Portomarín-Palas de Rei

Transcripción

Portomarín-Palas de Rei
Mi Camino (de Santiago)
Portomarín-Palas de Rei
Si en todos los albergues hay peregrinos capaces
de despertar a los gallos en los más cercanos a
Compostela son una plaga. Son los que hacen,
únicamente, los últimos cien kilómetros y los hacen a su manera; están descansados y su obsesión
es llegar a Santiago como sea y rapidito.
Al peregrino le parece que acaba de dormirse
cuando comienzan los ruidos de los turigrinos, especie fácil de distinguir tanto fuera como dentro
de los albergues.
día más, quiere acompañar al peregrino; tiempo
para tomar un bocado, un trago de agua y de nuevo en marcha.
Caminar por Galicia en un día soleado es algo
extraordinario, por lo poco habitual, y maravilloso
por el paisaje. Cruzando pueblos y aldeas el peregrino se va acercando a Palas de Rei y se va
dando cuenta del aumento del número de establecimientos de hostelería conforme se acerca a
Compostela; ha caminado por Aragón, por Navarra, la Rioja y no digamos Castilla, durante horas,
sin encontrar un lugar en el que tomar un refresco,
incluso en Galicia hasta Sarria, pero estos últimos
cien kilómetros son otra cosa: una riada de peregrinos. Los que vienen de lejos traen sus bolsillos
tan escasos de monedas como sus cuerpos de fuerzas pero, por lo general, los que acaban de comenzar los llevan repletos y además el Camino es para
ellos un motivo de diversión.
La abundancia es buena para casi todo y en este
caso supone rincones agradables en los que tomarse un descanso.
El peregrino toma su imprescindible primer café
en el mismo bar en el que el día anterior su dueño
le explicaba detalladamente la historia del pueblo.
Cumplido el trámite de nuevo en marcha; entre
luces y con la compañía de la niebla que sube del
río sigue por la margen derecha para, un poco más
abajo, cruzar un afluente por una pasarela y seguir, en subida bastante pronunciada, por una zona boscosa hasta la carretera.
Los andaderos van en paralelo con la misma, a
uno ú otro lado, hasta Gonzar a donde se llega en
algo más de hora y media. Parada para desprenderse de las prendas de abrigo porque el sol, un
Sin prisa pero sin pausa va avanzando el peregrino, disfrutando del día soleado y del paisaje, agradeciendo al Apóstol tanta bondad; pesa la mochila
y se nota el calor pero con lluvia las cosas serían
muy diferentes. Peores.
En las zonas boscosas hay de todo: carbayos (robles), castaños y mucho eucaliptus, un árbol
extraño en Galicia hasta no hace mucho tiempo.
Al pasar por muchas aldeas se pueden ver frutales
de todo tipo cuyos frutos no han sido ni serán
recogidos y están tirados por el suelo. Ya no
queda gente en el medio rural y esas son las consecuencias.
Los albergues de la Xunta abren a las 13 horas y
para entonces, ante el albergue, ya hay una bonita
fila a la que se incorpora el peregrino y tras registrarse encuentra acomodo en la última planta del
edificio.
El albergue de Palas ocupa un edificio rehabilitado para tal fin y es, como todos los que el peregrino va encontrando, escasamente funcional;
toda la planta baja está dedicada a servicios, algunos prescindibles, cuando podría acoger algunas
literas y aumentar el número de plazas. Los lavaderos son el paradigma de lo cutre y todo el albergue necesita una puesta a punto por decirlo de
alguna manera.
Ejemplo de la escasa funcionalidad son los servicios y duchas, para ambos sexos, pero éstas abiertas de manera que ó las usan los varones ó las mujeres; las situaciones embarazosas que se producen se las puede imaginar el lector. Que se lo
pregunten a la peregrina checa que no encontraba
el momento de asearse. Calabaza peregrina para el
autor del proyecto de remodelación.
Todos los albergues de la Xunta están atendidos
por funcionarios ó similares por lo que la atención
al peregrino es nula. ¿Porqué no ponen hospitaleros voluntarios? esa es la pregunta que algunos se
hacen y la respuesta es fácil: el político de turno
ha tejido una red clientelar que se traduce en votos.
Palas ofrece todos los servicios así que encontrar
un lugar para comer no supone mayor problema.
En un bar de la calle principal toma el peregrino
el menú del día (8€), abundante y sabroso. Ha
llegado un poco tarde por lo que termina casi el
último y eso le permite charlar un rato con la
chica que le ha servido, comentando la abundancia de peregrinos, unos amables y otros no tanto,
el salario escaso para la dureza del trabajo, lo raro
de tantos días de sol seguidos, ...
Cada vez que el peregrino vuelve a Galicia se reafirma en la idea de que lo mejor son sus gentes
siempre corteses y dispuestas a ayudar al forastero.
La sobremesa se traslada a una terraza para tomar
café, descansar y cambiar impresiones acerca de
lo ya recorrido y lo poco que queda para estar en
Compostela. Casi nada si se echa la vista atrás.
Pasear por Palas es observar lo que se podría
llamar la Galicia profunda a la que le ha llegado,
de repente y sin esperarlo, un río de oro en forma
de peregrinos. El Camino llevaba siglos ahí y sólo
faltaba aprovechar sus posibilidades ó, como diría
un cursi, ponerlo en valor. De momento aún no
han salido de la sorpresa y tal parece que todavía
no se lo han creído porque todo sigue igual ó casi.
La secular prudencia del gallego le hace esperar y
ver antes de modernizar su negocio de toda la
vida; como ejemplo ahí está la farmacia cuya fa-
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chada no ha cambiado desde el día de su inauguración, seguramente, a comienzos del siglo pasado.
La resaca del Xacobeo va a durar y detrás de la
infantería, el peregrino a pie, vendrán los demás y
si no se quiere que pasen de largo convendría ir
poniéndose al día.
Estas y otras reflexiones son objeto de la charla
con otros peregrinos en el parquecito frontero con
la Casa do Concello; un lugar muy agradable,
limpio y bien cuidado. Si no fuese por este tiempo
compartido las tardes del peregrino se harían
interminables.
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