MIEDO A ENVEJECER II Esteban

Transcripción

MIEDO A ENVEJECER II Esteban
MIEDO A ENVEJECER II
Esteban:
No hay cosa que paralice más al ser humano que el miedo; cuando llegamos a la
vida adulta aún sosteniendo algunos temores, miramos el futuro y nuestra vejez
con miedo, la existencia puede volverse muy complicada, el miedo a envejecer
nos muestra entonces que no es algo sencillo de llevar para muchas personas.
Salvador:
Dicen que nacemos con uno o dos miedos nada más y hay más de 6 mil miedos
diferentes en el ser humano, que después los desarrolla y entre ellos el miedo a
envejecer, recuerdo que era el año 1985 y estaba en la ciudad de Lima,
caminando por el Jirón de la unión de la ciudad de Lima, que es la peatonal
central de la ciudad, entré a una librería, había una radio encendida y en la
misma de pronto dicen se suicidó Marta Lynch, escritora argentina; el
comentario siguiente es que se había matado por miedo a envejecer, tenía 60
años y es interesante porque Cristina Mucci que es una muy buena escritora de
biografías, escribió la de ella y recogió el testimonio de la gente que estaba a su
alrededor, ¿qué había pasado con Marta Lynch una escritora famosa, digamos
que no llegó a ser una gran escritora, como para quedar permanentemente en
la historia, pero marcó una época en la literatura argentina, estuvo presente en
esa época y era insoslayable Marta Lynch. Fue una mujer con un gran sentido
de la estética, como todos los artistas y cuando empezó a ver los primeros
signos de vejez…, lo primero que se rechaza son los signos, empezamos por ahí,
fue una de las primeras que entró al quirófano para hacerse una cirugía, el
esposo en la biografía le cuenta a Cristina Mucci (la biógrafa), que realmente no
siguió las indicaciones del médico que le hizo la cirugía, pero cuando se vio a
pesar de que habían desaparecido las arrugas, no le gustaba la cara que tenía,
es decir no le gustaba con arrugas y tampoco el efecto que le había hecho la
cirugía, esto fue motivo de angustia para ella que fue creciendo con el tiempo y
dio síntomas interesantes, realmente había algo problemático, el esposo mismo
decía por ejemplo que cuando pidió hacerse la cirugía él se decía “cómo se lo
voy a impedir, que iba a hacer, ¿la iba a atar?, tampoco podía cometer la
grosería de no acompañarla, fue y se mutiló con las versiones estéticas que le
hicieron, salió muy bien, aunque se cortó un poquito la nariz, eso cambió su
fisonomía, cosa que no me gustó porque creo en la armonía y con esos cambios
se pierde la correlación con el rostro”. Muy inteligente el esposo al mirar a la
distancia lo que había pasado con su esposa; con esa cirugía ella comienza su
lucha contra la vejez, empieza a dar los primeros síntomas, una actriz que
estuvo muy cerca de ella decía “sufría muchísimo la cuestión estética, sobre
todo por una cicatriz que tenía en el cuello, que tapaba con pañuelos o cuellos
altos”, es decir que estaba haciendo de lo estético el centro de su vida, hasta
que llegó al final y se tornó patológico. Había llegado al punto de que el esposo
se despertaba en la noche y la veía mirándose en el espejo tratando de ver su
rostro, un escritor y crítico muy importante que la conocía mucho, dice: “tenía
tanta obsesión con los años, que una vez sabiendo las diferencias de edades
que teníamos me dijo: tenemos la misma edad”, se quitaba años, otra escritora
que también la frecuentaba dijo “le tenía terror a la vejez, tal vez por temor a
perder el poder que una mujer puede tener por el hecho de ser joven, le resultó
difícil asumir el paso del tiempo sobre ella. Cuando recién nos conocimos, me
dijo que podía ser mi madre, después con los años esa diferencia de edad
comenzó a diluirse, tenía muy claro que me llevaba 20 años y al final terminó
llevándome 8, o sea que se quitaba años, no es una cosa solamente frívola, sino
que marca la gran contradicción de Marta Lynch, fue un modelo tal vez
negativo, porque me di cuenta de hasta qué punto puede ser dañino para una
escritora negar su edad, hacerlo es negar la historia”, fíjense que quienes están
alrededor los obligó realmente a reflexionar, Magdalena Ruiz Guiñazú una
famosa periodista, decía “una cosa que me llamaba la atención, nunca hablaba
de sus nietos, quería ser eternamente joven y siendo una mujer tan atractiva
tenía obsesión con los años, Marta trataba de ocultar que tenía nietos porque
sentía que la avejentaban, no hablaba nunca de ellos, los tenía pero no los
mencionaba”, es decir que empezó a negar hasta su propia historia, digo que
esta no es la obsesión de una persona ignorante, sino de una persona
inteligente, capaz, preparada, esta mujer llega a tal estado de angustia que el
marido cuenta que los últimos 3 años habló muchísimas veces con ella de la
muerte, del suicidio y él dice: “para mí la vida es un misterio, como la voy a
quitar si ni siquiera sé lo que es”, él le trasmitía todas estas cosas, sin embargo
Marta Lynch nos dio la sorpresa de quitarse la vida y uno dice ¿qué le pasó?,
¿hasta dónde llega?, ¿qué patología puede producir el miedo a envejecer?,
¿hasta dónde puede minar la inteligencia de una persona?, ¿hasta dónde puede
quebrarla emocionalmente como para hacer que atente contra su propia vida?,
producir un menosprecio por la vida en una mujer que tenía nada más que 60
años y se quitó la vida, hizo todo lo posible, se quitaba la edad, se hacía cirugías
estéticas, negaba a sus propios nietos y a su familia, llegó a la etapa final donde
se suicidó, no aguantó el hecho de envejecer; es terrible y es justamente la
angustia que viene cuando uno no acepta la edad que tiene. La escritora Liliana
Heker hablando de su colega en la literatura dice: “negar los años que uno tiene
es negar su propia historia”, es realmente lo que ella hacía, negar lo que era.
Voy a contarte una historia que no es tan trágica como esta, un día hice amistad
con un famoso peluquero de mi ciudad, en Argentina le dicen coiffeur porque
atienden tanto a damas como a caballeros, este es un maestro de peluqueros
que todavía sigue siendo amigo, pero recuerdo que cuando fui amigo me dijo
“voy a cortarle el pelo a usted”, y le dije “bueno, como no” y me dijo “mire
usted tiene ya algunas canas, que le parece si le ponemos alguna tinturita para
tapárselas”, y le respondí “deje las canas donde están, me las gané una a una”,
esa es mi historia, la vida y el tiempo va pasando por nosotros y deja sus
huellas, ahora ¿cómo tomamos esas huellas?, Marta Lynch por el lado negativo,
la huella para ella era tremenda, perdía juventud, fuerza y dijo que la vida no
valía la pena ser vivida, pero como contrapartida de todo esto, puedo contarte
la historia de alguien que vivió muchísimos años y conocí muy de cerca, no
pensaba así, sino de una forma totalmente diferente, no tenía ese miedo a la
muerte, ni a envejecer, vivió su vejez con elegancia.
PAUSA...
Esteban:
Nos dejaste con la incógnita antes de ir a la pausa Salvador, ibas a hablar de
alguien que supo envejecer no con miedo, sino con elegancia.
Salvador:
Tengo que retroceder mucho en la historia, para poder contarte la relación que
tuve con esta persona, en las iglesias evangélicas cuando nace un niño se lo
presenta delante de Dios delante de la congregación y se ora por él, lo hace el
pastor de la iglesia, el pastor que me presentó y oró por mí cuando nací.
Cuando ya tenía muchos años se acercó y fui su pastor, se invirtieron los roles al
final de la vida, pero comencé a ser pastor de él cuando él tenía 90 años ya, fui
su pastor durante 12 años seguidos, murió a los 102 años, es decir que pude
compartir muchas cosas con él, todos los domingos nos reuníamos una hora
bien temprano a la mañana, y aprendí muchas cosas acerca de la vejez
conversando con él, en primer lugar porque no perdió nunca su elegancia,
nunca se dejó estar, era impecable y pulcro en su forma de vestir, venía
perfectamente afeitado, peinado, era una persona agradable, no esa persona
que dice, tengo que dejarme estar, el sentía que realmente honraba al que tenía
adelante cuando se presentaba pulcramente frente al otro, una persona
sumamente inteligente, leía el diario principal de Argentina los domingos a las 5
de la mañana y a las 9 se reunía conmigo, me decía cuál era la publicidad de
libros que había en la semana e importantes de leer, me decía lo que leería esa
semana y al domingo siguiente me traía el resumen de todo eso y se había leído
algún artículo en alguna revista, leía algunas revistas en inglés que le parecía
podía interesarme, no me traía ni el artículo ni la revista, sino la traducción
directamente hecha, así que el domingo me decía mire, traduje este artículo
porque le puede servir, o a otro y me entregaba eso. Uno habla de todas estas
cosas y no tiene que eludir que el principal problema de la vejez es que se va a
enfrentar con la muerte, es una realidad, él sabía perfectamente que iba a
enfrentarse con la muerte, a veces cuando llegaba y veía que había tenido algún
problema y en alguna semana no había podido estar conmigo porque a lo mejor
su salud no se lo había permitido, decía al llegar “no pude venir porque usted
sabe, son demasiados años”, jamás me tuteaba, siempre me trató de usted y
me trató de pastor, era muy respetuoso, se llamaba Dr. Alejandro Bonfante, lo
tengo en la memoria porque realmente fue una lección de cómo se debe
envejecer. Cuando su mejor amigo tenía unos 82 años (era unos 10 años más
joven que él), me decía como está el viejito, por el otro que tenía 92, resulta
que su amigo muere primero y nadie quería darle la noticia, entonces me
dijeron a mi si podía y ese domingo cuando nos reunimos le dije, “sabe lo que
pasó con fulano de tal”, “no, ¿qué pasó?”, me dijo, “bueno, el Señor se lo llevó”
le dije, me miró, bajó los ojos y luego comentó, “usted sabe que está en este
momento en el mejor lugar” … en esa sola frase tuvo toda la fe que sostenía su
vida, esa fe lo había acompañado desde los 19 años hasta los 102 y lo sostuvo,
un intelectual, un hombre muy capaz e inteligente, fue embajador
plenipotenciario de la República Argentina en Europa. Un hombre que supo
envejecer, ese mismo día sacamos el tema de la muerte, me dijo “¿usted qué
cree, que tengo miedo a la muerte?”, y le dije “no sé”, me costaba responderle y
me dice “yo tengo curiosidad porque sé que hay algo detrás que ni siquiera
puedo imaginarlo, pero Dios tiene preparado para nosotros”, realmente hasta
los 102 años lo vi vivir en plenitud, a los 90 años cuando todavía podía
manejarse con mucha libertad, fue a la facultad de Agronomía y Veterinaria de
la Argentina para aprender jardinería, porque tenía un pequeño espacio de
tierra y quería hacer un buen jardín y lo hizo, cuando cumplió los 98 años me
llamó a su casa y me dijo “estoy desmantelando la biblioteca y regalando los
libros así que, dígame cual quiere y lléveselo”, cuando llegó a los 100 años le
hicimos una gran fiesta, me pidió que hablara y él estuvo allí e hizo el
agradecimiento, los hijos trajeron cantantes de ópera y cantaron las óperas que
le gustaban y el dio testimonio de su fe, que lo sostuvo hasta el final, un día
partió y recuerdo que fui al cementerio que quedaba muy lejos, la ciudad de
Buenos Aires es grandísima y quedaba muy lejos de donde yo estaba, pero me
encontré en ese cementerio con que muchos de los que viven en el mismo
lugar donde vivo en la misma ciudad, jóvenes de entre 15 y 25 años estaban
despidiéndolo, es bastante raro porque los jóvenes eluden el tema de la
muerte, pero era notable que en esa despedida un hombre de 102 años la
mayoría eran jóvenes que junto con él habían aprendido la sabiduría de la vida,
envejecer, ser una persona de edad y no molesto ni cargoso, poder interactuar
con los jóvenes como interactuaba, establecer vínculos de amor con los
jóvenes. Aprovechó su vejez hasta el final, dio un mensaje de esperanza,
lecciones de vida realmente, porque aún con 102 años jamás faltaba un
domingo al servicio de la Iglesia, estaba allí siempre y desde su lugar participaba
en todas las cosas, esos jóvenes que estuvieron en el día del sepelio, que lo
acompañaron hasta la tumba, era el testimonio de que había dado una lección
que ellos habían comprendido y era uno de esos hombres que se da cuenta que
la vejez no es la etapa de la vida donde todo está perdido, sino la etapa en la
que uno puede ser fructífero para los demás y puede derramar la sabiduría de
Dios, por eso Salomón decía que la belleza de los ancianos está en su vejez.
Esteban:
Lo paradójico que lo mira a esta era.
Salvador:
Qué grande es que podamos de la mano de Dios llegar hasta la tercera edad,
hasta la ancianidad y ser útiles a los que vienen detrás, no con la fuerza física,
porque se va perdiendo, pero podemos ser útiles a los que vienen detrás con
nuestro conocimiento, nuestra sabiduría, todas esas cosas pueden servir para el
otro, entonces la vejez es realmente belleza, porque todos esos jóvenes que
fueron a despedirlo y agradecerle de alguna forma tácitamente en el momento
que se fue, estaban diciendo que había algo bello de él en ellos. Creo que esto
es lo importante, que alguien siembre y quede, entonces la vejez es una etapa
altamente fructífera, debemos pensar así, la vida tiene etapas, cada etapa tiene
su belleza, sus más y sus menos, cosas positivas y negativas, pero la vejez
también tiene cosas muy positivas, hay que subrayarlas, porque la sociedad se
encarga de subrayar lo negativo, señalemos las cosas positivas de la vejez y
vivámosla tomados de la mano de Dios, cuando uno lo hace, puede ser
fructífero hasta lo último de la vida; aún en la vejez dice David fructificarán,
estarán vigorosos y verdes como las palmeras del desierto. Está diciendo que
hay posibilidad de terminar la última etapa de la vida dando frutos para el bien
de los que están a nuestro alrededor, hay que vivir la vejez pensando que la vida
aún no ha terminado, mientras que estemos aquí y Dios nos deje sobre la Tierra
seamos de bendición para los demás.

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