Descargar N° 36 - Revista Alpha
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UNIVERSIDAD DE LOS LAGOS Departamento de Humanidades y Arte REPRESENTANTE LEGAL RECTOR ÓSCAR GARRIDO ÁLVAREZ Directora Responsable y Editora DIANA KISS DE ALEJANDRO Consejo de Redacción PILAR ÁLVAREZ-SANTULLANO BUSCH EDUARDO BARRAZA JAMES PARK KEY EDUARDO CASTRO RÍOS BRUNO CÁRDENAS MARAGAÑO MITA VALVASSORI Secretario de Redacción y Editor EDUARDO RISCO DEL VALLE Consultores Externos JORGE ACEVEDO, Universidad de Chile, Santiago de Chile FERNANDO BURGOS, The University of Memphis, U.S.A. MANFRED ENGELBERT, Georg-August Universität, Göttingen, Alemania DANIEL LAGOS ALTAMIRANO, Universidad de Playa Ancha, Valparaíso, Chile PEDRO LASTRA, Universidad de Nueva York, en Stony Brook, U.S.A. AMADEO LÓPEZ, Universidad de París X-Nanterre, Francia SERGIO MANSILLA, Universidad Austral de Chile OSVALDO RODRÍGUEZ PÉREZ, Universidad de Las Palmas de Gran Canaria, España HERNÁN URRUTIA, Universidad del País Vasco, España NELSON VERGARA MUÑOZ, Universidad de Los Lagos, Chile MIGUEL LÓPEZ ASTORGA, Universidad de Talca, Chile Portada IMAGEN CORPORATIVA (ULAGOS) Asistente Editorial ALEJANDRA P. LINGAY CÁRDENAS Alpha está indexada en Arts and Humanities Citation Index (Thomson Scientific), en The MLA International Bibliography, SciELO-Chile (Conicyt), LATINDEX, EBSCO, PROQUEST, EDITORIAL OCEANO, Servicios de Información Internacional (IIS), CLASE, DIALNET y aparece en The Directory of Periodicals (USA). Para petición de ejemplares, información, envío de originales y suscripciones, dirigirse al Secretario de Redacción, Sr. Eduardo Risco, Avda. Fuchslocher 1305 - Casilla 933, Osorno, Chile. 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Procesos étnicos y cultura en los pueblos indígenas de Chile. 93 MARÍA VICTORIA LONDOÑO. El horizonte totalitario: Inmanentismo y nuestra tradición de la filosofía política en Hannah Arendt 109 JORGE MONTEALEGRE. Construcción social de la memoria: presencia del imaginario del holocausto en testimonios latinoamericanos. 119 HÉCTOR JULIO PÉREZ. La evolución de la naturaleza en el arte de la alta edad media y las teorías escatológicas cristianas. 135 MARÍA DEL MAR RAMÍREZ. Imágenes del fin del mundo: El Apocalipsis en las xilografías del artista alemán Alberto Durero. 159 MAURICIO MANCILLA. Experiencia de la historicidad e historicidad de la experiencia: el mundo como espacio hermenéutico. 177 ENTREVISTA ANDRES FLORIT. Oscar Hahn: “Enrique Linh no era un poeta maldito” 191 NOTAS MIGUEL GONZÁLEZ. Leyes prácticas y razón pura. Acerca del carácter reconstructivo de la moral kantiana. 201 3 RESEÑAS Leonardo Videla. Obras completas de Pedro Sienna (Cristián Montes). 213 Rodrigo Cánovas. Literatura de inmigrantes. Árabes y judíos en Chile y México. (Stefanie Massmann). 216 Jorge Gibert Galassi. Epistemología de las Ciencias Sociales. Una visión internalista (Ramón-Antonio Gutiérrez Palacios). 218 Información para los autores. 223 4 PRESENTACIÓN El número 36 de Revista ALPHA emerge en un contexto natural signado por las tormentas invernales del Sur de Chile y su correspondiente exhibición de potencias naturales reverenciables, pensables y hasta temibles en ocasiones. Inesperadamente, y como si fuera el resultado de un prodigioso concierto de voluntades, es esta atmósfera de fuerzas telúricas desatadas, admirables y también temibles, lo que emerge en la selección de trabajos que recoge este número. En efecto, la profusa presencia del agua, que aportan las interminables lluvias invernales y que ha llamado siempre la atención del hombre de distintas épocas, es presentada aquí por un artículo de Eloy y Alberto Martos quienes subrayan su estatus de bien cultural y, en tanto tal, su carácter de elemento simbólico enquistado en la producción cultural que se plasma en los imaginarios y, en este caso, los imaginarios presentes en las tradiciones ancestrales, que el autor rescata en una actitud de respeto al patrimonio natural y cultural que bien puede prolongarse en la solución de cuestiones contemporáneas como la gestión sostenible y responsable de los recursos hídricos, en un modo nuevo de concebir la relación naturaleza y humanidad. Es esta consideración la que abre la puerta de ingreso y funciona como clave articuladora del erudito examen que Héctor Julio Pérez López realiza de las distintas representaciones de lo natural y su proceso (in)volutivo en el arte de la alta Edad Media y la incidencia procesual que sobre ellas ejerció la evolución de las teorías escatológicas cristianas. El autor subraya y sustenta la presencia de dos hitos temporales y culturales diferenciados y opuestos en el proceso que describe: el de una representación natural en la que la presencia de lo animal supera cuantitativamente a la presencia de la figura humana y que plantea la cuestión de que si es cierto que la figura humana… resultaba ya entonces un elemento clave para la difusión del mensaje católico, debería encontrarse una explicación a cómo pudo ostentar el mundo animal un protagonismo tal superándola; y un segundo extremo histórico en el que, a la par del desarrollo y refinamiento de la teología, se manifiesta un distanciamiento jerárquico entre el hombre y el entorno que lo rodea hasta el extremo de que ya en la escolástica clásica encontramos una auténtica expulsión de lo natural fuera del proyecto escatológico. Pérez López se manifiesta ahora en una escena en donde la figura humana experimenta ahora el entorno (oscuro y laberíntico) como amenaza de un enemigo ancestral y culturalmente construido: el diablo, quien aparece como el protagonista principal, cuya fuerza demoniaca ha influido en forma notoria, tanto en el ritmo laboral de los mineros como en el destino de este espacio laboral. Y lo oscuro y lo complejo, pero en el contexto de la prisión política, es analizado por Jorge Montealegre en el estudio de la reconstrucción de la cotidianidad a partir de casos de violaciones a los Derechos Humanos en Chile y Uruguay y recurriendo a la memoria como la principal fuente de conocimiento para recrear y resignificar los espacios evocados, teniendo como referente el Holocausto. La idea del mundo como espacio hermenéutico, que asienta y desarrolla Mauricio Mancilla, apoyado en Gadamer (entre otros), hace aparecer el acto hermenéutico como un continuo proceso de apropiación, que se realiza mediante el lenguaje y que bien puede actuar como marco explicativo de la pluralidad de voces y contenidos que recogen las páginas de este nuevo número de ALPHA, ya que explica suficientemente los esfuerzos exegéticos representados en los textos señalados, como también los de la refinada reflexión filosófica de Miguel González Vallejos, quien se pregunta, contra la crítica contractualista de la filosofía moral de Kant, si el fundamento de las leyes prácticas reside en la reinishe vernunft; o en las consideraciones que María José López Merino y María Victoria Londoño Becerra ––cada una desde una particular óptica–– hacen de la obra siempre actual de Hannah Arendt, como también, pero esta vez desde una matriz analítica algo diferente, que busca el rescate del discurso marginal mediado por la irrupción del poder, de la visión que Jimena castro 5 Godoy nos ofrece de dos muestras del discurso femenino claustral, encarnados en los textos de Hildegard von Bingen y Sor Úrsula Suárez que, pese a la distancia cronológica que las separa, resultan hermanadas en la sumisión a la sanción masculina que sus discursos debieron aceptar como condición para su circulación cultural y social. En una perspectiva también asociada a la idea presentada por Mauricio Mancilla respecto del ejercicio hermenéutico como apropiación, se inscribe también el trabajo de Hans Gundermann, quien subraya el hecho de que las culturas de los pueblos originarios, que se han inscrito en las recientes movilizaciones étnicas, dibujan un horizonte simbólico nuevo que demanda una vez más este mismo acto de apropiación que es el acto hermenéutico. Sin embargo, si la atmósfera de fuerzas invernales tormentosas y prodigiosas pudiera parecer abandonada al leer estos otros trabajos, ella pronto vuelve a imponerse, esta vez con tonos apocalípticos, en los trabajos de Roberto Ángel acerca de la novela híbrida No será la Tierra de Jorge Volpi, en donde el autor ve un mecanismo de semantización estructural de la caída de los grandes relatos del siglo XX, y en el abordaje que realiza María del Mar Ramírez de las imágenes del fin del mundo en las xilografías de Alberto Durero, trabajos que sin duda cierran este ciclo tormentoso y liberador de las fuerzas naturales que ha coincidido con el contexto climático en el que ve la luz este número 36 de Revista ALPHA. La presencia de la literatura chilena la encontramos con Juan Emar, quien en ALPHA 36 provoca dos colaboraciones, la primera de Malva Marina Vásquez y Constanza Vargas sobre Umbral, donde se explora la propuesta vanguardista escritor, crítico de arte y pintor, que en esta obra da cuenta de la heterogeneidad de tradiciones culturales como impronta de escritura de un sujeto latinoamericano; y con Julio Piñones, quien analiza el lenguaje narrativo de Pájaro Verde. También dialogaremos con Enrique Lihn, por medio de la entrevista de Andrés Florit a Oscar Hahn donde este destacado poeta desmitifica algunos rasgos del escritor y del amigo. No obstante, y como al final de toda tormenta sucede siempre un claro de sol, que devuelve al espacio sus colores y optimismo y que en esta edición se encuentra representado en el trabajo de Bernardo Guerrero Jiménez, quien, a partir del análisis del baile del marinero, en el contexto de la fiesta de Ayquina, reconoce las manifestaciones de la conciencia nacional y la fundamentalidad del cantar y bailar como expresión del culto mariano. Conjunción de caóticas y prodigiosas fuerzas naturales desatadas en el invierno austral, plasmadas en la polifonía enunciativa que manifiestan los artículos recogidos, este nuevo número de ALPHA busca aportar nuevas líneas al relato general del conocimiento humanista que, unas veces en relación armónica y otras veces en relación conflictiva con determinados enunciados del mismo, pretende enriquecerlo y complejizarlo. 6 ARTÍCULOS 7 8 9-28 TÓPICO HISTORIA Y FICCIÓN: LA HETEROGENEIDAD LATINOAMERICANA EN UMBRAL DE JUAN EMAR1 Topic history-fiction: Latin-American heterogeneity in Umbral of Juan Emar Malva Marina Vásquez* Constanza Vargas** Resumen En el apartado Noche 3 de Umbral, Juan Emar se vale de la estrategia de la hibridez genérica al construir una novela-drama que resignifica aportes de la vanguardia metaficcional. Nuestra hipótesis es que mediante la “refuncionalización paródica” (Hutcheon) de la diferencia conceptual entre historia y ficción se despliega una poética vanguardista que acoge el simultaneísmo temporal y espacial. Se trabaja con el enfoque postestructuralista foucaultiano que distingue entre una Historia Global, el metarrelato moderno y una Historia General; la que estudia las discontinuidades en las series temporales. En efecto, la poética de la simultaneidad es en la narrativa emariana un mecanismo dislocador de una serie de oposiciones binarias de la episteme moderna: obra dramática v/s representación teatral, espacio escénico v/s sala de espectadores, autor v/s obra, pasado v/s futuro, arte v/s vida, entre otros. Emar despliega así en forma magistral una propuesta vanguardista que da cuenta de la heterogeneidad de tradiciones culturales como impronta de escritura de un sujeto latinoamericano. Palabras clave: Juan Emar, parodia, vanguardia, simbiosis múltiple. Abstract In paragraph Night 3 of his novella Umbral, Juan Emar utilices hybridism as a generic strategy in the construction of a novella-drama that assign new meanings to the contributions of the metafictional Avant Garde. Our hipothesis is that throught a “parodic refunctionalization” of the distinction between history and fiction is conveying an Avant Garde poetics that promote the spatial and temporal simultaneity. We work with the foucaultian postestructuralism focus which make a distinction between Global History; the modern metanarrative and a General History; that studies the discontinuities in temporals series. The simultaneity poetic‟s is in their narrative a mechanism that dislodges a series of binary oppositions as: dramatic work vs. theatrical representation, scenic space vs auditorium, author vs. work, past vs. future, art vs. life, among others. Emar deploys in a masterly way, his Avant Garde proposal of the heterogeneity of cultural traditions as writing impronta of a Latin-American subject. Key words: Juan Emar, parodic, avant-garde, heterogeneity. 1 Este artículo es parte del Proyecto Fondecyt Regular 1101043 “Quiebres Epistémicos y Estética de lo fantástico en narrativa chilena y argentina”, de la que la autora es la Investigadora Responsable. Andrés Bobenrieth y Pablo Oyarzún (Coinvestigadores). Constanza Vargas, alumna de Magister en Literatura de la UCH es ayudante del mismo. Malva Marina Vásquez, Constanza Vargas 1. INTRODUCCIÓN Aristóteles en la Poética (s. IV a.C.), considerada el texto fundacional tanto de la teoría como de la crítica literaria de la cultura occidental, sienta las bases de la diferencia entre historia y ficción al señalar que: “No corresponde al poeta decir lo que ha sucedido, sino lo que podría suceder, esto es, lo posible según la verosimilitud o la necesidad. […] La diferencia [entre] el historiador y el poeta está en que uno dice lo que ha sucedido y el otro, lo que podría suceder […] pues la poesía dice más bien lo universal y la historia, lo particular” (Aristóteles, 36). En este contexto inaugural, lo sucedido es concebido por medio del establecimiento de una secuencia causalista entre los hechos.2 Lógica introducida por el padre de la historia, Heródoto, tal y como nos lo refiere Momigliano: “Ha sido Heródoto el que ha introducido la regla de que los historiadores deben explicar los acontecimientos de que tratan. La explicación toma la forma de una investigación de las causas, y a partir al menos de Tucídides se hace la distinción entre causas inmediatas y causas remotas, o entre causas y pretextos” (Momigliano, 13). En este sentido, la determinación de lo causal implica una temporalidad lineal que marca un origen o comienzo que tiende hacia una finalidad (modelo teleológico). En la narrativa de Emar dicha concepción de la historia va a ser cuestionada mediante un inédito despliegue del tópico historia y ficción,3 el que va a difuminar las férreas fronteras trazadas entre estas dos modalidades narrativas.4 Con anterioridad a Umbral, Emar ya había incursionado en dicho tópico en sus obras El Pájaro Verde y Miltín 1934. Es así como el narrador del cuento El Pájaro Verde inicia su relato cuestionando la noción misma de origen o causa-madre de todas las cosas: “Así deberíamos llamar este triste relato. Recurriremos a su origen, si se quiere, si es que hay algo en esta vida que tenga origen” (Emar, “Diez” 13). Al cuestionarse la noción de origen o causa primera, Emar está poniendo en duda la validez del concepto de “Historia Global” (Foucault, La Arqueología del Saber) como construcción de una inteligibilidad de los hechos de un mismo período por medio del trazado de una única 2 “Para conocer la realidad, según Aristóteles, lo importante es la investigación de las cuatro causas que constituyen la verdadera ciencia: causa material —estudio de la materia de la que está hecho el objeto de investigación, causa motriz o eficiente—, estudio de aquello que ha dado origen al objeto, causa formal —estudio de aquello que ha dado al objeto la forma que tiene, causa final o teleológica—, análisis de la causa para la cual está destinado el objeto” (Viñas, Historia de la crítica literaria, 53). 3 En Argentina es Ricardo Piglia quien ha leído la tradición literaria nacional desde la problematización de los estatutos de historia y ficción a partir de la relación entre literatura y política. Para este autor, la ficción es un aspecto indisoluble de la política argentina, acercándose mucho, esta última, al modelo de la novela policial, ya que para mantener el poder construye una “máquina paranoica y ficcional”. De ahí que este escritor haya estudiado y recreado en su propia narrativa lo que él llama “las ficciones del Estado” argentino. Véase: Piglia, Crítica y Ficción. 4 Al respecto de muchas de las revoluciones de Emar, Pedro Lastra es enfático al señalar lo singularísimo de todas ellas, lo que trajo como resultado el desconcierto de la crítica literaria de la época: “la propuesta de Juan Emar resultaba excesiva para las limitaciones del medio” (Lastra, Rescate de Juan Emar). 10 Tópico historia y ficción: La heterogeneidad latinoamericana línea lógico-causal. Frente a este paradigma de totalización del sentido de la historia, Emar se aproximará al concepto, también foucaultiano, de “Historia General”, reenfoque que se situará en las fracturas, los quiebres temporales, “ya que debe mostrar todo el espacio de una dispersión” (Foucault, La Arqueología del Saber 16). La discontinuidad, en dicho sentido, pluraliza las posibles direcciones que pueden tomarse, anulando la unidireccionalidad propia de la Historia Moderna, en cuyo seno nace el concepto de Historia Universal. De allí que Foucault señale respecto de las nuevas perspectivas abiertas por el concepto de discontinuidad: “Ha puesto en duda las posibilidades de la totalización. Ha traído la individualización de series diferentes, que se yuxtaponen, se suceden, se encabalgan y se entrecruzan, sin que se pueda reducir a un esquema lineal” (Foucault, La Arqueología del Saber, 12). Retomando el tópico historia y ficción, tenemos que en el cuento El Pájaro Verde el narrador en la primera parte de su relato parodia el afán de verosimilitud realista,5 al dar cuenta del nacimiento y la muerte del pájaro verde por medio de su paralelismo con hitos históricos de la realidad extradiegética: Nació el 5 de mayo de 1821, es decir, en el momento preciso en que rompía su huevo y entraba a la vida, lejos, muy lejos, allá en la abandonada isla de Santa Elena fallecía el más grande de todos los emperadores, Napoleón I (…) el 16 de ese mes lanzó un suspiro y falleció el mismo instante en que el más espantoso de los terremotos azotaba la ciudad de Valparaíso y castigaba duramente a la ciudad de Santiago de Chile donde hoy, 12 de junio de 1934, escribo yo en el silencio de mi biblioteca (Emar, Diez16). El foco de la narración no está centrado así en los hitos históricos propiamente tales, sino que en lo anecdótico, en lo incidental; así es como los hechos que corresponden a la biografía del pájaro van a subordinar a los primeros. Por su parte, en Miltín 1934 el tópico historia y ficción está incluido en el mismo paratexto de la novela, esta vez basado en un momento fundacional de la historia de la nación chilena: la guerra entre araucanos y españoles durante el período de Conquista. El narrador alude al título de su relato cuando se halla en la punta del cerro Miltín mirando la ciudad de Santiago: “Este nombre le viene de un antiguo cacique araucano que allí, en su punta, vivió sus últimas horas y murió. Vamos a su historia” (Emar, Miltín 1934 69). Valiéndose de anacronismos históricos para demostrar lo desigual del enfrentamiento bélico, su narrador nos describe la batalla en la que participaron Valdivia y sus huestes en contra de los araucanos, comandados 5 El uso del intertexto de Flaubert es parodiado en virtud de que se cuestiona no solo sus pretensiones de objetividad, sino que también las de su omnisciencia. Señala Gotschlich: “Varias características del cuento se modifican a partir de este párrafo, entre otras, la que pareció condición dominante en el discurso; la naturaleza y el grado de conocimiento del narrador, cuya supuesta omnisciencia es refutada por él mismo, no obstante la excesiva y abundante conjunción de indicios realistas mencionados” (Gotschlich 95). Ejemplo de ello son las fechas exactas, la mención de hitos históricos, entre otros, que sugieren el formato crónica respecto de una expedición de 26 científicos al Amazonas, con la que se inicia el relato. 11 Malva Marina Vásquez, Constanza Vargas estos últimos por el cacique Miltín. Esta desigualdad se torna evidente al describirse el batallón foráneo provisto con la tecnología propia de las guerras mundiales, la que a su vez se entremezcla con la férrea oposición de su familia al régimen de Carlos Ibáñez del Campo: “Cerraban la marcha dos baterías de artillería del Regimiento Coronel Ibáñez N°1, quedado en la Capital. Un avión trimotor piloteado por el mayor Angol —tatarachozno del actual capitán Angol, mi amigo— sobrevolaba la expedición alerta ante los posibles peligros” (Emar, Miltín 1934 70). Este uso de los anacronismos históricos para hiperbolizar un hecho no es nuevo en el contexto de la narrativa vanguardista de inicios del siglo XX. Así es como su uso también puede advertirse en el Mío Cid Campeador: Hazaña de Vicente Huidobro6 pero con una función diferente. En Huidobro, el recurso al motivo de la tecnología de la modernidad es una forma de resituar, en el contexto de la vanguardia, lo portentoso del arquetipo mítico-heroico,7 hiperbolizando con ello la magnanimidad de la figura del Mío Cid: “Innumerables corrientes eléctricas convergen hacia esa habitación, único punto interesante del mapa en aquella noche. […] Un vigor inmenso se apodera de su cuerpo, su pecho se hincha, se dilata y desborda en la noche. El mundo es una usina de energías, un acumulador de fuerzas ebrias, una fábrica de hidrógeno” (Huidobro 804). En Emar, por el contrario, el uso de anacronismos no juega un rol mitificador y/o creador de arquetipos, sino que promueve la idea de que el arte de biografiar no consiste “en querer encasillar a los hombres que son vivos, a los que tienen la responsabilidad de ser vivos” (Emar, Umbral 1057), sino que en dar cuenta de una evolución constante, posible solo en el entendimiento de la conformación de biografías de/en su devenir, y no como una construcción cuya fuente es el pasado, concebido como un “tiempo cerrado”. La otra función de los anacronismos en su narrativa es promover la discontinuidad, y con ello, el simultaneísmo espacial y temporal —tan caro a las vanguardias estéticas— por medio de la representación de la coexistencia y superposición de varios planos históricos. Más adelante veremos cómo este aspecto se vincula a lo que Emar, en una manifiesta propuesta culturalista, llamará —según su portavoz Onofre Borneo— la “simbiosis múltiple” de tradiciones que implicaría la práctica escritural latinoamericana. 6 Respecto de las similitudes entre ambos escritores, Lizama apunta hacia una búsqueda de libertad, materializada en su obra vanguardista, del siguiente modo: “La alternativa de contactarse en Europa con la vanguardia artística era para estos escritores una necesidad vital, un elemento indispensable para sus búsquedas y nuevas propuestas” (Lizama, Juan Emar y Vicente Huidobro: recuerdo y vigencia, 202). 7 Su interés radica en realzar la mitificación de su propia genealogía, ya que, basándose en fuentes históricas (Enciclopedia Heráldica de A. García Carrafa) intenta certificar que desciende en forma directa del Cid. Véase: el prólogo al Mío Cid Campeador: hazaña. En este, el tópico historia y ficción se revela cuando Huidobro señala en forma explícita las fuentes en que se basa para escribir su obra: “Debo también advertir al lector que en los datos sobre el Cid a veces he seguido al Cantar, al Romancero y a la Gesta, y otras veces he seguido la Historia”. (Huidobro 800). 12 Tópico historia y ficción: La heterogeneidad latinoamericana 2. RUPTURA DEL PACTO BIOGRÁFICO EN UMBRAL Y CONFORMACIÓN DE UNA NOVELA-DRAMA En Umbral, Onofre Borneo, su narrador/personaje, instala desde el comienzo el tópico literario historia y ficción al cuestionarse de entrada su propio quehacer: el del arte de biografiar la vida de sus amigos. Así nos dice: “Las biografías que empezaba tendrían que ser concebidas de otro modo… tendrían que ser con el biógrafo conviviendo con los personajes” (Emar, Umbral 535). Es así que en esta convivencia en tiempo presente entre la vida-tarea del biógrafo y las vicisitudes de los personajes se produce una cierta ruptura del pacto biográfico tradicional. Por una parte, al formar parte Borneo del grupo de amigos, su biografía es al mismo tiempo autobiográfica. Por otra, el verosímil de la biografía requiere contar una vida pasada o un período determinado de esta y no situando su conformación en un devenir informe de las mismas. Por ello es que, tal como lo señala Borneo, del rol de biógrafo transita hacia la función del mero registrador del diario vivir: Ya que se trata aquí de biografías o mejor dicho, de diarios vivires, debo sólo anotar, esbozar, dejar únicamente enunciaciones de problemas, eso sí con todos los elementos; en su falta, con el mayor número de ellos. Ante la necesidad de colocar un título, se me impuso el de Umbral. Pues me siento, ni más ni menos, colocado en un Umbral. Tiene éste una característica: hacia atrás es una extensión iluminada; hacia adelante la oscuridad. Es como estar sobre él dando la espalda al sentido de la marcha, o sea, a la finalidad de ella y digo finalidad ya que fuerza será seguir adelante. Quiero decir que este “adelante” —hoy oscuro— podría ser la solución o —si no la hay de verdad— la explicación de lo ya recorrido (Emar, Umbral 6). De ahí que Borneo se sepa situado ante un Umbral, ya que en tanto (auto)biógrafo del devenir de la vida de sus amigos, este narrar en forma simultánea a cómo se desarrollan los acontecimientos le impide ver un “sentido de la marcha, o sea, la finalidad de ella”. Por eso su labor consistirá en “dejar únicamente enunciaciones de problemas”. En Umbral, el tópico historia y ficción recibirá una inflexión mayor en el apartado titulado Noche 3. En este fragmento, la práctica escritural de una noveladrama le permitirá a su autor integrar a la praxis artística como tal, la reflexión inmediata sobre su proceso de creación. Entenderemos, entonces, el fragmento narrativo Noche 3 —en donde se inscribe la ida de los personajes biografiados al teatro a ver el drama Blenda y Feldespato— como un híbrido que conjuga elementos pertenecientes a ambos géneros: el narrativo-biográfico y el dramático-teatral. Nuestra hipótesis de lectura es que la construcción de una novela-drama es la estrategia para problematizar tanto la instancia de la autoría del drama BYF8 como los lindes ontológicos entre historia y ficción. Al respecto, demostraremos que el 8 De aquí en adelante nos referiremos al drama Blenda y Fedelspato con las siglas BYF. 13 Malva Marina Vásquez, Constanza Vargas dispositivo de la hibridez genérica le permitirá a su autor desplegar una propuesta vanguardista basada en una concepción discontinua tanto del espacio como del tiempo. Hecho que le permite transgredir una serie de lindes ontológicos referidos al verosímil de la representación teatral: espacio escénico/ sala de espectadores; actores/ público; pasado/ futuro; arte/ vida, entre otros. Lo anterior, posibilitará a Emar llevar a cabo una inédita poética vanguardista que puede entenderse como: “la sublime alquimia de tratar el pasado como porvenir” (Emar, Umbral 143). A nivel de la diégesis, en este apartado denominado Noche 3, los huéspedes del fundo de Curihue, propiedad del capitán Angol, son invitados a presenciar9 BYF, Drama en Tres Actos y Tres Parlamentos, cuyo autor es el Chino Fa.10 Borneo, en su calidad de biógrafo de las aventuras de sus amigos, funciona como escriba-bisagra entre novela (las biografías) y drama (BYF), ya que también es invitado a presenciar el drama. De este modo, Borneo permite la continuidad de la diégesis, al ser quien realiza, en calidad de espectador de la representación teatral, la transcripción del mismo, en forma simultánea a como este se va representando ante sus ojos. Al mismo tiempo va registrando, en forma concienzuda, las reacciones y comentarios del público del que forma parte. Este apartado, entonces, no será factible de ser analizado desde una perspectiva netamente novelesca o teatral, por cuanto el drama se halla integrado como parte de la diégesis.11 3. PRETEXTOS HISTÓRICOS EN LA CONSTRUCCIÓN DEL DRAMA BLENDA Y FEDELSPATO El drama BYF es la recreación de un hecho histórico basado en el tópico de carácter sublime el “amor más allá de la muerte”; suceso ocurrido, presuntamente, en tiempos de la Roma Imperial. Ahora, este tópico del repertorio grecolatino es presenciado en el contexto rural del fundo de Curihue, lo que pone en tensión dos cronotopos muy disímiles. Esta tensión entre el carácter ultraclásico de lo representado y el contexto local, periférico de recepción estética del drama, se resuelve por medio del procedimiento de la “refuncionalización paródica”12 del 9 Esta visita de siete días es la que se constituye como la narración-marco de buena parte de este Primer Pilar de Umbral. 10 El Chino Fa, previo a su aparición como autor de este drama, es protagonista de una expedición realizada por Borneo y sus amigos al interior del fundo de Curihue. En dicho episodio, Fa cumple con la función de retrasar el tiempo cronológico, comportándose como dispositivo deconstructor del tiempo lineal. En la Noche Tres veremos que realiza los mismos juegos, mas ahora con el fin de cuestionar la diferencia entre historia y ficción, pasando de la función autorial a la actorial en una serie de escenas del drama. Para mayores detalles de la primera aparición de Fa, ver en Umbral páginas 565 y siguientes. 11 Preferiremos, por ahora, hablar de una novela/drama, por cuanto este último está integrado a la diégesis, en tanto episodio de la ida al teatro del fundo de Curihue (Noche Tres). Prueba de esto es que el texto al que se enfrenta el lector empírico no es el texto dramático escrito por el Chino Fa, sino que la transcripción hecha por Borneo. 12 Según la definición de parodia de Bajtín “el autor habla mediante la palabra ajena, pero a diferencia de la estilización, introduce en tal palabra una orientación de sentido absolutamente 14 Tópico historia y ficción: La heterogeneidad latinoamericana motivo del amor sublime y de la diferencia conceptual entre historia y ficción. Es interesante destacar, al respecto, que lo que se ficcionaliza en esta novela-drama, entre otras cosas, es el debate artístico entre el academicismo y la vanguardia que se daba en el campo cultural nacional. En Miltín 1934, Emar ya había criticado el afán academicista, plasmado en la imitación de los modelos clásicos por el arte oficial, refiriéndose a Chile como “La Atenas Sudamericana” (Emar, Miltín 1934 95). De modo que la parodia a lo sublime se inscribe en este ataque a la crítica academicista. El tópico historia y ficción aparece vinculado en este apartado a la problemática de las fuentes en que se habría basado su autor, el Chino Fa, para construir el drama. La fábula del drama recrea dos textos históricos: uno grecolatino y el otro francés. Comenzando por el último, tenemos que el tópico del “amor más allá de la muerte” es tomado de Historia de la Magia de Eliphas Levi, escritor francés del siglo XIX, quien, a su vez, lo tomó de su fuente histórica De las cosas maravillosas, escrito por Flegón de Trales (liberto de Adriano, en el siglo II d.C). La finalidad de esta última fuente era la de contar con “un compendio de hechos extraordinarios y fabulosos” (Arres). Por ello, Flegón envía noticia al emperador Adriano de hechos insólitos sucedidos en Anfípolis, a fin de que la palabra de Adriano permitiera validarlos y así dejar huella histórica de estos.13 En la Roma Imperial, al ser el emperador la máxima autoridad, condensado en el título de Imperium Maius (Comandante Supremo), toda autentificación realizada por él tenía la valía de indiscutible: en consecuencia, de única verdad. Lorenzo Angol, personaje de Umbral y parte del público que presencia el drama, señala refiriéndose a su autor, el Chino Fa: “Escribió un drama alambicado y con mil escapadas para todos lados, ¿no es cierto? Pues bien, el Chino Fa escribió un hecho, una aventura que un día sucedió efectivamente y en tiempos de Adriano. La tomó de este libro; Eliphas Levi la cuenta aquí. […] No es igual al drama, se entiende, pero en el fondo es lo mismo” (Emar, Umbral 700). En su fuente original grecolatina, el argumento es el siguiente: la joven Filinnion, perteneciente a una de las familias nobles de la ciudad, no obstante amar a Macates, de cuna humilde, es obligada a desposarse con otro de su clase social. Mas la pena por no estar con su amante hace que fallezca inesperadamente. Lo maravilloso empieza cuando el fantasma de la muchacha visita todas las noches a Macates, hasta que es sorprendida y vuelve a morir por segunda vez. El escritor francés Eliphas Lévi, en su Historia de la Magia, título de por sí opuesto a la orientación ajena” (Bajtín 270). Para Rose, la parodia corresponde entonces a la “refuncionalización crítica de un material literario performado con efecto cómico” (Sanguse 56). 13 Señala Levi en relación con ello: “Flegón […] añade que debió ejercer su autoridad para calmar el lugar perturbado por un suceso tan extraordinario, y concluye su historia con las siguientes palabras: „Si juzgas conveniente informar al emperador, házmelo saber para que yo pueda enviar a algunos de los testigos de estos hechos‟. La historia […], por tanto, está bien comprobada” (Levi 145). 15 Malva Marina Vásquez, Constanza Vargas inscrito en un híbrido temático,14 consigna en su obra este suceso extraordinario ocurrido en tiempos de Adriano. Emar, a su vez, retoma en Umbral estos pre-textos y realiza una recreación paródica de estos hechos en BYF contextualizando el drama de los amantes en los mismos tiempos imperiales de la fuente primera. 4. PARODIA A UN SUBLIME HECHO CLICHÉ En este apartado de Umbral se parodia, al mismo tiempo que al academicismo que primaba en el campo artístico chileno de la época, a la concepción de lo sublime hecho cliché y/o lugar común. Mediante la integración de elementos propios del realismo grotesco veremos cómo se desacraliza el motivo clásico de lo sublime. Una manifestación evidente de esta desacralización se revela en la burla del lenguaje elevado de la tragedia por medio de la integración del humor y la oralidad popular, rompiéndose con la jerarquía entre lo noble y lo plebeyo. Los padres de Blenda son los que realizan, en forma explítica, esta carnavalización de lo sublime al mostrar su desaprobación del amante de su hija: PADRE DE BLENDA: Jamás la hija por mí fabricada, la más sublime fabricación de mi nobiliaria virilidad, jamás ni siquiera rozará con el extremo de su sombra el extremo de la sombra de un mal nacido aunque tal sombra sea la sombra que hace proyectar el sol […] MADRE DE BLENDA: ¡No faltaría más que una hija de nosotros […] fuera ensuciada con los ojos legañosos de un marrano en forma de semihombre! (Emar, Umbral 614-615). El mismo parlamento de Blenda adquiere tintes paródicos al encarnar en forma hiperbólica y, por lo mismo, grotesca, el sentimiento de lo sublime:15 Quiero lo inmenso, la extremidad de lo extremo. O un hombre tan mísero que coma de los restos de lo que opulentos a sus animales dan; […] o bien un hombre-dios, […] que por cada vena mía —venas que se detienen en Rómulo y Remo— tenga una sorprendente arteria que lo lleve hasta Adán y Eva. El uno o lo otro. Y un tercero igual a mí, ¡Oh, no, tampoco! ¡Yo detesto los espejos! (Emar, Umbral 609). 14 En el discurso histórico tradicional, la magia no era considerada como un tópico digno a ser tratado, es decir, que guardase alguna relevancia como causa y/o antecedente de hito histórico alguno. Es por ello que al historiar Lévi sobre un tópico semejante se aparta de la ratio ilustrada para dar paso a las esferas de lo intuitivo, de lo oculto. 15 Lo sublime entendido al modo de Longino como “un no sé qué de excelencia y perfección soberana del lenguaje” quien asegura que el efecto que se persigue con la sublimidad no tiene nada que ver con la persuasión buscada por la retórica sino con provocar el entusiasmo” (Viñas 76). Sobre la valoración del patetismo o pathos sobre el auditorio que tiene la concepción de lo sublime en Longino, Juan Plazaola opina que es una de las pocas teorías originales de la estética grecolatina postaristotélica, ya que en ella “el fin de la alta poesía no es el placer ni la utilidad, sino una intensa conmoción del ánimo, un éxtasis que sorprende al alma” (Viñas 77). 16 Tópico historia y ficción: La heterogeneidad latinoamericana Por otra parte, la proveniencia de los nombres de ambos amantes también da cuenta del tono paródico generalizado de esta novela-drama. Mientras que el nombre “blenda” es un mineral rarísimo, el de “feldespato” refiere al compuesto del que están hechos los roqueríos marinos. Además, si bien el conflicto es similar al de Romeo y Julieta, vemos que en BYF el tema del amor sublime es desacralizado, siendo el ejemplo más claro de esto el que se liga con el motivo del amor a primera vista: “Surge Stramuros, indica con su siniestra a la doncella y le grita: „¡A la izquier!‟. Ella obedece y ve: tórnase carmesí, luego azul, luego gris y queda por fin petrificada y alba como la nieve. Stramuros entonces indica con su diestra al doncel y le grita: „A la de-ré‟. Él obedece y ve, y, al ver, óyese un estampido: el doncel ha estallado” (Emar, Umbral 613). Aquí, el personaje de Stramuros16 utiliza, parodiándolo, un registro de habla propio de los círculos militares, el cual al ser directivo, desacraliza lo sublime. Otro ejemplo de esto ocurre en el momento en que los espectadores del drama asisten al desvirgamiento de Blenda: “Aparecieron […] el chino Fa, […] el pintor y […] Mequetrefe. Los tres hincáronse sobre una rodilla y cubriéronse el rostro con la diestra en signo de recogimiento. Nosotros […] nos pusimos de pie. […] El cortinaje que ocultaba a las ancianas se agitó repetidas veces. Redobló con mayor ímpetu el tambor. […] Luego Fa se incorporó […] abrió los brazos y con voz solemne dijo: Señoras, señores: Blenda ha perdido la virginidad” (Emar, Umbral 633). Como vemos, la carga simbólica que el himen tiene en la cultura patriarcal —recordemos que la obra es ambientada en Roma y vista en el contexto regional campesino del fundo de Curihue— es parodiada por la presencia in situ no solo de los espectadores, sino que del autor y de los encargados de la escenografía del drama. Lo paródico reside en la excesiva visibilidad de un acto privado, trastocado por una hiperceremoniosidad de los asistentes. Con anterioridad Emar ya había criticado el clásico apriorismo del arte entendido como un concepto sublimado per se, idea que prevalecía en el campo cultural chileno de su época. Al respecto, el narrador de Miltín 1934 nos refiere en su conversación con Rubén de Loa: “¡Y cuánta falta me hacía este baño de palabras inefables a las inefables bellezas de las artes! Pues, te diré, me sentía agobiado, aplastado y reventado de ver tanto sublime en tan poco tiempo. […] crece la obra elevada que nos levanta del lodo cotidiano y nos aleja del espectro de la fealdad” (Emar, Miltín 1934 187). En el drama del Chino Fa, la segunda muerte de Blenda se desencadena por causa de un oponente semejante a la figura de la Celestina: Esparadrapa,17 figura 16 Quien, por lo demás, no es propiamente un personaje del drama, sino que el director de orquesta. Sin embargo, interviene de modo directo en el acontecer del espacio escénico. 17 “Vengo a prestaros ayuda en la tarea que emprendisteis. […] Sabed: Blenda resucita cada noche y puede hacerlo porque, al morir con amor, recibe auxilio del Guardián de los Muertos. Sale de su sepulcro y, junto con ser la Medianoche, entra en la choza de Feldespato y ahí […] ¡Se 17 Malva Marina Vásquez, Constanza Vargas que no aparece en las otras fuentes históricas de la fábula. Esta suerte de bruja es quien relata a los suegros las visitas que realiza la muchacha a su amado después de muerta, con lo cual se introducen elementos propios del realismo grotesco de la tradición literaria española. La Celestina, como sabemos, invoca a Plutón, deidad ad infernos a fin de lograr sus fines. Asimismo en BYF, Esparadrapa se presenta de la siguiente manera al público: “Soy la vieja Esparadrapa y ella es aquella que siempre está en el número siguiente de los que están. Soy la que nadie puede vencer. Soy la que todo lo sabe porque soy la que atisba. Soy el atisbo mismo”. (Emar, Umbral 670). Es ella quien convence a Feldespato de que lo que se le aparece es un demonio y no la verdadera Blenda, lo que lleva al amante a asesinar a su propia amada en el tálamo nupcial. 5. PARODIA Y VANGUARDIA METATEATRAL EN BLENDA Y FEDELSPATO Era, acaso, la vida misma, su ley, que no quiere para ella Espectadores sino Actores… Juan Emar, Umbral: Primer Pilar, El globo de Cristal. Calderón de la Barca en su Gran Teatro del Mundo sufre varias metamorfosis: aparece en calidad de actor para luego tomar el rol de espectador. Juan Emar realiza en BYF similares juegos metafictivos. Entiende con ello el escritor chileno que “la ruptura de los códigos formales tiene su origen en la literatura experimental y en la voluntad transgresora que esta evidenciaba respecto de los límites convencionales de la obra narrativa” (Orejas 133). En BYF estos juegos metateatrales se vinculan al tópico historia y ficción alcanzando su punto cúlmine con la problematización de la autoría del drama BYF. Es así que, cuando ya ha finalizado la representación del infortunio de los amantes, se abre el Cuadro Noveno y aparecen en escena el emperador Adriano, el escritor francés Eliphas Lévi y el Chino Fa. Primero, el escritor francés pide a Adriano que su palabra imperial autentifique la verdad de los hechos ocurridos en el drama BYF, recién presenciado en el teatro del fundo de Curihue: ELIPHAS LÉVI: Majestad: Pido humildemente que vuestra imperial y romana palabra atestigüe que la triste historia de amor y de muerte que a nuestros oídos ha llegado, es verídica en todos sus puntos. ADRIANO: Verídica es. ELIPHAS LÉVI: ¿Permitido, entonces, me es que, para conocimiento de mis próximos contemporáneos, la relate en mis escritos? ADRIANO: Permitido es (Emar, Umbral 679). El parlamento citado cuestiona la diferencia entre historia y ficción al parodiar el gesto de autentificación que la palabra imperial dio en su momento aman! […] Luego, cuando despunta la aurora, sale y deja que su sepulcro siga durmiendo […] lo que vosotros creéis su cadáver” (Emar, Umbral 672). 18 Tópico historia y ficción: La heterogeneidad latinoamericana histórico a los hechos insólitos implicados en el motivo “amor más allá de la muerte”.18 Lo escandaloso a nivel ontológico es que el Chino Fa, avecindado en Chile, aprovecha la ocasión y, a su vez, pide permiso a Eliphas Lévi para recrear la historia que este último escribirá, de lo que podemos inferir que esta historia-drama aun no existe. De modo que lo que aquí se produce es la ruptura de la lógica antecedente-consecuente que rige tanto a las oposiciones binarias autor v/s obra; todo autor es causa eficiente de la obra como a obra dramática v/s representación teatral; toda obra dramática es el germen escrito de su representación teatral. Es destacable, además, la parodia al canon literario, ya que el francés pide permiso al emperador (esto es, a la cultura grecolatina) para recrear el tópico de esta última tradición. A su vez, el Chino Fa, avecindado en Chile, le pide permiso al francés19 para recrear la historia que escribirá para sus amigos, la que será estrenada en un futuro, paradojalmente, que ya ha acaecido en el teatro de Curihue. De modo que lo que aquí ocurre se podría entender como una Puesta en Abismo Paradójica hacia el futuro20 (Dällenbach, 91) de la creación y representación teatral del drama BYF. Se transgrede con ello tanto la linealidad del género dramático, sometiendo la representación teatral a una discontinuidad temporal, como el estatus ontológico de lo recién presenciado. ¿No anula acaso este parlamento del Chino Fa el estatus de producto ficcional del drama al comprometerse con el público allí presente a crear en un futuro lo que recién ha acaecido como representación teatral? El Chino Fa, al pedirle permiso a Lévi para contar la historia de BYF que este último recreará, se anula a sí mismo como entidad autorial del drama recién presenciado, para transformarse en presunto autor futuro de una redoblada recreación del mismo. Si nos basamos en los planteamientos de Rose, en este sentido: “el núcleo de la parodia no es satirizado, mas „refuncionalizado‟ de manera crítica, y el efecto cómico está ligado a la „incongruencia‟, discordancia o discrepancia existente entre el „material‟ original y su citación paródica” (Sanguse, 56). Así es como lo que, páginas antes del apartado de la Noche 3 en Umbral, se proponía, en forma 18 Emar se basa para construir la historia de BYF en una fuente romana que, si bien pertenece al discurso histórico tradicional, también colinda, y por su contenido, en la esfera de lo insólito (de allí su título De las cosas maravillosas). Sin embargo, la pertenencia al género de lo documental de este texto romano se debe a que en su época de producción fue autentificado por la palabra imperial, escapando así de ser tomado como una ficción. 19 Lo que destaca el valor de capital cultural que tenía Francia para un latinoamericano que se formaba como sujeto artístico-letrado por medio de los viajes al continente europeo, en especial, a París. 20 La puesta en abismo hacia el futuro no está categorizada en la teoría sobre la metaficción ni por Dällenbach ni por Hutcheon, mas creemos que este procedimiento, debido a que está inserto en una novela-drama (es decir, en una diégesis que tiene la necesidad de cristalizar una representación teatral que deviene en constante presente y la que se desliga, por lo demás, de toda linealidad teleológica), es totalmente inédito en literatura. Por lo demás, hablar de una puesta en abismo hacia el futuro es una paradoja que solo se resuelve mediante la conformación del híbrido BYF como una novela-drama. Esto, debido a que la permanencia de todo texto (lo pasado como producto cerrado) se vivifica por medio de su representación teatral (lo presente que se proyecta hacia un constante futuro). 19 Malva Marina Vásquez, Constanza Vargas implícita como imperativo del artista vanguardista: “la sublime alquimia de tratar el pasado como porvenir” (Emar, Umbral 143) se cumple a cabalidad en este apartado. Se confirma así el marcado carácter metateatral del Cuadro Noveno, ya que anuncia el futuro proceso de creación de lo recién visto. Hecho que se relaciona en forma directa con el cuestionamiento del antagonismo conceptual entre historia y ficción, anulando dichas categorías como oposiciones binarias. Además, se nos muestran como contemporáneos el Chino Fa, el escritor francés Eliphas Lévi y el emperador Adriano, produciéndose una ruptura tanto de la secuencia cronológica como de la causal. Esto queda evidenciado en la coexistencia y superposición —en el espacio ficcional-escénico— de tres cronotopos diversos: el del Imperio Romano, el de la Francia del siglo XIX y el del fundo de Curihue del Chile de 1927. 6. FICCIÓN HISTÓRICA Y SIMULTANEÍSMO Después de terminado el drama BYF, los personajes vuelven a la casa del fundo de Curihue y comentan el espectáculo. Impactados por el tratamiento dado al tiempo en el drama, Lorenzo Angol, portavoz del parecer de la mayoría, responde a Ascanio Viluco, personaje que encarna la postura del arte oficial: Ante nuestra sorpresa, el crítico nos aseguró que una obra literaria cualquiera […] era mala si no conservaba […] una tónica única y permanente. […] Y agregó que mal podría llegar a este objetivo un drama que, según nos había oído, sucedía en tiempos de la Roma imperial y cuyos personajes a cada momento se lanzaban por el devenir futuro haciendo una verdadera chacota del venerable momento histórico […] Es natural […] que lo que don Ascanio censuraba fuese el lado óptimo de la obra. Me refiero a ese “ir y venir” por la Historia (que el crítico llamó “devenir futuro”) a ese balanceo por lo que ha de acontecer, a esa inestabilidad sobre el momento en que se existe (Emar, Umbral 688-689). Es evidente, aquí, que Emar ficcionaliza mediante su personaje Lorenzo Angol la defensa de su propia propuesta vanguardista metaficcional, la que asigna un valor inestimable al singular tratamiento del tiempo. Es esa proliferación de discontinuidades temporales en su obra literaria lo que escandaliza a Ascanio Viluco, quien opina que el Chino Fa hace una “verdadera chacota del venerable momento histórico”. Ese “ir y venir por la historia”, ese “devenir futuro” rompe con la secuencia pasado-presente-futuro, desestabilizando la percepción temporal acostumbrada. Desde el enfoque postestructuralista de Michel Foucault, el objeto de estudio de la Historia21 ya no es entendido desde la perspectiva de la continuidad 21 Enfoque de análisis textual que se desarrolló en Estados Unidos en la década de 1980 y que “se ve a sí mismo como enfoque radical, que parte del compromiso crítico del marxismo y del postestructuralismo. Siguiendo a Raymond Williams, el Nuevo Historicismo evitó la distinción entre literatura y contexto cultural y social, viendo los modos de representación como constitutivos de la realidad social, y no simplemente como su reflejo […] apuntó a producir una poética de la cultura, leyendo los textos canónicos dentro y a través de múltiples formas de ESCRITURA, atravesando la 20 Tópico historia y ficción: La heterogeneidad latinoamericana temporal de los hechos: pasado / presente / futuro, sino que desde la noción de discontinuidad. En el apartado “La Noche 3” de Umbral, por medio de la parodia como “instrumento crítico”, se problematizan los lindes ontológicos entre historia y ficción al ponerse en abismo la creación autorial del drama22 y promoverse con ello un concepto de Historia como “devenir futuro”. En este sentido Sanguse, basándose en Hutcheon, afirma que “la parodia desarrolla una función de síntoma y de instrumento crítico de la episteme moderna: en la medida en que aquella es metaficción, o sea, se toma a sí misma por objeto, analizando en su propio interior su propia naturaleza ficticia […], la parodia contesta la capacidad de la obra literaria de representar (la realidad) y de imitar (los modelos), contestación identificada con la modernidad” (Sanguse, 57). Esta ficcionalización del devenir temporal del drama como relato discontinuo que anula la serie pasado-presente-futuro, viene validada por la parodia como fuerza transgresora del carácter totalizador del discurso histórico, que desmantela su carácter de metarrelato o de “Historia Global”, entendida al modo foucaultiano. El tópico historia y ficción en BYF se inscribe en una propuesta de “ficción historiográfica”, la que Hutcheon concibe como “la inclusión de personajes, situaciones y problemáticas de carácter histórico dentro del contexto fictivo de las obras, (la que) cuestiona las pretensiones de objetividad y empirismo del discurso histórico. […] La historia (en este sentido) igualmente se muestra incapaz de escapar a las limitaciones de toda construcción cultural” (Navarro 24). El carácter de “ficción historiográfica” de Umbral se torna evidente cuando se muestra el dispositivo de la palabra imperial como fuente de autentificación del saber histórico en los comienzos de la cultura occidental. Además, conceptos claves de Historia Global como “reconocimiento” y “continuidad” son despojados de su significado, debido a que en un mismo espacio —el escénico— coexisten tres cronotopos diferentes que con-funden personajes del mundo ficcional con figuras históricas: el romano (Adriano), el francés de 1800 (Lévi) y el del Chile de 1927 (Chino Fa).23 De manera que el apartado Noche 3 desestabiliza las tres modalidades de la historia que la filosofía platónica valida, al promover “El uso paródico y destructor de la realidad (opuesto a la historia como reminiscencia o reconocimiento), el uso disociador y destructor de la identidad (opuesto a la historia como continuidad o distinción entre ficción y no ficción […] Sus puntos de referencia teóricos son diversos e incluyen a Raymond Williams, Clifford Geertz, Mijail Bajtin y Michel de Certeau. […] inspirándose en la obra de Foucault, comparte con el postestructuralismo la desconfianza sobre las teorías sociales totalizantes y las „grandes narraciones […]‟” (Payne, 504-505). 22 La que se autodisgrega en el choque de las series temporales (lo acaecido de la representación teatral en su proyección a futuro). 23 Cada lugar de los que se señalan remite a una de las tres epistemes señaladas por Foucault en su libro Las Palabras y las Cosas: la Renacentista (clasicismo romano/Flegón), la Moderna (Francia/Lévi) y la Arqueológica (Curihue/Fa). De esta última, como sabemos, uno de sus patrones de funcionamiento más notorios es el de la discontinuidad. 21 Malva Marina Vásquez, Constanza Vargas tradición) y, por último, el uso sacrificador y destructor de la verdad (opuesto a la historia como conocimiento)” (Foucault, Microfísica del Poder 25) La hibridez cronotópica se conecta a la concepción del tiempo discontinuo e infinito del Chino Fa, concepción que tiene un primer despliegue al inicio del drama. Es por una singular construcción escenográfica que se da el retroceso en el tiempo desde el año 1927 —el de los espectadores del drama— hasta los tiempos de Adriano donde ocurren los hechos de BYF: Entonces la escena de Santiago de hoy se volteó hacia atrás y fue reemplazada por una de Santiago durante los días de la Independencia. Esta, a su vez, cayó hacia atrás y vimos a continuación una escena colonial; y luego, una escena de los tiempos de Pedro de Valdivia; y luego una escena anterior y en la ciudad de Lima; y luego, a Colón atravesando el Atlántico; y luego, siempre retrocediendo por la Historia, cruzamos a gran velocidad la Edad Media entera (Emar, Umbral 604). En este sentido, las siguientes palabras de Foucault definen de mejor manera estos nuevos juegos de interpretación del devenir histórico, los que dentro de la propuesta vanguardista de Emar cumplen el rol de acoger la poética de la simultaneidad espacial y temporal de las nuevas tendencias artísticas: La historia será “efectiva” en la medida en que introduzca lo discontinuo en nuestro mismo ser; divida nuestros sentimientos; dramatice nuestros instintos; multiplique nuestro cuerpo y lo oponga a sí mismo. No deje nada sobre sí que tenga la estabilidad tranquilizadora de la vida de la naturaleza, ni se deje llevar por ninguna muda obstinación hacia un final milenario. Socave aquello sobre lo que se la quiere reposar y se ensañe contra su pretendida continuidad. Y es que el saber no está hecho para comprender, está hecho para zanjar (Foucault, Microfísica del Poder 20). La ficcionalización de la autoría del drama BYF en la figura exótica del Chino Fa adquiere un rol capital para entender el apartado la Noche 3 como práctica de “refuncionalización paródica”, lo que se constata al explicitar el Chino a Eliphas Lévi los aportes de su propia recreación de la historia del drama: “Pero es el caso de que quisiera —¿cómo decir?— balancear un poco dicha historia por mi comprensión chinesca. Cuestión, comprenderá usted, de aliñarle un tanto con la salsa de dos continentes: el mío de Asia, y el de las Américas de mis futuros oyentes” (Emar, Umbral 679). Proponemos aquí que la comprensión chinesca —exótica— aludida tiene directa relación con el aporte rupturista del proyecto de Umbral, el que practica una concepción discontinua del tiempo y que, en este sentido, mostraría parentesco con la de la filosofía oriental. Retomando el drama BYF, tenemos que tras acceder el emperador Adriano a la petición del Chino Fa de reescribir el drama, este último se dirige al público, declarando: 22 Tópico historia y ficción: La heterogeneidad latinoamericana CHINO FA: Distinguido público: Ya es algo tarde. Yo, con el permiso de ustedes, me voy a acostar pues debo levantarme mañana a primera hora a cumplir la promesa que he hecho al amigo Eliphas, es decir, a escribir un drama sobre estos sin par amantes, Blenda y Feldespato. Espero que, apenas terminado, el propietario de este fundo […] tenga a bien facilitarme su teatro para en él ponerlo en escena.[…] Les ofrezco […] una invitación general para la noche del estreno del drama que corro a escribir, el drama que intitulado será: Blenda y Feldespato ¿Aceptan ustedes? TODOS: ¡Sí, aceptamos! CHINO FA: Entonces me voy a reposar y luego a escribir. ¡Buenas noches! […] Y cayeron las cortinas. Y nosotros rompimos en atronadora ovación (Emar, Umbral 679). El carácter de obra abierta de BYF se revela en la invitación que el Chino Fa realiza al público a ver un drama que escribirá sobre lo que ya presenciaron en el teatro de Curihue, anulando con ello los lindes ontológicos entre lo que se entiende por lo histórico/real versus lo artístico/ficcional. Los espectadores también fueron incluidos en este tratamiento de la historia como ficción, por cuanto son partícipes de la escena en la cual el Chino Fa señala que da(rá) origen a BYF. Por ello también son parte conformante de una obra en devenir y será a partir de esta en la que se basará el Chino Fa para crear su ficción en abismo paradójica, es decir, ya acaecida y a la vez por acaecer. Por otro lado, también tenemos dos emperadores Adriano: a) el que autentifica el hecho maravilloso que Flegón le narra en la realidad extradiegética en la Roma Imperial; b) el Adriano que aparece en el escenario, autentificando los hechos presenciados en el drama BYF. De modo que Adriano, en esta última aparición, al atestiguar que la historia de amor y de muerte es verídica en todos sus puntos, estaría autentificando, desde el espacio de la ficción, a la ficción teatral como historia, hecho este que una vez más deja en evidencia la transposición del par historia/ficción como oposiciones binarias. Lo anterior se liga ampliamente con lo señalado por Hannoosh en lo referente a la funcionalidad de la parodia en la literatura contemporánea: “La modernidad, lejos de intentar recusar de las obras del pasado, tiende por el contrario a apropiarse de ellas, a remodelarlas en función de las preocupaciones del presente […], en virtud del doble principio que las formas modernas no serían posibles sin aquellas que las han precedido, y que la originalidad no es solo la novedad, sino también la transformación del pasado” (Sanguse 13). Volviendo al drama BYF, dicha función de la parodia de transformar el pasado y por ello de siempre entrar en un diálogo con él mismo desde una actualidad, aparece en los comentarios de Onofre Borneo, quien antes de llevarse a cabo la representación caracteriza la obra en términos de un híbrido cultural, enfatizando el hecho de que somos hijos de la cultura occidental; que “Querámoslo o no, estamos romanizados”: 23 Malva Marina Vásquez, Constanza Vargas 1) Blenda y Feldespato acontece durante el Imperio Romano (Roma) 2) Su corte y su pureza son de pura estirpe griega (Grecia) 3) Es creación de Fa, chino pura sangre, nacido en Fu-Chou (China) 4) Es decorada por Rubén de Loa, chileno pura sangre, nacido en Osorno (Chile) y 5) Se estrena en el cordillerano fundo de Curihue (Andes). De modo que […] se han fusionado en un solo y único acontecer: Roma, Grecia, China, Chile y Andes. Y este acontecer […] lo contemplan cuatro respetables sujetos de Albión. […] Grecia nos da su pureza; China nos da su edad milenaria; Chile, al pertenecer al nuevo mundo, nos da las esperanzas; los Andes nos dan su misterio hecho de inmensidad de entrañas y picachos. Y todo converge en la fortaleza de Roma. […] En vano, chupados por los tubos inhalantes volamos hacia Grecia la clásica, hacia China la recóndita, hacia Chile el prometedor, hacia los Andes aplastantes; en vano, para estos vuelos, empleamos las alas de nuestro hervir subconsciente. Querámoslo o no, estamos romanizados (Emar, Umbral 611-612). En esta cita Borneo describe, en un tono pronunciadamente paródico, las diversas tradiciones culturales que se conjugan en la representación teatral de BYF en el fundo de Curihue. Si bien al comienzo da a uno de estos estratos culturales el carácter de dominante, finalmente recula de ello, mediante la alusión a un olvido: “¡Qué curiosidad me invadió! Curiosidad por saber la reacción de cada amigo allí presente. Iba a ponerme al estudio, cuando dos hechos me interrumpieron: a) ¿Y Grecia y China y Chile y Andes y Albión? ¿Cómo y hasta qué grado influencian? ¡Se me habían escapado!” (Emar, Umbral 612). Onofre toma conciencia del drama BYF entendiéndolo no desde una perspectiva hegemónica que jerarquizaría unas tradiciones sobre otras, sino como una total simbiosis —una “simbiosis múltiple”—24 que aglutina la heterogeneidad cultural. El entendimiento de Borneo de lo que podríamos llamar esta heterogeneidad (Cornejo Polar) cultural no se juega así en la simple adición de elementos, ni tampoco configura un todo o totalidad que es mucho más que la suma de las partes, sino que esta “simbiosis múltiple” se abre a una diáspora temporal infinita;25 “para durar, o tratar de durar una eternidad” (Emar, Umbral 611-612). En su discurso de 1982 “La Literatura Peruana”, Cornejo sustituye la categoría de heterogeneidad por la de “totalidad contradictoria”, para caracterizar la pluralidad de literaturas con rasgos contradictorios entre sí que había en el Perú. 24 “Una simbiosis. Ni más ni menos, una simbiosis. Pero una simbiosis múltiple que empezó a aglomerarse casi repentinamente […] para durar, o tratar de durar, una eternidad” (Emar, Umbral 611, 612). 25 Según Cornejo, citado por Sobrevilla: “Caracteriza a las literaturas heterogéneas la duplicidad de los signos socioculturales de su proceso productivo; se trata en síntesis de un proceso que tiene, por lo menos, un elemento que no coincide con la filiación de los otros y crea, necesariamente, una zona de ambigüedad y de conflicto”. “Transculturación y heterogeneidad: avatares de dos categorías literarias en América Latina” (25). 24 Tópico historia y ficción: La heterogeneidad latinoamericana Desde nuestra perspectiva postestructuralista foucaultiana, coincidimos con la crítica de Sobrevilla de la categoría “totalidad contradictoria”, ya que es evidente que “la historia funciona aquí como el factor totalizante de la literatura peruana” (Sobrevilla 25). Creemos, como lo señala Sobrevilla, que “un pensamiento postmetafísico tendría que dejar de lado conceptos como los de “sistema” y “totalidad” legados por el marxismo de la filosofía clásica alemana. (Sobrevilla 25). Esta aclaración es importante, ya que el tópico historia y ficción en la narrativa de Emar se escapa del concepto de discurso totalizante del sentido de la historia, es decir, del concepto de “Historia Global” (Foucault, Arqueología del Saber). Cerraremos nuestra lectura del tópico historia y ficción en la narrativa emariana con el episodio de la subida a escena del Notario de San Agustín de Tango, Dámaso Mamiña, para atestiguar del carácter programático de la propuesta vanguardista del Chino Fa. Este notario muestra el documento legal que prueba que las críticas al drama hechas por mister Silchester ya estaban previstas como parte del mismo por su autor, el Chino Fa. Con este dispositivo moderno de autentificación constatamos que la integración de la crítica a la recepción estética del drama y de su defensa por parte de la autoría estaban previstas. El Chino Fa puede, de este modo, contraargumentar con pruebas contundentes a las críticas que malentienden su proyecto artístico, mostrando que las consideradas interrupciones a su obra eran deliberadas: Mi obra es mala porque provoca una interrupción; es decir porque promueve escenas ajenas a ella, escenas no previstas por el autor; lo que trae, como inevitable consecuencia, la ruptura de su unidad. Repito: ¡profundo error! Respetabilísimo público, ¡todo estaba previsto! […] En San Agustín de Tango […] ante mí, Dámaso Mamiña Buin, Notario Público, compareció don Lao Chung Fa […] a quien conozco y expuso: Que en su obra dramática en tres actos y tres parlamentos, intitulada Blenda y Feldespato, ha de producirse un altercado durante el segundo acto, cuadro sexto, promovido por la esencia misma del Tiempo, siempre que esta obra sea estrenada durante el mes de marzo del próximo año; y que a dicho altercado pondrá fin, […], un sujeto británico presente en el estreno, subiendo al proscenio y arengando a1 público en contra del autor; lo cual hará necesaria la lectura del presente documento con el fin de rebatir los conceptos que habrá emitido el supra ya mencionado sujeto. En garantía de que así han de suceder los hechos, y no de otro modo, obliga todos sus bienes habidos […]. En comprobante firma, previa lectura. Fueron testigos don Álvaro Yáñez Bianchi y don Baldomero Lonquimay, […]. Se pagó a1 margen del Registro doscientos pesos por impuesto de estampillas. Doy fe. Lao Chung Fa, cédula de identidad número 444444, otorgada por el Gabinete de Identificación y Extranjería de San Agustín de Tango. Álvaro Yáñez. B. Lonquimay. Dámaso Mamiña B., Notario” (Emar, Umbral 647). 25 Malva Marina Vásquez, Constanza Vargas Esta parodia a los diferentes dispositivos de autentificación de los hechos en Umbral se inscribe dentro del tópico de la ficción historiográfica. Recordemos que la palabra imperial funciona, en primera instancia, como acto de habla que permite la autentificación de ciertos hechos maravillosos como efectivamente sucedidos, como históricos, en la Roma Imperial. Por ello el emperador, en esta segunda autentificación de la historia del drama, estaría autentificando una obra artística híbrida: la “simbiosis múltiple” de tradiciones culturales heterogéneas. El segundo momento es el del dispositivo de autentificación legal, representado por la escritura notarial. Este último permite validar como historia lo que ocurrirá en la ficción teatral: los ataques críticos de mister Silchester. La parodia a este último dispositivo de autentificación se refuerza al colocarse a Álvaro Yáñez Bianchi —el autor empírico, “real” de Umbral— como testigo del trámite burocrático. A modo de conclusión, podríamos decir que, desde la perspectiva vanguardista emariana, el quehacer artístico debe abocarse a la construcción de la emergencia de una obra abierta a múltiples saberes, a múltiples interpelaciones, relecturas y reescrituras del pasado. En palabras de Umberto Eco: “Una obra abierta afronta de lleno la tarea de darnos una imagen de la discontinuidad: no la narra, es ella. A través de la categoría abstracta de la metodología científica y la materia viva de nuestra sensibilidad, esta aparece como una especie de esquema trascendental que nos permite comprender nuevos aspectos del mundo” (Eco 93). En Umbral el afán vanguardista de construir una “obra abierta” se halla ficcionalizado en la figura del Chino Fa, quien representa una concepción discontinua del tiempo que, entendida desde la perspectiva foucaultiana, se entiende como la de una Historia General en vez de una Historia de índole Global. Adquiere relieve aquí, como cierre de esta exploración del tópico historia y ficción en la narrativa de Juan Emar, el hecho de que Foucault mismo —respecto de su trabajo con textos, en apariencia, tan dispares como los relativos al campo de la historia o de la literatura— señale: “Yo no soy verdaderamente un historiador. Y no soy un novelista. Practico una especie de ficción histórica” (Castro 190). Universidad Andrés Bello* Facultad de Humanidades y Educación San Lorenzo 54 - La Reina - Santiago [email protected] Universidad Andrés Bello** Facultad de Humanidades y Educación Avenida Colón 2228 - Valparaíso [email protected] 26 Tópico historia y ficción: La heterogeneidad latinoamericana OBRAS CITADAS Aristóteles. Poética. Madrid: Gredos, 1974. Arres, Javier. Filonea, la novia de Anfípolis. Web. 1998 (17/2/2012). En: http://perso.wanadoo.es/arries/la_cripta/casos/filonea.html Bajtín, Mijail. Estética de la Creación Verbal. México DF: Siglo XXI Editores, 1982. Calderón de la Barca, Pedro. El Gran Teatro del Mundo. Madrid: Red Ediciones, 2011. Dällenbach, Lucien. El Relato Especular. Madrid: Visor, 1991. Eco, Umberto. Obra Abierta. Buenos Aires: Planeta, 1992. Emar, Juan. Diez. Santiago de Chile: Tajamar Ediciones, 2006. Miltín 1934. Caracas: Dolmen, 1997. Umbral. Primer Pilar: El Globo de Cristal. 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Se hace presente que esta actividad se realiza en medio de un contexto comunicacional contemporáneo que tiene como rasgos distintivos una velocidad progresiva y una consiguiente desprolijidad analítica. Palabras clave: Emar, Lotman, memoria semiótica, evaluación propuesta lingüística, velocidad contextual contemporánea. Abstract This article evaluates the main constituents of the work in relation to what it is: a proposal of narrative language. It is demonstrated that its quality is supported by the expressive merits elaborated for its enunciation and, due to this, it concentrates on the textual identification of the artistic forms which give it an aesthetics category. We record the results of the receptive process of an enunciator that enters in its codes and interprets this process. It must be pointed out that this activity is developed within a contemporary communicational context which has as distinctive features a progressive speed and as a consequence an inaccurate analysis. Key words: Emar, Lotman, memory, semiotics, linguistic evaluation proposal. CAMBIOS Y CELAJES Todos sabemos que cada comunidad y cada época lee de modo distinto cada obra. Sobre la base de esta obviedad, remarcaríamos la particularidad de las diferenciaciones formativas y receptivas de la obra de Emar; ya que la comunidad nacional contemporánea puede leer hoy su obra de una manera más acentuadamente próxima a cómo pudo hacerlo la de su tiempo. Podríamos atribuir esta mayor diferenciación a lo extremado de las bipolaridades en juego: la del aislamiento del espacio nacional, comparado al cosmopolitismo bullente de aquel París de comienzos del siglo XX ––nutriente no solo de Emar; sino que, también, de otros audaces y geniales, como Vicente Huidobro y Roberto Matta––; consecuentemente, los caracteres conservadores y/o retrógrados del criollismo y del vacío crítico, típicos en ese Chile, profundizaron la invalidez de sus lectores para ingresar en los códigos de avanzada de la Julio Piñones escritura emariana, estimulada por su coexistencia con la crítica, las teorías y las obras vanguardistas europeas. Así vistas estas experiencias estéticas, hoy se percibe una intensificación del ritmo con que acontecen los cambios contemporáneos, que condicionan aún más la recepción. Desde fines del siglo XX se vive una vorágine tecnológica que, en algunas áreas, articula y desarticula producciones con rapidez, es decir, estaría aconteciendo, con mayor velocidad, lo que Lotman ha propuesto en torno al dinamismo cambiante de los espacios semióticos de la semioesfera, o de las semioesferas múltiples, respecto de los ámbitos periféricos de la cultura (22-29). La significancia de Emar revela así un proceso metonímico inmarcesible, gracias a las diversas aportaciones actualizadoras hechas por un conjunto de investigadores que pueden considerarse incorporados a sus signos inscritos en la memoria de nuestra comunidad, desde lo que podríamos subscribir la tesis que sostiene que “cuanto más complejo es un lenguaje, cuanto más ajustado está para la transmisión y producción de información más compleja, tanto mayor profundidad debe poseer su memoria” (Lotman, 155). ESCRITURA RECEPTIVA Esta se propone cohesionar y evaluar las funciones y procedimientos relevantes en el cuento “El pájaro verde”, destacando cómo su sistema semiótico se inscribe en nuestra actualidad. En el contexto sociocultural de este siglo XXI, en el que la automatización y la velocidad tienden a incrementarse, pondremos las pausas que brinda la lectura de una obra de arte señera en la historia literaria chilena, por un conjunto de razones estéticas que, felizmente, la crítica y la investigación académicas en el presente han empezado a reconocer. Contribuye a este fin recordar que se estableció la denominación perdurable de “objetos estéticos (…) a los objetos creados mediante procedimientos particulares, cuya finalidad es la de asegurar para estos objetos una percepción estética” (Shklovski, 57). Aquellos apuntes cultivaron un campo favorable para el ingreso del lector al objeto estético de nuestra preocupación en los años que corren. En estos términos, también resulta pertinente la siguiente citación: Para dar sensación de vida, para sentir los objetos, para percibir que la piedra es piedra, existe eso que se llama arte. La finalidad del arte ––puntualiza–– es dar una sensación del objeto como visión y no como reconocimiento: los procedimientos del arte son el de la singularización de los objetos, y el que consiste en oscurecer la forma, en aumentar la dificultad y la duración de la percepción. El acto de percepción es en arte un fin en sí y debe ser prolongado. El arte es un medio de experimentar el devenir del objeto: lo que ya está “realizado” no interesa para el arte (Shklovski, 60). Así, el arte en este cuento, desde su título, corresponde al impulso creativo puesto en la constitución de un ser estético que solo comparte el plano denotativo por la homonimia de lo que es un loro corriente, debido a que, sobre esta base (y usando términos de A. J. Greimas, R. Jakobson, J. Kristeva y R. Hozven) la enunciación 30 Un análisis evaluativo de “El pájaro verde” de Juan Emar diferenciará esta del rol actancial y de las funciones indiciales, emotivas, conativas, meta-lingüísticas, referenciales y poéticas con que surgirá este ser ficticio en el relato, esto es, se gestará su singularización, procedimiento que, recordemos, “consiste en no llamar al objeto por su nombre sino en describirlo como si lo viera por primera vez y en tratar cada acontecimiento como si ocurriera por primera vez” (Shklovski, 61). Es lo que, en efecto, encontramos en una relectura completa de esta historia, en principio, aparentemente insignificante, pero que mostrará sus poderes de sugestión sobre el lector, calibrando palabra por palabra la enunciación progresiva del texto emariano y su capacidad de credibilidad como sistema cerrado. En estos términos, la cadena accional de “El pájaro verde” va construyendo el proceso vital de este ser estético, secuencialidad que se entrecruza con enfermedades, accidentes, defunciones y otras situaciones/límite de otros personajes vistos en sus dimensiones poéticas primordiales, tanto como en funciones menores restringidas, laterales o auxiliares. PROCEDIMIENTOS SEMIÓTICOS EN “EL PÁJARO VERDE” 1. Desplazamientos temporales: el tratamiento del tiempo en la narrativa contemporánea fue una de las primeras y más nítidas diferencias con que se opusieron esta última y la narrativa decimonónica. Mientras la primera rompe con la linealidad del paso temporal realista y es pródiga en desplazamientos múltiples, es archisabido que la narrativa antecedente solía apegarse a un transcurso cuya ordenación buscaba reproducir su obsesión por reflejar lo real en las obras que respondieran a sus marcas. Por cierto, esta diferenciación en este cuento se proyecta por medio de dimensiones mayores, en las cuales sendas distinciones semióticas se contraponen. En lo que concierne a las manifestaciones temporales y espaciales que interesan aquí, el segundo enunciado del texto comienza por problematizar la noción del tiempo y de la creación, cuando se lee: Recurriremos a su origen, si es que hay algo en esta vida que tenga origen (Emar, 13). Se supone que desde un punto temporal del siglo XX, la enunciación ubica el inicio del relato histórico en un considerable tiempo anterior: mediados del siglo XIX. La ubicación espacial implícita de la escritura en un “aquí”, desplaza la referencialidad ficcional hacia un espacio lejano: la desembocadura del Amazonas. La motivación de este viaje corresponde a un objetivo científico: “estudiar la flora y fauna de aquellas regiones” (Emar, 13). La meta presupuestada en este proyecto consiste en presentar los resultados de esta investigación, al término del viaje, a la academia científica de Montpellier. La relectura del cuento demostrará que tal informe tiene escasa repercusión y nula importancia por sí mismo en el desarrollo argumental del cuento y, más bien, puede decirse que se trata de un recurso enunciativo que dará pie para radicarse en núcleos accionales que concitan otros intereses semióticos en las secuencias posteriores del relato. De hecho, el largo desplazamiento se justifica en estos últimos términos en la captura del loro de Tabatinga y el sometimiento de tal ave a la posesión de Monsieur le Docteur Guy de la Crotale, situación más próxima a su sentimentalismo extremo que a la índole de la expedición que emprendiera junto a sus colegas. 31 Julio Piñones 2. Recurrencia de procedimientos antitéticos: dentro de los más destacados, uno de estos relaciona el natalicio del loro con la muerte del emperador Napoleón I. La positividad de la vida que se inicia se vincula con la categoría semántica contrapuesta: vida/muerte. Este procedimiento valoriza a esta pequeña ave y su sentido barthesiano es localizable en otros sitios textuales del cuento: por ejemplo, cuando muere a los 85 años, 3 meses y 11 días (numerología marcada por la primera cifra inaugural de cualquier cantidad: se trata de 1.111 días); su defunción se magnifica al hacerla coincidir con un terremoto que destroza Valparaíso y Santiago. Al conectarse estas magnificaciones a la eventual insignificancia de un loro, se insinúa la “citación” valorativa de este personaje. Bajo una forma sobrenatural, con la aceptación de su poeticidad convenida con el lector, el loro seguirá sobreviviendo al ser embalsamado por Henry Guy, el hijo pintor de la sobrina de Guy de la Crotale. 3. Procedimientos anafóricos actanciales: la 3ª secuencia de la narración se relaciona con la precedente por medio de la persistencia actancial de la concentración constante en el loro de Tabatinga, identidad anaforizante que remite al loro amazónico, que es el término anaforizado de la relación. Para los efectos del recorrido narrativo substancial del relato, el viaje del loro con su dueño, desde el Amazonas hasta Francia, es un desplazamiento espacial que tendrá consecuencias relevantes. Allí, él lo cuidará entre 1857 y 1872, año en que fallece. Del loro se hará cargo una sobrina de Guy de la Crotale, manteniéndose el recurso anaforizante que recobra lo anaforizado: la filiación familiar del pájaro amazónico con el sabio que lo llevó a Francia. 4. Procedimiento cromático anaforizante: similar recurso anaforizante se emplea en esta 3ª secuencia, cuando se explicita el protagonismo del loro de Tabatinga. Allí se había destacado que el actante zoomórfico “es el centro de cuanto voy a contar” (Emar, 14). Este enunciado plantea una refundación del proceso medular del relato, ciertamente más relevante que las circunstancias del viaje científico, que viene a ser una instancia introductoria del núcleo primordial del cuento. Sus caracteres son valorizados en extremo, como su cromatismo omnipresente: es un pájaro totalmente verde (Emar, 14). Este cromatismo es un factor anaforizante que remite a la fertilidad de la naturaleza de la que procede: la selva amazónica; como también, la vitalidad que simboliza este verdor puede proyectarse a lo que será su condición inmortal, su acceso a lo que podríamos denominar como el estatus faraónico de su embalsamamiento. 5. Confrontación semiótica. Euforia/disforia: con posterioridad al intervalo narrativo integrado: por la muerte de Henry-Guy, por la adquisición del loro embalsamado por el viejo père Serpentaire y por el desinterés de quienes pasaban frente a la vitrina de su tienda; se abre una 4ª secuencia marcada por un nuevo giro del recorrido narrativo y por la más alta expresión de la superrealidad de su lenguaje. El último enunciado emitido por aquella figura más narrativa y descriptora que partícipe, anticipa su transformación cuando escribiera: “Pero dicho año la cosa hubo de cambiar 32 Un análisis evaluativo de “El pájaro verde” de Juan Emar y he aquí de qué modo y por qué circunstancias” (Emar, 16). Hasta esa instancia, el sujeto de la enunciación se había mostrado emocionalmente un tanto neutral ante las vicisitudes que había estado narrando. Podría decirse que hasta este momento la narración había sido emitida por un hablante implícito, obviamente, omnisciente, figura narrativa que se transformará y que, de modo explícito, manifestará características más activas en aquel devenir, estructurando un perfil actancial en las que se incluye la emergencia del “personaje autotodiegético Juan Emar” (Traverso, 131-133). Desde esa instancia, este personaje se hace cargo de la narración, comenzando con narrar su llegada a Francia y su encuentro con un grupo de compatriotas, principalmente cohesionados por compulsiones placenteras colectivas. Se da una conexión extraordinaria entre el enunciador y el intertexto de una canción que escuchara en un bar parisino. Su primer verso es erigido por el grupo de personajes chilenos como una expresión superrealista (en el sentido manifiesto que Cedomil Goic le da a lo que corresponde a una instancia superior de realidad (degradada), que se sitúa más allá de lo real; o lo que se propone como una construcción antirrealista), atribuyéndosele una vasta potencialidad: “He visto un pájaro verde” (Emar, 17). El canoro enunciado zoomórfico remite a las secuencias iniciales del cuento, donde apareciera el loro de Tabatinga, cuya identidad cromática se definiera por medio del mismo valor. Se concreta de este modo el dinamismo textual que se desplaza en la memoria semiótica del lector. La interconexión temporal y espacial de este acto de habla desenvuelve la duplicidad de planos e incorpora la participación del lector ante quien se abre una revelación superior de la psiquis grupal de esos chilenos. De esta manera, el significante zoomórfico de dicho texto consagra sus virtualidades intertextuales poseedoras de una capacidad lingüístico/estética cuyas múltiples funciones pueden expresar la totalidad de lo vivido; operar como santo y seña para este grupo amical; poseer una ductilidad léxica apta para significar en cualquier situación; en fin, generar nuevos significantes de una comunicación secreta que es perceptible, válida y accesible solo para estos personajes. Además, como otro recurso de esta poeticidad narrativa, es relevante que esa apertura maravillosa sea comparada al nacimiento del loro “rompiendo su huevo y explayándose por entre los gigantes sicomoros” (Emar, 13). 6. Procedimiento intertextual zoomórfico. Este recurso literario en “El pájaro verde” se opone a obras de la tradición anglófona, como en el caso del poema: “The Raven”, de Edgar Allan Poe. Por cierto, la expresividad trágica de este poema se distingue de la actitud irónica y humorística del enunciador del cuento, con la coincidencia extraña de que en el colofón de “The Raven”, Poe anota que consideró al loro como un ave que podría repetir aquel “Never more”, posibilidad que desechó, obviamente, porque, como suele vérselo, hubiera roto el carácter trágico de su poema. Las actitudes enunciativas que asumen sendos destinadores son decisivas para diferenciar ambas intertextualidades. En el caso de “El pájaro verde”, la creatividad de su mundo interno se funda en el uso oblicuo de su lenguaje enunciativo, y en los 33 Julio Piñones efectos humorísticos que produce en la recepción, generándose la expresión de aquellas instancias rupturistas y jubilosas del relato cuando se instaura la inmortalidad fantástica del loro embalsamado. Otra clara oposición entre las realizaciones zoomórficas de ambos textos se encuentra en la carencia de independencia lingüística y accional del cuervo, en el poema de Poe, comparada a la soberanía de la actuación puntual que exhibe el loro de Tabatinga en la instancia de su crimen. El rol actancial del estribillo que repetirá, invariablemente, el cuervo de aquel poema, consistirá en incrementar el efecto acumulativo del dolor irrevocable, transmitido por el sentencioso enunciado: “Never more”. 7. Organización lingüístico/estética de la enunciación. La disposición artística del plano accional, desde el punto de vista de la función poética, en la enunciación lingüístico/estética del cuento emariano, se presenta en series de conjuntos significantes, cuyas sucesiones se encuentran organizadas, artísticamente, por medio de la estructuración constructiva de su narrador. Le corresponde a la recepción descodificar los sentidos del texto, generando una lectura de su plano connotativo, lo que incluye, en primera instancia, su intervención gestora de la función secuencial, que reordena dichas series. Las interacciones iniciales que acontecen en este ámbito productivo/receptivo global se inscriben en las primeras acciones que el enunciatario puede establecer para ingresar en esta lectura. 8. Actitudes irónicas de la enunciación. La enunciación minuciosa de datos actanciales y fijaciones temporales contribuyen, en el inicio del cuento, a dar la falsa impresión de encontrarnos ante un relato “realista”. Sin embargo, estos excesos expresivos alertan al destinatario sobre la actitud irónica encubierta del destinador. Además, la construcción posterior de lo fantástico requiere de un primer sustento real que permita la conexión inicial entre obra y lector. La familiaridad de elementos procedentes de cualquier viaje emprendido con propósitos científicos favorece la credibilidad motivadora en el lector y facilita, una vez ganado este, el despliegue de lo maravilloso en las siguientes secuencias. La primera secuencia contiene datos textuales que preceden en el discurso a elementos que serán anaforizados en las siguientes series. Incluso, este énfasis podría interpretarse como un recurso paródico de esta enunciación vanguardista, quien emplearía este procedimiento sobredeterminativo como una burla de las narraciones decimonónicas, apegadas a enumeraciones y a descripciones exhaustivas en aras de sus aspiraciones programáticas dirigidas a representar la presunta fidelidad a “la realidad”. 9. Enunciación omnivalente. Esta forma organizativa genera una suma y conexión de diversas instancias de la enunciación: las cualidades precedentes del embalsamado encarnan en aquella enunciación anafórica de reconocimiento. El ave es instalada en la mesa del enunciador/personaje frente a la grandeza literaria de un retrato de Baudelaire. Más allá del valor estrictamente literario de esta figura, incontrastablemente incorporada a la tradición universal, lo que conecta la instalación 34 Un análisis evaluativo de “El pájaro verde” de Juan Emar elegida con el pájaro verde es la significancia rebelde, rupturista y anticonvencional del discurso poético baudelairiano, manifestado por medio de sus “Flores del Mal”, en contra de las instituciones oficiales, políticas y estéticas de su tiempo. Actitudes conexas, de algún modo, latentes y activas en el discurso narrativo emariano. 10. La intercalación de series narrativas. Estas habilidades se manifiestan cuando ciertas unidades accionales se insertan en la ruta narrativa del relato, dinamizando y desplegando otras perspectivas y reformulando el curso de la expansión central del cuento. Aquí se da una interacción multifacética entre sus secuencias iniciales y sus instancias secuenciales. Así es como el texto nos sorprende con la irrupción de “una nueva historia” (Emar, 20), la que se nutre, anafóricamente, de segmentos narrativos enunciados con antelación. 11. La “transformación” en la organización secuencial. La “transformación” puede describirse como “la correlación... entre dos o más objetos semióticos, como frases, segmentos textuales, discursos, sistemas semióticos, etc.” (Ballón y Campodónico, 9-14). Asumidas en esta conceptualización, las secuencias intertextuales precedentes y su corpus de historias y datos constituirían un conjunto de términos anaforizados por el anaforizante de esta “nueva historia”, que recobrando esas bases temporales pasadas hacen posible que se formule aquí este anuncio que incorpora como nuevo personaje al tío José Pedro. Esta “nueva historia” incluye las reprimendas puritanas de este pariente hacia su sobrino, las que resultan molestas para él y, es imaginable, también, para el loro: en este resentimiento está la probable causa de la agresión que el pájaro emprenderá hacia el familiar del personaje autodiegético. Por medio de este procedimiento anaforizante, las farras del enunciador y de sus amigos en París reaparecen en este presente censuradas por el discurso represivo de su tío. 12. El recurso de la victimación en el cuento. La “transformación” conductual del loro de Tabatinga, acontecida en la secuencia final del texto, desde su condición de víctima tranquila y sumisa en su cautiverio, en victimario de José Pedro, se constituye en “venganza” como “forma de retribución negativa (o castigo) ejercida sobre la dimensión pragmática” (Ballón y Campodónico, 10-15). Este episodio decisivo de la trama nos remite a una diversidad de peripecias generadoras de una especial clase de “placer estético”. Cabe reconocer que los orígenes de este tema central de la estética se encuentran en el capítulo cuatro de la “Poética” aristotélica. Allí se examina la recepción placentera que provoca la representación de situaciones que pueden considerarse como desagradables, pero que, sin embargo, producen placer al receptor. La justificación aristotélica de esta experiencia radica en la liberación sanativa, de naturaleza catártica, que experimenta su contemplador. La atención focalizada hacia este puede considerarse como la génesis de la firme concentración puesta en el receptor, asumida por el conjunto de tendencias metodológicas englobadas en el amplio espacio abierto de lo que podemos denominar hoy como Teoría de la 35 Julio Piñones Recepción. Se le ha considerado, además, como “la herencia más sugestiva de la teoría poética de la Antigüedad” (Jauss, 11-16). El pensador alemán antes citado incorpora a la motivación señalada la ratificación que proporcionaría la estética psicoanalítica de una explicación tentativa del placer disfrutable en esta “nueva historia”. Kommerell ha escrito sobre lo antecedente: “hasta hoy es la que nos ha proporcionado la única respuesta convincente a la pregunta de por qué la contemplación del más triste de los acontecimientos nos causa el más profundo placer” (Jauss, 12-17). La propuesta de San Agustín consigna el placer despertado por lo “bello” y por la curiosidad, siendo esta última rechazada por el pensador cristiano. Jauss ha planteado que siempre el Poder (de cualquier clase) mirará con desconfianza al Arte, a su rebeldía, y a la curiosidad que lo mueve a descubrir nuevas fronteras de experiencias. Esta última, según él sostiene, por ejemplo, podría dar lugar a una recepción de algo repelente, como lo sería: “...la fascinación que puede producir la vista de un cadáver desgarrado o un lagarto que caza moscas” (Jauss, 13-18). Estas reflexiones son primordiales para la comprensión del arte contemporáneo y, en especial, la poética vanguardista que Juan Emar expone en la instancia del crimen de José Pedro. Esta orientación difiere del arte como algo exclusivamente identificado con lo simétrico y con la aristocracia de los objetos sublimes de sus manifestaciones. En este texto emariano, esa “nueva historia”, en el doble sentido rupturista de la linealidad del relato y en el sentido de una estética radicalmente diferente a la noción clásica de lo “bello”, incorpora una modalidad de relación entre los personajes que no responde a los parámetros agustinianos del placer, dable entre seres unidos por nexos armónicos o bondadosos; sino que esta situación narrativa muestra la conducta ofensiva de José Pedro, quien, siendo un hombre perteneciente a un nivel de conciencia propio del orden social, agrede sin razón al embalsamado pájaro de Tabatinga, calificándolo como “infame bicho” (Emar, 20). Corresponde destacar que las consecuencias del crimen integrado en la secuencia lingüística del caso marcan el clímax de “El pájaro verde”, el que puede considerarse como una opción de la disposición artística del acontecer textual, que sigue un trazado inexorablemente necesario, dentro del cual confluyen los aparentes cortes de las instancias narrativas precedentes. La secuencias que siguen a la ejecución de este clímax catastrófico construye la propuesta de la estética específica de Juan Emar. Las escabrosas circunstancias de este asesinato por medio de cinco picotazos del pájaro y la aparente indignación del narrador, contrastan con la extrema atención que este le da a la motivación de los intervalos marcados por el agresor, extraordinariamente cortés en la disposición de los saludos que, de hecho, lo que hacen es contener toda reacción crítica del personaje autodiegético. Este acontecimiento, en la realidad cotidiana, podría ocasionar diversas reacciones de espanto, pero, en el texto emariano, instala una experiencia de otra índole, las que confieren otras posibilidades expresivas a la palabra escrita. La función de 36 Un análisis evaluativo de “El pájaro verde” de Juan Emar descubrimiento que posee la obra de arte aquí se manifiesta como un acto cognitivo de un territorio desconocido: la mostración, explícita y detallada, sobre cómo puede darse la ruptura del cráneo de un ser humano, y en torno a cómo se derrama la masa gris de su cerebro. Este descubrimiento puede no ser agradable para ciertas sensibilidades, pero quién puede hoy sostener que la obra de arte contemporáneo debe producir, necesariamente, sensaciones agradables, sobre todo, desde que en las décadas iniciales del siglo XX se cuestiona, drásticamente, la existencia, siquiera, de la Belleza; a lo que habría que agregar los atentados contra esta en formas pictóricas de siglos anteriores (en las pinturas de Hieronimus Boch, del barroquismo, del manierismo, o del expresionismo alemán). Esta visión provoca el acceso a detalles de un imaginario superior, inalcanzable para cualquier sujeto real; por ejemplo, después de aquel primer picotazo, el enunciador escucha algo que nunca podría haber oído en la realidad, algo que solo es posible experimentarlo en la esfera del arte narrativo: “pues nunca habría podido imaginar que un hombre lograse gritar en tal forma y menos el buen tío de hablar lento y cadencioso” (Emar, 21). Después del segundo picotazo se caracteriza la índole de las paralizaciones del enunciador, cuando recobra otro aspecto de su ser, el de su conciencia que se distancia de esta experiencia descubridora, en el momento en que se recupera, dice: “la clara noción de mi deber” (Emar, 22). Sin embargo, retorna a su mirada el carácter profundamente estético en el que se encuentra inmerso: “El ojo de mi viejo era de una redondez perfecta... De esta colita salía un hilo escarlata delgadísimo que... iba a internarse en la cavidad vacía del ojo... Este ojo era... perfectamente esférico. Era blanco cual una bolita de marfil” (Emar, 22). La apertura de la sexta secuencia nos muestra al loro retornando a su sitial. Cuando el féretro de José Pedro llega hasta la carroza que pasará frente a la residencia del enunciador/protagónico, todavía, seguía allí, en pie y desdeñoso, aquel pájaro verde que puede adscribirse a la serie de personajes intertextuales, cuyas “sobredeterminaciones” se orientan hacia el aspecto lúdico del arte, hacia el componente humorístico, hacia la libertad y la alegría, hacia la estimulación de la escritura del destinatario, valorando, sobre todo, el expresante o significante formal. 13. La presencia de lo fantástico en las seriaciones enunciativas: la dimensión de lo fantástico está presente en diversas localizaciones del cuento, entre otras, por medio de la especie de vida que el ave embalsamada mantiene en el relato, la que fuera silenciosa hasta el momento en que embiste a José Pedro, y que se convierte en discurso oral intratextual; cuando, por medio de actos de habla independientes, este pájaro ejerce un poder que controla la protección intentada por el enunciador hacia su tío. Para inhibir esta última, la astucia del ave había utilizado recursos lingüísticos formales, por medio de los cuales el loro cumple con asimilar y con actuar, teatralmente, con esa caballerosidad que lo caracteriza. Desde esta apreciación, emerge la ambigüedad de mundos que vive este: uno, es el rostro que muestra el enunciador Juan Emar y su vida desenfrenada en París, visto como el espacio de la libertad y del gozo de vivir; y, el 37 Julio Piñones segundo, es su otro rostro ceñido a las formalidades en Santiago. A pesar de su rechazo externo hacia el crimen, el enunciador termina gestando una secreta complicidad con el pájaro transgresor del puritanismo de José Pedro. Se ha considerado que la transgresión es una condición esencial del Arte (Jauss, 14-23) y el aspecto rupturista de esta obra de Juan Emar responde, también, formalmente, a esta valoración. 14. La organización enunciativa final. En la séptima secuencia que cierra el cuento, el enunciador reflexiona, años después, sobre la proyección de sí mismo hacia los demás, la que no expresaría cambio alguno. Sin embargo, el autoconocimiento al que había accedido le revela un cambio profundo en su personalidad: el aumento de su cortesía. Esta acentuación configura una reiteración evocativa de la ocasión en que el pájaro verde lo forzara a responderle a sus saludos, entre picotazo y picotazo dado en contra de José Pedro. Tales actos de habla se inscriben en lo que se ha denominado semiótica de la manipulación (Ballón y Campodónico, 15-24); en este caso, de un antisujeto, cuyas hábiles estrategias y ardides posibilitan las operaciones de dominación del loro sobre las acciones de su dueño, esto es, se usa el lenguaje como forma de poder de un actante zoomórfico, sobre otro, humano. CONCLUSIONES Los resultados de la lectura de este texto evidencian su complejidad, desde la composición y el tratamiento del tiempo configurados por el enunciador, hasta la escritura del enunciatario, quien, por medio de la función secuencial, rearticuló las interacciones textuales en vistas a los efectos de sentido y de significancia del relato. Este discurso metalingüístico ha permitido la realización de un ejercicio semiótico teórico-práctico, cuyos resultados muestran al objeto estudiado como un discurso artístico que proyecta aconteceres vitales independientes, válidos por sí mismos y revelados en la especificidad de su devenir. La consideración denotativa con que es visto un loro corriente ha dado paso a la visión de un personaje de la misma especie de aves; pero que, en el plano connotativo de este discurso, abre la experiencia de lectura a una clase de mundo distinto, construido más allá de la realidad común. Este fenómeno ha sido apreciado como “el paso más importante hacia la experiencia estética” (Jauss, 16-25). La gravitación intertextual de dicho personaje ha desplegado en el relato la dimensión fantástica de una superrealidad, surgida en el marco vanguardista de su época. El año de 1924, señalado en “El pájaro verde” como fecha de llegada del personaje autodiegético a París, coincide con la relevancia emblemática que tiene para los vanguardismos la publicación en esa fecha de los Manifiestos del surrealismo, de André Breton, en París. La contextualización de esa “nueva historia” que surge en este cuento implica una correlación de cambios estético/culturales en Occidente. Una secuencia del relato permitirá evaluar y problematizar los modos de pensar y de hacer arte en el contexto de la transformación señalada: la narración del proceso destructivo del cráneo de José Pedro a picotazos, pausada y diferida por las intercalaciones lingüísticas que el loro dirige al enunciador. De todos modos, se trata de una secuencia que no resulta necesariamente grata para el destinatario, sin embargo, su inclusión 38 Un análisis evaluativo de “El pájaro verde” de Juan Emar puede expresarse como uno de los múltiples juegos de la intertextualidad que ofrece este cuento, en el que se incorpora un conjunto de procedimientos lúdicos nuevos para la literatura, recursos generadores de una clase especial de “placer estético”, incluso, de tendencias cuyas “marcas” han revelado las orientaciones del “antiarte”, de la defunción de la “belleza” para unos (como lo decía Enrique Lihn) o, más bien, para algunos, de versiones extraordinariamente renovadas de la concepción de “belleza”, como ocurre en el caso del creacionismo huidobreano, y de obras posteriores que ponen el acento en otros criterios valorativos del arte. En la ficción señalada, si el enunciatario asume como “fechoría” la ofensa de José Pedro al loro, su venganza, aunque desmedida, puede brindarle el secreto disfrute de una instancia cuya moralidad, en el mundo real, sería rechazable. De allí que una de las principales contribuciones de Juan Emar al arte vanguardista corresponda a la expansión y profundización del concepto de “placer”; tema permanente en la historia de la estética. Pero lo que más nos interesa destacar en este punto es el cuestionamiento global que allí acontece en torno a las prácticas artísticas sustentadas en las concepciones de la “belleza” clásica, y en lo precedente a las manifestaciones narrativas del realismo decimonónico, cuyas correlaciones se circunscriben al ámbito social y geográfico inmediato, con el agravante de subsumir la libertad consubstancial de lo humano, bajo el peso de los determinismos fatalistas. Los vanguardismos liberarán al fenómeno artístico de estos últimos, haciendo de esta recepción un acontecimiento del mundo psíquico personal; una experiencia mental del sujeto partícipe, coautor de una obra artística virtual, por concretarse de modos distintos en cada lectura individual. Esta, en los siglos XX y XXI, se ceñirá a las coherencias surgidas de una poética interna de cada expresión literaria, y solo estará expuesta al juicio estético que opere sobre ella, desde los diferentes niveles de riqueza de las subjetividades que asuman esta labor. Se ha hecho evidente que las formas y sentidos intertextuales en “El pájaro verde” se han expresado por medio de vinculaciones de reciprocidad y de oposición, construyéndose así un tejido inteligente que va configurando los nexos concomitantes de la significancia del relato. Las unidades accionales que conforman sus secuencias muestran la autonomía del pájaro verde en este universo semiótico, pues desarrolla un recorrido narrativo cuyos estados de ser cambian desde que es capturado hasta que su dignidad ofendida es restituida en su sitial de estatua embalsamada. Las construcciones de “sentido” barthesiano en torno a las “citaciones” del relato nos han proporcionado una vasta red de espacios asociativos, que fueron emergiendo desde las secuencialidades textuales. Estas evocaciones o sumas de una escritura dinámica anafórica y catafórica remiten a temporalidades pasadas o a futuras unidades de acción. La jerarquización de las secuencias narrativas ha hecho evidente el interés del enunciador por transmitir una ficción alimentada de “marcas”, de “sobredeterminaciones”, de intertextos “burlescos” gestados por la actitud narrativa irónica del emisor, que incita a los destinatarios a participar, gozosamente, de los aconteceres lúdicos del relato. El enunciador, cuando señala la “marca” sentimentalista 39 Julio Piñones del sabio De la Crotale, dice que este volcaba sus sentimientos hacia “los diversos pajaritos que pueblan los cielos” (Emar, 14). El uso de este diminutivo implica un guiño afectivo y humorístico que le hace este hablante al receptor en medio de una cierta neutralidad de su expresividad lingüística. En este terreno de diversificaciones, cabe citar la aparición de dualidades semióticas, entre otras, las series: cientificismo europeo/americanismo selvático como objeto por conocer y descubrir; civilización versus salvajismo; narratividad “realista”/ expresividad “suprarrealista”; racionalismo/irracionalismo; represión/liberación; discurso satirizado de la glorificación de las artes versus condiciones malsanas del espacio pictórico en el que muere el loro. Los nuevos significados que surgen de las connotaciones intertextuales del cuento derivarán, una y otra vez, de los significantes de su poeticidad. El acceso a este estado de conciencia estética se integra a una serie de secuencias imaginativas, cuyas connotaciones predominantes se imponen al esbozo de un polo represivo, aniquilado en el mundo social del relato. La culminación de esta experiencia suprarrealista acontece cuando el lenguaje se constituye en actor omnivalente por medio de la “citación” del intertexto musical: “Yo he visto un pájaro verde”. Este núcleo lingüístico-poético centraliza, diversifica y da sentido al texto narrativo completo. La balanza bipolar, constituida por la dicotomía del cumplimiento de deberes exigidos por la sociedad, y por el disfrute de aquel gozo de vivir, se inclina en favor de estas últimas posibilidades transgresoras y libérrimas. La preeminencia de este extremo de la balanza permite que esta expresión se extienda hasta cualquier término de la existencia y, al gestarse esta disponibilidad, emerja otra clase de vida, de índole rupturista y ubérrima, que se configura como paralela a la vida que ofrece la realidad. Universidad de La Serena* Facultad de Humanidades Casilla 599 [email protected] OBRAS CITADAS Ballón, Enrique; Campodónico, Hermis; Patte, Daniel. (Redactores y traductores, consultados: A. J. Greimas, J. Courtés y Bernard Pottier). Sémiotique, Madrid: Gredos, 1982:473. Emar, Juan. (Álvaro Yáñez Bianchi, 1893-1964). “El pájaro verde”, en Diez. Santiago: Tajamar, 3ª edición, 2006. 1ª edición, Santiago: 1937. Jauss, Hans Robert. Ensayos de Hermenéutica Literaria. Madrid: Taurus, 1978:431. Lotman, Iuri. La semioesfera I. Madrid: Cátedra, 1996. Traverso, Soledad. Pájaro Verde de Juan Emar: un manifiesto vanguardista, en Proyecto Patrimonio 2004 (Internet, en línea). 2. Libro. Shklovski, V. El Arte como artificio, en Teoría de la literatura de los formalistas rusos. México: Siglo XXI editores, 1991:55-70. 40 41-54 NARRATOLOGÍA EN LA NOVELA HÍBRIDA NO SERÁ LA TIERRA DE JORGE VOLPI Narratology in the hybrid novel No será la Tierra by Jorge Volpi Roberto Ángel G.* Resumen El presente texto efectúa un estudio narratológico de la novela de Jorge Volpi No será la Tierra. Se analiza la estructura contradictoria del libro, la multiplicidad de tramas, el narrador polifónico, el tiempo posapocalíptico, el espacio antiutópico y desencantado y los personajes, coprotagonistas del siglo XX. Todas estas características antes mencionadas contribuyen, en el ámbito de la desterritorialización, a desalojar posturas que tienden a anquilosarse en conceptos fijos y sin movimiento, por lo que los distintos rasgos narratológicos en las novelas híbridas ––aquellas que están compuestas por una yuxtaposición de subgéneros–– siempre estarán emparentados con las nociones de heterogeneidad, diversidad y pluralidad, en el marco de la caída de los grandes relatos del siglo XX. Palabras clave: Narratología, Volpi, novela híbrida, No será la Tierra. Abstract This text makes a narrative study of the novel by Jorge Volpi No será la Tierra. We analyze the contradictory structure of the book, the multiple frames, the polyphonic narrator, the post-apocalyptic time, the antiutopic and disenchanted space, and the characters, coprotagonists of the twentieth century. All these features contribute, in the field of deterritorialization, to vacate positions that tend to stiffen in fixed and motionless concepts, so that different narratologic features in hybrid novels ––those that consist of a juxtaposition of subgenera–– always be related to the notions of heterogeneity, diversity and plurality, as part of the fall of the great stories of the twentieth century. Key words: Narrative, Volpi, Hybrid Novel, No Será la Tierra. ESTRUCTURA EN NO SERÁ LA TIERRA No será la Tierra está conformado por un preludio y tres voluminosos libros, los que están a su vez estructurados por siete capítulos. Dentro de este libro las partes poseen un título representativo y una extensión similar. La novela también incluye un índice de sus personajes, una nota final y los agradecimientos. Si bien todas estas características hacen pensar en un afán por conseguir algún tipo de orden o jerarquía dentro de la estructura de la novela, lo cierto es que esta primera impresión es engañosa, ya que la intertextualidad propuesta en los títulos y epígrafes más que ceñir la narración a algún tipo de significado o dirección, lo que hace es dispersar y multiplicar las interpretaciones de la lectura. Aun cuando el título de los cuatro primeros capítulos de la novela no pueden decirnos mucho, ya que se apropia directamente del nombre de alguno de los Roberto Ángel G. protagonistas o hace relación al conjunto de ellos mismos ––en este caso “Tres Mujeres”, “Irina Nikoláievna Sudáieva”, “Jennifer Moore” y “Eva Halász”––, es a partir del quinto capítulo que los paratextos nos impelen a ir un poco más allá e incorporar otro tipo de lecturas. Es así como los títulos de los capítulos nos remiten hacia temas y géneros discursivos diversos, como el capitalismo, con títulos como “La riqueza de las naciones” y “La mano invisible”; el estudio del genoma humano, por medio de “La Esencia de lo Humano”, “Doble Espiral” y “Genes Egoístas”; o la poesía del Siglo de Plata de Rusia, mediante el título del sexto capítulo del tercer libro “Réquiem”, el que hace referencia a uno de los poemas más notables de Anna Ajmatova, y también por medio de los dos epígrafes que abren el libro, el primero de autoría de la misma Ajmatova y el segundo del libro Cuadernos de Vorónezh, de Ósip Mandelshtam, ambos poetas de la corriente acmeísta de Rusia. Este presunto afán de orden dentro de la novela también es sometido a discusión en el segundo libro de No será la Tierra, cuyo título, “Mutaciones”, ya sugiere la idea de una dispersión de los temas tratados en el texto. De esta forma, los títulos de los capítulos de este libro tan solo llevarán por identificación un año ––desde 1985 a 1991, en conformidad con los siete capítulos de cada libro––, lo que abrirá aún más las posibilidades de interpretación, al no poseer cada capítulo referencia precisa respecto del tema tratado. Por consiguiente, y tal como demuestra Macarena Areco en su tesis Novela híbrida trasatlántica que ocurre en En busca de Klingsor ––la novela que abre la trilogía dedicada al siglo XX de Jorge Volpi––, en No será la Tierra también se percibirá una contradicción desde el punto de vista de la estructura, ya que por un lado se sospecha de una intención de organizarla y delimitarla, pero por otro esta delimitación se ve superada por la abundante información que nos proporcionan las distintas fuentes de intertextualidad. MULTIPLICIDAD DE TRAMAS EN NO SERÁ LA TIERRA Las novelas híbridas, aquellas que están compuestas por una yuxtaposición de subgéneros y de las cuales No será la Tierra es una digna representante, presentan múltiples y diversas tramas por sobre las líneas narrativas simples y este caso no es la excepción. Entre las distintas tramas que es posible hallar en la novela de Volpi se encuentran la historia del socialismo en la URSS, el auge del capitalismo en el mundo, la historia y desarrollo de la cibernética y el genoma humano, las distintas biografías de cada uno de los personajes, la pesquisa realizada por Yuri Chernishevski para encarcelar al insaciable Jack Wells, la crisis ecológica mundial, la historia amorosa de los Wells, la relación que establece Oksana Gránina con la poeta Anna Ajmatova, entre otras. Una manera de afrontar esta multiplicidad de redes es entenderlas como un entramado tanto histórico como social y personal. De este modo el relato del 42 Narratología en la novela híbrida No será la Tierra de Jorge Volpi socialismo se lleva a cabo por medio de la biografía y la vida de los biólogos soviéticos Arkadi Granin e Irina Gránina; los detalles del capitalismo gracias a la participación de la economista Jennifer Moore, funcionaria del FMI (Fondo Monetario Internacional); el desarrollo de la inteligencia artificial y el genoma humano por medio del empresario en biotecnología Jack Wells y la experta en informática Eva Halász; la dinámica de los defensores de la ecología por medio de la experiencia de Allison Moore, activista antiglobalización. En ocasiones, los lenguajes de cada trama se yuxtaponen y tienden a entrelazarse, como es el caso de las relaciones amorosas de Jack, que se mezclan con el lenguaje de los negocios bursátiles y donde “acostarse con Lynn era el mejor negocio posible… Una inversión muy baja... Jennifer, en cambio, era una inversión de alto riesgo… Si hacerle el amor a Jennifer se parecía a comprar acciones de una star-up, Lynn se comportaba como un bono del Gobierno” (96). Lo mismo sucede con Arkadi, en cuyo caso su estado anímico se funde con la realidad política del periodo: “Arkadi sabía que la amargura estaba enquistada en su ánimo desde mucho antes de ser detenido, pero solo ahora, gracias a una especie de glasnost interna, se atrevía a despojarse de su máscara de civilización y cordura” (276). El combinar las historias micro con las macrohistorias es un atributo de esta novela, que permite investigar la historia de una forma distinta que los historiadores, porque por medio de la ficción y de los personajes ficticios es posible ver de manera muy detallada cómo afectó a sus vidas cada acontecimiento particular. Es así que la proliferación de tramas no solo contribuye a ese afán desterritorializador que busca suprimir la tendencia de los relatos con tramas únicas, sino que también permite llevar a cabo un mejor estudio de la psicología de los personajes, por medio del entrecruce de los grandes relatos con los relatos mínimos o personales. EL NARRADOR EN NO SERÁ LA TIERRA: POLIFONÍA Y ANIQUILACIÓN La novela híbrida abandona al narrador omnisciente y único, de tal forma que la narración se realiza por medio de distintas voces y miradas que relatan lo sucedido, con lo que es posible señalar que estas novelas son en este sentido polifónicas. Si bien No será la Tierra pareciera contradecir estos supuestos debido a la preeminencia de Yuri Chernishevski como el narrador de la novela, esto no es tal, pues Yuri no es la única voz y abre la posibilidad del relato a los demás personajes. El caso más claro son las cartas que Oksana dirige a la poeta Anna Ajmatova, escritas en sus cuadernos de pastas azules. En ellas es la joven quien se apropia de la narración para dar cuenta de la vida de Anna y relatarle tanto sus desencuentros como comentar las vicisitudes de la poeta. También la madre de Oksana, Irina, recurre al mismo procedimiento, tomando la voz del relato en sus cartas que escribe a su esposo Arkadi, detenido como disidente durante el estalinismo. La puesta en duda de Yuri como narrador exclusivo queda aún más de manifiesto en el momento en que Irina, ante la muerte de Oksana, deshace el hato con 43 Roberto Ángel G. las últimas pertenencias de su hija: “Irina desata los lazos y extrae tres cuadernos de pastas azules. No será la Tierra. Por Oksana Gorenko” (506). La ambigüedad de esta revelación dentro de la novela no es fortuita: no es posible saber a ciencia cierta si No será la Tierra fue escrita por Yuri o por Oksana. Las opciones son variadas: i) que Yuri tan solo sea el autor del doble capítulo “Tres Mujeres”, que abre y cierra la novela, escrito en tiempo presente y contingente solo al año 2000, mientras que Oksana sea la narradora del grueso de la novela; ii) que Yuri no sea más que un personaje de Oksana o viceversa; iii) por último, que aquel No será la Tierra de Oksana no sea más que otro libro, distinto al escrito por Yuri, “una abigarrada serie de aforismos, poemas, canciones, relatos y fragmentos dispersos, todos dirigidos a su adorada Anna Ajmatova” (496), tal como señala el propio Yuri Chernishevski. Creo que más allá de la especulación producto de estas tres posibilidades o algunas otras más, lo relevante es que queda patente el hecho de que no es posible asegurar que Yuri sea el único narrador de la novela, sino que este se multiplica y se hace fragmentario, acorde a las características de la novela híbrida. Otra forma de transgresión del narrador en primera persona que aparece en No será la Tierra surge a raíz de las implicancias de Yuri en el asesinato de Eva Halász, así como la posible demencia de este. Yuri nos dice al momento del juicio: “Desoyendo los consejos de abogados y psiquiatras me he negado a declarar una locura pasajera” (42). Estos dos aspectos generan una incertidumbre respecto del mundo narrado, lo que se refuerza ante las dudas de Yuri al describir los pensamientos tanto de Irina: “El fin del comunismo no los ha hecho cambiar, piensa (yo creo que piensa)” (31); como de Jennifer: “Hace mucho que la ciudad no luce tan clara,… piensa Jennifer (yo quiero que lo piense)” (35). De esta manera dentro de la novela se recalca la preponderancia que tiene la multiplicidad de los puntos de vista, el quiebre del monologuismo, el cuestionamiento de la voz narrativa y la incertidumbre de lo que se relata. Finalmente, dentro del relato polifónico de No será la Tierra es posible encontrar lo que Bajtin denomina síncrisis, que se refiere a la confrontación en el interior de la novela de dos puntos de vista diversos, en relación con un hecho determinado. Así, por ejemplo, está presente la constante lucha de opiniones entre Arkadi, partidario del capitalismo: “soy libre, tengo derecho a comprar lo que yo quiera” (317), y su esposa Irina, quien le reprocha frecuentemente su actitud: “¿Por esto pasaste cinco años en la cárcel? ¿Para que los americanos nos inunden con su basura, para volvernos prisioneros de la publicidad y de las multinacionales?” (318). TIEMPO: POSAPOCALIPSIS EN NO SERÁ LA TIERRA Del mismo modo que en la novela híbrida existe una duplicidad o diversidad de tramas, así también el tiempo muchas veces se duplica o multiplica. En el caso de No será la Tierra existen dos líneas de tiempo, que se refieren al presente del relato y 44 Narratología en la novela híbrida No será la Tierra de Jorge Volpi al pasado histórico: la primera corresponde al tiempo en el cual Yuri escribe la novela desde su calabozo y la segunda a todos los hechos históricos y sociales que relata. El tiempo que prevalece en No será la Tierra ––y que es el que predomina en las novelas híbridas–– es el posapocalíptico, o sea, que el momento de la narración se localiza en un caos que nace luego del final del tiempo, es decir, una especie de no tiempo que se estatuye como un fin del mundo, cuando ya ha finalizado el tiempo lineal del progreso y la esperanza por una liberación colectiva. Es lo que quiere reflejar el vocablo escogido por el grupo de escritores al que adscribe Volpi, Crack, que sugiere el sonido de la trizadura del tiempo, cuando el desorden ha vuelto a predominar y que Ignacio Padilla denomina como “el no lugar y el no tiempo, todos los tiempos y lugares y ninguno” (Manifiesto, 6). De este modo Yuri escribirá en esa “fosa al margen del presente” (131), siendo “el único despierto en este pudridero” (511), con lo que “[no sería] exagerado hablar de un hito o…, ahora sí, el fin de la Historia” (511) y Oksana, vaticinando su muerte, dirá que “era como si el tiempo se hubiese petrificado, como si el universo hubiese agotado sus minutos. Incluso los vendavales del mar del Japón se habían detenido” (499). El grito con que se abre el libro, “Basta de podredumbre”, nos remonta a este tiempo en el que el caos es el amo y señor de las tinieblas y que de paso sentencia el tono con el que habrá de leerse la novela. Esta vuelta a las cavernas de la humanidad aparece graficada en este preludio por medio de sus imágenes de destrucción y devastaciones, en donde los hombres nuevamente deben luchar por su supervivencia contra bestias salvajes, solo que esta vez las bestias corresponden a reactores atómicos, que claman “una venganza sin excusas, la ejecución de sus captores [y] un reino solo para ella[s]” (15). Lo que aquí observamos, como señala Areco, es aquel reguero de ruinas que deja atrás el ángel de Benjamin, quien “[h]a vuelto el rostro hacia el pasado. Donde a nosotros se nos manifiesta una cadena de datos, él ve una catástrofe única, que amontona incansablemente ruina sobre ruina” (Cit. Novela Híbrida, 53). Es bajo este sentido que también es posible de leer el comportamiento de Oksana, ante la proximidad de su muerte: “¿Por qué lo haces?, le preguntó el ruso mientras la conducía hacia el destartalado hotel del centro. Ella alzó los hombros y se fijó en las calles vacías y los resplandores lejanos” (500). Así, los personajes posapocalípticos se caracterizan por estos tránsitos negativos, en los cuales se sabe desde donde se parte, pero se desconoce qué es lo que se busca o espera y que ejemplifican lo que Volpi llama “este postrer estado del corazón” (Manifiesto, 10). La negación del tiempo progresivo lineal también se manifiesta en las novelas híbridas con la incorporación de relatos circulares que tienden a doblar el tiempo. De este modo, No será la Tierra se abre y cierra con dos capítulos que poseen el mismo título, “Tres Mujeres”, de los cuales el segundo es una recreación del primero, dando la impresión de estar ante un relato que ya se ha leído con anterioridad y que remite a la circularidad de la novela. Además, el capítulo “Genes Egoístas”, del tercer libro, 45 Roberto Ángel G. comienza del mismo modo que el apartado tercero del capítulo del primer libro “Tres Mujeres”, causando la misma sensación de repetición antes mencionada. ESPACIO EN NO SERÁ LA TIERRA: MIRADA ANTIUTÓPICA Y DESENCANTADA En el marco de la desterritorialización, concepto acuñado por Gilles Deleuze y Félix Guattari en su libro Mil mesetas: capitalismo y esquizofrenia, las novelas híbridas dejan atrás los lugares de origen y se inscriben dentro de un discurrir globalizado. Es así que en No será la Tierra los espacios son diversos y heterogéneos: grandes ciudades del primer mundo o astrosos puertos del tercero; escenarios tanto latinoamericanos como europeos o norteamericanos; desiertos y campos de combate; espacios centrales o periféricos. La mayor parte de estos escenarios tienen en común el ser representantes de relevancia dentro de la historia, política o economía del siglo pasado: Moscú, como centro mundial del socialismo del siglo XX; Washington y Nueva York, como pilares de la economía de mercado; Berlín Este y Oeste, como ciudad protagónica del siglo ante la caída del muro que la divide; San Petesburgo, lugar de resistencia frente al asedio de las tropas alemanas durante la Gran Guerra Patriótica; Zaire, país que refleja la corrupción y carencia de recursos del continente africano. Pese a la importancia histórica dentro del siglo XX de estos escenarios, los personajes de No será la Tierra tienden a interactuar en espacios privados, dejando de lado los lugares públicos o al aire libre, como si buscasen protección ante un exterior amenazante. Es lo que expresa Yuri al referirse a Jennifer en su departamento en Washington: “Desde ese observatorio en el vigésimo piso de Park Avenue el mundo no parece un campo de batalla, no hay tanques en las calles ni cadáveres descompuestos en las aceras, no hay minas en los vertederos ni se escuchan zumbidos de metrallas o cargas de dinamita. Pero la guerra está allí, en todas partes” (36). Sin embargo, la novela muestra que no todo el mundo puede cobijarse bajo el amparo de un lugar cerrado: mientras Jennifer, en su estancia en Zaire, ocupa “una faraónica suite en el Gran Hotel, cuyos amplios ventanales le permitían divisar la corriente telúrica del Congo” (157), los habitantes de aquel desdichado país deben permanecer entre “sus chabolas, sus tabiques despintados y sus vías sin asfalto” (156), recalcando las diferencias entre los que pueden acceder al resguardo y los que no. Es que el rasgo más importante de estos espacios no es precisamente su diversidad, sino más bien la presencia en cada uno de ellos de una mirada antiutópica y desencantada: la cleptocracia del Zaire de Mobutu, la corrupta Unión Soviética, el ostentoso lujo de los Estados Unidos, la burocracia de México, el amenazante puerto de Vladivostok. Con relación a esta utopía desmantelada es que aparecen, dentro de No será la Tierra, espacios propios del tiempo posapocalíptico, como son las guerras, los cadáveres y las ruinas. De forma especial se pone de manifiesto este aspecto en el 46 Narratología en la novela híbrida No será la Tierra de Jorge Volpi preludio de la novela, “Ruinas”, cuyo título hace precisamente mención a este escenario, el que se describe claramente en el siguiente párrafo: Los cadáveres de ovejas, vacas, gatos, cabras, gallinas, patos y lebreles tapizaban la ensenada antes de ser rociados con gasolina y quemados como herejes. Los liquidadores debían de arrasar todo lo que el monstruo no había devorado. En un radio de diez kilómetros las ciudades y pueblos fueron demolidos, los troncos talados, la fauna diezmada, la hierba removida. La única forma de asegurar la pervivencia de la raza humana era convirtiendo las llanuras en desierto (24). Este lugar colmado de ruinas corresponde al del espacio posapocalíptico, aquel cronotopo cero, en el que se produce la ruptura con la modernidad y el fin de una historia emancipadora. Este espacio posapocalíptico está también emparentado con la sociedad del espectáculo, según explica el filósofo Guy Debord: “Toda la vida de las sociedades en las que dominan las condiciones modernas de producción se presenta como una inmensa acumulación de espectáculos. Todo lo que era vivido directamente se aparta de su representación” (Cit. Novela Híbrida, 286). Donde mejor se expresa esta faceta del espacio posapocalíptico es en el juicio al que someten a Yuri, como presunto culpable del homicidio de Eva Halász: “Mientras permanezco en el banquillo, al margen del espectáculo ––las cámaras y los micrófonos no me dan tregua–– esos barruntos de selección natural me suenan como auténtica basura” (41). Así, Yuri es encapsulado en este mundo de distorsiones, donde se percata de que la realidad no es más que un juego del espectáculo: “Lo que ocurre ante mis ojos me parece tan ajeno, tan banal como una película. ¿Es esta la justicia? Esos leguleyos se limitan a seguir un guion preestablecido, conforme con aplicar unas leyes inútiles y sordas” (43). Los títulos que separan los capítulos de No será la Tierra también hacen referencia a esta espectacularidad de la novela: la escena se abre con un Preludio, al que le siguen el primer, segundo y tercer Acto. Nombres atribuibles a una pieza teatral, este hecho nos confirma la idea de que No será la Tierra es la historia del espectáculo del siglo XX. LOS PERSONAJES: COPROTAGONISTAS DEL SIGLO XX En las novelas híbridas cae la noción de personaje principal o protagonista, para ser reemplazada por una pluralidad de personajes, los que conservan una importancia similar dentro de la novela. Así, los personajes protagonistas de No será la Tierra son ocho en total: la pareja de biólogos soviéticos Arkadi e Irina y su hija Oksana; las hermanas e hijas del senador Moore, Allison y Jennifer; Jack Wells, esposo de esta última; Eva, amante de Yuri; y, finalmente, el narrador de la obra, Yuri Chernishevski. De esta manera, en la novela no existe un personaje central, ya que cada uno de ellos es relevante para el tramado de esta. Aparte de estos ocho principales, No será la Tierra incorpora un sinnúmero de otros personajes, tanto 47 Roberto Ángel G. históricos como ficticios, lo que resalta aún más la diversidad dentro de ella. Es tal el número de personajes que entrega la novela, que al final se incorpora un índice que detalla precisamente el rol que tiene cada uno dentro del libro. Otro rasgo dentro de No será la Tierra es la convivencia de personajes tanto ficticios como reales. Dentro de estos últimos destacan Mijaíl Gorbachov, Andréi Sájarov y Boris Yeltsin, por nombrar solo los más representativos. De forma similar, un procedimiento que también se lleva a cabo en la novela es la autoficción, es decir, la incorporación dentro del relato de vestigios propios de la biografía del autor. De este modo Yuri es un escritor que ha pergeñado una novela llamada En busca de Kaminski ––en clara alusión a En busca de Klingsor––, gracias a la cual Yuri señala que “de la noche a la mañana me convertí en un escritor célebre… Mi rostro apareció en la prensa y la televisión, di conferencias en universidades y ferias del libro [y] viajé de un lado a otro como si alguien me persiguiese” (133). Por si esto no bastara, Yuri Chernishevski nace el mismo día que Jorge Volpi y el nombre Yuri, traducido desde el ruso, se cambia al español por Jorge, resaltando aún más las convergencias entre los niveles diegético y extradiegético. Gracias a estos dos procedimientos ––la incorporación de personajes tanto ficticios como reales y la autoficción–– se hace posible barrer con la dicotomía realidad/ficción, lo que realmente se vive con lo que se inventa. Así, lo que se intenta con estas técnicas es borrar los límites entre verdad y relato, literatura y realidad, según los postulados de la desterritorialización. Otro de los atributos de los personajes híbridos es su marginalidad y No será la Tierra no es la excepción. Sus protagonistas, ya sean científicos, escritores o poetas, todos poseen alguna peculiaridad que los separa del resto. Es el caso de Eva, brillante en el área de la informática, mas sus continuas depresiones siempre la tienen al borde del colapso, tal como lo señala Yuri: “El genio tenía sus desventajas: la melancolía, el soleen, la saudade, la acedia, la búskomorság que solía azotarla después de la euforia. Cuando el desánimo invadía su cuerpo y su espíritu… Eva se tumbaba en la cama durante días o semanas sin que nadie lograse arrancarla de allí” (108). También la joven Oksana es un personaje marginal. Abandonada por su madre ante sus preocupaciones por libertar a Arkadi, su esposo, encarcelado como disidente de la URSS, esta “se limitaba a observar cómo la pequeña se hundía cada vez más en sí misma: una extraña con quien le resultaba penoso convivir” (153). De esta manera Oksana encontrará como único refugio la consulta de libros y revistas, que ella “leía en secreto, como una ladrona” (226). El sentimiento de distancia de la joven frente al mundo crecerá día a día, con lo que en una de sus cartas finales a la poeta Ajmatova señalará: “Me considero ciudadana de la Nada, ostento un pasaporte de Ninguna Parte, tal vez yo tampoco existo, soy una ilusión o un error de cálculo, un daño colateral… una ruina… Soy un anacronismo. Tengo quince años y mi nombre es Nadie” (362). 48 Narratología en la novela híbrida No será la Tierra de Jorge Volpi A su vez son personajes marginales el narrador Yuri Chernishevski, el biólogo Arkadi Granin, la voluntaria antiglobalización Allison Moore y el coreano, personaje de la última parte del libro. Yuri ostenta su condición de marginalidad gracias a su calidad de excombatiente de Afganistán y luego escritor disidente de la unión soviética. “En teoría éramos titanes, pero el gobierno nos trataba como parias, incómodos testigos de nuestra debacle” (181), señala al respecto Chernishevski. A esto se agrega su creciente inclinación tanto a las drogas como a la violencia, aumentando aún más sus rasgos marginales. Entretanto, Arkadi sufre la marginalidad a causa de su encarcelamiento en los campos de concentración del estalinismo. Debido a su residencia en la kamera, calabozo inmundo en el que recibe su castigo, Arkadi se convertirá en un ser violento e irascible, incapaz de mantener relaciones adecuadas con el resto de las personas. Arkadi era un rencor vivo… Ni su esposa ni su hija ni sus pocos amigos lo reconocían: sus buenas maneras, su voluntad conciliadora y su prudencia habían desaparecido, dando lugar a un carácter venenoso y turbulento, incapaz de resistir las opiniones en contra o de tolerar cualquier acto ambiguo (254). Si bien Allison proviene de una familia acomodada y su medio de vida tal vez no permitiría presagiar una condición marginal, esta es perseguida por ella misma, desde el momento en que decide ser revolucionaria: “Allison no buscaba divertirse sino cambiar al mundo” (91). De esta manera se abandona a una vida de rebeldía y anarquismo, que la transformarán en un ser marginal: “Tras abandonar sus estudios de mercadotecnia, Allison se había convertido en una de esas jóvenes desaforadas que se dejan llevar de un lado a otro, de una idea a otra, sin voluntad ni concierto” (168). Así, Allison terminará como voluntaria de las ONG en la causa palestina, añorando ser parte de aquella comunidad marginal y desesperanzada. El coreano que aparece en el penúltimo capítulo de No será la Tierra también presenta atributos marginales. Anclado en un extremo puerto de Rusia, Vladivostok, representa al mafioso de las costas orientales que emigra hacia Rusia dispuesto a satisfacer sus ansias de violencia y poder. Rodeado de matones, se convierte en frecuentador de desastrados tugurios, en busca de jovencitas a las cuales ultrajar a cambio de dinero. Por último, cabe señalar que dentro de No será la Tierra confluyen una gran cantidad de personajes secundarios que también poseen características marginales. Es el caso de los disidentes del gobierno de la URSS, cuyo principal representante es el físico Andréi Sájarov, los que son continuamente buscados y repelidos por las fuerzas militares del gobierno soviético. De acuerdo con este rasgo de marginalidad es que pueden verse también ciertos atributos posapocalípticos de los personajes, como seres mutilados que son la contraparte de los estragos materiales o el uso de elementos que no son más que fragmentos, los restos de la catástrofe que ya pasó. Es el caso de Yuri, quien luego de bregar como soldado del ejército rojo en las colinas de Afganistán, en donde fue “herido en una pierna y… una bala perdida… 49 Roberto Ángel G. arrebató la visión del ojo izquierdo” (181), se retrata como “mutilado de cuerpo y alma… como un barrizal sin sentido” (179). Así Yuri se describirá como un ser sin “alma ni espíritu, que solo era esa masa de huesos rotos y tejidos lacerados, de sangre y lágrimas” (345). Otro de los personajes que se viste con los despojos del tiempo es Zhenia, la joven rockera con quien Oksana entabla amistad ya avanzada la novela. Todos los residuos de la historia parecieran converger en ella, según la descripción que Yuri señala: Los colgantes que Zhenia llevaba al cuello, su largo y firme cuello, eran claro síntoma de los tiempos: al lado de una medalla con la sempiterna hoz y el martillo, acaso subastada por un héroe de la URSS, lucía un símbolo hippie de la paz, una medalla de San Jorge con dragón incluido y una calavera que un par de años atrás habría sido imposible de ver en Moscú. Cuando a Oksana se le ocurrió preguntar por el significado de aquellos dijes, Zhenia le respondió que no tenía la más puta idea, que solo le gustaban las figuritas (378). Para Eva, esta trizadura del tiempo no es más que una pérdida de la posibilidad de asir la realidad, la que se disfraza por medio de redes eléctricas e inteligencia artificial, en donde la sensibilidad humana ya no es prioridad: “¿Y la realidad? ¡Qué realidad! Vivimos en un mundo virtual: amantes holográficos, personajes de videojuego, avatares informáticos” (407). De este modo Ismet, su amante-robot, “su juguete”, también será parte de este legado posapocalíptico, en el que los amantes no son más que millones de cables catalizados por cientos de reacciones químicas, en donde el amor no es más que “el engrudo de la reproducción” (462) y “los sentimientos… un rescoldo evolutivo, una patología de la inteligencia, en el mejor de los casos un manual de conservación” (462). Otro de los aspectos a recalcar dentro de los personajes de la novela es que la mayor parte de ellos son mujeres; es más, a esto hay que agregar que ellas son muy importantes tanto para el desarrollo de la novela como dentro de las condiciones sociales y políticas de la misma. En consecuencia, No será la Tierra plantea el cese de la preeminencia masculina en el ámbito social y cultural, como lo propone el teórico francés Pierre Bourdieu. Para el filósofo ciertas tareas realizadas por hombres son consideradas de la mayor relevancia, mientras que si son efectuadas por mujeres, pierden todo su prestigio antes considerado, “…como lo recuerda la diferencia que separa al cocinero de la cocinera, al modisto de la modista” (La Dominación, 79). Bourdieu propone que una posibilidad para romper este círculo es postular una inversión: leer en el discurso femenino el pensamiento abstracto, la ciencia y la política, como se filtra en los resquicios de la sociedad. Es así como en No será la Tierra el encargado de ejecutar los más osados proyectos de economía a nombre del FMI ya no es un hombre severo y de experiencia, sino que Jennifer Moore, flamante economista de Harvard, aquella mujer de “un carácter de los mil demonios…, tan determinada, tan irreverente…, tan guapa” 50 Narratología en la novela híbrida No será la Tierra de Jorge Volpi (158) y poseedora de un “impresionante currículum” (374), a quien “la prensa no vacilaba en calificarla de hechicera de las finanzas” (374). Del mismo modo el genio de la informática ya no corresponde al prototipo del científico loco, de pelo encanecido y blanco, sino que a una despampanante rubia, Eva Halász, poseedora de una inteligencia casi ilimitada y que será una de las principales encargadas del Proyecto del Genoma Humano. Tampoco el papel del joven y apasionado poeta es encarnado por un ente masculino, como es el caso del personaje Werther de Goethe, sino que en No será la Tierra es representado por Oksana, la joven sibila, quien de esta forma lleva a cabo el homenaje a su poeta mayor, Anna Ajmatova, honrando de esta manera también a la poesía femenina. En la misma línea, tampoco el responsable de encauzar los temas ecológicos y de pretender salvar al planeta es un joven y audaz aventurero, sino que es Allison, la rebelde e idealista mujer, altermundista en campaña por el mundo. Estos dos últimos personajes presentan una singularidad dentro de la novela: ambos presentan rasgos de lesbianismo en sus relaciones de pareja. En lo que respecta a Allison, el esposo de Jennifer dirá: “Tu hermana nunca ha tenido una pareja estable; por lo que pude entresacar… hombres y mujeres… Allison siempre tuvo gustos muy amplios” (166). En cuanto a Oksana, Yuri señala: “Desde su llegada a Vladivostok, Oksana se había hundido en la piel de otras mujeres, hembras descoloridas y agónicas sin perfil, habitantes típicas de la frontera” (495). Esto puede leerse a la luz de la teoría feminista de Hélène Cixous, quien plantea el concepto de falocentrismo, bajo el que se establecen todas las oposiciones binarias machistas, tales como hombre/mujer, sol/luna, cabeza/corazón, etcétera. Para Cixous todas estas dicotomías no son más que arreglos, de modo que los hombres puedan continuar con el dominio del poder, y ante las cuales ella opone la diversidad y lo heterogéneo. Como señala la noruega Toril Moi, “una de las razones por las que [Cixous] está tan empeñada en librarse de la oposición entre lo masculino y lo femenino… es su firme creencia en la naturaleza inherentemente bisexual de todo ser humano” (Hélène Cixous, 118). De este modo, Allison “se dejaría llevar por sus impulsos, el deseo de cada momento, olvidándose del límite ilusorio y autoritario de la diferenciación sexual” (170). Así, tanto la incorporación de personajes femeninos centrales en las labores sociales y políticas de la novela como el carácter bisexual de algunos de ellos, contribuyen en el marco de la desterritorialización de la dicotomía hombre/mujer, acorde con los postulados tanto de la novela híbrida como de este trabajo, en el marco de la desarticulación de los grandes relatos. Continuando con el análisis de los personajes, es también destacable la gran movilidad que presentan muchos de ellos, desplazándose enormes distancias dentro del globo terráqueo. Esto puede producirse por distintas razones: políticas, laborales, culturales, etc. Como explica Areco, esta situación sigue la línea de la 51 Roberto Ángel G. desterritorialización, en cuanto se trata de abandonar el origen y partir en busca de otras regiones. Ejemplificando este aspecto, tanto Jennifer como Eva deben trasladarse debido a situaciones laborales, la primera desde EE.UU. hacia el tercermundista Zaire, luego México, para recalar finalmente en la Unión Soviética, como coordinadora de la transición desde el socialismo al capitalismo. Eva, por su parte, también deja los EE.UU. para vivir presencialmente la experiencia de la reunificación alemana en Berlín. Al respecto, Yuri señala: “Eva tenía treinta y cinco años, pero se sentía como una anciana: a sus espaldas se acumulaban demasiadas ciudades, demasiada información, demasiados hombres. Su existencia era un tránsito constante, una huida” (360). En cuanto a Yuri, los motivos de sus constantes viajes son una mezcla entre su pesquisa por hundir a Jack Wells y sus líos amorosos con Eva. Es así que desde Moscú viaja una y otra vez hacia los EE.UU., movido por una obsesión acuciante. Allison es quizá la más nómada de los personajes. Acostumbrada a vagar por el planeta en busca de una sanación personal y social, se desplaza dentro y fuera de EE.UU. hacia todo tipo de lugares, dentro de los que destacan Nueva Zelanda y Palestina. Por último, Oksana, acostumbrada a los constantes viajes dentro de la URSS de sus ariscos padres, finalmente arriba a Vladivostok, último puerto del planeta, lugar en que finalmente ocurre su deceso. Todos estos ejemplos colaboran, como dije, a la desterritorialización, por cuanto el sedentarismo contribuye a un orden jerárquico, en donde “el espacio… es estriado, por muros, lindes y caminos entre lindes, mientras que el espacio nómada es liso, solo está marcado por „trazos‟ que se borran y se desplazan con el trayecto” (Mil mesetas, 385). Otra característica de las novelas híbridas es la marcada preferencia por personajes asociados al mundo intelectual o artístico. En el caso de No será la Tierra esto también es así. El área científica está representada por Eva, la genio en informática, y por la pareja de biólogos soviéticos Arkadi e Irina, cuyas carreras finalmente no logran surgir, debido al encarcelamiento de Arkadi y las desfavorables condiciones del país en el que viven. En economía, como ya señalé, será Jennifer Moore la encargada de llevar a cabo los ajustes financieros, a nombre del FMI. En cuanto al arte, Oksana y Yuri están relacionados con él. La primera se autodefine como poeta, cuyas lecturas de anarquistas y de los innumerables vates rusos le confieren un aura de intelectualidad muy presente en la obra. Por su parte, Yuri no solo es el narrador de la novela, sino que también es escritor dentro de la misma y gracias a En busca de Kaminski alcanza la fama mundial. Esta condición le permite a Yuri realizar reflexiones metaliterarias y narrar el proceso que conduce a la escritura: luego de ser declarado culpable por el asesinato de Eva Halász, Yuri decidirá escribir “para comprender lo sucedido en esas horas… para desovillar la madeja que me unió a ella y a las mujeres que me rodearon” (45). 52 Narratología en la novela híbrida No será la Tierra de Jorge Volpi Por último, cabe referirse a las mutaciones que padecen ciertos personajes, recursos que cuestionan la unicidad del yo y proponen la mutabilidad del ser humano y la pluralidad de personalidades. El caso más claro es el de Yuri Chernishevski, quien de ser un defensor de los derechos humanos y denunciante de los monopolios del capitalismo, se transforma en un asesino violento y miserable, tal como da cuenta su propio relato: Yo, que fui un héroe para esa izquierda vehemente y radical, me he convertido en símbolo de la infamia: el escritor independiente que se enfrentó a Yeltsin y a los oligarcas, el defensor de las causas justas, el azote de los poderosos y los corruptos era solo un macho taimado y perverso como tantos (44). Esta transformación de Yuri es también relevante si consideramos que es la figura del narrador la que finalmente se convierte en asesino, un paria de la sociedad. Así, tal como sucede también en otras novelas híbridas, No será la Tierra, más allá de una valoración ética, otorga la voz al personaje negativo, superando la dicotomía bueno/malo, bajo la cual solo los personajes de conducta positiva tienen derecho a dar su opinión. La mutabilidad también es una característica de la joven Oksana quien, en este caso y a medida que la obra progresa, más se asemeja a su protectora, la poeta Ajmatova. La primera señal clara de transformación la da Oksana al adoptar el apellido original de Anna Ajmatova, Gorenko: “Al terminar, firmó: Oksana Gránina. Insatisfecha, tachó el nombre de su padre y lo sustituyó por el seudónimo que habría de llevar adherido a su piel desde esa tarde: Oksana Gorenko” (307). La mutación de su personalidad continuará a lo largo de la novela, hasta que la propia Oksana finalmente reconocerá que “cada vez se parecía más a ella” (498). Como he ido recalcando, todas las características de los personajes antes mencionadas contribuyen, en el ámbito de la desterritorialización, a desalojar posturas que tienden a anquilosarse en conceptos fijos y sin movimiento, por lo que los distintos rasgos de los personajes en las novelas híbridas siempre estarán emparentados con las nociones de heterogeneidad, diversidad y pluralidad, en el marco de la caída de los grandes relatos del siglo XX. Pontificia Universidad Católica de Valparaíso* Facultad de Filosofía y Educación Avda. El Bosque 1290, Viña del Mar [email protected] 53 Roberto Ángel G. OBRAS CITADAS Areco, Macarena. Novela híbrida trasatlántica. Tesis para optar al grado de Doctor en Letras, Mención Literatura. Santiago de Chile: PUC, 2006. Bajtin, Mijail. Problemas de la poética de Dostoievski. Trad. Tatiana Bubnova. México: Fondo de Cultura Económica, 1986. Bourdieu, Pierre. La Dominación Masculina. Barcelona: Anagrama, 2000. Chávez, Ricardo; Padilla, Ignacio; Palou, Miguel Ángel; Urroz, Eloy y Volpi, Jorge. Manifiesto Crack. Debord, Guy. La Sociedad del Espectáculo. Trad. Fidel Alegre. Buenos Aires: La Marca, 1995. Deleuze, Gilles; Guattari, Félix. Mil mesetas: capitalismo y esquizofrenia. Trad. José Vázquez Pérez. Valencia: Pre-Textos, 2002. Moi, Toril. “Hélène Cixous: Una utopía imaginaria”. Teoría Literaria Feminista. Madrid: Cátedra, 1988. Volpi, Jorge. El Fin de la Locura. Barcelona: Seix Barral, 2003. ------- En busca de Klingsor. Barcelona: Seix Barral, 1999. 54 55-70 CONFESIÓN, PALABRA Y PODER: EL MISERABLE NOMBRE FEMENINO1 Confession, word, and power: the miserable womanly existence Jimena Castro Godoy* Resumen Entre la abadesa medieval alemana Hildegard von Bingen (siglo XII) y la monja clarisa chilena de fines del siglo XVII sor Úrsula Suárez existe una gran distancia histórica y cultural. Sin embargo, algo las aproxima enérgicamente, tal y como si hubieran sido hermanas del mismo claustro. Y esta aproximación no consiste en la vestimenta de hábitos o la proclamación de votos de pobreza, obediencia y castidad, si no que es, por sobre todo, la peripecia que ambas tuvieron que realizar para poder relatar sus experiencias espirituales: pedir el permiso de una figura masculina en el caso de Hildegard, y someterse a la obediencia de esta misma figura en el caso de Úrsula. En este trabajo me propongo exponer cómo los discursos de las monjas que han escrito se subordinan a la aprobación de un modelo de poder y autoridad. Palabras clave: Hildegard von Bingen, Úrsula Suárez, discurso, convento, poder. Abstract Among the medieval German abbess Hildegard von Bingen (XII Century) and the Chilean late seventeenth century Clarisse Sister Ursula Suárez there exists a great historical and cultural distance. However, something strongly approximates them as if they were sisters of the same cloister. And this approach is not the clothing habits or the proclamation of vows of poverty, obedience and chastity, but it is, above all, the adventures that both had to live through in order to describe their spiritual experiences: ask permission of a male figure in the case of Hildegard, and submit to the obedience of this same figure in the case of Ursula. In this paper we propose to show how the discourses of the nuns who have written are subordinated to the approval of a model of power and authority. Key words: Hildegard von Bingen, Úrsula Suárez, Speech, Convent, Power. 1 Este artículo pertenece a una versión ampliada y revisada de una ponencia leída en el encuentro “De monjas a guerrilleras: mujer, arte y pensamiento”, del Instituto de Estudios Avanzados de la Universidad de Santiago de Chile. Jimena Castro Godoy INTRODUCCIÓN Un monasterio o convento es un edificio pensado para ser habitado por monjes o monjas. Desde ahí, estas personas consagradas en pobreza, obediencia y castidad a Dios y a su orden religiosa, rezan y trabajan por la salvación de ellos y la del mundo. Monasterio y monje/a provienen del griego “mono”, que significa [uno solo]. El fin del monje/a es hacerse uno solo con Dios en lo que muchos llaman desposorio espiritual. En efecto, la imagen de la monja como la esposa de Cristo es recurrente en toda la tradición monástica. La virgen, viuda o exprostituta que ingresa al convento para dedicar su alma y su cuerpo al divino esposo, conforma una verdadera y nueva familia: las monjas son todas hermanas que obedecen a una madre superiora, quien a su vez se guía por el confesor del monasterio, el padre espiritual de todas estas mujeres. En el confesor debe volcar la monja toda su intimidad. Sueños, deseos y pensamientos son transmitidos a este hombre que en la Edad Media ejercía la cura monialium. La palabra cura significa “cuidado”. La cura monialium era el ejercicio del cuidado espiritual de las monjas. De ahí que hoy hablemos de cura para referirnos al sacerdote. Por eso la cura monialium es en la Edad Media un ejercicio, un trabajo, una santa y necesaria actividad, pues eran muchos los peligros que amenazaban a estas mujeres, tan dadas al melodrama y la exageración.2 Evidentemente el trabajo de este hombre era (y lo sigue siendo) aplicable solo a los monasterios femeninos. Los monjes, en general, se dejan guiar por su abad o por el maestro de novicios; no es necesaria, para los monasterios masculinos, la presencia de alguien externo para realizar la guía. Ya tienen con ellos la figura del padre, pero no la de la madre. La monja que se somete a su confesor debe obedecerle en todo. Emblemático es el caso de Francisco de Sales (1567-1622), quien ordena a su dirigida espiritual, Juana de Chantal (1572-1641), a dejarlo todo con el fin de ayudarlo en la fundación de la Orden de la Visitación de Santa María. Juana era una mujer viuda y con hijos, quien, obediente al deseo de Dios y al de Francisco, inicia la fundación de esta orden religiosa. Tanta fue la desaprobación de sus hijos a la decisión de su madre, que una de ellas incluso la imita y también ingresa a la orden, aunque más adelante abandonara los hábitos y formara una familia. Así, el camino de la monja no es un camino autónomo. Depende siempre de este hombre elegido por su criterio y delicadeza para orientar las conciencias de estas mujeres que no pueden regular por sí mismas su camino espiritual. De hecho, las monjas, a pesar de cumplir con los mismos votos que los monjes, requerían con mucha mayor energía estar encerradas. Mientras los monjes 2 Ver Hamburguer, Jeffrey. “Art. Enclosure and the Pastoral Care of Nuns”, en The Visual and the Visionary. Art and Female Spirituality in Late Medieval Germany. Zone Books: New York, 1998. 56 Confesión, palabra y poder: El miserable nombre femenino podían moverse por ciudades y pueblos, las monjas necesariamente deben respetar la clausura. Michel Foucault, en Vigilar y castigar relaciona el encierro con el ejercicio de la disciplina: “La disciplina procede ante todo a la distribución de los individuos en el espacio (…) La disciplina exige a veces la clausura, la especificación de un lugar heterogéneo a todos los demás y cerrado sobre sí mismo” (164). Se encierra, entonces, el cuerpo de la monja y con él, también su conciencia. Y es aún más difícil el camino de la monja que entra al monasterio sin vocación. Existen muchos casos y testimonios de mujeres que sí veían la vida monástica como el único camino deseado para ellas. De hecho, impacta el testimonio de vírgenes como Cristina de Markyate (muerta en 1160) quien, a pesar del deseo de su familia, se negaba a contraer matrimonio, ya que desde muy pequeña había hecho votos de castidad. Obligada a casarse, le ruega a su marido que no se acerque a su cama y, después de un tiempo, arranca de su casa marital para vivir como ermitaña. Similar es el caso de Ángela de Foligno (1248-1309), quien reconoce haber rezado por la muerte de su marido y sus hijos para poder entregarse completamente a su Dios. Pero también los monasterios acogieron a varias mujeres que vivían ahí en contra de su voluntad. Una de ellas es Arcangela Tarabotti (1604-1652), quien aprovechó su talento literario para denunciar a los padres que forzaban a sus hijas a abrazar la vida monástica. En general, las familias enviaban a las hijas que tenían menos posibilidad de casarse a los conventos considerando su apariencia física. Otro motivo que inspiraba a los padres a decidir este camino por sus hijas era el gran coste económico que significaba casarlas, ya que la dote que se ofrecía a los conventos era bastante menor que la ofrecida a los futuros maridos. Es normal también que en los conventos se replicara la estructura social de la vida mundana. La Congregación de Obispos declaró y aprobó en el año 1627 la jerarquización en los monasterios que establece la división entre monjas sirvientas (llamadas “indias” o “chinas” en nuestro continente) y monjas dedicadas exclusivamente al ejercicio espiritual, que eran llamadas “monjas del coro”. Estas últimas no podían realizar esfuerzos mayores, ya que podrían adquirir algún tipo de enfermedad. Las monjas sirvientas, en cambio, debían demostrar, antes de ingresar a la orden, que poseían la fuerza necesaria para llevar objetos pesados y soportar exigentes jornadas de trabajo. Debían tener entre veinte y cuarenta años y demostrar buena salud. La dote que entregaban era bastante menor al resto de las monjas y la exclusión a la que se sometían dentro del convento era de tal nivel, que solo podían ir a rezar el oficio divino cuando ya hubieran terminado sus obligaciones. Tampoco participaban de las decisiones políticas del convento, aunque a veces podían asistir a las votaciones, pero solo a observar. Esta situación terminó legalmente en los años sesenta 57 Jimena Castro Godoy gracias al Concilio Vaticano II que prohibió todo tipo de distinción social dentro de los conventos. Podremos comprender entonces por qué Octavio Paz afirma que, en los tiempos de Sor Juana Inés de la Cruz el convento era el lugar perfecto para elaborar y transmitir chismes junto a todo tipo de intrigas. Así, el confesor, que debía velar por la salud espiritual de sus hijas, tenía que revisar también su relación con las demás hermanas. El confesor era… un hombre preparado e instruido en las particulares cuestiones de esas mujeres monjas (…): sus temores o tendencias al escrúpulo, sus rencillas y rivalidades internas, sus fervientes deseos de ser las más perfectas (…) debían hacer presente “las angustias de su alma” a un confesor para que este opinara sobre la calidad de las faltas o la dirección de su espíritu (Araya, 2003:161). Así, las monjas ––sin o con vocación–– están siempre expuestas a lo que Rodrigo Cánovas llamó “la generación simbólica de la autoridad bajo la oposición masculino /femenino” (101). Y es el ejercicio de esta autoridad el que me interesa compartir, específicamente en los casos de Hildegard von Bingen (Alemania, 1098-1179) y Úrsula Suárez (Chile, 1666-1749). Ambas monjas experimentaron particulares relaciones con la escritura: Hildegard requiere del permiso masculino para revelar sus visiones y a Úrsula se le impone escribir su autobiografía supuestamente en contra de su voluntad.3 Si volvemos a la imagen del confesor, podemos recordar que, tras el Concilio de Trento (1550), cada monja adquirió el “derecho” de contar con un confesor particular para que la oriente en su vida espiritual. Esta relación se daba mediante la dirección espiritual y por la confesión, ambos medios de orientación elaborados de manera oral, es decir, por la conversación. Sin embargo, en algunos casos muy especiales el confesor podía solicitarle a la monja que escribiera algunas experiencias ya que la escritura “fue un recurso recomendado para aquellas que tenían necesidad de guía especializada en un camino de perfección, o bien, que padecían angustias que solo el papel podía soportar” (Araya, 2003:161-2). Escribían aquellas mujeres que eran favorecidas con especiales carismas, como éxtasis o visiones. Plasmar en el papel estas 3 Para esta relación es fundamental considerar los contextos en los que vivieron ambas monjas. Hildegard se encontraba en un universo en el que la participación femenina en la espiritualidad no era todavía condenable, ya que ni ella ni sus hermanas osaron inmiscuirse en asuntos teológicos – –propios de los hombres––, como sí ocurriera muchas veces años después con las beguinas (el caso de Margarita Porete es emblemático). El mundo de Úrsula se encontraba amenazado por una serie de prácticas ligadas al iluminismo que incrementaron la vigilancia sacerdotal, y muchos confesores tenían como misión la persecución de esta herejía tan popular en el mundo novohispano. 58 Confesión, palabra y poder: El miserable nombre femenino experiencias ayudaría al confesor a analizar la procedencia de estos dones, pues bien podrían ser inspiración divina como también demoníaca. Eran, generalmente, documentos que no tenían por objeto ser publicados. Y es gracias a ellos que logramos tener acceso a la vida y pensamientos de estas mujeres. Úrsula declara haber sido obligada a escribir e Hildegard pidió autorización para hacerlo, permiso que le fue otorgado. Para Úrsula la escritura de su autobiografía era una verdadera penitencia que, como pudiera, intentaba esquivar, incluso con la enfermedad. Se enfermaba también Hildegard von Bingen, pero justamente por la ausencia de posibilidad de escribir. Sin embargo, palabra y silencio, discurso y afonía, fueron siempre modulados por la misma figura, la masculina. Pretendo demostrar en esta investigación cómo la figura de autoridad, por medio de ciertos giros lingüísticos utilizados por estas dos mujeres, se invierte para terminar el poder del discurso en manos de estas débiles monjas. Para lograrlo, reviso el concepto de disciplina propuesto por Michel Foucault en Vigilar y castigar donde el autor indaga en cómo se han elaborado estos sistemas ––los disciplinarios–– en los que se incluyen, ciertamente, los conventos. Por eso es que Foucault nos ayudará a entender cómo funciona este tipo de instituciones y así comprendamos lo que ahora intento proponer: que las mujeres que escriben revierten la autoridad masculina. ESCRITURA EN LOS CONVENTOS Las reglas monásticas albergan dentro de ellas, dependiendo de la orden religiosa, diferentes estipulaciones para el comportamiento de las monjas. Algunas constituciones se preocuparán de enfatizar la pobreza y otras la caridad, pero la común a todas es, sin lugar a dudas, la obligación de mantener silencio. El día de una monja se configura de acuerdo con ciertas actividades que deben realizar, orientadas principalmente por el Oficio Divino y el trabajo manual. Habrá solo algunos momentos de recreo en el que las monjas pueden conversar, pero esta conversación debe versar solo sobre asuntos productivos para el espíritu; hablar de ellas mismas es considerado un pecado de soberbia del que deberán pedir perdón de manera pública. Sin embargo, este silencio muchas veces queda anulado y lo hace principalmente en dos instancias: en la confesión, que es cuando la monja pide perdón por los pecados y omisiones que ha cometido, es decir, habla de sí misma con el fin de expiar malos pensamientos, actitudes y obras; y la segunda instancia es ciertamente la escritura, aunque no todas estén llamadas a hacerlo. Las que sí están llamadas a escribir no lo pueden hacer sobre cualquier tema. Es muy común que la monja letrada del monasterio escribiera la historia del convento, algunas vidas de santos o comentarios a la regla del fundador de la orden, es decir, textos que podríamos considerar más bien neutros o que al 59 Jimena Castro Godoy menos no están escritos desde el yo. También se conservan cartas que se enviaban a príncipes, obispos u otras figuras importantes. De hecho, en el epistolario de Hildegard von Bingen figuran personajes como Bernardo de Clairvaux, el papa Eugenio III, Enrique II de Inglaterra y Federico I. Y con esto anticipo el gran poder que logró alcanzar Hildegard desde su voz femenina. De todos los escritos de monjas, el que me interesa analizar es aquel en el que estas mujeres logran hablar de ellas mismas. A pesar del silencio impuesto en las reglas, es misteriosa la enorme cantidad de relatos autobiográficos encontrados en los monasterios medievales y coloniales. De hecho, Isabelle Poutrin llega a afirmar que los conventos fueron verdaderos talleres de escritura autobiográfica y Silvia Evangelisti nos cuenta que fueron 113 las historias espirituales que se encontraron entre fines del siglo XVI y la primera mitad del siglo XVII en los monasterios de España. Veremos entonces, considerando este panorama, de qué manera se relacionaron con la escritura las dos monjas que ahora quiero presentar, y cómo, mediante ese ejercicio, desafiaron la disciplina impuesta, logrando subvertir la autoridad. LA EXPERIENCIA DE HILDEGARD VON BINGEN “A los tres años de edad vi una luz tal que mi alma tembló, pero debido a mi niñez nada pude proferir acerca de esto” (Cirlot, 2009:51). Así es como Hildegard von Bingen (1098-1179) narra sus primeras experiencias visionarias. Solo a los 43 años esta abadesa pudo revelar aquellos extraños procesos espirituales que vivía desde pequeña: Y he aquí que fue en el año cuarenta y tres del curso de mi vida temporal, cuando en medio de un gran temor y temblor, viendo una celeste visión, vi una gran claridad en la que se oyó la voz del cielo y dijo: “Frágil ser humano (…) di y escribe lo que veas y oigas” (Cirlot, 2008:47). A pesar de que sea el mismísimo Dios el que le ordena a la visionaria revelar lo que ha visto, aun así Hildegard teme escribir sus revelaciones por su condición femenina. Así es como redacta una angustiada carta a Bernardo, obispo de Clairvaux, en la que expone su temor: Padre, estoy muy angustiada por una visión que se me apareció en el espíritu como misterio, pues nunca la vi con los ojos exteriores de la carne. Yo, miserable de mí y aún más miserable en nombre femenino, vi desde mi infancia grandes maravillas que mi lengua no podría relatar si el Espíritu de Dios no me hubiera enseñado a creer (Cirlot, 2009:188). Bernardo le responde a Hildegard con una tibia aprobación, confiando el abad en las cualidades visionarias de la monja. Por el mismo período, en el año 1148, Hildegard se dirige también al papa Eugenio III con el fin de que la 60 Confesión, palabra y poder: El miserable nombre femenino autorice a revelar su obra4, quien le responde en 1151: “Consideramos que tu alma arde en el fuego del amor divino de tal modo que no tienes necesidad de exhortación alguna para obrar bien” (Cirlot, 112). Sin embargo, ya en 1148 y durante el sínodo de Trier el papa solicitará al abad de Disibodenberg y al arzobispo de Mainz que preparen una comisión para observar la obra de la vidente. El apoyo de Bernardo de Clairvaux fue fundamental para que Eugenio III aprobara la obra de Hildegard, llegando incluso el papa a leer frente a los padres sinodales un fragmento de Scivias, su primera obra profética escrita entre 1141 y 1151. Así es como esta monja, desde su temor y temblor, desde el miedo a escribir a partir de su nombre femenino, terminó por convertirse en una importante figura de su tiempo. Su imagen de profetisa, santa y visionaria se expandió gracias a los largos viajes que Hildegard realizó. Sin embargo, esta autoridad no llegó a su vida de manera gratuita. Revisemos un poco cómo fue su proceso visionario y cómo este terminó siendo redactado. Hildegard von Bingen era una mujer que no sabía escribir doctamente y que necesitó siempre de un secretario que anotara lo que ella dictaba. El primero fue el monje Volmar y cuando este murió, Hildegard se valió de otro monje, Gottfried, quien también comenzó a redactar su vida. Esta Vita nos proporciona datos importantes en torno a la capacidad visionaria, profética y milagrosa de la santa. Además, tiene la particularidad de ser escrita, aunque fragmentariamente, en primera persona: Gottfried y Theoderich (monje que terminó de escribir la Vita una vez muerta Hildegard) se preocuparon de no intervenir demasiado en las palabras que dictaba la visionaria, que finalmente serían las palabras del mismo Dios. En esta biografía se demuestra cómo las visiones que recibía Hildegard eran un verdadero peso para ella: “Agotada de todo esto, pregunté a mi nodriza si veía algo aparte de las cosas exteriores, y me respondió que nada, porque no veía nada de aquello” (Cirlot, 51). La angustia de Hildegard consiste no solo en la extrañeza de estas visiones y audiciones,5 sino que también se produce por la inseguridad que le significa la posibilidad de escribirlas. Todo lo revelado a la visionaria debe necesariamente ser transmitido: “Y lo que había 4 “Autoriza este escrito para que pueda ser oído por los que me aceptan y haz que sea verde en jugo de dulce gusto y que sea raíz de ramas y hojas que vuelen contra el diablo, y vivirá eternamente” (Cirlot, 2009:111). 5 Las palabras que Hildegard profiere al que sería su segundo secretario nos dicen que la experiencia visionaria es simultánea a la experiencia auditiva. En efecto, los textos proféticos ––Scivias, Liber vitae meritorum y Liber divinorum operum–– primero describen una visión y luego transmiten lo que se oyó en ella. La visión de Hildegard es entonces también audición, cumpliendo esta última la función de explicar lo visto. En el Scivias por ejemplo, nos enfrentamos al siguiente relato: “Entonces vi un aire muy luminoso en el que escuché, oh maravilla, todas las músicas con todos los misterios que el Señor me había revelado” (487). Visión y audición se tornan casi indiferenciables en aquella música reveladora de misterios. 61 Jimena Castro Godoy visto en el interior, lo exponía lo mejor que podía con palabras y escritos” (Cirlot, 43). Célebre es la relación del silencio de Hildegard con su enfermedad. Cuanto más callaba, más enfermaba y la experiencia visionaria no quedaría completa hasta ser transmitida por escrito. Así al menos se lo cuenta a Bernardo cuando le pide permiso para escribir: Dulce y buen padre, me he puesto en tu alma, para que me reveles por tu palabra si quieres que diga esto públicamente o que guarde silencio, pues gran trabajo tengo con esta visión y no sé hasta qué punto puedo decir lo que vi y oí. De vez en cuando estoy postrada en el lecho muy enferma a causa de esta visión, porque callo, de modo que no me puedo levantar (Cirlot, 188). En este sentido, la enfermedad de Hildegard cumple dos funciones. La primera es dar cuenta de lo que Foucault llama “el momento histórico de las disciplinas” (160) que es el momento en el que nace un arte del cuerpo humano que no tiende únicamente al aumento de sus habilidades, ni tampoco a hacer más pesada su sujeción, sino a la formación de un vínculo que, en el mismo mecanismo, lo hace tanto más obediente cuanto más útil, y viceversa (Foucault, 2009:160). Y, en segundo lugar, veo en la enfermedad de esta monja una subversión del binomio masculino/femenino ligado a la autoridad, explicado por Cánovas. Esto porque Hildegard se encarga justamente de utilizar su enfermedad como una treta que permita la escritura. Para Hildegard la palabra escrita es la solución a la enfermedad corporal, pues al momento de nombrar lo sucedido logra recuperar la salud y así la visión, al ser revelada, es también arrojada del propio cuerpo. De este modo, el cuerpo se constituye en el objeto que dice el poder, tal y como afirma Foucault: “El cuerpo humano entra en un mecanismo de poder que lo explora, lo desarticula y lo recompone” (160). El cuerpo se hace el papel donde se escribirán estas visiones. Analizaremos con mayor profundidad estos vínculos una vez que conozcamos la relación que Sor Úrsula Suárez también mantuvo con la tríada poder-cuerpo-escritura. EL CASO DE ÚRSULA SUÁREZ Úrsula Suárez (1666-1749) o Úchula, como la trataban de pequeña, se define a sí misma como la “santa comedianta” de Dios y “una santa muy alegre”. Ingresó al convento de las Clarisas de Santiago de Chile a los 12 años de edad (Hildegard ingresó a los 14) y fue obligada por su confesor a escribir su autobiografía. Este relato es escrito durante 25 años y el confesor diariamente la 62 Confesión, palabra y poder: El miserable nombre femenino proveía de papel para ser llenado con las peripecias de la monja. Estos escritos eran después retirados por el mismo confesor con el fin de ser revisados. El texto, llamado por su autora Relación de las singulares misericordias que ha usado el Señor con una religiosa, indigna esposa suya, previniéndole siempre para que solo amase a tan Divino Esposo y apartase su amor a las creaturas; mandada escrebir por su confesor y padre espiritual, es publicado en Chile en el año 1984, a pesar de que Úrsula amenazara a sus confesores con desearles la muerte si es que llegaban a publicarlo o comentarlo. Y claro, en la autobiografía están contenidos principalmente los pecados y tentaciones de esta clarisa. La obra está dividida en catorce cuadernos y, desde el primero de ellos, Úrsula evidencia la enorme vergüenza que siente al escribir sobre estos asuntos para que yo cumpla con la obediencia de vuestra paternidad, y vensa tanta dificultad y resistencia como tiene mi miseria en referir las cosas que tantos años han estado en mi sin quererlas desir, por ser mi confución tanta y con tan suma verguensa que me acobarda; mas, atenta que sera ésta la divina voluntad ordenada por la de vuestra paternidad, con lagrimas referir toda mi vida pasada, que anegada en el mar de mis Iagrimas no sé como principiar (Sor Úrsula Suárez, Relación autobiográfica, 90). Reclama la monja sobre lo excesiva que es su penitencia, pues escribir sobre ella misma es un peso que evidentemente no puede cargar: “No se como escrebirle, padre mio; levanteme esta penitencia y deme otra cualquiera” (154). Otro de sus argumentos es que no quiere escribir porque no sabe hacerlo: desir las cosas que han pasado por mi, ni hallo término adecuado para poder esplicarlo, ni a mas podra llegar el trabajo que tengo, que careser de entendimiento. ¿No conose muy bien vuestra paternidad esto, pues, lo tiene visto en lo que le tengo escrito?; ¿Para qué es molestarme, padre mio, en lo que no sé haser? (155). ¿Por qué imponerle a la monja esta penitencia tan difícil de llevar?, ¿Cuál es el pecado que cometió? Lamentablemente para nosotros, y afortunadamente para Úrsula, no existe registro de aquella falta y, probablemente, esta fue revelada en la confesión, es decir, de forma hablada o en un cuaderno previo al que no tenemos acceso. Sin embargo, en el transcurso de la Relación autobiográfica se pueden observar algunos momentos en que la monja confiesa tener visiones y participar también en conversaciones con Dios. Se trata de lo que ella llama las “hablas”. Siendo partícipe del plan divino, la monja se muestra como una mujer privilegiada por recibir tan naturalmente esta comunicación divina. Para Rodrigo Cánovas el castigo de Úrsula puede haber sido por “transgredir los espacios culturales delimitados para la mujer chilena 63 Jimena Castro Godoy (La Colonia). Ella sería, entonces, portadora de una identidad femenina nueva o censurada” (99). Pero ¿Cómo es esta nueva identidad? Una aparente ligereza con la que enfrenta los temas “serios” o “provechosos”, su afán por contar y leer historias solo porque son entretenidas y no porque son para el progreso espiritual configuran en Úrsula un nuevo perfil femenino y monástico: ni siquiera un libro entero he lido, sino de 1os que hallo, un pedasito; y esto es verdad, porque soy tan perversa que ni la cartilla paso entera: no me acuerdo, padre, que jamas un libro ha llegado a pasar, que en todo he sido la suma de la maldad; porque, si tomaba un libro, era por entretinimiento y no para aprovecharme de ello (Sor Úrsula Suárez, 149). Adicionalmente, la monja se ocupa de recordarle al confesor que está escribiendo esa autobiografía solo por obediencia: “A mucho me obliga la obediencia de vuestra paternidad” (149), “p[r]osigo en la obediencia de vuestra paternidad, aunque con repugnancia mia” (120), “me lo mando su paternidad, imponiendo su obediencia” (190), “doy principio a su obediencia” (217), “por cumplir con su obediencia” (256), entre tantas ocasiones más. Si para Foucault las organizaciones de disciplina tienen como fin “formar individuos bien sometidos” (79), los individuos debieran aceptar que la obediencia es parte de un sistema que “tienen por objeto principal un aumento del dominio de cada cual sobre su propio cuerpo” (Foucault, 160). Y es justamente el dominio del cuerpo el que se le escapa a Úrsula, pues pareciera tener demasiada conciencia de su presencia al gustar tanto de la entretención y el humor. En efecto, Úrsula no solo lee historias entretenidas, sino que también las cuenta: soy tan habladora que me buscaban las religiosas que las divirtiera, y me llamaban la historiadora; yo les contaba historias y ejemplos, porque tenia memoria felis, que 1os sermones que oia 1os referia, y cuanto leia se imprimia en mi memoria, la cual me falta ahora. Entre lo que les contaba salia con chansas, disiéndoles: “Han de saber que he de ser santa, y no asi como quiera, que no ha de haber en la Iglesia de Dios santa tan disparatada” (245). Pareciera que este sutil uso del placer que significa entretenerse con historias de poco valor espiritual alarma al confesor y pone en riesgo su autoridad. Cabe notar que los ejercicios de disciplina, de acuerdo con Foucault, consisten en “pequeños ardides dotados de un gran poder de difusión, acondicionamientos sutiles, de apariencia inocente, pero en extremo sospechosos” (161). Por eso es que Úrsula pareciera percibir que en el pequeño gesto de revelar su interioridad a un confesor existe un dominio a su conciencia que no quiere aceptar. Por eso es que también amenaza con la enfermedad y con ella justifica también los atrasos de la escritura de la autobiografía. 64 Confesión, palabra y poder: El miserable nombre femenino Así entonces, Úrsula no solo se dedica a relatar sus pecados, sino que está constantemente intentando justificarse a ella misma ante sus confesores, queriendo siempre validar esta imagen de niña que juega dentro de un espacio serio y adulto. Esta imagen infantil es justamente la que la misma religiosa siente que hace falta en el ejército de santos de la Iglesia. ESCRIBIR EN LA DISCIPLINA “La visibilidad es una trampa” (121), afirma Michel Foucault al describir el panóptico de Bentham. El individuo ahí encerrado “es visto, pero él no ve; objeto de una información, jamás sujeto en una comunicación” (121). El momento en que la monja es impulsada a revelar su interioridad acepta ingresar a este panóptico en el que es observada, pero sin poder observar. Entran a este panóptico Hildegard y Úrsula, pero, de alguna forma, logran ellas mirar al exterior. La vigilancia, si bien es permanente, es también esquivada por estas monjas, ¿De qué manera? En primer lugar, tanto Úrsula como Hildegard se encargan de destacar su lugar de enunciación: el miserable nombre femenino. La abadesa alemana se preocupa en múltiples ocasiones de mostrarse como un ser indigno y pequeño porque es mujer. En la célebre carta a san Bernardo suspira: “con dolor me lamento ante ti, pues soy talada del árbol caído del lagar en mi naturaleza, nacida de la raíz que por sugestión del diablo salió de Adán, por lo que él mismo fue expulsado al mundo peregrino” (108). En otra oportunidad, al dirigirse al papa Eugenio III se presenta como “pobrecita forma” (111); a Odo de Soissons le confiesa: “tiemblo mucho debido a la humilde forma que hay en mí” (114) y a una congregación de monjas les señala: “La fuente viva dice: la mujer se mantiene oculta en la habitación con gran vergüenza, pues la serpiente le insufló grandes peligros de una horrible lascivia” (118). Sin embargo, esta imagen de mujer pobre por su propia condición queda salvaguardada por su carácter visionario. Una vez que Hildegard se deja ver como un recipiente insignificante de las revelaciones de Dios, da a entender a la vez que, a pesar de su condición, es capaz de percibir las visiones adoptando otra voz. A su amiga Elisabeth von Shönau le escribe: “Yo, pobrecita forma y recipiente de barro, digo esto, no de mí, sino desde la serena luz” (125), al obispo de Bamberg, Eberhard, le explica: “Oh padre, yo, pobrecita forma, he mirado a la verdadera luz y, según lo que vi y oí en la visión verdadera y me fue expuesto lo que tú me pediste que expusiera” (130). Al monje Guibert de Gemblaux, al preguntarle sobre la cualidad de las visiones de Hildegard, le responde: “Estas palabras que digo no son de mí ni de ningún otro hombre, sino que las profiero según la visión que recibí de lo alto” (140). Así, la protección de la que se vale esta mujer consiste en trasladar su voz enunciadora femenina a la de la revelación de la luz divina, es decir, a la del mismo Dios. Entonces el discurso se hace válido ya no desde su condición de mujer, sino que desde su condición de visionaria. A pesar de que Hildegard crea 65 Jimena Castro Godoy realmente en que es receptáculo de las revelaciones divinas, igualmente utiliza un discurso en el que su propia personalidad está dividida: una porción de ella es esta minúscula mujer incapaz y, otra, la voz de la luz viviente, aquella voz que, por provenir directamente de Dios, no puede ser refutada. Por su parte, Úrsula Suárez se queja de que los sacerdotes quieran involucrar a mujeres en temas que, tradicionalmente, han sido de hombres. Se refiere particularmente a la teología. Desligándose de la racionalidad (pues no sería asunto de mujeres), Úrsula pareciera defender sus incursiones místicas y visionarias: ¿Dejó Dios para osiosos estos Evangelios?: aunque las mujeres no 1os entendemos, ¿Mienten las Escrituras y 1os testos?; ¿Para que ponen a las mujeres en aprietos en lo que no sabemos ni hemos estudiado en ellos, en ves que nos habian de enseñar en ello?; ¿Es bueno, por mi vida, que nos metan en teologia cuando la puente de 1os gansos no hemos pasado? (135). Adicionalmente, repele el carácter femenino: “con el enojo desia estos disparates que de las mujeres ya se sabe no tienen mas defensa que la lengua” (144), e incluso amenaza a su padre espiritual, indicándole que si divulgara esta autobiografía se estaría comportando como las mujeres: Hise yo esto por no haser publicos mis estremos; mas no valió esto, porque las que salieron lo divulgaron en el convento, no dándome pequeña mortificacion en haberlo dicho, habiéndoselo pedido; mas las mujeres no podemos dejar nuestra propiedad, que nada podemos callar, y en mi ha sido mas que prodigio, que esto en tantos arios no lo haya dicho; solo de vuestra paternidad lo fio, y le encargo que mas que yo ha de guardarlo, que si se lo cuento es para que jamas propale a ninguna persona mi secreto: mire vuestra paternidad lo que hase (196). Define sor Úrsula aquí la función del hombre y la de la mujer, quien debe confesar y contar todo, y el hombre debe guardar esos secretos. A pesar de las habladurías a las que tanto se someten las mujeres, es la misma palabra la que finalmente las va a liberar: “le propuse mi argumento: que las mujeres solo con palabras nos defendemos” (196). Y esta parece ser la estrategia de Úrsula, utilizar las mismas palabras que la castigan para establecer su defensa. No quiero dejar pasar un episodio relatado en la Relación autobiográfica en el que Úrsula cuenta que cuando era pequeña formó parte de una conversación que fundaría el objeto de su batalla, que es vengar a las mujeres de las maldades de los hombres: “que todos mis pecados fueron engañar a los hombres por vengar a las mujeres por las que ellos han burlado, y desde antes de mudar los dientes empesé a vengar a las mujeres con grande empeño” (231). Esto porque Úrsula habría escuchado de boca de unas tías cómo el marido de una de sus amigas la había engañado. Además, la monja narra cómo cuando era 66 Confesión, palabra y poder: El miserable nombre femenino pequeña podía observar por una rendija los actos sexuales en los prostíbulos, que ella llamaba “casamientos” por ser muy común que las bodas culminaran en el lecho nupcial. La niña se dedicó a ir a observar estos hechos todos los días y, además de pensar que se trataba de “casamientos”, también creía que estas mujeres estaban enfermas y que, una vez casadas, morían. El desprecio por el sexo masculino habría sido el motivo por el cual Úrsula eligió el monasterio como estilo de vida. Cuenta que cuando era joven y le preguntaban si pensaba casarse respondía: “Pues yo, ¿Habría de consentir que con hombre me acostasen?; „primero he de horcarme, o con una daga degollarme, o el pecho atravesarme‟; y, advirtiendo que era pecado esto y podria irme al infierno, empesé a llorar y afligirme de nuevo” (123-4). Como podemos observar, la escritura de Úrsula, que tiene como fin ––por orden del confesor–– contar sus pecados, supera a ratos ese mandato, pues la monja se toma el tiempo necesario para contar aquello que le sucedía de pequeña, lo que sentía, lo que pensaba, lo que soñaba. Se trata de escritos sumamente obedientes, se relata y recalca este carácter durante todo el relato, pero que, en este ataque a los hombres, pareciera que lo hiciera también a su propio confesor. Pero, tal y como lo afirmara Adriana Valdés, sor Úrsula Suárez maneja en su texto una doble autoridad, pues las voces que la monja escucha vendrían directamente de Dios y, de esta manera, el confesor no podría ir en su contra. Y es así como también organiza su discurso Hildegard. Afirmando que las palabras que profiere no son de ella sino de Dios, nadie puede debatir su contenido ni su forma. Tanto Hildegard como Úrsula atribuyen sus dones a su pequeñez. Es gracias a su pequeño nombre femenino que pueden elaborar un discurso fuera del alcance masculino. Y así, pareciera que estas mujeres tuercen la mano masculina desde la misma trampa que esta le tiende, pues así funcionaría, según Foucault, el ejercicio de poder: hace de modo que el ejercicio del poder no se agregue del exterior, como una coacción rígida o como un peso, sobre las funciones en las que influye, sino que esté en ellas lo bastante sutilmente presente para aumentar su eficacia aumentando él mismo sus propias presas (125). El confesor se inmiscuye en el texto de la visionaria para, desde su interioridad, influenciarla y vigilarla, ejerciendo así su poder. Esta medida surge porque ya disponer del tiempo y del espacio de estas mujeres no basta: su habla parece desentenderse del discurso oficial de la Iglesia que las oprime, pero que a la vez las resguarda por medio de las voces y visiones. La manera en que la disciplina puede triunfar es, según Foucault, debido “al uso de instrumentos simples: la inspección jerárquica, la sanción normalizadora y su combinación en un procedimiento que le es propio: el examen” (199). Y es evidente cómo los confesores organizan este aparataje de dominación mediante la vigilancia de los 67 Jimena Castro Godoy discursos de estas mujeres, discurso que se les escapa y que se disgrega de este verdadero observatorio que significa la confesión. Hildegard adquiere un poder social impensable, que va desde la fundación de conventos en contra de la voluntad del obispo de la zona, hasta la fama popular que alcanzó entre los fieles, quienes le escribían para pedirle los más insólitos consejos. Úrsula desafía a su confesor en reiteradas ocasiones, relatando que incluso el mismo Dios le ordenaba realizar lo contrario a lo que el sacerdote le instruía. La construcción de la celda (habitación de la monja), del convento cerrado y de la confesión responden a la noción de que “el aparato disciplinario perfecto permitiría verlo todo permanentemente con una sola mirada” (Foucault, 203). En la vida monástica se construye todo para vigilar y castigar: tiempo, espacio y cuerpo se estructuran para la aniquilación del individuo. Pero, como hemos visto, también de ahí surgieron voces que, estratégicamente, lograron hacerse escuchar. Y es por medio del mismo aparato de la visualidad que vigila cómo Hildegard y Úrsula logran también exponer su espiritualidad. Dentro del texto testimonial de Úrsula Suárez nos encontramos con una serie de acontecimientos de carácter ecfrástico en que se describen sueños y vivencias sobrenaturales siempre bajo el alero de la mirada y la audición. Son muchos los episodios visionarios que narran experiencias bastante particulares. En ellas se vislumbra una enorme participación del cuerpo y de las sensaciones, donde también el tono dramático forma parte de la narración: Parecióme que cuando desía esto veí el cielo abierto y como un trono en medio, cubierto con velo; no veía resplandores divinos, ni sé desirlo; distinguía habían personajes y también sentía se movían (...) No refiero aquí mis rasones ingnorantes; mas dijéronme: “Pide tú también”; respondí yo: “Eso no, que en mí será atrevimiento: desde la tierra sólo miraré lo que pasa en el cielo; vayan santos de mi corasón pidiendo” (221). A pesar de la multiplicidad de relatos de este formato, la monja repetirá que no sabe nada de lo que le está pasando: “No sabía yo que Dios hablaba en el interior, como del mesmo corasón, sino que de otra suerte se le oía la vos; y por eso pensaba que yo sola hablaba” (184). Con esto va alterando la imagen de la autoridad del confesor que decae ante la de Dios, quien habla desde ella misma, desde su corazón. Es ahora su propio cuerpo el que se convierte en el vehículo para sus visiones y audiciones. Al igual que Hildegard von Bingen: la abadesa benedictina, como mencioné, utiliza también su cuerpo como una treta lingüística que se vincula con la visión. 68 Confesión, palabra y poder: El miserable nombre femenino Sin embargo, no es novedosa la utilización del cuerpo como vehículo de la visión.6 Pero sí hay algo que estas dos mujeres acarrean fuera de lo que podría saberse propio del discurso místico femenino: ninguna abusa del lenguaje erótico ni narra una flagelación exagerada de su cuerpo. Al contrario. Recordemos cómo Hildegard fue reprendida por otra monja por el uso de hábitos blancos y joyas de oro en su convento. En otra ocasión, la utilización de la música en sus liturgias cuando le había sido prohibida le significó un reproche epistolar. Hildegard respondió con convicción que una esposa de Cristo debe vestir con la dignidad que este rango merece. Úrsula también manifiesta en repetidas ocasiones cierta celebración de su materialidad. A pesar de que se observa a sí misma y a las monjas en general como “imágines” (181) incapaces de sentir amor carnal, sí muchas veces demuestra la habilidad de sentir amor divino: “En una ocasión, tanto el cuerpo se me ensendió, que el corasón me aleó, no cabiéndome en el pecho, que se me suspendía el resuello, paresiendo que la alma daba un vuelo y que le era pesada carga el cuerpo” (192). Como mencionara Adriana Valdés (2003), la particularidad que habita en el cuerpo de Úrsula Suárez es que su mirada “mira también hacia el mundo, aunque sea a veces de reojo, escondida desde el coro, o ciertamente tras las rejas del locutorio” (Valdés, 2003:198). Por eso es que creo que cuando la visión penetra ya el cuerpo, el espacio de la vigilancia ha perdido lugar en el examen. A pesar de la aparente uniformidad que le es dada a la monja en su vestir y actuar, ambas se las arreglan para transgredir esta uniformidad: Hildegard y sus hermanas usando hábitos lujosos, Úrsula disfrazándose en el locutorio para engañar a los hombres que la visitaban. En este sentido, ya no se trataría de la imagen que otro se forma de la monja, sino que de la imagen que ellas van elaborando de sí mismas. Por medio de sus visiones, de los elementos materiales que las rodean, los rosarios, los grabados, el vía crucis, las flores y ornamentos del altar, van armando un inventario visual que redunda también en sus experiencias sobrenaturales. Así, el ojo, el mismo órgano que las vigila, es el órgano que las redime. La visualidad en los conventos, como advirtió Jeffrey Hamburger, es imposible de entender sin considerar la tensión que las monjas guardan con sus confesores. Si no contáramos con este ejercicio ––el del examen, o cura monialum–– las obras conventuales guardarían una naturaleza completamente diferente. Creo que en la tensión establecida entre ambas partes es donde habita su atractivo estético. Quedaría pendiente observar con mayor atención a las impresiones del confesor, 6 Jeffrey Hamburguer en The Visual and the Visionary indica que la relación entre cuerpo y discurso tiene un fundamento teológico, pues todo el cristianismo se basa en que Dios ha creado al hombre a su imagen y semejanza y que, además, se ha encarnado (27). Esta idea fue captada por las monjas del Medioevo que él estudia y en cuyo tema indaga también Caroline WalkerBynum en sus múltiples estudios sobre cristianismo y corporalidad. 69 Jimena Castro Godoy a sus intenciones y su posible goce estético al leer y observar estas obras monjiles. Doctora (c) en Estudios Americanos, Universidad de Santiago* Instituto de Estudios Avanzados Román Díaz 89, Providencia, Santiago (Chile) [email protected] OBRAS CITADAS Araya, Alejandra. “El discurso sofocado: el epistolario confesional de una monja del siglo XVIII”, en Revista Mapocho, 53. 2003:161-192. Cánovas, Rodrigo. “Úrsula Suárez (monja chilena, 1666-1749): la autobiografía como penitencia”, en Revista Chilena de Literatura, 35: 97-115, 1990. Cirlot, Victoria; Garí, Blanca. La mirada interior. Escritoras místicas y visionarias en la Edad Media. Madrid, Siruela, 2008. Cirlot, Victoria. Vida y visiones de Hildegard von Bingen. Madrid: Siruela, 2009. Evangelisti, Silvia. Nuns. A History of Convent life. New York: Oxford University Press, 2007. Foucault, Michel. Vigilar y castigar. Nacimiento de la prisión. México: Siglo XXI, 2009. Poutrin, Isabelle. Le voile et la plume. Madrid: Bibliotèque de la Casa de Velásquez, 1995. Suárez, Úrsula. Relación autobiográfica. Santiago: Biblioteca Antigua Chilena, 1984. Valdés, Adriana. “Escritura de monjas durante la Colonia. El caso de Úrsula Suárez en Chile”, en Revista Mapocho, 31. 1992:149-166. ------- “Úrsula Suárez. “En torno a su cuerpo”, en Revista Chilena de Literatura, 62: 183-204, 2003. 70 71-91 ECOFICCIONES E IMAGINARIOS DEL AGUA Y SU IMPORTANCIA PARA LA MEMORIA CULTURAL Y LA SOSTENIBILIDAD Ecofictions and Imaginay of Water and its importance for cultural memory and sustainability Eloy Martos Núñez* Alberto Martos García** Resumen La cultura del agua debe ser vinculada de forma especial a las manifestaciones del patrimonio cultural intangible de los pueblos, como las tradiciones orales o escritas, la simbología o los rituales, que conforman lo que llamamos los Imaginarios del Agua. Estos deben ser analizados y deconstruidos a la luz de los nuevos paradigmas, como la hermenéutica y la ecocrítica. De este modo, la mitografía ayuda a perfilar el significado profundo de la cultura del agua ante las nuevas demandas medioambientales, educativas y culturales del siglo XXI, en un contexto donde el agua ya no es solo un recurso estratégico, sino un bien cultural ligado al desarrollo local y a las políticas de sostenibilidad. Por ello, al conocer las tradiciones ancestrales y los imaginarios en torno al agua, y al sensibilizar a los alumnos con los valores plurales de estas manifestaciones culturales ––que siempre van encaminados al respeto y al conocimiento del patrimonio natural y cultural––, contribuimos de forma decisiva a la gobernanza del agua y a la gestión sostenible y responsable de los recursos hídricos, pues sin duda el principal problema de la sostenibilidad será la educación de los ciudadanos. Palabras clave: Cultura del agua, imaginarios, ecocriticismo, patrimonio, hermenéutica, sostenibilidad. Abstract Water culture must be linked in a special way to expressions of intangible cultural heritage of peoples, such as oral or written traditions, symbols or rituals that make up what we call the imaginary water. They must be analyzed and deconstructed in the light of the new paradigms, such as hermeneutics and the ecocriticism. Thus, mythography helps shape the profound meaning of the culture of the water at the new environmental, educational and cultural demands of the 21st century, in a context where the water is not only a strategic resource but a cultural property linked to local development and sustainability policies. Therefore, to know the ancestral traditions and imaginaries in connection to water, and to educate students with the plural values of these cultural manifestations, ––which always aimed to respect and knowledge of the natural and cultural heritage–– we contribute decisively to the governance of the water and the sustainable and responsible management of water resources then no doubt the main problem of sustainability will be the education of citizens. Key words: Water culture, Imaginary, ecocriticism, cultural heritage, hermeneutics, sustainibility. Eloy Martos Núñez, Alberto Martos García 1. REPENSAR LA CULTURA DEL AGUA EN LA ENCRUCIJADA DEL SIGLO XXI La cultura del agua ha sido repensada y redefinida en las últimas décadas desde una visión más tecnológico-instrumental a otra más multidimensional, de la que se ha hecho eco la Unesco en las últimas décadas al poner en valor el patrimonio cultural ––tangible e intangible–– de los pueblos, a menudo vinculado fuertemente a la cultura del agua; en efecto, desde un acueducto a una fórmula o rogativa por la lluvia, o desde un ritual a mitos o leyendas acuáticas, todos son bienes culturales presentes en prácticamente todas las culturas. Precisamente, esta visión comparatista ha puesto en cuestión las preconcepciones occidentales, inclinadas más bien, desde el auge del racionalismo europeo, a reducir el agua a un recurso o valor económico, a una especie de materia prima más que a un bien cultural capaz de nuclear la vida de las comunidades. Es algo que también se aprecia fácilmente cuando cotejamos las cosmovisiones occidental y oriental respecto del jardín, la figura del dragón o tantos otros temas histórico-culturales, pero que en las últimas décadas han cobrado actualidad debido a problemas como la sobreexplotación de los ríos y acuíferos para usos urbanos y agrícolas o el papel de las represas o embalses, en suma, por causa de la transformación andrópica del territorio según una determinada mentalidad, que en el caso de la civilización occidental ha sido la mentalidad técnico-científica o materialista sensu stricto, propia de un amplio proceso de racionalismo y desacralización. El contraste está en que en las cosmovisiones antiguas el agua no es objeto, sino sujeto, y que por tanto muchas de sus manifestaciones resultan extrañas, opacas o incomprensibles, si nos atenemos a las preconcepciones citadas. Frente a esta visión mecanicista, los indígenas de diferentes culturas han tenido siempre una visión holística que consideraba el agua como algo sagrado que debía venerarse y respetarse, de ahí el culto a las ninfas y otros muchos genios acuáticos (xanas, sirenas, damas de agua, tritones…) que son divinidades tópicas, es decir, protegen un lugar concreto, son su numen o espíritu guardián que preserva sus “tesoros” y los defienden de los posibles excesos de los intrusos. Incluso, como ocurre con los duendes o momoys de Venezuela, castigan a quienes ensucian o maltratan los cursos de las aguas donde viven. Hoy todo esto tiene una lectura ecologista, pero en la mentalidad mítico-mágica no se trata, en sentido estricto, de una conciencia ecológica, sino de creencias que subyacen a multitud de expresiones culturales. En la concepción actual más amplia, incluimos dentro de la cultura del agua manifestaciones tales como los mitos, ritos, refraneros, formas de organización, cultura material / artefactos o tecnologías hidráulicas (por ejemplo, barcas u otros artefactos de navegación). Entre los ancestros, el agua no es un recurso más sino algo que nuclea la comunidad, que organiza sus modos de vida ––al asentar poblaciones siempre cerca de sus márgenes–– así como sus imaginarios. Por consiguiente, la cultura del agua no se puede reducir a la cultura hídrica en el sentido moderno, el uso y gestión de aguas, sino que debe abarcar más bien todos estos fenómenos que hoy se ponen en valor gracias a la nueva conciencia ecológica. 72 Ecoficciones e imaginarios del agua y su importancia para la memoria cultural 1.1. La ecocrítica como paradigma ecológico-literario Los estudios bajo la rúbrica de “Ecocrítica” han surgido de la confluencia entre la crítica literaria y los trabajos sobre el medio ambiente, negando la separación entre este, la tecnología y las ciencias sociales (Flys Junquera, 2010). Pero, sobre todo, de lo que se trata es de aplicar una mirada distinta, no desde el antropocentrismo sino desde la otredad misma que supone la Naturaleza. El paralelismo de estos trabajos con algunas corrientes feministas se refiere a este mismo fondo de “invisibilidad” y “marginalidad”. Según venimos repitiendo, la Naturaleza se ha leído en muchas tradiciones orales y/o literarias como una especie de “decorado” (v.gr. el locus amoenus de los clásicos) e, igual que en los mitos matriarcales de la Vieja Europa (Gimbutas, 1991), como una fuerza caótica e incluso demoníaca que había que doblegar. Es más, la cultura de la violencia que está en la base de los sacrificios rituales (infanticidios, por ejemplo) del mundo fenicio o maya se argumentaba a base de las dádivas u ofrendas debidas para provocar la fertilidad o la lluvia. Por tanto, es una lógica mítica que atribuía a la Naturaleza los grandes males que sufría la comunidad como algo inexorable, cuando en la propia naturaleza del mito de la serpiente/dragón vemos que la visión dualista queda rebasada a menudo: ataca pero también protege en otros casos, envenena y cura, provoca inundaciones pero también regula las aguas y las protege. Sustituir una perspectiva antropocéntrica o androcéntrica por otra más abierta que coloque en el foco “el-hombre-en-el-medio ambiente” y no de forma separada o beligerante (el hombre vs. la Naturaleza) no es fácil. Para ello es preciso desmontar o deconstruir los discursos que han reducido a esta el papel de ser un inmenso depósito de materias primas al servicio de la civilización. A esta desacralización progresiva que ha tenido lugar en los últimos siglos se le opone un movimiento de reencantamiento, de resacralización, que se han expresado en la llamada hipótesis Gaia, que preconiza el valor autorregulatorio de la biosfera. Más allá de estas u otras teorías, lo necesario es un estudio transdisciplinar capaz de integrar materias como antropología, etnolingüística, semiótica, retórica y ecología…, es decir, los aspectos textuales, sociales, históricos, emocionales… Es lo que hace Pierre Darnis (2007) en un estudio que supone una lectura naturalista del mundo del cuento de hadas. Al poner el énfasis en la naturaleza como sujeto y no como objeto, es decir, no como simple telón de fondo o decorado sobre el que se mueven los agentes, se ponen en valor entonces nuevos enfoques ––llamados neodarwinianos por algunos–– y nuevos temas: 1) La predación, de hecho, el patrón inicial es la serpiente antigua depredadora, entendiendo que la predación ––la serpiente que engulle o devora–– no es un simple motivo pintoresco o para asustar niños, sino un leitmotiv esencial. 2) El animal y las plantas como seres con vida al mismo nivel de los hombres: el animal hace las veces de ayudante, guardián, tutela; en la teoría chamánica, es el guía de los muertos y su espíritu sirve para la encarnación del alma de los difuntos; 73 Eloy Martos Núñez, Alberto Martos García forman parte de la sacralidad de la tierra, tienen su “señor/a” (Potnia Theron) y se conectan, pues, con el ser humano en un plano de igualdad. 3) Las relaciones de colaboración que existen también en ecosistemas naturales, como los intercambios y obtención de ayuda (Ayudante, Auxiliar Mágico en el cuento). 4) La selección sexual: el príncipe encantado, la heroína, el falso héroe… La pervivencia de estos motivos y su fijación en Tipos estables es un motivo de controversia, que a la luz de estos enfoques tiene una explicación diferente: los motivos están relacionados con “atractores culturales” (Sperber, 1982), que a su vez se relacionan con los temas relevantes antes citados. Esto supone una cierta refutación de la conocida teoría de los memes (Dawkins, 2000), en el sentido de que los cambios culturales no se producirían por imitación sino a partir de mecanismos constructivos en los individuos/comunidades. Esto es lo que explicaría que, siendo unos temas primarios universales (el agua, el sexo, el nacimiento…), sin embargo el perfil de las leyendas, fiestas o ritos que aluden a ellos tengan variaciones significativas. Darnis (2007) apuesta por la teoría de la convergencia, revalorizada desde la antropología, y que no valora tanto las teorías difusionistas o el modo en que una tradición concreta circula, irradia o se origina en un área concreta, como el examen de las condiciones de una zona que hacen posible un desarrollo independiente y paralelo de tradiciones como la de las damas de agua, que tenemos prácticamente en todo el planeta. El concepto de atractor de Sperber (1982) designa no tanto un elemento aislado ––el fuego o el culto a la muerte…–– como el escenario o constelación de elementos conectados que se aúnan hasta conformar una especie de “estanque” o “nicho” de ideas asociadas. El atractor cultural, así, funciona como una especie de sistema invariante dentro de uno mayor que se puede describir dentro de la teoría del caos: su evolución es libre, y por tanto creativa, pero parte siempre de estos “materiales preconstruidos” que recombina a su gusto. El culto a las almas, por ejemplo, ha llevado a Tipos donde los muertos son fuente esencial de los oráculos, como tenemos en las leyendas de encantadas, y por tanto hay que aproximarse a ellos, dormir en las tumbas (morabitos bereberes) e iniciarse en los necromateion. Otros modelos desarrollan más las conexiones no en el inframundo, sino en lo celeste: es la teoría astral, el camino de las almas, Santiago, el cortejo de difuntos, etcétera. Así que las religiones más ancestrales, como las del Paleolítico, giran en torno a ideas muy universales, como el totemismo y el culto a la fertilidad y a los muertos. La interdependencia entre el ser humano y la naturaleza es total, los animales, la naturaleza, las plantas o las aguas conforman la sociedad y la psicosociología de las comunidades, que se rigen por los ciclos naturales. La especialización del trabajo y la compleja maquinaria social que empieza a configurarse imponen ya una dicotomía que enunció el propio Sócrates, cuando decía que a él le interesaba no lo natural sino “el hombre en la polis”. Las religiones olímpicas demonizan y hacen negativas ciertas fuerzas de la Naturaleza, como se aprecia en figuras como los Titanes, Tifón… y eso tiene que ver, como destacábamos, primero con la actitud contra la mujer o la diosa antigua europea 74 Ecoficciones e imaginarios del agua y su importancia para la memoria cultural (Gimbutas, 1991) de las religiones olímpicas, y también con la propia actitud racionalista griega, ostensible en el aforismo que se cita de Sócrates: no me interesa la naturaleza sino el hombre en la polis. Los monstruos son un ejemplo del desorden, de la devastación, de las plagas que pueden asolar a la comunidad, y que héroes como Hércules deben eliminar. La ecología actual ha relativizado el concepto de plaga, la ambivalencia del mismo. Pero la epifanía de lo sagrado, con su ambivalencia (Otto, 1980) de sagrado y terrible, se transforma pronto en el mito de confrontación de San Jorge y el Dragón: la fuerza de la naturaleza oculta, subterránea, o bien la naturaleza desatada de aguas y tormentas, de piedras o de montes, debe ser subyugada, es decir, colocada bajo un yugo que sirva de control, y aquí aparecen los nuevos poderes que debe detentar la humanidad, no los dioses “oscuros”. Sin embargo, el culto ancestral en España a las mouras/moras señalaba ciertos lugares de poder, luego convertidos en lugares de memoria, tales como cuevas, fuentes u otros parajes. Más que lugares lo que señalan estos testimonios es la repetición compulsiva de los mismos patrones: el encantamiento que señala un lugar y un tiempo, y que, en la modernidad, se ofrece como una fractura del espacio profano, como un lugar/momento “pintoresco” que se refiere al (des)encantamiento, pero que subraya el poder evocador que tienen estos medios del patrimonio cultural intangible: el nombre del paraje, dibujos o escudos, consejas, rituales, celebraciones, todo converge en resaltar un lugar que no sería más que un paraje natural más o menos singular, si no fuera porque la memoria cultural lo ha elevado a categoría identitaria de la comunidad. La naturaleza, por tanto, se expresa a partir de multitud de epifanías que suelen tener como “teatro” el extrarradio, esto es, el ámbito más marginal de una misma zona corográfica, ahí es donde se dan las apariciones, encuentros con hadas, genius loci, desapariciones y toda una serie de taumaturgias. Lo vemos en la leyendística de la ciudad de Toledo (España), en su mayor parte urbana, pero que tiene otras que no albergan dudas, como las del Baño de la Cava, el Palacio Encantado o el Palacio de Galiana, vinculadas a las aguas o a los aledaños del centro urbano. Se trata, pues, de escuchar las “falas da terra”, los discursos del agua que, como en el Romance del Río Duero de Gerardo Diego, casi nadie presta atención, pero que son del todo significativos. Considerar la ecocrítica como un discurso paralelo a la emergencia del discurso feminista nos acerca a su naturaleza de dar voz y visibilidad a lo que siempre fue objeto de ocultamiento y sometimiento. La “doctrina secreta” de chamanes o alquimistas siempre gira en torno a los vínculos profundos del ser humano con su entorno, como parte de un plan divino revelado por una fuerza superior. Lo que cuenta es que el héroe lo es por conocer y seguir este conocimiento, hasta el punto de que se podría aplicar lo que dice el Concilio Vaticano I acerca del sentido de la revelación: El depositum… no es algo que se han imaginado los hombres, sino cosa que han recibido (de Dios); no es algo que ellos han compuesto (inventum), sino cosa que a ellos les ha sido confiada (por Dios); una cosa, por consiguiente, que no es fruto de la ingeniosidad humana, sino de la enseñanza (recibida); no de uso privado, arbitrario 75 Eloy Martos Núñez, Alberto Martos García (privatae usurpationis), sino tradición pública (es decir, que a todos obliga); una cosa no extraída de ti, sino traída a ti…, donde tú no eres autor, sino custodio; no maestro, sino discípulo; no guía, sino discípulo (citado por Valdés Valle, 2006:529). 1.2. Invisibilidad de la cultura del agua Además, sucede que estas expresiones ligadas al patrimonio intangible y a la cultura del agua pasan de algún modo inadvertidas porque tienen dos rasgos que se complementan el uno al otro. De un lado, tienden a hacerse invisibles, a no destacar o sobresalir entre otras. Salvo en casos determinados, como en una rogativa por la sequía o una inundación, el agua no es un tema que se focaliza; por ejemplo, las mozas de cántaro, los pozos, los rituales ancestrales como echar monedas u otras clases de ofrendas a los mismos, los “genios” que habitan los pozos, todo ello no parece estar en primer plano, al menos para la cultura “superior”. Así, cuando Lope de Vega escribía una comedia con este personaje folklórico, La moza de cántaro, no es esta conexión mujer-fuente lo que más le preocupa, sino que literaturiza la trama para convertirla en un asunto novelesco y cortesano, tal como hacen en otras de fondo folklórico, como La serrana de la Vera o el Caballero de Olmedo. Cada comunidad, pues, articula una cosmovisión sobre el agua que entrañan estas dificultades, pues no es siempre visible o evidente, y además su interpretación solo cabe cuando se hace una lectura donde se da mucha importancia a esta interpretación desviada y no aparente: es el caso de toda la simbología del dragón, que no está “al lado del agua” por casualidad; el agua, pese a las iconografías que destacan otros elementos, no es desde luego un elemento secundario, pues el origen del conflicto en la leyenda de San Jorge es el manantial que abastece a la población y que “guarda” el dragón; más allá del caballo, la lanza o la escenografía de los sacrificios que este exige, lo cierto es que esta constelación mítica agua-mujer-dragón explica mejor que otras interpretaciones banalizadas mitos tan arraigados como San Jorge y el Dragón, o la Tarasca. Solo leyendo toda la simbología implicada, o las metáforas hechas relato, es posible percibir la densidad del mito y sus múltiples valencias. A este respecto, la cosmovisión mítica ya intuía los ciclos y estados del agua, y por eso distinguía aguas superiores, inferiores y superficiales, así como sus tres estados, líquido, sólido y gaseoso (nubes), y llamaba al cielo “el mar de arriba”; por eso el dragón custodia la laguna, los pozos o el río ––como la Tarasca el río Ródano–– o vuela reteniendo las aguas o provocando inundaciones y crecidas. La Frau Hölle de los Hermanos Grimm es otro botón de muestra: es la señora que manda la nieve, pero también vive en lagunas y pozos. Que la cultura del agua se enhebre con la de los otros elementos no es nada raro en las leyendas: la tierra, el aire, el fuego y el agua se relacionan en el imaginario de la Virgen del Carmen: la que salva del infierno, la que está vinculada al Monte y los jardines del Carmelo, la que emerge como una nube para salvar a los marineros en la tempestad desatada en el mar. En realidad, esta visión holística y sacralizadora de la naturaleza alcanza pleno sentido desde los misterios y ritos iniciáticos, igual como ocurre con las vírgenes negras 76 Ecoficciones e imaginarios del agua y su importancia para la memoria cultural y los pozos templarios como el de Sintra. El nahual y el tonal. Lo visible, el entorno tal como lo vemos de forma empírica, y lo que aparece invisible pero que en realidad es la energía que se manifiesta de forma excepcional, en parajes y ante personajes donde se hace posible la epifanía, y el río o la fuente o el lago hablan por medio de ese numen que se manifiesta como voz o dueño de esas aguas. Los mensajes de la Cultura del agua se expresan mediante leyendas, constituyen desde luego lo que la profesora portuguesa, directora del Instituto de Estudios de Literatura Tradicional de Lisboa, Ana Paula Guimaraes (2004), llama “las falas da Terra”. Las voces del agua están por ejemplo en los oráculos de los pozos, según creencias ancestrales, personificados en las leyendas en las voces susurrantes de las damas de agua, xanas, ninfas y otros genios acuáticos. En España se ha producido un amplio movimiento social e intelectual que se ha denominado Nueva cultura del agua que se generó con relación a la problemática generada en torno al trasvase del Ebro, pero que luego ha ido ampliando su círculo de temas y de profesionales, hasta conformar en la actualidad un corpus de estudios que pone el énfasis en la gestión del agua, y, por tanto, en temas tales como las represas, la contaminación, los acuíferos, etc. La visión ultraeconomicista y la aparente desconexión de los “antiguos” imaginarios del Agua con los usos prácticos actuales, hacen olvidar lo que de aviso, encauzamiento o recomendación tienen muchos de estos símbolos. No se derrama en vano el agua en casa del difunto, ni la serpiente engulle o devora por truculencia, ni la encantada pone pruebas al azar: señalan entornos donde se deben producir interacciones “sabias”, y avisan de peligros unidos a la hybris humana, a la desmesura. La ecocrítica (Jamieson 1986), por el contrario, ha promovido un discurso contra el antropocentrismo y el androcentrismo, y ha fomentado en cambio una percepción holística, que nos haga entender la Naturaleza como un todo solidario, donde la deconstrucción de estos mitos nos hace vislumbrar realidades nuevas. Por la lógica de la inversión, parece que los desmesurados y crueles son los dragones, o las encantadas que atraen incautos a sus aguas para que se ahoguen: en realidad, el pastor antiguo convive con los “dioses” antiguos, entiende en profundidad al lobo, al lagarto o a cualquier otra animal totémico; la versión moderna, por el contrario, solo parece entender de alimañas y de usos depredadores del medio ambiente, tal como el ecologismo moderno ha puesto de evidencia. En resumen, en la cosmovisión mágica las aguas no son objeto, sino sujeto, y esta idea básica es lo que daría pie a la metodología alternativa que supone la ecocrítica y otras corrientes, conscientes de que los paradigmas clásicos tienden a ver la cuestión en unos términos muy reducidos que consideran los imaginarios como una especie de plus, excrecencia o “lujo de la imaginación”, herederos un poco de las preconcepciones de los ilustrados, que subestimaban la fantasía en cualquiera de sus manifestaciones. 2. IMAGINARIOS Y SÍMBOLOS DEL AGUA Las historias de dragones y serpientes se cuentan entre los mitemas más extendidos y ancestrales de la humanidad. De hecho, constituyen los primeros Tipos 77 Eloy Martos Núñez, Alberto Martos García narrativos con que Aarne-Thompson (1995) conforman su clasificación de narraciones folklóricas. El dragón se entiende mejor a la luz de la mitología comparada, cuando se comparan mitos y leyendas cananitas, grecolatinas y otras, y cuando cotejamos parejas tales como Apolo y Tifón, Heracles y la Hidra, etc. De hecho, se nos aparece como una entidad compleja, con vinculaciones hacia lo cósmico, lo celeste y lo ctónico, a la vez, y por eso mismo unas veces se presenta como una deidad bienhechora y otra como un “villano” que el “mata-dragones” debe eliminar, ya hemos aludido respecto de la leyenda de San Jorge y el Dragón. Los estudiosos de los simbolismos han sabido reconocer la pervivencia de mitos de lucha entre principios solares y lunares, como demostró Juan Eslava Galán (1980) a propósito de la leyenda jienense de El lagarto de la Malena, que es, por otra parte, concomitante con la leyenda valenciana de El Dragón del Patriarca. Según Propp (1928), la forma internacional es siempre un indicio de arcaísmo respecto de las formas locales o nacionales. En síntesis, podemos decir que de la lucha por la hegemonía entre dioses la teomaquía entre, por ejemplo, el dios celeste del trueno y las serpientes o dragones es un elemento recurrente en las cosmogonías antiguas. Es también el caso de Thor combatiendo con la serpiente del Midgard, y en los griegos existen casos análogos como la lucha de Apolo contra Pitón, Heracles contra la Hidra de Lerna; en la mitología hitita, el dios Teshub y la serpiente-dragón Illuyanka, y en la mitología hindú la lucha del dios Indra con el dragón Vritra. No cabe deducir, sin embargo, que haya simplemente un conflicto de dioses y cultos que busca la exclusión o aniquilación total del contrario, de hecho en el mito de Thor el dios acaba muriendo al inhalar el veneno de la serpiente moribunda, como un indicio de que ambos poderes no pueden derrotarse el uno al otro, sino que deben de algún modo convivir e incluso integrarse (coincidentia oppositorum, Otto, 1980). 78 Ecoficciones e imaginarios del agua y su importancia para la memoria cultural Tenemos, pues, el arquetipo muy universalizado del Dragón asesino por medio del tipo del Matador del dragón (Tipo 300). Las leyendas, mucho más fragmentarias que los cuentos, hacen énfasis en algunas secuencias del Tipo más que en otras. Por ejemplo, en las tradiciones cristianizadoras los santos que vencen o matan al dragón se cuentan por docenas (San Jorge, San Miguel, San Teodoro, Santa Margarita de Antioquía, etc). Lo que nos interesa poner de relieve es que a todas estas historias les es común, con las variantes de rigor, el mismo tipo que Thompson describe como El dragón, y que es también la base del mito de la Hidra. En Martos Núñez y Martos García (2011) hay una extensa descripción de estos patrones, que los autores resumen en el cuadro adjunto. Sin duda, la historia de Heracles y la Hidra sigue los patrones A y B, es decir, es el monstruo-plaga de una región y ello lleva al combate con Heracles como héroe civilizador. La versión de Apolodoro ya nos da el modelo esencial del mito: Esta, criada en el pantano de Lerna, […] tenía un cuerpo enorme con nueve cabezas, ocho mortales y la del centro inmortal. Heracles, montado en un carro que guiaba Yolao, llegó a Lerna y […] la obligó a salir arrojándole flechas encendidas, y una vez fuera, la apresó […] de nada servía golpear las cabezas con la maza, pues cuando aplastaba una, surgían dos. Un enorme cangrejo favorecía a la Hidra mordiendo el pie de Heracles. Él lo mató y luego pidió ayuda a Yolao quien […] quemó los cuellos de las cabezas e impidió que resurgieran […] abrió el cuerpo de la Hidra y sumergió las flechas en su bilis (Apolodoro II, 5.2). La clave antropológica es conocida: el viejo brujo de las estepas, el chamán sabía “volar” a esos mundos, morir y renacer, y, mediante técnicas de éxtasis, proyectar su yo como un doble fuera del cuerpo. Una de las formas cruentas que presenta esta iniciación es el rapto, la abducción. No sabemos bien por qué los mitos insisten tanto en los mitos de lucha del dragón y su matador, pero sí que el dragón-serpiente-hidra es un guardián de tesoros del agua y del inframundo, y aquel, como Heracles o San Jorge, alguien que debe matarlos. Los espacios sagrados existen, de eso no hay duda, diseminados y probablemente comunican dimensiones y deben ser señalizados o “guardados” por alguien. El alma del chamán puede ver esas realidades invisibles para los ojos, y puede, pues, percibir el mundo de sus antepasados, las apariciones, el ruido o la música que precede a una hierofanía, y tomar las precauciones debidas. Son las mismas que Heracles adopta ante la Hidra, sabiendo de la dificultad de acceder a este umbral y de las reglas que debe seguir en el encuentro fatal. Lo que ocurre allí lleva, de ordinario, al estupor: un baile de hadas, la procesión de difuntos, la caza mágica y otras pruebas a las que el candidato debe dar la respuesta correcta. Una vez superado el trance, una vez que las visiones, el éxtasis o la iniciación han cumplido su tarea, no se debe difundir el secreto. Si no se hace así, o si algo antes se ha hecho, el castigo es terrible, los que fracasan quedan, por ejemplo, petrificados, que es lo mismo que decir sin agua, sin sangre, devorados por el monstruo iniciático. 79 Eloy Martos Núñez, Alberto Martos García Queremos decir que ambas cosas, la actuación del “héroe” y la del “monstruo” van a la par. No hay raptos, ahogamientos o desapariciones fortuitas, todo cumple un guión o escenografía, que es lo que aparece luego como secuencia en el rito. Así, diversos ritos conciliatorios o de aplacar al ser del abismo insisten siempre en purificar el alma para hacer frente a estos trances. El chamán tenía los saberes del conductor de almas (psicopompos), pues no en vano es alguien que encuentra su sabiduría de los espíritus que le guían. El héroe de las ciénagas o los charcos profundos sabe también adivinar lo innombrable, la presencia que acecha a sus espaldas, y debe saber o intentar al menos cómo reconocer fortalecer su alma hasta vencerlos. La versión light o exotérica del mito insisten en la truculencia, en la destreza de Heracles para matar y destruir; la versión más esotérica enfatiza los símbolos de la sabiduría del héroe para encarar todos los peligros, es decir, las claves del conocimiento mágico, pues sin este la Hidra no podría haber sido derrotada. En efecto, el héroe debe sacar las fuerzas de su propia “oscuridad”, no debe fiarse de las apariencias ni vencerse por el pánico. Debe situarse en el escenario mejor para él, percibir empáticamente la energía de los seres y cosas que le rodean. Eso es sencillamente la clarividencia. Los chamanes, en efecto, dominaban algunas técnicas, como los elementos para inducir los éxtasis o estados alterados de conciencia, la música, los cantos o las palabras sagradas como preparación al ultramundo, el “vuelo del alma” durante el trance extático, la asociación a un guía o animal, etcétera. En cualquier caso, son varias las hipótesis, más que conclusiones, que cabe manejar sobre el verdadero significado de genios acuáticos, en toda su diversidad y heterogeneidad, tanto a nivel de prosopografía como de sus hábitats, conductas, etc., que hemos tratado de resumir en el gráfico 1: 80 Ecoficciones e imaginarios del agua y su importancia para la memoria cultural Si tuviéramos que definir un patrón recurrente, entresacaríamos algunos rasgos: a. Las criaturas de que hablamos, son genius loci, genios tutelares de algún lugar que custodian. b. Ese lugar es una cueva, sima, gruta, monte, curso de agua… un lugar natural pero además singular, situado en parajes agrestes, encrucijadas… un lugar de poder, epifánico, donde transcurre la experiencia primigenia que da lugar a la historia o símbolo, y que por eso mismo se convierte en un mitopaisaje. c. Su aspecto es engañoso y multiforme, aunque muchos parecen tener aspecto híbrido, es decir, cabeza humana y cuerpo de animal (arpías, sirenas, centauros, sátiros, esfinges y lamias) y otros, simplemente, forma humanoide, como las hadas, elfos, duendes o vampiros). También difieren mucho en sus atributos, muchos menos convencionales de lo esperado (por ejemplo hay númenes muy fuertes, como la asturiana xana Caricea, que estrangula a un centurión, o la Serrana de la Vera, o Bridget la de Irlanda). d. Las personas que son objeto de su acción, sea cual sea, unas veces aparecen como víctimas, y otras como agraciados. A menudo, el “libre albedrío” del humano, su capacidad de elegir en un sentido u otro, determina el sentido de esta respuesta. 81 Eloy Martos Núñez, Alberto Martos García e. El trato implícito entre ambos, el escenario, la propia fisonomía revelada, todo debe quedar oculto, solo entre las dos partes, revelarlo es un tabú cuya infracción acarrea la desgracia o la venganza. Estas consideraciones descriptivas son argumentos para que los nuevos paradigmas, como es el caso de la Ecocrítica y del Feminismo, hayan reconceptualizado estas historias dando un cierto “giro copernicano”. Por un lado, sabemos que las religiones olímpicas “demonizaron” los cultos anteriores, especialmente los vinculados a la Diosa Madre y otras deidades, para presentar la imagen que hoy seguimos asociando a heroínas como Medea. En la misma línea, la ecocrítica ha puesto el énfasis en el entorno que da sentido a la historia, para traerlo a primer plano: el agua es el ámbito de poder y de curación, y la presentación de la Hidra como el monstruo-plaga no invalida esta representación primigenia de la Naturaleza, perfecta en su multiplicidad de cabezas y en sus poderes que el héroe “intruso” arrebata. Como en el caso de Medusa, la sangre sirve para emponzoñar su flecha, es decir, es potente aún después de la muerte, y el silbo de la Hidra es el mismo que se sigue oyendo en las Cuevas de la Reina Mora de Cantabria o Andalucía. Las cuevas dan acceso, pues, al útero de la Tierra y estas deidades son los engendros que esta pare. Dicho de otro modo, el depredador es Heracles, como bien lo demuestra que siglos después la laguna haya desaparecido, desecada por la acción desforestadora humana. Variar, pues, la mirada y entender el sentido profundo del símbolo como catalizador primero de la experiencia mágico-religiosa y de la experiencia estética después, es el nexo entre la cultura del agua y la educación estética. La personificación de las aguas no es una simple alegoría: es una comprensión de la naturaleza en términos metafóricos, y precisamente las percepciones más profundas relacionadas con el agua tienen como elementos simbólicos ritos o visualizaciones muy cargadas de significados, como es el “paso de agua” o inmersión/aspersión (el bautismo) o las deidades que son las damas o “señoras” del agua, que emergen en los entornos próximos de la ribera, la cueva o el sotobosque, y revelan, en su prosopografía, las categorías más persistentes. 3. IMPLICACIONES EDUCATIVAS Y MEDIOAMBIENTALES DE LA CULTURA DEL AGUA A tenor de lo destacado desde las perspectivas de la Ecocrítica o de la Hermenéutica, cabe abordar la cultura del agua desde varios planos de aproximación y/o de intervención. Por un lado, como contenido esencial del patrimonio cultural inmaterial que constituye un patrimonio singular a preservar y también a renovar, poniendo en valor estos bienes culturales mediante programas educativos que materialicen este concepto de la Ecocrítica de que la “naturaleza es sujeto y no objeto”. Paralelamente, la perspectiva hermenéutica, en toda su amplitud, nos puede ayudar no solo a la percepción de su poética y de sus símbolos, sino a la necesidad de deconstruir muchos de estos discursos reduccionistas que venimos criticando. Precisamente las leyendas de catástrofes, inundaciones o de ahogamientos incitados por sirenas u otros genios acuáticos invitan no solo a percibir la riqueza de matices y 82 Ecoficciones e imaginarios del agua y su importancia para la memoria cultural versiones (la “polifonía” de la tradición en expresión de M. Bajtin, 1981), sino a aprender de esta complejidad y ambivalencia, frente a la visión caricaturesca de muchas de las historias de lagos malditos, sirenas bondadosas o tesoros marinos, propias de la cultura mediática, y en particular de muchos dibujos animados y otras superproducciones. Precisamente, frente a estos tópicos, la cultura del agua, de forma fabulada, por medio de sus mitos, leyendas, fiestas, rituales, etc., hace hincapié en que hay “aguas buenas” y “aguas malas”, aguas de vida o sanación, y aguas de muerte, en conexión con la forma en que interactuamos con ellas. A este respecto, nos parece esencial insistir en aquellos bienes de interés cultural, bien sea del patrimonio material o inmaterial, que guardan conexión con la cultura del agua, con programas educativos que aborden de forma integrada al menos estos puntos: a) Recopilación de etnotextos y manifestaciones de la cultura tradicional del agua. b) Patrimonio natural. c) Patrimonio cultural tangible (tecnología y cultura material asociada al agua embarcaciones, puentes, acueductos...). d) Patrimonio cultural intangible, por ejemplo todo lo relativo al rico imaginario de personajes y deidades vinculadas al agua, o el estudio de temas y símbolos tan universalizados como la relación entre agua y curación (“el agua de la vida”, como cuento tradicional, tema que luego es “calcado” de algún modo por escritores de libros para jóvenes, como el francés Jean-Claude Mourlevat, en su obra Tomek. El río al revés). Las implicaciones desde el punto de vista de la sostenibilidad o el desarrollo comunitario son obvias, desde las mismas premisas. El agua no es solo importante como infraestructura básica, sino desde el punto de vista de la cultura urbana, la arquitectura, la espiritualidad, el trabajo o la estética. De modo que su escasez o la mala administración del agua empieza, a nuestro juicio, por lo que hemos llamado la “invisibilidad de la cultura del agua”, por no percibirla de esta forma “holística” que proponemos, hasta el punto de que destacar todos estos valores culturales tal vez sea la mejor manera de fomentar prácticas sostenibles. Y además contribuir al desarrollo comunitario, pues al convertir estos bienes en activos de, por ejemplo, la industria propia audiovisual o turística, ayudamos, como decíamos, a preservar y renovar la tradición. Las teorías citadas permiten, de forma significativa, una perspectiva comparatista: lo que une a la Fontana Trevi, las fuentes nazaríes de la Alhambra o las cataratas de Iguazú es esta conjunción singular entre patrimonio natural, cultura e histórico. Como puertas, además, abiertas a los Imaginarios, que favorecen que esta herencia folklórica sea retomada por grandes artistas, por ejemplo H. Ch. Andersen, con su Sirenita, o Pablo Neruda, con sus archiconocidos mascarones de proa, deidad de las olas que él rebautiza como la “muchacha de madera” (soneto LXVIII de Cien Sonetos de Amor). 83 Eloy Martos Núñez, Alberto Martos García En particular, y a pesar de las lógicas diferencias de contexto, nos parece valioso resaltar que las tradiciones europeas y latinoamericanas presentan importantes puntos de ósmosis, y que la Ecocrítica lo que hace es poner en valor la cosmovisión de las culturas indígenas americanas o de la cultura zen oriental, con lo que podemos también relativizar el eurocentrismo y poner en el foco las distintas prácticas y mentalidades ligadas al uso cuidado del pozo, las fuentes, el jardín y todo lo que envuelve a ella, a fin de que los ciudadanos nos convirtamos todos, de algún modo, en futuros “guardianes del agua”, defensores de este bien y de todo lo que significa en sus dimensiones culturales, tecnológicas y medioambientales. Esta diversidad permite, por otra parte, visibilizar la cultura del agua desde la amplitud que ofrecen diferentes prácticas sociales. La cultura mediterránea, por ejemplo, tiene un vasto patrimonio oral en forma de mitos, leyendas, cuentos, canciones, conjuros, etc., que conectan con las raíces europeas en la cultura griega, por ejemplo, con mitos como Medusa o cultos como el oráculo de Delfos, que son precisamente el sustrato de la forma de relacionarse con los pozos o fuentes, de echar monedas como ofrenda, “vestir los pozos” y otros elementos que conforman un Imaginario del Agua que sin duda debe ser “revisitado” y puesto en valor. Es, creemos, algo similar a lo que están pretendiendo diversas actuaciones a nivel mundial o continental, entre las que, a modo de botón de muestra, queremos citar la Red ISSA en México o el Atlas de las Culturas Hídricas que promueve el Programa Regional Agua y Cultura del PHI-LAC de la Unesco. Pero ya sea desde una perspectiva latinoamericana o bien europea, lo importante es aportar esta visión omnicomprensiva de los problemas del agua, que no pasan solo por su abordaje como problema tecnológico o recurso económico, sino por una forma de repensar que entiende los problemas de la gobernanza y la sostenibilidad ambiental vinculados a planteamientos más globales, de participación ciudadana, educativos, etc., aparte de su consideración sistémica. Porque, como detallaremos en las conclusiones, al fin y al cabo las consideraciones legales, políticas, morales y otras, forman también parte de lo que Castoriadis engloba como “imaginario social”. Por eso entendemos que el aspecto cultural es clave en todos estos procesos, y lo que está en cuestión es la propia mentalidad social, y sus orígenes, que impregna cada una de estas aproximaciones o enfoques temáticos. El caso más llamativo de este desfase aparente entre las demandas cotidianas relacionadas con la gestión del agua como recurso, y el papel de los Imaginarios, pudiera ser lo que podríamos denominar hidromitología, o “genios acuáticos”, o toda esa serie de criaturas míticas que parecen tener un papel “totémico” o de guardián del agua, y que acaso aparecen como simple fantasía, curiosidad o extravagancia incluso. Sin embargo, en estas figuras subyace el potencial creativo de la cultura del agua, empezando por el dragón, que todos conocemos por los estereotipos del cine o bien mediante su simplificación (la identificación en la Biblia con el diablo), todo lo que oscurece o hace “opaco” hechos como que la propia Península Ibérica fue conocida 84 Ecoficciones e imaginarios del agua y su importancia para la memoria cultural como Ofiusa, país de serpientes, y esto es todavía memoria viva, especialmente en Portugal y en ciertas áreas de España, donde hay cuentos de serpientes como dispensadora de bienes y aliada de los héroes. Si comparamos esta visión de los “monstruos del agua” con arquetipos como san Jorge y el Dragón ––cuyo origen último, el manantial mismo, queda relegado u opaco en la iconografía tradicional––, se entenderá el porqué insistimos en que debemos revisitar, visibilizar y deconstruir estas tradiciones vinculadas al agua, ayudados por las herramientas teóricas y por la posible intervención de ámbito social, educativo o cultural a la que venimos aludiendo. Por tanto, llegamos a una misma conclusión: es ante todo un problema de percepción o de visión cultural, y ahí sí que los Imaginarios son enormemente relevantes y “productivos”, en términos de empoderamiento y bienestar social, pues el problema de una “amnesia cultural”, de una “memoria analfabeta” o de corto alcance ––usando la expresión del escritor Arturo Pérez Reverte–– es que desarma a los ciudadanos de una comprensión profunda, la que sin duda debe vincularse a tradiciones que son en muchos casos milenarias. Con ello, volvemos a priorizar el aspecto cultural y educativo del universo del agua tomado en su consideración holística. Por todas partes, de una manera que podríamos llamar “rizomática”, afloran movimientos alternativos, como los propios movimientos ecologistas, los defensores de la cultura del procomún, la “permacultura”, el llamado Downshifting y tantas otras corrientes actuales que ponen en valor lo que venimos subrayando: debemos comprender el pasado para entender el presente y proyectar el futuro. 4. CONCLUSIONES: DECONSTUIR LOS IMAGINARIOS PARA REPENSAR LA CULTURA DEL AGUA COMO IMAGINARIO SOCIAL, VALOR EDUCATIVO Y ACTIVO ECONÓMICO Los Imaginarios del Agua son, pues, ficcionalizaciones, experiencias narrativizadas de una comunidad que, siguiendo la definición de W. Benjamin sobre la narración primordial, han corrido “de boca en boca”. Y es que hablar de narración tradicional es hablar del mito, pero también del cuento y la leyenda. En ocasiones, son categorías intercambiables o pueden aplicarse a un mismo motivo. El cuento es un relato de ficción con una serie de elementos y una estructura pautada, tal como ya estudiara Vladimir Propp (1928) en su Morfología del cuento. Lo que denominamos leyenda es algo más vago e informe, empezando porque no tiene una forma fija, lo que cuenta no es una ficción sino algo más o menos verídico, o al menos, algo relacionado con un hecho real, que en algún momento/lugar ocurrió, de lo que quedan vestigios probatorios (marcas, parajes, reliquias...) que dan crédito a la historia. Los mitos, cuentos y leyendas son los que han abastecido el imaginario popular durante siglos y aún hoy lo siguen haciendo por medios audiovisuales como el cine o la televisión: Expedientes X, Embrujadas, Xena, son series que triunfan en nuestras pantallas en este momento y un claro ejemplo de la contaminación de la mitología a niveles masivos. De todos modos, parecen existir unos patrones bastante universalizados, que indican que habría unos mismos componentes de base en los relatos mitológicos de todo el mundo (Campbell, 2001). Es similar a lo que Frazer 85 Eloy Martos Núñez, Alberto Martos García (1989) postula en su libro La Rama Dorada, habría ciertos prototipos que se repiten de forma incesante en los imaginarios de distintas culturas. Pero si existe una capacidad mitopoética universal del hombre, que se expresa en infinidad de cuentos, canciones o leyendas, no es menos cierto que son los entornos próximos, los lugares de memoria o las experiencias acuñadas en forma de tradiciones lo que orienta esta capacidad creativa, de ahí su diversidad y, a la vez, la recurrencia de ciertos patrones narratológicos, como el de (de)predación o caza que subyace al Tipo 300 de Aarne-Thompson El dragón asesino, cuyo arcaísmo y universalidad están fuera de toda duda. Es verdad, diversas escuelas mitográficas y folklóricas han insistido en una visión del mito que subrayaba lo que permanece del mismo en diferentes estratos y periodos culturales, es decir, que ponía el énfasis en su aspecto de conservación, de arquetipo, de modelo que se ha perpetuado por medio de un Tipo narrativo ya fijado, constituido a su vez por Motivos igualmente fosilizados. Es el enfoque de la escuela finlandesa y del famoso Índice de Aarne-Thompson (1995) que pretende, precisamente, fijar un catálogo de Tipos y de Motivos folklóricos. Sin embargo, la permanencia de un material mítico o legendario en la memoria colectiva y su posterior reutilización en esta no se podría solo explicar por la teoría de la supervivencia. Por eso hemos hablado en el apartado precedente que no solo de trata de preservar el patrimonio cultural o la memoria oral, sino de renovarla. En esta dirección iba el enfoque comparatista que defendió el profesor A. Brelich (1970), sentido contrario al de Frazer: no se trataba de establecer prototipos o patrones que reúnan todas las peculiaridades de distintas versiones o registros; se trata más bien de entender el carácter dialógico de una tradición desde su interior, y cómo los distintos avatares de la misma arraigan o confluyen en un determinado momento, autor o lugar. Para él, las tradiciones fraguan como una suerte de compromiso de mentalidades, un cóctel de ingredientes heterogéneos pero que terminan creando una unidad mayor y cohesionada. Por eso trata de individualizar las modalidades que derivan de un patrón más o menos común. Para ello, se fija en los diversos estratos sociales, que tienden a reelaboraciones más o menos sincréticas, es decir, donde se imponen las creencias de las élites hegemónicas, pero también se mezclan con las cosmovisiones de las poblaciones más populares y marginalizadas; de ahí el carácter pagano de muchas de las manifestaciones del cristianismo popular, especialmente en ritos, procesiones o máscaras, tan vinculadas a leyendas relacionadas con la cultura del agua, como la fiesta gallega de la Coca en Redondela. Así pues, es la comunidad receptora, en sus diferentes estratos, la que socializa y adapta estos símbolos, imágenes y leyendas a unos fines específicos. En un pasado, estos mitos sustentaban las creencias mágicas (remediar epidemias, plagas, sequías...) o religiosas (milagros, prodigios...), y esto se renueva o enriquece con discursos modernos como el ecologista. Por otro lado, la desacralización moderna (Eliade, 1956) ha convertido estas taumaturgias en objetos ante todo de entretenimiento, en curiosidades o excentricidades, así, un episodio como el 86 Ecoficciones e imaginarios del agua y su importancia para la memoria cultural engullimiento se hace opaco, no se percibe ya con el significado esotérico o iniciático, tal como ya se testimonia en la Biblia con Jonás y la ballena. Por todo ello, C. Castoriadis (1999) hace una aportación esclarecedora, como impulsor de la teoría del Imaginario social1, que presenta concomitancias con el cuadro descriptivo que estamos usando. Acudiendo a su concepto de imaginario social, vemos que en realidad este resulta de un “magma de creación permanente de la sociedad”. Por tanto, es “comprensivo”, abarca tanto las manifestaciones ya cristalizadas (pensemos en el Carnaval y otras fiestas tradicionales) como el flujo de nuevos significados generados. Así, da cabida a lo irracional, no pretende una explicación mecanicista ni simple. Contempla también una teoría de la performance como una praxis de la actuación social, que es la que genera un imaginario social instituyente, es decir, la religión, la moral, las instituciones, se fraguan en esta relación entre el imaginario social y la actuación en el plano de la realidad cotidiana. El patrimonio cultural es un vehículo esencial al establecer unos escenarios espacio-temporales (v.gr. los lugares de memoria de P. Nora, 1984), con los que interactúan unos determinados participantes, primando ciertos objetos culturales (artefactos) y ciertas formas de conducirse (rituales de todo tipo). La visión holística de Castoriadis (1999) hace que no incurra en ningún reduccionismo, ninguna causa única que determine el devenir social, al contrario, que considere la totalidad del magma de las significaciones imaginarias sociales, y que además las someta a la doble dialéctica del cruce entre lo individual y lo colectivo, lo sincrónico y lo diacrónico. O sea, que el imaginario no es un producto fosilizado, sino siempre un proceso que participa de todas estas dimensiones, y que recuerda, con otras ideas, al conocido concepto ya acuñado por el maestro Menéndez Pidal, el “estado latente de la tradición”. O, dicho de otro modo, cómo una tradición se articula en fase de memoria-olvido-memoria, cómo pervive metamorfoseándose continuamente. También es enriquecedora la dicotomía de Castoriadis entre legein/teukein, referir/actuar, que vuelve a contraponer los aspectos mentales e intangibles de la lectura frente a su dimensión corporal, física y contextualizada. Esto implica, para nuestro fin, que podemos “perseguir” el patrimonio cultural intangible de una comunidad tanto en el patrimonio oral “puro” como en todas sus manifestaciones “corporales” y “físicas”; lo vimos ya en la fiesta de la serpiente de Cucollo, no solo hay una tradición verbal, hay bailes, pastelillos en forma de serpiente, emblemas iconográficos y todo un arsenal de elementos a caballo entre el “decir” y el “actuar”. De hecho, las fiestas como el Jarramplás, las Carantoñas u otras con procesiones, desfiles o rituales de golpear o ahuyentar a un ser que representa un peligro para la comunidad, son un magnífico indicio de fondos de leyendas. Sucede lo mismo con el motivo de númenes que son llevados y cuyo peso, por un prodigio, se hace insoportable: está en la leyenda de la Virgen de Cola, en Ourique (Portugal), y en otros muchos casos de historias en que una 1 Véase un resumen de sus ideas en Revista Transversales número 2, primavera 2006. Una primera versión de este artículo, en su original francés, fue publicada en la revista Sciences de l’homme & Sociétés, nº 50, septiembre 2005. 87 Eloy Martos Núñez, Alberto Martos García imagen debe fijar su santuario y se la manda con unos bueyes a decidir el emplazamiento (ordalía). Esto ayuda a entender la labilidad y porosidad de los mensajes del Imaginario colectivo: etnotextos, fiestas, iconografías, artesanía, música, bailes… todo puede ser soporte de los mismos mitemas. Lo que sí destaca el enfoque de Castoriadis (1999) es el elemento irracional y creativo subyacente a la construcción de imaginarios, por tanto todo lo que luego es descrito como parte de una estética grotesca (ligadas a los Bestiarios, a las representaciones carnavalescas, a la propia iconografía de santos y diablos…), no es algo a priori deleznable ni extravagante o absurdo, siguiendo la opinión que establecieron los ilustrados. Pese a los esfuerzos de Feijoo por cribar el material legendario, separando el grano de la paja, no todas las “supersticiones” son caóticas o disparatadas, ni es fácil separar lo que se entiende conforme al dogma y lo que es desvarío; más bien, siguiendo a Otto (1980) y su fenomenología de la experiencia religiosa, lo propio de la epifanía es este contrasentido continuo, lo desbordante, lo majestuoso, la desmesura, lo que no tiene lógica o proporción alguna. Otra cosa es que todas estas representaciones no sean una simple “excrecencia” o delirio de la creación colectiva, las aproximaciones de la ecocrítica nos hablan de este lenguaje cifrado, que sin embargo tienen sentido y coherencia. Lo estamos viendo, en todos los casos, a propósito del dragón: por más que la imaginería cristiana lo identifique con el diablo o lo represente de forma tosca a los pies de vírgenes y santos, la dimensión mística e iniciática surge por todos lados, desde el caduceo a los emblemas heráldicos, que no podemos ignorar. Digamos que el “espesor” del mito nos revela también la vitalidad de una comunidad, su propensión a la pansemiosis, a revitalizar e hibridar sus materiales legendarios. Si no fuera así, el mitema de la serpiente no tendría sobre Portugal y el occidente de la península en general, el mismo imán o poder de fascinación que aún conserva, y que se evidencia en nuevas y pujantes reformulaciones neopaganas por parte de sectores cultos de la población (v. gr. wica y otros movimientos, conectados algunos a la New Age). Las tradiciones monosémicas, “planas” o sin capacidad de movilización, son las que quedan obsoletas y desaparecen rápidamente. Parte de los estereotipos sobre sirenas “melancólicas” u otros mitos derivan de que el Romanticismo hizo una lectura localista, pintoresca y nacionalista de las leyendas, y eso se evidenció en la forma en que estos númenes aparecían asociados a enclaves de alto valor para la comunidad. Hoy la Ecocrítica ha puesto en valor las otras “voces” o conciencias que estaban silenciadas: el propio entorno natural, su flora, su fauna “salvaje”, anterior a la transformación andrópica del territorio, forman parte de esas nuevas sensibilidades. Igual que el siglo XIX “inventó” de alguna manera el paisaje, la montaña o el senderismo ––dándole un alcance que desde luego no tenía para el hombre rústico de la época de Cervantes––, hoy nos urge “revisitar” estos mitos y lugares con una mentalidad más abierta, que haga reemerger estos dioses olvidados de las aguas y sus riberas, núcleos de sacralidad para el hombre primitivo. 88 Ecoficciones e imaginarios del agua y su importancia para la memoria cultural En suma, al conocer cabalmente las tradiciones ancestrales y los Imaginarios en torno al agua, y al sensibilizar a los estudiantes con los valores plurales de estas manifestaciones culturales ––que siempre van encaminados al respeto y al conocimiento del patrimonio natural y cultural––, contribuimos de forma sensible a la gobernanza del agua y a la gestión sostenible y responsable de los recursos hídricos, pues sin duda el principal problema de la sostenibilidad será la educación de los ciudadanos, y a ello puede contribuir esta recategorización de las viejas historias y leyendas como ecoficciones que pongan en valor los aspectos más positivos de las cosmovisiones ancestrales sobre el agua. Así pues, en términos etnográficos pero también educativos, aspiramos con estas propuestas a acabar con la “invisibilidad de la cultura del agua”, haciendo visible lo invisible, precisamente mediante el énfasis en los factores culturales, históricos o estéticos. Tomados, pues, no como meros aditamentos o curiosidades, sino como ejes de una cosmovisión diferente que, como según venimos indicando, considera a la Naturaleza como sujeto y no como objeto, que no un simple almacén o depósito de materias primas, sino algo dotado de vida y que interactúa con nosotros. Todo esto debe ser vehiculado por programas educativos adecuados, capaces de despertar las competencias básicas de una educación del siglo XXI. De modo paralelo, en el ámbito social, la cultura del agua es un elemento o activo que contribuye sin duda al desarrollo comunitario, como lo demuestran los casos de éxito de turismo que se apoya en estas tradiciones, o bien de las empresas que se dedican al ocio, el entretenimiento o la industria audiovisual, cuando parten de mitologías y tradiciones de su entorno. Universidad de Extremadura* Facultad de Educación Departamento de Didáctica de las Ciencias Sociales, las Lenguas y las Literaturas Avenidad de Elvas, s/n -06071 Badajoz (España) [email protected] Universidad de Extremadura** Facultad de Educación Departamento de Didáctica de las Ciencias Sociales, las Lenguas y las Literaturas Avenidad de Elvas, s/n -06071 Badajoz (España) [email protected] 89 Eloy Martos Núñez, Alberto Martos García OBRAS CITADAS Aarne, Antti; Thompson, Stith. Los Tipos del Cuento Folklórico. Una clasificacion. Traducción al Español de Fernando Peñalosa. 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Su conformación como sujetos colectivos se establece desde el recurso a la cultura propia, que les otorga especificidad. También se constituye en objeto de una política cultural y de diversos cursos de acción. Participan de ello agentes culturales indígenas, agencias públicas especializadas y grupos e instituciones de la sociedad civil. De su concurrencia se gesta un proceso nuevo de construcción social de lo cultural indígena, cuya estructuración toma la forma de un dominio o campo de lo cultural indígena en Chile. Palabras clave: Cultura indígena, cambio cultural, etnogénesis, campo cultural. Abstract Cultural issues in Chile are undergoing new dynamics and important transformations. During the past two decades, Chilean indigenous people‟s cultures have been circumscribed in the core of ethnical mobilizations and indigenous policies deployed by recent democratic governments. Cultural issues are both the basics and the strategic action object within the indigenous ethnogenesis developed during this period. Their formation as collective subjects rises up from access to their culture, which bestows upon them specificity. It also set itself up as an object of cultural policy and diverse ways of action. Indigenous cultural agents, specialized public agencies and civil society groups and institutions participate in this phenomenon. From this concurrence, a new process of social construction of indigenous cultural issues rises. Its structure takes the shape of a scope or a field of indigenous cultural issues in Chile. Key words: Indigenous culture, cultural change, ethnogenesis, cultural field. INTRODUCCIÓN Nos proponemos argumentar acerca del carácter complejo de la relación entre cultura y procesos étnicos en los pueblos indígenas del Chile contemporáneo. El nexo entre ambos puede parecer completamente claro: los pueblos indígenas poseen culturas que les son específicas y ellas acompañan e incluso motivan los procesos étnicos de los que son actores. Sin embargo, las prácticas sociales y los repertorios 1 Este trabajo forma parte del Proyecto Fondecyt Regular N° 1110246. Una versión muy preliminar de este tema fue presentado como ponencia en el VII Congreso Chileno de Antropología, San Pedro de Atacama, 25-29 de octubre de 2010. Hans Gundermann K. simbólicos a los que llamamos cultura indígena son dinámicos y han estado por largo tiempo incorporando importantes cambios. Debido a que vienen desplegándose con bastante antelación y en direcciones muy diversas, podemos entonces suponer que solo recientemente se conectan de un modo directo a la formación de sujetos colectivos constituidos sobre bases étnicas, a los movimientos étnicos y a las políticas de la etnicidad. En efecto, estos últimos fenómenos son relativamente recientes, de las últimas dos décadas, aproximadamente. La cultura, se recordará, es un objeto central y estratégico de la etnogénesis indígena que se ha desplegado en el periodo.2 Tenemos de una parte, entonces, culturas que se pluralizan y complejizan y, de otra, la emergencia de organizaciones, demandas y acción colectiva a las que se integran como algo gravitante la idea de cultura. El nexo entre cultura y procesos étnicos se hace así mucho menos simple. Por una parte, se estarían dando nuevas e intensas relaciones entre procesos culturales y étnicos que, aunque en el pasado no estuvieron completamente separados, sí tenían una autonomía recíproca bastante mayor que en el presente. Por otra y derivado de lo anterior, la etnogénesis tiene una incidencia visible e importante sobre diversas dimensiones culturales; sobre lo cultural indígena más generalmente dicho. Desarrollaremos en lo que sigue estas ideas. SUJETOS ETNIFICADOS Y EL PAPEL DE LA CULTURA Movilizaciones y demandas indígenas en defensa de sus tierras y recursos son antiguas en el Chile posterior a la anexión del extremo norte de su territorio, de la isla de Pascua y de la ocupación de la Araucanía, ocurrido todo ello en la década de 1880. Las demandas locales en áreas indígenas por desarrollo, inversión en infraestructura, defensa ante usurpaciones o amenazas de particulares u otros grupos también son una constante de la historia moderna de los pueblos originarios.3 Existe alguna continuidad en las modalidades de respuesta institucional desde el Estado ante las demandas indígenas (Vergara, Foerster y Gundermann, 2005). Lo que resulta definitivamente nuevo, según nuestro parecer, es la codificación, reelaboración y expansión en términos étnicos y de pueblo indígena que mucha de esta organización, acción y demandas han tenido durante las últimas décadas. De allí que convenga llamar a estos fenómenos como surgimiento o emergencia más que una simple continuidad o re-resurgimiento. Esto es especialmente cierto en el caso de los pueblos andinos, los que a la sazón no tenían una conciencia étnica establecida y, en algunos casos, esta es claramente posterior y en directa relación con la política indígena inaugurada en 1990 por los 2 Etnogénesis en el sentido de conformación como sujetos colectivos en tanto pueblos originarios que demandan ciudadanía (étnica y cultural) y formas de autonomía (política). También participan de este proceso instituciones y agentes del Estado y la sociedad civil (ONG, iglesias, otros movimientos sociales, partidos políticos) que impulsan una política de lo cultural indígena con efectos sociales y simbólicos importantes. 3 Entre otros, consúltese a Foerster y Montecino, 1988; Bengoa, 1987, 1999; Gundermann, 2003; Fisher, 2005; el listado de obras útiles es, por cierto, más numeroso. 94 Procesos étnicos y cultura en los pueblos indígenas de Chile gobiernos de la Concertación de Partidos por la Democracia. Y tampoco, en consecuencia, acción colectiva y demandas que apelaran a una totalidad étnica. Por el contrario, esta fue principalmente local, campesina y marcadamente desarrollista (Cfr.. Gundermann, 2000 y 2003). El caso mapuche es más complejo porque la construcción étnica se realiza sobre la base de una larga historia de organización, liderazgos y representación como grupo, pero concebida según otras formulaciones discursivas (“raza”, “indígena”, clase campesina). Es en la década de 1980 cuando organizaciones mapuches y andinas se rearticulan, en un caso, o se crean, en el otro, tomando ideas desde el indianismo desplegado en el Consejo Indígena Sudamericano (CISA), el Consejo Mundial de Pueblos Indígenas, de los movimientos indígenas canadienses o de Laponia y de movimientos etnonacionales de diversos lugares del mundo. Mismas nociones que se van poniendo a tono con realidades, conflictos y demandas preexistentes, particularmente en el caso mapuche.4 Con la Ley Indígena se inaugura una política indígena claramente étnica y ya no simplemente social o campesina, en convergencia con las ideas que sobre cultura, identidad, etnodesarrollo, multiculturalidad, autonomía o reconocimiento venían ganando espacio entre los líderes e integrantes de las organizaciones indígenas del país. De hecho, la elaboración de primeros borradores de esa ley corrió a cargo de la Comisión Especial de Pueblos Indígenas (CEPI), con activa concurrencia de las organizaciones y líderes que suscribieron el Pacto de Nueva Imperial. Cabe decir, también, que de no existir alguna familiaridad acerca de los debates internacionales referidos a minorías lingüísticas, pueblos originarios y sus derechos por parte de intelectuales y dirigentes políticos de la coalición que reemplazó en el gobierno a Pinochet, difícilmente se habría dado una política indígena en los términos que se dio. Su formulación contempló varios aspectos: reforma constitucional, suscripción del Convenio 169 de la OIT, una ley indígena (la Nº19.253), una nueva institucionalidad (CONADI), encargada como agencia estatal especializada de impulsar diversas medidas (Vergara, Gundermann y Foerster, 2006). En su desarrollo durante la década de 1990 convergieron, con frecuencia de manera conflictiva, organizaciones y representantes étnicos, agentes y agencias públicas. Influye claramente en el proceso la creciente importancia que el tema de los pueblos originarios toma en Latinoamérica y en la ONU. Se elabora así un conjunto de elementos comunes a escala continental de lo que se ha dado en llamar un modelo multicultural en desarrollo, basado en el reconocimiento de la condición multiétnica de las sociedades latinoamericanas, la consideración del derecho consuetudinario, la protección de tierras y recursos indígenas, 4 Lavanchy, 2004; Gundermann, 2000. Para una presentación acerca de las condiciones de surgimiento de este fenómeno en Latinoamérica, Gros, 1997 y 1999. Diciendo lo anterior no insinuamos que los pueblos indígenas hayan previamente carecido de identificaciones o acciones colectivas; simplemente aseveramos que tales identidades podían tener otros alcances (locales o nacionales, por ejemplo), otros contenidos (organizados según campos semánticos distintos: “raza”, “indio”, “ciudadano”), y no centrada, o no exclusiva o prevalecientemente organizada, alrededor de la idea antropológica de “cultura” étnica como en la actualidad. 95 Hans Gundermann K. la valoración de las lenguas y culturas vernáculas y la implementación, en grados variables, de la educación intercultural bilingüe (Van Cott, 2000:265). En Chile la ley recogió la noción de etnia, en subrogancia de la de pueblos indígenas u originarios, de lo que se temió sus implicancias políticas. La política indígena y sus agencias tratan en lo sucesivo con entidades sociales amplias definidas por su especificidad histórica, social y cultural, diferenciándose de un pasado en que se abordaban como grupos agrarios o cuya vulnerabilidad y postración los ponía en clara desventaja ante el resto de la sociedad. Sin embargo, se trata de algo más que el simple reconocer aquello ––la etnicidad de los indígenas–– a lo que no se había reconocido ni otorgado estatus político. La relación es más compleja: las agencias del Estado participan de la formación de un actor étnico, desechando o pasando a un segundo plano otras inscripciones de sujeto (como campesino, poblador indígena o habitante rural pobre y marginal), en una relación recursiva no carente de tensiones y conflictos, pero también progresiva, con organizaciones, intelectuales y dirigentes indígenas que se conforman como interlocutores reconocidos y legitimados por la política étnica. Ellos mismos, por sí y en interlocución con el Estado, van desarrollando el lenguaje de la etnicidad adecuado a sus circunstancias, premunidos de lo cual van redefiniendo su propia condición de sujetos (étnicos) y formulando los términos (etnificados) de la relación con las agencias estatales y sus funcionarios. Y así sucesivamente. Contribuyen lo suyo agentes y agencias de la sociedad civil como los organismos no gubernamentales. Por el lado del Estado se llevan a cabo mediante un conjunto de acciones, por lo demás bastante generales a Latinoamérica.5 Al respecto, la cultura constituye tanto el fundamento de la condición que se reconoce, como un objeto de acción de los agentes indígenas y las agencias públicas encargadas. Fundamento en cuanto las etnias se definen principalmente como una comunidad de cultura, además del carácter de agrupaciones originarias radicadas en remanentes de tierras ancestrales. Objeto de acción en tanto se busca promover y fomentar el ejercicio de las culturas étnicas, entendidas ahora como patrimonio de la nación chilena (Cfr. Ley Indígena Nº 19253 de 1993). Durante poco más de tres lustros, entonces, la posición social y política de las culturas indígenas y sus condiciones de vigencia han cambiado considerablemente. Dejan de constituir repertorios simbólicos y prácticas intragrupos, poco (o des) prestigiadas, a veces realizadas de manera semiclandestina, sujetas a presiones de abandono muy intensas, libradas a lo que sus cultores estuvieran dispuestos y en situación de hacer con ellas. Oficialmente se les reconoce valor, se fomenta su cultivo y se disponen medios materiales y acción institucional para 5 En la cita siguiente, válida para América Latina, también podemos reconocernos: “la reforma de su derecho positivo y de su aparato administrativo, de la aplicación de una política de discriminación positiva (affirmative action), en educación, salud o territorios, de un sinnúmero de instituciones especializadas, de programas ad hoc (como concursos, foros, eventos culturales y museos, premios y discursos), así como de la formación de un cuerpo de funcionarios especializados y poco a poco abierto a profesionales indígenas” (Gros, 1999). 96 Procesos étnicos y cultura en los pueblos indígenas de Chile ello: la Corporación Nacional de Desarrollo Indígena (CONADI), el Ministerio de Educación (MINEDUC), el Ministerio de Salud (MINSAL), entre los principales, con personal estable a cargo de programas y proyectos, muchos de ellos indígenas. Entre los propios grupos étnicos se activan, crean, ganan visibilidad y se organizan actores culturales muy diversos en las áreas de la música, las artesanías, la danza, la medicina, la literatura y poesía, la educación. Un cuerpo visible de intelectuales indígenas participan de este auge (cientistas sociales, artistas, poetas, agentes tradicionales, creadores culturales de distinto tipo). Muchos de ellos guardan relaciones fluidas con los programas y proyectos culturales de la política indígena estatal. Actores culturales no indígenas también se interesan por el tema. Asimismo, se abre paso lentamente a una sensibilidad positiva hacia las prácticas culturales indígenas y sus demandas (Cfr. Encuesta CERC de 1999, citada por Lavanchy, 2003).6 La publicidad de mercado también hace eco, con alguna frecuencia, de lo étnico. LA CULTURA7 DE LOS SUJETOS INDÍGENAS DEL PRESENTE Iniciada a mediados del siglo XIX, la dinámica de integración indígena al EstadoNación, al mercado moderno y a corrientes culturales regionales y continentales se incrementa durante el siglo XX, en especial durante su segunda mitad. Con anterioridad, las culturas locales y regionales no fueron incompatibles con el comercio mundial desde el siglo XVI, por ejemplo, pero los procesos de integración y transformación posteriores tienen una extensión y profundidad mayores. Recuérdese, sin ir más lejos, la radicalidad de la incorporación mapuche desde finales del siglo XIX, no solo a un sistema de reducciones, sino que, sobre todo, a un sistema regional de economía, administración estatal, instituciones, relaciones sociales y cultura estructurado según principios modernos y procesos de modernización.8 Por lo tanto, el estudio del “flujo de significados” de los grupos indígenas no podría plantearse de manera segmentada o autónoma, como unidades separadas, en forma de un paisaje social de ínsulas que fue característico de la 6 Por cierto, lo anterior no garantiza que esa nueva legitimidad tenga vigencia en toda la sociedad chilena, en la mayoría de ella o siquiera en todos los indígenas. Se recordará, por ejemplo, que en los pueblos indígenas del país el pentecostalismo religioso se encuentra bastante extendido, y esas Iglesias son por lo general opositoras a las prácticas tradicionales que consideran paganas; o también, el numeroso contingente de personas que han optado por una integración social y cultural a la sociedad nacional sin identificarse con sus antecedentes biográficos indígenas. 7 Participamos de la opción por definir la cultura como significación, como dimensión simbólica de lo social. Se dirá que “la cultura está en cualquier parte de la vida social, organizada como un flujo de significados que atraviesa la senda de formas significantes en medio de la gente” (Hannerz, 1992b:97. También en Hannerz, 1992a y 1998; Thompson, 1998, etc., en la estela de Geertz, 1995 [1973]; en América Latina, Giménez, 1987; 1994; 2002; 2007; García Canclini, 2004; Larraín, 2007, etc.). Lo cultural así entendido se objetiva de varias maneras: como esquemas de percepción, valoración y acción interiorizadas en los agentes sociales y que en las relaciones sociales se presentan como sistemas de disposiciones; en segundo lugar, en las instituciones y modos codificados y fijados de la vida social, y también, bajo la forma de prácticas sociales orientadas por los esquemas subjetivos y los marcos institucionales (se reconocerá en estas especificaciones a Bourdieu, 1998 [1979]). 8 Puede consultarse a Bengoa, 1987, 1988a y b, 1999 y Pinto, 2003. 97 Hans Gundermann K. antropología del siglo XX.9 Como tampoco, según un esquema centro-periferia en que la relación entre unidades menores (grupos indígenas, localidades) con unidades mayores (regiones, Estados-Nación, centros mundiales dominantes) es de simple inclusión y en que las unidades menores son solo subconjuntos de las mayores. Tomado sin más, este modelo contiene el supuesto de una capacidad totalizadora y determinante de lo nacional, lo regional o lo global sobre lo local. Es una cuestión de la que, entonces, tenemos que precavernos debido a los muy distintos ritmos y temporalidades con que las fuerzas de lo más inclusivo penetran y eventualmente absorben lo local o los subconjuntos sociales, y por la propia dinámica de estos, de ninguna manera reductible a resultados de simple homogeneización. Los grupos locales y los subconjuntos nacionales, como los indígenas, deben ser situados en contextos regionales, nacionales y globales con los que guardan relaciones diversificadas, a la vez que les corresponde una historia, procesos y lógicas sociales que produjeron, producen y reproducen especificidad. Ello tiene una considerable variabilidad según los niveles de integración y las relaciones de poder en juego. Lo regional o lo global atraviesan, redefinen lo local y los conjuntos subnacionales, aunque nunca de manera completa y siempre de manera compleja. Dicho de otra manera, la cultura nacional o la mundializada forman parte en grados diversos de las culturas regionales y locales, pero la dinámica de su penetración y su presencia no es la de la uniformización, exclusivamente, sino que también es la de construcción de diferencias, local, nacional, mundial y mantienen relaciones múltiples que no se limitan solo a la resistencia y el antagonismos (desde lo local) o al simple dominio (desde las agencias culturales nacionales o las industrias culturales globales) (entre otros, Ortiz, 1998). Por tal motivo es que en la vida social de los sujetos indígenas del presente operan repertorios culturales más diversificados y complejos que en el pasado. Heterogéneos en cuanto a que las fuentes de la significación social son hoy diversas y con múltiples orígenes, y en cuanto a que la dinámica de la apropiación, procesamiento y creación cultural con base en esos múltiples elementos de sentido no es solo de unificación, sino que también de construcción de alteridades. Complejos, en tanto que conjunto compuesto por distintos planos de significación, pluralidad de proveniencias, diferenciación de la acción cultural, variadas instituciones; también lo es desde el punto de vista de los agentes sociales que tienen que vérselas con esa heterogeneidad más o menos accesible, más o menos apropiable y manejable, según los casos. Un primer plano del paisaje cultural indígena de Chile está constituido por la desterritorialización desde sus bases locales, comunitarias en el caso de los pueblos andinos, reduccionales en el mapuche y de comunidad insular en el rapanui. Pero también de parcial descentramiento de sus instituciones sociales nucleares, a tenor de las migraciones y redistribución de su población en un espacio considerablemente más distendido (las regiones, o el país). Descentramiento y des(re)territorialización participan de varios procesos de amplio alcance con consecuencias culturales. Uno es la incorporación 9 Kearney, 1996. 98 Procesos étnicos y cultura en los pueblos indígenas de Chile indígena a las economías regionales e inclusión en la división regional y nacional del trabajo, generando una participación laboral mucho más diversificada que antes, lo que condujo a la mayoritaria residencia urbana del presente. Otro, es la relación con las agencias del Estado-Nación chileno, desde las cuales se busca reproducir la integración política y simbólica a una comunidad nacional, a la modernidad y a los proyectos modernizadores. Más recientemente, a un proyecto aún en ciernes de país multicultural. Con todo ello se van redefiniendo las significaciones asociadas a espacio social, pertenencia sociológica, inscripción de clase, sentido de la historia, cambio social, perspectiva de futuro, etc. También asistimos en el presente a la ruptura de los límites de contención histórica en sus espacios regionales y reapertura hacia el sur andino de Perú, Bolivia y noroeste argentino en el caso aymara, quechua, atacameño o colla; hacia el ámbito polinésico en el rapanui, o al wallmapu que incluye también a los mapuches de la patagonia argentina. Asimismo, los fenómenos de globalización de los que participan los indígenas inciden en nuevas preferencias de consumo y en la deslocalización de signos, imágenes y objetos (el propio discurso de la multiculturalidad, sin ir más lejos), en interacción dinámica con culturas regionales y locales. Favorece lo anterior la universalización de la lectoescritura, el acceso a los medios de comunicación, el consumo desde las industrias culturales, la profesionalización, así como las facilidades de comunicación a distancia del presente. Este despegue también se realiza por la constitución de agentes indígenas especializados en la acción cultural (sabios, cultores, educadores, practicantes de medicina, artistas, agrupaciones y organizaciones culturales, agentes de la política cultural indígena, etc.), sobre un espacio social indígena cada vez más amplio y tendencialmente urbano.10 LO CULTURAL INDÍGENA EN UN CONTEXTO ETNIFICADO Poco sabemos acerca de los contenidos y prácticas culturales mediante los cuales se representan los grupos étnicos como entidades culturales discretas, de los 10 Algunos de estos temas han sido tratados por la investigación social nacional, aunque enfocados principalmente hacia la cultura política de la etnicidad, o los usos etnopolíticos de la cultura, fenómenos de reciente activación. Podemos compartir con sus autores la inadecuación e insuficiencia de una noción de cultura como “culturas particulares” o exclusivas (Giménez, 2002) en el sentido antropológico clásico, para su aplicación a la investigación de las prácticas y representaciones culturales de los pueblos indígenas del presente. Pero ya es otra cosa decir que “en nuestros días no existe una cultura mapuche más allá de los intentos de reconstrucción teórica de lo que fueron las culturas mapuches en el pasado” (Saavedra, 2002:208) o que “si la cultura fuese un todo articulado, único e irrepetible, entonces habría que esperar una notable diferencia… con relación a la población no mapuche” (Mascareño, 2007a:111). Juicios de este tipo no quedan cabalmente justificados por la imposibilidad actual de establecer deslindes objetivos categóricos entre el conjunto de prácticas y representaciones de un pueblo indígena respecto de conjuntos análogos de otros indígenas y las sociedades regionales de las que forman parte. Por el contrario, los fenómenos de interpenetración e inconsistencias simbólicas son comunes y de considerable alcance; tampoco tienen nada de nuevos. La formación y reconstrucción de los límites sociales y simbólicos entre los grupos no presupone una totalidad sociocultural específica y distinta en su conjunto, respecto de todos los demás grupos de una formación nacional o subregional. Para más detalles véase, Mascareño, 2007b y Larraín 2007. 99 Hans Gundermann K. agentes indígenas y de los no indígenas, estatales o sociales de lo cultural indígena. Otro tanto con la institucionalización de la acción cultural y su relación con la dinámica cultural indígena, o los efectos de los cambios acaecidos sobre los conjuntos de prácticas y significaciones culturales de los pueblos indígenas del país.11 En lo que sigue propondremos ideas que nutran respuestas a las preguntas por la relación entre cultura y procesos étnicos de los pueblos originarios de Chile. Varias dimensiones de lo cultural indígena contemporáneo ayudarían a comprender e interpretar mejor este nuevo estado de cosas.12 Un primer asunto a considerar es el de la configuración social en la que se procesan contenidos y activan prácticas culturales. Consideramos plausible sostener que está teniendo lugar la formación de un dominio, esfera o campo de interacción de lo cultural indígena13 compuesto por agentes y agencias de la política indígena, actores indígenas y de la sociedad civil, con posiciones internas diferenciadas y con relaciones de complementariedad, competencia y disputa por la definición y especificación de los contenidos de lo cultural indígena, su autenticidad, tradicionalidad o carácter patrimonial, el contenido de las memorias étnicas y las estipulaciones acerca de la identidad colectiva. Todo esto es nuevo respecto del pasado, donde lo cultural se asimila a forma de vida, sin una significativa diferenciación de roles y sin la institucionalización que ahora adquiere. La formación de esta esfera institucionalizada de la cultura indígena puede considerarse la consecuencia de la implementación de una política étnica, empujada por movimientos indígenas (líderes, intelectuales, dirigentes y organizaciones), y actores no indígenas (ONG, pero también iglesias, partidos políticos, universidades, otros movimientos sociales), que plantean demandas referidas a derechos, acción afirmativa y reparación. Por el lado del Estado se manifiesta mediante la creación de programas 11 Hacen excepción unos pocos trabajos que analizan aspectos particulares de un mucho más amplio conjunto de fenómenos. Puede consultarse Andrade, 2004; Ayala, 2006; Bascope, 2007; Boccara, 2007; Mascareño, 2007a y b, y Zapata, 2007. 12 Se habrá advertido que lo cultural no puede tomarse como dado, sino más bien como algo reconstruido y en construcción por medio de un proceso social en el que concurren agentes e instituciones sociales indígenas, del Estado y la sociedad civil. De esta manera, el enfoque y análisis se desplazan desde el proceso étnico, frecuente en la investigación social de los pueblos indígenas, que desde esta óptica se reposiciona como una dimensión de contexto a la cultura y el proceso cultural partícipe de la dinámica étnica reciente en Chile. 13 La noción de campo (Bourdieu, 1998 [1979) o campo de interacción (Thompson, 1998 [1990]), designa el resultado histórico de procesos de diferenciación de las sociedades modernas en ámbitos independientes, en los cuales conjuntos de actores (particulares y colectivos, institucionalizados o no) y recursos o formas de “capital” particulares operan según lógicas sociales específicas. La reciente creación y evolución del que aquí nos ocupa aconseja hablar de un campo de interacción cultural en formación y, por el hecho de que le preexiste en Chile el campo cultural general, además de señalar el carácter particular que le es propio, parece recomendable hablar de subcampo (una opción también tomada por Boccara (2007), respecto de la salud intercultural). Las relaciones entre este subcampo y el campo cultural nacional no son abordados aquí. Señalemos, no obstante, que se ha iniciado la difusión de lo cultural indígena en formato de “alta cultura”. 100 Procesos étnicos y cultura en los pueblos indígenas de Chile (Salud Intercultural, Educación Intercultural Bilingüe), unidades de cultura y educación (en CONADI), etc. Por el de los indígenas, mediante entidades como las academias de la lengua mapuche o aymara, agrupaciones culturales, organizaciones de cultores de la medicina tradicional, etc. Con ello se forma una capa de funcionarios, en su mayoría indígenas (burócratas, profesores, facilitadores interculturales, pero también asesores y consultores), intelectuales indígenas y no indígenas (antropólogos de apoyo, intelectuales mapuches), actores culturales de las etnias (yatiris, machis, amautas, “sabios”, etc.) y trabajadores culturales independientes, de ONG o universidades.14 Las relaciones internas del campo no son unilaterales, equilibradas, de sentido único o estáticas. Se dan bajo condiciones de desigualdad, complementariedad, oposición y conflicto. Esos cursos de acción sobre lo cultural están sujetos a asimetrías de poder, a disputas y, eventualmente, conflictos entre agentes estatales e indígenas o de la sociedad civil, entre instituciones, o también entre grupos étnicos y al interior de ellos. Lo que se pone en juego es la definición de contenidos culturales, la identidad étnica y su valor de autenticidad, los elementos de la tradicionalidad, de la patrimonialidad, la jerarquía entre los términos, o el posicionamiento estratégico de todo esto para los objetivos de los agentes culturales. Ello es lo que le otorga su dinamismo y pone parámetros a los cambios y transformaciones que en su interior se van dando. Esa dinámica es a la vez recursiva y progresiva. Al interior del campo de interacción los actores indígenas etnifican la política indígena, la que, a la vez, etnifica las relaciones con los indígenas y, por esta vía, etnifica a los indígenas en un espiral progresivo de remisiones discursivas y simbólicas que dan forma y sentido a esas relaciones. La formación y los cambios en el campo de interacción no pueden entenderse sin considerar sus relaciones internas y externas. Las características que ellas adoptaron en sus inicios y con posterioridad permiten establecer la condición más o menos contingente o determinada de su emergencia, sus momentos, fases y crisis. Este proceso es también heterogéneo en sus orígenes, desenvolvimiento y condiciones presentes (la de los pueblos andinos respecto de lo mapuche y de ambos respecto de lo rapanui), lo que obedece tanto a la diferencia en los contextos sociohistóricos y políticos de formación, como al desempeño de los agentes étnicos y a las especificidades que en el proceso alcanzan. Es progresiva, entonces, en cuanto a que cambia, sigue tendencias, manifiesta periodos, se definen etapas, pero sin que pueda perfilarse una teleología u orientación fundamental, a pesar de los deseos de los agentes sociales partícipes. Un aspecto relevante de la acción cultural bajo una situación etnificada radica en que los repertorios y prácticas culturales indígenas son objeto de un proceso reflexivo, constructivo y de organización sin parangones en la historia de los pueblos originarios modernos de Chile, por su novedad, masividad, extensión y profundidad. Una consecuencia es la especificación, tipificación y deslindes, normalmente esencializados, de contenidos culturales con los que se expresa identidad y alteridad. 14 Para un estudio de interés, consúltese los trabajos de Handler sobre las políticas de la cultura en Quebec (1987a y 1987b). 101 Hans Gundermann K. Es decir, la construcción de representaciones sobre lo que los pueblos originarios de Chile son en general y cada uno en particular. Asimismo, se conforma una cultura indígena pública, en el sentido de que se significa un conjunto de instituciones y prácticas como definitorias de lo cultural indígena (lo que se comunica, publicita, escribe o divulga como lo cultural representativo). En relación con ello surgen formas nuevas de manifestación y simbolización (el 24 de junio, día de los indígenas; o el año nuevo de los pueblos originarios), tanto genéricas como particulares a los grupos. Esto representa el corazón de lo que Mascareño denominó a propósito de los mapuche la “cultura como concepto político” (2007a). Se reforma sustancialmente, entonces, una conciencia de cultura. Ahora precisamente como “cultura” en el sentido antropológico clásico del término15 incorporando en una totalidad más compleja y consciente el campo fenoménico de la “costumbre” en el caso andino, el admapu mapuche, o su equivalente rapanui. Un aspecto destacado es el incremento dramático de la discusión interna y externa sobre autenticidad (legitimidad y veracidad) en materia cultural (Handler y Linnekin, 1984) y, con ello, un aumento del dinamismo y complejidad de la acción cultural. Todo esto resulta del cruce complejo de un proceso de selección y jerarquización de lo cultural según criterios de exclusividad, autenticidad, tradicionalidad, patrimonialidad, y de nociones globalizadas (Sylvain, 2002, 2005), o al menos latinoamericanas o subregionales (como las polinésicas) sobre los indígenas, con historias oficiales, etnografías profesionales, memoria indígena y elaboraciones más contingentes. Con más frecuencia de la deseable, los estudios antropológicos han abordado el material así elaborado de una manera acrítica, contribuyendo a sistematizar las representaciones implicadas, sin discutir mayormente su condición construida. Al contrario, ayudando más bien a afirmar, por vía de la autoridad etnográfica, las presunciones acerca de su arraigo, continuidad histórica y homogeneidad (lo que Handler, 1987b:14, llama cultural objetification). El trabajo de sistematización y definición desarrollado por los agentes culturales acarrea transformaciones en otros conjuntos de contenidos culturales menos obvios. Uno que nos parece significativo es lo que hemos denominado el paso de un paradigma semántico de “indio” a uno multicultural o étnico (Gundermann, 2003). Durante al menos el último siglo y luego de derribadas las barreras neocoloniales o terminada su autonomía, sobre los pueblos indígenas de Chile se impone una concepción del indígena como una categoría social atrasada, incivilizada, marginal y rezagada que muchos de ellos hacen suya (en el caso mapuche, sin embargo, en conflicto con otras adscripciones sociales de sujeto). El “indio” es el que quedó rezagado en la senda del progreso y el que está más cerca de la barbarie y el primitivismo. Con la irrupción de la política de reconocimiento étnico esa arraigada 15 Culture or Civilization, taken in its wide ethnographic sense, is that complex whole which includes knowledge, belief, art, morals, law, custom, and any other capabilities and habits acquired by man as a member of society (Tylor, 1871:1). 102 Procesos étnicos y cultura en los pueblos indígenas de Chile constelación de ideas ha cambiado en dirección de una concepción relativista de las culturas y las sociedades humanas, no sin algunas ambigüedades y contradicciones. Asistimos también a la construcción de una memoria cultural e histórica (de la tradición, las instituciones indígenas, las prácticas representativas del pasado, los orígenes) en que, contra lo esperado o lo que se supone, se está dando el paso de una memoria mítica (del Inca Rey andino o del Treng-treng y Kai-kai mapuche) a una memoria histórica moderna que traza nuevas continuidades o discontinuidades, introduce nuevos contenidos, los jerarquiza y los pone en relación con estados de cosas actuales, proyectos y utopías. Aclaremos que construcción es también invención en el sentido de que no solo se reúne y organiza lo que estaba disperso o insuficientemente relevado, sino que también es una labor creativa, con un saldo neto nuevo de puesta en sintonía, de hacerlo congruente con circunstancias sociales y apuestas políticas del presente. En ese sentido es que puede hablarse de invención cultural; por lo demás, algo bastante común en toda cultura moderna (Linnekin, 1991). Una de las consecuencias de lo que venimos proponiendo es que los repertorios culturales etnificados acrecientan su autoridad y legitimidad. Hasta un cierto punto, las prácticas culturales están dejando de ser prácticas estigmatizadas y estigmatizantes para quienes las practican y dejan de ser, simplemente, sinónimos de “indio atrasado” e “incivilizado”. Y, con ello, ganan una mejor posición para el ejercicio de las prácticas culturales, como consecuencia de ello se originan nuevas dinámicas. Por ejemplo, en la medicina indígena que tiende a salir de la semiclandestinidad en que estuvo sometida, pero también redefiniendo y reposicionando a sus actores. Por ejemplo, la religiosidad indígena que no solo vive mejores momentos para activarse, sino que da origen a nuevos fenómenos como aquel que pudiéramos llamar “neonativismo religioso” (la recusación de toda idea y toda acción que recuerde lo no auténtico del grupo en esta materia y la práctica de lo así depurado). CONCLUSIONES En este breve ensayo nos propusimos indagar la reciente etnificación y etnogénesis indígena en Chile desde el ángulo de la construcción social de la producción cultural, intentando al mismo tiempo especificar fenómenos de significación relevantes que se encuentren asociados. Dos ideas centrales conectadas ordenan nuestro argumento. De una parte, que lo cultural en los indígenas (más que de los indígenas) por largo tiempo vive ya profusas y profundas transformaciones. Y, que en las últimas dos décadas lo cultural converge con la etnogénesis indígena en un vínculo complejo. Se trata a la vez de encuentro y emergencia en cuanto a que dos procesos distintos, aunque no del todo separados históricamente, uno político y otro más propiamente sociocultural, reorganizan e intensifican sus nexos. Es emergencia, también, en cuanto a su novedad y contingencia, en el sentido de que no es el resultado necesario de un progreso o desarrollo interno a lo indígena. 103 Hans Gundermann K. La otra consideración, derivada de la primera, asume que los nuevos procesos étnicos conllevan una acción sobre lo cultural de gran amplitud y alcance. En efecto, la etnogénesis se constituye definiendo como un componente central las culturas indígenas (algo distinto de lo cultural en los indígenas); estas representan su fundamento y, a la vez, una materia de acción (su promoción, recuperación, legitimación). Sobre ello convergen diversos agentes sociales (étnicos, estatales y de la sociedad civil) que durante las últimas dos décadas dan forma a un campo de interacción de lo cultural indígena en que se procesan contenidos culturales (se elaboran, crean, revisan, discuten, promueven, entran en controversia, organizan, institucionalizan, etc.). Lo hacen desde distintas posiciones de poder, autoridad y legitimidad, siguiendo cursos de acción atingentes a esas posiciones y a las circunstancias de desenvolvimiento. Política cultural indígena y etnogénesis guardan así relaciones directas en uno y otro sentido: una no puede realizarse sin la participación de agentes y agencias indígenas (cultores, oficiantes tradicionales, intelectuales, grupos y organizaciones, etc.). La otra se apoya en la acción, los recursos y la autoridad que pueda proveerle la primera; o bien, ella misma se define con relación a la contestación, oposición e, incluso, autonomía de la acción estatal. A su vez, la acción cultural está lejos de un simple poner en evidencia las tradiciones indígenas; constituye, según nuestro parecer, un proceso mucho más complejo de construcción social de lo cultural. De este modo, durante las últimas dos décadas lo cultural indígena ha experimentado una transformación que entendemos fundamental. Los principales cambios culturales pueden resumirse en lo siguiente. Desde luego, en la conciencia cultural (definiciones, especificaciones y deslindes, autentificación, patrimonialización, etc.) que transforma las condiciones sociales y subjetivas de la producción y reproducción cultural. Formas de conciencia y acción cultural correlativa que suponen un virtual cambio de paradigma semántico, desde una formación discursiva estructurada en torno a la idea de progreso, a otra que se abre paso y que, en contrario, se define por la idea de multiculturalidad. Como también la extensiva elaboración de una memoria colectiva que toma contenidos míticos, pero para estructurarse según cánones modernos. Ganando así legitimidad y autoridad, al menos interna. Y con todo ello, la elaboración de definiciones de identidad étnica que entonces resultan lógica y materialmente posibles; no obstante que las identificaciones étnicas toman, construyen y ocupan ideas, la de cultura en particular, más semejantes a las que están presentes en las disciplinas antropológicas y en las ideologías nacionalistas modernas, que aquellas que anclaron las identificaciones colectivas de cuño indígena históricamente precedentes. En suma, asistimos a un proceso en marcha de organización social de lo cultural indígena verdaderamente nuevo, surgido de la acción de movimientos indígenas, de agentes de la sociedad civil, y de una política indígena (en su interior los inicios de una política cultural) activada en la primera mitad de la década de 1990. Se trata, como se habrá visto, de un trabajo sobre lo cultural ambivalente y hasta 104 Procesos étnicos y cultura en los pueblos indígenas de Chile paradojal. De una parte, se tiene el objetivo primordial de la recuperación de lo cultural perdido u olvidado, en función de alcanzar la mayor fidelidad posible con las representaciones y en el ejercicio de las prácticas culturales, bajo la premisa de un proceso histórico en que la sociedad dominante de cada época agredió y tendió a anular esa cultura original. Pero la salida de la alienación y el retorno a las fuentes es en realidad “invención cultural”, en el sentido que anteriormente indicáramos. Quizá el mejor ejemplo de lo anterior es el de la formulación de una cultura indígena aymara, mapuche, rapanui o atacameña pública: la definición y adecuación de unos pocos rasgos o atributos considerados propios y característicos de un grupo en particular que, se considera, entroncan con lo más genuino de la tradición cultural de ese pueblo, y que son usados profusamente para significar ante sí mismos y terceros (agentes públicos, actores políticos, no indígenas u otros indígenas) una identidad colectiva étnica o de pueblo originario. En realidad, se acude más al espectro de la tradición que verdaderamente a ella, en la medida de su doble novedad: como modalidad de manifestación elaborada para enfrentar las circunstancias del presente, y como construcción realizada desde una selección cultural reductiva igualmente puesta al servicio de los intereses de la época actual. Ello se lleva a efecto con arreglo a una notoria inversión de valores. Se tiene primero una postura previa generalizada de rechazo o al menos ambigua respecto del valor de lo cultural propio (por cierto, con variantes y matices de pueblo a pueblo), lo que facilitó internamente las prácticas de abandono u ocultamiento cultural. Se pasa luego a una verdadera hipercatectización ––para usar una expresión proveniente de la psicología–– de lo considerado cultural propio por parte de los sectores indígenas comprometidos en el activismo cultural. Sin embargo, con los cambios indicados, radicados principalmente en un plano discursivo, las prácticas sociales siguen en lo sustantivo en continuidad con las orientaciones que estas fueron tomando durante el último siglo: aumento de pluralidad, heterogeneidad y complejidad sociocultural, posición cultural subordinada y transformaciones recesivas para lo cultural propio. La conformación de campo, las nuevas condiciones de producción social de lo cultural y las transformaciones en la significación acerca de lo cultural que bosquejáramos abren el desafío de transformar las tendencias culturales hasta ahora prevalecientes. Universidad Católica del Norte* Instituto de Investigaciones Arqueológicas y Museo (IIAM) Calle Gustavo Le Paige 380, San Pedro de Atacama, Región de Antofagasta (Chile) [email protected] 105 Hans Gundermann K. OBRAS CITADAS Andrade, Pablo. Artífices del imaginario. La puesta en escena, una aproximación a la construcción de la identidad Rapanui. Santiago: Tesis de Licenciatura en Antropología, Universidad Academia de Humanismo Cristiano, 2004. Ayala, Patricia. Relaciones y discursos entre atacameños, arqueólogos y Estado en Atacama (II Región, Norte de Chile). San Pedro de Atacama: Tesis de Magister en Antropología, UCN-UTA, 2006. Bascope, Joaquín, 2007, L’Ethnicité pratiqu(é)e. 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Si bien es cierto que para Arendt el totalitarismo es un régimen político específico y delimitado en un contexto histórico particular, también es posible encontrar en su pensamiento una idea más amplia del totalitarismo en la estela de la crítica a la tradición de la filosofía política que la autora desarrolla. Según Arendt, esta tradición no habría hecho otra cosa que idear modos de gobierno que permitan controlar la acción y con ello también la contingencia de los asuntos humanos. Así, esta tradición de la filosofía política habría terminado por comprender los asuntos humanos como una obra por realizar, sin dejar espacio, de este modo, al despliegue de la pluralidad humana. Se trata entonces de pensar en esas “corrientes subterráneas del pensamiento occidental” que cristalizaron en la Alemania nazi y la URSS. Esta lectura del totalitarismo estará iluminada en ciertos puntos por la idea de inmanentismo desarrollada por Jean-Luc Nancy en La Comunidad Inoperante. Palabras clave: Hannah Arendt, inmanentismo, Jean-Luc Nancy, pluralidad, totalitarismo. Abstract This paper attempts to provide an interpretation of Hannah Arendt's understanding of totalitarianism. Although Arendt conceives totalitarianism as a specific political regime, my claim is that it is also possible to find a broder conception of totalitarianism in Arendt's work if we consider her critical approach to the tradition of political philosophy. According to Arendt, the western tradition of political philosophy has brought forth nothing but different types of government that are only concerned with subjecting human action and thus the contingency of human affairs. Thereby, the philosophical tradition understands human affairs qua work and in doing so hinders and obstructs the deployment of human plurality. Hence, my aim in this paper is to reflect upon the underground stream that according to Arendt crystallized both in the Nazi Germany and in the USSR. To accomplish this task, I take into account the notion of “immanentism” developed by Jean-Luc Nancy in The inoperative Community. Key words: H. Arendt, immanentism, Jean-Luc Nancy, plurality, totalitarianism. Es posible encontrar en el pensamiento de Arendt por lo menos dos aproximaciones distintas o dos enfoques para pensar el asunto del totalitarismo. Por un lado, se puede leer en los textos de la autora un análisis del totalitarismo como un régimen político concreto y completamente novedoso en la historia política de la humanidad. Tal como lo señala la propia Arendt, “hemos recalcado repetidas veces María Victoria Londoño que no son solamente más drásticos los medios de dominación total, sino que el totalitarismo difiere esencialmente de otras formas de opresión política que nos son conocidas, como el despotismo, la tiranía y la dictadura” (Arendt, 2002:682). Pero, por otro lado, es posible encontrar en sus reflexiones una noción más amplia de totalitarismo; un intento por pensar el asunto no solo como un régimen político novedoso, que tuvo lugar en un tiempo y espacio específico, sino como la puesta en escena de un horizonte del pensamiento de Occidente que, quizá, “no desaparecerá con la muerte de Stalin más de lo que desapareció con la caída de la Alemania nazi” (Orígenes, 683). Así, bajo esta segunda lectura, que se puede encontrar en varios de sus textos, el totalitarismo no es concebido simplemente como un fenómeno aislado en nuestra historia política, sino como la cristalización de ciertos elementos presentes en una tradición del pensamiento occidental, en lo que, más explícitamente, la propia autora denomina como “nuestra tradición de la filosofía política”. De lo anterior se deprende, sin duda, el hecho de que en muchas ocasiones Arendt se mostrara reacia a ser categorizada como una filósofa, tal y como por ejemplo lo expresa en la entrevista que Günter Gaus hace a la autora en 1964 y en la que esta afirma: “Yo no pertenezco al círculo de los filósofos. Mi profesión si puede hablarse de algo así, es la teoría política. No me siento en modo alguno una filósofa. Ni creo tampoco haber sido admitida en el círculo de los filósofos […]” (Ensayos Comprensión, 18). Ahora bien, si consideramos el totalitarismo dentro del contexto general de la obra de Arendt, una lectura de este como mero régimen político novedoso resultaría algo limitada. En efecto, esta inicial aproximación dejaría de lado el hecho de que para la pensadora el fenómeno totalitario “no cayó del cielo” y no debe ser considerado simplemente como un evento catastrófico que tuvo lugar en el pasado de nuestra historia política. Esta lectura del fenómeno totalitario estaría desconociendo el hecho de que, quizás, muchos de sus predicamentos pueden seguir estando presentes en nuestro tiempo sin que acaso logremos darnos cuenta.1 Teniendo lo anterior a la vista, es que se puede articular en Arendt el análisis del totalitarismo con su crítica a la tradición de la filosofía política; dos temas que, me aventuro a sostener, parecen atravesar transversalmente muchos de los planteamientos que la autora desarrolla en textos posteriores al de 1951.2 En todo caso, no se trata de afirmar que esta segunda lectura del totalitarismo sea más fiel a los textos de Arendt. Es clave recordar que la propia autora hizo un A la luz de esta segunda lectura resulta sumamente interesante el análisis del totalitarismo que realiza Miguel Abensour en su ensayo “De una errónea interpretación del totalitarismo y sus consecuencias”. Allí el autor pone de manifiesto que la idea del totalitarismo entendido como una politización total de la sociedad, no solo estaría desconociendo su verdadera naturaleza de despolitización, sino que adicionalmente estaría alimentando el anclaje totalitario del odio hacia la política. 2 No obstante, es clave hacer énfasis en que para Arendt no se puede establecer una conexión directa entre nuestra tradición de la filosofía política y el totalitarismo, ya que esto implicaría una explicación causal de los regímenes totalitarios, de la que Arendt siempre quiso distanciarse. Con el transcurrir del texto espero se vaya poniendo de manifiesto en qué consistiría esta particular relación entre la filosofía y el totalitarismo. 1 110 El horizonte totalitario: Inmanentismo y nuestra tradición de la filosofía detallado examen de los gobiernos nazi y soviético, poniendo de manifiesto cómo estos regímenes fueron radicalmente diferentes a todas las formas de gobierno que hasta el momento habían tenido lugar en la historia política de Occidente. En efecto, el análisis que desarrolla Arendt en el último capítulo de Los Orígenes del Totalitarismo ––“Ideología y terror de una nueva forma de gobierno”––, que añadió en 1966 a la tercera edición, busca esclarecer cómo la ideología y el terror hicieron del régimen totalitario un sistema de gobierno único en la historia política de la humanidad. ¿Cómo es posible entonces concebir en los textos de Arendt una perspectiva del totalitarismo como un régimen político contextual que marca una ruptura con la tradición de las instituciones políticas conocidas hasta ese entonces, y, al mismo tiempo, considerarlo como la cristalización de algunos elementos de nuestra tradición de la filosofía política, sin que ambas interpretaciones choquen o entren en una contradicción? Si bien es cierto que el fenómeno totalitario marca una ruptura con lo que hasta el momento había sucedido en el desarrollo de las instituciones políticas de Occidente, también es importante recordar que, según Arendt, dicho fenómeno parece surgir de “la explosiva aparición de corrientes subterráneas” (Forti, 77) del pensamiento político; es decir, de la cristalización de ciertos elementos que habían estado presentes en nuestra tradición de la filosofía política ya desde Platón. En este sentido, dichos elementos de nuestra tradición habrían corrido paralelamente a la historia política, cristalizándose, en algún punto azaroso y contingente de dicho transcurrir histórico, en lo que conocimos durante la primera mitad del siglo XX como los regímenes totalitarios de la Unión Soviética y la Alemania nazi. Ahora bien, una vez que pensamos el asunto en estos términos no deja de asaltarnos otra pregunta: ¿Cómo es posible pensar que aquellos elementos que parecen haber cristalizado en el totalitarismo eran ya parte de la tradición de nuestro pensamiento occidental, sin que esto implique que Platón, Rousseau, Hegel o Marx fueran ya totalitarios? No se trata entonces de acusar a algunos autores de nuestra tradición de ser, per se, totalitarios como parece por ejemplo hacerlo Karl Popper en La Sociedad abierta y sus enemigos; se trata más bien de un trabajo que permita develar cómo ciertos conceptos claves para la filosofía política se han mantenido anquilosados en la tradición del pensamiento político occidental. Es desde esta perspectiva que se pueden leer algunas afirmaciones bastante sugestivas que lanza la autora, por ejemplo, cuando señala en su ensayo “Comprensión y política” que el proceso de comprensión del totalitarismo requiere, quizás también, de un proceso de autocomprensión (Arendt, Comprensión, 35). Este proceso de autocomprensión, o este proceso de comprensión de nuestra tradición ––lo que en todo caso significaría lo mismo–– permite entonces entrever el fenómeno totalitario como esa cristalización de algunos elementos anquilosados en nuestro pensamiento de la filosofía política. Ahora bien, no es fortuito el que Arendt haya decidido emplear el término de cristalización para hacer referencia al asunto. Este concepto le permite tomar distancia de las explicaciones causales que resultan 111 María Victoria Londoño bastante frecuentes en los estudios sobre el totalitarismo, y que supondrían que una causa determinada llevará siempre y necesariamente a un producto o unos hechos históricos específicos, y al parecer ineludibles. Este tipo de aproximaciones resultan problemáticas para la autora en tanto que desconocen el carácter imprevisible y contingente de los asuntos humanos; la noción de cristalización pretendería, entonces, explicar el surgimiento del totalitarismo apuntando a que una multiplicidad de elementos y fenómenos dan lugar a un evento, aunque siempre de manera azarosa y hasta un poco arbitraria; en todo caso, siempre imprevisible. Una vez hemos pensado el asunto en estos términos, lo que habría que preguntarse es cuáles son los elementos de nuestra tradición que cristalizaron durante la primera mitad del siglo XX. Para la pensadora, en términos generales, el problema de la filosofía política radica en su imposibilidad de concebir la pluralidad humana y, por consiguiente, la espontaneidad y contingencia propias de los asuntos humanos. El filósofo, según Arendt, desconfía del mundo, de los asuntos que se desarrollan en dicho mundo y que parecieran escapar a cualquier predicción y control: “[e]scapar de la fragilidad de los asuntos humanos para adentrarse en la solidez de la quietud y el orden se ha recomendado tanto, que la mayor parte de la filosofía política desde Platón podría interpretarse fácilmente como los diversos intentos para encontrar bases teóricas y formas prácticas que permitan escapar de la política por completo” (Arendt, La condición, 242). Para Arendt, ya en Platón ––y en ciertos puntos, también en Aristóteles–– se pueden rastrear los elementos “fundadores de la filosofía política y destructores de la acción política” (Abensour, 104) que permanecerán incrustados y pasarán inadvertidos en la tradición del pensamiento occidental. Teniendo a la vista lo anterior, se puede leer la crítica de Arendt a la idea de gobierno como enmarcada en una crítica más general a la tradición. En el trabajo genealógico que realiza la autora de este concepto, se pone de manifiesto que la noción de gobierno surge de la separación entre archein y prattein que lleva a cabo Platón en El Político. Esta disociación, según Arendt, introdujo en el pensamiento la política según la cual unos pocos deben mandar, aquellos que tienen un conocimiento más elevado sobre ciertos asuntos que a todos incumben, y otros ––muchos–– obedecer o ejecutar las órdenes de quienes ejercen el poder. Esta noción de gobierno en la tradición griega, anterior y distinta para Arendt de la tradición de la filosofía política que se inicia con Platón y Aristóteles, solía referirse a las relaciones que tenían lugar al interior de la familia, ya que por medio de este esquema de mando y obediencia se podía lograr una total coordinación y armonía de los asuntos familiares. De este relativo control que se experimentaba al interior de la familia es que Platón parece extraer su idea de gobierno. Así, por ejemplo, Arendt señala que: “Puesto que Platón identificó de inmediato la línea divisoria entre acción y pensamiento con la brecha que separa a los gobernantes de los gobernados, resulta evidente que las experiencias en las que se basa la división platónica son las de la familia, donde nada podía hacerse si el dueño no sabía qué hacer y daba órdenes a los esclavos, órdenes que estos ejecutaban sin saber” (143). 112 El horizonte totalitario: Inmanentismo y nuestra tradición de la filosofía La idea de gobierno, entonces, no concibe la política y el espacio donde dicha actividad se desarrolla como un acontecer siempre imprevisible y contingente, sino como una relación de dominación en la que unos gobiernan y otros obedecen, donde cada cual desarrolla una actividad determinada; una relación que, en todo caso, no deja espacio para desplegar la pluralidad humana. La trivial noción, que se encuentra en Platón y Aristóteles, de que toda comunidad política está formada por quienes gobiernan y por los que son gobernados (en las que se basan las actuales definiciones de formas de gobierno: gobierno de uno o monarquía, gobierno de pocos u oligarquía, gobierno de muchos o democracia), se fundamenta en la sospecha que inspira la acción más que en el desprecio hacia los hombres, y procede del deseo de encontrar un sustituto a la acción más que de la irresponsable o tiránica voluntad de poder (Arendt, La condición, 242). Estos intentos por sustituir la acción ponen de manifiesto cómo los asuntos humanos han sido pensados, en la estela de esta tradición de la filosofía política, como si se trataran de una obra en la que unos medios determinados nos llevarán necesariamente a un fin conocido, así nada se escapará a la predicción y al control total. Una vez que pensamos la comunidad política en estos términos, ese carácter específico que tiene para Arendt la acción como aquella actividad que se agota en el puro acto o cuyo “„producto‟ es idéntico al propio acto interpretativo” (La condición, 229), termina siendo sustituida por el modelo de la poiesis. La acción, para la autora, se encuentra relacionada con “la noción aristotélica de energeia (realidad), que designaba todas las actividades que no persiguen un fin (son ateleis) y no dejan trabajo tras sí (no par’ autas erga), sino que agotan su pleno significado en la actuación” (La condición, 229). Por este motivo es que la acción puede ser entendida como un fin en sí misma, donde la grandeza del acto no se debe ––ni se puede–– juzgar por la motivación o por su logro, sino solo por su propia realización; la acción, “este logro específicamente humano [,] se sitúa fuera de la categoría de medios y fines” (Arendt, La condición, 229), y no puede ser concebida como poiesis o fabricación, sino como praxis, como pura energeia. Se trata entonces de un horizonte del pensamiento político que concibe la intangible red de los asuntos humanos como una obra; la comunidad así tiende a pensarse como un producto concreto de unos medios determinados. Esta idea de la política como poiesis se trata para Arendt de la recurrente “ilusión de que podemos „hacer‟ algo en la esfera de los asuntos humanos ––„hacer‟ instituciones o leyes, por ejemplo, de la misma forma que hacemos mesas y sillas, o hacer hombres „mejores‟ o „peores‟–– […] la utópica esperanza de que cabe tratar a los hombres como se trata a otro „material‟” (La condición, 212). La idea de comunidad como obra, que parte de la convicción de que el ser humano es capaz de controlar y ordenar todo a su alrededor, como cree poder hacerlo con su propio ser, es lo que algunos pensadores contemporáneos han denominado inmanentismo: una “comunidad de seres que producen por esencia su propia esencia como su obra, y que además producen precisamente esta esencia como comunidad” (Nancy, Comunidad inoperante, 21). 113 María Victoria Londoño En este mismo sentido, para Arendt no solo la idea de gobierno, como producto de una relación de mando y obediencia, resulta problemática. Es frecuente encontrarse en sus textos con una crítica a la noción de soberanía y a la frecuente confusión por parte de la filosofía política de identificarla con la libertad. La soberanía sería esa intención humana de autogobernarse o de obrarse a partir de una relación de gobierno de sí; la autora, haciendo referencia a este asunto, señala que “si fuera verdad que soberanía y libertad son lo mismo, ningún hombre sería libre, ya que la soberanía, el ideal de intransigente autosuficiencia y superioridad, es contradictoria a la propia condición de la pluralidad” (La condición, 254). Para Arendt ningún hombre puede ser soberano porque la tierra está habitada por seres humanos y no por una sola subjetividad autofundante. La única manera de hacer coincidir la soberanía con la libertad, sería precisamente partiendo del hecho de que existe Un Solo Hombre que encarna la voluntad de una comunidad, es decir, el interés general de muchos individuos, al costo de reducir la pluralidad humana y eliminar por completo el “verdadero” sentido de la libertad ––entendida por Arendt como esa capacidad de actuar mancomunadamente con otros seres humanos también libres––. La soberanía traería consigo la idea de que el ser humano es una subjetividad capaz de obrarse o gobernarse a sí misma con independencia del mundo, o de la intangible red de los asuntos humanos en la que fácticamente está inserta. Así, se podría encontrar una cierta relación entre la crítica de Arendt a las nociones de soberanía y gobierno en nuestra tradición y los planteamientos que Nancy desarrolla. Esta afirmación se hace aún más clara si tenemos en cuenta que el propio Nancy reconoce en Arendt algunos puntos claves en relación con sus desarrollos en textos como Ser Singular Plural o La Comunidad Inoperante. Lo que intenta señalar el autor francés es que el pensamiento occidental ha tendido a orientarse bajo un horizonte, un trasfondo, un thelos hacia el cual han estado encaminadas las vidas humanas. Es un horizonte que nos indica cómo debemos comportarnos o actuar para alcanzar un proyecto definido de sociedad, una idea regulativa de nuestras vidas mediante la que nos construimos, pretendemos realizarnos a nosotros mismo y a nuestra “comunidad humana”. Este horizonte consistiría en una lógica inmanente que presenta al hombre como un sujeto con una esencia determinada que debe recorrer y comprender, para luego trasponer dicha esencia a la constitución de una comunidad, es decir, a una comunidad que se constituye como un fin. La lógica inmanente es una totalidad de sentido que no deja resto, que no reconoce el exceso de la finitud: “«¿A qué pueden dar forma los hombres? A todo. A la naturaleza, a la sociedad humana, a la humanidad», escribía Herder”(Nancy, Comunidad inoperante, 21). Ahora bien, el punto clave que habría que señalar es que esta inmanencia puede terminar por abrir un campo para que la política, una vez concebida desde la categoría de medio-fines, termine por justificar todo, incluso la vida de los seres humanos, si lo que se intenta es alcanzar un fin “más noble”. A este respecto y con gran acierto, Miguel Abensour señala que una vez concebimos la comunidad como poiesis, “la política será 114 El horizonte totalitario: Inmanentismo y nuestra tradición de la filosofía pensada desde el esquema medios-fines, expuesta, de esta forma, a una valorización de la violencia semejante a la que se desprende de la célebre frase: „el fin justifica los medios‟. La búsqueda de modelos, utópicos o teóricos, obligaría a la actividad política a materializar estos modelos; entendiendo por lo real, no una red de relaciones que, a su vez, engendra la acción, sino el mero conjunto de condiciones existentes” (Abensour, 105) Y pareciera que es precisamente esta búsqueda de una política que permita controlar los asuntos humanos, o que nos brinde algo de certeza sobre el acontecer de dichos asuntos, lo que abre un espacio para que nos pongamos como meta, como horizonte, la fabricación de nuestra comunidad. Nuestro ser-en-común termina siendo pensado como un fin, como una obra conjunta que debemos alcanzar pasando por encima de todos aquellos obstáculos que la imprevisibilidad de la pluralidad y la acción puedan hacer surgir en nuestra carrera. Así, dentro de la lógica de la inmanencia, o dentro de la idea de sujetos soberanos, no hay nada que exceda lo que se quiere realizar, el horizonte que se quiere alcanzar o la comunidad que se intenta forjar. Así, la lógica inmanente se acerca a eso que Arendt considera el presupuesto totalitario de “todo es posible”. La premisa de “todo es posible” evidencia el intento no solo de obrar una comunidad sin tropiezos ni contingencias, sino también de cómo precisamente este intento termina por eliminar a la pluralidad entendida como la ley de la tierra. Así señala Arendt: “la dominación total [el todo es posible], que aspira a organizar la pluralidad y diferenciación infinitas de los seres humanos como si la Humanidad fuese justamente un individuo, solo es posible si todas y cada una de las personas pudieran ser reducidas a una identidad nunca cambiante de reacciones, de forma tal que pudieran intercambiarse al azar cada uno de estos haces de reacciones” (Arendt, Orígenes, 652). En este párrafo, citado in extenso, se ponen en evidencia dos cuestiones: inicialmente expresa la preocupación de Arendt respecto del intento totalitario de organizar la pluralidad humana, hasta hacer todo lo posible por eliminarla. Pero también enuncia una crítica a la idea de una identidad que genere una común pertenencia: una humanidad-una, sin fracturas, un cuerpo orgánico, un todo homogéneo. En todos los intentos por formar o por pensar nuestro ser en común parecería que se ha terminado por designar un thelos al que toda vida debe estar encaminada, es decir, una identidad colectiva a la que cada hombre pertenece y de la que extrae su propia esencia y existencia. Apuntando a este mismo asunto, Nancy señala que en estos intentos por obrar una comunidad se observa “la impregnación de una identidad en una pluralidad donde cada miembro, al mismo tiempo, solo se identifica mediante la mediación suplementaria de su identificación con el cuerpo viviente de la comunidad” (Nancy, Comunidad inoperante, 31). En efecto, la relación entre identidad y política es evidente en la tradición del pensamiento de los asuntos políticos. Es la idea de que por medio de una identidad o de una propiedad común se mantienen vinculados los miembros de una comunidad, o la idea según la que, en tanto, muchos individuos comparten una misma identidad pueden conformar una comunidad. 115 María Victoria Londoño La idea de que la política, pero más específicamente la comunidad, se erige sobre una identidad compartida por todos sus miembros debe llevarnos a comprender al Estado como un Estado-sujeto. Un Estado en el que opera una lógica que LacueLabarthe y Nancy han denominado como metafísica del sujeto; es decir, la idea de que nuestro ser en común puede ser pensado como un sujeto con una identidad absoluta e indivisa, transparente para sí misma y siempre capaz de controlar su entorno y escapar de la contingencia a la que un mundo compartido le enfrenta y arriesga. Un Estadosujeto en el cual todos sus miembros pueden ser concebidos como un solo hombre, con una sola identidad y, por consiguiente, una sola voluntad general que apunte a alcanzar una sola meta: “…se trate de la nación o de la humanidad, de la clase, de la raza o del partido siendo o queriendo ser sujeto absoluto […] en este pensamiento del ser (y/o del devenir, de la historia) en cuanto subjetividad presente a sí misma, soporte, fuente y fin de la representación, de la certidumbre y de la voluntad” (Lacoue-Labarthe y Nancy, 221). Para Arendt, este thelos identitario se encuentra guiado por una ideología, es decir, por la lógica de una idea que permite ordenar y dar explicación a todos los eventos y acontecimientos del mundo: “las ideologías suponen siempre que basta una idea para explicar todo en el desarrollo de la premisa y que ninguna experiencia puede enseñar nada, porque todo se halla comprendido en este proceso consistente de deducción lógica” (Arendt, Orígenes, 675). Nada escapa a la lógica de una idea. Esta se propone dar una explicación total del mundo a partir de una característica o un atributo: sea la raza, o la clase. Los discursos sobre la identidad pueden terminar por convertirse en discursos ideológicos, en tanto que a partir de una idea ––raza, etnia, clase, patria, religión, etc.–– intentan dar una explicación total de los asuntos humanos y llevan a concebir nuestro ser-en-común como esta unión sustancial de una identidad compartida, y no como el aparecer de las singularidad, como la pura exposición de los agentes en un mundo plural. Pensar y planear la comunidad como una obra, como un horizonte que alcanzar, ha sido el proyecto de lo que Nancy entiende como los comunismos o de lo que Arendt denomina en La condición humana como las ficciones comunistas; comprendiendo ambas nociones en un sentido amplio como todos aquellos intentos humanos por hacer, obrar o construir una comunidad ––definición que entonces abarcaría desde el régimen de la Alemania nazi, pasando por la URSS hasta nuestras democracias actuales––. Si bien es cierto que la lógica inmanente y el desconocimiento de la pluralidad por parte de la tradición alcanzan su mayor desarrollo en los regímenes totalitarios, no es necesario irnos hasta este extremo para encontrarla. El horizonte inmanente se encuentra ya presente en nuestras sociedades occidentales, en nuestras aparentemente robustas democracias. Para Nancy, entonces, todo inmanentismo es ya un totalitarismo, o por lo menos un horizonte totalitario. Así el autor afirma que en todo comunismo la esencia humana “está puesta en práctica, allí se vuelve su propia obra. Es lo que llamamos el «totalitarismo», y que tal vez sería mejor denominar el «inmanentismo», si es verdad que no debemos reservar esta designación para ciertos 116 El horizonte totalitario: Inmanentismo y nuestra tradición de la filosofía tipos de sociedades o de regímenes, en vez de ver en ella, por una vez, el horizonte general de nuestro tiempo, que engloba también a las democracias y sus frágiles parapetos jurídicos” (Nancy, Comunidad inoperante, 22). La preocupación y desconfianza con que la filosofía política ha tendido a asumir los asuntos humanos, ha llevado a idear regímenes y formas de gobierno que nos permitan escapar de la contingencia que la pluralidad pone en escena. Hemos terminado entonces concibiéndonos como seres inmanentes, capaces de obrar nuestra comunidad como nos obramos a nosotros mismos. A la luz de todo lo que hasta el momento se ha dicho, es que se puede leer la provocadora afirmación que lanza Arendt en el último capítulo de Los Orígenes del Totalitarismo: “[s]i es cierto que pueden hallarse elementos de totalitarismo remontándose en la Historia y analizando las implicaciones políticas de lo que habitualmente denominamos la crisis de nuestro siglo, entonces es inevitable la conclusión de que esta crisis no es una simple amenaza del exterior, no simplemente el resultado de una agresiva política exterior, bien de Alemania, o de Rusia, y que no desaparecerá con la muerte de Stalin más de lo que desapareció con la caída de la Alemania nazi. Puede ser incluso que los verdaderos predicamentos de nuestro tiempo asuman su forma auténtica ––aunque no necesariamente la más cruel–– solo cuando el totalitarismo se haya convertido en algo del pasado” (Orígenes, 682). Con este tipo de afirmaciones Arendt nos invita a pensar que el totalitarismo no es cosa del pasado. No debemos concebirlo simplemente como un evento catastrófico de nuestra historia política, y desconocer de este modo el hecho de que, quizás, muchos de sus predicamentos sigan estando presentes en nuestras sociedades. A lo que nos invita la pensadora es, entonces, a leer con cierta desconfianza la noción de política que se ha construido en nuestra tradición de la filosofía, y a realizar un trabajo que permita develar el origen anquilosado de los conceptos fundamentales de dicha tradición. No obstante, es importante reconocer que el esfuerzo de Arendt no se detiene en su crítica al totalitarismo y la tradición. Me atrevería a afirmar que Arendt no solo hizo una crítica de nuestra tradición del pensamiento político, sino que en muchos de sus textos se puede evidenciar ya una propuesta para pensar el asunto de la política sin caer en un inmanentismo. La tarea que habría que continuar de la mano con la autora es pensar una noción distinta de política, pero más aún, una noción de comunidad que deje espacio para el despliegue de la pluralidad, o que conciba esta pluralidad como “la ley de la tierra”. Universidad Diego Portales* Instituto de Humanidades Santiago (Chile) [email protected] 117 María Victoria Londoño OBRAS CITADAS Abensour, M. Para una Filosofía Política Crítica. Barcelona: Anthropos. 2007. Acosta, M.R.; Quintana, L. De la estetización de la política a la comunidad desobrada. En Revista de Estudios Sociales, 35, 2010:53-65. Arendt, H. The origins of totalitarism. Cleveland: Meridian Books. 1958 ------- La condición humana. Barcelona: Paidós. 1993. ------- De la historia a la acción. Barcelona: Paidós. 1995. ------- Entre el Pasado y el Futuro: Ocho ejercicios sobre la reflexión política. Barcelona: Península. 1996 ------- The Human Condition. Chicago: University of Chicago Press. 1998 ------- Los orígenes del Totalitarismo v. 3. “Totalitarismo”. Madrid: Alianza. 2002. ------- “¿Qué queda? Queda la lengua materna, conversación con Gunther Gaus”, en Ensayos de comprensión, Caparrós editoriales. 2005 Forti, Simona. El Totalitarismo: Trayectoria de una idea límite. Madrid: Herder. 2008. Lacoue-Labarthe, P. Y Nancy, J.L. El mito Nazi. Barcelona: Anthropos. 2002. Nancy, J.L. La comunidad inoperante. Santiago de Chile: Universidad Arcis. 2000. ------- Ser Singular Plural. Arena libros: Madrid. 2006. 118 119-134 CONSTRUCCIÓN SOCIAL DE LA MEMORIA: PRESENCIA DEL IMAGINARIO DEL HOLOCAUSTO EN TESTIMONIOS LATINOAMERICANOS Social Construction of Memory: Presence of Holocaust Images in Latin American Testimonies Jorge Montealegre Iturra * Resumen La reconstrucción de la cotidianidad en la prisión política, a partir de casos de violaciones a los DD.HH. en Chile y Uruguay, supone recurrir a la memoria ––con su pluralidad, diversidad y vacilaciones–– como la principal fuente de conocimiento que contribuye a recrear y a resignificar los espacios evocados. Entendiendo la realidad y la memoria que la reconstruye como construcciones sociales, que incluyen el conocimiento de sentido común, el texto advierte sobre los procesos de transferencias y deformaciones presentes en los testimonios ilustrando esto con la presencia del imaginario del Holocausto en los testimonios de prisión política del cono sur de América Latina. Palabras clave: Cotidianidad, holocausto, imaginario, testimonio. Latinoamérica, memoria, Abstract The reconstruction of everyday life for political prisoners, starting with the cases of violations of Human Rights in Chile and Uruguay, supposedly occurs in the memory—with its plurality, diversity and hesitations—as the principle area of understanding that contributes to recreating and reassigning those images evoked. Knowing the reality and the memory that reconstruct them as social constructs, including the realizations of common sense, the text warns against the process of transfers and deformations present in the testimonies illustrating this with the presence of the Holocaust imaginary in the testimonies of political prisoners in the Southern Cone of Latin America. Key words: Everyday, holocaust, imaginary, Latin America, memory, testimony. CONSTRUCCIÓN SOCIAL DE LA MEMORIA: PRESENCIA DEL IMAGINARIO DEL HOLOCAUSTO EN TESTIMONIOS LATINOAMERICANOS Recrear aspectos de la cotidianidad de un pasado reciente implica visitarla y elegir en ella escenas de la vida diaria significativas. Lo hemos hecho, recurriendo especialmente a testimonios escritos, durante una investigación en que básicamente tratamos la resiliencia comunitaria en la prisión política de Chile y Uruguay, vivida por hombres y mujeres.1 Es decir, vivencias de personas sobrevivientes que ––en la 1 Tesis doctoral ―Acciones colectivas, memorias y procesos de resiliencia en la experiencia de prisioneras y prisioneros políticos de Chile y Uruguay‖, programa de doctorado en Estudios Americanos, mención Pensamiento y Cultura, Instituto de Estudios Avanzados, Facultad de Humanidades, Universidad de Santiago de Chile, 2010. Jorge Montealegre incertidumbre de la experiencia recién pasada–– ignoraban la suerte que les esperaba al término del día. Sin embargo, los prisioneros y prisioneras viven una normalidad dentro de la excepcionalidad que les permite interpretar los nuevos hechos extraordinarios que suceden en ella. Al definir un conjunto de actividades como cotidianas, plantea Norbert Lechner, se están definiendo ciertos criterios de normalidad con los que ―percibimos y evaluamos lo anormal, es decir, lo nuevo y lo extraordinario, lo problemático. Tal vez el aspecto más relevante de la vida cotidiana es la producción y reproducción de aquellas certezas básicas sin las cuales no sabríamos discernir las nuevas situaciones ni decidir qué hacer‖ (1988:57). En esta nueva normalidad se interrelacionan la cultura política y la familiar o privada en la construcción de una cotidianidad que produce finalmente un orden social reconocido por el colectivo: una normalidad en la anomalía. En la reconstrucción de dicha cotidianidad es la memoria ––con su pluralidad, diversidad y vacilaciones–– la principal fuente de conocimiento que contribuye a recrear y a resignificar el espacio evocado. La cotidianidad evocada es, obviamente, una experiencia social previa; pero que constituyó un presente vívido compartido, que está alojado en las memorias ––en lugares, objetos, testimonios–– y se puede reconstruir socialmente. Peter Berger y Thomas Luckmann, en La Construcción Social de la Realidad sostienen que todo el conocimiento ––incluyendo el sentido común, el conocimiento más básico compartido en la realidad diaria–– se deriva y es mantenido por las interacciones sociales. Así, los elementos clave para entender la realidad como una construcción social se encuentran en la vida cotidiana, la que se caracteriza por presentarse como un mundo intersubjetivo, de significados compartidos, un mundo contrastable mediante la experiencia con otros. Es en este sentido, en esa trama de relaciones continuas, que la cotidianidad como experiencia previa también es parte de la realidad (re)construida socialmente y que la memoria se constituye así en un cuerpo de conocimiento que llega a quedar establecido como ―realidad‖. La realidad de la vida cotidiana no se agota en el ―aquí y ahora‖, sino que abarca fenómenos que no están presentes en la realidad inmediata como lo son los hechos de la memoria ––las experiencias tipificadas, las acciones institucionalizadas–– que son objetivados por el lenguaje y la formación de campos semánticos. Es decir, grupos de palabras que están relacionadas por su significado, por ejemplo las que pertenecen al campo semántico de ―prisión política‖. Al respecto, siguiendo la línea de reflexión de Berger y Luckmann, es clave la referencia a que dentro de los campos semánticos se posibilita ―la objetivación, retención y acumulación de la experiencia biográfica e histórica‖, aclarando que esta acumulación es selectiva, ya que ―los campos semánticos determinan qué habrá que retener y qué habrá que ―olvidar‖ de la experiencia total tanto del individuo como de la sociedad‖ (58). Podemos entender que hay ciertas palabras pertenecientes al campo semántico o nocional que se pueden ―abrir‖ o ―cerrar‖ al 120 Construcción social de la memoria: Presencia del imaginario del Holocausto recuerdo, que pueden tener un mayor o menor poder de evocación y relato, acudiendo también a la memoria cultural. PROYECCIONES Y TRANSFERENCIAS En el proceso de objetivación de la experiencia en el lenguaje; es decir, ―su transformación en un objeto de conocimiento accesible en general‖ (Berger y Luckmann, 90), pueden producirse las deformaciones sobre las que advierte Michael Pollak al tratar los procesos de transferencia y proyección en su libro Memoria, olvido, silencio. Las mencionadas experiencias tipificadas están sedimentadas, retenidas como experiencias estereotipadas en el recuerdo. Al abordar los procesos de transferencia y proyección, Pollak se detiene en los acontecimientos ―vividos indirectamente‖ para llamar la atención sobre aquellos acontecimientos ―vividos por el grupo o por la colectividad a la cual la persona se siente pertenecer‖. Son acontecimientos de los que ―la persona no siempre participó, pero que, en el imaginario, tomaron tanto relieve que es casi imposible que ella pueda saber si participó o no‖ (34). En esa lógica, es pertinente reivindicar la teoría del marco social de la memoria de Maurice Halbwachs, y aseverar que los individuos se identifican con los acontecimientos públicos importantes para su grupo. Es decir, las personas recordamos situaciones que nunca hemos vivido ni experimentado directamente; pero una noticia, por ejemplo, puede convertirse en parte de nuestra vida y como un recuerdo ―propio‖ significativo. En pos de un anclaje de estos conceptos, recordemos que entre los acontecimientos memorables para los prisioneros están aquellos con participación de helicópteros, por la espectacularidad poco habitual que suscitan. Dos relatos de expresos del Estadio Nacional y Chacabuco recuerdan distintos helicópteros. Ambos ejemplos ilustran, más que lapsus de la memoria, cómo funciona esta y cómo en su ejercicio se mezclan acontecimientos vividos personalmente con acontecimientos vividos indirectamente. En el primer caso Adolfo Cozzi relata: Si hubiéramos sabido que los helicópteros que el día 19 de octubre de 1973 [sic] vimos pasar en dirección a Calama eran los de la caravana de la muerte del general Arellano Stark,2 ´[…] si hubiesen sabido […] quiénes estaban realmente 2 ―Caravana de la Muerte‖ se le llama al escuadrón del Ejército que recorre Chile, en octubre de 1973, dejando una secuela de 75 ejecuciones de prisioneros políticos. La comitiva viaja de prisión en prisión en un helicóptero Puma, por ello la periodista Patricia Verdugo llama Los zarpazos del puma a su documentado libro-reportaje nunca desmentido. El grupo lo encabeza el general de brigada Sergio Arellano Stark, designado ―Oficial Delegado del Comandante en Jefe del Ejército y Presidente de la Junta de Gobierno‖ con autoridad para actuar en nombre de quien ostenta dichos cargos: el general Augusto Pinochet Ugarte. Con dicha autoridad, Arellano se impone y sobrepasa las jerarquías locales. La misión especial consiste en ―uniformar criterios de administración de justicia y acelerar procesos‖ de los prisioneros políticos. El resultado es una serie de crímenes contra la humanidad: la caravana comete torturas, fusilamientos ilegales, inhumaciones clandestinas, ocultamientos de cuerpos. A su paso deja 4 personas muertas en Cauquenes, 15 en La Serena, 16 en Copiapó, 14 en Antofagasta, 26 en Calama. 121 Jorge Montealegre en Chacabuco […] los helicópteros, sin lugar a dudas, habrían aterrizado en Chacabuco (89). A pesar del lenguaje asertivo del autor, es pertinente aclarar que en la fecha mencionada ––19 de octubre de 1973–– a Chacabuco todavía no habían sido trasladados los presos políticos; es decir, era imposible que el testimoniante y otros presos vieran esos helicópteros.3 El caso de la ―caravana de la muerte‖, absolutamente acreditado, se convirtió en una realidad cercana para quienes vivieron la experiencia de prisión política en el desierto y fueron tratados por oficiales que participaron en dicha caravana.4 La vista de los helicópteros, entonces, en este caso es parte de un fenómeno de transferencia y proyección. En el segundo caso, relatando sus días en el Estadio Nacional Enrique Jenkin recuerda el hostigamiento de los militares durante una formación: ¡Todos a la cancha, formar! Mientras un helicóptero con potentes focos iluminaba el estadio. Espectáculo fantasmagórico, hacía recordar el film Apocalipsis Now,5 con Marlon Brando, en los momentos que las cuadrillas de helicópteros, en Viet Nam, se acercaban amenazadoramente, con música de fondo. Cabalgata de las Valkirias de Wagner… tata ¡TATAN! El ensordecedor aspeo, se me grabaría en forma indeleble (Jenkin, 82). Es significativo en el asunto que estamos tratando, que en el manuscrito de este relato la escena haya sido atribuida a Holocausto. El error fue corregido, pero es interesante conocer el proceso de construcción y de registro de una memoria. El imaginario del Holocausto está presente, aunque haya sido omitido en la revisión y enmienda editorial. El hecho, aseverado por otros testigos, es evidentemente la formación obligada y la vigilancia desde el helicóptero que sobrevolaba el lugar iluminando con sus focos. Imagen memorable. Sin embargo, al ser recordada años después la escena evoca otras evocaciones. Es probable que después de haber pasado por la experiencia del campo de prisioneros, una escena cinematográfica con elementos similares ––campos de concentración, helicópteros–– gatille el recuerdo de la prisión personal, sean esas imágenes anteriores o posteriores a la experiencia personal, documentales o de ficción. Es decir, así como el enfrentamiento con la realidad de la prisión pudo ser evocadora del Holocausto (por sus alambradas, focos, torres de vigilancia u otros estímulos); después de la experiencia son las representaciones del Holocausto, con las imperfecciones de la memoria, las que evocan la realidad vivida en un proceso de transferencias que construye una imagen con elementos de diverso origen. En otras palabras, aplicando 3 Según el relato, el autor del testimonio ––Adolfo Cozzi–– estuvo en el Estadio Nacional hasta el 7 de noviembre de 1973 (29). 4 El capitán Carlos Humberto Minoletti, que recibió a los primeros presos y fue el primer comandante del campo de prisioneros de Chacabuco, fue parte del contingente de Arellano Stark en la llamada Caravana de la Muerte. 5 En una primera versión, corregida en la edición final, el autor atribuye la escena al filme ―Holocausto‖. 122 Construcción social de la memoria: Presencia del imaginario del Holocausto una linealidad cronológica al relato, son los helicópteros de Apocalipsis Now ––de 19796–– los que evocan al helicóptero del Estadio Nacional de 1973 y no al revés. Y es la fuerza del imaginario del Holocausto el que induce a un error al nombrar el filme. Todo esto no resta veracidad al hecho relatado (un helicóptero con potentes focos iluminaba el estadio) visto por muchos; es el hecho de recordar el recuerdo ––que también es real–– el que se modifica, interpreta y encuentra su propia retórica personal de resignificación, como en los sueños en que las imágenes se reordenan alterando cronologías y construyendo un discurso propio, afectado por las experiencias vividas y también por la memoria cultural que se incorpora a las vivencias personales. Así, el episodio que relata Jenkin ––una formación en la pista del Estadio Nacional–– en el libro de Ángel Parra se relaciona con otra película: ―Somos iguales a esos parias de El puente sobre el río Kwai, avanzando a duras penas. Prisioneros de guerra‖ (86). En estas construcciones que resignifican las experiencias, es dable pensar que los artificios en la narrativa, en estos casos, pueden estar afectados por la distancia espacio-temporal ––exilios mediante–– que separa a los testigos y el momento de escritura de los acontecimientos narrados; también, por la interacción entre el modo en que funciona nuestra memoria y el modo en que el testigo elige para relatar sus recuerdos: las personas ―modifican sus recuerdos añadiendo, sin darse cuenta, hechos y acontecimientos nuevos, o creando ex novo recuerdos de acontecimientos que en realidad no han vivido nunca pero que consideran parte de su vida pasada‖ (Mazzoni, 9). Este modo en que funciona la memoria a nivel individual contribuye al entendimiento de cómo se nutre la memoria social. Esta perspectiva ––seguida por Pollak, Burke y otros–– se fundamenta en la matriz heredada de Maurice Halbwachs quien ya había indicando ––en los años veinte y treinta del siglo XX–– que la memoria debe ser entendida como un fenómeno construido colectivamente, que sufre cambios constantes y está sometido a fluctuaciones, y que son los grupos sociales quienes construyen los recuerdos: nuestros recuerdos son colectivos y nos son recordados por otros. Lo interesante, respecto de las proyecciones y transferencias implicadas, es que los campos de prisioneros ––como Chacabuco, Isla Dawson y otros–– eran una experiencia inédita para el pueblo chileno y para el mundo respecto de Chile; y que en la construcción de su relato, especialmente en el exilio,7 se recurre al lenguaje culturalmente más próximo. En la cultura antifascista su proyección encontraba una relación directa con el imaginario de las atrocidades del nazismo. Así, en el campo 6 ―Apocalipsis now‖, filme dirigido por Francis Ford Coppola estrenado en 1979. Ariel Dorfman, refiriéndose a los testimonios, anota que ―para el caso de los exiliados ––y es en el destierro donde la mayoría de los testimonios se genera––, se puede advertir que el lenguaje comienza a avecinarse como un territorio a retener y reconquistar incesantemente, sujeto al deterioro y augurio de la distancia, y que la presencia de extranjeros impulsa a muchos a comunicarse con quienes no han compartido determinadas experiencias‖ (Dorfman, 1986:172). 7 123 Jorge Montealegre semántico del Holocausto están los hornos crematorios,8 campos de exterminio y Gestapo; palabras a las que recurre el citado testimonio.9 Hay una proyección que deriva en disfemismos y exageraciones y falsedades innecesarias, destinadas a un receptor que comparte un mismo código genérico que le permite hacer, entonces, las atribuciones de acuerdo con el imaginario compartido. La transferencia, entonces, de una realidad heredada y su proyección mecánica a la realidad latinoamericana no resulta pertinente en este caso. Si bien la memoria y los testimonios ––con sus lugares, artefactos y escritos–– son fuentes ineludibles en la investigación histórica, la advertencia sobre las deformaciones posibles es digna de ser considerada; así como la aseveración de Burke en el sentido de que ―son los individuos los que recuerdan en sentido literal, físico, pero son los grupos sociales los que determinan lo que es ‗memorable‘ y cómo será recordado‖ (2006:66). Así, los recuerdos y sus deformaciones, como hemos visto, pasan a formar parte de ―la‖ realidad, entendida esta como una objetividad que es, en último término, una subjetividad validada socialmente. A este punto, se hace necesario recordar también que un texto sobre la realidad, producido a base de la memoria, no es la realidad; tampoco es la memoria: es otra transformación que se produce mediante la escritura y la lectura. IMAGINARIO DEL HOLOCAUSTO Así como el recuerdo del pasado está afectado por el presente, la memoria reciente ––al intentar verbalizarla o ilustrarla–– también resulta, en algunos casos, afectada por recuerdos aun anteriores. Es decir, en las vivencias remotas muchas veces está el repertorio de símbolos que permiten abordar la memoria reciente. Símbolos que están al alcance de la mano y en el mapa mental porque en torno a ciertos acontecimientos memorables hay una producción de discursos organizados ––que encuadran la memoria–– que se comparten en la cotidianidad, tanto en la escuela y la industria del entretenimiento como en los museos, la vía pública y las obras literarias. Sobre estos trabajos de encuadramiento, Michael Pollak plantea que cuando vemos esos puntos de referencia de una época lejana, ―frecuentemente los integramos en nuestros propios sentimientos de filiación y origen, de modo que ciertos elementos son integrados en un fondo cultural común a toda la humanidad‖ (27). Ese conocimiento se instala en un campo común de experiencias que facilita la comunicación al respecto. La referencia puede estereotiparse así como puede ser complejizada. También en el plano simbólico la incorporación de esa imagen familiar puede convertirse en un tropo útil para designar figurativamente otra situación: el 8 En una publicación sin firma, editada en México, se relata que en Chacabuco se fabricaban ladrillos para hornos crematorios (Anónimo, 294-295). 9 El campo de prisioneros ubicado en la austral e inhóspita Isla Dawson es calificado como ―campo de concentración y de exterminio‖, con una profecía que afortunadamente no se cumplió: ―isla que pasará a la historia y a la leyenda como ―La Isla de los Esqueletos Mártires‖ (61). En el libro también se hace alusión a ―la Gestapo de la Junta‖ (257). 124 Construcción social de la memoria: Presencia del imaginario del Holocausto hecho memorable deviene metáfora ––o sinécdoque o metonimia–– que ayuda en la construcción de una relación de semejanza, una correspondencia, con otro hecho que en rigor es distinto, pero que recurre a la figura retórica para explicarse mejor. En este campo, las resonancias del Holocausto o la Shoah10 plantean un desafío y un imaginario. En la recurrencia a la memoria del Holocausto, esta se ha constituido ––siguiendo a Andreas Huyssen–– en un ―poderoso prisma‖ en el que, ―extendiendo su alcance más allá de su referencia original‖, se pueden percibir otros genocidios o situaciones que se consideren análogas; es decir, el imaginario del Holocausto permite construir relaciones de semejanza que ayudan a explicar el mundo al ser utilizado, según Huyssen, ―como tropos universal del trauma histórico‖ (16-18). El acontecimiento Holocausto es aparentemente lejano para la América Latina y los jóvenes de los años setenta, pero cercano culturalmente y presente en los estudios de su pasado reciente. Dicho de otra manera: el Holocausto podría estar ausente de la memoria traumática de nuestros países, pero presente en la memoria de la recepción de productos de la industria cultural y de la revisión histórica. En efecto, por una parte ––como afirma Olga Ruiz–– ―el movimiento memorialista y las reflexiones sobre la memoria fueron estimuladas a raíz del debate sobre el exterminio nazi‖ (43), que se ha proyectado como un modelo referente; y, por otra, ha incorporado un imaginario que sugiere analogías y metáforas ––pertinentes y non tanto–– que ayudan a verbalizar y representar fragmentos de la historia reciente latinoamericana. Para esto último es pertinente considerar la memoria legada por la inmigración europea de la postguerra, que se incorpora al capital cultural latinoamericano; un segmento que, con cierta percepción anticipatoria, ―ya sabía‖ lo que podían significar la instalación de regímenes totalitarios en Latinoamérica como también el significado de la resistencia. Al respecto, Horacio Riquelme plantea que ―la presencia directa de emigrados españoles y judíos, huyendo de la saña franquista y nazi, respectivamente, despertó un eco profundo en el ámbito cultural latinoamericano‖ (205). Las memorias de la inmigración, la información histórica y los productos de la industria cultural contribuyen a la construcción de un imaginario del Holocausto ––y de la resistencia antifascista–– que se adopta con cierta familiaridad y sentido de pertenencia respecto de ese relato. Por ello, a propósito de las proyecciones, transferencias y deformaciones surgidas de los testimonios referidas anteriormente, es necesario detenerse sucintamente tanto en la presencia del imaginario del Holocausto en testimonios que se refieren a las experiencias latinoamericanas; como en las memorias 10 Desde el punto de vista etimológico ––anota Mario Sznajder en su artículo ―Del Estado-refugio al Estadoconflicto: el Holocausto y la formación del imaginario colectivo israelí‖––, la palabra Holocausto, de origen griego, significa ―ofrenda de sacrificio totalmente quemada‖, en el sentido de un sacrificio o destrucción totales (de hólos, ―completamente‖ y kaustos, ―quemado‖). Su similar hebreo es Ha-Shoah o Shoah, es decir, ―la catástrofe‖. 125 Jorge Montealegre de sobrevivientes de los campos de concentración nazis en cuanto referentes que iluminan la reflexión sobre el pasado reciente del cono sur de América Latina. El imaginario del Holocausto es parte del acervo cultural de la militancia democrática latinoamericana, adquirida por diversos medios formativos y de comunicación que constituyen los soportes y canales de la memoria colectiva. Pero también es un imaginario presente en los militares. Uno de los principales ejecutores del golpe en Chile, el General Sergio Arellano Stark, en 1974 ve con preocupación que las acciones de la naciente dictadura ––y especialmente de la DINA–– evoquen las atrocidades del nazismo y entre ellas las purgas al interior de ese régimen. Le escribe a Pinochet: No es posible que ya se esté hablando de una Gestapo, con todos los macabros recuerdos que esta palabra trae desde los tiempos de la Alemania Nazi, cuando se encerraba a los Jefes en una torre de marfil y se les hacía navegar en una maraña de intrigas y soplonaje, que significó el comienzo del fin del citado sistema de gobierno 11 (González, 468). Desde las diversas aproximaciones en el imaginario del Holocausto hay un trasfondo dramático, con su iconografía documental y ficticia, ante el que se contrastan las nuevas experiencias locales ––directas o indirectas–– con escenas de represión militar masiva, de torturas, quemas de libros, torres de vigilancia, campos de prisioneros cercados de alambradas ––como las presenciadas bajo las dictaduras latinoamericanas– la comparación inmediata con ―algo conocido‖ es con el imaginario del Holocausto, incluidos ––entre algunos oficiales–– los temores a una noche de los cuchillos largos. Otras referencias para la comparación ––como lo que se podría llamar el imaginario del gulag soviético–– no estaban incorporadas a un capital cultural colectivo, masivo,12 de la izquierda. Así, la proyección de la memoria colectiva encuentra una relación más familiar y simbólica con el imaginario de las atrocidades del nazismo. El conocimiento indirecto del Holocausto permitía verbalizar de alguna manera ―lo que no tenía nombre‖, ya que en su campo semántico están los hornos crematorios, campos de exterminio, Gestapo, colaboración-resistencia y otras palabras útiles para denominar y describir. También para infundir terror o concitar solidaridad. Y no solo palabras, también las imágenes (prisioneros esqueléticos, alambradas, etc.) están en el repertorio de este imaginario que, como se verá, es utilizado tanto por víctimas como por victimarios. 11 Fragmento de carta del General Sergio Arellano Stark a Augusto Pinochet, entonces Presidente de la Junta de Gobierno. 4 de noviembre de 1974. 12 El imaginario del gulag soviético o el stalinismo, en la izquierda de los ―pueblos distantes‖ se ignoraba o avalaba silenciosamente, compartiendo un difundido imaginario positivo de la Unión Soviética con un poderoso universo simbólico a cuya construcción aportaban influyentes constructores de imaginario, por ejemplo Pablo Neruda con el siguiente verso: En sus últimos años la paloma, / la Paz, la errante rosa perseguida, / se detuvo en sus hombros y Stalin, el gigante, / la levantó a la altura de su frente. / Así vieron la paz pueblos distantes. Pablo Neruda: ―En su muerte‖, en ―VI. Es ancho el nuevo mundo‖, de Las uvas y el viento (Neruda, 704). 126 Construcción social de la memoria: Presencia del imaginario del Holocausto Lilian Celiberti, uruguaya, relatando su prisión en el cuartel de Infantería Nº 14 de Paracaidistas, cuenta: ―a poco de llegar viene un oficial que parece un nazi por su aspecto físico y su forma de hablar‖ (33). Por su parte, Mauricio Rosencof en Memorias del calabozo recuerda el aspecto de sus compañeros rehenes en Uruguay y dice: ―era como el de los habitantes de Treblinka. Flacos; el Pepe,13 con la nariz afilada y los labios hundidos; vos,14 escuálido, amarillento, con el cráneo reducido, perdido dentro de un gorrito de Peñarol‖ (Tomo III, 93). De la imagen del Holocausto surgida de labios de los militares da cuenta una carta escrita en prisión por Adolfo Nepo Wasem, también rehén uruguayo y que tenía su esposa prisionera en Punta de Rieles. Cuenta una conversación política con el comandante de la unidad militar donde estaba preso: ―En medio de una discusión muy ‗urbana‘ pero muy violenta, se le escapó: ‗Sí, en realidad con ustedes tendríamos que haber hecho jabón‘‖ (Fernández, 1992:120, III). En el capital cultural de las presas políticas de Punta de Rieles estaba presente la lectura de Al pie del patíbulo, el testimonio de Julius Fucik ––periodista y novelista checo, miembro de la resistencia––, quien fuera decapitado por el régimen nazi. ―En él narra las atrocidades de toda prisión y destaca el espíritu de resistencia de los presos por sus ideas‖, cuenta Blanca Cobas destacando con admiración el ejemplo de resistencia: ―solo dispuso para ello de un fragmento de lápiz minúsculo y hojillas de papel de fumar, y en ellas, con letra diminuta, escribió el relato de los suplicios y muertes del día a día de los presos políticos checos‖ (Cobas, 43). Y la exprisionera agrega que, como sucedió con ella, Fucik también tuvo ayuda de algún carcelero para sacar de la prisión sus hojillas escritas. La comparación va más allá. Las prisioneras recuerdan que los condenados a morir en la horca hacen ––durante unos ejercicios en el patio–– un homenaje a los obreros del mundo. Había sido un 1º de Mayo, fecha que en Punta de Rieles también conmemoraron ―sin perder en lo más mínimo el sentido de las proporciones‖, según Blanca Cobas: ―Así, en ese día tan especial, cuando bajamos al patio de recreo y se nos autorizó la gimnasia, comenzamos a hacer flexiones y movimientos imitando el golpear del martillo y el segar de la hoz, como habían hecho los mártires checos‖ (44). En Chile, Nubia Becker ––quien estuvo en Villa Grimaldi y Tres Álamos–– recuerda: ―nos tuvieron hacinadas en barracas copiadas de las barracas de los campos de exterminio Nazi‖ (55); complementariamente, testimoniando sobre su prisión en la Isla Quiriquina, Antonio Leal lo describe como ―un campo de concentración que nada tenía que envidiarle a los campos de concentración instalados por los nazis alemanes en 13 Se refiere a José Mujica, hoy Presidente de la República Oriental del Uruguay. Se refiere a Eleuterio Fernández Huidobro, exsenador del Parlamento uruguayo después de la dictadura y exministro del Gobierno del Presidente José Mujica. 14 127 Jorge Montealegre Buchenwald y en otros lugares durante la Segunda Guerra Mundial‖15 y Adolfo Cozzi, transmite su impresión al llegar a Chacabuco: ―pude divisar el pueblo amurallado, y distinguí un perímetro rodeado de alambradas y torres de vigilancia, igual a las películas sobre campos de concentración alemanes para judíos‖ (39). Luego de esa primera visión los prisioneros son recibidos por un oficial que ––según el testimonio de Ibar Aibar–– ―sus cabellos eran muy rubios, brillantes. No fue difícil asociar su imagen con los fascistas de la ‗gestapo‘ hitleriana‖ (184). Por su parte, Miguel Lawner se refiere a la Isla Dawson: un ―territorio desconocido hasta entonces para los propios chilenos, adquirió una connotación mundial, solo comparable a la alcanzada por los centros de exterminio nazis…‖ y, en otro sentido, reflexiona: ―al igual que en la Alemania de Hitler, muchos chilenos cerraron ojos y oídos, negándose a ver lo que ocurría en su propio vecindario‖ (2003:13). Aristóteles España ––de 17 años entonces–– se recuerda en Dawson haciendo la analogía de su prisión con la de los judíos, al rememorar el siguiente diálogo: ―––Esto va para largo, ––dijo mi amigo El Pelle Urrutia––, mientras tanto, tengo mucha hambre–– yo también ––respondí––, y me acordé de las películas sobre prisioneros. De los judíos presos, me acordé (2008:183)‖. La comparación es recurrente, incluso ––más allá de la intención de anclaje en la realidad local–– en la apelación a las películas y al impacto internacional. Tanto Aristóteles España, en Dawson; como Adolfo Cozzi, en Chacabuco, son adolescentes en la prisión y pertenecen a una generación que no tiene recuerdos directos de la Segunda Guerra. Ambos, con memoria cultural, recuerdan películas; es decir, en palabras de Alejandro Baer, ―el referente histórico ya no es el acontecimiento, sino su representación, es decir, las fotografías, los documentales y el cine sobre el Holocausto‖ (132).16 La referencia y la evocación remiten al conocimiento del Holocausto como símbolo de la opresión y asesinato ––por parte de los nazis–– de diversos grupos étnicos y políticos en Europa; especialmente de la persecución, encierro, exclusión social y política de personas judías, con la consiguiente negación de sus derechos humanos. El llamado Holocausto o Shoah fue un crimen contra la humanidad llevado a cabo ―a base de una categoría biológicoracial cerrada‖ (Sznajder, 2007:29). Teóricamente, en otros casos de genocidio las víctimas podían salvarse cambiando de bando, de clase o de ideología; pero en el caso del Holocausto, agrega Mario Sznajder: 15 Antonio Leal, testigo ante la III Sesión de la Comisión Investigadora de los Crímenes de la Junta Militar en Chile, realizada en Ciudad de México entre el 18 y 21 de febrero de 1975. 16 Valga anotar que los acontecimientos narrados en los testimonios citados corresponden a la primera mitad de la década de 1970; y el fenómeno comunicacional que estudia Alejandro Baer corresponde al auge de la recordación de la Shoah que se iniciaría, según él, con las películas ―Holocausto‖ (1978); y ―La lista de Schindler‖ (1994), principalmente. Ante esto, Baer afirma que ―La memoria social contemporánea es cada vez más una ‗memoria cultural‘, que se define por la popularización de la historia, específicamente por la historia contada en el cine y la televisión‖ (Baer, 115). 128 Construcción social de la memoria: Presencia del imaginario del Holocausto El genocidio nazi no dejó ningún margen de maniobra como para lograr algún tipo de escape de él. Ni el judío, ni el gitano ni ninguna de las otras víctimas del Holocausto tuvieron oportunidad alguna de redimirse. El eslavo no dejaba de ser eslavo, no importaba cuánto quisiera colaborar con el nazismo. Eran prisioneros de categorías herméticamente cerradas por la lógica del racismo biológico y de las cuales no había manera de huir. Para el judío víctima del Holocausto y confinado en un campo de exterminio nazi, la única liberación era la muerte. Este hecho hace que el Holocausto sea comparable a otros genocidios, pero de la comparación surge también su excepcionalidad (29). Por ello la comparación no puede ser mecánica, aun cuando los relatos de las víctimas del nazismo han sido incorporados al imaginario social de la humanidad. Es parte de la memoria del horror. Sin embargo la excepcionalidad debe ser considerada para evitar que las proyecciones y transferencias resulten deformadoras en un encuadre impertinente de la memoria que se desea rescatar. Son ecos de advertencia, un téngase presente en el imaginario social que cuenta ––además de los medios de comunicación masiva, que producen una ―reificación del pasado hecha por la industria cultural‖––17 con los sitios, las marcas y acciones de memoria (intelectuales, emotivas, materiales) que evocan los acontecimientos históricos y reproducen el imaginario asociado en los mismos lugares donde hubo exterminio y de donde resultaron prisioneros y prisioneras sobrevivientes. Algunos de ellos han dejado su testimonio y han iluminado la reflexión sobre el pasado reciente del cono sur de América Latina como un gran referente ––un cuerpo de conocimientos–– ante el que surgen lecciones relevantes para enfrentar temas regionales contemporáneos que, a fin de cuentas, son de toda la humanidad. MEMORIA DE SOBREVIVIENTES Un imaginario, con sus íconos y palabras, afecta otro imaginario. Viviendo la experiencia del campo de concentración de Buchenwald, Robert Antelme recurre a imaginarios remotos ––el estereotipo del esclavo egipcio–– para encontrar la forma de verbalizar lo que siente y reflexiona sobre su propia autoimagen de entonces: Es de noche. Lo único que siento es esta cadena sobre el hombre. Hay una imagen del esclavo a la cual uno está acostumbrado desde la escuela. Hay estatuas, pinturas e historias que la representan. Pero no sabíamos ––yo, al menos, no sabía–– que podía tomar yo mismo esa forma, ser yo mismo ese esclavo del antiguo Egipto, ese prisionero de los asirios… Cada uno tiene en su cabeza una pose clásica del hombre esclavo. Una vez disueltos la angustia, el terror, sentí esa pose, como mi propio caparazón. Me puse a describirme a mí mismo (Antelme, 257). 17 Expresión utilizada por Enzo Traverso en Seminario ―Historia y Memoria‖. Universidad Academia de Humanismo Cristiano, Santiago de Chile, 1 de julio de 2010. En la ocasión, el historiador italiano advierte que el Holocausto ―tiende a volverse una especie de religión civil‖ de la democracia y los DD.HH. 129 Jorge Montealegre El imaginario del Holocausto, con su excepcionalidad, propone un extremo ante el que se construyen las analogías. El símil, incluido el simulacro mediático, ayuda a pensar y explicar una realidad que permite las relaciones de semejanza entre cosas diferentes (llegar a la conclusión de que son incomparables ya supone una comparación). Pero la identificación no puede ser total ni la transferencia mecánica. El mundo de la apariencia, que facilita las primeras relaciones de semejanza, puede retardar el enfrentamiento creativo de las nuevas realidades que traen sus propias palabras e imágenes. Las memorias de sobrevivientes que tenemos presentes ––entre ellas la Trilogía de Auschwitz (Si esto es un hombre, La tregua, Los hundidos y los salvados) de Primo Levi; La especie humana, de Robert Antelme; Un psicólogo en el campo de concentración, de Viktor Frankl; La escritura o la vida, de Jorge Semprún–– transmiten las vivencias de la situación extrema y también la reflexión sobre ellas. En ese contexto surgen experiencias comparables, en cuanto las similitudes que proporciona el ser humano en su actuar ante la adversidad; en este caso, la prisión política de cualquier época. La crueldad, la solidaridad, el envilecimiento, la creatividad, el oportunismo, el dolor, la felicidad, están presentes en las situaciones más extremas y ellas ––muchas veces–– están ejemplificadas notablemente en estas obras cuya trascendencia las convierte en testimonios pertinentes para ser considerados como parte de un cuerpo de conocimientos útil en el análisis de los procesos de resiliencia de prisioneras y prisioneros políticos bajo dictaduras latinoamericanas. Hay conocimiento y reflexión trascendente en la literatura que se origina en la experiencia del exterminio nazi; entre ellas las de autores como Giorgio Agamben (Lo que queda de Auschwitz), Hannah Arendt (La condición humana, Los orígenes del totalitarismo), Boris Cyrulnik (El murmullo de los fantasmas), Dominick LaCapra (Historia y memoria después de Auschwitz), Michael Pollak (Memoria, olvido, silencio. La producción social de identidades frente a situaciones límite), Tzvetan Todorov (Los Abusos de la memoria, Frente al límite), autores, ensayos y testimonios ––herramientas teóricas–– que iluminan la reflexión en América Latina, articulándose con la producción de escrituras de la memoria y pensamiento crítico local, teniendo el imaginario del Holocausto y sus lecciones como referencia, sin que ello signifique una apropiación cruzada carente de pertinencia ni haga aceptables proyecciones y transferencias deformadoras. Universidad de Santiago de Chile* Director Departamento de Educación Continua Vicerrectoría de Vinculación con el Medio Rubén Darío 42, La Reina, Región Metropolitana (Chile) [email protected] 130 Construcción social de la memoria: Presencia del imaginario del Holocausto OBRAS CITADAS Agamben, Giorgio. Lo que queda de Auschwitz. España: Pre-Texto, 2002. Aibar Varas, Ibar. Sol y cielo abonaron mis sueños infinitos. Santiago: Emege Comunicaciones, 2002. Anónimo. …Y habrá una nueva aurora. Testimonio de una prisionera de guerra de la junta militar chilena. México: Editorial Pueblo Nuevo, septiembre 1974. Antelme, Robert. La especie humana. Santiago: Lom, 1999. Arendt, Hannah. La condición humana. Buenos Aires: Paidós, 2007. Baer, Alejandro. Holocausto: recuerdo y representación. Madrid: Losada, 2006. Becker, Nubia. ―Quienes éramos: una agenda para recordar‖. Memorias de ocupación. Violencia sexual contra mujeres detenidas durante la dictadura. 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Esa contextualización lleva finalmente a la búsqueda de una relación del fenómeno detectado con los fundamentos teológicos de la cultura monástica y sus planteamientos escatológicos. Palabras clave: Naturaleza en las artes visuales, Alta Edad Media, escatología. Abstract This paper first presents an overview about the evolution of the representation of nature in European artistic culture of the High Middle Ages. A result of this is the detection of a paralysis in the aesthetic evolution of nature in visual arts after previous phases of decorative and symbolic richness. Different historiographic proposals on the evolution of the relationship between man and nature in the Middle Ages show a possible contextualization with the artistic paralysis we have stated. That path leads to the search for a relation of the phenomenon detected with the theological foundations of the monastic culture and its eschatological discourses. Key words: Nature in Visual Arts, High Middle Ages, Eschatology. 1. VIDA DE LA NATURALEZA EN LOS ORÍGENES DE LA CRISTIANDAD Ante un considerable número de obras del primer arte cristiano hubiera podido esperarse un feliz matrimonio entre la naturaleza y el hombre en el seno de la cultura occidental de la temprana Edad Media. Las iglesias con pavimentos repletos de mosaicos de animales, como el templo de San Giovanni en Ravenna, del siglo V, originariamente poblado por criaturas como peces, cigüeñas, vacas, patos o ciervos, abundaron. Fue una temática artística de gran impacto y notable extensión, cuyos mejores testimonios no se hallan en Europa, salvo excepciones como los mosaicos de la iglesia de Santa Costanza en Roma, sino en las numerosas iglesias de Oriente medio y Héctor Julio Pérez norte de África fundadas en aquella temprana fase de la difusión cristiana.1 En la basílica de Tayybat al-Imām, datada en torno al año 445, es muy visible una concepción estética modélica en estas iglesias, con una serie de mosaicos donde el protagonismo animal es casi absoluto. Águilas, cigüeñas, pavos reales o ciervos, dispuestos según fórmulas de ordenación decorativa, o dentro de escenas vivientes, como aquella de un felino cazando ciervos entre la vegetación. Todo transmite una indudable familiaridad con el extraordinario arte del mosaico faunístico del helenismo y romano. Otro de los pavimentos de mayor entidad en la zona, en la catedral de Hamā, datada en torno al 415, alberga en una de sus naves un paisaje nilótico, escena correspondiente a un frecuente motivo del mosaico romano. El componente profano que marca todos esos motivos puede verse allí y también en otros muchos casos, como en la iglesia de Sawrān, donde en un mosaico un perro salta hacia su amo, y en otro un cazador que se encuentra rodeado de numerosos seres vivos, o en el mosaico del Buen Pastor-Orfeo en Beirut, e incluso presente también en Europa, en la figuración que decora el mausoleo tarraconense de Constante I, en Centcelles. Son ejemplos de una tradición extraordinariamente rica, que dejó muchas otras obras de arte a veces espectaculares, pero que por desgracia se han conservado muy mal, hecho que ha redundado en su deficiente conocimiento y apreciación estética. La fauna en el arte de aquellos tiempos se ha conservado pésimamente, como si le hubiese atacado un misterioso mal que la llevara a la extinción. De manera que solo recientemente el rescate de muchos restos ha permitido reconocer las mejores obras en templos como los de Haouarté (iglesia sur “de Photios” y “Michaëlion”), Saint Christophe en Qabr Hiram, Choueifat en Khaldé, y otras también de importancia en Houad, Oum Hartaine, Rayân y Sorân, todas ellas entre Siria y Líbano. Así, ante el sorprendente encuentro de tan numerosos albergues de animales en el arte, es lógico pensar en una justificación teológica, suponer la hipótesis de un misterioso resorte que diera vuelo a la importancia de la vida animal, al menos en un protagonismo estético que supera a lo humano. Pues si es cierto que la figura humana, desde la encarnación de lo divino en Jesucristo, resultaba ya entonces el elemento clave para la difusión del mensaje católico, debería encontrarse una explicación a cómo pudo ostentar el mundo animal un protagonismo tal, superándola. Según el examen especializado, las únicas o principales inspiraciones están en la influencia de los tratados de zoología que nacieron de las obras de Aristóteles y Teofrasto (Dronke, 1985). Pero ambas fuentes no bastan para reconocer una influencia artística, pues ellas únicamente justifican la presencia de unos motivos, en este caso los animales, pero no su desarrollo como paradigma decorativo. En cambio lo que parece evidente, si se comparan algunos mosaicos romanos con aquellos cristianos, es que hay 1 Hoy el catálogo más completo de esos templos se encuentra en el estudio de Pauline DonceelVoûte (1988), que desborda con nuevos ejemplos y amplitud de referentes el clásico trabajo de B. Bagatti (1957), es el referente principal que sigo en todos mis comentarios sobre los templos de Siria y Líbano. 136 La evolución de la naturaleza en el arte de la Alta Edad Media tales similitudes estilísticas entre unos y otros como para pensar que hubo una plena transmisión de concepciones estéticas decorativas. Con esta idea sí que se puede considerar que esas concepciones heredadas, como irrupciones de la fuerza artística profana en el espacio religioso, son presencias independientes de una función cualquiera propedéutica o simbólica.2 Muy bien puede mantenerse esta tesis si se observan los pavimentos de la iglesia de Choueifat en Khaldé, donde a lo largo de los años de su construcción el suelo fue poblándose de las figuras más varias, que convierten la nave central en una extraordinaria sucesión de cuadros de repertorio animal y en menor medida también vegetal. El primer cuadro pavimental que se pisaba al entrar en la basílica, que es el mayor, ya anuncia lo que continuaría en el interior, más de cuarenta rombos protagonizados por figuras animales: aves, peces, carnívoros, herbívoros. Figuras que prosiguen en la nave central, acumulándose en mosaicos encuadrados por ornamentaciones geométricas muy ricas, pero que aumentan de tamaño y variedad en los amplios mosaicos laterales: a la izquierda siete octágonos más o menos regulares dedicados a unas caracolas, a una liebre, a un ciervo, a dos tórtolas, etc... A la derecha una mucho más irregular sucesión de mosaicos también protagonizada por todo tipo de seres vivos. Una proliferación tan exhuberante hace razonable pensar en el impacto y la continuidad de la concepción estética de los romanos, pero al mismo tiempo resulta espontáneo buscar algún factor interno en la iglesia que favoreciera la presencia de los seres vivos dentro del templo. Consideremos que la religión cristiana no estaba exenta de una actitud frecuentemente benévola con los animales, en la línea de tradiciones religiosas más antiguas, que habían concedido a los animales capacidades morales. De la misma región de Siria en la que hemos destacado los más claros ejemplos de decoración pavimental proviene una historia muy típica en su género. Se trata de la leyenda de Anahid, una martir condenada a muerte en modo peculiar y terrible: se la encadenó a la intemperie untando su cuerpo con miel para convertirla en presa de animales e insectos. Pero fueron precisamente los animales los que la salvaron. Tras haber sido inmovilizada, un enjambre de avispas descendió hasta ella y la protegió formando un grueso muro con sus miles de cuerpos. De esa manera quedó al reparo de cualquier peligro y pudo esperar a ser salvada por sus hermanos cristianos. En efecto, cuando estos se presentaron las avispas abrieron una cortina para darles el paso.3 ¿Hay alguna simetría entre esta consideración de los animales y el protagonismo animal en el templo cristiano? Tengamos presente en primer lugar que la narración de las avispas representa lo más común en este género de historias, es decir, una figura humana elevada al nivel de santidad, frente a la que los animales adoptan actitudes extraordinarias. En ellas no es importante el animal a solas, sino el animal frente a la 2 Véase la discusión planteada por Pauline Donceel-Voûte, (1988:476) únicamente capaz de ofrecer una interpretación propedeutica de una imagen, aquella en que Adán acompañado de animales en la iglesia Michaëlion de Haouarté, considerada una representación paradisiaca. 3 Una historia referida por Maureen A. Tilley (1993). 137 Héctor Julio Pérez figura humana, el animal frente a un personaje excepcional por tenacidad en la fe y expresión de las virtudes cristianas. Y no se puede comparar la presencia de esas cualidades, que constituyen la santidad en la persona, con la cualidad o aptitud excepcional que toca al género animal. ¿Mas por qué se extendieron y fueron tan populares las historias de animales, si estaban muy por debajo del ser humano en su carácter ejemplarizador? Sencillamente, puede observarse que el antropocentrismo tradicional de las representaciones animales adquiere una función muy precisa, la de resaltar la credibilidad de lo divino mediante la excepcionalidad. Los extraordinarios comportamientos de los animales no vienen más que a marcar más profundamente, con el fuego del milagro, lo que la persona santa es: reflejo o manifestación del poder divino.4 Hay por tanto un carácter antropocéntrico en estas historias populares que resulta asimétrico respecto de las concepciones estéticas dominantes en la arquitectura, donde por lo que sabemos de la decoración pavimental no es el hombre quien domina los espacios principales, sino el animal, apareciendo en la mayor parte de los casos aislado y sin asociación con seres humanos. Es cierto que parece como si el antropocentrismo del arte cristiano se anunciara ya en una escena, eso sí, considerada una curiosa excepción, aquella del mosaico central de la iglesia Michaëlion en Haouarté, donde todos los animales que aparecen en la amplia imagen están bajo la mano de Adán. Allí se representa el momento en que Adán da nombre a los animales. Aquella imagen da constancia del primer hombre como señor de los animales, reflejo de una concepción de la divinidad marcadamente enraizada en el mundo humano y que legitimándose subordina a todo ser viviente distinto de sí. Sin embargo, ante las pruebas de la mayor parte de las iglesias mencionadas hasta aquí la presencia de los animales en el arte no deja de ser un enigma, de modo que es más justo contemplar esos seres como resultado de una peculiar migración. Todo esto no supone traba alguna para reconocer en aquellos tiempos los simbolismos animales basados en las sagradas escrituras, por ejemplo el pez significando la eucaristía, representado desde los tiempos de la cripta de Lucina en las catacumbas de San Calixto, las abundantísimas viñas dionisíacas, que simbolizarían a mártires y santos también ya en el siglo III, en las catacumbas de la Priscilla, o incluso la más lejana tradición del ave fénix, ciertamente abundante. Más aún, en aquel 4 Estas funciones pudieron estar limitadas o incluso carentes de influencia en el mundo culto y teóricamente mucho más refinado del pensamiento teológico. Un mundo en que, ya en aquellos primeros siglos, incluso estas historias populares pudieron recibir una acogida mucho más fría que la popular, sobre todo porque se llegaba a valorar más en profundidad el motivo de las posibles actitudes de los animales, llegándose inevitablemente a la cuestión ya discutida por los estoicos de la capacidad racional de los animales. Así sucede con Orígenes, quien de sus exámenes resuelve la ausencia de razón en los seres vivos que no sean hombres. Cfr., Contra Celsum 4.85. Véase el breve y general comentario sobre la posición de los primeros teólogos de Maureen A. Tilley, ibíd., 102-104 y los últimos dos parágrafos de este trabajo, donde se refieren las conclusiones del más relevante trabajo redactado al respecto hasta la fecha, el de Joyce Salisbury. 138 La evolución de la naturaleza en el arte de la Alta Edad Media periodo aparecen ya claras definiciones plásticas de la pintura paradisíaca, como sucedía en una de las iglesias que hemos mencionado, la de Tayybat al-Imām, en donde parte de su patrimonio viviente está en el paisaje dominado por los cuatro ríos del paraíso. Incluso puede parecer que el optimismo de los primeros cristianos no hubiese encontrado mejor forma de concebir el templo que como un lugar de reunión de todos los animales en aquella forma originaria de armonía total que era el paraíso. Si las iglesias del Norte de África y Medio Oriente están protagonizadas por una estética profana mezclada con algunos simbolismos con una clara función religiosa, se puede ahora dirigir la atención a un escenario donde el puro fundamento estético ya no se da, y una todavía muy abundante presencia animal y vegetal en la decoración de los mosaicos responde sobre todo a un incremento de la simbolización que se ha extendido hasta cubrir casi todo el espacio estético ocupado antes por lo profano. Son las iglesias bizantinas construidas en el esplendor imperial de Ravenna, templos donde la vida de la naturaleza que irrigaba las cualidades estéticas en Siria se resiste todavía a despojarse de su protagonismo para concentrarse por completo en la expresión de simbolismos. 2. RAVENNA Y LA VIDA ANIMAL DEL PARAÍSO La basílica de San Vitale es una puerta principal para encontrarse con la vida en el arte de Ravenna, por la variedad animal tanto en sentido decorativo como doctrinal, que va desde la ocupación de escenas principales en sus mosaicos absidales y la ornamentación extraordinariamente variada en otros paneles secundarios, hasta la presencia de la decoración vegetal en los capiteles. En San Vitale son mayoría los seres vivos con un significado simbólico, no solo la representación de los cuatro evangelistas con sus respectivos simbolismos en la parte superior del mosaico que ocupan, sino los delfines en que se apoyan las imágenes de los apóstoles, que simbolizan la eternidad, o los pavos reales que con su colorido repiten en el presbiterio el mensaje de la existencia del Paraíso. Las plantas también permiten hablar de un valor simbólico que sobrepasa la concepción decorativa romana. Así, la representación del árbol de la vida, que llena de todo tipo de aves el presbiterio, tiene una clara función en una representación apocalíptica propia de la escatología cristiana. También se piensa que los árboles y plantas siempre verdes son símbolo de eternidad. (Nordström, 132). El significado de la decoración de San Vitale, como hemos adelantado, en realidad supone el punto en que una estética del mosaico originariamente profana y cuyo valor no tenía por qué sobrepasar la propia dimensión artística, destina sus cualidades estéticas a transmitir mensajes religiosos. Se trata de un momento de articulación de todo un programa decorativo según el cual todo ser vivo representado debía ser visto ya no como animal, sino como símbolo de otra cosa. Este era uno de los pasos principales que se cumplieron en Ravenna. Pero además de ofrecer un rico repertorio simbólico, Ravenna consolida una visión de la naturaleza como totalidad de extraordinaria importancia: el paisaje 139 Héctor Julio Pérez escatológico.5 El fenómeno corresponde a la misma época de la construcción de San Vitale, por tanto cuando aún estaban activos los rescoldos del fuego estético que la cristiandad temprana guardaba como herencia del mundo romano. El mosaico absidal de la iglesia de Sant‟Apollinare in Classe, pantalla principal de todo el templo, brinda una imagen protagonizada por el santo patrón del lugar, Apolinar, a quien los fieles debían reconocer como portador de un mensaje difundido en varias sedes simbólicas. El cielo irisado de nubes, la cruz con el diminuto rostro de Cristo en el centro, la mano que desciende, los tres corderos mirando hacia la cruz. Todos son componentes del mensaje escatológico que debía descifrar el buen cristiano, considerando la intercesión de San Apolinar ante Dios por sus fieles, representados por los doce corderos, para imaginar la posibilidad definitiva de un encuentro con el reino de Dios. La parte de mayor impacto visual y también extraordinariamente importante en términos doctrinales es el paisaje verde donde se encuentra el santo. El fiel debe enfrentarse por sí mismo al significado de lo eterno en la imagen del paisaje paradisiaco. Debe ver las tonalidades verdes encendidas del prado que sumerge al santo, más intensas en la base donde crecen los olivos, y debe observar los cipreses, que son también como luminosas candelas de colores: del marrón oscuro del tronco nacen llamaradas de hojas verdes. Las piedras y pequeñas rocas junto a los matorrales, las plantas más pequeñas, y las flores que nacen entre los corderos, extendidas por todo el prado, añaden no solo más color, sino que contribuyen al orden, a la simetría casi perfecta existente. Una simetría delimitada por las figuras mayores, los árboles, con sus tamaños y ramajes casi idénticos, dispuestos a la misma altura y en el mismo número, por la hilera de las matas y plantas más pequeñas que se sucede en el plano inmediatamente inferior y, en fin, por los doce corderos, dispuestos en filas de seis a derecha e izquierda del santo. Es posible que aquellos imaginativos artistas que lo crearon construyeran tesela a tesela esos vegetales presentes en el lugar, como el ciprés y el olivo, según los modelos vivos que vieron y tocaron en los campos de la zona, quizás dejándose embriagar por sus sombras y los juegos de colores en sus ramas. No podemos excluir que hubiese una vivencia acentuada y profunda de la naturaleza, mostrada en su desnudez para la gloria del salvador ¿O es que resulta absurdo dejar al descubierto los placeres íntimos y espontáneos para que se conviertan en la imagen más estremecedora? Pero lo más curioso es que la vida de lo natural que supuso la evolución del mosaico llega en Ravenna no a un punto de consolidación para nuevas evoluciones estéticas, sino que en su extraordinario esplendor parece como si se tratara de una eclosión final, de un florecimiento que cerrase todo un ciclo de vida. 5 Sobre el tema del paisaje paradisiaco véase A. Grabar (1957), también los amplios comentarios de Deichmann (1976) al respecto. 140 La evolución de la naturaleza en el arte de la Alta Edad Media 3. LA EVOLUCIÓN DE LA RELACIÓN ENTRE SER HUMANO Y NATURALEZA EN LA ALTA EDAD MEDIA Propongo, a continuación, una salida del ámbito del arte para observar brevemente algunos puntos evolutivos en la relación entre hombre y medio ambiente. La importancia que tiene tal vínculo dentro de la historia medieval aconseja este recorrido para contextualizar aquello que veremos caracterizando todo el desarrollo del arte medieval tras el esplendor de Ravenna, una especie de congelamiento en el sentido de la naturaleza para el arte cristiano, un periodo de aridez creativa en que todo iba a consistir en una repetición de simbolismos acuñados, sin marcar ningún nuevo registro dentro o fuera del ámbito simbólico. Tras la disgregación del imperio romano se dio una ruralización en un área geográficamente extensa y a lo largo de un periodo muy duradero. Esto va en paralelo temporal con lo que Paul Zumthor caracteriza como la época más pobre en la conquista conceptual del espacio, que avanza a un ritmo ciertamente lento y acompasado con la recuperación del suelo perdido como consecuencia de la desestructuración de las prácticas agrícolas del Imperio Romano (1995:68-69). El culmen de ese periodo se sitúa en el siglo VI, tras la guerra entre el Imperio Bizantino y los godos que había azotado Italia por varios lustros. Una imagen contundente de las dimensiones de aquella situación histórica llega con aquella irrupción de la naturaleza en el entorno humano que Vito Fumagalli hizo protagonista de uno de sus libros más difundidos: “Un paisaje del dolor, pues los sufrimientos de los hombres le habían dado aquella tristísima fisionomía: ruinas de lugares ya habitados, ciudades y pueblos empequeñecidos, contraídos, extenuados en sus poblaciones y recursos, calles en cuyo piso deshecho crecían altos matorrales, puentes destruidos, decadentes, canales sumergidos por el fango, cubiertos por la vegetación” (1994:31-32).6 La imagen de una vida vegetal que florece en medio de la ciudad es una metáfora de la situación humana negativa resultante de una larga sucesión de guerras y caos económico, en una de las etapas más oscuramente caracterizadas en la historia de Occidente. Pero además de aquella decadencia, o incluso dentro de ella misma, la interacción entre hombre y naturaleza excedió con creces aquel esquema. Porque si hablamos de la posición que la naturaleza adquirió en la supervivencia de los hombres lo que debe señalarse en realidad es un considerable cambio. El hecho fundamental que nos enseñan varios de los principales historiadores de aquella transición histórica es que, como consecuencia de la adopción de costumbres de los llamados bárbaros, del cambio climático y de los desórdenes ocurridos en una etapa rica en contiendas, en la Europa descendiente de la tradición romana fue el hombre quien realmente irrumpió en la naturaleza para garantizarse la supervivencia. Las acciones recolectoras 6 Para una visión más puntual sobre este tema Rossella Rinaldi, (1990:251-262). 141 Héctor Julio Pérez y de caza en los bosques y áreas más salvajes se difundieron mucho, ocupando una buena parte del lugar que el trabajo agrícola tenía en los tiempos del Imperio Romano. Y puede hablarse perfectamente como una irrupción porque el bosque coincide con la expresión de lo que Paul Zumthor califica como el desierto medieval por excelencia, un lugar “abandonado a sí mismo, denso, impenetrable, pantanoso, rodeando con su masa inhóspita las zonas habitadas, muchas de las cuales no pasan de ser frágiles calveros” (1995:64). Teniendo en cuenta estas dos caras del cambio en la relación del hombre con la naturaleza es de suponer que las actitudes humanas mudaron hacia un panorama rico en novedades, y los escenarios naturales no solamente eran “paisajes del miedo”, sino de una sensibilidad que el hombre mismo cambió. Podemos proponer un modelo de otro de los especialistas en la historia del hombre y la naturaleza en el Medievo, Massimo Montanari (1992), que resulta muy interesante para comprender algunas de esas novedades. Se trata de su comprensión de la difundida figura del anacoreta, que en la Alta Edad Media no era ya un solitario del desierto, sino de los bosques. Este anacoreta no es un personaje que puede vivir alimentándose de todos los frutos silvestres que encuentre, cosa que le llevaría al envenenamiento. Su alimentación es producto de una experiencia nueva de lo natural caracterizada por un aprendizaje. Así emerge la figura de un asceta solitario que cultiva en el huerto las plantas que ha encontrado más adecuadas a sus necesidades nutritivas. Esta idea de aprendizaje en la naturaleza, de creación de una nueva cultura agroalimentaria a partir del encuentro con el mundo silvestre, es para Montanari una concepción que no solo debe quedar reducida al solitario habitante de bosques, sino que puede extenderse a todos los efectos hasta abarcar a la mayoría de la población. De manera que habría que contrarrestar la idea ingenua de un predominio de la alimentación silvestre, por la de una nueva cultura alimentaria, ampliada y difundida sobre todo en la confrontación humana con el mundo vegetal. La difusión de una nueva cultura de la naturaleza se puede documentar no solo gracias a la arqueología medieval sino también a base de los textos de la tratadística medieval sobre el bosque. En ellos ya se representa el bosque como un lugar definido por la actividad humana, con un claro predominio de los fines de la vida humana en él, por encima de su definición y análisis como paraje natural. Jean-Louis Gaulin afirma que el bosque era sobre todo considerado “como lugar de caza, como espacio para el pastoreo, como ámbito de recolección de frutos silvestres o de miel, o como fuente de productos utilísimos en la edad preindustrial” (1990:7). En la historiografía, desde Isidoro de Sevilla, figura fundamental en la tradición tratadística, Rabano Mauro, o Palladio en plena Alta Edad Media hasta llegar a Pietro de Crescenzi o Corniolo della Cornia en el siglo XIII, los tratados son cada vez más documentos que prueban una progresiva penetración humana en la naturaleza, hasta el punto de que con 142 La evolución de la naturaleza en el arte de la Alta Edad Media el avance de los siglos el contenido protagonista en ellos es el de las acciones humanas para domesticar el bosque. Al final de ese proceso el cambio de sensibilidad lleva a ampliar el concepto de bosque, que será una naturaleza que soporta una acción humana mucho mayor. Fue no solo un dominio y transformación de lo natural por parte de las gentes, sino también una ampliación cultural que debió resultar relevante en la cultura medieval.7 Sin embargo, no es la figura del anacoreta la única actitud que pueda representar en aquellos tiempos de cambio. En este contexto de transformación es fácil apreciar una reacción en la Iglesia frente al mundo silvestre, que según Jacques Le Goff se dio como enfrentamiento entre un mundo culto y refinado y otro natural y rudo, y cuya oposición se expresó con la manifestación extrema de que el hombre rural era entendido como un “Calibán” por parte de los eclesiásticos (1977:131-144). Para el historiador francés fueron los testimonios de Césaire d‟Arles la base fundamental de las acusaciones eclesiásticas a aquellos que se consideraban “medio salvajes”, que demostraban un claro vínculo entre la vida de un hombre crecida en especial contacto con lo natural y una rusticidad y salvajismo identificados con tendencias peligrosamente paganas, con una predisposición especial hacia los vicios, con la ignorancia y la pobreza, todos ellos elementos que confluían en una clase fácilmente corruptible y familiarizada con el pecado. Desde luego Le Goff restringe esta imagen de la radical contraposición entre Iglesia y contaminación natural de la vida humana a un periodo limitado que no va más allá del siglo VII, y no comprende el desarrollo principal en la sociedad de aquella época en los siglos sucesivos. Referidas ya la convivencia con una nueva experiencia natural, propia del anacoreta, y el rechazo a aquella experiencia como dos actitudes de la cultura religiosa en la Alta Edad Media queda una tercera posibilidad. Si la Iglesia rechazaba lo salvaje, ello no significaba que renunciase al contacto del hombre con la naturaleza. El antropocentrismo católico, con su noción de que los seres vivos debían encontrarse al servicio de los seres humanos, en un sentido tan general que no solo apuntaba a la cobertura de las necesidades humanas, sino también a la propia constitución moral del hombre, constituyó una clara premisa para actitudes determinadas. La tendencia principal iba hacia el dominio de la naturaleza, a convertirla en una fuente de producción afín al orden de vida que el hombre decide darse, en un medio para que él afiance no solo la supervivencia, sino los propios proyectos humanos, orientados a constituir un universo en el que ella no tenía por qué ser la protagonista. El movimiento de las órdenes monásticas fue el mayor impulsor de la paulatina conversión de la cultura de lo silvestre en una cultura agraria que avanzó desde los 7 Paul Zumthor refiere dos principales consecuencias ecológicas, en esa transformación de los bosques que va de los siglos XI al XII: la proliferación de cérvidos y la invasión de coníferas. Con ello, el concepto de bosque deja de ser un espacio que escapa al control humano para convertirse en una zona mal definida, es decir, lo propio de un periodo de tránsito que no ha permitido todavía siquiera una consolidación etimológica de los términos para nombrarlo (1995:65). 143 Héctor Julio Pérez siglos VII y VIII hasta el XII. Efectivamente, al mismo tiempo que crecieron las extensiones cultivadas y las técnicas agrarias se perfeccionaban, el número de gentes alimentadas aumentó y los espacios para la vida espiritual también lo hicieron prodigiosamente. En aquellos grandes monasterios de finales de la Alta Edad Media, la actitud monacal de activa transformación de lo natural está testimoniada en su interior, en el claustro, que era una especie de simbolización del paraíso. Con aquellos espacios limitados por la pura geometría de la piedra, el monje, que se encontraba en ellos como un hortelano, legitimaba una actitud de dominio frente a la naturaleza mediante alusión implícita a la figura máxima de Jesucristo, también definido en los mismos términos.8 Así, tras los primeros siglos de decadencia, la evolución histórica, la Alta Edad Media estuvo caracterizada por una mayor dosis de organización humana basada sobre todo en una ruralización activa, en un desarrollo de la agricultura con una extensión cada vez mayor de los campos de cultivo. Un cambio en la historia que puede cifrarse por tanto en la intensificación de la relación entre hombre y naturaleza promovida por la cultura católica, es decir, del dominio humano sobre la naturaleza salvaje. Curioso y muy notable referente de aquella evolución final en el Medievo es la percepción del lobo. Su irrupción en el entorno humano resulta muy significativa por la intensidad psicológica que desata. Aunque en la Antigüedad ya fuera un agresor del medio doméstico, y por tanto considerado como incursión de lo salvaje en lo civilizado, esta percepción se recrudece todavía más con el avance de la Edad Media, ya que el lobo no es solamente un peligro para los animales domésticos que el hombre posee sino que pasa a considerarse fundamentalmente un peligro para la vida del hombre mismo.9 Esto justificaría el dramatismo y las grandes dosis de miedo que esta figura animal conquista singularmente en la mentalidad medieval. Hablamos de aquel periodo de la evolución agrícola en que el hombre comenzaba a tener más necesidades de tierras, así pues, los testimonios del temor y modos de rechazo al carnívoro comienzan haciéndose más visibles a partir de los siglos VIII y IX. De modo que puede pensarse que la plasmación institucional de aquella oposición entre hombre y naturaleza como pueden ser las numerosas leyes y edictos promulgados para combatirlo, resumen en realidad no una actitud ante la irrupción de lo natural, sino una actitud de lucha contra una naturaleza que en su parte más agresiva responde todavía a la ocupación humana. 8 Zumthor tampoco deja de referir en su descripción del singular espacio de los monasterios el jardín claustral, “En el centro, el claustro cuadrado, adosado a la iglesia en su eje principal (Este-Oeste), de modo que despliegue, en las cuatro direcciones del cielo, su geografía espiritual. Por eso, tantos significados emanan de este lugar sagrado y retornan a él: una metáfora corriente hace del corazón del hombre el «claustro del alma»” (1995:96). 9 Esta contraposición documentada con abundantes fuentes, ha sido defendida por el trabajo de Gherardo Ortalli (1997:57-72). 144 La evolución de la naturaleza en el arte de la Alta Edad Media 4. ¿HAY UNA EVOLUCIÓN DEL ARTE REFLEJO DE LA EXPERIENCIA DE LO NATURAL? Aquellas tres actitudes propias del cristianismo medieval frente a la naturaleza: la curiosidad, el rechazo y el dominio, reflejadas respectivamente en las figuras del anacoreta, el intelectual culto y el laborioso monje podrían constituir las piezas para componer una racionalidad en la evolución de la naturaleza en el arte de la Edad Media. Sin embargo, la variedad de vivencias del hombre medieval frente al medio natural supone un ámbito de contraste poco coherente con lo que acaecería en el arte en los siglos sucesivos, ya que podremos constatar que el repertorio de nuevos elementos de la Iglesia occidental es tan escaso que se limita en ese periodo a consolidar el uso de símbolos animales paleocristiano. Comencemos por la península itálica, receptora de las invasiones bárbaras y escenario principal de aquella ruralización con todas sus fases. Lo más lógico es pensar que el territorio que fuera sede de aquella cultura del mosaico, fascinada por el colorido de lo natural, cuyos modelos habían llegado a los lejanos pavimentos de medio Oriente, guardara suficiente energía como para transmitir las nuevas experiencias de la naturaleza al arte. En cambio se limitó a un papel conservador como pocas veces en su historia, manteniendo únicamente sus símbolos nacidos de la fusión de lo cristiano y la cultura clásica mediterránea.10 Lo constatan los repertorios arqueológicos de la escultura prerrománica en la región lacial, con decoraciones que repiten símbolos como la paloma, en los restos del Duomo de Cività Castellana, o los pavos bebiendo que se podían ver en los capiteles de San Vitale, esta vez en la romana Santa María in Cosmedin, o incluso profundizaciones decorativas como San Leone de Legrignano, una construcción del siglo IX decorada con hojas, flores y la eterna vid. En todos los casos repeticiones o desarrollos particulares que nada dicen de una vitalidad en la estética de lo natural y que en ningún modo reflejan las tensiones o cambios que le tocaron vivir al hombre precisamente por haber sido llevado a un contacto más rico con la naturaleza. Caben pocas excepciones a esa continuidad de motivos y estilos, como las vides en altorrelieve de la fachada de Santa María in Valle, Cividale, frutas extraordinariamente esculpidas que rebosan la concepción espacial dominante. La tendencia conservadora dominó en las restantes regiones de Italia, como Liguria, en donde solo podría destacarse la abundancia de decoración animalística y floral de los capiteles conservados en el Museo de San Agustín de Génova, procedentes originariamente de la llamada Iglesia de Santo Tomás, o el Piamonte, donde hay un gracioso pilar del siglo VIII completamente recubierto de decoración floral en Borgo San Malmazzo, o unas curiosas esculturas de palmeras del siglo IX en San Salvatore. También en Toscana los elementos a destacar tienen la misma entidad, por ejemplo los bellos marcos de las ventanas de la cripta de San Michele in Foro, una obra del siglo VIII que refleja profunda influencia bizantina. 10 Sobre esos simbolismos y su periodo de constitución. Cfr., Pasquale Testini (1985:1107-1167). 145 Héctor Julio Pérez Significativo de Italia es que puede observarse en ella la tendencia artística del cristianismo sin tantas influencias extranjeras como en otras zonas de la geografía europea. Al mismo tiempo su consideración permite constatar cómo la presencia de novedades en la creación artística inspirada en el mundo de la naturaleza proviene en todos los casos de influencias culturales externas, ya sean nórdicas u orientales. Si dirigimos la atención a otros escenarios europeos, como el de aquel encuentro entre las culturas del Norte de Europa y las del Sur, un gran periodo en la Europa medieval que muchas veces se nos ha presentado como un auténtico choque cultural, se podría dar cuenta de los elementos religiosos que determinan el curso de las representaciones de la naturaleza medievales sin observar un profundo proceso de interacción entre una cultura y otra. La cultura celta mantuvo al animal en una posición privilegiada durante su propagación por toda Europa, bajo influencia de una religiosidad arcaica que compartía características con muchas otras religiones nacidas en el periodo de una mayor vinculación del hombre con la naturaleza.11 Las imágenes metálicas del valioso Caldero de Gundestrup, una de las piezas con mayor significado en el arte celta, muestran a una de las principales divinidades, el dios Cernunnos, señor de los animales, como testimonio. La divinidad estaba representada como un poder de la naturaleza porque derivaba de una sociedad que había forjado a sus dioses situando sus miedos y esperanzas en el medio natural. Otras pruebas de la extensión de la influencia de lo natural en aquella cultura son los impresionantes yelmos de cabezas de animales como el jabalí y los cuervos que utilizaban los guerreros celtas. Los poderes de los animales que habían caracterizado a las sociedades más antiguas se prolongaban hasta el desarrollo de una civilización guerrera. La antigüedad de ese vínculo es visible en la figura de Epona, una de las divinidades más difundidas en el ámbito geográfico anglosajón. Representada con un caballo, era diosa de la caballería y al mismo tiempo se asociaba con la fertilidad por medio de simbolismos varios, como al ser presentada con exuberantes cestos de fruta o dando de comer grano a animales. El potencial de la naturaleza en la cultura celta es muy intenso y toca a la gran mayoría de los fenómenos religiosos de los que se tienen constancia. En ella dioses y mitos no son formas de representar una idea simplemente arcaica de lo natural como fuente de la vida, sino vías de dar cauce a conceptos refinados y a visiones poéticas que hablan de la bondad de lo natural y elevan a los seres vivos animales a un estatuto muy importante. Podemos por tanto esperar que el arte, ya tanto tiempo primordial testimonio de los significados otorgados por las culturas del norte a la naturaleza, continuase dando cuenta de ellos en su propio encuentro con el ámbito de la cultura cristiana. Efectivamente en la Irlanda altomedieval los primeros frutos artísticos mezcla entre cultura nórdica autóctona y catolicismo permiten detectar el influjo de esa sensibilidad mayor hacia la naturaleza. Son la extraordinaria serie de incunables que va desde el 11 Cfr. Miranda Green (1992). 146 La evolución de la naturaleza en el arte de la Alta Edad Media Cathach, del primer tercio del siglo VII, pasando por el libro de Durrow, los libros de Lindisfarne y de Lichfield, hasta el libro de Kells de los primeros años del siglo IX. Cada uno de ellos tiene entidad suficiente para afirmar a partir de él la existencia de un género decorativo nuevo, un género de nueva riqueza ornamental en desarrollo que culmina en el libro de Kells, uno de los más brillantes productos de la fantasía de todo aquel milenio. El libro de Kells supuso un curioso texto sagrado del cristianismo que presentaba algunos de los pasajes más significativos de los evangelios bajo una concepción ornamental plena de elementos naturalísticos. Aunque el elemento más desarrollado es la decoración con diseños entrelazados, también en ellos precisamente aparecen multitud de interpretaciones plásticas de aves, peces y serpientes, dando la impresión de un desarrollo estético imposible sin el mundo natural. Y no hay que pensar que el uso de la decoración animal supusiera un simbolismo particular que actuara sobre los mensajes del evangelio a transmitir. En realidad es el valor decorativo de los elementos de la cultura artística animalista nórdica, como la representación estilizada de ciertos animales, lo que alcanza una proliferación extraordinaria, y es llevado a nuevos niveles de armonización, perfeccionismo y combinación.12 Algunas veces, en medio de la infinidad de líneas que dan esplendor a esas páginas se pueden descubrir ocultas formas animales, sorprendentes figuras solitarias de animales que parecen exigir alguna explicación, como las imágenes de un gato y un ratón en la página inicial del Evangelio según San Mateo en el libro de Kells. Puede ser que en algún caso exista una visión simbólica del animal propia de la cultura autóctona, pero es muy difícil convertir este hecho en un asunto predominante en este tipo de escritos. Nordenfalk ha dedicado considerables reflexiones a esa cuestión, haciendo ver la posibilidad de que los animales representados en aquellos libros tengan influencias mucho más lejanas que las del mundo céltico y germánico, así como la imposibilidad de establecer el significado o el origen de algunos de los seres vivos que se encuentran en aquellos textos (1992:86-91). Precisamente, como punto y final a una amplia disquisición sobre el significado de los ratones y los gatos en el libro de Kells, afirma que el aprendizaje esencial puede ser considerar que muchas veces la representación del animal no tenía nada de simbólico, más allá de su valor ornamental o del aprecio que sintiesen hacia ella los propios artistas.13 Si tomamos esto en serio podríamos afirmar entonces que aquello que diferencia al arte celta de la Alta Edad Media es un carácter decorativo libre de simbolismos, en contraste con aquel repertorio simbólico en que se detuvo el dinamismo del arte en la península itálica. Así, no resulta extraño que el refinamiento y la fantasía en la representación animal de aquellas obras llegue a difundirse como modelo a territorios no precisamente cercanos. 12 Sobre el problema del origen nórdico de la figuración animal a partir del libro de Durrow. Cfr. B. Salin (1935:388ss.). 13 Ibíd., “Katz und Mauss und andere Tiere im Book of Kells”, 92-96. 147 Héctor Julio Pérez Ese mismo panorama se advierte en otras zonas de ese contacto entre pueblos del Norte y pueblos del Sur. Otro de los grandes polos de desarrollo artístico de la decoración del libro es el ámbito merovingio, donde desde el siglo VIII brota con igual fuerza la imagen protagonista del mundo animal. Una imagen que incluso puede considerarse excepcional porque no debe compartir su espacio con la del hombre, excluido de la representación. Lo curioso y significativo aquí es que aun procediendo de una región con posibles tradiciones paganas capaces de introducir la influencia germana en la representación animal, la mayor parte de las interrogaciones que se han planteado sobre el origen de esa figuración animal no han conducido al área germánica. Las iniciales de los libros merovingios llegan a estar completamente sustituidas por figuras de peces, ciervos y aves multicolores, extremadamente frecuentes y vistosos, como sucede en el Sacramentarium Gelasianum. Y el origen de ese patrimonio ha sido situado en la recepción de las tradiciones artísticas orientales, como los diseños textiles bizantinos. No es un caso único, sino que desde él se nos permitirá trazar un amplio arco en la geografía europea. Otro ámbito excepcional del mundo artístico altomedieval entre aquellos pocos que florecieron con una cierta importancia, es el arte visigodo español del siglo VII. Las muestras principales de aquel estilo peculiar que encontró su crecimiento capital en tiempos de Suitila y Recesvinto son edificios como la famosa ermita de Santa María de Quintanilla de las Viñas, cuya parte conservada permite ver una decoración escultórica totalmente protagonizada por una rica fauna y vida vegetal. En su exterior una disposición en los muros externos de la cabecera de tres frisos ofrece a los animales dispuestos en espacios individuales, felinos o pájaros, cérvidos o toros, similares a aquellos de los mosaicos bizantinos de Medio Oriente. Efectivamente, también en este caso se ha propuesto que las imágenes fueron copiadas de tapices bizantinos. El aspecto que completa la armonía natural decorativa de este templo es que también aparecen los clásicos simbolismos paleocristianos, como las vides con sus hojas y racimos de uvas, los pavos y las palomas. Hay dentro de la ermita un arco de herradura que presenta estos motivos como si debiesen dar la bienvenida a quien dirige su mirada a la capilla principal. Así pues, todo el interesante aporte faunístico de esta pequeña iglesia ni siquiera responde a las tradiciones animalísticas germánicas que pudieron traer consigo las invasiones de los visigodos, sino que tuvo su impulso en las conexiones con el mundo bizantino, y por tanto no hay que destacar ninguna novedad derivada del cambio o la evolución de la relación entre hombre y medio natural en la obra.14 En otras zonas 14 Cfr. S. Ordax y J. A. Abasolo, (1982). La imagen de lo natural en la España visigoda puede definir todo un estilo si se siguen los análisis iconográficos en otra de las principales construcciones que quedan de aquel periodo, la iglesia zamorana de San Pedro de la Nave, junto a otros referidos a obras menores como Santa Comba de Bande en Orense o a San Pedro de la Mata en Toledo, para un panorama general véase F. Olaguer-Feliu (1998. Cfr. para San Pedro de la Nave el estudio de H. Schlunk (1970:245-267). 148 La evolución de la naturaleza en el arte de la Alta Edad Media de posible influencia germánica como la Europa dominada por el imperio carolingio, todo apunta a que durante sus siglos de esplendor el reflejo de la más importante tradición de la representación animal, como era el Physiologus, se reducirá al ámbito de la miniaturística. Desde Germigny-des-Prés hasta las abadías de Corvey o Lorsch en todos los puntos cardinales de aquel renacimiento cultural que trajo los principales templos entre los siglos VIII y X no dio un lugar reseñable a la naturaleza en su interior. Resumiendo, como resultado del contacto, habitualmente visto como oposición, entre la cultura del Norte y la del Sur encontramos una adopción de elementos extranjeros que solo en el caso celta incide sustancialmente en las concepciones decorativas, pero que en la mayor parte de los restantes fenómenos estéticos reseñables nos hace retroceder hasta esa zona de la que hemos partido, la del arte bizantino oriental. Todo esto nos conduce a la valoración general de que la imposición de la cultura cristiana en los aspectos más profundos, única dirección en la que cabe interpretar la permanencia y limitación de una ortodoxia de simbolismos animales, tiene como consecuencia una considerable pobreza de la fauna en el arte, más si se tiene en cuenta la importancia de la relación entre el ser humano y el medio en todo aquel periodo. Pues la aparición de lo natural sin significados simbólicos en el arte llega solamente con las culturas diversas del cristianismo, cuando cada una de ellas aporta sus propios elementos autóctonos. Por un lado las raíces celtas llegan a plasmarse en una nueva sensibilidad artística, que ciertamente dejará huellas en la cultura europea durante siglos con la semilla de su brillo estético. Por otro, el arte de los restantes pueblos nórdicos mencionados es tan propicio a la incorporación de imágenes de animales que incluso transmite aquellas imágenes de origen oriental y bizantino cuya aparición es todo un leitmotiv en el complejo devenir del arte medieval europeo. 5. LA NATURALEZA EN LA ESCATOLOGÍA CRISTIANA Con el recorrido histórico realizado el arte nos trae ante una cuestión fundamental: el Cristianismo se evidencia como el elemento central en la determinación de la relación entre hombre y naturaleza en toda la Alta Edad Media y la evidencia de la escasez de manifestaciones artísticas sobre lo natural que nacen de su seno lleva a sospechar que deben de haber existido fuerzas o tensiones en contra de ello que nacían en su mismo interior, fuerzas que no estuvieron en prejuicios superficiales o tendencias más o menos irreflexivas, sino en todo un patrimonio de pensamientos y teorías teológicas dentro de ese armazón de la religión cristiana que es su escatología. Para hablar de una cuestión como el escaso papel de la naturaleza en el arte tenemos que observar un aspecto constitutivo en la maduración teológica del cristianismo medieval: el protagonismo cada vez mayor del hombre. Ese antropocentrismo tiene su factor decisivo en la clarificación del valor de la figura de Cristo. Cristo une lo humano con lo divino, y en la escatología se demuestra que la consolidación de lo humano es relativa a la capacidad que demuestre para albergar también lo sobrenatural. En la escatología Cristo es el que demuestra al hombre su aspiración al encuentro con la divinidad, con él se hace presente la más relevante 149 Héctor Julio Pérez promesa: el acercamiento a Dios. Al igual que un hombre creado a imagen y semejanza de Dios es diferente de él, también Dios es diferente de Cristo, lo que se mide en términos de abstracción. Dios es una entidad abstracta en cuya concepción pesan notablemente las concepciones de la divinidad del mundo griego. Así, la suerte de la teología cristiana, y lo que caracterizará su ortodoxia, llevará a una vía de conciliación entre la corporalidad de Jesucristo y la abstracción de Dios, siguiendo como modelo al platonismo. Para los primeros que determinarán la ortodoxia de pensamiento cristiana esta tarea se traducirá en establecer con la figura de Cristo un horizonte escatológico nuevo, diferenciado sobre todo de las tradiciones judaicas y de las herejías orientales, un horizonte adecuado para la plenitud de un mensaje de la esperanza a los hombres en el futuro.15 En su gran tarea de contrarrestar el gnosticismo, Tertuliano propone una teoría de la resurrección de la carne humana puntualmente benévola con el mundo material.16 Recordemos que los gnósticos, defendiendo la imposibilidad de un contacto directo de Dios con el mundo, mantienen la herejía principal de negar la encarnación de Cristo. Frente a ello la teoría de la resurrección de la carne de Tertuliano parte de su teoría de la encarnación de Cristo. El punto exacto en que se conectan una y otra es la idea de la identidad entre el cuerpo que resucita y el cuerpo de carne. Basado en esto Tertuliano alude a la creación divina para dignificar la carne, pero lo hace exclusivamente refiriéndose a la creación del hombre: “En efecto, así había hablado el Padre al Hijo: „hagamos al hombre a imagen y semejanza de nosotros; y Dios hizo al hombre‟, evidentemente lo que había creado „a imagen de Dios lo hizo‟ a imagen de Cristo. Dios es el Verbo que, en la imagen de Dios, no pensó que fuera su celosa propiedad ser igual a Dios” (De resurrectione, 6, 4) La carne es obra de la potencia divina y, como la cita menciona, su más preciada propiedad es la de tener una semejanza con Dios. Así pues, si la carne interesa es porque permite acceder al proceso en que esa semejanza se manifiesta mejor, la resurrección. Dios no ha podido crear algo despreciable, sino que ha creado la carne para emplearla en la resurrección. Tertuliano mantiene que el alma y el cuerpo son dos partes necesariamente conjugadas y lo determinante en el destino de la persona es esa conjunción, y nunca abandonará la tesis de que la carne permanece siendo algo central cuando llegue la resurrección que llevará al reino de los justos. En la medida en que Cristo resulta punto de partida de la consideración de la materia, Tertuliano representa un claro ejemplo de cómo la asociación de la teología y la antropología determinan a la naturaleza, identificada con lo material, como un ámbito secundario. A partir de estos primeros pasos de la teología cristiana todo lo que rodea al 15 Jean Daniélou examina ese proceso histórico en sus orígenes (1993). Para ese mismo contexto Cfr., Manlio Simonetti (1988). 16 Entre los frecuentes textos dedicados al tema de la resurrección en la fase más temprana, se cuentan autores como Atenágoras, o Justino, el documento de la mayor relevancia es el De resurrectione, de Tertuliano, texto que contiene las tesis que se refieren en adelante. 150 La evolución de la naturaleza en el arte de la Alta Edad Media hombre sin haber sido creado por él dependerá siempre de cómo se relacione lo material y lo inmaterial entre hombre y Dios. El grado de condicionamiento que para la naturaleza tendrá esta situación se verá inmediatamente en la más frecuente descompensación entre hombre y Dios que la figura de Cristo no puede evitar. Su singular destino consistirá en que ya no solo será víctima del peso de las características humanas, sino de la transmutación y desvanecimiento de ellas en una confrontación con Dios. Esa descompensación aparece en otro de los eminentes teólogos africanos, Orígenes, en su manifestación más característica: el cuerpo adquiere un sentido positivo fundamentalmente por ser un medio para la ascesis. La ascesis en cuanto proceso en que el hombre pierde todas sus raíces en la existencia material resulta considerada como un camino en que el hombre se aproxima a reconocer en su espíritu la semejanza con Dios. Evidentemente el ecosistema al que se adapta mejor ese proceso clave en la teología origeniana es el desierto. Cómo toca esa descompensación a la reflexión estética de la naturaleza y cómo lo hace demostrando la dependencia cristiana de la herencia griega, se demostrará ya desde las primeras grandes reflexiones estéticas del cristianismo, como aquella recogida por Plotino bajo fórmula homérica: “Huyamos hacia la querida patria”, donde aparecen signos inequívocos de cómo habían de evolucionar las cosas. La huida es una radical imposición al mundo de la belleza de las condiciones que habrían de asentarse en la escatología cristiana. Plotino construyó en aquella región inteligible estructurada según criterios valorativos morales de matriz platónica la patria única de una vía de salida urgente hacia la contemplación. El instrumento clave para ello era un alma humana cuya coherencia con lo escatológico aparece en el momento crucial de una condición empática con el Uno-Bien. Entonces es cuando el discurso plotiniano describe una liberación contemplativa de lo sensible, gracias a una “virtud divina” capaz de provocar un éxtasis: “¿Pero qué es lo que les hace sentir esas cosas? No es una figura, no es un color o grandeza, sino el alma, „libre de color‟ ella misma, que posee la templanza, también ella libre de color, y el „esplendor‟ bien diverso de la virtud” (Primera Eneada, 6. Sobre lo bello, 5:9-14). En aquella huida no cabían paradas intermedias: “quien ve la belleza de los cuerpos no debe seguirla, sino que sabiendo que son imágenes, trazos y sombras, debe huir hacia aquello de lo que son sombras” (Primera Eneada, 6. Sobre lo bello, 8:6-8), porque las sombras no solo son inaferrables y confunden, sino que impiden al alma aproximarse a la pureza de oro del Intelecto-Bien-Bello, desviándola de un camino directo que debe mostrar en la naturaleza del alma humana su similitud con la divina: “Es como si alguno, caído en el lodo y el fango, no pudiese mostrar ya la belleza que tenía antes, sino que hiciera ver solo esto, la impronta del lodo o el fango. Sin duda la fealdad que le ha sobrevenido ha llegado de algo extraño, y su deber será lavarse y purificarse, si quiere volver a ser bello como antes” (Primera Eneada, 6. Sobre lo bello, 5:43-49). Plotino desvanecía cualquier posibilidad de otorgar un sentido soteriológico a la experiencia estética sensible, así la contemplación de lo natural también había de quedar en un punto ciego. Este discurso está lejos de la sensibilidad 151 Héctor Julio Pérez con que los artistas del mosaico daban un brillo al cuerpo de los animales con el color, en Plotino el color y lo dorado son dos universos separados tallados por el cuchillo más afilado a su disposición, separación que siguió la estética bizantina quizá impulsada por Dionisio Areopagita. San Agustín por su parte demuestra cómo, incluso en la línea de un combatiente contra los extremismos del platonismo, la primacía de la relación entre hombre y divinidad, expresada por el orden principal de la interpretación de la figura de Cristo, conduce a un contexto en el que la naturaleza resulta implicada en un grado de secundariedad y sufre notablemente ante la posibilidad de divinización del hombre. Como Tertuliano, San Agustín también plantea una defensa muy clara de la resurrección de la carne de los hombres. Evidentemente la cuestión primordial y previa lógicamente es la resurrección de la carne de Cristo. Solo la percepción de ella como un fenómeno milagroso puede hacer comprender el hecho como un signo del poder de Dios, entonces no será lícito poner impedimentos a la posibilidad de que los hombres participen en la resurrección de modo completo, a lo que alude con la conocida y controvertida cita bíblica: “no perecerá ni un pelo de vuestra cabeza” (Luc. 21,18). Hay un curioso recorrido que San Agustín concluirá con una respuesta contundente a algunos singulares inconvenientes planteados por las líneas teológicas opuestas a la resurrección de la carne humana. A cuestiones como si los hombres terminan por resucitar con los mismos defectos naturales o faltas que habían adquirido en vida, o si la carne de un hombre comida por otro pertenecerá en la resurrección al que la ha comido o al que fue devorado, responde con la clarificación de que los hombres deben resucitar en carne en la edad y en la plenitud de Cristo. Pero la determinación agustiniana en mantener la humanidad de los hombres a semejanza de la de Cristo no deja de implicar criterios de superioridad de lo humano sobre lo material, y por ende, sobre lo animal y todo el mundo que circunda al hombre. El punto decisivo se advierte en que la elevación de las facultades del hombre para asemejarse a Dios hace que ya la antropología implique una clara demarcación entre hombres y animales. San Agustín desarrolla esa tendencia al hilo de los numerosos pasajes en donde en las sagradas escrituras se habla en sentido jerárquico de los animales y hombres.17 Esto aparece ante aquel inevitable escenario modélico para la Ciudad de Dios que es el Paraíso.18 Cuando San Agustín explica que podrán existir los 17 Cfr., por ejemplo los argumentos utilizados para distinguir las almas racionales de dioses, demonios y hombres, donde aparecen reflexiones contrastantes como: “Pero como somos superiores a todos estos animales por la razón y la inteligencia, también debemos ser superiores a los demonios por la honestidad y la santidad de la vida” (La ciudad de Dios, Libro VIII, cap. XV, 1); “Y así como los pájaros no solo no son superiores a nosotros, sino inferiores a causa de la dignidad del alma, también los demonios, aunque estén más alto, no deben ser antepuestos a nosotros” (La ciudad de Dios, Libro VIII, cap. XV, 2); “Si los animales feos no se perturban es porque no pueden ser ni felices ni infelices” (La ciudad de Dios, Libro VIII, cap. XVI). 18 La evidente facilidad con que se deja prolongar un paralelismo entre el paisaje final de la escatología y aquel adánico del inicio convierte el tema de la consideración de los animales en el 152 La evolución de la naturaleza en el arte de la Alta Edad Media dos sexos en la Ciudad de Dios porque habrá una ausencia de concupiscencia para aquella que reinó en el Paraíso adánico, se refiere en el momento de considerar la reproducción humana como una consecuencia sucesiva al pecado original, y dice: “Pues el hombre, por su desobediencia, ha decaído de aquel estado de dignidad en que había sido creado, se ha hecho similar a las bestias y genera de modo similar a ellas; si bien no se ha apagado totalmente en él la luz de la razón por la cual es la imagen de Dios”(La ciudad de Dios, Libro XXII, cap. XXIV, 2). Se advierte nítidamente que la definición de hombre pasa por la misma identificación con Dios que era el eje de la estética plotiniana y que conducía a una devaluación del mundo animal. En este caso podemos también ver cómo ese planteamiento supone una jerarquización en lo estético que no niega al hombre, pero lo eleva por encima de cualquier otro ser: “Y esta obra de Dios es tan grande y maravillosa que, considerándola bien, no solo el hombre, animal razonable, el más noble y bello de todos los animales de la tierra, sino también el menor insecto, suscita el estupor del espíritu y lleva a loar al Creador” (La ciudad de Dios, Libro XXII, cap. XXIV, 7). Una afirmación que revela la razón como carácter troncal de su antropología y al mismo tiempo el elemento clave para elevar al hombre por la vía de la similitud a Dios y trazar un límite abismal de separación frente al resto de la creación. Durante los siglos V al VIII, si bien la situación económica, política y social general se presenta como un retroceso y grave crisis de la civilización, la Iglesia y la cultura cristiana irán aumentando su poder paulatinamente. De modo que el hecho de que durante aquel periodo se viva una etapa de auténtica pobreza en la presencia de la naturaleza en el arte puede considerarse directamente relacionado con una paralela consolidación de aquellos intereses primordiales estéticos que hemos visto forjarse en los cuatro siglos precedentes. El concilio de Nicea, principal incursión de la teología en los contenidos del arte, lo prueba, pues quiere resolver el problema de la extraordinaria frecuencia de la figura humana, hecho relacionado a su vez con la explotación de la dimensión divina en el hombre asociada a la santidad. Pero además puede medirse esa pobreza en evoluciones del concepto de naturaleza en aquellos siglos por el hecho de que haya que esperar hasta Escoto Eriugena para encontrar una teoría algo significativa. Y esos largos siglos transcurridos no traerán sino una evolución de carácter platónico que solo extiende una posibilidad, ya expuesta por Dioniso Areopagita, consistente en convertir la naturaleza, como por otro lado ya había sucedido con la carne del hombre, en un elemento positivo para la creencia en los ideales trascendentes religiosos. Un momento clave de ella está en la elección por parte de Eriugena de la teoría de las imágenes disemejantes. El propio carácter supremo e inaferrable de Dios pasa gracias a esta teoría de ser un medio para renunciar a cualquier asociación de su poder con el Paraíso adánico como un ámbito complementario del máximo interés para nuestra investigación, Cfr. Peter Dronke (1985:809-842). De extraordinario interés al respecto también es el trabajo de Franco Cardini (1996:331-354). 153 Héctor Julio Pérez mundo a justificarla. La clave está en aceptar a partir de la incognoscibilidad de Dios y la imposibilidad de atribuirle cualquier cualidad de las cosas que nos son conocidas en el mundo que la vía negativa de las expresiones disemejantes a la esencia divina es mejor que la positiva: “Dice el Apostol: „en verdad las cosas invisibles se pueden comprender a través de las criaturas‟. Observa cómo las causas de todas las cosas, contenidas en la esfera de este mundo sensible, subsisten juntas e uniformemente en este sol, que es llamado la gran luz del mundo. De allí vienen las formas de todos los cuerpos, la belleza de los diversos colores y todas las otras cosas que se pueden predicar acerca de la naturaleza” (Expositiones in Hierarchiam Coelestem). Tal evolución dará a las realidades que presenta el arte, a la belleza sensible, un estatuto simbólico respecto de Dios que reside en poder expresar como manifestación teofánica su potencia. Con ella las relaciones de dependencia entre hombre y Dios que pesaban como determinantes en cualquier interpretación de lo natural no se verán interferidas, por motivos que no corresponde analizar aquí, pero sí digamos que un nuevo impulso de la sensibilidad hacia el mundo es capaz de encontrar una vía conciliatoria con la preponderancia incuestionable de aquellos intereses primordiales. Todos estos mismos motivos de una distancia jerárquica entre el hombre y el entorno que le rodea en el mundo no hacen más que consolidarse con el paso del tiempo y así, en la madurez de la teología cristiana que representa la escolástica clásica, encontraremos un escenario en que las últimas consecuencias de todas aquellas distinciones valorativas impulsan en último término a una expulsión de lo natural fuera del proyecto escatológico. En su escatología Bonaventura di Bagnoregio lleva a la naturaleza como manifestación de la potencia divina a una relativización muy clara. En vista de un fin de la historia que permite al hombre un encuentro directo con Dios, el papel de la naturaleza, únicamente válido en su posible fuerza para acercar a él, decae hasta un grado para la insignificancia. La diferencia entre un alma humana unida a lo divino por la idea de ser una imagen de Dios, relación definida en términos de generación como ratio causalis, y una vida animal y vegetal separada de Dios, como indica la definición de vestigia empleada para definir a su vez la relación generativa con Dios, se acompaña de la ausencia completa de cualesquiera seres vivos en el reino de los justos. Francesco Santi ha puesto de relieve el componente inherente a la propia evolución de la teología escatológica católica, antes que un mensaje inequívoco en los textos sagrados, como elemento crucial de ese desenlace.19 Su estudio lo hace 19 F. Santi propone un cuadro general de la escolástica relativo a esta exclusión de lo animal y sucesivamente profundiza en las diferencias entre hombre y animal en la obra de Santo Tomás (1996-231-264). Giorgio Agamben también ha tratado puntualmente esta cuestión (2002:25-29). Otro análisis de la escatología escolástica clásica de interés es el de Tullio Gregory (1992), le dedica los capítulos 8, 9 y 10, y que además en ese mismo volumen incluye un trabajo sobre el hombre y los animales en la Alta Edad Media, 443-468. 154 La evolución de la naturaleza en el arte de la Alta Edad Media mostrando la lógica de las evoluciones de Santo Tomás de Aquino como un proceso de consolidación y perfeccionamiento de esa tradición especulativa algunos de cuyos momentos cruciales ya hemos visto. El punto cenital de la expresión teológica de la diferencia entre los seres humanos y los restantes seres llega con la especulación que atribuye una diferencia de temporalidad caracterizadora de unos y otros. Mientras el hombre participa del tiempo cíclico celeste solo parcialmente, la totalidad de los seres vivientes restantes cae exclusivamente bajo su dominio. Al hombre le está reservado un tiempo esencialmente eterno porque nace de la eternidad divina, el aevum. En términos escatológicos esto tiene una lectura nítida: con el advenimiento del fin del mundo, cuando el dogma exige la detención del tiempo circular, solo el hombre pasa a la resurrección eterna, quedando fuera de ella irremisiblemente todos los bruta. Este recorrido final permite observar que la fuerza desencadenada por la figura de Cristo en la religión cristiana para crear una escatología se acompañó del acercamiento del hombre a Dios con instrumentos especulativos cada vez más sofisticados, que comparten habitualmente la necesidad de divinizar la dimensión intelectual del hombre bajo el concepto de alma. Santo Tomás también diviniza el tiempo del hombre elevando su intelecto como capacidad ética a un estatuto de superioridad, superioridad que implicó un punto de referencia negativo en el mundo animal. Un referente que muestra coherencia plena con el desarrollo de la teoría escatológica presentado, pues no puede sino ser consecuencia de esos problemas centrales, es la valoración que se alcanza del género de las fábulas o narraciones protagonizadas por animales y su uso a lo largo del periodo que nos interesa. Toda esta fórmula narrativa, que se encontraba ya investida de una dimensión moralizante en sus orígenes clásicos, la recoge el documento más influyente en los orígenes de la Alta Edad Media, el Physiologus. Pero si el mundo clásico no tenía problemas en ofrecer cercanías inéditas entre hombre y animal, lo que la evolución de las opiniones de la patrística muestra, desde San Basilio y San Ambrosio a San Agustín, es ya una tendencia a marcar una distancia insuperable, tal que las valoraciones sobre los usos moralizantes de las fabulaciones animalescas se orientan a la retórica, pues si alguna consideración merecían era sin perder de vista su naturaleza tropológica, que va desde lo alegórico a lo metafórico, pasando por lo analógico. Este recorrido, expuesto con rigor y claridad por Joyce Salisbury (2011:81107) nos lleva también a considerar un lapso temporal en la concepción de la naturaleza parecido al que hemos identificado en el arte. Este se encuentra marcado por dos hitos, el de la nueva visión de estas narraciones por parte de la patrística, donde la visión reductiva solo acepta la acción moral del mundo animal en el humano como una figura retórica, y esto con ambigüedades, y el del siglo XII, donde se reconoce un giro que llevará a una proliferación de la ejemplaridad animal en mil fórmulas. Parecemos encontrarnos por tanto ante el mismo panorama de unos siglos en donde el reflejo de las artes literarias acompaña en su imagen de escasez al devenir que hemos trazado. 155 Héctor Julio Pérez Universitat Politécnica de Valéncia* Departamento de Comunicación Audiovisual Documentación e Historia del Arte y miembro del Grupo de Investigación en Tecnología e Información CALSI. Camino de Vera S/N 46022 Valencia (España) [email protected] OBRAS CITADAS Agamben, Giorgio. L’aperto. L‟uomo e l‟animale. Turín: Bollati Boringhieri, 2002. 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Se estudian las imágenes del libro bíblico del Apocalipsis, ilustrado por el artista alemán Alberto Durero a finales del siglo XV. Para ello se ha ahondando en el contexto histórico en el que fueron producidas, en la personalidad y circunstancias que rodearon la vida del artista y en las propias imágenes xilográficas rastreando sus antecedentes y características propias. Palabras clave: Durero, Apocalipsis, xilografías, imprenta, grabados. Abstract This work focuses on an important moment in the history of communication such as the diffusion of the printing press and the development of the engraving techniques applied to printing. It studies in depth the images of the biblical book of the Apocalypse illustrated by the German artist Alberto Durero by the end of the fifteenth century. This article analyzes the historical context where they were produced, the personality of the artist and the circumstances surrounding his life, and the very own xylographic images, whose antecedents and characteristics are traced. Key words: Durero, Apocalypse, xylographies, printing press, engravings . 1. CONSIDERACIONES GENERALES Entre los años 1496 y 1498 el artista alemán Alberto Durero elaboró quince famosas xilografías que ilustraron el libro del Apocalipsis. Estas imágenes dan cuenta del paso decisivo que en este momento de la historia de la comunicación se había dado con la invención de la imprenta, su rápida difusión y con la evolución de las técnicas del grabado (fundamentalmente el grabado en madera) aplicadas a la impresión y, en segundo lugar, demuestran una notoria transformación en la forma de ilustrar el libro bíblico, en este caso vinculada a la personalidad del artista, profundamente religiosa. María del Mar Ramírez A lo largo de su vida Durero hizo distintos viajes a Italia, cuna del reverdecer de las artes. Esto le permitió conocer de primera mano los trabajos teóricos de algunos de los grandes artistas del Renacimiento, como León Battista Alberti y Leonardo da Vinci. Así, pudo acercarse a aspectos teóricos referentes a temas en los que él había venido trabajando empíricamente, como la perspectiva artificial, el movimiento y las proporciones. Se sabe que, incluso, adquirió un ejemplar de las obras de Euclides sobre óptica (Panofsky, 1989:136-137), ya que todo artista que se preciase en la época debía hacer de su obra una proposición lo más científica posible recurriendo a la guía de las matemáticas, la aritmética, la anatomía y la geometría. Fue precisamente después de uno de sus recorridos por Italia cuando Durero afrontó uno de los trabajos que más renombre le daría y que dio como fruto una de sus obras maestras en el campo del grabado (junto a otros como El Caballero, la Muerte y el Demonio, Melancolía o San Jerónimo). Se trata de visiones sobre el Apocalipsis en las que las magistrales líneas grabadas consiguen un efecto vigoroso. Además, el propio Durero costeó las ediciones del libro, que tuvo como característica que el lugar principal estaba reservado a la imagen, dispuesta en la cara frontal de la página y el texto en el reverso. Esta maquetación supuso un cambio importante en la ilustración de obras por el gran tamaño de las estampas, que confieren un lugar preponderante a la imagen destacándola sobre el texto. La primera de estas ediciones contiene una versión alemana y otra en latín; la segunda edición apareció casi doce años más tarde, en 1511, e incluye el texto solo en latín. A esta última se le añadió un grabado en la portada (Huidobro, 39-40). Estos grabados del Apocalipsis confirieron a su autor una gran notoriedad entre sus contemporáneos por su gran dinamismo, calidad en la ejecución, delicadeza en los detalles y plasticidad en las figuras. 2. VIDA Y OBRA DE ALBERTO DURERO Durero nació en la ciudad alemana de Nüremberg en el año de 1471 y murió, con 57 años, el seis de abril de 1528, siendo enterrado en el cementerio 160 Imágenes del fin del mundo: El Apocalipsis en las xilografías Johannes-Friedhof de su localidad natal. Desde niño fue instruido en la orfebrería y en el uso del buril por su padre. En su juventud se incorporó como aprendiz en el taller del pintor Michael Wolgemut; allí aprendió no solo técnicas de la pintura, sino que también desarrolló pericia en el trabajo como grabador, ya que fue el autor de muchas de las xilografías que ilustraron los libros impresos por Anton Koberger, uno de los editores más conocidos en la Alemania de entonces. Del taller de Koberger salió una Biblia que obviamente incluía el Apocalipsis y, además, la serie de láminas del Apocalipsis de su ahijado Alberto Durero (Ezendam, 11). De hecho, esta revelación divina de la que sería objeto San Juan poseía en Alemania una firme tradición arraigada en la creencia medieval de que el fin de los tiempos estaba cerca. Las imágenes del Apocalipsis, además de otras muchas, demuestran la personalidad religiosa de Durero. Sin duda la elección del tema da cuenta de la atmósfera de la época, impregnada de una tremenda inquietud religiosa que cristalizará en el cisma protestante. La necesidad de reforma se encontraba latente desde el siglo XV frente al abuso de poder eclesiástico y al incremento de la riqueza del Clero. Esta situación dará lugar en Alemania a la revisión de los dogmas de la Iglesia, iniciada en su seno por el monje agustino Martín Lutero. En 1517, Lutero redactó sus 95 tesis que repudiaban los abusos y pretensiones eclesiásticas. Siguiendo las costumbres académicas del momento, el documento se fijó en las puertas de la catedral de la ciudad alemana de Wittenberg, lo que significaba que quedaba abierto el debate público (Lutero, 64). Aunque fue hace menos de dos décadas cuando Alberto Durero había elaborado sus grabados del Apocalipsis, posteriormente se convirtió en un gran adepto del Protestantismo. No es de extrañar, ya que la divulgación de las tesis de 161 María del Mar Ramírez Lutero resultó sorprendente debido a la existencia de prensas de impresión en casi todas las localidades alemanas y en las principales ciudades europeas: en 1470 existían doce localidades con talleres de impresión, en 1489 unas ciento diez y a finales de siglo más de doscientos lugares contaban con imprenta (Martin, 20). De esta forma las imprentas se vieron inundadas de la literatura de la Reforma: miles de pequeños folletos, opúsculos, sermones de Lutero y obras cortas de edificación espiritual se convirtieron en eficaces instrumentos propagandísticos. De hecho, cada episodio del movimiento de la Reforma puede relacionarse con la difusión importante de algún impreso y se tienen datos, por ejemplo, de uno de los sermones de Lutero del que se comercializaron, en solo cinco días, cuatro mil ejemplares (Dahl, 140). Durante los años 1520 y 1521 Durero realizó un viaje por los Países Bajos con el objetivo de obtener del emperador Carlos V, que estaba a punto de ser coronado, la renovación de la renta anual de cien florines que le había sido otorgada por el rey Maximiliano I, fallecido en 1519. Durante este recorrido, el artista llevó un diario de viaje en el que consignó las impresiones y sucesos que llamaron su atención. En este Diario del viaje a los Países Bajos Durero describió a Martín Lutero como “hombre piadoso e iluminado por el Espíritu Santo, discípulo de Cristo y de la verdadera fe cristiana”. Sobre el rumor que había circulado entonces sobre el secuestro de Martín Lutero, el artista señaló: “¡Oh Dios!, si Lutero ha muerto, ¿Quién nos expondrá tan claramente el Santo Evangelio en el futuro? ¡Oh Dios, qué hubiera podido escribir aún para nosotros en diez años, en veinte años!” (Garriga, 547). En cuanto a su estilo, en su excelente biografía sobre Durero, Erwin Panofsky explica que esta conversión al protestantismo se manifiesta claramente en la evolución de los motivos trabajados, ya que se aleja de los contenidos profanos y se dedica a la creación de obras de contenido bíblico que ya había trabajado por ejemplo en las xilografías del Apocalipsis: “El elemento lírico y visionario fue suprimido en favor de una virilidad escritural que a la postre solo toleraría a los apóstoles, los evangelistas y la Pasión de Cristo. Su estilo viró de un esplendor y una libertad deslumbrantes a una austeridad imponente, pero a la vez extrañamente apasionada (1989:212). Se sabe que los grabados de Durero tuvieron una gran cotización en la época. De hecho, es uno de los primeros artistas que firma sus obras con un anagrama que, al estilo de las marcas en las sociedades contemporáneas, empezó a incrementar el valor de sus trabajos artísticos. Lo común en la época era el anonimato en la autoría de los grabados, hecho que cambiará radicalmente durante el siglo XVII cuando los burilistas firmen incluso sus pruebas. Y es precisamente en la serie de láminas del Apocalipsis cuando el artista incluye por primera vez su célebre anagrama (Ezendam, 11). 162 Imágenes del fin del mundo: El Apocalipsis en las xilografías 3. ANTECEDENTES EN LA ILUSTRACIÓN DEL APOCALIPSIS: LOS BEATOS Un interesante antecedente en la ilustración del libro del Apocalipsis se encuentra en las imágenes de espléndida factura, perfección en los detalles y gran colorido que ilustraron los comentarios hechos al libro del Apocalipsis conocidos como Beatos. Los mismos fueron escritos hacia el último tercio del siglo VIII y se atribuyeron a un abad del antiguo Monasterio de San Martín de Turieno (hoy de San Toribio) localizado en el valle cántabro de Liébana en España, cerca de los Picos de Europa. La obra de Beato de Liébana terminó dando el nombre Beatos por extensión a este tipo de manuscritos. Los Beatos constituían una recopilación y ordenación de los comentarios de muy distinta procedencia que hasta entonces se habían hecho al libro bíblico del Apocalipsis cuya autenticidad había sido reconocida en el año 633 por el IV Concilio de Toledo presidido por San Isidoro. Esta labor de interpretación de un texto tan hermético y complejo como el del Apocalipsis hizo de los Beatos obras de interés ante la inminencia del año mil y los augurios del fin del mundo que se propagaron entonces. Con las xilografías de Durero ocurrirá algo parecido. Fueron elaboradas en 1498, dos años antes del cambio de siglo esperado con auténtico terror ante la supuesta llegada del Día del Juicio Final. Varios eran los avisos, pero en especial las devastadoras epidemias de peste que, en algunos lugares de Europa (y en concreto en Alemania), acabaron con una parte importante de la población en la que se conocía como la “muerte negra”. Era 163 María del Mar Ramírez fácil creer que un castigo divino estaba cerca. En estos textos los versículos del Apocalipsis son resumidos o explicados con largas disertaciones y digresiones que se remontan a los árboles genealógicos del pueblo judío desde Abraham, a la vida y obra de Santos diversos, a otros libros de la Biblia y a la obra de autores cristianos como las Etimologías de San Isidoro. Todos los Beatos se escribieron entre los siglos X al XIII, por lo que se consideran prerrománicos y románicos. Hoy se conservan unos treinta y cuatro códices y fragmentos en distintas instituciones. En una primera etapa el centro fundamental de producción estuvo situado en localidades españolas de Asturias, León y el norte de Castilla y Navarra. Más tarde, el texto llegaría a otras zonas de la Península y viajaría a Portugal y el Sur de Italia (Silva y Verastegui, 4-7). Por lo general las copias suelen tener una misma estructura de contenido: prólogo, prefacio y comentario, este último dividido en Storia (el propio texto de San Juan) y Explanatio (análisis, incluyendo además una serie de excursos) (Ruiz Larrea, 118). Pero la fama de los Beatos viene dada por sus espectaculares iluminaciones, la mayoría miniaturas de un gran valor estético e iconográfico. Con el paso del rollo de papiro al códice de pergamino el discurso visual comienza a adquirir fuerza y las imágenes, tal como ocurre en los Beatos, adquieren una gran autonomía y poder de comunicación. El pergamino, confeccionado con pieles de animales tratadas, era un material flexible que ofrecía la cualidad de ser empleado por ambas caras y que los folios fuesen doblados y cosidos, permitiendo así encontrar pasajes específicos con mayor rapidez. Este nuevo material que sustituyó al papiro, poseía también una mayor durabilidad y capacidad de almacenaje de información además de poder ser manipulado, transportado y almacenado más fácilmente. Permitió la utilización de plumas de oca (que vinieron a sustituir a los pinceles de caña ofreciendo mayores posibilidades representativas y caligráficas) y, de igual manera, facilitó el desarrollo de nuevas técnicas pictóricas y de nuevos esquemas compositivos (Weitzmann, 66). La ornamentación de los comentarios al Apocalipsis constituye un compendio de múltiples aportaciones. Por una parte guarda una gran similitud con la estética bizantina y persa, que se manifiesta en la incorporación de elementos zoomorfos y vegetales geometrizados, así como en las caras de grandes ojos de seres humanos y animales, sobre todo aves (Cid, 335-350). También están repletos de elementos geométricos (estrellas, trenzas) y de composiciones que dan cuenta de grandes aportaciones mozárabes. De esta manera, los estilos van pasando del prerrománico en los primeros ejemplares, al románico y a la anunciación del gótico en los más tardíos (Ruiz Larrea, 121). El producto final es el de ilustraciones que sintetizan distintos elementos que habían definido la producción de la imagen en un Occidente cargado de influencias orientales. La presentación de las figuras en el espacio viene a ser un 164 Imágenes del fin del mundo: El Apocalipsis en las xilografías claro ejemplo del uso de la perspectiva en la época medieval, cuya intuición difiere sensiblemente de los patrones de la modernidad. Los cuerpos y figuras en las ilustraciones de los Beatos suelen estar representados artísticamente mediante la superposición de elementos, utilizando en ocasiones un esquema predecesor del espacio proyectivo inaugurado en el Renacimiento que el autor Erwin Panofsky denomina “espina o raspa de pez” en su obra La perspectiva como forma simbólica (19). En estas miniaturas la superficie material de los códices aparece recubierta de líneas y de colores que funcionan como indicadores de objetos tridimensionales: “el cuadro o fresco [...] prevalece como un plano en el que las figuras, que han renunciado a una intención ilusionista, deben ser ordenadas no en función de un espacio sino de una superficie” (Torán, 18). Las imágenes en los Beatos suelen intercalarse en los textos, aunque algunas llegan a ocupar página entera o incluso doble página. Los fondos, muchas veces dispuestos en franjas horizontales o verticales, poseen una llamativa fuerza cromática. Las figuras suelen aparecer con ropajes, destacándose los ojos y las manos, a fin de intensificar la tensión espiritual. Se sabe que el catálogo de imágenes de los Beatos llegó a ser empleado como modelo para esculpir capiteles y pintar murales en las iglesias. De esta forma, no es de extrañar que temas apocalípticos se inserten recurrentemente en la arquitectura románica por medio de molduras, cenefas y cornisas en forma de demonios, ángeles, monstruos, seres semihumanos, mártires o animales. Incluso en la portada de las iglesias románicas se solía incluir esta figura del Pantocreador en su trono con los evangelistas metamorfoseados. 4. CONTEXTO HISTÓRICO DE LAS XILOGRAFÍAS DEL APOCALIPSIS: LA IMPRENTA Y EL DESARROLLO DE LAS TÉCNICAS DEL GRABADO Unos cuantos siglos más tarde, los grabados del Apocalipsis de Alberto Durero ven la luz en una Europa que se encuentra entonces en un momento de enormes transformaciones. Por una parte, la imprenta inventada también en Alemania por Gutenberg había comenzado a expandirse de una forma vertiginosa. Las consecuencias fueron determinantes, ya que el conocimiento acopiado anteriormente de forma escrita, gracias al nuevo método de imprimir, se trasformará en información accesible a las grandes mayorías. Por otro lado, desde el punto de vista de la imagen ocurre un hecho fundamental y es que se comienzan a aplicar las técnicas del grabado (sobre todo xilográfico o en madera, que es la técnica utilizada por Durero) a la impresión, hecho que se traduce en una densificación iconográfica de gran alcance y en una democratización sin precedentes en cuanto al acceso a la información. En una Europa con altos niveles de analfabetismo, las hojas que salen de la imprenta constituyen un elemento determinante que garantizará el acceso de las clases más desposeídas al bullente mundo de la imagen impresa. La posibilidad de reproducción múltiple de la imagen vinculada a la técnica del 165 María del Mar Ramírez grabado, produjo entonces un elemento de ruptura definitiva con la tradición de los siglos anteriores impulsando la difusión de las representaciones gráficas. Hasta entonces, el códice (la copia única) había sido el vehículo por excelencia de difusión del conocimiento. En este momento los talleres más importantes disponían de grabadores que se encargaban de ilustrar los textos. Alemania, cuna de la imprenta, se había transformado en el epicentro de la impresión y difusión de libros y de estampas. La técnica del grabado xilográfico, con las líneas a imprimir en relieve al igual que los tipos de impresión, permitía que imágenes y textos fueran incorporados en la “forma” o cajetín de diseño. Una vez impregnada de tinta y gracias a la acción de las prensas de impresión, esta era trasladada al papel. Muchas veces era común también que los tacos de madera fueran manipulados por otro artista distinto al autor del dibujo. En el caso de los grabados del Apocalipsis, fue el mismo Durero quien se encargó de ambos trabajos. Durero era un excelente grabador y, sin duda, la delicada factura de su trabajo en este campo revolucionó las artes gráficas en la época. Aunque a lo largo de su vida logró vivir cómodamente de lo que ingresaba vendiendo sus obras (unido a la renta vitalicia que le había sido concedida), el mismo Durero se condolía de que los italianos le apreciaban como grabador e imitaban su trabajo, pero le criticaban su falta de talento en el uso del color y en la comprensión del estilo clásico tan importante para los artistas del Renacimiento: “Imitan mis obras en las iglesias y donde pueden verlas; y aún las critican y dicen que no es arte según el mundo antiguo” (Ezendam, 13). En su biografía de Durero, Erwin Panofsky concluye que: “Se puede afirmar sin exageración que la historia de la pintura habría sido la misma si Durero no hubiera tocado jamás el pincel y la paleta, mientras que los cinco primeros años de su trabajo bastaron para revolucionar las artes gráficas” (Vida y arte, 71). 166 Imágenes del fin del mundo: El Apocalipsis en las xilografías Durero tuvo el acierto de vislumbrar, en la temprana época de las obras incunables, el enorme valor del libro como vehículo difusor de imágenes. Incluso antes que Martín Lutero se adelantó a la importancia de que las personas tuvieran acceso a las Sagradas Escrituras en su propio idioma (recordemos que la primera edición de sus láminas del Apocalipsis apareció en alemán). Aunque en un inicio algunos teólogos y los primeros humanistas miraban con recelo las obras ilustradas por considerarlas destinadas a personas ignorantes, el hecho es que la imagen grabada se convirtió en un importante vehículo de transmisión del conocimiento (Febvre y Martin, 100). 5. LOS GRABADOS DEL APOCALIPSIS En 1496 Alberto Durero había regresado a Nüremberg después de un viaje a Venecia. Estaba muy interesado en las técnicas coloristas de los artistas venecianos y, además, se había empapado de las reflexiones teóricas sobre las artes que tanto inquietaban en Italia. Esto por una parte. Por otra, los últimos años antes del cambio de centuria avivan, sobre todo en Centroeuropa, un profundo temor religioso sobre la llegada del Juicio Final. 167 María del Mar Ramírez En un principio se pensó que la destrucción del mundo sobrevendría en el año mil (se ha visto cómo esta fecha influyó en la difusión de los Beatos), fecha que se trasladó quinientos años más tarde al no haberse cumplido el vaticinio. Varios escritos respaldaron entonces esta nueva teoría, fundamentada en diversos acontecimientos considerados como signos nefastos que habían tenido lugar en la Alemania de entonces: la invasión de los turcos, hechos naturales como la caída de un meteoro en 1492 cerca de Ensisheim o la crecida de ríos, la reaparición de la peste y ciertos fenómenos de distinto orden (gemelos siameses, cerdo con dos cuerpos) (Ezendam, 11-12). El espíritu místico de Durero seguramente no estaba ajeno a estos hechos y, sobre todo, a las profecías que vaticinaban el fin del mundo. El Apocalipsis es el último libro del Nuevo Testamento siendo prácticamente el único de carácter profético. Su autor se identifica como el apóstol Juan, entonces desterrado en la isla de Patmos por ser discípulo de Jesús. 168 Imágenes del fin del mundo: El Apocalipsis en las xilografías El texto comienza con un prólogo en el que Jesús se le revela a San Juan y le encarga enviar su mensaje a las siete Iglesias de Asia Menor. Prosiguen doce capítulos que narran cinco series de visiones: los siete sellos, las siete trompetas, las siete señales, las siete copas y la lucha de Cristo y el demonio. Finalmente incluye un epílogo que ofrece la visión del Juicio Final, la Jerusalén celestial y la Gloria de los Santos en el cielo. El Apocalipsis es un libro prolijo en símbolos y descripciones que Durero recoge en sus imágenes con maestría: los Cuatro Jinetes del Apocalipsis, la Bestia y su número, el Sumo Sacerdote, el Cordero, Babilonia y la prostituta, la Mujer vestida de sol, la Nueva Jerusalén. Esto además de todo un rico imaginario en torno al número siete: siete sellos, siete trompetas, siete estrellas, siete copas, siete cartas a las Iglesias, siete visiones de la Mujer y el combate con el Dragón, siete cuadros sobre la caída de Babilonia, siete visiones del fin. Sin duda el universo de posibles representaciones que brindaba el texto bíblico era amplio y sugerente para una personalidad como la de Durero, quien pensaba también que una de las principales misiones del arte estaba en la descripción y difusión de la Historia Sagrada. Tanto es así que, después de culminar la edición del Apocalipsis, acometería otro proyecto en el que surgen dos series de xilografías sobre La vida de la Virgen (diecinueve estampas, elaboradas entre 1502 y 1510) y la Gran Pasión (once estampas realizadas entre 1498 y 1510). La idea que tuvo para el Apocalipsis fue la de ilustrar el texto con imágenes que fueron hechas en gran formato, para ser impresas de forma intercalada en las páginas impares de la obra. Las xilografías no llevaron inscripciones y en cada una de ellas se sintetizaron, de forma dramática, diversos hechos que se suceden a lo largo del texto. En algunos de estos grabados, el propio autor se incorporó en autorretratos como partícipe directo de las escenas figuradas. 169 María del Mar Ramírez En el trabajo gráfico de este “gran druida del arte” (como lo llamarían algunos de los tratadistas de artes italianos del siglo XVI) se nota una gran diferencia con otras xilografías de la época en las que las líneas gruesas típicas del trabajo sobre madera dificultaban la representación de movimientos, emociones y texturas finas. Durero logra conseguir una estructura orgánica para sus imágenes debido a la gran maestría que logra en las líneas de figuración y en aquellas que creaban efectos ópticos (Fois, 107-132). Los esquemas y trazos rígidos desaparecen, las figuras comienzan a resplandecer, a parecer más vivas: Eliminada la diferencia funcional que hasta entonces separaba los contornos de los plumeados, los contornos, antes meramente “descriptivos” ––comenta Erwin Panofsky––, asumieron una significación luminista en la misma proporción en que los plumeados, antes meramente “ópticos”, venían a cumplir una función plástica. [...] la relación entre papel y tinta de impresor quedó sublimada en la relación entre luz y sombra: toda línea negra, además de ser “negro” e indicar forma y volumen, vino a significar “oscuridad”, y correspondientemente el papel en blanco vino a significar “luz” (Vida y arte, 73). 170 Imágenes del fin del mundo: El Apocalipsis en las xilografías De estas visiones del Apocalipsis, precursoras de las imágenes fotográficas, emana un nuevo estilo en el arte del grabado xilográfico: líneas y espacios negros y blancos se convierten en símbolos negativos y positivos que representaban la luz. La escala de claroscuros se hizo presente y los distintos valores tonales (lumínicos) empezaron a oscilar en ese camino de lo más negro (es decir, de la oscuridad más profunda) a lo más blanco, reflejo de una mayor luminosidad. Esta maestría en la producción artística dureriana es expresada por Erasmo de Rotterdam en una carta escrita en 1525 de la siguiente manera: Durero [...] ¡qué es lo que no llegó a expresar por medio de la monocromía, es decir, con las líneas negras! Sombra y luz, esplendor, las “fugas” y los esconces en perspectiva, y además, en ocasiones, no solo nos ofrece la apariencia real de los objetos tal como los vemos, sino que mantiene una perfecta armonía y simetría. Él sabe presentar al ojo todo esto tan felizmente, con esas simples líneas negras, que la imagen sufriría si alguien tuviera el atrevimiento de añadir los colores. ¿No es maravilloso llegar a este genial resultado sin la fascinación vistosa del color? (Paltrinieri y Poli, 215). Durero completa las figuras principales con una ornamentación de motivos vegetales y también zoomorfos en los que él era un gran maestro: águilas, serpientes, leones, aves, peces, caballos. También incluye seres fantásticos como dragones, monstruos de varias cabezas, leones voladores. 171 María del Mar Ramírez Los temas tratados en las quince xilografías recogen a la perfección las descripciones del libro bíblico: El martirio de San Juan Evangelista Visión de Cristo y los siete candelabros San Juan y los veinticuatro ancianos en el cielo Los cuatro jinetes del Apocalipsis Abriendo el quinto y el sexto sello Los cuatro ángeles que detienen los vientos y el canto de los elegidos Las siete trompetas dadas a los ángeles La batalla de los ángeles San Juan devora el libro La mujer revestida de sol y el dragón de siete cabezas San Miguel peleando con el dragón El monstruo marino y la bestia con cuernos de cordero La adoración del cordero y el himno de los elegidos La prostituta de Babilonia El ángel con la llave del pozo sin fondo Un elemento recurrente en estos grabados es el de la representación de Cristo en su trono. 172 Imágenes del fin del mundo: El Apocalipsis en las xilografías Durero tomó también para sus grabados uno de los motivos típicos de los Beatos que era la representación simbólica de los Tetramorfos o cuatro seres vivientes, que son los cuatro evangelistas simbólicamente metamorfoseados, San Mateo, San Marcos, San Lucas y San Juan, acompañando a Jesús todopoderoso: El primer Viviente, como un león; el segundo Viviente, como un novillo; el tercer Viviente tiene un rostro como de hombre; el cuarto viviente es como un águila en vuelo (Apocalipsis, 4:7)1 Otro aspecto que interesaba mucho a Durero, típico a su vez de los tratados de arte de la época, es el de las proporciones del cuerpo humano. Cada una de las xilografías del Apocalipsis demuestra su maestría en este campo. El artista escribió, en la que se conoce como “Nota vitruviana sobre las proporciones para el Tratado de la Pintura”, que la mejor manera de dibujar el cuerpo humano consistía en distinguir cada uno de sus miembros con relación al conjunto total, que debe ser armónico (Garriga, 481). Descienden de los cánones vitruvianos los estudios que agrupan los miembros del cuerpo por su tamaño y que miden una magnitud con relación a la longitud total (mitad, octavos, cuartos, etc.). En una nota para el Tratado de la pintura aparece repetida por Durero una frase de Vitruvio: “Quien pretenda construir debe basarse en las propiedades del cuerpo humano, pues en ellas encontrará el más bien oculto secreto de la proporción” (Garriga, 481). 1 El Apocalipsis se inspira en los símbolos del Antiguo Testamento descritos, por ejemplo, en libros como el de Daniel y el de Ezequiel: “En cuanto a la forma de sus caras, era una cara de hombre, y los cuatro tenían cara de león a la derecha, los cuatro tenían cara de toro a la izquierda, y los cuatro tenían cara de águila” (Ezequiel, 1:10). 173 María del Mar Ramírez Todas las partes del cuerpo debían revelar la misma edad (“la vejez no es lisa, sino arrugada, nudosa y de carnes flácidas”) y tipo (“no conviene dar a una figura muy fuerte una constitución muy delicada, o a una figura débil una constitución muy recia”). Era necesario que el artista se esforzara por hacer las formas lo más bellas posibles, ya que “se llega con más facilidad a lo feo que a lo bello”. Sin embargo, no podía hablarse de un concepto absoluto de belleza, ya que, para considerar una cosa como hermosa, bastaba con situarse en el “justo medio”. Así lo expresa en la Introducción al libro sobre las proporciones para el Tratado de la Pintura Entre lo demasiado y lo demasiado poco está el justo medio, que tú debes esforzarte diligentemente por alcanzar en todas tus obras. Para llamar a una cosa “bella” quiero usar aquí el mismo criterio que sirve para llamar “justas” a ciertas cosas, a saber: lo que todo el mundo cree que es justo lo tenemos nosotros por justo. Igualmente, lo que todo el mundo considera como bello, también nosotros queremos considerarlo bello y esforzarnos en realizarlo (Garriga, 486). Es coherente con su línea de pensamiento la idea que se recoge en sus escritos según la cual la belleza completa no se encontraba en ningún cuerpo concreto, sino en muchas formas diversas. Además, la plenitud solo residía en Dios, “Señor de toda la belleza”, como es definido en el Eclesiastés bíblico. 6. CONCLUSIÓN Cuando se analiza la evolución de los modelos de representación a lo largo de la historia y especialmente en los siglos del Renacimiento destaca, sin duda, la figura de Alberto Durero. Sobresale por muchos motivos, pero en especial por la magnificencia y calidad de su obra gráfica. Esta sirve para comprender las características del contexto tan interesante en el que fueron producidas y, asimismo, se encuentra vinculada a la incorporación del grabado en el proceso evolutivo de las artes de impresión. 174 Imágenes del fin del mundo: El Apocalipsis en las xilografías Las xilografías del Apocalipsis elaboradas por Durero estudiadas en este trabajo dan cuenta de diversos aspectos. Por una parte reflejan la personalidad de su autor, profundamente mística y religiosa, y conectan con los sucesos tan importantes que se producen en la Europa de finales de las primeras décadas del siglo XVI con el surgimiento del Protestantismo en Alemania. Asimismo, estos grabados constituyen un magnífico ejemplo de los cambios que empiezan a producirse en la ilustración del libro, ya que comienza entonces a darse importancia a la imagen, en este caso haciéndola prevalecer sobre el texto. Además, recogen tradiciones anteriores como las de los Beatos medievales e ilustran de manera muy sugerente el contenido de un libro tan denso, críptico y complejo como el último del Nuevo Testamento. En definitiva, la obra gráfica de Alberto Durero logró revolucionar los estilos y las técnicas de representación en el grabado. A partir de Durero los tacos xilográficos se convirtieron definitivamente en soportes de figuración de las ideas del Renacimiento tan determinantes en las formas de expresión de las civilizaciones modernas y contemporáneas. Universidad de Sevilla* Facultad de Comunicación Doctora en Ciencias de la Información Profesora Titular Avenida Américo Vespucio, s/n. Despacho K1. 41092 Sevilla (España) [email protected] 175 María del Mar Ramírez OBRAS CITADAS Cid Priego, Carlos. “La miniatura del águila y la serpiente en los «beatos»”, en Boletín del Seminario de Estudios de Arte y Arqueología: BSAA, Tomo 56, 1990:335-350. Dahl, Svend. Historia del libro. 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Ruiz Larrea, Elena. “La iconografía apocalíptica en Los Beatos”. Iglesia Duarte de la, José Ignacio (Coord.). Milenarismos y milenaristas en la Europa medieval: IX Semana de Estudios Medievales. Nájera: Instituto de Estudios Riojanos, 1998:101-136. Silva y Verastegui, Soledad de. “Los Beatos”, en Cuadernos de Arte Español. Madrid: Historia 16, 1993. Toran, Enrique. El espacio en la imagen. De las perspectivas pictóricas al espacio cinematográfico. Madrid: Mitre, 1985. Weitzmann, Kurt. El rollo y el códice. Un estudio del origen y el método de iluminación de textos. Madrid: Nerea, 1990. 176 177-190 EXPERIENCIA DE LA HISTORICIDAD E HISTORICIDAD DE LA EXPERIENCIA: EL MUNDO COMO ESPACIO HERMENÉUTICO1 Historical experience and historicity of the experience: the world as hermeneutical space Mauricio Mancilla Muñoz* Resumen El siguiente artículo tiene por objetivo mostrar la mutua correspondencia entre experiencia e historicidad en la obra de Hans-Georg Gadamer. La experiencia es entendida como el movimiento fundamental de la existencia histórica, la que articula las diversas esferas de la acción humana. La experiencia hermenéutica pone de manifiesto que el comprender no puede fundarse en un procedimiento metódico, sino en la forma del existir situado en el mundo. El acto hermenéutico es entendido como un continuo proceso de apropiación, que se realiza mediante el lenguaje, y donde se van actualizando nuevos significados que develan el carácter aconteciente y móvil de la interpretación. Por ello, la historicidad de la comprensión será el principio hermenéutico fundamental que excluye la posibilidad de una conciencia histórica absoluta, a favor de una “conciencia de la repercusión histórica” (wirkungsgeschtliches Bewußtseins). Palabras clave: Hermenéutica, experiencia, historicidad, repercusión histórica y Gadamer. Abstract The following article aims at showing the mutual correspondence between experience and historicity in the work of Hans-Georg Gadamer. Experience is understood as the fundamental movement of the historical existence, which articulates the various spheres of human action. The hermeneutic experience shows that understanding does not lie in a methodical procedure, but in the way of existence in the world. The hermeneutic act is understood as a continuing appropriation process that is carried out through language and where new meanings are updated, that reveal the mobile characteristics of the interpretation. Therefore, the historicity of understanding is the fundamental hermeneutical principle which excludes the possibility of an absolute historical consciousness, in favor of a historicallyeffected consciousness (wirkungsgeschtliches Bewußtseins). Key words: Hermeneutic, Experience, Historicity, History of Effect and Gadamer. De Gianni Vattimo es la sentencia que califica a la hermenéutica como la “koiné cultural de nuestra época” (1992:118), expresión que insiste en resaltar el carácter de moneda de cambio de la hermenéutica o puerto ineludible para el pensamiento contemporáneo. La constitución ––en apariencia–– de la hermenéutica en un idioma 1 Este artículo es resultado del Proyecto de Investigación Nº 11080218: “Experiencia y lenguaje: elementos para una ampliación del concepto de verdad en la hermenéutica de Hans-Georg Gadamer”, financiado por FONDECYT para los años 2008-2011. Mauricio Mancilla Muñoz común, más allá de las fronteras de la filosofía, responde a unas circunstancias históricas particulares. La imagen del hombre como un individuo que no puede renunciar a una interpretación de su propio acontecer adquiere mayor significado cuando la propia experiencia del mundo ––y tal pareciera ser nuestro caso–– se hace cada vez más problemática y compleja, debido a la descomunal diversidad de mensajes y soportes comunicativos. Esto es lo que ha llevado a ver en la civilización actual un gigantesco sistema interpretativo (hermenéutico), caracterizado por una multiplicación caótica de mensajes que compiten entre sí, a tal punto que la metáfora de la interpretación se ha extendido a ámbitos inesperados. Sin embargo, no solo el abundante material significativo de nuestra época acrecienta la complejidad de la interpretación, sino que la naturaleza misma de la transmisión cultural nos enfrenta a una amplia gama de sentidos posibles (Cfr. Capurro, 2000; Cornelius, 1996; Pérez Gutiérrez, 2000; Rubio, 2004). Uno de los problemas fundamentales que se hace visible en la práctica interpretativa radica en establecer un “criterio de verdad” (Wahrheitskriterium) que pueda distinguir entre una interpretación de otra sin necesidad de recurrir al clásico argumento de la adecuación o concordancia del intelecto con la cosa. Descartes, entre otros, estableció la certeza subjetiva como el criterio de verdad al suspender el valor de las experiencias del mundo más inmediatas, desplazando el ámbito de verdad al supuesto de unas entidades abstractas que ya no tienen una correspondencia real con lo experimentado en la vida cotidiana (Cfr. Descartes, 2002:154ss.). En cambio, la hermenéutica de Gadamer (1999:445) no intenta elevarse por encima de la “vida fáctica” (faktisches Leben) y de la praxis real para postular un punto de referencia absoluto desde el que pudieran determinarse las condiciones de verdad de la experiencia, como tampoco exige una fundamentación trascendental para sus verdades, sino que plantea, alternativa a una doctrina del método, que la verdad surge de nuestra experiencia del mundo, la que se encuentra enraizada en determinadas prácticas vitales y en concretas condiciones sociohistóricas (445). La hermenéutica no se refiere a ningún otro criterio de verdad que no sea el que emana de su propia praxis, esto es, de la propia experiencia en medio de una específica tradición histórica. Por ello, se puede afirmar, en palabras de Jean Grondin, que la hermenéutica ha “renunciado” (Verzicht) a un criterio de verdad (1994:176). Se hace fundamental señalar que, para la filosofía hermenéutica, la noción de experiencia no debe entenderse según el modelo empirista o positivista que la reduce a la simple percepción sensible. La experiencia es entendida más bien como el movimiento fundamental de la existencia histórica de los hombres, que consiste en articular sentido al interior de las diversas esferas de la acción humana (la tradición, el pasado, la esfera de la naturaleza, el horizonte intersubjetivo, el conocimiento de sí mismo, etc.). Gadamer sigue a Heidegger en el presupuesto de que la comprensión está estructurada por un “círculo hermenéutico” (hermeneutischer Zirkel), que se mueve, como lo ha mostrado Alejandro Vigo, entre la proyección anticipativa y el enraizamiento en la facticidad (2002:242). Gracias a esta estructura circular, la 178 Experiencia de la historicidad e historicidad de la experiencia comprensión puede ser constantemente “corregida y depurada de adaptaciones inadecuadas” (Gadamer, 1999:270). La estructura prejuiciosa de la comprensión pone de manifiesto la pertenencia de todo intérprete a una determinada “tradición” (Überlieferung).2 Por la que toda comprensión se ve siempre mediatizada por una interpretación heredada que puede ser transformada. Como ha resaltado muy bien Gadamer: “tradición no quiere decir mera conservación, sino transmisión. Pero la transmisión no implica dejar lo antiguo intacto, limitándose a conservarlo, sino a aprender a concebirlo y a decirlo de nuevo” (Gadamer, 1993b:139). La interpretación, de cara a la tradición, busca una apropiación comprensiva del pasado, el que se abre a un proceso continuo de reinterpretación.3 La tarea de comprender el horizonte histórico implica comenzar aclarando, lo que en el lenguaje del joven Heidegger se denomina la “situación hermenéutica” (hermeneutische Situation), que obliga a plantear una reapropiación originaria de la vida humana y de su ser (Heidegger, 2003:11).4 El contenido de la interpretación solo se aparece cuando la situación hermenéutica se ha mostrado lo suficientemente clara, para ello Heidegger expone tres coordenadas o “indicaciones formales” (formale Anzeige) que se deben seguir: primero, se debe encontrar un “punto de mira” (Blickstand), que sea apropiado y que esté claramente fijado; segundo, se debe evidenciar la “orientación de la mirada” (Blickrichtung), que determina el “como qué” (als was) debe ser precomprendido y el “hacia dónde” (woraufhin) debe ser interpretado; y, por último, hacer visible el “horizonte de la mirada” (Sichweite), delimitado por el punto de mira y la dirección de la mirada, el lugar donde se juega la pretensión de objetividad de toda interpretación (Heidegger, 2003:7). Gadamer reafirma este principio heideggeriano al señalar que “en la comprensión siempre tiene lugar algo así como una aplicación (Anwendung) del texto que se quiere comprender a la situación actual del intérprete” (Gadamer, 1999:313).5 2 Para el término tradición, Gadamer recupera el sentido positivo del término desde su raíz etimológica. Tradición viene del latín tradere, que quiere decir “transmisión” o “entrega”. Este, a la vez, viene de traditur, que quiere decir “lo que se ofrece”. Asimismo, el término alemán Überlieferung (tradición), viene también de überliefern (transmitir), que a su vez contiene en su raíz el verbo liefern (ofrecer). El pasado nos ofrece, nos hereda un horizonte de sentido y significación. 3 Para Gadamer tanto el sentido transmitido históricamente como el individuo que la interpreta constituyen un todo hermenéutico indisociable. No es posible arribar a un acto absoluto de reflexión, en el que acabaría la historia. Además, la tradición se impone al intérprete como un sentido siempre presupuesto. Pues comprender la historia forma parte de la historia. No es posible salir de la historia, para encontrar un soporte o fundamento que nos permita asentar un juicio absoluto de ella misma. Lo pasado se puede comprender pero no juzgar en términos absolutos, pues el comprender forma parte integral del acontecer que se trata de comprender. Cfr. Hernández-Pacheco, J., Corrientes actuales de la filosofía. La Escuela de Frankfurt y la filosofía hermenéutica, Madrid: Tecnos, 1996:243-245. 4 Para mayores antecedentes sobre este punto, Cfr. Mancilla, M., “Situación hermenéutica y existir fáctico: Hacia una noción preliminar de historicidad en la génesis de Ser y tiempo”, En Alfredo Rocha (Ed.). En torno a Heidegger, Ediciones UniNorte, Barranquilla, Colombia, 2008:124-143. 5 Günter Figal afirma que la interpretación solo puede ser realizada de acuerdo con las posibilidades siempre individuales del intérprete, quien lleva adelante su comprensión del pasado desde su más propio 179 Mauricio Mancilla Muñoz Gracias al fenómeno de la aplicación Gadamer plantea que la comprensión no puede proceder al modo de una episteme, que responde a reglas generales y aplicables a toda situación, sino que se inclina, en cambio, a favor de lo que Aristóteles llama phrónesis, la “racionalidad o sabiduría práctica”,6 que constituye un modo de conocimiento de nuestra situación existencial concreta, que probablemente comparte elementos comunes con otras, pero que al mismo tiempo será única. De esta racionalidad práctica se obtiene una nueva racionalidad hermenéutica que brinda una base a las pretensiones de verdad de un tipo de experiencia que no se realiza metódica ni empíricamente. Pero este tipo de experiencia no representa tan solo otro ámbito de la experiencia al lado de la percepción sensible y de la ciencia, sino que ella representa un ámbito previo desde el que surge toda experiencia posible de verdad (Cfr. Conill, 2006: 163ss.; Gadamer, 1999:318ss.). Por ello, habrá que mostrar qué sucede con el intérprete mediante el proceso de comprensión, ya que ––como ha visto muy bien Grondin–– la hermenéutica es saber distinto y más fundamental que el saber científico, pues en consideración a su objeto, no es un saber de algo distinto de nosotros, sino que es siempre un “saber de sí” (Selbstwissen) (2004:14-15). Es fundamental exponer los límites del conocimiento científico, porque su pretensión de monopolio encubre otras experiencias de verdad, al punto de volverlas irreconocibles. Es obvio que el método científico ofrece un camino viable hacia la verdad, lo cuestionable es la pretensión moderna de que la verdad pueda alcanzarse únicamente por esta vía. Si bien Gadamer no elabora de un modo sistemático un concepto hermenéutico de verdad, en su discurso subyace una comprensión práctica de la verdad (Grondin, 1994:122). La verdad que nos devela la hermenéutica va más allá de un saber dominador de la realidad, por el contrario, se trata de un saber que establece como norma ––primera y última–– la formación y la participación del intérprete con relación a su objeto. presente. Cfr. Figal, G., Gegenständlichkeit. Das Hermeneutische und die Philosophie, Tübingen: Mohr Siebeck, 2006:87). Paul Ricoeur, por su parte, alude a la noción hermenéutica de “aplicación” (Anwendung), utilizada por Gadamer, al referirse al acto de lectura, entendida esta bajo el nombre de “apropiación” (Aneigung). La apropiación, lejos de ser una forma de subjetivismo, conlleva un momento de desapropiación del ego. Se trata de un encuentro entre el conjunto de las pretensiones del texto, el horizonte que él abre, las posibilidades que él despliega, y otro horizonte, el horizonte de espera del lector. Cfr. Ricoeur, P., “Appropriation”, en: Thompson, J. B. (Ed.), Hermeneutics and the Human Sciences: Essays on Language, Paris: Éditions de la Maison des Sciences de l’Homme, 1981a:182-193. 6 Gadamer tomó, como elemento central para su pensamiento, la idea de phrónesis (“racionalidad- sabiduríapráctica”) que aparece en el Libro VI de la Ética a Nicómaco de Aristóteles. Cfr. Gadamer, H-G., Aristoteles, Nikomachische Ethik VI. Frankfurt am Main: Klostermann, 1998. El concepto de phrónesis constituye un modo de conocimiento de nuestra situación existencial concreta o mejor dicho, constituye un modo de autoconocimiento. La forma en que Gadamer concibe la comprensión se orienta hacia una visión práctica que no se reduce a un conjunto de reglas (epistéme), que pueden ser aprendidas y reproducidas, sino que se orienta siempre al caso particular en cuestión. El concepto de phrónesis se convierte en un concepto fundamental para la concepción dialógica de la comprensión en la hermenéutica de Gadamer. 180 Experiencia de la historicidad e historicidad de la experiencia Antes de proponérselo como posibilidad teórica, el preguntar es ya demanda de unidad de sentido y, también, de discernimiento de cuestiones últimas. En la comprensión se da un proceso de anticipación que puede ser ejemplificado con la experiencia que conlleva la lectura de un texto. En la medida en que avanzamos en la lectura se nos va develando un esbozo anticipativo de totalidad de sentido (Gadamer, 1999:271), que Gadamer denomina con la expresión “anticipación de la perfección” (Vorgriff der Vollkommenheit) (Gadamer, 1999:299). Toda interpretación se mueve en un ámbito de “familiaridad” (Vertrautheit), producto del conjunto de supuestos heredados de la misma tradición que es objeto de interpretación. Asimismo, la conciencia hermenéutica no puede estar ligada al asunto de la interpretación como una unidad natural e incuestionable, sino que el intérprete se ve, también, enfrentado a una “extrañeza” (Fremdheit) a la hora de comprender una cierta tradición. Según Gadamer: “existe una verdadera polaridad de familiaridad y extrañeza, y en ella se basa la tarea de la hermenéutica” (Gadamer, 1999:300). La extrañeza se devela como una condición existencial que supone la “distancia en el tiempo” (Zeitenabstand), la que abre un nuevo punto de confrontación con el historicismo decimonónico, que había pensado que la distancia en el tiempo era un obstáculo que debía ser superado para alcanzar una objetividad histórica del pasado. La distancia temporal debía salvarse por medio de metodologías apropiadas que posibilitaran el traslado a la época en cuestión y así poder adentrarse en su espíritu, en su cultura, en su idiosincrasia, en sus ideales y en sus vivencias7. Era la barrera que impedía que se tuviese un acceso inmediato a la verdad del pasado. Sin embargo, la hermenéutica de Gadamer propone que la distancia en el tiempo es la situación óptima que permite y posibilita toda comprensión. El tiempo no debe ser entendido como un abismo insondable, sino como un puente que facilita el acertado acceso a la realidad. La teoría de la “transposición” (Transposition) elaborada por la hermenéutica metódica es para Gadamer una abstracción, ya que no tiene en cuenta la propia situación hermenéutica, es decir, la irreductible condición histórica del intérprete. La posición entre extrañeza y familiaridad que ocupa para nosotros la tradición es el punto medio entre la objetividad de la distancia histórica y la pertenencia a una tradición. Y este punto medio (Zwischen) es el verdadero topos de la hermenéutica. De esta posición intermedia que está obligada a 7 Según Dilthey, la historia no puede reducirse al conocimiento “explicativo” y tiene que alcanzar un conocimiento “comprensivo” de la realidad y para ello fundamenta la interpretación histórica en la teoría de la transposición: “La interpretación científica, como comprensión reproductora técnica, tiene siempre algo de genial, es decir, que logra un alto grado de perfección gracias a la afinidad interna y a la simpatía. [...] Esta relación interna, que hace posible la transposición, constituye por lo tanto el supuesto de todas la reglas hermenéuticas”. Dilthey, W. “[Über vergleichende Psicologie], Beiträge zum Studium der individualität (1985/96)”, en Gesammelte Schriften V, Die geistige Welt. Einleitung in die Philosophie des lebens, Stuttgart: Teubner, 1968:278. 181 Mauricio Mancilla Muñoz ocupar la hermenéutica se sigue que su tarea no es desarrollar un procedimiento de la comprensión, sino iluminar las condiciones bajo las cuales se comprende (Gadamer, 1999:300). Es la distancia en el tiempo lo que manifiesta la irreductible diferencia entre intérprete y autor, y que no puede solventarse por el expediente de prescindir de uno de los extremos. La distancia temporal actúa de foco iluminador del sentido del texto. Ella, en cuanto situación histórica distinta, resalta aquellos elementos relevantes y significativos para la nueva situación, a la vez que deja en la sombra otros elementos que ya no son expresivos. Se va haciendo así una criba de elementos brutos contenidos materialmente dentro de la tradición, en razón de la nueva situación iluminadora. Así pues, la distancia en el tiempo ejerce la función de filtro sobre los prejuicios erróneos que provocan malentendidos. El concepto hermenéutico de experiencia está en directa conexión con lo que Gadamer denomina principio de “repercusión histórica” (Wirkungsgeschichte), que trae como consecuencia una revaloración del papel fundamental de la tradición en la interpretación. Que toda comprensión se realiza desde nuestra peculiar “historicidad” (Geschichtlichkeit) será el principio inapelable de la hermenéutica filosófica. Dicho principio no es pues una limitación, sino el punto de partida y apoyo de todo comprender. Si la investigación filosófica del siglo XIX desarrolló la problemática de la razón histórica bajo el nombre de “conciencia histórica” (historisches Bewußtsein),8 Gadamer, en cambio, gracias a las nociones de círculo hermenéutico, anticipación de la perfección, distancia en el tiempo y también de polaridad entre familiaridad y extrañeza, habla de una “conciencia de la repercusión histórica” (wirkungsgeschichtliches Bewußtsein).9 Esta nueva concepción reclama al intérprete ser 8 El origen de la expresión “conciencia histórica” (historisches Bewußtsein) se encuentra en la filosofía de Hegel, quien se refiere a él como el concepto de experiencia que produce la “autoconciencia” (Selbstbewußtsein). Sin embargo, será Wilhelm Dilthey quien desarrolle ampliamente esta expresión como la categoría principal que permite caracterizar el ámbito al que se circunscribe la investigación de las ciencias del espíritu. Cfr. Von Renthe-Fink, L., “Bewußtsein, geschichtliches bzw. historisches”, en Jochaim Ritter (Ed.), Historisches Wörterbuch der Philosophie, Vol. 1, Basel/Stuttgart: Schwabe & Co Verlag, 1971:897-898. 9 Gadamer usa los términos Wirkungsgeschichte y wirkungsgeschichtliches Bewußtsein para caracterizar el momento estructural de la comprensión histórica. Dilthey había hablado ya de Wirkungszusammenhang a la hora de referirse a los fenómenos históricos. Pero estos fenómenos solo eran explicados desde la vivencia del sujeto, de donde deriva la importancia que él concedía a la autobiografía para la historia. El concepto gadameriano no se refiere tanto a los efectos o consecuencias del texto histórico, cuanto a su constitución objetiva en la cadena de interpretaciones que lo configuran. Por ello, no es fácil proponer una traducción de estos términos tan importantes en el pensamiento de Gadamer. Los traductores de Verdad y método al español han optado por las expresiones “historia efectual” y “conciencia de la historia efectual”, las que en el uso de nuestra lengua no aclara el fondo de esta cuestión. Gianni Vattimo, por ejemplo, en su traducción italiana, ha preferido usar determinazione storica y coscienza della determinazione storica. Sin estar en total desacuerdo con Vattimo, considero que esta posibilidad reduce de modo taxativo el alcance de esta expresión. Paul Ricoeur, por su parte, ha optado traducir al francés por histoire de l’effectivité y conscience exposée aux effects de l’histoire. 182 Experiencia de la historicidad e historicidad de la experiencia consciente de la propia posición hermenéutica, es decir, tener en cuenta los prejuicios (Vorurteile) y el papel que ellos juegan en la comprensión. Sin embargo, según Gadamer, esto no es tarea fácil, pues la conciencia de la repercusión histórica está constituida por una cierta ambigüedad, porque con ella “se designa por una parte lo producido por el curso de la historia y a la conciencia determinada por ella, y por otra a la conciencia de este mismo haberse producido y estar determinado” (1993a:444). Se trata, en definitiva, de una conciencia que es y se sabe, expuesta a los efectos de la historia, lo que trae como consecuencia una mediación no desdeñable, ya que el mismo investigador no es más que un trazo de esa historia de repercusiones y la comprensión por él alcanzada se sobreañadirá, como un eslabón más, a la larga cadena de efectos y consecuencias históricas que dio origen a la tradición. Esto es lo que suele olvidar la fe ciega en los métodos históricos que se conducen mediante reglas definidas. Como lo señala Gadamer de manera radical, la conciencia de la repercusión histórica es “más ser que conciencia” (Gadamer, 1993a:247): Ni la conciencia del intérprete es señora de lo que accede a él como palabra de la tradición, ni es adecuado describir lo que tiene lugar aquí como un conocimiento progresivo de lo que es, de manera que un intelecto infinito contendría todo lo que de un modo u otro pudiese llegar a hablar desde el conjunto de la tradición. Visto desde el intérprete, “acontecer” quiere decir que no es él el que, como conocedor, busca su objeto y “extrae” con medios metodológicos lo que realmente se quiso decir y tal como realmente era, aunque reconociendo leyes, obstáculos y desviaciones condicionados por los propios prejuicios (Gadamer, 1999:465). Grondin ha insistido en señalar que la conciencia de la repercusión histórica no está bajo nuestro control, sino que nosotros estamos sometidos a ella.10 La repercusión de la historia opera en toda comprensión, seamos conscientes de ello o no, pero no advertirlo puede conducimos a la idolatría de los métodos objetivistas: “ser histórico A mi entender, especialmente la última expresión, resulta ser demasiado pasiva con relación al carácter móvil de la noción de Gadamer. Una de las posibilidades que más entusiasmo me ha causado es la propuesta por Jean Grondin, que traduce le travail de l’histoire y la conscience du travail de l’histoire. Ante la pregunta por qué hablar de un “trabajo de la historia”, Grondin explica que la palabra alemana wirken (en inglés to work), pertenece a la raíz indogermánica uerg-, que se remonta al término griego ergon (trabajar, hacer). Sin embargo, considero que tampoco expresan todo el fondo que traen consigo estos términos. Por mi parte propongo una traducción, que si bien no es fiel en términos de la traducción del verbo wirken, sí permite comprender mejor el todo de la expresión que Gadamer señala en sus obras. Las propuestas son: “repercusión de la historia” y “conciencia de la repercusión histórica”. 10 “No está bajo nuestro poder o nuestra disposición. Al contrario, estamos sometidos a ella hasta un extremo que escapa a nuestra conciencia. Siempre que nos proponemos entender algo, está obrando la repercusión de la historia como un horizonte que no podemos interrogar hasta el punto que podamos obtener una clarificación definitiva acerca de aquello que para nosotros puede tener sentido o parecernos cuestionable”. Grondin, J., Introducción a la hermenéutica filosófica, trad. Ángela Ackermann Pilári, Barcelona: Editorial Herder, 1999:166. 183 Mauricio Mancilla Muñoz quiere decir no agotarse nunca en el saberse” (Gadamer, 1999:306-307).11 En contra del espíritu de la filosofía moderna, habría que afirmar que no es un acto de la subjetividad el que inaugura la comprensión, sino que esta se produce, de hecho, en virtud de una “apropiación” (Aneignung) de un mundo que se da en el “lenguaje” (Sprache). Esta apropiación es siempre dialéctica, en cuanto que apropiarse de un punto de vista implica la desapropiación de otro, al punto que apropiarse de un sentido significa hacer que lo extraño devenga propio. El que la interpretación se realice lingüísticamente no quiere decir que se vea desplazada a un medio extraño, sino que al contrario se restablece una comunicación de sentido originaria. Lo transmitido en forma literaria es así recuperado, desde el extrañamiento en el que se encontraba el presente vivo del “diálogo” (Gespräch), cuya realización originaria es una “dialéctica de pregunta y respuesta” (Dialektik von Frage und Antwort). Esto se da en la forma de un diálogo entre un yo y un tú (ya se entienda ese tú como otro, como texto o cualquier realización cultural) que no es controlado por quienes participan de él, sino que implica un dejarse llevar por la cosa misma. Por ello, Gadamer advierte que todo “diálogo auténtico” (echter Dialog) “no depende sustancialmente de la voluntad reservada o abierta del individuo, sino de la ley de la cosa que rige esa conversación” (1993a:152). En el fondo, la estructura dialógica de la comprensión permite postular que “cuando se comprende se comprende de un modo diferente” (Gadamer, 1999:379). Llegado este punto habrá que preguntarse ¿En qué sentido puede afirmarse que el lenguaje es el medio de la experiencia hermenéutica? ¿Qué condiciones permiten esta mediación? ¿Cuál es el alcance o límite de esta mediación? Según Gadamer, el lenguaje es el suelo propio y original sobre el que se asienta la interpretación. Todos los elementos referidos a la experiencia hermenéutica examinados ya en la primera parte de este artículo son solo posibles en virtud del lenguaje y en el lenguaje. La interpretación deberá ser entendida como un diálogo, y por ello, la concreción de la conciencia de la repercusión histórica se hace manifiesta en el estatuto lingüístico de lo transmitido en el lenguaje: “La esencia de la tradición consiste en existir en el medio del lenguaje, de 11 En este punto se devela una de las tensiones más importante al interior de la interpretación de Gadamer de la obra de Platón y Hegel, en especial, con relación a los conceptos de dialéctica y diálogo. Al desentrañar ambas posiciones se obtiene el suelo firme desde el que se fundamenta la posición dialógica de la hermenéutica de Gadamer. La opción filosófica de Gadamer es por la dialéctica platónico-socrática, porque la dialéctica hegeliana del concepto está encaminada hacia la realización del espíritu absoluto. Tanto la comprensión de lo hablado como de aquello que es expresado y transmitido por un texto debe ser concebido desde el diálogo, es decir, desde “la dialéctica de pregunta y respuesta que permite el mutuo entendimiento y la articulación del mundo común”. Gadamer, H.-G., “Zwischen Phänomenologie und Dialektik – Versuch einer Selbstkritik”, en Hermeneutik II. Wahrheit und Methode. Ergänzungen, Register, Gesammelte Werke II, Tübingen: J.C.B. Mohr (Paul Siebeck), 1993a:6. La dialéctica de pregunta y respuesta abre y posibilita el horizonte desde el que se alcanza la comprensión. Pero dicha dialéctica no puede ser controlada por ninguno de los que participan en el diálogo, sino que forma parte del dejarse llevar por su dinámica y, a la vez, de partir del reconocimiento de la superioridad del interlocutor sin pretender que nadie tenga la última palabra. 184 Experiencia de la historicidad e historicidad de la experiencia manera que el objeto preferente de la interpretación es de naturaleza lingüística (Gadamer, 1999:393). A lo largo del siglo XX, especialmente en atención a lo que se ha venido a llamar el “giro lingüístico” (linguistic turn),12 varios autores han coincidido en señalar que el lenguaje no es un mero medio entre el sujeto y la realidad, ni tampoco un vehículo transparente o elemento accesorio para reflejar las representaciones del pensamiento, sino que posee una entidad propia que impone sus límites, tanto al pensamiento como a la realidad. El lenguaje está inserto en la comprensión del mundo y el cual es experiencia humana articulada lingüísticamente, de ahí se comprende “el que los hombres simplemente tengan mundo” (Gadamer, 1999:446). La “lingüisticidad” (Sprachlichkeit) se constituye en la condición ineludible de la interpretación y de la comprensión, el suelo común que une a todos los que hablan entre sí. Con la palabra lingüisticidad Gadamer evita hablar del lenguaje como si existiera sin más una multiplicidad de lenguas y por ello puntualiza: “no me refiero a una qualitas occulta, a un don, sino a un fundamento del hablar mismo que soporta todo y que al parecer constituye un algo común en todo paso posible hacia el lenguaje” (1995:273). La originalidad de la hermenéutica de Gadamer reside en su concepción del lenguaje como “presentación” (Darstellung),13 en tanto que el mundo, las cosas, son accesibles por medio de él. Gadamer advierte que no hay una experiencia sin palabras, es decir, no hay un conocimiento pre-lingüístico del mundo: hablar y pensar, palabra y cosa, constituyen una unidad indisoluble. Mientras el mundo se presenta en el lenguaje, el lenguaje solo es lenguaje cuando “presenta el mundo” (die Welt darstellt) (Gadamer, 1999:46). Si se parte de la premisa de que el habla se comporta especulativamente en cuanto a que las palabras no copian lo que es, sino que expresan y dan la palabra a una 12 La expresión “giro lingüístico” (linguistic turn) recorre las venas de la filosofía occidental durante el siglo XX. Esta noción fue concebida, a comienzos de los años 20, por el filósofo y teórico austriaco de la ciencia Gustav Bergmann, en el marco de la discusión propiciada por el “Círculo de Viena” (Wiener Kreis), que pretendía elaborar un lenguaje común para todas las ciencias. Cfr. Rorty, R. (Ed.), The linguistic turn: essays in philosophical method, Chicago: The University of Chicago Press, 1967:9. Más tarde, la impronta del pensamiento de Ludwig Wittgenstein desencadenó una violenta discusión sobre esta materia, al punto de plantear problemas concernientes a la lógica del lenguaje. Sin embargo, en las últimas décadas este fenómeno ha expandido sus fronteras, más allá de la “filosofía analítica” hasta la así llamada “filosofía continental”. Cfr. Rorty, R., Essays on Heidegger and Others, Cambridge: Cambridge University Press, 1991:50. 13 El término Darstellung tiene un uso particular y significativo en la obra de Gadamer. Ha sido traducido al español preferentemente por “representación”. Si bien esta traducción no es del todo errada en la forma, desgraciadamente llama a contradicciones significativas respecto del fondo de los planteamientos de Gadamer. El término “representación” se utiliza para caracterizar, en términos modernos, los contenidos mentales de las cosas, es decir, percepciones, recuerdos, fantasías, etc. Esto es lo que en alemán se dice con el término Vorstellung. Lo que Gadamer intenta mostrar con Darstellung está muy lejos de ser un contenido mental, por ello es mejor traducir este término por “presentación”. Para mayores detalles al respecto: Cfr. Grondin, J., “L’arte comme présentation chez Hans-Georg Gadamer. Portée et limite d’ un concept”, en: Études Germaniques, 62/2, 2007:337-349; Rodríguez, R., Hermenéutica y subjetividad, Madrid: Editorial Trotta, 2010:187-188. 185 Mauricio Mancilla Muñoz relación con el conjunto del ser, habrá que afirmar que la lógica de la hermenéutica se sustenta en la estructura especulativa del lenguaje expuesta por Hegel en su Fenomenología del espíritu (Gadamer, 1987:26). La especularidad del lenguaje implica que la interpretación no constituye una segunda existencia de la cosa, sino que en ella la cosa llega a ser en plenitud. Aquí se devela la peculiar “objetividad” (Sachlichkeit) constitutiva del lenguaje, en tanto que “la cosa”, “el asunto” (die Sache) del que se habla, “accede” para nosotros “en el lenguaje” (zur Sprache kommt) (Gadamer, 1999:478; 1993a:334). De esta particular objetividad, producto de la mutua pertenencia entre lenguaje y mundo, se funda la posibilidad de formular enunciados. No hay una anterioridad del lenguaje respecto de las cosas, ni viceversa, sino que siempre hay entre ellas una “simultaneidad” (Gleichzeitigkeit). La función primigenia del lenguaje, su función ontológica, no es objetivar, sino presentar el mundo. La objetividad del lenguaje no es comparable al objetivismo de la ciencia, ya que la distancia inherente a la relación lingüística con el mundo no elimina los elementos subjetivos del conocer, porque la experiencia lingüística no es sino una relación con el conjunto indivisible del comportamiento humano. Con ello el mundo es igual al ser que se muestra. Como bien señala Günter Figal, Gadamer comprende la “presentación” (Darstellung) como “autopresentación” (Selbstdarstellung) de una cosa en su esencia. El hacer de lo presentado tiene para él solo el sentido de ocasionar esta autopresentación y regresar completamente a favor de la cosa (Figal, 2006:87-90). Por ejemplo, lo que se muestra en un espejo es la imagen de lo presentado, su imagen y no la del espejo. No hay una segunda existencia en la imagen, sino tan solo la cosa que es presentada. La imagen, al igual que lo hace el lenguaje, retrocede a favor de aquello que presenta. Los horizontes se funden posibilitando la unión de puntos de vista diferentes y por ello la comprensión de un texto tiende a integrar al lector en lo que dice, al punto que este último llega así a desaparecer. La interpretación no puede producir un segundo significado, que se añadiría al propio del texto, sino que la interpretación desaparece cuando el sentido del texto llega a la expresión, provocando la emergencia de un lenguaje común. Sin embargo, la lingüisticidad de nuestra experiencia no significa que el mundo, los otros y hasta nosotros mismos nos transformamos en objeto del lenguaje, sino que todo aquello que puede ser conocido se encuentra abarcado por él. “El carácter especulativo del lenguaje” (der spekulative Charakter der Sprache) radica en presentar las cosas que acceden al lenguaje tal como ellas son. Esto quiere decir que la estructura propia del lenguaje se adecua a nuestra finitud, con lo cual participa de la lógica de todo acontecer y logra dar expresión a la tensión interna del pensamiento. Al recuperar la hermenéutica el carácter especulativo del lenguaje a partir de la noción de presentación, se pone en evidencia que el enunciado, aquel lugar donde reside la verdad para la ciencia moderna, no alcanza a decir todo lo que se manifiesta, ya que la interpretación desencadena un proceso infinito de sentido irreductible a un concepto unívoco. No hay diálogo que concluya, que conduzca a un acuerdo total, sino que siempre queda abierto a una nueva interpretación. Si 186 Experiencia de la historicidad e historicidad de la experiencia afirmamos que la experiencia hermenéutica está constituida por la estructura del diálogo, habrá que sostener que la dialéctica de pregunta y respuesta es la lógica concreta del trabajo hermenéutico.14 Acercarse a un texto es reconstruir la pregunta de la que él es respuesta, más allá de las intenciones conscientes del autor. La finalidad del diálogo, siguiendo a Platón, consiste en develar la verdad de la cosa acerca de la que se conversa y que une a los interlocutores (Cfr. Platón, 1999:343d). El giro lingüístico, que ha impreso la filosofía hermenéutica, nos enfrenta a un nuevo horizonte, donde la comprensión debe ser entendida como un modo de ser, un acontecer, es decir, un rendimiento de la propia palabra de la tradición, del ser que accede al lenguaje del intérprete. La comprensión, mediada por el lenguaje, sitúa siempre al intérprete “en medio” o “entre” (Zwischen), ya que no hay comienzo ni final en sentido absoluto. La mediación lingüística, es decir, el carácter especulativo del lenguaje, devela la indisoluble unidad entre yo y mundo, entre intérprete y texto, los que se funden gracias a un lenguaje común. El acontecer mismo que da forma y posibilita la actividad hermenéutica consiste en una dialéctica entre palabra y totalidad, una dialéctica de la que esta procede y a la que se refiere: no solo de lo dicho, sino también de lo no dicho, ya que el principio de la universalidad de la hermenéutica sostiene que la cosa rebasa siempre al lenguaje que lo presenta. La verdad manifiesta en el lenguaje está lejos de fundar un conjunto de culturas paralelas e incomunicables que simplemente se toleran, sino que plantea que lo que se presenta en el lenguaje está potencialmente abierto a nuevos “escorzos” (Abschattungen), manifestaciones del mismo mundo, que se amplían progresivamente (Rodríguez, 2004:237). Por ello, la mediación lingüística entre yo y mundo, entre finito e infinito (Gadamer, 1999:462), no consiste en una dialéctica entre lo uno y lo múltiple, sino en la relación entre la palabra y la totalidad de la que esta procede y a la que se refiere. Surge así una dialéctica entre lo dicho y lo no dicho, que pone de manifiesto la finitud del discurso humano frente a una infinitud de sentido por desarrollar e interpretar. La universalidad de la experiencia hermenéutica es fruto de la irreductible finitud de toda comprensión, que devela el camino que le queda por recorrer. En la hermenéutica de Gadamer la comprensión pertenece a la experiencia del mundo que se adquiere mediante el lenguaje, de modo que ni es subjetiva ni meramente intersubjetiva. La comprensión gadameriana supone una “constelación objetiva” (Sachverhalte) que es 14 Paul Ricoeur en su ensayo “Logique herméneutique?”, advierte que la hermenéutica no se puede sustraer a la cuestión kantiana de las condiciones de posibilidad de su propio discurso, sin embargo, se ha de tener en cuenta que la hermenéutica reconoce al imposibilidad de una transparencia total. Cfr. Ricoeur, P., “Logique hermenéutique?”, En : Floistad, G. (Ed.), Contemporary philosophy. A new survey, Vol. 1. The Hague/Boston/London: Matinus Nijhoff Publishers, 1981b:182. Por ello, en Gadamer tiene lugar un cambio importante en la noción de verdad que pasa de ser concordancia entre intelecto y cosa, a ser concordancia entre cosa y prejuicio en el plano ontológico y concordancia entre significado e interpretación en el plano textual. Cfr. Grondin, J., Introducción a la hermenéutica filosófica, traducción Ángela Ackermann Pilári, Barcelona: Editorial Herder, 1999:176; Introducción a Gadamer, traducción Constantino Ruiz-Garrido, Barcelona: Editorial Herder, 2003:224. 187 Mauricio Mancilla Muñoz presentada en el lenguaje, que viene a ser el medio por el que puede comprenderse el mundo y lo que él contiene (Gadamer, 1999:449-450). Más allá de lo fáctico, el texto, la obra de arte, etc., revela un mundo propio cuya realidad no se agota en una primera mirada. Se entiende, por tanto, que la comprensión admite varias posibilidades, sin merma de la objetividad, pues no hay una interpretación única o final. En síntesis, en primer lugar, hay que hacer notar que para Gadamer la noción de experiencia no debe entenderse según el modelo empirista o positivista que la reduce a la simple percepción sensible, sino es más bien vista como el movimiento fundamental de la existencia histórica. La experiencia es, en su acepción hermenéutica, una forma de comprensión e interpretación, de recepción y donación de sentido para los diversos fenómenos y acontecimientos que constantemente nos hacen frente en el curso de nuestra existencia. El modo de ser del hombre es caracterizado por la hermenéutica como un estar siempre en situación de comprender, sea porque los individuos se reafirman en sus prácticas vitales, sea porque, ante acontecimientos inesperados que rompen con los marcos habituales de significación, se esfuerzan por comprender, por dotar de sentido lo que en principio parece absurdo e impenetrable. La experiencia, en tanto movimiento general del comprender, que como hemos visto no se trata de un procedimiento metódico, expresa la forma misma de existir. En segundo lugar, Gadamer afirma que el lenguaje es el medio de la experiencia hermenéutica, el suelo propio y original sobre el que se asienta la interpretación, y que permite que los humanos tengan mundo. Todos los elementos constitutivos de la experiencia hermenéutica son solo posibles en virtud del lenguaje y en el lenguaje. Al proponer una interpretación del fenómeno de la experiencia ligado al lenguaje, se asume que la reflexión filosófica debe ser entendida no como el ejercicio abstracto de un pensar solo teórico que formula principios generales para explicar la realidad de manera coherente, sino como una forma de praxis que brota del movimiento vital de la experiencia comprensiva. La hermenéutica quiere evitar el dogmatismo implícito en formas de filosofía que adoptan un presupuesto incondicionado como punto de partida desde el que hacen derivar luego todas sus tesis. La hermenéutica parte, entonces, del reconocimiento del carácter situado y finito del saber humano, de la temporalidad inherente a nuestras verdades, de la inevitable mediación entre una pretendida razón universal y el lenguaje histórico-concreto de la tradición a la que pertenecemos. El eminente carácter circular de la filosofía hermenéutica permite llevar adelante una reconciliación entre los distintos desarrollos de la historia. Habermas, en su texto como homenaje al septuagésimo cumpleaños de Gadamer, resalta el carácter de arquitecto de Gadamer. Esta virtud manifiesta del pensamiento de Gadamer puede ser caracterizada, más allá de los estrechos límites de una “urbanización de la provincia heideggeriana”, como una tarea arquitectónica de construir puentes y veredas que comunican la extensa diversidad de lo real (Habermas, 1986:347). Pero más allá de la persona, el pensamiento de Gadamer, lo que dice su obra, sigue aún construyendo vías, como sostenía Agustín, por donde transite la verdad encarnada en la palabra. Porque 188 Experiencia de la historicidad e historicidad de la experiencia dialogar no es solo una condición más de los seres humanos, sino la expresión del movimiento que permite volver a descubrir los nexos de nuestro porvenir con las más antiguas tradiciones culturales. Universidad Austral de Chile* Facultad de Filosofía y Humanidades Independencia 941. 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Son entrevistas que muestran a un Lihn histriónico, con gran poder de convocatoria, un animador cultural infatigable que trabajaba al margen de cualquier tipo de oficialidad o institucionalidad. En estas conversaciones, llevadas a cabo por Sarmiento entre 1994 y 1996 y publicadas como libro recién el 2001 en Estados Unidos (el libro no ha sido editado en Chile), hay información valiosa y de primera fuente sobre la vida y obra de Enrique Lihn, que hasta ahora no ha sido objeto de una biografía extensa y documentada.2 El objetivo de la presente investigación es aportar nuevos materiales para quienes trabajen una biografía de Enrique Lihn y entrevistar a personas cercanas al poeta que no han sido entrevistadas o se han referido solo de manera somera a la amistad que sostuvieron con Lihn, como es el caso de Óscar Hahn, ausente del referido libro de Sarmiento. En el caso de Óscar Hahn, Premio Nacional de Literatura 2012, solo contábamos con su crónica “Enrique Lihn prevalece”, pero en esta oportunidad se refiere al amigo con mayor detalle, desmitificando ciertos rasgos asociados al poeta e iluminando otros que retratan a Lihn de manera más integral, hablando también de algunos aspectos de su trabajo literario, la forma en que enfrentaba el oficio y la vida dentro del Chile de los años 80. A.F. EN UNA CRÓNICA USTED CUENTA QUE SE CONOCIERON CON ENRIQUE LIHN EN LA CASA DE NICANOR PARRA EN EL AÑO 1959. USTED TENÍA UN POCO MÁS DE 20 AÑOS. ¿RECUERDA MÁS DETALLES ACERCA DE ESE PRIMER ENCUENTRO? ¿QUIÉNES MÁS ESTABAN PRESENTES, CÓMO FUE ESA REUNIÓN? O.H. Eran unos compañeros míos del Pedagógico. Estábamos en segundo año… Tenía tantos compañeros que no recuerdo con quiénes fui exactamente, pero fuimos como cuatro o cinco en total, yo creo, invitados por Nicanor. Y llegamos ahí y estaba Enrique. 1 Esta entrevista, realizada el 15 de septiembre de 2009, es un poco más extensa, pero presentamos aquí una versión adecuada al formato de esta publicación. Forma parte de un conjunto inédito de testimonios acerca de Enrique Lihn. El proyecto comenzó como tesis de licenciatura y luego continuó como un proyecto de creación en género referencial que contó con el financiamiento de una Beca de Creación Literaria del Fondo del Libro, 2011. 2 La primera biografía de Enrique Lihn está próxima a aparecer: Ediciones UDP anunció que Roberto Merino publicará en dicha editorial un ensayo biográfico sobre el poeta. Andrés Florit Cento Él tuvo una actitud que nos molestó bastante a todos, que fue que él conversaba con Nicanor y nos ignoraba a nosotros totalmente, como que no estuviéramos ahí. A.F. ¿Y ESTABAN SOLO ELLOS DOS O HABÍA MÁS AMIGOS? O.H. No, estaban solo ellos dos [Lihn y Parra]. Y Nicanor trataba de integrarnos a nosotros, o sea, hablaba mirándonos y todo, pero él [Lihn] no nos miraba. Nos ignoraba totalmente. Y después nos fuimos en una micro en el asiento de atrás, y también: nosotros le preguntábamos algunas cosas y él no contestaba o contestaba así, en monosílabos. A.F. USTED, A ESA ALTURA, ¿LO HABÍA LEÍDO?, ¿QUÉ COSAS CONOCÍA DE ÉL? O.H. Claro, yo había leído varios de los poemas que están en La pieza oscura, pero los había leído en revistas, por ahí, y me gustaban mucho. Además había asistido a una lectura pública de él que creo que fue en la Federación de Estudiantes, donde me acuerdo que leyó La pieza oscura antes de que saliera el libro.3 A.F. CON EL TIEMPO USTEDES TUVIERON ENCUENTROS MÁS AMABLES. O.H. Claro, después, cuando yo me fui a vivir a Arica, él me buscó allá, cosa que a mí me pareció bastante sorprendente. Supo que yo estaba en Arica y yo ni siquiera sabía por qué razón él se acordaba de mi nombre todavía, o siquiera había captado mi nombre allá cuando estábamos donde Nicanor. Pero él me llamó a la universidad, me acuerdo, porque había una sede de la Universidad de Chile ahí, y nos juntamos. De ahí empezamos a estar todos los días juntos en Arica, yendo de arriba para abajo. Él iba a un congreso en Arequipa y se le perdió el pasaporte, no podía cruzar más allá de Tacna (porque hay unos permisos que te dan en Arica con los que puedes ir a Perú, pero solo hasta Tacna). Entonces fuimos a Tacna y hablamos con Benjamín Subercaseaux, que era agregado cultural. A.F. ¿O ERA CÓNSUL? O.H. Sí, era cónsul de Chile en Tacna. Escritor también. A.F. ¿ELLOS SE CONOCÍAN, LIHN CON SUBERCASEAUX? O.H. Sí, se conocían, claro. Benjamín Subercaseaux lo recibió muy contento, le dijo que no se preocupara, que él le daba otro pasaporte. Y de ahí, la segunda vez que lo vi [a Lihn] fue en Nueva York; lo fuimos a esperar al aeropuerto con Pedro Lastra y alguien más me parece, no me acuerdo, pero con Pedro seguro.4 Hicimos muchas cosas en Manhattan, en la casa de 3 Efectivamente, Enrique Lihn publicó en algunas revistas varios poemas de La pieza oscura años antes de que apareciera el libro. En 1956 obtuvo el primer lugar en los Juegos de Poesía organizados por Ester Matte con dos poemas de La pieza oscura: “Monólogo del padre con su hijo de meses” y “Monólogo del poeta con su muerte”, los que fueron publicados al año siguiente en Extremo sur. En la premiación de dichos Juegos, Lihn leyó ambos poemas causando una gran impresión, según cuenta Pedro Lastra. También publicó en 1957 “Elegía a Gabriela Mistral” en los Anales de la Universidad de Chile y “Estos días que vuelven” (primera versión de “Destiempo”) en la Revista literaria de la Sociedad de escritores de Chile. 4 Enrique Lihn viaja a Francia en 1975, invitado por el gobierno francés luego de una gestión de su amigo Roland Husson, quien se desempeñaba como agregado cultural de la embajada de Francia en Chile. Pero antes de llegar a París hace una escala de un mes en Nueva York, en la que sería su primera 192 Oscar Hahn: “Enrique Lihn no era un poeta maldito” Pedro. Y después yo lo vi a él muchas veces. Me acuerdo que en el año 1983 exactamente yo vine con el sabático que le dan en Estados Unidos a los profesores, en que le dan a uno un semestre libre con goce de sueldo. Y me vine aquí todo un semestre. Llegué un primero de enero, o sea que pasé el Año Nuevo arriba del avión, y me fui como en agosto. Todo ese tiempo lo veía a él casi todos los días. De hecho, creo que hubo tres meses, yo creo, o más, que almorzábamos con él todos los días en un autoservicio que está ahí en Providencia, donde está Almacenes París [en la calle Lyon con 11 de Septiembre], en la parte de abajo, en esa como plazoleta que hay ahí. Había un restaurante de autoservicio muy bueno. Como Enrique vivía solo y yo también y nos daba lata cocinar, íbamos ahí. A.F. ENRIQUE LIHN, A JUZGAR POR TESTIMONIOS DE AMIGOS, PODÍA SER A VECES MUY ENCANTADOR, HISTRIÓNICO Y AMABLE, Y OTRAS DERECHAMENTE MUY DESAGRADABLE. ¿QUÉ ERA LO QUE ÉL NO TOLERABA EN LA GENTE? O.H. Yo creo que él tenía una especie como de antenas para captar a la gente que no era auténtica o que él percibía que no era auténtica, que estaban haciendo un rol. Y eso en general frente a cualquier audiencia, porque yo me acuerdo de haber estado con él en la Universidad de Chicago, nada menos, donde los que estaban ahí participando eran profesores de distintos países, muy importantes, famosos en el medio académico, con publicaciones y todo eso, pero igual él podía ser muy pesado. De hecho ahí lo fue con varios de ellos. A.F. PEDRO LASTRA CUENTA EN UNA ENTREVISTA QUE LIHN PERDIÓ VARIAS 5 INVITACIONES Y OPORTUNIDADES A RAÍZ DE ESE COMPORTAMIENTO. O.H. Claro, tenía una invitación, me acuerdo, de una de las universidades, y uno de los profesores ofendidos fue un profesor muy influyente que era de esa universidad, así que hasta ahí no más llegó. A él no le importaba nada, nunca era calculador, no decía “mejor me quedo callado porque si no me van a retirar la invitación”. No, no le importaba. A.F. LEYÉNDOLOS A AMBOS (A USTED Y A LIHN) UNO PUEDE NOTAR QUE SON MUY DISTINTOS. ¿DÓNDE CONGENIABAN ESTAS DOS PERSONALIDADES TAN DIFERENTES? O.H. No sé, eso es muy raro porque el carácter mío es muy distinto al de Enrique y mi poesía también. Y sin embargo él mostraba todo este interés enorme en mi poesía que a mí me parecía raro. Yo me acuerdo que una vez le dije: “oye, pero la poesía mía es tan distinta a la tuya” y me dijo “por eso me interesa, no me interesa la poesía que es parecida a la mía, para qué”.6 visita a los EE.UU. Aloja en casa de Pedro Lastra y se encuentra allí con Óscar Hahn y Jaime Giordano. Dio recitales en varias universidades: Yale (invitado por Emir Rodríguez Monegal), Rutgers, Maryland (invitado por Óscar Hahn), Stony Brook, The City University of New York y en el Center of Inter-American Relations, cuya revista Review dedicaría un dossier completo al poeta en 1978, a propósito de la edición del libro The Dark Room and Other Poems en la editorial New Directions. 5 Pedro Lastra cuenta que Lihn asistió a un Congreso sobre Vicente Huidobro en Chicago en 1978, presumiblemente el mismo que menciona Óscar Hahn. “En la mencionada reunión huidobriana de Chicago ––dice Lastra–– Enrique cuestionó sin miramientos varias lecturas críticas, con el consiguiente malestar de sus autores. En algún caso dijo, por ejemplo: „Yo creo que a Huidobro no le hubiera hecho ninguna gracia oír este trabajo‟; en fin, cosas así, que disgustaron a académicos dispuestos a invitarlo a sus universidades” (Sarmiento, 34). 6 El interés de Lihn por la poesía de Óscar Hahn está muy bien documentado (Lihn El circo… 139-143, 292-298) y también en Lastra y Lihn, Asedios... 193 Andrés Florit Cento A.F. ¿DE QUÉ TEMAS HABLABAN USTEDES, GENERALMENTE? O.H. Bueno, de cine bastante, de pintura, de personas que conocíamos, de política, cosas así. Hablábamos muy poco de poesía. Ni él hablaba de sus poemas ni yo hablaba de los míos, ni mutuamente de los poemas de los otros tampoco. No es que nos lo propusiéramos, simplemente queríamos hablar de otras cosas que no tuvieran que ver mucho con la literatura. A.F. USTED HA CONTADO QUE CUANDO LIHN FUE A SU CASA EN MARYLAND LEYÓ LOS ORIGINALES DE LO QUE LUEGO SERÍA SU LIBRO ARTE DE MORIR, LA PRIMERA NOCHE QUE 7 SE QUEDÓ AHÍ, Y DESPUÉS LE HIZO COMENTARIOS Y LUEGO EL PRÓLOGO. ¿VOLVIERON A TENER EXPERIENCIAS DE ESE TIPO DESPUÉS, CON OTROS LIBROS? O.H. Sí, una vez él me pasó a mí el libro Al bello aparecer de este lucero, el manuscrito. Me acuerdo que tenía el manuscrito escrito a máquina, el original. Y en el departamento que tenía ahí en las Torres de Tajamar me dijo: “Oscar, ya me cabrié con este libro, ya no puedo sacar más así que por favor échale un vistazo y cámbiale lo que quieras cambiarle”. Y me lo pasó. A.F. ¿Y CUÁNTO LE CAMBIÓ? O.H. Muy poco, le hice algunas sugerencias y las aceptó. A.F. ACEPTABA POCAS CRÍTICAS, AL PARECER. O.H. Él no le pasaba sus textos a otras personas, a muy pocas. A Pedro Lastra, a mí y creo que a nadie más… quizás a las parejas que él tenía también: a la Adriana Valdés, a Claudia Donoso. Pero fuera de eso no, por lo menos que yo hubiera visto. A.F. CUANDO USTED LO RECIBIÓ EN MARYLAND, ÉL FUE A DAR UN RECITAL Y A HACER CLASES. ¿RECUERDA CÓMO ERA LA RECEPCIÓN QUE TENÍA? ¿EL PÚBLICO ERA SOLO NORTEAMERICANO? O.H. Sí, hizo dos cosas, un recital y una charla sobre poesía hispanoamericana. La recepción fue muy buena. Había algunos hispanos, pero todos eran estudiantes de español, entonces tenían interés especial en ver a un poeta chileno. Claro, yo lo había escuchado muchas veces recitar esos poemas. Quizás lo que me impactó más fue que fuimos a un par de museos de arte en Washington, desde luego a la National Gallery, y él era un especialista en museos y en pintura y escultura y todo ese tipo de cosas. Realmente yo había ido ahí porque vivía por ahí cerca, y miraba los cuadros como cualquier neófito, pero él iba parando frente a todos los cuadros e iba haciendo unos comentarios muy lúcidos, explicándome quién era este, el otro, sabía datos de la vida de los pintores. Me acuerdo que le interesó mucho la sección norteamericana, porque él había estado en muchos museos europeos,8 entonces había visto muchas veces a los impresionistas y ese tipo de cosas, incluso cuadros del Renacimiento, 7 Óscar Hahn cuenta: “La primera noche, antes de ir a acostarse, me preguntó: „¿Y? ¿Cómo anda la poesía?‟. „No sé, tengo algunos cuantos poemas que he escrito en estos años pero no sé si sirven‟. „¿Por qué no me los muestras? Yo suelo desvelarme toda la noche. Tendré mucho tiempo para leerlos”. A la mañana siguiente, Lihn le dijo que estaban muy bien, objetó unos pocos y se ofreció para escribir el prólogo de Arte de morir (Hahn, 19-20). 8 Lihn obtuvo una beca de la UNESCO para estudiar Museología en 1965, lo que posibilitó que saliera de Chile por primera vez, a los 35 años. Estuvo en Europa entre febrero y septiembre de ese año y durante ese período, además de recorrer muchos museos, escribió gran parte de los poemas que forman parte de Poesía de paso, libro que obtuvo el premio Casa de las Américas en 1966. 194 Oscar Hahn: “Enrique Lihn no era un poeta maldito” pero los pintores norteamericanos eran como una rareza para él y esa era la oportunidad que tenía para verlos. Me mostró una serie de cuadros, muy atractivos en realidad. A.F.: ¿Y ÉL NUNCA TUVO OPORTUNIDAD DE QUEDARSE EN ESTADOS UNIDOS? O.H. Sí, sí tuvo, pero siempre estaba que se quedaba, que no se quedaba… Claro, él tenía una hija, entonces dependía también de eso. Tuvo la oportunidad clara de quedarse, pero como que Chile lo tiraba, de alguna manera. De hecho él una vez postuló a un puesto en la Universidad de Connecticut: era un puesto permanente, con lo cual mostró la voluntad de quedarse, pero lamentablemente la universidad canceló el concurso. Algo pasó ahí, un problema presupuestario. A veces las universidades son reacias a usar fondos en humanidades, porque prefieren ocupar fondos en cosas científicas o tecnológicas, entonces llegan y quitan los fondos y los pasan para otra parte y el concurso se anula. Y esa vez pasó eso. Esa vez, si ganaba, que yo creo que iba a ganar, se quedaba. Eso debe haber sido el 85 más o menos, por ahí. AF: ¿ÉL TRATÓ DE APRENDER INGLÉS, NO? OH: No, ni siquiera trató. A.F. ANDREA LIHN ME CONTÓ QUE TENÍA UN PROFESOR PARTICULAR QUE IBA A SU CASA...9 O.H. Bueno, puede haberle hecho empeño, pero… A.F. NO LE RESULTÓ. O.H. No, era negado para el inglés, lo dice en un poema incluso, “me castraron del inglés” o algo así.10 Cuando él estuvo conmigo en Maryland y después en Iowa yo tenía que traducirle todo, incluso en un bar o en un café. A.F. PERO NO ERA IMPEDIMENTO EL IDIOMA PARA QUE IGUAL SALIERA SOLO. O.H. No, igual salía, pero no hablaba con nadie, o hablaba con hispanos que veía por ahí. Mira, allá si tú no hablas inglés es muy difícil, porque si tú haces una presentación bilingüe y luego no puedes dialogar con el público, no pasa nada. A.F. USTED EN ALGÚN MOMENTO COMENTA QUE LIHN LO SORPRENDIÓ DICIÉNDOLE QUE SU SUEÑO DORADO ERA “TENER UNA FAMILIA Y UN PAR DE NIÑOS CHICOS”. O.H. Bueno, yo creo que él tenía una fuerte nostalgia de un hogar, de tener un hogar bien establecido, con esposa, cabros chicos, perros, gatos, etc. Ese yo creo que era un sueño que él tenía, pero nunca se manifestó, porque además siempre las mujeres con las que tenía relación eran separadas, tenían hijos, pero de otro, y ahí ya partíamos mal… 9 Andrea Lihn: “Me acuerdo patente de las clases de inglés porque era un profesor particular que venía a la casa y estaban una hora justa sentados en la mesa del comedor estudiando. Recuerdo a mi papá repitiendo y grabando en esos cassettes. Grababa mucho, para él escucharse la voz, la pronunciación y en esto era absolutamente metódico. Llegaba dos veces a la semana y a mi papá le costaba mucho el idioma” (Florit, entrevista personal). En la Fundación Getty, donde se encuentra gran parte del legado de Enrique Lihn, se conservan varios de estos cassettes en los que el poeta se grababa hablando en inglés para practicar. 10 Se refiere al poema “Hipermanhattan”, que comienza así: “Escrita para otros /la ciudad con sus mendigos imperiosos/y yo el analfabeto/(los hados me caparon del inglés al nacer)…” (Lihn A partir de… 20). 195 Andrés Florit Cento A.F. ¿ESO LE SIGNIFICABA UN CONFLICTO? O.H. No, él era muy cariñoso con los niños, trataba de armar una situación hogareña, pero yo creo que él aspiraba a tener su propio hogar, con su mujer y sus hijos, no con los hijos de otro. A.F. SE SABE QUE ENRIQUE LIHN TUVO RELACIONES TORMENTOSAS. O.H. Sí, era atormentado. Hubo un tiempo en que él, cuando tenía estas penas de amor, tomaba y trataba de emborracharse. Pero después de un tiempo ya no tomaba; ni fumaba, ni bebía alcohol. Es bien curioso, porque aquí en Chile tienen esa idea de que Enrique era un bohemio que pasaba en bares y no es verdad. Fíjate que yo no recuerdo, y eso que estuve de enero a agosto, que es harto tiempo para ver a una persona todos los días, no recuerdo nunca, ni una vez que fuera a un bar. No sé si antes, cuando más joven quizás iría a bares, pero como te digo en esa época no, y yo de ahí lo vi muchas veces, y tampoco. A.F.: USTED RECUERDA QUE LIHN LE COMENTÓ QUE LE GUSTABA LA SORDIDEZ DE NUEVA YORK. ¿A QUÉ SE REFERÍA? O.H. Es porque Nueva York, en la época en que él estuvo, era una ciudad en decadencia, era la imagen de una ciudad en decadencia, en que salías a la calle y todo era como viejo, lleno de borrachos tirados en el suelo, drogadictos en las esquinas, asaltos a las seis de la tarde, en la calle… Entonces había una cosa como sórdida, efectivamente, en Nueva York. Pero a él eso le gustaba, le atraía. A.F.: HAY UN POEMA DE PENA DE EXTRAÑAMIENTO, “PASCUAS EN NUEVA YORK”, EN QUE LIHN CUENTA QUE SE VA DETRÁS DE ALGUIEN QUE ENTRA A UN CINE… O.H. Claro, él iba a esos cines también, donde daban películas antiguas, donde tú entrabas y había tres personas adentro. Y conocía a una pila de gente rara, vestida de forma extraña, como con ropa usada, unas mujeres que iban con abrigos de piel todos raídos, con gorros, puras cosas raras, que le llamaban la atención. A.F. LE GUSTABA MIRAR A LA GENTE. O.H. Sí, le gustaba mirar a la gente y si alguien hablaba español podía entonces conversar, hablaba con portorriqueños, dominicanos, mexicanos que estaban ahí. A.F. Y USTED QUE LOS CULTIVA, ¿QUÉ LE PARECEN LOS SONETOS DE ENRIQUE LIHN11? O.H. Muy buenos... Él me dijo una cosa que yo nunca he dicho: que el hecho de que yo me hubiera atrevido a escribir sonetos lo había estimulado a él a buscar ese lado también. Él había escrito algún soneto en su primer libro, pero luego ya lo dejó. Porque Parra tiene una aversión hacia los sonetos e incluso me acuerdo que después Parra le dijo que cómo escribía sonetos… a él no le importó. 11 Aunque se encuentran algunos en su primer libro Nada se escurre (1949), nos referimos a los sonetos que Enrique Lihn comienza a escribir a fines de 1973, luego del Golpe de Estado, y que luego formaron parte de Por fuerza mayor y París, situación irregular. Sobre este retorno al soneto, dice Lihn: “Empleé el soneto también para hablar desde el terror, en la represión; no para denunciarla ni documentarla sino para encarnarla. Me pareció bueno para eso, primero, hablar por boca de un personaje energuménico y, luego, hacerlo en un lenguaje que en sí mismo fuera opresivo, represivo” (Lastra, 75). 196 Oscar Hahn: “Enrique Lihn no era un poeta maldito” AF: ERAN SONETOS BASTANTE GROTESCOS, EN GENERAL. O.H.: Claro, él empezó a leer mucho a Quevedo en ese tiempo y todos esos sonetos satíricos, como insolentes, le gustaban. A.F. ¿CÓMO CARACTERIZARÍA EL HUMOR DE LIHN? O.H. Corrosivo, totalmente. Muy corrosivo, muy ácido, pero él, cuando decía pesadeces contra alguien en la realidad también era igual, también decía unas cosas sarcásticas, que eran ácidas. A.F. Y AL MISMO TIEMPO HE LEÍDO QUE PODÍA SER MUY TIERNO, EN LA INTIMIDAD, CON LAS PERSONAS QUE QUERÍA. O.H. Sí, efectivamente. De hecho me acuerdo que él dio plata para personas que estaban presas, a pesar de que él no tenía una situación económica buena. Sin embargo, cuando había que dar plata, él daba, pero no andaba contándole a los demás que había dado plata. En ese entonces se juntaba plata para personas que estaban en la cárcel, en la época de Pinochet, había familias que casi no tenían, porque estando el jefe de hogar preso… Entonces comían como podían no más. Había gente que hacía colectas y nosotros dábamos plata. A.F. ¿CÓMO CREE QUE SE REFLEJABAN LAS PREOCUPACIONES POLÍTICAS DE ESE MOMENTO DE LIHN EN LO LITERARIO? O.H. Teníamos conversaciones sobre cosas que pasaban en ese momento, pero nunca decía “mira, voy a escribir un poema para protestar por tal o cual cosa”, no decía nada. Después, muchos meses después, aparecía algo por ahí en un poema de él, pero que él no buscaba poner, sino que salía no más, era el mundo en el que estaba. A.F. HAY POETAS MÁS JÓVENES QUE ÉL, COMO RAÚL ZURITA, QUE LO HAN CRITICADO POR NO HABER SIDO MÁS DIRECTO AL ENFRENTAR LA CONTINGENCIA POLÍTICA DE LA DICTADURA 12 EN SU POESÍA. O.H. ¡Qué más directo que hacerlo en persona! Es que ese es un problema que hay acá, ¿Cuál es el gran riesgo de hacerlo en una habitación, escribiendo cosas en un papel? Nosotros íbamos en persona a las protestas, nos metíamos en líos, corríamos el riesgo de que nos tomaran presos ––de hecho nos tomaron presos––, de que nos sacaran la cresta en la calle, de que desapareciéramos, eso es lo que hacía Enrique Lihn. Escribir poemas es fácil. A.F. CECILIA CASANOVA ME CONTÓ QUE IBA CON ÉL A LAS PROTESTAS, EN LOS AÑOS 80. O.H. Claro, y al contrario, hay personas que escriben poemas de protesta y yo no los vi 12 El cuestionamiento de Zurita a Lihn es el siguiente: “Soy bastante refractario a la poesía del yo, a esa especie de monólogo del tipo que se solaza en su angustia personal, en su soledad, en su felicidad, en su esperanza o en su desencanto privado. Siempre me ha llamado la atención que si uno toma la poesía de autores, algunos bastante prestigiosos, como Enrique Lihn, Jorge Teillier o Armando Uribe y llegara un marciano y preguntara si pasó algo en Chile y leyera solamente la poesía que escribieron, la respuesta sería que en Chile no pasó nunca nada, nada de nada; y no estoy hablando de literatura de denuncia sino de algo muchísimo más fuerte. Si uno lee a Teillier desde el primer poema al último en Chile jamás pasó nada, absolutamente nada, si lees a Lihn, aunque leas Paseo Ahumada que es un libro totalmente plano, en Chile no pasó nada. Es una poesía privatizada muy poco interesante (…) No registran el quiebre, son poetas ensimismados, autistas” (Ojeda y Gallardo, 7). Al respecto, ver la reciente edición de la poesía política del autor (Lihn, La aparición…). 197 Andrés Florit Cento nunca en ninguna parte, por lo menos en el tiempo que yo estuve acá, cuando nos agarraron a palos. Me acuerdo esa vez, fue una protesta de los artistas e intelectuales y nosotros fuimos ahí y agarramos el lienzo y estábamos en primera fila. Mientras nosotros estábamos ahí había otros que estaban encerrados en su casa escribiendo poemas. A.F. UN TEMA IMPORTANTE PARA LIHN FUE LA RECEPCIÓN CRÍTICA QUE TUVO SU OBRA AQUÍ 13 EN CHILE, ESPECÍFICAMENTE DE PARTE DE IGNACIO VALENTE. ¿CONVERSABAN SOBRE ESO? O.H. Sí, tuvimos varias discusiones incluso. Me acuerdo que una vez se estaba quejando… En ese momento estaba de testigo Óscar Gacitúa. Él me lo recordó el sábado, cuando comimos en su casa. Óscar me dijo: “me acuerdo aquella vez que yo estaba y que tú lo retaste”. Y claro, lo que pasó fue que él empezó a quejarse de Ignacio Valente, diciendo que no respetaba su obra, que no lo tomaba en cuenta, que no escribía nada sobre ella, como si no existiera, y que él encontraba que esa era una actitud deliberada de él. Porque a Enrique no le importaba mayormente eso, pero la mala leche era lo que lo sacaba de quicio. Y yo le dije: “mira Enrique, acabo de leer en Estados Unidos, y tú la tienes aquí, la revista Review de Nueva York, ese número que está dedicado a tu poesía. Es una revista en inglés, de prestigio internacional y salen varios artículos sobre tu poesía de críticos muy importantes, ¿Qué te puede importar lo que piense el cura Valente aquí en Chile?, eso vale quinientas veces más que esto otro”. Y él me dijo, “es que a mí por alguna razón me afecta mucho más lo que me pasa acá en Chile”. También había otro problema y es que ellos [Valente y Lihn] son parientes, y ahí había otros elementos que entraban que uno no sabe, cosas familiares, peleas entre primos, tíos, anda a saber tú en qué tiempo, entonces era por eso que él le daba más importancia. A.F. A PROPÓSITO DE SU DISPUTA CON VALENTE, ÉL PUBLICÓ UN FOLLETO TITULADO SOBRE EL ANTIESTRUCTURALISMO DE JOSÉ MIGUEL IBÁÑEZ LANGLOIS. ¿CÓMO CARACTERIZARÍA USTED EL INTERÉS QUE TENÍA LIHN POR LA TEORÍA? O.H. Lo que pasa es esto: Enrique es una persona que no tuvo estudios universitarios “formales”. Entonces él, en algún momento, se dio cuenta de que había un vacío en sus lecturas y ese vacío tenía que ver con la teoría literaria, porque él rápidamente notó que había gente que hacía referencia a teóricos importantes del momento, y él no sabía quiénes eran, ni sabía de qué estaban hablando. Entonces se sintió como con un handicap, como menoscabado, y se puso a estudiar solo, era un gran autodidacta. Empezó a leer, a leer y para él fue muy fácil, porque por naturaleza tenía una mente muy lúcida para pensar la literatura. Él en sí era un teórico también. Y claro, en ese momento el estructuralismo era como la teoría que estaba vigente... Entonces él estaba metido en todo lo del estructuralismo, e Ignacio Valente se dedica a atacar al estructuralismo. De hecho criticó un prólogo que yo hice a un libro de Huidobro, Ecuatorial. Tuve una polémica pública con él, que salió en la revista Ercilla, donde nos dijimos de todo. Y yo creo que también ese elemento de la polémica conmigo lo estimuló, lo picó, porque después de todo yo era su amigo, entonces creo que se le juntaron varias cosas. A mí me mostró el manuscrito [de Sobre el antiestructuralismo de José Miguel Ibáñez Langlois] y me dijo: “léelo 13 Sobre esta enemistad entre poeta y crítico ––quienes eran además parientes lejanos, primos en segundo grado–– Claudia Donoso afirma que “el cura Valente consagró a Zurita en su columna dominical de El Mercurio para instalarlo como figura de recambio en la hornacina que había dejado vacante Neruda. Entonces, de alguna manera, quedaron en ese olimpo Neruda, Parra y Zurita. En ese orden. Y claro, Enrique sentía que se lo estaban pasando por el aro sin mayor trámite” (Sarmiento, 96). 198 Oscar Hahn: “Enrique Lihn no era un poeta maldito” y todas las cosas que están ahí que tú creas que están erradas, dímelas”. Y nada, no había nada, estaba muy bien. Así que se consiguió un editor y lo publicó. A.F. ¿Y VALENTE DIJO ALGO? O.H. El cura no le contestó nada, eso lo picó más. No se dio ni por aludido. Prácticamente un libro entero dedicado a él, era como tocarle la oreja, y el tipo no reaccionó. A.F. ¿Y DE DÓNDE CREE USTED QUE LIHN SACABA ENERGÍA PARA HACER TANTAS COSAS DISTINTAS AL MISMO TIEMPO? O.H. No sé, esa es una buena pregunta, porque estaba todo el santo día metido en proyectos de algo, los más variados. Estaba haciendo por ejemplo una presentación de una exposición de fotografía, al rato estaba metido en hacer estos artefactos para una exposición, por allá estaba filmando una película, estaba escribiendo poemas, estaba escribiéndole al cura, siempre estaba lleno de cosas. A.F. ¿Y A USTED LE TOCÓ CONOCER OBRAS DE LIHN QUE ÉL HAYA DESECHADO, QUE NO HAYAN SALIDO DESPUÉS PUBLICADAS? OH: No, porque él tenía eso de que todo lo que escribía trataba de publicarlo. Él no hacía una diferencia entre poemas que había escrito que considerara buenos o malos, aunque no estuvieran tan bien escritos, igual, los tiraba no más. A.F. PORQUE NO SIEMPRE FUE ASÍ: ÉL MISMO CUENTA QUE PARA ELEGIR LOS POEMAS DE LA PIEZA OSCURA FUE MUY RIGUROSO.14 O.H. Sí, muy riguroso. Después se empezó a soltar y a pensar la literatura no como una obra acabada sino como una expresión auténtica del individuo. Si salía con defectos, bueno, salía así no más. A.F. FINALMENTE, ¿HAY ALGÚN ASPECTO DE LIHN QUE USTED CONSIDERE QUE NO HAYA SIDO RECONOCIDO, O AL REVÉS, QUE HAYA SIDO DE ALGUNA FORMA DISTORSIONADO? O.H. Creo que la imagen de Lihn que se ha distorsionado bastante es la de que era un poeta maldito, porque no lo era. No sé si antes lo sería, no me da mucho la impresión, desde que yo lo conocí hasta que murió, cero. O sea, un poeta maldito que aspira a tener esposa, cabros chicos después de un rato, dónde. Y hablábamos con Óscar Gacitúa, que lo vio muchísimo, más que yo incluso, y dijo lo mismo. Hay un mito con Enrique: no es que fuera un burgués tampoco, podía ir a un bar de vez en cuando, pero no era de estar todo el tiempo ahí, borracho, cayéndose al suelo, o drogándose. Ese no era nuestro tema ni el de nadie con quienes nos juntábamos. Universidad Diego Portales* Instituto de Humanidades Ejército 260, Santiago (Chile) [email protected] 14 Sobre el proceso de corrección y edición de La pieza oscura, dice Lihn: “Es un ejemplo de autosacrificio, de autocorrección excesiva, que yo mismo nunca pude volver a hacer pero que recomiendo a los escritores torrenciales” (Lihn, Curriculum… 10). [Traducción propia. Este texto fue publicado en inglés y no se conserva el original en castellano. Dice el original: “Its an example of self-sacrifice, of punitive selfselection, which I myself could no longer follow but which I recommend to torrential writers”]. 199 Andrés Florit Cento OBRAS CITADAS Hahn, Óscar. “Enrique Lihn prevalece”. Enrique Lihn. Contra el canto de la goma de borrar. Edición de Francisca Noguerol. Sevilla: Universidad de Sevilla, 2005:17-24. Lastra, Pedro, y Enrique Lihn (Eds.). Asedios a Óscar Hahn. Santiago: Editorial Universitaria, 1989. Lastra, Pedro, Conversaciones con Enrique Lihn. México: Universidad Veracruzana, Instituto de Investigaciones Humanísticas, Centro de Investigaciones Lingüístico-Literarias, 1980. Lihn, Andrea. Entrevista personal. 23 de junio de 2009. Lihn, Enrique. La aparición de la Virgen y otros poemas políticos (1963-1987). Selección y edición de Andrés Florit C. Santiago: Ediciones Universidad Diego Portales, 2012. ------- El circo en llamas. Edición de Germán Marín. Santiago: LOM, 1997. ------- Pena de extrañamiento. Santiago: Sinfronteras, 1986. ------- Al bello aparecer de este lucero. Hanover, New Hampshire: Ediciones del Norte, 1983. ------- Sobre el antiestructuralismo de José Miguel Ibáñez Langlois. Santiago: Ediciones del Camaleón, 1983. ------- A partir de Manhattan. Valparaíso: Ganymedes, 1979. ------- “Curriculum vitae”. Review 23 (1978):6-14. ------- The Dark Room and Other Poems. Nueva York: New Directions, 1978. ------- París, situación irregular. Santiago: Ediciones Aconcagua, 1977. ------- Por fuerza mayor. Barcelona: Ocnos, 1975. ------- La pieza oscura. Santiago: Editorial Universitaria, 1963. ------- “Elegía a Gabriela Mistral.” Anales de la Universidad de Chile, 106 (1957):105. ------- “Estos días que vuelven”. Revista literaria de la Sociedad de Escritores de Chile, 1. 2 (1957):97. ------- “Monólogo del padre con su hijo de meses”, “Monólogo del poeta con su muerte”. Extremo Sur 4 (1956):6-7. Ojeda, Sergio, y Octavio Gallardo. “Raúl Zurita: „Cada vez descreo más de la idea de autor‟”. Carajo 8 (2006):6-7. Sarmiento, Óscar, El otro Lihn. En torno a la práctica cultural de Enrique Lihn. Oxford, Maryland, EE.UU.: University Press of America, 2001. 200 NOTA 201-212 LEYES PRÁCTICAS Y RAZÓN PURA. ACERCA DEL CARÁCTER RECONSTRUCTIVO DE LA MORAL KANTIANA Practical Laws and Pure Reason. Kant´s reconstructive interpretation of Morals Miguel González Vallejos* 1. INTRODUCCIÓN Una de las principales críticas que los filósofos contractualistas realizan contra Kant tiene relación con la idea de que las leyes prácticas, es decir, las normas morales, son “mandatos de la razón” (Ak. IV 389, 408; Stemmer 2000, 207-209). Por una parte, la razón no tendría la fuerza motivacional suficiente para obligar al hombre a actuar de acuerdo con las normas morales. Este el problema de la normatividad de las leyes prácticas, el que he analizado en anteriores trabajos (Cfr. González, 2012 a, cap. V y González, 2012). Por otra parte, la tesis kantiana que sostiene que el fundamento de la moral radica en conceptos y principios de la razón, y no en mandatos divinos o en un contrato social, también resulta problemática. La pregunta fundamental es la siguiente: ¿Ofrece Kant acaso alguna “demostración” de que el fundamento de la moral, es decir, el criterio último de rectitud de las normas morales, radica en los conceptos y principios a priori de la razón pura? ¿Qué significa finalmente, en este contexto, el verbo “demostrar”? Si nos atenemos a los pasajes pertinentes de la Fundamentación para una metafísica de las costumbres vemos con claridad que si lo esperado es una demostración silogística del fundamento racional de las leyes prácticas, la respuesta es que Kant no demuestra nada. Un análisis detallado de algunos pasajes del prólogo de la Fundamentación… complementado con otros pasajes relevantes de dicha obra nos mostrará, por el contrario, que la argumentación de Kant acerca de este punto tiene un carácter reconstructivo. Esto quiere decir que a partir de la realidad de las leyes prácticas ––concepto que equivale a lo que hoy entendemos por “normas morales universales (sin excepciones) y absolutas (sin condiciones)” (González, 2010)–– se infieren las condiciones que hacen posibles dichas leyes. El objeto del presente trabajo consiste en analizar de manera crítica el razonamiento que Kant desarrolla en la Fundamentación para una metafísica de las costumbres y que le permite afirmar posteriormente que las leyes prácticas tienen como fundamento conceptos y principios a priori de la razón pura. 2. LA INFERENCIA ACERCA DEL FUNDAMENTO DE LA MORAL EN EL PRÓLOGO A LA FUNDAMENTACIÓN… La Fundamentación para una metafísica de las costumbres comienza con la clasificación que Kant realiza de las ciencias. A la clasificación tradicional ––física, ética, lógica–– agrega Kant una distinción que considera indispensable: la que existe Miguel González Vallejos entre las partes a priori (independientes de la experiencia) y las partes a posteriori de la física y de la ética. La parte a priori de la física que se ocupa de las leyes “con arreglo a las cuales todo sucede” (Ak. IV 388) se denomina metafísica de la naturaleza; la parte a priori de la ética que se ocupa de las leyes “con arreglo a las cuales todo debe suceder” (Ak. IV 388) se denomina moral o metafísica de las costumbres. Kant aclara que en la Fundamentación… solo está interesado en la parte a priori de la ética, es decir, la moral o metafísica de las costumbres, y más específicamente en “la búsqueda y el establecimiento del principio supremo de la moralidad” (Ak. IV 392). Después de haber establecido una nueva división de las ciencias (Ak. IV 387) y de haber destacado las ventajas de la especialización y de la división de tareas (Ak. IV 388-389) sostiene Kant que resulta en extremo necesario desarrollar una filosofía moral pura, depurada, de todo elemento empírico. Pues que habría que darse una filosofía semejante resulta obvio en base a la idea común del deber y de las leyes morales. Cualquiera ha de reconocer que una ley, cuando debe valer moralmente, o sea, como fundamento de una obligación tendría que conllevar una necesidad absoluta; cualquiera habrá de reconocer que un mandato como “no debes mentir”, o las restantes leyes genuinamente morales no es algo que valga solo para los hombres y no haya de ser tenido en cuenta por otros seres racionales; tendría que reconocer, por lo tanto, que el fundamento de la obligación no habría de ser buscado aquí en la naturaleza del hombre o en las circunstancias del mundo, sino exclusivamente a priori en los conceptos de la razón pura, y que cualquier otra prescripción que se funda sobre principios de la mera experiencia, incluida una prescripción que fuera universal desde cierto punto de vista, en tanto que se sostenga lo más mínimo sobre fundamentos empíricos con arreglo a uno solo de sus motivos, ciertamente se le puede calificar de “regla práctica”, más nunca de “ley moral” (Ak IV 389). En este pasaje de máxima importancia encontramos la inferencia que le permite a Kant afirmar que las leyes prácticas descansan sobre fundamentos aportados a priori por la razón. Dicha inferencia puede ser reconstruida de la siguiente manera: (1) De acuerdo con la idea común de deber y de las leyes morales, toda ley moral debe tener necesidad absoluta y ser válida para todo ser racional; (2) de esto se sigue que el fundamento de la obligación no debe ser buscado ni en la naturaleza humana ni en las circunstancias del mundo, sino exclusivamente a priori, en los conceptos a priori de la razón pura. A CONTINUACIÓN ANALIZARÉ CRÍTICAMENTE AMBOS PASOS DE ESTA ARGUMENTACIÓN: (1) De acuerdo con la idea común de deber y de las leyes morales, toda ley moral debe tener necesidad absoluta y ser válida para todo ser racional. A partir de la concepción aquí expuesta, podemos ver con claridad que el punto de partida de la moral kantiana no es, como erróneamente se podría pensar, el 202 Leyes prácticas y razón pura imperativo categórico como principio, sino las leyes prácticas. Kant concibe las leyes morales a semejanza de las leyes de la naturaleza (Crítica de la razón práctica, sobre la típica de la capacidad de juzgar pura práctica, Ak. V 67-72). Toda ley, piensa Kant, es universal y necesaria; si le faltara cualquiera de estas propiedades ya no sería una ley. La ley de gravedad, paradigma de las leyes de la naturaleza, no admite ni excepciones ni condiciones; así tampoco las leyes prácticas. Kant no admite excepciones a la ley que prohíbe mentir ni siquiera en un caso de peligro de muerte. El hacer una excepción en favor de uno mismo es para Kant, por otro lado, la causa del error moral (Ak. IV 424). Que las leyes prácticas tengan carácter absoluto significa que dichas leyes valen sin condiciones. Esto no significa, naturalmente, que no sea posible actuar contra las leyes morales. Las leyes prácticas son “leyes con arreglo a las cuales todo debe suceder” (Ak. IV 388). Su validez no depende de su cumplimiento efectivo. Valdrían, piensa Kant, aunque nunca hubieran sido cumplidas (Ak. IV 407-409). En relación con el punto de partida de la inferencia realizada por Kant surgen varios problemas. En primer lugar, ¿Es legítimo dicho punto de partida propuesto por Kant? ¿Tiene sentido usar expresiones como “cualquiera ha de reconocer” o “la idea común de leyes morales” en un tratado filosófico? La legitimidad de este punto de partida depende, a mi juicio, de un solo factor: de si las expresiones mencionadas tienen un correlato fenomenológico. Esto nos lleva a preguntarnos: ¿Es verdad que experimentamos las leyes morales como normas absolutas? Para encontrar una respuesta satisfactoria a esta pregunta es necesario recurrir tanto a la doctrina del factum de la razón (Crítica de la razón práctica, Ak. V 30.-31) como a la fenomenología de la conciencia que Kant desarrolla en la Doctrina de la virtud (Metafísica de las costumbres, Ak. VI 400-401, 437-441). En estos pasajes muestra Kant mediante la metáfora del tribunal de la conciencia, que la conciencia moral no nos da consejos ni realiza razonamientos prudenciales, sino que nos ordena tajantemente realizar o evitar una determinada acción. Esto constituye, a mi juicio, un testimonio suficiente del carácter absoluto de las leyes morales1 (González, 2012b; González, 2010; N. Bilbeny 1994:122-125). 1 En otro lugar (Cfr. González, 2012b) he analizado el problema de la normatividad en la ética kantiana. De acuerdo con dicho análisis, el factum de la razón, es decir, la doctrina que sostiene que tenemos conciencia de la ley moral y que esta conciencia es testimonio suficiente del rol legislador de la razón práctica (Cfr. V. 30-31) se revela como insuficiente al momento de demostrar la normatividad de las leyes prácticas. Esta insuficiencia se debe a que el factum de la razón no es la única reconstrucción posible, reconstrucción del razonamiento moral. Desde una perspectiva contractualista, por ejemplo, es posible dar cuenta de las normas morales básicas recurriendo al contrato hipotético. Otra objeción posible en contra del factum de la razón sostiene que resulta incomprensible que a partir de un mero razonamiento pueda nacer una norma moral (Cfr. Stemmer, 2009:59ss.). A esto se debe agregar lo dicho por Onof, quien en discusión con Koorsgard y Allison, señala que la ley moral podría proveer el fundamento de la acción en el caso de seres puramente racionales. En el caso del hombre, en cambio, la obligatoriedad del imperativo categórico tendría un carácter meramente hipotético: podríamos razonar como si el imperativo categórico fuese obligatorio (Cfr. Onof, 2009:514ss.). Ante estos problemas, he sugerido que la única manera de 203 Miguel González Vallejos Un segundo aspecto que destaca Kant en la primera parte de la inferencia es que las leyes prácticas deben ser válidas para todo ser racional. Kant evidencia mediante esta idea un marcado antivoluntarismo. Contra el principio de obediencia a Dios que caracteriza a la escuela del derecho natural moderno en general y al pensamiento de Pufendorf (S. Pufendorf, On the Duty of Man and Citizen, 1991; Schneewind, 2007:118-140) en particular, Kant plantea que la ley moral debe valer para todo ser racional, incluso para Dios (Schneewind, 2007:497-501; González, 2012a, cap. II). Esta exigencia conduce directamente a la idea de que las leyes morales no son mandatos divinos, sino mandatos de la razón. El origen de las leyes morales en la razón es lo que Kant denomina autonomía moral. El paso que da Kant desde la moral del derecho natural moderno, en la cual Dios aparece como legislador y sancionador, hacia una ética de la autonomía, es lo que hemos denominado en otro lugar “el giro kantiano en el concepto de leyes prácticas” (González, 2012), consiste esencialmente en atribuir a la razón el rol de legisladora moral, un rol que la tradición del derecho natural moderno atribuía a Dios, y en prescindir de toda sanción moral.2 Como explicaremos más confirmar el carácter normativo de las leyes prácticas pasa por un análisis de la fenomenología de la conciencia moral que Kant desarrolla en la Doctrina de la Virtud. De acuerdo con esta fenomenología de la conciencia moral, la conciencia aparece como un tribunal interior que confronta al hombre con sus deberes morales. Ella ejerce un rol mediador entre las leyes prácticas y las circunstancias concretas. La tesis que he sostenido es la siguiente: la fenomenología de la conciencia moral confirma que la razón ejerce una presión normativa sobre nosotros. Ella no nos aconseja en términos hipotéticos, sino que nos ordena hacer u omitir determinadas acciones de manera categórica. A pesar de sus evidentes limitaciones, la conciencia moral da testimonio suficiente de la normatividad de las leyes prácticas. 2 Para entender la relación que Kant tiene con la noción moderna de obligación moral es necesario considerar algunos aspectos de la teoría del derecho natural moderno de Grocio y Pufendorf. En el ensayo titulado “Kant and Natural Law Ethics”, Schneewind sostiene que la teoría del derecho natural moderno proporciona a Kant el problema que él considera determinante para la filosofía práctica: el conflicto social. Esta idea se hace clara a partir del pensamiento de Grocio, jurista y filósofo de gran importancia conocido por haber sido el primero en elaborar el concepto de derecho subjetivo. Tanto en Grocio como en Pufendorf encontramos el supuesto fundamental de la moral moderna: la moral entendida como ley. La estructura de ley moral, que en la terminología moderna se denomina derecho natural, tiene los siguientes elementos: legislador (Dios), destinatarios, necesidad moral y sanción. Grocio dice que “Derecho natural es el dictado de la recta razón. Este nos enseña que una acción es en sí moralmente torpe o moralmente necesaria, según su conformidad o disconformidad con la misma naturaleza racional y social y, por consiguiente, que tal acción está prohibida o mandada por Dios, autor de la naturaleza” (De Iure Belli ac Pacis, I. X). Establece así Grocio una postura que podría ser calificada como “racionalismo moderado”, ya que por un lado establece que el origen de las normas morales radica en la razón, que es capaz de ver aquello que es bueno para el hombre, pero por otro remite al poder de Dios para respaldar estos mandatos. Algunos autores consideran que la obligatoriedad de las leyes morales radicaría entonces en el poder de Dios y su validez en su racionalidad intrínseca. Pufendorf, en cambio, adopta una visión de la moral decididamente voluntarista. El piensa que ni el robo ni el homicidio son inmorales “en sí”. Su inmoralidad surge con la ley que prohíbe estas acciones. “La ley ––así Pufendorf–– puede más convenientemente ser definida como un decreto en virtud del cual un superior obliga a un súbdito a adoptar sus acciones a la forma del mandato” (De Jure Naturae et Gentium VI. 4). Este autor distingue claramente entre la 204 Leyes prácticas y razón pura adelante, todo recurso a una instancia distinta a la razón al momento de determinar el contenido de las normas morales o asegurar su obligatoriedad implica renunciar a la autonomía moral, que Kant define como “aquella modalidad de la voluntad por la que ella es una ley para sí misma (...) (Ak. IV 440), y recaer en la heteronomía, es decir, en un fundamento de la leyes morales distinto a nosotros mismos (Ak. IV 428-429). Resumiendo la idea central: una auténtica ley moral tiene como nota central la necesidad absoluta, esto es, que vale sin condiciones. La condición de posibilidad de una ley moral absoluta radica, como veremos a continuación, en que encuentra su origen en la razón. Analizaré este punto a continuación. (2) Del carácter absoluto de las leyes morales se sigue que el fundamento de la obligación no debe ser buscado ni en la naturaleza humana ni en las circunstancias del mundo, sino exclusivamente en los conceptos a priori de la razón pura. Un análisis adecuado de esta tesis debe explicar en primer lugar en qué funda Kant la incompatibilidad de las leyes morales absolutas con leyes morales cuyo fundamento radique en la naturaleza humana o en las circunstancias del mundo y además mostrar la razón por la cual tampoco dicho carácter es compatible con fundamentos teonómicos o contractualistas. En segundo lugar, debe aclarar de manera suficiente la necesidad del carácter a priori de las leyes morales. Tomemos en primer lugar el posible origen de las leyes morales en las circunstancias del mundo. A pesar de que Kant no lo dice explícitamente, es claro que lo que él quiere decir es que las leyes morales no pueden fundarse en una consideración de las circunstancias del mundo. ¿A qué se debe esto? Para entender la razón de este planteamiento consideremos dos ejemplos: (a) un hombre con legitimidad y la obligatoriedad de una ley. Una persona puede exigir obediencia a otra (1) si le ha otorgado un gran beneficio, (2) si es evidente que quien manda desea el bien del otro y sabe mejor en qué consiste ese bien, (3) si quien debe obedecer pide la dirección de quien manda y (4) si quien obedece ha aceptado voluntariamente la dirección de quien manda. La obligatoriedad, en cambio, radica exclusivamente en la amenaza de la sanción. La postura de Kant frente al derecho natural moderno es ambigua. La moral kantiana habla en los mismos términos que la moral moderna (deber, obligación, mandato, etc.) y comparte similares supuestos antropológicos (“la antisocial sociabilidad del hombre”); la noción de ley práctica responde, a su vez, a una estructura similar al concepto de derecho natural de Grocio y Pufendorf (legislador, destinatario, necesidad moral). Kant, sin embargo, modifica radicalmente el concepto de ley moral al establecer la idea de autonomía (autolegislación) moral y a eliminar las sanciones morales. Se trata de lo que he denominado “el giro kantiano en el concepto de leyes prácticas. Este giro consiste esencialmente en atribuir a la razón el rol de legisladora moral, un rol que la tradición del derecho natural moderno atribuía a Dios, y en prescindir de toda sanción moral. En mi trabajo titulado Die Wende im Begriff der praktischen Gesetze bei Kant (El giro kantiano en el concepto de leyes prácticas, González Vallejos, 2012 a) cap. II, he mostrado cómo el reconocimiento de la autonomía es la razón principal del giro señalado. En virtud de la autonomía, piensa Kant, el hombre es autolegislador, es decir, se da leyes morales a sí mismo. En esta capacidad, señala Kant, radica el fundamento de la dignidad humana (Ak. IV 440). 205 Miguel González Vallejos problemas económicos recibe una excelente oferta de trabajo. Considerando las circunstancias, él debería aceptar la oferta; (b) un hombre sufre fuertes dolores en el pecho. Considerando las circunstancias, debería ir inmediatamente al hospital. A partir de estos ejemplos, vemos que detrás de la consideración de las circunstancias hay, en realidad, imperativos hipotéticos, los que pueden ser formulados de la siguiente manera: (a) Si X quiere mejorar su situación económica, entonces debe aceptar la oferta; (b) si X no quiere morir de un infarto, debe ir inmediatamente al hospital. Pero Kant ha dicho enfáticamente que las leyes morales tienen necesidad absoluta. Y como los imperativos hipotéticos son condicionados, no pueden ser leyes morales, sino solo consejos prudenciales. En cuanto al origen de las leyes morales en la naturaleza del hombre, esta posibilidad debe ser rechazada por Kant por una razón muy precisa: él ve en la naturaleza humana un conflicto permanente entre los mandatos de la razón y las inclinaciones (deseos e intereses subjetivos) (I. Kant, Idea para una historia universal en clave cosmopolita, 2009), cuya meta es la felicidad. Si la naturaleza humana contiene elementos esencialmente subjetivos, como son las inclinaciones, entonces de ella no puede venir ninguna norma moral universal. En este sentido afirma Kant en Fundamentación II que ninguna ley fundada bajo las condiciones de la humanidad puede ser válida para todo ser racional, por lo tanto la naturaleza humana no puede ser el fundamento de la moralidad (Ak. IV 408). Un segundo aspecto de esta primera parte del análisis de la argumentación de Kant consiste en analizar otras explicaciones posibles acerca del origen de las leyes morales. Específicamente las posiciones que sostienen que el fundamento de las leyes morales radica en Dios (origen teonómico) o en un acuerdo hipotético (origen contractual). Que las leyes morales vienen de Dios implica que el carácter normativo de dichas leyes está respaldado por el poder divino, de manera que la estructura de la ley moral sería la siguiente: “si haces/omites X, recibirás la sanción Y (respaldada por el poder de Dios)”. Vemos claramente en este punto que atribuir a Dios el origen de las leyes morales no es un paso inocuo. El precio consiste en transformar a las leyes morales en imperativos hipotéticos. El rechazo de Kant a la ética teonómica no se limita, sin embargo, al problema de la sanción, sino que se refiere también al contenido de la moral. ¿Es necesario recurrir a Dios para determinarlo? En relación con este punto afirma Kant acerca del principio teológico de la moral: “Este principio es también erróneo, pues la diferencia entre el bien y el mal moral no consiste en una relación con otro ser, sino en que el principio de la moral es intelectual interno” (Vorlesung zur Moralphilosopie 28, mi traducción). Más adelante agrega: “Ningún ser, ni aun el ser divino, es el autor de la ley moral, ya que ellas no tienen su origen en el arbitrio, sino que son prácticamente necesarias. Si las leyes morales no fueran necesarias, entonces la mentira podría ser una virtud” (VL 97, mi traducción). Dios no es el autor de las leyes morales, piensa Kant, de la misma manera en que Dios “no es la causa de que un triángulo tenga 206 Leyes prácticas y razón pura tres lados” (VL 98, mi traducción). Vemos en estos pasajes que Kant no quiere dejar el menor espacio a la arbitrariedad en la determinación de las normas morales. El recurso a Dios podría conducir, en este contexto, a desarrollar una moral tiránica a partir de la arbitrariedad de un Dios, lo que podría llevar además a consecuencias absurdas. Por ejemplo: si Dios así lo quisiera, la blasfemia sería una virtud. Algo similar ocurre en el caso del origen contractual de las leyes morales. El contractualismo sostiene que el origen de las normas morales radica en un contrato hipotético (Stemmer, 2005). Todos los sujetos morales tienen un interés en ser ayudados en caso necesario; en virtud del contrato hipotético la omisión de ayuda necesaria es asociada a una sanción moral (por regla general, rechazo y aislamiento). El deber moral tendría como fundamento entonces dicho contrato y el interés en la reciprocidad que lleva a establecerlo (así por ejemplo D. Gauthier, La moral por acuerdo, 1994). El deber moral sería entonces un imperativo hipotético, por ejemplo: “si quieres evitar una sanción, ayuda a los demás cuando lo necesiten” (Stemmer, 2000:192ss.).3 Es claro que, desde la perspectiva de Kant, ningún imperativo hipotético, y menos un razonamiento estratégico basado en intereses egoístas, puede originar una auténtica ley moral. Para Kant es la razón la que ordena de manera categórica aquello que debemos hacer. Y esto no se limita a mandatos negativos como “no matar” o “no mentir”, sino que incluye fines que a la vez son deberes, esto es, los mandatos de la razón que ordenan buscar la perfección propia y la felicidad ajena (Doctrina de la Virtud, Ak. VI 382-387). Al preguntar por las razones estratégicas que fundamentan la conveniencia de actuar moralmente, el contractualismo pierde el punto de vista propiamente moral (Ak. IV 402ss.). Después de haber explicado las razones por las cuales no es posible fundar la moral ni en la consideración de las circunstancias del mundo ni en la naturaleza humana, ni tampoco en Dios o en un acuerdo, es necesario analizar la tesis de Kant, la que sostiene que el fundamento de la moral radica en conceptos a priori de la razón pura. Para entender la necesidad de fundamentar la moral en conceptos a priori de la 3 El contractualismo no solo plantea un modelo alternativo al kantiano, sino que además critica firmemente la idea de “razón pura práctica”. En Handeln zugusten anderer. Eine moralische Untersuchung (Actuar en favor de otros. Un estudio de filosofía moral, Berlín/New York, 2000), Stemmer sostiene que “no hay imperativos categóricos, porque no hay una razón práctica kantiana. En otras palabras, no hay imperativos categóricos porque no hay una racionalidad de las acciones que no dependa de un querer subyacente. Los imperativos (…) son siempre imperativos hipotéticos” (Stemmer, 2000, 208). En estas breves palabras encontramos el núcleo de la discusión de Kant con el contractualismo. Lo que Stemmer discute es precisamente lo que Kant intenta demostrar en Fundamentación… III y en la Crítica de la razón práctica, esto es, que la razón tiene un poder causal suficiente sobre las acciones, de manera tal que es capaz de generar un deber moral sin tener que recurrir a las inclinaciones o deseos subjetivos. Al afirmar que “no hay una razón práctica kantiana” evidencia un concepto esencialmente instrumental de la razón. No existe para él acciones que sean racionales en sí mismas o absolutamente racionales. La racionalidad tiene que ver exclusivamente con que una acción sea la más adecuada al momento de alcanzar una meta previamente determinada. Siguiendo a Hume, Stemmer piensa que la razón está al servicio de las pasiones (Cfr. Stemmer, 2000:24-25). 207 Miguel González Vallejos razón pura es necesario considerar, además del ya citado correspondiente al prólogo, un argumento central expuesto en el segundo capítulo de la Fundamentación… En el principio del capítulo II de la Fundamentación…, cuyo título es “Tránsito de la filosofía moral popular a una metafísica de las costumbres”, Kant reafirma que el concepto de deber no puede ser en ningún caso empírico, ya que no es posible determinar si una acción efectivamente ha tenido lugar solo por fundamentos morales. Detrás de una acción realizada por deber podría esconderse una secreta inclinación egoísta (Ak. IV 407). “La cuestión aquí ––señala Kant–– no es en absoluto si sucede esto o aquello, sino que la razón manda por sí misma, e independientemente de todos los fenómenos, lo que debe suceder” (Ak. IV 408). El mandato de fidelidad en la amistad, por ejemplo, es válido aun cuando no hubiera habido nunca un amigo leal, “porque este deber reside, como un deber genérico anterior a cualquier experiencia, en la idea de una razón que determina a la voluntad mediante fundamentos a priori” (Ak. IV 408). Cualquier ejemplo de moralidad, argumenta Kant, presupone un enjuiciamiento moral previo. Incluso el santo del evangelio tiene que ser comparado primero con nuestro ideal de perfección moral antes de que le reconozcamos como tal; él mismo se pregunta: ¿Por qué me llamáis “bueno” a mí (a quien veis), si nadie es bueno (el arquetipo de bien) salvo el único Dios (al que no veis)? ¿De dónde obtenemos el concepto de Dios en cuanto supremo bien? Exclusivamente de la idea sobre perfección moral que la razón proyecta a priori asociándola indisolublemente con el concepto de una voluntad libre (…) Así pues, si no existe ningún auténtico supremo principio de moralidad que, al margen de toda experiencia, tenga que descansar sobre la simple razón pura, tampoco creo que sea necesario preguntarse si resulta conveniente presentar en general (in abstracto) esos conceptos, tal como constan a priori junto a los principios que les corresponden, en tanto que dicho conocimiento deba distinguirse del común y merezca el nombre de filosófico (Ak. IV 408-409). En esta argumentación desarrollada en Fundamentación… II (Ak. IV. 407409) encontramos la razón fundamental por la cual Kant sostiene que el fundamento de las leyes morales radica en la razón. En las leyes morales encontramos, de acuerdo con este pasaje, dos elementos: conceptos morales (perfección, deber) y los principios morales (imperativo, categórico/leyes prácticas). Todo ejemplo de moralidad, sostiene Kant, presupone un fundamento a priori. Incluso afirmar “solo Dios es bueno” presupone el concepto de perfección moral que la razón proyecta a priori asociándola a una voluntad libre. Así también podríamos decir que los mandatos “no se debe mentir” o “se debe ayudar a quien lo necesita” presuponen el concepto de deber, que la razón proyecta a priori asociándola a una voluntad libre, además de remitir al principio a priori de la moralidad, es decir, al imperativo categórico. A partir del análisis de este argumento surge una posible objeción: ¿No debería Kant demostrar que existe la razón pura práctica y los conceptos puros del entendimiento? ¿No serán estos conceptos meros inventos de Kant? 208 Leyes prácticas y razón pura Para aclarar este punto, consideremos qué es lo que Kant entiende por razón. En la Crítica a la razón pura, Kant define la razón como “la capacidad que proporciona los principios a priori del conocimiento. De ahí se sigue que la razón pura es aquella que contiene los principios que permiten conocer algo completamente a priori (Crítica de la razón pura, B 24). Vemos aquí que Kant piensa que el conocimiento no es posible sin elementos a priori. Esta idea se aplica también de manera análoga a la dimensión práctica de la razón, ya que para Kant solo hay una razón con diferentes dimensiones (Cfr. Ak. V 89-91). En la Crítica de la razón práctica afirma Kant que “la razón pura es por sí sola práctica y proporciona (al ser humano) una ley universal que damos en llamar la ley moral” (Ak. V 31). Es este pasaje se refiere Kant al rol legislador de la razón. Si complementamos este pasaje con la definición de razón propuesta en la Crítica de la razón pura y con la doctrina de la unidad de la razón, es posible definir a la razón práctica como “la capacidad que por sí sola proporciona los conceptos morales y el principio de moralidad”. A pesar de que estas definiciones son fundamentales en el pensamiento kantiano, él no demuestra empíricamente ni la existencia misma de la razón ni que en la razón hay ciertos conceptos y principios a priori. Esto se debe a que la razón no es un fenómeno que acontezca en el tiempo y el espacio y que pueda ser conocido mediante una síntesis realizada por el entendimiento y, por lo tanto, no puede ser conocida empíricamente. Si esperamos de Kant una prueba empírica de la existencia de la razón, y en especial de la razón pura, entonces necesariamente concluiríamos que la moral kantiana descansa en el vacío. Si consideramos, en cambio, la naturaleza reconstructiva de la argumentación de Kant, podremos entender el sentido y la fuerza de sus planteamientos. Con el fin de entender el carácter reconstructivo de la argumentación de Kant, tomemos como modelo el primer argumento que Kant utiliza en la Crítica de la razón pura para demostrar que el tiempo es una intuición a priori: “El tiempo ––señala Kant–– no es un concepto empírico extraído de alguna experiencia. En efecto, tanto la coexistencia como la sucesión no serían siquiera percibidas si la representación del tiempo no les sirviera de base a priori. Solo presuponiéndolo puede uno representarse que algo existe al mismo tiempo (simultáneamente) o en tiempos diferentes (sucesivamente)” (Crítica de la razón pura, B46). En este argumento la estructura reconstructiva es muy clara. Kant analiza un determinado fenómeno ––nuestra percepción de fenómenos sucesivos y de fenómenos simultáneos–– y reconstruye la condición que hace posible estos fenómenos, en este caso, el tiempo como intuición a priori. Es claro que quien cuestione esta explicación del fenómeno asume el peso de la prueba y debe proponer una explicación alternativa. En el caso de la moral, la argumentación de Kant es análoga. El punto de partida radica en que hay leyes morales absolutas (Ak. IV 389) y el paso siguiente consiste en la búsqueda de las condiciones que hacen posible dicho fenómeno. En otro lugar (Cfr. González Vallejos, 2012a:122-124) he reconstruido esta búsqueda que Kant realiza de las condiciones de posibilidad de las leyes morales absolutas en los términos siguientes: 209 Miguel González Vallejos 1. Hay leyes prácticas, es decir, hay leyes morales (Cfr. Ak IV 387, 400, 421; V. 19, VI 225). 2. Las leyes morales deben ser categóricas, es decir, no pueden depender de un querer contingente (Cfr. Ak. IV 387). 3. El primer principio de moralidad se denomina imperativo categórico. Su origen radica en la razón y constituye el fundamento de las leyes morales (Cfr. IV 420-421ss.). 4. La realidad del imperativo categórico debe ser demostrada. Si esto no fuera posible, la moral estaría constituida por un conjunto de imperativos hipotéticos y por lo tanto no existiría ninguna auténtica ley moral (Cfr. IV 445).4 La realidad del imperativo categórico es comprobada en Fundamentación… III por medio del siguiente argumento. El hombre, a causa de su inteligencia, pertenece no solo al mundo sensible (Sinnenwelt), sino también al mundo del entendimiento (Verstandeswelt). Porque el mundo inteligible es el fundamento del mundo sensible, las leyes del mundo inteligible (leyes prácticas) tienen prioridad por sobre las leyes del mundo sensible. Las leyes del mundo inteligible, las que suponen la existencia del imperativo categórico, son, por lo tanto, leyes que rigen directamente la voluntad del hombre (Cfr. Ak. IV 453-454; Schönecker, 1999; González Vallejos, 2012 a, 96-116). En la Crítica de la razón práctica abandona la compleja argumentación desarrollada en Fundamentación… III y afirma que nuestra conciencia del principio de moralidad es un factum de la razón, es decir, que todo razonamiento moral tiene, de manera implícita o explícita, al imperativo categórico como punto de partida (Cfr. Ak. V 30-31; González Vallejos, 2012 b). Si tomamos en cuenta que Kant asume una estrategia reconstructiva, la argumentación propuesta gana una fuerza considerable. Hemos mostrado ya cómo el origen de las leyes morales en la naturaleza, las circunstancias del mundo, la voluntad de Dios y en un acuerdo hipotético conducen necesariamente a entender la moral como un conjunto de imperativos hipotéticos. Sin embargo, y aquí radica el núcleo del problema, nosotros experimentamos las leyes morales como absolutas. Nuestra conciencia moral no nos aconseja prudencialmente (“trata bien a los demás para que ellos te traten bien a ti” o “se honesto para tener buena fama”), sino simplemente “trata bien a los demás” y “se honesto” (Cfr. González Vallejos, 2012 b). Kant acierta al sostener que solo el origen de las leyes morales en conceptos y 4 El imperativo categórico es el principio supremo de moralidad que opera como “Test de moralidad” en relación con las máximas (principios subjetivos) de las acciones. La primera formulación de este principio dice: “obra solo según aquella máxima por la cual puedas querer que al mismo tiempo se convierta en una ley universal” (Ak. IV 421). La máxima “mentiré cuando sea necesario con tal de lograr mis objetivos”, por ejemplo, no lograría superar el “test de moralidad”, ya que no podemos querer que la mentira sea una ley universal. Si así fuera, querríamos que los demás nos mintieran y querríamos que en el mundo no exista la confianza en las personas, lo que es absurdo. Para un análisis detallado del imperativo categórico y de sus diversas formulaciones, Cfr. Paton, 1962; Schönecker/Wood, 2002. 210 Leyes prácticas y razón pura principios a priori de la razón permite dar cuenta de la categoricidad de dichas leyes. Cualquier principio moral que venga desde fuera del hombre, sea de Dios o de un contrato hipotético, estará necesariamente ligado a las sanciones y será, en consecuencia, un imperativo hipotético (Cfr. IV 429-429). La autonomía moral, como hemos visto, es la única alternativa capaz de garantizar la categoricidad o carácter absoluto de las leyes morales. Esta categoricidad, por su parte, exige el recurso al factum de la razón y la conciencia moral (Cfr. V. 30-31; Onof, 2009; González Vallejos, 2012). Renunciar a la categoricidad de las leyes morales es renunciar a la autonomía moral, esto es, a la idea de que solo estamos obligados por las leyes que nos damos a nosotros mismos. CONCLUSIÓN En el transcurso de estas páginas hemos analizado la argumentación reconstructiva utilizada por Kant para fundamentar la moral. Esta argumentación puede ser resumida de la siguiente forma: la necesidad absoluta (categoricidad) de las leyes morales exigen necesariamente que los conceptos y principios morales tengan su sede en la razón. Si esto es correcto, entonces la única estrategia acertada para criticar la concepción kantiana de las leyes morales consiste, entonces, precisamente en negar que las leyes morales sean categóricas. La posición del contractualismo es en este punto coherente. Si las leyes morales son relativas a un querer contingente y ese querer es manifestado mediante un acuerdo que establece sanciones para determinadas conductas, entonces la moral es un conjunto de imperativos hipotéticos. Así también si se considera que las leyes morales están respaldadas por el poder de Dios. El problema de estas concepciones, sin embargo, radica en que contradicen la fenomenología más básica de nuestra vida moral, esto es, la experiencia de la conciencia moral en nuestra vida. La argumentación reconstructiva de Kant en la Fundamentación… se revela entonces como una estrategia acertada al momento de determinar cuáles son las condiciones de posibilidad de toda experiencia moral. Universidad Alberto Hurtado* Facultad de Filosofía y Humanidades Departamento de Filosofía Alameda 1869, tercer piso, Santiago (Chile) [email protected] 211 Miguel González Vallejos OBRAS CITADAS Bilbeny, N. Kant y el tribunal de la conciencia. Gedisa: Barcelona, 1994. Gauthier, D. Moral por acuerdo. Gedisa: Barcelona, 2004. Grocio, H. De Iure Belli ac Pacis, ed. B. J. A. De Kanter-Van Hettiga Tromp, Ludgini Batavorum: Brill, 1939. González Vallejos, M. Die Wende im Begriff der praktischen Gesetze bei Kant, Südwestdeutscher Verlag für Hochschulschriften, Saarbrücken, 2012a. ------- “Factum de la razón y conciencia moral. Acerca de la normatividad en la moral kantiana”, Veritas 27 (2012b):113-134. ------- “El concepto de leyes prácticas en la ética kantiana”, Revista de Filosofía de la Universidad de Chile 66 (2010):107-126. Kant, I. “Idea para una historia universal en clave cosmopolita” (traducción de R. Aramayo), en. I. Kant, ¿Qué es ilustración? Y otros escritos de ética, política y filosofía de la historia, ed. R. Aramayo Alianza, Madrid 2009. ------- Fundamentación para la Metafísica de las Costumbres (traducción de R. Aramayo), Alianza, Madrid, 2005. ------- Vorlesung zur Moralphilosophie, W. Stark (ed.), Berlin/New York, 2004. ------- Crítica de la razón práctica (traducción R. Aramayo), Alianza, Madrid, 2002. ------- Metafísica de las costumbres (traducción A. Cortina/J. Conill), Tecnos, Madrid, 2002. ------- Crítica de la razón pura (traducción de P. Ribas), Alfaguara, Madrid 1993. Onof, C. “Reconstructing the Grounding of Kant´s Ethics. A Critical Assessment”, Kant-Studien 100 (2009):496-517. Pufendorf, S. On the Duty of Man and Citizen, ed. James Tully, traducción de De Jure Naturae et Gentium (repr. 1688), Buffalo N. Y.: Hein, 1995 (engl. Trad. W. A. Oldfather, New York, 1995). Silverthorne, M. Cambridge, New York, 1991. Schneewind, J. B. “Kant and Natural Law Ethics”, Ethics 104 (1993):53-74. ------- The Invention of Autonomy. A History of Modern Moral Philosophy, Cambridge University Press, Cambridge/New York, 2007. Schönecker, D. Kant: Grundlegung III. Die Deduktion des kategorischen Imperativs, Alber Verlag, Freiburg/München, 1999. Schönecker, D. Wood, Kants. Grundlegung zur Metaphysik der Sitten, Schöningh, Paderborn, 2002. Stemmer, P. “Contractualismo moral”, Tópicos 28 (2005), 343-366. ------- Handeln zugusten anderer. Eine moralphilosophische Untersuchung, de Gruyter Verlag, Berlin/New York, 2000. ------- “Die Konstitution der normativen Wirklichkeit”, en R. Forst/K. Günter (eds.), Die Herausbildung normativer Ordnungnen, Campus Verlag, Frankfurt, 5768. 212 RESEÑAS 213-222 Leonardo VIDELA. Obras Completas de Pedro Sienna.1 Alquimia Ediciones, Santiago, 2011, 152 pp. No es habitual encontrar en la historia y en la cultura chilena un artista con tantas facetas como es Pedro Sienna (1893-1972). Actualmente, en pleno siglo XXI, donde los esfuerzos individuales están dirigidos a lograr la especialización disciplinaria, la figura como Pedro Sienna (1893-1972) hace recordar lo que Max Sheller definía como un hombre culto, es decir, aquel individuo que integra en su experiencia las múltiples formas en las que se expresa la cultura, el arte, la historia; una tipología humana que se define por el acto de sorprenderse permanentemente ante el mundo y de participar en dicha totalidad. Pedro Sienna, desde su particular capacidad de reinventarse durante toda su trayectoria, fue actor y director de cine (El Húsar de la muerte, 1925, entre otros films), actor de teatro, dramaturgo (Un disparo de revólver, 1930, entre otras obras de teatro), crítico literario, cronista y también escritor de poesía y narrativa. Sobresalen en estos dos últimos géneros las novelas: La caverna de los murciélagos (1931) y La vida pintoresca de Arturo Buhrle (1933) y los libros de poesía: Muecas en la sombra (1917) y El tinglado de la farsa (1922). Es justamente en esta faceta de escritor, que es la menos conocida de su trayectoria artística, donde me detendré, intentando visualizar algunas constantes de su escritura. En la década de 1930, cuando Pedro Sienna comienza con su oficio de escritor, existían en Chile dos tendencias claramente diferenciadas; dos perspectivas contrapuestas, no solo literarias sino también culturales; dos visiones de mundo en las cuales se debatía la identidad de la literatura chilena. La primera de ellas era depositaria del paradigma positivista, lo que traducido al fenómeno literario se definió como Naturalismo. Esta concepción del arte y de la literatura, definida en Chile por Mariano Latorre como Criollismo, intentó fraguar en sus obras, tanto líricas como narrativas, el tema de la identidad nacional. Dicho movimiento se caracterizó por el deseo de plasmar una imagen del ser chileno con la objetividad que tal empeño requería. El arte debía plantearse como un espejo de la realidad y solo así podría alcanzar su verdad y su función social. Con un claro acento en el espacio rural, quienes escribían desde esta sensibilidad consideraban fundamental el dar cuenta de la determinación del hombre por medio de los múltiples factores que lo condicionan (raza, carácter, tradiciones, paisaje) y para ello no había que diluirse en ninguna forma de irracionalidad imaginativa. En el otro extremo de la disputa estaban quienes consideraban que la obra literaria no era un mero documento de lo real, sino el espacio simbólico donde debían liberarse todas las restricciones que encarcelaban la imaginación. Representantes de 1 Presentación de las Obras Completas de Pedro Sienna, en el Centro Cultural Palacio de la Moneda, el 28 de junio de 2011. Reseñas esta nueva sensibilidad fueron los miembros del Grupo de los 10, especialmente su figura más visible, el poeta y arquitecto Pedro Prado (1886-1952). El proyecto estético impulsaba la idea de un arte no contaminado por la realidad social, el rechazo a la rigidez de la literatura de sesgo positivista y una escritura eminentemente intimista. Abogan por el acceso a lo desconocido, por la aventura espiritual y por el elevarse sobre la asfixiante realidad inmediata. Contemporáneo al grupo de los 10 y coincidiendo con este mismo tipo de sensibilidad, surgió un grupo formado básicamente por mujeres, donde su exponente principal fue María Iris Echeverría (1869-1949). Su ideario estético se caracterizó por un espiritualismo que rechazaba la mentalidad burguesa y al afán de adjudicarle a la literatura una determinada y contingente función social. Poetizar la realidad implicaba también diluir toda frontera ideológica y geográfica, pues solo así la imaginación podría ascender a otras esferas superiores, como la biografía del alma. Es en esta compleja y variada sensibilidad artística de las primeras décadas del siglo XX donde se inserta la obra literaria de Pedro Sienna. Y lo hace asimilando tendencias, pero también tensionando sus principios artísticos, especialmente al articular las conquistas vanguardistas con una inquietud social y política que estuvo siempre presente en su credo literario. En cuanto a los rasgos de su poética, es predominante la importancia de la experiencia interior del hablante, proceso en el cual el dolor es la vía fundamental de indagación de la realidad. A partir de esta clave se van configurando los diversos ámbitos temáticos de su poesía, como el amor y la pérdida, el arrebato poético como forma privilegiada de cognición, la importancia del recuerdo, la fragilidad de la vida, la ilusión de la juventud, la importancia de las artes para lograr entender el alma humana, la oposición entre la condición del artista y la banalidad del burgués, entre otros. Llama la atención el recurso del hablante poético donde reiteradamente se desdobla, poetiza su presencia, y exhibe una vigorosa carga autobiográfica. Los variados recursos estilísticos que maneja Sienna, permiten apreciar una síntesis de diversas influencias, como el simbolismo francés, y especialmente ciertos resabios del modernismo. Evidenciando una admiración explícita por Rubén Darío, la escritura despliega un amplio y sofisticado léxico con refinados arcaísmos, cultismos, y palabras tanto castellanas como extranjeras, donde prima el nivel metafórico, la sinestesia, las imágenes sensoriales y reminiscencias mitológicas, especialmente germanas y grecolatinas. Los mundos apelados remiten tanto a oriente como a Occidente, mediante multiplicidad de citas intertextuales donde se observa la presencia de la literatura antigua, la profusión de símbolos y la valoración del ensueño por sobre la realidad tangible. Respecto ahora del universo narrativo de Sienna, y remitiéndome especialmente a su novela La caverna de los murciélagos, lo primero que destaca es la gran capacidad descriptiva y narrativa del autor. Con un lenguaje preciso y nítido y en contraposición a la novela de tipo criollista, la dimensión discursiva se impone de manera estratégica 214 sobre las reglas de la estructura narrativa convencional. En este sentido, tanto o más importante que lo que se cuenta es el cómo se cuenta, el tipo de narrador utilizado, etc. En cuanto a eventuales influencias en la narrativa de Sienna, la condición descriptiva mencionada, el tipo de imaginación activada ––donde lo fantástico prima en la configuración de mundo–– el humor como instancia de desacralización de toda certeza impuesta y la capacidad de generar diversos niveles de realidad, hacen recordar por momentos la escritura y el estilo de Juan Emar. Al igual que dicho escritor, la escritura de Sienna incorpora ciertos procedimientos surrealistas, para potenciar la operatividad de otras dimensiones de la realidad, donde los opuestos se neutralizan, especialmente la dualidad sueño/vigilia. La estrategia compositiva revela, asimismo, las modalidades de fabricación del mundo imaginario, elaborando un lenguaje que se ofrece él mismo como un espectáculo de palabras. Caverna de murciélagos introduce al lector en un ámbito en el que se transita entre el sueño y la vigilia, es decir, entre el mundo de los humanos y el de los murciélagos que habitan en una caverna. El mundo representado se erige aquí como una gran metáfora sobre la condición del artista en los múltiples contextos de realidad a lo largo de la historia. Con un lenguaje poblado de culteranismos, de vocablos del español antiguo y de constantes inflexiones al lenguaje poético, la novela de Sienna se configura como una gran parodia de la realidad social, pero también como una suerte de catálogo del mundo. De esta manera los diálogos con los murciélagos permiten el acceso al pensamiento y obra de artistas, filósofos, científicos, escritores y teólogos de diversas épocas. En paralelo, el narrador autonombrado como Pedro Sienna va narrando su desarrollo artístico, los tiempos de la bohemia chilena, su juventud, la pérdida general de la leyenda, del mito, etcétera. Para terminar, quisiera solamente enfatizar esta última característica de la narrativa de Sienna, es decir, el hacer dialogar lo ínfimo con lo inmenso y lo local con lo universal, en un intento por abarcar la realidad completa. Esta dimensión, que también se encuentra en su coetáneo Emar, inserta a la escritura de Sienna en una tendencia universal de la literatura, donde la palabra intenta abarcar todo el cosmos y la realidad en su conjunto. Con antecedentes tan diversos como Gilgamesh, La divina comedia de Dante o El canto general de Neruda, este tipo de literatura se presenta como una conciencia universal comprometida con la dimensión demiúrgica que la caracteriza. La novela de Sienna, injustamente desconocida hasta hoy, revela esa propensión y lo hace con las marcas culturales y sociales de su tiempo. Por todas las razones mencionadas, la reciente publicación de las Obras Completas de Pedro Sienna2 que hoy estamos celebrando, es una oportunidad 2 Obras Completas de Pedro Sienna (Cecilia Pinochet / Mauricio Valenzuela / Francisca Schuts: Recopilación y textos), Santiago: Editorial Univesitaria, 2011. 215 Reseñas privilegiada para conocer el conjunto de la obra de uno de los artistas más interesantes, cultos y fructíferos del siglo XX. Cristián Montes Capó [email protected] Universidad de Chile Rodrigo CÁNOVAS. Literatura de inmigrantes. Árabes y judíos en Chile y México. Madrid; Frankfurt am Main; Santiago de Chile: Iberoamericana; Vervuert; Pontificia Universidad Católica de Chile, 2011, 295 pp. Si hubiera que describir el más reciente libro de Rodrigo Cánovas con una imagen, diríamos que la experiencia de leerlo es muy parecida a sumegir la cabeza en un acuario en el que nadan las más variadas especies, peces de formas y colores sorprendentes que se nos muestran desde distintos ángulos y perspectivas. En efecto, Literatura de inmigrantes. Árabes y judíos en Chile y México describe el modo en que se expresa la experiencia migrante en un amplio corpus de obras literarias, y Cánovas orquesta una cantidad enorme de materiales, variados y dispersos, que van desde cuentos, novelas y poemas hasta autobiografías, diarios de viaje y memorias. El corpus se ordena, se desordena y vuelve a ordenarse en torno a diversos ejes: el origen del migrante (obras árabes y judías), el país de destino (México y Chile), la generación de los autores (textos de los propios migrantes y textos de sus descendientes). En su afán por reflexionar acerca de las identidades ––individuales o colectivas–– desde o en relación con otras sensibilidades y experiencias, Cánovas nos presenta no solo textos que elaboran la experiencia del migrante, sino también aquello que esos libros arrastran consigo: las historias de estos pueblos y sus accidentados destinos, las circunstancias que rodean la necesidad de migrar a territorios lejanos, la recepción de estos migrantes en el seno de las sociedades mexicana y chilena. El libro nos señala, por ejemplo, que México y Chile fueron destinos de segunda opción para los judíos, y que compusieron un grupo heterogéneo en cuanto a su procedencia geográfica, idioma y costumbres, pues incluía a judíos ashkenazis, sefarditas y árabes. Tanto México como Chile recibieron el mayor número de migrantes judíos entre fines del siglo XIX y mediados del siglo XX, motivados por las crisis económicas, guerras y persecuciones, en particular durante la era nazi. Por otra parte, la inmigración árabe, casi siempre realizada por cristianos ortodoxos, proviene en su mayor parte de la Gran Siria (que incluye a palestinos, libaneses y sirios), entonces bajo el dominio del imperio otomano de credo musulmán. En este caso la mayor parte de la inmigración también se produjo desde finales del siglo XIX hasta mediados del siglo XX, con un aumento significativo hacia los años 20. Árabes y judíos debieron enfrentar una recepción tibia por parte de estos países, que privilegiaban la inmigración programada de ciertos extranjeros considerados más provechosos para el país o bien de más fácil asimilación. Es así como podemos encontrar que en México las Tablas Diferenciales de 1938 fijaban 216 cuotas de inmigración para algunos territorios, mientras quedaban sin restricciones españoles, norteamericanos e hispanoamericanos; adicionalmente, se prohíbe entre 1933 y 1934 la entrada de judíos al país. En Chile, por otra parte, la ley de Colonización Chilena (1845) disponía la donación de tierras a inmigrantes europeos de manera selectiva, según criterios raciales. Estas disposiciones legales son solo un ejemplo de las dificultades que debieron sortear los inmigrantes, sin mencionar el antisemitismo que se manifestaba con más o menos fuerza dependiendo de las circunstancias históricas, así como la “turcofobia” y, en general, los prejuicios basados en cuestiones religiosas, raciales o económicas. Luego de esta composición de lugar podemos ya abrirnos paso entre los textos. Las obras que elaboran el trauma de la migración de árabes y judíos en México y Chile son analizadas en relación con diversos modos de exponer el trauma, de narrar el proceso de adaptación e integración ––en unos casos–– o bien de subrayar la recurrencia de la marginación ––en otros––. Los relatos van adquiriendo sentido en la medida en que se leen como parte de series que tienen lógicas diversas: en el caso de Chile, por ejemplo, Cánovas propone que los relatos de inmigrantes árabes constituyen una unidad de carácter teleológico, pues apuntan al objetivo final de la integración; ello los distingue de la serie de relatos judíos: “si la saga arábiga se constituye desde su punto de destino, como la celebración de una nueva casa, conformando un relato lineal; los textos judíos siguen la huella, desandando las rutas de la migrancia, en un ejercicio en que se constata la pérdida en medio del deseo de permanencia” (250). Las obras pasan a formar parte de un tapiz en el que se van reconociendo diversas experiencias individuales y colectivas de desarraigo que dialogan mutuamente. Entre las virtudes de este trabajo está el hecho de que hace aparecer ante nosotros vínculos entre cosas que normalmente nos parecen lejanas. Dibuja las improbables y azarosas relaciones entre nosotros mismos (hijos del criollaje latinoamericano) y, por ejemplo, un niño sirio de pueblo, o bien entre la tradición latinoamericana y las escrituras desplazadas de una autora judía que redacta su novela en español pero la publica solo en su traducción al inglés (Always from Somewhere else. A Memoir of my Chilean Jewish Father, 1998, de Marjorie Agosin). Las conexiones de las que hablamos se concretan muchas veces en la exposición del lugar de enunciación de las voces que nos narran sus historias, y también del lugar de quienes escuchamos: estas escrituras [las de la inmigración árabe] consolidan un Yo individual de sesgo comunitario (provengo de tal lugar, mis ancestros son árabes, como los de mis paisanos), solo al precio de acomodarse y seducir a una segunda persona, la cual puede ser cercana (nietos, parientes, amigos), pero sobre todo bastante lejana con la experiencia de la inmigración árabe: los chilenos a secas (o los que así se consideran), los nacidos en esta República, que hablan español y en muchos de los casos se casan con la vecina y no se han aventurado más allá de su barrio, de su ciudad, su región o su país (197). 217 Reseñas La extensión y heterogeneidad del corpus no impide a Cánovas acercarse lo suficiente a cada obra y ofrecer una lectura que indague en las representaciones y significados particulares, evadiendo los peligros que supone presentar una lectura demasiado cerrada, coherente, completa. Fiel al mandato ético de este libro, hay también en la lectura de las obras un impulso por abrir las posibilidades interpretativas, por dibujar sus distintos derroteros dentro de la rica constelación de este corpus en el que cada obra puede adoptar distintas posiciones. Literatura de inmigrantes nos permite, finalmente, ampliar la mirada sobre las literaturas “nacionales” (mexicana y chilena), descubrir textos de gran interés y de escaso o ––la mayor parte de las veces–– nulo abordaje crítico y, más ampliamente, reconocer la riqueza que supone la convivencia en el contexto de sociedades diversas, abiertas, heterogéneas. Stefanie Massmann Universidad Andrés Bello Departamento de Humanidades Fernández Concha 700, Las Condes, Santiago (Chile) [email protected] Jorge GIBERT GALASSI. Epistemología de las Ciencias Sociales. Una visión internalista. Santiago de Chile: Ediciones Escaparate. Colección Contranorma, 2012, 271 pp. Se trata esta de una obra con profunda vocación pedagógica, pero que asimismo avanza notablemente y con coraje hacia los riesgos del pensamiento propositivo. Reúne este libro una recopilación de artículos publicados previamente en forma separada. Aun cuando los compendios de artículos especializados nos son siempre bien acogidos, ya que suelen carecer de coherencia y sistematicidad temática, la recopilación resulta ser en este caso plenamente justificada. La calidad de los textos está sugerida por el hecho de que ––a sola excepción del prefacio e introducción–– todos ellos han sido publicados previamente en revistas referenciadas o seleccionados como ponencia en congresos. Junto a ello, destaca el hecho de que se abocan a estudiar problemas epistemológicos cruciales en la actualidad. Esto último se refleja ya en la división que hace el autor de su obra, en cuatro “secciones”, que sucesivamente nos descubren la sinergia existente entre ellas: “verdad”, “explicación”, “complejidad” y “progreso”. SECCIÓN I: VERDAD Se aboca aquí nuestro autor a la categoría de “verdad” en ciencia y humanidades, comenzando por reconocer su adhesión “a la idea que la ciencia aspira a la verdad sustantiva sobre el mundo...” (op. com.: 40). Tras comentar ampliamente las diferentes teorías de la verdad, epistémicas y de la justificación, concluye que “...las teorías científicas ––sin los apellidos de “natural” o “social”–– 218 si son representadas lógicamente y contienen al menos un axioma con contenido empírico contrastable, pueden ser verdaderas en algún sentido gnoseológico. Es decir, pueden constituir conocimiento”. (op. com.: 58). Por otra parte, nos dice, “...la distinción real entre la verdad del mundo social y la del mundo natural es simple: en el primer caso, la verdad de una teoría está mediada por la aceptación que el objeto hace de ella y, en el segundo caso no, pues ningún gen se tomará la molestia en desacreditar su descripción por ella” (op. com.: 60). Posteriormente, Gibert encara los problemas de verdad y justificación y nos muestra mediante el examen teórico comparado que “...la convergencia „implícita‟ o la divergencia teórica en sociología puede ser objeto de estudio desde una epistemología del conocimiento empírico” (op. com.: 79). Deriva aquí el autor una conclusión que nos parece merecería estar entre las principales, sin embargo la sitúa como nota al pie de página, y en ella señala que “...es aceptable la divergencia en sociología, pero insistir en reforzarla, puede terminar con destruir la disciplina” (op. com.: 89). Finalmente, en esta sección se discute el problema del pluralismo en ciencias sociales bajo la interrogante: “¿Puede el pluralismo ser entendido de un modo no relativista?”. Gibert nos propone como respuesta la siguiente tesis: “Todas las afirmaciones en sociología son verdaderas (luego la incógnita es dilucidar en qué grado, en qué nivel, en qué perspectiva o según cuál criterio), porque en sociedad „todos tienen razón‟. La sociedad es plural. Luego, hay que pasar de un pluralismo ontológico hacia un pluralismo epistemológico en la construcción de teorías sociales” (op. com.: 99). SECCIÓN II: EXPLICACIÓN Sin duda esta es la sección más rica en términos propositivos de la obra en comento. Nos presenta aquí nuestro autor una revisión de los presupuestos explicativos en ciencias sociales de Alfred Schutz. Esto le sirve de antesala a Gibert para entrar en su tema-fuerza referido a la “conexión libertad-determinismo”. Nos introduce en su noción de “principio socioantrópico”, en la que el concepto de “sistema social” como realidad multinivel será elemento central. Tras afirmar la falsedad de la antinomia comprensiónexplicación, desde una concepción explicativa nomológica, el autor nos propone precavidamente y como “hipótesis para futuras investigaciones”, una “estructura lógica para explicar en ciencias sociales”, la que formula como una “Ley o mecanismo (nivel social) + circunstancia (nivel k) + Teorema de la doble contingencia de las expectativas (nivel psicosocial) = explanandum” (op. com.: 176). Su conclusión será que “La teoría social debería apuntar a la reflexión, plausibilización y perfeccionamiento de aquellos modelos que predicen o describen con riqueza una cantidad suficientemente amplia de hechos interconectados” (op. com.: 179). Luego, retomando los conceptos de ciencia y teoría sociológica, Gibert compara sobre el eje “libertad-determinismo” las “modalidades explicativas” de Durkheim, Schutz y Luhmann. Advirtiéndonos su 219 Reseñas carácter de ser “solo un ejercicio, entre otros que se podrían hacer”, el autor concluye reconociendo las aportaciones vigentes de estos autores, así por ejemplo: distinción de sistema y entorno, intercambios sociales como intercambios de sentido, la autonomía de lo social, el hecho objetivo de la coordinación social sistémica, la intersubjetividad como la materia ontológica de lo social, y expectativas de futuro con sentido. SECCIÓN III: COMPLEJIDAD Siendo la más breve, pues incluye un único artículo en el que Gibert comienza afirmando que “Sin compresión, no hay comprensión; lo que significa que el „caso‟ siempre es complejo y la „teoría‟ siempre aspira a una descripción rica, pero simple”. (op. com.: 205). Explora las posturas de los teóricos no matemáticos de la complejidad, y postula cinco argumentos para avalar su tesis de que “...la ciencia contemporánea tiene el desafío de domesticar la complejidad de sus objetos, o bien, esperar a ser sobrepasada por ella y extinguirse como tal” (op. com.: 210). Respecto de las ciencias sociales, establece que “...estamos en un punto tal que el enfoque complejo corre riesgo de ser exiliado de la ciencia debido a la “impostura intelectual”, o lo que es lo mismo, debido a su equivalencia con el relato posmoderno de lo que es y dice la ciencia” (op. com.: 210). SECCIÓN IV: PROGRESO Gibert Galassi sitúa en la sección final de su recopilación la discusión sobre convergencia teórica de una parte, progreso teórico y realismo en ciencia social por la otra. Tras señalar que sus conclusiones son normativas aunque no del todo demostradas, las especifica: “1. Existe un núcleo disciplinario en sociología, y 2. Es posible formalizarlo”, encareciendo asimismo que “...la sociología debe recuperar el realismo” (op., com.: 222223). En esta misma dirección puntualizará que “...el realismo considera a las teorías como proyectos descriptivos más allá de las cosas y regularidades que son objeto de observación: son enunciados con valor de verdad” (op., com.: 242), y entonces señala: “...la pregunta por la posibilidad de conocer debe reemplazarse por cómo podemos seguir conociendo, en más formas y mejor” (op., com.: 248). Finalmente, el profesor Gibert no cerrará su libro sin antes aclarar que “...un realista consecuente debe rechazar la concepción de la ciencia como una actividad libre de valores” (op., com.: 251). Formado en “ciencias sociales” y doctorado en filosofía por la Universidad de Chile, Gibert Galassi asume desde el comienzo el reto de cimentar una perspectiva epistemológica realista, que en la mayoría de los casos suele ser vista aun con cierto recelo, y la que es todavía claramente minoritaria en suelo latinoamericano. El “enfoque realista plural” que nos propone el autor, de buena fe busca evitar todo dogmatismo apriorístico. El doctor Gibert no es un recién llegado a la filosofía de la ciencia y la epistemología en particular. No obstante, estamos en el caso de nuestro autor, todavía ante su etapa de floración y afianzamiento. De allí la pertinencia de su notable esfuerzo taxonómico de la filosofía de la ciencia, así como de las teorías de la verdad y la justificación en particular. Este libro pone en 220 evidencia una trayectoria intensa de investigación y reflexión filosóficas. Gibert va tras la definición de una ciencia social del descubrimiento, desde su propuesta de “realismo plural” aspira a una realización de investigación científica de carácter explicativo; capaz de desentrañar analíticamente los mecanismos sociales detrás de la apariencia fenoménica. Sin que sean necesariamente comparables, la invitación que nos hace Gibert nos recuerda los esfuerzos de Roy Bhaskar (1978) por impulsar un “realismo trascendental” que incluía a las ciencias sociales como tales ciencias, del descubrimiento de la naturaleza verdadera de la realidad social, y los poderes causales de las cosas reales. Por ello es que nuestro autor nos dice desde un comienzo, distinguiendo, que “La ciencia es el intermediario entre nuestro mundo de sentido común y la realidad”. Así nos dice también, la ciencia se ocupa de desentrañar “Los „porqué‟ y los „cómo‟ funcionan las cosas es lo que llamamos conocimiento riguroso ––episteme––: los mecanismos o las modalidades de ser de las cosas” (op. com.: 14). Gibert aboga con fundamento y con firmeza en procura de una ciencia social realizada con seriedad, y adoptando el compromiso científico que exige la responsabilidad social de hacer ciencia. El principal “presupuesto” subyacente de este libro es una interpelación ética al quehacer de la ciencia social, pero también hay uno de carácter moral dirigido al científico social, sobre todo porque la búsqueda de la verdad, aun en su provisionalidad cognitiva, es ante todo un deber moral. El “realismo plural” propuesto por Gibert nos sugiere un pluralismo de encuentro inicial, de acogida sujeta al compromiso de validación científica de los acercamientos diferentes a la realidad social “....es decir, una suerte de aproximación donde todo punto de vista es legítimo y puede convertirse en „imaginario‟ o „fuerza simbólica‟ siempre que esté anclado en mecanismos que permitan su reproducción de manera plausiblemente convergente con otros puntos de vista” (op. com.: 29). Salta a la vista la particular valía de esta idea para un reencuentro fructífero de las ciencias sociales. Sin embargo, y más allá de toda candidez, las barreras institucionales que se oponen al establecimiento de una ciencia social unificada, parecen más difíciles de abatir que las terquedades epistemológicas. Gibert da muestras de erudición en muchos pasajes de sus textos, que sin embargo pueden no jugar a su favor, ya que dificultan la lectura del no iniciado y podrían atemorizar al novicio. Sin embargo, ello puede ser excusado por la necesidad del rigor y la argumentación fundamentada. La de este autor es la faena artesanal y hasta cierto punto solitaria del intelectual especialista, o que busca una definición de especialidad. Por su parte, la comunicación de las ideas se funda en la paradoja del pensamiento, que estriba en que solamente puede ser ejercido en solitud. Si hay algo que la historia de la ciencia pone al descubierto es que, cada vez más, la labor de la investigación y creación teórica no pueden hacerse nunca más en solitario. Tras esto van precisamente las comunidades de conocimiento, cuyas formas de adquisición y difusión cognitivas enlazan conjeturas teóricas y procedimientos metodológicos bajo 221 Reseñas el testeo permanente de una epistemología que no puede sino ser crítica, tal como la que nos propone Gibert en el presente trabajo. La ocupación persistente de Gibert por el tema-problema de la relación entre “libertad y determinismo” constituye un leitmotiv subyacente a todos los trabajos del presente volumen, lo que resulta consecuente con su libro previo de nombre homólogo,3 y basado en la amplia investigación de su tesis doctoral. De hecho, resulta una conveniente recomendación, tanto para el estudiante como para el estudioso ––mejor aún si ambos atributos se reúnen en el mismo sujeto––, leer la obra en comento conjuntamente con el libro previo del doctor Gibert, ya que se enlazan y complementan fructíferamente. Escrito desde la base disciplinaria de la sociología, mira sin embargo con amplitud hacia el conjunto de las ciencias sociales. Sobre dicho prisma, no es difícil compartir con el autor su molestia ante la precariedad del avance cognoscitivo de las “ciencias sociales”. Su acusación de “desidia histórica” parece plenamente justificada frente a la diáspora teórica, y el desconcierto epistemológico que han generado los relativismos de la moda posmodernista. Al respecto, Gibert afirmaba de entrada que, “De algún modo, ha persistido la creencia que no hay una teoría formal suficientemente adecuada para reducir la riqueza y heterogeneidad de la vida social, obviando el hecho que lo que se debe formalizar son las teorías, pues el “mundo” es irreductible (Op. com.: 51). Al respecto, la pregunta que nos queda suspensa tras la lectura de la obra del profesor Gibert Galassi proviene de la importancia de constatar y reconocer que las ciencias naturales no requirieron de una densa discusión epistemológica previa para realizar sus hallazgos y aportaciones cognoscitivas, así entonces, y más allá de todo ordinarismo científico (Mario Bunge, 1998): ¿Por qué ello sucedió y pareció necesario en el caso de las ciencias sociales? ¿Es acaso esta una respuesta que ha de provenir de la historia social de las ciencias sociales, y no de la filosofía de la ciencia? A fin de cuentas, para continuar por un camino fecundo las ciencias sociales habrán de partir asumiendo hidalgamente la nota decepcionada de Antoni Doménech en el prólogo a la edición española de la Filosofía de las ciencias sociales de Martin Hollis (1984:IX): “Piénsese lo que se quiera sobre la calidad de la investigación social de finales del siglo XX, hay que reconocer al menos que, medida con la vara de las ––acaso infundadas–– esperanzas del primer cuarto de siglo, el resultado es un fracaso con pocos paliativos”. Ramón-Antonio Gutiérrez Palacios Centro Mundial de Investigación para la Paz, Avda. Boulevard Artigas s/n. Montevideo (Uruguay) [email protected] 3 Gibert Galassi, Jorge. La conexión libertad - determinismo. Una reconstrucción filosófica de las ciencias sociales. RIL Editores: Santiago de Chile, 2005. 222 INFORMACIÓN PARA LOS AUTORES Revista Alpha acepta artículos, notas, documentos y reseñas. 1. Los temas deben ser inéditos y apropiados para una revista de humanidades: literatura, lingüística, filosofía, artes, estudios culturales, teoría crítica, o temas que sin pertenecer exclusivamente a alguna de estas áreas del conocimiento constituyen puntos de encuentro de las mismas. 2. Los manuscritos pueden ser en la modalidad de estudio, ensayo, documento, nota o reseña, escrito en español. Todas las citas tomadas de textos escritos en idioma que no sea el español, deberán traducirse al español. El autor(a) decide si mantiene la cita en el idioma original en el cuerpo de artículo poniendo la traducción como nota al pie o a la inversa o, en su defecto, solo consigna la cita en su versión traducida. En la bibliografía indicar el nombre del traductor(a) correspondiente. Si el(la) autor(a) del manuscrito realiza la traducción, debe indicarse con la expresión “Trad., del autor” o “Mi traducción” entre paréntesis al fin de la cita. 3. Extensión recomendable de los artículos: 12 a 20 carillas mecanografiadas a doble espacio incluyendo bibliografía. Para las notas y documentos se recomienda de 5 a 10 páginas. 4. Todos los trabajos, exceptuando las reseñas y documentos, deberán enviarse con un resumen (abstract) en castellano y en inglés, de una extensión de entre 5 a 10 líneas. Incluir traducción del título del artículo y entre cuatro a seis palabras claves, en español e inglés. Los resúmenes deberán aparecer inmediatamente después del título del artículo. Asimismo, al final del artículo deberá escribirse la dirección postal y electrónica del autor, indicando la institución a la que pertenece (si corresponde). 5. Los trabajos se publican solo si son aprobados por unanimidad por el Comité de Redacción de la Revista, previa evaluación de Consultores Externos, cuyo dictamen es decisivo. Para efectos de la edición, el Consejo de Redacción se reserva el derecho de efectuar las precisiones que sean necesarias para mantener el estilo de Alpha. 6. Los trabajos deben enviarse a la Secretaría de Redacción ([email protected]) por correo electrónico en archivo adjunto. La copia computacional deberá grabarse en Word u otro procesador de texto usando el formato RTF. Si el manuscrito contiene tablas, gráficos, símbolos, imágenes o esquemas, se recomienda enviar una copia de respaldo en formato PDF. Igualmente, si el autor lo desea, puede enviar por correo ordinario una copia en papel del manuscrito y una copia digital del mismo en disco compacto (CD). No se admiten copias en diskette. 7. A partir del Nº 22 (julio de 2006) Alpha ha sido indexada en el registro SciELO - Alpha N°36 -Julio- 2013 Scientific Electronic Library on line. Precisamente, una de las consecuencias de este hecho es que Alpha a partir de 2006 se publica semestralmente. Asimismo, a partir del Nº 24 (julio de 2007) Alpha ha sido incluida en el Art and Humanities Index Citation de Thomson Scientific, pasando a incorporarse a (ISI) Web of Knowledge: http://scientific.thomsonreuters.com/cgi-bin/jrnlst/jlresults.cgi? PC=MASTER&Word=Alpha Las colaboraciones recepcionadas entre julio y diciembre del 2012 serán programadas para su evaluación correspondiente al N° 36 (julio de 2013). Alpha cuenta con una versión impresa y también con una versión electrónica, según requerimientos de SciELO - Scientific Electronic Library on line. 8. El aspecto formal de uso de citas y referencias debe ceñirse en lo esencial al estilo MLA (Modern Language Association). Las especificaciones básicas requeridas son las siguientes: 8.1. Citas de libros o revistas académicas en papel. Las citas directas breves deben ir entre comillas en el cuerpo del texto. Si son extensas (cuatro líneas o más), en renglón aparte, haciendo doble retorno a inicio y final de cita, con margen adentrado y sin comillas. En ambos casos, al fin de la cita, en paréntesis, se indica el apellido del autor y la(s) página(s) desde donde se extrajo la cita. Si se está trabajando con más de una obra del mismo autor, se indica el apellido del autor, el título abreviado de la obra citada escrito en itálica y la(s) página(s) desde donde se extrajo la cita. Si en el cuerpo del texto se anuncia la cita indicando el apellido (o nombre y apellido) del autor, al fin de cita en paréntesis solo se indica la página (o el título abreviado de la obra y la página si se está trabajando con más de una obra del mismo autor); no se menciona el apellido del autor, pues ya fue mencionado en el encabezamiento de la cita. Ejemplos (se ejemplifica con citas breves): a) Según Nelly Richard, “los textos de crítica cultural serían textos intermedios que no quieren dejarse localizar según los parámetros institucionales que definen los saberes ortodoxos” (144). b) Se ha dicho también que “los textos de crítica cultural serían textos intermedios que no quieren dejarse localizar según los parámetros institucionales que definen los saberes ortodoxos” (Richard 144). c) “La sacralización del texto corresponde a la problemática de la concepción del texto como absoluto” (Carrasco, Nicanor Parra, 95). d) “Para el antipoeta no solo la escritura está en crisis; la sociedad entera lo está” (Carrasco, Para leer, 88). Se procede exactamente de la misma manera si la fuente citada es de un autor institucional o corporativo (Naciones Unidas, Consejo de Libro y la Lectura). 8.2. Citas de fuentes en internet. En lo fundamental, se procede de la misma manera que con fuentes tomadas de publicaciones en papel. La diferencia es que en lugar de indicar página, se escribe la expresión “en línea”. Ejemplo: “La necesidad de preservar la biodiversidad se hace cada día más urgente, especialmente por los graves cambios climáticos y, también, por la profunda saturación existencial a la que nos está llevando una modernidad contraria al orden natural del mundo” (Poland, en línea). 8.3. Citas tomadas de comunicaciones electrónicas (e-mails). Al fin de cita, en paréntesis, 224 Alpha N°36 - Julio - 2013 se indica el autor y se escribe “correo electrónico” y la fecha que corresponda. 8.4. Cita tomada de entrevista inédita realizada por el autor del artículo. Al fin de la cita, en paréntesis, se indica el apellido del autor, y luego se escribe “entrevista personal”. 8.5. Cita tomada de un programa de televisión. Al fin de cita, en paréntesis, se indica el apellido del(la) autor(a) (si procede), el título del programa y la estación que lo emitió. 8.6. Cita tomada de un film. Al fin de cita, en paréntesis indicar el apellido del director y título de la película. 9. Lista de obras citadas (o bibliografia citada). Al final del artículo se hace la lista de las obras de hecho citadas cuyas referencias básicas se han dado en el texto del artículo. Se ordena alfabéticamente tomando como base el apellido de los(las) autores(as) (excepto en autores institucionales). Si se ha trabajado con más de una obra de un(a) mismo(a) autor(a), ordenar sus obras desde la más reciente a la más antigua. Se utiliza sangría francesa. Carrasco, Iván. Para leer a Nicanor Parra. Santiago: Cuarto Propio / Universidad Nacional Andrés Bello, 1999. ------- Nicanor Parra. La escritura antipoética. Santiago: Universitaria, 1990. Barrera, Andrés. “Re: Literatura modernista”. Correo electrónico enviado a autor. 15 Nov. 2000. (En este caso se trata de una comunicación electrónica. Se indica el autor, título del mensaje -si procede-, indicación de que es un correo electrónico enviado a: puede ser al autor(a) o a otra persona, indicar el nombre si es a otra persona, fecha del correo). Matus, Alberto. Entrevista personal. 13 de octubre de 2004. (En este caso se trata de una entrevista inédita hecha por el autor del artículo a Alberto Matus). Mogrovejo, Norma. “Homofobia en América Latina”. L`Ordinaire Latino Americain 194 (2003):109-115. (Corresponde este caso a un artículo aparecido en una publicación periódica). Paulsen, Fernando. “Tolerancia Cero”. Canal Chilevisión. Domingo 17 de octubre de 2004. (La fuente en este caso es un programa de televisión). Poland, Dave. “Defensa de la biodiversidad”. Roughcut. 26 Oct. 1998. Turner Network Television. 28 Oct. 1998. (En este caso, se indica el nombre del artículo, la fecha de publicación dado que es un artículo noticioso, el medio por el que se publicó el artículo, fecha en que la fuente de internet fue consultada, dirección URL). Richard, Nelly. “Antidisciplina, transdisciplina y disciplinamiento del saber”. Residuos y metáforas (Ensayos de crítica cultural sobre el Chile de la transición). Santiago: Cuarto Propio, 2001:141-160. (En este caso, se trata de un artículo independiente que forma parte del libro mencionado). Wood, Andrés, dir. Machuca. A. Wood Producciones/Tornasol Film, 2004. (La abreviatura “dir.” corresponde a director del film citado). Para conocer más sobre el estilo MLA, se puede consultar el manual correspondiente, editado por Modern Language Association de los Estados Unidos. 10. Se recomienda usar las notas al pie exclusivamente para agregar información o hacer comentarios cuyo texto no es conveniente que vaya en el cuerpo del artículo. 225 Alpha N°36 -Julio- 2013 Para mayor información, dirigirse al Secretario de Redacción de Alpha, Sr. Eduardo Risco. Universidad de Los Lagos, Casilla 933, Osorno, Chile. Teléfono: (56-64) 333398. Correo electrónico: [email protected], [email protected]. Todos los envíos de manuscritos deben hacerse a esta misma dirección (postal y/o electrónica) a nombre del Secretario de Redacción, y Sra. Diana Kiss de Alejandro, Directora de Revista Alpha. También se puede hallar información sobre la Revista Alpha en: http://www.scielo.cl/scielo.php?script=sci_serial&lng=es&pid=0718-2201 y en http://alpha.ulagos.cl Para efectos de facilitar el proceso de evaluación y edición de manuscritos, se solicita a los(las) autores(as) atender estrictamente a las instrucciones arriba indicadas. 226 Alpha N°36 - Julio - 2013 EDITORIAL VICERRECTORÍA DE INVESTIGACIÓN Y POSTGRADO UNIVERSIDAD DE LOS LAGOS AVDA. ALCALDE FUCHSLOCHER 1305 – OSORNO ANDROS IMPRESORES SANTA ELENA 1955 SANTIAGO 227