Carmela González

Transcripción

Carmela González
CUANDO EL COMPAÑERO DE VIAJE SE LLAMA
“ALZHEIMER”
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2:
El Alzheimer
CUANDO EL COMPAÑERO DE VIAJE SE LLAMA
“ALZHEIMER”
El otro día recibí un email muy especial, y que invita a una reflexión. Se trataba de un pequeño relato describiendo la visita de un anciano al médico, porque necesitaba una atención primaria para sacarles los puntos de
su pulgar. El señor se mostraba en todo momento muy
inquieto y parecía que tenía mucha prisa. Lógicamente la
enfermera de turno le pregunta por su inquietud y este le
dice que tiene una cita muy importante una hora después
y que no puede fallar. La enfermera viendo el desasosiego del paciente, le pasa al despacho y se dispone a sacarle
los puntos. Durante el proceso, la curiosidad de la enfermera no dejaba de aflojar ya que veía al anciano cada
vez más nervioso. Le pregunta que por qué estaba tan
nervioso y si esa cita era tan importante para él, como
para generarle esa ansiedad casi incontrolable. El anciano
la mira y le explica lo siguiente: “mire usted, tengo cita
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3:
El Alzheimer
diaria con mi mujer, que está en un geriátrico aquejada de
Alzheimer, para desayunar con ella. Hace ya más de cinco años que la padece, y no sabe quién soy, pero todos
los días desayuno con ella.” La enfermera, con toda la
calma del mundo, y para intentar tranquilizar al anciano,
le contesta: “pues no se preocupe, que la pobre no se va
a enterar si llega usted un poco más tarde, porque ella ya
no le puede reconocer”, tratando de calmar la ansiedad
del paciente. Él la mira a los ojos y le contesta: “Ella no
sabe quién soy, pero yo aún sé quien es ella”.
Esto me dejo pensativa un buen rato. Tengo ante
mí, en un breve relato, la esencia del amor. La pasión y
atractivo físico había desaparecido en cantidad y calidad,
pero había aflorado, con intensidad, el cariño, el compañerismo y la amistad en su esencia más pura.
No vamos a entrar a relatar en qué consiste esta
terrible enfermedad degenerativa, que gradualmente hace
perder las funciones biológicas y que finalmente conlleva
a la muerte. Pero sí, me apetece reflexionar sobre los
comportamientos que los familiares directos: hijos, nietos, familias de convivencia, etc., de estos enfermos.
Cómo afrontan y coexisten con esta terrible enfermedad del olvido progresivo.
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4:
El Alzheimer
La dureza de ver cómo un pilar de tu vida, durante
muchos años, se va diluyendo en una vida diferente y
aparentemente sin alma, debe ser inmensa. Pero estoy
convencida de que en algún momento de su existencia
diaria estos enfermos perciben los afectos, las caricias, las
palabras con ternura, en definitiva, el calor de los suyos.
En miles de seminarios y congresos han intentado
buscar soluciones, pero no pasan de ser paliativos, no
hay nada que la frene o la cure. Por eso toda atención
para estos pacientes se debe de centrar, de manera prioritaria, en atenciones en el propio núcleo familiar. El sentirse arropado en un entorno familiar y conocido debe
ser prioritario. Cuando leo en la prensa que alguien se ha
olvidado de un abuelo en una gasolinera o en algún geriátrico, o te cuentan que hace meses que no los visitan, no
puedo más que sentir una enorme pena. Es increíble, pero cuando un hijo se encuentra en apuros, normalmente
los padres siempre buscan soluciones y luchan por intentar resolverles el problema. Pero no siempre ocurre
cuando la necesidad surge del abuelo o la abuela. A veces, no hay sitio en casa para ellos. ¡Increíble! A mí, personalmente, me conmueve cuando veo una pareja de ancianos cogidos de la mano, mirándose con ternura, pase-
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5:
El Alzheimer
ando por la calle. Confieso que siento cierta envidia. O
cuando en los hospitales ves cómo se cogen de la mano,
aliviándose mutuamente las inquietudes o los miedos.
Centramos a veces nuestras prioridades en cosas banales
y efímeras, y no nos damos cuenta de que lo que queda
después de muchos años de vida en común es la entrega,
la esencia de ese amor. Un amor sin prisas, sin agobios,
sin pedir nada a cambio. Sin exigir ni tan siquiera su correspondencia, porque simplemente está ahí. Es un sentimiento natural y sin fisuras. Ni siquiera una terrible enfermedad es capaz de romper ese lazo invisible, pero no
por eso frágil, entre ellos. La grandeza del ser humano
está ahí. Pero también puede llegar a ser lo peor, cuando
todo esto se convierte en olvido y huida.
Volviendo al principio de la historia. La lección
más hermosa del relato que me enviaron es muy simple y
a la vez profunda. Ella, se había olvidado quién era el
caballero que la visitaba todos los días a la misma hora.
Pero él sí se acordaba de su vida en pareja, de sus vivencias a su lado, de que un día fue la persona que eligió para compartir su vida. De su pacto de amor, que se habían
jurado un día. De sus sonrisas, de su esfuerzo, de su trabajo. Pero sobre todo, de su amor. Y ahí estaba la esencia
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6:
El Alzheimer
de ese amor, recordándolo todos los días con un simple
desayuno compartido.
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