El objeto autista en la estructura del aparato mental

Transcripción

El objeto autista en la estructura del aparato mental
El objeto autista en la
estructura del aparato mental
* Mario
Gomberoff (Chile)
En los últimos años (Gomberoff y cols., 1990, 1991a, 1991b y 1992)
hemos publicado diversos casos clínicos con características comunes. Se
trata de pacientes niños y pacientes adultos cuya sintomatología
polimorfa se desencadena a raíz de pérdidas o separaciones. A primera
vista los casos fueron diagnosticados como neuróticos; se indicó psicoanálisis, siendo la respuesta terapéutica muy buena al corto plazo. Sin
embargo, los analistas sintieron que prontamente el proceso se detenía.
En la transferencia pesquisaron rigidez, control, compulsividad, rituales; y en la contratransferencia, sensaciones angustiosas de chocar contra
una coraza de resistencias duras, rígidas, que la interpretación no
penetraba. El lenguaje, la puntualidad, algunas solicitudes del paciente satisfechas por el analista -como pasarle los lápices al comienzo de
la sesión o juegos estereotipados de personificaciones, etcétera-, eran
conductas interactivas donde se alojaban fusiones de ambos, abordables
sólo a través de procedimientos activos del analista para su rompimiento,
lo que llenaba el campo de odio, dolor, angustia y transformaba al
paciente en otro, muchísimo más grave. Se generaba en el analista la
sensación culposa de haber arrebatado algo fundamental para la economía mental del paciente.
Postulamos que sacábamos un objeto autista que el paciente construía
en la relación analítica (de allí la rápida mejoría), y que había reemplazado a aquél cuya pérdida desencadenó la sintomatología.
Este objeto autista había sido descrito por Frances Tustin (1972, 1981,
1986 y 1988), denominándolo posteriormente (1990) objeto sensación
autista y extendiendo su aplicación desde niños autistas a patologías
menos graves, junto a autores como Sidney Klein (1980), Oelsner (1987a
y 1987b), Ogden (1989), Smith (1987), y otros.
En este trabajo situaré el objeto autista en su surgimiento en las primeras etapas de la constitución de la mente; en su relación con los
* Miembro de la Asociación Psicoanalítica
Condes, Santiago, Chile.
Chilena. Dirección: Pedro Blaquier 5572, Las
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Mario Gomberoff
objetos de la pulsión, la identificación primaria, el objeto autosensorial.
Comentaré algunos aspectos de la emergencia de los diversos tipos de
representaciones mentales y su relación con el objeto autista, lo que
establece la necesidad de describir algunas posibilidades para el entendimiento de las primeras relaciones objetales o sus precursores.
l. Identificación primaria, huellas y representaciones, objeto
Algunos conceptos previos:
- Identificación primaria: En los primeros estados del desarrollo ésta
constituye la matriz de un lazo afectivo con un objeto de manera directa e inmediata, anterior a toda catexia objetal, en la temprana fase oral
y antes de que se establezca una clara distinción entre yo y no yo, en
el contexto de la relación madre-niño (Freud, 1921). Edith Jacobson
(1964b) denomina identificación primitiva afectiva a este fenómeno que
es el germen de las futuras identificaciones y relaciones de objeto, en
su desarrollo normal y en el patológico.
Para Spitz (1965), la identificación primaria se relaciona con la experiencia del niño de la satisfacción de sus necesidades desde el medio
ambiente. Ésta es sentida como transcurriendo en su propia persona,
como parte de su propio cuerpo, sin diferenciación entre el afuera y el
adentro, entre el yo y el no yo, entre lo psíquico y lo somático, entre
el impulso y el objeto.
En la etapa de la identificación primaria, Spitz plantea un predominio de sensaciones viscerales; la percepción marcha básicamente a través
de los sistemas interoceptivos y propioceptivos, los que se catectizarían.
A esta percepción la denomina percepción sensorial, que requeriría un
grado mayor de maduración. El sistema de recepción estaría relacionado con la organización cenestésica. Dificultades en este período pueden
bloquear el sistema y dificultar el paso a la organización de mayor
desarrollo, la diacrítica, que se relaciona con la percepción a distancia:
ver, escuchar. El bloqueo amplio puede producir síndromes autistas; si
es parcial, habrá sectores desconectados que podrán taparse con objetos autistas, como comprenderemos más adelante.
- Huellas mnémicas y representaciones: El término ''huella mnémica"
aparece frecuentemente en toda la obra de Freud y se refiere a la forma
en que se inscriben los acontecimientos en la memoria, depositándose
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en los diferentes sistemas de la mente y en relación con otras huellas
anteriores, por 10 que no son sólo representaciones del exterior en la
mente en formación. Estas huellas se reactivan cuando se catectizan.
Cuando las huellas mnémicas son catectizadas, podemos hablar de
representaciones.
Mah1er y cols. (1975) afirman que las primeras experiencias placenteras y displacenteras experimentadas, a través de la facultad perceptiva innata y autónoma del yo primitivo, se almacenan en huellas
mnémicas que son catectizadas con energía pulsional indiferenciada,
como focos mnémicos difusos insertos en la sensación hasta ahora
oceánica de fusión completa con la madre. Estos islotes de recuerdos
contienen impresiones de estímulos placenteros y displacenteros que
serían el comienzo de la formación de imágenes parciales dispersas del
objeto y del sí mismo corporal. Posteriormente, desde los órganos
viscerales -especialmente digestivos- se desplazan las catexias al sistema sensoperceptivo, produciéndose una demarcación entre el cuerpo
del niño y el cuerpo de la madre.
Recientes estudios de observación de bebés (Stern, 1985) demuestran
discriminaciones finas muy precoces del infante en el reconocimiento
de aspectos complejos de la realidad externa, como separados del sí
mismo, 10 que de alguna manera estaría en contra de la fase autista
de fusión completa mahleriana. Tal vez estas discriminaciones podrían
plantearse no como excluyentes con la idea de la fusión del sí mismo
con el objeto, sino como pertenecientes a una serie distinta de fenómenos psicológicos que coexiste con otras series, a pesar de ser contradictoria y estar, sin embargo, en mutua relación. Por ejemplo, tal vez es
posible afirmar que esta capacidad discriminatoria en la percepción
tenga características más innatas, genéticas, y que a su vez apoye de
alguna manera, a través de su predominio, la percepción de la separación de la fusión entre sí mismo y objeto.
Conocíamos la explicación de la evolución de la separación y la individuación en dos carriles separados que gradualmente se integran
(Mahler y cols., 1975). James Grotstein (1981) usa también la idea del
doble carril para compatibilizar el concepto kleiniano de la separación
mental del bebé con el yo de la madre, desde el comienzo de la vida,
con la concepción de Mahler y otros autores acerca de la continuidad
del narcisismo primario y la identificación primaria mucho después del
nacimiento. Esto nos permite no descartar las teorías de la fusión
del sí mismo y el objeto, a raíz de los hallazgos de Stern (1985). De tal
manera que podemos concebir un autismo y una simbiosis normales
como la continuidad de estados permanentes que durante toda la vida
coexisten con estados de separación-individuación, usando el bebé uno
u otro carril según convenga a su evolución.
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Esta conceptualización tiene similitudes, aunque algo lejanas, con la
idea de Melanie Klein sobre la existencia simultánea de las posiciones
esquizoparanoide y depresiva, que Ogden (1989) desarrolló agregándole la posición contigua.
- Objeto: Freud (1905, 1914 Y 1923) distingue los objetos de las pulsiones de conservación que tienen características más biológicas (objetos
de la pulsión), sin la representación, de aquellos que tienen características más psicológicas y que requieren de representación. Estos
últimos son denominados objetos del sujeto y se establecen luego de la
aparición de un yo que puede hacer elección de objeto. La introducción
de la pulsión sexual agrega una fase autoerótica, sin objeto (anobjetal),
y por lo tanto sin representación, y otra aloerótica, con representación.
11. Objeto autosensorial y objeto autista
Frances Tustin (1981, 1986 Y 1990) describe la autosensorialidad como
una fase muy temprana del desarrollo en la cual el bebé experimenta el "no sí mismo" como una continuación sensorial de su propio
cuerpo.
El niño hace uso desde el comienzo de la vida de objetos autosensoriales. Para procurárselos, es fundamental la relación que establece con
su madre. El pecho-pezón de la madre contribuirá en la constitución de
un objeto autosensorial que se une a la boca-lengua del bebé y que crea
la sensación de autosatisfacción y unicidad. Si no existiera el objeto
autosensorial, la separación real con la madre sería sentida como un
desgarramiento corporal. El objeto autosensorial, que cumple una función similar a la del "objeto subjetivo" y el "good-mothering" (Winnicott,
1951, 1956 y 1960), facilitará el desarrollo de las representaciones
internas y la conciencia del sí mismo y del objeto. El proceso normal
del desarrollo puede verse perturbado por causas constitucionales o
ambientales, que impactan en el bebé y amenazan la sensación de cohesión y de unicidad; emergen defensas: el objeto sensación autista, las
formas sensación autistas, para cubrir vacíos experimentados sensorialmente (Tustin, 1988 y 1990; Ogden, 1989). Los objetos sensación autistas
se originan en actividades ocultas en la primera infancia, como succionar la lengua o la parte interna de las mejillas, o mover las nalgas para
sentir las deposiciones en el recto. Tustin plantea que la separación
corporal de la madre se sufre como un violento desgarramiento que la
aparición del objeto sensación autista detiene, pero impidiendo la re-
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lación recíproca, al menos en la zona comprometida. Madre y niño, en
ese caso, pueden convivir en un capullo estático placentero, con
interacciones rígidas, estereotipadas, perseverativas, que se repiten
durante períodos muy largos con un vínculo de mutua idealización, pero
también estéril. Este objeto no permite extrañar, desarrollar recuerdos,
influye en desmentalizar y suprimir la esperanza. Es fraguado según
el molde de las disposiciones innatas sin influencia de la experiencia.
La dureza lo hace inflexible, inanimado, rígido, impenetrable. Para
Tustin, el objeto autista impide hacer la diferenciación entre yo y no
yo. Estas sensaciones autogeneradas (Tustin, 1990) a modo de protección, de escudo, originadas desde lo constitucional o ambiental, pueden
paralizar el desarrollo psicológico de forma amplia en el niño autista
y parcialmente en otras patologías. El retiro de esta defensa provoca
ira, pánico, como el "terror sin nombre" que describe Bion (1963). Se
entiende que el objeto autosensorial, aunque distinto, está emparentado con la identificación primaria o con la fase en que la pulsión tiene
sus objetos sin la existencia del sujeto. Esto porque las maneras en que
se relaciona el organismo con el mundo exterior implican un mayor grado
de fusión con el ambiente que cuando el sujeto puede hacer la elección
de objeto.
111.Fusión y separación
Diversos autores se han referido a objetos en los que la fusión es de un
grado variable y les adjudican diversas funciones. Las teorías desde
donde surgen, los ubican en concordancia con ellas, lo cual establece
conceptualizaciones difícilmente comparables.
Mientras que para Freud el objeto de la pulsión no tiene representación, la mayor parte de los autores que hablan de la fusión del sí mismo
con el objeto aceptan la existencia de su representación. Kernberg (1976),
en ese sentido, habla de los ladrillos fundamentales de la mente unidos
por un afecto. Grotstein (1981) se refiere al objeto básico de identificación primaria como correspondiente a los padres idealizados, el cual
aparecería cuando la identificación primaria comienza a diluirse con el
predominio de la separación-individuación. Sería una matriz primaria
que se encuentra en muchos períodos de la vida. La homologa al concepto de Sandler (1960) de la ''base de seguridad", al de Winnicott (1956)
de la "madre ambiental" (en contraposición con la madre objetiva), a la
confianza básica de Erikson (1950) y a las preconcepciones innatas de
Bion (1962 y 1977). Kohut (1984) se refiere a los "objetos sí mismo" como
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objetos maduros que tienen una fusión parcial con el sí mismo inmaduro para establecer una unidad simbiótica de protección.
La etapa auto sensorial de Tustin y su objeto autosensorial se relacionan estrechamente con la posición autista contigua de Ogden (1989),
coexistente con las posiciones esquizoparanoide y depresiva de Melanie
Klein; con el precursor del objeto transicional de Gaddini (1991); con
la identificación adhesiva (Bick, 1968; Meltzer y cols., 1975); con lo que
Rosenfeld (1987) y Bion (1980) llaman identificaciones proyectivas más
primitivas que las tradicionales. Bleger (1967) llama glischrocárica a
una etapa previa a la fase desde donde surge la posición esquizoparanoide. Creo que el predominio de representaciones del sí mismo y del
objeto separados es percibido por el bebé con menos riesgo si existen
representaciones de ambos fusionados al menos en el inconsciente, a las
que la mente puede tener acceso para sentir su efecto protector, que
disminuye el miedo a la separación. Se podría decir que la existencia
de esas representaciones de sí mismo y objetos fusionados, y su emergencia, son sólo posibles si existe separación entre sí mismo y objeto,
ya que su vivencia exige un sí mismo separado que la perciba. Mientras la fusión del sí mismo y el objeto da un manto de cohesión y de
protección al sí mismo separado -lo que permite su existencia-, la fusión
sola, sin separación, imposibilita el progreso; es el narcisismo estático
que no permite el nacimiento del otro como verdaderamente un otro,
y por lo tanto tampoco el del sujeto. De allí que la simultánea aparición
de objeto y sí mismo fusionados y separados en la percepción del recién
nacido es una realidad dialéctica que contribuye al buen desarrollo. El
doble carril facilita entonces el desarrollo que lleva a la integración.
Estas reflexiones tienen el propósito de resaltar los objetos con diversas
calidades y en diferentes estados de fusión, y con el sí mismo y el objeto
separados necesariamente, porque son el núcleo de la mente, son sus
unidades primarias. Creo que hay unidades secundarias, terciarias,
etcétera, que representan distintos tipos de estas relaciones objetales
y que se corresponden a otros tipos de representaciones, si aceptamos
que ellas pueden ser diversas y que las descritas por Freud son posteriores a muchas otras con características más primitivas. La cera del
block maravilloso (Freud, 1925) se va formando de todas ellas. Deberíamos pensar, no en el símil de una sola capa de cera, sino de diversas
capas de diversas ceras, separadas, donde las percepciones se pueden
imprimir en capas más superficiales, más profundas, en todas o a veces
sólo en la conciencia, es decir en el celofán, sin llegar más profundamente.
Se comprende que son básicas en el proceso de la construcción de la
identidad y que tienen que mantenerse sin modificación, porque son los
pilares en que se asienta la estructura mental. Si estas representaciones
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fusionadas se separaran, se perdería gran parte de las identificaciones
y la mente colapsaría. La separación del sí mismo y el objeto es fruto
de la percepción en otro carril simultáneo.
Desde la línea que conceptualiza al sí mismo y el objeto percibidos
como fusionados, los primeros objetos de la realidad son aquellos que
proporciona el propio cuerpo y que perfilan el sí mismo corporal
que progresivamente se va haciendo mental, y además los objetos externos proporcionados al comienzo por la madre. Lo primero nos facilita entender que cuando imaginamos nuestra mente lo hacemos en una
graduación desde algo informe a algo que parece un cuerpo.
La inexistencia del objeto en la realidad externa o la incapacidad del
sujeto de percibirlo, aunque exista en la realidad biológica del niño, producirá una carencia que será vital para el desarrollo del aparato mental. Este último, para proseguir su evolución, para sobrevivir, deberá
recurrir a otros objetos sustitutos, que probablemente corresponderán,
al comienzo, a aspectos parciales de su propio sí mismo mental. Recurrirá en ese caso a percepciones de sensaciones, que ya no se originarán en el mundo externo, sino en el sí mismo. Puede ser que estos nuevos
objetos se constituyan en objetos autistas.
En ese período, seguramente es posible detectar los núcleos de conductas reflejas con sus localizaciones correspondientes en el sistema
nervioso, desde donde debemos suponer que se podrán desarrollar con
posterioridad las huellas mnémicas y las representaciones. En esa época, el objeto real externo del sujeto será todavía más importante que
en la época descrita anteriormente. Diversas acciones biológicas o conductuales, propositivas o no del objeto, serán vitales para el sujeto. Se
trata del período fetal y de aquel de los primeros días del sujeto después del nacimiento.
La discusión acerca del período en el que ocurren estos fenómenos con
o sin representaciones es poco relevante para los fines de este trabajo.
Al referirme a lo neuropsicofisiológicocomoprecursor de lo mental, aludo
a representaciones más primitivas, más difusas, menos precisas que las
posteriores. Se seguirá hablando de ellas entendiendo que hay un amplio
espectro desde las más primitivas a las más complejas.
IV. La importancia del objeto y el sí mismo
En este período no se puede plantear la ausencia del objeto externo sin
su pronta sustitución, ya que eso significaría la muerte del sujeto. La
ausencia de alguno de sus aspectos o la presencia preponderante de sus
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acciones negativas o la falta de las acciones positivas correspondientes
podrían imprimir desarrollos patológicos en el sujeto.
Puede ser que la ausencia parcial exista en la realidad o que la acción mórbida del objeto sea efectiva, o que el sujeto -por razones de su
constitución- no sea capaz de recibir sus estímulos o reaccione anormalmente a los estímulos corrientes.
Se pueden hacer analogías estrictamente biológicas para entender
mejor este punto.
Una madre que en el período de la gestación carezca de determinadas hormonas o aporte exageradamente alguna, podrá producir efectos
patológicos irreversibles en el feto; este último, a su vez, si por ejemplo
padece una insensibilidad tisular a determinadas hormonas, no dejará
que éstas entren a sus tejidos y el desarrollo natural se desviará. La
asignación equivocada de género, determinada precozmente por la
madre, podría ser importante para desarrollar una transexualidad, pero
ésta también puede originarse a pesar de una conducta adecuada del
objeto madre, por razones internas del sujeto.
Asimismo, es posible que el objeto y sus diferentes aspectos, que actúan
en el sujeto imprimiendo los precursores de las huellas mnémicas y sus
representaciones, no tengan existencia como estímulos. El sujeto al que
entonces se podría llamar organismo, para que se desarrolle como un
individuo completo necesita en ese tiempo que sus necesidades vayan
siendo satisfechas. Se puede decir que allí donde aparece un receptor,
debe haber un estímulo que surja de un objeto que lo haga funcionar.
Todo hueco debe ser llenado por un objeto o por una parte de éste.
Conceptos como atrofia por desuso o el recurrir a las propias reservas
o a la propia sustancia para autoalimentarse, cuando no hay disponible
alimento externo, tienen su correspondencia en fenómenos que ocurren
en la constitución de la mente.
La carencia de algunos estímulos no permitirán la puesta en marcha
y la funcionalidad de sus receptores mentales específicos,y se atrofiarán.
A la constitución y el desarrollo de la mente le faltarán entonces los
objetos autosensoriales correspondientes. Por otra parte, la deformación
de esos estímulos podrán modificar los receptores que en su afán de
adaptarse se harán más estrechos, más amplios, y luego no captarán
-o lo harán deformadamente- a los nuevos estímulos, constituyendo
objetos autosensoriales distintos de los esperables. Es posible que el
aparato mental prescinda de algunos de estos objetos, que tolere otros,
más o menos deformados. En ese sentido, tal vez fuera posible
jerarquizar la importancia de cada uno de los objetos que constituirán
el autosensorial y la de sus receptores en la construcción de la mente.
Lo que parece evidente es que la carencia de algunos de estos objetos
no puede ser tolerada, ya que amenaza aspectos fundamentales del
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aparato mental. Quisiera aclarar, desde ya, que la madre origina una
multiplicidad de estos objetos, a veces con el aporte de uno o varios
estímulos simples; otras, en un complejo de estímulos.
Continuando con las analogías, diría que un niño puede nacer sin una
extremidad o con seis dedos en una de ellas, o con labio leporino, pero
no lo puede hacer sin un corazón o sin un cerebro. La mente podrá funcionar sin algunos objetos autosensoriales, pero no lo hará con la carencia de otros.
v. El
objeto autista
El hueco exige el reemplazo del objeto original. Esto es imposible, ya
que el objeto correspondiente es insustituible. Si no hay sustitución o
reemplazo se debe rellenar el hueco. La inexistencia del objeto externo
como estímulo que lo tape, amenaza la estabilidad y la vitalidad del
aparato, de tal manera que es necesario reforzar en ese punto su estructura. Eso se hace con el objeto autista. Al comienzo, el aparato
recurre a los materiales de su propio sí mismo para construirlo. Es como
si el sí mismo se replegara sobre sí, usando sus propios materiales para
rellenar el agujero y dar más consistencia al aparato en aquel lugar que
se ha debilitado por la falta del alimento mental externo. Al replegarse, introduciéndose en el hueco generado, el sí mismo se empequeñece,
pero adquiere mayor consistencia, lo que le permite sobrevivir y seguir
desarrollándose. El hecho de ocupar los propios repliegues en este
relleno, hace que se usen materiales que tienen otros destinos; implica
una especie de renunciamiento que genera diversos frenos a potenciales evoluciones.
Se trata de etapas muy precoces de estímulo-respuesta, neuropsicofisiológicas, con un yo rudimentario, sólo capaz de imprimir huellas
mnémicas muy débiles y elaborar únicamente precursores de la representación mental con el sí mismo y el objeto fusionados. La referencia
es a las etapas que Freud llamó anobjetales, donde predomina el narcisismo, si es que él no requiere de un yo muy definido. En estas etapas, es la identificación primitiva o primaria la que pondrá en marcha
el desarrollo del aparato mental, fundamentalmente a imagen y semejanza del objeto que a su vez transmitió el código genético cromosómico de la especie. La variación individual de la especie, en contraste
con la semejanza, es menor.
Si recurrimos a Freud, diríamos que el objeto autista surge desde lo
autoérotico, mientras que el autosensorial es narcisista en su aspecto
de fusión con el sí mismo.
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Por todo lo dicho podemos afirmar que el objeto autista tapa un hueco.
El objeto autosensorial también lo hace; pero, al hacerlo, ese hoyo no
sólo se rellena, sino que también se funde con el objeto como en una
fecundación mutua que hace que la nueva sustancia resultante de la
fusión crezca en armonía con el resto, se diferencie y constituya el
basamento para nuevas identificaciones y ulteriores desarrollos. El
objeto autista únicamente rellena el hueco, no fecunda, es incapaz de
crear nada nuevo, pues funciona como teniendo el mismo material
genético que el hueco. Es imposible que se fecunde a sí mismo. Podríamos decir, metafóricamente, que el autoerotismo de hueco y objeto es
estéril. Las ausencias de estos objetos autosensoriales serán sacabocados en la estructura mental, harán peligrar su estabilidad y arriesgarán su sobrevivencia. Ahí es donde aparece el objeto autista que preserva la estructura, aunque hace peligrar su ulterior desarrollo.
Si las carencias son muchas, si las necesidades son tan intensas que
no pueden ser copadas por lo que una madre promedio puede proporcionar en su bagaje de materiales para los objetos autosensoriales, los
objetos autistas proliferarán y requerirán una gran cantidad del sí mismo para preservar la estructura alcanzada. En ese caso, puede ser que
no quede material suficiente, o que quede poco, para proseguir con el
desarrollo. El cuadro clínico que se originará en esa eventualidad será
de un autismo infantil.
Otras veces, el objeto autista preserva la estructura y deja una cantidad suficiente del sí mismo para proseguir con desarrollo de otras
áreas. Quedará detenida esa exclusiva área donde está el objeto autista. El desarrollo de las demás áreas podrá ocultar lo que está detenido,
incluso podrá taparlo de tal modo que no se observe. Es lo que ocurre
con el objeto autista en nuestros pacientes neuróticos y limítrofes.
Los objetos autosensoriales pueden tener nombres y pasan a la
simbolización, son congruentes con el sí mismo, satisfacen necesidades;
el objeto autista, en cambio, es un sustituto que rellena el hueco a
presión, que se deforma en la nueva función a la que está obligado. No
tiene nombre, no es específico, cualquier objeto puede cumplir con la
función. Sólo rellena, no cierra el círculo, no produce una nueva configuración específica. No hay nombre que lo designe, ni siquiera en su
proyección futura. Nunca va más allá de ser una sensación. No tiene
desarrollos ulteriores que le permitan ir más allá, hacia la simbolización.
Si el objeto autista tiene algo de mental, esto es algo muy primitivo,
ya que está muy cercano a lo meramente organísmico.
La simultánea percepción de los objetos como separados y fusionados
permite que el objeto externo, que también forma parte del complejo
autosensorial, en su evolución se perciba básicamente como separado,
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ya que sus representaciones fusionadas pasan al inconsciente a través
de la represión.
El sí mismo y el objeto, desde donde se generó el objeto autista, nunca
más pueden ser percibidos como separados. Allí donde está el objeto
autista se puede decir que el movimiento caleidoscópico mental se
detiene. Las piezas de los mosaicos correspondientes se pegan y no
pueden constituir piezas que generen nuevos mosaicos. El gasto que,
desde este punto de vista, significa la constitución del objeto autista para
el desarrollo de la mente es enorme.
El hecho de que los materiales de la mezcla del sí mismo y del objeto
autista no puedan ser percibidos posteriormente como separados, hace
que su destino sea el no poder estar en la conciencia. La dificultad para
percibir los materiales separados se intensifica porque se ha usado
material del sí mismo como objeto.
VI. Objeto autista y representación mental
El objeto autosensorial despierta una sensación y es incorporado al aparato mental en una fusión con el sí mismo: su aspecto cognitivo queda,
por lo tanto, impreso como parte de una huella mnémica. Es cierto que
el sujeto, por la fusión, la siente como parte de sí mismo. Él es el otro.
La identificación primaria es el otro que pasa a ser constituyente del
sí mismo de la mente. El sí mismo y el objeto están ligados por un afecto
cuyo precursor es la sensación. Se podría decir que, en el caso del objeto
autista, el precursor del aspecto cognitivo del objeto no está en la mente,
no se registra. El contacto con el mundo exterior no se registra, sólo
genera una sensación que es precursora de un afecto y que está en la
línea de los tranquilizadores placenteros. La sensación o el afecto se
genera en el sujeto. Si hay algo que se inscribe es el sí mismo y su
sensación. Por eso sostenemos que el objeto autista no alimenta a la
mente, puesto que nada del otro ingresa. El obje-to autista es algo que
ya existía, era parte del aparato mental previamente. De allí que podamos decir que con el objeto autista la mente hace autofagia. De allí
que sea tan desgastante, pues el propio sí mismo hace de objeto. El objeto
autista no es conceptualizable; por lo tanto, no es un objeto, no se
interioriza. No produce identificación primaria; queda sólo en calidad
de objeto externo. El hoyo del sí mismo queda siempre como tal, nunca
puede recibir o atraer algo con lo cual fusionarse, como pasa con el objeto
autosensorial.
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hfario Ctontberof.r
En la evolución de la mente hay muchas zonas que pueden quedar sin
progreso. Pensemos en cuadros orgánicos no autistas de aparición precoz
que al lesionar la estructura biológica no permiten el desarrollo de
determinadas capacidades que habrían evolucionado si no hubiera
mediado una lesión. El ambiente social puede inhibir determinadas funciones y establecer perfiles de aparatos mentales adecuados o inadecuados para el medio que el destino le depare a una determinada individualidad. La adecuación o la inadecuación dependerá en parte de cuáles aspectos dejaron o no de evolucionar, si recibieron un estímulo
especial o si se reprimieron. Es decir que muchas áreas de la superficie
de la mente no progresan, y ello constituye un hecho regular. El objeto
autista es una de estas áreas que no crecen. A diferencia de las demás
áreas mencionadas no está inerte.
Los objetos externos percibidos se representan a sí mismos con sus
funciones propias, pero cuando toman la función del objeto autista
-si bien la huella mnémica y la representación mental pueden expresar su función original específica- esta expresión es falsa, ya que esconde al objeto autista. En este caso, la huella mnémica con su representación mental lleva al error. De allí que se pueda decir: huellas
mnémicas y representaciones mentales no corresponden a lo que es más
específicamente el objeto autista, que en su esencia es carencia, ausencia.
El objeto autista como tal no podrá imprimir huellas mnémicas ni tener
representaciones propias. Las representaciones que lo ocultan son la
superficie de otros objetos que hacen de disfraz, de envoltura del objeto
autista.
VII. El objeto autista; ¿es un objeto?
Zanjada la discusión acerca de si las identificaciones primitivas o los
objetos autosensoriales son objetos mentales que no diferencian al sí mismo y el objeto, porque están fusionados, a raíz de existir el otro carril
que los percibe separados y permite la existencia de un sí mismo separado que percibe la fusión, ¿qué pasa con el objeto autista que no tiene
representación cognitiva? La que tiene es prestada de otros objetos y
es intercambiable (promiscua, dice Tustin). El objeto autista expresa un
fenómeno que sustituye a una relación objetal; no tiene representaciones,
ni separadas ni fusionadas; es sólo sí mismo, que puede estar disfrazado de diferentes objetos.
El objeto autosensorial no estaba o la falla biológica impidió su percepción, y el objeto autista produjo la cauterización de la herida.
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De ahí en adelante, los objetos autistas dificultan el contacto del niño
con la madre. Lo que el bebé presenta a la madre como necesidad es
el hueco con la costra que la madre no puede alimentar con sus estímulos, porque el receptor queda inutilizado, tapado con esta materia
que es estéril. Por otro lado, sin el tapón de relleno, la costra desaparece,
se pierde; el niño convertirá en relleno aquello que la madre le dé, para
formar el tapón sin permitir las diferentes modalidades de fusión que
implican las diversas identificaciones que posibilitan el crecimiento de
la mente. Esto va a ocurrir porque, ante la falta del tapón, la prioridad
del aparato mental es cerrar la herida que lo pone en peligro. Parar el
sangramiento, recuperar la estabilidad y la fortaleza es lo primero, antes
que alimentarse y crecer.
VIII. Materiales de los objetos autosensoriales
El objeto autosensorial se compone fundamentalmente de fusiones del
sí mismo con los estímulos que se desarrollan desde el cuerpo del bebé,
de la madre y el resto del mundo circundante vivo o no, y con ellos, como
identificaciones primarias, se constituye la mente en las diversas capas del block maravilloso al que ya hicimos referencia. La disponibilidad
de otros humanos, como la madre, preponderante-mente, permite la
construcción de la identidad humana, sobre todo al cuidar ésta del niño
como si fuera una prolongación de sí misma (¿fusión?), ya que en la etapa
fetal lo era también biológicamente. Lo anterior refuerza la constitución del objeto autosensorial desde la vertiente materna.
Como contraste recordemos a los niños ferales que no tuvieron suficiente disponibilidad humana para identificarse.
Para etapas tan precoces del desarrollo, en las que el predominio de
lo neuropsicofisiológico es evidente, es posible que las analogías biológicas sean más lícitas y aclaratorias de lo que ocurre en otras etapas.
Desde este punto de vista se puede decir que los múltiples objetos
autosensoriales son la alimentación necesaria para el crecimiento de la
estructura del aparato mental. Pero como ocurre con la alimentación
natural, en la cual hay aminoacidos, minerales y vitaminas que son
específicos y esenciales para el desarrollo, y cuya carencia puede producir la muerte o la patología, así también en el terreno de la mente
muchos objetos autosensoriales provenientes de la madre serán imprescindibles como materiales de identificaciones esenciales. Si el bebé carece
de estos últimos, aparece el objeto autista que es tapón de la superficie
del sí mismo y ya no constituirá el objeto autosensorial para el que
160
Mario Gomberoff
estaba destinada y queda inutilizada para tener un vínculo con la madre,
porque el sí mismo se autodevoró, se autoconsumió.
Por otra parte no se puede afirmar taxativamente que el objeto autista
esté conformado sólo por aspectos del sí mismo. Posiblemente esta
situación es válida para sus orígenes. Más tarde, diversos acontecimientos y desarrollos podrán poner en peligro su estabilidad y consistencia,
como parte del aparato mental; de tal modo que lo que se decía anteriormente, en el sentido de que el objeto es hueco y relleno, se hace ahora
evidente, porque se puede distiguir una separación de los materiales,
imposible de hacerlo en la fusión del objeto autosensorial. La relación
de los materiales en el objeto autista es mucho más inestable que en
los objetos autosensoriales y que en las identificaciones primarias; a
pesar de estar muy pegados, el hueco puede actualizarse en cualquier
momento. El relleno original puede no ser suficiente en etapas más
avanzadas, y el hueco puede volverse activo con las características
primitivas de sus primeras etapas cercanas a lo estrictamente neuropsicofisiológico. Determinadas situaciones de tensión para el aparato
ubicarán el objeto autista en un especial punto de la estructura, sobre
el que recaerá el mayor esfuerzo que, entonces, lo podrá desapegar,
trizar, romper.
Los estímulos externos o internos pueden poner en tensión al
aparato mental, sometiendo a prueba su consistencia. Este aparato tiene, en los huecos con los rellenos de los objetos autistas, grandes debilidades, ya que éstos le hacen perder la flexibilidad necesaria que facilitan la adaptación. Por otra parte, lo que en el pasado fue relleno
suficiente, tal vez en el presente ya no lo es, debido a que posiblemente
el impacto de los estímulos "traumáticos" es hoy mayor que ayer o a
que el hueco se agrandó por las tensiones ejercidas en otros sectores
que tironearon sus paredes.
Si la situación original de nacimiento del objeto autista fue la carencia de estímulos provenientes del mundo externo fundamentalmente, a
raíz de una ausencia real o por dificultades en la captación de su
existencia, se entiende que con un aparato mental muy poco desarrollado se recurrirá, como sustituto, al sí mismo para satisfacer la necesidad. Sin embargo, en etapas en que el aparato está más desarrollado,
es posible concebir que si se necesita más material de relleno, entonces, éste puede provenir del mundo externo en cuanto estímulo de la
sensación placentera. Lo que en determinado momento, por ejemplo, no
estuvo disponible en la madre para constituir el objeto autosensorial,
es posible que esté disponible más adelante, pero sólo será captado de
una manera en que va a pasar a convertirse en parte del objeto u objetos
autistas, ya formados previamente, pues ya pasó el momento en que el
objeto pudiera tener funciones autosensoriales. Lo que la madre pro-
El objeto autista en la estructura del aparato mental
161
porciona, en este caso, tendrá una función muy distinta de la que ella
cree que tendrá para el bebé, produciéndose un desentendimiento con
consecuencias ulteriores en la relación.
IX. El hueco activo del objeto autista
Otra posibilidad es que la madre en su "incomprensión", falta de "empatía" con respecto a estas áreas de su bebé donde se ubicó el objeto
autista, le proporcione a éste un "capullo protector" impregnando quizá
de sus propias defensas o estructuras narcisistas, que a su vez dé mayores facilidades para que el bebé tome, en ese clima, más aspectos de
la madre que sirvan de relleno a sus objetos autistas. Esto a pesar de
que clínicamente se ve que el niño autista parece no percibir a su madre.
Ocurre que no la reconoce como un objeto específico entero, con caracteres definidos, pero la puede ocupar como material de relleno autista
para sus múltiples huecos en forma indiscriminada, reemplazándola por
otros rellenos si ella no está. A esto se debe agregar que del mismo modo
que el bebé usa a su madre en la consolidación del objeto autista, la
madre puede usar al bebé, con idénticos fines. Lo más probable es que
el objeto autista compartido tenga su origen en objetos autistas de cada
uno de los integrantes, lo que los lleva a producir una relación especial.
Cuando nos referimos al objeto autista, en esta etapa de nuestras reflexiones, lo estamos haciendo como componiéndose de dos partes, no
fusionadas sino pegadas; el hueco y el relleno. Lo que antes llamábamos
"promiscuo" es el relleno. El hueco, la cavidad, siempre estará en el sí
mismo del sujeto. Podrá cambiar, geográficamente, de áreas del aparato mental -las funciones que constituyen el hueco-, pero su ubicación
siempre estará en los límites del sí mismo. La promiscuidad del relleno, en cambio, es mucho mayor.
Tal vez no es necesario el surgimiento de nuevas tensiones o circunstancias traumáticas para justificar la necesidad de mayor material de
relleno en el objeto autista. Este último, como dijimos anteriormente,
no se puede concebir sólo como algo inerte o muerto o rígido, cambiando únicamente sus materiales de relleno en forma promiscua. Es posible percibir al objeto autista como con una gran fuerza centrípeta que
atrae objetos permanentemente, conviertiéndolos en "relleno", desvirtúandolos en sus funciones, dejándoles sólo su envoltura. El mirar hacia
el hueco de un objeto autista, cuando por alguna razón se pierde el
relleno, el tapón, produce el horror de caer irremediablemente en la boca
de un depredador y ser, con la inermidad del paralítico impotente,
162
Mario Gomberoff
atraído por una fuerza poderosísima. Es lo que se ha visto en los pacientes descritos en otros trabajos (Gomberoffy cols., 1990, 1991a, 1991b
y 1992), ante la remoción de lo que ahora denomino relleno y que antes
llamé objeto autista. Entonces, este hueco atrae aspectos del sí mismo
u objetos externos, los degrada, destruye sus significados, los pone a su
servicio. Para que ellos se relacionen con ese hueco deben tolerar la
disponibilidad y el sometimiento completo; si no es así, no hay relación.
En los casos clínicos a los que me he referido, el sometimiento de los
analistas a los pacientes era un hecho repetido del cual los primeros
no eran conscientes.
x.
Especificidad del objeto auto sen sori al
y el caleidoscopio
Quizá se podría aceptar la existencia de varios objetos autosensoriales
que fueran congruentes con la zona receptora del sí mismo, ya que esta
última podría adaptar su superficie para confluir con los objetos autosensoriales disponibles. Sin embargo, esto tiene un límite. De tal modo
que la afirmación de que el objeto autosensorial debe ser individualizado
cambiaría por: el grupo de objetos autosensoriales posibles para la zona
del sí mismo receptora es definido y específico. Su inexistencia tiene el
riesgo de dejar vacía esa zona.
En el lenguaje del modelo del caleidoscopio, diría que sólo de esta última manera el mosaico constituido con esta perfecta congruencia de
receptores del sí mismo con el objeto autosensorial podrá movilizarse
para generar nuevos mosaicos más ricos y amplios, o ser eje de los
nuevos movimientos que a su vez permitirán la incorporación de nuevos objetos. Para que exista esa congruencia, la superficie receptora del
sí mismo requiere de otra superficie del objeto que sea muy definida
y específica. Sólo así puede producirse la fusión.
Si falta el objeto autosensorial preciso o si éste impresiona reducido,
o si -como decíamos antes- la zona receptiva tiene deficiencias que
impiden su perfecta congruencia, puede sustituirse el proceso, con la
aparición del objeto autista.
El desarrollo del objeto autosensorial deja huellas mnémicas más complejas. Produce un mosaico con el movimiento suficiente para integrar
otros posteriores o para permitir que ello ocurra, siendo éste una columna fija del caleidoscopio.
Si pensamos que los mosaicos primitivos son el origen de los posteriores, en el caso del objeto autista, los mosaicos por él formados se
quedan allí detenidos y no pueden utilizarse en la constitución de los
El objeto autista en la estructura del aparato mental
163
posteriores. Constituyéndose el objeto autista como un relleno, su contenido puede ser cualquier cosa, sin desarrollo. En el modelo del mosaico, la falta de desarrollo aparece como una rigidez, un freno, una dificultad para que éste siga moviéndose y generando nuevas figuras.
XI. A modo de conclusión
Entonces, el objeto autista es sólo un objeto externo que es imprescindible para la economía mental de personas que no tuvieron disponibles
los objetos autosensoriales esenciales que pudieran constituirse en
identificaciones primitivas. No tiene, sin embargo, representación mental
cognitiva y no es constituyente de la mente directamente, por lo tanto
no es un objeto conceptualizable. Pudiendo intercambiarse en diferentes modalidades externas, lo que importa no es lo cognitivo, pues no lo
posee, no tiene un perfil definido, no es específico, sólo la sensación tranquilizadora que produce y apaga el terror que genera el hueco y frena
las fuerzas contrapuestas que tienden a autodevorar al resto de la mente.
Su remoción implica el debilitamiento y el riesgo de desmoronamiento
mental; por lo tanto, exige su pronto reemplazo. No es novedad la necesidad imperativa que tiene la mente de estar en contacto con el
medioambiente para sobrevivir. Si se cortan las aferencias, sobreviene
el derrumbe. Sin embargo, lo específico del objeto autista es que no ingresa nunca en la mente, sino que la sostiene desde fuera de sus límites.
Resumen
Se usa el concepto de objeto autista de Frances Tustin para explicar algunos defectos
en el desarrollo de la mente que hacen que ella se estructure de tal manera que, en
vez de estar constituida en sus inicios por objetos auto sensoriales que fusionan la representación del objeto externo con el sí mismo y producen una superficie mental que
progresa, da lugar a superficies estériles que pueden transformarse en hoyos negros,
voraces depredadores.
El objeto autista no es más que un tapón, en caso de cumplir con su función, de una
superficie inestable. El objeto autista no es un objeto interno, sólo es externo. Por eso
está cerca de lo biológico instintivo. No admite aspectos cognitivos; no simboliza.
El objeto autista explica diversos fenómenos clínicos de difícil resolución a través de
la técnica analítica clásica.
164
DESCRIPTORES:
IDENTIFICACIÓN
Mario Gomberoff
OBJETO AUTISTA / HUELLA MNÉMICA / OBJETO DE LA PULSIÓN
PRIMARIA / REPRESENTACIÓN
/
Résumé
L'OBJET
AUTISTE
DANS LA STRUCTURE
MENTALE
On se sert du concept d'objet autiste de Frances Tustin pour expliquer quelques défauts
dans le dévéloppernent de l'esprit qui font que celui-ci ait une structure telle que, au
lieu d'étre constitué dans ses origines par des objets autosensoriels qui unissent la
représentation de l'objet interne avec le soi-méme produisant une surface mentale qui
progresse, sont la source de surfaces stériles qui peuvent devenir des trous noirs, des
prédateurs voraces.
L'objet autiste n'est qu'un bouchon, a supposer qu'il accomplisse quelque fonction,
d'une surface instable. L'objet autiste n'est pas un objet interne, il n'est qu'externe. Pour
cette raison il est pres de ce qui est du ressort du biologique instinctif. Il n'admet pas
d'aspects cognitifs, il ne symbolise paso
L'objet autiste explique divers phénomenes cliniques dont la résolutíon est diffícile
par l'intermédiaire de la technique psychanalytique classique.
Summary
THE AUTISTIC
OBJECT IN THE MENTAL STRUCTURE
Frances Tustin's concept of autistic object is used in this paper to explain sorne of the
defects in the development of the mind, which cause it to structure itself in such a way
that instead of being shaped in the beginning with self-sensorial objects that merge
the presentation of the external object with the self and produce a developing mental
surface, they produce sterile surfaces that can become black holes, and vicious predators.
When the autistic object fulfills its function, it is nothing but a stopper of an unstable
surface. The autistic object is not an internal object, it is strictly external, That is why
it is so close to the biological-instinctuallevel. No cognitive elements are admitted, there
is no symbolization.
The autistic object explains several clinical phenomena which are difficult to solve
via the traditional analytic technique.
Resumo
o OBJETO
AUTISTA
NA ESTRUTURA
MENTALE
Utiliza-se o conceito do objeto autista de Frances Tustin para explicar alguns defeitos
no desenvolvimento da mente que fazem com que ela seja estruturada de maneira que,
em vez de ficarem constituídas nos seus inícios por objetos autosensoriais que realizam
El objeto autista en la estructura del aparato mental
165
a fusáo da representaeáo do objeto externo com o si próprio e que produz urna superficie
mental que progride, produz superficies estéreis que possam se converter em buraco snegros, vorazes depredadores.
O objeto autista nada mais é do que urna tampa, caso cumprir com a sua funcáo de
urna superficie instável. O objeto autista nao é um objeto interno, somente é externo.
Por isso se en contra próximo do biológico instintivo. Nao admite aspectos cognitivos;
mio simboliza.
O objeto autista explica diversos fenómenos clínicos de dificil resolueáo através da
técnica analítica clássica.
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