1 a 56 - Jockey Club

Transcripción

1 a 56 - Jockey Club
JOCKEY CLUB
comisión directiva
PRESIDENTE
Bruno Quintana
SECRETARIO GENERAL
Diego Norberto Quirno
TESORERO
Marcelo Condomí Alcorta
COMISIóN DE CARRERAS
COMISIóN DEL INTERIOR
PRESIDENTE
Emilio Raúl Dumais
PRESIDENTE
J. Esteban Cornejo Murúa
SECRETARIO
Edgardo A. Garat
SECRETARIO
Guillermo Strada
VOCALES
Juan Carlos Bagó
Horacio Walter Bauer
Carlos H. Blaquier
Carlos María del Carril
Hernán Ceriani Cernadas
Juan Carlos Echeverz
Roberto Enrique Hornos
VOCALES
Daniel C. L. Funes de Rioja
Juan de Ganay
Tomás González Álzaga
Diego M. Ibarbia
Iván Didimo Posse Molina
Marcos F. Roca
Julio Sánchez Sorondo
VOCALES SUPLENTES
Carlos Alberto de Corral
Ricardo Garat
Julio V. Uriburu (h)
Patricio Edmundo Weiss
carta del
presidente
E
n varias oportunidades nos hemos referido al espíritu de pertenencia que caracteriza a los socios del Club, y cómo debe
fortalecerse permanentemente a fin de preservar nuestro
tradicional clima de confraternidad, abierto al disenso y a la
diversidad de opiniones, pero siempre de manera cordial y respetuosa en el
ámbito de la institución.
Tres generaciones de socios han transmitido valores y normas de con-
ducta para la convivencia social muy difíciles de igualar y que hacen al
prestigio nacional e internacional del Jockey Club. Miguel Cané lo definió
como un club aristocrático, porque en él la aristocracia no es una mera condición social, sino que implica “la pertenencia a una institución social, vasta
y abierta a todos los hombres cultos y honorables”.
Hoy, las circunstancias nos obligan a reflexionar profundamente para
que nuestros actos futuros contribuyan a preservar tanto la honorabilidad de
los socios como ese clima de caballerosidad e hidalguía legado por los fundadores, valores que hemos sabido cultivar y que quisiéramos transferir a
las generaciones de socios que vendrán.
Bruno Quintana
Presidente
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Jockey Club
Revista para Socios
del Jockey Club
Índice
Staff
10 Carreras: G. P. 25 de Mayo
Director
Alejandro Ramos Mejía
18 Golf: Carlos Bracht
colaboran en
22 Campo de Deportes
este número:
Xavier Prieto Astigarraga
Gastón Saiz
Roberto D. Müller
Mercedes Manrique
Julie Bergadá
Pedro Cossio
Carlos Acevedo
Arte
Salvador Curutchet
Fotografía
Archivo Jockey Club
Corrección
María Hilda Sáenz
TAPA
Sede del Golf - San Isidro
Foto cortesía Julie Bergadá
Sede Social
30 Box
31 En concierto: Iván Gancedo (h)
40 Biblioteca
48 Reciprocidad: The Down
Town Association
Producción General:
ARMediciones
www.armediciones.com.ar
Propietario:
Jockey Club A. C.
Av. Alvear 1345 (1014)
Ciudad A. de Buenos Aires
Hecho el depósito que marca la ley
Nº 11.723. Registro Propiedad
Intelectual Nº 852525
Impreso en 4 Colores S. A.
estilos
52 Fragata Libertad:
Diario de a bordo
sumario
06
Carreras
LAS DISTINCIONES
PELLEGRINI 2010
La familia Etchechoury se adjudicó el premio
Pellegrini del Año 2010 en la entrega celebrada el 19
de mayo de 2011 con una solemne cena en la tribuna
oficial. El galardón máximo, determinado por el
presidente del Jockey Club, reconoce la trayectoria
de más de cuarenta años de los cinco Etchechoury.
14
Golf
BAJO EL PRISMA DE MACKENZIE
El pasado del Club exhibe gente visionaria, autoridades que
supieron asesorarse con lo mejor que había en su momento a
nivel mundial para construir las dos canchas de golf del Jockey.
Las canchas Azul y Colorada y el campo de Augusta presentan
muchas similitudes gracias a la filosofía concebida por el
prestigioso diseñador inglés.
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Natación
NADAR, UN VEHÍCULO
PARA LA SUPERACIÓN
Transformar una amenaza en una oportunidad. La
frase, tan conocida como mágica, si se aplica en la vida
cotidiana puede surtir efectos muy positivos. Juan Pablo
Dithurbide es integrante del grupo que representa al
Club a nivel nacional e internacional; de un accidente de
cadera a la satisfacción de competir y lograr marcas.
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Patrimonio
EL ARTE DEL
PINTOR LUCIEN SIMON
Espacio habitual de brillantes recepciones, el Salón Dorado de la
planta baja de la sede social luce en sus muros dos pinturas del
artista francés Lucien Simon (1861-1945), que a través del tiempo,
y por distintas sendas, fueron a reunirse en ese ámbito para
deleite de quienes lo frecuentan.
carreras
Distinciones Carlos Pellegrini
Lo primero es la familia
Y los primeros son los de la familia Etchechoury: sobre treinta y dos
realizaciones de la entrega de estos premios, sus integrantes obtuvieron
quince en el rubro “entrenador del año”. Tanto lauro los condujo al
premio Pellegrini del Año 2010, asignado por el presidente del Club a
cuatro portadores de un apellido histórico del turf nacional, pese a algunas
sanciones. En su discurso, Bruno Quintana hizo anuncios y reclamos.
La familia Etchechoury recibiendo la máxima distinción.
Q
uince sobre treinta y dos.
O sea, 46,875%. Esa es la
proporción de veces en
que un miembro del clan
Etchechoury fue, según el ambiente del
turf –propietarios, criadores, profesionales, periodistas–, el entrenador del año.
Es que el vasco-francés es un apellido
de los bien pesados en la hípica argentina. Y como las distinciones Carlos
Pellegrini nacieron hace treinta y dos
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años, poco antes del cénit de Juan Carlos
Etchechoury como preparador, los premios llegaron a borbotones. Para Pochi,
primero, y para sus hijos, más tarde.
Por eso, la familia Etchechoury se
adjudicó el premio Pellegrini del Año
2010 en la entrega celebrada con una
solemne cena en la tribuna oficial el 19
de mayo de 2011. El galardón máximo,
determinado por el presidente del Jockey
Club, reconoce la trayectoria de más de
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cuarenta años de los cinco Etchechoury,
de una historia que empezó con el abuelo de los tres hermanos, continuó con
Pochi y sigue en Juan Carlos (h, Carly),
Carlos Daniel (Dany) y el menor, Juan
Javier.
En este caso, Carly se adjudicó el
título de entrenador del año y acumula
seis: 1992, 1993, 1994, 1999, 2004 y 2010.
Uno más posee su padre, que brilló en los
ochenta y todavía mantiene algo de acti-
Fotos: Hemilifot
Juan Carlos Bagó recibe el premio Criador del Año por Firmamento.
vidad: lo obtuvo de 1980 a 1983, y de1988
a 1990. Dany, que recibió el halago en
2007 y 2008, lejos estuvo en esta ocasión:
gran parte de la temporada (de febrero
de 2010 al de 2011) estuvo suspendido
a raíz de un tratamiento no autorizado
de sustancias a Hola Cómo Va, detectado tras la primera victoria de su pupila.
Tampoco son éstas, pese a lo reciente
del lauro, jornadas felices para su hermano mayor: a principios de junio, Juan
Carlos fue suspendido por cuatro meses
en suspenso tras el ánalisis a Come Into,
segunda en el gran premio De Potrancas
diez días después de la feliz noche de las
distinciones Pellegrini.
Por “la labor de una familia que
supo ganarse el respeto de todos” eligió
Quintana a los Etchechoury como destinatarios del premio mayor. No solo eso
enunció el presidente, que a su vez fue
distinguido por las gremiales de profesionales y trabajadores del turf en razón
de su trabajo en favor de la industria (“el
paso desde 2001, con los hipódromos
Distinguidos por el Padrillo del Año.
semiparalizados, a este buen tiempo no
fue producto de una casualidad”, justificó el representante Eduardo Ferro);
aprovechó la reunión para hacer
anuncios y pedidos. Anticipó que las
carreras sanisidrenses serán televisadas
a Inglaterra, que habrá un nuevo centro
de cómputos en septiembre, una mejor
programación de competencias y posibles apuestas por Internet. Clamó por
una lucha firme contra el juego clandestino, más boxes en Campo 2 y un
incremento de recompensas (ya rige,
desde el 1 de junio). Además, hubo una
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carreras
Los ternados y los triunfadores
A continuación figuran los nominados en los diversos rubros de las distinciones Pellegrini de 2010.
En primer término y en mayúsculas se indica al vencedor en cada caso.
mejor dos años hembra
CATCH THE MAD
Coordenada
mejor dos años macho
PAULINHO
Anaerobio
de San Isidro y nutrida concurrencia.
Liz For Sale
Es Corino
LAIKA
Crazy Wells
OLLAGUA
Foggy Stripes
CATCH THE MAD
Malpensa
CLARO OSCURO
Filoso Emperor
INTER RED
Xavier Prieto Astigarraga
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El Garufa
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LINGOTE DE ORO
Fuego e Hierro
PABLO FALERO (Uruguay)
JUAN CARLOS ETCHECHOURY (h)
LINGOTE DE ORO
FIRMAMENTO
Xin Xu Lin (Brasil)
mejor caballo adulto
LINGOTE DE ORO
Mad Speed
mejor fondista
RUBIO B.
Qué Vida Buena
mejor millero
Ollagua
mejor velocista
ORPEN
Malpensa
yegua del año
Lágrimas de Oro
mejor yegua adulta
Expressive Halo
madre del año
gran ovación. La que saludó a Pablo
Falero, el uruguayo que obtuvo el lauro
al jockey del año por vez número doce,
récord individual en las distinciones
Pellegrini. Pero en conjunto, el apellido
“Etchechoury” lo supera por tres. Falta
solo Javier como vencedor en su rubro,
pero está encaminado; de hecho, fue ternado en este caso, pero le ganó Carly. En
medio, entre algunos sinsabores, como
las sanciones, hubo infinidad de pruebas
de grupo I –incluidos varios Pellegrini–
y estadísticas conquistadas por el clan,
aunque vale repasar una jornada memorable: la de Carreras de las Estrellas de
2007, cuando los tres hermanos se impusieron en cuatro competencias (Carly en
dos). Y no por nada desde el año último
se realiza en junio el clásico Juan Carlos
Etchechoury, en San Isidro.
La familia había recibido una mención especial en la entrega del 91. Ahora,
ya tiene el que le faltaba.
Tattoum
mejor tres años macho
ANAEROBIO
Gustavo Posse pronunciando su discurso.
Villero Cat
mejor tres años hembra
CATCH THE MAD
El presidente Quintana junto a Gustavo Posse, intendente
Studentessa
El Garufa
Fuego e Hierro
jockey del año
Jorge Ricardo (Brasil)
Edwin Talaverano (Perú)
entrenador del año
Juan Javier Etchechoury
Ernesto Romero
padrillo del año
Catcher in the Rye
Equal Stripes
caballeriza del año
Firmamento
Keyser Soze
caballo del año
Anaerobio
Xin Xu Lin (Brasil)
criador del año
Abolengo
mención especial
Hipódromo de La Punta
PELEGRINI DEL AÑO
Familia Etchechoury
La Quebrada
carreras
Gran Premio
25 de Mayo
Un potrillo
anfibio
Vitaminado, ganador del G. P. 25 de Mayo.
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En ajustada llegada, Vitaminado supera a Astral Thunder.
Ha ganado en piso seco, pero se destaca más en
húmedo o pesado. De sus cuatro triunfos, tres
fueron en pruebas jerárquicas. Va subiendo
la distancia de sus actuaciones y el éxito suele
acompañarlo. Corrió por primera vez en 2400
metros y venció. Y tiene tres años. Vitaminado
se impuso en una de las competencias más
argentinas del calendario y abre esperanzas
de ser uno de los grandes fondistas que tanto
hacen falta. ¿Lo logrará?
E
l día estaba feo. La cancha,
mala, pesada por lluvias anteriores. El desafío: correr por
primera vez 2400 metros, la
distancia del largo Pellegrini. Y contra
un par de pesos pesados: Fuego e Hierro,
tercero el año último en la más prestigiosa carrera sudamericana y ganador de
varios grandes premios; y Calidoscopio,
vencedor del República Argentina en
2009 y solo una vez ubicado detrás del
El momento más esperado: la premiación.
7º puesto en sus 27 actuaciones. Y hasta una yegua, Miss Lake Queen, se
presentaba como bravo rival, con el
antecedente de haber batido al propio
Fuego e Hierro un mes antes en el clásico Porteño, del mismo tiro.
Vitaminado, que tenía así presentado tal desafío, poseía como uno de sus
triunfos el premio... Calidoscopio, dato
elocuente sobre el potencial de uno de
los adversarios. Pero este no se presentó,
en razón del clima y el estado del terreno, en el Gran Premio 25 de Mayo, la
competencia en cuestión, que San Isidro
prestigia más cada año. En 2010, cuando el Bicentenario del primer gobierno
patrio, la carrera volvió a gozar de la
condición de internacional y creció en
recompensas. Ahora tuvo tal cantidad y
calidad de espectáculos adjuntos fuera
de la pista que pareció un Pellegrini.
No sobre el césped, por cierto. Hubo,
además de Calidoscopio, tres borrados,
incluido el único extranjero, Beautiful
Slam, de Brasil. Y entre la lentitud del
desarrollo y la ausencia de varias figuras entre los 17 ratificados (la prueba era
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muy abierta, para caballos de tres años
y más), no se dio un carrerón ni mucho
menos. Apenas el final, inesperado e
incierto, aportó vibración.
El currículum de Fuego e Hierro
(Copa de Oro, Provincia de Buenos Aires,
Porteño), que defendía el título en el 25
de Mayo, definió un favorito, mas al alazán lo desfavoreció el sorteo: le tocó el
partidor más externo. Y Vitaminado, pese
a que salió de uno lejano a los palos, no
tardó en ponerse a la cabeza del lote
de 13 participantes. Allí, adelante, se
siente cómodo, rinde. Sobre todo si lo
exigen poco, como ocurrió: hizo tranquilísimos parciales de 25”16/100 (400 m),
51”47/100 (800 m), 1’17”17/100 (1200 m),
1’41”29/100 (1600 m) y 2’5”67/100 (2000
m). Lo seguía, a ratos de cerca, a ratos
no tanto, Astral Thunder, una amenaza
más latente que inquietante. Recta final y
lo mismo: Vitaminado holgado en la vanguardia. Hasta que faltando 220 metros
su escolta cambió de mano (izquierda a derecha) y aceleró. Se aproximó
de a poco, y en los 100 decisivos arremetió. Juan Carlos Noriega, a punto de
pasar el disco, inició su típico festejo a
lo Mona Jiménez, pero debió volver a
poner la mano derecha sobre el pescuezo de Vitaminado porque Astral Thunder
ya estaba a medio cuerpo. Lógico, si el
último parcial de 400 fue de ¡27”58/100!
para el líder. El susto no pasó a mayores
Fotos: Sergio Vergano y Carina Escamez.
carreras
El equipo del ganador y las autoridades del Jockey Club en la premiación.
para el jockey cordobés: el alazán que
conducía conservó medio cogote de ventaja en la meta.
Primera victoria de grupo I, en cinco intentos, para el macho de tres años.
No quedará entre sus lauros el tiempo: 2’33”25/100, 11”27/100 encima del
récord. Con suelo pesado, sí, como lo
habían soportado Miss Lake Queen y
Fuego e Hierro en el Porteño, que aquella había ganado en... 56/100 menos.
¿Qué fue esta vez de la hembra? Algo
insólito: cerró el grupo, a 24 largos del
penúltimo. ¿Y qué de su entonces vencido? Tras su victoria de 2010, quedó
¿Mirar a la pista o afuera de ella?
No hay caso. El 25 de Mayo y el mal tiempo son casi un binomio. En 2010, día del Bicentenario, el clima
dio una tregua y entregó una jornada soleada. Este año volvió al gris habitual.
Pero al menos no hubo nuevas lluvias que perjudicaran la fiesta del turf que preparó el Jockey Club para
San Isidro. Y aunque en la cancha hubo barro, afuera se pudieron disfrutar múltiples atracciones. A saber:
para los chicos, el Sapo Pepe, Las Pepas, Pipo Pescador y Candela, y para todos, una muestra de destreza
hípica, conjuntos folklóricos, comidas tradicionales y regionales, una feria artesanal y autos clásicos. Entre
lo más emotivo estuvo el desfile-homenaje-retiro del gran Life of Victory, dueño de un Pellegrini (2008) y
muchos otros éxitos.
En fin. Espectáculos ya propios de la carrera máxima y que, entonces, elevan el listón de exigencia para
el próximo Pellegrini. No por nada hubo unas 40.000 personas en el hipódromo. Y fue lógico que con los
incentivos en los premios, se apostara en total nada menos que 4.309.263 pesos.
Pero el cénit del día hubo de ser otro. ¿El éxito de Vitaminado? ¿El paseo de Life of Victory? El 25 de Mayo
en sí. Y el himno nacional, que, ejecutado por la Banda Militar Ituzaingó, del Grupo de Artillería 1 Brigadier
General Tomás de Iriarte, resultó toda una apelación al sentir argentino. Ese del que, en alguna porción,
forma parte el turf, tan arraigado en esta tierra.
cuarto a seis cuerpos. “Ya no es el mismo”, coincidieron algunas crónicas. Tal
vez demasiado pronto: Fuego e Hierro no
ha cumplido cinco años...
No obstante lo raleado del panorama, el triunfador tiene sus méritos.
Además de un tercer lugar en el Jockey
Club, posee cuatro victorias. Tres, en
carreras jerárquicas, y también tres, en
suelo anormal, ya sea húmedo o pesado. Su campaña empezó en 1500 metros
y cuando debutó en los 2400 cosechó un
gran premio, el que le dio 200.000 de los
386.900 pesos que acumula en su trayectoria. “Pintó muy bien desde que empezó
el vareo y nos entusiasmó al comienzo
de su campaña, pero luego bajó el nivel y
Juan Carlos [Maldotti] le dio un descanso
y fue recuperándolo despacio. Ahora está
otra vez bárbaro”, lo elogió ante el diario
La Nación el jockey Noriega, por tercera
vez ganador en esta competencia y hecho
a medida para manejar desarrollos en la
punta, lo mismo que su montado.
El fondo, la larga distancia, están
necesitando unos cuantos buenos caballos en el ámbito local. El Pellegrini y el
Latinoamericano más recientes alertaron sobre eso. Y Vitaminado viene a ser
una promesa. “Es un gran caballo y muy
barrero”, lo calificó el entrenador Juan
Carlos Maldotti. Lo segundo ya está claro; lo primero está por verse.
Xavier Prieto Astigarraga
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GOLF
Las canchas del Jockey Club y de Augusta National.
Bajo el prisma
de MacKenzie
El hoyo 12 de Augusta de 155 yardas presenta un
planteo similar al hoyo 7 de la Azul.
Las canchas Azul y Colorada y el campo de Augusta presentan muchas
similitudes gracias a la filosofía concebida por el prestigioso diseñador inglés.
E
l pasado del Club exhibe
gente visionaria, autoridades que supieron asesorarse
con lo mejor que había en
su momento a nivel mundial para construir las dos canchas de golf del Jockey.
Fue todo un acierto haber contratado a
Alister MacKenzie, considerado el diseñador más prestigioso de campos del
siglo XX. Hoy, el Club puede jactarse de
ser el único en el mundo en disponer de
dos canchas y un hoyo con doble green
de su inconfundible sello.
El arreglo con este inglés de padres
escoceses se concretó a fines de 1929, y
su visita a nuestro país se extendió desde enero hasta abril de 1930, fecha en la
que volvió a Inglaterra habiendo plasmado el dibujo de la cancha. MacKenzie
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realizó las gestiones con el capitán del
Club de ese entonces, Alec Nicholson.
El libro de MacKenzie, Spirit of Saint
Andrews, publicado después de su
fallecimiento en 1934, menciona a ese
directivo como actor principal en representación del Jockey.
Al llegar a la Argentina, MacKenzie
ideó un trazado –y él mismo lo contó en
sus libros– inspirado en todos los conocimientos que le entregó Saint Andrews.
Tal es así que el inglés, al hablar y escribir luego sobre ello, refirió que la Azul
y la Colorada son las canchas que más
fielmente simbolizan el espíritu y el
diseño del Old Course.
Un dato clave es que, ya finalizadas las canchas de nuestro Club,
MacKenzie recurrió a los servicios
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del legendario Bobby Jones (ganador
de los cuatro torneos de Grand Slam)
para llevar adelante a partir de 1932
un emprendimiento de excelencia en
Augusta, estado de Georgia, donde alumbraría el famoso escenario que cada año
recibe el Masters, primer Major de la
temporada.
Se pudo comprobar que ciertas experiencias que MacKenzie desarrolló en
el Club argentino las recreó luego en el
emblemático manto verde de magnolias
y azaleas. Así, entre uno y otro campo
se multiplican las similitudes. Por caso,
el hoyo 7 de la cancha Azul del Jockey
y el 12 de Augusta (“Golden Bell”) son
dos pares 3 con planteos estratégicos
muy parecidos y se asemejan en la sensación e inquietud de tiro. Este último
El green del 16 de la colorada similar al 8, “Yellow Jasmine”, de Augusta.
tiene su encanto especial por el rincón
donde está colocado, pero la estrategia,
con un green en diagonal, agua anterior
y un hazzard importante atrás, conduce
al mismo concepto golfístico.
Siguiendo con los pares 3, la sensación desde el tee del hoyo 11 de la Azul
es muy parecida a las salidas de Augusta
en los hoyos 4 (“Flowering Crab Apple”)
y 6 (“Juniper”), que poseen un yardaje
similar. Se da otra asombrosa semejanza al efectuar el segundo tiro del 15 de
Augusta (“Firethorn”) en comparación
con el segundo tiro del 15 de la Colorada
para un jugador aficionado de 210 yardas
de pegada. El desafío consiste en pegar
con draw para que la pelota se acomode en función del tercer tiro, y la única
diferencia es la laguna que antecede al
green en Augusta y lo ondulado del hoyo.
Realmente impactan por su misma concepción los greens del 16 de la
Colorada del Jockey, con lomas y sin ningún bunker (que el propio MacKenzie lo
El Pato Cabrera, ganador del Masters en 2009.
reproduce fotografiado en construcción y
ya terminado en su libro Masters of the
Links), y el del par 5 del 8 de Augusta,
bautizado “Yellow Jasmine”. Si el jugador no ingresa por la línea exacta de tiro,
la pelota se desvía por los costados y no
llega al green. Así, el tiro de recuperación a través de las lomas es muy difícil.
Puede apuntarse también el efecto del
14 de la Azul, saliendo desde el tee habi-
Fotos cortesía Augusta National Golf Club, Pedro Cossio, Archivo Jockey Club.
Llegando al green del hoyo 2, “Pink Dogwood”, de Augusta.
El rough en Augusta: siempre con la misma altura.
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GOLF
El green del 8 de Augusta solo protegido por lomas.
tual, que rememora cuando el jugador
tira el segundo tiro a la bandera del 7 de
Augusta, a un green puesto allí arriba,
desnudo, y defendido solo por bunkers.
Por lo general, MacKenzie concibió greens en el Augusta National que
estuviesen limpios a su alrededor, sin
presencia de árboles cercanos, como
ocurre en el 2, 7, 9, 17 y 18. En el Jockey
se observa este tipo de diseño en el 1, 2,
4, 5, 6, 7 y 9 de la Colorada.
Lógicamente, hay diferencias estructurales entre el campo que consagró a
Ángel Cabrera en 2009 y las canchas Azul
y Colorada, donde el Pato triunfó en 2001.
En Augusta, los fairways son más francos
y fáciles, pero los greens resultan mucho
más complicados, tanto que un jugador
promedio argentino hará 8 o 10 golpes
más en aquel edén de verdes intensos
por la diversidad de caídas y velocidades
que circundan la bandera. Además, los
bunkers de Augusta son más grandes y
profundos, al igual que los crossbunkers.
El Jockey Club se propuso en los
últimos tiempos volver a las fuentes
de MacKenzie, tal como subrayó Julio
Sánchez Sorondo, titular de la Comisión
de Golf, antes del último Abierto de la
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República. ¿Qué significa volver a las
fuentes? Pedro Cossio –activo estudioso
de nuestra cancha– (ver recuadro aparte)
sugiere, como primera medida, conservar
muy bien los árboles necesarios para que
la cancha tenga defensa ante eventuales
pelotazos a otros jugadores. Asimismo,
generar ciertos hazzards pero sin que
haya saturación de árboles, equilibrio
conseguido con maestría en Augusta.
En tercer término, procurar que la rama
baja no estropee el juego porque demo-
ra la búsqueda de pelotas, crea conflictos
innecesarios de todo tipo (lastimaduras,
discusiones sobre reglas) y alienta a violar
el reglamento. Todas esas contingencias
se evitan con árboles limpios abajo.
En esa intención de regresar a las fuentes, también es recomendable que el rough
para los aficionados no supere la pulgada
de altura y el fairway alcance la media
pulgada, como se observa en Augusta.
Otro de los preceptos de MacKenzie es la
inexistencia del crossbunker frontal en
los pares 4 y en los pares 5 al drive. La
dificultad siempre se plantea en las 280
yardas, con un crossbunker que roba
una parte del fairway para complicar el
drive muy largo.
Alrededor de doscientas personas
juegan en la Azul y en la Colorada seis
días de la semana, durante todo el año,
y hay que preparar pastos en los greens
para que resistan tamaño movimiento. En este sentido no hay comparación
con el Augusta National, club que
maneja un presupuesto muy superior,
utiliza una tecnología costosísima y
recibe muchos menos jugadores en
cada temporada. De hecho, el campo
permanece cerrado por largos períodos
para preservarlo del frío o del calor.
Más allá de las diferencias y de las
semejanzas, el alma de MacKenzie está
fielmente retratada en los tres campos,
como si fuese una marca indeleble.
Gastón Saiz
Greens indescifrables y caddies atentos
Tuve la oportunidad de probarme en la cancha de Augusta en febrero pasado y nunca en mi vida jugué greens más
difíciles y celosos. Es realmente un goce cuando uno consigue hacer dos putts desde una distancia razonable,
porque son en verdad rapidísimos y la pelota no para de rodar. La arquitectura de los greens, con distintas ondulaciones en diferentes sectores, propone caídas y corridas muy difíciles de descifrar. Por eso hay que ir calculando
todas las velocidades.
Una de las cosas que más me impactaron fue la manera en que el caddie respeta al jugador. Al llegar al tiro, el
caddie inmediatamente te entrega el drive. Y cuando toca hacer el tiro a la bandera da todas las precisiones: “Estás a
180 yardas del centro de la bandera, 168 de la entrada del green y 189 de caerse por atrás”, comenta, por ejemplo.
Cuando uno pisa el green, el propio caddie marca la pelota, la limpia y la repone. Por gentileza, en uno de los
hoyos del recorrido saqué la bandera y enseguida los cuatro caddies, de muy buen modo, me dijeron que eso era
tarea de ellos. Me recomendaron: “No, señor: no haga eso porque si el mánager general nos ve nos va a reprender”. Por supuesto que lo acepté. Pero el trato es siempre muy afable, en un club que es un canto a la austeridad
y una belleza en cada rincón.
Pedro Cossio
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GOLF
xxx
personajes
“Me parece que voy a
dejar de jugar a los
100 años”
Carlos Bracht.
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T
odavía hoy, Carlos Bracht y
el golf siguen tomados de la
mano, inseparables. Caen las
hojas del calendario, pero
el idilio entre el hombre-leyenda y este
deporte se conserva intacto. Carlitos
cumplió los 90 años el 18 de mayo pasado,
rodeado de familiares y amigos. La celebración honró a un golfista amateur que
siempre brilló sustentado en el talento
y en la habilidad, más que en la práctica sesuda. “Creo que tuve mucha suerte.
De todos mis antepasados, ninguno llegó a esta edad. Debe ser por el golf, ¿no?
Habrá que recomendarlo”, sugiere, con
esos guiños de humor tan típicos de él.
Sus hijas le están armando un libro
ilustrado con todas sus hazañas. En
esa recopilación se incluyen artículos
periodísticos de toda clase, extraídos
de diarios y revistas especializadas.
También, fotografías que describen una
vida rica en anécdotas, viajes y personalidades conocidas alrededor del mundo.
No cualquiera paseó su figura por Saint
Andrews, conoció a Bobby Jones, actuó
en los Estados Unidos o participó de un
Mundial de Aficionados. Todos estos fueron hitos en la carrera de Bracht, que a
su edad sigue probándose en la cancha
como si aún debiera rendir un examen
golfístico. “Si no tengo el autito que me
prestan se me hace bravo caminar el
campo. Además, me desilusiono con
algunos tiros que hago. Lástima que la
memoria funciona…”, comenta, con su
clásico sentido de la autoexigencia.
Últimamente, factores climáticos
Pegando en el hoyo 1 por la copa Los Andes en el
club Los Leones, Santiago de Chile.
y el propio cansancio lo alejaron un
poco de las canchas Azul y Colorada del
Jockey Club. En cierto punto se abstiene de arreglar matches con algunos de
sus compañeros por temor a fallar algún
golpe. Sin embargo, Bracht sigue en el
ruedo y, durante la charla, suelta con
llamativa convicción: “No solo me imaginaba jugar al golf a los 90, también me
lo sigo imaginando a futuro. Me parece
que voy a dejar de jugar a los 100 años”.
Aquellos que disfrutaron de su swing
natural y se divirtieron junto con él no se
sorprenden de su vitalidad y su esfuerzo por mantener el rendimiento. Luis
Fernández de Oliveira, su tradicional
compinche en duelos de match play,
señala: “Es un gran deportista; hasta el
año pasado jugaba los 18 hoyos. Lo del
carrito fue en los últimos meses, pero
tiene una salud excelente, la de un hombre que ha hecho una vida equilibrada:
toma muy poco alcohol y nunca fuma”.
A Ricardo James le brotan las sonrisas en cada repaso de la figura de
Bracht, ganador del Campeonato de
Aficionados en 1957. “Carlitos representa el típico jugador amateur, lo que
el golf consideraba antes ‘el gentleman
player’. Llegaba, hacía medio swing y
ya ponía la pelota sobre el tee del hoyo 1
para empezar a jugar. Un golfista ciento
Fotos cortesía Julie Bergadá, Carlos Bracht, El Golfer Argentino y AAG.
Carlos Bracht, emblema
golfístico del Club,
cumplió 90 años el 18 de
mayo y mantiene vivo
su interés por el deporte
que lo vio brillar; un
ejemplo de vigencia y
pasión.
Carlos Bracht observa una tarjeta ampliada. El año 1965 fue récord amateur.
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C L U B
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1 9
GOLF
por ciento lúdico, de una habilidad notable y que sigue quejándose hasta cuando
le pega fantástico a la bola”.
En la misma línea opina su yerno,
Marcos Carranza Vélez, otro fiel compañero de andanzas en los trazados del
Jockey: “Desde chico admiré su swing
natural, armónico y sin defectos. Para mí,
sus mejores golpes fueron el approach y
el juego sobre el green. A veces, en lugar
de utilizar el putter sacaba una madera
5. O capaz que de la bolsa salía otro putter viejo; era un peligro”. Sobre Marcos,
Bracht acota mitad en serio y mitad en
broma: “Para mi cumpleaños, mi yerno me regaló un balero y me dijo que le
dedicara tiempo en lugar del golf. Soy sincero: de chico jugaba muy bien al balero.
Bah, en esa época tenía mucha facilidad
para todo lo que fuera movimientos de
coordinación, era como un plus”.
Lógicamente, la edad le impide
alcanzar las distancias que lograba en
su plenitud. “Ahora, a gatas, llego a las
200 yardas”, reconoce Carlitos, que hace
unas semanas visitó el driving range de
la Costanera y practicó con una madera
3, hasta que lo superó el aburrimiento.
Otra vez, resopla: “Es que nunca me gustó practicar…”.
En tiempos de veteranía, es tradicional relacionar la edad avanzada
con algún aspecto del golf. Roberto De
Vicenzo suele bromear a sus 88 años:
“Me estoy acercando al hoyo 18”. Por su
parte, Carlitos compara: “Más allá de lo
que me exijo y mi bronca por no poder
pegar como quisiera, para mí es un aliciente anotar un score más bajo que mi
edad. Firmar cerca de los 80 golpes y quizás un poco más está muy bien. Esto, más
allá de que la concentración se me vaya o
que no tenga la misma fuerza de antes”.
Hace unos meses, la Asociación
Argentina de Golf condecoró a todos
aquellos amateurs que representaron a
nuestro país en mundiales, y lógicamente el más veterano fue Bracht. “El golf me
dio todo lo que me podía dar. No le puedo
pedir más. En cambio, yo no le di nada, no
me sacrifiqué nunca”, exagera con gran
dosis de humildad. En realidad, Carlitos
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Reconocimiento de la AAG.
siempre fue un espectáculo en persona,
como lo testimonian los recortes coleccionados de El Golfer y otras publicaciones
que cubrían la actividad amateur. “Hace
poco hizo un birdie en el par 3 del hoyo 11
en la Azul; lo resolvió con un putt de unos
4 metros. Fue mientras jugábamos uno
de esos fourballs clásicos. No sé si debe
haber un caso igual para un golfista de
90 años”, apunta Fernández de Oliveira.
“Yo daría no sé cuánto por llegar a los 90
con el espíritu y el juego de él. Alrededor
del green tiene unos toques maravillosos”, subraya “Jimmy” James.
“Sería lindo que el club decidiera realizarle un torneo y que
él mismo elija la modalidad.
Además, que salga en el primer thresome”, se ilusiona
Carranza Vélez.
El Jockey Club sigue
disfrutando de Carlos
Bracht, artista romántico de los hierros y las
maderas. No será con la
misma potencia y precisión, pero se le advierte
ese fuego de campeón.
Una llama que quizás
dure hasta los… 100
años.
Gastón Saiz
C L U B
campo de deportes
Torneo 25 de Mayo
La pelota de fútbol, una
excusa para cualquier edad
La misma pasión que todos los fines de semana.
El Torneo 25 de Mayo,
que tuvo participación
internacional, reunió
desde menores de 16
años hasta mayores de
50; el tenis y el hockey,
siempre en movimiento.
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E
s un compromiso impostergable
para
cualquier
futbolero que se precie. Se
trata del Torneo 25 de Mayo,
que reúne a seis categorías y dispara
mil historias entre esos 400 participantes. En esta edición, el Jockey Club de
Rosario fue el gran dominador, ya que
logró el título en cuatro divisiones. Pero
vayamos desde los más jóvenes hasta los
veteranos. Entre los menores de 16 se
impuso la entidad rosarina y tuvo como
C L U B
subcampeón al Jockey Club Argentino
“Azul”. Asimismo, participaron el Jockey
Club Argentino “Blanco” y el Colegio San
Pablo. Entre los Sub 21 también ganó la
institución de Rosario, que venció en la
final a Alto Nono. Además, intervinieron
el Jockey Club Argentino, el Náutico San
Isidro, CUBA y Jockey Club Rosario “B”.
En la categoría libre, el Jockey Club
de Rosario se anotó en el primer puesto y dejó segundo a CUBA. Jockey Club
Argentino y Náutico San Isidro fueron los
Menores de 16, mayores de 40, menores de 21, mayores
de 50: todos se divierten.
dos rivales restantes. La hegemonía rosarina se cortó en la división para mayores
de 30 años, en donde triunfó CUBA y lo
secundó el Jockey Club Argentino. El
tercero en discordia en esa categoría fue
el Jockey Club de Rosario.
En el ámbito de quienes superan los 40 años dio la vuelta olímpica
Woodlands. A la entidad uruguaya le
sucedieron el Jockey Club de Rosario,
Jockey Club Argentino, Náutico San
Isidro, CUBA y Stella Maris (Uruguay).
Por último, en la categoría de mayores
de 50 años se consagró el Jockey Club
de Rosario, que venció en la definición
a nuestro Club. También CUBA, Atalaya,
Regatas de Bella Vista y Náutico San
Isidro animaron la división de los más
experimentados.
Los distintos representativos del
Club estuvieron a cargo de los socios
Eduardo Arias Sauze, Eduardo Bullrich,
Santiago Martel, Javier García Igarza,
Peter Laurence, Federico Amuchástegui,
Alejandro Oyuela, Fernando Moroni y
Virgilio Gregolini.
Paralelamente se siguen disputando los torneos internos de la Copa
Otoño, que reúnen a 1600 jugadores
entre todas las categorías, excepto la
de Veteranos (+ 40 años), que ya ungió
a su campeón (Aves Negras) y subcampeón (Picapiedras). Los goleadores de
esta división fueron Alejandro Oyuela
(Aves Negras) y Rodrigo Méndez Paz
(Maquinita); la valla menos vencida le
correspondió a Aves Negras.
Y como el balón no deja de rodar a lo
largo del año, el primer fin de semana de
septiembre se efectuará la gira a Rosario
para el certamen General San Martín.
El Club viajará con las siete categorías
(se agrega la de menores de 18 respecto
del Torneo 25 de Mayo) y la delegación
estará integrada por un total de 110
personas. Por otro lado, los coordinadores de Menores están llevando adelante
conversaciones para disputar amistosos
con la Escuela de Matías Almeyda, River
Plate y diversos colegios durante los
fines de semana largos. Se busca ofrecer deporte a los chicos que concurren al
Club en fechas sin actividad oficial.
Tenis y hockey
El tenis es otra de las disciplinas que
despierta pasiones a su manera. Hasta
mediados de junio se desarrollaban los
certámenes correspondientes a la Copa
Pellegrini (single caballeros) para la
2ª, 3ª y 4ª categoría; la Copa Primavera
(single damas) en las divisiones 1ª, intermedia, 2ª y 3ª; y la Copa Doble Veteranos
(categorías de mayores 35B, 45B y 45C).
En tanto, el 6 de agosto está previsto el
comienzo del Doble Mixto para las categorías 1ª, intermedia, 2ª, 3ª y 4ª y, el 20, la
Copa Carlos Pellegrini (1ª e Intermedia).
En el hockey la temporada está en
marcha con un crecimiento sostenido.
Todos los años se suman más adeptas a
esta disciplina, nunca tan popular en la
Argentina. Hubo encuentros frente a distintos clubes de la zona y este año toca ir
a Rosario, entre septiembre y octubre, con
miras a la Copa Amistad. La segunda arista interesante es que sábado tras sábado
se consolida el equipo de las Mami
Hockey. Se estuvo disputando en el club
Liceo Naval el tercer torneo Otoño –la
última fecha se preveía para el 10 de
julio–. En la 2ª fecha, María Pasman fue
reconocida como “jugadora destacada”.
Lo valioso de estos certámenes para
madres es el roce competitivo con entidades de los más diversos niveles en este
juego: Champagnat, Hebraica, Campus,
Lascualki, Liceo Naval “Azul”, “Blanco” y
“Negro”, Los Robles, Manuel Belgrano A
y B, Saint Patrick’s, Sosiego y Vélez A y B.
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campo de deportes
Fotos: Archivo Jockey Club.
Algunos equipos
JC mayores de 30.
JC menores de 16.
JC menores de 16.
Mayores de 40.
Mayores de 50 JC y Rosario.
Mayores de 50.
Menores de 21.
Libres: campeón Rosario.
Mayores de 50: campeón Rosario.
Menores de 16: campeón Rosario.
Jugando con equipos de otras latitudes nos enriquecemos todos.
Buenas noticias
Otra de las buenas noticias del
Campo de Deportes fue la incorporación
de cintas y bicicletas en el gimnasio, con
siete de cada uno de esos aparatos. La
cantidad de inscriptos sigue en aumento y el promedio de abonados, respecto
del “viejo” gimnasio, subió de 150 a más
de 450. Los elementos para el fortalecimiento físico están al alcance, ya que
hay máquinas para todas las disciplinas.
Además, se está realizando el zanjeo
para llevar luz a la cancha Nº 3 de fútbol. Los socios José M. Macera y Carlos
Pérez San Martín han tenido el gesto
de donar la obra para que el campo de
deportes cuente con una segunda cancha iluminada.
Y a partir del 4 de junio se dispuso
la contratación de una unidad de traslado para emergencias, solo para casos
en los que haya riesgo de vida. Para las
atenciones o lesiones menos urgentes
hay un cuerpo médico con equipamiento de última tecnología, que incluye un
desfibrilador incorporado a principios
de año y dos servicios de ambulancias
para traslados.
Gastón Saiz
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sede social
natación
protagonistas
Nadar, un
vehículo
para la
superación
Juan Pablo Dithurbide es integrante
del grupo Inefables, que representa al
Club a nivel nacional e internacional;
de un accidente de cadera a la
satisfacción de competir y lograr
marcas.
Juan Carlos Dithurbide.
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C L U B
Foto cortesía Juan Carlos Dithurbide y Carlos Acevedo.
JCD larga primero.
T
ransformar una amenaza en
una oportunidad. La frase es
tan conocida como mágica,
porque si se aplica en la vida
cotidiana puede surtir efectos muy positivos. Es el caso de Juan Pablo Dithurbide,
que sufrió un grave accidente de cadera
y hoy, con sus 53 años, se destaca como
referente del grupo Inefables, nadadores categoría master que representan al
Jockey Club por el mundo.
“En 2004, a los 45 años, tuve un accidente al quedar aplastado por un caballo
durante una práctica de polo. Me fracturé la pelvis, la cabeza del fémur y varias
costillas. Estuve en terapia intensiva,
dos meses en cama y luego otros dos
con muletas”, describe Juan Pablo, cuyo
pasado deportivo había estado mucho
más vinculado al rugby que a la natación. “De muy chiquito, cuando tenía 6
años, nadaba en el Náutico de San Isidro,
pero luego dejé y me dediqué al rugby en
el SIC y en San Andrés”.
Sin dudas, aquel accidente en el
campo significó un punto de inflexión:
“Es de esas contingencias en las que ‘el
de arriba’ te dice: ‘Que te pase solamente esto’, porque por la caída pude haber
quedado cuadripléjico. En la vida hay
cosas que te hacen detener y reflexionar, y esta fue una”.
Dithurbide entendió que la rehabilitación podía facilitarse mediante la
natación, y así fue como empezó a frecuentar la sede de Alvear. Al mes de
bracear en la pileta de 17 metros de
largo, el profesor Diego Tricarico se le
acercó y le ofreció sumarse a un incipiente equipo de nadadores que hacía
sus primeras armas y que luego se autodenominaría “Inefables”. “Allí estaban
Alejandro Freeland, Carlos Morgan y
Martín Huergo. Después se sumaron
Pepe Bosch y Cristian Sicardi. Nosotros
seis armamos esa suerte de mística”,
cuenta Juan Pablo.
Encararon la actividad casi como un
juego, pero el crecimiento fue llamativo gracias al empuje y al entusiasmo
de cada uno. “No estábamos federados
y el Jockey Club, en los estatutos, no
figuraba inscripto como una entidad de
natación. Entonces, para las primeras
Posta Inefables. De izq. a der.: Carlos Sicardi, J. C.
Dithurbide, el profe Diego Tricarico, Carlos Morgan y
Alex Freeland.
competencias representamos al club Los
Dorados, que es un nombre de fantasía
que te otorga la Federación de Natación
para permitirte competir cuando no
tenés club. Luego, el Jockey se inscribió
como un club de natación y logramos la
representatividad”.
A medida que adquirió volumen de
entrenamiento, Juan Pablo mejoró su
técnica. Un progreso que alcanzó también al resto de los Inefables, quienes
conformaban una agrupación muy heterodoxa por sus distintas edades y lugares
de origen. “Las primeras competencias
se dieron en clubes de barrio, en Morón,
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sede social
Todo listo.
Villa Luro, La Matanza… Todos lugares
muy típicos, un mundo muy interesante para conocer. Luego aparecieron los
torneos nacionales, que consistieron en
viajes a Paraná, Santa Fe, Córdoba y Mar
del Plata. En estos circuitos te vas encontrando con la misma gente y generás un
círculo de amistad”, explica Dithurbide.
La contracción al trabajo lo impulsó
a entrenamientos que treparon hasta
los 12.000 metros de pileta, con cinco
sesiones semanales. Se volvió fundamental practicar los cuatro estilos bajo
la supervisión del profesor. Dithurbide
se especializó en pecho para las distancias de 50, 100 y 200 metros. Y bajo un
ritmo sostenido, en una charla entre
los Inefables se barajó la posibilidad de
participar en un Campeonato Mundial
Master. “Vimos los cronómetros y nos
dimos cuenta de que entrábamos en
algunas de las pruebas, que estábamos
en el tiempo mínimo requerido para
ir. Así fue como en 2006 apuntamos a
Stanford, California, para nuestro primer mundial. Y allí nos dirigimos: a la
“Es querer competir, no ganar”
por Carlos Acevedo
El sobrepeso, las operaciones de meniscos, el rugby,
Mi periplo en esta disciplina incluyó campeonatos
la artrosis y la edad hicieron que mi rodilla izquierda
metropolitanos, nacionales y sudamericanos, incluida
tuviera que ser reemplazada por una prótesis de titanio,
aquella cita del Mundial de Australia. Siempre lo hice con
que anduvo de maravillas. Un día, en el Club, el profesor
mi prótesis en la rodilla izquierda; en todos los casos me
de natación me preguntó si quería empezar a competir
tenían que ayudar a subir al cubo de largada, del cual uno
en torneos. Para ello se requería una gran dosis de
muchas veces se cae por ansiedad o nervios, por lo que
constancia y ganas. Dudé, pero le dije que sí.
queda automáticamente descalificado de la competencia.
Empezamos a entrenarnos hasta tres o cuatro horas por
Estoy convencido de que la energía positiva surge al
día, en el Centro Nacional de Alto Rendimiento (CENARD).
estar atento, al saber motivarse a uno mismo. Es querer
Allí practicaban los mejores deportistas amateurs del
competir, no ganar. En 2010, me colocaron una segunda
país del momento: José Meolans, Georgina Bardach y
prótesis, esta vez en la rodilla derecha, lo cual, sumado
a una arritmia, me impidió competir durante todo
nosotros, unos renacuajos venidos a más llamados
ese año. Pero en 2011 pude recuperar la rodilla
“Inefables”, el equipo de los nadadores master
y corregir la arritmia, lo que me permitió retomar
del Jockey Club. Tomé la natación como
la actividad competitiva. Así continúo
parte de mi recuperación y así
hoy, como un Inefable más.
lo sigo haciendo hoy.
aventura”, recuerda Juan Pablo.
Aquella experiencia internacional
inauguró un recorrido fascinante, que
tuvo su correlato en otros dos mundiales, Perth 2008 y Gotemburgo 2010, y que
tendrá continuidad en Riccione 2012.
“Es interesante cómo lo vive el grupo. A
cada uno de estos torneos llegamos un
par de días antes para aclimatarnos y
sentirnos bien preparados. El ambiente
es de competencia y de concentración,
pero no dejamos de atender la parte
turística, que la reservamos para después del certamen. La participación es
una suerte de excusa para viajar”, admite Dithurbide, orgulloso de ese conjunto
de nadadores que disfruta de la superación personal, más que de imponerse al
contrincante. “Yo, que nunca fui nadador, todo lo que hice desde los cuarenta
y pico de años significó un progreso. En
los torneos decís: ‘Pucha, todo lo que
puedo evolucionar todavía’. Y si bien la
parte física y de entrenamiento resultan
muy importantes, la parte técnica también lo es”.
Licenciado en Administración de
Empresas y ligado a una corredora de
cereales, Dithurbide se gratifica con
el registro de 39s51 que obtuvo en los
50 metros pecho de Gotemburgo 2008,
como también haber bajado el minuto y 10 segundos en estilo libre en el
Sudamericano de Mar del Plata 2009.
“La mayoría de las veces, la natación
implica una frustración, porque normalmente el tiempo no aparece, no llega. Es
muy ingrata. Pero la gran alegría se da
cuando rompés tu mejor marca”.
Con el transcurso de los años, el conjunto estable se ha ido modificando un
poco, incluso aumentó de 6 a 25 nadadores. Pero hay un lema inamovible: el que
ingresó como Inefable, lo seguirá siendo
para toda la vida. “Mi mayor satisfacción
fue transformar una mala circunstancia
–el accidente– en una oportunidad para
estar donde estoy ahora, junto con un
grupo fantástico”, se enorgullece Juan
Pablo, que ya sueña con más amistades y
marcas aún superiores.
Gastón Saiz
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sede social
gimnasio
Exhibición de box
Como es tradicional, el 16 de diciembre de 2010 se ofreció en el gimnasio del
quinto piso de la Sede Social una exhibición de box, de la que participaron, entre
otros, los profesionales Ricardo Silva,
Alejandro Domínguez y Daniel Coronel.
Los asaltos fueron supervisados por los
instructores del Club, D. Pedro Franco y D.
Alberto Maciel, y contaron con la presencia de numerosos socios que siguieron con
marcado entusiasmo la demostración.
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cultura
sede social
Ópera
Múltiples han sido los actos culturales
que el Club ha programado para socios e
invitados en el ámbito del Salón Anasagasti.
El 24 de mayo tuvo lugar una gala lírica en
la que el tenor Iván Gancedo (h), acompañado por la pianista rusa Rozita Zozulia,
interpretó obras de G. Pucini, C. Bixio, J.
Lacalle, M. Grever, E. Di Capua, A. Lara y
G. Capurro, entre otros compositores.
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3 1
patrimonio
xxx
El arte del pintor
Lucien Simon en el Salón
Dorado del Jockey Club
Espacio habitual de brillantes recepciones y escenario en el que mensualmente
se reúne la tradicional Mesa del Senado del Club, el Salón Dorado de la planta
baja de la sede social luce en sus muros dos pinturas del artista francés Lucien
Simon (1861-1945), que a través del tiempo, y por distintas sendas, fueron a
reunirse en ese ámbito distinguido para deleite de quienes lo frecuentan.
Por Roberto D. Müller
F
ue Simon un pintor, acuarelista y dibujante de destacada
trayectoria [ilus. 1]. Alumno
de Jules Didier, se perfeccionó entre 1880 y 1883 en la Académie
Julian. Hacia 1895, siguiendo la huella
abierta por Charles Cottet con su pintura
Enterrement en Bretagne –de sorprendentes tonalidades sombrías–, y junto
con André Dauchez, Xavier Prinet y René
Ménard, integró un grupo que dio en
denominarse la Bande Noire, que supo
aprovechar los recursos de los impresionistas –especialmente sus rápidas
pinceladas–, pero utilizando a la vez
colores mucho más oscuros y bruscos
contrastes entre luces y sombras.
Su esposa Jeanne, hija de Dauchez,
era originaria de Bretaña, de ahí que
Simon visitara a menudo esa región,
que lo fascinó e inspiró desde un primer momento, impulsándolo a radicarse
allí a partir de 1901. Su temática se vio
entonces acotada, casi exclusivamente, a
reflejar la dura vida de los campesinos y
los marinos del Pays Bigouden, sus costas abruptas, sus nubes caprichosas, la
fornida complexión de sus habitantes,
sus curiosas vestimentas, sus rostros
curtidos hasta parecer tallados en pie-
3 2
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1
Autorretrato. Museo de Bellas Artes de Lyon.
dra, sus ceremonias religiosas. Su éxito
se puso de manifiesto de inmediato. Las
críticas periodísticas laudatorias sobre
sus obras se multiplicaron. Ya en 1910,
Jean Valmy-Baysse le dedicó un estudio biográfico y artístico incluido en la
serie “Monographies illustrées des artistes vivants”*, señalando que, desde el
momento en que decidió asentarse en
C L U B
Bretaña, se tornó evidente que “su talento había encontrado su patria”, porque el
primitivo país de los bigoudains lo había
entusiasmado decididamente y transformado radicalmente su arte y su estilo.
Ese mismo año, el crítico Huntly Carter
escribió en The New Age que la inteligente mirada de Simon había sabido captar
tan expresivamente la vida diaria, que
hasta parecían oírse los ruidos producidos por los movimientos y el trajinar de
los protagonistas de sus pinturas.
También los premios se multiplicaron a lo largo de su carrera; y
asimismo las exposiciones. En 1912 se
le dedicó una en las galerías parisinas de
Bernheim-Jeune, y la experiencia volvió
a repetirse, en igual escenario, en 1928
y en 1930. En 1925 expuso en la Galería
Witcomb de Buenos Aires, y también se
efectuaron muestras individuales en la
Galerie Charpentier de París, en Londres,
Venecia y Pittsburg. A la vez, continuaron
publicándose libros sobre su obra, tal el
caso de Peintures et aquarelles de Lucien
Simon, con prefacio de Louis Aubert
(Paris: Armand Colin, 1924)*. Ocupó
algunos cargos públicos y académicos,
dirigió el Museo Jacquemard-André de
París, ilustró libros de autores franceses,
2
pero su aliento vital estaba dedicado de
lleno a la pintura, acompañado en esa
pasión por su esposa Jeanne y su hijo
Paul, pintores también ellos. En 1931
visitó Buenos Aires, donde expuso sus
pinturas y dictó varias conferencias
sobre el arte francés contemporáneo en
la Facultad de Filosofía y Letras, concluyendo su estadía en nuestra ciudad con
una disertación en el Instituto Popular
de Conferencias del diario La Prensa,
pronunciada el 24 de julio con el título
Lucien Simon par lui même (cfr. Anales
del Instituto Popular de Conferencias,
tomo XVII, Buenos Aires, 1932, pp. 161171)*.
Todavía a mediados del siglo pasado,
a diez años de su fallecimiento, se solían
ofrecer conferencias y disertaciones
sobre su arte, tal el caso de la impartida
por Jean Souverbie en la Académie des
Beaux-Arts el 4 de diciembre de 1957. Sin
embargo, el nombre de Lucien Simon fue
cayendo en un progresivo olvido y su pintura quedó relegada, como algo demodé,
ante el decisivo impulso de las vanguardias de las primeras décadas del siglo
XX y las nuevas tendencias estéticas en
vigencia a partir de 1960. Solo comenzó
a ser revalorizado en 1981, gracias a una
muestra que se llevó a cabo en el Museo
de Quimper (la capital del departamento de Finisterre, en Bretaña), y a otra
dedicada a Lucien, Jeanne et Paul Simon,
3
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3 3
patrimonio
xxx
une famille d’artistes, realizada en París,
en la galería de Philippe Heim, en 2002.
Ese mismo año se publicó una ambiciosa
monografía generosamente ilustrada firmada por André Cariou (Lucien Simon,
Plomelin: Éditions Palantines, 2002)*,
autor que también organizó una nueva
exhibición en el Museo de Quimper, que
se mantuvo abierta al público entre el 30
de junio y el 2 de octubre de 2006, volviendo a actualizar la figura del artista y
renovando el interés por su obra.
En nuestro medio, Simon gozó de
un gran prestigio. El Museo Nacional
de Bellas Artes logró reunir cinco piezas
suyas entre óleos y acuarelas, y muchos
fueron los coleccionistas argentinos que
se sintieron atraídos por su pintura, entre
ellos don Francisco Llobet (1883-1939),
que llegó a poseer doce obras del artista
y las difundió por medio de una muy cuidada publicación titulada Lucien Simon:
su vida y su obra (Buenos Aires, 1932)*
[ilus. 2], que incluye un certero estudio
crítico sobre la trayectoria y el estilo del
pintor, firmado por el propio coleccionista, a quien se le deben, asimismo, los
breves comentarios antepuestos a cada
una de las reproducciones de los cuadros, entre los que se destaca uno que el
artista pintó especialmente para Llobet:
Polistas en Buenos Aires, obra que realizó
durante su visita a nuestro país y que es
la que cierra dignamente el interesante
opúsculo editado por Llobet.
4
Centrando nuestro interés en
el catálogo, podemos decir que, de
entre todas las piezas excepcionales
que lo componen, se destaca una que
siempre fue considerada como un trabajo fundamental del pintor: Pardon
de Tronoan-Lanvoran [ilus. 3], un óleo
sobre tela de apreciables dimensiones (156 x 193 cm) que ostenta, abajo y
hacia la izquierda, la tradicional firma
del pintor, con una L superpuesta a la
3 4
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5
Boceto para Le Pardon. Colección particular.
S de “Simon” [ilus. 4]. Esta pieza, fechada en 1895, se presentó al año siguiente
en el Salon de la Société Nationale des
Beaux-Arts de París y despertó algunas
críticas feroces debido a su oscura tonalidad, contribuyendo a la reputación de
la Bande Noire. Sin embargo, también
le deparó elogios, como el de François
Thiébault-Sisson, quien, al reseñar las
obras expuestas en el Salón, advirtió que
Charles Cottet no se hallaba solo en su
afán por registrar los rústicos y a veces
trágicos aspectos de la vida bretona,
sino que tenía algunos seguidores que,
como él, honraban a la pintura francesa, y ese era, precisamente, el caso de
Simon, “en quien habíamos depositado
bellas esperanzas, concretadas ahora
por su Pardon de Tronoan…” (Le Salon
de 1896, Paris: Boussod, Valadon & Cie.,
1896, pp. 90-91)*. El cuadro se expuso
un año después en San Petersburgo, en
oportunidad de una muestra organizada
por la Cruz Roja Internacional, y posiblemente fue en esa ocasión cuando la
adquirió Pavel Kousnetzoff, profesor en
la Academia Imperial de Bellas Artes de
Moscú, personaje que más tarde se radicó en Odessa. No conocemos otros datos
sobre su trayectoria y procedencia que
C L U B
expliquen cómo llegó la obra a Buenos
Aires o dónde y cuándo se integró a la
colección Llobet. En tren de suposiciones, podemos pensar que la adquirió en
París, en la venta de Madame X, que se
llevó a cabo los días 16 y 17 de diciembre
de 1919. En esa oportunidad, según se
señala en el Dictionnaire de Benezit, se
vendió, en la suma de 6300 francos, una
obra titulada Pardon en Bretagne, que
bien podría haber sido la que ahora nos
interesa. Esta referencia no pasa de ser
una especulación; en cambio, sí sabemos
con certeza que existe un estudio previo
a la ejecución definitiva de la pintura –un
óleo sobre tela de 46 x 55 cm– que hoy
se conserva en una colección particular
[ilus. 5].
Cabe advertir algo sobre su título y
el tema representado. El Pardon era y
es una procesión tradicional que sale de
las iglesias regionales –en este caso de
Notre-Dame-de-Tronoën, en la comuna
de Saint-Jean-Trolimon– para solicitar
indulgencias a favor de los pescadores
ausentes, así como también en beneficio
de los campos yermos u otras necesidades colectivas. Según decía Llobet en
su comentario, los penitentes iban en
hileras, “con cruces procesionales y
patrimonio
delgados cirios, guiados por una misma idea de purificación, hasta los viejos
monumentos de los caminos”. Ante esos
calvarios de piedra, la multitud elevaba
“sus cánticos y rogativas, expresión concentrada de las preocupaciones y dolores
de todos”. Este es el camino y el momento que Simon ha sabido representar en
forma admirable, con amplias y seguras
pinceladas que modelan las formas y les
otorgan una contundente corporeidad,
componiendo a la vez a sus figuras en un
conjunto que rememora los abigarrados
frisos de la glíptica clásica. En cuanto
al calvario que ha quedado registrado
en la tela, cabe destacar que se trata de
un monumento escultórico del siglo XV
que todavía se conserva in situ y es uno
de los mayores atractivos turísticos de
6
7
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la zona [ilus. 6]. Resta aún aclarar a qué
se refiere el Lanvoran del título de la
obra. Según Cariou, esa palabra querría
decir “santuario de San Voran o Moran”,
y Simon habría sido el único en asociar
a dicho santo con la iglesia de NotreDame-de-Tronoën, puesto que su culto
se celebraba en otro ámbito, en la capilla
de Santa Marina en Combrit.
El cuadro permaneció en la colección de Llobet hasta su muerte y pasó
luego a ser propiedad de su hija, la
señora Ernestina Llobet de Llavallol,
quien, en 1958, cuando renacido de
sus cenizas el Jockey Club reabrió
sus puertas en la sede provisoria de la
calle Cerrito, lo donó a la institución
en memoria de su padre y con el fin de
que se comenzara a formar nuevamen-
8
La récolte de 1907. Museo de Bellas Artes de Quimper.
te una señera colección de arte como la que se había logrado
reunir en la calle Florida. Tal gesto, similar al de muchos
otros socios y sus descendientes, que obsequiaron cuadros y
objetos de arte con igual motivo, nos deja el testimonio no
solo de un generoso gesto de desprendimiento, sino también
del acendrado amor hacia el Club que siempre sintieron sus
miembros y familiares.
En lo que atañe al otro cuadro de Simon, el que enfrenta al hasta aquí reseñado, podemos observar que se trata de
un óleo sobre tela también de gran formato (146 x 192 cm),
firmado abajo y hacia la izquierda [ilus. 7]. Este cuadro ha
sido conocido, por lo menos desde que llegó a nuestro país,
con el nombre de Campesinos bretones. Sin embargo, es otro
el título que le corresponde: Les ramasseurs des pommes de
terre à la Pointe du Raz. Cariou, al enumerar la localización
de las obras de Simon existentes en museos, iglesias y lugares públicos, lo cita así, apuntando, equivocadamente, que
fue donado al Jockey Club por “la fille de Francisco Llobet” (p.
154). Dejemos de lado este error, puesto que ya advertimos
que el cuadro ofrecido por la hija de Llobet era el Pardon,
pero detengámonos un momento para explicar el tema tratado. Al respecto, Cariou señala que una parte fundamental
de la alimentación de los bretones eran las legumbres, de ahí
que a Simon le interesara reflejar a los campesinos entregados a su ardua tarea de extraer las patatas de la tierra. Ese
fue el tema de una lograda y famosa pintura que presentó
en 1907 –La récolte des pommes de terre–, que hoy forma
parte del patrimonio del Museo de Bellas Artes de Quimper
[ilus. 8]. Para esta obra, Simon realizó numerosos bocetos al
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3 7
patrimonio
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lápiz y a la acuarela y un estudio muy
completo al óleo, que se conservan en
colecciones particulares y en el Museo
de Rennes (Cariou, pp. 70-71). La obra
tuvo una gran aceptación, lo que llevó
a que, años después, el artista la plasmara también en una acuarela sobre
papel de grandes dimensiones, que
hoy integra el patrimonio del Museo de
Bellas Artes de Nantes (Cariou, p. 72).
En todos estos casos, que solo presentan leves variantes de detalle, la escena
se desarrolla en los campos adyacentes
a la capilla de Notre-Dame-de-la-Joie,
entre el faro de Eckmühl y el puerto
de Saint-Guénolé. Muy diferente es, en
cambio, el ámbito que muestra la obra
aquí conocida como Campesinos bretones, en la cual, y siempre de acuerdo
con lo dicho por Cariou, Simon volvió
a abordar el tema de los recolectores
muchos años más tarde, hacia 1920,
pero situando la escena en la Punta de
Raz, indicando, al mismo tiempo, que
tal obra, después de pertenecer a algunas colecciones particulares se había
incorporado a la colección artística del
Jockey Club de Buenos Aires (Cariou, p.
70). Al respecto, podemos recordar que,
aunque sin especificar ubicación alguna, ya en 1924 Aubert había catalogado
este óleo con el título de Récolte des pommes de terre (Pointe du Raz), fechándolo
precisamente en 1920 (Aubert, p. 74).
3 8
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Conciliando ambos títulos, podemos
decir que el cuadro muestra en efecto a
un grupo de campesinos bretones, a la
vez que, claramente, nos indica que la
tarea que están encarando esos campesinos es, precisamente, la de extraer los
tubérculos de la tierra.
En cuando a su colorido, este se
manifiesta por medio de una paleta de
una armonía mucho más sorda que la
de la versión de 1907. Además, es mayor
la concentración de los personajes, que
forman un bloque ritmado en su interior
por las distintas posiciones, los niveles
de inclinación de las figuras y una suerte de abanico formado por los azadones
que se hunden en la tierra en forma
reiterada, como expresando la monotonía de un agotador trabajo sin fin. Las
rocas que ocupan el primer plano de la
composición y el cielo preñado de nubes
plomizas conforman un todo homogéneo
en el que ha quedado sabiamente reflejado el ambiente áspero, la atmósfera
inclemente y la rudeza del trabajo cotidiano que tan bien supo captar la mirada
alerta de Lucien Simon.
Proviene este cuadro de otra prestigiosa colección artística porteña, la
de don Carlos Madariaga y doña Josefa
Anchorena. Muchas de las obras de
esa colección fueron oportunamente
donadas al Museo Nacional de Bellas
Artes, pero esta pieza –que tal vez fue-
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ra adquirida en la exposición realizada
en Witcomb en 1925– le fue entregada
al Patronato de la Infancia, para que, a
través de una subasta o una rifa, pudiera recaudar fondos para su meritoria
labor. Sin embargo, las autoridades de
esa institución resolvieron obsequiársela al Jockey Club en diciembre de 1968,
a poco de inaugurarse la actual residencia de la avenida Alvear, como una
manifestación de su agradecimiento
por los innumerables beneficios recibidos de parte del Club a lo largo de su
historia.
Desde entonces, ambos cuadros,
uno frente al otro, testimonian dos
momentos de la trayectoria artística de
Lucien Simon, a la vez que contribuyen a enriquecer el elegante salón que,
hacia 1924, doña Concepción Unzué de
Casares decidió redecorar en estilo francés, con una rica boiserie y un simpático
plafond pintado proveniente de un petit
hôtel de París. En resumen: un rincón
de arte incomparable que, sin lugar a
dudas, prestigia aún más a la ya de por
sí suntuosa residencia en la que se desarrollan las múltiples actividades sociales
del Jockey Club.
* Las obras destacadas con un asterisco
pueden ser consultadas en la Biblioteca del
Club.
biblioteca
Ex libris argentinos
conservados en libros de
nuestra biblioteca
En una entrega anterior de esta revista nos referimos al ex libris de nuestra
Biblioteca y en esa oportunidad señalamos que esa expresión latina quería
decir “de los libros de” o “de entre los libros (de)”, y que se le aplicaba a
una cédula de pequeñas dimensiones que suele adherirse a los libros para
identificar a su propietario por medio de inscripciones diversas y elementos
figurativos y/o decorativos que se insertan en ella.
A
hora centraremos nuestra
atención en otros ex libris que
se conservan en la Biblioteca,
aclarando que no se trata de
piezas de una colección formada especialmente mediante una selección o a
través del intercambio que es común
entre los exlibristas, sino de marbetes
pegados a libros –generalmente de cierta
antigüedad– que se fueron incorporando al patrimonio del Club a lo largo del
tiempo, ya por haber sido adquiridos en
remates de bibliotecas particulares, ya
por haberse recibido gracias a generosas
donaciones. Hasta el momento, en lo que
podemos calificar como una búsqueda
incipiente –que al avanzar sin duda va a
deparar nuevas y gratas sorpresas–, llevamos inventariados más de cincuenta
ex libris, tanto argentinos como extranjeros, y creemos que aún queda mucho
por trabajar, y que nuevos ejemplares
enriquecerán en el futuro esta vertiente
de nuestra investigación, que nos pone
sobre la pista de los antiguos propietarios de esos libros y, en cierta forma,
nos permite ir trazando las vicisitudes
de la trayectoria histórica de cada uno
de ellos.
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Se considera que los ex libris nacieron casi en forma contemporánea con
la imprenta de tipos móviles inventada
por Johannes Gutenberg hacia 1450.
Además, sabemos que los primeros
fueron xilográficos y que, poco a poco,
se fueron refinando técnicamente gracias al desarrollo de la calcografía.
Asimismo conocemos que predominaron, entre los más antiguos, y hasta
bien avanzado el siglo XVIII, aquellos
en los que figuraban escudos heráldicos, puesto que eran sobre todo los
nobles los que dominaban el arte de la
lectura o los que al menos adquirían
libros por razones de prestigio social,
poseyendo nutridas y ricas bibliotecas
que merecían ser protegidas por medio
de esas marcas de propiedad. Solo a
medida que se fue desarrollando una
incipiente burguesía, cuyos miembros
se transformaron en ávidos lectores y
en dueños de inestimables bibliotecas,
el campo temático de los ex libris se
fue abriendo hacia nuevos horizontes,
aunque los blasones siguieron perdurando, incluso en nuestro medio, junto
con motivos variadísimos, relacionados
con las apetencias intelectuales de sus
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propietarios, sus profesiones, su gusto
por las alegorías, su interés por el erotismo, la zoología, la naturaleza, los
deportes, las cuestiones espirituales o
las lecturas predilectas.
En esta oportunidad nos referiremos
a algunos ex libris de bibliófilos argentinos señalando al mismo tiempo en qué
libros se los pueden descubrir, lo cual
ofrece una perspectiva singular acerca
de los gustos predominantes entre los
coleccionistas. Por otra parte no debe
olvidarse que, según algunos autores, fue
en nuestro país donde surgió en el pasado
el primer ex libris hispanoamericano, en
concreto, el muy simple correspondiente a la Universidad Mayor de Córdoba,
fechado c. 1690 [cfr. Benoît Junod,
The World of Ex-Libris: a Historical
Retrospective (1995). 1. Early Printed
Ex-Libris 1470-1700. 1f. Other European
Countries (en línea). Disponible en
Internet: www.karaartservers.ch./exlibris/1f.html]. Como podemos apreciar,
longeva y pródiga ha sido la costumbre
de usar ex libris en el territorio argentino, razón por la cual consideramos que
es por demás interesante dedicarle al
menos unas líneas al tema. Sin seguir
1
2
3
un orden cronológico estricto, que por
otra parte sería improbable establecer
fehacientemente, podemos comenzar
por describir uno de los más sencillos,
que muestra las iniciales A y Z entrelazadas dentro de un círculo, la expresión
“ex libris” y el signo “Nº” seguido de
varios puntos suspendidos, sobre los que
se ha agregado, en forma manuscrita,
el número “545”. Todos estos elementos figuran inscriptos en una suerte de
plaqueta, en cuyos ángulos se perciben
los que parecerían ser los cabezales de
cuatro clavos [ilus. 1]. Este ejemplar,
conservado en la parte interior de la tapa
superior del primer volumen del Cours
de Droit Civil Français de Aubry y Rau
(Paris: Cosse, Marchal & Cie., 1869), presenta un problema que suele abundar y
que va en contra de la propia esencia del
ex libris, cuya función es la de afirmar
la pertenencia del libro a una determinada persona, pero ¿cómo saber de qué
persona se trata si solo se nos ofrecen
las iniciales de su nombre y apellido?
En este caso, solo pudimos descubrir
sus datos gracias a que el donante de la
obra, don Teodoro Zorraquín, explicó en
una nota que se trataba del ex libris usado por el Dr. Angelino Zorraquín, padre
de Horacio y Ricardo Zorraquín Becú,
“ambos de reconocida personalidad
como bibliófilos”.
Continuando con esta revisión, nos
sale al paso el muy elaborado ex libris
de don Martín Aldao (1875-1961), que
aparece pegado en los primeros volúmenes de La Revue des Deux Mondes, que
el Club adquirió en 1938 para completar
su propia colección de esa prestigiosa
publicación francesa, que comenzó a
editarse en 1829 [ilus. 2]. Se trata de una
muy fina aguafuerte que nos muestra
el interior del gabinete de un estudioso
amante de los libros, que pueblan los
plúteos y el escritorio del ambiente, en
el que se destacan un suntuoso atril y
un elegante mapamundi, en tanto que, a
través de una ventana, se divisa el velado paisaje de un canal veneciano. Desde
el punto de vista artístico, cabe subrayar que el trabajo fue ejecutado en París
por dos artistas excepcionales: el afamado Georges Rochegrosse, autor de la
acuarela original, y el notable grabador
Eugène Decisy.
Otro ex libris interesante, que no
podemos dejar de destacar, es el que
usó el recordado bibliófilo Carlos M.
Mayer (1875-1961), cuyas iniciales se
distinguen abajo y hacia la derecha de la
figura de un cóndor, símbolo evidente de
la cordillera de los Andes, pero también,
desde el punto de vista de la cosmogonía andina, representante del mundo del
espíritu, la sabiduría y la justicia [ilus.
3]. Si bien fue Mayer un coleccionista
de lujosas ediciones vestidas con soberbias encuadernaciones de lujo, su gran
pasión era la literatura francesa, y fue
precisamente a un libro de un autor
francés al que fijó este ex libris: Au cœur
de la vie, de Pierre de Coulevain (Paris:
Calmann-Lévy, 1908).
También fue un bibliófilo eminente el
pintor Jorge Beristayn, poseedor de una
sobresaliente colección de incunables
que ha sido estudiada recientemente
por Vicente Ros (Bibliófilos argentinos:
Jorge Beristayn, Buenos Aires: Dunken,
2010). Su ex libris, por demás simple
y simpático [ilus. 4], en el que figuran
solo sus iniciales y no el nombre completo, aparece adherido –y no podía ser
de otro modo, siendo como fue su propietario un amante de los libros y de las
más refinadas variantes tipográficas– a
la contratapa de la edición in-folio de
The Typographic Treasures in Europe,
de Edgard Everett Bartlett (London:
G. P. Putnam’Sons, 1925), un estudio
que incluye una detallada descripción,
interpretación y discusión acerca de los
tesoros tipográficos de cada país y su
influencia en el arte del libro.
Muy sencillo, asimismo, y lleno de
espiritualidad, es el que utilizó don
Cosme Beccar Varela: un libro –quizás
una Biblia– ubicado en un espacio inde-
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biblioteca
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4
terminado; sobre él un rosario y, a su
lado, un candelero con una vela encendida y en parte consumida. A la izquierda,
la leyenda “En tan poco tiempo como
tenemos…” le otorga al conjunto un sentido alegórico relacionado con la vanitas
y la brevedad de la vida, a la vez que
pareciera advertirnos que nunca será
suficiente el tiempo que nos resta para
poder leer todos los libros que quisiéramos [ilus. 5]. En este caso, el ex libris lo
descubrimos en el primer tomo de los
dieciocho que componen la magna obra
6
Theatrum Veritatis, et Justitiæ, del cardenal y canonista italiano Giovan Battista
De Luca (1614-1683), monumental trabajo in-folio editado en Nápoles en 1758,
que ingresó a la Biblioteca en 1991 integrando el legado testamentario del Dr.
Carlos A. Zwanck.
Un caso particular lo constituye la
costumbre de algunos bibliófilos de
cambiar de ex libris a lo largo de su vida
como lectores o coleccionistas. Eso ocurrió, por ejemplo, con el poeta y crítico
Carlos Obligado (1889-1949), que a par-
5
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tir de 1921 utilizó uno diseñado por P. A.
Fontán. Mostraba esa etiqueta un bosque
umbroso iluminado por las llamas de un
caldero, el todo enmarcado por motivos
ornamentales y ostentando la leyenda “Iguala con la vida el pensamiento”,
verso que proviene de la tan conocida
Epístola moral a Fabio, que Dámaso
Alonso atribuyó a Andrés Fernández de
Andrada (1575-1648) y que representa
la cumbre de la epístola horaciana en
la literatura española [ilus. 6]. Pasado
el tiempo, cuando publicó su libro El
biblioteca
7
8
9
poema del Castillo (Buenos Aires: El
Bibliófilo, 1938), Obligado encargó la
ilustración de su cubierta al grabador
Alfredo Guido, quien cinceló una vista de
la casa solariega a orillas del Paraná, en
tanto que para la portada hizo otro tanto con una delicada vista de la torre. Fue
este último grabado el que inspiró un
nuevo ex libris para su biblioteca, creado
por el propio Guido, mostrando únicamente esa torre emblemática de aquella
casona de aspecto medieval, “la lírica
torre inmutable” que el poeta comparó
en sus versos con un “fino tallo de mástil” y que desde entonces se transformó
en su blasón intelectual [ilus. 7]. Existen
de este ex libris variantes en distintos
tamaños para poder adecuarlas a los
diferentes formatos de los libros. De las
dos marcas de propiedad utilizadas por
Obligado, la de 1921 la podemos apreciar
en un ejemplar de su libro Poemas, ilustrado y ornamentado por Rodolfo Franco
(Buenos Aires: Virtus, 1920), en tanto que
la segunda figura precisamente en un
volumen de El poema del Castillo, edición en gran papel dedicada por el autor
a nuestra Biblioteca. Como signo de distinción, lleva el número XXX, último de
una tira especial impresa sobre papel
Whatman Imperial.
Un caso similar sucedió con los
libros del bibliófilo don Jorge Casares
(1879-1963). A veces utilizó un ex libris
firmado por Montenegro, con un motivo
relacionado tanto con la estética decadente como con rasgos del Art Nouveau, que
muestra un mojón sobre el que se eleva
la imagen del dios Terminus, el protector de los mercaderes que recorrían los
caminos, al que se aproxima una joven
semidesnuda portando una guirnalda
con flores y frutos [ilus. 8]. Ese diseño se
aprecia en un ejemplar de la Histoire du
costume au théâtre depuis les origines du
théâtre en France jusq’a nos jours (Paris:
Charpentier, 1880). En otros de sus libros,
en cambio, se inclinó por una tipología
totalmente distinta, utilizando el blasón
familiar, así, por ejemplo, en el ex libris
que orna el interior de la tapa de una
exquisita edición en facsímile de Sagesse,
de Paul Verlaine, ornada con un retrato
del autor firmado por Eugène Carrière
(Paris: Albert Messein, 1913) [ilus. 9].
Blasonados son asimismo los ex libris
de Eduardo Obejero Urquiza, Raúl de
Labougle, Bernardo Lozier Almazán,
Félix Francisco de Martín y Herrera
y el de Hugo Fernández de Burzaco y
Barrios. En el primer caso, el escudo de
los Urquiza de Vizcaya (un abedul de
sinople y un lobo de sable atravesado al
pie del tronco, con una bordura de azur
luciendo ocho estrellas de oro y coronado el conjunto por un llamativo yelmo y
elaborados lambrequines) aparece en la
parte superior de un paisaje campestre
en el que se advierte a un pastor cuidando sus ovejas, imagen que alude sin duda
a los Obejero, pero que en nada se relaciona con el escudo atribuido a la familia
Ovejero originaria de Aragón, a quien le
corresponde un escudo de azur, con un
castillo de oro y bordura de oro con ocho
panelas de gules (cfr. Alberto y Arturo
García Carraffa, Diccionario heráldico y
genealógico de apellidos españoles y americanos, t. 64, Salamanca/Madrid, 1950,
p. 150, escudo nº 569) [ilus. 10]. A este ex
libris se lo puede hallar en los 19 volúmenes de la Nouvelle Géographie Universelle
de Élisée Reclus (Paris: Hachette, 18831894), que en el pasado fueron adquiridos
en remate público y que además presentan un curioso plus, ya que en las
portadas lucen el sello de una misteriosa
“Biblioteca Pirucho”, sello que no es raro
encontrar en libros y folletos diseminados en diversas bibliotecas particulares y
en librerías anticuarias, aunque hasta el
momento no se haya podido identificar a
ese curioso “Pirucho”.
En cuanto al escudo heráldico grabado en el ex libris de don Bernardo
Lozier Almazán, cabe decir que muestra
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10
dos estilizados leones flanqueando el blasón, al que corona una
cruz. Lleva el nombre del propietario y está pegado a un libro
muy propio de un amante de los estudios histórico-genealógicos, como es la Arqueología nobiliaria de Fernando Márquez de
la Plata (Santiago de Chile: W. Gnadt, 1936). El diseño parece
haber sido realizado por un artista que firmó, abajo, a la derecha, con dos iniciales y un apellido que, hasta donde nos ha sido
permitido leer, parecen ser “J. H. Lima” [ilus. 11]. En lo que
atañe al del gran genealogista Martín y Herrera, muestra su ex
libris las armas familiares respaldadas por un árbol frondoso
–¿alusión a su árbol genealógíco?– y custodiadas a izquierda y
derecha por dos guerreros con armadura y yelmo, que sostienen sus espadas apuntando con ellas hacia las raíces del citado
árbol [ilus. 12]. También en este caso figura en la etiqueta el
nombre del propietario de la obra, que es el Índice de pruebas de
los caballeros que han vestido el hábito de San Juan de Jerusalem
(Orden de Malta), trabajo firmado por Alfonso Pardo y Manuel
de Villena y Fernando Suárez de Tangil y de Angulo (Madrid: F.
Beltrán, 1911).
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En lo que atañe al ex libris heráldico
de Hugo Fernández de Burzaco y Barrios,
en el cual el blasón aparece en el medio
de un abigarrado entorno ornamental
[ilus. 13], debemos advertir que se lo
puede encontrar multiplicado en los muy
numerosos volúmenes de su frondosa
biblioteca especializada en genealogía,
heráldica e historia, que con gran generosidad legó por testamento a la del
Jockey Club e incorporada en 1985.
Para finalizar, nos resta enfrentarnos al ex libris –igualmente
blasonado– de don Raúl de Labougle,
que aparece envuelto por el yelmo, los
lambrequines y una filacteria en la que
se lee la sentencia en francés antiguo
“Bien faire et ne rien craindre”, que,
según los filólogos especialistas en el
francés medieval, significaría “Hacer
el bien sin buscar recompensa”, aunque también se ha afirmado que el
sentido último de la frase sería: “Hacer
el bien y a nada temer” [ilus. 14]. En
este caso, el ex libris está adherido a
las tapas interiores de los tres volúmenes que componen la Collection d’édits,
d’éclarations, ordonnances, &c. enregistrées au Parlement de Navarre (Pau:
Pierre Daumon, 1786-1787), obra que
provenía de la antigua biblioteca de
Pierre Maysonnave de Labougle y que
fue obsequiada por Raúl de Labougle
al Dr. Carlos Alberto Zwanck, tal como
lo testimonia una cálida dedicatoria
manuscrita en el primer volumen; de
ahí que ingresó en nuestra Biblioteca
en 1991 integrando el legado Zwanck.
Gabinetes de estudio, motivos ornamentales, animales simbólicos, alegorías,
alusiones literarias y espirituales, escudos heráldicos… La temática de los ex
libris es infinita y casi imposible de
clasificar. Vayan estos pocos ejemplos
que hemos reseñado como una invitación para quienes deseen aproximarse
al estudio de estos singulares signos de
propiedad tan íntimamente ligados al
fascinante mundo del libro.
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C L U B
Por Roberto D. Müller
reciprocidad
The Down Town Association
Un oasis en Manhattan
Originalmente
concebido como un
club para almuerzos de
negocios, The Down
Town Association, el
más prestigioso de
Manhattan, lleva más
de un siglo hospedando
a líderes del universo
empresarial de Nueva
York, así como también
a miembros de la
industria de seguros
y de tecnología.
Disfrutado tanto
para eventos sociales
como corporativos, es
sinónimo de elegancia y
refinamiento y, además,
tiene reciprocidad con
el Jockey Club.
C
on el orgullo de ser el club
house más antiguo del Bajo
Manhattan y el quinto en
Nueva York, todavía utilizado por sus socios, The Down Town
Association, referente indiscutible de la
arquitectura románica en la ciudad de
Nueva York, es también reconocido por
ofrecer a sus huéspedes la más sofisticada atención.
Su historia comenzó a escribirse el
23 de diciembre de 1859 a partir de una
reunión llevada a cabo en Astor House.
Al poco tiempo se inauguró su primer
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Fachada del Down Town Association.
C L U B
espacio, exclusivamente destinado a
almuerzos de negocios. Sin embargo, el
contexto bélico de la Guerra Civil que
se iniciaba en Estados Unidos no ayudó
a que el club, en aquellos años, pudiera
prosperar. Si bien los socios ofrecieron
su ayuda económica, esta no fue suficiente, y así, el 11 de junio de 1862 se
votó por el cierre del lugar, que ocurrió
pocos días después. Afortunadamente
no se trató de algo definitivo y, en 1877,
The Down Town Association iniciaba
una nueva etapa. Se llamó a una reorganización que dio sus frutos, ya que el
club comenzó tímidamente a resurgir.
En 1878 ya se alquilaban habitaciones
en la calle Pine 50-52, y en 1884 contaban con un espacio propio en la misma
calle para instalar definitivamente la
sede, formalmente inaugurada en 1887.
El socio Charles C. Haight fue el arquitecto encargado de la obra.
Un nuevo milenio se asomaba y también tiempos favorables para el club. De
contar con 500 socios, pasaron al doble,
por lo que se necesitó más espacio. La
firma Warren & Wetmore realizó una
construcción para agrandar el lugar que
se completó en 1911. Su imponente estilo románico representa hoy un hito en la
arquitectura de la “Gran Manzana”.
En 1929, los rascacielos eran sinónimo del Bajo Manhattan, y muchos
clubes invitaban a sus huéspedes a vivir
la experiencia de almorzar cerca del
cielo. Se le ofreció a The Down Town
Fotos: Down Town Association
Un salón de estar.
Escalera en el tercer piso.
El elegante comedor.
Association la posibilidad de vender su
sede para mudarse a otra que brindara esta alternativa. Esta propuesta fue
sabiamente rechazada: ninguno de los
tantos clubes habilitados a tal fin siguen
vigentes hoy en día.
Una nueva generación
Hacia 1990, la institución –que
desde 1985 acepta a mujeres como
socias– entró en franco declive, como
también lo hicieron los clubes sociales
en general. Muchos de ellos tuvieron
que cerrar sus puertas o estaban próximos a hacerlo. Los socios se mudaban
al centro de la ciudad o simplemente se
retiraban, y hubo una situación cotidiana que marcó la pauta de que las cosas
no estaban funcionando en The Down
Town Association: de 843 comidas diarias se pasó a servir 100, con suerte. Algo
tan simple pero tan certero movilizó a los
socios a mantenerse unidos para luchar
por aquel ámbito en el que se sentían
como en casa. La unión hace la fuerza
y, poco a poco, la coyuntura comenzó a
mejorar. Convencidos de que los tiempos e intereses cambian y es clave un
proceso de aggiornamento, se logró que
el club fuera capaz de reflejar a un Bajo
Manhattan modernizado y de incorporar
a una generación de socios más jóvenes.
A partir de 1995, a los tradicionales
almuerzos se sumaron exquisitos desayunos y divertidos tragos por la noche.
En años posteriores se llevó a cabo la
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reciprocidad
El lobby del club.
apertura de una bodega, se compraron
mesas de pool, se comenzó a ofrecer un
servicio de cena y, en 2004, ya funcionaba un completo gimnasio, entre otras
muchas comodidades. A su vez, todas las
instalaciones, incluso la fachada, fueron
remodeladas y redecoradas y, un detalle
a destacar, es que la lista de clubes recíprocos creció de tres en Manhattan a 110
en todo el mundo.
Otro aspecto que hace al prestigio de
The Down Town Association es su gran
colección de grabados de escenas típicas de la ciudad, comprados o recibidos
en donaciones. Parte de las obras son
un legado de 1916 del socio J. Harsen
Purdey, a quien se recuerda con una placa alusiva. También se cuenta con una
importante colección de grabados de
barcos de guerra, una acertada selección
de escenas de batallas navales de la guerra de 1812, y algunos retratos históricos,
entre ellos, de los presidentes del club.
Ámbito perfecto para los amantes del
buen vivir o para quienes busquen entretenimiento y relax, The Down Town
Association es un oasis de remanso en el
ajetreado Bajo Manhattan.
Salón de snooker.
Mercedes Manrique
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Diario de
a bordo
La sombra de la fragata al atardecer.
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“
A usted le toca comer en el segundo
turno y ducharse por la mañana –si
todos lo hiciéramos a la misma hora
no alcanzaría el agua caliente–. Aquí tiene su salvavidas y, en caso de colisión o
hundimiento, el bote que le corresponde
es el número tal. Hombre al agua es lo
que debe gritar si alguien cae por la borda; proa es la parte de adelante...”.
Los invitados de este especial viaje en la Fragata Libertad escuchábamos
atentamente las explicaciones del oficial.
Como no había camarote para mujeres,
nos habían asignado las cuchetas de la
enfermería y ¡teníamos baño privado!
Una vez organizada, subí a cubierta tratando de fijar todas las palabras. No es
cuestión que a una le digan que mire a
babor y hacer papelones o en el peor de
los casos tener un accidente.
La Fragata Libertad –buque-escuela
de la Armada Argentina que tiene como
misión completar la formación profesional de los guardiamarinas– fue botada el
30 de mayo de 1956, pero recién el 19 de
junio de 1963 zarpó en su primer viaje de
instrucción. El buque insignia es sucesora de la Fragata Sarmiento. Originada
tal vez con los vikingos o proveniente de
la época de los romanos que ponían una
moneda en la boca de los muertos para
que pagaran el viaje a Caronte, la tradición manda que, cuando se construye
este tipo de barcos, antes de colocar el
palo mayor se ponga una moneda. Es así
que la Fragata Sarmiento tenía una libra
esterlina de oro –por haber sido construi-
Dimensiones
Eslora total: 103,7 metros.
Manga: 14,31 metros.
Puntal: 11 metros.
Calado: 6,6 metros.
Desplazamiento: 3765 toneladas.
Velamen: 27 velas en aparejo tipo fragata de cuatro palos (bauprés, trinquete, mayor y mesana), con
una superficie total de 2652 metros cuadrados.
Propulsada por dos motores Diesel de 1200 HP
cada uno.
Velocidad máxima 13 nudos, crucero 8 nudos.
El toque de diana.
da en Inglaterra– y la actual nave escuela
construida en los astilleros Río Santiago,
en la provincia de Buenos Aires, tiene un
peso de oro. Escuchando estas y otras
historias recorrí el barco tratando de
recordar… proa… estribor…
Zarpamos rumbo a Buenos Aires en
una mañana espectacular al son de una
banda impecablemente formada en la
banquina del puerto de Mar del Plata.
Al rato ya no se veía casi la ciudad, y de
los sonidos, solo quedaba el recuerdo. A
proa, el inmenso, emocionante mar.
Y comenzaron las maniobras para
navegar a vela. Desde la época del almirante Brown las instrucciones las da el
contramaestre con el pito marinero.
El motivo es simple: el sonido es audi-
ble hasta en los peores temporales. Los
que deben saber interpretar las más de
cien pitadas son los gavieros, que son
quienes suben a los distintos palos: trinquete, mayor y mesana, o sea el de proa,
el del medio y el de popa. En la jerga
marina a los gavieros del trinquete se
los llama tigres; a los del mayor, tortugas (porque debido a la altura del palo
son los que más tardan en subir); y a los
del mesana, cuervos (porque terminan
llenos de hollín al estar cerca de la chimenea de popa). La destreza y habilidad
que despliegan trepando por los palos es
admirable. A su vez, verlos trabajar en
las alturas es fascinante además de tener
una innegable dosis de suspenso. ¡No es
casual que al momento de comenzar las
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llegué al diablo! Conocido también como
cofa es la plataforma-canasta que hay en
los palos –en este caso el trinquete– para
afirmar la obencadura de gavia. Estaba a
20 metros por encima de la cubierta, una
maravilla. A mis compañeros los veía
como hormigas. A lo lejos podía divisar
la costa y suponer que mis amigos de
Mar de Ajó –advertidos previamente vía
celular– habían ido a los médanos para
ver pasar la fragata con todas las velas
desplegadas.
Hasta por las noches las emociones
no paraban. Luego de comer volvíamos
a cubierta para ver el impactante cielo, plagado de estrellas. Qué mejor que
escuchar a los expertos marinos hablar
sobre la Cruz del Sur o las noctilucas,
esas mágicas algas fosforescentes.
Desplegando el velamen.
maniobras también se apronte un hombre rana!
Ser fotógrafa tiene –a veces– sus ventajas. Pregunté si podía ir a la delfinera
del bauprés, la red que está en el palo
de proa, justo por encima del mascarón.
Con un arnés y las amables directivas
de un oficial me instalé en el lugar en
el que me hubiera quedado horas. Mirar
para abajo y ver como la proa se hunde
en el agua es una sensación grandiosa.
Pero había otros invitados y el lugar era
muy codiciado.
A la hora de almorzar fuimos al
comedor, que como corresponde es de
madera. Las mesas aún conservan el
borde alto, que llaman violín, y servía
para que los platos no se cayeran. Hoy
día esa función está reemplazada por
individuales antideslizantes. Luego de
un suculento plato de fideos y un rico
postre volvimos a cubierta donde nos
esperaba una sorpresa. Un oficial nos
anunció que los que queríamos podíamos subir al mesana. Miradas, risas
nerviosas y de golpe, no sé cómo, me
encontré nuevamente enfundada en
los arneses, guiada por el contramaestre Tarapow rumbo a lograr el título de
gaviero tigre. A cada paso de mis temblorosas piernas recordaba la última frase
escuchada en cubierta: “ladies first”. ¡Y
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Tareas y objetos cotidianos.
Trofeos
Boston Teapot: Otorgada anualmente por la Sail
Training Association a aquel velero que, tripulado
por más del 50% del personal en instrucción, recorra la máxima distancia solamente a vela en un
período de 124 horas de navegación. La fragata
A.R.A. LIBERTAD ha obtenido este trofeo en seis
oportunidades.
Gran Medalla: Recuerda la travesía totalmente
a vela, en la cual se logró el Récord Mundial para
Grandes Veleros en el Cruce del Atlántico Norte.
Se obtuvo en 1966 entre Cabo Race (Canadá) y
la línea imaginaria Dublin-Liverpool, recorriendo
2058,6 millas en un tiempo de 8 días y 12 horas.
Regata Americana: En 1998 conquistó el primer
puesto en la regata realizada entre los puertos de
Savannah y Green Port.
Amarrando el buque en puerto.
La última noche el barco se engalanó
con luces y la tripulación nos agasajó con
un estupendo asado hecho en una enorme y redonda parrilla giratoria que hasta
tapa tenía. Los invitados éramos cerca de
80, los dueños de casa unos 300… y hubo
chorizos para todos.
La llegada a Buenos Aires fue más que
emocionante. La tripulación de punta en
blanco recibía los saludos que llegaban
del edificio del Yacht Club y desde los
muelles. Inevitables fueron unas lágrimas
de tristeza al bajar a tierra.
No puedo dejar de pensar –y agradecer– que, para alguien como yo, que
nunca navegó a vela, debutar con la
Fragata Libertad fue un privilegio que
nunca imaginé.
Texto y fotos: Julie Bergadá
C L U B

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