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El Telar de Ulises, nº 1, 1997 / Poesía ____________________________________________________________ Poemas de “Lluvia” ( Miguel Florián, 1953 ) Catedrático de filosofía en un instituto sevillano, ha publicado artículos de carácter filosófico y pedagógico. En cuanto a la actividad literaria, se distribuye entre artículos de crítica literaria, traducciones de poetas franceses y portugueses, así como poemas propios en diferentes revistas y diarios españoles, portugueses y americanos. Ha publicado los siguientes libros de poesía :"Los mares, las memorias" (Madrid,Devenir,1992). "Anteo" (Huelva,Colección J.R.J.,1994) galardonado con un accésit del XIV Premio Hispano americano de Poesía "Juan Ramon Jiménez" 1994 y accésit del premio "Rosalía de Castro",1993. "Lluvias" (Avila:Colección San Juan de la Cruz,1995), galardonado con el V premio Nacional de Poesía "San Juan de la Cruz"(1994). "Los días y los pájaros" (Zamora,1995), galardonado con el I Premio Internacional de poesía "Claudio Rodríguez". "Este es mi cuerpo" (Huelva, Cuadernos de Abolay,en prensa). Los poemas que publicamos pertenecen al libro : "Lluvias". Lluvia El agua deslíe la conciencia, una a una empapa las imágenes, se agitan sus reflejos, tiemblan sólo un instante sobre la herida. Nunca acabará la lluvia. En la memoria llueve, vuelvo a ver los charcos de la infancia, una manta empapada sobre vagas cabezas, y un rostro muy fugaz de mujer. Siempre estuvo lloviendo, los pájaros perdidos buscaban entibiarse en nuestra sangre. Aquella boca de tibia luna enmudecida y fría, sobre la yerba húmeda... ¿A dónde lleva el agua esas semillas?, ¿en qué mar desembocan?,¿en qué madre germinan?,¿acaso el alma es tierra y luego, ya en sazón, fructifican bajo el temblor de la memoria? Tocar el mundo con nuestras manos ciegas, y luego en el recuerdo, otro mundo renace más intenso. Aquella mano posada sobre el tiempo, aquella frente con su gesto de arcilla, y este turbio afán por alzar su casa derruida bajo la tempestad, esta inquietud de abrir en las ondas de todos los regatos la entraña encendida del musgo. Sí, ¿en qué océano en qué lecho se vierten las palabras?, ¿qué muelles refugian a sus barcos? El cielo es agua quieta y el polvo, y los vestigios que espejean y abrasan en su luz la conciencia. Náufragos todos bajo idéntico aguacero, peregrinos del sueño creciendo sobre el pecho del tiempo, sosteniéndonos sobre la mano incierta de un dios que nos ignora. Sacrificio Renunciar a la carne que entibió nuestro lecho, a sus hondas pupilas, sus labios. Renunciar a los días idénticos, que van hacia su abismo de indistinguible dicha, a su vaivén de sombra. Dejar a un lado el agua, la sed y los otoños con su hojarasca espesa, el amor de las tardes con sus besos ocultos. Aproximar la muerte, tomarla entre los brazos, abrirse a su penumbra. Renunciar a ese cuerpo que, de improviso, ahora, sabemos que siempre hemos amado, que nunca dejaremos de amar. Renunciar a sus brazos, a su boca, a su musgo. Y seguir existiendo. Plegaria Que sea blanco, tibio, y sobretodo lento, muy lento, este verano. Que crezcan muy despacio sus espigas. Que se detenga el brillo dorado del centeno. Y se adormezca el musgo. Deseo contenerme muy dentro de esta hora, tenderme en esta vulva de animales blanquísimos, que me rozan los labios, y me abrasan... En esta algarabía de palabras, de cristal, y de insectos. Que me abra despacio desde el cuerpo hasta el alma para habitar esta asfixia de luz, de agua quieta y profunda que gime bajo el alma, y perderme en el pájaro con su trino de acero. Allá arriba, en su aire. .