as del forro solo PArA PDF WeB - Seminario de Cultura Mexicana
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Revista del SEMINARIO de Cultura Mexicana Primera época, Año 4, Núm. 6, junio 2014 Arnoldo Kraus Enfermedad: ¿Dónde o qué? • Lya Gutiérrez Quintanilla Entrevista inédita a Arturo Azuela Arriaga • Enrique Suárez-Íñiguez Liberalismo, neoliberalismo y libertarismo • Antonio Acevedo Escobedo Asedios a Juárez y su época • Jacqueline Peschard Los claroscuros de la transparencia • Víctor Sandoval Compañero • Herminia Pasantes El cerebro y los límites de la libertad • Silvia Molina Entrevista inédita a Hugo Gutiérrez Vega • Omar Guerrero Orozco El mercantilismo y el estado administrativo • Luis Arnal Simón La arquitectura de las misiones jesuitas y el orden de la libertad • Marco Antonio Campos Medallón para Víctor Sandoval RevistadelSeminario Primera época, Año 4, Núm. 6, junio 2014 Sumario • Editorial 1 • Enfermedad: ¿Dónde o qué? Arnoldo Kraus 3 • Entrevista inédita a Arturo Azuela Arriaga Lya Gutiérrez Quintanilla 5 • Liberalismo, neoliberalismo y libertarismo Enrique Suárez-Íñiguez 13 • Asedios a Juárez y su época Antonio Acevedo Escobedo 21 • Los claroscuros de la transparencia Jacqueline Peschard 35 • Compañero Víctor Sandoval • El cerebro y los límites de la libertad Herminia Pasantes 46 47 • Imágenes Colección Miguel Ángel Muñoz / Arnaldo Coen (Torsos) 53 • Entrevista a Hugo Gutiérrez Vega Silvia Molina 69 • El mercantilismo y el estado administrativo Omar Guerrero Orozco 78 • La arquitectura de las misiones jesuitas y el orden de la libertad Luis Arnal Simón 95 • Medallón para Víctor Sandoval Marco Antonio Campos 110 REVISTA DEL SEMINARIO, Primera época, Año 4, Núm. 6, junio 2014, es una publicación semestral editada por el Seminario de Cultura Mexicana. Av. Presidente Masaryk 526, Col. Polanco, Delegación Miguel Hidalgo, C.P. 11560, México, D.F., Tel. 5280-5911, www.culturamexicana.org.mx. Reservas de Derechos al Uso Exclusivo No. 04-2013-072310114500-102, ISSN: en trámite, ambos otorgado por el Instituto Nacional del Derecho de Autor, Licitud de Título y contenido en trámite, otorgado por la Comisión Calificadora de Revistas Ilustradas de la Secretaría de Gobernación. Permiso SEPOMEX en trámite. Impresa por Formas e Imágenes, S.A. de C.V., Av. Universidad 1953, edif. 2, Loc. E., Col. Copilco el Bajo, C.P. 04340, Delegación Coyoacán, México, D.F., [email protected]. Este número se terminó de imprimir en junio de 2014 con un tiraje de 500 ejemplares. Las opiniones expresadas por los autores no necesariamente reflejan la postura del editor de la publicación. Queda estrictamente prohibida la reproducción total o parcial de los contenidos e imágenes de la publicación sin previa autorización del Seminario de Cultura Mexicana. EDITORIAL E ste número de la Revista del Seminario de Cultura Mexicana está ilustrado con la obra de la Exposición Memoria de Ver propiedad del poeta, historiador y crítico de arte Miguel Ángel Muñoz, quien posee una colección de más de mil cuadros de artistas mexicanos y extranjeros. En esta ocasión, abrimos con un artículo de Arnoldo Kraus que pone la mirada en la medicina en nuestros días, cuando el médico se ha ido alejando cada vez más del enfermo y pasa a ser un número de expediente. Lya Gutiérrez Quintanilla, presidenta de la corresponsalía del Seminario en Cuernavaca, publica una entrevista inédita a Arturo Azuela, cuando éste estaba ya muy delicado de salud, sobre el tema de la Revolución en la literatura mexicana y sobre los grandes autores de este periodo. Enrique Suárez-Íñiguez, doctor en Ciencias Políticas, nos entrega un ensayo sobre liberalismo, neoliberalismo y libertarismo, en el que nos hace ver su esencia, sus coincidencias y sus diferencias. Esta vez reproducimos, como es costumbre en cada número, un ensayo de nuestros archivos: Asedios a Juárez y su época del escritor y bibliófilo aguascalentense Antonio Acevedo Escobedo, miembro del Seminario de Cultura Mexicana y de la Academia Mexicana de la Lengua. Ensayo leído en la sesión del Seminario del 22 de junio de 1967. En él toca no sólo la época y a los actores del juarismo, sino la vida íntima de nuestro prócer y sus avatares para enfrentar a los invasores. La doctora Jacqueline Peschard, profesora de la Facultad de Ciencias Políticas de la unam, nos habla de un tema que surgió a finales de los noventa en la democracia: la transparencia; y cómo pasa ésta a formar parte de la agenda pública, y cómo deberá enfrentar el IFAI las atribuciones y responsabilidades de la reforma constitucional. Por su parte, la doctora Herminia Pasantes nos hace reflexionar sobre los límites de la libertad de decisión del cerebro, las neuronas y los neurotransmisores. ¿Cómo funcionan las adicciones? ¿Qué sucede cuando las drogas dejan de permanecer en el cerebro? En este artículo vemos con claridad cómo funciona nuestro cerebro cuando tomamos una decisión. El poeta Hugo Gutiérrez Vega, en entrevista, relata su infancia y adolescencia en Lagos de Moreno, las primeras lecturas e influencias literarias, los viajes que hizo por el mundo. Describe su carrera literaria y diplomática y nos da la clave para entender su poética. Omar Guerrero Orozco, doctor en Administración Pública, impulsor de los EDITORIAL 2 estudios sobre el mercantilista Colbert, examina detalladamente los instrumentos usados por este último como patrón del Gran Siglo, como constructor de Versalles y como arquitecto del Estado administrativo de Luis XIV. El doctor Luis Arnal Simón explica la arquitectura de las misiones jesuitas y el orden de la libertad en un ensayo que se ocupa de los orígenes de las misiones en lo que ahora son los estados de Sinaloa y Sonora (Provincia de Sinaloa en el siglo xvii). Expone la relación de los jesuitas con la población indígena rebelde, su apaciguamiento y la construcción no solo de las misiones sino de los presidios. Cerramos el número con una emotiva y afectuosa semblanza de Víctor Sandoval del poeta y cronista Marco Antonio Campos. Enfermedad: ¿Dónde o qué? ARNOLDO KRAUS MIEMBRO TITULAR L a irrupción de la tecnología médica, la falta de tiempo para atender a los enfermos, sobre todo en las instituciones públicas, las modificaciones en la forma de conversar, así como las injerencias de factores externos como industria farmacéutica, abogados y seguros médicos, han generado cambios negativos en la relación entre médicos y pacientes. Ese nuevo tejido, que perjudica a enfermos y médicos, no es del todo nuevo. El filósofo francés, Michel Foucault, mostró, hace casi cinco décadas, su preocupación con respecto a los nuevos derroteros de la clínica. En El nacimiento de la clínica. Una arqueología de la mirada médica (Editorial siglo xxi, 1966, publicado originalmente en 1963), Foucault afirma que la medicina moderna inicia cuando los doctores cambiaron la pregunta, “¿Qué le sucede?”, por la pregunta, “¿Dónde le duele?”. Siguiendo al malogrado pensador –murió a los 57 años de edad–, las cuestiones previas cambiaron conforme los médicos fueron alejándose de los enfermos: la primera pregunta se presta a demasiadas e intrincadas explicaciones, mientras que la segunda hurga directamente en las causas biológicas. “¿Qué le sucede?”, indaga sobre la vida del enfermo; es una cuestión profunda: interesarse requiere tiempo e interés. “¿Dónde le duele?”, es una cuestión práctica: atenderla requiere poco tiempo. Cuando se atiende a enfermos, víctimas de cualquier patología, ambas preguntas son igualmente válidas: el dolor, motivo de la consulta, depende no sólo de la afectación orgánica o celular, sino del daño en el entorno propio, en lo que dice el cuerpo y siente el alma, y en los sucesos en la vida del enfermo, con su pareja y familia, y con su trabajo, sin obviar los acontecimientos mundiales. ARNOLDO KRAUS La máxima, tan alabada por los viejos clínicos, “no hay enfermedades, hay enfermos”, resume, con otras palabras, la idea de Foucault. Separar la enfermedad del enfermo, de las enfermedades del entorno, es erróneo. Frente a quien sufre no es prudente sumar y concluir sin detenerse en otros menesteres. Sumar o restar adecuadamente requiere adentrarse en la vida y en la historia del enfermo –“¿qué le sucede?”–, así como en el presente corto –“¿qué le duele?”. Salvo cuando la enfermedad irrumpe con violencia, como son los casos de infarto agudo del corazón en jóvenes, tumores diseminados que corroen todo con celeridad o accidentes, la historia personal es crucial para explicar el “pequeño presente”, sea dolor, miedo u otros avatares. La visión filosófica de José Ortega y Gasset se aplica adecuadamente a la enfermedad: “El hombre es él y sus circunstancias”. Han pasado cincuenta años a partir de la invitación de Foucault. El tiempo le ha dado la razón. La medicina moderna cambió cuando la mirada médica fue presa de otros derroteros. De ahí el subtítulo del libro, Arqueología de la mirada médica. La mirada y la escucha se han transformado debido al auge de la tecnología y otros menesteres, cuya presencia ha interferido y trastocado, tanto el lugar desde donde el médico observa, como las maniobras requeridas para diagnosticar. En la actualidad se diagnostica cada vez con mayor frecuencia a partir de la tecnología. Si hoy viviese Foucault, seguramente añadiría a las preguntas previas, otras cuestiones “más modernas”. 4 La primera es, “¿qué estudios se ha hecho”? En algunos consultorios se indaga primero en esa área antes de abordar al enfermo. En otros, peor aún, se le solicita al paciente realizar determinados exámenes antes de acudir a la primera cita, situación equivocada: primero debe conocerse a la persona y después diseñar estudios ad hoc. La segunda cuestión, “¿con cuánto dinero se cuenta?”, cuando se trata de medicina institucional, proviene de la capacidad del hospital para afrontar los gastos y realizar determinado número de exámenes; cuando se trata de medicina privada el número y tipo de pruebas dependerá de las cláusulas del seguro médico y de la capacidad económica del enfermo. Las inquietudes de Foucault, aunadas a la nueva realidad de la medicina moderna, sobre todo la que se practica en países ricos, auguran, si no el fin de la clínica, si el ejercicio de una nueva medicina donde la queja del enfermo –diarrea, verrugas, dolor– se erige como un todo, mientras que el ser íntimo de la persona desaparece o pasa a un segundo plano. Foucault escribe desde su vida: fue hijo, nieto y bisnieto de médicos. En El nacimiento de la clínica, afirma, “la mirada médica es la que abre el secreto de los enfermos”. Esa afirmación, cuando se busca comprender lo que ve el médico y lo que observa la tecnología es vital. La mirada se complementa con el lenguaje. Los clínicos experimentados suman mirada y palabras y después diagnostican. La tecnología, aunque penetra más profundo y percibe lo que el ojo no mira, no tiene la capacidad de significar el valor de las palabras. El médico que trabaja sólo a partir del poder de la tecnología solicita exámenes innecesarios, los cuales, amén de ser costosos e incrementar la contaminación, pueden dañar. La mirada clínica ha envejecido; ese envejecimiento coloca a los enfermos en otra deriva. Biopoder es un término acuñado por Foucault. Debido al biopoder, la medicina se ejerce desde el poder del médico, a su vez, alimentado por un autoritarismo ciego que tiende a despreciar la voluntad del enfermo. El auge del biopoder, tras sepultar la pregunta inicial de los viejos clínicos, “¿qué le sucede?”, augura, sobre todo en países ricos, el fin de la clínica. Entrevista inédita a ARTURO AZUELA LYA GUTIÉRREZ 1 Los que estaban formados por y para el antiguo régimen no pudieron sobrevivir a la derrota del porfirismo; fueron muertos en vida sus últimos años. Un lustro después de la promulgación de la Constitución del 17, Álvaro Obregón todavía dirigía un país a la deriva. Ciudad de México, 18 de noviembre de 2010 E ntrevistar al maestro Arturo Azuela Arriaga, no fue fácil. Su precaria salud, sus descansos para tomar fuerzas mismos que no le han impedido hasta donde cabe estar activo y viajar a diversas corresponsalías dentro y fuera del país donde ha impartido conferencias magistrales además de estar atento al mundo de la cultura; esa misma cultura que heredó de su abuelo el escritor de la Revolución, Mariano Azuela, autor de la famosa novela Los de abajo y miembro fundador del Seminario de Cultura Mexicana, scm; de Salvador Azuela su padre, escritor y presidente del scm, como ahora también, él mismo lo es. 1 Lya Gutiérrez Quintanilla, licenciada en periodismo, escritora. Miembro de la Sociedad de Escritores de Morelos, S. C. (2008). Presidenta de la Corresponsalía Cuernavaca del Seminario de Cultura Mexicana durante seis años. Presea “Caballero Águila” (2012). LYA GUTIÉRREZ Ese mundo de la alta cultura que abarca narrativa, novela, poesía, historia, ciencias, matemáticas, física, música, —él mismo toca violín—, arte y cinematografía, es el que Arturo Azuela, nacido en Lagos de Moreno, Jalisco, en 1938, heredó y al que ha permanecido fiel toda su vida. Llevaba ya un par de meses de buscar esta entrevista…, tal vez un poco más. Por una razón u otra, no había sido posible. De pronto la voz, siempre cálida de Celia Sosa, la fiel secretaria de la presidencia del scm me dice por teléfono: —“Lya, el maestro Azuela te espera el 18 de noviembre a las doce del día aquí en las oficinas de la ciudad de México para que lo entrevistes”. En ese momento, a pesar de haber buscado esa cita yo misma, me invade una sensación de responsabilidad. Entrevistar a este gran escritor mexicano, que desde siempre se ha movido a sus anchas en el difícil mundo de las letras y que lo ha hecho de manera impecable, es todo un reto… que asumo y agradezco. 6 Antes de entrar a su despacho, paso bajo los rostros tallados en bronce de los presidentes que le han antecedido en el cargo que con rostro adusto todos ellos, cuelgan de los muros de esta institución fundada el 28 de febrero de 1942. Y al mirarlos me viene a la mente el recuerdo de destacados seminaristas representantes de la cultura nacional que ayudaron a conformar y fortalecer esta institución. Entre ellos, el poeta Enrique González Martínez, el del verso “Tuércele el cuello al cisne de engañoso plumaje…”; Julián Carrillo el inventor del sonido 13; el dramaturgo Rodolfo Usigli; el grabador Francisco Díaz de León; el periodista, guionista de las mejores películas del cine de oro nacional y escritor Mauricio Magdaleno; Carlos Graef Fernández, el más destacado gravitacionista y presidente de los especialistas en física de México; el escultor Luis Ortiz Monasterio; el crítico e historiador de la cultura en México, Antonio Castro Leal; el gran reformador de la arquitectura en México, Enrique del Moral; el notable escritor Agustín Yáñez; el muralista, pintor y escultor, Jorge González Camarena; el compositor de “Estrellita”, también llamado padre del nacionalismo musical mexicano don Manuel M. Ponce; el revolucionario, periodista y escritor Vito Alessio Robles y tantos más, que enumerarlos sería muy extenso. Don Arturo con un fuerte resfriado pero de manera cálida me recibe en su amplio despacho; lo encuentro débil, muy arropado por el frío que hace esa mañana, traje y abrigo de lana. Me siento junto a él en un sofá a un lado de su escritorio. —Mire nada más como me encuentra Lya, exclama con una sonrisa. Me dicen que me quiere usted entrevistar, a ver, de qué se trata. —Maestro Azuela, quién mejor que usted para hablar de la narrativa en tiempos de la Revolución. Bueno, mire Lya, el tema de la Revolución no se ha agotado sino que se actualiza constantemente, y esto es, en mucho, gracias al estudio de los analistas del discurso quienes aportan nuevos datos sobre los caudillos y la lucha armada. Es un tema que sigue adelante, que se sigue repensando. Hoy, con mucha facilidad se dice que no hubo Revolución Mexicana. Hay gente seria que sostiene este punto de vista y evidentemente yo creo que están equivocados y aunque es una revolución inconclusa, frustrada, sí existió. La Revolución Mexicana hizo cosas muy importantes. Llevó a cabo una transformación, vamos a decir, artística, filosófica, historiográfica, literaria y es en la novela, a partir del siglo xx, cuando se aprecia este cambio cualitativo de profunda trascendencia porque la búsqueda y selección de pasajes históricos y autobiográficos hace que la narrativa camine por sí sola, que sus creadores se sientan más seguros de sí mismos y no estén demasiado atentos a la presencia del pasado o a los plagios de las grandes novelas contemporáneas. Mire usted, la trayectoria de la novela mexicana del siglo xx, en general, es de una notable continuidad. A lo largo de la cual —desde los inicios de la Revolución a las catástrofes políticas y económicas de las últimas décadas del siglo—, destaca un puñado de novelistas. Sin embargo la historia del país no es ajena a la obra artística, más aún cuando vivimos en un país envuelto en constantes crisis, en convulsiones al parecer sin tregua. Es una historia donde confluyen las pérdidas, un sentimiento de derrota que parece renovarse año tras año, como si un destino inexorable “con el dedo de Dios se escribió”, dice el himno nacional, se hubiese formado desde el principio mismo del llamado sentimiento de la nacionalidad mexi cana. Y muchos de estos aspectos —un profundo Entrevista inédita a Arturo Azuela Cuando le platico del libro de entrevistas que preparo con motivo del centenario de la Revolución del Sur y escucha, entre otros entrevistados, el nombre de la doctora en historia Gloria Villegas Moreno, me interrumpe con voz apenas audible por una garganta débil: —¡Gloria! ¡Mi gran amiga! —él mismo fue director de la Facultad de Filosofía y Letras de la unam, como Villegas Moreno lo es actualmente—. En fin, —le escucho decirme de nuevo—, casi no puedo hablar, ¿no prefiere venir otro día?, —me pregunta con la esperanza de que asintiera—, pero al ver mi decidido pero cálido deseo de permanecer con él, acepta: —Adelante, a ver hasta dónde llegamos. 7 LYA GUTIÉRREZ escepticismo, a veces cargado de resentimiento, otras veces de impotencia, un conjunto de murales donde se enlazan las figuras de los advenedizos y los traidores—, se proyectarán en el quehacer del novelista. Pocas cosas escaparán a su mirada crítica y esa narrativa describirá, muchas veces sin tapujos, los ascensos de los caudillos y los asesinatos de las masas irredentas. 8 —Maestro, ¿cómo era el México de poco antes de la Revolución Mexicana? Un México desgarrado, mutilado, con el acecho constante de la brutalidad del invasor, un México de grandes cascos de hacienda en el campo y de palacetes afrancesados en las ciudades importantes, que vive una dictadura —la del orden y progreso, la del “mátenlos en caliente”, la de poca política y mucha administración—, que pretende pasar a la historia como la única capaz de poner al país en la ruta de la dignidad, de la industrialización y del capitalismo moderno. A fines del siglo xix, este país amenazado por el vecino del norte y cuya casta dirigente y envejecida le da la espalda a la realidad, es descrito en páginas proféticas por los mejores novelistas, anuncios muy claros en torno a la violencia reprimida que muy pronto estallará hacia todos los rumbos. Vendrán los diez años decisivos —los de la Revolución. Los más violentos de la historia de México—. Vendrán con su carga brutal de tanto tiempo de insatisfacción, resentimiento, persecuciones. La “bola” rodará por todas partes. Diez años que ante la mirada del creador literario cambian el mundo desde el centro hasta la periferia; Madero se levanta en 1910 con la bandera de “Sufragio efectivo, no reelección”, después serán asesinados Emiliano Zapata, Venustiano Carranza, Francisco Villa y Álvaro Obregón. A las figuras legendarias se suma la brutalidad de los hechos, de los acontecimientos; las anécdotas son extraordinarias, al parecer infinitas de unos y otros revolucionarios. En este aspecto, las voces colectivas recogen de la realidad un conjunto de hazañas que sobrepasan los límites de la objetividad histórica. Nunca antes en la historia de México se había llegado a tales asombros; sin lugar a dudas, la Revolución es el encuentro más extraordinario de los mexicanos a lo largo de su historia. Ya no es el choque de mundos que nunca han convivido; ya no es la lucha contra el invasor, el apátrida o el conquistador. Es la lucha fratricida de un extremo a otro del país. Y sus protagonistas encarnan la rebeldía, las demandas, las insatisfacciones de muchos grupos que vienen de los de abajo. Su lucha, Lya, arranca desde largo tiempo y por fin sale a la superficie; surge de las huelgas de Cananea y Río Blanco a la promulgación de la Constitución del 17; de las proclamas de los hermanos Flores Magón, a las primeras conquistas de los ferrocarrileros…, nunca faltan las figuras heroicas. Por lo tanto, el novelista no puede ser sólo un espectador de tales aconte cimientos… —se queda un momento en silencio, luego agrega—, porque la vida sobrepasa todo lo imaginado. —Y mientras tanto, maestro Azuela, ¿qué pasaba con la gente pensante que emergió de la dictadura de más de 30 años? Como punto de encuentro, la Revolución puso a prueba a las conciencias más lúcidas. Los que estaban formados por y para el antiguo régimen no pudieron sobrevivir a la gran derrota, fueron muertos en vida durante sus últimos años y su literatura se quedó detenida o se proyectó hacia un pasado lejano, hacia un mundo distante en el que los juegos de la historia; de una recreación muchas veces falsa, fueron la única salida de su vocación más profunda. Mundos de piratas, de virreyes, de monjas, de leyendas coloniales y sagas de cortesanas o de arzobispos se ubicaron en sus bibliotecas donde todavía la figura del héroe del 2 de abril —Díaz, el general invicto— era el protagonista de la historia del país. Actualmente se ha desatado el boom de novelas y trabajos sobre los revolucionarios. Entre los escritores de finales del siglo xx y principios del xxi, creo que se debe de leer a Paco Ignacio Taibo quien ha publicado varios textos sobre Pancho Villa; de Ignacio Solares, Madero, el otro; de Eduardo Lizalde, su novela Siglo de un día…, –se queda un momento pensando, luego remata–: entre otros. —¿Es esto producto del interés de los lectores o se debe a que apenas estamos conociendo a los personajes históricos y que aún falta mucho por saber de ellos? ¡Sí los conocemos! Lo que pasa es que el acercamiento cambia la perspectiva porque cada día encontramos puntos de vista, cosas novedosas. Se han ido abriendo los archivos y hemos encontrado cosas que no sospechábamos como la vida privada de los líderes de los movimientos revolucionarios y claro, todas esas novedades las reflejan los escritores. Hay que pensar que en los años posteriores a la contienda armada, cuando se empiezan a vislumbrar las nuevas letras, el nuevo arte, México no salía todavía de una Revolución confusa, un lustro después de la promulgación de una de las Constituciones más avanzadas del continente, Álvaro Obregón dirigía los destinos de un país a la deriva. Eran tiempos tempestuosos y privilegiados con José Vasconcelos al frente de Educación Pública. Se pintan los murales de antiguos recintos, el modernismo se muere y nace el estridentismo. Es el tiempo del inicio de “Por mi raza hablará el espíritu”; de las ediciones populares de los clásicos; de una extraordinaria campaña de alfabetización y de la creación de nuevas carreras técnicas y universitarias. —Mientras le doy tiempo al maestro Azuela de descansar unos instantes de un acceso de tos seca que se niega a irse, tanto o más que yo, hojeo brevemente sus datos curriculares, así reparo en que sus obras han sido traducidas al inglés, francés, alemán, portugués, italiano, ruso, polaco, búlgaro, neerlandés y rumano. Que entre sus publicaciones se encuentran las ediciones críticas de El águila y la serpiente, de Martín Luis Guzmán (Barcelona 1983); Los de abajo, de Mariano Azuela (Caracas, 1991); Al filo del agua, de Agustín Yáñez (Unesco, París, 1992); La antología: Narradores de la Revolución Mexicana (Madrid 1986), de las novelas: El tamaño del infierno (México, 1973); Manifestaciones del silencio (México, 1979); La casa de las mil vírgenes (Barcelona, 1983); El matemático (México, 1989). Entre sus cuentos destacan: Los ríos de la memoria (Madrid, 2003) y dos biografías: Prisma, acerca de Mariano Azuela (México, 2003) y Agustín Yáñez en las letras y en la historia (México, 2004). Al cabo de unos instantes, le escucho decir: —Mire, no sé cuánto tiempo más podré hablar pero de Entrevista inédita a Arturo Azuela Mire usted, en esa década, parece que todo acontece; el dictador sale del país y muere años después en la Ville Lumiére, muerte histórica que es tema de novela; el pretoriano Victoriano Huerta, alcohólico rodeado de gente ilustre —González Martínez, Nemesio García Naranjo, José López Portillo y Rojas, entre otros—, es el nuevo cacique que se suma a la lista de los dictadores latinoamericanos. Y así, de lo regional a lo nacional, se desdoblan los temas y dan lugar a una extraordinaria materia prima que el escritor no llevará sólo como un equipaje sino como parte de sí mismo, de su interioridad, de las desesperanzas, enconos o de gritos soterrados que muy pronto pasarán a la palabra escrita. Esa década formidable donde afloran todas las pasiones, las utopías y las vilezas, donde al ideario plasmado en la constitución se añaden las confrontaciones de figuras con dimensiones históricas; esa dé cada de definiciones políticas se proyecta hacia el futuro como ninguna otra en la historia del México contemporáneo, de ahí parten muchos vicios y encrucijadas de la historia presente. 9 LYA GUTIÉRREZ 10 acuerdo a sus preguntas, lo que no pueda ya responder porque la garganta no me lo permita, antes de despedirnos le daré unos documentos escritos por mí, yo le indicaré lo que dará respuesta a mis respuestas inconclusas. —Maestro, usted conoció a grandes escritores mexicanos. ¿Cómo conceptúa la obra de Martín Luis Guzmán, de su abuelo Mariano Azuela, de Agustín Yáñez, Juan Rulfo y José Revueltas? Sé que ha escrito sobre ellos, incluso ha impartido conferencias. Mire, Lya, Martín Luis Guzmán es un autor descendiente de los grandes historiadores del siglo xix, de Lucas Alamán, de José María Luis Mora, de Bustamante, de Orozco y Berra, de Riva Palacio y no se olvida jamás de los liberales de la Reforma; siempre vuelve a todos ellos, una y otra vez. Para recrear la época, no se conforma con la memoria, se vuelve investigador de hemerotecas, de bibliotecas y de archivos y cuantas veces lo requiere vuelve al campo de los acontecimientos a través de diálogos, reportajes, entrevistas, del retrato, de la confrontación de sus protagonistas. Selecciona sus materiales con la agudeza del historiador y la anticipación del periodista; eso es lo que le permite, en no pocas veces, estar ahí, en el centro mismo de los cambios definitivos de la Revolución y lo refleja en sus dos grandes novelas, El águila y la serpiente, y en La sombra del caudillo. Por su parte, Mariano Azuela, el fundador de la novela de la Revolución ya había escrito un conjunto de testimonios de gran valor para la historia del país a lo largo de su obra narrativa. Escribe sobre su entorno con una verdad y con una fuerza que jamás se separan del estilo del autor pero no se olvida de la memoria del historiador. En sus descripciones existen la mano, el oído, los ojos del perfeccionista a través de los cuales el escritor de Lagos de Moreno —como su hijo Salvador, como su nieto Arturo—, recreaba en su mente aquellos hechos que su memoria había fijado por los caminos de la Revolución; conocía las exigencias del cronista, pero hacía siempre un esfuerzo por ir más allá de los hechos cotidianos; inventará situaciones y anécdotas, pero nunca se olvidará de los planos históricos. Algunos pasajes de Los de abajo, revelan una comprensión profunda, aunque fugaz, de lo mexicano. Su experiencia vital y los conocimientos científicos, sus afanes culturales y su dedicación al héroe anónimo y a las figuras de la insurgencia, la Reforma y la Revolución, hacen de la mirada histórica de Mariano Azuela una combinación de muchas caras y varias sustancias: no es ni providencialista ni defensor de leyes históricas. Rastrea en las voces colectivas, en sus desesperanzas, en sus utopías y retrocesos la situación histórica del país; sin tampoco olvidar a varios protagonistas, entre ellos a Madero o a Francisco Villa. Con su fuerza expresiva y prosa eficaz, hace que la voz de los desheredados represente la corriente esencial de la historia, aquellos que hablen por esa voz, que la entiendan, la interpreten, que sean su mejor eco, calarán en las vetas más profundas de la historia del país. Su lista de personajes es extraordinaria: mexicanos de cuerpo entero que van de Los de abajo, a Nueva burguesía; y de Los fracasados a Las tribulaciones de una familia decente. Pero con el tiempo, tras varias críticas que calaron hondo en Mariano Azuela, tras la indiferencia de varios de sus contemporáneos, de un vacío que se le hizo y que lo orilló a no aceptar ingresar a la Academia Mexicana, el también autor de las novelas La malhora, El desquite, y La luciérnaga, antes de las cuales la mayoría de los académicos veía con indiferencia la obra del médico laguense que se había mudado de Peralvillo a una calle cercana al Puente de Nonoalco, acepta en cambio ingresar como socio fundador al Seminario de Cultura Mexicana —con compañeros como Frida Kahlo— y al Colegio Nacional. Años después, al cambiar de aires y de vientos, cuando ya habían ingresado a la Academia Mexicana José Vasconcelos, Martín Luis Guzmán, Antonio Caso, Carlos Pellicer, Xavier Villaurrutia y Jaime Torres Bodet cuando la dirigía don Alfonso Reyes y cuando le hubiera gustado estar entre amigos, sintió que ya era demasiado tarde para el arrepentimiento. Ahora bien, de Agustín Yáñez, valoro su actitud y honestidad literaria; existe una relación entre el sicoanálisis y la novela Al filo del agua, cuyo erotismo es digno de un análisis encaminado a la sexualidad y a la concepción de la mujer dentro de la Revolución Mexicana. Algunos críticos han sostenido que Al filo del agua no es una novela histórica que aspire a recrear Cuando llega a ese punto, Azuela Arriaga, con la bufanda de lana de tejido escocés que se ajusta en torno a su garganta, se queda un momento en silencio. Lo miro y trato de adivinar su pensamiento; tal vez acaricia a lo lejos un ayer o un México que no logro atrapar, o quizás regresan a él las letras memorables de una época también memorable que hace tiempo dejó de existir y que sin embargo, narradores como el maestro Arturo Azuela la vuelven a recrear ante nuestros ojos. De pronto continúa. —Mucho podría decir de Yáñez, como que en su novela Yahualica (1949) junto a los perfumes, colores, ruidos y decires, el aislamiento cultural, la ausencia de libertad de expresión, el férreo cacicazgo y el clericalismo sin cortapisas de muchos rincones mexicanos, se aprecia la importancia de la historia —concepción, personajes, lenguajes y escenarios—, en el trabajo del narrador, como en el resto de su obra, como en Al filo del agua. Sin ir más lejos, Agustín Yáñez tuvo la capacidad de salir de lo particular, de lo íntimo, lo común y corriente y pasar a una identificación general con la condición humana. En cambio Rulfo era un escritor cercano al nihilismo. En sus obras Pedro Páramo y El llano en llamas, se refleja una visión pesimista de la historia. Era catastrofista, su obra tiene una relación cercana con el existencialismo y hay que leerla y releerla varias veces para poder ser entendido en toda su enorme amplitud. Hay que notar que algunos críticos toman como personaje central a Pedro Páramo, cuando en realidad lo central en esa novela, es el pueblo. Un pueblo muerto donde no viven más que ánimas, donde todos los personajes están muertos y aún quien narra está muerto. Entonces no hay un límite entre el espacio y el tiempo. Los muertos no tienen tiempo ni espacio. Y así como aparecen, se desvanecen. Una de las claves evidentes de la historia del país la representa Pedro Páramo: hijo, nieto, bisnieto de caciques, el último terrateniente de un mundo erosionado. En la mayoría de sus cuentos, Juan Rulfo nos entrega la recreación de la soledad de muchos pueblos jaliscienses en el período posrevolucionario, y sobre todo, a lo largo de la rebelión cristera. El mismo Rulfo insistió en la importancia de esta rebelión: “guerra intestina que se llevó a cabo en pueblos con ideas muy conservadoras, entusiastas de los soldados descalzos del ejército de Cristo Rey”. Entrevista inédita a Arturo Azuela las características esenciales de un momento determinado en el pasado nacional. Nada más ajeno a la verdad: Al filo del agua es una novela con un compromiso histórico, con un andamiaje donde la historia del país juega un papel esencial: Los rumores van y vienen, las noticias sobre las fiestas del Centenario se acumulan, los movimientos de Madero son conocidos al detalle y el pueblo entero anuncia la llegada de grandes acontecimientos. En realidad, mi admiración por su obra arranca desde el fondo de los tiempos, desde mis primeras lecturas de novelas mexicanas cuando jamás imaginé que la vocación literaria iba a ocupar las mejores horas de mi vida. El cacique de Comala no se compromete con guerra intestina alguna; él compromete a otros. “¿Cuánto necesitan para hacer su 11 LYA GUTIÉRREZ Revolución?”, le pegunta Pedro Páramo a un jefe de los que andan levantados en armas. Y más tarde agrega: “El dinero se los regalo, a los hombres nomás se los presto. En cuanto los desocupen, mándenmelos pa’acá”. Y fíjese en su importancia: en unos cuantos fragmentos el autor nos da su concepción escéptica de la Revolución Mexicana, la misma de Mariano Azuela, la que también siguieron Martín Luis Guzmán, José Man cisidor, José Vasconcelos, José Revueltas. Sin embargo, la obra literaria de Rulfo no se encierra en esas evidencias históricas. Al fin y al cabo sus protagonistas están más allá de las contingencias temporales, aunque están ahí, frente y junto a una realidad que nadie puede olvidar; ellos se aíslan del ámbito terrenal y se hospedan en sus infiernos y en sus purgatorios, ellos recuerdan los paraísos perdidos y la esperanza de los antepasados que al fin lograron la salvación eterna. 12 También tuve la oportunidad de tratar a José Revueltas quien solía narrar especialmente ambientes carcelarios bajo un mundo etílico que al fin lo devoró. Tenemos la necesidad de estudiar a fondo a este escritor bajo su propia concepción marxista, la cual resultó suma mente interesante para estudiantes del marxismo europeo, —se queda unos instantes pensando, toma unos sorbos de agua, luego mueve la cabeza y refiere—: Revueltas, acusado varias veces de sedición, rebelión y motín, fue injustamente criticado por su amistad y su compromiso con estudiantes y profesores en momentos difíciles para la nación. Disidente y militante, cambió el curso de la narrativa mexicana. Sus repor tajes periodísticos son memorables. Sus personajes, como los de Mariano Azuela, se mueven en el anonimato, salen de la entraña del pueblo. José Revueltas no se dirige nunca a los escenarios o a los mundos interiores de los protagonistas ejemplares; se queda con el hombre de la calle, el de la pulquería, el del callejón o el de la vecindad. En fin, hay en estos cinco autores que acabo de mencionar, un denominador común, ellos fueron los que a través de la narrativa entregaron los mejores testimonios de la historia de México del siglo xx. De hecho, la entrevista, la crónica y la nota periodística realizadas puntualmente son aliados de historiadores y narradores no presentes en los hechos. Decía que esos autores describieron, cada uno a su manera, a los desheredados anteriores y posteriores a la Revolución que nunca han encontrado ni paternidad ni mucho menos un horizonte donde alguna luz neutralice sus graves problemas. En los últimos lustros, después del derrumbe de aquellas alucinaciones sobre el milagro mexicano, al fin y al cabo la narrativa no huyó. La novela de la Revolución mexicana ha entregado, en general, una visión escéptica de un fenómeno histórico que se inició entre la búsqueda de profundas transformaciones y el ir y venir de las acciones heroicas; un proceso que después apagó las voces espontáneas de las multitudes y dio lugar a la confirmación de los movimientos fríos y calculadores de los políticos encumbrados y de los negociantes de muy diversas parcelas. Dejo descansar nuevamente al maestro Azuela que para ese momento ya casi no tiene voz. Tomo los documentos que me obsequia para acompañar alguna frase o laguna de esta entrevista. Antes de retirarme, se levanta del sillón donde ha estado sentado durante esta conversación. Me guía a uno de los estantes de libros que le rodean, selecciona uno y, generoso, antes de obsequiármelo, estampa una dedicatoria, obra que a partir de ese momento ocupará un lugar relevante en mi librero. Regreso a Cuernavaca, durante el camino miro de vez en vez ese paquete que viaja junto a mí y pienso en sus últimas palabras de esta entrevista: Hoy en día, muchas verdades se esconden y, en el silencio, se quedan muchos gritos aislados, cada vez más solitarios, de los rebeldes que aún no han perdido la esperanza. Palabras, estas últimas, que me hacen reflexio nar en la conciencia social de Azuela Arriaga, la misma que heredó de su abuelo, el de Los de abajo, al que en su tiempo se le hiciera el vacío; el de la enorme cultura, como la de su hijo Salvador quien también fuera presidente del Seminario de Cultura Mexicana y la de su nieto Arturo, todos, de apellido Azuela. Todos con su particular aporte a las letras mexicanas y a la patria a través de la cultura a lo largo del siglo xx e inicios del xxi. Coincidencias y diferencias ENRIQUE SUÁREZ-ÍÑIGUEZ* E l lenguaje existe para comunicarnos, para expresar nuestras ideas, sentimientos, observaciones o experiencias. Las palabras son los tabiques con los cuales lo construimos. En la ciencia, los conceptos son piezas fundamentales y, en ocasiones, el centro sobre el que giran las explicaciones. En las ciencias naturales una vez que se define un concepto (materia, energía, átomo, luz, etc.) todos lo utilizan con ese significado. En las ciencias sociales, por desgracia, no sucede así, sino que cada quien puede llamar de distinta manera al mismo objeto de estudio o definir un concepto de diferente forma. A veces, incluso, se modifica sustancialmente el significado original, como pasó con élite que, para Pareto, indicaba los más capaces y que Laswell transformó para designar a los de más arriba. En otras ocasiones, se pone más cuidado en la utilización de un término atractivo que en definirlo con precisión. Kuhn le proporciona al término paradigma un lugar central en su obra más famosa, pero lo define de varias y distintas maneras y Dahl le da dos significados diversos a poliarquía.1 Otras veces se llega a deformar un concepto por su calificativo. Guillermo O’Donnell acuña “democracia delegativa” para designar un proceso de elecciones libres en donde se compite para gobernar * Doctor en Ciencias Políticas, profesor titular “C” de la Facultad de Ciencias Políticas de la unam. Investigador nacional nivel III, miembro de la Academia Mexicana de Ciencias y miembro fundador del Consejo Mexicano de Investigación en Ciencias Políticas. 1 Thomas Kuhn, The Structure of Scientific Revolutions, Chicago, The University of Chicago Press, 1970. Por lo general, Kuhn entiende por paradigma el cuerpo de teorías, leyes, métodos científicos aceptados comunmente en una época; los parámetros dentro de los cuales se realizan las investigaciones; el statu quo de la ciencia. Otras ocasiones lo hace sinónimo de teoría o de teoría dominante o para designar una teoría mejor que otra. En otro momento afirma que es una teoría que “ordena” y otra vez llega a decir que es un “vehículo” para una teoría científica. Y toda esta variedad en el mismo libro. Robert Dahl Poliarquia. Participación y Oposición, México, rei, 1993. Dahl utiliza poliarquía tanto para indicar distintos centros de poder como para referirse a una situación ideal en oposición a la real (democracia). ENRIQUE SUÁREZ-ÍÑIGUEZ “virtualmente exentos de todo tipo de restricción salvo las impuestas por relaciones de poder desnudas, no institucionalizadas” y donde el gobernante no tiene que dar cuentas ni puede ser sancionado.2 Como se podrá observar, esta “democracia delegativa”, de democracia, no tiene nada (salvo las elecciones libres). Los términos que dan título a este trabajo son, también, ejemplos de la confusión en la que, con frecuencia, se cae en las ciencias sociales, los medios de comunicación y la política. Veamos en qué consisten verdaderamente. Liberalismo El liberalismo es una filosofía y como tal abarca distintas esferas de la vida humana. Lo central para el liberalismo es la libertad del individuo en todos los campos, una libertad que ningún Estado, poder, grupo o persona tiene el derecho de vulnerar porque es una libertad natural, consustancial al ser humano. La filosofía liberal defiende y promueve la libertad de pensar y obrar conforme cada quien considere conveniente, sin importar si los demás, la mayoría o quien sea, están o no de acuerdo (respetando, por supuesto, los derechos y la libertad de terceros). Por eso el liberalismo se manifiesta en libertades concretas: de asociación, expresión, conciencia, pensamiento, religiosa, política, personal, etcétera. 14 Ahora bien, si los absolutistas, como Bodin y Hobbes, habían escrito para justificar la centralización absoluta del poder en manos del monarca, Locke, considerado el padre del liberalismo, escribió su Ensayo sobre el gobierno civil precisamente para derruir los planteamientos absolutistas. De ahí que si bien al liberalismo le interesa la libertad del individuo en todos los campos, lo que en particular le importa es la libertad del individuo frente al Estado. Tanto Hobbes como Locke partieron de la elaboración de una teoría del contrato social para explicar por qué los individuos forman una sociedad, pero la concibieron de distinta manera. Para Hobbes el estado natural era un estado de guerra de todos contra todos, donde no había ley, justicia ni propiedad.3 Locke, por el contrario, sostenía que los hombres han sido creados libres e iguales y que en el estado natural existía completa libertad de actos, propiedades y personas, las cuales no dependían de la voluntad de nadie salvo de la propia. En ese estado natural también había igualdad pues todo poder y toda jurisdicción eran recíprocos. Si bien el estado de naturaleza de Locke no es como el de Hobbes, donde el hombre es el lobo del hombre, tampoco es adecuado: es un estado inseguro. El hombre, ahí, vive lleno de “sobresaltos y de continuos peligros”,4 por lo que requiere un pacto para entrar en sociedad con otros y poder así garantizar la seguridad de vidas y bienes. Al tener el individuo una libertad natural no puede verse sometido al poder, voluntad o autoridad de ningún hombre salvo por consentimiento, y éste se otorga mediante convenio con otros hombres para reunirse en una comunidad y poder así vivir una vida cómoda, segura y pacífica disfrutando de sus bienes. Para lograr esto se necesita una ley común y un juez que la haga valer. Ser libre, entonces, es hacer lo que las leyes permiten, pues si se pudiera hacer lo que prohíbe la libertad se acabaría al tener todos el mismo poder. Por eso la libertad política consiste en la “tranquilidad de espíritu” que proviene de la confianza que cada uno tiene en su seguridad.5 Mucho se ha dicho y escrito sobre que el liberalismo defiende la propiedad privada, pero Locke lo hizo desde un punto de vista filosófico no como doctrina económica o posición 2 Guillermo O’Donnell “Democracia Delegativa” Contrapuntos, Argentina, Paidós, 2000, p. 294. 3 Thomas Hobbes Leviatán, México, fce, 1984 (edición original 1651). 4 John Locke Ensayo sobre el gobierno civil, Madrid, Aguilar, 1976, p. 93 (edición original 1690). 5 Ch. L. Montesquieu Del espíritu de las leyes, México, Sepan Cuantos de Porrúa, 1977 (edición original 1748). siempre que alguien saca alguna cosa del estado en que la naturaleza la produjo, ha puesto en esa cosa algo de su esfuerzo, le ha agregado algo que es propio suyo; y por ello, la ha convertido en propiedad suya. Habiendo sido él quien la ha apartado de la condición común en que la Naturaleza colocó esa cosa, ha agregado a ésta, mediante su esfuerzo, algo que excluye de ella el derecho común de los demás. Siendo, pues, el trabajo o esfuerzo propiedad indiscutible del trabajador, nadie puede tener derecho a lo que resulta después de esa agregación, por lo menos cuando existe la cosa en suficiente cantidad para que la usen los demás”.6 Es entonces cuando Locke pone el ejemplo de las bellotas recogidas al pie de un encino o de las manzanas arrancadas al árbol. ¿Cuándo se considera que fueron suyas? “Es evidente que si el acto de recogerlo no hizo que le perteneciese, ninguno de los otros actos pudo darle la propiedad”. Pero como vimos antes, eso es cuando existe suficiente para los demás, pues los hombres no deberían acaparar más de lo que puedan consumir antes de que se eche a perder. Todo lo que excede de ese límite corresponde a los otros. “Dios no creó nada con objeto de que el hombre lo eche a perder o lo destruya”. Lo mismo sucede con la tierra: cada individuo es dueño de la que pueda trabajar y ésa es la “medida de su propiedad”. Claro que el propio Locke admitió que con el invento del dinero se puede intercambiar y acaparar, pero no de manera abusiva y de ninguna forma cuando se trata de bienes indispensables para todos, como el agua. Cuando Locke se refiere, por ejemplo, a la posibilidad de acaparar mayores extensiones de tierras de las que cada quien puede trabajar, señala explícitamente que esa apropiación debe ser legítima y “sin daño para nadie”. Los liberales contemporáneos, los verdaderos, no los llamados neoliberales, asumen los planteamientos filo sóficos de los clásicos y consideran como lo esencial del liberalismo, la libertad del individuo, en particular frente al Estado o cualquier tipo de poder. Popper lo señaló con nitidez: “llamo liberal no al simpatizante de un partido político, sino simplemente a un hombre que concede valor a la libertad individual y que es sensible a los peligros inherentes a todas las formas del poder y de la 6 John Locke op. cit., p. 23. Liberalismo, neoliberalismo y libertarismo política. Si para el liberalismo cada individuo es dueño de su propia persona y nadie, fuera de sí mismo, tiene derecho a ella, de ahí se sigue que lo mismo sucede con lo que su cuerpo realiza, con su trabajo: es de su propiedad. En otras palabras, el trabajo es el título de propiedad. La argumentación de Locke es extremadamente interesante. Veámosla. 15 ENRIQUE SUÁREZ-ÍÑIGUEZ 16 autoridad”.7 Los liberales contemporáneos tam bién entienden la libertad como sus clásicos, es decir, como la ausencia de impedimentos para cumplir la voluntad, pero establecen la diferencia entre regular y restringir. De lo que se trata es de que el individuo esté libre de restricciones para hacer o dejar de hacer todo aquello que de manera legítima le permita realizarse a sí mismo y progresar en todos los órdenes (social, econó mica, política o moralmente) dentro de la sociedad. Por ello, como señalé antes, el liberalismo se manifiesta en libertades concretas. En ese sen tido, el liberalismo es también libertad de op ción, libertad de vivir y creer en lo que cada quien considere conveniente a condición de respetar la libertad de los demás y las leyes que rigen (si una ley es injusta se puede y se debe luchar por derogarla). Por otra parte, muchos liberales contemporáneos —si bien no todos— se manifiestan claramente a favor de la participación del Estado en la distribución de la riqueza y la dirección de la sociedad; lo que no quiere decir que apoyen un Estado excesivo que pretenda imponer o prohibir cuestiones que le atañen exclusivamente al individuo. En suma, el liberalismo cree en el valor del individuo, en su derecho a vivir su vida de la manera en que lo considere conveniente y en la libertad de ese individuo frente a toda opresión, en particular del Estado. Neoliberalismo Si nos atenemos al término, éste debería sig nificar un nuevo liberalismo, pero no es así. Aunque tiene una cierta fundamentación filosófica no es una filosofía sino una doctrina económica. Esa fundamentación la dio Friederich Von Hayek considerado por muchos como el principal exponente de esa doctrina, pero Hayek mismo era un economista, no un filósofo. La fundamentación la dio a partir del concepto de mano invisible de Adam Smith. El proceso de mano invisible explica que lo que parece ser el propósito o el objetivo de alguien en realidad no lo es. El mercado, así, es el fruto de un desarrollo natural, espontáneo, surge y se desenvuelve sin que nadie se lo haya propuesto. Por ello, cuando el gobierno pretende regularlo 7 Karl Popper Conjeturas y refutaciones. El desarrollo del conocimiento científico, Barcelona, Paidós, 1983. Quitando esa fundamentación filosófica que pocos neoliberales conocen, lo que queda es sólo una doctrina económica. ¿En qué consiste? Ante todo en “adelgazar” al Estado (gobierno, empresas estatales y paraestatales). Los neoliberales se manifiestan por un Estado que participe lo menos posible en la economía y que ese sitio lo ocupe el sector privado, el cual deberá tener el predominio. Los neoliberales se expresan a favor de la ley de la oferta y la demanda (algunos de manera estricta y otros aceptando algunas regulaciones) y, en las últimas décadas, por la globalización. Pretenden un mercado universal, tanto de productos industriales y comerciales como del sector financiero, por lo cual necesitan, sobre todo, en los países en vías de desarrollo, modernizar puertos, carreteras, aeropuertos, así como los sectores industrial, comercial y financiero. A esto, o poco más, se reduce el llamado neoliberalismo. El resultado de las políticas económicas neoliberales ha sido el enriquecimiento de los sectores cúpula de la sociedad y la apertura de la brecha de la desigualdad social. Sin la participación clara y decisiva del Estado, el desarrollo benefi ciará a los que más tienen. A diferencia del liberalismo que, como filosofía, abarca distintas esferas de la vida humana y que por ello se manifiesta en libertades concretas, a los neoliberales la libertad que les interesa primordialmente es la de mercado. Desean otras libertales en la medida en que son necesarias para aquélla y para vivir en una sociedad abierta, pero sus demandas y políticas van encaminadas a la libertad de mercado. Los gobernantes neoliberales no están a favor de la libertad del individuo frente al poder. No desean ciudadanos concientes que luchen por sus derechos sino ciudadanos pasivos que no se opongan a sus políticas. Por todo lo hasta aquí expuesto resulta claro que un liberal no tiene por que ser neoliberal ni viceversa. El término neoliberal es uno de los más desafortunados porque ha desvirtuado lo que significa el verdadero liberalismo y porque ha generado confusión. En realidad debería ser “neoconservadurismo”. Liberalismo, neoliberalismo y libertarismo o dirigir la economía lo que produce son desajustes como la inflación, el desempleo, la recesión o la depresión. Al mercado hay que dejarle seguir su propio desarrollo. Hayek es un enemigo del llamado Estado benefactor. 17 ENRIQUE SUÁREZ-ÍÑIGUEZ 18 Libertarismo8 Surgió dentro de la teología que defendía el libre albedrío en oposición a una concepción determinista de la conducta humana. En el siglo xix representaba un individualismo filosófico que se manifestaba a favor del derecho a la propiedad y desde mediados del siglo xx se entiende como una filosofía política que defiende la libertad absoluta del individuo (sin más límite que la libertad de los otros) de manera mucho más radical que el neoliberalismo. Algunos lo identifican con el anarquismo pero, en realidad, es otra cosa. Al igual que para los neoliberales, los libertarios creen que el Estado surgió de manera natural por un proceso de mano invisible, pero sus fundamentos filosóficos son más profundos. Locke había señalado que en el estado de naturaleza los individuos son dueños de sus actos, de sus personas y de sus bienes para usarlos como mejor lo consideren “sin necesidad de pedir permiso y sin depender de la voluntad de otras personas”. Apoyado en esta idea, el más influyente filósofo libertario contemporáneo, Robert Nozick planteó el sustento moral y filosófico del libertarismo: “los individuos tienen derechos, y hay cosas que ninguna persona o grupo puede hacerles sin violar esos derechos”.9 Los derechos individuales ocupan todo el espacio de los derechos, por lo que cabe preguntarse qué es lo que podría hacer el Estado o sus funcionarios sin afectar esos derechos. Dado que la filosofía moral establece el trasfondo y los límites de la filosofía política, lo que las personas pueden o no pueden hacerse unas a otras limita lo que pueden hacer por medio del Estado o para crearlo. Por ello, el Estado mínimo, limitado a proporcionar seguridad contra la violencia, el robo y el fraude, al cumplimiento de contratos, etc., es el único Estado que se justifica. Esto, como se ve, no es anarquismo, al que Nozick critica. Cualquier otro Estado más extenso viola los derechos de las personas y, por tanto, es inmoral. Como se podrá notar, los planteamientos libertarios son mucho más radicales que los de los neoliberales. En particular, el libertarismo sostiene que el Estado no puede obligar a los individuos a hacer algo o prohibirles actividades para su propio bien y progreso. Por ello, por ejemplo, se opone al pago obligatorio de impuestos, pues esto significa que el Estado se está apropiando del producto de una parte del trabajo de las personas para destinarla a fines ajenos a ella. No importa si el fin es bueno, como ayudar al desvalido o al menos afortunado: la única manera legítima de hacer esto es voluntariamente. El libertarismo sostiene que todas las relaciones humanas deben estar basadas en actos voluntarios. Por eso está también en contra de la distribución de la riqueza que el Estado extenso considera una de sus principales tareas. Según Nozick esa posición parte de considerar las pertenencias como se encuentran hoy, pero la propiedad debe ser vista históricamente. Se trata de los principios de justicia en la adquisición, de justicia en la transmisión y de rectificación de injusticias, si las hubo; y si esto fue realizado de manera legítima, la propiedad es justa. La llama teoría retributiva de la justicia. Su fundamento lo había establecido Locke con el ejemplo de las bellotas del encino y de las manzanas del árbol: lo que hace a alguien dueño del producto es el trabajo que pone en él. El libertarismo no sólo no acepta ningún tipo de violación a los derechos del individuo sino tampoco a las restricciones indirectas. Se llaman así porque lo que prohiben no es sólo la acción directa sino la que, de manera indirecta, sin intención, puede causar un daño a la persona. Aquí el fundamento moral es la consideración kantiana de que las personas son fines y no medios. Dentro de lo que se ha llamado libertarismo post-Nozick destaca lo establecido por Tiber R. Machan quien afirma que el libertarismo es la versión “purificada” del libertarismo norteamericano; que éste no sólo se basa en autores como Locke sino en la propia Declaración de Independencia de 1776 y que esa Declaración es, en esencia, un documento libertario. Ahí se apunta que todos los hombres han sido creados iguales y con ciertos derechos inalienables 8 Sigo aquí mi propia contribución sobre el término que presenté para el Diccionario de Justicia que publicará la Universidad Autónoma de la Ciudad de México. 9 Robert Nozick Anarquía, Estado y Utopía, México FCE, 1990, p. 7. Contra esa posición de derecha, existe también un libertarismo que se dice de izquierda. leftlibertarianism. Incluso se ha llegado a afirmar que en sus orígenes fue de izquierda porque estaba contra el Estado que favorecía los privilegios de los dueños del capital en detrimento de los trabajadores, y que las imposiciones del Estado, como impuestos, regulaciones, tarifas, subsidios, etc., restringieron la competitividad y, por ende, limitaron la demanda de trabajo y las oportunidades de auto-empleo. El libertarismo es también considerado de izquierda por algunos libertarios por oponerse al imperialismo, a la guerra, a las violaciones a las libertades civiles y a la detención arbitraria. El libertarismo de izquierda defiende tanto los derechos del individuo como las demandas por la igualdad material. Sostiene que los recursos naturales, como la tierra, el agua, el aire, los minerales, pertenecen a todos de “alguna” manera igualitaria y que, por tanto, no pueden ser apropiados sin el consentimiento de los demás miembros de la sociedad o sin un “significativo” pago por ello. También se afirma que el libertarismo puede ser compatible con un Estado “robusto” que busque una distribución de la riqueza en beneficio de los más pobres y procure bienes y servicios que el “mercado” no ha proporcionado. Para hacer esto, Vallentyne propone dos medios: que el Estado se financie a través de los que violan los derechos, “extracting the costs of enforcement from those who violate rights” y, como vimos, que aquellos que se apropian de recursos naturales paguen una “renta competitiva por los derechos adquiridos”. Sin embargo, esto parece más una fantasía que un programa político que pueda aplicarse. El propio Vallentyne admite que su objetivo es sólo mostrar la “posibilidad” de un libertarismo que sea compatible con una “significativa” actividad del Estado.11 A pesar de los que defienden un libertarismo de izquierda, lo sustantivo del libertarismo es la defensa de la libertad del individuo, sin más límites que la libertad de los demás; el derecho a la propiedad privada; la oposición a un Estado que vaya más allá de proporcionar seguridad y trato igual a todos a través de la ley; el rechazo a la coacción, en particular del Estado, y la aseveración de que todos los actos en la sociedad deben ser realizados de manera voluntaria. 10 V éase Tiber R. Machan y D. Craig Libertarianism. For and Against, Lanham, Maryland, Rowman & Littlefield Publishing, 2005 y Tiber R. Machan Libertarianism Defended, Hampshire, Ashgate Publishing Limited, 2006. 11 Véase P. Vallentyne “Libertarianism and the State” Social Philosophy & Poliicy Foundation, Vol. 24, issue 01, January 2007. Liberalismo, neoliberalismo y libertarismo y que para asegurar esos derechos se ha constituido el gobierno. La Declaración destaca los derechos a la vida, a la libertad y a la búsqueda de la felicidad. Según Machan, al proteger el gobierno los derechos básicos –el “bienestar general”– el ciudadano puede buscar su “bienestar específico”, su propia felicidad. Para conseguir ésta cuenta con el apoyo de la familia, la Iglesia, las compañías y clubes y otro tipo de asociaciones y organizaciones, a condición de que sea una ayuda voluntaria. Machan aborda también el problema quizá más cuestionado del libertarismo: su oposición al pago de impuestos o a cualquier otra medida coercitiva para la distribución de la riqueza. El cree que el sistema legal de una “buena comunidad” puede garantizar tanto la libertad como la igualdad, pero sólo una igualdad moral y política. En una sociedad así se considera a toda persona como igual a otra “sólo” en lo que respecta a su naturaleza humana. Cada individuo es tratado como un agente moral, como un fin en sí mismo y no como herramienta para la consecución de metas que no ha elegido voluntariamente. Para los propósitos de la justicia política lo único relevante es la igualdad ante la ley. Buscar la igualdad en otros campos es “imposible y por tanto erróneo”.10 19 ENRIQUE SUÁREZ-ÍÑIGUEZ Coincidencias y diferencias Veamos primero las coincidencias entre el liberalismo y el libertarismo. Los dos son filosofías y los dos se basan en Locke. Ambos defienden la libertad del individuo frente al Estado. Uno y otro aceptan la necesidad de apegarse a la ley y los dos sostienen el derecho a la propiedad privada. Las diferencias son significativas. El liberalismo es una filosofía mucho más amplia que abarca, como vimos, distintas esferas de la vida humana. No sólo se refiere a la libertad del individuo frente al Estado sino frente a cualquier grupo o persona y por ello exige libertades concretas como las de asociación, expresión, conciencia, pensamiento, personal, etc. Quizás por eso algunos autores hablan de liberalismo político, liberalismo económico, liberalismo ético, pero en realidad es un solo liberalismo. Implica la libertad de elegir la propia forma de vida en todos los campos. El libertarismo, por su parte, es sólo una filosofía política. 20 El liberalismo afirma que el Estado y la sociedad fueron creados voluntariamente a través de un contrato social; el libertarismo asegura que fue por un proceso natural de mano invisible. A pesar del auto-denominado libertarismo de izquierda o a excepción de él, el libertarismo acepta sólo un Estado mínimo, vale decir, un garante de la seguridad y del cumplimiento de la ley y los contratos. Sostiene que el Estado no debe imponer o prohibir nada que vaya más allá de eso, a menos que sea aceptado voluntariamente por los individuos. El libera lismo, en cambio, no necesariamente está a favor del Estado mínimo. Son muchos los liberales que se manifiestan clara y abierta mente por un Estado participativo que regule la economía y la vida social. Creen en la necesidad de que ocupe un lugar primordial en la conducción de la sociedad y en proporcionar servicios de calidad para todos, como en la educación o la salud, por ejemplo. Por ello el liberalismo, o una buena parte de él, señala como función esencial del Estado la distribu ción de la riqueza y los empleos. El libertarismo, en cambio, se opone contundentemente a cualquier medida de distribución de la riqueza que no sea voluntaria. Si el libertarismo afirma que todo lo que vaya más allá del Estado mínimo es inmoral, el auténtico liberal lo que considera inmoral es la tremenda desigualdad social y económica. Si Nozick es el filósofo por antonomasia del libertarismo contemporáneo, el liberalismo tiene diversas figuras intelectuales que van desde Locke y Montesquieu hasta Berlin, Popper o Rawls, por citar sólo algunos nom bres ilustres. Así pues, a pesar de algunas coincidencias, las diferencias entre estas dos filosofías son grandes e importantes. No puede confundirse una con la otra. Aun aquellos liberales que desean un Estado mínimo aceptarían más participación del mismo que cualquier libertario (y subsisten, además, las otras diferencias). Respecto al neoliberalismo, la principal desemejanza es que es una simple doctrina económica. Aunque en teoría los neoliberales aceptan diversas libertades, lo que más les interesa, como ya dije, es la de mercado. A los gobernantes neoliberales poco, si acaso, les importa la libertad del individuo frente al Estado. Un neoliberal se inclina por un Estado mínimo en lo económico pero querrá un Estado fuerte capaz de instaurar las medidas neoliberales contra la oposición de amplios y diversos grupos sociales y será un acérrimo enemigo de un Estado participativo. En lo que se refiere a la distribución de la riqueza, el neoliberalismo se expresará a favor en el discurso, pero las medidas neoliberales tienden a abrir la brechas de la desigualdad. Liberalismo, libertarismo y neoliberalismo coinciden en que el sector privado debe ocupar un lugar significativo en el desarrollo económico, si bien el grado de participación varía según sus distintas concepciones. Finalmente, quiero señalar una situación curiosa pero significativa para mí, y es que podemos encontrar liberales y libertarios entre la gente común, entre personas de diversas clases sociales, pero los neoliberales, en cambio, suelen ser los miembros de las élites económicas, sociales y políticas; lo que demuestra claramente a quiénes benefician esas políticas. JACQUELINE PESCHARD MIEMBRO TITULAR Un tema reciente de la gobernanza democrática A ctualmente, las ideas de transparencia y derecho a la información forman parte de la agenda pública de la gobernanza democrática en prácticamente todo el mundo. Hoy, es impensable hablar de gobierno democrático sin que estén incorporados estos principios como ejes rectores del despliegue cotidiano de las políticas públicas. De hecho, son temas que se han colocado en el centro de la deliberación sobre los requisitos indispensables para el fortalecimiento de las democracias. Los derechos fundamentales de tercera generación, entre los que se encuentra el de acceso a la información pública, están ya reconocidos tanto por nuestra Constitución Política (Art. 6º, 2007), como por tratados internacionales que México ha suscrito (Declaración Universal de los Derechos Humanos (1948), Convención Americana de Derechos Humanos (1969) el Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos (1966).1 Sin embargo, a pesar de la centralidad que han cobrado la transparencia y el acceso a la información en todo el mundo, estos temas no formaron parte del elenco de los procesos de democratización, los cuales estuvieron enfocados a cambios en las instituciones políticas formales, es decir, en las elecciones, la representación política, la participación ciudadana y/o los movimientos sociales. 1 El derecho a la información se ha identificado como parte de una ola novedosa de derechos humanos, que tiene una importancia equivalente a los derechos civiles, políticos y sociales. Bovens, Mark, “Information Rights: Citizenship in the Information Society”, en The Journal of Political Philosophy, vol. 10 #3, 2002. JAQUELINE PESCHARD De hecho, en México, nuestro largo proceso de transición a la democracia estuvo centrado en lograr elecciones limpias, confiables y disputadas y en construir un sistema de partidos plural y competitivo. No fue sino hasta que se alcanzó dicho objetivo cuando surgieron en el debate público los temas de la transparencia y el acceso a la información, los cuales se convirtieron en elementos constitutivos de un segundo escalón en la democratización que pondría el énfasis en la administración del gobierno. Cuando volteamos los ojos para ver cuándo y cómo se han ido regulando la transparencia y el acceso a la información como características de la gestión gubernamental en una democracia y como derecho de las personas a saber y conocer cómo toman sus decisiones y cómo gastan los gobiernos, respectivamente, encontramos un primer antecedente que se remonta a hace más de 200 años, en 1776 en Suecia con la Ley para la Libertad de Prensa y el Derecho de Acceso a las Actas Públicas. Dicha ley perseguía impulsar la libertad de expresión y la vigilancia cuidadosa del gobierno, sobre todo por parte de los periodistas, con el fin de exhibir las deficiencias burocráticas. Es decir, estaba orientada a robustecer la labor de la prensa y, por ende, a impulsar la libertad de expresión, asegurando que los periodistas y reporteros tuvieran acceso a la información gubernamental, en el entendido que eran ellos quienes tenían la función de informar a la sociedad. 22 Pero, aquella ley fue un caso único, ya que las siguientes se registraron durante la segunda mitad del siglo xx (Finlandia en 1951, eua 1966) y la gran mayoría de las legislaciones en transparencia se promulgaron después de 1990 y a partir del 2000 se han ido extendiendo a lo largo y ancho de todos los continentes.2 Así, mientras que en el 2000 apenas 45 países contaban con una ley en la materia y éstos se concentraban en las naciones más desarrolladas de Europa Occidental, Estados Unidos, Canadá, Australia, Nueva Zelanda, Japón o Israel, para 2013, 92 países se habían incorporado a la lista y éstos abarcaban desde Gran Bretaña y Suiza, pasando por México y Perú, Pakistán y la India, o Etiopia y Angola.3 ¿Cómo explicar que estos asuntos que hoy resultan tan relevantes para la gobernanza democrática tardaran tanto tiempo en formar parte de la agenda pública? Una primera explicación de lo reciente de estas leyes, a la vez que de la proliferación explosiva de las mismas hacia fines del siglo xx y principios del xxi deriva del debilitamiento que ha experimentado la legitimidad electoral, en buena medida por la incapacidad de la democracia para responder a las crecientes demandas de los ciudadanos en contextos sociales cada vez más complejos y con poblaciones que demandan respuestas específicas a sus distintas necesidades.4 Esa pérdida de densidad democrática de las elecciones, porque la legitimidad de origen de los gobiernos no se traduce inmediatamente en una gobernanza democrática, explica que exista un desencanto frente a las promesas incumplidas de dichas formas de gobierno.5 2 Para 1990 sólo doce países contaban con una ley de transparencia y acceso a la información. Banisar, David, Freedom of Information and Access to Government Record Laws Around the World, www.privacy/international.org, 2004. 3 Mendel, Toby, “Transparency Laws Index”, Centre for Law and Democracy, Canadá, 2011, www.law-democracy.org 4 Rosanvallon, Pierre, La légitimité démocratique, Paris, Seuil, 2008, p. 15. 5 Bobbio, Norberto, El futuro de la democracia, México, fce, 1990. Eso estuvo lejos de ser el caso y así lo demuestran los datos de las encuestas sobre cultura política en la región latinoamericana. En el contexto de una gran mayoría de países con regímenes electorales democráticos, se aprecia una creciente frustración frente a las “promesas incumplidas” de la democracia que ha llevado a que en 2013 se registre un índice de confianza en la democracia como forma de gobierno ideal de sólo 57% y una insatisfacción con el funcionamiento de la democracia de apenas 39%.6 En contrapartida, el avance mismo de la democratización electoral en el mundo ha fomentado la construcción de una ciudadanía más educada e informada que no está conforme con una participación meramente convencional y en calendarios fijos, como es la electoral, y que reclama tener un involucramiento más sustantivo en los asuntos colectivos. Es decir, hay una demanda de mayores espacios de participación de parte de distintos sectores sociales con objeto de estar en mejores condiciones de aprovechar los programas y políticas que despliegan los gobiernos y, desde luego, para ejercer más activamente sus diversos derechos. Sin duda alguna, también ha influido en la reciente proliferación de leyes de transparencia, la revolución informática que hemos vivido en los últimos lustros y que ha permitido generar y almacenar volúmenes antes inimaginables de información, que pueden viajar a una gran velocidad y 6 El promedio de apoyo a la democracia en 2013 fue de 56% (México sólo registró un 37% de apoyo). El nivel de insatisfacción con el desempeño de la democracia en 2013 en la región fue de 39%, mientras que en México, sólo de 21%. Informe del Latinobarómetro, 2013, www.latinobarometro.org ser consultados por cantidades enormes de personas desde lugares remotos. Los sistemas informáticos con los que contamos hoy en día han impactado la gestión gubernamental porque la información que elaboran o resguardan los entes públicos pueden organizarse, conservarse y depurarse más fácilmente y ello ayuda a que sean consultables de forma rápida y sencilla. Dicho de otra manera, los grandes avances tecnológicos no solamente han estimulado la comunicación constante y fluida entre las personas, a través de internet y las redes sociales, sino que han acercado a la población a las decisiones y las acciones de sus gobiernos que, en principio, ya pueden ser consultadas electrónicamente y desde el lugar donde se encuentre la persona. Empero, para que efectivamente se puedan revisar con mayor celeridad los registros públicos, echando mano de las innovaciones tecnológicas, es necesario que los archivos gubernamentales estén adecuadamente clasificados y resguardados no sólo por un principio de orden administrativo, sino para que puedan ser liberados o publicitados y con ello cumplir con las obligaciones de transparencia.7 Los grandes acontecimientos internacionales también han incidido en la proliferación reciente de leyes de transparencia y acceso a la información. El derrumbe del socialismo real, expresado gráficamente en la caída del Muro de Berlín, rompió la bipolaridad del mundo para erigir a la democracia en la forma de gobierno reconocida universalmente como válida. Después de la oleada democratizadora que ocurrió en el plano electoral durante los últimos dos decenios del siglo xx, a la que se refiriera Samuel Huntington,8 fueron surgiendo corrientes de opinión que reivindicaban dar un salto adelante en la consolidación de los gobiernos democráticos, 7 El adecuado resguardo y orden de los archivos gubernamentales no siempre tuvo el fin de la publicidad en la mira, por lo que tenerlo ahora implica incorporar un nuevo objetivo a los esquemas de la gestión documental. Merino, Mauricio, “El desafío de la transparencia organizacional”, en Bustillos, Jorge y Miguel Carbonell (coords.), Hacia una democracia de contenidos: la reforma constitucional en materia de transparencia, Méx., unam, ifai, pp. 127-140. 8 Huntington, Samuel, The Third Wave: Democratization in the Late Twentieth Century, Oklahoma, Oklahoma University Press, 1993. Los claroscuros de la transparencia En efecto, las transiciones a la democracia que se sucedieron a lo largo de los últimos decenios del siglo xx generaron grandes expectativas frente a lo que implicaría el arribo o el retorno a la democracia, después de regímenes militares o autoritarios. Se consideraba que la democracia no sólo incorporaría a la ciudadanía a las decisiones públicas, abriendo cauces para su participación, sino que desembocaría, casi mecánicamente, en la generación de respuestas eficaces a los grandes problemas económicos y sociales de la población. 23 JAQUELINE PESCHARD exigiendo una gestión gubernamental eficaz y eficiente, capaz de rendir cuentas puntuales de su actuación y de dotar a la población de instrumentos de control sobre sus gobiernos. Los temas de la transparencia y el acceso a la información se han convertido en referencias “políticamente correctas” de cualquier desempeño gubernamental que se reclame democrático. A ello responde la enorme acogida que ha tenido la convocatoria a la llamada Alianza por el Gobierno Abierto, convocada por el gobierno norteamericano de Barak Obama. Esta Alianza es una plataforma multilateral voluntaria, cuyo objetivo es progresar en la puesta a disposición del público información gubernamental en formatos abiertos y reutilizables y, por ello mismo, útiles para la población. Esta iniciativa, lanzada en 2011 por ocho países, entre los que estuvo México, y que hoy suma a 63 naciones, plantea un esquema de colaboración estrecha entre gobiernos y organizaciones de la sociedad civil como fórmula para determinar qué información debe de ser publicada, con base en lo cual se establecen los compromisos de apertura de información de cada gobierno involucrado.9 Ciertamente esta Alianza no puede sustituir a las leyes de acceso a la información que pugnan por el derecho de las personas por solicitar cualquier información que pueda estar en manos de los gobiernos por el sólo hecho de que son ellas las propietarias de la información pública que servidores y funcionarios solamente resguardan. Todos estos fenómenos que distinguen a nuestra época muestran cómo se ha ido moviendo el centro del debate democrático de la política propiamente dicha a la administración de políticas públicas, que se orientan a responder a demandas de grupos sociales específicos. Esta tendencia se registra también en nuestro país, a partir del año 2000 en que empezaron a surgir demandas de un ejercicio de gobierno expuesto al escrutinio público y una manera de lograrlo en primer lugar es vía el acceso a la información pública gubernamental. 24 Tal parece, entonces, que una vez saldada la cuenta con los principios básicos de una democracia que es la salvaguarda de los derechos fundamentales y políticos, es necesario regular y darle vigencia a procedimientos para que la población esté en condiciones de saber y conocer qué hacen las autoridades, cuánto y en qué gastan y qué resultados alcanzan con sus decisiones. El desarrollo de la transparencia y el derecho a la información en México Los antecedentes A lo largo de la larga época de la hegemonía del pri, los derechos políticos estaban reducidos a una estricta formalidad, pues no estaba vigente ni el derecho al voto libre y competido, ni los demás derechos escritos en la Constitución, además de que el gobierno no estaba sometido a la vigilancia de los ciudadanos. Existía una suerte de consenso pasivo alrededor del régimen de un solo partido que ofreció estabilidad política y cierta modernización económica. Fue lo que se conoció como la paz del pri. Los gobernantes en México no estaban sometidos a ninguna exigencia de rendición de cuentas, ni existían vías para reclamarles responsabilidad por sus actos y decisiones. Como bien ha señalado Andreas Schedler, “todo funcionario era, en última instancia responsable solamente ante el Presidente de la República, quien a su vez era responsable solamente ante los fantasmas históricos de la revolución mexicana”.10 Sin embargo, la primera reforma en materia de información se remonta a 1977 en ocasión de la primera gran reforma político-electoral que abrió el sistema de partidos a nuevas corrientes de opinión, ofreciéndoles espacios de representación popular por la vía de diputaciones 9 Alianza por el Gobierno Abierto (Open Government Partnership) www.opengovpartnership.org 10Schedler, Andreas, “Mexico: Democratic Transition and Beyond”, en Burnel, Peter, Vicky Randal and Lise Rakner (eds.) Politics in the Developing World, Oxford, Oxford University Press, 3era ed., 2010. El hecho de que este párrafo se incorporara al texto constitucional en el marco de la reforma política electoral explica por qué tardó 25 años en reglamentarse. Por ello, cuando algún particular acudió al Poder Judicial para exigir el cumplimiento de dicho mandato constitucional, la Suprema Corte de Justicia le dio una interpretación peculiar y hasta coyuntural. Así, en 1992, se estableció que el derecho a la información era una garantía social de los partidos políticos para expresar sus opiniones a través de los medios de comunicación; en 1996 la Suprema Corte lo interpretó como una fórmula a la que debían obligarse las autoridades, para abstenerse de dar información tendenciosa, incompleta o falsa. Los claroscuros de la transparencia de representación proporcional. Dicha reforma modificó el artículo 6º constitucional para establecer que “el derecho a la información será garantizado por el Estado”. Fue en 1997, en ocasión de la solicitud de información sobre la matanza de Aguas Blancas en Guerrero que la Suprema Corte sentenció: “Que las autoridades se abstengan de dar a la comunidad información manipulada, incompleta o falsa, so pena de incurrir en violación grave a las garantías individuales”.11 Dicho de otra manera, sólo veinte años después se concibió al derecho a la información como una garantía individual, o como un derecho fundamental, consagrado por la Constitución. Esos veinte años coincidieron con la época de la transición a la democracia mexicana que estuvo enfocada a lograr elecciones limpias y competidas. Los entonces partidos de oposición y las organizaciones y los movimientos sociales de muy distinto tipo y objetivo, tenían en común un reclamo democrático que era esencialmente electoral. El consenso social giraba alrededor de la demanda del respeto estricto al derecho a votar como palanca para conquistar gobiernos con un origen democrático, es decir, que sólo la voluntad de los ciudadanos contara para conformar los poderes. Aunque la demanda de transparencia como un ingrediente indispensable de procesos electorales confiables estuvo presente a lo largo de la transición, fue una suerte de implícito, es decir, de telón de fondo, que no formaba parte de los principios rectores de la autoridad electoral (certeza, legalidad, imparcialidad, independencia y objetividad). A pesar del retraso en la reglamentación del derecho a la información previsto en la Constitución, en enero de 1994, en el contexto del levantamiento zapatista y de cara a la elección presidencial de ese año que se perfilaba políticamente complicado, un conjunto de intelectuales, políticos, miembros de organizaciones civiles de muy diversos signos políticos hicieron un pronunciamiento denominado 20 compromisos por la democracia, el cual planteaba que sólo a través de la democracia podrían resolverse los grandes problemas nacionales y hacía un llamado a los candidatos presidenciales a adoptarlos. El documento, respaldado por más de 2000 firmas , incluía propuestas agrupadas en cinco grandes temas: 1) respeto al voto; 2) fortalecimiento del Poder Legislativo; 3) fortalecimiento del Poder Judicial; 4) fortalecimiento del desarrollo estatal y municipal y 5) fortalecimiento de los derechos ciudadanos. Dicho de otra manera, planteaba una visión que iba más allá de la sola demanda de elecciones limpias y confiables, para abordar los ejes centrales de un gobierno democrático. Justamente el compromiso #20 demandaba “reglamentar el derecho ciudadano a la información” que ya estaba previsto en la Constitución desde 1977.12 11Cossio, José Ramón, “El derecho a la información en las resoluciones de la Suprema Corte de Justicia de México”, en Anuario de Derecho Constitucional Latinoamericano, 2002, pp. 305-332. 12“1994: Veinte compromisos por la democracia”, Desplegado de ciudadanos, Revista Proceso, 17 enero 1994. 25 JAQUELINE PESCHARD No fue sino hasta después de la elección presidencial del 2000 que trajo la alternancia en el Ejecutivo Federal, siendo la prueba de que ya contábamos con elecciones que cumplieran los estándares democráticos, que los temas de la transparencia y el acceso a la información cobraron fuerza. Una vez pasada la aduana de elecciones democráticas, el siguiente paso obligado era lograr que la gestión gubernamental se sometiera al escrutinio público como fórmula para avanzar hacia su democratización. La oleada de leyes de transparencia en México Muy poco después del arribo al poder del gobierno de la alternancia, en 2001, una coalición de organizaciones de la sociedad civil, periodistas y académicos se reunió en la ciudad de Oaxaca en el Seminario de Derecho a la Información y propusieron avanzar en la consolidación a la democracia a través de un decálogo de principios básicos para regular el acceso a la información: 1) un derecho humano universal; 2) la información pública pertenece a las personas; 3) máxima apertura de los poderes del Estado; 4) obligación de publicar y entregar la información que posea el Estado; 5) procedimientos ágiles, sencillos y a costos mínimos; 6)mínimas excepciones a la norma; 7) organismo autónomo para promover la apertura y resolver controversias; 8) tras la pista del dinero; 9) consistencia jurídica y 10)promoción del federalismo.13 A partir de dicha declaración, el Grupo Oaxaca elaboró una propuesta de iniciativa de ley de transparencia para diciembre de 2001 y un año después fue promulgada la Ley Federal de Transparencia y Acceso a la Información Pública Gubernamental. 26 La Ley estableció los principios de la publicidad de los documentos en manos de las autoridades y los procedimientos para que cualquier individuo, sin revelar su nombre ni su interés, pudiera solicitar información de cualquier organismo público federal de manera gratuita. También se fijó que un órgano independiente –el ifai– regulara las controversias entre las personas y los entes gubernamentales en materia de acceso a la información en la administración pública federal, para garantizar el derecho de las personas a la información. Los demás poderes y los organismos constitucionales autónomos federales contarían con su propio órgano garante de transparencia. Al ser el ifai un órgano descentralizado de la administración pública federal, sólo podía ser competente para garantizar el acceso a la información en el caso de las dependencias y entidades de dicha rama de gobierno. De ahí que, aunque la ley obligara a los demás poderes y a los órganos autónomos, el ifai sólo podría impulsar la transparencia en esos casos, por la vía de convenios de colaboración. El consenso detrás de la legislación en transparencia y acceso a la información hizo que en el curso de los siguientes cinco años, todos los estados y el Distrito Federal promulgaran sus respectivas leyes en la materia.14 Sin embargo, cada congreso estatal le imprimió diferentes principios a su respectiva ley de transparencia, o como dice Pedro Salazar, “el proceso de creación normativa en pocos años abarcó todo el territorio nacional, pero lo hizo a ‘manchas de leopardo’”,15 es decir, con diferentes alcances y diferentes sujetos obligados de transparencia. En efecto, mientras que en algunas entidades las leyes de transparencia incorporaron todos los principios, en otras, el acceso a la información estuvo limitado por requisitos adicionales (demostrar el interés jurídico, identificarse, ser oriundo del estado). Es decir, el mapa de leyes de 13En el marco del Seminario de Derecho a la Información, académicos, organizaciones no gubernamentales y más de 70 representantes de medios de comunicación redactaron la Declaración de Oaxaca, 24 de mayo 2001. www. eluniversal.com.mx 14De hecho, las primeras leyes de transparencia fueron promulgadas en Sinaloa y Jalisco en 2002 y para 2007 ya se habían sumado el resto de las entidades federativas. 15Salazar, Pedro, “Presentación”, en Bustillos, Jorge y Miguel Carbonell (coords.), Hacia una democracia de contenidos: la reforma constitucional en materia de transparencia, Méx., unam-ifai, 2007, p. XIV. De ahí surgió el movimiento a favor de la segunda reforma constitucional en materia de derecho a la información que buscaba darle al derecho mayor consistencia. La reforma constitucional de 2007 implicó incorporar un segundo párrafo al artículo 6º constitucional que incluía 7 incisos. Este movimiento tuvo la característica de surgir de la periferia hacia el centro, pues fue promovida por los gobernadores de Zacatecas, Chihuahua, Aguascalientes, Veracruz y el Distrito Federal, es decir, fue encabezado por miembros de las tres principales fuerzas políticas del país.16 Su propósito era establecer en el texto constitucional los principios y bases que debían regir al derecho en todo el país. Los claroscuros de la transparencia transparencia mostraba asimetrías entre unas y otras, generando ciudadanos de primera y de segunda, dependiendo de la entidad en la que se estuviera demandando información pública. La reforma constitucional de 2007 fue aprobada por un amplio consenso de las fuerzas políticas y de los congresos estatales y significó que el derecho de acceso a la información se erigiera en un derecho fundamental, es decir, en un “ámbito de libertad que la Constitución reconoce a las personas frente al Estado”.17 Los principios básicos del derecho a la información pública son: 1) 2) 3) 4) 5) 6) 7) toda la información en posesión de cualquier autoridad es pública y sólo podrá ser reservada temporalmente por razones de interés público, en los términos que fijen las leyes. En la interpretación de este derecho prevalecerá el principio de ‘máxima publicidad’; la información sobre la vida privada y datos personales será protegida como confidencial; toda persona sin necesidad de acreditar interés alguno tendrá acceso gratuito a la información pública o sus datos personales; se establecerán mecanismos de acceso a la información y procedimientos de revisión expeditos. Dichos procedimientos se sustanciarán ante órganos especializados e imparciales, con autonomía operativa, de gestión y de decisión; los sujetos obligados deberán preservar sus documentos en archivos administrativos actualizados y publicarán la información sobre sus indicadores de gestión y el ejercicio de los recursos públicos; las leyes determinarán la manera en que los sujetos obligados harán pública la información sobre recursos públicos; la inobservancia de las disposiciones en la materia serán sancionadas.18 Como cualquier derecho fundamental, el de acceso a la información tiene límites y éstos están establecidos en la propia Constitución (datos personales y vida privada; por razones de interés público en los términos establecidos en las leyes) y en la ley secundaria (seguridad nacional y pública; cuando menoscabe las relaciones internacionales y la estabilidad financiera, o ponga en riesgo la vida de alguna persona; secretos comercial, industrial, fiscal, bancario y fiduciario: averiguaciones previas, expedientes judiciales o procedimientos administrativos, en tanto no causen estado; opiniones y recomendaciones dentro de un proceso deliberativo, en tanto no se adopte la decisión definitiva).19 A pesar de que el transitorio de dicha reforma constitucional fijó un plazo de un año para que todas las leyes secundarias en transparencia –la federal y las 32 leyes locales– se adecuaran a los contenidos del artículo 6º constitucional, para 2012, persistían diferencias en los contenidos sobre diversos temas. Por ejemplo, sobre quiénes son sujetos obligados: en 14 legislaciones, incluyendo la federal, se contemplan a los partidos políticos como sujetos obligados indirectos, mientras que en 19 son sujetos directos que deben de responder a los requerimientos de información; 16 Los gobernadores elaboraron un documento conocido como “Iniciativa Chihuahua” donde proponían añadir al artículo 6º los criterios mínimos para ejercer el derecho de acceso a la información. López Ayllón, Sergio, “El acceso a la información como un derecho fundamental: la reforma al artículo 6º de la Constitución mexicana”, Cuadernos de Transparencia #7, ifai, 2009. 17Ibidem. 18 Ibidem. 19 Los límites a la “máxima publicidad” están concentrados en los artículos 13, 14 y 18 de la Ley Federal de Transparencia y Acceso a la Información Pública Gubernamental, ifai, 2009. 27 JAQUELINE PESCHARD sólo en tres legislaciones se señalan a los sindicatos como sujetos obligados indirectos; en 22 legislaciones se incluyen como sujetos obligados de transparencia a personas físicas y morales que reciban o manejen recursos públicos. En cuanto al estatuto jurídico y las competencias de los órganos de transparencia, en 18 legislaturas son autónomos constitucionalmente, mientras que en el resto (incluido el federal) sólo lo son por disposición de una ley. En 22 estados, los órganos de transparencia tienen facultad para sancionar a los servidores públicos que infrinjan la ley en la materia, mientras que en el plano federal, el ifai carece de dicha facultad. En 29 legislaciones, incluida la federal, las resoluciones de los órganos de transparencia son definitivas para los sujetos obligados, es decir, sólo los particulares, titulares del derecho de acceso a la información pueden impugnarlas por la vía del amparo.20 A diez años del derecho de acceso a la información En junio de 2013, al cumplirse diez años de vida del ifai, fue posible hacer un balance positivo de los avances en el ejercicio del derecho a la información pública. El tema se había incorporado de lleno a la agenda pública, de tal manera que el discurso político y cualquier iniciativa de ley o de reforma constitucional invocaba a la transparencia como un requisito de carácter transversal para la gestión pública en cualquiera de los niveles de gobierno, federal, estatal y municipal. De hecho, el principio de “máxima publicidad” se iría incorporando a los ejes rectores del funcionamiento de los organismos constitucionales autónomos. 28 La exigencia social de transparencia había ido en aumento y un buen número de organizaciones de la sociedad civil habían hecho del tema de la transparencia su objeto de investigación y análisis privilegiado y lo mismo se observaba en el plano de la investigación académica, en donde juristas, politólogos y administradores habían adoptado el tema como objeto de sus trabajos. A pesar de que el ifai carece de facultades sancionatorias para aquellos servidores públicos que no cumplan con sus resoluciones y no ofrezcan la información que se ha determinado como pública, las estadísticas muestran que 99% de los casos, las dependencias y entidades del gobierno federal acatan las resoluciones del ifai. Si bien el número de solicitudes de información ha ido incrementándose año con año y para 2013, la suma de requerimientos había rebasado el millón, sólo 3/10 personas en México conocen la Ley de Transparencia y Acceso a la Información y esta población se concentra en las áreas académicas, en empresas económicas, en los medios de comunicación y además se localizan dominantemente en el centro del país. Dicho de otra manera, el acceso a la información todavía es un derecho que no conoce el grueso de la población y si a eso le agregamos las diferencias en las interpretaciones sobre lo que es información pública y lo que es clasificada o reservada por parte de las diferentes autoridades del país y los propios organismos de transparencia, podemos concluir que aún estamos lejos de haber construido una cultura de la transparencia, con los mismos principios y criterios, capaces de introducir consistencia y coherencia al ejercicio de un derecho fundamental. Con todo, la transparencia sigue siendo incómoda para los gobiernos, porque el secreto ha sido durante siglos la esencia del poder, o como dijera Elías Canetti, “el secreto ocupa la misma médula del poder”.21 Por ello, no llama la atención que durante los últimos años, diferentes gobiernos, incluido el federal, intentaran modificar leyes de transparencia para reducir los alcances de la misma, para ampliar las reservas a la información y para limitar las facultades de los órganos garantes del acceso a la información. Un ejemplo de esos intentos regresivos fue 20Análisis del régimen de transparencia y acceso a la información en los estados y la federación, Méx., ifai, 2013. 21 Canetti, Elías, Masa y poder, Barcelona, Muchnik, 1994. Los claroscuros de la transparencia 29 la reforma al Código Federal de Procedimientos Penales en 2009 que estableció que las averiguaciones previas no serían públicas aunque ya estuviesen concluidas, salvo que hubiesen derivado en el no ejercicio de la acción penal y hubieran transcurrido entre tres y doce años, dependiendo del delito involucrado. Dicha reforma que fue avalada por todos los partidos políticos en el Congreso, implicaba que el principio constitucional de que la información será reservada solamente de manera temporal quedaba anulada por dicho Código.22 Hubo también intentos de modificar la legislación federal en materia de transparencia para colocar por encima del ifai a un tribunal, como el Federal de Justicia Fiscal y Administrativa para que lo sujetara a un control de legalidad, trastocando el principio constitucional de organismos garantes especializados. En el ámbito de los estados se registraron reformas legales para otorgar la facultad de garantizar la información a la Comisión de Derechos Humanos (Querétaro), rompiendo con la especialización, o para darle a un juez la facultad de revisar las resoluciones del órgano garante especializado (Campeche). También se registraron reformas legales para eliminar la gratuidad para el acceso a documentos públicos (Puebla). Al final, todos ellos pudieron ser controvertidos legal y mediáticamente, consiguiendo que al final fuesen anulados. 22 El decreto por el que se reforma el artículo 16 de Código Federal de Procedimientos Penales puede consultarse en el Diario Oficial de la Federación, 23 enero 2009. JAQUELINE PESCHARD La tercera reforma constitucional en transparencia En el contexto de socialización amplia del derecho de acceso a la información y de evidencias claras de la incomodidad que la transparencia sigue generando en las autoridades gubernamentales, en la coyuntura del cambio de gobierno, surgió la iniciativa de una nueva reforma constitucional para darle autonomía orgánica plena al ifai, ampliar el número de sujetos obligados y darle consistencia y homogeneidad a los criterios de apertura o reserva de la información. 30 La propuesta fue lanzada por el mismo presidente electo en septiembre de 2012 y muy rápidamente la tradujeron en iniciativas de las principales fuerzas políticas. La deliberación en el Senado de la República durante el primer periodo de sesiones de la LXII Legislatura fue un ejemplo de consulta amplia a muy diferentes actores involucrados: académicos, organizaciones sociales, autoridades de transparencia en todo el país y para diciembre de 2012 había aprobado un dictamen que contaba con el respaldo de las fuerzas políticas y la opinión pública. Sin embargo, la minuta de la reforma constitucional no fue discutida en la Cámara de Diputados con la expeditez, la amplitud y la inclusión con lo que lo había hecho el Senado, e incluso hubo intentos de eliminar el principio de “definitividad e inatacabilidad” para las resoluciones de todos los órganos de transparencia, es decir, volvieron a aparecer las tentaciones regresivas. No obstante, las denuncias de las organizaciones civiles y de los propios órganos garantes de transparencia impidieron que progresaran esos intentos de ponerle nuevos cotos a la transparencia. Finalmente, el trayecto de aprobación de la reforma concluyó con su publicación el 7 de febrero de 2014, una vez que ambas cámaras federales la aprobaron por mayoría calificada que la mayoría de los congresos estatales le dio su aval. Los puntos relevantes de esta reforma constitucional en materia de transparencia son: 1) el ifai deja de ser un órgano desconcentrado del gobierno federal para convertirse en un organismo constitucionalmente autónomo, al igual que todos los órganos de transparencia en las entidades federativas. Ello implica que el ifai ahora es competente para garantizar el derecho de acceso a la información en todos los entes públicos federales, a saber, los tres poderes y los órganos constitucionalmente autónomos. Además, sus resoluciones se convierten en definitivas e inatacables;23 2) el ifai deviene segunda instancia para todos los poderes locales y podrá conocer de recursos de revisión de particulares, inconformes con las respuestas de las autoridades estatales, o atraer de oficio alguna que tenga relevancia, o atender a una solicitud de revisión de parte del órgano garante local; 3) la obligación de transparencia se extiende a los partidos políticos, en tanto que son entidades de interés público, a todos los fondos y fideicomisos públicos, a 23 La excepción es que la Consejería Jurídica del gobierno federal puede impugnar ante la scjn resoluciones del ifai en materia de seguridad nacional, Art. 6, párrafo VIII de la Constitución. los sindicatos y a toda persona física o moral que reciba recursos públicos.24 Con ello, eleva a norma constitucional la definición de sujetos obligados que va más allá de los estrictamente entes gubernamentales o públicos y que ya estaba incorporado en algunas legislaciones estatales. La reforma constitucional recoge demandas de las organizaciones sociales que han demandado mayor consistencia y sistematicidad en la forma como se publica la información gubernamental y cómo deben desclasificarse documentos reservados una vez que concluye el período de clasificación. Por ello, hace una mención expresa a la legislación en materia de archivos, en el entendido de que sin archivos administrativos bien ordenados, resguardados y depurados, el acceso a la información se queda en una mera aspiración. Los claroscuros de la transparencia Con la misma lógica, la reforma contempla la creación de un Consejo Consultivo que tendrá por objetivo proponer al ifai mecanismos de gestión y de coordinación con otras autoridades para promover y dotar de mayor consistencia y efectividad a la transparencia y el acceso a la información. Son muchas las tareas que tiene por delante el ifai para asumir cabalmente las nuevas atribuciones y responsabilidades que le otorga esta reforma constitucional. A la par que el legislador discuta y apruebe las legislaciones reglamentarias y secundarias, derivadas de la reforma constitucional, el ifai deberá introducir cambios en su estructura organizativa y de dirección, a fin de poder resolver recursos de revisión de un mayor número de sujetos obligados, de naturaleza jurídica muy diferente, a la vez que habrá de robustecer sus procedimientos para impulsar la transparencia proactiva y todo ello deberá de hacerlo aprovechando al máximo sus recursos humanos y financieros. Para acometer estas nuevas tareas, el ifai tiene diez años de vida que le han permitido acumular experiencia y conocimiento en la materia. Cuenta con un capital profesional y humano en su estructura orgánica que constituye una plataforma sólida para impulsar la plena vigencia a este derecho fundamental. Las organizaciones sociales que han venido trabajando a favor de la transparencia seguirán jugando un papel esencial en este nuevo trayecto de la transparencia en México. 24 Decreto de reforma constitucional, Diario Oficial de la Federación, 7 feb. 2014. 31 Compañero VÍCTOR SANDOVAL Para Desiderio Macías Silva, poeta muerto en la ciudad de Aguascalientes, el 11 de febrero de 1995. A Yo quiero ser llorando el hortelano de la tierra que ocupas y estercolas compañero del alma… Miguel Hernández penas al inicio de febrero se nos fue Desiderio de sorpresa. Cuánto trigo perdimos en la empresa, qué buen trigo perdimos en febrero. Compañero del alma, compañero, espérame en el lago donde empieza, entre asombro y quietud, la niebla espesa; no me dejes tan solo en el sendero. Que no se caiga el puente y que no muera la rama ni la flor en primavera que a todos nos despierta y nos ampara. Si siempre fuimos juntos en la vida es poco el trajinar que nos separa; espérame en la muerte malherida. Afilador de estrellas y azucenas, relámpago de potros azulgrana, ya nadie ha de volver por la mañana a renovar la sangre en nuestras venas. Compañero del alma, compañero, fuiste luz y candor, todo pureza; lo quiero recordar porque lo quiero, te miro en lejanías. No hay tristeza sólo un viejo dolor que no mitigo. No me dejes tan solo compañero. Tú ya sabes el fin, amigo, amigo. Espérame en el alba, voy contigo. La memoria de ver COLECCIÓN Miguel Ángel Muñoz* * Miguel Ángel Muñoz (Cuernavaca, 1972) poeta, historiador y crítico de arte, colabora en los principales diarios y revistas de México. Ha trabajado con Eduardo Chillida, Rafael Canogar, José Luis Cuevas, Josep Guinovart, Roberto Matta, Antoni Tàpies, Richard Serra, Chema Madoz, Ignacio Iturria, Albert Ràfols-Casamada, Robert Rauschenberg y Louise Borgueois. Es autor de una docena de libros de poesía y crítica de arte, de un par de ellos Julián Ríos se ha expresado que: “su prosa la concreta en grado sumo en un poema que es también una suerte de lupa que nos permite ver lo invisible de la obra pictórica”. Es también director de la revista Tinta Seca. Cuenta con una colección de más de mil obras de artistas mexicanos y extranjeros con las cuales ha montado diversas exposiciones. Torsos 34 35 36 37 38 39 40 41 42 43 44 45 46 Arnaldo Coen 47 Créditos de imágenes 1. 2. 3. 4. 5. 6. 7. 8. 9. 10. 11. 12. 13. 14. 15. 16. 17. 18. 19. 20. 21. 22. 23. 24. 25. 26. 27. 28. 1. Albert Ràfols-Casamada – Secretos marinos 1 2. Albert Ràfols-Casamada – Secretos marinos 2 3. Albert Ràfols-Casamada – Secretos marinos 3 4. André Masson – Abstracto 5. Antoni Tàpies – Abstracto 6. Antonio Saura – Hormigas 7. Francesc Torres – Recorte 8. Francesc Torres – Torso gris 9. Francesc Torres – Tribilin 10. Joan Hernández Pijuan – Abstracto 1 11. Joan Hernández Pijuan – Abstracto 2 12. José Luis Cuevas – Hombre y mujer 13. José Luis Cuevas – Perfil mujer 14. José Luis Cuevas – Rostro hombre 48 15. Josep Guinovart 1 16. Josep Guinovart 2 17. Josep Guinovart 3 18. Joan Miró 19. Max Ernst – Abstracto 20. Pierre Alechinsky – Abstracto 21. Rafael Canogar – Sin título1 22. Rafael Canogar – Sin título2 23. Rubén Leyva – Abstracto 24. Rufino Tamayo – Cabeza de ídolo 25. Vicente Gandía – Flores 26. Vicente Gandía – Naturaleza 27. Vicente Gandía – Vaso con flores 28. Xavier Grau – Abstracto Asedios a su época ANTONIO ACEVEDO* SEMINARIO DE CULTURA MEXICANA Miembros titulares: Señor ANTONIO ACEVEDO ESCOBEDO Doctor SALVADOR ACEVES Maestra FANNY ANITÚA Licenciado SALVADOR AZUELA Escultor CARLOS BRACHO Maestra AMALIA DE CASTILLO LEDÓN Maestra ESPERANZA CRUZ Maestro FRANCISCO DÍAZ DE LEÓN Maestro AURELIO FUENTES Maestro JORGE GONZÁLEZ CAMARENA Doctor CARLOS GRAEF FERNÁNDEZ Maestro WIGBERTO JIMÉNEZ MORENO Licenciada GUILLERMINA LLACH Señor MAURICIO MAGDALENO Doctor PEDRO DANIEL MARTÍNEZ Doctor FRANCISCO MONTERDE Arquitecto ENRIQUE DEL MORAL Escultor LUIS ORTIZ MONASTERIO Licenciado JESÚS REYES RUIZ Maestro JUAN D. TERCERO Señor RODOLFO USIGLI Licenciado AGUSTÍN YÁÑEZ Maestra DIONISIA ZAMORA S ERÍA indispensable la destreza de un nadador profesional para no dejarse absorber por el remolino bibliográfico formado en torno a la figura de Benito Juárez, el discutido e indiscutible precursor del México moderno. Casi por espacio de cien años los estudiosos de múltiples países de América y Europa han venido cavando a golpes de penetración analítica los cimientos de ese monolito indígena postcortesiano. Un asedio tan perseverante logra en ocasiones iluminar intimidades recónditas, esclarecer la razón de ciertos impulsos, definir el alcance de determinadas acciones; pero la Esfinge recata aún el secreto decisivo. Dentro de cinco años se cumplirá un siglo desde que Juárez cayó en el silencio. Su nombre y su obra, sin embargo, siguen siendo * Trabajo leído por Antonio Acevedo Escobedo en la sesión del Seminario de Cultura Mexicana celebrada el 22 de junio de 1967, a las 19:30 horas, en su Salón de Actos (Brasil 31, altos), de la ciudad de México. ANTONIO ACEVEDO 50 una realidad presente, manifiesta. Aun en el remanso porfirista de principios de este siglo, su evocación sacudió al país mediante el contrapunto polémico de Francisco Bulnes –una de cal– y Justo Sierra –una de arena. En Querétaro, en 1917, fue inspiración. En 1967, a un siglo del rescate de la República, su memoria nos congrega en un intento de comprenderle un poco más. y emulando a lo laico a San Francisco de Asís, se subía a un árbol y predicaba a las ovejas en su lengua natal zapoteca, hasta aquella prueba final de su estoicismo en que, inerte en el catafalco de su reposo ante el panteón de San Fernando, resistió la embestida retórica de nada menos que once oradores, entre los que figuraron Vigil, Iglesias, Rosas Moreno, Chavero… ¡y hasta dos niños! Ligado en posición culminante por el destino a sucesos que incorporaron forzosamente a México al juego contemporáneo de los miembros internacionales, nuestro héroe civil se presta como pocos a la elaboración de estudios de esa especie tan predilecta de la didáctica germana, tales como “Juárez y la psicología indígena”, “Juárez y el Derecho Internacional”, “Juárez y la firmeza de carácter”, “Juárez y la Iglesia”, “Juárez y la legalidad”, “Juárez y el republicanismo”, “Juárez y Europa”, “Juárez y las relaciones exteriores”, y así hasta el infinito. No pueden contarse las incitaciones sugerentes que se presentan cuando se trata de abordarle. Así, pues, ante el escollo de enfocarle de modo sumario exponiendo cronológicamente sus dilatadas etapas de hombre público, con incursiones al ambiente, los tipos y costumbres que le sirvieron de marco, optamos por un método un tanto heterodoxo y desordenado. Nos complace recalcar que nuestra fuente principal de información proviene de ese modelo de crítica histórica titulado Juárez y su México, libro en el cual se contiene el macrocosmos de la época, y en donde su autor, Ralph Roeder, deja constancia perdurable de una imparcialidad objetiva nada común en un tiempo –el nuestro– supeditado a tantos factores de conveniencia o propaganda. La obra es el fruto de años de absorbente dedicación al tema, y tan manifiesta resulta la ecuanimidad de quien la escribió, que aun cuando necesariamente tiene que ocuparse en abundancia de los Estados Unidos y de Inglaterra, ningún lector común y corriente rescataría, del contexto, un indicio plausible para determinar su nacionalidad. Si los mexicanos pecamos a veces de una cortesía exuberante y superficial para demostrar ante nimiedades nuestra gratitud, ésta es una ocasión deparada a la medida para expresar de modo público, muy alto y rendido, el testimonio de nuestro reconocimiento a un tan desinteresado amigo, a un tan comprensivo escritor como Ralph Roeder. Como dada la amplitud del tema y la exuberancia vital del sujeto no podríamos componer una larga y solemne melodía wagneriana, preferimos acordar una serie de pizzicati desenfadados, pellizcando con la punta de la pluma la cuerda reveladora de las actitudes, de los desplantes humanos o verbales, de los acontecimientos que se ligan a él propio o a su contorno. En esta lectura vamos a ofrecer una serie de instantáneas casi fotográficas, apoyadas, gracias a su fugacidad, en una eficacia elocuente superior a la que podrían impartirles unos cansinos comentarios. Aun con saltos en el tiempo, cubrirán todo el ciclo de la vida de Juárez, desde que siendo pastor, Cualquiera diría que los mexicanos ilustres se reconocen porque en la infancia revelan dotes congénitas del menester pedagógico, pues si Sor Juana se abstenía del queso “porque hace rudos”, el niño Juárez, cuando su tío le llamaba en Oaxaca para tomarle la lección, llevaba él mismo la disciplina para ser castigado en caso de no saberla. Fue travieso, ¡aleluya!, contra el tácito dictamen de quienes gustan de verlo, ya desde adolescente, vestido de mármol. El joven acólito, en las noches de ejercicios, gustaba de arrojar en el templo pequeñas manzanas contra los penitentes. Asedios a Juárez y su época Fugado del plantel religioso y emprendida personalmente su re educación –“refinada y embellecida su ignorancia original con la ignorancia sagrada adquirida en el Seminario”, apunta el historiador–, no podía faltar la nota agorera que casi infaliblemente se registra en el albor de los predestinados. Miguel Méndez, otro prófugo del Seminario, tísico y vidente, dijo cierta vez a sus compañeros, señalando a Juárez: “Y éste que ven ustedes, reservado y grave, que parece inferior a nosotros, éste será un gran político, se levantará más alto que nosotros; llegará a ser uno de nuestros grandes hombres y la gloria de la patria”. Cuando Antonio López de Santa-Anna cursaba apenas el primer año de Mariscal Goering y el hombre de Guelatao andaba en los veintitrés años, aquél fue agasajado con una comida en Oaxaca. El señor de las ínfulas no supo, sino después, que uno de los mozos que le sirvieron, descalzo, era Juárez; razón de sobra para desdeñarle. Más tarde, una de sus estampidas empujó a Santa-Anna a las cercanías de Oaxaca; pero don Benito, ya gobernador, se dio la satisfacción de marcar el alto al “germen errante de la guerra civil”. Y éste diría en sus Memorias, con reconcomio supuestamente señoril: “Asombraba que un indígena de tan baja esfera hubiera figurado en México como todos saben”. Que doña Margarita Maza, la hija de respetable familia comarcana con quien desposó Juárez, compartía la sobriedad legendaria del consorte, lo prueba su comentario nupcial: “Es muy feo, pero muy bueno”. Iniciada en 1847, la gestión como gobernador duró cinco años. Fue probo y prudente. A los habitantes de la Sierra que acudieron a saludarlo, entregándole ofrendas de frutas, flores y maíz, les dijo que sabía sus necesidades y no había olvidado su origen. Los albergó en los corredores de su casa y en la mano de cada uno de ellos depositó un peso, en prenda del compromiso. Creó cincuenta escuelas más, fomentó la instrucción de la mujer, elevó el nivel de vida, pues, “hijo del pueblo –expresó–, sostendré sus derechos, cuidaré de que se ilustre, se engrandezca y se cree un porvenir y que abandone la carrera del desorden, de los vicios y de la miseria, a que lo han conducido los hombres que sólo con sus palabras se dicen sus amigos y libertadores, pero que con sus hechos son sus más crueles tiranos”. Desde entonces infundió tal respeto su fortaleza, que cierta vez sofocó un motín con sólo el bastón en la mano, y con la mano en las espaldas. ¿y qué decir del cumplimiento del deber? “Todas las mañanas, a las nueve en punto, los funcionarios regulaban su reloj por su llegada a Palacio, y las horas largas y laboriosas de la jornada transcurrían sin descanso”. Cuando entregó el gobierno del estado, Santa-Anna lo desterró arbitrariamente: le estorbaba su renombre. Resulta exacto este diagnóstico: “Tan poco entendía [Juárez] la psicología de la reacción, que se creyó víctima de un yerro político, y no de una regla política.” Recaló en Nueva Orleans, donde conoció a otro limpio varón de la Reforma, Melchor Ocampo, quien había prohijado ya el plan que incluía la separación del Estado y la Iglesia, la libertad de cultos, la desamortización de bienes del clero, la enseñanza laica y obligatoria... Fue la etapa de privaciones y esperanzas. Juárez trabajó en una fábrica de cigarros y, pues hizo lo mismo en una imprenta, modificó así el proloquio: “la letra con hambre entra.” Pero todo el tiempo de reposo lo consagraba al estudio. 51 ANTONIO ACEVEDO Acá, en 1853, Santa-Anna –doctor en fantochadas– se encaramó al poder. Requirió para sí el trato de Príncipe-Presidente y el título de Alteza Serenísima. Improvisó una corte y fundó órdenes nobiliarias; sólo le faltó decretar la venta de condecoraciones por kilo. Tras el oropel barato, su mira principal era frenar todo impulso democrático. Pero Álvarez y Comonfort, con quienes mantenían contacto los desterrados de Nueva Orleans, encabezaron el Plan de Ayutla que liquidaría el despotismo. Juárez, Ocampo, Arriaga, Mata, retornaron. Comonfort asumió la presidencia y Juárez ocupó la cartera de Justicia e Instrucción Pública. Del tal modo se mostraba dúctil con los conservadores el Presidente, que Ocampo, también designado ministro, pudo escribir de ahí a poco: “Como me explicó de plano Comonfort que la revolución seguía el camino de las transacciones, y como yo soy de los que se quiebran, pero no se doblan, dejé el ministerio. La casera pedía las llaves y yo, que me encontraba sin título para retenerlas, las entregué. Dudo mucho que con apretones de mano, como Comonfort me dijo que había apaciguado a México y se proponía seguir gobernando, pueda conseguirlo, cuando creo que los apretones que se necesitan son de pescuezo. El tiempo dirá quién se engañaba.” Entre tanto, el hombre de Guelatao, con calma y astucia, logró que en noviembre de 1855 se promulgara la “Ley Juárez”, la cual abolía los fueros eclesiásticos y militares y sometía a las clases privilegiadas a la jurisdicción de los tribunales civiles y de la ley común. El general Draga se sublevó. El cacique indígena Tomás Mejía hizo lo mismo. Manuel Doblado enarboló la bandera de “Religión y Fueros”. Los moderados llegaron al poder y Juárez dimitió; pero la tempestad quedó desencadenada. La historia ya se conoce: vino el Congreso Constituyente. 52 Para el ambiente de la época, nunca se habían dicho cosas tan terribles en una deliberación parlamentaria. Así Ponciano Arriaga, cuando expresaba que después de sucederse constituciones, gobiernos y códigos, no resultaba “nada de provechoso para esas clases infelices de donde salen siempre los que derraman su sangre en las guerras civiles... que pueblan las cárceles y trabajan en las obras públicas, y para los cuales se hicieron, en suma, todos los males de la sociedad, ninguno de sus bienes”. Así Ignacio Ramírez, que con acentos diabólicos sumaba sarcasmos: “Señores, el pacto social que se nos ha propuesto se funda en una ficción: he aquí cómo comienza: ‘En nombre de Dios’... yo bien sé lo que hay de ficción, de simbólico y de poético en las legislaciones conocidas... pero juzgo que es más peligroso que ridículo suponernos intérpretes de la divinidad... El nombre de Dios ha producido en todas partes el derecho divino; y la historia del derecho divino está escrito por la mano de los opresores con el sudor y la sangre de los pueblos; y nosotros, que presumimos de libres e ilustrados, ¿no estamos luchando todavía contra el derecho divino? ¿No temblamos como unos niños cuando se nos dice que una falange de mujerzuelas nos asaltará al discutirse la tolerancia de cultos, armadas con el derecho divino? Si una revolución nos lanza de la tribuna, será el derecho divino el que nos arrastrará a las prisiones, a los destierros y a los cadalsos. Señores, por mi parte, lo declaro, yo no he venido a este lugar preparado por éxtasis ni por revelación... Es muy respetable el encargo de formar una Constitución, para que yo lo comience mintiendo”. Tras jornadas de elocuencia leonina, la nueva Constitución se proclamó en febrero de 1857. Se soslayaron en ella muchos aspectos sociales, pero marcaba un adelanto en relación con la de 1824. Juárez volvió al gobierno de Oaxaca en 1856. A fin de apoyar las leyes recientes, compró una pequeña propiedad eclesiástica. Y para establecer un claro contraste con las normas proverbiales de Santa-Anna, escribió: “A propósito de malas costumbres, había otras que sólo servían para satisfacer la vanidad y la ostentación de los gobernantes, como la Las elecciones llevaron de nuevo a Comonfort a la presidencia, pero también dieron el triunfo a Juárez para presidir la Suprema Corte de Justicia, puesto inamovible que llevaba implícita la sucesión presidencial y que se discernía por votación popular. Era, ése, un indicio de lo más significativo respecto de la aspiración democrática del pueblo. Pero Comonfort, espejo inalterable de la incertidumbre, esclavo de la conciliación, acordó con el general Zuloaga y los reaccionarios un golpe de Estado. A última hora se franqueó con Juárez, hablándole de la necesidad de cambiar de política y de su deseo de contar con él. Juárez contestó a lo Juárez: “De veras, te deseo muy buen éxito y muchas felicidades en el camino que vas a emprender; pero yo no te acompaño en él”. El nuevo pronunciamiento se produjo a principios de 1858. Comonfort huyó del país y desde ese punto Juárez pasó a ser presidente; pero entonces también se inició la serie de peregrinaciones que hasta la caída del Imperio, a mediados de 1867, lo obligaron –apenas con una pausa– a custodiar la integridad republicana en carruaje, a caballo o a pie, por los más opuestos rumbos del territorio nacional. Las escalas de esta primera peregrinación comprendieron Guanajuato, Guadalajara, Colima, Manzanillo, Panamá, Cuba, Nueva Orleans y, finalmente, Veracruz. Durante los intensos años que siguieron, Juárez fue por años “el peregrino en su patria”. y de una vez por todas, se decidió a demostrar cuán equivocado estuvo Guillermo Prieto al emitir este juicio: “La especialidad de los liberales es el talento de los prólogos: las obras quedan truncas, pero los prefacios son divinos”. Juárez, por fin, se enfrentaba a la tarea creadora que le estaba reservada. En Guadalajara, después de un desastre militar, el Presidente ambulante dijo a Prieto con tranquilo aplomo: “Guillermo, nuestro gallo ha perdido una pluma”. Y la propensión de nuestro pueblo a ponerse en deliquio ante las frases floridas, su gusto por esos discursos en que el orador torea a las frases con pases y muletazos, deparó una solución inesperada en ocasión en que la soldadesca iba a asesinar a Juárez y varios miembros de su gabinete, justamente cuando Prieto, tras la admonición estentórea de “¡Levanten esas armas! ¡Los valientes no asesinan!”, se siguió de corrido “hablando bonito”, hasta que los sublevados depusieron su actitud. Prieto se ufanaba después muy a la mexicana y, como de costumbre, fue sincero: “Hablé, hablé yo no sé qué; yo no sé qué hablaba en mí que me ponía alto y poderoso; veía, entre una nube de sangre, pequeño a todo lo que me rodeaba, sentía que lo subyugaba, que desbarataba el peligro, que lo tenía a mis pies... Un viejo de barbas canas que tenía enfrente y con quien me encaré diciéndole: ‘¿Quieren sangre? Bébanse la mía’, bajó el fusil. Los otros lo mismo. Entonces vitoreé a Jalisco. Los soldados lloraban... Juárez se abrazó de mí. Mis compañeros me rodeaban llamándome su salvador y salvador de la Reforma; mi corazón estalló en una tempestad de lágrimas”. Otra vez Prieto, el gran sentimental que debió llevar consigo corazones de repuesto, ya que a tanto sentir gastaría uno por mes, nos dejó un retrato de lo más vivo, en que casi se oye respirar a Juárez: “En el trato familiar era dulcísimo, cultivaba los afectos íntimos, su placer era servir a los demás, cuidando de borrar el descontento hasta en el último sirviente; reía oportuno, estaba cuidadoso de que se atendiera a todo el mundo, promovía conversaciones joviales y después de encenderlas callaba, disfrutando de la conversación de los demás y siendo el primero en admirar a los otros. Jamás le oí difamar a nadie, y en cuanto a modestia, no he conocido a nadie que le fuera superior”. Los Estados Unidos reconocieron el gobierno de Juárez. La guerra civil se intensificó. La reacción no soltaba el poder, y el buen nombre de México se manchó con las salvajadas de Márquez en Tacubaya. A mediados de 1859 el presidente Juárez se armó Asedios a Juárez y su época de tener guardias de fuerzas armadas en sus casas y la de llevar en las funciones públicas sombreros de una forma especial. Desde que tuve el carácter de gobernador abolí esta costumbre, usando de sombrero y traje del común de los ciudadanos y viviendo en mi casa sin guardias de soldados porque tengo la persuasión de que la respetabilidad del gobernante le viene de la ley y no de trajes ni aparatos militares propios sólo para los reyes de teatro”. 53 ANTONIO ACEVEDO de resolución y lanzó las leyes de Reforma, que robustecieron el ánimo de los liberales. En diciembre de 1860, con la batalla que ganó González Ortega en Calpulalpan, dio término la guerra de tres años y la primera peregrinación de Juárez. ¿Qué era un buen periódico mexicano, en la década de los 40? El Gallo Pitagórico, o sea don Juan Bautista Morales, lo caracterizó minuciosamente: “Es un impreso de a pliego, grande o chico, según las proporciones del editor. Debe comenzar por las sesiones de las cámaras, de la junta consultiva o de cualquiera otra corporación legislativa o semilegislativa; luego la parte oficial, en que van las órdenes del supremo gobierno, los bandos, las comunicaciones de los comandantes militares y demás autoridades civiles y eclesiásticas: con esto se llena la mitad del periódico sin trabajo alguno, porque se copia de otros. Sigue la parte literaria, en que se inserta un retazo de libro que trate de ciencias y artes; continúan las variedades, donde se encaja un versito de algún amigo enamorado, celoso o ausente, que nunca faltan, porque ésta es fruta de todo el año, pues no hay catrín de los que van a la Alameda, al café de Veroly o a misa de once, que no tenga su Clori o su Filis, y si no hay verso, se pone una anecdotita, que mientras más satírica o inmoral tanto mejor, con lo que se llena otra cuarta parte. Entra después, como anillo al dedo, el editorial sobre política, y aquí vienen como de molde las desvergüenzas, concluyendo todo con las entradas y salidas de buques, avisos de modistas, dentistas, peluqueros, etcétera, y por fin de fiesta los lugares de dentro y fuera de la capital en donde se reciben las suscripciones. He aquí un periódico pintiparado; y que me desmientan la mayor parte de los periodistas de nuestra república, si son hombres”. 54 Unos cuantos lustros después, en el 1861 que fue el año erizado de escollos, la prensa capitalina había mudado su condición inocua. A la hora del triunfo, Juárez prometió justicia contra los traidores; pero “el verdadero gobernante de México en aquellos momentos no era ni el poder civil ni el poder militar, sino la prensa”, y la prensa pedía holocaustos. Cualquier magnanimidad del régimen se calificaba de defección. A mediados del año, el deseo de vengar el artero asesinato de Melchor Ocampo llevó al sacrificio a Santos Degollado y a Leandro Valle. (Ocampo, requerido para hincarse antes de que se le fusilara, repuso: “¿Para qué, si estoy bien al nivel de las balas?”) Juárez, en esta contingencia también, incurrió en nuevo rasgo de entereza. González Ortega, el guerrero en triunfo, ganó tremenda popularidad. Mareado con ella y con ambiciones presidenciales, por sí mismo pidió la renuncia a dos de sus colegas ministros, Ramírez y Zarco. Cuando el Presidente le manifestó su inconformidad presentó la dimisión propia, y Juárez, aun acosado como se hallaba por los ataques de la prensa, no vaciló en admitirla. Tal decisión, en instantes tan difíciles, contuvo la inquietud militarista y afianzó el principio civil que resultaba el más adecuado para normar la política venidera del país. En el mismo año, se eligió presidente a Juárez. Como no hubo bailes ni festines, los malquerientes supusieron que el resultado electoral contristó a la opinión. Zarco precisó las cosas: “El señor Juárez ha hecho bien en no promover farsas al encargarse de la primera magistratura del país, en no hacer regalos, ni donativos, ni juras con los fondos públicos, y sus amigos y los que han sostenido su candidatura le han dado una muestra de respeto en no repetir la lisonja y adulación con que se han inaugurado otros gobiernos”. En julio de ese mismo 1861 el Presidente firmó la moratoria de pagos por las deudas y reclamaciones de Francia, Inglaterra y España, medida que dio origen posteriormente, por instigaciones del nefasto ministro Saligny, a la concertación de la triple alianza y a la invasión de México por los acreedores impacientes. Por ese tiempo el ministro inglés Wyke informó a Londres, con sinceridad en que él no adoptaba ni el pro ni el contra, pero que reflejaba una absurda distorsión crítica latente aún ¡ay! en muchos malos mexicanos: “El presidente Juárez... es un hombre recto y bien intencionado, excelente en todas las relaciones de la vida A todo esto, Gutiérrez de Estrada, José Hidalgo y Juan Nepomuceno Almonte –el hijo natural de don José María Morelos y caudillo de los monárquicos mexicanos, que se llamaba así porque en el monte se le dio a luz– estimulaban en París las ambiciones de Napoleón “El Pequeño” (el pequeñísimo) para que eligiera a un emperador de México. Barajando títulos, prosapias, conveniencias, la elección recayó en el archiduque Maximiliano de Habsburgo, arrastrado a la desdichada aventura, pese a las clarividentes advertencias del patriota Jesús Terán, por la frívola ambición de María Carlota Amelia Victoria Clementina Leopoldina de Bélgica, de la casa de Sajonia-Coburgo-Gotha. Apenas aceptó el trono de este lejano país, y en el castillo de Miramar iba a servirse un banquete a los traidores mexicanos, el futuro monarca se refugió en sus habitaciones. Allí permaneció tres días, y entre las pausas de cavilación elaboró en alemán un poema en que vació tristezas y premoniciones: Me habláis de cetro, de palacio, de poder, abrís ante mí una carrera sin límites. Queréis tejer de oro y de diamantes la trama de mi vida; pero ¿podéis darme también la paz del alma? ¿Y la riqueza es a vuestros ojos la felicidad? ¡Oh! ¡Dejadme seguir en paz mi tranquilo camino, el sendero oscuro e ignorado entre los mirtos! Creedme: ¡la labor de la ciencia y el culto de las Musas son más dulces que el brillo del oro y la diadema! Napoleón III movía las marionetas y se justificaba con mala retórica. El apoyaba un cambio político en México, que deseaba no por motivos egoístas, ni por antipatías injustas, sino con la certidumbre de que estaba trabajando a favor de los intereses de la civilización. A sus horas, caía en éxtasis piadosos y exclamaba: “¡Qué lástima que sea tan desgraciado aquel hermoso país!” Se callaba –sabía su cuento– lo de los bonos de Jecker. Por una vez al menos, el Presidente Juárez incurrió en una nota de ingenuidad. Quiso que el representante de México en París orientara a la opinión francesa sobre la justicia de detener los pagos Asedios a Juárez y su época privada, pero el mero hecho de ser indio le expone a la hostilidad y el ludibrio de las escorias de la sociedad española y de las razas cruzadas, que se arrogan ridículamente la categoría superior social en México”. La perspicacia del propio ministro falló notoriamente en otro aspecto, pues hallándose apenas a unos meses del inminente 5 de mayo de 1862, pontificaba de este modo: “El patriotismo, en la acepción común de la palabra, parece desconocido... la población se embrutece y se degrada a un grado horrible de contemplar”. Luego, llevado del instinto de superioridad que descubría en los demás, y con la vista puesta en la planeada invasión, asentaba: “Todos los mexicanos racionales aprobarán una medida que ellos mismos son los primeros en decir que es necesaria, para poner coto a los excesos cometidos todos los días y a cada hora, bajo un gobierno tan corrompido como impotente para mantener el orden público o para poner en vigor sus propias leyes”. 55 ANTONIO ACEVEDO 56 de la deuda, con base en la urgencia de proveer a la subsistencia de nuestro país. La carta con instrucciones llevaba anexa una letra de cambio por cinco mil pesos “para facilitar la defensa”. El Presidente olvidó, sin duda, que Francia era una república muy adelantada y que los honorarios de la prensa “por orientar a la opinión” alcanzaban un nivel mucho más elevado. Es triste –aunque luego rectificó su actitud– que precisamente en vísperas de la expedición europea a México otro prócer indígena, Ignacio Manuel Altamirano, adicto a la oposición, pidiera con acrimonia la renuncia de Juárez como presidente. Se resiste uno a creer que cuando éste se hallaba ante el umbral de su destino, el noble escritor denunciase su ceguera transitoria con estos conceptos: “El Presidente haría el más grande de los servicios a su patria, retirándose, puesto que es un obstáculo para la marcha de la democracia... Querer permanecer en un puesto para ser una gran decepción continua, es perder al país, llevando el principio legal hasta el sofisma; retirarse para que sea feliz –eso es ser patriota”. La prensa hizo una defensa impecable: “Se necesita, sin disputa, mayor energía de carácter, y más valor civil para mantenerse en la vía legal, que para usar de las facultades extraordinarias y para atropellar y barrenar las leyes, que será lo que se entiende por tacto político. Ese tacto político lo han tenido Santa-Anna, Comonfort y todos los gobiernos de la República, y por él nos vemos en el estado en que estamos. La grandeza de Juárez consiste cabalmente en la falta de ese tacto político, en ese sublime ejemplo de legalidad que nos da”. Veracruz fue invadido en diciembre de 1861. Durante una emotiva sesión de clausura del Congreso, se otorgaron al Presidente facultades omnímodas para encargarse de la defensa del país. Un periodista británico lo describió así en tales días: “Hombre pequeño, moreno, tranquilo y dueño de sí mismo, se le llama cariñosamente en México el indito. Juárez es un hombre muy respetable, bien intencionado y de dotes considerables, y merece mucho crédito por la firmeza y tenacidad con que ha mantenido la lucha y la causa de la legitimidad. Intrigas y combinaciones de toda clase se han fraguado contra él, dentro del Congreso y fuera, contrariándole y frustrándole con el fin de obligarlo a dimitir, pero se ha mantenido firme y hasta aquí no se han atrevido a recurrir a la fuerza y no lo intentarán”. El Presidente, en ese 15 de diciembre cargado de presagios funestos, quiso dar una demostración de su confianza en el pueblo, y se compró una casa en la capital de su patria. Favoreció a México el error de España de poner al frente de su flota invasora a un caballero: el general Prim tardaron todavía algunas semanas en llegar los contingentes de Francia e Inglaterra. La finura civilizada del español encontró el medio decoroso de retornar a su país. Los británicos también se fueron. Únicamente los franceses, que traían instrucciones deliberadas y a largo plazo, y que veían al intrigante Saligny inflar constantemente el monto de las reclamaciones a México, permanecieron. Antes de marchar, Prim se mostró explícitamente sincero con su gobierno: “Más bien que pasar por la vergüenza de que una nación en que ejercimos dominio durante tres siglos, que nos debe su existencia, y en que se habla nuestro idioma, venga a ser regida por un príncipe extranjero, trabajaré por que conserven los mejicanos sus instituciones republicanas”. Los franceses iniciaron operaciones tierra adentro de México. En Europa, donde aparecía borrosa la situación de acá, produjo sensación este pasaje de la carta que nuestro representante en Francia dirigió, despidiéndose, a Thouvenel: “México, después de haber sacudido el poder secular y hondamente arraigado de la España; México, que no quiso por rey a su mismo libertador; México, en suma, que acaba de levantarse victorioso de una revolución terrible contra los restos de la oligarquía que pesaba sobre su democracia, a ningún precio aceptará la monarquía extranjera. Crearla será muy difícil; pero sostenerla lo será más todavía. Tal empresa será ruinosa y terrible para nosotros; pero lo será también para sus promovedores. México es débil sin duda, comparada con las potencias que invaden su territorio, pero tiene la conciencia de sus derechos ultrajados, el patriotismo que multiplicará sus esfuerzos, y la profunda convicción de que, sosteniendo con honor esta lucha peligrosa, podrá preservar al hermoso continente de Colón del cataclismo que lo amenaza.” Napoleón envió refuerzos al mando del general Forey, que desplazaría a Lorencez. En París, Jules Favre y Edgar Quinet apostrofaron al gobierno en defensa de México. Un capitán francés, al desembarcar en Veracruz, repara, como en un inconfesado augurio siniestro –al igual que la señora de Calderón de la Barca, Paul Morand, Armand Praviel, Marc Chadourne, otros viajeros–, en los negros zopilotes que, al decir de Morand, vuelan como papeles quemados encima de un fuego de chimenea. Juárez, “el gran taciturno”, permanecía sereno ante el arribo de más soldados: “Aseguro –yo que veo y toco con el dedo la resolución de mis compatriotas– que, cualesquiera que sean los elementos empleados contra nosotros, el Gobierno Imperial no logrará la sumisión de los mexicanos, y que sus ejércitos no tendrán un solo día de paz.” Asedios a Juárez y su época El contrapunto de elocuencia se hallaba equilibrado en uno y otro bando. El 26 de abril escribió a París, jubiloso, el general Lorencez: “Tan superiores somos a los mexicanos en raza, en organización, en disciplina, en moralidad y en elevación de sentimientos, que suplico a V. E. que tenga la bondad de decir al Emperador que, a la cabeza de seis mil soldados, ya soy el dueño de México.” ¡Esto se llama hablar a la bayoneta calada! Pero a los nueve días de tales desplantes a lo Cyrano, el 5 de mayo, en Puebla, aquellos seres superiores mordieron el polvo. La ciudad era hostil a Juárez; mas el pueblo decidió. 57 Bazaine intentó el desembarco de tropas en un Veracruz tan dominado por la fiebre amarilla, que sus instrucciones señalaban la inmediata penetración tierra adentro. En un punto cercano al puerto era terrible la mortandad, y al panteón donde sepultaban a los abatidos lo designaban como “jardín de aclimatación” los soldados que no perdían el saludable padecimiento de la ironía. La naturaleza mexicana tomó el turno de patriota para estorbar el desembarco: “A mediodía, los embates del mar desembuchaban en la playa barriles y abastecimientos, descargados de los buques agonizantes. Se hizo venir una compañía para protegerlos contra el pillaje y para recoger los cadáveres que comenzaban a llegar”. Hubo trece naufragios. ANTONIO ACEVEDO Vino la mala racha y en abril de 1863 cayó Puebla en poder de Bazaine. Entre los miles de prisioneros figuraban trescientos oficiales. El odioso Saligny apuntó la conveniencia de deportarlos a la Martinica, pero el traidor Almonte, ensañado, exultante, insistía –cuña del mismo palo– en que resultaba más expedito llevarlos al paredón. Era preciso desalojar la capital. Así lo hizo Juárez el 2 de junio, y dijo en el Congreso: “La adversidad, ciudadanos diputados, no desalienta más que a los pueblos despreciables; la nuestra está ennoblecida por grandes hechos, y dista mucho el adversario de habernos arrebatado los inmensos obstáculos materiales y morales que opondrá el país contra sus injustos invasores”. Al trasladarse con el gobierno a Morelia inició de nueva cuenta, con el fardo de la legalidad a cuestas, la renovada peregrinación que se prolongaría cuatro terribles años más. Forey entró a la capital ocho días más tarde, envuelto en las primitivas auras napoleónicas. El capitán Loizillon, el primer oficial que penetró en las calles, tenía una cabeza fuerte, a prueba de mareos y fanfarrias, puesto que escribió a sus padres: “Pocos fueron los puntos en donde se nos aplaudió o se nos cubrió de flores, y estas pocas demostraciones las habían organizado la policía y el comandante de la ciudad. No obstante, el comandante en jefe ha tomado todo eso por buena moneda, impidiéndole su vanidad apreciar las cosas en su verdadero valor.” Pero, voila!, el campo quedaba listo para sembrar la semilla del Imperio. Aunque la cosecha fuese –como fue– de sangre. 58 Juárez fincó ahora su gobierno en San Luis Potosí, con la convicción de que, reconcentrado el enemigo en un punto, como lo estaba entonces, sería débil en los demás; y de que, diseminado, sería débil en todas partes. Bazaine no perdió tiempo en la persecución y obligó al Presidente a refugiarse en El Paso del Norte, de donde, cruzando el río, podía pasar a Texas. Los franceses iban viento en popa, ya que ocuparon Tampico, Jalapa, Querétaro, Guanajuato, Morelia, Zacatecas; pero las partidas juaristas huían al acercarse ellos, y como desaparecían en bosques y montañas, daban la impresión de hallarse aniquiladas. Al mes de tomada la capital, la Junta de Notables votó la restauración de la monarquía y designó como emperador al archiduque Maximiliano. Ya que éste, para acabar de decidirse, exigía un plebiscito, el expediente a que se recurrió resultó de lo más fácil: en toda plaza a que llegaban distribuían las tropas francesas favorables al Habsburgo y, con el fusil a la vista, obligaban a firmar a los pobladores. ¿Quién podía oponer negativas? Forey observó la entraña sentimental del mexicano y cuando salía a la calle dedicaba caricias y bromas a los niños, que gritaban: “¡Allí viene don Forey!” Un reglamento prohibió el trabajar en domingo, ¡menos mal!; otro, que los transeúntes se arrodillaran al pasar por la calle el Santo Sacramento, que anunciaba su paso con “un campanillazo ensordecedor, capaz de matar al paciente” antes de que se le confortara. Napoleón III hizo mariscal a Forey y lo destituyó de la comandancia en México, para entregársela a Bazaine. Por esos días, Juárez precisó de este modo su actitud para con los periodistas: “No quiero hacer indicación alguna a ninguno de los escritores públicos sobre sus escritos, porque no quiero contraer compromisos que me priven de la libertad de obrar contra ellos, cuando cometan alguna falta en su profesión.” Y cuando visitó Monterrey para entrevistarse con el remiso Vidaurri, al escribir a su esposa que se hallaba en Saltillo terminaba la epístola con la morosa minucia de un contador público titulado: “Recógeme unos cepillitos de ropa que dejé en la mesa en que me afeitaba. Memorias a nuestros amigos y muchos abrazos a nuestros hijos. Soy tu esposo que te ama, Juárez”. En sus informes a París, Bazaine fustigaba la obsesión aquí latente de chupar las ubres estatales: “La empleomanía, es decir, la monomanía de querer vivir a expensas del gobierno, es una enfermedad inherente a la educación y al carácter mexicanos”. pero hay una cosa que está fuera del alcance de la perversidad, y es el fallo tremendo de la historia. Ella nos juzgará”. A la carta que remitió a Juárez invitándolo a reunírsele para discutir sus desavenencias y buscar un entendimiento amistoso, aceptable a la nación, el presidente de México dio respuesta en términos glaciales y enérgicos, llamando con desdén, de paso, doña Carlota a la emperatriz. (Posiblemente este rasgo de Juárez dio la pauta para que más tarde las señoras mexicanas de la corte, siempre endomingadas y jadeantes, llegaran a dar a la real consorte, aunque por ignorancia y buena fe, el informadísimo tratamiento de “doña Carlotita”.) La carta decía al final: “Es dado al hombre, señor, atacar los derechos ajenos, apoderarse de los bienes, atentar contra la vida de los que defienden su nacionalidad; La lucha seguía encarnizada, siempre a favor de los invasores. Juárez deambulaba en la carroza simbólica, con el poder a bordo. Porque como él decía: “Dondequiera que yo esté, sobre la cima de una montaña, en el fondo de una barranca, abandonado de todos, quizás, no dejaré de empuñar la bandera de la República hasta el día del triunfo”. En Lima y en Santiago de Chile se le vitoreó en manifestaciones públicas; en Montevideo se le consagró una medalla acuñada en honor de Zaragoza, el vencedor de Puebla; el Congreso de Colombia le declaró “Benemérito de las Américas”. Enterado, comentó: “He procurado cumplir mi deber y nada más”. Ya en tierra mexicana, Maximiliano dedicó tres meses a recorrer los estados sometidos a sus tropas. “Durante esta excursión –escribía a Francia– he podido darme cuenta de que los habitantes de la provincia son más inteligentes y más nobles... que los de la capital” Y el halago no era para el consumo doméstico. Asedios a Juárez y su época El emperador venía en camino. Lo absorbía la tarea de hacer anotaciones al manual del ceremonial. Pero, con todo, cuando embarcaron en la fragata Novara y la emperatriz se encargaba de responder a los saludos y vivas, Maximiliano se había disparado a su camarote, donde se desplomó llorando. Lo animaban intenciones nada comunes en su casta, y el análisis de Armand Praviel resulta exacto: “Ser un gran emperador liberal, reconciliar las ideas modernas, sin saber demasiado cómo, con las tradiciones puntillosas de los Habsburgos, tal fue su plan más íntimo y querido... Tenía un buen puesto entre esos príncipes ideólogos que tanto contribuyeron a arruinar las realezas durante todo el curso del siglo xix”. Pero el fallo de la adversidad fue contrario. Si el pueblo estaba con Juárez y en cierto poblacho un ciego se acercó a él a dirigirle la palabra con sencillez conmovedora y luego le tocó espontáneamente en su tambor una diana, los emperadores, por su parte, comían a la mexicana y con frecuencia se trajeaban a lo típico. Víctor Hugo, a su vez, desde Francia, se las ingeniaba para encerrar relámpagos dentro de esta proclama: “¡Mexicanos! Tenéis razón de creerme con vosotros. No es Francia quien os hace la guerra, es el Imperio. Estoy de veras con vosotros... Combatid, luchad, sed terribles... Apuntad a ese hombre en la cabeza, y que la bala sea la libertad. ¡Valientes hombres de México! Resistid. Esperad. Francia sigue siendo vuestra hermana, hermana de vuestra gloria como de vuestra desgracia. Yo, por mi parte, os traigo, vencedores, mi fraternidad de ciudadano; vencidos, mi fraternidad de proscrito.” Las tropas francesas se desgastaban en la guerra de guerrillas. Napoleón se enfrentaba a dificultades en Europa. A fines de 1865 ya se vislumbraba que la intervención estaba virtualmente vencida. En las cartas del emperador de los franceses a Bazaine, sonaban acentos insólitos: “El 59 ANTONIO ACEVEDO 60 emperador Maximiliano debe comprender que no podemos permanecer en México indefinidamente y que, en vez de edificar palacios y teatros, es esencial que establezca orden en las finanzas y en los caminos.” Y para que no hubiera lugar a dudas, el testaferro de Napoleón recibió órdenes de prepararse a evacuar el país, con cautela y sin prisa. Carlota simpatizaba sinceramente con los indígenas esclavizados por resabios feudales. Consiguió, pues, un decreto que abolía el castigo corporal, limitaba las horas de trabajo, garantizaba el pago y reducía la servidumbre de deudas, impuesta al peón por el propietario y transmitidas por el padre al hijo. Los afectados armaron escaleras de gritos al cielo y, aunque el decreto se dio en noviembre de 1865, su cumplimiento corrió la misma muerte de las decantadas leyes de Indias. ¡ Lástima del fracaso, sí, lástima; pero ya era tarde! Evacuado al fin el Ejército francés invasor, Juárez y Maximiliano quedaron frente a frente. El gobernante de México –rara cosa– da un destello de sosegada melancolía cuando escribe a su mujer, a principios de 1866 : “Yo sigo sin novedad. Sólo una enfermedad grave me está atacando, y es un mal que no tiene remedio: son los sesenta que cumpliré dentro de ocho días; pero no creas que la tal enfermedad me abate, ni me intimida. Veo pasar los años y yo sigo mi camino”...Estoico, acerado: siempre el mismo. Los juaristas se dejaron venir desde el Norte, empeñados en la reconquista del territorio nacional. Durango, Zacatecas, otros estados iban siendo liberados y Miramón se batió en retirada hasta Querétaro, donde el agonizante Imperio resistió cien días. El 15 de mayo de 1867 cayó preso Maximiliano, junto con sus generales prominentes. Se abrió proceso, y los defensores proporcionados se portaron como buenos; pero era difícil que el oprobioso delito no exigiese el pago de la cuenta. El telégrafo no se daba tregua transmitiendo demandas de clemencia suscritas por Víctor Hugo, por Garibaldi, por el emperador Francisco José. Juárez supo mantenerse inflexible, pues se hallaba convencido de que “la tumba de Maximiliano y de los demás sería la redención de los otros extraviados”. Y si mucho lo apuraban, “no era él quien lo condenaba, sino la ley y el pueblo”, porque “hemos luchado por la independencia y autonomía de México y es preciso que esto sea una realidad”. Se quitó la vida a los principales animadores del Imperio, mas con las segundas partes se observó una razonable clemencia, a despecho de los clamores de venganza de muchos que lucharon, como aquel oficial del estado mayor de Mariano Escobedo que abogaba por despedazar el cuerpo de Maximiliano y repartirlo en cada pueblo de México. La resonancia en París estuvo acorde a la magnitud del suceso. Mientras Favre lanzaba una requisitoria advirtiendo que, si Francia fuera un país libre, el gobierno ocuparía el banco de los acusados, los periódicos, ansiosos de mitigar la pena de Napoleón, llegaron a aludir a una salvaje violación del derecho de gentes. El incipiente “Tigre” Clemenceau, por contrapartida, dio rienda suelta al furor. Hablando de monarcas como el que en México acababa de ser fusilado, bramó: “Ellos han hecho morir, entre torturas de toda forma, a millones de los nuestros, y apostaría yo que nosotros no hemos matado a más de dos de ellos. No tengo ninguna piedad para esa gente; compadecer al lobo es cometer un crimen con los corderos. Éste quería cometer un verdadero crimen; le han dado muerte los que él quería matar. Bueno: estoy encantado. Su esposa está loca. Nada más justo; esto casi me basta para creer en una Providencia. ¿La ambición de esta mujer incitó al imbécil? Lamento que haya perdido la razón y que no pueda comprender que su marido murió por ella y que tenemos aquí a un pueblo que se venga”. Los años de peregrinación estaban liquidados, y Juárez, dueño de la popularidad absoluta, entró a la ciudad de México el 15 de julio de 1867. Sonaba la hora de elecciones presidenciales y no había duda de que en él recaería el puesto: “primero –dice Roeder–, por ser una deuda de honor para con el hombre; y segundo, por ser de pundonor nacional, ya que Napoleón se había negado a reconocerle o a tratar con el representante de la nación.” Pero México es México, y a pesar de que contra los vaticinios europeos el país se desarrollaba en paz, los diversos aspirantes a presidir sus destinos pusieron los cimientos de una oposición cerril y enconada, que a fuerza de tenacidad fue minando, de mano Asedios a Juárez y su época 61 con la biología, la figura del restaurador de las instituciones republicanas. El mismo Zarco, apoyo de Juárez en las horas inciertas, tomó partido contra él y le reprochaba usar a “sabios bajo su palabra”. Se hizo creer que Juárez se había convertido en un juguete sin voluntad en manos de sus ministros y que se tendió una muralla entre él y su pueblo. A tales extremos llegó la mezquindad de los oposicionistas, que criticaban el que Juárez hubiera cobrado 200,000 pesos de sueldos atrasados “por haber llevado a Paso del Norte –decían– su carácter de presidente, viajando siempre con toda comodidad y sin exponerse a peligro alguno.” El más obtuso materialismo, unido a la vileza, encerraba esta crítica; el pueblo, como siempre, estaba con quien lo había salvado. De súbito, en 1870, el mundo se asombró con la noticia del derrumbe de Francia, el faro del mundo en el siglo xix, como consecuencia de la guerra con Prusia. La perspectiva histórica permitió aquilatar el alcance de la gesta emprendida por Juárez, y, aquí y en otros países, su prestigio se reavivó. Envió entonces un mensaje a Francia, expresando “los sentimientos fraternales que animan a todos los verdaderos mexicanos hacia la noble nación a la que tanto debe la sagrada causa de la libertad, y a la que nunca hemos confundido con el infame gobierno de Bonaparte”. ANTONIO ACEVEDO Allá mismo se le rindió homenaje: lo designaron diputado honorario al parlamento francés por el distrito de Belleville, y cierto noble le remitió un lote de vinos salvados del saqueo de las Tullerías, con una entre amarga y sonriente advertencia: “Me parece perfectamente natural que usted, que tuvo el honor de ser el primero en hacer fracasar la Casa de Bonaparte & Cía., aproveche un poco la liquidación de esta triste empresa. i Don Benito Juárez bebiendo el Madera de Napoleón III me parece la última palabra para ridiculizar esta vergonzosa intervención!”... En Europa, en los Estados Unidos, a menudo se le comparaba con Lincoln. A principios de 1871, se descargó un rudo golpe sobre el universo afectivo del Presidente, doña Margarita Maza, su esposa, murió. La prensa, con sobra de justicia, la ponderó como “el modelo de la mujer mexicana, dotada de la dignidad y la modestia de la buena crianza, soportando la adversidad y la prosperidad con igual serenidad, nunca influyendo en los negocios públicos, ajena a las intrigas palaciegas, tan discreta que apenas conocía a los ministros, tan apartadiza que muchos de sus admiradores nunca la habían visto, pero siempre accesible a los menesterosos y subviniendo a sus necesidades con caridad discreta”... La gente compartió a fondo el duelo y fueron impresionantes las demostraciones de respeto dispensadas al Presidente. Otro periodo de elecciones se avistaba en el horizonte; mas pese a las virtudes y la integridad de Juárez, su consentimiento para reelegirse de nuevo desató una –ésa sí– tormenta de inconformidad. Ni ruegos ni injurias irrespetuosas hicieron mella en la roca inquebrantable de su decisión. El instinto popular se sirvió de la caída de un candil en Palacio para componer esta cuarteta reveladora: Si a Juárez tocado hubiera el candil que se cayó, se hubiera roto el candil, pero la cabeza no... 62 Renacían las sublevaciones de otro tiempo. Muchos no se recataban para incitar al asesinato. Pero si Juárez cometió entonces un error, la muerte –el más imparcial de los jueces– vino a absolverlo en el momento justo, revestida de piedad y silencio. Murió como un Séneca indígena. La Gaceta Oficial aseguró que “el semblante de Juárez había perdido su habitual severidad y expresaba la afable resignación con que mueren los justos”. Después de quince años de mantenerse en el poder, sufriendo y luchando; después de rescatar para su pueblo la libertad y el territorio, dejó a los familiares menos de cien mil pesos. Sus huesos están en el panteón de San Fernando. Su obra, su ejemplo, en el corazón de cada mexicano. HERMINIA PASANTES MIEMBRO TITULAR L a libertad del individuo, entendida como la capacidad de tomar sus propias decisiones, ha sido un apasionante tema de pensamiento desde hace siglos. Filósofos y científicos, neurobiólogos, genetistas y hasta especialistas en la física cuántica, han dedicado su pensamiento a bordar en torno al tema de la libertad para tomar decisiones. Por supuesto que cualquier decisión está necesariamente acotada por el conocimiento básico de la realidad. Si aprendimos que no es posible que el individuo se despegue de la tierra porque existe la gravedad, cualquier decisión sobre las posibilidades de volar sin contar con una fuerza que sea equivalente a la de la gravedad para que la contrarreste, no es más que imaginación delirante. Podrían citarse centenares de ejemplos en el mismo sentido. De aquí que cualquier decisión esté perfectamente acotada por el conocimiento que el cerebro ha adquirido sobre los límites reales de la libertad –en el tiempo y el momento en que se piensa en la decisión, porque tal vez dentro de un siglo, el conocimiento habrá cambiado en forma que no podemos ahora siquiera imaginar–. El conocimiento cambiará pero la naturaleza cambiará menos. Por lo tanto, cualquier postura que pretenda una libertad independiente de la naturaleza es a priori, insostenible. El cerebro procesó este concepto y guardó en sus inmensas reservas de memoria el conocimiento de estos límites a la libertad de decisión. Pasando a modelos de decisión más sencillos, un límite claro a la libertad de decisión es el impuesto por las adicciones. Las drogas psicoactivas generan placer y por eso son buscadas. Y generan placer porque activan a las neuronas de una zona particular del cerebro, bien identificada y bien estudiada, que se llamó inicialmente “el circuito del placer”, aunque después como para algunos timoratos sonaba excesivo, se sustituyó por el de “el circuito de HERMINIA PASANTES Figura 1. Estructuras del circuito mesolímbico cortical o circuito de recompensa 64 recompensa” (fig. 1). Las neuronas que están en ese circuito responden a los estímulos placenteros del entorno, a las situaciones que van a generar en el individuo una sensación de felicidad, aunque la palabra felicidad referida al cerebro tampoco les gusta a los mismos timoratos. La percepción de la felicidad es el resultado de la activación del contacto funcional entre las neuronas (fig. 2, 3) que se describe como la sinapsis. Esta estructura está formada por la región de la neurona que va a enviar el mensaje y la que lo va a recibir, las cuales están separadas por un espacio, pequeño pero insalvable a menos que se establezca un puente. En la comunicación interneuronal este puente es una molécula, un mensajero químico cuyo nombre indica su función: neurotransmisor. Cuando no hay comunicación entre las neuronas el neurotransmisor se localiza en la neurona emisora dentro de pequeñas vesículas que vierten su contenido al espacio que la separa de la neurona receptora, la que va a recibir el mensaje. Para establecer el contacto entre las neuronas, el neurotransmisor debe interactuar con una estructura molecular, el receptor, en la neurona que recibe el mensaje, un poco como una llave que entra en la cerradura (fig. 3). Pero una vez que se ha establecido el contacto, esta conversación entre las neuronas debe terminar, porque al cerebro tampoco le gusta la “felicidad desenfrenada”. La intensidad y la duración de la comunicación entre las neuronas están reguladas en forma precisa a través de la remoción del neurotransmisor del área de comunicación interneuronal. Esto se lleva a cabo a través de otras moléculas, los transportadores, cuya función es la que indica su nombre. Movilizan al neurotransmisor internalizándolo en las células adyacentes sean las propias neuronas o las células gliales (fig. 3). Las drogas psicoactivas funcionan alterando este conjunto de elementos de la sinapsis. La cocaína y las anfetaminas, por ejemplo, se apoderan de los transportadores con lo que el neurotransmisor que ya no puede ser removido tan eficientemente, se queda en el área de comunicación durante más tiempo, aumenta la cantidad presente en la sinapsis y la sensación de euforia incrementa (fig. 4). Las drogas psicoactivas cualquiera que sea su origen –las hojas de un árbol en Bolivia, un cactus del desierto mexicano, un campo de amapolas en Afganistán, un plantío de marihuana en Oklahoma o un laboratorio que genera un producto buscando un buen jarabe para la tos–, todas esas drogas actúan en el cerebro porque se parecen lo suficiente en su estructura al neurotransmisor como para suplantarlo ya sea en su interacción con el receptor, como hacen la mezcalina y la morfina, o bien ocupando su lugar en el transportador como la cocaína y las anfetaminas (fig. 4). Ante la presencia de estos pseudotransmisores, el cerebro pone en movimiento su capacidad de adaptación, un propiedad extraordinaria: la neuroplasticidad. Mediante este proceso el cerebro reconoce que está recibiendo de alguna parte, una substancia que facilita la comunicación interneuronal, que incrementa la duración y la intensidad de la interacción química de las neuronas y en respuesta, disminuye la cantidad del neurotransmisor Figura 2. Las neuronas están formadas por un cuerpo neuronal (soma) y dos tipos de prolongaciones: el axón y las dendritas. La neurona envía mensajes a través del axón y puede recibirlos de otras neuronas ya sea en el soma o en las dendritas. Cada neurona puede recibir cientos de mensajes. El cerebro y los límites de la libertad Figura 3. La sinapsis es la estructura de la comunicación interneuronal. En la terminal del axón de la neurona emisora se localizan las vesículas que almacenan a los neurotransmisores hasta el momento en que se va a establecer el puente de comunicación interneuronal. En la neurona que recibe el mensaje, se encuentran los receptores (R) que van a interactuar con el neurotransmisor, y los transportadores (T) que lo van a remover para terminar la comunicación interneuronal. que está formando. El formar ese neurotransmisor es un proceso costoso para el cerebro, debe crearlo a través de una serie de reacciones catalizadas por enzimas y cofactores. Debe después transportarlo hacia su sitio de acción, mantenerlo secuestrado dentro de vesículas en la zona de la comunicación interneuronal y luego activar una serie de procesos también complejos hasta que se establezca la comunicación. Todo eso requiere un gran gasto de energía. Así, si de pronto el cerebro “se da cuenta” de que algo le está llegando de fuera y que actúa de modo que ya no necesita formar tanto neurotransmisor, reduce su síntesis. Pero las drogas no permanecen en el cerebro indefinidamente: se metabolizan, se excretan y desaparecen. El resultado es que dejan de actuar como lo estaban haciendo, y entonces surge el sentimiento contrario a la euforia, la disforia, debido a que la cantidad de neurotransmisor ahora es menor a la que tenía el individuo antes de tomar la droga, la que era característica de una situación normal sino que ahora, como el cerebro está formando menos neurotransmisor y la droga ya no se encuentra disponible, el nivel del neurotransmisor disminuye por debajo de los niveles normales. La disforia que experimenta el adicto (infelicidad, angustia) lo pone en una situación extrema y es entonces cuando hace todo lo posible por conseguir la droga y restablecer los niveles del neurotransmisor que lo lleven al menos a sentirse bien. Si quiere recuperar el estado de euforia que antes experimentaba, entonces tiene que recibir mayor cantidad de la droga. Este es el fenómeno que se conoce como tolerancia. El cerebro mantiene su capacidad de adaptación y el individuo requiere más y más droga para tener activos sus circuitos de recompensa. La ausencia de la droga es insoportable. La adicción está allí. La dopamina es el neurotransmisor que está preferentemente involucrado en estas adicciones y que actúa como el mensajero químico de las neuronas que se encuentran en el circuito de recompensa. La adicción a las drogas es un ejemplo de límites a la libertad impuestos por una función cerebral. Otras adicciones tienen básicamente los mismos sustratos y sin duda, el mismo origen: la adicción al juego, a la comida o el enamoramiento, una situación claramente adictiva. Todas estas adicciones –el amor incluido– operan a través de mecanismos semejantes: neurotransmisores, preferentemente la dopamina, y circuitos neuronales similares. El tema no es tan simple, sin embargo. Hay diferencias en los mecanismos que generan adicción para las distintas drogas, siendo algunas más adictivas que otras. También hay diferencias entre 65 HERMINIA PASANTES Figura 4. La cocaína y las anfetaminas tienen una estructura similar a la del neurotransmisor dopamina, por lo que ocupan su sitio en los transportadores, con lo que la comunicación entre las neuronas se hace más larga y más intensa. 66 los individuos. El proceso entre ser usuario de las drogas y desarrollar una adicción tiene diferencias individuales importantes, aunque el uso continuo de una droga, en general, va a desembocar en una adicción, la posibilidad de salir de ella también tiene variaciones individuales importantes. Mientras que algunas personas lo hacen simplemente porque han tomado la decisión de hacerlo y con mayor o menor esfuerzo lo consiguen, otros en cambio, son incapaces de liberarse de la necesidad compulsiva de la droga y aún cuando se sometan a terapias de rehabilitación, en ocasiones repetidamente, no son capaces de vencer la adicción. Esto habla de cambios más profundos y permanentes en el cerebro que no se conocen lo suficiente como para poder ayudar a estas personas a recuperar su libertad. La tarea no es sencilla pues tiene que ver con la plasticidad del cerebro, que es una función básica para procesos fundamentales de la operación mental del individuo, como la memoria, el aprendizaje y la toma de decisiones. La decisión de actuar en una forma u otra es un proceso muy elaborado en el que participan un gran número de sistemas neuronales de complejidad creciente. La memoria es la gran integradora de las bases de una decisión. La memoria tiene múltiples componentes, involucra varias regiones del cerebro y cientos de miles de interacciones neuronales. Los procesos de la memoria no son siempre los mismos, y muestran diferencias espaciotemporales. Los neuropsicólogos hablan de memoria a corto plazo y memoria a largo plazo. La memoria a corto plazo o memoria operativa (aunque en estricto sentido no son totalmente equivalentes) es una suerte de interfaz entre la percepción y la acción. Este tipo de memoria es muy flexible, se almacena durante un tiempo corto y en general, no contribuye al aprendizaje. Es el proceso que permite recordar un número telefónico para hacer una llamada inmediata, la información que se solicitó para encontrar una calle, o la clave de seguridad instantánea de una operación bancaria por internet. A menos que se haga un esfuerzo consciente por retener los elementos de la memoria, ésta va a desaparecer rápidamente, desplazada por nueva información. La corteza prefrontal es la zona en el cerebro en la que preferentemente se encuentran las neuronas y los circuitos en los que se almacenan los elementos necesarios para la operación de este tipo de memoria. Por supuesto la memoria se relaciona y se alimenta de la percepción sensorial, que se procesa en otras áreas del cerebro (fig. 5). Esta memoria operativa y las decisiones que de ella se derivan, son indispensables para la funcionalidad del individuo, así como para el ulterior establecimiento de la memoria de largo plazo y el aprendizaje. A partir de la memoria a corto plazo se va a constituir la memoria a largo plazo a través de un proceso de consolidación de los recuerdos. Es un proceso que ocurre a través de mecanismos distintos de los de la memoria operativa, y en él participan otras regiones del cerebro. La memoria a largo plazo se basa en la codificación conceptual y su asociación con elementos cognoscitivos. Es sobre estas bases que se establece el proceso de aprendizaje. Dentro de la memoria a largo plazo se han categorizado dos grandes tipos: la memoria implícita o procedimental Figura 5. Regiones del cerebro y sus funciones Figura 6. Ubicación del hipocampo, elemento clave en los procesos de memoria. y la memoria explícita o declarativa. La memoria implícita incluye el dominio de conductas motoras complejas como son las que permiten andar en bicicleta, tocar un instrumento o conducir un automóvil. La memoria explícita es la que se relaciona con toda la gama de recuerdos conscientes. El establecimiento de la memoria a largo plazo ocurre mediante cambios en las neuronas que facilitan y refuerzan su comunicación en forma más estable y permanente, lo que lleva a consolidar la codificación de recuerdos. El proceso de consolidación de la memoria tiene lugar en distintas regiones del cerebro. El lóbulo temporal tiene una función crítica en la formación de la memoria y en su consolidación (fig. 5). En esta región es donde se procesa la información de los sistemas auditivo, visual y somatosensorial para establecer la memoria operativa. Allí también tiene lugar la decodificación auditiva del lenguaje para su expresión y su comprensión. En una zona del lóbulo temporal, el hipocampo (fig. 6), se realiza el análisis de los elementos de la memoria a corto plazo y su confrontación con otros elementos ya almacenados en la memoria. Con base en este análisis se define si formarán parte de la memoria a largo plazo. El lóbulo temporal construye también las conexiones con el sistema límbico a través de las cuáles las emociones confluyen para modular la memoria. Está ya bien establecido el papel que juegan las emociones en el proceso de consolidación de la memoria. Las emociones, tanto las positivas como las negativas, son determinantes para la facilidad con la que se establece un recuerdo así como para su estabilidad en el transcurso del tiempo. El circuito de recompensa, El análisis final, un proceso estrictamente cognoscitivo, estará definido en última instancia, por la experiencia previa del individuo, por sus vivencias, por el análisis, de las consecuencias que van implícitas en la decisión y que se derivan de su contexto personal y cultural. En este sentido las decisiones van a ser estrictamente individuales, pues el bagaje de experiencias de cada persona, almacenadas en el cerebro es diferente del de todos los demás. Las decisiones, entonces, estarán moldeadas por las circunstancias existentes en un determinado momento que no serán inamovibles, sino que se modifican continuamente por la aparición de nuevas experiencias. Parece que se volviera entonces a las corrientes filosóficas que sostienen que ningún elemento de la realidad puede asirse con certidumbre ya que un segundo después ya no es el mismo. La toma de decisiones, en el proceso de su construcción conceptual final, es una función ejecutiva que se localiza sobre todo en el lóbulo frontal, en particular en la corteza (fig. 5). Es allí donde ocurre el análisis coordinado del conjunto de información que llevará finalmente a tomar una decisión. Esta zona del cerebro recibe la información de muchas otras, algunas con acciones relativamente sencillas como las de percepción sensorial, por ejemplo la evaluación visual de la densidad de las nubes en la decisión de salir o no con un paraguas, el sonido de la alarma sísmica para proceder a la evacuación de un edificio, y otras más complejas como las que codifican y procesan la memoria a largo plazo. Es a través de la experiencia adquirida, almacenada a través de los mecanismos neuronales de la memoria, en distintas áreas del cerebro, que se tendrá el conjunto de elementos que fundamentarán el análisis conceptual que llevará finalmente a la decisión. El vínculo emocional agrega un elemento de complejidad a todo el proceso. El conjunto de neuronas en esta región del cerebro, en cuya actividad va a sustentarse El cerebro y los límites de la libertad descrito anteriormente, participa en este tipo de asociación y algunos de sus centros neuronales como la amígdala y el núcleo acumbens (fig. 1) almacenan la memoria de emociones placenteras. La influencia de las emociones en la memoria tiene un papel clave en la toma de decisiones. 67 HERMINIA PASANTES el acto de la decisión, recibe a veces en el transcurso de una centésima de segundo, toda la información pertinente para la evaluación del acto decisivo. Del lóbulo temporal recibe la información procesada de los sistemas visual, auditivo y somatosensorial (fig. 5); de allí llegan también los elementos almacenados en la memoria autobiográfica. De esa misma zona, previa conexión con el circuito mesolímbico, llegarán las influencias emocionales que tan poderosas pueden ser señalando el curso de una decisión. El reto de las neurociencias es la identificación precisa de los circuitos neuronales responsables del eslabón final, el de la elaboración conceptual de la decisión. La importancia de establecer este correlato neuronal se hace más relevante si se considera que este proceso, el de la construcción conceptual de una decisión, está cercano a la elaboración conceptual de la conciencia. 68 Tomar una decisión parecería un acto de suprema libertad del individuo. Sin embargo, cualquier decisión se encuentra acotada dentro de límites estrechos por la experiencia acumulada de la persona, por las influencias de su entorno familiar, social y cultural. En términos de libertad, no puede cuestionarse que su construcción conceptual se basa en la experiencia. En ese sentido, la suma de evocaciones y vivencias, la integración de los recuerdos y los olvidos, establecerán sus límites. Los límites de la libertad. Hago patente mi agradecimiento a la licenciada Olivia Farfán por su apoyo en la elaboración de las ilustraciones de este artículo. Entrevista Hugo Gutiérrez Vega SILVIA MOLINA MIEMBRO TITULAR H La poesía es una forma de ver la vida ugo Gutiérrez Vega –hombre de naturaleza dulce y cariñosa que acentúa más su acento jalisciense, memorioso extraordinario, actor y director teatral por vocación, catedrático riguroso, periodista cultural apasionado, diplomático fino y conversador fascinante– es sobre todo y ante todo un gran poeta, autor de medio centenar de libros de poesía y prosa. Entre las distinciones que ha recibido se encuentran el Premio Xavier Villaurrutia, el Premio Nacional de Poesía Aguascalientes y el Premio Nacional en Lingüística y Literatura 2013, así como la Medalla del Instituto Nacional de Bellas Artes. Actualmente es miembro de la Academia Mexicana de la Lengua y del Seminario de Cultura Mexicana. Me abre la puerta de su departamento, en Copilco, Lucinda, su compañera de toda la vida, con su mirada clara e inteligente. Platicamos antes de que Hugo aparezca por el pasillo con un andar temeroso, porque se ha caído dos veces recientemente. Observo con detenimiento la salita comedor donde está parte de su biblioteca. Es un hogar que tiene el cuidado indiscutible de Lucinda, que nos ofrece té y una rebanada de pastel de chocolate. Cuando Hugo se sienta, cambia su postura y escucho su voz cálida, firme y su sentido del humor. Disfruto su memoria privilegiada. ¿Dónde naciste, Hugo? En Guadalajara, pero a los pocos meses me llevaron a Lagos de Moreno. ¿Quiénes fueron tus padres? Mi padre nació en Santander, en España, llegó a México a los dieciocho años huyendo del servicio militar, porque era la época de la Guerra de África y los mandaban a pelear a Marruecos. Él y un hermano salieron de Santander a hacer Las Indias, como se decía. Llegaron SILVIA MOLINA 70 a Cuba primero, estuvo ahí unos meses, pero su destino final, él lo sabía, era México. Llegó muy joven, realizó toda clase de oficios: vendió y compró café, se movió por el sur. Se llamaba Francisco Gutiérrez Arce. Era guapo, un español guapetón, y tenía muchos amores por Oaxaca y Chiapas que recordaba con afecto ya cuando estaba viejo. Mi madre fue María de Jesús Vega Anaya. Mi abuelo fue don Pedro Vega y Vega, y mi abuela Josefina Anaya y Anaya. En Lagos se casaban entre primos hermanos. Sucedía que los indígenas llamados chichimequillas eran irreductibles. Entonces los españoles siguieron la política inglesa: “El mejor indio, es el indio muerto”; los mataron a todos. Y para los trabajos serviles llevaron indígenas de Tlaxcala. Recordarás que Tlaxcala era república aliada del virreinato; por lo tanto, se les daba un trato especial. El cuento de Elena Garro es muy claro en su título: La culpa es de los tlaxcaltecas. Todavía existen en Lagos los barrios tlaxcaltecas. En Guadalajara están Mezquitán y Mexicalcingo. En Coahuila, San Luis, Aguascalientes y hasta en Filipinas había tlaxcaltecas. En Mindanao, hay una pequeña colonia. Pues bien, mi abuela y mi abuelo eran primos hermanos. Tuvieron que pedir permiso al Vaticano para casarse. Por eso en el escudo de Lagos en la parte de abajo hay una leyenda que dice: “Tierra de Lagos, tierra de godos, parientes todos y enemigos todos”. Fueron catorce o quince familias que se mezclaron entre sí. ¿Dónde pasaste tu infancia? Pasé gran parte de la infancia en Lagos y a los siete años regresé a Guadalajara. Hubo una interrupción por razones de trabajo de mi padre y estuve en la Ciudad de México a los tres años. Viví en Veracruz y Jalapa. Fue curioso porque ahí me dio paludismo y para evitar los problemas me llevaron a Jalapa que era más alta, pero allí adquirí tosferina y neumonía. Entonces regresé al paludismo, a Veracruz, hasta que por fin me trajeron a México. ¿Cuándo comenzaste a leer? Mis parientes en Lagos eran agricultores. La mayor parte afectados por la Reforma Agraria. Se habían dividido las haciendas… Se conservaban los cascos que eran agradables y allí pasábamos la temporada de lluvias que era la época de vacaciones. Nos reuníamos en el casco de Santa Cruz del tío Camilo y la tía Elena. Nos juntábamos treinta o cuarenta sobrinos. La mayor parte charros; charros profesionales; inclusive que habían ganado campeonatos de coleadero y cosas por el estilo. Yo estaba dedicado a la lectura desde muy chico, Silvia. Me acuerdo que mi fuente era Marujita, una colección española de libritos rojos por donde pasabas al otro lado del espejo. En esta colección había duendes, elfos, silfos, gnomos… Entonces tú vivías en un mundo paralelo. Estaban los cuentos de Calleja, cuentos de hadas rusos, alemanes, finlandeses, de los hermanos Grimm, y de Hans Christian Andersen. Me alimentaba de cuentos de hadas. Ya cuando crecí un poco más pasé a Salgari, siempre tuve una gran admiración por él. Sandokan, El tigre de la Malasia, El corsario negro, Yolanda, la hija del corsario, La capitana de Yucatán… Salgari (acentúa la primera “a”), ya ves que todo el mundo dice Salgari (acentúa la segunda), fue un personaje excepcional porque era un autor de un éxito inmenso. Sus ediciones eran de millones de libros Y los editores, como sucede con cierta frecuencia, le hicieron de chivo los tamales quitándole gran parte de sus regalías. Se cortó la yugular por una razón inexplicable. Dejó un mensaje sencillísimo “Me voy porque me da la gana”. Leí mucho a Julio Verne. Mis libros predilectos eran Diez mil leguas de viaje submarino y sobre todo Dos años de vacaciones que era un ideal en aquella época y lo sigue siendo: las escuelas son insoportables. Las vacaciones son una maravilla. Entonces yo leía todo el tiempo y ¿Y el poema a tu abuela? Tuve una niñez como la de todos los niños de mi época, pero protegido por la abuela materna. Inteligente, buena, pero irónica. No sarcástica, irónica en el buen sentido de la palabra. Yo la quise muchísimo. A mi padre lo veía una vez al año, iba a Guadalajara a recogerme para llevarme a Veracruz o traerme a México. Yo gozaba mucho la ciudad, me llevaban a los restoranes españoles –era glotón–. El Círculo Vasco, El Centro Vasco. Iba al cine todas las tardes. Tenía unos tíos consentidores que me compraban ropa. Una infancia como la de todos los niños de mi época: por un lado protegida y agradable, y por el otro vejada y humillada. Los niños éramos ciudadanos de segunda, considerados no como débiles mentales sino como incapacitados mentales aunque tremendamente inteligentes. Todavía persiste esta idea de verlos como incapacitados, sobre protegerlos y considerarlos –sobre todo en mi época– habitantes de la mesa de atrás, de alguna manera discriminados como las mujeres. Entrevista a Hugo Gutiérrez Vega por supuesto era sospechoso por lo menos de fragilidad o delicadeza porque no hacía suertes charras. Montaba a caballo con torpeza, y un día me permitieron lazar a una yegua. Lancé la reata y lacé a una tía. Una tía gorda que se llamaba Elenita. A raíz de eso dijeron: “Ese pendejo no puede seguir practicando las suertes charras”. Me dejaron en paz y seguí leyendo. La lectura era parte esencial de mi vida. ¿Dónde comenzaste a escribir? En Guadalajara. Me fui de Lagos porque no había escuela, no había manera de terminar la primaria, te quedabas en tercero. Estaba en un colegio de monjas. Recuerdo que había una monja muy bonita: sor Ascensión, que le gustaba mucho a mi tío Memo, hermano de mi 71 SILVIA MOLINA madre, y me mandaba a decirle: “Madre, está usted muy bonita, yo quiero ser su novio”. Me recordaba mucho a la del poema de González León: Aquella Hermana de la Caridad: aquella Sor Asunción, que bajo la toca lleva una boca de forma de corazón. Una de tus grandes influencias… Así es. Y luego ese maravilloso poeta es más preciso, en la descripción de la monja: Corazón que es dilución de una escala cromática… el color del labio superior es sonrosado, y rojo ultrasanguíneo el inferior… Monjita que te pareces a una artista de cine, de película italiana, que yo vi bajo la luna, en el auge lumínico de una convaleciente noche de abril… Fue un gran poeta. Este poeta tan complejo, tan simbolista, tan alumno de Rodenbach o compañero suyo es calificado por los críticos del D. F. de “delicioso poeta provinciano”, cuando es uno de los más sofisticados y complejos de la poesía de principios del siglo pasado. ¿Cómo conocería a Rodenbach? Fíjate qué curioso: salió sólo una vez de Lagos para estudiar farmacia en Guadalajara. Regresó y ya no se movió de su pueblo. No salió ni a las orillas, era totalmente urbanista. Inclusive alguna vez lo invitaban al campo, iba a las haciendas de los parientes, salía un poquito, pero vivía encerrado en la ciudad. Asi escribe: Por ese parentesco / que tengo con la tarde / y porque el alma / ya se me ha quedado inútil / en su afónica tristeza, / con el ademán callado / de quien se encuentra apoyado / a la orilla de una mesa / pensativo y olvidado. ¿Cómo cultivaste esa memoria tan extraordinaria? 72 El teatro me ayudó mucho; además, por aquello que decía Rafael Alberti (señala en la pared el poema prólogo de Alberti a su primer libro, manuscrito, firmado): “los poemas que uno ama, los memoriza automáticamente”. Pero me ayudó el teatro y la mecánica de la memoria que cultivamos los teatristas. ¿Qué pasó con la relación entre Rodenbach y González León? González León era maestro de francés, autodidacta. Y lo llegó a dominar bien. Lagos era un pueblo extraño porque tenía un liceo que fundó el padre Miguel León Guerra. Había en él clases de francés que daba don Francisco, quien leyó una novela de Rodenbach, Brujas la muerta. Preciosa, emblemática, del segundo simbolismo. No sé cómo averiguó (debió haber escrito una carta a la legación belga) el domicilio y le escribió en un francés perfecto que impresionó a Rodenbach, quien le contestó. Establecieron una correspondencia. Hay quince o veinte cartas que encontró Ernesto Flores, el compilador de la obra de González León y de Alfredo R. Placencia. Don Francisco no se interesaba mucho en publicar. Escribía en papel de estraza con una letra firme de trazos amplios, seguramente con canutero, con manchas y correcciones. Guardaba los poemas en un cajón de la botica. ¿Cómo comenzó a publicar? Un día pasó López Velarde por Lagos, y ya sabía por Pedro de Alba que don Francisco era un buen poeta. Hasta allí sabía, pero se dio cuenta de que no sólo era un buen poeta sino que era genial. Le pidió los poemas y González León le dijo: “Sí, lléveselos, don Ramón”. Se los llevó y publicó en México el libro Campanas de la tarde, con un prólogo precioso donde lo llama poeta consanguíneo. Figúrate, considerarlo consanguíneo. Y además es cierto: de repente encuentras una metáfora de González León y otra de López Velarde que son parecidas. Claro, pertenecían a la misma cultura del centro del país, la cultura católica. López Velarde usa mucho para describir sus amores el lenguaje de la liturgia y, a veces, hasta el lenguaje jurídico. Y dice en el prólogo López Velarde: “…su originalidad poética, la de las sensaciones”. Lo llama: “…monje de emociones intermedias… su simplicidad tiene paréntesis laberínticos… viene de regreso de las formas barrocas para lograr una forma absolutamente original”. Es decir, un prólogo lleno de entusiasmo. González León también usa el lenguaje litúrgico. Escribió otros dos libros, pero no se preocupó mucho por la publicación ni por la fama, no era un tema que le interesara. A López Velarde lo leí después. Leía a González León y a Placencia. ¿Cómo encontraste a López Velarde? Por una pequeña referencia que hace don Francisco, en una entrevista. Pedro de Alba le preguntó al viejo cuál era el poeta que más le interesaba del México contemporáneo, y él dijo: “Sin duda, Ramón López Velarde”. Eso me llevó a leerlo y a encerrarme años en López Velarde, a quien he llamado “el padre soltero de la poesía mexicana moderna”. buena fe. Cervantes que era muy humorista y quería ser poeta –figúrate el autor del Quijote, el genio absoluto–, tenía quejas por no serlo, y así lo dijo varias veces a pesar de que era un poeta respetable. El cerco de Numancia es poesía grandísima, tiene algunos sonetos espléndidos, pero quería ser mejor. Decía: “Los poetas son ladrones los unos de los otros”. Es cierto, la poesía es un patrimonio común. Cuando me preguntan cuáles son las influencias que he recibido contesto que toda la poesía, desde la griega hasta José Carlos Becerra. Entrevista a Hugo Gutiérrez Vega López Velarde también tiene mucho peso en tu obra. ¿Cómo te iniciaste en el teatro? ¿Eso te provocó escribir tus primeros poemas? Curiosamente fue la lectura de los españoles del 27, porque después de la lectura del padre Placencia y de López Velarde me encontré en la Librería Zaplana –aquí en México, una librería benemérita que dirigía don Andrés Zaplana, un español que no era comerciante sino un verdadero apóstol del libro– un volumen de Alberti publicado por Losada, Marinero en tierra con el que Rafael había ganado el Premio Nacional de España siendo muy joven. Lo leí religiosamente, casi de rodillas y al poco tiempo me puse a escribir una serie de poemas que llamé “El niño y el mar”. ¿Cuántos años tenías? Dieciocho. Mandé los poemas a los Juegos Florales de Sahuayo y los gané. Creo que eran cinco mil pesos: una fortuna en aquella época. Perdí los poemas, creo que en un cambio de casa. Poemas muy influenciados por Alberti, por “Marinero en tierra”. No eran plagios, digamos que era una influencia preponderante, una influencia poderosa. Lo que decía Rafael: Penando por ver el mar, / un marinerito en tierra / iza al aire este lamento: ¡Ay, mi blusa marinera! / como me la inflaba el viento / al divisar la escollera. Ese era el tono. Mismo que yo seguí sin darme cuenta. A uno le pasa, Silvia, de repente te apenas mucho, dices: “cometí un plagio”. Me acuerdo de un poema que escribí en Cambridge, un poema triste, que terminaba “…la soledad, la lluvia, los caminos”. Me dije: “Qué bonito, qué bonito quedó”, y al poco tiempo abriendo un libro de Vallejo me encontré: “Son testigos los días jueves y los huesos húmeros, la soledad, la lluvia, los caminos”. Es un peligro que jugamos gozosamente siempre que sea de Desde muy chico, en el colegio de los jesuitas formamos un grupo de teatro. Pusimos una obra pésima: El divino impaciente de José María Pemán. Una obra llena de ripios, en verso, sobre la vida de san Francisco Javier. Yo hacía el papel de un hermano de San Francisco. En aquella época era muy robusto, tenía unas piernas de gran tamaño, y con las calzas se veían doblemente grandes. Recuerdo mi primer éxito en pleno momento dramático: atravesé el escenario y la gente se murió de risa al ver mis piernotas. A raíz de eso cultivé una ilusión por el teatro que en Guadalajara tenía pocas posibilidades de cumplir. Quizá cuando iba una compañía de México al Degollado… Me acuerdo que iba la Compañía de Pepita Envil y de Plácido Domingo, padre, con operetas y zarzuelas. Mi abuela era muy aficionada a la zarzuela. Nos sentábamos en luneta. Ponían las letras de Luisa Fernanda y las otras zarzuelas. Antes de comenzar todos cantábamos aquello de “A la sombra de una sombrilla de encaje y seda…” Eran chistosas. Un día el hijo del gerente del teatro, o del administrador del teatro, me dijo: “¿No quieres salir en una opereta?”. Debo haber tenido como diecisiete o dieciocho años. “Yo no sé cantar”. “Nada más abres la boca. Necesitan gente en escena”. Me dieron un frac medio remendado, me lo puse y salí en La viuda alegre, con Pepita Envil cantando el vals de La viuda alegre (entona la música), y yo muy serio con mi frac entre el grupo de cantantes, abriendo la boca y fingiendo cantar. Esos fueron los principios. ¿Y luego? Fui a estudiar al Actor´s Studio de Nueva York. Tenía 22 años y mucho interés en ampliar mis conocimientos. Leí la convocatoria de un diplomado para actores extranjeros. Hice 73 SILVIA MOLINA 74 mi solicitud Teníamos que presentar un monólogo en inglés. Yo ya hablaba bastante bien inglés: fue la primera lengua que aprendí; pero tenía heavy accent. Se trataba de un diplomado, no podías entrar al curso oficial. Pero fue muy interesante por la gente que vi: James Dean, Marlon Brando, Susan Strassberg, muy jovencita. Me paraba en los pasillos para verlos pasar. Tomé el curso seis meses. Me ofrecieron otro, pero ya no tenía dinero. Entonces, unos amigos negros me alojaron en su casa en Harlem. Era verano, así que podía dormir en las escaleras de incendio. Allí ponía mi colchoneta. Me hice amigo de algunas personas de Harlem, seguí tomando el curso y para poder solventar mis gastos trabajé en un restorán paquistaní lavando platos, (pero allí sí progresé: el resto de mi vida no he progresado mucho). Ya ves, estás en la casa en la que he vivido desde hace casi cuarenta años. Pasé de lavar platos a encargado del tandoori, el horno donde se hacen las carnes y los panes, y aprendí a hacer chapatas, puris y papadooms y otros panes de la región. Me doctoré en tandoori… ¿Y tu carrera de abogado? Regresé a México y unos años después fui a Querétaro a terminar la carrera que no pude terminar en Guadalajara, creo que por razones políticas. No me acuerdo muy bien, pero hice cuatro años de la carrera en Guadalajara, el quinto en México y en Querétaro me recibí. y cinco años. Un grupo inspirado en buena medida en los Entremeses Cervantinos de Guanajuato, en la magnífica labor de Enrique Ruelas; pero también en La Barraca de García Lorca en la época de la República, y en las misiones culturales de la República Española de Cosío y de Casona. Entonces empezamos a viajar. Primero por los pueblos de Querétaro y luego a toda la República. Nuestro Repertorio eran entremeses cervantinos, pasos de Lope de Rueda, entremeses de Quevedo, fragmentos de obras de Ruiz de Alarcón. En aquella época actuábamos en el atrio de Santa Rosa, una iglesia barroca muy extraña de Querétaro, con elementos esotéricos. Ésa era nuestra sede. Pusimos las farsas francesas de la Edad Media. Tuvo mucho éxito la Farsa de Miser Pathelin, y luego les dije: “¿Qué les parece si hacemos teatro del absurdo?” Era el teatro del momento en Europa. Pusimos La cantante calva de Ionesco, antes que Gurrola en México. Nosotros la estrenamos en lengua española en América Latina. Lo curioso fue que la montamos en el Teatro de la República, donde se juzgó a Maximiliano cuando era el Teatro Iturbide, donde se discutió la Constitución del 17, figúrate la cantidad de discursos y de alegatos que pasaron por allí. Una obra sobre la disolución del lenguaje, en un lugar donde había corrido tantas palabras. Era realmente surrealista. Ionesco hizo el viaje a Querétaro para ver donde se había puesto la obra. Me acuerdo que nos comentó. “Es como ponerla en el Parlamento en Bucarest”. ¿Y los Cómicos de la Legua? Estando en Querétaro fundé el grupo. Esto que te estoy diciendo pasó en 1959 y el grupo todavía funciona, tienen ya casi cincuenta ¿Y tu pertenencia al pan? Mira, mi formación religiosa, mi familia, el colegio me llevaban hacia la oposición. A López Mateos hizo muchas cosas por la cultura. Era extraordinario. Muy contradictorio, pero creo que es el último presidente de la post-revolución. Después vienen Díaz Ordaz y De la Madrid que son otra cosa. Fuimos expulsados del pan por comunistas y me quedé flotando en el espacio trabajando en Querétaro de maestro, y con los Cómicos de la Legua. Fue López Mateos a Querétaro. Le dimos una función. El día anterior habíamos dado una, en San Juan del Río y terminando tuve frente a mí cuatro escopetas esgrimidas por los hermanos Fernández de Cevallos, mientras Diego, uno de ellos, con un látigo para mulas la emprendió contra mis espaldas gritando “De mi padre no se burla ningún hijo de puta”. Me dio cuatro latigazos, mientras los hermanos me apuntaban con las escopetas. En una reacción de defensa, tiré una patada con la que seguramente le di allí donde te conté, se hizo para atrás, y en eso salieron los del grupo de teatro con espadas y lanzas de utilería a defenderme. López Mateos ya estaba enterado y al día siguiente terminando la función me llamó. ¿Qué te dijo? Me acuerdo que echaba la mano a la bolsa para sacar Mejorales: ya le empezaba el aneurisma que finalmente lo mató. Fumaba Delicados y tomaba Mejorales. Estaba ya muy delgado y era su último año de gobierno. –Yo había ido a defender mi caso en la Cámara de Diputados con un discurso virulento. En aquella época el pri era especialista en coptar, más que en reprimir, que eso lo hizo Díaz Ordaz. Todavía tenía el sistema de coptación: los magníficos embajadores escritores que tuvo el pri a lo largo de su historia: Amado Nervo, Enrique González Martínez, Alfonso Reyes, Octavio Paz… Había una larga tradición en el Servicio Exterior de diplomáticos escritores–. Me acuerdo textualmente de sus palabras: “Hugo, la derecha nunca es inventada, ponga tierra de por medio”. Me invitó a desayunar a Los Pinos. Estuvimos Humberto Romero y yo. Me dijo: “Hable con Pepe Gorostiza”. Le respondí: “Yo quisiera, señor presidente, entrar por mis propios méritos. Presentar el examen.” Me contestó: “Él ya tiene instrucciones”. Desayunamos. Se levantó repentinamente; me dijo Humberto: “Es que le viene la migraña”. No lo volví a ver pero antes de irme me dijo: “Esté donde esté, escríbame una vez al mes”. Cumplí. Una vez al mes le escribí. Sólo obtuve una respuesta porque estaba ya muy mal: “Recibí su carta, me encanta que le guste Roma y que esté viviendo plenamente su trabajo diplomático y al mismo tiempo conociendo la ciudad. Un abrazo, Adolfo López Mateos”. ¿Presentaste el examen? Lo presenté. Fui con don Pepe y entré como tercer secretario acreditado como Consejero Cultural en Roma. Me acuerdo que don Pepe Gorostiza era Secretario de Relaciones en funciones porque don Manuel Tello se fue de candidato a senador por Zacatecas. Era 1963. Fui a despedirme de él y me dijo: “Véngase, vamos al teatro”. Nos fuimos caminando de la Secretaría a Bellas Artes. No tenía guaruras. Fuimos a ver el Orestes de Alfieri, con el Stabile de Roma actuado por Vittorio Gassman. Terminando la función nos fuimos a merendar al lugar que acostumbraba, la Fonda Santa Anita de Humboldt. Un caldito de pollo con garbanzos, dos quesadillas, una de flor de calabaza y otra de hongo, y un gran vaso de agua de limón con chía. Era un hombre muy austero, muy sencillo. La gente lo calificaba de hosco, de serio. No, era encantador, humorista, simpático. Al terminar me dijo: “Hugo, escriba cuando menos un verso al día para mantener la mano caliente”. Y le dije: “Pero que autoridad moral tiene usted, si ya no ha vuelto a escribir”. Me contestó: “Mire, Hugo, ¿usted cree que Entrevista a Hugo Gutiérrez Vega mí me tocó la segunda cristiada todavía en Lagos, siendo muy chico. Hay dos novelas de don Guadalupe de Anda que son formidables. El prólogo de la nueva edición de Porrúa es de José María Muriá, y deja muy en claro lo que fue la guerra cristera. Todo esto formaba parte de mi parafernalia mental. Entré al pan porque era buen orador. Estuve en la campaña de González Luna, después en la de Luis H. Álvarez. Manuel Rodríguez La Puente y yo fuimos los principales oradores, como decía mi abuela, “muy desbocados, muy virulentos”. Terminada la campaña, los dos decidimos inclinar al pan hacia la izquierda cristiana, y ese era un programa de izquierda para el partido, figúrate qué locura. Entonces obviamente nos corrieron. Además nos fuimos a Cuba a ver al Che Guevara y a Fidel, tuvimos entrevistas con ellos y aquí yo estuve preso en Mexicali, casi un mes, en un verano pavoroso acusado de disolución social. López Mateos me salvó la vida amnistiándome. A raíz de esto me hice amigo suyo. 75 SILVIA MOLINA puede escribir un poema una persona que escribe cien veces al día: “Reitero a usted las seguridades de mi más alta consideración?” Le dije: “Don Pepe, han podido otros, Claudel, Perse, Seferis… Tenía razón, para qué escribir más si ya estaban ahí Muerte sin fin, Canciones para cantar en las barcas, la Declaración de Bogotá que es un poema sorprendente, y textos en prosa sobre su poética. ¿Siempre recibiste en tu casa como lo hacías en Londres? 76 Era casa abierta para intelectuales, escritores. Estábamos en esa época en Londres prácticamente todos: José Carlos Becerra, Guillermo Cabrera Infante, Antonio Cisneros, Mario Vargas Llosa, Octavio Paz en Cambridge, Carlos Fuentes, con Rita y Cecilia, José Emilio Pacheco y Cristina en Colchester, Fernando del Paso con Socorro y sus hijos, Felipe Erhenberg, Monsiváis, que se quedaba con nosotros. Sergio Pitol, tú. Todo el mundo estaba en Londres: Era el momento de estar ahí, la salida del invierno neo romántico, la época del Electric Cinema de Portobello. Nos tocaron los estertores del movimiento hippie. La casa estaba abierta para todos los amigos. Cuando Monsiváis terminó su estancia en Londres, se despidió después de estar varios meses viviendo con nosotros. Las niñas lo querían mucho y jugueteaban con él. En la puerta le dijo a Lucinda: “Ésta es una experiencia irrepetible”. Ella empezaba a emocionarse, cuando añadió: “No volveré a vivir con niños”. Sergio Pitol les tenía prometido a las tres un streap tease que nunca cumplía. Un día se le subieron un poquito las copas, puso Falling in Love Again, cantada por Marlene Drietrich (canta I´m in love again) y empezó a hacer el streap tease. Mis hijas se metieron detrás de un sofá y asomando sólo los ojos le decían a Lucinda: “Mami, he dears, he dears”. Se quedó en calzones, hizo todo el streap tease muy bien. Un día, después de la despedida que le hicieron sus alumnos de Bristol, que terminó a las cuatro de la mañana, estábamos sentados en la sala como a las doce, tomando un café con Sergio y con Carlos, cuando de repente sale una voz de debajo del sillón: era uno de los jóvenes que se había quedado dormido ahí. ¿Qué amigos literarios hiciste en tu carrera diplomática? En primer lugar, en Roma, la enorme amistad del quien considero mi hermano mayor, Rafael Alberti. Pasó su exilio en Argentina, pero decidió acercase a España y encontró que el lugar ideal era Roma, donde le ofrecieron un taller para su pintura y algún trabajito para sobrevivir; ahí recibió el Premio Lenin que le permitió comprarse una casa en el Trastevere y más o menos arreglar su situación económica. Yo había fundado el Teatro Latinoamericano de Roma. Invitamos a Alberti y a raíz de eso, al día siguiente estaba yo en su casa tomando el café y platicando. Viajamos por Rumania, fuimos a Génova. Él me presentó a los poetas e intelectuales italianos que conocí. Al que más quise fue a Pasolini. Iba mucho a casa de Rafael cuando estaba filmando El evangelio según San Mateo, en mi opinión la mejor de sus películas. El Cristo lo hacía un estudiante de teología vasco, un chico enérgico, chaparrito, que hacía un Cristo excepcional. Un día le dije: “Paolo, yo quisiera trabajar en la película”. Me dijo: “Claro, preséntate mañana a las 8 en Cinecittà”. Llegué temblando de emoción. Me dieron una túnica, unas sandalias y una especie de turbante. Yo esperaba mis líneas, pensé “Voy a decir alguna cosa”. Pues no, mi papel fue importantísimo: yo lo titulé después Sombra que pasa en la lejanía. Era uno de tantos ciudadanos judíos que caminaba detrás de Cristo. Cuando estrenaron la película traté de localizarme pero no me encontré, andaba en la multitud. Se lo agradecí mucho a Pasolini. Conocí también en la casa de Alberti a Pablo Neruda. Traté a Miguel Ángel Asturias a quien quise muchísimo, fuimos amigos. Y viajamos juntos a Rumania que era como nuestro punto de reunión. Sigue siendo para mí un lugar que adoro. De los italianos conocí a Vittorio Sereni, Alfonso Gatto, Alberto Moravia. Lo traté bastante cuando vino a México, fui su intérprete. Era la época de La noia, una novela desesperanzada, sobre la decadencia de la burguesía. Recuerdo a Elsa Morante, por supuesto, Elena Mancuso, la traductora de Rulfo y de Paz al italiano: “Venni a Comala perché mi avevano detto che qui viveva il mio padre, un certo Pedro Páramo”. Preciosa traducción. ¿En Inglaterra? En Inglaterra conocía a Tomlinson, a E. M. Foster: daba una conferencia en Cambridge y terminando me invitaron a cenar a uno de los colegios. Me sentaron junto a él y estuvimos hablando. Más bien lo estuve escuchando. Le pregunté por Maurice, por A Passage to India, ¿A quién conociste en Grecia? Ya había conocido a Elytis en España. Cuando ganó el Premio Nobel hizo una gira y varios poetas españoles, amigos, Luis Rosales, Pepe Hierro, Félix Grande, le ofrecimos un recital en el Centro Cultural de la Villa de Madrid. Cuando fui embajador en Grecia, cultivé su amistad, aunque estaba ya muy grande y muy enfermo, pero pude verlo. Traté a Yannis Ritsos, el gran poeta de Monemvasia acompañé su cadáver a Monemvasia, al final del Peloponeso, una ciudad prodigiosa, con una muralla y una fortaleza veneciana. Traté a Titos Patrikios, Tassos Denegris —que fue mi traductor al griego—, a Nikos Bletas que me tradujo también, a Maya María Russo, que era traductora de Paz, y que me tradujo al griego. Pero mis principales amistades fueron Elytis, Ritsos, Patrikios y Denegris. Esa era la ilusión de José Carlos Becerra, conocer a Elytis por eso el viaje a Grecia en su viejo automóvil, y la muerte, en la primera curva donde está san Vito de los Normandos, en la primera curva donde se ve el mar griego. ¿Y en Estados Unidos? Conocí a Robert Frost, traté a Truman Capote; ahora bien, mi amigo yanqui fue siempre Gore Vidal. Lo conocí cuando vivía en Roma. Tenía su novio romano y vivía cerca del Panteón. Después, cuando fui a Estados Unidos lo vi varias veces. Dirigí aquí en México un programa que se llamaba Encuentro, un talk show, y lo invité. Era brillantísimo, un hombre de una inteligencia notable, un crítico de la sociedad y de la política de Estados Unidos, un gran novelista, un personaje, Gore. ¿En Brasil? Allí conocía a Carlos Drummond de Andrade, a Joao Cabral de Melo Neto, Ledo Ivo… fundamentalmente poetas, aunque conocí también a Rubem Fonseca. Un magnífico novelista. He tenido muchos amigos escritores. Se acaban de morir Félix Grande y Leopoldo Panero. Este año se han muerto tantos poetas, Silvia. Me hicieron un homenaje en Guadalajara por mis 80 años, y le dije a la huesuda: “Ya deje en paz a los poetas, dedíquese usted a los diputados”. Entrevista a Hugo Gutiérrez Vega una de mis novelas predilectas. El viejo, que era como un príncipe gay, más bien un rey gay de Inglaterra, era un hombre muy asequible, muy simpático. Estaba ya muy grande. Conocí a dos o tres poetas de la India con los que tuve comunicación y luego la perdí. Y en una reunión de apoyo a Torrijos, por el Canal de Panamá, en Porchester Hall, me tocaron de compañeros de mesa Debora Kerr, la actriz, y Graham Greene que me dijo: “Odio su país”. Le dije: “Yo también odio el suyo, odio el Imperio”. Le llamó la atención mi respuesta y comenzamos a platicar de Tabasco, de Garrido Canabal. Odiaba México, pero estaba fascinado por México. A Deborah Kerr me costó trabajo explicarle que en México se decía, jugando con las palabras —en aquella época— por “cual debe de ser” “cual Deborah Kerr”, porque ella era muy proper, ¿te acuerdas? Por fin entendió y me dijo: “It´s funny, I am rather promiscuous”. ¿Qué es para ti la poesía? Es una forma de ver la vida. La poesía te descubre cosas que sin ella no habrías podido imaginar. Aparte de su musicalidad, la poesía te enseña cosas de la naturaleza, del hombre, de la relación humana. Y de alguna manera, te enseña a morir también. Juan Gelman fue un ejemplo de la muerte de un poeta. Por esos días lo había atacado Christopher Domínguez, exigiéndole retractarse y hacer un acto de contrición por haber sido montonero. Creo que afortunadamente Juan no se enteró de semejante tontería. Murió tranquilamente. Pienso en Epicteto, cuando estaba muy mal y lo consolaban decía: “No soy el primer hombre que va a morir”. Lo de José Emilio fue repentino. Lo de Félix Grande dos meses de agonía por un cáncer de páncreas que se lo llevó rápidamente. Además de poeta era uno de los principales especialistas del flamenco. Hizo una enciclopedia sobre el tema. Escribí un poema preguntándole: “¿Cómo te despedimos, Félix? Lo haremos con un lamento en altibajos de Camarón de la Isla, con un arpegio de la guitarra de Paco de Lucía, o con un grito desesperado de una minera de Cartagena”. Hablaba del arpegio de Paco de Lucía, y ese día murió el gran guitarrista. ¿Cuál es tu libro más reciente? Una reedición de Los pasos revividos hecha por Vaso Roto una editorial española. Están allí Una estación en Amorgós, Cantos del despotado de Morea y Los soles griegos. 77 EL MERCANTILISMO Y EL ESTADO ADMINISTRATIVO OMAR GUERRERO MIEMBRO TITULAR Mirando más allá del debate sobre el Colbert mercantilista y el modelo centralizado de regulación estatal, podemos más bien examinar en detalle los instrumentos intelectuales por él usados como patrón del Gran Siglo, como constructor de Versalles y como arquitecto del Estado administrativo de Luis XIV. Jacob Soll, The Information Master, 2011 D entro de las ciencias sociales, las relaciones habidas entre la economía y la administración pública han estado signadas por una ambigüedad de encuentros y desencuentros. Nacidas en cunas muy próximas, por no decir en la misma cuna, con sus acercamientos dieron vida a temas bi-disciplinarios como el cameralismo, el fiscalismo y el arbitrismo, cuyo cultivo tendió a ser más económico que administrativo. Lo mismo puede decirse del mercantilismo, tema de este artículo, el cual será abordado en sus vínculos con la administración pública. Sin embargo, el mercantilismo es más que un tema bidisciplianario, y si bien parece ser un tópico bajo el dominio de la economía, su cultivo tiene una orientación multidisciplinaria que comprende a la ciencia política y la ciencia de “política” (policy science). Más allá de los marcos disciplianrios modernos señalados, el mercantilismo aparece en el siglo xvii dentro de lo que podemos llamar “ciencias del Estado”, por ser tal ente su objeto principal, conjunto disciplinario que abraza a los consejos de príncipes, la razón de Estado, el arbitrismo y el cameralismo, todos ellos involucrados en el estudio de la formación del Estado. El cosmos del mercantilismo es extenso y complejo. De modo que aquí nos contentaremos con su análisis principalmente desde el ángulo de la administración pública, sin renunciar obviamente al aporte económico y al mismo tiempo solicitar la colaboración de la ciencia de policy. La palabra “mercantilismo” es una locución que devela menos, que todo aquello que oculta. En primer lugar, tiene una diversidad de significados por efecto de la pérdida de una continuidad de interpretación cuyo efecto nocivo fue el extravío de “inteligibilidad”. Su historia, más que significar una película en movimiento, aparece como un conjunto de pinturas. Al final, mercantilismo “vino En la literatura del idioma inglés la voz Economic policy tiene una connotación precisa, como lo observaremos prístinamente en la definición que de ella hace Kenneth Boulding, más adelante analizada. En español esa voz suele traducirse como “política económica”, dando lugar a tal cual en inglés, en atención a su origen grecolatino, y evitar además su confusión con “política” en el sentido en que se emplea en las ciencias sociales. MERCANTILISMO: PROTO-POLICY DEL ESTADO Una buena ruta para entender al mercantilismo es concebirlo como policy económica compartida por los Estados absolutistas entre los siglos xv y xviii. En buena medida ese fenómeno constituye el proceso primigenio de una masa general de policies del Estado moderno que comprenden no sólo a la economía, sino también el bienestar social y la vida política. Se trata de un entramado de proto-policy del cual emana la gubermentalidad que se extiende hasta nuestros días. Una copiosa literatura tuvo su origen en estos hechos, reproduciendo en sus páginas un sustrato doctrinario que se ha definido principalmente como una expresión de la actividad económica del Estado absolutista en su etapa de definición temprana.3 El mercantilismo, por consiguiente, tiene en su origen una acentuada connotación económica, pero que no desdeñó otras manifestaciones en la formación del Estado en esos siglos. Se podría decir, de un modo preliminar, que el mercantilismo es la teoría del Estado desde el ángulo económico. Si bien fue Antonio Serra el primer tratadista del mercantilismo de tal modo concebido, merced a una obra publicada en 1614;4 correspondió a Antoyne de Montchrétien la autoría de un texto que representa plenamente la tipicidad del mercantilismo como esa actividad económica referida.5 Montchrétien se propuso tratar las prácticas orientadas a incrementar las riquezas nacionales, y sujetarlas a preceptos y reglas basadas en la racionalidad.6 En sus páginas se muestra detalladamente la necesaria actividad del Estado en la economía, y particularmente el levantamiento de datos estadísticos precisos para tal efecto. El afán racional de la administración pública universalmente considerada, se manifiesta con toda nitidez en el papel que juega la estadística como instrumento de gobierno.7 Las prácticas económicas del Estado delineadas en la obra de Montchrétien fueron amparadas bajo su sugestivo título: Traicté de l’oeconomie politique (Tratado de la economía política). El texto, quizá el más “administrativo” de los libros mercantilistas, fue más allá de las ancestrales denominaciones de la economía, que bajo la óptica de Jenofonte y una obra atribuida a Aristóteles, estaba circunscrita a la vida doméstica y un poco más hacia al perímetro de una polis singular.8 En el pseudo-Aristóteles, el anónimo autor dividió a la economía en regia, 1 Wilson, Charles, “‘Mercantilism’: some vicissitudes of a idea”, The Economic History Review, vol. X, no. 2, 1957, pp. 1881-188. 2 Smith, Adam, An inquiry into the nature and causes of the wealth of nations, New York, The Modern Library, 1965, pp. 397-626. 3 Una doctrina constituye un vínculo entre el conocimiento y la policy. Hood, Christopher and Michael Jackson, “Key for locks in administrative argument”, Administration & Society, vol. 25, num. 4, 1994, pp. 467-488. 4 Gonnard, René, Histoire des doctrines éconómiques, Paris, Libraire Valois, 1930, p. 75. 5 Montchrétien, Antoyne de, Traicté de l’oeconomie politique, Paris, Libraire des Sciences Politique et Sociales, sin año. 6 Vázquez de Prada, Valentín, Historia económica mundial, Madrid, Ediciones Rialp, 1961, p. 278. 7 Jacoby, Henry, La burocratización del mundo, México, Siglo XXI Editores, 1972, pp. 55-56 y 67. 8Jenofonte, Economía, Madrid, Conaculta y Océano, 1999. Pseudo-Aristóteles, Económicos, Editorial Gredos, Madrid, 1984. El mercantilismo y el estado administrativo a significar nada”.1 En segundo lugar, esa voz no comprende la mayor parte de los sucesos del Estado durante el siglo xvii y que llevaron a la formación del Estado administrativo, suceso en el cual el mercantilismo tuvo un papel principal. Si bien los fisiócratas se refirieron al término ocasionalmente, fue Adam Smith quien lo bautizó como “sistema mercantil” y le dedicó todo el libro iv de su obra principal, salvo el capítulo final.2 Un sistema comercial así concebido es estrecho para cubrir un fenómeno histórico no sólo más amplio, sino diversificado. 79 OMAR GUERRERO 80 satrápica, citadina y doméstica. Montchrétien conoció ambas obras y se propuso tratar a la economía de un modo diverso, es decir, como única y para el Estado como totalidad; es decir, como economía política. Lo antedicho deriva en la premisa que, como lo afirma un autor, el mercantilismo fue un tema “más de política económica que de economía política”, merced a que su objeto existencial radicó en la construcción económica de un Estado unificado y dotado con un poder central.9 De modo que debemos definir el concepto policy como los principios que gobiernan la acción dirigida hacia unos fines determinados. El estudio de la policy, entonces, concierne a tres cuestiones: lo que necesitamos (los fines), cómo obtenerlo (los medios) y quién somos nosotros, esto es, cuál es la naturaleza de la organización del caso.10 La noción “policy económica” fue formulada por Kenneth Boulding precisamente cuando la ciencia de policy estaba comenzando a florecer, como se evidencia principalmente en una obra de Harold Lasswell.11 El surgimiento y desarrollo de las nuevas disciplinas facilitó dar mayor precisión a la actividad del Estado, diferenciado “política”, “administración” y policy. A saber: cuando individuos o grupos ganan o pierden poder en un ámbito determinado, hay política; cuando un acto o propuesta de acción de un funcionario se orienta al interés público, hay administración. Por su parte, policy se refiere a las “decisiones acerca de lo que se hace o no se hace en situaciones dadas”.12 En efecto, el mercantilismo personifica la policy económica e indudablemente consiste en uno de los mejores ejemplares de policy -a secas- mucho antes de la aparición de la disciplina que la estudian. Es, consiguientemente, un tema muy principal de los estudios no sólo de la economía, la política y la administración pública, sino también de la ciencia de policy. Las referencias precedentes extienden el tema económico más allá de sus límites y adentra al “mercantilismo” en los problemas de política. El mercantilismo asimismo ha sido concebido como una etapa primigenia del arte del gobierno. Esta verdad fue algo oscurecida por la merma de su cultivo durante el siglo xvii, por el efecto de diversas crisis que azotaron a Europa como la Guerra de los Treinta Años (1618-1648), las rebeliones campesinas urbanas y la crisis fiscal que asoló a las monarquías europeas.13 El arte del gobierno sólo podía desarrollarse en una época de expansión que estuviera libre de las grandes tensiones militares, políticas y económicas que imperaron entonces. De modo que, en la medida en que el ejercicio de la soberanía era la base esencial de las instituciones políticas y del poder, el arte del gobierno no se podía desarrollar de una manera específica y autónoma. El mercantilismo puede ser descrito como el primer esfuerzo sancionado para aplicar el arte del gobierno en el nivel del conocimiento y de las prácticas políticas del Estado, pues representa el umbral de la racionalidad en el arte del gobierno. Fue, pues, la primera racionalización del ejercicio del poder como una práctica del gobierno. Para dar luz sobre el punto es conveniente atraer al mercantilismo aún más hacia el terreno no sólo de la política, sino también de la administración pública, toda vez que es menester “economizar” a la administración pública, y esta misma “administracionar” a la economía. En Europa, a lo largo de los siglos xiv y xv, la preocupación de los gobiernos se centró en consolidar los territorios conquistados, adquirir nuevos espacios geográficos, unificar el conjunto político como Estado nacional territorial, y batir las resistencias particularistas de tipo feudal, eclesiástico y urbano opuestas a la unificación estatal. Como esos propósitos sólo eran alcanzables por medio de la riqueza económica del Estado, el fortalecimiento económico ocupó el primer lugar de sus propósitos de hechura de policy. Fue así que se procedió a la acumulación de metales preciosos como un primer medio para conseguir esa finalidad, y ello explica la preeminencia obtenida merced a esa acumulación. El segundo medio fue el 9 Silberber, Edmund, La Guerra en el pensamiento económico, Madrid, Aguilar, 1954, p. 4. 10 Boulding, Kenneth, Principles of economic policy, Englewood Cliffs, Prentice Hall, 1958, p. 1. 11 Lasswell, Harold, “Policy orientation”. Lerner, Daniel y Harold Lasswell (eds.), The policy sciences, Santanford University Press, 1951, pp. 3-15. 12Friedrich, Carl, “Public policy and nature of administrative responsability”. Friedrich, Carl y Edward Mason eds., Public policy, Harvard University Press, 1940, pp. 6-7. 13 Foucault, Michel, Sécurité, territoire et population, Paris, Galimard, 2004, pp. 104-105 El mercantilismo y el estado administrativo 81 comercio exterior para lograr la superioridad de las exportaciones sobre las importaciones, y hacer que el excedente de la balanza de comercio favoreciera la afluencia de aquellos metales. Como el impuesto era la segunda fuente de riqueza del Estado, el tercer medio fue centralizar en sus manos la recaudación fiscal y aumentar las materias tributables, junto con el fomento de la producción y el crecimiento demográfico.14 Y si bien, el mercantilismo adoptó diversas modalidades en cada país, esencialmente fue un fenómeno genérico de “intervencionismo” que apeló a la iniciativa de los particulares para implementar el programa económico estatal a través de monopolios establecidos con esa finalidad; pero preservando la propiedad privada y tolerando la libre acumulación de ingresos. La economía fue orientada hacia la realización de un fin político productivo, toda vez que las relaciones exteriores obtuvieron un carácter belicista donde la ganancia sólo era posible gracias de la pérdida del rival, idea que se concibe únicamente bajo la orientación de la lucha por los metales preciosos. 14 Laufenburger, Henry, Intervención del Estado en la vida económica, México, Fondo de Cultura Económica, 1945, p. 17. OMAR GUERRERO 82 Consiguientemente, el rasgo característico de esa época fue la gestación de la economía nacional en cada país, concebida como una policy económica dirigida por el soberano en el territorio sometido a su autoridad, y que fue orientada al enriquecimiento del Estado. Gracias a la concentración del poder político en manos del monarca, con el apoyo de la burguesía mercantil y los ejércitos mercenarios, se estableció la unidad nacional, y sobre su base el desarrollo de un Estado consolidado como rector de la actividad económica.15 Esta centralización emprendida por los reyes renacentistas afectó decisivamente la vida económica merced a que los soberanos requirieron de medios económicos abundantes y con flujo continuo para sustentar la política nacional, así como organizar racionalmente a la administración pública tanto en sus esquemas interiores como en sus dependencias de lo exterior. Para producir recursos económicos los soberanos asumieron la dirección de la vida económica creando más impuestos, resucitando algunos ya fenecidos y renovando otros poco redituables. El eje de esta policy fue la organización del Estado en su carácter de Fisco, de modo que el añoso concepto feudal patrimonialista de real hacienda se convirtió en hacienda estatal, 15 Vázquez de Prada, op. cit., pp. 277-276. La policy mercantilista fue orientada al objetivo político superior de proteger las fuerzas económicas del Estado e incrementarlas en el mayor grado posible. Por tal motivo la policy encaminada a la defensa y expansión del poder económico del Estado se llamó “mercantilismo”, debido principalmente al acento puesto en el comercio como acelerador de la riqueza estatal. Pero el mercantilismo no constituyó propiamente una concepción orgánica, como lo hicimos saber, sino un conjunto de medidas prácticas racionales que se fueron adoptando y reproduciendo durante casi tres siglos.16 Aunque el mercantilismo no alcanzó el rango de teoría económica, logró desarrollar esquemas de principios los cuales, por ejemplo, en la Inglaterra de mediados del siglo xvii culminó en los trabajos de profesantes de gran talla como Thomas Mun, director de la Compañía de las Indias Orientales.17 Los mercantilistas pugnaron el desarrollo de compañías comerciales ultramarinas y manufacturas privilegiadas, que evitaran la exportación de productos extranjeros. Asimismo propusieron la inmigración de mano de obra y una policy aduanera que protegiera los intereses nacionales. En las bases del sistema mercantil se fue instalando una estructura administrativa de nuevas organizaciones y personal profesionalizado en economía, finanzas y administración, pues su tarea consistió en un ejercicio político y administrativo a cuya cabeza se hallaban conspicuos estadistas. En España, principalmente bajo Felipe II, el fenómeno mercantilista asumió una modalidad peculiar llamada “arbitrismo”, voz que procede del vocablo latino arbitrium (“albedrío”), cuyo uso primigenio se debe a los funcionarios públicos que en ese siglo lo empleaban como parte de la jerga 16 Vázquez de Prada, op. cit., pp. 277-278. 17 Mun, Thomas, La riqueza del comercio de Inglaterra con las Indias Orientales, México, Fondo de Cultura Económica, México, Fondo de Cultura Económica, 1954. burocrática. Ello obedece a que fue en las oficinas donde se centralizaban todos los escritos que aconsejaban sobre problemas financieros al monarca y sus ministros.18 De manera que arbitrio significó consejo, opinión o medida, particularmente dentro del tema mencionado. Por su parte, en Alemania y Austria ese fenómeno se desenvolvió de un modo igualmente peculiar en forma de “cameralismo”, que maduró como una categoría con su propia naturaleza y designios, y fue de tal modo que evolucionó como una etapa superior al arte del gobierno sobre la que se fincó una ciencia del Estado.19 El cameralismo fue originalmente la técnica y la teoría de la administración del Estado absolutista, así como una manifestación del arte del gobierno cuya organización académica se fundó en el triangulo formado por la economía, la cameralística (finanzas) y la policía. En fin, en Francia el mercantilismo adoptó una de sus formas más típicas, el “colbertismo”, vocablo derivado del apellido Colbert del que hablaremos más adelante. El mercantilismo produjo un sistema de unificación económica en escala nacional, donde los monopolios estatales y las compañías nacionales por acciones fueron sus principales realizaciones. Desarrolló asimismo un sistema de poder encaminado al engrandecimiento del Estado como una finalidad suprema y compartida de la economía y de la política. La tesis mercantilista central propuso que un Estado sería fuerte sólo en la medida que fuera económicamente poderoso.20 Como la razón de Estado justifica los medios a disposición del mercantilismo, leyes económicas pudieron encauzarse en provecho del Estado mediante un ejercicio administrativo racional y científico. Todo esto explica por qué la ideología mercantilista fue una de las causas directas de las numerosas guerras comerciales sostenidas desde fines del siglo xvii, hasta 1815, pues en última instancia estuvo inspirada en una concepción estática de la vida económica; a saber: debido a que en el mundo sólo existe una cantidad limitada de recursos económicos, 18Grice-Hutchinson, Marjorie, El pensamiento económico en España (1177-1740), Barcelona, Editorial Crítica, 1982, pp. 41-42 y 189) 19 Small, Albion (1909), The cameralists: the pioners of german social polity, Chicago, The University of Chicago Press, p. 18. 20 Vázquez de Prada, op. cit., p. 279. El mercantilismo y el estado administrativo la cual se nutrió no sólo con impuestos, sino también con ingresos aduaneros. Una vez afianzada la figura fiscal del Estado, los ingresos de la hacienda se extendieron a las aportaciones extraordinarias de los súbditos, y a la creación de monopolios comerciales, mineros e industriales. 83 OMAR GUERRERO 84 un país sólo puede acrecentar los suyos a costa de los demás países. Por consiguiente, los mercantilistas planearon un progreso económico dentro del país como resultado de los esfuerzos propios, bajo la condición de que el progreso coadyuvara a sustraer a otros países una parte de sus recursos.21 Fue de ese modo que Montchrétien concibió al mercantilismo, tal como reza una frase célebre: “lo que pierden unos lo ganan siempre otros”. Él creía como inevitable proseguir una guerra comercial desencadenada porque es el comercio, ya se trate de la paz o de la guerra, lo que provoca entre las naciones una lucha constante a través de la que se ventila cuál de ellas se llevará la mejor parte. Así fue como se enfocó el problema del “poder suma cero” por la mayor parte de los representantes del mercantilismo, quienes usualmente enfatizaron la importancia de la fuerza política y militar, aunque destacaban como primordiales los objetivos comerciales. Desde el punto de vista político, el poder fue el factor fundamental del mercantilismo porque en términos de dominio la supremacía era lo decisivo.22 La aplicación práctica de esa política significó recorrer dos a vías: una consistió en proyectar la economía sobre los objetivos específicos definidos por el poder político, así como por el poder militar. La segunda fue crear un reservorio de recursos económicos para que la política obtuviera allí los recursos necesarios. A través de estos dos caminos el mercantilismo reorientó la oferta y modificó el nivel de los precios, de manera que la entrada y salida de los productos estaba regida como una policy de Estado. La prosperidad general del país aseguraba, de tal modo, el poder del Estado. Asimismo, el dinero tenía una posición estratégica en la política de poder porque se le observaba como el recurso económico adquisitivo general. Todo Estado carente de dinero se halla ante las más lamentables consecuencias políticas y militares, pues el tesoro es el nervio vital de la guerra. La mayoría de los mercantilistas estuvieron sugestionados por 21 Como excepción de este concepto estático de la economía, Richard Wiles apunta que algunos escritores mercantilistas ingleses tardíos dieron lugar a la idea del progreso. Wiles, Richard, “Mercantilism and the idea of progress”, Eighteenth-Century Studies, vol 8, no. 8, 1974, pp. 56-74. 22 Heckscher, Eli, La época del mercantilismo, México, Fondo de Cultura Económica, 1983, pp. 470-476 y 491-494. la idea del poder, de manera que se decía que los fines que perseguía el comercio era triple: poder, riqueza y trabajo para el pueblo. Así como el mercantilismo “economiza” a la administración pública, ésta y la política al “politizarlo”, lo han hecho más comprensible a los ojos de los interesados en esas materias. Observado desde esta perspectiva, el mercantilismo representa el aspecto económico de la teoría del Estado, y más propiamente, la doctrina económica que sustentó a los principios del Estado administrativo con miras al bienestar nacional. El caudal doctrinario de la economía mercantilista sufragó el desarrollo de lo que Herman Finer definió como “gigantescos Estados ministrantes”, así concebidos principalmente porque la abundante legislación en ellos producida demanda una aplicación puntual, cotidiana e inmediata a cargo de una administración pública estable y profesionalizada. Nada se parece al Estado vigilante nocturno que postularon los rivales liberales del mercantilismo, pues el Estado mercantilista no sólo garantiza orden y justicia, sino la realización de todo tipo de medidas encaminadas al bienestar social.23 El ESTADO ADMINISTRATIVO La monarquía mercantilista La Europa de los siglos xvii y xviii estuvo caracterizada por la oposición entre la policy económica del Estado, y aquella otra que ostentaban los poblados, las provincias y otros Estados. Asimismo, estribó en la pugna de los Estados emergentes por obtener un lugar en el círculo de las naciones europeas, así como en el comercio exterior con América y la India. De modo que aquello que antaño fue un problema de organización económica, se transformó en un “problema de poder político”. De aquí nacieron “economías políticas” efectivas como organismos unificados cuyo centro no fue tanto una policy estatal general encaminada hacia una multitud de direcciones, sino más bien un latido de sentimiento unitario: “sólo quien así concibe al mercantilismo, puede entenderlo”. Ello se debe a que el Estado y la economía nacional nacen como parte del mismo proceso, 23 Finer, Herman, The british civil service, London, The Fabian Society, 1927, pp. 14-15. A pesar de su virtual “estatolatría”, los mercantilistas no fueron defensores tan incondicionales del Estado como para que interviniese cotidianamente como empresario en actividades económicas, porque ellos profesaron gran estima por el comerciante. En realidad, el mercantilismo no favoreció el papel del Estado como empresario en términos generales, toda vez que en muchos casos fue asombrosamente más lejos que el punto de vista liberal hacia el favor dispensado a las empresas privadas. Una prueba es que la crítica enderezada por Adam Smith contra las compañías de comercio se dirigía, principalmente, al hecho de tratarse, al revés, de empresas privadas a las cuales se les había encomendado funciones que en interés de los gobernados solamente debía ejercer el Estado.25 En otras palabras, el sistema mercantil había conferido a corporaciones privadas de 24Schmoeller, Gustav, The mercantile system and its historical significance, New York, 1902, pp. 50-51 y 76. 25 Heckscher, obra citada, p. 775. comerciantes funciones inherentes al Estado, y esto era algo tan usual que las compañías de comerciantes inglesas y holandesas fueron convirtiéndose en una especie de “Estado dentro del Estado”.26 Incluso, en Inglaterra se transfirieron a empresas privadas las funciones de la asistencia social. Todo esto no es otra cosa que un signo de la fe profesada por el mercantilismo sobre la libre acción de los comerciantes. Sin embargo, la situación narrada era diversa en cada país, de manera que en Inglaterra estos rasgos se manifestaban en su forma más pura. En el polo opuesto figuraban algunos de los Estados alemanes donde se pusieron en marcha empresas comerciales estatales, en tanto que las compañías francesas de comercio eran empresas públicas disimuladas. Sin embargo, la situación narrada era diversa en cada país, de manera que en Inglaterra estos rasgos se manifestaban en su forma más pura. En el polo opuesto figuraban algunos de los estados alemanes donde se pusieron en marcha empresas comerciales estatales, en tanto que las compañías francesas de comercio eran empresas públicas disimuladas. Efectivamente, esas empresas eran entidades “paraestatales”, y más propiamente especímenes que hoy en día se denominan “empresas de participación estatal”. En Francia aparecieron con su primer ejemplar que se llamó Compañía de los Mares Orientales (Compagnie des Mers Orientales), creada en 1615, a la que siguió la Compañía del Oriente (Compagnie d’Orient) establecida por Richelieu en 1642.27 Ambas fueron patrocinadas con recursos financieros de la Corona. Ocurrió igual con la Compañía Real de las Indias Orientales (Compagnie Royale des Indes Orientales) instituida por Jean-Baptiste Colbert en 1664, cuyo capital provino de la corona –y como lo entrecomilla John Ames–, y asimismo de inversionistas “privados” de la familia real, cortesanos y miembros de la nobleza de toga (noblesse de robe). La empresa, a diferencia de sus similares de Inglaterra y Holanda, no estaba 26 Munn, al definir los deberes del comerciante, lo define como el “administrador del patrimonio del reino”, y el listado de sus responsabilidades consiste en esquema que sería más propio para un funcionario público: debe ser un buen escribano y contador, saber de pesos, medidas y monedas, y dominar la materia de aduanas. Munn, pp. 53-57. 27 Ames, Glenn Joseph, “Colbert’s indian ocean strategy of 1664-1674: a reappraisal”, French Historical Studies, vol. 16, num. 3, 1990, pp. 539-540. El mercantilismo y el estado administrativo y al mismo tiempo.24 El Estado, en su sentido moderno, crea dentro de la comunidad política a una comunidad económica. El sistema mercantil no descansa sólo en la doctrina de la moneda ni en el balance del comercio, ni tampoco en las barreras tarifarias ni los deberes de protección ni las leyes de navegación, sino en el “engrandecimiento” del Estado. A través de una reforma muy profunda, la nueva época se caracteriza por la supresión de una policy económica local en provecho de un proyecto nacional, y la reorganización completa del Estado y la sociedad. La reforma incluye la igualación de las medidas y la acuñación de moneda para facilitar la concurrencia y el crédito, la uniformidad de las leyes y la creación de una “administración uniforme”. Las grandes reformas de la administración del Estado fueron, consiguientemente, antimunicipales y antiprovinciales porque su propósito se encaminó a constituir grandes organismos económicos. De aquí emerge una nueva división del trabajo y una propiedad innovada que fortalecen las tendencias hacia el progreso, como fue observable en Alemania, Italia, Francia y Holanda. En suma, el mercantilismo no fue sino “una fuerza energética encaminada a la creación de la economía nacional, y el derrocamiento de las instituciones económicas locales y provinciales”. 85 86 OMAR GUERRERO La administración pública Cuando tiene lugar el apogeo del mercantilismo francés a mediados del siglo xvii, el reino de los Luises ya contaba con un bien organizado sistema administrativo de finanzas dotado con directivos de gran talento, así como de personal administrativo con un alto nivel de profesionalización en esa materia. Pero destaca principalmente la reconfiguración organizativa de una administración pública, cuyas dependencias financieras operaban con enorme eficiencia merced principalmente a las reformas introducidas desde la época del duque de Sully (Maximilien de Bethune). El sustrato administrativo premercantilista La administración financiera francesa, que alcanzará su máximo desarrollo en la época de Luis XIV (1643-1715), hunde sus raíces en las reformas realizadas en la época de Francisco I (1615-1547) y Enrique II (1547-1559). Fue una transformación que modificó por igual la vida administrativa local y la organización ministerial. Hasta entonces el Estado francés percibía dos tipos de ingresos, uno derivado de la explotación de los dominios reales, el otro proveniente de los impuestos.28 Tal era la administración heredada por la Edad Media que Francisco I se propuso reformar a partir de 1523, cuando fue creado el Tesoro del Épargne cuyo sustento financiero luego se erogaba en provecho del ejército, la corte y la diplomacia. Las reformas siguieron con Enrique II y se prolongaron en el reinado de Enrique IV, cuando Sully reorganizó el sistema financiero. Desde entonces, sus oficinas se enriquecieron con nuevos cargos “mercantilistas” personificados por los contralores generales de finanzas, los intendentes de finanzas y el superintendente de finanzas. Sully mismo reformó a la superintendencia, y fue su titular hasta 1611. 28Barbiche, Bernard, Les institutions de la monarchie francaise à l’époque moderne, Paris, Prsses Universitaires de France, 2001, pp. 254-255. En 1547, Enrique II estableció dos contralores generales para verificar y supervisar los gastos asignados por el Tesoro del Épargne y llevar un registro (el contra-rôle, de donde deriva la voz contrôleur). Pero ambos no son contadores, sino representantes de una nueva función plasmada en la verificación de las cuentas y la aprobación de las erogaciones. Por su parte, los intendentes de finanzas aparecieron en 1552 con el objeto de encargarse de los préstamos extraordinarios y de los subsidios excepcionales, desde el aspecto de su “gerenciamiento” (gérer) y la rendición de cuentas. Titulados en su origen como comisarios, en 1556 se comienzan a llamar intendentes de finanzas y constituyen un colegio de tres funcionarios. En fin, el cargo de superintendente de finanzas surge en 1561. Toda esta organización se conservó hasta la muerte de Mazarino (1661), cuando fue creado el cargo de superintendente de finanzas cuya tarea fue el cuidado general de las mismas. Los titulares de esos altos cargos financieros con el trascurrir del tiempo formaron una camada de servidores públicos no sólo conspicuos, sino representativos del Estado administrativo cuyo carácter es una burocracia sapiente. La literatura económica considera a los estadistas como los protagonistas principales en la era mercantilista. Y así ocurrió, porque muchos fueron administradores públicos de profesión, y asimismo “hombres de Estado” cuya función consistió en poner en la práctica el ideario del sistema mercantil. No es accidental que junto con políticos de gran talla como Richelieu, en Francia despuntaron administradores de la economía de estatura similar como Sully, Colbert y Turgot, cuyo cargo fue fungir como contralores generales. Entre estos últimos Colbert fue el número uno, y su persona “marca el apogeo del mercantilismo”.29 En efecto, el estadista es un político de talla mayor que conduce a la nave del Estado por derroteros al margen de su curso corriente, merced a su genio y a su entendimiento de la coyuntura histórica.30 Es asimismo el funcionario de estatura superior, como lo fue el mencionado Richelieu. Un historiador conspicuo menciona al Barón Karl von Stein y a Bismarck, administradores públicos 29Silberner, op. cit., pp. 18-19. 30Barker, Ernest, Estadistas británicos, Buenos Aires, Espasa Calpe, MCMXLII [1942], p. 8. El mercantilismo y el estado administrativo apoyada en la burguesía capitalista, sino por el trono, la aristocracia y la mano diestra del propio Colbert. 87 OMAR GUERRERO 88 célebres.31 La esencia del estadista, su razón de ser, radica en ver que las cosas se hagan, no tanto en hacerlas.32 Dirigir, coordinar, controlar la labor de otros, he allí su mundo vital. El mercantilismo, debemos recordar, no es tanto un sistema de economía política, como un conjunto de medidas de policy económica implementadas por los hombres de Estado europeos con el fin de aumentar el bienestar económico de sus naciones. Y, si bien, esta policy económica surtió efectos diversos en la economía de cada país, su concepto general fue uniforme porque estuvo dominado por un carácter manifiestamente “económico-estatal”, orientado al incremento de las fuerzas productivas.33 Este carácter de la policy económica se plasmó en el empeño por fomentar por igual a la economía y al Estado, mediante el incremento de esas fuerzas productivas. En todas las medidas mercantilistas fue impresa la “idea del Estado” engendrada por la monarquía absolutista, que en los países europeos a través de esa policy económica procreó al Estado de policía cuya máxima expresión fue Alemania; donde la preeminencia del Estado fue tan grande que ciertamente produjo la “estatización de todas las ideas económicas”. Pero el desarrollo germánico fue muy singular dentro del orden europeo, dando como efecto un cameralismo tan peculiar en los reinos alemanes que allí mismo surgieron como uno de los especímenes más asombrosos de administración pública, y sucedáneamente uno de los grandes bloques de la ciencia de la administración pública. El colbertismo administrativo En Francia, el Estado administrativo prohijó el desarrollo de un nuevo cuerpo social integrado por personas dedicadas de tiempo completo a la administración pública, que podían incluso seguir un cursus honorem y de tal modo hacer de su carrera administrativa un mundo vital. El ingreso a la carrera 31Ranke, Leopold vo, Grandes figuras de la historia, México, Biografías Gandesa, pp. 305-313 y 320322. 32Laski, Harold, Introduction (1832). Taylor, Henry, The statesman, Cambridge, W. Heffer and sons limited, 1927, pp. XXXIII. 33 Stavenhagen, Gerhard, Historia de las ideas económicas, Buenos Aires, 1959, pp. 5-6. administrativa fue tan estimulante que, por ejemplo, el cargo de superintendente de finanzas fue codiciado por los nobles, en abierta competencia con la burguesía emergente. El ejercicio de la administración del Estado produjo un nuevo tipo de valor social que se plasmó en un servicio público profesionalizado con base en el mérito, no sólo en la cuna. Los nuevos cometidos del Estado administrativo bajo el impulso del mercantilismo dieron vida a un conjunto de cargos con ellos consonantes, donde destacaron principalmente los puestos financieros, más técnicos y dotados de experiencia profesional. Para un mejor desempeño de sus funciones administrativas se crearon los cargos de directores de finanzas, que al mismo tiempo que fungían como adjuntos de los superintendentes de finanzas, servían de escalón intermedio en la cadena de mando con los intendentes territoriales.34 En el siglo xvii el superintendente de finanzas alcanzó un notable prestigio, toda vez que sus titulares se convirtieron en personajes de gran relevancia social y política. Ello obedeció principalmente a que su cargo se ejercita, por una delegación regia, la función inherente al orden financiero y el despacho de los ingresos del Estado. De aquí su alto rango dentro del cuerpo de los dignatarios del reino. Hasta la época de Richelieu y Mazarino el cargo era colegiado, pues lo ocupaban dos personas, hasta ser unificado en uno solo cuando lo ocupó Nicolás Fouquet. Sin embargo, debido a que en 1661 Fouquet fue acusado de malversación y encarcelado, Luis XIV suprimió el cargo y lo ejerció personalmente con la asistencia de un consejo, entre cuyos miembros se hallaba un intendente de finanzas de nombre JeanBaptiste Colbert. Colbert, cuya reputación emana de su desempeñó como alto funcionario a lo largo de la época de Luis XIV, “fue uno de los arquitectos principales del absolutismo” en la Francia del siglo xvii. De hecho su prestigio emana de ser un “genio administrativo y financiero” sobre cuyos hombros se levantó el edificio estatal. Luis XIV no sólo le confió diversas tareas en forma delegada, sino que le permitió moverse con libertad de acción y seguridad, ingredientes que dieron 34Barbiche, op. cit., 257. mismo tiempo que el gobierno se abocó a construir carreteras y canales. Estas medidas también beneficiaron a la agricultura y la industria multiplicando el número de consumidores, y favoreciendo su relación con los productores.36 Particularmente, en provecho de la agricultura, se disminuyeron los impuestos directos sobre la tierra y se reorganizó el sistema fiscal suavizándose las rigorosas medidas utilizadas para el cobro de tributos, los cuales se distribuyeron de un modo más homogéneo. Asimismo, sólo se prohibió la exportación de cereales cuando había escasez y carestía, toda vez que se establecieron medidas orientadas a expandir el comercio exterior y fomentar las pesquerías, renunciándose al mismo tiempo al tráfico mercantil con el Oriente, ensanchando las colonias y comerciando con los países nórdicos. El mercantilismo es una policy económica europea común, pero considerando los matices nacionales como lo advertimos. Francia se distinguió por la preeminencia alcanzada por la administración pública que, bien definida, puede decirse “colbertista” por el sello que el estadista del cuyo nombre deriva ese vocablo, le imprimió. La gestión de Colbert se inicia en una época de crisis, pues a la muerte del cardenal Mazarino encontró una drástica caída en la manufactura, el comercio, los transportes marítimos y la pesca, toda vez que las finanzas se hallaban en una situación precaria. Colbert, un personaje resuelto y enérgico, encabezó una tarea que en Inglaterra triunfó sufridamente después de tres siglos y el costo enorme de dos revoluciones. En contraste, Francia recurrió a otros países para reclutar fabricantes y obreros diestros, tuvo acceso a secretos hasta entonces muy bien guardados sobre fabricación, y adquirió las máquinas y herramientas más avanzadas. Mediante la organización de un sistema de administración de aduanas muy competente se aseguró un lugar para la industria propia dentro del mercado interior, y se fomentó el tráfico mercantil en el reino suprimiendo o limitando las aduanas provinciales, al Todas estas actividades estaban bajo la dirección de quién ocupaba el cargo de contralor general de finanzas. El nuevo puesto emergió de un cambio organizativo ocurrido en 1665 que derivó en la supresión de los dos cargos de contralor general y su fusión en uno solo, que fue confiado a Colbert hasta 1683. La nueva posición fue la más eminente entre los mandos relativos a las finanzas, y una de las principales en todo el reino, porque su titular gozaba del derecho de asiento en los Consejos Superiores de Gobierno. Esta situación no sólo le confiere autoridad sobre las materias financiera y económica en general, sino también en otras esferas de la administración pública.37 De hecho, sus competencias son ilimitadas porque, ejerciendo sus atribuciones por delegación real, abraza también la tesorería, el presupuesto, los impuestos ordinarios y extraordinarios, la administración de los dominios reales, la moneda y las loterías. Particularmente las competencias económicas son extensas por extenderse al cuidado de las aguas y los bosques, la construcción y el mantenimiento de caminos y puentes, la procuración de la explotación de las minas, así como el fomento del comercio, la agricultura, la industria y el urbanismo. Su brazo administrador se ensancha hacia la salud pública y los hospitales, y alcanza incluso la atribución para nombrar a los 35Saunders, Stewart, “Public administration and the library of Jean-Baptiete Colbert”, Libraries & Culture, vol 26, num. 2, 1991, pp. 283, 285-286 y 297. 36 List, Federico, Sistema de economía nacional, México, Fondo de Cultura Económica, 1942, p. 102. 37Barbiche, op. cit., pp. 260-261. El mercantilismo y el estado administrativo estabilidad a su largo gobierno.35 Colbert tuvo un entrenamiento administrativo inicial inmejorable durante la década de 16511661, cuando se desempeñó como gerente de las propiedades privadas de Mazarino. Es sabido que con el Luis XIV actuó por largo tiempo como contralor general de finanzas, pero debemos agregar que además de tan relevante cargo, el monarca le confió en 1664 la superintendencia de las construcciones reales –que incluía la Biblioteca Real–, y a partir de 1669, lo nombró secretario de Estado de la Marina, de las galeras y de la casa real. De hecho fue un primer ministro “sin cartera”, pues salvo las relaciones exteriores y la defensa, Colbert tenía a su cargo todo el gobierno. Debe hacerse notar que es un estadista típico, es decir, un funcionario regido por un bien público “desinteresado” que sin desatender los propósitos reales, cuida el desarrollo del reino. Para dar cause a tan agitadas labores, Colbert organizó la contraloría en cinco oficinas, cuatro de las cuales estaban situadas en París. 89 OMAR GUERRERO intendentes salvo los asignados a las fronteras y las colonias, cuya designación corre a cuenta de los secretarios de Estado de guerra y marina. Como resultados de la actividad intensiva y extensa de la administración pública mercantilista, a la muerte de Colbert el país tenía fábricas de lana con 50 mil telares que incrementaron enormemente los ingresos del reino, el cual también poseía las pesquerías más florecientes, contaba con una flota numerosa y con una poderosa marina de guerra. El corolario de su gobierno fue una administración pública barata, cuyos principios rectores reposaron en el ahorro y el orden más severo. Lo reforma administrativa A partir del establecimiento de la nueva gestión financiera, en Francia se dio inicio a una reforma administrativa signada por la centralización y el activismo del Estado en una diversidad de ámbitos de la economía. Por consiguiente, no es de extrañar que se atribuya a Colbert la invención del sistema mercantil, al cual los italianos aplicaron el nombre de ese estadista. Su ejemplo fue experimentado y “proseguido por sabios gobernantes y perspicaces ministros”, porque sus medidas eliminaron los obstáculos que se oponían al progreso de la industria, la agricultura y el comercio, así como la libertad pública.38 Colbert no tuvo el mérito del descubrimiento del régimen descrito, sino el crédito innegable de la continuidad y la perseverancia en la ejecución del sistema a lo largo de los 22 años de su ministerio, periodo en el cual se ejercitaron “los principios del más estricto mercantilismo”.39 Colbert pensaba que la prosperidad de un Estado sólo podía lograrse a expensas de sus vecinos, invitando de tal modo a su soberano a emprender “guerras de dinero”. Y si bien este “pesimismo económico” es refractario a la creencia en el progreso común de las naciones, aquí yace uno de los aspectos más raros del colbertismo y el mercantilismo en general. 90 La estrategia para ganar la guerra de dinero comenzó con el arreglo de las tarifas aduaneras para exonerar las entradas de las mercancías que sirven para las manufacturas del interior del reino, gravar las mercancías manufacturadas y exonerar enteramente las mercancías del exterior que habiendo pagado la entrada salieran de nuevo al exterior; en fin, para rebajar los derechos de salida de las mercancías manufacturadas en el interior de Francia.40 Sin embargo, las armas principales en la contienda internacional fueron el desarrollo de la marina, la multiplicación de las manufacturas y la organización de las compañías de comercio, materias que Colbert cuidó celosamente, aunque en realidad “no hubo sector de la producción manufacturera, ni lejano tráfico que escapara a su intervención”; ya fueran arsenales, municiones de cañones, manufacturas, lana y sedas. Sus medidas comprendieron la protección de la Compañía de las Indias Orientales, la Compañía de las Indias Occidentales, la Compañía del Norte y la Compañía del Levante, que se beneficiaron de su protección. Él “solicitó o exigió la colaboración, organizó, subvencionó, vigiló y se inquietó”; y a través de más de 150 reglamentos Colbert se propuso hacer de la fabricación francesa la producción con más calidad en Europa. En su detallada hechura “los reglamentos precisaban la proporción de los tintes, la anchura de los tejidos, el número de hilos de la urdimbre de los tejidos, los útiles y las técnicas de todos los oficios”. En fin, por medio de la gran creación organizativa territoriales de Richelieu: los intendentes, Colbert controló a un nuevo cuerpo de inspectores de manufacturas a cuyo cargo quedó la vigilancia de las fabricaciones. Estos inspectores fueron establecidos en 1670, pero sus competencias se extendieron en 1749 a la lencería y la papelería. De ser 21 inspectores de la industria en 1671, aumentaron a 64 en 1754. Además de los inspectores de manufacturas, en las trincheras del sistema financiero estuvieron activos otros inspectores más, debidamente concebidos como los “agentes por excelencia de la monarquía administrativa”, cuya multiplicación de cargos ocurrió bajo el reinado de Luis XIV. Su deber esencial fue verificar la aplicación de los dispositivos reglamentarios, 38List, op. cit., pp. 137-138. 39 Deyon, Pierre, Los orígenes de la Europa moderna: el mercantilismo, Barcelona, Ediciones Península, 1976, p. 32 y 138. 40Ibid., p. 34. El mercantilismo y el estado administrativo bajo la autoridad del contralor general de finanzas.41 Asimismo, en coordinación con los intendentes, los inspectores velaban por el buen funcionamiento de las instituciones económicas dirigidas o supervisadas por el Estado. También estuvieron activos otra variedad de inspectores: generales de dominios, visitadores de postas, de puentes y caminos, de librerías y otros más. Obviamente Colbert no creyó en las leyes del mercado pues siendo un estadista “su pensamiento fue el de un administrador minucioso, no el de un economista”. Más bien tuvo una gran inclinación por los sistemas de juntas de control que intentó generalizar en 1673, toda vez que multiplicó los controles sobre la producción asistido permanentemente por hombres de leyes.42 Como administrador público Colbert también se interesó en un nuevo organismo: las “compañías semipúblicas”, entes ancestrales de empresas paraestatales, y obviamente también gustó de los cargos dedicados a la gestión de los asuntos financieros, así como de las oficinas administrativas establecidas para los 41Barbiche, op. cit., p. 86. 42Deyon, op. cit., p. 35. mismos efectos. Colbert ha sido pintado con claroscuros y su nombre está envuelto por la leyenda. Pero fue esencialmente “un hombre de su tiempo y de su país, un ministro de aquella poderosa monarquía administrativa” que fue la Francia de su época. Como lo advertimos, la monarquía administrativa que tan activa se muestra creó un vasto y bien ordenado sistema de organizaciones financieras, las cuales, a lo largo del siglo xvii se fueron perfeccionado. En ellas es visible el progreso organizativo y funcional, así como el desarrollo de un servicio civil financiero altamente profesionalizado, dotado de un régimen escalar, estabilidad y sistema de méritos. Colbert mismo siguió este cursus honorem, pues antes de ser contralor general, fue intendente de finanzas, previamente el gestor de los dominios privados de Mazarino. Su primer cargo fue de asistente de Michel Le Tellier, entonces secretario de Guerra. Racionalización administrativa Para realizar sus tareas, Colbert reunió una cuantiosa biblioteca que constituye un modelo de centro de información para la administración pública. De hecho, la 91 OMAR GUERRERO 92 biblioteca, llamada “Colbertina”, sirvió como archivo nacional hasta ser establecida esa institución hacia finales del siglo xvii. La biblioteca creció en paralelo al desarrollo de la carrera administrativa de su dueño, y cuando el ilustre funcionario murió en 1683, la Colbertina sumaba 23 mil libros y más de 5 mil manuscritos. Luis XV la adquirió por 300 mil libras. La biblioteca fue el resultado de la necesidad administrativa de un ministro de Estado poderoso y competente, habida cuenta del propósito de edificar una monarquía absolutista centralizada, demandante de información suficiente y precisa.43 De modo que “su objeto básico fue, entonces, establecer una colección documental procesable como sustento de la administración pública del reino”. Y si bien se trató de un empeño personal, no debemos dejar de subrayar que la Colbertina fue asimismo una etapa del desarrollo del archivo nacional de Francia. Colbert organizó, pues, un centro de información de enorme utilidad que se alimentó con un extenso trabajo de investigación de campo que confió en sus subordinados. Por ejemplo, en 1662 instruyó a los intendentes para que levantaran un censo en cada provincia sobre el estado de los bosques reales, que entonces estaban usurpados o descuidados, así como configurar mapas y perfiles estadísticos de los mismos. Como lo deja ver en “muchos aspectos de su enfoque sobre las fuerzas económicas, ellas están determinadas por relaciones de poder”. De modo que Colbert reunió información sobre los países con los cuales Francia tenía relaciones comerciales. Fue así que su nación pudo tener una posición geopolítica superior y establecer la hegemonía, pues toda policy económica requiere el conocimiento del comercio, es decir: rutas, fronteras, manufacturas, navíos y tratados comerciales. Se ocupó también de levantar mapas y planos de los océanos, y de compilar una gran cantidad de copias de los tratados comerciales, para lo cual se apoyó en ingenieros y diplomáticos. Él fue un conspicuo pionero del gobierno moderno, pues “la racionalización de la hechura de decisiones sistemáticas en muchas formas fue inaugurada bajo Colbert”. 43Saunders, op. cit., pp. 283-284, 288, 292-293 y 298. 44Lasswell, op. cit., p. 3. En efecto, el estatismo francés se planteó problemas de información en el gobierno que tres siglos después inspiraron el surgimiento de las ciencias de policy a mediado del siglo xx, con la finalidad de interpretar a los hechos sociales como fuentes de los procesos de decisiones. El acento en esas disciplinas fue puesto en la planeación y la adquisición de información, como lo hizo Colbert con su biblioteca.44 Las ciencias de policy se enfocaron en dos aspectos del comportamiento guber namental: por un lado, ponen el acento en el proceso de policy y por el otro resaltan las necesidades de inteligencia requeridas en su configuración. El primer acento se refiere a la hechura de policy (policy-making) y al efecto se introdujo la metodología de investigación social y la psicología. El segundo acento se centró en la provisión del contenido concreto de la información y las interpretaciones El mercantilismo y el estado administrativo accesibles a los hacedores de policy. Todo esto, mutatis mutandis, fue desenvuelto en la Francia del siglo xvii. Suele ocurrir que los modernos tratados de teoría del Estado, al examinar su origen en la monarquía absolutista, se asomen preferentemente al caso francés. El hecho obedece al desarrollo de la legislación nacida bajo el impulso del mercantilismo. De modo que al sistema mercantil francés también se debe rendir tributo en materia legislativa, pues en la época de Luis XIV, Colbert llevó a cabo una intensa labor de codificación que mucho recuerda el tiempo de Justiniano y la preparación del Corpus Iuris Civilis. Colbert cumplió la labor que Triboniano desempeñó con el emperador romano, pues bajo su cuidado en 1667 se preparó la Ordenanza Civil –llamada Code Luis– y en 1670 la Ordenanza Criminal, así como la Ordenanza de Aguas y Bosques redactada en 1670 y que sirvió de fundamento reglamentario al departamento administrativo que atendía ambas materias.45 En fin, destaca la Ordenanza de Comercio expedida en 1673, con la cual se dio uniformidad a los pesos y medidas, así como la Ordenanza para la Marina de 1681, que sirvió de modelo a las reglas del Almirantazgo inglés. Con relación a las últimas, debemos añadir la Ordenanza del Impuesto de la Sal. Incluso, luego de la muerte de Colbert, fue expedida en 1685 la Ordenanza Colonial comenzada a elaborar durante su gestión. A sus enormes créditos como estadista, debe añadirse en favor la reputación de reformador de leyes merced a esta labor de codificación. Las leyes de Napoleón en el Consulado y el imperio, así como en la época de la Revolución, estuvieron basadas en la legislación de Luis XIV y, más allá, en el espíritu del derecho romano que acompañó la edificación del absolutismo. A partir de entonces, las monarquías fortalecieron sus regímenes jurídicos a base de armonizarlos con el derecho romano, cuya recuperación facilitó el desarrollo del Estado moderno. . . . El mercantilismo fue, en resumen, una enorme fuerza de creación del Estado desde su basamento económico, cuyo acrecentamiento fue contemplado como una condición de la prosperidad estatal. Habida cuenta de que el Estado es la organización política de la sociedad, y siendo la administración pública su actividad organizadora, esta misma adquirió buena parte de su carácter de hoy merced al adn mercantilista con la que fue procreada hace más de tres siglos. 45 Colyar, H.A. de, “Jean-Baptiste Colbert and the codyfing of Luis XIV”, Journal of the Society of Comparative Legislation, vol. 13, no. 1, 1912, pp. 67, 72, 75, 78-79, 83. 93 OMAR GUERRERO 94 FUENTES • Ames, Glenn Joseph, “Colbert’s indian ocean strategy of 1664-1674: a reappraisal”, French Historical Studies, vol. 16, num. 3, 1990, pp. 536-559. • Barbiche, Bernard, Les institutions de la monarchie francaise à l’époque moderne, Paris, Prsses Universitaires de France, 2001. • Barker, Ernest, Estadistas británicos, Buenos Aires, Espasa Calpe, MCMXLII [1942]. • Boulding, Kenneth, Principles of economic policy, Englewood Cliffs, Prentice Hall, 1958. • Colyar, H.A. de, “Jean-Baptiste Colbert and the codyfing of Luis XIV”, Journal of the Society of Comparative Legislation, vol. 13, no. 1, 1912, pp. 56-86. • Deyon, Pierre, Los orígenes de la Europa moderna: el mercantilismo, Barcelona, Ediciones Península, 1976. • Foucault, Michel, Sécurité, territoire et population, Paris, Galimard, 2004. • Friedrich, Carl, “Public policy and nature of administrative responsability”. 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La relación entre la explotación de minas y los asentamientos de pueblos indios, tiene como causa el agua; efectivamente, los manantiales de las sierras hacen que aparezcan los ríos, que como cortes transversales, van dividiendo Sinaloa y la parte baja de Sonora: De estos ríos algunos son muy caudalosos y todos tienen su nacimiento de las altas serranías de Topia”. (Pérez de Ribas, 1944: p. 2) “El más septentrional y más caudaloso es el yaqui… el segundo hacia el sur es el Mayo, que sale al mar... aumentado con cuatro o cinco menores, el tercero el Zuaque a cuya rivera austral estuvo en otro tiempo la villa de San Juan Bautista de Carapoa que después fabricado el fuerte –presidio– de Montesclaros se llamo río del Fuerte… en éste entra por el sur el río Ocoroni; el cuarto es el río Petatlan, ahora comúnmente conocido por el río de Sinaloa, por haberse fabricado allí la capital de la provincia con el nombre de San LUIS ARNAL Felipe y Santiago, después de la ruina de Carapoa… El quinto es el pequeño río de Mocorito, antiguamente se llamó Sebastián de Ebora. (Alegre, 1956: p. 348). Esa necesidad de tener alimentos y sementeras cerca de las riveras, y el aprovechamiento de los cauces y vegas, serán algunas de las causas de los asentamientos de gran cantidad de tribus. La utilización de la mano de obra indígena para las labores de explotación en las minas cercanas y, en consecuencia, la ubicación de las misiones jesuitas en Sinaloa y Durango, provocaron durante los siglos xvii y xviii peleas y fricciones entre mineros, autoridades civiles, militares y misioneros; ya que todos querían sacar partido y aprovecharse de las tribus.1 96 Así, por un lado, el deseo de ‘poner remedio a la salvación de tantas almas’, y por otro, con la intención de pacificar y aprovechar las ricas tierras, el gobernador don Rodrigo Río de la Loza, solicitó en 1590 al provincial de la compañía de Jesús, padre Antonio de Mendoza, que enviara algunos religiosos para enseñar a los indios de los alrededores de Guadiana y evangelizar en Sinaloa. Éste escogió al padre Gonzalo de Tapia y al padre J. Martín Pérez, nacido en San Martín, Jalisco. El primero tenía amplia experiencia en el trato con los indios, se inició en Pátzcuaro donde aprendió lenguas, y su continuo trato le enseñó a entender su forma de pensar, después pasó a la región de los zacatecas en 1587 (Polzer, 1991: p. 4) donde protegió a los peones de las minas ganándose a los indios, volvió a México en 1588 y presentó sus avances ante el provincial; cuando regresó a la región, los franciscanos ya se estaban haciendo cargo de los pueblos por él reunidos, así que regresó a las comunidades de Zacatecas –todavía no se fundaba el Colegio, esto fue hasta 1604–, donde recibió la orden de presentarse en Guadiana. Los padres llegaron a Durango a principios de 1591 y de 1 La ubicación de las misiones jesuitas novohispanas casi siempre se dio en los montes, inmediatas a los ríos y cerca de pueblos preexistentes; pero también fue una constante en otras partes de la misión jesuita en América del sur, Colombia, Ecuador, Paraguay, Perú, Bolivia y Argentina, donde tuvieron misiones en los bordes o el interior de la cordillera andina. Esto también ocasionó conflictos con los dueños de plantaciones y minas que querían utilizar la mano de obra indígena. ahí, a sugerencia del gobernador, partieron a Sinaloa, que era una manera de abrir y pacificar el territorio por un camino menos peligroso que el de la región minera de Topia, que era más corto pero donde las tribus se habían venido sublevando; así que se fueron por Acaponeta (Pérez de Ribas, 1944: p. 3) villa poblada por españoles; prosiguieron después para la villa de Culiacán, a seis jornadas de distancia al norte, fundada con el nombre de San Miguel, por Nuño de Guzmán en 1530, donde también fueron recibidos con muestras de alegría por los pobladores. El terreno entre Culiacán y la villa de San Felipe y Santiago, recién fundada en 1583 por Pedro de Montoya, estaba habitado por muchas tribus, quienes recibieron bien a los padres, celebrando misa en el pueblo de Mocorito, ubicado en el río del mismo nombre, llamado también Sebastián de Ebora -nombre del encomendero que tuvo estas tierras en los primeros repartos de Nuño de Guzmán, sujeto a la jurisdicción de Culiacán y a su villa-, sitio donde en 1614 se pondría una misión. En esta primera ‘entrada’, aun con la aparente alegría que demostraban los indios, se tenía siempre el temor de poder ser atacados, por eso en 1595 se puso un presidio de soldados en la villa de San Felipe, donde al momento de llegar los padres sólo habitaban cinco españoles “y cual indio que se les habían juntado” (Pérez de Ribas, 1944: p. 39).Los padres, después de estudiar las lenguas durante un mes, y de hacer un catecismo para neófitos, con la ayuda de intérpretes españoles e indios ladinos, decidieron dividirse el territorio; el padre Martín Pérez visitaría los pueblos del río Petatlan hacia abajo, Cubiri y Bamoa, y el padre Tapia iría hacia los pueblos río arriba, Bahoria, Deboropa, Lopoche y Matapan, y al norte el de Ocoroni; en todos los pueblos dieron orden de que se construyeran iglesias, sólo unas ramadas que a veces eran de gran tamaño para albergar a todo el pueblo, y para el descanso de los padres se construyeron unas chozas de paja y muros de bajareque, ya que no había quién supiera hacer otra cosa. La arquitectura de los pueblos resulta de particular interés, ya que éstas comunidades estaban muy organizadas cuando llegaron los jesuitas, y no queriendo estos distribuir de otra manera las cosas, permitieron, como en Antes de establecer las misiones, los padres tuvieron que hablar con los mineros de la cercana sierra de Topia, y conocer sus intenciones respecto al empleo de mano de obra india, “en quienes la avaricia y el libertinaje que reina, por lo común en semejantes lugares”; (Alegre, 1956: p. 388) para esto, el padre Tapia poco después de asentarse en la villa de San Felipe y Santiago, emprendió viaje a la zona minera de Topia, donde también predicó y bautizó, confesando “particularmente a un buen número de indios tarascos que allí halló trabajando en las minas”, (Pérez de Ribas, 1944: p. 42) y de paso eliminando ídolos y templando supersticiones. Recorrió los pueblos que había de antiguos cristianos “que en nada lo eran sino en el nombre”, (Alegre, 1956: p. 389) dando a entender que en los pueblos mineros se fomentaba la explotación del indio. De regreso, pasó por Culiacán, donde consiguió algunos cantores e instrumentos musicales para celebrar la pascua de navidad, siendo esta la primer noticia del empleo de la música en las misiones de Sinaloa; la ceremonia y procesión se celebró en el pueblo de Lopoche, donde la iglesia era capaz de albergar a la gran cantidad de gente, que dice el padre Rivas, llegaban a más de mil. (Alegre, 1956: p. 44) En 1592, llegaron a la provincia dos padres, el padre Alonso de Santiago y el padre Juan Bautista de Velasco. El primero se enfermó, por lo que lo retiraron a México, y el segundo era buena lengua y conocía muchas maneras de comunicarse con los indios, por ello se le encargaron los pueblos de Mocorito, Bacoburito y Orobato, pueblos todos estos ya formados y con buena población. El padre Tapia consideró que era importante regresar a México a solicitar más jesuitas al virrey y al provincial padre Claudio Aquaviva, aunque siempre receloso porque decía de los que habían llegado que se les notaba faltos de carácter y poco recios para las incomodidades: acerca de los que hubieren de venir a esta misión… he sentido que son enviados más como mortificación que por su devoción… porque la gente con la que se trata son bárbaros rudos e incultos, no hay vestido que remudar, no hay casa en que vivir, no hay quien aderece de comer, ni muchas veces que aderezar… los superiores están lejos, en tres meses van las cartas y en otros tres viene la respuesta… esperaba compañeros y habíalos pedido que tuviesen caudal de esto –espíritu y prudencia– y envíenme los dichos que me han de ocupar mas que lo principal de la misión.2 (Alegre, 1956: p. 573) Así que decidió apersonarse en México, llevando consigo algunos indios de la región ya formados y bautizados; obtuvo, además, ornamentos para aquellas iglesias, campanas e instrumentos musicales para celebrar las fiestas “con decencia”. Y del virrey, un emolumento de doscientos cincuenta pesos por misionero, con lo que se hacía menos fuerte la carga para los indios. Precisamente notamos que la labor de evangelización se dio a la par que el trabajo cultural y de conciliación entre las costumbres propias, la presencia del templo y la misión, que trató de no entorpecer sus propias costumbres, respetando sobretodo a los caciques, quienes ejercían un dominio absoluto: su tal cual especie de religión sólo consistía en el miedo grande que tenían a su médicos [sic], si merecen este nombre, ciertos viejos hechiceros que tenían el secreto de algunas misteriosas 2 Ver específicamente: Sinaloa, 1 de agosto de 1592, al Provincial Aquaviva. La arquitectura de las misiones jesuitas y el orden de la libertad otras regiones de misión, dejar las viviendas sin acomodo alguno –a diferencia de las misiones sudamericanas–. Así, las casas eran: en general de bejucos entretejidos o de esteras de caña que sostienen con horcones a proporcionada distancia y visten de barro, las cubiertas de madera con alguna tierra o barro encima. En los pueblos de la sierra y en alguno otro de los mas inquietos y guerreros, fuera de estos particulares edificios, solía haber dos casas de piedra comunes a toda la nación y bastante grandes, en una se recogían de noche las mujeres y en otra los hombres con sus armas… las puertas de sus moradas son muy bajas y todas tiene alguna enramada y cobertizo como portal, en que pasan los calores del día y cuya parte superior secan y conservan los frutos. (Alegre, 1956: p. 350) 97 LUIS ARNAL apariencias con que engañaban a estos infelices... Encendiese una gran hoguera en el medio de la plaza, sentabanse todos alrededor y convidabanse mutuamente con cañas de tabaco... Un profundo silencio reinaba en toda la asamblea, el orador comenzaba su discurso dando al mismo tiempo vuelta a la plaza con paso lento y majestuoso. Ante estas muestras de poder, los padres tenían que aceptar la dualidad de fuerzas y sólo poco a poco ir acostumbrando a los neófitos a las nuevas costumbres, rituales y sonidos, aunque poco pudieron hacer respecto a la organización urbana que se conservó más tiempo, incluso en la conformación y morfología de varios pueblos, se nota que existe una gran distancia entre el espacio religioso y el del pueblo. Una gran plaza sirve como separador entre los dos ámbitos, que no se mezclan. Dos sucesos siguieron a la llegada del padre Tapia a Sinaloa, una gran enfermedad de viruelas pestilentes que se agusanaban, como el sarampión “que a montones llevaba a la muerte a los indios”, (Pérez de Ribas, 1944: p. 46) y un temblor de tierra, que fue interpretado como milagroso y en parte ayudó a la conversión de los indios, aunque los zuaques apoyados por sus hechiceros, tomaron esto como pretexto para volver a sus costumbres y “a quedar muy entretenidos y dados al vino… y muy tibios en oír la palabra de Dios”. (Pérez de Ribas, 1944: p. 48) En 1594 sucedió el martirio del padre Tapia, después de haber cogido confianza y en unas de sus idas y venidas a los pueblos, fue asesinado por el cacique Nacabeba de Teboropa, distante de San Felipe media legua; su cuerpo mutilado fue enterrado en la pobre iglesia de San Felipe, su cabeza fue cocida en barbacoa y después pintada de almagre y utilizada como vaso para las borracheras de los indios. 98 La misión de Sinaloa, para 1593, tenía ya unas veinte iglesias, aunque casi todas de palma y ramada, “de prestado y de paja”, en los pueblos y visitas entre los ríos Culiacán y Petatlan, desde Santiago de Ocoroni (1590), Mocorito, Capirato, y en la zona serrana, por lo que se hacía necesario fundar un colegio cercano que diera el apoyo económico y de medios para alimentar y abastecer a las misiones; aunque la fundación del colegio se hizo hasta 1632; en 1593 se estableció una residencia y escuela de latín y gramática: “favoreciéndonos en esto como en todo lo demás, la piadosa liberalidad de los vecinos se compró sitio mas cómodo a que con licencia del padre provincial se pasaron prontamente los padres”; (Alegre, 1956: p. 302) sirvió como sitio de reunión y hospedaje de los misioneros que hacían escala en Durango, antes de internarse en Sinaloa, y se contó con los vecinos para la obtención de los recursos de misión. La consecución de lo que sería el Colegio fue la primera respuesta de los jesuitas ante el sacrificio del padre Tapia, la segunda reacción fue de orden militar para apaciguar a las tribus que con cualquier pretexto se alzaban. Esa inquietud de los indios los había hecho más atrevidos, quemando los tehuecos, las iglesias de Matapan y Baboria, lo que obligó a poner un presidio en la villa de San Felipe en 1595, para apaciguar los ánimos y dar seguridad a los pobladores de las villas cercanas y misiones que empezaban a crecer. En enero, entró a la tierra Alonso Díaz con veinticinco hombres, enviado por el gobernador de Guadiana, llevando en escolta al padre Martín Peláez, “hombre de raro mérito”, quien fue después provincial. Alonso Díaz mandó hacer un presidio de forma cuadrada: mandó fabricar un fortín cuadrado con gruesas murallas de adobes, y alguna piedra, con torreones en dos de los ángulos opuestos que cubriesen cada uno dos de los lienzos del muro y pudiese servir de asilo y ciudadela a los españoles en caso de alguno repentino tumulto o insulto. (Alegre, 1956: p. 449) Los soldados del presidio pudieron finalmente atrapar a Nacabeba y sus secuaces, se siguió causa y proceso, condenándolos a la horca y hacer cuartos de sus cuerpos, pero antes fueron bautizados; el padre Rivas dice que murieron arrepentidos. En julio de 1594, semanas después de muerto el padre Tapia, llegaron a la provincia los padres Hernando de Santaren y Pedro Méndez, y se quedaron en Culiacán, mientras se tranquilizaban La misión por sí misma no era capaz de lograr la pacificación de las tribus, las condiciones de una nueva cultura, religión y sistema de ocupación del suelo, habían complicado las relaciones entre las tribus mismas y la consecuencia fue una mayor agresividad; los caciques, inconformes con esta nueva manera de comunicarse a través de nuevos símbolos, lenguaje, costumbres y la pérdida de la articulación del poder existente, con nuevas jerarquías, autoridades y gestos. También la explotación en las minas por medio de un trabajo al que no se le veía beneficio colectivo, provocaron las rupturas de los antiguos límites territoriales entre las tribus, e hicieron que asomaran aquí y allá nuevas rebeliones, alzamientos y nuevas alianzas entre tribus, por lo que la presencia militar tenía que reforzarse, tal y como se había hecho en la zona central durante los primeros años del siglo xvi, estableciendo presidios de protección tanto en los caminos, como en las entradas misionales. La arquitectura de las misiones jesuitas y el orden de la libertad los pueblos agitados por la muerte de su benefactor; Méndez se hizo cargo de las misiones de Nio, Ocoroni y otras que atendía el padre Tapia, y el padre Santaren de las poblaciones de Ure, Sisimisabe, Guasave y otras río abajo. Los indios que habían huido a los montes después de los sucesos del padre Tapia, fueron bajando cuando tuvieron noticia de la llegada de nuevos padres y volvieron a sus sementeras; se dice que los de Ocoroni, más difíciles de convencer, volvieron con gran fervor a sus pueblos. Aunque se fundarán pueblos y se iniciará el establecimiento de la misión, no en todos los casos se lograba este fin, muchas reducciones duraron poco debido a las revueltas y sólo unos cuantos de los sitios fundados pudieron consolidarse como pueblos de misiones o visitas. 99 LUIS ARNAL El capitán Diego Martínez de Hurdaide –mestizo nacido en Zacatecas– se convirtió en el gran caudillo y protector de las misiones jesuitas de Sinaloa, no sólo por su ánimo militar y conocimiento de los movimientos de las tribus, sino también por su apego a los misioneros “que le acompañaba mucho el favor del cielo”; (Pérez de Ribas, 1944: p. 85) una de las primeras acciones que emprendió fue el sometimiento de los zuaques, tribu indómita que había acabado con los pobladores de la primera villa de Carapoa, y se lucían colgando en sus chozas las cabezas y colas de los caballos que mataban; en una escaramuza lograron Hurdaide y sus hombres atrapar “a cuarenta y dos gandules que hacían temblar a toda la provincia de Sinaloa y daban cuidado a toda la gobernación de Nueva Vizcaya”, (Pérez de Ribas, 1944: p. 92) a los que colgó como racimos de uva de dos árboles grandes, después de que los padres llegaran para bautizarlos, como Dios manda. Estas acciones lograron meter miedo en otras tribus y se fueron pacificando, lo que permitió poder ampliar el territorio de misión hasta el río que después se llamaría del Fuerte, y hasta la región de Chinipas en la sierra. A esta última, fue mandado Hurdaide por el Virrey Conde de Monterrey, ya que conocía de minas en esa región; no se puede dudar que parte de la producción en las sierras era principalmente la minería que ofrecía recursos, no sólo la ambición, sino que permitía fomentar otras actividades productivas como la ganadería, así que encontrar minas era una condición primera en estos sitios. A los de Chinipas también los sometió Hurdaide, lo que permitió más adelante establecer misiones y el rectorado de San Andrés de Conicori (1750). La arquitectura de misión y las reducciones en el territorio 100 Hacia finales del siglo xvi, las iglesias ya se estaban construyendo para más gente, los pueblos eran de quinientos vecinos y familias; el padre Hernando de Villafañe, en algunos casos para reforzar la obra de misión y mostrar cierto poder en la región Guasave, ya que esta tribu era de las más aguerridas, mandó hacer iglesias de mejor factura y capaces para la gente que en número de cientos había bautizado, así que “redujo” en 1590 a los pobladores a hacer adobes y comenzaron a levantar las paredes en tres pueblos guasave, que fue la misma cabecera y las visitas de Tamazula y Nio, “cortaron y trajeron a hombros y labraron cantidad de árboles para su enmaderamiento y quedaron tres muy grandes iglesias que aunque no eran de cantera salieron muy vistosas en aquella tierra”, (Pérez de Ribas, 1944: p. 97) después se aplanaron con los mismos barros y se blanquearon con cal, pintándolas con colores de la región, seguramente con adornos teñidos en arcos y motivos arquitectónicos dibujados: columnas, frisos e imágenes; los guasaves “quedaron muy contentos y se preciaban de ser los primeros y singulares en tener tales edificios a vista de sus pobres casas”. (Pérez de Ribas, 1944: p. 98) Para hacer una iglesia de cierta importancia, se tenía que pedir permiso siempre al padre Provincial, si por alguna razón tenía que modificarse o moverla de sitio, se podía hacer de inmediato, pero avisando cuanto antes al padre Provincial. La organización urbana en algunas misiones, que iban creciendo poco a poco, era más parecida a una ranchería sin un sistema defensivo, porque las comunidades eran suficientemente grandes –de más de cien familias– o estaban protegidas por los presidios cercanos; las casas tenían techos de teja, otras se cubrían con palma, sobre todo en las planicies costeras, y se situaban en predios separados: que siguiendo el acertado ejemplo de los antiguos continúen a techar con tejas las iglesias y las casas, pues por experiencia se ven los daños que se han seguido por haberlas arrimado y consta que con el resguardo de ellas se preservan de las inevitables ruinas causadas de las equipatas [lluvias]. (Burrus; y Zubillaga, 1986: p. 107) Cuando no eran de palma, las cubiertas eran planas y de terrados, de tal manera que se evitarían no sólo los daños de las lluvias, sino de los fuegos que habían acabado con muchas de las iglesias primitivas hechas de troncos de palmera; de todas formas, muchas iglesias se tuvieron En consecuencia, con la construcción del primer presidio en San Felipe y Santiago, se vio la necesidad de construir un segundo presidio en el río Zuaque o Carapoa, más al norte, aunque no lo pudo hacer el virrey Conde de Monterrey en 1595, se haría poco después, en 1610. El capitán Hurdaide, viendo la necesidad de más misioneros para tanto pueblo, decidió apersonarse en la Ciudad de México y dar cuenta al virrey Marqués de Montes Claros, del estado de la provincia y los resultados de la pacificación con los tres grupos principales, zuaques, sinaloas y tehuecos, que eran la puerta para entrar a la sierra y al norte. El capitán regresó a Sinaloa con dos padres más, el padre Andrés Pérez de Ribas, y el padre Cristóbal de Villalta. El primero se asentó entre los ahomes y los zuaques, cerca de la desembocadura del río Fuerte, y el segundo entre los sinaloas, en la parte alta del río, mientras el padre Pedro Méndez, quien desde 1590 se hallaba en Santiago de Ocoroni, se quedó entre los tehuecos, fundando la misión de la Visitación de Nuestra Señora de Tehueco, en 1614, con esto se cubría todo el cauce del río Fuerte. El capitán Hurdaide también pasó buen tiempo en la zona de Chicorato, en el río Sinaloa, donde logró hacer pueblos nuevos, comprando de su peculio las tierras a los españoles, y bajando hasta mil quinientos indios que vivían en las sierras escabrosas, en rancherías o dispersos en cuevas y barrancas, mandándoles hacer sus casas, algunos tenían árboles frutales y sementeras, así que el sistema de agrupación en pueblos se dio en las zonas más difíciles y agrestes, como dice el padre Florian de Ayerve de la Concepción de Nuestra Señora de Baimoa, en una expedición al río Humaya, que él hizo la iglesia y a los indios más de cien casas con las que los arraigó, “de ahí volví a los pueblos de Chanmayo, Batoconito, Atotonilco y San José con un pueblecito que hice llamado Noryquito... que habré bautizado como mil y cuatrocientos”. (Alegre, 1956: p. 161) El padre Ribas también tuvo oportunidad de hacer pueblo nuevo, reduciendo a los indios de varias rancherías, juntándolos tres leguas debajo de Ahome, llamado Bacoregues “sacó a varias familias de sus rancherías y los concentró en puesto acomodado, juntándose todos harían sus casas y formarían pueblo de por sí”. (Pérez de Ribas, 1944: p. 150) En otras ocasiones, los pueblos se componían de varias tribus, es el caso de Ahome, en donde hacia 1614 se juntaron no sólo gente de la costa, sino de otras rancherías hasta tener quinientos vecinos, de ahí la forma del poblado que parece hecho a retazos con calles de diferente ángulo; este poblado creció tan bien que hasta tuvo capilla de cantores y taller de maestros en carpintería y más de seiscientas casas con buena disposición: se trató con los principales que tuviesen iglesias que fuesen de dura, más decentes y capaces que los jacales que antes tenían para celebrar los oficios… y así ofrecieron su trabajo y aunque la obra habría de ser de adobes y llena con todo y ser tan nueva, para ellos era necesario buscar oficiales que les industriasen y juntamente que les enseñase a cortar y labrar grandes árboles para el enmaderamiento de iglesia grande y capaz, acudían a esto con tan buen aliento que sucedía cargar a hombros ciento y más indios un muy gran madero, que hicieran mucho yuntas de bueyes en arrastrarlo, lo cual ellos La arquitectura de las misiones jesuitas y el orden de la libertad que rehacer varias veces debido a las crecidas de los ríos. La mayoría de los pueblos de indios estaban asentados en las orillas de los ríos caudalosos de Sinaloa, y en época de tormentas la subida del nivel de agua hacía que se inundara todo el pueblo; aunque las iglesias siempre se localizaban en la parte alta, en varias ocasiones fueron arrasadas por las tormentas y lo peor, las sementeras y casas de los pobladores, que tenían que volver a empezar de nuevo, lo que en ocasiones provocaban revueltas y alzamientos en los pueblos, aunque después volvían a sus pueblos y “se animaron a hacer otras mas hermosas iglesias que las pasadas”. (Pérez de Ribas, 1944: p. 98) Parece que el destino de estos poblados consistía en rehacer constantemente sus viviendas, sus cultivos y sus iglesias; por eso también la frágil arquitectura de reconstruir con los medios naturales a su alcance, la dificultad de conseguir el sustento y la inseguridad ante ataques, convirtieron al indígena en un ser económico, sin la permanencia o el arraigo, entonces se preguntarían ¿para qué hacer construcciones permanentes? La misión fue parte de la obra cultural con la que se los arraigó, y les hizo construir iglesias y casas con mayor trascendencia temporal. 101 LUIS ARNAL hacían con alegría. Lo uno por estar muy hechos a carga de hombros y por no tener entonces otra traza para tirarlos a la obra. Trabajaban hombres y mujeres, chicos y grandes conque se acabó la iglesia donde cabían dos mil personas y blanqueada y pintada se dedicó con gran fiesta. (Pérez de Ribas, 1944: p. 158-159) Otra población formada con varios grupos donde se congregaron más de cuatrocientas familias que hicieron también buena iglesia, “como la de Ahome”, fue el pueblo vecino de San Miguel Arcángel (1614), fundada por el padre Vicente del Águila. Así fue como se veían “asentarse nuevas poblaciones, levantarse iglesias, cultivarse los campos”, y así se formaron también las visitas de la misión de San Jerónimo de Mochicahui. 102 Lo más común era “agrupar, a veces a fuerza a la población de diferentes aldeas y rancherías en un solo asentamiento de tal manera que pudieran sistemáticamente estar expuestos a los cambios culturales”. (Polzer, 1976: p. 9) Cuando se reunían varias familias, se debía de hacer con mucho cuidado y con la menor violencia posible y llegar a acuerdos sobre las tierras que cada grupo tendría a su cuidado. La construcción del segundo presidio en Sinaloa, en 1610, se hizo gracias al virrey Juan de Mendoza y Luna, conde de Montes Claros, de quien tomó su nombre, aunque la obra se terminó en tiempos de Luis de Velasco hijo –1607/1611, virrey por segunda vez–. Este fuerte, localizado a la orilla del río Zuaque, que después cambió de nombre por el de “el Fuerte”, en relación con el presidio, se erigió en un lugar apropiado, muy cerca de la antigua villa de Carapoa, y a dos leguas del principal pueblo de los tehuecos: “donde los soldados y otros que quisieren poblar hallasen comodidad de vivienda, tierras de sementeras, agua, leña, pastos de ganados y caballos para cuando las naciones intentasen acontecimientos o rebatos”. (Pérez de Ribas, 1944: p. 179) El presidio fue pagado con fondos de la corona, teniendo sólo 46 soldados de tropa, y la instrucción a Hurdaide fue que se hicieran casas a su abrigo, de tal forma que se fuera haciendo un poblado. Se escogió un lugar cerca del río y se trazó de planta cuadrada; los muros estaban hechos de “adobones”, bastante gruesos, y aunque no hay una descripción de su altura, debía tener al menos cuatro varas, para cubrir la posibilidad de una escalada, y con cuatro torreones, a la manera de baluartes, que servían no sólo de guarda de sus lienzos, sino para espantar a los indios. Albergaba en su interior espacio suficiente para la caballada, que es la que pasaba más peligros ante los ataques de los indios, y aposentos para vivienda de los soldados, bodegas, almacenes, y corrales. En varias ocasiones, los indios se acercaban al presidio para verlo y hacer trueques con los soldados, en otras llegaron en plan de guerra, pero fueron dominados ante la fuerza y estrategias del capitán Hurdaide. Dice el padre Ribas que la pacificación y asiento de la tribu se celebraba con autoridad pública ante el capitán, escribano y testigos en el mismo presidio, obligándose los caciques en nombre de su nación de no dar auxilio a los que pretendían infestar a los cristianos, de esta manera se iban acercando al presidio y se formalizaban los asentamientos. El emplazamiento de este presidio permitió, por un lado, ir agrupando a su alrededor un poblado, y por el otro, la expansión y pacificación hacia los ríos Mayo y Yaqui, y hacia la parte serrana del río Fuerte, fundándose la misión de Vaca en 1620 y sus respectivas visitas de Santiago de Huites, en las faldas de la sierra, donde habitaban los “flecheros”, tribu guerrera y antropófaga; la misión de Toro y sus visitas de Santa Catarina de Baimena y San Ignacio de Chois. (Orozco y Berra, 1864) Para la reducción de los huites, primero se los llevaron a vivir entre los sinaloas, saliendo de entre sus peñas y sierras trescientas personas, y los sinaloas los aceptaron con “gran piedad y alegría”, pero con la presencia de los soldados con “salva de sus arcabuces”, (Pérez de Ribas, 1944: p. 212) es decir que se juntaban en los pueblos y eran aceptados disimulando en ocasiones el disgusto de que otra comunidad se integrara, pero los padres, para evitar malos entendidos, hacían venir a los soldados del presidio para formalizar la reunión y evitar pendencias. Ya con los dos presidios, toda la llanura costera entre ellos quedó protegida y pacificados los de Santiago de Ocoroni y su visita de San Lorenzo de Oguera, seis leguas al este de la villa de Sinaloa. La estructura de planeación del territorio les dio a los jesuitas la oportunidad de aumentar la extensión de su misión, al dividir la Provincia de Sinaloa en tres rectorados de misión: el rectorado de San Felipe y Santiago (1590) con las misiones desde el río Fuerte al Mocorito, el rectorado de nuestro padre San Ignacio de los ríos Yaqui y Mayo, que abarcaba las tierras entre el Mayo y el Yaqui (1614), fundado por el padre Pedro Méndez, que después de 1750 se llamó de San Andrés de Conicari, y el rectorado de Santa Inés de Chinipas (1676), fundado por el padre Nicolás del Prado y el padre Fernando Pasero, aunque el padre Julio Matías Pascual, había hecho una entrada en 1626 en el área localizada en la parte alta entre el río Fuerte y el Mayo en la sierra, entre los tepehuanes y los tarahumaras; este padre fue asesinado por indios rebeldes en 1631. (Marzal, 1992: p. 201) Estos territorios no estaban limitados geográficamente de una manera clara. Todos los rectorados dependían del colegio de San Francisco Xavier en Sinaloa, y tenían un padre visitador de la provincia, además del padre visitador general de México, que hacían inspecciones cotidianas del estado de las misiones, conducta de los padres y organización, población, producción y eventos. Por otro lado, cada rectorado se componía de varios partidos o distritos, los que eran administrados por el rector, quien también se hacía responsable de la conducta de los misioneros; no había un número de misiones que integraran un partido, por lo regular el partido consistía en una misión de cabecera y una o varias misiones de visita, esto incluía otros asentamientos no reducidos, también La arquitectura de las misiones jesuitas y el orden de la libertad El territorio y la expansión 103 LUIS ARNAL llamados ‘repartidos’, que eran como aldeas, rancherías y grupos de familias en las orillas de los ríos o en las sierras, por lo tanto estaban dentro del distrito tierras de los indios y de la misión, donde estaba el ganado, las huertas y tierras de cultivo. Un partido era administrado por uno o dos padres, dependiendo de la disponibilidad; algunas de las misiones de visita se podían convertir en cabeceras si la población crecía y se consolidaba, sacando así un partido más, o al contrario, podían desaparecer o disminuir de importancia. Por lo regular los padres escogían su residencia en la cabecera, donde estaba la población mayor y donde se hacía también la mejor y más grande iglesia. 104 Los misioneros tenían un proceso de acercamiento con las comunidades. Primero, el idioma; existía la obligación impuesta a los jesuitas novohispanos de llegar al sacerdocio conociendo alguna lengua indígena, que tenían que aprender desde el noviciado, para lo cual servían los colegios de los que dependían las misiones. También se adiestraban por otros medios: “deben aprender el lenguaje propio de la tribu a la que han sido asignados, para esto deberán estar varios meses en compañía de otro padre que ya conozca el idioma”. (Polzer, 1976: p. 15)3 El mismo padre Tapia tenía una facilidad impresionante para las lenguas, llegando a dominar hasta ocho de ellas; pero si los misioneros no aprendían la lengua rápidamente, se podían hacer de sanciones: “el ministerio de nuestras misiones es inseparable de la obligación de aprender la lengua. Hay misioneros que a pesar de estar por años en la misión no han aprendido el lenguaje. (Polzer, 1976: p. 105) Los visitadores y rectores de cada provincia hacían a menudo exámenes, con castigos si no se aprobaban estos, para conocer si los padres conocían la lengua o no, incluso si la misión llegaba a tener alguna vacante, debía llenarse con quien supiera la lengua de la región. Hacia 1662, en las dieciséis misiones de Sinaloa, nueve padres hablaban dos o más lenguas, una de ellas era el náhuatl. Segundo, el aspecto territorial; el cono cimiento geográfico y del medio, que significaba el proceso de avance o etapas 3 Se pueden consultar las Reglas para el gobierno de las misiones, del P. Visitador Rodrigo de Cabredo, 1610, No. 10. de misión, que constaba de cuatro partes: la entrada, la conversión, la doctrinal o enseñanza y, por último, la de producción y organización político-administrativa. Es en este último periodo que se consolidó la misión como un centro de población, y aparecieron los primeros síntomas de una organización urbana. A diferencia de las tres primeras, en las que los procesos de acercamiento se podían hacer directamente en la iglesia o dependencias cercanas del misionero, en la etapa de producción es donde se establecieron los reglamentos para ordenar la vida en sociedad y las labores agrícolas, la crianza de ganados, la recolección de frutos y la construcción de obras hidráulicas, pero lo más importante, la organización urbana y la vida en comunidad. Como ya mencioné, la misión tenía que apoyarse en el presidio; es decir, necesitaba del apoyo militar para defenderse y consolidarse, aunque en muchos reglamentos se indicaba a los padres que no debían acercarse ni hacerse ver en compañía de los soldados: “si los padres tuvieran que dar de comer a los soldados porque no hubiera otro lugar donde proveerse de comida, deberán evitar que coman con los padres”. (Polzer, 1976: p. 69) Están estas naciones pobladas en unos llanos grandes que se hacen en medio el grueso de la sierra, que corresponde a los ríos Yaqui y Mayo, hacia el norte son grandes labradores y siembran de riego con tan buen gobierno en las represas y acequias como los españoles, tiene suma de gallinas de castillas, sus poblaciones son mas ordenadas y reducidas que las de las de las otras naciones de por acá, sus edificios muy de asiento, porque no son de leva como los de estos ríos, de petates; pero estos son de terrado de tierra a manera de adobes. (Alegre, 1956: p. 253) Los esfuerzos para consolidar los pueblos contemplaban no sólo la doctrina, sino los aspectos de la construcción y cuentas de la producción de la misión, el manejo de los abastos –como la cantidad de mulas y dotación de chocolate que podían tener los misioneros–, hasta los aspectos de relaciones con los pobladores cercanos, mineros y hacendados, así como la defensa ante los ataques de los indios y situaciones con los chamanes y hechiceros locales. Era muy estricta la administración de Para poder consolidar una población, se requería que los indios fueran haciéndose dóciles y acercarse a la misión, para que en corto tiempo pudieran vivir en ella; esto naturalmente les traía enemistades con otros grupos indios, que intentaban impedir esa relación. Así surgieron las rebeliones que durante el siglo xvii asolaron y destruyeron muchas de las misiones. La protección de la población y las instalaciones misionales se defendieron, la pérdida de las iglesias hacía difícil volver a instalar la misión en el mismo sitio. La tenacidad de los jesuitas hacía que lo abandonado se volviera a poblar, en ocasiones no sólo con indios, sino también con colonos de México o de España. “Pidió Martínez de Hurdaide villa de 30 vecinos y tres casas fuertes para Mayo, Yaqui y Nebomes [ríos], la villa donde mejor pareciese, los cuales [pobladores] había de traer el padre Villafañe de España”. (Burrus; y Zubillaga, 1986: p. 91) En otras ocasiones, se trataba de poblar con gente ya asentada en otras misiones, aunque estaba prohibido en las Reales Ordenanzas, porque al poblar una se despoblaba la otra; lo más común era atraer a grupos dispersos, unas pocas familias de la misma tribu que podían conformar un pueblo, o que se arrimaban cerca del poblado para ir aprendiendo las nuevas costumbres, como pasó con los huites, que de ser antropófagos y comerse a sus vecinos llegaron a convivir con ellos. El crecimiento de la provincia de Sinaloa obligó a dilatar el territorio hacia el norte y oriente; ya hacia 1621 y 1623 el padre Pedro Méndez y el padre Pedro Juan Castini, habían hecho entradas hacia la región de la sierra entre los guazaparis y los chinipas, a los que se quiso poner de asiento; en 1628, habían varias iglesias hechas por los mismos indios, de adobes y terrado, y en 1676 se separaría del rectorado de San Ignacio para hacer uno propio, el de Santa Inés de Chinipas. Para 1743, durante la visita de Juan Antonio Baltasar, se habían encontrado veinticuatro misiones, algunas sin misionero, divididas en los tres rectorados, el de San Francisco Xavier, donde estaba el colegio, San Andrés de Conicari, y Santa Inés de Chinipas: “La misión de Ocoroni es casi superflua; tiene un solo pueblo con poco más de siete indios, aunque muchos advenedizos y allegados que viven allí, cuando no está el padre y cuando está se retiran, porque quieren libertad no sujeción”. (Marzal, 1992: p. 201) Sin embargo, algunas de las misiones, como la de Navojoa, tenían cerca de seiscientas familias, aunque la mayoría de ellas sólo alcanzaban entre cien y quinientos habitantes, los que trabajaban tierras de labor y criaban caballos, mulas y ganado menor y mayor; otras más, aprovechando la corriente de los ríos, tenían trapiche y molinos. Por los ríos que llegaban al golfo de California, se sacaban los productos hacia California, entre ellos frutas, azúcar y carnes. La educación de los niños fue muy importante, tanto en lo religioso como en los cantos y aprendizaje para escribir y leer en castellano. La labor educativa de los niños era considerada esencial, ya que a través de ellos se penetraba en los núcleos familiares, incluso eran los primeros en ser bautizados y enseñados; esta atención a los niños indios provenía desde las primeras instrucciones. En 1606, se pensaba que en vez de gastar los tributos en un hospital en México, estos se distribuyeran para el Colegio de San Gregorio de los padres de la Compañía de Jesús: “donde se recogen indios muchachos de toda la tierra y se les enseña la doctrina, leer y escribir y cantar y los ejercicios de que son capaces, este se fundó de limosnas y la poca renta que tiene es de ellas sin reconocer patrón mas que a V.M., tiene falta de casa y de lo que han menester para sustentarse… y se gastase en hacerles una vivienda moderada y darles algunas sustento creciendo el número de los muchachos hasta en cantidad de cincuenta o mas, quedando a cuidado de los padres de la Compañía que lo tienen, si al consejo le pareciere así, mandara V.M. que lo haga que hasta entonces no lo comenzare”. (Carta del Virrey Montesclaros al rey, 30 de mayo de 1606, AGI, México 26, No. 86) La arquitectura de las misiones jesuitas y el orden de la libertad la misión, por eso durante las inspecciones realizadas por los padres visitadores, se revisaba la estructura social y física de la misión, y su estado económico y estadístico. 105 LUIS ARNAL El provincial ordenaba para Sinaloa: “en el pueblo que fuere principal de cada partido [la residencia del misionero] se ponga todo el cuidado en conservar el seminario de niños indios (internado), que se críen en doctrina y virtud cristiana aprendan a leer, escribir y cantar para que sirvan en la iglesia y den ejemplo de toda virtud en los demás pueblos”. (Santos, 1992: p. 295) Así sucedió también en la misión de la Asunción de Nuestro Señor de Tepahui, bajo la administración de la cabecera de Tesia, donde había un colegio para niños indios. La provincia de Sinaloa se fue extendiendo hacia el norte, con las entradas del padre Méndez y la fundación de otros partidos, como Tecoripa, fundada en 1619, a la que le siguió la de San Ignacio de Onavas, en el mismo río Yaqui, en 1620; otra misión más se hizo en Sisibotari y Sahuaripa –que había sido presidio en 1565–. Con éstas y las de Santa Maria de Movas, San Francisco Xavier de Arivechi, San José de Matape, fundadas en 1623 y San Ildefonso de Yecora (1627), se amplió el rectorado de Nuestro Padre San Ignacio, de tal manera que tuvo poco después, en 1622, que dividirse en otro rectorado, el de San Francisco de Borja, entonces con la nueva jurisdicción de Sonora. Más tarde se formó el rectorado de San Francisco Xavier en 1638, gracias al esfuerzo de padre Bartolomé Castaño, quien sustituyó al padre Méndez, el cual se trasladó a Oaxaca, donde fue rector del Colegio; Pedro Pantoja, quien fue su primer rector, Diego o Miguel de la Cruz, Lorenzo Flores, quienes entraron a la parte baja de la Sierra Madre, ya dependiendo de la nueva Provincia de Sonora, que en lo administrativo se había establecido con un mando militar propio desde 1640 en el Real de San Juan Bautista, aunque los capitanes despachaban la mayor parte del tiempo desde Sinaloa. 106 A continuación se formó y el de los Santos Mártires de Japón, en 1645, más hacia la Sierra Madre, en el estado de Chihuahua; finalmente y gracias al esfuerzo de Eusebio Kino, se formó el rectorado de Nuestra Señora de los Dolores en 1687 y la última misión fundada, la de San Xavier del Bac, en 1692, con lo que se completaron en cien años de ocupación misional en el extenso territorio de Sinaloa y Sonora, abarcando con ciento veinticinco misiones, cerca de 250,000 km2 y una gran variedad de pueblos, desde la Pimeria Alta hasta los Tehuecos, y utilizando varios tipos de sistemas constructivos y materiales locales para realizar sus iglesias y pueblos. Las poblaciones donde se hicieron fundaciones todavía quedan, dejándonos restos de su organización urbana. Aunque no existen muchos datos de cómo se estructuraba el poblado, este dependía también de su posición estratégica en zona de ataques de enemigos, o del número de familias que formaban el poblado; en algunos casos, como en Santa Cruz del río Mayo (Huatabampo) y su visita Espíritu Santo de Echojoa, en el siglo xviii habían unas ochocientas setenta y ocho familias, lo que dio una conformación de poblado de varias manzanas agrupadas alrededor de una plaza. La arquitectura de las misiones jesuitas y el orden de la libertad Sin embargo, en otros como Tesia, de la provincia de Sinaloa, o Tecoripa y Maycoba, por decir dos casos del rectorado de San Francisco de Borja, la distribución de la población se hizo formando casas alrededor de una plaza, a la manera de las reducciones guaraníes o chiquitanas. Podemos decir que cuando la población era suficientemente grande para permitir su defensa y protección, y conforme se fueron adaptando las costumbres de la individualidad productiva –artesanos, comerciantes, etc.– se distribuyeron de una forma más autónoma en repartos de manzanas y lotes, a la manera de las villas mestizas, en donde también se compartía el trabajo de acuerdo a una disciplina de horarios y sistemas de producción señalados por el misionero. La otra, era una organización para cuando la población era más reducida, más insegura y dependiente de la misión, en donde las casas formaban un perímetro defensivo, hasta que pudieran ir creciendo y tener acceso a una independencia mayor al tener la suficiente masa poblacional para autodefenderse. 107 La vida en las misiones debió ser muy compleja, tanto por las reglas de manejo de la comunidad y la administración misional, el abandono temporal de los padres, las sequías e inundaciones, así como por los problemas sociales y de obediencia de los indios: “los indios están los mas descarriados y mientras mas se tardare el sujeto que ha de venir a dicha misión será mas difícil el agregarlos al pueblo, y quizás el haberlos de domesticar costará mas trabajo que el que costó su conquista. Ellos por si son malos, muy malos, el verse tanto tiempo en suma libertad, haciendo lo que quieren, viviendo como se les antoja, ha de hacer que cueste mucho trabajo el reducirlos”. (Carta de Juan Lorenzo Salgado a Ignacio Calderón. Guirivis, 23 de Abril de 1756. Archivo Franciscano, No. 38845) Aún así, el crecimiento del sistema misional fue muy rápido; de la presencia de treinta y cuatro Padres en 1614, se llegó a tener noventa y uno en 1720. El análisis de la estructura urbana determina que su agrupación fue un modelo que funcionó inspirado en las condiciones de los grupos que se integraron; en el contexto geográfico, la cercanía a los ríos y campos de cultivo que limitaron el crecimiento, así como las destrucciones de otras tribus, pero aún hoy podemos observar los modelos de asentamiento y el esfuerzo de los jesuitas por ordenar y transformar el territorio; hablando de los indios, Revilla Gigedo decía: “ninguno de estos andaba desnudo; se cubrían con vestuarios humildes pero decentes y aseados, nunca les faltaba su regular y sobrio alimento y cada familia tenía su pequeña casa choza o jacal dentro de pueblos formales, tanto mas reunidos en los territorios avanzados a la frontera cuanto era mayor su exposición a las hostilidades de las naciones bárbaras o gentiles por cuya razón no solo se cercaban con sencillas murallas o tapias de adobe o piedra sino que se defendían con pequeños torreones fabricados sobre los ángulos de la población”. (Revilla, 1966: p. 30) LUIS ARNAL 108 Existía también un modelo urbano de protección de los pueblos, que era formando una figura cercada que podía protegerse con los mismos indios, como milicianos. El territorio misional en la Nueva España, como en otras regiones, abarcaba varias Provincias ligadas entre sí, por ejemplo en América del sur, las misiones jesuitas abarcaban varias ‘regiones continuas’ desde la provincia de misión del Orinoco, la más septentrional, hasta la de Maynas, Moxos, Chiquitos y Guaraníes, todas rodeando el vasto territorio de Brasil. La idea jesuita era la de apoyarse en los demás, hacer regiones ocupadas por ellos en lo material (haciendas) y en lo espiritual (misiones), regidos ambos sistemas desde los Colegios; el concepto de la misión era arraigar y poblar, buscando en los sistemas de producción la liberación de los grupos indígenas; por lo tanto y a su pesar, formaron esquemas de producción autónomos que después les acarreó la enemistad con los hacendados y mineros de las zonas aledañas, y sobre todo, conflictos con la autoridad civil, esto último se fue acentuando sobre todo en el siglo xviii. Por otro lado, los grupos de mineros y hacendados, así como las poblaciones mestizas, dependían de la mano de obra indígena para sacar sus productos, lo que ocasionó roces y enemistades con los provinciales y misioneros locales, que no dejaban que sacaran a los indios de las misiones; a la larga, esto ocasionó que se fueran despoblando los ranchos, las estancias y los reales de minas. Hacia 1764, se habían abandonado cerca de ciento setenta y cinco sitios de estos y, sin embargo, las comunidades de misión eran cada vez más prósperas, tan sólo Torim y Vican tenían tres mil seiscientos pobladores, así que se sugirió se llevaran pobladores desde el centro para apoyo adicional de los pueblos civiles y para hacer presidios, villas o colonias. (Del Río, 1995: p. 120) Gálvez opinó que era prioritario formar pueblos de españoles, a la manera de las “nuevas poblaciones” que ya estaban haciendo en Nuevo Santander y en Chihuahua, incluso dentro de la política de población se incluía que “junto a los pueblos de indios llevar a españoles y darles tierras y agua para que en cortos años los españoles se casen con las indias, y las españolas con indios, olvidando las bárbaras costumbres y abominables vicios de que aun están ciegos.” También sucedió que en algunos pueblos de misión con las reformas borbónicas, el deslinde y reparto de las tierras se tuvo que aplazar, y en otros casos como en Barras de Piaxtla: “los indios se habían españolizado tanto que todos o los mas se habían vuelto vecinos”, por lo que al hacer denuncias de tierras se les tenia que cobrar por ellas, perdiendo los privilegios que tendrían de haber sido considerados indios”. (Del Río, 1995: p. 137) En 1733, el gobernador de la provincia de Sonora, Bernal de Huidobro, quien no quería a los jesuitas por las dificultades que le ponían en sus actuaciones judiciales y civiles, fue sustituido por el comandante Agustín de Vildosola, quien fue mejor recibido por los jesuitas, incluso puso dos presidios para la protección de la provincia, el de Pitic 1741, que luego se mudó a Horcasitas, y el de Guevavi o Terrenate, en plena Pimeria, para proteger la frontera de los ataques apaches. La insistencia de los indios en sentirse acogidos por los jesuitas, a los que veían como sus protectores, los hizo armar una rebelión en 1751 para exigir más misiones en la Pimeria. Al momento de su expulsión tenían cuarenta y nueve cabeceras en Sinaloa, Ostimuri y Sonora. Después de la expulsión, se rindió un Informe sobre las misiones en 1793, mandado hacer por el conde de Revilla Gigedo, donde se explicaba que “era pues cada misión una grande familia que compuesta por multitud de personas de los dos sexos y de todas las edades reconocían la discreta y suave sujeción del doctrinero”; (Revilla, 1966: p. 30) y sobretodo, todavía en 1793 se observaba que “las iglesias eran capaces y proporcionadas, algunas podían llamarse suntuosas con respecto a su destino y situación y por lo común lo eran todas en sus altares, en sus imágenes, en sus pinturas exquisitas y en la rica y aun opulenta provisión de ornamentos, vasos sagrados y otros utensilios” (Revilla, 1966: p. 30) A raíz de la expulsión, ocurrieron varios fenómenos en los territorios, tanto de misión como en las haciendas jesuitas. Por un lado, al convertir en curatos las misiones, se recabaría el diezmo y se aprovecharían otras obvenciones parroquiales, además “reducidas dichas antiguas misiones a curatos de clérigos seculares se poblarían fácilmente de españoles ya con los “la fuga de familias enteras o sus traslaciones voluntarias, irremediables y sensibles, a los montes y a distintos domicilios, dejaron los pueblos casi sin gentes, sin gobierno y sin policía, las iglesias desiertas, la religión sin culto y los campos sin brazos para su labranza, conservación y fomento de sus ganado, convirtiéndose en esqueletos, si no todas la mayor parte de las misiones de Ostimuri y Sinaloa, cuando se hallaban en tiempo de la expulsión de los jesuitas en estado de secularizarse o convertirse en curatos”. (Revilla, 1966: p. 30) Muchos pueblos de misión subsistieron debido a la perseverancia de los pobladores, cambiando de actividades y utilizando nuevos recursos de explotación del suelo; en otros, la secularización les convino, ya que crecieron con nuevos pobladores que se incorporaron al asentamiento, y otros fueron prósperos en manos de los franciscanos, quienes se quedaron a administrar algunas de las misiones. Hoy en día podemos entender el proceso urbano de las misiones y apreciar la forma de sus pueblos que aportan al urbanismo novo hispano una originalidad y traza curiosamente atípica, congregaciones que requieren de una nueva interpretación urbano arquitectónica. Libros •Alegre, Francisco Javier. 1729-1788, 1956, Historia de la Provincia de la Compañía de Jesús de Nueva España, Tomo I, México, Ernest Burrus y Felix Zubillaga. •Burrus, Ernest; Zubillaga, Félix, 1986, El Noroeste de México, Documentos sobre las Misiones Jesuíticas, 1600-1769, México, unam. •Marzal, Manuel, 1992, La Utopía posible. Indios y Jesuitas en la América Colonial, Tomo II, Lima, Fondo Editorial pucp. •Orozco y Berra, Manuel. 1816-1881, 1964, Geografía de las lenguas y carta etnográfica de México: precedidas de un ensayo de clasificación de las mismas lenguas y de apuntes para las inmigraciones de las tribus, México, Andrade y Escalante. •Pérez de Ribas, Andrés, 1576-1655, 1944, Triunfos de nuestra Santa Fe entre gentes las más bárbaras y fieras del Nuevo Orbe, México, Layac. •Polzer, Charles W., 1976, Rules and precepts of the jesuit missions of northwestern New Spain, Tucson, University of Arizona. •Polzer, Charles W., et. al., 1991, Spanish Borderlands Sourcebooks, No. 19, The Jesuit Missions of Northern Mexico, New York and London, Garland Publishing. •Revilla Gigedo, Conde de, 1966, Informe sobre las misiones, 1793 e instrucción reservada al Marqués de Branciforte, 1794, México, Jus. •Río Chávez, Ignacio del, 1995, La aplicación regional de las reformas borbónicas en Nueva España. Sonora y Sinaloa, 1768-1787, México, unam, iih, Historia Novohispana 55. •Santos Hernández, Ángel, 1992, Los Jesuitas en América, Madrid, mapfre, 1992. Documentos •Carta del Virrey Montesclaros al rey, 30 de mayo de 1606, agi, México 26, No. 86 •Carta de Juan Lorenzo Salgado a Ignacio Calderón. Guirivis, 23 de Abril de 1756. Archivo Franciscano, No. 38845 La arquitectura de las misiones jesuitas y el orden de la libertad parientes que siguen a los curas”. (Del Río, 1955: p. 53) Otra consecuencia, fue el reparto de tierras de misión y el consecuente abandono de los indios de esos territorios; con esto, el gobierno consiguió lo que deseaba desde tiempo atrás, que era la tributación per cápita, es decir, el equivalente al impuesto sobre la tenencia de la tierra. Estos repartos les daban derechos de posesión, pero no de propiedad a los nuevos adquirientes, quienes tenían que trabajar las tierras, con lo que la economía se revitalizó en muchas regiones. Otras tierras pasaron a poder de rancheros y hacendados que engrandecieron sus propiedades originales, pero por otro lado, las misiones se despoblaron: 109 MARCO ANTONIO CAMPOS Medallón para Víctor Sandoval MARCO ANTONIO CAMPOS D ecir Víctor Sandoval es hablar de varias facetas: del infinito promotor cultural, del admirable poeta de “Fraguas”, del gran amigo de sus amigos. La historia del promotor cultural nació hace más de cuarenta años en Aguascalientes y creció en todo el país. Tuve la oportunidad por casi 30 años de trabajar y colaborar a menudo con él o de ver su trabajo de cerca: lo vi como Director de Promoción Nacional de Bellas Artes (1977-1982), como Subdirector de Bellas Artes (1982-1988) y Director General de Bellas Artes (19891992), como Ministro de Cultura en España (1992-1994) y como Secretario del Seminario de Cultura Mexicana, del cual soy miembro asociado. En esos años pude observar y confirmar las grandes virtudes de Víctor en tareas: eficacia, imaginación, prudencia, paciencia, una tenacidad invencible. Cuando el 1 de enero de 1977 Juan José Bremer invitó a Sandoval a la Ciudad de México como director de Promoción Nacional de Bellas Artes fue una suerte para la cultura del país. Es cuando se idean y se ponen las primeras y modestas raíces para el desarrollo cultural del norte, que ahora tiene en algunos estados una insólita pujanza, cuando se empieza a tejer la gran red de talleres y premios con que cuenta Bellas Artes y se echan a andar diversos festivales: la Muestra Nacional de Teatro, el Festival de Arte Popular, el Festival de Danza de San Luis Potosí, el Festival de Música de Cámara en San Miguel Allende. Como se sabe fue también el fundador de la revista y las ediciones de Tierra Adentro. Al pedirle el ex presidente López Portillo la renuncia a Juan José Bremer en 1982, el nuevo director Javier Barros Valero, quien no conocía a Sandoval, lo nombra, para la sorpresa del designado, Subdirector de Bellas Artes. Me enorgullece recordar que en los años ochenta, cuando él era Subdirector de Bellas Artes y yo Jefe de Departamento y después Director de Literatura de la unam, Sandoval, Saúl Juárez y yo echamos a andar numerosos encuentros internacionales, nacionales y regionales de poesía, de literatura y de periodismo, de los cuales, el que más ha perdurado, y del que se sintió más cercano es el de Poetas del Mundo Latino, que en su segunda época, teniendo como eje principal el Seminario de Cultura Mexicana, ha tenido un doble vigor, y que, como vivo reconocimiento, cuando se añadió el Premio, se le Sandoval se fue en 1992 a Madrid con cargo de ministro cultural. A nadie trató tan bien como a mí. Por varios meses tuve la oportunidad de seguir su trabajo: fundó el Instituto de México, empezó a formar la biblioteca de autores mexicanos en el instituto y llevó a cabo numerosos actos culturales, y sobre todo, como dondequiera que pasó, ganó muchos amigos. En los últimos cincuenta años otros promotores culturales han brillado en determinados periodos; nadie en México, que yo sepa, lo hizo tanto tiempo como él. Víctor siempre parecía estar pensando qué nuevo acto cultural, qué nueva exposición, qué nuevo concierto y qué nuevo aniversario, nueva conferencia o congreso, organizar. En México quien asoma mucho la cabeza se la cortan; sin duda una de las causas de la persistencia de Sandoval se debió a su discreción, su modestia, su rara y milagrosa mano izquierda. Nunca, en algo que organizaba, quiso ser la figura destellante. Entendió, como pocos, que los puestos son para servir y no para servirse. Que en la locomotora uno debe ir en el cabús y no creerse a la vez el dueño y el maquinista y con habilidad buscó ese equilibrio entre el Medallón para Víctor Sandoval puso a éste su nombre. No olvido en su momento la viva y creativa colaboración que nos dieron generosamente Margo Glantz, Felipe Garrido y Jaime Vázquez, en la dirección de Literatura del inba, y desde la uam, Jorge Ruiz Dueñas y Evodio Escalante. Pero asimismo echamos a andar el Encuentro de Narradores Latinoamericanos en Morelia y el caóticamente exitoso Encuentro de Escritores Jóvenes. Asimismo Bellas Artes y la unam iniciaron una serie de homenajes a poetas y escritores relevantes que después se volvieron una infinita y mala costumbre. En algo Sandoval, Saúl y yo coincidíamos entonces: dar un vivo apoyo a los poetas y escritores jóvenes y a los escritores de los estados de la república. México, contra lo que han creído muchas veces en Ciudad de México, es un país y no una gran ciudad. 111 MARCO ANTONIO CAMPOS 112 servicio a la comunidad y el servicio a los amigos. Esto es elemental y claro pero pocos lo entienden: si uno sólo se apoya en los amigos, se le ataca por mafioso, pero si no los apoya, cuando vienen los problemas y conflictos ¿quién lo va a apoyar si los hizo a un lado? Un puesto, lo repetía Sandoval, es para eso, para hacer amigos, y así fue su historia; por lo general, los que llegan a los puestos culturales (no es privativo de México), lo que ganan al final son enemigos. Nada más lejos de Víctor que el burócrata típico que con el menor puesto se encierra en su oficina y es dócil y sumiso con los poderosos y despreciativo y huidizo con los que no tienen poder o no les sirven. Esos que a menudo confunden un puesto con el poder. Esos, que una vez que llegan a ese puesto se creen importantes, y les ocurre una metamorfosis extrañísima: se vuelven invisibles para la mayoría de los que los buscan. Ustedes marcan a la oficina y la secretaria los borra del mundo: el licenciado acaba de salir hace un momento ¿no puede dejar su nombre y su número de teléfono y él se reporta cuando regrese?, el licenciado está en junta ¿no puede hablar después?, el licenciado está en la otra línea ¿de dónde habla usted?, el licenciado no regresa hasta la semana próxima, el licenciado tuvo que verse con el secretario o el gobernador o con el importantísimo Perico de los Palotes o con el más famoso Fulano de Nadie... Es decir, el licenciado se ha vuelto invisible. No existe. O en el caso de hacer un servicio, que para eso les pagan y para eso están, creen que el pobre beneficiado les debe agradecer su favor por toda la eternidad. Esos, que cuando usted al fin los encuentra en la calle o en el pasillo, bajan la vista o hacen que no lo ven. Son los que creen, de una manera involuntariamente cómica, que su oficina es proporcionalmente la Casa Blanca, El Elíseo o el Kremlin. Esos, que al perder el puesto, vuelven a su condición de nadie. Son los personajes encarnados, sin saberlo, de Gogol y de Kafka. Nada más lejos de eso que Víctor Sandoval. Víctor fue de esos hombres que cuando le pedían un servicio o un favor intentaban hasta lo último hacérselo, y si era amigo se desvivía por hacerlo. Si pudiera definirlo afectivamente diría que Víctor fue un gran amigo de sus amigos, y yo, habiéndome considerado su amigo, sólo recibí de él muestras de su bondad. Jamás noté con él ni la diferencia de edades ni ideológicas. El siempre fue priísta, orgullosamente priísta, y yo he creído que el intelectual no debe tener partido para tener la libertad crítica. Hoy se devela este medallón en el Seminario de Cultura Mexicano. Allá, donde te encuentres, te diré que todo homenaje que te hagan o te hagamos será un mínimo reconocimiento a lo mucho que nos diste y que tú hiciste. Directorio Silvia Molina Presidenta Felipe Leal Vicepresidente Jaime Morera Secretario Salvador Aceves García Tesorero Comité Editorial Arnaldo Coen • Silvia Molina • Germán Viveros Asesor Jorge Inclán Miembros Titulares Eméritos Elisa Vargaslugo Rangel • Luis Herrera de la Fuente • Hugo Gutiérrez Vega Consejo Nacional Miembros Titulares Salvador Aceves García • Eduardo Matos Moctezuma • Sergio García Ramírez • Carlos Prieto Jacqué Aurelio de los Reyes García-Rojas • Álvaro Matute Aguirre • Mauricio Beuchot Puente Germán Viveros Maldonado • Omar Guerrero Orozco • Jacqueline Peschard Mariscal Daniel Reséndiz Núñez • Arnaldo Coen Ávila • Noráh Yolanda Barba Behrens Clara Jusidman Rapoport • Silvia Torres Castilleja • Herminia Pasantes Ordóñez Jaime A. Morera y González • Felipe Leal Fernández • Silvia Molina Hugo Hiriart Urdanivia • Ángeles González Gamio • Rolando Cordera Campos Arnoldo Kraus Weisman • Alejandro Luna Ledesma Miembros Honorarios Ruy Pérez Tamayo • María Teresa Gutiérrez de McGregor • Fernando del Paso Sergio Fernández y Cárdenas • Mario Lavista • Miguel León Portilla • Ignacio López Tarso Diego Valadés • Fernando Serrano Migallón • Margo Glantz Shapiro • Angelina Muñiz-Huberman Xavier Cortés Rocha • Juan Ramón de la Fuente • Gerardo Cantú Guzmán • Julieta Fierro Jaime Labastida Ochoa • Rina Lazo • José Luis Leal Sanabria • Andrés Lira González Eduardo Lizalde • Néstor López Aldeco • Froylán López Narváez • José María Muriá Cristina Pacheco • Jorge Valdés-Díaz Vélez • María Valdéz Ramírez • Eraclio Zepeda Ilustración de portada Josep Guinovart Diseño de interiores Eda Sofía Correa Bernini Ilustraciones de interiores Torsos, Arnaldo Coen Colección Miguel Ángel Muñoz Cuidado editorial Formas e Imágenes, S.A. de C.V. Leticia Pérez Solís Impreso y hecho en México Junio 2014 Revista del SEMINARIO de Cultura Mexicana Seminario-de-cultura-mexicana Seminario-de-cultura-mexicana Primera época, Año 4, Núm. 6 Presidente Presidente Masarik Masarik No. 526 No. 526 Col. Polanco, Col. Polanco, México, México, D.F., D.F., C.P. 11560 C.P. 11560 Tels. Tels. +52 (55) +525281 (55) 5281 6661 6661 +52 (55) +525280 (55) 5280 4691 4691 5280 5280 5911 5911 www.culturamexicana.org.mx www.culturamexicana.org.mx