LOS HIJOS DE DON SANTIAGO

Transcripción

LOS HIJOS DE DON SANTIAGO
LOS HIJOS DE DON SANTIAGO
paseo por el casco antiguo de nuestra sexología
"He visto a muchos mayores resignarse
bajo el peso de la única versión de su pasado, hecho sólo de ignorancia y ñoñería. Y
he indagado en ese lado que ocultaba su
memoria"
por
Efigenio Amezúa
EDITORIAL
¿"De veras fueron ellos —los anteriores— tan
ignorantes? ¿Estamos tan sin tradición como se dice?
He visto a muchos mayores avergonzarse de su
pasado y del pasado de los suyos, a fuerza de haber echado sobre
él un nefando listado de apelativos tales como antigualla, represión, ignorancia o ñonería.
Hay otro lado en la memoria de esta historia. Es el
lado de la búsqueda que, en éste, como en cualquier otro aspecto,
ha tenido —¿y por qué no?— un aliciente distinto; a condición de
que el presente se acerque a él, no tanto con ira o resentimiento,
sino con gratitud y simpatía; incluso con la fresca ingenuidad de
la aventura que precede a toda crítica.
Valga más o valga menos, el pasado está en el
presente como la historia en la vida; y se nos muestra a través de
nuestra manera de verle o recordarle. Pero, para ello, es indispensable conocerle.
A mis padres, que fueron
jóvenes en los años treinta.
A tí, mujer, con quien yo lo
fuí en los sesenta. Y a nuestras hijas que lo son en los
noventa. Tres generaciones
al parecer distintas y, no
obstante, tan cerca.
INDICE
INTRODUCCIÓN . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 9
PRIMERA PARTE:
Hace apenas treinta años, se cumplían otros treinta
de los años treinta
CAPITULO I:
Kinsey y Marañón: el encuentro de Madrid . . . . . . . . . . . . . 14
CAPITULO II:
El aperitivo del siglo XIX . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 19
CAPITULO III:
La entrada en el siglo XX: Los hijos de Don Santiago . . . . . 29
SEGUNDA PARTE:
Algunos nombres y apellidos
CAPITULO IV:
El Dr. Juarros o "las cosas de Don César" . . . . . . . . . . . . . . . 39
CAPITULO V:
Saldaña y su tratado de sexología . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 47
CAPITULO VI:
Hildegart, el extraño caso de "la virgen roja" . . . . . . . . . . . . 55
CAPITULO VII:
La otra vida de Félix Martí Ibáñez . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 65
CAPITULO VIII:
Don Jaime Torrubiano. Una voz distinta en el seno de la Iglesia73
TERCERA PARTE:
Ideas, grupos y ambientes
CAPITULO IX:
La gran reforma sexual . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 85
CAPITULO X:
"El Real Decreto Pornográfico" y su resaca . . . . . . . . . . . . . 93
CAPITULO XI:
De "la ola verde" a "la marcha triunfal del sexo" . . . . . . . . 101
CAPITULO XII:
Dos grupos, dos revistas, entre la precaución y la audacia. . 109
CAPITULO XIII:
La Información Sexual en los kioscos . . . . . . . . . . . . . . . . . 115
CAPITULO XIV:
1933: La casi madurez de un proyecto . . . . . . . . . . . . . . . . 123
CUARTA PARTE:
Marañón o la fuerza de una idea
CAPITULO XV:
"Una audacia de muchacho" . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 133
CAPITULO XVI:
El largo proceso de la diferenciación sexual . . . . . . . . . . . . 141
CAPITULO XVII:
1928 : El año de la intersexualidad . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 149
CAPITULO XVIII:
1930 : La nueva teoría de la sexualidad . . . . . . . . . . . . . . . . 157
CAPITULO XIX:
El mundo visto como masculino y femenino: Los caracteres
sexuales . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 163
CAPITULO XX:
El tiempo de "La reforma sexual" . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 171
CAPITULO XXI:
La nueva relación entre los sexos . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 181
CAPITULO XXII:
La homosexualidad: Un debate a varias bandas . . . . . . . . . 189
CAPITULO XXIII:
El historiador de vidas marcadas por el sexo . . . . . . . . . . . . 197
CAPITULO XXIV:
París, 1937 : Revisión en el exilio . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 209
CAPITULO XXV:
"Don Juan y yo": ¿Un simple ajuste de cuentas? . . . . . . . . . 217
CAPITULO XXVI:
La silenciosa despedida . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 225
QUINTA PARTE:
Años treinta, sesenta, noventa: encuentros y desencuentros
al final del siglo XX
CAPITULO XXVII:
Marañón en el debate de hoy . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 239
CAPITULO XXVIII:
Ultimas novedades . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 251
CAPITULO XXIX:
Algunas consecuencias . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 257
CAPITULO XXX:
La tenacidad de una idea . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 263
Nota sobre la Bibliografía General . . . . . . . . . . . . . . . . . . 273
INTRODUCCIÓN
Uno de los trabajos que, con más gusto, he realizado en los últimos años ha sido la creación del fondo histórico para
la biblioteca del Instituto de Sexología, formado hasta la fecha por
unos 4.000 volúmenes —todos sobre temática sexual, orginales o
traducidos, pero publicados en España— durante la segunda mitad
del siglo XIX y el primer tercio del siglo XX, hasta la guerra civil.
Esta tarea ha supuesto para mí una actividad
oxigenante, zambullido en ocasiones hasta el exceso en los
problemas inmediatos de la consulta diaria o en le coordinación de
los programas de formación. El progresivo contacto con ese
mundo anterior —no tan lejano— me ha ido llevando a replantear
algunos tópicos nuevos que han suplantado a los antiguos aunque
también a ver cómo vuelven a instalarse otros.
He oído muchas veces decir que en este campo
—y aquí, en España— apenas hoy estamos empezando. Afirmación que, a fuerza de repetirse, corre el riesgo de convertirse en
verdad. Los sociohistoriadores insisten en que el pasado nos sigue
más de cerca de lo que alegremente suponemos cuando creemos
vivir al día. Pero, a fuerza de vivir únicamente de las últimas
novedades, puede que se haya ido construyendo una forma de
pensar que, de por sí, excluye cualquier posibilidad de acervo o
patrimonio, es decir de tradición y de solera, como sentido de la
orientación y referencia.
La ventaja de vivir excesivamente de lo último es
estar siempre a la moda: pero su costo es la renuncia a las raíces
para vivir en un continuo estreno, tal vez a un paso de la improvisación y, por qué no, del esnobismo. ¿Realmente es todo tan nuevo
y sin pasado? ¿De veras fueron ellos —los anteriores— tan
ignorantes? ¿Estamos tan sin tradición como se dice? ¿Y si nos
diéramos un paseo por el casco antiguo de nuestra sexología?
En ocasiones apetece incluso detener el ritmo al que
estamos sometidos por el vértigo de lo novedoso y dejar de lado
las calles modernas, con su trasiego, para perderse en otras más
rústicas y elementales que proporcionan una cierta dosis del
disfrute no encontrado en el confort de lo nuevo.
Esta experiencia, que parece ser más propia de
quienes ya han vivido años, me ha llevado a plantear un espejismo
de tipo pedagógico especialmente vivido en el contacto con
colegas del oficio. Y es que se da por sentado, con excesiva
frecuencia, que los niños o jóvenes —los hijos— sólo quieren
saber de lo moderno y de lo último. La experiencia nos dice que
los hijos piden y buscan la historia de sus antecesores; entre otras
razones, porque la necesitan para poderse situar en ella, aunque
sólo sea, como es ley de vida, para rebelarse luego contra ella,
yendo más allá.
Los hijos preguntan y se interesan por los sitios en
que se conocieron sus padres, cómo fue, qué se decían, qué regalos
se hacían, qué libros leían, qué música oían, qué ideas tenían, qué
historias les contaban sus predecesores... Esas son preguntas por
la historia. Pero he podido ver a muchos padres o adultos avergonzarse de su pasado y del pasado de los suyos, a fuerza de haber
echado sobre él, en este campo, un nefando listado de apelativos
tales como antigualla, represión, ignorancia o ñoñería.
Hay otro lado en la memoria de esta historia. Es el
lado de la búsqueda que, en éste, como en cualquier otro aspecto,
ha tenido —¿Y por qué no?— un aliciente distinto; a condición
de que el presente se acerque a él no tanto con ira o resentimiento
sino con gratitud y simpatía; incluso con la ingenuidad de la
aventura fresca que precede a toda crítica. Valga más o valga
menos, el pasado está en el presente y se nos muestra a través de
nuestra manera de verle o recordarle. Pero, para ello, es indispensable conocerle.
En otras obras he tratado de hacer balance de ese
otro lado del pasado y de responder a preguntas que, a partir de él,
resultan hoy ineludibles ante retos pendientes del presente y el
futuro en este campo. Pero ésta ha pretendido ser más tranquila y
sosegada. Pongamos que se trata de un simple paseo por ese casco
antiguo de nuestra sexología, la de nuestros padres y abuelos.
También en otras obras he incluído otros países. En
ésta he querido que el paseo sea más cercano y familiar, limitado
a la geografía de aquí: la que empieza con los jóvenes de la
generación apadrinada por el Maestro Cajal. Por ello la obra lleva
por título Los hijos de Don Santiago. Ellos, como científicos e
intelectuales, médicos, juristas o pedagogos trataron de pensar la
sexualidad para entenderla y explicarla; también para intervenir en
ella llevando las ideas a la práctica. Una historia que parece lejana
y, no obstante, está ahí, a la vuelta del primer recuerdo.
PRIMERA PARTE
HACE APENAS TREINTA AÑOS,
SE CUMPLIAN OTROS TREINTA
DE LOS AÑOS TREINTA
Entré en la sexología
atraído por la frondosidad de las hojas;
y, poco a poco, fuí descubriendo
la secreta seducción de sus raíces
CAPITULO I
Kinsey y Marañón: el encuentro de Madrid
Aquel viernes 15 de febrero de 1956 llegaba a
Madrid el Dr. Alfred Kinsey, en pleno fulgor de su fama por los
recientes Informes sobre el comportamiento sexual. La idea que le
traía era el encuentro con uno de los supervivientes de la producción sexológica europea que, con la segunda guerra mundial había
sido arrasada por el nazismo y, en el caso español, por la guerra
civil y posterior dictadura.
El lider que Marañón había sido en este campo era
sólo ya recordado fuera de su país por las reediciones de sus obras
en las distintas lenguas a las que había sido traducido. El sábado
16, haciendo una excepción a su costumbre, Don Gregorio no
había ido de fin de semana al Cigarral de Toledo.
A las 9 de la mañana, el Dr. Kinsey salió del Hotel
Palace, subió a un taxi y enfiló por Recoletos y Castellana
(entonces Generalísimo). Llevaba en su maletín los dos gruesos
volúmenes de los Informes con esta escueta dedicatoria: "Al Dr.
Marañón, con mi reconocimiento y gratitud por su trabajo".
Unos minutos más tarde estaba en el número 53 del
Paseo de la Castellana (hoy Plaza del Dr. Marañón), subió al 2º
Derecha y vió la placa : "Gregorio Marañón. Médico". Pulsó el
timbre y el mismo D. Gregorio salió a recibirle. Se dieron la mano
y la puerta se cerró tras ellos.
Fuera, nadie dió cuenta del encuentro. Ni una nota
en los diarios. Todo ocurrió para la historia como si nada hubiera
sucedido en aquel Madrid pobre y austero, hosco y con frío de
ventisca. Dentro, en aquel despacho repleto de libros por todas
partes, estaba teniendo lugar un intento de acercamiento entre dos
mundos en torno al sexo: un sexo maltratado en la España de una
larga y ascética posguerra y otro que empezaba ya a bullir desde
el otro lado del Atlántico y que iniciaba un nuevo hervor, camino
de los cercanos sesenta. ¿Similar al de "la marcha triunfal del
sexo" de los no tan lejanos años treinta?
El relevo
A decir verdad, Marañón estaba ya de vuelta. Sus
escritos sobre temática sexual le habían propiciado —hecho el
balance— más sinsabores que otra cosa. Aunque, bien mirado, se
sentía satisfecho de ello y, en su intimidad, era consciente de haber
cumplido con uno de los cometidos más atractivos de su vida.
El público español —el de posguerra— se había
empeñado en ignorar esa veta de su trabajo. Sólo una edición
acomodada de sus Tres ensayos sobre la vida sexual circulaba ya
de todo lo que, durante veinte largos años, había sido "una cuestión
de interés vital". Entre aquellas décadas, vividas con la energía de
una juventud a tope —también repletas de sobresaltos— y las que
ahora le deparaban los últimos años, habían sucedido muchas
cosas, muchos debates y polémicas, algunas enormemente agrias
y duras.
Frente a su mirada cargada de pasado, Kinsey se
insinuaba con la seducción de la oferta de un relevo en ese
continuo de cuya ruptura ambos eran bien conscientes —cada cual
a su manera— y ante la que ambos sentían la responsabilidad de
crear puentes y lazos que unieran unas décadas con otras. Aunque
también ambos —sobre todo el médico español— tenían ante ellas
la sensación de siglos.
Los acontecimientos que iban a sucederse de
inmediato —con la ola de erotismo primero, con la revolución
sexual luego, con el mercado del sexo después— se encargarían
de hacer de este encuentro en el silencio algo tan lejano de la
actualidad como, a su vez, lo fuera de aquellos otros movimientos
de la generación inmediata anterior, es decir aquellos en los que
Marañón participó activamente y con los que Kinsey conectó en
aquel otoño de 1938 por una pura e impensada coincidencia
cuando la Asociación de Mujeres Estudiantes de la Universidad de
Indiana solicitó un curso sobre Sexualidad Humana y el muy joven
y ya respetable profesor de zoología que era entonces Alfred
C.Kinsey —especialista en avispas para más señas— había sido
invitado a participar como ponente.
Este hecho, totalmente casual, había cambiado el
ritmo y la dirección de su vida, metiéndole de lleno en el estudio
de ese otro animal, el ser humano. Puesto a reunir lo que sobre
temática sexual había sido publicado, Kinsey quiso hacerlo en
serio para situarse él también en serio; y, tras un primer acerca-
miento, aparecieron sus dos Informes: en 1948 el de La conducta
sexual del hombre y en 1953 el de La conducta sexual de la mujer.
En realidad, el campo nuevo le apasionaba más que el de las
avispas; por eso, entre sus nuevos proyectos, fraguó el de elaborar
una gran historia de la sexología. Y ésa era la idea que le había
traído a Madrid y a su encuentro con Marañón. Desgraciadamente
a los pocos meses, un infarto mortal iba a dar por definitivamente
cerrado el proyecto. Era el mes de agosto de 1956. Tenía 62 años.
Con su muerte nacía el mito Kinsey, tan distinto a su realidad y
sobre todo a su intención.
Con la pompa propia del rito, el Times del 24 de
Agosto de 1953 le había otorgado el título de "El Cristobal Colón
del sexo". El sabía que ni la historia ni el descubrimiento del sexo
habían empezado con él y, sobre todo, que no quería ir por donde
los intereses publicitarios le llevaban. Pero, muerto ya, estos y no
él, iban a decidir la suerte de su futuro como el "Gran descubridor". Con ello se daba por sentado que antes, mejor o peor, no
había existido nada. O, al menos, nada interesante. Lo cual no era
en absoluto cierto.
Los cortes con la historia son siempre duros y
crueles. Luego, la misma ley del tiempo se encarga de ablandarlos
con su acostumbrada ironía para ser vistos desde los análisis y las
ideas que, a falta de otro vínculo, tratan de unir lo que las vidas de
las distintas generaciones separan. Unos años más tarde, en 1960,
moría Marañón, también en olor de multitudes, aunque en el
silencio —o más bien la ocultación— de una de sus más queridas
aportaciones: su contribución a la sexología en la llamada época
fundacional, la de los grandes creadores del primer tercio del siglo
XX.
Treinta, sesenta, noventa
Con la guerra mundial —y la civil española en
nuestro caso— habían desaparecido, pues, los componentes de la
generación de estos primeros creadores de la sexología, fundamentalmente europeos, como Havelock Ellis, Albert Moll, Magnus
Hirschfeld, Ivan Bloch, Sigmund Freud, Wilhelm Reich, Théodore
Van de Velde, etc. Marañón, perteneciente a esa generación, era
uno de los pocos aún en vida, aunque ya en el silencio. Era el
grupo de científicos e intelectuales que nutrieron el primer tercio
del siglo XX y que llegaron a su apogeo en los años treinta.
Tras los cortes traumáticos de la guerra y el final de
la hegemonía europea, se había iniciado otra generación. Era
precisamente la de Kinsey, a quien habrían de añadirse, como
hitos, Masters y Johnson, Money y un largo etcétera, cronológicamente conocidos como el acervo o patrimonio de la década de los
sesenta y sus estribaciones.
Treinta años después, o sea hoy, —ya en los
noventa— se perfilan nuevos cambios. John Money, uno de los
líderes de la anterior generación, aún en vida, con motivo del
Décimo Congreso Mundial de Sexología celebrado en Amsterdam
en 1991, no ha dudado en dirigir "una dramática llamada de
atención sobre los riesgos a los que hoy se ve abocada la sexología
científica, por otra parte, tan similares a los sucedidos en otras
épocas."
Ciertamente el olvido de la memoria del pasado
suele acarrear, al menos de vez en cuando, entre otros efectos, la
pérdida de la perspectiva. Terminado el siglo XX, esa perspectiva
puede ofrecer a quien se detiene a mirarla, unos cuantos hitos
destacables —años treinta, años sesenta, años noventa— que
podrían darse la mano más de lo que se ha solido afirmar. Pero
aquí sólo nos detendremos en uno de esos hitos, o sea en el
primero. Y, por limitar aún más este trabajo, en lo que dice
relación a un solo país: España.
.
CAPITULO II
El aperitivo del siglo XIX
Los viajeros o forasteros que venían a la Villa y
Corte, solían usar como vademecum un libro-guía escrito por el
Dr. Pedro Felipe Monlau, titulado Madrid en la mano (Edición
adornada con retratos, grabados, intercalados en el texto, láminas
sueltas y el plano de Madrid, publicado por la Imprenta de Gaspar
y Roig, Editores, Calle del principe, número 4, Madrid, 1850) El
gremio de libreros anticuarios ha reeditado en facsímile esta obra
en 1989.
La guía de Monlau
Pero los casaderos que se iniciaban en las relaciones
o que simplemente "pelaban la pava en las ventanas" solían usar
otra guía, curiosamente escrita por el mismo autor, ese polifacético
médico y humanista, inquieto y erudito Dr. Monlau, titulada
Higiene del Matrimonio o Libro de los casados, en el cual se dan
las reglas e instrucciones necesarias para conservar la salud de
los esposos, asegurar la paz conyugal y educar bien a la familia,
En la Imprenta de M.Rivadeneyra, Salón del Prado número 8,
Madrid, 1853.
"En ella —escribe en la Advertencia preliminar—
se compendian varias nociones útiles, generalmente ignoradas; se
dan preceptos importantes para la conservación de la salud de los
individuos, considerados en el estado de matrimonio, se dictan
reglas provechosas para la felicidad doméstica, la crianza y la
educación de la familia, y se combaten errores y preocupaciones
harto comunes. Creo por lo tanto que el objeto de este libro es
plausible, y que su lectura no podrá menos de ser muy beneficiosa
a las personas casadas o en vías de casarse, para quienes ha sido
escrita. Yo creo ))termina el autor)) haber acertado con esta
guía: resta ahora que el público inteligente abunde en mi sentir".(Ib., p.V).
Y, efectivamente, ese "público inteligente" abundó
y le gratificó con una lluvia de ediciones. Al menos, de entre las
que hemos podido utilizar, con un total de trece a lo largo de los
años sucesivos desde el cincuenta y tres en que apareció la
primera. A los efectos de esos años, podríamos hablar de un
auténtico bestseller. El Doctor Monlau había sido en los años
anteriores un pionero del higienismo. En 1846 había escrito un no
menos exitoso tratado titulado Higiene privada. Más adelante, ya
en los años sesenta, —como profesor de Psicología— publicó su
texto propio. Pero, sin ninguna duda, la Higiene del Matrimonio
fué el libro de más éxito editorial, hasta convertirse en libro de uso
o de mesita de noche, aunque, bien es cierto que, en ocasiones,
escondido y con el conocido morbo de contener páginas de
contenido denominado escabroso como era todo lo relativo a la
"alcoba conyugal".
Monlau puede, pues, ser considerado como el más
significativo pionero —incluso el diseñador— de este género en
España. Se ha insistido mucho en la idea de que el siglo XIX ha
estado dominado en temática sexual por loqueros y alienistas, lo
cual es en cierto modo verdadero, pero se ha dado poco interés a
este otro fenómeno revelado por el repertorio de obras que —si
bien no son para salir de un marco propio de la época— plantean,
no obstante, algunos pasos en otra dirección. Por ejemplo el de la
figura del "médico de cabecera", asistente, educador, testigo del
nacer y del morir en la familia, así como de las dichas y desdichas
de la vida cotidiana, entre las que, obviamente eran incluídas las
ya aludidas de la alcoba.
El género iniciado por Monlau será continuado por
otros, aunque, si bien más especializados, no sin su amplio
horizonte y con algo más del luego llamado "olor a clínica" que
tanto ha marcado a algunas publicaciones de este estilo. Un
ejemplo podría ser éste: Higiene y fisiología del Matrimonio, o sea
Historia natural y médica del hombre y de la mujer casados.
Teoría nueva de la generación humana. Esterilidad. Impotencia.
Frigidez. Imperfecciones físicas. Medios de tratarlas. Higiene
especial de la mujer en estado interesante... por D.Antonio Blanco,
Doctor en Medicina y cirugía, etc., Librería de Saturnino Gómez,
Concepción Gerónima, número 19, Madrid, segunda edición,
1884.
Junto a las obras originales, empezaron a circular
también las traducciones; especialmente del francés y del inglés.
Tal es el caso de algunos manuales que, sin ser dirigidos al marco
del matrimonio, cubrían los recursos de discreción y secreto. Como
tipo, se puede ofrecer éste: "El discreto amigo. Tratado práctico
sobre la anatomía y la fisiología de los órganos generadores y de
sus enfermedades, con observaciones sobre el onanismo y sus
funestos resultados, tales como la incapacidad e impotencia
intelectual o moral; revista completa de las enfermedades
venéreas y sifilíticas, con fáciles y sencillas instrucciones para que
desaparezcan los síntomas secundarios...Incluyendo observaciones generales sobre el matrimonio y sus impedimentos, con los
medios para combatirlos. Ilustrado con 100 láminas en color, por
R. y L. Perry y Compañía, Médicos consultores... Imprenta del
Seminario y de la Ilustración, Jacometrezo, 26, Madrid, 1855.
Peratoner
De entre los muchos autores, sobresale uno por la
enorme cantidad de obras, todas sobre este mismo tema, aunque
con variedad en el estilo o forma de plantearlo. Es el caso de
Peratoner.
Veinticuatro títulos distintos, al menos, según
nuestros hallazgos, forman la lista de la producción de este
hombre, considerado por unos como escritor frívolo y picante; por
otros como divulgador de información sexual con aceptable
seriedad; por otros, en fin, como un autor de "pornografía camuflada". De él no se encuentran biografías —y al fin y al cabo no es
tan lejano en el tiempo— con algunas excecpiones como la del
Diccionari biogràfic de Metges catalans en el que leemos :
"probablement no devia ser metge, però tenen interès els seus
treballs" Un poco más crítico es el juicio de Sánchez Granjel como
historiador de la Medicina. Pero el hecho más sorprendente es la
cantidad de obras y las reediciones de las mismas. Ellas serán
libros de compañía de muchos lectores adultos o ilustrados desde
la década de los años sesenta hasta la de los noventa (siempre del
siglo XIX) como instrumentos de información relativa a los
peligros venéreos, a "los fraudes" o formas de evitar los embarazos, a ideas sobre la homosexualidad, a polémicas sobre el
onanismo, etc.; en todo caso incitando a los lectores sobre la
necesidad de informarse.
Su lectura nos resulta hoy curiosa, chocante,
incluso sorprendente, visto a más de un siglo de distancia. La
crítica que, en ocasiones resulta inevitable, puede también en otras
ser sustituída por una simpatía con mezcla de encanto, —esa suave
seducción del color sepia— , no exenta de admiración con la
pátina evocadora de un tiempo de balbuceos en un lenguaje que
hoy usamos , al parecer, algo más articulado.
Por ello una cierta benignidad primera, ante la
sorpresa del hallazgo, deberá ser continuada con un análisis
detenido, que ha sido objeto de otro estudio. Por el momento —y
por si alguno quiere pasar un buen rato de lectura— he aquí la
lista de estos textos:
Los peligros del amor, de la lujuria, del libertinaje...seguido de un
estudio del Dr.Tardieu sobre la sodomía y la pederastia, E.Miret,
Barcelona, 1874; Historia de la generación en el hombre y en la
mujer,E.Miret, Barcelona, 1873 ; El culto al falo y a las demás
divinidades, presidentes a la generación (sic)entre los antiguos y
los modernos, Sin editor, Barcelona, 1875; Fisiología de la noche
de bodas: Misterios del lecho conyugal, E.Miret, Barcelona, 1875;
Historia del libertinaje desde la antiguedad más remota hasta
nuestros días, extractada de los principales analistas de las
costumbres, Sin editor, Barcelona, 1875; Máximas de Amor.
Miscelánea erótica-sentimental dedicada a los adeptos de Cupido,
Sin editor, Barcelona, 1876; Onanismo conyugal o fraudes en el
cumplimiento de las funciones genitrices. Ampliación de la obra
del Dr. L.F.E. Bergeret, inclusos varios extractos de distinguidos
médicos, E.Miret, Barcelona, 1876; Filosofía del matrimonio.
Ampliación de la obra del Dr.A.Debay, E.F.Curriols, Barcelona,
1877; Higiene Trascendental: Los organos de la generación: sus
funciones y desórdenes, Sin editor, Barcelona, 1877; De la
virginidad física, anormal o falsa..., E.Simon Y Osler, Madrid,
1878; El Sexto no fornicar..., Sin editor, Barcelona, 1880; Higiene
y fisiología del amor en los dos sexos. Hermafrodismo y hermafroditas en la especie humana. Hechos curiosos, errores graves, Sin
editor, Barcelona, 1880; Historia de la prostitución. 2 Vols.,
E.Pons, Barcelona, 1880; El Mal de Venus. (Morbo Galico).
Estudio médico-popular sobre las enfermedades venéreas y
sifilíticas, tomado de las obras de eminentes especialistas, Sin
editor, Barcelona, 1881; Venus didáctica. Máximas y estratagemas
de amor. Reglas para escribir de Amores.... , E.Jane Hermanos,
Barcelona, 1881; Extravíos secretos del bello sexo, E.La Popular,
Barcelona, 1882; Higiene de la noche de bodas, E.Almac.Libros,
Barcelona, 1883; Extravíos secretos u onanismo solitario (masturbación) en el hombre, y en la mujer. Estudio extractado de las
obras de célebres tratadistas y en especial de Deslandes, E.Jane
Hermanos, Barcelona, 1888; Historia del amor desde la creación
del mundo hasta nuestros días, extractada de las obras de los más
ilustres moralistas, filósofos y..., Sin editor, Barcelona, 1890; La
mujer en la alcoba. Estudio higiénico fisiológico. Niña, adolescente, esposa, madre...(Ampliación de la obra del Dr. A.Galopin), Sin
editor, Madrid, 1893; Esterilidad. Las enfermedades que la
producen y modo de curarla, E.Novela Literaria, Sevilla, 1910.
Fascículos en 1889
El Dr. Suárez Casañ, merece especial mención, en
este recorrido, por un hecho: Con cien años de antelación, fué el
autor de la primera serie conocida de educación sexual por
fascículos en los kioscos, el primero de los cuales apareció en
1889, editado por la casa Maucci (con sede en Madrid y Barcelona). Bajo el título general de Conocimientos de la vida privada, la
colección estuvo compuesta por un total de veinte títulos distintos,
en libritos de en torno a cien páginas cada uno, con ilustraciones
interiores en blanco y negro y la portada en color. El precio de
venta al público era de 0,25 ctms. Tras el éxito individual, título
por título, se comercializó su venta como colección completa con
encuadernación en pasta dura y policromado en oro.
La lectura de esta obra proporciona una suma de las
informaciones manejadas en la época como cuerpo de conocimientos con las referencias a las autoridades del momento sobre cada
uno de los temas monográficos. Hé aquí la lista de los veinte
títulos en la colección reunida por nosotros: El matrimonio y el
adulterio, E.Maucci, Barcelona, 1894; El embarazo, E.Maucci,
Madrid, 1902; El parto, E.Maucci, Madrid, 1902; La prostitución,
E.Maucci, Madrid, 1902 ; Los secretos del lecho conyugal,
E.Maucci, Barcelona, 1902; Onanismo conyugal, E.Maucci,
Madrid, 1902; Costumbres y vicios de todos los paises, E.Maucci,
Barcelona, 1903; El amor lesbio (sic), E.Maucci, Barcelona, 1903;
Enfermedades de las mujeres, E.Maucci, Madrid, 1903; Enfermedades secretas, E.Maucci, Madrid, 1903; Fenómenos sexuales,
E.Maucci, Madrid, 1903; Higiene del matrimonio, E.Maucci,
Madrid, 1903; La calipedia o arte de engendrar hijos sanos,
E.Maucci, Madrid, 1903; La esterilidad, E.Maucci, Madrid, 1903;
La impotencia, E.Maucci, Madrid, 1903; La pederastia, E.Maucci,
Barcelona, 1903; La virginidad, E.Maucci, Madrid, 1903; Los
vicios solitarios, E.Maucci, Barcelona, 1903; Monstruosidades
humanas, E.Maucci, Madrid, 1903.
"El éxito alcanzado por Conocimientos de la vida
privada —escribe el mismo Suárez Casañ— nos ha movido a
continuar nuestra tarea de propagar la ciencia cuanto sea posible,
emprendiendo esta segunda serie de más altos vuelos y más
ambición que la primera. El lector encontrará en ella instructivo
solaz y útiles conocimientos para la vida íntima y la vida de
familia; y los mismos médicos hallarán, reunidos en poco volumen, los últimos adelantos de la ciencia y la opinión de los más
sabios doctores de todos los países. ¿Llenaremos debidamente
nuestro noble propósito? Esto será el público —concluye— juez
supremo, infalible e inapelable, el encargado de decirlo" (Segunda
serie, tomo primero, pag.8)
La clínica de problemas sexuales
El caso del Dr. Mateos Koch, puede ilustrar otro
ámbito: el de la naciente clínica, nombrada ya expresamente como
de problemas sexuales que, verbalizados o descritos por la
creciente información, se iniciaba como demanda organizada y
específica. Hé aquí la aclaración del propio autor ante las críticas:
"Muy lejos de nuestro ánimo todo aquello por lo que se hubiera
podido creer que tratamos de pornografía, y no de una verdadera
fisiología, higiene y patología de las funciones genésicas" (Higiene
de las relaciones sexuales, Ed. Archivo, Madrid, 1891, p.3).
"Nuestro deseo, nuestro fin en este trabajo
—continúa— no es otro que el de marcar las condiciones que han
de reunir el hombre y la mujer para considerarse aptos en el
ejercicio de la relación sexual...". "Consideramos nuestro trabajo
útil, moral y saludable, pues aunque alguien nos tache de poco
moralistas por descorrer velos sobre materias ignoradas, la mayoría
nos aplaudirá, ya que, mostrando los escollos, éstos pueden ser
evitados más fácilmente" (Ib., p. 4).
El paso de una nomenclatura de corte "matrimonial"
a la más abierta de "casados" o "solteros" podría ser indicativo de
un matiz nuevo, acorde, por otra parte en estos últimos años del
siglo XIX, con un movimiento social y cultural reinante que, si
bien era notorio en ciertas minorías, traspasaba sensiblemente sus
fronteras para generalizarse poco a poco.
El puñado de obras escritas por el Dr. Fernando
Mateos Koch aparecieron, según nuestros datos entre el año 1891
y 1903 y en casi todas se ofrece la dirección de la consulta: Clínica
del Dr. Mateos Koch, Puerta del Sol-Arenal, número 1, 1º,
Madrid. Entre los datos ofrecidos en su prospecto, hé aquí su
genealogía: "Clínica fundada en Cádiz en 1796 por el Doctor
Fernando Mateos Portillo; en 1824, Doctor Fernando Mateos
Castaños (hijo). Trasladada en 1855 a Barcelona por el Doctor
Fernando Mateos Herrera (nieto) y, a Madrid, en 1877 por el
Doctor Fernando Mateos Koch (Biznieto)".
Algunas de sus obras son: Antes, en el lecho
conyugal y después. Higiene de las relaciones sexuales, E.Archivo, Madrid, 1891; Higiene secreta de la belleza femenina y algo
de la masculina, E.Archivo, Madrid 1893; Luna de miel, reciente,
llena, menguante, E.Archivo, Madrid, 1893; Matrimonio y noche
de bodas, E.Archivo, Madrid, 1893; La virginidad. Signos que la
determinan y medios que la simulan (con magníificos grabados),
E.Archivo, Madrid, 1899; Depravaciones del instinto sexual.
Apuntes clínicos de un médico especialista., 2 Vols, Ed. Archivo,
Madrid, 1902; Fisiología del amor. Venus sensual. Tratado de las
enfermedades que resultan de los excesos sexuales. Habitos
solitarios o del contagio, e instrucciones para obtener su completo
restablecimiento, E.Archivo, Madrid 1903.
La gran "cuestión sexual"
Mirando hacia atrás con simpatía, por encima de
estas pequeñas aportaciones, el siglo XIX se cerraba con un
singular balance: el de haber abierto una serie de preguntas no
planteadas hasta entonces de una forma clara y precisa. Aunque no
todos pensarán lo mismo ni en la misma dirección, hé aquí un
planteamiento, escrito curiosamente el último año de ese siglo, es
decir, en 1899 por el Dr. José Verdes Montenegro:
"El hombre y la mujer no han encontrado todavía,
en sus relaciones recíprocas, aquella postura que permite a los
erizos ateridos de la alegoría de Schopenhauer, defenderse del frío
con la proximidad de sus cuerpos y, sin embargo, no arañarse
mutuamente con sus espinas respectivas. Inútiles hasta ahora las
infinitas fórmulas que ha sugerido o puesto en práctica la iniciativa
individual, y las que en cada época han aceptado las sociedades...
El predominio de este tema en la producción literaria demuestra a
un mismo tiempo la universalidad de la cuestión sexual y nuestra
impotencia para resolverla" (La cuestión sexual en la literatura
contemporánea, Imprenta M.Romero, Madrid, 1899, p. 11).
Nuestro amigo Miret Magdalena ha dedicado
palabras elogiosas al Dr. Verdes Montenegro que fue su profesor
de Etica en los años veinte. Son conocidos algunos de sus libros de
texto sobre Psicología y Etica Científica. Más adelante le encontraremos como ponente en las célebres Jornadas sobre Eugenesia y
pedagogía sexual, celebradas en Madrid en 1933. Lo que en ese
texto transmite puede que sea, más que otra cosa, una gran
humildad y franqueza ante esa gran cuestión sexual abierta, como
abiertos quedaron tantos otros interrogantes al terminar ese siglo.
Alguien dijo que, antes de buscar respuestas, no era desacertado
empezar por plantear preguntas. Y esa era la gran cuestión que el
siglo XIX —conocido como el siglo de las grandes revoluciones— dejaba abierta al XX.
CAPITULO III
La entrada en el siglo XX:
Los hijos de Don Santiago
En la última década del siglo XIX y a lo largo del
primer tercio del siglo XX, en medio de un clima general nuevo,
aparecen en distintos países de Europa, una serie de obras que van
a marcar un hito trascendental en el sector de la temática sexual.
Autores como Ellis, en Londres; Moll, Bloch, Hirschfeld, Max
Marcuse y otros, en Berlín; Forel en Ginebra; obviamente, el
mismo Freud , en Viena; etc. pueden figurar entre los más
sobresalientes de una floración de trabajos, conocidos —según ya
se indicó— como el acervo de los primeros grandes fundadores de
la sexología.
Son ellos los innovadores de un nuevo concepto
intelectual y construcción científica, desgajada de su asimilación
con el vicio o la locura como nociones vigentes hasta entonces. Se
trata de la generación posterior a la de Krafft-Ebing y en abierta o
solapada ruptura con su idea, expuesta en la Psychopathía sexualis
de 1886, fecha que, sin duda, marca la frontera. Con ellos nace
—al menos se gesta— el que ha sido llamado nuevo paradigma
como idea regeneradora: es la nueva idea de la sexualidad.
Una nota resaltable de este acontecimiento es el
hecho de ser todos ellos autores del área geográfica y cultural
europea —la hegemonía norteamericana no había aún empezado— dentro de la cual el caso español aflora en el contexto
histórico de la que ha sido definida como "segunda edad de oro"
o "edad de plata" de la vida científica e intelectual española.
Savia nueva
En 1907, Santiago Ramón y Cajal, reciente premio
Nobel, es nombrado Presidente de la también recién creada Junta
de Ampliación de Estudios e Investigaciones Científicas, institución que habría de llevar a lo largo de sus treinta largos años de
existencia —de 1907 a 1938— cerca de dos mil jóvenes
licenciados a las principales Universidades extranjeras, con sus
ayudas y becas, para luego incorporarse aquí e "inyectar savia
nueva".
Con este fenómeno histórico sin precedentes, los
principales focos de innovación sexológica fueron incorporados a
España. Este hecho podría explicar que sea precisamente al
castellano, a la primera lengua que son traducidas algunas obras
completas como las de Ellis (en 1913) o las de Freud (de 1923 a
1935), etc. así como otras sueltas de Bloch, Forel, etc.
La importación de las nuevas ideas se verá seguida
con la aparición de creadores originales como es el caso de
Juarros, Marañón, Saldaña, Jiménez Asúa, Torrubiano, Hildegart,
etc. que empezarán a publicar a lo largo de los años veinte y
treinta.
Decían "las malas lenguas" —llamadas también
reaccionarias, en el lenguaje de la época— que, detrás de la Junta
de Ampliación de Estudios siempre estuvo el alma de la Institución
Libre de Enseñanza. Acusación que, por otra parte era cierta,
aunque expresamente Don Santiago no perteneciera a ella. La
alargada influencia de Don Francisco Giner de los Ríos —liberal,
tolerante y progresista— era indisimulable en el conjunto
renovador de esta generación.
Aunque con muy diversos signos —como diverso
era el campo de procedencia, los intereses, etc.— todos ellos
constituirán un apiñado grupo en torno a algunos puntos centrales
de coincidencia. Se trataba, en definitiva, de plantear, dentro de la
renovación general, la importancia de la sexualidad en los diversos
sectores científicos e intelectuales de influencia, sea desde la
medicina, la pedagogía, la psicología, el derecho o la cultura
general.
Se trataba de sacar a la sexualidad de las "innobles
bajezas", como dirá osadamente el Dr. Juarros,para dignificar su
estudio con otros planteamientos más humanizados y acordes con
la realidad. De esta forma lo que fué iniciado primero por unos
cuantos pioneros se convirtió en un imparable movimiento no sólo
científico e intelectual sino pedagógico y social. A ello contribuyeron una serie de acontecimientos de cierta repercusión, en ocasiones notoria. Aunque más adelante nos ocuparemos de ellos con
detenimiento, hé aquí sumariamente algunos de estos hechos.
1.- El histórico ciclo de conferencias de Marañón en el Ateneo de
Madrid, en 1915, "ante la llamada flor y nata de la vida científica
e intelectual de la época", ofreciendo su primera aportación bajo
el título El sexo, la vida sexual y las secreciones internas como
esquema programático de sus futuros trabajos. "La vida sexual
—afirmó— no es algo baladí o superficial, sino la raíz misma de
la biografía humana". "Hemos dado poca importancia al estudio de
este fenómeno central e ineludible". "La sexualidad ha sido
considerada sólo como fuente de trastornos y es llegada la hora de
estudiarla como energía y vitalidad".
2.- La fundación, en 1919, del Instituto de Medicina social, intento
—ya que no logro— de aglutinación de inquietudes de vanguardia
en torno a un nuevo planteamiento de la salud como bienestar
físico, psíquico y social, entre las que destacaban las ideas
flotantes en el ambiente relativas a la Eugenesia, la planificación
familiar, la atención a la madre y al niño así como a la educación
sexual.
"Si mejor es prevenir que curar, —podemos leer en
su carta de presentación— sería necesario ir a los comienzos de la
vida, a la madre embarazada, a las relaciones en el interior de la
pareja, a la información anticoncepcional y al bienestar de los
padres como hombre y mujer". "La casa y el hogar, hé ahí los
objetivos más urgentes de la educación médica". "Los hijos que no
llegan a término y los que llegan sin ser deseados y esperados son
una lacra que hay que combatir". "En su lugar, una buena salud
tiene que pasar por la información y el bienestar".
3.- En esta misma dirección habría que considerar las cada vez más
abundantes colaboraciones en las revistas El Siglo médico y La
Gaceta Médica. En esta última el pedagogo Don Luis Huerta
inauguró la sección Eugenesia bajo cuya rúbrica se fué dando
cuenta de las ideas y acontecimientos relativos a esta temática de
forma regular. Algunas de sus afirmaciones —siempre con una
retórica propia e inconfundible— harán especial fortuna en
sectores sensibilizados. En su voluminosa obra Eugénica (Madrid,
1918) podemos ya leer su declaración tajante y clara.
"Después de veinte siglos de existencia de nuestra
decantada civilización cristiana, todavía no se ha establecido entre
nosostros un criterio firme y seguro sobre un punto tan transcendente de educación como es la educación sexual. En plena fase de
puericia y, lo que es más grave, en toda la adolescencia, se vela a
los hijos el llamado misterio de la vida, como asunto pecaminoso
del cual ni por asomo se puede tratar. Un proceder tan absurdo no
puede por menos de ser fuente de mil conceptos erróneos y de
aberraciones sexuales de trágicas consecuencias. El severo criterio
que actualmente preside esta cuestión —criterio sustentado por los
espíritus más eminentes de todos los campos: moralistas, pedagogos, médicos, psicólogos, juristas y sociólogos— es favorable a
que se inicie a los niños y a las niñas, en tiempo oportuno, en los
problemas de la generación humana" (Op.cit. p.26.)
4.- A otro nivel, pero dentro del conjunto, pueden anotarse las
colaboraciones que fueron apareciendo en La Revista de Occidente, desde su fundación por Ortega en 1923, entre las que destacan
—como ha sido estudiado por Oscar Lázaro (Revista de Sexología
, nº 42, 1990, pp.65-81)— una serie de contribuciones especialmente influyentes. En dicha publicación aparecieron tempranamente los conocidos artículos de Georg Simmel sobre "Lo
masculino y lo femenino"; las ideas de Enrique Casas sobre la
etnoantropología de los ritos del pudor o las ceremonias nupciales.
Igualmente se iniciaron polémicas sonadas como la de los mitos
del machismo y de Don Juan provocadas por Marañón; o las
incitaciones del Dr. Lafora sobre la reforma de la moral sexual, la
coeducación, la educación sexual en las escuelas.
5.- Un acontecimiento sin precedentes es la aparición en 1925 de
la primera revista periódica, de carácter semanal, titulada Sexualidad, dedicada por entero a ese campo. Dirigida por el Dr. Antonio
Navarro y un variado equipo, sus casi doscientos números
aparecidos constituyen un foro de información y debate específicamente centrado en todas estas cuestiones. "No te pedimos que seas
casto sino cauto", era el lema impreso en los distintos recuadros
que el lector encontraba a lo largo de la publicación.
6.- Aunque sin ser de carácter monográfico, igualmente visible
resulta la impregnación cada vez más generalizada de la temática
sexual en algunas publicaciones, especialmente con toques
anarquistas o eclécticos, y en las que se acompañaban las llamadas
"bibliotecas" o fondos suministradores de libros, folletos, etc. así
como organizadoras de actividades sobre el terreno. Es el caso de
la más conocida Revista Estudios que, tras su primera etapa de
Alcoy, trasladada luego a Valencia, irradiará a toda España, un
contenido en el que la temática sexual termina por ser prioritaria.
En ella fué iniciado el primer Consultorio psico-sexual al estilo
como actualmente es ya habitual en esta clase de publicaciones.
7.- Pero el fenómeno de mayor repercusión —visto hoy en
perspectiva— puede que sea la aparición de los Tres ensayos
sobre la vida sexual de Marañón, en 1926, considerado como
"verdadero detonante" de un sinfín de actividades y escritos que,
a partir de esos años, iban a hacer subir la producción bibliográfica
de temática específica. El enorme éxito editorial de dicha obra
—siete ediciones seguidas, aparte de su traducción al Inglés,
Francés, Alemán, etc.— constituyó, unido al prestigio de su autor,
un hecho de primer orden.
Incluso, con independencia del contenido interno de
la obra, —por cierto poco entendido en sus planteamientos
básicos por haber sido leída más a través de sus detalles sociales—
lo más resaltable de esta obra tal vez fuese su efecto externo, como
acontecimiento o hito de referencia, debido a la popularidad de su
autor en esos años.
8.- Un nuevo acontecimiento resaltable —especialmente por su
repercusión— fueron las tan triste como impropiamente llamadas
Jornadas pornográficas —o de los regodeos pornográficos— de
1928 que, organizadas con la intención de polarizar acciones
científicas y sociales aisladas, por el hecho de haber sido prohibidas cuando ya estaban en pleno desarrollo, motivaron una serie de
reacciones polémicas en cadena de las que se siguieron repercusiones aún más efervescentes en torno a los polémicos temas de la
sexualidad, el amor, el sexo, el divorcio, la anticoncepción, etc.
9.- Otro hecho que también salta a la vista es la conocida como
"ola verde", entendiendo por tal la avalancha de publicaciones con
carácter erótico, pícaro, libertino, o sicalíptico, que había ido
creciendo de manera escandalosa —las cifras de publicaciones de
este "erotismo blando" no ofrecen dudas al respecto— hasta la
orden de persecusión de las mismas por parte del gobierno de la
dictadura de Primo de Rivera, ya en su final. De nuevo la polémica
surgida, a raíz de ello, proporcionará un buen arsenal de documentos a través de los cuales el tema adquiere temperatura medible.
10.- Junto a la "ola verde" es preciso reseñar la también conocida
como "marcha triunfal del sexo", no ya desde el "blando erotismo
novelesco" sino desde la floración de publicaciones científicodidácticas de carácter seriado, como fueron un sinfín de colecciones de libros que, en ediciones populares, vinieron a llenar el
mercado durante los últimos años de la dictadura y, sobre todo, en
los de la República. A otro nivel, más especializado, muchos
editores iniciaron Colecciones de sexología en sus catálogos.
Algunos, como Ediciones Morata aún hoy existente, pueden ser un
vivo testimonio.
11.- Un nuevo hecho fué la creación, en 1932, de la Liga para la
reforma sexual sobre bases científicas, promovida como sección
española de la Organizacion mundial que, fundada en Berlín, desde
hacía unos años, se extendía por muy diversos países de Europa y
América. La constitución de la Sección Española, aglutinando
personalidades del mundo científico e intelectual, puede ser
considerada como un acontecimiento necesitado de análisis. En la
misma dirección —y también en el mismo año— la aparición de
la Revista Sexus, como órgano y publicación de la misma Liga,
ofrece un material que merece detenimiento.
12.- Y, por fin, como coronación de todos estos hitos, valdría la
pena mencionar las Superjornadas de 1933, llamadas así por ser
celebradas con un despliegue realmente impresionante. Tuvieron
lugar en Madrid durante los últimos días de Abril y los primeros
de Mayo y en ellas, aparte de participar los nombres más prestigiosos de la ciencia y la cultura, vinieron a sumarse el Ministro de
Instrucción Pública, Don Fernando de los Ríos que presidió la
inauguración y cuya clausura corrió a cargo del Presidente del
Gobierno, Don Manuel Azaña. Durante las dos semanas de cursos,
cursillos, seminarios y ponencias, los temas directa e indirectamente relacionados con el sexo, desde el punto de vista médico,
jurídico, social y pedagógico, ocuparon los espacios de los medios
de comunicación creando con ello lo que podría ser llamado el acto
institucional más destacable de este ámbito en toda la historia de
España.
Estos hechos —entre otros— aunque, en apariencia, de índole dispar, pueden ser algunos indicadores de una
generación inquieta, movida y productiva. Una entrada en el siglo
XX que, estudiada en el año tras año de su primer tercio, hasta la
guerra civil, arroja un nada banal balance. Su conocimiento no deja
de revelar el espíritu colectivo de un impulso en cuyo objetivo
aparecen dos constantes: innovación e ideas. Tales fueron los
lemas de la generación de los hijos de Don Santiago
SEGUNDA PARTE
ALGUNOS NOMBRES Y APELLIDOS
"La Sexología es una tierra prometida que
ha de ser explorada científicamente. Vale
la pena intentarlo. Hallaremos en ella, no
ya los arroyos de leche y miel del mito
bíblico, sino la luminosa posibilidad de
conocernos sexualmente mejor y, por lo
tanto, poder perfeccionar nuestra vida
erótica"
Félix Martí Ibáñez
Consultorio psico-sexual
Revista Estudios, nº 153,
Mayo, 1936, p.46.
CAPITULO IV
El Dr. Juarros o "las cosas de Don César"
En una de las conversaciones con Ruiz Castillo,
fundador de la histórica —y aún viva— editorial Biblioteca
Nueva, surgió el nombre del Dr. Juarros.
– Ah, Juarros. Las juarradas y juarrerías del Dr.
Juarros, como decían las malas lenguas.
Don César, que era como le conocían los amigos,
había nacido en Madrid en 1879, se había licenciado en Medicina
en 1903 y doctorado en 1906. Fué Jefe del Servicio de Neurología
del Hospital Militar, Profesor del Instituto de Criminología,
Director Médico de la Escuela Nacional de Anormales, Presidente
de la Sociedad Española de Abolicionismo, Vicepresidente de la
Liga Española para la Reforma Sexual sobre bases científicas, etc.
El comprometido
Tras una serie de obras de carácter médico, entra en
la temática sexual por la puerta de la educación. En 1916 publica
La profesión del hijo; en 1918, La educación física y moral del
niño y en 1919, La crianza del hijo (todas en la Editorial Mundo
Latino de Madrid), coincidiendo con la fundación del Instituto de
Medicina Social del que él es uno de los promotores. Lo que se
pretendía —según sus palabras— era renovar, por no decir
revolucionar, los planteamientos sanitarios de esos años, aunque,
a juzgar por los datos, pocos fueron los logros de dicha institución
de corta vida, hasta 1923; año éste que, aparte de ser histórico por
tantos conceptos —la instauración de la dictadura de Primo de
Rivera, entre otros— resulta también crucial en la vida del Dr.
Juarros.
En este año apareció uno de sus más terribles libros
de denuncia sobre una serie de problemas urgentes como la salud,
la justicia, la educación, la sexualidad, etc. "Este libro —escribe
en su Entrada— es agrio, a la manera de las hayas de los cipreses;
seco, con la sequedad quebradiza del rastrojo; áspero, como mano
de gañán, y por serlo, y por su dureza y su tono encenizado,
presumo que no ha de agradar" (Las hogueras del odio, Mundo
Latino, Madrid, 1923, p.7). Con esa misma crudeza y en la misma
dirección, años más tarde, también bajo eufemismos y metáforas,
escribirá en Los senderos de la locura: "Lo sé... Hé de sentir sobre
mí las viscosas sierpes de la incomprensión. Hé de escalar muros
recios, levantados por prejuicios seculares... Sin embargo, acometo
la empresa de escribir este libro, destinado a los profanos en
Psiquiatría, creyendo firmemente que obras de este tipo son
indispensables en un país como el nuestro..." (Ib., Mundo Latino,
Madrid, 1923, p.9).
Menos pesimista y más didáctico se muestra en su
obra siguiente, Normas de educación sexual y física, de 1925,
aunque, como siempre, con tomas claras de postura sobre la
coeducación, el certificado prenupcial —otro de los grandes temas
que ocasionaron debates y polémicas— , la organización de
información de carácter preventivo sobre las enfermedades
venéreas, las cuestiones hereditarias —él era Director del Centro
Nacional de Anormales— así como otros igualmente candentes:
el divorcio, la liberación de la mujer, etc.
De esta veta se fuée nutriendo el cada vez más
comprometido social y políticamente hasta ser elegido diputado en
las elecciones constituyentes de 1931, es decir con la II República.
El fué uno de ese destacable porcentaje de médicos políticos
(superior al 10%, ha escrito Raquel Alvarez) que siguieron el
camino al que les condujo el compromiso con una realidad tan
entusiasmante como precaria.
Un psiquiatra inconformista
Como profesional y con los profesionales, Juarros
—como Lafora— tenía una reputación de extraña dureza y
exigencia, con una inquietud viva para el estudio y las innovaciones que en los primeros años del siglo XX estaban haciendo
cambiar los modelos de asistencia como muestra en Los senderos
de la Locura. Ello le llevó a ser más bien heterodoxo y ecléctico
entre las distintas corrientes, sin ocultar una clara simpatía por las
ideas de Freud de quien fué uno de sus divulgadores y defensores,
lo que le propició una dosis aún mayor a su ya ganada fama de
inconformista.
"A la doctrina de Freud debo éxitos profesionales,
que sin su concurso hubieran permanecido fuera de mis alcances",
escribirá en Los horizontes de la psicoanálisis (Mundo Latino,
Madrid, 1928, p.11). A causa de ello, algunas afirmaciones o
principios divulgados en sus clases, libros o conferencias no
dejarán indiferentes a muchos. Por ejemplo, frente a "los altivos
planteamientos de quienes pretenden arreglar todo con la fuerza de
la voluntad", no oculta su principio de seguir en lo posible "la ley
del deseo y sus recovecos que nos lleva a una actitud de humildad
comprensiva ante muchos problemas de la sexualidad" (Ib., p.159).
Obviamente, las críticas no se hacen esperar: "Se me ha tildado y
criticado de deshonesto y perturbador de conciencias... Se ha
desconocido mi lealtad y buen propósito" (Ib., p.165).
"Asomándose a los escaparates de las librerías
céntricas, hojeando catalogos y prospectos editoriales, oyendo
conferencias y leyendo artículos, resulta muy difícil resistir a la
idea, por lo demás totalmente desatinada, de que la voluntad es la
clave de la existencia. ¡Tenga usted voluntad! ¡Se hace lo que se
quiere! ¡Querer es poder! ¡Nada resiste a la fuerza de la voluntad!
Millares de obras circulan por el mercado, paladines de este
optimismo enardecedor. ¡Si usted se lo propone lo conseguirá!
¿Qué hay de verdad en tal algazara, un poco verbenera? ¿En qué
proporción merecen beligerancia tales arengas? En muy poca" (Ib.,
p.167-168). Es ante esos principios frente a los que plantea
constantemente lo que él denomina "la legitimidad del deseo".
"Los deseos no deben abochornarnos".
El amigo suave
Pero si su inconformismo y compromiso le llevaron
a debates y polémicas notorias entre los profesionales, en ocasiones "con santa ira", el repaso de sus escritos —y en especial los
dedicados a la sexualidad— ofrecen una simpatía y afabilidad de
cercanía y comprensión ante los más raros problemas. Algunos
colegas que se han acercado a su obra están de acuerdo en percibir
un encanto singular al filo de su lectura, una especie de fondo o
poso de bondad encontrado hasta en el mismo "infierno de la
patología" para darle la vuelta con su peculiar manera de hacerlo
inteligible.
Tres libros podrían ser especialmente de este orden:
De regreso del amor (Mundo Latino, Madrid, 1926), El amor en
España: características masculinas (Ed. Páez, Madrid, 1927) y La
Sexualidad encadenada (Mundo Latino, Madrid, 1930).
Las tres obras están compuestas "al calor de las
confidencias como profesional" y "tras la cura de no pocas
cicatrices personales", de un autor "especializado en dolencias en
las que gran número de casos han sido precedidos de motivos
sexuales". El amor en España es un intento de radiografía de lo
que, a modo de síntesis, resume en los siguientes elementos
diagnósticos: "a) Iniciación defectuosa, b) Carencia de educación
sexual, c) Entusiasmo flotante, d) Creencia en la inferioridad de la
mujer, e) Necesidad de no hacer irrompible el lazo matrimonial".
De regreso del amor, compuesta con una arquitectura original, consta de siete pilares en los que se sujeta una
estructura de relatos breves —con figuras y casos— a los que se
une un entramado a través del cual el autor va diseminando su
filosofía y visión de la sexualidad fundamentalmente como una
energía con la que más vale estar de acuerdo que ponerse en
contra. En ocasiones con una claridad excesiva y no exenta de
escándalo en el posible lector de no ser por la amortiguación de los
mismos datos. Es un libro adulto, escrito por una persona madura
que vuelve de muchas falsedades e hipocresías; por lo que quiere
hablar claro con el aval de su experiencia personal y profesional.
"Se pide a la vida lo que ella no puede conceder...
Se habla del instinto despectivamente... Se inventa el amor
romántico y altivo. El orgullo humano no tiene límites para la
hipocresía bajo forma de lindez o de lirismo. Con hilos de esos
telares se tejen millares de episodios desmentidores de la tesis
lírica: ¿Quién olvidó al filósofo enemigo de la mujer, sorprendido
a cuatro pies, sosteniendo sobre sus lomos a la alegre y procaz
ramera, que le flagela con la fusta como si fuera un caballo? ¿Y el
suceso humillante del sabio conducido a la comisaría, por abusos
deshonestos en la vía pública? ¿Y el gran cerebro francés haciéndose azotar por hetairas encanalladas? ¿Y el hombre fuerte y
cultivado, llorando por no poder conocer el enigma del pensamiento de la Deseada? ¡Amargos frutos del embuste sexual! Las
rebeldías estériles tienen más de suicidio que de heroismo. Entre
la pretensión insensata de engastar psicología en un instinto
rectilíneo, implacable, o rendirle culto, haciendo del rito obra de
arte, no es difícil elegir... Ningún error como el de alzar el objeto
del amor sobre el mismo amor". (De regreso del amor, pp. 14-15).
En esta misma dirección, Hildegart citará con
frecuencia la afirmación de Marañón: "Renunciemos a este
equívoco romántico y dañino. Los poetas nos maldecirán; pero la
bendición de nuestros hijos nos consolará de sus maldiciones. Y,
a la postre, los poetas nos darán también la razón y dedicarán
sonetos a la Eugenesia como hoy se los dedican a la luna" (Hildegart, El problema sexual tratado por una mujer española, Madrid,
Morata, 1930, p.23)
Harto también de contemplaciones, y con su
indisimulable ramalazo de inconformidad, Juarros termina De
regreso del amor de esta manera tan suya : "Cada vez que me
dicen 'sea usted razonable', me inclino a contestar: 'No me da la
gana' (Ib., p.264). No resulta extraño que muchos hablaran de sus
juarrerías; aunque, a decir verdad, otros, no menos numerosos,
asintieran condescendientes: "las cosas de Don César...." Su amigo
Don Santiago no tuvo reparo en escribir: "Leer al Dr. Juarros es
una fiesta del espíritu".
En La sexualidad encadenada, el autor introduce
una estructura que Cansinos Asséns llamó "barroca y cálida". Tan
difícil de seguir que él mismo se ve obligado a añadir "una guía
para su lectura". En realidad la obra podría resumirse en un simple
tratado de todas las llamadas perversiones y desviaciones sexuales
con la simple estructura expositiva de 14 capítulos, cada uno
dedicado a una de ellas.
El resultado, sin embargo, es la reunión de 14 libros
breves en una sola obra. Cada una de dichas perversiones —"las
perversiones son caminos al margen de la ruta básica" (p.147)—
está precedida de la descricpión de un lugar turístico distinto como
paisaje de situación, con bellas ilustraciones, en grabados de
Benet. A continuación se sitúa el caso o problema correspondiente
a la clínica. Luego, en un tercer módulo —éste de carácter
técnico— sus anotaciones personales que el mismo autor reconoce, en ocasiones, "demasiado audaces". En un cuarto módulo de
cada capítulo ofrece un relato correlativo con el caso clínico
planteado.
Amante de horizontes y perspectivas abiertas, el
autor no olvida consignar al final de cada parte, junto a la fecha y
firma, los lugares de su composición: "Grenoble, Milán, Pallanza...
Verano de 1930". De esta forma —sin duda barroca, por compleja, y original, por creativa— el público de esos años pudo
encontrarse con una obra en la que "esas dichosas perversiones",
tan mitificadas en términos manicomiales, eran presentadas "en el
cuadro del vivir diario de la vida misma, tan chocante como
variada", trufada de singulares y extrañas transgresiones tan
apetecibles y comunes en todos los humanos como el viaje o el
paseo por lugares distintos e insospechados. Esta idea viene a ser
central en el autor, reservando para el ámbito interior de los muros
del manicomio la menor dosis posible de esa sexualidad tan
excesivamente encadenada.
César Juarros, tras la guerra —que pasó en el
Madrid rojo— murió el 24 de octubre de 1942. Descanse en paz;
en la paz del olvido que es la más tranquila. Y yo me apresuro a
pedirle disculpas por haberle despertado con el breve recuerdo de
estas páginas.
CAPITULO V
Saldaña y su tratado de sexología
El caso del profesor Saldaña podría ser de interés
por dos motivos: el primero por ser un incondicional participante
de todas las actividades en las que la temática sexual tenía
protagonismo y, el segundo, por haber sido el autor del primer
tratado de sexología que, de forma sistemática, es estructurado
como campo o disciplina de forma cohesionada y con cuerpo de
doctrina. O, como él escribe textualmente "una sexología con
entidad propia".
Su entrada en ella fue por la puerta de la criminología —de cuyo Instituto de Madrid fue Profesor y Director— así
como por sus contactos en la época de joven posgraduado, becado
por la Junta de ampliación de Estudios a varias universidades de
Europa, especialmente a las alemanas en donde, desde un comienzo, fue influído por la pujante sexología (Sexualwissenschaft)
trabajada en el ya conocido como "Grupo de Berlín" durante esos
años.
Quintiliano Saldaña había nacido en Saldaña
(Palencia) en 1878. Tras los estudios preuniversitarios en León,
Oviedo y Valladolid, la Licenciatura de Derecho en Madrid, y su
asiduo contacto con el Laboratorio de Psicología Experimental que
dirigía el Profesor Simarro, presenta en 1905 su tesis doctoral
sobre La Pena para empezar su periplo como profesor en Santiago,
luego en Sevilla, hasta terminar como Catedrático en Madrid.
Sociología sexual
Fruto de estos primeros escarceos serán una serie de
trabajos que irán siendo publicados de formas esporádicas, aunque,
reunidos, verán la luz más tarde en su obra Ensayos de Sociología
sexual (Editorial Mundo Latino, Madrid, 1927).
"El objetivo de estos siete ensayos —escribe en
una sintética introducción— es aplicar a la vida social de nuestro
pueblo el módulo o filtro sexual para mejor interpretarla y
conocerla. Hé aquí su índice a modo de resumen: Bajo el signo del
sexo, usando los métodos de la ciencia nueva, La vida sexual en
España (Primer ensayo) aparece como una formidable evitación.
"Luego de esta síntesis, plagada de perspectiva
histórica en España, se inicia el análisis de sus problemas sexuales.
El más visible, si no el más grave, es La crisis del matrimonio
(Segundo ensayo). El matrimonio está en crisis. Alegrémonos.
Morirá como rutina necesaria, para renacer como vocación
consciente y libre.
"A resolver, o al menos a contribuir a su arreglo,
llega hoy la solución jurídica de El divorcio (Tercer ensayo), como
cercén de lo inevitable, en la diuturnidad de sus fatales consecuencias. Un paso más, y, referido el problema de España a sus bases,
dentro de la pedagogía sexual, —y frente a la generalizada
mentira e hipocresía basada en el ocultamiento— importa fijar el
canon de La verdad sexual (Cuarto ensayo). A continuación, voy
a sostener una proposición, acaso excesiva: nuestra civilización es
esencialmente asexual. La educación, la instrucción elemental, la
Religión, la Moral, las leyes, hé ahí otras tantas instituciones de
tendencia asexual. De ahí Una civilización asexual (Quinto
ensayo).
"Dos coeficientes sexuales del mismo signo
gravitan sobre la fórmula social de España. Son tipos de vida
sexual anormal y de grave peligro social para las costumbres
sexuales. Uno es El celibato eclesiástico (Sexto ensayo), con su
daño efectivo, en cuanto envuelve reales pérdidas para el progreso.
El otro es la rosada lepra de La prostitución (Séptimo ensayo) que,
riente y placentera, infecta sin embargo al hombre y arruina la
raza, de la que nadie huye el contacto" (Ib., pp. 18-19).
Con estos siete ensayos, elaborados desde 1913,
fecha del primero, hasta 1927, año en que aparece el último —y
a continuación el libro— el profesor Saldaña ofrece un panorama
crítico pero no pesimista de la realidad sexual de España. El de esa
"rara avis" que fué su autor, al decir de otro sociólogo más de hoy,
Amando de Miguel (Sexo, Mujer y natalidad, Edicusa, Madrid,
1973).
Sexología
Pero si, con esos ensayos, el autor había tratado
"algunos flancos de la realidad sexual", mayor interés ofrece su
obra siguiente —Sexología (Mundo Latino, Madrid, 1930)— en
la que, de forma sistemática, trabajará lo que es, sin duda, una
conjunción de su asombrosa erudición junto a su elaboración
intelectual en un intento de clarificación y coherencia.
La obra ofrece un privilegiado plano general de
todas las corrientes de ideas y debates engarzados por un hilo
conductor: lo que denomina "sentido y valor del sexo" (pag. 37) o
"valor energético de la sexualidad" (pp.39-40). El término Valor
es, en efecto, algo que atraviesa la obra y desde el que plantea "esa
magnífica realidad que es la sexología" (p.33).
En ello Saldaña no es nuevo ni innovador. Era ya
una idea común y general en el ya citado grupo de Berlín. Pero lo
que sí puede ser considerado como nuevo o propio es su esfuerzo
—en el ámbito español— por llevar a cabo una tal conceptualización yendo más allá de "la cuestión sexual" o del "tema sexual" o
simplemente del "sexo", para plantear su campo científico como
disciplina, y ésta no ya desde la consideración médico-legal sino
en el cuadro general de las ciencias naturales y sociales.
En este aspecto su esfuerzo puede resultar aún más
interesante si no se pierde de vista la tradición de la Medicina
Legal de la mano de la Psiquiatría forense, con lo que ello requería
respecto a conceptos operativos necesariamente fronterizos a la
hora de abordar problemas sexuales como fuente de delitos o
enfermedades, enfoques tan distintos a los por él planteados.
Incomprensiones
Más allá de esas corrientes de ideas, y desbordando
el restringido campo delictivo o patológico, se plantea la utilidad
que se sigue para las distintas disciplinas y profesiones en el caso
de que el estudio de la realidad sexual sea abordada como una
disciplina más entre las otras. "La historia científica ha demostrado
sobradamente esa utilidad —escribe— pero es preciso ser
consciente de una serie de prejuicios que lo impiden". A todos esos
prejuicios unidos da el nombre genérico de Tabú sexual, aunque
para concretar más su hipótesis de trabajo, apunta fundamentalmente cuatro grupos de "incomprensiones".
En un primer apartado se sitúan las que analiza bajo
el nombre de "Incomprensiones culturales", generalizadas bajo la
nominación de fobia hacia el sexo o forma común de situarse ante
él, de entrada, como ante un peligro o un enemigo, en lugar de
acercarse a su realidad de riqueza.
En segundo lugar se encuentran las que denomina
"incomprensiones religiosas" que, si bien forman parte de la
cultura occidental influída por ellas, existe una dosis especialmente
resaltable por el uso y el abuso "no tanto que el sexo ha ocasionado
a la religión sino al revés, es decir de la religión hacia el sexo".
En tercer lugar, está la confrontación o enfrentamiento de intereses llevados a lo que denomina "el prejuicio ético",
tampoco necesariamente unido al "religioso", aunque muchas
veces confundido con él, sino como "bloque resistente de obstáculos netamente éticos".
Y, por fin, en cuarto lugar, apunta el que denomina
"prejuicio científico", como forma de "omisión y silencio del
exponente sexual en las ciencias humanas" (p.33). El hecho de
que, en todo ser vivo, pero más especialmente en el humano, la
sexualidad gobierne todos los departamentos de su vida hace
pensar en algo grave —sólo atribuíble al prejuicio y no ya a la
ignorancia— que los científicos no acepten a la sexología como
un campo más entre los otros.
Una guía
Lacónico y formulario, dentro de su prosa barroca,
tan característica de la época, hé aquí cómo sitúa a esta disciplina
en su carácter propio: "Ciencia de la vida de los sexos es la
Sexología, en el doble significado y uso ambidextro, individual y
social. Su alcance se proyecta sobre toda la extensión de la vida
diferenciada sexualmente. Que así el sexo del ser determina el
género de las cosas: masculinas unas, femeninas otras. Y deficiencias o anormalidades de esa diferenciación dan razón de los
estados intersexuales en las personas; del género ambigüo en las
cosas" (Ib., p.12).
El jóven estudiante de esos años —destinatario en
definitiva de la obra— pudo encontrar en ella la reseña de libros
fundamentales, artículos, revistas monográficas, manuales y
diccionarios así como una guía de los Congresos y Asociaciones
con sus principales líderes o "dinamizadores" en los distintos
países. "Organiza estos Congresos —escribe, por ejemplo— la
Liga mundial para la reforma sexual sobre bases científicas.
Presidentes de ella son: por Suiza, el Dr. August Forel (n.1848);
por Inglaterra, el Dr. Havelock Ellis (n.1859), y por Alemania, el
Dr. Magnus Hirschfeld (n.1868), etc." (Ib., p.22). Sobre este
último, sin duda especial objeto de sus preferencias, escribe con
tono de simpatía: "Vino al mundo para contribuir a que la cuestión
sexual no sea ya la cuestión tabú por excelencia; sino que quede
sometida, en todos sus aspectos, a la discusión científica y con
toda publicidad. Porque no hay remedio a los males sexuales, a los
abusos, a las perversiones, a las enfermedades, que no sea la
instrucción positiva, distribuída ampliamente y que no se halle en
la libertad y en el conocimiento "(Ib., p.23)
A Saldaña le preocupa —incluso le obsesiona—
poner en situación a su lector sobre los más elementales datos de
lo que reseña. De ahí su detenimineto continuo en precisar los
lugares donde se celebran los congresos, las fechas, los nombres
de los responsables, los títulos de las obras producidas por los
distintos autores sobre los temas específicos que tratan. Es lo que
lleva a esta obra a ser considerada como una guía de entrada en
este ámbito o campo de la sexología.
Con estos preliminares, el cuerpo de la obra —es
decir del tratado de Sexología que comentamos— se centra en la
exposición general de la disciplina y en "sus especialidades o
ramas", de las que esboza hasta un total de siete: Sexología
biológica, Sexología psíquica, Sexología pedagógica, Sexología
moral, Sexología mística o religiosa y Sexología anormal o
criminal. Otras dos "ramas" —la Sexología antropológica y la
Sexología Social—, aunque aludidas, no son abordadas expresamente, con idea de volver en otro momento sobre ellas. A decir
verdad, aspectos de ello habían sido ya abordados en la anterior
obra, ya citada, Ensayos de Sociología sexual.
De esta forma, lo que había empezado como una
reflexión genérica sobre el sexo desde hacía siglos, o lo que había
sido tomado como campo únicamente de expertos en manicomios
o confesionarios durante los siglos XVIII y XIX, en la idea del
Profesor Saldaña, sin menoscabo de que fuera objeto de "polémicas políticas", se convierte en el objeto de estudio del que otros
campos científicos puedan ser los primeros beneficiados. Tomar en
serio la sexología era, más que una cuestión de moda, una exigencia y realidad científica.*
*
El Profesor Saldaña salió de España con motivo de la Guerra civil y murió en La Habana
(Cuba) el 12 de diciembre de 1938.
CAPITULO VI
Hildegart, el extraño caso de "la virgen roja"
"El caso de Hildegart es símbolo y reflejo de la
tragedia de nuestros científicos, literatos y políticos republicanos",
ha escrito J.L.Peset en el Prólogo a "¿Criminales o locos?" de
Raquel Alvarez y R.Huertas (CSIC-CEH, Madrid, 1987, p.15)
¿Quién era esa extraña joven que hizo correr tanta
tinta tras su temprana muerte? Sobre su vida son ya bastante
conocidos los principales datos. Había nacido un 17 de diciembre
de 1914 en Madrid como fruto de una serie de hechos chocantes o
variopintos, extravagantes si se quiere, o, desde luego, fuera de lo
común. Por ejemplo, su madre, Aurora Rodríguez Carballeira la
había concebido, parido y educado como un experimento piloto
—a caballo entre la eugenesia más radical y el socialismo más
utópico— con la idea de traer al mundo un ser capaz de emprender la reforma; no una reforma cualquiera, sino LA REFORMA
mesiánica de la sociedad.
Sobre ello se ha escrito ya mucho: la vida de
Aurora, su maquinación o paranoia, así como el proceso de su
realización o puesta en escena, día a día, desde la búsqueda de un
"compañero fisiológico" selecto y que, posteriormente, resultaría
ilocalizable; la parafernalia en el quehacer educativo; sus logros en
una niña-prodigio como el aprendizaje de la lectoescritura
corriente en torno a los tres años o el dominio de varios idiomas a
los diez; la terminación de sus estudios de bachillerato antes de los
trece; la entrada en la carrera de Derecho y su conclusión antes de
cumplir los dieciseis; su activismo político desde los catorce con
conferencias, mítines o artículos de prensa, etc.
Tres imágenes
Aunque con interrogantes aún sin responder, sobre
Hildegart uno puede hacerse con varias imágenes. Una es la hija
de Aurora, especialmente creada con motivo de los trágicos
sucesos desencadenados por el parricidioí cometido en la mañana
del 9 de junio de 1933 en el número 12 de la calle Galileo de
Madrid, su domicilio, a raíz de los cuales se pone en marcha un
proceso que toda la prensa seguirá con expectación. Se trata de un
crimen pasional —que, de hecho, no lo es— en el que, para más
intriga, los expertos y peritos no logran estar de acuerdo. De un
lado estaban los doctores Vallejo Nájera (padre del hoy popular)
y Antonio Piga, peritos nombrados por el Colegio de Médicos de
Madrid por parte de la acusación fiscal y, de otro lado, los
Doctores Sacristán, uno de los líderes de la psiquiatría en la
España de esos años y Miguel Prados, ambos nombrados por la
defensa.
Si ya, de por sí, tenían la plana mayor de la
psiquiatría española de la época, la entrada en la contienda del Dr.
Gonzalo Rodriguez Lafora con la publicación de sus personales
opiniones al respecto, hará aún más atractivo el caso como para
hacerse de libro. Y de libro ha sido, tal y como Castilla del Pino lo
ha introducido en su texto de Introducción a la Psiquiatría. En
realidad, a través del caso venía a debatirse una ideología y una
forma de actuar en las relaciones que existen entre la medicina y
el derecho. De todo ello da extensa cuenta el documentado y
crítico estudio de Raquel Alvarez y Rafael Huertas, ¿Criminales
o locos? ya citado.
Todos estos factores se han centrado en torno al
trágico final de la joven Hildegart; pero siempre bajo el misterioso
interrogante de quien, "habiéndola creado, se propuso destruir su
propio experimento", al estilo de la más trágica leyenda de
Pygmalion. En realidad, cuanto más se estudia a la madre, asesina
de la hija, más desbordante se ve de los dos límites en los que se
la ha tratado de restringir: El Derecho y la Psiquiatría. Es claro que
el caso sobrepasa a ambas. Novelas como La Virgen Roja de
Fernando Arrabal y otros ensayos no hacen sino abundar en esos
interrogantes.
Otra imagen, no menos apasionante —aunque más
accesible— es la de una Hildegart militante política: primero en
las Juventudes socialistas y luego en la Unión General de Trabajadores. Expulsada después del partido socialista, militará dentro del
Partido Federal Republicano, de tono cercano al Anarquismo. Su
activismo, en ambas formaciones respondía al cumplimiento de un
reformismo planeado por un curioso e inextricable dúo formado
por Madre-Hija. Articulista primero en El Socialista, luego en La
Tierra, Hildegart desarrolla de 1929 a 1933 una intensa labor
política, sin olvidar la social que en temas de mujer, sexualidad,
etc. va a llevar a cabo mediante libros y folletos en pro de una
reforma sexual o más directamente —y con sus palabras— de una
revolución sexual.
De esta misión, unida siempre en ese dúo Madre e
Hija, y de los conflictos entre ambas, cuando ésta decida emanciparse y vivir la vida y la libertad por su cuenta, así como del
desarrollo detallado de los acontecimientos que condujeron a la
tragedia final, ha dado cuenta detallada la obra de Eduardo de
Guzmán, Aurora de Sangre, (G.del Toro, Madrid, 1972). A su
lado, otros estudios, como los de Pilar Pérez Sanz y Carmen Bru,
Hildegart o la vida de Aurora Rodríguez Carballeira, su madre
(Revista de Sexología, nº42, Madrid, 1987), o El manuscrito
encontrado en Ciempozuelos de Guillermo Rendueles, (La Piqueta,
Madrid, 1986) han ido profundizando en algunos aspectos de estas
dos imágenes en donde siempre figura esa Madre y esa Hija, esa
Hija y esa Madre.
La tercera Hildegart
Existe, a mi manera de ver, una Hildegart que, si
bien ha sido apuntada, merecería más detenimiento y es la que me
atrevo a entrever, al menos como hipótesis de trabajo, tras una
lectura detenida de sus escritos y de algunos hechos, que revelan
una entrada en la sexología, más allá de la sexualidad como motivo
político o social.
Un indicador de esto podría ser encontrado en el
engarce que, a través de sus contactos, establece con algunos de
los más representativos líderes de la sexología de esos años. A
Magnus Hirschfeld le ofrece la dedicatoria de su traduccion de la
obra de Tarnowski, Las perversioens sexuales, (traducción,
Introducción y láminas de Hildegart, Biblioteca de Cuadernos de
Cultura, Valencia, 1932). En la primera página de la obra leemos:
"Este libro, querido Doctor Hirschfeld, no es más que un pequeñísimo esbozo de muchos otros ensayos en proyecto; de otros libros
de mayor emvergadura sobre tema de tan apasionante interés. Sin
embargo su nombre no puede faltar de la dedicatoria de un libro de
esta naturaleza, máxime estando como el suyo tan presente en mi
afecto y admiración. Para usted, pues, que es maestro y para mi
buen amigo y compañero el doctor Kauffmann, como prueba de
sincera amistad de Hildegart" (Ib., p.4).
La figura de Magnus Hirschfeld, no hace falta
insistir, es, en estos años, la más representativa de los llamados
primeros grandes teóricos y creadores de la Sexología que fueron
los del Grupo de Berlín. Por otra parte, creando la Revista Sexus,
Hildegart introduce en el número 1 una entrevista con el mismo
Hirschfeld (Octubre-Noviembre, 1932, pp. 93-95).
En cuanto al otro de los líderes más representativos,
Havelock Ellis, tras su relación, por muy diversos motivos, un
hecho llama la atención. Y es que será el mismo Ellis quien
escribirá la semblanza sobre Hildegart, "esa virgen roja", "esa
Hellen Key española", en la propia revista Adelphi de Junio de
1933 (pp.174-179).
Por lo que dice relación a Marañón, en esos años ya
traducidos sus principales textos y, por lo tanto del más reconocido
prestigio, Hildegart —siguiendo con esa política de relaciones—
le ofrecerá su dedicatoria de El Problema Sexual tratado por una
mujer española (Ediciones Morata, Madrid, 1931, p.7), texto cuyas
pruebas corrige en los históricos días en que Marañón, junto con
Pérez de Ayala y Ortega, promovía el La Agrupación al Servicio
de la República. Un año después será el médico español quien
ocupará la Presidencia de la Liga para la Reforma Sexual sobre
bases científicas de la que Hildegart sería Secretaria General.
Su relación con H.G.Wells —que, en esos años
entra como intelectual en la Liga— se inicia como intermediaria
e intérprete en sus visitas a España. Con Bertrand Russel, que
acaba de publicar Vieja y nueva moral sexual y otros ensayos en
los que aborda con dedicación estos temas, lo hará a través de
Dora, su mujer, conocida reformista en el mundo de la coeduca-
ción y a la que, en el nº1 de la Revista Sexus, dedica una detenida
semblanza. (Una de las cartas dirigidas por Hildegart a Dora y que
nos ha sido proporcionada por Ralf Dose y Angeles Llorca revela
el atento sentido de estas relaciones). Y así sucederá con otros
personajes o figuras de la época. Relaciones que, por otra parte,
son nutridas con las lecturas de sus obras que conoce a fondo,
según constatamos en sus propios escritos.
Estos datos nos hacen pensar en una Hildegart cada
vez más situada en un contexto científico e intelectual, aparte de
su activismo político y social, aunque sin olvidar un difícil
deslindamiento entre ambos campos.
La obra
Por otra parte, ordenados sus escritos como obra
completa, lo primero que salta a la vista es que toda ella —con
excepción del libro ¿Se equivocó Marx?— es de temática sexual.
De los trece títulos reunidos, según nuestros datos, doce pertenecen a este género. Redactados y publicados todos ellos entre 1931
y 1933 —en un período de tiempo tan breve como sorprendente—
no puede dejarse de lado que corresponden a una adolescente o
joven que tiene entre 15 y 18 años, dato éste que, si bien podría
hacernos pensar en notas primerizas, su lectura detenida revela
más bien una sólida y vastísima información así como una
reflexión impropia obviamente de esa edad.
Una nueva observación podría hacerse en cuanto al
carácter hablado o escrito de los mismos. Varios de ellos —El
problema eugenésico; La limitación de la prole; Educación
sexual, Sexo y amor y Lla Revolución sexual— son producto de
conferencias o ciclos de Conferencias que, luego, retomados,
ampliados o rehechos son publicados en ediciones populares, muy
característicos de esos años. Los restantes son obras sólidamente
pensadas y desarrolladas como libros.
Leída, pues, la obra en su conjunto, nos encontramos ante una producción en la que se combina la información
práctica y la articulación conceptual —con un debate en ocasiones
claramente innovador— entre un fondo histórico-doctrinal y una
preocupación pragmática. En sus páginas encontramos información útil e inmediata, al mismo tiempo que debate sobre las bases
y el marco referencial de una concepción de la sexualidad con sus
correspondientes repercusiones personales y sociales.
Entre las informaciones de utilidad inmediata se
encuentran las relativas a los anticonceptivos, las condiciones de
igualdad social entre hombres y mujeres, los elementos o datos
jurídicos para su realización, la denuncia de los prejuicios e
informaciones falseadas, etc. Junto a estos datos, pueden percibirse
otros —más conceptuales— como son el recurso a la historia de
las ideas, a las distintas disciplinas —y a su revisión—, en
especial la medicina, la sociología, el derecho, etc. para la
elaboración de un discurso o reflexión distinta en torno a la
sexualidad.
La Reich española
Posiblemente la idea que más salta a la vista, como
constante, sea la de una sexualidad como energía transformadora
de los individuos y de la sociedad, es decir, en plena línea con un
estilo cuyo exponente más conocido ha sido Wilhelm Reich y la
doctrina del freudomarxismo, tal y como fue formulado por éste,
en su conocida obra La revolución sexual. Con ese mismo título
"la Virgen Roja" —como era ya llamada— publicó uno de sus
libros cortos, algunos años antes de que apareciera el del "rojo de
Viena".
Como Reich, también Hildegart mitifica en sus
escritos una Rusia revolucionaria con la imagen de un paraíso
ideal, laboratorio de la proyectada Revolución sexual. Como aquél,
también ésta —unos años antes— será expulsada de su Partido;
aquél del Comunista, ésta del Socialista. Y, como Reich, también
Hildegart escribirá para explicarse un texto substancial. Este es el
motivo de su ¿Se equivocó Marx?.
Las coincidencias siguen. Reich había entrado en
"la cuestión sexual" —como él mismo cuenta en La función del
orgasmo— de la mano de Freud, con ocasión de la lectura de sus
Tres ensayos sobre una teoría sexual. "Todo había empezado
—escribe por su parte Hildegart, haciendo balance en 1932— con
la aparición en 1926 de los Tres ensayos sobre la vida sexual de
Marañón, lo que constituyó el detonante de una larga aspiracion
que venía desde hacía años..." (Hildegart, Sexus, nº1, OctubreNoviembre, 1932, p.111).
Sin embargo, según nuestros datos, —y al margen
de lo sucedido con otras personalidades de la época— Hildegart
no entró en contacto personal con Reich, cuyo vacío bibliográfico
en autores españoles no es, por cierto, sólo de ella sino general.
Reich es uno de los raros autores extranjeros desconocidos en la
España de esos años. Nuestra búsqueda personal de referencias a
él no ha dado ningún resultado, con excepción de algunas referencias posteriores todas a la muerte de Hildegart; lo cual ha sido
últimamente confirmado en un trabajo de Richard Cleminson:
First Steps Towards Mass Sex-Economic Therapy? Wilhem Reich
and the Spanish Revolution. Working Papers in Literature and
Culture Studies, Nº 17; Avril Horner and Juliet Wigmore, Univers
ity of Salford, 1992.
Si los mencionados paralelismos podrían llevarnos
a la imagen de una Hildegart llamada por Havelock Ellis "la Ellen
Key española", "la virgen roja", etc., bien podría ser considerada
"la Reich española", a condición de tener en cuenta el estricto
carácter marginal con respecto al mismo Reich, lo cual no deja de
ser paradójico. Esa podría ser su denominación más cercana y por
lo tanto en esa dirección podría ser entendida su aportación
específica.
No obstante, estaría aún por señalar el giro de los
últimos años —meses incluso— del que se ha hablado como
causante o generador de su muerte a manos de su madre, su
inscripción en la Facultad de Medicina, sus contactos con los
grandes líderes de la Sexología, incluso algunos rasgos de sus
últimos escritos que apuntarían , si no a un abandono de la lucha
social directa, sí a una entrada más a fondo en el cuerpo doctrinal
de la sexología científica. Una de sus últimas conferencias,
pronunciada en Marzo de 1933 en el Paraninfo de la Universidad
de Valencia —dos meses antes de su muerte— quiso que fuese
titulada con el explícito nombre de Sexología.
CAPITULO VII
La otra vida de Félix Martí Ibáñez
En el número 6, correspondiente a Enero-Abril de
1973 de la Revista Archivos de Historia de la Medicina Argentina
(p.5), encontramos la siguiente nota necrológica: "Con el fallecimiento del Dr. Félix Martí Ibáñez (1911-1972) el humanismo
médico contemporáneo ha perdido una de sus más representativas
figuras. Psiquiatra, psicólogo, escritor, historiador de la Medicina
y el Arte, periodista, desarrolló una vasta y productiva tarea en su
patria (España), Francia y, sobre todo, en Estados Unidos.
"En 1951 —continúa la nota— fundó la empresa
periodística que generó varias exitosas publicaciones en el campo
del humanismo médico. En 1956 obtuvo la cátedra de Historia de
la Medicina del New York Medical College, donde realizó una
breve pero brillante tarea. Es evidente que contó con medios no
comunes para efectivizar su visión de la Medicina, pero es digno
de elogio su intento humanista en un medio propenso a los abusos
tecnológicos y mecanicistas. Entre sus libros deseamos mencionar
los siguientes: Ensayo sobre la Historia de las Ideas Magnéticas,
Ensayo sobre el Arte y la Historia y Filosofía de la Medicina, La
epopeya de la Medicina y Panorama histórico de la Filosofía, que
consideramos de especial valor.
"Félix Martí Ibáñez —concluye la nota— dejó de
existir en Nueva York a causa de un infarto de miocardio el 24 de
mayo de 1972. Es de esperar que su ejemplo no se pierda como un
hecho aislado y que la obra por él desarrollada sea continuada en
el mismo nivel del fundador."
La vida previa
La notoriedad de Martí Ibáñez fuera de España
—los de dentro, conocen algunas de sus novelas editadas en
Alfaguara— se ha debido a su carácter polifacético y humanista,
similar al de muchos médicos con inquietudes y horizontes
amplios; pero, sobre todo, al hecho del exilio motivado por la
guerra civil. Con anterioridad a este hecho se sitúa su otra vida, o
sea, la del "resistente hasta el final" que, en el mismo año 1939, a
unos meses —días incluso— de la victoria de Franco, mantendrá
el ánimo alto lo mismo que al principio.
Con ese entusiasmo contagiante escribe artículos,
pronuncia conferencias —las últimas serán más bien arengas—
para enardecer a "la masa revolucionaria de los trabajadores contra
el fascismo y la antirevolución". Desde esta situación podemos leer
sus mensajes dirigidos a Romain Roland, el autor del Juan
Cristobal, "a cuya memoria he ofrendado este hermano menor que
es el héroe de mi Yo,rebelde (El sentido de la vida, Ed. Estudios,
Valencia, 1938, p.279).
Con ése y otros escritos pedía al pueblo francés
ayuda, casi ya desesperada, "para la España obrera y en peligro
evidente de aplastamiento". Lo mismo podemos observar en sus
escritos dirigidos a Rabindranath Tagore que, "siguiendo a Roland,
Malraux, Wells, Gide, etc. se han comprometido ya con la causa
de los trabajadores de España" (Una voz en la India, escrito
incluido en El sentido de la vida, Ib., p.233).
Esta es la otra cara de la vida de Martí Ibáñez quien
en su "profesión de fe" —al final de su vida, de esta parte de su
vida— escribirá: "Como militante de la C.N.I. me debo a esta
gloriosa organización y a cuantas actividades ella me sugiera.
Como hombre y como individuo pensante me debo a la Humanidad Trabajadora, a la causa común revolucionaria...". "Puedo
vanagloriarme de haber prestado mi modesta ayuda a los más
diversos luchadores y a las más variadas entidades: republicanas,
socialistas, comunistas, sindicalistas, anarquistas, teosóficas,
espiritistas, naturalistas, libertarias y culturales más diversas,
oficiales y extraoficiales. Y a todas he aportado mi criterio
personal y mis ideas íntimas, y he visto que encajaban en todas
ellas, sin chocar con las ideologías de tan dispares sectores. ¿Por
qué? Sencillamente porque, en el fondo de todas esas
organizaciones, late el mismo deseo: luchar y sacrificarse abnegadamente por la humanidad" (Profesión de fe, en El sentido de la
vida, p.291).
En el gobierno
Hijo del pedagógo catalán Martí Alpera, había
nacido en Cartagena (Murcia) el 25 de Diciembre de 1911 y
estudiado Medicina en Madrid donde terminó el doctorado, bajo
la dirección de García del Real, con una tesis sobre Algunos
aspectos históricos de la Psicología y la Fisiología Místicas de la
India: Un estudio comparativo de Oriente y Occidente, curioso y
original trabajo que veremos citado como referencia en esos años.
Introducido muy pronto en los medios anarquistas,
es propuesto, apenas cumplidos los 24 años, para Subsecretario de
Sanidad en 1935, cargo que abandonará para ocupar la Dirección
General de Sanidad y Asistencia Social en el Gobierno de la
Generalitat de Cataluña. Allí llevará a cabo su conocida Reforma,
dentro de la cual —en el ámbito de la cuestión sexual, "tan
querida", siguiendo el espíritu que le guía dentro de la C.N.T.—
incluye dos Instituciones nuevas: los Consultorios de Orientación
juvenil psico-sexual y el Instituto de Ciencias Sexuales. En su obra
Diez meses de labor en Sanidad y Asistencia Social, (Ediciones
Tierra y Libertad, Barcelona, 1937), puede verse la línea general
de su acción y los detalles específicos sobre estos proyectos.
El consultorio psico-sexual
La unión de la función en el gobierno, junto a la
vocación personal y su ideal, encontrarán un cauce nutrido con
"los más palpitantes problemas sociales de la actualidad" entre los
que los denominados sexuales no eran los menores como la
anticoncepción, el aborto, o el divorcio lo mismo que el llamado
"amor libre" que, en la terminología de esos años quería decir "sin
referencia institucional".
Si, como miembro del gobierno ya había llevado a
cabo una serie de acciones innovadoras, como médico y amante de
la psicología, su consulta particular fué derivando predominantemente hacia los problemas sexuales, lo mismo que sus escritos. De
ambos pueden ser fiel reflejo una ojeada por la Revista Estudios en
la que, junto a la oferta de su consulta empieza una colaboración
que poco a poco terminará por ser habitual. En esa producción
encontramos una novedad: la del "Consultorio psico-sexual del Dr.
Martí Ibáñez" que, como sección habitual aparece en la publicación.
Este consultorio, en cierto modo al estilo de los que,
andando el tiempo, hemos sido habituados en muy diversas
revistas, apareció por primera vez en el número correspondiente al
mes de Enero de 1936 y dejó de aparecer en Junio de 1937, es
decir un año y medio después. Un estudio más en profundidad de
éste podría revelarnos algunos datos de interés especialmente útiles
tanto para el género como en el mismo desarrollo o respuesta a los
problemas, a través de las cuales, indudablemente, se presenta un
marco general de cara a los problemas sexuales. (Una recopilación
del material de este consultorio, con una valiosa presentación
puede verse en la obra de Ignacio Vidal, El consultorio psicosexual del Dr. Martí Ibáñez, Ed.Tusquets, Barcelona, 1975).
El clima anarconaturista de la retórica que caracteriza a los discursos o escritos sociales, tan impregnados de términos
con mayúsculas como Revolución, Humanidad, Obrerismo, se
vuelve, en el Consultorio, análisis desmenuzado, duda y búsqueda
de estrategias metodológicas, más bien pragmáticas y realistas. Y
si, en ocasiones, surge la aludida retórica, no es sino fugaz, para
volver pronto a un cuadro científico-humanista, pasado por una
pedagogía o didáctica que hace flúido el entendimiento de los
criterios de la respuesta; respuesta, por cierto que, en ocasiones, se
puebla de más preguntas para llevar al consultante a un lúcido
discernimiento con una metodología de connotación socrática.
En el número 164, correspondiente al mes de mayo
de 1937, tras la exposición de un problema por parte de una
consultante, podemos leer: "Respuesta: Havelock Ellis, el sexólogo
inglés, indicaba que lo que más le conturbaba en las consultas que
a centenares le formulaban por escrito en su país sobre problemas
sexuales, fué siempre adivinar la finalidad de tales preguntas.
Exacto. En los muchos casos de problemas psico-sexuales, de
conflictos espirituales múltiples que llevo resueltos, he tropezado
siempre con una cuestión previa a resolver: ¿Qué se propone el
consultante al verificar su pregunta? A simple vista resulta fácil
—demasiado fácil, por eso es erróneo— contestar que busca
solucionar su conflicto mediante un consejo certero. Pero calándose los prismáticos del análisis psicológico, descubrimos que lo que
pretende el consultante casi siempre al correr en pos del médicopsicólogo es buscar una base en su consejo para afirmar más el
criterio o solución que él se ha propuesto de antemano. Dicho en
otras palabras y usando del argot adleriano: se pretende lograr
una justificación objetiva al personalísimo y subjetivo criterio. A
través de las complicadas y tortuosas explicaciones y de los
retóricos rodeos que en mi despacho dejo formular a mis consultantes, me preocupo seriamente por descifrar el porqué de su
consulta. Uno acudirá desorientado y en pos de la anhelada
solución; pero otros vienen ya con una idea fija en la subconsciencia, con el deseo de adoptar un camino que su moral o su posición
les impiden seguir y que desean que les dé el médico para evitarse
así escrúpulos o remordimientos; e incluso a veces pretenden oir
una solución determinada para afirmarse más en la contrapropuesta
por ellos previamente adoptada. En virtud de esos finísimos hilos
psicológicos que se tienden en la consulta entre el consultante y el
médico, se entabla desde el primer momento un juego entre los
dos: El uno disfraza sus inquietudes a fin de salir dignificado y
enaltecido de la consulta, procurando subconscientemente que
cargue con la responsabilidad de sus futuras acciones el psicólogoconsultor; y éste, a su vez, si desea cumplir con dignidad y eficacia
su misión, debe sorprender entre el florido ramaje retórico del
consultante el aleteo fugaz, como de libélula, de sus ocultos
deseos, desentrañar la interpretación del caso y formular su
consejo sin dejarse sugestionar por los subterfugios —inconscientes, entiéndase bien— con que enmascara su problema el
paciente. Unas veces convendrá dar a entender que el médico está
en el secreto y no resbalar en el barniz jabonoso que bajo sus pies
ha colocado el consultante. Otras será más provechoso fingir que
se ignora la verdad y utilizar los prefijados deseos del paciente
para, insensiblemente, canalizarlos por el lecho adecuado."
Esta larga cita puede ser una muestra de la complejidad admitida por el autor del Consultorio, consciente de no
querer jugar a un catecismo recetario. Por otra parte —como
podemos leer en el número 161, de Febrero de 1937— tras un
análisis complicado, se trata de no dar la impresión de farragoso ni
de erudito sino de ser llevado "de la mano del sentido común
buscando las explicaciones más sencillas y claras".
"La sexología —escribe en el número 153, del mes
de mayo de 1936— es una tierra prometida que ha de ser explorada científicamente. Vale la pena intentarlo. Hallaremos en ella, no
ya los arroyos de leche y miel del mito bíblico, sino la luminosa
posibilidad de conocernos sexualmente mejor y, por lo tanto, poder
perfeccionar nuestra vida erótica".
CAPITULO VIII
Don Jaime Torrubiano
Una voz distinta en el seno de la Iglesia
Durante los años veinte y treinta la postura de la
Iglesia católica oficial fué origen de una buena serie de escritos en
los que, bajo diversos motivos, encontramos la referencia a la
debatida cuestión sexual de fondo. No es difícil toparse con obras
—algunas de fuerte repercusión— en las que, de forma contínua
y monográfica, aparecen los conocidos temas de la castidad, la
continencia o la pureza como ideales dentro de su singular y propia
óptica.
Tal es el caso de autores como el dominico padre
Figar o del jesuíta Ruiz Amado; o el también jesuíta y biólogo
padre Laburu, más identificado con los ámbitos científicos.
Capítulo aparte merecería el caso del Cardenal
Gomá, auténtico apologeta y portavoz de las encíclicas pontificias,
especialmente de la Casti Connubii de 1930 sobre el Matrimonio
cristiano en la que, lógicamente, se entra de lleno en la exposición
de los "grandes peligros" que en la época se cernían sobre "la
sagrada Institución", entre los cuales "la visión materialista del
sexo" era uno de los principales y de la que se derivaban otros
nuevos sobre la fidelidad, el divorcio, la virginidad, los anticonceptivos, etc.
Igualmente empiezan ya a ser conocidas algunas de
las primeras obras de quien, luego, iba a ser el autor de lectura
obligada durante la posguerra: el obispo húngaro Monseñor
Tihamer Toth. Su celebérrima obra Energía y Pureza seguirá
reeditándose (Editorial Atenas, Madrid) hasta entrados los años
sesenta.
Estos y otros autores conocieron un notable éxito en
los años treinta —dentro del sector del clero o la derecha civil—
y un enorme encumbramiento tras la guerra, debido a ser los
representantes o exponentes de la única corriente de ideas,os
sesenta impuesta tras la victoria. Todos ellos —como se indicó—
tienen una idea común en torno a la pureza, castidad o continencia,
es decir según el pensamiento de la ascética católica oficial.
De ellos —sobre todo en lo que se refiere a la
época de posguerra— han dado ya noticia obras como la de
Feliciano Blazquez, Cuarenta años sin sexo (Ed.Sedmay, Madrid,
1976); o la de Luis Alonso Tejada, La represión sexual en la
España de Franco (Ed. Luis de Caralt, Barcelona, 1977); o la de
Oscar Caballero, El sexo del Franquismo (Ediciones Cambio 16,
Madrid, 1977). De años posteriores dió cuenta un libro bien
conocido de Vicente Verdú y Alejandra Ferrándiz, Noviazgo y
burguesía (Ediciones Cuadernos para el Diálogo, Madrid 1974).
Más popular aún —y desde otro ámbito— es el ensayo de
Carmen Martín Gaite sobre los Usos amorosos de la posguerra
española (Ed. Anagrama, Madrid, 1990). Como resumen, Juan
Eslava ha conocido un notable exito con El sexo de nuestros
padres (Finalista del premio Espejo de España, Planeta, 1993).
Dentro de una metodología rigurosamente foucaultiana, nuestro colega y amigo Jesús Pérez acaba de ofrecernos, en
su tesis doctoral, un tan impresionante como implacable análisis
del contenido interno del discurso educativo de toda la producción
editorial repertoriada desde 1939 a 1965 (J.Pérez, Análisis del
discurso educativo sobre la sexualidad, Revista de Sexología,
nº67, monográfico, 1993).
Un teólogo laico
Pero, sin salir del marco de los años veinte y treinta
—y al margen de las voces más sonadas— hay una que, siendo
también de la iglesia —o al menos empeñada en serlo— podría
ser representativa de otro estilo. Se trata del teólogo laico Don
Jaime Torrubiano Ripoll.
Había nacido en Fonderella (Lérida) en 1879. Tras
sus estudios de Filosofía y Teología, llega a Madrid en 1913 donde
inicia un denso trabajo como traductor de los clásicos de la Moral
(obras de Vitoria, Suárez, Soto, etc.) y de la Medicina (Servet,
Arnau de Villanova, Alucasis, etc.). Coincidiendo en parte con la
asignación de una Cátedra de Derecho Matrimonial recién creada
en la Sección de Estudios Superiores de la Real Academia de
Jurisprudencia de Madrid, empieza su producción original con una
serie de obras de carácter divulgativo. En la prensa de esos años
podemos ver también el anuncio de su Consultorio de Asuntos
matrimoniales (Calle Luna, nº20, Madrid).
Con la serenidad de un "creyente convencido" y la
lucidez implacable de un experto, este teólogo laico que se
presenta a sí mismo "felizmente en la dicha conyugal, por suerte",
representa un papel audaz e instigador con sus escritos sobre
temática sexual desde un punto de vista católico y, lo que es más,
"desde la misma tradición ortodoxa" de la que no quiere desviarse.
Miret Magdalena —a quien por tantos motivos nos recuerda su
nombre— ha escrito no hace mucho que este hombre tan olvidado
y tan horrorosamente tratado en la posguerra, merecería algo más
que el cómplice silencio en el que sus trabajos han quedado. (Miret
Magdalena, Amor y Sexualidad, Plaza y Janés, Barcelona, 1991).
Durante aquellos años podían leerse de él tres obras
directamente relacionadas con la temática sexual aparte de otros
artículos y conferencias. Todas ellas van a los núcleos más
espinosos de la cuestión desde el punto de vista sociomoral, es
decir —para entendernos— católico, puesto que ésa era la
religión oficial y social aunque luego Azaña pronunciara aquella
terrible afirmación "España, señores, ha dejado de ser católica".
Estas obras son: ¿Son ellos adúlteros?, (Ed.Reus, Madrid, 1921;
El divorcio vincular, Ed. Morata, Madrid, 1926; y Teología y
Eugenesia, Ed.Morata, Madrid, 1929.
El instigador
Todavía se usa el dicho atribuído a Marañón de que
"no hay mujeres frígidas sino hombres inexpertos". Siguiendo la
misma dinámica que generó dicha frase —y en el mismo contexto,
en los mismos años— hé aquí la correspondiente a Torrubiano:
"No hay maridos adúlteros sino esposas —y con perdón—
imbéciles". Lo que pretendía este segundo —como por otra parte
el primero— era provocar para hacer reaccionar ante situaciones
manidas.
En esta primera obra ¿Son ellos adúlteros?,
subtitulada Para mujeres casadas y casaderas y para gente de
sotana, el autor, entre la seriedad y el desenfado, arremete contra
la caricatura de "esa insoportable doctrina" y "esos estúpidos
moralistas" que han hecho —o quieren seguir haciendo— de la
mujer una imbécil en el sentido moral y psiquiátrico del término.
Se trata de la doble moral —es decir, la de los hombres por un
lado y la de las mujeres por otro— pero se trata, sobre todo, de
poner contra las cuerdas a "esa increíble lista de contradicciones"
que la Iglesia católica, o mejor dicho, su doctrina moral, ha tratado
de manetener para considerar a la mujer fuera de la vida sexual y
dentro de la ñoñería.
"Sí, lo han logrado, y éste es el grave error... Esos
estúpidos moralistas han logrado que en los fueros de la carne no
se mezclara el espíritu; han logrado de la mujer piadosa que se
avergonzara de las divinas funciones de la maternidad; han logrado
que en la vida íntima matrimonial, en el acto más secreto conyugal,
fuera la mujer inerte y pasiva, sin espontaneidad, sin efusión, sin
placer manifestado, sin pasión, reduciendo así —por otra parte—
al marido a la simple condición de macho...; han logrado que las
mujeres cumplan su frío deber, porque es un deber, porque es
inevitable, porque no pueden tristemente prescindir, por compasión a su pobre marido, víctima de las hediondeces de la carne; han
logrado que las mujeres tengan por cosas feas, sin arte y sin
belleza, lo que más asemeja a Dios, y que se resientan de ello con
mil modos indirectos y solapados, con mil excusas sin substancia...
todo ello igualmente repulsivo y desesperante para los maridos..."
(¿Son ellos adúlteros?, pp.24-25).
El texto de Torrubiano, frente a las críticas abundantes contra el machismo de los hombres, resulta incisivo e
instigador directamente dirigido a las mujeres. "¿Están ellas
conformes, están satisfechas con el gobierno de sus conciencias y
de su vida sexual? ¿No late una sorda protesta en el fondo de sus
almas? ¿No les producen mis atrevimientos un placentero respirar...?". De lo que se trata, pues, "ante esta situación, es de que las
mujeres reaccionen contra todos esos tópicos que han querido
inocularlas y que ellas construyan su propio ars amandi" (Ib.,
p.242).
El audaz
Sin embargo estos escritos que pudieron ser
considerados —y no sin razones— como provocadores, no lo
eran sólo por la forma directa y cercana con la que planteaba los
problemas; es decir, en un lenguaje simple y sencillo de entender.
En su siguiente obra, El divorcio vincular (Ediciones Morata,
Madrid, 1926), escrito sobre la base de textos leídos en la Real
Academia de Jurisprudencia durante la primavera de 1925, es
decir, con un estilo más académico y formal —desde la historia
teológica y canónica— no deja de ser igualmente incisivo,
incluso más audaz. "Que sea nuevo, o lo parezca, no se opone a
que sea verdadero; que sea audacia, no es defecto: audaces fortuna
juvat (p.XVI).
"La escabrosidad del tema de esta obra —continúa— sube de punto, si se tienen en cuenta mi condición de
católico sin matizaciones de ninguna especie, la gravedad y
novedad de las conclusiones a que he llegado en mis investigaciones, y la situación jurídica matrimonial de nuestra patria. Pero yo
entiendo que el hombre, libre totalmente de prejuicios, jamás debe
temer la investigación científica acometida con espíritu sereno de
rectitud y sólo a impulsos del amor a la verdad y al bien, cualesquiera que sean las conclusiones, favorables o adversas, a que nos
conduzca inflexiblemente la lógica; y tanto mayor ha de ser su
correcta audacia en el camino de esa investigación cuanta mayor
sea la flexibilidad de su espíritu, dispuesto siempre a rectificar en
todo momento en que se le demuestre haberse equivocado" (Ib.,
p.1-2)
El autor —por si alguien piensa en su provecho
personal— se declara entre los humanos con una enorme suerte en
su matrimonio, casado y bien casado, lo que le otorga el privilegio
de poder ver "el problema desde la fortaleza de nuestra dicha
conyugal, que deseamos sea indisoluble y eterna, y que lo será para
nosotros mientras nosotros queramos que lo sea" (p.3), lo cual no
impide acercarse a quienes viven un "infierno conyugal" o a través
de un hogar deshecho y de una hacienda destrozada o de unos hijos
dispersos..." (p. 4.).
La tesis central de este libro —tras el repaso a los
documentos de la tradición católica— es que "nadie ha probado
la incompatibilidad entre el divorcio vincular y el dogma católico".
O dicho de otro modo: El divorcio es perfectamente planteable
desde dicha tradición en el seno de la teología católica.
En Teología y Eugenesia: Al servicio del
matrimonio (Ediciones Morata, Madrid, 1929) el autor se plantea
lo mismo con respecto a otro de los temas polémicos: los anticonceptivos. Para decirlo de una forma clara: Según la misma
tradición católica pueden utilizarse "las modernas prácticas
anticoncepcionales" cuando no se quiera que de las relaciones
sexuales se siga un embarazo. Dentro de las matizaciones propias
de la casuística moral, no se trata obviamente de afirmar todo ni de
negar todo, sino de aclararse".
"La Iglesia no ha formulado doctrina alguna cierta
acerca del neomalthusianismo en el terreno doctrinal... Las
prácticas anticoncepcionales son de suyo lícitas en los casos
extraordinarios en que sean probablemente necesarias para
impedir graves daños en la madre, en el hogar, en la prole presente
o futura, o en otros intereses seriamente respetables... Toda
oposición a los avances de la ciencia eugenésica, apoyada en las
exigencias de la Religión de Estado, sea por el Poder público, sea
por los particulares, será en adelante una arbitrariedad, mientras la
Teología seria no modifique sus actuales posiciones y mientras no
sean sólidamente combatidas y destruidas nuestras afirmaciones"
(Ib., pp.195-196).
Estas son algunas de las conclusiones finales de esa
obra publicada en plena resaca, tras la suspensión por parte de los
poderes públicos de la celebración de unas históricas jornadas en
1928 (Véase sobre ello el capítulo X). En otras, aún más resonantes —las de 1933— empezará su conferencia de esta forma:
"Tengo ya no corta historia dedicada a someter a revisión y
análisis, razonados y documentados, las tesis teológicas y jurídicas
de las escuelas católicas, la disciplina de la Iglesia, las costumbres
y prácticas de las jerarquías eclesiásticas, el oficialismo religioso
del Estado y los prejuicios y conducta del catolicismo español.
Como consecuencia de estos estudios, he fiscalizado y condenado
severamente las numerosas y graves corruptelas que a la sombra
de la Religión Católica se habían introducido. Esta conducta me
colocó en postura no buscada ni deseada, pero sí tristemente
inevitable, de hostilidad frente a los dos enormes poderes que, en
sus mismos calificativos, llevaban intrínseco extravío: el Estado
canonizado y la Iglesia civilizada, es decir una Iglesia civilmente
oficial y un Estado oficialmente religioso" (J.Noguera y L.Huerta,
Genética, Eugenesía y Pedagogía sexual, actas de las primeras
jornadas eugenésicas españolas, Morata, 1934, Vol I, p. 60).
Tenía entonces Don Jaime 54 años. Estaba en plena
madurez y lleno de proyetos. En 1936 entregaba a Espasa-Calpe
el primer volumen de El sexto mandamiento de la Ley de Dios y
preparaba los dos restantes de la voluminosa y ambiciosa obra.
Pero la guerra civil iba a terminar con todo y, tras ella, le esperaba
el calvario de las cárceles; primero en la Porlier de Madrid, luego
en la de Ocaña, más tarde en la de San Miguel de los Reyes de
Valencia... y así hasta bien entrada la década de los años cincuenta,
nos comenta uno de sus hijos que lleva su mismo nombre.
Todavía en 1959, a sus 80 años conocerá Carabanchel. Lo cuenta Tierno Galván en las páginas de sus Cabos sueltos
(Memorias, Ed. Bruguera, Barcelona, 1981) que la compartió con
él en esas fechas. Con el milagro de sobrevivir con trabajos de
traducción, publicará algún libro todavía, aunque con nombre
prestado, al ser el suyo propio considerado como indeseable.
"Excomulgado primero, olvidado después,
—comenta V.M.Arbeola (El Ciervo, nº230, 1973, pag.8)— este
hombre, que se adelantó a varias reformas, luego consagradas en
el Concilio Vaticano II, murió sólo rodeado del cariño de sus hijos,
un 3 de junio de 1963; el mismo día, unas horas antes —curiosa
coincidencia— que moría Juan XXIII".
TERCERA PARTE
IDEAS, GRUPOS Y AMBIENTES
"¿Qué hacer? Si defendemos el control de
natalidad, en nombre de la salud y ante el peligro
de la vida de la madre, vamos contra la Encíclica
Casti Connubii de 1930 y el Papa nos excomulga
de su Iglesia. Pero si, con su Santidad, añadimos
un capítulo al Código de los sacrificios humanos,
la Humanidad nos excomulgará de la Civilización"
(Q.Saldaña, Revista Sexus, Octubre-Noviembre,
1932, p.76).
"Se inicia tal vez una herejía formidable. ¿Una
segunda Reforma? Acaso. Es la Reforma Sexual".
(Q.Saldaña, en J.Noguera y L.Huerta, Genética,
Eugenesia y Pedagogía sexual, Libro de las primeras Jornadas eugénicas españolas, Ed. Morata,
Madrid, 1934, vol.I, p. 180).
CAPITULO IX
La gran reforma sexual
Desde los años cuarenta del siglo XIX hasta los casi
cuarenta del siglo XX —es decir, desde los empujes del liberalismo de Isabel II hasta la segunda república y su corte con la última
guerra civil— transcurren exactamente cien años en los que, en
España, se fué viviendo una corriente que, si bien con distintas
referencias, terminaría por ser nombrada con los mismos términos
de los otros países de Occidente: Neomalthusianismo y Eugenesia.
Es lo que fué conocido, de forma más familiar con la expresión
consagrada del arte de amar y la ciencia de la procreación.
Reproducción y placer
Frente al tradicional "creced y multiplicaos", las
corrientes liberales, librepensadoras, anarquistas, krausistas,
socialistas o progresistas —es decir laicas en general— habían ido
introduciendo una formulación de la realidad bien distinta: "Placer
o Reproducción". O, si el dilema se presentaba demasiado drástico,
se trataba de combinar las dos partes del mismo. En todo caso las
ideas que se iban introduciendo en los distintos países de Europa
procedían de Malthus y de su célebre Ensayo sobre la regulación
de la población, aparecido por primera vez en 1788 y que ya
habían tenido el suficiente tiempo para pasar de simples ideas a los
debates generalizados fué el inicio de la Época Contemporánea.
Malthus era, como se decía, excesivamente
economicista: con un menor uso del matrimonio se tendrá un
menor número de hijos y por lo tanto menor número con el que
contar a la hora del reparto de la riqueza. Pero Malthus no había
considerado que, con el recurso a unos medios —los anticonceptivos— podía reducirse el número de hijos sin que, por ello,
hubiera que restringir los placeres de la carne. Es el planteamiento
de un nuevo paso conocido como Neo-malthusianismo, llevado
especialmente de la mano de otro gran reformador social, Francis
Place, en su Ilustracions and Proofs of the Principle of Population
de 1822.
"Con que una centésima parte —incluso una
milésima porción— del trabajo que se emplea en inculcar dogmas
y verdades, fuera empleado en esta educación, en muy poco tiempo
veríamos, como resultado, un gran cambio en las costumbres de la
gente; si se entendiera de una vez por todas que no es vergonzoso
para los casados el informarse sobre los medios anticonceptivos,
inocuos para la salud y acordes con la sensibilidad femenina, se
lograría limitar la población y ponerla al ritmo de los medios de
subsistencia; la miseria podría ser eliminada en una prodigiosa
proporción con la subida del confort y el bienestar, con el desarrollo de la inteligencia, la elevación de la moral y otros ideales
planteados por Malthus, Goldwin y todos los filántropos" (citado
por H.Ellis, O.C., ed. francesa, Vol. VI, p.257).
Estas eran, en síntesis —o, mejor dicho, en su
origen— las nuevas ideas que circulaban de la mano de las
llamadas fuerzas de progreso en la Europa del siglo XIX. Y en esa
corriente se inscriben los distintos grupos que, a pesar de sus
muchas diferencias, se sentían en España también llamados a
acercarse a ellas. Junto a las grandes ideas, la vida diaria empezaba
a deparar situaciones muy concretas en dicha dirección. El término
Eugenesia vino a ser usado para resumir esas inquietudes teóricas
y prácticas en torno a la procreación y su regulación.
Junto a estas ideas nacieron los primeros centros o
consultorios de planificación familiar o Birth Control y Asesoramiento para atender a la demanda que se iba generalizando con la
nueva sensibilidad. Se extiende así la divulgación de los "métodos
preventivos de embarazo". La Malthusian League, liderada desde
1877 por la incansable Annie Besant, es una de las más activas.
Luego vendrían los movimientos de Helen Wrigth, Helen Key o
Marie Stopes, todos intercambiados entre Europa y América.
La oferta de lo que, desde la expresión de Francis
Place, en 1822, fué conocido como "medios preventivos", era
evidentemente limitada. Se trataba, no obstante, de la circulación
de lo existente. El coitus interruptus era el viejo método de
siempre, conocido también como onanismo conyugal. No obstante
su aprendizaje llegaba en casos a servir de forma satisfactoria. El
simplismo con el que la modernidad se ha cebado contra él, olvida
las capacidades que incluía bajo su práctica adiestrada. El condón
o capote inglés, así llamado por los franceses, con su doble utilidad
de prevención del mal venéreo tanto como de regulación procreativa, conoció un momento de interés por su fabricación y comercialización en caucho a finales del siglo XIX. La abstinencia
periódica —método conocido como de Capellman, anterior a los
descubrimientos de Ogino y más tarde de Knaus— se propaga
desde 1897 entre las parejas previamente adiestradas. Y los
testimonios de quienes así lo practican no son nada lamentables.
Luego su generalización traería una pérdida de su eficacia basada
en el simplismo de sus usuarios. Por otra parte se empieza a
generalizar el uso de pomadas, polvos antiespermáticos, etc.
Pronto vendrían otros de una eficacia más fuerte, aunque entre
todos, el preservativo era sin duda el más importante.
Pero, al lado de la Eugenesia, había la llamada
Cuestión sexual, dentro de la cual se incluía tanto la igualdad
social entre los sexos —o emancipación de la mujer— como el
ejercicio del placer en libertad. Su profundización traería luego, en
los últimos años del siglo XIX y en los primeros del XX, una
formulación más concreta: Nacía, para sustituirla y ampliarla, la
que iba a ser conocida como Reforma sexual, movimiento aglutinador de sus diversas fuerzas de progreso.
Eugenesia y Reforma sexual
De esta forma —juntos, pero no revueltos— los
distintos núcleos de nuevas inquietudes o corrientes iban avanzando y enriqueciendo planteamientos. Si bien el término Eugenesia,
en su sentido inmediato, traía para muchos una semántica de
biología relativa a la ciencia de las especies y las razas, su carga
social y moral fué drenando con unas repercusiones específicas
todos los planos de la vida. En los países pioneros las parejas se
amaban eugenésicamente; los hijos nacían de la eugenesia o
eugénica; incluso se crearon estilos de vida eugénicos, entendien-
do por tal unas relaciones que no terminaban en "los hijos que Dios
quiera" siguiendo el "creced y multiplicaos" de la versión tradicional, sino en su "planificación racional" según otros criterios.
No es de extrañar que encontremos esta terminología en todos los niveles de la vida, ocupando debates sociales y
políticos, junto al sufragismo o derecho al voto femenino, así como
en los parlamentos elaboradores de nuevas leyes. Por su parte los
pedagogos de nuevo corte lo difundían en sus escuelas, los nuevos
moralistas en sus tratados, los reformistas en sus mítines. Todos
terminaban por usar, de una u otra forma, esa mágica palabra,
reflejo de una realidad, al parecer confusa, de la Eugenesia.
Por otra parte —y junto a ella— la antigua
Cuestión Sexual, centrada ya y concretada por las nuevas corrientes bajo la nueva fórmula de la Reforma Sexual, fue tomando aún
más cuerpo movida por las exigencias de cambios relativos a la
sexualidad. Son los años del caso Oscar Wilde en el Reino Unido,
proceso que se inicia en 1895. O las manifestaciones en el ámbito
alemán contra el célebre artículo del derecho penal discriminador
de los homosexuales.
En el caso de las terribles enfermedades venéreas
y de sus consecuencias sanitarias y sociales, se suceden pasos
importantes que van desde el descubrimiento del Gonococio,
agente de la blenorragia, hasta el Salvarsán de Paul Ehrlich en
Francfort en 1909, como remedio de la sífilis, hecho capital e hito
sin precedentes. En esos mismos años el cambio semántico general
lleva a matizaciones indicativas como pueden ser las expresiones
distintas utilizadas por los grandes autores, muestra de las novedades: Forel titula su obra principal "La cuestión sexual"; Bloch
habla de "la vida sexual"; Freud conceptualiza "la moral sexual",
etc.
De esta forma, si la Eugenesia iba cubriendo los
aspectos procreativos, la Reforma sexual abordaba aspectos más
directos de la sexualidad como estructura diferencial y conducta
erótica. Procreación y sexualidad se iban separando, aunque en la
práctica unos y otros movimientos se vieran implicados en
intereses comunes.
En el caso español ambos movimientos llegaban a
su auge y esplendor en los años veinte y treinta. Hildegart trazará
su semblanza histórica y actual en un célebre artículo titulado
Historia del movimiento internacional y español de la Reforma
Sexual (Revista Sexus, nº1, Octubre-Noviembre, 1932, pp. 104115). Un año más tarde, la joven autora trazará, a su vez, el
correspondiente a la reproducción y anticoncepción, en otro
titulado Maternidad consciente (J.Noguera y L.Huerta, Genética,
Eugenesia y pedagogía sexual, libro de las primeras jornadas
eugénicas españolas, Ed. Morata, Madrid, 1934, vol.I, pp.203244).
La Nueva Reforma
Como ya ha sido estudiado, en ambos movimientos
—en el de la Eugenesia y en el de la Reforma sexual— se llegaron
en algunos países de Europa a exageraciones y tergiversaciones de
carácter exaltado y extremista. El balance, sin embargo, de las
aportaciones de ambos, tanto en otros paises como en España, es
el de una corrienmte renovadora de la vieja cuestión tradicional y
religiosa por otra de corte humanizado y laico. La transcendencia,
también en ambos casos, de los cambios que este nuevo modelo
requería, explica las repercusiones, polémicas y conflictos
ocasionados.
El peso del viejo y tradicional esquema frente a los
nuevos planteamientos hacía chirriar una moral sexual que buscaba
ser autónoma frente a otra dependiente de los anteriores sistemas
de creencias. Bajo la capa del simplismo o de la superficialidad
que siempre ha pesado sobre estas corrientes —incluso con los
riesgos de extremismos— la cuestión de fondo no era otra que el
cambio de un esquema antiguo por uno nuevo, así como la
denominada modernización de España, expresión que encontramos
repetida sin cesar, lo mismo que la de "sacar a nuestro país de un
atraso secular para avanzar junto a los otros", intenciones finales
con las que esas décadas estaban hondamente sensibilizadas.
Algunos no dudaron en dar a la Reforma Sexual un
sentido que recordaba a la otra gran Reforma de hacía siglos, la
Protestante, que dividió a Occidente en sus concepciones del
mundo. Pero si entonces se trataba de dos lecturas cristianas, ahora
el sentido era entre una civilización cristiana y una laica o civil. Si
el caso español fue entonces hito de la Contrareforma, algunas
alusiones hacen referencias a no quedar fuera de esta segunda gran
corriente de reforma intelectual y moral. En definitiva se trataba de
una nueva cultura generada en torno a una serie de hechos que no
podían seguir siendo vistos con ojos antiguos sino nuevos.
El imparable avance
Las comparaciones entre aquella primera Reforma
y ésta, —vistas ambas en la perspectiva de la historia— se hacen
más evidentes, situados en la nomenclatura utilizada bajo el
apelativo de "la edad de plata de la cultura española" dado a estas
décadas, por su paralelismo con la otra edad o "siglo de oro" de
hacía varios siglos.
Pero si las ideas iban en la alta dirección, los
estudios cuantitativos y cualitativos sobre las realidades revelan en
estos años ambos flancos teñidos de miserias y tragedias. Del lado
de la Eugenesia, se señalan "los dramas de las mujeres envejecidas
por los numerosos partos", la "ausencia de medidas higiénicas y
sanitarias", la "alta tasa de mortalidad neonatal e infantil". Por el
lado de la Reforma Sexual se denuncia "la escasa o nula información y educación sexual", "la imposicion de modelos machistas",
"la condición de inferioridad de la mujer", "la insoportable
brutalidad de las relaciones sexuales", "la necesidad de su
humanización como personas".
Los valores tradicionales, que respondían a la
anterior fórmula, no ofrecían otra alternativa que la emanada de la
vieja teología que, traducida a moral, desembocaba en el conocido
control de los instintos y su ascesis mediante el ejercicio de la
castidad. El humanismo laico y sus valores, cada vez más en
aumento, ofrecían plantemientos nuevos, extraidos de los nuevos
avances científicos y tecnológicos. No se trataba de inmoralidad
frente a moralidad, sino, como señalaba en estos años Bertrand
Russel, de una moral sexual frente a otra moral sexual, fruto de
distintos planteamientos y de distintos valores.
Si el llamado "buen nacer", promovido por los
movimientos eugenésicos propugnaba una regulación y su
correspondiente instrumentación de recursos limitadores de la
natalidad para hacerla más humanizada, las nuevas ideas, procedentes de los grupos sensibilizados con los avances en el estudio
de la sexualidad, planteaban el cada vez más urgente cambio en
las relaciones de los sexos.
Y si el Malthusianismo y Neomalthusiansmo, como
doctrina, habían dado sus resultados prácticos de la mano de la
Eugenesia, las nuevas teorías sexológicas —véase más adelante:
Marañón— planteaban, a su vez, sus correspondientes cambios de
la mano de la Reforma Sexual. La confluencia de ambas corrientes
de ideas mostraba -especialmente en la España de esos años- una
peculiar aglomeración de urgencias en varias direcciones. Eran las
consecuencias del llamado atraso secular junto a la evidente
necesidad de avanzar que muchos consideraban imparable.
CAPITULO X
"El Real Decreto Pornográfico"
y su resaca
Los hechos sucedieron en torno al gran anfiteatro
de la Facultad de medicina de San Carlos, en el edificio que hoy ha
sido destinado a Real Conservatorio Superior de Música, en la
plaza de acceso al Antiguo Hospital General, hoy Museo de Arte
Reina Sofía. Era el día 2 de febrero de 1928 y, a la entrada de San
Carlos, los estudiantes repartían una octavilla con el siguiente
programa de Actos:
PROGRAMA
2 febrero.- Don Sebastián Recaséns, ginecólogo, decano de la
Facultad de Medicina de Madrid. Eugenesia y Procreación
9 febrero.- Don Luis Jiménez de Asúa, catedrático de Derecho
Penal: El aspecto jurídico de la maternidad consciente.
16 febrero.- Don José Estella, catedrático de Pediatría: Los niños
que vemos en nuestros hospitales. Medidas eugenésicas que
reclaman los pediatras.
23 febrero.- R.P.José A.de Laburu, de la Compañía de Jesús:
Pensamiento católico ante los problemas eugenésicos.
1 marzo.- Don Joaquín Noguera, abogado, catedrático de Literatura:La maternidad y el infanticidio ante el Derecho.
8 marzo.- Don José Sanchís Banús, neurólogo, del Hospital
Provincial de Madrid: Neuropatías producidas o influenciadas por
la procreación excesiva o patólogica en la pobreza del medio.
15 marzo.- Don Luis de Hoyos Sáinz, catedrático de Fisiología:
Bases y pruebas demográficas de la Eugenesia. Fecundidad y
natalidad en España.
22 marzo.- R.P.Francisco Sureda, del Vicariato Castrense: Non
moechaberis! Discreteo ético-psíquico-religioso sobre la urgencia
de la sensualidad.
29 marzo.- Don Gregorio Marañón, médico internista, del Hospital
Provincial de Madrid: El problema de la maternidad en España.
12 abril.- Don Angel Ossorio y Gallardo, abogado, ex ministro:
Aspectos sociales de la procreación. Medidas eugenésicas de buen
gobierno aplicables en España.
Recopilador general del Curso: Don Luis Huerta, eugenista,
pedagogo, publicista.
Entidades adheridas: Colegio de Doctores de Madrid, Sociedad
Española de Biología, Sociedad Española de Antropología,
Sociedad Ginecológica Española.
La polémica
El tema, pues, era científico y social; el contexto,
como es sabido, estaba politizado; y, al fondo, las ganas de
camorra de unos cuantos, azuzados por los dos diarios de la Iglesia
(El Debate y El Siglo futuro) que desorbitaron los hechos,
especialmente el día en que Jímenez Asúa pronunció su conferencia, hasta el punto de que lo que estaba programado para el recinto
de San Carlos se convirtió en un asunto de los medios de información y de la calle.
Es así como empezaron a surgir los apelativos de
obscenidad e irreverencia. Se trató del amor, del sexo y del
matrimonio. Y con ello de los temas y problemas que obviamente
ellos constelan como el divorcio, los derechos de la mujer, los
anticonceptivos y el aborto. En definitiva, visto hoy desde la
hemeroteca, se trataba de una exposición bastante dramatizada de
la realidad española en torno a esta temática, con un difícil pero
logrado equilibrio entre los hechos y las ideas, entre los datos y las
opiniones, similar a lo que en esos años sucedía en el resto de los
países de Occidente, con lo que los organizadores pretendían llevar
a escala general lo que, de hecho, estaba siendo tratado de formas
esporádicas por los distintos autores.
El debate se convirtió, pues, en polémica y ésta en
guerra contra "los malditos intelectuales de la Universidad".
Algunas afirmaciones de la polémica :"Tocante a la anticoncepción, yo proclamo —dijo Jiménez Asúa, catedrático de la Facultad
de Derecho— contra los moralistas de ocasión, su plena licitud".
"La calidad de los hijos debe ser preferida a la cantidad" —dijo el
Dr. Sebastián Recasséns, Decano de Medicina—. "Es preciso un
análisis a fondo de la maternidad para que su ejercicio sea
humanizado"— dijo Marañón, señero lider reconocido y
admirado—.
"La procreación patológica tiene un alto índice de
causas en la pobreza social", dijo el Dr. Sanchís Banús, neurólogo
del Estado. "En el delito de aborto, la menos culpable es la madre".
"Hay muchos padres con cinco, diez hijos o más, que no llegan a
un sueldo de sesenta duros", se transcribió desde la conferencia de
Recasséns. "Es preciso tomar la sexualidad en serio de una vez
para integrarla en la vida, el amor y los valores", se repetía desde
la firma de Marañón.
El "decreto"
El escándalo estaba, pues, servido entre El Debate
y El siglo futuro por un lado, y El Liberal y El Socialista por otro.
"Han convertido un tema científico en un asunto erótico" escribía
El Debate del 10 de febrero. El gobierno de Primo de Rivera toma
opción por un sector y el 22 de marzo de 1928 hace pública una
orden de suspensión del Curso con el siguiente texto dirigido a la
organización:
"Excelentísimo señor: Con motivo del Curso que
viene desarrollándose en el gran anfiteatro de la Facultad de
Medicina de San Carlos, al que asisten, sin limitación alguna,
oyentes de distintas edades, sexo y condición, varios confereciantes han expuesto opiniones y emitido conceptos verdaderamente
demoledores de la familia y de los fundamentos sociales, y
destructivos de la santidad del matrimonio y de la dignidad de la
mujer...
"...Y aunque la discusión de temas como la
Eugenesia y la Eutanasia, por su carácter crudamente materialista,
suele ser peligrosa en sus derivaciones sociales... el poder público
no puede consentir que se conviertan en regodeo pornográfico ni
en ofensa ni ataque a la moral cristiana y los fundamentos éticos
de la sociedad, con el consiguiente estrago entre los jóvenes que
escuchan tan perniciosas teorías..."
Las crónicas —hoy en las hemerotecas— señalan
que los ánimos estaban caldeados por razones diversas. Las
razones diversas se reducían a una : la censura de la dictadura de
Primo de Rivera que, por otra parte, estaba ya en sus últimos
coletazos. Pero era evidente que el tema se había vuelto arma
arrojadiza entre conservadores y progresistas. En este contexto la
elección de conferenciantes —debido a sus implicaciones políticas
y morales— era el principal nudo gordiano.
Jiménez Asúa, ponderado y respetado catedrático
de Derecho Penal de Madrid —más tarde ya en el exilio, presidente en funciones de la República Española— había aceptado dar su
conferencia, aunque, para compensar al socialista también estaba
inscrito en el programa el no menos conocido maurista Don Angel
Ossorio y Gallardo del que algo recordarán los que han leído La
velada de Benicarló de Azaña. De Sanchís Banús y Hoyos Saínz
—así como del Dr. D. Juan Noguera— se decía simplemente que
eran de excesivas ideas de la izquierda. Pero, también para
compensar, Marañón había pedido personalmente que participara
el biólogo y moralista, P. Laburu, de la Compañía de Jesús y el P.
Francisco Sureda, del Vicariato General Castrense, muy conocido
por las polémicas mantenidas en público contra el Dr. Lafora, de
la escuela de Cajal.
La verdad es que la serie de conferencias, a juzgar
por los preparativos y las polémicas previas, fueron tomadas más
como un combate que como disertaciones en torno a un tema. La
expectación había durado demasiado porque en varias ocasiones
el curso había sido anunciado y otras tantas había terminado por
aplazarse.
Estaban detrás —en la organización— algunos
líderes de la Eugenesia y la educación sexual como por ejemplo
Luis Huerta, pedagogo y escritor, autor de una serie de obras todas
ellas centradas en la coeducación e información sexual de la
escuelas. Estaba también Julio Noguera, Profesor de educación
especial y con él la Gaceta Médica Española.
Tras la Real Orden de suspensión, que quedó
conocida como el decreto pornográfico o de su regodeo, el curso
se suspendió. No así la polémica y el ruido. Algunos hablaron,
incluso del sitio de San Carlos.
La resaca
Como fruto de la resaca podemos ver un puñado de
obras escritas con motivo de la suspensión de los actos que, de
haber seguido, tal vez hubiera terminado con menor repercusión,
pero, debido a la polémica y el escándalo —y sobre todo a su
prohibición— constituyó un hecho de referencia durante los años
siguientes.
Así sucedió con la obra de Jiménez Asúa, Libertad
de amar y derecho a morir (Ediciones Historia Nueva, Madrid,
1928), la más madrugadora de todas en la que se explica ampliamente y responde al dossier de la polémica. Por su parte Jaime
Torrubiano publicó, unos meses más tarde; Al servicio del
matrimonio: Teología y Eugenesia (Editorial Morata, Madrid,
1929) con prólogo de Jiménez Asúa.
Al mismo tiempo Marañón publicó su Amor,
Conveniencia y Eugenesia (Editorial Historia Nueva, Madrid,
1929), con varios textos pero entre los que figuran materiales sobre
el mismo asunto. Joaquín Noguera, por su parte, uno de los
organizadores del polémico curso, publicó con prólogo de
Marañón, su Moral, Eugenesia y Derecho (Editorial Morata,
Madrid, 1930).
A éstas, de claro signo científico e indisimulable
tono progresista, le siguieron otras en la línea del pensamiento
conservador, especialmente a raíz de la aparición de la ya citada
encíclica de Pío XI sobre el Matrimonio Cristiano (Casti Connubii) en 1930 que, lógicamente, cayó en pleno hervor de la resaca.
A exponer, comentar y defender dicha encíclica y
a argumentar contra los otros planteamientos contribuyen, por
parte del sector de la Iglesia católica una serie de obras que
aparecen a continuación. Tal es el caso del Colectivo "Razón y Fe"
(S.J.) con su obra El matrimonio Cristiano (Ed.Razón y Fe,
Madrid, 1931); o la del Prof. Eloy Montero, Malthusianismo,
Eugenesia y Divorcio, Madrid,1932. Al año siguiente aparece uno
que habría de hacer gran fortuna en los medios eclesiásticos,
especialmente juveniles, como es la obra de Tihamer Toth,
Eugenesia y Catolicismo, Ed. Athenas, Madrid, 1933. Y posiblemente el más sonado, por la personalidad connotada del autor,
Cardenal Gomá, El Matrimonio, Editorial Casulleras, Barcelona,
1931. En esta obra, como apéndice, (pp. 281-282), tras el texto de
la encíclica del Papa, podemos leer el siguiente documento de la
Curia Vaticana:
"Sobre educación sexual y eugenesia
En Congregación general del Santo Oficio celebrada en la feria cuarta, día 18 de marzo de 1931, propuestas las
siguientes consultas:
Primera. Si es lícito aprobar el método que llaman
de "educación sexual" o también de "iniciación sexual".
Segunda. Qué ha de decirse de la teoría llamada
"eugénica", ora "positiva", ora "negativa", y de los medios
indicados por esta teoría para el mejoramiento de la raza humana,
teniendo en cuenta las leyes naturales, divinas o eclesiástícas que
atañen al matrimonio y a los derechos de cada uno.
Los Eminentísimos y Reverendísimos Cardenales
que tienen a su cargo velar por la integridad de la fe y las costumbres, discutido el asunto con diligente examen y atendida la
opinión de los Reverendísimos Padres consultores, determinaron
responder:
A la consulta primera: NEGATIVAMENTE; y para
conservar íntegramente el método hasta hoy aplicado por la Iglesia
y los santos varones y recomendado por Nuestro Santísimo Señor
en las Letras Encíclicas De Christiana juventutae educatione,
dadas en 31 de diciembre de 1929. En primer término se ha de
cuidar de la plena, firme y nunca interrumpida educación religiosa
de la juventud de uno u otro sexo; excitar en ella la estima, deseo
y amor de la virtud angélica, inculcando en ello con todo ahinco el
gran medio de la oración, la asiduidad de los santos sacramentos
de la Penitencia y Eucaristía, la filial devoción a la Santísima
Virgen, Madre de toda pureza, y su maternal protección; y la
evitación cuidadosa de lecturas peligrosas, espectáculos obscenos,
conversaciones malvadas y todas las demás ocasiones de pecar.
Por lo tanto, de ningún modo pueden aprobarse las
cosas que para defender el nuevo método han sido escritas y
publicadas, principalmente en estos últimos tiempos, y aun por
algunos escritores católicos.
A la consulta segunda: Esta teoría (la eugénica) ha
de ser completamente desaprobada y tenida por falsa y condenada,
como consta en las Letras Encíclicas sobre el matrimonio cristiano
Casti Connubii, dadas en 31 de diciembre de 1930.
Esta resolución de los Emmos. Padres fué aprobada
y mandada publicar por nuestro Santísimo Padre Pío XI el día
siguiente, feria V, día 19 del mismo mes y año, en la audiencia
concedida al Rvdmo. Padre Asesor.
Dada en Roma, en los Palacios del Santo Oficio, día
21 de marzo de 1931. Angel Subrizi, notario de la Suprema
Congregación del Santo Oficio".
CAPITULO XI
De "la ola verde" a "la marcha triunfal del sexo"
"Estamos viviendo en nuestros días una acometividad sexual exacerbada... una hambre sexual casi epidémica... una
satiriasis colectiva..." Con estas palabras describía la situación el
Dr. Gomez Sebastián en el número 76 de la Revista Sexualidad,
correspondiente a la tercera semana de octubre de 1926. El
diagnóstico seguramente pueda ser considerado excesivo por no
decir tétrico y fatalista.
Pero, contrariamente a algunos tópicos, es un hecho
conocido entre los estudiosos que el primer tercio del siglo XX ha
sido especialmente fecundo en literatura erótica, seguida por una
"multitud" o "público popular". El fenómeno pasa de ser marginal
a tener repercusiones sociales y comerciales como es visible en los
estudios cuantitativos de las producciones editoriales.
La sociedad erotizada
El más significativo de esos autores es sin duda
Felipe Trigo con sus "novelas eróticas" comunes y con la contribución, menos conocida pero de igual o mayor repercusión, a
través de las "novelas cortas" o seriadas. Trigo era un médico que,
—como él confiesa— pretendió con esa clase de trabajo contribuir
a divulgar "una cultura sexual y educativa del pueblo". "Mirad así,
fijamente, y, o sereis ciegos, o vereis el tremendo problema sexual
por todas partes...", escribe en su ensayo El amor en la vida y en
los libros: Mi ética y mi estética (Edit. Renacimiento, Madrid,
1907).
En la lista de escritores de novela erótica de esos
años había otros médicos como López Bago o José Zahonero. O el
mismo Zamacois que abandonó la carrera de Medicina en su
último año. Es un hecho curioso éste de los médicos y escritores
eróticos que ha provocado curiosidad. Otro médico, historiador de
la Medicina, Sánchez Granjel, ha estudiado a fondo algunos
aspectos de este hecho, así como el fenómeno de "la erotizada
sociedad española de entreguerras".
Sobre ello —y a modo de balance sobre la
producción literaria— hé aquí una de sus conclusiones relativas
sólo a la producción de la llamada "novela erótica", dentro de la
novela corta: "El grupo de novelistas eróticos o "galantes" reúne
en total a catorce escritores, pudiendo cifrarse su aportación a las
colecciones de novela corta en medio millar de títulos; si a esta
colaboración sumamos la de Felipe Trigo y Zamacois y la ofrecida
por quienes, miembros de una generación ulterior, durante los años
veinte, también cultivaron dicho género literario, el número de este
tipo de narraciones publicadas en las más populares series de
novela breve se incrementa en casi doscientos títulos; expresado
en otros términos, corresponde casi al veinte por ciento de la labor
editorial desarrollada en el cuarto de siglo que limitan la fundación
de El cuento Semanal (es decir en 1907) y la desaparición de La
Novela de Hoy (en 1932). Estos sucintos datos estadísticos son
prueba del influjo ejercido en la erotizada sociedad española de
entreguerras..." (Eduardo Zamacois y la novela corta, Edic.
Universidad de Salamanca, 1980, pp. 143-144).
El auge de la información sexual
Esta ingente producción editorial se corta un poco
antes de 1930. Las gráficas que ilustran las estadísticas muestran
una bajada en picado de dicha producción erótica. Coinicide con
un hecho político como es la orden de persecución de dicha
"producción erótica" dada por el Gobierno de la Dictadura de
Primo de Rivera. Era la censura, en general y más especifícamente
la dirigida a este fenómeno. En 1930, Alvaro Retana, uno de "esos
escritores", exiliado en París como consecuencia de la dureza a la
que llegaron los hechos, escribe su obra La ola verde, un libro que
—como El amor en la vida y en los libros de Trigo— es una
confesión explicativa y un análisis del fenómeno general respecto
a dicha "erotización reinante".
Pero, obviamente, el descenso de la producción
literaria erótica no puede explicarse únicamente por la censura, en
ocasiones incentivo aún mayor. Se estaba produciendo un nuevo
fenómeno. Curiosamente, frente al descenso de dicha producción,
los estudios sobre publicaciones científico-divulgativas sobre
temática sexual, muestran en sus gráficas, el fenómeno contrario,
es decir, una subida. La gráfica de bajada de producción erótica se
encuentra con la gráfica de subida de la cantidad de estas otras
obras.
Y, hablando de textos-balance, la Revista Estudios,
en su número 119 correspondiente al mes de Julio de 1933, publica
uno, breve pero substancioso, con el significativo título La Marcha
triunfal del sexo en el que su autor, A.G.Llaucadé, hace un análisis
del fenómeno nuevo, visible ya, de los últimos años: la irresistible
ascensión de las obras científicas y pedagógicas sobre temática
sexual en el mercado editorial.
Hé ahí, pues, el hecho: descienden las publicaciones
eróticas y suben las científico-didácticas sobre sexualidad. ¿Fué el
ascenso de lo científico causa o motivo del descenso de lo eróticoliterario? ¿Fué el cansancio de un campo causa del aumento del
otro? ¿O fué el atractivo de lo nuevo? Las hipótesis existen y
también algunas respuestas. No obstante, aquí nos ocupa sólo la
mera descripción y confluencia de ambos hechos sin entrar en
otros aspectos más complejos.
De una parte
"La pornografía literaria española contemporánea
-escribe Retana, bajo el pseudónimo de Carlos Fortuny, en La ola
verde- ha sido una deplorable consecuencia de la titulada escuela
naturalista entronizada en Francia con gran éxito económico y
artístico por el ilustre Emilio Zola... Felipe Trigo fue el primero en
abordar con valentía el tema del amor, estudiado a la moderna, con
una inteligente facilidad para ser ofrecido a una clientela, ávida de
novelas de índole sexual... El error de algunos novelistas pornográficos españoles, objeto de este libro de crítica profana, es
precisamente su desatinada obcecación en no ser catalogados como
tales. Después de haber alcanzado por méritos de pluma la
categoría de paladines de la pornografía, después de haberse
captado la simpatía de un público numeroso con sus producciones
pornográficas, se envuelven lindamente en los siete velos de la
buena intención literaria y se inculpan unos a otros de pornógrafos
sin querer serlo ninguno" (Ib., p.14).
El razonamiento de Fortuny-Retana no puede ser
más claro: "Es pueril querer apelar al socorrido recurso de la
intención artística. Shakespeare y Cervantes, en su tiempo, con los
cuales no pretenderán equipararse nuestros, hoy pasados de moda,
novelistas de agua de bidet, para producir emociones que todavía
resultan nuevas y hermosamente atrevidas, no necesitaron
enfangarse en la acumulación de escenas eróticas. El incesto
aparece en las obras de los griegos con una sublime magnificencia,
sin que se aluda para nada al grosero acto material, que es en los
pornógrafos —más o menos vergonzantes— el estribillo que
ameniza su labor.
"Hay novelista que enjareta una novela de trescientas páginas con el deliberado propósito de exacerbar pérfidamente
el deseo del lector. Habrá autor que revestirá la consabida escenita,
la implacable función fisiológica, con los más vistosos ropajes
literarios; las más fantásticas imágenes de vanguardia se sucederán
para fascinación de incautos; pero la obra no dejará de ser
evidentemente pornográfica y, en la generalidad de los casos,
condenable, no ya por inmoral, sino por razones literarias y de
buen gusto.
"Vamos, pues, a pasar revista amena y razonada concluye en su introducción- a los cultivadores de literatura
pornográfica, que tuvo su príncipe en Felipe Trigo y culmina en
Alvaro Retana." (Ib. pp. 14-15).
De otra parte
Desde la otra orilla, la del análisis del creciente
número de publicaciones científico-didácticas sobre la sexualidad,
el ya citado Llaucadé, en la Revista Estudios, escribe: "A partir de
algunos años, la literatura de asunto sexual va eclipsando el brillo
de los balances editoriales de todas las demás modalidades y una
legión de doctores, acaso movidos muchos de ellos por el espejuelo del record de venta, han roto el semiincógnito de las murallas
de sus clínicas, para lanzarse, en el libro y el folleto, a la conquista
de una popularidad y una fortuna que no acertó a llevar a su
despacho la placa de su nombre colocada en la puerta de su casa...
"... Las ediciones rápidamente sucedidas y agotadas
de Los estados intersexuales y los Tres ensayos sobre la vida
sexual, de Marañón, rompieron filas, acertando a crear, con su
estilo pulcro y elegante, un público selecto y numeroso, principal
propagador con sus comentarios y elogios, de este género,
inspirado en una materia difícil y escabrosa, dignificada por la
médula de la ciencia y el indumento finamente literario" (Ib.,
p.19).
El autor, Llaucadé, es un fino conocedor del campo
sobre el que escribe y del contenido de los autores que circulan
como Freud o Ellis, con sus obras completas traducidas; o algunos
fisiólogos y endocrinólogos como Pende, Steinach, Lipschutz; o
juristas y penalistas como Jiménez Asúa, Saldaña, etc.; o psiquiatras como los Doctores Sacristán y Juarros. Junto a ellos
—traducidos u originales— la nómina se multiplica durante estos
últimos años. El fenómeno está en la calle. El sexo está de moda,
incluso más: es su "marcha triunfal".
El debate fué duro
El cuadro no es nuevo: los escritores de literatura
erótica invocan —como crudamente vimos apuntar a Retana— la
intención artística y estética y los autores de escritos pedagógicocientíficos invocan, a su vez, la ciencia y la seriedad.
En realidad, desde uno y otro flanco se está
abordando el mismo objeto: un objeto difícil de entender y de
abarcar. Se trata al menos de contribuir a su análisis y conocimiento.
Las formas de abordar dicho análisis —es sabido
de siempre— son muy variadas. Pero existe, en todo caso, las
declaraciones de intención o sinceridad que facilita el trabajo. Las
consecuencias de esta sinceridad —no hace falta subrayarlo—
eran de fuertes repercusiones para la moral sexual. Por lo que el
recurso a subterfugios o modos indirectos no dejan de ser también
una de esas formas de acercarse a la sinceridad. El debate fué duro
y, por otra parte, no exclusivo de aquí. En esos mismos años se
estaba produciendo en Londres, de forma aún más dura, el gran
proceso contra D.H.Lawrence por su Amante de Lady Chatterley.
Henry Miller, vivía las mismas situaciones en París por sus
primeras grandes obras.
Sin querer aguar la fiesta, toda esta producción
estaba preparando un material altamente combustible para la
hoguera que el ambiente mismo podía encender. El mismo año en
que aparece el texto de Llaucadé, uno no puede substraerse a echar
mano de otro —y bien conocido— escrito por Marañón bajo el
título Libros a la hoguera, aparecido en Raíz y Decoro de España
(O.C.,IX,p.69 y ss.)
Era, como es sabido, una forma original de celebrar
la subida de Hitler al poder justamente en este año 1933. Una de
esas hogueras será alimentada con los miles de volúmenes de la
Biblioteca del Instituto de Ciencias Sexológicas de Berlín, que en
1919 había fundado Magnus Hirschfeld. El fotógrafo anónimo que
aprovechó la escena nos ha dejado un documento inolvidable.
Pero no adelantemos acontecimientos. Quedémonos, por el momento, en la semblanza de este cambio vivido en el
paso de "la ola verde" a "la marcha triunfal del sexo".
CAPITULO XII
Dos grupos, dos revistas,
entre la precaución y la audacia.
Dentro de los grupos que plasman sus ideas en
publicaciones periódicas sobre sexualidad, merece la pena
detenerse especialmente en dos colectivos. Uno en torno a la
revista Sexualidad, entre otras cosas por ser la primera experiencia
de una publicación monográfica aparecida en España, y otro en
torno a Estudios, publicación también periódica que, si bien no fué
monográfica, la temática sexual resultó ser muy abundante entre
sus páginas. Por otra parte, las distintas orientaciones o "ideologías" de ambas pueden ofrecer dos caras de una realidad por la que
ambos grupos se preocuparon y de la que nos han dejado sus
documentos.
"Sexualidad"
El 13 de Enero de 1925 salía de la redacción
(Alcalá 35, Madrid) el número 1 de la revista Sexualidad,
publicación periódica con carácter semanal. Se vendía al precio de
50 céntimos y estaba compuesta por un número de páginas que
oscilaba entre las 20 y las 24, según la exigencia de los originales.
Su director, el Dr. Navarro Fernández, médico del Hospital de San
Juan de Dios, era conocido desde hacía ya bastantes años por dos
obras : La prostitución en la Villa de Madrid (publicada por la
Imprenta de Ricardo Rojas, Campomanes, 8, Madrid, 1909) y años
más tarde, su refundición y ampliación con el nuevo título La
prostitución en España (publicada por Tipografía Hispana,
Madrid, 1920). Tanto una como otra son auténticas enciclopedias
con toda clase de datos al estilo "Médico-social" que iba poniéndose de moda.
Como resultado de un viaje por los países del norte
europeo y su familiarización con el ámbito divulgativo, el Dr.
Navarro se había propuesto llevar a cabo una amplia información
para prevenir las enfermedades venéreas y las psicopatías sexuales.
"Es preciso —escribe en el editorial del número 1— formar un
ejército de combatientes decididos que ataquen a la enfermedad en
su propia guarida, llevando luz a las inteligencias. El objetivo que
nos hemos propuesto es divulgar ciencia, enseñar psicopatología
sexual, porque es de presumir que nadie, sabiéndolo, causará su
propia desgracia".
El slogan de la revista —"no pedimos que seas
casto sino cauto"— daba una imagen acertada del objetivo
perseguido como idea de fondo; por ello no extraña encontrar en
sus páginas una gran abundancia de temática preventiva y curativa.
No obstante, a lo largo de los 150 números que se publicaron —o
al menos de los que tenemos noticia— muchos otros temas fueron
siendo abordados de muy diversa índole desde la sociología a la
política, la literatura, etc.
La pesquisa de hemeroteca llevada a cabo por Pilar
Pérez Sanz y Carmen Bru Ripoll y su análisis, número por número,
pueden dar cuenta de ello. (Véase documentación interna del
Instituto de Sexología). Lo mismo puede observarse en cuanto a
los autores que, si bien algunos habituales —conocidos ya por sus
colaboraciones en otros colectivos— pueden observarse nombres
distintos que sorprenden por su novedad.
Uno de estos es la firma de Hildegart que durante
una serie de números resultó habitual con breves colaboraciones.
Una Hildegart que, nacida en 1914 —como anotan las autoras
antes citadas— no podía tener más de 11 ó 12 años, faceta que no
habíamos encontrado en ninguno de los escritos sobre la extraña
autora (De ella hemos tratado expresamente en otro capítulo).
La Revista se mantuvo durante tres años, semana
tras semana. No sabemos las razones de su desaparición. No
parece que hubiera especiales conflictos con la censura, sobre todo
al amparo del estilo ya aludido. Una idea provisional podría
apuntar hacia su carácter más médico, en su sentido preventivo y
clínico —es decir, excesivamente restringido— y que, cubierto
ese campo, no hubieran podido pasar a una fórmula más acorde
con el vértigo de los acontecimientos científico-intelectuales,
precisamente vividos en esos años, con unos horizontes más
amplios. Curiosamente su desaparición coincide con la subida de
la demanda general como es precisamente a partir de ese año 1928,
hecho clave en esta temática por muchos motivos. Un estudio más
detenido podría revelarnos, al menos, datos interesantes sobre la
que no deja de ser —ya lo hemos indicado— la primera experiencia de este estilo en España.
"Estudios"
A pesar de que serían necesarias algunas precisiones, la Revista Estudios podría ser considerada como el reverso de
Sexualidad o, por lo menos, otra cara distinta de la misma realidad
sexual. Es decir, otra idea distinta y otra forma de planteamiento.
Nacida un par de años antes, empezó a publicarse
inicialmente en Alcoy (Alicante) en 1923 —el mismo año que la
Revista de Occidente— sin que este dato lleve más intención que
la coincidencia cronológica. El título inicial, muy significativo
—por su línea— fue Generación consciente. Tras el éxito, pasó
su redacción a Valencia para, a partir de 1929, cambiar su título
por el definitivo de Estudios.
Es preciso decir pronto la palabra clave para
situarse ante ella en sus diversas fases. Se trata del término nada
neutro de anarquismo en que su línea puede ser entendida. La
ideología anarquista —o más abiertamente ecléctica como era su
subtítulo— permiten situarla en su encuadre general, aunque, para
ser un poco más precisos, el término anarco-naturista podría ser
más acomodado para Estudios, dejando el primer apelativo para
otra publicación casi hermana, la Revista Blanca que, tras veinte
años de ausencia, volvía a salir en 1924, dirigida por Federica
Montseny, la hija de los anteriores fundadores. De todos es
conocido lo dificil que resulta este encuadramiento en el sector
pero sí la importancia que la información sexual tuvo y tiene en
esta línea de pensamiento, tanto en la revista en sí como en la
Biblioteca a la que servía de distribución y venta. Más de la mitad
de sus títulos pueden ser referidos, directa o indirectamente, a este
campo bajo sus distintos aspectos.
Mes tras mes, Estudios fué, pues, fiel a su cita desde
1923 a 1938, años que —es preciso no olvidar— son un constante
sobresalto entre Dictadura, República y Guerra. No deja por ello
de resultar interesante, en este ritmo, el mantenimiento de una
línea de pensamiento constante en los temas como —por decirlo
con su propia fórmula— "la educación sexual, la abolición de la
prostitución, la lucha antivenérea, la defensa del matrimonio
abierto o de compañia, la libertad sexual, la igualdad social de la
mujer, el control de la natalidad, la desintoxicación tabúica del
sexo..."
Contando con la retórica propia —tanto de su línea
de pensar como de la época— cabría resaltar las constantes
llamadas a un horizonte de utopía, lo que, en su conexión de fondo,
planteaba una filosofía de la sexualidad como valor tanto en el
pensamiento como en la acción.
Cautela y audacia
Si la Revista Sexualidad se proponía ser una
llamada a la cautela, Estudios venía a resultar una incitación a la
audacia. Frente al aviso preventivo de aquélla, ésta se situaba con
su peculiar abertura a la utopía. El conocido —y citado— León
Blum había publicado ya en los primeros años del Siglo XX un
célebre libro, titulado Du Mariage (Paris, 1907), en el que, en la
línea de la más castiza tradición utópica, había reavivado la
propuesta revolucionaria y pacífica de cambios radicales en las
estructuras de relación entre los sexos.
Muchos colaboradores de Estudios siguen esa
inspiración y de ello dan clara muestra sus textos. No obstante, a
la hora de la práxis, posiblemente sus proposiciones no pasen de
una simple incitación a pensar y esto desde el eclecticismo y la
pluralidad. Algo así como —en su nivel— puede aún leerse en el
frontispicio de Chicote, en el número 12 de la madrileña Gran Vía:
"En 1931 Perico Chicote fundó, en este local, su histórico bar para
mezclar bebidas, vidas y opiniones; para que opiniones, vidas y
bebidas se mezclen y convivan".
CAPITULO XIII
La Información Sexual en los kioscos.
Entre las publicaciones de carácter periódico, como
las Revistas Sexualidad o Estudios y los libros sueltos, la aparición
de colecciones de obras seriadas, todas ellas de temática sexual,
—de un solo autor o de varios— es un fenómeno que, por su
volumen y variedad, constituye, de por sí, un motivo de detenimiento.
Del casi centenar de estas colecciones investigadas
en otro estudio, destacaremos a continuación algunas de las más
sobresalientes.
Temas sexuales
Temas sexuales: Biblioteca de divulgación sexual
es el título de la colección de mayor éxito y también de la más
voluminosa de todas, con un total de 60 títulos de que constaba,
puesta en circulación por la editorial Fénix (Ferraz 27) de Madrid
desde 1932 a 1934 con una periodicidad quincenal. "Nada se ha
hecho en el mundo en idioma castellano tan extraordinario en su
género como esta colección, que constituirá una selecta y completísima biblioteca, integrada por 60 volúmenes que abarcarán el
tema en todos sus multíples aspectos". Así rezaba la publicidad en
la contraportada del número 1, correspondiente a la primera
quincena de noviembre de 1932.
La Editorial Fénix incluía esta colección dentro de
un proyecto ambicioso de edición popular —gran tirada y corto
precio: estos a una peseta— fenómeno que ha sido estudiado por
algunos autores como esfuerzo gigantesco de promoción de la
cultura. Gonzalo Santonja, entre otros, lo ha descrito con detenimiento en su obra La República de los libros: El nuevo libro
popular de la II República (Anthropos, Barcelona, 1989).
Gracias a este fenómeno comercial, los libros de
Temas sexuales —de en torno a las 100 páginas cada uno—
conocieron una difusión inusitada. Todos la recuerdan y quién más
quién menos conoció y leyó algunos de sus títulos. No podemos
decir lo mismo de su autor, Angel Martín de Lucenay, del que
—por más búsquedas— no hemos logrado sino datos salteados
tomados de la misma lectura de sus obras: Vivía en Madrid; tenía
en torno a cuarenta años cuando escribió los 60 libros; era médico
y dedicaba su consulta casi exclusivamente a los problemas
sexuales, aparte de algunas campañas epidemiológicas emprendidas como participante en países de hispanoamérica. Pero no hemos
encontrado datos biográficos para poder situarlo.
Por su contenido y, a título de curiosidad, he aquí
el listado de los sesenta títulos que constituyeron dicha colección:
1. Los organos genitales; 2. La virginidad; 3. La desfloración y su
técnica; 4. Cómo se imita la virginidad; 5. La vida sexual; 6. El
amor y el sexo; 7. Deleites sensuales; 8. La intensidad del placer;
9. Imposibilidad del goce; 10. El arte de hacerse amar; 11. La
ciencia de las caricias; 12. La castidad; 13. La abstinencia y la
moral; 14. Procreación normal; 15. Embarazo y partos anormales;
16. El control de la natalidad; 17. Maternidad; 18. Supersticiones
del embarazo; 19. El matrimonio; 20. La selección sexual; 21. El
matrimonio a prueba; 22. Causas sexuales del divorcio; 23. La
prostitución; 24. La trata de blancas; 25. Un mes entre prostitutas;
26. Los males venéreos; 27. Esterilidad e impotencia; 28. La
periodicidad de los sexos; 29. Las perversiones sexuales; 30.
Masturbación y autoerotismo; 31. Homosexualismo; 32. Vicios
femeninos; 33. Invertidos célebres; 34. Sadismo y masoquismo; 35.
Bestialismo; 36. Fetichismo erótico; 37. Las grandes aberraciones; 38. Presidios, regimientos y barcos; 39. La pornografía; 40.
Los paraisos artificiales; 41. Afrodisiacos y anafrodisiacos; 42.
Los artificios del placer; 43. La sexualidad en otros tiempos; 44.
El amor en Extremo Oriente; 45. Costumbres salvajes; 46.
Perversiones de pueblos salvajes; 47. Mujeres de historia; 48. Los
extravíos de los magnates; 49. Los mitos del amor; 50. El culto
fálico; 51. La magia, el amor y el sexo; 52. Los ritos satánicos; 53.
Los fenómenos del histerismo; 54. El médico ante el problema; 55.
Pedagogía sexual; 56. Las leyes y el sexo; 57. Los delitos sexuales;
58. El erotismo en la guerra y en la revolución; 59. Los fueros del
naturismo; 60. La sexualidad futura.
Tras el éxito de Temas sexuales, Lucenay emprendió una nueva colección, ésta desde Barcelona por la casa editorial
Cenit, con el proyecto de otros cincuenta libros, ahora con más
medios, una presentación más esmerada y un contenido más
trabajado. Se titulaba Cultura física y sexual.
El número 1 apareció en Diciembre de 1935 y cada
15 días —es decir con la misma periodicidad que la anterior— se
fueron sucediendo entregas hasta el número 15, según nuestros
datos, que aparece justamente en Julio de 1936. De los restantes
—hasta completar los 50 títulos proyectados— no hemos sabido
nada. La hipótesis de su parada justamente en el mes del comienzo
de la guerra puede ser la causa, aunque podría haber otras junto a
ella.
Con el estudio de esos volúmenes aparecidos hemos
tratado de recomponer la colección. Y, de hecho, es en cierto modo
posible, basándose en las referencias internas de la misma obra.
Las citas a pie de página de los correspondientes volúmenes en los
que serían tratados con más detenimiento algunos temas o aspectos
concretos de los que va estudiando, permiten ver un trabajo
proyectado como una biblioteca completa y con una lógica interna
más elaborada que la anterior colección. Los títulos aparecidos son
los siguientes: 1. Las razas humanas; 2. El deporte y su factor
sexual; 3. Pedagogía sexual; 4. Las anormalidades fisiosexuales;
5. Los Venenos eufóricos; 6. Sexomorfología y sexofisiología; 7.
Educacion sexual y deportiva del niño; 8. Los sentidos en la
sexualidad; 9. La pubertad y sus trastornos; 10. Las supersticiones
del sexo; 11. Adquisición y desarrollo de los caracteres sexuales;
12. El sexo y la gimnasia; 13. Psicología sexual y erótica: el celo
en el animal humano; 14. Dolencias femeninas; 15. El pudor.
Otras colecciones
Junto a éstas de Lucenay, otras series o colecciones
pueden resultar de menor emvergadura en la llamada "marcha
triunfal del sexo". Algunas procedían de décadas anteriores que,
reeditadas, seguían circulando; otras eran nuevas y propias de esos
años. De unas y otras hé aquí algunos apuntes rápidos.
La Biblioteca privada fué una serie de un total de
24 títulos, escritos por varios autores y publicados todos ellos por
el Centro Editorial (también llamado luego La vida literaria) de
Barcelona. Aparecieron en los primeros años del siglo XX,
aunque, al no constar en ellos el año exacto, algunas pistas
indirectas podrían apuntar a algunos años antes.
De la Guía íntima del matrimonio del Dr. Octave
Pladeur, con un total de 20 títulos aparecidos en torno a 1914,
traducido del francés por Patricio Marzo, hemos obtenido únicamente cinco de ellos en los que consta la lista general de la
colección. Son libros pequeños de 100 páginas y se vendían a 60
céntimos el tomo.
Las Obras sexuales del Dr. Erich Stamm componen
un total de 20 títulos aparecidos en la editorial Indice en 1933. Sin
embargo tenemos serias dudas de que los 20 títulos aparecieran.
Nosotros hemos podido consultar únicamente los 5 primeros. Es
posible que, aunque figuren en catálogo, la colección fuera cortada
antes.
Cuestiones sexuales es una colección de 16 obras,
de diversos autores (Plotz, Kruger, Jahr,etc) que la editorial
(también figura como colección) Scientia de Barcelona editó en
torno a 1931 con textos traducidos de diversas lenguas.
Singularidades fisiológicas y pasionales es el largo
título de esta colección de otras 16 obritas en octavo, de entre 100
y 120 páginas, aparecidas en Barcelona entre 1907 y 1908. Su
único autor, E.Taimrens Drangs, es un pséudonimo cuya equivalencia no hemos logrado averiguar.
La Pequeña Enciclopedia de Educación Sexual,
aparecida en Sevilla en torno a 1910 (éste es el año que le hemos
atribuido en nuestro repertorio, puede ser anterior), con un total de
15 títulos aunque es posible que fueran más. Tenemos localizados
algunos autores como Peratoner (escrito antes de acabar el siglo
XIX), Alvarez Portal, etc. . Pero el resto figura sin autor. Son, más
que libros, folletos de en torno a 50 páginas.
Algunas más
La Colección sexual, serie de obras de distintos
editores, está compuesta por un total de 10 libros de tamaño muy
superior al acostumbrado en las colecciones (unos tienen 200 y
otros 400 páginas). Aparecen editados por distintos editores y en
distintas ciudades, lo que nos lleva a pensar en que se trata de una
colección fabricada a posteriori por la Editorial Fasón y otras
empresas.
Los autores son igualmente muy diversos: Españoles como Edmundo González Blanco, Alberto Campos y el mismo
Lucenay; y de otros países como Smolenski, Voivenel, Vachet,
Leidt, Malherman, etc.
La Biblioteca de Higiene moderna es también una
serie compleja y muy difícil de clarificar, debido a la unión, a
posteriori, que sobre otras obras hizo la editorial Sintes de
Barcelona. Dentro del título general, citado, figura otro, variable
según obras como "Asuntos intimos". Componen la colección 10
títulos en total pertenecientes a autores muy diversos. Aparecen en
torno a 1914.
El consejero del amor, es otra colección de 10
títulos que la editorial Sanxo de Barcelona comenzó a publicar en
1924 (Tal vez antes, ya que no figura el año exacto). Son pequeños
folletos de en torno a las 40 páginas y en los que no figura nigún
autor.
La Cuestión sexual es una colección que consta de
10 títulos publicados por la editorial Fénix de Madrid entre 1934
y 1935. En realidad se trata de dos muy similares. Por un lado
Problemas sexuales y por otro la Cuestión sexual, en cada una de
las cuales aparecieron varios títulos. A Problemas pertenecen tres
obras y el resto a La Cuestión sexual. En ambos casos de autores
muy diversos, Newhause, Hall, Lewis, Scott, Laurie, Fridian,
Gallichan entre los extranjeros; Ana M. de Carbonell entre los
españoles e incluso uno de Amdel, pseudónimo tras el que no es
difícil descubrir las iniciales de Angel Martín de Lucenay.
Finalmente, Libros de educación sexual es una serie
de 10 títulos de muy cuidada presentación, con encuadernación
dura, entre los que se encuentran seis que pertenecen a Marie
C.Stopes. Otros son de Exner, Thurber, Gould, etc. Aparecen todos
ellos publicados por la editorial Antonio Roch y, aunque no consta
el año, creemos que son de entre 1927-1929, a juzgar por referencias indirectas.
CAPITULO XIV
1933: La casi madurez de un proyecto
La llamada marcha triunfal del sexo había dado ya
un buen número de frutos. Pero, por encima de acciones esporádicas, la idea central de un cuerpo de doctrina y de acción conjuntada parecía cada vez más urgente; sobre todo tras la euforia
provocada por el cambio de régimen político con la caída de la
Dicadura de Primo de Rivera y la llegada de la República en abril
de 1931.
El vigor científico e intelectual en el que la temática
sexual se encontraba en esos años exigía, a juicio de algunos
líderes, la creación de Asociaciones de profesionales de Sexología,
similares a las que existían en otros países con vistas a debatir
cuestiones especializadas que fueran más allá de las acciones
sociales o sensibilizadoras en el clima educativo general.
El modelo alemán, que era el más conocido y
seguido, tenía varias de estas Asociaciones que periódicamente
organizaban los Congresos de Especialistas. Por otra parte Magnus
Hirschfeld había fundado en 1919 el Instituto de Sexología que era
admirado como modelo codiciado. Pero Hirschfeld, por otra parte,
movido por las dificultades sociopolíticas y morales había
promovido también —y creado— la organización más pujante y
de ámbito internacional conocida como Liga Mundial para la
Reforma sexual sobre bases científicas. Los últimos congresos de
ésta y los contactos de los españoles en ellos, motivaron que, antes
de la creación de una Sociedad de carácter más especializado, se
inclinaran, como paso previo, hacia la constitución de una sección
española de esa Liga Mundial.
Primer paso
Esta es la génesis del plan acariciado durante el
período que transcurre entre el hervor provocado con motivo de las
polémicas Jornadas de 1928 y el verano de 1932. De todos los
pasos dados el resultado es recogido por la propia Hildegart el día
1 de Julio de ese año cuando, en concepto de coordinadora se
acerca a la Dirección General de Seguridad en busca de los
Estatutos y papeles firmados por el Jefe Superior de la Sección de
Asociaciones de Madrid.
Nacía así la Liga Española para la reforma sexual
sobre bases científicas reuniendo el más numeroso grupo de
especialidades según el carácter interdisciplinar que la caracterizaba. Figuran, entre otros los doctores Otaola, Sacristán, Vital Aza,
Marañón; Juristas y penalistas como los Profesores Saldaña,
Jiménez Asúa, Ruiz Funés, Torrubiano; Pedagogos como Luis
Huerta, Francisco Blanco, Bugallo Sánchez. Como secretaria
general figura el nombre de Hildegart y como Presidente Gregorio
Marañón. Era entonces Presidente de la Mundial Magnus Hirschfe
ld y Presidente de Honor, Havelock Ellis.
Para la presentación estaba ya en la imprenta el
número 1 de la Revista Sexus, como órgano de la Institución,
número que, de hecho, apareció en Octubre de 1932 en formato de
libro con un cuerpo de 126 páginas, integrado por artículos densos,
semblanzas breves, reportajes, entrevistas y otras secciones de
noticias. Concluía de esta forma una larga gestación y se iniciaba
la creación de delegaciones en las principales capitales de provincia del Estado según constaba en el proyecto general.
Segundo paso
Al mismo tiempo que se ponía en marcha la Liga
Española para la Reforma sexual sobre bases científicas, estaba
organizándose el Congreso que había de pasar a la historia como
Las Superjornadas por el carácter extraordinario en el despliegue
de Conferencias, cursos, cursillos y seminarios de que estaban
compuestas a lo largo de las tres semanas de duración previstas, tal
y como, de hecho, se celebraron del 21 de Abril al 10 de Mayo de
1933.
El significado que quiso imprimirse a estas
Superjornadas fue claramente de un alto nivel científico y
profesional, para lo que fueron reunidos prácticamente las firmas
más destacadas en los ámbitos científicos e intelectuales, así como
de una repercusión sociopolítica, como lo prueba —tal y como ya
quedó indicado— el hecho de su inauguración por el Ministro de
Educación (o Instrucción Pública) Fernando de los Ríos y la
clausura a cargo del Presidente del Gobierno D.Manuel Azaña.
Con estas bases, a lo largo de las tres semanas, el
programa realizado constó de las Conferencias Magistrales, todas
ellas en el gran anfiteatro de la Facultad de Medicina de San
Carlos; los cursos y cursillos técnicos con un total de 24 esparcidos en distintas sedes de Organismos e Instituciones según la
temática de los mismos, tales como el Museo de Ciencias Naturales, el Instituto del profesor Marañón en el Hospital Provincial, la
Escuela de Veterinaria, el Colegio de Médicos, la Federación
Escolar Hispano-americana, la Facultad de Derecho, el Ateneo de
Madrid, etc.
Esta estructura contribuyó a que, durante su
celebración, la repercusión se generalizara a los más diversos
niveles científicos, sociales y culturales de forma que, con razón,
fué visto como "un acontecimiento sin precedentes".
Hoy no resulta difícil hacerse una idea bastante
exacta de estas Superjornadas, debido a los dos volúmenes
publicados en los que constan los textos de las conferencias
magistrales, los cursos y cursillos (Genética, Eugenesia y Pedagogía sexual: libro de las primeras jornadas, Ediciones Morata,
Madrid, 1934, 2 vols. ) Una semblanza general de ello, elaborada
por Pilar Pérez Sanz y Carmen Bru Ripoll, puede encontrarse
también en la Revista de Sexología, nº30, Madrid, 1987.
Las ponencias magistrales
Con signo visiblemente progresista y de afirmación,
en ocasiones apologética, no deja de ser resaltable, un debate de
gran respeto y equilibrio entre distintas concepciones de la
sexualidad desde ángulos interdisciplinares muy diversos.
Predomina la medicina, la sociología (lo que en esos años era
considerado como tal), el derecho y la pedagogía. La ponencia de
Don Angel Ossorio y Gallardo, conocido ex-ministro conservador
del partido de D.Antonio Maura, puede ser leída como un examen
de conciencia grupal y colectivo.
En lugar de pronunciar su texto, el célebre jurista
dedicó su tiempo al diálogo —con pros y contras— con todos los
conferenciantes anteriores, apuntillando a unos y otros, con un
notorio sentido del humor, destacando excesos y defectos y
apuntando con un enorme y ejemplar respeto, sus ideas de signo
conservador sobre el amor, el sexo, la anticoncepción, el matrimonio, el divorcio, etc.
Gracias a este texto podemos recocijarnos con un
sabor de finura sorprendente. El magistral texto de Torrubiano,
como teólogo laíco, con su habitual precisión conceptual, su
calidad y libertad, al mismo tiempo que respeto a las ideas
teológicas de los más diversos signos, es otra de las ponencias a
retener.
El texto de Ramón J. Sender no puede disimular un
claro y reiterado elogio de los instintos frente a lo que él llama
predominio afixiante del espíritu o del alma sobre el cuerpo. Leído
en la distancia, recuerda a un Sender pensador, presagio y adelanto
de la obra que, casi cuarenta años más tarde, iba a publicar bajo el
título Tres ejemplos de amor y una teoría (Ed. Alianza, Madrid,
1969).
Sabrosamente escéptico, el texto de Baroja, ofrece
su típico y peculiar relativismo frente a las doctrinas de los
médicos dogmáticos y la no menos exageradas de los anarquistas
cuando ambos se dedican a reflexionar sobre las implicaciones de
los problemas sexuales.
La ponencia de Lafora puede ser leída como un
ensayo antológico sobre la coeducación y la educación sexual tal
y como se planteó en esos años. La de Novoa Santos, sorprendente
como era su costumbre, introduce un horizonte simbólico en la
consideración de la sexualidad, preñado de riqueza. La de Matilde
de la Torre, sobre feminismo y pacifismo, de difícil equilibrio,
proporciona unas ideas que pueden servir de aperitivo a la
situación del tema en esos años. Otra mujer, Juana Capdevielle, en
su aportación sobre El problema sexual, el amor y el matrimonio
en el ambiente universitario, con lucidez y erudición, puede hacer
pensar con una visión de simpatía peculiar desde aquella juventud
impetuosa y movida.
Otras ponencias de autores más conocidos tienen la
ventaja de ofrecer, en líneas generales, una síntesis de su pensamiento elaborada para lo que la ocasión de balance exigía.
Algunos, aunque dieron su ponencia, no entregaron sus textos por
lo que no figuran en las actas. En su lugar, y como recuerdo de las
otras polémicas jornadas de 1928, fueron utilizados textos de
Jiménez Asúa, Recasséns, Noguera, Sanchís Banús, etc.
Los cursos técnicos
De entre los 24 cursos programados, simultáneando
con las grandes conferencias, algunos más destacables pueden ser
los del Profesor Saldaña sobre Eugenesia y Derecho, con su
clarividencia y lucidez características, realmente substantivo.
El texto de César Juarros, más de andar por casa,
como era habitual en sus escritos, accesible y menos magistral,
está dedicado a ofrecer un panorama del amor en España y a los
problemas comunes de hombres y mujeres, lógicamente en el
ambiente de esos años, en el mismo sentido de las ideas expuestas
en sus libros, especialmente El amor en España: características
masculinas (1927) y La sexualidad encadenada (1930).
Un texto que nos llena de perplejidad por su densa
estructura y exposición doctrinal es el de Hildegart. Conscientes
de estar ante el escrito de una muchacha de 17 años, es un texto
que no hemos logrado leer sin una curiosa —incluso morbosa—
gratificación.
El de Enrique Casas es otro curioso documento, en
la linea de sus escritos, dedicado a la evolución de los pudores de
la vista, del oído y del olfato y su relación con los sentimientos. El
célebre antropólogo había publicado en la misma dirección Las
ceremonias nupciales (Ed. Páez, Madrid, 1929, 2ªed., 1931), El
origen del pudor (Ed. Páez, Madrid,1930; últimamente reeditado
por Alta Falla, Barcelona, 1989). Especial simpatía ofrece el
documento de Enrique de Madrazo, uno de los pioneros de la
eugenesia en España desde hacía varias décadas y que, entre una
indisimulable ingenuidad y optimismo transmite un contagio
vitalista difícil de olvidar, especialmente si se lee desde la edad
octogenaria del autor.
Como la del alma mater de todos que, para el acto
final de la clausura, hizo llegar esta nota: "Impedido y enfermo, no
puedo acompañaros. Que vuestra juventud pueda lograr lo que ya
no es capaz este viejo amigo vuestro. Santiago Ramón y Cajal".
CUARTA PARTE
Marañón o la fuerza de una idea
"¡ Qué difícil es hacer comprender esto!... Y no
sólo hablo de aquí, sino en todas partes, incluso en
los países más cultos, como he podido comprobar,
por la confesión de algunos hombres de ciencia
que se han preocupado de la sexología en otros
países de Europa"
G.Marañón
Prólogo a Hernández-Catá,
El Angel de Sodoma, Mundo
Latino, Madrid, 1929, p.29.
CAPITULO XV
"Una audacia de muchacho"
En el filigrana de nombres y movimientos que nos
han ocupado hasta ahora, Gregorio Marañón sobresale como el
hilo rojo conductor. Todos estaban de acuerdo, incluídos los que
no pensaban como él. Era el máximo exponente de un planteamiento o, si se prefiere, de una idea fuerte, trabajada en toda su
entereza. Por ello, en este entramado, vamos a seguirle con más
detenimiento.
El primer contacto de Marañón con la temática
sexual ocurrió de una forma indirecta, o si se prefiere, ocasional.
Había terminado su licenciatura en Medicina en Junio de 1909, y
se había propuesto dedicar el siguiente curso a la preparación del
examen de doctorado mientras aprobaba las oposiciones para una
plaza de médico de Guardia en el Hospital Provincial de Madrid.
La ilusión siguiente fué pasar unos meses en Alemania, concretamente en Francfurt, tal como era lo habitual con las becas que
otorgaba la Junta de Ampliación de Estudios e Investigaciones
Científicas desde hacía unos años, es decir desde que fué fundada
en 1907 —como ya quedó indicado— bajo la presidencia de su
admirado maestro Cajal.
Las secreciones internas
Durante su estancia en Francfurt conoció a Ehrlich,
reciente descubridor del Salvarsán, el producto que, por primera
vez, era declarado eficaz para el tratamiento de la sífilis. Como
resultado de la experiencia, a su vuelta a Madrid, Marañón publicó
uno de sus primeros libros, muy poco concocido por cierto:
Quemoterapia moderna: Tratamiento de la Sífilis por el 606 (Ed.
Casa Vidal, Madrid, 1910).
"El asunto del 606, llamado así por ser el número
del experimento que dió resultado final en el laboratorio, nos
interesa a todos, tanto a los sifilógrafos como a los demás médicos
—escribe Marañón— porque prácticamente en ningún terreno de
la medicina se puede prescindir del conocimiento acabado de la
sífilis" (Ib., p.3).
"Volví a mi patria, —recordará muchos años más
tarde— portador del precioso polvo amarillo que aún no se vendía
y del que la humanidad esperaba milagros que, en parte, se
cumplieron. Si hubiera querido comerciar con mi pequeño
cargamento de 606 me hubiera hecho millonario" (Conferencia en
la Sociedad Peruana de Neuropsiquiatría y Medicina Legal, Lima,
7,IX, 1939). Pero el tratamiento de una de las enfermedades
venéreas, aunque guarde relación con la clínica, tendría muy poco
que ver con el tema central de la sexualidad. En él entra Marañón
concretamente en 1915. Tenía 27 años, es decir —para la época—
"siendo aún un muchacho", aunque su imagen había ganado un
prestigio general.
Si en su consulta era ya "el médico de los famosos",
como científico había recibido los dos premios de la máxima
categoría en el sector: el "Alvarez Molina", por el que le había sido
concedido el grado de académico, paradojicamente antes que el de
médico; y, sobre todo, el "Alvarez Alcalá" de la Real Academia
Nacional de Medicina por su estudio dedicado a Las glándulas de
secreción interna y las enfermedades de la nutrición (Librería
Guttenberg, Madrid, 1914), obra en la que, sobre una base
experimental y clínica (con 96 casos de laboratorio), emprendía
una aproximación global, nueva y original, sobre "las funciones
endocrinas y su papel regulador de los grandes procesos vegetativos: la nutrición y el crecimiento, la determinación de la sexualidad y el cumplimiento de las funciones sexuales" (Ib., p.V).
En este estudio había abordado las dos cuestiones
primeras; las dos siguientes quedaban a la espera de un nuevo
tratado. Y si el recién publicado había sido el resultado de la
convocatoria del premio de la Real Academia de Medicina, se le
presentaba ahora una nueva ocasión. Era la invitación como
candidato de ese año 1915 para "la gran tribuna de las Conferencias anuales de la Sección de Ciencias en el Ateneo de Madrid".
Tenía un defecto: su excesiva juventud. No obstante aceptó el reto.
"Si de algo me enorgullezco en mi vida científica
—recordará más tarde en Veinticinco años de labor— es de
haberme atrevido en el curso que pronuncié en el Ateneo el año
1915, a considerar el problema de las secreciones internas en este
aspecto trascendental y general, estudiando a las hormonas como
moldes y andamiajes de la biología individual y no como un
capítulo más de la Patología. Lo que entonces fué casi una audacia
de muchacho ha adquirido hoy firme sentido de permanencia"
(Obras completas, III, p.295).
La vida sexual
En este contexto planteó Marañón su tercera
conferencia bajo el título El sexo, la vida sexual y la doctrina de
las secreciones internas. Ciertamente el arrojo juvenil del joven
científico no dejaba de ser considerable para abordar un tema
como éste que no contaba con adeptos ni precedentes explícitos a
ese nivel. "A despecho de todo —podemos leer en el texto
aparecido unas semanas más tarde— la vida de los hombres gira
durante muchos años en torno de momentos sexuales. Aún las
cosas que más apartadas parecen de la esfera sexual, reciben desde
lejos su influencia, y más o menos indirectamente, obedecen a ella.
Los historiadores y los sociólogos saben hasta qué punto ha
influido en la marcha de la Humanidad el obscuro sentimiento del
sexo. Nosotros sabemos lo que influye en la vida de cada hombre
y cómo se descubre su huella en los actos más apartados de él en
apariencia" (La doctrina de las secreciones internas, Corona,
Madrid, 1915, pp.85-86).
Propuesto este principio como base, su hilo
conductor será la determinación del sexo y la diferenciación sexual
para seguir por las fases o etapas distintas de la vida y volver en
cada una de ellas sobre la misma "raíz sexual", "cuya magnitud no
nos imaginamos lo bastante desde el modelado de la figura humana
hasta la realización de las funciones más puramente intelectuales"(Ib., p.105).
Es evidente que hoy, a casi ocho décadas de
distancia, esto pertenece ya al acervo más común de nuestros
conocimientos. No obstante la exposición puede ser considerada,
como él mismo reseña, "una audacia de muchacho" y esto en más
de un aspecto dentro de los que no es menor el que aquí nos
interesa resaltar: el planteamiento global del sexo y la vida sexual,
que, esbozado sólo de forma seminal, será el que, año tras año,
tratará luego de explicitar y completar.
Por resumir dicho texto, se trata de la importancia
de las hormonas; pero la intuición de Marañón consistió en
apuntar, más allá de la erudición enciclopédica o bibliográfica, al
hecho crucial de la diferenciación sexual como raíz de todas las
consecuencias posteriores. Si con ello Marañón se situó como
científico en cuanto al clima de las últimas décadas, lo más
resaltable puede que sea el humanista que, sin entrar en los
conocidos debates tan al uso —de opinión o de moral, etc.—
planteaba la vida sexual desde otra perspectiva como clave de
entendimiento.
Hormé
De esa forma dicho texto —que podría ser llamado
primerizo porque de hecho lo fué— representa más bien un
documento primigenio en el sentido hormonal del término —y
nunca mejor dicho— es decir, en el que Diego Gracia, hablando
de Constantin von Monakov, discípulo de Bergson, llama élan del
organismo o, según la sugerencia del mismo Laín, como hormé
—de ahí hormona— o sea primordial incitación.
La doctrina sobre las hormonas había dado en las
dos décadas anteriores una serie de logros a la sexología naciente,
centrando el concepto de sexualidad como eje y concepto básico.
El instinto (sexual) había pasado a ser visto y analizado como
impulso o pulsión (trieb), deseo, en suma como anotaba Moll,
luego Ellis y más tarde Freud; y el de la diferenciación sexual
como variedad, léase como señalaban Bloch o Hirschfeld, fuente
y base de diversidad.
Marañón —como lo recordará él, más tarde,
cuando elabore su concepto de Intersexualidad— no era aún
consciente de las posibilidades a las que conducía su planteamien-
to. Pero de lo que no cabe duda es de la intuición o hipótesis
primera. Planteando, pues, la vida sexual desde esa perspectiva iba
a aportar el gran afluente de las secreciones internas —futura
Endocrinología— al núcleo de la Sexología que, fuera de la
patología, buscaba sus bases en la historia natural, su carencia
notoria en esos años, frente al avance de la aportaciones vecinas
conocidas como ciencias culturales o sociales. "Realidad híbrida,
o sea natural y cultural, la realidad sexual empezaba a ser mejor
estudiada y entendida", había escrito Bloch en la década anterior.
Marañón, sin saberlo todavía y con la audacia de un muchacho,
empezaba, a su manera y de esa forma, a entrar en ello.
Desde este planteamiento, no es extraño que
Marañón coincidiera con la nueva corriente de Sexología iniciada
en la década anterior, aunque su puerta de entrada fuera distinta.
La razón es que la base era muy similar. Marañón se preguntaba
por qué tratar cuestiones patológicas locales sin estudiar y
comprender "el sistema u organismo general". Eso mismo era lo
que venía sucediendo con la sexualidad por parte de los primeros
sexólogos. Lo que se habían propuesto era comprender el sistema
general para poder luego, a partir de ahí, estudiar y comprender sus
alteraciones parciales y concretas.
La novedad
Dicho de otro modo: se necesitaba una teoría
general distinta a la que se tenía, excesivamente centrada en
síntomas parciales y en la patología. Se había descubierto así una
teoría que llevaba no sólo a curar sino a comprender o explicar,
primera función de la ciencia. Y desde esa función podía ser
abordada, a su vez, tanto el tratamiento de algunas alteraciones
como —y sobre todo— su prevención. Los primeros sexólogos
habían intentado salir de este lenguaje clínico-médico para plantear
una orientación que iba aún más allá de la prevención y que,
aunque tímidamente, se nombraba ya como promoción en el
sentido de un entendimiento distinto no ya de la enfermedad sino
de la salud. El tiempo fué en esa dirección hasta hablar claramente
de la sexualidad como factor o elemento de bienestar.
La salida del campo exclusivamente clínico daba
acceso de esa manera al científico y cultural. La coincidencia de
las conferencias de Marañón en el Ateneo Cientifico Literario con
estos planteamientos no puede ser vista como una simple casualidad sino como el reflejo de un clima extendido en el que la ciencia
y la cultura hacían su vida juntas; y la sexualidad, dentro de ellas,
despegaba con un nuevo paradigma denominado humanista sin que
por ello renunciara a la aportación de las ciencias experimentales.
Con Marañón, lo mismo que con Hirschfeld o
Steinach, iba a ser enriquecido este afluente en un momento
especialmente rico para las investigaciones biofisiológicas, dentro
de las cuales "los grandes procesos de la vida vegetativa desembocan en las funciones básicas de la sexualidad".
En una anterior obra —la ya citada sobre Las
Glándulas de secreción interna— Marañón, más que afirmar, se
había limitado, tímidamente, a preguntar: "¿Puede admitirse,
después de las anteriores reflexiones, que toda la patología de las
glándulas de secreción interna ocupe en los tratados más voluminosos las breves páginas dedicadas a la enfermedad de Addison,
a la de Basedow, al mixedema, a la acromegalia? ¿Es lógico que
sus manifestaciones patológicas se reduzcan a estas afecciones,
raras, exóticas, que sólo de tarde en tarde desfilan por el hospital
o por las consultas, mientras que otros órganos de función mucho
más simple, apenas necesarios para la vida, como el estómago, por
ejemplo, llenan con su patología los libros y las camas de los
hospitales?"
"Y, por otra parte —continuaba Marañón— ¿Es
razonable hablar de alteraciones de la tensión sanguínea, de
trastornos de las funciones sexuales, de anomalías de la talla y de
las dimensiones parciales del organismo, de glucosurias, de
obesidades y de enflaquecimientos, de enfermedades constitucionales de los huesos, de perturbaciones de la crasis sanguínea, etc.,
sin tener presente la intervención de los órganos de secreción
interna?" (Ib., p. XXIII).
La intuición y la hipótesis de Marañón no era,
evidentemente, de ir a lo local y parcial, sino claramente de una
nueva concepción, de un nuevo planteamiento general. El joven
intrépido, por el momento, se estaba limitando a plantear preguntas. Más adelante este lenguaje será sustituído por otro claramente
afirmativo, como ya es visible —apenas con un año de distancia—
en el giro de 1915, hablando directamente, y sin paliativos, de la
realidad del sexo y de la vida sexual.
Algunos historiadores de la medicina han resaltado,
en un marco más amplio, el cambio general del saber médico
operado a través de Marañón. Por el lado de la sexología, que es
el que aquí tratamos, este cambio venía a coincidir, como hemos
indicado, con los pioneros que ya habían escrito sus principales
tratados. No obstante, Marañón tardará aún algunos años en entrar
a fondo y expresamente en ello.
CAPITULO XVI
El largo proceso de la diferenciación sexual
Tras algunos esbozos en La Edad crítica aparecida
en 1919, Marañón entra de lleno —y sin reservas— en el estudio
de la Sexualidad.
"En la cuestión sexual —escribe— la confusión
que reina en las cabezas invierte sistemáticamente los términos del
juicio". De esta constatación partió durante una serie de años
—concretamente desde 1919 hasta 1926— tratando de aclararse
él mismo y de ofrecer una cierta claridad. La idea ya expuesta de
forma seminal en 1915 es la que va a ir tomando cuerpo y desarrollo a lo largo de una serie de escritos, en parte considerados
menores, y que desembocarán en una de sus más célebres obras :
Tres ensayos sobre la vida sexual (Ed. Biblioteca Nueva, Madrid,
1926).
El éxito de ese libro —siete ediciones seguidas y
su traducción al inglés, alemán, francés, italiano, etc.— fue
motivo de que su autor se replanteara contínuas correcciones pero,
sobre todo, precisiones, motivado por la polémica y el debate. Los
pasos dados hasta su primera aparición pueden ser reconstruídos,
rastreando en esos llamados escritos menores —especialmente
conferencias— que muestran el proceso de la aparición de la idea
central y su articulación, lenta, laboriosa, pero cada vez más firme
y perfilada.
Feminismo
En 1920 entró Marañón en el debate por la puerta
del feminismo. Fue con motivo de la conferencia pronunciada el
21 de Febrero en la Sociedad de Amigos del País, en Sevilla y con
la posterior revisión de su texto para ser publicado en El Siglo
Médico bajo el título Biología y Feminismo (Imprenta E.Teodoro,
Madrid, 1920).
Aunque la ocasión se prestara más a un debate
social, Marañón optó por centrarse en un planteamiento como
científico, es decir, en la diferenciación sexual. "Que el feminismo
es un asunto de inmediata actualidad, está en el ánimo de todos
(...). Pero mi objeto es otro" (Obras Completas, vol.III, p.9).
La lista de problemas puede ofrecer la sensación de
"un rosario cada vez más interminable": "la ignorancia de mujeres
y hombres en las cuestiones del sexo"; el "tristísimo experimento
de la maternidad hecha tragedia por la mortalidad infantil"; "la
injusta situación de sumisión jurídica"; "la absurda negación de su
derecho a votar"; etc.. De todos, no duda en priorizar lo que él
formula con toda claridad como "el eje de nuestro modo de pensar,
a saber la diferenciación de los sexos"(Ib., p.33).
No es ocioso reconocer que con estos textos
Marañón logró, de paso, un puesto privilegiado en el más vivo de
los avisperos. Aunque no fue éste el único motivo de escándalo de
ese año 1920 que pasará a su biografía como uno de los más
ruidosos, especialmente motivado por su columna que habitualmente llevaba en el diario El Liberal sobre temas de salud.
Algunos de dichos artículos fueron auténticas denuncias provocativas. De otro orden menos polémico evidentemente es el texto
aparecido al año siguiente bajo el título Introducción al estudio de
la teoría neurohumoral de la emoción (Valencia, 1921) y en el
que, bajo otro contexto profundizará en las implicaciones de "la
emoción, unida siempre a la función sexual". Aunque con datos
más útiles, este texto obviamente será menos polémico al ser de
contenido más especializado.
"Señores Académicos"
En 1922, "el médico más joven de la historia"
ingresa en la Real Academia Nacional de Medicina. Tenía
Marañón 35 años. Aunque, de hecho, era ya miembro de la
institución por el premio de ésta a su trabajo anterior que incluía
esta distinción, sólo ahora pronunciará su discurso de ingreso que
trata sobre El estado actual de las secreciones internas. En librería
aparecía ese mismo año su otra obra Problemas actuales de la
doctrina de las secreciones internas (Ruiz, Madrid, 1922)
Redactado el discurso con el género que correspondía a la ocasión protocolaria de la máxima institución de la ciencia
médica, Marañón resume, junto al estado general, su propio acopio
acumulado. "La Endocrinología, Señores Académicos, ha entrado
en su período clásico". Y, desde ella, en la lista de sus temas
fuertes, la sexualidad es uno de sus más enriquecidos tanto desde
la fisiología como desde la clínica.
"Hoy se admite, casi unánimamente —escribe
refiriéndose a la fisiología— que el huevo fecundado tiene una
predisposición bisexual, indiferente, y después, la determinación
del sexo en el sentido masculino o en el femenino depende de las
acciones hormonales, preferentemente emanadas del testículo o del
ovario...
"...lo importante para nosotros es que el huevo
fecundado, como hemos dicho, y el embrión, en sus primeras
etapas, es bisexual, y que sólo posteriormente los esbozos endocrinos genitales se desarrollan hacia el lado masculino o femenino,
impulsando con su energía hormonal el boceto de los órganos de
la generación en el sentido testicular o en el ovárico, respectivamente...(O.C., II, p.43).
He aquí también el listado que, aunque de paso,
señala con relación a la clínica: "Los trastornos de la pubertad; los
estados de eunucoidismo prepuberal, cuyo desconocimiento ha
hecho que tantos y tantos niños se conviertan en hipogenitales
definitivos; los diversos tipos de insuficiencia ovárica; las causas
endógenas de la esterilidad y de muchas impotencias funcionales
del varón; el trascendental de la sintomatología climatérica, y, en
fin, las causas de los estados de inversión sexual y de hermafroditismo..." (O.C., II, p.74).
Donjuanismo
interés
Pero si los textos académicos o clínicos provocan
—también en 1920 había aparecido el substancioso
volumen tercero del Manual de Medicina interna, bajo su
dirección y la del Dr.Hernando— lo que, sin género de dudas, iba
a plantear polémica, incluso más viva que con motivo del feminismo, era su entrada en el mismo tema por otro sesgo: el de las
perversiones sexuales, la homosexualidad y el gran mito de la
masculinidad. Todos ellos se unieron en su texto Notas para la
biología de Don Juan, aparecido por vez primera bajo el título
Psicopatología del donjuanismo y, por fin —con una ya expectante sonoridad— en la recién estrenada Revista de Occidente
(Enero, 1924) dirigida por Ortega. Algunas afirmaciones no
disimulan su dureza provocante.
"A todos nos han dicho que hay que ser muy
hombres -escribe en Revista de Occidente, pag.19- y nadie se ha
cuidado de explicarnos con serenidad lo que esto significa". "Es
imposible precisar —continúa— la absoluta constancia con que
la mentira acompaña a la vida sexual". "Mentira y sexo van
perdurablemente unidos". "Toda una patología y toda una terapéutica se han fundado sobre el fatal equívoco". Con estas afirmaciones, nada suaves, entra Marañón en el análisis de la morfología de
Don Juan, al que dedicará adjetivos claramente fuertes para pasar
luego a su "tesis de la tendencia inversiva" y terminar por su
incursión en la patología. En realidad, pocas veces se habían visto
tantas cosas juntas contra Don Juan. Y resulta difícil ciertamente,
no quedarse en esas "meras anécdotas" para seguir el hilo de su
discurso que es, una vez más, "su escasa y dudosa diferenciación
sexual".
En Diciembre del mismo año 1924 aparece también
en la Revista de Occidente otro artículo titulado Sexo y Trabajo
(pp. 305-342). "Se me dirá que toda la vida humana está influída
por el sexo. Y es necesario responder que sí". "Apenas hay porción
del cuerpo que no tenga su sexo como lo tiene el cuerpo en su
totalidad. Los médicos legistas llegan a diagnosticar, a la vista de
un trozo reducido de cadaver casi informe, si perteneció a una
víctima masculina o femenina. Y en un osario común, en uno de
esos montones de huesos incompletos y medio calcinados que
vemos a veces en un rincón de los pequeños cementerios aldeanos
o en las fosas de las necrópolis antiguas, es posible averiguar si el
fragmento de cráneo o de fémur que cogemos al azar sustentó un
organismo de hombre o de mujer". "Hé ahí por qué, más allá de la
reproducción, los caracteres sexuales diferencian lo más global y
concreto de cada ser humano" (Ib., p.312).
El mismo texto con algunas matizaciones será
utilizado para su conferencia pronunciada el 17 de Enero de 1925
en la Asociación de Estudiantes de Farmacia y que titulará más
explicítamente La acción como carácter sexual. Su lectura (Edit.
Caro Raggio, Madrid, 1925) permite una confrontación en la que
la insitencia del autor en la diferenciación sexual es lo más
resaltable como continuo a destacar.
Educación sexual
El último de los accesos de entrada al mismo campo
va a ser La Educación sexual, título de las conferencias pronunciadas a lo largo de 1925 en Bilbao, Madrid, Málaga, etc. De ellas
aparecerán varios textos que corresponden prácticamente al mismo
con algunas variantes. Aunque serán precisamente dichas variantes
las que más interesantes nos resulten a la hora de analizar lo que
aquí nos planteamos, es decir la evolución y matizaciones de su
pensamiento, observado éste en distintas fases de su gestación.
Así, bajo el título La educación sexual y la
diferenciación sexual aparecerá una de dichas redacciones en los
cuadernos de Estudios (Valencia, 1925) y bajo el simple rótulo de
Educación sexual podemos leer casi el mismo texto en la Revista
Médica de Málaga (Año VI, nº 19, Abril 1926, pp.496-514)
aparecido en 1926 pero entregado para la edición unos meses antes
que el anterior.
De la producción de estos años, Marañón elegirá
tres textos breves con los que compondrá el ya citado libro Tres
ensayos sobre la vida sexual que verá la luz en 1926: Son Sexo,
trabajo y deporte; Maternidad y femenismo; y Educación sexual
y diferenciación sexual. (Por cierto, su aparición es recibida en la
carcel en donde cumple condena por su presunta participación
política en la intentona contra Primo de Rivera, conocida como
sanjuanada).
La cotejación de los textos de las siete primeras
ediciones —corregidas y con un progresivo aumento de notas a
pie de página, así como los prólogos o correcciones en las distintas
traducciones— dan la misma idea central cada vez más esclarecida
y articulada: se trata, una vez más, de una idea, convertida en
paradigma : es la diferenciación sexual.
La multivocidad de los términos —sobre todo el de
educación sexual, cada vez más del dominio social— no hace
inútil advertir el sentido radical con que Marañón le dota y que
tiene muy poco que ver con el uso corriente. En efecto, el movimiento de la eugenesia, cada vez más en el candelero en esos años,
llevaba consigo campañas informativas relativas tanto a los
derechos de la mujer en general como a su tragedia de embarazos
no deseados —lo que implicaba información sobre los métodos
anticoncepcionales— así como a su tópica frigidez sexual,
reducida ésta a la maternidad. Keyserlin, el introductor de la
traducción de Tres ensayos al alemán, escribirá sin rodeos: "La
hora actual del mundo es la hora de la Eugenesia".
Al mismo tiempo se fueron realizando campañas de
sensibilización sobre la llamada mentalidad machista masculina y
la necesidad de su revisión: el donjuanismo, en un sentido social
amplio, se unía así con la temática del feminismo. Algunas páginas
de Marañón pasarían a ser de antología sobre la descripción de
estas situaciones, verdaderas denuncias a las que se sumaron
autores de la época como Juarros, Hildegart, Saldaña, Jiménez
Asúa, Torrubiano, etc.
Pero, en medio de esta gran divulgación en la que
se unían ideas tanto de carácter científico como social y cultural,
no conviene olvidar la lectura radical que exige el texto de los Tres
ensayos de Marañón, centrado en la diferenciación sexual. Las
preocupaciones sociales y educativas no pueden ocultar este
trabajo fundamentalmente conceptual y científico que es su logro
más articulado en esta fase de su producción. Cualquier otra
interpretación será válida, pero siempre que no ponga en olvido el
objetivo primordial del texto en la dirección señalada, verdadera
piedra angular.
CAPITULO XVII
1928 : El año de la intersexualidad
Cerrada la serie de escritos cuya preocupación era
la diferenciación sexual —aunque obviamente siga de otra
forma— tras la aparición de Tres Ensayos, Marañón se dedica de
lleno a la Intersexualidad que, con las variantes de los estados
intersexuales, bisexualidad y otros subconceptos, constituirán la
constante de los escritos siguientes.
Aproximaciones
Como pórtico o abertura podría situarse su Breve
ensayo sobre la Intersexualidad en la clínica, fechado en Noviembre de 1927 en Toledo y que servirá de prólogo a la edición
castellana de Las secreciones internas de las glándulas sexuales,
de Alexander Lipschutz publicado por Ediciones Morata en 1928.
"Entre los grados extremos de indiferencia sexual y los tipos más
netos de la sexualidad —masculina y femenina— bien diferenciada, existen innumerables formas atenuadas, parciales o esporádicas" (O.C.,I., p.48). Se ha dicho que algunos prólogos de Marañón
pueden ser considerados como ensayos en miniatura. Este es uno,
conscientemente titulado como breve ensayo. "Sirva este esbozo
como apunte de lo que desarrollaré con más detenimiento en otro
lugar", concluye.
En realidad estaba ya desarrollado en la carpeta de
al lado que contenía, en esbozo, los textos que las semanas
siguientes iban a ser dictados como Conferencias en la Sociedad
Hispanocubana de Cultura de la Habana en Diciembre de 1927 y
que serán publicados por la revista El Siglo Médico durante 1928
bajo el título general de Intersexualidad. Como es sabido, la idea
de intersexualidad no era nueva puesto que venía siendo planteada
desde hacía algunos años (Véase sobre esto, E.Amezúa, Sexología
Cuestiones de fondo y forma, Revista de Sexología nº50-51, extra
doble, Public. del Instituto de Sexología, Madrid, 1991). Pero lo
que sí ofrecía novedades era su enfoque monográfico como piedra
angular de la sexualidad y uniendo planteamientos dispersos —en
ocasiones dislocados— objeto de las distintas disciplinas.
En todo caso de lo que no cabe ninguna duda es de
que el curso 1927-1928 fue dedicado, por entero, a la intersexualidad con una serie de trabajos, todos ellos centrados en su mismo
eje conceptual. Tales son, por ejemplo, aparte de los citados, las
conferencias dictadas en la Sociedad Española de Historia Natural
(Abril, 1928); en la Sección de Medicina del Ateneo de Santander
(mayo, 1928); en la Facultad de Medicina de Valladolid (Noviembre, 1928); en el Colegio de Médicos de Zamora (Noviembre,
1928), etc. con varios textos que se solapan. De ellos cabe resaltar:
Un tipo de Intersexualidad hermafrodítico (sesión del 6 de octubre
de 1928 en el Instituto de Patología Médica del hospital General)
y, en otro estilo -o para otro público- Nuevas ideas sobre el
problema de la intersexualidad y la cronología de los sexos
(Revista de Occidente, Diciembre, 1928).
La obra de referencia
Esta dedicación culminará con la aparición, en
1929, de Los estados intersexuales en la especie humana (Ediciones Morata, Madrid, 1929), libro que, contrariamente a lo que
podría esperarse, no es una recopilación de los textos ya citados
sino una obra de nueva arquitectura o, mejor dicho, un tratado con
su unidad y lógica interna desde el principio hasta el fin; es decir,
lo que se llama una obra básica de referencia.
"Aunque los temas fundamentales han sido ya
enunciados de modo esquemático en varios artículos o trabajos
anteriores, en este libro he querido sobre todo dejar escueta y clara
la línea central de mi pensamiento" (Introducción, p.XI). A pesar
de que la cita resulte extensa, nos parece de interés histórico, lo
mismo que conceptual, reproducir a continuación el capítulo I de
Los Estados intersexuales, incluidas sus notas bibliográficas.
Definición y concepto de la intersexualidad
Durante mucho tiempo —durante casi toda la
historia de la humanidad— se ha creído que lo masculino y lo
femenino eran dos valores antagónicos y profundamente diferenciados. Un hombre y una mujer se encontraban tan alejados uno
del otro por el hecho de su sexo, como por ninguno de los otros
motivos que seccionan en grupos a los seres humanos, ya los de
orden natural —la vejez y la juventud, por ejemplo— ya los
puramente artificiosos —como las religiones, nacionalidades,
etc.—. El concepto de la integridad del propio sexo se mantenía
como un carácter inviolable de la personalidad. Toda duda, a este
respecto, era una ofensa. La afirmación sexual, por el contrario, un
motivo de orgullo; sobre todo, para el varón, que previamente
había decidido la superioridad de su posición biológica respecto a
la mujer. Los mismos lazos afectivos que unen entre sí a los dos
sexos, se habían de fundar precisamente en esa radical oposición,
expresada simbólicamente por el mito vulgar de la media naranja;
a diferencia de las afecciones entre los individuos del mismo grupo
sexual, suscitadas siempre por razones de afinidad.
Partiendo de esta creencia, los estados de sexualidad confusa se consideraban o como anomalías monstruosas si
afectaban a la morfología —los hermafroditas— o como aberraciones y pecados graves, como monstruosidades del espíritu,
cuando se referían a la inclinación del instinto —homosexualidad.
Pero, a medida que los estudios sobre la biología
sexual han ido progresando, se ha visto, cada vez con mayor
claridad, que el "varón-tipo" y la "hembra-tipo" son entes casi en
absoluto fantásticos2; y que, por el contrario, los estados de
confusión sexual, en una escala de infinitas gradaciones que se
extienden desde el hermafroditismo escandaloso hasta aquellas
formas tan atenuadas que se confunden con la normalidad misma,
2
.-"El hombre integral (Vollman) y la hembra integral (Vollweib) -dice WEIL(1)- son, en
realidad, hallazgos rarísimos". Y BIEDL: (2)"El hombre puro y la mujer pura son casos extremos
que en la realidad apenas se encuentran".
son tan numerosos, que apenas hay ser humano cuyo sexo no esté
empañado por una duda concreta o por una sombra de duda3.
Este hallazgo, y los progresos de la ética, nos han
ayudado a desprender el concepto de la sexualidad confusa del
estigma de monstruosidad que antes llevaba consigo. Los hombres
actuales no podemos enorgullecernos de nuestro sexo como de una
cosa perfecta. La plena diferenciación sexual es rara todavía.
Luego veremos que esa diferenciación debe ser una de las metas
de nuestro progreso, si bien progreso de largos siglos. Y añadamos
que ni aun entonces, cuando la normalidad se haya logrado, la
conciencia de poseerla nos deberá enorgullecer. Porque el orgullo
se edifica siempre sobre valores ilegítimos o incompletos, que su
poseedor supervaloriza arbitrariamente. Esta valorización arbitraria
y excesiva de las cosas es precisamente el sentimiento orgulloso.
Por eso se siente el hombre orgulloso de la riqueza, de la gloria, de
la popularidad, de la belleza, o de su sexo: valores aleatorios y
relativos; pero en un hombre justo no cabría el orgullo de ninguna
de sus perfecciones, sino la simple conciencia exacta y serena,
pudiéramos decir humilde, de las mismas.
Por otra parte, los trabajos experimentales y
anatómicos han contribuido a la demostración de esta incompleta
distinción de los sexos, que ya nos había indicado la clínica. Y en
suma, se ha llegado a la posesión de esta verdad trascendental e
imprevista: los dos sexos, la masculinidad y la feminidad, no son
dos entidades que se oponen punto por punto; hay ciertos momentos de su evolución ontogénica y filogénica en que esta oposición
absoluta tiene una apariencia de realidad; pero fuera de esos
momentos, la masculinidad y la feminidad se van acercando y
acaban por fundirse. No de otro modo que el día y la noche, tan
opuestos en las horas cenitales, se enlazan en las largas horas de
los crepúsculos en una gradación insensible de momentos, en los
que la luz y la sombra se mezclan en proporciones sucesivas.
No hay que decir que todos los estados de confusión
sexual que en estos últimos años se han ido estudiando, han dado
3
.- Según KYRLE (3), de 110 muchachos examinados por él, sólo 10 tenían
completamente normales los atributos viriles. Los datos de VOSS,TANDLER,
STERNBERG, etc., y los nuestros coinciden con esta proporción. En las niñas
ocurre lo propio. SCHWARZ (4), de 50 hombres, sólo en cuatro encontró una
sexualidad perfecta. MATHES (5) afirma más resueltamente todavía que "todo
ser humano en el caso más favorable es un intersexual rudimentario."
lugar a una copiosa bibliografía; pero dispersa y no sistematizada
bajo una común clave patogénica. GOLDSCHMIDT (6) fué quien
primero reunió todas las formas de la sexualidad confusa bajo el
nombre de intersexualidad, por analogía a los hechos descritos por
él y por otros naturalistas en las demás especies animales, singularmente en los insectos. Después no han aparecido sino escasos
capítulos muy concentrados en los que se estudia el conjunto de la
cuestión, como, por ejemplo, los que se consagran a este tema en
el libro de LIPSCHÜTZ(7) y en el de BAUER (8).
Como se ve, el tema es lo suficientemente joven
para que no parezca excesiva la intención de publicar acerca de él
un libro más, y, sobre todo, en lengua española. Pero no me decide
a hacerlo esta mera razón informativa. A ella se ha de añadir el que
los estudios nuestros, de largos años acá, sobre el problema sexual,
nos permiten aportar algunos modestos datos e interpretaciones a
la cuestión. Además, el esfuerzo que me ha sido preciso para ver
claro, hasta donde es posible, entre la muchedumbre de casos
clínicos, experimentos e hipótesis que ahogan este campo de la
biología, me ha animado a evitar a los demás un trabajo semejante,
ofreciendo al lector el esquema actual de nuestros conocimientos
sobre la sexualidad de la manera más escueta posible4.
Así, pues, nosotros entendemos por estados
intersexuales, en la especie humana, aquellos casos en que
coinciden en un mismo individuo, —sea hombre, sea mujer—
estigmas físicos o funcionales de los dos sexos; ya mezclados en
proporciones equivalentes o casi equivalentes; ya, y esto es mucho
más frecuente, con indiscutible predominio del sexo legítimo sobre
el espúreo5.
4
.-Claro está que al hablar así me refiero a los lectores, médicos o no médicos,
que sin una preparación deliberada abran este libro con el deseo de informarse
del magno problema de la sexualidad. No me dirijo, pues, a los especialistas;
éstos no tienen para qué leer libros de conjunto, pues cada cual debe tener el
propio, escrito o por escribir. Aunque a veces nada beneficia tanto al especialista
mejor informado como el volver a beber las aguas del manantial.
5
.- Esta definición de la intersexualidad, como concepto común que abraza
todas las formas de confusión sexual, no es, desde luego, compartida por todos
los autores. Para el mismo GOLDSCHMIDT tiene una significación más
limitada. PEZARD(9), de acuerdo con las ideas de PONSE y CARIDROIT,
distingue el hermafroditismo -presencia en un mismo individuo de un testículo y
un ovario- de la intersexualidad -aparición en una glándula unisexual normal,
de elementos del sexo opuesto- y del ginandromorfismo -mezcla de los caracteres sexuales secundarios del macho y de la hembra-. PEZARD observa, empero,
BIBLIOGRAFIA
(1) WEIL: Die innere Sekretion.3 Auf., Berlín, 1923.
(2) BIEDL: Die Bedeutung des endokrinen System für die Sexualität. En Sexualreform und Sexualwissenschaft. De A.WEIL.
Stuttgart 1922.
(3) KYRLE: Wien .k.Woch., 1910-1583 y 1920-185.
(4) SHWARZ: Geselsch. d. Aerzt. Wien., 1927, Feb. Ref. en Klin.
Woch. 1927, 1.023.
(5) MATHES: Die Konstitutionstypen des Weibes, insbesondere
der intersexuelle Typus. En Biologie unde Pathologie des Weibes
de HALBAN und SEITZ, III.Berlín, 1924.
(6) GOLDSCHMIDT: Mechanismus und Physiologie der Geschlechtsbestimmung. Berlín, 1920.
(7) LIPSCHÜTZ: Las secreciones internas de las glándulas
sexuales. Javier Morata, editor. Madrid, 1928.
(8) BAUER:Innere Sekretion. Ihre Physiologie, Pathologie und
Klinik, Berlín, 1927. Edición española Javier Morata, editor,
Madrid, 1929.
(9) PEZARD: Caractères sexuels secondaires. En Traité de
Physiologie normale et pathologique, de ROGER et BINET, XI.
París, 1927.
que el ginandromorfismo se relaciona estrechamente con los otros dos estados.
Como que son, agregamos nosotros, apariencias distintas de un mismo fenómeno. Creo que uno de los elementos esenciales para el avance de la ciencia es la
liquidación de muchas clasificaciones y terminologías y la adopción de esquemas didácticos lo más simples que sea posible.
CAPITULO XVIII
1930 : La nueva teoría de la sexualidad
En el transcurso de un año -concretamente desde
que aparece el libro de Los Estados intersexuales en la Especie
humana en 1929, hasta que el editor le avisa de que la edición ha
sido agotada y que debe preparar una nueva, en 1930, Marañón ha
dado un cambio substancial en sus planteamientos, cambio que se
verá plasmado en las correcciones de la misma obra para su
segunda edición. ¿En qué consiste dicho cambio?
El cambio
"En este libro —escribe en el prólogo a la nueva
edición— meditado y preparado durante largos años como un
estudio sobre la Intersexualidad humana, después de publicado y
sometido a la crítica, a la mía y la de otros, he echado de ver que
lo esencial en él no era la aportación de la casuística intersexual,
sino la visión que desde estos datos surgía acerca del problema
general de la sexualidad y su cronología".
"A la luz de los conocimientos sobre los estados
intersexuales —sigue escribiendo— se ve bien, en efecto, que el
sexo de cada individuo, aun del normal, es un sexo doble; y cada
uno de los dos sexos que lo forman evoluciona por separado, con
una cronología típica y poco variable. La cantidad de interpretaciones útiles para el conocimiento de la sexualidad fisiológica y
patológica, que se deduce de estos postulados es, como puede
comprenderse, incalculable. En suma: lo que primitivamente era
sólo la conclusión final de un sistema de observaciones, pasa a ser
el corazón del libro. Hé ahí por qué esta nueva edición tiene una
estructura distinta y hasta ostenta un rótulo diferente de la primera"
(La evolución de la sexualidad, Ed. Morata, Madrid, 1930, p.X).
Dicho de otra forma: Si los datos habían ido
llevando a Marañón a destacar la importancia de la intersexualidad
en el conjunto de la sexualidad, lo que ahora plantea es un nuevo
sistema o, lo que es lo mismo, una nueva teoría de la sexualidad
general. Si hasta el momento su trabajo había sido de acarreo de
materiales para entender aspectos problemáticos de la sexualidad
sin alterar el conjunto, de pronto se había encontrado con que
dichos materiales le ofrecían la posibilidad de construir un nuevo
edificio.
No es otra cosa la que plantea desde 1915 y en
especial desde la segunda edición de La edad crítica en 1925 en la
que, por primera vez, aparece su esquema general de los caracteres
sexuales, esquema que irá rehaciendo y completando durante estos
años, ofreciéndole como por entregas en distintos escritos. No se
trata, pues, de una corazonada o impulso repentino, como sus
palabras rápidas pudieran hacer ver, aunque posiblemente el
empujón de los dos últimos años fuera, de hecho, definitivo.
Traducida la obra al francés, inglés, italiano,etc, sin
duda será su obra cumbre y de más celebridad. Sin especiales
rodeos, pues, Marañón plantea en una serie de breves afirmaciones
lo que constituirá la línea central de dicha teoría nueva.
"Todo el conocimineto de la vida normal y
patológica de los sexos —escribe— se resiente del olvido de una
verdad, conocida de antiguo, pero que el naturalista y el sociólogo
no suelen tener presente con la necesaria persistencia y eficacia, a
saber: que lo masculino y lo femenino no son dos valores terminantemente opuestos, sino grados sucesivos del desarrollo de una
función única, la sexualidad, que entre la niñez y la ancianidad
—en las que está apagada— se enciende durante el periodo
central de la vida, con diferencias puramente cuantitativas y
cronológicas, de un sexo a otro.
"Este concepto que, desde Darwin, aparece aquí y
allá, en la literatura científica, —continúa Marañón— no había
logrado su apogeo porque suponía el reconocimiento previo de un
hecho que repugnaba a los puntos de vista habituales en el
conocimiento de la sexualidad. Me refiero a la necesidad de
admitir una fase de sexualidad indiferenciada, como punto de
partida normal en todos los seres humanos. Cuando se decía "la
hembra es un organismo intermedio entre el organismo infantil o
adolescente y el organismo viril; y éste es la fase terminal de los
anteriores", se presuponía una misma raíz, sexualmente neutra o
bivalente, sobre la que después habría de sobrevenir el auge de
cada una de las dos sexualidades, con ritmo e intensidad distintos
en cada sexo. Pero esta suposición, aun cuando se apoyaba en
multitud de datos zoológicos, embriológicos y aun clínicos, no
llegaba a adquirir consistencia en el pensamiento ante la idea, de
abolengo secular, de que la indeterminación sexual era una
anomalia excepcional, una verdadera monstruosidad, lejana y
extraña a la vida fisiológica.
"En estos últimos años —sigue insistiendo— se ha
ido conociendo, poco a poco, el verdadero sentido de las fases de
sexualidad ambigua o estados intersexuales. Son originariamente
fenómenos de la más pura normalidad, aun cuando pueden tener
desviaciones patológicas y, a veces, monstruosas. Sobre esta
normalidad ambigua se dibuja, precisamente, la evolución
fisiológica de los sexos hacia la diferenciación. Y así, con este
fondo único y obligado, se interpretan claramente las modalidades
normales y no normales de la vida de los sexos." (La evolución de
la sexualidad, pp.1-2)
Con estas bases, pues, y sobre los estudios aludidos
en Los estados intersexuales, así como más allá del suyo propio,
Marañón no duda en hacer la tajente afirmación de que hasta el
momento "no se ha intentado, que yo sepa, la proyección de estos
conocimientos sobre la evolucion general de la sexualidad", reto
original y nuevo que él asume y del que "surgirá el conocimiento
de la posición relativa de los sexos y de su evolución respectiva,
como episodios del mismo proceso general de la sexualidad" (Ib.,
p. 4)
Aclaraciones
Al mismo tiempo que aparece la nueva edición,
titulada ya La evolución de la sexualidad y los estados intersexuales (Ediciones Morata, Madrid, 1930), van viendo la luz otra serie
de trabajos breves o pequeños ensayos, más especializados, con
objeto de matizar y precisar una serie de aspectos del complejo
campo planteado. Por ejemplo el titulado Influencia de las
secreciones internas en la evolución de la sexualidad, publicado
en Gaceta Médica Española, nº51, en diciembre de 1930 (O.C. IV,
pp.187-201) o La intersexualidad unilateral en la especie humana,
texto leído en la Real Academia Nacional de Medicina el 28 de
Noviembre de 1931; o La base química de la intersexualidad, etc.
que, con otros nuevos, serán reunidos en Estudios de fisiopatología
sexual (Editorial Marín, Barcelona, 1931).
De los posteriores a este libro, —por su carácter
aclaratorio— nos parece de especial interés resaltar el escrito
como respuesta a la polémica iniciada por Oliver Brachfeld con su
Crítica a las teorías sexuales de Marañón, aparecido originariamente en aleman (Zeitsch fur Sexualwissenschaft, 1929,nº17) y
traducido luego al castellano (Revista médica de Barcelona, 1931,
nº16). La respuesta de Marañón aparece en esta última publicación
en Diciembre de 1931 bajo el título Acerca del problema de la
intersexualidad y luego será reproducida en El siglo médico de
Marzo de 1932.(O.C., IV, pp.221-230)
La crítica de Brachfeld, centrada tanto en la
paternidad del término Intersexualidad como en el mismo
concepto con relación a las ideas de otros tratadistas, es contestada
y matizada por Marañón para centrarse a continuación "en lo que
tiene realmente de original mi concepción de la sexualidad, a
saber, la evolución de las dos sexualidades en cada individuo, con
un ritmo distinto en la mujer y en el hombre... Esa parte, la
esencial de mi teoría —sigue Marañón— se apoya en un número
enorme de observaciones, recogidas y contrastadas en el transcurso
de muchos años. No puedo pretender —concluye— que mis
puntos de vista sean definitivos. Pero los hechos, tal como la
realidad nos los enseña, se explican bien con el criterio mío y éste
todavía no ha sido contradicho con eficacia por nadie" (O.C., IV,
p.223).
El lenguaje empleado en el debate puede ser
ilustrador —por su insistencia— de la misma intención de
Marañón que, más allá de la casuística, es la de elaborar una teoría,
hecho que no sólo no disimula sino que reafirma. La transcripción
de un párrafo del prólogo a la edición francesa de La evolución de
la sexualidad —aducido por él mismo en su artículo de respuesta
en esta polémica— puede ser, una vez más, un claro exponente de
ello: "Es obvio —escribe— que yo no mantengo la ilusión de
creer que no hay puntos flacos en el esquema global teórico que
sirve de base a los datos reunidos en esta obra. Lo importante
cuando abordamos un hecho científico de esta envergadura es el
exponerle en su conjunto y para ello es necesario circunscribirlo
en un esquema teórico, cuyo trazado se hace sobre los datos
objetivos y, en ocasiones, a tientas, porque no se puede de otra
forma. Debo, no obstante, reprocharme el hecho de haber avanzado opiniones, lo mismo que haber empleado términos excesivamente categóricos para expresar algunas ideas o cuestiones hasta
el momento excesivamente vagas o imprecisas; aunque también
reconozco que el motivo principal ha sido por razones didácticas
y expositivas" (Ib., p.222)
En este contexto la idea o concepto —como
constructo teórico o explicativo general— de la sexualidad se
revela como uno de los retos más ambiciosos, también arriesgados,
que se planteó Marañón como científico. "No oculto —escribirá
unos años más tarde— la preferencia por mis estudios sobre la
evolución de la sexualidad" (Revisión del Concepto de la evolución de la sexualidad, 1937, O.C., III, p.445).
CAPITULO XIX
El mundo visto como masculino y femenino:
Los caracteres sexuales
El edificio conceptual que Marañón fue construyendo para entender el fenómeno sexual y que culmina con el
planteamiento de su teoría está compuesto por unos materiales que,
aludidos en distintas ocasiones, requieren un cierto detenimiento
bajo su nombre propio. Se trata de los caracteres sexuales
Tomados estos como materiales a los que recurre,
se diría un almacén o cantera que Marañón, al mismo tiempo que
iba ordenando sus propios conceptos, vió también la necesidad de
organizar con una cierta lógica para poderlos entender de forma
general. Esta organización fué lenta pero ininterrumpida hasta dar
como resultado su esquema clasificativo general, aunque, como
sucede con toda clasificación —y su insistencia en esto es, en
ocasiones, hasta reiterativa— no pase de ser un mero recurso
conceptual de ayuda para entender la realidad y nunca para
simplificarla. En todo caso, siempre, para ser tomada con matices.
Antecedentes
La misma nomenclatura de los caracteres sexuales
se había ido acuñando en los últimos años del siglo XIX. El
naturalista inglés Unter ha solido llevar dicha autoría inicial
terminológica: aunque quien, de hecho, más sensible a ella, trató
de entrar más a fondo en sus primeras aproximaciones, fué
Havelock Ellis. En el prefacio a la edición castellana de su obra,
Hombre y mujer (Ed.Reus, Madrid, 1912) que es la que usó
Marañón, escribe : "Antes de emprender la investigación sobre el
impulso sexual en sí mismo, era necesario investigar las diferencias generales existentes entre los sexos; es decir los caracteres
sexuales secundarios, mentales y físicos. Por aquel entonces
—sigue escribiendo Ellis, refiriéndose a la fecha de la primera
edición inglesa, es decir a 1894— nadie había logrado hacer
observaciones amplias, comprensibles y ciertas, en este campo...
Por consiguiente, mi tarea fue difícil y laboriosa, pues además
muchos de los datos utilizados eran de dudoso carácter y precisaban un sereno examen crítico" (Ib.p.XIV).
"¿Hasta qué punto —concluye el sexólogo inglés—
son artificiosas las diferencias sexuales y en qué extensión radican
en la actual construcción orgánica del hombre y de la mujer? Es
ésta una pregunta a la cual ha sido y es, hasta cierto punto,
imposible contestar de un modo dogmático" (Ib., p.XIV).
En esta cuestión, pues, no se puede hablar de
originalidad por parte de Marañón en el planteamiento del
problema. Pero en lo que sí tiene su mérito es en afrontarlo en su
horizonte global, considerado como desbordante y, por lo tanto,
arriesgado.
"Al llegar a la orilla de lo desconocido —escribe
Marañón en 1921, justamente en las fechas en que comienza a
construir su esquema general— siempre me ha parecido preferible
el criterio de los que, sin perjuicio de aportar su grano de arena a
la obra científica, arrojan llenos de entusiasmo, piedras en el
cauce, para intentar saltar sobre ellas, como en los vados, hasta la
orilla opuesta; que no el de los que esperan, egoistamente, a que
esté terminado el puente de la verdad para atravesarlo sin trabajo
y riesgo. Lo primero es más generoso. Y, en último término, casi
siempre sobre los vados humildes se fabrican después, los puentes
definitivos". (O.C., III, pp.55-56)
Coinciden estas fechas —recuérdese— con
aquéllas en que Marañón escribe sus primeros trabajos de los que
ya nos hemos ocupado, tales como Biología y feminismo, Sexo y
Trabajo, etc., todos ellos en la línea de la diferenciación sexual en
los cuales los caracteres sexuales son una constante referencia;
terminología que, si bien había entrado en la circulación por los
biólogos —aún más entre los sexólogos— de la primera década
del siglo XX, estaba a la espera de una conceptualización sistemática.
La primera vez que Marañón ofrece la suya será en
su texto ya citado de Biología y feminismo de 1920 como primer
intento general. El esquema completo sólo verá la luz por vez
primera en la segunda edición, corregida y ampliada, de La edad
crítica de 1925. Luego será incluído en Tres ensayos sobre la vida
sexual de 1926, para culminar de forma definitiva en Los Estados
intersexuales de 1929 y, sobre todo, en La evolución de la
sexualidad de 1930.
Aunque sólo sea de paso, no sería ocioso advertir
la necesidad de no confundir esta conceptualizacion con lo que la
psicología diferencial, en el área dedicada a los sexos, iba a
implantar con un auge notorio; el sentido y la dirección, aunque
puedan parecerse, no coincidían; al menos en esos años.
"Cuando, hasta hace poco, decíamos de un ser
humano es un hombre o es una mujer, creíamos expresar todo lo
que de su sexo podía decirse. El sexo era, no sólo para el vulgo,
sino para los hombres de ciencia, un valor cualitativo, diferenciado
y absoluto en cada una de sus dos mitades, opuestas e inconfundibles: lo femenino y lo masculino.(...) Acaso un día se pueda
determinar por procedimientos bioquímicos que hoy empiezan a
estudiarse, el tanto por ciento de cada sexualidd que corresponde
a cada individuo; y expresar, por lo tanto, el sexo no en la forma
empírica de ahora, sino según una fórmula matemática. Por el
momento tenemos que contentarnos con una aproximación de esta
fórmula, obtenida mediante el estudio detallado de los caracteres
sexuales, esto es de los signos morfológicos y funcionales que
corresponden a cada una de las dos sexualidades" (Nuevas ideas
sobre el problema de la intersexualidad y sobre la cronología de
los sexos, Revista de Occidente, año VI, nº LXVI, 1928, pp.257258).
La clasificación
El esquema clasificatorio corresponde, pues, a un
cuadro de doble entrada con la referencia a los rasgos de la mujer
y, en columna paralela, a los del hombre. Limitándonos a la
descripción histórica y dejando de lado, por el momento, una
lectura crítica del mismo en la actualidad, Marañón señala dos
grandes grupos de caracteres sexuales: los morfológicos y los
funcionales; y ambos, a su vez, son divididos en otros dos grandes
apartados: primarios y secundarios.
Pertenecen al grupo de los anatómicos primarios
los rasgos genitales ya de sobra conocidos: órganos tales como los
ovarios, trompas, etc. en la mujer; testículos, epidídimo, próstata,
etc. en el hombre. Pertenecen al grupo de los secundarios
—siempre dentro de los morfológicos— el predominio del
desarrollo pelviano en la mujer sobre el correspondiente escapular
en el hombre; el sistema locomotor diferenciado; la distinta
distribución de la grasa; el sistema piloso; laringe, etc.
Son situados en el grupo de los caracteres sexuales
funcionales primarios o genitales los rasgos diferenciales relativos
a la libido o instinto, el orgasmo y la aptitud concepcional o
fecundante tanto en la mujer como en el hombre. Y, por fin, dentro
de los denominados funcionales secundarios es situado un grupo
más amplio de rasgos tales como el instinto de maternidad en la
mujer frente al de acción social en el hombre, así como la diferente
reacción a los estímulos afectivos, la marcha, la voz y "otras
actitudes características" menores o más diluídas en cada sexo.
"Todos estos detalles que ya no pertenecen a los
órganos de la reproducción, pero que tienen un sello sexual, son
los caracteres sexuales secundarios; muchos de los cuales, como
ya hemos dicho, aprecia empíricamente el vulgo, como los
caracteres sexuales primarios mismos de los que antes nos hemos
ocupado. A estos caracteres sexuales secundarios nos conducen
indicadores tales como la presencia o ausencia de barba, el aire
nervudo y la línea robusta y escueta varonil o la suavidad del
contorno femenino, etc." (Sexo y Trabajo, Revista de Occidente,
Año II, nº XVIII, 1924, p.311).
Con la evolución del tiempo este esquema clasificativo ha sido denominado como bipolar, puesto que plantea dos
polos que corresponden a los dos sexos; aunque no es ocioso
insistir en la flexibilidad de los mismos, especialmente mediante
el recurso a la intersexualidad que se coloca como un comodín de
ida y vuelta o intermediario entre los polos, de donde se deduce
que "nunca encontramos ningún sexo neto ni ningún rasgo de
carácter absoluto entre el hombre y la mujer sino una gama de
variedad plástica y constante".
Con este objetivo como fondo, el esquema de los
caracteres sexuales no puede ser separado de los conceptos
paralelos y de los que ya nos hemos ocupado como son la
diferenciación sexual y la intersexualidad. Ello implica que, lejos
de la tentación tópica de la tipificación, con la que en ocasiones se
ha exagerado, el continuo ir y venir, en interacción, plantea los
polos del masculino y del feminino como auténtico objeto de
estudio, como cuadro de trabajo definido. Ello puede aclarar
mejor, en fin, la idea más amplia de la evolución de la sexualidad
en la que se resume la teoría general del autor.
Matizaciones
De esta forma puede entenderse el sentido del
estudio de los caracteres sexuales como pieza clave del edificio
sexológico de Marañón y de su intento, traducido a términos
sencillos, de ver el mundo estructurado como masculino y
femenino. La realidad sexual, concepto aparentemente sencillo, se
hace de esta forma un foco de complejidades sin fin. La delimitación de este amplísimo campo hace que Marañón se centre
fundamentalmente en el estudio de la génesis de estructuras
evolutivas más que en la conducta en sí.
Y, por otra parte, sorprende también, dentro de
dicha complejidad, su acotación monográfica al hecho de ser o
hacerse masculino y femenino como objetivo fundamental de la
sexualidad, con exclusión de otras finalidades como son la
reproducción o el ejercicio del placer erótico, de cuyos conceptos
nos ocuparemos en su momento. Si bien ambos no son excluídos,
tenemos la impresión de su voluntaria dedicación monográfica por
ser ésta la principal y más específica finalidad del concepto de
sexualidad.
Por otra parte esta insistencia reiterativa en la doble
polaridad del concepto mismo de sexualidad, con el recurso a las
tonalidades propias de la intersexualidad, nos lleva a uno de los
puntos que Marañón percibió con mayor sensibilidad como es el
de la variedad dentro de lo que en su día —y en coherencia con
una ya creada tradición— llamaría diversidad.
Con el entendimiento desmenuzado y matizado de
los caracteres sexuales, se hace también más comprensible uno de
los dos principios básicos de su teoría sexual, a saber, que el
masculino y el femenino no son dos valores tajantemente opuestos;
aunque, en definitiva, sean el resultado de un mismo valor
bipotencial. Una sexualidad, pues, será masculina si en su proceso
evolutivo se inhibe —aunque no se suprima— el elemento
femenino; y, al contrario, será femenina si, en dicho proceso vital,
la que se desarrolla es ésta con la consiguiente inhibición de
aquélla.
Estos serán los planteamientos que pueden hacer
entender una de las cuestiones más cruciales de la llamada "guerra
de los sexos" o convivencia entre ellos. Las diferencias o semejanzas, las lejanías o acercamientos entre uno y otro sexo —pero,
sobre todo entre una y otra sexualidad— plantean un punto que
conceptualmente se ha prestado a confusiones.
Marañón suele hablar siempre de "los dos sexos" y
de "las dos sexualidades". Los caracteres sexuales y la intersexualidad sirven de puente entre ambos. La ausencia de matizaciones
en estos planteamientos ha llevado en ocasiones a lecturas
simplistas, tanto en el entendimiento científico como en el clinicoeducativo y social.
No creo que sea forzado resumir su trabajo como el
intento de explicar o comprender la vida girando en torno a este eje
que es la sexualidad mediante la cual se hace el masculino y el
femenino en sus incalculables consecuencias.
Decir el eje sobre el que todo gira puede parecer
evidentemente exagerado para quienes tenían —o tienen— una
idea más bien reducida o local de la sexualidad. No lo es si se
entiende en la acepción quicial en la que él siempre se la planteó
y que intentó demostrar.
Esta generalidad lleva a Marañón a un nuevo
horizonte, poco entendido y muy difícil de explicar, que consiste
en que la principal función de la sexualidad en su sentido histórico
—onto y filogenético— no es ni el placer ni la reproducción sino,
por decirlo con redundancia, la del sexuarse de los individuos, o
sea la de hacerse sexuados, porque eso es hacerse masculino o
femenino mediante el desarrollo de una u otra sexualidad por obra
y gracia de los caracteres sexuales.
CAPITULO XX
El tiempo de "La reforma sexual"
Junto al Marañón conocido como autor de Los
Estados intersexuales o los Estudios de fisiopatología sexual, es
decir el científico, o el clínico, hay su faceta política o cívica, por
usar el término de su preferencia. La muy conocida fotografía en
la que se ve a Machado presentando a Marañón, a Ortega y a Pérez
de Ayala como promotores de la Agrupación al servicio de la
república ha contribuído a difundir esa imagen, nada extraordinaria por otra parte, en aquel movido final de la década de los años
veinte y el no menos ajetreado comienzo de los treinta.
En la misma dirección son también ya harto
conocidos algunos hechos tales como su papel de árbitro privilegiado, jugado en la transición de la Dictadura a la República, cuyas
conversaciones entre la delegación del Rey y los nuevos líderes de
la República tuvieron lugar en su despacho de la calle Serrano con
el objetivo de lograr una transición sin sangre. Su compromiso en
esos años le llevó igualmente a presentarse como Diputado a las
Cortes Constituyentes.
Alguno de sus biógrafos ha subrayado con ironía
que el Cigarral de Toledo fue un sitio más concurrido que la
Presidencia del Gobierno. Y, al margen de la ironía, la anécdota
refleja una gráfica imagen de la realidad política y social.
Negociaciones
Se diría que nos encontramos con otro Marañón;
aunque obviamente uno y otro son el mismo. Hay, no obstante,
dentro de lo que aquí nos concierne, un matiz en el que vamos a
detenernos. Se trata de su participación y sus escritos en la
dirección de la que por todos era conocida, elogiada o criticada,
como "Reforma sexual". Algunas obras son indicadoras al
respecto. Por ejemplo Amor, Conveniencia y Eugenesia, aparecida
en 1929 —el mismo año de Los estados intersexuales— y que
pronto conoce el éxito de sucesivas ediciones.
A ella había conducido su implicación directa en
uno de los hechos sociales más polémicos como fue el derecho de
la mujer al voto. Acérrimo defensor, ello no le impidió, a la hora
de extraer conclusiones de sus planteamientos científicos, tomas
de postura en otras áreas que, si bien igualmente polémicas no
coincidían con situaciones de moda.
Quizá donde más se comprometió con su prestigio
fué en los movimientos de la Eugenesia, dentro de cuyo nombre se
daban cita una lista de cuestiones pendientes tales como la
coeducación, la regulación de la natalidad, la información sexual,
el derecho al divorcio, etc. Tal es el caso de las célebres Jornadas
conocidas como Pornográficas de 1928, iniciadas y luego, tras la
polémica orquestada en torno a ellas, prohibidas por Real Orden
bajo el motivo de ser "incitación pornográfica". De ellas nos
hemos ocupado en un anterior capítulo.
Curiosamente Marañón —como ya quedó anotado
en su momento— había sido uno de los más obstinados negociadores para que en ellas participaran "destacados sacerdotes
católicos, como los padres Sureda y Laburu, con el fin de que
pudiéramos hablar juntos, y dialogar, gentes situadas a uno y otro
lado de esa línea divisoria de las ideas" (Prólogo a Noguera,
Moral, Eugenesia y Derecho, Ed. Morata, Madrid, 1930, p.
XVIII).
"Truncado al fin el proyecto por el funesto error de
las autoridades eclesiásticas que prohibieron la participación de sus
clérigos" (Ib., p.XIX ), los efectos no se hicieron esperar para que
"las mentiras contaran más que el diálogo".
Otros hechos similares le llevarán a escribir en el
prólogo a La evolución de la sexualidad de 1930 sobre "los
escándalos farisaicos de las derechas ciegas que no ven más allá de
sus anteojos". O sobre la mediocridad de los insultos que algunas
críticas le han dedicado como el de "materialista" por el único
hecho de "tratar estos temas desde la perspectiva de la ciencia
natural".
Si sus intervenciones con la derecha no dieron
resultados notorios, algo más logró con las izquierdas, como por
ejemplo con la joven y revolucionaria Hildegart —"la virgen
roja"— a quien no niega, por otra parte, su nombre para presidir
el comité directivo de la nada neutra Liga española para la
reforma sexual sobre bases científicas, constituída en 1932 con la
misma Hildegart como Secretaria general. Su implicación en dicha
organización no resultaba casual, dadas sus ponencias en los
congresos de los últimos años organizados por la homónima Liga
Mundial.
Su conocida autodefinición como visceral e
irremediablemente liberal, no le ahorró las obvias simpatías y
antipatías de la catalogación o el estereotipo, a veces con las
izquierdas por parte de las derechas, a veces justo a la inversa.
Hay, no obstante, una cadena de hechos con una constante lógica
que hace pensar en su propia posición, la suya, dentro de una
actitud hoy bien estudiada y conocida, por otra parte común con el
grupo de su generación de 1914, que se tomó tan en serio y de
forma tan dramática la fe ciega en la ciencia y el progreso, a pesar
de los pesares.
"Molestar con verdades"
Desde este dramatismo, la denuncia de la cruda
realidad, recuerda sus campañas anteriores con sus artículos en la
prensa sobre divulgación de salud. Aunque el filón que ahora le
guía sea más explicable desde sus nuevas ideas sobre la sexualidad.
"Yo creo también —escribe en 1929— que la
familia es la base insustituible de hombres perfectos o que aspiran
a serlo. Pero los moralistas y sociólogos han hecho de la familia un
mito sentimental e intangible, que con frecuencia está relleno de
dolores acerbos y, a veces, de sentimientos de hastío y de enconada
hostilidad entre sus honorables miembros. Si los hijos no están, en
lo posible, sanos; si no se dedica a ellos todo el cuidado material
y espiritual que necesitan, si no se considera la vida y la virtud
futura de cada uno de ellos como un reducto inexpugnable, que
sólo debe rendirse —y aun así, porfiadamente— ante la voluntad
expresa de Dios, todos los demás componentes familiares, no son
sino una serie de motivos falaces para argumentos de cuentos de
Nochebuena o cuadros de segunda medalla. Se me dirá que nadie
piensa que la familia sea otra cosa que esto que yo digo. Pero, en
la práctica, hay muchas ocasiones en que familias tan respetables
ante el patrón oficial que pasarían como modelos en un concurso,
están edificadas sobre un olvido bárbaro de la conveniencia de los
hijos. Me atrevo a decir que es éste el caso de innumerables
familias españolas: mucha virtud social, mucha moral externa,
mucha unión, mucho trabajo, todo lo que se quiera; pero se mueren
la mitad de los hijos, y si son muchos —es decir, si la familia se
acerca todavía más al canon de la perfección— se mueren casi
todos; y los que viven, se dispersan por colegios o se educan en la
calle; porque el trabajo y el presupuesto de la casa no dan lugar a
su cuidado entrañable, meticuloso y directo. Pues con todas sus
excelsitudes, ésta es una familia reprobable ante el criterio
supremo de la conveniencia de la especie, que sólo por prejuicios
absurdos ha podido ponerse en oposición con los criterios de la
moral."
"Por tratarse de un autor oficial y respetable —sigue
escribiendo— elijamos la monografía del profesor de Sociología
de la Universidad Central, mi amigo don S.Aznar, titulada "La
familia como institución básica de la sociedad" (Covadonga,
1926). Hace en ella una defensa de la institución familiar, que
suscribiríamos todos los hombres de buena voluntad y que muchos
procuramos ratificar con nuestro ejemplo; y una apología de la
familia española basada en el eterno argumento de su fecundidad.
Pero basta leer las propias estadísticas del autor, para convencerse,
con espanto, de que la familia española, tan perfecta en muchas de
sus modalidades, pierde el 37,17 % de sus hijos. El señor Aznar
objetó de exageradas las cifras que yo he publicado a este respecto
en uno de mis libros (Tres ensayos sobre la vida sexual, Quinta
edición, Madrid, 1929); creo que mis datos, por estar tomados
directamente de la realidad y no elaborados con los números
oficiales, son aún más exactos y más lastimosos que los suyos.
Pero, aún dándolos por perfectos, esa mortalidad de 37,17 % es
una condenación suficientemente rotunda de la familia española.
Puede afirmarse que de esa cifra, no llegará a un tercio —y
calculo con generosidad— el de los hijos que mueren por
enfermedades inevitables. El otro 20% mueren por incultura, por
hambre, por descuido, por suciedad: por pecados mortales de lesa
humanidad. Envanecerse de una familia que olvida así su fin
primordial es no sólo inocente, sino profundamente dañino; porque
el halago no hará jamás sacudirnos la ancestral modorra. Hay, por
el contrario, que decir a gritos a las madres españolas que "no
saben ser madres", por mucha generosidad que pongan en su
empeño. Con llorar, mientras vivan, al montón de hijos desaparecidos, creen ganar, no sólo el respeto de todos —que no puede
negárselas— sino el título de madres, en su sentido biológico,
humano, que ciertamente no merecen. Un general que pierde, una
tras otra, sus batallas, puede ser digno de respetuosa compasión en
su desgracia, si se ha conducido con nobleza; pero no sirve para
nada, y hay que enseñarle o sustituirle; y la mujer española va de
derrota en derota, entre aplausos de los sociólogos y promesas de
ganar la bienaventuranza. Que no la ganarán, porque no hay
pecado comparable a la ignorancia de su supremo deber; que no es
traer hijos a este mundo, sino conservarlos. Ya sé que es peligroso
decir las cosas ásperas y justas a quienes hace siglos oyen sólo las
mismas lisonjas; pero prefiero siempre, como Séneca, molestar con
la verdad que agradar con el mentido halago". (Amor, Conveniencia y Eugenesia, Ed. Historia Nueva, Madrid, 1929,pp.18-20).
Tonos altos
En este contexto, mientras, por un lado continúan
sus trabajos de carácter científico especializado, su labor comprometida en colaboraciones educativas y culturales sube también de
tono, muy al ritmo del vértigo de esos controvertidos años.
"En qué escuela, en qué Universidad —sigue
escribiendo— se llama a los jóvenes, sobre todo a los de sexo
masculino, y se les habla serenamente y por lo largo, de la
transcendencia social del casamiento? Los moralistas y los
médicos hablan del sacramento todavía con las mismas palabras de
San Pablo: "Si no teneis don de continencia, casáos; que mejor es
casarse que quemarse" -Corintios,I,79-. "Cásate para evitar
enfermedades", agrega el higienista. Pero la verdad es que si el
matrimonio fuera sólo eso, no tendría más valor que cualquiera de
las drogas que se mandan a comprar en la botica de enfrente. Una
droga excelsa, si se quiere, pero nada más... Sabemos, deseamos
—sobre todo las mujeres— que los hijos vengan después de
efusiones corporales del amor. Pero nadie nos instruye sobre la
transcendencia y sobre la técnica de esta misión suprema. A los
hombres se nos da por suficientemente enterados con la experiencia de los burdeles. A las mujeres no se las dice nada para no herir
su candor. Después de casados, se supone que, roto el misterio, ya
está todo sabido. Y sólo, quizás, los días antes de la boda hay una
explicación a medias palabras; cuando no se delega toda la misión
informativa en el apóstol San Pablo, cuyos excelentes consejos,
por lo menos, debieran leerse el día mismo en que se conocen los
novios, y no delante del altar, cuando el espíritu no está para
epístolas y, sobre todo, cuando las cosas no tienen ya remedio."
(Ib., pp.28-29).
"Es, pues, preciso —concluye— que hablemos
claramente a los jóvenes aún libres de matrimonio y a los padres
y maestros que han de aleccionarlos, para que imbuyan en el
cráneo de aquéllos la gran verdad, tan sabida pero siempre
soslayada, de que el matrimonio no es una estación de término en
la vida, sino una simple estación de paso, de donde debe de
arrancar una nueva vida humana. El ideal es que este interés
altruista, el interés paternal, coincida con el interés egoista, el
conyugal. Pero no siempre ocurre así, y ésta es otra de las grandes
tragedias del matrimonio." (Ib., p.30).
"Seis años de lucha"
"En el mes de mayo de 1926 publiqué la primera
edición de mi libro Tres ensayos sobre la vida sexual —escribe en
Raíz y Decoro de España,aparecido en 1933— al que tomo, por
ser mío y sólo por esto, como punto de referencia para cronometrar
la evolución de estos aspectos trascendentales de la psicología
nacional. Seis años han trascurrido apenas, y asombra la distancia
que nos separa de entonces, cuando, en efecto, la medimos, no con
la medida cronológica, sino por el desnivel entre la actitud de los
españoles medios de entonces y los de ahora, frente a los problemas de la Eugenesia."
"En aquel libro
—continúa escribiendo—
apareció la primera estadística española acerca de la relación entre
la cantidad de hijos y la mortalidad infantil; estadística que, desde
luego, era casi una reproducción de lo que ocurre en los demás
países de contextura social semejante a la del nuestro. El hecho era
una brutal capacidad demostrativa. En las clases populares de
España, entre los obreros y las capas más bajas de la pequeña
burguesía, la mortalidad infantil pudiéramos decir que es aceptable
—si la muerte de un niño no nos causase siempre una reacción de
rebeldía— en tanto que el matrimonio no pasa de los cinco hijos.
A partir de este número, la mortalidad empieza a crecer en
proporciones atroces. Ya las familias de nueve hijos dan una
mortalidad media que se acerca al 60 por 100, y por encima de ese
número la muerte se ensaña con furia progresiva en los hogares a
medida que son más numerosos, terminando por llegar al 90 por
100 en el tipo medio de estos matrimonios ejemplares y heróicos,
aún frecuentes en nuestras clases bajas, en los que la mujer ha
concebido, alumbrado y a veces criado más de diecisiete, dieciocho o veinte criaturas."
"La reacción que esta publicación, que tuvo una
divulgación rapidísima, produjo en nosotros, —sigue aún
escribiendo Marañón— ha sido una de las más provechosas
experiencias de mi vida. Esta reacción tenía, visiblemente y desde
el principio, dos capas o estratos. Una, la más externa, de escándalo y protesta. Se tachó al libro —y a su autor— de inmoral y
disolvente. Doctos pero ligeros moralistas prohibieron su lectura.
Y no obstante, bajo esta cáscara erizada de púas se formó, al punto,
otra corriente de comprensión a la verdad —verdad no mía sino
de la vida a la que serví de intérprete—, corriente de reconocimiento de la transcendencia de un hecho monstruoso, que vivía
entre nosotros, inadvertido, alimentándose con la sangre de
millares y millares de seres inocentes: contribución tremenda de
carne humana en flor que los padres españoles pagaban y pagan
todavía al tirano más bárbaro de cuantos han azotado a la humanidad, que se llama la Ignorancia. Es justo que añada que en esta
segunda reacción de rebeldía nobilísima, ante la magnitud de la
tragedia de la maternidad española, me acompañaron no sólo las
gentes juveniles y progresistas, sino espíritus serenos de la llamada
derecha, imbuídos de sentido conservador; algunos, desde luego,
católicos militantes, incluso sacerdotes. Uno de ellos, de los más
calificados, lo proclamó así en público y con ocasión de la mayor
solemnidad" (Raíz y Decoro de España, O.C., IX, pp. 41-42).
"La reacción antisexualista"
En esas mismas fechas tuvo lugar un acontecimiento que iba a pasar a la historia mundial de la tragedia: fue la subida
de Hitler al poder en 1933. Y, por lo que concernía al campo que
nos ocupa, la generalizada persecución sistemática de la llamada
"propaganda sexualista". La quema de la biblioteca del Instituto de
Sexología de Berlín, dirigido por su admirado Magnus Hirschfeld
fue uno de esos hechos. Por ser Freud más conocido y obviamente
de mayor repercusión, hé aquí su postura y comentario.
"En estos días, los estudiantes alemanes han
quemado, en público auto de fe, los libros de Freud. Este suceso
triste y fugaz, que tanto nos ha dolido y que no será pronto
olvidado, nos induce, no obstante, a fijar nuestra posición frente a
la obra del gran psiquiatra, al que el acto inquisitorial añade nueva
categoría y nuevo motivo de eternidad.
"En la hoguera en que han ardido los volúmenes de
Freud no ha querido en realidad, aniquilarse, ni siquiera simbólicamente, su obra. El sentido del atentado es una reacción -no
desprovista, allá en lo hondo de la intención, de fundamentocontra un exceso de literatura sexual, en la que se mezcla la ciencia
con la basura, de modo tan íntimo que sólo los doctos pueden, y no
siempre, separarlas.
"El tema tiene, además, un interés nacional. Varios
escritores españoles han expresado, en efecto, su preocupación por
el creciente aumento en nuestro país de las publicaciones literarias,
pseudocientíficas y científicas, acerca de la sexualidad. "Cursos
—dicen— , conferencias, manuales científicos, ensayos, novelas,
dramas..., todo está impregnado de esta nueva modalidad del
pensamiento. Parece que no hay otro tema para los escritores: y
que nada más que esto suscita el interés de los públicos. Parece, en
suma, que en el mundo no existen más problemas que los del sexo.
Hay que atajar —concluyen— la inundación y reaccionar contra
el influjo de ese genio maléfico de nuestra época, que se llama
Freud.
"Yo no me atrevería a decir que voy a poner las
cosas en su punto; porque esto, que parece tan fácil, está siempre
fuera de nuestro alcance en toda cuestión que afecta fundamentalmente a una epóca. El hombre tiene que encaramarse en el tiempo
para ver con la necesaria perspectiva estas cuestiones de trascendencia universal y profunda. Y este pedestal hecho de tiempo
excede, por lo general, al de la duración de la vida humana. Serán,
por lo tanto, nuestros hijos, o nuestros nietos, los que vean claro en
el gran remolino de opiniones que hoy nos preocupan. Pero
nosotros tenemos también nuestro deber, que es no hablar a la
ligera de cosas que son trascendentales." (Raíz y decoro de
España, (Ib., p.69).
La reacción antisexualista, pues, que emergía por
centroeuropa, venía a coincidir con la crisis, visible ya en España,
tras la fase que sigue al hervor entusiasta de los primeros años de
la República. Por ello, las tomas de postura se hacen cada vez más
problemáticas en algunas cuestiones como ésta de la vida sexual
y sus consecuencias individuales y sociales. La "reforma sexual"
se conflictiviza hasta la crispación. Los planteamientos científicoteóricos de Marañón se vuelven más susceptibles de interpretaciones diversas —y no precisamente agradables— más aún si sus
ideas circulaban, como era el caso "más movidas por la pasión
visceral que por la sosegada razón griega" tan difíciles de combinar.
CAPITULO XXI
La nueva relación entre los sexos
Si la entonces llamada "Reforma sexual", fué
entendida mayoritariamente en clave sociopolítica, en especial por
la turbulencia de esos años —y Marañón entró en ella—, bueno
sería no olvidar el otro lado oculto de sus intereses, más inclinado
a "remover obstáculos anclados en el alma humana", es decir más
duraderos que la simple moda.
Su concepto radical de sexualidad "como valor
único, cualquiera que sea el sexo de los individuos" y "como
modelador desde las más arcanas raíces hasta las más inimaginables consecuencias del espíritu", puede explicar su obsesiva crítica
del llamado "varón tipo", lo mismo que el de "mujer tipo",
fuertemente enraízados ambos en tópicos más que en realidades
observables.
Muchos datos relativos a la construcción de la
sexualidad en ambos sexos han sido ya descritos al hablar de los
caracteres sexuales. Se trataba entonces, decíamos, de ver cómo
dichos materiales se iban colocando y repartiendo para perfilar los
dos modos dominantes —y nunca netos ni exclusivos— del
masculino y del femenino. Detalle a detalle, rasgo a rasgo, se
trataba de ver cómo se iba formando lo que caracterizaba de forma
diferencial a un hombre o a una mujer concretos: este hombre, esta
mujer.
Hay, sin embargo, modelos que se escapan a los
métodos de observación del biólogo y que son más propios del
historiador o, por resumir, del humanista. El resultado es una idea
de hombre y de mujer que, de forma general, domina en la
educación y la cultura. Se trata de los prototipos y los mitos que
necesitan un replanteamiento.
Forma, pues, éste, un capítulo que ocupó a Marañón
con reiterada frecuencia y, para concretarlo y analizarlo, recurrió
a su concepto de donjuanismo desde muy distintos puntos de vista,
pero que, curiosamente, le iban llevando poco a poco en la misma
dirección como síndrome generador. En él se unían demasiados
elementos como para abordarlos a la vez. Por eso no es de extrañar
que le encontremos extendido a lo largo de sus escritos tanto
biológicos, como históricos, sociales o clínicos.
Su diagnóstico, por momentos reiterativo —más
aún, obsesivo— le hizo perfilar la idea de un hombre nuevo y una
mujer nueva que emergían ya tras el final de "este virus, esa peste,
esa epidemia del donjuanismo y el machismo".
"La muerte de Don Juan"
"Con una cierta —leve— vanidad, suelo considerar a veces la parte que he tenido en el apogeo actual del renombre
y del deseo interpretativo del gran burlador de mujeres", escribía
en 1933, en un prólogo titulado Más sobre Don Juan, con motivo
de la obra dramática de Manuel Villaverde, estrenada en el teatro
Beatriz de Madrid el 29 de Octubre de 1932 (O.C., I, p.547).
"Don Juan —sigue escribiendo— vivía y vive en
la entraña o en la ideología de los seres humanos como una
realidad cuyo sentido no nos preocupamos de definir. Vemos pasar
a nuestro lado a los grandes y pequeños donjuanes sin preguntarnos qué hay dentro de ese nombre lleno de magia; qué representa,
en el amor, la actividad insaciable de este amador audaz, y qué
significa la caída apasionada e inexorable de sus mujeres. El
pensar en todo esto, al margen de tanta y tanta exégesis literaria,
era preciso para acabar con el maleficio del mito donjuanesco. El
mito, todo mito, se derrumba así que su peana de arcilla es
perforada por el estilete agudo de la verdad. Algunos, no muchos,
biólogos han puesto su afán últimamente en esta tarea. También
nosotros, y nos complace el ver la eficacia de nuestra acometida.
Yo creo en la muerte próxima de Don Juan. Su realidad, que todos
reconocemos, no es superior a la que tuvieron ciertas especies
animales que están en trance de extinguirse o que han desaparecido
ya, sencillamente porque se han hecho inútiles sobre la tierra.
"Contra Don Juan conspira el ambiente, al progresar
el instinto del varón, pero con más empuje y más rapidez, al
progresar el alma femenina. Toda la táctica amorosa del Don Juan
y la raíz de su existencia asienta en el postulado previo de la
inferioridad del instinto femenino, una inferioridad de acento
netamente masoquista, muy propia de las etapas incivilizadas de
la humanidad, que encuentra su satisfacción en la entrega voluntaria a aquél que nos va a hacer daño, a engañar, a desestimar y a
olvidar. La mayor revolución y la más típica de nuestro tiempo es
precisamente ésta: la conquista de la dignidad de su sexo que está
haciendo la mujer, fenómeno transcendente, mucho más que los
mayores cataclismos políticos y económicos." (Ib. p. 548)
El espejismo de Carmen
Ahora, se diría que "muerto el perro, se acabó la
rabia" y que, por lo tanto, muerto Don Juan, acabaría la agresividad que él le proporciona. O tal vez el gusto morboso, incluído el
ensañamiento, no sea sin motivo. Tampoco, por otra parte,
eliminado Don Juan, ve el camino expedito; una especie de
intermedio le hace detenerse en una figura femenina que, por
revancha, viene a ser el intento de copia del mismo burlador.
"Hay en la fauna femenina —continúa escribiendo
Marañón en este año 1933— un tipo de mujer paralelo al de Don
Juan, que es Carmen. Este nombre tiene el sentido representativo
de un equívoco tan dañino como el del propio burlador. En un libro
reciente hemos iniciado este tema que en otro lugar será desarrollado. Carmen representa la mujer ardiente e insaciable, devoradora
de hombres, como Don Juan consume, una tras otra, en su abrazo
fugitivo, a la mujer de cada una de sus noches de amor. Y así como
Don Juan, el conquistador por excelencia, no es —hemos insistido
tanto y tanto sobre ello, con varia fortuna pero con creciente
convinción— el varón arquetípico, así también no es Carmen,
contra el común sentir de las gentes, la mujer sexualmente
superada, imbuída de pura y genuína feminidad.
"Si Don Juan es conquistado y Carmen es la
conquistadora, parece que la vida de los instintos debiera automáticamente ponerlos en contacto: que Don Juan se dejase envolver en
la capacidad captante de Carmen y que ésta buscase entre los
donjuanes sus victimas. No es así, sin embargo, y se explica bien.
Don Juan conquistado por Carmen, dejaría de ser Don Juan;
porque su conquista perdería su rasgo de aventura; haría inútil su
labia desbordante, sus tretas, su deslealtad, su oro y su Ciutti: todo,
en fin, lo que da apariencia de hazaña a su propia rendición. Para
que no ocurra así, las mujeres habituales del Don Juan son todo lo
contrario: supermujeres, tímidas, casi infantiles, monjitas gazmoñas o esposas incapaces de romper un plato. Y en cuanto a
Carmen, desdeña, por las mismas razones, al conquistador:
necesita hombres trágicamente viriles, de tal virilidad que los
incapacite para la defensa... Por todo esto —concluye— Don
Juan y Carmen no se encuentran en la vida jamás" (Ib., p.548).
Las referencias a esa Carmen —es nuestra
interpretación— no están lejos de sus alusiones a un tipo de
feministas agresivas que en él siempre se sitúan como "Cármenes"
o encarnadoras de su imagen. Aunque el mismo término era, y
sigue siendo, tan amplio y ambiguo, que seguramente sea preferible precaución a este respecto.
"El nacimiento de la mujer moderna"
Pasado, pues, el espejismo, —y siguiendo la lógica
de su esquema mental de "los vasos comunicantes en que se juegan
las relaciones de los sexos"— Marañón parece no poder dejar de
testificar su resultado paralelo: el de la emancipación y la
liberación de la mujer moderna en beneficio de ambos sexos.
"En otro lugar —escribe— he expresado mi
convinción de que en esta obra de remover los obstáculos tradicionales, han de tener un papel decisivo las mujeres. Decía Oscar
Wilde que las tiranías verdaderas, las más largas y violentas, eran
las ejercidas por el débil sobre el fuerte. En el comercio de los
sexos es asimismo exacto que, a medida que la mujer está socialmente más domeñada por el sexo masculino, es éste más profundamente exclavo de la mujer. Por eso en los países como el nuestro
en que la mujer necesita con urgencia emanciparse, yo —que
dicen que soy antifeminista, y que a veces me lo llamo yo
mismo— deseo la insurrección de la mujeres, porque sé que
cuando triunfen ellas, serán los hombres los que, en realidad, se
emancipen.
"La intolerancia y la noñez de la mujer española
—sigue Marañón— es mucho mayor que la del hombre, porque
es más profunda su ignorancia. Y esta ignorancia, que la hace en
la vida material y legal medio exclava del varón, la hace también
la dueña del espíritu de éste, porque mientras más sometida, es,
biológicamente, más mujer, y está en más plena posesión de su
imperio sexual puro... Cuando la mujer se ennoblece por el
conocimiento y se emancipa, automáticamente adquiere todas las
libertades legítimas ante la vida y el derecho de que hoy gozan las
mujeres modernas. Pero pierde, automáticamente también, el
conjuro misterioso para subordinar a su deseo el espíritu viril.
Puede votar, puede salir a la calle sin permiso de su esposo, puede
hacer la competencia al hombre en la lucha por la vida; puede, en
fin, mandar materialmente sobre el pueblo desde los cargos
públicos; mas ya no mandará nunca en el hogar cerrado, sobre la
conciencia del hombre.
"Por eso —concluye— en España, donde las
mujeres intolerantes y de moral estrecha imponían su intransigencia y su pequeñez de miras al varón, que creía de buena fe que él
era el que llevaba el timón de su actuación social, al acudir, como
hoy acuden, en masa, a las escuelas y a las universidades, adquirirán la tolerancia y la amplitud ética que da el conocimiento, y sólo
él. Los hombres tendrán nuevos competidores en la vida pública;
pero serán mucho más independientes; y por los dos caminos
ganará el progreso" (Amor, conveniencia y eugenesia, Ed.Historia
nueva, Madrid, 1929, pp. 223-224).
Evolución
El paso de los años, en esas dos décadas tumultuosas, calificadas por él mismo de "auténtico giro histórico" ofrecen
en su evolución una cada vez más clara afirmación de la figura
femenina tanto en su avance personal como social. Junto a
afirmaciones cada vez más claras en esa dirección, encontramos,
también cada vez más articulada, la idea de mutua interdependen-
cia en la vida y relaciones de ambos sexos, verdadera clave y
motor de la sociedad y de la historia "en la que nada de lo que
sucede puede interpretarse si no es en relación con su actividad
sexual" (Ib., p.153).
Esta insistencia en la referencia sexual tiene para
Marañón —no es ya necesario recordarlo— un sentido radical, o
sea de raíz, que llevará al ser humano a una improntación general.
Entre un hombre y una mujer —escribirá unos años más tarde—
puede surgir o no surgir el amor carnal y podrá hablarse en sentido
"más directamente sexual"; pero, en todo caso, "acentos indirectos
de sexualidad hay siempre entre un hombre y una mujer" (Antonio
Pérez, O.C., VI, p.223).
Aunque sólo sea de paso, cabría añadir la coherencia en el uso de un lenguaje específico, con las matizaciones
propias de su pensamiento general concretado en su teoría.
CAPITULO XXII
La homosexualidad: un debate a varias bandas
En medio de estos debates del Marañón ciudadano
—o al margen de ellos, si se pueden establecer lindes, en todo caso
no fáciles— no conviene olvidar que la idea central del Marañón
científico había traído consigo un nuevo planteamiento o encuadre
conceptual de la sexualidad que no cesaba de extenderse a muy
distintos planos.
El criterio descriptivo del investigador sustituía
—en su planteamiento— al moralizador tout court o al activista
social. Y, aunque es obvio que puede moralizarse desde cualquier
planteamiento, ese nuevo enfoque o perspectiva ofrecía otras
consecuencias o, al menos, otra dinámica en el juego de las
fuerzas.
En todo caso se trataba de la aportación de unos
criterios explicativos o comprensivos del fenómeno sexual en su
génesis y desarrollo, más acordes con la ciencia que con el
acostumbrado enjuiciamiento bajo criterios de moral. Esta podía
ser, sin niguna duda, la primera novedad de la aportación, sin
menoscabo de otros añadidos o interpretaciones posteriores en la
exigencia clínica, social o educativa. El giro fundamental estaba
dado con la idea central de la diferenciación sexual.
La clave intersexual
Siguiendo su proceso, Marañón había entrado en el
otro concepto, el de la Intersexualidad. Se trataba, como ya quedó
indicado, más que de una idea nueva, de un matiz distinto de la
misma idea o de un paso más en la misma dirección iniciada. Y, si
las dificultades para el entendimiento de aquélla fueron claras, las
de éste no van a ser menores.
Señalaremos aquí una que no es la principal pero sí
tal vez la más indicativa por sus repercusiones especialmente
polémicas. Se trataba, por nombrarlo en términos genéricos, de una
invitación a despatologizar gran parte de los planteamientos
considerados como tales hasta entonces. Dicho de otro modo: se
trataba de ver como un hecho común y frecuente muchas de las
manifestaciones de la sexualidad que en general sólo eran vistas
como anomalías, perversiones, desviaciones o enfermedades. Las
consecuencias de ello, obviamente, pueden ser entrevistas como
fuertes. Tal vez sea, pues, éste el comienzo de una nueva polémica
sonada.
En realidad, como ya se anotó, la idea no era
absolutamente nueva. Havelock Ellis, Ivan Bloch, Magnus
Hirschfeld y otros —en parte Freud, más conocido del gran
público— habían escrito bastantes obras planteando esta nueva
óptica despatologizadora. Aunque la escasez de los datos de
procedencia biológica había llevado a esos autores a argumentaciones más acentuadas desde las ciencias sociales, incluyendo en ellas
la psicología, la antropología y la historia.
La novedad de Marañón, pues, aparte de la
aportación de nuevos elementos, era la de haber centrado su
edificio conceptual para este planteamiento en la intersexualidad
sobre los datos nuevos de la biología.
Aún así, el recurso a estos autores no es nada
tangencial como lo prueban algunos datos: A Hirschfeld le cita
abundamtemente en su libro de Los estados Intersexuales, aparte
de su correspondencia personal con él. En cuanto a Bloch, él fué
su introductor en España prologando en 1925 su obra La vida
sexual contemporánea (Ed.Internacional, Madrid, 1924), lo
mismo que sucederá con La vida sexual de los salvajes de
Malinowski (Ed. Morata, Madrid, 1932). En cuanto a los escritos
de Ellis, son una fuente constante entre sus citas en toda su obra.
Por lo que se refiere a su seguimiento de Freud es también un
hecho conocido, sin obviar una confrontación crítica en algunos
puntos claves.
En consonancia, pues, con ellos, nada le impide ir
en su misma dirección y desde su óptica biológica que es la que
específicamente desarrolla. Y es desde ella desde la que sus
afirmaciones no dejan ninguna duda. "Tengo que decir desde ahora
—había escrito— que los estados intersexuales no son estados de
perversión, de anormalidad monstruosa o pecaminosa del instinto,
tal como muchos parecen interpretar esta vasta y reciente rama de
los conocimientos biológicos. La intersexualidad —subraya— es
un elemento de la normalidad sexual actual, y su conocimiento
uno de los puntos de partida de la normalidad futura. Las
anormalidades sexuales —la homosexualidad principalmente—
constituyen tan sólo un capítulo aislado en la larga serie de los que
forman este estudio. Casi todos los seres humanos están tocados,
en mayor o menor grado, de una sombra de intersexualismo, sin
detrimento de su normalidad sexual" (Los estados intersexuales,
p.X).
El test de la homosexualidad
Pero, frente a las constantes afirmaciones o intentos
de demostraciones en el plano de la experimentación científica, la
explicación sobre la homosexualidad se alzaba como un test social,
o sea como una de las pruebas más duras. El hecho de que ésta se
encontrara —y se encuentre— viva en la sociedad y no sea
clínicamente demarcable como otras variantes de la intersexualidad, contribuía a una exigencia de precisiones más claras y
definidas, que obviamente sobrepasaban tanto al científico como
al profesional para conectar directamente con el debate social.
Todo ello constituía un problema de mayor envergadura —por su
amplitud— de lo que podría parecer a simple vista.
En ese encuadre, Marañón afirma su entendimiento
de la homosexualidad como estado intersexual, segmento, grado,
fase, etc. de un proceso en el que, en lugar de primar la misma
homosexualidad como problema, acentúa su carácter de matiz
dentro del continuo general, objeto de su interés. En otros términos, si en dicho continuo la masculinidad y la feminidad son
categorías, la homosexualidad y la heterosexualidad podrían ser
anécdotas. Y, dice él, lo principal no debe distraer de lo accesorio.
Si lo principal es investigar cómo se hace un hombre o una mujer
—diríamos hoy en nuestros términos— todo puede ser más
esclarecido partiendo de este continuo referencial.
Esto equivalía a sacar a la homosexualidad de la
categoría de problema para verla como un estado intersexual, uno
más de los muchos estudiados. Sin duda este planteamiento era
teórico y quicial, pero también tenía el riesgo de no ser entendido
desde el nivel planteado. La dificultad, pues, consistía en querer
llevar una sensibilidad nueva hacia un planteamiento distinto del
que pudieran extraerse unas consecuencias prácticas distintas a la
hora de hacer inteligible un hecho excesivamente polarizado como
morboso.
Si Marañón estaba descubriendo un filón de gran
utilidad, el problema se planteaba más bien desde el punto de vista
didáctico o pedagógico, o, si se prefiere, estratégico, en su diálogo
con el público. Y —no es necesario insistir— el ambiente no era
propicio para las ideas, aunque fueran innovadoras, —incluso por
ello— sino para los hechos y las reformas inmediatas. Y más para
la polémica de posturas previas que para los matices ante un objeto
de estudio.
La situación de Marañón, pues, ya de por sí
polémica y controvertida por otros focos de interés, seguirá
nadando entre estas corrientes distintas y tratando de conjuntar
demasiados detalles entre ellas. Tal vez sea eso lo que hará que la
idea primera, en lugar de salir cada vez más neta, termine por ser
desdibujada no sólo en su transmisión sino incluso en su mismo
planteamiento.
Tras sus obras ya citadas, en varios textos se ve
empujado a insistir y a explicarse directamente sobre la homosexualidad abordada como debate específico.
"Más difícil todavía"
En Julio de 1929 —recién aparecido su libro sobre
Los estados intersexuales— escribe el prólogo a la segunda
edición de El Angel de Sodoma de Hernández Catá que, en la
primera, había provocado un escándalo general. Con tal motivo
recapitula su pensamiento y aclara su posición favorable a la
tolerancia y al conocimiento más que a la condena fácil. Pero el
marco de su texto, como prólogo a una novela, le lleva a centrarse
en la imagen social del homosexual y en la enorme dificultad de
lograr una idea precisa del hecho, razón de más para no ejuiciar tan
a la ligera.
En Septiembre del mismo año escribe un nuevo
prólogo, esta vez más polemico y comprometido, puesto que se
trata de la histórica y consagrada obra de André Gide, más que
escandalosa, vitanda, como era su Corydon. Si El Angel de
Sodoma había provocado un escándalo local, el Corydon tenía la
aureola de un prestigio internacional; y ofrecía otra característica:
aparte de la homosexualidad conocida y reconocida de su autor, el
libro no era exactamente una obra de ficción sino de discusión
sobre los principales argumentos que la ciencia y la moral venían
empleando con el objetivo de desacreditar lo que para Gide no sólo
era visto como un defecto, ni un vicio, ni una enfermedad, sino
como un auténtico privilegio de personalidades elegidas.
El prólogo que le habían solicitado a Marañón, para
la edición castellana, era un auténtico reto demasiado evidente. Tal
vez fueron estas características las que llevaron al ya controvertido
prologuista a optar por un género distinto a todos los otros
prólogos. Mimetizándose, pues, con la obra de Gide, escrita en
clave de diálogo socrático, lo que él hizo fue, como su mismo
título indica, un Diálogo antisocrático sobre Corydon.
Quizás sea éste uno de los textos en que el Marañón
científico y clínico, confrontado con el humanista y hombre de la
calle, revela contradicciones imposibles de casar. Mi amigo Angel
Oroz no duda en afirmar a este respecto, entre la matización
comprensible y la no excluída crítica severa: "Marañón no pudo,
no supo o no quiso extraer todas las consecuencias positivas de su
teoría biológica de la sexualidad debido al estrecho marco social,
moral y religioso de su época" (La concepción del sexo y la
sexualidad en G.Marañón, Documetnación interna del In.Ci.Sex.,
Madrid, 1988, p.11).
Por tercera vez en ese año 1929 —ya por tantos
motivos, fecundo— escribe directamente sobre la homosexualidad. Se trata de un artículo titulado La homosexualidad como
estado intersexual, aparecido en el nº57 de la Revista Médica de
Chile. En él, aprovechando un marco claro y definido como es el
público médico, afronta el problema con la claridad del especialista y, por lo tanto, con más decisión y coherencia, dentro del sesgo
propio de la clínica.
Y, por fin, aparte de otros de menor relevancia,
podemos leer un nuevo texto con fecha del 10 de Septiembre de
1936 —iniciada ya la guerra— aunque aparecerá más tarde, como
prólogo al libro de L.Ribeiro, Homosexualidad y endocrinología
(Ed. Alvés, Río de Janeiro, 1938). Su título no admite escapatoria
como científico: Mi concepto biológico de la homosexualidad.
(O.C., I, pp.169-178).
Una pregunta sin respuesta
Esta trayectoria de enfoques o explicaciones a
varias bandas, dadas las distintas implicaciones del hecho homosexual, no podía estar exenta de controversia, ya que muy pocos
seguían todas, con los ineludibles solapamientos entre ellas. Pero
para componer la idea global que Marañón iba construyendo, o
trataba de construir, en torno a este problema polémico, faltaban
bastantes datos en un cuadro más deseado que real en torno a los
conocimientos científicos.
La mayor intriga de Marañón a propósito de la
homosexualidad es, sin lugar a dudas, la de su origen. En el
ambiente científico de la época, asumida o no la actitud de
tolerancia, la discusión se centraba en explicar cómo un hombre o
mujer se hacen homosexuales. Iba en la misma dirección de su
propia teoría cuya base radicaba en explicar cómo se hace un
hombre y cómo se hace una mujer, o sea, un masculino y un
femenino en la ya comentada linea de la diferenciación sexual. Se
trataba, pues, de responder, dentro de estos conceptos más amplios,
a otros conceptos más concretos.
Las respuestas que circulaban iban en dos grandes
direcciones: Para unos se trataba de una cuestión congénita,
orgánica, etc.; para otros era un producto de la educación y el
ambiente. Entre ambos, la teoría de Marañón ofrecía novedades en
base a la idea de diferenciación sexual e intersexualidad por la vía
de los caracteres sexuales.
Por ello, frente a la excesiva polarización de los
autores en una u otra posición —organicistas o psicologicistas,
para entendernos— la hipótesis de la homosexualidad como
estado intersexual era afirmada por Marañón como un producto
complejo y combinado, es decir, lleno de matices; lo contrario a
una respuesta simplista. Pero hay no obstante una obstinación
patente en la contínua y reiterada persistencia de esta hipótesis. Y
es que, a pesar de que los datos endocrinos no ofrecían ninguna
aportación específica para hablar de un origen hormonal en la
cuestión de la homosexualidad, Marañón, aun sin pruebas, sigue
manteniendo la exigencia de "un elemento orgánico y no sólo
funcional" como clave explicativa, si no total, al menos condicionante; incluso más —ya que no encuentra otra causa evidente—
como predisposición.
No deja de resultar intrigante esta insistencia que va
desde los primeros escritos y sobre todo en su obra cumbre de
1930 hasta las últimas referencias de sus trabajos. Es lo que se ha
conocido como "su hipótesis hormonal", impossible de entender
—incluso dificil de aceptar— puesto que habría que dejar pasar
varias décadas para que pudiera avanzarse con las investigaciones
en torno a la diferenciación sexual cerebral y más concretamente
centradas en el período fetal. Visto desde hoy, sí podemos entender
el sentido de la búsqueda de Marañón así como su imposibilidad
de encontrar un resultado, aunque sólo fuera por las limitaciones
de carácter tecnológico en la misma investigación.
En su artículo Intersexualidad histológica e
intersexualidad química, ya citado, de 1931, había rayado, de
forma obstinada, con esos datos. No obstante su búsqueda se
centraba en adultos y la clave estaba mucho antes, o sea en el
embrión. Dörner y otros autores serían sus confirmadores, no sin
reavivar las conocidas polémicas y lejos de pruebas llamadas
definitivas. Pero todo esto sucedería después de la muerte de
Marañón y no es la cuestión que aquí nos ocupa.
CAPITULO XXIII
El historiador de vidas marcadas por el sexo
Algunos biógrafos de Marañón han señalado con
ironía que éste, no contento con tener entre sus pacientes a "la flor
y la nata de la sociedad de su época" termina por dirigirse al
pasado en busca de personajes más célebres.
Su faceta de historiador de vidas creará —como es
sabido— un estilo particular y propio. Pero lo interesante, a
efectos de lo que aquí nos ocupa, es ver qué clase de historias
busca para investigarlas y a qué le conducen sus trabajos. En
efecto, si la idea de evolución biológica ha sido, hasta el momento,
una preocupación constante, lo que parece interesarle del pasado
es la búsqueda de historias biográficas; dos hilos de la misma
realidad que, como en un damasquinado toledano, tratará de
conjugar e ir tejiendo.
No creo que sea desacertado —en todo caso ésa ha
sido nuestra percepción— afirmar que esos distintos hilos giran en
torno a una misma preocupación o eje de interés: el ser humano en
el tiempo o, por utilizar el título de uno de sus libros aparecido en
1932, Vida e historia. Se trata, en definitiva, de biografiar la vida
biológica, unida a la historia humana. Es lo que llamará biografía
biológica "procurando siempre recomponer la fuente humana de
donde los hechos brotan" (Discurso de ingreso en la Real Academia de la Historia, 1936; O.C., II, p.139).
La vida de hombres y mujeres
Sobre este fondo hay dos figuras que sobresalen de
continuo: el hombre como hombre y la mujer como mujer, ambos
con sus problemas particulares y ambos también con sus problemas entre ellos. Eso es, en definitiva, lo que Marañón señala
cuando habla de "sus vidas marcadas por el sexo". Los historiadores han solido resaltar que, en torno a 1930, Marañón entró en su
campo. El primer estudio significativo, a este respecto, es su
Ensayo biológico sobre Enrique IV de Castilla y su tiempo,
aparecido en ese año, ya, por otra parte, conocido por La evolución
de la sexualidad. Al año siguiente a la aparición de este estudio
sobre el célebre impotente sexual —el más famoso de nuestra
historia— Marañón publica en la Revista de Occidente (Diciembre, 1931), sus Notas introductorias a Amiel, otro personaje
"dominado por la timidez sexual", para aparecer a los pocos meses,
su volumen Amiel (ed. Espasa Calpe, Madrid, 1932) como estudio
sobre el extraño e intrigante profesor de Ginebra.
Pero, poco antes del estudio sobre Enrique IV,
había publicado su Historia clínica del caballero Casanova en la
Revista Sagitario (Diciembre, 1927, Santiago de Chile). Y no
puede olvidarse que esta historia —y todo su conjunto— va unida
a sus primeros escritos, ya aludidos, sobre la figura de Don Juan,
iniciados en 1924 —en la Revista de Occidente, como ya quedó
anotado— y tras los cuales estuvo siempre en su intención una
obra más en profundidad, incluso anunciada como "de próxima
aparición", aunque sólo sería concluida mucho más tarde, es decir
durante su estancia en París; concretamente en 1938.
Estos personajes de la historia aparecen en la vida
de Marañón precisamente al hilo de sus trabajos ya vistos sobre la
sexualidad y es durante esos años —y de forma paralela—
cuando entra de lleno en su faceta como historiador, con la
intención —señala— de "aplicar a la historia los mismos métodos
de la investigación biológica".
Aunque su notoriedad como historiador consagrado
adquiera, pues, un horizonte de amplitud reconocida, de lo que no
cabe ninguna duda es de que una serie de personajes y ambientes
fueron reconstruidos por él con la expresa intención de buscar
hilos secretos o claves que encuentra en una vida sexual estructurada de forma conflictiva.
De ellos pueden ser ejemplos reveladores Enrique
IV o Amiel. Otros dan la impresión de ser más difusos, o al menos
no tan claros. Lo mismo puede decirse de Don Juan, tanto en la
historia como en la leyenda. En otros, más desbordantes, como
Tiberio, el Conde Duque de Olivares o Antonio Pérez, si bien no
son trabajados con el "ojo clínico" de los anteriores, quizá sea más
clara su contínua inquietud por la recreación de las relaciones entre
los sexos y sus conflictos como raíz esencial de futuros acontecimientos, que han solido ser interpretados con otras claves más
externas.
continuación.
De algunos de esos personajes nos ocupamos a
El caso de Don Enrique
El Ensayo biológico sobre Enrique IV de Castilla
y su tiempo (Mundo Latino, Madrid, 1930) es el primero en el que
Marañón se atreve a entrar en las honduras de los documentos
históricos, aunque consciente de que "su contribución a la historia
pueda ser vista como una intromisión". Tal vez por ello, no deje
de recurrir a "su verdad biológica, siempre por delante", para lo
que le guía que es elaborar una "biografía biológica", género nuevo
que todos le reconocen. Los historiadores, si hemos de creer a los
críticos, no dejaron de estarle agradecidos.
Entre el dato, pues, biológico y el histórico lo que
más preocupa a Marañón, en este caso, es la elaboración del
diagnóstico —y no sólo del retrato— morfológico. "Se trata
—escribe sobre Don Enrique— de un displásico eunucoide con
reacción acromegálica, según la nomenclatura actual" (Ib., p.68).
"Quiero llamar, sin embargo la atención —añade en una nota
repleta de referencias clínicas— sobre el hecho de que no califico
a Don Enrique de eunucoide, sino de afecto a una displasia
eunucoide, esto es, de una modalidad no francamente patológica
sino más bien de un estado constitucional y hereditario, calcado
sobre el estado eunucoide, pero más próximo a la normalidad" (Ib.,
nota 87).
"Por lo que hace a la vida sexual, los hombres como
Don Enrique, de tendencia eunucoide y gigantesca, y de formas,
por lo tanto, desmesuradas, son extremadamente propensos a
padecer perturbaciones profundas del instinto... Débese la sexualidad vacilante de estos seres a motivos complejos." ( Ib., p.72)
Entre ellos enumera una serie de hipótesis tanto de tipo orgánico
como psíquico y social con vistas a un diseño de "su conciencia del
reflejo erótico" en dificultad, dato que, visto hoy, puede revelar un
planteamiento tan lejano del simplismo como repleto de matices.
Algunos de los rasgos físicos más logrados en su
descripción son las "manos hipogenitales" sobre lo que Marañón
había publicado una temprana contribución monográfica hacía
bastantes años. De la misma forma son de importancia los "gestos
de exhibicionismo erótico" como compensaciones de su constitutiva "timidez sexual". Y en cuanto a los rasgos de homosexualidad
a los que el vulgo —cristalizado en las célebres Coplas de Mingo
Revulgo y en las de El Provincial— era tan proclive con toda
clase de sarcasmos y chirigotas, Marañón no duda en trazar un
cuadro general para el entendimiento de los "indicios", tan
frecuentes en la época en la que, "según frase de Maquiavelo, un
mismo hombre quitaba, cuando era adolescente, a las mujeres sus
maridos, y después, en la madurez, a los maridos sus mujeres."(Ib.,
p.94).
El núcleo central, sin embargo, es decir la relativa
impotencia sexual del último Trastámara, es estudiado, analizado
y evaluado para concluir con una indulgencia ya conocida frente
a la frialdad de los datos. Ello hace que el personaje —y la
época— se nos vuelva más humano tras su estudio, sin olvidar los
crudos detalles "o modalidades del carácter y de su vida sexual,
que tanto influyeron en los destinos de España" (Ib., p.80)
Esa "piedad clínica" del Marañón médico metido a
historiador —ya que tras el diagnóstico no puede estabecer el
tratamiento— parece empujarle a una "rehabilitación histórica",
en la que, de paso, incluye a la "infeliz Doña Juana —la triste
Reina— su segunda esposa, a la que todos los historiadores
condenan por liviana, y nadie regatea un ápice de responsabilidad
en aquel caos con que termina la Edad Media en España" (Ib.
p.102).
"Podemos imaginarnos —escribe a este propósito—
la tempestad de murmuraciones, sobresaltos hipócritas y aspavientos que provocaría en una Corte tam gazmoña la alegre desenvoltura de esta Reina extranjera, de apenas quince años, rodeada de
damas parejas a su señora en las gracias y la juventud. Y podemos
imaginarnos también el sufrimiento de pájaro enjaulado de la
pobre señora, unida al ser abominable que antes hemos descrito,
tosco, feo, maloliente y adornado de rarezas y vicios indeseables"
(Ib., p.105).
"Mi Amiel"
Continuando con la centralidad de la vida sexual,
escribe Marañón en los comienzos de su estudio sobre Amiel
(Espasa Calpe, Madrid, 1932) :"Freud dice en uno de sus ensayos
(Eine Kindheiserinnerug des Leonardo da Vinci in Schriften zur
angw, Seelenlkunde, 1910, 7): Si una biografía pretende penetrar
hasta lo más hondo de la vida psíquica del héroe, no puede pasar
en silencio —como casi siempre ocurre, por discreción o por
mojigatería— las características sexuales del biografiado" (Ib.,
p.45).
"La sexualidad —anota el propio Amiel en su
Diario, el 25 de febrero de 1861— ha sido mi Némesis y mi
suplicio desde la infancia. Mi timidez extraordinaria, mi rubor ante
las mujeres, mis violentos deseos, los ardores de la imaginación,
las malas lecturas en la primera adolescencia y, finalmente, la
desproporción eterna entre la vida real y la vida soñada; la funesta
tendencia a separarme de los gustos, de las pasiones, de las
costumbres de las gentes de mi edad y de mi sexo; el fatal atractivo
que he ejercido entre los corazones delicados y tiernos: todo esto
deriva de la verguenza primitiva, de la idealización del fruto
prohibiido; en suma de una falsa noción de la sexualidad. Me ha
impedido ser un hombre e indirectamente ha truncado mi carrera"
(Amiel, Journal Intime, I, p.143; cit. por Marañón, Ib., p.117).
Por ello el libro de Marañón es una historia clínica
—ejemplarizante o paradigmática, habría que añadir— sobre "un
caso de timidez sexual", como forma máxima de superdiferenciación del instinto. Y, por ello mismo, de la personalidad de un
hombre —o más bien de un varón— incapacitado para amar. Las
dos categorías de tímidos, el inferior y el superior, se encuentran
frente a la prueba definitiva: la mujer. Y ante ella, el tímido
auténtico, el inferior, esquiva y rehuye su encuentro o presencia;
el otro, el tímido superior, es decir, el muy diferenciado —que es
el caso de Amiel— busca constantemente a la mujer porque la
necesita con imperiosidad, pero teme su conquista por supervaloración. Imposible no hacer referencia aquí a Don Juan por su
parecido aunque en su reverso. Ambos van siempre de la mano en
los análisis de Marañón.
Pero, siguiendo con Amiel,"toda su vida, desde que
escribió el Incipit Vita Nova de su conciencia hasta que murió a los
sesenta años, con la terrible lucidez de los cardíacos, podría
definirse como un viaje doloroso, inacabable y sin objeto, en torno
a su sexo" (Ib., p.93). "Me atrevo a afirmar —contínua— que, por
lo menos, la mitad de los hombres han visto algunas épocas de su
vida turbadas por este mal; y que en una cuarta parte de ellos, la
persistencia crónica del sentimiento de incapacidad es la causa
recóndita de fracasos, extravagancias y tragedias en apariencia
inexplicables. Enfermedad singularmente dañina, porque quien la
padece la lleva oculta casi siempre, bajo una máscara de normalidad, afanosamente fingida, que dificulta su diagnóstico y su
remedio" (Ib., p.93).
"Así veo yo a Amiel —concluye el autor—. He
querido sólo, a propósito del profesor de estética ginebrino, definir
esta forma de fundirse con la otra, con la que es expresión de una
inferioridad auténtica; o con otros estados de la vida instintiva más
lejanos aún, como el donjuanismo o la homosexualidad. En lugar
de referirme, como pauta, a mis propios enfermos —en lugar de
hablar de don X X, de tantos años, de tal ciudad, con tales
antecedentes, síntomas y reacciones— he preferido servirme de
este ejemplo, excelso por su valor arquetípico, y, sobre todo,
porque ninguno de los hombres que vienen a contarnos sus cuitas
sentimentales y eróticas ha abierto nunca sus escondites amorosos
con la plenitud heroica, con la prolijidad casi monstruosa y con la
falta de prejuicios de Enrique Federico Amiel" (Ib., p.223).
Las mujeres del Conde Duque
Elegido miembro de la Real Academia de la
Historia en 1936, Marañón dedica su Discurso de Ingreso del día
20 de Junio a Las mujeres del Conde-Duque, como extracto de su
obra monográfica sobre Olivares. "Suélese, al hablar de los
personajes históricos —escribe— cometer el error de localizar la
influencia que todos reconocen, de la mujer, en sus amantes. La
nariz, ya tópica de Cleopatra pende, con su fino perfil de espada,
sobre la vida de todo gran hombre" (O.C., II,p.141).
Señalado el tópico manido, Marañón quiere cambiar
esa manera de ver la historia como había cambiado antes la manera
de plantearse la sexualidad, sacándola de la morbosidad y llevándola a la vida cotidiana. Por eso, en las relaciones de los sexos
—es decir de hombres con mujeres y de mujeres con hombres—
empieza con la enumeración de figuras femeninas: "La de la
madre, la de la hermana, la de la hija; la de esa amiga con la que
nos une un amor sin deseo, aunque quizá no exento de un eco
remoto, matizado de respeto y de renunciación, de la vivencia
sexual; la de la mujer que nos odia; y a veces —y con cuánta
violencia— la de la mujer que no existe, la que hubiéramos
deseado conocer y amar y no pasó jamás a nuestro lado, dejando,
sin embargo, en nuestra vida, la huella de sus pasos invisibles con
más vigor que la de las más tangibles realidades". (O.C., II, p.141)
Por no salir del ejemplo de este personaje, hé aquí
la nómina de mujeres de su vida: "Su abuela paterna, su madre, su
mujer y su hija; las tres hermanas inquietas; las amantes de la
juventud; y, finalmente, el escuadrón de las enemigas: la reina
Isabel, la infanta María, la duquesa de Mantua y la nodriza del rey,
Doña Isabel de Guevarra; y, sobre todo, la menos considerada en
este aspecto por los historiadores, Sor María de Jesús, la monja de
Agreda. Haré de cada una de ellas una semblanza breve -se
propone Marañón en su Discurso Académico- remitiendo para su
estudio más completo al libro, del cual son estas páginas , hojas
arrancadas y resumidas" (O.C., II, pp.141-142).
Lo que nos parece importante indicar con estos
datos es que Marañón —en la línea de lo que venimos planteando— , da una importancia tan capital y central a las relaciones de
los sexos que, de hecho, no es sólo que las convierta en claves para
entender al personaje sino que el personaje mismo —masculino
aquí— no es concebible sin el elemento femenino, como en otras
ocasiones su viceversa. O, dicho de otro modo, eso es lo que hace
a sus estudios históricos continuadores de sus estudios biológicos:
estudiar el masculino y el femenino en su relación y sus resultados.
En unos acentúa más la vida como biología, en otros como
biografía. La relacion entre los sexos es tomada en ambos de
forma radical, o sea en su raíz.
Aquí hemos anotado el perfil de las mujeres. Más
adelante, siguiendo esta trayectoria, volveremos sobre sus
hombres, datos que él, aunque estudiados ahora, reencontrará más
tarde, al hablar de sus históricos donjuanes.
Tiberio: ¿Otro impotente?
En Tiberio (Espasa-Calpe, Buenos Aires, 1939)
Marañón reconstruye el escenario de la lejana Roma del siglo I
antes y después de Cristo, para situar la historia de "un resentido".
Es un trabajo empezado después de haber terminado el de Olivares
y que concluirá, ya en el exilio, en 1939. Pero ya que estamos en
este capítulo dedicado al historiador de vidas marcadas por el sexo,
adelantaremos, por esta vez, los acontecimientos.
Si toda la obra lleva el hilo conductor del estudio
del resentimiento, la causa, para el autor, no es otra que "su vida
sexual profundamente desgraciada". Ese es "uno de los orígenes
más caudalosos de su misantropía y su resentimiento" (Tiberio,
O.C., VII, p.37). En su vida sexual individual y en las relaciones
con el otro sexo fija Marañón "el cuadro de su etiología": Una
infancia basada en la tragedia de las pendencias conyugales y
extraconyugales de sus padres, con "sus rompecabezas matrimoniales", en los que nace y crece para, luego, joven y adulto, verlos
multiplicados con creces en la experiencia de su propia vida.
Marido burlado y bandonado de Vipsania, su
primera esposa, Tiberio se enfrenta a la segunda, Julia, "esa
insaciable mujer, que, de no haber tenido tan cerca a Mesalina,
habría pasado a la historia como representante insuperable del
delirio sexual...Vivió esta mujer —sigue escribiendo Marañón—
uno de esos momentos difíciles de las sociedades decadentes, en
que hay una brusca y peligrosa transición entre el rigor de lo
tradicional y la audacia de lo moderno. Los escritores de la época,
como Ovidio, nos dan una idea de lo que era el libertinaje que
invadía Roma y lo corroboran los reiterados intentos de contenerle
por medio de severas leyes y sanciones en los reinados de Augusto
y Tiberio. La puritana Livia representaba en este conflicto la
tradición, y Julia, la modernidad innovadora" (Ib., p.44).
La hipótesis de que Julia, en carta a su padre y en
comentarios con la interminable cadena de sus amantes, definiera
detalles nada elogiosos sobre las insatisfactorias relaciones
carnales con su esposo, más que ser interpretada como que Tiberio
tenía gustos extraños hasta el exceso, lleva a Marañón a la
afirmación de un simple y anodino defecto: su incapacidad,
confirmada por otra parte a través de un cúmulo de detalles.
"Todo lo que sabemos de él —continúa—
confirma la sospecha que para mí no lo es sino certidumbre. Es
indudable que este hombre misterioso era un casto; y como no lo
era por virtud, lo era por necesidad, es decir por timidez; diagnóstico que tan bien cuadra a su psicología melancólica y concentrada.
Es éste uno de los puntos que conviene aclarar en la vida psicológica de Tiberio, tan parecido en esto a otros tiranos de la Historia"
(Ib., p.46).
La versión tradicional y fácil de un Tiberio
eróticamente desenfrenado, especialmente en su adultez y senectud, muy en la línea de los tópicos relativos al ambiente disoluto
de la época, es substituída por Marañón nada menos que por el
polo opuesto. Las leyendas de sus orgías son desmontadas para
dejar, escueta y dura, "la verdadera tragedia de un hombre marcado
por la conflictividad interiorizada de su sexo". "Los monstruos
—afirma— son raros; los tímidos e impotentes, numerosos; y el
historiador de la vida de los hombres, entre las dos hipótesis debe
elegir, no la más divertida para el lector, sino la que tenga más
probabilidades humanas de ser cierta" (Ib., p.49).
De la acumulación de hechos y de los síntomas
recogidos en el entramado general, Marañón no duda en afirmar
que "Tiberio fue un tímido sexual y, quizá, desde jóven, un
impotente" (Ib., p.51). Precisamente por ello es más explicable "su
capacidad de venganza fría, gestada lentamente, contra quienes le
ofendieron" que sus "inventadas, más que probadas, monstruosidades eróticas de Capri".
Y quienes le ofendieron de la manera más fuerte, no
es ya necesario decirlo; fueron precisamente las mujeres; una lista
larga con nombres muy concretos, también ellas —como los
hombres— marcadas por su propio sexo y, como tales, descritas y
analizadas.
CAPITULO XXIV
París, 1937 : Revisión en el exilio
Marañón empieza su exilio en París, donde llega,
como otros intelectuales de la República, en Noviembre de 1936,
es decir unos meses después del comienzo de la Guerra Civil. El
ritmo de los debates y polémicas científicas sobre la sexualidad se
dirían sobrepasados por problemas de otra índole, al menos en
apariencia.
Sus buenas relaciones con el país vecino allanan
algunos obstáculos propios de esta nueva fase de su vida. El era
Doctor honoris causa por la Sorbona y Miembro del Institut,
aparte de otros méritos como Caballero de la Legión de Honor de
Francia, título concedido "por sus contribuciones científicas". En
este contexto varios hospitales le ofrecen su invitación tanto para
la consulta como para las lecciones clínicas; la demanda de cursos
y conferencias se suceden. Con ello lo que constituía un gran corte
en su vida se convierte en ocasión de nuevos alicientes. De esa
forma el año 1937 puede figurar en su vida como uno de los
grandes hitos de su producción en varios flancos, aunque aquí
—como queda dicho— sólo nos ocuparemos de uno de ellos.
La síntesis
En ese París de 1937 escribe uno de los artículos
más concentrados y conceptualmente privilegiados de su producción científica que pasará luego a las antologías del siglo XX. Se
trata de su Revisión del concepto de la evolución de la sexuali-
dad(O.C., III, pp.445-460), texto síntesis del debate producido en
los últimos años, tras la aparición de La evolución de la sexualidad
en 1930 y, especialmente, tras las sucesivas traducciones a otros
idiomas: en 1931 al francés, en 1932 al inglés, en 1934 al italiano,
etc. "He ido anotando —escribe— los hechos y los comentarios
nuevos, nacidos estos, ya de la coincidencia, ya de la controversia
con los otros investigadores; y ahora creo útil hacer una síntesis..."
(O.C., III, p.445). "Nuestras ideas sobre la evolución de la
sexualidad
—continúa— reposan sobre estos dos hechos
fundamentales: a) La sexualidad es un valor único, bipotencial, en
el ser vivo, cualquiera que sea su sexo. En el transcurso del
desarrollo, uno de los dos sexos se desarolla y el otro queda
inhibido, sin que los estigmas físicos y funcionales de este sexo
accesorio se extingan por completo, y sin que desparezca la
posibilidad de que en un momento determinado de la vida puedan
adquirir nuevo auge. b) Estas dos sexualidades, que llamaremos
principal y accesoria, evolucionan en cada ser vivo y no sólo la
principal; es decir, que la evolución de la sexualidad, en cada
organismo, es en realidad una doble evolución de las dos sexualidades, masculina y femenina; o más exactamente: la evolución de
las dos fases de la misma sexualidad" (Ib., pp.445-446).
"Esta intersexualidad somática y química —subrayará más adelante— no autoriza a poner en duda, como quieren
algunos, el hecho de la radical diferenciación de los sexos" (Ib.,
p.454).
Con este texto —claro, preciso, documentado y
conclusivo— se podría decir que Marañón quiere cerrar la etapa
científica y conceptual de la época dedicada a la exposición y
debate de lo que ya todos conocen como su teoría de la sexualidad.
Si bien una parte de ella (la correspondiente a la afirmación bajo
el epígrafe a) ha sido generalmente admitida sin especiales
dificultades, él mismo admite que "el segundo punto —la doble
evolución de las dos sexualidades— ha sido acogido con cierta
resistencia por parte de investigadores y sexólogos" (Ib., p.448),
resistencia que, en su escrito, trata de vencer con nuevos datos y
aportaciones, para cerrar definitivamente esta etapa de su vida.
Porque, de hecho, así fue. Puede decirse que desde
1915, fecha del primer texto substantivo, hasta 1937, culmina un
período de veintidos años de producción. A partir de ahora —en
esta área del conocimiento— sus escritos tendrán un nuevo tono.
En nuestra opinión este tono podría resumirse en un distanciamien-
to de los hechos y los datos del científico para aflorar y tomar su
relevo el humanista.
Pasos siguientes
Ello podría expresarse —para no traicionar su
coherencia— de esta forma: Como indicábamos en un capítulo
anterior, es un momento en el que, distanciado cada vez más del
estudio de los caracteres sexuales primarios, sin abandonar su
esquema de trabajo, su dedicación se centrará más en los caracteres sexuales secundarios, ámbito más propenso a la reflexión
cultural y humanista que a la observación del naturalista, aunque
sin perder de vista la raíz de ésta.
No era la primera vez que abordaba dichos caracteres sexuales secundarios. Por ejemplo, hacía años que había escrito
un ensayo titulado Sobre el significado sexual del cabello y el vello
humano, de 1928 (O.C., IV, pp.149-164). Pero será ahora cuando
se dedicará más de lleno a fenómenos como la seducción, la
coquetería, la moda, el adorno, etc., siempre con el mismo sentido
diferencial y diferenciador.
A partir de esta fecha encontraremos con frecuencia
conexiones indicadoras de este paso. Hé aquí una de este mismo
año: "En nuestros estudios sobre la vida sexual, sobre el trabajo y
el deporte o el juego, como funciones biológicas, hemos hecho
repetidas alusiones a otros caracteres o funciones de las que
pueden ser representativas el vestido y el adorno, etc. Hoy vamos
a insistir sobre ello y a intentar situarles en su categoría vital"
(Psicología del vestido y el adorno,1937; O.C., IX, p.170). Esta
categoría vital, como engarce de unos caracteres con otros es
claramente el esquema general de referencia.
En este sentido, el conjunto de caracteres sexuales
secundarios —dentro de los cuales la lista no suele tener fin—
forma parte esencial de la misma idea de diferenciación sexual. De
hecho, cualquiera puede contabilizar el número de veces que la
expresión misma es usada, incluso hasta la reiteración, dato que no
es simplemente curioso o anecdótico sino el nexo lógico en el que
el autor sitúa el cuadro de su planteamiento. Se trata siempre de la
diferenciación e individualización por la misma vía radical, es
decir la sexual, que es la idea que le ocupa .
En ese mismo contexto —y tiempo— en que
redactó su Psicología del vestido y del adorno, escribe también
—a continuación— otro ensayo titulado Psicología del gesto,
incluído luego para su publicación en el volumen titulado Ensayos
liberales (Colec. Austral, Espasa Calpe, Madrid, 1946, pp.13-70).
En él, aunque con disgresiones muy diversas, vuelven los mismos
núcleos temáticos centrales.
Es muy posible que algunos de estos ensayos
puedan ser tomados como superficiales o fundados sólo en meras
apreciaciones subjetivas del autor, precisamente por haber sido los
más conocidos o divulgados. De hecho se trata de los aspectos más
visibles debatidos por el gran público en las últimas décadas dentro
de ese ya tópico debate sobre la igualdad jurídica y social de los
sexos, tan mezclado con su diferenciación ineludible y cuya
frontera se ha ido haciendo cada día más cambiante. Algunas
afirmaciones que han causado escándalo o extrañeza, pueden ser
entendidas desde una perspectiva más densa, si se leen en el
conjunto de su obra, es decir con el supuesto de sus escritos
anteriores.
Más desconcertante aún para cualquier lector no
situado en su contexto —es decir, el de su obra— resulta otro
nuevo ensayo titulado Soledad y Libertad, escrito también en el
mismo año 1937 con la misma intención de profundizar en su
revisión de la teoría de la sexualidad, pero que, a su vez, será
publicado en otro marco, dentro del volumen Vida e Historia en
1940 (O.C., IX, pp.103-119). Este ensayo es un ejemplo más de su
indagación en el universo dramático de las más profundas opciones
de la vida humana en cuya raíz sitúa la misma categoría diferencial
de ser hombre o mujer, ambos frente a frente. La preocupación del
científico ha sido ocupada del todo por el humanista, incluso
—como sucede con algunas páginas de este escrito— hasta los
límites de la lírica.
La nueva faceta
En la misma dirección que este último ensayo,
puede ser entendido El pánico del instinto, escrito en las mismas
fechas, aunque publicado dentro de otro libro, Tiempo viejo y
tiempo nuevo (Austral, Madrid, 1940, pp.39-79). En él ofrece
Marañón su punto de vista sobre lo que algunos filósofos han
denominado "el drama de la existencia sexuada" (Ricoeur). En sus
líneas no resulta difícil relacionar al biólogo de los primeros años
con el humanista de ahora, a medida que pasan los años; pero,
sobre todo, con el escritor que es como más comunmente ha sido
considerado o conocido "en estos temas" y a lo que sin duda ha
contribuído su capacidad literaria no sólo en la calle sino como
miembro de la Real Academia de la Lengua.
Sobre esta faceta de Marañón se expresaba, no hace
mucho, uno de sus más significativos representantes —Camilo
José Cela— mientras recordaba su gratitud al que fue su padrino
con ocasión del ingreso en la citada institución.
"Al pensamiento de Marañón le ocurre lo que a lo
prosa de Azorín: que parece fácil y, sobre fácil, de vulgar temática,
sabiamente desarrollada y expresada. Obsérvese que la temática
vulgar —la materia de conversación corriente y moliente—
trabajada y contada con sabiduría, con sapientización, es todo lo
contrario de la vulgarización, esa lacra del saber que consiste,
inversamente, en acercarse con ánimo vulgar a los temas sabios...
Las más hondas aportaciones de Marañón a las ciencias biológicas,
médicas o históricas, están expresadas con una claridad meridiana,
con una sencillez diáfana. En la utópica República de Platón, los
padres de familia hablaban según la doble y varia pauta de Don
Gregorio y de Azorín" (Recuerdo de un hombre ejemplar, Varios
Autores, Marañón: actualidad anticipada, Eudema, Madrid, 1988,
p.51)
Todos estos Ensayos, publicados luego con criterios
muy diversos, fueron redactados, pues, inmediatamente después de
la Revisión de 1937. Y, si bien puede ser afirmado que Marañón no
quiso ir más lejos en su sentido especializado sino en el genérico
y humanista, no es menos cierto que sus ideas, mezcladas o
superpuestas, no pueden substraerse al marco que, de hecho, les
dió origen.
Los estudiosos del género literario denominado
Ensayo han situado a Marañón dentro de sus más clásicos cultivadores, incluso sin escatimarle el atributo de modélico. Sin duda
este hecho se ha prestado a un uso múltiple o a su lectura dispersa
desde muy diversos campos. Su riqueza polifacética no puede
eximir de logros específicos.
La idea, pues, de un Marañón escritor o humanista
no es separable del científico. Si éste ofrecía el dato a pie de
página y la referencia experimental, aquél —supuesto esto— no
puede entenderse como evasión sino como profundizamiento. El
fenómeno hombre-mujer, parece haber tomado, en el humanista,
el sesgo de una interrogación más amplia de lo que en otro tiempo
fué dominado por la estricta investigación de carácter biológico. Se
diría que el paso —y peso— de la misma vida fué llevando a
Marañón a un claro cultivo de esta nueva faceta, pero en ningún
momento fuera del mismo eje central de su pensamiento.
En ocasiones uno tiene la impresión de que, una vez
expuestas ya sus ideas y debatidas, sea por la dificultad de su
aceptación, sea por las mismas circunstancias del giro de la guerra,
sea por haber cerrado ya su ciclo de interés, Marañón fue replegándose cada vez más en esa nueva dirección. "¡Qué dificil es hacer
comprender esto!", había escrito —como quedó indicado— en
1929. Pero si entonces su reacción fué de más vigor y de polémica,
ahora —insistimos: en lo que dice relación a la temática que nos
ocupa— su postura será otra.
CAPITULO XXV
"Don Juan y yo": ¿Un simple ajuste de cuentas?
Aunque en un capítulo anterior hemos tratado sobre
el historiador de vidas marcadas por el sexo, es preciso volver,
siguiendo el mismo ritmo del autor que vuelve, una y otra vez,
sobre una de ellas. La complicidad creada entre Marañón y su Don
Juan es una nota algo más que curiosa y ocasional. Es preciso
reconocer que, iniciada en su juventud, de forma agresiva
—incluso furibunda— con el célebre artículo de 1924 en la
Revista de Occidente, no le abandonará a lo largo de su vida.
"Algunas cosas duras"
Sus constantes referencias en escritos de carácter
biológico, médico o histórico, así como en los de divulgación
sobre los donjuanes de carne y hueso, son demasiado evidentes
como para dejarlo de lado. La conocida polémica había sido
general y en todos los campos. Todavía en los años cincuenta, un
autor como Torrente Ballester, que no le había seguido directamente desde su especialidad, escribe así sobre su repercusión: "Las
ideas de Marañón sobre Don Juan empezaron a conocerse en torno
a 1925. Posiblemente hasta entonces la reputación profesional del
doctor Marañón hubiera alcanzado la popularidad, pero sus
escritos, seguramente no. De pronto Don Juan se convirtió en un
tema de preocupación nacional, o, más bien, en un antihéroe... Se
habló de Marañón y de sus ideas en las tertulias de todos los cafés
de Madrid y de todos los casinos de provincia, y se habló con ira,
porque el español estaba acostumbrado a oirlo todo de Don Juan
como quien oye llover, pero aquella especie nueva de femineidad
no la había oído nunca, no la había sospechado, le parecía contradictoria con la esencia de Don Juan y le sublevaba. El día que se
estrenó en Madrid La plasmatoria, de Muñoz Seca, al terminar el
primer acto, Don Juan se acercó furioso a las candilejas (entonces
las había), metió mano al acero y preguntó a la sala: "¿dónde estás,
Marañón?". La gente se partió de risa; todo el mundo entendió
aquella salida. Y me atrevo a creer que los más de los espectadores
hubieran deseado que el estoque de guardarropía alcanzase,
siquiera levemente, al cuerpo del Doctor Marañón..." (G.Torrente
Ballester, Teatro español contemporáneo, Guadarrama, Madrid,
1957, 2ª ed., 1968, p.313).
Esta desatada popularidad sucedía precisamnte en
los años de su mayor preocupación "científico-biológica". Pero el
Marañón historiador, es decir, después de su consagración con las
primeras biografías publicadas, miembro ya de la Real Academia
de la Historia, apenas su Tiberio entregado al editor, en el Paris de
1939, vuelve a su Don Juan —se ha dicho— con la misma
picazón de antaño, aunque más bien con la necesidad de saldar una
deuda arrastrada: ¿Como un ajuste de cuentas?
"Hace años, ya muchos, porque el tiempo nos
atropella, escribí de Don Juan, el Burlador, algunas cosas duras...".
Así empieza su balance en el ensayo titulado Gloria y miseria del
Conde de Villamediana, el segundo de los tres que componen su
conocidísima obra Don Juan. "Desde entonces —sigue— entre
el vagar de otros quehaceres, yendo de una a otra parte de la vasta
tierra, como Erasmo cuando discurría mientras su mula le llevaba
por los senderos del mundo, he meditado sobre algunas cosas que
ahora voy a extraer de mi conciencia tal como están allí" (Don
Juan, Austral, 1939, p.67). De estas cosas, las que más —y por
este orden— corresponden a tres: En primer lugar, el por qué de
su interés por el problema de Don Juan; a continuación, la fuerza
con que en sus primeros escritos se dedicó a esclarecer el problema
quicial del donjuanismo como falso arquetipo de máxima virilidad;
y, la tercera, en fin, sobre algunas matizaciones relativas a su teoría
sexual desde la que tanto entonces como ahora, se planteó el
mismo problema.
Idénticas conclusiones
Parecería que las "cosas duras" escritas sobre Don
Juan iban a ser ablandadas o desdichas. Muy al contrario: si bien
es cierto que una delicadeza tolerante se cierne sobre su texto
—en contraste con los anteriores— no es menos claro, cuando
afirma:"Después de todas estas salvedades, he de declarar que mi
interpretación de la virilidad equívoca de Don Juan me parece cada
día más cierta" (Ib., p.74).
"...Lo que más ha llegado al público de todo cuanto
he escrito sobre Don Juan —precisa ahora, una vez más, el
biólogo— es la conclusión de que Don Juan es un hombre
afeminado, casi un homosexual. No es esto exactamente, lo que yo
he querido decir. Don Juan posee un instinto inmaduro, adolescente, detenido frente a la atracción de la mujer en la etapa genérica
y no en la etapa estrictamente individual, que es la perfecta; ama
a las mujeres pero es incapaz de amar a la mujer... El que no se
alcance esta etapa no quiere decir que no se pueda ser un varón
respetable...Los biólogos entendemos el problema del sexo
equívoco con un criterio mucho más generoso..." (Ib., p.82)
"Otro error de mis comentaristas —sigue— que no
he logrado nunca desvanecer, a pesar de mis aclaraciones, es el
siguiente: Ni yo, ni ninguno de los críticos de Don Juan, entendemos por éste, por Don Juan, a todo hombre enamoradizo, dado al
dulce comercio, más o menos platónico, con el mundo maravilloso
que es la mujer... Son hombres dotados, tal vez, de un instinto
perfecto, pero infortunados en el hallazgo de esa mujer única que,
con su sola presencia, elimina la posibilidad de las demás..." (Ib.,
p.83).
Despachados, pues, los aspectos que ya habían sido
aclarados —y bien prolijamente por cierto— con motivo de su
Historia clínica del caballero Casanova, o en contraste con su
Amiel, Marañón se centra ahora ya directamente en la historia:
Historia de su leyenda, tal y como reza el subtítulo del libro.
Se trata, pues, de no volver a la biología sino lo
necesario para unas cuantas precisiones; aunque, en realidad, la
tesis del origen termina por juntarse en su mismo planteamiento,
siempre doble: biológico e histórico. Lo que ahora se propone, en
definitiva, es un desciframiento de falacias, errores o tópicos
comunes con la sorpresa de los datos minuciosamente reconstruidos, de forma que "podamos hacernos una idea clara de cómo se
forjó o se labró su historia o su leyenda". "Lo que ocurre es que
estos elementos anecdóticos de la historia tienen tal fuerza
pintoresca, tanto ímpetu emocional, que deslumbran y hacen
olvidar el núcleo biológico del problema que se esconde detrás
(...): Un problema de biología sexual" (Ib., pp.85-86).
Y ahora el historiador
De los tres ensayos que forman este libro, el
primero está dedicado a Los misterios de San Plácido; el segundo
—como ya se indicó— a la Gloria y miseria del Conde de
Villamediana; y el tercero a La Novia de Don Juan. Difícil y
despistante articulación que exige, para entenderse, una vez más,
no perder el hilo de su idea central, o sea la de su Don Juan.
En realidad los tres estudios abordan personalidades
históricas en las que el autor encuentra una imagen que no
corresponde a la realidad. Son muchos personajes distintos, o, si
se prefiere, el mismo con distintos nombres que cristalizan en la
construcción de la única e idéntica leyenda.
En Los misterios de San Plácido analiza los
rumores y decires por los que fué célebre el así llamado convento
de monjas de la madrileña calle del Pez que aún puede visitarse;
por un lado, el contagio de la heregía de los iluminados que
prendió en la comunidad femenina; y, por otro, las orgías allí
sucedidas —o más bien supuestamente sucedidas— y en las que
el rey Felipe IV y su primer ministro se vieron implicados; y, por
repercusión, el pueblo entero de Madrid, o sea, por resumir, la gran
sociedad española de la época.
"Insisto en la relación del estado social en que
prendió y creció la secta alumbrada con la aparición de Don Juan
en el escenario español. El mito del Burlador se ha ido transmitiendo después, con las preocupaciones morales de cada tiempo; pero
el origen de su popularidad española está en la fruición que el
pecado añade al amor, y que Tenorio dilata hasta el sacrilegio"
(Ib., p.28). La verdad histórica de los rumores —en ocasiones
ciertos, en otras inventados— importa poco para la construcción
histórica de la leyenda o mito que termina por crearse.
En el segundo ensayo, dedicado al análisis del
Conde de Villamediana, prueba Marañón la falsedad real de sus
"amores reales", leyenda convertida en historia "sin que nadie la
haya puesto en duda". De paso, demuestra que el Conde estuvo
implicado en un proceso de homosexualidad —o "pecado nefando"
como era conocido entonces— con lo que Marañón confirma su
teoría biológica con datos de casos biográficos: el modelo de Don
Juan, era, pues, de una virilidad no tan heroica sino dudosa.
Surge un nuevo personaje: el célebre Don Miguel
de Mañara del que —escribe— "aparece en su retrato pintado por
Murillo, como una linda doncella", a pesar de su gran fama de
caballero viril y seductor. Y así otros.
La novia de Don Juan
El tercer Ensayo, La novia de Don Juan, entre
tantos hombres —siguiendo con su habitual fórmula de analizar
el masculino en referencia con el femenino y viceversa— está
dedicado a una mujer, una de las célebres Isabeles, la atractiva
mujer que, sin embargo, ha sido silenciada por los historiadores.
"Escribo para un público culto; y estoy seguro de que para la
mayor parte de los que me lean, la figura de esta Isabel de Borbón,
esposa de Felipe IV de España, es un personaje casi por entero
desconocido" (Ib., p. 119).
"Las noticias de los diplómaticos franceses, en
aquel reinado, se ocupan casi por entero de las intrigas politicas del
dictador, el Conde Duque de Olivares. Sólo al pasar aluden al rey,
galante y débil; apenas nombran a la reina. Los mismos viajeros de
la época nos cuentan la vida pintoresca y brillante de la Corte de
Madrid, la más divertida y la más rica en ingenios que hubo jamás;
pero Doña Isabel, alma de todas las fiestas, mecenas de todos los
artistas, pasa, como una sombra sonriente, entre tanto esplendor.
Su misma supuesta complicidad en las románticas aventuras del
Conde de Villamediana no basta para atraer sobre ella el interés de
las gentes. Villamediana era un Don Juan, y éste es el sino de sus
mujeres: en los amores de Don Juan, la mujer, aun siendo reina,
apenas tiene importancia. Algún erudito español, como el Padre
Florez, incluye su biografía en la serie de las otras reinas hispáni-
cas. Algún hispanófilo inglés, como Hume, la dedica unas páginas
de simpatía. Y nada más. Ni aun la fiebre actual de las resurrecciones y reivindicaciones pretéritas ha sospechado el maravilloso
argumento que sería esta vida para uno de sus libros..." (Ib.,
p.120). Para sacarse esa espina —y con la innegable intención de
compensar— a ella dedica Marañón este tercer ensayo.
La obsesión que no cesa
Pero Don Juan —y sus mujeres— seguirán en sus
libros de historia como lo estuvieron en los de biología. Antes, en
el dedicado al Conde Duque, como ya vimos; luego en los dos
gruesos volúmenes sobre Antonio Pérez. En este caso, con nuevos
datos sobre nuevas figuras donjuanescas, o sea conquistadoras o
víctimas del Burlador y su interminable sombra en aquella Corte
que era "la Capital del estado más importante del mundo" y, por lo
tanto, con un inmenso poder de influencia para crear y exportar
creencias y leyendas, tópicos y estereotipos.
Se trata, ahora, del análisis de la vida del propio
Antonio Pérez, Secretario de Estado de Felipe II y del hermano
bastardo de éste, es decir del que lleva literalmente el nombre del
mito, el mismo Don Juan de Austria. Estas figuras, que habían
sido tratadas de paso en su Don Juan de 1939, tomarán vida de
nuevo, y con profusión de datos, en el Antonio Pérez de 1947.
Siendo el ideal de la moral impuesta el del "hogar
castellano, monogámico y austero hasta casi rozar el misticismo;
el hogar de la prole numerosa, concebida casi sin pecado", los
datos de la investigación histórica llevan a Marañón a la afirmación de esta otra cara: la abundancia del género donjuanesco en la
frivolidad real, distinta a la ideal. El ambiente de las cortes y la
nobleza no era precisamente reflejo de ese ideal sino de todo lo
contrario.
Y así se sucederán en su obra muchos otros
donjuanes que no cesarán en tanto el autor encuentre tiempo para
ir a buscarles y clasificarles en su lista interminable de entomólogo
naturalista o historiador y que, aunque, como vimos, hubiera
certificado su muerte actual, habían alimentado, no obstante, la
vida de muchos durante varios siglos. Por todo ello —y más— se
entiende que la complicidad u obsesión de Marañón por su Don
Juan fuera algo más que un simple ajuste de cuentas.
CAPITULO XXVI
La silenciosa despedida
Cuando Marañón vuelve a Madrid en el mes de
Noviembre de 1942, de regreso del exilio, empieza una nueva fase
de su vida en un nuevo escenario, cambiado en tantos sentidos.
Instalado de forma provisional en un piso de la Plaza de Rubén
Dario, nº1 —curiosa ironía: el mismo nombre de uno de sus
antiguos pacientes, aquél que un día, a falta de dinero, le había
pagado sus consultas con el texto de su Juventud, divino tesoro—
se trasladará pronto a la que sería su definitiva sede del Paseo de
la Castellana, 59, en donde reanuda su trabajo e inicia las gestiones para reemprender su vida académica y la clínica docente.
Habrían de pasar aún varios años hasta que, en
1946, fuera repuesto en la Cátedra de Endocrinología, aquélla que,
en 1932, había sido inaugurada por él. La depuración tras la
contienda —fórmula tras la que se escondía una inmensa y
prolongada tragedia cotidiana— situaba todo en un clima enrarecido. El recolector de tantos triunfos, el hombre de los éxitos, se
enfrentaba, en ese ambiente, al reto de las mediocridades, entre las
que no era la menor incluso el hecho mismo de haber vuelto,
interpretado de tan distintas formas en aquel Madrid arisco y
desgraciado. Su prestigio como médico y científico, como
historiador y escritor, tenía delante uno de los panoramas más
desabridos y vulgares. El Dr. Francisco Vega Díaz ha contado
alguns de estos avatares (Jano, Nº 797; 3-XII-1987; pp.73-82).
Por lo que se refiere a sus trabajos sobre sexualidad,
un corte casi total cae sobre ellos: ni un solo estudio más. Solamente algunas notas de paso o compromiso, aunque tal vez, a
través de ellas, pueda adivinarse que la secreta inquietud de
siempre —la historia de su idea— seguía viva en él.
Sobre los "Tres ensayos"
En 1946, desde su Cigarral de Toledo, escribe en el
prólogo a la nueva edición argentina de la editorial Espasa Calpe:
"En la Biblioteca Nueva Ciencia, Nueva Técnica reaparecen estos
Ensayos, no sin emoción profunda de su autor. Se escribieron
—después de muy pensados, porque yo he cometido muchos
pecados menos el de improvisar— en los años de brío polemista,
sabiendo que iban a tropezar con muchos prejuicios... Pero, acaso,
sin medir la eficacia de esos prejuicios, que, por entonces, no sabía
que, como las alambradas erizadas de púas, parece que no son nada
y acaban por enredar nuestros pies, por arañarnos la piel y por
obligarnos, aunque sea momentáneamente, a detenernos, jadeantes,
dudando si no hubiera sido mejor quedarnos en casa diciendo que
estaba todo bien" (Ib., p.11).
Por otra parte, aparecen algunos de sus numerosos
ensayos acumulados que, retocados, o con unas simples notas
añadidas, edita la colección Austral tanto desde Buenos Aires
como desde Madrid. La lectura de estas notas, introducciones o
prólogos pueden dar una idea de este nuevo y último tramo de su
vida en el campo que aquí nos ocupa.
En 1950, a petición de la editora Espasa-Calpe de
Madrid decide tomar entre las manos, para una reedición en
España, el libro que desde 1926 había dado ya tantas vueltas en
traducciones y reediciones, aquél "cuya primera edición salió a la
luz, nimbada del éxito mayor que los autores sueñan, el de la
extensa y reiterada difusión, hace ahora veinticinco años"
(Prólogo, 1951, p.10).
"Con estos años por medio —continúa— estas
páginas, patinadas de lejanía, se abrían ante mí como ante un
espectador, como ante un extraño y no como si fuera yo el que las
había escrito... Mas, gracias al pasado, somos lo que somos,
aunque el pasado, a veces, no nos parezca perfecto. La tesis de este
libro no fué una improvisación mía, sino el fruto de muchas horas
de contacto con la humanidad fervorosa que pasaba a mi lado.
Ahora, más todavía que entonces, creo que es mi punto de vista
exacto en lo que tiene de realidad, si bien susceptible de retoques
en su modesto aparato teórico y discursivo. Pero el pensamiento,
cuya responsabilidad íntegramente recabo, se me antojaba envuelto
en una retórica un tanto engreída, muy de entonces, por momentos
casi indelicada, a fuerza de segura de sí misma; y, por ello, sin
someterla a un riguroso cedazo de continencia, no hubiera
consentido en poner de nuevo mi firma a su pie..." (Ib., p.11)
Tenía Marañón sesenta y cuatro años, el cabello
gris y cansada ya la vida de tanto ser vivida de tan diversas formas.
Esa es la edición que actualmente sigue en librería. Contiene un
Ensayo más, Amor, conveniencia y eugenesia, aparecido en 1929,
dentro de otro libro con este mismo título y que —como se
indicó— conoció un éxito notable aunque no como el de los Tres
ensayos. Se han retirado también de él los prólogos e introducciones que se habían ido acumulando en las ediciones anteriores a la
guerra y muchas notas a pie de página. (La Séptima edición
española, por ejemplo, que es una de las que tenemos a mano,
aparecida en 1934, contiene 79 de estas notas; la actualmente en
librería, hasta el tercer ensayo, sólo contiene 51). Ni que decir
tiene que, para seguir linealmente el pensamiento del autor, es
indispensable usar aquéllas junto a ésta.
"Todavía Amiel"
Sobre su Amiel escribiría también algunas colaboraciones. Por ejemplo un prólogo para la edición portuguesa del
Diario, titulado, con nostalgia, Todavía Amiel y firmado con
lirismo, "en Toledo, junto al río que va a Lisboa. 1947" Y sobre él
volvería con una colaboración para la Revista Medicamenta (año
VIII, nº177, Febrero, 1950), titulada Sobre la timidez sexual, con
el núcleo del estudio de 1932.
"El sentimiento de timidez sexual —señala ahora,
como entonces— se crea a partir de una idea falsa de sexualidad.
Plantean, pues, estos casos inmediatamente el arduo problema de
la educación sexual, problema aún no resuelto, y menos entre
nosotros".
"Si una información pedante, sistemática, fría,
—continúa— no es de aconsejar, sí debe evitarse la ignorancia en
un determinado número de aspectos vitales de la sexualidad. Esos
aspectos pueden tocarse con absoluta diafanidad; y si se abandonan, son sustituídos inevitablemente por los informes de los
compañeros de más edad en el colegio, o por el empirismo, unas
veces sensato y otras absurdo, de cualquier conocido o entrometido, no siempre de buena voluntad. Contra esto he propugnado
siempre el remedio de la pura verdad: una verdad sencilla, sin
preámbulos ni reticencias..." (O.C., IV, p.796).
De nuevo Don Juan
Y —¿como no?— vuelve Don Juan que parece no
haberse ido nunca de su mente, aunque sea en este caso para
decirle, una vez más, adiós. Entre sus muchos papeles inéditos,
D.Alfredo Juderías ofrece en las Obras Completas (vol.IV,
pp.1065-1074) un nuevo —y último— artículo sobre el donjuanismo, titulado Vejez y muerte de Don Juan. Se trata, en realidad,
de una variante del prólogo escrito para el Don Juan de Francisco
Agustín, aparecido en la época anterior (Páez, Madrid, 1928). Y
está dispuesto para ser publicado, aunque no contiene indicación
de ninguna revista en particular.
Ofrece su visión de un Don Juan crepuscular,
involutivo y entrado en años y que, por lo tanto, se encuentra
avocado a su declinar, buscando un refugio en la normalidad de la
vida corriente, integrado y acomodado, lejos del héroe seductor.
"Cuando el ambiente afloja sus inhibiciones morales, el Don Juan
heroico desaparece y surgen, en cambio, inumerables tenorios
mediocres; un difuso donjuanisno sin categoría ni grandeza" (O.C.,
IV, p.1066) "Prácticamente Don Juan, cuando se resigna, puede
seguir uno de estos caminos: o se casa; o continúa siendo un
tenorio de tono menor, supliendo con su técnica astuta la decadencia orgánica; o se entrega a la ascética conformidad o a la religión.
Marido, viejo verde o fraile, dice el refrán" (O.C., IV, p.1069)
Sobre la diferenciación sexual
En 1953 escribe un comentario, a modo de reseña
bibliográfica, en el Boletín del Instituto de Patología Médica sobre
la recién aparecida obra de su discípulo francés Jean Vague, La
differenciation sexuelle (Ed. Masson, Paris, 1953), editada con
prólogo del mismo Marañón. En él vuelve "sobre ese inmenso
mundo de la diferenciación sexual y las numerosas consecuencias
que de él resultan". "Toda la vida sexual del hombre y de la mujer
—añade—, el que esta vida sea buena o sea mala, correcta o no,
depende de la normalidad o anormalidad de su diferenciación"
(Boletín del Inst. de Patología Médica, vol.X, nº9, Septiembre
1955; O.C., IV, p.1159).
"Nada sucede en la vida sexual en sus estratos
patológicos —escribe en el citado prólogo—, que no tenga su
origen en la diferenciación sexual. Se comprende bien, entonces,
la dignidad biológica y patológica de la diferenciación sexual; pues
si toda la vida instintiva supone una colaboración, en la vida sexual
esta colaboración debe constituir un riguroso engranaje entre la
morfología y la función y, por tanto, la plena diferenciación de
cada uno de los dos seres que se encuentran frente a frente" (El
instinto sexual, Prólogo, op.cit., O.C., I, p.828).
La idea de diferenciación sexual le sigue al autor
hasta el final de sus días como algo más que una ocurrencia. En la
anterior fase de su vida no había dudado en emplear incluso la
hiperbólica expresión de "sagrada" para referirse a ella como
científico (Gordos y flacos, tercera edición ampliada, EspasaCalpe, Madrid, 1936, p.118). Ahora, aunque sólo vuelva a ello en
breves notas, es claro que no pierde una ocasión para acentuarlo.
Sobre las dos sexualidades
Ese mismo año, reseñando la obra de O.Forell,
L'accord des sexes (Payot, Paris, 1953), escribe en el mismo
Boletín: "El problema sexual es, no digamos el más arduo, pero
uno de los más difíciles de resolver en la vida humana. Tan difícil
que, a veces, se inclina uno a la solución de no intentar resolverlo
con razones y dejar que cada caso encuentre su solución espontá-
nea (...). Porque los sexos no son, como tradicionalmente se
entendían, dos valores opuestos que, de vez en cuando, pactaban
entre sí; y el pacto equivalía, no pocas veces, a la felicidad. Los
dos sexos son dos fases del desarrollo de un mismo proceso, de
una misma serie de caracteres anatómicos y funcionales (...). Y
está tan imbricada esa sucesión de las dos sexualidades, que en una
y otra existen signos de la opuesta, con una infinita gama de
variedades. No existe el varón puro ni la hembra pura, y es natural
que sea así puesto que todos los seres humanos, hombres y
mujeres, han sido en su etapa embrionaria bisexuales y nunca
dejan de serlo definitivamente. El acuerdo de los sexos, desde el
punto de vista biológico es, pues, total y se han necesitado muchos
siglos de incomprensión, de malicia y de falta de tacto, para que se
haya convertido en una guerra permanente, en la lucha de los
sexos, de que se ha hablado durante decenios y decenios" (Boletín
del Instituto de Patología Médica, vol. X, nº10, Madrid, Octubre,
1955, O.C., IV, p.1161).
No es ocioso recordar que tanto Jean Vague, autor
de La différenciation sexuelle, como Forell, autor de L'accord des
sexes —los libros que motivan estas páginas— eran autores
fuertemente influídos por las ideas del mismo Marañón, de cuyas
bases parten en sus libros. Por ello la aparición de ambas obras
proporcionan al ya silencioso autor una ocasión para recapitular y
trazar desde la distancia, un balance general, cuya lectura resulta
de gran utilidad para conocer su pensamiento en las últimas fases
de su vida.
Su testamento
Unos años más tarde, en 1957, la Colección
Panorama des Idées Contemporaines de Gallimard, París, prepara
una antología de textos claves en los diversos sectores de las
ciencias, escritos en el siglo XX. Gaetan Picon, su responsable, se
dirige a Marañón para solicitarles el permiso e incluir en dicha
antología su Revisión del concepto de la evolución de la sexualidad humana, escrito en París en 1937 —como ya indicamos en su
momento—. Marañón añade al texto, mantenido tal y como fué
escrito, un apéndice con el que, en nuestra opinión, cierra definitivamente su producción en este campo, por lo que dicho texto
puede ser llamado testamentario.
"Estos puntos de vista sobre la evolución de la
sexualidad, publicados hace veinte años —escribe— , me ha
parecido que tienen, entre mi obra biológica, especial interés,
porque representan hechos e hipótesis cuya interpretación ha
resistido a la acción demoledora que el tiempo ejerce sobre los
escritos científicos, invariablemente sujetos a un proceso de fusión
anónima, si son verdaderos, en el caudal de las concepciones
nuevas de la ciencia; o de olvido, si no son exactos. En cualquiera
de los dos casos, la paternidad de la obra, en todas las ramas de la
ciencia y, muy especialmente, en las biológicas, acaba por
borrarse. Contados son los hallazgos que en la literatura científica
conservan, al pie, la firma del autor; y a éste no debe importarle
porque es contribución dolorosa para la vanidad pero que forma
parte, al cabo, de la gloria científica; pues ésta, desde los primeros
pasos del investigador, debe saberse que está hecha, en gran parte,
de renunciación. Mas, al autor, le es permitido, cuando la ocasión
se le presenta, señalar lo que se debe a él, en las ideas que, en cada
momento del progreso, sobrenadan en la actualidad. Esto, creo que
ocurre con las páginas mías que ahora reaparecen.
"Hay en ellas, en efecto, no poco que, al publicarse
por primera vez, era desconocido en el mundo de la sexualidad y
que, o bien se conserva intacto o ha servido de material para la
evolución ulterior del magno problema que es y será una de las
claves que mueven el mundo.
"Dos grandes progresos se han añadido a lo que
hace años decía yo. Uno lo forman los trabajos de Jost6, demostrando que cuando se castra al embrión del conejo, antes de que se
haya verificado la diferenciación morfológica de las gónadas y de
los conductos genitales de Müller o de Wolf, estos embriones
siguen su evolución en el útero, pero serán siempre hembras, lo
mismo si la gónada extirpada era un futuro testículo o un futuro
ovario. Quiere decir esto que si la gónada era un ovario, el
desarrollo de los órganos derivados del conducto genital primitivo
se realizará siempre según el tipo femenino (Müller) y la morfología general será femenina; porque no se precisa la influencia
endocrina femenina, es decir, el ovario, para crear la feminidad.
Pero si la gónada extirpada era un futuro testículo, faltará el
desarrollo de los órganos derivados del conducto masculino (Wolf)
y, por lo tanto, faltarán los rasgos de la morfología masculina;
porque para que todos estos elementos masculinos se desarrollen
6
Jost: Arch. Anat. Microscop. Morph. Exp., 1947, 36, 151; y otros ulteriores.
es indispensable la increción testicular. Es decir, que la feminidad
surge sin necesidad de la increción ovárica, surge como fase inicial
de la evolución sexual; mientras que la virilidad, como fase
subsiguiente, diferenciada, necesita de la increción testicular para
mantenerse y desarrollarse.
"El otro hecho fundamental, es el hallazgo de Barr7
sobre la relativa independencia con que pueden evolucionar el
sexo genético, que es inmutable, y el sexo endocrino que es
relativamente circunstancial. En efecto, pueden darse casos, y se
dan con frecuencia en la práctica patológica, de que el sexo
cromosomal, a pesar de estar impregnado en cada una de las
células del organismo, pueda no coincidir con el sexo endocrino y,
por lo tanto, con la apariencia sexual del individuo; porque las
influencias endocrinas han cambiado el sexo de esa morfología,
persistiendo, naturalmente, el sexo genético inicial. Y así, encontramos personas con apariencia de mujer y con sexo genético viril;
o viceversa. De suerte, que el concepto del hermafroditismo ya no
se reduce a una disparidad entre la gónada y la morfología, es
decir, por ejemplo, a que una mujer con ovario tenga apariencias
de varón, sino que puede extenderse a algo más profundo, a saber,
que el sexo genético sea de varón con gónadas femeninas, con
ovario, más o menos rudimentario, y, desde luego, con apariencia
femenina. El horizonte que abren estos hallazgos es incalculable.
"Con algunas pequeñas correcciones habría podido
poner estos ensayos míos de hace veinte años a la orden del día,
pero me ha parecido más pedagógico dejarlos intactos, porque
tanta enseñanza como la que puedan tener los hechos y las ideas en
sí mismos, la tienen las rectificaciones que impone la evolución de
la ciencia a estos hechos y a estas ideas; e incluso la demostración
de su error."(Ib., versión cast. Ed. Guadarrama, Madrid, 1958,
pp.743-744).
Sobre la Intersexualidad
En 1959, es decir, un año antes de su muerte,
aparece un apretado y sintético artículo titulado Sobre el problema
7
Barr: V., por ejemplo, su resumen en Lancet, 1956, 1-47.
de la intersexualidad y su clasificación (Revista Ibys, año XVIII,nº
3, Mayo-junio, Madrid, 1959). "El descubrimiento del sexo
cromático —escribe— ha revolucionado el conocimiento de los
problemas de la intersexualidad. Es sabido que, desde el momento
de la fecundación del nuevo ser, éste tiene ya un sexo celular,
masculino o femenino, que se revela por el aspecto de la cromatina
nuclear de gran parte de las células de todos sus tejidos. Se debe a
M.L.Barr el hallazgo de esta estructura nuclear, característica del
sexo. Están ya vulgarizados los aspectos que presentan en cada
sexo estas formaciones cromatínicas, muy fáciles de investigar,
aun cuando requieran una cuidadosa técnica y, sobre todo, un
criterio más cuidadoso todavía". (Op.cit.; O.C., IV, p.1033).
"Examinando las células de un tejido adulto,
—continúa— si se trata de un hombre, observaremos, en efecto,
un aspecto nuclear poco neto, y, sobre todo, un número de
vestigios nucleares que oscilan entre 4 y 20 por 100, con una
media de 9 por 100. Mientras que, en un tejido de mujer, los restos
cromáticos serán muy visibles y su frecuencia oscilará entre 30 y
70 por 100, con una media de 55 por 100. Nos inclinamos a creer
que quizás estas cifras no son enteramente exactas, en el sentido de
que en el hombre la media normal es inferior a 9 y en la mujer la
media normal es superior a 55... Aún es pronto para precisar, con
arreglo a los nuevos conocimientos, es decir a la intervención del
sexo cromático en el determinismo sexual, cuál es la responsabilidad de este factor cromático, determinante; y cuál la responsabilidad del factor endocrino, diferencial, en la génesis de las distintas
variedades de los estados intersexuales. Pero ya podemos esbozar
con toda cautela una clasificación de estos estados intersexuales,
de acuerdo con los nuevos conocimientos... y como complementación de nuestros escritos anteriores" (Ib., p.1034).
"Creo que estos hechos y estas reflexiones
—concluye— ayudan a comprender el misterioso problema de los
estados intersexuales. Lo esencial es, ante todo, podar la literatura
sexual, incluso la más rigurosamente científica, de consideraciones
fantásticas o equívocas para las que el tema de la sexualidad es tan
propicio." (Ib., p.1036).
A los pocos meses de haber escrito esto, cuando
tenía 73 años, un 23 de marzo de 1960, recién inaugurada la
primavera con la que irrumpía la década hoy ya mítica, o, al menos
tópica, de los sesenta, moría, en Madrid, Don Gregorio Marañón.
QUINTA PARTE:
AÑOS TREINTA, SESENTA, NOVENTA:
ENCUENTROS Y DESENCUENTROS
AL FINAL DEL SIGLO XX
"El pensamiento sexológico es un componente
integral de nuestra historia intelectual y los más
importantes teóricos modernos del sexo merecen
tanta atención, por parte de los historiadores de la
cultura como los grandes filósofos o pensadores
sociales de la historia"
Paul Robinson,
La modernización del sexo,
trad. cast., Ed. Villalar,
Madrid, 1976, p.9.
CAPITULO XXVII
Marañón en el debate de hoy
Todo lo contado hasta aquí pertenece ya al pasado.
Y en él reposan, en apacible descanso, personas e ideas que aquí
hemos evocado. ¿Tiene sentido volver a ellas más que con la
nostálgica pátina del tiempo?
"El tronco que se lleva, arrastrado, la corriente
—escribió Marañón en su Tiempo viejo y tiempo nuevo (EspasaCalpe, Madrid, 1940, p.7)— tal vez crea que el árbol que sigue
creciendo a la orilla anda hacia atrás". Y en ese juego del pasado
con el presente, el investigador de la historia nota, en ocasiones,
cortes bruscos y sensaciones trastocadas.
Pasado y presente
Tenga mayor o menor interés, si se ignora el
pasado, —ya lo hemos indicado— se corre el riesgo del deslizamiento en el esnobismo como carencia de tradición y de raíces. El
equilibrio entre pasado y presente constituye la concatenación
propia de unas generaciones con otras. Y, en ese difícil pero
imprescindible juego, el tiempo viejo se hace tiempo nuevo.
Es esto, en parte, lo que nos ha empujado a no
cerrar aquí este paseo por el casco antiguo de nuestra sexología,
entrando en la actualidad para cotejar algunas ideas encontradas en
ese pasado con otras afines o dispares de nuestros días. A decir
verdad, si en las modas sociales los cambios pueden dar la
impresión de ser profundos, en las ideas —desde la implacable
distancia de la historia— unas décadas no son gran cosa.
Por otra parte, extrapolar esas ideas, desencarnándolas del contexto en que nacieron y crecieron, fuera de su propio
espacio y tiempo, tiene también nuevos riesgos. Con estas
salvedades —y haciendo una concesión al general y común modo
de actuar— esbozaremos un debate, aun siendo conscientes de que
si el anterior paseo pudo ser una plácida distracción, incluso una
evasión, éste nos introduzca en algunos conflictos vivos y, por lo
tanto, inquietantes. Es así la historia que se mezcla con la vida.
Esbozaremos, pues, en primer lugar, una síntesis,
necesariamente abstracta, del pensamiento sexológico de Marañón,
con vistas a plantear, luego, si no un debate, insisto, —porque éste
no es el lugar— sí, al menos, un bosquejo de por dónde podrían
ir algunos encuentros o desencuentros entre unas y otras generaciones —años treinta, años sesenta, años noventa— en este final
del siglo XX, o, si se prefiere, en el pórtico del XXI.
Puntos de partida
Dos son las bases o pilares, como ya quedó anotado,
de la teoría sexológica de Gregorio Marañón: Primera, que el ser
humano, en sus orígenes ontogenéticos y embrionarios es de
estructura bisexual; y segunda, que, a partir de esta bisexualidad,
tanto la sexualidad masculina como la femenina, en su evolución,
proceden ambas de una raíz común. Ambas modalidades convivirán, pues, en los dos sexos, siendo una dominante o principal, y la
otra inhibida o accesoria, pero sin desaparecer.
El dato más importante, a partir de estas bases, lo
constituye la denominada diferenciación sexual, fenómeno que no
se produce de forma brusca o puntual, ni de una vez por todas, ni
a ningún nivel localizado en exclusiva —genético, hormonal,
morfológico,etc.— sino mediante un proceso general en el que
intervienen un cúmulo variado de elementos o factores. Son estos
los denominados rasgos diferenciadores o caracteres sexuales,
primarios y secundarios, entendidos como indicadores de la futura
masculinidad o feminidad generalizada, es decir, como conceptos
amplios o resultados finales.
El reparto o distribución de esos rasgos, dada la raíz
común de la que proceden, se hace sobre la base de dos leyes o
principios. El primero es la intensidad de los mismos caracteres
sexuales; lo que dará como resultado que un individuo sea
fundamentalmente masculino y otro sea femenino, sin que, por
ello, se deje de ser, aunque en menor medida, acreedor o participante del otro sexo. El segundo principio es la denominada
asincronía o evolución distinta a lo largo de las edades del
hombre, visto con relación a la mujer o de ésta con aquél.
Las formas, según la distinta intensidad y asincronía
constituyen de por sí una gama de variedades de las que algunas
llegarán a constituir alteraciones más o menos importantes,
aunque, por lo común no deban ser vistas como tales, menos aún
como patologías, sino simplemente como variedades propias de la
combinación de los rasgos. Es lo que denomina estados intersexuales o, de forma más común, intersexualidades.
El resultado final de este edificio conceptual,
elaborado para dar cuenta de la presentación y desarrollo de estos
procesos de forma articulada será la teoría de la sexualidad
evolutiva, tanto en su sentido individual, es decir, visto desde cada
uno, como colectivo o general de la especie. La primera es
conocida como evolución ontogenética; la segunda como filogenética. Las dos tienen siempre una contínua interacción, que no debe
olvidarse.
El conjunto de la teoría está compuesto con el
recurso a unos materiales fundamentalmente biológicos como línea
o hilo conductor por un lado, así como a un extenso abanico de
incursiones interdisciplinares entre las que destacan la clínica y la
historia. Sus aplicaciones desembocan en aspectos educativos y
culturales, así como sociales o de moral sexual, en su sentido de
"mores" o costumbres.
El científico y el humanista se juntan en la persona
del escritor y ensayista lo que lleva a resaltar el medio a través del
cual Marañón expone sus ideas en una serie de géneros variados,
pero entre los que destacan las monografías , las comunicaciones
académicas, las conferencias, y, sobre todo, los ensayos. "El
género de ensayos tiene en boca de la mayoría de los autores un
aire de petición de gracia que no quiero seguir —escribe—. Yo
creo, por el contrario, que lo más serio —y, por lo tanto, lo más
responsable— que hacemos es ensayar y ensayar" (Don Juan,
Austral, Espasa-Calpe, 1939, p.11).
La obra completa puede ser vista, pues, como un
enorme —gigantesco— ensayo de explicación o comprensión del
hecho básico y fundamental del ser humano en su condición
sexuada con las incalculables e incontables consecuencias que de
ello se derivan en las más variadas manifestaciones del vivir
diario. Tal amplitud de campo desborda obviamente la anécdota
accidental para ser evaluada como un amplio sistema o campo
epistemológico general desde sus bases a sus últimas consecuencias en torno a "una de las claves que mueven el mundo".
Discusión
Supuestas, pues, estas bases como punto de partida,
pueden someterse a discusión algunos de sus puntos centrales o
secundarios. Digamos, para empezar, que las líneas generales han
sido admitidas y contrastadas con mayor o menor fuerza, según los
distintos criterios en los principales campos o áreas de conocimiento dentro de la comunidad científica. A nuestro modo de ver,
la idea —en singular— más destacable de Marañón fué y sigue
siendo el haber planteado, desarrollado y probado de forma
sistemática que la primera y fundamental función de la sexualidad
es la diferenciación y la diversidad, junto a la del placer y la
reproducción, incluso al margen de ellas. Esta puede ser considerada, como ya se anotó, la piedra angular de su legado histórico.
Con ello Marañón respondió al original reto de
configurar y verificar una hipótesis explicativa del fenómeno
sexual en su sentido más global, por lo que, con razón figura entre
los grandes teóricos de la sexología. Si en el conjunto de la historia
de las ideas, ésta es, de por sí, claramente destacable y perfectamente mantenible, otras ideas menores, arrastradas por ella, así
como datos circunstanciales de época, necesitan una confrontación
con adquisiciones posteriores
No nos extenderemos aquí en este aspecto, en parte
por desbordar los límites y los objetivos de este trabajo; pero,
sobre todo, porque ya ha sido abordado por otros autores. Alejandra Ferrándiz, por ejemplo, en su tesis doctoral La psicología de
Gregorio Marañón (U.C.M., Madrid, 1982) dedicó especial
atención a esta confrontación "con el propósito de conocer la teoría
sobre la sexualidad de Marañón y comprobar cuáles de sus
hipótesis se mantienen hoy y cuáles han sido invalidadas" (Ib.,
p.463). En síntesis "junto a las hipótesis marañonianas no mantenidas hoy, se dan importantes aciertos por parte de nuestro autor en
su teoría de la sexualidad; aciertos —concluye— que denotan una
exquisita finura en la observación, dados los precarios medios de
investigación con los que contaba la ciencia en esa época" (Ib.,
p.410).
Otros estudios acentúan más el área endocrinológica. "En su conjunto —escribe, por ejemplo, Jean Vague— las
investigaciones iniciadas por Marañón con relación a los caracteres
sexuales morfológicos, fisiológicos y psicológicos; el esquema de
su evolución cronológica diferente en el hombre y en la mujer; las
anomalías menores de la diferenciación sexual, etc. siguen siendo
válidas y forman parte integrante de la clínica, más de medio siglo
después de su aparición en el debate científico. Los balances
realizados hoy con más precisión que entonces y con más medios
técnicos, confirman la casi totalidad de los datos de la observación,
del razonamiento, de la intuición y de la cultura que forman el
origen de la obra de Marañón en el campo de la diferenciación
sexual." (Marañón y su lugar en la historia de la endocrinología,
en Varios Autores, Marañon: actualidad anticipada, Eudema,
Madrid, 1988, p.124.).
El femenino: sexo básico
Aparte de las obvias modificaciones que el avance
de los datos nuevos le obligó constantemente a incluir —"No
olvidemos que la ciencia se mueve siempre con la humildad de
quien busca y encuentra para seguir buscando"—, algunos puntos
merecen un interés especial.
Tal es el caso, por ejemplo, del concepto de
bisexualidad originaria, —en su sentido estructural que no debe ser
confundido con la conducta— concepto central de su teoría, y que,
tras el descubrimiento de Jost en 1947 sobre la prioridad del sexo
básico femenino, Marañón tomó nota de ello afirmando, a pesar
del gran interés del nuevo hallazgo y la repercusión grande
respecto a uno de sus puntos básicos, la ausencia de especiales
incidencias en cuanto al conjunto de su teoría general, tal como
consta en la ya citada Nota adicional al texto de su Revisión del
concepto de la evolución de la sexualidad humana, escrita para la
antología del Panorama de las ideas contemporáneas, (Ed.
Gallimard, Paris, 1957; trad. cast. Op. Cit., p.743).
Desde esos años la comunidad científica, en lugar
de partir del concepto de bisexualidad, introduce el llamado sexo
básico que siempre es el femenino o, en todo caso, en esa
dirección; de forma que, de no darse agentes inductores influyentes
hacia el masculino, el individuo seguirá su desarrollo en femenino
tal y como corresponde al sexo básico como punto de partida.
Otra novedad que viene de la mano de ésta es la
relativa a la cuestión del origen de dicho sexo básico, es decir, si
éste es de carácter genético, hormonal o mixto. Sobre esta nueva
cuestión el mismo Marañón reseñó el también recién aparecido
hallazgo de Barr, dado a conocer en 1956 "sobre la relativa
independencia con que pueden evolucionar el sexo genético que es
inmutable, y el sexo endocrino que es relativamente circunstancial" (Ib., p.744). Esta separación de niveles en el conjunto del
desarrollo es ya hoy un dato comunmente admitido y sin discusión
en el proceso de la diferenciación sexual.
Los caracteres sexuales
En cuanto a los caracteres sexuales y sus implicaciones en la construcción de hombres y mujeres, como masculinos
y femeninos, según el variado repertorio de los mismos y su
reparto entre ambos, el modelo planteado por Marañón ha ido
siendo progresivamente desplazado, desde los años setenta, hasta
ser subtituído por una formulación conceptualmente distinta
conocida como el binomio del sexo y el género.
"El término inglés gender role, utilizado por
primera vez por Money en 1955, —escribe el mismo Money en la
introducción a la edición española de su célebre obra Man and
Woman, boy and girl— se ha revelado de difícil traducción, no
sólo al español sino a los otros idiomas. Lo mismo ha sucedido con
los términos gender identity y gender identity/role. Ello no debe
sorprendernos. En 1955 fue igualmente difícil para mí transplantar
el término gender (género) desde la ciencia del lenguaje a la
ciencia sexual y hacer aceptar este nuevo uso. Al principio sonaba
como algo extraño e idiomáticamente poco familiar. Sin embargo
quedó asimilado con gran rapidez para el uso científico y el
literario, como suplemento científico al término sexo (Desarrollo
de la sexualidad humana, Ed. Morata, Madrid, 1982, p.5).
El sexo daría cuenta, pues, de los elementos o
niveles incluídos dentro del grupo de los caracteres sexuales
primarios y el género, a su vez, del grupo de los caracteres
sexuales secundarios.
Dicho de otra manera: al sexo, según esta formulación, correspondería la parte natural y al género la social o
cultural. La primera pertenecería a los datos de las ciencias
naturales y la segunda a las sociales. Ni que decir tiene que, a
partir de ahí, las nociones de masculinidad y feminidad serán
claramente replanteadas, al no ser las terminologías anteriores
acordes con estas nuevas.
No sería inútil resaltar, sin embargo, que el sentido
que Marañón dió al concepto de sexualidad, noción siempre
evolutiva, o sea biográfica, soslayaba ese dualismo dicotómico,
vertebrando en su continuo los factores o elementos, en ocasiones,
más de signo biológico, como, en otras, de claro signo cultural;
pero, en todo caso, sin renunciar a la impregnación del carácter
sexual que, como raíz, está en la base. Raíz y carácter, por cierto,
que, con la introducción del nuevo modelo —y del cada vez más
inflaccionado protagonismo atribuído a los géneros y su correspondiente abandono de los sexos como referencia— ha venido a
encontrarse en una situación de clara y franca conflictividad.
Hará falta, no obstante, esperar el tiempo necesario
para poder evaluar los efectos de estos nuevos modelos teóricos
con relación a los construídos antes. Un dato parece indudable: la
aceptación social de esta nueva nomenclatura del sexo y el género
y el abandono de los caracteres sexuales. Aunque también sería
necesario evaluar si el cambio ha sido en base al rigor científico o
al empuje social. Uno y otro no tienen por qué coincidir necesariamente.
Aspectos más polémicos
Si los puntos señalados continúan aún con el vigor
propio de un debate científico, muy distinta fortuna parecen haber
tenido algunas conclusiones o generalizaciones de Marañón
relativas a aspectos sociales y educativos por lo que, en la actualidad, no resulta extraño encontrar alusiones frecuentes que han
terminado por identificarle como el defensor de posturas conservadoras, incluso arcaicas, con relación a la mujer como sexo
femenino. Este aspecto, especialmente polémico, no ha excluído
incluso las descalificaciones de conjunto relativas a su pensamiento general por parte de algunos grupos activos y de reforma social.
Al ser prioritariamente una polémica de opinión,
más que un debate científico, por el nivel de los planteamientos, no
resulta fácilmente concretable. Parece, no obstante, que la sensibilidad actual en torno a la función de la mujer en el mundo laboral
y de representación social tiene motivos suficientes —aunque no
necesariamente razones en otros órdenes— para considerar
impopulares algunas conclusiones de Marañón a este respecto. Es
importante no obstante —como sucede en la vida de cualquier
autor— denunciar el simplismo que vemos repetirse con la
utilización de unas citas tópicas sacadas de contexto; más aún, del
conjunto de su mismo pensamiento.
Al acercarse a textos anteriores en el tiempo no es
infrecuente el riesgo de proyectar sobre ellos las conflictividades
actuales, olvidando que para entender sus planteamientos —y para
poder establecer un diálogo; no es otra cosa que la historia de las
ideas— es preciso situar y diferenciar antes los marcos referenciales de rigor. Es ésa la única forma de poder entender tanto las
aportaciones de una época como sus límites para poder ir más allá
y seguir el ritmo de la historia.
Como ya se indicó en su momento, partiendo de su
edificio teórico, el conflicto no puede ser reducido a las opiniones
de un autor sino que, sobre la base de sus ideas, el planteamiento
requiere un marco más amplio como es el choque o la posible
contradición entre las realidades estudiadas por unos científicos
frente a las planteadas por otros en función del progreso social.
Pero, junto a este criterio, no puede dejarse de lado el de los
mismos individuos en la esfera de sus particularidades personales,
así como de su intimidad e identidad. La combinación de ambos
niveles —lo sabemos todos— no tiene hoy claridades tan evidentes como sería nuestro deseo.
Otro aspecto igualmente polémico es el relativo a
la homosexualidad, también en sus dimensiones e implicaciones
sociales, sobre el que, si bien desde el punto de vista científico se
sigue estando hoy lejos de poder hacer afirmaciones definitivas,
algunas de las de Marañón, o atribuídas a él, resultan igualmente
discutibles. Un sector social especialmente sensibilizado en esta
dirección, al polarizar sus reivindicaciones en un nivel de igualdad
de derechos, sus planteaminetos, absolutamente legítimos, no
tienen por qué coincidir con conclusiones emanadas de los datos
científicos observables. En cuyo caso la tirantez y la tensión
señalada es perfectamente explicable, y con motivo, sin que, a otro
nivel, se llegue a coincidencias.
Es evidente que una cosa es la tolerancia como
actitud personal, social o cívica hacia la homosexualidad, y otra,
muy distinta, la serie de criterios científicos que tratan de explicar
dicha realidad en la biografía de los sujetos. Aunque la mezcla de
ambas suele ser notoria, nos inclinamos a pensar que, en el cuadro
explicativo de Marañón —y desde el punto de vista meramente
técnico— lo mismo que el masculino es siempre comprensible
desde el femenino, y viceversa, la homosexualidad y la heterosexualidad serían explicables también en su relación de reciprocidad
más que en el de la desviación.
Esta hipótesis, asumible en términos científicos, no
exime de su correspondiente debate y contraste; y, aún así, eso no
quiere decir que, en el plano social, sea neutra, llevada a sus
últimas consecuencias. De todas formas, en los aspectos polémicos, se diría que Marañón ha sido más divulgado en sus interpretaciones tópicas que conocido en sus análisis. Sería útil aclarar sus
errores, como él, de hecho, hizo con algunos, con tal de no tener
que renunciar a otras aportaciones.
CAPITULO XXVIII
Ultimas novedades
Siguiendo con el debate iniciado, cabe plantear una
cuestión de contraste —o tal vez de contradicción— entre la idea
de diferenciación o de diversidad, ofrecida por los modelos
anteriores, frente a los nuevos, aparecidos en las últimas décadas,
coincidiendo históricamente con la muerte de Marañón.
A nadie se le oculta el riesgo de este debate que con
frecuencia suele convertirse en confrontación por estar viviendo
momentos de plena euforia igualatoria entre los sexos, suprimidos
estos —o reducida incluso su significación a "mera biología"— y
promovida la otra terminología, es decir, la de los géneros, de uso
cada vez más general desde las universidades hasta los textos de
la enseñanza primaria. La irresistible ascensión de este lenguaje
—y de su idea de fondo— así como el intento de barrida de las
diferencias sexuales —identificadas éstas cada vez más como
negativas e injustas— podría explicar uno de los motivos por los
cuales la idea de diferenciación sexual ha ido cayendo en el
desuso, por no decir explícitamente en la impopularidad; incluso
con su reclusión en el campo restringido de la fisiología.
¿Renunciar al concepto
mismo de sexualidad?
La cuestión es de sobra compleja como para ser
abordada en términos simplistas. Por ello vamos a ceñirnos aquí a
uno de sus aspectos que nos conciernen directamente de cara a la
idea central expuesta en la obra de Marañón y en el conjunto de la
historia de las ideas durante esos años. Frente a esa idea, pues, de
la diferenciación, se ha tratado en las últimas décadas, de llevar
adelante un pronunciamiento de la similitud entre los sexos, hasta
deslizarse hacia una clara nomenclatura de igualación. Autores
como Masters y Johnson han sido claves para la promoción de
estos nuevos planteamientos.
"El entusiasmo de algunos grupos del feminismo,
partidarios de esa igualación —escribe Paul Robinson en su
análisis de los célebres autores desde una perspectiva intelectual—
es, sin duda, fundado, en la lectura de Human Sexual Response de
1966. Esta obra y Human Sexual Inadequacy, aunque en menor
grado, han ayudado más a la causa del feminismo y de los
derechos sexuales de la mujer que todos los estudios del primer
cuarto del siglo XX". (La modernización del sexo, p.185). Sin
embargo las críticas a dichas obras, en aumento a medida que el
tiempo ofrece perspectiva, no ocultan ya los fallos teóricos y
empíricos a este respecto. Ello no ha impedido que el refuerzo de
la idea de igualdad sexual haya sido cada vez más masivamente
impuesto.
Los mismos autores, en un admirable deseo de
rigor, no dudaron en advertir desde el comienzo de la segunda obra
aludida sobre "las numerosas lagunas conceptuales en que aún se
encuentran nuestros trabajos y que será preciso subsanar" (Little,
Brown and Comp., Boston, 1970, p.5). A pesar de ello, puede que
sea ahí donde la fuerza del vértigo social —característico de estos
años— haya contado más que el deseable diálogo y debate con la
historia de la que, en rigor, el trabajo científico no puede prescindir.
La misma sexología no ha estado exenta de
responsabilidad en ello. "Si un reproche claro tengo contra muchos
sexólogos de hoy —escribe Raymond P.Bruck— es su excesiva
preocupación por una actualidad apresurada y su poca atención a
la dimensión histórica de su disciplina, factor insustituíble como
referencia para medir con precisión eso que conocemos como
progreso científico" (Carta personal, Amsterdam, Abril, 1991).
De la mano de este fenómeno, se ha producido una
generalizada tergiversación de conceptos claves, a partir de la cual
no es difícil entender que, por la fuerza social, la igualdad sexual
—expresión en sí misma contradictoria como la de cuadratura
circular— ha ido constituyéndose en noción usual. Bajo esa
fuerza arrolladora, la función diferencial de la sexualidad se diría
hoy condenada a retroceder como concepto vergonzoso y negativo.
Toda estrategia práctica es inseparable de un
análisis de sus soportes teóricos con vistas a no desequilibrar unas
funciones en beneficio de otras. Porque, de hecho, todas ellas son
de importancia capital, más aún irrenunciables. Sea esto dicho con
la única intención de que la misma sexualidad mantenga o pueda
mantener su propia entidad en los sujetos sin menoscabo de que,
en un momento, se manifieste más una u otra de sus funciones.
En todo caso, de lo que nadie puede tener duda es
de la centralidad y universalidad del hecho de hacerse hombres y
mujeres, como cualidad o rasgo fundamental de la noción de
sexualidad. Perder este sentido podría ser considerado como error
de carácter fuerte.
Vistas, por otra parte, las excesivas incoherencias
conceptuales a las que su pérdida da lugar, los intentos de
superación o paliamiento, no se han hecho esperar. Nótese, sin
embargo, una vez más, que el gran sesgo ha sido la utilización de
la misma realidad sexual, fundamentalmente diferenciadora, para
pasar a plantear una igualdad. No es posible una contradicción más
insostenible.
A estas alturas del debate no será ya necesario
recordar que no estamos planteando un debate social —es decir de
la igualdad de derechos y deberes entre los sexos que nadie puede
sensatamente poner en duda— sino de conceptos entre los cuales
se encuentra el de la sexualidad.
Sexualidad versus "Sexo-género"
Desarticulada de esa manera en su raíz la idea
misma de sexualidad, y tratando sin duda de llenar esa carencia,
se ha introducido, pues, el nuevo constructo operacional de la
doble realidad del sexo y el género, tal como se anotó.
No obstante, a los efectos de una historia intelectual, mantenemos la hipótesis de que dicha novedad se ha producido para tratar de llenar el progresivo abandono del concepto de
intersexualidad así como la noción evolutiva de sexualidad en el
sentido originariamente planteado en las primeras décadas del
siglo XX.
A ese abandono o rechazo han contribuído dos
equívocos: en primer lugar la connotación excesivamente biológica
—tal vez sería más exacto decir biologicista en su sentido
deformado— dada al término por parte de quienes planteaban una
liberación del llamado determinismo de las diferencias; y, en
segundo lugar, el llamado "olor a clínica" que también irremediablemente ha caído sobre el concepto mediante las consabidas
confusiones entre la intersexualidad y algunas de sus manifestaciones, especialmente hermafroditismos o pseudohermafroditismos,
así como intervenciones quirúrgicas para cambiar de sexo en los
casos de transexualidad.
Ambas connotaciones tienen muy poco que ver con
el sentido general de la noción de intersexualidad, aplicable tanto
a los llamados caracteres sexuales primarios como secundarios,
anatómicos como funcionales, es decir al continuo completo y no
sólo a algunos de sus segmentos. ¿Sería necesario recordar que la
intersexualidad no es una unidad de diagnóstico clínico —confundible con el hermafroditismo, por ejemplo— sino un concepto
teórico que se planteó para dar cuenta de la interacción ininterrumpida de los caracteres sexuales de ambos sexos en la construcción
del masculino y el femenino? Dentro de él eran incluídos —y lo
siguen siendo— la inmensa variedad de los mismos, tanto
primarios como secundarios, biológicos como culturales.
El deseo de liberación de lo conocido como
"biológico" puede estar justificado por la exageración determinista
que de esta noción se hubiera podido generar. Dígase lo mismo
del "olor a clínica"; pero un exceso no justifica otro exceso. Y lo
que necesitan los conceptos son matizaciones en su aplicabilidad,
más que la renuncia a ellos por connotaciones ajenas a los mismos,
o exageradas, tomando las partes por el todo. Sobre todo cuando
tales conceptos son radicalmente centrales.
Por nuestra parte, en otro lugar, hemos tratado de
dar más protagonismo a los procesos de sexuación, fórmula
cercana a la intersexualidad, para hacer más visible el puente de
unión entre lo conocido como "biológico" por un lado y "cultural"
por otro, sin perder la ya nombrada raíz sexual como categoría
referencial a lo largo del continuo biológico y biográfico de los
sujetos.
Desde este planteamiento, que corresponde a un
proceso histórico en el desarrollo de la ciencia sexológica, nos
parece que la introducción del nuevo concepto sexo-género, por
muy operacional que éste pueda parecer, es, no sólo empobrecedor
de la misma realidad sexual, sino un retroceso a situaciones
anteriores a la génesis de la intersexualidad en la historia de las
ideas. Es preciso no olvidar las evidentes coincidencias de esa
nueva noción doble de sexo-género con otras, de sobra conocidas,
como cuerpo-espíritu, por no hablar, más a las claras, de un campo
semántico compuesto por bajezas-noblezas, sexualidad-amor. La
exitosa acogida que este concepto anfibio ha tenido en las últimas
décadas podría ser explicada por motivos ocasionales y externos
—fundamentalmente sociales y tecnológicos— y no necesariamente generado por el mismo proceso científico.
Dentro de los motivos externos a la misma realidad
sexual podría situarse el intento de eliminación de diferencias,
generado por sectores sociales, partidarios de la llamada "igualdad
total", dando por sentado que cualquier diferenciación sería un
obstáculo a la misma. En cuanto a los motivos tecnológicos, tal vez
sería más exacto nombrarlos directamente como metodológicos, es
decir relativos al manejo de conceptos operativos e instrumentalizables, sin duda de mayor comodidad para estudios de mediciones
y cuantificaciones, como sucede con los test e inventarios, por
ejemplo. Pero entendemos que es el medio o método el que debe
adaptarse al fin y no al revés. De lo contrario puede correrse el
riesgo de inventar o construir una realidad lógica que tiene poco
que ver con la misma realidad que se trata de conocer.
CAPITULO XXIX
Algunas consecuencias
El avance de los planteamientos teóricos promovidos en las últimas décadas, y el consiguiente retroceso de los
inmediatamente anteriores, plantea una pregunta: ¿qué se gana con
el éxito de los unos y qué se pierde con el olvido, o tal vez
simplemente el desconocimeinto, de los otros?
Posiblemente la parte más resaltable de la ganancia
se juega con la mujer. O más exactamente con la imagen social de
la mujer, puesto que ella ha sido la histórica desfavorecida con el
antiguo desequilibrio en la cuestión de los sexos. Desde este punto
de vista, podría entenderse el éxito de la articulación actual de los
conceptos bajo los términos de género femenino en lugar de —o
frente a — sexo femenino y, por lógica o paralelismo, de género
masculino en substitución de sexo masculino, con todo lo que ello
implica, pasando del lenguaje al concepto y de éste a sus consecuencias.
Frente a una reconocida asimetria de los sexos, se
ha promovido, pues, en las últimas décadas, la idea —o el ideal—
de una simetria de los géneros. Haber encontrado esta fórmula ha
traído consigo un entusiasmo colectivo, visible y explicable, que
ha terminado por iniciar, o crear, un nuevo cuerpo de doctrina
basamentado en el género y huyendo, con notoriedad, del sexo; en
ocasiones, por decirlo con crudeza, como se huye de un mal sueño
o de un fantasma.
¿Asexualización?
Junto a los éxitos poporcionados por las nuevas
teorías o constructos, se encuentra, no obstante, la otra cara que es
la desexualización o asexualización generalizada que estos nuevos
planteamientos están trayendo consigo de cara a una nueva
conceptualización de las relaciones entre hombres y mujeres;
relaciones que, cada vez —según estos modelos— parecen
jugarse más en términos de estereotipos y roles o papeles sociales
que en el nivel de sus identidades personales. Incluso éstas
consideradas sólo como productos de aquéllos.
Podría decirse que el predominio de un discurso
colectivo, o de poder —léase administrativo— estaría primando
sobre los planteamientos de las estructuras individuales del deseo,
cuestión nada banal, por cierto, cuando un hombre y una mujer se
encuentran frente a frente.
Pero, por centrarnos, únicamente, en lo que aquí nos
concierne —es decir, en el orden de los conceptos— podrían ser
resaltados dos puntos de pérdida especialmente importantes.
En primer lugar, el carácter central y no sólo
periférico de la realidad sexual a lo largo de la vida y el de sus
manifestaciones a distintos planos. La articulación y coherencia de
esta centralidad trae consigo la propia exigencia de ser un concepto
radical y continuo de forma que su desaparición ocasionaría
distorsiones irremediables de cara a la misma realidad sexual como
concepto o valor, es decir como categoría.
Esta pérdida hace que, al quedar fuera de su
influencia una serie de sus manifestaciones, éstas deban ser
tomadas por otras áreas explicativas y en términos no directamente
atentos a la misma sexualidad sino con finalidades dispares; tales
como, por ejemplo, la reflexión moral y los recursos políticos.
Estaríamos, pues, dentro de las llamadas modas o vandazos
ideológicos, producidos por situaciones coyunturales y de carácter
social. Es la pérdida de la raíz sexual para situarse en sus ramas.
En este sentido, ya lo hemos indicado, la misma
sexualidad —sin encaje epistemológico en el conjunto— puede
volver a ser tomada como un quiste o tumor, motivo de problemas,
en ocasiones de orden psiquiátrico, en otras social; en otras
político-moral. En todo caso, fuera de su propio gozne referencial
en el sujeto sexuado y sin saber qué hacer con ella.
En segundo lugar, con la introducción del modelo
del sexo y el género —dando por excluída la realidad sexual como
matriz articuladora—, la reducción del sexo a "lo biológico" y del
género a "lo cultural", trae consigo la vuelta a los planteamientos
dualistas antiguos de los que precisamente se había salido con la
elaboración del nuevo concepto de sexualidad sobre la base del
sujeto como individuo sexuado que le da unidad; esa unidad
biográfica y evolutiva que ha sido una de las grandes adquisiciones
de la edad contemporánea.
Por otra parte, el que se culpe a la realidad sexual
de ser devaluadora de igualdades, frente a su finalidad, promotora
de diversidad tanto en hombres como en mujeres, es un problema
muy distinto. Posiblemente haya que pensar que la incapacidad de
ver lo deseable de la diversidad genere miedo a la misma y, por lo
tanto, aversión a la diferencia con la consiguiente obsesión fácil y
demagógica por una igualdad uniformadora.
Esta incapacidad para extraer lo positivo de un
enfoque radical (de raíz) de la sexualidad hace pensar en la fábula
de la zorra ante las uvas: éstas son buenas y están maduras; negar
su bondad y el beneficio que podrían reportar equivale a una
trampa demasiado evidente. Pero hay más: y es la negación, no ya
de las uvas, sino de la misma trampa. Destapar ambas falacias
puede revelar una estrategia que parece alimentada por una
dinámica de reconocida y aceptada impotencia, mayor aún que la
que desvela la fábula.
Sexismo y antisexismo
Uno de los puntos más visibles a los que conduciría
este debate provocado por el abandono del concepto de sexualidad
y la adopción del nuevo binomio sexo-género es el que, traducido
a un lenguaje popular ha sido generalizado como polémica del
sexismo-antisexismo. Es precisamente este planteamiento el que
más a las claras revela, en primer lugar, cómo se ha vaciado la
sexualidad de una visión diferenciadora positiva; cómo, a
continuación, la eliminación de la realidad sexual ha sido sustituida por el concepto de sexo-género, para, finalmente, connotar a la
raíz sexual de discriminadora negatividad, siguiendo la primera
parte de este concepto anfibio o sea el sexo para terminar con el
planteamiento de una equívoca igualdad, basándose en la otra
mitad del mismo concepto, o sea el género desexuado o asexuado.
El anti-sexismo plantea liberarse del sexo o luchar
contra la esfera de su influencia, incluso en su mismo lenguaje.
Hablemos, para entendernos con más propiedad, de los sexos,
puesto que el destrozo conceptual llevado a cabo últimamente con
el sexo —en cuyo cajón de sastre multisémico ya entra todo— no
creo que pueda tener remedio. Cabe, pues, preguntarse: ¿Por qué,
de pronto, desde hace unas décadas, ha surgido esa aversión al
mismo lenguaje de los sexos como masculino y el femenino? Suele
responderse que por sus resonancias varoniles, según el predominio de la biología sobre la cultura y ésta configurada como
radicalmente machista.
De otra parte ¿Por qué, esa paralela exaltación de
la fórmula de los géneros? Por su maleabilidad y modificabilidad
sociocultural que permite más plasticidad y menos dependencia de
lo llamado biológico, según es también abiertamente confesado.
Con todo, queda aún otra cuestión: La lucha anterior fué contra el
machismo como exceso; la actual, denominada expresamente
antisexismo, no apunta ya al exceso de un sexo sobre el otro sino
a la misma raíz del fenómeno sexual, es decir al hecho de los
sexos, planteando éste como un exceso en sí y formulado, ya a las
claras, como un ismo. Ser sexuado volvería de nuevo a ser una
verguenza, léase un obstáculo para el entendimiento entre un
hombre y una mujer. Curiosa conclusión a la que conducirían estos
planteamientos.
Sus contradiciones no son para ser tratadas aquí.
Unicamente hemos pretendido sugerirlas por lo que dice relación
al objeto concreto de este breve recorrido en torno a los años
treinta y sus encuentros o desencuentros con algunas ideas de los
sesenta y noventa, o sea de hoy.
Llegados a este punto, puede que deban plantearse
dos opciones: primera, el reconocimiento de que el legado
histórico de la generación anterior ya ha sido superado o sobrepasado y que, por lo tanto, su conocimiento no pasa de ser una simple
distracción curiosa para el recuerdo; y segunda, que las contradicciones a las que se puede estar hoy llegando requieran un debate
en profundidad tanto histórico como conceptual, capaz de evitar
simplismos generalizados, lo que requeriría el esclarecimiento de
unas bases para empezar a entenderse con un mínimo de precisiones. Porque no conviene olvidar que lo que se está jugando en
estos conceptos, de apariencia abstracta, no es sino la identidad y
condición específicamente masculina y femenina —es decir
sexuada— de los hombres y mujeres en el cuadro más vital que es
la misma condición humana; cuestión que, en última instancia, nos
concierne a todos de una forma más quicial de lo que pudiera
parecer.
Sin el recurso a la historia o con el olvido de ella,
estas precisiones, no sólo no serán posibles; puede que ni siquiera
se sea consciente de su necesidad. Sólo su perspectiva ayuda a
desvelar algunas de estas contradiciones que se hacen evidentes
por el mero hecho del pasar del tiempo, elemento del que ningún
sistema de pensamineto termina por librarse.
CAPITULO XXX
La tenacidad de una idea
El punto de debate que ahora pretendo plantear es
de otra dimensión. En 1976 Paul Robinson desarrolló la tesis de
que, frente a una época en la que "el pensamiento sexológico no
había pasado de ser un conjunto de prejuicios populares, a veces
codificados por autoridades médicas o explotados por pornógrafos,
pero, en todo caso, sin alcanzar la coherencia y dignidad que se
asocia a la palabra pensamiento; el siglo XX ha sido capaz de
ofrecer, de forma explícita y sistemátizada, una nueva figura
intelectual: la del sexólogo". (La modernización del sexo, trad.
cast. Ed. Villalar, Madrid, 1976, p.9).
A partir de esta base, la tesis de Robinson consiste
en probrar que —como hemos citado en la entrada de esta quinta
parte— "el pensamiento sexológico es un componente integral de
nuestra historia intelectual y que los más importantes teóricos
modernos del sexo merecen tanta atención, por parte de los
historiadores de la cultura, como los grandes filósofos o pensadores sociales de la historia"
Las tres funciones de la sexualidad
En esta dirección el Dr. Hesnard, uno de los
primeros tratadistas o recopiladores en los años treinta, había
escrito en su Manual de Sexología: "Tres grandes pilares ofrece el
pensamiento a la sexología científica contemporánea: Havelock
Ellis, Sigmund Freud y Gregorio Marañón" (Ib., Payot, París,
1933; 4ªed., 1959, p.12).
Mi intención en este capítulo es leer y entender a
Marañón en este cuadro y desde esta perspectiva de la historia;
porque entiendo que su idea central puede y debe ser debatida en
dicho contexto histórico; y sólo en él podrá entenderse si su
aportación ha sido y sigue siendo de interés.
Entiendo que la idea central de Marañón, planteada,
desarrollada y probada a través de unas bases eminentemente
biológicas —como es su presentación de la diferenciación sexual,
la intersexualidad y la evolución de la sexualidad— consiste en la
afirmación radical de la centralidad de la función de la sexualidad
que es primariamente de diferenciación, es decir de promoción de
diferencias o, si se prefiere, de diversidades, término tal vez más
acorde con la sensibilidad actual. Las consecuencias de esta idea
sobrepasan con creces el restringido marco que se las ha asignado
para crear un friso de amplísimo espectro en los valores, la
sociedad y la cultura.
En términos de síntesis, unos meses antes de morir,
el Freud de 1938 escribió en su Esquema del Psicoanálisis: "Es
preciso entender que la vida sexual abarca la función de obtener
placer en zonas del cuerpo, función que ulteriormente, es puesta al
servicio de la procreación; pero ambas funciones no deben ser
confundidas ni tienen por qué coincidir" (Obras Completas,
Biblioteca Nueva, Vol.III, Madrid, 1969, p.1018).
"La sexualidad —había escrito, por su parte,
Marañón un año antes, y año igualmente de síntesis y revisiones—
equivale, en su último sentido, a diferenciación del individuo. El
sentido de esta individualización sexual es la aspiración a que el
hombre o la mujer sean lo más distintos de las otras individualidades, para ser así el objeto preferido de la atracción del sexo
contrario" (Soledad y libertad, 1937; publicado en Vida e Historia,
Espasa-Calpe, Austral, Madrid, 1945; O.C., IX, p.113).
Frente a la antigua identificación de la vida sexual
con la procreación o función reproductora, lo que Freud había
aportado —y eso es lo que trata constantemente de acentuar— era
esa otra cara de la sexualidad, o sea la de su función de producir
placer. Es curioso cotejar esas dos nociones, es decir la de la
reproducción y la del placer, con la que sería descubierta o
acentuada por los primeros teóricos de la sexología, más atentos a
las adquisiciones de las ciencias naturales como es el caso de
Marañón, a saber: Que, antes que la función de placer o de
reproducción, la primera y previa función de la vida sexual es la
diferenciación o, dicho de otra forma, la de hacer masculinos y
femeninos, heterosexuales y homosexuales, que, a su vez, se
diferenciarán aún más mediante un sinfín de rasgos, matices y
peculiaridades cada vez más individualizadas, por las contínuas
interacciones de los caracteres sexuales en uno y otro sexo.
Todo esto es función específica y primera de la
realidad sexual. A las dos acepciones del término sexualidad
indicadas por Freud, es, pues, preciso añadir una tercera, pero con
carácter previo a ambas. Si tuviéramos que formular las tres en el
orden vivido por los individuos, éstas serían: diferenciación, placer
y procreación.
El alcance de la diferenciación sexual
Es obvio que, durante distintas épocas, la función
procreadora haya sido socialmente exagerada en detrimento de la
del placer. Es también obvio que la función del placer empezara,
en su momento, a ser estudiada y acentuada con la lógica puesta en
cuestión de la anteriormente avasalladora procreación. La tensión
y lucha entre ambas ha llegado hasta nuestros días. Pero es
igualmente visible el poco interés despertado por la idea diferenciadora, copado éste por el enfrentamiento de las otras dos.
También es fácil de entender que, "hartos de las
diferencias atribuídas al sexo", como se ha escrito y hablado tanto
—al sexo, no a la sexualidad, sería preciso matizar— se haya
tratado de prescindir de dicha acepción, arrancando de cuajo la raíz
misma de esa equivocidad, ambiguamente ocultadora del valor que
contenía dentro, aunque difícil de entender. Tan difícil que sólo
parece haberse optado por la denominada "discriminación
negativa" y, por lo tanto, vivida de forma abusiva y hasta odiosa.
Es muy posible también —continuando en esta
dinámica emprendida— que, a la vista del desarrollo de esas tres
funciones de la sexualidad a lo largo del siglo XX, podamos o
debamos concluir, ya entrando en el siglo XXI, que descuidar la
función diferenciadora ha constituido un error del cual sólo ahora
podemos empezar a ver las consecuencias.
Planteadas frente a frente las funciones del placer
y la reproducción, y en polémica o lucha por motivos éticos,
sociales o políticos bien conocidos, los partidarios de una han
reprochado sus correspondientes excesos a los partidarios de la
otra. Si los seguidores de la sexualidad en su acepción de placer
reprocharon a los seguidores de la procreación toda una serie de
exageraciones, éstos, a su vez, no se han ahorrado sus ataques
hacia aquéllos. Se diría que unos veían lo conveniente de su
acepción preferida, y desde ella atacaban o criticaban a los
seguidores de la otra. Incluso, desde esa dinámica, es bastante fácil
de entender la sobrevaloración de la misma hasta el punto de tratar
de negar o de infravalorar la idea de los otros.
Es bien conocido cómo los partidarios de la
procreación —enemigos del placer, si se permite esa formulación
extrema— trataron de desacreditar a éste, connotándole con ideas
morales y políticas de signo generalizado hacia las históricas
izquierdas. Incluso cómo ellos mismos, obligados a reconocer
algunas evidencias y utilidades "racionales" del placer, se vieron
obligados a camuflarle bajo términos vagos o simbólicos, tales
como el afecto, el amor, la comunicación, etc. con tal de no aceptar
la idea clara y neta de dicha función, y, por otra parte, obligados a
hacerle socialmente presentable y en cierto modo aceptable.
No es menos cierto —siguiendo con el mismo
análisis— que dicho camuflaje o trampa terminaba siendo
desvelado, más pronto o más tarde, por ser esas realidades del
afecto, la comunicación, etc. imposibles de sustentación teórica y
por lo tanto reducidos a simples apósitos, adosados con más
voluntad moral que coherencia lógica. ¿Por qué buscar de forma
enrevesada lo que está tan cerca y, en definitiva, puede entenderse
de una manera simple? ¿Por qué esgrimir justificaciones externas
y rebuscadas ante lo que está en la misma naturaleza de la cosas?
Ciertamente ha hecho falta un largo camino para
llegar a admitir que las dos funciones, la placentera y la procreativa, no tienen por qué excluirse, sino que, a veces actúa una, a
veces otra, según momentos o intencionalidades. De haber dado el
interés previo que la sexualidad merecía como función diferenciadora, posiblemente se hubiera visto más claro que sólo es posible
la comunicación entre sujetos autónomos y distintos, es decir
diferenciados; y que la diferencia —llámese separación, o
afirmación de un yo y un tú— sí es función propiciadora de la
comunicación, incluso su condición sine qua non. En efecto no es
posible una comunicación si previamente no hay diferenciación de
los que se comunican. Y no hay mayor comunicación que la que
se da entre los sexos precisamente por ser esta variable la que más
diferencia, es decir la que más propicia variedades.
Pero la explicación lógica de esos elementos
dispersos y dispares sólo es posible entendiendo la sexualidad en
su primera acepción, es decir como función diferenciadora y
diversificadora por antonomasia.
La diversidad
La diferenciación sexual, entendida en ese sentido
positivo de valor y no de condicionamiento negativo o de disvalor,
puede ser mejor entendida mediante un nuevo término o matiz,
aunque ello implique salir de las categorías estrictamente científicas para entrar en otras más humanistas. No es otro, sin embargo,
el significado que desde comienzos de siglo se ha venido atribuyendo a ésta que el de la diversidad en el sentido de variedad y
riqueza.8
Algunos no han dudado en llamar a esa idea una
obstinación. Y efectivamente ésa es la obstinada y tenaz idea
planteada por Marañón de muy diversas formas, a lo largo de su
obra, siempre como riqueza, y que algunos no han pasado de leerla
como limitación o negación, entiéndase como discriminatoria en
su sentido negativo de un sexo sobre otro o de uno que coarta o
somete al otro; o de atribuciones a uno y negaciones al otro, etc.
8
.- Mi amigo el Dr. Manuel Lucas, desde un análisis sociobiológico, ha acentuado esta dirección en su Invitación a una Sexología Evolutiva, (Revista de
Sexología, nº extra-doble 46-47, Madrid, 1990)
Sin duda es preciso reconocer que no es fácil
expresar con claridad realidades preñadas de prejuicios e interpretaciones repletas de sospechas. Pero, equivocado o no, entiendo
que ésa es la idea central de Marañón y por ello entiendo que la
radicalidad de la diferenciación conduce inexorablemente al reto
del cultivo de la diversidad. O, dicho aún con connotaciones más
explícitas, al planteamiento de la sexualidad como cualidad y
dimensión creadora de riqueza.
La noción de intersexualidad viene en su apoyo
como recurso que la propicia a través de la oferta de una infinita
gama de posibilidades que la sexualidad ofrece a lo largo de su
evolución en cada individuo, lo mismo que a lo largo de la
evolución de las especies, en un drenaje continuo de la biología a
la cultura. Esta es, pues, la idea que Marañón —según yo
entiendo— trató de demostrar. Ahora bien, que —como ya fué
indicado— él mismo no pudo, no supo o no quiso llevar esa idea
hacia adelante sino sólo en sus bases, es ya una cuestión distinta.
En todo caso, sus conceptos dejan el camino abierto.
Posiblemente, en este punto, pueda ser de interés
recordar a otro de los grandes líderes históricos de la Sexología,
como fué Havelock Ellis, quien, por otros recursos y métodos,
planteó la misma idea de diversidad y de riqueza como sentido del
concepto de sexualidad —es decir, de ser sexuado— a través de
su conocida teoría del simbolismo erótico formulada en su obra
The Sexual Symbolism de 1906. Con ello recuperaba Ellis una
cantidad de variantes que habían sido consideradas como patologías y que no eran, vistas por él, sino una aplicación más de esa
riqueza de la diversidad, producida por la combinación de claves
cuyo agente directo era la sexualidad, vista como productora de
valores positivos.
Surgen, a partir de aquí, matices nuevos de esta
nueva idea de la sexualidad. Y estos nuevos matices traen consigo,
a su vez, retos nuevos, que serán o no seguidos en términos
morales o sociales, pero —seguidos o no— bueno es al menos,
dejarlos reseñados como existentes en la misma naturaleza de los
hechos. La confluencia en Marañón de una polifacética personalidad en la que se dan cita el biólogo con el historiador y el clínico
con el humanista pueden ser una llamada para evitar su reduccionismo e invitar a un horizonte abierto. Aunque, entre uno y otro,
los riesgos no sean pocos.
"Elogio de la teoría"
Se trata, por otra parte, de no reducir la realidad
sexual a ese practicismo funcional de la casuística y su terapéutica;
de que los árboles de la clínica no impidan ver el bosque de la
teoría. Así como de que otra teoría pueda generar otra clínica y,
sobre todo, otra educación. Se trata, en definitiva, de un horizonte
abierto en dos direcciones fundamentales: una en cuanto a la
descricpión de la realidad sexual, fundamentalmente diferenciadora y, por lo tanto, con más posibilidades de comunicación entre los
sexos diferenciados, que es la que más ocupó a Marañón; y otra en
cuanto a la despatologización de dicha realidad sexual con el
consiguiente enriquecimiento de la misma, vista desde un nuevo
planteamiento.
En ambos casos se trata de elevar la realidad sexual
a la categoría de pensamiento. Es, pues, ofrecer una hipótesis o
concepto nuevo de la sexualidad; hipótesis que él se propuso, tras
su formulación, validar y convertir en tesis a lo largo de sus
escritos específicos. "En nuestro país —se quejaba Marañón—
tiene muy mala aceptación la teoría. Se dice que lo que sobran son
teóricos, hombres o mujeres de lectura y sin espíritu de aplicación.
Grave error, a mi juicio. Nada se echa tanto de menos en España
como los buenos teóricos, bien imbuídos de espíritu auténtico de
ciencia (...). Una de las plagas de la vida moderna es, en efecto, la
muchedumbre de incapaces o de bárbaros que dominan las técnicas
y adquieren por ello una peligrosa responsabilidad social. Pero lo
difícil, lo importante, no es ejecutar las técnicas, sino saber
plantear los problemas que haya detrás y juzgarlos con un espíritu
científico que sólo se adquiere con la cultura de una inquietud
teórica" (La medicina y nuestro tiempo, Austral, Espasa-Calpe,
seg.ed.1957, p.74).
Frente a una pragmática, cada vez más en aumento,
se plantea el valor de la teoría o, si se prefiere, de la idea. Y en ese
encuadre, la idea o concepto de sexualidad, más allá de la casuística o sus técnicas de arreglos de problemas, apunta a un replanteamiento de la misma sexualidad como concepto, o sea como valor.
Nota sobre la Bibliografía General
Con la intención de aligerar el texto he preferido
evitar las citas bibliográficas o documentales a pie de página y
limitarme a las referencias imprescindibles que se encuentran todas
en su interior.
La mayoría de las correspondientes a las tres
primeras partes proceden del Repertorio de obras de carácter
científico-divulgativo sobre temática sexual aparecidas en España
durante la segunda mitad del siglo XIX y primera mitad del XX
(E.Amezúa, Cien Años de temática sexual en España: 1850-1950.
Repertorio y análisis, número 48, monográfico, Revista de
Sexología, In.Ci.Sex., Madrid, 1991). Los volúmenes no publicados se encuentran en el Fondo Histórico de la Biblioteca del
Instituto de Sexología.
Con referencia a la parte dedicada a la obra de
Marañón, he utilizado, para primeros contactos, las obras siguientes: Francisco Javier Almodovar y Enrique Warleta, Marañón o
una vida fecunda, Espasa-Calpe, Madrid, 1952; J.Alvarez Sierra,
El Hipócrates de la medicina española. Biografía del Dr.
Marañón, Impr. Samarán, Madrid, 1960; Enrique Barco Teruel,
Elogio y nostalgia de G.Marañón, Editorial Barna, Barcelona,
1961; Manuel Izquierdo, Marañón: médico, escritor e historiador,
Ediciones Cid, Madrid, 1965; Vicente Pozuelo Escudero, Marañón
y su obra en la medicina (reflexiones de un discípulo), Prensa
Castellana, Madrid 1965; Pedro Laín Entralgo, Gregorio Marañón: vida, obra y persona, Ed. Espasa-Calpe, Madrid, 1969 y
volumen I de Obras Completas, Espasa-Calpe, Madrid, 1975;
Marino Gómez Santos, Vida de Gregorio Marañón, Taurus,
Madrid, 1971; nueva edición Plaza y Janés, Barcelona, 1987; Luis
S.Granjel, Gregorio Marañón. Su vida y su obra. Ed. Guadarrama,
Madrid, 1960; Varios Autores, Marañón: actualidad anticipada,
Eudema, Madrid, 1988.
Con relación a la bibliografía general de Marañón,
una gran parte se encuentra recogida en los 10 volúmenes que
forman sus Obras Completas (Ed. Espasa-Calpe, Madrid, 1966;
reimpresión:1975).
No obstante, en dicha edición, sólo se recogen las
últimas redacciones y, obviamente, no han podido dar cabida a lo
que correspondería a una edición crítica. Por ello, siguiendo la idea
que aquí nos ha guiado, que ha sido ahondar en su obra siguiendo
el ritmo cronológico de su producción, hemos recurrido a fondos
de carácter documental, utilizando los mismos textos tal y como
fueron apareciendo año tras año, aunque, para facilitar consultas,
hemos hecho, en lo posible, las referencias a las Obras Completas.
Para ello nos hemos servido de los Repertorios,
cuya elaboración ha tenido varias fases: La primera y principal
apareció en Veinticinco años de labor: Historia y bibliografía de
la obra del Prof. Marañón elaborada por sus discípulos del
Instituto de Patología Médica del hospital de Madrid (EspasaCalpe, Madrid, 1935).
Sobre ella se han ido construyendo otros repertorios
revisados y ampliados. Marino Gómez Santos, en su Vida de
Gregorio Marañón (Taurus, Madrid, 1971), ofreció la más
completa hasta la fecha. Alejandra Ferrándiz, en su ya citada tesis
doctoral, La psicología de Gregorio Marañón (U.C.M., Madrid,
1982), reelaboró y amplió la anterior versión cercana a las 2000
referencias. La Fundación Marañón sigue completando y ampliando dichos repertorios, camino de una edición crítica. A ello hemos
añadido el nuestro propio por tratarse, en este caso, de un estudio
sectorial, relativo a su obra sexológica. A este respecto, quiero
expresar mi gratitud al Gremio Profesional de Libreros Anticuarios
por su colaboración en la búsqueda de primeras ediciones y
reediciones de textos que hoy obviamente ofrecen dificultades
especiales.
Y, finalmente, en cuanto a la última parte sobre
Encuentros y desencuentros al final del siglo XX, algunas de las
obras de referencia en el debate pueden consultarse en una obra
anterior (E.Amezúa, Sexología: cuestiones de fondo y forma. La
otra cara del sexo. Revista de Sexología, nº extra doble, 49-50,
Madrid, 1991).

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