Lealtades Invisibles

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Lealtades Invisibles
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Gestor PNL
Lealtades Invisibles
Jessica Riveri
Sicóloga,
Trainer en PNL,
Especialista en Hipnosis y Sistemas Familiares.
Directora GESTOR PNL, Chile.
En cada sistema familiar existe una estructuración que condiciona tu comportamiento,
produciéndose lealtades con dinámicas inconscientes. Más allá de lo manifiesto, existen
principios latentes que actúan sobre tu comportamiento.
Y en la medida que exista enredos en el sistema familiar, exclusiones, desbalances o bien
alteración en el orden del sistema, en la familia existirá tensión y lejanía respecto al amor y la
paz. Nos distanciamos del amor en balance, de la paz y gratitud como emoción básica del
sistema familiar. El sistema es hegemónico y en nosotros ello se presenta a través de lealtades
invisibles que regulan nuestra consciencia.
¿Por qué nos enredamos?
Con certeza tenemos un fuerte arraigo de la necesidad de pertenencia al sistema; esto es,
necesitamos ser parte de la familia y por ello cumplimos necesidades de otros, ocupamos roles
por otros, asumimos una lealtad con el sistema, con las relaciones de reciprocidad existentes y
con el sentido de justicia imperante en el campo.
Por ejemplo, si en nuestra familia se ha excluido a algún integrante de generaciones previas,
existirá una fuerte tensión a que generaciones futuras lo integren de algún modo y para ello,
algún miembro de la nueva generación se identificará con lo excluido. Es decir, en su Yo soy se
acoplarán emociones, vivencias y guiones de vida ajenos a sí mismo. Nos vestimos de
experiencias ajenas.
Y mientras maduramos esa dinámica se tensa, en la medida que busquemos nuestra
individualidad se entrará en cuestionamiento con las fuerzas simbióticas que el sistema familiar
favorece, existe desestabilización.
Se da una paradoja profundamente arraigada entre la individuación y la lealtad familiar. Mientras
en la superficie la imposibilidad de un hombre de asumirse como tal, y de una mujer igualmente,
ocasiona disfuncionalidades a nivel familiar, ello en sí, es parte del equilibrio de la familia. Crecer
implica diferenciarse con respecto a la propia familia de origen y abandonar lealtades asumidas
por el amor ciego, deseo de pertenencia y sentido de equilibrio propio al sistema.
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Y la familia tiende a mantener sus equilibrios. Como todo sistema relacional tiende a ser
conservador, y muchas veces mediante una fuerte identificación con nuestros hijos, nietos y
demás generaciones por nacer, podemos justificar, al menos en fantasía, todos los sacrificios y
renuncias a nuestro propio Yo soy.
Crecer implica ser capaz de transgredir la conciencia del sistema, el sentido de lo apropiado y
correcto. Y en ese sentido, implica vivenciar la culpa, como una emoción que cuestiona nuestra
libertad individual y tensiona a sus miembros a respetar las lealtades establecidas en el sistema.
Vivir culpa en este contexto es un índice de individuación -es una señal. En ese sentido tiene una
dimensión diferenciada de la culpa en un contexto de victimización y/o depresión. Aquí la culpa
es una expresión de un movimiento que tiende hacia la ampliación de nuestra conciencia e
identidad.
Por ejemplo, una mujer identificada con un guión de vida de mujeres violentadas, sentirá culpa
ante la propia felicidad y vivencia de respeto en su pareja. Ser tratada con dignidad no está en
sus posibilidades de origen y conquistar este nuevo territorio no sólo implicará que sea capaz de
desarrollar las creencias y habilidades propias al respeto y amor en pareja, sino que también
deberá luchar con las fuerzas que la llevarán a permanecer en el status quo establecido como la
consciencia del sistema.
Y en esta paradoja, entre ser parte del sistema y a la vez escuchar nuestra voz interior, que nace
desde nuestra individualidad, se da la vida.

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