LOS HIJOS DE DON SANTIAGO
Transcripción
LOS HIJOS DE DON SANTIAGO
LOS HIJOS DE DON SANTIAGO paseo por el casco antiguo de nuestra sexología "He visto a muchos mayores resignarse bajo el peso de la única versión de su pasado, hecho sólo de ignorancia y ñoñería. Y he indagado en ese lado que ocultaba su memoria" por Efigenio Amezúa EDITORIAL ¿"De veras fueron ellos —los anteriores— tan ignorantes? ¿Estamos tan sin tradición como se dice? He visto a muchos mayores avergonzarse de su pasado y del pasado de los suyos, a fuerza de haber echado sobre él un nefando listado de apelativos tales como antigualla, represión, ignorancia o ñonería. Hay otro lado en la memoria de esta historia. Es el lado de la búsqueda que, en éste, como en cualquier otro aspecto, ha tenido —¿y por qué no?— un aliciente distinto; a condición de que el presente se acerque a él, no tanto con ira o resentimiento, sino con gratitud y simpatía; incluso con la fresca ingenuidad de la aventura que precede a toda crítica. Valga más o valga menos, el pasado está en el presente como la historia en la vida; y se nos muestra a través de nuestra manera de verle o recordarle. Pero, para ello, es indispensable conocerle. A mis padres, que fueron jóvenes en los años treinta. A tí, mujer, con quien yo lo fuí en los sesenta. Y a nuestras hijas que lo son en los noventa. Tres generaciones al parecer distintas y, no obstante, tan cerca. INDICE INTRODUCCIÓN . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 9 PRIMERA PARTE: Hace apenas treinta años, se cumplían otros treinta de los años treinta CAPITULO I: Kinsey y Marañón: el encuentro de Madrid . . . . . . . . . . . . . 14 CAPITULO II: El aperitivo del siglo XIX . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 19 CAPITULO III: La entrada en el siglo XX: Los hijos de Don Santiago . . . . . 29 SEGUNDA PARTE: Algunos nombres y apellidos CAPITULO IV: El Dr. Juarros o "las cosas de Don César" . . . . . . . . . . . . . . . 39 CAPITULO V: Saldaña y su tratado de sexología . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 47 CAPITULO VI: Hildegart, el extraño caso de "la virgen roja" . . . . . . . . . . . . 55 CAPITULO VII: La otra vida de Félix Martí Ibáñez . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 65 CAPITULO VIII: Don Jaime Torrubiano. Una voz distinta en el seno de la Iglesia73 TERCERA PARTE: Ideas, grupos y ambientes CAPITULO IX: La gran reforma sexual . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 85 CAPITULO X: "El Real Decreto Pornográfico" y su resaca . . . . . . . . . . . . . 93 CAPITULO XI: De "la ola verde" a "la marcha triunfal del sexo" . . . . . . . . 101 CAPITULO XII: Dos grupos, dos revistas, entre la precaución y la audacia. . 109 CAPITULO XIII: La Información Sexual en los kioscos . . . . . . . . . . . . . . . . . 115 CAPITULO XIV: 1933: La casi madurez de un proyecto . . . . . . . . . . . . . . . . 123 CUARTA PARTE: Marañón o la fuerza de una idea CAPITULO XV: "Una audacia de muchacho" . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 133 CAPITULO XVI: El largo proceso de la diferenciación sexual . . . . . . . . . . . . 141 CAPITULO XVII: 1928 : El año de la intersexualidad . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 149 CAPITULO XVIII: 1930 : La nueva teoría de la sexualidad . . . . . . . . . . . . . . . . 157 CAPITULO XIX: El mundo visto como masculino y femenino: Los caracteres sexuales . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 163 CAPITULO XX: El tiempo de "La reforma sexual" . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 171 CAPITULO XXI: La nueva relación entre los sexos . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 181 CAPITULO XXII: La homosexualidad: Un debate a varias bandas . . . . . . . . . 189 CAPITULO XXIII: El historiador de vidas marcadas por el sexo . . . . . . . . . . . . 197 CAPITULO XXIV: París, 1937 : Revisión en el exilio . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 209 CAPITULO XXV: "Don Juan y yo": ¿Un simple ajuste de cuentas? . . . . . . . . . 217 CAPITULO XXVI: La silenciosa despedida . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 225 QUINTA PARTE: Años treinta, sesenta, noventa: encuentros y desencuentros al final del siglo XX CAPITULO XXVII: Marañón en el debate de hoy . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 239 CAPITULO XXVIII: Ultimas novedades . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 251 CAPITULO XXIX: Algunas consecuencias . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 257 CAPITULO XXX: La tenacidad de una idea . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 263 Nota sobre la Bibliografía General . . . . . . . . . . . . . . . . . . 273 INTRODUCCIÓN Uno de los trabajos que, con más gusto, he realizado en los últimos años ha sido la creación del fondo histórico para la biblioteca del Instituto de Sexología, formado hasta la fecha por unos 4.000 volúmenes —todos sobre temática sexual, orginales o traducidos, pero publicados en España— durante la segunda mitad del siglo XIX y el primer tercio del siglo XX, hasta la guerra civil. Esta tarea ha supuesto para mí una actividad oxigenante, zambullido en ocasiones hasta el exceso en los problemas inmediatos de la consulta diaria o en le coordinación de los programas de formación. El progresivo contacto con ese mundo anterior —no tan lejano— me ha ido llevando a replantear algunos tópicos nuevos que han suplantado a los antiguos aunque también a ver cómo vuelven a instalarse otros. He oído muchas veces decir que en este campo —y aquí, en España— apenas hoy estamos empezando. Afirmación que, a fuerza de repetirse, corre el riesgo de convertirse en verdad. Los sociohistoriadores insisten en que el pasado nos sigue más de cerca de lo que alegremente suponemos cuando creemos vivir al día. Pero, a fuerza de vivir únicamente de las últimas novedades, puede que se haya ido construyendo una forma de pensar que, de por sí, excluye cualquier posibilidad de acervo o patrimonio, es decir de tradición y de solera, como sentido de la orientación y referencia. La ventaja de vivir excesivamente de lo último es estar siempre a la moda: pero su costo es la renuncia a las raíces para vivir en un continuo estreno, tal vez a un paso de la improvisación y, por qué no, del esnobismo. ¿Realmente es todo tan nuevo y sin pasado? ¿De veras fueron ellos —los anteriores— tan ignorantes? ¿Estamos tan sin tradición como se dice? ¿Y si nos diéramos un paseo por el casco antiguo de nuestra sexología? En ocasiones apetece incluso detener el ritmo al que estamos sometidos por el vértigo de lo novedoso y dejar de lado las calles modernas, con su trasiego, para perderse en otras más rústicas y elementales que proporcionan una cierta dosis del disfrute no encontrado en el confort de lo nuevo. Esta experiencia, que parece ser más propia de quienes ya han vivido años, me ha llevado a plantear un espejismo de tipo pedagógico especialmente vivido en el contacto con colegas del oficio. Y es que se da por sentado, con excesiva frecuencia, que los niños o jóvenes —los hijos— sólo quieren saber de lo moderno y de lo último. La experiencia nos dice que los hijos piden y buscan la historia de sus antecesores; entre otras razones, porque la necesitan para poderse situar en ella, aunque sólo sea, como es ley de vida, para rebelarse luego contra ella, yendo más allá. Los hijos preguntan y se interesan por los sitios en que se conocieron sus padres, cómo fue, qué se decían, qué regalos se hacían, qué libros leían, qué música oían, qué ideas tenían, qué historias les contaban sus predecesores... Esas son preguntas por la historia. Pero he podido ver a muchos padres o adultos avergonzarse de su pasado y del pasado de los suyos, a fuerza de haber echado sobre él, en este campo, un nefando listado de apelativos tales como antigualla, represión, ignorancia o ñoñería. Hay otro lado en la memoria de esta historia. Es el lado de la búsqueda que, en éste, como en cualquier otro aspecto, ha tenido —¿Y por qué no?— un aliciente distinto; a condición de que el presente se acerque a él no tanto con ira o resentimiento sino con gratitud y simpatía; incluso con la ingenuidad de la aventura fresca que precede a toda crítica. Valga más o valga menos, el pasado está en el presente y se nos muestra a través de nuestra manera de verle o recordarle. Pero, para ello, es indispensable conocerle. En otras obras he tratado de hacer balance de ese otro lado del pasado y de responder a preguntas que, a partir de él, resultan hoy ineludibles ante retos pendientes del presente y el futuro en este campo. Pero ésta ha pretendido ser más tranquila y sosegada. Pongamos que se trata de un simple paseo por ese casco antiguo de nuestra sexología, la de nuestros padres y abuelos. También en otras obras he incluído otros países. En ésta he querido que el paseo sea más cercano y familiar, limitado a la geografía de aquí: la que empieza con los jóvenes de la generación apadrinada por el Maestro Cajal. Por ello la obra lleva por título Los hijos de Don Santiago. Ellos, como científicos e intelectuales, médicos, juristas o pedagogos trataron de pensar la sexualidad para entenderla y explicarla; también para intervenir en ella llevando las ideas a la práctica. Una historia que parece lejana y, no obstante, está ahí, a la vuelta del primer recuerdo. PRIMERA PARTE HACE APENAS TREINTA AÑOS, SE CUMPLIAN OTROS TREINTA DE LOS AÑOS TREINTA Entré en la sexología atraído por la frondosidad de las hojas; y, poco a poco, fuí descubriendo la secreta seducción de sus raíces CAPITULO I Kinsey y Marañón: el encuentro de Madrid Aquel viernes 15 de febrero de 1956 llegaba a Madrid el Dr. Alfred Kinsey, en pleno fulgor de su fama por los recientes Informes sobre el comportamiento sexual. La idea que le traía era el encuentro con uno de los supervivientes de la producción sexológica europea que, con la segunda guerra mundial había sido arrasada por el nazismo y, en el caso español, por la guerra civil y posterior dictadura. El lider que Marañón había sido en este campo era sólo ya recordado fuera de su país por las reediciones de sus obras en las distintas lenguas a las que había sido traducido. El sábado 16, haciendo una excepción a su costumbre, Don Gregorio no había ido de fin de semana al Cigarral de Toledo. A las 9 de la mañana, el Dr. Kinsey salió del Hotel Palace, subió a un taxi y enfiló por Recoletos y Castellana (entonces Generalísimo). Llevaba en su maletín los dos gruesos volúmenes de los Informes con esta escueta dedicatoria: "Al Dr. Marañón, con mi reconocimiento y gratitud por su trabajo". Unos minutos más tarde estaba en el número 53 del Paseo de la Castellana (hoy Plaza del Dr. Marañón), subió al 2º Derecha y vió la placa : "Gregorio Marañón. Médico". Pulsó el timbre y el mismo D. Gregorio salió a recibirle. Se dieron la mano y la puerta se cerró tras ellos. Fuera, nadie dió cuenta del encuentro. Ni una nota en los diarios. Todo ocurrió para la historia como si nada hubiera sucedido en aquel Madrid pobre y austero, hosco y con frío de ventisca. Dentro, en aquel despacho repleto de libros por todas partes, estaba teniendo lugar un intento de acercamiento entre dos mundos en torno al sexo: un sexo maltratado en la España de una larga y ascética posguerra y otro que empezaba ya a bullir desde el otro lado del Atlántico y que iniciaba un nuevo hervor, camino de los cercanos sesenta. ¿Similar al de "la marcha triunfal del sexo" de los no tan lejanos años treinta? El relevo A decir verdad, Marañón estaba ya de vuelta. Sus escritos sobre temática sexual le habían propiciado —hecho el balance— más sinsabores que otra cosa. Aunque, bien mirado, se sentía satisfecho de ello y, en su intimidad, era consciente de haber cumplido con uno de los cometidos más atractivos de su vida. El público español —el de posguerra— se había empeñado en ignorar esa veta de su trabajo. Sólo una edición acomodada de sus Tres ensayos sobre la vida sexual circulaba ya de todo lo que, durante veinte largos años, había sido "una cuestión de interés vital". Entre aquellas décadas, vividas con la energía de una juventud a tope —también repletas de sobresaltos— y las que ahora le deparaban los últimos años, habían sucedido muchas cosas, muchos debates y polémicas, algunas enormemente agrias y duras. Frente a su mirada cargada de pasado, Kinsey se insinuaba con la seducción de la oferta de un relevo en ese continuo de cuya ruptura ambos eran bien conscientes —cada cual a su manera— y ante la que ambos sentían la responsabilidad de crear puentes y lazos que unieran unas décadas con otras. Aunque también ambos —sobre todo el médico español— tenían ante ellas la sensación de siglos. Los acontecimientos que iban a sucederse de inmediato —con la ola de erotismo primero, con la revolución sexual luego, con el mercado del sexo después— se encargarían de hacer de este encuentro en el silencio algo tan lejano de la actualidad como, a su vez, lo fuera de aquellos otros movimientos de la generación inmediata anterior, es decir aquellos en los que Marañón participó activamente y con los que Kinsey conectó en aquel otoño de 1938 por una pura e impensada coincidencia cuando la Asociación de Mujeres Estudiantes de la Universidad de Indiana solicitó un curso sobre Sexualidad Humana y el muy joven y ya respetable profesor de zoología que era entonces Alfred C.Kinsey —especialista en avispas para más señas— había sido invitado a participar como ponente. Este hecho, totalmente casual, había cambiado el ritmo y la dirección de su vida, metiéndole de lleno en el estudio de ese otro animal, el ser humano. Puesto a reunir lo que sobre temática sexual había sido publicado, Kinsey quiso hacerlo en serio para situarse él también en serio; y, tras un primer acerca- miento, aparecieron sus dos Informes: en 1948 el de La conducta sexual del hombre y en 1953 el de La conducta sexual de la mujer. En realidad, el campo nuevo le apasionaba más que el de las avispas; por eso, entre sus nuevos proyectos, fraguó el de elaborar una gran historia de la sexología. Y ésa era la idea que le había traído a Madrid y a su encuentro con Marañón. Desgraciadamente a los pocos meses, un infarto mortal iba a dar por definitivamente cerrado el proyecto. Era el mes de agosto de 1956. Tenía 62 años. Con su muerte nacía el mito Kinsey, tan distinto a su realidad y sobre todo a su intención. Con la pompa propia del rito, el Times del 24 de Agosto de 1953 le había otorgado el título de "El Cristobal Colón del sexo". El sabía que ni la historia ni el descubrimiento del sexo habían empezado con él y, sobre todo, que no quería ir por donde los intereses publicitarios le llevaban. Pero, muerto ya, estos y no él, iban a decidir la suerte de su futuro como el "Gran descubridor". Con ello se daba por sentado que antes, mejor o peor, no había existido nada. O, al menos, nada interesante. Lo cual no era en absoluto cierto. Los cortes con la historia son siempre duros y crueles. Luego, la misma ley del tiempo se encarga de ablandarlos con su acostumbrada ironía para ser vistos desde los análisis y las ideas que, a falta de otro vínculo, tratan de unir lo que las vidas de las distintas generaciones separan. Unos años más tarde, en 1960, moría Marañón, también en olor de multitudes, aunque en el silencio —o más bien la ocultación— de una de sus más queridas aportaciones: su contribución a la sexología en la llamada época fundacional, la de los grandes creadores del primer tercio del siglo XX. Treinta, sesenta, noventa Con la guerra mundial —y la civil española en nuestro caso— habían desaparecido, pues, los componentes de la generación de estos primeros creadores de la sexología, fundamentalmente europeos, como Havelock Ellis, Albert Moll, Magnus Hirschfeld, Ivan Bloch, Sigmund Freud, Wilhelm Reich, Théodore Van de Velde, etc. Marañón, perteneciente a esa generación, era uno de los pocos aún en vida, aunque ya en el silencio. Era el grupo de científicos e intelectuales que nutrieron el primer tercio del siglo XX y que llegaron a su apogeo en los años treinta. Tras los cortes traumáticos de la guerra y el final de la hegemonía europea, se había iniciado otra generación. Era precisamente la de Kinsey, a quien habrían de añadirse, como hitos, Masters y Johnson, Money y un largo etcétera, cronológicamente conocidos como el acervo o patrimonio de la década de los sesenta y sus estribaciones. Treinta años después, o sea hoy, —ya en los noventa— se perfilan nuevos cambios. John Money, uno de los líderes de la anterior generación, aún en vida, con motivo del Décimo Congreso Mundial de Sexología celebrado en Amsterdam en 1991, no ha dudado en dirigir "una dramática llamada de atención sobre los riesgos a los que hoy se ve abocada la sexología científica, por otra parte, tan similares a los sucedidos en otras épocas." Ciertamente el olvido de la memoria del pasado suele acarrear, al menos de vez en cuando, entre otros efectos, la pérdida de la perspectiva. Terminado el siglo XX, esa perspectiva puede ofrecer a quien se detiene a mirarla, unos cuantos hitos destacables —años treinta, años sesenta, años noventa— que podrían darse la mano más de lo que se ha solido afirmar. Pero aquí sólo nos detendremos en uno de esos hitos, o sea en el primero. Y, por limitar aún más este trabajo, en lo que dice relación a un solo país: España. . CAPITULO II El aperitivo del siglo XIX Los viajeros o forasteros que venían a la Villa y Corte, solían usar como vademecum un libro-guía escrito por el Dr. Pedro Felipe Monlau, titulado Madrid en la mano (Edición adornada con retratos, grabados, intercalados en el texto, láminas sueltas y el plano de Madrid, publicado por la Imprenta de Gaspar y Roig, Editores, Calle del principe, número 4, Madrid, 1850) El gremio de libreros anticuarios ha reeditado en facsímile esta obra en 1989. La guía de Monlau Pero los casaderos que se iniciaban en las relaciones o que simplemente "pelaban la pava en las ventanas" solían usar otra guía, curiosamente escrita por el mismo autor, ese polifacético médico y humanista, inquieto y erudito Dr. Monlau, titulada Higiene del Matrimonio o Libro de los casados, en el cual se dan las reglas e instrucciones necesarias para conservar la salud de los esposos, asegurar la paz conyugal y educar bien a la familia, En la Imprenta de M.Rivadeneyra, Salón del Prado número 8, Madrid, 1853. "En ella —escribe en la Advertencia preliminar— se compendian varias nociones útiles, generalmente ignoradas; se dan preceptos importantes para la conservación de la salud de los individuos, considerados en el estado de matrimonio, se dictan reglas provechosas para la felicidad doméstica, la crianza y la educación de la familia, y se combaten errores y preocupaciones harto comunes. Creo por lo tanto que el objeto de este libro es plausible, y que su lectura no podrá menos de ser muy beneficiosa a las personas casadas o en vías de casarse, para quienes ha sido escrita. Yo creo ))termina el autor)) haber acertado con esta guía: resta ahora que el público inteligente abunde en mi sentir".(Ib., p.V). Y, efectivamente, ese "público inteligente" abundó y le gratificó con una lluvia de ediciones. Al menos, de entre las que hemos podido utilizar, con un total de trece a lo largo de los años sucesivos desde el cincuenta y tres en que apareció la primera. A los efectos de esos años, podríamos hablar de un auténtico bestseller. El Doctor Monlau había sido en los años anteriores un pionero del higienismo. En 1846 había escrito un no menos exitoso tratado titulado Higiene privada. Más adelante, ya en los años sesenta, —como profesor de Psicología— publicó su texto propio. Pero, sin ninguna duda, la Higiene del Matrimonio fué el libro de más éxito editorial, hasta convertirse en libro de uso o de mesita de noche, aunque, bien es cierto que, en ocasiones, escondido y con el conocido morbo de contener páginas de contenido denominado escabroso como era todo lo relativo a la "alcoba conyugal". Monlau puede, pues, ser considerado como el más significativo pionero —incluso el diseñador— de este género en España. Se ha insistido mucho en la idea de que el siglo XIX ha estado dominado en temática sexual por loqueros y alienistas, lo cual es en cierto modo verdadero, pero se ha dado poco interés a este otro fenómeno revelado por el repertorio de obras que —si bien no son para salir de un marco propio de la época— plantean, no obstante, algunos pasos en otra dirección. Por ejemplo el de la figura del "médico de cabecera", asistente, educador, testigo del nacer y del morir en la familia, así como de las dichas y desdichas de la vida cotidiana, entre las que, obviamente eran incluídas las ya aludidas de la alcoba. El género iniciado por Monlau será continuado por otros, aunque, si bien más especializados, no sin su amplio horizonte y con algo más del luego llamado "olor a clínica" que tanto ha marcado a algunas publicaciones de este estilo. Un ejemplo podría ser éste: Higiene y fisiología del Matrimonio, o sea Historia natural y médica del hombre y de la mujer casados. Teoría nueva de la generación humana. Esterilidad. Impotencia. Frigidez. Imperfecciones físicas. Medios de tratarlas. Higiene especial de la mujer en estado interesante... por D.Antonio Blanco, Doctor en Medicina y cirugía, etc., Librería de Saturnino Gómez, Concepción Gerónima, número 19, Madrid, segunda edición, 1884. Junto a las obras originales, empezaron a circular también las traducciones; especialmente del francés y del inglés. Tal es el caso de algunos manuales que, sin ser dirigidos al marco del matrimonio, cubrían los recursos de discreción y secreto. Como tipo, se puede ofrecer éste: "El discreto amigo. Tratado práctico sobre la anatomía y la fisiología de los órganos generadores y de sus enfermedades, con observaciones sobre el onanismo y sus funestos resultados, tales como la incapacidad e impotencia intelectual o moral; revista completa de las enfermedades venéreas y sifilíticas, con fáciles y sencillas instrucciones para que desaparezcan los síntomas secundarios...Incluyendo observaciones generales sobre el matrimonio y sus impedimentos, con los medios para combatirlos. Ilustrado con 100 láminas en color, por R. y L. Perry y Compañía, Médicos consultores... Imprenta del Seminario y de la Ilustración, Jacometrezo, 26, Madrid, 1855. Peratoner De entre los muchos autores, sobresale uno por la enorme cantidad de obras, todas sobre este mismo tema, aunque con variedad en el estilo o forma de plantearlo. Es el caso de Peratoner. Veinticuatro títulos distintos, al menos, según nuestros hallazgos, forman la lista de la producción de este hombre, considerado por unos como escritor frívolo y picante; por otros como divulgador de información sexual con aceptable seriedad; por otros, en fin, como un autor de "pornografía camuflada". De él no se encuentran biografías —y al fin y al cabo no es tan lejano en el tiempo— con algunas excecpiones como la del Diccionari biogràfic de Metges catalans en el que leemos : "probablement no devia ser metge, però tenen interès els seus treballs" Un poco más crítico es el juicio de Sánchez Granjel como historiador de la Medicina. Pero el hecho más sorprendente es la cantidad de obras y las reediciones de las mismas. Ellas serán libros de compañía de muchos lectores adultos o ilustrados desde la década de los años sesenta hasta la de los noventa (siempre del siglo XIX) como instrumentos de información relativa a los peligros venéreos, a "los fraudes" o formas de evitar los embarazos, a ideas sobre la homosexualidad, a polémicas sobre el onanismo, etc.; en todo caso incitando a los lectores sobre la necesidad de informarse. Su lectura nos resulta hoy curiosa, chocante, incluso sorprendente, visto a más de un siglo de distancia. La crítica que, en ocasiones resulta inevitable, puede también en otras ser sustituída por una simpatía con mezcla de encanto, —esa suave seducción del color sepia— , no exenta de admiración con la pátina evocadora de un tiempo de balbuceos en un lenguaje que hoy usamos , al parecer, algo más articulado. Por ello una cierta benignidad primera, ante la sorpresa del hallazgo, deberá ser continuada con un análisis detenido, que ha sido objeto de otro estudio. Por el momento —y por si alguno quiere pasar un buen rato de lectura— he aquí la lista de estos textos: Los peligros del amor, de la lujuria, del libertinaje...seguido de un estudio del Dr.Tardieu sobre la sodomía y la pederastia, E.Miret, Barcelona, 1874; Historia de la generación en el hombre y en la mujer,E.Miret, Barcelona, 1873 ; El culto al falo y a las demás divinidades, presidentes a la generación (sic)entre los antiguos y los modernos, Sin editor, Barcelona, 1875; Fisiología de la noche de bodas: Misterios del lecho conyugal, E.Miret, Barcelona, 1875; Historia del libertinaje desde la antiguedad más remota hasta nuestros días, extractada de los principales analistas de las costumbres, Sin editor, Barcelona, 1875; Máximas de Amor. Miscelánea erótica-sentimental dedicada a los adeptos de Cupido, Sin editor, Barcelona, 1876; Onanismo conyugal o fraudes en el cumplimiento de las funciones genitrices. Ampliación de la obra del Dr. L.F.E. Bergeret, inclusos varios extractos de distinguidos médicos, E.Miret, Barcelona, 1876; Filosofía del matrimonio. Ampliación de la obra del Dr.A.Debay, E.F.Curriols, Barcelona, 1877; Higiene Trascendental: Los organos de la generación: sus funciones y desórdenes, Sin editor, Barcelona, 1877; De la virginidad física, anormal o falsa..., E.Simon Y Osler, Madrid, 1878; El Sexto no fornicar..., Sin editor, Barcelona, 1880; Higiene y fisiología del amor en los dos sexos. Hermafrodismo y hermafroditas en la especie humana. Hechos curiosos, errores graves, Sin editor, Barcelona, 1880; Historia de la prostitución. 2 Vols., E.Pons, Barcelona, 1880; El Mal de Venus. (Morbo Galico). Estudio médico-popular sobre las enfermedades venéreas y sifilíticas, tomado de las obras de eminentes especialistas, Sin editor, Barcelona, 1881; Venus didáctica. Máximas y estratagemas de amor. Reglas para escribir de Amores.... , E.Jane Hermanos, Barcelona, 1881; Extravíos secretos del bello sexo, E.La Popular, Barcelona, 1882; Higiene de la noche de bodas, E.Almac.Libros, Barcelona, 1883; Extravíos secretos u onanismo solitario (masturbación) en el hombre, y en la mujer. Estudio extractado de las obras de célebres tratadistas y en especial de Deslandes, E.Jane Hermanos, Barcelona, 1888; Historia del amor desde la creación del mundo hasta nuestros días, extractada de las obras de los más ilustres moralistas, filósofos y..., Sin editor, Barcelona, 1890; La mujer en la alcoba. Estudio higiénico fisiológico. Niña, adolescente, esposa, madre...(Ampliación de la obra del Dr. A.Galopin), Sin editor, Madrid, 1893; Esterilidad. Las enfermedades que la producen y modo de curarla, E.Novela Literaria, Sevilla, 1910. Fascículos en 1889 El Dr. Suárez Casañ, merece especial mención, en este recorrido, por un hecho: Con cien años de antelación, fué el autor de la primera serie conocida de educación sexual por fascículos en los kioscos, el primero de los cuales apareció en 1889, editado por la casa Maucci (con sede en Madrid y Barcelona). Bajo el título general de Conocimientos de la vida privada, la colección estuvo compuesta por un total de veinte títulos distintos, en libritos de en torno a cien páginas cada uno, con ilustraciones interiores en blanco y negro y la portada en color. El precio de venta al público era de 0,25 ctms. Tras el éxito individual, título por título, se comercializó su venta como colección completa con encuadernación en pasta dura y policromado en oro. La lectura de esta obra proporciona una suma de las informaciones manejadas en la época como cuerpo de conocimientos con las referencias a las autoridades del momento sobre cada uno de los temas monográficos. Hé aquí la lista de los veinte títulos en la colección reunida por nosotros: El matrimonio y el adulterio, E.Maucci, Barcelona, 1894; El embarazo, E.Maucci, Madrid, 1902; El parto, E.Maucci, Madrid, 1902; La prostitución, E.Maucci, Madrid, 1902 ; Los secretos del lecho conyugal, E.Maucci, Barcelona, 1902; Onanismo conyugal, E.Maucci, Madrid, 1902; Costumbres y vicios de todos los paises, E.Maucci, Barcelona, 1903; El amor lesbio (sic), E.Maucci, Barcelona, 1903; Enfermedades de las mujeres, E.Maucci, Madrid, 1903; Enfermedades secretas, E.Maucci, Madrid, 1903; Fenómenos sexuales, E.Maucci, Madrid, 1903; Higiene del matrimonio, E.Maucci, Madrid, 1903; La calipedia o arte de engendrar hijos sanos, E.Maucci, Madrid, 1903; La esterilidad, E.Maucci, Madrid, 1903; La impotencia, E.Maucci, Madrid, 1903; La pederastia, E.Maucci, Barcelona, 1903; La virginidad, E.Maucci, Madrid, 1903; Los vicios solitarios, E.Maucci, Barcelona, 1903; Monstruosidades humanas, E.Maucci, Madrid, 1903. "El éxito alcanzado por Conocimientos de la vida privada —escribe el mismo Suárez Casañ— nos ha movido a continuar nuestra tarea de propagar la ciencia cuanto sea posible, emprendiendo esta segunda serie de más altos vuelos y más ambición que la primera. El lector encontrará en ella instructivo solaz y útiles conocimientos para la vida íntima y la vida de familia; y los mismos médicos hallarán, reunidos en poco volumen, los últimos adelantos de la ciencia y la opinión de los más sabios doctores de todos los países. ¿Llenaremos debidamente nuestro noble propósito? Esto será el público —concluye— juez supremo, infalible e inapelable, el encargado de decirlo" (Segunda serie, tomo primero, pag.8) La clínica de problemas sexuales El caso del Dr. Mateos Koch, puede ilustrar otro ámbito: el de la naciente clínica, nombrada ya expresamente como de problemas sexuales que, verbalizados o descritos por la creciente información, se iniciaba como demanda organizada y específica. Hé aquí la aclaración del propio autor ante las críticas: "Muy lejos de nuestro ánimo todo aquello por lo que se hubiera podido creer que tratamos de pornografía, y no de una verdadera fisiología, higiene y patología de las funciones genésicas" (Higiene de las relaciones sexuales, Ed. Archivo, Madrid, 1891, p.3). "Nuestro deseo, nuestro fin en este trabajo —continúa— no es otro que el de marcar las condiciones que han de reunir el hombre y la mujer para considerarse aptos en el ejercicio de la relación sexual...". "Consideramos nuestro trabajo útil, moral y saludable, pues aunque alguien nos tache de poco moralistas por descorrer velos sobre materias ignoradas, la mayoría nos aplaudirá, ya que, mostrando los escollos, éstos pueden ser evitados más fácilmente" (Ib., p. 4). El paso de una nomenclatura de corte "matrimonial" a la más abierta de "casados" o "solteros" podría ser indicativo de un matiz nuevo, acorde, por otra parte en estos últimos años del siglo XIX, con un movimiento social y cultural reinante que, si bien era notorio en ciertas minorías, traspasaba sensiblemente sus fronteras para generalizarse poco a poco. El puñado de obras escritas por el Dr. Fernando Mateos Koch aparecieron, según nuestros datos entre el año 1891 y 1903 y en casi todas se ofrece la dirección de la consulta: Clínica del Dr. Mateos Koch, Puerta del Sol-Arenal, número 1, 1º, Madrid. Entre los datos ofrecidos en su prospecto, hé aquí su genealogía: "Clínica fundada en Cádiz en 1796 por el Doctor Fernando Mateos Portillo; en 1824, Doctor Fernando Mateos Castaños (hijo). Trasladada en 1855 a Barcelona por el Doctor Fernando Mateos Herrera (nieto) y, a Madrid, en 1877 por el Doctor Fernando Mateos Koch (Biznieto)". Algunas de sus obras son: Antes, en el lecho conyugal y después. Higiene de las relaciones sexuales, E.Archivo, Madrid, 1891; Higiene secreta de la belleza femenina y algo de la masculina, E.Archivo, Madrid 1893; Luna de miel, reciente, llena, menguante, E.Archivo, Madrid, 1893; Matrimonio y noche de bodas, E.Archivo, Madrid, 1893; La virginidad. Signos que la determinan y medios que la simulan (con magníificos grabados), E.Archivo, Madrid, 1899; Depravaciones del instinto sexual. Apuntes clínicos de un médico especialista., 2 Vols, Ed. Archivo, Madrid, 1902; Fisiología del amor. Venus sensual. Tratado de las enfermedades que resultan de los excesos sexuales. Habitos solitarios o del contagio, e instrucciones para obtener su completo restablecimiento, E.Archivo, Madrid 1903. La gran "cuestión sexual" Mirando hacia atrás con simpatía, por encima de estas pequeñas aportaciones, el siglo XIX se cerraba con un singular balance: el de haber abierto una serie de preguntas no planteadas hasta entonces de una forma clara y precisa. Aunque no todos pensarán lo mismo ni en la misma dirección, hé aquí un planteamiento, escrito curiosamente el último año de ese siglo, es decir, en 1899 por el Dr. José Verdes Montenegro: "El hombre y la mujer no han encontrado todavía, en sus relaciones recíprocas, aquella postura que permite a los erizos ateridos de la alegoría de Schopenhauer, defenderse del frío con la proximidad de sus cuerpos y, sin embargo, no arañarse mutuamente con sus espinas respectivas. Inútiles hasta ahora las infinitas fórmulas que ha sugerido o puesto en práctica la iniciativa individual, y las que en cada época han aceptado las sociedades... El predominio de este tema en la producción literaria demuestra a un mismo tiempo la universalidad de la cuestión sexual y nuestra impotencia para resolverla" (La cuestión sexual en la literatura contemporánea, Imprenta M.Romero, Madrid, 1899, p. 11). Nuestro amigo Miret Magdalena ha dedicado palabras elogiosas al Dr. Verdes Montenegro que fue su profesor de Etica en los años veinte. Son conocidos algunos de sus libros de texto sobre Psicología y Etica Científica. Más adelante le encontraremos como ponente en las célebres Jornadas sobre Eugenesia y pedagogía sexual, celebradas en Madrid en 1933. Lo que en ese texto transmite puede que sea, más que otra cosa, una gran humildad y franqueza ante esa gran cuestión sexual abierta, como abiertos quedaron tantos otros interrogantes al terminar ese siglo. Alguien dijo que, antes de buscar respuestas, no era desacertado empezar por plantear preguntas. Y esa era la gran cuestión que el siglo XIX —conocido como el siglo de las grandes revoluciones— dejaba abierta al XX. CAPITULO III La entrada en el siglo XX: Los hijos de Don Santiago En la última década del siglo XIX y a lo largo del primer tercio del siglo XX, en medio de un clima general nuevo, aparecen en distintos países de Europa, una serie de obras que van a marcar un hito trascendental en el sector de la temática sexual. Autores como Ellis, en Londres; Moll, Bloch, Hirschfeld, Max Marcuse y otros, en Berlín; Forel en Ginebra; obviamente, el mismo Freud , en Viena; etc. pueden figurar entre los más sobresalientes de una floración de trabajos, conocidos —según ya se indicó— como el acervo de los primeros grandes fundadores de la sexología. Son ellos los innovadores de un nuevo concepto intelectual y construcción científica, desgajada de su asimilación con el vicio o la locura como nociones vigentes hasta entonces. Se trata de la generación posterior a la de Krafft-Ebing y en abierta o solapada ruptura con su idea, expuesta en la Psychopathía sexualis de 1886, fecha que, sin duda, marca la frontera. Con ellos nace —al menos se gesta— el que ha sido llamado nuevo paradigma como idea regeneradora: es la nueva idea de la sexualidad. Una nota resaltable de este acontecimiento es el hecho de ser todos ellos autores del área geográfica y cultural europea —la hegemonía norteamericana no había aún empezado— dentro de la cual el caso español aflora en el contexto histórico de la que ha sido definida como "segunda edad de oro" o "edad de plata" de la vida científica e intelectual española. Savia nueva En 1907, Santiago Ramón y Cajal, reciente premio Nobel, es nombrado Presidente de la también recién creada Junta de Ampliación de Estudios e Investigaciones Científicas, institución que habría de llevar a lo largo de sus treinta largos años de existencia —de 1907 a 1938— cerca de dos mil jóvenes licenciados a las principales Universidades extranjeras, con sus ayudas y becas, para luego incorporarse aquí e "inyectar savia nueva". Con este fenómeno histórico sin precedentes, los principales focos de innovación sexológica fueron incorporados a España. Este hecho podría explicar que sea precisamente al castellano, a la primera lengua que son traducidas algunas obras completas como las de Ellis (en 1913) o las de Freud (de 1923 a 1935), etc. así como otras sueltas de Bloch, Forel, etc. La importación de las nuevas ideas se verá seguida con la aparición de creadores originales como es el caso de Juarros, Marañón, Saldaña, Jiménez Asúa, Torrubiano, Hildegart, etc. que empezarán a publicar a lo largo de los años veinte y treinta. Decían "las malas lenguas" —llamadas también reaccionarias, en el lenguaje de la época— que, detrás de la Junta de Ampliación de Estudios siempre estuvo el alma de la Institución Libre de Enseñanza. Acusación que, por otra parte era cierta, aunque expresamente Don Santiago no perteneciera a ella. La alargada influencia de Don Francisco Giner de los Ríos —liberal, tolerante y progresista— era indisimulable en el conjunto renovador de esta generación. Aunque con muy diversos signos —como diverso era el campo de procedencia, los intereses, etc.— todos ellos constituirán un apiñado grupo en torno a algunos puntos centrales de coincidencia. Se trataba, en definitiva, de plantear, dentro de la renovación general, la importancia de la sexualidad en los diversos sectores científicos e intelectuales de influencia, sea desde la medicina, la pedagogía, la psicología, el derecho o la cultura general. Se trataba de sacar a la sexualidad de las "innobles bajezas", como dirá osadamente el Dr. Juarros,para dignificar su estudio con otros planteamientos más humanizados y acordes con la realidad. De esta forma lo que fué iniciado primero por unos cuantos pioneros se convirtió en un imparable movimiento no sólo científico e intelectual sino pedagógico y social. A ello contribuyeron una serie de acontecimientos de cierta repercusión, en ocasiones notoria. Aunque más adelante nos ocuparemos de ellos con detenimiento, hé aquí sumariamente algunos de estos hechos. 1.- El histórico ciclo de conferencias de Marañón en el Ateneo de Madrid, en 1915, "ante la llamada flor y nata de la vida científica e intelectual de la época", ofreciendo su primera aportación bajo el título El sexo, la vida sexual y las secreciones internas como esquema programático de sus futuros trabajos. "La vida sexual —afirmó— no es algo baladí o superficial, sino la raíz misma de la biografía humana". "Hemos dado poca importancia al estudio de este fenómeno central e ineludible". "La sexualidad ha sido considerada sólo como fuente de trastornos y es llegada la hora de estudiarla como energía y vitalidad". 2.- La fundación, en 1919, del Instituto de Medicina social, intento —ya que no logro— de aglutinación de inquietudes de vanguardia en torno a un nuevo planteamiento de la salud como bienestar físico, psíquico y social, entre las que destacaban las ideas flotantes en el ambiente relativas a la Eugenesia, la planificación familiar, la atención a la madre y al niño así como a la educación sexual. "Si mejor es prevenir que curar, —podemos leer en su carta de presentación— sería necesario ir a los comienzos de la vida, a la madre embarazada, a las relaciones en el interior de la pareja, a la información anticoncepcional y al bienestar de los padres como hombre y mujer". "La casa y el hogar, hé ahí los objetivos más urgentes de la educación médica". "Los hijos que no llegan a término y los que llegan sin ser deseados y esperados son una lacra que hay que combatir". "En su lugar, una buena salud tiene que pasar por la información y el bienestar". 3.- En esta misma dirección habría que considerar las cada vez más abundantes colaboraciones en las revistas El Siglo médico y La Gaceta Médica. En esta última el pedagogo Don Luis Huerta inauguró la sección Eugenesia bajo cuya rúbrica se fué dando cuenta de las ideas y acontecimientos relativos a esta temática de forma regular. Algunas de sus afirmaciones —siempre con una retórica propia e inconfundible— harán especial fortuna en sectores sensibilizados. En su voluminosa obra Eugénica (Madrid, 1918) podemos ya leer su declaración tajante y clara. "Después de veinte siglos de existencia de nuestra decantada civilización cristiana, todavía no se ha establecido entre nosostros un criterio firme y seguro sobre un punto tan transcendente de educación como es la educación sexual. En plena fase de puericia y, lo que es más grave, en toda la adolescencia, se vela a los hijos el llamado misterio de la vida, como asunto pecaminoso del cual ni por asomo se puede tratar. Un proceder tan absurdo no puede por menos de ser fuente de mil conceptos erróneos y de aberraciones sexuales de trágicas consecuencias. El severo criterio que actualmente preside esta cuestión —criterio sustentado por los espíritus más eminentes de todos los campos: moralistas, pedagogos, médicos, psicólogos, juristas y sociólogos— es favorable a que se inicie a los niños y a las niñas, en tiempo oportuno, en los problemas de la generación humana" (Op.cit. p.26.) 4.- A otro nivel, pero dentro del conjunto, pueden anotarse las colaboraciones que fueron apareciendo en La Revista de Occidente, desde su fundación por Ortega en 1923, entre las que destacan —como ha sido estudiado por Oscar Lázaro (Revista de Sexología , nº 42, 1990, pp.65-81)— una serie de contribuciones especialmente influyentes. En dicha publicación aparecieron tempranamente los conocidos artículos de Georg Simmel sobre "Lo masculino y lo femenino"; las ideas de Enrique Casas sobre la etnoantropología de los ritos del pudor o las ceremonias nupciales. Igualmente se iniciaron polémicas sonadas como la de los mitos del machismo y de Don Juan provocadas por Marañón; o las incitaciones del Dr. Lafora sobre la reforma de la moral sexual, la coeducación, la educación sexual en las escuelas. 5.- Un acontecimiento sin precedentes es la aparición en 1925 de la primera revista periódica, de carácter semanal, titulada Sexualidad, dedicada por entero a ese campo. Dirigida por el Dr. Antonio Navarro y un variado equipo, sus casi doscientos números aparecidos constituyen un foro de información y debate específicamente centrado en todas estas cuestiones. "No te pedimos que seas casto sino cauto", era el lema impreso en los distintos recuadros que el lector encontraba a lo largo de la publicación. 6.- Aunque sin ser de carácter monográfico, igualmente visible resulta la impregnación cada vez más generalizada de la temática sexual en algunas publicaciones, especialmente con toques anarquistas o eclécticos, y en las que se acompañaban las llamadas "bibliotecas" o fondos suministradores de libros, folletos, etc. así como organizadoras de actividades sobre el terreno. Es el caso de la más conocida Revista Estudios que, tras su primera etapa de Alcoy, trasladada luego a Valencia, irradiará a toda España, un contenido en el que la temática sexual termina por ser prioritaria. En ella fué iniciado el primer Consultorio psico-sexual al estilo como actualmente es ya habitual en esta clase de publicaciones. 7.- Pero el fenómeno de mayor repercusión —visto hoy en perspectiva— puede que sea la aparición de los Tres ensayos sobre la vida sexual de Marañón, en 1926, considerado como "verdadero detonante" de un sinfín de actividades y escritos que, a partir de esos años, iban a hacer subir la producción bibliográfica de temática específica. El enorme éxito editorial de dicha obra —siete ediciones seguidas, aparte de su traducción al Inglés, Francés, Alemán, etc.— constituyó, unido al prestigio de su autor, un hecho de primer orden. Incluso, con independencia del contenido interno de la obra, —por cierto poco entendido en sus planteamientos básicos por haber sido leída más a través de sus detalles sociales— lo más resaltable de esta obra tal vez fuese su efecto externo, como acontecimiento o hito de referencia, debido a la popularidad de su autor en esos años. 8.- Un nuevo acontecimiento resaltable —especialmente por su repercusión— fueron las tan triste como impropiamente llamadas Jornadas pornográficas —o de los regodeos pornográficos— de 1928 que, organizadas con la intención de polarizar acciones científicas y sociales aisladas, por el hecho de haber sido prohibidas cuando ya estaban en pleno desarrollo, motivaron una serie de reacciones polémicas en cadena de las que se siguieron repercusiones aún más efervescentes en torno a los polémicos temas de la sexualidad, el amor, el sexo, el divorcio, la anticoncepción, etc. 9.- Otro hecho que también salta a la vista es la conocida como "ola verde", entendiendo por tal la avalancha de publicaciones con carácter erótico, pícaro, libertino, o sicalíptico, que había ido creciendo de manera escandalosa —las cifras de publicaciones de este "erotismo blando" no ofrecen dudas al respecto— hasta la orden de persecusión de las mismas por parte del gobierno de la dictadura de Primo de Rivera, ya en su final. De nuevo la polémica surgida, a raíz de ello, proporcionará un buen arsenal de documentos a través de los cuales el tema adquiere temperatura medible. 10.- Junto a la "ola verde" es preciso reseñar la también conocida como "marcha triunfal del sexo", no ya desde el "blando erotismo novelesco" sino desde la floración de publicaciones científicodidácticas de carácter seriado, como fueron un sinfín de colecciones de libros que, en ediciones populares, vinieron a llenar el mercado durante los últimos años de la dictadura y, sobre todo, en los de la República. A otro nivel, más especializado, muchos editores iniciaron Colecciones de sexología en sus catálogos. Algunos, como Ediciones Morata aún hoy existente, pueden ser un vivo testimonio. 11.- Un nuevo hecho fué la creación, en 1932, de la Liga para la reforma sexual sobre bases científicas, promovida como sección española de la Organizacion mundial que, fundada en Berlín, desde hacía unos años, se extendía por muy diversos países de Europa y América. La constitución de la Sección Española, aglutinando personalidades del mundo científico e intelectual, puede ser considerada como un acontecimiento necesitado de análisis. En la misma dirección —y también en el mismo año— la aparición de la Revista Sexus, como órgano y publicación de la misma Liga, ofrece un material que merece detenimiento. 12.- Y, por fin, como coronación de todos estos hitos, valdría la pena mencionar las Superjornadas de 1933, llamadas así por ser celebradas con un despliegue realmente impresionante. Tuvieron lugar en Madrid durante los últimos días de Abril y los primeros de Mayo y en ellas, aparte de participar los nombres más prestigiosos de la ciencia y la cultura, vinieron a sumarse el Ministro de Instrucción Pública, Don Fernando de los Ríos que presidió la inauguración y cuya clausura corrió a cargo del Presidente del Gobierno, Don Manuel Azaña. Durante las dos semanas de cursos, cursillos, seminarios y ponencias, los temas directa e indirectamente relacionados con el sexo, desde el punto de vista médico, jurídico, social y pedagógico, ocuparon los espacios de los medios de comunicación creando con ello lo que podría ser llamado el acto institucional más destacable de este ámbito en toda la historia de España. Estos hechos —entre otros— aunque, en apariencia, de índole dispar, pueden ser algunos indicadores de una generación inquieta, movida y productiva. Una entrada en el siglo XX que, estudiada en el año tras año de su primer tercio, hasta la guerra civil, arroja un nada banal balance. Su conocimiento no deja de revelar el espíritu colectivo de un impulso en cuyo objetivo aparecen dos constantes: innovación e ideas. Tales fueron los lemas de la generación de los hijos de Don Santiago SEGUNDA PARTE ALGUNOS NOMBRES Y APELLIDOS "La Sexología es una tierra prometida que ha de ser explorada científicamente. Vale la pena intentarlo. Hallaremos en ella, no ya los arroyos de leche y miel del mito bíblico, sino la luminosa posibilidad de conocernos sexualmente mejor y, por lo tanto, poder perfeccionar nuestra vida erótica" Félix Martí Ibáñez Consultorio psico-sexual Revista Estudios, nº 153, Mayo, 1936, p.46. CAPITULO IV El Dr. Juarros o "las cosas de Don César" En una de las conversaciones con Ruiz Castillo, fundador de la histórica —y aún viva— editorial Biblioteca Nueva, surgió el nombre del Dr. Juarros. – Ah, Juarros. Las juarradas y juarrerías del Dr. Juarros, como decían las malas lenguas. Don César, que era como le conocían los amigos, había nacido en Madrid en 1879, se había licenciado en Medicina en 1903 y doctorado en 1906. Fué Jefe del Servicio de Neurología del Hospital Militar, Profesor del Instituto de Criminología, Director Médico de la Escuela Nacional de Anormales, Presidente de la Sociedad Española de Abolicionismo, Vicepresidente de la Liga Española para la Reforma Sexual sobre bases científicas, etc. El comprometido Tras una serie de obras de carácter médico, entra en la temática sexual por la puerta de la educación. En 1916 publica La profesión del hijo; en 1918, La educación física y moral del niño y en 1919, La crianza del hijo (todas en la Editorial Mundo Latino de Madrid), coincidiendo con la fundación del Instituto de Medicina Social del que él es uno de los promotores. Lo que se pretendía —según sus palabras— era renovar, por no decir revolucionar, los planteamientos sanitarios de esos años, aunque, a juzgar por los datos, pocos fueron los logros de dicha institución de corta vida, hasta 1923; año éste que, aparte de ser histórico por tantos conceptos —la instauración de la dictadura de Primo de Rivera, entre otros— resulta también crucial en la vida del Dr. Juarros. En este año apareció uno de sus más terribles libros de denuncia sobre una serie de problemas urgentes como la salud, la justicia, la educación, la sexualidad, etc. "Este libro —escribe en su Entrada— es agrio, a la manera de las hayas de los cipreses; seco, con la sequedad quebradiza del rastrojo; áspero, como mano de gañán, y por serlo, y por su dureza y su tono encenizado, presumo que no ha de agradar" (Las hogueras del odio, Mundo Latino, Madrid, 1923, p.7). Con esa misma crudeza y en la misma dirección, años más tarde, también bajo eufemismos y metáforas, escribirá en Los senderos de la locura: "Lo sé... Hé de sentir sobre mí las viscosas sierpes de la incomprensión. Hé de escalar muros recios, levantados por prejuicios seculares... Sin embargo, acometo la empresa de escribir este libro, destinado a los profanos en Psiquiatría, creyendo firmemente que obras de este tipo son indispensables en un país como el nuestro..." (Ib., Mundo Latino, Madrid, 1923, p.9). Menos pesimista y más didáctico se muestra en su obra siguiente, Normas de educación sexual y física, de 1925, aunque, como siempre, con tomas claras de postura sobre la coeducación, el certificado prenupcial —otro de los grandes temas que ocasionaron debates y polémicas— , la organización de información de carácter preventivo sobre las enfermedades venéreas, las cuestiones hereditarias —él era Director del Centro Nacional de Anormales— así como otros igualmente candentes: el divorcio, la liberación de la mujer, etc. De esta veta se fuée nutriendo el cada vez más comprometido social y políticamente hasta ser elegido diputado en las elecciones constituyentes de 1931, es decir con la II República. El fué uno de ese destacable porcentaje de médicos políticos (superior al 10%, ha escrito Raquel Alvarez) que siguieron el camino al que les condujo el compromiso con una realidad tan entusiasmante como precaria. Un psiquiatra inconformista Como profesional y con los profesionales, Juarros —como Lafora— tenía una reputación de extraña dureza y exigencia, con una inquietud viva para el estudio y las innovaciones que en los primeros años del siglo XX estaban haciendo cambiar los modelos de asistencia como muestra en Los senderos de la Locura. Ello le llevó a ser más bien heterodoxo y ecléctico entre las distintas corrientes, sin ocultar una clara simpatía por las ideas de Freud de quien fué uno de sus divulgadores y defensores, lo que le propició una dosis aún mayor a su ya ganada fama de inconformista. "A la doctrina de Freud debo éxitos profesionales, que sin su concurso hubieran permanecido fuera de mis alcances", escribirá en Los horizontes de la psicoanálisis (Mundo Latino, Madrid, 1928, p.11). A causa de ello, algunas afirmaciones o principios divulgados en sus clases, libros o conferencias no dejarán indiferentes a muchos. Por ejemplo, frente a "los altivos planteamientos de quienes pretenden arreglar todo con la fuerza de la voluntad", no oculta su principio de seguir en lo posible "la ley del deseo y sus recovecos que nos lleva a una actitud de humildad comprensiva ante muchos problemas de la sexualidad" (Ib., p.159). Obviamente, las críticas no se hacen esperar: "Se me ha tildado y criticado de deshonesto y perturbador de conciencias... Se ha desconocido mi lealtad y buen propósito" (Ib., p.165). "Asomándose a los escaparates de las librerías céntricas, hojeando catalogos y prospectos editoriales, oyendo conferencias y leyendo artículos, resulta muy difícil resistir a la idea, por lo demás totalmente desatinada, de que la voluntad es la clave de la existencia. ¡Tenga usted voluntad! ¡Se hace lo que se quiere! ¡Querer es poder! ¡Nada resiste a la fuerza de la voluntad! Millares de obras circulan por el mercado, paladines de este optimismo enardecedor. ¡Si usted se lo propone lo conseguirá! ¿Qué hay de verdad en tal algazara, un poco verbenera? ¿En qué proporción merecen beligerancia tales arengas? En muy poca" (Ib., p.167-168). Es ante esos principios frente a los que plantea constantemente lo que él denomina "la legitimidad del deseo". "Los deseos no deben abochornarnos". El amigo suave Pero si su inconformismo y compromiso le llevaron a debates y polémicas notorias entre los profesionales, en ocasiones "con santa ira", el repaso de sus escritos —y en especial los dedicados a la sexualidad— ofrecen una simpatía y afabilidad de cercanía y comprensión ante los más raros problemas. Algunos colegas que se han acercado a su obra están de acuerdo en percibir un encanto singular al filo de su lectura, una especie de fondo o poso de bondad encontrado hasta en el mismo "infierno de la patología" para darle la vuelta con su peculiar manera de hacerlo inteligible. Tres libros podrían ser especialmente de este orden: De regreso del amor (Mundo Latino, Madrid, 1926), El amor en España: características masculinas (Ed. Páez, Madrid, 1927) y La Sexualidad encadenada (Mundo Latino, Madrid, 1930). Las tres obras están compuestas "al calor de las confidencias como profesional" y "tras la cura de no pocas cicatrices personales", de un autor "especializado en dolencias en las que gran número de casos han sido precedidos de motivos sexuales". El amor en España es un intento de radiografía de lo que, a modo de síntesis, resume en los siguientes elementos diagnósticos: "a) Iniciación defectuosa, b) Carencia de educación sexual, c) Entusiasmo flotante, d) Creencia en la inferioridad de la mujer, e) Necesidad de no hacer irrompible el lazo matrimonial". De regreso del amor, compuesta con una arquitectura original, consta de siete pilares en los que se sujeta una estructura de relatos breves —con figuras y casos— a los que se une un entramado a través del cual el autor va diseminando su filosofía y visión de la sexualidad fundamentalmente como una energía con la que más vale estar de acuerdo que ponerse en contra. En ocasiones con una claridad excesiva y no exenta de escándalo en el posible lector de no ser por la amortiguación de los mismos datos. Es un libro adulto, escrito por una persona madura que vuelve de muchas falsedades e hipocresías; por lo que quiere hablar claro con el aval de su experiencia personal y profesional. "Se pide a la vida lo que ella no puede conceder... Se habla del instinto despectivamente... Se inventa el amor romántico y altivo. El orgullo humano no tiene límites para la hipocresía bajo forma de lindez o de lirismo. Con hilos de esos telares se tejen millares de episodios desmentidores de la tesis lírica: ¿Quién olvidó al filósofo enemigo de la mujer, sorprendido a cuatro pies, sosteniendo sobre sus lomos a la alegre y procaz ramera, que le flagela con la fusta como si fuera un caballo? ¿Y el suceso humillante del sabio conducido a la comisaría, por abusos deshonestos en la vía pública? ¿Y el gran cerebro francés haciéndose azotar por hetairas encanalladas? ¿Y el hombre fuerte y cultivado, llorando por no poder conocer el enigma del pensamiento de la Deseada? ¡Amargos frutos del embuste sexual! Las rebeldías estériles tienen más de suicidio que de heroismo. Entre la pretensión insensata de engastar psicología en un instinto rectilíneo, implacable, o rendirle culto, haciendo del rito obra de arte, no es difícil elegir... Ningún error como el de alzar el objeto del amor sobre el mismo amor". (De regreso del amor, pp. 14-15). En esta misma dirección, Hildegart citará con frecuencia la afirmación de Marañón: "Renunciemos a este equívoco romántico y dañino. Los poetas nos maldecirán; pero la bendición de nuestros hijos nos consolará de sus maldiciones. Y, a la postre, los poetas nos darán también la razón y dedicarán sonetos a la Eugenesia como hoy se los dedican a la luna" (Hildegart, El problema sexual tratado por una mujer española, Madrid, Morata, 1930, p.23) Harto también de contemplaciones, y con su indisimulable ramalazo de inconformidad, Juarros termina De regreso del amor de esta manera tan suya : "Cada vez que me dicen 'sea usted razonable', me inclino a contestar: 'No me da la gana' (Ib., p.264). No resulta extraño que muchos hablaran de sus juarrerías; aunque, a decir verdad, otros, no menos numerosos, asintieran condescendientes: "las cosas de Don César...." Su amigo Don Santiago no tuvo reparo en escribir: "Leer al Dr. Juarros es una fiesta del espíritu". En La sexualidad encadenada, el autor introduce una estructura que Cansinos Asséns llamó "barroca y cálida". Tan difícil de seguir que él mismo se ve obligado a añadir "una guía para su lectura". En realidad la obra podría resumirse en un simple tratado de todas las llamadas perversiones y desviaciones sexuales con la simple estructura expositiva de 14 capítulos, cada uno dedicado a una de ellas. El resultado, sin embargo, es la reunión de 14 libros breves en una sola obra. Cada una de dichas perversiones —"las perversiones son caminos al margen de la ruta básica" (p.147)— está precedida de la descricpión de un lugar turístico distinto como paisaje de situación, con bellas ilustraciones, en grabados de Benet. A continuación se sitúa el caso o problema correspondiente a la clínica. Luego, en un tercer módulo —éste de carácter técnico— sus anotaciones personales que el mismo autor reconoce, en ocasiones, "demasiado audaces". En un cuarto módulo de cada capítulo ofrece un relato correlativo con el caso clínico planteado. Amante de horizontes y perspectivas abiertas, el autor no olvida consignar al final de cada parte, junto a la fecha y firma, los lugares de su composición: "Grenoble, Milán, Pallanza... Verano de 1930". De esta forma —sin duda barroca, por compleja, y original, por creativa— el público de esos años pudo encontrarse con una obra en la que "esas dichosas perversiones", tan mitificadas en términos manicomiales, eran presentadas "en el cuadro del vivir diario de la vida misma, tan chocante como variada", trufada de singulares y extrañas transgresiones tan apetecibles y comunes en todos los humanos como el viaje o el paseo por lugares distintos e insospechados. Esta idea viene a ser central en el autor, reservando para el ámbito interior de los muros del manicomio la menor dosis posible de esa sexualidad tan excesivamente encadenada. César Juarros, tras la guerra —que pasó en el Madrid rojo— murió el 24 de octubre de 1942. Descanse en paz; en la paz del olvido que es la más tranquila. Y yo me apresuro a pedirle disculpas por haberle despertado con el breve recuerdo de estas páginas. CAPITULO V Saldaña y su tratado de sexología El caso del profesor Saldaña podría ser de interés por dos motivos: el primero por ser un incondicional participante de todas las actividades en las que la temática sexual tenía protagonismo y, el segundo, por haber sido el autor del primer tratado de sexología que, de forma sistemática, es estructurado como campo o disciplina de forma cohesionada y con cuerpo de doctrina. O, como él escribe textualmente "una sexología con entidad propia". Su entrada en ella fue por la puerta de la criminología —de cuyo Instituto de Madrid fue Profesor y Director— así como por sus contactos en la época de joven posgraduado, becado por la Junta de ampliación de Estudios a varias universidades de Europa, especialmente a las alemanas en donde, desde un comienzo, fue influído por la pujante sexología (Sexualwissenschaft) trabajada en el ya conocido como "Grupo de Berlín" durante esos años. Quintiliano Saldaña había nacido en Saldaña (Palencia) en 1878. Tras los estudios preuniversitarios en León, Oviedo y Valladolid, la Licenciatura de Derecho en Madrid, y su asiduo contacto con el Laboratorio de Psicología Experimental que dirigía el Profesor Simarro, presenta en 1905 su tesis doctoral sobre La Pena para empezar su periplo como profesor en Santiago, luego en Sevilla, hasta terminar como Catedrático en Madrid. Sociología sexual Fruto de estos primeros escarceos serán una serie de trabajos que irán siendo publicados de formas esporádicas, aunque, reunidos, verán la luz más tarde en su obra Ensayos de Sociología sexual (Editorial Mundo Latino, Madrid, 1927). "El objetivo de estos siete ensayos —escribe en una sintética introducción— es aplicar a la vida social de nuestro pueblo el módulo o filtro sexual para mejor interpretarla y conocerla. Hé aquí su índice a modo de resumen: Bajo el signo del sexo, usando los métodos de la ciencia nueva, La vida sexual en España (Primer ensayo) aparece como una formidable evitación. "Luego de esta síntesis, plagada de perspectiva histórica en España, se inicia el análisis de sus problemas sexuales. El más visible, si no el más grave, es La crisis del matrimonio (Segundo ensayo). El matrimonio está en crisis. Alegrémonos. Morirá como rutina necesaria, para renacer como vocación consciente y libre. "A resolver, o al menos a contribuir a su arreglo, llega hoy la solución jurídica de El divorcio (Tercer ensayo), como cercén de lo inevitable, en la diuturnidad de sus fatales consecuencias. Un paso más, y, referido el problema de España a sus bases, dentro de la pedagogía sexual, —y frente a la generalizada mentira e hipocresía basada en el ocultamiento— importa fijar el canon de La verdad sexual (Cuarto ensayo). A continuación, voy a sostener una proposición, acaso excesiva: nuestra civilización es esencialmente asexual. La educación, la instrucción elemental, la Religión, la Moral, las leyes, hé ahí otras tantas instituciones de tendencia asexual. De ahí Una civilización asexual (Quinto ensayo). "Dos coeficientes sexuales del mismo signo gravitan sobre la fórmula social de España. Son tipos de vida sexual anormal y de grave peligro social para las costumbres sexuales. Uno es El celibato eclesiástico (Sexto ensayo), con su daño efectivo, en cuanto envuelve reales pérdidas para el progreso. El otro es la rosada lepra de La prostitución (Séptimo ensayo) que, riente y placentera, infecta sin embargo al hombre y arruina la raza, de la que nadie huye el contacto" (Ib., pp. 18-19). Con estos siete ensayos, elaborados desde 1913, fecha del primero, hasta 1927, año en que aparece el último —y a continuación el libro— el profesor Saldaña ofrece un panorama crítico pero no pesimista de la realidad sexual de España. El de esa "rara avis" que fué su autor, al decir de otro sociólogo más de hoy, Amando de Miguel (Sexo, Mujer y natalidad, Edicusa, Madrid, 1973). Sexología Pero si, con esos ensayos, el autor había tratado "algunos flancos de la realidad sexual", mayor interés ofrece su obra siguiente —Sexología (Mundo Latino, Madrid, 1930)— en la que, de forma sistemática, trabajará lo que es, sin duda, una conjunción de su asombrosa erudición junto a su elaboración intelectual en un intento de clarificación y coherencia. La obra ofrece un privilegiado plano general de todas las corrientes de ideas y debates engarzados por un hilo conductor: lo que denomina "sentido y valor del sexo" (pag. 37) o "valor energético de la sexualidad" (pp.39-40). El término Valor es, en efecto, algo que atraviesa la obra y desde el que plantea "esa magnífica realidad que es la sexología" (p.33). En ello Saldaña no es nuevo ni innovador. Era ya una idea común y general en el ya citado grupo de Berlín. Pero lo que sí puede ser considerado como nuevo o propio es su esfuerzo —en el ámbito español— por llevar a cabo una tal conceptualización yendo más allá de "la cuestión sexual" o del "tema sexual" o simplemente del "sexo", para plantear su campo científico como disciplina, y ésta no ya desde la consideración médico-legal sino en el cuadro general de las ciencias naturales y sociales. En este aspecto su esfuerzo puede resultar aún más interesante si no se pierde de vista la tradición de la Medicina Legal de la mano de la Psiquiatría forense, con lo que ello requería respecto a conceptos operativos necesariamente fronterizos a la hora de abordar problemas sexuales como fuente de delitos o enfermedades, enfoques tan distintos a los por él planteados. Incomprensiones Más allá de esas corrientes de ideas, y desbordando el restringido campo delictivo o patológico, se plantea la utilidad que se sigue para las distintas disciplinas y profesiones en el caso de que el estudio de la realidad sexual sea abordada como una disciplina más entre las otras. "La historia científica ha demostrado sobradamente esa utilidad —escribe— pero es preciso ser consciente de una serie de prejuicios que lo impiden". A todos esos prejuicios unidos da el nombre genérico de Tabú sexual, aunque para concretar más su hipótesis de trabajo, apunta fundamentalmente cuatro grupos de "incomprensiones". En un primer apartado se sitúan las que analiza bajo el nombre de "Incomprensiones culturales", generalizadas bajo la nominación de fobia hacia el sexo o forma común de situarse ante él, de entrada, como ante un peligro o un enemigo, en lugar de acercarse a su realidad de riqueza. En segundo lugar se encuentran las que denomina "incomprensiones religiosas" que, si bien forman parte de la cultura occidental influída por ellas, existe una dosis especialmente resaltable por el uso y el abuso "no tanto que el sexo ha ocasionado a la religión sino al revés, es decir de la religión hacia el sexo". En tercer lugar, está la confrontación o enfrentamiento de intereses llevados a lo que denomina "el prejuicio ético", tampoco necesariamente unido al "religioso", aunque muchas veces confundido con él, sino como "bloque resistente de obstáculos netamente éticos". Y, por fin, en cuarto lugar, apunta el que denomina "prejuicio científico", como forma de "omisión y silencio del exponente sexual en las ciencias humanas" (p.33). El hecho de que, en todo ser vivo, pero más especialmente en el humano, la sexualidad gobierne todos los departamentos de su vida hace pensar en algo grave —sólo atribuíble al prejuicio y no ya a la ignorancia— que los científicos no acepten a la sexología como un campo más entre los otros. Una guía Lacónico y formulario, dentro de su prosa barroca, tan característica de la época, hé aquí cómo sitúa a esta disciplina en su carácter propio: "Ciencia de la vida de los sexos es la Sexología, en el doble significado y uso ambidextro, individual y social. Su alcance se proyecta sobre toda la extensión de la vida diferenciada sexualmente. Que así el sexo del ser determina el género de las cosas: masculinas unas, femeninas otras. Y deficiencias o anormalidades de esa diferenciación dan razón de los estados intersexuales en las personas; del género ambigüo en las cosas" (Ib., p.12). El jóven estudiante de esos años —destinatario en definitiva de la obra— pudo encontrar en ella la reseña de libros fundamentales, artículos, revistas monográficas, manuales y diccionarios así como una guía de los Congresos y Asociaciones con sus principales líderes o "dinamizadores" en los distintos países. "Organiza estos Congresos —escribe, por ejemplo— la Liga mundial para la reforma sexual sobre bases científicas. Presidentes de ella son: por Suiza, el Dr. August Forel (n.1848); por Inglaterra, el Dr. Havelock Ellis (n.1859), y por Alemania, el Dr. Magnus Hirschfeld (n.1868), etc." (Ib., p.22). Sobre este último, sin duda especial objeto de sus preferencias, escribe con tono de simpatía: "Vino al mundo para contribuir a que la cuestión sexual no sea ya la cuestión tabú por excelencia; sino que quede sometida, en todos sus aspectos, a la discusión científica y con toda publicidad. Porque no hay remedio a los males sexuales, a los abusos, a las perversiones, a las enfermedades, que no sea la instrucción positiva, distribuída ampliamente y que no se halle en la libertad y en el conocimiento "(Ib., p.23) A Saldaña le preocupa —incluso le obsesiona— poner en situación a su lector sobre los más elementales datos de lo que reseña. De ahí su detenimineto continuo en precisar los lugares donde se celebran los congresos, las fechas, los nombres de los responsables, los títulos de las obras producidas por los distintos autores sobre los temas específicos que tratan. Es lo que lleva a esta obra a ser considerada como una guía de entrada en este ámbito o campo de la sexología. Con estos preliminares, el cuerpo de la obra —es decir del tratado de Sexología que comentamos— se centra en la exposición general de la disciplina y en "sus especialidades o ramas", de las que esboza hasta un total de siete: Sexología biológica, Sexología psíquica, Sexología pedagógica, Sexología moral, Sexología mística o religiosa y Sexología anormal o criminal. Otras dos "ramas" —la Sexología antropológica y la Sexología Social—, aunque aludidas, no son abordadas expresamente, con idea de volver en otro momento sobre ellas. A decir verdad, aspectos de ello habían sido ya abordados en la anterior obra, ya citada, Ensayos de Sociología sexual. De esta forma, lo que había empezado como una reflexión genérica sobre el sexo desde hacía siglos, o lo que había sido tomado como campo únicamente de expertos en manicomios o confesionarios durante los siglos XVIII y XIX, en la idea del Profesor Saldaña, sin menoscabo de que fuera objeto de "polémicas políticas", se convierte en el objeto de estudio del que otros campos científicos puedan ser los primeros beneficiados. Tomar en serio la sexología era, más que una cuestión de moda, una exigencia y realidad científica.* * El Profesor Saldaña salió de España con motivo de la Guerra civil y murió en La Habana (Cuba) el 12 de diciembre de 1938. CAPITULO VI Hildegart, el extraño caso de "la virgen roja" "El caso de Hildegart es símbolo y reflejo de la tragedia de nuestros científicos, literatos y políticos republicanos", ha escrito J.L.Peset en el Prólogo a "¿Criminales o locos?" de Raquel Alvarez y R.Huertas (CSIC-CEH, Madrid, 1987, p.15) ¿Quién era esa extraña joven que hizo correr tanta tinta tras su temprana muerte? Sobre su vida son ya bastante conocidos los principales datos. Había nacido un 17 de diciembre de 1914 en Madrid como fruto de una serie de hechos chocantes o variopintos, extravagantes si se quiere, o, desde luego, fuera de lo común. Por ejemplo, su madre, Aurora Rodríguez Carballeira la había concebido, parido y educado como un experimento piloto —a caballo entre la eugenesia más radical y el socialismo más utópico— con la idea de traer al mundo un ser capaz de emprender la reforma; no una reforma cualquiera, sino LA REFORMA mesiánica de la sociedad. Sobre ello se ha escrito ya mucho: la vida de Aurora, su maquinación o paranoia, así como el proceso de su realización o puesta en escena, día a día, desde la búsqueda de un "compañero fisiológico" selecto y que, posteriormente, resultaría ilocalizable; la parafernalia en el quehacer educativo; sus logros en una niña-prodigio como el aprendizaje de la lectoescritura corriente en torno a los tres años o el dominio de varios idiomas a los diez; la terminación de sus estudios de bachillerato antes de los trece; la entrada en la carrera de Derecho y su conclusión antes de cumplir los dieciseis; su activismo político desde los catorce con conferencias, mítines o artículos de prensa, etc. Tres imágenes Aunque con interrogantes aún sin responder, sobre Hildegart uno puede hacerse con varias imágenes. Una es la hija de Aurora, especialmente creada con motivo de los trágicos sucesos desencadenados por el parricidioí cometido en la mañana del 9 de junio de 1933 en el número 12 de la calle Galileo de Madrid, su domicilio, a raíz de los cuales se pone en marcha un proceso que toda la prensa seguirá con expectación. Se trata de un crimen pasional —que, de hecho, no lo es— en el que, para más intriga, los expertos y peritos no logran estar de acuerdo. De un lado estaban los doctores Vallejo Nájera (padre del hoy popular) y Antonio Piga, peritos nombrados por el Colegio de Médicos de Madrid por parte de la acusación fiscal y, de otro lado, los Doctores Sacristán, uno de los líderes de la psiquiatría en la España de esos años y Miguel Prados, ambos nombrados por la defensa. Si ya, de por sí, tenían la plana mayor de la psiquiatría española de la época, la entrada en la contienda del Dr. Gonzalo Rodriguez Lafora con la publicación de sus personales opiniones al respecto, hará aún más atractivo el caso como para hacerse de libro. Y de libro ha sido, tal y como Castilla del Pino lo ha introducido en su texto de Introducción a la Psiquiatría. En realidad, a través del caso venía a debatirse una ideología y una forma de actuar en las relaciones que existen entre la medicina y el derecho. De todo ello da extensa cuenta el documentado y crítico estudio de Raquel Alvarez y Rafael Huertas, ¿Criminales o locos? ya citado. Todos estos factores se han centrado en torno al trágico final de la joven Hildegart; pero siempre bajo el misterioso interrogante de quien, "habiéndola creado, se propuso destruir su propio experimento", al estilo de la más trágica leyenda de Pygmalion. En realidad, cuanto más se estudia a la madre, asesina de la hija, más desbordante se ve de los dos límites en los que se la ha tratado de restringir: El Derecho y la Psiquiatría. Es claro que el caso sobrepasa a ambas. Novelas como La Virgen Roja de Fernando Arrabal y otros ensayos no hacen sino abundar en esos interrogantes. Otra imagen, no menos apasionante —aunque más accesible— es la de una Hildegart militante política: primero en las Juventudes socialistas y luego en la Unión General de Trabajadores. Expulsada después del partido socialista, militará dentro del Partido Federal Republicano, de tono cercano al Anarquismo. Su activismo, en ambas formaciones respondía al cumplimiento de un reformismo planeado por un curioso e inextricable dúo formado por Madre-Hija. Articulista primero en El Socialista, luego en La Tierra, Hildegart desarrolla de 1929 a 1933 una intensa labor política, sin olvidar la social que en temas de mujer, sexualidad, etc. va a llevar a cabo mediante libros y folletos en pro de una reforma sexual o más directamente —y con sus palabras— de una revolución sexual. De esta misión, unida siempre en ese dúo Madre e Hija, y de los conflictos entre ambas, cuando ésta decida emanciparse y vivir la vida y la libertad por su cuenta, así como del desarrollo detallado de los acontecimientos que condujeron a la tragedia final, ha dado cuenta detallada la obra de Eduardo de Guzmán, Aurora de Sangre, (G.del Toro, Madrid, 1972). A su lado, otros estudios, como los de Pilar Pérez Sanz y Carmen Bru, Hildegart o la vida de Aurora Rodríguez Carballeira, su madre (Revista de Sexología, nº42, Madrid, 1987), o El manuscrito encontrado en Ciempozuelos de Guillermo Rendueles, (La Piqueta, Madrid, 1986) han ido profundizando en algunos aspectos de estas dos imágenes en donde siempre figura esa Madre y esa Hija, esa Hija y esa Madre. La tercera Hildegart Existe, a mi manera de ver, una Hildegart que, si bien ha sido apuntada, merecería más detenimiento y es la que me atrevo a entrever, al menos como hipótesis de trabajo, tras una lectura detenida de sus escritos y de algunos hechos, que revelan una entrada en la sexología, más allá de la sexualidad como motivo político o social. Un indicador de esto podría ser encontrado en el engarce que, a través de sus contactos, establece con algunos de los más representativos líderes de la sexología de esos años. A Magnus Hirschfeld le ofrece la dedicatoria de su traduccion de la obra de Tarnowski, Las perversioens sexuales, (traducción, Introducción y láminas de Hildegart, Biblioteca de Cuadernos de Cultura, Valencia, 1932). En la primera página de la obra leemos: "Este libro, querido Doctor Hirschfeld, no es más que un pequeñísimo esbozo de muchos otros ensayos en proyecto; de otros libros de mayor emvergadura sobre tema de tan apasionante interés. Sin embargo su nombre no puede faltar de la dedicatoria de un libro de esta naturaleza, máxime estando como el suyo tan presente en mi afecto y admiración. Para usted, pues, que es maestro y para mi buen amigo y compañero el doctor Kauffmann, como prueba de sincera amistad de Hildegart" (Ib., p.4). La figura de Magnus Hirschfeld, no hace falta insistir, es, en estos años, la más representativa de los llamados primeros grandes teóricos y creadores de la Sexología que fueron los del Grupo de Berlín. Por otra parte, creando la Revista Sexus, Hildegart introduce en el número 1 una entrevista con el mismo Hirschfeld (Octubre-Noviembre, 1932, pp. 93-95). En cuanto al otro de los líderes más representativos, Havelock Ellis, tras su relación, por muy diversos motivos, un hecho llama la atención. Y es que será el mismo Ellis quien escribirá la semblanza sobre Hildegart, "esa virgen roja", "esa Hellen Key española", en la propia revista Adelphi de Junio de 1933 (pp.174-179). Por lo que dice relación a Marañón, en esos años ya traducidos sus principales textos y, por lo tanto del más reconocido prestigio, Hildegart —siguiendo con esa política de relaciones— le ofrecerá su dedicatoria de El Problema Sexual tratado por una mujer española (Ediciones Morata, Madrid, 1931, p.7), texto cuyas pruebas corrige en los históricos días en que Marañón, junto con Pérez de Ayala y Ortega, promovía el La Agrupación al Servicio de la República. Un año después será el médico español quien ocupará la Presidencia de la Liga para la Reforma Sexual sobre bases científicas de la que Hildegart sería Secretaria General. Su relación con H.G.Wells —que, en esos años entra como intelectual en la Liga— se inicia como intermediaria e intérprete en sus visitas a España. Con Bertrand Russel, que acaba de publicar Vieja y nueva moral sexual y otros ensayos en los que aborda con dedicación estos temas, lo hará a través de Dora, su mujer, conocida reformista en el mundo de la coeduca- ción y a la que, en el nº1 de la Revista Sexus, dedica una detenida semblanza. (Una de las cartas dirigidas por Hildegart a Dora y que nos ha sido proporcionada por Ralf Dose y Angeles Llorca revela el atento sentido de estas relaciones). Y así sucederá con otros personajes o figuras de la época. Relaciones que, por otra parte, son nutridas con las lecturas de sus obras que conoce a fondo, según constatamos en sus propios escritos. Estos datos nos hacen pensar en una Hildegart cada vez más situada en un contexto científico e intelectual, aparte de su activismo político y social, aunque sin olvidar un difícil deslindamiento entre ambos campos. La obra Por otra parte, ordenados sus escritos como obra completa, lo primero que salta a la vista es que toda ella —con excepción del libro ¿Se equivocó Marx?— es de temática sexual. De los trece títulos reunidos, según nuestros datos, doce pertenecen a este género. Redactados y publicados todos ellos entre 1931 y 1933 —en un período de tiempo tan breve como sorprendente— no puede dejarse de lado que corresponden a una adolescente o joven que tiene entre 15 y 18 años, dato éste que, si bien podría hacernos pensar en notas primerizas, su lectura detenida revela más bien una sólida y vastísima información así como una reflexión impropia obviamente de esa edad. Una nueva observación podría hacerse en cuanto al carácter hablado o escrito de los mismos. Varios de ellos —El problema eugenésico; La limitación de la prole; Educación sexual, Sexo y amor y Lla Revolución sexual— son producto de conferencias o ciclos de Conferencias que, luego, retomados, ampliados o rehechos son publicados en ediciones populares, muy característicos de esos años. Los restantes son obras sólidamente pensadas y desarrolladas como libros. Leída, pues, la obra en su conjunto, nos encontramos ante una producción en la que se combina la información práctica y la articulación conceptual —con un debate en ocasiones claramente innovador— entre un fondo histórico-doctrinal y una preocupación pragmática. En sus páginas encontramos información útil e inmediata, al mismo tiempo que debate sobre las bases y el marco referencial de una concepción de la sexualidad con sus correspondientes repercusiones personales y sociales. Entre las informaciones de utilidad inmediata se encuentran las relativas a los anticonceptivos, las condiciones de igualdad social entre hombres y mujeres, los elementos o datos jurídicos para su realización, la denuncia de los prejuicios e informaciones falseadas, etc. Junto a estos datos, pueden percibirse otros —más conceptuales— como son el recurso a la historia de las ideas, a las distintas disciplinas —y a su revisión—, en especial la medicina, la sociología, el derecho, etc. para la elaboración de un discurso o reflexión distinta en torno a la sexualidad. La Reich española Posiblemente la idea que más salta a la vista, como constante, sea la de una sexualidad como energía transformadora de los individuos y de la sociedad, es decir, en plena línea con un estilo cuyo exponente más conocido ha sido Wilhelm Reich y la doctrina del freudomarxismo, tal y como fue formulado por éste, en su conocida obra La revolución sexual. Con ese mismo título "la Virgen Roja" —como era ya llamada— publicó uno de sus libros cortos, algunos años antes de que apareciera el del "rojo de Viena". Como Reich, también Hildegart mitifica en sus escritos una Rusia revolucionaria con la imagen de un paraíso ideal, laboratorio de la proyectada Revolución sexual. Como aquél, también ésta —unos años antes— será expulsada de su Partido; aquél del Comunista, ésta del Socialista. Y, como Reich, también Hildegart escribirá para explicarse un texto substancial. Este es el motivo de su ¿Se equivocó Marx?. Las coincidencias siguen. Reich había entrado en "la cuestión sexual" —como él mismo cuenta en La función del orgasmo— de la mano de Freud, con ocasión de la lectura de sus Tres ensayos sobre una teoría sexual. "Todo había empezado —escribe por su parte Hildegart, haciendo balance en 1932— con la aparición en 1926 de los Tres ensayos sobre la vida sexual de Marañón, lo que constituyó el detonante de una larga aspiracion que venía desde hacía años..." (Hildegart, Sexus, nº1, OctubreNoviembre, 1932, p.111). Sin embargo, según nuestros datos, —y al margen de lo sucedido con otras personalidades de la época— Hildegart no entró en contacto personal con Reich, cuyo vacío bibliográfico en autores españoles no es, por cierto, sólo de ella sino general. Reich es uno de los raros autores extranjeros desconocidos en la España de esos años. Nuestra búsqueda personal de referencias a él no ha dado ningún resultado, con excepción de algunas referencias posteriores todas a la muerte de Hildegart; lo cual ha sido últimamente confirmado en un trabajo de Richard Cleminson: First Steps Towards Mass Sex-Economic Therapy? Wilhem Reich and the Spanish Revolution. Working Papers in Literature and Culture Studies, Nº 17; Avril Horner and Juliet Wigmore, Univers ity of Salford, 1992. Si los mencionados paralelismos podrían llevarnos a la imagen de una Hildegart llamada por Havelock Ellis "la Ellen Key española", "la virgen roja", etc., bien podría ser considerada "la Reich española", a condición de tener en cuenta el estricto carácter marginal con respecto al mismo Reich, lo cual no deja de ser paradójico. Esa podría ser su denominación más cercana y por lo tanto en esa dirección podría ser entendida su aportación específica. No obstante, estaría aún por señalar el giro de los últimos años —meses incluso— del que se ha hablado como causante o generador de su muerte a manos de su madre, su inscripción en la Facultad de Medicina, sus contactos con los grandes líderes de la Sexología, incluso algunos rasgos de sus últimos escritos que apuntarían , si no a un abandono de la lucha social directa, sí a una entrada más a fondo en el cuerpo doctrinal de la sexología científica. Una de sus últimas conferencias, pronunciada en Marzo de 1933 en el Paraninfo de la Universidad de Valencia —dos meses antes de su muerte— quiso que fuese titulada con el explícito nombre de Sexología. CAPITULO VII La otra vida de Félix Martí Ibáñez En el número 6, correspondiente a Enero-Abril de 1973 de la Revista Archivos de Historia de la Medicina Argentina (p.5), encontramos la siguiente nota necrológica: "Con el fallecimiento del Dr. Félix Martí Ibáñez (1911-1972) el humanismo médico contemporáneo ha perdido una de sus más representativas figuras. Psiquiatra, psicólogo, escritor, historiador de la Medicina y el Arte, periodista, desarrolló una vasta y productiva tarea en su patria (España), Francia y, sobre todo, en Estados Unidos. "En 1951 —continúa la nota— fundó la empresa periodística que generó varias exitosas publicaciones en el campo del humanismo médico. En 1956 obtuvo la cátedra de Historia de la Medicina del New York Medical College, donde realizó una breve pero brillante tarea. Es evidente que contó con medios no comunes para efectivizar su visión de la Medicina, pero es digno de elogio su intento humanista en un medio propenso a los abusos tecnológicos y mecanicistas. Entre sus libros deseamos mencionar los siguientes: Ensayo sobre la Historia de las Ideas Magnéticas, Ensayo sobre el Arte y la Historia y Filosofía de la Medicina, La epopeya de la Medicina y Panorama histórico de la Filosofía, que consideramos de especial valor. "Félix Martí Ibáñez —concluye la nota— dejó de existir en Nueva York a causa de un infarto de miocardio el 24 de mayo de 1972. Es de esperar que su ejemplo no se pierda como un hecho aislado y que la obra por él desarrollada sea continuada en el mismo nivel del fundador." La vida previa La notoriedad de Martí Ibáñez fuera de España —los de dentro, conocen algunas de sus novelas editadas en Alfaguara— se ha debido a su carácter polifacético y humanista, similar al de muchos médicos con inquietudes y horizontes amplios; pero, sobre todo, al hecho del exilio motivado por la guerra civil. Con anterioridad a este hecho se sitúa su otra vida, o sea, la del "resistente hasta el final" que, en el mismo año 1939, a unos meses —días incluso— de la victoria de Franco, mantendrá el ánimo alto lo mismo que al principio. Con ese entusiasmo contagiante escribe artículos, pronuncia conferencias —las últimas serán más bien arengas— para enardecer a "la masa revolucionaria de los trabajadores contra el fascismo y la antirevolución". Desde esta situación podemos leer sus mensajes dirigidos a Romain Roland, el autor del Juan Cristobal, "a cuya memoria he ofrendado este hermano menor que es el héroe de mi Yo,rebelde (El sentido de la vida, Ed. Estudios, Valencia, 1938, p.279). Con ése y otros escritos pedía al pueblo francés ayuda, casi ya desesperada, "para la España obrera y en peligro evidente de aplastamiento". Lo mismo podemos observar en sus escritos dirigidos a Rabindranath Tagore que, "siguiendo a Roland, Malraux, Wells, Gide, etc. se han comprometido ya con la causa de los trabajadores de España" (Una voz en la India, escrito incluido en El sentido de la vida, Ib., p.233). Esta es la otra cara de la vida de Martí Ibáñez quien en su "profesión de fe" —al final de su vida, de esta parte de su vida— escribirá: "Como militante de la C.N.I. me debo a esta gloriosa organización y a cuantas actividades ella me sugiera. Como hombre y como individuo pensante me debo a la Humanidad Trabajadora, a la causa común revolucionaria...". "Puedo vanagloriarme de haber prestado mi modesta ayuda a los más diversos luchadores y a las más variadas entidades: republicanas, socialistas, comunistas, sindicalistas, anarquistas, teosóficas, espiritistas, naturalistas, libertarias y culturales más diversas, oficiales y extraoficiales. Y a todas he aportado mi criterio personal y mis ideas íntimas, y he visto que encajaban en todas ellas, sin chocar con las ideologías de tan dispares sectores. ¿Por qué? Sencillamente porque, en el fondo de todas esas organizaciones, late el mismo deseo: luchar y sacrificarse abnegadamente por la humanidad" (Profesión de fe, en El sentido de la vida, p.291). En el gobierno Hijo del pedagógo catalán Martí Alpera, había nacido en Cartagena (Murcia) el 25 de Diciembre de 1911 y estudiado Medicina en Madrid donde terminó el doctorado, bajo la dirección de García del Real, con una tesis sobre Algunos aspectos históricos de la Psicología y la Fisiología Místicas de la India: Un estudio comparativo de Oriente y Occidente, curioso y original trabajo que veremos citado como referencia en esos años. Introducido muy pronto en los medios anarquistas, es propuesto, apenas cumplidos los 24 años, para Subsecretario de Sanidad en 1935, cargo que abandonará para ocupar la Dirección General de Sanidad y Asistencia Social en el Gobierno de la Generalitat de Cataluña. Allí llevará a cabo su conocida Reforma, dentro de la cual —en el ámbito de la cuestión sexual, "tan querida", siguiendo el espíritu que le guía dentro de la C.N.T.— incluye dos Instituciones nuevas: los Consultorios de Orientación juvenil psico-sexual y el Instituto de Ciencias Sexuales. En su obra Diez meses de labor en Sanidad y Asistencia Social, (Ediciones Tierra y Libertad, Barcelona, 1937), puede verse la línea general de su acción y los detalles específicos sobre estos proyectos. El consultorio psico-sexual La unión de la función en el gobierno, junto a la vocación personal y su ideal, encontrarán un cauce nutrido con "los más palpitantes problemas sociales de la actualidad" entre los que los denominados sexuales no eran los menores como la anticoncepción, el aborto, o el divorcio lo mismo que el llamado "amor libre" que, en la terminología de esos años quería decir "sin referencia institucional". Si, como miembro del gobierno ya había llevado a cabo una serie de acciones innovadoras, como médico y amante de la psicología, su consulta particular fué derivando predominantemente hacia los problemas sexuales, lo mismo que sus escritos. De ambos pueden ser fiel reflejo una ojeada por la Revista Estudios en la que, junto a la oferta de su consulta empieza una colaboración que poco a poco terminará por ser habitual. En esa producción encontramos una novedad: la del "Consultorio psico-sexual del Dr. Martí Ibáñez" que, como sección habitual aparece en la publicación. Este consultorio, en cierto modo al estilo de los que, andando el tiempo, hemos sido habituados en muy diversas revistas, apareció por primera vez en el número correspondiente al mes de Enero de 1936 y dejó de aparecer en Junio de 1937, es decir un año y medio después. Un estudio más en profundidad de éste podría revelarnos algunos datos de interés especialmente útiles tanto para el género como en el mismo desarrollo o respuesta a los problemas, a través de las cuales, indudablemente, se presenta un marco general de cara a los problemas sexuales. (Una recopilación del material de este consultorio, con una valiosa presentación puede verse en la obra de Ignacio Vidal, El consultorio psicosexual del Dr. Martí Ibáñez, Ed.Tusquets, Barcelona, 1975). El clima anarconaturista de la retórica que caracteriza a los discursos o escritos sociales, tan impregnados de términos con mayúsculas como Revolución, Humanidad, Obrerismo, se vuelve, en el Consultorio, análisis desmenuzado, duda y búsqueda de estrategias metodológicas, más bien pragmáticas y realistas. Y si, en ocasiones, surge la aludida retórica, no es sino fugaz, para volver pronto a un cuadro científico-humanista, pasado por una pedagogía o didáctica que hace flúido el entendimiento de los criterios de la respuesta; respuesta, por cierto que, en ocasiones, se puebla de más preguntas para llevar al consultante a un lúcido discernimiento con una metodología de connotación socrática. En el número 164, correspondiente al mes de mayo de 1937, tras la exposición de un problema por parte de una consultante, podemos leer: "Respuesta: Havelock Ellis, el sexólogo inglés, indicaba que lo que más le conturbaba en las consultas que a centenares le formulaban por escrito en su país sobre problemas sexuales, fué siempre adivinar la finalidad de tales preguntas. Exacto. En los muchos casos de problemas psico-sexuales, de conflictos espirituales múltiples que llevo resueltos, he tropezado siempre con una cuestión previa a resolver: ¿Qué se propone el consultante al verificar su pregunta? A simple vista resulta fácil —demasiado fácil, por eso es erróneo— contestar que busca solucionar su conflicto mediante un consejo certero. Pero calándose los prismáticos del análisis psicológico, descubrimos que lo que pretende el consultante casi siempre al correr en pos del médicopsicólogo es buscar una base en su consejo para afirmar más el criterio o solución que él se ha propuesto de antemano. Dicho en otras palabras y usando del argot adleriano: se pretende lograr una justificación objetiva al personalísimo y subjetivo criterio. A través de las complicadas y tortuosas explicaciones y de los retóricos rodeos que en mi despacho dejo formular a mis consultantes, me preocupo seriamente por descifrar el porqué de su consulta. Uno acudirá desorientado y en pos de la anhelada solución; pero otros vienen ya con una idea fija en la subconsciencia, con el deseo de adoptar un camino que su moral o su posición les impiden seguir y que desean que les dé el médico para evitarse así escrúpulos o remordimientos; e incluso a veces pretenden oir una solución determinada para afirmarse más en la contrapropuesta por ellos previamente adoptada. En virtud de esos finísimos hilos psicológicos que se tienden en la consulta entre el consultante y el médico, se entabla desde el primer momento un juego entre los dos: El uno disfraza sus inquietudes a fin de salir dignificado y enaltecido de la consulta, procurando subconscientemente que cargue con la responsabilidad de sus futuras acciones el psicólogoconsultor; y éste, a su vez, si desea cumplir con dignidad y eficacia su misión, debe sorprender entre el florido ramaje retórico del consultante el aleteo fugaz, como de libélula, de sus ocultos deseos, desentrañar la interpretación del caso y formular su consejo sin dejarse sugestionar por los subterfugios —inconscientes, entiéndase bien— con que enmascara su problema el paciente. Unas veces convendrá dar a entender que el médico está en el secreto y no resbalar en el barniz jabonoso que bajo sus pies ha colocado el consultante. Otras será más provechoso fingir que se ignora la verdad y utilizar los prefijados deseos del paciente para, insensiblemente, canalizarlos por el lecho adecuado." Esta larga cita puede ser una muestra de la complejidad admitida por el autor del Consultorio, consciente de no querer jugar a un catecismo recetario. Por otra parte —como podemos leer en el número 161, de Febrero de 1937— tras un análisis complicado, se trata de no dar la impresión de farragoso ni de erudito sino de ser llevado "de la mano del sentido común buscando las explicaciones más sencillas y claras". "La sexología —escribe en el número 153, del mes de mayo de 1936— es una tierra prometida que ha de ser explorada científicamente. Vale la pena intentarlo. Hallaremos en ella, no ya los arroyos de leche y miel del mito bíblico, sino la luminosa posibilidad de conocernos sexualmente mejor y, por lo tanto, poder perfeccionar nuestra vida erótica". CAPITULO VIII Don Jaime Torrubiano Una voz distinta en el seno de la Iglesia Durante los años veinte y treinta la postura de la Iglesia católica oficial fué origen de una buena serie de escritos en los que, bajo diversos motivos, encontramos la referencia a la debatida cuestión sexual de fondo. No es difícil toparse con obras —algunas de fuerte repercusión— en las que, de forma contínua y monográfica, aparecen los conocidos temas de la castidad, la continencia o la pureza como ideales dentro de su singular y propia óptica. Tal es el caso de autores como el dominico padre Figar o del jesuíta Ruiz Amado; o el también jesuíta y biólogo padre Laburu, más identificado con los ámbitos científicos. Capítulo aparte merecería el caso del Cardenal Gomá, auténtico apologeta y portavoz de las encíclicas pontificias, especialmente de la Casti Connubii de 1930 sobre el Matrimonio cristiano en la que, lógicamente, se entra de lleno en la exposición de los "grandes peligros" que en la época se cernían sobre "la sagrada Institución", entre los cuales "la visión materialista del sexo" era uno de los principales y de la que se derivaban otros nuevos sobre la fidelidad, el divorcio, la virginidad, los anticonceptivos, etc. Igualmente empiezan ya a ser conocidas algunas de las primeras obras de quien, luego, iba a ser el autor de lectura obligada durante la posguerra: el obispo húngaro Monseñor Tihamer Toth. Su celebérrima obra Energía y Pureza seguirá reeditándose (Editorial Atenas, Madrid) hasta entrados los años sesenta. Estos y otros autores conocieron un notable éxito en los años treinta —dentro del sector del clero o la derecha civil— y un enorme encumbramiento tras la guerra, debido a ser los representantes o exponentes de la única corriente de ideas,os sesenta impuesta tras la victoria. Todos ellos —como se indicó— tienen una idea común en torno a la pureza, castidad o continencia, es decir según el pensamiento de la ascética católica oficial. De ellos —sobre todo en lo que se refiere a la época de posguerra— han dado ya noticia obras como la de Feliciano Blazquez, Cuarenta años sin sexo (Ed.Sedmay, Madrid, 1976); o la de Luis Alonso Tejada, La represión sexual en la España de Franco (Ed. Luis de Caralt, Barcelona, 1977); o la de Oscar Caballero, El sexo del Franquismo (Ediciones Cambio 16, Madrid, 1977). De años posteriores dió cuenta un libro bien conocido de Vicente Verdú y Alejandra Ferrándiz, Noviazgo y burguesía (Ediciones Cuadernos para el Diálogo, Madrid 1974). Más popular aún —y desde otro ámbito— es el ensayo de Carmen Martín Gaite sobre los Usos amorosos de la posguerra española (Ed. Anagrama, Madrid, 1990). Como resumen, Juan Eslava ha conocido un notable exito con El sexo de nuestros padres (Finalista del premio Espejo de España, Planeta, 1993). Dentro de una metodología rigurosamente foucaultiana, nuestro colega y amigo Jesús Pérez acaba de ofrecernos, en su tesis doctoral, un tan impresionante como implacable análisis del contenido interno del discurso educativo de toda la producción editorial repertoriada desde 1939 a 1965 (J.Pérez, Análisis del discurso educativo sobre la sexualidad, Revista de Sexología, nº67, monográfico, 1993). Un teólogo laico Pero, sin salir del marco de los años veinte y treinta —y al margen de las voces más sonadas— hay una que, siendo también de la iglesia —o al menos empeñada en serlo— podría ser representativa de otro estilo. Se trata del teólogo laico Don Jaime Torrubiano Ripoll. Había nacido en Fonderella (Lérida) en 1879. Tras sus estudios de Filosofía y Teología, llega a Madrid en 1913 donde inicia un denso trabajo como traductor de los clásicos de la Moral (obras de Vitoria, Suárez, Soto, etc.) y de la Medicina (Servet, Arnau de Villanova, Alucasis, etc.). Coincidiendo en parte con la asignación de una Cátedra de Derecho Matrimonial recién creada en la Sección de Estudios Superiores de la Real Academia de Jurisprudencia de Madrid, empieza su producción original con una serie de obras de carácter divulgativo. En la prensa de esos años podemos ver también el anuncio de su Consultorio de Asuntos matrimoniales (Calle Luna, nº20, Madrid). Con la serenidad de un "creyente convencido" y la lucidez implacable de un experto, este teólogo laico que se presenta a sí mismo "felizmente en la dicha conyugal, por suerte", representa un papel audaz e instigador con sus escritos sobre temática sexual desde un punto de vista católico y, lo que es más, "desde la misma tradición ortodoxa" de la que no quiere desviarse. Miret Magdalena —a quien por tantos motivos nos recuerda su nombre— ha escrito no hace mucho que este hombre tan olvidado y tan horrorosamente tratado en la posguerra, merecería algo más que el cómplice silencio en el que sus trabajos han quedado. (Miret Magdalena, Amor y Sexualidad, Plaza y Janés, Barcelona, 1991). Durante aquellos años podían leerse de él tres obras directamente relacionadas con la temática sexual aparte de otros artículos y conferencias. Todas ellas van a los núcleos más espinosos de la cuestión desde el punto de vista sociomoral, es decir —para entendernos— católico, puesto que ésa era la religión oficial y social aunque luego Azaña pronunciara aquella terrible afirmación "España, señores, ha dejado de ser católica". Estas obras son: ¿Son ellos adúlteros?, (Ed.Reus, Madrid, 1921; El divorcio vincular, Ed. Morata, Madrid, 1926; y Teología y Eugenesia, Ed.Morata, Madrid, 1929. El instigador Todavía se usa el dicho atribuído a Marañón de que "no hay mujeres frígidas sino hombres inexpertos". Siguiendo la misma dinámica que generó dicha frase —y en el mismo contexto, en los mismos años— hé aquí la correspondiente a Torrubiano: "No hay maridos adúlteros sino esposas —y con perdón— imbéciles". Lo que pretendía este segundo —como por otra parte el primero— era provocar para hacer reaccionar ante situaciones manidas. En esta primera obra ¿Son ellos adúlteros?, subtitulada Para mujeres casadas y casaderas y para gente de sotana, el autor, entre la seriedad y el desenfado, arremete contra la caricatura de "esa insoportable doctrina" y "esos estúpidos moralistas" que han hecho —o quieren seguir haciendo— de la mujer una imbécil en el sentido moral y psiquiátrico del término. Se trata de la doble moral —es decir, la de los hombres por un lado y la de las mujeres por otro— pero se trata, sobre todo, de poner contra las cuerdas a "esa increíble lista de contradicciones" que la Iglesia católica, o mejor dicho, su doctrina moral, ha tratado de manetener para considerar a la mujer fuera de la vida sexual y dentro de la ñoñería. "Sí, lo han logrado, y éste es el grave error... Esos estúpidos moralistas han logrado que en los fueros de la carne no se mezclara el espíritu; han logrado de la mujer piadosa que se avergonzara de las divinas funciones de la maternidad; han logrado que en la vida íntima matrimonial, en el acto más secreto conyugal, fuera la mujer inerte y pasiva, sin espontaneidad, sin efusión, sin placer manifestado, sin pasión, reduciendo así —por otra parte— al marido a la simple condición de macho...; han logrado que las mujeres cumplan su frío deber, porque es un deber, porque es inevitable, porque no pueden tristemente prescindir, por compasión a su pobre marido, víctima de las hediondeces de la carne; han logrado que las mujeres tengan por cosas feas, sin arte y sin belleza, lo que más asemeja a Dios, y que se resientan de ello con mil modos indirectos y solapados, con mil excusas sin substancia... todo ello igualmente repulsivo y desesperante para los maridos..." (¿Son ellos adúlteros?, pp.24-25). El texto de Torrubiano, frente a las críticas abundantes contra el machismo de los hombres, resulta incisivo e instigador directamente dirigido a las mujeres. "¿Están ellas conformes, están satisfechas con el gobierno de sus conciencias y de su vida sexual? ¿No late una sorda protesta en el fondo de sus almas? ¿No les producen mis atrevimientos un placentero respirar...?". De lo que se trata, pues, "ante esta situación, es de que las mujeres reaccionen contra todos esos tópicos que han querido inocularlas y que ellas construyan su propio ars amandi" (Ib., p.242). El audaz Sin embargo estos escritos que pudieron ser considerados —y no sin razones— como provocadores, no lo eran sólo por la forma directa y cercana con la que planteaba los problemas; es decir, en un lenguaje simple y sencillo de entender. En su siguiente obra, El divorcio vincular (Ediciones Morata, Madrid, 1926), escrito sobre la base de textos leídos en la Real Academia de Jurisprudencia durante la primavera de 1925, es decir, con un estilo más académico y formal —desde la historia teológica y canónica— no deja de ser igualmente incisivo, incluso más audaz. "Que sea nuevo, o lo parezca, no se opone a que sea verdadero; que sea audacia, no es defecto: audaces fortuna juvat (p.XVI). "La escabrosidad del tema de esta obra —continúa— sube de punto, si se tienen en cuenta mi condición de católico sin matizaciones de ninguna especie, la gravedad y novedad de las conclusiones a que he llegado en mis investigaciones, y la situación jurídica matrimonial de nuestra patria. Pero yo entiendo que el hombre, libre totalmente de prejuicios, jamás debe temer la investigación científica acometida con espíritu sereno de rectitud y sólo a impulsos del amor a la verdad y al bien, cualesquiera que sean las conclusiones, favorables o adversas, a que nos conduzca inflexiblemente la lógica; y tanto mayor ha de ser su correcta audacia en el camino de esa investigación cuanta mayor sea la flexibilidad de su espíritu, dispuesto siempre a rectificar en todo momento en que se le demuestre haberse equivocado" (Ib., p.1-2) El autor —por si alguien piensa en su provecho personal— se declara entre los humanos con una enorme suerte en su matrimonio, casado y bien casado, lo que le otorga el privilegio de poder ver "el problema desde la fortaleza de nuestra dicha conyugal, que deseamos sea indisoluble y eterna, y que lo será para nosotros mientras nosotros queramos que lo sea" (p.3), lo cual no impide acercarse a quienes viven un "infierno conyugal" o a través de un hogar deshecho y de una hacienda destrozada o de unos hijos dispersos..." (p. 4.). La tesis central de este libro —tras el repaso a los documentos de la tradición católica— es que "nadie ha probado la incompatibilidad entre el divorcio vincular y el dogma católico". O dicho de otro modo: El divorcio es perfectamente planteable desde dicha tradición en el seno de la teología católica. En Teología y Eugenesia: Al servicio del matrimonio (Ediciones Morata, Madrid, 1929) el autor se plantea lo mismo con respecto a otro de los temas polémicos: los anticonceptivos. Para decirlo de una forma clara: Según la misma tradición católica pueden utilizarse "las modernas prácticas anticoncepcionales" cuando no se quiera que de las relaciones sexuales se siga un embarazo. Dentro de las matizaciones propias de la casuística moral, no se trata obviamente de afirmar todo ni de negar todo, sino de aclararse". "La Iglesia no ha formulado doctrina alguna cierta acerca del neomalthusianismo en el terreno doctrinal... Las prácticas anticoncepcionales son de suyo lícitas en los casos extraordinarios en que sean probablemente necesarias para impedir graves daños en la madre, en el hogar, en la prole presente o futura, o en otros intereses seriamente respetables... Toda oposición a los avances de la ciencia eugenésica, apoyada en las exigencias de la Religión de Estado, sea por el Poder público, sea por los particulares, será en adelante una arbitrariedad, mientras la Teología seria no modifique sus actuales posiciones y mientras no sean sólidamente combatidas y destruidas nuestras afirmaciones" (Ib., pp.195-196). Estas son algunas de las conclusiones finales de esa obra publicada en plena resaca, tras la suspensión por parte de los poderes públicos de la celebración de unas históricas jornadas en 1928 (Véase sobre ello el capítulo X). En otras, aún más resonantes —las de 1933— empezará su conferencia de esta forma: "Tengo ya no corta historia dedicada a someter a revisión y análisis, razonados y documentados, las tesis teológicas y jurídicas de las escuelas católicas, la disciplina de la Iglesia, las costumbres y prácticas de las jerarquías eclesiásticas, el oficialismo religioso del Estado y los prejuicios y conducta del catolicismo español. Como consecuencia de estos estudios, he fiscalizado y condenado severamente las numerosas y graves corruptelas que a la sombra de la Religión Católica se habían introducido. Esta conducta me colocó en postura no buscada ni deseada, pero sí tristemente inevitable, de hostilidad frente a los dos enormes poderes que, en sus mismos calificativos, llevaban intrínseco extravío: el Estado canonizado y la Iglesia civilizada, es decir una Iglesia civilmente oficial y un Estado oficialmente religioso" (J.Noguera y L.Huerta, Genética, Eugenesía y Pedagogía sexual, actas de las primeras jornadas eugenésicas españolas, Morata, 1934, Vol I, p. 60). Tenía entonces Don Jaime 54 años. Estaba en plena madurez y lleno de proyetos. En 1936 entregaba a Espasa-Calpe el primer volumen de El sexto mandamiento de la Ley de Dios y preparaba los dos restantes de la voluminosa y ambiciosa obra. Pero la guerra civil iba a terminar con todo y, tras ella, le esperaba el calvario de las cárceles; primero en la Porlier de Madrid, luego en la de Ocaña, más tarde en la de San Miguel de los Reyes de Valencia... y así hasta bien entrada la década de los años cincuenta, nos comenta uno de sus hijos que lleva su mismo nombre. Todavía en 1959, a sus 80 años conocerá Carabanchel. Lo cuenta Tierno Galván en las páginas de sus Cabos sueltos (Memorias, Ed. Bruguera, Barcelona, 1981) que la compartió con él en esas fechas. Con el milagro de sobrevivir con trabajos de traducción, publicará algún libro todavía, aunque con nombre prestado, al ser el suyo propio considerado como indeseable. "Excomulgado primero, olvidado después, —comenta V.M.Arbeola (El Ciervo, nº230, 1973, pag.8)— este hombre, que se adelantó a varias reformas, luego consagradas en el Concilio Vaticano II, murió sólo rodeado del cariño de sus hijos, un 3 de junio de 1963; el mismo día, unas horas antes —curiosa coincidencia— que moría Juan XXIII". TERCERA PARTE IDEAS, GRUPOS Y AMBIENTES "¿Qué hacer? Si defendemos el control de natalidad, en nombre de la salud y ante el peligro de la vida de la madre, vamos contra la Encíclica Casti Connubii de 1930 y el Papa nos excomulga de su Iglesia. Pero si, con su Santidad, añadimos un capítulo al Código de los sacrificios humanos, la Humanidad nos excomulgará de la Civilización" (Q.Saldaña, Revista Sexus, Octubre-Noviembre, 1932, p.76). "Se inicia tal vez una herejía formidable. ¿Una segunda Reforma? Acaso. Es la Reforma Sexual". (Q.Saldaña, en J.Noguera y L.Huerta, Genética, Eugenesia y Pedagogía sexual, Libro de las primeras Jornadas eugénicas españolas, Ed. Morata, Madrid, 1934, vol.I, p. 180). CAPITULO IX La gran reforma sexual Desde los años cuarenta del siglo XIX hasta los casi cuarenta del siglo XX —es decir, desde los empujes del liberalismo de Isabel II hasta la segunda república y su corte con la última guerra civil— transcurren exactamente cien años en los que, en España, se fué viviendo una corriente que, si bien con distintas referencias, terminaría por ser nombrada con los mismos términos de los otros países de Occidente: Neomalthusianismo y Eugenesia. Es lo que fué conocido, de forma más familiar con la expresión consagrada del arte de amar y la ciencia de la procreación. Reproducción y placer Frente al tradicional "creced y multiplicaos", las corrientes liberales, librepensadoras, anarquistas, krausistas, socialistas o progresistas —es decir laicas en general— habían ido introduciendo una formulación de la realidad bien distinta: "Placer o Reproducción". O, si el dilema se presentaba demasiado drástico, se trataba de combinar las dos partes del mismo. En todo caso las ideas que se iban introduciendo en los distintos países de Europa procedían de Malthus y de su célebre Ensayo sobre la regulación de la población, aparecido por primera vez en 1788 y que ya habían tenido el suficiente tiempo para pasar de simples ideas a los debates generalizados fué el inicio de la Época Contemporánea. Malthus era, como se decía, excesivamente economicista: con un menor uso del matrimonio se tendrá un menor número de hijos y por lo tanto menor número con el que contar a la hora del reparto de la riqueza. Pero Malthus no había considerado que, con el recurso a unos medios —los anticonceptivos— podía reducirse el número de hijos sin que, por ello, hubiera que restringir los placeres de la carne. Es el planteamiento de un nuevo paso conocido como Neo-malthusianismo, llevado especialmente de la mano de otro gran reformador social, Francis Place, en su Ilustracions and Proofs of the Principle of Population de 1822. "Con que una centésima parte —incluso una milésima porción— del trabajo que se emplea en inculcar dogmas y verdades, fuera empleado en esta educación, en muy poco tiempo veríamos, como resultado, un gran cambio en las costumbres de la gente; si se entendiera de una vez por todas que no es vergonzoso para los casados el informarse sobre los medios anticonceptivos, inocuos para la salud y acordes con la sensibilidad femenina, se lograría limitar la población y ponerla al ritmo de los medios de subsistencia; la miseria podría ser eliminada en una prodigiosa proporción con la subida del confort y el bienestar, con el desarrollo de la inteligencia, la elevación de la moral y otros ideales planteados por Malthus, Goldwin y todos los filántropos" (citado por H.Ellis, O.C., ed. francesa, Vol. VI, p.257). Estas eran, en síntesis —o, mejor dicho, en su origen— las nuevas ideas que circulaban de la mano de las llamadas fuerzas de progreso en la Europa del siglo XIX. Y en esa corriente se inscriben los distintos grupos que, a pesar de sus muchas diferencias, se sentían en España también llamados a acercarse a ellas. Junto a las grandes ideas, la vida diaria empezaba a deparar situaciones muy concretas en dicha dirección. El término Eugenesia vino a ser usado para resumir esas inquietudes teóricas y prácticas en torno a la procreación y su regulación. Junto a estas ideas nacieron los primeros centros o consultorios de planificación familiar o Birth Control y Asesoramiento para atender a la demanda que se iba generalizando con la nueva sensibilidad. Se extiende así la divulgación de los "métodos preventivos de embarazo". La Malthusian League, liderada desde 1877 por la incansable Annie Besant, es una de las más activas. Luego vendrían los movimientos de Helen Wrigth, Helen Key o Marie Stopes, todos intercambiados entre Europa y América. La oferta de lo que, desde la expresión de Francis Place, en 1822, fué conocido como "medios preventivos", era evidentemente limitada. Se trataba, no obstante, de la circulación de lo existente. El coitus interruptus era el viejo método de siempre, conocido también como onanismo conyugal. No obstante su aprendizaje llegaba en casos a servir de forma satisfactoria. El simplismo con el que la modernidad se ha cebado contra él, olvida las capacidades que incluía bajo su práctica adiestrada. El condón o capote inglés, así llamado por los franceses, con su doble utilidad de prevención del mal venéreo tanto como de regulación procreativa, conoció un momento de interés por su fabricación y comercialización en caucho a finales del siglo XIX. La abstinencia periódica —método conocido como de Capellman, anterior a los descubrimientos de Ogino y más tarde de Knaus— se propaga desde 1897 entre las parejas previamente adiestradas. Y los testimonios de quienes así lo practican no son nada lamentables. Luego su generalización traería una pérdida de su eficacia basada en el simplismo de sus usuarios. Por otra parte se empieza a generalizar el uso de pomadas, polvos antiespermáticos, etc. Pronto vendrían otros de una eficacia más fuerte, aunque entre todos, el preservativo era sin duda el más importante. Pero, al lado de la Eugenesia, había la llamada Cuestión sexual, dentro de la cual se incluía tanto la igualdad social entre los sexos —o emancipación de la mujer— como el ejercicio del placer en libertad. Su profundización traería luego, en los últimos años del siglo XIX y en los primeros del XX, una formulación más concreta: Nacía, para sustituirla y ampliarla, la que iba a ser conocida como Reforma sexual, movimiento aglutinador de sus diversas fuerzas de progreso. Eugenesia y Reforma sexual De esta forma —juntos, pero no revueltos— los distintos núcleos de nuevas inquietudes o corrientes iban avanzando y enriqueciendo planteamientos. Si bien el término Eugenesia, en su sentido inmediato, traía para muchos una semántica de biología relativa a la ciencia de las especies y las razas, su carga social y moral fué drenando con unas repercusiones específicas todos los planos de la vida. En los países pioneros las parejas se amaban eugenésicamente; los hijos nacían de la eugenesia o eugénica; incluso se crearon estilos de vida eugénicos, entendien- do por tal unas relaciones que no terminaban en "los hijos que Dios quiera" siguiendo el "creced y multiplicaos" de la versión tradicional, sino en su "planificación racional" según otros criterios. No es de extrañar que encontremos esta terminología en todos los niveles de la vida, ocupando debates sociales y políticos, junto al sufragismo o derecho al voto femenino, así como en los parlamentos elaboradores de nuevas leyes. Por su parte los pedagogos de nuevo corte lo difundían en sus escuelas, los nuevos moralistas en sus tratados, los reformistas en sus mítines. Todos terminaban por usar, de una u otra forma, esa mágica palabra, reflejo de una realidad, al parecer confusa, de la Eugenesia. Por otra parte —y junto a ella— la antigua Cuestión Sexual, centrada ya y concretada por las nuevas corrientes bajo la nueva fórmula de la Reforma Sexual, fue tomando aún más cuerpo movida por las exigencias de cambios relativos a la sexualidad. Son los años del caso Oscar Wilde en el Reino Unido, proceso que se inicia en 1895. O las manifestaciones en el ámbito alemán contra el célebre artículo del derecho penal discriminador de los homosexuales. En el caso de las terribles enfermedades venéreas y de sus consecuencias sanitarias y sociales, se suceden pasos importantes que van desde el descubrimiento del Gonococio, agente de la blenorragia, hasta el Salvarsán de Paul Ehrlich en Francfort en 1909, como remedio de la sífilis, hecho capital e hito sin precedentes. En esos mismos años el cambio semántico general lleva a matizaciones indicativas como pueden ser las expresiones distintas utilizadas por los grandes autores, muestra de las novedades: Forel titula su obra principal "La cuestión sexual"; Bloch habla de "la vida sexual"; Freud conceptualiza "la moral sexual", etc. De esta forma, si la Eugenesia iba cubriendo los aspectos procreativos, la Reforma sexual abordaba aspectos más directos de la sexualidad como estructura diferencial y conducta erótica. Procreación y sexualidad se iban separando, aunque en la práctica unos y otros movimientos se vieran implicados en intereses comunes. En el caso español ambos movimientos llegaban a su auge y esplendor en los años veinte y treinta. Hildegart trazará su semblanza histórica y actual en un célebre artículo titulado Historia del movimiento internacional y español de la Reforma Sexual (Revista Sexus, nº1, Octubre-Noviembre, 1932, pp. 104115). Un año más tarde, la joven autora trazará, a su vez, el correspondiente a la reproducción y anticoncepción, en otro titulado Maternidad consciente (J.Noguera y L.Huerta, Genética, Eugenesia y pedagogía sexual, libro de las primeras jornadas eugénicas españolas, Ed. Morata, Madrid, 1934, vol.I, pp.203244). La Nueva Reforma Como ya ha sido estudiado, en ambos movimientos —en el de la Eugenesia y en el de la Reforma sexual— se llegaron en algunos países de Europa a exageraciones y tergiversaciones de carácter exaltado y extremista. El balance, sin embargo, de las aportaciones de ambos, tanto en otros paises como en España, es el de una corrienmte renovadora de la vieja cuestión tradicional y religiosa por otra de corte humanizado y laico. La transcendencia, también en ambos casos, de los cambios que este nuevo modelo requería, explica las repercusiones, polémicas y conflictos ocasionados. El peso del viejo y tradicional esquema frente a los nuevos planteamientos hacía chirriar una moral sexual que buscaba ser autónoma frente a otra dependiente de los anteriores sistemas de creencias. Bajo la capa del simplismo o de la superficialidad que siempre ha pesado sobre estas corrientes —incluso con los riesgos de extremismos— la cuestión de fondo no era otra que el cambio de un esquema antiguo por uno nuevo, así como la denominada modernización de España, expresión que encontramos repetida sin cesar, lo mismo que la de "sacar a nuestro país de un atraso secular para avanzar junto a los otros", intenciones finales con las que esas décadas estaban hondamente sensibilizadas. Algunos no dudaron en dar a la Reforma Sexual un sentido que recordaba a la otra gran Reforma de hacía siglos, la Protestante, que dividió a Occidente en sus concepciones del mundo. Pero si entonces se trataba de dos lecturas cristianas, ahora el sentido era entre una civilización cristiana y una laica o civil. Si el caso español fue entonces hito de la Contrareforma, algunas alusiones hacen referencias a no quedar fuera de esta segunda gran corriente de reforma intelectual y moral. En definitiva se trataba de una nueva cultura generada en torno a una serie de hechos que no podían seguir siendo vistos con ojos antiguos sino nuevos. El imparable avance Las comparaciones entre aquella primera Reforma y ésta, —vistas ambas en la perspectiva de la historia— se hacen más evidentes, situados en la nomenclatura utilizada bajo el apelativo de "la edad de plata de la cultura española" dado a estas décadas, por su paralelismo con la otra edad o "siglo de oro" de hacía varios siglos. Pero si las ideas iban en la alta dirección, los estudios cuantitativos y cualitativos sobre las realidades revelan en estos años ambos flancos teñidos de miserias y tragedias. Del lado de la Eugenesia, se señalan "los dramas de las mujeres envejecidas por los numerosos partos", la "ausencia de medidas higiénicas y sanitarias", la "alta tasa de mortalidad neonatal e infantil". Por el lado de la Reforma Sexual se denuncia "la escasa o nula información y educación sexual", "la imposicion de modelos machistas", "la condición de inferioridad de la mujer", "la insoportable brutalidad de las relaciones sexuales", "la necesidad de su humanización como personas". Los valores tradicionales, que respondían a la anterior fórmula, no ofrecían otra alternativa que la emanada de la vieja teología que, traducida a moral, desembocaba en el conocido control de los instintos y su ascesis mediante el ejercicio de la castidad. El humanismo laico y sus valores, cada vez más en aumento, ofrecían plantemientos nuevos, extraidos de los nuevos avances científicos y tecnológicos. No se trataba de inmoralidad frente a moralidad, sino, como señalaba en estos años Bertrand Russel, de una moral sexual frente a otra moral sexual, fruto de distintos planteamientos y de distintos valores. Si el llamado "buen nacer", promovido por los movimientos eugenésicos propugnaba una regulación y su correspondiente instrumentación de recursos limitadores de la natalidad para hacerla más humanizada, las nuevas ideas, procedentes de los grupos sensibilizados con los avances en el estudio de la sexualidad, planteaban el cada vez más urgente cambio en las relaciones de los sexos. Y si el Malthusianismo y Neomalthusiansmo, como doctrina, habían dado sus resultados prácticos de la mano de la Eugenesia, las nuevas teorías sexológicas —véase más adelante: Marañón— planteaban, a su vez, sus correspondientes cambios de la mano de la Reforma Sexual. La confluencia de ambas corrientes de ideas mostraba -especialmente en la España de esos años- una peculiar aglomeración de urgencias en varias direcciones. Eran las consecuencias del llamado atraso secular junto a la evidente necesidad de avanzar que muchos consideraban imparable. CAPITULO X "El Real Decreto Pornográfico" y su resaca Los hechos sucedieron en torno al gran anfiteatro de la Facultad de medicina de San Carlos, en el edificio que hoy ha sido destinado a Real Conservatorio Superior de Música, en la plaza de acceso al Antiguo Hospital General, hoy Museo de Arte Reina Sofía. Era el día 2 de febrero de 1928 y, a la entrada de San Carlos, los estudiantes repartían una octavilla con el siguiente programa de Actos: PROGRAMA 2 febrero.- Don Sebastián Recaséns, ginecólogo, decano de la Facultad de Medicina de Madrid. Eugenesia y Procreación 9 febrero.- Don Luis Jiménez de Asúa, catedrático de Derecho Penal: El aspecto jurídico de la maternidad consciente. 16 febrero.- Don José Estella, catedrático de Pediatría: Los niños que vemos en nuestros hospitales. Medidas eugenésicas que reclaman los pediatras. 23 febrero.- R.P.José A.de Laburu, de la Compañía de Jesús: Pensamiento católico ante los problemas eugenésicos. 1 marzo.- Don Joaquín Noguera, abogado, catedrático de Literatura:La maternidad y el infanticidio ante el Derecho. 8 marzo.- Don José Sanchís Banús, neurólogo, del Hospital Provincial de Madrid: Neuropatías producidas o influenciadas por la procreación excesiva o patólogica en la pobreza del medio. 15 marzo.- Don Luis de Hoyos Sáinz, catedrático de Fisiología: Bases y pruebas demográficas de la Eugenesia. Fecundidad y natalidad en España. 22 marzo.- R.P.Francisco Sureda, del Vicariato Castrense: Non moechaberis! Discreteo ético-psíquico-religioso sobre la urgencia de la sensualidad. 29 marzo.- Don Gregorio Marañón, médico internista, del Hospital Provincial de Madrid: El problema de la maternidad en España. 12 abril.- Don Angel Ossorio y Gallardo, abogado, ex ministro: Aspectos sociales de la procreación. Medidas eugenésicas de buen gobierno aplicables en España. Recopilador general del Curso: Don Luis Huerta, eugenista, pedagogo, publicista. Entidades adheridas: Colegio de Doctores de Madrid, Sociedad Española de Biología, Sociedad Española de Antropología, Sociedad Ginecológica Española. La polémica El tema, pues, era científico y social; el contexto, como es sabido, estaba politizado; y, al fondo, las ganas de camorra de unos cuantos, azuzados por los dos diarios de la Iglesia (El Debate y El Siglo futuro) que desorbitaron los hechos, especialmente el día en que Jímenez Asúa pronunció su conferencia, hasta el punto de que lo que estaba programado para el recinto de San Carlos se convirtió en un asunto de los medios de información y de la calle. Es así como empezaron a surgir los apelativos de obscenidad e irreverencia. Se trató del amor, del sexo y del matrimonio. Y con ello de los temas y problemas que obviamente ellos constelan como el divorcio, los derechos de la mujer, los anticonceptivos y el aborto. En definitiva, visto hoy desde la hemeroteca, se trataba de una exposición bastante dramatizada de la realidad española en torno a esta temática, con un difícil pero logrado equilibrio entre los hechos y las ideas, entre los datos y las opiniones, similar a lo que en esos años sucedía en el resto de los países de Occidente, con lo que los organizadores pretendían llevar a escala general lo que, de hecho, estaba siendo tratado de formas esporádicas por los distintos autores. El debate se convirtió, pues, en polémica y ésta en guerra contra "los malditos intelectuales de la Universidad". Algunas afirmaciones de la polémica :"Tocante a la anticoncepción, yo proclamo —dijo Jiménez Asúa, catedrático de la Facultad de Derecho— contra los moralistas de ocasión, su plena licitud". "La calidad de los hijos debe ser preferida a la cantidad" —dijo el Dr. Sebastián Recasséns, Decano de Medicina—. "Es preciso un análisis a fondo de la maternidad para que su ejercicio sea humanizado"— dijo Marañón, señero lider reconocido y admirado—. "La procreación patológica tiene un alto índice de causas en la pobreza social", dijo el Dr. Sanchís Banús, neurólogo del Estado. "En el delito de aborto, la menos culpable es la madre". "Hay muchos padres con cinco, diez hijos o más, que no llegan a un sueldo de sesenta duros", se transcribió desde la conferencia de Recasséns. "Es preciso tomar la sexualidad en serio de una vez para integrarla en la vida, el amor y los valores", se repetía desde la firma de Marañón. El "decreto" El escándalo estaba, pues, servido entre El Debate y El siglo futuro por un lado, y El Liberal y El Socialista por otro. "Han convertido un tema científico en un asunto erótico" escribía El Debate del 10 de febrero. El gobierno de Primo de Rivera toma opción por un sector y el 22 de marzo de 1928 hace pública una orden de suspensión del Curso con el siguiente texto dirigido a la organización: "Excelentísimo señor: Con motivo del Curso que viene desarrollándose en el gran anfiteatro de la Facultad de Medicina de San Carlos, al que asisten, sin limitación alguna, oyentes de distintas edades, sexo y condición, varios confereciantes han expuesto opiniones y emitido conceptos verdaderamente demoledores de la familia y de los fundamentos sociales, y destructivos de la santidad del matrimonio y de la dignidad de la mujer... "...Y aunque la discusión de temas como la Eugenesia y la Eutanasia, por su carácter crudamente materialista, suele ser peligrosa en sus derivaciones sociales... el poder público no puede consentir que se conviertan en regodeo pornográfico ni en ofensa ni ataque a la moral cristiana y los fundamentos éticos de la sociedad, con el consiguiente estrago entre los jóvenes que escuchan tan perniciosas teorías..." Las crónicas —hoy en las hemerotecas— señalan que los ánimos estaban caldeados por razones diversas. Las razones diversas se reducían a una : la censura de la dictadura de Primo de Rivera que, por otra parte, estaba ya en sus últimos coletazos. Pero era evidente que el tema se había vuelto arma arrojadiza entre conservadores y progresistas. En este contexto la elección de conferenciantes —debido a sus implicaciones políticas y morales— era el principal nudo gordiano. Jiménez Asúa, ponderado y respetado catedrático de Derecho Penal de Madrid —más tarde ya en el exilio, presidente en funciones de la República Española— había aceptado dar su conferencia, aunque, para compensar al socialista también estaba inscrito en el programa el no menos conocido maurista Don Angel Ossorio y Gallardo del que algo recordarán los que han leído La velada de Benicarló de Azaña. De Sanchís Banús y Hoyos Saínz —así como del Dr. D. Juan Noguera— se decía simplemente que eran de excesivas ideas de la izquierda. Pero, también para compensar, Marañón había pedido personalmente que participara el biólogo y moralista, P. Laburu, de la Compañía de Jesús y el P. Francisco Sureda, del Vicariato General Castrense, muy conocido por las polémicas mantenidas en público contra el Dr. Lafora, de la escuela de Cajal. La verdad es que la serie de conferencias, a juzgar por los preparativos y las polémicas previas, fueron tomadas más como un combate que como disertaciones en torno a un tema. La expectación había durado demasiado porque en varias ocasiones el curso había sido anunciado y otras tantas había terminado por aplazarse. Estaban detrás —en la organización— algunos líderes de la Eugenesia y la educación sexual como por ejemplo Luis Huerta, pedagogo y escritor, autor de una serie de obras todas ellas centradas en la coeducación e información sexual de la escuelas. Estaba también Julio Noguera, Profesor de educación especial y con él la Gaceta Médica Española. Tras la Real Orden de suspensión, que quedó conocida como el decreto pornográfico o de su regodeo, el curso se suspendió. No así la polémica y el ruido. Algunos hablaron, incluso del sitio de San Carlos. La resaca Como fruto de la resaca podemos ver un puñado de obras escritas con motivo de la suspensión de los actos que, de haber seguido, tal vez hubiera terminado con menor repercusión, pero, debido a la polémica y el escándalo —y sobre todo a su prohibición— constituyó un hecho de referencia durante los años siguientes. Así sucedió con la obra de Jiménez Asúa, Libertad de amar y derecho a morir (Ediciones Historia Nueva, Madrid, 1928), la más madrugadora de todas en la que se explica ampliamente y responde al dossier de la polémica. Por su parte Jaime Torrubiano publicó, unos meses más tarde; Al servicio del matrimonio: Teología y Eugenesia (Editorial Morata, Madrid, 1929) con prólogo de Jiménez Asúa. Al mismo tiempo Marañón publicó su Amor, Conveniencia y Eugenesia (Editorial Historia Nueva, Madrid, 1929), con varios textos pero entre los que figuran materiales sobre el mismo asunto. Joaquín Noguera, por su parte, uno de los organizadores del polémico curso, publicó con prólogo de Marañón, su Moral, Eugenesia y Derecho (Editorial Morata, Madrid, 1930). A éstas, de claro signo científico e indisimulable tono progresista, le siguieron otras en la línea del pensamiento conservador, especialmente a raíz de la aparición de la ya citada encíclica de Pío XI sobre el Matrimonio Cristiano (Casti Connubii) en 1930 que, lógicamente, cayó en pleno hervor de la resaca. A exponer, comentar y defender dicha encíclica y a argumentar contra los otros planteamientos contribuyen, por parte del sector de la Iglesia católica una serie de obras que aparecen a continuación. Tal es el caso del Colectivo "Razón y Fe" (S.J.) con su obra El matrimonio Cristiano (Ed.Razón y Fe, Madrid, 1931); o la del Prof. Eloy Montero, Malthusianismo, Eugenesia y Divorcio, Madrid,1932. Al año siguiente aparece uno que habría de hacer gran fortuna en los medios eclesiásticos, especialmente juveniles, como es la obra de Tihamer Toth, Eugenesia y Catolicismo, Ed. Athenas, Madrid, 1933. Y posiblemente el más sonado, por la personalidad connotada del autor, Cardenal Gomá, El Matrimonio, Editorial Casulleras, Barcelona, 1931. En esta obra, como apéndice, (pp. 281-282), tras el texto de la encíclica del Papa, podemos leer el siguiente documento de la Curia Vaticana: "Sobre educación sexual y eugenesia En Congregación general del Santo Oficio celebrada en la feria cuarta, día 18 de marzo de 1931, propuestas las siguientes consultas: Primera. Si es lícito aprobar el método que llaman de "educación sexual" o también de "iniciación sexual". Segunda. Qué ha de decirse de la teoría llamada "eugénica", ora "positiva", ora "negativa", y de los medios indicados por esta teoría para el mejoramiento de la raza humana, teniendo en cuenta las leyes naturales, divinas o eclesiástícas que atañen al matrimonio y a los derechos de cada uno. Los Eminentísimos y Reverendísimos Cardenales que tienen a su cargo velar por la integridad de la fe y las costumbres, discutido el asunto con diligente examen y atendida la opinión de los Reverendísimos Padres consultores, determinaron responder: A la consulta primera: NEGATIVAMENTE; y para conservar íntegramente el método hasta hoy aplicado por la Iglesia y los santos varones y recomendado por Nuestro Santísimo Señor en las Letras Encíclicas De Christiana juventutae educatione, dadas en 31 de diciembre de 1929. En primer término se ha de cuidar de la plena, firme y nunca interrumpida educación religiosa de la juventud de uno u otro sexo; excitar en ella la estima, deseo y amor de la virtud angélica, inculcando en ello con todo ahinco el gran medio de la oración, la asiduidad de los santos sacramentos de la Penitencia y Eucaristía, la filial devoción a la Santísima Virgen, Madre de toda pureza, y su maternal protección; y la evitación cuidadosa de lecturas peligrosas, espectáculos obscenos, conversaciones malvadas y todas las demás ocasiones de pecar. Por lo tanto, de ningún modo pueden aprobarse las cosas que para defender el nuevo método han sido escritas y publicadas, principalmente en estos últimos tiempos, y aun por algunos escritores católicos. A la consulta segunda: Esta teoría (la eugénica) ha de ser completamente desaprobada y tenida por falsa y condenada, como consta en las Letras Encíclicas sobre el matrimonio cristiano Casti Connubii, dadas en 31 de diciembre de 1930. Esta resolución de los Emmos. Padres fué aprobada y mandada publicar por nuestro Santísimo Padre Pío XI el día siguiente, feria V, día 19 del mismo mes y año, en la audiencia concedida al Rvdmo. Padre Asesor. Dada en Roma, en los Palacios del Santo Oficio, día 21 de marzo de 1931. Angel Subrizi, notario de la Suprema Congregación del Santo Oficio". CAPITULO XI De "la ola verde" a "la marcha triunfal del sexo" "Estamos viviendo en nuestros días una acometividad sexual exacerbada... una hambre sexual casi epidémica... una satiriasis colectiva..." Con estas palabras describía la situación el Dr. Gomez Sebastián en el número 76 de la Revista Sexualidad, correspondiente a la tercera semana de octubre de 1926. El diagnóstico seguramente pueda ser considerado excesivo por no decir tétrico y fatalista. Pero, contrariamente a algunos tópicos, es un hecho conocido entre los estudiosos que el primer tercio del siglo XX ha sido especialmente fecundo en literatura erótica, seguida por una "multitud" o "público popular". El fenómeno pasa de ser marginal a tener repercusiones sociales y comerciales como es visible en los estudios cuantitativos de las producciones editoriales. La sociedad erotizada El más significativo de esos autores es sin duda Felipe Trigo con sus "novelas eróticas" comunes y con la contribución, menos conocida pero de igual o mayor repercusión, a través de las "novelas cortas" o seriadas. Trigo era un médico que, —como él confiesa— pretendió con esa clase de trabajo contribuir a divulgar "una cultura sexual y educativa del pueblo". "Mirad así, fijamente, y, o sereis ciegos, o vereis el tremendo problema sexual por todas partes...", escribe en su ensayo El amor en la vida y en los libros: Mi ética y mi estética (Edit. Renacimiento, Madrid, 1907). En la lista de escritores de novela erótica de esos años había otros médicos como López Bago o José Zahonero. O el mismo Zamacois que abandonó la carrera de Medicina en su último año. Es un hecho curioso éste de los médicos y escritores eróticos que ha provocado curiosidad. Otro médico, historiador de la Medicina, Sánchez Granjel, ha estudiado a fondo algunos aspectos de este hecho, así como el fenómeno de "la erotizada sociedad española de entreguerras". Sobre ello —y a modo de balance sobre la producción literaria— hé aquí una de sus conclusiones relativas sólo a la producción de la llamada "novela erótica", dentro de la novela corta: "El grupo de novelistas eróticos o "galantes" reúne en total a catorce escritores, pudiendo cifrarse su aportación a las colecciones de novela corta en medio millar de títulos; si a esta colaboración sumamos la de Felipe Trigo y Zamacois y la ofrecida por quienes, miembros de una generación ulterior, durante los años veinte, también cultivaron dicho género literario, el número de este tipo de narraciones publicadas en las más populares series de novela breve se incrementa en casi doscientos títulos; expresado en otros términos, corresponde casi al veinte por ciento de la labor editorial desarrollada en el cuarto de siglo que limitan la fundación de El cuento Semanal (es decir en 1907) y la desaparición de La Novela de Hoy (en 1932). Estos sucintos datos estadísticos son prueba del influjo ejercido en la erotizada sociedad española de entreguerras..." (Eduardo Zamacois y la novela corta, Edic. Universidad de Salamanca, 1980, pp. 143-144). El auge de la información sexual Esta ingente producción editorial se corta un poco antes de 1930. Las gráficas que ilustran las estadísticas muestran una bajada en picado de dicha producción erótica. Coinicide con un hecho político como es la orden de persecución de dicha "producción erótica" dada por el Gobierno de la Dictadura de Primo de Rivera. Era la censura, en general y más especifícamente la dirigida a este fenómeno. En 1930, Alvaro Retana, uno de "esos escritores", exiliado en París como consecuencia de la dureza a la que llegaron los hechos, escribe su obra La ola verde, un libro que —como El amor en la vida y en los libros de Trigo— es una confesión explicativa y un análisis del fenómeno general respecto a dicha "erotización reinante". Pero, obviamente, el descenso de la producción literaria erótica no puede explicarse únicamente por la censura, en ocasiones incentivo aún mayor. Se estaba produciendo un nuevo fenómeno. Curiosamente, frente al descenso de dicha producción, los estudios sobre publicaciones científico-divulgativas sobre temática sexual, muestran en sus gráficas, el fenómeno contrario, es decir, una subida. La gráfica de bajada de producción erótica se encuentra con la gráfica de subida de la cantidad de estas otras obras. Y, hablando de textos-balance, la Revista Estudios, en su número 119 correspondiente al mes de Julio de 1933, publica uno, breve pero substancioso, con el significativo título La Marcha triunfal del sexo en el que su autor, A.G.Llaucadé, hace un análisis del fenómeno nuevo, visible ya, de los últimos años: la irresistible ascensión de las obras científicas y pedagógicas sobre temática sexual en el mercado editorial. Hé ahí, pues, el hecho: descienden las publicaciones eróticas y suben las científico-didácticas sobre sexualidad. ¿Fué el ascenso de lo científico causa o motivo del descenso de lo eróticoliterario? ¿Fué el cansancio de un campo causa del aumento del otro? ¿O fué el atractivo de lo nuevo? Las hipótesis existen y también algunas respuestas. No obstante, aquí nos ocupa sólo la mera descripción y confluencia de ambos hechos sin entrar en otros aspectos más complejos. De una parte "La pornografía literaria española contemporánea -escribe Retana, bajo el pseudónimo de Carlos Fortuny, en La ola verde- ha sido una deplorable consecuencia de la titulada escuela naturalista entronizada en Francia con gran éxito económico y artístico por el ilustre Emilio Zola... Felipe Trigo fue el primero en abordar con valentía el tema del amor, estudiado a la moderna, con una inteligente facilidad para ser ofrecido a una clientela, ávida de novelas de índole sexual... El error de algunos novelistas pornográficos españoles, objeto de este libro de crítica profana, es precisamente su desatinada obcecación en no ser catalogados como tales. Después de haber alcanzado por méritos de pluma la categoría de paladines de la pornografía, después de haberse captado la simpatía de un público numeroso con sus producciones pornográficas, se envuelven lindamente en los siete velos de la buena intención literaria y se inculpan unos a otros de pornógrafos sin querer serlo ninguno" (Ib., p.14). El razonamiento de Fortuny-Retana no puede ser más claro: "Es pueril querer apelar al socorrido recurso de la intención artística. Shakespeare y Cervantes, en su tiempo, con los cuales no pretenderán equipararse nuestros, hoy pasados de moda, novelistas de agua de bidet, para producir emociones que todavía resultan nuevas y hermosamente atrevidas, no necesitaron enfangarse en la acumulación de escenas eróticas. El incesto aparece en las obras de los griegos con una sublime magnificencia, sin que se aluda para nada al grosero acto material, que es en los pornógrafos —más o menos vergonzantes— el estribillo que ameniza su labor. "Hay novelista que enjareta una novela de trescientas páginas con el deliberado propósito de exacerbar pérfidamente el deseo del lector. Habrá autor que revestirá la consabida escenita, la implacable función fisiológica, con los más vistosos ropajes literarios; las más fantásticas imágenes de vanguardia se sucederán para fascinación de incautos; pero la obra no dejará de ser evidentemente pornográfica y, en la generalidad de los casos, condenable, no ya por inmoral, sino por razones literarias y de buen gusto. "Vamos, pues, a pasar revista amena y razonada concluye en su introducción- a los cultivadores de literatura pornográfica, que tuvo su príncipe en Felipe Trigo y culmina en Alvaro Retana." (Ib. pp. 14-15). De otra parte Desde la otra orilla, la del análisis del creciente número de publicaciones científico-didácticas sobre la sexualidad, el ya citado Llaucadé, en la Revista Estudios, escribe: "A partir de algunos años, la literatura de asunto sexual va eclipsando el brillo de los balances editoriales de todas las demás modalidades y una legión de doctores, acaso movidos muchos de ellos por el espejuelo del record de venta, han roto el semiincógnito de las murallas de sus clínicas, para lanzarse, en el libro y el folleto, a la conquista de una popularidad y una fortuna que no acertó a llevar a su despacho la placa de su nombre colocada en la puerta de su casa... "... Las ediciones rápidamente sucedidas y agotadas de Los estados intersexuales y los Tres ensayos sobre la vida sexual, de Marañón, rompieron filas, acertando a crear, con su estilo pulcro y elegante, un público selecto y numeroso, principal propagador con sus comentarios y elogios, de este género, inspirado en una materia difícil y escabrosa, dignificada por la médula de la ciencia y el indumento finamente literario" (Ib., p.19). El autor, Llaucadé, es un fino conocedor del campo sobre el que escribe y del contenido de los autores que circulan como Freud o Ellis, con sus obras completas traducidas; o algunos fisiólogos y endocrinólogos como Pende, Steinach, Lipschutz; o juristas y penalistas como Jiménez Asúa, Saldaña, etc.; o psiquiatras como los Doctores Sacristán y Juarros. Junto a ellos —traducidos u originales— la nómina se multiplica durante estos últimos años. El fenómeno está en la calle. El sexo está de moda, incluso más: es su "marcha triunfal". El debate fué duro El cuadro no es nuevo: los escritores de literatura erótica invocan —como crudamente vimos apuntar a Retana— la intención artística y estética y los autores de escritos pedagógicocientíficos invocan, a su vez, la ciencia y la seriedad. En realidad, desde uno y otro flanco se está abordando el mismo objeto: un objeto difícil de entender y de abarcar. Se trata al menos de contribuir a su análisis y conocimiento. Las formas de abordar dicho análisis —es sabido de siempre— son muy variadas. Pero existe, en todo caso, las declaraciones de intención o sinceridad que facilita el trabajo. Las consecuencias de esta sinceridad —no hace falta subrayarlo— eran de fuertes repercusiones para la moral sexual. Por lo que el recurso a subterfugios o modos indirectos no dejan de ser también una de esas formas de acercarse a la sinceridad. El debate fué duro y, por otra parte, no exclusivo de aquí. En esos mismos años se estaba produciendo en Londres, de forma aún más dura, el gran proceso contra D.H.Lawrence por su Amante de Lady Chatterley. Henry Miller, vivía las mismas situaciones en París por sus primeras grandes obras. Sin querer aguar la fiesta, toda esta producción estaba preparando un material altamente combustible para la hoguera que el ambiente mismo podía encender. El mismo año en que aparece el texto de Llaucadé, uno no puede substraerse a echar mano de otro —y bien conocido— escrito por Marañón bajo el título Libros a la hoguera, aparecido en Raíz y Decoro de España (O.C.,IX,p.69 y ss.) Era, como es sabido, una forma original de celebrar la subida de Hitler al poder justamente en este año 1933. Una de esas hogueras será alimentada con los miles de volúmenes de la Biblioteca del Instituto de Ciencias Sexológicas de Berlín, que en 1919 había fundado Magnus Hirschfeld. El fotógrafo anónimo que aprovechó la escena nos ha dejado un documento inolvidable. Pero no adelantemos acontecimientos. Quedémonos, por el momento, en la semblanza de este cambio vivido en el paso de "la ola verde" a "la marcha triunfal del sexo". CAPITULO XII Dos grupos, dos revistas, entre la precaución y la audacia. Dentro de los grupos que plasman sus ideas en publicaciones periódicas sobre sexualidad, merece la pena detenerse especialmente en dos colectivos. Uno en torno a la revista Sexualidad, entre otras cosas por ser la primera experiencia de una publicación monográfica aparecida en España, y otro en torno a Estudios, publicación también periódica que, si bien no fué monográfica, la temática sexual resultó ser muy abundante entre sus páginas. Por otra parte, las distintas orientaciones o "ideologías" de ambas pueden ofrecer dos caras de una realidad por la que ambos grupos se preocuparon y de la que nos han dejado sus documentos. "Sexualidad" El 13 de Enero de 1925 salía de la redacción (Alcalá 35, Madrid) el número 1 de la revista Sexualidad, publicación periódica con carácter semanal. Se vendía al precio de 50 céntimos y estaba compuesta por un número de páginas que oscilaba entre las 20 y las 24, según la exigencia de los originales. Su director, el Dr. Navarro Fernández, médico del Hospital de San Juan de Dios, era conocido desde hacía ya bastantes años por dos obras : La prostitución en la Villa de Madrid (publicada por la Imprenta de Ricardo Rojas, Campomanes, 8, Madrid, 1909) y años más tarde, su refundición y ampliación con el nuevo título La prostitución en España (publicada por Tipografía Hispana, Madrid, 1920). Tanto una como otra son auténticas enciclopedias con toda clase de datos al estilo "Médico-social" que iba poniéndose de moda. Como resultado de un viaje por los países del norte europeo y su familiarización con el ámbito divulgativo, el Dr. Navarro se había propuesto llevar a cabo una amplia información para prevenir las enfermedades venéreas y las psicopatías sexuales. "Es preciso —escribe en el editorial del número 1— formar un ejército de combatientes decididos que ataquen a la enfermedad en su propia guarida, llevando luz a las inteligencias. El objetivo que nos hemos propuesto es divulgar ciencia, enseñar psicopatología sexual, porque es de presumir que nadie, sabiéndolo, causará su propia desgracia". El slogan de la revista —"no pedimos que seas casto sino cauto"— daba una imagen acertada del objetivo perseguido como idea de fondo; por ello no extraña encontrar en sus páginas una gran abundancia de temática preventiva y curativa. No obstante, a lo largo de los 150 números que se publicaron —o al menos de los que tenemos noticia— muchos otros temas fueron siendo abordados de muy diversa índole desde la sociología a la política, la literatura, etc. La pesquisa de hemeroteca llevada a cabo por Pilar Pérez Sanz y Carmen Bru Ripoll y su análisis, número por número, pueden dar cuenta de ello. (Véase documentación interna del Instituto de Sexología). Lo mismo puede observarse en cuanto a los autores que, si bien algunos habituales —conocidos ya por sus colaboraciones en otros colectivos— pueden observarse nombres distintos que sorprenden por su novedad. Uno de estos es la firma de Hildegart que durante una serie de números resultó habitual con breves colaboraciones. Una Hildegart que, nacida en 1914 —como anotan las autoras antes citadas— no podía tener más de 11 ó 12 años, faceta que no habíamos encontrado en ninguno de los escritos sobre la extraña autora (De ella hemos tratado expresamente en otro capítulo). La Revista se mantuvo durante tres años, semana tras semana. No sabemos las razones de su desaparición. No parece que hubiera especiales conflictos con la censura, sobre todo al amparo del estilo ya aludido. Una idea provisional podría apuntar hacia su carácter más médico, en su sentido preventivo y clínico —es decir, excesivamente restringido— y que, cubierto ese campo, no hubieran podido pasar a una fórmula más acorde con el vértigo de los acontecimientos científico-intelectuales, precisamente vividos en esos años, con unos horizontes más amplios. Curiosamente su desaparición coincide con la subida de la demanda general como es precisamente a partir de ese año 1928, hecho clave en esta temática por muchos motivos. Un estudio más detenido podría revelarnos, al menos, datos interesantes sobre la que no deja de ser —ya lo hemos indicado— la primera experiencia de este estilo en España. "Estudios" A pesar de que serían necesarias algunas precisiones, la Revista Estudios podría ser considerada como el reverso de Sexualidad o, por lo menos, otra cara distinta de la misma realidad sexual. Es decir, otra idea distinta y otra forma de planteamiento. Nacida un par de años antes, empezó a publicarse inicialmente en Alcoy (Alicante) en 1923 —el mismo año que la Revista de Occidente— sin que este dato lleve más intención que la coincidencia cronológica. El título inicial, muy significativo —por su línea— fue Generación consciente. Tras el éxito, pasó su redacción a Valencia para, a partir de 1929, cambiar su título por el definitivo de Estudios. Es preciso decir pronto la palabra clave para situarse ante ella en sus diversas fases. Se trata del término nada neutro de anarquismo en que su línea puede ser entendida. La ideología anarquista —o más abiertamente ecléctica como era su subtítulo— permiten situarla en su encuadre general, aunque, para ser un poco más precisos, el término anarco-naturista podría ser más acomodado para Estudios, dejando el primer apelativo para otra publicación casi hermana, la Revista Blanca que, tras veinte años de ausencia, volvía a salir en 1924, dirigida por Federica Montseny, la hija de los anteriores fundadores. De todos es conocido lo dificil que resulta este encuadramiento en el sector pero sí la importancia que la información sexual tuvo y tiene en esta línea de pensamiento, tanto en la revista en sí como en la Biblioteca a la que servía de distribución y venta. Más de la mitad de sus títulos pueden ser referidos, directa o indirectamente, a este campo bajo sus distintos aspectos. Mes tras mes, Estudios fué, pues, fiel a su cita desde 1923 a 1938, años que —es preciso no olvidar— son un constante sobresalto entre Dictadura, República y Guerra. No deja por ello de resultar interesante, en este ritmo, el mantenimiento de una línea de pensamiento constante en los temas como —por decirlo con su propia fórmula— "la educación sexual, la abolición de la prostitución, la lucha antivenérea, la defensa del matrimonio abierto o de compañia, la libertad sexual, la igualdad social de la mujer, el control de la natalidad, la desintoxicación tabúica del sexo..." Contando con la retórica propia —tanto de su línea de pensar como de la época— cabría resaltar las constantes llamadas a un horizonte de utopía, lo que, en su conexión de fondo, planteaba una filosofía de la sexualidad como valor tanto en el pensamiento como en la acción. Cautela y audacia Si la Revista Sexualidad se proponía ser una llamada a la cautela, Estudios venía a resultar una incitación a la audacia. Frente al aviso preventivo de aquélla, ésta se situaba con su peculiar abertura a la utopía. El conocido —y citado— León Blum había publicado ya en los primeros años del Siglo XX un célebre libro, titulado Du Mariage (Paris, 1907), en el que, en la línea de la más castiza tradición utópica, había reavivado la propuesta revolucionaria y pacífica de cambios radicales en las estructuras de relación entre los sexos. Muchos colaboradores de Estudios siguen esa inspiración y de ello dan clara muestra sus textos. No obstante, a la hora de la práxis, posiblemente sus proposiciones no pasen de una simple incitación a pensar y esto desde el eclecticismo y la pluralidad. Algo así como —en su nivel— puede aún leerse en el frontispicio de Chicote, en el número 12 de la madrileña Gran Vía: "En 1931 Perico Chicote fundó, en este local, su histórico bar para mezclar bebidas, vidas y opiniones; para que opiniones, vidas y bebidas se mezclen y convivan". CAPITULO XIII La Información Sexual en los kioscos. Entre las publicaciones de carácter periódico, como las Revistas Sexualidad o Estudios y los libros sueltos, la aparición de colecciones de obras seriadas, todas ellas de temática sexual, —de un solo autor o de varios— es un fenómeno que, por su volumen y variedad, constituye, de por sí, un motivo de detenimiento. Del casi centenar de estas colecciones investigadas en otro estudio, destacaremos a continuación algunas de las más sobresalientes. Temas sexuales Temas sexuales: Biblioteca de divulgación sexual es el título de la colección de mayor éxito y también de la más voluminosa de todas, con un total de 60 títulos de que constaba, puesta en circulación por la editorial Fénix (Ferraz 27) de Madrid desde 1932 a 1934 con una periodicidad quincenal. "Nada se ha hecho en el mundo en idioma castellano tan extraordinario en su género como esta colección, que constituirá una selecta y completísima biblioteca, integrada por 60 volúmenes que abarcarán el tema en todos sus multíples aspectos". Así rezaba la publicidad en la contraportada del número 1, correspondiente a la primera quincena de noviembre de 1932. La Editorial Fénix incluía esta colección dentro de un proyecto ambicioso de edición popular —gran tirada y corto precio: estos a una peseta— fenómeno que ha sido estudiado por algunos autores como esfuerzo gigantesco de promoción de la cultura. Gonzalo Santonja, entre otros, lo ha descrito con detenimiento en su obra La República de los libros: El nuevo libro popular de la II República (Anthropos, Barcelona, 1989). Gracias a este fenómeno comercial, los libros de Temas sexuales —de en torno a las 100 páginas cada uno— conocieron una difusión inusitada. Todos la recuerdan y quién más quién menos conoció y leyó algunos de sus títulos. No podemos decir lo mismo de su autor, Angel Martín de Lucenay, del que —por más búsquedas— no hemos logrado sino datos salteados tomados de la misma lectura de sus obras: Vivía en Madrid; tenía en torno a cuarenta años cuando escribió los 60 libros; era médico y dedicaba su consulta casi exclusivamente a los problemas sexuales, aparte de algunas campañas epidemiológicas emprendidas como participante en países de hispanoamérica. Pero no hemos encontrado datos biográficos para poder situarlo. Por su contenido y, a título de curiosidad, he aquí el listado de los sesenta títulos que constituyeron dicha colección: 1. Los organos genitales; 2. La virginidad; 3. La desfloración y su técnica; 4. Cómo se imita la virginidad; 5. La vida sexual; 6. El amor y el sexo; 7. Deleites sensuales; 8. La intensidad del placer; 9. Imposibilidad del goce; 10. El arte de hacerse amar; 11. La ciencia de las caricias; 12. La castidad; 13. La abstinencia y la moral; 14. Procreación normal; 15. Embarazo y partos anormales; 16. El control de la natalidad; 17. Maternidad; 18. Supersticiones del embarazo; 19. El matrimonio; 20. La selección sexual; 21. El matrimonio a prueba; 22. Causas sexuales del divorcio; 23. La prostitución; 24. La trata de blancas; 25. Un mes entre prostitutas; 26. Los males venéreos; 27. Esterilidad e impotencia; 28. La periodicidad de los sexos; 29. Las perversiones sexuales; 30. Masturbación y autoerotismo; 31. Homosexualismo; 32. Vicios femeninos; 33. Invertidos célebres; 34. Sadismo y masoquismo; 35. Bestialismo; 36. Fetichismo erótico; 37. Las grandes aberraciones; 38. Presidios, regimientos y barcos; 39. La pornografía; 40. Los paraisos artificiales; 41. Afrodisiacos y anafrodisiacos; 42. Los artificios del placer; 43. La sexualidad en otros tiempos; 44. El amor en Extremo Oriente; 45. Costumbres salvajes; 46. Perversiones de pueblos salvajes; 47. Mujeres de historia; 48. Los extravíos de los magnates; 49. Los mitos del amor; 50. El culto fálico; 51. La magia, el amor y el sexo; 52. Los ritos satánicos; 53. Los fenómenos del histerismo; 54. El médico ante el problema; 55. Pedagogía sexual; 56. Las leyes y el sexo; 57. Los delitos sexuales; 58. El erotismo en la guerra y en la revolución; 59. Los fueros del naturismo; 60. La sexualidad futura. Tras el éxito de Temas sexuales, Lucenay emprendió una nueva colección, ésta desde Barcelona por la casa editorial Cenit, con el proyecto de otros cincuenta libros, ahora con más medios, una presentación más esmerada y un contenido más trabajado. Se titulaba Cultura física y sexual. El número 1 apareció en Diciembre de 1935 y cada 15 días —es decir con la misma periodicidad que la anterior— se fueron sucediendo entregas hasta el número 15, según nuestros datos, que aparece justamente en Julio de 1936. De los restantes —hasta completar los 50 títulos proyectados— no hemos sabido nada. La hipótesis de su parada justamente en el mes del comienzo de la guerra puede ser la causa, aunque podría haber otras junto a ella. Con el estudio de esos volúmenes aparecidos hemos tratado de recomponer la colección. Y, de hecho, es en cierto modo posible, basándose en las referencias internas de la misma obra. Las citas a pie de página de los correspondientes volúmenes en los que serían tratados con más detenimiento algunos temas o aspectos concretos de los que va estudiando, permiten ver un trabajo proyectado como una biblioteca completa y con una lógica interna más elaborada que la anterior colección. Los títulos aparecidos son los siguientes: 1. Las razas humanas; 2. El deporte y su factor sexual; 3. Pedagogía sexual; 4. Las anormalidades fisiosexuales; 5. Los Venenos eufóricos; 6. Sexomorfología y sexofisiología; 7. Educacion sexual y deportiva del niño; 8. Los sentidos en la sexualidad; 9. La pubertad y sus trastornos; 10. Las supersticiones del sexo; 11. Adquisición y desarrollo de los caracteres sexuales; 12. El sexo y la gimnasia; 13. Psicología sexual y erótica: el celo en el animal humano; 14. Dolencias femeninas; 15. El pudor. Otras colecciones Junto a éstas de Lucenay, otras series o colecciones pueden resultar de menor emvergadura en la llamada "marcha triunfal del sexo". Algunas procedían de décadas anteriores que, reeditadas, seguían circulando; otras eran nuevas y propias de esos años. De unas y otras hé aquí algunos apuntes rápidos. La Biblioteca privada fué una serie de un total de 24 títulos, escritos por varios autores y publicados todos ellos por el Centro Editorial (también llamado luego La vida literaria) de Barcelona. Aparecieron en los primeros años del siglo XX, aunque, al no constar en ellos el año exacto, algunas pistas indirectas podrían apuntar a algunos años antes. De la Guía íntima del matrimonio del Dr. Octave Pladeur, con un total de 20 títulos aparecidos en torno a 1914, traducido del francés por Patricio Marzo, hemos obtenido únicamente cinco de ellos en los que consta la lista general de la colección. Son libros pequeños de 100 páginas y se vendían a 60 céntimos el tomo. Las Obras sexuales del Dr. Erich Stamm componen un total de 20 títulos aparecidos en la editorial Indice en 1933. Sin embargo tenemos serias dudas de que los 20 títulos aparecieran. Nosotros hemos podido consultar únicamente los 5 primeros. Es posible que, aunque figuren en catálogo, la colección fuera cortada antes. Cuestiones sexuales es una colección de 16 obras, de diversos autores (Plotz, Kruger, Jahr,etc) que la editorial (también figura como colección) Scientia de Barcelona editó en torno a 1931 con textos traducidos de diversas lenguas. Singularidades fisiológicas y pasionales es el largo título de esta colección de otras 16 obritas en octavo, de entre 100 y 120 páginas, aparecidas en Barcelona entre 1907 y 1908. Su único autor, E.Taimrens Drangs, es un pséudonimo cuya equivalencia no hemos logrado averiguar. La Pequeña Enciclopedia de Educación Sexual, aparecida en Sevilla en torno a 1910 (éste es el año que le hemos atribuido en nuestro repertorio, puede ser anterior), con un total de 15 títulos aunque es posible que fueran más. Tenemos localizados algunos autores como Peratoner (escrito antes de acabar el siglo XIX), Alvarez Portal, etc. . Pero el resto figura sin autor. Son, más que libros, folletos de en torno a 50 páginas. Algunas más La Colección sexual, serie de obras de distintos editores, está compuesta por un total de 10 libros de tamaño muy superior al acostumbrado en las colecciones (unos tienen 200 y otros 400 páginas). Aparecen editados por distintos editores y en distintas ciudades, lo que nos lleva a pensar en que se trata de una colección fabricada a posteriori por la Editorial Fasón y otras empresas. Los autores son igualmente muy diversos: Españoles como Edmundo González Blanco, Alberto Campos y el mismo Lucenay; y de otros países como Smolenski, Voivenel, Vachet, Leidt, Malherman, etc. La Biblioteca de Higiene moderna es también una serie compleja y muy difícil de clarificar, debido a la unión, a posteriori, que sobre otras obras hizo la editorial Sintes de Barcelona. Dentro del título general, citado, figura otro, variable según obras como "Asuntos intimos". Componen la colección 10 títulos en total pertenecientes a autores muy diversos. Aparecen en torno a 1914. El consejero del amor, es otra colección de 10 títulos que la editorial Sanxo de Barcelona comenzó a publicar en 1924 (Tal vez antes, ya que no figura el año exacto). Son pequeños folletos de en torno a las 40 páginas y en los que no figura nigún autor. La Cuestión sexual es una colección que consta de 10 títulos publicados por la editorial Fénix de Madrid entre 1934 y 1935. En realidad se trata de dos muy similares. Por un lado Problemas sexuales y por otro la Cuestión sexual, en cada una de las cuales aparecieron varios títulos. A Problemas pertenecen tres obras y el resto a La Cuestión sexual. En ambos casos de autores muy diversos, Newhause, Hall, Lewis, Scott, Laurie, Fridian, Gallichan entre los extranjeros; Ana M. de Carbonell entre los españoles e incluso uno de Amdel, pseudónimo tras el que no es difícil descubrir las iniciales de Angel Martín de Lucenay. Finalmente, Libros de educación sexual es una serie de 10 títulos de muy cuidada presentación, con encuadernación dura, entre los que se encuentran seis que pertenecen a Marie C.Stopes. Otros son de Exner, Thurber, Gould, etc. Aparecen todos ellos publicados por la editorial Antonio Roch y, aunque no consta el año, creemos que son de entre 1927-1929, a juzgar por referencias indirectas. CAPITULO XIV 1933: La casi madurez de un proyecto La llamada marcha triunfal del sexo había dado ya un buen número de frutos. Pero, por encima de acciones esporádicas, la idea central de un cuerpo de doctrina y de acción conjuntada parecía cada vez más urgente; sobre todo tras la euforia provocada por el cambio de régimen político con la caída de la Dicadura de Primo de Rivera y la llegada de la República en abril de 1931. El vigor científico e intelectual en el que la temática sexual se encontraba en esos años exigía, a juicio de algunos líderes, la creación de Asociaciones de profesionales de Sexología, similares a las que existían en otros países con vistas a debatir cuestiones especializadas que fueran más allá de las acciones sociales o sensibilizadoras en el clima educativo general. El modelo alemán, que era el más conocido y seguido, tenía varias de estas Asociaciones que periódicamente organizaban los Congresos de Especialistas. Por otra parte Magnus Hirschfeld había fundado en 1919 el Instituto de Sexología que era admirado como modelo codiciado. Pero Hirschfeld, por otra parte, movido por las dificultades sociopolíticas y morales había promovido también —y creado— la organización más pujante y de ámbito internacional conocida como Liga Mundial para la Reforma sexual sobre bases científicas. Los últimos congresos de ésta y los contactos de los españoles en ellos, motivaron que, antes de la creación de una Sociedad de carácter más especializado, se inclinaran, como paso previo, hacia la constitución de una sección española de esa Liga Mundial. Primer paso Esta es la génesis del plan acariciado durante el período que transcurre entre el hervor provocado con motivo de las polémicas Jornadas de 1928 y el verano de 1932. De todos los pasos dados el resultado es recogido por la propia Hildegart el día 1 de Julio de ese año cuando, en concepto de coordinadora se acerca a la Dirección General de Seguridad en busca de los Estatutos y papeles firmados por el Jefe Superior de la Sección de Asociaciones de Madrid. Nacía así la Liga Española para la reforma sexual sobre bases científicas reuniendo el más numeroso grupo de especialidades según el carácter interdisciplinar que la caracterizaba. Figuran, entre otros los doctores Otaola, Sacristán, Vital Aza, Marañón; Juristas y penalistas como los Profesores Saldaña, Jiménez Asúa, Ruiz Funés, Torrubiano; Pedagogos como Luis Huerta, Francisco Blanco, Bugallo Sánchez. Como secretaria general figura el nombre de Hildegart y como Presidente Gregorio Marañón. Era entonces Presidente de la Mundial Magnus Hirschfe ld y Presidente de Honor, Havelock Ellis. Para la presentación estaba ya en la imprenta el número 1 de la Revista Sexus, como órgano de la Institución, número que, de hecho, apareció en Octubre de 1932 en formato de libro con un cuerpo de 126 páginas, integrado por artículos densos, semblanzas breves, reportajes, entrevistas y otras secciones de noticias. Concluía de esta forma una larga gestación y se iniciaba la creación de delegaciones en las principales capitales de provincia del Estado según constaba en el proyecto general. Segundo paso Al mismo tiempo que se ponía en marcha la Liga Española para la Reforma sexual sobre bases científicas, estaba organizándose el Congreso que había de pasar a la historia como Las Superjornadas por el carácter extraordinario en el despliegue de Conferencias, cursos, cursillos y seminarios de que estaban compuestas a lo largo de las tres semanas de duración previstas, tal y como, de hecho, se celebraron del 21 de Abril al 10 de Mayo de 1933. El significado que quiso imprimirse a estas Superjornadas fue claramente de un alto nivel científico y profesional, para lo que fueron reunidos prácticamente las firmas más destacadas en los ámbitos científicos e intelectuales, así como de una repercusión sociopolítica, como lo prueba —tal y como ya quedó indicado— el hecho de su inauguración por el Ministro de Educación (o Instrucción Pública) Fernando de los Ríos y la clausura a cargo del Presidente del Gobierno D.Manuel Azaña. Con estas bases, a lo largo de las tres semanas, el programa realizado constó de las Conferencias Magistrales, todas ellas en el gran anfiteatro de la Facultad de Medicina de San Carlos; los cursos y cursillos técnicos con un total de 24 esparcidos en distintas sedes de Organismos e Instituciones según la temática de los mismos, tales como el Museo de Ciencias Naturales, el Instituto del profesor Marañón en el Hospital Provincial, la Escuela de Veterinaria, el Colegio de Médicos, la Federación Escolar Hispano-americana, la Facultad de Derecho, el Ateneo de Madrid, etc. Esta estructura contribuyó a que, durante su celebración, la repercusión se generalizara a los más diversos niveles científicos, sociales y culturales de forma que, con razón, fué visto como "un acontecimiento sin precedentes". Hoy no resulta difícil hacerse una idea bastante exacta de estas Superjornadas, debido a los dos volúmenes publicados en los que constan los textos de las conferencias magistrales, los cursos y cursillos (Genética, Eugenesia y Pedagogía sexual: libro de las primeras jornadas, Ediciones Morata, Madrid, 1934, 2 vols. ) Una semblanza general de ello, elaborada por Pilar Pérez Sanz y Carmen Bru Ripoll, puede encontrarse también en la Revista de Sexología, nº30, Madrid, 1987. Las ponencias magistrales Con signo visiblemente progresista y de afirmación, en ocasiones apologética, no deja de ser resaltable, un debate de gran respeto y equilibrio entre distintas concepciones de la sexualidad desde ángulos interdisciplinares muy diversos. Predomina la medicina, la sociología (lo que en esos años era considerado como tal), el derecho y la pedagogía. La ponencia de Don Angel Ossorio y Gallardo, conocido ex-ministro conservador del partido de D.Antonio Maura, puede ser leída como un examen de conciencia grupal y colectivo. En lugar de pronunciar su texto, el célebre jurista dedicó su tiempo al diálogo —con pros y contras— con todos los conferenciantes anteriores, apuntillando a unos y otros, con un notorio sentido del humor, destacando excesos y defectos y apuntando con un enorme y ejemplar respeto, sus ideas de signo conservador sobre el amor, el sexo, la anticoncepción, el matrimonio, el divorcio, etc. Gracias a este texto podemos recocijarnos con un sabor de finura sorprendente. El magistral texto de Torrubiano, como teólogo laíco, con su habitual precisión conceptual, su calidad y libertad, al mismo tiempo que respeto a las ideas teológicas de los más diversos signos, es otra de las ponencias a retener. El texto de Ramón J. Sender no puede disimular un claro y reiterado elogio de los instintos frente a lo que él llama predominio afixiante del espíritu o del alma sobre el cuerpo. Leído en la distancia, recuerda a un Sender pensador, presagio y adelanto de la obra que, casi cuarenta años más tarde, iba a publicar bajo el título Tres ejemplos de amor y una teoría (Ed. Alianza, Madrid, 1969). Sabrosamente escéptico, el texto de Baroja, ofrece su típico y peculiar relativismo frente a las doctrinas de los médicos dogmáticos y la no menos exageradas de los anarquistas cuando ambos se dedican a reflexionar sobre las implicaciones de los problemas sexuales. La ponencia de Lafora puede ser leída como un ensayo antológico sobre la coeducación y la educación sexual tal y como se planteó en esos años. La de Novoa Santos, sorprendente como era su costumbre, introduce un horizonte simbólico en la consideración de la sexualidad, preñado de riqueza. La de Matilde de la Torre, sobre feminismo y pacifismo, de difícil equilibrio, proporciona unas ideas que pueden servir de aperitivo a la situación del tema en esos años. Otra mujer, Juana Capdevielle, en su aportación sobre El problema sexual, el amor y el matrimonio en el ambiente universitario, con lucidez y erudición, puede hacer pensar con una visión de simpatía peculiar desde aquella juventud impetuosa y movida. Otras ponencias de autores más conocidos tienen la ventaja de ofrecer, en líneas generales, una síntesis de su pensamiento elaborada para lo que la ocasión de balance exigía. Algunos, aunque dieron su ponencia, no entregaron sus textos por lo que no figuran en las actas. En su lugar, y como recuerdo de las otras polémicas jornadas de 1928, fueron utilizados textos de Jiménez Asúa, Recasséns, Noguera, Sanchís Banús, etc. Los cursos técnicos De entre los 24 cursos programados, simultáneando con las grandes conferencias, algunos más destacables pueden ser los del Profesor Saldaña sobre Eugenesia y Derecho, con su clarividencia y lucidez características, realmente substantivo. El texto de César Juarros, más de andar por casa, como era habitual en sus escritos, accesible y menos magistral, está dedicado a ofrecer un panorama del amor en España y a los problemas comunes de hombres y mujeres, lógicamente en el ambiente de esos años, en el mismo sentido de las ideas expuestas en sus libros, especialmente El amor en España: características masculinas (1927) y La sexualidad encadenada (1930). Un texto que nos llena de perplejidad por su densa estructura y exposición doctrinal es el de Hildegart. Conscientes de estar ante el escrito de una muchacha de 17 años, es un texto que no hemos logrado leer sin una curiosa —incluso morbosa— gratificación. El de Enrique Casas es otro curioso documento, en la linea de sus escritos, dedicado a la evolución de los pudores de la vista, del oído y del olfato y su relación con los sentimientos. El célebre antropólogo había publicado en la misma dirección Las ceremonias nupciales (Ed. Páez, Madrid, 1929, 2ªed., 1931), El origen del pudor (Ed. Páez, Madrid,1930; últimamente reeditado por Alta Falla, Barcelona, 1989). Especial simpatía ofrece el documento de Enrique de Madrazo, uno de los pioneros de la eugenesia en España desde hacía varias décadas y que, entre una indisimulable ingenuidad y optimismo transmite un contagio vitalista difícil de olvidar, especialmente si se lee desde la edad octogenaria del autor. Como la del alma mater de todos que, para el acto final de la clausura, hizo llegar esta nota: "Impedido y enfermo, no puedo acompañaros. Que vuestra juventud pueda lograr lo que ya no es capaz este viejo amigo vuestro. Santiago Ramón y Cajal". CUARTA PARTE Marañón o la fuerza de una idea "¡ Qué difícil es hacer comprender esto!... Y no sólo hablo de aquí, sino en todas partes, incluso en los países más cultos, como he podido comprobar, por la confesión de algunos hombres de ciencia que se han preocupado de la sexología en otros países de Europa" G.Marañón Prólogo a Hernández-Catá, El Angel de Sodoma, Mundo Latino, Madrid, 1929, p.29. CAPITULO XV "Una audacia de muchacho" En el filigrana de nombres y movimientos que nos han ocupado hasta ahora, Gregorio Marañón sobresale como el hilo rojo conductor. Todos estaban de acuerdo, incluídos los que no pensaban como él. Era el máximo exponente de un planteamiento o, si se prefiere, de una idea fuerte, trabajada en toda su entereza. Por ello, en este entramado, vamos a seguirle con más detenimiento. El primer contacto de Marañón con la temática sexual ocurrió de una forma indirecta, o si se prefiere, ocasional. Había terminado su licenciatura en Medicina en Junio de 1909, y se había propuesto dedicar el siguiente curso a la preparación del examen de doctorado mientras aprobaba las oposiciones para una plaza de médico de Guardia en el Hospital Provincial de Madrid. La ilusión siguiente fué pasar unos meses en Alemania, concretamente en Francfurt, tal como era lo habitual con las becas que otorgaba la Junta de Ampliación de Estudios e Investigaciones Científicas desde hacía unos años, es decir desde que fué fundada en 1907 —como ya quedó indicado— bajo la presidencia de su admirado maestro Cajal. Las secreciones internas Durante su estancia en Francfurt conoció a Ehrlich, reciente descubridor del Salvarsán, el producto que, por primera vez, era declarado eficaz para el tratamiento de la sífilis. Como resultado de la experiencia, a su vuelta a Madrid, Marañón publicó uno de sus primeros libros, muy poco concocido por cierto: Quemoterapia moderna: Tratamiento de la Sífilis por el 606 (Ed. Casa Vidal, Madrid, 1910). "El asunto del 606, llamado así por ser el número del experimento que dió resultado final en el laboratorio, nos interesa a todos, tanto a los sifilógrafos como a los demás médicos —escribe Marañón— porque prácticamente en ningún terreno de la medicina se puede prescindir del conocimiento acabado de la sífilis" (Ib., p.3). "Volví a mi patria, —recordará muchos años más tarde— portador del precioso polvo amarillo que aún no se vendía y del que la humanidad esperaba milagros que, en parte, se cumplieron. Si hubiera querido comerciar con mi pequeño cargamento de 606 me hubiera hecho millonario" (Conferencia en la Sociedad Peruana de Neuropsiquiatría y Medicina Legal, Lima, 7,IX, 1939). Pero el tratamiento de una de las enfermedades venéreas, aunque guarde relación con la clínica, tendría muy poco que ver con el tema central de la sexualidad. En él entra Marañón concretamente en 1915. Tenía 27 años, es decir —para la época— "siendo aún un muchacho", aunque su imagen había ganado un prestigio general. Si en su consulta era ya "el médico de los famosos", como científico había recibido los dos premios de la máxima categoría en el sector: el "Alvarez Molina", por el que le había sido concedido el grado de académico, paradojicamente antes que el de médico; y, sobre todo, el "Alvarez Alcalá" de la Real Academia Nacional de Medicina por su estudio dedicado a Las glándulas de secreción interna y las enfermedades de la nutrición (Librería Guttenberg, Madrid, 1914), obra en la que, sobre una base experimental y clínica (con 96 casos de laboratorio), emprendía una aproximación global, nueva y original, sobre "las funciones endocrinas y su papel regulador de los grandes procesos vegetativos: la nutrición y el crecimiento, la determinación de la sexualidad y el cumplimiento de las funciones sexuales" (Ib., p.V). En este estudio había abordado las dos cuestiones primeras; las dos siguientes quedaban a la espera de un nuevo tratado. Y si el recién publicado había sido el resultado de la convocatoria del premio de la Real Academia de Medicina, se le presentaba ahora una nueva ocasión. Era la invitación como candidato de ese año 1915 para "la gran tribuna de las Conferencias anuales de la Sección de Ciencias en el Ateneo de Madrid". Tenía un defecto: su excesiva juventud. No obstante aceptó el reto. "Si de algo me enorgullezco en mi vida científica —recordará más tarde en Veinticinco años de labor— es de haberme atrevido en el curso que pronuncié en el Ateneo el año 1915, a considerar el problema de las secreciones internas en este aspecto trascendental y general, estudiando a las hormonas como moldes y andamiajes de la biología individual y no como un capítulo más de la Patología. Lo que entonces fué casi una audacia de muchacho ha adquirido hoy firme sentido de permanencia" (Obras completas, III, p.295). La vida sexual En este contexto planteó Marañón su tercera conferencia bajo el título El sexo, la vida sexual y la doctrina de las secreciones internas. Ciertamente el arrojo juvenil del joven científico no dejaba de ser considerable para abordar un tema como éste que no contaba con adeptos ni precedentes explícitos a ese nivel. "A despecho de todo —podemos leer en el texto aparecido unas semanas más tarde— la vida de los hombres gira durante muchos años en torno de momentos sexuales. Aún las cosas que más apartadas parecen de la esfera sexual, reciben desde lejos su influencia, y más o menos indirectamente, obedecen a ella. Los historiadores y los sociólogos saben hasta qué punto ha influido en la marcha de la Humanidad el obscuro sentimiento del sexo. Nosotros sabemos lo que influye en la vida de cada hombre y cómo se descubre su huella en los actos más apartados de él en apariencia" (La doctrina de las secreciones internas, Corona, Madrid, 1915, pp.85-86). Propuesto este principio como base, su hilo conductor será la determinación del sexo y la diferenciación sexual para seguir por las fases o etapas distintas de la vida y volver en cada una de ellas sobre la misma "raíz sexual", "cuya magnitud no nos imaginamos lo bastante desde el modelado de la figura humana hasta la realización de las funciones más puramente intelectuales"(Ib., p.105). Es evidente que hoy, a casi ocho décadas de distancia, esto pertenece ya al acervo más común de nuestros conocimientos. No obstante la exposición puede ser considerada, como él mismo reseña, "una audacia de muchacho" y esto en más de un aspecto dentro de los que no es menor el que aquí nos interesa resaltar: el planteamiento global del sexo y la vida sexual, que, esbozado sólo de forma seminal, será el que, año tras año, tratará luego de explicitar y completar. Por resumir dicho texto, se trata de la importancia de las hormonas; pero la intuición de Marañón consistió en apuntar, más allá de la erudición enciclopédica o bibliográfica, al hecho crucial de la diferenciación sexual como raíz de todas las consecuencias posteriores. Si con ello Marañón se situó como científico en cuanto al clima de las últimas décadas, lo más resaltable puede que sea el humanista que, sin entrar en los conocidos debates tan al uso —de opinión o de moral, etc.— planteaba la vida sexual desde otra perspectiva como clave de entendimiento. Hormé De esa forma dicho texto —que podría ser llamado primerizo porque de hecho lo fué— representa más bien un documento primigenio en el sentido hormonal del término —y nunca mejor dicho— es decir, en el que Diego Gracia, hablando de Constantin von Monakov, discípulo de Bergson, llama élan del organismo o, según la sugerencia del mismo Laín, como hormé —de ahí hormona— o sea primordial incitación. La doctrina sobre las hormonas había dado en las dos décadas anteriores una serie de logros a la sexología naciente, centrando el concepto de sexualidad como eje y concepto básico. El instinto (sexual) había pasado a ser visto y analizado como impulso o pulsión (trieb), deseo, en suma como anotaba Moll, luego Ellis y más tarde Freud; y el de la diferenciación sexual como variedad, léase como señalaban Bloch o Hirschfeld, fuente y base de diversidad. Marañón —como lo recordará él, más tarde, cuando elabore su concepto de Intersexualidad— no era aún consciente de las posibilidades a las que conducía su planteamien- to. Pero de lo que no cabe duda es de la intuición o hipótesis primera. Planteando, pues, la vida sexual desde esa perspectiva iba a aportar el gran afluente de las secreciones internas —futura Endocrinología— al núcleo de la Sexología que, fuera de la patología, buscaba sus bases en la historia natural, su carencia notoria en esos años, frente al avance de la aportaciones vecinas conocidas como ciencias culturales o sociales. "Realidad híbrida, o sea natural y cultural, la realidad sexual empezaba a ser mejor estudiada y entendida", había escrito Bloch en la década anterior. Marañón, sin saberlo todavía y con la audacia de un muchacho, empezaba, a su manera y de esa forma, a entrar en ello. Desde este planteamiento, no es extraño que Marañón coincidiera con la nueva corriente de Sexología iniciada en la década anterior, aunque su puerta de entrada fuera distinta. La razón es que la base era muy similar. Marañón se preguntaba por qué tratar cuestiones patológicas locales sin estudiar y comprender "el sistema u organismo general". Eso mismo era lo que venía sucediendo con la sexualidad por parte de los primeros sexólogos. Lo que se habían propuesto era comprender el sistema general para poder luego, a partir de ahí, estudiar y comprender sus alteraciones parciales y concretas. La novedad Dicho de otro modo: se necesitaba una teoría general distinta a la que se tenía, excesivamente centrada en síntomas parciales y en la patología. Se había descubierto así una teoría que llevaba no sólo a curar sino a comprender o explicar, primera función de la ciencia. Y desde esa función podía ser abordada, a su vez, tanto el tratamiento de algunas alteraciones como —y sobre todo— su prevención. Los primeros sexólogos habían intentado salir de este lenguaje clínico-médico para plantear una orientación que iba aún más allá de la prevención y que, aunque tímidamente, se nombraba ya como promoción en el sentido de un entendimiento distinto no ya de la enfermedad sino de la salud. El tiempo fué en esa dirección hasta hablar claramente de la sexualidad como factor o elemento de bienestar. La salida del campo exclusivamente clínico daba acceso de esa manera al científico y cultural. La coincidencia de las conferencias de Marañón en el Ateneo Cientifico Literario con estos planteamientos no puede ser vista como una simple casualidad sino como el reflejo de un clima extendido en el que la ciencia y la cultura hacían su vida juntas; y la sexualidad, dentro de ellas, despegaba con un nuevo paradigma denominado humanista sin que por ello renunciara a la aportación de las ciencias experimentales. Con Marañón, lo mismo que con Hirschfeld o Steinach, iba a ser enriquecido este afluente en un momento especialmente rico para las investigaciones biofisiológicas, dentro de las cuales "los grandes procesos de la vida vegetativa desembocan en las funciones básicas de la sexualidad". En una anterior obra —la ya citada sobre Las Glándulas de secreción interna— Marañón, más que afirmar, se había limitado, tímidamente, a preguntar: "¿Puede admitirse, después de las anteriores reflexiones, que toda la patología de las glándulas de secreción interna ocupe en los tratados más voluminosos las breves páginas dedicadas a la enfermedad de Addison, a la de Basedow, al mixedema, a la acromegalia? ¿Es lógico que sus manifestaciones patológicas se reduzcan a estas afecciones, raras, exóticas, que sólo de tarde en tarde desfilan por el hospital o por las consultas, mientras que otros órganos de función mucho más simple, apenas necesarios para la vida, como el estómago, por ejemplo, llenan con su patología los libros y las camas de los hospitales?" "Y, por otra parte —continuaba Marañón— ¿Es razonable hablar de alteraciones de la tensión sanguínea, de trastornos de las funciones sexuales, de anomalías de la talla y de las dimensiones parciales del organismo, de glucosurias, de obesidades y de enflaquecimientos, de enfermedades constitucionales de los huesos, de perturbaciones de la crasis sanguínea, etc., sin tener presente la intervención de los órganos de secreción interna?" (Ib., p. XXIII). La intuición y la hipótesis de Marañón no era, evidentemente, de ir a lo local y parcial, sino claramente de una nueva concepción, de un nuevo planteamiento general. El joven intrépido, por el momento, se estaba limitando a plantear preguntas. Más adelante este lenguaje será sustituído por otro claramente afirmativo, como ya es visible —apenas con un año de distancia— en el giro de 1915, hablando directamente, y sin paliativos, de la realidad del sexo y de la vida sexual. Algunos historiadores de la medicina han resaltado, en un marco más amplio, el cambio general del saber médico operado a través de Marañón. Por el lado de la sexología, que es el que aquí tratamos, este cambio venía a coincidir, como hemos indicado, con los pioneros que ya habían escrito sus principales tratados. No obstante, Marañón tardará aún algunos años en entrar a fondo y expresamente en ello. CAPITULO XVI El largo proceso de la diferenciación sexual Tras algunos esbozos en La Edad crítica aparecida en 1919, Marañón entra de lleno —y sin reservas— en el estudio de la Sexualidad. "En la cuestión sexual —escribe— la confusión que reina en las cabezas invierte sistemáticamente los términos del juicio". De esta constatación partió durante una serie de años —concretamente desde 1919 hasta 1926— tratando de aclararse él mismo y de ofrecer una cierta claridad. La idea ya expuesta de forma seminal en 1915 es la que va a ir tomando cuerpo y desarrollo a lo largo de una serie de escritos, en parte considerados menores, y que desembocarán en una de sus más célebres obras : Tres ensayos sobre la vida sexual (Ed. Biblioteca Nueva, Madrid, 1926). El éxito de ese libro —siete ediciones seguidas y su traducción al inglés, alemán, francés, italiano, etc.— fue motivo de que su autor se replanteara contínuas correcciones pero, sobre todo, precisiones, motivado por la polémica y el debate. Los pasos dados hasta su primera aparición pueden ser reconstruídos, rastreando en esos llamados escritos menores —especialmente conferencias— que muestran el proceso de la aparición de la idea central y su articulación, lenta, laboriosa, pero cada vez más firme y perfilada. Feminismo En 1920 entró Marañón en el debate por la puerta del feminismo. Fue con motivo de la conferencia pronunciada el 21 de Febrero en la Sociedad de Amigos del País, en Sevilla y con la posterior revisión de su texto para ser publicado en El Siglo Médico bajo el título Biología y Feminismo (Imprenta E.Teodoro, Madrid, 1920). Aunque la ocasión se prestara más a un debate social, Marañón optó por centrarse en un planteamiento como científico, es decir, en la diferenciación sexual. "Que el feminismo es un asunto de inmediata actualidad, está en el ánimo de todos (...). Pero mi objeto es otro" (Obras Completas, vol.III, p.9). La lista de problemas puede ofrecer la sensación de "un rosario cada vez más interminable": "la ignorancia de mujeres y hombres en las cuestiones del sexo"; el "tristísimo experimento de la maternidad hecha tragedia por la mortalidad infantil"; "la injusta situación de sumisión jurídica"; "la absurda negación de su derecho a votar"; etc.. De todos, no duda en priorizar lo que él formula con toda claridad como "el eje de nuestro modo de pensar, a saber la diferenciación de los sexos"(Ib., p.33). No es ocioso reconocer que con estos textos Marañón logró, de paso, un puesto privilegiado en el más vivo de los avisperos. Aunque no fue éste el único motivo de escándalo de ese año 1920 que pasará a su biografía como uno de los más ruidosos, especialmente motivado por su columna que habitualmente llevaba en el diario El Liberal sobre temas de salud. Algunos de dichos artículos fueron auténticas denuncias provocativas. De otro orden menos polémico evidentemente es el texto aparecido al año siguiente bajo el título Introducción al estudio de la teoría neurohumoral de la emoción (Valencia, 1921) y en el que, bajo otro contexto profundizará en las implicaciones de "la emoción, unida siempre a la función sexual". Aunque con datos más útiles, este texto obviamente será menos polémico al ser de contenido más especializado. "Señores Académicos" En 1922, "el médico más joven de la historia" ingresa en la Real Academia Nacional de Medicina. Tenía Marañón 35 años. Aunque, de hecho, era ya miembro de la institución por el premio de ésta a su trabajo anterior que incluía esta distinción, sólo ahora pronunciará su discurso de ingreso que trata sobre El estado actual de las secreciones internas. En librería aparecía ese mismo año su otra obra Problemas actuales de la doctrina de las secreciones internas (Ruiz, Madrid, 1922) Redactado el discurso con el género que correspondía a la ocasión protocolaria de la máxima institución de la ciencia médica, Marañón resume, junto al estado general, su propio acopio acumulado. "La Endocrinología, Señores Académicos, ha entrado en su período clásico". Y, desde ella, en la lista de sus temas fuertes, la sexualidad es uno de sus más enriquecidos tanto desde la fisiología como desde la clínica. "Hoy se admite, casi unánimamente —escribe refiriéndose a la fisiología— que el huevo fecundado tiene una predisposición bisexual, indiferente, y después, la determinación del sexo en el sentido masculino o en el femenino depende de las acciones hormonales, preferentemente emanadas del testículo o del ovario... "...lo importante para nosotros es que el huevo fecundado, como hemos dicho, y el embrión, en sus primeras etapas, es bisexual, y que sólo posteriormente los esbozos endocrinos genitales se desarrollan hacia el lado masculino o femenino, impulsando con su energía hormonal el boceto de los órganos de la generación en el sentido testicular o en el ovárico, respectivamente...(O.C., II, p.43). He aquí también el listado que, aunque de paso, señala con relación a la clínica: "Los trastornos de la pubertad; los estados de eunucoidismo prepuberal, cuyo desconocimiento ha hecho que tantos y tantos niños se conviertan en hipogenitales definitivos; los diversos tipos de insuficiencia ovárica; las causas endógenas de la esterilidad y de muchas impotencias funcionales del varón; el trascendental de la sintomatología climatérica, y, en fin, las causas de los estados de inversión sexual y de hermafroditismo..." (O.C., II, p.74). Donjuanismo interés Pero si los textos académicos o clínicos provocan —también en 1920 había aparecido el substancioso volumen tercero del Manual de Medicina interna, bajo su dirección y la del Dr.Hernando— lo que, sin género de dudas, iba a plantear polémica, incluso más viva que con motivo del feminismo, era su entrada en el mismo tema por otro sesgo: el de las perversiones sexuales, la homosexualidad y el gran mito de la masculinidad. Todos ellos se unieron en su texto Notas para la biología de Don Juan, aparecido por vez primera bajo el título Psicopatología del donjuanismo y, por fin —con una ya expectante sonoridad— en la recién estrenada Revista de Occidente (Enero, 1924) dirigida por Ortega. Algunas afirmaciones no disimulan su dureza provocante. "A todos nos han dicho que hay que ser muy hombres -escribe en Revista de Occidente, pag.19- y nadie se ha cuidado de explicarnos con serenidad lo que esto significa". "Es imposible precisar —continúa— la absoluta constancia con que la mentira acompaña a la vida sexual". "Mentira y sexo van perdurablemente unidos". "Toda una patología y toda una terapéutica se han fundado sobre el fatal equívoco". Con estas afirmaciones, nada suaves, entra Marañón en el análisis de la morfología de Don Juan, al que dedicará adjetivos claramente fuertes para pasar luego a su "tesis de la tendencia inversiva" y terminar por su incursión en la patología. En realidad, pocas veces se habían visto tantas cosas juntas contra Don Juan. Y resulta difícil ciertamente, no quedarse en esas "meras anécdotas" para seguir el hilo de su discurso que es, una vez más, "su escasa y dudosa diferenciación sexual". En Diciembre del mismo año 1924 aparece también en la Revista de Occidente otro artículo titulado Sexo y Trabajo (pp. 305-342). "Se me dirá que toda la vida humana está influída por el sexo. Y es necesario responder que sí". "Apenas hay porción del cuerpo que no tenga su sexo como lo tiene el cuerpo en su totalidad. Los médicos legistas llegan a diagnosticar, a la vista de un trozo reducido de cadaver casi informe, si perteneció a una víctima masculina o femenina. Y en un osario común, en uno de esos montones de huesos incompletos y medio calcinados que vemos a veces en un rincón de los pequeños cementerios aldeanos o en las fosas de las necrópolis antiguas, es posible averiguar si el fragmento de cráneo o de fémur que cogemos al azar sustentó un organismo de hombre o de mujer". "Hé ahí por qué, más allá de la reproducción, los caracteres sexuales diferencian lo más global y concreto de cada ser humano" (Ib., p.312). El mismo texto con algunas matizaciones será utilizado para su conferencia pronunciada el 17 de Enero de 1925 en la Asociación de Estudiantes de Farmacia y que titulará más explicítamente La acción como carácter sexual. Su lectura (Edit. Caro Raggio, Madrid, 1925) permite una confrontación en la que la insitencia del autor en la diferenciación sexual es lo más resaltable como continuo a destacar. Educación sexual El último de los accesos de entrada al mismo campo va a ser La Educación sexual, título de las conferencias pronunciadas a lo largo de 1925 en Bilbao, Madrid, Málaga, etc. De ellas aparecerán varios textos que corresponden prácticamente al mismo con algunas variantes. Aunque serán precisamente dichas variantes las que más interesantes nos resulten a la hora de analizar lo que aquí nos planteamos, es decir la evolución y matizaciones de su pensamiento, observado éste en distintas fases de su gestación. Así, bajo el título La educación sexual y la diferenciación sexual aparecerá una de dichas redacciones en los cuadernos de Estudios (Valencia, 1925) y bajo el simple rótulo de Educación sexual podemos leer casi el mismo texto en la Revista Médica de Málaga (Año VI, nº 19, Abril 1926, pp.496-514) aparecido en 1926 pero entregado para la edición unos meses antes que el anterior. De la producción de estos años, Marañón elegirá tres textos breves con los que compondrá el ya citado libro Tres ensayos sobre la vida sexual que verá la luz en 1926: Son Sexo, trabajo y deporte; Maternidad y femenismo; y Educación sexual y diferenciación sexual. (Por cierto, su aparición es recibida en la carcel en donde cumple condena por su presunta participación política en la intentona contra Primo de Rivera, conocida como sanjuanada). La cotejación de los textos de las siete primeras ediciones —corregidas y con un progresivo aumento de notas a pie de página, así como los prólogos o correcciones en las distintas traducciones— dan la misma idea central cada vez más esclarecida y articulada: se trata, una vez más, de una idea, convertida en paradigma : es la diferenciación sexual. La multivocidad de los términos —sobre todo el de educación sexual, cada vez más del dominio social— no hace inútil advertir el sentido radical con que Marañón le dota y que tiene muy poco que ver con el uso corriente. En efecto, el movimiento de la eugenesia, cada vez más en el candelero en esos años, llevaba consigo campañas informativas relativas tanto a los derechos de la mujer en general como a su tragedia de embarazos no deseados —lo que implicaba información sobre los métodos anticoncepcionales— así como a su tópica frigidez sexual, reducida ésta a la maternidad. Keyserlin, el introductor de la traducción de Tres ensayos al alemán, escribirá sin rodeos: "La hora actual del mundo es la hora de la Eugenesia". Al mismo tiempo se fueron realizando campañas de sensibilización sobre la llamada mentalidad machista masculina y la necesidad de su revisión: el donjuanismo, en un sentido social amplio, se unía así con la temática del feminismo. Algunas páginas de Marañón pasarían a ser de antología sobre la descripción de estas situaciones, verdaderas denuncias a las que se sumaron autores de la época como Juarros, Hildegart, Saldaña, Jiménez Asúa, Torrubiano, etc. Pero, en medio de esta gran divulgación en la que se unían ideas tanto de carácter científico como social y cultural, no conviene olvidar la lectura radical que exige el texto de los Tres ensayos de Marañón, centrado en la diferenciación sexual. Las preocupaciones sociales y educativas no pueden ocultar este trabajo fundamentalmente conceptual y científico que es su logro más articulado en esta fase de su producción. Cualquier otra interpretación será válida, pero siempre que no ponga en olvido el objetivo primordial del texto en la dirección señalada, verdadera piedra angular. CAPITULO XVII 1928 : El año de la intersexualidad Cerrada la serie de escritos cuya preocupación era la diferenciación sexual —aunque obviamente siga de otra forma— tras la aparición de Tres Ensayos, Marañón se dedica de lleno a la Intersexualidad que, con las variantes de los estados intersexuales, bisexualidad y otros subconceptos, constituirán la constante de los escritos siguientes. Aproximaciones Como pórtico o abertura podría situarse su Breve ensayo sobre la Intersexualidad en la clínica, fechado en Noviembre de 1927 en Toledo y que servirá de prólogo a la edición castellana de Las secreciones internas de las glándulas sexuales, de Alexander Lipschutz publicado por Ediciones Morata en 1928. "Entre los grados extremos de indiferencia sexual y los tipos más netos de la sexualidad —masculina y femenina— bien diferenciada, existen innumerables formas atenuadas, parciales o esporádicas" (O.C.,I., p.48). Se ha dicho que algunos prólogos de Marañón pueden ser considerados como ensayos en miniatura. Este es uno, conscientemente titulado como breve ensayo. "Sirva este esbozo como apunte de lo que desarrollaré con más detenimiento en otro lugar", concluye. En realidad estaba ya desarrollado en la carpeta de al lado que contenía, en esbozo, los textos que las semanas siguientes iban a ser dictados como Conferencias en la Sociedad Hispanocubana de Cultura de la Habana en Diciembre de 1927 y que serán publicados por la revista El Siglo Médico durante 1928 bajo el título general de Intersexualidad. Como es sabido, la idea de intersexualidad no era nueva puesto que venía siendo planteada desde hacía algunos años (Véase sobre esto, E.Amezúa, Sexología Cuestiones de fondo y forma, Revista de Sexología nº50-51, extra doble, Public. del Instituto de Sexología, Madrid, 1991). Pero lo que sí ofrecía novedades era su enfoque monográfico como piedra angular de la sexualidad y uniendo planteamientos dispersos —en ocasiones dislocados— objeto de las distintas disciplinas. En todo caso de lo que no cabe ninguna duda es de que el curso 1927-1928 fue dedicado, por entero, a la intersexualidad con una serie de trabajos, todos ellos centrados en su mismo eje conceptual. Tales son, por ejemplo, aparte de los citados, las conferencias dictadas en la Sociedad Española de Historia Natural (Abril, 1928); en la Sección de Medicina del Ateneo de Santander (mayo, 1928); en la Facultad de Medicina de Valladolid (Noviembre, 1928); en el Colegio de Médicos de Zamora (Noviembre, 1928), etc. con varios textos que se solapan. De ellos cabe resaltar: Un tipo de Intersexualidad hermafrodítico (sesión del 6 de octubre de 1928 en el Instituto de Patología Médica del hospital General) y, en otro estilo -o para otro público- Nuevas ideas sobre el problema de la intersexualidad y la cronología de los sexos (Revista de Occidente, Diciembre, 1928). La obra de referencia Esta dedicación culminará con la aparición, en 1929, de Los estados intersexuales en la especie humana (Ediciones Morata, Madrid, 1929), libro que, contrariamente a lo que podría esperarse, no es una recopilación de los textos ya citados sino una obra de nueva arquitectura o, mejor dicho, un tratado con su unidad y lógica interna desde el principio hasta el fin; es decir, lo que se llama una obra básica de referencia. "Aunque los temas fundamentales han sido ya enunciados de modo esquemático en varios artículos o trabajos anteriores, en este libro he querido sobre todo dejar escueta y clara la línea central de mi pensamiento" (Introducción, p.XI). A pesar de que la cita resulte extensa, nos parece de interés histórico, lo mismo que conceptual, reproducir a continuación el capítulo I de Los Estados intersexuales, incluidas sus notas bibliográficas. Definición y concepto de la intersexualidad Durante mucho tiempo —durante casi toda la historia de la humanidad— se ha creído que lo masculino y lo femenino eran dos valores antagónicos y profundamente diferenciados. Un hombre y una mujer se encontraban tan alejados uno del otro por el hecho de su sexo, como por ninguno de los otros motivos que seccionan en grupos a los seres humanos, ya los de orden natural —la vejez y la juventud, por ejemplo— ya los puramente artificiosos —como las religiones, nacionalidades, etc.—. El concepto de la integridad del propio sexo se mantenía como un carácter inviolable de la personalidad. Toda duda, a este respecto, era una ofensa. La afirmación sexual, por el contrario, un motivo de orgullo; sobre todo, para el varón, que previamente había decidido la superioridad de su posición biológica respecto a la mujer. Los mismos lazos afectivos que unen entre sí a los dos sexos, se habían de fundar precisamente en esa radical oposición, expresada simbólicamente por el mito vulgar de la media naranja; a diferencia de las afecciones entre los individuos del mismo grupo sexual, suscitadas siempre por razones de afinidad. Partiendo de esta creencia, los estados de sexualidad confusa se consideraban o como anomalías monstruosas si afectaban a la morfología —los hermafroditas— o como aberraciones y pecados graves, como monstruosidades del espíritu, cuando se referían a la inclinación del instinto —homosexualidad. Pero, a medida que los estudios sobre la biología sexual han ido progresando, se ha visto, cada vez con mayor claridad, que el "varón-tipo" y la "hembra-tipo" son entes casi en absoluto fantásticos2; y que, por el contrario, los estados de confusión sexual, en una escala de infinitas gradaciones que se extienden desde el hermafroditismo escandaloso hasta aquellas formas tan atenuadas que se confunden con la normalidad misma, 2 .-"El hombre integral (Vollman) y la hembra integral (Vollweib) -dice WEIL(1)- son, en realidad, hallazgos rarísimos". Y BIEDL: (2)"El hombre puro y la mujer pura son casos extremos que en la realidad apenas se encuentran". son tan numerosos, que apenas hay ser humano cuyo sexo no esté empañado por una duda concreta o por una sombra de duda3. Este hallazgo, y los progresos de la ética, nos han ayudado a desprender el concepto de la sexualidad confusa del estigma de monstruosidad que antes llevaba consigo. Los hombres actuales no podemos enorgullecernos de nuestro sexo como de una cosa perfecta. La plena diferenciación sexual es rara todavía. Luego veremos que esa diferenciación debe ser una de las metas de nuestro progreso, si bien progreso de largos siglos. Y añadamos que ni aun entonces, cuando la normalidad se haya logrado, la conciencia de poseerla nos deberá enorgullecer. Porque el orgullo se edifica siempre sobre valores ilegítimos o incompletos, que su poseedor supervaloriza arbitrariamente. Esta valorización arbitraria y excesiva de las cosas es precisamente el sentimiento orgulloso. Por eso se siente el hombre orgulloso de la riqueza, de la gloria, de la popularidad, de la belleza, o de su sexo: valores aleatorios y relativos; pero en un hombre justo no cabría el orgullo de ninguna de sus perfecciones, sino la simple conciencia exacta y serena, pudiéramos decir humilde, de las mismas. Por otra parte, los trabajos experimentales y anatómicos han contribuido a la demostración de esta incompleta distinción de los sexos, que ya nos había indicado la clínica. Y en suma, se ha llegado a la posesión de esta verdad trascendental e imprevista: los dos sexos, la masculinidad y la feminidad, no son dos entidades que se oponen punto por punto; hay ciertos momentos de su evolución ontogénica y filogénica en que esta oposición absoluta tiene una apariencia de realidad; pero fuera de esos momentos, la masculinidad y la feminidad se van acercando y acaban por fundirse. No de otro modo que el día y la noche, tan opuestos en las horas cenitales, se enlazan en las largas horas de los crepúsculos en una gradación insensible de momentos, en los que la luz y la sombra se mezclan en proporciones sucesivas. No hay que decir que todos los estados de confusión sexual que en estos últimos años se han ido estudiando, han dado 3 .- Según KYRLE (3), de 110 muchachos examinados por él, sólo 10 tenían completamente normales los atributos viriles. Los datos de VOSS,TANDLER, STERNBERG, etc., y los nuestros coinciden con esta proporción. En las niñas ocurre lo propio. SCHWARZ (4), de 50 hombres, sólo en cuatro encontró una sexualidad perfecta. MATHES (5) afirma más resueltamente todavía que "todo ser humano en el caso más favorable es un intersexual rudimentario." lugar a una copiosa bibliografía; pero dispersa y no sistematizada bajo una común clave patogénica. GOLDSCHMIDT (6) fué quien primero reunió todas las formas de la sexualidad confusa bajo el nombre de intersexualidad, por analogía a los hechos descritos por él y por otros naturalistas en las demás especies animales, singularmente en los insectos. Después no han aparecido sino escasos capítulos muy concentrados en los que se estudia el conjunto de la cuestión, como, por ejemplo, los que se consagran a este tema en el libro de LIPSCHÜTZ(7) y en el de BAUER (8). Como se ve, el tema es lo suficientemente joven para que no parezca excesiva la intención de publicar acerca de él un libro más, y, sobre todo, en lengua española. Pero no me decide a hacerlo esta mera razón informativa. A ella se ha de añadir el que los estudios nuestros, de largos años acá, sobre el problema sexual, nos permiten aportar algunos modestos datos e interpretaciones a la cuestión. Además, el esfuerzo que me ha sido preciso para ver claro, hasta donde es posible, entre la muchedumbre de casos clínicos, experimentos e hipótesis que ahogan este campo de la biología, me ha animado a evitar a los demás un trabajo semejante, ofreciendo al lector el esquema actual de nuestros conocimientos sobre la sexualidad de la manera más escueta posible4. Así, pues, nosotros entendemos por estados intersexuales, en la especie humana, aquellos casos en que coinciden en un mismo individuo, —sea hombre, sea mujer— estigmas físicos o funcionales de los dos sexos; ya mezclados en proporciones equivalentes o casi equivalentes; ya, y esto es mucho más frecuente, con indiscutible predominio del sexo legítimo sobre el espúreo5. 4 .-Claro está que al hablar así me refiero a los lectores, médicos o no médicos, que sin una preparación deliberada abran este libro con el deseo de informarse del magno problema de la sexualidad. No me dirijo, pues, a los especialistas; éstos no tienen para qué leer libros de conjunto, pues cada cual debe tener el propio, escrito o por escribir. Aunque a veces nada beneficia tanto al especialista mejor informado como el volver a beber las aguas del manantial. 5 .- Esta definición de la intersexualidad, como concepto común que abraza todas las formas de confusión sexual, no es, desde luego, compartida por todos los autores. Para el mismo GOLDSCHMIDT tiene una significación más limitada. PEZARD(9), de acuerdo con las ideas de PONSE y CARIDROIT, distingue el hermafroditismo -presencia en un mismo individuo de un testículo y un ovario- de la intersexualidad -aparición en una glándula unisexual normal, de elementos del sexo opuesto- y del ginandromorfismo -mezcla de los caracteres sexuales secundarios del macho y de la hembra-. PEZARD observa, empero, BIBLIOGRAFIA (1) WEIL: Die innere Sekretion.3 Auf., Berlín, 1923. (2) BIEDL: Die Bedeutung des endokrinen System für die Sexualität. En Sexualreform und Sexualwissenschaft. De A.WEIL. Stuttgart 1922. (3) KYRLE: Wien .k.Woch., 1910-1583 y 1920-185. (4) SHWARZ: Geselsch. d. Aerzt. Wien., 1927, Feb. Ref. en Klin. Woch. 1927, 1.023. (5) MATHES: Die Konstitutionstypen des Weibes, insbesondere der intersexuelle Typus. En Biologie unde Pathologie des Weibes de HALBAN und SEITZ, III.Berlín, 1924. (6) GOLDSCHMIDT: Mechanismus und Physiologie der Geschlechtsbestimmung. Berlín, 1920. (7) LIPSCHÜTZ: Las secreciones internas de las glándulas sexuales. Javier Morata, editor. Madrid, 1928. (8) BAUER:Innere Sekretion. Ihre Physiologie, Pathologie und Klinik, Berlín, 1927. Edición española Javier Morata, editor, Madrid, 1929. (9) PEZARD: Caractères sexuels secondaires. En Traité de Physiologie normale et pathologique, de ROGER et BINET, XI. París, 1927. que el ginandromorfismo se relaciona estrechamente con los otros dos estados. Como que son, agregamos nosotros, apariencias distintas de un mismo fenómeno. Creo que uno de los elementos esenciales para el avance de la ciencia es la liquidación de muchas clasificaciones y terminologías y la adopción de esquemas didácticos lo más simples que sea posible. CAPITULO XVIII 1930 : La nueva teoría de la sexualidad En el transcurso de un año -concretamente desde que aparece el libro de Los Estados intersexuales en la Especie humana en 1929, hasta que el editor le avisa de que la edición ha sido agotada y que debe preparar una nueva, en 1930, Marañón ha dado un cambio substancial en sus planteamientos, cambio que se verá plasmado en las correcciones de la misma obra para su segunda edición. ¿En qué consiste dicho cambio? El cambio "En este libro —escribe en el prólogo a la nueva edición— meditado y preparado durante largos años como un estudio sobre la Intersexualidad humana, después de publicado y sometido a la crítica, a la mía y la de otros, he echado de ver que lo esencial en él no era la aportación de la casuística intersexual, sino la visión que desde estos datos surgía acerca del problema general de la sexualidad y su cronología". "A la luz de los conocimientos sobre los estados intersexuales —sigue escribiendo— se ve bien, en efecto, que el sexo de cada individuo, aun del normal, es un sexo doble; y cada uno de los dos sexos que lo forman evoluciona por separado, con una cronología típica y poco variable. La cantidad de interpretaciones útiles para el conocimiento de la sexualidad fisiológica y patológica, que se deduce de estos postulados es, como puede comprenderse, incalculable. En suma: lo que primitivamente era sólo la conclusión final de un sistema de observaciones, pasa a ser el corazón del libro. Hé ahí por qué esta nueva edición tiene una estructura distinta y hasta ostenta un rótulo diferente de la primera" (La evolución de la sexualidad, Ed. Morata, Madrid, 1930, p.X). Dicho de otra forma: Si los datos habían ido llevando a Marañón a destacar la importancia de la intersexualidad en el conjunto de la sexualidad, lo que ahora plantea es un nuevo sistema o, lo que es lo mismo, una nueva teoría de la sexualidad general. Si hasta el momento su trabajo había sido de acarreo de materiales para entender aspectos problemáticos de la sexualidad sin alterar el conjunto, de pronto se había encontrado con que dichos materiales le ofrecían la posibilidad de construir un nuevo edificio. No es otra cosa la que plantea desde 1915 y en especial desde la segunda edición de La edad crítica en 1925 en la que, por primera vez, aparece su esquema general de los caracteres sexuales, esquema que irá rehaciendo y completando durante estos años, ofreciéndole como por entregas en distintos escritos. No se trata, pues, de una corazonada o impulso repentino, como sus palabras rápidas pudieran hacer ver, aunque posiblemente el empujón de los dos últimos años fuera, de hecho, definitivo. Traducida la obra al francés, inglés, italiano,etc, sin duda será su obra cumbre y de más celebridad. Sin especiales rodeos, pues, Marañón plantea en una serie de breves afirmaciones lo que constituirá la línea central de dicha teoría nueva. "Todo el conocimineto de la vida normal y patológica de los sexos —escribe— se resiente del olvido de una verdad, conocida de antiguo, pero que el naturalista y el sociólogo no suelen tener presente con la necesaria persistencia y eficacia, a saber: que lo masculino y lo femenino no son dos valores terminantemente opuestos, sino grados sucesivos del desarrollo de una función única, la sexualidad, que entre la niñez y la ancianidad —en las que está apagada— se enciende durante el periodo central de la vida, con diferencias puramente cuantitativas y cronológicas, de un sexo a otro. "Este concepto que, desde Darwin, aparece aquí y allá, en la literatura científica, —continúa Marañón— no había logrado su apogeo porque suponía el reconocimiento previo de un hecho que repugnaba a los puntos de vista habituales en el conocimiento de la sexualidad. Me refiero a la necesidad de admitir una fase de sexualidad indiferenciada, como punto de partida normal en todos los seres humanos. Cuando se decía "la hembra es un organismo intermedio entre el organismo infantil o adolescente y el organismo viril; y éste es la fase terminal de los anteriores", se presuponía una misma raíz, sexualmente neutra o bivalente, sobre la que después habría de sobrevenir el auge de cada una de las dos sexualidades, con ritmo e intensidad distintos en cada sexo. Pero esta suposición, aun cuando se apoyaba en multitud de datos zoológicos, embriológicos y aun clínicos, no llegaba a adquirir consistencia en el pensamiento ante la idea, de abolengo secular, de que la indeterminación sexual era una anomalia excepcional, una verdadera monstruosidad, lejana y extraña a la vida fisiológica. "En estos últimos años —sigue insistiendo— se ha ido conociendo, poco a poco, el verdadero sentido de las fases de sexualidad ambigua o estados intersexuales. Son originariamente fenómenos de la más pura normalidad, aun cuando pueden tener desviaciones patológicas y, a veces, monstruosas. Sobre esta normalidad ambigua se dibuja, precisamente, la evolución fisiológica de los sexos hacia la diferenciación. Y así, con este fondo único y obligado, se interpretan claramente las modalidades normales y no normales de la vida de los sexos." (La evolución de la sexualidad, pp.1-2) Con estas bases, pues, y sobre los estudios aludidos en Los estados intersexuales, así como más allá del suyo propio, Marañón no duda en hacer la tajente afirmación de que hasta el momento "no se ha intentado, que yo sepa, la proyección de estos conocimientos sobre la evolucion general de la sexualidad", reto original y nuevo que él asume y del que "surgirá el conocimiento de la posición relativa de los sexos y de su evolución respectiva, como episodios del mismo proceso general de la sexualidad" (Ib., p. 4) Aclaraciones Al mismo tiempo que aparece la nueva edición, titulada ya La evolución de la sexualidad y los estados intersexuales (Ediciones Morata, Madrid, 1930), van viendo la luz otra serie de trabajos breves o pequeños ensayos, más especializados, con objeto de matizar y precisar una serie de aspectos del complejo campo planteado. Por ejemplo el titulado Influencia de las secreciones internas en la evolución de la sexualidad, publicado en Gaceta Médica Española, nº51, en diciembre de 1930 (O.C. IV, pp.187-201) o La intersexualidad unilateral en la especie humana, texto leído en la Real Academia Nacional de Medicina el 28 de Noviembre de 1931; o La base química de la intersexualidad, etc. que, con otros nuevos, serán reunidos en Estudios de fisiopatología sexual (Editorial Marín, Barcelona, 1931). De los posteriores a este libro, —por su carácter aclaratorio— nos parece de especial interés resaltar el escrito como respuesta a la polémica iniciada por Oliver Brachfeld con su Crítica a las teorías sexuales de Marañón, aparecido originariamente en aleman (Zeitsch fur Sexualwissenschaft, 1929,nº17) y traducido luego al castellano (Revista médica de Barcelona, 1931, nº16). La respuesta de Marañón aparece en esta última publicación en Diciembre de 1931 bajo el título Acerca del problema de la intersexualidad y luego será reproducida en El siglo médico de Marzo de 1932.(O.C., IV, pp.221-230) La crítica de Brachfeld, centrada tanto en la paternidad del término Intersexualidad como en el mismo concepto con relación a las ideas de otros tratadistas, es contestada y matizada por Marañón para centrarse a continuación "en lo que tiene realmente de original mi concepción de la sexualidad, a saber, la evolución de las dos sexualidades en cada individuo, con un ritmo distinto en la mujer y en el hombre... Esa parte, la esencial de mi teoría —sigue Marañón— se apoya en un número enorme de observaciones, recogidas y contrastadas en el transcurso de muchos años. No puedo pretender —concluye— que mis puntos de vista sean definitivos. Pero los hechos, tal como la realidad nos los enseña, se explican bien con el criterio mío y éste todavía no ha sido contradicho con eficacia por nadie" (O.C., IV, p.223). El lenguaje empleado en el debate puede ser ilustrador —por su insistencia— de la misma intención de Marañón que, más allá de la casuística, es la de elaborar una teoría, hecho que no sólo no disimula sino que reafirma. La transcripción de un párrafo del prólogo a la edición francesa de La evolución de la sexualidad —aducido por él mismo en su artículo de respuesta en esta polémica— puede ser, una vez más, un claro exponente de ello: "Es obvio —escribe— que yo no mantengo la ilusión de creer que no hay puntos flacos en el esquema global teórico que sirve de base a los datos reunidos en esta obra. Lo importante cuando abordamos un hecho científico de esta envergadura es el exponerle en su conjunto y para ello es necesario circunscribirlo en un esquema teórico, cuyo trazado se hace sobre los datos objetivos y, en ocasiones, a tientas, porque no se puede de otra forma. Debo, no obstante, reprocharme el hecho de haber avanzado opiniones, lo mismo que haber empleado términos excesivamente categóricos para expresar algunas ideas o cuestiones hasta el momento excesivamente vagas o imprecisas; aunque también reconozco que el motivo principal ha sido por razones didácticas y expositivas" (Ib., p.222) En este contexto la idea o concepto —como constructo teórico o explicativo general— de la sexualidad se revela como uno de los retos más ambiciosos, también arriesgados, que se planteó Marañón como científico. "No oculto —escribirá unos años más tarde— la preferencia por mis estudios sobre la evolución de la sexualidad" (Revisión del Concepto de la evolución de la sexualidad, 1937, O.C., III, p.445). CAPITULO XIX El mundo visto como masculino y femenino: Los caracteres sexuales El edificio conceptual que Marañón fue construyendo para entender el fenómeno sexual y que culmina con el planteamiento de su teoría está compuesto por unos materiales que, aludidos en distintas ocasiones, requieren un cierto detenimiento bajo su nombre propio. Se trata de los caracteres sexuales Tomados estos como materiales a los que recurre, se diría un almacén o cantera que Marañón, al mismo tiempo que iba ordenando sus propios conceptos, vió también la necesidad de organizar con una cierta lógica para poderlos entender de forma general. Esta organización fué lenta pero ininterrumpida hasta dar como resultado su esquema clasificativo general, aunque, como sucede con toda clasificación —y su insistencia en esto es, en ocasiones, hasta reiterativa— no pase de ser un mero recurso conceptual de ayuda para entender la realidad y nunca para simplificarla. En todo caso, siempre, para ser tomada con matices. Antecedentes La misma nomenclatura de los caracteres sexuales se había ido acuñando en los últimos años del siglo XIX. El naturalista inglés Unter ha solido llevar dicha autoría inicial terminológica: aunque quien, de hecho, más sensible a ella, trató de entrar más a fondo en sus primeras aproximaciones, fué Havelock Ellis. En el prefacio a la edición castellana de su obra, Hombre y mujer (Ed.Reus, Madrid, 1912) que es la que usó Marañón, escribe : "Antes de emprender la investigación sobre el impulso sexual en sí mismo, era necesario investigar las diferencias generales existentes entre los sexos; es decir los caracteres sexuales secundarios, mentales y físicos. Por aquel entonces —sigue escribiendo Ellis, refiriéndose a la fecha de la primera edición inglesa, es decir a 1894— nadie había logrado hacer observaciones amplias, comprensibles y ciertas, en este campo... Por consiguiente, mi tarea fue difícil y laboriosa, pues además muchos de los datos utilizados eran de dudoso carácter y precisaban un sereno examen crítico" (Ib.p.XIV). "¿Hasta qué punto —concluye el sexólogo inglés— son artificiosas las diferencias sexuales y en qué extensión radican en la actual construcción orgánica del hombre y de la mujer? Es ésta una pregunta a la cual ha sido y es, hasta cierto punto, imposible contestar de un modo dogmático" (Ib., p.XIV). En esta cuestión, pues, no se puede hablar de originalidad por parte de Marañón en el planteamiento del problema. Pero en lo que sí tiene su mérito es en afrontarlo en su horizonte global, considerado como desbordante y, por lo tanto, arriesgado. "Al llegar a la orilla de lo desconocido —escribe Marañón en 1921, justamente en las fechas en que comienza a construir su esquema general— siempre me ha parecido preferible el criterio de los que, sin perjuicio de aportar su grano de arena a la obra científica, arrojan llenos de entusiasmo, piedras en el cauce, para intentar saltar sobre ellas, como en los vados, hasta la orilla opuesta; que no el de los que esperan, egoistamente, a que esté terminado el puente de la verdad para atravesarlo sin trabajo y riesgo. Lo primero es más generoso. Y, en último término, casi siempre sobre los vados humildes se fabrican después, los puentes definitivos". (O.C., III, pp.55-56) Coinciden estas fechas —recuérdese— con aquéllas en que Marañón escribe sus primeros trabajos de los que ya nos hemos ocupado, tales como Biología y feminismo, Sexo y Trabajo, etc., todos ellos en la línea de la diferenciación sexual en los cuales los caracteres sexuales son una constante referencia; terminología que, si bien había entrado en la circulación por los biólogos —aún más entre los sexólogos— de la primera década del siglo XX, estaba a la espera de una conceptualización sistemática. La primera vez que Marañón ofrece la suya será en su texto ya citado de Biología y feminismo de 1920 como primer intento general. El esquema completo sólo verá la luz por vez primera en la segunda edición, corregida y ampliada, de La edad crítica de 1925. Luego será incluído en Tres ensayos sobre la vida sexual de 1926, para culminar de forma definitiva en Los Estados intersexuales de 1929 y, sobre todo, en La evolución de la sexualidad de 1930. Aunque sólo sea de paso, no sería ocioso advertir la necesidad de no confundir esta conceptualizacion con lo que la psicología diferencial, en el área dedicada a los sexos, iba a implantar con un auge notorio; el sentido y la dirección, aunque puedan parecerse, no coincidían; al menos en esos años. "Cuando, hasta hace poco, decíamos de un ser humano es un hombre o es una mujer, creíamos expresar todo lo que de su sexo podía decirse. El sexo era, no sólo para el vulgo, sino para los hombres de ciencia, un valor cualitativo, diferenciado y absoluto en cada una de sus dos mitades, opuestas e inconfundibles: lo femenino y lo masculino.(...) Acaso un día se pueda determinar por procedimientos bioquímicos que hoy empiezan a estudiarse, el tanto por ciento de cada sexualidd que corresponde a cada individuo; y expresar, por lo tanto, el sexo no en la forma empírica de ahora, sino según una fórmula matemática. Por el momento tenemos que contentarnos con una aproximación de esta fórmula, obtenida mediante el estudio detallado de los caracteres sexuales, esto es de los signos morfológicos y funcionales que corresponden a cada una de las dos sexualidades" (Nuevas ideas sobre el problema de la intersexualidad y sobre la cronología de los sexos, Revista de Occidente, año VI, nº LXVI, 1928, pp.257258). La clasificación El esquema clasificatorio corresponde, pues, a un cuadro de doble entrada con la referencia a los rasgos de la mujer y, en columna paralela, a los del hombre. Limitándonos a la descripción histórica y dejando de lado, por el momento, una lectura crítica del mismo en la actualidad, Marañón señala dos grandes grupos de caracteres sexuales: los morfológicos y los funcionales; y ambos, a su vez, son divididos en otros dos grandes apartados: primarios y secundarios. Pertenecen al grupo de los anatómicos primarios los rasgos genitales ya de sobra conocidos: órganos tales como los ovarios, trompas, etc. en la mujer; testículos, epidídimo, próstata, etc. en el hombre. Pertenecen al grupo de los secundarios —siempre dentro de los morfológicos— el predominio del desarrollo pelviano en la mujer sobre el correspondiente escapular en el hombre; el sistema locomotor diferenciado; la distinta distribución de la grasa; el sistema piloso; laringe, etc. Son situados en el grupo de los caracteres sexuales funcionales primarios o genitales los rasgos diferenciales relativos a la libido o instinto, el orgasmo y la aptitud concepcional o fecundante tanto en la mujer como en el hombre. Y, por fin, dentro de los denominados funcionales secundarios es situado un grupo más amplio de rasgos tales como el instinto de maternidad en la mujer frente al de acción social en el hombre, así como la diferente reacción a los estímulos afectivos, la marcha, la voz y "otras actitudes características" menores o más diluídas en cada sexo. "Todos estos detalles que ya no pertenecen a los órganos de la reproducción, pero que tienen un sello sexual, son los caracteres sexuales secundarios; muchos de los cuales, como ya hemos dicho, aprecia empíricamente el vulgo, como los caracteres sexuales primarios mismos de los que antes nos hemos ocupado. A estos caracteres sexuales secundarios nos conducen indicadores tales como la presencia o ausencia de barba, el aire nervudo y la línea robusta y escueta varonil o la suavidad del contorno femenino, etc." (Sexo y Trabajo, Revista de Occidente, Año II, nº XVIII, 1924, p.311). Con la evolución del tiempo este esquema clasificativo ha sido denominado como bipolar, puesto que plantea dos polos que corresponden a los dos sexos; aunque no es ocioso insistir en la flexibilidad de los mismos, especialmente mediante el recurso a la intersexualidad que se coloca como un comodín de ida y vuelta o intermediario entre los polos, de donde se deduce que "nunca encontramos ningún sexo neto ni ningún rasgo de carácter absoluto entre el hombre y la mujer sino una gama de variedad plástica y constante". Con este objetivo como fondo, el esquema de los caracteres sexuales no puede ser separado de los conceptos paralelos y de los que ya nos hemos ocupado como son la diferenciación sexual y la intersexualidad. Ello implica que, lejos de la tentación tópica de la tipificación, con la que en ocasiones se ha exagerado, el continuo ir y venir, en interacción, plantea los polos del masculino y del feminino como auténtico objeto de estudio, como cuadro de trabajo definido. Ello puede aclarar mejor, en fin, la idea más amplia de la evolución de la sexualidad en la que se resume la teoría general del autor. Matizaciones De esta forma puede entenderse el sentido del estudio de los caracteres sexuales como pieza clave del edificio sexológico de Marañón y de su intento, traducido a términos sencillos, de ver el mundo estructurado como masculino y femenino. La realidad sexual, concepto aparentemente sencillo, se hace de esta forma un foco de complejidades sin fin. La delimitación de este amplísimo campo hace que Marañón se centre fundamentalmente en el estudio de la génesis de estructuras evolutivas más que en la conducta en sí. Y, por otra parte, sorprende también, dentro de dicha complejidad, su acotación monográfica al hecho de ser o hacerse masculino y femenino como objetivo fundamental de la sexualidad, con exclusión de otras finalidades como son la reproducción o el ejercicio del placer erótico, de cuyos conceptos nos ocuparemos en su momento. Si bien ambos no son excluídos, tenemos la impresión de su voluntaria dedicación monográfica por ser ésta la principal y más específica finalidad del concepto de sexualidad. Por otra parte esta insistencia reiterativa en la doble polaridad del concepto mismo de sexualidad, con el recurso a las tonalidades propias de la intersexualidad, nos lleva a uno de los puntos que Marañón percibió con mayor sensibilidad como es el de la variedad dentro de lo que en su día —y en coherencia con una ya creada tradición— llamaría diversidad. Con el entendimiento desmenuzado y matizado de los caracteres sexuales, se hace también más comprensible uno de los dos principios básicos de su teoría sexual, a saber, que el masculino y el femenino no son dos valores tajantemente opuestos; aunque, en definitiva, sean el resultado de un mismo valor bipotencial. Una sexualidad, pues, será masculina si en su proceso evolutivo se inhibe —aunque no se suprima— el elemento femenino; y, al contrario, será femenina si, en dicho proceso vital, la que se desarrolla es ésta con la consiguiente inhibición de aquélla. Estos serán los planteamientos que pueden hacer entender una de las cuestiones más cruciales de la llamada "guerra de los sexos" o convivencia entre ellos. Las diferencias o semejanzas, las lejanías o acercamientos entre uno y otro sexo —pero, sobre todo entre una y otra sexualidad— plantean un punto que conceptualmente se ha prestado a confusiones. Marañón suele hablar siempre de "los dos sexos" y de "las dos sexualidades". Los caracteres sexuales y la intersexualidad sirven de puente entre ambos. La ausencia de matizaciones en estos planteamientos ha llevado en ocasiones a lecturas simplistas, tanto en el entendimiento científico como en el clinicoeducativo y social. No creo que sea forzado resumir su trabajo como el intento de explicar o comprender la vida girando en torno a este eje que es la sexualidad mediante la cual se hace el masculino y el femenino en sus incalculables consecuencias. Decir el eje sobre el que todo gira puede parecer evidentemente exagerado para quienes tenían —o tienen— una idea más bien reducida o local de la sexualidad. No lo es si se entiende en la acepción quicial en la que él siempre se la planteó y que intentó demostrar. Esta generalidad lleva a Marañón a un nuevo horizonte, poco entendido y muy difícil de explicar, que consiste en que la principal función de la sexualidad en su sentido histórico —onto y filogenético— no es ni el placer ni la reproducción sino, por decirlo con redundancia, la del sexuarse de los individuos, o sea la de hacerse sexuados, porque eso es hacerse masculino o femenino mediante el desarrollo de una u otra sexualidad por obra y gracia de los caracteres sexuales. CAPITULO XX El tiempo de "La reforma sexual" Junto al Marañón conocido como autor de Los Estados intersexuales o los Estudios de fisiopatología sexual, es decir el científico, o el clínico, hay su faceta política o cívica, por usar el término de su preferencia. La muy conocida fotografía en la que se ve a Machado presentando a Marañón, a Ortega y a Pérez de Ayala como promotores de la Agrupación al servicio de la república ha contribuído a difundir esa imagen, nada extraordinaria por otra parte, en aquel movido final de la década de los años veinte y el no menos ajetreado comienzo de los treinta. En la misma dirección son también ya harto conocidos algunos hechos tales como su papel de árbitro privilegiado, jugado en la transición de la Dictadura a la República, cuyas conversaciones entre la delegación del Rey y los nuevos líderes de la República tuvieron lugar en su despacho de la calle Serrano con el objetivo de lograr una transición sin sangre. Su compromiso en esos años le llevó igualmente a presentarse como Diputado a las Cortes Constituyentes. Alguno de sus biógrafos ha subrayado con ironía que el Cigarral de Toledo fue un sitio más concurrido que la Presidencia del Gobierno. Y, al margen de la ironía, la anécdota refleja una gráfica imagen de la realidad política y social. Negociaciones Se diría que nos encontramos con otro Marañón; aunque obviamente uno y otro son el mismo. Hay, no obstante, dentro de lo que aquí nos concierne, un matiz en el que vamos a detenernos. Se trata de su participación y sus escritos en la dirección de la que por todos era conocida, elogiada o criticada, como "Reforma sexual". Algunas obras son indicadoras al respecto. Por ejemplo Amor, Conveniencia y Eugenesia, aparecida en 1929 —el mismo año de Los estados intersexuales— y que pronto conoce el éxito de sucesivas ediciones. A ella había conducido su implicación directa en uno de los hechos sociales más polémicos como fue el derecho de la mujer al voto. Acérrimo defensor, ello no le impidió, a la hora de extraer conclusiones de sus planteamientos científicos, tomas de postura en otras áreas que, si bien igualmente polémicas no coincidían con situaciones de moda. Quizá donde más se comprometió con su prestigio fué en los movimientos de la Eugenesia, dentro de cuyo nombre se daban cita una lista de cuestiones pendientes tales como la coeducación, la regulación de la natalidad, la información sexual, el derecho al divorcio, etc. Tal es el caso de las célebres Jornadas conocidas como Pornográficas de 1928, iniciadas y luego, tras la polémica orquestada en torno a ellas, prohibidas por Real Orden bajo el motivo de ser "incitación pornográfica". De ellas nos hemos ocupado en un anterior capítulo. Curiosamente Marañón —como ya quedó anotado en su momento— había sido uno de los más obstinados negociadores para que en ellas participaran "destacados sacerdotes católicos, como los padres Sureda y Laburu, con el fin de que pudiéramos hablar juntos, y dialogar, gentes situadas a uno y otro lado de esa línea divisoria de las ideas" (Prólogo a Noguera, Moral, Eugenesia y Derecho, Ed. Morata, Madrid, 1930, p. XVIII). "Truncado al fin el proyecto por el funesto error de las autoridades eclesiásticas que prohibieron la participación de sus clérigos" (Ib., p.XIX ), los efectos no se hicieron esperar para que "las mentiras contaran más que el diálogo". Otros hechos similares le llevarán a escribir en el prólogo a La evolución de la sexualidad de 1930 sobre "los escándalos farisaicos de las derechas ciegas que no ven más allá de sus anteojos". O sobre la mediocridad de los insultos que algunas críticas le han dedicado como el de "materialista" por el único hecho de "tratar estos temas desde la perspectiva de la ciencia natural". Si sus intervenciones con la derecha no dieron resultados notorios, algo más logró con las izquierdas, como por ejemplo con la joven y revolucionaria Hildegart —"la virgen roja"— a quien no niega, por otra parte, su nombre para presidir el comité directivo de la nada neutra Liga española para la reforma sexual sobre bases científicas, constituída en 1932 con la misma Hildegart como Secretaria general. Su implicación en dicha organización no resultaba casual, dadas sus ponencias en los congresos de los últimos años organizados por la homónima Liga Mundial. Su conocida autodefinición como visceral e irremediablemente liberal, no le ahorró las obvias simpatías y antipatías de la catalogación o el estereotipo, a veces con las izquierdas por parte de las derechas, a veces justo a la inversa. Hay, no obstante, una cadena de hechos con una constante lógica que hace pensar en su propia posición, la suya, dentro de una actitud hoy bien estudiada y conocida, por otra parte común con el grupo de su generación de 1914, que se tomó tan en serio y de forma tan dramática la fe ciega en la ciencia y el progreso, a pesar de los pesares. "Molestar con verdades" Desde este dramatismo, la denuncia de la cruda realidad, recuerda sus campañas anteriores con sus artículos en la prensa sobre divulgación de salud. Aunque el filón que ahora le guía sea más explicable desde sus nuevas ideas sobre la sexualidad. "Yo creo también —escribe en 1929— que la familia es la base insustituible de hombres perfectos o que aspiran a serlo. Pero los moralistas y sociólogos han hecho de la familia un mito sentimental e intangible, que con frecuencia está relleno de dolores acerbos y, a veces, de sentimientos de hastío y de enconada hostilidad entre sus honorables miembros. Si los hijos no están, en lo posible, sanos; si no se dedica a ellos todo el cuidado material y espiritual que necesitan, si no se considera la vida y la virtud futura de cada uno de ellos como un reducto inexpugnable, que sólo debe rendirse —y aun así, porfiadamente— ante la voluntad expresa de Dios, todos los demás componentes familiares, no son sino una serie de motivos falaces para argumentos de cuentos de Nochebuena o cuadros de segunda medalla. Se me dirá que nadie piensa que la familia sea otra cosa que esto que yo digo. Pero, en la práctica, hay muchas ocasiones en que familias tan respetables ante el patrón oficial que pasarían como modelos en un concurso, están edificadas sobre un olvido bárbaro de la conveniencia de los hijos. Me atrevo a decir que es éste el caso de innumerables familias españolas: mucha virtud social, mucha moral externa, mucha unión, mucho trabajo, todo lo que se quiera; pero se mueren la mitad de los hijos, y si son muchos —es decir, si la familia se acerca todavía más al canon de la perfección— se mueren casi todos; y los que viven, se dispersan por colegios o se educan en la calle; porque el trabajo y el presupuesto de la casa no dan lugar a su cuidado entrañable, meticuloso y directo. Pues con todas sus excelsitudes, ésta es una familia reprobable ante el criterio supremo de la conveniencia de la especie, que sólo por prejuicios absurdos ha podido ponerse en oposición con los criterios de la moral." "Por tratarse de un autor oficial y respetable —sigue escribiendo— elijamos la monografía del profesor de Sociología de la Universidad Central, mi amigo don S.Aznar, titulada "La familia como institución básica de la sociedad" (Covadonga, 1926). Hace en ella una defensa de la institución familiar, que suscribiríamos todos los hombres de buena voluntad y que muchos procuramos ratificar con nuestro ejemplo; y una apología de la familia española basada en el eterno argumento de su fecundidad. Pero basta leer las propias estadísticas del autor, para convencerse, con espanto, de que la familia española, tan perfecta en muchas de sus modalidades, pierde el 37,17 % de sus hijos. El señor Aznar objetó de exageradas las cifras que yo he publicado a este respecto en uno de mis libros (Tres ensayos sobre la vida sexual, Quinta edición, Madrid, 1929); creo que mis datos, por estar tomados directamente de la realidad y no elaborados con los números oficiales, son aún más exactos y más lastimosos que los suyos. Pero, aún dándolos por perfectos, esa mortalidad de 37,17 % es una condenación suficientemente rotunda de la familia española. Puede afirmarse que de esa cifra, no llegará a un tercio —y calculo con generosidad— el de los hijos que mueren por enfermedades inevitables. El otro 20% mueren por incultura, por hambre, por descuido, por suciedad: por pecados mortales de lesa humanidad. Envanecerse de una familia que olvida así su fin primordial es no sólo inocente, sino profundamente dañino; porque el halago no hará jamás sacudirnos la ancestral modorra. Hay, por el contrario, que decir a gritos a las madres españolas que "no saben ser madres", por mucha generosidad que pongan en su empeño. Con llorar, mientras vivan, al montón de hijos desaparecidos, creen ganar, no sólo el respeto de todos —que no puede negárselas— sino el título de madres, en su sentido biológico, humano, que ciertamente no merecen. Un general que pierde, una tras otra, sus batallas, puede ser digno de respetuosa compasión en su desgracia, si se ha conducido con nobleza; pero no sirve para nada, y hay que enseñarle o sustituirle; y la mujer española va de derrota en derota, entre aplausos de los sociólogos y promesas de ganar la bienaventuranza. Que no la ganarán, porque no hay pecado comparable a la ignorancia de su supremo deber; que no es traer hijos a este mundo, sino conservarlos. Ya sé que es peligroso decir las cosas ásperas y justas a quienes hace siglos oyen sólo las mismas lisonjas; pero prefiero siempre, como Séneca, molestar con la verdad que agradar con el mentido halago". (Amor, Conveniencia y Eugenesia, Ed. Historia Nueva, Madrid, 1929,pp.18-20). Tonos altos En este contexto, mientras, por un lado continúan sus trabajos de carácter científico especializado, su labor comprometida en colaboraciones educativas y culturales sube también de tono, muy al ritmo del vértigo de esos controvertidos años. "En qué escuela, en qué Universidad —sigue escribiendo— se llama a los jóvenes, sobre todo a los de sexo masculino, y se les habla serenamente y por lo largo, de la transcendencia social del casamiento? Los moralistas y los médicos hablan del sacramento todavía con las mismas palabras de San Pablo: "Si no teneis don de continencia, casáos; que mejor es casarse que quemarse" -Corintios,I,79-. "Cásate para evitar enfermedades", agrega el higienista. Pero la verdad es que si el matrimonio fuera sólo eso, no tendría más valor que cualquiera de las drogas que se mandan a comprar en la botica de enfrente. Una droga excelsa, si se quiere, pero nada más... Sabemos, deseamos —sobre todo las mujeres— que los hijos vengan después de efusiones corporales del amor. Pero nadie nos instruye sobre la transcendencia y sobre la técnica de esta misión suprema. A los hombres se nos da por suficientemente enterados con la experiencia de los burdeles. A las mujeres no se las dice nada para no herir su candor. Después de casados, se supone que, roto el misterio, ya está todo sabido. Y sólo, quizás, los días antes de la boda hay una explicación a medias palabras; cuando no se delega toda la misión informativa en el apóstol San Pablo, cuyos excelentes consejos, por lo menos, debieran leerse el día mismo en que se conocen los novios, y no delante del altar, cuando el espíritu no está para epístolas y, sobre todo, cuando las cosas no tienen ya remedio." (Ib., pp.28-29). "Es, pues, preciso —concluye— que hablemos claramente a los jóvenes aún libres de matrimonio y a los padres y maestros que han de aleccionarlos, para que imbuyan en el cráneo de aquéllos la gran verdad, tan sabida pero siempre soslayada, de que el matrimonio no es una estación de término en la vida, sino una simple estación de paso, de donde debe de arrancar una nueva vida humana. El ideal es que este interés altruista, el interés paternal, coincida con el interés egoista, el conyugal. Pero no siempre ocurre así, y ésta es otra de las grandes tragedias del matrimonio." (Ib., p.30). "Seis años de lucha" "En el mes de mayo de 1926 publiqué la primera edición de mi libro Tres ensayos sobre la vida sexual —escribe en Raíz y Decoro de España,aparecido en 1933— al que tomo, por ser mío y sólo por esto, como punto de referencia para cronometrar la evolución de estos aspectos trascendentales de la psicología nacional. Seis años han trascurrido apenas, y asombra la distancia que nos separa de entonces, cuando, en efecto, la medimos, no con la medida cronológica, sino por el desnivel entre la actitud de los españoles medios de entonces y los de ahora, frente a los problemas de la Eugenesia." "En aquel libro —continúa escribiendo— apareció la primera estadística española acerca de la relación entre la cantidad de hijos y la mortalidad infantil; estadística que, desde luego, era casi una reproducción de lo que ocurre en los demás países de contextura social semejante a la del nuestro. El hecho era una brutal capacidad demostrativa. En las clases populares de España, entre los obreros y las capas más bajas de la pequeña burguesía, la mortalidad infantil pudiéramos decir que es aceptable —si la muerte de un niño no nos causase siempre una reacción de rebeldía— en tanto que el matrimonio no pasa de los cinco hijos. A partir de este número, la mortalidad empieza a crecer en proporciones atroces. Ya las familias de nueve hijos dan una mortalidad media que se acerca al 60 por 100, y por encima de ese número la muerte se ensaña con furia progresiva en los hogares a medida que son más numerosos, terminando por llegar al 90 por 100 en el tipo medio de estos matrimonios ejemplares y heróicos, aún frecuentes en nuestras clases bajas, en los que la mujer ha concebido, alumbrado y a veces criado más de diecisiete, dieciocho o veinte criaturas." "La reacción que esta publicación, que tuvo una divulgación rapidísima, produjo en nosotros, —sigue aún escribiendo Marañón— ha sido una de las más provechosas experiencias de mi vida. Esta reacción tenía, visiblemente y desde el principio, dos capas o estratos. Una, la más externa, de escándalo y protesta. Se tachó al libro —y a su autor— de inmoral y disolvente. Doctos pero ligeros moralistas prohibieron su lectura. Y no obstante, bajo esta cáscara erizada de púas se formó, al punto, otra corriente de comprensión a la verdad —verdad no mía sino de la vida a la que serví de intérprete—, corriente de reconocimiento de la transcendencia de un hecho monstruoso, que vivía entre nosotros, inadvertido, alimentándose con la sangre de millares y millares de seres inocentes: contribución tremenda de carne humana en flor que los padres españoles pagaban y pagan todavía al tirano más bárbaro de cuantos han azotado a la humanidad, que se llama la Ignorancia. Es justo que añada que en esta segunda reacción de rebeldía nobilísima, ante la magnitud de la tragedia de la maternidad española, me acompañaron no sólo las gentes juveniles y progresistas, sino espíritus serenos de la llamada derecha, imbuídos de sentido conservador; algunos, desde luego, católicos militantes, incluso sacerdotes. Uno de ellos, de los más calificados, lo proclamó así en público y con ocasión de la mayor solemnidad" (Raíz y Decoro de España, O.C., IX, pp. 41-42). "La reacción antisexualista" En esas mismas fechas tuvo lugar un acontecimiento que iba a pasar a la historia mundial de la tragedia: fue la subida de Hitler al poder en 1933. Y, por lo que concernía al campo que nos ocupa, la generalizada persecución sistemática de la llamada "propaganda sexualista". La quema de la biblioteca del Instituto de Sexología de Berlín, dirigido por su admirado Magnus Hirschfeld fue uno de esos hechos. Por ser Freud más conocido y obviamente de mayor repercusión, hé aquí su postura y comentario. "En estos días, los estudiantes alemanes han quemado, en público auto de fe, los libros de Freud. Este suceso triste y fugaz, que tanto nos ha dolido y que no será pronto olvidado, nos induce, no obstante, a fijar nuestra posición frente a la obra del gran psiquiatra, al que el acto inquisitorial añade nueva categoría y nuevo motivo de eternidad. "En la hoguera en que han ardido los volúmenes de Freud no ha querido en realidad, aniquilarse, ni siquiera simbólicamente, su obra. El sentido del atentado es una reacción -no desprovista, allá en lo hondo de la intención, de fundamentocontra un exceso de literatura sexual, en la que se mezcla la ciencia con la basura, de modo tan íntimo que sólo los doctos pueden, y no siempre, separarlas. "El tema tiene, además, un interés nacional. Varios escritores españoles han expresado, en efecto, su preocupación por el creciente aumento en nuestro país de las publicaciones literarias, pseudocientíficas y científicas, acerca de la sexualidad. "Cursos —dicen— , conferencias, manuales científicos, ensayos, novelas, dramas..., todo está impregnado de esta nueva modalidad del pensamiento. Parece que no hay otro tema para los escritores: y que nada más que esto suscita el interés de los públicos. Parece, en suma, que en el mundo no existen más problemas que los del sexo. Hay que atajar —concluyen— la inundación y reaccionar contra el influjo de ese genio maléfico de nuestra época, que se llama Freud. "Yo no me atrevería a decir que voy a poner las cosas en su punto; porque esto, que parece tan fácil, está siempre fuera de nuestro alcance en toda cuestión que afecta fundamentalmente a una epóca. El hombre tiene que encaramarse en el tiempo para ver con la necesaria perspectiva estas cuestiones de trascendencia universal y profunda. Y este pedestal hecho de tiempo excede, por lo general, al de la duración de la vida humana. Serán, por lo tanto, nuestros hijos, o nuestros nietos, los que vean claro en el gran remolino de opiniones que hoy nos preocupan. Pero nosotros tenemos también nuestro deber, que es no hablar a la ligera de cosas que son trascendentales." (Raíz y decoro de España, (Ib., p.69). La reacción antisexualista, pues, que emergía por centroeuropa, venía a coincidir con la crisis, visible ya en España, tras la fase que sigue al hervor entusiasta de los primeros años de la República. Por ello, las tomas de postura se hacen cada vez más problemáticas en algunas cuestiones como ésta de la vida sexual y sus consecuencias individuales y sociales. La "reforma sexual" se conflictiviza hasta la crispación. Los planteamientos científicoteóricos de Marañón se vuelven más susceptibles de interpretaciones diversas —y no precisamente agradables— más aún si sus ideas circulaban, como era el caso "más movidas por la pasión visceral que por la sosegada razón griega" tan difíciles de combinar. CAPITULO XXI La nueva relación entre los sexos Si la entonces llamada "Reforma sexual", fué entendida mayoritariamente en clave sociopolítica, en especial por la turbulencia de esos años —y Marañón entró en ella—, bueno sería no olvidar el otro lado oculto de sus intereses, más inclinado a "remover obstáculos anclados en el alma humana", es decir más duraderos que la simple moda. Su concepto radical de sexualidad "como valor único, cualquiera que sea el sexo de los individuos" y "como modelador desde las más arcanas raíces hasta las más inimaginables consecuencias del espíritu", puede explicar su obsesiva crítica del llamado "varón tipo", lo mismo que el de "mujer tipo", fuertemente enraízados ambos en tópicos más que en realidades observables. Muchos datos relativos a la construcción de la sexualidad en ambos sexos han sido ya descritos al hablar de los caracteres sexuales. Se trataba entonces, decíamos, de ver cómo dichos materiales se iban colocando y repartiendo para perfilar los dos modos dominantes —y nunca netos ni exclusivos— del masculino y del femenino. Detalle a detalle, rasgo a rasgo, se trataba de ver cómo se iba formando lo que caracterizaba de forma diferencial a un hombre o a una mujer concretos: este hombre, esta mujer. Hay, sin embargo, modelos que se escapan a los métodos de observación del biólogo y que son más propios del historiador o, por resumir, del humanista. El resultado es una idea de hombre y de mujer que, de forma general, domina en la educación y la cultura. Se trata de los prototipos y los mitos que necesitan un replanteamiento. Forma, pues, éste, un capítulo que ocupó a Marañón con reiterada frecuencia y, para concretarlo y analizarlo, recurrió a su concepto de donjuanismo desde muy distintos puntos de vista, pero que, curiosamente, le iban llevando poco a poco en la misma dirección como síndrome generador. En él se unían demasiados elementos como para abordarlos a la vez. Por eso no es de extrañar que le encontremos extendido a lo largo de sus escritos tanto biológicos, como históricos, sociales o clínicos. Su diagnóstico, por momentos reiterativo —más aún, obsesivo— le hizo perfilar la idea de un hombre nuevo y una mujer nueva que emergían ya tras el final de "este virus, esa peste, esa epidemia del donjuanismo y el machismo". "La muerte de Don Juan" "Con una cierta —leve— vanidad, suelo considerar a veces la parte que he tenido en el apogeo actual del renombre y del deseo interpretativo del gran burlador de mujeres", escribía en 1933, en un prólogo titulado Más sobre Don Juan, con motivo de la obra dramática de Manuel Villaverde, estrenada en el teatro Beatriz de Madrid el 29 de Octubre de 1932 (O.C., I, p.547). "Don Juan —sigue escribiendo— vivía y vive en la entraña o en la ideología de los seres humanos como una realidad cuyo sentido no nos preocupamos de definir. Vemos pasar a nuestro lado a los grandes y pequeños donjuanes sin preguntarnos qué hay dentro de ese nombre lleno de magia; qué representa, en el amor, la actividad insaciable de este amador audaz, y qué significa la caída apasionada e inexorable de sus mujeres. El pensar en todo esto, al margen de tanta y tanta exégesis literaria, era preciso para acabar con el maleficio del mito donjuanesco. El mito, todo mito, se derrumba así que su peana de arcilla es perforada por el estilete agudo de la verdad. Algunos, no muchos, biólogos han puesto su afán últimamente en esta tarea. También nosotros, y nos complace el ver la eficacia de nuestra acometida. Yo creo en la muerte próxima de Don Juan. Su realidad, que todos reconocemos, no es superior a la que tuvieron ciertas especies animales que están en trance de extinguirse o que han desaparecido ya, sencillamente porque se han hecho inútiles sobre la tierra. "Contra Don Juan conspira el ambiente, al progresar el instinto del varón, pero con más empuje y más rapidez, al progresar el alma femenina. Toda la táctica amorosa del Don Juan y la raíz de su existencia asienta en el postulado previo de la inferioridad del instinto femenino, una inferioridad de acento netamente masoquista, muy propia de las etapas incivilizadas de la humanidad, que encuentra su satisfacción en la entrega voluntaria a aquél que nos va a hacer daño, a engañar, a desestimar y a olvidar. La mayor revolución y la más típica de nuestro tiempo es precisamente ésta: la conquista de la dignidad de su sexo que está haciendo la mujer, fenómeno transcendente, mucho más que los mayores cataclismos políticos y económicos." (Ib. p. 548) El espejismo de Carmen Ahora, se diría que "muerto el perro, se acabó la rabia" y que, por lo tanto, muerto Don Juan, acabaría la agresividad que él le proporciona. O tal vez el gusto morboso, incluído el ensañamiento, no sea sin motivo. Tampoco, por otra parte, eliminado Don Juan, ve el camino expedito; una especie de intermedio le hace detenerse en una figura femenina que, por revancha, viene a ser el intento de copia del mismo burlador. "Hay en la fauna femenina —continúa escribiendo Marañón en este año 1933— un tipo de mujer paralelo al de Don Juan, que es Carmen. Este nombre tiene el sentido representativo de un equívoco tan dañino como el del propio burlador. En un libro reciente hemos iniciado este tema que en otro lugar será desarrollado. Carmen representa la mujer ardiente e insaciable, devoradora de hombres, como Don Juan consume, una tras otra, en su abrazo fugitivo, a la mujer de cada una de sus noches de amor. Y así como Don Juan, el conquistador por excelencia, no es —hemos insistido tanto y tanto sobre ello, con varia fortuna pero con creciente convinción— el varón arquetípico, así también no es Carmen, contra el común sentir de las gentes, la mujer sexualmente superada, imbuída de pura y genuína feminidad. "Si Don Juan es conquistado y Carmen es la conquistadora, parece que la vida de los instintos debiera automáticamente ponerlos en contacto: que Don Juan se dejase envolver en la capacidad captante de Carmen y que ésta buscase entre los donjuanes sus victimas. No es así, sin embargo, y se explica bien. Don Juan conquistado por Carmen, dejaría de ser Don Juan; porque su conquista perdería su rasgo de aventura; haría inútil su labia desbordante, sus tretas, su deslealtad, su oro y su Ciutti: todo, en fin, lo que da apariencia de hazaña a su propia rendición. Para que no ocurra así, las mujeres habituales del Don Juan son todo lo contrario: supermujeres, tímidas, casi infantiles, monjitas gazmoñas o esposas incapaces de romper un plato. Y en cuanto a Carmen, desdeña, por las mismas razones, al conquistador: necesita hombres trágicamente viriles, de tal virilidad que los incapacite para la defensa... Por todo esto —concluye— Don Juan y Carmen no se encuentran en la vida jamás" (Ib., p.548). Las referencias a esa Carmen —es nuestra interpretación— no están lejos de sus alusiones a un tipo de feministas agresivas que en él siempre se sitúan como "Cármenes" o encarnadoras de su imagen. Aunque el mismo término era, y sigue siendo, tan amplio y ambiguo, que seguramente sea preferible precaución a este respecto. "El nacimiento de la mujer moderna" Pasado, pues, el espejismo, —y siguiendo la lógica de su esquema mental de "los vasos comunicantes en que se juegan las relaciones de los sexos"— Marañón parece no poder dejar de testificar su resultado paralelo: el de la emancipación y la liberación de la mujer moderna en beneficio de ambos sexos. "En otro lugar —escribe— he expresado mi convinción de que en esta obra de remover los obstáculos tradicionales, han de tener un papel decisivo las mujeres. Decía Oscar Wilde que las tiranías verdaderas, las más largas y violentas, eran las ejercidas por el débil sobre el fuerte. En el comercio de los sexos es asimismo exacto que, a medida que la mujer está socialmente más domeñada por el sexo masculino, es éste más profundamente exclavo de la mujer. Por eso en los países como el nuestro en que la mujer necesita con urgencia emanciparse, yo —que dicen que soy antifeminista, y que a veces me lo llamo yo mismo— deseo la insurrección de la mujeres, porque sé que cuando triunfen ellas, serán los hombres los que, en realidad, se emancipen. "La intolerancia y la noñez de la mujer española —sigue Marañón— es mucho mayor que la del hombre, porque es más profunda su ignorancia. Y esta ignorancia, que la hace en la vida material y legal medio exclava del varón, la hace también la dueña del espíritu de éste, porque mientras más sometida, es, biológicamente, más mujer, y está en más plena posesión de su imperio sexual puro... Cuando la mujer se ennoblece por el conocimiento y se emancipa, automáticamente adquiere todas las libertades legítimas ante la vida y el derecho de que hoy gozan las mujeres modernas. Pero pierde, automáticamente también, el conjuro misterioso para subordinar a su deseo el espíritu viril. Puede votar, puede salir a la calle sin permiso de su esposo, puede hacer la competencia al hombre en la lucha por la vida; puede, en fin, mandar materialmente sobre el pueblo desde los cargos públicos; mas ya no mandará nunca en el hogar cerrado, sobre la conciencia del hombre. "Por eso —concluye— en España, donde las mujeres intolerantes y de moral estrecha imponían su intransigencia y su pequeñez de miras al varón, que creía de buena fe que él era el que llevaba el timón de su actuación social, al acudir, como hoy acuden, en masa, a las escuelas y a las universidades, adquirirán la tolerancia y la amplitud ética que da el conocimiento, y sólo él. Los hombres tendrán nuevos competidores en la vida pública; pero serán mucho más independientes; y por los dos caminos ganará el progreso" (Amor, conveniencia y eugenesia, Ed.Historia nueva, Madrid, 1929, pp. 223-224). Evolución El paso de los años, en esas dos décadas tumultuosas, calificadas por él mismo de "auténtico giro histórico" ofrecen en su evolución una cada vez más clara afirmación de la figura femenina tanto en su avance personal como social. Junto a afirmaciones cada vez más claras en esa dirección, encontramos, también cada vez más articulada, la idea de mutua interdependen- cia en la vida y relaciones de ambos sexos, verdadera clave y motor de la sociedad y de la historia "en la que nada de lo que sucede puede interpretarse si no es en relación con su actividad sexual" (Ib., p.153). Esta insistencia en la referencia sexual tiene para Marañón —no es ya necesario recordarlo— un sentido radical, o sea de raíz, que llevará al ser humano a una improntación general. Entre un hombre y una mujer —escribirá unos años más tarde— puede surgir o no surgir el amor carnal y podrá hablarse en sentido "más directamente sexual"; pero, en todo caso, "acentos indirectos de sexualidad hay siempre entre un hombre y una mujer" (Antonio Pérez, O.C., VI, p.223). Aunque sólo sea de paso, cabría añadir la coherencia en el uso de un lenguaje específico, con las matizaciones propias de su pensamiento general concretado en su teoría. CAPITULO XXII La homosexualidad: un debate a varias bandas En medio de estos debates del Marañón ciudadano —o al margen de ellos, si se pueden establecer lindes, en todo caso no fáciles— no conviene olvidar que la idea central del Marañón científico había traído consigo un nuevo planteamiento o encuadre conceptual de la sexualidad que no cesaba de extenderse a muy distintos planos. El criterio descriptivo del investigador sustituía —en su planteamiento— al moralizador tout court o al activista social. Y, aunque es obvio que puede moralizarse desde cualquier planteamiento, ese nuevo enfoque o perspectiva ofrecía otras consecuencias o, al menos, otra dinámica en el juego de las fuerzas. En todo caso se trataba de la aportación de unos criterios explicativos o comprensivos del fenómeno sexual en su génesis y desarrollo, más acordes con la ciencia que con el acostumbrado enjuiciamiento bajo criterios de moral. Esta podía ser, sin niguna duda, la primera novedad de la aportación, sin menoscabo de otros añadidos o interpretaciones posteriores en la exigencia clínica, social o educativa. El giro fundamental estaba dado con la idea central de la diferenciación sexual. La clave intersexual Siguiendo su proceso, Marañón había entrado en el otro concepto, el de la Intersexualidad. Se trataba, como ya quedó indicado, más que de una idea nueva, de un matiz distinto de la misma idea o de un paso más en la misma dirección iniciada. Y, si las dificultades para el entendimiento de aquélla fueron claras, las de éste no van a ser menores. Señalaremos aquí una que no es la principal pero sí tal vez la más indicativa por sus repercusiones especialmente polémicas. Se trataba, por nombrarlo en términos genéricos, de una invitación a despatologizar gran parte de los planteamientos considerados como tales hasta entonces. Dicho de otro modo: se trataba de ver como un hecho común y frecuente muchas de las manifestaciones de la sexualidad que en general sólo eran vistas como anomalías, perversiones, desviaciones o enfermedades. Las consecuencias de ello, obviamente, pueden ser entrevistas como fuertes. Tal vez sea, pues, éste el comienzo de una nueva polémica sonada. En realidad, como ya se anotó, la idea no era absolutamente nueva. Havelock Ellis, Ivan Bloch, Magnus Hirschfeld y otros —en parte Freud, más conocido del gran público— habían escrito bastantes obras planteando esta nueva óptica despatologizadora. Aunque la escasez de los datos de procedencia biológica había llevado a esos autores a argumentaciones más acentuadas desde las ciencias sociales, incluyendo en ellas la psicología, la antropología y la historia. La novedad de Marañón, pues, aparte de la aportación de nuevos elementos, era la de haber centrado su edificio conceptual para este planteamiento en la intersexualidad sobre los datos nuevos de la biología. Aún así, el recurso a estos autores no es nada tangencial como lo prueban algunos datos: A Hirschfeld le cita abundamtemente en su libro de Los estados Intersexuales, aparte de su correspondencia personal con él. En cuanto a Bloch, él fué su introductor en España prologando en 1925 su obra La vida sexual contemporánea (Ed.Internacional, Madrid, 1924), lo mismo que sucederá con La vida sexual de los salvajes de Malinowski (Ed. Morata, Madrid, 1932). En cuanto a los escritos de Ellis, son una fuente constante entre sus citas en toda su obra. Por lo que se refiere a su seguimiento de Freud es también un hecho conocido, sin obviar una confrontación crítica en algunos puntos claves. En consonancia, pues, con ellos, nada le impide ir en su misma dirección y desde su óptica biológica que es la que específicamente desarrolla. Y es desde ella desde la que sus afirmaciones no dejan ninguna duda. "Tengo que decir desde ahora —había escrito— que los estados intersexuales no son estados de perversión, de anormalidad monstruosa o pecaminosa del instinto, tal como muchos parecen interpretar esta vasta y reciente rama de los conocimientos biológicos. La intersexualidad —subraya— es un elemento de la normalidad sexual actual, y su conocimiento uno de los puntos de partida de la normalidad futura. Las anormalidades sexuales —la homosexualidad principalmente— constituyen tan sólo un capítulo aislado en la larga serie de los que forman este estudio. Casi todos los seres humanos están tocados, en mayor o menor grado, de una sombra de intersexualismo, sin detrimento de su normalidad sexual" (Los estados intersexuales, p.X). El test de la homosexualidad Pero, frente a las constantes afirmaciones o intentos de demostraciones en el plano de la experimentación científica, la explicación sobre la homosexualidad se alzaba como un test social, o sea como una de las pruebas más duras. El hecho de que ésta se encontrara —y se encuentre— viva en la sociedad y no sea clínicamente demarcable como otras variantes de la intersexualidad, contribuía a una exigencia de precisiones más claras y definidas, que obviamente sobrepasaban tanto al científico como al profesional para conectar directamente con el debate social. Todo ello constituía un problema de mayor envergadura —por su amplitud— de lo que podría parecer a simple vista. En ese encuadre, Marañón afirma su entendimiento de la homosexualidad como estado intersexual, segmento, grado, fase, etc. de un proceso en el que, en lugar de primar la misma homosexualidad como problema, acentúa su carácter de matiz dentro del continuo general, objeto de su interés. En otros términos, si en dicho continuo la masculinidad y la feminidad son categorías, la homosexualidad y la heterosexualidad podrían ser anécdotas. Y, dice él, lo principal no debe distraer de lo accesorio. Si lo principal es investigar cómo se hace un hombre o una mujer —diríamos hoy en nuestros términos— todo puede ser más esclarecido partiendo de este continuo referencial. Esto equivalía a sacar a la homosexualidad de la categoría de problema para verla como un estado intersexual, uno más de los muchos estudiados. Sin duda este planteamiento era teórico y quicial, pero también tenía el riesgo de no ser entendido desde el nivel planteado. La dificultad, pues, consistía en querer llevar una sensibilidad nueva hacia un planteamiento distinto del que pudieran extraerse unas consecuencias prácticas distintas a la hora de hacer inteligible un hecho excesivamente polarizado como morboso. Si Marañón estaba descubriendo un filón de gran utilidad, el problema se planteaba más bien desde el punto de vista didáctico o pedagógico, o, si se prefiere, estratégico, en su diálogo con el público. Y —no es necesario insistir— el ambiente no era propicio para las ideas, aunque fueran innovadoras, —incluso por ello— sino para los hechos y las reformas inmediatas. Y más para la polémica de posturas previas que para los matices ante un objeto de estudio. La situación de Marañón, pues, ya de por sí polémica y controvertida por otros focos de interés, seguirá nadando entre estas corrientes distintas y tratando de conjuntar demasiados detalles entre ellas. Tal vez sea eso lo que hará que la idea primera, en lugar de salir cada vez más neta, termine por ser desdibujada no sólo en su transmisión sino incluso en su mismo planteamiento. Tras sus obras ya citadas, en varios textos se ve empujado a insistir y a explicarse directamente sobre la homosexualidad abordada como debate específico. "Más difícil todavía" En Julio de 1929 —recién aparecido su libro sobre Los estados intersexuales— escribe el prólogo a la segunda edición de El Angel de Sodoma de Hernández Catá que, en la primera, había provocado un escándalo general. Con tal motivo recapitula su pensamiento y aclara su posición favorable a la tolerancia y al conocimiento más que a la condena fácil. Pero el marco de su texto, como prólogo a una novela, le lleva a centrarse en la imagen social del homosexual y en la enorme dificultad de lograr una idea precisa del hecho, razón de más para no ejuiciar tan a la ligera. En Septiembre del mismo año escribe un nuevo prólogo, esta vez más polemico y comprometido, puesto que se trata de la histórica y consagrada obra de André Gide, más que escandalosa, vitanda, como era su Corydon. Si El Angel de Sodoma había provocado un escándalo local, el Corydon tenía la aureola de un prestigio internacional; y ofrecía otra característica: aparte de la homosexualidad conocida y reconocida de su autor, el libro no era exactamente una obra de ficción sino de discusión sobre los principales argumentos que la ciencia y la moral venían empleando con el objetivo de desacreditar lo que para Gide no sólo era visto como un defecto, ni un vicio, ni una enfermedad, sino como un auténtico privilegio de personalidades elegidas. El prólogo que le habían solicitado a Marañón, para la edición castellana, era un auténtico reto demasiado evidente. Tal vez fueron estas características las que llevaron al ya controvertido prologuista a optar por un género distinto a todos los otros prólogos. Mimetizándose, pues, con la obra de Gide, escrita en clave de diálogo socrático, lo que él hizo fue, como su mismo título indica, un Diálogo antisocrático sobre Corydon. Quizás sea éste uno de los textos en que el Marañón científico y clínico, confrontado con el humanista y hombre de la calle, revela contradicciones imposibles de casar. Mi amigo Angel Oroz no duda en afirmar a este respecto, entre la matización comprensible y la no excluída crítica severa: "Marañón no pudo, no supo o no quiso extraer todas las consecuencias positivas de su teoría biológica de la sexualidad debido al estrecho marco social, moral y religioso de su época" (La concepción del sexo y la sexualidad en G.Marañón, Documetnación interna del In.Ci.Sex., Madrid, 1988, p.11). Por tercera vez en ese año 1929 —ya por tantos motivos, fecundo— escribe directamente sobre la homosexualidad. Se trata de un artículo titulado La homosexualidad como estado intersexual, aparecido en el nº57 de la Revista Médica de Chile. En él, aprovechando un marco claro y definido como es el público médico, afronta el problema con la claridad del especialista y, por lo tanto, con más decisión y coherencia, dentro del sesgo propio de la clínica. Y, por fin, aparte de otros de menor relevancia, podemos leer un nuevo texto con fecha del 10 de Septiembre de 1936 —iniciada ya la guerra— aunque aparecerá más tarde, como prólogo al libro de L.Ribeiro, Homosexualidad y endocrinología (Ed. Alvés, Río de Janeiro, 1938). Su título no admite escapatoria como científico: Mi concepto biológico de la homosexualidad. (O.C., I, pp.169-178). Una pregunta sin respuesta Esta trayectoria de enfoques o explicaciones a varias bandas, dadas las distintas implicaciones del hecho homosexual, no podía estar exenta de controversia, ya que muy pocos seguían todas, con los ineludibles solapamientos entre ellas. Pero para componer la idea global que Marañón iba construyendo, o trataba de construir, en torno a este problema polémico, faltaban bastantes datos en un cuadro más deseado que real en torno a los conocimientos científicos. La mayor intriga de Marañón a propósito de la homosexualidad es, sin lugar a dudas, la de su origen. En el ambiente científico de la época, asumida o no la actitud de tolerancia, la discusión se centraba en explicar cómo un hombre o mujer se hacen homosexuales. Iba en la misma dirección de su propia teoría cuya base radicaba en explicar cómo se hace un hombre y cómo se hace una mujer, o sea, un masculino y un femenino en la ya comentada linea de la diferenciación sexual. Se trataba, pues, de responder, dentro de estos conceptos más amplios, a otros conceptos más concretos. Las respuestas que circulaban iban en dos grandes direcciones: Para unos se trataba de una cuestión congénita, orgánica, etc.; para otros era un producto de la educación y el ambiente. Entre ambos, la teoría de Marañón ofrecía novedades en base a la idea de diferenciación sexual e intersexualidad por la vía de los caracteres sexuales. Por ello, frente a la excesiva polarización de los autores en una u otra posición —organicistas o psicologicistas, para entendernos— la hipótesis de la homosexualidad como estado intersexual era afirmada por Marañón como un producto complejo y combinado, es decir, lleno de matices; lo contrario a una respuesta simplista. Pero hay no obstante una obstinación patente en la contínua y reiterada persistencia de esta hipótesis. Y es que, a pesar de que los datos endocrinos no ofrecían ninguna aportación específica para hablar de un origen hormonal en la cuestión de la homosexualidad, Marañón, aun sin pruebas, sigue manteniendo la exigencia de "un elemento orgánico y no sólo funcional" como clave explicativa, si no total, al menos condicionante; incluso más —ya que no encuentra otra causa evidente— como predisposición. No deja de resultar intrigante esta insistencia que va desde los primeros escritos y sobre todo en su obra cumbre de 1930 hasta las últimas referencias de sus trabajos. Es lo que se ha conocido como "su hipótesis hormonal", impossible de entender —incluso dificil de aceptar— puesto que habría que dejar pasar varias décadas para que pudiera avanzarse con las investigaciones en torno a la diferenciación sexual cerebral y más concretamente centradas en el período fetal. Visto desde hoy, sí podemos entender el sentido de la búsqueda de Marañón así como su imposibilidad de encontrar un resultado, aunque sólo fuera por las limitaciones de carácter tecnológico en la misma investigación. En su artículo Intersexualidad histológica e intersexualidad química, ya citado, de 1931, había rayado, de forma obstinada, con esos datos. No obstante su búsqueda se centraba en adultos y la clave estaba mucho antes, o sea en el embrión. Dörner y otros autores serían sus confirmadores, no sin reavivar las conocidas polémicas y lejos de pruebas llamadas definitivas. Pero todo esto sucedería después de la muerte de Marañón y no es la cuestión que aquí nos ocupa. CAPITULO XXIII El historiador de vidas marcadas por el sexo Algunos biógrafos de Marañón han señalado con ironía que éste, no contento con tener entre sus pacientes a "la flor y la nata de la sociedad de su época" termina por dirigirse al pasado en busca de personajes más célebres. Su faceta de historiador de vidas creará —como es sabido— un estilo particular y propio. Pero lo interesante, a efectos de lo que aquí nos ocupa, es ver qué clase de historias busca para investigarlas y a qué le conducen sus trabajos. En efecto, si la idea de evolución biológica ha sido, hasta el momento, una preocupación constante, lo que parece interesarle del pasado es la búsqueda de historias biográficas; dos hilos de la misma realidad que, como en un damasquinado toledano, tratará de conjugar e ir tejiendo. No creo que sea desacertado —en todo caso ésa ha sido nuestra percepción— afirmar que esos distintos hilos giran en torno a una misma preocupación o eje de interés: el ser humano en el tiempo o, por utilizar el título de uno de sus libros aparecido en 1932, Vida e historia. Se trata, en definitiva, de biografiar la vida biológica, unida a la historia humana. Es lo que llamará biografía biológica "procurando siempre recomponer la fuente humana de donde los hechos brotan" (Discurso de ingreso en la Real Academia de la Historia, 1936; O.C., II, p.139). La vida de hombres y mujeres Sobre este fondo hay dos figuras que sobresalen de continuo: el hombre como hombre y la mujer como mujer, ambos con sus problemas particulares y ambos también con sus problemas entre ellos. Eso es, en definitiva, lo que Marañón señala cuando habla de "sus vidas marcadas por el sexo". Los historiadores han solido resaltar que, en torno a 1930, Marañón entró en su campo. El primer estudio significativo, a este respecto, es su Ensayo biológico sobre Enrique IV de Castilla y su tiempo, aparecido en ese año, ya, por otra parte, conocido por La evolución de la sexualidad. Al año siguiente a la aparición de este estudio sobre el célebre impotente sexual —el más famoso de nuestra historia— Marañón publica en la Revista de Occidente (Diciembre, 1931), sus Notas introductorias a Amiel, otro personaje "dominado por la timidez sexual", para aparecer a los pocos meses, su volumen Amiel (ed. Espasa Calpe, Madrid, 1932) como estudio sobre el extraño e intrigante profesor de Ginebra. Pero, poco antes del estudio sobre Enrique IV, había publicado su Historia clínica del caballero Casanova en la Revista Sagitario (Diciembre, 1927, Santiago de Chile). Y no puede olvidarse que esta historia —y todo su conjunto— va unida a sus primeros escritos, ya aludidos, sobre la figura de Don Juan, iniciados en 1924 —en la Revista de Occidente, como ya quedó anotado— y tras los cuales estuvo siempre en su intención una obra más en profundidad, incluso anunciada como "de próxima aparición", aunque sólo sería concluida mucho más tarde, es decir durante su estancia en París; concretamente en 1938. Estos personajes de la historia aparecen en la vida de Marañón precisamente al hilo de sus trabajos ya vistos sobre la sexualidad y es durante esos años —y de forma paralela— cuando entra de lleno en su faceta como historiador, con la intención —señala— de "aplicar a la historia los mismos métodos de la investigación biológica". Aunque su notoriedad como historiador consagrado adquiera, pues, un horizonte de amplitud reconocida, de lo que no cabe ninguna duda es de que una serie de personajes y ambientes fueron reconstruidos por él con la expresa intención de buscar hilos secretos o claves que encuentra en una vida sexual estructurada de forma conflictiva. De ellos pueden ser ejemplos reveladores Enrique IV o Amiel. Otros dan la impresión de ser más difusos, o al menos no tan claros. Lo mismo puede decirse de Don Juan, tanto en la historia como en la leyenda. En otros, más desbordantes, como Tiberio, el Conde Duque de Olivares o Antonio Pérez, si bien no son trabajados con el "ojo clínico" de los anteriores, quizá sea más clara su contínua inquietud por la recreación de las relaciones entre los sexos y sus conflictos como raíz esencial de futuros acontecimientos, que han solido ser interpretados con otras claves más externas. continuación. De algunos de esos personajes nos ocupamos a El caso de Don Enrique El Ensayo biológico sobre Enrique IV de Castilla y su tiempo (Mundo Latino, Madrid, 1930) es el primero en el que Marañón se atreve a entrar en las honduras de los documentos históricos, aunque consciente de que "su contribución a la historia pueda ser vista como una intromisión". Tal vez por ello, no deje de recurrir a "su verdad biológica, siempre por delante", para lo que le guía que es elaborar una "biografía biológica", género nuevo que todos le reconocen. Los historiadores, si hemos de creer a los críticos, no dejaron de estarle agradecidos. Entre el dato, pues, biológico y el histórico lo que más preocupa a Marañón, en este caso, es la elaboración del diagnóstico —y no sólo del retrato— morfológico. "Se trata —escribe sobre Don Enrique— de un displásico eunucoide con reacción acromegálica, según la nomenclatura actual" (Ib., p.68). "Quiero llamar, sin embargo la atención —añade en una nota repleta de referencias clínicas— sobre el hecho de que no califico a Don Enrique de eunucoide, sino de afecto a una displasia eunucoide, esto es, de una modalidad no francamente patológica sino más bien de un estado constitucional y hereditario, calcado sobre el estado eunucoide, pero más próximo a la normalidad" (Ib., nota 87). "Por lo que hace a la vida sexual, los hombres como Don Enrique, de tendencia eunucoide y gigantesca, y de formas, por lo tanto, desmesuradas, son extremadamente propensos a padecer perturbaciones profundas del instinto... Débese la sexualidad vacilante de estos seres a motivos complejos." ( Ib., p.72) Entre ellos enumera una serie de hipótesis tanto de tipo orgánico como psíquico y social con vistas a un diseño de "su conciencia del reflejo erótico" en dificultad, dato que, visto hoy, puede revelar un planteamiento tan lejano del simplismo como repleto de matices. Algunos de los rasgos físicos más logrados en su descripción son las "manos hipogenitales" sobre lo que Marañón había publicado una temprana contribución monográfica hacía bastantes años. De la misma forma son de importancia los "gestos de exhibicionismo erótico" como compensaciones de su constitutiva "timidez sexual". Y en cuanto a los rasgos de homosexualidad a los que el vulgo —cristalizado en las célebres Coplas de Mingo Revulgo y en las de El Provincial— era tan proclive con toda clase de sarcasmos y chirigotas, Marañón no duda en trazar un cuadro general para el entendimiento de los "indicios", tan frecuentes en la época en la que, "según frase de Maquiavelo, un mismo hombre quitaba, cuando era adolescente, a las mujeres sus maridos, y después, en la madurez, a los maridos sus mujeres."(Ib., p.94). El núcleo central, sin embargo, es decir la relativa impotencia sexual del último Trastámara, es estudiado, analizado y evaluado para concluir con una indulgencia ya conocida frente a la frialdad de los datos. Ello hace que el personaje —y la época— se nos vuelva más humano tras su estudio, sin olvidar los crudos detalles "o modalidades del carácter y de su vida sexual, que tanto influyeron en los destinos de España" (Ib., p.80) Esa "piedad clínica" del Marañón médico metido a historiador —ya que tras el diagnóstico no puede estabecer el tratamiento— parece empujarle a una "rehabilitación histórica", en la que, de paso, incluye a la "infeliz Doña Juana —la triste Reina— su segunda esposa, a la que todos los historiadores condenan por liviana, y nadie regatea un ápice de responsabilidad en aquel caos con que termina la Edad Media en España" (Ib. p.102). "Podemos imaginarnos —escribe a este propósito— la tempestad de murmuraciones, sobresaltos hipócritas y aspavientos que provocaría en una Corte tam gazmoña la alegre desenvoltura de esta Reina extranjera, de apenas quince años, rodeada de damas parejas a su señora en las gracias y la juventud. Y podemos imaginarnos también el sufrimiento de pájaro enjaulado de la pobre señora, unida al ser abominable que antes hemos descrito, tosco, feo, maloliente y adornado de rarezas y vicios indeseables" (Ib., p.105). "Mi Amiel" Continuando con la centralidad de la vida sexual, escribe Marañón en los comienzos de su estudio sobre Amiel (Espasa Calpe, Madrid, 1932) :"Freud dice en uno de sus ensayos (Eine Kindheiserinnerug des Leonardo da Vinci in Schriften zur angw, Seelenlkunde, 1910, 7): Si una biografía pretende penetrar hasta lo más hondo de la vida psíquica del héroe, no puede pasar en silencio —como casi siempre ocurre, por discreción o por mojigatería— las características sexuales del biografiado" (Ib., p.45). "La sexualidad —anota el propio Amiel en su Diario, el 25 de febrero de 1861— ha sido mi Némesis y mi suplicio desde la infancia. Mi timidez extraordinaria, mi rubor ante las mujeres, mis violentos deseos, los ardores de la imaginación, las malas lecturas en la primera adolescencia y, finalmente, la desproporción eterna entre la vida real y la vida soñada; la funesta tendencia a separarme de los gustos, de las pasiones, de las costumbres de las gentes de mi edad y de mi sexo; el fatal atractivo que he ejercido entre los corazones delicados y tiernos: todo esto deriva de la verguenza primitiva, de la idealización del fruto prohibiido; en suma de una falsa noción de la sexualidad. Me ha impedido ser un hombre e indirectamente ha truncado mi carrera" (Amiel, Journal Intime, I, p.143; cit. por Marañón, Ib., p.117). Por ello el libro de Marañón es una historia clínica —ejemplarizante o paradigmática, habría que añadir— sobre "un caso de timidez sexual", como forma máxima de superdiferenciación del instinto. Y, por ello mismo, de la personalidad de un hombre —o más bien de un varón— incapacitado para amar. Las dos categorías de tímidos, el inferior y el superior, se encuentran frente a la prueba definitiva: la mujer. Y ante ella, el tímido auténtico, el inferior, esquiva y rehuye su encuentro o presencia; el otro, el tímido superior, es decir, el muy diferenciado —que es el caso de Amiel— busca constantemente a la mujer porque la necesita con imperiosidad, pero teme su conquista por supervaloración. Imposible no hacer referencia aquí a Don Juan por su parecido aunque en su reverso. Ambos van siempre de la mano en los análisis de Marañón. Pero, siguiendo con Amiel,"toda su vida, desde que escribió el Incipit Vita Nova de su conciencia hasta que murió a los sesenta años, con la terrible lucidez de los cardíacos, podría definirse como un viaje doloroso, inacabable y sin objeto, en torno a su sexo" (Ib., p.93). "Me atrevo a afirmar —contínua— que, por lo menos, la mitad de los hombres han visto algunas épocas de su vida turbadas por este mal; y que en una cuarta parte de ellos, la persistencia crónica del sentimiento de incapacidad es la causa recóndita de fracasos, extravagancias y tragedias en apariencia inexplicables. Enfermedad singularmente dañina, porque quien la padece la lleva oculta casi siempre, bajo una máscara de normalidad, afanosamente fingida, que dificulta su diagnóstico y su remedio" (Ib., p.93). "Así veo yo a Amiel —concluye el autor—. He querido sólo, a propósito del profesor de estética ginebrino, definir esta forma de fundirse con la otra, con la que es expresión de una inferioridad auténtica; o con otros estados de la vida instintiva más lejanos aún, como el donjuanismo o la homosexualidad. En lugar de referirme, como pauta, a mis propios enfermos —en lugar de hablar de don X X, de tantos años, de tal ciudad, con tales antecedentes, síntomas y reacciones— he preferido servirme de este ejemplo, excelso por su valor arquetípico, y, sobre todo, porque ninguno de los hombres que vienen a contarnos sus cuitas sentimentales y eróticas ha abierto nunca sus escondites amorosos con la plenitud heroica, con la prolijidad casi monstruosa y con la falta de prejuicios de Enrique Federico Amiel" (Ib., p.223). Las mujeres del Conde Duque Elegido miembro de la Real Academia de la Historia en 1936, Marañón dedica su Discurso de Ingreso del día 20 de Junio a Las mujeres del Conde-Duque, como extracto de su obra monográfica sobre Olivares. "Suélese, al hablar de los personajes históricos —escribe— cometer el error de localizar la influencia que todos reconocen, de la mujer, en sus amantes. La nariz, ya tópica de Cleopatra pende, con su fino perfil de espada, sobre la vida de todo gran hombre" (O.C., II,p.141). Señalado el tópico manido, Marañón quiere cambiar esa manera de ver la historia como había cambiado antes la manera de plantearse la sexualidad, sacándola de la morbosidad y llevándola a la vida cotidiana. Por eso, en las relaciones de los sexos —es decir de hombres con mujeres y de mujeres con hombres— empieza con la enumeración de figuras femeninas: "La de la madre, la de la hermana, la de la hija; la de esa amiga con la que nos une un amor sin deseo, aunque quizá no exento de un eco remoto, matizado de respeto y de renunciación, de la vivencia sexual; la de la mujer que nos odia; y a veces —y con cuánta violencia— la de la mujer que no existe, la que hubiéramos deseado conocer y amar y no pasó jamás a nuestro lado, dejando, sin embargo, en nuestra vida, la huella de sus pasos invisibles con más vigor que la de las más tangibles realidades". (O.C., II, p.141) Por no salir del ejemplo de este personaje, hé aquí la nómina de mujeres de su vida: "Su abuela paterna, su madre, su mujer y su hija; las tres hermanas inquietas; las amantes de la juventud; y, finalmente, el escuadrón de las enemigas: la reina Isabel, la infanta María, la duquesa de Mantua y la nodriza del rey, Doña Isabel de Guevarra; y, sobre todo, la menos considerada en este aspecto por los historiadores, Sor María de Jesús, la monja de Agreda. Haré de cada una de ellas una semblanza breve -se propone Marañón en su Discurso Académico- remitiendo para su estudio más completo al libro, del cual son estas páginas , hojas arrancadas y resumidas" (O.C., II, pp.141-142). Lo que nos parece importante indicar con estos datos es que Marañón —en la línea de lo que venimos planteando— , da una importancia tan capital y central a las relaciones de los sexos que, de hecho, no es sólo que las convierta en claves para entender al personaje sino que el personaje mismo —masculino aquí— no es concebible sin el elemento femenino, como en otras ocasiones su viceversa. O, dicho de otro modo, eso es lo que hace a sus estudios históricos continuadores de sus estudios biológicos: estudiar el masculino y el femenino en su relación y sus resultados. En unos acentúa más la vida como biología, en otros como biografía. La relacion entre los sexos es tomada en ambos de forma radical, o sea en su raíz. Aquí hemos anotado el perfil de las mujeres. Más adelante, siguiendo esta trayectoria, volveremos sobre sus hombres, datos que él, aunque estudiados ahora, reencontrará más tarde, al hablar de sus históricos donjuanes. Tiberio: ¿Otro impotente? En Tiberio (Espasa-Calpe, Buenos Aires, 1939) Marañón reconstruye el escenario de la lejana Roma del siglo I antes y después de Cristo, para situar la historia de "un resentido". Es un trabajo empezado después de haber terminado el de Olivares y que concluirá, ya en el exilio, en 1939. Pero ya que estamos en este capítulo dedicado al historiador de vidas marcadas por el sexo, adelantaremos, por esta vez, los acontecimientos. Si toda la obra lleva el hilo conductor del estudio del resentimiento, la causa, para el autor, no es otra que "su vida sexual profundamente desgraciada". Ese es "uno de los orígenes más caudalosos de su misantropía y su resentimiento" (Tiberio, O.C., VII, p.37). En su vida sexual individual y en las relaciones con el otro sexo fija Marañón "el cuadro de su etiología": Una infancia basada en la tragedia de las pendencias conyugales y extraconyugales de sus padres, con "sus rompecabezas matrimoniales", en los que nace y crece para, luego, joven y adulto, verlos multiplicados con creces en la experiencia de su propia vida. Marido burlado y bandonado de Vipsania, su primera esposa, Tiberio se enfrenta a la segunda, Julia, "esa insaciable mujer, que, de no haber tenido tan cerca a Mesalina, habría pasado a la historia como representante insuperable del delirio sexual...Vivió esta mujer —sigue escribiendo Marañón— uno de esos momentos difíciles de las sociedades decadentes, en que hay una brusca y peligrosa transición entre el rigor de lo tradicional y la audacia de lo moderno. Los escritores de la época, como Ovidio, nos dan una idea de lo que era el libertinaje que invadía Roma y lo corroboran los reiterados intentos de contenerle por medio de severas leyes y sanciones en los reinados de Augusto y Tiberio. La puritana Livia representaba en este conflicto la tradición, y Julia, la modernidad innovadora" (Ib., p.44). La hipótesis de que Julia, en carta a su padre y en comentarios con la interminable cadena de sus amantes, definiera detalles nada elogiosos sobre las insatisfactorias relaciones carnales con su esposo, más que ser interpretada como que Tiberio tenía gustos extraños hasta el exceso, lleva a Marañón a la afirmación de un simple y anodino defecto: su incapacidad, confirmada por otra parte a través de un cúmulo de detalles. "Todo lo que sabemos de él —continúa— confirma la sospecha que para mí no lo es sino certidumbre. Es indudable que este hombre misterioso era un casto; y como no lo era por virtud, lo era por necesidad, es decir por timidez; diagnóstico que tan bien cuadra a su psicología melancólica y concentrada. Es éste uno de los puntos que conviene aclarar en la vida psicológica de Tiberio, tan parecido en esto a otros tiranos de la Historia" (Ib., p.46). La versión tradicional y fácil de un Tiberio eróticamente desenfrenado, especialmente en su adultez y senectud, muy en la línea de los tópicos relativos al ambiente disoluto de la época, es substituída por Marañón nada menos que por el polo opuesto. Las leyendas de sus orgías son desmontadas para dejar, escueta y dura, "la verdadera tragedia de un hombre marcado por la conflictividad interiorizada de su sexo". "Los monstruos —afirma— son raros; los tímidos e impotentes, numerosos; y el historiador de la vida de los hombres, entre las dos hipótesis debe elegir, no la más divertida para el lector, sino la que tenga más probabilidades humanas de ser cierta" (Ib., p.49). De la acumulación de hechos y de los síntomas recogidos en el entramado general, Marañón no duda en afirmar que "Tiberio fue un tímido sexual y, quizá, desde jóven, un impotente" (Ib., p.51). Precisamente por ello es más explicable "su capacidad de venganza fría, gestada lentamente, contra quienes le ofendieron" que sus "inventadas, más que probadas, monstruosidades eróticas de Capri". Y quienes le ofendieron de la manera más fuerte, no es ya necesario decirlo; fueron precisamente las mujeres; una lista larga con nombres muy concretos, también ellas —como los hombres— marcadas por su propio sexo y, como tales, descritas y analizadas. CAPITULO XXIV París, 1937 : Revisión en el exilio Marañón empieza su exilio en París, donde llega, como otros intelectuales de la República, en Noviembre de 1936, es decir unos meses después del comienzo de la Guerra Civil. El ritmo de los debates y polémicas científicas sobre la sexualidad se dirían sobrepasados por problemas de otra índole, al menos en apariencia. Sus buenas relaciones con el país vecino allanan algunos obstáculos propios de esta nueva fase de su vida. El era Doctor honoris causa por la Sorbona y Miembro del Institut, aparte de otros méritos como Caballero de la Legión de Honor de Francia, título concedido "por sus contribuciones científicas". En este contexto varios hospitales le ofrecen su invitación tanto para la consulta como para las lecciones clínicas; la demanda de cursos y conferencias se suceden. Con ello lo que constituía un gran corte en su vida se convierte en ocasión de nuevos alicientes. De esa forma el año 1937 puede figurar en su vida como uno de los grandes hitos de su producción en varios flancos, aunque aquí —como queda dicho— sólo nos ocuparemos de uno de ellos. La síntesis En ese París de 1937 escribe uno de los artículos más concentrados y conceptualmente privilegiados de su producción científica que pasará luego a las antologías del siglo XX. Se trata de su Revisión del concepto de la evolución de la sexuali- dad(O.C., III, pp.445-460), texto síntesis del debate producido en los últimos años, tras la aparición de La evolución de la sexualidad en 1930 y, especialmente, tras las sucesivas traducciones a otros idiomas: en 1931 al francés, en 1932 al inglés, en 1934 al italiano, etc. "He ido anotando —escribe— los hechos y los comentarios nuevos, nacidos estos, ya de la coincidencia, ya de la controversia con los otros investigadores; y ahora creo útil hacer una síntesis..." (O.C., III, p.445). "Nuestras ideas sobre la evolución de la sexualidad —continúa— reposan sobre estos dos hechos fundamentales: a) La sexualidad es un valor único, bipotencial, en el ser vivo, cualquiera que sea su sexo. En el transcurso del desarrollo, uno de los dos sexos se desarolla y el otro queda inhibido, sin que los estigmas físicos y funcionales de este sexo accesorio se extingan por completo, y sin que desparezca la posibilidad de que en un momento determinado de la vida puedan adquirir nuevo auge. b) Estas dos sexualidades, que llamaremos principal y accesoria, evolucionan en cada ser vivo y no sólo la principal; es decir, que la evolución de la sexualidad, en cada organismo, es en realidad una doble evolución de las dos sexualidades, masculina y femenina; o más exactamente: la evolución de las dos fases de la misma sexualidad" (Ib., pp.445-446). "Esta intersexualidad somática y química —subrayará más adelante— no autoriza a poner en duda, como quieren algunos, el hecho de la radical diferenciación de los sexos" (Ib., p.454). Con este texto —claro, preciso, documentado y conclusivo— se podría decir que Marañón quiere cerrar la etapa científica y conceptual de la época dedicada a la exposición y debate de lo que ya todos conocen como su teoría de la sexualidad. Si bien una parte de ella (la correspondiente a la afirmación bajo el epígrafe a) ha sido generalmente admitida sin especiales dificultades, él mismo admite que "el segundo punto —la doble evolución de las dos sexualidades— ha sido acogido con cierta resistencia por parte de investigadores y sexólogos" (Ib., p.448), resistencia que, en su escrito, trata de vencer con nuevos datos y aportaciones, para cerrar definitivamente esta etapa de su vida. Porque, de hecho, así fue. Puede decirse que desde 1915, fecha del primer texto substantivo, hasta 1937, culmina un período de veintidos años de producción. A partir de ahora —en esta área del conocimiento— sus escritos tendrán un nuevo tono. En nuestra opinión este tono podría resumirse en un distanciamien- to de los hechos y los datos del científico para aflorar y tomar su relevo el humanista. Pasos siguientes Ello podría expresarse —para no traicionar su coherencia— de esta forma: Como indicábamos en un capítulo anterior, es un momento en el que, distanciado cada vez más del estudio de los caracteres sexuales primarios, sin abandonar su esquema de trabajo, su dedicación se centrará más en los caracteres sexuales secundarios, ámbito más propenso a la reflexión cultural y humanista que a la observación del naturalista, aunque sin perder de vista la raíz de ésta. No era la primera vez que abordaba dichos caracteres sexuales secundarios. Por ejemplo, hacía años que había escrito un ensayo titulado Sobre el significado sexual del cabello y el vello humano, de 1928 (O.C., IV, pp.149-164). Pero será ahora cuando se dedicará más de lleno a fenómenos como la seducción, la coquetería, la moda, el adorno, etc., siempre con el mismo sentido diferencial y diferenciador. A partir de esta fecha encontraremos con frecuencia conexiones indicadoras de este paso. Hé aquí una de este mismo año: "En nuestros estudios sobre la vida sexual, sobre el trabajo y el deporte o el juego, como funciones biológicas, hemos hecho repetidas alusiones a otros caracteres o funciones de las que pueden ser representativas el vestido y el adorno, etc. Hoy vamos a insistir sobre ello y a intentar situarles en su categoría vital" (Psicología del vestido y el adorno,1937; O.C., IX, p.170). Esta categoría vital, como engarce de unos caracteres con otros es claramente el esquema general de referencia. En este sentido, el conjunto de caracteres sexuales secundarios —dentro de los cuales la lista no suele tener fin— forma parte esencial de la misma idea de diferenciación sexual. De hecho, cualquiera puede contabilizar el número de veces que la expresión misma es usada, incluso hasta la reiteración, dato que no es simplemente curioso o anecdótico sino el nexo lógico en el que el autor sitúa el cuadro de su planteamiento. Se trata siempre de la diferenciación e individualización por la misma vía radical, es decir la sexual, que es la idea que le ocupa . En ese mismo contexto —y tiempo— en que redactó su Psicología del vestido y del adorno, escribe también —a continuación— otro ensayo titulado Psicología del gesto, incluído luego para su publicación en el volumen titulado Ensayos liberales (Colec. Austral, Espasa Calpe, Madrid, 1946, pp.13-70). En él, aunque con disgresiones muy diversas, vuelven los mismos núcleos temáticos centrales. Es muy posible que algunos de estos ensayos puedan ser tomados como superficiales o fundados sólo en meras apreciaciones subjetivas del autor, precisamente por haber sido los más conocidos o divulgados. De hecho se trata de los aspectos más visibles debatidos por el gran público en las últimas décadas dentro de ese ya tópico debate sobre la igualdad jurídica y social de los sexos, tan mezclado con su diferenciación ineludible y cuya frontera se ha ido haciendo cada día más cambiante. Algunas afirmaciones que han causado escándalo o extrañeza, pueden ser entendidas desde una perspectiva más densa, si se leen en el conjunto de su obra, es decir con el supuesto de sus escritos anteriores. Más desconcertante aún para cualquier lector no situado en su contexto —es decir, el de su obra— resulta otro nuevo ensayo titulado Soledad y Libertad, escrito también en el mismo año 1937 con la misma intención de profundizar en su revisión de la teoría de la sexualidad, pero que, a su vez, será publicado en otro marco, dentro del volumen Vida e Historia en 1940 (O.C., IX, pp.103-119). Este ensayo es un ejemplo más de su indagación en el universo dramático de las más profundas opciones de la vida humana en cuya raíz sitúa la misma categoría diferencial de ser hombre o mujer, ambos frente a frente. La preocupación del científico ha sido ocupada del todo por el humanista, incluso —como sucede con algunas páginas de este escrito— hasta los límites de la lírica. La nueva faceta En la misma dirección que este último ensayo, puede ser entendido El pánico del instinto, escrito en las mismas fechas, aunque publicado dentro de otro libro, Tiempo viejo y tiempo nuevo (Austral, Madrid, 1940, pp.39-79). En él ofrece Marañón su punto de vista sobre lo que algunos filósofos han denominado "el drama de la existencia sexuada" (Ricoeur). En sus líneas no resulta difícil relacionar al biólogo de los primeros años con el humanista de ahora, a medida que pasan los años; pero, sobre todo, con el escritor que es como más comunmente ha sido considerado o conocido "en estos temas" y a lo que sin duda ha contribuído su capacidad literaria no sólo en la calle sino como miembro de la Real Academia de la Lengua. Sobre esta faceta de Marañón se expresaba, no hace mucho, uno de sus más significativos representantes —Camilo José Cela— mientras recordaba su gratitud al que fue su padrino con ocasión del ingreso en la citada institución. "Al pensamiento de Marañón le ocurre lo que a lo prosa de Azorín: que parece fácil y, sobre fácil, de vulgar temática, sabiamente desarrollada y expresada. Obsérvese que la temática vulgar —la materia de conversación corriente y moliente— trabajada y contada con sabiduría, con sapientización, es todo lo contrario de la vulgarización, esa lacra del saber que consiste, inversamente, en acercarse con ánimo vulgar a los temas sabios... Las más hondas aportaciones de Marañón a las ciencias biológicas, médicas o históricas, están expresadas con una claridad meridiana, con una sencillez diáfana. En la utópica República de Platón, los padres de familia hablaban según la doble y varia pauta de Don Gregorio y de Azorín" (Recuerdo de un hombre ejemplar, Varios Autores, Marañón: actualidad anticipada, Eudema, Madrid, 1988, p.51) Todos estos Ensayos, publicados luego con criterios muy diversos, fueron redactados, pues, inmediatamente después de la Revisión de 1937. Y, si bien puede ser afirmado que Marañón no quiso ir más lejos en su sentido especializado sino en el genérico y humanista, no es menos cierto que sus ideas, mezcladas o superpuestas, no pueden substraerse al marco que, de hecho, les dió origen. Los estudiosos del género literario denominado Ensayo han situado a Marañón dentro de sus más clásicos cultivadores, incluso sin escatimarle el atributo de modélico. Sin duda este hecho se ha prestado a un uso múltiple o a su lectura dispersa desde muy diversos campos. Su riqueza polifacética no puede eximir de logros específicos. La idea, pues, de un Marañón escritor o humanista no es separable del científico. Si éste ofrecía el dato a pie de página y la referencia experimental, aquél —supuesto esto— no puede entenderse como evasión sino como profundizamiento. El fenómeno hombre-mujer, parece haber tomado, en el humanista, el sesgo de una interrogación más amplia de lo que en otro tiempo fué dominado por la estricta investigación de carácter biológico. Se diría que el paso —y peso— de la misma vida fué llevando a Marañón a un claro cultivo de esta nueva faceta, pero en ningún momento fuera del mismo eje central de su pensamiento. En ocasiones uno tiene la impresión de que, una vez expuestas ya sus ideas y debatidas, sea por la dificultad de su aceptación, sea por las mismas circunstancias del giro de la guerra, sea por haber cerrado ya su ciclo de interés, Marañón fue replegándose cada vez más en esa nueva dirección. "¡Qué dificil es hacer comprender esto!", había escrito —como quedó indicado— en 1929. Pero si entonces su reacción fué de más vigor y de polémica, ahora —insistimos: en lo que dice relación a la temática que nos ocupa— su postura será otra. CAPITULO XXV "Don Juan y yo": ¿Un simple ajuste de cuentas? Aunque en un capítulo anterior hemos tratado sobre el historiador de vidas marcadas por el sexo, es preciso volver, siguiendo el mismo ritmo del autor que vuelve, una y otra vez, sobre una de ellas. La complicidad creada entre Marañón y su Don Juan es una nota algo más que curiosa y ocasional. Es preciso reconocer que, iniciada en su juventud, de forma agresiva —incluso furibunda— con el célebre artículo de 1924 en la Revista de Occidente, no le abandonará a lo largo de su vida. "Algunas cosas duras" Sus constantes referencias en escritos de carácter biológico, médico o histórico, así como en los de divulgación sobre los donjuanes de carne y hueso, son demasiado evidentes como para dejarlo de lado. La conocida polémica había sido general y en todos los campos. Todavía en los años cincuenta, un autor como Torrente Ballester, que no le había seguido directamente desde su especialidad, escribe así sobre su repercusión: "Las ideas de Marañón sobre Don Juan empezaron a conocerse en torno a 1925. Posiblemente hasta entonces la reputación profesional del doctor Marañón hubiera alcanzado la popularidad, pero sus escritos, seguramente no. De pronto Don Juan se convirtió en un tema de preocupación nacional, o, más bien, en un antihéroe... Se habló de Marañón y de sus ideas en las tertulias de todos los cafés de Madrid y de todos los casinos de provincia, y se habló con ira, porque el español estaba acostumbrado a oirlo todo de Don Juan como quien oye llover, pero aquella especie nueva de femineidad no la había oído nunca, no la había sospechado, le parecía contradictoria con la esencia de Don Juan y le sublevaba. El día que se estrenó en Madrid La plasmatoria, de Muñoz Seca, al terminar el primer acto, Don Juan se acercó furioso a las candilejas (entonces las había), metió mano al acero y preguntó a la sala: "¿dónde estás, Marañón?". La gente se partió de risa; todo el mundo entendió aquella salida. Y me atrevo a creer que los más de los espectadores hubieran deseado que el estoque de guardarropía alcanzase, siquiera levemente, al cuerpo del Doctor Marañón..." (G.Torrente Ballester, Teatro español contemporáneo, Guadarrama, Madrid, 1957, 2ª ed., 1968, p.313). Esta desatada popularidad sucedía precisamnte en los años de su mayor preocupación "científico-biológica". Pero el Marañón historiador, es decir, después de su consagración con las primeras biografías publicadas, miembro ya de la Real Academia de la Historia, apenas su Tiberio entregado al editor, en el Paris de 1939, vuelve a su Don Juan —se ha dicho— con la misma picazón de antaño, aunque más bien con la necesidad de saldar una deuda arrastrada: ¿Como un ajuste de cuentas? "Hace años, ya muchos, porque el tiempo nos atropella, escribí de Don Juan, el Burlador, algunas cosas duras...". Así empieza su balance en el ensayo titulado Gloria y miseria del Conde de Villamediana, el segundo de los tres que componen su conocidísima obra Don Juan. "Desde entonces —sigue— entre el vagar de otros quehaceres, yendo de una a otra parte de la vasta tierra, como Erasmo cuando discurría mientras su mula le llevaba por los senderos del mundo, he meditado sobre algunas cosas que ahora voy a extraer de mi conciencia tal como están allí" (Don Juan, Austral, 1939, p.67). De estas cosas, las que más —y por este orden— corresponden a tres: En primer lugar, el por qué de su interés por el problema de Don Juan; a continuación, la fuerza con que en sus primeros escritos se dedicó a esclarecer el problema quicial del donjuanismo como falso arquetipo de máxima virilidad; y, la tercera, en fin, sobre algunas matizaciones relativas a su teoría sexual desde la que tanto entonces como ahora, se planteó el mismo problema. Idénticas conclusiones Parecería que las "cosas duras" escritas sobre Don Juan iban a ser ablandadas o desdichas. Muy al contrario: si bien es cierto que una delicadeza tolerante se cierne sobre su texto —en contraste con los anteriores— no es menos claro, cuando afirma:"Después de todas estas salvedades, he de declarar que mi interpretación de la virilidad equívoca de Don Juan me parece cada día más cierta" (Ib., p.74). "...Lo que más ha llegado al público de todo cuanto he escrito sobre Don Juan —precisa ahora, una vez más, el biólogo— es la conclusión de que Don Juan es un hombre afeminado, casi un homosexual. No es esto exactamente, lo que yo he querido decir. Don Juan posee un instinto inmaduro, adolescente, detenido frente a la atracción de la mujer en la etapa genérica y no en la etapa estrictamente individual, que es la perfecta; ama a las mujeres pero es incapaz de amar a la mujer... El que no se alcance esta etapa no quiere decir que no se pueda ser un varón respetable...Los biólogos entendemos el problema del sexo equívoco con un criterio mucho más generoso..." (Ib., p.82) "Otro error de mis comentaristas —sigue— que no he logrado nunca desvanecer, a pesar de mis aclaraciones, es el siguiente: Ni yo, ni ninguno de los críticos de Don Juan, entendemos por éste, por Don Juan, a todo hombre enamoradizo, dado al dulce comercio, más o menos platónico, con el mundo maravilloso que es la mujer... Son hombres dotados, tal vez, de un instinto perfecto, pero infortunados en el hallazgo de esa mujer única que, con su sola presencia, elimina la posibilidad de las demás..." (Ib., p.83). Despachados, pues, los aspectos que ya habían sido aclarados —y bien prolijamente por cierto— con motivo de su Historia clínica del caballero Casanova, o en contraste con su Amiel, Marañón se centra ahora ya directamente en la historia: Historia de su leyenda, tal y como reza el subtítulo del libro. Se trata, pues, de no volver a la biología sino lo necesario para unas cuantas precisiones; aunque, en realidad, la tesis del origen termina por juntarse en su mismo planteamiento, siempre doble: biológico e histórico. Lo que ahora se propone, en definitiva, es un desciframiento de falacias, errores o tópicos comunes con la sorpresa de los datos minuciosamente reconstruidos, de forma que "podamos hacernos una idea clara de cómo se forjó o se labró su historia o su leyenda". "Lo que ocurre es que estos elementos anecdóticos de la historia tienen tal fuerza pintoresca, tanto ímpetu emocional, que deslumbran y hacen olvidar el núcleo biológico del problema que se esconde detrás (...): Un problema de biología sexual" (Ib., pp.85-86). Y ahora el historiador De los tres ensayos que forman este libro, el primero está dedicado a Los misterios de San Plácido; el segundo —como ya se indicó— a la Gloria y miseria del Conde de Villamediana; y el tercero a La Novia de Don Juan. Difícil y despistante articulación que exige, para entenderse, una vez más, no perder el hilo de su idea central, o sea la de su Don Juan. En realidad los tres estudios abordan personalidades históricas en las que el autor encuentra una imagen que no corresponde a la realidad. Son muchos personajes distintos, o, si se prefiere, el mismo con distintos nombres que cristalizan en la construcción de la única e idéntica leyenda. En Los misterios de San Plácido analiza los rumores y decires por los que fué célebre el así llamado convento de monjas de la madrileña calle del Pez que aún puede visitarse; por un lado, el contagio de la heregía de los iluminados que prendió en la comunidad femenina; y, por otro, las orgías allí sucedidas —o más bien supuestamente sucedidas— y en las que el rey Felipe IV y su primer ministro se vieron implicados; y, por repercusión, el pueblo entero de Madrid, o sea, por resumir, la gran sociedad española de la época. "Insisto en la relación del estado social en que prendió y creció la secta alumbrada con la aparición de Don Juan en el escenario español. El mito del Burlador se ha ido transmitiendo después, con las preocupaciones morales de cada tiempo; pero el origen de su popularidad española está en la fruición que el pecado añade al amor, y que Tenorio dilata hasta el sacrilegio" (Ib., p.28). La verdad histórica de los rumores —en ocasiones ciertos, en otras inventados— importa poco para la construcción histórica de la leyenda o mito que termina por crearse. En el segundo ensayo, dedicado al análisis del Conde de Villamediana, prueba Marañón la falsedad real de sus "amores reales", leyenda convertida en historia "sin que nadie la haya puesto en duda". De paso, demuestra que el Conde estuvo implicado en un proceso de homosexualidad —o "pecado nefando" como era conocido entonces— con lo que Marañón confirma su teoría biológica con datos de casos biográficos: el modelo de Don Juan, era, pues, de una virilidad no tan heroica sino dudosa. Surge un nuevo personaje: el célebre Don Miguel de Mañara del que —escribe— "aparece en su retrato pintado por Murillo, como una linda doncella", a pesar de su gran fama de caballero viril y seductor. Y así otros. La novia de Don Juan El tercer Ensayo, La novia de Don Juan, entre tantos hombres —siguiendo con su habitual fórmula de analizar el masculino en referencia con el femenino y viceversa— está dedicado a una mujer, una de las célebres Isabeles, la atractiva mujer que, sin embargo, ha sido silenciada por los historiadores. "Escribo para un público culto; y estoy seguro de que para la mayor parte de los que me lean, la figura de esta Isabel de Borbón, esposa de Felipe IV de España, es un personaje casi por entero desconocido" (Ib., p. 119). "Las noticias de los diplómaticos franceses, en aquel reinado, se ocupan casi por entero de las intrigas politicas del dictador, el Conde Duque de Olivares. Sólo al pasar aluden al rey, galante y débil; apenas nombran a la reina. Los mismos viajeros de la época nos cuentan la vida pintoresca y brillante de la Corte de Madrid, la más divertida y la más rica en ingenios que hubo jamás; pero Doña Isabel, alma de todas las fiestas, mecenas de todos los artistas, pasa, como una sombra sonriente, entre tanto esplendor. Su misma supuesta complicidad en las románticas aventuras del Conde de Villamediana no basta para atraer sobre ella el interés de las gentes. Villamediana era un Don Juan, y éste es el sino de sus mujeres: en los amores de Don Juan, la mujer, aun siendo reina, apenas tiene importancia. Algún erudito español, como el Padre Florez, incluye su biografía en la serie de las otras reinas hispáni- cas. Algún hispanófilo inglés, como Hume, la dedica unas páginas de simpatía. Y nada más. Ni aun la fiebre actual de las resurrecciones y reivindicaciones pretéritas ha sospechado el maravilloso argumento que sería esta vida para uno de sus libros..." (Ib., p.120). Para sacarse esa espina —y con la innegable intención de compensar— a ella dedica Marañón este tercer ensayo. La obsesión que no cesa Pero Don Juan —y sus mujeres— seguirán en sus libros de historia como lo estuvieron en los de biología. Antes, en el dedicado al Conde Duque, como ya vimos; luego en los dos gruesos volúmenes sobre Antonio Pérez. En este caso, con nuevos datos sobre nuevas figuras donjuanescas, o sea conquistadoras o víctimas del Burlador y su interminable sombra en aquella Corte que era "la Capital del estado más importante del mundo" y, por lo tanto, con un inmenso poder de influencia para crear y exportar creencias y leyendas, tópicos y estereotipos. Se trata, ahora, del análisis de la vida del propio Antonio Pérez, Secretario de Estado de Felipe II y del hermano bastardo de éste, es decir del que lleva literalmente el nombre del mito, el mismo Don Juan de Austria. Estas figuras, que habían sido tratadas de paso en su Don Juan de 1939, tomarán vida de nuevo, y con profusión de datos, en el Antonio Pérez de 1947. Siendo el ideal de la moral impuesta el del "hogar castellano, monogámico y austero hasta casi rozar el misticismo; el hogar de la prole numerosa, concebida casi sin pecado", los datos de la investigación histórica llevan a Marañón a la afirmación de esta otra cara: la abundancia del género donjuanesco en la frivolidad real, distinta a la ideal. El ambiente de las cortes y la nobleza no era precisamente reflejo de ese ideal sino de todo lo contrario. Y así se sucederán en su obra muchos otros donjuanes que no cesarán en tanto el autor encuentre tiempo para ir a buscarles y clasificarles en su lista interminable de entomólogo naturalista o historiador y que, aunque, como vimos, hubiera certificado su muerte actual, habían alimentado, no obstante, la vida de muchos durante varios siglos. Por todo ello —y más— se entiende que la complicidad u obsesión de Marañón por su Don Juan fuera algo más que un simple ajuste de cuentas. CAPITULO XXVI La silenciosa despedida Cuando Marañón vuelve a Madrid en el mes de Noviembre de 1942, de regreso del exilio, empieza una nueva fase de su vida en un nuevo escenario, cambiado en tantos sentidos. Instalado de forma provisional en un piso de la Plaza de Rubén Dario, nº1 —curiosa ironía: el mismo nombre de uno de sus antiguos pacientes, aquél que un día, a falta de dinero, le había pagado sus consultas con el texto de su Juventud, divino tesoro— se trasladará pronto a la que sería su definitiva sede del Paseo de la Castellana, 59, en donde reanuda su trabajo e inicia las gestiones para reemprender su vida académica y la clínica docente. Habrían de pasar aún varios años hasta que, en 1946, fuera repuesto en la Cátedra de Endocrinología, aquélla que, en 1932, había sido inaugurada por él. La depuración tras la contienda —fórmula tras la que se escondía una inmensa y prolongada tragedia cotidiana— situaba todo en un clima enrarecido. El recolector de tantos triunfos, el hombre de los éxitos, se enfrentaba, en ese ambiente, al reto de las mediocridades, entre las que no era la menor incluso el hecho mismo de haber vuelto, interpretado de tan distintas formas en aquel Madrid arisco y desgraciado. Su prestigio como médico y científico, como historiador y escritor, tenía delante uno de los panoramas más desabridos y vulgares. El Dr. Francisco Vega Díaz ha contado alguns de estos avatares (Jano, Nº 797; 3-XII-1987; pp.73-82). Por lo que se refiere a sus trabajos sobre sexualidad, un corte casi total cae sobre ellos: ni un solo estudio más. Solamente algunas notas de paso o compromiso, aunque tal vez, a través de ellas, pueda adivinarse que la secreta inquietud de siempre —la historia de su idea— seguía viva en él. Sobre los "Tres ensayos" En 1946, desde su Cigarral de Toledo, escribe en el prólogo a la nueva edición argentina de la editorial Espasa Calpe: "En la Biblioteca Nueva Ciencia, Nueva Técnica reaparecen estos Ensayos, no sin emoción profunda de su autor. Se escribieron —después de muy pensados, porque yo he cometido muchos pecados menos el de improvisar— en los años de brío polemista, sabiendo que iban a tropezar con muchos prejuicios... Pero, acaso, sin medir la eficacia de esos prejuicios, que, por entonces, no sabía que, como las alambradas erizadas de púas, parece que no son nada y acaban por enredar nuestros pies, por arañarnos la piel y por obligarnos, aunque sea momentáneamente, a detenernos, jadeantes, dudando si no hubiera sido mejor quedarnos en casa diciendo que estaba todo bien" (Ib., p.11). Por otra parte, aparecen algunos de sus numerosos ensayos acumulados que, retocados, o con unas simples notas añadidas, edita la colección Austral tanto desde Buenos Aires como desde Madrid. La lectura de estas notas, introducciones o prólogos pueden dar una idea de este nuevo y último tramo de su vida en el campo que aquí nos ocupa. En 1950, a petición de la editora Espasa-Calpe de Madrid decide tomar entre las manos, para una reedición en España, el libro que desde 1926 había dado ya tantas vueltas en traducciones y reediciones, aquél "cuya primera edición salió a la luz, nimbada del éxito mayor que los autores sueñan, el de la extensa y reiterada difusión, hace ahora veinticinco años" (Prólogo, 1951, p.10). "Con estos años por medio —continúa— estas páginas, patinadas de lejanía, se abrían ante mí como ante un espectador, como ante un extraño y no como si fuera yo el que las había escrito... Mas, gracias al pasado, somos lo que somos, aunque el pasado, a veces, no nos parezca perfecto. La tesis de este libro no fué una improvisación mía, sino el fruto de muchas horas de contacto con la humanidad fervorosa que pasaba a mi lado. Ahora, más todavía que entonces, creo que es mi punto de vista exacto en lo que tiene de realidad, si bien susceptible de retoques en su modesto aparato teórico y discursivo. Pero el pensamiento, cuya responsabilidad íntegramente recabo, se me antojaba envuelto en una retórica un tanto engreída, muy de entonces, por momentos casi indelicada, a fuerza de segura de sí misma; y, por ello, sin someterla a un riguroso cedazo de continencia, no hubiera consentido en poner de nuevo mi firma a su pie..." (Ib., p.11) Tenía Marañón sesenta y cuatro años, el cabello gris y cansada ya la vida de tanto ser vivida de tan diversas formas. Esa es la edición que actualmente sigue en librería. Contiene un Ensayo más, Amor, conveniencia y eugenesia, aparecido en 1929, dentro de otro libro con este mismo título y que —como se indicó— conoció un éxito notable aunque no como el de los Tres ensayos. Se han retirado también de él los prólogos e introducciones que se habían ido acumulando en las ediciones anteriores a la guerra y muchas notas a pie de página. (La Séptima edición española, por ejemplo, que es una de las que tenemos a mano, aparecida en 1934, contiene 79 de estas notas; la actualmente en librería, hasta el tercer ensayo, sólo contiene 51). Ni que decir tiene que, para seguir linealmente el pensamiento del autor, es indispensable usar aquéllas junto a ésta. "Todavía Amiel" Sobre su Amiel escribiría también algunas colaboraciones. Por ejemplo un prólogo para la edición portuguesa del Diario, titulado, con nostalgia, Todavía Amiel y firmado con lirismo, "en Toledo, junto al río que va a Lisboa. 1947" Y sobre él volvería con una colaboración para la Revista Medicamenta (año VIII, nº177, Febrero, 1950), titulada Sobre la timidez sexual, con el núcleo del estudio de 1932. "El sentimiento de timidez sexual —señala ahora, como entonces— se crea a partir de una idea falsa de sexualidad. Plantean, pues, estos casos inmediatamente el arduo problema de la educación sexual, problema aún no resuelto, y menos entre nosotros". "Si una información pedante, sistemática, fría, —continúa— no es de aconsejar, sí debe evitarse la ignorancia en un determinado número de aspectos vitales de la sexualidad. Esos aspectos pueden tocarse con absoluta diafanidad; y si se abandonan, son sustituídos inevitablemente por los informes de los compañeros de más edad en el colegio, o por el empirismo, unas veces sensato y otras absurdo, de cualquier conocido o entrometido, no siempre de buena voluntad. Contra esto he propugnado siempre el remedio de la pura verdad: una verdad sencilla, sin preámbulos ni reticencias..." (O.C., IV, p.796). De nuevo Don Juan Y —¿como no?— vuelve Don Juan que parece no haberse ido nunca de su mente, aunque sea en este caso para decirle, una vez más, adiós. Entre sus muchos papeles inéditos, D.Alfredo Juderías ofrece en las Obras Completas (vol.IV, pp.1065-1074) un nuevo —y último— artículo sobre el donjuanismo, titulado Vejez y muerte de Don Juan. Se trata, en realidad, de una variante del prólogo escrito para el Don Juan de Francisco Agustín, aparecido en la época anterior (Páez, Madrid, 1928). Y está dispuesto para ser publicado, aunque no contiene indicación de ninguna revista en particular. Ofrece su visión de un Don Juan crepuscular, involutivo y entrado en años y que, por lo tanto, se encuentra avocado a su declinar, buscando un refugio en la normalidad de la vida corriente, integrado y acomodado, lejos del héroe seductor. "Cuando el ambiente afloja sus inhibiciones morales, el Don Juan heroico desaparece y surgen, en cambio, inumerables tenorios mediocres; un difuso donjuanisno sin categoría ni grandeza" (O.C., IV, p.1066) "Prácticamente Don Juan, cuando se resigna, puede seguir uno de estos caminos: o se casa; o continúa siendo un tenorio de tono menor, supliendo con su técnica astuta la decadencia orgánica; o se entrega a la ascética conformidad o a la religión. Marido, viejo verde o fraile, dice el refrán" (O.C., IV, p.1069) Sobre la diferenciación sexual En 1953 escribe un comentario, a modo de reseña bibliográfica, en el Boletín del Instituto de Patología Médica sobre la recién aparecida obra de su discípulo francés Jean Vague, La differenciation sexuelle (Ed. Masson, Paris, 1953), editada con prólogo del mismo Marañón. En él vuelve "sobre ese inmenso mundo de la diferenciación sexual y las numerosas consecuencias que de él resultan". "Toda la vida sexual del hombre y de la mujer —añade—, el que esta vida sea buena o sea mala, correcta o no, depende de la normalidad o anormalidad de su diferenciación" (Boletín del Inst. de Patología Médica, vol.X, nº9, Septiembre 1955; O.C., IV, p.1159). "Nada sucede en la vida sexual en sus estratos patológicos —escribe en el citado prólogo—, que no tenga su origen en la diferenciación sexual. Se comprende bien, entonces, la dignidad biológica y patológica de la diferenciación sexual; pues si toda la vida instintiva supone una colaboración, en la vida sexual esta colaboración debe constituir un riguroso engranaje entre la morfología y la función y, por tanto, la plena diferenciación de cada uno de los dos seres que se encuentran frente a frente" (El instinto sexual, Prólogo, op.cit., O.C., I, p.828). La idea de diferenciación sexual le sigue al autor hasta el final de sus días como algo más que una ocurrencia. En la anterior fase de su vida no había dudado en emplear incluso la hiperbólica expresión de "sagrada" para referirse a ella como científico (Gordos y flacos, tercera edición ampliada, EspasaCalpe, Madrid, 1936, p.118). Ahora, aunque sólo vuelva a ello en breves notas, es claro que no pierde una ocasión para acentuarlo. Sobre las dos sexualidades Ese mismo año, reseñando la obra de O.Forell, L'accord des sexes (Payot, Paris, 1953), escribe en el mismo Boletín: "El problema sexual es, no digamos el más arduo, pero uno de los más difíciles de resolver en la vida humana. Tan difícil que, a veces, se inclina uno a la solución de no intentar resolverlo con razones y dejar que cada caso encuentre su solución espontá- nea (...). Porque los sexos no son, como tradicionalmente se entendían, dos valores opuestos que, de vez en cuando, pactaban entre sí; y el pacto equivalía, no pocas veces, a la felicidad. Los dos sexos son dos fases del desarrollo de un mismo proceso, de una misma serie de caracteres anatómicos y funcionales (...). Y está tan imbricada esa sucesión de las dos sexualidades, que en una y otra existen signos de la opuesta, con una infinita gama de variedades. No existe el varón puro ni la hembra pura, y es natural que sea así puesto que todos los seres humanos, hombres y mujeres, han sido en su etapa embrionaria bisexuales y nunca dejan de serlo definitivamente. El acuerdo de los sexos, desde el punto de vista biológico es, pues, total y se han necesitado muchos siglos de incomprensión, de malicia y de falta de tacto, para que se haya convertido en una guerra permanente, en la lucha de los sexos, de que se ha hablado durante decenios y decenios" (Boletín del Instituto de Patología Médica, vol. X, nº10, Madrid, Octubre, 1955, O.C., IV, p.1161). No es ocioso recordar que tanto Jean Vague, autor de La différenciation sexuelle, como Forell, autor de L'accord des sexes —los libros que motivan estas páginas— eran autores fuertemente influídos por las ideas del mismo Marañón, de cuyas bases parten en sus libros. Por ello la aparición de ambas obras proporcionan al ya silencioso autor una ocasión para recapitular y trazar desde la distancia, un balance general, cuya lectura resulta de gran utilidad para conocer su pensamiento en las últimas fases de su vida. Su testamento Unos años más tarde, en 1957, la Colección Panorama des Idées Contemporaines de Gallimard, París, prepara una antología de textos claves en los diversos sectores de las ciencias, escritos en el siglo XX. Gaetan Picon, su responsable, se dirige a Marañón para solicitarles el permiso e incluir en dicha antología su Revisión del concepto de la evolución de la sexualidad humana, escrito en París en 1937 —como ya indicamos en su momento—. Marañón añade al texto, mantenido tal y como fué escrito, un apéndice con el que, en nuestra opinión, cierra definitivamente su producción en este campo, por lo que dicho texto puede ser llamado testamentario. "Estos puntos de vista sobre la evolución de la sexualidad, publicados hace veinte años —escribe— , me ha parecido que tienen, entre mi obra biológica, especial interés, porque representan hechos e hipótesis cuya interpretación ha resistido a la acción demoledora que el tiempo ejerce sobre los escritos científicos, invariablemente sujetos a un proceso de fusión anónima, si son verdaderos, en el caudal de las concepciones nuevas de la ciencia; o de olvido, si no son exactos. En cualquiera de los dos casos, la paternidad de la obra, en todas las ramas de la ciencia y, muy especialmente, en las biológicas, acaba por borrarse. Contados son los hallazgos que en la literatura científica conservan, al pie, la firma del autor; y a éste no debe importarle porque es contribución dolorosa para la vanidad pero que forma parte, al cabo, de la gloria científica; pues ésta, desde los primeros pasos del investigador, debe saberse que está hecha, en gran parte, de renunciación. Mas, al autor, le es permitido, cuando la ocasión se le presenta, señalar lo que se debe a él, en las ideas que, en cada momento del progreso, sobrenadan en la actualidad. Esto, creo que ocurre con las páginas mías que ahora reaparecen. "Hay en ellas, en efecto, no poco que, al publicarse por primera vez, era desconocido en el mundo de la sexualidad y que, o bien se conserva intacto o ha servido de material para la evolución ulterior del magno problema que es y será una de las claves que mueven el mundo. "Dos grandes progresos se han añadido a lo que hace años decía yo. Uno lo forman los trabajos de Jost6, demostrando que cuando se castra al embrión del conejo, antes de que se haya verificado la diferenciación morfológica de las gónadas y de los conductos genitales de Müller o de Wolf, estos embriones siguen su evolución en el útero, pero serán siempre hembras, lo mismo si la gónada extirpada era un futuro testículo o un futuro ovario. Quiere decir esto que si la gónada era un ovario, el desarrollo de los órganos derivados del conducto genital primitivo se realizará siempre según el tipo femenino (Müller) y la morfología general será femenina; porque no se precisa la influencia endocrina femenina, es decir, el ovario, para crear la feminidad. Pero si la gónada extirpada era un futuro testículo, faltará el desarrollo de los órganos derivados del conducto masculino (Wolf) y, por lo tanto, faltarán los rasgos de la morfología masculina; porque para que todos estos elementos masculinos se desarrollen 6 Jost: Arch. Anat. Microscop. Morph. Exp., 1947, 36, 151; y otros ulteriores. es indispensable la increción testicular. Es decir, que la feminidad surge sin necesidad de la increción ovárica, surge como fase inicial de la evolución sexual; mientras que la virilidad, como fase subsiguiente, diferenciada, necesita de la increción testicular para mantenerse y desarrollarse. "El otro hecho fundamental, es el hallazgo de Barr7 sobre la relativa independencia con que pueden evolucionar el sexo genético, que es inmutable, y el sexo endocrino que es relativamente circunstancial. En efecto, pueden darse casos, y se dan con frecuencia en la práctica patológica, de que el sexo cromosomal, a pesar de estar impregnado en cada una de las células del organismo, pueda no coincidir con el sexo endocrino y, por lo tanto, con la apariencia sexual del individuo; porque las influencias endocrinas han cambiado el sexo de esa morfología, persistiendo, naturalmente, el sexo genético inicial. Y así, encontramos personas con apariencia de mujer y con sexo genético viril; o viceversa. De suerte, que el concepto del hermafroditismo ya no se reduce a una disparidad entre la gónada y la morfología, es decir, por ejemplo, a que una mujer con ovario tenga apariencias de varón, sino que puede extenderse a algo más profundo, a saber, que el sexo genético sea de varón con gónadas femeninas, con ovario, más o menos rudimentario, y, desde luego, con apariencia femenina. El horizonte que abren estos hallazgos es incalculable. "Con algunas pequeñas correcciones habría podido poner estos ensayos míos de hace veinte años a la orden del día, pero me ha parecido más pedagógico dejarlos intactos, porque tanta enseñanza como la que puedan tener los hechos y las ideas en sí mismos, la tienen las rectificaciones que impone la evolución de la ciencia a estos hechos y a estas ideas; e incluso la demostración de su error."(Ib., versión cast. Ed. Guadarrama, Madrid, 1958, pp.743-744). Sobre la Intersexualidad En 1959, es decir, un año antes de su muerte, aparece un apretado y sintético artículo titulado Sobre el problema 7 Barr: V., por ejemplo, su resumen en Lancet, 1956, 1-47. de la intersexualidad y su clasificación (Revista Ibys, año XVIII,nº 3, Mayo-junio, Madrid, 1959). "El descubrimiento del sexo cromático —escribe— ha revolucionado el conocimiento de los problemas de la intersexualidad. Es sabido que, desde el momento de la fecundación del nuevo ser, éste tiene ya un sexo celular, masculino o femenino, que se revela por el aspecto de la cromatina nuclear de gran parte de las células de todos sus tejidos. Se debe a M.L.Barr el hallazgo de esta estructura nuclear, característica del sexo. Están ya vulgarizados los aspectos que presentan en cada sexo estas formaciones cromatínicas, muy fáciles de investigar, aun cuando requieran una cuidadosa técnica y, sobre todo, un criterio más cuidadoso todavía". (Op.cit.; O.C., IV, p.1033). "Examinando las células de un tejido adulto, —continúa— si se trata de un hombre, observaremos, en efecto, un aspecto nuclear poco neto, y, sobre todo, un número de vestigios nucleares que oscilan entre 4 y 20 por 100, con una media de 9 por 100. Mientras que, en un tejido de mujer, los restos cromáticos serán muy visibles y su frecuencia oscilará entre 30 y 70 por 100, con una media de 55 por 100. Nos inclinamos a creer que quizás estas cifras no son enteramente exactas, en el sentido de que en el hombre la media normal es inferior a 9 y en la mujer la media normal es superior a 55... Aún es pronto para precisar, con arreglo a los nuevos conocimientos, es decir a la intervención del sexo cromático en el determinismo sexual, cuál es la responsabilidad de este factor cromático, determinante; y cuál la responsabilidad del factor endocrino, diferencial, en la génesis de las distintas variedades de los estados intersexuales. Pero ya podemos esbozar con toda cautela una clasificación de estos estados intersexuales, de acuerdo con los nuevos conocimientos... y como complementación de nuestros escritos anteriores" (Ib., p.1034). "Creo que estos hechos y estas reflexiones —concluye— ayudan a comprender el misterioso problema de los estados intersexuales. Lo esencial es, ante todo, podar la literatura sexual, incluso la más rigurosamente científica, de consideraciones fantásticas o equívocas para las que el tema de la sexualidad es tan propicio." (Ib., p.1036). A los pocos meses de haber escrito esto, cuando tenía 73 años, un 23 de marzo de 1960, recién inaugurada la primavera con la que irrumpía la década hoy ya mítica, o, al menos tópica, de los sesenta, moría, en Madrid, Don Gregorio Marañón. QUINTA PARTE: AÑOS TREINTA, SESENTA, NOVENTA: ENCUENTROS Y DESENCUENTROS AL FINAL DEL SIGLO XX "El pensamiento sexológico es un componente integral de nuestra historia intelectual y los más importantes teóricos modernos del sexo merecen tanta atención, por parte de los historiadores de la cultura como los grandes filósofos o pensadores sociales de la historia" Paul Robinson, La modernización del sexo, trad. cast., Ed. Villalar, Madrid, 1976, p.9. CAPITULO XXVII Marañón en el debate de hoy Todo lo contado hasta aquí pertenece ya al pasado. Y en él reposan, en apacible descanso, personas e ideas que aquí hemos evocado. ¿Tiene sentido volver a ellas más que con la nostálgica pátina del tiempo? "El tronco que se lleva, arrastrado, la corriente —escribió Marañón en su Tiempo viejo y tiempo nuevo (EspasaCalpe, Madrid, 1940, p.7)— tal vez crea que el árbol que sigue creciendo a la orilla anda hacia atrás". Y en ese juego del pasado con el presente, el investigador de la historia nota, en ocasiones, cortes bruscos y sensaciones trastocadas. Pasado y presente Tenga mayor o menor interés, si se ignora el pasado, —ya lo hemos indicado— se corre el riesgo del deslizamiento en el esnobismo como carencia de tradición y de raíces. El equilibrio entre pasado y presente constituye la concatenación propia de unas generaciones con otras. Y, en ese difícil pero imprescindible juego, el tiempo viejo se hace tiempo nuevo. Es esto, en parte, lo que nos ha empujado a no cerrar aquí este paseo por el casco antiguo de nuestra sexología, entrando en la actualidad para cotejar algunas ideas encontradas en ese pasado con otras afines o dispares de nuestros días. A decir verdad, si en las modas sociales los cambios pueden dar la impresión de ser profundos, en las ideas —desde la implacable distancia de la historia— unas décadas no son gran cosa. Por otra parte, extrapolar esas ideas, desencarnándolas del contexto en que nacieron y crecieron, fuera de su propio espacio y tiempo, tiene también nuevos riesgos. Con estas salvedades —y haciendo una concesión al general y común modo de actuar— esbozaremos un debate, aun siendo conscientes de que si el anterior paseo pudo ser una plácida distracción, incluso una evasión, éste nos introduzca en algunos conflictos vivos y, por lo tanto, inquietantes. Es así la historia que se mezcla con la vida. Esbozaremos, pues, en primer lugar, una síntesis, necesariamente abstracta, del pensamiento sexológico de Marañón, con vistas a plantear, luego, si no un debate, insisto, —porque éste no es el lugar— sí, al menos, un bosquejo de por dónde podrían ir algunos encuentros o desencuentros entre unas y otras generaciones —años treinta, años sesenta, años noventa— en este final del siglo XX, o, si se prefiere, en el pórtico del XXI. Puntos de partida Dos son las bases o pilares, como ya quedó anotado, de la teoría sexológica de Gregorio Marañón: Primera, que el ser humano, en sus orígenes ontogenéticos y embrionarios es de estructura bisexual; y segunda, que, a partir de esta bisexualidad, tanto la sexualidad masculina como la femenina, en su evolución, proceden ambas de una raíz común. Ambas modalidades convivirán, pues, en los dos sexos, siendo una dominante o principal, y la otra inhibida o accesoria, pero sin desaparecer. El dato más importante, a partir de estas bases, lo constituye la denominada diferenciación sexual, fenómeno que no se produce de forma brusca o puntual, ni de una vez por todas, ni a ningún nivel localizado en exclusiva —genético, hormonal, morfológico,etc.— sino mediante un proceso general en el que intervienen un cúmulo variado de elementos o factores. Son estos los denominados rasgos diferenciadores o caracteres sexuales, primarios y secundarios, entendidos como indicadores de la futura masculinidad o feminidad generalizada, es decir, como conceptos amplios o resultados finales. El reparto o distribución de esos rasgos, dada la raíz común de la que proceden, se hace sobre la base de dos leyes o principios. El primero es la intensidad de los mismos caracteres sexuales; lo que dará como resultado que un individuo sea fundamentalmente masculino y otro sea femenino, sin que, por ello, se deje de ser, aunque en menor medida, acreedor o participante del otro sexo. El segundo principio es la denominada asincronía o evolución distinta a lo largo de las edades del hombre, visto con relación a la mujer o de ésta con aquél. Las formas, según la distinta intensidad y asincronía constituyen de por sí una gama de variedades de las que algunas llegarán a constituir alteraciones más o menos importantes, aunque, por lo común no deban ser vistas como tales, menos aún como patologías, sino simplemente como variedades propias de la combinación de los rasgos. Es lo que denomina estados intersexuales o, de forma más común, intersexualidades. El resultado final de este edificio conceptual, elaborado para dar cuenta de la presentación y desarrollo de estos procesos de forma articulada será la teoría de la sexualidad evolutiva, tanto en su sentido individual, es decir, visto desde cada uno, como colectivo o general de la especie. La primera es conocida como evolución ontogenética; la segunda como filogenética. Las dos tienen siempre una contínua interacción, que no debe olvidarse. El conjunto de la teoría está compuesto con el recurso a unos materiales fundamentalmente biológicos como línea o hilo conductor por un lado, así como a un extenso abanico de incursiones interdisciplinares entre las que destacan la clínica y la historia. Sus aplicaciones desembocan en aspectos educativos y culturales, así como sociales o de moral sexual, en su sentido de "mores" o costumbres. El científico y el humanista se juntan en la persona del escritor y ensayista lo que lleva a resaltar el medio a través del cual Marañón expone sus ideas en una serie de géneros variados, pero entre los que destacan las monografías , las comunicaciones académicas, las conferencias, y, sobre todo, los ensayos. "El género de ensayos tiene en boca de la mayoría de los autores un aire de petición de gracia que no quiero seguir —escribe—. Yo creo, por el contrario, que lo más serio —y, por lo tanto, lo más responsable— que hacemos es ensayar y ensayar" (Don Juan, Austral, Espasa-Calpe, 1939, p.11). La obra completa puede ser vista, pues, como un enorme —gigantesco— ensayo de explicación o comprensión del hecho básico y fundamental del ser humano en su condición sexuada con las incalculables e incontables consecuencias que de ello se derivan en las más variadas manifestaciones del vivir diario. Tal amplitud de campo desborda obviamente la anécdota accidental para ser evaluada como un amplio sistema o campo epistemológico general desde sus bases a sus últimas consecuencias en torno a "una de las claves que mueven el mundo". Discusión Supuestas, pues, estas bases como punto de partida, pueden someterse a discusión algunos de sus puntos centrales o secundarios. Digamos, para empezar, que las líneas generales han sido admitidas y contrastadas con mayor o menor fuerza, según los distintos criterios en los principales campos o áreas de conocimiento dentro de la comunidad científica. A nuestro modo de ver, la idea —en singular— más destacable de Marañón fué y sigue siendo el haber planteado, desarrollado y probado de forma sistemática que la primera y fundamental función de la sexualidad es la diferenciación y la diversidad, junto a la del placer y la reproducción, incluso al margen de ellas. Esta puede ser considerada, como ya se anotó, la piedra angular de su legado histórico. Con ello Marañón respondió al original reto de configurar y verificar una hipótesis explicativa del fenómeno sexual en su sentido más global, por lo que, con razón figura entre los grandes teóricos de la sexología. Si en el conjunto de la historia de las ideas, ésta es, de por sí, claramente destacable y perfectamente mantenible, otras ideas menores, arrastradas por ella, así como datos circunstanciales de época, necesitan una confrontación con adquisiciones posteriores No nos extenderemos aquí en este aspecto, en parte por desbordar los límites y los objetivos de este trabajo; pero, sobre todo, porque ya ha sido abordado por otros autores. Alejandra Ferrándiz, por ejemplo, en su tesis doctoral La psicología de Gregorio Marañón (U.C.M., Madrid, 1982) dedicó especial atención a esta confrontación "con el propósito de conocer la teoría sobre la sexualidad de Marañón y comprobar cuáles de sus hipótesis se mantienen hoy y cuáles han sido invalidadas" (Ib., p.463). En síntesis "junto a las hipótesis marañonianas no mantenidas hoy, se dan importantes aciertos por parte de nuestro autor en su teoría de la sexualidad; aciertos —concluye— que denotan una exquisita finura en la observación, dados los precarios medios de investigación con los que contaba la ciencia en esa época" (Ib., p.410). Otros estudios acentúan más el área endocrinológica. "En su conjunto —escribe, por ejemplo, Jean Vague— las investigaciones iniciadas por Marañón con relación a los caracteres sexuales morfológicos, fisiológicos y psicológicos; el esquema de su evolución cronológica diferente en el hombre y en la mujer; las anomalías menores de la diferenciación sexual, etc. siguen siendo válidas y forman parte integrante de la clínica, más de medio siglo después de su aparición en el debate científico. Los balances realizados hoy con más precisión que entonces y con más medios técnicos, confirman la casi totalidad de los datos de la observación, del razonamiento, de la intuición y de la cultura que forman el origen de la obra de Marañón en el campo de la diferenciación sexual." (Marañón y su lugar en la historia de la endocrinología, en Varios Autores, Marañon: actualidad anticipada, Eudema, Madrid, 1988, p.124.). El femenino: sexo básico Aparte de las obvias modificaciones que el avance de los datos nuevos le obligó constantemente a incluir —"No olvidemos que la ciencia se mueve siempre con la humildad de quien busca y encuentra para seguir buscando"—, algunos puntos merecen un interés especial. Tal es el caso, por ejemplo, del concepto de bisexualidad originaria, —en su sentido estructural que no debe ser confundido con la conducta— concepto central de su teoría, y que, tras el descubrimiento de Jost en 1947 sobre la prioridad del sexo básico femenino, Marañón tomó nota de ello afirmando, a pesar del gran interés del nuevo hallazgo y la repercusión grande respecto a uno de sus puntos básicos, la ausencia de especiales incidencias en cuanto al conjunto de su teoría general, tal como consta en la ya citada Nota adicional al texto de su Revisión del concepto de la evolución de la sexualidad humana, escrita para la antología del Panorama de las ideas contemporáneas, (Ed. Gallimard, Paris, 1957; trad. cast. Op. Cit., p.743). Desde esos años la comunidad científica, en lugar de partir del concepto de bisexualidad, introduce el llamado sexo básico que siempre es el femenino o, en todo caso, en esa dirección; de forma que, de no darse agentes inductores influyentes hacia el masculino, el individuo seguirá su desarrollo en femenino tal y como corresponde al sexo básico como punto de partida. Otra novedad que viene de la mano de ésta es la relativa a la cuestión del origen de dicho sexo básico, es decir, si éste es de carácter genético, hormonal o mixto. Sobre esta nueva cuestión el mismo Marañón reseñó el también recién aparecido hallazgo de Barr, dado a conocer en 1956 "sobre la relativa independencia con que pueden evolucionar el sexo genético que es inmutable, y el sexo endocrino que es relativamente circunstancial" (Ib., p.744). Esta separación de niveles en el conjunto del desarrollo es ya hoy un dato comunmente admitido y sin discusión en el proceso de la diferenciación sexual. Los caracteres sexuales En cuanto a los caracteres sexuales y sus implicaciones en la construcción de hombres y mujeres, como masculinos y femeninos, según el variado repertorio de los mismos y su reparto entre ambos, el modelo planteado por Marañón ha ido siendo progresivamente desplazado, desde los años setenta, hasta ser subtituído por una formulación conceptualmente distinta conocida como el binomio del sexo y el género. "El término inglés gender role, utilizado por primera vez por Money en 1955, —escribe el mismo Money en la introducción a la edición española de su célebre obra Man and Woman, boy and girl— se ha revelado de difícil traducción, no sólo al español sino a los otros idiomas. Lo mismo ha sucedido con los términos gender identity y gender identity/role. Ello no debe sorprendernos. En 1955 fue igualmente difícil para mí transplantar el término gender (género) desde la ciencia del lenguaje a la ciencia sexual y hacer aceptar este nuevo uso. Al principio sonaba como algo extraño e idiomáticamente poco familiar. Sin embargo quedó asimilado con gran rapidez para el uso científico y el literario, como suplemento científico al término sexo (Desarrollo de la sexualidad humana, Ed. Morata, Madrid, 1982, p.5). El sexo daría cuenta, pues, de los elementos o niveles incluídos dentro del grupo de los caracteres sexuales primarios y el género, a su vez, del grupo de los caracteres sexuales secundarios. Dicho de otra manera: al sexo, según esta formulación, correspondería la parte natural y al género la social o cultural. La primera pertenecería a los datos de las ciencias naturales y la segunda a las sociales. Ni que decir tiene que, a partir de ahí, las nociones de masculinidad y feminidad serán claramente replanteadas, al no ser las terminologías anteriores acordes con estas nuevas. No sería inútil resaltar, sin embargo, que el sentido que Marañón dió al concepto de sexualidad, noción siempre evolutiva, o sea biográfica, soslayaba ese dualismo dicotómico, vertebrando en su continuo los factores o elementos, en ocasiones, más de signo biológico, como, en otras, de claro signo cultural; pero, en todo caso, sin renunciar a la impregnación del carácter sexual que, como raíz, está en la base. Raíz y carácter, por cierto, que, con la introducción del nuevo modelo —y del cada vez más inflaccionado protagonismo atribuído a los géneros y su correspondiente abandono de los sexos como referencia— ha venido a encontrarse en una situación de clara y franca conflictividad. Hará falta, no obstante, esperar el tiempo necesario para poder evaluar los efectos de estos nuevos modelos teóricos con relación a los construídos antes. Un dato parece indudable: la aceptación social de esta nueva nomenclatura del sexo y el género y el abandono de los caracteres sexuales. Aunque también sería necesario evaluar si el cambio ha sido en base al rigor científico o al empuje social. Uno y otro no tienen por qué coincidir necesariamente. Aspectos más polémicos Si los puntos señalados continúan aún con el vigor propio de un debate científico, muy distinta fortuna parecen haber tenido algunas conclusiones o generalizaciones de Marañón relativas a aspectos sociales y educativos por lo que, en la actualidad, no resulta extraño encontrar alusiones frecuentes que han terminado por identificarle como el defensor de posturas conservadoras, incluso arcaicas, con relación a la mujer como sexo femenino. Este aspecto, especialmente polémico, no ha excluído incluso las descalificaciones de conjunto relativas a su pensamiento general por parte de algunos grupos activos y de reforma social. Al ser prioritariamente una polémica de opinión, más que un debate científico, por el nivel de los planteamientos, no resulta fácilmente concretable. Parece, no obstante, que la sensibilidad actual en torno a la función de la mujer en el mundo laboral y de representación social tiene motivos suficientes —aunque no necesariamente razones en otros órdenes— para considerar impopulares algunas conclusiones de Marañón a este respecto. Es importante no obstante —como sucede en la vida de cualquier autor— denunciar el simplismo que vemos repetirse con la utilización de unas citas tópicas sacadas de contexto; más aún, del conjunto de su mismo pensamiento. Al acercarse a textos anteriores en el tiempo no es infrecuente el riesgo de proyectar sobre ellos las conflictividades actuales, olvidando que para entender sus planteamientos —y para poder establecer un diálogo; no es otra cosa que la historia de las ideas— es preciso situar y diferenciar antes los marcos referenciales de rigor. Es ésa la única forma de poder entender tanto las aportaciones de una época como sus límites para poder ir más allá y seguir el ritmo de la historia. Como ya se indicó en su momento, partiendo de su edificio teórico, el conflicto no puede ser reducido a las opiniones de un autor sino que, sobre la base de sus ideas, el planteamiento requiere un marco más amplio como es el choque o la posible contradición entre las realidades estudiadas por unos científicos frente a las planteadas por otros en función del progreso social. Pero, junto a este criterio, no puede dejarse de lado el de los mismos individuos en la esfera de sus particularidades personales, así como de su intimidad e identidad. La combinación de ambos niveles —lo sabemos todos— no tiene hoy claridades tan evidentes como sería nuestro deseo. Otro aspecto igualmente polémico es el relativo a la homosexualidad, también en sus dimensiones e implicaciones sociales, sobre el que, si bien desde el punto de vista científico se sigue estando hoy lejos de poder hacer afirmaciones definitivas, algunas de las de Marañón, o atribuídas a él, resultan igualmente discutibles. Un sector social especialmente sensibilizado en esta dirección, al polarizar sus reivindicaciones en un nivel de igualdad de derechos, sus planteaminetos, absolutamente legítimos, no tienen por qué coincidir con conclusiones emanadas de los datos científicos observables. En cuyo caso la tirantez y la tensión señalada es perfectamente explicable, y con motivo, sin que, a otro nivel, se llegue a coincidencias. Es evidente que una cosa es la tolerancia como actitud personal, social o cívica hacia la homosexualidad, y otra, muy distinta, la serie de criterios científicos que tratan de explicar dicha realidad en la biografía de los sujetos. Aunque la mezcla de ambas suele ser notoria, nos inclinamos a pensar que, en el cuadro explicativo de Marañón —y desde el punto de vista meramente técnico— lo mismo que el masculino es siempre comprensible desde el femenino, y viceversa, la homosexualidad y la heterosexualidad serían explicables también en su relación de reciprocidad más que en el de la desviación. Esta hipótesis, asumible en términos científicos, no exime de su correspondiente debate y contraste; y, aún así, eso no quiere decir que, en el plano social, sea neutra, llevada a sus últimas consecuencias. De todas formas, en los aspectos polémicos, se diría que Marañón ha sido más divulgado en sus interpretaciones tópicas que conocido en sus análisis. Sería útil aclarar sus errores, como él, de hecho, hizo con algunos, con tal de no tener que renunciar a otras aportaciones. CAPITULO XXVIII Ultimas novedades Siguiendo con el debate iniciado, cabe plantear una cuestión de contraste —o tal vez de contradicción— entre la idea de diferenciación o de diversidad, ofrecida por los modelos anteriores, frente a los nuevos, aparecidos en las últimas décadas, coincidiendo históricamente con la muerte de Marañón. A nadie se le oculta el riesgo de este debate que con frecuencia suele convertirse en confrontación por estar viviendo momentos de plena euforia igualatoria entre los sexos, suprimidos estos —o reducida incluso su significación a "mera biología"— y promovida la otra terminología, es decir, la de los géneros, de uso cada vez más general desde las universidades hasta los textos de la enseñanza primaria. La irresistible ascensión de este lenguaje —y de su idea de fondo— así como el intento de barrida de las diferencias sexuales —identificadas éstas cada vez más como negativas e injustas— podría explicar uno de los motivos por los cuales la idea de diferenciación sexual ha ido cayendo en el desuso, por no decir explícitamente en la impopularidad; incluso con su reclusión en el campo restringido de la fisiología. ¿Renunciar al concepto mismo de sexualidad? La cuestión es de sobra compleja como para ser abordada en términos simplistas. Por ello vamos a ceñirnos aquí a uno de sus aspectos que nos conciernen directamente de cara a la idea central expuesta en la obra de Marañón y en el conjunto de la historia de las ideas durante esos años. Frente a esa idea, pues, de la diferenciación, se ha tratado en las últimas décadas, de llevar adelante un pronunciamiento de la similitud entre los sexos, hasta deslizarse hacia una clara nomenclatura de igualación. Autores como Masters y Johnson han sido claves para la promoción de estos nuevos planteamientos. "El entusiasmo de algunos grupos del feminismo, partidarios de esa igualación —escribe Paul Robinson en su análisis de los célebres autores desde una perspectiva intelectual— es, sin duda, fundado, en la lectura de Human Sexual Response de 1966. Esta obra y Human Sexual Inadequacy, aunque en menor grado, han ayudado más a la causa del feminismo y de los derechos sexuales de la mujer que todos los estudios del primer cuarto del siglo XX". (La modernización del sexo, p.185). Sin embargo las críticas a dichas obras, en aumento a medida que el tiempo ofrece perspectiva, no ocultan ya los fallos teóricos y empíricos a este respecto. Ello no ha impedido que el refuerzo de la idea de igualdad sexual haya sido cada vez más masivamente impuesto. Los mismos autores, en un admirable deseo de rigor, no dudaron en advertir desde el comienzo de la segunda obra aludida sobre "las numerosas lagunas conceptuales en que aún se encuentran nuestros trabajos y que será preciso subsanar" (Little, Brown and Comp., Boston, 1970, p.5). A pesar de ello, puede que sea ahí donde la fuerza del vértigo social —característico de estos años— haya contado más que el deseable diálogo y debate con la historia de la que, en rigor, el trabajo científico no puede prescindir. La misma sexología no ha estado exenta de responsabilidad en ello. "Si un reproche claro tengo contra muchos sexólogos de hoy —escribe Raymond P.Bruck— es su excesiva preocupación por una actualidad apresurada y su poca atención a la dimensión histórica de su disciplina, factor insustituíble como referencia para medir con precisión eso que conocemos como progreso científico" (Carta personal, Amsterdam, Abril, 1991). De la mano de este fenómeno, se ha producido una generalizada tergiversación de conceptos claves, a partir de la cual no es difícil entender que, por la fuerza social, la igualdad sexual —expresión en sí misma contradictoria como la de cuadratura circular— ha ido constituyéndose en noción usual. Bajo esa fuerza arrolladora, la función diferencial de la sexualidad se diría hoy condenada a retroceder como concepto vergonzoso y negativo. Toda estrategia práctica es inseparable de un análisis de sus soportes teóricos con vistas a no desequilibrar unas funciones en beneficio de otras. Porque, de hecho, todas ellas son de importancia capital, más aún irrenunciables. Sea esto dicho con la única intención de que la misma sexualidad mantenga o pueda mantener su propia entidad en los sujetos sin menoscabo de que, en un momento, se manifieste más una u otra de sus funciones. En todo caso, de lo que nadie puede tener duda es de la centralidad y universalidad del hecho de hacerse hombres y mujeres, como cualidad o rasgo fundamental de la noción de sexualidad. Perder este sentido podría ser considerado como error de carácter fuerte. Vistas, por otra parte, las excesivas incoherencias conceptuales a las que su pérdida da lugar, los intentos de superación o paliamiento, no se han hecho esperar. Nótese, sin embargo, una vez más, que el gran sesgo ha sido la utilización de la misma realidad sexual, fundamentalmente diferenciadora, para pasar a plantear una igualdad. No es posible una contradicción más insostenible. A estas alturas del debate no será ya necesario recordar que no estamos planteando un debate social —es decir de la igualdad de derechos y deberes entre los sexos que nadie puede sensatamente poner en duda— sino de conceptos entre los cuales se encuentra el de la sexualidad. Sexualidad versus "Sexo-género" Desarticulada de esa manera en su raíz la idea misma de sexualidad, y tratando sin duda de llenar esa carencia, se ha introducido, pues, el nuevo constructo operacional de la doble realidad del sexo y el género, tal como se anotó. No obstante, a los efectos de una historia intelectual, mantenemos la hipótesis de que dicha novedad se ha producido para tratar de llenar el progresivo abandono del concepto de intersexualidad así como la noción evolutiva de sexualidad en el sentido originariamente planteado en las primeras décadas del siglo XX. A ese abandono o rechazo han contribuído dos equívocos: en primer lugar la connotación excesivamente biológica —tal vez sería más exacto decir biologicista en su sentido deformado— dada al término por parte de quienes planteaban una liberación del llamado determinismo de las diferencias; y, en segundo lugar, el llamado "olor a clínica" que también irremediablemente ha caído sobre el concepto mediante las consabidas confusiones entre la intersexualidad y algunas de sus manifestaciones, especialmente hermafroditismos o pseudohermafroditismos, así como intervenciones quirúrgicas para cambiar de sexo en los casos de transexualidad. Ambas connotaciones tienen muy poco que ver con el sentido general de la noción de intersexualidad, aplicable tanto a los llamados caracteres sexuales primarios como secundarios, anatómicos como funcionales, es decir al continuo completo y no sólo a algunos de sus segmentos. ¿Sería necesario recordar que la intersexualidad no es una unidad de diagnóstico clínico —confundible con el hermafroditismo, por ejemplo— sino un concepto teórico que se planteó para dar cuenta de la interacción ininterrumpida de los caracteres sexuales de ambos sexos en la construcción del masculino y el femenino? Dentro de él eran incluídos —y lo siguen siendo— la inmensa variedad de los mismos, tanto primarios como secundarios, biológicos como culturales. El deseo de liberación de lo conocido como "biológico" puede estar justificado por la exageración determinista que de esta noción se hubiera podido generar. Dígase lo mismo del "olor a clínica"; pero un exceso no justifica otro exceso. Y lo que necesitan los conceptos son matizaciones en su aplicabilidad, más que la renuncia a ellos por connotaciones ajenas a los mismos, o exageradas, tomando las partes por el todo. Sobre todo cuando tales conceptos son radicalmente centrales. Por nuestra parte, en otro lugar, hemos tratado de dar más protagonismo a los procesos de sexuación, fórmula cercana a la intersexualidad, para hacer más visible el puente de unión entre lo conocido como "biológico" por un lado y "cultural" por otro, sin perder la ya nombrada raíz sexual como categoría referencial a lo largo del continuo biológico y biográfico de los sujetos. Desde este planteamiento, que corresponde a un proceso histórico en el desarrollo de la ciencia sexológica, nos parece que la introducción del nuevo concepto sexo-género, por muy operacional que éste pueda parecer, es, no sólo empobrecedor de la misma realidad sexual, sino un retroceso a situaciones anteriores a la génesis de la intersexualidad en la historia de las ideas. Es preciso no olvidar las evidentes coincidencias de esa nueva noción doble de sexo-género con otras, de sobra conocidas, como cuerpo-espíritu, por no hablar, más a las claras, de un campo semántico compuesto por bajezas-noblezas, sexualidad-amor. La exitosa acogida que este concepto anfibio ha tenido en las últimas décadas podría ser explicada por motivos ocasionales y externos —fundamentalmente sociales y tecnológicos— y no necesariamente generado por el mismo proceso científico. Dentro de los motivos externos a la misma realidad sexual podría situarse el intento de eliminación de diferencias, generado por sectores sociales, partidarios de la llamada "igualdad total", dando por sentado que cualquier diferenciación sería un obstáculo a la misma. En cuanto a los motivos tecnológicos, tal vez sería más exacto nombrarlos directamente como metodológicos, es decir relativos al manejo de conceptos operativos e instrumentalizables, sin duda de mayor comodidad para estudios de mediciones y cuantificaciones, como sucede con los test e inventarios, por ejemplo. Pero entendemos que es el medio o método el que debe adaptarse al fin y no al revés. De lo contrario puede correrse el riesgo de inventar o construir una realidad lógica que tiene poco que ver con la misma realidad que se trata de conocer. CAPITULO XXIX Algunas consecuencias El avance de los planteamientos teóricos promovidos en las últimas décadas, y el consiguiente retroceso de los inmediatamente anteriores, plantea una pregunta: ¿qué se gana con el éxito de los unos y qué se pierde con el olvido, o tal vez simplemente el desconocimeinto, de los otros? Posiblemente la parte más resaltable de la ganancia se juega con la mujer. O más exactamente con la imagen social de la mujer, puesto que ella ha sido la histórica desfavorecida con el antiguo desequilibrio en la cuestión de los sexos. Desde este punto de vista, podría entenderse el éxito de la articulación actual de los conceptos bajo los términos de género femenino en lugar de —o frente a — sexo femenino y, por lógica o paralelismo, de género masculino en substitución de sexo masculino, con todo lo que ello implica, pasando del lenguaje al concepto y de éste a sus consecuencias. Frente a una reconocida asimetria de los sexos, se ha promovido, pues, en las últimas décadas, la idea —o el ideal— de una simetria de los géneros. Haber encontrado esta fórmula ha traído consigo un entusiasmo colectivo, visible y explicable, que ha terminado por iniciar, o crear, un nuevo cuerpo de doctrina basamentado en el género y huyendo, con notoriedad, del sexo; en ocasiones, por decirlo con crudeza, como se huye de un mal sueño o de un fantasma. ¿Asexualización? Junto a los éxitos poporcionados por las nuevas teorías o constructos, se encuentra, no obstante, la otra cara que es la desexualización o asexualización generalizada que estos nuevos planteamientos están trayendo consigo de cara a una nueva conceptualización de las relaciones entre hombres y mujeres; relaciones que, cada vez —según estos modelos— parecen jugarse más en términos de estereotipos y roles o papeles sociales que en el nivel de sus identidades personales. Incluso éstas consideradas sólo como productos de aquéllos. Podría decirse que el predominio de un discurso colectivo, o de poder —léase administrativo— estaría primando sobre los planteamientos de las estructuras individuales del deseo, cuestión nada banal, por cierto, cuando un hombre y una mujer se encuentran frente a frente. Pero, por centrarnos, únicamente, en lo que aquí nos concierne —es decir, en el orden de los conceptos— podrían ser resaltados dos puntos de pérdida especialmente importantes. En primer lugar, el carácter central y no sólo periférico de la realidad sexual a lo largo de la vida y el de sus manifestaciones a distintos planos. La articulación y coherencia de esta centralidad trae consigo la propia exigencia de ser un concepto radical y continuo de forma que su desaparición ocasionaría distorsiones irremediables de cara a la misma realidad sexual como concepto o valor, es decir como categoría. Esta pérdida hace que, al quedar fuera de su influencia una serie de sus manifestaciones, éstas deban ser tomadas por otras áreas explicativas y en términos no directamente atentos a la misma sexualidad sino con finalidades dispares; tales como, por ejemplo, la reflexión moral y los recursos políticos. Estaríamos, pues, dentro de las llamadas modas o vandazos ideológicos, producidos por situaciones coyunturales y de carácter social. Es la pérdida de la raíz sexual para situarse en sus ramas. En este sentido, ya lo hemos indicado, la misma sexualidad —sin encaje epistemológico en el conjunto— puede volver a ser tomada como un quiste o tumor, motivo de problemas, en ocasiones de orden psiquiátrico, en otras social; en otras político-moral. En todo caso, fuera de su propio gozne referencial en el sujeto sexuado y sin saber qué hacer con ella. En segundo lugar, con la introducción del modelo del sexo y el género —dando por excluída la realidad sexual como matriz articuladora—, la reducción del sexo a "lo biológico" y del género a "lo cultural", trae consigo la vuelta a los planteamientos dualistas antiguos de los que precisamente se había salido con la elaboración del nuevo concepto de sexualidad sobre la base del sujeto como individuo sexuado que le da unidad; esa unidad biográfica y evolutiva que ha sido una de las grandes adquisiciones de la edad contemporánea. Por otra parte, el que se culpe a la realidad sexual de ser devaluadora de igualdades, frente a su finalidad, promotora de diversidad tanto en hombres como en mujeres, es un problema muy distinto. Posiblemente haya que pensar que la incapacidad de ver lo deseable de la diversidad genere miedo a la misma y, por lo tanto, aversión a la diferencia con la consiguiente obsesión fácil y demagógica por una igualdad uniformadora. Esta incapacidad para extraer lo positivo de un enfoque radical (de raíz) de la sexualidad hace pensar en la fábula de la zorra ante las uvas: éstas son buenas y están maduras; negar su bondad y el beneficio que podrían reportar equivale a una trampa demasiado evidente. Pero hay más: y es la negación, no ya de las uvas, sino de la misma trampa. Destapar ambas falacias puede revelar una estrategia que parece alimentada por una dinámica de reconocida y aceptada impotencia, mayor aún que la que desvela la fábula. Sexismo y antisexismo Uno de los puntos más visibles a los que conduciría este debate provocado por el abandono del concepto de sexualidad y la adopción del nuevo binomio sexo-género es el que, traducido a un lenguaje popular ha sido generalizado como polémica del sexismo-antisexismo. Es precisamente este planteamiento el que más a las claras revela, en primer lugar, cómo se ha vaciado la sexualidad de una visión diferenciadora positiva; cómo, a continuación, la eliminación de la realidad sexual ha sido sustituida por el concepto de sexo-género, para, finalmente, connotar a la raíz sexual de discriminadora negatividad, siguiendo la primera parte de este concepto anfibio o sea el sexo para terminar con el planteamiento de una equívoca igualdad, basándose en la otra mitad del mismo concepto, o sea el género desexuado o asexuado. El anti-sexismo plantea liberarse del sexo o luchar contra la esfera de su influencia, incluso en su mismo lenguaje. Hablemos, para entendernos con más propiedad, de los sexos, puesto que el destrozo conceptual llevado a cabo últimamente con el sexo —en cuyo cajón de sastre multisémico ya entra todo— no creo que pueda tener remedio. Cabe, pues, preguntarse: ¿Por qué, de pronto, desde hace unas décadas, ha surgido esa aversión al mismo lenguaje de los sexos como masculino y el femenino? Suele responderse que por sus resonancias varoniles, según el predominio de la biología sobre la cultura y ésta configurada como radicalmente machista. De otra parte ¿Por qué, esa paralela exaltación de la fórmula de los géneros? Por su maleabilidad y modificabilidad sociocultural que permite más plasticidad y menos dependencia de lo llamado biológico, según es también abiertamente confesado. Con todo, queda aún otra cuestión: La lucha anterior fué contra el machismo como exceso; la actual, denominada expresamente antisexismo, no apunta ya al exceso de un sexo sobre el otro sino a la misma raíz del fenómeno sexual, es decir al hecho de los sexos, planteando éste como un exceso en sí y formulado, ya a las claras, como un ismo. Ser sexuado volvería de nuevo a ser una verguenza, léase un obstáculo para el entendimiento entre un hombre y una mujer. Curiosa conclusión a la que conducirían estos planteamientos. Sus contradiciones no son para ser tratadas aquí. Unicamente hemos pretendido sugerirlas por lo que dice relación al objeto concreto de este breve recorrido en torno a los años treinta y sus encuentros o desencuentros con algunas ideas de los sesenta y noventa, o sea de hoy. Llegados a este punto, puede que deban plantearse dos opciones: primera, el reconocimiento de que el legado histórico de la generación anterior ya ha sido superado o sobrepasado y que, por lo tanto, su conocimiento no pasa de ser una simple distracción curiosa para el recuerdo; y segunda, que las contradicciones a las que se puede estar hoy llegando requieran un debate en profundidad tanto histórico como conceptual, capaz de evitar simplismos generalizados, lo que requeriría el esclarecimiento de unas bases para empezar a entenderse con un mínimo de precisiones. Porque no conviene olvidar que lo que se está jugando en estos conceptos, de apariencia abstracta, no es sino la identidad y condición específicamente masculina y femenina —es decir sexuada— de los hombres y mujeres en el cuadro más vital que es la misma condición humana; cuestión que, en última instancia, nos concierne a todos de una forma más quicial de lo que pudiera parecer. Sin el recurso a la historia o con el olvido de ella, estas precisiones, no sólo no serán posibles; puede que ni siquiera se sea consciente de su necesidad. Sólo su perspectiva ayuda a desvelar algunas de estas contradiciones que se hacen evidentes por el mero hecho del pasar del tiempo, elemento del que ningún sistema de pensamineto termina por librarse. CAPITULO XXX La tenacidad de una idea El punto de debate que ahora pretendo plantear es de otra dimensión. En 1976 Paul Robinson desarrolló la tesis de que, frente a una época en la que "el pensamiento sexológico no había pasado de ser un conjunto de prejuicios populares, a veces codificados por autoridades médicas o explotados por pornógrafos, pero, en todo caso, sin alcanzar la coherencia y dignidad que se asocia a la palabra pensamiento; el siglo XX ha sido capaz de ofrecer, de forma explícita y sistemátizada, una nueva figura intelectual: la del sexólogo". (La modernización del sexo, trad. cast. Ed. Villalar, Madrid, 1976, p.9). A partir de esta base, la tesis de Robinson consiste en probrar que —como hemos citado en la entrada de esta quinta parte— "el pensamiento sexológico es un componente integral de nuestra historia intelectual y que los más importantes teóricos modernos del sexo merecen tanta atención, por parte de los historiadores de la cultura, como los grandes filósofos o pensadores sociales de la historia" Las tres funciones de la sexualidad En esta dirección el Dr. Hesnard, uno de los primeros tratadistas o recopiladores en los años treinta, había escrito en su Manual de Sexología: "Tres grandes pilares ofrece el pensamiento a la sexología científica contemporánea: Havelock Ellis, Sigmund Freud y Gregorio Marañón" (Ib., Payot, París, 1933; 4ªed., 1959, p.12). Mi intención en este capítulo es leer y entender a Marañón en este cuadro y desde esta perspectiva de la historia; porque entiendo que su idea central puede y debe ser debatida en dicho contexto histórico; y sólo en él podrá entenderse si su aportación ha sido y sigue siendo de interés. Entiendo que la idea central de Marañón, planteada, desarrollada y probada a través de unas bases eminentemente biológicas —como es su presentación de la diferenciación sexual, la intersexualidad y la evolución de la sexualidad— consiste en la afirmación radical de la centralidad de la función de la sexualidad que es primariamente de diferenciación, es decir de promoción de diferencias o, si se prefiere, de diversidades, término tal vez más acorde con la sensibilidad actual. Las consecuencias de esta idea sobrepasan con creces el restringido marco que se las ha asignado para crear un friso de amplísimo espectro en los valores, la sociedad y la cultura. En términos de síntesis, unos meses antes de morir, el Freud de 1938 escribió en su Esquema del Psicoanálisis: "Es preciso entender que la vida sexual abarca la función de obtener placer en zonas del cuerpo, función que ulteriormente, es puesta al servicio de la procreación; pero ambas funciones no deben ser confundidas ni tienen por qué coincidir" (Obras Completas, Biblioteca Nueva, Vol.III, Madrid, 1969, p.1018). "La sexualidad —había escrito, por su parte, Marañón un año antes, y año igualmente de síntesis y revisiones— equivale, en su último sentido, a diferenciación del individuo. El sentido de esta individualización sexual es la aspiración a que el hombre o la mujer sean lo más distintos de las otras individualidades, para ser así el objeto preferido de la atracción del sexo contrario" (Soledad y libertad, 1937; publicado en Vida e Historia, Espasa-Calpe, Austral, Madrid, 1945; O.C., IX, p.113). Frente a la antigua identificación de la vida sexual con la procreación o función reproductora, lo que Freud había aportado —y eso es lo que trata constantemente de acentuar— era esa otra cara de la sexualidad, o sea la de su función de producir placer. Es curioso cotejar esas dos nociones, es decir la de la reproducción y la del placer, con la que sería descubierta o acentuada por los primeros teóricos de la sexología, más atentos a las adquisiciones de las ciencias naturales como es el caso de Marañón, a saber: Que, antes que la función de placer o de reproducción, la primera y previa función de la vida sexual es la diferenciación o, dicho de otra forma, la de hacer masculinos y femeninos, heterosexuales y homosexuales, que, a su vez, se diferenciarán aún más mediante un sinfín de rasgos, matices y peculiaridades cada vez más individualizadas, por las contínuas interacciones de los caracteres sexuales en uno y otro sexo. Todo esto es función específica y primera de la realidad sexual. A las dos acepciones del término sexualidad indicadas por Freud, es, pues, preciso añadir una tercera, pero con carácter previo a ambas. Si tuviéramos que formular las tres en el orden vivido por los individuos, éstas serían: diferenciación, placer y procreación. El alcance de la diferenciación sexual Es obvio que, durante distintas épocas, la función procreadora haya sido socialmente exagerada en detrimento de la del placer. Es también obvio que la función del placer empezara, en su momento, a ser estudiada y acentuada con la lógica puesta en cuestión de la anteriormente avasalladora procreación. La tensión y lucha entre ambas ha llegado hasta nuestros días. Pero es igualmente visible el poco interés despertado por la idea diferenciadora, copado éste por el enfrentamiento de las otras dos. También es fácil de entender que, "hartos de las diferencias atribuídas al sexo", como se ha escrito y hablado tanto —al sexo, no a la sexualidad, sería preciso matizar— se haya tratado de prescindir de dicha acepción, arrancando de cuajo la raíz misma de esa equivocidad, ambiguamente ocultadora del valor que contenía dentro, aunque difícil de entender. Tan difícil que sólo parece haberse optado por la denominada "discriminación negativa" y, por lo tanto, vivida de forma abusiva y hasta odiosa. Es muy posible también —continuando en esta dinámica emprendida— que, a la vista del desarrollo de esas tres funciones de la sexualidad a lo largo del siglo XX, podamos o debamos concluir, ya entrando en el siglo XXI, que descuidar la función diferenciadora ha constituido un error del cual sólo ahora podemos empezar a ver las consecuencias. Planteadas frente a frente las funciones del placer y la reproducción, y en polémica o lucha por motivos éticos, sociales o políticos bien conocidos, los partidarios de una han reprochado sus correspondientes excesos a los partidarios de la otra. Si los seguidores de la sexualidad en su acepción de placer reprocharon a los seguidores de la procreación toda una serie de exageraciones, éstos, a su vez, no se han ahorrado sus ataques hacia aquéllos. Se diría que unos veían lo conveniente de su acepción preferida, y desde ella atacaban o criticaban a los seguidores de la otra. Incluso, desde esa dinámica, es bastante fácil de entender la sobrevaloración de la misma hasta el punto de tratar de negar o de infravalorar la idea de los otros. Es bien conocido cómo los partidarios de la procreación —enemigos del placer, si se permite esa formulación extrema— trataron de desacreditar a éste, connotándole con ideas morales y políticas de signo generalizado hacia las históricas izquierdas. Incluso cómo ellos mismos, obligados a reconocer algunas evidencias y utilidades "racionales" del placer, se vieron obligados a camuflarle bajo términos vagos o simbólicos, tales como el afecto, el amor, la comunicación, etc. con tal de no aceptar la idea clara y neta de dicha función, y, por otra parte, obligados a hacerle socialmente presentable y en cierto modo aceptable. No es menos cierto —siguiendo con el mismo análisis— que dicho camuflaje o trampa terminaba siendo desvelado, más pronto o más tarde, por ser esas realidades del afecto, la comunicación, etc. imposibles de sustentación teórica y por lo tanto reducidos a simples apósitos, adosados con más voluntad moral que coherencia lógica. ¿Por qué buscar de forma enrevesada lo que está tan cerca y, en definitiva, puede entenderse de una manera simple? ¿Por qué esgrimir justificaciones externas y rebuscadas ante lo que está en la misma naturaleza de la cosas? Ciertamente ha hecho falta un largo camino para llegar a admitir que las dos funciones, la placentera y la procreativa, no tienen por qué excluirse, sino que, a veces actúa una, a veces otra, según momentos o intencionalidades. De haber dado el interés previo que la sexualidad merecía como función diferenciadora, posiblemente se hubiera visto más claro que sólo es posible la comunicación entre sujetos autónomos y distintos, es decir diferenciados; y que la diferencia —llámese separación, o afirmación de un yo y un tú— sí es función propiciadora de la comunicación, incluso su condición sine qua non. En efecto no es posible una comunicación si previamente no hay diferenciación de los que se comunican. Y no hay mayor comunicación que la que se da entre los sexos precisamente por ser esta variable la que más diferencia, es decir la que más propicia variedades. Pero la explicación lógica de esos elementos dispersos y dispares sólo es posible entendiendo la sexualidad en su primera acepción, es decir como función diferenciadora y diversificadora por antonomasia. La diversidad La diferenciación sexual, entendida en ese sentido positivo de valor y no de condicionamiento negativo o de disvalor, puede ser mejor entendida mediante un nuevo término o matiz, aunque ello implique salir de las categorías estrictamente científicas para entrar en otras más humanistas. No es otro, sin embargo, el significado que desde comienzos de siglo se ha venido atribuyendo a ésta que el de la diversidad en el sentido de variedad y riqueza.8 Algunos no han dudado en llamar a esa idea una obstinación. Y efectivamente ésa es la obstinada y tenaz idea planteada por Marañón de muy diversas formas, a lo largo de su obra, siempre como riqueza, y que algunos no han pasado de leerla como limitación o negación, entiéndase como discriminatoria en su sentido negativo de un sexo sobre otro o de uno que coarta o somete al otro; o de atribuciones a uno y negaciones al otro, etc. 8 .- Mi amigo el Dr. Manuel Lucas, desde un análisis sociobiológico, ha acentuado esta dirección en su Invitación a una Sexología Evolutiva, (Revista de Sexología, nº extra-doble 46-47, Madrid, 1990) Sin duda es preciso reconocer que no es fácil expresar con claridad realidades preñadas de prejuicios e interpretaciones repletas de sospechas. Pero, equivocado o no, entiendo que ésa es la idea central de Marañón y por ello entiendo que la radicalidad de la diferenciación conduce inexorablemente al reto del cultivo de la diversidad. O, dicho aún con connotaciones más explícitas, al planteamiento de la sexualidad como cualidad y dimensión creadora de riqueza. La noción de intersexualidad viene en su apoyo como recurso que la propicia a través de la oferta de una infinita gama de posibilidades que la sexualidad ofrece a lo largo de su evolución en cada individuo, lo mismo que a lo largo de la evolución de las especies, en un drenaje continuo de la biología a la cultura. Esta es, pues, la idea que Marañón —según yo entiendo— trató de demostrar. Ahora bien, que —como ya fué indicado— él mismo no pudo, no supo o no quiso llevar esa idea hacia adelante sino sólo en sus bases, es ya una cuestión distinta. En todo caso, sus conceptos dejan el camino abierto. Posiblemente, en este punto, pueda ser de interés recordar a otro de los grandes líderes históricos de la Sexología, como fué Havelock Ellis, quien, por otros recursos y métodos, planteó la misma idea de diversidad y de riqueza como sentido del concepto de sexualidad —es decir, de ser sexuado— a través de su conocida teoría del simbolismo erótico formulada en su obra The Sexual Symbolism de 1906. Con ello recuperaba Ellis una cantidad de variantes que habían sido consideradas como patologías y que no eran, vistas por él, sino una aplicación más de esa riqueza de la diversidad, producida por la combinación de claves cuyo agente directo era la sexualidad, vista como productora de valores positivos. Surgen, a partir de aquí, matices nuevos de esta nueva idea de la sexualidad. Y estos nuevos matices traen consigo, a su vez, retos nuevos, que serán o no seguidos en términos morales o sociales, pero —seguidos o no— bueno es al menos, dejarlos reseñados como existentes en la misma naturaleza de los hechos. La confluencia en Marañón de una polifacética personalidad en la que se dan cita el biólogo con el historiador y el clínico con el humanista pueden ser una llamada para evitar su reduccionismo e invitar a un horizonte abierto. Aunque, entre uno y otro, los riesgos no sean pocos. "Elogio de la teoría" Se trata, por otra parte, de no reducir la realidad sexual a ese practicismo funcional de la casuística y su terapéutica; de que los árboles de la clínica no impidan ver el bosque de la teoría. Así como de que otra teoría pueda generar otra clínica y, sobre todo, otra educación. Se trata, en definitiva, de un horizonte abierto en dos direcciones fundamentales: una en cuanto a la descricpión de la realidad sexual, fundamentalmente diferenciadora y, por lo tanto, con más posibilidades de comunicación entre los sexos diferenciados, que es la que más ocupó a Marañón; y otra en cuanto a la despatologización de dicha realidad sexual con el consiguiente enriquecimiento de la misma, vista desde un nuevo planteamiento. En ambos casos se trata de elevar la realidad sexual a la categoría de pensamiento. Es, pues, ofrecer una hipótesis o concepto nuevo de la sexualidad; hipótesis que él se propuso, tras su formulación, validar y convertir en tesis a lo largo de sus escritos específicos. "En nuestro país —se quejaba Marañón— tiene muy mala aceptación la teoría. Se dice que lo que sobran son teóricos, hombres o mujeres de lectura y sin espíritu de aplicación. Grave error, a mi juicio. Nada se echa tanto de menos en España como los buenos teóricos, bien imbuídos de espíritu auténtico de ciencia (...). Una de las plagas de la vida moderna es, en efecto, la muchedumbre de incapaces o de bárbaros que dominan las técnicas y adquieren por ello una peligrosa responsabilidad social. Pero lo difícil, lo importante, no es ejecutar las técnicas, sino saber plantear los problemas que haya detrás y juzgarlos con un espíritu científico que sólo se adquiere con la cultura de una inquietud teórica" (La medicina y nuestro tiempo, Austral, Espasa-Calpe, seg.ed.1957, p.74). Frente a una pragmática, cada vez más en aumento, se plantea el valor de la teoría o, si se prefiere, de la idea. Y en ese encuadre, la idea o concepto de sexualidad, más allá de la casuística o sus técnicas de arreglos de problemas, apunta a un replanteamiento de la misma sexualidad como concepto, o sea como valor. Nota sobre la Bibliografía General Con la intención de aligerar el texto he preferido evitar las citas bibliográficas o documentales a pie de página y limitarme a las referencias imprescindibles que se encuentran todas en su interior. La mayoría de las correspondientes a las tres primeras partes proceden del Repertorio de obras de carácter científico-divulgativo sobre temática sexual aparecidas en España durante la segunda mitad del siglo XIX y primera mitad del XX (E.Amezúa, Cien Años de temática sexual en España: 1850-1950. Repertorio y análisis, número 48, monográfico, Revista de Sexología, In.Ci.Sex., Madrid, 1991). Los volúmenes no publicados se encuentran en el Fondo Histórico de la Biblioteca del Instituto de Sexología. Con referencia a la parte dedicada a la obra de Marañón, he utilizado, para primeros contactos, las obras siguientes: Francisco Javier Almodovar y Enrique Warleta, Marañón o una vida fecunda, Espasa-Calpe, Madrid, 1952; J.Alvarez Sierra, El Hipócrates de la medicina española. Biografía del Dr. Marañón, Impr. Samarán, Madrid, 1960; Enrique Barco Teruel, Elogio y nostalgia de G.Marañón, Editorial Barna, Barcelona, 1961; Manuel Izquierdo, Marañón: médico, escritor e historiador, Ediciones Cid, Madrid, 1965; Vicente Pozuelo Escudero, Marañón y su obra en la medicina (reflexiones de un discípulo), Prensa Castellana, Madrid 1965; Pedro Laín Entralgo, Gregorio Marañón: vida, obra y persona, Ed. Espasa-Calpe, Madrid, 1969 y volumen I de Obras Completas, Espasa-Calpe, Madrid, 1975; Marino Gómez Santos, Vida de Gregorio Marañón, Taurus, Madrid, 1971; nueva edición Plaza y Janés, Barcelona, 1987; Luis S.Granjel, Gregorio Marañón. Su vida y su obra. Ed. Guadarrama, Madrid, 1960; Varios Autores, Marañón: actualidad anticipada, Eudema, Madrid, 1988. Con relación a la bibliografía general de Marañón, una gran parte se encuentra recogida en los 10 volúmenes que forman sus Obras Completas (Ed. Espasa-Calpe, Madrid, 1966; reimpresión:1975). No obstante, en dicha edición, sólo se recogen las últimas redacciones y, obviamente, no han podido dar cabida a lo que correspondería a una edición crítica. Por ello, siguiendo la idea que aquí nos ha guiado, que ha sido ahondar en su obra siguiendo el ritmo cronológico de su producción, hemos recurrido a fondos de carácter documental, utilizando los mismos textos tal y como fueron apareciendo año tras año, aunque, para facilitar consultas, hemos hecho, en lo posible, las referencias a las Obras Completas. Para ello nos hemos servido de los Repertorios, cuya elaboración ha tenido varias fases: La primera y principal apareció en Veinticinco años de labor: Historia y bibliografía de la obra del Prof. Marañón elaborada por sus discípulos del Instituto de Patología Médica del hospital de Madrid (EspasaCalpe, Madrid, 1935). Sobre ella se han ido construyendo otros repertorios revisados y ampliados. Marino Gómez Santos, en su Vida de Gregorio Marañón (Taurus, Madrid, 1971), ofreció la más completa hasta la fecha. Alejandra Ferrándiz, en su ya citada tesis doctoral, La psicología de Gregorio Marañón (U.C.M., Madrid, 1982), reelaboró y amplió la anterior versión cercana a las 2000 referencias. La Fundación Marañón sigue completando y ampliando dichos repertorios, camino de una edición crítica. A ello hemos añadido el nuestro propio por tratarse, en este caso, de un estudio sectorial, relativo a su obra sexológica. A este respecto, quiero expresar mi gratitud al Gremio Profesional de Libreros Anticuarios por su colaboración en la búsqueda de primeras ediciones y reediciones de textos que hoy obviamente ofrecen dificultades especiales. Y, finalmente, en cuanto a la última parte sobre Encuentros y desencuentros al final del siglo XX, algunas de las obras de referencia en el debate pueden consultarse en una obra anterior (E.Amezúa, Sexología: cuestiones de fondo y forma. La otra cara del sexo. Revista de Sexología, nº extra doble, 49-50, Madrid, 1991).