santa maría de guadalupe, epifanía y sacramento del espíritu santo
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santa maría de guadalupe, epifanía y sacramento del espíritu santo
FORMACIÓN Y ESPIRITUALIDAD “SANTA MARÍA DE GUADALUPE, EPIFANÍA Y SACRAMENTO DEL ESPÍRITU SANTO” EL PENTECOSTÉS DEL TEPEYAC Mons. Salvador Diez de Sollano y Ortega E “NO HAY IGLESIA SIN PENTECOSTÉS. Y QUERRÍA AÑADIR: NO HAY PENTECOSTÉS SIN LA VIRGEN MARÍA” (cfr. BENEDICTO XVI, 23 de mayo de 2010). n el Acontecimiento Guadalupano Dios nos invita a ¡GUSTAR Y VER QUÉ BUENO ES EL SEÑOR! (Sal 34,7 ss) al contemplar a Santa María de Guadalupe en un perenne y pleno Pentecostés. El salmo es dirigido a los “pobres”, los “anawim”. “óiganlo y alégrense los humildes”, los “corazones que sufren”, que son proclamados “dichosos”, ¡en tanto que los ricos no tendrán nada. “La palabra GUSTAR es una palabra de la vivencia mística, es más que una contemplación y mucho más aún que una reflexión o una meditación, más allá de razones doctas y de todo entendimiento, no es devoción, ni sentimentalismo; nos trae al corazón y al alma toda la vivencia gozosa y el canto agradecido y pleno de alabanza del Magnificat de María. María de Guadalupe es un espejo luminoso en el que estamos llamados a contemplar y gustar los dones y los frutos que la Persona Amor, Amor del Padre y del Hijo, derrama abundantemente en quien encuentra en Dios su único verdadero tesoro. 18 • BOLETÍN • 2013 Juan Bautista Maíno Pentecostés Óleo sobre lienzo Museo del Prado, Madrid. Viendo y gustando cómo aparece Santa María de Guadalupe “modelada por el Espíritu Santo, como plasmada y hecha nueva criatura por el Espíritu Santo” (cfr. LG 56); como Pneumatófora (conducida, llevada por el Espíritu Divino, habitada por Él) por todos los signos y símbolos místicos del Espíritu que la forma y la habita; se contempla en Ella el Amor del Padre y del Hijo que, en un glorioso Pentecostés, la llenan de ese Amor y la desposan con Él en comunión perfecta, de Él la habitan haciéndola Templo y Sagrario del Espíritu Divino. Tan es así que la Virgen Santa María de Guadalupe aparece toda Ella como un SACRAMENTO DEL ESPÍRITU SANTO, la creatura por excelencia por medio de la cual Él actúa. Gustemos y veamos cómo se realiza en Ella y a través de Ella la bondad misericordiosa de Dios, la Belleza, el Amor y la Verdad. En el Cerrito del Tepeyac Santa María de Guadalupe aparece rodeada de la nube fecundante del Espíritu, rodeada de las llamas del Fuego del Amor Divino, y embarazada por obra del Espíritu Santo, como SHEKINAH, Morada visible de la Gloria de Dios (cfr. Éx 24:15-17), Madre de Cristo y en El Madre de la Iglesia. Santa María de Guadalupe se encuentra inmersa en el Infinito y sublime Amor en un Pentecostés exuberante, toda Ella llena de los dones y de los frutos del Espíritu Santo (cfr. en una meditación anterior) en actitud orante con la Iglesia. Así como el Espíritu de Dios participaba de modo activo en la primera creación y en especial en la creación de Adán, donde el “aliento” que Yahvéh insufló en el “cuerpo formado del barro de la tierra” y lo convirtió en un ser viviente, de igual forma el Espíritu Santo está presente en el origen del Nuevo Adán en Santa María de Guadalupe, vestida de color rosa como Madre Tierra en el sentir místico religioso de los pueblos indígenas, quien es “la Tierra pura e Inmaculada” que, fertilizada desde su concepción por el Espíritu de Dios en el Pentecostés de la Nueva Creación, engendra a Cristo en su seno, creando por obra del Padre al Hombre Nuevo en Jesús. Por la acción del Espíritu de Dios la Virgen María es la criatura que conserva la hermosura divina original dada por el Señor al hombre, cuando lo creó a su imagen y semejanza. Ella es la criatura totalmente espiritualizada (pneumatizada) abierta al querer de Dios; Ella es una hermosísima transparencia del Espíritu, que en primordial y originario Pentecostés la convierte desde el comienzo de su vida terrena en su “Templo consagrado”, donde mora Él preparándola Inmaculada para su misión en la encarnación y en la maternidad de la Iglesia. Santa María de Guadalupe, en permanente Pentecostés, implora con su actitud orante sobre la Iglesia y con ella los dones y carismas del Espíritu Santo, encontrándose entre BOLETÍN • 2013 • 19 (1,14) (cfr. Benedicto XVI, 23 de mayo de 2010). En Santa María de Guadalupe se ve y se gusta la obra santificadora más grande realizada por el Espíritu Santo, a la cual todas las demás se refieren incesantemente, acudiendo a ella como a una fuente, y es precisamente la del don de la encarnación del Verbo Eterno, por obra del mismo Espíritu en el seno de la Virgen María (cfr. Pablo VI, Marialis cultus) y, como subraya también Juan Pablo II, es la suprema Gracia unión-fuente de todas las demás gracias (cfr. B. JUAN PABLO II, Dominum et Vivificantem, n.50). En el vientre de María está el Espíritu como “La Fuente” que está dando “La Vida” al Hijo de Dios encarnado y en Él a nosotros, su Cuerpo Místico. En ese Vientre materno habitado por el Espíritu Santo, donación que el Altísimo hace de sí mismo, se “consagra” en Cristo a todos los seres humanos y al universo entero. Anónimo novohispano Virgen de Guadalupe con los cuatro evangelistas Siglo XVIII, segunda mitad Óleo sobre tela Donación de la Familia Fernández Garza Sada, 2001 Museo de la Basílica de Guadalupe. 20 • BOLETÍN • 2013 nosotros como la incesante orante e intercesora en favor de nuestros pueblos necesitados de un continuado y pleno Pentecostés. “La Iglesia, de hecho, vive constantemente de la efusión del Espíritu Santo, sin el cual agotaría sus propias fuerzas, como una barca de vela a la que le faltara el viento. Así fue al inicio, en el Cenáculo, donde los discípulos “perseveraban (con María) en la oración, -como nos refiere el libro de los Hechos de los Apóstoles” “!Gustad y ved que bueno es el Señor¡”, ¡Cómo Santa María de Guadalupe, por obra del Espíritu Santo, está vestida de la Creación entera, Nueva Creación, Nuevos Cielos y Nueva Tierra, es la Nueva Eva que engendra al Nuevo Adán¡. María ya es “nueva creatura” desde su concepción y en Ella comenzó la “renovación de la tierra” por la encarnación de Cristo. Gracias al Espíritu Santo María de Guadalupe es la Mujer Nueva y signo de la Nueva Creación en la concepción de Jesús, como el resultado de la relación esponsal entre el Espíritu Santo y María. (cfr. B. Juan Pablo II, “El Espíritu Santo y María, modelo de la unión nupcial de Dios con la humanidad” Audiencia General, 2 de mayo de 1990). El Pentecostés sobre María se inicia, “hablando cronológicamente, ya antes de la Encarnación, es decir, desde el momento de su inmaculada concepción. El Espíritu Santo que comenzó en Ella la vida del Hijo de Dios, ya antes la santificó por su acción. La Concepción Inmaculada es la obra del Espíritu Santo y cuando la Iglesia fija su mirada en María llega más lejos, es decir, no sólo al comienzo terrenal de María, no sólo al comienzo de la historia del hombre. Llega todavía más lejos: “Al eterno pensamiento y amor divinos, en el que María fue concebida antes, infinitamente antes, de su concepción en la tierra” (cfr. Juan Pablo II, Creo en el Espíritu Santo. Catequesis sobre el Credo). ¡Gustad y ved¡ en Santa María de Guadalupe cómo “entre el Todosanto y la Todasanta hay una especie de simbiosis o compenetración profunda: el Espíritu Santo compenetra a María Santísima, su indivisible Esposa, y María Santísima, a su vez, es compenetrada por el Espíritu Santo hasta el punto de constituir, moralmente, un único binomio luminosísimo, una sola mente, un solo corazón, un solo amor, una sola operación» introduciendo la figura y misión de María en el ámbito más amplio del misterio trinitario, destacando la interdependencia existente entre María y las tres personas de la Trinidad. Conforme a su visión, María no es sólo la obra maestra del Espíritu, sino también la obra maestra del Padre y del Hijo...” (cfr. Roschini, “Il Tuttosanto e la Tuttasanta. Relazioni tra Maria e lo Spirito Santo I-II”, citado por A. Amato, «Espíritu Santo», en Dicc. de Mariología, 693-717). En María Dios nos muestra el modelo, el ejemplar y paradigma de lo que quiere hacer por medio del Espíritu Santo de cada uno de nosotros, de su Iglesia. El Greco Pentecostés Óleo sobre lienzo Museo del Prado, Madrid. BOLETÍN • 2013 • 21