Go Mag / Antonio Lozano
Transcripción
Go Mag / Antonio Lozano
Split by PDF Splitter quien sabe Percival Everett “No creo que vaya a desmayarme pero, en cualquier caso, voy a sentarme” decía Chrsitina Drayton (Katherine Hepburn) al no haberse repuesto del susto de ver a su hija ennoviada con el negro John Prentice (Sidney Poitier) en “Adivina quién viene esta noche”. Pareja forma de impactar, en este caso de hacer remontar todas las corrientes narrativas transitadas hasta el momento por el lector, es lo que consigue una vez más Percival Everett con el hachazo que dispendia al tronco de las convenciones sociales en la delirante “No soy Sidney Poitier” (Blackie Books, 2013). Texto E n ese don dirigido al mal gusto y la estulticia de los negros a la hora de moldear y dispersar sus propios estereotipos culturales de naturaleza degradante que supuso su novela “X”, Percival Everett, el escritor que jugueteó con la idea de cowboys gays antes que Anne Prouxl saliera a cabalgar con “Brokeback mountain” y que, de alguna manera, se adelantó al Tarantino de “Django desencadenado” en la formulación de un “individuo de color” (calificación que posiblemente haría vomitar a Everett) que aspira a desafiar su lugar en la historia y el mundo, en esa “X”, decíamos, el protagonista titulaba “Porculo” su declaración de guerra al cliché de raperos y dealers y jugadores de baloncesto y obesas madres gritonas que los suyos habían propagado orgullosos, encontrando la bendición final de la Gran Deidad de Chocolate Oprah Winfrey. Pues bien, el título en cuestión acudió a la cabeza del periodista al intentar describir las sensaciones que lo habían atravesado al recibir las sucintas respuestas del escritor por correo electrónico. Superada la perplejidad y adoptando la postura más desdramatizadora, el modelo haiku en el que se había instalado el entrevistado bien podía ser interpretado como una nueva muestra de su espíritu a contracorriente, aquel que lo ha conducido a cimentar toda su obra en la exposición, con humor e imaginación transportadas en volandas hasta los límites de la irrealidad que hay en la realidad, del absurdo vital que nos ciega, echando para ello mano de parodias con las que, de paso, denunciar el reino de la estupidez que es este mundo sin Dios (ni blanco, ni negro, ni amarillo). Además, ¿no podía también revelar la presunta apatía alguna carencia del periodista, incapaz de interpelar con inteligencia a su objetivo? Sea como fuere, aquí está otro OVNI recién aterrizado del planeta Everett: “No soy Sidney Poitier”, donde el antihéroe bautizado con el nombre que da título a la obra se enfrenta al sinsentido de la vida desde el mismo instante en que nace tras una gestación de veinticuatro meses. ¿Cuáles fueron las fuerzas más determinantes que lo impulsaron a escribir y hasta qué punto deseaba reaccionar contra o, por lo menos, cuestionar, lo que la ficción solía ofrecer? Crecer rodeado de libros y el hecho de que mi padre fuera lector, alguien que otorgaba valor a la literatura. Por otro lado, no diría que mi intención fuera nunca reaccionar contra algún tipo de ficción que hubiera ahí afuera. ¿Se siente muy solo en sus cruzadas contra los clichés que llevan aparejadas las razas? En realidad no creo que ese sea el caso. Considero que muchos artistas comparten mis puntos de vista. ¿Cómo desea que el humor en general y la parodia en particular funcionen en sus libros? Para mí el humor es un arma de seducción. Permite que el lector se adentre en asuntos muy complejos. ¿Considera que su poesía, sus novelas, sus cuadros, su música... conforman un único proyecto creativo o Antonio Lozano cada una de estas disciplinas le abre distintas puertas a sí mismo? Supongo que esto ultimo. A diferentes formas de expresión, diferentes fuentes de inspiración. ¿Qué respuesta emocional suele buscar en sus lectores? ¿Diría que, si no logra desestabilizar su centro de gravedad moral, de algún modo quizás ha fracasado? Ni aspiro a provocar ninguna respuesta emocional en concreto ni soy capaz de predecirla. De aquí que esté condenado a equivocarme con algunos lectores. Cuando la gente tilda sus libros de experimentales, ¿cree que el problema radica en la estrechez de miras que suele tenerse a la hora de abordar aquello de lo que la literatura es capaz? Efectivamente. Desde sus años como estudiante de filosofía en la Universidad de Miami, ¿de qué pensador ha aprendido más? Bertrand Russell. Adoro su claridad. De él aprendí cómo ser un intelectual público. Usted que tanto ha jugado a actualizar los mitos griegos, ¿De qué modos diría que continúa retratando al presente? Si no dejan de repetirse es porque contienen grandes historias. ¿Qué idea o imagen o pregunta desencadenó “No soy Sidney Poitier”? ¿Desde qué ángulos en particular piensa que esta novela se acercó a los conflictos de identidad que han definido una generosa porción de su trabajo? Quién sabe.