a la extracción de dichas pinturas, un equipo internacional dirigido por Ignacio Pollack, austríaco con doble nacionalidad, con restauradores italianos, trabajando al servicio del industrial y coleccionista barcelonés Luís Plandiura, muy bien aconsejados sin duda, escogieron para su hazaña uno de los mejores conjuntos, de los más completos y espectaculares, situado además en lo alto de un monte, con la única vecindad de las ruinas de un castillo, sin ningún núcleo de población cercano. Lo hicieron, además, en la época de descanso estival de las instituciones. Y, por si no fuera poco, en un momento en que la sede episcopal de la cual dependía dicha iglesia, la de Urgell, estaba vacante. Sin embargo, lo que se quería hacer con tanto sigilo se desveló, según parece gracias a los contactos políticos del prestigioso arqueólogo y arquitecto Josep Puig y Cadafalch, entonces presidente de la Mancomunidad de Cataluña, agrupación de las cuatro diputaciones provinciales, sin mucho poder político, pero con gran autoridad moral. Bajo esa autoridad, y la batuta de Joaquín Folch i Torres, alumno de Puig y director del Museu d’Art de Catalunya, la Junta de Museos se movilizó en peso. Y lo que hubiera podido acabar como un absoluto desastre se tornó, eso sí salvando mil dificultades en el proceso, en una gran victoria patrimonial. Y, a pesar de que el coleccionista, burlando a la autoridad, vendió los frescos de Santa María de Mur al Fine Arts Museum de Boston, los otros conjuntos de pintura mural románica que se conocían fueron adquiridos por la Junta de Museos y trasladados al museo de Barcelona.