Entrevista con D - Memoria de las Migraciones de Aragón

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Entrevista con D - Memoria de las Migraciones de Aragón
MEMORIA DE LA MIGRACIONES DE ARAGÓN
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TESTIMONIOS DE MIGRANTES ARAGONESES: Nº: 001
Título: Recuerdos de Puy de Cinca
Entrevistado: D. José Laplana, natural de Puy de Cinca, residente en la actualidad en
Barbastro..
Resumen: Nacido en Puy de Cinca, en el año 2001 se le entrevistó sobre sus recuerdos
de su localidad natal, en la actualidad abandonada.
Observaciones: La entrevista se realizó en el año 2001 en su domicilio barbastrense por
D. Juan José Nieto Callén. Posteriormente fue publicado el el “Boletín de la Baja
Ribagorza”, nº 1, junio de 2001.
El pueblo de Puy de Cinca fue desalojado por la fuerza, en el momento del desalojo
contaba según D. José Laplana con unas veintiséis o veintisiete casas. Explica que la
mayor parte de los antiguos habitantes emigraron después de su expulsión a Barbastro y
Barcelona. A pesar de la separación siguen manteniendo su identidad gracias a una
comida de hermandad que celebran una vez al año.
Según relata D. José la idea de estas reuniones partió de los residentes en Barcelona
“porque nunca se ven, cuando siempre dicen que desde el año anterior no se han visto”.
De su vida en la localidad de Puy de Cinca, recuerda que allí aprendieron a leer y
escribir. Recuerda con nostalgia a su maestro que murió en Tamarite.
Allí oyó las primeras adivinanzas para niños: “a la palma tu, se cagó en el almud, se
cagó tres pilotetas, una pa Juan, otra pa Pedro, y otra pal que hable2 y el primero que
hablaba se quedaba; o con los puños cerrados se escondía una piedra y después se
señalaba alternativamente las manos y se decía: “Cortina, Cortana, color de manzana,
me ha dicho mi madre que en está estaba” y si estaba se ganaba.
La agricultura era la base económica de la población. D. José recuerda haber plantado
hasta arroz. Después de la guerra fue el cáñamo el que salvo las economías domésticas.
Una vez recogido, era llevado a Graus para su venta. Para viajar a Graus se debían
llevar unas alpargatas de recambio, ya que muchas veces las tres horas de ida y de
vuelta deshacían el calzado. Se compraba azúcar, se pagaba la contribución, y, se
vendían los huevos, los conejos, etcétera. Para el viaje se llevaban la fiambrera porque
sino no salía a cuenta. Su hermana apostilla que: “aunque no vivían holgados tampoco
pasaban miseria”. María luisa cree que sin tantos bienes de consumo eran más felices
que en la actualidad.
Otro apartado muy fresco es la “Juventud”. Recuerda como todos los domingos había
baile de Salón del pueblo, las más de las veces amenizado con una sencilla guitarra; de
la fiesta de dolores de Naval; “que terminaba a las cuatro o las cinco y teníamos que
volver”; de las partidas al julepe, subastau, tute; de los tres días que acudían a las fiestas
de Abizanda, “que a la entrada del pueblo nos cambiábamos las alpargatas por los
zapatos”; del carnaval de Puy , en el cual se vestían con ropa vieja, y, como antes las
casas estaban abiertas, entrabas hasta la cocina, te dabas una vuelta, y, nadie sabía
quien había estado”.
Con una sonrisa relata que desde Puy veían unas luces encima de Mipanas. Las
llamaban las “lumbreretas de Mipanas”. Curiosamente desde Mipanas se veían unas
luces encima de Puy. Las llamaban las “lumbreretas de Puy”. Ambas localidades
pensaban que eran cosa de brujas de la otra localidad.
D. José recuerda que su padre fue el encargado de la colectivización del pueblo en la
“revolución”, y, por ello emigró a Burdeos con algunos de sus hermanos. Ya no le vio
más. Le llegaban noticias sueltas de él, supo que andaba en los maquis, y poco más. Los
recuerdos de D. José de este período son frescos. De la República recuerda la
construcción del “cajón” para pasar el río Cinca; la primera vez que llegaron camiones
remontando el río, y la fiesta que hubo en dicho pueblo por dicho acontecimiento; del
primer camino hacia Abizanda hecho a “vecinadas”; de la sustitución de la tubería de
conducción de agua la pueblo. De la posguerra recuerda el susto que le dieron dos
maquis fuertemente armados en el monte, mientras elaboraba anís clandestino “les
dimos una botella y, les explicamos como cruzar a Barbastro por el Grado”; del
estraperlo con su tío “el iba delante y yo con sólo dieciséis años llevaba detrás las
caballerías”; de moler aceitunas a escondidas por la noche; o del registro que hizo la
Guardia Civil en su casa, de la cual María Luisa apostilla “que se llevaron toda la ropa
de cama”; o de las paredes dobles para esconder trigo, las tinajas enterradas en los
corrales para ocultar aceite; todo ello era cargado en un misterioso camión que
encontraban en la ermita de la collada de Panillo.
José cuenta que la liquidación del pueblo fue rápida, en sólo dos años. A partir de ahí ha
visto como desaparecían las casas. Con amargura dice que sino se hubiesen quitado las
tejas aún estarían bastante enteras. Ha visto el expolio de todos los elementos de algún
valor: el escudo del siglo XVI de su casa, elementos de la iglesia, tumbas profanadas en
el cementerio…
Chuse el hijo de D. José, querría salvar algo, pone el ejemplo de Arcusa que este año
hasta les van a poner electricidad. A menudo escribe cartas al periódico el “Cruzado
Aragonés” denunciando el estado de abandono de la prensa de libra de Puy, que yace
olvidada en la calle de las fuentes de dicha ciudad. Me cuentan con dolor y con enfado
como en los gozos cantados de la última Romería a la ermita de San Martín , se
sustituyó una estrofa que dice que la ermita se halla en los términos de Puy. Dijeron que
estaba en los términos de Secantilla….
Don José, sentencia con tristeza que poco a poco se ira perdiendo la ilusión por acudir a
la romería. Sin embargo, resulta admirable que a pesar de los años transcurridos, de la
distancia, este pueblo aún se reúna y acuda a las romerías de San Martín.
Es sin duda, el amor a la tierra que le vio nacer. La última resistencia en un pueblo que
no quiere ser olvidado.

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