La concepción del cuerpo en los autores postfreudianos

Transcripción

La concepción del cuerpo en los autores postfreudianos
La concepción del cuerpo en los autores postfreudianos*.
José Ángel Rodríguez Ribas.
Sevilla. Abril 2014.
En este apartado, nos hemos querido dotar de información suplementaria sobre el tema
que han elaborado otros psicoanalistas a partir de similares ejes epistémicos: el llamado
pensamiento postfreudiano. Autores, que nos permitan encuadrar, y en algún caso matizar,
aquellas afirmaciones que se han ido desplegando a propósito de la obra freudiana. Se
trata entonces, no tanto de revisar los conceptos originarios que se han aportado desde
psicoanálisis sobre el cuerpo, sino, por el contrario, como estos han ido modificándose a lo
largo del tiempo. Por otra parte, hablar de analistas postfreudianos –todo el psicoanálisis lo
es- no deja de implicar una cierta arbitrariedad por nuestra parte, para definir a aquellos
que inscribieron su obra en el marco, digamos, de cierta ortodoxia freudiana representada
por la IPA. Reseñaremos, en consecuencia, las ideas principales de algunos autores, cuya
aportación al tema hemos considerado digna de mención; sabiendo de antemano que esta
relación panorámica no es, ni con mucho, completa ni exhaustiva 1. Pero que toca
cuestiones que abarcan toda una diversidad de temas, que van desde la propia
constitución de la subjetividad, sus relaciones pulsionales y objetales, hasta el ámbito de la
imagen o la técnica y clínica psicosomática, pasando por las psicosis o el autismo (campo
este último, por cierto, sobre el que se ha prestado gran atención); influyendo, sin duda,
teóricamente en multitud de abordajes, como condicionando las modalidades técnicas de
acceso a la clínica.
Comencemos Georg Groddeck, que a pesar de contar con la autorización freudiana para
nombrarse como psicoanalista, dado que era médico, partía de una posición inicial
distinta. Frente al radical dualismo freudiano Groddeck (Nasio, 1996b: 138), sostuvo una
posición monista, según lo cual lo psíquico y lo orgánico no serían más que dos formas
determinadas por una fuente única: el ello. Para él, cuerpo y alma son un todo; y, a pesar
de reconocerse a Groddeck como uno de los padres de la medicina psicosomática,
justamente, reniega de la posición que hace que bajo ese término se perpetúe la nosología
de aquellas entidades que serían psíqucas en su origen y somáticas por sus
manifestaciones; sabiendo que, además, numerosas enfermedades somáticas cursan con
afecciones mentales. Al tratar de descubrir la finalidad de la enfermedad siendo que su
causa jamás es única, se cae en que el origen casi siempre es sexual (op.cit.: 142). Y el ser
humano, debe reprimir sin cesar pensamientos y necesidades que tienen un estrecho
vínculo con esta. A partir de esta represión enajenante nace la enfermedad. Su concepto
fundamental el ello (1923) no coincide exactamente con la versión que más tarde daría
Freud. El ello, que no es una instancia psíquica, dirige la construcción del organismo cual
fuerza vital, en su acepción goethiana, y fundamentalmente bisexual. Dado que su teoría
elude la cuestión de la diferencia sexual y el complejo de castración, es por lo que los
límites de su Ello son variados, arbitrarios y múltiples (op.cit.: 147).
Paul Ferdinand Schilder va a utilizar tempranamente, alrededor de 1913, el concepto de
imagen del cuerpo, para integrar el cuerpo real compuesto por los datos neurofisiológicos,
Agradecemos al Dr. Ricardo Jarast (APM/IPA), sus amables sugerencias acerca de las aportaciones
postfreudianas.
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1
con el cuerpo imaginario propio del psicoanálisis referido a la estructura libidinal del
cuerpo y sus patologías psiquiátricas. Su obra Imagen y Apariencia del cuerpo humano
(Schilder, 1983: 11 y 15) resultó ser una auténtica revelación en los estudios de este campo
y cita importante para los posteriores. Por imagen corporal, enuncia aquella representación
que nos formamos mentalmente de nuestro cuerpo, es decir, la forma en que este se nos
aparece. Recibimos sensaciones táctiles, térmicas, musculares, viscerales etc. pero se trata
de algo más que una percepción. Para ello, usa el término esquema corporal, en tanto
imagen tridimensional que cada uno tiene de sí mismo. Sobre dicha imagen van a
intervenir (op.cit.: 24, 107, 188 y 241) el sentido de la postura, la facultad de localización, la
imagen óptica, la simetría corporal, la percepción óptica, la imaginación y las impresiones
táctiles. Por lo que respecta a la estructura libidinal de la imagen corporal, Schilder, recuerda
que Freud demostró que a todos nos interesa la integridad de nuestro cuerpo y que la
libido se da en nuestro cuerpo como un ente total: a este estado le dio el nombre de
narcisismo. No podría haber libido, ni energía de los deseos del yo sin un objeto con el cual
estamos vinculados. En otras palabras: el cuerpo habrá de proyectarse en el mundo y el mundo
habrá de introyectarse en el cuerpo. Después de todo, la imagen corporal no se da por si sola
sino que habrá que construirla y desarrollarla. Más adelante, Schilder ocupa de la sociología de
la imagen corporal. Fenómenos como la expresión de las emociones, la curiosidad, las
relaciones, la distancia social, la imitación, la belleza y la identificación componen algunas
de sus contribuciones. A pesar de no existir ninguna imagen social colectiva; lo que sucede es
que todo el mundo construye su propia imagen corporal en contacto con otras imágenes.
Sandor Ferenczi, analizado por Freud, fue otro de los autores tempranos en lo que del
psicoanálisis atañe al cuerpo. Discípulo predilecto, con Jung, e interlocutor privilegiado de
Freud con quien sostuvo una continuada correspondencia, en 1918 siendo movilizado
para la guerra (Nasio, 1996 b: 97), comienza a señalar la necesidad de utilizar un cambio
más rápido para obtener modificaciones importantes. Pero es en 1929 cuando comienza a
presentar sus novedades. Por una parte, trabaja aumentando la tensión por medio de la
frustración y por otra una relajación al autorizar ciertas libertades (op.cit.: 103). En clara
contradicción con la regla de oro del psicoanálisis, que es la de no tocar para poder asociar
libremente, abogó por el contacto directo con el paciente desde una metodología donde el
cuerpo del paciente deviene objeto (Pastor Pradillo, 2002: 50). Ferenczi, innovó la técnica
habitual con la llamada técnica activa: imponía al paciente ciertas tareas, además de la regla
fundamental. En sus escritos, se aprecia la atención que constantemente le dedicó a la
actividad muscular y a la expresión corporal. Es en ese sentido que se reconoce tanto a
Abraham junto con Ferenczi, como iniciadores del estudio de pautas de comportamiento
estableciendo una tipología del carácter.
Sandor Radó, a su vez amigo de Ferenczi y cofundador de la Sociedad Psicoanalítica de
Budapest, perteneció a los pioneros del freudismo (Roudinesco y Plon, 1998: 893- 895).
Adepto a un biologicismo radical y partidario de la integración pura y dura del
psicoanálisis a la medicina, se convirtió en uno de los grandes especialistas americanos en
alcoholismo, adicciones y toxicomanías. Renunció a los principios clásicos de la cura para
desarrollar una técnica activa, de tipo conductista, basada en la reeducación emocional y la
renuncia del análisis a los mecanismos de la represión y rememoración del pasado.
Pero el puente entre las funciones psíquicas y las somáticas no podía completarse sin un
concepto freudiano que vino a unificarlas: las funciones de la libido como energía psíquica
debían de ser relacionadas con los procesos energéticos a niveles somáticos.
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Para W. Reich, discípulo de Freud, sucedía que la realidad mental propuesta por Freud,
como único espacio donde podemos vislumbrar la presencia de nuestro yo, no expresaba
suficientemente la complejidad que envuelve al sujeto (Roudinesco y Plon, 1998: 912-916).
Reich, consideró al cuerpo no solo como un lugar de proyección sino como lugar de
inscripción de conflictos psíquicos que se materializarían a través de las tensiones
musculares sustentadas por la vida emocional; irrumpió en el campo de lo somático con su
temprana obra La función del orgasmo (1927). En dicha obra, proponía la teoría de que el
orgasmo tiene por misión descargar el exceso de energía del organismo. Si la descarga es
insuficiente, se produce ansiedad. A partir de numerosas observaciones, dedujo que la
energía emocional que pudiera expresarse sexualmente o en forma de cólera o ansiedad
quedaba retenida por tensiones musculares crónicas. También la forma de moverse y
actuar, constituyen la expresividad corporal del organismo. La suma total de las tensiones
musculares era considerada como una gestalt, es decir, como una unidad. Reich, vinculaba
la cura de la palabra con la intervención sobre el cuerpo y presentaba a la neurosis como
una rigidez o una constricción del organismo que había que atender con ejercicios de
distensión muscular para hacer aparecer el reflejo orgiástico. La eliminación de dicha
rigidez, se conseguiría mediante el control consciente por parte del paciente de la tensión
muscular y del impulso emocional bloqueado por su estado espasmódico. Por lo tanto, el
movimiento y la expresión serían las herramientas de que se sirven estos procedimientos
analíticos.
Alexander Lowen, a la estela de W. Reich y Ferenczi, acompañado de Pierrakos, formalizó,
a partir de lo que consideraba como una rigidez del método analítico, lo que denominó la
armadura y el análisis del carácter. En sus textos: La depresión y el cuerpo (1972) y El lenguaje
del cuerpo (1998) recorre teóricamente las dificultades que encontró en la aplicación del
método analítico y la alternativa que se pudiera presentar. En las páginas iniciales de esta
segunda obra, (Lowen, 1988: 10-12) culpa a los propios psicoanalistas de sus resistencias a
modificar el método analítico ya que el objeto del análisis son los sentimientos y la conducta del
individuo: dificultades que hay que atribuirlas a la complejidad inherente en la relación
cuerpo-mente. Estando la estructura corporal y el temperamento relacionados, resulta que
la expresión emocional del individuo constituye una unidad. Es por eso, que -según él- el
psicoanálisis ayuda poco a comprender por qué uno se comporta como lo hace. A renglón
seguido, enuncia las diferencias entre lo que denominó la terapia bioenergética y las técnicas
tradicionales del psicoanálisis: en primer lugar, el estudio del cuerpo es unitario; no solo se
trata de analizar el problema psicológico, sino la expresión física del problema tal y como
se manifiesta en la estructura corporal. En segundo lugar, esta terapia intenta de manera
sistemática liberar la tensión física de los músculos crónicamente contraídos. Y en tercer lugar la
relación entre terapeuta y paciente queda más comprometida 2. Si admitimos, con Lowen (op.cit.:
30-31) la unidad funcional del carácter y la pauta de rigidez muscular, hemos de encontrar
un principio fundamental común. Este no es otro que el concepto de procesos energéticos.
Nosotros, dice, trabajamos con la hipótesis de que existe una energía fundamental que se
manifiesta tanto en los fenómenos psíquicos como en el movimiento somático: la
En siguientes capítulos retoma las cuestiones iniciales para desarrollarlas más pormenorizadamente.
Reconoce que la técnica psicoanalítica freudiana tuvo su mayor eficacia en el tratamiento de las histerias, las
neurosis obsesivas y los trastornos emocionales, es decir, en aquellos conflictos caracterizados por profundos
conflictos a niveles genitales. Pero, con otros problemas, tipo masoquismo, manía, la depresión, las psicosis
etc., no fue tan exitosa, en tanto puso de manifiesto que el problema genital aparente, reflejaba un conflicto
más profundo que tenía su origen en los estadios preedípicos de la vida del paciente (Lowen, 1988: 22-29).
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denominamos bioenergía. Partiendo del principio freudiano de que el yo es ante todo un yo
corporal y teniendo en cuenta las anteriores premisas, Lowen infiere que el yo es un fuerza
en crecimiento. Crece tanto en intensidad como en coordinación y adaptabilidad: el
crecimiento del yo, sólo puede tener lugar dentro de los límites impuestos por el super-yo.
Con lo que la terapia bioenergética, combina el principio de actividad a nivel somático con el
procedimiento analítico a nivel psíquico (op.cit.: 52-53 y 134). El carácter, según Lowen,
representa un modo de comportamiento congelado o estructurado que posee una cualidad
que siempre lo distingue, como el sello de la persona. De ahí que se pueda describir,
distinguiendo con todo lujo de detalles: el carácter oral, el masoquista, el histérico, el fálicomasoquista el pasivo-femenino, el esquizofrénico y el carácter esquizoide. Descripciones que
remiten a la estructura postural, tónica, gestual y expresiva ligadas a rasgos de conducta
prototípicos.
Continuemos con M. Klein, que si bien no trató muy particularmente la cuestión del
cuerpo el hecho de volver a colocar al inconsciente en el centro de sus estudios, junto con
conceptos como el de posición, tan apreciado por Lacan, le permitieron ejercer una enorme
ascendencia en futuras concepciones teóricas y clínicas. Nora Barugel 3 recuerda que las
propuestas del inicial pensamiento kleiniano giraron alrededor de: la existencia de
relaciones de objeto precoces, la presencia de un complejo de Edipo temprano, una apoyatura en
la fantasía inconsciente y en las emociones, un énfasis en la interpretación de la transferencia, el
desarrollo del concepto de identificación proyectiva, la teoría de las posiciones y el estudio de
los fenómenos de duelo, así como el desarrollo de la teoría del instinto de muerte y la teoría de la
envidia. Como Sigmund Freud o D. Winnicott, Melanie Klein (Roudinesco y Plon, 1998:
827-828) construye sus conceptos sobre la base de una oposición binaria. En esta autora en
particular, es el caso de las nociones de objeto bueno y malo, envidia y gratitud y, finalmente,
de las posiciones (depresiva por un lado, esquizoparanoide por el otro, una introducida en
1934, y la otra ocho años más tarde). La posición, indica que el estado (depresivo, paranoide,
esquizoide) aparece en un estadío preciso del desarrollo pero puede repetirse más tarde, de
manera estructural, en ciertas etapas de la vida. Además, expresa la idea de que el niño
cambia de actitud o desplaza su posición en cuanto a la relación de objeto. El concepto de
posición depresiva sirve para introyectar en el yo un objeto interno suficientemente bueno
que permita superar el estado persecutorio (paranoide) propio de la pérdida de la madre
como objeto parcial. Si el niño no logra ver a la madre como un objeto total, y tampoco
desde de un clivaje entre el objeto bueno y el objeto malo, corre el riesgo de evolucionar
hacia la psicosis (paranoia o depresión). En caso contrario, puede superar ese estado de
destrucción del yo mediante la posición depresiva que, por lo tanto, marca para todo
sujeto, tomado en una situación preedípica, un momento capital entre el proceso de
fijación de la neurosis y el de la psicosis. En 1946, con “Notas acerca de algunos mecanismos
esquizoides”, Melanie Klein expuso el concepto de identificación proyectiva, para describir un
modo específico de identificación consistente en introducir la propia persona en el objeto,
a fin de hacerle daño; transformando simultáneamente la noción de posición persecutoria en
el concepto de posición esquizoparanoide. En estos desarrollos se trataba entonces de ampliar
la clínica psicoanalítica, pasando de una teoría del yo a una psicología del self. De ahí, recuerda
Barugel, surge un rico campo alrededor de la fenomenología y el mecanismo de
Barugel, Nora. 2009. “Melenie Klein, hoy”.
En: http://media.wix.com/ugd/62e7a6_4249e11ea90b5b5da9d24ced51721e85.pdf (Abril 2014).
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identificación proyectiva; terreno que posibilitaría la investigación del fenómeno del claustro: la
existencia de un espacio dentro de la madre interna, que cuando es invadido
intrusivamente por las identificaciones proyectivas, aparece cargado de ansiedades
claustrofóbicas y agarofóbicas, configurándose lo que D. Melzer denominó el claustrum,
con sus cualidades y leyes propias.
Uno de los autores bajo la esfera kleiniana, aunque con aportaciones sumamente
originales al campo del psicoanálisis infantil fue Donald Woods Winnicott (Roudinesco y
Plon, 1998: 1104-1107) 4. Winnicott, fue capaz de hacer una elaboración propia donde
destaca el papel del juego y del cuerpo del niño respecto a lo que denominó los fenómenos
transicionales. Su concepto del sostén adecuado en una madre suficientemente buena ha
resultado primordial en el avance de los cuidados infantiles. Tanto es así, que sus textos:
Realidad y Juego (1986) y sus Escritos de pediatría y psicoanálisis (1999) siguen siendo
referentes imprescindibles en multitud de abordajes infantiles. En su obra De la pediatría al
psicoanálisis de 1958, Winnicott, presenta el conjunto de sus ideas: a él le interesaban
menos los fenómenos de estructuración interna de la subjetividad que la dependencia del
sujeto respecto del ambiente. Según él, es el buen funcionamiento del vínculo con la
madre lo que le permite al niño organizar su yo de manera sana y estable. De allí su
aforismo de 1964: el bebé no existe. Es decir, que el lactante no existe jamás por sí mismo,
sino esencialmente como parte integrante de una relación. Todos sus conceptos
construidos a partir de 1945 forman parte de un sistema de pensamiento basado en la
noción de relación: la madre devota común (ordinary devoted mother), la madre
suficientemente buena (good-enough mother), el juego del garabato (spatula game, squiggle
game), o incluso el falso y el verdadero self y el objeto transicional. Desde esta perspectiva, la
good-enough mother es una madre ideal: atenta a todas las formas de diálogo y juego
creativo, debe ser capaz de hacer experimentar al niño una necesaria frustración a fin de
desarrollar su deseo y su capacidad de individuación. Esta relación, que reduce el lugar
del padre a una dimensión mínima, aparece como exclusiva y no erotizada. De su texto
Escritos de pediatría y psicoanálisis (1999), una muy interesante recopilación de artículos
leídos en diversos eventos, en su mayoría en la Sociedad Psicoanalítica Británica, cabe
extraer el artículo: “La mente y su relación con el psiquesoma” (1999: 324-340). En él, se
comenta que la mente no existe como entidad en el esquema de cosas del individuo
siempre y cuando el psiquesoma o cuerpo individual haya atravesado las etapas del
desarrollo más temprano. La psique y el soma solo pueden distinguirse más que con
arreglo a las experiencias del observador. La palabra psique se refiere a “la elaboración
imaginativa de las partes, sentimientos y funciones somáticas, es decir, al hecho de estar
físicamente vivo” (op.cit.: 327). Gradualmente los aspectos psíquicos y somáticos se ven
envueltos en un proceso de mutua interrelación. En una fase posterior, el cuerpo vivo, con
un interior y un exterior, es percibido por el individuo como parte del núcleo del ser
imaginativo. Este desarrollo es complejo y cuando el niño lleva apenas unos días de vida ya
existen posibilidades de deformación. Una teoría de la mente implica que el psiquesoma
precoz se mueve a tenor de ciertas líneas, siempre y cuando su continuidad del ser no se
vea turbada. Para ello hace falta un medio perfecto; medio perfecto es aquel que se adapta a
las necesidades del psique-soma recién formado. El mal medio, es malo en cuanto se
convierte en un ataque al psiquesoma, ante el que debe reaccionar. El buen medio, al
4
Ver también de R. Jarast: 2002. Objeto transicional y Yo-Piel. Complementariedad clínica de Winnicott y Anzieu.
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principio es físico, luego emocional. De ahí surge una madre “buena” capaz de adaptarse
activamente a las necesidades del pequeño. Si la madre es lo suficientemente buena sabrá
tolerar sus deficiencias (op.cit.: 328), aportando, a su vez, un fallo gradual de adaptación
con arreglo a tolerar todo fallo relativo. A mayor inteligencia del niño, veremos mayor
desprendimiento del mundo materno. “En estado de salud, la mente no usurpa a la
función del medio, sino que posibilita una comprensión y eventual aprovechamiento de
su fallo relativo” dirá Winnicott (op.cit.: 329). Como resultado de los niveles menos
acuciantes de la crianza en las nuevas fases, el funcionamiento normal se transforma
reemplazando prácticamente a la madre buena y haciéndola innecesaria. Como es lógico,
no puede haber una asociación directa entre la mente-psique y el cuerpo del individuo. Pero el
individuo localiza y coloca la mente-psique ya sea en la cabeza o fuera de ella, en alguna
relación espacial con la misma, lo cual constituye una importante fuente de jaquecas
sintomáticas, por ello uno de los objetivos de la enfermedad psicosomática es apartar a la
psique de la mente y devolverla a su original e íntima asociación con el soma. Winnicott,
dedicó su última obra Realidad y Juego (1986), a los pacientes que "le habían pagado por
enseñarle". En ella, comenta como el jugar tiene su lugar y tiempo, no se encuentra adentro
ni tampoco afuera, y para dominar lo que está afuera es preciso hacer cosas y hacer cosas
lleva su tiempo por lo que jugar, es hacer. Para ello, Winnicott propone la existencia de un
espacio potencial entre el bebé y la mamá. Varía dependiendo de las experiencias que lo
enfrentan al mundo interior y a la realidad exterior. En este texto (Winnicott, D. W. 1986:
20, 61, 75 y 112) comenta que la experiencia de succión del pulgar que efectúa el bebé se ve
acompañado por otros aditamentos como son: tomar un objeto con la otra mano, aferrarse
a un trozo de tela o arrancar lana y usarla para acariciarse o, simultáneamente, se
producen movimientos de masticación, de acompañamiento, de balbuceos, ruidos etc.
Como, además, estas experiencias funcionales van acompañadas de pensamientos o de
fantasías, denomina a estos fenómenos: transicionales. Y a los objetos que lo acompañan:
objetos transicionales. Los fenómenos transicionales, así entendidos, representan las primeras
etapas del uso de la ilusión, sin las cuales no tiene sentido para el ser humano la idea de una
relación con un objeto que otros pueden percibir como exterior a ese ser. La realidad
psíquica interna, tiene una especie de ubicación en la mente, en el vientre, en la cabeza o
en cualquier otro lugar, dentro de los límites de la personalidad del individuo, en que la
denominada como realidad exterior se encuentra fuera de esos límites. Una aplicación de
este concepto se encuentra en el hecho de que:
La psicoterapia se da en la superposición de dos zonas de juego: la el paciente y la del terapeuta.
Está relacionada con dos personas que juegan juntas. El juego es una experiencia siempre
creadora y es una experiencia en el continuo espacio-tiempo, una forma básica de vida. Su
precariedad se debe a que siempre se desarrolla en el límite teórico entre lo subjetivo y lo que
se percibe de manera objetiva.
Con lo que el objeto transicional, al fin, representa la capacidad de la madre para presentar
el mundo de tal modo que el niño no tenga que saber al comienzo, que dicho objeto es
creado por él. Es por lo que los cuidados maternos en distintos tipos de culturas
determinan, a una edad muy temprana, las pautas de las defensas del individuo, así como
proporcionan los planos para la sublimación posterior.
Otro de los autores postkleinianos digno de mención es el estadounidense Donald
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Meltzer 5. Meltzer usa un sistema de notación que deriva del lenguaje de los niños para
nombrar los componentes estructurales de la mente que forman la trama edípica.
Considera, que este lenguaje que surge y se dirige a las partes infantiles de niños y adultos, es
más útil para expresar las hipótesis cercanas a la clínica, que el lenguaje teórico
psicoanalítico. Es por esta razón que las partes del self y de los objetos de la escena sexual
polimorfa son denominados: el padre, la madre, el niño, la niña y el bebé dentro de la madre. La
inclusión de este último se basa en los descubrimientos kleinianos de que las fantasías
infantiles se centran en los contenidos del cuerpo de la madre como situación sexual
básica. El primer impacto del ser humano es el de la belleza exterior de la madre y el misterio
de su interior, que despierta su sed de conocimiento. Dicho impacto no es sólo frente a la
belleza y misterio del cuerpo sino también de su mente, teniendo en cuenta que se trata de
un objeto combinado materno y paterno. En el curso de un análisis, en determinado
momento, se entra en la etapa que Meltzer denomina el ordenamiento de las confusiones
zonales, en referencia a las distintas zonas erógenas y su forma de intercambio con el
objeto 6. El sufrimiento se atenúa por la arrogancia del self infantil que cree que las partes del
cuerpo del niño (nalgas, mejillas…) son equivalentes o más bellas que el pecho materno.
Las confusiones zonales originan varias posibilidades de permutación: la conocida
equivalencia heces=penes=bebés evidencia no sólo la confusión de zonas y productos, sino la
idealización de la producción infantil (las heces) como equivalentes a las producciones
parentales.
Otro de los autores que abordaron la cuestión del cuerpo desde el costado autístico fue
Bruno Bettelheim. Autor sumamente conocido por su texto sobre el Psicoanálisis de los
cuentos de hadas (1977). Como comenta G. Requiz 7, Bettelheim en su texto La fortaleza vacía
(2012), proporciona el ejemplo de un autista que hace uso de un objeto para organizar un
cuerpo rudimentario, dando continente a sus órganos y estableciendo una débil frontera
entre el adentro y el afuera. Paradójicamente, sus máquinas tenían atributos humanos,
eran capaces de sangrar y reaccionar. De la amplia fenomenología referida, se deduce la
falta total de revestimiento fálico que espera el niño al nacer. Bettelheim atribuye a la falta
de mutualidad la razón de su alejamiento del mundo. Mutualismo es un término útil que
recoge la ausencia del Otro en la estructuración del sujeto y su cuerpo. El enigma del
deseo no se inscribe en él y por ello queda petrificado como una cosa. Sin embargo, son
notables los esfuerzos de este sujeto para construirse un cuerpo y establecer funciones.
Con funciones de suplencia, establece un borde que opera como superficie corporal
aunque de forma distinta al borde que efectúa la extracción del objeto, y con funciones de
representación ante el Otro.
La psicoanalista británica Frances Tustin 8, hizo un exhaustivo estudio sobre el trastorno
5 Felisa Waksman de Fisch: “Introducción a las ideas de Donald Meltzer vinculadas con el material clínico de las
supervisiones”.En:file:///C:/Documents%20and%20Settings/Angel.PC-1/Escritorio/Waksman-de-Fisch.
pdf. (Abril 2014).
6 La creciente admiración por el método analítico, que equivale en la fantasía a la admiración por la belleza
de la madre, especialmente los pechos, genera diversos conflictos.
7 En “Los objetos fuera del cuerpo, los nuevos goces” de Gerardo Requiz.
En:http://www.enapol.com/es/template.php?file=Las-Conversaciones-del-ENAPOL/Los-objetos-fueradel-cuerpo/Gerardo-Requiz.html (Abril 2014)
8Frances Tustin: “Ser o no ser: un estudio acerca del autismo”. En: http://www.apdeba.org/wp-content/
uploads/Tustin.p. (Abril 2014). Ver también: Tustin, Frances. 1989. Barreras autistas en pacientes neuróticos. Ed.
Amorrortu. Buenos Aires.
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autístico, aportando de paso sus teorías sobre el cuerpo. A propósito de un caso, Colin,
comenta que lo niños autistas son distintos de todo otro niño que vemos. La mayor parte
de los niños más pequeños son mudos; los mayores pueden tener ecolalia. Otros, evitan
relacionarse con la gente. Esto parece ser, en parte, porque sólo tienen una conciencia muy
tenue de que tengan alguna existencia. Parecen tener poca o ninguna conciencia de que tienen
un cuerpo de carne y hueso, sea como objeto total o como objeto parcial. Parecen estar rodeados
de un caparazón que evita que nos pongamos en contacto con ellos. Cuando traspasamos
esta fachada defensiva, encontramos que los niños autistas están traumatizados. En cierto
momento del tratamiento nos muestran que tuvieron una conciencia muy angustiante de
su separación corporal con la madre que amamanta, que esta conciencia fue insoportable.
Algunos niños autistas, cuando comienzan con la psicoterapia, parecen sentir que flotan o
que no tienen peso. Lo cual podría ser una reacción elemental de pánico ante la conciencia
aterrorizante de la separación corporal con la madre. Parece posible que, en situaciones de
terror corporal agudo, el sentido psíquico del “ser” puede ser escindido del cuerpo físico. Esto está
vinculado con el descubrimiento de Winnicott que en los niños muy inseguros la psiquis y el
soma parecen haberse escindido y que estos niños, asustados del “agujero negro” del “no ser”,
debieron hacerse responsables prematuramente de su propio sentido de “ser”. Perder el
sentido de la existencia es mucho peor que morirse. Para evitar estas tribulaciones, todos
los niños desarrollan prácticas autogeneradas que dan por resultado la ilusión de estar
protegidos por un caparazón. Los objetos autísticos están generados por el sentido del tacto y
son sentidos como siendo partes del propio cuerpo del sujeto. También, pudo darse cuenta
de otro procedimiento: las figuras autistas (autistic shapes), autogeneradas por sensaciones
táctiles tales como acariciar, pincelar, frotar, y hasta dibujar y pintar, sobre superficies
lisas, tanto las del propio cuerpo del sujeto, como la de aquellos objetos externos sentidos
como partes de la superficie corporal del sujeto. De la misma manera, son derivadas los así
llamados manerismos nerviosos tales como hamacarse o moverse con inquietud. Los niños
autistas viven en términos de superficies; su experiencia es plana y bi-dimensional. De este
modo se evita el doloroso reconocimiento de la individualidad de los cuerpos. No hay
conciencia de estar dentro del caparazón: la sensación importante es la de estar escondido,
cobijado y protegido. El caparazón autista impide la entrada de toda conciencia de otros
cuerpos, como también del propio, bloqueando el desarrollo normal de la envoltura
psíquica descripta por Anzieu, e impidiendo tener conciencia de la separación corporal.
Cuando, durante el tratamiento, toman conciencia de su cuerpo objetivo, temen que se les
desprendan partes, o que se van a derramar y desaparecer, o que la piel sea pelada, o que el
pelo desaparezca al lavarse o se caiga todo. El tocar, en la misma línea, tiene un significado
mágico para los niños autistas: ser tocado parece una intrusión que los va a llevar a “dejar
de ser”. De esta misma manera, los objetos y las formas son, en su mayor parte
experimentados como formando parte del cuerpo del sujeto. No hay espacio entre el sujeto y el
objeto; a los objetos autistas se los siente como una parte siempre presente del cuerpo y por
lo tanto, no traen ninguna alarmante sensación de espacio.
Una destacada sucesora de las teorías winnicottianas, fue Márgaret Mahler 9. Poco a poco y
En “El modelo del desarrollo propuesto por Márgaret Mhaler” a cargo de Norberto M. Bleichmar. En:
http://teoriaspsicologicas2.files.wordpress.com/2012/10/bleichmar-norberto-m-mahler-margaret.pdf.
(Abril, 2014). Ver también: Mahler, Margaret. 1984. Estudios 1: Psicosis infantiles y otros trabajos. Ed. Paidós.
Buenos Aires.
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a partir de sus estudios -era pediatra, como Winnicott- sobre enfermedades neurológicas
en la infancia fue volcándose hacia la consideración de los problemas psicológicos, en
concreto los cuadros psicóticos de la infancia, diferenciándolos del autismo. Los rasgos
típicos del autismo infantil se refieren al modo de contacto que el niño establece con el
medio ambiente, haciendo que recurran frecuentemente a actividades autoagresivas,
presentando un extraño contraste entre la ausencia de actividades autoeróticas y las
intensas conductas autolesivas. Algunas de estas actividades tienen el propósito de
agudizar la conciencia de los límites del ser corporal y el sentimiento de identidad. Hay
una indiferenciación total entre ser y objeto. Mientras que los niños autistas nunca habían
mostrado capacidad para establecer relaciones significativas, los niños con psicosis
simbiótica habían enfermado repentinamente en el curso de su crecimiento. El momento de
irrupción de la psicosis estaba generalmente ubicado entre el año y los tres -años de edad.
Mahler, piensa que el nacimiento psicológico no coincide con el biológico. Existe, por lo
tanto, un factor innato, constitutivo del ser humano, que induce el proceso de separación e
individuación. Todas las interacciones que el niño tiene con su madre y con el medio
ambiente durante los primeros cuatro o cinco meses de vida son traducidas en percepciones
táctiles, visuales, cenestésicas. El yo es antes que yo representación, yo corporal; ya que agrupa
inicialmente una serie de estímulos provenientes del exterior y del interior. Dichos
cuidados proporcionados por la madre y adecuadamente aprovechados por un niño con
dotación genética normal permiten el desplazamiento de las catexias viscerales a los
órganos de los sentidos, el tacto, el olfato, el oído y la vista, convirtiéndose en vehículos de
relación con el medio. Para que pueda darse dicho proceso, Mahler distingue varias
etapas: Primera fase. Autismo normal En esta etapa de la vida, entre el momento del
nacimiento y la cuarta semana, los fenómenos biológicos predominan en gran medida
sobre los psicológicos. Segunda fase. Simbiosis normal. La simbiosis se refiere al vínculo
establecido entre dos organismos de manera que ninguno de los participantes puede
prescindir del otro. Si en la fase autista las catexias libidinales y agresivas estaban volcadas
principalmente al interior del cuerpo, predominando las percepciones y propioceptivas y
viscerales, al comenzar a romperse el cascarón las percepciones provenientes del mundo
externo cobran cada vez mayor importancia y con ellas, la madre como objeto productor
de estos estímulos. Tercera fase. Separación-individuación. Esta fase de comienza alrededor
del quinto mes de vida y concluye idealmente en el tercer año de edad. Además se
subdivide en otras cuatro subfases: la primera es la de diferenciación. A ella le sigue la
ejercitación locomotriz. La tercera subfase fue bautizada como de acercamiento. La última
subfase consolidación de la individuación y los comienzos de la constancia objetal emocional.
Una vez lograda la investidura libidinal de las funciones matrices el niño puede ejercitarse
placenteramente en éstas, lo que le permite descubrir un inmenso gozo en el uso de su
propio cuerpo.
Uno de los grandes precursores del campo psicosomático en Francia fue Pierre Marty 10.
Marty dedicado a la observación exclusiva y reflexiva de los enfermos somáticos postuló a
partir de la funcionalidad del preconsciente el concepto de mentalización, que calificó a su
vez como rica, pobre o irregular (variable). Y es a partir de lo que denominó mentalización
10 “El Cuerpo en el Psicoanálisis Contemporáneo: Sobre las concepciones psicosomáticas de Pierre Marty y Joyce
Mcdougall”. En Body Readers. http://www.indepsi.cl/bodyreaders/literatura/arti-sanches.htm. (Abril.
2014). Ver también Marty, P. 1990. La psicosomática del adulto. Ed. Amorrortu. Buenos Aires y Marty, P.;
M´uzan, M.; David, Ch. 1967. La investigación psicosomática. Ed. Luis Miracle. Barcelona.
9
pobre, que describió la depresión esencial, la vida operatoria y la desorganización
progresiva contra-evolutiva. Todas ellas producto de una falla pasajera o momentánea o
de una ausencia o negatividad del preconsciente operativo, casi desaparecido o nunca
establecido. En sus trabajos, Marty (1967 y 1990) señala que si los pacientes somáticos por
lo general presentan pensamientos superficiales, carentes de valor libidinal, excesivamente
orientados hacia la realidad externa y vinculado a la materialidad de los hechos;
pudiéndose imaginar que las dinámicas afectivas de los pacientes somáticos se rigen por el
proceso secundario. Sin embargo, estos individuos no establecen conexiones con contenidos
simbólicos, evidenciando la ocurrencia de investimentos libidinales arcaicos, semejantes a
aquellos realizados cuando el aparato psíquico funcionaba bajo la égida del proceso
primario. En consecuencia, la energía psíquica -el sustrato cuantitativo de la simbolizaciónse encuentra libre y estimula el uso compulsivo de las formas más rápida y directa del
manejo de las tensiones. Posiblemente por este motivo, se destaca una vehemente propensión
a la acción en detrimento de la simbolización, como característica de los pacientes somáticos.
Conductas poco elaboradas desde el punto de vista psíquico son entonces adoptadas para
minimizar el impacto causado por las excitaciones. Suponiendo que la restricción
fantasmática que los caracteriza hace del aparato sensorio-motor una forma favorita de
externalizar las demandas pulsionales (Marty, 1990). Esta hipótesis adquiere todavía una
mayor consistencia (Marty, M’Uzan y David, 1967), en la medida que es posible notar en
su discurso palabras que frecuentemente se encuentran desvinculadas de elementos
simbólicos y son empleadas como mero instrumento de descarga de las tensiones. Es
decir; sus verbalizaciones no están sobre investidas, ni tampoco sobre determinadas a pesar que el
psiquismo de los pacientes somáticos no se encuentra totalmente desconectado de lo
inconsciente. Marty, señala también que los pacientes somáticos generalmente establecen
vínculos afectivos poco significativos y mantienen relaciones superficiales. Teniendo en cuenta lo
anterior, propone que los pacientes somáticos comúnmente presentan un funcionamiento
psíquico situado entre las neurosis y las psicosis, acuñando el término pensamiento operatorio
para referirse no sólo a un modo de pensamiento, sino más bien una especie de
organización psíquica. Marty (1990) señala que sus ideas parten de que la actividad de la
fantasía permite el flujo de las excitaciones, integra las demandas pulsionales y favorece la
formación de síntomas reversibles. La reordenación de los elementos funcionales
existentes en el preconsciente se vuelve particularmente difícil en la vida operatoria, de
manera que la sustitución de la simbolización por la reacción se transforma en una acción
habitual y destructiva. Sin embargo, los comportamientos pueden sustituir el lenguaje: por
esto, no es raro que los individuos operatorios consigan, gracias a la orientación para la
acción que presentan, protegerse de la eclosión de afecciones orgánicas.
Otro de los autores fundamentales, aunque posterior, en el pensamiento postfreudiano, es
sin duda Didier Anzieu. Vicepresidente de la APF, inicial discípulo de Lacan, sus trabajos
alrededor del cuerpo, del psicoanálisis infantil y los pequeños grupos han resultado
determinantes en la clínica actual. Uno de los textos que causó gran impacto fue “Le Moi–
Peau” por el año 1974. Veamos sucintamente la tesis que sostiene en el libro que publicó
posteriormente y del mismo título: El Yo-piel (Anzieu, 1998). Para él, la piel es la envoltura
del cuerpo de la misma forma que la conciencia tiende a envolver al aparato psíquico.
Considerar que el yo, como la piel, se estructura en una interfaz -se dice en el prólogopermite enriquecer las nociones de frontera, de límite y de continente en una perspectiva
psicoanalítica, lo que le lleva a su teoría sobre las envolturas psíquicas. Después de analizar
10
una serie de datos, etológicos, grupales, proyectivos y dermatológicos expone sus
argumentos sobre yo-piel. Según Anzieu (1998: 47-51) Freud no limitaba la fase que
calificaba de oral a la experiencia de la zona buco-faríngea y al placer de la succión, es
decir, a la experiencia del contacto y del llenado, sino que al bebé se le tiene en brazos,
estrechado por el cuerpo de la madre, se siente llevado, manipulado, frotado y
acompañado de un baño de palabras y de canturreos.
Estas actividades conducen progresivamente al niño a diferenciar una superficie que se
compone de una cara interna y otra externa, es decir, una interfaz que permite la distinción entre
del afuera y del adentro, y volumen que le aportan la experiencia de un continente.
Piensa Anzieu, que Melanie Klein descuidó las cualidades propias de la experiencia
corporal, con lo que la superficie del cuerpo está ausente en su teoría. Ausencia tanto más
desconcertante, cuanto que en su teoría fundada en la oposición entre introyección
(lactante) y proyección (excreción) no encontramos un límite que diferencie entre el adentro
y el afuera. Winnicott, en cambio, sí que privilegió el holding y el handling de la madre real,
insistiendo en las relaciones entre ciertas partes del cuerpo y sus productos. Cita, por ello,
algunas teorías y autores que pretendieron remedar esta carencia teórica: la constitución
de un espacio emocional y de un espacio de pensamiento en Bion, la representación de un Yopulposo, blando y fofo versus un yo-crustáceo, rígido, todo ello, en las formas primaria y
secundaria del autismo infantil en Frances Tustin; o la segunda piel muscular, como coraza
característica defensiva-ofensiva de los esquizofrénicos, en Esther Bick. El infans, dirá,
adquiere la percepción de la piel como superficie por las experiencias de contacto de su
cuerpo con el cuerpo de la madre y dentro del cuadro de una relación aseguradora de
apego con ella. Se llega así no solamente a la noción de un límite entre el exterior y el
interior, sino también a la confianza necesaria para el control progresivo de los orificios, porque
no se puede sentir confianza en cuanto a su funcionamiento si no se posee, por otra parte,
un sentimiento básico que garantice la integridad de su envoltura corporal.
Con el término de Yo-piel designo una figuración de la que el niño se sirve, en las fases precoces de
su desarrollo, para representarse a sí mismo como Yo que contiene los contenidos psíquicos a
partir de su experiencia de superficie del cuerpo. Esto corresponde al momento en que el Yopsíquico se diferencia del Yo-corporal en el plano operativo y permanece confundido con él
en el plano figurativo 11.
Piera Aulagnier 12, inicial discípula de Lacan, por su parte, revisa la incidencia de
11 La piel, primera función, es el saco que contiene y retiene en su interior lo bueno y lo pleno que la lactancia, los
cuidados y el baño de palabras han acumulado en él. La piel, segunda función, es el interfaz que marca el
límite con el afuera y lo mantiene en el exterior, es la barrera que protege de la penetración de las avideces y
agresiones que provienen de los demás, seres y objetos. La piel, finalmente, tercera función, al mismo tiempo
que la boca y por lo menos tanto como ella, es un lugar y un medio primario de comunicación con el prójimo y el
establecimiento de relaciones significantes; es, además, una superficie de inscripción de las huellas que ellos dejan. Con
este origen epidérmico y propioceptivo, el Yo hereda la doble posibilidad de establecer barreras (que se
convierten en mecanismos de defensa psíquicos) y de filtrar los intercambios (con el Ello, el Superyó, y el
mundo exterior). Consecuencia ulterior: el Yo-piel proporciona la posibilidad de pensamiento (Anzieu, 1998:
47-51).
12 Ver: “Pensando el cuerpo”: conferencia del Dr. Pedro Boshan.
En: http://apdeba.aulainstitucional.com.ar/file.php/1/conferencia_boschan.pdf. (Abril, 2014) y “Visitando a
11
investiduras parentales en la relación que el infans desarrollará con su propia realidad,
incluso su realidad corporal; plantea la función del cuerpo como mediador y como apuesta
relacional. Aulagnier (1991 y 1997) en sus textos, plantea un comienzo en el que la realidad
coincide plenamente con sus efectos sobre la organización somática: por eso habla de
proceso originario o pictograma. O dicho más precisamente, para el infans la realidad es esa
perturbación o placer generado en el cuerpo; “mi realidad es lo que me sucede en el cuerpo”.
La actividad psíquica está conformada, para Piera Aulagnier, por el conjunto de tres
modos de funcionamiento: originario, primario y secundario. Estos tres modos de
funcionamiento psíquico no están presentes desde un primer momento, sino que se
suceden temporalmente y incidiendo cada uno de ellos en los posteriores, siendo vigentes
durante toda la vida. La actividad que representa al proceso originario, es el pictograma:
pintura, sello de este encuentro inaugural del recién nacido con la madre, junto con el
encuentro de este naciente aparato psíquico con su propia corporeidad. El concepto de
pictograma, supone una especularidad, conlleva una equivalencia entre representante y
representado, en donde no hay diferenciación entre zona y objeto. Es la representación de la
experiencia inaugural de placer que condensa sentidos, pulsa y deja marcas de procesamiento
psíquico. Si estas marcas se instauran bajo el signo del placer, zona–objeto se fusionan. Este
modo de funcionamiento persiste en algún rincón de nuestras mentes; por eso el lo siento en el
cuerpo tiene ese efecto de rúbrica de autenticidad. En el hipocondríaco ese sigue siendo el
modo fehaciente de dar cuenta de la realidad y de sus afectos: también, en la clínica de
adolescentes es muy común que tras la primera experiencia sexual aparezcan síntomas
hipocondríacos.
Esther Bick 13, psicoanalista polaca postkleiniana, por su parte, sugiere que en su forma
más primitiva, las partes de la personalidad se vivencian como si estuvieran carentes de
una fuerza capaz de unirlas, por lo cual resulta necesario asegurar su cohesión en una
forma que se experimenta pasivamente, mediante el funcionamiento de la piel, que obra
como un límite. El estado de disociación (splitting) primitiva y la idealización del self y del
objeto pueden comprenderse entonces como el resultado de este proceso previo de
contención del self y del objeto dentro de sus respectivas pieles. Nos encontramos pues, desde
un punto de vista económico, frente a situaciones conducentes a ansiedades catastróficas
dentro de un estado de no integración, que contrastan con las ansiedades persecutorias y
depresivas de naturaleza más limitada y especifica. Parecería que, en el estado infantil no
integrado, la necesidad de encontrar un objeto contenedor lleva a la frenética búsqueda de
un objeto sea este una luz, una voz, un olor, o algún otro objeto sensual que sea capaz de
mantener la atención y, por lo tanto, susceptible de ser vivenciado por lo menos
temporariamente, como algo que une las diversas partes de la personalidad. El objeto
óptimo es el pezón dentro de la boca, junto con la madre que sostiene al bebé, le habla y de
la cual emana un olor familiar.
Piera Aulagnier“ María Eugenia Otero.
En:http://www.psi.uba.ar/academica/carrerasdegrado/psicologia/sitios_catedras/obligatorias/056_adole
scencia2/material/fichas/visitando_a_piera_aulagnier.pdf. (Abril, 2014). Ver también: Piera Aulagnier,
1991. Cuerpo, historia e interpretación. Ed. Paidós. Buenos Aires y también Piera Castoriadios-Aulagnier,
1997. La violencia de la interpretación Ed. Amorrortu. Buenos Aires.
13 Esther Bick: “La Experiencia de la Piel en las Relaciones de Objeto Tempranas”. Publicado en el International
Journal of Psychoanalysis, 1968, XLIX, 2-3. En:
http://www.asociacionbick.org/pdf/La_Experiencia_de_la_Piel_en_las_Relaciones_de_Objeto_Tempranas.
pdf. (Abril, 2014).
12
En la línea postfreudiana francesa del estudio de los trastornos precoces infantiles, otra
figura que descolla es la de Geneviève Haag 14. En su trabajo sobre la “Sexualidad oral y yo
corporal” comenta que los estudios sobre la génesis del yo corporal se expresan en general
en términos identificatorios en el marco de formas muy primitivas de relaciones de objeto:
identidad adhesiva, piel (Bick), introyección de contención con el propio esqueleto interno (Bion,
Meltzer), presencia de segundo plano de identificación primaria (Grotstein), presencia u objeto
lateral de identificación primaria (G. Haag) etc. Todos ellos, coinciden en la certeza de que no
hay vida pulsional sin objeto, y no hay objeto sin vida pulsional. La patología, en efecto, ha
enseñado a distinguir una auto-sensualidad en ese funcionamiento del auto-erotismo oral
de un verdadero auto-erotismo en el que la sensualidad se entremezclaría con una cualidad
pulsional emocional de intercambios ya en funcionamiento en los soportes sensoriales, sobre
todo sonoros, táctiles. Esa relación de superficie es lo que Haag llama la identidad adhesiva
normal. Es decir, la relación superficie a superficie que sospechamos que ha precedido la
construcción en tres dimensiones de la imagen del cuerpo y del espacio, y que ha quedado en
el fondo de nosotros como una posición. Ello, hace una envoltura circular o esférica alrededor
del cuerpo como resultado de una radiación de las imágenes motrices en aros que son la
traducción de las “tensiones hacia”, con rebote hacia el núcleo. En esa misma etapa
simbiótica, lo que ocurre es el fenómeno de la identificación adhesiva del costado dominante
del bebé con las funciones de sostén y de manipulaciones de la madre (el holding y el handling),
mientras continúan los intercambios psíquicos pareciendo que lo que ha llamado
identificación lateral (objeto lateral de identificación primaria) sea bidimensional. Por lo
tanto, esta cuestión de identificación de las partes del cuerpo con los objetos, ya sea
proyectiva o adhesiva, es una identificación masiva precoz que funda el yo-cuerpo; hasta el
punto, comenta, que llevamos en nuestro yo-cuerpo y todo el resto de la vida, nuestras
identificaciones primeras. Más adelante, continúa hablando de la auto-apropiación de los
miembros inferiores: tenemos el mismo fenómeno en torno a la bisagra horizontal que en torno a
la bisagra vertical. A partir del quinto mes de vida, cuando el bebé se toma los pies, parece
que hubiera momentos en que la parte inferior del cuerpo está adhesivamente confundida
con el cuerpo de la madre, y se despega y se desdobla de él en el auto-dominio y en el
auto-erotismo del pie. La mano que puede ponerse a manipular es, primero, una mano
auto-erótica, y el pie que va a caminar es un pie auto-erótico, para formar realmente parte del
cuerpo propio. ¿Se está aún en la sexualidad oral en el momento de esa formación de los ejes
vertical y horizontal?, se pregunta, respondiendo que sí, dado lo que acabamos de
describir de la succión del pie aunque haya un entrecruzamiento bastante importante a
partir de la mitad del segundo semestre de vida con el desarrollo del erotismo anal. Esa
construcción del cuerpo se realiza, pues, en gran parte durante el desarrollo de la
sexualidad oral y va a terminarse con la esfinterización y el desarrollo del erotismo anal. Podría
decirse que la calidad de esa esfinterización y del erotismo que la acompaña está
estrechamente ligada a la calidad de las formaciones previas: piel, esqueleto interno,
articulaciones axiales.
Sin embargo, convertida hoy en día la teoría postfreudiana en un ámbito donde múltiples
concepciones y tendencias coexisten, ha habido autores que sustentan visiones
Haag, Geneviève: “Sexualidad oral y yo corporal”. Publicado en Topique 87, 2004, París.
En:http://dspace.uces.edu.ar:8180/xmlui/bitstream/handle/123456789/63/Sexualidad_oral_y_Yo_corpora
l.pdf?sequence=1. (Abril 2014). Ver también: Haag, Geneviève, 1993: "Contribución a la comprensión de las
identificaciones en juego en el yo corporal". Revista de psicoanálisis. Buenos Aires.
14
13
radicalmente diferentes a las anteriormente expuestas.
Tal es el caso -entre otros- de Gerard Mendel con su texto El psicoanálisis revisitado
(Mendel, 1990: 105, 126). Según él, el psicoanálisis actual ha dimitido de los
descubrimientos realizados por la psiconeurología y las actuales ciencias cognitivas. Ello,
le lleva a reclamar el retorno a una llamada biología freudiana, tal y como según él,
propugnó el propio Freud. Desconocer estos avances, lleva a los psicoanalistas a
convertirse en auténticos faquires ensimismados en una práctica que aunque funcione no
se sostenga en una teoría contrastadamente sólida. En momento alguno de este texto se
nombra el cuerpo en cuanto tal, como más bien, una apelación a los factores endocrinos de
lo orgánico del cerebro.
En el centro de la teoría psicoanalítica no están ni el inconsciente ni el yo, sino la pulsión. La pulsión,
alimentada por la energía biológica del cuerpo -energía que para Freud es doble: no sexual y sexual-,
amenaza a la psique de dos formas distintas. Ya que la pulsión no es una fuerza bruta: es tanto
psíquica como biológica, y no se puede entender más que como el ramal, o mejor, como la continuación de lo
biológico en el interior del aparato psíquico. Se ve aquí la forma en que la “biología freudiana” se introduce
profundamente en el interior mismo de la teoría psicoanalítica. Prisionero de su ideología, Freud no
puede ni concebir ni admitir que el sujeto por sí mismo, sea autoproductor del fantasma. O de los
afectos.
Continuemos este breve recorrido, con un repaso a algunas referencias algo más
contemporáneas del pensamiento postfreudiano.
La doctora Joyce Mcdougall, miembro de la SPP y de la IPA, es autora del texto Los teatros
del cuerpo (1995) Ya, desde sus primeros capítulos, comenta los orígenes del individuo a
partir de la matriz del psicosoma. Según la autora (Mcdougall, 1995: 41) profundamente
enterrada en cada uno de nosotros existe la nostalgia de un regreso a una fusión ilusoria,
de aquella madre-universo omnipotente de la primera infancia. Todo lo que amenace la
indistinción entre el cuerpo propio y el materno, impulsará al bebé a una búsqueda
desesperada por recuperar el paraíso perdido intrauterino. Cuando la relación sea lo
suficientemente buena –evidente alusión winnicottiana- a partir de la unidad somatopsíquica
original se desarrollará una diferenciación progresiva en la estructuración psíquica del
pequeño. Dicho camino no deja de ser tortuoso y lleno de trampas. ¿Cuáles serían, según
Mcdougall, los elementos que claramente se hallan en una tendencia a la somatización?. Y
refiere varios de ellos (op.cit.: 54-147) en los que es posible hallar un eslabón faltante entre
los estados histéricos y psicosomáticos en las articulaciones freudianas. A las
transformaciones freudianas del afecto: conversión histérica, neurosis obsesiva y neurosis
actuales, habría que añadirle una cuarta. Un afecto puede ser ahogado en su expresión, sin
ninguna compensación por la pérdida de la experiencia y de la representación del
acontecimiento al cual está ligada. En segundo lugar, la mayoría de los analizados con
tendencia a somatizar, han alcanzado una fase de organización edípica. Sin embargo, a
esta estructura, se ha incorporado una organización mucho más primitiva donde la imago
paterna está mucho más deteriorada, o incluso ausente del mundo simbólico tanto de la
madre como del niño. Tercero: por consiguiente, la imagen de la madre interna, se vuelve
extremadamente peligrosa. El pene paterno, queda así escindido: idealizado, más allá de
cualquier identificación y como objeto parcial destructor y persecutorio omnipotente.
Cuarto: la imago materna, a su vez, queda también escindida. De un lado, una
representación idealizada que ofrece una promesa de felicidad y junto, un objeto parcial
que lleva la amenaza de muerte. Lo que nos lleva de nuevo al inconsciente de la madre y a
14
lo que representa para ella el niño en cuestión. Estas madres no pueden abandonar la
relación fusional que disfrutan, impidiendo que el niño se adueñe psíquicamente de su
cuerpo, sus emociones y su capacidad de pensar o de relacionar pensamientos o
sentimientos. Por último, este fracaso comprometerá invariablemente la capacidad del
niño pequeño para integrar, no solamente su cuerpo y sus zonas erógenas sino también su
mente. Cuando para una representación rechazada del inconsciente no existe posibilidad
de recuperación en forma de síntoma o de sublimación, se puede hablar, posiblemente de
privación psíquica (op.cit.: 72). Lo que carece la psique es de representaciones de palabras, al
decir freudiano. En su defecto, solo dispone de representaciones de cosas. Y ahí, la autora
utiliza el término de histeria arcaica para referirse al conflicto sobre el derecho a existir
mismo, más que el derecho a las satisfacciones libidinales normales de la vida adulta. La
disfunción psicosomática como respuesta a todo tipo de conflictos, puede comprenderse
entonces (op.cit.: 75) como un síntoma donde la psique busca con medios primitivos e
infraverbales, enviar mensajes que serán interpretados somáticamente. Este tipo de
fenómenos psicosomáticos son mensajes enviados por la psique cuando ésta se ve en
peligro por el resurgimiento de acontecimientos dolorosos o culpabilizantes pero cuya
representación es inmediatamente expulsada de la consciencia. Vemos, entonces, que de
alguna manera, la emergencia de representaciones no simbolizables son las que se hallan en el
origen de numerosas afecciones somáticas entendidas desde una perspectiva
postfreudiana.
Otro autor Jorge L. Ahumada (AAVV, 1995: 12-14) nos dice -a propósito de la relación con
el cuerpo y la significación- que el arraigo del inconsciente y del sujeto en lo corpóreo no es
una expresión aislada en el pensamiento del maestro vienés: quienquiera que esté
familiarizado con la obra de Freud sabe que da sobradas muestras del rol de fundamento
del sentido que asigna al psiquismo inconsciente, y en este, a lo corporal. Valga recordar
que los elementos de base del inconsciente, los triebe, llamados impulsos instintivos o
pulsiones. El cabalgamiento de los triebe entre lo somático y lo psíquico define la
corporeidad de base del psiquismo en la concepción freudiana. Lo mismo sucede con las
representaciones de cosa inconscientes, huellas de las vivencias investidas por la libido de
todas las zonas erógenas involucradas. Para Freud, el sentido de las palabras deriva de la
representación de cosa a la cual se ligan. Por otra parte, nos encontramos con que, de
acuerdo con Freud, identificación y relación de objeto son indiscernibles entre sí, es el nivel de
los erotismos oral, cutáneo y visual en el vínculo fusional con la madre-pecho. Elementos
ubicables de una corporeidad de lo vincular que pertenecen a la emocionalidad primaria. A
las distinciones entre cuerpo anatómico, cuerpo erógeno y cuerpo vincular añade, Ahumada,
uno cuarto: lo corporal en K. Un modo particular de desconocimiento de lo psíquico por la vía de
su escisión entre un cuerpo -cartesiano- mecánico y por ende ajeno a lo psíquico, que pasa a
sustituirlo: escisión avalada hoy desde la “cultura del deporte” y los intereses comerciales
que la sustentan.
Respecto a las manifestaciones somáticas y la expresividad de la psicopatología, Teresa
Bolaños muestra un interesante trabajo (AAVV, 1995: 41-44) que comienza así:
El trabajo clínico cotidiano interpela sobre la relación cuerpo-discurso. Llama la atención del
clínico en el setting, posturas, comportamientos corporales y gestuales de algunos pacientes,
aparentemente sin un sentido o significado precisos. A menudo se escuchan relatos, a
posteriori de vivencias de sensaciones corporales. Si a todo esto le añadimos la frecuente
aparición de síntomas psicosomáticos de diversa (…) ¿Podríamos decir que el cuerpo en
15
ocasiones cumple la función de la palabra?. Tendríamos que aceptar en este caso, que se trata de
comunicar algo a través de un medio: el cuerpo. Habría, entonces, un sentido a encontrar, un
significado a desvelar. ¿Se trata, desde una conceptualización, de una transmutación de la
libido?.
Según esta autora, las somatizaciones histéricas nos remiten a un cuerpo imaginario,
fantasmático. Habría allí, simbolización y represión. En la histeria, existe una disociación
mente-cuerpo pero diferente de la que existe en la enfermedad psicosomática. La elección del
área corporal, tiene relación con las zonas de vinculación genital prohibida. Sin embargo,
en el paciente psicosomático es diferente.
Existiría en estos pacientes un bloqueo en la capacidad de elaborar demandas instintivas que el
cuerpo dirige a la psique. Habría en el paciente psicosomático una posibilidad de insertar
experiencias afectivas corporales en el código lingüístico. El cuerpo será el portador de
experiencias frustrantes, de emociones no registradas que privilegian como medio fallido de
expresión el código visceral (AAVV, 1995: 45).
Bolaños, continúa el trabajo refiriéndose al autismo, como una expresión extrema de
desconexión y de una marcada imposibilidad de acceso a la simbolización. Habría en el
autista un cuerpo sin representación mental, situación que parecería reveladora de una
carencia, de una detención en el desarrollo, y que va a ser leída por algunos dentro de
estrategias defensivas o, de otro lado, relacionada a un desarreglo ligado a un estadío
autista primario. Presentan un cuerpo tieso e inerte, boca blanda y floja, mirada
melancólica, ojos que no miran, rostro sin expresión. La tesis básica sería que dicho estado
traería consigo una reacción frente a la percatación traumática de separación respecto de la madre
amamantadora y dadora de sensaciones. Su desarrollo entonces, habría quedado fijado en un
nivel corporal primitivo, tosco, de reacciones hiperconcretistas e hipertrofiadas. No se les
puede atribuir un yo-falso, ni un estado narcisista ya que es necesario un sentir propio para
el desarrollo del narcisismo. La autora, concluye señalando la aparente imposibilidad, ya
señalada por Samí-Alí, de mantener una relación de significación unívoca entre un síndrome
particular y un tipo de personalidad dinámicamente definido. Un mismo conflicto puede dar
lugar a reacciones diametralmente opuestas.
Concluiremos este trabajo, con dos exponentes del actual pensamiento psicosomático:
Claude Smajda y René Rousillón. El primero, Claude Smajda (2005 y 2010) 15, es
continuador de P. Marty y actual Prdte. de la Asociación Internacional de Psicosomática Pierre
Marty (A.I.P.P.M.). Desde la invención del psicoanálisis por Freud, se abrió primero una
nueva vía de los enfermos somáticos y numerosos psicoanalistas la utilizaron en sus
observaciones clínicas y su cura psicoanalítica. Dos grandes corrientes psicosomáticas
nacieron después de Freud: la primera es la de Franz Alexander que fundó la Escuela de
Medicina Psicosomática en los Estados Unidos de América. La segunda desarrolló la Escuela
Psicosomática de París después de la segunda guerra mundial en Francia. Esta corriente se
“El proceso de desdiferenciación del Yo. Hipótesis acerca del funcionamiento de los estados operatorios”. Publicado
en la Revue Française de Psychosomatique, Nº 10, 1996.
En: http://www.apdeba.org/wpcontent/uploads/012000smadja.pdf. (Abril. 2013) También: “Entrevista al Dr. Claude Smajda del Dr. Mikel
Zubiri.
En:
http://www.sepiapsicosomatica.com/ENTREVISTA%20AL%20DR.%20CLAUDE%20SMADJA%20DEL%20DR.%20MIKEL%2
0ZUBIRI%20PARA%20LA%20NEWS%20LETTER%20DE%20LA%20WEB%20DE%20LA%20APM.pdf.
(Abril 2013)
15
16
inició con Pierre Marty, Michel Fain, Michel De M’Uzan y Christian David, todos ellos
psicoanalistas de la Sociedad Psicoanalítica de París. Admito entonces, ésta es mi
hipótesis, que en el curso de los sucesos psíquicos que conducen a un estado operatorio, el
Yo es objeto de un proceso de desdiferenciación que lo aleja de la realidad exterior, en
contacto con la cual se ha desarrollado, y lo hace volver a un Ello-Yo indiferenciado del
cual salió un día. Esta hipótesis se apoya en dos presupuestos: el primero es que, bajo la
mirada de la metapsicología, las organizaciones psicosomáticas deben ser consideradas
como patologías del Yo; el segundo es que en el seno de las organizaciones psicosomáticas,
los estados operatorios representan el grado máximo de desorganización del Yo. El
fenómeno central del estado operatorio es la depresión esencial que lo acompaña siempre,
y presupone, como afirmaba Marty, el movimiento de desorganización psíquica que
constituye su huella. Esta última es el testigo clínico de un proceso de desinvestidura
radical del Yo. Pienso que ese proceso de desinvestidura corresponde a la descripción que
ha hecho Green de la función desobjetalizante de la pulsión de muerte, puesta en marcha
en el curso de ese movimiento. Pero el punto importante es el siguiente: el proceso de
desinvestidura resulta en la pérdida de las representaciones de cosa del inconsciente. El
inconsciente no conservaría más que contenidos mentales más o menos indiferenciados.
Pero el punto importante es el siguiente: el proceso de desinvestidura resulta en la pérdida
de las representaciones de cosa del inconsciente. El inconsciente no conservaría más que
contenidos mentales más o menos indiferenciados. Así, el Yo, alcanzado por la depresión
esencial, se desdiferenciaría progresivamente.
René Roussillon, 16 es miembro de la Sociedad Psicoanalítica de París e innovador en las
ideas y el pensamiento de Donald Winnicott. Alrededor de sus textos (1995) Rousillon
comenta que para que la experiencia de placer pueda llevar a una verdadera satisfacción
ha de ser compartida por el objeto partenaire, ya desde las primeras experiencias y
reconocer el placer experimentado por ese pecho, el cual al mismo tiempo es zona erógena
compartida. Realiza una interesante y compleja articulación de la metapsicología freudiana
con concepción winnicottiana acerca de la experiencia de omnipotencia. La creación del
espacio de ilusión, la transicionalidad, el juego y uso del objeto. La paradoja consiste en
que el objeto que impacta como experiencia primera simbolizar, es también el objeto que se utiliza
para simbolizar esa experiencia. Estas conceptualizaciones acerca de la simbolización
primaria, ubican el juego como eje de este complejo proceso de constitución del psiquismo.
*Artículo correspondiente a capítulo de igual nombre, del texto de inminente
publicación: “Cuerpos del Inconsciente”.
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