La pequeña casa deL bosque

Transcripción

La pequeña casa deL bosque
decoración
La pequeña
casa del bosque
En medio de un bosque de eucaliptos, en la zona de
Santa Cruz, está La Sara Bed&Breakfast, el nuevo
emprendimiento de Eugenio Montes que, con sus
interiores acogedores y su entorno natural, invita
a vivir el pleno campo.
Texto, Soledad Salgado S. Producción, Paula Fernández T. Fotografías, Viviana Morales R.
de su abuelo
era la escultura de
Mercurio que corona la piscina.
Junto al ventanal puso una mesa
de campo antigua
ideal para trabajar
en el computador
o tomarse un café.
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puertas de demolición
raspadas se usaron para el
acceso y salida al jardín.
Abajo, vista de la piscina
que se esconde entre los
árboles. La casa no se ve
desde el camino.
En un sector del jardín
está armando una pérgola
con plantas trepadoras y
antiguas sillas de barco,
ideal para tomar sol.
H
ace unos ocho años
Eugenio Montes,
publicista de profesión, emprendió
una nueva aventura: el cultivo de arándanos para
exportación. En un terreno que
su familia tenía en las afueras de
Santa Cruz comenzó a cultivar
este fruto, atraído por su amor
al campo y las posibilidades del
negocio. Así, las estadías en la
zona se hicieron más prolongadas
hasta prácticamente establecerse
allí y ser un colchagüino más.
Él mismo levantó la casa con
la ayuda de maestros locales, en
medio de un bosque de eucaliptos,
y fue su madre, Soledad Bisquertt,
quien la decoró. Familiares y
amigos que visitaban el lugar
quedaban maravillados con la
tranquilidad y belleza del entorno: la casa, de un piso y cuatro
habitaciones tiene un hermoso
parque que baja hasta el estero
Chimbarongo.
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una pianola que era
de sus padres y un cuadro europeo acompañan
a la mesita de juegos.
Las sillas las mandó a
hacer su mamá.
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el próximo proyecto es levantar cuatro
cabañas en el mismo terreno, con vista al
río y con hot tubs.
la mesa de comedor era de la casa
de Santiago de los
padres de Eugenio, él
la cortó y acondicionó
al gran estar.
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Hace dos años comenzó a
masticar la idea de convertirla
en un pequeño hotel que ofreciera a los visitantes chilenos y
extranjeros una conexión total
con la naturaleza a poca distancia
del pueblo, el museo de Santa
Cruz, y las viñas que han hecho
famosa a la zona. En mayo pasado,
entonces, nació La Sara Bed &
Breakfast –nombre en honor a
la mayor de sus sobrinas– y sin
hacer mayor publicidad ha tenido
excelentes resultados.
Es que el lugar es muy acogedor, y aunque no fue originalmente diseñado como tal,
se presta para la dosis justa de
privacidad y reunión que requiere
un bed & breakfast, ya que las
cuatro habitaciones ubicadas
en los extremos del volumen
desembocan en un gran estar
con comedor incorporado a la
cocina, donde se puede leer,
jugar cartas, compartir.
El ladrillo y la madera son los
materiales que visten la construcción; sin embargo, especialmente
protagonistas en el espacio interior
son las vigas del cielo que se hicieron a partir de los árboles que
se sacaron del propio bosque y
que luego recibieron una aguada
blanca, contribuyendo a dar más
luz a los recintos.
Los interiores están armados
con un sello muy cálido. Allí se
mezclan, por una parte, objetos
como en los
interiores usó puertas
calipso recicladas de otra
construcción, hacia el exterior pintó de ese color los
perfiles de las ventanas.
El respaldo de cama
en esta habitación es de
un anticuario santiaguino.
Los veladores, de la tienda
Soleca, que su mamá tenía
en Nueva Costanera.
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Dos vasijas
de madera de coco
son parte de la
ornamentación de
la terraza.
una chimenea
de fierro fundido
traída de Argentina
tempera el estar en
días más fríos. El
pisito de madera lo
compró en el sur.
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En el jardín
crecen crespones,
liquidámbares,
aromos, jazmines,
agapantos, rosas,
verónicas y pitosporos enanos entre
otras especies.
que pertenecían a la familia: como
roperos, la mesa del comedor
principal, respaldos de cuero y
bronce, una pianola antigua, una
colección de fuelles, cuadros,
etc., con diseños que su mamá,
Soledad, realizó mientras tenía
su tienda de decoración, Soleca,
en Santiago.
Eugenio casi no ha cambiado la
ambientación desde que la convirtió en hotel. Así conserva el aire
de campo familiar y hasta algunas
fotos y recuerdos aparecen en repisas y muros; solo los baños y los
dormitorios han sufrido cambios
en su equipamiento, pero estos
últimos tienen la gracia de que,
desde que se levantó la casa, se
diseñaron todos distintos, lo que
llevó a Eugenio a poner nombres
a las habitaciones como Brigitta,
Bluecrop, Duke y O’Neal, que
aluden a las cuatro variedades
de arándanos que cultiva en la
plantación.
Los exteriores son un verdadero oasis. Además del ruido
constante del agua del estero y la
fauna del lugar, se ha preocupado
de mantener muy bien el parque
y el bosque, acondicionando los
alrededores de la piscina con
toldos de totora; y dejando un
sector bien rústico tipo fogón
para los clásicos asados que
algún turista quiera hacer.
Y para días más grises, la
terraza está equipada con una
cocina a leña que tempera el
recinto. La idea es gozar del aire
rural y las bondades de la zona
no solo en verano, sino que todo
el año. Más aún si la estadía
incluye un desayuno con deliciosos huevos de campo y jugos
naturales de arándanos en época
de cosecha.
LA MESA de centro
fue un diseño de la
mamá de Eugenio,
la decoradora Soledad Bisquertt.
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