bibliografía \(Indumentaria: teoría e historia de la

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bibliografía \(Indumentaria: teoría e historia de la
GREGORIO MARTÍNEZ SIERRA:
300 AÑOS DE TRAJE
FORMAL MASCULINO
por
PABLO PENA
MODELO DEL MES MARZO DE 2005
Gregorio Martínez Sierra
EN SU TRIÁNGULO ARTÍSTICO Y AMOROSO
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1 GREGORIO MARTÍNEZ SIERRA (1881-1947) nació
2 Esposa: MARÍA DE LA O LEJÁRRAGA (1874-1974).
y murió en Madrid después de cincuenta años de éxitos
profesionales. Cultivó los tres géneros literarios y una amplia
variedad de técnicas de escenificación, desde el teatro hasta el
cine. No obstante, en las últimas décadas, su biografía está
comenzando a perder brillo a favor de la de su esposa, María
de la O Lejárraga, a quien su principal biógrafa, Antonina
Rodrigo, atribuye lo más apreciable de la obra de su marido,
como la novela y después filme Canción de cuna (cinco veces
llevada al cine por directores españoles; la última versión la
firmó José Luis Garci), y el libreto de la zarzuela del maestro
Usandizaga, Las golondrinas. Nadie le niega, empero, su
función como renovador de la escena desde su cargo de director
del Teatro Eslava de Madrid, el primero que abrió sus puertas
a las obras minoritarias de García Lorca, Ibsen o Bernard
Shaw, mérito que comparte con Margarita Xirgú.
María se casó con Gregorio en 1900, cuando contaba 26 años, siete
más que él. Los unía una intensa pasión juvenil y una afición que los
haría célebres: el teatro. Además de las obras que se le atribuyen tanto
a ella como a su marido, hemos de mencionar Granada, que inspiró a
su amigo Manuel de Falla la composición de Noche en los jardines de
La Alambra, e incluso La dama y el vagabundo, archiconocida en la
versión de Disney. El advenimiento de la II República dio una gran
felicidad a María. Enrolada en las filas del PSOE, fundó la
Asociación Femenina de Educación Cívica y sirvió a su partido como
comisionada en el extranjero. El estallido de la Guerra Civil la animó
a quedarse en Francia, donde vivió hasta su muerte, acaecida cien años
después de su nacimiento. Nunca otorgó el divorcio a su marido, pero
concedió a la hija adulterina de éste y la Bárcena los derechos de la
obra de su padre (¿o suya?) dentro de España.
Selección de obras de Martínez Sierra (y/o) María de la O
Lejárraga
Dramas: La sombra del padre (1909), Canción de cuna (1911), Primavera
en otoño (1911), Mamá (1913), El reino de Dios (1916), Don Juan de
España (1921).
Libretos para zarzuela, ópera y ballet: La Tirana (música de Vicente Lleó,
1910), Margot (música de Joaquín Turina, 1914), Las golondrinas
(música de José María Usandizaga), El amor brujo (música de Manuel de
Falla, 1915), El sombrero de tres picos (según obra de Alarcón; música de
Falla, 1917).
Director y guionista de cine: Los hombres las prefieren viudas (1943), Tú
eres la paz (adaptación de su novela homónima, 1942), Canción de cuna
(1941). Guionista también de Dama de compañía (1940) y La novia de la
marina (1948).
3 Amante: CATALINA BÁRCENA (1896-1978). En 1931
encontramos a Gregorio Martínez Sierra en Hollywood, dirigiendo la
sección española de los estudios de la Fox. Le acompaña la estrella de
sus películas y la mujer de su alcoba, la eximia Catalina Bárcena.
Fueron presentados en 1908 cuando ella trabajaba en la compañía de
María Guerrero. Ignoramos cuándo se inició su relación, pero ya en
cartas de 1906, María de la O expresa a su gran amigo, el músico
Falla, su fastidio por esta causa. Catalina Bárcena es recordada como
una de las más grandes actrices españolas y en 1972 recibió el Premio
Nacional del Teatro.
El ajuar de la Bárcena. Sus herederos legaron al Museo
Nacional del Teatro en Almagro 155 prendas de Catalina, entre ellas
magníficos ejemplos de Poiret y Lanvin. Una extracto de esa colección
puede admirarse en este Museo.
EL TRAJE FORMAL DE CABALLERO
razón de su uniformidad
EL UNIFORME CIVIL. Los uniformes refuerzan el sentimiento de
integración grupal porque al eludir las diferencias
socioeconómicas visibles, no despierta envidias ni recelos entre
sus usuarios. Son igualmente útiles para colegios con niños de
diversa procedencia económica, como para soldados y hombres
de negocios. El uniforme nace a finales del siglo XVII, se extiende
a lo largo del siglo XVIII (el primer gran siglo de la diplomacia,
del ejército moderno y del comercio internacional) y se consolida
en el XIX con el predominio político y económico de la
burguesía. Por fin, en el siglo XX, atenta a la emancipación
femenina, Chanel lo metió en los armarios de sus clientas: el traje
chaqueta femenino. En suma, el uniforme nació para satisfacer
una nueva función social: facilitar las relaciones inteclasistas. El
uniforme es la manera que tiene el traje de expresar la igualdad
democrática.
LA RENUNCIA A LA BELLEZA. Desde finales del siglo XVIII los
hombres han renunciado a todas las formas de ornamentación
más brillante, haciendo de la sastrería un arte austero y casi
ascético. El hombre abandonó la pretensión de ser considerado
hermoso. Esta represión contra natura del carácter seductor de
que hacen gala los machos de cada especie animal y que vienen
sufriendo los varones contemporáneos, ocupa el grueso de los
libros de sicología del vestir. Se conoce como la gran renuncia
masculina a la decoración.
Ideal democrático de fraternidad. Contra el vestido jerarquizante del
Antiguo Régimen, preservado por la aristocracia con leyes
suntuarias, se impuso, de acuerdo a los nuevos ideales de
democracia surgidos a partir de la Revolución Francesa, un traje
que no desentonara con la doctrina de la fraternidad humana,
incompatible con los ajuares que destacan el rango sobre otras
cualidades. El problema se resolvió mediante una mayor
uniformidad en el vestido masculino.
Nueva valoración del trabajo: El trabajo gana enteros porque la
burguesía dice que la dignifica. El traje sastre masculino significa:
“yo trabajo, no soy un aristócrata ocioso”.
Inhibiciones psíquicas contra la decoración. A partir de entonces y para
paliar el sacrificio de la elegancia, el hombre destacó en su traje
más que su belleza su rectitud, su propiedad, su limpieza, etcétera,
convirtiéndose en cuestión de ropa más severo y rígido que la
mujer y, lamentablemente, prejuicioso y represor. En nuestros
días los varones estamos recuperando el placer de vestir bellamente,
aunque esta apertura al decorativismo no se está produciendo en
el traje formal, significativamente, sino en la ropa sport, la ropa de
ocio y fin de semana.
TRAJE SASTRE,
que perteneció a Gregorio Martínez Sierra
Museo Nacional del Teatro, Almagro
(inventario MNT-MT04). Depositado
temporalmente en El Museo del Traje
Traje de algodón. Chaqueta a doble fila,
cuatro botones y bolsillos de parche en la
cadera. Solapas de cran agudo y puntas
horadadas por ojales.
Pantalón de pinzas con vueltas en los bajos y
rayas planchadas en las perneras.
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su alteza la chaqueta de caballero
EL CABALLO DE BATALLA DE LA SASTRERÍA.
Exceptuando las grandes creaciones de la Alta
Costura, no existe prenda más laboriosa que la
chaqueta de caballero, de ahí que las sastrerías
compitan por su calidad y las empleen como tarjetas
de presentación. Su complejidad se explica por la
prolijidad de cortes y piezas que la componen, que
implica un montaje minucioso, y porque reúne al
menos tres tipos de materiales: tejido exterior,
entretelas (crin para las solapas, almohadillas para las
hombreras) y forro.
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1 Cuello El motivo decorativo cuello-solapa
caracteriza a la americana mejor que ningún otro
elemento. En rigor, procede del traje militar del siglo
XVIII, pues en aquel tiempo las chaquetas civiles
carecían de cuellos.
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2 Solapa Es en realidad una parte del delantero
que se vuelve hacia afuera generando el escote de la
chaqueta. La solapa se plancha lentamente para que
el tejido se dilate y se pliegue con plasticidad. La
línea oblicua del pliegue se denomina “quiebre” y
determina la holgura del escote.
3 Cran Es el ángulo que se forma entre la punta
de la solapa y la punta del cuello. En la foto se
distingue un cran abierto; las chaquetas más formales
suelen tenerlo cerrado.
4 Pinza y costadillo Pinza de pecho y costura de
costadillo reducen el tejido sobrante cuando el
caballero goza de vientre plano. Imprescindibles en
la confección a medida.
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5 Cruce Se denomina así al cruce de los
delanteros, que puede ser sencillo o “a una fila”,
como el de la foto, o cruce a doble fila.
6 Bolsillo de tapeta Las buenas chaquetas suelen
incorporar una tapeta extraíble en los bolsillos de
cintura.
Ilustración: Bernard ROETZEL, 1999, El caballero. Manual de moda masculina clásica.
Colonia: Könemann.
EL BUEN TRAJE La meca de los trajes a medida se encuentra en Londres: la célebre calle Savile Row presume de
bastión occidental de la moda tradicional de caballero. Allí todavía se distingue entre patronista-cortador (cutter) y
sastre-confeccionista (taylor), y sirve de ejemplo a sastrerías de alta calidad de todo el mundo como la madrileña
López, Herbón y Cía., donde se dan cita clientes tan eximios como Plácido Domingo, Óscar de la Renta y nuestro rey
don Juan Carlos. El parroquiano que visite estos templos del vestir no debe acudir apresurado, porque las medidas han
de tomarse con esmero, y también será conveniente que elija un tejido que agrade a su tacto y a su vista, porque la
prenda final se mantendrá inalterada durante décadas sin pasar de moda, ya que no pasa de moda lo que no está de
moda.
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los tejidos de la confección clásica
1 ESPIGA Así denominado por su dibujo que recuerda a las espigas y a las espinas de los peces.
Se emplea para vestir y sport, en trajes y abrigos.
2 PATA DE GALLO / HARRIS El tejido crea un dibujo de estrella de cuatro puntas a dos
colores. El Harris produce el mismo efecto, pero debe combinar tres colores.
3 PRÍNCIPE DE GALES O tejido de cuadros galés. El efecto del tejido pata de gallo se produce en
bandas entrecruzadas ortogonalmente.
4 FRANELA El tejido de lana básico de los trajes, elaborado en todo tipo de colores, gruesos y
calidades. Efecto liso.
5 RAYAS DIPLOMÁTICAS También llamado tenis. Rayas muy finas y siempre verticales para
sastrería de hombre y de mujer. Tejido característico de las películas de gángster.
6 OJO DE PERDIZ Efecto óptico como de pequeños ojos, elaborado frecuentemente mediante
la combinación de hijos negros y blancos.
7 TWEED Tejido grueso, generalmente con fibras de diversos colores, característico de las
chaquetas sport de invierno y de los trajes sastre de Chanel.
300 años de traje sastre masculino
antiguo régimen
CHUPA Y PELUCA. El traje formal de
caballero nace en la Francia de Luis XIV
como reunión indeliberada de un
sistema indumentario que se sostendrá
durante más de 300 años: camisa blanca,
corbata, chaqueta, chaleco y pantalón.
Ya en estos momentos se exige que la
camisa sea blanca y luzca pulcra,
haciendo honor a quien la viste. La
chaqueta de amplios faldones se
denomina en Francia justaucorps y en
España casaca; al chaleco, todavía tan
largo y ornamentado como la casaca, los
españoles le dicen “chupa”. Los calzones
perviven desde los primeros días del
Renacimiento y aguantarán hasta la
Revolución. El tocado era una peluca
leonina.
Dibujo de Bonnart, hacia 1674
SOMBRERO DE TRES PICOS.
Durante el siglo XVIII el
chaleco se mantiene largo como
la casaca, pero ambas piezas,
aunque todavía puedan lucirse
en terciopelo y tejidos
preciosos, han perdido
ornamentos y brillantez. Tal es
el camino que seguirá el traje
masculino contemporáneo:
sobriedad. La gran peluca ha
cedido puesto a una más
pequeña y empolvada. Todavía
pende la espada, símbolo viril y
nobiliario de la otrora
beligerante aristocracia. La
corbata es una lazada y el
sombrero de tres picos.
Dibujo de Gravelot, 1730
Ilustraciones: F. Boucher, 1989, 20.000 years of costume. New York: Abrams.
FRAC, CUELLO-SOLAPA Y SOMBRERO DE
COPA. La Revolución francesa enaltece a los
sans-culottes (sin calzones), es decir, las gentes
comunes que en vez de vestir calzones y
medias de seda, como los nobles, visten
pantalones. El calzón queda, así, estigmatizado
como estandarte del pensamiento conservador
y antidemocrático, un peso que terminará por
sumirlo en el abandono hacia 1820. Se viste
con prudencia porque corren tiempos
revolucionarios... Desde Inglaterra, el
“hermoso Brummel”, el dandi que inspiró a
varias generaciones de caballeros discretos,
promociona un vestido similar al del petimetre
del figurín ilustrado. La espada comienza a
verse relegada por el bastón, enseña burguesa
frente a la aristocrática espada. El sombrero de
copa será el must del siglo XIX.
Dibujo de La Mésangère, 1808
era democrática
CHAQUETA Y CORBATA. Concluido el
Segundo Imperio (1870), se impone por
doquiera el traje de caballero con chaqueta
de levita corta o levitilla, es decir, la chaqueta
corta como nuestra americana o blazer. Por
las mismas fechas, los aparatosos lazos de
cuello que habían estrangulado los gaznates
de los dandies románticos se ven
suplantados por un breve pañuelo en el que
ya se vislumbra la forma de la corbata
moderna. Sólo le falta el nudo Windsor. El
sombrero de copa se alterna con el hongo o
bombín. Los pantalones también han ganado
holgura, pues en la décadas del
Romanticismo se habían cortado estrechos
como guantes y ahora se despegan de las
piernas proporcionando confort. Restringido
a colores oscuros y un traje uniforme, el
caballero se aburre mortalmente con la ropa
y desplaza su atención hacia los carruajes
(más adelante, hacia los coches) y los
deportes. En diversos países se celebran
reuniones para estudiar una revolución
estética del vestir masculino, pero no hay
manera...
Revista de modas francesa, 1875
RAYA, VUELTA Y
CANOTIÉ. Amenazaba
Guillermo II a las
potencias cuando se
publicó este figurín
veraniego henchido de
optimismo. En la
primera década de 1900
se consolidan dos
detalles que van a
caracterizar a los
pantalones del traje
masculino durante
medio siglo: las vueltas
en los bajos, invención
inglesa para evitar la
suciedad y la humedad,
y la raya de plancha a
media pernera. El
conjunto se remata con
el característico
sombrero de paja, el
canotié, icono de
Harold Lloyd.
“¡HASTA LAS MUJERES!”, seguro
que exclamó más de uno. En el
cambio hacia el siglo XX se había
estabilizado entre las mujeres el uso
de un traje de falda y chaqueta
confeccionados con la misma tela
que llamaban “traje sastre” por su
inspiración masculina. Se empleaba
sobre todo para trabajar, pues
complacía a las mujeres que
comenzaban a desempeñar
profesiones liberales como
secretarias o institutrices, y
necesitaban una imagen sobria. Por
su parte, las damas adineradas
vestían traje sastre para salir por la
mañana a misa y para viajar. La
última revolución del traje femenino
llegó con el pantalón. Queda todavía
una última revolución a la historia
de la moda: que los hombres nos
tomemos la revancha con la falda, ya
que ellas nos han desvalijado
nuestro guardarropa por completo.
Figurín de la revista La
moda elegante, 1915
Yves Saint-Laurent, 1967
Ilustraciones: F. Boucher, 1989, 20.000 years of costume. New York: Abrams.
BIBLIOGRAFÍA
(Indumentaria: teoría e historia de la moda)
Farid CHENOUNE, 1993, A history of men’s fashion. París: Flammarion.
Yvonne DESLANDRES, 1988, El traje, imagen del hombre. Barcelona: Tusquets.
Martin ELLEHAUGE, 1952, “L’uniforme militaire et le costume civil”, en Actes du Ier Congrès
International d’Histoire du Costume. Venecia: Centro Internazionale delle Arti del Costume.
Rene KÖNIG, 1968, Sociología del vestido. Buenos Aires: Carlos Lohlé.
John Carl FLÜGEL, 1964, Psicología del vestir. Buenos Aires: Paidós.
FAVARDIN, Patrick y BOUËXIÈRE, Laurent, Le dandysme, Lyon: La Manufacture, 1988.
José de MANJARRÉS, 1878, Primeras necesidades del hombre: El vestido. Barcelona: Librería de Juan
y Antonio Bastinos Editores.
Paul MARTIN, 1963, European military uniforms, London: Spring Books.
Bernard ROETZEL, 1999, El caballero. Manual de moda masculina clásica. Colonia: Könemann.
Carlos SOLDEVILLA, 1950, La moda ochocentista. Barcelona: Argos.
BIBLIOGRAFÍA (Sastrería: libros antiguos)
Monsieur VANDAEL, 1836, Manual teórico y práctico del sastre o tratado completo y simplificado de este
arte, que contiene el modo de trazar, cortar y hacer toda clase de vestidos. Madrid: Imprenta de Hijos de Doña
Catalina Piñuela.
ARNAU Y CORBERA, Ramón, Prontuario teórico-práctico de sastrería basado en reglas fijas, Barcelona:
Imprenta de José Tauló, 1849.
ARNAU Y CORBERA, Ramón, Suplemento al prontuario de sastrería. Método para enseñar y aprender con
más facilidad y con todo orden la fabricación de las piezas más necesarias del arte de sastrería, Barcelona:
Imprenta de José Tauló, 1850.
Arte de ponerse la corbata de mil y una maneras, o distintos modos de llevar el pañuelo en el cuello, demostrado
y enseñado en dieciocho lecciones, 1832, Madrid: Méndez y Molina editores, Ediciones Almabane,
facsímil.
Charles COMPAIGN, 1878, Le manuel du tailleur, Paris: Typographie de Morris pére et fils.
G.-H. DARTMANN, 1837, Manuel du tailleur, París: Chez Hautecoeur librairie.
Ambrosio MURILLO, 1854, Recopilación de reglas para la guía del sastre, Zaragoza: Imprenta Roque
Califa.
BIBLIOGRAFÍA (Martínez Sierra)
Juan ARNAU Y Carlos María GÓMEZ, 1979, Historia de la zarzuela. Madrid: Zacosa.
Antonina RODRIGO, 1994, María Lejárraga, una mujer en la sombra. Madrid: Vosa.
Laura Ann INÉS, 2004, Llevaré tu nombre. Madrid: Zócalo.
Francisco RUIZ RAMÓN, 1989, Historia del teatro español, Siglo XX. Madrid: Cátedra.
[email protected]
PABLO PENA Fernández de los Ríos, 32 28015-Madrid 914460968

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