Noah Seattle

Transcripción

Noah Seattle
SEMANA
144
Para
LA HISTORIA DE LA HUMANIDAD
Breviario para mis nietos
SEGUNDA PARTE
La Página de los Jueves
NOAH SEATTLE
Ibrahim González-Urbaneja
Edición: Norka Salas
NOAH SEATTLE
E
l Jefe indio Noah Seattle (también Sealth, Seathl o
See-ahth) fue el líder de las tribus Amerindias
Suquamish y Duwamish nació alrededor de 1786
en Blake Island, hoy Estado de Washington USA,
y murió el 7 de junio de 1866, en la reserva Suquamish de
Port Madison, en el mismo Estado. Su padre, Schweabe,
fue el líder de la tribu Suquamish, y su madre fue Scholitza
de los Duwamish. En un póstumo honor, la ciudad de Seattle
tomó su nombre.
La única foto conocida del Jefe Seattle, hecha en los años 1860
cuando se acercaba a sus 80 años de edad.
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El indio Seattle se ganó su reputación desde joven como
líder y guerrero, emboscando y derrotando a grupos de
enemigos invasores que venían desde Green River en las
faldas de la cadena montañosa Cascade, y atacando a los
Chemakum y a los S’Klallam, tribus que vivían en la
Península Olímpica. Era muy alto para ser un nativo piel
roja, midiendo casi 182 centímetros de altura. También era
un conocido orador, y su voz se dice que llegaba hasta
media milla o más de distancia cuando se dirigía a una
audiencia.
Se casó dos veces tomando esposas de la aldea de
Tola’ltu justo al este de Duwamish Head en Elliott Bay (ahora
parte del Oeste de Seattle). Su primera esposa murió al dar
a luz a su primera hija. Tuvo más hijos e hijas con su segunda
esposa. De ellos, la más famosa es la Princesa Angeline.
Tras la muerte de uno de sus hijos, se refugió y bautizó en la
Iglesia Católica, probablemente en 1848 cerca de Olympia,
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Washington. Toda su prole también fue bautizada y creció
con fe, y su conversión marcó su aparición como un líder
que buscaba la cooperación con los nuevos colonos
Americanos.
EEUU Bandera de guerra contra indios
En el año 1854 este jefe indio Noah Seattle respondió de
una forma muy peculiar a la propuesta del presidente Franklin
Pierce para crear una reserva india y acabar con los
enfrentamientos entre indios y blancos. Suponía el despojo
de las tierras indias. En el año 1855 se firmó el tratado de
Point Elliot, con el que se consumaba el pillaje de las tierras
a los nativos indios. Noah Seattle, con su respuesta al
presidente, creó el primer manifiesto en defensa del medio
ambiente y la naturaleza, lo que ha trascendido y perdurado
en el tiempo. El jefe indio murió a la edad de 80 años. Su
memoria ha quedado en el tiempo y sus palabras continúan
vigentes.
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Jefes indios en 1891
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Nube Roja (sentado con tocado de plumas), junto a otros sioux quienes vivian
antiguamente en los márgenes del Lago Superior (Minnesota).
Toro Sentado se hizo famoso al
conducir 3.500 indios sioux y
cheyenne contra el Séptimo de
Caballería, que estaba bajo las
órdenes del General George
Armstrong Custer, en la batalla de
Little Big Horn el 25 de junio de 1876,
en la que los estadounidenses
resultaron derrotados.
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FRAGMENTO DE LA CARTA DEL JEFE INDIO
NOAH SEATTLE AL PRESIDENTE DE USA
«¿Cómo se puede comprar o vender el firmamento, ni
aun el calor de la tierra? Dicha idea nos es desconocida.
Si no somos dueños de la frescura del aire ni del fulgor
de las aguas, ¿Cómo podrán ustedes comprarlos?
Cada parcela de esta tierra es sagrada para mi pueblo.
Cada brillante mata de pino, cada grano de arena en las
playas, cada gota de rocío en los bosques, cada altozano y
hasta el sonido de cada insecto, es sagrada a la memoria y
el pasado de mi pueblo. La savia que circula por las venas
de los árboles lleva consigo las memorias de los pieles rojas.
Somos parte de la tierra y asimismo ella es parte de nosotros.
Las flores perfumadas son nuestras hermanas; el venado, el
caballo, la gran águila; estos son nuestros hermanos. Las
escarpadas peñas, los húmedos prados, el calor del cuerpo
del caballo y el hombre, todos pertenecemos a la misma
familia. Por todo ello, cuando el Gran Jefe de Washington
nos envía el mensaje de que quiere comprar nuestras tierras,
nos está pidiendo demasiado.
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También el Gran Jefe de USA nos dice que nos reservará
un lugar en el que podemos vivir confortablemente entre
nosotros. Él se convertirá en nuestro padre, y nosotros en
sus hijos. Por ello consideraremos su oferta de comprar
nuestras tierras.
El agua cristalina que corre por los ríos y arroyuelos no
es solamente agua, sino que también representa la sangre de
nuestros antepasados. Si les vendemos tierras, deben
recordar que es sagrada, y a la vez deben enseñar a sus
hijos que es sagrada. El murmullo del agua es la voz del
padre de mi padre. Los ríos sacian nuestra sed; son
portadores de nuestras canoas y alimentan a nuestros hijos.
Si les vendemos nuestras tierras, ustedes deben recordar y
enseñarles a sus hijos que los ríos son nuestros hermanos y
también los suyos, y por lo tanto, deben tratarlos con la
misma dulzura con que se trata a un hermano.
Sabemos que el hombre blanco no comprende nuestro
modo de vida. Él no sabe distinguir entre un pedazo de
tierra y otro, ya que es un extraño que llega de noche y toma
de la tierra lo que necesita.
Trata a su madre, la Tierra, y a su hermano, el firmamento,
como objetos que se compran, se explotan y se venden
como ovejas o cuentas de colores. Su apetito devorará la
tierra dejando atrás sólo un desierto. La sola vista de sus
ciudades apena al piel roja. No existe un lugar tranquilo en
las ciudades del hombre blanco, ni hay sitio donde escuchar
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como se abren las hojas de los árboles en primavera o cómo
aletean los insectos. El ruido parece insultar nuestros oídos.
Y, después de todo, ¿Para qué sirve la vida, si el hombre
no puede escuchar el grito solitario del chotacabras ni las
discusiones nocturnas de las ranas al borde de un estanque?
Soy un piel roja y nada entiendo. Nosotros preferimos el
suave susurro del viento sobre la superficie de un estanque,
así como el olor de ese mismo viento purificado por la
lluvia del mediodía o perfumado con aromas de pinos.
El aire tiene un valor inestimable para el piel roja, ya que
todos los seres comparten un mismo aliento: la bestia, el
árbol, el hombre, todos respiramos el mismo aire. El hombre
blanco no parece consciente del aire que respira; como un
moribundo que agoniza durante muchos días es insensible
a su hedor.
Y si les vendemos nuestras tierras, ustedes deben
conservarlas como cosa aparte y sagrada, como un lugar
donde hasta el hombre blanco pueda saborear el viento
perfumado por las flores de las praderas. Por ello
consideraremos su oferta de comprar nuestras tierras. Si
decidimos aceptarla, yo pondré una condición: el hombre
blanco debe tratar a los animales de esta tierra como a sus
hermanos. Soy un salvaje y no comprendo otro modo de
vida. He visto a miles de búfalos pudriéndose en las praderas,
inmolados a tiros inmisericordemente por el hombre blanco
desde un tren en marcha. Soy un salvaje y no comprendo
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cómo una máquina humeante puede importar más que el
búfalo al que nosotros matamos sólo para sobrevivir.
¿Qué sería del hombre sin los animales? Si todos fueran
exterminados, el hombre también moriría de una gran soledad
espiritual; porque lo que le sucede a los animales también le
sucederá al hombre. Todo va enlazado.
Deben enseñarles a sus hijos que el suelo que pisan son
las cenizas de nuestros abuelos.
Todo lo que le ocurra a la tierra, le ocurrirá a los hijos de
la tierra.
Esto sabemos: la tierra no pertenece al hombre; el hombre
pertenece a la tierra. Esto sabemos. Todo va enlazado, como
la sangre que une a una familia. Todo va enlazado.
El hombre no tejió la trama de la vida.
Pero ustedes caminarán hacia su destrucción, rodeados
de gloria, inspirados por la fuerza de Dios que los trajo a
esta tierra y que por algún designio especial les dio dominio
sobre ella y sobre el piel roja.
Ese destino es un misterio para nosotros, pues no
entendemos por qué se exterminan los búfalos, se doman
los caballos salvajes, se saturan los rincones secretos de los
bosques con el aliento de tantos hombres y se atiborra el
paisaje de las exuberantes colinas con cables parlantes.
¿Dónde está el matorral? Destruido. ¿Dónde está el águila?
Desapareció. Termina la vida y empieza la supervivencia.»
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Resumen: Se trata de una declaración dirigida al presidente
de los Estados Unidos de aquel entonces, Franklin Pierce,
en el año 1854, en respuesta a la oferta de compra de las
tierras de los Suquamish en el noroeste de los Estados Unidos,
en lo que hoy en día es el Estado de Washington. Hace una
explícita referencia a cómo se debería tomar conciencia de
que la Tierra no es nuestra y que no la podemos destrozar
como lo hacemos nosotros, y también percatarse de cómo
una persona hace 150 años ya se daba cuenta que acontecería
lo que ahora está ocurriendo y también del profundo amor
que sentía por el medio donde estaban viviendo los pieles
roja en armonía con la Naturaleza.
Los indios americanos estaban muy unidos a su tierra no
conociendo la propiedad, es más consideraban la tierra como
dueña de los hombres.
En numerosos ámbitos se estima como «la declaración
más hermosa y profunda que jamás se haya hecho sobre el
medio ambiente».
Pony Express fue un servicio de correo rápido que cruzaba
Estados Unidos. Empezaba en el río Missouri y llegaba a la
costa del Pacífico. Estuvo operativo desde abril de 1860 a
noviembre de 1861. Los mensajes se llevaban a caballo a lo
largo de praderas, planicies, desiertos y montañas. Redujo el
tiempo que tardaba el correo en llegar desde el océano Atlántico
al océano Pacífico en diez días. Contaba con unos 500 caballos
resistentes y 150 jinetes, éstos, con el advenimiento del
telégrafo y de la locomotora fueron contratados para exterminar
el Bisonte americano, que constituía la base alimentaria y
económica de los indios de las praderas. Hacia 1700 existían
unos 60 millones de cabezas; en apenas 200 años el número
se redujo a unos pocos millares.
La ciudad de Seattle, hoy
Frank E. Webner, jinete del Pony
Expess, alrededor de 1861
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