Cuba y sus perspectivas energéticas: una revisión reciente (II)

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Cuba y sus perspectivas energéticas: una revisión reciente (II)
Cuba y sus perspectivas energéticas: una revisión reciente (II)
Por: José Luis Rodríguez
En este artículo: Cuba, Economía, Electricidad, Energía, Petróleo, Revolución
Energética
5 septiembre 2014
Como parte de la campaña dirigida al ahorro de energía, a partir de 2005
se produjo una sustitución masiva del keroseno y el GLP para cocinar, así
como de los efectos electrodomésticos en todos los hogares. Se
introdujeron
cocinas
eléctricas
así
como
nuevos
equipos
electrodomésticos de procedencia china, que se instalaron a partir de la
entrega de los equipos viejos.
Estos efectos se vendieron a precios subsidiados a la población por un valor
estimado de más de 19 mil millones de pesos, que fueron amortizados en
muchos casos mediante pagos a plazos durante varios años. Para tener una
idea de la magnitud de esta operación, baste decir que se sustituyeron 4,4
millones de equipos electrodomésticos y, de ellos, 2,6 millones de
refrigeradores.
Lógicamente, se redujo el consumo de keroseno entre 2005 y 2012 en
68,7% y el GLP en 51,4%. Por su parte, el consumo eléctrico promedio de
los hogares aumentó de 140,2 KWH en 2005 a 172,2 el pasado año, para
un incremento del 22,8%.
Sin embargo, el precio del petróleo WTI, que promedió 56,50 USD por barril en
2005, se elevó a 97,90 USD en 2013, para un incremento del 73,3%, lo que
redujo notablemente las perspectivas de ahorro previstas diez años atrás,
tomando en cuenta que el 96% de la generación eléctrica depende del
petróleo, que a su vez es necesario importar en 53%.
Para disminuir este impacto las tarifas eléctricas se aumentaron en 2005 y
2010. Estos aumentos implicaron para el consumo residencial promedio un
crecimiento del 56,1% en la factura del primer año y 23,6% un lustro más tarde,
pero no frenaron el incremento del consumo de los hogares, que se ha
mantenido hasta el presente.
Igualmente, en 2004 se acordó con Venezuela que los servicios que Cuba
brindaba a ese país pasaran a ser bienes transables, y gracias a ese acuerdo
el pago del combustible importado se estabilizó a partir de los ingresos
generados por las exportaciones cubanas de servicios, que –en general– han
logrado compensar los incrementos de precio del crudo en el mercado mundial.
Luego de la crisis que el país enfrentó en 2004, se logró estabilizar la
generación eléctrica, al tiempo que se emprendía un amplio proceso
inversionista para mejorar la eficiencia de las redes de distribución.
A pesar de las medidas adoptadas fue necesario crear en 2012 una comisión
multidisciplinaria encargada de diseñar la política para el desarrollo perspectivo
de las fuentes renovables y el uso eficiente de la energía que permitiera una
transformación a fondo de la matriz energética.
Los análisis realizados se han dirigido, por una parte, a continuar desarrollando
la producción petrolera nacional. Por otro, se trata de incrementar la seguridad
energética disminuyendo la dependencia externa en los portadores
energéticos.
En relación con la producción petrolera, se mantienen inversiones para elevar
los niveles de eficiencia en la extracción y compensar la declinación de los
pozos en explotación. No obstante, las perspectivas de mayor importancia se
ubican en la extracción de petróleo off-shore.
Al respecto cabe recordar que la Zona Económica Exclusiva de Cuba en el
Golfo de México abarca 112 mil kilómetros cuadrados, divididos en 59 bloques,
de los que hay contratados 22 con ocho países. Estas oportunidades de
inversión extranjera fueron promovidas en el recién celebrado XXI Congreso
Mundial del Petróleo, efectuado en Moscú en junio de este año.
Desde 2004 hasta el presente se han perforado cuatro pozos, parte de los
cuales han dado petróleo pero no en condiciones de explotación comercial. No
obstante, especialistas cubanos estiman un potencial de reservas ascendentes
a 20 mil millones de barriles de petróleo off-shore, aunque en EEUU la cifra se
ubica entre cinco y nueve mil millones. En todo caso se trata de cifras que –de
materializarse– cambiarían radicalmente la ecuación energética de Cuba.
Para incrementar la seguridad energética nacional se han destacado
como problemas fundamentales la alta dependencia de combustibles
importados, el elevado costo promedio de la energía entregada, la fuerte
contaminación ambiental y la baja utilización de las fuentes renovables de
energía (FRE).
Como ya se señaló, el país solo cubre sus necesidades de petróleo equivalente
en 47%; la generación de un KWH de electricidad tiene un costo en divisas de
0,21 USD y 0,065 CUP, el cual es sumamente alto si se compara con otros
países; la emisión de CO2, si bien se ha reducido, aún se mantiene a niveles
elevados, y la utilización de FRE en la generación eléctrica es de solo 4,3%.
La estrategia diseñada para enfrentar esta situación supone básicamente
seguir avanzando en la producción petrolera, especialmente off-shore, y elevar
la generación eléctrica a partir de FRE a 24% del total hacia 2030. El
desarrollo de estas últimas requiere inversiones que se estiman en 3 700
millones de dólares, las que suponen también la participación de
financiamiento foráneo y créditos intergubernamentales para llevarlas a cabo.
El programa comprende fundamentalmente 19 plantas bioeléctricas asociadas
a la industria azucarera, con una capacidad de 755 mil KW, a un costo de 1
290 millones de dólares recuperables en un plazo entre seis y ocho años; 633
mil KW procedentes de la energía eólica –fundamentalmente en la costa norte
de la zona oriental del país– con una inversión de 1 120 millones de dólares a
recuperar entre cuatro y seis años; 700 mil KW de energía fotovoltaica, con una
inversión de 1 050 millones de dólares que debe recuperarse en los próximos
11 a 13 años, y 56 000 KW en energía hidráulica, con una inversión de 110
millones a recuperar entre cuatro y seis años. Adicionalmente, para elevar la
capacidad de generación a 30 000 GWH en 2030 se requerirán otras
inversiones en el resto del sistema.
Por último, no debe dejar de tomarse en cuenta la participación del sector no
estatal en el desarrollo de pequeñas instalaciones capaces de generar
electricidad a partir de fuentes renovables y que pueden representar una
solución económica para comunidades en zonas rurales.
Otro aspecto será la introducción de tarifas eléctricas para el sector
residencial que realmente estimulen el ahorro y no solo penalicen el
gasto.
La elevación de la autonomía energética de la economía cubana es un factor
de gran importancia dentro de las transformaciones en curso, si consideramos
la necesidad de reducir el peso de la importación de combustibles en la
balanza de pagos, que se estima pasó de 32% del valor de las importaciones
en 2008 al 46,9% en 2012, según el Anuario Estadístico de Cuba.

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