historias no inventadas

Transcripción

historias no inventadas
HISTORIAS NO INVENTADAS
Zalathiel Vargas Pérez
NOTAS Y REFLEXIONES SOBRE LA VIDA DE UN
ARTISTA,
EN UN MUNDO ALIENADO
FRANZAL, EDICIONES
2015
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A Françoise Bagot, mi compañera
© Copyright, Derechos Reservados, 2014, Salatiel Vargas Pérez –ZalathielIndautor:
Franzal, ediciones. México. 2015
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“Mi forma de bromear es decir la verdad.
Es la broma más chistosa del mundo”
George Bernard Shaw
HISTORIAS NO INVENTADAS
NOTAS Y REFLEXIONES
SOBRE LA VIDA DE UN ARTISTA,
EN UN MUNDO ALIENADO
Zalathiel Vargas Pérez
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INDICE
Escritos de artista pintor ………………………………………………… 5
Asonada en un rincón del paisaje urbano ……………………………….. 12
¿Por qué?...
…………………………………………………………. 23
El constructor ………………………………………………………….. 32
Las noches literarias con la musa de la bondojito ………………………... 48
La vida misma ………………………………………………………….. 60
La madre, los hijos…
…………………………………………………. 76
Adelita, la hija y el borracho ……………………………………………... 89
Bougainville …………………………………………………………….. 101
Los infantes …………………………………………………………… . 120
La inspiración …………………………………………………………… 127
Las infantas, del rosa al carmín ……………………………………………138
El soñador ………………………………………………………………..152
Sobre y bajo el agua ¿quién eres tú? ……………………………………… 160
La plumilla, el chamán y los cornetes ……………………………………...172
El microbús la suma de los totales ………………………………………. 191
La mentira, el engaño, la trampa ………………………………………….. 210
Pequeños avatares, casi chismes ………………………………………… 218
El príncipe de las tinieblas y la ambulancia ………………………………
228
El crucero y el tobogán del laberinto ……………………………………… 236
Un camino a recorrer, las tres Evas ………………………………………...246
Vida cotidiana …………………………………………………………… 257
La fauna, la flora, Marita …………………………………………………. 270
El bochito ………………………………………………………………
286
El palacio borda …………………………………………………………. 289
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ESCRITOS DE ARTISTA PINTOR
Reunidos los amigos de siempre, una tarde lluviosa, en el café Los Pericos Locos de
la plaza de los Arcos de Toluca, Varzal contaba:
-En 1970, le mostré a dos de mis amigos escritores los textos que había escrito desde mi
adolescencia hasta esta fecha, comentándome ellos, después de su lectura, que lo que
había escrito estaba muy, pero muy mal redactado.
–¡Carajo!, ¿y ahora qué hago con estos escritos? -pensó.
Así, sin reflexionar, fue y tiró 370 hojas escritas a mano por los dos lados -trabajo de
dieciséis años- en el lago de Chapultepec. Mientras lanzaba los trozos de papel
corriendo alrededor del lago, volteaba para ver cómo los patos y los gansos los
picoteaban. Los echó al agua, pensando que lavaría todo eso que su intelecto, con
incapacidad para las letras, había expresado, con la tinta de una pluma fuente, en
letras pequeñísimas, en varias libretas; y, así, se propuso nunca más volver a redactar
con intenciones literarias.
–Al escribir, lo hacía solo para los guiones de mis historietas; escribía unas frases y
enseguida dibujaba dentro de la viñeta la idea del texto (simbiosis: texto-imagen); o a
veces a la inversa: dibujaba y luego escribía; y así la secuencia se iba desarrollando poco
a poco.
En cierta ocasión Doña Teresa, en ese entonces Directora de Artes Plásticas del
Instituto Nacional de Bellas Artes, le invitó para que pintara unos cuadros para una
exposición en el museo Carrillo Gil, titulada “Paráfrasis, Glosas y Citas-1983”, donde
parafrasearía a los pintores que él quisiera.
Durante siete meses trabajó en ese proyecto, que le pareció apasionante,
participando con seis obras en la muestra en el museo. Al entregarle las pinturas, ella
le pidió un texto explicando lo que había parafraseado. Él se disculpó, diciendo
que no sabía escribir.
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El día de la inauguración, el subdirector le dio el catálogo, donde se veía reproducida
una de sus obras, titulada: El Hombre de la Mazorca, pintado según el óleo
del hombre del bombín que tiene una manzana en la cara, del pintor Magritte:
parafraseando a este artista, pintó a un hombre con la cara tapada parcialmente por
una mazorca, del color del oro, en vista de que es uno de los alimentos más
importantes de la dieta mexicana. Tiene un sombrero de grandes alas y copa alta;
pero del sombrero solo se ve el contorno, ya que, adentro, hay nubes, nubes del
estado de Morelos, de donde era el más grande de los generales de la Revolución
Mexicana, aunque se le veían en el cuadro solo parte de los bigotes: el público, al ver
la obra, decía: ¡Es el general Zapata! Esto me lo contó después la crítica de arte,
pues había llevado a sus alumnos a ver la muestra.
En el catálogo estaban los seis títulos de las obras y un texto firmado con su nombre, el
cual decía: “’Siempre he cuestionado a través de lo que hago ciertos actos,
acontecimientos, eventos, objetos e imágenes, que, impulsados por los mass media,
amenazan convertirse en hechos o instancias heroicas. Por eso transformó una de las más
eficaces imágenes surrealistas de René Magritte en un Zapata visto a través de un parapeto,
el mismo que ha impedido en la etapa posrevolucionaria la auténtica Revolución Agraria”.
-Está bien el texto, es más o menos lo que yo quería decir al pintar esta obra. –le dijo a
la persona que le entregó el catálogo.
-Pues tenía que estarlo, ya que fue la propia Doña Teresa del Vizconde quien lo
escribió. Y ella escribió lo que nosotros le preguntamos a usted por teléfono, -le
contestó.
En el catálogo solo estaba escrito el título de Paráfrasis y no llevaba el título que
Teresa les había escrito en la invitación: Paráfrasis, Glosas y Citas. ¿Es que ningún
artista había enviado su texto y la crítica de arte había escrito los 22 textos que
estaban firmados por los artistas? ¿Por qué ‘a güevo’, tenía que tener una glosa, una
explicación, la exposición y el catálogo?
Como se negaba a escribir con afanes literarios, en la historieta encontró un refugio
por unos años. Este género hizo una simbiosis de sus dos placeres, dibujar
y escribir; aunque para la literatura no es bueno, ya que al escribir siempre le faltan
verbos, pone acentos de más, le falla la puntuación...
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Ocurrió una vez que tenía que entregar en 10 días un texto de algún crítico de arte o
de un escritor para imprimir su catálogo del Museo de Arte Moderno del Estado de
México, en 1990. No sabía qué hacer; había pasado más de una semana, y al otro día
tenía que tener lista la presentación y, desgraciadamente, no había encontrado a
nadie, ya que era época de vacaciones.
Decidió que volvería a escribir, pero no con intenciones literarias, como ya lo había
decidido 20 años atrás, ya que tenía un poco de experiencia como escritor-dibujante
en el comix-arte, pensando que podría realizar escritos de artista pintor:
-Escribiré como yo hablo, sin ninguna composición ni estilo, con la misma libertad que
tienen para expresarse los pintores inocentes, los artistas de arte primitivo, los del Arte
Bruto: como los zapateros, carpinteros, herreros…
A las 11 de la noche, se sentó delante de la máquina de escribir, -unos meses más
tarde en su estudio tendría a Bomboncito, su computadora, la que le resolvería
algunos problemas para expresarse- y, pensando incluir a un crítico de arte ficticio
que llamaría Vaps, redactó el siguiente texto:
CABALGANDO CON MÁQUINAS, CÓMICS Y MUJERES
Reunidos los amigos de siempre en el café Los Pericos Locos de la plaza de Los Arcos de
Toluca, diseñados y construidos por Tolsá, Gaudí y Gonsalhank en 1732, le decía a mi
compadre muralista, ahora director del Museo: -“¡No hay tos! Claro que sí, yo conozco
bien al maestro Varzal, y puedo escribir una presentación”. Oigo aún la voz de Leopoldo
al decirme: -‘Pinche Vaps, si quedas mal no hay salario’. Como no lo conocía, pues
nunca había oído, realmente, hablar de este artista, salí corriendo a la Biblioteca
Nacional del DeFecto, en donde encontré una notas escritas por él, que dicen:
...¿Cómo comunicarse con las masas para que lo que uno produzca sea visto por ellas?.
Recordaba los pueblos y caseríos de las sierras de México que había visitado siendo
estudiante donde hasta en la casa más humilde había calendarios que la mayoría de las
veces eran reproducciones de los cuadros de un pintor llamado Jesús Helguera.
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Me sorprendió que estos óleos –impresos sobre papel–, eran parte de la vida familiar en
todo el país. La obra de este artista era vista, sentida y admirada por el pueblo; el
calendario era un medio de comunicación masiva empleado eficazmente por Helguera.
Desgraciadamente, siempre se anunciaba en ellos algún producto.
Con la misma necesidad de comunicarse con el pueblo, los muralistas mexicanos hicieron
una gran proeza para su tiempo.
Sin dejar de admirar la obra de estos grandes artistas, siento que la función de
comunicación masiva del mural es nula en la actualidad.
Ahora el ruido, la velocidad y la contaminación nos aíslan de estas obras murales, nos
mecanizan, alienándonos, impulsándonos a seguir corriendo, ya que el tiempo se
termina. Es difícil detenerse como antes a observar y gozar las pinturas que los
muralistas realizaron en espacios públicos.
...Sin conocimientos de las técnicas del comic, comencé en 1970, como artista plástico,
solo en este país, a ilustrar nuevas historias, sin saber que en los USA unos pocos años
antes había existido ya una revolución de la historieta, el comic underground,
movimiento que conocí en Francia varios años después.
En 1974 llegué a París con un centenar de historias ilustradas en una carpeta bajo el
brazo, las que mostré a un dramaturgo, quien, entusiasmado, me puso en contacto con
historietistas que antes habían sido pintores o escultores y que hacían comic con el
mismo espíritu que yo; editaban una revista titulada Zinc. Así empecé a publicar
quincenalmente mis dibujos; posteriormente en la revista Actuel, y llevé a cabo uno de
mis sueños, el de publicar masivamente mi obra para tocar a un público más vasto.
En 1975 llevé la historieta a la tela, pintando al óleo mis propios cartones en gran
formato. Aunque no son obras surrealistas, la influencia del surrealismo es importante
en esta etapa y principalmente la del artista florentino Braccelli Giovan Batista (1624)
al que había copiado sus dibujos de algún libro en la Biblioteca Nacional de París
cuando era estudiante en ese país. Bocetos que aún conservo y que he pegado en mi
cuaderno de dibujos: Diccionario de Ideas.
...En una ocasión mostré mis óleos al Instituto Nacional de Bellas Artes. Un jurado que
auscultó mi obra, muy interesado, me propuso exponer en dos salas del Palacio de Bellas
Artes, exposición que se llevó a cabo en 1977.
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Paralelamente se hicieron 2 exposiciones más en donde expuse mis planchas originales de
comic: una en la Galería Arvil y otra en la Galería Linskcurve. En esta fecha también
publiqué mi libro de autor Comix-arte de Varzal.
Un crítico en esta época escribió sobre mi exposición en el periódico El Día:
“La prueba contundente de la colonización en sus pinturas o historietas, son
las palabras que emplea: zoom, baoom, bang por pum en español o hallo por
¿bueno?”.
Y el crítico de El Día continuaba diciendo:
... No es criticable su temática en sí sino el tratamiento de “fina ironía” que da
a sus obras, forma típica de la burguesía de mediatizar la crítica (Gramci): que debería
ser siempre, según el teórico italiano, despiadada”.
Varios artículos con este tono fueron escritos en la época, pero en igual forma eran
contestados. La crítica de arte Raquel Tibol, en la revista Proceso, contestó a esto en
un vasto artículo:
"... Por el uso de elocuentes grafismos onomatopéyicos como ¡Clap! ¡plop!
¡pric! ¡tract! ¡sswit! ¡riiing!, algunos lo han acusado de remedo servil de los
comics estadounidenses sin darse cuenta que las onomatopeyas, mucho más
extendidas que los idiomas, envejecen como los ritmos musicales.
¿Se imaginan estas composiciones ácidas, estallantes, de un exacerbado
dinamismo Siqueiriano, acompañadas de unos anacrónicos cataplún o
gluglus?. Si de etiquetas nacionalistas se trata, ¿quién podrá discutirle a este
pintor sus altísimas virtudes de vacilador? Y, como decía Diego Rivera:
‘Quien no asuma en México la vacilada más le vale emigrar a tiempo’".
¡Cuántas ideas, formas, color, humor! Espero que en el catálogo reproduzcan muchas
de las obras de este gran artista.
Al seguir mis investigaciones sobre el pintor Varzal, encontré los párrafos siguientes,
con la explicación de algunas de las obras que va a exponer:
...Un día conocí una mujer que lloraba. Me contó sus desdichas. Así comencé una serie
de 237 obras entre aguafuertes, collages, pasteles, óleos, esculturas, cartones de comics,
fotografías... con el tema de la mujer. Ilustré sus penas y alegrías: entrevistando
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a las trabajadoras domésticas los domingos en el parque de Chapultepec y en el parque
de la Alameda Central, a estudiantes, amas de casa, prostitutas, campesinas, lesbianas
y feministas.
¿Cómo Serán las Mujeres? es un aguafuerte donde un ciego se imagina volúmenes
desproporcionados y mal distribuidos de partes del cuerpo femenino; sueña con ellos y
sonríe libidinosamente.
Traga Espíritus es un collage donde un cocodrilo, al tragar el espíritu de una mujer, a
ésta se le desfasa el rostro. El cocodrilo está también cortado y dividido en partes; su
prepotencia de padrote está mutilada por su alienación.
Picassiana Regresando a Casa ilustra los sueños y recuerdos de Picassiana. En medio de
la niebla, una mujer jala con fuerza a un reno para llevarlo a su corral; la cuerda está
tensa, el reno se resiste; arriba de los ojos de ella, una luchadora patea a su contrincante
que está en el suelo, mientras otra mujer hace una señal obscena con su dedo. La poesía
y la vulgaridad, los sueños y la realidad hacen que Picassiana se esconda en su retiro,
deleitando la pulpa carnosa de sus propios labios y la frescura de unas sábanas aún sin
mácula.
Cayendo es un cuadro al óleo, pintado al estilo comic con una secuencia de viñetas.
Muestra en el primer encuadre, en plano general, a una mujer, que como una
malabarista, monta sobre dos briosos corceles; en la segunda viñeta, en un acercamiento,
se ve el rostro de ella, lleno de espanto. En el tercer cuadro, la mujer cae, una ola la va a
cubrir, pero esto no ocurre, pues en la viñeta siguiente sigue cayendo, hasta que su caída
la detiene momentáneamente un piso imaginario de luz, donde ella busca un apoyo y no
lo encuentra....
Estas notas fueron tomadas de "El Artista Continental", año 16, No. 708, 10-VII1990.
Vaps, Crítico de Arte en Medios Masivos de Comunicación.
El pintor terminó este texto a las 6 de la mañana, su esposa se levantó a las 7, y lo
comenzó a pasar en limpio en la máquina de escribir; a las 11 salió corriendo a la
ciudad de Toluca.
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Era tan absurdas las citas históricas y los nombres de los constructores de los arcos
de Toluca, el café de Los Pericos Locos no existía, las reflexiones, la irreverencia del
vocabulario usado, además de que el crítico de arte no existía y llamara al Director su
compadre, hizo que el director del Museo no obsequiara ni vendiera el catálogo
impreso el día de la inauguración; ni tampoco durante el tiempo de la exposición de
la obra; solo a Varzal le dio unos cuantos ejemplares.
-¡Ni modo! Eso me gano por hacer escritos de artista pintor, por escribir como hablo-,
pensó Varzal.
Ciudad de México, 1990-1995.
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ASONADA EN UN RINCÓN DEL PAISAJE URBANO
“En perspectiva desde mi sillón, el que está ubicado en la sala del primer piso de mi casa:
a lo lejos, en el último plano, se ve el cielo; como si estuviera dibujado en tonos de grises
amarillentos; dentro de un cuarto enorme, donde torpemente vuelan unas golondrinas,
que utilizan como puerto las ramas fatigadas de un sauce que parece llorar, el que
igualmente parece estar dibujado. Adelante del sauce, una antena de televisión se
amalgama en los grises del cielo.
Hay 14 metros exactamente entre un muro muy alto, de tabiques blancos y rojos, y mis
ojos”.
><Ω><
El Director de la galería del Centro Médico Siglo XXl le propone a Varzal que, aparte
de exhibir sus 90 Infografías -obra creada por computadora- “El arte sale de las
Maquinas”, ocupara un salón de 36 metros cuadrados para hacer una instalación, o
lo que quisiera; le fascinó la idea y cinco días después le mostró una secuencia de 17
dibujos que ilustraban su proposición: “Electrónica en Acción / El Infierno esta Aquí”,
el cual es un estruendo electrónico...
Ya que el interés en esta instalación de la galería Siglo XXI era experimentar con la
luz, el pintor solicitó ocho lámparas de luz negra, para que la luz hiciera resaltar las
líneas blancas en un cuarto que estaría pintado de negro. Poco a poco fue añadiendo
cráneos, esqueletos de cartón y de plástico, así como un maniquí con una máscara a
la que le modeló unos esqueletos en el lugar de la boca; y en los pómulos, le incrustó
unos ojos de esos que les ponen a los santos. Este maniquí con el rostro deforme
representa a un hombre alienado por ver la televisión: mira un cinescopio.
><Ω><
–Antes de pelearme o de pedir algo –le dijo Varzal a su abogado el 12 agosto de 1996
en una conversación telefónica– yo hablo para abrir un diálogo.
–Eso no sirve, ya ve ahora lo de Chiapas. No, yo no dialogo;
¡MATO! –le contestó.
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–Ahora están militarizando Guerrero –insistió el pintor– si no se salen de allí los
militares, la gente se va a radicalizar y puede haber una guerra civil. Yo creo que sí es
importante dialogar...
–Al país hay que darle soluciones radicales, así como se las dieron en Argentina y con
Pinochet en Chile –le respondió muy enojado el abogado.
><Ω><
Los dibujos que acababa de terminar Varzal estaban realizados a línea de pincel, con
pintura blanca, sobre cartulina negra. En el primer dibujo, con una línea comenzó a
formar unas colinas, las que se iban transformando en rollos de alambres de púas, en
acantilados, en un pueblito destruido, en montañas, en una ciudad iluminada por
estallidos de bombas, en una línea recta de horizonte, que es rota por explosiones de
luz que la hunden formando pozos; arriba se ven unos aviones que descargan lumbre,
entonces las líneas se convierten en lenguas de fuego.
Adelante, a 8 metros –en la azotea contigua– un cable de plástico amarillo brilla con el
sol; es el tendedero de mi vecina, para secar la ropa.
La vecina sube en un banco, limpia el hilo donde colocará la ropa mojada; hace calor.
Súbitamente la señora abre un abanico, lo agita, y con él extiende las palabras que de su
boca salen: éstas, copian las letras de una canción que en su sala de la planta baja toca
un aparato estereofónico. Sus palabras, al disgregarse con el viento, se vuelven
incongruentes.
A 7 metros, unas varillas oxidadas brotan de un muro repellado, pintado de blanco; es
un muro que colinda con mi casa.
A 5.80 metros se ven los peldaños rojo óxido de una escalera de caracol metálica. De su
barandal, el que sube sinuoso contorneando el tubo central, hacia la azotea, cuelga una
maceta con un bonsái que se parece a la siempreviva. Allí, a veces me siento en un
escalón a desayunar, tomando el sol en la mañana. En los peldaños está amarrado un
cable que un día fue amarillo, del cual cuelgan unos pantalones azul añil que se están
secando al sol. Más adelante pasa un cable eléctrico verde, que electrifica una planta
para soldar.
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><Ω><
A 5.50 metros hay un barandal de metal forjado que descansa en un corredor de un
metro de ancho, de mosaico rojo tabique; el barandal desciende, por una escalera, hacia
el primer piso.
Todo esto se observa por la puerta de la sala-comedor que se encuentra en el primer
piso de su casa, la que heredó de su padre; bueno, “la heredó” es un decir, porque
su hermano, el que le sigue en edad, murió intestado; entonces entre la familia se
repartieron en común acuerdo varias propiedades. ¡Puf! se pasó tres años
reconstruyendo esta casa: necesitaba un garaje, dos estudios, uno para su esposa y
uno para él, además de una recámara y una sala-comedor, aprovechando las tres
plantas que tiene la casa.
><Ω><
En los dibujos sobre cartulina negra se ve un paisaje desolado por la guerra, con
aviones bombardeando varios pueblos. En el cuarto pintado de negro, la línea blanca
no daba el efecto que Varzal esperaba ver con la luz negra, el de un blanco
fosforescente, como había ya visto, en el resplandor que producían las camisas
blancas de los museógrafos que trabajaban con él.
><Ω><
¡Qué locura! Dos arquitectos hicieron cada uno un plano diferente para transformar
los espacios de la casa, para que les sirvieran como estudios. Por más que les
explicaban el problema de la luz, ninguno pudo resolverlos.
Así, un día entre su esposa y Varzal comenzaron a construir una maqueta, quitando
muros, poniendo como refuerzos dalas y castillos, subiendo y bajando techos, unos
transparentes y otros opacos. Después dibujaron los planos; y un perito, quien los
aprobó, los felicitó y firmó con gusto.
><Ω><
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Al ver un papel bond que alguien había tirado al suelo, que brillaba intensamente con
la luz negra, Varzal comenzó a añadir nuevas líneas de papel recortado a los dibujos,
líneas que comenzaron a flotar en el negro intenso de la atmósfera de la galería; esta
luz violeta le da un ambiente espectral a las líneas de papel, efecto que se recalcó más
al pintar con amarillo fluorescente la línea de las ciudades y la del fuego.
El alienado -el maniquí hombre-mujer-, al lloverle la luz del televisor en el rostro,
cobró vida, así como los pequeños esqueletos –modelados– que lo habitan.
><Ω><
A 4,50 metros están las bisagras que hacen que la puerta gire. Toda ella es de vidrio,
armada con un marco metálico, abriéndola a la izquierda. Atrás de la puerta, cuando
está abierta, recarga en un muro, donde se ve un grabado –de mi compañera– con dos
mujeres que miran un lago donde no hay agua y que tiene una tierra agrietada. Le digo
a mi esposa que los rostros que hay en esta estampa me hacen recordar las caras de los
ancianos indígenas de México, quienes tienen sus arrugas a punto de estallar, por las
injusticias, hambre y angustias que padecen cada día.
Del lado derecho de la puerta hay una vitrina con trastes, algunos que son herencias de
nuestros padres. Desde aquí veo los utensilios de cerámica que sirven para colocar los
huevos tibios: nos los heredó mi suegro Maurice: bien lo recuerdo cuando, sentado a la
mesa en el desayuno, saboreaba con lentitud y placer las mouillettes que preparaba con
tiras de pan semi-tostado, cortando primero con un cuchillo el cascarón del huevo a fin
de abrir un orificio en su parte superior –trabajo que realizaba con la precisión y
maestría que le caracterizaba, como ex arquitecto y compositor de óperas que era–;
posteriormente, embadurnaba con mantequilla la tira de pan para luego introducirla y
adherirle la yema del huevo.
La misma vitrina, tiene una parte más ancha que sobresale; allí encima hay una botella
de fijador de dibujos y un bote con un líquido para ablandar el óxido de piezas
metálicas. En la parte superior de este mueble hay un sombrero con el ala delantera
elevada y con la paja destejida que hace que parezca un sol; está decorado con listones
que dibujan hojas y flores de colores chillantes y en medio de estos ornamentos, abajo de
la copa que en los sombreros populares mexicanos es muy alta, a la altura de la frente,
como en un altar, se encuentra una estampa de la Virgen de Guadalupe.
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><Ω><
En “Electrónica en Acción / El Infierno está Aquí” la fría luz negra y la televisión
representan el dolor, la muerte, la alienación. Los dibujos y el video con imágenes
digitales, el terror, la angustia, la guerra. El artista puede desalienar la electrónica al
utilizarla con fines creativos y pacíficos; al igual que el médico la utiliza para el
bienestar del hombre. En contrapunto de como se utiliza la computadora para la
guerra, y la televisión para la mediatización.
><Ω><
Desde mi casa -en el primer piso- escucho cuando los cuetes explotan en el cielo, a las
bandas de viento y a los danzantes que hacen sonar sus chirimías y sus cascabeles en el
camellón central de la calzada de Guadalupe. Anuncian a la Virgen de Guadalupe que
ya van llegando a la Basílica para entregarle sus regalos y recibir sus bendiciones. Es
una fiesta para los peregrinos, quiénes construyen para estas ocasiones altares enormes
con flores de colores, armando con ellas la efigie de la inmaculada; los danzantes lucen
vestimentas con tejidos de brocados, sombreros y máscaras de animales, de dioses y de
diablos. Peregrinos que bailan sin descanso cuatro kilómetros con seiscientos metros de
la glorieta de Peralvillo a la Basílica.
><Ω><
Junto a la vitrina –a mano derecha– está la televisión, con su pantalla negra que cada
vez parece agrandarse más, por tanto espíritu maligno que de ella sale.
Tomo el control remoto para encender el televisor, hago ¡clic!, sobre el botón rojo y la
pantalla deja su tono indefinido, lúgubre, para llenarse de luz. La vuelvo a apagar.
Es una televisión casi cuadrada, la envuelve una caja de plástico negro, que en la parte
de abajo está llena de botones también negros, los que nunca utilizo porque existe el
control remoto. Tiene una antena –la original–, y otra colocada arriba, formada por
una base con su platillo vertical, de la que salen dos tiras metálicas en forma de V;
adentro del platillo dicen que hay un chip para captar mejor los canales. La TV está
colocada sobre una mesa que tiene abajo una repisa para libros, para la lectura diaria.
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><Ω><
Varzal y su compañera son televidentes nocturnos, a veces ven una película,
documentales, pero la razón por la que compraron este aparato a color (antes tenían
una Stronberg Carson en blanco y negro) fue para ver los programas sobre la
naturaleza, los que –algunos– son verdaderamente maravillosos, y los programas de
ciencias de Conacyt. Pero hay días que se hacen tontos para no verla y poder
continuar con sus ocupaciones en el arte. Yo sé que ha habido días –pocos
afortunadamente– cuando el pintor se siente muy cansado. El brazo se le desdobla y
va en busca del control remoto: es una reacción automática: el dedo oprime el botón
rojo y enciende la caja-idiota, inmóvil, sin hacer nada.
¿Qué será más difícil, dejar de fumar o dejar de ver la TV? Hace dieciocho años dejó
de fumar. ¿Es que podrá hacer lo mismo con el televisor? Se ha hecho propósitos y lo
ha logrado parcialmente, ya que desgraciadamente algunas veces cae; pero como casi
nunca hay nada relevante, con un ojo ve la pantalla y con el otro el papel donde
dibuja.
Sus sobrinos vinieron de una pequeña ciudad ubicada a la orilla del océano Pacífico, a
pasar vacaciones en su casa, invitados por él. Les habían hecho todo un programa
para que visitaran museos, las pirámides de Teotihuacan, el bosque y el Zoológico de
Chapultepec, el lago de la segunda sección de Chapultepec, que está lleno de
enormes peces... Cuando regresaban a la casa, en lugar de aprender computación o
escribir lo que habían visto, querían ver la televisión. Partieron al puerto de Lázaro
Cárdenas muy contentos por lo que habían visto, pero también desilusionados por no
haber visto la TV en México. Casi todos los niños piensan –también los adultos– que
este aparato imbécil es un verdadero oasis para descansar, divertirse y quitarse la sed.
Los clics con el telecomando cada día se vuelven más automatizados. ¡Clic!: en busca
de placeres, de diversiones mundanas, aberrantes, alienantes. La caja-poder que ya
decide por ti: Qué es, o cuál es la verdad, cuál la verdadera justicia, cuál es el
verdadero placer... Son medios de condicionamiento de masas: a comer rápido entre
los comerciales consumiendo sus publicidades, sus series USA de violencia. El
cinescopio sagrado es tu guía en la vida, tu conciencia, tu tribunal público de justicia.
Te divierto y te despierto a condición de que no pienses, no reflexiones, acepta mis
mandatos.
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–¿Quién te lo dijo?- El cinescopio fue quien me lo dijo.
><Ω><
Adelante de la TV está la mesa de color verde que nos sirve para comer y que se vuelve
una extensión de los talleres cuando tenemos mucho trabajo. Ahora la mesa tiene una
cafetera de peltre azul, una azucarera y una canasta de fruta con plátanos, un melón,
mangos, naranjas y una papaya abierta a la mitad que muestra su intenso color
amarillo, con sus semillas de un tono sepia casi negro.
A un costado hay una mesa de centro, con una artesanía de Olinalá, Guerrero: hay
unos diez armadillos de unos 4 centimetros de alto por 6 de largo, que con el aire mueven
sus cabecitas hacía los lados y miran perplejos con sus ojos redondos a una tortuga de
unos 2 cm., que igual mueve su cabecita.
Les decía el vendedor y creador de estas artesanías, un indígena de Temalacatzingo del
municipio de Olinalá, que los hacen con unas semillas que ellos llaman Tejoruco, y que
al secarse, después que los pájaros comen el interior, quedan duras como el guaje cirial.
El artesano de Olinalá había colocado su pequeño puesto en el suelo de la enorme
plancha del Zócalo de México, un Zócalo lleno de miles de campesinos que portaban
pancartas donde se leía: Contra la injusticia, Por la dignidad, etc. Se veían algunos
grupos de contingentes fatigados, ya que unos habían caminado por más de un mes,
desde su lugar de origen, más de 1000 kilómetros.
–No, no vengo con los marchistas de Guerrero, ni con los del estado de Tabasco, ni con
los de Chiapas, aunque los apoyo en todas sus demandas, y estoy con ellos; yo sólo
vengo aquí a vender mi artesanía. Y repetía, –Si, si estoy con ellos, estoy con ellos contestaba el vendedor-artista a sus embelezados compradores.
><Ω><
El público, al entrar a la galería de la instalación de “Electrónica en Acción”, sentía
que flotaba, porque el piso, que estaba pintado de negro, no se veía, resaltando en
este espacio sólo unas finas líneas de luz. Mientras que en los adultos había silencio,
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los niños acostumbrados a la tele-violencia, se divertían como locos, jugando a la
guerra, escondiéndose en las sombras del negro de ultratumba.
><Ω><
A mi costado derecho, a 5 metros, se encuentra una de las ventanas que da a la calle.
Cuatro balazos se escuchan, pasan uno, dos, tres, cuatro, cinco... once, doce... veintidós
segundos... y se vuelven a escuchar; pero ahora cinco detonaciones.
Mi esposa me comenta que un hombre dispara, pegado a la reja metálica de la ventana,
al interior de la casa que está enfrente de la nuestra. Es un joven de unos veinticinco
años, vestido con traje gris claro.
–Paco, cálmate, le dice una joven, que acaba de salir de la casa, al hombre que vació
su pistola en la ventana. –Elena ya no te quiere, ella dice que esto se acabó. ¡Vete!
¡Corre!, pues mi hermana está llamando a la policía.
¿Qué es el amor que lleva a tal grado de locura? ¿Cuántas emociones habrán vivido?
Seguro recordará cómo se le transformaban las pupilas, los labios y las mejillas a
Elena cuando la hizo suya.
¿Podrá olvidar cuando juntos, en un cuarto de hotel, descubrían y examinaban sus
cuerpos desnudos, en una embriaguez de los sentidos?
Después de este día tendrán que pasar décadas para olvidar; porque hoy, los dos
estuvieron cerca de la muerte.
¿Hubiera tenido Paco, el valor de dispararle a ella de frente y enseguida, él mismo
colocarse el arma en la sien, para después jalar el gatillo?
José Gorostiza dice: ...el amor es un ejercicio de narcisismo. ¿O no será más bien un
estado alterado? ¿Alguna enfermedad, como un virus que enferma nuestros sentidos,
entre el goce y el suplicio? ¿Es un estado de gracia?
¿Todo esto solo fue un sueño para Paco, un simple deseo o un capricho?
><Ω><
19
Ya más cerca de mí, se encuentra mi pie, mi rodilla, una hoja de papel bond y un lápiz
que mueve mi mano. Más arriba, la camisa abierta deja ver el ombligo y al retraer más
la mirada, está mi nariz un poco borrosa y transparente del lado del ojo izquierdo. Ya
cerca de la retina están los vidrios bifocales de mis lentes, unidos a un arillo plateado.
Haciendo un esfuerzo alcanzo a ver los ganchos –pinzas de los anteojos y ya no puedo
ver más; solo que en mi interior o atrás de mis ojos se crean los pensamientos.
Al desenfocar la vista me reflejo en el gris –casi negro– de la pantalla de la televisión;
atrás de mi, se ve el sillón de madera imitación de bambú, que está recargado sobre un
muro blanco.
><Ω><
“Electrónica en Acción / El Infierno esta Aquí” en las galerías del Centro Médico
Siglo XXl, ¿Era una instalación…? ¿O una mezcla de obras formales y de objetos
encontrados?
><Ω><
En 1992 cuando expuse “Opera Cibernética”, 90 infografías, en el Museo Nacional de la
Estampa en México, había instalado mi computadora en la galería para trabajar, y los
visitantes, al verme elaborando imágenes, me preguntaban:
-¿Las pinturas que expone están en disquetes y las envían de Japón, de Alemania o de los
Estados Unidos y usted sólo las imprime con su impresora que tiene en la mesa?
-¿Cómo puede usted pretender que son obras de arte, cuando es una máquina que las
fábrica?
El día de la inauguración de mi exposición individual de infografía “Danza de Pixeles” en
el Centro Cultural de México en París, en 1995, un grupo de asistentes a la muestra me
dice: -Pero señor artista… ¿No sabe usted? Hace falta por el bien de su alma, dejar de
trabajar con las computadoras; pues ésa es una invención del diablo, un instrumento de
Satanás. Usted tiene en su país a la Virgen de Guadalupe, quién puede ayudarle
a limpiarle todas las suciedades con que esas máquinas infernales le habrán infectado el
alma.
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Otros me preguntaban si los ordenadores podrían provocar enfermedades o provocar
deformaciones en el cuerpo.
Era el mes de noviembre de 1996, estaba emocionado montando mis dos propuestas en el
arte, en las dos galerías del Centro Médico Siglo XXl, una de ellas, con 90 obras
infográficas impresas en gran formato: “El Arte Sale de las Máquinas”. Soñaba que
después de las anteriores experiencias con la obra informática, los ordenadores iban a
cambiar radicalmente al arte, para llevarnos hacia universos que revolucionarían el
pensamiento y el mundo de las imágenes, pues en la creación infográfica se presentaba
un nuevo fenómeno, el de la participación de los creadores, los constructores de las
computadoras y los creadores de las aplicaciones, los programas que se utilizarían para
crear imágenes. Esta evolución en los métodos de creación modificarían la percepción de
la obra individual, con la propuesta de un arte colectivo.
Tiempo después me di cuenta que estos aparatos, para la pintura o el dibujo, eran un
simple pincelote o un gran lápiz……… …
Enseguida, abandoné los ordenadores para crear imágenes durante un largo tiempo; solo
los utilizaba para escribir, y últimamente solo para trabajar la fotografía. Así regresé a
mis pinceles y plumillas que había abandonado.
><Ω><
Más atrás solo puedo oír el murmullo de los vecinos que comentan de los asesinatos
políticos en el país, del partido que tenemos, PRI, y que es el partido más viejo en el poder
en todo este siglo XX, de la crisis económica, las injusticias, del paisaje de México que
tenía colores tan brillantes y que hoy se han opacado, tonos que son tan tristes como
igual será nuestro futuro; hablan de que Emiliano Zapata está vivo, pero que ahora
porta un pasamontañas y que la gente lo ha visto cabalgando en las montañas y que
ahora también corre en las calles de las urbes del país.
–Son puras visiones, compadre; son puros sueños, compadre; no se haga ilusiones,
compadre, murmuraba el padre de mi ahijado, quien muestra un rostro triste y
apesadumbrado en la foto arrugada de color sepia, donde posa junto con su hijo y que
está clavada con chinches en el muro de las lamentaciones de esta casa.
><Ω><
21
Al escuchar y ver más de cerca mis pensamientos, se construyen ruidosamente, armando
utopías al ritmo de las pulsaciones de la sangre, ensamblándose con los susurros de la
casa y de los vecinos. De pronto, las ideas, el murmullo y las imágenes desaparecen,
como si hubiera terminado de rebotar el eco de nuestras tristezas en este rincón del
paisaje urbano.
Ciudad de México, 1993-96.
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¿POR QUÉ?...
En Naranjastitla, una comunidad de Pahuatlán, había un caserío donde el señor
Gilberto Vargas era dueño de las tierras. Desde muy temprana edad Varzal había
pasado pequeñas vacaciones en la vegetación de la sierra poblana, entre árboles
frutales, cafetales, densos cañaverales, gallinas, bosques, una porqueriza, dos o tres
vacas, cuatro caballos… El señor Gilberto era su tío, y medio hermano de su padre
Maximino, quien al emigrar a la ciudad de México le cedió su herencia al tío Gil, tan
querido de Varzal, quien le decía que esa casa era suya, como también todas las
tierras de Naranjastitla, y que cuando él falleciera, como él y su esposa no tenían
hijos, él sería el propietario de ellas. Al morir el tío, su esposa, al quedarse sola, se
iba al pueblo más cercano a beber pulque, y como no tenía dinero, fue cambiando las
tierras por litros de pulque.
A la casa de la sierra de Puebla llegaban visitas de campesinos, los tíos sacaban sillas
y una mesa al solar, que servía también para secar el café, instalándose bajo la sombra
de un encino de grandes ramas y ancho tronco, a platicar sobre lo que pasaba en los
alrededores: del poder de ciertos caciques, de las humillaciones que sufrían los
pobladores de la sierra. La tía Chica -sobrenombre porque era muy chaparrita-, les
preparaba café, y en él vertía un poquito de aguardiente: se sentaba un rato junto a
Varzal a oír las lamentaciones, y luego se iba a continuar sus labores en el campo y
las de la cocina.
Don Maximino, el padre de Varzal, había nacido en el pueblo de Tenango de Doria,
Hidalgo, pero después sus padres lo llevaron al pueblo de Pahuatlán, Puebla, donde
creció, y un día regresó a visitar a su medio hermano: le comentó que iría a visitar a
sus familiares del pueblo de Pahuatlán: esto se lo dijo en la mañana, en una visita de
campesinos de Pahuatlán, y partiría en la tarde; para esto, le pidió un caballo, ya que
para llegar había que recorrer unos cuantos kilómetros y quería llevarse a su hijo
Varzal con él. Cuando ya casi llegaban, oyó que la campana de la iglesia repicaba
y repicaba… y unos aldeanos que habían corrido a su encuentro, le dijeron que esos
campanazos eran porque él se acercaba al pueblo y que Don Ercilio alertaba a la
gente para cerrarle el paso, y que si avanzaba más, podría perder la vida.
Ese familiar era un hombre muy conservador, fanático de la religión católica y quien
odiaba a Don Maximino, a causa de su forma de pensar: protestante, sindicalista...
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Los paisajes de la sierra eran impresionantes, así como la fantasmagórica belleza de la
neblina que se metía dentro de los acantilados. Pero lo que más impresionaba al
futuro artista eran los campesinos, los arrieros, los indígenas nahuas vestidos con
camisa y calzón de manta blanca, las mujeres nahuas con sus cinturones y blusas
bordadas, y las otomíes con sus quechquemitl; los pastores de rebaños de ovejas, el
mercado del domingo en Pahuatlán, a donde llegan de las comunidades a ofrecer sus
productos que habían cultivado… El paisaje abrupto como parte del alma campesina.
><Ω><
Tendría Varzal 7 años cuando entubaron alrededor de 150 metros del río Consulado;
bueno, ya hacía un tiempo, antes, que habían empezado las obras, para que las 2
principales arterias del norte de la ciudad, la calzada de los Misterios y la calzada de
Guadalupe, pudieran ser más fluidas. Recuerda cómo fueron sacando la tierra cientos
de trabajadores que venían de la provincia, unos vestidos con sus camisas y calzones
de manta, cargaban unas canastas en forma de conos, llenas de tierra, desde abajo de
un gigantesco orificio, hasta la superficie; los trabajadores parecían hormiguitas,
hormiguitas esclavas. Varzal se sentaba en las vías del tren para admirar el
descomunal esfuerzo para vaciar las toneladas de tierra de la colosal excavación que
parecía un abismo sin fin: observaba a los obreros trabajando, unos con picos, palas,
otros cargando…
Este río, en época de lluvias se desbordaba, inundando las casas. En la calle de
Wagner había un puente de madera para atravesar el río: al momento de desbordarse
el agua, se desprendía el puente; entonces, los infantes se subían a él, y con pedazos
de madera, utilizándolos a manera de remos, hacían navegable el río: la barcazapuente cargaba a una veintena de futuros marinos.
Habían pasado ya muchos años, y el río seguía atrayendo a los niños; por las avenidas
corrían veloces autos, pero a los lados de las calzadas, abajo, el río seguía abierto: la
gente tiraba ahí su basura, y con el tiempo se formó una gruesa capa arriba del agua,
que topaba a la entrada de 2 enormes tubos; los niños iban a jugar sobre esta gruesa
nata, hasta que un día dos de ellos, que eran hermanos, al momento de correr,
encontraron una parte blanda: ésta cedió, y enseguida se hundieron. Dos buzos
fueron en su búsqueda dentro de los tubos, encontrándolos atorados en unas ramas
de árbol. En el barrio hubo una gran tristeza y luto.
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><Ω><
La madre de Varzal alguna vez llevó a sus dos últimos vástagos varones a hacer sus
compras al mercado de la Merced a las 5:30 de la mañana; los dejó esperando en
algún rincón seguro, mientras ella adquiría las yerbas para vender en el mercado
Beethoven. Los dos hijos, en medio del barullo, observaban en silencio a los
cargadores, quienes transportaban en sus hombros pesadas cargas; a hombres con
sus vestimentas rotas y sucias que pedían limosna; a la gente que iba a pepenar entre
las montañas de desechos de frutas, verduras, los desperdicios de los vendedores; a
las gentes que gritaban cuando les habían robado su dinero: –¿Por qué no trabajará
toda esta gente en lugar de robar, o que se pongan a recolectar frutas y verduras en
los basureros? -le preguntó Andrés a su hermano Varzal, quien no supo qué
contestarle, pues a su corta edad la vida era aún un misterio.
Todo esto sucedía también, aunque a menor escala, en el mercado Beethoven.
Varzal, al regresar de esta plaza a su casa, veía algo similar: se iba por la calzada de
los Misterios, levantada desde tiempos prehispánicos por los mexicas, para llegar al
templo de la diosa Tonantzin, madre de los dioses y la que servía para separar las
aguas saladas del lago de Texcoco con las del agua dulce que caía de los cerros,
donde en 1675 se construyeron 15 Misterios de 4 x 1,50 m y 8 m de alto,
monumentos que recreaban los Misterios del Rosario -Misterios Gozosos, Misterios
Dolorosos, Misterios Gloriosos-, que servían, yendo en peregrinación hacia la basílica
de Guadalupe, para rezar el rosario.
En 1854 se construyó la vía del ferrocarril México-Veracruz y, a un lado de la vía del
tren, había un carril de doble circulación para las carretas, caballos y después para los
autos, y del otro estaban los Misterios, donde la gente tiraba la basura; y aunque las
autoridades a veces la recogían, inmediatamente la gente la volvía a tirar, porque el
servicio de recolección de desechos era ineficaz.
Raras eran las casas que tenían su salida por esta calzada. En estos basureros se
instalaban algunos vagabundos, quienes juntando basura armaban casas de un metro
y medio de altura, y aunque luego las autoridades los quitaban, volvían a aparecer
nuevos inquilinos.
Había un hombre a quien seguido se le veía acarreando agua para lavar su ropa, la
que colgaba en un mecate, que amarraba en uno de los Misterios, hasta el muro
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de una casa. Se le veía también con una aguja, cosiendo su ya muy parchada ropa.
Había levantado una casa igual que las otras, de 1.50 de altura por 1.50 de ancho
por 2.50 m de largo: había conseguido de la basura láminas viejas de cartón, y con
latas de conservas abiertas y aplastadas, reforzaba su arquitectura, pegada en la parte
trasera de un Misterio, y la desarmaba durante el día para evitar problemas con los
policías.
El hombre, quien tendría unos 55 años, había logrado limpiar un espacio de más de
15 por 6 metros: este solar lo tenía impecable, seguido le rociaba agua para que el
polvo no se levantara, y lo barría continuamente con una escoba vieja, y al que se
atrevía a tirar basura en su patio, le rugía o le ladraba. Coleccionaba pequeñas
piedras, y con ellas, ordenándolas, dibujaba hileras interminables de unos 7
centímetros de ancho; en este su espacioso predio, juntando tierra, la mezcló con
hojas, e hizo una pequeña colina a donde subían sus carreteras, y en la parte de
arriba le sembró una planta a la que seguido regaba; horadando la colina, le incrustó
varios tubos, para crear túneles; construía puentes, algunos con imbricados tréboles.
Estas calles de piedras, organizadas con tanto amor, ¿Eran avenidas, vías de escape,
laberintos, caminos de la vida…?
A veces se colocaba unos gruesos arillos de plástico negro sobre los ojos, los que
carecían de vidrios. Seguido se le encontraba sentado en el suelo, recargado en el
Misterio, pensativo; había recogido en la basura una tabla que colocaba arriba de sus
piernas, y en varios cuadernos escribía a lápiz durante horas enteras: a veces dejaba la
tabla y ponía su cuaderno en el piso para seguir escribiendo de rodillas o acostado
boca abajo. ¿Sobre qué escribiría? ¿Sus laberintos de piedras, serían la representación
gráfica de cálculos algebraicos, de pensamientos filosóficos, poemas, una
autobiografía o de onanismos estelares?
Cuando salía el sol, se le veía alegre, sus ojos brillaban; acarreaba agua, y haciéndola
de emoción se iba quitando la ropa, hasta quedar desnudo; se metía en una
destartalada tina de lámina y mostraba con orgullo su esquelético, pero fuerte cuerpo
a los transeúntes; peinaba con delicadeza su cabellera de pelo chino, y su barba
negra.
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Iba al mercado, para ayudar a los comerciantes y aceptaba lo que le dieran: la gente
lo veía tan limpio que le tenían confianza. El público al verlo desnudo bañándose no
se molestaba tanto, pues veían que era muy pulcro.
Pero, algunas veces, nuestro personaje se agarraba al monumento de piedra con la
mano izquierda, mientras que con la otra se bajaba el pantalón y su raído, pero muy
limpio calzoncillo, para luego comenzar un movimiento rítmico, apretando su sexo; y
luego continuaba con su representación, siguiendo su laberinto a saltos: con la mano
izquierda asía una brida imaginaria, como si montara un equino, y con la derecha, sin
soltar su miembro, continuaba su sueño pensando que esa mano sería una hermosa
mujer.
En ciertas ocasiones, grupos de niños que salían de una iglesia protestante el día
domingo, azuzados por el pastor evangelista, le lanzaban piedras al “Arquiloquito“ arquitecto loquito- como le había puesto el vulgo. Él reaccionaba dulcemente,
manifestándoles: -Gracias, pequeños angelitos, yo sé que las piedras que me lanzan
son una aportación para la construcción de mis caminos. Gracias, gracias, son
ustedes muy buenos niños, dios los bendiga.
Los infantes al oír su dulce respuesta se retiraban con la cola entre las piernas.
Un domingo los espera afuera del templo y les reparte dulces, expresándoles:
-Es un trueque por su regalo de las piedras. Gracias, gracias.
Un grupo de mujeres pudibundas, llamaron a la policía, y lo enrejaron durante más de
un mes; luego lo dejaron ir. Al regresar a su terreno, volvió a armar su casa, construir
con piedras sus carreteras; y regresó a las mismas.
Pero entonces, un grupo de mujeres católicas se organizó junto con un sacerdote, y
un día llegó un camión y se lo llevaron al manicomio de la Castañeda, donde lo
encerraron casi dos años.
Cuando regresó, había perdido su frondosa cabellera: lo habían rapado. Limpió su
patio, que estaba invadido de basura, volvió a armar su hogar, volvió igualmente a
reconstruir sus caminos de ilusiones con nuevas piedras; pero ahora, al bañarse
se escondía atrás del monumento, tapando la tina con las láminas de su casa y nunca
más volvió a hacerse justicia con su propia mano, delante de los transeúntes.
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Entre los desechos que había quitado, encontró una navaja de rasurar de peluquero, y
se pasó varios días sacándole filo con una piedra; con ella se quitó la barba estilo
Miguel Ángel; enseguida, atónito, se quedó viendo su rostro, en un pedazo de
espejo, como hipnotizado; reflexiona, y se da cuenta que al rasurarse se transformó
en otro hombre; entonces, con el rostro lleno de alegría, en voz alta anuncia:
–¡¡Resurrección!!!!!!!!!!................................... ¡¡Resurrección!!!!!!!!!! ………….
¡¡¡Al fin, estoy libre!!!... ¡¡¡Estoy libre……. al fin!!!.
Varzal iba transformando su visión de la vida al observar estos acontecimientos.
><Ω><
Hacía casi un año que se habían cambiado de casa; pronto tendría 9 años, y cerca de
su casa pasaba un camión de pasajeros que tomaba para ir a ver a su madre al
mercado; durante el trayecto se encimaban imágenes de los dramas de la vida, de la
iglesia protestante a la que había ido, pues cerca de su anterior domicilio había una
iglesia, a la que ni su padre ni su madre asistían, pero su progenitor les decía a sus
hijos de asistir a los cultos los días domingos; pensaba en sus amigos de la escuela y
los que le hacían maldades…
Un día de éstos, en sus viajes en el autobús, recordó cuando el pastor predicaba y les
decía a sus feligreses: -Para ayudar a sus semejantes en sus desdichas, hermanos
míos, es necesario sacrificarse un poco, no solamente orando por los desvalidos, sino
realizando un sacrificio espiritual; y dijo algo más pero no lo recordó.
-¿Cómo se hará para hacer un sacrificio espiritual? -se preguntó. Entonces un día se
quito los zapatos y se subió al autobús sin ellos; al bajar, una vecina le dijo: -¡Pero
Varzalito, a un camión no se sube sin zapatos, mira, que te van a pisar los pies!!
Luego la vecina le comento al hermano de Varzal que era mayor que él, y Andrés le
dijo: -Mira chaparrito, pero, si tú tienes tus buenos zapatos, un día te vas a cortar los
pies con algún vidrio; bueno, tantas cosas pueden pasarte si no utilizas tus botines.
Entonces le contó lo de la predicación del pastor protestante de hacer un sacrificio.
–Aay, ay, ay… ese señor de la iglesia a mí también me hace bolas. Es mejor no
hacerle caso.
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><Ω><
Cuando entró a la antigua escuela de San Carlos -ENAP-UNAM- había un comedor
universitario para los estudiantes de preparatoria, escuelas, academia de San Carlos, a
una cuadra de esta última: era muy cómodo ir a este restaurante tan cercano, porque
los cursos en la escuela de arte empezaban a las 8 de la mañana y terminaban a las 9
de la noche. Se impartían varias carreras, con períodos de 5 años; después bajaron a
4 años y redujeron las horas de enseñanza. El comedor era tan barato que Varzal iba
a desayunar y a la hora de la comida. Pero el futuro artista solo tuvo la oportunidad
de gozar solamente unas cuantas semanas. Un día llegaron unos Porros y golpearon a
los estudiantes, pues comenzaron a protestar porque ya anunciaban el cierre del
comedor; después de varias golpizas, la UNAM lo cerró. Se ubicaba en la calle de
Academia, en un edificio que llamaban El Anexo. Algunos profesores aprovecharon e
instalaron ahí sus talleres, los que realmente eran como oficinas o lugares de
descanso para tomarse un café entre clase y clase.
En cierta ocasión en la calle de Emiliano Zapata, a un costado de la antigua
Academia de San Carlos, una mujer pidió auxilio, pues un hombre la golpeaba para
sacarle el dinero que guardaba en su pecho. Al ver que varias personas lo veían, salió
corriendo: Varzal, sin pensar, se aventó a sus piernas para detener su carrera, pero
actuando en una forma imprevisible, el ladrón golpeador saltó sobre el joven
estudiante, quien aún no tenía la experiencia necesaria para imponerse; y continuó
con su veloz carrera. La mujer, quien corría atrás del ladrón, pedía ayuda para
recuperar su envoltorio con dinero. Le gritaba: -Agarren a ese pinche indio, que me
regrese mi dinero. Cuando saltó sobre su espalda, el estudiante de arte, con el
impulso, y al no encontrar nada sólido delante de él, fue a estrellarse a una pared: le
dolían sus rodillas y las manos raspadas; y pensó que quizá éstas no eran tampoco las
formas de ayudar eficazmente a la gente. Además, ¡Pinche vieja racista!, pues el
ratero no era un indígena, ya que era muy alto y tenía la piel muy blanca.
Con todas estas visiones, quería encontrar una respuesta, una explicación del porqué
de este mundo tan alienado, tan jodido ¿Habría una salida a esto?
><Ω><
29
Un día, después de ir a realizar una serie de trámites a la Rectoría de Ciudad
Universitaria, se le acercó un joven estudiante y le dijo: –¿No te acuerdas de mí?
Me llamo Mauricio. Nos vimos alguna vez en el comedor de la calle de Academia a la
hora del desayuno, hace poco tiempo. Yo estudiaba en la Prepa. Nos encontramos
también en una golpiza que nos dieron los porros, porque protestábamos. Como la
plática estaba interesante, se fueron a tomar un café y el estudiante le contó que
acababa de ingresar a la Facultad de Arquitectura; platicaron de la situación política
en la universidad, en el país… Le contó que él había entrado a militar en un grupo
Trotskista de la Cuarta Internacional (posteriormente, en 1976, se forma el Partido
Revolucionario de los trabajadores, PRT) y por lo que esta agrupación luchaba, su
línea política, su historia. A Varzal le interesó mucho y le comentó que si un día se
reunían, el iría a ver de lo que se trataba. Asistió a cuatro o cinco reuniones, cada vez
en un domicilio diferente: los militantes eran de todas las edades: había sindicalistas,
pero principalmente estudiantes y profesores de la universidad -UNAM. Estaba
contento de haber encontrado una forma de pensar, de organizarse para luchar, pero,
no se adaptaba muy bien con estos nuevos personajes que habían aparecido en su
vida, ya que no estaba acostumbrado, o más bien, no estaba preparado para tanta
teoría, pensamientos filosóficos, actividades…
En cierta ocasión un profesor de la Escuela de Artes Plásticas, había conseguido un
film y quería que se mostrara en la escuela, y junto con unos estudiantes organizan la
proyección. Varzal asiste a la función de la película titulada La Madre, de la novela del
escritor Máximo Gorki, la que retrata la lucha de una mujer, de nombre Pelagia,
contra la tiranía medieval zarista, durante las revueltas obreras de la Revolución Rusa
de 1905. La Madre, al darse cuenta de las actividades de su hijo, se va involucrando
en las reuniones de él y sus compañeros. Su hijo, Pável Vlásof, un activista
revolucionario, es detenido por la policía zarista; entonces su madre se alinea con él y
su forma de pensar, uniéndose a las actividades de los revolucionarios: lleva
propaganda a la fábrica de su hijo, transporta periódicos ilegales a las zonas rurales,
transmitiendo la ideología socialista a campesinos y trabajadores. El desenlace es muy
dramático y Varzal llora como una Magdalena, con esta cinta, que es un canto a la
libertad obrera.
Días después, en el patio de unos 14 metros de largo de una vecindad de la calle de
Alhóndiga, a dos cuadras de la Escuela de San Carlos, había una fonda popular, que
tenía una mesa larguísima con bancas laterales: arriba de la mesa lucían olorosas,
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sabrosas, enormes cazuelas de comida, comedor al que asistían las personas de muy
bajos recursos. Varzal estaba instalado, esperando a que lo atendieran, y al momento
unos estudiantes se le acercaron; eran unos colegas que él ya conocía de vista de la
escuela de arte.
Sentándose a un lado de él a comer, platicaron un rato sobre los problemas de la
escuela, para enseguida comentarle: -Te vimos en la función de la película La Madre y
vimos que habías salido muy impresionado; además conocimos a Mauricio, quien
milita en una agrupación trotskista, y nos comentó que un estudiante de San Carlos
comenzaba a militar en su agrupación: nos dio su apellido y su señas. Mira, nosotros
acabamos de organizarnos en una célula del partido comunista, todos somos
estudiantes de esta escuela, y si te interesa, te invitamos a ingresar a nuestra célula.
Había diferencias en las líneas políticas de estas dos agrupaciones, y le comentó a
Mauricio sobre esta proposición: más que discutir, platicaron y el militante trotskista
en una reunión le entregó varios documentos, que hablaban de trotskismo, leninismo,
además de análisis críticos al estalinismo.
México DF, 2 de octubre.
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EL CONSTRUCTOR
–Al padre de mi madre nunca lo conocí, –dijo Varzal– había muerto muchos años antes
de que yo naciera; pero mi madre siempre me contaba que él le decía que su último nieto
sería un constructor. Es de las pocas cosas que mi madre contó de él.
¡Cómo le hubiera gustado al pintor Varzal que le contara el abuelo esas historias que
le relataba a su madre, sobre los antiguos constructores que diseñaron las pirámides,
y escuchar sus conocimientos sobre la herbolaria! Su madre viene de una casta de
chamanes y yerberos que se remonta quizá a varios siglos.
Desde niño, a diario y después de salir de la escuela, su madre lo ponía a preparar las
pócimas, por las que le daba unos centavos –dinero que él guardaba en un simpático
cerdito de barro– y antes le explicaba para qué servía cada una de ellas. De adulto
no continuó con estas prácticas y, para su desgracia, las olvidó todas.
–¿Qué prefieres, ser cargador en el mercado de la Merced, ser curandero, yerbero o
ir a la Universidad? –le advirtió al adolescente su madre.
Al nacer Varzal ya era un soñador, quizá porque nació bajo el signo de Cáncer.
Se acuerda que fue un jueves y él tenía trece años cuando el esposo de su hermana le
pidió que fuera a la Merced a comprar dos cajas de aceite de guisar que necesitaba
para su tienda. Tomó su bicicleta y atrás, en una pequeña canastilla, amarró con unas
cuerdas las 2 cajas que contenían las botellas de vidrio vacías, lanzándose en una
veloz carrera entre los autos, para ir a ese gigantesco mercado que existe desde
tiempos prehispánicos.
Al llegar a la Merced, antes de ir al depósito de aceite, era un hábito pasearse unos
buenos momentos entre los puestos viendo las montañas de frutas y de verduras, a
los carteristas que corrían con el bolso de alguna pobre compradora, a las prostitutas
que mostraban sus fantasías entalladas en sus vestidos de colores estridentes; el
tiempo corría sin darse cuenta, oyendo atento al griterío de los vendedores,
a los acuerdos económicos de las trabajadoras del sexo, oliendo las neblinas de olores
de un sin fin de comidas, entre ellas, las de las charolas de fritangas donde se freían
toda clase de carnes para hacer taquitos. Así pasaba el tiempo, engolosinado
32
por éstas, para él, nuevas visiones; chupando con delicadeza los hielos del raspado de
sabor a limón, que calmaban su ardor de imágenes, de sonidos y de olores.
Entre las cosas que más le llamaban la atención eran los cargadores que sobre los
hombros cargaban los pesados bultos de mercancías; los que lograban comprar o
alquilar un diablito –artefacto primitivo de metal con dos ruedas– corrían veloces
entre los puestos, gritando, ¡Agua va! o ¡El golpe avisa!, para evitar atropellar a la
gente. Eran trabajadores muy pobres que vestían ropas sucias y deshilachadas por su
uso. El tomar tanto pulque quizás los hacía tan fuertes para poder transportar los
bultos tan pesados. Un camarada del pintor, les llamaba “Lumpen proletariado”.
Varzal decía que no tenía razón en llamarles así, ya que ellos se ganaban,
verdaderamente, el pan con el sudor de su frente; que eran borrachos y
pendencieros, era otra cosa, porque de alguna forma tenían que olvidar su pobreza y
sus tristezas.
Muchas veces observó sus riñas afuera de la pulquería; recargaba la bicicleta en algún
muro y luego se ponía de pie sobre el asiento para ver mejor el espectáculo. Eran
unas moles de hombres con gran fuerza en sus cuerpos, se miraban como hienas el
uno al otro, midiendo el espacio para poder descargar con el pícahielos una andanada
de piquetes.
Al verlos, recordaba la advertencia de su madre por si él no quería seguir estudiando:
-“Si no quieres estudiar te compro tu mecapal para que te vayas de cargador”.
A la edad de 10 años su padre lo llevó a visitar al gran muralista mexicano Diego
Rivera, pidiéndole al Maestro que aceptara a su hijo como su ayudante.
–Aunque sea para prepararle los colores– insistió su padre; pero el pintor lo puso a
barrer y después a lavar los pinceles. Fue muy pocas veces. Lo que más hacía, era
observar en sus pinturas, el universo de formas y de colores.
–¿Por qué pintará tan nalgonas a las inditas este pintor?, se preguntaba.
En el mercado de la Merced, inconcientemente admiraba el teatro de la realidad que
pintaba el muralista.
33
Ese jueves, en el mercado comenzó a llover a cántaros y ya estaba oscureciendo; se
subió en su bicicleta e inició el regreso entre las antiguas calles del centro de la
ciudad de México.
–Cuántas cosas raras veo y solo tengo 13 años, ¿qué cosas habré visto cuando tenga
30? -iba pensando Varzal.
Cuando dejó la calle de la Soledad y dio vuelta a la calle de Academia, tomó gran
velocidad, en vista de que el paisaje de puestos se despejaba; de pronto sintió que
sus manos ya no controlaban los manubrios y que la llanta delantera se derrapaba por
la lluvia a causa de algún líquido grasoso. Las dos cajas que cargaba se habían
desprendido, lanzando las pesadas botellas de aceite, que se estrellaron sobre el
quicio de una pesada puerta colonial. La bicicleta siguió deslizándose de lado,
proyectándose abajo de las ruedas de un camión, el que frenó a tiempo, en la esquina
de la calle de Academia y de Moneda. Varzal regresó corriendo para recoger las
botellas que no estaban rotas, pero al llegar a la entrada del edificio, vio al fondo, al
centro de un patio colonial, una escultura con alas que flotaba. Después se enteraría
que era la Victoria de Samotracia. Ilusión del paraíso que le hizo olvidar los frascos
de aceite rotos. El chofer del camión, pensando que estaba herido –ya que lo vio
cojear– recogió la bicicleta y se la llevó a donde estaba casi petrificado, porque el
adolescente descubría más bellezas: las primeras copias de molde del Moisés, El
Amanecer, el Crepúsculo y la Noche y la cabeza del David, esculturas de un tal
Miguel Ángel.
–Cuídate muchacho, no hay que pendejear tanto –le dijo el chofer tocándole
amablemente la cabeza.
–¿Qué es aquí? –le preguntó al hombre que hasta ese momento veía.
–Aquí se estudia para ser genio –le contestó– mientras corría hacia su camión,
porque ya se oía un concierto de mentadas que los automovilistas tocaban con sus
cláxones, por la obstrucción del paso.
–Si ya terminaste la primaria, tienes que traer tu certificado, tu acta de nacimiento y
ciento quince pesos, –le contestó una secretaria a la última de una infinidad
34
de preguntas que le había hecho Varzal, en las oficinas de la Antigua Academia de
San Carlos, la cual, en ese día memorable para él, ya tenía el nombre moderno de
Escuela Nacional de Artes Plásticas de la Universidad Nacional Autónoma de México.
Ese mismo día rompió su alcancía y sin decirle nada a su madre llevó sus documentos
y pagó su inscripción a la escuela.
El centro de la ciudad -hoy Centro Histórico- ya era su casa, porque al pelearse con
un profesor de la escuela, quien al corregir su trabajo, diciéndole superficialidades, se
hizo bolas y terminó contradiciéndose. El adolescente comenzó a discutir su crítica y
a decirle que, además, él no tenía derecho a corregirle, ya que nunca asistía a dar sus
cursos ¡¡¡...!!! ¡¡¡...!!!. Entonces el profesor Castro Pacheco muy enojado le dijo: -A
un maestro nunca se le contradice, y ahora te largas de mi salón de clases. El
Director de la escuela, al ver que él era el mejor alumno de la escuela y que tenía la
razón, puesto que este profesor nunca iba a impartir sus enseñanzas, le dio un taller
que nunca nadie ocupaba –porque nadie hacía su examen profesional, que equivalía a
la tesis– para que trabajara; y ahí instaló una pequeña cocina y su cama por más de
tres años.
De la advertencia de su madre había escogido la última y deseaba ser genio, como el
conductor de camiones afirmaba: ¿Físico-matemático-pintor?; y quizás además
constructor, como su abuelo lo había imaginado. ¿Pero constructor de qué?
Al curso de Historia del Arte de México llegaba siempre tarde, puesto que, después
de tanto ejercicio en el Pentatlón, tenía que tomar una ducha en los baños de la
escuela, los que tenían aún un calentador de madera que se tardaba mucho tiempo
en calentar el agua.
Una mañana al entrar corriendo al salón El Toreo -así llamado porque parecía que el
profesor estaba abajo en el ruedo toreando-, el maestro Pallares, de quien le
gustaban mucho sus enseñanzas porque le hacían sentirse un constructor de
pirámides y de palacios coloniales, le despertó del sueño que el baño no había podido
quitarle bien.
–¡¿Qué vimos en la última clase, alumno Varzal?! –le gritó el profe señalándole con el
dedo.
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Mientras subía los escalones para ocupar su lugar y poder contestar a su demanda,
una estudiante saltó como un resorte y comenzó a dar la clase anterior. Era una
estudiante modosita que vestía faldas largas de color gris, con blusas blancas que
brillaban de tanta limpieza y que usaba con zapatos bajos, cuando la moda era
ponerse zapatos de tacón alto para poder mover las caderas al ritmo de algún
danzón. Era más grande de edad que Varzal y ya había estado en una escuela
realizando estudios superiores. En el salón de clases, para liberar su ego, se levantaba
siempre la primera, alzando la mano para hacer un resumen de lo que se había dado
en la ultima clase; y este día era para ella, como todos los demás.
–¡Rosita! ¡Tú lo que necesitas hacer, es que te viole un cargador ! –espetó furioso en
un claro español el profesor, arquitecto utopista.
El Arquitecto Pallares –en 1957– quería cambiar la fisonomía del centro histórico de
la ciudad de México y proponía en su proyecto, además de la restauración de las
iglesias y edificios coloniales, la realización de una especie de Coliseo Romano, en
donde hoy se encuentra esa dura y fría explanada de concreto del Zócalo, donde
carretas de la época colonial, jaladas por caballos, recorrerían la plaza, al paso de
mujeres y hombres vestidos con trajes de la época.
Para su proyecto escogió a varios estudiantes para que le pintaran al óleo iglesias y
monumentos coloniales de la ciudad. A Varzal le toco ir a pintar la parroquia de Jesús
María que se localiza en la calle de Jesús María #39, a dos cuadras de la Academia
de San Carlos; colocó su caballete de campo enfrente de la iglesia y en tres días pintó
un bello óleo del templo.
El arquitecto les hacía sentirse artistas y constructores, que cambiarían el futuro
ambiental y la estética de éste hoy tan contaminado centro histórico.
¿Ser constructor de sueños?
Tenía 14 años cuando ingresó al Partido Comunista Mexicano. Sentía en esos
tiempos que era importante cambiar la fisonomía política del país, envuelto en tanta
corrupción, injusticia y hambre. Era importante construir un México nuevo. No duró
mucho tiempo en el partido: ocho años después su célula era expulsada porque
habían cambiado de línea política; los acusaron de no pagar sus cuotas, ¡y pa’ fuera!,
una patada en el trasero por dejar la línea de Moscú.
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><Ω><
–Qué sorpresa que me visites, hermano, ¿cómo estás?. Así lo recibía siempre su
primo Pedro, en su puesto de hierbas del mercado de Sonora, a un costado de la
Merced; y al momento, ese enorme y corpulento hombre le daba un caluroso y
efusivo abrazo, así como se acostumbra en México: hasta que truenen los huesitos.
Regresaba a su casa, lleno de una serie de amuletos, de veladoras de perfumes de
esencias, de ojos de venado...
–Para que te protejas, hermano, de los pinches demonios –le decía.
Habían pasado ya muchos años de cuando su primo, cada vez que visitaba a la madre
del estudiante de pintura, le repetía la misma historia: –Cuando andamos en la sierra,
peinándola, para encontrar a los pinches comunistas; viera tía, son tan malos –pero
nunca decía por qué eran tan malos–; parecen conejos, se esfuman entre los
matorrales y no les volvemos a ver la cara en semanas, ¡ja! ¡ja! Pero cuando los
encontramos –y siempre veía de reojo al futuro artista para ver si estaba escuchando,
continuaba diciendo: –No se nos va ni uno y ahí quedan tía, bien tiesos.
–Ya ves, hijo... -era todo lo que su madre comentaba.
El cuñado, el de la tienda, le había puesto a Pedro, Gatillo Veloz, por tantos balazos
que decía que echaba, y porque donde ponía el ojo, ponía la bala.
Además de yerbero, Pedro era agente de la Policía Judicial: su primo estaba
encargado de un grupo de antinarcóticos y odiaba tanto a los comunistas que al ver a
los narcos en la sierra pensaba que eran izquierdistas para poder despacharlos sin
remordimiento al otro mundo.
Aunque el joven pintor nunca estuvo en la sierra como guerrillero, su primo sí
lograba su cometido de amedrentar a un adolescente tímido, y por varios días se
quedaba en silencio, memorizando sus cursos, con ciertos sobresaltos como de hipo.
–Pero ¿qué eres, ratero, o qué? Cuando vienes a la casa, no duermes, te sales en la
noche y regresas hasta cuando el sol comienza a salir ¿A dónde vas? –le preguntó
extrañada su madre.
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Varzal le contestó que para él era necesario respirar aire puro de la noche a la
madrugada para poder estudiar mejor, que eso lo recomendaban mucho los
profesores.
–¡Hummm!.. Fruncía el entrecejo y no le preguntaba más.
Claro que ella no creía en estas mentiras, porque cuando iban sus compañeros a su
departamento del primer piso a pedirle que cooperara con la harina para hacer el
engrudo, siempre les preguntaba que para qué hacían tanto pegamento; y sus amigos
le decían que era para pegar la propaganda contra el gobierno –la que ellos mismos
imprimían– en los muros de las fábricas.
A media noche salían a pegar los carteles, a pintar consignas en los muros de los
barrios pobres y a repartir propaganda a los obreros a las 5.30 de la mañana –hora
de entrada – en la puerta de las fábricas. Iba un grupo de unos diez activistas, aunque
su célula era mucho más grande que eso. Los otros eran camaradas aristócratas, que
lo único que hacían durante las reuniones era pagar sus cuotas, rezaban alguna
plegaria leninista para salvar a los obreros de la explotación capitalista, y se iban.
¡Fufufi...fufifufifuuuuu! era el chiflido para identificarse en los momentos de sus
acciones clandestinas.
En el grupo fuerte estaban Alfredo Falfán, El Falfurrias o El Patas Planas; el Jesús de
los Santos, el Santón de frente alta y barrigón, quién dirigía el circulo de estudios;
Alfonso Pérez, el Poncho, mitómano, al que le gustaba escribir malos cuentos; Cesar
Corzo, el Chiapaneco, Edmundo Aquino, el Oaxaca, quien después de algunos años
de militancia renunció; Virgilio Guzmán, El Oaxaco Dos; Salvador, el Piolín, quién
tenía los ojitos rasgados y chiquitos, y era admirador de Estalin; José Carrillo, El
Carrillazo, el más noble de los militantes, quién aunque era de las juventudes
comunistas siempre estaba con ellos; El Chaplin, pintor y vendedor de libros, quien
los tenía con la boca abierta cuando les contó a sus camaradas el drama físico cuando
desvirgó a su novia; Armando Torís, El Torís, pianista, estudiante de artes aplicadas,
obrero en ferrocarriles y el único católico –originario de Aguascalientes– quien
posteriormente se convirtió al judaísmo; y la Carmela, una modelo que posaba en la
Escuela de Artes Plásticas, quien sin haber estudiado la primaria, era la que mejor
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que aprendía de memoria El Capital de Carlos Marx en los círculos de estudio. Entre
el PC y las juventudes comunistas habría más de 40 estudiantes. Alrededor de ellos
había unos 60 simpatizantes que jalaban con la célula, entre estudiantes y obreros.
Las noches eran muy negras, ya que los barrios obreros donde iban no tenían
alumbrado público, y en la época de lluvias eran verdaderos infiernos de aguas
podridas; porque sus aguas negras las soltaban a las calles, igual que los desechos
fermentados de las fábricas, mezclándose con la lluvia: todas sus calles, que eran de
tierra, se convertían en fangos glutinosos y pestilentes. Regresaban a su estudio de la
colonia Vallejo a bañarse a jicarazos en la azotea, a quitarse esos tufos de lodo
podrido.
Cobijados por el manto negro de la noche, sigilosamente, pegaban y escribían
consignas en las bardas y en los muros de las fábricas. El problema era cuando algún
perro los localizaba, pues al instante salían manadas de estos carnívoros a
perseguirlos. Varias veces en plena actividad veían cómo sus sombras se reflejaban
intensamente en los muros, iluminadas sus espaldas por los reflectores de alguna
patrulla. La consigna era salir corriendo pero sin abandonar la propaganda. Varzal era
el primero en escapar –le ayudaba su preparación deportista en el Pentatlón-, pero El
Falfurrias o Patas Planas, tenía los pies planos y junto con los otros, quienes se
quedaban pasmados, sin moverse, terminaban en la cárcel, donde dormían de 2 a 3
noches.
–¿Qué tal estuvo la comida?, les preguntaba Varzal, después de que sus camaradas
salían de la cárcel, mostrándoles sus tenis, que para estas ocasiones había pintado de
negro y con los que corría como conejo.
En una ocasión, Poncho el mitómano les contó que había salido de su casa para ir
con ellos a una manifestación –contra el presidente Kennedy, quién visitaba la ciudad
de México, y para protegerlo, el gobierno priísta había sacado a una jauría de miles
de granaderos y militares. Poncho les contó más tarde que no había podido ir a
manifestarse, porque se había perdido varios días en la ciudad, y que había vagado
por las calles, inconsciente, porque una mosca “tsen-tsen” lo había picado. -En esos
tiempos se masticaban unas pequeñas pastillas que se llamaban Sen Sen para evitar el
mal olor de boca–.
39
–Parece que en México no hay mosca Tsen-Tsen, les comentó Alfonso muchos años
después, sin recordar su piquete de la mosca Tse-Tsé, la que solo se encuentra en
África y produce la enfermedad del sueño.
><Ω><
–Los Narcos mataron a nuestro primo, decía Epifanio, el medio hermano de Varzal; y
continuó diciendo: -No fue de muerte natural como se dice, fueron los narcos.
¡Hubieras visto en su funeral, fueron cientos de gentes, entre ellos vi a varios artistas
de cine! ¡Cómo conocía a tanta gente nuestro primo! ¡Lástima, no estabas en
México!.
–Hay que velar a los muertos en su propia casa –decía Epifanio. Era la tradición que
había impuesto en la familia. ¡A cuántos familiares no se velaron allí en su sala!. Y sus
hijos siguieron la costumbre. Cuando le tocó a Epifanio, toda la noche se le rezó. Y
en el momento que salió el ataúd, un tocadiscos tocaba una canción de despedida;
“Las Golondrinas”, que se oía a todo volumen en todo el barrio; así los vecinos
supieron que ya no regresaría nunca más.
El cortejo fúnebre se desplazaba lentamente entre las avenidas hacia el cementerio de
Dolores. Cuando llegaron a la tumba, un grupo de mariachis comenzó a tocar las
canciones rancheras que tanto le gustaban. Ahí surgieron los llantos y los rezos
colectivos. El sol calaba en el sepulcro que recibiría sus restos junto a los de su
hermana Refugio y a los de su padre. Hubo tantos llantos que Varzal pensó que
alguna de las mujeres se desmayaría. El cantante de los mariachis, acompañado de
unas trompetas estridentes, continuaba entonando las melodías que los parientes le
pedían.
Regresaron a la casa del difunto. Estaba todo el mundo en silencio colocando las
mesas y las sillas, los platillos que se habían preparado para la comida; se repartían
cervezas, ron con refresco de cola, y como siempre, la comida se volvió una fiesta
donde se comenzaron a contar chistes.
–Ahora usted, tío, cuéntenos algún buen chiste de esos que se sabe –le decían al
pintor sus sobrinos.
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Todos pensaban que el difunto había pasado a mejor vida y los que se quedaban
deberían consolarse riendo un poco, para poder soportar los sufrimientos que les
esperaban aún sobre esta tierra.
Su medio hermano, con el dinero que ganaba, se había pasado muchos años
construyendo casas para sus hijos. Una vez Varzal le pidió su equipo de albañiles
para reconstruir su casa, porque había tenido malas experiencias con otros
trabajadores anteriormente; los de este grupo, si eran albañiles de verdad.
Así comenzó a visitar las enormes construcciones que había hecho Epifanio, y los
trabajadores le contaban cuán exigente era. Hacía tirar lo que se había ya levantado,
porque consideraba que la casa se podría dañar con el tiempo, por tantos temblores
que sufre el país, y hacía reconstruir con más cemento y más varillas lo tirado, o
hacían el doble de grandes los cimientos.
Creo que su abuelo se había equivocado y que el tercero de los hijos de su madre era
el que había salido constructor.
–Ni modo, no pude transformar nada, ni menos ser Constructor. Lo siento abuelo,
te quedé mal.
><Ω><
-¿Qué es el arte? -se preguntaba seguido Varzal.
“¿Qué es el arte? Si lo supiera, tendría buen cuidado de no revelarlo”. Pablo Picasso.
En el libro de artista: “Directorio de Alienaciones Gráficas” Varzal realiza el dibujo:
“Copia de Copia de Copia desde la Prehistoria”, refiriéndose a la idea de que desde
esa época, cuando se pusieron de moda los grafitis en las cuevas por esos melenudos
prehistóricos, comenzaron a copiarse y a copiarse unos a otros hasta la época cuando
Picasso declaró -Sí, soy un copista, pero soy el mejor del mundo -…
o algo así, declaró el maestro… respondiendo a las criticas de que él copiaba a los
artistas de su época…
41
A sus alumnos en la Escuela de Artes, Varzal los incitaba a copiar, sustrayendo los
Signos Sustanciales para crearse un bagaje con el cual poder expresarse para después
encontrar sus formas e ideas propias; no como los artistas que crean un código que
repetirán siempre para crear “un estilo” para ser identificados y así poder
comercializar su obra.
Al decodificar las formas-colores-claroscuros… sustrayendo los signos sustanciales
de las obras con las que más se identifique uno, así se obtienen las bases y conceptos
para continuar con su influencia de estas copias, o, para poder destruir estos códigos
y construir algo diferente ¿Nuevo?.
En la Escuela de San Carlos desechaban la idea de la copia: eran las épocas de los
talleres libres, salir a la calle, claro, cuando Varzal salía a sacar apuntes de los
cargadores, los vendedores de frutas, de verduras, los carniceros… allá a solo dos
cuadras de la escuela en la calle Soledad, o a cuatro cuadras, en la plaza Alonzo
Garcia Bravo,(a una cuadra se encuentra la capilla de Manzanares, capilla del Señor
de la Humildad), la que desde el siglo XIX tenía la fama de ser el recinto sagrado de
malvivientes, ladrones y mujerzuelas, popularmente conocida como La Capilla de los
Rateros. En esos tiempos el mercado de la Merced llegaba casi hasta la puerta del
edificio colonial de la escuela de arte. Varzal regresaba con un buen tambache de
apuntes para mostrar la "tarea" a su profe tan querido, Manuel Herrera Cartalla, quien
lo trataba como a un hijo: regresaba con una enorme sonrisa por el placer de haber
visto esas maravillas que solo se ven en la calle.
Quizás esto era más fresco que estar encerrado copiando de los libros en la biblioteca
de la escuela.
Piensa en las copias que realizó en la Biblioteca Nacional de París en1965, del artista
florentino Braccelli Giovan Batista (1624), dibujos que marcaron fuertemente su
obra. Al contarle y mostrarle estos dibujos del florentino a Claude Courtot, cuando le
escribió un articulo en 2002 (historiador del Surrealismo, quien acaba de publicar 4
tomos, en 2012, sobre esta corriente del arte), le dijo: –Maravilloso:
los mexicanos que vienen a descubrir lo que nosotros desconocíamos, ¡claro! Aquí se
ve de dónde se influenció Dalí, y otros artistas del surrealismo para crear sus obras-.
><Ω><
42
Ya era medio día, el pintor había llegado tarde para entrar al museo Le Petit Palais en
la ciudad de París y le esperaba una enorme cola que salía hasta la calle. Las obras
estaban colocadas en vitrinas; la fila avanzaba lentamente. Grupos de mujeres
chismorreaban en voz baja, mientras que otras se sonrojaban con los grabados del
pintor Rembrandt. Cuando llegó al lugar de los sonrojos y de los cuchicheos, se
encontró con una serie de aguafuertes de pequeño formato donde el genio había
grabado con gran maestría a campesinas, quienes en cuclillas realizaban sus santas
necesidades.
En la fila se perdió en el tiempo, recordando, y viéndose dormido en un camión de
pasajeros de la ciudad de México.
Acababa de terminar sus estudios de primaria y se inscribió –solo un mes– en una
escuela de archivistas y bibliotecarios donde las materias fuertes eran la taquigrafía y
la mecanografía. Salía de la escuela a las 21 horas.
El camión con el que regresaba a casa, siempre iba repleto de pasajeros. Una de esas
noches en el autobús, un hombre alto y corpulento de unos 50 años, pegaba
insistentemente su cuerpo en una jovencita que se veía ya muy molesta y estaba a
punto de protestar; el hombre cerrando los ojos le susurró al oído: –Flojita y
cooperando. De pronto se oyó una sonora bofetada; y la quinceañera, viendo que el
camión se detenía, aterrorizada, descendió junto con los demás viajeros.
Aprovechando que alguien dejó una plaza vacía, Varzal tomó asiento y aunque estaba
muy cansado comenzó a hacer su tarea; pero al poco rato se quedó dormido y su
libro resbaló al suelo. Se despertó en la terminal en un lugar perdido; no sabía qué
hacer y le preguntó al chofer si podía regresar en su camión, ya que no tenía ningún
centavo; con su negativa, éste le dibujó una alternativa, diciéndole que podía regresar
siguiendo las vías del tren.
La noche estaba muy oscura y había neblina –raro en la ciudad de México– y así
emprendió el regreso, saltando entre los durmientes de los rieles. De pronto vio
aparecer a los lados de las vías, unas casuchas, que se iluminaban con unas velas:
estaban construidas de cartón y latas de lámina aplastadas; apresuró el paso para
salir huyendo de esa ciudad perdida, siguiendo su camino por los rieles. Al poco rato
43
volvió a encontrarse con la misma escena; y al término de las construcciones de
cartón, la neblina comenzó a ser menos densa y pudo percibir unas hileras de siluetas
de forma humana a los dos lados de las vías del tren. Estas figuras estaban en cuclillas
y parecían flotar. El silencio solo era roto por un concierto de pequeñas explosiones.
Apresuró otra vez el paso para salir de ese escatológico espectáculo, sin olvidar jamás
sus gestos y el fruncimiento del entrecejo al defecar.
-Cuando sea grande, seré un constructor de letrinas colectivas -decía, mientras se
alejaba.
Los empujones en la fila hicieron que Varzal dejara sus recuerdos y continuara con su
recorrido en la exposición del Petit Palais, para ver la última vitrina con las obras
gráficas de Rembrandt.
–En 41 años jamás construí ni una sola letrina y menos letrinas colectivas; lo siento
abuelo, te quedé mal -pensaba en sus adentros mientras veía pasar una barcaza en el
río Sena de la ciudad de París.
–Quizá, a lo mejor seré constructor de barcos o construya esculturas gigantes que sirvan
a los humanos para curarse o para ser felices; quizá construya historias, quizás
construya sueños, quizá, quizá... y así soñaba el pintor agitando el agua con una
varita.
><Ω><
–Los mexicanos, cuando vienen a Francia, siempre se quedan encerrados, no salen;
hay que viajar para ver tantas culturas. No es que no quiero que no vengas, si quieres
puedes poner tu cama aquí en el estudio y trabajar las 24 horas, pero por favor, viaja,
viaja –le decía William Hayter, su profesor de grabado en el Atelier 17 de la rue
Daguerre de la ciudad de París.
–¡Claro que sí Profe! -le contestaba Varzal pensando en que si no lo hacía, la cabeza
se le iba a llenar de telarañas.
Así como el pintor ruso Vlady tiene una foto donde está en los brazos de Lenin y éste
le está dando una paleta para chupar, así también Varzal tiene una foto montado
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en los hombros de un fuerte maquinista, quien lo llevaba de paseo, en su máquina de
vapor, al pueblo de Honey.
Desde niño sabía que los viajes eran constructivos, que ayudan a construirle a uno
una cultura y una visión diferente. Pero de lo que se dio cuenta es que de tanto ver,
construyó en él toda una cultura de la imagen.
El pintor Varzal es un constructor de imágenes, no puede construir otra cosa que no
sean imágenes, es un profesional y pervertido de la imagen, dibuja a cualquier hora,
imágenes de 2 y 3 dimensiones, en el papel, la tela o el monitor; no se cansa de
hacerlo y el día que no lo hace es como si no hubiera comido; sueña e
inmediatamente dibuja formas de humanos, paisajes, animales y máquinas que van
cobrando vida por el grafismo que va dejando el lapicero o el ratón.
–¡Ya!... ¡Eso es!, ¡Mi abuelo quería decir un constructor de imágenes! ¿O no?
–¡Constructores! ¡Constructores!, Son fabulosos sus constructores, le decía un
visitante a la exposición individual “Constructores”, serie de obras infográficas, que
tuvo en el año de 1995 en la ciudad de París. –Mire, yo no puedo comprarle una de
sus infografías porque no soy una gente rica, pero espero pueda aceptar mis
felicitaciones con este librito “Los Constructores” que acabo de comprar en una
librería de libros antiguos.
><Ω><
–¿A poco estás reconstruyendo tu casa para hacer estudios para ti y para tu esposa?
¿Todavía existen los estudios para pintar? Yo creo que son obsoletos, no sirven para
nada, le dijo el perfomancista Melquiades Herrera; y continuó diciendo: Mírame a mi,
yo soy un profesor bombero, trabajo todo el día en tres escuelas y mis performances
los preparo en el autobús, mientras me traslado entre escuela y escuela, ¿A poco
todavía te encierras a pintar como los artistas de la edad media?
><Ω><
¡¡Chichicuilotiiiiiiiiiiiiiiiiitos!!...,¡¡CoooooooooooooCooooooles!!...¡Tiliiiing! ¡Tiliiiiing y
el silbido de un carrito de camotes y plátanos machos cocidos al vapor, siguen siendo
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los ecos de esta calle donde el pintor vive y a la cual ha regresado cuarenta años
después.
De niño salía corriendo a la calle al oír el canto de la señora que vendía los
chichicuilotitos, de los que cargaba una media docena al hombro. Estos animalitos
son unas pequeñas aves silvestres de pico delgado y recto que viven cerca del mar,
lagos o pantanos y cuya carne es comestible. En la actualidad parece estar casi extinta
esta especie.
Cuando los niños oían el grito de la chichicuilotera, se precipitaban corriendo atrás de
la mujer para tocar los picos de las aves muertas y con una varita picarles sus culos
aguaditos.
¡Tiliiiing!, ¡Tiliiiiing!, el sonido de un triángulo metálico anunciaba la venta de unas
ricas empanadas que en el interior tienen mermelada de frutas; los niños rodeaban al
vendedor haciendo un círculo alrededor de él, que era como un actor que les hacía
caras horribles mimando algún monstruo malvado, con máscaras que sacaba de su
ancho overol; bailaba siguiendo el ritmo del ¡Tiliiiing!, ¡Tiliiiiing!, ¡Tiliiiing!, ¡Tiliiiiing!
Así vendía sus empanadas a las felices madres que se alegraban al ver a sus hijos, que
se divertían como locos.
El silbido melodioso, del órgano de boca, que tocaba el afilador de cuchillos y tijeras,
hacia que las mujeres solteronas salieran precipitadas con sus utensilios, aunque no
les faltara el filo, porque lo que más les importaba era la suerte que les caía del
obrero del filo para poder casarse; soñando en príncipes, mientras la piedra esmeril
sacaba su abanico de brillantes chispas.
Un joven con acento yucateco estacionaba su carrito de ruedas de baleros en las
esquinas de las calles, y gritaba ¡¡CoooooooooooooCooooooles!!...,
!!Cocoles calientiiiiiiiiiiiiitoos!! y después este muchacho quitaba la manta que cubría
su canasto de cocoles, que es un pan salado-dulce, bañado con ajonjolí, de forma
ovalada y a cada lado tiene dos protuberancias en forma de pezones.
Observando el cocol y tocando las chichitas laterales del pan, los infantes le
preguntaban al vendedor de cocoles ¿Y dónde esta el culito de la señora?
Las carcajadas y las maromas de los niños hacían estallar de furia al repartidor de
cocoles, quien a veces les lanzaba, como si fueran piedras, unos sabrosísimos
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cocoles. Hoy el cocolero ya tiene un carrito-bicicleta y solo las ancianas salen a
comprarle, regresando inmediatamente a sus casas para seguir viendo la telenovela en
compañía de sus hijos y de sus nietos.
El pintor, al oír el silbido, se le dibuja en la cabeza el camotero cuando jala el cordón
para que salga el vapor de su carrito, y producir ese tan especial llamado,
..¡¡¡fffuuuuuuiiiiiiiiiiiuuuuuuuuuuiiiiiuuu!!!...
Varzal tampoco sale ya a ver a este Prometeo, para admirar su máquina de lámina
metálica que siempre trae fuego; en su estudio se queda encerrado buscando y
metiendo las manos en las entrañas de su máquina electrónica, para construir en 2 y
3 dimensiones, Constructores.
Apple Computer France, Les Ulis, Francia, julio 1993. México, D.F. 1995-2010.
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LAS NOCHES LITERARIAS
CON LA MUSA DE LA BONDOJITO
“Me llamo Varzal, de profesión artista visual, y vivo en la ciudad de México. En 1949
tenía la edad de 8 años y en el mes de noviembre nos cambiamos de casa a una colonia
cercana, a un poco más de 2 kilómetros. Mi padre construía casas para poder rentarlas
y así, entre sus planes secretos, un día poder dejar a la familia para llevar a cabo sus
utopías. Mis padres (¿por qué no se dirá madres?) no me cambiaron de escuela, así que
tenía cada mañana que caminar esa distancia. En mi nuevo barrio no tenía amigos,
pero conservaba los que vivían en mi antigua colonia, donde había nacido. Cuando salía
de la escuela, acompañaba a Alicia, mi compañera de salón, a su casa –o la casa de mi
padre, pues su mamá era inquilina de él–, así aprovechaba para ver a mis amigos de la
calle de Ogazón, entre ellos a Eduardo, quien tenía tres años y medio más que yo.
A una cuadra de mi nueva casa se encontraba el cine Emiliano Zapata: El Pulguita; así
lo llamaban los vecinos, quizá porque la sala era un poco pequeña o porque era una
sala de tercera clase, o por las pulgas que saltaban durante la función.
–¿No te cooperas para comprar un medio boleto? Me faltan solo 10 centavos, le dijo
a Varzal un niño de su edad al pasar por la entrada del cine.
–¿Pagas medio boleto, porque estás muy chaparrito? -le preguntó, pensando en su
estatura.
–No, cobran eso solo en la última función y hay que entrar 30 minutos después de
que comenzó la película –le contestó el niño.
Pasado algún tiempo, Varzal comenzó a ir a las funciones de medio boleto del
Pulguita. Estaba fascinado pues iba solito al cine, ya que su mamá no tenía tiempo
por su trabajo y a su papá no le interesaba, pues los de su religión decían que ver
películas no era bueno; cada vez que le decía esto, Varzal hacía: ¡hic!
Comenzó a habituarse a ir cada sábado, y antes de entrar a la sala cinematográfica iba
a comprarse un pan de dulce a la panadería de enfrente; como entraba con la función
ya comenzada, la sala se encontraba muy oscura; pero con el tiempo aprendió
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a localizar un buen lugar en medio de la sala, que estaba llena de niños por esta
excelente oferta.
Recuerda que pasaban películas con cómicos y él se reía como loco; lo que
interrumpía sus carcajadas, era un señor, (en la oscuridad solo veía su silueta alta y
gruesa), un gordo, quien era muy torpe -eso pensaba él-, pues cada vez que pasaba –
él creía que era por lo oscuro– se sentaba en sus piernas.
–¡Viejo pendejo, me está pisando mi zapato! –le gritó a la silueta obesa un día que,
aparte de sentarse en él, casi le demolía su pie por lo pesado de su cuerpo; el señor
salió corriendo de la sala, para nunca más volver a sentarse en sus piernas.
Recuerda que era diciembre y hacía mucho frío; al llegar al cine se fue a sentar,
cuando, pasando media hora, no aguantándose las ganas de orinar, fue corriendo al
mingitorio y mientras meaba se abrió la puerta del retrete, apareciendo un hombre
obeso, quien agachado y con los calzones abajo mostraba su trasero: mientras
separaba sus nalgas con sus dos manos le dijo: -Te doy dos pesos si me metes tu
pirinola.
En su casa, su madre antes de dormirse a las 11 de la noche, a veces, preparaba una
parte de la comida diaria; ella se levantaba a las 4:30 de la mañana para ir a comprar
los productos para su comercio, ya que estaba acostumbrada a dormir pocas horas.
–¿Qué te pasa, hijo, estás muy pálido? –le dijo. Varzal había salido del baño del cine
corriendo, y sin contestar se fue a meter a la cama; escondido abajo de las cobijas
temblaba recordando esa traumática experiencia. Entonces comenzaron a fluir en su
cabeza los incomprensibles recados y graffitis que había en ese lugar, como “ Me
llamo Pepe, tengo 28 años, búscame los martes aquí o los miércoles en los baños
Alcocer”. Las paredes también estaban llenas de dibujos de mujeres desnudas con
selvas de vellos púbicos que las cubrían hasta el cuello –al estilo Arte Bruto– o de
penes de diferentes dimensiones, algunos con un texto al lado como: Si buscas esto,
búscame en el puesto de tamales en el mercado de la Bondojito.
Habían pasado unas 5 semanas sin ir al cinematógrafo cuando se encontró a su amigo
Eduardo de la calle de Ogazón y le contó del cine Pulguita y lo que le había sucedido.
49
–No te preocupes, el próximo sábado te acompaño al cine, hoy es domingo, para
esta fecha ya tendré para mi medio boleto –le propuso su amigo.
Eduardo –de padre militar– era un muchacho muy alto, y para sus once años y medio
podría decirse que tendría unos 14 años. Le llamaban en su escuela y en la calle El
Chino, porque tenía su pelo castaño claro muy rizado; era un niño -casi adolescentemuy bien parecido, de rasgos muy finos, ojos verdes, labios rosados y carnosos y
tenía atrás de él a una media docena de niñas a las que él siempre veía con gran
indiferencia. Ellas le llamaban El Chino bonito.
<<Ω>>
En esos días que Varzal no iba al cine, le llamaron la atención unos borrachos que
estaban discutiendo fuertemente en la calle, a las afueras de una pulquería, y en un
descuido del pulquero, quien fue a separar a los borrachos, que ya estaban a punto
de sacar sus fierros, aprovechó para entrar al antro, que olía espantoso, porque
estaban curando algunos barriles de pulque. Adentro, dos hombres de pie,
recargados en una barra, oían atentamente a un señor de anchos bigotes y de peinado
muy cortito, que decía: –Pues si, compadre, mire usted, yo fui a la Revolución, si
señor, estuve en las filas carrancistas y todavía aquí sigo en el ejército, como fiel
melitar para defender las banderas de la Revolución; y no soy soldado raso, sino
melitar, si señores, soy melitar.
Mientras contaba su historia, el melitar escupía al suelo, entre trago y trago, un
chisguete de este jugo viscoso y embriagante néctar.
Por eso nunca supo si el padre de El Chino era soldado raso o general, puesto que su
amigo también le decía que era militar.
Su amigo Eduardo, para ir a su casa, se echaba caminando dos kilómetros y de
regreso también, a las 11 de la noche, que era cuando terminaba la función del cine;
se veían cada sábado, y algunas veces al salir del Pulguita le decía el Chino que ese
día le había ido bien, y le invitaba a comer unos tacos con el taquero que vendía
hasta muy tarde, hasta la salida de los borrachos de varias cantinas cercanas. Comían
rápido y entre mordida y mordida a sus tacos soltaban enormes carcajadas,
comentando los chistes de la película que habían visto.
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-¿Pero de donde sacaría Eduardo para pagarle al taquero?, si para entrar al cine todos
los sábados tenía que prestarle un poco de dinero. Lo que sí bien recuerdo es que mi cuate
era muy mión y cuando iba al baño se tardaba mucho; esto para mí siempre fue un
misterio -recordó Varzal.
<<Ω>>
Pero la vida le preparaba también bellas sorpresas: había cumplido 9 años. Sus padres
nunca festejaban los cumpleaños de sus hermanos, pero sucedió que ese día 18 de
julio una amiga de su madre y su hija llegaron a la casa con varios regalos para él: un
trompo, un balero, un yoyo, tres cuadernos y un pastel con nueve velitas. Ese día su
madre cerró temprano su negocio, advertida por la señora Eulalia, quien llegaría a las
5 de la tarde.
Su madre, con gran entusiasmo, terminó de guisar, junto con su amiga, la cena de
aniversario que había comenzado a preparar el día anterior. Ese día fue un gran día
para Varzal, ya que, reunida toda la familia, compartieron las tortillas que su madre
hacía, mientras comían los huauzontles capeados y el mole con guajolote, los frijoles,
el atole de vainilla y el pastel de chocolate. Mariana, la hija de doña Eulalia, iba a
cumplir pronto 12 años y quedaron invitados a su fiesta; la bella Marita –como le
decía su madre– se sentó a un lado del agasajado y festejaba con alegres risas los
chistes que él contaba, los que había oído de los comediantes en el cine.
–Ya déjalo, hija, que termine a gusto su pastel –pidió la madre a Mariana, puesto que
durante la cena ella jugaba con el, rascándole las rodillas, dándole continuamente
besitos en las oreja y en el cuello. Él nunca había recibido la caricia de ninguna niña y
estaba muy ruborizado, pero eso sí, muy contento.
La señora Lala –Doña Eulalia– después de esta memorable fiesta comenzó a visitarlos
cada sábado, llegando siempre con un pequeño pastel de chocolate; y como se
quedaba hasta tarde, Varzal tuvo que sacrificar una noble carrera que quizá hubiera
hecho en el futuro como actor, critico o director de cine. La suerte estaba echada.
–Sabes que ya no voy a poder ir los sábados al cine contigo, nos visitan unos amigos y
mi madre quiere que yo esté para recibirlos –le comentó al Chino, su amigo del alma,
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quien muy triste, sentado en el quicio de su puerta de la calle de Ogazón, comenzó a
hacer pucheros.
–Espero que no todos los sábados los tengas ocupados y también entre semana
puedes pasar aquí a mi casa para jugar con mi trompo o a echarnos algunos
capiruchos con tu balero –le contestó, mientras una lágrima resbalaba en las mejillas
de su amigo de siempre.
–¡Carajo, lo que es la nalga! –pensó Varzal, recordando lo que oía decir a un vecino.
Antes de despedirse quería preguntarle al Chino, ya que estaba muy intrigado: –¿De
dónde sacas el dinero para los tacos? –y como única respuesta lo veía a los órganos
de la visión y ponía la pupila de los dos ojos cerca de su nariz.
–¿Por qué me habrá bizqueado Eduardo? –se preguntaba, sin llegar nunca a encontrar
una respuesta.
Todos los sábados vestía sus mejores vestimentas, se bañaba y se ponía una agua de
lavanda que había comprado; en la etiqueta decía en letras rojas: Para hombres.
Déjese amar.
Esperaba con ansiedad el fin de semana, y es que a Marita se le había ocurrido que
mientras su mamá platicaba con la suya, ellos harían sus tareas en una recámara que
era la de su padre, y como él casi nunca la ocupaba, ya que salía constantemente a
hacer sus famosos viajes, ellos se ponían a trabajar en una gran mesa que su papá
usaba para dibujar los planos de sus utopías. Esta recámara estaba separada de la sala
y recámara de su madre y la de sus hermanos por un gran patio, donde Maximino, su
padre, acostumbraba hacer una pequeña milpa para tener elotes, porque su
pasatiempo era ser milpero. Así que estaban totalmente solos y nadie interrumpía su
faena. A lo que se había acostumbrado es a que su amiga de tareas, al llegar a la
recámara, le daba un beso en la boca que abría infinidad de fantasías.
Pasaron muchos sábados y el beso siempre era parte de sus tardes literarias, porque
aparte de hacer los deberes, a la ninfa de la Bondojito –ya que en esa colonia
proletaria vivía–, se le ocurría leer o decir de memoria versos de la poesía
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de Amado Nervo. Y mientras el futuro artista la escuchaba, le besaba los brazos y su
cuello diciéndole: -“Tienes una piel azucarada, increíblemente azucarada”.
Entonces ella, cerrando sus ojos de placer, comenzaba a ronronear, para enseguida
quedarse profundamente dormida entre sus brazos.
Y llegó la fiesta de su doceavo aniversario, que promovía la señora Lala y a la que
asistió su tío Francisco -su tío Pancho, le decían- quien llegaba con regalos para él y
sus hermanos. El tío también acostumbraba llegar con regalos para el 6 de enero,
cosa que a su padre no le gustaba, porque decía que no existían ni Santa Claus ni los
Santos Reyes.
–La fiesta es para todos los cumpleaños –decía su madre: así no había celos entre sus
hermanos y ella evitaba los gastos de varias fiestas al año.
Varzal era el cuarto y último hijo del segundo matrimonio de su madre; ella ya había
tenido 3 hijos con su primer esposo, pero al volverse a casar, los tres medios
hermanos se fueron a vivir con una tía, y su hermano mayor ya se había casado. Así
que solo convivía con dos hermanos: Andrés, quien lo quería mucho, y Consuelo,
con quien no se llevaba muy bien, ya que tenía 6 años más que él. Ella, a los 16 años,
al salir a pasear con su novio, sentía que su hermano era un estorbo, porque su
madre lo enviaba a vigilar las manos de su futuro cuñado. Y también porque en una
ocasión, cuando su padre oraba pidiéndole a Dios por los alimentos que iban a
tomar, cuando todos estaban con los ojos cerrados, menos él, mientras tanto
bizqueaba y se estiraba la boca con sus dos manos para hacer horribles caras, ya que
no le gustaban los huevos de ganso que iban a comer; su hermana, al ver esto, muy
enojada, tomó un pesado cucharón de metal y le asestó un terrible golpe, dejándole –
a los 10 años de edad– una marca en el cráneo.
Sus hermanos sabían bien que Marita era muy inteligente y que le ayudaba mucho en
sus tareas y nunca los interrumpían mientras estaban estudiando solos. El día de su
aniversario, la hija de doña Eulalia, al terminar el pastel, dijo: –Nosotros nos vamos a
hacer nuestra tarea. Al llegar al cuarto de estudio Mariana le pidió que por favor fuera
por sus cuadernos que había olvidado en la sala; al regresar con el encargo,
su sorpresa fue enorme, porque la niña que le había robado el sueño estaba
totalmente desnuda.
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–Ven mi amor, rápido que tengo frío –le dijo mientras levantaba las cobijas para
meterse en la cama. La flor de canela comenzó haciendo unos pases mágico-eróticos,
después lo acomodó sobre y dentro de ella y continuó diciéndole con una voz dulce y
entrecortada: -“Ahora muévete más rápido... Y cuando puedas, haz pipi dentro de
mí”.
–¡Caray!, qué celebración –susurró Varzal al oído de su maja desnuda; y pensó: -Hoy
atravieso esa frontera, de mis travesuras de la niñez a la adolescencia ¿O es mi entrada
a la edad adulta?.
La amazona de color canela, faltándole menos de un mes para cumplir los quince
años, era ya una mujer a quien le habían crecido unos turgentes pechos que
resplandecían de deseo, y unas anchas caderas con una estrecha cintura; en la
recamara-estudio le gustaba estar siempre desnuda y mientras leía acostada en la
alfombra color vino, Varzal se entretenía expandiendo sobre ésta, –en forma de
abanico– su gran cabellera de color carbón azabache, diciéndole: -Es como la noche ya que él decía ver en esa mata de pelo, miles de estrellas.
En una de estas ocasiones, ella le pidió que tomara de ella tres vellos púbicos; y a
pesar del dolor al desenraizarlos le dijo: -Guárdalos en tu corazón y así nunca más
me olvidarás; y por favor pide tres deseos. El recién estrenado adolescente –con un
vuelco en el corazón–, cavilando, deseó: -Que me siga amando, que me ame siempre,
que esto nunca se termine.
Marita perfumaba su corazón y con paciencia milimétrica le ilustraba las imágenes de
un cuaderno, que le habían prestado sus amigas en la escuela, una síntesis del
Kamasutra.
Habían pasado los meses de intenso calor y esa noche estaba muy fresca con un cielo
muy limpio; sentados los dos en un tronco, trataban de formar con las estrellas un
toro; de pronto, Marita le susurró al oído: –Te contaré un secreto, hace ya algunos
meses me caí cuando me bajaba de un árbol en el bosque de Chapultepec y con esa
caída perdí mi inocencia... Pero no te preocupes, aunque ya no soy virgen, vas a ver
cómo hago milagros.
En las siguientes tardes literarias, en la cama paterna, su morena maestra al enseñarle
las artes del amor, entre gemidos recitaba: -Mi pequeño y hermoso deseo, estás otra
vez dentro de mí. ¡Ah! ¡Ah! ¡Ah!... ¡Ésta va a ser siempre tu casita!.
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En el patio de la casa había una higuera y a esos higos olía el cuerpo de Marita…
Varzal siempre soñaba que ella viviría igual que este árbol centenario, para que le
siguiera regalando este maravilloso abanico de fantasías amorosas.
Los dos enamorados habían creado una recia estructura amorosa.
Así pasó un tiempo, y un día regresó su padre quien, al ocupar su recámara, puso un
candado en la puerta. La señora Lala se cambió a un departamento que le rentó la
media hermana de Varzal, en una casa que colindaba con la suya, y como eran
vecinos, con su madre se veían más seguido en las noches, pero sin Marita, porque
ella se reunía en su casa con un grupo de amigos de la escuela secundaria para
estudiar.
-En una ocasión –recordó Varzal un poco triste–, escalé corriendo los muros de mi casa
para luego brincar a la azotea de la casa de mi media hermana y ahí esperé 50 minutos
observando, esperando ver que mi hermano Andrés –cuatro años mayor que yo– saliera
de la habitación de Mariana. Hacía algún tiempo que veía a mi hermano muy
misterioso y nervioso cuando hablábamos de ella, y varias veces, desde la calle, lo vi
entrar a la casa de la niña de los ojos verdes y piel canela; cuando salía, lo hacía con
mucha precaución, escurriéndose entre los muros. La espera no fue inútil pues al fin
apareció, saliendo del departamento de mi amada, igual como lo había hecho en otras
ocasiones, con mucho sigilo.
<<Ω>>
Por primera vez Varzal supo lo que eran los celos y a su hermano dejó de hablarle
durante varias semanas. Pasado un tiempo, su hermano le pidió que lo acompañara
para ver unos aparatos fotográficos y que escogiera uno. El joven Varzal, de12 años
escogió, por recomendación del vendedor, el más profesional –una Retina 1B–,
proponiéndole Andrés pagar esta cámara entre los dos, ya que se podía pagar en
mensualidades y los dos tenían sus ahorros para pagar el enganche. Su hermano
pagaría el 85% y Varzal el 15%.
–Este aparato es para ti, ya que tú eres el artista en la casa –le dijo su hermano.
De este modo su cariño volvió a renacer entre ellos y así el pequeño creador
comenzó con su nuevo entretenimiento de artista fotógrafo. Esta cámara -Retina 1B-
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tenía ya un exposímetro acoplado, pero lo más interesante era que se podía introducir
la lente dentro del cuerpo de la misma y así poder transportarla en la bolsa de su
pantalón.
Este gesto que hizo su hermano –cuatro años mayor que él– fue porque le había
robado a Marita, la adolescente que le había quitado el sueño, y pensó: “Bueno, en
esta forma todo se perdona, y más entre hermanos”. Y así empezó, a esta edad, su
nuevo entretenimiento de artista fotógrafo, preguntándole a sus mayores cuáles eran
los trucos para utilizar tan sofisticado aparato. Además, dentro de la caja de la
película, traía un papel doblado, con ciertas instrucciones para ir abriendo o cerrando
el diafragma, según la luz del día; así el joven pintor iba diafragmando, calculando las
distancias aproximadas…
“Algo, Alguien” es una Serie de 117 fotos analógicas, tomadas desde 1985 al año
2004, que contienen de 3 a 20 fotos cada una. Es una serie que comenzó a partir de
una foto que tomó con una cámara analógica a uno de los filósofos del 68, quien
arengaba a las masas reunidas en la plaza del Centro Georges Pompidou de la ciudad
de París. En esta forma, cada año comenzó a hacer tomas del museo. La idea era
realizar series, fotos que tuvieran una secuencia –movimiento virtual–, igual que el
comic, que había descubierto en los años sesenta y que posteriormente aplicó en su
obra gráfica y pictórica. El interés no era la estética en cada toma –aunque se esforzó
en esto–, sino la serie secuencial, como en la obra Alberto y la Profesora del
Kamasutra, donde aparece Alberto desnudo en cada toma, y el artista sigue con el
objetivo el ritmo de su actuación y sus movimientos, así como el de una
performancera japonesa en una serie paralela. Este orden secuencial con el tiempo fue
variando con otras imágenes que no tenían nada que ver con la anterior,
introduciendo contrapuntos para crear un desorden visual en la imagen y proponer
otras asociaciones, otros espacios de tiempo y de reflexión. Las obras se vuelven
como un Mecano donde cada pieza o foto tiene un sentido; pero éste puede cambiar
su ubicación o composición.
En su búsqueda, encontró una gran fascinación en el objeto. Sintiendo que son como
seres extraños, en varios hay un resplandor de fantasía. Algunos los encuentra en
espacios abiertos: en un lago, en la playa; otros, en interiores de la gran ciudad.
Adquiere objetos, para realizar escenas en el estudio, utilizando como fondo carteles,
su obra pictórica o algún rincón del taller; como en los cuadros al óleo donde coloca,
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dentro de pequeños marcos, figuras como la Barbie, esqueletos de animales, figuras
de plástico como el Capitán América. Asimismo captura seres inanimados, pero que
vibran de vida, como los árboles, las rocas, las algas…
Existen también objetos que están expuestos en museos, galerías de arte, parques,
objetos reencontrados, como instrumentos de alquimia o de navegación, antiguos
relojes, maquetas de madera, plumas, así como cohetes que han ido al espacio, o
pinturas, dibujos y esculturas.
“Algo, Alguien” es una búsqueda dentro del territorio social y urbano; de la forma
de ver del fotógrafo, cuando decodifica al capturar en la filigrana de las urbes y de la
naturaleza, arquitecturas, texturas, tonos, objetos, gentes; son cuadrículas donde una
imagen se vincula con la otra.
Para construir con algo otras realidades, para crear otra visión, algunas de las fotos
de esta serie, al momento de capturarlas, son transformadas. Con el sistema de filtros
inventados por el francés Cokin, unas veces la imagen parece huir al adquirir rasgos
de velocidad, otras se multiplica, otras veces estalla y se disgrega... Así la secuencia
adquiere movimiento.
Entre la pintura y la fotografía ha existido un diálogo desde hace mucho tiempo,
aunque cada una siguió sus pasos por caminos diferentes, porque tenían misiones
diferentes. En nuestra época, la fotografía está en plena mutación.
-Como artista pintor, la fotografía me liberó –desde mis estudios en la Academia de
Artes Plásticas– de la obligación de reproducir lo real en la pintura, aunque algunas
veces he recurrido a ella para realizar estudios que me servirían en mis obras, como en 4
óleos, en 2002, donde pinté como contrapunto unos desnudos femeninos al estilo
hiperrealista; actualmente también incrusto fotografías en la obra pictórica, para
ilustrar más una idea.
En 2006 adquiere una cámara réflex digital, la EOS 20D de Canon, y así la vida le
cambió, pues con sus anteriores aparatos analógicos tenía problemas para sacar fotos
cuando la gente caminaba de frente en las manifestaciones, desfiles… Recuerda
cuando en la marcha Lesbian & Gay Pride (marche des fiertés), en 1999 en París,
con 250,000 manifestantes, al querer tomar una foto a una escultura viviente
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que caminaba hacía su cámara, casi se cayó: era enorme, ya que portaba unas botas
negras con tacones de casi 40 centímetros de alto, que le cubrían hasta arriba de la
rodilla; el hombre era muy moreno y vestía una especie de traje de baño color
ultramar, que le cubría solo hasta debajo de unos pequeños senos; traía una enorme
peluca acrílica esponjosa de azul turquesa y unos brazaletes con plumas del mismo
color; el hombre parecía un levantador de pesas por sus anchas y fuertes espaldas…
Al acercarse, con el zoom de la cámara no podía fijar la distancia del personaje:
-Al ponerme de cuclillas para hacer una toma en contrapicado, sentí de pronto que caía
de espaldas, ya que el inmenso personaje colocó una mano bajo mi cabeza, para evitar
que me golpeara; y acercando su rostro al objetivo, realizaba teatrales muecas. La
Minolta 7000 Maxxum había podido tomar solo una foto ese día nublado del mes de
junio.
Ahora, con las cámaras digitales, estos problemas se han superado, y con la réflex
EOS 5D Mark ll de Canon las imágenes se enriquecen y las tomas son más bellas que
las obras originales, que fotografía para el Catálogo general de su obra.
–Todas estas imágenes son parte de mi búsqueda cotidiana, quedando impresas en una
película o en una tarjeta electrónica, imágenes que pasan a formar parte de mi archivo
espiritua
<<Ω>>
En la adolescencia de Varzal aumentaron las proposiciones de hombres maduros y
gays, las cuales rechazaba sistemáticamente; pero sin alterarse ni espantarse, pues su
amigo Eduardo –El Chino– le había contado de qué se trataba, y con el tiempo, poco
a poco le fue pareciendo muy normal.
Habían pasado muchos meses cuando volvió a encontrar al Chino. Varzal le contó sus
nuevas aventuras escolares, y con tristeza y una punta de celos, lo que aún resonaba
en sus tímpanos cuando Mariana le decía: -¡Ésta va a ser siempre tu casita!
Y también le narró sobre los tres hilos de seda que había guardado en un diccionario
Larousse de su abuelo, en la letra M, donde encontró el nombre de Mariana –de
Austria, reina de España-, y cómo allí, entre las páginas amarillentas, brillaban como
rubíes los tres vellos de su amada.
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-No te preocupes, mi muy buen amigo artista –le comentó Eduardo con un aire de
joven sabio–, pues el tiempo cura las heridas; pero ten mucho cuidado, si te estás
ahogando, no te agarres a una varilla que está ardiendo.
-¡Ha! ¿Yo? ¿Y a mí?
Pero Varzal olvidaba difícilmente las noches literarias con la musa de la Bondojito y
recitaba melancólico versos de Neruda:
... En las noches como ésta la tuve entre mis brazos.
La besé tantas veces bajo el cielo infinito.
...Ella me quiso, a veces yo también la quería.
Cómo no haber amado sus grandes ojos fijos.
...Puedo escribir los versos más tristes esta noche.
Pensar que no la tengo. Sentir que la he perdido.
...Qué importa que mi amor no pudiera guardarla.
La noche está estrellada y ella no está conmigo.
...Ya no la quiero, es cierto, pero tal vez la quiero.
Es tan corto el amor, y es tan largo el olvido.
Y añadía lo que ella le decía: ... “Mi pequeño y hermoso deseo, estás otra vez dentro
de mi. ¡Ah! ¡Ah! ¡Ah!... ¡Ésta va a ser siempre tu casita!”
Y había pasado mucho tiempo……………………………………………….
……………………………………………………………………………
………………………………………………………………………..
…………………………………………………………………….
Y vino el silencio, silencios interminables …………………………………
………………………………………………………………………..…………
………………………………………………..
………………………………………..
pues, siempre volvía a dibujarse bajo su luz el espíritu de Marita…
Ciudad de México. Enero, 2000, 2014
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LA VIDA MISMA
Era una vida intensa la que llevaba en la Escuela de Artes Plásticas, donde en ese
tiempo se ingresaba solo con los estudios de primaria, mientras que al mismo tiempo
estudiaba en las noches la secundaria, y posteriormente la preparatoria; Varzal asistía
a hacer deportes al Pentatlón Universitario, era consejero universitario, dirigió los
inicios de un cineclub, (solo un muy corto tiempo) y militaba en el partido comunista,
en la época clandestina. Todo esto hizo que se alejara de las mujeres. Su cuerpo y su
cabeza no daban para más, ya que tres veces a la semana tenía que entrar a las 5:45
de la mañana al Pentatlón Universitario a hacer una especie de servicio militar, donde
practicaban desde lucha olímpica, karate, carreras y muy de vez en cuando
equitación, y a cargar viejos máuseres para echar uno que otro balazo. Hasta las
11.30 de la noche salía de la escuela nocturna Benito Juárez, secundaria y
preparatoria privada para obreros, pues soñaba que algún día podría ser físico
matemático.
El joven estudiante de arte, tenía que salir corriendo a las 18:15 horas, dejando el
curso de dibujo de la Escuela Nacional de Artes Plásticas, para llegar a las 18:30 a la
escuela secundaria; salía cargando sus libros y cuadernos, que algunas veces se le
caían. Arturo Zamarripa también dejaba la clase para acompañarle, cargándole la
mitad de sus útiles hasta la mitad del camino, pues su condición física no se lo
permitía, porque era muy delgado.
Como Varzal era el hombre orquesta, sus compañeros del partido lo buscaban para
realizar las tareas prácticas; con todo esto no podía concentrarse para hacer sus
deberes. Así que para estudiar se tenía que esconder en el templo de La Santísima
Trinidad en la calle de la Santísima, esquina con Emiliano Zapata, a dos cuadras de la
escuela. El único que sabía de este lugar era Arturo Zamarripa, quien se le pegaba
para ayudarle.
En una ocasión, vio que uno de sus camaradas lo había visto entrar a la iglesia;
entonces decidió cambiar de lugar, escogiendo a la iglesia de Santa Teresa la Nueva,
que se encontraba a solo 3 cuadras de la escuela de arte, en la plaza Loreto, entre las
calles de Loreto y Mixcalco, pero algunas veces estas iglesias estaban cerradas y tenía
que buscar otro sitio para ocultarse.
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Zamarripa ya tenía estudios de preparatoria, y seguido le decía: -Ya deja a esos
malvados que te están asfixiando. Y Varzal le contestaba: –Ay, mi hermanita de la
caridad, gracias, gracias. Arturo siempre estaba leyendo algún libro, aparte de los
que tenia que leer para la escuela; leía sobre filosofía, historia, literatura… y le
comentaba sobre sus lecturas. Era un joven sabio, pero a quien no le interesaba la
política, para tratar de resolver los problemas de la sociedad.
Corrían los años 50 y el centro de la ciudad de México vibraba de vida. Era la época
efervescente de los movimientos populares, del arte nacionalista con los muralistas
Orozco, Diego Rivera y Siqueiros. Gran parte de las multitudinarias manifestaciones
partían de su escuela -la antigua Academia de San Carlos-, donde él, durante más de
3 años, instaló su cama en un taller de pintura que no se utilizaba, el cual el director
de la escuela le había prestado al ver que Varzal era un buen alumno. Esta vida
intensa construyó un cuerpo y un espíritu muy especial en él; lo que era como tener
una compañera: su compañera-hogar era ya el centro de la ciudad, hermosa,
alucinante y cachonda vecindad que hoy se llama Centro Histórico.
Los camaradas de la célula, quienes eran casi todos estudiantes de pintura de la
misma escuela, habían tomado el hábito de ir a bailar a los cabarets del centro de la
ciudad, puesto que la escuela de artes, la Academia de San Carlos, se encontraba a
una cuadra de Palacio Nacional, en el corazón mismo de la ciudad. No había tiempo
para tener novias, la militancia hizo que no pudieran llevar una vida normal para tener
una compañera, pues solo tenían esporádicas novias con las modelos de la escuela.
¿Cómo conocer ese universo de las mujeres para ellos tan lejano? Pusieron un
pretexto, el de conocer de cerca a las proletarias del baile. Estas ficheras de los
centros nocturnos, quienes eran lo menos comprometedor, hicieron de ellos unos
jóvenes más alegres. Una vez al mes se iban a los cabarets: al Barba Azul, al
Casablanca, las Cavernas, al Tranvía o al Bombay, a bailarse unos sabrosos cha-chachás, mambos y danzones; y una o dos veces al año burdeleaban.
><Ω><
Cuando se fue a estudiar a París en 1965, volvió a tener la cercanía natural con las
mujeres; bueno, con una: –“Lo que no sabemos es cómo le haces para ver a tu novia
cuando vas al cine” –le escribió este mal chiste a París su hermano Andrés, respecto
a su novia francesa, quien era negra.
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A Céline, la conoció en un restaurante universitario: ella era estudiante de economía;
ese día en el comedor se sentaron enfrente uno del otro y escuchaban una discusión
sobre la carne que servían, que era muy roja; los estudiantes extranjeros, hablando un
mal francés, decían que la carne era de caballo; otro estudiante intervino y les dijo
que era efectivamente de caballo, pero que a él le gustaba mucho… Céline se le
quedó viendo a Varzal y le dijo que por eso ella no comía carne, solamente cuando
servían pollo. En esta forma comenzaron a platicar sobre las comidas del mundo, y le
preguntó si en su país comían carne de caballo, -¡Nunca! -le contestó, y comenzó a
enumerarle una serie de platillos mexicanos.
–¿Entonces eres mexicano? Y después la invitó a tomar un café en el Café Le Cluny;
más tarde fueron a ver exposiciones en la rive droite de París, que está llena de
galerías; 4 días después se volvieron a ver e hicieron un paseo por los jardines de
Luxemburgo; y después comenzaron a verse diario. A Céline le gustaba ir a cocinar a
su estudio pues tenía una gran cocina; platicaban de todo lo que sucedía en el
mundo, principalmente de la Guerra de Vietnam, ya que los vecinos de Varzal eran
vietnamitas, originarios de Saigón: Ella era cantante y él estudiante de periodismo, y
tenían un bebé de unos 3 meses; Varzal seguido discutía con ellos cuando lo
invitaban a su estudio a tomar té. Sus amigos le contaban que la guerra en Vietnam,
era pura mentira, que no era cierto, que los bombardeos no existían, pues les escribía
desde la república de Vietnam un familiar de la esposa de Le Hoang Kiem; este
familiar tenía un alto puesto como funcionario del gobierno de Vietnam del Sur.
Céline y Varzal leían los periódicos franceses, que hablaban de la resistencia de la
guerrilla del Viet Cong contra el gobierno de Vietnam del Sur, que era apoyado por
los Estados Unidos. Los comentarios de Le nos confundían al principio, pero
después, leyendo, enterándonos más, veíamos que sus familiares, quienes los habían
enviado a París becados, les estaban mintiendo para no espantarlos.
Con Céline, quien era muy alegre, se fue acostumbrando, pues duraron varios meses
viéndose; entonces la invitó a ir a Yugoslavia, pero ella se negó rotundamente a
acompañarlo, ya que necesitaba continuar con sus estudios.
–Pero no te enojes, te voy a organizar una bonita despedida –le dijo.
62
El 1º de abril de 1968 regresó Varzal a Francia tras su estancia en Yugoslavia, país
que había tomado como base para realizar viajes a los países del Este y hasta el
Medio Oriente, que recorrió por un tiempo hasta llegar a Jerusalén, que en aquel
tiempo pertenecía a Jordania.
Habían pasado 14 meses desde que se despidió de Céline en París, el 1º febrero de
1967, donde le había dejado su estudio del barrio de Bellville, en el 5 Rue de la
Présentation; dos días después de regresar fue a buscarla a ese domicilio. La
conserje, al reconocerlo, le dijo que hacía ya varios meses había recibido un gran
paquete y que el dueño del estudio que habitaba Varzal lo había tirado a la basura sin
ver qué era lo que contenía. De su hermano Andrés Varzal había recibido una carta
en Jerusalén, escribiéndole sobre el paquete que había llegado a México, pero que
como él había tardado en recogerlo, lo habían regresado a Francia.
¡¡¡Chin!!!! Eran casi todas las fotos que había impreso en papel, fotos de los viajes
que había hecho en Europa, en el Medio Oriente, más casi todos los rollos de
película en blanco y negro, (afortunadamente tenía aún en su poder unos 25 rollos de
película), más unos 40 dibujos de pequeño formato… más… y más… y todo a la
basura.
Cuando regresó a México, estos rollos, 25, los envió a imprimir en papel, –a 8.7 x
13.7 cm.– e inmediatamente su hermano Andrés los adjuntó a dos grandes rollos de
película fotográfica, como había comenzado a almacenarlos desde 1954. La película
virgen solo la enviaba a revelar: de los cientos de negativos que estaban guardados
desde esa fecha, solo un 15% estaban impresos en papel, ya que en su adolescencia
tenía el dinero para comprar la película, pero no para estamparlos en papel. Con
mucha paciencia y dedicación, su hermano comenzó poco a poco a reunir los
primeros rollos para atesorarlos y los guardó dentro de una caja de lámina.
En 1988, cuando Varzal vendió una de sus obras, pensó dedicar ese dinero a
imprimir en papel sus fotos: fue a buscar la caja cilíndrica que mediría
aproximadamente 30 cm. de circunferencia. Al querer abrirla, vio que estaba oxidada,
y cuando logró quitar la tapadera, sí, ahí estaban los rollos, uno sobre otro, pero
estaban muy apretados en los costados de la lata. Un día Andrés le comentó
que habría que comprar otra caja, ya que ésa estaba totalmente llena. Al sacarlos del
envase y al tratar de desunirlos, encontró que se habían pegado entre si. Logró
desprender las primeras tiras de película con muchas dificultades, pero los negativos
63
estaban totalmente destruidos; habían pasado más de 30 años dentro del sarcófago
de hojalata oxidado. ¿Fue el óxido, la humedad… lo que sirvió de aglutinante?
-Es usted quien le dejó el estudio a la Sra. Céline. El dueño está muy contento con
ella, pues paga regularmente la renta. Las cartas que usted le envió de Yugoslavia yo
se las entregué personalmente.
-¿Sabía usted que ella tiene un bebito de casi 6 meses?
Entonces Varzal fue a buscarla varias veces, dejándole recados en la conserjería, pero
nunca obtuvo respuesta de Céline.
Su amigo Jorge Dubón le había presentado a un pintor mexicano, quien rentaba un
departamento y tenía espacio para recibirlo. El pintor Roberto había llegado a París
con 6 enormes maletas de piel azul, que brillaban de lujo. Le platicó que él solo
conocía el centro de París, donde están los museos, y siempre pedía un taxi para no
perderse, y nunca se había animado a ir más lejos, como lo había hecho Varzal.
-¿Pero no conoces Trouville, Saint Mâlo, Versalles…? -le preguntó.
Lo rico de su departamento es que tenía una ducha, cosa rara en esta época en París,
-Dúchate cuantas veces quieras, el agua esta incluida en la renta –le dijo Roberto.
Animándose su amigo, le pidió que lo acompañara a Versalles. Allá, además de visitar
el castillo, rentaron una lancha y fueron a remar… Viajaron un poco, muy cerca, y su
amigo lo convenció de regresar a México, pues, si no, se iba a convertir en un vago;
en esa forma Varzal regresó a México, ya que tenía un boleto de Air France que le
había dado el gobierno Francés cuando fue becado, el que renovaba cada año; así,
veintiseis días después tomó un avión de regreso a México.
Varzal tenía en la cabeza tantas ideas, que al llegar a México reconstruyó
inmediatamente su estudio de la azotea y otro espacio en la planta baja
para hacer escultura en madera, en la casa de su madre en la calle de Ogazón. Así
comenzó una serie de sillas y mesas en madera, su idea del Arte Útil.
><Ω><
64
En cierta ocasión Varzal iba en un autobús a la ciudad de Toluca en el estado de
México, y llegó al paseo Tollocan, diseñado por el Arq. Pedro Ramírez Vázquez junto
con un equipo interdisciplinario, estando como gobernador el profesor Carlos Hank
Gonzáles; las obras comenzaron en Octubre de 1973 y se construyó un primer tramo
de 11.8 kilómetros. Entonces comenzó a ver unas grandes esculturas geométricas
realizadas en concreto que servían de señalización al tránsito vehicular;
inmediatamente Varzal reconoció esos diseños de Arte Útil.
En 1969, el pintor Leopoldo Flores se comenzaba a instalar en el poder en Toluca,
su ciudad natal, haciendo grupo con el pintor Matinef y con funcionarios de Cultura
del gobierno del estado, quienes lo apoyaron para, sin permiso, bocetar murales en el
Palacio de Gobierno… En París habían hecho gran amistad Leopoldo, Juan Luis y
Varzal, quienes eran becados del Gobierno Francés, y Jorge Dubón, quien tenía la
prestigiada beca Guggenheim. En esta época Juan Luís le pidió a Varzal que
compraran entre los dos un Fiat 500 usado, el cual era una miniatura cuando lo
vieron; Varzal lo compró totalmente pues el Churumbel le dijo que el dinero que
tenía lo había gastado, pero que lo comprara él y que después se lo pagaría, ya que
iba a cobrar una herencia en España y con ella le pagaría el auto. Así partieron de
París a España; cobró su herencia, la que no era mucha, y le pagó en moneda
española lo del auto; días después le dijo que el dinero que le había pagado tenía que
gastárselo en España ya que las pesetas no se podían sacar del país; Juan Luis en esa
forma sacó su dinero de España con el Fiat 500 que ya era suyo y Varzal tuvo que
gastarse todo comprando baratijas españolas.
Un día Juan Luis pasó a casa de Varzal y luego pasaron juntos por Jorge Dubón, pues
Leopoldo los quería ver en Toluca para proponerles algo.
El Toluqueño o El Cejas, como le decían en París a Leopoldo, les comunicó que ya le
habían propuesto nombrarlo director del Museo de Arte Moderno de Toluca,
y que les adquiriría piezas para el museo -con el tiempo a Varzal le compró dibujos y
una escultura en madera-; y que, además, como había el proyecto de transformar
la entrada de Toluca, creando el Paseo Tollocan, les pedía que realizaran maquetas
de esculturas para proponer a sus amigos de la Secretaría de Cultura un proyecto.
65
Dos meses después, entregaron los tres maquetas de sus ideas: Jorge Dubón realizó
una maqueta con una estructura de alambre cubierta con lona; había estudiado
arquitectura y realizaba maquetas con los tickets de metro en París, con las que ya
había hecho una exposición en La Casa del Lago, y una de sus maquetas de
geometrismo, que había enviado para la Ruta de la Amistad en el Periférico de la
ciudad de México, había sido aceptada para su construcción a la altura de Cuemanco.
Juan Luis, el churumbel, presentó unas maquetas geométricas muy sencillas, que a
Jorge Dubón no le gustaron. Varzal elaboró dos maquetas geométricas sin ninguna
idea, solamente la estética, pero durante su elaboración pensó que eso no se valía,
pues no decían nada, no servían para nada, eran el vacío; en esta forma, recordando
el recorrido que Leopoldo les había hecho por lo que sería el eje vial o Paseo
Tollocan, pensando en el embotellamiento en el que habían entrado, las dificultades
de la circulación en una de las glorietas a la entrada de la ciudad… recapacitó, y
pensó que en lugar de presentar las maquetas sin ninguna utilidad, proyectaría algo
que sirviera para guiar a los miles de autos que entraban a esta urbe.
Así diseñó su proyecto de Arte Útil, una solución para la circulación, señalizaciones
escultóricas para el tránsito vehicular. Realizó más de una veintena de bocetos a lápiz,
y después con cartulina Show-card estructuró sus esquisses en volumen, dando como
resultado una decena de esculturas geométricas que indicaban por medio de una
flecha la circulación; añadiéndolas a la dos, que ya había entregado.
Leopoldo no había presentado ningún proyecto escultórico: les dijo que había un
mercado que querían transformar en Museo Botánico y que él iba a proponer algo
para eso, y no les quiso dar más detalles; tiempo después, les pidió que terminaran
pronto sus proposiciones, ya que se había enterado que iba a llegar el grupo de los
geométricos a proponer sus proyectos, y la asociación era muy poderosa y habría que
evitar que fueran a eliminar los que ellos habían creado.
Los trabajos se entregaron a la Secretaría de Cultura del estado, con Leopoldo a la
cabeza, acompañando al grupo los amigos del Cejas de Toluca, entre ellos el pintor
Matinef.
Habían pasado muchos meses… estaba lloviendo, y al salir del Museo de Arte
Moderno Varzal se encontró con el Churumbel, Juan Luis, quien muy alegre, le dijo
que las obras expuestas eran una porquería; aprovechando, Varzal le comentó
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que había visto construidos los proyectos de señalización que él había entregado a
Leopoldo en el paseo Tollocan.
–¡¡¡Ajjj!!! Ya viste cómo son los geométricos de malvados, es Mathías Goeritz quien
se apropió de tus maquetas.
En otra ocasión se volvió a encontrar en el IFAL a Juan Luis, y Varzal le pidió que le
contara un poco del proyecto de Toluca.
–Si, yo apoyé mucho tu proyecto de las señalizaciones en varias reuniones que
tuvimos en Toluca y lo que más les gustó fueron las dos maquetas geométricas que te
pidió Leopoldo que presentaras junto a tu proyecto de las flechas; por estas 2
maquetas los geométricos y los funcionarios de la Cultura me pidieron que te
comunicara sus felicitaciones. Pero qué cabrón el arquitecto Ramírez Vázquez, se
apoderó de tus maquetas de señalización.
–Pero tú me habías dicho la última vez que nos vimos en el Museo de Arte Moderno que
había sido Mathías Goeritz.
–Pero ni tú, ni Leopoldo, nunca me comunicaron de estas reuniones., le dijo Varzal.
Entonces, el Churumbel, quedándose callado, partió enseguida casi corriendo,
diciendo que tenía mucha prisa.
Varzal comenzó a recordar cuando le pedía ayuda, como siempre lo hacía, para
diseñar sus proyectos; o cuando pasaba a su estudio por él para ir a una gran
industria maderera en la colonia Vallejo Industrial, donde era amigo del dueño,
ayudándole Varzal a solucionar, en parte, los grandes problemas que se le
presentaban.
Poco a poco, Varzal fue atando cabos: pensando en la creación del Espacio
Escultórico de la UNAM en 1979, y que presentaban como trabajo colectivo; bueno,
más que un trabajo colectivo, se escogía el mejor diseño que presentaban los
escultores geométricos. ¿De quién era en realidad dicho proyecto? El grupo
de los geométricos guardaron celosamente en secreto quién había propuesto los
módulos poliédricos…
El Churumbel se había pegado al grupo de los geométricos desde hacía ya un
tiempo, de lo que no comentaba a nadie.
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A finales del año de 1974, Varzal, realiza con su compañera un viaje a Francia
durante 6 meses; en este año empieza a publicar sus dibujos en movimiento ComixArte en dos revistas: Actuel y Zinc, pues se había llevado casi un centenar de dibujos,
donde involucraba el texto con la imagen, la simbiosis de los dos, que le ayudaron a
crear un sinnúmero de historietas.
Antes de partir a Francia, Beto, un vecino que vivía en el mismo edificio, con el que
tenía amistad, le pidió su departamento, diciendo que él le pagaría la renta, pues
Clara su esposa iba a tener un niño, y que lo ocuparía como estudio para pintar. Al
mismo tiempo, la pintora Susana Campos, quien vivía a 4 cuadras de su
departamento, le pidió que la dejara ir a hurgar entre sus libros y revistas de arte,
principalmente en la revista L’art Vivant, de la que Varzal tenía muchos números…
Le comunicó a Beto que esta pintora iba a ir al departamento, pero antes de
aparecerse, se comunicaría con ellos para no espantarlos. Susana, cuenta, que en una
ocasión mientras ella leía, tocaron el timbre de la puerta: era Juan Luis, que ella bien
conocía; al recibirlo, iba acompañado de una de sus amigas, Tita Mendoza, y le contó
que Alfredo Falfán le había comentado que Varzal no estaba y que su hermano
ocupaba el departamento para pintar, y que él, Juan Luis, estaba enfermo, que en su
casa de Acopilco hacía mucho frío y si se agravaba su enfermedad los hospitales
estaban retirados. En esta forma le pidió las llaves del departamento a Susana, quien
se las entregó, quedándose 10 días en el departamento con su compañera. El
Churumbel nunca le contó nada a Varzal, ni tampoco le dio las gracias por la invasión
que, Luisito, como le decía su madre, había realizado de su habitación.
En una carpeta, Varzal iba colocando todos los bocetos y estudios que realizaba para
la búsqueda de nuevas ideas, junto con otras carpetas de bosquejos de ideas, que
estaban en un closet del departamento de la calle Cosala. Un día, Beto, su vecino, le
contó que al entrar al departamento vio al Churumbel esculcando en el closet. Pero
Varzal, buscando qué se habría llevado, pues ya conocía sus costumbres, no encontró
que faltara algo. Lo único que no había revisado eran las carpetas, entre ellas las de
dibujos de ideas.
Habían pasado ya algunos años, y queriendo revisar los proyectos que había realizado
en el pasado, encontró casi todos, entre ellos los diseños para el Movi-Comix,
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los dibujos en forma de historietas que había realizado en 1978 con el tema
“Movimiento” para el Salón Nacional de Experimentación, los estudios para un
proyecto del metro, los bocetos para la transformación de autobuses para un
proyecto del arquitecto Agustín Hernández para el salón de convenciones de
Acapulco... esas carpetas estaban repletas de trabajos, y los iba acumulando sin
revisar nada. Este día se dio cuenta que faltaban los bocetos de las Señalizaciones
que había realizado para el paseo Tollocan en Toluca.
A Leopoldo Flores, en una ocasión, Varzal le preguntó que es lo que había pasado
con su proyecto de las Señalizaciones y de las reuniones que habían tenido con la
Secretaría de Cultura del Gobierno del Estado de México, de las cuales Juan Luis le
había contado.
–Yo no sé nada, pregúntale a Juan Luis; y le dijo que alguien lo estaba esperando en
ese momento y que tenía que dejarlo. Varzal continuó llamándolo, pero el Cejas ya
no contestaba sus llamadas.
El pintor se sigue preguntando aún, ¿cómo un grupo, como el de los geométricos,
tan “ético” en su trabajo, pudo aceptar a un artista tan deshonesto como el Luisito?
O si no es el caso, ¿cómo logró realizar este proyecto? ¿A la sombra de quién?
¿Qué es lo que Leopoldo esconde? ¿Por qué no quiso contestar nunca a sus
llamadas?, ¿A qué le teme, siendo el amigo y compadre de altos jefes de la policía y
de gobernadores de su estado?
><Ω><
En sus viajes por Europa del Este, en Yugoslavia, y en Medio Oriente, hizo amistad
con jóvenes gays; pero su primera experiencia que tuvo a los 8 años de edad siempre
estaba presente y nunca pudo ir más allá de lo que le pedían.
Cuando vivía en la colonia Condesa, en la calle de Chilpancingo, en las banquetas
trabajaban los travestis, quienes desde el medio día buscaban clientes, calentando
más las aceras de tanto taconazo y por las idas y vueltas de sus fans en la búsqueda
de alguna joven beldad. Cuando Varzal regresaba en su auto de su trabajo, tenía que
detenerse a la entrada del garaje del edificio dónde habitaba, para abrir el portón y
meter el auto; cuando se detenía, siempre había algún o algunos travestís,
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que iban corriendo, pensando que se había estacionado para escoger a alguna de
estas “vestidas”, con sus minifaldas muy entalladas, sus zapatos de tacón alto que
elevan la pelvis, produciendo un profundo efecto en sus admiradores; labios brillantes
de bilet escarlata, pestañas postizas enchinadas, rimel violeta, azul o verde, con
diamantina en los párpados, pelucas a la Marilyn o a la Marlene Dietrich. De estos
impresionantes maniquíes, al dirigirse a Varzal, salía una voz ronca que le decía: –
¿Vamos corazoncito?, te prometo que vas a pasar un rato inolvidable conmigo, ¿Qué
deseas más, un Negro o un Francés? Tú ya sabes, el primero es mi trasero y el
francés te lo puedo hacer aquí en tu auto con mi boca. No hagas esa cara, hombre,
es sexo oral. Además tengo senos para que sacies tu sed-.
<<Ω>>
Las campanas de la iglesia del Rayo que está a espaldas de la casa, acá en la calle
Ogazón de la colonia Vallejo, acaban de anunciar las 12 horas; en eso sonó el
teléfono, era Héctor, un colega escultor en piedra y en madera. Después de
preguntarle a Varzal cómo estaba, le preguntó si era posible platicar con él.
-Mira Varzal, tú conoces bien la situación en que vivo desde hace muchos años con
Delia; pues esto no se ha compuesto nunca. Nos juntamos y nos volvemos a separar
días después; y es ella quien después me busca. Ella alguna veces se ha ido con otros,
abandonándome; una vez delante de mí en una fiesta se lanzó con otro; esta última
vez yo acepté regresar con ella.
Hace tiempo, como tú sabes, compró una casa, a la que me he dedicado para
reconstruirla, dirigiendo a los albañiles y trabajando con mis propias manos… Y
enfrente de su casa, en el mismo terreno, yo construí mi casa. Bueno, ella me dio una
pequeña parte del dinero para esta construcción, pues yo invertí ahí el pago de varias
esculturas que había vendido y de mis ahorros.
Ella, ahora que la casa está ya terminada trae a todos sus amigos para hacer
fiestas, pero yo con ellos no me llevo bien y no me gusta asistir a esas pachangas.
Aquí cada uno vive en su propia casa, y me ha dicho que yo debo de cuidar la casa
para que no la vayan a robar, Lo más cabrón es que ella tiene el control total de mi
vida. Somos una telenovela mala… Ella peleó mucho con su padre, que era muy
autoritario, y ella también es igual que su padre; hay un rollo de Electra en ella.
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También es por su religión, le afecta mucho ser mormona. Viene de una familia de
obesos, ella fue obesa y ha vivido de dietas, hasta que le dio la anorexia. Todo esto
de alguna manera, lo hace pagar, con otras personas y conmigo.
Yo le digo que como ella trae a sus amigos para hacer fiestas, yo voy a traer a los
míos; pero dice que si ellos vienen, que los va a correr, porque son puros borrachos;
me dice que pertenezco a una familia ya jodida, refiriéndose a un hermano mío que
estudió varias carreras, quien después terminó en la esquizofrenia; me dice que soy
igual y también lo dice por una de mis hermanas a quien su marido la fue
degradando: mi hermana fue poco a poco decayendo, hasta caer un poco en la
prostitución; su marido, un día, en una cantina, la asesinó.
Le contaba a Delia cómo mi padre golpeaba a mi madre y ella cree que yo voy
a hacer lo mismo con ella; pero es al contrario, te confieso que ella me ha golpeado;
ella me acusa de ser alcohólico; si, me emborracho de vez en cuando, pero no soy
alcohólico.
¡¡Ya basta!! Esto ha sido lo mismo desde hace 18 años. Todo esto hace que yo no
pueda crear, no puedo ya concentrarme, necesito ser libre.
¡¡Basta ya!! Cambiamos de página y de libro, que se consiga a otro que logre
controlar, yo tengo que irme a vivir a otro país y ya no continuar en éste, pues ella
siempre me busca hasta encontrarme y convencerme de seguir juntos. En más de un
año me he puesto solamente 2 borracheras, pero aquí en la casa, solo, encerrado.
Cuando ella me ha visto así, me arma enormes pleitos, acusándome de alcohólico.
Me preparo para irme a vivir a Europa, por esto te hablo, salgo en unos días; Delia
me dice que me esperará solo dos meses.
Gracias Varzal por escucharme, te hablaré después para despedirme.
<<Ω>>
En 1984, Elisa, una amiga de Varzal, tuvo un problema con su marido, porque se
volvió a casar con una jovencita, estando aún casado; ella, muy afectada por esto, se
fue de su casa y con su hija partió para instalar su propio departamento; el ex esposo
cortó con la amistad de los amigos que habían tenido los dos. Así, Elisa continuó
visitando al pintor, pero con más frecuencia, para poder contarle sus problemas
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y lo que hacía aparte de su trabajo, para poder ganar un poco más de dinero, dando
masajes.
–¿Si? ¿Bueno? Elisa, te he estado buscando toda la semana, es para ver si me puedes
dar un masaje –le dijo Julieta, una joven de escasos 17 años, quién era lesbiana.
–Sabes Varzal, ya no podré ir a visitarte tan seguido, porque ya encontré una salida a
mis problemas: Te diré que Julieta es ahora mi chava –le confesó Elisa a Varzal.
-A partir de esto, comencé a conocer a un sin fin de feministas –contó el pintor Varzal–
y a ir a sus reuniones; con cierto temor, pues yo era el único hombre; lo cual me inspiró
para mi trabajo en pintura, dibujo, historieta, escultura y fotografía, aceptando
algunas feministas posar desnudas para una idea que yo tenía, la de que yo sólo estaría
atrás de la cámara y que ellas serían las creadoras de las ideas para realizar las escenas
fotográficas. Mi vida había cambiado, mi amor por las feministas era inmenso, mi
obra pictórica poco a poco se había vuelto feminista. Bueno… eso es lo que yo creía, ya
que ellas pensaban lo contrario al ver las mujeres que yo pintaba.
–¡Las mujeres no tienen los senos así, esos senos enormes que pintas son como tú los
deseas, –le decían enojadas las feministas.
Esto le hizo ver que él no podía ser feminista porque, primero, él deseaba a las
mujeres; y segundo, no eran sus problemas, y pensó que eran ellas quienes debían
resolverlos como ellas mismas lo decían.
<<Ω>>
–El negrito cuesta 10 pesos el kilo -le decía su vendedor de fruta- refiriéndose al
zapote negro, fruta cuyo interior es casi negro como el chapopote; en una ocasión
que cambió el vendedor de frutas del tianguis cerca de su casa, Varzal preguntó,
como siempre lo hacía: –¿A cómo está el negrito?
–Ése es gratis para usted –le contestó el nuevo vendedor, con voz afeminada. Pero el
zapote negro le cuesta a 11 pesos el kilo.
72
<<Ω>>
Varzal no ha deseado ser homosexual, ya que su vida ha estado ligada más a las
mujeres que a los hombres, y también por lo que fue una falsa alarma, porque un
médico lo envió a realizarse un examen de próstata. El día del examen, el especialista
le pidió al pintor que se acostara sobre una mesa, bajara sus pantalones y sus
calzoncillos, recogiera y separara sus piernas. El urólogo se colocó un guante en la
mano derecha, después le separó los glúteos y le aplicó una crema en el recto, para
enseguida introducirle un dedo hasta tocarle la próstata. Esa mañana Varzal lanzó un
grito espantoso de dolor y en su mente aparecieron imágenes del cine Pulguita
cuando el homosexual en el retrete le mostró sus glúteos.
–No se preocupe –le dijo el médico, su próstata está muy bien; por lo del dolor al
penetrarlo, es normal que grite; y añadió sonriendo: Las siguientes veces, ya casi no
duele, hay pacientes que no solamente se acostumbran, sino que les gusta y esto para
ellos se vuelve un placer.
<<Ω>>
El 27 de abril de 1968, es el retorno a casa y ese día hay un atardecer radiante en la
ciudad de México, cuando se posa el avión que llega de París.
Tenía un pensamiento constante en realizar arte que sirviera, para el cual había que
impedir que sus futuras obras se quedaran adornando los muros, con el fin de
decorar las habitaciones del sistema. Era algo fuerte, que aturdía la imaginación y el
espíritu de Varzal.
Pensaba en las discusiones en París, sobre la guerra en Vietnam, la cual continuaba, y
en México también se hablaba mucho del imperio que los bombardeaba…
La disolución de la Célula Epifania Zúñiga de Jaramillo del PC en 1964, lo había
dejado aislado, los camaradas se habían ido a refugiar al Espartaco con José Revueltas
solo por un tiempo, después se habían desperdigado. Varzal ya no era un activista
organizado y se solidarizaba independientemente con los movimientos que surgían en
el ámbito Nacional.
73
El 26 de Julio de 1968 se cruzan varias manifestaciones en la calle de San Juan de
Letrán -hoy eje Lázaro Cárdenas-, cada una convocada por diferentes agrupaciones; y
en la calle de Madero y Palma son atacadas por granaderos.
Ese día Varzal logra entrar en un edificio de la calle Madero y se esconde entre los
tanques de agua en la azotea, saliendo hasta el amanecer, cuando la calle de Madero
se ve casi desierta.
Ese mismo día, cuando avanza un gran contingente hacia la plaza de la Constitución
vuelven a ser atacados, golpeándolos de forma indiscriminada.
Hay más de 500 heridos, y muchos detenidos. La lucha se amplía con fuerza con los
estudiantes de la UNAM, el Politécnico y la Normal. Al otro día, en el centro, los
estudiantes forman barricadas con los camiones que han estado tomando,
ponchándoles las llantas, para detener el acceso de los policías y granaderos a las
preparatorias de la UNAM; entonces los jóvenes se atrincheran en las escuelas.
Tres días después el gobierno saca a los militares de sus jaulas, con tanques ligeros,
jeeps con bazukas y cañones de 101 mm, dirigiéndose a la calle de Justo Sierra 16,
edificio de las preparatorias 1 y 3 –Antiguo Colegio de San Ildefonso-: les ordenan a
los estudiantes atrincherados que abran la puerta, si no la van a tirar. Los estudiantes
resisten y se niegan a salir. Las bestias uniformadas lanzan un bazukazo a la puerta
colonial tallada en madera del siglo XVlll, haciéndola pedazos, golpeando brutalmente
y deteniendo a los resistentes. El rector Barros Sierra condena los hechos e iza la
bandera mexicana a media asta.
Se incrementan las manifestaciones y el movimiento estudiantil planea 6 demandas a
las que el gobierno responde autoritariamente con represión.
El 27 de agosto se instalan en el Zócalo casi 200,000 manifestantes. Un día
después, la policía del DF reprime a los jóvenes para sacarlos de la Plaza.
El 13 de septiembre convocan a la manifestación del silencio. Varzal se incorpora en
Reforma, a la altura de los Leones de Chapultepec: había centenares de gentes
reunidas en las calles aledañas, esperando con cierto temor, cuando aparece la
74
pequeña manifestación que viene del Museo de Antropología; se adhieren, saliendo
de las calles, cientos o miles de jóvenes, quienes portan un pañuelo en la boca.
Varzal, como muchos otros, se coloca en los labios una cinta adhesiva. Al llegar al
Zócalo, está pletórico de miles y miles de jóvenes. Se encuentra con Villamar, un
antiguo camarada del PC, quien le dice: Varzal, salva tu alma, regresa al PC.
Cinco días después, cerca de 10,000 soldados con tanques ligeros, carros de asalto,
ocupan Ciudad Universitaria, deteniendo a 1,500 estudiantes. Luego ocupan el casco
de Sto. Tomás, del Politécnico, y otras escuelas. El 1º. de octubre el ejército se retira
de la UNAM y del Politécnico.
El 2 de octubre, Varzal se va caminando a Tlatelolco, ya que de su casa está muy
cerca el multifamiliar; pero antes de irse, su madre le pide que por favor no tarde,
porque ella tiene una cita con el médico a las 6:30 de la tarde y Varzal tiene que
acompañarla. Cuando llega a la plaza de las tres culturas, - 4.10 pm-, hay muy poca
gente; al rato comienzan a llegar grupos de estudiantes, obreros… Varzal, se queda
un rato más y luego tiene que retirarse -5:15 pm-.
Hoy, hay miles de relatos sobre los centenares de jóvenes asesinados, de la masacre
de este día. Todos estos terribles acontecimientos forjarán en Varzal un espíritu de
búsqueda en el pensamiento, y de reflexión por medio de sus obras, para estampar
estas aberraciones.
<<Ω>>
En un muro de la ciudad de México, en 2012, un manifestante escribe:
Me preguntas, Madre, por qué salgo a la calle. Es que quiero ser parte de ese
75
LA MADRE, LOS HIJOS…
Salatiel Vargas Pérez. Género masculino.
Nació el 18 de julio de 1941.
Lugar de nacimiento: Donizetti 251. Distrito Federal,
Nombre del padre: Maximino Vargas; edad, 40 años (Mexicano).
Nombre de la madre: Adela Pérez: 39 años (Mexicana).
Abuelo paterno: Andrés Vargas. Abuela Paterna: Juana Rivera.
Abuelo Materno: Pedro Pérez. Abuela Materna: María Navarro.
Así esta asentado en el acta de nacimiento del Registro Civil del Distrito Federal, de
la Cd. de México.
Hoy, 11 de enero de 2012, tiene 70 años. Firma de Artista: Zalathiel.
Su madre le contó que cuando lo llevaron a presentar al registro civil, el escriba no
oyó bien lo que ella le había indicado: “Con una Z al principio y con una h después
de la t”, pues parece ser que era un poco sordo. Maximino, su padre, le había dicho
que el nombre era bíblico, que se escribía con S y sin h, y que por eso había que
registrarlo con una Z y con una h para diferenciarlo del angelito del libro de San
Mateo.
Su madre le contó que el sordo del escriba al preguntarle su dirección, ella le
comunicó que acababan de comprar un terreno, donde había nacido su hijo, y que
este predio todavía no tenía nombre en la calle. ¿En qué dirección vivían
anteriormente ?, preguntó el escribano. -En la calle de Donizetti. Ahí estuvimos
rentando, pero esa casa tampoco tiene número, pero cerca estoy comprando otro
terreno en la calle de Schumann # 251; entonces el escriba sordo escribió: Donizetti
251.
Ahora, la calle donde nació ya tiene nombre, se llama Pedro Luis Ogazón y le
cambiaron el nombre de la colonia, que era Río Consulado, por el de Colonia Vallejo.
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La señora Adela tenía 2 hermanos, con segundo apellido Nol; ellos siempre fueron
Nol; eran los tíos maternos de Zalathiel. Todos afirmaban que eran hermanos
legítimos de su madre; pero Zalathiel encontró varios documentos de ella con el
segundo apellido Navarro. Y no el de Nol.
Adela nació en el pueblo de Capuluac del estado de México y, como se necesitaba
para varios trámites el acta de nacimiento de la madre, Zalathiel, junto con su esposa
fueron a este pueblo al Registro Civil, donde no encontraron nada. De ahí los
enviaron a la ciudad de Toluca: en este registro encontraron una Adelaida Nol, pero
esta persona no coincidía con las fechas de nacimiento ni con los nombres de sus
padres; y por Navarro nada. La directora del Registro Civil les comentó: “La gente
que había nacido a finales del XlX o principios del siglo XX, muchos cambiaban su
nombre en la vida cotidiana, o se aumentaban nombres después de registrarse, y
luego se quitaban el nombre con el cual se habían registrado; hay casos de gente que
se cambiaba los apellidos. Es mejor que vayan a la parroquia del pueblo para que ahí
busquen su Fe de Bautizo”. Efectivamente, ahí estaba Adela Pérez Nol.
Muchos años después el estudiante de arte le preguntó a su medio hermano Epifanio
que porqué la madre de ellos utilizaba 2 apellidos diferentes; él y sus hermanos no
sabían nada y le dijeron que quizá era porque ella había sido propietaria de tres
puestos en el mercado antiguo de Beethoven.
><Ω><
Tendría 6 meses de edad, cuando Adelita le puso un mecate a la cintura, para que no
se le volviera a escapar del puesto de yerbas que tenía en el mercado Beethoven,
amarrándolo a un huacal que le servía de cuna. Varzal podía bajar y pasearse
gateando a metro y medio del tendido de plantas medicinales que se instalaba en el
suelo.
El día que se le escapó, la madre fue a encontrar al bebé entre las vías del tren, a
unos 60 metros del puesto, y ese día le dijo: ¡¡¡Uf!!!! ya te encontré, mi “Patita de
perro”; y así, cada vez que salía a algún viaje, le decía: “¿Ya te vas, patita de perro?”
77
Este hijo fue el último que tuvo Adela de un total de 7, cuatro con Don Maximino y
tres más que tuvo con otro esposo; al fallecer este último, estos niños se criaron con
el hermano de Adela, Trinidad Pérez Nol, y ella se volvió a casar.
El antiguo mercado de Beethoven tenía 35 metros de ancho por 100 de largo,
aproximadamente, entre Calzada de Guadalupe y Av. de los Misterios.
Se ensanchaba a los lados de la calle por tiendas, baños, una tortillería, una fonda,
una carnicería, que estaban ubicados en la planta baja de un edificio de 4 pisos de
departamentos; la plaza se desbordaba unos 15 metros más hacia la vía del tren, que
pasaba a la mitad de la Calzada de los Misterios. Eran puestos de madera con techos
de láminas metálicas, divididos por 2 corredores centrales, más 2 laterales que serían
las 2 banquetas; a espaldas de los puestos había un pasillo muy estrecho, para que los
vendedores entraran a sus locales y para ir por agua a la fuente que se encontraba al
centro del mercado.
La señora Adela poseía 3 de estos puestos, dos de ellos servían para vender sus
productos, midiendo juntos 6 m. de largo x 2.80 de ancho; un pasillo interior de 70
cm. dividía los 2 mostradores, que servían para colocar las hierbas medicinales; el 3º
medía 3.15 x 2.80 m., que servía de bodega para las hierbas. Adelita había
construido ahí un retrete con un pequeño lavabo, el cual era el único del mercado,
porque estaba prohibido. Entre estos puestos había una calle de 2.70 m., corredor
transversal que servía de cocina y comedor, ya que las puertas de los puestos de
Adelita estaban a los lados de éste.
En el nuevo mercado se los cambiaron solo por dos, pero ya de concreto, midiendo
menos de la mitad que los anteriores.
><Ω><
Seguido iba Alicia a visitarla al puesto, y después, como le gustaba estar ahí, le
ayudaba a atender a los compradores. Alicia tuvo 11 hijos, entre ellos solo una mujer:
ella estudió la primaria junto con Varzal, solo que Licha –como le decían- era más
grande de edad por 5 años, y por esto en la escuela primaria La Prensa ella lo
cuidaba constantemente en las peleas, separándolo de los niños que le gritaban
¡!¡Brujo!!!, ya que inmediatamente él apretaba el puño y respondía a puñetazos.
78
La madre de Alicia había tenido 8 hijos varones y 3 mujeres, que murieron en un
accidente automovilístico; también Doña Josefina, la madre de Licha, seguido visitaba
en las noches a Adelita cuando regresaba del mercado, algunas veces para ayudarle a
preparar la comida del otro día, pero los domingos la invitaba a ir a la iglesia
protestante. –Pero yo soy católica, le decía. –Eso no importa, doña Adela, Dios
acepta a todos por igual. -Está bien -le contestaba.
–Se durmió en plena predicación, doña Adela.
–Sí, es que me arrulló la predicación -le decía.
A esta familia, el padre le rentaba un departamento en la planta baja, y eran casi parte
de la familia del futuro artista.
La amiga de la infancia del pintor, cuando se casó, también se instaló en la misma
casa, en un pequeño departamentito que le rentó el padre del artista.
–Licha, ¿por qué tuviste tantos hijos? -le preguntó un día Varzal.
–Es que no tenemos televisión; y cuando llega Marcelino muy cansado del trabajo,
después de cenar se mete a la cama, y yo con él. Y continuó diciendo: -Pero ya casi
encontramos una solución, en lugar de hacerlo por adelante lo hacemos por atrás.
Pero a veces se le antoja hacerlo normal y es cuando ¡¡zas!!, me quedo embarazada.
–¿Y por qué no utiliza condón, o tú, tomando píldoras? –Es que nosotros somos
evangélicos y en la iglesia nos dicen que eso es pecado, que es cosa del demonio.
–Como casi somos hermanos -le dijo Licha al artista, proponiéndole- si no tienes con
quien hacerlo, conmigo no hay problema; solo que ya sabes la técnica para que no
me vayas a engordar la panza.
><Ω><
-¡Chambritas y zapatitos para los bebes, se zurcen pantalones, camisas y vestidos con
roturas!… cantaba una señora de unos 60 años en los corredores del mercado.
Esta señora era una española. Bueno, así le decía todo el mundo, “La Española”,
quién para hacer sus trabajos, se sentaba en un huacal en el puesto de doña Adela
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a tejer los vestidos para bebés, y a zurcir la ropa que la gente le llevaba. Esto dio
origen a que se reunieran alrededor El Flequitos -el Sr. Agustín, albañil indígena
Otomí- quien se quedaba seguido a dormir en el puesto de la bodega, doña Hilaria,
vendedora de papayas, doña Mere, vendedora de verduras; el señor Eusebio con su
esposa y con una hija, quienes eran compadres de Adelita.
Para preparar la comida, Adela había instalado un anafre con carbón: hervía los
frijoles, hacía sopas o arroz; a esa hora llegaban varias vendedoras, quienes se
instalaban a guisar las carnes, pescados, nopalitos, usando como asientos y como
mesa los huacales de las mercancías que doña Hilaria le había regalado, pues con
ellos acarreaba las papayas que compraba en el mercado de la Merced; era la cocinacomedor de todos estos comerciantes.
Los puestos de doña Adela tenían unas rejas de tela de gallinero, estiradas sobre unos
bastidores de madera; de esta forma los puestos quedaban cerrados por la noche, ya
que el mercado no tenía puertas y la gente pasaba libremente por ahí. Y entre El
Flequitos y el señor Eusebio -carpintero- colocaron estas rejas de protección.
El carpintero, 3 días a la semana iba a vender sus sillas y mesas, colocadas en un
carrito de ruedas de baleros; se instalaba cerca de la vía del tren. Un día le pidió a
Adela que le prestara el cuarto que estaba construyendo en la calle de Schumann, y
que él le cuidaría el terreno y el material para la construcción de la barda que iba a
levantar. Era un cuarto de 3.50 de frente x 6 m. de fondo con una avanzada de techo
de 1.50; y un baño afuera. Don Eusebio puso en el patio un tejabán para instalar su
carpintería. El terreno tenía 7 metros de frente x 40 m. de largo - era un chorizo- y el
cuarto estaba al fondo de éste.
El Flequitos, -así le decían porque un fleco de su pelo le cubría la frente-, fue el
albañil de la madre hasta que murió, pagándole ella su entierro; así también lo hizo
con la española cuando falleció, después de haber encontrado su cuerpo en el cuarto
que doña Adela le prestaba, donde había construido un 2º cuarto a un lado del de su
comadre.
Cuando murió la tejedora-zurcidora, la bebita de su comadre ya había crecido y era
una bella “Potranca” -así le decían sus amigos- y tenía un novio con el cual pronto se
casó; y le pidió a Adelita el cuarto donde vivió la tejedora de chambritas,
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donde luego tuvo 2 bebés; el esposo de ella ayudaba a su suegro en la carpintería,
en el mercado a vender los muebles, y recorría las calles, donde gritaban para
anunciar sus productos, junto con La Potranca, jalando el carrito con las sillas, mesas,
pequeños roperos, escaleras…
><Ω><
Un día, Armando, el hijo mayor de Adelita, del 2º matrimonio, no tenía trabajo y le
pidió a su madre que le prestara el puesto de la bodega para abrir un negocio; así su
esposa se encargó del negocio de caldos de pollo, llamándole “Caldos de la Güera”,
instalando estufas y grandes cazuelas; unos años después consiguieron un puesto en
el mercado gigantesco de La Merced, para vender frutas, negocio que era más
redituable que los caldos de pollo, y posteriormente Armando abrió uno de los
primeros negocios de láminas de plástico, que le dejaba mucho dinero, pues al mismo
tiempo tenía una herrería y hacía techos para pequeños negocios y para grandes
industrias. Pero había sido un vago en la infancia, y eso no se le quitó nunca: cada
dos años se compraba un VW sedán -un bochito- y se iba a recorrer las grandes
ciudades de los USA, y después se instalaba en Las Vegas a jugar en los casinos:
algunas veces ganaba, y eso lo entusiasmaba mucho, pero, como siempre en esos
juegos se pierde más, y como el vicio no se le quitaba, le entró por viajar siguiendo al
boxeador “El Púas” cuando peleaba en el extranjero, y así se gastaba las enormes
cantidades de dinero que ganaba con las láminas de plástico.
Cuando dejaron el negocio de los caldos, inmediatamente el esposo de la hija de
Adelita, hermana del pintor, le pidió el puesto vacío y se instaló para abrir una tienda,
donde vendían desde arroz, frijol, aceites de comida, y todos los productos de una
tienda de abarrotes. Fue la única vez que al yerno se le vio trabajando intensamente
junto con su esposa.
><Ω><
El padre del pintor era ferrocarrilero, trabajaba en los talleres de Nonoalco como
carpintero, reparando los vagones de trenes, que en esa época eran de madera; por
temporadas viajaba para restaurar los desperfectos de los asientos, ventanas… en
otros estados del país, llevándose al hijo, quien apenas tendría 4 años. A esa edad el
infante comenzó a ver los paisajes desde las grandes ventanas, a la gente vendiendo
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comida, pulque, y mercancías cuando llegaban a alguna estación de tren; a los
campesinos, quienes portaban sus vestidos de manta blanca, indígenas que cargaban
pesadas cargas sobre sus hombros o sobre sus burros; admiraba, sorprendiéndose,
en los talleres del ferrocarril, a los trabajadores reparando las enormes máquinas…
El hijo de Maximino, iba a cumplir en 15 días 5 años, su padre lo envió solo, cuidado
por los trabajadores del ferrocarril, al pueblo de Honey y de ahí lo llevaron caminando
al pueblo de Pahuatlán, estado de Puebla, donde el padre tenía una hermana; ahí se
quedó una semana, y después iría a 6 kilómetros de este pueblo, al caserío de
Naranjastitla, para que festejara allá su cumpleaños con el tío Gil, medio hermano de
Maximino, que tanto lo quería.
Así aprendió a caminar en los cerros en medio de la noche, en esta abrupta sierra.
-Seguido me caía y mi tío me gritaba: Alza las patas al caminar, hijo. También su
padre, en viajes posteriores, le decía lo mismo.
-Hola, ¿cómo estás, Pata de Perro?, le decía su progenitora años después, cuando
regresaba de sus viajes por la república mexicana, porque hasta los 16 años tuvo un
pase anual para viajar en los Ferrocarriles Nacionales de México. Y casi
continuamente ganaba premios, casi cada año, como uno de los mejores alumnos de
la escuela de San Carlos, donde entró a la edad de 13 años: el premio era un viaje
para ir a sacar apuntes a algún estado de la provincia mexicana.
><Ω><
Cuando tenía 7 años, sus padres decidieron cambiarse de casa, a la colonia Emiliano
Zapata: era un terreno de 140 metros cuadrados, donde el padre construyó tres
cuartos con una cocina y un baño; el techo era de láminas de cartón y había una
higuera y una alberquita para los patos, una jaula para conejos, otra para las gallinas;
este terreno lo había comprado Adelita. Había también una incubadora que se
calentaba con petróleo y le cabían 100 huevos.
-Era hermoso ver cuando los patitos rompían el cascarón. Siempre andaba yo con una
de estas avecitas entre las manos.
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Al casarse su hermana, se instaló en esta casa con el hijo de un pastor protestante; a
éste le gustaba mucho tomar cervezas, y cuando se picaba seguía con el tequila.
Como no tenía trabajo se fue a los Estados Unidos como migrante. Un día, la
hermana de Varzal recibió una carta de su esposo, diciéndole que vendiera la casa casa que su madre le había regalado el día de la boda a su hija- y que pronto él
conseguiría un trabajo, pero que habría que esperar un poco, “Mientras, vete a vivir
con mis papas”. La hija vendió la casa; y cada mes le enviaba dinero; cuando el dinero
de la venta del inmueble se terminó, el marido regresó a México. –No, no encontré
trabajo en los USA, pero aquí nos va a ir mejor, le decía a su esposa. Después, en
sus borracheras, contaba a todo el mundo cómo gastaba en fiestas invitando a sus
amigos a los bares en los USA.
Don Maximino, el padre de Varzal, había heredado un terreno de varias hectáreas de
tierra en la delegación de Iztapalapa de la ciudad de México; por muchos años peleó
para que una compañía no se lo robara; un día, se presentaron los abogados de esta
empresa y le dijeron que ya no gastara dinero y que ellos le compensarían con un
terreno de 500 metros cuadrados y que además le construirían una casa.
Así, de la Colonia Emiliano Zapata se mudaron a la que ya se llamaba Colonia
Agrícola Oriental. Varzal ya tenía 14 años. La casa más próxima estaría a unos 350
metros, y para tomar un camión de pasajeros se caminaba unos 500 metros; no había
agua, pero entre su hermano Andrés y él iban con botes por el agua que repartía una
pipa a los habitantes de la colonia. Ya no había animales en la casa, solo una cabra
blanca que en un viaje a Naranjastitla, un año antes, le había regalado su tío Gilberto;
cuando lo acompañó a tomar el tren en el pueblo de Honey, en el camino, un
campesino bajaba rodeando un peñasco; sus cabras, al llegar al camino de terracería,
comenzaron a saltar como resortes, y a retorcerse, creando un fantástico espectáculo:
-Yo me quedé pasmado, no podía moverme ante la representación de la alegría.
Esta cabra siempre acompañaba al ya estudiante de pintura, y por las mañanas
empujaba la puerta de la recámara e iba a despertarlo, subiéndose a su cama y
emitiendo fuertes balidos.
Solo un año y medio duraron en esta casa, pues al ver que toda la ropa que habían
tendido en el tendedero del patio para secarse, se la habían robado, y que en la casa
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de Pedro Luis Ogazón -nombre de un músico- se había desocupado un departamento
en la planta baja, aprovechando que su esposo no estaba, la madre alquiló un camión
de redilas para la mudanza; también a ella le convenía vivir en esta casa que estaba
muy cerca del nuevo y flamante mercado de Beethoven, donde ella trabajaba en su
comercio de hierbas medicinales; estaban felices de regresar a esta casa.
La madre, en lugar de levantarse a las 4:30 de la mañana, en esta nueva casa se
despertaba hasta las 5, tenía 30 minutos más de sueño; a esta hora encendía el
calentador de leña para tomar una ducha, se volvía a sentar en la cama para peinarse,
preparaba su desayuno y el de sus 3 hijos; a las 5:50 tomaba el camión para ir a La
Merced a comprar la ruda, el ajenjo, la manzanilla, el romero, el toloache, el pericón,
el gordolobo, el cuachalalate y muchas plantas y raíces curativas. A las 9 de la
mañana ya estaba en el mercado, donde una serie de marchantes ya la esperaban.
><Ω><
A Varzal, la escuela de artes plásticas San Carlos le quedaba muy cerca y su hermano
Andrés pronto iría a Ciudad Universitaria para estudiar la carrera de Ingeniería, y
había buenos transportes para llegar en menos tiempo a esta universidad.
El futuro artista pintor recobró su estudio, que su padre le había construido en la
azotea de esta casa -28 m. cuadrados con un baño y una terraza de unos 60 m.ocupándolo con su hermano para hacer sus tareas.
Este estudio sirvió para realizar reuniones con sus futuros camaradas: la madre estaba
muy contenta de convivir con los estudiantes y cuando bajaban al primer piso, cuando
no estaba el pintor, la señora Adela les preparaba un café y les ofrecía unos bizcochos
-panes dulces. Quería mucho, principalmente, a una modelo que posaba en la escuela
de artes, y quien seguido se quedaba a cenar en la casa: Carmen, o Carmela, era una
joven que no había realizado ningún estudio y asistía a los círculos de estudio, en el
taller de la azotea, que daba un camarada profesor de la UNAM sobre Marxismo –
¿Qué vimos la última vez que nos vimos?, preguntaba el profe
y en seguida Carmen repetía de memoria párrafos del “Capital" o del Libro “Salario,
Precio y Ganancia”…
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-Carmen se incorporó, con el grupo, a nuestra vida militante, de estudios; y amorosa, ya
que fue la compañera de uno de los camaradas. Y cuando Varzal regresó de Europa en
1968, se instaló casi por 16 meses en este taller de la azotea y recuperó un pequeño
cuarto en la planta baja, de unos 15 metros cuadrados; aparte tenía un patio, donde
instaló su taller de escultura. Eran momentos de reflexión, de cambios del
pensamiento. Carmen se propuso para posarle para las ideas que tenía de hacer sillas
y mesas: Arte Útil. La modelo comenzó a llegar a las 6:15 de la mañana, tocaba en
la puerta de madera con la mano, muy fuerte, para despertarle; su madre jalaba un
cordón -del primer piso al estudio de la azotea-, que tenía instalada una campana,
para anunciarle la llegada de Carmela. El pintor-dibujante saltaba de la cama, al oír
los campanazos cerca de su cama, para bajar los dos pisos a abrir la puerta de la
calle.
–Aún estás dormido, ¿verdad? No te preocupes. Y la modelo se metía debajo de las
sábanas de la cama para acompañar al artista una hora más, para que recuperara el
sueño. Cuando bajaban al primer piso la madre ya tenía preparado el desayuno, así
platicaban los tres sobre la vida artística y Doña Adela le preparaba algún remedio
para los pequeños males que a veces tenía la modelo; después, ella posaba de dos a
tres horas para el artista; en esta forma realizó su primera silla: Desnudo de Mujer.
Este ritmo de trabajo con Carmela duró quince meses.
><Ω><
Carmela era una joven muy generosa y solidaria con la gente, con sus amigos. Desde
que trabajaba como modelo en la escuela de arte (ENAP-UNAM) donde llegó siendo
casi una niña, Varzal la ve por primera vez en 1957, cuando posaba en el salón de
dibujo del profesor Jorajuria. A la hora del descanso, que duraba 15 minutos cada
hora, con extrema naturalidad iba a platicar con los estudiantes, sin ponerse su bata.
Los jóvenes artistas escuchaban sus reflexiones académicas un poco nerviosos al tener
tan cerca un cuerpo desnudo, comentarios que oían con agrado sobre los bosquejos
que se hacían sobre papel manila y carboncillo de 170 X 90 centímetros, diciéndoles:
-Ay cuate, qué patotas me pusiste, son más chiquitos mis pies. -A esa mano solo le
pusiste cuatro dedos. -Esa cara se parece a la de mi abuelita… Y los estudiantes, sin
ofenderse, hacían las correcciones que les indicaba,
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y la respetaban y admiraban mucho porque siempre les contaba alguna anécdota, y
porque se quedaba como petrificada al posar.
La modelo tenía un bonito carácter y los profesores la apreciaban mucho. Uno de
ellos la invitó para que tomara su clase de dibujo, y así comenzó a hacer sus primeros
trazos; el maestro Rodríguez Luna, –quien era muy estricto en sus enseñanzas y en
los horarios, pues cuando alguien llegaba 3 minutos después de haber empezado la
clase, le cerraba la puerta en las narices–, también la convidó a tomar el curso de
pintura.
Pero la vida no le permitió continuar para convertirse en una artista, porque tenía que
trabajar duro para su existencia. Tenía una hermana mayor, también modelo, pero
pronto se casó con un profesor de dibujo de la misma escuela, y entre ellas casi
nunca se veían.
Aceptaba varios compromisos de trabajo desde que comenzó a vivir con un
estudiante de arte, quien pronto se volvió una responsabilidad para ella, pues no solo
era su compañero sino su camarada de partido. Con el tiempo, el Falfurrias o el Patas
Planas se acostumbró a recibir dinero de Carmela, para comer en restaurantes, para
la gasolina y reparaciones de su auto, que ella jamás utilizaba. El amor le había dado
muchas fuerzas para trabajar todo el día.
En una ocasión su amigo le pidió a la modelo el dinero que estaba ahorrando para
comprarle una televisión y un radio a una de sus tías, pues le dijo que tenía que asistir
a una reunión del partido, que se realizaría en el estado de Oaxaca durante más de
una semana. Carmela se negó; pero las consecuencias fueron duras para ella, pues
después de que le dejó la cara con moretones, tuvo que ceder. Luego se supo que él
se había ido con una amiga de “vacaciones”. Y un día el pintor la abandonó y se fue a
vivir con su nueva compañera, quien pertenecía a la alta sociedad.
Pasaron los años, y un día Varzal se encontró al ex compañero de la modelo, quien le
comentó: -Hace un mes me encontré a la Carmela en la calle. Ella, al verme, se
quedó paralizada y comenzó a sollozar. Yo no le dije nada y me fui corriendo.
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Terminaba el año de 1969 y Carmela le contó que ya se sentía mejor. Lo que hizo
para reponerse, le dijo, fue ponerse a trabajar mucho para olvidar; aceptaba trabajos
en varias escuelas de arte, de grupos de artistas, y así volvió a reunir el dinero que le
había quitado su malvado compañero. Le pidió a Varzal de favor que la acompañara a
comprar una televisión, un radio y una antena para la TV: era el regalo que quería
hacerle a su tía desde hacía varios años. También le pidió que le acompañara hasta un
pueblo del Estado de Hidalgo: -Pues todo esto debe pesar mucho. Allá me ayudarás a
colocar la antena. Estaremos solo unos 2 o 3 días.
El viejo y destartalado camión de pasajeros recorría los paisajes llenos de sembradíos
de magueyes, en una región pulquera del estado de Hidalgo; el polvo del camino
daba una pátina de pobreza a los pueblos que cruzaban. La casa a donde llegaron era
muy humilde y tenía un pequeño terreno, con algunos frutales, una hortaliza con
lechugas, papas, rábanos… unas plantas de jitomates, calabacitas… Había un
gallinero y una porqueriza, pero los animales andaban sueltos hasta dentro de la casa,
y las emplumadas merodeaban hasta en la mesa del comedor… La tía estaba feliz de
tener visitas, que además le llevaban regalos. Carmela le dijo que los regalos eran de
los dos. Muy agradecida, les cedió su recámara y se instaló en el comedor.
Colocar la antena en el techo de láminas de asbesto de la casa fue muy rápido, pues
la señora les pidió a unos vecinos que por favor le ayudaran. Varzal se había llevado
su cámara analógica Retina 1B y fotografió a todos en esta labor, a las gallinas, a los
cerdos, a las reuniones que la tía hacía, invitando a sus vecinos para ver la TV en
blanco y negro; y aunque se veía un poquito borrosa, los campesinos y tlachiqueros
celebraban con el pulque que aportaban, el cual se tomaba a todas horas en el
pueblo, en lugar de agua.
El pintor había llevado un grueso cuaderno con papel para dibujo, tinta china,
acuarelas… y comenzó a desaparecerse entre los magueyales a dibujar. Carmela, con
el papel que le compartió Varzal, comenzó a hacerle retratos a los campesinos y a la
tía, y también se le ocurrió hacer bodegones con el producto de las siembras de su
pariente, poniendo siempre como fondo la casa.
Habían pasado más de 20 días y la tía les alimentaba con huevos y productos de las
hortalizas; de vez en cuando mataba una gallina; y entre la modelo y el pintor
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compraban en una tienda del pueblo algunos alimentos, y la masa en un molino de
nixtamal para que la patrona de la casa hiciera a mano las tortillas.
Una vez, Varzal se alejó del pueblo, llevando sus materiales de dibujo; había salido a
las dos de la tarde: recuerda que estaba dibujando unos magueyes y con un sombrero
se resguardaba del sol que calentaba intensamente, aunque ya eran las 6:30 de la
tarde, cuando de repente Carmela se apareció cargando dos largas ramas. –Te hemos
estado buscando por todas partes, todo el pueblo se está movilizando, porque hay un
perro rabioso que ya mordió a varias personas. Hay que regresar inmediatamente.
Toma esta vara; por si se aparece, nos podamos defender –le dijo muy angustiada.
Las varas, que tenían más de dos metros de largo, con la punta afilada, parecían
lanzas. La modelo no solo era generosa sino también muy valiente, pues se expuso, al
buscarlo, a pelear con el rabioso.
Carmela se desaparecía entre los dédalos de la capital; habían pasado más de 15 años
cuando volvió a encontrarla: los años poco la habían transformado, pues conservaba
su espíritu jovial y sonriente, seguía esbelta, bella, fuerte. Le relató un poco su vida,
se había casado con un profesor de pintura de la escuela de arte de la universidad
(ENAP-UNAM) y tenía ya dos hijos varones, de 10 y 12 años.
Después Carmela volvió a desaparecer, el caos de la urbe hizo de las suyas…
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ADELITA, LA HIJA Y EL BORRACHO
La madre enseñó a sus hijos a ganarse la vida; Adelita, cuando el artista pintor tenía 6
años le pagaba 5 centavos por cana que le quitara, y a los 11 años le enseñó a
preparar las pócimas, a secar, a tostar y a moler ciertas plantas, como el hojasén; a
mezclar vegetales, raíces, cortezas en vino tinto o blanco, bebidas con virtudes
medicinales y curativas.
Era ella quién daba dinero a los hijos: la hija, llamada Consuelo o Chelo como le
decían, estudió una carrera corta: Corte y confección; y ya casada, cosía ropa ajena.
Andrés, su hermano, le iba a ayudar a su madre al mercado y compraba libros
usados, que revendía en las escuelas. El futuro artista dibujaba animalitos, el cuerpo
humano… a tinta china, para una imprenta que le pagaba mal, pero le pagaba: los
usaban para imprimir estampas, a las que llamaban popularmente larines, que pedían
los profesores en las escuelas primarias; los copiaba de libros de la biblioteca de su
escuela. A Varzal, su madre le compraba los libros para la escuela de arte, donde iba
desde las 8 hasta las 18:15 horas; le pagaba la mensualidad para que estudiara la
secundaria -y los libros- en la escuela nocturna Benito Juárez, allá por el barrio de La
Merced. Varzal salía corriendo cargando sus libros y cuadernos a esta secundaria y
preparatoria, donde entraba a las 6:30 pm. y salía a las 11:30 de la noche.
El padre casi nunca le daba dinero a su esposa, todo lo invertía en construir
departamentos en los terrenos adquiridos; posteriormente compró una cantidad
horrorosa de hectáreas en la Sierra Mixe en el estado de Oaxaca, donde construiría
sus sueños de una comuna protestante-socialista, y después construyó iglesias
protestantes.
Al padre casi nunca lo veían sus hijos: ellos se sentían contentos por esto, ya que no
sentían la presión del padre y de su religión, eran libres de hacer lo que soñaban:
pensar libremente, estudiar… La madre regresaba a la casa a las 7:30 de la noche,
cenaba lo que los hijos habían cocinado: alguna sopa, arroz, frijoles; ella, cuando
tenía tiempo, hacía platos de verduras y algún guisado para la comida del otro día;
mientras cocinaba, encendía la televisión y veía los noticieros; le encantaba ver las
corridas de toros en la tele en blanco y negro.
También oía por la XEW, los días domingo por la noche, la serie radiofónica “Las
aventuras de Carlos Lacroix”, quien tenía una secretaria, que siempre lo acompañaba;
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y cuando el detective se encontraba en peligro le gritaba “Dispara Margot…
Dispara”
><Ω><
Su hermano Andrés, cuatro años más grande, cuando estaba en el sexto año de
primaria -tenía 11 años-, un día, jugando béisbol con sus compañeros en el patio de
la escuela, recibió un pelotazo atrás de la cabeza, en el cerebelo, y duró varios días
en coma. Los médicos decían que probablemente fallecería, y si se salvaba,
probablemente quedaría loco.
Pero no fue así, Andrés terminó la primaria, la secundaria, la preparatoria, 3 años de
Ingeniería Civil, Ciencias Políticas y terminó la carrera como sociólogo en la UNAM;
siempre con buenas calificaciones. Andrés era alegre, siempre riéndose, contando
chistes, tenía muchos amigos. Un día conoció a una mujer 10 años más grande que
él, educadora en un kinder, se enamoraron y un día se casaron; tuvieron un niño,
Andrés Lenin, el cual murió a los 5 años en un accidente. A partir de esto, Andrés
comenzó a padecer de pequeños trastornos mentales, que se acentuaron cada vez
más y la familia tuvo que internarlo en un hospital psiquiátrico, que afortunadamente
le pagaba la Secretaría de Recursos Hidráulicos, donde era empleado como
sociólogo.
Varzal estaba muy triste, pues era su hermano del alma, se querían mucho, y Andrés
animaba y ayudaba mucho a su hermano.
Salía del hospital y regresaba a su trabajo; así se la pasó durante varios años: se
curaba y luego volvía a enfermar, hasta que un día le llegó la diabetes; se complicaron
varias enfermedades y murió cuando tenía 54 años.
><Ω><
Los marchantes de doña Adela en el mercado de Beethoven le pagaban, algunos, con
monedas antiguas de plata; unas tenían grabados de máquinas del ferrocarril; hasta
con pesetitas de plata, que tenían el valor de 25 centavos. En su ropero, la madre
guardaba las monedas en botes de lámina, de esos para los chiles tlalpeños (22 de
alto por 18 cm. de circunferencia); llegó a reunir 11 botes y un baúl, al final
90
de su vida. Había vendido los 2 puestos del nuevo mercado a dos hijos de su
hermano Trinidad, quienes también eran yerberos: sus esposas atendían el negocio,
mientras ellos trabajaban como policías de la judicial en antinarcóticos.
Y había otros guardaditos más, de gente que le regalaba dinero al sentirse aliviada…
Así es que la madre había reunido una pequeña fortuna, como herencia para su hijo
Varzal.
Además, en el terreno de la calle de Schumann 251, cuando su hijo regresó de
Europa, donde realizó sus estudios como becado del gobierno francés y de la
Universidad Nacional Autónoma de México, como premio, su madre le puso a su
nombre la propiedad, construyéndole 3 departamentos a la casa en el tiempo que
estuvo estudiando en París. Andrés, como era estudiante de ingeniería civil, hizo los
planos y dirigió la obra; el Flequitos trabajó la albañilería, la plomería, instaló la
electricidad y pintó las viviendas; don Eusebio, el carpintero, hizo las puertas y
ventanas.
Paco Ignacio Taibo ll dice en su libro Pancho Villa: “…unas viejecitas impidieron la
amputación que un médico quería hacerle , y le curaron la pierna con Yerbamora”.
A los 64 años, a doña Adela le dio la diabetes; para esto, ella se preparaba sus
pócimas y comía diariamente sus nopalitos asados; con esto se controlaba la
enfermedad. Pero un día se hirió el pie derecho; con el trabajo que tenía, no le hizo
caso; después de un tiempo la herida se había infectado, y con la diabetes, se le
dificultó la cicatrización; inmediatamente la llevaron a ver a un médico: él les informó
que la herida estaba ya gangrenada y que había que cortarle la pierna, que no había
otra solución. Entonces se le internó en el Hospital de Jesús de la avenida 20 de
noviembre, y un día antes de que ingresara al quirófano, aprovechando la distracción
de una enfermera, se salió del nosocomio, yéndose a refugiar a casa de su hija
Refugio; no perdieron el tiempo, su hija y ella prepararon una serie de pociones,
cataplasmas, tés de hierbas, masajes… Refugio conocía los rituales para hacer
limpias y comenzó su preparación para ello.
Más de 20 días tardaron en localizar a la madre, pues la media hermana del pintor
negaba haberla visto.
91
><Ω><
Varzal había leído en el periódico sobre un médico, quien era el primero en México
que había realizado un transplante de corazón, el doctor Bernardo Castro Villagrana:
cuando la aceptó como paciente le realizó una serie de estudios, análisis… y un día
la hospitalizó, para al otro día instalarla en el quirófano de la Clínica Durango. Antes,
le había advertido, diciéndole que no había necesidad de amputarle le pierna y que
solo se le amputarían todos los dedos del pie derecho. Al sexto día la dieron de alta:
la madre estaba feliz. Adelita estaba contentísima porque el doctor le había salvado la
pierna y porque ella podría seguir caminando, con un zapato ortopédico; pero con
éste no podía caminar bien, así que se tejió un zapato con lana, al que acolchonó con
telas. Contaba que en el hospital el Dr. Villagrana la visitaba hasta dos veces al día y
que le platicaba sobre las operaciones que había realizado y cómo se sentían sus
pacientes, y le pedía que le contara sobre las pociones que ella y su hija habían
preparado, sobre las cataplasmas, las limpias, pues según él, eso le había ayudado a
salvarle la pierna.
Adela pidió que se le comprase un bastón de madera, y saliéndose a la calle comenzó
a caminar diariamente, dándole una vuelta a la cuadra, después dos… y un día se fue
varios días; su hija Refugio les avisó que estaba en su casa; después comenzó a
visitarla al puesto de yerbas que ella tenía en el mercado Bondojito, ayudándole a
despachar los remedios: trotaba 5 kilómetros diarios de ida y vuelta. Esas caminatas
le dieron mucha fuerza a ese nuevo pie, al que le habían salido alas.
Sus amistades, quienes eran innumerables, iban a visitarla y la invitaban a comer a sus
casas, a pasear al parque de Chapultepec, a pasear en Metro, cuando lo inauguraron.
Así pasaron una docena de años…
Un día se puso muy grave doña Adela, la internaron en un hospital; los dos hijos se
quedaron a esperar su final; la madre pidió ver solo a su hijo Varzal, a quien le dijo:
A. n.. d… a, con una voz muy suave.
Los dos hermanos estaban muy tristes; eran las 3:30 de la mañana, de repente
Andrés, para salir de su mutismo le propuso: -Hermano, hay que animarnos… Vamos
a la fiesta que hay en casa de Santos, seguro veremos a todos tus camaradas, para
comentarles lo de nuestra madre y que se preparen por si la enterramos mañana.
92
Los pintores comunistas que utilizaban el estudio de pintura de Varzal para realizar
sus reuniones, querían mucho a Adela, y cuando les comentaron, comenzaron los
recuerdos de cuando les preparaba comida en la casa, los remedios para sus males…
pues unos 7 de ellos se quedaban a dormir en el estudio; sus compañeros
continuaron con la reunión recordando a la madre.
Al regresar al hospital, el hermano tomó un paso a desnivel que atravesaba la calzada
de Tlalpan, tomándolo en sentido contrario; eran las 4:30 de la mañana, Andrés de
pronto, lanzó la camioneta hacia un lado, pues un trailer, tocando el claxon, alcanzó
a destrozarle la puerta y la salpicadera de atrás; ninguno de los dos choferes se
detuvo, pero alcanzaron a oír un estruendoso sonido recordándole a los dos a su
progenitora.
En el Panteón Jardín ya estaban esperando los camaradas-artistas, a los que se les
había comunicado por teléfono la ubicación donde sería enterrada……. Llegó toda la
familia, los comerciantes del mercado Beethoven, los amigos….
-La familia lloraba. Era normal, pero me sorprendió ver a los camaradas hacerlo.
Andrés y yo estábamos serenos, ya que mi padre, y más mi madre, veían normal la
muerte.
Maximino decía que había que salvar al hombre en la tierra contra las injusticias, el
hambre, la explotación y solo prepararse para la muerte: -El cuerpo regresa a la tierra,
es normal, y ahí se termina el ciclo de vida; salvando el alma, creyendo en Dios, allá
en el cielo seguiremos viviendo-.
Su madre decía que ella era católica, quizá por llevarle la contraria a Maximino, quien
era protestante-socialista-sindicalista, pero casi nunca asistía a la iglesia, solo iba
cuando sus amigas le pedían que les acompañara: en la iglesia nunca se persignaba y
durante la misa se quedaba dormida.
-Solo es para acompañarlas, y porque las fiestas populares me gustan mucho. Yo creo
que cuando me muera, no me voy a ir al cielo; éste no existe, allá arriba no hay nada,
no hay nadie, cuando uno se muere, bien muertito está, decía la madre. En su casa
nunca hubo imágenes religiosas, ni crucifijos.
93
En el panteón Jardín, Jesús de los Santos, uno de los camaradas -el filósofo-, puso
una pequeña figurilla prehispánica sobre el féretro; Carlos Olachea, otro camarada,
bañó la caja con flores… y fueron los jóvenes comunistas quienes comenzaron a
echar las primeras paladas de tierra para llenar el orificio del descanso eterno.
><Ω><
Varzal vivía en la colonia San Miguel Chapultepec, y 6 días después del fallecimiento
de doña Adela, se trasladó a la casa donde ella vivía; visitó antes a su hermana, quien
vivía en un departamento de la planta baja; luego subió a donde había vivido su
madre. Le dijo a su hermana que tomara todos los muebles, que serían para ella;
luego llegó su hermano Andrés con su esposa y les regaló toda la vajilla, sartenes,
manteles, cobijas… Cuando fue al ropero, estaba cerrado con llave; sus hermanos ya
se habían retirado; quería sacar la ropa para incinerarla; y es ahí donde, al momento,
se acordó de los botes con monedas y el paquete de dinero en billetes que su madre
le había mostrado… No estaban los botes con monedas, ni el baúl, nada, nada,
NADA…
Cuando su padre se iba, dejaba adentro del ropero un rifle 22 que estaba bajo llave,
su cuñado sabía abrirlo por atrás quitando los tornillos; entonces el estudiante de arte
lo sacaba para matar las ratas que de vez en cuando se aparecían y lo volvía a poner
en su lugar; y su cuñado colocaba los tornillos otra vez.
Cuando Varzal entró al departamento donde vivió la madre, él tenía una llave, abrió
con ella. En esta habitación, una vez, a la madre se le olvidaron las llaves y no podía
entrar, así que el marido de la hermana forzó una ventana que daba a la cocina y por
ahí se metió.
Adela le pidió a Maximino, su esposo, un día que llegó a visitar a la familia, que por
favor compusiera esa ventana; el padre nunca tuvo el tiempo para hacerlo y es por ahí
que toda esta herencia desapareció.
Nadie había visto nada, nadie sabía nada, aunque la hermana sospechara del borracho
de su marido, nunca lo diría por vergüenza con sus hijos.
94
-Mi padre una vez me contó, que los vecinos habían visto un camión que transportaba
medicinas casi enfrente de la iglesia que él construía, allá en el Cerro de la Calavera,
hacia el norte de la ciudad de México, adelante de los Indios Verdes; al abrir la iglesia se
dio cuenta que faltaban un equipo de sonido, una bomba de agua que recién había
comprado, una planta de luz; y en su casa, que había construido a un lado del templo,
toda la herramienta de carpintería, plomería… El camión del Seguro Social que
transportaba medicinas es el que manejaba el borracho y ratero de mi cuñado.
-Por favor -me suplicó mi padre-, no se lo comentes a tu hermana, porque esto se puede
poner muy, muy feo-.
- Y así fue: una vez que regresó a su casa muy borracho su marido, mi hermana lo
correteó con una escoba. el motivo es que había llegado borracho y había dejado el
camión que manejaba en la calle, con una prostituta en la cabina, y solo había entrado
a su casa para sacar dinero y continuar con la fiesta; el marido alcanzó a meterse a la
recámara y cerró con llave por dentro, pero ahí lo alcanzó, y a patadas y a escobazos
comenzó a destrozar la puerta; afortunadamente no pudo tirarla… Y todavía mi
hermana lo aguantó 20 años más; después se separó de él, lo corrió de la casa y éste se
fue a refugiar con sus padres, que se habían ido a vivir a Atlixco, Puebla.
-El borracho, a todo el mundo le dice que se ha reformado –me cuenta mi amiga Licha- y
que ahora con Dios lleva una nueva vida; ése es su engaño, su mentira, la trampa donde
caen sus hermanos de religión, quienes lo dejan tomar el púlpito para predicar; al
predicar les dice: Hermanos, pongo mi ejemplo, yo fui un borracho… (lo de ratero nunca
lo dice) pero ahora nuestro salvador me ha quitado el vicio, hoy vivo en Dios y entonces
toda la iglesia grita ¡¡¡¡Aleluya!!!!! ¡¡¡¡Aleluya!!!!! ¡¡¡¡Aleluya!!!!!
><Ω><
Su hermana, para tener un poco más de dinero, desocupó una pequeña vivienda del
primer piso, donde dormían sus 4 hijos, para rentarla, ya que su marido se gastaba
sus quincenas en francachelas; la rentó a un señor, quien dijo que vivía solo, pero
después trajo a una señora y él solo se aparecía cada semana. La habitación
solamente tenía 2 piezas de 3.70 por 4.50 m. cada una, con un baño y una gran
cocina; era su “casa chica” del nuevo inquilino. Los sábados se reunía allí con varios
amigos, para tomar cervezas, cantar -pues todos llegaban con guitarras y maracascontar chistes y los chismes de su trabajo hasta las 4 de la mañana.
95
Varzal le había regalado a Chelo, su hermana, la mitad de esta casa que era herencia
de sus padres, y en lo que había sido su taller en la azotea, como estaba vacío, el
señor de la casa chica un día llevó a su hermano, un chaparrito de unos 40 años,
quien estaba interesado en rentarle el estudio. –No se preocupe, por mi trabajo, yo
solo lo ocuparé 3 o 4 días a la semana -le dijo.
Y el nuevo inquilino hizo igual que su hermano, instaló a una jovencita, quien solo
tendría 18 años; llevó un albañil e hizo arreglos para que su amada tuviera más
comodidades. Con el tiempo, los vecinos vieron que llegaba igual que su hermano,
solamente los sábados, y se iba los lunes, sólo que ahora llegaba vestido con su
uniforme azul, de policía. La amante del hermano les contó a los vecinos que él era
del estado de Puebla, pero que de su trabajo lo habían transferido a la ciudad de
México. El policía era muy serio y nunca lo vieron alcoholizado, hablaba poco el
chaparrito y saludaba solo con un ademán de la mano. Su joven compañera, originaria
de Puebla también, era muy tímida y no saludaba a nadie.
Un día el estudio se convirtió en casa-taller, pues el chaparrito le armó un taller de
serigrafía para que imprimiera las insignias que se ponen en las mangas los policías,
los estudiantes, los grupos de scouts; los diseños de los logos ya se los entregaban
los clientes; utilizaba la azotea para lavar al aire libre sus raseros con solventes, para
mezclar sus tintas. El policía le compró una máquina de coser y la joven le pidió a
Consuelo que le enseñara a utilizarla. Cuando bajaba a la planta baja lo hacía con
mucho cuidado, porque la poblanita estaba embarazada; y nació un bebe, lo que le
trajo más preocupaciones. Algunas veces, le pedía a Chelo que le cuidara al niño para
ir de compras, pues ahora tenía que hacer más comida porque el policía llegaba tres
veces por semana a comer al medio día, más el fin de semana, y era muy exigente.
A la joven madre, los vecinos la veían muy angustiada, creían que era por todas las
responsabilidades que tenía, pero un día, cuando estaban reunidos varios vecinos en
casa de Chelo, se soltó con un fuerte llanto, y no aguantándose más, contó que el
patrullero la vigilaba constantemente desde que la trajo a vivir a esta casa; seguido
veía en la calle a la patrulla estacionada, y desde ahí la espiaba o la seguía a pie al
mercado; era un hombre terrible, despiadado, y en un llanto que le cerraba la
garganta, dijo en un grito ahogado: ¡Me secuestró en Puebla! ¡Me tiene aterrorizada!
¡Tengo miedo por mi bebé! Me amenazó de matarme a mí y al bebé. Me dijo:
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-Y si un día me dejas, también voy a Puebla a matar a tus padres. -Desde hace 3 años
que mis padres no saben nada de mí, seguro que han de pensar que estoy muerta.
Entonces, los vecinos que visitaban a Chelo para que les hiciera trabajos de costura,
platicaron y se organizaron: uno de ellos tenía familia en una ciudad del norte, y ellos
la podían esconder por un tiempo en casa de sus abuelos, en un pueblo. Entre todos
los vecinos se cooperaron para su pasaje, y para que partiera la disfrazaron con ropa
de hombre, y otra señora cargó al bebé como si fuera suyo y la acompañaron a tomar
el metro y después a la estación de donde partiría hacia su liberación. Pero antes,
habló por teléfono a sus progenitores, a quienes la joven madre les contó sus
desgracias y lo que iba a hacer. Al oír su relato sus padres decidieron dejar la casa
que rentaban e irse a vivir con unos familiares a otro estado, para que su hija no se
preocupara.
Les pidió a todos los vecinos de favor que no dieran parte a la policía, porque sabía
que casi todos eran tan corruptos como su secuestrador, y tenía miedo que
localizaran a su familia y esta fuera a sufrir las consecuencias.
Todos recibieron una tarjeta de navidad, con el nombre falso que le habían dado: les
agradecía profundamente por sus atenciones y les decía que se quedarían a vivir quizá
algunos años en el campo, con los tan cariñosos y caritativos abuelos.
El chaparrito secuestrador siguió pagando la renta durante varios meses, e iba
seguido a cambiar las veladoras y algunos talismanes, que había colocado sobre una
mesa, para que la hermosa madre regresara.
><Ω><
10 de mayo 1999. Hoy es día de las madres y viene a visitarlos una amiga francesa:
Varzal y su compañera preparan una comida para recibirla; esta amiga ahora vive sola,
pues sus hijos viven en Francia, realizando sus estudios. Su amiga, muy alegre, admira
sus obras, realizando comentarios muy acertados. Le gusta mucho uno de los
grabados de Françoise y se lo compra.
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A la hora de la comida les cuenta de su esposo y su carrera como investigador de
medicina en la UNAM, y también cómo se interesaba en los fenómenos y reacciones
del cerebro, a tal grado que le interesó ir a tomar hongos con doña María Sabina; y
otras muchas experiencias que tuvo con los chamanes con los que hizo una gran
amistad. Le comentan que ellos habían leído artículos de su esposo, publicados en
algunos diarios.
–Él era un loco en el volante -cuenta su invitada –Varias veces que iba conduciendo,
estuvimos a punto de perder la vida junto con mis dos hijos. -Y continuó diciendo: el
día del accidente en el que perdió la vida, al llegar al cruce de dos avenidas vieron
que había luces intermitentes, pues a las 2 de la mañana ya no funcionaban
normalmente los semáforos. Mi esposo continuó sin tomar la precaución de bajar la
velocidad, pues la estudiante que iba con él dice que él sí vio el auto que se acercaba,
ya que alcanzó a gritar. El auto que venía en la otra avenida corría a 120 km. por
hora y sin detenerse tampoco, se impactó y partió en dos al auto de mi marido, pues
chocó del lado del conductor. El chofer del auto asesino, era una joven que tenía 22
años de edad, e iba totalmente ebria, con 3gr. de alcohol en la sangre; a ella casi no
le pasó nada, pero legalmente le dieron tres y medio años de cárcel, los que no
cumplió, ya que se las arregló para estar libre y solo ir a firmar los lunes de cada
semana; a la estudiante del médico se le rompieron algunas costillas, que le soldaron
luego.
-A mi compañero lo veo como si no hubiera muerto, sigue habitando nuestro
departamento y me habita a mí. Sus amigos chamanes dicen que no me preocupe por
su muerte, que ahora se ha convertido en un venado.
><Ω><
Saliendo de la casa del artista-pintor-escultor-fotógrafo, a unos 80 metros, se instala
en la calle, todos los jueves, un mercado donde Varzal junto con su esposa van de
compras; es un pequeño tianguis donde hay de todo, desde verduras, frutas, ropa,
hasta DVDs piratas. Este último negocio es atendido por un vendedor muy simpático,
quien conoce un poco de cine y opina sobre las películas:
-¿Cómo esta patrón, qué va a llevar ahora? ¡Escójale, escójale! Ya sabe que yo le
pruebo las películas para que no se las lleve en mal estado y además tengo películas
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que están ahorita en cartelera en los cines. Y como muchas gentes no saben lo que
quieren ver, don Ambrosio les recomienda cada semana un film -pirata: policíaco, de
amor, de terror, histórico. El artista siempre termina llevándose un tambache de
películas, pero él si se pasa un buen rato escogiendo los títulos de este “vicio
semanal” como le dice don Ambrosio, mientras su esposa va de compras para la
comida.
Uno de los vendedores del tiangüis que vende verduras, frutas y repuestos para
licuadoras, ollas express y también algunas herramientas, siempre está pendiente
cuando sus clientes pasan, y aunque no tengan la necesidad de sus productos, insiste
para que se acerquen para darles una probadita de alguna fruta y así atraerlos para
que adquieran algo: –Señor, vea las mandarinas que hoy están muy ricas; ahora doy 3
kilos por solo 10 pesos, –y comienza a platicar sobre las noticias que oye en el radio.
Varzal no acepta probaditas, porque el pedazo de algún fruto que regala lo corta con
un cuchillo que nunca lava, y le pone el pretexto de sus males gástricos para que no
insista. Como ya está enterado, entonces comienza a platicar de los suyos y le dice
que encontró un buen remedio para curar los males de estómago: -Mire, yo tomo
antes de cada comida 3 cucharadas de petróleo, viera cómo me he compuesto. Pero
eso sí, nunca me falla mi dosis de combustible. Yo me di cuenta que era un buen
remedio cuando vi cómo a las piezas de metal oxidadas, los engranes, el lavado de
los motores, con el solo hecho de bañarlos con petróleo, vuelven a funcionar bien; y
si a los metales los compone, cuantimás a nosotros, que somos de carne y hueso.
Usted pruébelo y va a ver que después va a comer hasta basura y no le va a hacer
daño.
-¿Qué me va a llevar ahora, patrón?, le pregunta un vendedor,
-¿Esa lamparita es china?
-Ahora todo es chino, patrón, menos mi vieja, ella es mexicana. Yo vivo gracias a
ellos-. El artista saca dinero y le paga al comerciante.
-A propósito, patrón ¿usted sabe por qué los chinos tienen los ojos rasgados?
-No. ¿Por qué?.
99
-Mire cuando nosotros nacemos nos dan una nalgadita, y enseguida lloramos; pero
los chinos recién nacidos no lloran, solamente hacen ¡¡¡Ugh!!!, frunciendo enseguida
el entrecejo y apretando fuertemente sus ojitos, después de que la enfermera les mete
el dedo en su culito…
Cd. de México, 2011-2013.
100
BOUGAINVILLE
Terminaba Varzal de ver la exposición titulada “Bougainville”, en l’ Orangerie, en los
Jardines de Luxemburgo en París; a la entrada había una sección de venta de libros y,
como siempre, va a ver libros, los que, para no comprarlos, escoge imágenes o textos
para fotografiarlos.
–Pero Paul, no te pongas así-, le decía una mujer de unos 85 años a un señor de la
misma edad, que esperaba impaciente a unos 5 metros de ella.
–Tienes que darme tiempo, por favor, ten un poco de paciencia-, volvió a pedirle
amablemente la anciana, quien con una voz casi de niña veía embelezada los libros de
esta muestra de los viajes del científico.
– Paul, sal afuera, ve a tomar el sol, ve a la gente mientras veo los libros, ya sabes
que es mi pequeño placer y no puedo separarme de esta mesa-. Paul, cargando el
fardo de sus años, dejó la mampara donde se recargaba, alejándose, agachando la
cabeza mientras la dama absorbía con extremo deleite los textos e imágenes de los
libros que ilustraban los viajes del capitán Bougainville, quien había recolectado una
gran cantidad de plantas por el mundo entero.
El viejo Paul, recargado en su bastón, tomaba el sol con ojos alegres, y con una
enorme sonrisa admiraba las bellas jovencitas en short que corrían entre los verdes
jardines invadidos de frondosos árboles. La anciana sabía qué hacer para poder soñar,
perdiéndose en las expediciones del naturalista Bougainville, sin ser interrumpida.
><Ω><
Los viajes del naturalista y las recomendaciones de su profesor, W. Heyter, del Atelier
17 en París, quien le aconsejó que tenía que viajar, hicieron que Varzal comenzara a
recordar sus años mozos y sus viajes por Europa, los Balcanes y el medio Oriente.
A las 11 de la mañana del año 1999, en la terraza de su estudio de la azotea, en la
ciudad de México, el pintor está tomando el sol mientras lee un libro en francés de
Gastón Leroux, un tomo con nueve novelas y obras de teatro.
101
Suena el timbre de la casa varias veces, se asoma por la ventana y ve a dos individuos,
el más bajito y más viejo porta una gran barba casi blanca y grita: ¡¡¡Varzal!!! ¿Eres tú?
Yo te reconozco, ¿No te acuerdas de mí? ¿No me reconoces?
El rostro con rasgos muy marcados, ondas arrugas en la frente, a los lados de los ojos
y en los pómulos, evitaban que Varzal se acordara de este personaje de piel
exageradamente blanca, quien parecía tener 80 años.
–¡Soy Miky!!! ¡Soy Miky!!!
–No, no es verdad ¿Simonovic Miroslav? –le contestó.
Al abrir la puerta de la planta baja le presenta a su amigo serbio, Vojikan, e
inmediatamente le dice ahora en español: -¡Hace 30 años que no te veo ¡carajos!
Miky o Mile como le dicen en Yugoslavia, vino a México en 1968 para las olimpiadas,
y en ese poco tiempo, tres meses, aprendió un poco de español. Cuando habla con
él, el pintor reacciona hablándole en francés, como en los viejos tiempos, en 1965,
que se conocieron en París, cuando Miky vendía el periódico en los cafés para poder
vivir; además era sirviente en el restaurante Apadana, Bar Les Trois Didier, en 8 rue
Kepler, a unos pasos de Campos Elíseos, propiedad de la princesa Siria Mme. Effat,
por donde Varzal tenía que pasar, para entrar a su estudio, que le rentaba a la
princesa; época cuando Varzal era estudiante becado por el gobierno francés y la
UNAM, recibiendo dos becas al mismo tiempo, cosa que le hacía ahorrar para viajar.
Su amigo Vojikan dice conocerlo, pues en esa época, cuando vivía Varzal en
Belgrado, en 1967, visitó su estudio, que era una mansarda -una gran buhardilla- en
la calle de Sindeliceva 18-2; pero el serbio en aquella época tenía solo 17 años.
Cuenta que en México tiene ya 20 años instalado, está casado con una mexicana, la
que tiene 2 hijos de él, y él trabaja como mecánico en su propio taller, que él mismo
construyó.
Vojikan les deja, y Miky y el pintor van a caminar al Centro Histórico, y aunque solo
tiene un solo día de haber llegado de Belgrado -con unas grandes ojeras-, muy
entusiasmado, habla y habla, contándole lo que no le dijo en 30 años. Le cuenta de
sus cuatro matrimonios, uno de ellos con una checoslovaca que conoció en Praga
cuando era estudiante de producción y dirección de cine. La plática se centra en su
primer matrimonio con Ruzica, con la que tuvo un hijo, en la época en que él vivía
102
en su casa de Nebojsina 39, que solo fueron 10 días. Miky lo visitaba seguido con
esta joven al estudio de la calle de Sindelicéva 18-2, que había sido el estudio del hijo
de Mme. Kavran, miembro del comité central del partido comunista, quien tenía una
hermana bellísima llamada Meli Boskovic, quien cada fin de semana insistía en
invitarlo a su casa de fin de semana. Varzal a veces no quería ir, pues allí se
encontraba con el padre de Meli, quien había sido prisionero en la 2ª guerra mundial
y estaba un poquito mal de sus manos, las que quería pasear por las piernas del
mexicano, nalgas y sexo; tocadas de las que él huía, pues soñaba que serían mejor las
de la bella Meli.
¿Pero qué le habrá pasado a mi amigo serbio? -se preguntaba Varzal-, pues yo tengo
3 años más de edad que él, y no tengo una sola arruga, y él tiene su rostro lleno
de surcos.
Mme. Kavran, invitaba seguido al artista mexicano a tomar café y a platicar, pues
hablaba un perfecto francés, el cual practicaba raramente, y en estas conversaciones
comenzó a enseñarle a leer el café turco: al terminar de tomarlo, se agita girándolo, y
se voltea la pequeña taza sobre el platito, con el fin de que al caer el resto de café
espeso, deje un poco en el fondo de la taza; se espera un momento, y al medio
secarse, se forman unos dibujos: estas formas son las que habrá que leer. Después,
en una segunda lectura, la persona al introducir un dedo, deja una huella: y también
habrá que interpretarla, para adivinar las futuras desgracias o las alegrías. La Bella
Meli, igual que su madre, aportaba al pintor sus conocimientos en esta materia. Con
el tiempo, Varzal se había convertido en un experto.
A Miky, al hablar del hijo que tuvo con Ruzica, se le traba la lengua y balbucea, pues
este hijo acaba de morir, hace poco tiempo, a los 32 años, durante los bombardeos
de los norteamericanos-OTAN; dice que luego le contará; por ahora solo le dice que
murió del corazón.
Un día estaban en su casa Miky, Bora, su padre, que mide casi dos metros y quien
fue héroe de la resistencia en la 2ª guerra mundial, y el pintor; ese día había una
discusión acalorada y el padre insistía en que se casara con Ruzica, quien en unos
días iba a tener un hijo; de pronto, los dos se levantaron y el padre comenzó a
cachetearlo, pero Mile se defendía lanzando golpes al rostro de su padre, gritándole
103
que se la regalaba, que se casara con ella y que adoptara al hijo que iba a nacer;
además mentándole la madre...
En esta época se hablaba mucho de los jóvenes yugoslavos: decían que era una
generación a la que el sistema les había dado todo, porque no querían que sufrieran
como las gentes que habían vivido tantas guerras, y que era una generación de
jóvenes mimados.
Miky era un joven rebelde sin causa, un anarquista sin causa, perteneciendo a esta
generación de adolescentes.
Hundidos en un mar de recuerdos, comiendo en el Sanborn’s de los Azulejos, del
primer piso del salón de los espejos, y perdidos entre el humo de los cigarrillos que
fuma Simonovic Miroslav, degustaban unos sabrosos tacos, entre carcajadas, por las
tonterías que recordaban de sus años de juventud. De su trabajo en la televisión
yugoslava Mile (Miky) hablaba poco. Regresan a la casa de Varzal, donde conoce a
Françoise, y les cuenta de todas las guerras que ha pasado Yugoslavia: cuenta en
imágenes, lo ve uno todo.
–En los bombardeos de la OTAN estábamos en los cafés platicando, llevando una
vida normal: nos acostumbramos rápidamente a ellos. Parecían tormentas eléctricas, y
acá abajo nosotros nos reíamos-.
Llega Vojikan con una güerita, Pilar, por la que se esta divorciando de Rosario.
Platicaron hasta pasada la media noche y después parten, despidiéndose.
><Ω><
Vojikan y Pilar les invitan a su casa de Lomas Verdes a cenar con Mile y los 4 hijos de
Pilar, quienes son muy simpáticos. Vojikan hace de cenar casi un puerco entero, al
horno, con papas, y los sienta en una enorme mesa que está en la cocina: él prefiere
este espacio al burgués y frío comedor.
Los dos serbios cuentan historias de la antigua y hoy balcanizada Yugoslavia, pero
ellos la siguen llamando Yugoslavia; así como también sus aventuras de chamacos en
Belgrado.
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Vojikan quiere que Varzal detalle un poco más la historia cuando Miky le dio cita en
la estación de tren de Belgrado:
Aquel día el pintor compró su boleto de tren para ir a Praskovce, a visitar al abuelo
de Miky, Svetolik Zikic; lo esperó en la estación, pero como no llegaba, se subió al
tren 5 minutos antes de la hora de partida; sentado en un vagón esperaba impaciente
en un sillón cercano a la ventana; cuando ve a Miky que llega corriendo y desde el
andén le indica que va a comprar su boleto: –Si no regreso a tiempo te bajas en la
estación de Nis… Luego transbordaremos. Yo tomaré el próximo tren, le dijo
gritando, por el ruido atroz que había.
Pero el amigo serbio no llegó y la máquina partió; el tren, cuando se detuvo en Nis,
serían las 10 de la noche: la máquina de vapor había recorrido aproximadamente 250
kms. En la estación había un café-bar con una arquitectura y decoración de
estructuras metálicas, algunas cubiertas con madera, que tenía una pátina del tiempo;
era un lugar que parecía oler a pólvora aún, con una gran barra muy antigua de color
sepia oscuro. El salón era atravesado por un tubo de lámina que colgaba del techo, el
cual desprendía calor: era el canal por donde se evacuaba el humo de una gran estufa
metálica que servía para la calefacción del café-bar; las ventanas estaban cerradas para
mantener el calor, y el espacio era iluminado por unos antiguos candiles que daban
una luz mortecina.
En la barra, gentes tomaban, alegres, cafés, vino tinto caliente, sljivovica, su
aguardiente nacional de ciruela; habría unas 15 mesas en las que, igualmente, familias
consumían mientras esperaban algún tren. Instalándose en una de las mesas, pidió un
café; aprovechó para abrir su cuaderno de dibujo, sacar sus plumillas y su tinta china,
empezando un dibujo del café con sus parroquianos. Pidió la carta para cenar algo,
solicitando algo ligero con un vino caliente; siguió dibujando. Cuando se dio cuenta,
ya eran las dos de la mañana; entonces se le ocurrió ir a ver a qué hora llegaba el
próximo tren: llegaría hasta el medio día, o sea dentro de 10 horas. Por tantos cafés
turcos que había tomado, no tenía nada de sueño y siguió dibujando hasta las 4 de la
mañana; y luego fue a recostarse en una banca de madera en el salón de espera,
tomando como almohada su pequeña maleta que llevaba, despertando a las 8 de la
mañana. Fue al baño, donde se lavó la cara, y penetró al café pidiendo de desayunar.
Después, salió de la estación a caminar: recordaba que ese día había una neblina
105
espesa; hizo un paseo por el centro de la ciudad y regresó a las 12 para esperar el
tren, que llegaría de Belgrado. Pero Miky no llegó; entonces pensó que llegaría en el
tren de las 10 de la noche y volvió a realizar otro paseo, colocando su maleta en la
espalda, pero esta vez alejándose más, hasta llegar casi a los suburbios de Nis;
regresó al centro y comenzó a sacar fotos de las gentes, las carretas jaladas por
bueyes o caballos, las fachadas de las casas, a las campesinas vendiendo sus
productos…
Recordaba que en la noche, en la estación, sentía algunas miradas que le observaban
insistentemente. A las 10 de la noche Mile no llegó de Belgrado, decidiendo Varzal
quedarse otra noche en la estación; estaba fascinado por el ambiente de Nis, con el
movimiento de campesinos, soldados, trabajadores, gitanos, el caluroso ambiente del
café: era el misterio de un país socialista, donde Josip Broz, Tito, era el principal
arquitecto, construyendo la República Federativa Socialista de Yugoslavia, creando un
socialismo independiente, un socialismo nacional, al que llamaban Titoísmo.
A las 11 de la noche buscó su banca en la estación y se fue a dormir, pero a las
12:30 de la noche despertó; tenía mucho frío y entró en el café, que estaba abierto
toda la noche, y pidió un vino caliente; lo sirven en un vaso de vidrio envuelto con
una servilleta de papel, pues está casi hirviendo; después se tomo un café turco, y
comenzó a dibujar a un grupo de mujeres campesinas, quienes aún con el calor del
restaurante-bar, conservaban sus gruesos suéteres, abrigos, y sus cabezas estaban
envueltas con pañoletas, dormitando sobre una de las mesas.
Eran las 2 de la mañana y 4 gitanos y una gitana se fueron a sentar a la mesa del
joven artista mexicano, hablaban y hablaban como queriéndolo convencer de algo;
hablaban mal el serbio, y lo mezclaban con algún idioma de Europa del este. Luego
sacaron una bolsita de joyas y le dijeron que costaban 50 dinares los anillos y 90 los
collares; como el pintor no les compraba nada, continuaron con su discurso, que
empezó a comprender un poco; al sonreírles, vieron que había entendido; enseguida
sus miradas se dirigieron a la hermosa mujer, de unos 20 años, quien tenía el pelo
negro y ensortijado, con unos ojos negros y brillantes, de los cuales brotaban unas
grandes pestañas negras. Al sentir la seña de los gitanos, la joven mordió
sensualmente sus labios, posando su vaso de vino en la mesa; al mismo instante, sus
cuatro compañeros se pusieron de pie, cubriéndola de las miradas de los
parroquianos, mientras la belleza comenzaba a desabotonar su abrigo lentamente:
106
debajo tenía un suéter que también abrió con cierta calma, mostrando una ligera
blusa de tela casi transparente, de la cual desprendió unos seguros con adornos
plateados, para enseguida dejar brotar unos turgentes pechos, que estaban
totalmente tatuados.
El ambiente era inflamado por los vinos, los cafés turcos y la escena. Varzal ya se
encendía; desgraciadamente para ella, o para Varzal, el puñal que ella tenía en la
cintura, del cual veía los reflejos de las piedras incrustadas en la empuñadura, le
hicieron reaccionar; al darse cuenta la gitana, desabrochó su cinturón, dejándolo, con
el puñal, en la mano de uno de sus amigos, y continuó con el espectáculo al dejar
caer su larga falda para luego bajar una pequeña y casi transparente pantaleta:
realmente era excitante: el paraíso gitano, mostrando un cuerpo totalmente tatuado:
los brocados en su piel hicieron que la boca se le secara… y fue a pedir un vaso de
agua a la barra del bar.
En eso, un hombre muy alto y fuerte, con un gran bigote dorado, enderezándose al
verlo, le comunicó algo en voz baja que no oyó bien; entonces este personaje con un
abrigo afgano, metió su mano dentro de su chamarra señalando al mismo tiempo con
su otra mano a los gitanos; entonces entendió que querían robarlo. El hombre le
indicó con una seña que se quedara en la barra; al ver a este personaje, los gitanos
desaparecieron. El serbio habló por teléfono y enseguida llegaron otros hombres,
quienes lo interrogaron; no entendía muy bien, quizá por el acento de Nis, que era
muy diferente al de Belgrado; les pidió que le hablaran lentamente.
Le preguntaban qué es lo que hacía en Nis, cuánto tiempo llevaba viviendo en el país,
a quién conocía en Yugoslavia; a esta última pregunta, les informo que conocía a
Simonovich Miroslav; lo apuntaron, pero no les dijo nada; les dijo que Miky era hijo
de Bora Miroslav y les dio la dirección donde vivía; entonces se les encendió el
rostro, fueron a hablar por teléfono y después de un buen rato le dijeron que
esperara, que alguien iba a venir por él. A las 6 de la mañana recibió una llamada,
creyendo que era Miky, pues le hablaba en francés, y le hablaba de tú; le dijo que no
se preocupara que a las 9:30 de la mañana llegaría por él.
A esa hora, una máquina de vapor se detuvo en la estación, y bajando de ella un
hombre corpulento de unos 50 años, con su traje de ferroviario, gritaba en francés:
107
¡¡¡Varzal, ya estoy aquí!!!, dándole un fuerte abrazo; lo esperó unos minutos y
cuando regresó, juntos subieron a la máquina. Le contó que Bora Miroslav
era el director de los ferrocarriles de Yugoslavia, y que por esto se había organizado
muy pronto el rescate. -Tu amigo Miky, el hijo de Bora, te dijo que te bajaras una
estación después de Nis, y no en Nis. La persona de los grandes bigotes es el jefe de
la policía de Nis, quien estuvo vigilándote junto con todo un equipo de policías. Te
voy a dejar en un entronque, en un cruce del tren con un camino de terracería; ahí
nos espera ya una persona que te llevara a Praskovce; de aquí llegaremos en unos 15
minutos.
El maquinista bajó con Varzal de la máquina de vapor, y le presentó a un hombre,
que ya lo esperaba; descendió de su carreta para saludarlo e invitarlo a que subiera al
único lugar que había desocupado, a un lado de él, carreta que estaba descubierta y
solo atrás tenía una gran caja. Pero antes de partir, en un buen francés, el maquinista
se despidió del artista dándole otro fuerte abrazo.
–El viaje va a ser un poco lento, pues tengo que ir repartiendo el correo por varios
poblados, y la carreta salta un poco en este camino de terracería; a veces, cuando
llueve, se anega el camino; el caballo es muy fuerte y me ha sacado de grandes
apuros, espero que no se aburra, le dijo el cartero, quién hablaba lentamente,
marcando sus palabras en idioma serbio.
Llegaron a Praskovce cuando el sol ya estaba declinando: habían recorrido tan solo
unos 50 kilómetros aproximadamente; cuando llegó la carreta ya había un grupo de
gentes que lo estaban esperando junto con su amigo, e inmediatamente lo llevaron al
diminuto y único café bar que había en el pueblo, invitando al cartero, quien aceptó, y
contó a los parroquianos como Varzal lo había ayudado a repartir las cartas y
paquetes… Mientras los niños, en la calle, se pegaban a los vidrios de las ventanas
del café para ver, según ellos, al primer turista mexicano que pisaba estas tierras.
><Ω><
Varzal estaba dibujando unos paisajes en un pueblo vecino y no acepta la invitación
de su amigo Miroslav de ir a visitar a unos familiares, a una hora y media de
Praskovce; y se va con Pera, un amigo; cuando regresan, Miky viene en un auto
108
Citroen con un francés, llamado Claude Peche, de unos 45 años, quien está de paso
y era de Tour, Francia; dice ser intérprete de la UNESCO en esa ciudad. El francés
se queda unos días en casa de los abuelos de Miroslav; va hacia Estambul y
posteriormente les da un aventón a Belgrado.
Pero Claude quiere quedarse unos días en esta ciudad y le pide a Varzal si se puede
quedar un día en su estudio de la calle de Sindeliceva 18; se queda 9 días. En ese
tiempo tiene relaciones con una mujer que quiere partir de Yugoslavia, y él le dice
que de regreso pasará por ella para irse juntos a Francia. Convence a Varzal para que
lo acompañe a Estambul, pero al llegar a la frontera con Grecia, los aduaneros no
dejan salir del país a Varzal, ya que en su pasaporte tiene unos sellos, con una lista de
las obras con las que había entrado a Yugoslavia y tiene que regresar a Belgrado.
Quince días después regresa el francés y se queda 4 días más en su departamento. Le
dice que para que no tenga problemas, él puede sacarle los cuadros que ya tiene
empaquetados, y desde París enviarlos a México. Varzal prepara un paquete con las
19 pinturas que había pintado en Paris, unos 49 dibujos trabajados a tinta china y
acuarela, de 70 cm X 1 metro, una docena de mapas franceses -copias de la
antigüedad-, 42 rollos de película ya revelados, un paquete de fotos en papel, unos
bordados yugoslavos...
Sí, esto hacía un gran paquete. Pero Claude Peche dijo que no era problema, pues la
cajuela de su auto era muy espaciosa. Y que no le pagara ningún centavo para el
envío, pues esto lo hacía como agradecimiento por haberlo recibido en su estudio;
esto le extrañó, ya que cada vez que se subían a su auto les pedía que le llenaran el
tanque de la gasolina.
Era el año de 1967; hoy estamos en 2014, y el paquete nunca llegó a la ciudad de
México, ni nunca recibió las cartas que le había prometido. Ratas hay por todas partes
del mundo.
En invierno, en Belgrado, a Varzal le gustaba ir a caminar a los parques y ver a las
gentes patinando en el hielo; aguantaba bien el frío admirando a los que tenían
puestos de carritos en las calles para vender comidas, adornos para la navidad, que ya
se venía. En una ocasión que paseaba con unos amigos, el viento soplaba muy fuerte,
pero los niños y adolescentes se colocaban en una calle que bajaba, para ver quien
podía resistir más tiempo sin que la fuerza del viento los tirara; los amigos de Varzal
109
lo retaron para concursar igual que los infantes; Varzal, ese día fue el primero en caer
en la calle inclinada, pero la nieve acolchonó los golpes. Al otro día, tenía que pasar
por este mismo lugar para ir a comer al restaurante universitario; el viento ya no
soplaba fuerte, el piso tenía nieve espumosa, cuando de repente sintió que el mundo
se le venía encima, y rodó igual que la vez anterior, pero esta vez los golpes al caer
fueron duros. Unos infantes salieron corriendo y carcajeando, y el pintor se dio
cuenta de lo que ya le habían contado, que los niños colocaban nieve sobre el hielo
para ocultarlo, volviendo el piso muy resbaladizo. Llegó al restaurante sobándose
todo el cuerpo, pero aguantándose los moretones, se sirvió en su charola la rica
comida que ese día habían preparado, tomando 2 botellitas de vino blanco para
olvidar los dolores y los malos pensamientos.
Le gustaba preparar un desayuno frugal y una cena ligera en su casa, pues a 3
cuadras había el mercado popular Kalineciva Rijaca, mercado que le servía de paseo
para admirar los productos que se vendían y aprovechar para realizar sus compras; y
como el domingo no abrían el restaurante para estudiantes, se compraba pescado, ya
que en el mercado los sacaban vivos de una gran pecera.
El pintor se estaba acostumbrando a esta ciudad, ya no sentía lo mismo que al
principio, cuando llegó, que Belgrado olía a guerra.
En una ocasión que el artista iba paseando con sus amigos, pasaron por un bar que
se llamaba Bar Cristal, y le comentaron que no lo conocían, porque solo podía entrar
la gente de las embajadas y los extranjeros: había que tener un pasaporte para entrar.
El frío calaba los huesos y Varzal tuvo que regresar a su casa para ponerse dos
suéteres más, bajo su abrigo, y su gorra de cuero con forro de piel de borrego;
caminó unas dos horas para llegar a visitar el parque Kalemegdan y pasear por el río
Danubio; el paseo dura hasta las 9 de la noche: había caminado 9 horas y estaba
cansadísimo. En el centro, entra a un café para descansar y pide, como siempre, vino
caliente; aquel día había sacado un rollo entero con su cámara fotográfica y como
tenía hambre pidió algo de cenar. A las 10.30 de la noche salió para su casa y fue
cuando se encontró, de paso, el Bar Cristal, entrando enseguida: era un lugar muy
bonito, sobrio, y no muy lujoso; entonces pidió un sljivovica, más un café turco,
Habría unas 25 mesas y unas 10 ya estaban ocupadas: el humo de los cigarrillos
inundaba el ambiente. Tenía como 20 minutos que se había terminado su aguardiente
110
serbio, cuando de otra mesa un hombre alzando su copa le dice ¡Salud! Y enseguida
llegó un mesero con una copa del mismo alcohol que había pedido, pero era un vaso
doble, y le dijo que era de parte de su vecino que estaba enfrente. En otra mesa,
había unas 6 jóvenes bellísimas, vestidas sencillamente y con poco maquillaje, pero
sus atuendos hacían resaltar su hermosura; en eso una de ellas le dice a Varzal ¡Salud! Al contestarle Varzal, una joven de unos 25 años se fue a sentar en su mesa:
ella se presentó y le dijo que se llamaba Sonia; y comenzaron una conversación en
serbio; sus modales al hablar eran los de una mujer delicada y culta. Al decirle que él
era mexicano, ella prefirió hablar italiano; este idioma el pintor lo había estudiado
durante 7 meses en el Instituto Dante Alighieri en México y lo entendía un poco;
hablaba italiano porque ella pensaba que este idioma se parecía mucho al español, el
que hablaba un poco, muy mal, pero lo hablaba. Ya eran las 2:30 de la mañana,
cuando le preguntó si podría salir con él a su departamento. Le dijo que sí, pero al
darle un precio imposible para su bolsillo le dio las gracias por su compañía, y
entonces ella se levantó y se fue a sentar con sus amigas. Mientras garabateaba unas
líneas en un minúsculo cuaderno, 10 minutos después el mismo mesero le sirvió otra
copa, pero su vecino de enfrente ya no estaba y le pidió que por favor ya no le fuera a
servir otra porque ya no le alcanzaría para pagarla.
–No se preocupe, es una invitación de la casa, le contestó. A las 3:40 de la
madrugada, luego de haber tomado un último café, Varzal se levantó y se dirigió al
guardarropa donde había dejado su abrigo; en eso, Sonia se le acercó, y pidió
también su abrigo.
–Te voy a acompañar a tu estudio, y no te preocupes por lo del dinero.
Así, Sonia visitaba una o dos veces por semana al artista, contándole un poco su vida,
de cómo había aprendido el italiano desde pequeña, ya que sus padres habían
trabajado en Milán durante varios años, y cómo su esposo, hacía ya 3 años había
fallecido en un accidente, junto con su hijo de 11 meses.
–Tengo 32 años, la gente me dice que parezco de 23. Te contaré uno de mis planes,
parece ser que conseguiré un trabajo en Ljubljana como secretaria, trabajando en la
mañana, y en la tarde iré a la Universidad, pues quiero terminar mi carrera de
arquitectura.
111
Mientras ella relataba su vida, Varzal le hacía retratos a tinta china y acuarela, y le
hacía desnudos juntando dos cartulinas, que le daban la medida de 70 cm X 2
metros. Aplicando la influencia que le había dejado el artista florentino nacido
en 1624, Giovan Braccelli Batista, dibujaba la cara, manos, piernas, en forma casi
fotográfica, pero el cuerpo lo hacía en forma de cajitas como lo hacía el maestro.
Sonia, igual que Madame Kavran y la mayoría de los yugoslavos, conocían los
secretos de la lectura del café, y eso se volvió un rito en sus encuentros. Hicieron dos
viajes a la provincia yugoslava por 2 o 3 días y luego… un día, Sonia desapareció.
><Ω><
A Mme. Kavran, Varzal le había rentado por 11 meses su boardilla, pagándole en
dólares todos esos meses, moneda que en ese entonces los yugoslavos solo la
conseguían en el mercado negro. El estudio estaba en el segundo piso y ella habitaba
en el primer piso; este espacio le dio muchas posibilidades de establecerse para
trabajar su obra, pero también la de poder viajar.
–Cuando me desaparecía para viajar, el estudio se quedaba mucho tiempo solo.
Mi amigo Miky me pidió que se lo prestara, ya que lo utilizaría para estudiar, entonces,
cuando partía, le dejaba las llaves. Pero después me enteré que él lo ocupaba para hacer
fiestas, invitando no solo a los amigos de su clase sino de toda la escuela. Un día
Madame Kavran llegó con toda su familia en plena fiesta y sacó a todos los estudiantes
a la calle, pues ya no aguantaba los bailes, borracheras y escándalos, que hacían
cimbrar la construcción; entonces le quitó las llaves a mi amigo, y después me prohibió
prestar la boardilla.
Al sentirse liberado del paquete de sus obras, que le impedían salir del país: recuerda
que al momento de llegar a la frontera con Italia y salir con ellas, quedándose dos
días en el país, al volver a entrar sintió la libertad de volar, y comenzó a viajar, a
conocer la provincia yugoslava y a realizar viajes a los países del Este. Y un día partió
hacia Estambul: toma un tren a la frontera de Bulgaria, luego un autobús a Santa
Sofía; ahí se queda dos días y al ver que venden una bicicleta usada aún en buen
estado, la compra y continua su viaje hacia Turquía. Como no estaba muy
acostumbrado a pedalear, Varzal se ponía un letrero en el pecho donde se leía:
“Estambul”, y pedía aventón a los camioneros.
112
Se establece por unos 20 días para conocer la ciudad y las hermosas mezquitas; en
una de ellas oye que dos hombres de edad hablan serbio y comienza a platicar con
ellos; para esto, ya su bicicleta, al dejarla atada a un poste con una cadena, en el
mercado que se encuentra a orillas del Bósforo, había desaparecido;
uno de los serbios, de 76 años, llamado Jovan Misic, se pone a platicar con el artista,
ya que su compañero de viaje habla poco; le cuenta que vienen en un viaje turístico
en un autobús que va visitando los monumentos de las ciudades.
-En realidad vamos en peregrinación rumbo a Jerusalén.
Y le propone visitar con ellos los monumentos, pues vienen con una guía que les
explica la historia de cada uno; en esa forma conoce a una mujer, de unos 50 años,
que habla varios idiomas, y ella le dice que sí puede integrarse al grupo, que ese día
irían a visitar el palacio otomán Topkapi Sarayi, y le propone, al ver la calidad de
algunas fotos en papel que el pintor-fotógrafo le muestra, que saque fotos de los
peregrinos y que, si le interesa, tiene un asiento vacío: le puede dar un aventón hasta
Beirut, en Líbano; después ese asiento lo ocupará otra persona: -Ahí estaremos 2
días, y puede imprimir sus fotos para vendérselas a los peregrinos.
En Ankara, la capital de Turquía, se quedan 2 días y visitan el Mausoleo Kemala
Ataturk; parten hacia Adana, haciendo un viaje de más de 8 o 10 horas; visitan la
ciudad, un mercado, y van a cenar a un restaurante para después ir a un hotel barato,
donde aumentan una cama en el cuarto de Jovan Misic. La gente está contenta de
contar con un fotógrafo y quieren ser retratados en todos los rincones de las ciudades
que visitan; como Adana, Aleppo, Hama, Homs, Damasco…
Al llegar a Beirut, Líbano, el fotógrafo va corriendo a un laboratorio para entregarles
las fotos a los peregrinos; aunque las fotos se las da baratas, Varzal se hace de unos
buenos dólares, que le servirán para seguir su viaje.
En la ciudad pasea solo, no sabe qué hacer, hacia dónde ir. Entra a un restaurante
porque ya tiene mucha hambre y ve la cantidad de platos de especialidades que
comen los comensales; no sabe cuál escoger, pidiendo el más sencillo. Varzal estaba
hablando en francés, ya que la guía le había dicho que mucha gente lo hablaba. De
pronto un hombre que estaba comiendo en una mesa grande llena de platillos, le
recomendó, en un perfecto francés, un platillo especialidad del Líbano, y que
113
no pidiera coca cola, pues aquí la gente prefería el jellab, preparada con uvas pasas y
que se sirve con piñones.
El libanés le dijo que se podía sentar en su mesa, ya que estaba muy grande.
Comenzaron a hablar cada uno de su profesión, y de las comidas tradicionales de
México y del Líbano.
Le contaba que las comidas en el Líbano se preparaban con verduras, frutas y
cereales, y se guisaban con aceite de olivo y siempre estaban acompañadas con
yogures, quesos, pepinos, berenjenas, nueces, tomates…
–El plato que le recomendé, el kibbeh, es el platillo nacional del Líbano, y tiene una
mezcla de carne de cordero muy picada y está acompañada de trigo bulgur. Este
plato se puede comer crudo, horneado, o frito. Y siguió diciendo: -Sabe, yo viví
algunos años en la ciudad de México. Con uno de mis parientes, teníamos una tienda
de ropa en la calle de Correo Mayor; la Academia de San Carlos donde usted
estudió, estaba muy cerca. Tengo grandes recuerdos de su país, pero yo decidí
regresar al Líbano. Le invitó un Arak: -Va a ver qué buen alcoholito-.
Y así entre Arak y Arak pasaron la tarde platicando,
–Lo invito a tomar un café arábigo en mi casa, bueno si usted gusta-.
Continuaron platicando y ya se venía la tarde, cuando le preguntó el libanés el lugar
donde estaba hospedado.
-Es precisamente lo que le iba a preguntar, dónde había algún Albergue de Juventud.
-No, fíjese que por acá no existen, pero yo tengo un hotel en el centro, y si gusta
puede usted quedarse unos días en él, le propuso.
Al otro día el pintor tomó un autobús a Baalbek, que se encuentra en el Valle de
Bekaa, y paseando entre las ruinas, encontró a 3 jóvenes búlgaras: esta vez fue él
quien las abordó; eran de Santa Sofía, y Varzal les propuso sacarles una foto, pero en
ese momento pensó en una serie de retratos de mujeres que quizá un día le servirían
para su colección; una de ellas hablaba un poco el francés y le pidieron
114
que las fotografiara en la Fortaleza Sagrada del Líbano, a cada una en diferentes
puntos del templo romano de Júpiter, de impresionante arquitectura.
Cuando regresaron a Beirut se cambiaron de hotel y se fueron a donde se encontraba
él, que era más céntrico, solicitándole que les siguiera tomando fotos en esa ciudad.
Todo eso aumentaba el tambachito de dinero para seguir viajando, porque el dueño
del hotel le dijo que no le cobraría ningún centavo, pues le prestaba el cuarto más
pequeño y modesto.
Dos semanas después, Varzal decidió continuar con su viaje hacia Jerusalén, ya que
aunque esa ciudad no era la meta de su viaje, la guía de turistas le había llenado la
cabeza de su importancia y belleza… Además de que la conocía por los cursos de
Historia del Arte que le habían impartido los profesores de la escuela de arte de San
Carlos.
El último día en Beirut el patrón del Hotel, el señor Elie, le preparó una sorpresa:
después de una suculenta cena en un restaurante, donde celebraron el haberse
conocido, habían regresado al hotel juntos y le dijo que habían cambiado su maleta a
una habitación más espaciosa; venían muy alegres, por una serie de alcoholitos que
habían ingerido. Le mostró su cuarto y le dijo que mañana pasaría a despedirse de él.
Al entrar a su cuarto, había unas pequeñas lamparitas que iluminaban tenuemente el
cuarto, se fue a lavar un poco y enseguida se metió a la cama; de pronto, una serie de
manos comenzaron a darle masajes en el cuerpo; espantado, se reclinó y vio a 3
bellas mujeres semidesnudas. Les preguntó quiénes eran, de dónde venían, pero no
entendían el francés, y Varzal, creyendo que eso era un sueño, aceptó con alegría la
aparición de esas tres divinidades.
De regreso de Jerusalén, retorna a Yugoslavia, y su amigo Simonovic le consigue
hospedaje con sus abuelos maternos en Knezevac.
><Ω><
Septiembre de 2013; han pasado muchos años desde esos viajes de juventud. Ahora
Varzal, cada otoño, regresa a Francia con su compañera, para desde ahí visitar la
provincia francesa y los países aledaños. Hoy, los trenes de alta velocidad TGV tienen
una gran comodidad, disminuyendo enormemente el tiempo del viaje.
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Este otoño, cuando regresaban de Roscoff, en Bretaña, tomaron un pequeño tren
/TER que los llevó a Morlaix; allí esperaron en el andén el tren TGV -de alta
velocidad- para ir a París; en la espera, un representante de los ferrocarriles comunicó
a los pasajeros que iban a París que podían subir al tren que estaba llegando y que no
importaba si no era el tren que esperaban, que había asientos en los vagones 15 al
17 y que éste venía de Brest. El tren era de estos de 2 pisos, y al subir se instalaron
en la planta baja, ya que viajaban con unas maletas bien pesadas: había 2 plazas
vacías al principio del vagón. Adelante de ellos había una señora de unos 75 años con
un perro, separándolos solo una mesa que servía para los 4 asientos; en cada
estación que el tren se detenía, la señora del perrito informaba a los pasajeros que
entraban que podían instalarse en cualquier asiento, que ya las reservaciones no
servían.
Por el altoparlante anunciaron a los pasajeros que el tren se iba a detener en la
estación de Le Mans, pero que no podía nadie salir a los andenes, ya que las puertas
quedaban cerradas por fuera, y que el TGV tendría un retraso de 50 minutos, pues
un técnico venía ya en un tren desde París para llevarse al TGV. Todo el mundo
estaba muerto de risa, y uno de ellos informó que el tren que les correspondía tomar
había tenido un accidente; nadie sabía más…
La señora de enfrente, en todo el viaje, venía hablando con su perrito, al cual llamaba
mi bebé:
-Ya ves, mi bebé, si hubieran puesto un buen maquinista ya estaríamos en París, le
dijo a su perrito. Varzal varias veces había visto algo raro, pero lo justificaba creyendo
que al acomodar al bebé entre sus brazos tenía que acomodarlo a la altura de su
pecho, pero al ratito vio muy bien cuando acomodaba uno de sus senos, cubierto con
su camisa, entre los dientes del perrito.
Todo el mundo comenzó a especular sobre este retraso y el accidente del tren: ¿Un
atentado? ¿Se descarriló el TGV? El Gobierno ha descuidado mucho a Bretaña ¿No
será un reclamo?...
Algunas gentes tenían, llegando a París, que transbordar a otro tren para continuar su
viaje; una pareja de jóvenes, un poco nerviosos, les comentó que ellos tenían que ir
de la estación del tren, tomando primero el Metro, después tomar el RER
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al aeropuerto en París, luego tomar un avión, trasbordar para tomar otro avión, tomar
un barco.
Estos recién casados festejaban su viaje de bodas… ¿En qué planeta habrían
reservado para esta celebración?
Cuando el TGV volvió a ponerse en marcha, se hizo el silencio y solo se oía el papel
de los diarios al desenrollarlos, el teclado de las computadoras portátiles…
Unos comenzaron a dormirse y su vecina de enfrente, con su perrito gris entre los
brazos, dormían profundamente; ella, con una enorme sonrisa petrificada, parecía
recordar sus años jóvenes.
Varzal se puso a recordar también cuando era joven en un edificio antiguo de París.
En la época que era estudiante en París -1965- conoció Le Musée des Arts et
Métiers, Museo de Artes y Oficios, un museo guardando las huellas de los inventores
y aventureros del progreso, para el descubrimiento del patrimonio científico y técnico,
único en el mundo. Comenzado en 1764 y terminado durante la Revolución
Francesa, en1790, presenta más de 2,400 inventos. Varzal había descubierto en este
viejo, desteñido, ennegrecido edificio, algo que le inspiraría totalmente en su vida
futura, con sus salas llenas de invenciones maravillosas, aunque algunas no
funcionaban, como las maquetas de máquinas hechas en madera, cuando se apretaba
un botón, la grúa alzaba sus cajas miniatura para transportarlas a otro lugar… Era un
lugar mágico, al que nunca dejaría de ir en el transcurso de sus estancias en esa
ciudad. Un día soñó con hacer una película aquí, pero nunca se convirtió en cineasta;
una novela, pero nunca se convirtió en novelista…
Un día, pasados los años, compró un libro de Umberto Eco, El Péndulo de Foucault,
que ha leído 3 veces; este italiano le ganó, escribió sobre los laberintos del museo,
donde salen o se pierden manifestantes de varias religiones… Ni modo, así es la
vida… Le faltó inteligencia, o soñar más, para utilizar estas telarañas de la historia.
Pero en el año 2000, después de estar el museo cerrado durante varios años, lo
restauraron, y con esta renovación le quitaron la magia que tenía, pues quedó como
“nuevecito”.
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Bueno, quizá una parte,,, porque en la cúpula, de donde cuelga el péndulo de
Foucault, cada vez que lo observa, la magia renace.
Hoy estuvieron ahí, y volvió a estremecerse al ver oscilar el péndulo libremente para
demostrar la rotación de la tierra…
><Ω><
El 2 de noviembre de 2013, en la Plaza de la Constitución, había miles de personas,
y aunque el día estaba nublado, el paisaje brillaba de colores, un arco iris de rostros
alegres se retrataba con el complejo escultórico que ponía en volumen a los
personajes de Posada.
Un señor de unos 80 años, al ver su cámara digital Canon, comenzó a platicar con
Varzal, a comentar las ofrendas; le colgaba una cámara análoga de los años 70s y le
presumía de su antigüedad y lo bien que fotografiaba con ella a los niños de las
escuelas primarias y algunas veces a los deportistas, las que les vendía a solo 30
pesos:
–Hoy no trabajo con mi cámara, no puedo competir con los que traen cámaras
digitales y con las fotos que imprimen en 5 segundos. Yo las entrego de 8 a 10 días
después.
Le platicaba que había sido plomero, albañil, panadero, herrero… y que solo hacía
15 años se había convertido en fotógrafo; y que lo disculpara, pero él siempre
hablaba de política:
–No me aguanto de comentar todo lo terrible que acontece en el país.
Después de más de media hora de hablar de política, le dijo:
–Oiga yo ya le estoy viendo su perfil, si se pone usted frente a la calaca de Posada, le
saco una foto,,, Ahora póngase con el asta bandera más a la izquierda y va a ver qué
bien va usted a salir…
118
Varzal aprovechó también para retratarlo 2 veces, igual, con el mismo fondo.
–En una semana le llevo las fotos a donde usted me diga, –le dijo el fotógrafo
ambulante. Y así se despidieron… Y así pasó un año, y las fotos nunca llegaron.
¡México!, ¡México!. México brillaba de alegría, y su arco iris, aunque muy opacado,
sigue medio iluminando, y muy mal cobijando a sus habitantes, a la gente que lo
habita.
París, 2012-13, México 2014.
119
LOS INFANTES
–Las canciones rancheras a mi no me gustan, sólo son para borrachos y eso parecen
cuando están cantando, decía un estudiante, un joven francés enviado a México para
realizar su tesis. Mientras hablaba, imitaba a un hombre alcoholizado que cantaba.
Aunque ya llevaba dos años viviendo en el país, no se podía adaptar a la cultura
mexicana, debido a que vivía aislado, como muchos extranjeros que llegan a México,
viviendo siempre entre sus compatriotas.
Cuando el pintor Varzal llegó a Francia, en la década de los sesentas, aunque ya había
oído las canciones francesas, le costó trabajo adaptarse a este concepto diferente de
armonía; le hacían falta sus canciones de borrachos; sin embargo a los pocos meses
comenzó a apasionarse con Edith Piaf, Yves Montand, las canciones de la Comuna...
Tuvo la suerte de no ser enviado, como becado, a habitar en la casa de México, ni en
la Cité Internationale des Arts, donde vivían jóvenes artistas de todo el mundo que
traían la nostalgia de sus tradiciones. Viviendo en Montparnasse, los Campos Elíseos
y el barrio de Belleville, comenzó a compenetrarse en la cultura francesa.
–En París, conocí más a los latinoamericanos que en la propia Latinoamérica...
Palabras más, palabras menos-, declaraba el escritor Gabriel García Márquez a un
diario de México.
–Y de los mexicanos en París –preguntó el periodista- ¿qué piensa?, ¿cómo los vio?
–Bueno, los mexicanos siempre están pensando en el día jueves, dijo García
Márquez.
–¿Por qué en el día jueves?, volvió a preguntar el periodista.
–Bueno, es porque ese día hay un vuelo de regreso a México, contestó.
><Ω><
Pintor nacido en mi tierra,
con el pincel extranjero,
120
pintor que sigues el rumbo
de tantos pintores viejos.
Aunque la virgen sea blanca
píntame angelitos negros,
que también se van al cielo
todos los negritos buenos.
Era Pedro Infante que cantaba el bolero Angelitos Negros, voz que salía de la bocina
de un viejo radio que el taquero ponía para entretener a sus comensales, los que, de
pie, degustaban unos sabrosos tacos en su puesto construido de pedazos de lámina;
Varzal había pedido uno de maciza, uno de cabeza y uno de machitos. Escuchaban la
canción bajo la luz de una lámpara en el paseo de Fray Juan de Zumárraga; la Basílica
de Guadalupe se dibujaba enfrente, en una masa casi negra, porque en esa época
tenía poca iluminación. Atentos, oían unas preguntas que le hacían al cantante: en ese
momento, se pararon los chasquidos de las bocas, dejando de masticar para escuchar
sus sencillas palabras, y después el artista siguió cantando:
Pintor, si pintas con amor
¿por qué desprecias su color?
si sabes que en el cielo
también los quiere Dios.
Comían más lento, por el placer de la degustación y del oído, ya que en esos tiempos
esta estrella era el general de la canción mexicana y la mayoría se identificaba con él,
por las películas donde representaba la vida de los pobres, actuando de carpintero,
de payaso de la calle, de borracho, de boxeador.
Eran las nueve de la noche del año 1953 –Varzal tenía 12 años– y los camiones de
pasajeros iban repletos como latas de sardina. Estos viejos camiones desvencijados
prestaban sus servicios sin ninguna seguridad, pues los llenaban hasta que los
pasajeros colgaran de su puerta delantera y de la trasera, agarrados de unos inseguros
tubos que servían de asas.
121
–¡Agárrenlo!, salió un grito de uno de los pasajeros de un camión, y en eso Varzal
vio que un ratero salía corriendo, perseguido por otras tres personas que se
perdieron en el infinito de la noche.
El chofer esperó unos instantes más para recoger más pasaje, abarrotando su chatarra
de más humanos. Cuando volvió a arrancar, no había avanzado ni diez metros,
cuando se oyó el grito desgarrado de un hombre para que detuviera el autobús, grito
que el chofer seguramente no escuchó, o se hizo el que no oía, ya que continuó su
camino, pero a gran velocidad.
–¡Agárrenlo!, ¡Detengan el camión!, gritaba el hombre horrorizado, mientras recogía
los pedazos del cráneo de un niño de unos 10 años; era un señor que se veía que era
un obrero del tabique, por su atuendo, y por las herramientas que cargaba.
El niño, al desprenderse del tubo metálico de la puerta, quizá por tantas manos que
lo asían, no pudo sostenerse y cayó cuando el camión estaba en marcha, abajo de las
llantas traseras, que le destrozaron instantáneamente la cabeza.
–¡Qué voy a hacer, Virgen de Guadalupe, ayúdame a salvar a mi sobrino!, ¡Agarren al
chofer! El hombre seguía lanzando alaridos, corría de un lado a otro, iba a cuidar al
niño y luego corría atrás del camión. Al regresar, a ver el cadáver, arrodillándose,
pedía: ¡Virgencita, sálvamelo! ¡ Revívelo, o conviértelo ya en un angelito de los que a
ti te cuidan!
En ese momento un automovilista se detuvo para ofrecerle ayuda. El hombre, al
alejarse se asomaba por la ventana gritando: ¡Cuiden el cadáver por favor!,
y así también él, alejándose en la persecución del camión asesino, se perdió en esa
noche amarga.
En México, la mayoría de los intelectuales criticaban las canciones rancheras, porque
era un medio que utilizaba el sistema para mediatizar a la población, que la llevaba a
que tomara bebidas embriagantes para olvidarse de sus problemas y los del país. Eran
los tiempos en que intelectuales y pueblo sabían tocar una guitarra para acompañar
los corridos mexicanos que cantaban en los días de tertulia.
122
La canción mexicana estaba destinada a desaparecer, puesto que llegaron nuevos
ritmos anglosajones a los que se les dedicaba más tiempo en la radio. Así los jóvenes
abandonaron sus guitarras.
Hoy, cuando Varzal pinta sus cuadros, siempre escucha música; se cansó un poco de
la música clásica que siempre les inculcaron que escucharan en la escuela de arte, y
también sus amigos marxistas; ahora escucha el cincuenta por ciento de un género y
el cincuenta del otro.
Hoy las canciones de borrachos se siguen oyendo. México es un crisol donde se
funden los ritmos latinoamericanos. Los cantantes Plácido Domingo, Ramón Vargas o
el tenor Fernando de la Mora, para ser más escuchados por el gran público, cantan
las canciones rancheras, y Pedro Infante sigue recibiendo flores del pueblo, en su
tumba, el día de su cumpleaños después de casi 4 décadas de muerto, de miles de
admiradores que aún escuchan con placer sus tonadas. Con las canciones mexicanas
no se necesita poner tanta atención, ya que las palabras están cinceladas en lo más
recóndito del espíritu de los mexicanos.
Pintor de santos de alcoba,
si tienes alma en el cuerpo,
¿Por qué al pintar en tus cuadros
te olvidaste de los negros?
Siempre que pintas iglesias,
pintas angelitos bellos,
pero nunca te acordaste
de pintar un ángel negro.
<<Ω>>
–¡Clic! La esposa del pintor Varzal, quién había apagado el radio del automóvil, se
disculpó diciendo que no era el momento para escuchar música.
Mientras el auto avanzaba en la carretera rumbo a la ciudad de Querétaro,
aprovechando el silencio, Varzal se perdió en la perspectiva de la carretera,
recordando que cuando estaba en el segundo año de primaria, tenía que caminar
123
un poco más de dos kilómetros para llegar a la escuela y había que atravesar tres
grandes avenidas. Siempre salía a tiempo de la casa, pero antes de atravesar cada
avenida, se entretenía observando cómo los transeúntes la cruzaban, pensando que
los humanos tendrían defectos, y que en uno de esos momentos podrían fallarles sus
cálculos o el reloj de su cabeza –del que tanto les hablaba el profesor–, y podrían ser
arrollados por los veloces automóviles; pero esto nunca sucedía, y después de esperar
unos minutos, pasaba corriendo veloz, toreando los automóviles, pensando en el
retraso que la situación de mirón le había causado.
La última avenida que había que cruzar era la Calzada de los Misterios, que en
aquellos tiempos no era tan ancha como ahora: después de atravesarla había que
caminar a un lado de las vías del tren, pero Varzal prefería hacerlo saltando entre los
durmientes; este tren siempre traía productos para las industrias de la colonia Vallejo
Industrial, como troncos de árboles para las madererías, productos químicos para una
refinería, piezas metálicas y entre todos estos y otros productos abastecía a la
industria de aceite Casa: sus vagones de carga estaban llenos de pequeños cocos para
producir el aceite. A los niños de las escuelas primarias les encantaba subirse a estos
vagones, para tomar unos cuantos cocos, que después regalaban a sus amigos.
En una ocasión oyó el silbato de vapor de la máquina de carga que se acercaba: casi
siempre se estacionaba entre dos avenidas con sus diez vagones, antes de cruzar la
Calzada de los Misterios, y los transeúntes esperaban a que un guardavía saliera de su
caseta para detener los autos y a las gentes que esperaban; pero esta vez el guardián
no se apareció ni la máquina se detuvo; de todas maneras la gente, muy precavida,
esperó pacientemente, pero un hombre de unos 40 años, corrió para cruzar las vías y
ganarle a la pesada bestia metálica: el tren frenó más adelante, y el rechinido de las
ruedas metálicas se fundió con un grito horroroso: la gente que esperaba,
atravesando entre los vagones de carga, se encontró con un terrible espectáculo: el
hombre, tirado, estaba inconciente por el dolor, ya que sus dos piernas estaban
cercenadas. Varzal, todavía recuerda el rojo de la carne viva llena de sangre del corte
de las piernas.
Después, para llegar al colegio, hacía un enorme retorno, para no volver a pasar por
este lugar y así tratar de olvidar la espantosa escena del ferrocarril.
124
Varzal y su esposa habían pasado por su hermana y su esposo, y después a la casa de
Maximino, padre del artista, para ir a la ciudad de Querétaro, porque su hermano
Andrés le había pedido por teléfono que era necesaria la presencia de la familia en su
casa.
Su madre tenía un año de haber fallecido y su padre había vuelto a casarse, así que
cuando llegaron a su casa –serían las 12 de la noche–, pensaron que verían a su
nueva esposa. Pero ese día, al entrar a su casa, él estaba solo en su cama, ya que la
señora, una mujer joven de 35 años, con sus cuatro hijos, había partido de
vacaciones a su ciudad de origen.
–Hermano, te hablo porque hay un drama fatal en mi casa, le dijo Andrés por el
teléfono, con la voz temblorosa. Con su hermano había habido tantos pequeños
dramas en su vida que pensó que éste sería uno más de ellos.
–Venimos de instalar el cuerpo de mi hijo en su caja, para velarlo esta noche y quiero
que vengas para acompañarnos.
El pintor sintió que le caía un caldero de agua hervida sobre él, ya que toda su familia
tenía grandes simpatías por Lenin, quien era un niño de escasos 5 años, simpático y
travieso como todos los niños normales.
Cuando llegaron a su casa, después de tres horas de viaje, ya había mucha gente
reunida que lloraba y otros que rezaban, acompañados con el ruido de fondo de un
fuerte aguacero y de relámpagos.
–Acabamos de comprar la casa en este nuevo fraccionamiento, y aunque no tenía
agua de tubería nos animamos a habitarla-, contaba su hermano; y continuó diciendo:
-Pronto van a meter el agua, y mientras, viene una pipa para darnos el líquido, que
es gratuito-.
El artista recordaba cuando su padre había construido varias casas, que de niños las
iban habitando. Cuando se terminaba una, ya se estaban cambiando para comenzar a
construir la otra. Un día, a su padre le dieron como pago una casa, en vista de que
las hectáreas de tierra que tenía -herencia de una tía abuela-, al no poder seguir
pagando a su abogado para defender la propiedad, la perdió. La compañía
125
fraccionadora le construyó una casa en un terreno de unos quinientos metros y se la
dio para que ya no siguiera peleando (¡Pinches ratas! Seguro que eran priístas).
Cuando se cambiaron a este nuevo domicilio, a su hermano Andrés y a él, les gustaba
ir por el agua que repartía un camión con su enorme tanque; hacían la fila contentos,
esperando los seis botes a los que tenían derecho, los que cargaban en tres viajes
hasta su casa. Cuando la pipa partía, todos los niños se subían a ella, pues parecía
una máquina de fantasía con briosos caballos, que al montarlos, los infantes se
convertían en El Zorro, o en Pancho Villa. El chofer permitía hacerlo, porque el
camión avanzaba lentamente.
–Los niños se vuelven locos cuando ven llegar a la pipa que nos trae el agua, y al
instante se suben a jugar al camión -continuó contando su hermano Andrés-, y
aunque uno les diga que no lo hagan, es como si uno les dijera lo contrario: -Es
peligroso, le decía a mi hijo, no hay de dónde asirse-. Pero él nunca me hizo caso.
–Cuando la pipa arrancó -interrumpió la esposa de su hermano- unos diez niños la
abordaron. Lenincito se subió a un lado, donde hay una pequeña plataforma; pero
esta vez el arrancón del camión fue tan fuerte que mi hijo se desprendió, cayendo
abajo de las ruedas traseras. Yo estaba llegando a la casa cuando vi que mi esposo
recogía en la calle los pedazos del cráneo de mi hijo, quien ahora ya es un angelito.
México D.F. 1996.
126
LA INSPIRACIÓN
Entrevistar a alguien, preguntarle a alguien, poniéndole una cámara enfrente, es para
Varzal algo no muy simpático, ya que lo ha sentido en carne propia; es un ataque a
los sentidos: el pintor no puede reaccionar inmediatamente como lo exige el
entrevistador, balbucea, carraspea, no encuentra la respuesta… En sus exposiciones
esto le ha sucedido, y esta agresión lo convierte en un ser desfondado. A esto Varzal
le encontró una solución: escribir lo que piensa y leerlo; por supuesto, escribir le lleva
de una docena de horas a una docena de meses, a veces más.
Quiso comenzar a entrevistar a la gente haciendo videos con su Canon 5D Mark ll:
salen excelentes imágenes, pero solo se le dio una sola vez estando en un café en
París. Mientras tomaban café en la barra, una señora de la tercera edad, quien
saboreaba una copa de vino, se le acercó para platicar con él y con Françoise; creían
que era una vagabunda, pero al observarla, estaba vestida elegantemente. Platicaban
sobre lo rico que es tomar café, cerveza o vino en las barras del Zinc, las clases de
vino y de aperitivos… estaban platicando tan contentos, y su rostro al hablar se
iluminaba, que Varzal le pidió si no le molestaría que la grabara.
-¿Hacerme un video para México? -¡¡Qué maravilla!!
-Claro que sí. -Ya ves, Max, me van a filmar para México, le dijo al barman. Y así les
contó:
-Me llamo Marie Turon, tengo 82 años y soy cantante desde la niñez; mi madre me
llevó a la Opera de París, pero ahí me dijeron que tenía que ir al Conservatorio para
que estudiara; pero mi madre no tenía los recursos suficientes para pagar, y nunca
estudié. Canto ópera en las iglesias, fiestas de casamientos y aquí cerca en la plaza
Saint Médard, lugar de reunión de cantantes, músicos y poetas…
-¿Le gustaría que le cantara algo? Pídanme algo, les preguntó… Y de pronto,
comenzó a cantar una aria de Carmen de Bizet.
><Ω><
Varzal escribió el siguiente texto, para su participación en la creación de un video
sobre la exposición Sub-versiones de la Memoria, proyecto de investigación de
Arkheia-MUAC, UNAM.
127
En el año de 1976 nos encontramos una serie de artistas en alguna exposición del barrio
de Tepito (¿calle de Tenochtitlan?), platicando sobre lo que pasaba en el arte. Ese día,
coincidimos en reunirnos en una galería de arte joven de la colonia Roma. A este primer
encuentro yo llegué con unos amigos artistas que había invitado, entre ellos Raúl Tovar
-los otros tres no quisieron quedarse-, todos ellos ex-miembros del partido y de la
juventud comunista.
Ese día habría una docena de artistas reunidos, los que comenzamos a platicar y ver la
necesidad de realizar una reunión. Este encuentro lo seguimos en una taquería, ya que el
galerista cerró su local. Entre tacos y tacos yo sugerí que invitáramos a más artistas
para realizar un encuentro, proponiendo mi casa en el pueblo morelense de Zacualpan de
Amilpas. Enseguida, un grupo invitó a que la reunión se celebrara en su barrio de
Tepito. El lugar se puso a votación, ganando el pueblo de Zacualpan.
Felipe Ehremberg y no sé quién más, en ese momento me pidieron que no invitara a los
artistas de Tepito, porque nos iban a crear muchos problemas. A mí me tocó entregar
un plano a los que participarían, para que pudieran llegar a la casa de Zacualpan y,
además, reunir el dinero para la coperacha de la comida; Juan Acha, al darme el dinero,
le pareció un poco caro lo que les pedía a los artistas.
Esta comida en Zacualpan salió muy barata, pues me había puesto de acuerdo con mi
vecina, la mujer del peluquero. Ella me propuso matar uno de sus guajolotes y
prepararlo en un caldo de verduras; preparó además nopalitos, un guacamole, arroz,
frijoles de la olla, agua de limón y plátanos fritos de postre, y nos hizo a mano unos
buenos tambaches de tortillas. Yo les regresé a todos gran parte del dinero de su cuota
alimenticia. Las botellas de ron, tequila y vodka habían salido de la reserva de mi casa.
Nos instalamos afuera de la casa, en el patio rodeado por una huerta de nogales,
ciruelos, plátanos y cedros, donde colgamos hamacas, y en medio del jardín silvestre,
corría el agua de riego por un apantle.
El viernes 6 de agosto en la tarde, comenzaron a llegar a la casa los artistas; otros
llegarían hasta el otro día, y el sábado 7 iniciaríamos el evento a las 11 de la mañana,
que duró hasta la noche.
Estábamos reunidos: 1: Juan Acha, crítico de arte; 2: Cesar Espinoza, critico de arte,
artista conceptual y promotor de perfomances; 3: Raúl Tovar, artista pintor;
128
4: Alfredo Núñez, fotógrafo; 5: Víctor Muñoz, artista conceptual; 6: Rubén Valencia,
artista conceptual; 7: Armando Villagrán, artista pintor; 8: Felipe Ehremberg, artista
conceptual; 9: Carlos Finck, artista conceptual; 10: Esposa de Víctor Muñoz; 11:
Aharon Flores, dibujante, artista conceptual, artecorreista; 12: Varzal (alias
Zalathiel ) artista pintor, escultor, fotógrafo…
Y apareció un 13avo personaje, quién al llegar como un fantasma, se sentó en el suelo:
no se movía ni hablaba, solo escuchaba: era el brujo del pueblo, quién también
trabajaba como obrero en el campo y en la construcción. Un día este señor me salvó la
vida dándome a comer dos cabezas de ajo, pues me había picado un alacrán. Nosotros
le invitamos algunas copas de tequila y a comer… Mis vecinos me contaron que el señor
Faustino, cuando veía movimiento en el pueblo, se aparecía en todas las reuniones
públicas y privadas; esto lo hacía porque además de divertirse, era otro trabajo que
tenía, ya que le iba a contar todo lo que había visto y oído al presidente municipal:
según la gente del pueblo, era la oreja del político priísta. Pero nosotros estábamos muy
contentos de su presencia.
¿Qué le habrá contado el señor Faustino a su jefe de la municipalidad? ¿Qué éramos
unos subversivos conceptuales?
Cesar Espinoza llegó con las copias de infinidad de artículos que había publicado ya en
varias revistas y comenzó a plantear sus ideas y la necesidad de que los artistas se
organizaran. Felipe Ehremberg hablaba un poco en el mismo tenor, los dos daban línea
para la organización gremial, lo que era muy interesante como autodefensa ante el
sistema. Ante esto, la mayoría estábamos de acuerdo.
Armando Villagrán propuso dos proyectos, uno de ellos era realizar monumentos en las
grandes avenidas, de 15 metros de altura, apilando toneladas de tortillas, las que
estarían sostenidas con unas estructuras de acero.
Se comenzó a hablar de la posibilidad de organizarse en grupos afines y después quizá
en una gran organización de artistas, invitando a artistas individuales y artistas que
trabajaban colectivamente.
Raúl Tovar y yo habíamos estado acostumbrados a la organización militante, él en la
Juventud Comunista y yo en el Partido Comunista; aunque en esa época ya éramos
exmilitantes, pero con los protagonismos e individualismos que se presentaban ahora
129
entre estos intempestivos artistas, era diferente. ¿Pero cómo era posible invitar a otros
artistas, si ya se había apartado a un grupo de artistas como los de Tepito?,
pensábamos.
Yo hablé sobre lo que ya estaba realizando como reacción después del 68: el Arte Útil mesas y sillas en escultura-, el Movimiento Virtual -la historieta, que por tener
publicaciones masivas es más fácil acercarse a la sociedad-, el Movimiento de Facto -los
Movi-Comix, esculturas móviles que cuentan una historia por su secuencia en viñetas,
movimiento virtual, las que moverían sus aspas con el viento como los gallitos en los
techos que marcan los puntos cardinales, que se instalarían en lugares públicos, y la
gente podría participar moviendo sus aspas y crear música al mover palancas que
moverían tubos con hoyos y panderos…. Pero estas creaciones son, o eran individuales.
Entonces propuse que, a lo mejor, podríamos crear una revista donde los dibujantes
hiciéramos historietas.
Tiempo después esta idea de una revista de comic interesó a artistas como Melesio
Galván, Pérez Vega, Arnulfo Aquino y otros, invitándonos a una reunión la Revista
Snif, que publicaba la SEP, para que dibujáramos para ellos; y aunque nos daban toda
la libertad para expresarnos, no nos pusimos de acuerdo en el aspecto económico, ya que
nosotros nos convertiríamos en ilustradores de tiempo completo, al servicio de la
Secretaría de Educación Pública, pero con el pago ofrecido no podríamos satisfacer
nuestras necesidades básicas. Los citados artistas posteriormente formaron el grupo
Mira.
La conclusión de lo que alguien llamó después “El Simposium de Zacualpan” fue
organizar un gran grupo que se llamaría “La Coalición”.
En la noche, al terminar el evento, 6 de los participantes se fueron a burdelear a la Zona
Roja de Cuautla- se habían ido a pie cuando la ciudad está a más de 40 kilómetros de
Zacualpan. Víctor Muñoz después me contó, que cuando él regresaba a la ciudad de
México, los encontró caminando en la carretera y les dio un aventón a esa zona de
Cuautla. Éste fue un gran performance para el epílogo del simposium, ya que al otro día
les hizo tener fuertes dolores de cabeza, al despertarse con un deslumbrante sol en ese
mágico pueblo de Zacualpan de Amilpas.
Cuando se formó “La Coalición” en 1976, asociación que duró muy poco tiempo, se
invitó a muchos artistas de todas las tendencias ideológicas de izquierda. Después
130
se formaría “El Colectivo”, al que se unió más gente y grupos como el TAI-taller de Arte e
Ideología-, el grupo de Tepito “Arte Acá”, “El Taco de la Perra Brava”… Todos estos
jóvenes entusiastas en cambiar el arte me confundían, no sabía cómo reaccionar. Sentía
un fuerte protagonismo individualista en cada uno de ellos, y además tenía que
preparar una exposición individual de mi obra pictórica para el INBA en el palacio de
Bellas Artes, más dos exposiciones más de mis dibujos de Comix-arte en las galerías
Arvil y Linskurve en 1977, 3 exposiciones paralelas.
Unos meses después fue cuando salió la convocatoria para el Salón Nacional de
Experimentación y comencé a tratar de coordinar mis ideas para preparar mi material y
mi participación. En este Salón, el hecho de ver a estudiantes de preparatoria
participando en el evento, y que algunos grupos tenían sus dirigentes que les decían lo
que había que hacer, cuando para mi lo importante de estar en un grupo era el trabajo
o la reflexión colectiva, el diálogo; todos estos desequilibrios me hacía dudar de los
grupos y de a dónde iría el arte conceptual o contemporáneo.
En el Salón Nacional de Experimentación se dio un primer premió a un grupo y a un
artista individual. Este último lo ganó el proyecto “Movimiento”, donde propongo en una
veintena de dibujos explicativos, la búsqueda del movimiento virtual y de facto en el arte;
se diseña la idea de los Movi-Comix, y a partir de estos principios se construyó la
escultura móvil “Movi-Comix”, que cuenta una historia en forma de comic en 4 viñetas y
sus veletas, las que tienen forma de humanos y animales, son movidas por el viento.
Fuera del Salón de Experimentación tuve 2 invitaciones para participar con grupos: una
era un proyecto para realizar un video: me dieron un texto, y yo solo tenía que ilustrar el
material que se me daba, no podía proponer ni opinar. Esto fue decepcionante para mí y
tuve que renunciar a mi participación. Igualmente pasó lo mismo con el otro grupo.
Me invitaron a ser profesor de la Escuela Nacional de Artes Plásticas de la UNAM. Era
el año de 1981. A los seis meses renuncié, ya que en mi salón de clases varias veces
encontré a mis alumnos bailando. Yo les dije: -Veo que soy un mal profesor y no les
interesa la pintura-. Y Julio me contestó: -Practico con ellos un pasito de baile que mi tía
me enseñó, porque aquí, los del grupo, quieren realizar un performance-.
-¿Qué es un performance?, les pregunté; y ninguno supo contestarme.
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El director de la Escuela Nacional de Artes Plásticas de la UNAM, Luis Pérez Flores, me
pidió que no me fuera: -Mira, veo que te interesa la investigación, ¿por qué no creamos
talleres experimentales para apoyo académico?-.
Y así se creó el primer taller experimental, que sería el Taller Experimental de AntiComic, donde, en dos años, tenía yo que redactar un programa sobre la historieta,
aprovechando mis experiencias como dibujante de éste género y mis conocimientos de los
movimientos del comic Underground norteamericano y europeo, pues había participado
como dibujante en las revistas francesas Zinc y Actuel, en 1974, en París, Francia. Se
invitaba a tomar el curso a todos los estudiantes de las tres carreras que se impartían en
la Escuela.
El segundo año, se comenzó a escoger a los diez mejores alumnos de la ENAP, pues eran
demasiados los estudiantes que querían tomar el taller experimental. Así, en diez años
como profesor, dejé programados tres talleres experimentales más: Nuevas Técnicas del
Aerógrafo; El Color y Sustracción de Signos Sustanciales; Dibujo y Pintura por
Computadora en 2D y Escultura en 3D.
Antes ya había realizado investigaciones en la UAM-Azcapotzalco -1984-, en el campo
de la informática, con un matemático que quería hacer un programa para diseño. Así
aprendí el Lenguaje Basic y comencé una búsqueda en computadoras Apple. Años
después la Universidad Autónoma Metropolitana, de 1988 a 1992, me invitó a seguir
investigando en el Centro de Investigación y Conocimiento, CYAD, sin pagarme un solo
centavo, pues habían adquirido computadoras de la marca Amiga de Commodore. La
dirección invitó a investigadores a participar conmigo, y ya entrados en la búsqueda y la
creación de diseños e imágenes informáticas, formamos un grupo al que nombramos
“CAOS”, exponiendo los resultados de nuestras investigaciones, e imprimiendo para la
universidad, en serigrafía, playeras con este nombre.
En esta época recibía yo la revista francesa de los años 70 “Chroniques de L’Art Vivant”,
sobre las nuevas corrientes en el arte y una de mis funciones fue discutir con ellos y dar
conferencias al profesorado y al estudiantado sobre las nuevas corrientes del arte, desde
Dadá, el Arte Concentracionario, el Hiperrealismo, el Efímero, el Performance, hasta el
Arte Conceptual, y el Comic Underground norteamericano, europeo y latinoamericano.
Influidos por estos movimientos, los profesores, teniendo la necesidad de protestar, pues
no les aumentaban puntos en su trabajo docente, con sus alumnos empezaron a realizar
performances fuera de la línea de enseñanza de la universidad. Uno de ellos,
132
con la computadora, hizo un punto negro que imprimió a 3 metros de diámetro
colgándolo en un muro, se desnudó y comenzó a grafitear los salones de las facultades;
al final, tomando una navaja Gillete, se laceró brazos y piernas: sangrando se lo
llevaron a la enfermería de la misma universidad.
En el catálogo de mi exposición “Ópera Cibernética” en el Museo Nacional de la Estampa
-MUNAE, 1992, Jorge Morales, uno de los investigadores del grupo CAOS, escribió:
“…de hecho Varzal empezó con unas Amiga de Commodore, cuya memoria
RAM haría reír ahora a cualquier aficionado…y sin embargo la voluntad y el
deseo que son más indomables que la tecnología y la electricidad, se
combinaron en Varzal de una manera tan peculiar que en muy poco tiempo
podía hablarnos del trabajo en dos o tres pantallas, de manipular y crear
colores a partir del teclado, de la digitalización, considerando puntos de
contacto o brillantes, de la necesidad de conectar un scanner que estaba de
adorno por ahí, y de hacer pruebas en Post-script, alterando los puntos de
impresión… Poco a poco, la computadora se fue haciendo en él una versión
versátil del lápiz o del pincel, que le permitía trabajar más de 60 colores, cada
uno de ellos creados por él mismo, amplificar imágenes y alterar colores
desde la raíz misma -pixel-. Todavía algunos de nosotros le llamamos a esta
forma de trabajo “el método Varzal de trabajo en computadora”…
En 1993, gané un premio con mi proyecto “Los Constructores” en Apple Computer
France, en el Centro de Investigaciones Gráficas en Les Ulis, París, Francia, y realicé
trabajos de Investigación durante siete meses, con programas de 2D, 3D y de Animación.
En la década de los 80 comencé a recibir invitaciones para participar en Arte Correo y a
recibir cartas con obras reproducidas con fotocopiadoras, mimeografiadas, en
serigrafía… obras firmadas por los artecorreístas. Esto me entusiasmaba, ya que me
enviaban además pequeños periódicos, revistas de este nuevo género de expresión. Me
enviaba César Espinoza sus proyectos de Poesía Visual, así como de grupos y artistas
individuales. Tenía unas 70 direcciones de artistas de todo el mundo, con los que
intercambiaba obras, ideas… En 1990 comencé, cada día de muertos, a instalar en la
banqueta de mi casa, aquí en mi nuevo barrio de la colonia Vallejo, una ofrenda de
muertos y un zompantle, y todos los vecinos me traían su ofrenda. Yo anunciaba este
evento con carteles y dibujos que había realizado para arte correo. Algunos artistas
133
participaron con sus obras, las que reproducíamos y pegábamos en los postes, en las
vitrinas de los negocios, etc…
Los avatares de la obra de un artista
El Movi-Comix con el que participé en el Salón de Experimentación me lo pidió prestado
el Museo del Desierto de los Leones. Lo había prestado por 2 meses, y cuando lo iba a
recoger me decían que lo dejara un ratito más; yo cedía. Había pasado más de un año,
cuando volví a comunicarme con el museo, pero esta vez ya no contestó más la directora
a mis llamadas. Un tiempo después, en una exposición encontré a la secretaria de la
directora del museo y me comentó que mi escultura la habían botado en las caballerizas
y que después habían fundido el metal para hacer las rejas de las ventanas del museo.
Al protestar, me contestaron que el recibo que me había dado el museo no tenía ninguna
validez, que solamente era un documento con la fecha de entrada de la Escultura Móvil,
que en este museo no daban recibos, ya que quienes están al cargo del parque donde esta
el museo, son los militares.
En el recibo está escrito:
Entrada:
Por instrucciones del c. Juan Luis… concentró el c. Zalathiel Vargas a este
exconvento del Parque Nacional del Desierto de los Leones, una escultura “MoviComix” de 6 metros x 2.60, en aluminio, pintada con laca acrílica, para su exposición
temporal en este parque nacional.—
Desierto de los Leones, D. F., a 30 de marzo de 1979.
Encargado del almacén.
Arnulfo Gutiérrez Orozco
(con una firma)
Vo. Bo.
El Administrador del Parque Nacional.
Octavio Chávez Gómez.
(con una firma)
*=*=*=*=*=*=*=*=*=*=*=*=*=*=*=*=*=*=*=*=*=
><Ω><
134
Hoy, 29 de marzo de 2011, estamos reunidos en un recinto de la Universidad Autónoma
de México, y aunque casi todo el mundo está enterado, quiero dejar asentado, quiero
recordar que una vez el arquitecto Flavio Salamanca, en representación de la UNAM, en
el año de 1979, me invitó a pintar un retrato. Yo le dije que no era retratista, pero tenía
los conocimientos para hacerlo y podía realizarlo, solo si tenía la libertad para poder
expresarme libremente, contestándome el arquitecto: -“La universidad es democrática, no
hay ningún problema”. Esta obra era para homenajear a sus Jefes Natos y crear la
Galería de Rectores en el Palacio de Minería.
Yo pinté el retrato- estaba igualito a la foto que se me entregó- del rector Rodulfo Brito
Foucher, pero en el fondo ilustré con la técnica del comic, es decir en secuencia, lo que el
historiador Jesús Silva Herzog escribió en su libro “Una historia de la Universidad de
México y sus problemas” -siglo XXl editores-, y de otras dos fuentes más, sobre la
actuación del rector en la UNAM y en la vida política del país. El día de la
inauguración algunas gentes quisieron destruir el retrato, a causa del texto del
historiador Herzog, pero el Rector Guillermo Soberón Acevedo, la crítica de arte Raquel
Tibol y otras personas más, defendieron con su cuerpo el retrato, y no permitieron su
destrucción.
Al paso del tiempo, tres años después, un nuevo rector descolgó el retrato y no apareció
más en las instalaciones de la UNAM, según el critico de arte -ya fallecido- Olivier
Debroise, quien había realizado una búsqueda intensa de la obra. Después colgaron un
nuevo retrato, pintado por un retratista de la Zona Rosa- así me lo informaron los
investigadores que vigilaron la realización del retrato que yo pinté-. Parece ser que
posteriormente, de nueva cuenta, lo mandaron pintar por un artista profesional de
renombre.
><Ω><
El domingo 28 abril de 2013, la galería del Museo del Chopo donde se expone
“Comix-Arte: Irreverencias, Angustias y Fantasías” del artista Varzal, estaba repleta de
jóvenes, familias con sus niños… Mientras esperaba a 2 jóvenes que le habían pedido
una cita, un grupo le preguntó si el era el artista Varzal, pues habían visto su
fotografía en los medios; así, el pintor se puso a responder algunas preguntas a este
grupo.
135
Cuando llegaron los dos jóvenes que se habían retrasado a la cita, platicaron un rato,
le felicitaron por la expo. y luego se presentaron como José de 23 años y Roberto de
28; de una enorme bolsa sacaron un bulto, –Son más o menos 300 dibujos-, le
dijeron. Ellos ya le habían contado por un correo electrónico que eran dibujantes de
comic; los dibujos estaban pintados a color con acrílicos, acuarelas, plumones y
lápices, entre otros materiales. Los dibujos se veían más o menos bien dibujados y
regularmente bien pintados; comenzaron desde el primer dibujo que habían hecho
hacía cinco años: Varzal ya veía las fallas que tenían, pero conforme iban mostrándole
las páginas de lo que un día sería un libro, se veía que la calidad iba mejorando; al
final el pintor ya estaba exhausto de tanto ver: le habían impresionado sus trabajos,
les preguntaba qué parte había dibujado uno o el otro, y no sabían, construían el
personaje principal, el color, los vestidos… entre los dos, pero no podían explicar el
trabajo de cada uno. Entre los dos buscaban la idea y el más joven la escribía. El tema
era monótono: el joven personaje con una melena pelirroja, siempre fumando mota, o
algún otro enervante, consejos de cómo y dónde adquirir las drogas, el efecto
maravilloso que éstas producen, los hermosos viajes, las reuniones, las fiestas…
Lo interesante era, cómo, por desconocimiento de las técnicas de la historieta, ellos
habían creado composiciones diferentes, que invitaban a la vista, a gozar otras
estéticas.
-Yo ya tenía hambre, pues en el café del museo, yo solo había tomado un café; y me
despedí, no sin antes darles mi opinión sobre su obra, diciéndoles que ya era muy tarde y
que me iba a comer a un restaurante.
Inmediatamente los jóvenes se propusieron para acompañarlo, diciendo que ellos
conocían un lugar muy cerca donde hacían crepas. El pequeño restaurante era muy
pequeño, pero tenía afuera, en la banqueta, 3 mesas chiquitas, donde se instalaron.
Cada crepa era enorme, parecían sándwiches, llenas de pollo, verduras… Ellos
pidieron una cerveza caguama, y llenaron los 3 vasos; como hacía mucho calor, se
terminó pronto y pidieron otra y otra; quizás por su juventud el líquido no les hacía el
mayor efecto, pero aunque Varzal tomaba la mitad que ellos consumían, se sentía un
poco alegre. Ellos lo único que contaban era lo que tomaban para dibujar, la
marihuana era lo menos fuerte, pero los hongos los tomaban seguido, y con ellos
habían encontrado la sabiduría y la felicidad.
136
El pintor estaba contento de conocer a las nuevas generaciones, su comportamiento,
pero ellos solo hablaban de estimulantes y casi nada de su vida; y le preguntaban a
Varzal, constantemente sobre su vida, volviéndose este momento casi un
interrogatorio; uno se ríe seguido, pero el más joven es muy serio, pocas veces ríe. Y
es el que preguntaba insistentemente cosas sobre la vida personal del artista, casi
nada sobre el comic, las técnicas, sobre su exposición que estaba montada en esos
momentos en el Museo…
-Me preguntaban qué drogas tomaba, y como les dije que no tomaba ningún
medicamento de ese tipo, salvo una vez que fumé marihuana, cuando dije esto, sentí que
se desilusionaron un poco, o un mucho.
-Mi única droga es el café, y lo tomo con mucho cuidado, porque me hace saltar como
pulga si ingiero más de tres al día, les dije.
–Pero entonces, con qué te inspiras?
México DF, 5 de mayo, 2013.
137
LAS INFANTAS
DEL ROSA AL CARMÍN
–¿Y vas a ir a la cita?, le preguntaba con gran interés al pintor Varzal un profesor
universitario de unos 65 años, quien mostraba cierta curiosidad al reflejarse en sus
ojos un deseo extraño.
–No, indudablemente que no.
Habían pasado unas semanas y todavía recordaba, como si solo hubieran pasado
algunas horas, de aquel telefonazo que recibió a eso de las 9.30 de la noche. Estaba
como pegado a la silla, trabajando con su computadora –la cual lleva hoy el nombre
de Bomboncito-. Su compañera no estaba en casa y esperaba una llamada de ella.
¡¡Riiinnnggggg!! sonó una, dos, tres veces el timbre del aparato antes de que
levantara el auricular.
–¡Hola! ... ¿Cómo estas?, le preguntó la voz de una niña de unos 10 años.
–¿Con quién quieres hablar?, le contestó el pintor.
–Contigo cariño, estaba ansiosa pues creí que nunca levantarías la bocina.
–Bueno... creo que marcaste un numero equivocado, le respondió, pensando en que lo
estaba confundiendo con alguno de sus amiguitos o con alguno de sus familiares.
–No, hombre, es a ti a quien busco –su voz infantil no le recordaba a nadie. Sí
hombre, te he visto haciendo ejercicio en el parque México; mi mamá seguido va a
visitar a una amiga que vive cerca de allí y me deja jugando con sus hijos donde está
el lago que tiene patos. Siempre pensaba en hablarte, pero tú siempre corres y
corres. Después me dicen que te cambiaste de colonia, conseguí con mis amigos tu
teléfono para llamarte; pero tú lo sabes mejor que yo, de cómo el tiempo se va tan
rápido. Sabes –continuó diciendo– soy una de tus fans. Varias veces te oí platicando
con tus amigos, unos güeritos; mi mamá dice que son franceses. Una de las cosas
que más me gusta de ti es tu voz, que a mi me suena dulce como un chocolatito
138
–al decirle esto, hizo una pausa y se oyó un pequeño chasquido de su boca–. -Es un
dulce de sabor cereza, me gustaría darte una probadita, pero estás tan lejos-.
–No, no gracias, mira, estoy trabajando y tengo que dejarte.
–¡Espera! ¡Espera mi cielo!, es que el sabor de este dulce me vuelve loca, pues pienso
que así ha de ser el sabor de tu lengua y el color de tus labios.
Al decirle esto la niña, al pintor, un pequeño cosquilleo comenzó a recorrerle el
cuerpo.
–Aparte, espero una llamada muy importante, dime tu nombre y tu teléfono y si quieres
te hablo otro día; le pidió esto para salir de esa conversación absurda, pues le era
imposible colgar la bocina a esa chiquilla.
–Pero qué importan los nombres, corazón, escúchame solo un momentito y por
ahora calla, calla... y solo piensa que es una flor quien te habla-. Con estas palabras
de la infanta, su mano se había quedado inmóvil así como también su voluntad.
–Te estaba hablando de tu voz, pero es más en tu pelo en el que pienso, pues a éste
si lo podría tocar; sueño que los caireles que mi mamá me hace, se juntan con tu pelo
chino para hacer juegos cochinos-. En eso, Varzal oyó el ruido de algún mueble y un
sorbo. -Es agua, tú sabes me gusta mucho tomar agua, si quieres ir a prepararte una
cuba libre o... ¡anda, ve!, yo te espero.
–No, no tengo sed, le contestó.
–¡Ja!, ¿sabes?, me quedó la lengua roja de la cereza; por eso adoro estos bombones,
sabor a ti –le dijo la pequeña.
En eso volvió a oír el ruido que la mocosa hacía al beber el agua; ella tenía razón, el
calor del mes de julio era intenso; en su estudio tenía puesto un ventilador para
refrescar la noche; le pidió que lo disculpara y rápidamente fue a la cocina por un
refresco.
139
–¿Ya ves?, continuó diciendo, al oír el sonido del líquido que hacía al verterlo en el
vaso. Mi mamá siempre dice que yo tengo la razón. ¿Es una cuba la que te estás
tomando, cariño?.
–No, no... -le contestó- es un simple refresco de cola... sin el ron.
–¿Por qué, corazón?, ¿Estás enfermo o no te gustan los alcoholes?, dijo esto con un
tono de pena. -¿Sabes?...al amigo de mi mamá le gustan mucho los traguitos de
tequila, güisqui, ron, brandy, vinos y cervezas, y todo lo que le pone enfrente mi
mamá se lo acaba en un ratito; es un viejo borracho; cuando viene a la casa me voy
corriendo a mi cuarto; pero vieras mi mamá cómo lo consiente -continuó hablando
sin dejar que le contestara a su pregunta. –A ese viejo yo no lo quiero nada, pero
nadita, en comparación de lo que te quiero a ti, mi pichoncito.
–Permíteme un momento, están tocando el timbre, la interrumpió pensando en quién
sería a esas horas de la noche. -Voy a tener que dejarte, niña, porque una vecina me
pide que lleve a su hija al hospital, pues está muy enferma.
–Por favor Bombón... –le pidió la criatura–, llámame Azucena, yo después vuelvo a
llamarte, ¡Ve!, vuela mi amor.
Esa orden como dada por un duende hizo que olvidara interrumpir la comunicación.
Bajó corriendo hasta la calle pensando en la emergencia; doña María le pidió que
ayudara solamente a cargar a su hija hasta un taxi, que ya las esperaba. La hija de
doña Mari tenía un dolor intensísimo en el cuello y gritaba como poseída.
–Quizás tomó un aire, o alguien le hizo “mal de ojo”, decía la madre. Después de
acomodarla con muchas precauciones en el asiento trasero del vochito, el pintor les
insistió en que podría acompañarlas; pero la señora María ya se había comunicado a
la clínica, y al llegar, unos camilleros las ayudarían. Les pidió a señas que lo esperaran
un momento. Varzal entró corriendo a su estudio de pintura de la planta baja y en
unos segundos regresó con una semilla redonda del tamaño de una castaña, de color
sepia, con un moño de tela roja, amuleto que llaman ojo de venado. No sé porqué el
pintor hizo esto, porque él no es supersticioso; pero al entregárselo a la madre, ella
se lo colocó inmediatamente a su hija alrededor del cuello, e inició unas plegarias.
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><Ω><
Se quedó unos segundos viendo cómo el auto se perdía entre las calles a gran
velocidad, recordando las muecas que hacían que a la joven se le deformara la cara.
Subió lentamente las escaleras del primer piso, se preparó un café y le puso un poco
de ron, ya que la escena le había alterado los nervios; se sentó unos diez minutos en
un sillón de la sala y se fue a trabajar en el estudio de dibujo del segundo piso, que
en esta época le servía también como bodega para sus obras, porque el estudio de la
planta baja estaba repleto de grandes esculturas de cartón.
Unos instantes después bajó a prepararse un café. Al volver a subir al segundo piso,
vio que la bocina del teléfono estaba descolgada.
–¿Bueno? -preguntó un poco angustiado.
–Dime mi bomboncito ¿qué pasó?, dijo la voz de un querubín, la cual le sorprendió,
porque levantó la bocina mecánicamente.
–Pero ¿me has estado esperando todo este tiempo, niña?
–Azucena, cariño, llámame Azucena. Pero dime, mi bomboncito, cuéntame ¿qué
hiciste todo este tiempo? ¿Ayudaste a tus vecinos?. ¿La hija de la señora está muerta?
En la voz de la niña se oía preocupación, y el artista pasó un largo tiempo contándole
los acontecimientos y un poco la vida de sus vecinos.
–Entonces, mi vida, ¿también eres brujo?, muy sorprendida le inquirió la infante.
No sé como le contó lo del ojo de venado, el pintor no pensó que a su edad fuera a
hacer alguna reflexión sobre este tema.
–¿Sabes que mi mamá va con los brujos?. Le encanta que le lean las cartas, que le
den montón de cosas que se cuelga, tiene una medalla que adelante tiene un señor
barrigón que está sentado y atrás tiene un montón de chucherías que no entiendo.
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Varzal estaba preocupado con esta conversación y pensó ahora en terminarla
comenzando a toser de nervios, pero inmediatamente la infanta tomó la iniciativa al
seguir hablando.
–No te enojes, mi cielo. ¡Ah!... ¡Ahj !... Debo estar loca, yo no lo hacía para
molestarte, mira mi bomboncito ¿por qué no me cuentas lo que hacías cuando te
llamé hace rato? ¿Te interrumpí en tu trabajo, no es cierto?
–Bueno, la verdad es que sí me interrumpiste, porque estaba pintando unas imágenes
con la computadora...
–¿Imágenes de santos? -le interrumpió Azucena– ¿de la Virgencita de Guadalupe?
Seguro has de ser muy católico.
–No, no de ese tipo de personajes; una imagen es una pintura, o un dibujo, yo soy un
artista pintor.
–¿Así como Diego Rivera? ¿Tú crees que podrías pintarme como a Eva sin la hojita?
Y continuó diciendo: Mira Bombón, lo que quiero es verte, ésa ha sido mi intención
desde el principio. Así, al verme, tú decidirás lo que quieras hacer conmigo.
–Dios mío, –pensó Varzal–, ¿qué edad tendrá esta recién destetada?, seguro todavía
tiene dientes de leche.
De pronto sintió que caían sobre él una montaña de niñas desnudas al estilo del
pintor Balthus. Reflexionando que ése no era el mundo que a él le interesaba ilustrar
en su obra; pensó que quizás era mejor platicarle sobre lo que hacía: sobre sus
dibujos, esculturas, fotografías, infografías; pero al querer hacerlo, ella continuó
hablando:
-Mira corazón, vamos a ponernos de acuerdo, yo puedo ir a verte los miércoles y los
sábados a tu estudio, pero si tu no puedes porque yo sé que estás casado, podemos
vernos en el parque que está cerca de mi casa y después tú me llevarás a donde tú
quieras.
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-¡Carajos! –pensaba, revolcándose en su sillón– ¿Qué pecados habré cometido?
¡Carajos!, pero si yo soy ateo, –se respondía en silencio él mismo– ¿Ateo?
–¡Hey! ¡Jajay! Bombón ¿Ahí estás? ¿qué te estás haciendo?, ¿por qué no me
contestas?
–Estaba pensando, Azucena, ¿qué edad tienes?
–¿Yo?, bueno... yo ya soy grande, pronto va a ser mi cumpleaños y lo vamos a
celebrar tú y yo solitos; pero dime cariño: despacito... despacito... –se oyen jadeos, y
con mucho cariño le dice: -¿Tú cuántos me echarías?
–Además eres alburera, le respondió el pintor a la criatura.
–Que tal si te digo 16 años ¿me creerías?
–Después, entendí más claramente, que Azucena era una mujer madura, quién había
tenido en su vida grandes experiencias, y a la mejor no era una enanita, sino una gran
actriz, vampiresa, que imitaba perfectamente la voz de una niña.
Hacía un buen rato que se oían ruidos en el lugar desde donde hablaba ésta casi
recién nacida; una puerta que se abría, pasos, algún objeto que se había caído, un
susurro.
–¿Estás con tu mamá? ¿podría hablar con ella?
–No, papacito, yo estoy sola, contestó la enana un poco alterada. -¿Te imaginas si
estuviera mi mamá oyendo todo lo que te digo?.
–¿Y los ruidos que se oyen?, ¿A poco fuiste tú a encender el radio?. ¿Los pasos de tacón
alto son tuyos? ¿Quién es la persona que te acompaña?
–Está bien ... si, es mi prima.
–Seguro es más grande que tú y quizá pueda entenderme yo con ella, ¿Por qué no me la
pasas?, le pidió Varzal con voz enérgica.
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–¡Ya te dije que no! ¿Sabes porqué no te puedo comunicar con ella?
–No sé, ¿por qué?, pero quisiera de verdad conocer a tu prima.
–¡Te vuelvo a repetir que no! -gritó histérica Azucena- te voy a confesar una cosa y
no quiero que se te olvide nunca, yo soy muy, pero muy celosa.
><Ω><
Sabía el pintor que la actriz-vampiresa trataba de meterlo en un laberinto sin salida y
que por eso no podía terminar esta conversación. Tenía que salir de esta celada que
comenzaba a atraparlo en una ratonera.
><Ω><
Tomó un lapicero con una mina HB y se puso a dibujar, no podía concentrarse. En
eso sonó el teléfono al que tomó rápidamente. -Sí, sí-, era su pareja que le hablaba
para contarle cómo había trabajado bien en su estudio de la ciudad de Cuernavaca,
que había cenado con los vecinos muy rico y que le deseaba buenas noches. El pintor
no quiso platicarle lo del telefonazo, lo haría cuando ella regresara a México.
A las tres y media de la mañana se fue a la cama a recostarse, en vista de que no
podía dormir al pasar un torbellino de imágenes en su cabeza; se sentía como
borracho. Se levantó y fue a sentarse en un sillón que está al aire libre en la azotea,
en medio del olor de plantas traídas por su compañera de los pueblos que visita;
había un cielo límpido y se podía ver el brillo intenso de las estrellas. Cerca, se oía la
música de mambos de alguna fiesta de trasnochados y el ulular lejano de las sirenas
que hacían sentir el gran espacio de una ciudad en agonía. A sus espaldas, de la
iglesia del Rayo, todas las noches sale un murciélago al que algunas veces lanza
piedras adelante de el, para ver cómo deja de chillar, lanzándose a gran velocidad en
silencio, persiguiendo el sonido de la estela del proyectil.
Poco a poco se sintió flotar y comenzaron a aparecer las imágenes de su antiguo
departamento-estudio que estaba ubicado en la Colonia Hipódromo-Condesa,
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donde vivió hace ya algún buen tiempo, una experiencia alienante que se llevó a cabo
durante un largo periodo con el aparato telefónico.
–¡Riiiiinnnngggg!
–¿Bueno?, contestó Varzal
–Por favor con el señor que tiene una barbita, pelo chino y ojos muy bonitos.
Era la voz de una niña de unos 4 a 5 años, ya que todavía no podía pronunciar bien
las palabras y quien hablaba de una caseta telefónica de la calle, ya que se oían
desfilar los autos y voces de la gente que pasaba.
–¿Dime niña, cuál es el nombre de la persona que buscas?
–Por eso le hablo, pues le quiero preguntar cómo se llama usted.
–¿Por qué quieres saber mi nombre?, le preguntó Varzal intrigado.
–Es que yo lo veo pasar diario enfrente de mi ventana y quiero saber su nombre.
–¿Pero cómo te enteraste de mi teléfono y no de mi nombre?, al preguntarle, no le supo
contestar y en seguida colgó la bocina.
Pensó que la niña había marcado el número equivocadamente, olvidándose que le
había dado la descripción aproximada de su persona y que había aprovechado para
jugar un poco; en esa época los teléfonos públicos eran gratuitos debido a que hacía
poco tiempo un temblor espantoso había destruido muchas construcciones y apagado
muchas vidas; así, para calmar los ánimos de la gente, el gobierno daba esta dádiva a
los ciudadanos de la ciudad de México, pues Teléfonos de México era propiedad del
Estado -hoy es privado, de Carlos Slim.
Al otro día el teléfono sonó a la misma hora, eran las 7:30 de la mañana.
145
–Señor, si no me quiere dar su nombre, no importa, porque ya sé que usted tiene un
nombre muy bonito. Era la voz de la misma niña del día anterior, y eso le preocupó
mucho, porque conocía perfectamente los números de su línea telefónica.
–¿Bueno, y para qué me vuelves a hablar?, le preguntó el pintor.
–Es que me gustan mucho sus zapatos tenis.
–Por favor, pequeña, tú estas inventando, porque yo nunca utilizo zapatos tenis.
Y sí era cierto, hacía un buen tiempo que cuando Varzal salía al parque a correr, se
ponía unos cómodos huaraches.
–Lo que también me gusta es su chamarra roja con amarillo.
–Ya entendí, me confundiste con otra persona, porque yo no tengo una chamarra de ese
color. Disculpa, pero voy a cortar la comunicación.
–Está bien señor.
Por más que le colgara a esta infanta, diario seguía con su tarea de telefonear y
cuando su compañera contestaba el teléfono la chiquilla decía: -Por favor ¿me puede
comunicar con el señor?
Habían pasado 5 meses desde la primera llamada de esta niña y ahora hablaba entre
las 6:45 y las 7 de la mañana. El pintor desconectaba el teléfono en esos horarios,
pero entonces la infanta hablaba a otra hora. Un día, estando harto de esto, pensó en
una estrategia al recordar que había escuchado una voz casi imperceptible en el
teléfono. Pensó que sería algún familiar de la niña que la utilizaba para molestar a la
gente. Poner fin a este ya estresante juego era una meta importante.
–¿Está el señor? –preguntó la bebita por Varzal.
–Dime, niña, ¿qué es lo que te propones al estar llamando diario a mi esposo? le
preguntó su compañera para evitar que él llevara a cabo sus planes.
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–Es que quiero pedirle algo especial, por favor pásemelo-. Su compañera, no
sabiendo qué contestar, lo llamó para que hablara con la mocosa. –¿Señor, se
acuerda que una vez le dije que me gustaban mucho sus piernas? Bueno era para
pedirle que por favor me enviara una fotografía de ellas y una también de sus
nalguitas sin su calzoncito, y otra de los hoyitos de su nariz.
–¿Y qué vas a hacer con las fotografías?
–Es para ponerlas en mi bolsita que cargo diario para ir a la escuela.
–Mira, te voy a pedir algo a cambio; dile a la persona que te acompaña, que quiero
hablar con ella. Al pedirle esto, la lactante hizo una pausa y se oyó un susurro.
–Es que yo vengo sola, señor, contestó la infanta.
–Bueno, entonces, si no quiere hablar conmigo, por favor dale el siguiente recado: Dile
que la quiero conocer para verla, pues tengo muchas, muchas ganas de introducirle una
escoba por los orificios que tiene. Le dije esto lentamente y repitiéndole dos veces estas
frases. -¿Vas a recordar el recado?
–Si señor, pero no olvide de enviarme las fotos.
–¡Espera!, mira, quisiera saber a dónde te las puedo enviar. Se oyó otra vez un
susurro.
–Póngalas colgadas en la puerta de la calle de su casa y luego yo paso por ellas.
Hasta mañana, señor.
Esa noche, Varzal no pudo dormir bien, se sentía culpable. Al otro día se levantó muy
temprano y a las 6.45 de la mañana vibró la campana del aparato telefónico.
–¡Viejo cochino!, espetó la chiquilla en la bocina.
–¿Pero por qué, viejo cochino? ¿Por qué ayer no me gritaste esto?. Al darle el recado a tu
mamá, ¿le preguntaste lo que esto significaba? ¿Por qué no me pasas a tu mamá que
está contigo?. De pronto un ¡¡¡Clic!!! explotó en el oído del artista pintor.
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Esperaba que con esto se iban a terminar los problemas, pero al día siguiente, a las 6
de la mañana, sonó la campana del teléfono resonando como una bomba.
–Si, ¿diga? -preguntó el pintor calmándose un poco.
–Señor, ¿qué pasó con las fotos? Ayer y hoy en la mañana fui a su puerta y no
estaban, me fui muy desilusionada, dijo la mocosa con una gran dulzura.
En ese momento, el artista trató de ser muy amable con ella y comenzó a contarle
una historia muy larga, sobre sus piernas: que eran muy velludas y que necesitaba
comprar una crema especial para depilarlas, así como también su nariz y sus
nalguitas. Le contaba de los tres gatitos que tenían ya dos semanas de haber nacido y
a los que les había puesto Libertad, Igualdad y Fraternidad, pues habían nacido el día
de la Revolución Francesa. Tomó uno de los gatitos y lo puso al teléfono, pero por
más que le jalaba la cola, no quiso hacer miau; también insistió en que le dijera su
nombre, a lo cual ella siempre contestaba lo mismo: Coliflor, Calabaza, Silla...
Habían pasado unos veinte minutos; mientras hablaba recordaba la infinidad de
llamadas que le había hecho la infanta Calabaza y sintió que su cabeza comenzaba a
calentarse y el tono de su voz iba cambiando.
–Mira mocosa, la policía ya localizó la caseta desde donde me hablas y ya van por
ustedes -le informó esto alzando la voz.
–¡Tía Rosa, la policía viene por nosotras! -gritó la criatura y colgó para siempre el
auricular.
><Ω><
De este acontecimiento resonante, han pasado ya muchos años, y duró 5 meses y
días.
El cielo que había sido de un azul casi negro comenzó a teñirse de anaranjado en el
horizonte y poco a poco las estrellas desaparecieron.
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–Al despertarme con un sol intenso que calentaba fuertemente –dijo Varzal–, lo único
que recordaba era que había soñado con un ejército de enanitas con caras de ancianas
que corrían atrás de mi y me gritaban: ¡Bomboncito, no corras!, ¡Espéranos,
bomboncito!
Un viernes en la noche, el pintor contaba estos acontecimientos a sus amigos,
quienes estaban acompañados por sus esposas, durante una cena en su estudio; las
mujeres comentaban: Son los padres, que no educan bien a sus hijos… Yo hubiera
sido más drástica con las chiquillas, las hubiera amenazado con darles unas buenas
nalgadas… Me hubiera gustado hablar con las dos niñas para decirles que Dios las
podría castigar… Los niños son inocentes, pues son hijos de Dios, ellos no tienen la
culpa y sólo piensan en divertirse sanamente, ellos no saben que le están haciendo
mal a alguien… Nos vas a dar tu nuevo número de teléfono ahora que lo cambies, no
te preocupes, te dan uno nuevo el mismo día, pues ya se están normalizando las
actividades en Teléfonos de México.
Los hombres no opinaban, solo reían, pero había alguien que sudaba y sus ojos
estaban brillosos.
><Ω><
–¿Entonces la cita es mañana a las once de la noche en el parque España?, le
preguntó el profesor universitario de 65 años. -Decías que no ibas a ir, ¿verdad?,
insistió el arquitecto profesor de una universidad, a quien le temblaba un poco
la voz.
–Tengo que mentirles, en el lugar y día de la cita –pensó el pintor en esos instantes–,
ya que la flor de Azucena, en estos momentos en que salían a pasear los enanitos de
su viejo reloj suizo, estaría ya esperándolo en algún lugar del parque de ilusiones.
Así, en esa noche, Varzal se perdió por unos instantes de la conversación; momentos
que para él fueron eternos, recordando el susurro de sirenas aún lactantes.
–Soy igual de celosa que mi mamacita -continuó diciéndole Azucena– vieras el
teatrito que le hace a su amiguito el borracho; ella siempre le está reclamando que lo
vio con una güerita, que con una morena... El domingo, le armó un escándalo
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porque lo había visto con alguien en un cabaret. ¡Cabrón!, le gritó mi mamá; ¡Estabas
bailando, raspándote con la resbalosa de La Corcholata, Culo de Horno deberían de
llamarla a esa pinche chaparra!... Vieras, bomboncito, que cuando mi mami se enoja,
tiene una boquita bien chistosa. Terminan las peleas cuando ella comienza a lanzarle
los platos a la cabeza, pues él se va corriendo.
–Azucena, ¿qué hacía tu madre en un cabaret?
–Si papacito, entiéndeme... a ella le contaron el chisme sus amigas. Pero dime,
corazón, estoy ansiosa de que me des una respuesta: ¿Cuándo y en qué lugar nos
vamos a ver? Dime por el amor de Dios y te prometo que tú vas a ser el perfume
que voy a ponerme a diario.
–Dime, niña de biberón, ¿de dónde sacaste eso del perfume? ¿Me vas a hervir para
convertirme en perfume? ¡Uuaajj!, va a salir un perfume muy apestoso.
¿Cómo podría esta infanta vivir otra edad?, ¿Quién era este duende que lo trataba
como si ya lo conociera, regalándole una montaña de afrodisíacos festejos?
–¿Azucena será una mujer muy gruesa, o anoréxica, morena o blanca o albina,
chaparrita o muy alta? ¿Quién será? ¿Una ancianita-farandulera, con voz de niña?
Seguro esta ninfa ha de ser una compulsiva en la cópula, una ninfómana…
No seas tan simple y ridículo Bomboncito; me habías dicho que tú eras un artista,
¿no?, entonces debes de comprenderme desde ahora, así nos vamos a llevar muy
bien, tesoro. ¿Sabes?, siento que vamos a ser buenos amantes: podríamos ir a
pasear, al teatro, al cine, a visitar a tus amigos; me puedes enseñar a pintar; pero, me
vas a dedicar un poco de tu tiempo; ¿no es verdad?
–¡Pero carajos! –reflexionaba el pintor Bombón– ¿cómo este ángel de amor, o mejor
quizá este querubín de amor, tiene la capacidad de pedir no solo una cita, sino de
planificar toda una relación futura?
Claro, la seductora-comediante-mujer fatal, tiene una gran experiencia para poder
armar su trampa, la que tiende con sutileza y disimulo.
–Mira, mi pichoncito, yo vivo en el sur de la ciudad, cerca de un parque ¿qué te
parece si nos vemos en la tardecita? Pero por ser la primera vez, creo
150
que es más emocionante reunirse en la noche. ¿O qué es lo que tú prefieres o
decides, mi bombón?
–Si, Azucena, como tú digas.
–Entonces mi cielito pintor, nos vemos este viernes, a las 11 de la noche en el Parque
Hundido. No me vayas a fallar, si no, me vas a escuchar.
–¿Pero, ¿cómo eres, pequeña criatura?, ¿Cómo voy a reconocerte?. ¿Eres blanca o
morena?; ¿tienes el pelo negro o rubio?; ¿qué estatura tienes?
–No importa como sea yo, bombón, me vas a identificar inmediatamente pues estaré
sentada en un columpio. Tú buscas donde están los juegos para niños. Llevaré
puestas unas medias de color carmín, una minifalda rosa pálido, un chaleco rojo
encendido con adornos dorados, un collar de perlitas blancas, aretes en forma de
labios; me puedo poner mis zapatos amarillos y en mi pelo tendré puesto un moño
color frambuesa; también me pintaré un lunar en mi cachetito izquierdo. Con todo
esto ¿necesitas que te diga cómo soy para encontrarme?
–Estaré ahí y seré muy puntual. –le aseguró Varzal.
–No te vas a arrepentir de estar conmigo, mi bomboncito. Mira, ya es tarde y mi
mamá viene al rato a cenar a la casa. Cuando llega, le gusta que yo esté ya en la
cama, pues antes de volver a irse me da un beso deseándome buenas noches. Y
continuó diciendo este chupón afrodisíaco: -Te deseo tanto, mi pichoncito. ¿Sabes?
me estoy desnudando, me acabo de quitar la blusa, ahora me estoy quitando la falda;
¡Ayyy!... cómo me gustaría que estuvieras aquí para que tú lo hicieras por mí y
después me besaras donde a ti más te guste. No quisiera dejarte así, Bombón, pero
será mejor esperarnos hasta el viernes.
Azucena iba bajando el tono de su voz y pronunciando cada vez más lento las
palabras: -Sueña con mis piernas, que son bien rosaditas: por favor, mi bomboncito,
deséame mucho, pero mucho; m i b o m b o n, mi bom bon... ci t o... b o m
b o n... c i t o, b o m... b o n... c i... t o.
Ciudad de México. Primeras notas escritas en un cuaderno, en Apple Works en 1992, en Word, 2012.
151
EL SOÑADOR
Era un día frío y el viento soplaba fuerte en la ciudad de México. Varzal tenía
encendido el radio y pasaban el encuentro Clinton & Zedillo desde la ciudad de
Mérida, Yucatán. Cansado de discursos demagógicos y de la entrega del país al
vecino del norte, cambió de estación, y enseguida oyó decir: -...Hablo para pedirle
una canción de cuna para mi bebé. La voz era la de una jovencita, quien hablaba
desde un teléfono público a la radio.
–¿Señorita, es usted casada?
–Sí, señor locutor, con el papá de mi nene.
–¿Sabe usted que acaba de ganarse una licuadora por habernos llamado a ésta su
estación?
–¡Caracoles! Gracias, y por favor ¿no podría cambiarme la licuadora por una
despensa de comida, señor locutor?
–Claro que sí señora, respondió el hombre del micrófono.
–¡Ajúa! –gritó la joven– Qué bien, ahora que estaba muy triste.
–¿Por qué estaba tan triste, mi reina?
–Es que mi esposo no llegó anoche a dormir y en la mañana lo encontré borracho en
la puerta de entrada de la vecindad.
–¿Pero por qué prefirió una despensa de comida?, preguntó muy intrigado el locutor.
–Es que ya me acostumbré a moler en mi molcajete, aunque es más difícil que en la
licuadora. Pero no me puedo acostumbrar a no comer, ya que el borracho de mi
marido se gastó toda la quincena anoche en la cantina.
– Mi reina, se acaba usted de ganar, aparte de su licuadora, una despensa -añadió el
locutor.
<<Ω>>
–¡Carajo ya estamos en febrero otra vez. Febrero loco y marzo otro poco! -gritó
Varzal de improviso. Cada año, en estas fechas de fuertes vientos, dice lo mismo,
quizás porque siente que se acorta el tiempo para hacer y decir cosas.
–¿Oye mano, no te acuerdas de mí? -le preguntó a Varzal un hombre de unos 55
años, un poco pasado de copas.
–No, disculpe, le contestó.
152
El señor, de piel muy morena, portaba un bigote a la Hitler, con una barba crecida de
una semana. Este hombre, tambaleándose, se había detenido enfrente de la puerta de
su casa.
–Estudiamos juntos en la escuela primaria La Prensa –le dijo–, yo soy Gilberto
Jiménez y me decían El Zapote. Tú sigues igualito, solo que con barba. Sé que
acabas de regresar a vivir a esta casa donde naciste. Mira, mi profesión es la de la
albañilería y como veo que vas a hacer trabajos en tu casa, me pongo a tu
disposición.
Un día que regresaba a pie a su casa, a eso de las doce de la noche, oyó a alguien
que le hablaba, volteó a ver y vio que había un bulto que estaba tendido en el suelo
con un perro negro sobre él.
–¡Hic!, perdón... Varzal, soy El Zapote. Sabes que se me acabó el soñador, ¿Tú crees
que podrías ir a comprarme una botella de tequila?. En la tienda de la esquina, le
tocas en la puerta a don Chente y él te la vende. Luego te la pago, mi muy admirado
e ilustre amigo artista pintor.
Habían pasado unas semanas y ese día había estado brillante y con muy poca
contaminación. Varzal venía muy distraído cuando un hombre barrigón, encorvado y
en estado de ebriedad, le dijo: -Varzal, veo que no te acuerdas de mi, soy Gilberto,
El Zapote. El otro día no me quisiste comprar mi soñador, pero no importa, te vuelvo
a repetir que estuvimos juntos en la escuela primaria.
–Si, creo que si me acuerdo de ti -le contestó.
–Yo en la escuela te puse El Brujo.
–Es este hijo de puta que tanto me chingaba con ese apodo y quien era muy tonto para
los estudios, pensó, escarbando en sus recuerdos. Y siguió recordando: Gilberto es
muy moreno y es por eso que en la escuela le decían El Zapote; además porque la
maestra Matilde le decía: -Gilberto tienes el cerebro negro como los zapotes.
153
Es el acento lo que no se le ha quitado; y que lo tenía muy marcado, sigue hablando con
el tono cantadito, como los antiguos vagos de los barrios bajos, acento que hoy muy
pocas personas tienen.
–Mira mano, yo me he preparado en la universidad de la vida, soy albañil. Cuando
quieras algún trabajito yo te lo puedo hacer, le dijo Gilberto.
Al quedarse viendo a su perro, que estaba tan flaco, y que cojeaba de la pata
delantera izquierda, le dijo el Zapote: -Cojea, porque a este pendejo le gustaba
morder la defensa delantera de los autos; hace unos seis meses correteó un taxi, y
como siempre, adelantándose, se le puso enfrente; pero el puto taxista no bajó la
velocidad, ni se detuvo, como lo hacen otros, y al Firulais le pasó una llanta arriba de
la pata. Apenas dejó de dolerle la pata y sigue haciendo lo mismo, pero ahora les
muerde la defensa trasera. No sé como quitarle esta pinche manía.
Cuando su compañero de estudios primarios platica, casi siempre se pone de
cuclillas, toma a su perro, y metiendo las manos entre su pelo, hace como que lo
espulga: el Firulais no deja de mover la cola de felicidad.
El Zapote le contó que cuando regresó a vivir al barrio, se soltaron una serie de
chismes y rumores sobre la vida de Varzal.
–Cuentan que desde niño te habías ido a vivir a Europa. También que la señora con la
que vives es multimillonaria. Pero un chisme muy grueso es el de que, ahí donde
habitas, y que antes era propiedad de tu hermana, allí, ella le rentaba un
departamento a un ñero que trabajaba en un restaurante de la Zona Rosa. Al
inquilino de tu hermana, apodado La Rana, lo metieron a la cárcel, pues lo agarraron
al momento de cobrar el rescate de una niña, que habían secuestrado con otro ñero
que vivía allá en la esquina, al que le decían El Ropero y quien era el mero mero de la
banda; el papá de este vecino estudió con nosotros la primaria.
-¿No sabías este chisme? La policía acordonó la calle y encontró a la pobre niña en la
cajuela de un viejo Cadillac repintado de rojo. El Ropero dicen que se peló brincando
entre las azoteas, para luego pelarse a Los Ángeles, allá en los Yunaites Steits. Me
contaron después que allá la Interpol lo agarró y que aquí le echaron veinte años en la
cárcel y que como su familia dio una lana solo cumplió cinco.
154
Tiene una semana que anda por aquí, disparando las chelas a sus cuates. No,
hombre, si este barrio es bien caliente.
-Y cuéntame de tus ex alumnos que encontré aquí en tu casa un día que tú no
estabas; ese día traía yo un pedo bien sabroso. Sí, hombre, los que se casaron
borrachos. Ese día me contaron todo pues, y como saqué una botella del soñador, la
plática se puso alegre...
<<Ω>>
–¿Te acuerdas de Ana? -le dijo a Varzal Jorge, quien era uno de sus ex alumnos de la
escuela de artes, cuando conversaban por teléfono. -Ella también fue tu alumna. Te
contaré que Ana un día me invitó a su casa a la fiesta de su cumpleaños. Yo ya
entrado en copas con el tequila, le pedí permiso de bailar con su hermana. Porque tú
sabes que yo soy muy tímido y ese día solo bailé una pieza con Herminia. Algo raro
me pasaba y en la noche al llegar a mi casa no pude dormir toda la noche. Al otro
día, todavía un poco borracho, fui a la casa de Ana y le pedí que le hablara a su
hermana, porque quería platicar con ella.
–Te vengo a proponer que nos casemos -le dijo Jorge a Herminia. -Sabes que anoche
no pude dormir nada, pensando en ti, y quizás también por la borrachera que me
puse. También vengo a pedirte disculpas a ti y a tu hermana, por los desfiguros que
hice.
–Por lo de la borrachera no te preocupes –le contestó Herminia– y por la proposición
de matrimonio, está bien.
–¿Cómo que está bien? -le preguntó Jorge.
–Si, te estoy dando mi consentimiento, es decir te estoy aceptando. Yo anoche
tampoco pude dormir.
–Está bien, entonces este viernes vamos al registro civil y nos casamos –le dijo Jorge.
–Está bien -le contestó Herminia.
155
–Si, maestro -continuaba Varzal oyendo la conversación de Jorge por el auricular–,
te vengo a contar todo esto porque cuando invité a mis amigos de la escuela, les
conté la historia de cómo me había comprometido en casamiento. Ahora esta
aventura se ha convertido en un chiste, no solamente en la escuela sino en toda mi
colonia. Ernesto, mi compañero de generación, es mi vecino, y ha contado el chisme
a todo el barrio. Y continuó diciendo: -Yo sí me lancé a matrimoniarme con la
Herminia, aunque tuve que pedirla a sus padres borracho. Realmente estaba
obsesionado porque ya me estaba haciendo viejo y por todo lo que se cuenta de tu
amigo Alfredo Salazar.
<<Ω>>
Estaba anocheciendo y en la avenida Juárez, los faroles de la Alameda Central y las
miles de ventanas apiladas verticalmente de los edificios del Centro Histórico,
comenzaron a encenderse; las cocinas de los restaurantes preparaban ya las cenas;
comenzó a correr un aire fresco, que refrescó el duro calor del medio día; la gente
todavía vestida con ropas vaporosas, salía o entraba a las librerías, tiendas de ropa o
zapatos, restaurantes y cantinas. Caminaba el pintor distraído sin rumbo fijo,
admirando los escaparates y a las gentes que paseaban, cuando de pronto oyó una
voz que le dijo: -Mi viejo y muy apreciado colega, hace más de un año que no te veo.
¿No me acompañarías a tomar una copa al bar del Sanborn’s de los Azulejos? Era
Alfredo Salazar, un antiguo condiscípulo suyo.
En el restaurante se oía el barullo de los comensales, el que parecía música, y se
sentía un calor de recuerdos. Varzal prefirió quedarse en el café-restaurante de la
planta baja, donde asisten periodistas, poetas, oficinistas, artístas… en lugar de ir al
bar; además, en el gran salón de la planta baja estaban reunidos un grupo de viejos
políticos priístas y de turistas gringos. En el café, los espíritus vibraban intensamente
sin tomar alcohol. De lejos reconocieron a antiguos amigos, pero solo los saludaron
con la mano, en vista de que Alfredo quería contarle un “instante de su vida”.
Pidieron un café capuchino y una cuba libre.
Comenzaron recordando el edificio de la escuela de artes donde estudiaron, a sus
primeros profesores y a los siete compañeros que terminaron la carrera de pintura de
un grupo inicial de ciento cincuenta; el centro histórico en la época, cuando se
encendía con las protestas de los estudiantes y trabajadores. Después su amigo
156
habló y habló, contando como siguió estudiando allí mismo otros cinco años la
carrera de escultura.
Los muros del salón de más de seis metros de altura, reflejaban los ecos de las risas y
tristezas de los bebedores de café. Con tantas cubas libres que bebía su amigo no
estaba borracho, pero estaba muy contento por el hecho de poder conversar con su
antiguo compañero de colores. Ya era hora para que Varzal partiera y Alfredo le pidió
que por favor se quedara y lo acompañara a cenar en ése tan iluminado salón. Ya que
con los platillos de botanas, estos solo habían servido para que no se le subieran las
bebidas. Varzal pidió unos tacos de pollo, y como tenía mucha hambre, pidió además
unas tostadas de pollo; su amigo pidió una sopa de verduras y chiles rellenos, y al
final mientras saboreaban unos helados de fresa y de vainilla, Varzal le pregunto:
–Alfredo, la última vez que te vi ya te ibas a casar ¿es que ya te casaste?
–Bueno ahora estoy trabajando como loco para poder casarme, tú sabes, yo ya tengo
40 años y ya es tiempo de hacerlo, le contestó.
–¿Y quién va a ser la afortunada con toda esa fortuna que habrás acumulado?
–Bueno, tú sabes bien que primero se tiene que juntar el dinero y después se busca a
la novia.
–¿Es decir que no existe la afortunada?
–Te vuelvo a repetir que primero se mete el dinero en el cochinito y después se busca
a la muchacha. Hace 5 años ya le eché el ojo a una jovencita, pero no me atrevo a
decírselo porque ella es muy enojona. Como me da tanto miedo su carácter, comencé
a echarle el ojo a otra y a otra, pero a ninguna me atrevo a proponerles algo.
–...Necesito pronto encontrar novia -le dijo Alfredo Salazar, un poco angustiado–,
porque seguido me pongo muy alegre con los alcoholes del bar del Sanborn’s.
Yo sé que las mujeres le quitan a uno esta manía, necesito apurarme, apurarme...
Diario, para estar en forma y quitarme las crudas, voy a correr 4 kilómetros al parque
de mi colonia, y también para bajarme los deseos.
–¿Y cuánto dinero tienes reunido ya?
157
–Bueno, apenas tengo diez mil dólares, pero pronto voy a poner un negocio que me
va a dejar mucho dinero, y entonces sí que la voy a hacer. Cuando tenga reunidos un
cuarto de millón de dólares lanzaré el rumor de que tengo esa cantidad y tú verás
como varios gallineros se van a alborotar. Y después no sabré ni con quién casarme.
¿Esta bien mi táctica no?
<<Ω>>
El Zapote había llegado temprano a la casa de Varzal para pedirle trabajo. Iba con
varios moretones en la cara, oliendo aún fuertemente a alcohol. Le contó que se
había peleado: -...Cosas de borrachos-, le dijo. Amarró a su perro en el barandal de
la escalera y subió al primer piso.
–Es muy tardado poner el yeso –le decía Gilberto–, pues cuando se cae con todo y
concreto de los techos, hay que ponerle cemento al yeso y petróleo con aceite a las
varillas para que no se vuelvan a oxidar; además mezclo otros menjurjes. Tú sabes,
secretos del oficio. Y aunque el hueco sea solo de 70 por 40 cm, tú sabes, está muy
cabrón aplicar la preparación allí en el techo. Voy a tardarme ocho días para
componerlo y es por eso que te cobro tan caro, los pinches detalles son cabrones.
Cuatro meses después, la reparación del techo se había caído y el pintor recordaba
con algo de enojo a Gilberto El Zapote. Había observado cómo había hecho el
trabajo y Varzal volvió a hacerlo él mismo, tardándose sólo seis horas para realizarlo:
limpiando antes minuciosamente las varillas, para quitarles el petróleo con aceite y
grasa, utilizando un solvente, y después lavándolas con detergente y aplicado un
pegamento unidor yeso-cemento.
Después de haber ido a comprar Baudolino de Umberto Eco en la librería Gandhi,
una lluvia ligera comenzó a caer en la ciudad: el pintor abrió su paraguas y de pronto
se dio cuenta de que a su lado, pegado a él, se cubría del agua Gilberto el albañil; al
instante le soltó la misma cantaleta que había comenzado unos años atrás:
-Mi buen amigo e ilustre artista pintor Varzal, nosotros, o más bien nuestros padres,
hicieron esa escuela primaria, aportando cada uno pedacitos de madera. Tú sabes
bien que te hablo de la escuela primaria de La Barraquita –donde nosotros
158
estudiamos– y muchos esfuerzos se necesitaron para construir después la escuela La
Prensa, ésa sí construida con muy buenos tabiques. Ahora te propongo que nosotros
dos vayamos a visitar a los niños de esa hoy gran escuela primaria, para que nos
rindan cuentas de lo que han hecho en la vida. Porque, si ellos, algo han logrado, eso
se lo deben a nuestro esfuerzo. Yo, Gilberto El Zapote, estoy seguro que de allí
saldrán gentes educadas y útiles como nosotros... Pero antes, te diré que yo traigo un
poquito de sed y... bueno, yo sé que tú no tomas, pero te pediré que me acompañes
aunque sea, tomándonos unas chelas; ya que tú sabrás que las cervezas no lavan las
penas, pero por lo menos las enjuagan.
México D.F. 1996-2002.
159
SOBRE Y BAJO EL AGUA
¿QUIÉN ERES TÚ?
“Escribo el nombre Medusa Sobre el Agua, el que será borrado al caer las primeras
gotas de agua de la lluvia”. (Óleo, acrílico. 126.8 X 85 cm.)
–¿Qué quieres decir con estos cuadros donde casi sólo se ve el agua? -le preguntaba
al pintor Varzal el carpintero Manuel, quien estaba acostumbrado a ver que en cada
cuadro que pintaba, había un tema con una idea casi siempre muy precisa.
Quizá son las obsesiones de su padre por el agua las que le hicieron pintar estos
óleos, donde predomina una simple fantasía, donde ya no quiere decir nada, sino
simplemente expresar los deseos no racionales de la mente. Además, ya no quiere ser
tan racional. Porque antes, sus óleos terminaban siendo muy ilustrativos.
Ha dibujado desde una rana, un pez, una tortuga, un pulpo, un elefante, un cangrejo,
hasta un león, un ave... Algunos de estos animales han sido humanizados, o algunos
humanos han sido animalizados, dibujados en geometrías que construyen estructuras,
que a veces rozan muy cerca al cubismo. Estas armazones expresan –quizá–, su
idiosincrasia citadina, el espíritu alienado de la ciudad. Los personajes alienados se
mueven en grandes espacios llenos de agua o se vuelven fantasmas en un desierto –
Fantasmas del Desierto–, o corren por las arenas secas –Ausencia de Agua. Una
mujer sentada en un sillón convierte sus miembros en partes de crustáceos y al mismo
tiempo es envuelta por una ola al desear estar en el agua –Arenas Húmedas, Soñando
en el Mar.
Son cuadros donde casi no hay perspectivas. Los personajes atraviesan
horizontalmente en la tela o caen, juntos con la lluvia; suben o bajan en las
profundidades marinas o en simples charcos. Los colores son transparentes, y las
veladuras hacen que los colores vibren, enriquecidos con texturas.
Desde 1994 comenzó a ilustrar este tema, pensando en las fantasías que podría
desarrollar sobre lienzos; pero también por la responsabilidad social que conlleva este
tema. El agua es el futuro de la humanidad, si se termina, se aniquila la vida; si se
privatiza, la gente de bajos recursos, no podrá pagar su alto precio…
160
Cayendo a un Mar de Luz es un cuadro donde un hombre cae de un hueco, el cual es
una tumba que está en el cielo. A él, le sale una ciudad en el pecho. Cae junto con un
robot a un mar de luz. Al lado inferior izquierdo, un pescador alza en una canasta a
unos peces alegres que juegan con una rana: ¿La vida alienada y la muerte? Ambos
caen del cielo, éste es una tumba abierta.
Sus experiencias bajo y sobre el agua han sido poco afortunadas. Un día buceando a
unos tres metros de la superficie, con gran esfuerzo trataba de llegar al otro lado de
la alberca, pero al no aguantar más, impulsó su cuerpo hacia arriba rápidamente,
apareciendo a la mitad de la alberca. Ese día aprendió a nadar, porque tenía que
recorrer unos veinte metros más para llegar a la orilla de la piscina; llegó medio
muerto por el esfuerzo. Era la época cuando se iba de la escuela primaria, después
de tomar sus clases -a la edad de 11 años-, a un balneario llamado Las Termas. Casi
nunca trataba de nadar en la superficie; lo que más le gustaba hacer era atravesar la
piscina por debajo de la superficie y jugar tratando de cantar o de hablar y ver cómo
se formaban las burbujas; esto era una obsesión. En la infancia, su padre lo llevó a
una playa, ya que era un excelente nadador. A los 2 años un familiar le tomó una
fotografía donde estaba pataleando desesperado, viendo a su padre cuando se tiraba
de unas estructuras metálicas en la playa del puerto de Tampico.
Tenía cinco años cuando lo llevó su padre a la Isla de Sacrificios, en el estado de
Veracruz. Estando en el agua, le dijo que se abrazara fuerte a su cuello y que tomara
mucho aire y aguantara la respiración. De pronto, se zambulló. La primera vez, se
espantó mucho, pero después le pidió que volvieran a intentar la inmersión.
–Fue algo maravilloso –dijo el pintor–, porque las aguas allí son tan transparentes,
tanto, que se pueden ver a los peces muy de cerca; que uno puede casi tocarlos.
–Mañana nos vemos afuera de la escuela, pues vamos a irnos de pinta a la alberca de
La Villa, les decía Mares, un compañero del quinto año de primaria. Mares tenía dos
años más que Varzal y a pesar de que era chaparrito, era el más fortachón de su salón
de clases. Más de la mitad del grupo lo seguían, ya que tenía mucha imaginación y
encanto para mostrarles los secretos escondidos de la vida. En su escuela, había un
grupo que le tenía terror al agua y no iba con ellos a la famosa alberca. Entre ellos, se
encontraba Apestoso Veloz (AV) más alto que todos y casi igual de fuerte que Mares.
161
–¡Ayúdenme! -gritaba el niño Varzal con desesperación, puesto que se había atorado
en las ramas de un árbol que estaba bajo el agua, en esa charca que en algunos
lugares alcanzaba profundidades de hasta tres metros y que eran campos que se
inundaban en la época de lluvia, allá en el norte de la ciudad. Era lo que Mares
llamaba La Alberca de la Villa. Ese día le había dado mucho miedo al quedarse
atorado, pero ésa había sido la primera y la última vez, porque regresó solo en dos
ocasiones más; pero ahora se quedaba afuera del charco, viendo cómo sus amigos
chapoteaban alegremente. En esa laguna de lluvia que el cielo llenaba de agua, como
una bendición, allá en la Villa –a un costado de la Basílica de Guadalupe–, había
construido la diosa naturaleza un centro de recreación para los niños pobres.
<<Ω>>
En París, 1966, había una becada mexicana que bebía seguido, y cada vez que lo
hacía terminaba llorando; cualquier pretexto le servía para tomar alcohol hasta
vomitar y echar agua por los ojos. Los amigos, becados también del gobierno francés,
la consolaban y le curaban sus crudas, recomendándole que guardara dinero para que
le pagara el viaje a su novio para que estuvieran juntos en Paris, en vista de que era
por él que se ponía en estas condiciones.
Después de un mes de que llegó el novio, llamado José, la estudiante se había
quedado con poco dinero y le pidió a Varzal que si podían quedarse los dos en su
departamento del barrio de Belleville. Como era una pareja, les dio su cama y se fue a
dormir en un rincón de su departamento, ya que le habían dicho que era solo por
unos días. Un mes después, ella se regresó a México debido a que se le había
terminado la beca y no tenía un centavo más. El Novio –como le puso en esos años
Jorge Dubon, un mexicano hijo de padre francés– no se quiso regresar a México, y se
instaló con el pintor. A los pocos días también se quedó sin dinero y le pidió que le
prestara unos tickets del restaurante universitario donde él comía.
Pasaron algunas semanas y no se iba. Cuando le pedía que buscara otro lugar para
vivir, al novio le comenzaba a salir agua de los ojos; hasta que se le formaba un llanto
fuerte que le duraba varias horas, terminando en un fuerte hipo.
Un día que estaba nevando muy fuerte –en esa época todavía nevaba en París–, llegó
un joven cineasta a pedirle asilo por unos días, hijo de un renombrado escritor
162
y periodista en México. Varzal estaba por prepararle un café y algo para cenar,
cuando llegó El Novio. Venía borracho, con el agua hasta las manitas, ahogado de
borracho y con una botella de aguardiente semivacía en la mano, que algún amigo
mexicano –decía– le había regalado. Al ver al invitado, comenzó a discutir con él: -No
sé qué decían, ya que la cocina estaba un poco alejada, pero se oía un griterío. Cuando
se fue a asomar, su amigo, El Novio, se había quitado la chamarra y parecía que
quería pelear. Varzal tenía que regresar a la cocina para ver los huevos revueltos que
preparaba y en ese momento que ve al cineasta muy ofendido que sale enojadísimo
de su casa y sin despedirse. El Novio se le quedó viendo perplejo a Varzal y comenzó
a sollozar, al mismo tiempo que salió corriendo a la calle sin ponerse su chamarra. El
pintor se preocupó mucho y apagó la estufa. Se puso rápido su chamarra y tomando
la del novio, salió atrás de él, porque pensaba que con esa fuerte nevada que estaba
cayendo, le podría dar una pulmonía y después sería peor para él.
Cuando salió a la calle ya no lo vio. Entonces se dirigió al boulevard de Belleville y ahí
lo vio corriendo en zig-zag: se cayó dos veces en la nieve y estaba temblando. Se
levantó y volvió a correr; en medio de la calle se sacó el miembro orinador y echaba
tanta agua que parecía un bombero.
–¡Borracho cochino!, le gritó una transeúnte. En ese momento se volvió a caer.
Entonces el pintor lo levantó y lo llevó corriendo al café más cercano, donde pidió
que le dieran por favor una copa de coñac para quitarle ese temblor que traía; a los
pocos minutos ya no titiritaba, pero estaba más borracho por el coñac que le había
dado y entonces comenzó a abrazar a Varzal. Después se puso de rodillas para
besarle las botas; a gritos le pedía perdón y le juró que ya no lo volvería a hacer y que
nunca más se volvería a mear en la calle, ni llegaría borracho de aguardiente, ni de
ninguna agua embriagante.
Pasaron los días y José –El Novio– comenzó a establecerse en su casa, entonces el
pintor le pidió que si quería quedarse que fuera a cantar al metro como lo hacían
decenas de jóvenes –ya que él, como miles de mexicanos, cantaba y tocaba la
guitarra–, para así poder cooperar con la renta y para que se comprara sus tickets del
restaurante universitario; y si no, que por favor buscara otro lugar para vivir.
–No puedo, porque seguro me agarra la policía y me saca del país y a la mejor me
encarcelan por un tiempo, porque mi visa ya expiró hace mucho tiempo y...
163
Cuando decía esto, comenzaba a balbucear y enseguida se soltaba con un lloriqueo
que no se paraba y como siempre guardaba una botella de algún alcohol, lo
comenzaba a beber, y entre más tomaba, su llanto se hacía más fuerte.
–Por favor –le decía Varzal–, vete a llorar a otro lado porque despiertas al bebé de los
vecinos vietnamitas -pero esta petición hacía que al invasor de su estudio, le creara
una reacción como a los infantes berrinchudos, ya que comenzaba a ahogarse
dejándose caer al suelo, donde pataleaba armando gran estruendo, y enseguida
comenzaba a echar un líquido viscoso por la boca; y un día, se desmayó.
<<Ω>>
–Veintinueve años después –dice Varzal–, pinté al óleo a unos bebedores embrutecidos
por el aguardiente, bebiendo directamente de la botella, mientras que unos luchadores,
parte humanos, parte instrumentos musicales, luchando entre ellos, crean la música de
su propia muerte. Un segundo cuadro sobre la misma historia es: Alumbramiento de
Humedades, viaje de deseos, borrachera de ilusiones, donde un hombre –en secuencia de
comic– se va desnudando; cae de espaldas al suelo, con un vaso de alcohol en una mano,
y con la otra levanta su sexo y orina, dibujando con sus orines a una mujer. En la parte
inferior del cuadro hay ocho mujeres con una copa en la mano; la primera está aún
vertical, pero las otras siete se van inclinando hacia la derecha, hasta que la última se
desploma por la borrachera con su copa.
En 2013, en París, comienza el dibujo “Odio por Vergüenza”, que formará parte de
la serie de El Zoológico, pues El Novio, al recordar lo del beso en las botas a Varzal,
comenzó sus venganzas cuando ya estaba instalado en el poder en México: Su odio
por vergüenza auguraba futuras tormentas cargadas de más odio: eran coágulos de
odio que le habían ennegrecido el corazón, y no solo por eso, sino por lo que le
había profetizado Varzal, de que nunca sería un artista, sino solo un buen burócrata;
y efectivamente, logró altos puestos, en los cuales duraba muy poco tiempo.
Escribe José Rubén Romero:
¡Lo humano: facultad de amar, tristeza de odiar, consuelo de llorar.
¡Lo inhumano!: impotencia de amar, goce de odiar, envidia ruin por no saber
llorar…
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Comenzó el artista desde 1994 a hacer una prueba con las ideas que tenía para
desarrollar el tema del agua –todo tipo de aguas. Para esto, hasta el año 2000 había
bocetado más de doscientos personajes, animales y grafismos para fondos...
Durante varios meses abandonó el proyecto del agua por unas instalaciones que tenía
que terminar para pedir fechas de exposición: Chamán, y El Espíritu de la Ciudad.
><Ω><
–Te traje los 90 bastidores que me pediste, le dijo Manuel, el carpintero. De familia
de carpinteros, continuó con la tradición de este noble oficio, transformando lo que
era un pequeño taller, con los años, en una floreciente industria. Cuando era muy
joven Manuel visitaba seguido al joven Varzal en su estudio; un día, en 1961, vio que
estaba pintando al óleo dos enormes ratas, una de ellas recibiendo un tiro en el
pecho; el carpintero se enamoró del cuadro y cuando lo terminó lo compró en un
precio simbólico; en su casa, su familia no lo quería colgar en la sala, pero Manuel se
las ingenió para colgar la obra en su recámara, donde también dormía su hermano
Beto, a quien le espantaban los roedores, que tendrían alrededor de 145 cm. En las
noches, antes de dormirse, Beto sacaba de debajo de la cama una bolsa con piedras,
que lanzaba contra las ratas, hasta que un día destrozó completamente la pintura.
Para reponer este cuadro, el carpintero quería comprar un óleo que Varzal había
pintado para su examen profesional, en 1962: era de igual tamaño que el otro y había
utilizado colores discordantes para causar náusea; había dos figuras, de un hombre y
una mujer: el hombre era inmensamente gordo, pero se estaba pudriendo y tenía
unas manos chiquitas; con la mano derecha sostenía sobre un ojo, un monóculo; la
mujer, quien estaba de espaldas, también tenia una piel putrefacta y le salían gusanos
de unas grietas… Mientras, reunía el precio, que era muy barato, cobrándole casi lo
que costaban la tela y los colores. Pasaron unos meses, siempre iba a ver su pintura y
a decirle que no la vendiera. Un día, Varzal, buscando la pintura en su taller, ésta
había desaparecido, la habían robado.
En 1992, el carpintero le pidió que le pintara un San José, pero Varzal le dijo que él
no era religioso y no podría pintarlo por esa causa. Manuel era muy insistente y
seguido le recordaba la pintura del San José.
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Un día, uno de los alumnos de Varzal, Alberto Valenzuela -quien había estudiado la
carrera de biología, y al ver una exposición de Varzal en el Museo de Arte Moderno,
le pidió que le diera clases de pintura en su estudio, quedándose 5 años con él-, le
dijo que lo escuchara, pues quería convencerlo de que pintara el cuadro que le pedía
Manuel; enseguida tomó una gran tela color vino que cubría el tórculo de grabado de
Françoise, fue corriendo a tomar una sierra en forma de arco, le pidió que preparara
su cámara fotográfica y que él le iba a posar como el santo. Varzal transformó las
fotos con Photoshop, saliendo un San José en movimiento. Cuando comenzó a pintar
la gran tela, el carpintero le pidió que por favor le aumentara a la virgen María y al
espíritu santo… Varzal dejó de pintar la tela por un tiempo, pero Alberto Valenzuela
lo convenció, mostrándole una serie de reproducciones de palomas y de vírgenes.
Con estas presiones, al artista terminó el San José un año y medio después.
Manuel lo colocó en la gran oficina que tiene en su casa y un día le contó que le
estuvo telefoneando, porque hizo una gran reunión en su casa con amigos, familia y
empresarios, a los que les había hecho trabajos, y que un sacerdote había ido a
bendecir el cuadro con agua bendita. -Diario voy a persignarme, antes de irme a
trabajar a la carpintería, con tu San José.
><Ω><
Para comenzar el proyecto del agua, unió primero tres telas de 70 por 76,6 cm. cada
una, para armar un solo cuadro vertical de 70 cm por 230 cm, y enseguida se lanzó a
plasmar su proyecto del agua, utilizando varios materiales, entre ellos el óleo y el
acrílico; manejando las telas como módulos, le permite al artista cambiar el formato
en forma vertical, horizontal, en forma de T, de L o de +. Aparte, este sistema sirve
para trabajar más cómodamente, en lugar de manipular grandes telas y también para
su almacén y transporte.
<<Ω>>
La compañera del pintor acaba de oír en el radio, aquí en México, un comentario
sobre Pablo Picasso, diciendo que era una persona muy supersticiosa y que le gustaba
utilizar la ropa de sus hijos para ver si así podría obtener su energía y su juventud.
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–Siempre detesté las últimas obras de este artista –recordó el pintor– pero siempre me
apasioné con locura por varias de sus épocas, realizando bocetos de sus cuadros que veía
en los libros, en la época cuando era estudiante en la ciudad de París.
Desde 1971 Varzal utiliza -solamente en la casa- una hermosa chamarra de algodón,
con franjas verdes, azules, negras y amarillas, las que al cruzarse forman nuevos
cuadros de colores; a esta prenda, hace ya tiempo, se le habían roto las mangas de
tanto usarla en la parte de los codos; como era difícil repararla, en lugar de
recosérselas, se las cortó dejándoselas a tres cuartos.
Por esta fecha de 1971, su esposa y él hicieron un viaje a Europa, recorriendo en
ferrocarril desde Roma hasta la ciudad de Bergen en el norte de Noruega. Dormían
seguido en el tren al ir de una ciudad a otra. Así llegaron a la ciudad de Menton en
los Alpes Marítimos, con una amiga de su esposa, a quien ella ya le había escrito,
contestándoles que estaban invitados, pero que dormirían en la terraza, donde había
instalada una cama. Cuando llegaron, Marie Therèse Walter los acomodó en su
recámara, ya que ella aprovecharía para dormir en la terraza que daba al jardín. Ellos
querían dormir allí solo unas dos noches, porque querían ir a visitar las ciudades de
Niza, Cannes y el pueblo de Cabris, donde su compañera había nacido. Pero Marie
Therèse insistió en que se quedaran más tiempo para ir a pasear junto con Justín, su
compañero, un hombre delgado, muy fuerte y muy bien parecido, quien hablaba la
lengua de esta región, el provenzal. Así comenzaron a visitar algunos pueblitos y
lugares donde ellos dos eran asiduos. Justín tenía un auto rojo convertible, de
carreras, y con él subían la montaña por la carretera, que tiene una gran pendiente,
arriba de Menton, hasta llegar a una casa donde dejaba su carro para montarse en su
burro. Después, todavía se caminaban tres kilómetros por una vereda para llegar a
donde Justín tenía su terreno; allí sembraba jitomates, ejotes, cebollas, lechugas…
y tenía árboles frutales, además de cabras, gallinas y conejos. Pasearon un poco más
de un mes en estos pueblos del Mediterráneo, aprovechando sus playas para dibujar
el mar, a los bañistas, y zambullirse en sus aguas.
Cuando se despidieron de MarieThérèse, quien había sido modelo y una de las
mujeres de Pablo Picasso, los llenó de regalos, entre ellos les dio la chamarra de
cuadros antes citada y un chaleco de cuero que eran del maestro Picasso y que Marie
Thérèse había personalmente diseñado y cosido para él, quién había sido su gran
amor en su juventud; y vivía de esos recuerdos. Picasso había dejado las vestimentas
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hacía ya unas semanas en la casa, las que a Varzal le quedaron a su medida, porque el
genio no era alto de estatura.
Bañista es un óleo cuyo boceto realizó en 1971, en las playas de Menton y el cual
pintó 24 años después. En primer término, abarcando casi todo el espacio de la tela,
una mujer camina sobre la playa del Mediterráneo; una tela blanca cae desde su
pierna hasta el pie derecho; ella está construida con grafismos, una caja y labios
vaginales que salen de su pecho.
–Sabes –le decía por teléfono su amigo Raúl, arquitecto de profesión–, pero antes
prométeme que no te vas a enojar... el viernes estaba en una fiesta y había tomado
muchos líquidos con ron, whiskey y tequila. Llevaba el chaleco de cuero que me
prestaste el día que estaba lloviendo, estábamos bailando, me sentía con el agua hasta
la cabeza, porque yo mezclo, tu sabes, el alcohol con agua; y en eso que se para la
música y en medio del silencio, les dije a mis amigos: -¡Miren lo que hago con el
chaleco de Pablo Picasso! Me lo quité poco a poco y lo rompí haciéndolo pedazos.
En un díptico, formato horizontal, pintó, La Resaca en el Mediterráneo. En la parte
superior se encuentra un paisaje reseco de arena. Ahí, un humano –en grafismos
geométricos–, con cuerpo de animal, bebe un líquido para curarse la cruda. En la
parte inferior del cuadro, entre estructuras, un hombre que emite sonidos, camina
rápido; dentro de una gran circunferencia se dibuja en grafismos de pinceladas la
resaca. A un lado del círculo y dentro de un marco se encuentra en relieve un
esqueleto de plástico, quien es paseado por una mujer vikinga, también en plástico.
La arena de la playa en amarillos, se funde con los cuerpos achatarrados de unos
personajes que platican sus desgracias. Al fondo, una isla brilla en el mar.
<<Ω>>
El agua cae de una manguera lentamente sobre la hierba. Segundos después, llueve.
El agua comienza a caer sin prisa sobre la yerba del parque de su barrio; es solo un
chipi chipi. Minutos después cae con más fuerza, llueve y vuelve a llover; el cielo
truena y cae agua helada, llueve agua en trocitos congelados. Insiste, el agua anega
todo; repite su fuerza y truena. Se cae el cielo sobre la tierra; todo el día llueve: en la
noche se repiten los relámpagos, y cae y cae la lluvia.
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<<Ω>>
...En época de lluvias, los barrios pobres donde Varzal iba, junto con sus
compañeros, a pegar carteles, a escribir consignas en los muros y en las bardas de las
fábricas, eran verdaderos infiernos de aguas podridas. Porque las aguas negras, las
soltaban a las calles igual que los desechos fermentados de las industrias. Con la
lluvia, todas sus calles se convertían en fangos glutinosos y pestilentes, porque eran
de tierra. Regresaban a su estudio de la colonia Vallejo a bañarse a jicarazos en la
azotea, a quitarse esos tufos de lodo podrido.
<<Ω>>
Todo se humedece; los músculos se aflojan por las reumas, todo está enmohecido y
oxidado. En la madrugada sigue cayendo agua, y en el Pacífico –dice la radio– se
forma una ventisca; en Cancún, la tormenta tropical corre el riesgo de convertirse en
huracán.
En la mañana el sol sale al ras del agua.
En esta mañana no hubo ningún ahogado.
<<Ω>>
El grandulón Apestoso Veloz, AV, nunca iba con el grupo de Varzal a nadar a los
charcos del norte de la ciudad, ya que le tenía pánico al agua. El decía que tenía un
secreto y cuando lo iba a contar al oído del amigo distraído, AV, abriendo el puño,
soltaba una pestilencia que le ponía en la nariz a sus compañeros de clase. Su secreto
consistía en cómo atraparse los pedos con su mano izquierda.
A. Veloz, aparte de todo esto, padecía de coprolalia -tendencia patológica a proferir
obscenidades- ya que siempre molestaba a todos sus compañeros. Diciéndoles a las
niñas: ¡A ésa de rojo yo me la cojo!, ¡A esa gatita de mi barrio le pico el silabario!, o,
¡A ésa ya le chorrea el hoyo de rojo! Y a los niños les gritaba: ¡Agua de coco y de
miados para tu hermana!... Y siempre repetía una cantaleta: ¡Hea! que te meas, ¡hea!
que te cagas. El mismo les contaba que todas esas vulgaridades se las copiaba a su
hermano mayor, quien era un padrote, y según Apestoso, les sacaba el dinero a
cuatro prostitutas del barrio de La Candelaria de los Patos.
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Apestoso a su edad –14 años–, era tres años más grande y había crecido unos veinte
centímetros más que todos sus compañeros de clase. Se sentía un gigante, en vista de
que los mexicanos son un pueblo de chaparritos. Era un poco gordo y tenía una gran
panza y casi todos le tenían miedo, por lo fuerte que era y por lo de su famoso
secreto. A Varzal lo respetaba mucho, porque cuando lo amenazaba de contarle el
secreto que ya todos conocían, él le mostraba la punta de su compás o el de su lápiz,
que traía siempre bien afilado, y simulaba picarle su hinchada barriga. Apestoso, para
aterrorizar a todos sus compañeros, les contaba que en su casa comían muchas coles,
coliflor, garbanzos, habas y frijoles.
Una de las variantes de A. Veloz en el salón de clases era colocarse los dedos de la
mano derecha sobre la nariz, para, enseguida hinchándose los pulmones, arrojar una
horrible morbosidad verdosa sobre sus compañeros.
Hay humanos sobre la tierra que se jactan de amar las pestilencias, les gusta
revolcarse en sus heces fecales y pudrirse en vida.
Hasta entonces AV había impuesto su ley, la de la asquerosidad.
Un día, el futuro pintor, estando sentado en su pupitre, Apestoso Veloz se le acercó
por atrás, sigilosamente, como un gato, abriendo con gran rapidez su puño delante
de su nariz; después de hacerlo, salió corriendo como un bólido, carcajeándose.
Varzal, atarantado por el olor, salió detrás de él. Subieron y bajaron unas 3 veces los
dos pisos de la escuela; cuando AV ya no podía más, se detuvo en seco y como una
rata acorralada, le lanzó un golpe a la cara, que pasó rozando su nariz.
De pronto el futuro artista pintor, se sintió impregnado del espíritu de un ejercito de
guerreros aztecas que lo impulsaron a lanzarle a Apestoso Veloz una infinidad de
puñetazos. El terrorífico olor, que se había impregnado en los cornetes de su nariz,
hacía que su embestida fuera más rápida y feroz. Varzal estaba enfermo de náusea y
de locura, recordando lo que les decía A. Veloz a sus compañeros después de abrir
su puño para soltar su horrible hediondez: ¡¡¡¡Embárrense pinches ojetes, ahora que
hay mierda!!!!
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–Pensé que la embestida de mis golpes casi no le hacía nada; pero sí la rabia que
trasmitían mis ojos. Por momentos, Apestoso Veloz abriendo los brazos, comenzó a
dejar al desnudo la parte de su abultada barriga: el agotamiento lo distrajo y mis
coléricos puños fueron haciendo su impacto...
Ese día Apestoso Veloz recibió la primera paliza de su vida; estaba bañado en orines,
ya que se había meado del susto, dejando una agua amarillenta por todos los
escalones de las escaleras de concreto. Y en ese momento, el pequeño pintor le
recordó su cantaleta: ¡Hea! que te meas...
AV sudando a cántaros, con los pelos erizados y los ojos desorbitados –como en las
tiras cómicas–, gritando y llorando, pedía perdón, y Varzal un instante después se
convirtió en un mar de lágrimas por la primera expulsión de la escuela.
El sudor de AV, a su paso por los corredores, había empañado el vidrio de una
ventana, y alguna profesora aprovechó para dibujar un signo con su dedo.
De reojo Varzal vio el garabato, y al recordar, entendió enseguida su lectura: su
madre le había dicho que su abuelo le había contado que él, su último nieto, iba a ser
un constructor, y carajos... no un expulsado y menos un golpeador.
Aunque todo esto fue superado a su retorno a la escuela, ya que lo suspendieron
solamente dos semanas, todos sus camaradas le felicitaron por las tan largas
vacaciones que había tomado. Y en los salones de clases se enteró que corría el
rumor de que la escuela primaria La Prensa tenía un héroe que los había salvado de
las pestilencias de Apestoso Veloz.
<Ω>>
Tantas aguas tuvieron que mezclarse para crear este océano de imágenes, colores y
texturas en: Sobre y Bajo el Agua ¿Quién Eres Tú ?, pinturas, las que a estas alturas
comenzaron a producir fuertes aguaceros y a tener un olor a perfumadas aguas de
ríos, cascadas, lagos y mares tropicales del paisaje mexicano y también del europeo.
Toronto, Ontario, Canadá. 1994. Ciudad de México. 2001-2013.
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LA PLUMILLA, EL CHAMÁN Y LOS CORNETES
En 1975, un amigo llega acompañado de Patrick Meson a visitar a Varzal en su
estudio de la calle de Mazatlán de la colonia Condesa, pidiéndole al artista que le
mostrase las obras que hacía con chapopote.
En una ocasión, en 1968, Varzal, estando en su estudio de la azotea de la calle de
Ogazón, calentaba chapopote para impermeabilizar una parte del techo de su casa,
como le había enseñado su padre: sobre una parrilla eléctrica había colocado una
gran olla de cobre, donde el artista había puesto los trozos de este asfalto o betún,
vaciando una cantidad de petróleo para disolverlos.
Cuando estaba a punto de ebullición, un vaporcillo comenzó a salir de la olla y unas
espesas burbujas comenzaron a explotar, cayendo varias sobre la parrilla eléctrica, las
que inmediatamente se encendieron por el gas que producían; la olla resbaló,
vertiendo su líquido sobre el piso, rodeando al pintor: estaba prisionero por el fuego,
y algunos muebles comenzaron a arder; en eso, Andrés, su hermano, que lo visitaba,
ya que su hermana le comentó que el artista iba a realizar arreglos en la casa, al ver el
incendio, aprovechó que había arena en varios botes, comenzándola a rociar sobre el
chapopote hasta apagar el fuego. Enseguida Andrés, para que pudiera salir, tomó un
paquete de cartulinas de papel de 100 cm X 70 cm, sin pensar que era material para
dibujar, muy caro, las colocó, una por una, sobre el chapopote. Con esta acción
logró sacar a Varzal de este infierno, salvándole la vida.
Al limpiar el estudio de esta mezcla pastosa, y quitar las cartulinas, vio que sobre ellas
habían quedado unas extrañas texturas; tiempo después comenzó a aprovechar estas
hermosas manchas, dibujando con sus plumillas personajes un poco surrealistas; más
tarde, con óleo un poco seco, aplicó colores, y en esta forma creó una serie de más
de 80 obras, gracias a su tan querido hermano.
Al mostrarle los dibujos que hacía con chapopote a Patrick Meson, éste se enamoró
de la técnica y le pidió de favor si podría enseñarle a pintar de esta forma, pues él
dibujaba un poco, instalándose en el estudio por las tardes, dos veces por semana. En
cierta ocasión, Varzal necesitaba fotografiar sus obras para el catálogo de una
próxima exposición en el Palacio de Bellas Artes, pues las fotos que había tomado
eran de 35 mm, y no aguantaban la ampliación para imprimirlas y estaban un poco
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mal iluminadas. Patrick inmediatamente le dijo que él tenía una cámara profesional y
que con ella podría tomar fotos de diapositivas de varios formatos, hasta de 4 x 5
pulgadas y más.
Luego le contó que era fotógrafo, pero como conseguía trabajos muy
esporádicamente, había abandonado esta profesión para dedicarse a vender
pantalones de mezclilla en los tianguis, junto con su amigo del alma Luis Manuel, con
quien iba a dibujar al estudio.
Era una bella cámara de fuelle, con un riel para que corriera; Patrick llegó con todo
su equipo y lo instaló en el estudio, pues la casa donde él vivía con su esposa no tenía
espacio para poner un estudio de foto; así comenzó a enseñarle a Varzal cómo
utilizar este tan sofisticado aparato, porque él no quería tomar las fotos, sino que era
como trueque por sus enseñanzas con las plumillas y por el espacio en el estudio, y
quería que aprendiera a saber iluminar, que según él era lo más importante; aparte, a
utilizar otros aparatos que había llevado.
El pintor insistía para que Patrick persistiera con esta interesante profesión, y como a
él no le interesaba aparecer como fotógrafo, puso en los créditos del libro ComixArte de Varzal: fotos de Patrick Meson; pero ni con esto se animó a continuar.
<<Ω>>
En el arte, la tinta china ha sido una de las pasiones de Varzal, y con ella las
plumillas; prefiriéndolas más que al pincel de marta para el dibujo de historietas, y
después para la serie El Espíritu de la Ciudad -trabajo de más de 30 años-, donde
ilustró el espíritu de cada ciudad que había visitado. El amor por las plumillas se
acrecentó cuando en París descubrió varias tiendas con una variedad maravillosa:
como la Scroll Pen de William Mitchell -de Gran Bretaña-, de dos puntas, o la Fiveline pen del mismo inventor, que antiguamente se le llamaba plumilla pentagrama,
porque servía para realizar las páginas de pentagramas para los músicos.
Hoy tiene una colección –de diferentes formas– de unas 97 plumillas; y como la vida
de ellas, a veces es muy corta; recuerda especialmente a una de ellas, que si tuvo una
larga vida, pues le había seguido durante más de 25 años en sus aventuras gráficas.
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<<Ω>>
A principios de la década de los ochenta, Diesel Nacional, Constructora de Carros de
Ferrocarril y Siderúrgica Nacional –tres empresas del Gobierno de la República– a
través del Instituto Nacional de Bellas Artes, habían convocado a un concurso
nacional de pintura titulado Primer Concurso Nacional de Pintura Sahagún. Ciudad
Sahagún era todo un complejo arquitectónico de industrias, y un conjunto
habitacional, con centros educativos y de recreación para los trabajadores. La
exposición de las obras se realizaría en las galerías del Auditorio Nacional.
Los directores de este complejo habían invitado al pintor Varzal a conocer –en esa
época– a esta gran industria de ciudad Sahagún en el estado de Hidalgo; la que era
uno de los orgullos del país. Varios poetas habían cantado loas a estos proyectos
nacionalistas para la construcción de una nación fuerte. Inspirado el pintor en un
texto del escritor Ricardo Garibay sobre esta paraestatal, pintó un cuadro para el
concurso, escribiendo entre las formas, en pequeñas letras, un extracto de este
escrito sobre la tela; parafraseando al gran movimiento de los muralistas mexicanos, el
cual tituló Hacia el Futuro.
Atardece. Anaranjado sol del desierto. Silbatos. Sirenas. Millares y millares de
trabajadores salen de las fábricas. Yo diré, de Ciudad Sahagún, llegando a México:
“Vengo del futuro, del futuro de mi pátria. Vengo de ver cómo sí somos capaces de
igualar al pensamiento nuestra vida diaria”.
–Maestro -le preguntó un periodista el día de la inauguración de la exposición–, yo sé
que a usted le interesa siempre participar en este tipo de eventos. Recuerdo que
usted ya había participado en el Primer Salón Nacional de Experimentación, donde
había ganado el primer premio; y siguió diciendo: -¿Qué le impulsa a hacerlo? ¿Es el
ímpetu de la juventud?
–El interés que tengo, –contestó– es por la confrontación de mi obra con los demás
artistas; es apasionante ver quién crea mejores propuestas. Pero deberían ser los artistas
los que discutiéramos entre nosotros, para determinar los diferentes juicios para crear
las bases de estos certámenes, y que hubiera representantes de los artistas
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dentro del jurado; así evitaríamos también que se emitieran juicios parciales o que se den
los premios por amiguismo.
Varzal, el día de la inauguración de la exposición y a la entrega de los premios, viendo
las obras galardonadas, se dio cuenta de que los jurados, que son parte del sistema
mentiroso y corrupto que se vive en el país, habían hecho una más de las suyas.
–Señores representantes de las instituciones, señores del jurado y representantes de los
medios –dijo el pintor en voz alta– yo, como artista participante en este evento,
¡protesto!, porque se violó parte de la convocatoria. ¡Protesto por la parcialidad del
jurado para otorgar los premios!.
Ese día el artista interrumpió la inauguración de la exposición en el momento del
discurso oficial, en el instante en que brillaban los reflectores y los flachazos sobre los
representantes del gobierno y los jurados, y principalmente, sobre la hija del
presidente López Portillo. En un segundo todo se quedó en silencio. El pintor bajó
del estrado, y se dirigió a donde estaba su cuadro, el cual descolgó, y sobre el muro
blanco, con un grueso plumón de tinta negra, escribió con grandes letras su protesta.
Cuando terminó la frase, al voltear, sintió los reflectores de la prensa y la televisión
sobre él: habían dejado solos a los representantes oficiales; y de este modo
empezaron un sin fin de preguntas.
Poco tiempo después llegó un colega que le comunicó que la mayor parte de los
artistas participantes en el concurso, había descolgado sus pinturas; y una
representación de trabajadores de Ciudad Sahagún le dijo que esta premiación era
una ofensa para los trabajadores de esta industria, y que también, igual que los
artistas, ellos apoyaban su protesta, felicitándole por esto con un fuerte abrazo.
Fueron momentos de tensión, ya que en esos momentos oyó que alguien le decía a
sus espaldas: -“Esto lo vas a pagar muy caro”. Cuando quiso voltear para ver quién
hacía esta advertencia, un periodista le interrumpió para hacerle una pregunta.
Su reacción fue partir llevándose con él su obra, acompañándole los grupos de
trabajadores y artistas hasta la salida de la galería, quienes con un gran estruendo le
echaban porras. El director de la paraestatal, le pidió que no se llevara su cuadro, ya
que esto” se iba a arreglar”, y que solo esperara unos días. Los artistas y los obreros
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lo animaban para que no aceptara las propuestas del gran jefe, y continuó cargando
sobre su cabeza la obra mural sin detenerse, hasta llegar a su casa.
Al otro día, nada apareció en los medios, porque el Estado siempre ha tenido un gran
control sobre ellos. Varios artistas le hablaron por teléfono, y más tarde se reunieron
para escribir un artículo, que después entregaron a un diario citadino, pero no lo
publicaron. Después le comunicaron que a todos los artistas que habían protestado,
el gran patrón les había comprado sus pinturas; entre ellos a los del grupo Mira.
Ese fue el gran arreglo “en lo oscurito” entre artistas y representantes del gobierno.
<<Ω>>
Todos estos problemas hicieron que se acentuara más su gastritis y que ésta se uniera
a problemas de respiración. Por todo esto decidió ingresar al Seguro Social -IMSS-,
pagando él mismo sus cuotas.
–¿Entonces usted es artista? –le dijo en su primera cita el médico general, quién
escribió inmediatamente una orden médica para que fuera a ver a un psiquiatra. El
especialista lo trató un mes con calmantes, y le dijo después que tenía que seguir el
tratamiento en su consultorio particular.
–La cura para un artista como usted, es que gane el dinero suficiente vendiendo sus
obras para que me pague las consultas; así se convertirá, cuando termine el
tratamiento, en un artista triunfador. Pero si usted me trae la recomendación del
señor presidente de la república, para continuar atendiéndolo aquí en el Instituto
Mexicano del Seguro Social, podríamos sin ningún problema prolongar su
tratamiento.
Afortunadamente le comunicó esto, lo que hizo que el pintor se fuera corriendo para
enseguida tirar sus medicamentos a la basura.
Estando sentado en su mesa de trabajo haciendo unos trazos con una plumilla –que
le acompañaba hacía ya muchos años–, bosquejaba una figura que le recordaba un
dibujo que había hecho en su estudio de la calle de Sindeliceva 18, en la ciudad de
Belgrado, antigua Yugoslavia, 15 años atrás, a mediados de la década de los sesentas,
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cuando había tenido a unos invitados que estaban de paso y regresaban de un viaje
del medio oriente hacia Suiza; el esposo, un estudiante de ingeniería, se puso a
cocinar mientras ella le posaba para hacer la cara de una figura que recordaba a la
pintura flamenca.
Pierre llegó de la cocina y les sirvió un café turco con pastel. Varzal continuó
dibujando mientras ellos se pusieron en posición de loto y no hablaron por mucho
tiempo.
–¿Cómo te sentiste?, le preguntó Juliette al otro día en el desayuno- ¿Y qué tal te
cayó el pastel de hachís?
–No sabía que era un pastel con alguna droga –le contestó-, pero yo no sentí nada.
Realmente el pintor no había sentido nada, quizá porque había comido una pequeña
porción del postre.
Mientras dibujaba, hacía memoria, de otra ocasión cuando salía de una fiesta con un
amigo pintor de Guadalajara. Le dijo que podría darle un aventón en su auto a su
departamento, que acababa de alquilar en la colonia Condesa, donde vivía.
–Mira, acabo de comprarlo en la fiesta -le dijo, mostrándole un paquetito con
marihuana, -Si quieres toma la que quieras, en mi casa tengo más.
–No, muchas gracias –le dijo–, yo prefiero de vez en cuando mejor tomarme unas
cervezas.
–Aquí traigo ya preparado un cigarrillo, toma, llévatelo, y se lo puso en la bolsa de su
camisa. Varzal no estaba muy entusiasmado con su regalo, porque en una ocasión,
en una fiesta en dónde había sido invitado, habían pasado un cigarrillo al que él le
había dado una fumada y no había sentido nada. Iba pensando en esto, cuando ve
que su amigo comienza a elevar la velocidad del automóvil, para rebasar a un auto de
los años cuarentas con el motor arreglado. El otro auto comenzó a correr también. A
los cinco borrachos de la carcacha se les veía enojados por la actitud de su amigo,
que se reía a carcajadas, ya que había logrado rebasarlos; los cinco hombres, quienes
tenían unas caras muy desagradables, volvieron a rebasarlos y les dieron un cerrón;
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Javier, al no alcanzar a frenar a tiempo, se estrelló en el viejo automóvil. Los cinco
hombres salieron corriendo para sacar al conductor del carro
y enseguida comenzaron a golpearlo. A Varzal le pusieron un cuchillo en el cuello
para que no interviniera; enseguida llegó la policía y los cinco hombres –borrachos–
mostraron sus credenciales de agentes de la policía judicial. Varzal escabulléndose,
tuvo tiempo de tirar el paquete que estaba en el interior del auto y su regalito, atrás
de unas plantas en el camellón del Paseo de la Reforma. A su colega se lo llevaron a
la delegación y le echaron quince días en la cárcel, más el pago de los desperfectos
que había causado al chocar con el otro vehículo.
<<Ω>>
–¡No toques mis buriles!, porque después de usarlos nunca los afilas -le pidió su
esposa, quien es grabadora de profesión.
El ya lo sabía, en vista de que lo habían platicado muchas veces, que cada uno
debería tener sus propias herramientas de trabajo. Él tiene sus buriles, pero le gusta
utilizar los de su compañera, porque algo tienen impregnado y vibran diferente.
Aparte, ella tiene otros instrumentos que ni soñándolo el pintor podría tenerlos;
como son sus sofisticadas reglas de medición, que Varzal utiliza a escondidas: el
escalímetro de altura o el compás de espesor para ver el grosor de objetos, el
conformador para dibujar perfiles –el cual tiene unas 300 tiras delgadas de metal–, y
para tomar sus diámetros con el tepalcatímetro. Todas estas maravillas las tiene su
compañera, ya que su segunda profesión es la del dibujo científico de arqueología. Es
una especie de trueque de prohibiciones, pues ella también hace lo mismo con sus
lápices, óleos, pinceles, sus mesas y sitios de labor.
Hay algo que uno le impregna a sus instrumentos de trabajo, quizá la energía que se
desprende de la mano o el espíritu del artista que se introduce en ellos.
–Estaba dibujando en mi mesa de dibujo –dijo el pintor–, con una plumilla que me ha
acompañado muchos años, desde que era estudiante en la ciudad de París; el manguillo
de madera está torcido por el uso y recuerda la forma de las raíces de los árboles. Seguía
revisando los viejos tiempos, cuando me acordé que un amigo escultor y joyero, me había
dejado en la casa un cigarrillo de marihuana:
178
-Es de la mejor, me dijo.
-Ésta era la primera vez que realmente iba a fumar, y como sabía que no me hacía
nada, aspiré una vez y nada, una segunda vez y nada; entonces lo apague. Era un
momento que siempre me emocionaba, al ver casi terminada la obra. Entonces, decidí
sombrear otra parte con puntos. En ese momento volví a encender mi cigarro,
mecánicamente ya que en esta época consumía yo una gran cantidad de cigarrillos de la
marca Delicados, envueltos en papel arroz y sin filtro: distraído, fumé la marihuana
como si fuera un cigarrillo normal. En eso, los puntos que dibujaba con la plumilla
comenzaron a saltar, como si fueran pulgas.
–¡Ay, caray!, esto está chistoso -dijo, y siguió fumando.
En seguida el espectáculo se volvió más fuerte, porque una avalancha de millones de
puntos negros se estrellaron sobre su cara, y grupos de líneas comenzaron a cercenar
su cabeza. Con mucha dificultad bajó de su silla de dibujo y se fue arrastrando –unos
8 metros– hasta la recámara, instalándose en la cama, cuando comenzó un nuevo
ataque, pero esta vez de aviones de caza que volaban a velocidades de vértigo para
estrellarse en su cabeza, rebanándola hasta hacerla estallar como si fueran pedazos de
sandía. Las rebanadas rojas quedaban embarradas en paredes de hueso
semitransparentes, las que eran parte de su propio cuerpo. Pensaba lentísimamente y
no podía terminar de pronunciar el nombre de su esposa, F... r... a.... n.... ç... El
tiempo pasaba y era interminable, mientras que, como ecos, seguían estrellándose las
sandías en murallas que crecían desprendiéndose de lo poco que quedaba de su
cráneo. ¿Era simple marihuana o le habían añadido algo a este regalito, para hacerle
una broma ?
Su compañera había tardado solo 35 minutos en ir a una tienda, y cuenta haberle
encontrado en un estado lamentable. Para él, esos minutos fueron días interminables
de horror y angustia. Este viaje le sirvió como un antídoto contra esta experiencia, la
cual no volvió a repetir jamás, por el miedo a este dolor psicológico y a volver a ver
estas espantosas visiones.
Se propuso ir todas las mañanas a correr al bosque de Chapultepec y todas las
noches al parque México para volver a sentir sus viejos tiempos de deportista en el
Pentatlón Universitario, donde pasó varios años en sus años mozos. Como siempre
179
al regresar a la casa veía a alguien que le seguía, pensaba que sería una coincidencia,
y no se preocupaba más, pensando más en sus problemas estomacales.
<<Ω>>
–¿Por qué no vas a ver a Doña Pachita? -le dijo un amigo cineasta-, sabes que fue el
editor Guillermo Mendizábal a verla, y dice que le ha curado muy bien sus
enfermedades, al mismo tiempo que le escribía sus coordenadas para que se
comunicara con ella.
–La próxima consulta de doña Pachita, le contestó una mujer con acento alemán- va a
ser en un lugar de la colonia Roma, por favor llegue temprano.
En el departamento que alguno de los seguidores de esta curandera había prestado,
se realizaría la consulta; cuando llegó el pintor ya se encontraban unas cuarenta
personas, que habían llegado con mucho tiempo de anticipación. Se instaló en un
rincón para esperar a que le llamaran, sintiéndose un poco cohibido, ya que había un
silencio espectral. En la penumbra se veían caras de profesores, discapacitados
intelectuales, enfermos en sillas de ruedas, ciegos... Había un gran espejo, con su
marco descarapelado, donde formas amorfas se reflejaban espectralmente; por allí,
por ese reflejo, se entraba a otro espacio: al mundo mágico de doña Pachita.
La sala estaba muy mal iluminada y olía a humedad; los muebles de madera,
desvencijados, tenían un barniz casi negruzco y grasiento; las ventanas estaban
cubiertas con viejas cortinas de terciopelo color vino, desgastadas y ennegrecidas,
con los flecos, que un día fueron dorados, grises de polvo. Estaba distraído
observando a los pacientes, cuando de pronto sintió una mano en su hombro.
–Varzal –le dijo una voz atrás de él, preguntándole- ¿Trajiste tu huevo? Un poco
nervioso volteó a ver, encontrándose con el rostro de un amigo comunista que no
veía desde hacía muchos años. –¡No!, ¡no!... –le contestó.
Al instante salieron precipitados a buscar una tienda para comprar un huevo de
gallina. En el camino le contó que él venía porque padecía de una pierna;
efectivamente en esos momentos lo vio caminar un poco mal; y había adelgazado
180
muchísimo, de cuando lo había conocido en la escuela de arte: en esa época parecía
un apuesto gladiador.
–Traigo un fémur -le dijo-, porque la Doña me lo pidió para realizar el transplante.
Sabes, ella me dio la dirección donde conseguirlo, y no me costó tan caro. Su amigo
cineasta ya le había contado de las operaciones que la curandera hacía y de como él
la había visto cambiar los huesos a sus pacientes; otros le aseguraron haber visto
cómo hacía los cortes y ver el sangrado que el instrumento punzo cortante hacía. Así
que esta operación le intrigaba y hubiera dado en esos momentos todo lo que fuera
para ver estas maravillas de las ciencias ocultas.
Atravesó un largo pasillo para llegar al lugar de donde le llamaron; al abrirse la
puerta, al fondo de un salón vio a doña Pachita sentada en un ancho y alto sillón de
madera; tenía la luz apagada y solo se veía la silueta de una mujer gruesa con un
resplandor, ya que atrás de ella había unas 50 veladoras que la iluminaban como a
una santa. Unos segundos después le interrumpió la misma voz con acento alemán:
era una mujer de unos 40 años, de pelo rubio, la que enseguida le pasó el huevo por
todo el cuerpo, entregándoselo a la curandera Pachita, quien lo abrió y vació su
contenido sobre un canasto de paja, el cual estaba casi lleno de claras y yemas de
huevo, dictándole enseguida algo a la escribiente y también traductora alemana.
–Regrese en una semana –le dijo la mujer rubia–, se le va a preparar una medicina
que va a tomar en forma de té, y en una farmacia compra pomada de manzana y se la
unta en el estómago durante una semana; y así verá que pronto desaparecerá su
gastritis.
<<Ω>>
En esos días, después de haber trabajado en su estudió, que estaba en la calle de
Mazatlán, continuaba con sus ejercicios habituales, yendo a correr al parque México,
llevándose un libro para después leer unas horas. Al regresar del parque a su casa,
otras veces vio a alguien que le seguía: -”Seguro es la pomada de manzana que me
hace ver fantasmas, o es algún travesti que quiere agarrarme como cliente” –pensaba el
pintor–, puesto que por ahí había muchos servidores sexuales.
181
Habían preparado una rica cena porque era el cumpleaños de su esposa. Mientras
celebraban, salió el tema de las enfermedades, de las que a Varzal nunca le gusta
hablar. Una amiga francesa y feminista les habló de la doctora que ella iba a ver: les
mostró una receta donde se leía con grandes letras góticas su nombre, y abajo
con letra más pequeña: Oídos, nariz y garganta; su numero de cédula profesional,
registro S.S.A., con un número X, y la dirección del consultorio.
El primer día que la visitó, comenzó con un tratamiento de acupuntura eléctrica. Con
un aparato le dio toques eléctricos durante una media hora en diferentes puntos de la
espalda; y le recetó: cuatro flores de mercadela hervidas en un litro de agua, tomando
un vaso tres veces al día, y un comprimido Gliptide, el cual tenía que moler hasta
hacerlo polvo para tomar uno diario en el desayuno; además tenía que comprarse
unos guantes de algodón blancos para evitar el contacto con cualquier metal. Cuando
se sintiera muy cargado de energía, tenía que ir rápidamente a buscar un árbol, de
preferencia grande y frondoso, para descargar toda esta electricidad acumulada.
Su amiga lo entusiasmaba mucho para que continuara asistiendo, contándoles que
ella seguía yendo, ya que no quería tomar más medicamentos alópatas y pensaba que
en un futuro se iba a componer.
Así Varzal continuó asistiendo a las consultas y fue conociendo a varios pacientes
durante el tratamiento, encontrándose con ellos en los cuartos donde la doctora tenía
dispuestas unas camas, comentándole, no de sus avances curativos, sino de los
toques y de las recomendaciones del médico.
–Hay que poner –le decía una paciente–, como dice la doctora, un collar de ajos
atrás de la puerta, para evitar que nos hagan algún mal.
Otro enfermo, un indígena de unos 60 años, delgado y fibroso como un viejo árbol,
quien venía desde el estado de Oaxaca a las consultas, estaba orgulloso de poder
resistir el tratamiento: –Aquí –decía mostrando la cabeza-, y principalmente atrás, en
el cerebelo, hoy aguanté 376 toques eléctricos.
Tiempo después, su amiga le comunicó que el hermano de la doctora, quien era su
secretario, le había comentado que su hermana tenía problemas con los permisos de
su consultorio y que iba a cerrar definitivamente. En su consultorio no había visto
182
jamás ningún titulo de facultad alguna. De todas maneras hacía tiempo que había
decidido dejar de ir a verla al darle la doctora su diagnóstico: –Acabo de descubrir
que usted tiene una burbuja de piel de cabra en el estómago... Y para su cura, habrá
que hacerle unas limpias, y si esto no cura, ya veremos qué remedio más eficaz le
recetaremos. ¡Pero un remedio de estas proporciones, puede resultar muy caro!
<<Ω>>
Unos meses después la Escuela Nacional de Artes Plásticas de la UNAM invitó al
pintor a dar clases de pintura. Así tuvo un servicio médico en el ISSTTE. El médico
general que lo vio, en la primera cita le dijo, al explicarle sus problemas gástricos: –
Esa enfermedad no existe, lo que pasa es que usted es un artista, y sin decirle más, le
envió con una orden para ver a un especialista del cerebro. El psiquiatra, después de
exámenes minuciosos durante varias sesiones, sin darle ningún medicamento, le dijo:
-¡Su médico es el que está loco!, ¿Cómo chingaos lo envía conmigo? Usted lo que
tiene son problemas gástricos, quizá la vesícula o su hígado. El médico se expresó
con furia al comunicarle su diagnóstico, quien era un viejito con un carácter
extraordinario y con quién ya Varzal se estaba encariñando.
–Con esta carta –le indicó–, va a ver a la directora de la clínica que le corresponde.
La directora después de leer la carta con el diagnóstico donde el especialista de la
psique protestaba, y de hacerle unas preguntas, aceptó hacer el cambio con el
médico general que él deseara.
Ese mismo día fue a las oficinas a preguntar por el mejor médico general: –En esta
clínica todos son grandes médicos, señor –le contestó una secretaria-. Escoja el que
usted desee, como le dijo la directora.
Como no conocía a ningún medico, esperó un día a la hora de la salida de los
médicos para observarlos; casi todos se veían muy tristes; pero entre ellos alcanzó a
ver a una doctora, de unos 50 años, con una cara de científica.
–Sí, maestro, yo lo puedo aceptar como mi paciente, con una condición: Una, es que
deje de fumar, y la otra es que crea en la virgen de Guadalupe, quien
183
es muy milagrosa, y con la ayuda de ella, y quizás si usted llega a tenerle mucha fe,
con su solo poder, ella le sanará todos sus males. Escoja una de estas dos. -le dijo.
Al otro día tiró sus cajetillas de cigarrillos al bote de la basura y decidió no fumar
más, porque realmente se ahogaba con las dos o tres cajetillas que consumía al día y
éste sería el segundo intento, puesto que hacía algunos años atrás había dejado de
fumar ya un largo tiempo.
La doctora le decía que lo que tenía eran problemas psicológicos por el hecho de ser
artista, y que eso se le podría quitar tomando una dieta muy rigurosa. Así estuvo
durante un tiempo con verduras hervidas y tés de manzanilla, tila y ajenjo. Esto le
había efectivamente compuesto de 2 a 4.5 % sus malestares. Un día la doctora se
enfermó y en lugar de ella encontró a una joven estudiante muy chaparrita, que
sustituía a su médico. Era como un angelito, porque parecía que volaba, buscando los
aparatos para auscultarle.
–¡Por Dios!, lo que usted tiene son problemas respiratorios –le dijo–, dándole
enseguida una orden para ir a ver a un otorrinolaringólogo.
<<Ω>>
Las sombras de la noche ya habían caído, al salir de su estudio de pintura; encaminó
sus pasos rumbo al parque México, para realizar sus ejercicios. Ese día cambió su
itinerario, fue al parque y caminó solo unos 10 minutos en los jardines; dando media
vuelta, se dirigió de regreso a su casa, pero en lugar de entrar a su departamento
decidió ir a cenar al restaurante El Portón, de la avenida Revolución. Después volvió a
regresar a su estudio de calle Mazatlán por un cuaderno de dibujo y una pluma
especial, a la que se le podía cargar con tinta china, los que metió en una bolsa de
cuero color vino que acababa de comprar en un viaje que había hecho a la ciudad de
París. Desde que salió del restaurante se dio cuenta de que varias personas le habían
seguido hasta el parque; pero pensó que sería alguna casualidad, ya que él no era
ninguna persona importante para que alguien le espiara; de tal suerte que se quedó
dibujando hasta las doce treinta de la noche en el parque. Al regresar ya no vio a
nadie que le siguiera los pasos y esto calmó su complejo de persecución. Había
caminado unas cuatro cuadras para llegar al cruce de la calle de Michoacán
184
con Atlixco, cuando un auto frenó estrepitosamente, saliendo de éste cuatro
personas, las que sacaron sus pistolas.
–¡Policía!, sus documentos por favor –le gritaron, al mismo tiempo que le
arrebataban su bolsa con todos sus documentos.
–Ahí están –les dijo, señalándoles su bolsa; pero al momento los cuatro policías
vestidos con ropas de deportistas le comenzaron a golpear con sus pistolas,
lanzándole con la agilidad de unos karatekas patadas con sus botas militares en la
cabeza y en el rostro. El auto se había detenido con la puerta trasera exactamente a
un lado de él. Golpeado en unos pocos segundos, le arrastraron hasta la entrada de
la portezuela trasera, donde le esperaba otro policía quien le tomó del cabello y le
jaló hacia él, asestándole un golpe con la culata de una ametralladora. El vehículo era
un viejo auto con la preparación gris aún para un día ser repintado, de marca
Chevrolet; esos autos los recuperaba la policía de extranjeros que los dejaban
abandonados, o los regalaban, o se los quitaban a los mexicanos que nunca
arreglaban sus documentos para tenerlos en el país. El Chevrolet tenía un escalón
para abordarlo. Esta pequeña rampa fue el mecanismo que sirvió, como un lanza
catapulta, porque al sentir el impacto de la culata sobre su cráneo, inconscientemente
se dio cuenta que esto era mucho más que una simple revisión de sus documentos.
Uno de sus estudiantes, que había estudiado la carrera de biología, le explicó que su
adrenalina hizo que él reaccionara de esa manera, pues al sentirse atacado, su
cuerpo, utilizando su pie como resorte, lo impulsó, lanzándole para atrás. Así, el
pintor realizó una de las difíciles acrobacias que había realizado hacía ya 26 años en
el Pentatlón Universitario.
Al ejecutar la maroma en esta forma, tomó desprevenidos a los gorilas, quienes
cayeron al piso, mientras que de su boca salía un horrible sonido grave:
¡¡Sooccoooorro!!, que estremeció las calles. Habían pasado de dos a cuatro
segundos mientras volaba gritando en el aire, cuando volvió a realizar una segunda
maroma, ya que había un poste de concreto tirado adelante de donde cayó, y pensó
que le serviría para resguardarse de algún balazo. Las luces de las ventanas de la calle
de Atlixco se encendieron y en ese momento volvió a gritar: –¡Marcos!, ¡Thérése!,
recordando que ahí enfrente vivían unas amistades. Por las ventanas ya se asomaban
muchas gentes, entre ellos sus amigos. Y mientras bajaban de un cuarto piso, barrió
185
con su mirada las calles, buscando a sus agresores, pero ellos habían desaparecido;
por la angustia, no había oído en qué momento el automóvil pintado de gris había
desaparecido.
Subió los cuatro pisos sin dificultad. Mientras Thérése le curaba, puesto que estaba
bañado en sangre por la golpiza recibida, la que le había abierto una gran herida en la
cabeza, Marcos llamaba por teléfono a unos amigos, quienes llegaron enseguida para
prevenir a su esposa de lo que había sucedido. Dos horas después lo llevaron a su
casa y tuvieron que bajarlo cargando, ya que le dolía todo el cuerpo.
Al otro día fue a la delegación a alzar una demanda; le hicieron infinidad de preguntas
en vista de que querían saber quién era él y por qué lo quería secuestrar la policía.
Pudo describir las pistolas y la ametralladora de sus atacantes, su edad y complexión,
pero no recordó para nada sus rostros.
Tiempo después se acordó de la advertencia que oyó a sus espaldas algunos meses
atrás, en el concurso de ciudad Sahagún de las galerías del Auditorio Nacional: “...Esto lo vas a pagar muy caro”
<<Ω>>
Cuando llegó al ISSTTE con su orden para ver al otorrinolaringólogo, el doctor
Vásquez se encargó de él, y en poco tiempo empezaron una buena amistad,
apasionándose con lo que el artista hacía, y en cada consulta, antes de revisarlo,
platicaban una media hora sobre diferentes temas.
Pasaros unos buenos meses platicando, él atendiéndole siempre como a un rey;
inyectándole, en el interior de una fosa nasal, un medicamento que le permitía
respirar mejor.
–Ahora si, Maestro, vamos a hacerle unos exámenes para operarlo –le decía el
medico; pero cuando veía los exámenes clínicos siempre repetía lo mismo: –Si lo
opero no se va a mejorar, no tiene caso. Así se pasó el tiempo hasta que el doctor se
jubiló y el pintor dejó de aplicarse sus tratamientos, con los que se había sentido
mejor.
186
Ya viviendo en su nuevo domicilio de la colonia Vallejo, un domingo después de
hacer sus ejercicios en un parque cercano a su casa pensó en ir a visitar a un familiar,
ya que vivía a 20 minutos a pie del lugar.
–Los domingos son días bonitos –le dijo su pariente–, ¿no crees?. Prometí a nuestra
madre que cuando ella muriera yo me encargaría de ti. Pero ya eres tan grande, y
nunca te veo. Cuando naciste, yo era la que me encargaba de ti. Mira, nos vemos en
tres semanas; es el tiempo que necesito para comprar todos los productos para
realizar lo prometido.
Eran las diez de la mañana cuando Varzal regresó a la casa de su media hermana en
la fecha indicada; el sol iluminaba fuertemente, haciendo resplandecer las mantas
blancas que había colocado su familiar para tapar los muros del patio, las paredes y
techo de la sala, y todos los muebles. En el patio había un anafre con carbón y ocotes
para encender el fuego. A un cuarto contiguo a la sala, que estaba vacío, un poco
obscuro y también cubierto con telas blancas, iluminado solo por veladoras y cirios, la
curandera le hizo entrar para así comenzar con el rito ofrecido.
Primero le pasó unos huevos de gallina por todo el cuerpo. Cuando terminó, él iba a
tocarlos, lanzando ella un grito para que no lo hiciera, ya que eso era muy peligroso.
Después dibujó en el piso un círculo con alcohol alrededor de él, y sacó un ramo con
una serie de plantas, esparciéndoles encima un puño de sal; enseguida, con un
fósforo, encendió el circulo: el ramo esparcía estrellitas al quemarse la sal, y con el
ramo, pegaba fuertemente sobre su cuerpo; pero él no sentía para nada los latigazos
del ramo de yerbas. Todo esto hacía Refugio, su familiar chamán, mientras ella
elevaba una plegaria:
-Madre santísima, madre mía, reina de este planeta Tierra, padrecito Elías, con tu
grande poder divino, tu fuerza y tu fortaleza, yo retiro, yo corto todo lo que no es
grato a tu pupila, Padre celestial, por tu grande poder divino, nada tengo, nada
tendré, sano y salvo quedaré, con ese grandísimo poder de Dios. Dios por delante y
yo por detrás. Mundo espiritual, hablo a todos los protectores de alta luz: Alfact
Nembut, Dalin danzante, hindú Antonio de la Selva, hermano Cuauhtémoc,
Manuelito de Jamba, Señor Licenciado Don Benito Juárez; háganme la caridad de
retirar todo lo que no es grato a la pupila de mi Dios y Señor.
187
–Que se me vaya todo lo malo y que me entre todo lo bueno -repetía Varzal estas frases,
al pedírselo Refugio, su media hermana.
Cuando se apagó el círculo de fuego, volvió a encenderlo: después le hizo descansar
un momento, mientras hacía unas preparaciones, las que posteriormente pasó, en
igual forma que los huevos, por su cuerpo. Éstas las iba colocando en un pequeño
altar que había improvisado. Enseguida trajo una gallina negra, tiempo después un
pichón, a los cuáles se les torció el cuello hasta que murieron. Cuando le tocó el
momento a un enorme y viejo sapo, lleno de verrugas, le dio una enorme tristeza,
porque sabía que iba a morir por su causa.
Ese día recibió un tratamiento para tomar: grageas de piel de víbora y yerbas con
raíces preparadas en vino, y otras en sidra, para ponerse después de ducharse, así
como prepararse para la comida nopalitos asados.
El mundo de los chamanes era muy desconocido para Varzal, ya que su madre al
dedicarse más a la herbolaria, jamás hizo una limpia y tampoco recurrió a usar esta
opción para sus enfermedades. Cuando su media hermana, le propuso hacerle una
limpia, el artista pintor aceptó porque quería conocer un poco a este mundo mágico.
Con el tiempo, comenzó a leer libros como los del antropólogo Francés Jacques
Galinier, y así propuso en 1994 la exposición-instalación “Chamán”, que realizaría
junto con este antropólogo y principalmente con la doctora Anne Chapman,
antropóloga, en el museo de Arte Moderno; pero a su directora, Teresa del Conde,
no le interesó el proyecto.
<<Ω>>
Estaba pensando en lo bien que le habían caído los nopales asados a la hora de la
comida, mientras dibujaba con su viejo manguillo, cuando alguien tocó el timbre de
su nueva casa-estudio, que acababa de terminar de reconstruir en el norte de la
ciudad de México. Era un amigo que trabajaba como subdirector de la Biblioteca
Nacional de la UNAM. Mientras subía al primer piso a prepararle un café, el
bibliotecario se había sentado en la silla de su mesa de dibujo, tomando su manguillo
y papel, y cuando regresó, le comentó: –Qué bien dibuja tu plumilla, mostrándole
188
un retrato que le había hecho de memoria a Varzal con su plumilla, a tinta china,
sobre una hoja de papel Fabriano.
–¿Qué te parece? -le dijo. Y en ese momento, alargando el brazo, dejó caer el
manguillo, clavándose la plumilla sobre el piso de madera; mientras que el
bibliotecario hacía unas muecas de burla y regocijo.
–¡Hijo de la mierda! ¡Hijo de puta! Era mi vieja plumilla, la que más amaba -exclamó
el pintor, sacando a patadas al bibliotecario de su estudio.
Fue pasando el tiempo y un día se decidió ir a un buen hospital particular, el ABC, y
preguntó por el mejor otorrinolaringólogo.
–Tenemos que operar –le dijo–, lo más pronto posible. Era un joven médico de unos
30 años, con cara de niño.
–Un cornete de su nariz está totalmente cerrado, habrá que intervenirlo
quirúrgicamente.
La causa de este mal se había creado por su trabajo con el aerógrafo y los solventes
tan fuertes que utilizaba para proyectar las pinturas acrílicas con el pincel de aire; y es
que la máscara que debía utilizar para evitar respirar estos productos, era tan
estorbosa, que terminaba quitándosela, ya que le impedía ver bien sus dibujos que
hacía, o las esculturas de aluminio que pintaba.
–En este momento, señor –le contestó sonriente una bella enfermera, cuando el
pintor le preguntó a qué hora lo iban a anestesiar, mientras ella vertía un líquido en la
botella del suero que estaba unida a sus venas por un conducto de plástico
transparente.
Al despertar, después de la intervención, en la sala de recuperación, oía los quejidos
de los pacientes que habían sido operados. Él todavía se reía, quizá por alguna droga
que tendría la anestesia. En ese momento recordó el drama de su plumilla, y entre
burbujas pensaba que quizás fue una cuestión de celos, porque por muchos años él
había preferido al ratón -mouse- de su computadora para dibujar; quizás también
189
se sintió medio abandonada y aprovechándose de la malévola mano del bibliotecario,
que la había utilizado, tuvo un doble pretexto para un intento de suicidio.
...Pasaron algunos meses, cuando volvió a buscar la plumilla que había tirado en un
cajón de instrumentos inservibles, visitando a la que él sentía ya muerta.
Poco a poco, con paciencia, cariño y mucha calma, el dibujante fue enderezando sus
dos puntas, que estaban dobladas, pero no rotas, tratando de cerrar lo que parecía
un pico de pájaro abierto y torcido. Comenzó primero a llevarla a bañar a una
montaña cercana con agua de lluvia; calentando el metal con fuegos de cirios, de
inciensos y de maderas preciosas; dándole masajes con las yemas de los dedos… y
realizando con ella, después, pruebas de equilibrio.
Hasta que un día, al instalarla en su viejo manguillo de madera, que, retorcido,
recordaba a las raíces de los laureles de la India, sintió en su mano que ella comenzó
a emitir unas vibraciones, empezando a dejar correr ligeramente la tinta, desde su
único ojo, sobre la cartulina blanca. Parecía que la plumilla danzaba junto con su
mano, produciendo, de alegría, inimaginables arabescos.
México D.F. Abril, 1996.
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EL MICROBÚS
LA SUMA DE LOS TOTALES
-Son las 11.45 hrs. en la ciudad de México; abordo un microbús para ir al Centro
Histórico, encontrando dos asientos libres, sentándome en uno de ellos. De pronto una
señora –vestida con una gruesa chamarra–, atropelladamente, se abalanza sobre mí
para ocupar la única plaza desocupada, dejándome un fuerte dolor en la rodilla, que me
produce el pesado bolso que carga; ya instalada a mi lado izquierdo, abre su bolsa y
saca unas monedas diciéndole a un pasajero: -¡Páguele a ese baboso del chofer sus dos
pedos!. Por el intenso calor que hace se quita su chamarra de cuero negro, recibiendo yo
un ligero golpe en mis anteojos; se queda solo con una blusa blanca muy transparente.
Con calma busca entre sus pertenencias, sacando un estuche con varios frascos y
pastillas de colores para pintarse. Cinco minutos después termina de decorarse el rostro,
se ve en un espejito, exclamando, al mismo tiempo que frunce los labios: -¡Huácala!
¡prriff! ¡prriff! Saca un trapito de su bolso, al que le aplica un desmaquillador y se
levanta la pintura.
Más tarde se limpia los sobacos, luego se aplica con una toallita una crema, un
desodorante y un perfume; masajeando, limpia su largo cuello. Con movimientos
delicados, alisa con un cepillo su pelo -que es extremadamente largo-, para luego
comenzar a tejer unas trenzas, colocándoles en la punta, un enorme moño de tela azul
turquesa. En la parte posterior de la cabeza, hunde en su maleza de pelo color negro
azabache una peineta de plástico rosado. De su bolso, de plástico amarillo, saca un
frasco, untándose una crema en la mano derecha, mientras que con la izquierda, estira
el tirante del brasier para introducir su mano con la crema entre los senos.
Como no puede mover bien su mano, desabotona su blusa, dejando saltar como unos
peces a unos turgentes pechos.
Comenzando a masajear primero el izquierdo y luego el derecho, se oye en todo el
autobús: ¡Splash! ¡Splash!
La mujer, de unos 45 años y muy bella aún, sonríe a los pasajeros para invitarlos, con
unos pestañeos, a ver el espectáculo.
191
<<Ω>>
A su regreso de París en 1968, Varzal volvió por 16 meses a su estudio de pintor
ubicado en la colonia Vallejo, casa familiar donde en esa época vivían aún allí su
madre y una hermana con sus cuatro hijos. Su taller, ubicado en la azotea de su casa,
fue el refugio de más de una veintena de amigos que le pedían asilo para quedarse
unos días, y se quedaban hasta un año. Como uno de sus amigos, quien había ganado
la beca del gobierno francés al mismo tiempo que él.
–¡Varzal! -se oyó un grito en la calle. El que lo llamaba, era su amigo Juan Luis, quien
cargaba dos voluminosas maletas.
–¡Por favor baja, no tengo para pagar el taxi! Sabes que me divorcié y no tengo a
donde ir; te voy a caer en tu estudio solamente unos días, luego buscaré otro lugar.
–¿Y tu estudio gigantesco de lujo que tienes en casa de tu mamá? –le preguntó Varzal.
–Es que mi mami lo ocupa como ropero y después de divorciado, se vería muy mal
regresar a casa de ella ¿o no? –le contestó su amigo Juan.
En ese tiempo, este amigo suyo siempre soñaba con crear, pero cuando tenía una
idea no podía casi nunca diseñarla, y tenía el problema de que no podía hacer las
cosas con sus propias manos, así que iba con los amigos de Varzal: carpinteros,
herreros, o con su padre –quién regresaba por unos días de sus retiros espirituales.
Su amigo, quien se las ingeniaba para que no le cobraran un solo centavo al hacerle
los trabajos, utilizaba esta mano de obra para armar todo lo que se encontraba en su
casa, como viejas ventanas, tablas de madera, tiras de metal, sillas y mesas. etc.
Con solo sus estudios de primaria –Luis, cuando era adolescente– había ido a
estudiar a una academia particular para gente rica, la que tenía como único profesor y
dueño a un pintor español; ahí se estudiaba solo dibujo y pintura. Juan Luis, para
ocultar sus escasos estudios o justificar su incultura, primero tomó como estrategia
burlarse de todo el mundo. Siempre afirmaba que todos eran unos tontos o pendejos.
Segundo, había hecho una frase, como su logo personal, diciendo: “A mí no me
interesa leer nada de nada; ya que no me interesa la vida de los demás”.
192
–¿Oye Juan, no has visto el diccionario de español? –le preguntó a su amigo.
–Sabes, mis hijos necesitaban un diccionario y este era tan bonito, con todos esos
grabados.
–¿Entonces, tú lo tomaste?
–Es que a mis hijos les pidieron como tarea hacer un collage y recortaron todas las
ilustraciones.
–Pero es un diccionario con un gran valor, no solo económico por su antigüedad, sino
familiar, ya que fue un regalo de mi abuelo a mi padre.
–Era un diccionario... también te tomé el Libro del Color de Kichner. Mis hijos
impresionaron mucho a la maestra, porque con todas las docenas de círculos de
color, hicieron una bella composición para su tarea. Claro que yo se las hice.
También te tomé un taladro, un cepillo de carpintería, y te quería decir que mis hijos
los perdieron.
Su amigo continuó diciendo: -Pero, por favor, ¡no te enojes! Cuando sea famoso, te
los voy a pagar –le dijo su recién invasor.
Ese día Varzal corrió de su casa a Juan Luis, pues ya no lo aguantaba.
Un año y medio después, Luis, a quién los amigos le decían El Churumbel, lo invitó a
conocer su nuevo estudio, el que había instalado cerca del mercado de la Lagunilla,
utilizando una parte de la fábrica de zapatos de uno de sus tíos. Ese día le pidió mil
disculpas por todo lo que le había hecho, pero no le devolvió nada de lo robado.
En aquella ocasión Varzal fue acompañado de Simonovic Miroslav, –apodado Miky–
un amigo yugoslavo que visitaba México en ocasión de las Olimpiadas en 1968. Al
llegar al domicilio del Churumbel, éste le pidió que lo acompañara a cobrar la renta a
uno de los inquilinos de su tío. Fueron ahí mismo, en la fábrica de zapatos, a un local
que daba a la calle.
193
Al llegar, el inquilino de nombre Orlando –quien era un actor– se iluminó al ver al
yugoeslavo y desde ese momento no lo dejó, proponiéndole a Varzal que él lo
alojaría en su casa y se encargaría de pasearlo en la ciudad de México.
Un día llegó Orlando al estudio de la colonia Vallejo acompañado de Miky y con el
regalo de una mesa de dibujo de madera; era como agradecimiento por haberle
presentado al yugoeslavo, con el que se llevaba muy bien; y a los dos se les veía muy
contentos. Le pidió a Varzal que por favor le volviera a dar casa a Miky, ya que él
tenia que realizar un viaje por una semana.
La madre de Varzal quería mucho a Orlando, ya que seguido le recitaba poemas, y el
día de su cumpleaños le llevaba a un grupo de cantantes para cantarle las mañanitas y
otras canciones. Este actor que acababa de conocer, enseguida se hizo amigo de casi
toda su familia.
–¡Pero ésa es mi mesa de dibujo! -le dijo El Churumbel al ver el regalo que había
recibido el pintor, y continuó diciendo: -Seguro te la regaló Orlando, yo se la vendí
pero el cabrón nunca me la pagó. Bueno, está bien, quédate con ella, yo te la regalo
por todo lo que te debo.
–¡Juan Luis es un mentiroso¡ ¡No es cierto! –le dijo el actor–, yo le pagué el 80% del
importe de la mesa y le dije que después le pagaría el otro 20%. Sabes que un día
llegó al local que me renta, diciéndome que necesitaba dinero y que me vendía su
mesa. Me forzó y me amenazó diciéndome que si no se la compraba, le iba a decir a
su tío que me corriera del local que me alquilaba. Yo tuve que aceptar, pero sólo
tenía una parte y le dije que después le pagaría el resto. Y continuó diciendo: -Una
semana después pasó a cobrarme el 20 % que faltaba y como yo no tenía dinero se
enojó mucho. Me agarró a cachetadas, me puso una llave torciéndome un brazo en la
espalda; enseguida con la otra mano me bajó los pantalones y sin decirme agua va,
que me viola... Con esta acción del Churumbel yo di como pagada mi deuda. Así lo
entendió también él, pues nunca más volvió a molestarme. Yo creo que uno es el que
tiene la libertad de elegir; a mi, él no me gusta, es un bruto narcisista, quien se cree
muy guapo. Realmente yo prefiero a hombres del estilo de tu amigo el yugoeslavo, y
cuando quieras, vamos a ver a Juan Luis juntos. Y te repito delante de su cara todo lo
que te he dicho.
194
El actor Orlando al principio estaba muy exaltado, pero después se quedó con la
mirada perdida, como pensando en lo ruines que son los seres humanos.
Serían las 10 de la mañana cuando El Churumbel pasó por Varzal a su casa para ir a
la ciudad de Toluca. El Cejas quería verlos, ya que había conseguido presupuesto
para comprarles a cada uno una escultura. Obras que serían para un museo de esa
ciudad donde era director.
Al regresar de Toluca, Leopoldo Flores, El Cejas, regresó en el auto con sus amigos
artistas a la ciudad de México. Les comentaba que estaba muy contento con la talla
en madera que había adquirido del pintor Varzal y que iba a mandarle a hacer la base
en madera que él le había diseñado.
Ya era de noche, llovía un poco en la carretera, y Juan Luis iba conduciendo un viejo
auto. De pronto, los faros de su carro iluminaron a una hermosísima mujer, quién,
con las ropas desgarradas y enlodadas, y con los ojos desorbitados por los horrores
por los que habría pasado, movía los brazos pidiéndoles auxilio.
–¡Detente! –le gritó Varzal al Churumbel.
Pero el auto, giró rudamente, para evitar a la mujer; quien gritaba desesperadamente.
–No quiero meterme en problemas –respondió Juan Luis enojado–, además ya se la
jodieron. Son ellas las que provocan y después ya no aguantan las consecuencias.
Esas mujeres son peligrosas.
<<Ω>>
Hacía tiempo que un amigo había invitado a Varzal a compartir una gran casa como
estudio, y juntos pagarían la renta. Aquella vez él le tomó la palabra, porque podría
ocupar una parte para vivir y otra como estudio. Ya estaba harto de su estudio, de los
amigos que continuamente hacían fiestas y se llevaban todo. Además de que, a pesar
de que los corría, regresaban siempre a instalarse, ya que el lugar había servido como
local de la célula Epifania Zúñiga de Jaramillo; todos sus ex camaradas y no
camaradas aprovechaban, para tener eventualmente un lugar para vivir.
195
El día en que estaba bajando sus obras y sus muebles del tercer piso al camión de
mudanza, tenía que pasar por el piso que habitaba su madre.
–Madre, me voy, ya tengo un lugar donde vivir.
–Ya te vas, ¡¡mi patita de perro!! ¡Dios te bendiga hijo!, y continuó sentada en la mesa
del comedor, platicando con una de sus amigas. Eso fue todo lo que le dijo, pues ya
sabía que la iba a dejar, porque estaba acostumbrada a estas partidas y regresos; y
además, en la casa vivía su hija Consuelo y sus 4 nietos que la ayudaban mucho.
–¡¿Acaso eres hijo de puta o que?! ¡Cabrón! ¡Desgraciado! ¡Mal nacido! -espetó en su
cara la señora Luz, quién acompañaba a su madre, y continuó diciendo: -¡¿Cómo que
te vas?, ¿Quién crees que es esta señora que está frente de mi? ¿Te vas con tus
putas?... ¿No es cierto?...
En ese momento recordó las tantas veces que la hija de esta señora se había metido a
su cama y la esperanza que la madre tenía de casarla con el pintor. Así, se alejó lo
más rápido posible. Oyendo solo entre sollozos a su madre, quien decía en voz baja:
-Anda, mi patita de perro, Dios te bendiga.
Su nuevo estudio tenía un gran patio, donde colocó su banco de escultura,
continuando así su trabajo de talla en madera, para seguir esculpiendo sus mesas –
arte utilitario–, sillas y sillones. Los músculos se le hinchaban con cada golpe del
martillo de madera y su barba crecía enorme, quizás para emular al maestro Miguel
Ángel.
El momento de la verdad venía cuando había que pagar la renta. Es cuando corría a
las galerías para ver si había vendido alguna de sus pinturas o esculturas. Una amiga
sabía de su necesidad de dinero y se aparecía cada 3 a 5 meses a comprarle alguna
escultura, a precios muy bajos.
En una ocasión, el artista esperaba sentado –en una sala de espera– afuera de la
oficina de una fábrica de camisas, mientras se secaba de la fuerte lluvia que los había
mojado a él y a su amigo pintor, a quien acompañaba, para que su colega mostrara
sus pinturas a un coleccionista que compraba, según le decía, a más de diez artistas.
Ya un poco seco, aprovechó para leer un catálogo de ropa, profusamente ilustrado
196
con bellas camisas. Mientras, su compañero Javier comerciaba sus óleos en el interior
de la oficina.
–Pásele, maestro Varzal, pásele. Se levantó al llamado del propietario de la industria,
quien lo hizo conducir a sus elegantes oficinas. Mientras, su amigo había salido para
ver algunas camisas, ya que el dueño a veces hacía trueque; y continuó diciéndole: Siéntese por favor, yo tengo obras de usted, de esas que hace al óleo y chapopote
sobre papel, me las vendió su amigo Javier.
–Muchas gracias, –le dijo al coleccionista–, pero mi amigo me había dicho que mis
pinturas estaban a vistas en las casas de algunos de sus amigos desde hace un año,
para ver si ellos las compraban.
–¿Pero cómo? –le contestó el fabricante de camisas–. Hace mucho tiempo que le
pagué completo el precio de ocho obras de usted... ¡Pídale su dinero! Qué amigos
tan chuecos tiene; mire, desearía comprarle sus obras directamente para evitar esto.
–¿Me dice que le pagó a Javier a quinientos pesos cada una de mis obras?. Es muy
barato, ¿no cree usted?
–Bueno, ese fue el precio que me pidió su amigo y yo lo acepté sin chistar. Pero las
próximas obras que me traiga se las compraré con el 50 por ciento de más y después,
a ese precio, le puedo aumentar un cien por ciento.
Eso, aunque no era mucho y seguían siendo precios muy bajos, le resolvió el
problema económico por algunos años; porque si pintaba diez cuadros al mes, esos
mismos se los adquiría.
Pero el dinero se iba rápido porque gastaba mucho en materiales y herramientas de
pintura, escultura, dibujo, pagar la renta, y aparte para comer. Así que trabajaba
como loco, para ganar un poco más de dinero.
–¡Rinnng! !Rinnnng! ¡Rinnnnng! ¡Toc! !Toc! ¡Toc! Estos ruidos le despertaron de su
trabajo, porque sus pinturas de esta época surrealista eran como sueños. Salió
corriendo a abrir la puerta de la calle. En ese momento entró un individuo vestido
con un traje negro, junto con una señora elegantemente vestida, quienes,
197
sin detenerse, se metieron hasta donde su amigo Javier trabajaba en esos momentos.
Desde su estudio se oían gritos y mentadas de madre, después se oyó un gran
silencio.
Dos minutos después, las mismas personas abrieron la puerta del estudio de Varzal, y
sin pedir permiso se metieron hasta donde estaba él, se sentaron en su cama y no
hablaron durante 5 minutos.
–Disculpe, pero su amigo me saca de quicio, sabe, me había vendido unas obras
espantosas. Después de una semana, comenzó a caérseles la pintura. Usted lo sabe
bien: el óleo de blanco de plata lo mezcla con secativo y con polvo de asbesto. Hace
una semana, le devolví sus pinturas y hasta hoy me regresó parte de mi dinero –le
dijo el coleccionista; y continuó diciendo: -¡Cuántos problemas tengo con su amigo!
Sabe que cuando vine a regresarle sus óleos, le dije que la pintura, después de ocho
días, se me había acabado. ¿Y usted que cree que me contestó? Pues que también a
él ya se le había acabado el dinero. Pero ya me regresó una parte de la plata, ya me la
regresó... Mire, maestro, quisiera comprarle esta silla de madera, la vez pasada que
vine, su amigo me hizo pasar a su estudio ¡es bellísima!. Le doy 1,500 pesos, –le dijo
el coleccionista, viéndole amenazadoramente.
–No, señor, vale 23,000 –le contestó, pensando que no tenía ni un centavo para pagar
la renta y este precio aún era muy bajo.
–Mire, aquí tengo un cheque de 2,000 pesos de su amigo Javier y usted me da el
cambio, que son quinientos pesos.
–No, señor, vale 23,000 –volvió a repetirle.
En eso comenzó a contarle una historia de su negocio, que estaba a punto de
quebrar, y que su esposa ahí presente era testigo; contó de su familia, que él los
ayudaba mucho pues también les había ido muy mal.
Así pasó una hora y le proponía la misma cantidad. La escultura la había trabajado
durante unos largos diez meses y no podía aceptar un precio como ése.
198
En las cortinas de su ventana se reflejaba la sombra de su amigo, la de su compañera
y la de su hijo, que escuchaban la conversación.
En un descuido del marido, la señora sacó un fajo de billetes. Al ver que su
compañera sacaba el dinero, los ojos se le inyectaron al coleccionista y no tuvo otra
alternativa que contar el dinero: eran billetes de baja denominación y sumaban 1,500
pesos, los que puso en el cajón de la mesa de dibujo, junto con el cheque de Javier
de dos mil pesos.
–¡Espere! No puedo venderle a este precio –le dijo; pero el coleccionista ya tomaba vuelo
con su escultura, que se había cargado en sus fuertes espaldas; al mismo tiempo que
tomaba –con su mano izquierda–, de su mesa de dibujo, una pintura al óleo de
pequeño formato. Inmediatamente, la señora se levantó y se le pegó a la espalda para
protegerlo de algún golpe –mientras el coleccionista corría–, golpe que, él, quizás le
hubiera dado, de no haber sido por la elegante y guapa señora.
A su amigo Javier no lo había visto durante unos quince días. Cuando regresaba a la
casa, se encerraba y en la mañana, salía muy temprano. Un día lo encontró en la calle
y le dijo que hacía dos semanas que no podía cobrar su cheque de dos mil pesos.
–Es por eso que me ofendía el coleccionista la vez que se llevó tu escultura –le dijo
su compañero de casa–, mi cheque no tenía fondos; unos días antes me había ido a
ver para regresarme el cuadro y ese día le dí el cheque.
-Ese día en tu estudio –continuó diciendo–, nosotros estábamos oyendo todo,
¡Carajos! eso fue un robo, te juro que ya no voy a regresarle el dinero que le debo,
pues el cheque de dos mil era solo un adelanto del total que tenía que regresarle.
Algunos años después volvió a encontrar a los asaltantes de arte, a la entrada de una
galería y el coleccionista le pidió que le fuera a restaurar su escultura, ya que era la
culpa del artista que se le hubiera ido la patina de pintura, al caerle agua de lluvia.
El artista indignado, le dijo que aquello había sido un asalto, que lo había robado
protegiéndose con las espaldas de su mujer. Al coleccionista se le encendió el
carácter y le dijo que eso era una ofensa. Alzando el puño hizo la mueca de
golpearle, pero cuando vio que Varzal se ponía en guardia para contestarle
199
a su orgullosa y violenta respuesta, se alejó rápidamente con su mujer, masticando
algunos improperios. Cuando se retiraba, el artista le repitió: -¡Eso fue un asalto!
<<Ω>>
Periódico La Jornada: La muerte volvió a viajar en microbús y le tocó a una mujer
frente a su hijo de 3 años.
Graciela Cruz descendió de la unidad junto con su pequeño hijo, pero antes de
terminar de bajar, el chofer arrancó, lo que hizo rodar al niño por el suelo. La mujer
pegó un brinco para salvarlo de las ruedas, cuando el operador no contento de su
acción y a pesar de los gritos de los pasajeros para que detuviera su vehículo, frenó,
pero puso reversa para pasar sobre el cuerpo de la mujer, quien estaba solamente
herida; y después, arrancando hacia adelante volvió a atropellarla, lo que
definitivamente le quitó la vida. Calles adelante, el sujeto obligó a los pasajeros a
abandonar la unidad para poder escapar con el vehículo…
<<Ω>>
En México la pelea era dura, la sociedad civil y los partidos políticos estaban en
movimiento. Los contendientes que habían jugado en las elecciones eran Cárdenas
del PRD y Salinas de Gortari. El PRI, o sea el partido en el poder, movía todos los
hilos desde la presidencia para continuar llenándose los bolsillos con el dinero del
pueblo y no dejar la silla presidencial. El PRI, como siempre, estaba desprestigiado,
pero no tanto como en esas elecciones de 1988.
Era el mes de agosto de ese año y llovía fuerte. Varzal había tomado un taxi que tardó
casi tres horas, haciendo un rodeo enorme, para llegar al parque de Chapultepec; el
problema era que habían atravesado unos autobuses para cerrar la avenida de
Reforma; llevaba unos cuadros para reemplazar los que ya había vendido en su
exposición individual del Museo de Arte Moderno, donde exponía grabados, pasteles,
óleos y esculturas.
La avenida Reforma estaba bloqueada por autobuses de la ruta 100 y por todas las
manifestaciones que se realizaban en esos días; servían para protestar por el fraude
del gobierno priísta.
200
El artista pintor estaba todos los días presente en el museo, vendiendo sus catálogos,
sus libros Comix-Arte de Varzal, carteles, etc., en una mesa que se encontraba a la
entrada de la galería; ésta atraía a los visitantes, quienes le pedían –además de
comprar sus impresos– que les diera explicaciones de su trabajo ahí expuesto.
Así, algunos se interesaron en comprar sus obras. Un visitante, quien regresaba a ver
la muestra, le dijo que cuánto hubiera deseado comprarle el óleo del toro cibernético
para su hijo, quien con sus ahorros solo pudo comprar un libro de sus obras.
Un día vio y oyó que unos jóvenes echaban volados a la entrada de la sala para saber
si el artista era hombre o era mujer. Uno de ellos dijo: -Varzal es mujer, pues tiene
unas obras de contenido feminista-. Él quería acercarse para aclarar esta incógnita,
pero no pudo, y después, porque un hombre le dijo: -Mire, maestro, yo soy
psiquiatra, quiero comprarle el cuadro de la paráfrasis de Brueghel, “Si un Ciego
Guía a Otro Ciego”... pero mejor atienda a su público, que lo reclama, para que les
dé una plática; y hábleme por teléfono, por favor.
Llega un grupo de niños a ver la exposición, guiados por una profesora; dos infantes
traen cada uno una lata de refresco, unidas con un hilo, que utilizan como teléfono; al
ver las obras, se comunican entre sí para comentarlas. Al acercarse al artista, le
preguntan sobre un óleo de gran formato: –¿Artista, cómo te sientes con esta
pintura?
–“La contaminación” es una de mis mejores obras, y formará parte de la colección de
este museo. El estallido de chatarras de autos representa el daño permanente que se hace
al medio ambiente, lo que trastorna la vida de los seres humanos, de los animales y de
las plantas; pero también, la pintura representa la corrupción, que es otra
contaminación producida por el poder, la ambición. Al fondo del cuadro, en el horizonte,
un pequeño hombre se retuerce y grita; mientras que en la parte inferior derecha un
vendedor de periódicos vocea los horrores de la vida de la ciudad;
con esta obra me siento bien, muy bien, –les contestó. Enseguida los niños,
colocándose los botes de refresco en la boca, lo felicitan.
–Maestro, me llamo Hélène Beaugrand, soy de Troyes, Francia. Estaré en su país
durante dos meses, para mejorar mi español, y voy a comprarle el grabado de
201
“Rascándose las Pulgas con sus propias Uñas” –le dijo una adolescente que era parte
del grupo a los que les explicaba su obra.
–Pero es usted la coleccionista más joven de la tierra, ¿qué edad tiene? –le preguntó el
artista.
–Catorce años –le contestó la adolescente.
Unos días después, llegó un empresario al museo, quien le pidió le acompañara a ver
la obra con él. Con el catálogo en la mano, comenzó a escoger las obras por las que
se interesaba. En 10 minutos había escogido 17, el pintor estaba perplejo.
–Me interesa que me haga la cuenta de esta serie de sus obras, solo que le pido que
me haga un 40% de descuento al precio de su lista –le pidió el coleccionista.
–Mire, señor, yo a estos precios ya les quité el 40% de la galería. Ya que aquí estoy
vendiendo sin intermediarios. Creo no poder darle precios más bajos. Pero sí puedo
hacerle un 10% de descuento –le dijo, pensándolo muy bien.
–Ahorita mismo le hago el cheque, si usted se decide a hacerme el 40%; es ahorita o
nunca.
Caía una fuerte lluvia y mientras Varzal cerraba su paraguas al llegar al museo, un
hombre muy joven se le acercó diciéndole: -Hola, soy empresario. Mire, me interesan
7 óleos para adquirirlos. En uno de ellos, “Xam el torturador”, el personaje, tiene
una pequeña swástica: quería ver si podría usted borrársela; pero antes de cerrar el
negocio, quisiera ir a su estudio para visitarlo.
Su esposa y él acababan de cambiarse de domicilio y estaban tirando parte de la casa
para transformarla en talleres. A las 6 de la tarde llegó el coleccionista al futuro
estudio. Llegó con una botella de vino, acompañado de su secretario, contador
y chofer, y le pidió que le mostrara la obra que tenía. Le había mostrado casi todo,
menos una gran tela, que no la volteaba porque tenía varios posibles compradores, y
además su esposa quería que se quedaran con ella, porque era quizás la mejor de
todas sus obras.
202
–¿Qué tiene usted allí, maestro, que no quiere mostrar?.
–Es una pintura que está dañada, es por eso que no la muestro nunca.
Como les habían prometido un café a los visitantes, su compañera y él subieron al
primer piso para hacerlo. Cuando bajaron, el cuadro “La Civilización” estaba
colocado sobre el caballete, y en la mesa había un cheque.
-El óleo “La civilización” creo que es mi mejor logro, donde pinto la maquinaria del poder
y la corrupción, con la forma de un navío que tiene cabeza y pies. Del casco del buque,
por unos tubos transparentes se desechan seres humanos; simultáneamente unos
engranes mueven un dedo, invitando a entrar a los dédalos de la alteración de los
sentidos. En la parte inferior derecha hay una pequeña cabaña, donde un campesino
observa cómo el destructor aplasta todo el paisaje, mientras su perro, famélico, le ladra.
–Le pido mil disculpas, pero esa tela no se vende, es parte de nuestra colección personal, y
si llegara a venderlo sería por un precio muy alto. Mire, hay tantas obras aquí, y
además en la exposición ya usted escogió siete obras.
Pero el joven empresario insistió, haciéndole un nuevo cheque que estaba lejos del
precio que podría costar este óleo de gran formato.
Varzal le había subido al precio unas 4 veces más para evitar que el coleccionista lo
comprara. Así pasó la noche: él hacía un nuevo cheque y el artista lo rompía. A las
6.30 de la mañana, entre risas y vinos, dejó un cheque sobre la mesa con el precio
que le había pedido.
A pesar del bloqueo para interrumpir el tránsito, la gente, tomando el metro, lograba
llegar al Museo de Arte Moderno para ver la exposición titulada “Contra el Viento,
del Comix al Feminismo, una Antología”, la que tuvo en aquella ocasión un gran éxito
y muchos visitantes.
Once años antes, en 1977, algo similar sucedió en su exposición individual del
Palacio Nacional de Bellas Artes, donde vendió gran parte de su obra, en la muestra
“Arte Fantástico, Humor Negro, Ciencia Ficción”, a pesar de que rompía con muchos
203
de los cánones del arte establecido: había sido un éxito, ya que aparte había instalado
dos exposiciones paralelas de dibujos, en dos galerías de la metrópoli.
<<Ω>>
15 de marzo de 1999: Los delegados Zapatistas están en todos los estados de la
república promoviendo la Consulta Zapatista.
Hoy le empezaron a salir hojas verdes al árbol de la calle, y en él un pájaro comenzó
a construir su nido. La contaminación acá en el noroeste de la ciudad se levantó a las
4:30 de la tarde.
Llegan al taller Los Dos Agustines: trabajan hasta la tarde enmarcando las fotos que
les prestaron en el periódico de la Jornada.
Varzal les contaba que había leído en el periódico La Jornada, de los indígenas
zapatistas, de cuando iban llegando a la ciudad de México, viajando más de 50 horas
desde las montañas y selvas de Chiapas: una mujer, al ver las avenidas, exclamó
sorprendida cuando el autobús estaba en medio de un embotellamiento: -¡¡Pero para
qué quieren tantos autos!! Y entonces a Los Agustines les llegó el humor negro: –
Cuando vayamos a Chiapas, dijo Manuel, y Agustín añadió: –Les diremos que para
qué quieren tantos árboles, si los pinches taladores de los priístas se los van a
tumbar-…
-Humor negro muy pendejo de nuestra parte -dice el pintor.
Comienzan a llegar otros artistas, escritores y vecinos a ayudar, entre todos trabajan
en el taller la instalación Acteal: modelan palomas con papel bond y unas pelotas de
unicel; a una paloma muerta le pintan sangre en el pecho; hay 8 palomas que
avanzan, en el pecho tienen escrito EZLN; arman un esqueleto con un rostro lleno de
pequeños esqueletos, ojos de vidrio, tiene una playera corta con esqueletos y en la
frente dice: PRI-NEOLIBERALISMO.
Día gris, de mucho viento y lluvia.
Insólita reunión de empresarios e indígenas del EZLN en la ciudad de México, en un
lujoso hotel capitalino. Los trajes y vestidos de diseño de los empresarios
204
contrastaban con las ropas desgastadas de los Zapatistas que compartieron palabras y
alimentos.
Un directivo de la empresa Bacardí les pregunta: -¿Por qué no beben alcohol, si se
hallaron plantíos de mariguana? –Son los campesinos que están a favor del ejército,
son quienes los siembran –les respondieron. Coincidieron empresarios e indígenas al
final de la reunión en que el gobierno federal no ha sabido resolver el conflicto
armado en Chiapas (Periódico La Jornada).
El 21 de marzo era un día brillante, lleno de sol, sin contaminación, entre todos
cargamos las mesas, bancos, todo lo que iba a servir para la instalación. A las 10 de
la mañana nos colocamos en la Calzada de Guadalupe y Clave, a las afueras del
supermercado Gigante La Villa; colgamos una manta en la entrada del súper, del lado
de la calzada de Los Misterios, anunciando la Consulta Zapatista. Una hora después
comenzaron a llegar los ciudadanos a ejercer su voto, dejando en una alcancía que
habíamos puesto sobre la mesa, desde monedas, hasta billetes de 200 pesos, y su
voto. A las 6 de la tarde cerraríamos la votación, pero a las 4:35 se habían
terminado las boletas, dejando 450 votos; el 99 % de la gente llegó con un gran
entusiasmo y fue como un día de fiesta.
Estuvieron 16 personas instalando las mesas con pequeñas esculturas de cartón, más
las palomas de papel-unicel, un maniquí grotesco que espantaba a los niños y que se
parecía a Carlos Salinas de Gortari; en varios hilos colgaron unas 40 fotos entre los
postes de luz, de los Zapatistas chiapanecos…
Los acompañaba Rosa, una señora de unos 75 años, chaparrita y muy delgada, quien
platicaba muy entusiasta con la gente; parecía una abeja que volaba cuando repartía
alegre la propaganda, explicando a los asistentes con un buen discurso el porqué de
la consulta. Después, cuando terminaron, se fueron a entregar los votos a la
Coordinadora Zapatista -que estaba a las afueras de la Delegación Gustavo A.
Madero-, y el dinero de la alcancía; ya cayendo la noche se fueron a una taquería a
comerse algo, pues desde el desayuno no habían comido nada.
205
CONSULTA ZAPATISTA
1,- ¿Estás de acuerdo en que los pueblos indígenas deben ser incluidos con toda su
fuerza y riqueza en el proyecto nacional y tomar parte activa en la construcción de un
mundo nuevo?
>SI<
>NO<
2,- ¿Estás de acuerdo en que los derechos indígenas deben ser reconocidos en la
Constitución Mexicana, conforme a los acuerdos de San Andrés y a la propuesta
correspondiente de la Comisión de Concordia y Pacificación del Congreso de la
Unión?
>SI<
>NO<
3,- ¿Estás de acuerdo en que debemos alcanzar la Paz verdadera por la vía del
diálogo, desmilitarizando al país con el regreso de los soldados a sus cuarteles, como
lo establecen la constitución y las leyes?
>SI>
>NO<
4,- ¿Estás de acuerdo en que el pueblo debe organizarse y exigir al gobierno que
“Mande obedeciendo” en todos los aspectos de la vida nacional?
>Si<
>NO<
7 de abril. Policías y priístas recuperan San Andrés Larráinzar. Desalojan a los
Zapatistas de la sede del consejo municipal autónomo de Sakamen de los Pobres, a
fin de instalar el ayuntamiento priísta. El periódico La Jornada, publica fotografías
donde se ve a las fuerzas de seguridad instaladas en el lugar.
8 de abril. Indígenas Zapatistas RETOMAN San Andrés Larráinzar y la policía
abandona el centro del poblado, retirando el retén militar ante la concentración de
más de tres mil indígenas, hombres y mujeres, muchas de ellas con sus hijos en la
espalda, encapuchados o con paliacates: llegaron a exigirles con gritos y empujones
que se retiraran. Ya posesionados de la alcaldía, los indígenas reinstalaron a los
integrantes del consejo municipal autónomo.
206
<<Ω>>
Era un día muy nublado y comenzaban a caer unas gotas de lluvia, cuando el pintor
decidió visitar el museo Frans Mayer de la ciudad de México; ya adentro se encontró
a la mamá de su amigo Juan Luis –El Churumbel– a quién hacía muchos años no
había visto, y dirigiéndose a él, le dijo: -¿Cómo está usted, Varzal?, me da mucho
gusto volverlo a ver; y gracias, pues su mamá atendió muy bien a mi Luisito durante
casi un año, hasta le dio como regalo de despedida un cubrecama, que le estuvo
tejiendo durante diez meses.
–Pero señora, mi madre casi no sabía tejer; además trabajaba todo el día en su negocio y
nunca tenía tiempo para estos menesteres.
Hasta ese momento, Varzal, supo que el tan buscado cubrecama se lo había llevado
El Churumbel.
<<Ω>>
Y un día, con la edad ya avanzada, rememorarás a tus abuelos –aunque no los hayas
conocido–, a tus padres, a tus tíos, a tus hermanos y medios hermanos, y recordarás
que tú eres el último, y que todos ya han muerto, y después evocarás tus aventuras,
las alegrías, los golpes bajos y las desgracias, las que forjaron en ti, hasta el último
tramo de tu existencia, las aventuras en la creación artística y la pasión por la vida: la
suma de los totales.
<<Ω>>
¡¡¡Uf!!!!!... ¡¡¡Ya estamos en el año 2000!!!
Hoy es día jueves 6 de enero; a las 10:30 de la mañana Varzal va al tianguis que se
instala cada semana a una cuadra de su casa, y se encuentra a Rosa, quien los había
acompañado en la Consulta Zapatista, explicando a la gente los problemas de los
indígenas chiapanecos, los acuerdos de San Andrés Larráinzar no cumplidos y el
motivo de la consulta con un brillante discurso.
207
Rosa es una mujer muy carismática, quien porta siempre una gran sonrisa: a sus 75
años pareciera tener 35 por su actitud tan juvenil, caminando muy recta y muy ligera,
como una gacela; a momentos, pareciera volar como una libélula.
Hoy, aquí en el mercado, se ponen a platicar sobre los acontecimientos actuales; de
pronto se posa como una sombra una mujer anciana que saluda a Rosa: la abuela
octogenaria está encorvada y tiene que enderezar el cuello para poder alzar la
cabeza, babeando un poco; le dice a Varzal que ella es una amiga de la infancia de
Rosa, que fueron las dos a la misma escuela primaria y que tienen la misma edad.
Rosa comienza a ponerse un poco nerviosa por su presencia.
–Qué bien está el chamaco. Está bien buenote -refiriéndose al artista-, ya era tiempo
de que encontraras pareja, mi querida Rosa, te hace falta alguien en tu cama, pues
estoy segura que ni tus hermanos ni tus sobrinos te calientan las sábanas –le dijo a la
libélula-gacela la mujer casi octogenaria, mientras se limpiaba las babas; y continuó
diciendo: –Y usted, jovencito, aprovéchese bien de esta mujer, hágale de todo,
póngala como quiera, hágala gritar, que estoy segura que mucha falta le hace -le
aseveró la mujer, viéndole profundamente a los ojos, –Y tú Rosa, cuando estés bien
tocada por este muchachito, me vas a contar inmediatamente todos los detalles.
–Nos vemos Varzal, me voy a comprar mis frutas, le dijo Rosa, quien había perdido
su hermosa sonrisa, retirándose con los ojos tristes y su corazón lleno de vergüenza.
<<Ω>>
Varzal desciende de este demente y cachondo transporte colectivo, donde los
pasajeros asisten en este momento a un aturdido espectáculo, los que absortos no
escuchan que el chofer les dice:
–Señores pasajeros, por favor hagan el favor de bajar del autobús, pues éste, hoy no
llega hasta su terminal del Centro Histórico, debido a que cerraron las calles por la
llegada del Subcomandante Marcos, quien llega hoy a las 2 de la tarde.
El sol está en el zenit y la explanada del zócalo capitalino está al rojo vivo. Faltan aún
dos horas para la entrada del Subcomandante Marcos a la plaza más grande de
América Latina, y ésta ya vibra intensamente con el estruendo de miles de personas
208
que llegan como en peregrinación: de todas las ciudades, selvas y montañas de la
República Mexicana. Los puentes y las avenidas por donde va a pasar el guerrillero,
están inundadas de espíritus ardientes.
Ciudad de México. 1992 - 2001.
209
LA MENTIRA, EL ENGAÑO, LA TRAMPA
Como siempre, cada mañana Varzal se aparecía en la galería del Museo de Arte
Moderno del Distrito Federal, donde estaba montada su exposición titulada “Del
Comic al Feminismo, Contra el Viento, una Antología”, para la que la critica de arte
Raquel Tibol había escogido las obras, como curadora. Dentro del recinto, el artista
había colocado sobre una mesa sus catálogos, libros y carteles para venderlos; esto le
permitía estar cerca del público, al que daba explicaciones de su obra, además de
interesarlo para su posible adquisición.
Era una época difícil, ya que habían pasado hacía apenas un mes las elecciones para la
presidencia de la Republica en el país. Una de esas mañanas, estando casi vacía la
galería, se puso a platicar con uno de los custodios, y a comentar los acontecimientos
del día: estaban acalorados, discutiendo todas las “movidas” que el PRI había hecho
durante las elecciones; de pronto el guardián le señaló con la vista que había alguien
atrás de él, y en ese momento sintió el cañón de una pistola en su espalda: al voltear,
se encontró con un hombre vestido con un traje gris muy elegante, alto de estatura y
de complexión muy robusta, que portaba unos lentes negros; fue tal la impresión que
exclamó: -¡Un guarura!. Desgraciadamente ya lo había dicho, pues este hombre,
quien hoy es el guardaespaldas del director de uno de los más prestigiados diarios del
país, había sido uno de sus mejores amigos en la infancia. Se llamaba Eliseo, pero le
decían El Charal, porque desde su niñez había sido extremadamente delgado; era hijo
de un pastor protestante de la iglesia a donde el pintor asistió durante su niñez;
Eliseo, a esa edad, era un malvado, realizando sus travesuras mientras que su padre
predicaba: un día, llevó un largo rebozo y cubrió las piernas de una docena de niños
que estaban sentados en la primera banca de la iglesia.
–Vieja el que no se saque el pito, les dijo El Charal a todos los infantes, y en el
preciso momento que el pastor se dirigía con mucho orgullo a los presentes de la
primera banca diciendo: -Los niños son de Cristo, él es su Salvador… el Alfeñique
jaló el rebozo descubriendo todas las pequeñas virtudes de los niños…
El pastor castigó a casi todos poniéndoles con la cara a la pared, menos al Charal,
quién salió como un bólido hacia la calle.
Avergonzado, Varzal se preguntaba cómo pudo haber caído en esa trampa.
210
Platicaron muy poco en la galería: le dijo su amigo que tenía mucha prisa y se retiró;
el pintor se despidió del custodio y se fue a caminar por los jardines del museo,
recordando a su amigo cuando era un alfeñique y quien ahora se había transformado
en un coloso.
En las últimas bancas de la iglesia algo pasaba y se oía un murmullo, se oyeron
alaridos: el pastor gritó -¡Aleluya!. Al oír esta exclamación, por lo general los niños de
la primera banca susurraban al unísono: –¡Cada quien con la suya!-, pero por el
momento sus amigos estaban castigados y él quería saber lo que pasaba; en un
descuido del pastor, aprovechó para escabullirse y esconderse en un lugar desde
donde podía ver este extraño evento. Se trataba de la hermana mayor de su amigo El
Charal, quien tendría unos 17 años. Elena se debatía lanzando unos extraños ruidos
guturales, se retorcía haciendo gestos que le deformaban la cara, se desgarraba las
ropas; y de pronto cayó al suelo, le temblaban las manos y las piernas, al mismo
tiempo que decía cosas incomprensibles. Su padre, el pastor, exclamaba: -¡Aleluya!,
¡la hija de Cristo está hablando en lenguas!.
De pronto todos los niños se arremolinaron en el escondite de Varzal. Samuel dijo
que estaba poseída, David lo contradijo diciendo que esa no era la palabra, sino que
Dios la utilizaba para enviar un mensaje a los que se sacaban las pirinolas en la iglesia
y así castigarlos; a todos les dio mucho miedo y se fueron a sentar arrepentidos,
adelante, en lo que era la primera banca de la iglesia.
><Ω><
El día era agradable esa tarde en el parque del museo, el pintor veía como utilizaban
las ardillas las cortezas de los árboles para hundir sus afiladas uñas y escalarlos a gran
velocidad. Así, el buen tiempo le hizo perderse en el pasado.
Se vio caminando en un barrio popular a eso de las 6 de la tarde, cuando llegó a la
casa de su hermana; como siempre, sus sobrinos le recibían con gran alegría y
encendían su recién comprado televisor, aunque nadie lo veía, puesto que mientras su
hermana preparaba la cena, sus hijos le mostraban sus libros y trabajos de la escuela,
así como también le contaban uno que otro chisme de familia.
211
Durante la cena, su hermana le informó que un señor le andaba buscando, y había ido
a su casa varias veces, y también le había buscado en su antigua dirección, solo que
ella no había querido informarle sobre su nuevo domicilio: –Este señor es muy
extraño, queríamos comentarte antes para que tú nos dijeras qué hacer. El problema
es que a uno de mis hijos se le salió decir que tú vendrías a la casa en esta fecha.
Estaban terminando de cenar cuando un individuo, sin tocar a la puerta, entró de
repente y se sentó con ellos a la mesa.
–Se ven muy ricos los chilaquiles, con el hambre que traigo me terminaría toda la
cazuela.
La familia de Varzal y él se quedaron sorprendidos de la llegada intempestiva de un
señor de unos 50 años de edad, vestido con un traje color tabaco que no le cerraba
debido a su enorme vientre; de estatura alta, pero casi sin cuello por su gordura, su
cabeza se aferraba directamente por medio de una gran papada a un cuerpo
rechoncho; su cara era cacariza y expresaba una bondad teatral.
–Discúlpenme soy el hermano Rubén Huerta, ustedes no me conocen, pero yo
conocía a su padre; aunque lo vi pocas veces, me habló mucho de su familia.
Hermanos en Cristo, ahora yo me dedico a dirigir la Iglesia de Dios, soy desde hace
ya dos años un ministro de nuestra santa iglesia. Y sin pedir permiso, tomó un plato y
comenzó a servirse no solamente chilaquiles, sino que también puso a un lado el
mole con dos piezas de pollo y frijoles, y en un segundo plato se sirvió una gran
rebanada de pastel–.
–Dios, te doy las gracias por estos alimentos y por haberme ayudado a encontrar al
hermano Varzal-... Así, realizó una larga oración. – Y bendice a los habitantes de esta
casa, amén-. Y cuando terminó, comenzó a comer como si no lo hubiera hecho en
semanas.
–Hermano Varzal, vine a saludarlo, pues tenía un gran deseo de conocerlo; además,
por una promesa que le hice a su padre. Cuando él estaba agonizando, me pidió
mientras moría entre mis brazos, que me encargara del alma de usted y que le pidiera
que se entregara usted a nuestro Salvador; dedicando su vida al ministerio
212
de nuestra iglesia –dijo el pastor, entre chasquidos al masticar la comida. Agregando:
-Usted podría ser mi ayudante adonde yo dirijo a mi rebaño-.
–A mí me gustan las tradiciones de la iglesia católica –le contestó para salirse un poco
del tema, porque ya había pasado un largo rato de silencio mientras el pastor repetía
tres veces el menú.
–¡Esos adoran a santos de piedra, nuestro Señor Todopoderoso no es de piedra –le
dijo–, mientras a señas pedía una taza de café a la hermana del pintor.
–Bueno, el catolicismo es parte del cristianismo; sabe, yo estuve en Jerusalén, en Belem y
en el río Jordán; ahí asisten todas las sectas del cristianismo y en el tiempo que estuve,
nunca vi ahí a alguien que se peleara por lo de los santos de piedra. –le contestó el
pintor, con el fin de evitar una confrontación, puesto que los silencios se hacían cada
vez más largos.
–Son paganos, bailan, se emborrachan, son mujeriegos y mentirosos, yo me salvé de
esto, pues fui igual; ya dejé el trabajo de la albañilería para ganar dinero, pues con
este dinero me iba a emborrachar a la cantina: ahora soy albañil de Cristo, pues
construyo su templo con mis ideas y mis virtudes –dijo esto con un afán de
superioridad, mientras su hermana y sus sobrinos ya habían dejado la mesa, en vista
de que el tiempo pasaba rápido y se sentía una cierta tensión por el tema que se
trataba y porque el café lo tomaba con sorbos demasiado sonoros. Varzal estaba ya
un poco nervioso, ya que comenzaba a recordar el accidente de su padre.
–Mire, señor Rubén, no me llame hermano, porque yo no soy protestante –le pidió de
favor.
–¡Gloria a Dios! Caigo en el buen momento, tendrá usted que cumplir con los deseos
de su padre para que usted pueda salvar su alma –dijo el ex albañil relamiéndose los
labios.
–Además desde adolescente soy ateo (aunque lo dudó un poco) –le contestó ya para
terminar con esta infructuosa plática.
213
–¡Sangre de Cristo!, está usted viviendo en pecado –exclamó levantándose de su
asiento.
–¡Cómo puede usted rebatirme esto!, –abriendo la Biblia al azar, comenzó a
deletrear un salmo de la Biblia.
El artista no estaba muy enojado, pues había algo muy turbio en su historia, que le
comenzó a hacer mal.
–Mi padre no estuvo en agonía, porque su muerte en ese accidente automovilístico fue
instantánea y solo su esposa fue testigo del hecho y mi padre deseaba enormemente que
yo continuara con mi carrera de pintor. ¡Usted es un farsante y mentiroso! –le dijo. Y
ahora sí, comenzaba a enojarse; y continuó diciendo: -Y utiliza este engaño para
meterse en la casa de mi familia para hacer proselitismo y venir a tragar gratis.
–¡Sangre de Cristo! –gritaba, al mismo tiempo que se le atoraban en la enorme
papada los sabrosos panes de dulce y el pastel que su hermana había comprado
especialmente para esta ocasión.
–Y según la Biblia, la mentira es un Pecado Mortal y Dios envía a los mentirosos al
infierno y más a los que se dicen ser representantes de él en la tierra –le contestó el
pintor furioso.
Al pastor protestante se le desigualó la cara y no pudiendo contestar nada, bien
cenado, salio de la casa sin despedirse; murmurando algún maleficio entre dientes.
><Ω><
–Mire, yo fui testigo, lo mataron frente a mi puerta y tuve que ir a declarar. Me
sacaron de mi casa y me llevaron a las fuerzas, usted sabe, yo no quería, pues,
porque si dice uno la verdad uno se mete en líos. Sí, yo vi quién fue, pero aquí lo
guardo dentro del alma.
Veinticinco años después del incidente con el ex albañil mentiroso, convertido a
pastor protestante, un trabajador del tabique que restauraba y transformaba la casa de
Varzal en la ciudad de México, le contaba cada semana la misma historia, ya que
214
hacía San Lunes, San Martes y San Miércoles, es decir, no se presentaba a trabajar
sino hasta el jueves y viernes, y algunas veces tardaba en regresar hasta tres semanas;
y siempre se le olvidaba que le había contado el mismo pretexto.
–¿Oiga, es que a los asesinos de su pueblo les gusta la fachada de su casa para matar
gente, o son los asesinados quienes escogen su casa quizá por su color o por el estilo de la
puerta para morir? –le preguntó el artista.
–¿Cómo, yo le conté eso? Creo que usted me malentendió. Lo que sí hubo fue una
pelea enfrente de mi casa, pero pinches maricones se agarraban solo a cachetadas, se
gritaban y se decían un montón de groserías. Al rato, se juntó la gente y les hicimos
rueda y les echábamos porras y chiflidos para que se animaran a pelearse como los
machitos. Yo no sé de dónde eran, pues allá en el pueblo si uno se pelea, se agarra
uno a chingadazos de a de veras y a veces hasta salen a relucir los puñales; quizás
eran de aquí de la capital –mientras decía esto, el albañil emocionado, mimaba las
peleas amaneradas de los capitalinos.
Un día Varzal le dijo que ya no podía darle trabajo y ya no lo volvió a ver hasta
pasado el tiempo; un día que estaba en su casa de la ciudad de Cuernavaca, de
pronto vio que estaba enfrente de él; el artista no supo cómo lo encontró; le dijo que
necesitaba trabajar y como él necesitaba un albañil, se quedó a trabajar desde el
martes; el viernes se fue a su pueblo y no regresó hasta 5 semanas después; y como
si no hubiera pasado tanto tiempo, continuó con la construcción del muro que no
había terminado en la barranca.
–Sabe, no pude venir todo este tiempo porque en mi pueblo tengo mi casa igual que
la suya, con una barranca. Allá hay un tipo que ya la traía conmigo, yo estaba
trabajando en la barranca haciendo un muro, y que llega Jacinto; comenzamos a
discutir y cuando ya se estaban poniendo duras las diferencias, que me saca un puñal,
pero yo fui más veloz, le agarré la muñeca donde tenía el cuchillo con mi mano
izquierda y con la derecha le sujeté fuerte el cuello de la camisa; y no sé cómo lo
hice, pero Jacinto salió volando a la barranca. Sí señor, lo desbarranqué. Aún oigo su
grito y un golpe seco, como cuando cae un costal de papas. Igual de profunda que su
barranca, cayó abajo unos 20 metros; y desde entonces, cada noche, ya no puedo
dormir, en donde esté. Cuando le relataba su historia de la pelea en la barranca,
215
sujetaba el puño izquierdo y el cuello de la camisa del pintor para hacer la
demostración de cómo lo había lanzado al vacío.
–¿Y usted, qué ha hecho con tan enorme problema? –le preguntó Varzal.
–Bueno, usted sabe, yo tengo un buen abogado, ese mismo día me fue a visitar a la
casa Hank, y me dijo que no me preocupara, que por eso éramos compadres.
Varzal solo esperaba a que el albañil le terminara de contar la historia para decirle
que por favor ya no regresara a trabajar.
–¿Hank?, ¿Tiene usted un abogado alemán? –preguntó intrigado, pero pensando: Este
cabrón me va a contar cada semana la misma historia del desbarranco.
–Es Hank González, el ex ministro de Turismo, mi compadre, que me quiere mucho y
solo me pidió que me desapareciera unos días del pueblo, mientras él arreglaba todo
–le contestó el albañil.
Varzal se quedó pensando: -Este cabrón está alucinando, más que desbarrancador o
mitómano ha de andar en el peyote; además en México no se les dicen ministros sino
secretarios, y éste Hank no es abogado, sino que él mismo se dice profesor.
Y así por segunda ocasión le pidió que ya no volviera al trabajo porque él también
había tenido un problema igual al suyo, en su barranca, y que como él no tenía
abogados tan prestigiados y poderosos, le estaba saliendo un poquito caro el asunto y
que iba a parar la obra por falta de dinero.
–¿A quién mató, Don Varzal ?, saltó el albañil atemorizado.
–¿Yo?, No, a nadie... a nadie... le contestó.
Intrigado el trabajador, y un poco nervioso, Varzal lo vio alejarse, perdiéndose en el
camino anegado, esa tarde de lluvia.
En ese momento recordó que el albañil le había dicho que sobre su mesa le había
dejado un regalito. Al entrar a la casa vio clavado un puñal sobre el mueble indicado,
216
el cual tenía grabado de un lado sobre el metal : “De la muerte me río…” y del otro
lado, “…pero no del amor”.
México D.F. 1995-1998.
217
PEQUEÑOS AVATARES
Casi chismes
El arquitecto Felipe Lacouture, director del Museo San Carlos y del Departamento de
Artes Plásticas del INBA, en 1976, realiza por concurso la posibilidad de que los
artistas presenten sus proyectos de exposición. Varzal presenta el proyecto “Arte
Fantástico, Humor Negro, Ciencia-Ficción”, con 19 fotos de pinturas al óleo, 25
fotos de estudios para cuadros y un texto explicativo de su obra Comix-Arte. Gana la
posibilidad de exponer un año después en el Museo del Palacio de Bellas Artes, en
las salas 4 y 5, del 17 de junio al 24 de julio de 1977.
Un día, tocan el timbre de su departamento de la calle Cosala: es Taracena ll, que le
da la noticia: –Venía yo pasando por aquí, pues vivo a dos cuadras. Yo fui jurado,
junto con mi hermana Taracena l, y somos nosotras dos quienes te apoyamos para
lograr tu exposición en el Palacio de Bellas Artes. (Taracena l era la que había
estudiado Historia del Arte y su hermana trabajaba en la administración de las oficinas
de la dirección de Artes Plásticas). -Quiero visitar tu estudio de la calle Mazatlán
porque nosotras queremos una de tus obras como pago, y ésa que escojamos vas a
ponerla en la exposición, y que pongas que es colección de mi hermana. Además, ella
quiere escribir un artículo en el catálogo sobre tu obra-.
-Cuando entran al estudio, había un dibujo sobre una mesa, de un bochito humanizado
que corría veloz cargando un portafolio hacía su trabajo. Se titulaba “El Burócrata”.
Ella se enamora del dibujo y dice:
-Éste tienes que pintármelo sobre esta tela (había escogido una tela preparada en
blanco de 126 X 90,3 cm); y si no lo pintas (le dijo en forma de amenaza), hay
varios proyectos de otros artistas que podríamos cambiar por el tuyo. La secretaria no
quiso decirle quienes y cuantos habían conformado el jurado.
– Pero, ¿El arquitecto Lacouture sí fue jurado? -le preguntó; y como respuesta solo se me
quedó viendo a los ojos.
-En esta época, yo desconocía las reglas del juego, y me puse a pintar el óleo, pues me
había dicho que no lo pintara con colores acrílicos, porque se ennegrecían rápidamente,
y por lo tanto la obra perdía su valor económico.
218
–Me encantó tu dibujo porque yo soy una burócrata que tiene que asistir diario a su
trabajo-… y le contó algunas de sus aventuras como oficinista.
La Burócrata seguido pasaba a visitarlo; llegaba vestida muy elegante con galletas o
pastelitos. Ella le contaba sobre los libros que su hermana leía y que le comentaba
cada lectura que hacía. Lo que decía le recordaba a un ex camarada: este artista
pintor se pasó toda la vida cargando un pequeño libro bajo el brazo, “Salario, Precio
y Ganancia”, de Carlos Marx, el cual nunca leyó; su esposa es quién le leía novelas en
la cama hasta que se quedaba dormido.
Las hermanas eran hijas de un abogado que había tenido mucho poder, según decían
ellas, y que aún lo tenía; era como para decirle que ellas tenían mucho poder, o para
advertirle de tener cuidado…
La crítica de arte Raquel Tibol, un día le dijo: -Te arrimaste a un muy mal y mediocre
árbol. ¡Ah, estas “Tararacenas”!
–Pero yo no me he arrimado a nadie, son ellas que se han pegado a mí –le contestó.
La muestra en el museo del Palacio de Bellas Artes, estaba, en los momentos de su
exposición, logrando lo que Varzal se había propuesto: desmitificar el arte, bajarlo de
su pedestal, además de la publicación del librito Comix-Arte de Varzal, y otras dos
muestras paralelas en la galería Arvil y en la Galería de Arte Contemporáneo
Linkscurve. Escritores, críticos de arte, escribían sobre estas 3 exposiciones;
estudiantes de arte copiaban sus dibujos del libro para imprimirlos en playeras,
algunos jóvenes comenzaron a pintar y dibujar historietas…
El libro había sido impreso por una de las escuelas de diseño de la UNAM, y al
mismo tiempo se imprimió el catálogo de la expo del Museo de Bellas Artes; para
esto, la subdirectora del INBA adquirió para la colección del Instituto el óleo “Matar
la Vida Hasta el Final”, que le ayudaría a pagar los gastos de la imprenta; y unos 42
amigos, simpatizantes de su obra, de México y Francia, le compraron cada uno un
bono, que cuando se tuviera la publicación impresa ellos tendrían 10 ejemplares
numerados y firmados.
219
Cuando le entregaron los catálogos de la exposición impresos, fue inmediatamente al
museo a entregar 1,000 ejemplares; cuando los estaba bajando de su auto, un
trabajador que lo conocía muy bien y le tenía cierto aprecio, se propuso ayudarle a
cargarlos; él se adelantó y subió hacia las oficinas de la dirección del museo, donde
Roberto Garibay era el director; cuando iba subiendo a las oficinas, le dijo el
trabajador que los había puesto sobre una mesa en la oficina del director; cuando
llegó con sus paquetes, ahí estaban los 500 catálogos, más los 500 que llevaba
Varzal; en total estaban depositados los 1,000 ejemplares.
–¡¡¡Varzal!!!, me dijiste que me ibas a traer 1,000 catálogos. Yo solo recibí 500,
¿Qué pasó? ¿A dónde están los otros? –le dijo el director, Roberto Garibay, 10 días
después del depósito; se lo dijo gritando, con un rostro descompuesto. Claro, le dijo
que él había depositado la cantidad completa y no sabía qué había pasado.
¿Es que esos catálogos el director los usó para su WC? ¿Pero 500?.
<<Ω>>
En cierta ocasión, el Canciller de Luxemburgo lo visitó en su departamento de la
Colonia Condesa, porque quería comprar el cuadro de “El Búho con Máscara de
Cáscara de Manzana” que estaba en exhibición en el museo del Palacio de Bellas
Artes: –¡Qué burocracia para conseguir su número telefónico! El director del museo
me dijo que a usted ni lo conocía. Tuve que ir a las oficinas del Director del INBA,
quien me lo dio muy amablemente.
Cuando Varzal fue a ver a Garibay, éste se negó rotundamente a cambiar el cuadro,
por otro, para que lo adquiriera el comprador; y que si quería hacerlo, le cerraría la
galería y tendría que descolgar y llevarse toda su obra.
El Ministro de Relaciones Exteriores de Luxemburgo era una persona muy sensible y
agradable. Le pidió, junto con su secretaria y traductora, visitar su taller de la calle
Mazatlán, pero todas las telas que tenía o eran muy grandes o estaban inacabadas. Este óleo del Búho me gusta mucho y además tiene las medidas donde puedo
instalarlo en el avión de regreso (113 X 83cm), le dijo el canciller.
220
Garibay, cada vez que lo veía, le decía que a él no le gustaba su obra: –No me gusta
que escribas textos sobre las telas, y esos colores tan pinches que pones en tus
cuadros; un estudiante de la carrera de publicidad dibuja las letras mejor que tú-.
Al entrar al museo, en la planta baja, lo primero que uno veía eran la obras que se
exponían en esta galería; ahora en el mismo lugar se encuentra una librería. Un día
vio que algo pasaba, y al acercarse un guardia le dijo que se habían fundido dos focos
desde hacía varios días y que no había dinero para comprarlos y que además para
cambiarlos el techo estaba demasiado alto. Garibay le dijo que si quería reponerlos
tenía que comprarlos; un día regresó con los dos focos: los instalaron delante de
Varzal. Al otro día los focos no estaban encendidos; el guardia le dijo que se habían
fundido y que tendría que comprar otros…
El director del INBA Juan José Bremer le dijo, al ver el éxito de la exposición, que él
lo apoyaría en todo; al comentarle lo de los focos le dijo que iba a investigar. –Han
estado aflojando los focos, nunca se han fundido –dijo, y después de 10 días de
tinieblas la galería volvió a estar muy iluminada.
Garibay, cuando fue director de la Escuela Nacional de Artes Plásticas de la UNAM
antigua academia de San Carlos, fue muy buena gente con los estudiantes, y con
Varzal principalmente, concediéndole todo lo que necesitaba cuando tenía problemas.
El director estudió pintura y tiene un auto-retrato en un museo de Aguascalientes, el
cuál es de las pocas obras conocidas. Con el artista, tomó todo el odio posible por el
éxito que estaba teniendo su muestra en el Palacio de Bellas Artes, éxito que estaba
participando en la transformación del arte en el ámbito artístico del país. Este
hombre, toda su vida, cuando tenía la oportunidad, le creaba problemas o le cerraba
las posibilidades de moverse en el ámbito artístico.
-Tengo una mala suerte, hasta el director me persigue, - Le confesó Raúl Tovar.
Un día, a Tovar lo secuestraron policías de un Jefe de Gobierno de la Ciudad de
México, al que le decían El Gladiolo, y éste no lo soltó durante una semana,
proponiéndole cosas sexuales, que según Raúl, él no aceptó.
-¿ Y por lo menos, te daban bien de comer? -le pregunté.
-Las comidas que me hacían eran de lujo, le contestó.
221
<<Ω>>
Cuando los estudiantes de arte terminaban la carrera, en la Escuela Nacional de Artes
Plásticas de la UNAM (San Carlos), ninguno quería irse de ella, y se inscribían para
seguir estudiando alguna materia libre, porque se salía muy joven, y estar fuera de
San Carlos les creaba un cierto trauma. -¿Y ahora qué voy a hacer?, mejor me quedo
unos días más… Pero otros eran vagos, quienes solo tomaban la clase de dibujo o
pintura, y eso a veces. Había dos jóvenes, no muy jóvenes, quienes siempre estaban
en la puerta de la escuela, platicando con pequeños grupitos de estudiantes. Pero con
el tiempo ya nadie les hacía caso y se quedaban los dos platicando solos. En la puerta
colonial de la escuela, hay una hendidura, un hueco que se dice; lo había hecho uno
de estos vagos al recargar su codo en este gran portón…
Un día, el director de la escuela iba a abrir una galería a la entrada del edificio, y
acertó muy bien, ya que invitó a los dos a que se ocuparan de administrarla, y el
mismo director la dirigiría…
Puede ser que les había ofrecido un sueldo muy bajo, pero ellos estaban muy
contentos, y se volvieron gentes muy activas para demostrar que sí eran capaces; con
los años, el más abusado comenzó a dirigirla y el otro joven se dedicó a enmarcar las
obras, pintar el local, colgar las obras. Pronto aprendieron un poco de museografía, y
como había una imprenta en la escuela, se encargaban de organizar la propaganda
con estudiantes de la carrera de Publicidad, para que diseñaran los carteles y las
invitaciones, y después llevarlos con el impresor…
Un día, estando dibujando un desnudo, al profesor le gustó mucho el bosquejo que
había hecho Varzal en papel Manila de 170 x 90 cm., y le pidió que lo pintara con
temple al huevo; al pintar iría él corrigiendo y pintando los detalles del pelo, las
manos, y agrandando un poco los pies: -Preparé con gesso mi papel Kraft a la misma
medida, y calqué el estudio de la adolescente.
La “Adolescente Sentada” había quedado verdaderamente bella, así que los nuevos
directores de las galerías escogieron la pintura para la próxima exposición: enmarcada
se veía impresionante.
222
Cuando Varzal fue a recoger el desnudo de la “Adolescente Sentada”, ya que la
exposición se había terminado, los nuevos y flamantes directores le dijeron que le
felicitaban, pues su pintura se había ido a Oaxaca en una exposición itinerante, y que
este desnudo había impresionado mucho al público en la galería de ese estado, y que
pronto se expondría en otros estados y que ellos se encargarían de darle noticias.
Un año después fue a pedir noticias de su desnudo y le dijeron que se había ido a Los
Ángeles, allá en los USA, a una galería de una universidad, y que lo felicitaban,
porque como había gustado mucho, quizás muy pronto le adquirirían alguna de sus
obras:
-Vas muy bien maestro, pronto serás famoso –le dijeron.
Y así, un año después le informaron que la obra estaba en Francia, y un año después
que la obra estaba en Japón; y así se pasaron los años, siempre felicitándolo.
Un día se le ocurrió a Varzal preguntarle al director sobre este asunto y éste le dijo
que varios estudiantes se habían ido a quejar con él por las anomalías que tenía la
galería. Y que ninguna obra se había ido ni a Oaxaca ni a los USA, ni a Japón, que
eso era una mentira y que iba a hablar con los encargados de la galería. De esto el
director nunca más quiso responder a ninguna pregunta sobre este asunto.
><Ω><
Era el año de 1985 las Taracena le comentaron que les habían encargado escoger a
los artistas mexicanos para una Bienal en Miami. Cuando oyó Miami, no le gustó la
idea, pero la burócrata insistió e insistió y luego su hermana le habló para decirle que
seguro sería él, quien, con su apoyo, ganaría el premio de la Bienal. Tanto le
insistieron que al final el pintor aceptó.
La exposición se inauguró en 1986, y cuando regresaron de Miami pasó a informarle
al estudio: -Varzal, no ganaste el premio. Cuando vimos que el jurado apoyaba
a otro pintor, tuvimos que solidarizarnos con ellos. Pero tus obras han gustado
mucho al público.
223
Un día pasaron las dos a visitarlo llevándole el catálogo de la exposición, dándole más
importancia a unas 150 fotos donde aparecían las dos retratadas con los cuadros de
los pintores mexicanos, vestidas con atuendos muy elegantes, acompañadas con los
organizadores de la Bienal.
El artista había enviado tres telas; eran tres buenos ejemplares que podían competir.
Pasaban los meses y la obra no regresaba, y la Bienal hacía mucho tiempo que se
había clausurado. Le preguntó a ellas por sus pinturas y le contestaron: -Pide que te
envíen la obra, pero tú tienes que pagar el regreso-. Pero ellas no quisieron darle una
dirección o contacto donde pedirlas para su regreso a México.
Escribió una carta a una dirección de la Bienal, pero nunca nadie le contestó; así que
le habló por teléfono a algunos pintores que habían participado, entre ellos a Rodolfo
Zanabria, a Yazzamoart y a otros 3 artistas más, quienes le contestaron que luego le
hablarían. Al no recibir una respuesta de ellos, encabronado, fue a pedir ayuda al
director del INBA, quien inmediatamente, desde su oficina, habló al Consulado
Mexicano en Miami, y después escribió una carta. En los USA, el Consulado solicitó a
la Interpol que investigaran.
Después de unos tres meses le hablaron del INBA que ya habían encontrado la obra
de los artistas mexicanos participantes en la Bienal, pero que las suyas las habían
vendido, y que ya estaban negociando para recuperarlas, que pronto las iban a
regresar a México. Efectivamente, un mes y medio después, las obras estaban en el
D.F., en casa de un pintor, al que las hermanas habían comisionado para que él las
recibiera.
-Ya llegaron tus obras, Varzal-, le dijo el pintor, -pero me debes lo del transporte y lo
del embalaje- pidiéndole una suma de dinero que tenía que pagar. Y tienes que venir
a mi casa por la obra, porque yo no te la voy a llevar-.
Cuando llegó, el pintor encargado se puso muy prepotente y no quiso que le pagara
con un cheque, pues quería dinero en efectivo. Y añadió: -Me dijeron las Taracenas
que te informara que ya no eras parte del grupo. -¿Cuál grupo? le preguntó.- Pues el
de nosotros, y del cual tú eras parte, y que formó Taracena l.
224
Varzal hasta este momento se enteró que formaba parte de un grupo que las
hermanas decían habían formado. Al abrir los embalajes, todos mal hechos, que se
estaban desclavando, vio que sus obras estaban envueltas en unos cartones que, al
quitarlos, en dos de los óleos se habían pegado. Tuvo que remojar el cartón y luego
despegarlo con mucho cuidado, teniendo después, que restaurar los cuadros. Los
cartones estaban llenos de aceite usado, de grasa de autos y de algún pegamento.
Habían utilizado cartones que usan los mecánicos para meterse debajo de los autos.
-Pero ¿cómo fueron ustedes a caer en esta trampa, enviando sus obras a esta Bienal
con Las Taracenas?, le dijo el director de Artes Plásticas del INBA, Jorge Bribiesca,
cuando le comunicó que ya iba a recoger las obras que habían llegado a México.
Un día, tenía que pasar por unos artículos sobre esta Bienal, que hacía unas semanas
no recogía en casa de las Taracenas. Cuando llegó, las dos le recibieron gritando: ¡Les dijimos a todos ustedes que no pidieran ayuda al INBA para recuperar las obras!
Y en eso, la oficinista comenzó a insultarlo... La vergüenza que tenían de lo que había
pasado en la Bienal era grande, y más con las autoridades del Instituto Nacional de
Bellas Artes.
Bien le había dicho la Tibol, que se había cobijado a un mal árbol.
Cobijado, si, sin saberlo.
<<Ω>>
En el pequeño departamento de la calle Cosala habían comenzado los problemas,
porque el dueño se había muerto, y como herederos dejó a sus 3 hijos; es lo que les
dijo el más grande de ellos, y era el que cobraba la renta cada mes; a los otros dos no
los conocían, pero una vecina que conocía bien a la familia, les contó que a los otros
dos hijos, el propietario no los dejaba salir de su casa porque estaban muy mal de la
cabeza
Un día, no había agua en todo el edificio; creían los vecinos que se trataba de alguna
compostura en la calle, pero los inquilinos investigaron y vieron que en la azotehuela
donde estaba la reserva de agua, había un nuevo candado y nadie podía entrar para
225
revisar la bomba de agua. Fueron los hijos del dueño quienes habían puesto el
candado, les informó un vecino, que los había visto; a dos inquilinos les quitaron el
medidor de electricidad… Y así, una infinidad de cosas que estaban sucediendo.
Cada uno fue a pedir a un abogado que les llevara el caso, para comenzar a pagar la
renta a la Financiera; un día le habló el abogado Rodríguez, diciéndole que los
herederos lo habían ido a amenazar, y decirle que ellos eran dueños del
estacionamiento donde dejaba su auto. -Están bien locos, y no se puede tratar con
ellos, así es que dejo su caso, pues ni modo…
Una amiga le comunicó que unos amigos de ella habían comprado una casa, y
dejaban el departamento que alquilaban, y que si lo querían, que los fuera a ver. Así,
un día se cambiaron: este nuevo departamento era muy espacioso y tenía además dos
terrazas donde podría poner su estudio de escultura; y estaba muy cerca del parque
México. Estaban contentos, pues ya estaban hartos de los esquizofrénicos: uno de
ellos llegaba borrachísimo al edificio y comenzaba a gritar y patear las puertas; un día
trajo a la policía y acusó a varios inquilinos de que lo querían matar… Ellos en ningún
momento les pidieron el departamento, sino que comenzaron a aterrorizar a los
habitantes del edificio.
Al nuevo departamento, antes de cambiarse lo pintaron de blanco totalmente y la
cocina se propuso pintarla un pintor amigo de Françoise quien se pasó quince días
decorando este espacio con colores pastel: la cocina se parecía a una de sus obras.
Pasaron dos años y medio sin dramas, pero los vecinos del edificio comenzaron
a crearles problemas por los autos del estacionamiento; luego se dieron cuenta
que el dueño metía la cizaña entre los inquilinos para hacerlos pelear: a Varzal
le dijo que le reclamara al inquilino del 5 que estaba prohibido meter 2 autos,
y que también le dijera al del 7 que no tenía derecho a poner la música tan fuerte,
pues molestaba a todos; el artista nunca había oído el radio de este señor. Un día,
por los autos, se agarraron a golpes 2 vecinos; otros, porque eran homosexuales
y metían a sus clientes a hacer orgías y esto era un mal ejemplo para las hijas de un
vecino…. Además el dueño le había hecho firmar, sin él darse cuenta, lo que llaman
“letras chiquitas”, donde se comprometía a pagar, en un nuevo contrato, 4 veces más
del precio anterior.
226
-Nos había contado la anterior inquilina que con estos señores había que tener mucho
cuidado, pues ellos compraban a las autoridades con una gran facilidad.
¡¡¡Ya estábamos hartos!!!
Decidieron transformar una casa que estaba abandonada hacía unos tres años, pues
su hermana se había ido a vivir a Lázaro Cárdenas, Michoacán, casa que Varzal le
había regalado su parte de la herencia a su hermana. Pasaron tres años
reconstruyéndola. Mientras vivían ahí, tiraron casi la mitad de la casa, muros para que
entrara más luz, y trabajaban sus obras entre la grava, arena, tabiques, el polvo y el
equipo de albañiles, quienes venían de varios pueblos.
Pero al fin ya tenían su casa de tres plantas, donde acomodaron los talleres para cada
uno….
Estaban muy contentos, y un año después fueron a sacar las 6 cajas (de 90 de largo X
50 de ancho X 45cm de alto, aproximadamente) donde habían metido dibujos
pequeños, rollos de película, libros de arte, fotografías en papel, documentos… y
arriba habían puesto cómics de colección de dibujantes norteamericanos, europeos,
de la familia Burrón, Rius y antiguas historietas mexicanas… Estas cajas estaban
debajo de la escalera que sube al 1er piso y ese lugar lo habían tapiado con tablas de
madera, construyendo un pequeño cuarto para proteger contra el polvo de la
construcción las cajas y unas 15 obras de collages que estaban enmarcadas.
Cuando quitaron las tablas, los 15 collages ahí estaban, pero no estaban las 6 cajas.
Los trabajadores del ladrillo habían hecho de las suyas.
México. 26 de junio, 2013
227
El PRÍNCIPE DE LAS TINIEBLAS Y LA AMBULANCIA
A las 10 de la noche el artista pintor Varzal se encontraba conduciendo su automóvil
por el eje central Lázaro Cárdenas de la ciudad de México; era sábado y estaba
lloviendo un poco; venía pensando en la terrible ciudad en la que vive, tan
contaminada, tan jodida, tan corrupta; y eso que desde que hay gobierno de centro
izquierda en esta metrópoli, ya se ha mejorado un poco la violencia y la basura de las
calles.
Tenía mucha hambre y no quería regresar a su casa, ya que su compañera no estaba
(hacía una semana se había ido a visitar a su familia). Al pasar por la plaza de
Garibaldi, ésta lo sacó de sus cavilaciones, ya que estaba llena de gente festejando,
acompañada de grupos de músicos: había mariachis, soneros y cantantes norteños
entonando huapangos, rancheras, corridos y sones. El ron, el tequila, el mezcal y las
cervezas se vendían libremente en la calle, mientras las parejas bailaban al son de
estas canciones a pesar de la leve lluvia que caía. El anuncio electrónico del
estacionamiento decía que había 137 plazas vacías, tal vez actuó mecánicamente
pero de pronto se vio estacionando a su Golf.
–¿Señor, viene solo?, ¿No le gustaría ver a las 12 mujeres más bellas de
Latinoamérica, totalmente desnudas? El Tenampa acaba de abrir un lugar allá donde
se ve el toldo azul y blanco, y usted no pagará cover, es un streap tease bien chido,
échese un taco de ojo y si no le gusta no hay tos -le dijo un adolescente, quien, sin
que él lo quisiera, ya lo estaba cubriendo con un paraguas gigantesco.
Como entre sueños, el artista pintor se vio sentado en una mesa, que estaba bien
enfrente de la teibolera, a 107 cm de ella. La mujer, al ver que había un cliente,
redobló sus movimientos alrededor de un tubo; luego llegaron más mujeres y más
mujeres. El adolescente no había mentido, estaban totalmente desnudas, pero a él no
le produjo nada verlas así.
–Me acuerdo que de adolescente –pensaba Varzal–, en la radio, a veces mi madre
escuchaba una radio novela policiaca. El policía, cuando se encontraba en problemas, le
gritaba a su secretaria: -¡Dispare, Margot! ¡Dispare!. Me imaginaba a la dama, que
como un rayo sacaba la pistola de su bolso negro y le disparaba al maleante, dejándole
la cara negra; me imaginaba a una bella y sensual dama, con una boca carnosa
228
pintada de rojo carmesí; muy delgada, pero con unos turgentes pechos, caderas anchas;
calzando zapatos rosas de tacón alto, vestida con una falda larga de color vino, pero
con una gran abertura de su vestido que dejaba ver el liguero de sus medias negras; y al
detective, un hombre alto, portando lentes de intelectual, guapo y valiente, vestido con un
traje color azul ultramar, para poder fundirse en las sombras de la noche.
Esa radionovela me producía más escalofríos que lo que veía hoy en esta noche, con las
nudistas del table dance.
Cuántas cosas puede uno imaginarse en las historias que uno oye o lee,
pero que no ve.
<<Ω>>
Un día en su juventud, Varzal se topó con El Retorno de los Brujos, libro escrito por
Louis Pauwels y Jacques Bergier, y se le grabó mucho el hecho de que hay que
aprender a observar; él lo interpretó como ver-oír; después le aumentó oler-tocar. Ya
que mucho tiempo antes, siendo estudiante en la Academia de San Carlos, a
mediados de los años cincuenta los profesores de la clase de pintura les pedían que
fueran a sacar apuntes a las sexo servidoras, a los pordioseros y cargadores. Al joven
estudiante lo que más le interesaba, aparte de dibujarlos, era ver sus riñas, el
coqueteo de las trabajadoras del sexo para atraer a sus clientes, oír sus palabras bien
picosas, y atrás de su dibujo describía con letras las situaciones, y el estruendoso
vocabulario de estos personajes. En esa época, le interesaba conocer eso que Marx
llamaba el lumpen proletariado.
Siguiendo con la anterior disciplina, en la parte de atrás de un apunte a lápiz de una
niña con su chupón, escribió, el 25 de Marzo del 1998, mientras estaba formado en
la fila del laboratorio de vacunas del Centro Médico la Raza, lo siguiente:
–Yo paso con el doctor Godínez, quien es una linda persona, cura más con su cariño
que con sus medecinas –dijo una señora. -Aquí llega uno con el doctorcito a la cita a
las ocho de la mañana y el señor se va a dar conferencias, citas con su jefe o a
almorzar, total que uno va saliendo hasta las tres o cuatro de la tarde.
229
La señora, cambiando la expresión de su rostro, continuó diciendo: -Miren, yo vivo
en un pueblo de la sierra de Puebla. Un día mis sobrinos salieron a pasear al bosque;
uno de ocho y el otro de cinco años; les agarró la lluvia y corrieron y corrieron, pero
de pronto escucharon un fuerte trueno y a uno de ellos le cayó un rayo en el corazón;
vieran ustedes que su órgano de la vida, donde Cristo y el Espíritu Santo se unen para
comunicarse con sus creyentes, le saltó como cuando a un reloj se le botan las
cuerdas y las tuercas, al caerle la luz del Satán. El Diablo se vengó así de una brujería
que la madre de los niños quiso hacerle a un hombre que es adorador del rey de las
tinieblas .
Los pacientes que esperaban a que les entregaran un frasquito de vacuna, en silencio
escuchaban atentos el relato de esta humilde señora de pelo blanco, quien vestía un
delantal verde con dibujos de flores blancas y un rebozo gris con negro.
–¿ Y a mí que me pasó?, figúrense que comencé con una rascadera, pues me picaban
las piernas, los brazos, la cara y después me vinieron las calores. Fui al Seguro Social
de mi pueblo y no me encontraron nada. Así llegué a la capital, a ver si aquí sí la
hacían, y pos me encontraron que se me cayó la bilis y además soy de alergias al
polvo y a las flores de mi pueblo. ¿Todo ustedes van a creer? Esto me dio por el
coraje que hice por tener una nuera débil que no pudo hacerle daño a ese hombre
que hizo pacto con el príncipe de las tinieblas.
<<Ω>>
Varzal está pintando en el monitor de su ordenador; en ese momento le llega un olor
muy especial de la calle, se asoma por la ventana –acaba de trasladar su computadora
al estudio de su esposa–, y en eso oye un fuerte silbido –¡Fiuuuuuuuuuuu!–, al mismo
tiempo que sale un enérgico vaporcillo y el grito de ¡Hayyyyyy camotes!
Sabrosos plátanos machos y camotes horneados en el horno de leña del carrito, se
exhiben sobre el artefacto de lámina; un hombre quien pareciese un joven efebo de
película, empuja su máquina, respirando los sabrosos olores de sus manjares ( olerver-oír).
<Ω>>
230
Y le decía: -Si tú no vas al templo, Dios te va a castigar.
Un día la hija de este pintor protestante francés-húngaro, se cayó de la bicicleta,
fracturándose un dedo, el cual tuvieron que amputarle.
–Ya ves, yo te lo había dicho, Dios te castigó.
Pasaron los años y la adolescente creció, volviéndose una hermosa señorita; pero por
el mundo religioso y represivo en el cual vivía, entró al mundo de las drogas.
–Si no te arrepientes y buscas a Cristo, el Diablo te va a llevar a los infiernos.
Entonces, la bella joven se suicidó.
–Satanás ganó, yo se lo había advertido –dijo el padre.
<<Ω>>
2 de febrero de 1999. Cita en la clínica de hígado.
Esperando Varzal su turno para ver al médico en el Hospital de la Raza, observa a
dos mujeres sentadas en una banca de madera recién labrada. Una de ellas es una
humilde anciana; vestida con una falda negra, con una blusa blanca bordada de
pájaros y flores de colores; no lleva ni anillos, ni aretes, ni un collar; su pecho esta
atravesado por un rebozo gris –dibujando unas carrilleras–, y aunque hoy es un día
muy frío, su atuendo es muy ligero para protegerla. Su pelo esta totalmente blanco y
cae suelto como una cascada por sus espaldas. Sus manos reposan en su falda como
dos pájaros que se acarician constantemente; su vista está perdida, como si no
escuchara, distante, quizá pensando en este siglo XX que pronto se terminará. En su
expresión no se lee ni angustia ni alegría; solamente el trabajo y el tiempo han
marcado su rostro, que parecería grabado por un arado, ya que marcados surcos
recorren su piel morena, quemada en los campos de siembra por el sol.
Sus labios son bastantes finos, pero las comisuras caen, delatando indiferencia o
aburrición; mientras que sus nasogenianos, grietas que salen a los lados de la nariz
231
hacia los costados de su boca, están profundamente cincelados: quizá cuando ella fue
joven vivió dramas espectaculares.
Esta anciana escucha sin pestañear a una señora de unos 50 años, la que tiene su
pelo castaño coronado por una peineta de plástico, con unas trenzas tejidas. Su
apariencia es la de una religiosa de provincia, ya que viste una falda de color gris
monja, una blusa negra, zapatos y calcetines blancos; de su cuello cuelga una cruz de
Taxco en filigrana de plata, y tiene arriba de su boca un vello espeso. Se parecería a
esas devotas de la fe cristiana, si no fuera por sus ojos que por momentos se
desorbitan y por los rasgos de su cara que se marcan profundamente al gesticular
expresando odio; es muy delgada, pero sus manos huesudas y rostro son fuertes;
habla y habla moviendo la mano derecha a la que parecieran estallarle las venas.
A estas señoras Varzal ya las había visto antes, ya que han coincidido con el día de su
consulta. Recuerda que esta misma señora, en una ocasión que leía el libro “Le
Monde de Sophie” de Jostein Gaarder, hablaba en voz muy alta, y no lo dejaba
concentrarse en su lectura.
En esta ocasión recordando su fuerte vocabulario, intrigado el artista, se acerca a oír
lo que dice, sentándose junto a ellas.
–Tú ves, es lo que te digo, yo no me meto con esa señora; pero esa hija del diablo es
la que siempre me ofende. Tú ves, ésa no está a mi altura con su boquita asquerosa.
Tú ves que a sus marranos los lleva el domingo, día de mercado, a comer mierda en
el basurero y cagadero del pueblo, y en el chiquero de su casa, donde los guarda, es
el lugar que utiliza la familia para hacer sus santas necesidades. Una vez invitaron a
María del Rosario a comer a su casa y cuando quería descargarse el estómago, le
dijeron de ir al chiquero. Nos contó que los puercos nada más estaban esperando a
que ella terminara; cuando ya se limpió, los marranos casi se le echaron encima para
comerse la mermelada. Dios es testigo que yo no me meto con ellos. La palabra de
Dios y el santo sacramento me ayudan a aguantar sus pinches ofensas.
Los pacientes que esperan, no hacen caso a los gritos con los que esta señora habla;
quizás están pensando en sus propios maleficios.
232
–Tú ves que yo ya les dije que amarren a sus cabrones chuchos que siempre que paso
me ladran, y también les pedí que pongan un tapón al hocico de esa verdulera. La
sangre de Cristo y la santa hostia los van a castigar. Yo ya se lo pedí a la Virgencita de
Guadalupe, que bien se sabe es muy milagrosa, y le prometí que iría de rodillas a la
Basílica de Guadalupe, o caminando descalza hasta Chalma, si logra que a esta
infame bruja pecadora y a sus engendros del mal que le nacieron tan perversos, les
cayera la peor enfermedad, que los hiciera que sufrieran de fuertes dolores hasta la
muerte.
-Y si la Virgencita no me hace caso, iré a ver a doña Carmen Martínez para que les
haga una brujería; porque ella, invocando a Satanás, recibirá su ayuda: él sabe bien
que ella lo sabe hacer.
La anciana que escucha oye un poco mal, ya que dos o tres veces se ha colocado una
mano en su oído para oír mejor; puede ser que esta viejita sea la progenitora de la
que habla mucho.
–Tú ves que El Luis se aplatanó cuando le dije que los fuera a madrear. Eso sí, para ir
a jugar pelota no le importa romperse los huesos. Es un bravucón de mermelada. Tú
ves que esta vieja puta siempre anda de chismosa diciendo que camino con el culo
apretado, que no salgo de la iglesia y que seguro voy a revolcarme con el padrecito.
¡Ay, el cura que es tan bueno conmigo! Vieras cómo me recibe cuando le llevo una
gallinita, o a veces sólo huevos; o el día cuando le regalé los calcetines y que me dio
besitos en la oreja y en el cuello de agradecimientos.
<<Ω>>
Es 13 de Diciembre de 1999 y como Varzal necesita unos tornillos especiales con
sus rondanas de presión, sale a una tienda especializada que está en la avenida Robles
Domínguez, en su barrio de la colonia Vallejo. Camina por la calzada de los Misterios
y delante de él van tomados de la mano dos adolescentes. El aullido penetrante de
una sirena lo saca de sus cavilaciones, pero en el momento no localiza el origen de
este sonido. El jovencito tendrá alrededor de trece años, con los ojos verdes y
cabellos castaños, y ella unos doce: sus ojos son negros igual que su cabello. Van
vestidos con los uniformes de su escuela: suéter verde, pantalón y falda caqui con
tenis blancos... y cargan los dos en la espalda unas mochilas de útiles escolares.
233
Al acercarse más a los enamorados, oye que comienzan a discutir, ya que la pareja se
detiene.
–Yo soy una muchacha seria que cree en Dios; una novia seria –corrigió– pero tú
eres aún un niño que no sabe comportarse en público y si no dejas de hacer con tu
boca ese endemoniado ruido, imitando una ambulancia, nuestro noviazgo se va a
terminar.
El adolescente, sin decir una palabra, comenzó a correr entre los transeúntes
abriendo los brazos como alas; aumentando el volumen del sonido, que salía de lo
más profundo de su pecho, modulándolo entre sus labios y sus incisivos, alejándose
con rapidez, para perderse entre el tránsito de la urbe.
Su resonante ruido se fue diluyendo entre el barullo de los vendedores ambulantes, el
padre nuestro de los creyentes, el dolor de los niños de la calle, el ¡Ayyy! de los
atropellados y el ¡Arggg! de los asesinados.
<<Ω>>
Esa noche en el Men’s Club las mujeres del table dance habían hecho que Varzal se
aburriera, ya que todo era tan vacío, mecánico y falto de imaginación. Terminó su
coca-cola, pagó sus 40 pesos y salió igual que había entrado. El adolescente del
paraguas que lo llevó al club, habría agregado en el camino “... y saldrá inflamado de
lujuria”. El jovencito había mentido.
En el mercado de comidas de Garibaldi los olores brillaban; el artista ya se veía
saboreando el pozole, las sabrosas carnes asadas, las tostadas de pata, la birria; los
tamales de rajas, los de mole con pollo o los de dulce para tomar con champurrado o
con atole de vainilla; y en los puestos de postres, los tejocotes en almíbar, los
buñuelos, el arroz con leche o los chongos zamoranos. Esa noche comió como un
desesperado, oyendo las carcajadas de los comensales y la música de un organillero.
–¡Carajo!, cómo amo a la Ciudad de México y a sus putas; pues soy más urbano que
las banquetas –dijo al fondo de una larga mesa, golpeándola con la palma de su
234
mano, un borrachín, quien a las 12 de la noche se bajaba la borrachera con un plato
de pancita bien picosa.
Ciudad de México. Agosto 2000.
235
EL CRUCERO Y EL TOBOGÁN DEL LABERINTO
Mientras esperaba su turno para ver al radiólogo, el pintor Varzal dibujaba para
aprovechar el tiempo. A su lado izquierdo se encontraba una señora que esperaba
tejiendo un enorme mantel, que tenía extendido hasta las piernas de su esposo. Yo
pienso que igual le sucede a ella, como le pasa al artista pintor, el hecho de dibujar lo
libera de sus fantasmas. Ella, al bordar, se perdía entre la telaraña de sus hilos; el
problema es que cuando la tejedora levantaba la aguja de la tela, pegaba su
puntiagudo instrumento, justo a unos centímetros cerca de la cara del pintor. Él
cubrió disimuladamente sus ojos con unos lentes y apartó lo más que pudo su cara de
aquella aguja.
Algo extraño pasó de repente, viendo de reojo a su vecino de banca, quien era un
jovencito que tenía la cara parecida a un paisaje abrupto. Se dio cuenta que el
muchacho masajeaba, una a una, las pequeñas protuberancias de su mejilla para
enseguida, apretando sus dedos con mucha energía, exprimir las espinillas y el
contenido que se quedaba entre sus yemas se lo llevaba a la boca; el pintor,
pensando que veía mal, concentró su vista. El jovencito en otro intento, apretó con
fuerza otro volcán: explosión que soltó una putrefacción amarillenta, la que enseguida
llevó a sus labios, para después masticar como si fuera un chicle de la mejor marca.
Afortunadamente en ese momento llamó el radiólogo al jovencito y el pintor tomó su
lugar para alejarse más del peligro de la aguja de la bordadora. Pensando en lo que le
iba a decir al especialista, hizo que pronto se olvidara de esta angustiante escena.
<<Ω>>
Varzal, al dejar de dibujar en esta larga espera, comenzó a leer el periódico del 23 de
septiembre de 1996, en donde con letras grandes se leía: ”Congelan el caso Salinas”.
Había unas 10 personas; él esperaba, igual que otros pacientes, para hacerse un
examen de ultrasonido. A su lado se había sentado un señor que parecía ser un
campesino, con unos enormes bigotes blancos que caían; los rasgos de su cara
estaban tan marcados que parecían grietas de una tierra reseca.
–¿Cómo va lo de Carlos y lo del PRI? –preguntó el señor de las arrugas, al ver que
leía el diario La Jornada.
236
–No han querido, o no han podido expulsarlo de su partido –contestó el artista–, fue
puro teatro que hicieron los priístas, solo para propaganda de su asamblea, donde iban
a renovar sus estatutos.
–El PRI y el gobierno –le comentó su vecino con un acento del sur de México–, son
incapaces de deslindarse de los compromisos que tienen con el ex presidente. Por
eso no pueden juzgarlo, y menos encarcelarlo.
–Acabo de leer algo parecido que declaró Cuauhtémoc Cárdenas del PRD. –dijo el pintor.
–Es que yo leo muy temprano el periódico, ahora que vine a la capital, usted sabe, yo
vengo del estado de Guerrero, allá tengo un pedacito de tierra para sembrar –le
contestó el campesino. -O más bien es mi esposa que me lee el periódico, porque yo
soy iletrado, y yo repito como perico lo que ella me dice.
Como no podía seguir con su lectura por platicar con este hombre, Varzal sacó un
dibujo que había dejado de trabajar y se puso a dibujar mientras platicaban.
–¿Qué es lo que dibuja? ¿ Es usted pintor?
–Es un caballito de mar, un hippocampus.
–Así no son esos animalitos: quitándole su lapicero al artista, al mismo tiempo que
sacaba una hoja de papel de una bolsa de cuero. -Es que los caballitos de mar no
tienen alambres, ni... ¿qué son?... ¿cuadritos, cajas, pajitas?... y sus cabecitas son
como de huesitos... así son, mire usted.
–Le quedó muy bonito su dibujo, se lo cambio por el mío –le dijo el pintor–, al ver su
bello bosquejo al estilo arte bruto.
–No quiero ser malo ni mal educado con usted; pero quisiera regalárselo a mi nieto,
para que vea qué bonito dibuja su abuelo.
–¡Respire profundo!, ¡Suelte el aire!, ¡Respire normal!, ¡Meta mucho aire!,
¡Sosténgalo!, ¡Descanse!, ¡Pase el bario!, !Puje¡, ¡Tosa!... Gritaba a todo pulmón un
especialista que tomaba radiografías en una sala cercana.
237
–¡A ése aquí le dicen El Académico! –dijo el campesino, al oír los gritos de mando
del radiólogo. -Es un argentino, quien más bien parece militar, o locutor de radio ¿no
es cierto?...
<<Ω>>
Varzal salió corriendo del laboratorio, ya que tenía una segunda cita, ahí mismo en el
hospital, para hacerse una endoscopía, y antes tenía que pasar al archivo. Para esto
recorrió varios pasillos y subió escaleras eléctricas; cuando se dio cuenta, se había
perdido en ese Centro Médico La Raza, el cual parece ser un laberinto sin fin.
Preguntando a unas enfermeras, le indicaron por dónde seguir, dándole permiso de
pasar entre los pasadizos de un laboratorio, para llegar a donde estaba la oficina.
-¡Dios mío, Padre eterno!, ¿qué cosa tan fea o mala habré hecho para que me hayas
castigado así? -alcanzo a oír a una señora que se quejaba, y de reojo vio que era una
mujer de unos 50 años a quien se le dibujaba un enorme bulto en la espalda.
<Ω>>
Se instala en la fila para pedir sus documentos en una oficina; afortunadamente solo
hay 3 personas; al lado hay una repisa que sirve como mesa; aprovecha para leer
unos documentos que le acaban de entregar. De pronto, su brazo sintió cierta
presión de otro brazo; siguiendo inmerso en su folder, pero enseguida siente otra vez
una presión insistente y unos pequeños golpecitos, retirando en seguida su brazo; un
instante después siente que un dedo se introduce dentro de su mano. Entonces, de
reojo, ve el rostro de una mujer muy madura; enseguida siente unos bultos flácidos
que se hunden entre sus omóplatos, seguido de unas caricias a sus glúteos. Cuando
volteó decididamente a verla, la mujer alzó su falda para mostrarle sus calzones de
brocados rojos. Al regalarle una sonrisa, las arrugas de su cara se acentuaron más;
mostrando el rostro de una mujer anciana, de más de 80 años: sus piernas y sus
brazos parecían sacadas de un libro de árboles secos; su cuerpo desgarbado se movía
mimando la lujuria para invitar a compartir su libidinoso deseo.
–No tenemos su expediente, señor Varzal –le dijo la secretaria–, tiene que ir al
archivo que está en el sótano del edificio que da a la Avenida Vallejo.
238
Así continuó otra vez, a bajar varios pisos y a recorrer interminables túneles, entre
esta enmarañada arquitectura. Al salir del edificio, éste proyectaba una espesa sombra
sobre una explanada, dejando adelante un espacio con mucho sol: un paciente se
calentaba con sus ardientes rayos: estaba vestido solo con la bata azul cian que dan a
los que están hospitalizados: su bata estaba abierta por atrás y se le veían sus
nalguitas; el hombre, de pelo blanco, era muy delgado: tendría unos 85 años; parecía
estar petrificado.
–No, señor, aquí no está su expediente -le dijo el guardián de los miles de archivos
de los pacientes–, puede ser que lo tenga su médico.
–No, yo no lo tengo –le contestó la secretaria de su médico–, tiene que ir a la
dirección de especialidades a protestar por la pérdida de sus documentos.
Mientras preguntaba qué túnel tomar a una enfermera que iba entrando a un
consultorio, un hombre de unos 70 años llega con la cabeza agachada; de su nariz
gotea constantemente sangre, la que cae en una bacinica de plástico que él mismo
sostiene; el bacín está casi lleno del líquido.
–Sufro de hipertensión -explica el enfermo a la enfermera. –Tengo más sangre de la
debida, y tiene que salir; sale por la nariz porque ahí tengo un vasito roto.
A este señor de pelo cano lo acompaña su hija, quien está muy enojada, ya que la
enfermera le dice que no puede atenderlo, pues es necesario que llene una hoja con
todos los datos del paciente y que para esto hay que ir a las oficinas del tercer piso.
Enojada, la hija del hombre que sangraba, con furia le gritó: -¡Eso sí!, si viene
enferma tu madre, la atiendes tan rápido como te sale un pedo, ¿no es cierto?. Pero si
se muere mi padre, te voy a demandar, pinche cabrona, a ti y al pinche director del
Seguro Social.
Varzal continúa buscando según las indicaciones que le dio la enfermera y al pasar
por los Consultorios de Hematología, una señora de unos 70 años dice gritando:
–¿Aquí es donde sacan sangre para los que tenemos cáncer? Nadie le contesta,
239
y sin inmutarse comienza a hablar sola, haciendo una lista de todas sus
enfermedades. Una señora inmensamente gorda se le acerca, la mira sin decirle nada,
quiere platicar con ella pero no puede, es demasiado tímida; hay una docena de
pacientes que la miran interesados: la mujer, al ver que ya comienza a tener un
público que la escucha, sigue hablando, pero ahora con un tono más fuerte: -Tengo
cáncer, pero no me duele nada por esta nueva enfermedad, y ahora me dice el doctor
que quiere quitarme un pequeño tumor canceroso, pero yo no quiero, yo ya no
quiero vivir, yo solo quiero que el doctor me diga cuántos días tengo de vida y
después yo me quiero morir. El problema que tengo es que tengo un hijo que tiene
42 años y él me quiere mucho, vieran qué chiqueado es; quiere que le esté yo dando
de besitos cada rato y que yo le prepare su comida y que yo le sirva la comida; y yo,
antes del cáncer, quería verlo cuando se enfermara para yo cuidarlo; y si se me ponía
muy mal algún día, pues ayudarlo hasta verlo morir, para después darle mis
bendiciones. Pero yo soy la que ahora me quiero morir, no quiero sufrir más, con las
ya de por sí enfermedades que tengo, saben ustedes, como ya se lo había dicho hace
rato: tengo reumas, diabetes, ya me operaron de las varices hace 4 años, me quitaron
la vesícula hace 3 años; de mi vista estoy muy bien, pero ya se me olvidan las cosas;
me operaron de una hernia en la ingle hace 2 años; señores, les diré que esto si me
dolía, pero el cáncer no me duele, ya que por más que me toco donde me dice el
doctor... ahí no me duele. Ya estoy cansada de tantos exámenes y análisis, a cada rato
me ponen a cuatro patas, que para esto que para lo otro-.
<<Ω>>
En el Archivo le dan una hoja sellada donde dicen que le den la cita, pues su
expediente está perdido; el doctor le envía por unos análisis a un laboratorio que está
dentro del gran complejo del hospital. Sale por la calle Seris y al llegar al circuito
interior dobla a la izquierda; a unos 100 metros se encuentra la entrada. Cuando se
va acercando, ve en el quicio de una de las puertas del hospital a una vagabunda
sentada, pidiendo limosna: es una mujer de unos 50 años, muy delgada y se le ve un
poco mal de la cabeza: tiene los ojos desorbitados.
En ese momento un niño de unos 5 años avanza jugueteando, su madre le dice que
deje de jugar, que no vaya a hacer una tontería; cuando el niño pasa delante de la
pordiosera se le cae el frasco que traía entre los brazos: al caer, revienta, y la
banqueta se llena de mermelada. La madre toma al infante de la mano gritándole
240
muy enojada, y continúa caminando rápidamente, casi arrastrando a su hijo, mientras
éste llora.
A la infeliz vagabunda se le abren inmensamente los ojos y, sonriendo, con gran
alegría se lanza boca abajo al suelo, para comenzar a absorber a grandes bocanadas
el sabroso néctar de esta conserva de frutas llena de vidrios.
-Nadie la ve, aunque los transeúntes pasan a unos centímetros de ella: todos tienen prisa.
Yo me quedo inmóvil, pensando que no importa que los dulces tengan veneno, al fin,
¡¡¡qué ricos son!!!!! Al fin, un día, habrá que morir, y entre más dulce y rápido mejor.
<<Ω>>
Un día, estando en Tecolutla, Veracruz, cuenta Varzal: –Algunas veces, mi esposa y yo
vamos a comer a La Trucha Vagabunda. Esa vez, pedí un caldo de mariscos. Después
fuimos a ver-oír las historias que se contaban, pues el agua del mar y del río, dicen,
habían entrado hasta la placita del centro a una altura de dos metros, arrasando casas,
árboles, lanchas, y abriendo un arroyo-río, partiendo en dos al pequeño puerto; en la
tarde vamos a nadar a la playa.
–Al otro día regresamos a comer a la Trucha Vagabunda, y el mesero, que ya nos
conocía de años atrás, me preguntó: -¿Cómo le fue ayer con la sopa de mariscos? Era
un poco pesada ¿No le afectó un poco la salud?
-Bien, pero tardé un poco en digerirla, por eso en la mañana no desayuné nada, le
contesté.
-Eran las 4 de la tarde cuando dejamos el puerto, el sol calaba intensamente; habíamos
reservado en el Hotel Colonial de la ciudad de Tulancingo, hotel de lujo extremadamente
barato, al cual nos gusta ir seguido, pues tiene un restaurante, también de lujo, donde
sirven una comida exquisita, una excelente carne asada con papas fritas y guacamole o
con chilaquiles, a solo 12 pesos; la sirven con una serie de panecitos que son una
maravilla. Si pide uno o dos cafés, le traen una jarra llena de 2 litros, cada café a 2
pesos, dos cafés a 4 pesos; y si se termina uno la jarra, la vuelven a llenar por el mismo
precio…. Y los excelentes postres… Los asiduos son burócratas, campesinos, obreros,
familias pobres y ricas del lugar… Esta ciudad yo la conocí desde los 4 años, cuando
241
mi padre me llevaba en tren, donde tenía unos amigos, para luego irnos a Honey,
Naranjastitla, Pahuatlán… Tulancingo era una ciudad muy fea, llena de lodo, basura y
polvorienta. Hoy es una ciudad hermosísima llena de bellos jardines, una estación de
tren, con un vagón restaurante donde come uno comida tradicional, ahora museo,
porque ya no hay tren.
-Los chismosos o mitómanos del pueblo cuentan que hay tantos lugares bonitos porque
el dinero narco se ha lucido, aportando para la belleza de Tulancingo. Nosotros a veces
la tomábamos como cabecera para ir a visitar Pahuatlán, o rumbo a Acaxochitlan,
Huauchinango, la fea Poza Rica, Tecolutla, Nautla… O si no, tomábamos la carretera
rumbo a la ciudad de Pachuca, Mineral del Monte, visitando los pueblitos, donde a veces
nos quedábamos, si encontrábamos alguna posada…
-Habíamos viajado unas 5 horas de regreso de Tecolutla, fuimos inmediatamente a
cenar al restaurante, pero yo no me sentía ya muy bien, y lo que pedí no pude comerlo; a
las cuatro de la mañana, mi cuerpo eliminaba casi toda el agua que tenía, e
inmediatamente nos fuimos a un hospital de Salubridad pública que estaba abierto toda
la noche; con las informaciones que nos dio el velador del hotel nos perdimos: -Vaya
p’arriba, luego a la izquierda, baja, luego en U inmediatamente, cuando vea un gran
árbol, luego derechito, derechito, va a ver una casa amarilla… Ahí esta lueguito, a la
derecha… Si no, le pregunta a alguien: por acá son rete güenos para informar, no se
preocupe -me dijo. A esta hora no había nadie, las calles estaban aún bañadas por las
espesas sombras. Cuando llegamos había mucha gente, durmiendo en el suelo en espera
a ser atendidas. A las 9 de la mañana salió una enfermera y nos dijo que tenían
preferencia las mujeres embarazadas, que había muchos partos urgentes y solo había
un solo médico: Zalimos, con Z de Velocidad, corriendo al DF. En 2 horas 40 minutos
llegamos al Hospital de la Raza. Urgencias ya no estaba ahí, y nos enviaron a otro
hospital. De pronto me acordé que era martes y que mi doctora daba consulta; la
doctora llegó hasta las 12 hrs. La especialista me auscultó y luego tramitó dentro de La
Raza mi hospitalización; a las 10 de la noche me dieron una cama… 6 días
hospitalizado, a causa de los ostiones que estaban ya en mal estado,,,,. ¡¡¡Ah!!!! esa
Pinche Trucha Vagabunda… ¡¡¡%$3?¡¡¡ ?!!!©øM… ¡¡¿ ∂æ ## ∞¢¬ >@<!!!!!:…
<<Ω>>
242
Al pasar por donde el anciano toma el sol, ve que tres mujeres se le acercan y le
dicen: ¡¡Papa!! ¿pero qué estás haciendo aquí? Y enseguida le cierran la bata para que
no siga mostrando sus nalguitas arrugadas.
–Es que allá arriba nunca entra el sol a los cuartos. Vi que acá abajo estaba muy
soleado y le pedí a una señora que visitaba a su enfermo si podría prestarme la capa
que se había quitado; salimos juntos y cuando estábamos abajo se la entregué; le dí
las gracias a la señora por ayudarme a escapar. Pero qué rico está el solecito ¿o no?.
Varzal aprovecha para sentarse en una banca vacía y descansar un minuto; aprovecha
para leer una carta de su amigo Filiberto que vive en Canadá, país que le dio asilo
después de que a su compañero lo asesinaron en México, por un acto de homofobia.
Les cuenta sus desdichas:
Me dio lo que llaman nervio ciático, y esto ha hecho que mi vida virtualmente
se ha ido a la basura.…Hay veces que me pregunto si nací para fracasar, pues no es
posible que al año de haber tocado este bellísimo país me haya atacado esto. No
tengo ni para unos tenis. Es vergonzante que a mi edad ni eso haya logrado, es
indigno. No sé si por la enfermedad o por torpe, que nada logré en la vida, y les
advierto que esperé a no estar deprimido ni exultado, sino en el justo medio
aristotélico para escribirles.
…intenté 3 veces trabajar… y solo fracasos, pues la enfermedad me causaba
un dolor tan fiero que moría porque no moría. Como no hice servicio militar
mexicano no tengo derecho a pasaporte mexicano y pues ni modo. Tal vez estudie
una carrera otra vez… me faltan dos años de carrera aquí para tener un diploma de
aquí…lo malo es que ya me siento medio viejo y estoy ya muy inutilizado. Nunca
volví a saber de Delia. Pasó lo que tenía que pasar y es que le puse el alto.
El 24 pasado fui con Hernández a su casa de Quebec, hemos, gracias a ti, que
me pusiste en contacto con él, hecho una muy buena amistad, él, su esposa y yo.
Si, les contaré que sostengo una seria relación con un francés de aquí, es un
hombre muy valioso y nos queremos y respetamos mucho.
<<Ω>>
243
El pintor vuelve con los análisis al segundo piso del Hospital La Raza. Los pacientes
esperaban en sigilo. La sala en este piso es gigantesca, algo así como el espacio que
necesitaría Superman para retozar un poco.
–¡¡¿¿Dónde están las escaleras?!! –este grito hizo que los pacientes salieran de su
disimulado silencio, para ver a un anciano delgado vestido con una chamarra de tela
azul, quien blandía su bastón, haciéndolo vibrar, dirigiéndolo hacia la gente como si
fuera un arma.
Una señora muy molesta comentó: -Pero aquí no es un manicomio, para que haya
locos.
-Qué imprudente ¿no cree usted? –le dijo a Varzal con una voz muy suave una señora
de unos cuarenta años, vestida con un uniforme blanco. –Soy enfermera y entiendo
muy bien lo que pasa. Yo trabajo en el edificio de enfrente de este mismo hospital,
asisto a los médicos en el nacimiento de los niños, y también en lograr que estos
bebes continúen con vida; porque hay muchos que nacen teniendo menos de 700
gramos; a veces son tan pequeños, que les tenemos que dar calor con las manos,
tocándoles su cabecita y todo su cuerpecito; es necesario darles calor, porque ya no
tienen el que les daba el vientre de la madre. Estos pequeños tienen la piel tan
transparente que se les ve latir su corazón y se ven sus intestinos cuando se mueven.
-Allí, en ese edificio que usted ve, allí es donde comienza la vida: divididos solo por
25 metros que tiene la calle interior, están la maternidad y el hospital de
especialidades. -Usted verá, aquí, en este edificio, gente como este anciano que ya
están del lado derecho de la vida. Un instante, 25 metros, son solo un instante entre
el edificio de la izquierda y el de la derecha, es el tiempo de la vida. En este corredor
con pequeños árboles y una fuente, la gente camina rápido, unos trayendo a sus
mujeres a parir, otros a sus familiares a curarse o muy graves casi muertos; pero en la
fuente hay gente que esperan sentados en el borde: unos ríen alegres, otros, tristes,
lloran por algún pariente que acaba de partir al infinito; y hay las parejas que se
abrazan y besan, apaciguando con el rocío del chorro de agua de la fuente sus
deseos. Éste es un crucero para ir donde se alumbra o para ir donde poco a poco el
moribundo se apaga. Es un crucero entre la vida y la muerte.
244
–¡¡¿DÓNDE ESTAN LAS ESCALERAS?!!, escuchándose otra vez este grito de rabia
incontenible, del anciano de condición humilde, cuya angustia se marcaba en sus ojos
y en su boca.
–¿¡¡¡¡DÓNDE ESTAN LAS ESCALERAS?!!!!!!!!!!, gritó en una tercera
ocasión, y esta vez los vidrios del coloso de la salud temblaron por la voz
aterrorizada de este mortal, al que nadie se atrevía a acercarse.
Todo el piso estaba de pie. Hasta que una anciana, que sonreía con la solución de
este acertijo, se le acercó, diciéndole algo al oído; y tomándolo de la mano le pidió
que la siguiera. Él, como un bebé, dócilmente se dejó llevar, y ella, adelante, como un
lazarillo, caminaron hasta perderse en la multitud, dirigiéndose al tobogán de este
laberinto, el cual conduce a un lugar aún más desconocido.
Ciudad de México. 1997-2000.
245
UN CAMINO A RECORRER
LAS TRES EVAS
Varzal estaba recostado, descansando en su cama, recordando sus viajes por todo el
mundo, y cómo le había gustado tanto viajar, porque su padre había sido
ferrocarrilero –aunque su papá estaba en los talleres de reparación de los vagones, ya
que era carpintero, y en esta época, adentro de los trenes, todo era de madera. A
don Maximino le encantaba viajar junto con su hijo, aprovechando sus pases gratuitos
de Ferrocarriles Nacionales. Varzal era el último hijo de una familia de siete hermanos
y es por eso que su padre cargaba siempre con él en sus paseos. Recuerda que en
1946, a los cinco años de edad, había ido solo en el tren para ver a sus tíos, que
vivían en un pueblito de la sierra de Puebla. De vez en cuando, en el transcurso del
viaje, pasaba el checador de boletos o un vigilante a echarle un ojo o a platicar un
instante con él en sus momentos de descanso. Esa vez, soñando al ver los hermosos
paisajes y a los indígenas que subían al tren con sus racimos de pollos y con sus
guajolotes, algunos cargando un puerquito o una cabra, se propuso conocer todos
los pueblos del mundo. ¡Uf! a esta edad, todavía le faltaría un largo camino por
recorrer.
Su medio hermano contaba siempre a su madre sus viajes, que hacía con sus
camiones “Tortons”, con los cuales acarreaba la fruta que cosechaba en sus
propiedades de los estados de Veracruz y Yucatán, fruta para el antiguo mercado de
La Merced, donde tenía una bodega para vender sus sandías, papayas, naranjas y
otras sabrosas frutas.
–Cuando quieras ir a pasear en uno de mis camiones, yo te pagaré todos tus gastos.
Tú sabes que si quieres ir a Yucatán, se hace más de una semana de ida y vuelta. De
regreso, con la papaya, el camión viene más lento, pues en el camino se va
madurando. Sé que este viaje te ayudará mucho en tu carrera artística, porque puedes
ir a ver las pirámides –le propuso Epifanio, ese día que fue a visitar a su mamá, al ver
el interés con que lo escuchaba.
El joven pintor estaba sorprendido con la proposición de su tan querido medio
hermano Epifanio y titubeó un poco para aceptarle su propuesta.
246
Aunque ya había hecho otros viajes anteriormente, quizás mas interesantes. Como el
que hizo a los 14 años cuando su madre le pidió que fuera a ver a su padre en la
parte alta de la Sierra Mixe, al norte del estado de Oaxaca, donde estaba organizando
lo que él llamaba La Ciudad Circular, un sueño que convertía en realidad.
Construyendo la nueva ciudad, en trabajo colectivo con algunos de sus compañeros
ex sindicalistas y otros que conocía que eran obreros o campesinos, le explicaba su
padre en el lugar:
-Mira, todas las calles convergen hacia un punto, el cual es el corazón de la
comunidad. Estas estructuras de madera y bambú que brotan de la tierra comienzan a
modelar la Iglesia (la Religión), ocupando solo la mitad de la glorieta, y en la otra
mitad, se construirá el granero (el Socialismo), pues lo importante es salvar el alma
del hombre en el cielo, pero principalmente su vida en la tierra.
Llegó después de un viaje que duró un día y medio en una lancha construida con un
árbol ahuecado, remontando la corriente hacia la Sierra Mixe por el río Jaltepec,
desde Jesús Carranza en el estado de Veracruz. Eran las 11 de la noche, el enorme y
pesado cayuco se detuvo a medio camino, desembarcando a los casi 20 pasajeros,
quienes se instalaron bajo un techo de palma en plena selva, y el lugar para dormir
eran unas rudimentarias hamacas. La vegetación y la noche eran espesas y la gente no
se alejaba mucho para vaciarse la vejiga.
Varzal por más que quería dormir no podía, pues la selva carecía de silencio, los
gritos de los monos, de los pájaros nocturnos, el rugido de algunos carnívoros y el
correr de las ratas de campo en el techo, convertían la atmósfera caliente en un
infierno.
Para tratar de calmarse, le vinieron a la memoria recuerdos de su padre. Tendría
alrededor de 5 años de edad cuando el señor Maximino colocó sobre el banco de
carpintería una tabla de 15 cm. de ancho por 2.50 m. de largo, prensada
fuertemente; el madero sobresalía unos 70 cm. de la orilla del banco. En seguida lo
subió sobre la tabla, colocándolo para que se montara sobre ella; le dio un serrote
para luego ponerle una tira de madera sobre las piernas, diciéndole: -Cuidado con los
güevitos, la tira es para evitar un accidente. Colocó sus dos manos sobre las de él,
que asían el serrote, y comenzó a guiarle para cortar la tabla y sacar dos tiras.
247
Se acababa de quedar dormido cuando lo despertaron, eran las 4:00 de la
madrugada, y había que continuar el viaje por las aguas fluviales del río Jaltepec.
Al atardecer llegaron a un acantilado de unos 10 metros, Varzal bajó su maleta en
una base hecha de troncos que servía como puerto y donde había 8 enormes cayucos
estacionados; había que subir por una escalera casi vertical labrada en la misma tierra
con troncos como escalones, donde en la cima, al ver que del cayuco descendía un
pasajero, ya lo esperaban unos hombres fornidos, quemados por el sol, quienes lo
ayudaron a cargar sus cosas. Su padre no estaba, lo fueron a llamar y tardaría varias
horas en llegar.
–Es tu madre quien te envía ¿verdad? –le preguntó su padre al verle–, y continuó
sermoneándolo: -Ella cree que tengo otra mujer, ¡es tan celosa! Claro que aquí hay
una señora que me ayuda en los quehaceres de la casa, me lava, me plancha, hace la
comida. Yo tengo tanto trabajo aquí, no sólo como responsable religioso de la
comunidad sino también como organizador de la construcción de las calles, las casas,
la siembra… el Socialismo; hemos ido a investigar cómo hacen los indios mixes sus
chozas: primero, hacen una estructura de bambú para luego vaciar una mezcla que
hacen con tierra, estiércol y paja. Luego tengo que organizar el transporte para que
los indígenas lleven a vender su maíz que les sobra a la ciudad. Para eso tenemos que
construir lanchas utilizando árboles que hemos tirado a fin de tener espacio libre
donde construir el pueblo, y tener lugar para sembrar; y yo estoy en todo esto,
trabajando con mis manos. También participo en la siembra del maíz. Estamos
construyendo un criadero de peces, además de que pescamos con lanzas hechas de
ramas en el río. En la madrugada, salimos a cazar tepezcuintles; ya conocerás a esos
marranitos salvajes que hay en la selva.
A los indígenas, les enseño a construir muebles, que después vendemos en Oaxaca o
Veracruz. Escribo junto con un grupo de responsables los reglamentos y proyectos de
trabajo para todos estos hombres que me siguen. Todo eso tengo que hacer,
y cuántas cosas más, y ya verás que no hay tiempo para lavar ropa o hacerme de
comer...
Su padre se volcaba en explicaciones y él quería darle un abrazo para saludarlo, pero
le señaló con un dedo una silla para que se sentara bajo la sombra de un techo de
palma, que era una bendición, por el implacable calor del mes de junio.
248
–En unos días cumpliré mis 14 años, quizá mi padre lo va a festejar –pensaba el
estudiante de arte; mientras, un hombre que lo observaba insistentemente ya le servía
un café y ponía en la mesa unos panes hechos por la comunidad.
Su hermano Andrés ya había estado dos meses en este lugar dos años antes, durante
las vacaciones escolares y le contaba cuando estuvo en este lugar de sus aventuras,
de cuando iba a husmear a Isla Verde, una isla que estaba en medio del río Jaltepec
donde vivían unos güeritos alemanes. Andrés conocía solo la entrada de la isla, ya
que estaba prohibido entrar al lugar, e iba acompañando a un campesino que les
vendía legumbres.
–Si vieras que rete chulas están las güeras. Anímate ahora que vas a irte, para admirar
lo que es bueno. Pero no puedes ir solo, te doy el nombre del vendedor y le dices
que lo acompañarás; desde la puerta se alcanza a ver un poco a las mujeres en el
interior…
Su hermano Andrés ya no pudo regresar a visitar a su padre a la Sierra Mixe, pues en
esa tierra tropical se había enfermado de paludismo.
Un día, desesperado, Varzal, haciendo un esfuerzo sobrehumano para contener la
respiración bajo el agua, se rascaba la cabeza porque la única reacción al verse
perseguido por un ejército de avispas, fue tirarse al río. Los insectos se le habían
metido en su abundante cabellera; sus dedos impacientes arrancaban una a una cada
avispa, mientras trataba de ahogar a estas negras pesadillas. Cuando sentía que ya iba
a reventar, una mano lo jaló del cabello, sacándole la cabeza del agua.
–Así no vas a matar a las avispas, la única solución será cortarte el pelo –le dijo el
señor Villalobos, mientras que unas señoras acomedidas insistían en sacarlas. Pero
como estos insectos se habían hecho una masa viviente que picaba, todos decidieron
ir por el peluquero, a quien le costó mucho trabajo quitarle el pelo con todo y
avispas. Ya no volvió Varzal a aceptar invitaciones como éstas de ir adelante, como
esta vez, al subirse al frondoso laurel para bajar este enorme avispero pegado al árbol
quizás por siglos, y que había crecido casi dos veces más grande que un balón de
futbol americano. Él lo hacía porque, como hijo del señor Maximino, quien era
249
su amado dirigente, sentía que era su deber aceptar, para demostrar que no era un
simple y vulgar estudiante de ciudad.
Varzal nunca vio a la mujer que le lavaba y cocinaba a su padre. Él se había olvidado
del asunto, ya que continuamente su progenitor le contaba las historias de la
comunidad y las hazañas de un ex soldado, quien se había propuesto para guardarle
las espaldas.
Uno de esos días, cuando el sol estaba a punto de reventar, le contó don Maximino: Un día Villalobos, mi ángel guardián, me pidió permiso para ir a salvar a una señora
que todos conocíamos en una ranchería. Se la habían llevado con todo y sus cinco
hijos como botín, esos hombres que están armados hasta los dientes, los que casi
llegan a los cien; viven más arriba, en la montaña y a cada rato cometen atrocidades,
sembrando el terror; llegan a los caseríos y se llevan todo el ganado y hasta las
mujeres con sus niños. Un día, Jorge Villalobos se fue en la noche, se llevó un máuser
y un machete. Yo le dije que lo acompañaríamos varios de aquí, pero él no quiso, se
fue solo. Días después, a su regreso, me preguntó que qué haría con la señora y los
niños; porque el caserío donde ella vivía había quedado arrasado y su marido estaba
muerto. Le contesté que más bien era yo quien debería preguntarle a él, porque había
ido a sacarla del pueblo de los bandidos. No me contestó nada, pero hace un tiempo,
me dijo que quería que los casara para darle un apellido a esos niños y hace ya más
de un mes que estuvimos de fiesta aquí en la comunidad.
Habían pasado tres semanas y al estudiante de arte lo entretenían los habitantes
comunitarios, llevándolo a la pesca en la noche; para esto le prestaban un casco de
minero que tenía una lámpara para ver a los peces, quienes se quedaban inmóviles al
ver la luz y así poder pescarlos; pero antes fueron a construir lanzas para pescar, a
tirarle con un rifle 22 a los tepezcuintles y algunas aves, en lo que hacía trampa,
porque le horrorizaba matar a animales tan bellos; fue a las construcciones que
realizaba la comunidad, para construir casas que tenían, algunas, hasta dos pisos: con
estructuras de troncos para las trabes y castillos y para los muros se armaba
una estructura de bambú en forma de cajón y adentro se vaciaba el barro revuelto de
paja y de estiércol; luego techar estas construcciones con palmas, desbastar con
hachas y hachuelas los enormes troncos para ahuecarlos, a los que primero se les
daba la forma exterior y al final se le aumentaban en el interior unas tablas que
servirían como asientos. Faltaban solo dos para tener diez para la navegación
250
en el río (para esto, ya habían comprado motores fuera de borda marca Johnson); fue
a desgranar las mazorcas de maíz, a participar en la siembra de este alimento, del
cual su padre le decía: -El maíz es la columna vertebral de esta comunidad; ahora
estamos aprendiendo a ver cuándo va a llover o va a haber sequía, con las
cabañuelas, que es el arte de pronosticar el tiempo -es un método empírico de prever
el tiempo-; hacer las calles, investigamos además como controlar las plagas…
En todo esto ayudaba, y terminaba cansadísimo Varzal; por esto nunca pudo dibujar
nada en su cuaderno con sus acuarelas. Había llevado 12 rollos en blanco y negro:
llegando, fotografió las calles de la comuna, el paisaje, la iglesia y el granero central, a
los habitantes trabajando… y su padre le pidió los rollos de película para imprimirlos
en papel y darles sus retratos a cada uno de los comunitarios, fotos que él nunca
volvió a ver. A su padre siempre lo veía muy ocupado, unas veces platicando con los
mixes para aprender su idioma, sus formas de curarse, otras leyendo libros de
medicina natural, iridología, con la cual hacía diagnósticos de las enfermedades de los
campesinos, realizando exploraciones del iris, ya que en éste se encuentran
representados todos y cada uno de los órganos y partes del cuerpo; seguido se le veía
aplicando cataplasmas de barro en partes diferentes del cuerpo…
Con todo este trabajo ni su padre ni él, recordaron su cumpleaños.
Varzal hubiera querido quedarse un tiempo más, pero un día su padre decidió
pasearlo por varios pueblos de Oaxaca y Chiapas, ya que tenía derecho a obtener
pases para su hijo en el tren de pasajeros. –Además tienes que regresar a continuar
con tus estudios de arte en México –le dijo su padre. Salieron a las cuatro y media de
la mañana, caminaron casi dos días en la selva siguiendo la ribera del río Jaltepec; en
el camino iban visitando a los campesinos, a los que él había ayudado a transportar su
maíz a Jesús Carranza para venderlo, quienes los invitaban a comer y una noche a
dormir en hamacas, dentro de su choza; hasta llegar a la población de Jesús Carranza
en Veracruz cuando ya la noche había caído, acompañándolos su fiel amigo Jorge
Villalobos hasta la mitad del camino, quien luego se regresó a la comunidad.
Maximino, su padre, quería que conociera los poblados indígenas, las zonas
arqueológicas, museos… y así llegaron hasta la ciudad de Tapachula que está en la
frontera con Guatemala; y de regreso fueron hasta la ciudad de Oaxaca para visitar
sus museos y a Mitla y a Monte Albán.
251
–Este viaje te va a ayudar mucho en tu preparación para llegar a ser artista, pues has
conocido los pueblos originarios del sur, nuestras raíces, y la grandiosidad de
nuestros antepasados –le comentó Don Maximino.
Acompañando a Varzal a la estación de tren se despidió del joven estudiante de arte,
emprendiendo este su viaje de regreso a la capital. Don Maximino se quedaría un día
más para realizar sus compras e ir por las impresiones fotográficas a un laboratorio,
para después regresar al panal de sus utopías.
Hace poco, después de 39 años de este viaje, Varzal conoció a una artista muy bella,
de edad madura, de nombre Sheressade, en la ciudad de Toronto. Un día, platicando
con ella en su estudio de cerámica, comenzó a volar en sus recuerdos pensando en
su padre, y cómo él, sin ser un contador de cuentos, pudo hacerle olvidar la meta de
su viaje, quizá porque las historias reales son más impactantes.
><Ω><
Con la propuesta de Epifanio estaba emocionado, y fue corriendo a pedir permiso a la
escuela donde estudiaba. A las cuatro de la mañana tocó a la puerta de su casa el
chofer. Varzal se subió al camión y al instante se quedó dormido. A las ocho de la
mañana el señor Tacho lo despertó: estaban estacionados a la orilla de la carretera: –
Vamos a desayunar, aquí guisan unos buenos hígados encebollados para el almuerzo.
Entre una frondosa vegetación se encontraba una fachada blanca con puertas y
ventanas de color rojo de una casa techada con ramas de árbol y hojas de palmeras,
con un gran letrero que decía: “Un camino a recorrer. Las tres Evas”. Y en un letrero
más pequeño pegado a la puerta: “Aquí se come”.
Avanzaban como si fueran parte de una caravana, porque los choferes se organizaban
por los problemas que pudieran tener en la carretera o para reunirse a comer en
algún lugar para matar la monotonía del viaje. Al llegar a un restaurante, era la
costumbre comprar un cartón de cervezas entre todos y acompañar con
la guitarra alguna canción para que todos cantaran. Había un chofer que le decían
Pedro Infante y efectivamente se parecía tanto a aquel ídolo del cine mexicano, que
cuando llegaba a los lugares de reunión, alguien gritaba ¡Ahí viene Pedro Infante!
Inmediatamente el grupo de comensales coreaba: ¡Que cante!, ¡Que cante! Estos
encuentros le quitaban a estos obreros del volante la aburrición y el cansancio;
252
pero eran principalmente, Las Tres Evas, que laboraban como meseras, cocineras...
tres bellezas de color canela, que esperaban semana a semana la aparición de tantos
amados choferes; los que dejaban en cada viaje una muestra de su amor con regalos y
un pago por sus amores ofrecidos.
En este viaje, le impresionaron más los paisajes por su vegetación, los pueblos
indígenas, las ciudades de Campeche y de Mérida, la vida de los choferes en la
carretera, que las ruinas arqueológicas mayas: Dzibilchaltún, Chichén Itzá, Sayil, las
cuales ya había visto en los libros; y no es hasta muchos años después que sentiría su
belleza, su fuerza y su significado.
><Ω><
Varzal estaba recostado, descansando en su cama, recordando sus viajes por todo el
mundo y pensando lo importante que era tener dos talleres espaciosos para pintura,
escultura, fotografía... para él y su esposa, además de un espacio para habitar. Serían
las dos de la tarde, había sido un día intenso en la reconstrucción de su casa; tenía
trabajando una docena de albañiles que su medio hermano Epifanio le había prestado;
bueno, sí, prestado, porque eran sus trabajadores de planta y todo su dinero que
ganaba lo invertía construyendo casas para sus hijos.
Había pasado un año en la transformación de su casa y no podía seguir probando
cada vez más fracasos con los albañiles que hacían san lunes, y a veces san martes o
san miércoles, o dejaban de venir toda la semana o hasta quince días; así que recurrió
a su medio hermano Epifanio, quién detuvo la construcción de uno de sus edificios,
enviándole enseguida a su equipo de albañiles. Al principio había alguien que los
dirigía, el maestrero, quien siempre veía la forma de aumentarle unos cuantos metros
de más, pues Varzal no medía el trabajo realizado en la semana porque tenía
confianza en él. Pero eran tan exagerados los cálculos de este maestrero, que era
obvio a la vista sus movidas. Un día, le dijo que pudiera ser que él estaba equivocado
pero que le pagaría el cincuenta por ciento de más si estaba
en lo correcto en su presupuesto y si no lo estaba, Varzal le pagaría el sesenta por
ciento menos.
Sin confirmar las medidas, el albañil muy avergonzado, le dijo que él tenía la razón,
que no había ningún problema y que él se iba con su equipo de albañiles.
253
En el momento que tomó su decisión su patrón, los trabajadores protestaron y le
pidieron al artista quedarse con él; así que inmediatamente comenzó a aprender
cómo se dirigía una construcción, pidiendo a sus amigos arquitectos que le enseñaran
cómo hacer desde los estribos para armar la varilla de las columnas, hasta hacer las
zapatas, la técnica para evitar la humedad y el salitre, quitando una hilera de tabiques,
untándole aislantes especiales, apuntalar para tirar los muros, hacer arcos de
concreto...
Después de trabajar con ellos casi todo el día, en la tarde se iba a la Metropolitana,
una Universidad donde había sido invitado para experimentar con las computadoras
con el fin de crear imágenes: seguido les dejaba a los albañiles el trabajo a realizar y
podía escaparse.
Después de estar recordando un rato, el pintor había comenzado a medio dormirse
ese día que se metió a la cama a descansar. Se había quitado la ropa para acostarse
unos quince minutos: eran las dos de la tarde y el día había sido intenso. En la noche
anterior había trabajado hasta las cuatro de la mañana, como era ya su costumbre
cuando trabajaba con la computadora. Enseguida, se quedó dormido y comenzó a ver
formas como cuando se deforman las imágenes con los filtros de programas gráficos
en la computadora. Por esos días estaba probando su nueva Macintosh, adquirida
hacia poco tiempo, y realizaba una segunda obra a partir de la obra titulada “El
Rumor”, formada por una cara de la cual se desfasan una serie de bocas que crean un
sonido gráfico, que oía a su modo cada espectador. Con un filtro del programa
Photoshop deformaba la primera imagen que se volvería una secuencia titulada “El
Rumor Hecho Nudo” con colores estridentes: verdes y rojos, violetas y naranjas,
amarillos y azules; allí, las bocas se entrelazan para seguir contando algún rumor
incongruente.
–En mis sueños –dijo Varzal–, cargaba una bolsa con las bocas y los colores de El
Rumor, bolsa que me servía para guardar mis pasos, los cuales iba recogiendo; pero
éstos se volvían a caer en el camino y, desesperado, regresaba yo por ellos. Sudaba y
formas y colores cada vez se hacían más borrosos. Mis sueños giraban a gran
velocidad; me faltaba aire; el ruido de un instrumento al caer, las carcajadas de los
albañiles al oír un chiste y unas ganas de vomitar hicieron que me despertara. Me quedé
en el suelo recargado un buen rato, mientras despertaba. Arrastrándome como pude,
254
llegué a la cocina, donde salía un fuerte olor a gas: con dificultad abrí todas las
ventanas y cerré una llave de este energético...
Esto no fue la rotura de una tubería, ya que el pintor fue a ver la estufa de la cocina y
tenía la perilla abierta. Los albañiles, al oír su tos, subieron corriendo a ayudarlo. Dos
horas después, con las atenciones de un médico, ya podía hablar y les contó lo del
gas. Más tarde vinieron a informarle que el peón –un ayudante indígena de
albañilería– había subido al primer piso por la comida que ellos calentaban en la
estufa y que, para apagar el fuego, en lugar de cerrar el gas, girando la perilla,
simplemente le sopló con la boca para extinguirlo.
A la ciudad de México, vienen de la provincia comerciantes, estudiantes, campesinos,
albañiles, son indios mestizos y blancos que crean un crisol abigarrado de culturas
nacionales.
Este hombre venía de algún lugar muy apartado de la civilización “moderna” donde
quizás, con ayuda de sus dioses, ellos pueden dominar la furia de la naturaleza, curar
a sus enfermos con hierbas y rituales, pero no utilizan el gas en las cocinas y para él,
esta era la primera vez que apagaba el fuego de una estufa.
><Ω><
¿UF?... Uf!!!!!!!!!!!!!
><Ω><
Los sueños, las utopías ¿Por qué se desvanecen, se apagan, se les destruye tan
pronto?
A la comunidad de la Ciudad Circular llegó una invitación de los llamados bandidos
para una comida que les ofrecían en el pueblo donde ellos se encontraban
y solo les pedían que no llevaran armas; les decían que esta reunión serviría para
conocerse mejor.
Decidieron ir casi todos, menos, los que se quedarían haciendo guardia y Jorge
Villalobos, quien había ido a la ciudad a cobrar su pensión que tenía como exsoldado;
255
a la comida llegaron con un tepezcuintle para asarlo, y durante todo este tiempo que
pasaron en la fiesta todo pasó bien: hablaron de la caza, de la pesca en el río, de la
construcción de muebles; platicaron entre todos para llevar una vida pacifica en la
región… Y regresaron al atardecer: al llegar se veía mucho humo y las personas que
se habían quedado para resguardar la comuna no salieron a su encuentro: cuando
entraron, casi todas las casas estaban destruidas, se habían llevado todo: instrumentos
de trabajo, muebles, ropa, animales, los diez cayucos… cinco hombres estaban
gravemente heridos y uno estaba muerto.
Transportaron a los heridos hasta Jesús Carranza para que los atendieran en un
hospital, después dieron parte a las autoridades.
Al llegar el ex soldado contó a los comunitarios que había visto a varios de los
“bandidos” cobrando su pensión en las oficinas del cuartel militar.
-Son militares estos malvados; el ejército es quien enrola a campesinos para formar
este grupo paramilitar que crea el terror para controlar la sierra.
Así, Jorge Villalobos informaba dando muchos detalles, durante el velorio que se
llevaba a cabo en lo que quedaba de la iglesia.
Ya no pudieron rescatar nada, ya no quisieron rescatar nada.
Así se terminaron las ilusiones, así se terminan los sueños, así se terminan las utopías.
Ciudad de México. 10 de abril 1995, 2013.
256
VIDA COTIDIANA
En 1970, contaba Varzal: -Tengo una exposición individual en el museo de Arte
Moderno del Estado de México, al la cual asiste gente de Toluca y de la ciudad de
México; van los amigos, entre ellos el escultor Jorge Dubón, quien llega con Corinne, su
esposa, y una de sus amigas, pintora, a la que, el pintor, ya había conocido
anteriormente en su casa. Durante la inauguración, y después en la cena que nos ofrece
el director del museo a unas 40 personas en un restaurante del centro de Toluca, platico
mucho con esta artista sobre las obras expuestas y ella de las pinturas que realiza. Me
cuenta que además de ser pintora, trabaja como dibujante científica en un centro
científico francés, con un contrato del CNRS de Francia, y que ésta es su segunda
profesión. Al terminar la cena, Dubón nos da un aventón para regresar a la ciudad de
México, y en el trayecto en la carretera seguimos platicando hasta la casa de Jorge, en el
sur de la ciudad, donde la charla continúa un rato más. Françoise me dice que ella vive
por el monumento a la Revolución, que mi casa le queda de paso y que me puede dar un
aventón en su auto, que había dejado en casa del escultor.
-Así comenzamos una amistad, y a vernos seguido para comer, platicar de arte, de
política, de nuestros proyectos, visitar mi estudio… y pasado un muy corto tiempo, como
nuestros pensamientos coincidían, nos enamoramos y comenzamos a vivir juntos.
Dos años después invitamos a los amigos a la fiesta que celebraríamos en el
departamento de la colonia Condesa, en calle Cosala. Nos contestaron positivamente los
amigos, que irían a la fiesta, y eran tantos, que tuvimos que vaciar de muebles la
recámara. Ese día llegó a la casa el juez encargado del Registro Civil y se instaló de pie
en la pequeña mesa que le habíamos instalado, procediendo a dar lectura a los artículos
del código civil para realizar el casamiento, y a firmar nosotros y los testigos el acta de
matrimonio; tuvimos que dejar la puerta abierta pues la gente, que ya no cabía, se
había instalado en la escalera del edificio; los vecinos al vernos vestidos con trajes de
manta blanca fueron a comprar flores, y en esta forma se adhirieron a la celebración,
festejando hasta la madrugada.
Este pequeño departamento -de 48 metros cuadrados con una sala, cocina, baño, dos
recámaras y un cuarto de servicio en la planta baja-, ubicado en el primer piso, nos
servía como estudio para Françoise y para mi; una amiga nos dijo que su nana
257
tenía una hija ya grande, que no se había casado, y que si podíamos darle trabajo para
que nos hiciera la limpieza.
La segunda vez que hizo el aseo, observamos que dos óleos que estaba yo trabajando,
que estaban aún frescos y casi terminados, estaban un poco borrosos; después mi
compañera vio que el plumero tenía pintura fresca de óleo; entonces le dijimos que a los
cuadros que estaban aún frescos en el estudio les pondríamos una marca con un papel
pegado, para que a esos no les quitara el polvo.
En su tercera visita, nosotros no estábamos; cuando llegamos al departamento, la joven
ya se había ido, dejándonos una nota de lo que había limpiado, respetando los cuadros
que tenían la advertencia de no limpiar; en eso, el vecino, que rentaba el local de la planta
baja, nos tocó la puerta para decirnos que teníamos una fuga de agua: al revisar el
baño y la cocina no había nada, pero el piso de duela de madera estaba mojado. En eso
sonó el teléfono: era la joven del aseo, para comunicarnos que había tenido que irse y que
por favor le pagáramos la próxima visita, además de decirnos que había tenido mucho
cuidado para lavar los pisos de madera y que con mucha atención les había aventado
varias cubetas de agua para luego tallarlos con un cepillo y jabón en polvo; que habían
quedado muy limpios. Tuvimos que ir a alquilar una bomba de agua para luego abrir
un hoyo en las duelas, para bombear el agua. Entre el piso de madera y el concreto
había una separación de unos 20 centímetros, y esta parecía una alberca.
><Ω><
Acompañado de Françoise, su esposa, Varzal regresa otra vez a Europa, pero esta
vez a incorporarse por temporadas, cada año, a la familia de ella, a sus amigos, a sus
ex colegas del Muséum National d’Histoire Naturelle, donde había trabajado como
dibujante de plantas en el Laboratoire de Phanérogamie, laboratorio donde descubre
una nueva planta a la que ponen su apellido: Begonia Bagotiana.
Sus suegros los recibieron con enorme placer y por las noches platicaban cada uno
sus historias, y el padre de Françoise, Maurice Bagot, su vida como compositor de
música, su vida en Cabris, arriba del puerto de Cannes, donde Françoise había
nacido, pueblo al que habían llegado durante la segunda guerra mundial, pues París,
donde vivían, estaba invadido por el ejercito alemán. Cuenta sobre la primera guerra
mundial, cuando a los 17 años fue movilizado para convertirse en un soldado, y unos
258
meses después cómo fue hecho prisionero por el enemigo, luego de haber sido
herido en una pierna, permaneciendo casi dos años cautivo en una prisión en
Alemania: esto le permitió, al terminar la guerra, tener una pensión vitalicia, pensión
que aprovechó para estudiar la carrera de arquitectura y después la de música en el
conservatorio de música.
Jeanne Rigaud, la madre de Françoise, había sido cantante de ópera en el Violon
d’Ingres, orquesta de la que era director en París el padre de Françoise, y es ahí
donde conoce a Jeanne, quién será posteriormente su esposa. Ya instalados en
Cabris, el padre dirigía la orquesta de Montecarlo y la orquesta de la radio de la
ciudad de Niza; Jeanne contaba de sus vecinos en Cabris, de la condesa de SaintExupéry, quien daba clases de teatro a los niños del pueblo, entre ellas a sus dos
hijas, y cómo la condesa siempre esperaba el regreso de la guerra de su hijo Antoine,
quien era aviador y escritor, el autor de El Principito, Le Petit Prince.
El padre era un buen dibujante y acuarelista, así que enseño a sus hijas a dibujar y a
pintar desde pequeñas, y entre los dos padres les enseñaban a leer, escribir, y les
daban clases de historia, geografía, matemáticas, … pues en el pueblo funcionaba
muy mal la escuela a causa de la guerra; y también Maurice impartía cursos de música
para sus hijas y para todos los infantes del pueblo. Françoise relata de cuando tenía
cuatro años, y cómo fue, junto con el pueblo, a las terrazas del castillo de Cabris para
ver desde ahí los bombardeos al puerto de Toulon. –El puerto fue bombardeado 12
veces desde noviembre de 1943 a agosto de 1944–.
El padre tuvo que aprender a sembrar hortalizas, leyendo libros, y como se le daban
tan bien, los campesinos iban a pedirle consejo para los nuevos vegetales que había
sembrado.
Terminada la guerra, la familia regresó a París, y Françoise, con su hermana Annie,
continuaron sus estudios primarios en una escuela oficial. Posteriormente, Françoise
ingresa a la Ecole Nationale Supérieure des Arts Décoratifs de París, de1959 a 63, y
Annie estudia danza y teatro, volviéndose directora de una biblioteca donde aparte
contaba cuentos a los niños en la sección infantil, lo que le sirvió al jubilarse para
convertirse en una contadora de cuentos profesional e impartir seminarios de ésta su
nueva profesión.
259
Maurice, con paciencia y mucho cariño, explicaba a Varzal la forma en que conponía
sus obras musicales, sus óperas, y comenzó a enseñarle a leer las notas. Pero al
dibujante nunca le entraron esas abstracciones, y lo que sí logró fue su sensibilización
para oír musica, las voces de los y las cantantes de ópera…
Un día reciben una carta de la familia Bagot que habita en Bretaña, en el puerto de
Roscoff, en el Finistère; era el año de 2001; escribía la prima Christine Bagot,
diciendo que había ido a ver una expo donde Françoise exponía en París, y que había
leído unos artículos que ella había escrito sobre arte mexicano en la revista Arts et
Métiers du Livre, allá por los años 80s y 90s; y que ahora había conseguido su
dirección por medio de una sobrina que había viajado a México donde unos amigos
se la habían proporcionado. Y le pedía que cuando fueran a Francia que por favor la
contactara, dándole sus coordenadas.
En Saint-Pol-de-Léon, Bretaña, en 1899 el Dr. Louis Eugène Bagot, crea el Instituto
Marino, (posteriormente Instituto Marino Rockroum de Roscoff) y después construye
el primer centro de Talasoterapia en Roscoff, que es un método de hidroterapia: agua
del mar caliente y movimiento del agua. Continuando esta labor, su hijo, el Dr René
Bagot, toma el relevo en los años 50, investigando y ampliando este método de
curación. El Instituto Rockroum se encuentra a la orilla del mar de este puerto y la
calle Dr. Bagot. En esta calle, a unos 50 metros se encuentra la casa que sirvió como
su segundo consultorio al Dr Louis Bagot, hoy transformada en una casa familiar, de
la familia Bagot.
-La primera vez que llegamos al puerto, la prima Christine nos instala en esta casa,
dándonos la mitad para que tuviéramos espacio para poder trabajar nuestras obras;
luego nos lleva a visitar a los Bagot, que viven en poblaciones cercanas a este puerto,
quienes siempre platican recordando a los tíos, padres o abuelos, Louis y René Bagot, y
haciéndonos conocer las antiguas iglesias y pueblos de la región.
En Saint-Pol-de-Léon, ciudad que está a unos 5 kms de Roscoff, se encuentra La Maison
Prébendale, donde continuamente hacen exposiciones de artistas de todo Europa,
ocupando un antiguo edificio del siglo XVI; la familia nos presentó inmediatamente a
este centro cultural, para que expusiéramos nuestras obras: dejamos un proyecto y
después un jurado se reunió para ver los expedientes de varios artistas, resultando
260
ganadores nuestros proyectos para realizar una muestra individual, cada uno: en 2004,
a Françoise le dieron el primer piso y a mí el 2º piso.
Entre los dos artistas fueron a pegar carteles y a repartir invitaciones por los pueblos
del Finistère, aprovechando para compenetrarse en estas tierras. El día de la
inauguración llegó mucha gente, de París y de ciudades aledañas y la numerosa
familia Bagot e invitados, vendiendo Françoise 11 grabados; y luego impartió dos
conferencias sobre sus obras, a las cuales asistieron un sinnúmero de oyentes
interesados por sus dibujos y grabados. Varzal había expuesto parte de la serie de
dibujos Seres, habiendo realizado una museografía que sorprendía al público, al ver
las cartulinas pegadas al techo de vigas antiguas, o dentro de una antigua chimenea
de piedra, o con grafitis de frases sobre los Seres en los muros…
><Ω><
Abril, 2014. Por el cambio climático, la época de lluvias se adelantó aquí en México,
y la semana comenzó con el llamado fenómeno de la luna roja en la madrugada del
martes 15 de abril. Este eclipse total del satélite blanco, es una manifestación muy
simpática; con la luna de esta semana se iniciaron cuatro lunas de sangre, sinónimo
del fin del mundo para muchas profecías apocalípticas. Pero lo que inició este suceso,
no tuvo nada que ver con una luna de miel, ya que el martes 15 cae una tormenta
con fuerte granizada; el miércoles 16 de abril cayó otra fuerte granizada y en algunas
partes del barrio había una gruesa capa de granizo: los techos de su casa estaban
blancos, cubiertos de una espesa nieve y los canales de agua se desbordaron
inundando un poco los estudios; las hojas de las plantas estaban destrozadas, tres
cactus no resistieron la helada y se pudrieron. Los árboles de la calle pierden una
tercera parte de sus hojas. La gente sale a la calle desconcertada, nunca habían visto
un espectáculo de tal magnitud en plena ciudad; sacan palas para limpiar sus patios,
sus azoteas, quitar el granizo de sus autos, la calle, las banquetas. Los ciudadanos
entran en calor para derretir las montañas de granizo.
Al mercado popular Beethoven, que está cerca de su casa, se le cayó parte del techo
por el peso del granizo y en el 2º temblor se le cayó un muro. Lo mismo sucedió al
mercado de Río Blanco, también cercano a su casa. Dos días después, el gobierno de
la ciudad les construyó con herrería y lonas, un fuerte y gran mercado provisional
261
en la calle: ahora la gente del barrio asiste más, por solidaridad, a comprarles a estos
vendedores, que a los supermercados.
El barrio de Françoise y Varzal fue el más afectado por este fenómeno de granizo;
también en la autopista México-Toluca los autos quedaron varados, provocando el
cierre de la carretera; algunas gentes dejaron sus autos y continuaron a pie hasta
llegar a la ciudad de Toluca o a la ciudad de México.
En la ciudad de Xalapa, Veracruz, el tamaño de los granizos era casi el de una bola
de béisbol, lo que rompió decenas de parabrisas de automóviles en las calles y
estacionamientos, además de herir a algunas personas.
El viernes 18, a las 9:45 hrs., un temblor de magnitud de 7.2 hace que su casa-taller
se moviera como una barca dentro de un mar agitado, y al salir a la calle corriendo,
ven a la gente: algunos solo con una toalla como falda, quienes quizás se iban a meter
a la ducha; Françoise ya estaba vestida y Varzal sale en calzoncillos y se pone un
pantalón en la calle, el que alcanzó a tomar en la carrera al bajar los dos pisos: a esta
hora empezaba a pintar en el estudio de la azotea, donde a esa hora entra el sol. Su
compañera no le tiene miedo a los temblores, pero el nerviosismo se le quita al pintor
al ver a los vecinos en paños menores. En la calle, el sismo continuaba moviendo los
postes y cables de luz, a los autos estacionados… no terminaba.. Del viernes al
domingo se reportaron 214 réplicas del sismo, entre 3.0 y 5.2 grados Richter.
>>>>>Uf!!!!!! ¿Uffff?????... Pero… esto, solo fue un pequeño susto, pues ya
están acostumbrados a estos pintorescos movimientos de tierra, desde el gran y
terrible temblor de 1985, que desbastó a la ciudad de México.
¿Tuvo algo que ver el fenómeno de la luna roja?
><Ω><
En esta nueva casa, decidieron hacer la limpieza ellos mismos, y para esto se
dividieron el trabajo, ya que tenían no tan buenos recuerdos del departamento de la
calle Cosala; el problema, es que ahora hay que hacer el aseo a unos 240 metros en
lugar de 48 metros cuadrados. Lo bello de estos talleres es que tienen mucha luz, y
ese es un placer para su trabajo, y no piensan en el trabajo que representa para
barrerlos, fregarlos, lavarlos…
262
Una casa siempre tiene que estar atendiéndose. Varzal hace los trabajos de
reparaciones, los de albañilería, reparación de fugas de agua; en época de lluvias,
impermeabilizar la azotea; seguido hay problemas con la instalación eléctrica y hay
que cambiar cables eléctricos; lavar la ropa en la lavadora, asar los nopalitos… A su
esposa le gusta mucho cocinar, pero hacerlo a diario a veces es cansado y aburrido; ir
al mercado popular es un placer, pues el mercado Beethoven es muy colorido y tiene
mucha vida, ya que los vendedores ya la conocen y platican con ella. A ella le toca
parte de la limpieza de la casa, menos los espacios donde trabaja el pintor. Luego la
artista se pierde en su taller, dibujando, pintando, leyendo los tres o cuatro libros
semanales que compra o le prestan en la mediateca de la casa de Francia… Uno de
sus grandes placeres, aparte de la lectura diaria, es salir a la calle a visitar museos, ir a
las librerías, sacar fotos de los murales callejeros, a caminar a Chapultepec para
después encerrarse a trabajar en su taller.
Françoise, cuando comenzó a vivir con Varzal, llegó al departamento de calle Cosala
con dos sillas tradicionales de paja, una lámpara de pie, dos sillones de cuero, una
cama individual y junto con la de Varzal, las unieron e hicieron una sola; enseguida
fueron a comprar algunos muebles más.
Para la casa-taller de la calle de Ogazón, Françoise diseñó dos alacenas, las que se
colocarían a los lados de una ventana y en una tienda del mercado de San Ángel, que
tenía una pequeña industria de muebles populares, les pidió que le construyeran los
dos muebles; pero como la casa es espaciosa fueron los dos al mercado de La
Lagunilla y compraron dos sillones que imitaban el bambú: el asiento y respaldo
estaban tejidos con mimbre.
La pintora, grabadora y dibujante científica, en 1990 comenzó una serie de pinturas
sobre papel Kraft que preparó con Gesso, estirando el papel sobre un bastidor de
madera; son pinturas al óleo y/o al acrílico, de 123 por 155 cm.; son obras
expresionistas, un poco abstractas; son un contrapunto de su trabajo como dibujante
científica, donde lo importante es la observación y la precisión. En la pintura
construyó, con grandes y fuertes pinceladas, figuras humanas que viven en paisajes
oníricos y tortuosos –De pronto descubres figuritas que, inermes, te miran; otras vuelan,
desgarrándose con sus propios gritos de locura. Todo esto es un sueño en movimiento, de
alienación, locura y alegría, son creaciones realizadas después de haber hecho,
263
por toda una vida, aguatintas, buriles, intaglios, manera negra, grabados que
imprimía con un tórculo japonés.
Y ahora la artista vuelve al dibujo de lápices de color, como los que había ya realizado
hace más de 30 años; de estos lápices tiene una inmensa colección de tonos de
color, también sobre Kraft preparado y con las mismas medidas que las pinturas.
Poniendo un fondo con acrílico con varios colores, crea desnudos femeninos con un
fondo de mar donde flotan barcazas y carabelas, las que adentro tienen seres
angustiados…
La mayor parte de su obra tiene una gran influencia prehispánica, ya que ha estado
muy cerca de esta cultura por su trabajo en el centro científico francés, donde ella ha
leído casi todos los libros que el centro publica, además de las discusiones con los
científicos sobre sus publicaciones… Ahora en 2014, las nuevas creaciones
plasmadas con lápices de color, hace que los recuerdos de las tierras de su infancia
resurjan en sus nuevas obras: el mar que veía a diario desde su ventana a lo lejos, la
luz, el mistral, la historia de Francia, su cultura…
><Ω><
En 1965, Françoise llegó a México con un contrato como dibujante, a un centro
científico francés; los científicos la llevaban por todas partes del país para que ella
dibujara los lugares arqueológicos, o los etnólogos, los utensilios… En una ocasión
acompaño al director del centro y a un grupo de arqueólogos a sus investigaciones de
campo, y de regreso a la ciudad pasaron por el pueblo de Tequisquiapan, del estado
de Querétaro y se quedaron en la Posada Tequisquiapan. Cuando Françoise regresó
por segunda vez a México, visitó, acompañada de Varzal, en 1970, este pueblo. En
esta época, a la orilla del río San Juan, el que tiene unos enormes y frondosos
centenarios ahuehuetes, se formaban unas pozas naturales de aguas termales, donde
los indígenas con su familia se bañaban desnudos; poco a poco estos baños populares
se convirtieron en residencias particulares o en hoteles de lujo con albercas de agua
termal.
La Posada Tequisquiapan es un lugar que también tiene una alberca con aguas
termales, y un hermoso jardín con enormes ahuehuetes. Cuando hoy, en junio
264
de 2014, un cuarto de hotel cuesta de 1000 a 4500 pesos, La Posada cobra desde
hace muchos años 500 pesos: el cuarto que reservan; es amplio y tiene además una
terraza que da al jardín; tiene otro espacio donde hay una gran mesa y es el que
utiliza Varzal como taller para trabajar sus obras; a Françoise le gusta más el de la
terraza para leer y dibujar. Pero con los precios que cobra el dueño ya no pudo pagar
el agua para llenar la alberca y regar el jardín, pues el pozo de agua termal se secó y
el agua de la calle es muy cara, así que la alberca ahora esta vacía y los grandes
ahuehuetes se secaron y tuvo que tirarlos.
Tequisquiapan acaba de convertirse en “Pueblo Mágico”: las calles han sido
adoquinadas y se ven muy limpias, las casas han sido repintadas con bellas gamas de
colores, pero el problema, cuando llueve, es que las calles se convierten en ríos,
porque hay muy pocas alcantarillas y hay que exponerse a empaparse los zapatos y
parte del pantalón… Junto a la plaza central hay otra placita donde, en puestos de
madera, vendedores de comida vendían a los lugareños o turistas de bajos recursos,
alimentos a precios muy baratos; en este mismo sitio, hay un rico español quien tiene
su restaurante de lujo. Hace unos días, para convertir en mágico al pueblo, sacaron
los puestos de la placita y los pusieron en un local; aunque espacioso, está cerrado, y
así no se verán ni los vendedores, ni los comensales pobres. Ahora que estos se
fueron, un hotel de lujo que da a esta placita, lo que eran ventanas las transformó en
puertas: este es el restaurante del hotel, quien pronto sacará sus mesas con sombrillas
a la placita; esto es lo que la gente del pueblo murmura.
Y como no hay agua en la alberca y Françoise, una de sus tantas pasiones, es nadar,
descubrieron una alberca a las afueras de Tequisquiapan: el Balneario Ejidal La Vega,
atendido por ejidatarios, que tiene una alberca olímpica de 25 por 50 metros con 14
centímetros. Cobran la entrada a 60 pesos por persona; a los estudiantes y a los que
tienen credencial de viejito les cobran 30 pesos; la tercera vez que Varzal y su
compañera pagaban su entrada, los campesinos de la cooperativa se disculparon, ya
que vieron que ellos no se quedaban todo el día y dijeron que les cobrarían solo 20
pesos como les cobran a los niños. Françoise atraviesa a lo largo, unas 10 veces la
alberca; después leen; después sacan las tortas, frutas y café de un termo, y
picniquean en las mesas, cubiertas con unos techos de palmas. Pero a los ejidatarios
les parecieron pocas las 5 horas que pasan en sus jardines comunales, los que
mantienen siempre con pastos verdes, árboles frondosos, flores de colores frescos, un
tobogán de unos 10 metros de altura, dos albercas para infantes con infinidad
265
de juegos… La cooperativa tiene una pequeña tienda donde venden desde galletas,
refrescos, cervezas, pero solo las puede uno beber en un vaso de plástico, porque si
a algún visitante se le sube la cerveza, evitar el peligro de alguna pelea con los cascos
de cervezas; esto nunca ha sucedido, pues venden solo una cierta cantidad por
persona. Rentan sillas de plástico a cinco pesos, anafres para asar carne, porque hay
familias que aprovechan para hacer comida; llegan también al balneario estudiantes,
trabajadores de oficinas, obreros, deportistas, turistas… Hoy, llegó un grupo de
trabajadores del fuego, serán unas 50 personas, los hombres vienen con sus esposas,
novias… toman un curso en los jardines para saber cómo se utilizan más de una
veintena de extintores; después del curso, los bomberos juegan futbol; algunas
mujeres jóvenes los acompañan jugando, mientras las mujeres de cierta edad
comienzan a encender los anafres para preparar las carnes asadas, el arroz, el pollo
con mole… Traen un enorme aparato de sonido, ponen música una media hora y
después lo desconectan; nadan jugando con una pelota, boxean, se aplican llaves de
lucha, pero no lo hacen para practicar, sino para jugar; más tarde todos se visten para
comer, pero después los juegos siguen: un bombero toma a su mujer y la lanza al
agua cayendo él también: y empieza un juego de todos para ver quién es el más
fuerte para no dejarse cargar y ser lanzado vestido al agua. Las diversiones de los
flamígeros son juegos inocentes.
Los campesinos de La Vega, son hombres muy fuertes, con brazos musculosos, de
anchas espaldas, solo con una pequeña barriguita, lo que indica que se alimentan
bien. Los ejidatarios Don Beto y Sergio les comentan que hace algunos años se
realizaban competencias olímpicas en su balneario, pero un día, al medirlo, los
organizadores de las competencias vieron que la alberca que se decía Olímpica,
medía 50 metros con 14 centímetros; y fue entonces que se suspendieron.
Les dijeron: ¡Es que tiene 14 centímetros de más y eso no puede ser!!!!
–¿Ustedes creen? Era tan fácil, le hubiéramos construido tan solo un murito de 14
centímetros y así ya estaban los cincuenta metros requeridos para una alberca
olímpica. Pero así es la vida, ni modo…
Es el mundial de futbol y en todos los rincones de Tequisquiapan se oyen los alaridos
cuando alguien mete un gol. Aquí el balneario está ubicado en un ambiente de
sembradíos de maíz, alfalfa… y uno que otro establo…
266
Estaban Varzal y su compañera dentro del agua de la piscina, cuando oyeron:
¡¡¡¡¡¡Gooooool!!!!!!!!! Pero no localizaron de qué lugar venía el estruendo, porque a
la vista no había ningún televisor; media hora después volvieron a oír el mismo
estruendo, pero ahora sí localizaron de donde venía este sonido, pues del coro de
gritos, un relinchido se había desfasado de la banda sonora del establo que colinda
con el balneario. El cacaraqueo de las gallinas, el kikirikí de los gallos, el balido de los
borregos, el mugido de las vacas, el rebuznar de los burros, el relinchido de los
caballos, el gruñido de los cerdos… habían creado un confuso alarido, muy parecido
al de los fanáticos del futbol.
Cada viernes vacían la alberca para lavarla, pero esta agua no se desperdicia, ya que
sirve para regar las tierras de labranza: guiándola por medio de apantles, llegará para
darle vida a los cultivos…
Después de nadar, van a caminar entre los campos: el sol esta clemente; cuando han
marchado una hora, empieza a caer un chubasco: corren hacia la carretera que está
cerca y ven un taxi que se acerca; el taxista los levanta y dentro se secan con una
toalla; en el camino, casi llegando al pueblo, ven a un bolero, quien se ataja del agua
bajo la sombrilla de su carrito donde da brillo al calzado; y el trabajador del volante
les comenta: -Ahora ya casi nadie se da bola, el calzado que usa la gente es fabricado
con plásticos y no con cuero, y ésos no necesitan pintarse. El plástico ha invadido el
mercado. Pobres boleros, ahora casi ya no tienen chamba, ¿De qué vivirán? Y siguió
conduciendo entre la fuerte tormenta. En un alto se relaja, y continúa diciendo: Tengo una hermana que vive en la ciudad de México, es vendedora ambulante, vende
chácharas de plástico chinas, y como no tiene permiso de vender en la calle, anda
toreando: torea a las autoridades, es decir que cuando ella está en la calle, echa una
ojeada rápido, para evitar que la agarre un policía, y rápido abre su bulto de
mercancías y las pone al paso de la gente sobre la banqueta; pero cuando la cachan
los polis le quitan toda la existencia de sus productos chinos y luego tiene que andar
pidiendo prestado para volver a comprarlos. Yo seguido voy a visitarla a la capital, y
viera que a ella le gusta traer siempre el calzado impecable; me dice que siempre hay
que traer los zapatos bien pintaditos, bien lustrados hasta que brillen. El único pero,
es que abajo de las suelas trae siempre un enorme hoyo, pues estas se le desgastan
mucho y lo del hoyo no le importa, aunque seguido se le quedan pegados chicles en
los pies a causa de esas aberturas en su calzado. Yo me enojo mucho y le doy para
que se compre zapatos, pero con ese dinero prefiere pagar parte de la renta.
267
Es esa gente citadina tan cochina, que después de mascar sus chicles los tira en la
calle; por acá no somos así, los pegamos en los árboles.
><Ω><
Junio 2014: todos estos días ha estado lloviendo en la ciudad de México por las
tardes, pero en el día hay un sol resplandeciente; y en la azotea de su casa, diario
Varzal les lleva alpiste -Phalaris canariensi-, a los barrigones: así les puso su
compañera a los gorriones que llegan diario a empacarse estas semillas, hasta ya no
más poder volar; estas semillas están envueltas en una delgada cáscara, que los
gorriones escupen. Diario el recipiente con agua está lleno de pajaritos bañándose, y
cuando les chifla para que vengan a comer, le contestan alegres con un coro de
trinos; pero solo eso, pues cuando quiere acercarse a ellos, salen volando
despavoridos. Ése es el espíritu de los gorriones.
A la azotea llega una palomita de color crema rojizo grisáceo: es del doble del
tamaño que los gorriones y la mitad de una paloma, quien camina como ellas, con el
pecho hacia delante. Parecería una aristócrata si no fuera por su contoneo al caminar;
llega, al momento, cuando Varzal les chifla a los gorriones para que se acerquen a
comer: contestan con sus trinos en coro, pero al momento de posarse, la palomita los
ataca, picoteándolos, y después corretea al que le queda más cerca, volando en el
aire, aunque nunca los alcanza; con esto trata de crear la confusión y el pánico para
poder quedarse ella sola con la mesa servida; otros gorriones aprovechan para, en
este momento, instalarse sobre el plato de alpiste y comenzar su almuerzo; al
regresar, la infame terrorista corretea a otros, quienes la esquivan bailándole;
enseguida la palomita se calma y comienza a comer junto con los barrigones, aunque
ella sí se traga los granos de alpiste sin quitarles la cáscara.
Y es en este momento cuando los gorriones machos, con sus gorjeos y abriendo las
alas, crean una danza a sus parejas, una danza para enamorarlas; y el conjunto de
gorriones, con su romanza, crean una opera de cantos: felices, maravillados, ya que
también celebran que han vencido al enemigo. Quizá hubo antes la consigna: hay que
apaciguar al loquito que nos aterroriza… bailándole la danza del amor y de la paz.
Los gorriones con el tiempo han logrado domesticar al enemigo, quien alegre, come
junto a ellos. Ahora ella defiende este espacio, convirtiéndose en su guardián, ya que
tres aves de la misma especie que la palomita han llegado a sentarse a la misma mesa.
La ex terrorista se lanza contra ellas a picotazos, logrando ahuyentarlas, pero
268
una de ellas se resistió, y cuando la va a picotear, no huye, se queda inmóvil: de
pronto se eleva unos 30 centímetros y se deja caer sobre la espalda de la atacante; al
principio esta táctica defensiva la sorprendió y tuvo que alejarse, pero cuando salió de
su marasmo, reaccionó y volvió al ataque; pero ahora las 3 resisten y han logrado
quedarse. Ahora el comedor ha comenzado a agrandarse.
Roscoff, 2009, Cd. de México, 2014.
269
LA FAUNA, LA FLORA
MARITA
En la azotea, Varzal tiene una caja de cartón con una tapadera de tela de gallinero, ya
que seguido en su terraza caen palomas y pájaros heridos de sus patas o de sus alas,
y es en esa caja donde les da asilo mientras se curan. Cerca de su casa hay una tienda
donde venden comida para pájaros…
Bajo el techo del estudio de la azotea, que sobresale unos 70 cm. sobre la terraza, es
donde los pájaros han hecho un nido. Alejado de unos dos metros, en un lugar más
protegido, unos dos meses antes les había puesto un nido falso -que venden en las
tiendas-: el antiguo estaba un poco desecho por un fuerte viento, y como este nuevo
no les había gustado, regresaron al lugar donde antes estaba su nido para construir
uno nuevo más fuerte. En este nido, seguido vienen a poner sus huevecillos una
pareja de bellas avecitas casi blancas, pero es un misterio, si sea el macho o la
hembra o ambos que tienen la manía de empujar al vacío estas futuras vidas, tirando
no solamente sus huevos al primer piso, sino que seguido aventaban a sus polluelos
recién nacidos aún con vida. El pintor se los volvía a poner en el nido cuando no
estaban, pero, necios, volvían a deshacerse de ellos lanzándolos al precipicio.
Entonces, atándola con unos alambres, le añadió al nido una pequeña plataforma de
7 por 30 cm para que no se volvieran a caer, además de que les serviría para
aterrizar. Cuando las aves, al regresar, vieron esta base, no descendieron, siguieron
volando en círculos para observar qué era eso. Diez minutos después se posaron
sobre una reja a unos 18 metros, y aterrorizados, comenzaron a gritar fuertemente,
empujando su pecho y cabeza hacia delante: desgarradores gritos que parecían
estertores, que los empujaban hacia algún abismo. Ya estaba cayendo la noche y
Varzal pensó que esto se les iba a pasar.
Al otro día en la mañana, todo estaba en silencio y subió a la azotea del segundo piso
para ver si ya estaría en su nido la pareja. No, no estaba; más tarde volvió a subir y al
asomarse vio sobre el techo del primer piso, que uno de ellos estaba tirado; el artista
bajó para ver qué le pasaba, y al tomarlo entre sus manos, ya no se movía, estaba
muerto. La pequeña ave se había suicidado. Y el nido permaneció vacío casi un año. Y
un día lo quitó.
270
Hoy es un día extremadamente frío, a pesar de que el sol sale tímidamente. Les lleva
su alpiste a los gorriones y a las palomitas: el comedor ha aumentado de comensales
a más de 30 aves. En la azotea hay una pequeña bardita de unos 12 metros de largo
y unos 30 centímetros de alto; en esta época de frío se calienta un poco con el débil
sol que sale, y los pájaros aprovechan su calor para calentarse, se esponjan, se
recuestan para estirar las patas y sus alas… Esta mañana el comedor está lleno, pero
siguen llegando más pájaros: antes de llegar a los platos de comida, se posan en la
barda.
Desde su ventanal Varzal los observa, pero de pronto uno de ellos, que acaba de
descender, comienza a perder el equilibrio, cuando unas gotas rojas salen de su pico
y cae al piso: ya no se mueve más; es una palomita blanca. Inmediatamente otra
palomita se le acerca y da vueltas a su alrededor, picoteándola; de pronto salta sobre
su cuerpo inerte y la picotea agitando sus alas para dar saltos sobre ella, pero al
instante, otro pájaro la picotea para que se quite; quizá para que la deje en paz.
Luego se baja, pero da vueltas alrededor del cuerpo, vuelve a saltar sobre la avecilla,
quizás para decirle: ¡Ya no seas mala, regresa! Pero la bajan otros pájaros. Entonces,
doblando sus patitas, se sienta pegada a ella, quedándose inmóvil más de una hora
¿Recordando su amor, alguna plegaria?
Varzal no ha quitado el cadáver, ya que durante todo el día su amado ha regresado a
verla varias veces; ahora, cuando encuentra a otros pájaros cerca de su difunta
compañera, los aleja a picotazos.
><Ω><
El pintor veía que sus cuadros en proceso, que colgaban en la pared aún frescos,
tenían unas manchas voluminosas, al acercarse vio que eran excrementos de pájaro;
de pronto vio una cabecita, la cual se movía constantemente con unos ojos que lo
miraban atónitos: era un gorrión.
Varzal le puso alpiste y agua dentro de la caja, pero el gorrión bajaba a comer solo
cuando él no estaba, y no pudo colocar la tapadera para que se quedara dentro. Y
observó un 2º óleo que también tenía manchas. Al ver las estructuras del techo,
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localizó otro gorrión escondido: cada uno había escogido una tela para posarse en el
canto o borde superior…
Como vio que no podía seguir pintando, decidió abrir las dos puertas para que los
gorriones pudieran partir, y luego taparía los huecos por donde se habían metido;
pero no se iban. Un día cuando entró al estudio, un gorrión pasó espantado volando,
rozándole los ojos: el artista, como reflejo, estiro rápidamente su brazo para asirlo,
para luego ponerlo en la caja, pero él fue más rápido y Varzal se quedó con todas las
plumas de la cola entre su mano. El pájaro salió volando a la terraza y se posó sobre
un muro; pero no se movía, se quedó paralizado con la cabeza inclinada y los ojos
cerrados; seguía de pie, y entonces lo tomó: al sentirse prisionero, el gorrión se dejó
caer con las patitas para arriba en la palma de su mano. En seguida, Varzal lo puso en
su caja, pero sin ponerle la pesada tapa de alambre, y le fue dando agua con un
gotero, y de comer, pan remojado en leche en el pico, hasta que comenzó a moverse.
El segundo gorrión ya se había ido, quizá pensando que su compañera había
fallecido. El pintor buscó otro rincón para pintar en la planta baja y le dejó el estudio
al ave, con las puertas abiertas: más de tres meses se quedó, ya que no se espantaba
de la presencia humana. Como hacía calor, le puso un recipiente de cerámica blanco,
lleno de agua, en la terraza, y la gorriona comenzó a bañarse: Llegaron más pájaros a
la alberquita, y más pájaros. -Y un día mi adorada Marita desapareció con este grupo:
quizá se había encontrado un hermoso príncipe.
Así recuperó su estudio. Pero estaba muy triste pues se había acostumbrado a Marita,
y diario salía a buscarla observando el cielo azul.
COROS DE PÁJAROS. LAS DOS GALLINAS
Era el año de 1957, cuando Varzal y varios compañeros de la escuela de artes habían
recibido un premio, esta vez para ir al pueblo de Juchitán en el estado de Oaxaca, un
estudiante convenció a Varzal para no ir con el grupo a esta ciudad; era Valencia,
entonces de 25 años, -Varzal tenía 15: le dijo que él ya conocía esa población, y que
mejor le proponía irse a un pequeño poblado indígena de ese estado, cerca de las
pirámides de Mitla, donde él tenia unos 30 bastidores con masonite, los que ya
tenían su preparación de gesso para poder pintar con óleo o al temple. Varzal creyó
que su amigo estaba alardeando, pero aceptó su idea. Valencia le pidió que fueran a
comprar una docena de camisas blancas con mangas en las tienda del centro,
272
y que entre los dos las pagarían, pues cada camisa era muy cara: servirían para hacer
un trueque por la renta de una choza y comida en la aldea. Cuando llegaron a las
pirámides de Mitla, buscaron al guardia, quien no estaba, esperándolo un buen rato;
cuando al fin llegó en su vieja camioneta, al ver a su amigo le dio una gran alegría,
dándole un efusivo y fuerte abrazo, haciéndolos pasar a donde tenía una cabaña
como habitación, y ofreciéndoles para celebrar un vasito de mezcal; les mostró el
lugar que había construido para guardar los bastidores: con morillos hechos de ramas
de árbol, había levantado un tapanco, Y, sí… allí estaban los 30 bastidores…
Al otro día emprendieron la caminata para llegar al caserío; caminaron casi unas tres
horas; visitaron a sus habitantes preguntando a ver quién podría rentarles una choza:
enseguida les dieron el recado con las señas para buscar a un joven que acababa de
terminar de construir una choza de paja, pues pronto se iba a matrimoniar. Pero a
quien localizaron fue a la novia, y Valencia le comentó lo de la renta: que si le
interesaba, que escogiera una camisa, una sola, porque querían quedarse un mes para
poder pintar. Cuando regresó, la jovencita les dijo que su novio estaba de acuerdo y
que le habían gustado mucho la docena de camisas blancas por un mes de renta.
Bueno, ya ni modo, pensaron los jóvenes aprendices de arte.
Cuando regresaron a Mitla, su compañero de brochas tenía una hamaca y su
compadre, el guardia, les prestó otra.
–Pero como yo no soy mula, y yo solo quiero dibujar, eres tú, mi querido Varzal,
quien vas a cargar los bastidores.
Así, a la mañana siguiente, a las 5 de la mañana emprendieron el viaje cargando
Varzal 6 bastidores, que se amarró a la espalda, además de una pequeña maleta y una
caja de óleos; cobijas no necesitaban, pues el calor en esta región era intenso.
En la cabaña no había ni un mueble, así que comenzaron a arrastrar troncos para
utilizarlos como sillas y hacerse una mesa; la futura esposa les llevaba a diario tortillas
hechas a mano, les llevó unas ollas de barro para que calentaran su café, el que
habían comprado en la ciudad de Oaxaca, igual que 3 kilos de frijoles negros y arroz;
les consiguió un anafre y carbón y diario les llevaba huevos, jitomates, papas…
después, les aportó otra olla para que hirvieran los frijoles y una cazuela para el arroz;
todo esto sin cobrarles un solo centavo.
273
En el día, caminaban en el campo para buscar los rincones que pintarían; luego
construyeron con ramas unos caballetes y un tripié para colocar la cámara de Varzal,
quien salía corriendo, ya que tenía 10 segundos para autorretratarse con los
lugareños.
Valencia no quería pintar al óleo, solo quería dibujar y hacer acuarelas; Varzal le
insistió que ocupara uno de los bastidores que había llevado.
Los jóvenes zapotecos los llevaron a visitar una pequeña cascada que formaba una
no muy profunda poza, la que servía para bañarse, un día para los hombres y otro día
para las mujeres; y su amigo, al ver este hermoso lugar, se animó y comenzó a hacer
sus primeros trazos al óleo de estos frescos baños comunales; pero enseguida
desistió, tomó su cuaderno y realizó una acuarela. Luego ya en la choza, con la luz
de unas velas, continuó coloreando al óleo su bosquejo que había hecho en el paisaje
de rocas húmedo …
Los niños zapotecos, al ver los retratos que les hacían, luego se acomidieron a
llevarlos a conocer los bellos paisajes: caminando hacia la poza, pasaron por un
camino maravilloso lleno de hojas secas por donde pasaban las carretas jaladas por
bueyes; a los lados, enmarcaban la avenida enormes laureles, los que formaban una
cúpula cerrada con sus hojas verdes, donde miles de pájaros creaban un fondo
musical. Entonces Varzal instalo su caballete; los niños se quedaban con ellos todo el
día, hasta que los estudiantes de arte partían. Luego les mostraron el casco de una
hacienda, y después… y después…
Diario tenían visitas de los aldeanos, tanto en el día, cuando ellos trabajaban
pintando, como en la noche: les ayudaban a acarrear troncos para hacer mesas y
bancas para sentarse en el exterior, para gozar del atardecer escuchando a las bandas
musicales de cientos de pájaros, tomando el fresco; los jóvenes estudiantes de arte les
invitaban a tomar café y de vez en cuando a tomar algún alcoholito, cosa que ellos
respondían también a veces llevándoles huevos, calabacitas, jitomates y en una
ocasión llegaron con 2 gallinas: una era de color rojizo con una cola negra y una
enorme cresta roja que parecía ser un gallo, pero les aseguraron que era una gallina;
la otra era blanca con una cola negra y una pequeña cresta roja; las aves de corral
eran tan hermosas, que les dio mucha pena que las fueran a sacrificar.
274
Era la mañana de un día domingo, y ese día, mujeres de la aldea ayudaron a
desplumar y a cocinar a las dos plumíferas; Varzal y Valencia hicieron una reunión en
la noche y festejaron con un buen caldo de pollo, mezclándole verduras y arroz, y los
dos pollos los hicieron en mole; otras visitas llegaron con atole de maíz, con frijoles
de la olla y algunas frutas. A medio día llegó el compadre de Valencia con dos burros,
cargando el resto de los bastidores, más reservas de comida para que pudieran
alimentarse bien; como había fiesta, se quedó a dormir, aunque con Morfeo se quedó
solo pocas horas, porque la fiesta duró hasta las 2 de la mañana; y partió con sus
burros a las 6.30 de la mañana, llevándose las pinturas que habían terminado.
Cuando llegaron a la Academia de San Carlos, el director de la Escuela Nacional de
Artes Plásticas, Roberto Garibay, los mandó llamar. Estaba muy enojado y les dijo que
tenían que regresar el dinero del premio, ya que no habían ido con el grupo a
Juchitán. Así, le contaron ellos en lo que habían invertido el dinero. Garibay no lo
creía y pidió ver las obras: cuando se le mostró la cantidad de paisajes y retratos que
habían hecho, además de las fotografías que Varzal había tomado, el director se
quedó perplejo, ya que el grupo que había ido a Juchitán trajo solo unos cuantos
apuntes: les había dirigido el profesor Manuel Herrera Cartalla, quien les
acompañaba: las dos mujeres que iban, fueron acompañadas por sus mamás, y eso
impidió que trabajaran bien, pues se habían dedicado a pasear….
Hasta ahora solo sobrevivieron 2 óleos de esta época, pues desaparecieron por el
vandalismo de un cuñado de Varzal, que regalaba sus obras cuando andaba muy
alegre con sus alcoholitos, y de sus camaradas, quienes también habían hecho de las
suyas cuando vivían en el taller de Varzal.
Un día, Carmela, la modelo y ex compañera del Falfurrias, El Patas Planas, le regresó
47 fotos en blanco y negro que su amigo se había llevado; después, volvieron a
desaparecer…
275
LA IMAGINACIÓN DE LA NATURALEZA
Hace tiempo le regalaron una pequeña libreta de papel muy fino; viene dentro de una
fuerte caja forrada con terciopelo en el interior; a Varzal le brillan los ojos, pero no
sabe en qué ocuparla; por fin saca su estuche de lápices de colores y se va al bosque
de Chapultepec, donde el pintor seguido va a caminar, a admirar los árboles, sus
raíces, sus ramas, sus extrañas formas… Y recordando sus días de la academia,
comienza a dibujar las formas de la naturaleza que tanto le habían excitado; captando
los impulsos cuando la naturaleza explaya sus virtudes e imaginación, creando colores
de verdes frescos, de verdes húmedos del moho que cubren sus cortezas; así como
las manchas cenizas, coordinándose y organizándose con los sienas, ocres, sepias, de
los troncos, con los huecos que crean sombras y con las formas que absorben la
luminiscencia para crear volúmenes; las ramas que en la cúspide se amalgaman como
telarañas con la luz del cielo, para crear los dibujos de las sombras que proyectan en
los prados, y así aplacar el calor de los días domingos, los que son días de fiesta, aquí
en el bosque.
La naturaleza, creadora de vida, de la que dependemos los humanos. El bosque de
Chapultepec explaya su magia, atrayendo a infinidad de familias de todas clases
sociales, quienes llegan a caminar, a correr alrededor del lago, a hacer gimnasia; los
niños juegan con sus pelotas, con sus mascotas, hacen malabarismos con sus
bicicletas o patines; forman grupos sentados en el pasto, para celebrar, reír, comer,
platicar, hacer yoga, reflexionar, soñar, crear utopías…
El domingo se alegra el bosque, y este día, especialmente, se oye la risa cristalina de
infinidad de variedades de aves.
Aterrizaron una garza gris y una blanca: cansadas de migrar, se quedaron aquí para
enriquecer la fantasía del parque; los visitantes esperan con paciencia para admirar
atónitos sus vuelos; las ardillas, con sus puntiagudas uñas escalan los árboles y saltan
de rama en rama para lucir sus acrobacias, y luego descienden a gran velocidad para
pedir una colaboración al público, de alguna golosina, por sus circenses hazañas.
Anuncian los vendedores su arcoíris de globos, de pelotas; tocando sus campanas,
los comerciantes ambulantes comunican a los visitantes la variedad de sus helados,
raspados, algodones… cuyos colores brillan.
276
TECPÍ
Tecpín -pulga en idioma náhuatl-, era un hermoso gatito gris rayado, con el que llegó
su compañera Françoise cuando comenzaron a vivir juntos; tenía solo 10 días, pero a
esta edad corría y saltaba como pulga por todo el departamento de la calle Cosala;
entonces Françoise le puso Tecpí: por todas partes cargaban con él, y le gustaba
mucho subirse al auto para acompañarlos; poco a poco comenzó a parecerse a un
lince ibérico, pues le comenzó a crecer una melena grande. Ya había crecido y nunca
lo habían llevado al mar: en Tecolutla encontraron un hotel donde los recibieron con
este saltador, en el primer piso: tenía derecho de pasearse por los corredores; para ir
a la planta baja, había una puerta que se lo impedía: el dueño del hotel, muy
precavido, había quitado las 3 jaulas de pájaros, así que no había ningún problema.
Ese día, Tecpí cumplió un año, y como regalo lo llevaron a la playa para su
celebración; al posarlo en la arena, se fue caminando lentamente, pensando que era
un gran baño; y de pronto comenzó a correr hacia el mar, frenándose aterrorizado
cuando vio una ola que llegaba a la orilla de la playa; entonces una acomedida bañista
lo tomó de su lomo para entregarlo a sus patrones.
-En Zacualpan de Amilpas, en el estado de Morelos, teníamos una casa en medio de una
gran huerta llena de nogales, de ciruelos, cedros, laureles, plátanos… árboles muy altos
y frondosos; en medio de esta huerta corría un apantle que servía para regar las
siembras de los campesinos y dar de beber a los animales en época de secas.
Arriba de este acueducto, Varzal y su esposa habían instalado una hamaca familiar
donde cabían los dos, la que colgaba amarrada entre dos árboles, y arriba habían
colocado un foco para poder leer en las noches que hacía tanto calor. A las 11 de la
noche, debajo de la hamaca, tomando como camino esta zanja, pasaba un hermoso y
enorme armadillo: su prehistórico caparazón, aunque mate, resplandecía a la luz del
foco; pasaba lentamente, moviendo su pesado cuerpo; caminaba con confianza, pero
un día Varzal no se aguantó y quiso acariciarlo; espantada, la criatura salió corriendo
veloz entre el canal de la acequia.
-Nunca más volvió a pasar a esa hora, como era su costumbre; puede ser que lo haría
más noche, para poder admirar la luz plateada de la luna.
La casa estaba construida de anchos adobes, con un techo muy alto; en el interior
llegaba hasta 7,30 metros de altura; el techo estaba hecho con gruesas ramas,
277
y algún día tuvo un tapanco para guardar el maíz; donde las vigas descansaban en los
muros de barro había unos huecos entre las vigas; y por ahí se metían a descansar en
la noche unos tlacuaches: estos marsupiales, mamíferos arborícolas, no tenían miedo
al verlos, y se les quedaban viendo con sus ojitos brillantes desde la altura de 3
metros a su cama, que habían construido con otates; pero cuando Tecpí los
localizaba, salían huyendo al oír cuando soltaba un sonido de felino. Esta casa la
ocupaban fines de semana y todas las vacaciones que tenían en sus trabajos.
A unos 90 metros, había un rastro donde degollaban a carneros, cerdos y otros
animales. Los días viernes, cuando llegaban de la ciudad, mataban a los cerdos; los
otros animales no hacían casi ruido al morir, pero los cerdos, en sus estertores,
gritaban como poseídos, y esto era toda la noche. Tecpí corría a la cama a refugiarse
con Varzal; entonces comenzaron a tapar todos los huecos y en esa forma los
alaridos disminuyeron considerablemente y Tecpí ya no se asustó más.
El gato gris de rayas negras, con el tiempo, comenzó a escalar los árboles y solo
bajaba cuando lo llamaban para comer; en la noche se desaparecía por varias horas,
hasta que un día desapareció por 15 días; como tenían que regresar a la ciudad le
pidieron a un amigo que le fuera a dar de comer. Alberto le dejaba la comida a la
entrada de la casa y se esperaba para ver que no se la almorzara algún otro animal.
Cuando regresaban a la casa, Tecpí no quiso regresar más y poco a poco,
aprovechando que una ventana se quedaba abierta de la casa del amigo que lo
alimentaba, por ahí se escurría y se quedaba de 2 a 3 días, después desaparecía por
más de una semana, retornando con los ojos morados: había aprendido a pelearse
con los animales salvajes de las huertas.
Una vez Varzal y su compañera lo vieron caminando en la calle al volver de algún
paseo, iba del lado de la banqueta, pegado a los muros de las casas: marchaba con
mucha confianza, sin miedo de los perros; aprovecharon para llamarlo; al oír su
nombre, volteó a verlos, pero giró su cabeza inmediatamente para seguir su camino,
retornando a su nueva vida de cazador; ni por un instante recordó todos los años que
había vivido con los pintores y el amor extremo que se habían tenido entre los tres.
Un vecino le avisó a Alberto que tuviera cuidado con su gato, pues se metía a los
gallineros, y que ya había matado a varias aves, y que los campesinos le comentaron
que lo iban a matar.
278
Así, el vecino le contó una vez más que los aldeanos ya habían ajusticiado a Tecpí.
MINUCHKA
Habían pasado los años, y no querían tener más gatos; en la ciudad de México,
habían cambiado de departamento. Varzal recuerda bien: era en la noche cuando los
despertó un ruido atroz; pensaron que alguien había entrado a su habitación: al
levantarse vieron unos utensilios rotos de cerámica, de barro, y cacerolas y sartenes
que estaban en el piso; cuando llegaron a la ventana de la cocina vieron que huía un
gato adolescente; al otro día pasó lo mismo, pero esta vez el gato, sin romper nada,
se quedó inmóvil al verlos. Le dieron leche y algo de comer, pensando al otro día
arreglar la ventila para poder cerrarla y decirle adiós al nuevo visitante; así lo hicieron,
pero éste se instaló en una maceta que tenían en una terraza, en medio de cactus
llenos de espinas; cuando se asomaban a verlo, enseguida se acercaba a los vidrios
para que lo dejaran entrar. Un día llovió y el gato de manchas negras y blancas estaba
mojadísimo; entonces lo tomaron y lo secaron con una toalla, instalándolo en una
canasta y cubriéndolo con cobijas; se quedó enseguida dormido.
A la mañana siguiente, los fue a buscar a su cama, lamiéndoles la cara. Unos días
después se dieron cuenta que caminaba moviendo la barriga de un lado a otro; unos
amigos que estaban de visita les comentaron que estaba embarazada.
El 14 de julio, cuando regresaron en la noche al departamento, 3 gatitos recién
nacidos iluminaban la habitación: enseguida los nombraron: Libertad, Igualdad y
Fraternidad.
A los pocos días ya corrían en todo el departamento, y su madre, Minuchka, los
aseaba diariamente con esmero; vieron que los tres escalaban una caja y les colocaron
un obstáculo más inclinado, pero alto de un metro; para que pudieran clavar sus uñas
a la madera le instalaron una gruesa tela, y así, diario, concursaban para ver quién
llegaba hasta lo más alto.
Las amistades se enamoraron de ellos y 3 amigos esperaron a que se destetaran y
crecieran un poco; y un día se fueron; así son los hijos, un día se van.
Minuchka siguió acompañando a los artistas, convirtiéndose en una belleza por las
atenciones que le brindaban; para esto, ya construían una casa-estudio, copiando
279
un poco las proporciones de la casa de Zacualpan, a las afueras de la ciudad de
Cuernavaca, en Santa María Ahuacatitlán, un antiguo pueblo. La gata de manchas
negras y blancas, siempre se quedaba encerrada en la casa, no le gustaba para nada
salir a pasear en el terreno, que era bastante espacioso. Pero, igual que Tecpí, un día
comenzó a trepar las bardas en la noche, pero cuando la llamaban regresaba veloz
con sus dueños, pues ellos tenían miedo que la fueran a matar.
En 1988, dejaron el departamento de la colonia Condesa, y se cambiaron a una
nueva casa, bueno, no se puede decir nueva, pues se comenzaron a realizar trabajos
de albañilería para transformarla. Minuchka se acostumbró a los ruidos que
realizaban los trabajadores al tirar muros, al taladrar… solo que se quedaba
encerrada en el departamento del 1er piso, y salía a ver todo lo que estaba pasando
cuando los albañiles partían a las 6 de la tarde. Cuando entraban a la habitación, ella
partía veloz a esconderse debajo de la cama. Un día llegaron más temprano de lo
normal, ella estaba en la planta baja; de pronto, al verlos, salió corriendo y de los
nervios no pudo asirse a la base metálica de la ventana, donde tenía una pequeña
puerta a su tamaño; entonces salió corriendo a los techos, para esconderse entre la
separación que hay entre los muros de la casa vecina, que es de unos 14 cm,
desapareciendo por este orificio. Los trabajadores, inmediatamente le hicieron una
escalera para que pudiera salir, pero ella se quedó durante 3 días escondida.
Françoise, compañera de Varzal, se subió a los techos y comenzó a llamarla y de
pronto apareció entre los muros de la iglesia del Rayo y el muro de un edificio, en
una abertura de 6 cm, y no podía pasar, era demasiado estrecho. Françoise la animó
y Minuchka comenzó a empujar su cabeza haciendo un gran esfuerzo; y de pronto la
cabeza estaba fuera, faltaba solo el cuerpo: realizando un esfuerzo sobreanimal,
contrajo sus costillas y de pronto ¡¡pluf!!, estaba fuera. Su compañera la tomó
delicadamente entre sus brazos, limpiándola con una toalla húmeda; luego le dio de
beber leche y un poco de comida y Minouska comenzó a ronronear.
Así pasaron varios años, acompañándolos en sus aventuras y desventuras, hasta que
le llegó la vejez y entonces regresó a la tierra.
><Ω><
Varzal toma un autobús para ir al centro histórico; está un poco vacío; el día está
clemente, pues unas nubes tapan un poco el sol. Un pasajero pide la parada al chofer;
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cuando se detiene, un hombre con su hijo van a descender por la puerta delantera. El
infante, de unos 4 o 5 años, le dice al padre, quien tendrá unos 25 años, con una
voz aguda y casi gritando: –¡Papito hay dos escalones que tienes que bajal ! ¡Con
cuidado, no seas atlabancado! ¡Eso esta muy bien Papito lindo, lo hiciste muy bien!Algunos pasajeros se levantan para ver la escena: el padre está ciego, y con una
correa que ha amarrado a la cintura del niño, lo controla para que no le vaya a pasar
algo, dándole instrucciones. El lazarillo describe la calle, y le dice que hay que
esperar para atravesar, pues el semáforo está rojo, mientras se coloca su cachucha,
alegre ríe al ver a una señora que porta entre los brazos a un gatito: –Está plecioso su
gatito ¿Cómo se llama su minino?-, le dice a la señora, quien espera también para
cruzar la calle; el niño no se aguanta y acercándose le da un beso al micifuz. La dueña
le dice que puede regalárselo; en eso, el invidente le da las gracias y le dice que no
puede aceptarlo, porque no podrían cuidarlo; el guía se pone triste pero lo acepta y
se despide dándole un segundo beso al pequeño sueño.
><Ω><
Habían pasado unos largos meses y el recuerdo de Marita se había ido diluyendo.
Un día vio un gran movimiento alrededor de donde había estado el nido: un pájaro de
pecho gris, acarreaba pequeñas ramas, pedazos de hilos en su pico, y se le veía
trabajando arduamente, bordando para su amada un hermoso nido.
Enseguida apareció la compañera del gorrión, también con el pecho gris claro, alas
moteadas de siena rojizo, ocre y negro, con una cola gris oscuro, quien comenzó a
ayudarle en la construcción de su nuevo hogar: él transportaba y ella tejía. Pero,
¡Cómo se parecía esta pajarita a Marita !
La hembra comenzó a quedarse en su nido, y un tiempo después, nació un bebito.
Un día, entrando a la casa, en la planta baja, donde hay un patio lleno de plantas algunas llegan a medir hasta 4 metros-, vieron que algo se movía entre las hojas, pero
no encontraron nada.
Varias veces oyeron un ligero aletear, hasta que 3 días después apareció una
minúscula ave gris. Varzal trató de acercarse, pero se espantaba mucho. Le puso agua
y comida, pero no comía nada; la pareja de gorriones volaba buscándolo por todas
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partes: pasaron tres días, y un día vieron que lo habían localizado, y se posaron a los
lados del pequeño en la misma rama.
Pasaron tres días más, Françoise y Varzal estaban en el primer piso y vieron cómo los
padres le daban instrucciones de cómo volar; pero no tenía aún fuerza en sus débiles
alas. Un día observaron cómo los tres juntos volaron al barandal del primer piso;
luego, en la azotea, se posaron en un muro, y de ahí, después de descansar un buen
rato, juntos los tres, emprendieron el vuelo hasta el alto muro de la iglesia del Rayo,
para luego continuar su vuelo, perdiéndose en el azul brillante de la vida.
PLUTARCO CAYETANO
El 20 de diciembre de 1998, Cuauhtémoc, el sobrino de Varzal, pasa a las 6 de la
mañana para llevarlos en su auto al puerto de Lázaro Cárdenas, en el estado de
Michoacán. Cuando llegan, se alojan en la casa de Alejandro, otro de los hijos de su
hermana Consuelo, a unos 25 kilómetros de Lázaro, en La Mira. Al otro día, van a
Playa Azul y se instalan bajo un techo de palmas en el estero del Pichi, donde la luz
es extremadamente brillante, y Varzal encuentra en la playa un caracol y ¡Oh
Sorpresa!, adentro había un cangrejo. Bajo la palapa hay una gran mesa y la familia se
acomoda en ella. Oscar, otro sobrino, pide que le hagan a las brasas un pescado
enorme, al cual abren en dos: era tan grande que entre los 16 comensales no lo
pudieron terminar. El estero del Pichi era una fiesta, pues cientos de familias de
Lázaro Cárdenas y de los alrededores invadieron ese día la playa.
Les cuesta trabajo acostumbrarse al calor de esta región, siempre andan vestidos con
ropa muy ligera.
Por acá la gente dice que cuando alguien se muere, lo entierran con una cobija, por si
se va al infierno, que no vaya a tener frío.
Al otro día es la gran fiesta en casa de Consuelo, quien ya había comprado un
borrego, y entre toda la familia habían excavado un hoyo para hacerlo en barbacoa.
Cuauhtemoc, desde México había comprado un enorme pavo, que había pedido en
un restaurante que lo prepararan relleno de frutas; y mientras, Françoise y Varzal van
a comprar un árbol frutal para el jardín de su hermana, después, hacen un hoyo y
siembran el árbol de mango, que ya tenía unos dos metros de altura; y la fiesta se
prolonga hasta las 5 de la mañana.
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A eso de las 13 horas regresan al Pichi: la playa está repleta de gente. La familia renta
una lancha de motor, enorme, para pasear por los manglares, encontrando en el
camino cocodrilos y grullas. Al regresar del paseo, los hijos de la sobrina Citlali se
meten a bañar al mar. Andrés, de 5 años, después de dos horas de nadar regresa,
pero su hermano Jorge, de 7 años, se queda otro rato: cuando quiere regresar, ya no
puede: cuando camina hacia la playa, el mar no lo deja avanzar, al contrario, lo
regresa hacia el mar a donde está ya muy hondo: la familia quiere ayudarlo, pero
nadie puede entrar al agua, ya que la marea está fuertemente regresando al horizonte.
En eso, unos jóvenes muy valientes se toman de la mano e invitan a la familia a entrar
juntos al mar: así, la cadena humana llega hasta donde está Jorge muy espantado y
logran sacarlo.
El cangrejito se esconde dentro de su caracol y de vez en cuando muestra sus ojitos,
Varzal le da el nombre de Plutarco; enseguida Cuauhtémoc lo llama Cayetano.
En un tambo de plástico recogen agua de mar y arena para llevar a México, para la
casa de Plutarco Cayetano.
El 29 de diciembre tienen que regresar, pues su sobrino tiene que pasar el año nuevo
con sus hijos que viven en la ciudad de México y prepararles una fiesta de fin de año.
Apreciable y querida familia de Lázaro Cárdenas:
Hermosos recuerdos de estos tíos tan lentos que dejaron pasar muchos años para ir a
conocer esas cálidas tierras donde no se permite la tristeza, sino solo la alegría y la
abundancia: llenas de palmeras, de mangos, de aguas de azul intenso, de esteros -El de
Santana, Mata de Carrizo, y el del Pichi-, y de sobrinos bellos, alegres y llenos de
imaginación.
Paraíso donde todo el mundo se dice primo o cuñado. –¡Hey primo! ¿qué estás haciendo
con tu cuñada? –¡Más cuñados, primo, más cuñados, primo! Estoy seguro que así se
formó, por esa confianza y familiaridad, esa carismática ciudad cardenista.
Les agradecemos los momentos tan bellos que nos hicieron pasar en el estero del Pichi
(Piche, según una tarjeta postal), en la casa de Consuelo y la de Alejandro y Pati.
283
Plutarco Cayetano llegó sano y salvo al DeFecto; en el viaje, mientras Cuauhtémoc y
Françoise manejaban, Cayetano venía echando maromas, pues tanto le habían contado
de la capirucha que estaba muy emocionado.
–No te creas Cayetano, Mexicalpan de las Garnachas es una ciudad triste, violenta y
muy contaminada; además llena de baches.
–No te creo cuñado, solo lo dices para espantarme.
-Acá, ya en la ciudad, Plutarco esperó con mucha paciencia mientras le preparábamos
su nuevo hogar lleno de arena del océano Pacífico, con olor a la brisa del Pichi. Al otro
día en la mañana, al irlo a visitar con su desayuno, encontramos su casa vacía:
explicando mejor, la casa que toman prestada al vecino o más bien la casa que invaden
sin pedir permiso; movimos el caracolito para verlo mejor, pero allí en el caracol rojo no
había nadie.
Comenzamos a echar rayos y centellas pensando que habría sido un pinche pájaro o un
gato asesino, como estos que pululan en las azoteas del DF. Nos sentamos a reflexionar.
–No, no creemos que a Cayetano se lo haya almorzado algún buitre, ni menos que nos
haya abandonado. Así regresamos y comenzamos a escarbar en la arena, pues Plutarco
había hecho varios hoyos, pero en ninguno estaba.
Cuando le habían preparado su casa sobre la arena, le habían colocado varios
caracoles para ambientarle un poco el lugar: revisaron uno por uno los 7 caracoles y
faltaba uno: cuando vieron entre la arena una punta del octavo caracol, rascaron
rápidamente para sacarlo y ¡oh sorpresa!, en el hueco de la concha unas patitas
se agitaron alegremente y unos ojos saltones los miraron directamente a los ojos
como diciéndoles: -¿Qué, no les gusta mi nuevo traje?
Ese día, en la casa hubo fiesta: aventamos buscapiés a los transeúntes y abrimos una
botella de vino rojo festejando hasta el amanecer.
Plutarco había escogido el caracol más grande, cinco veces su tamaño.
284
Hace unos días que duerme mucho, encerrado en la arena, solo sale de su túnel para
hacer ejercicios de sus patas, camina lentamente haciendo equilibrios para sostener su
enorme peso, el que le dio su nueva vida, el de sostener los pecados de esta gran urbe.
–Te lo dijimos, Plutarco, te lo advertimos, de esta mierda de metrópoli llena de políticos
corruptos, rateros… empresarios avaros, ambiciosos y explotadores…
2 de enero del 99. Plutarco Cayetano enfermó, se enterró en la arena, se enterró más
hondo; se le ve muy decaído, lo sacamos para que comiera, pero no probó nada y se
volvió a enterrar.
3 de enero. Cayetano se desenrolló y sacó estirando sus patitas; jalamos al cangrejo y lo
bañamos con agua de mar, movió sus ojitos y 30 minutos después se volvió a meter a su
departamento.
9 de enero. Françoise me dijo que a las 15:25 hrs. Plutarco había levantado el caracol y
que se veían sus patitas empujándolo.
15:28 hrs encontramos a Cayetano con su caracol volteado hacia arriba y con su cuerpo
casi afuera. Lo observamos un rato.
15:55 hrs,. Sus ojitos separados nos miran, pero poco a poco se van juntando y
apagando; su cuerpo, en una última convulsión, abandona su coraza, mostrando la
parte posterior de su cuerpo.
Plutarco Cayetano se nos fue; estamos muy tristes, regresó al Paraíso de los Cangrejos
en el Pichi.
Les enviamos muchos abrazos y les deseamos Feliz Año Nuevo.
Varzal y Françoise
México DF, 1998, 2014.
285
EL BOCHITO
Serían las 19 hrs. Pero el sol calaba implacable sobre los transeúntes. Varzal esperaba
para atravesar la Calzada de los Misterios: esperando que terminara de pasar la
interminable fila de automóviles, camiones… había demasiados, y si él no hacía algo,
nunca pasarían, así que le hizo señas a un carro de que iban a pasar, pidiéndole de
favor que se detuviera un segundo; pero el chofer desesperado, quien no quería
perder un segundo, decidió no pararse y aventó el auto contra las gentes, los que,
junto al pintor, atravesaban la calzada.
Cuenta Varzal: -Mi reacción fue recordarle a toda su parentela, desde sus nietas a su
abuelita pasando por su madre… Creyendo que mis ajos y cebollas se habían perdido
entre el ensordecedor estallido de los cláxones y que mi rabieta no había servido de nada,
comencé a sobarme el rozón que me dio en la pierna el auto del taxista; de pronto vi que
las láminas de los techos de las humildes casas vibraban a causa de un potente rugido.
–¿A quién le mientas la madre, hijo de puta?, dijo saliendo de un bochito un enorme
hombre.
-Entonces todo se paralizó y quedó en silencio; los surcos nasogenianos y el entrecejo del
taxista se hundieron, sus ojos se inyectaron de sangre mientras una espuma blanca salía
de su boca; tenia el rostro cuadrado, prieto y lleno de manchas blancas que hacían de él
un ser macabro. Avanzaba hacia mí con sus puños crispados.
Entre 36 tácticas posibles, la mejor es la huida. –Proverbio Chino–
Algunos recuerdos de autodefensa que había practicado hacia 50 años hicieron que mi
cuerpo tomara una posición de luchador oriental: sentí que mi columna semi rota se
soldaba convirtiéndose en un fuerte resorte, para realizar mi trampa-llave, la que me
había salvado tantas veces en mis años mozos. Dudé un poco, quizá porque ya no la
recordaba bien: si debería lanzar primero el grito oriental, volver a mentarle la madre o
antes aplicar la llave descuartizadora por sorpresa… mientras, la bestia avanzaba los
47 metros que nos separaban…
–Ya ve Varzal, cómo le fue; se lo había dicho. ¿Qué?, ¿ No se dio cuenta que cuando
se estaba tomando la colina, el enemigo que tenía frente a usted era el marrano
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del capitán Mendoza? Eso le pasa por distraído, hubiera usted cambiado de gente –
me dijo el teniente César Rodríguez, un hombre que me apreciaba mucho, porque me
decía que yo era muy chaparrito pero eso no me quitaba lo inteligente, pero que para los
madrazos era muy güey.
El teniente estaba sentado a un lado de mi cama, en un cuarto donde atendían a los
accidentados en el Pentatlón Universitario, lugar donde yo realizaba mi servicio militar.
Y me siguió diciendo:
–Mire mi amigo, quiero ayudarlo, preparándolo, enseñándole unos cuantos truquitos
y una llave-sorpresa, la que tiene algunas variantes; para que no le vuelvan a romper
las costillas, pero con una condición: dentro de 5 meses vamos a realizar otros
ejercicios, realizaremos otra toma, pero ahora en el cerro del Ajusco, y quiero que
usted busque a su adversario, en este caso al marrano de Mendoza.
Cuando dos enemigos se reencuentran, sus ojos brillan intensamente. Proverbio
Chino.
-Efectivamente, el enemigo al verme no se rió, sino que se carcajeó. Yo hice como que tenía
mucho miedo y cuando el Mendoza descendió velozmente la colina, me tiré de espaldas,
alce mis piernas, las que clavé en su pecho y un instante después oí ¡¡KCrakcc!!!!! Del
capitán salía un hilo de sangre de su boca. Yo estaba blanco y temblaba pues creía que
estaba muerto; no fue así, solo había perdido el conocimiento. Yo creía que las
enseñanzas del teniente Rodríguez no iban a funcionar con el capitán, ya que sólo las
había practicado con gentes como el carnicero (-¡Ay, Pobre, cómo lo dejé!-), y con un
joven que quiso asaltarme cuando caminaba por las calles del barrio de Tepito.
-Ya veía venir al enorme taxista, quien estaba ya solo a unos 15 metros: yo lo esperaba
inmóvil, cuando de pronto un viejito -más viejo que yo-, que salía en medio de la
multitud que se había aglomerado para ver el espectáculo, dejó en el piso sus dos bolsas
con las compras del supermercado y blandiendo su bastón me dijo: –No se preocupe,
ahorita lo madreamos. -Después aparecieron 9 o 11 ancianos, quienes al solidarizarse
conmigo, blandían sus muletas o sus andaderas, y gritaban: -¡¡¡Te vamos a dejar como
carroña para los buitres, hijo de puta!!!
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-El maligno detuvo sus pasos en seco y realizando un prodigioso giro se dirigió a
grandes pasos a su bochito pintado de verde, perdiéndose a gran velocidad en esa tarde
ardiente y agria en el enmarañado laberinto de autos de la ciudad de México.
No. . . Sí… Sí, realmente el Frankenstein huyó de miedo, estaba aterrorizado de ver
tanto viejito; y si no hubiera reprimido sus instintos bestiales, las consecuencias
habrían sido catastróficas para él, por eso frenó sus pasos a tiempo: ya veía él los
titulares de los periódicos: “Bestia feroz masacra una docena de ancianitos” y como
subtitulo: “Pasará 70 años tras las rejas”.
México DF. 10 de junio, 2009.
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EL PALACIO BORDA
Varzal regresó a su estudio recordando a los neuróticos taxistas, a los ancianitos
solidarios, y antes de ponerse a dibujar, encendió la radio en un programa de radios
comunitarias y escuchó atentamente:
– ¿Cómo te sientes allá arriba en el cielo? – pregunta un locutor a un enfermo, en una
radio comunitaria del hospital psiquiátrico Borda.
– Bien, muy bien- contestó el loco.
– ¿Hay muchas cosas allá arriba?
– Acá en el cielo no hay nada, yo estoy solo.
– Pero allá arriba ¿hay amor?
– ¡No! No hay amor, porque para que haya amor se necesitan varias personas como
yo y además no hay sol.
– ¿Tampoco hay luna?
– No, tampoco hay luna, pero sí hay mucho pasto, un pasto verde, muy verde.
– Pero ¿tú quisieras que hubieran otras cosas allá arriba?
– ¡Sí, claro! quisiera que hubiera trenes.
– ¿Y para qué quieres trenes allá arriba?
– Allá abajo, en la tierra, los trenes atraen al sol, y quisiera también que hubiera
barcos.
– Pero los barcos no vuelan y son muy pesados ¿Para qué quieres los barcos?
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– Porque los barcos también atraen al sol, y además los barcos necesitan agua y si
hubiera barcos habría también un mar.
– ¿Y qué ves desde allá arriba?
– Veo el Palacio Borda.
– ¿Y qué es el Palacio Borda?
– Es una casa de locos ¡Ja, ja, ja! ¡Ja, ja, ja!... Para locos.
Y hay muchos locos ¡Jo, jo, jo! ¡Je, je, je! ¡Ji, ji, ji! ¡Ja, ja, ja!... ¡Ja, ja, ja!
Está lleno de locos ¡Ja, ja, ja!..........¡Ja, ja, ja! ¡Ja, ja, ja!.. ¡Ji, ji, ji! ¡Ja, ja
¡Uyjayjay! ¡jajay! ¡Jajay! ¡Jay!……………………… jay… ay!... ay…ay
México DF. 2002-2014.
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