El papel de la microbiota en la alergia
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El papel de la microbiota en la alergia
Ann Nestlé [Esp] 2009;67:19–26 DOI: 10.1159/000225913 El papel de la microbiota en la alergia Marko Kalliomäki Departamento de Pediatría, Universidad de Turku, Turku, Finlandia Palabras clave Alergia ⴢ Asma ⴢ Eccema, atópico ⴢ Microbiota intestinal ⴢ Tolerancia oral Resumen La hipótesis de la higiene vincula la epidemia creciente de manifestaciones clínicas de alergia, eccema atópico, rinoconjuntivitis alérgica y asma a una reducida exposición a microbios en una edad temprana como consecuencia de cambios medioambientales en el mundo industrializado. Entre éstos destacan la mejora del saneamiento y las condiciones de vida, las vacunaciones y el tratamiento antimicrobiano, junto con la disminución del tamaño de las familias y el cambio en la ingestión alimentaria. El descubrimiento de tres subgrupos de linfocitos T reguladores ha revolucionado la base inmunológica original de la hipótesis de la higiene, el llamado paradigma T cooperador 1/T cooperador 2. En caso de tolerancia oral defectuosa aparece alergia. Datos experimentales y clínicos recientes indican que tanto el desarrollo como el mantenimiento de tolerancia oral depende de estos linfocitos T reguladores inmunosupresores. Por otra parte, se ha demostrado que la microbiota intestinal es crucial para la expresión y función apropiadas de los linfocitos T reguladores, lo que conecta estrechamente a la microbiota con la alergia. De hecho, numerosos estudios transversales han demostrado una composición diferente de la microbiota intestinal entre niños con eccema atópico y controles sanos. En la mayoría de los estudios de seguimiento prospectivos publicados hasta la fecha también se ha hallado que las alteracio- © 2009 Nestec Ltd., Vevey/S. Karger AG, Basel 0252–8185/09/0671–0019$26.00/0 Fax +41 61 306 12 34 E-Mail [email protected] www.karger.com Accesible online en: www.karger.com/ans nes de la microbiota intestinal preceden a la aparición de alergia. Los cambios en la cantidad de bifidobacterias, clostrídios y Escherichia coli han sido los resultados más corrientes en estos estudios. No obstante, se ha observado una variación considerable en los diseños de diferentes estudios prospectivos, lo que dificulta la interpretación de las probables causas de los resultados variables. En los estudios futuros que aborden esta cuestión no sólo deberán utilizarse técnicas moleculares novedosas de evaluación de la microbiota intestinal, sino tomar también en consideración otros varios aspectos que se comentan en este trabajo. Copyright © 2009 Nestec Ltd., Vevey/S. Karger AG, Basel Definiciones de alergia y enfermedades alérgicas Dado que las definiciones relacionadas con la alergia y las enfermedades alérgicas han variado considerablemente en diferentes estudios clínicos, resulta difícil establecer comparaciones entre dichos estudios. Con objeto de propiciar estas comparaciones se ha propuesto una nomenclatura de uso global para la alergia [1]. La alergia es una reacción de hipersensibilidad iniciada por mecanismos inmunológicos específicos mediados por anticuerpos o por células. El término ‘hipersensibilidad’ describe síntomas o signos objetivamente reproducibles, iniciados por exposición a un estímulo definido a una dosis tolerada por personas normales [1]. Las enfermedades alérgicas, que se manifiestan en el eccema atópico, la rinoconjuntivitis y el asma, son las enMarko Kalliomäki Department of Pediatrics University of Turku, Kiinamyllynkatu 4–8 FI–20520 Turku (Finland) Tel. +358 2 313 0229, Fax +358 2 313 1460, E-Mail [email protected] fermedades crónicas más corrientes en el mundo occidental [2]. El eccema es una inflamación cutánea pruriginosa, crónica o recidivante, con lesiones y localizaciones típicas. El eccema recibe el nombre de atópico si se asocia a la producción de inmunoglobulina E (IgE), que se demuestra bien sea mediante pruebas de punción cutánea positivas o por la elevación de los anticuerpos IgE específicos de antígeno [1]. No obstante, recientemente se ha comprobado que la asociación entre atopia y eccema en general es bastante débil [3]. Debe también recalcarse que la asociación no significa necesariamente causalidad. Por ejemplo, la mayoría de niños con eccema y un pequeño incremento de las IgE específicas de antígeno al alimento (es decir, niños con eccema atópico) toleran realmente el alimento sin síntomas cutáneos ni de otro tipo [4]. Por otra parte, debido al equilibrio inmunológico que predomina en el útero, el fenotipo T cooperador de tipo 2 (Th2), el que facilita la producción de IgE, es universal en una edad temprana. En consecuencia, prevalece un solapamiento significativo en las concentraciones de interleucina (IL)-4, la citocina Th2 clave, y los anticuerpos IgE entre las personas atópicas y las no atópicas en una edad temprana [5]. Estos datos no deben sorprender teniendo en cuenta los mecanismos de tolerancia oral que se describen más adelante. La rinoconjuntivitis alérgica causa síntomas de hipersensibilidad nasales y oculares, mediados inmunológicamente, como comezón, estornudos, aumento de la secreción y obstrucción nasal [1]. El asma es un trastorno inflamatorio crónico de las vías respiratorias, que se asocia a una hiperreactividad de dichas vías que da lugar a episodios recurrentes de sibilancias, disnea, tos y opresión torácica [6]. El asma consecutiva a reacciones inmunológicas recibe el nombre de asma alérgica [1]. No obstante, aunque los lactantes atópicos con respiración sibilante sufren la obstrucción reversible de las vías respiratorias característica del asma, no presentan en las biopsias endobronquiales un engrosamiento de la membrana basal reticular epitelial y una inflamación eosinofílica similares a las de niños mayores, de edad escolar, y adultos con asma [7]. En sentido estricto, estos lactantes no deben ser considerados en absoluto asmáticos a pesar de los síntomas asmoides y la producción anormal de IgE, dado que los datos hallados en sus biopsias endobronquiales no difieren de los registrados en lactantes no atópicos sin síntomas asmoides [7]. Los ejemplos anteriores demuestran que pacientes con un diagnóstico clínico idéntico (por ejemplo, asma) pueden diferir considerablemente en sus fenotipos inmunológicos. 20 Ann Nestlé [Esp] 2009;67:19–26 Cascada inflamatoria en la alergia: duelo entre respuestas inflamatorias y respuestas supresoras La inflamación hallada en una reacción de hipersensibilidad mediada por anticuerpos se caracteriza por la producción de anticuerpos IgE específicos de alergeno y la corriente de entrada de linfocitos T activados y otras células efectoras, por ejemplo eosinófilos y mastocitos, en la zona de la exposición alergénica [8]. La respuesta inflamatoria es orquestada por las células Th2. Las células Th2 producen citocinas, como IL-4, IL-5, IL-9 e IL-13, que regulan tanto la producción de IgE como la corriente de entrada de eosinófilos, mastocitos y linfocitos T CD4+ en el tejido inflamado. Las células Th2 están bajo el control de los linfocitos T reguladores [8, 9]. El equilibrio correcto entre Th1, Th2 y los linfocitos T reguladores es primordial para el desarrollo de tolerancia frente a antígenos nocivos, propios y extraños, y la supresión de la inflamación alérgica de tipo Th2. El papel de las recién descubiertas células Th17 productoras de IL-17 en estas respuestas inflamatorias se desconoce todavía en gran medida [10]. La tolerancia oral es la supresión específica de respuestas inmunitarias a un antígeno por medio de la administración previa del antígeno por vía oral [ver revisión en 11, 12]. Se ha demostrado la importancia con miras a la tolerancia de tres tipos de linfocitos T reguladores: Th3 (supresión principalmente por secreción del factor de crecimiento transformador, TGF), Tr1 (supresión principalmente por secreción de IL-10) y linfocitos T CD4+CD25+ (supresión principalmente por TGF- ligado a la superficie). En casos de alergia alimentaria, este mecanismo supresor no se ha desarrollado correctamente o ha fallado. En niños con trastornos gastrointestinales inducidos por la leche (gastroenteritis eosinofílica alérgica o enteropatía inducida por proteínas alimentarias) se hallaron linfocitos de la mucosa duodenal específicos de la leche que liberaban in vitro citocinas asociadas a Th2 y cantidades muy pequeñas de TGF- e IL-10, dejando entrever una inducción de tolerancia oral defectuosa [13]. En estos análisis no se incluyó ningún grupo de control debido a dificultades técnicas. En un estudio subsiguiente con controles no se hallaron diferencias en la producción de citocinas Th2 (o citocinas Th1) en los linfocitos de la mucosa duodenal de niños con alergias alimentarias múltiples [14]. No obstante, en estos niños se detectó una cantidad reducida de linfocitos T productores de TGF en la mucosa duodenal en comparación con los hallados en niños sin diagnóstico clínico patológico final [14]. De nuevo se observó que niños que habían superado su alergia no mediada por IgE a la leche de vaca presentaban mayores Kalliomäki Cada adulto humano posee aproximadamente diez veces más bacterias en el intestino que células eucarióticas en todo el organismo [20]. Se estima que el número de especies bacterianas diferentes en el intestino es de 800 aproximadamente, siendo cultivables menos de la mitad. El colon está atestado de bacterias, dado que las heces contienen alrededor de 1011 bacterias/g, mientras que el contenido intestinal y el estómago albergan menos de 108 y 104 bacterias, respectivamente, por mililitro de contenido luminal. Los estreptococos, lactobacilos, coliformes, enterococos y Bacteroides son residentes normales del íleon, mientras que el colon alberga clostridios, Bacteroides, prevotella, fusobacterias, fecalibacterias, butirivibriones, eubacterias, ruminococos, roseburias, coprococos y numerosas bacterias todavía desconocidas [ver revisión en 21]. La elaboración de nuevas técnicas moleculares sofisticadas ha proporcionado un abordaje completamente nuevo para explorar el ecosistema intestinal, siendo la metagenómica un ejemplo elegante [ver revisión en 22]. Metagenómica se refiere a estudios independientes de cultivos de las estructuras y funciones de comunidades microbianas, así como sus interacciones con el hábitat que ocupan. De conformidad con este abordaje, los humanos son realmente ‘supraorganismos’ cuyos genomas son la suma de genes de nuestro propio genoma y los genomas de nuestros residentes microbianos (microbioma). Por otra parte, nuestras peculiaridades metabólicas son también la suma de nuestras propias características y las microbianas [22]. Los nuevos métodos independientes de cultivos para la detección bacteriana han seleccionado hasta la fecha como objetivo secuencias de genes ARN (ARNr) ribosómicos 16S que contienen regiones de secuencias de nucleótidos tanto muy conservadas como hipervariables [23]. Los iniciadores son seleccionados para regiones conservadas o regiones hipervariables en función de la finalidad del análisis. En la hibridización fluorescente in situ, las sondas de oligonucleótidos fluorescentes seleccionan como objetivo secuencias de ARNr 16S de células bacterianas intactas. El método es más bien insensible y laborioso. En la reacción de cadena de polimerasas (RCP), en combinación con electroforesis en gel por gradiente de desnaturalización o gradiente de temperatura (RCPEGGD/RCP-EGGT), el ADN bacteriano es extraído de la muestra (por ejemplo, heces) y fragmentos del gen ARNr 16S son ampliados por RCP. Subsiguientemente, los fragmentos 16S bicatenarios son separados por EGGD/EGGT. Aunque el método proporciona una identificación bacteriana de las principales bacterias de la muestra, es muy laborioso, más bien insensible y no es cuantitativo. En la RCP cuantitativa en tiempo real, el objetivo del ADN/ ARN es ampliado por el uso de sondas de oligonucleótidos fluorescentes. La concentración inicial del efector El papel de la microbiota en la alergia Ann Nestlé [Esp] 2009;67:19–26 cantidades de linfocitos T CD4+CD25+ que niños todavía alérgicos a la leche de vaca [15]. El desarrollo de tolerancia a la leche de vaca se asociaba a una disminución de las respuestas proliferativas in vitro a la lactoglobulina  bovina, una proteína importante que se encuentra en la leche de vaca [15]. De estos estudios se infiere que la función correcta de los linfocitos T reguladores es importante en la inducción y el mantenimiento de la tolerancia oral a los antígenos alimentarios en humanos. Se dispone cada vez de más datos en sentido de la necesidad de la microbiota intestinal adquirido durante el periodo postnatal temprano para el desarrollo de tolerancia oral. La inducción de ésta al antígeno alimentario no fue posible en ratones libres de gérmenes (LG). Sin embargo, una reconstitución de la microbiota intestinal de ratones LG con Bifidobacterium infantis durante el periodo neonatal, pero no más tarde, restableció la propensión a la inducción de tolerancia oral [16]. Los linfocitos T CD4+CD25+ reguladores obtenidos de ganglios linfáticos mesentéricos de ratones LG no eran supresores tan potentes como los de ratones convencionales [17], permitiendo suponer una explicación plausible de inducción de tolerancia oral defectuosa en los ratones LG. De hecho, Ishikawa y cols. [18] recalcaron recientemente la hipótesis de manera adicional. Demostraron que las frecuencias y las cifras absolutas de linfocitos T CD4+CD25+ en los ganglios linfáticos mesentéricos y en las placas de Peyer de ratones LG eran significativamente menores que las de ratones convencionales. Por otra parte, la producción suficiente de IL-10 y, especialmente, de TGF- en linfocitos T CD4+CD25 era crucial para la inducción de tolerancia oral al antígeno alimentario en ratones convencionales [18]. Estos datos indican que la microbiota intestinal es imperativa para la expresión y función normal de los linfocitos T reguladores, así como para la tolerancia oral a antígenos alimentarios. Por el contrario, en un reciente estudio experimental se demuestra que la microbiota intestinal puede no ser necesaria para inducir tolerancia con respecto a antígenos polínicos [19], lo que da a entender la existencia de patogénesis diferentes de las alergias alimentarias y las alergias respiratorias. Nuevos métodos moleculares independientes de cultivos han revolucionado la investigación microbiológica del intestino 21 puede calcularse basándose en el cambio de la concentración del producto de la RCP durante todos los ciclos de ampliación [23]. Recientemente, una combinación de tecnología micromatricial con nuevos conocimientos moleculares sobre las secuencias de los genes ARNr 16S ha proporcionado innovaciones técnicas que permiten analizar miles de genes simultáneamente a partir de una sola muestra [24]. Los tipos de microbios presentes en la muestra pueden identificarse por comparación de sus secuencias génicas ARNr de subunidades pequeñas con secuencias analizadas previamente de aislados bien caracterizados [24]. Los estudios basados en nuevas técnicas moleculares han revelado haber hallado en el intestino humano miembros de sólo 10 tipos entre más de 100 descritos. En realidad, la mayoría de las bacterias identificadas pertenecen a dos tipos: Firmicutes y Bacteroidetes. No obstante, a niveles taxonómicos menores existen una diversidad considerable y una variación interpersonal estable (aproximadamente 30%). Estos estudios indican, además, que pueden utilizarse muestras fecales para definir diferencias interpersonales en la microbiota intestinal [21, 22]. La colonización temprana del intestino difiere considerablemente de la de los niños mayores y adultos La exposición a las microbiotas maternas, vaginales y fecales durante el parto, y pronto a otras microbiotas ambientales, ejerce un impacto considerable sobre las pautas de colonización temprana del lactante, ofreciendo de este modo también una oportunidad potencial para la intervención precoz [24, 25]. Los lactantes nacidos por cesárea presentan microbiotas que se parecen incluso más que los del entorno circundante, con niveles menores de Bifidobacterium, Bacteroides y niveles más elevados de Clostridium [24, 25]. En varios estudios dependientes e independientes de cultivos se ha observado que en los primeros meses de vida predominan las bifidobacterias en el intestino, especialmente en lactantes alimentados con leche materna [21]. Al respecto, es sorprendente que en un estudio reciente se demostrara la frecuencia y la abundancia relativamente bajas de bifidobacterias en el intestino durante la lactancia, independientemente del tipo de alimentación [24]. Por otra parte, la microbiota intestinal variaba considerablemente, incluso de manera caótica, durante los primeros meses de vida, lo que deja entrever que las exposiciones 22 Ann Nestlé [Esp] 2009;67:19–26 accidentales a la microbiota ambiental son determinantes importantes. No obstante, hacia el final del primer año se establece una microbiota intestinal más estable y de tipo adulto, lo que refleja probablemente la facilidad de adaptación de los taxones que se hallan normalmente en el intestino del adulto [24]. Perspectiva general de estudios sobre la asociación entre microbiota intestinal y alergia La escarpada elevación de la prevalencia de las alergias durante las últimas décadas ha sido vinculada epidemiológicamente a condiciones de vida de tipo occidental, por ejemplo, reducción del consumo de alimentos fermentados y empleo considerable de antibióticos y otros productos químicos. La llamada ‘hipótesis de la higiene’ sugiere que una falta de exposición a estímulos microbianos en una fase temprana de la infancia debida, por ejemplo, a un menor número de hermanos mayores y a los factores mencionados anteriormente sería un aspecto muy importante con miras a esta tendencia [26–29]. Por otra parte, ciertas características de la cría de animales, como el consumo de leche de granja y la frecuente estancia en cobertizos para animales, pueden resultar especialmente protectoras frente a la aparición de enfermedades alérgicas [30]. La microbiota fecal de niños antroposóficos y niños de granja divergen significativamente de la que se observa en niños ajenos a estos estilos de vida, lo que señala la importancia de la microbiota intestinal en la aparición de trastornos alérgicos [31, 32]. Por lo tanto, la hipótesis higiénica de la alergia se ha extendido a la microbiota intestinal (también llamada ‘hipótesis macrobiótica de la alergia’) [33]. Existen varios factores importantes que conviene tener en cuenta en el momento de interpretar los resultados de estudios destinados a evaluar la asociación entre la microbiota intestinal y la alergia. Entre estos factores destacan, por ejemplo, el diseño del estudio (prospectivo frente a transversal), los métodos de análisis bacteriano (cultivo bacteriano o serología frente a métodos moleculares y otros que no se basan en cultivos), la cronología y el número de tomas de muestras, las definiciones de alergia y enfermedades atópicas, la similitud de la población en estudio y la duración y el tipo de seguimiento. A finales de la década de los 90, Björksten y cols. [34] demostraron por medio de métodos dependientes de cultivos que 27 niños estonianos y suecos alérgicos eran colonizados menos frecuentemente por lactobacilos, si bien albergaban recuentos más elevados de microorganismos aerobios faKalliomäki Tabla 1. Perspectiva general de estudios prospectivos sobre la asociación entre microbiota intestinal y alergia Referencia Población en estudio Definición de alergia Análisis fecal Cambios en la microbiota intestinal (alérgica frente a sana) Kalliomäki y cols. [50] 2001 76 recién nacidos con historia familiar de alergia. 22 casos y 54 controles. Una o más pruebas de punción cutánea positivas en 12 meses. Cromatografía de gases y líquidos y cultivo bacteriano a las 3 semanas y 3 meses, HFIS a las 3 semanas. Diferentes pautas de ácidos grasos bacterianos a las 3 semanas; ausencia de diferencias en las pautas de colonización. Mayores recuentos de clostridios y tendencia a menores recuentos de bifidobacterias por HFIS; menor proporción de bifidobacterias respecto a clostridios por HFIS. Björksten y cols. [51] 2001 44 recién nacidos. 18 casos y 26 controles. Eccema atópico y/o por lo menos una prueba de punción cutánea positiva a los 3, 6, 12 ó 24 meses. Cultivo bacteriológico a la semana y al cabo de 1, 3, 6 y 12 meses. Menor prevalencia de bifidobacterias (durante el primer año) y enterococos (durante el primer mes); menores recuentos de bacteroides (a los 12 meses), mayor prevalencia de S. aureus (a los 6 meses) y mayores recuentos de clostridios (a los 3 meses). Penders y cols. [53] 2006 78 recién nacidos (casos y controles anidados prospectivos). 26 casos y 52 controles. Eccema e IgE específica como mínimo a un alergeno a los 12 meses. RCP-EGGD y RCP cuantitativa en tiempo real al mes. E. coli más prevalente en lactantes que posteriormente presentaron eccema atópico; ausencia de diferencias en las pautas bacterianas totales o en los recuentos bifidobacterianos o en la composición de especies bifidobacterianas. Penders y cols. [52] 2007 957 recién nacidos. Más del 30% presentaron eccema y aproximadamente el 10%, sibilancias recurrentes. Más de ¼ llegó a sensibilizarse (por lo menos una concentración de IgE específica de antígeno >0,3 UI/ml). Eccema o eccema atópico o como mínimo una IgE específica de antígeno positiva (>0,3 UI/ml) o sibilancias recurrentes (>3) durante los dos primeros años de vida. RCP cuantitativa en tiempo real al mes. Recuentos y prevalencia mayores de E. coli en lactantes que posteriormente presentaron eccema; mayor prevalencia de C. difficile en lactantes que posteriormente presentaron eccema, sibilancias recurrentes y sensibilización. Adlerberth y cols. [54] 2007 324 recién nacidos. El 23% presentaron eccema atópico. El 26% llegaron a sensibilizarse. Eccema atópico; niveles de IgE totales y específicos de alimentos a los 18 meses. Cultivos rectales a los 3 días; cultivos fecales a las 1, 2 y 4 semanas y a los 2, 6 y 12 meses. Ni eccema atópico ni IgE específica de alimentos a los 18 meses de edad se asociaban al momento de adquisición de algún grupo bacteriano particular. Wang y cols. [55] 2008 35 recién nacidos. 15 casos y 20 permanecieron sanos. Eccema atópico a los 18 meses. Polimorfismo de longitud de fragmentos de restricción terminales y análisis EGGT de genes ARNr 16S ampliados a la semana. Diversidad reducida de la microbiota intestinal temprana de lactantes con eccema atópico. cultativos, como coliformes y estafilococos, que 35 niños no alérgicos de 2 años de edad. Desde entonces se han publicado por lo menos 14 trabajos basados en 2.000 sujetos (sujetos alérgicos y de control) en los que se ha estudiado esta cuestión [35–48]. Exceptuando dos estudios recientes [47, 48], los demás han sido también revisados en un trabajo reciente [49]. Conviene puntualizar que en la mayoría de los estudios sólo participaron decenas de sujetos. Excepto un pequeño estudio japonés [39], todos los demás fueron estudios pediátricos. Se hallaron alteraciones en la microbiota fecal en 7 de 9 estudios en los cuales se evaluó a pacientes con eccema o eccema atópico [34–36, 38–40, 46–48]. En 6 de estos estudios se comprobó la alteración de los recuentos de bifidobacterias, siendo dicha alteración la más corriente [34, 36, 38, 40, 46, 47]. En tres estudios [34, 38, 40] se registraron recuentos o prevalencias menores de bifidobacterias, mientras que Ouwehand y cols. [36] demostraron una mayor prevalencia de Bifi- El papel de la microbiota en la alergia Ann Nestlé [Esp] 2009;67:19–26 23 dobacterium adolescentis, pero una menor prevalencia de Bifidobacterium bifidum en niños con eccema o eccema atópico que en lactantes sanos. En dos trabajos recientes destacan datos contradictorios: Gore y cols. [47] hallaron que Bifidobacterium catenulatum/pseudocatenulatum era la única de las 6 especies bifidobacterianas estudiadas que se asociaba a eccema atópico en un estudio de casos y controles anidado. Por el contrario, se comprobó que prevalecía B. adolescentis en niños alérgicos y B. catenulatum/pseudocatenulatum en niños no alérgicos según un trabajo estoniano [48]. Sin embargo, los niños participantes en el estudio eran de mucha más edad que los niños del estudio de Gore [47] y algunos de ellos sufrían de rinitis alérgica y/o asma en lugar de eccema. En todo caso, uno de los inconvenientes más importantes de los estudios transversales es la duda de causalidad: las diferencias halladas pueden ser causas o consecuencias de la enfermedad. Se dispone de seis informes de estudios prospectivos en los que se analizó la microbiota intestinal de niños en relación con su riesgo ulterior de alergia (tabla 1). Los primeros dos de estos estudios prospectivos revelaron una depleción de especies de Bifidobacterium fecal como precedente de una sensibilización tópica posterior y una manifestación de eccema atópico [50, 51]. En el primer estudio, también demostramos que mayores recuentos de clostridios al cabo de tres semanas de edad se asociaban a una sensibilización atópica ulterior [50]. Nuevamente, en una extensa cohorte prospectiva de 957 recién nacidos, se comprobó la asociación de Clostridium difficile a manifestaciones posteriores de eccema, sibilancias recurrentes y sensibilización atópica [52]. También se observó que E. coli se asociaba a eccema atópico posterior. Se obtuvieron datos similares en un estudio prospectivo anidado de casos y controles sobre el eccema atópico [53]. Sin embargo, en ninguno de los estudios se demostró una asociación entre bifidobacterias y manifestaciones atópicas posteriores [52, 53]. No obstante, en un reciente estudio prospectivo de tres cohortes de recién nacidos europeos no se hallaron diferencias en la microbiota intestinal por análisis dependiente de cultivos de muestras fecales en lactantes que presentaron, o no, eccema atópico y alergia alimentaria [54]. Por el contrario, un análisis de subgrupos de la cohorte por medio de técnicas independientes de cultivos reveló una diversidad significativamente menor de la microbiota intestinal en recién nacidos de una semana de edad, que posteriormente manifestaron eccema atópico, que en recién nacidos que permanecieron sanos durante los 18 primeros meses de vida [55]. 24 Ann Nestlé [Esp] 2009;67:19–26 Conclusiones Los estudios experimentales y clínicos transversales y prospectivos mencionados anteriormente permiten suponer que la microbiota intestinal desempeña un papel crucial en la aparición de alergia. Esta afirmación está además respaldada indirectamente por efectos positivos de los probióticos en algunos estudios de intervención [56]. Sin embargo, en este momento es demasiado pronto para establecer una lista exacta de especies o cepas bacterianas que podrían ser especialmente beneficiosas en relación con el desarrollo ulterior de manifestaciones alérgicas. Para facilitar en cierto modo esta tarea en el futuro deben tomarse en consideración varios aspectos en el momento de abordar esta cuestión el día de mañana. Es imperativo utilizar la evaluación molecular de la microbiota intestinal, dado que la mayoría de las microbiotas quedarían de otro modo ignoradas. El diagnóstico de enfermedad atópica debe ser también lo más preciso posible y basarse con preferencia en parámetros clínicos e inmunológicos importantes (por ejemplo, con respecto a la alergia alimentaria, en las cantidades de linfocitos T reguladores en la mucosa intestinal o en la sangre periférica). También debe tenerse en cuenta que diferentes trastornos inmunológicos pueden resultar en un fenotipo clínico similar haciendo incluso más problemática la clasificación correcta de los pacientes. Los factores relacionados con el hospedador, como el genotipo, deben analizarse cuando sea posible. Por ejemplo, se ha demostrado que dos mutaciones independientes en el gen que codifica la proteína epidérmica, filagrina, son factores fuertemente predisponentes del eccema infantil [57]. De un modo más generalizado, serían útiles cualesquiera medios para ‘estratificar’ o seleccionar mejor sub-poblaciones de sujetos definidas (por ejemplo, pacientes con alergia alimentaria como grupo separado). Los mecanismos de la acción de la microbiota intestinal en la tolerancia oral deben estudiarse más minuciosamente. Podría ser recomendable descubrir, por ejemplo, cómo actúan cepas bacterianas diferentes o combinaciones de éstas en el desarrollo de tolerancia oral y linfocitos T reguladores en ratones LG. La meta última de los estudios futuros consistiría en el desarrollo de intervenciones a la medida, como nuevos probióticos, prebióticos y simbióticos que ayudarían en la lucha contra la ingente carga de las enfermedades alérgicas. 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